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EL YO Y EL ELLO

Daniel Iván Leza C.

Introducción

El presente trabajo busca mostrar de forma sucinta el esquema teórico desarrollado por
Freud en “El yo y el ello”. Ya que se considera dicho texto como integrador de la teoría
psicoanalítica, resulta de importancia la revisión del progreso de sus ideas.

Si bien es cierto, el texto de Freud se encuentra lleno de precisiones muy valiosas


a partir de las cuales se pueden tomar múltiples caminos de trabajo, en el presente
escrito se ha optado por presentar una visión general de la integración de la segunda
tópica.

En el primer apartado se hablará brevemente de las condiciones que condujeron a


la reformulación de la estructura del aparato psíquico, mientras que en los apartados
segundo y tercero se expone brevemente parte del contenido del texto freudiano.

El apartado segundo se ocupa de la distinción entre los sistemas CC, ICC y


PRCC, cierto que de forma muy breve, y dejando de lado la caracterización de la
consciencia y la diferencia entre las representaciones Pcc e Icc.

El apartado tercero busca explicar brevemente el ensamblaje de las instancias


Ello, Yo y Súper Yo en los sistemas Icc y Cc, así como la participación para esto de la
pulsión de muerte y el narcisismo.
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Una reorientación teórica

Las primeras elucidaciones de Freud en el trabajo con la histeria le colocaron, en


concordancia con las observaciones de Charcot y Janet, sobre la pista de la existencia
de una división de la consciencia y lo que dio por llamar la existencia de una voluntad
contraria (1892). Puede decirse que conforme el psicoanálisis avanzó en sus
investigaciones y se encontró también con cuestionamientos diversos, el esquema
teórico fue complejizándose.

El primer intento de sistematización comprensivo del cuerpo teórico psicoanalítico


rindió los frutos de colocar la existencia del inconsciente como un objeto existente y
posible de ser abordado por la ciencia. La interpretación de los sueños de 1900, fue el
texto con el que Freud enfrentó airosamente esta tarea. El esquema teórico propuesto
entonces contempló la existencia de regiones en el aparato psíquico. Partió de la
identidad del Yo con la consciencia y por tanto con la imagen del sujeto de dicha
consciencia; postuló la existencia de representaciones efectivas no conscientes, unas
susceptibles de ser conscientes mediante la atención y otras carentes de dicha
posibilidad. Se trata de la división tópica del aparato mental consistente en una región
consciente y una inconsciente de la cual una parte fue llamada preconsciente.

Esta visión tópica resultó inconveniente para la explicación de estados como las
neurosis traumáticas y, en general, la tendencia a la destructividad presente en el
hombre; ambas experiencias facilitadas a la observación por el atravesamiento de la
guerra en la historia de la creación del psicoanálisis. La cualidad sexual-pulsional de los
contenidos inconscientes y su regulación por el principio placer–realidad, había sido
establecida ya entones pero no parecían poder responder a las observaciones.

En respuesta a la situación mencionada supra y, al parecer, influenciado por


Sabina Spielrein; en 1920, mediante un texto altamente especulativo y de raigambre
biologista, “más allá del principio del placer”, Freud teoriza que la oposición a los
contenidos sexuales inconscientes en el conflicto psíquico no son solamente las
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disposiciones del yo con arreglo al principio de realidad, sino que además existe en el
organismo una tendencia hacia la reducción de la tensión a 0, esto es, una pulsión de
muerte.

Además de la inclusión de la pulsión de muerte al edificio psicoanalítico, la


búsqueda de precisión del concepto de inconsciente y la concepción del narcisismo
volvieron necesaria la revisión de la teoría. El yo y el ello, de 1923, fue el resultado de tal
demanda. Se trata entonces de un texto integrador en el que Freud busca dar cohesión a
su pensamiento mediante el nacimiento de la llamada segunda tópica.

Consciente e inconsciente

La idea de la existencia de contenidos inconscientes en la mente no surgió con Freud,


antes que él lo hiciera, ya se hablaba de inconsciente. Este inconsciente, sin embargo,
correspondía únicamente a la descripción de pensamientos que en el momento no
ocupaban la consciencia pero que podían hacerlo en otro momento. Aunque se los
reconocía en época de Freud, eran desestimados como objeto de estudio pues la idea
de lo mental se encontraba asimilada a la idea de consciencia. Es decir, antes de Freud
sólo se consideraba fenómeno mental a aquel que ocupara la consciencia.

En oposición a la posición filosófica de su época, Freud propone como la pieza


esencial para la comprensión de los fenómenos patológicos la existencia de
representaciones, incluso complejos enteros, inconscientes, que no pueden acceder a la
cualidad consciente, pero mantienen efectividad en la vida anímica.

Estas representaciones son mantenidas fuera de la consciencia por medio de un


esfuerzo de desalojo del yo, represión. Sin embargo esta idea plantea un problema. Si el
yo es identificado con la consciencia y desaloja de si las representaciones, debería de
tener consciencia de ese desalojo, sin embargo esto no es así. Se tiene en cambio, que
no solo las representaciones, sino la acción misma de represión es extraña a la
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consciencia (inconsciente). De esta forma, al igual que en las sugestiones pos hipnóticas
existe un hueco en la explicación de la motivación.

La distinción necesaria entre el inconsciente que puede ser fácilmente traído a


consciencia (preconsciente) y aquel que no puede serlo (inconsciente) llevó a la
distinción de dos tipos de inconsciente y a la reelaboración del concepto Yo.

El primero de los inconscientes fue denominado descriptivo, referente solo a la


cualidad del material de no encontrarse al momento en la consciencia; el segundo, aquel
que interesa al psicoanálisis, fue denominado dinámico y se encuentra integrado por
aquellos elementos reprimidos por el yo.

Ahora, siendo el yo el agente de la represión pero desconocedor de la misma, fue


licito para Freud adjudicar, acertadamente, al yo una no identidad con la consciencia y
una porción de su funcionamiento a nivel inconsciente. El yo, entonces, aunque
responsable de la motilidad y la percepción- consciencia, mantiene también un
funcionamiento inconsciente al cumplir con la tarea de censura.

Con lo anterior el conflicto que da paso a la patología pasa de ser “consciente vs


inconsciente” a representarse “Yo vs lo reprimido”.

Yo – Ello – Súper Yo.

Sobre la caracterización del ello en la teoría, Freud abona poco en el texto. Parece
encontrarse mucho más centrado en la inclusión del súper yo que en realizar una
recapitulación de la constitución del ello.

Se dirá aquí, que el ello corresponde al reservorio energético del aparato psíquico
y es integrado por pulsiones directas y derivadas propias del desarrollo psicosexual, así
como de representaciones desalojadas de la consciencia. El ello conserva su carácter de
inconsciente, pero no todo lo inconsciente es el ello; como ya se dijo, el yo mantiene una
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parte inconsciente en su funcionamiento y, aún más, una tercera instancia, el súper yo,
tiene también una fuerte determinación inconsciente.

Lo anterior es posible ya que Freud hace derivar todo el aparato psíquico del ello.
Indica que debido al contacto con la realidad una porción de ello se diferencia dando
paso a la formación del yo. La formación del yo sería una maniobra de garantía de
satisfacción ya que permite la operación de acuerdo a la realidad y no mediante la
descarga – satisfacción inmediata imperante en el funcionamiento primario propio del
ello.

Antes se dijo que la propuesta del narcisismo fue de influencia para la formulación
de la segunda tópica, ahora se aclara este inciso. El advenimiento del narcisismo, es
decir la propuesta del propio ser como objeto, permite la satisfacción sustitutiva ante la
ausencia de los objetos satisfactores y además la auto conservación que lleva al
funcionamiento con arreglo al principio de realidad.

En el narcisismo el yo realiza una identificación con el objeto, lo que le posibilita a


ser él mismo el objeto de la pulsión. Estas identificaciones son comunes y podría decirse
que el carácter del yo depende de las mismas, siendo las más importantes las
resultantes del complejo de Edipo; las identificaciones con los padres. Las
identificaciones del yo en su historia psicosexual dejan una impronta en el manejo de las
pulsiones y a partir de ellas, principalmente las identificaciones del complejo de Edipo, es
que se diferencia del yo la tercera instancia: el súper yo.

El super yo, como ya se dijo, guarda una relación estrecha con las identificaciones
tempranas del yo y a partir de ellas funciona como un regulador moral. La participación
del súper yo en los conflictos psíquicos puede ser observada por la presencia de culpa,
que además también puede ser inconsciente.

La culpa puede ser entendida como una agresión dentro del yo hacia él mismo,
entendiendo el súper yo como un derivado del yo. Es en este punto donde la teorización
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sobre la pulsión de muerte resulta de gran relevancia puesto que indica que la energía
utilizada por el súper yo es la propia de dicha pulsión. La culpa es entonces una de las
formas de la pulsión de muerte. La otra correspondería a la agresión y destructividad
dirigida hacia el exterior del sistema por medio de la participación del yo.

Como se advierte la función del yo es reguladora. Se encuentra comprometido en


la armonización de demandas pulsionales libidinales y de muerte, entre el principio de
placer y realidad y entre el mundo interno y el externo. Se encuentra, en palabras del
propio Freud, sometido a 3 vasallajes: respecto al ello, al súper yo y al mundo externo.

Conclusiones

Se puede concluir que la modificación realizada por Freud a su teoría la vuelve


mucho más explicativa, además que permite dar un lugar a los impulsos destructivos y al
masoquismo que desde textos anteriores Freud postulaba como aspectos problemáticos.

Si bien es cierto la pulsión de muerte fue presentada especulativamente en “más


allá del principio del placer”, en “el yo y el ello” le maneja de forma más comprensible.

Respecto al tono biologista de la pulsión de muerte se puede indicar que éste lo


es solo en apariencia pues la postulación de la muerte como antitética de la libido parece
ser más una necesidad filosófica. Podría resultar mucho más instructivo derivar dicha
pulsión de la agresión derivada de la irrupción del estado de necesidad y la frustración
en el organismo. Esto último habilita la articulación con perspectivas como la de
Winnicott y Bion que teorizan respecto a la función del medio en la estructuración del
sujeto.
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Bibliografía

Freud, S. (1892). “Un caso de curación por hipnosis). Recuperado de:


https://parletre.org/2016/05/17/obras-completas-sigmund-freud-pdf-amorrortu/

- (1920). “Más allá del principio del placer”. Recuperado de:


http://www.bibliopsi.org/docs/freud/18%20-%20Tomo%20XVIII.pdf

- (1923). “El yo y el ello”. Recuperado de:


Link:https://seminariolecturasfeministas.files.wordpress.com/2012/01/freud-
sigmund-el-yo-y-el-ello-
1923.pdfó https://agapepsicoanalitico.files.wordpress.com/2013/07/yo-y-ello.pdf

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