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La constitución del sujeto en Michel Foucault

Jorge Vinueza

1. Introducción

A lo largo de toda la obra de Foucault se puede observar el interés que él tenía por las
formas de constitución de la subjetividad. Desde el esfuerzo de la arqueología el saber
hasta las genealogías, arribando a la hermenéutica del sujeto. El esfuerzo de Foucault
se centra en develar cómo la construcción del sujeto ha sido histórica y que el
sujeto de la edad moderna es el resultado inevitable de este proceso.

La construcción del sujeto requiere un saber minucioso y atento de las condiciones


históricas que es donde también se entrelazan los distintos campos del saber. Por lo
tanto, en este ensayo se analizarán las formas en las que históricamente se ha
constituido el sujeto. empezaremos con una caracterización del sujeto humano, luego
se hará un puente entre relaciones de poder y la constitución del sujeto, para terminar
en un análisis del sujeto humano en la época moderna.

2. El sujeto humano

Si consideramos por un momento al sujeto humano, se observa claramente que este


puede ser colectivizado, pero sin eliminar su subjetividad. Esta subjetividad es
heredada por la cultura dentro de la cual se inserta el sujeto desde su alumbramiento,
se vuelve causa de fenómenos como la conciencia, identidad, etc., de esta forma, el
sujeto resultante es el producto de una actividad onto-creadora que coadyuvan al
desarrollo de múltiples procesos de concientización de actores-sujetos que son, en
gran medida, de auto concientización, y que implican el desarrollo de procesos
simultáneos de reflexión sobre su experiencia.

De manera más amplia podemos decir que el sujeto es una persona (física) o bien
(siendo osados) sectores del tejido social que toma determinaciones desde sí y que, al
hacerlo, le da carácter a lo que hace y por ello, es capaz de apropiarse del sentido de
lo que produce y además comunicarlo. Es decir, confiere carácter a las lógicas,
prácticas, estructuras e instituciones en el binomio antagónico dominación/liberación.
De lo que se trata es captar los lugares de interacción asimétrica y cómo este
tejido de relaciones es aprehendido por el pensar dialéctico del sujeto.
En un primer momento, Foucault encuentra a un sujeto sujetado de estructuras que él
no puede desmontarse a menos que devela las tecnologías del sí que se le ha incrustado
desde el nacimiento, estas pueden ser: discursos, prácticas ascéticas, instituciones, el
Estado moderno, etc. Este sujeto “sujetado” posee dos alcances en Foucault:

1) sometido a otro mediante el control y la dependencia;


2) y el sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí
mismo.

De esta manera se puede ver cómo el sujeto moderno ha sido constituido, en un primer
momento por una trama de relaciones de poder que han producido las emergencias
socio históricas de posibilidad de lo que son, sin embargo, también, como veremos,
apuesta por las prácticas de libertad en la inmediatez.
De tal manera que su proyecto filosófico conlleva un ser de estrategias teórico-
metodológicas (o arqueológicas-genealógicas) concernientes a la inspiración
ontológico-histórica del presente que le permitan dar cuenta de la objetivación
de los sujetos modernos en sus tres alcances: saber, ética y verdad.
3. El sujeto constituido en la Modernidad

Para Foucault el sujeto de la modernidad, que inicia en el S. XIX, su subjetividad está


íntimamente ligada al ejercicio del saber y el poder. Convirtiendo la construcción de
la subjetividad en algo diferente a tiempos anteriores. El saber, entendido este como
un espacio donde el sujeto se coloca en un puesto privilegiado para hablar sobre las
cosas se ha convertido en un mecanismo de poder institucionalizado dentro de las
estructuras sociales. Este saber primero se coloca de forma panóptica y vigilante para
luego trascender y llegar a posicionarse de como forma pastoral y rebañizadora.
Es el poder capitalista, eclesial, gubernamental, psiquiátrico, legal, familiar,
donde la subjetivación y discriminación de las particularidades de los individuos
se alcanza, y es a través de los mecanismos de resistencia a la alienación que
produce un ejercicio de antagonismo desde los márgenes de la sociedad alienante.

Dentro de la modernidad existen ciertas normas sociales que determinan el


conocimiento y la identidad de sí, los pecados son subordinados al ejercicio de la
confesión y las personas bajo las leyes sociales que se autoimpone una sociedad, estas
leyes vigilan y castigan, para terminar, encerrando cuerpos cuando una conducta es
escandalosa bajo esas normas. dentro de estas limitantes, para lograr autenticidad y
autonomía el ser humano solamente puede conseguirla engañando al vigía, pues,
como dice Foucault: “[esta atravesado por] una antropología que pone en duda su
esencia, que habla de un hombre convertido en extraño para sí mismo, y por una
economía que habla de mecanismos de control exteriores a la conciencia humana”.

La modernidad en general deviene en un enfrentamiento directo con la muerte, la


finitud de la vida humana y el término de la existencia, pero a la vez se convierte en
la plataforma para el surgimiento de un hombre que puede pensar lo impensado, que
sobreviva a la finitud y a los procesos de vida atravesados por el ejercicio del poder.
Sin embargo, esta resistencia no es ciega, por el contrario, es sumamente reflexiva
porque se ejerce por medio de la razón. Si el ser humano pretende gobernarse a sí
mismo debe saber cómo hacer y cuáles son sus propias posibilidades de erigir
una autonomía que posibilite ir hasta los límites de la sujeción para luego
romperlos.

Como se menciono arriba, para Foucault, hay varias instituciones que organizan y
troquelan la vida humana, sin embargo, hay dos que se entrecruzan y así totalizan la
penetración del individuo: el Estado y el poder pastoral. Este último ejerce su poderío
hurgando la vida del sujeto durante toda su existencia clasificándola de formas
binarias: pecador-santo, normal-anormal, etc. Este poder necesita llegar a los
supuestos verdaderos que sostiene la existencia desde el interior de las conciencias
para dirigirlas subyugándolas y clasificándolas, en este sentido Foucault escribe: “Con
el propósito de entender de qué se tratan las relaciones de poder, tal vez deberíamos
investigar las formas de resistencia y los intentos hechos para disociar estas relaciones.
Como punto de partida, tomemos una serie de oposiciones que se han desarrollado en
los últimos años: la oposición del poder del hombre sobre la mujer, la de los padres
sobre los niños, la de la psiquiatría sobre la enfermedad mental, la de la medicina
sobre la población, la de la administración sobre la forma de vivir de la gente.”

En el siglo pasado la intimidad e individualidad se pusieron al servicio del Estado, en


donde este paso a saber nuestro estado de salud, padecimientos mentales, físicos y de
todo tipo. Además, esto se imbricó con el progresivo allanamiento de parte del poder
pastoral. Las sociedades se han convertido en rebaños clasificados, capturados
por las instituciones económicas y sociales, donde la resistencia debe ser mas
beligerante ya que el mismo sistema de poder asigna cierto tipo de individualidad
ilusoria y coarta cualquier lucha.

Además de esta intromisión del poder pastoral también es de recalcar que los cuerpos
han sido subyugados a prescripciones biopolíticas. Esta forma de poder se enmarca
en las interrelaciones de las personas instaurando marginación y exclusión en las
mismas. Es la capacidad de hacer morir o hacer vivir, de dejar vivir o dejar morir, que
se reproduce y se basa en el sometimiento. La radicalización de esto se puede observar
en las cárceles o manicomios, donde el poder jurídico, médico o psiquiátrico tiene en
sus manos las decisiones sobre la vida y la muerte, imponiendo el miedo a la
inminente finitud de sus vidas. Como apunta Foucault: “El cuerpo está inmerso en
un campo político; las relaciones de poder operan sobre él como una presa
inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a
unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos.”

Igualar a todos los individuos es la norma por seguir. Lo normal siempre será la regla
para determinar quién debe considerarse anormal. Por ejemplo, Foucault sugiere el
ejemplo de una persona hermafrodita (el caso de Herculine Barbin), donde fue
sometido a varios exámenes y múltiples confesiones para hurgar en su cuerpo,
recalificándolo y zanjando su Yo, partiendo de su identidad: “Me disgustaba verle
afrontar por sí mismo mis secretos más queridos, y yo contestaba de forma poca
medida a alguna de sus palabras, que me parecían una violación. En mí, me dijo
entonces, no debéis ver solamente a un médico, sino también a un confesor. Si
necesito ver, también necesito saberlo todo.”

Para Foucault, en la época moderna los cuerpos y las identidades están objetivizados,
divididos y normalizados a través de prohibiciones, del cual se deriva una
fragmentación del ser humano y afirma: “En la segunda parte de mi trabajo he
estudiado los modos de objetivación a los que yo llamaría “prácticas divisorias. El
sujeto está dividido tanto en su interior como dividido de los otros. Este proceso lo
objetiva. Los ejemplos son el loco y el cuerdo, el enfermo y el sano, los criminales y
los buenos.”

Los sujetos son considerados en forma binaria: normales o anormales, y a estos


últimos hay una legitimidad de controlarlos y someterlos. En este sentido “toda la
familia indefinida y confusa de los anormales, se formó en correlación con todo un
conjunto de instituciones de control, toda una seri de mecanismos de vigilancia y
distribución.”

Las personas con desórdenes mentales que antes andaban libremente y de una forma
metafórica se mandaban a recorrer el mundo en las “naves de los locos”, en la
modernidad son tomadas como un peligro para el orden establecido y por eso hay que
encerrarlas: “El papel represivo del manicomio es conocido: en él se encierra a la
gente y se le somete a una terapia, química o psicológica, sobre la cual no tiene
ninguna opción, o a una no-terapia que es la camisa de fuerza (…) pero la psiquiatría
se prolonga en ramificaciones que van mucho más lejos, toda esa psiquiatría de la
vida cotidiana que constituye una especie de tercer orden de la represión y de la
policía, (…) la psiquiatrización de la vida cotidiana, si se la examinase de cerca,
revelaría posiblemente lo invisible del poder.”

En una cruzada de de construir y mantener la identidad entre toda la sociedad se


persiste en una enraizada lucha contra los anormales y sujetos disidentes, esto conlleva
a una fragmentación y despersonalización total.

En resumen, el cuerpo se ha vuelto un objeto productivo y útil atravesados por las


instituciones médicas, estatal, pastoral y legal: “La conclusión podría ser que el
problema político, ético, social y filosófico de nuestros días no es tratar de liberar
al individuo del Estado y de las instituciones del Estado sino liberarnos de ambas,
del Estado y del tipo de individualización que está ligada a éste. Debemos
promover nuevas formas de subjetividad a través del rechazo de este tipo de
individualidad que nos ha sido impuesta durante siglos.”
4. Conclusiones

En la modernidad la construcción del sujeto y el cuerpo es sometido a un poder y un


conocimiento que aprisiona. Este vigila y castiga, donde la única vía de
autoconstruirse es por medio de la resistencia a las formas binarias de entender el
mundo.

El cuerpo humano, que en otros tiempos se había convertido en receptáculo del


conocimiento, vehículo del alma y sujeto de cuidado, en esta época se ha vuelto
en el cuerpo de un rebaño inmerso en desigualdad, preso de un poder y un saber
al que hay que resistir.

Las formas de encarcelamiento, reificación y enajenación requieren soluciones y


técnicas basados en saberes sobre sí mismo, en los que se busca la total objetivación
del sujeto. Para Foucault la construcción en la actualidad se puede llegar solamente a
través del ejercicio que él llama “la indocilidad reflexiva en contra de lo que nos ha
sido impuesto.”

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