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Triunfo Arciniegas
María Osorio no comprende que se prohíba a los niños leer ciertas cosas.«Es
absurdo encerrarlos en una burbuja, ellos viven en nuestro mundo y entienden la
realidad igual que los adultos», dice la editora colombiana, que este año recibirá en
la FIL Guadalajara un justo reconocimiento a su labor al frente de Babel Libros, fun‐
dada en 2001 para enaltecer y visibilizar la literatura infantil y juvenil (LIJ).
«La edición de libros para niños es tan joven que yo la he vivido toda», asegura
Osorio, arquitecta de formación. En los 70 trabajó en proyectos de urbanismo en
Bogotá y desde 1986 se ha centrado en su pasión, los libros infantiles, a la cabeza
de distintos organismos. En este tiempo se ha convertido en una voz respetada
internacionalmente gracias a sus originales ideas de negocio, su excelente
gusto a la hora de construir catálogos y un espíritu reivindicativo.
Pero en el catálogo de Babel hay ejemplos donde el matrimonio entre texto e ilus‐
traciones funciona. ‘La mujer de la guarda’ de las chilenas Sara Bertrand y Alejan‐
dra Acosta, de vuestra colección Frontera ilustrada, ha sido premiado en Bolonia.
La imagen me parece interesante cuando enriquece al texto. Reivindicamos las
ilustraciones que dicen algo y hacen pensar. Existe la idea de que cuanto menor
sea el niño más imagen hay que darle y según va creciendo los dibujos desapare‐
cen y el texto se hace más y más chiquito. Es un error, como ya ha demostrado el
mercado. No hay que negar a los niños las palabras ni los dibujos a los adultos.
Alguna vez has criticado las sagas para adolescentes como ‘Harry Potter’.
Existen fantasías complejas que hablan del mundo real. En El señor de los anillos
Tolkien propone un mundo que va más allá de los bosques y los acantilados, tiene
una lógica. Pero títulos como Harry Potter muestran un universo ideal en el que si
necesito que el personaje escape abro una puerta mágica. No van más allá de lo
anecdótico. A partir de su éxito el mercado se volcó en buscar productos similares,
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entonces llegaron las historias de vampiros… No los quiero estigmatizar, no digo que
tengan que desaparecer. En mi época existía la saga de Los Cinco, cosas que sirven
para pasarla bien. El problema es que se ha creado la idea de que la literatura juve‐
nil sólo es eso. La última generación de autores recurre al sexo y la acción, trata de
imitar a la televisión. Ya no se apela a la imaginación, no se genera debate, yo pre‐
fiero textos más profundos y literarios.
Fuente
Una de tus frases más recurrentes es «no se pueden editar libros sin saber cómo
venderlos». ¿Es sostenible este negocio?
Antes de Babel estuve 15 años trabajando en la promoción de la lectura. Conocía a
los autores y a los libros, pero no sabía cómo funcionaba el mercado. Quería tener
una editorial pero sabía que lo primero era saber vender. Ya estaba crecidita para
esa idea utópica de “qué bonito es hacer libros”. Una vez que aprendimos a ven‐
der, empezamos a editar. El editor por lo general es esa figura de alguien muy
joven que llena su casa de cajas con libros y no sabe qué hacer con ellas. Ser libre‐
ría, distribuidora y editorial nos permite conocer al público, saber lo que sucede en
el mercado y cómo trabajan los colegas editores. Esa cadena es necesaria para que
sea sostenible, si quitamos cualquiera de las patas haría tambalear el negocio. En 17
años Babel tiene un fondo de 700 títulos, 60 de ellos propios, y tenemos a 10 perso‐
nas trabajando. Deberíamos ser más y cobrar mejor pero no se puede pedir tanto a
los libros para niños.
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¿Hasta qué punto depende vuestro sector de los recursos que aporta el Estado a
través de las escuelas y las bibliotecas públicas?
El libro infantil en Latinoamérica circula a través de la red pública, es una pesadilla.
Las compras públicas hicieron crecer el sector pero a la vez lo aisló, como ha
sucedido en Argentina y ahorita en Brasil, donde debajo de cada piedra había una
editorial y ahora no hay nada en literatura infantil. La LIJ en Colombia vive de las
ventas directas y de la compra pública para escuelas y bibliotecas. En nuestro país
se publican entre 50 y 80 libros al año como los que hacemos en Babel. Hace 10
años formamos la Asociación de Libreros porque las librerías grandes trataban las
obras infantiles como si fueran parte de una cadena industrial. Y hace 12 años crea‐
mos el Festival del Libro Infantil para sacarlo a la calle, que sea público y no esté
encerrado en un nicho. El problema es que hay demasiadas colecciones pensadas
en exclusiva para los colegios. Cuando los maestros ven esas temáticas comple‐
jas, como la de una madre soltera con niños problemáticos, empiezan a querer con‐
trolar los temas de los cuentos.
¿Cuáles son los retos del sector compartidos entre Latinoamérica y España?
Hay cada vez más acercamiento porque coincidimos en la Feria de Bolonia o en la
FIL de Guadalajara, pero todavía quedan muchas cosas sobre las que hay que dis‐
cutir en cuanto a relaciones y mercados, sobre lo que ayuda o lo que se convierte
en una piedra en el zapato. El reto sería pensar un mercado común, colaborativo y
no invasor, un mercado que reconozca las cualidades de cada uno, nuestras dife‐
rencias y nuestras oportunidades. Un mercado no mediado exclusivamente por la
posibilidad de negocio, no solo atractivo por la compra masiva. Un mercado inteli‐
gente, pero no sé si las palabras mercado e inteligencia se pueden usar juntas.
Ilustración de ‘La mujer de la guarda’, libro de las chilenas Sara Bertrand y Alejandra Acosta editado por Babel y premiado en
Bolonia.
«Resulta aberrante que suceda esto con los libros, parece que tengamos que
poner un cartel que diga “Zona de Conflicto” para vender nuestro catálogo. Es
increíble que haya mamás que en 2018 vean un peligro en los libros que leen sus
hijos, no tengo palabras para algo así. Sienten miedo de esto y no ven el mundo que
tienen alrededor», lamenta la editora bogotana.
María Osorio cuenta que algunos padres no quieren «dañar la inocencia e ingenui‐
dad de sus hijos» con las obras que leen. «Como dice el editor español Antonio Ven‐
tura, no hay temas perversos para niños sino adultos que pervierten esos temas.
Los pequeños se enganchan fácilmente a cualquier historia, no están prevenidos
para pensar cosas malas».
Esta censura se ha hecho explícita en algunas obras del catálogo de Babel. En este
particular Índice de la LIJ contemporánea, Osorio cita obras como No comas rena‐
cuajos y Tengo Miedo, de los colombianos Francisco Montaña e Ivar da Coll, res‐
pectivamente.
«Son dos obras que tocan temas como la violencia, los desastres, el miedo, todo
eso que ocurre en Colombia y está relacionado con el conflicto interno. Nosotros no
estamos pensando “vamos a hacer libros difíciles que tengan que ver con la gue‐
rra”, es algo que va sucediendo».
La editora colombiana se sorprende de que entre los autores con ictivos apa‐
rezca el nombre de Christian Bruel, que empezó a escribir en los 70. «Ha sido un
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adelantado a su época, sus obras siempre me han parecido inofensivas». El autor
francés plantea en sus libros para niños historias de personajes que se salen de los
corsés biempensantes, sus protagonistas no encajan en la normalidad y por eso
resultan tan humanos. «Julia, la niña que tenía sombra de chico se vende muy bien,
le sirve a los padres para explicar la sexualidad a sus hijos. Se ha tildado de apolo‐
gía de la homosexualidad pero no tiene nada que ver, sólo está mostrando diversos
tipos más allá de los estereotipos de género. Con Cosquillas sí hemos tenido más
problemas: la mente del adulto ve escenas de sexo donde no las hay. Son sólo dos
niños jugando en la cama, lo demás lo pone la mirada del adulto. Nos han devuelto
los libros, nos han amenazado con revisar todo nuestro catálogo».
La fundadora de Babel Libros denuncia una doble moral. «Los libros que se leen en
las escuelas tienen que ser limpios, existe esa necesidad de protección y de ence‐
rrar la mente del niño en una urna de cristal. Mientras en las librerías comerciales lo
que más se vende son las sagas de violencia y sexo para adolescentes».
Entre las temáticas que más perturban a los censores de la moral en la LIJ están la
violencia, la muerte, la sensualidad y el miedo. «Se les olvidó que la literatura
infantil siempre ha tocado esos temas, empezando por Hans Christian Andersen.
Ahora los niños leen textos asépticos y de ahí pasan a las sagas juveniles comercia‐
les y después a la literatura de adultos. Se pierden la oportunidad de leer Pinocho,
El Mago de Oz, Peter Pan y otros muchos clásicos populares». / J. F.
TAGS : ANA GARRALÓN . BABEL LIBROS . BOGOTÁ . BOLONIA . COLOMBIA . FIL GUADALAJRA . IBEROMÉRICA . LIJ .
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL . MARÍA OSORIO . SARA BERTRAND
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