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INTRODUCCIÓN HISTÓRICA DE LA LEY DE OHM Y DE LAS LEYES DE


KIRCHHOFF
Desde el punto de vista de la historia de la electricidad, la teoría de los circuitos
eléctricos comenzó su desarrollo como una rama independiente del
electromagnetismo, con conceptos y métodos originales y propios1. A mitad de la
década de 1820, los científicos empezaban a distinguir los conceptos
independientes de tensión e intensidad, pero sin embargo se carecía de la idea
precisa de resistencia eléctrica y la de una relación posible entre la f.e.m. de una
pila, la intensidad de la corriente que produce en un conductor y la naturaleza de
este. George Simon Ohm (1789-1854) empezó sus experimentos sobre corrientes
eléctricas en 1825. Inicialmente se sirvió de pilas de Volta, pero más tarde las
sustituyó por elementos termoeléctricos de cobre-bismuto que había inventado T.
J. Seebeck en 1823, y que daban una f.e.m. mucho más estable, lo que le permitió
establecer su célebre ley: i%E/(R!r) en la que i representa la intensidad de la
corriente (que hasta casi el final del siglo XIX se simbolizaba realmente con la letra
C de corriente), medida o registrada por la desviación de la aguja de un
galvanómetro; E, la f.e.m. de la pila, proporcional al número de sus elementos en
serie; R, su resistencia interna, también proporcional a ese número; y r, la
resistencia del circuito exterior, dependiente, como había establecido Davy, de su
naturaleza y dimensiones. Los conceptos de resistencia y de resistividad se
determinan experimentalmente con precisión y lo mismo puede decirse de la
medición de las tensiones de las pilas (lo que llamamos hoy fuerzas
electromotrices). En su memoria de 1827 sobre tratamiento matemático de la
cadena Galvánica, Ohm vuelve a expresar su ley por vía de cálculo, partiendo de
unas hipótesis que son una simple traducción a la electricidad de los estudios
realizados en 1822 por Fourier en su Théorie Analytique de la Chaleur (Teoría
analítica del calor); la intensidad de la corriente, o flujo de electricidad, es el
análogo del flujo de calor, y es constante en régimen permanente; el análogo de la
temperatura es lo que Ohm llama la fuerza electroscópica en un punto dado. Todo
queda claro desde el punto de vista de la teoría de los circuitos eléctricos. Lo único
que falta es el vínculo exacto con la electricidad estática. Ohm da, sin duda, una
definición electrostática de la fuerza electroscópica, o mejor dicho, describe su
medición con ayuda de un electroscopio. La ley de Ohm se verificó
cuantitativamente por Fechner en 1829 y luego por Pouillet en 1837, el cual utilizó
para ello la brújula de tangentes que acababa de inventar y que permitía una
medición muy precisa de las intensidades, al comparar el campo de un circuito
eléctrico, de geometría bien definida, con el campo magnético terrestre.
En el año 1845, Gustav Kirchhoff (1824-1887), cuando solamente era estudiante
universitario, amplió la teoría de Ohm, el cual no había tratado más que el caso
lineal, a los conductores de dos dimensiones, es decir, las placas o láminas, y
demostró sus clásicos lemas de los circuitos eléctricos. En 1848 y basándose,
como Ohm, en la obra de Fourier, estableció la teoría del paso de la electricidad
en los conductores de tres dimensiones. En ninguno de esos trabajos se trataba
aún más que de tensión o fuerza electroscópica. Pero tras los experimentos de
Kohlrausch, el cual midió en 1848 la tensión con un electrómetro, Kirchhoff
identificó esta magnitud con el potencial electrostático de Poisson y Green, y
enseguida se vio, teniendo también en cuenta la ley de Joule, descubierta en 1841
por el inglés James Prescott Joule (1818-1889), que esa era la única definición
energética correcta del mismo. William Thomson (Lord Kelvin) (1824-1907)
escribió en el año 1851 la Memoria titulada On the Mathematical Theory of
Electricity in Equilibrium (Sobre la teoría matemática de la electricidad en
equilibrio). En este último trabajo subrayó la completa analogía de las ecuaciones
de la electrostática con las de la conducción térmica estacionaria, lo cual supone
una identidad de propiedades entre superficies equipotenciales y superficies
isotermas: en los dos casos, la ecuación básica es la de Laplace, aunque en uno
admite una acción a distancia, y en el otro una propagación paso a paso.
Con los trabajos mencionados se asentaron en el siglo XIX las bases científicas de
lo que hoy día se conoce como análisis de circuitos de corriente continua, es decir
el cálculo de la respuesta de un circuito cuando se somete a excitaciones con
fuentes de c.c. La concepción de un circuito como un sistema de elementos
concentrados ideales en los que se representaban botellas de Leyden
(condensadores), inductancias (bobinas) y reóstatos fue desapareciendo
gradualmente en favor de los símbolos gráficos que hoy nos son tan familiares.
Esto supone la simplificación de que una resistencia es una caja negra con dos
terminales (dipolo) en la que se define la relación v%Ri, en vez de considerar un
dispositivo físico real fabricado con metal o película de carbón y de un modo
semejante se definían las relaciones para las inductancias y condensadores.

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