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Punto de Vista

Enrique Caballero Peraza.

¿Estamos en guerra?

La violencia es la comadrona de la nueva sociedad. Los disturbios sangrientos son la necesidad


frecuentemente ineludible del desarrollo.

Carlos Marx.

La guerra no es un concepto estático; sus límites, además, son imprecisos en la medida en que no
los marca necesariamente la violencia.

Desde un punto de vista lingüístico el término guerra tiene acepciones que van desde el campo
político-social hasta el individual y moral. En el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la
definición de guerra incluye un amplio abanico de actividades, desde cualquier combate moral hasta
la lucha armada.

La guerra es, en sí misma, mutación, cambio, superación. Con la guerra se abren los caminos
bloqueados; no pocos de los avances acaecidos en la historia de la humanidad (no sólo tecnológico
sino de todo tipo) se han producido estimulados por este estado de necesidad.

Desde un punto de vista organicista, es asimilada a la tipología de fenómenos de acumulación lenta


de energía a la que sigue su descarga brusca. En otros términos, la guerra supone el rápido consumo
de un capital humano acumulado.

Clausewitz, por su parte, define la guerra, como un “duelo,” un combate singular amplificado, en
esencia un “acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad,” tesis con
la que aúna medio (la fuerza) y también el fin; a ello añade “que la guerra es un pulso de energía de
fuerza variable y por tanto variable también en cuanto a la rapidez con que estalla y descarga su
energía.”

En el siglo XIX, el desarrollo de la teoría de Darwin, sobre la evolución de las especies y su aplicación
al ámbito de las relaciones humanas, trajo una visión deseable de la guerra como ley de vida, una
suerte de mecanismo para subyugar a las naciones inferiores o rematar a los imperios moribundos
introduciendo así a sus pueblos en un nuevo ciclo. Esto es, una crisis de la que se deriva una
reordenación de las Relaciones Internacionales con una nueva puesta en valor de unos y de otros.

“Cuando la idea de un pueblo ha caducado, este pueblo desaparece y está bien así; pero no cede el
lugar sin resistencia: de ahí la guerra. Hay que aplaudirla y glorificarla. El vencido siempre se merece
serlo; acusar al vencedor y tomar partido en su contra es tomar partido contra la Humanidad y
quejarse del progreso de las civilizaciones (Verstrynge, 1979).

Compartían, de este modo, la visión positiva de la guerra que la señala como uno de los principales
motores de evolución. Mahan, por ejemplo, veía en la guerra una “ley de progreso” como también
lo hacia Renan. Cyril Fall llegaría a afirmar:”surgen de la guerra grandes y nobles ideas. Las más altas
aspiraciones que el hombre siente por el hombre, arraigan y florecen en su fango, del mismo modo
que las rosas pueden crecer en sus estercoleros” (Fraga Iribarne, 1962).
Clausewitz hablaba de “guerra absoluta”, concepto este completado y superado por la “guerra
total” de Ludendorff. Si el primero consideraba la guerra como una prolongación de la política y lo
militar como su instrumento. La siguiente fase, encabezada por Luddendorf, fue la subordinación
de lo político a lo militar. Como características comunes a estas definiciones cabe señalar su carácter
sangriento, su naturaleza colectiva y total y su desarrollo en el ámbito de sociedades: requiere de
un encuentro activo entre fuerzas enfrentadas y de un importante de grado de organización, porque
la organización guerrera no puede deslindarse fácilmente de la social, al igual que la tecnología de
las armas no puede hacerlo de los utensilios. Por ello, sólo a partir del Neolítico resulta apropiado
hablar de guerras; es más, las primeras huellas indiscutibles de este fenómeno son de la edad del
bronce. En cualquier caso, la guerra también es expresión de la existencia de una relación. Entre los
imperios romano y chino no había guerra, porque tampoco existía relación directa alguna.
Panebianco, califica la guerra como “la principal institución del sistema político internacional”. Sería
así un reajuste de las relaciones entre dos grupos sociales organizados, que no las interrumpe, sino
que les añade una dimensión suplementaria la cual se materializa a través de la violencia.

Es más, la guerra, en cuanto que forma de relación precisa de todos los elementos que caracterizan
el diálogo al que se añade violencia: reconocimiento, alteradas, empatía e interacción.

Como conclusión, me queda claro que de acuerdo a la definición de Clausewitz, hoy existe una
guerra tácita entre los que apoyan al pueblo de Venezuela y los que apoyan al dictador Nicolás
Maduro.

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