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Desempleo y precariedad laboral en la Argentina de los años 901


Noemí B. Giosa Zuazua

“Solamente en una sociedad altamente


autoritaria, en la que pudieran decretarse
cambios sustanciales y completos, podría
funcionar con éxito una política de salarios
flexibles” .

J.M. Keynes, 1936.

Muy lejos quedaron aquellos años en que la Argentina se destacaba entre las
economías latinoamericanas por contar con una estructura económica más homogénea,
con patrones de distribución del ingreso y estructuras de consumo más igualitarias, y
con un proceso de desarrollo económico que permitía integrar a la mayor parte de la
población trabajadora. Desde mediados de los años 70 venimos recorriendo caminos
que nos alejan cada vez mas de aquellos momentos, caminos que significaron el
deterioro constante y sistemático del aparato industrial y que se expresaron y se
expresan en un conjunto de heterogeneidades que no hacen mas que profundizarse día a
día. Indicadores de esta realidad son los que dan cuenta de la evolución del mercado de
trabajo y que nos muestran que en los últimos años el país ha alcanzado las menores
tasas de empleo y mayores tasas de desempleo y subempleo de las últimas décadas, y
los peores indicadores de distribución del ingreso.
Desde el discurso oficial, desde el discurso de numerosos organismos
internacionales y desde el discurso de numerosos economistas que comparten en mas o
en menos una visión ortodoxa de los procesos económicos, se sostiene que el desempleo
y la precarización laboral son el producto de rigideces institucionales en el mercado de
trabajo que impiden que los salarios (o costos laborales) desciendan lo suficiente como
para alcanzar el “equilibrio”. En base a este diagnóstico, y bajo el supuesto de que
existe una vinculación directa entre la disminución de los costos laborales y el
incremento en el nivel de empleo, se propone “desregular” el mercado de trabajo con el

1
El presente artículo fue realizado sobre la base de la investigación que la autora esta desarrollando como
trabajo final de disertación de la Maestría en Economía cursada en la Universidad Estadual de Campinas
(UNICAMP) – Brasil.
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fin de reducir el costo laboral, disminuir el riesgo de contratación y moderar el poder de


negociación de los sindicatos. Es así que desde el año 1991 se vienen incorporando
distintas modificaciones en la legislación laboral y en el marco de acción de los
sindicatos sin lograr recomponer los niveles de empleo. Muy por el contrario, día a día
el mercado de trabajo acusa señales de mayor desestructuración.
Lo que ocurre es que en una economía capitalista los trabajadores no cuentan
con el poder que le asigna el pensamiento ortodoxo para regular el mercado de trabajo,
menos aún en una economía capitalista en la cual los sindicatos vienen perdiendo
espacio desde hace muchos años y en la cual el Estado se ha retirado como gestor de
políticas de redistribución de ingresos.
En una economía capitalista es el comportamiento del gran capital el que define
la dinámica económica y, en consecuencia, es quien determina la dinámica del mercado
de trabajo. Son las grandes empresas las que cuentan con capacidad de acumulación
como para definir estas tendencias porque ellas son las propietarias de los
establecimientos de mayor tamaño a los cuales se encuentran asociadas las mayores
productividades, y las mayores productividades se vinculan con la posibilidad de
realizar mayores tasas de rentabilidad y de pagar salarios mas elevados. Las tasas de
rentabilidad remiten a la capacidad de acumulación de estos agentes y en ese sentido a
la capacidad de generar empleo; los salarios remiten a la capacidad de gasto de la franja
de la población asalariada mejor remunerada.
Las mayores tasas de rentabilidad suponen una capacidad diferencial a favor de
estas empresas en la acumulación de capital. Sus decisiones de inversión son centrales
para delinear el perfil productivo y la estructura ocupacional de la economía. En tal
sentido, de las estrategias de estas empresas se deriva el nivel y la composición de la
inversión reproductiva y el nivel y la composición del empleo. De sus decisiones de
invertir en el sector productivo o de optar por la valorización financiera del capital; de
orientar las inversiones hacia el sector servicios o hacia la industria; de invertir en
sectores intensivos en capital versus. intensivos en trabajo; de invertir en bienes de
capital importados o de producción nacional; de buscar incrementos de productividad
vía la modernización tecnológica o vía la racionalización productiva y de la mano de
obra, etc.
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Por su parte, las mayores productividades relativas también habilitan a estas


empresas a pagar salarios más elevados que el promedio de la economía. Este
diferencial de salarios se traduce en la capacidad de parte de la población asalariada de
destinar una porción de su gasto de consumo a la adquisición de bienes o servicios
producidos por agentes económicos con menores productividades y rentabilidades
relativas, gran parte de los cuales conforman el llamado Sector Informal Urbano (SIU) o
sector no capitalista, en el cual se ocupa actualmente una franja importante de la
población trabajadora del país.
Asimismo, y derivado de su tamaño y dinámica de acumulación, estas empresas
son las que históricamente han contratado el 100 % de su fuerza de trabajo bajo
relaciones asalariadas formales.
Si a pesar del auge del pensamiento único y la aparente crisis del pensamiento
heterodoxo todavía cabe establecer alguna vinculación entre formación de capital y
nivel de empleo, si todavía cabe establecer alguna vinculación entre eslabonamientos
productivos y nivel de empleo, y en consecuencia, si todavía cabe establecer alguna
vinculación entre evolución del sector industrial y nivel y estructura del empleo, es en la
evolución de las grandes empresas y particularmente en las grandes empresas del sector
industrial donde hay que buscar los mecanismos que deterioran el mercado de trabajo.
Porque si el mercado de trabajo se esta precarizando día a día, y las tasas de desempleo
y subempleo alcanzan niveles récord, es porque las estrategias de valorización del
capital que se implementan a nivel de las empresas que históricamente han conformado
el núcleo capitalista suponen mecanismos de expulsión de empleo y promueven
relaciones informales de contratación.
El objetivo de este artículo es analizar las causas de los niveles crecientes de
desempleo, subempleo y del proceso de precarización laboral que se vienen presentando
en nuestro país durante los años 90. Partimos de la hipótesis de que tales fenómenos
son el producto de la transformación de las características bajo las cuales se
desenvuelve el proceso de valorización del capital de los oligopolios industriales,
transformación que define una nueva dinámica económica y, por tanto, nuevos
mecanismos de funcionamiento del mercado de trabajo.
No obstante entender que, apertura de los mercados a nivel mundial y Plan de
Convertibilidad argentino mediante, los años 90 suponen especificidades en el
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funcionamiento del mercado de trabajo, las cuales serán analizadas en este ensayo, nos
parece importante describir en forma previa como funcionaba el mercado de trabajo en
los dos períodos anteriores que se extienden desde mediados de los años 50 hasta
mediados de los 70, y desde esa fecha hasta fines de los años 80. Y consideramos que
esto es importante no por una simple revisión histórica, sino por el hecho de que
fenómenos como precariedad, pobreza, subempleo, desempleo y otros tantos males
sociales que hacen a las características del denominado Sector Informal Urbano no
constituyeron un entorno permanente en el proceso de desarrollo de la economía
argentina. Por el contrario, en nuestro país y a diferencia de otras economías
latinoamericanas, el crecimiento económico enmarcado en el modelo de
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) no había llegado a conformar
este Sector Informal Urbano (SIU), característico de otros países de la región. Por esta
razón es que consideramos relevante señalar, a partir de una revisión sintética, el
momento en el cual en el mercado de trabajo argentino se instalan mecanismos de ajuste
que van a hacer de la informalidad laboral una característica estructural. Y ello es
importante porque si bien los fenómenos que manifiesta el mercado de trabajo en los 90
responde a las especificidades propias de un nuevo patrón de acumulación, este patrón
actúa sobre una estructura socio-económica que ya llevaba varios años de
desarticulación y deterioro.
Con este objetivo en la primera sección desarrollamos una revisión de las
características del modelo de desarrollo de los años 50 y 60 en lo que se refiere a su
dinámica de funcionamiento vinculada al mercado de trabajo. En la segunda parte de
esta sección analizamos la primera desestructuración del mercado de trabajo que se
inicia a mediados de los años 70. La segunda sección tiene el objetivo de analizar el
comportamiento del mercado de trabajo en los años 90 en lo que respecta a las
características estructurales de sus nuevos mecanismos de ajuste: el desempleo abierto y
el empleo informal productivo.
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I - De la integración del mercado de trabajo a su primera desestructuración.


I .1- Los años 50 y 60. Desarrollo industrial y estructuración del mercado de
trabajo. El período de la segunda sustitución de importaciones.

Desde mediados de los años 50 hasta mediados de los 70 la economía argentina


crece en el marco de la denominada segunda fase de industrialización sustitutiva de
importaciones. Este período incluye los diez años de máximo crecimiento del país.
En este momento, bajo la consolidación del predominio norteamericano en la
economía mundial, la Empresa Transnacional (ET) instala subsidiarias industriales en
los distintos países, orientadas a la producción para el mercado interno.
Este patrón de acumulación articulado por la economía americana, que fue
extendido a las economías europeas y latinoamericanas durante los años 50 y 60, y que
manifiesta sus características de agotamiento a inicios de los 70, se basaba en una
estructura industrial con conglomerados oligopólicos, que se expandían a partir del
crecimiento cuantitativo de la producción de bienes durables, con base técnica en la
electromecánica y su eje en la línea de montaje y la industria automotriz. Las
corporaciones tenían una estructura productiva integrada verticalmente, tanto en lo
que respecta a las actividades de transformación, como también a las propias
actividades de servicios. Este perfil se estructuraba dentro de las fronteras nacionales,
contando las empresas con un bajo grado de integración a los mercados internacionales.
De esta forma, el crecimiento del nivel de producción iba asociado con el
crecimiento del nivel del empleo industrial generado por las grandes empresas.
Durante estos años la economía argentina es parte de este proceso de expansión
industrial liderado por la ET, proceso que se enmarca en el ámbito nacional en un
modelo de desarrollo en el cual el Estado cumple un rol fundamental en la asignación de
recursos a partir del diseño de diferentes políticas.
El bloque automotriz va a constituir el sector más dinámico de la economía.
Amparado en un modelo proteccionista las empresas automotrices gozaron de
regímenes de promoción que al mismo tiempo que las protegía de la competencia
extranjera prohibiendo la importación de partes y vehículos, las obligaba a fabricar
vehículos con elevada proporción de autopartes de producción nacional. Fue así que la
industria paso de ser una simple ensambladora a representar el sector más dinámico
tanto en la generación de producto como en la generación de empleo y en el desarrollo
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de capacidades empresariales en la manufactura de autopartes. Asimismo este sector


contaba con una importante capacidad para dinamizar el resto de la economía. Esa
capacidad se derivaba de sus fuertes encadenamientos productivos que hacían que
cada expansión de la industria terminal arrastrara al resto de la estructura
productiva.
En general durante estos años la expansión de la gran empresa va asociada a
mayores niveles de integración productiva, traduciéndose en incrementos lentos
pero sostenidos del nivel de empleo asalariado formal. En el marco de una economía
cerrada, el proceso de acumulación a nivel de las grandes empresas suponía el
desarrollo de un importante grado de integración vertical. Y este mayor grado de
integración vertical es lo que queremos rescatar para comparar con el período actual.
Porque más allá de las causas que pueda adjudicársele a esta estrategia, lo cierto es que
en la medida en que la gran empresa integraba dentro de su esfera distintas etapas del
proceso productivo, estaba integrando en forma conjunta los trabajadores asalariados
que demandaban dichas actividades. Este proceso de integración se traduce por lo tanto
en un proceso de generación de puestos de trabajo formal y de elevados salarios. Y ello
se manifestaba tanto con relación a la producción de diferentes insumos de la cadena
productiva como a la prestación de diferentes servicios que la empresa requería para su
funcionamiento.
No obstante, debemos remarcar que dado su mayor tamaño de capital y escalas
productivas, la presencia de la ET supuso una reducción en la tasa de incorporación de
asalariados al sector. La reestructuración de actividades que significó la entrada de la
ET a nuevos mercados generó un proceso de concentración de capital donde muchas
empresas de capital local de menor envergadura y con tecnologías más intensivas en
trabajo desaparecen del mercado por imposibilidad de competir. Ello se tradujo en que
un tramo de industrias, las denominadas vegetativas, expulsara empleo y que el tramo
“dinámico” incorporara lentamente. En síntesis, por un lado se reduce en términos
relativos la proporción de empleo demandado, pero paralelamente se incrementa la
proporción de empleo que percibe mayores salarios y cuenta con relaciones de trabajo
protegidas.
En este marco los mecanismos de generación de oferta de fuerza de trabajo se
asentaban en la liberación de mano de obra derivada del propio mecanismo de
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acumulación capitalista. Ello es, la expulsión de fuerza de trabajo derivada de la


reestructuración de las actividades industriales a partir del ingreso de la ET con una
estructura de capital más concentrada y mayores productividades, y la expulsión de
mano de obra del agro. El volumen de oferta era complementado por un bajo
crecimiento demográfico y por inmigración extranjera.
Dada la reducción de la tasa global de incorporación de asalariados al sector
industrial, la demanda de empleo era generada principalmente por el sector terciario de
la economía y por el Estado y, en menor proporción, por la gran empresa ubicada en las
actividades más dinámicas del sector industrial. No obstante, las mayores
productividades, tasas de rentabilidad y tasas de salario al interior de estas empresas
generaban una dinámica tal que permitían sustentar actividades de menor productividad,
sean en el sector terciario o en el mismo sector industrial.
Es así que si bien en este período el sector industrial se caracteriza por un lento
crecimiento de la demanda de empleo, la absorción por parte del sector terciario se da
en actividades que responden a cambios en la demanda. En otros términos, se trata de
puestos de trabajo que, si bien cuentan con menores productividades, no pueden ser
catalogadas como “autoempleo” en el sentido de tratarse de actividades autogeneradas
por el mismo trabajador frente a la necesidad de percibir algún ingreso, por mínimo que
este resulte.
En síntesis, durante este período el mercado de trabajo, en su conjunto,
presentaba un bajo grado de subutilización de la fuerza de trabajo, lo que determinaba
niveles y distribución de renta tales que hacían a la conformación de una sociedad
relativamente homogénea. Los oligopolios industriales en la medida en que se
expandían incrementaban sus niveles de empleo (si bien a una tasa menor), de modo tal
que se lograba mantener una proporción importante de asalariados en el sector formal,
perceptores de elevados salarios y de todos los derechos que suponía un empleo
protegido.
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I . 2 – Los años 70 y 80. Desindustrialización y primera desestructuración del


mercado de trabajo.

I.2.1 - Desarrollo económico y Sector Informal Urbano en las economías


latinoamericanas.

Si bien las características generales de los modelos de desarrollo aplicados en los


años 50 y 60 en las principales economías latinoamericanas fueron similares a las del
modelo aplicado en nuestro país, distintos factores hicieron que los resultados en
materia de estructura social difiriesen. Es así que entrados los años 70 estos países
presentaban elevados grados de heterogeneidad productiva y en sus estructuras
ocupacionales y de ingresos.
Diferentes autores, investigaciones y debates fueron orientando una
interpretación de las fuertes desigualdades que se sucedían, concluyendo que las
características bajo las cuales se desenvolvía el capitalismo en los países
subdesarrollados imprimían una dinámica de funcionamiento en la cual se generaban y
reproducían dos sectores: el Sector Formal (SF), caracterizado por su estructura
capitalista, donde predomina el trabajo asalariado estable, y cuyo eje fundamental es la
gran empresa oligopólica, y el Sector Informal Urbano (SIU) que crece y se reproduce
subordinado a los movimientos del capital oligopólico.
Históricamente el SIU fue conceptualizado como un espacio conformado por
situaciones ocupacionales heterogéneas, correspondientes a actividades tradicionales,
predominantemente no asalariadas, de baja productividad, que cumplían la función de
absorber los excedentes de fuerza de trabajo que eran liberados por el mismo proceso de
desarrollo, a partir de la destrucción de segmentos productivos atrasados del sector
rural, y que no llegaban a ser absorbidos por los sectores modernos que hacían al
proceso de industrialización urbana. En este abordaje, las actividades capitalistas eran
visualizadas como un núcleo con elevado grado de integración productiva, el cual les
permitía no solo reproducirse en forma autónoma, sino generar un nivel de
productividad tal que sustentara las actividades de baja productividad del SIU,
(DEDECCA, C – ROSANDISKI, E, 1998). Según apuntan DEDECCA y BALTAR “el
sector informal aparecía como parte subordinada de este desdoblamiento de la
estructura productiva capitalista moderna y oligopolizada, que, al no absorber toda la
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fuerza de trabajo disponible, al mismo tiempo que generaba un intenso aumento de


renta, con una distribución extremamente concentrada, alimentaba el surgimiento de
pequeños negocios y formas precarias de relación de trabajo asalariado (por ejemplo
el empleo doméstico). El sector informal, de este modo, era visto como un conjunto de
actividades que se reproducía bajo el movimiento del sector moderno, sin manifestarse
mayores interrelaciones entre ellos. El sector informal se reproducía principalmente
por medio de la transferencia de renta del sector moderno, en espacios mercantiles que
no ofrecían perspectivas de lucro ”. (DEDECCA, C. – BALTAR, P, 1997)2.
De este modo y por estos momentos en las economías latinoamericanas el Sector
Informal Urbano Tradicional - (SIU-T) - cumplía la función de alternativa al desempleo
abierto, en la medida en que funcionaba como un espacio de inserción económica de
parte de la fuerza de trabajo que, a la vez que carecía de la posibilidad de insertarse en
el sector capitalista, requería de algún ingreso para sobrevivir.

De este marco de análisis queremos destacar una característica que se refiere al


mecanismo de interrelación entre el Sector Formal y el Sector Informal Urbano.
Según se deriva de la cita anterior esta vinculación se establecía a partir del mecanismo
ingreso/gasto. En otras palabras, al no existir vinculación productiva entre ambos
sectores la funcionalidad del SIU para con el SF residía en su rol de reserva de mano de
obra para los momentos de expansión del ciclo. En estos términos el SIU no entraba en
la lógica de acumulación productiva del SF, el cual se reproducía autónomamente. Por
el contrario la reproducción del SIU dependía de la expansión del SF en la medida en
que tal expansión, al absorber mayor proporción de asalariados y contar con una mayor
masa de ingresos disponibles para el gasto, reducía el tamaño y amortiguaba el grado de
precariedad del sector informal.

I.2.2 – La “latinoamericanización” del mercado de trabajo argentino. Surgimiento del


Sector Informal Urbano.

A partir de mediados de los años 70 las características del mercado de trabajo


argentino se van a ir asemejando cada vez más al de las restantes economías de la

2
Traducción nuestra.
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región. En el contexto de crisis y posterior recomposición de las economías capitalistas


centrales, y en medio de la retracción de la Inversión Extranjera Directa en los países
subdesarrollados, los primeros años son expresión de la aplicación de un conjunto de
políticas económicas de orientación liberal implementadas por la última dictadura
militar.
Desde los inicios de la dictadura militar y hasta fines de los 80, la sociedad
argentina transita por una profunda crisis caracterizada por un proceso de
heterogeneización de la estructura económica y social. Esta crisis es expresión de la
desarticulación del modelo económico anterior, basado en la Industrialización
Sustitutiva de Importaciones (ISI), unido a la inexistencia de un modelo de acumulación
alternativo 3.
Durante estos años cambia el perfil de la Gran Empresa, que ahora es
representada por Grupos Económicos de capital local, que se expanden a partir de la
integración vertical/horizontal y de la diversificación de sus actividades, y de un grupo
de Empresas Trasnacionales que también integran y diversifican inversiones. Estos
agentes se expanden principalmente a partir de un proceso de centralización de capitales
en el marco de estancamiento económico, donde la valorización financiera del
capital aparece como predominante y donde la inversión productiva se restringe a unos
pocos sectores de bienes intermedios intensivos en capital y de baja demanda de empleo
(BASUALDO, E. 1987).
El reposicionamiento de estos grupos de capitales se expresan en la estructura
productiva con la contracción del bloque automotriz y de la industria textil en favor del
complejo químico y petroquímico, la industria siderúrgica y el sector alimentario.
La crisis que atraviesa el sector automotriz en el marco de la apertura de la
economía se expresa en una transformación de sus coeficientes técnicos de producción
y de su perfil de ventas a partir del incremento de las importaciones, como insumos en

3
Según sostiene BASUALDO (1987): ..“la sociedad argentina transitó del agotamiento de un patrón de
industrialización a una crisis estructural basada en la centralización del capital, la concentración de los
ingresos y los mercados, y la desestructuración industrial”...crisis que...”replantea el modelo de
acumulación anterior y desencadena un profundo cambio en la estructura productiva y social”...donde
emergen nuevos bloques de poder que...”no pudieron imponer un patrón de acumulación alternativo”....
”la dictadura al producir una acentuada centralización del capital así como una drástica concentración del
ingreso y de los mercados en favor del nuevo bloque de poder y no haber generado un nuevo modelo de
acumulación que impulse el desarrollo de las fuerzas productivas así como nuevos contenidos sociales,
instaló a la sociedad argentina en una prolongada crisis estructural sin alternativas de superación”.
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el primer caso y como bienes finales en el segundo. Por su parte varias ET se retiran del
mercado y las que permanecen van a acusar elevados grados de capacidad ociosa,
retrayéndose significativamente los niveles de inversión y ensanchándose cada vez mas
la brecha tecnológica. Es así que el complejo automotriz deja de cumplir el rol de
impulsor del crecimiento, expulsando una proporción importante de empleo. La
pérdida de dinamismo de este sector es importante para explicar la retracción del sector
industrial dentro de la estructura económica.
Por estos años las escasas inversiones en la industria son concentradas por las
grandes empresas de los sectores de insumos básicos. Estos sectores se caracterizan por
ser intensivos en capital, poco utilizadores de mano de obra y de reducida generación de
valor agregado, tanto en forma directa como inducida, pues no generan importantes
eslabonamientos productivos como el complejo automotriz. En consecuencia su
expansión, en el marco de caídas sistemáticas del nivel de demanda agregada no se
tradujo en una fuente generadora de empleo.
Es en este contexto en que la gran empresa en general se transforma en
expulsora de mano de obra, disminuyendo un 17 % el personal ocupado entre los años
1973 y 1984 4.
La pérdida de importancia tanto del sector industrial como motor del desarrollo
como del asalariado industrial de la Gran Empresa como parte de la población
trabajadora, y la centralidad de la valorización financiera como actividad de mayor
relevancia y tasa de retorno, arrojan como resultados el decrecimiento del nivel de
actividad económica y de la inversión productiva.
La intervención de las organizaciones sindicales y el desmantelamiento de las
convenciones colectivas de trabajo por parte de la dictadura, unido a una política de
ingresos conducida por el Estado que retrasó los incrementos salariales con relación a
las variaciones del costo de vida, redujeron los ingresos reales de la población
asalariada.
La disminución del peso relativo y absoluto de los asalariados industriales, junto
a la caída en sus niveles de ingreso, redujeron la masa de salarios percibida por los
trabajadores del Sector Formal, y con ello se redujo la capacidad de la economía de

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Entre 1973 y 1984, y según estadísticas censales, el sector industrial incrementó el número de ocupados
un 3, 5 %. No obstante los establecimientos de más de 300 ocupados expulsaron el 17 % de la mano de
obra.
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generar puestos de trabajo en el sector terciario, con rentas medias próximas a las
percibidas por los asalariados industriales. En otros términos, al contraerse la masa de
ingresos disponible para la adquisición de bienes y servicios producidos por cuenta
propia o por la pequeña empresa, se redujo la posibilidad de generar empleos
productivos en estos sectores.
Es así que, en la medida en que en el entorno de la gran empresa se destruyen
puestos de trabajo y se expulsa empleo, comienza un proceso de transferencia de
trabajadores desde el SF privilegiado de la economía hacia actividades informales,
instalándose en el mercado de trabajo argentino mecanismos de ajuste poco
desarrollados en el período de la ISI. Como producto del proceso de
desindustrialización y desarticulación industrial, el mercado de trabajo comienza a
ajustar a partir de un grado creciente de subutilización de la fuerza de trabajo, expresado
en desempleo oculto por inactividad y en generación de puestos de trabajo
precarios como alternativa al desempleo abierto. En otros términos, se instala en el
mercado laboral la generación de puestos de trabajo cuyo origen responde a la
necesidad de obtención de ingresos de parte de la población activa que no puede
subsistir como población desempleada.
De este modo, el período puede ser identificado como de surgimiento y
expansión del Sector Informal Urbano Tradicional, característico de otros países
latinoamericanos. No obstante existe una diferencia central con relación a los restantes
países y es que en Argentina el SIU no encuentra su origen en las características
que hicieron al proceso de industrialización, sino, por el contrario, tiene su origen
en un proceso de crisis y desindustrialización del aparato productivo. En otros
términos, el excedente de fuerza de trabajo no se deriva de una reducida capacidad del
sector moderno de absorberla en su proceso de desarrollo, sino que se deriva de la
destrucción de parte de la capacidad productiva desarrollada en períodos previos,
destrucción que se inicia con las políticas de apertura comercial y financiera
implementadas por la dictadura militar.
Es importante remarcar que es en este período en el que se inicia el llamado
proceso de “latinoamericanización” del mercado de trabajo argentino. Cabe aclarar que
no estamos diciendo que anteriormente no existiesen en la economía argentina
actividades infomales, insertas en el sector servicios y desarrolladas predominantemente
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por cuenta propia. Lo que estamos sosteniendo es que la mayor parte de estas
actividades eran generadas por la demanda, y si bien por su tipo de inserción en la
estructura económica eran actividades de menor productividad, los niveles de ingreso
que obtenían estos cuenta propia tenían un elevado grado de aproximación al promedio
de los ingresos de los asalariados industriales. En otros términos, no había un bolsón
importante de empleos originados por los mismos oferentes de trabajo que, no pudiendo
permanecer como desempleados, se autoemplean en actividades precarias. Este tipo de
empleos, que aparecen como alternativa al desempleo, comienza a predominar en este
período y es por ello que podemos hablar de la conformación de un SIU similar al de
otras economías de la región.

2 – Los años 90. Globalización y nueva desestructuración del mercado de trabajo.

Desde los inicios de la presente década el gobierno argentino viene


implementando un nuevo modelo económico cuyas bases se encuentran en las
recomendaciones establecidas por el llamado Consenso de Washington. La redefinición
de las funciones del Estado como asignador de recursos y la apertura de la economía
son los ejes sobre los cuales se estructuraron un conjunto de políticas económicas que
según sus ideólogos tenían como objetivo explícito “modernizar la economía”,
insertando al país en un mundo globalizado.
Las principales políticas que orientan el proceso de reestructuración económica
incluyen la apertura comercial y financiera, la privatización de las empresas públicas, la
desregulación de los mercados, la desregulación y promoción de la inversión extranjera
y la fijación del tipo de cambio nominal a partir de la sanción de la “ley de
convertibilidad”.
Si bien luego de casi 15 años de estancamiento económico marcado por la
desinversión y la caída del nivel de actividad, durante los primeros años de la década el
Producto Bruto Interno (PBI), la Inversión Bruta Fija (IBF) y la productividad del
trabajo crecen en forma importante, este crecimiento tuvo un fuerte impacto negativo en
el mercado de trabajo. Entre 1990 y 1996 el PBI acumula un crecimiento del 40 %, el
PB manufacturero un 30 %, la Inversión Bruta Fija un 125 % y la productividad media
del trabajo en la industria un 57 %. No obstante, los cambios estructurales van a resultar
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en una reducción de la capacidad de la economía de generar empleo productivo.


Ejemplo de ello es la evolución que presenta la tasa de empleo, la cual tiende a
estancarse, decreciendo en algunos años y acusando la destrucción neta de puestos de
trabajo. Este fenómeno da por resultado un excedente de fuerza de trabajo que se
manifiesta en incrementos sistemáticos del desempleo abierto, del desempleo oculto por
precariedad5 y del subempleo horario, y que por momentos se presentan en forma
conjunta con la expansión del producto6. El excedente de fuerza de trabajo se refuerza
con una tendencia en ascenso de la tasa de actividad. (Cuadro 1).
Asimismo se observa una sistemática heterogeneización del mercado de trabajo
que se expresa en una proporción creciente de la población económicamente activa
(PEA) que desde diferentes situaciones ocupacionales manifiesta problemas de empleo.
Esta proporción, que para el Gran Buenos Aires ascendía al 53 % de la PEA en mayo de
1999, abarca un grupo de personas que buscan activamente empleo más allá de su
condición de ocupado o desocupado, y otro grupo que si bien no busca activamente otra
ocupación está dispuesto trabajar más y que se compone de ocupados a jornada normal,
subocupados y sobreocupados (Cuadro 2). Esto evidencia que la presión sobre el
mercado de trabajo por búsqueda de empleo sobrepasa sustancialmente la proporción de
la PEA identificada como desempleada.

5
Se define como desempleo oculto por precariedad a aquellas personas que se encuentran buscando
empleo pero que al no contar con algún ingreso mínimo que les permita sobrevivir durante el período de
búsqueda realizan cualquier actividad mientras buscan trabajo. Dentro de las estadísticas oficiales solo
pueden ser identificados en esta situación aquellos que INDEC denomina subocupados demandantes. Los
subocupados demandantes son las personas que trabajan menos de 35 horas semanales y buscan
activamente otra ocupación.
6
En 1994, conjuntamente con un incremento del producto del 8,52 % se reduce el número de puestos de
trabajo, lo cual significa una destrucción neta de empleo, saltando la tasa de desempleo abierto de los
principales aglomerados urbanos del 9,9 % al 10,7 %. (Cuadro 1.1).
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Cuadro 1
Estadísticas básicas del mercado de trabajo urbano: mayo de cada año
Principales aglomerados urbanos

PBI Tasas para los principales aglomerados urbanos (%)


Actividad Empleo * Desempleo Sub-
AÑOS Tasa de empleo
variación
(%) Abierto Oculto en Total
precarie-
dad
1990 -1.34 39.1 35.7 8.6 s/d s/d s/d
1991 10.50 39.5 36.8 6.9 s/d s/d s/d
1992 10.30 39.8 37.1 6.9 s/d s/d s/d
1993 6.25 41.5 37.4 9.9 4.1 14.0 5.2
1994 8.52 41.1 36.7 10.7 4.8 15.5 5.4
1995 -4.60 42.6 34.8 18.4 7.0 25.4 4.3
1996 4.80 41.0 34.0 17.1 8.1 25.2 4.5
1997 8.6 42.1 35.3 16.1 8.4 24.5 4.8
1998 4.2 42.4 36.9 13.2 8.2 21.4 5.1
1999 s/d 42.8 36.6 14.5 8.9 23.4 4.8
• Por construcción la tasa de empleo incluye el subempleo horario no demandante y el desempleo
oculto por precariedad (subempleo horario demandante)

Fuente: En base a INDEC, EPH.

Cuadro 2
Indicadores del mercado de trabajo urbano
Mayo de cada año para PEA residente en GBA

POBLACION PEA CON PROBLEMAS LABORALES TOTAL DE PEA


ECONOMICAMENTE ACTIVA QUE NO DEMANDAN ACTIVAMENTE IDENTIFICADA CON
CON PROBLEMAS LABORALES EMPLEO PROBLEMAS DE
QUE DEMANDAN EMPLEO
ACTIVAMENTE EMPLEO
AÑO Desocupados Ocupados y Subocupados Ocupados plenos o Total
subocupados* Sobreocupados
(1) (2) (3) (4) (5)
1990 8.60 13.30 4.83 11.95 38.71
1991 6.31 12.40 4.70 11.23 34.64
1992 6.70 12.80 4.47 9.64 33.56
1993 10.61 15.27 4.56 9.18 39.59
1994 11.06 16.02 5.60 9.00 41.69
1995 20.20 21.20 4.00 8.60 54.00
1996 18.00 20.57 4.59 7.70 50.86
1997 17.05 22.97 4.72 8.17 52.91
1998 14.07 23.52 5.13 8.58 51.30
1999 15.58 24.45 5.07 7.75 52.85
(1) Desocupados abiertos (no tienen ocupación y la buscan activamente)
16

(2) Ocupados y subocupados que buscan activamente otra ocupación. Los subocupados son los que
trabajan 35 horas semanales o menos. * Estos subocupados corresponden a los que definimos antes como
desocupados ocultos por precariedad.
(3) Subocupados que están dispuestos a trabajar más pero no buscan activamente otra ocupación
(trabajan menos de 35 horas semanales).
(4) Ocupados plenos y sobreocupados que no buscan activamente otra ocupación y están dispuestos a
trabajar más (trabajan 35 horas o más).

Fuente: INDEC, Encuesta Permanente de Hogares

En relación con la estructura por categoría ocupacional la tasa de asalarización


de la economía se mantiene prácticamente constante pero se observan transformaciones
en el grado de precariedad contractual. Las políticas aplicadas por el gobierno
tendientes a “flexibilizar” el mercado de trabajo e incrementar los niveles de empleo,
derivaron en una estructura ocupacional donde se incrementa cada vez más la
proporción de contratos a tiempo determinado, particularmente bajo la forma del
contrato “a prueba”, versus los contratos por tiempo indeterminado. Estas
transformaciones avanzan más rápidamente a partir de 1995, momento en que se
implementan nuevas políticas para “flexibilizar” el mercado de trabajo. Por su parte, en
lo que va de la década, y más allá de la reducción general en las cargas sociales y la
existencia de los nuevos tipos de contrato, que también suponen una disminución de las
mismas, se incrementó en forma sostenida la proporción de empleo desprotegido, tanto
en lo que respecta a aquellos trabajadores a los que el empleador no le descuenta aportes
jubilatorios como aquellos que no reciben beneficio social alguno(MARSHALL,
1998)7.

Estos indicadores que dan cuenta del grado de desestructuración del mercado de
trabajo tienen que ver, en gran parte, con la evolución que viene presentando el sector
industrial y que se refleja en la estructura sectorial del empleo. La disminución del
coeficiente de industrialización, incluso en los primeros años de fuerte expansión de la
economía, da por resultado la disminución sistemática de la participación del empleo
industrial. En esta década el sector manufacturero se ha transformado en un expulsor
permanente de empleo, tanto en los momentos de caída del ciclo como de expansión,

7
Según sostiene MARSHALL (1998) en abril de 1997 el 11 % del empleo asalariado “formal”
correspondía a contratos a prueba. Por su parte, y a la misma fecha, la proporción de contratos
permanentes había descendido al 82 %, desde el 93 % en diciembre de 1995. Asimismo, en la
composición de los nuevos contratos, la categoría “permanente” representa solo el 10 % (de un 35 % en
octubre del 96) y los contratos a prueba superan el 60 %.
17

expulsión que no logra ser compensada totalmente por la generación de puestos de


trabajo en otros sectores.

Cuadro 3
Cantidad de ocupados por sector y variación 1990-95
(en miles de trabajadores)
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 Variación
SECTOR Absoluta
1990/1996
Industria Manufacturera 1.931,40 1.653,28 1.852,21 1.807,79 1.763,37 1.661,00 1.599,00 -332.4
Comercio, restaurantes y 637,36 739,78 895,35 784,92 854,96 762,72 811.9 174.5
hoteles
Construcción 1.999,00 2.138,27 2.103,02 2.397,18 2.276,33 2.123,24 1.879.00 -120.0
Servicios comunales, 3.602,06 3.931,99 3.727,14 3.913,98 3.975,56 3.885,74 4.034,00 432,00
sociales y personales
Otras ramas 1.487,18 1.459,30 1.624,12 1.644,09 1.763,36 1.865,57 S/d (*) 378,39
(*) corresponde a la variación entre 1990 y 1995.

Fuente: BEKERMAN (1998) para el período 1990-1995. El año 1996 fue actualizado en base a
Ministerio de Trabajo, Boletín de Estadísticas Laborales, 1996.

Según sostiene BEKERMAN (1998), desde los inicios del Plan de


Convertibilidad, y durante la fase ascendente del ciclo (1991/1994) el sector industrial
es el que genera mayor flujo de desempleo, flujo que continúa en los años siguientes.
No obstante, a partir de 1994 el mayor incremento de desempleo se produce en el sector
servicios (Cuadro 3). Desde el efecto “tequila” este sector pasó a ser el mayor
responsable de la pérdida de puestos de trabajo y ello se deriva justamente de la
disminución de la participación de la industria, que es el sector que históricamente a
absorbido la fracción más estable de la fuerza de trabajo, a favor de los servicios que
muestran mayor volatilidad.
Por su parte, la evolución del sector industrial se deriva de las estrategias que
han implementado las grandes empresas en el proceso de reestructuración. Estas
estrategias suponen una transformación de las características del proceso de
acumulación de capital ya que, persiguiendo el objetivo de incrementar la productividad
para igualarse a los patrones de competitividad internacional, se produce una
desverticalización productiva que, a la vez que expulsa empleo, transforma empleo
formal en desempleo y empleo informal.
En el próximo apartado (2.1) se analiza el proceso de desverticalización de las
grandes empresas industriales y sus impactos en el mercado de trabajo y en el siguiente
18

(2.2) se analizan las razones por las cuales el desempleo y la precariedad laboral
constituyen elementos estructurales de la nueva dinámica económica.

2.1 - Reestructuración de las grandes empresas industriales: generación de


desempleo y empleo informal.

La economía argentina inicia los años 90 con una importante brecha tecnológica.
El tránsito desde la valorización productiva del capital hacia la valorización financiera
del período anterior significó una fuerte retracción de la inversión en el sector industrial
dejando como resultado un atraso tecnológico de envergadura con relación con los
países centrales.
En este marco la economía fue abierta en forma abrupta imponiéndose la
competencia de la producción doméstica con importaciones, bajo el supuesto de que
“las fuerzas del mercado” llevarían a la “modernización productiva” colocando al país
en un sendero de crecimiento.
La apertura comercial significaba que para permanecer en el mercado las
empresas deberían ajustar su productividad de forma tal que su grado de competitividad
se igualase al internacional y, de este modo, se encontrasen en condiciones de competir
con bienes importados. Es a partir de este momento que las grandes empresas
generalizan la implementación de distintos mecanismos que llevan a su especialización
productiva y que implicaron como contracara la desverticalización de su estructura
empresarial en procura de reducir costos e incrementar la productividad.
Ahora bien, este proceso de especialización/desverticalización no fue parte de
una reestructuración basada en un reequipamiento generalizado que haya incorporado
cambios tecnológicos de envergadura y ampliado la capacidad productiva con la
instalación de nuevas plantas. Por el contrario, frente al grado de obsolescencia
tecnológica, la necesidad de ajustes rápidos y las posibilidades de valorizar el capital en
mercados protegidos como los servicios privatizados, los empresarios optaron por una
reestructuración basada en una fuerte sustitución de insumos de producción nacional por
importados, en el cierre de líneas de producción e incorporación de bienes importados
dentro del perfil de ventas, en la terciarización de servicios y en técnicas de
racionalización de mano de obra (PORTA, 1996). En otros términos, se optó más por la
19

racionalización productiva y de la mano de obra que por la innovación tecnológica que


supondría un proceso de modernización. A partir de estas estrategias las grandes
empresas lograron incrementar en forma importante la productividad, derivando en un
proceso de concentración de capital que significó el cierre de numerosas empresas de
menor tamaño que no pudieron hacer frente a la competencia. De esta forma se destruyo
parte de la capacidad instalada de la economía y con ella los correspondientes puestos
de trabajo.
Este proceso de desverticalización de los oligopolios industriales, que se produce
tanto a nivel de la empresa integrada en la cadena productiva como a nivel del sector en
su conjunto, trajo como resultado la reducción de la capacidad de la economía de
generar producto y empleo productivo. Indicadores de esto son la caída en el
coeficiente de industrialización de la economía, la caída en el coeficiente de valor
agregado industrial8, el incremento del coeficiente de importaciones y la reducción de
empleo asalariado con la consecuente caída de la tasa de asalarización en la industria
(Cuadro 4).
El hecho de que las grandes plantas fabriles explican gran parte de la retracción
del sector manufacturero dentro de la estructura productiva y de la estructura
ocupacional queda evidenciado por la evolución que muestran los indicadores de
empleo y valor agregado en este tramo de establecimientos. Es así que de los 365.200
ocupados que expulsa la industria entre 1984 y 1993, y de la disminución de los 7.6
puntos porcentuales en el coeficiente de valor agregado, los establecimientos de mayor
tamaño (de 100 o más ocupados) explican el 55 % y el 69 % respectivamente (Cuadro
5). Por su parte entre 1993 y 1997 las 500 mayores empresas de la economía expulsaron
en conjunto 63.500 puestos de trabajo (11 %) y las principales empresas industriales
fueron responsables del 41 % de dicha pérdida (INDEC, 1999).
Cuadro 4

8
La subcontratación de servicios por parte de las industrias implica una reducción del valor agregado industrial ya
que supone el traspaso al sector servicios de parte de lo que anteriormente se computaba como valor agregado
industrial. En lo que respecta a la subcontratacion de bienes, la reducción del valor agregado industrial estaría
indicando la sustitución de producción doméstica por importaciones, pues de lo contrario, de realizarse la
subcontratación dentro del mismo sector los impactos se darían a nivel de ramas industriales y no a nivel del sector en
su conjunto. Por lo tanto, un indicador global de estas transformaciones es la evolución del coeficiente de valor
agregrado (VA/VBP), el cual disminuye un 19 % (7.6 puntos porcentuales) entre 1984 y 1993, y da cuenta en forma
conjunta tanto del grado de desnacionalización de la producción como de la terciarización de los servicios.
20

Indicadores seleccionados del producto y del empleo

PIB Participación PIB Industrial Tasa de asalarización Tasa de asalarización en


de las urbana (%) (*) la industria (%)
Importaciones Coefic.
t.a.a en la Demanda t.a.a. de indust Total (**) Gran Bs.As. Total (**) Gran Bs.As.
Global- t.a.a.
1981-1990 -1.11 10.67 -1.91 26.57 ----------- ----------- ------------ -------------
1991-1996 5.84 10.39 4.80 25.07 s/d 69.0 s/d 25.0
1990 -1.34 5.60 -2.26 25.88 s/d 69.0 s/d 28.0
91 10.50 8.62 9.87 25.73 s/d 70.2 s/d 27.9
92 10.30 12.46 10.25 25.72 s/d 70.2 s/d 27.1
93 6.25 13.19 5.14 25.45 s/d 68.8 s/d 26.2
94 8.52 14.64 6.20 24.90 68.6 70.2 21.2 24.1
95 -4.60 13.71 -6.97 24.28 71.7 70.6 18.9 23.2
96 4.80 15.21 5.30 24.39 70.5 72.5 18.4 21.5
(*) La tasa de asalarización es la proporción de asalariados sobre el total de ocupados
(**) Corresponde al Total de los principales aglomerados urbanos según la EPH para cada período.

Fuente: Elaboración propia en base a Ministerio de Economía, Informe Económico. CEPAL, Indicadores
Macroeconómicos de la Argentina. INDEC, Encuesta Permanente de Hogares

Cuadro 5

Industria manufacturera: ocupados y coeficiente de valor agregado según tamaño de


plantas. Variación por tramo entre 1984/1993 y participación de cada tramo en la
variación del total industrial

Ocupados Coeficiente de valor agregado (VA/VBP) - (%)


Disminución Participación Coeficiente en Coeficiente en Puntos Participación
Tamaño de las absoluta 84/93 de cada tramo 1984 (%) 1993 (%) porcentuales de cada tramo
plantas según en la de disminución en la
los ocupados disminución disminución
total (%) total (%) (*)
Total -365.254 100.00 40.54 32.93 -7.61 100.00
Mas de 100 -201.565 55.20 40.84 31.90 -13.71 68.79
Entre 51 y 100 -31.972 8.70 40.13 29.06 -11.07 18.54
Entre 11 y 50 -91.070 24.90 39.72 36.23 -3.49 8.28
Menos de 10 -40.647 11.20 39.90 36.44 -3.46 4.39

(*) Fue calculado como los puntos porcentuales de disminución de cada tramo ponderado por la
participación del Valor de Producción de cada tramo en el Valor de Producción de la industria.

Fuente: Elaboración propia en base a ASPIAZU(1998), Cuadros N. 18 y 19.

El proceso de especialización/desverticalización supone para las empresas la


elección de aquellas líneas o procesos productivos donde puedan explotar las máximas
productividades y, paralelamente, la subcontratación de la producción de aquellos
bienes y servicios que, si bien son insumos del producto final, cuentan con una menor
productividad relativa. La subcontratación externa supone menores costos y de este
modo las empresas logran incrementar la productividad reduciendo el costo medio.
21

Asimismo, con el fin de diversificar la oferta final de productos las empresas compran a
terceros parte de los bienes finales que ofrecen. Ahora bien, la reducción relativa en la
capacidad de generar valor y la reducción absoluta en la capacidad de generar empleo
productivo se produce porque con la economía abierta y el atraso tecnológico existente
gran parte de la desverticalización en materia de bienes va a provenir del exterior
(KOSACOFF,1998). Por su parte la terciarización en servicios, si bien en general se
produce dentro de las fronteras, va a suponer la expulsión/precarización de puestos de
trabajo.
Dada la disminución del precio de las importaciones que se produce con la
apertura, disminución que fue profundizada por la apreciación del tipo de cambio, gran
parte de la desverticalización en materia de bienes (partes o bienes finales) se logró a
partir de la sustitución de producción nacional por importaciones, incrementando
rápidamente el coeficiente de importaciones muy por encima del de exportaciones. Esta
es una fuente de expulsión y destrucción de empleo formal a nivel de las grandes
empresas y a nivel de la economía en su conjunto ya que supone trasladar al resto del
mundo la capacidad de generar producto y empleo. Y hablamos de expulsión y
destrucción porque en la medida en que se sustituye producción doméstica por
importaciones se esta destruyendo la actividad que la generaba y consecuentemente se
están destruyendo los puestos de trabajo y expulsando empleo9.
En materia de servicios las empresas se deshicieron del conjunto de trabajadores
dedicados a tareas como limpieza, contabilidad, transporte, etc. subcontratando estas
actividades en el mercado doméstico a empresas o trabajadores independientes que
trabajan bajo relaciones informales. Este proceso de desverticalización/subcontratación
es el que explica que frente al 35 % del incremento de las ventas industriales que se
produce entre 1992 y 1996, las ventas de productos de terceros se incrementen 63 % y
se expulse paralelamente el 8 % de la mano de obra del área de producción y el 3 % de
la mano de obra ocupada en áreas de servicios como limpieza, mantenimiento etc.,
(Cuadros 6.1 y 6.2).
Cuadro 6
6.1 - Composición de las ventas industriales
En porcentajes

9
Para el conjunto de la economía la participación de las importaciones en la demanda global se
incrementó del 5,6 % en 1990 a 15,21 % en 1996 (Cuadro 4).
22

Ventas 1992 1996 Variación 92/96


Productos propios 91.05 89.26 32.80
Productos de terceros 8.95 10.74 62.69
Total 100 100 35.47

6.2 - Composición del Empleo Industrial


En porcentajes
Empleo 1992 1996 Tasa de variación 92/96
Producción 70.39 68.69 -8.16
Administración, Gerencia 21.58 23.01 4.46
Mantenimiento, limpieza 8.02 8.28 -2.83
y otros empleos
Total 100 100 -5.90

6.3 - Composición de las importaciones industriales


En porcentajes

Importaciones 1992 1996 Tasa de variación 92/96


Bienes de Capital 9.29 11.96 100.21
Insumos 49.32 48.65 53.46
Partes y piezas 17.25 12.44 12.17
Productos finales 23.65 26.47 74.10
Servicios 0.48 0.48 54.04
Total 100.00 100.00 55.57

Fuente: CEPAL (1999).

Las empresas deciden subcontratar porque tal estrategia les permite disminuir
los costos, y ello lo logran demandando los mismos bienes o servicios a empresas de
menor tamaño que producen con menores tasas de rentabilidad, menores salarios,
muchas veces en condiciones oligopsónicas, y donde son típicos los contratos
informales y/o los puestos de trabajo precarios. Es así que a partir de este proceso se
establece un doble efecto por el cual la expulsión de empleo se traduce en precarización
y/o desempleo de parte de la fuerza de trabajo que anteriormente se ubicaba en los
tramos del mercado de trabajo mejor remunerado. Es por ello que esta constituye una
fuente de expulsión, destrucción y precarización de empleo formal, pues si bien una
parte del empleo expulsado es recuperado a partir de la subcontratación de actividades,
en la medida en que se trata de trabajadores que han perdido la protección que suponía
el empleo anterior, que perciben menores ingresos, y que su nivel de actividad fluctúa
23

según el nivel de actividad de las empresas contratistas, estamos en presencia de un


proceso de precarización por el cual se transforma empleo formal en empleo informal.
Es de este modo que se instala una nueva dinámica económica que, comandada
por las grandes empresas, da lugar a incrementos en el nivel de producción con caídas
absolutas o relativas en el nivel de empleo industrial. La desverticalización provista
desde el exterior supone el quiebre de los eslabonamientos productivos en la industria
doméstica. Esto significa que ahora cada incremento en el nivel de producción genera
menor proporción de valor agregado y de empleo que el que generaba en los momentos
previos a la desverticalización. Ello mismo es lo que explica que los grandes
establecimientos industriales vayan perdiendo participación tanto en el valor agregado
industrial como en el empleo sectorial. Y no solo pierden participación sino que, como
citamos anteriormente, llegaron a explicar mas de la mitad de la reducción del empleo
industrial ocurrida entre 1984 y 1993.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que estamos hablando de los establecimientos
donde se pagan salarios dos y tres veces por encima de los que perciben los ocupados de
los pequeños establecimientos del sector informal de la industria (Cuadro 6), la lectura
que merecen estos indicadores es que durante estos años no solo se redujo la capacidad
de la economía y de su sector industrial de generar empleo, sino que además se redujo la
capacidad de generar los empleos mejor remunerados, es decir aquellos provenientes de
las grandes plantas fabriles. Esto constituye otro mecanismo importante de
precarización del mercado de trabajo que actúa por el mecanismo del gasto, ya que
al reducirse la proporción de asalariados mejor remunerados se reduce también la masa
de ingresos disponibles para adquirir bienes y servicios finales producidos en el entorno
del SIU. Es decir que por estos efectos no sólo se amplía cuantitativamente el SIU al
tener que absorber los trabajadores expulsados desde el SF, sino que en el mismo
movimiento se genera un factor más de precarización al reducirse la masa de ingresos
disponibles para el gasto.

Cuadro 6
24

Brecha de productividad y salario medio entre los grandes y pequeños establecimientos


industriales. Año 1993.
Tamaño de los locales Variables
relacionados relacionadas

Producti- Salarios
idad

Grandes /pequeños 2.15 2.33

Muy grandes/pequeños 3.47 3.03

Muy Grandes: mas de 300 ocupados


Grandes: entre 101 y 300 ocupados
Pequeños: hasta 10 ocupados

Fuente: Elaboración propia en base a ASPIAZU(1998), Cuadro 9.

El proceso de especialización productiva también ha llevado a la precarización


de las relaciones contractuales a nivel de las grandes empresas. La brecha entre los
incrementos en la producción y los incrementos en el nivel de empleo en algunas
empresas o la directa expulsión de empleo en otras, se presenta en forma conjunta con
un proceso que va sustituyendo contratos por tiempo indeterminado por contratos
transitorios, sea por la vía de “contratos a prueba” o por la vía de “contratos
promovidos”.
Este fenómeno es parte de la aplicación al interior de las empresas de nuevas
técnicas de organización del trabajo que suponen flexibilización funcional y
polivalencia, y que no son más que estrategias que apuntan a la racionalización de mano
de obra para lograr incrementar la productividad vía la intensificación de la jornada de
trabajo. Derivado de ello se va estructurando un plantel reducido de personal
permanente que goza de mayores salarios y se organiza bajo estas modalidades y otro
plantel de trabajadores inestables, que perciben menores salarios y fluctúan según los
ciclos de demanda.
Asimismo, y como parte del mismo fenómeno, desde 1991 con la sanción de la
Ley de Empleo se introducen cambios en la legislación laboral que van a proveer el
marco legal para tal sustitución. Esta ley introdujo nuevas modalidades para la
contratación a tiempo determinado, modalidades que significaron el quiebre con la
tradición que se mantenía hasta el momento, la cual suponía que las contrataciones
temporarias debían estar justificadas por las características de la tarea
25

(BECCARIA,1999). El proceso de sustitución de contratos permanentes por transitorios


aparece en la medida en que la legislación permite la contratación de mano de obra por
tiempo determinado para ocupar puestos de trabajo que son permanentes en cuanto a las
características de las tareas involucradas y que se los toma como transitorios debido a
que fluctúan al compás del nivel de actividad de las empresas. En otros términos,
antiguamente existían contratos por tiempo indeterminado para desarrollar trabajos que
en esencia eran permanentes y contratos por tiempo determinado para tareas que en
esencia eran transitorias (por ejemplo actividades estacionales), y estas definiciones
eran independientes del mayor o menor nivel de actividad de la empresa en cada
momento del tiempo. En la actualidad la transitoriedad de la tarea queda definida por la
fluctuación del nivel de actividad de la empresa y más allá de la especificidad de la
tarea. Es en este momento en que se da el marco legal para sustituir contratos
permanentes por temporarios.
Este proceso de sustitución de contratos por tiempo indeterminado por contratos
por tiempo determinado es una fuente más de precarización del mercado de trabajo
que se acciona desde las grandes empresas. Porque al sustituir trabajadores
permanentes por transitorios, además de ponerse en juego la estabilidad del puesto, se
pagan menores salarios, con lo cual no sólo se están precarizando las condiciones
contractuales sino que también se precarizan los ingresos.
Entre 1990 y 1996 la participación de los contratos a tiempo indeterminado en el
conjunto de contratos realizados en la industria descendió 15 puntos porcentuales
(pasando del 77,4 al 62,5 %) los cuales fueron absorbidos por los contratos a tiempo
determinado y por el empleo no registrado. Por su parte en los establecimientos de más
de 100 ocupados la participación de los contratos a tiempo indeterminado cayó 5 puntos
porcentuales, los cuales fueron absorbidos por empleo no registrado. Asimismo, dentro
del conjunto de contratos por tiempo indeterminado la participación de los
establecimientos de más de 100 ocupados desciende del 48% al 37 %. Si además se
tiene en cuenta que no existen diferencias entre el perfil de la mano de obra que es
contratada en forma temporaria con relación a la mano de obra que es contratada en
forma permanente en lo que respecta al nivel educativo, distribución según sector de
actividad y según tamaño de empresa, pero sí existen diferencias con relación a los
niveles salariales, aproximándose los salarios de los trabajadores por tiempo
26

determinado al de los trabajadores clandestinos (BECCARIA,1999), se hace evidente


que existe un proceso de sustitución que no sólo busca la flexibilización cuantitativa del
plantel de asalariados, sino también la flexibilización de sus ingresos. En conclusión, lo
que se viene produciendo es un proceso de sustitución de puestos de trabajo a menores
salarios y con mayor inestabilidad y no un incremento en los niveles de empleo.

2.2 - Informalidad y precariedad como parte de la dinámica económica

Las nuevas características que asume el proceso de acumulación de las grandes


empresas suponen una competencia acérrima entre capitales. La apertura de las
fronteras no significó ni abrirse a mercados que funcionaran en competencia perfecta ni
abrir mercados con tales características. Muy por el contrario.
Anivel de las economías centrales, y como parte de la Tercera Revolución
Tecnológica, un nuevo patrón de acumulación va tomando forma durante los 80, y se
asienta en un nuevo paradigma tecnológico y productivo basado en la tecnología de la
información y anclado en la microelectrónica y software, y en la predominancia de la
valorización financiera del capital.
Derivado de este nuevo patrón se viene desarrollando ya desde la década pasada
un fuerte proceso de concentración y centralización de capitales que compiten sobre la
base de la innovación y que generaron estructuras de oferta concentradas a nivel
mundial. La estructura competitiva típica de los grandes grupos industriales de las
economías centrales adopta hoy la forma de oligopolio mundial. La globalización
productiva y la empresa-red son algunas estrategias que las grandes multinacionales que
conforman estos oligopolios aplican para conseguir incrementar la productividad y
expandirse en los mercados (CHESNAIS, 1996). Porque con fronteras abiertas y capital
muy concentrado la competencia que se establece entre los oligopolios mundiales es
avasalladora y se acciona a partir del incremento de productividad y de la innovación.
Esta competencia mundial por la productividad genera un proceso de deflación de
precios, y es por estas vías que los oligopolios trantan de expandirse a aquellos
mercados que cuentan con demanda efectiva.
A nivel de la economía argentina, si bien la estructura industrial se destaca por
contar con un grado significativo de concentración técnica y con una presencia relevante
27

de oligopolios en los distintos mercados (ASPIAZU, 1998)10, las características de las


empresas que los conforman distan bastante de las que componen los oligopolios
mundiales. Estas diferencias se hacen presente en los tamaños del capital, nivel y
conocimiento tecnológico, escalas productivas, productividades, estrategias de
expansión de mercados, etc.
La apertura de la economía supuso la competencia de estos capitales y esta
competencia se acciona a partir de incrementar la competitividad porque, como ya se
señaló anteriormente, es a partir de ello que los oligopolios consiguen expandirse. De
este mecanismo y de las formas que adoptó el proceso de reestructuración de las
grandes empresas en Argentina se derivan dos características de dinámica económica
que señalan el carácter estructural del desempleo y de la precarización laboral.
Por un lado, las nuevas pautas que asume la valorización productiva del capital
supone que aquellas empresas y/o sectores que lideran el proceso de expansión son
conjuntamente las que logran los mayores incrementos en productividad. Estos
incrementos de productividad son tales que superan los del propio producto y, en
consecuencia, estos sectores y/o empresas son también las que más expulsan empleo.
Prueba de ello es la evolución que presentan las empresas industriales que componen el
panel de las 500 mayores empresas de la economía y que muestra que entre 1993 y 1997
tres de los 5 sectores que más expandieron su producción –“Productos Minerales”,
“Combustibles, químicos y plásticos”, y “Madera, papel e imprenta” - son los que más
incrementaron la productividad y los que mas expulsaron empleo (Cuadro 7).

Cuadro 7

10
Según el autor en 1993 cerca del 50 % de la producción industrial se generaba en mercados
oligopólicos.
28

Grandes Empresas. Indicadores seleccionados


Valor de Empleo Productivi Coeficiente Coeficiente de Coeficiente de
Rama Industrial Producción -dad ValorAgregado Importaciones Exportaciones
1993 1997 1993 1997 1993 1997
Tasas de variación 1993/1997 (%) (%) (%)
Industria 38.82 -8.99 49.91 33.94 33.36 20.70 27.30 13.40 23.50
Manufacturera
Alimentos, bebidas y 43.31 -5.51 32.19 33.15 28.89 7.10 6.90 19.10 31.50
tabaco
Textil y Cuero 42.43 -5.52 6.84 34.82 24.68
Madera, Papel e 39.86 -12.72 55.80 37.87 36.83
Imprenta
Combustibles, 40.48 -11.30 77.59 39.34 44.12 21.90 29.30 7.40 13.10
químicos
y plásticos
Productos minerales 48.83 -15.52 94.50 31.53 34.81 23.20 34.20 15.10 16.80
Maquinaria y Equipo 8.64 -18.53 19.51 35.28 31.62
Vehículos y Partes 25.88 -5.92 14.14 23.38 20.07 42.20 59.10 11.30 26.60
Fuente: Elaborado en base a INDEC.(1999).

El hecho de que las empresas que más se expanden sean aquellas que
incrementan fuertemente su productividad va ligado a los requerimientos del nuevo
modelo. La apertura impone no sólo que las empresas incrementen su productividad,
sino que dicho incremento permita igualar la productividad de la producción doméstica
a la internacional para mantenerse en el mercado. Asimismo, para expandirse es
necesario que la productividad doméstica supere la internacional. Lo característico de
este proceso es que incluso los sectores que más se expanden expulsan empleo. En
otros términos, su mayor nivel de producción no logra traducirse en mayores niveles de
empleo. Ello se deriva del hecho de que su expansión depende directamente de los
incrementos de productividad, y los mecanismos implementados por la mayoría de las
empresas para lograrlos -la racionalización de la mano de obra - llevan implicitos la
expulsión de empleo. En este punto queremos destacar que el hecho de que estos
mecanismos constituyan una característica de dinámica económica supone que hace al
propio funcionamiento del patrón de acumulación. En otros términos, bajo estas
condiciones estructurales la carrera por la productividad lleva a procesos de
reestructuración permanentes y, en consecuencia, la tendencia a expulsar empleo
también es permanente11.

11
DEDECCA (1998)(b) cita que Feijó y Gonzaga (1994) “analizando el caso brasileño consideran que
esta modernización además de poseer un carácter defensivo tiende a realizarse de manera permanente, ya
que la política de apertura comercial induce a un aumento sistemático de la productividad industrial, sea
por la incorporación de nuevas tecnologías o por la racionalización económica provocada por la
concentración productiva, la tercerización y la “quema” de una parte de la capacidad de producción”.
29

Una segunda característica que hace a la dinámica de funcionamiento de este


modelo reside en la vinculación entre expulsión de empleo y subcontratación. Ya hemos
citado en varias oportunidades que el proceso de desverticalización productiva tiene el
objetivo de incrementar la competitividad a partir de la disminución de costos, y para
ello entre otras estrategias las empresas acuden a la subcontratación, expulsando empleo
y precarizando el mercado de trabajo. Este proceso que a partir de la subcontratación
transforma empleo formal en desempleo y en empleo informal, genera un nuevo espacio
dentro del SIU que es el SIU productivo cuya característica es formar parte de la lógica
de acumulación de las grandes empresas. A diferencia del SIU tradicional, que se
caracteriza en general por reunir actividades que aparecen como alternativa al
desempleo abierto y que no son necesarias en forma directa para la reproducción del
gran capital, el SIU productivo reúne actividades que se encuentran ligadas
productivamente a las empresas (DEDECCA,1997). Es por ello que estos agentes
requieren de la existencia de los trabajadores informales para dar lugar a la
subcontratación e incrementar su competitividad. Al respecto, y analizando las
transformaciones del mercado de trabajo brasilero en los años 90, Dedecca sostiene que
en la actualidad “el sector no capitalista (SIU-Tradicional y SIU-Productivo) pasa a
tener una nueva función, articulando una de sus partes productivamente al sector
capitalista (SF). Así, una porción de la producción de ese sector pasa a ser realizada
por unidades no capitalista (SIU-P), o en el mercado externo, resultando que el
aumento del producto del sector capitalista ya no sea acompañado de un incremento de
su nivel de empleo....La nueva dinámica económica reconfigura los diversos segmentos
de la estructura productiva y las relaciones que ellos establecen entre si, así como
induce una pérdida progresiva de la importancia del trabajo asalariado, la presencia
permanente de un desempleo en niveles elevados y la ampliación significativa de
formas no asalariadas de trabajo o de aquellas asalariadas no regularizadas
legalmente”12 (DEDECCA, C – ROSANDISKI, E : 1998).

Conclusiones

12
Traducción nuestra
30

El hecho de que las grandes empresas concentren la mayor proporción de


excedente susceptible de ser acumulado no significa que conduzcan el proceso de
acumulación de forma tal que generen mayores niveles de empleo. Por el contrario, el
proceso de desverticalización de los oligopolios industriales dio lugar a una nueva
dinámica de acumulación que supone a la gran empresa como expulsora de empleo y
generadora de precariedad, incluso en momentos de expansión del producto. Las
empresas en su dinámica de funcionamiento expulsan empleo formal, una parte del cual
pasa a incrementar el desempleo abierto, otra parte se precariza desarrollando
actividades subcontratadas y finalmente el resto pasa a autoemplearse en el SIU
Tradicional.
Es así que los años 90 suponen una nueva dinámica de funcionamiento del
mercado de trabajo donde aparecen dos nuevos mecanismos de ajuste: el desempleo
abierto en niveles elevados y el SIU productivo, ampliándose el desempleo oculto por
precariedad del SIU tradicional. Estos mecanismos ajustan de forma tal que explican
situaciones tales como las del período 1997/1998 donde, en momentos de caída de la
tasa de crecimiento del producto, se observa un incremento de la tasa de empleo y una
disminución de la tasa de desempleo abierto (Cuadro 1). Y esto se explica porque el
ajuste se lleva a cabo vía la expansión del SIU; en otros términos, se explica porque lo
que a nivel de las estadísticas oficiales figura como creación de nuevos puestos de
trabajo (incremento de la tasa de empleo) son en realidad actividades precarias
desarrolladas por aquellas personas que al no contar con un subsidio por desempleo
están incapacitadas para permanecer desocupadas. Esto lo evidencia el hecho de que
durante ese período se produce un incremento de la tasa de subempleo horario y de la
tasa de desempleo oculto por precariedad en el GBA.
Dado que estos mecanismos hacen a la lógica de funcionamiento de las grandes
empresas que comandan el proceso de acumulación, desempleo y precariedad aparecen
como fenómenos estructurales de esta forma de valorización del capital. En otros
términos, desempleo y precariedad hacen (e hicieron) a la lógica de reproducción del
gran capital libre de trabas.
El hecho de que el pensamiento ortodoxo busque las causas del desempleo y de
la precariedad laboral en las rigideces del mercado de trabajo deja de ser un supuesto
31

teórico “inadecuado” para transformarse en una grave irresponsabilidad cuando el país


cuenta con más de 3.500.000 de personas con problemas de empleo.

Noviembre de 1999
32

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