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A partir del acercamiento a la cultura como una red de conversaciones, cabe decir
que el conflicto básico que viven los seres humanos es el resultado de la oposición
sin fin de dos redes de conversaciones. Estas redes de conversaciones han
configurado las denominadas: cultura matrística, caracterizado por la solidaridad,
el consenso y la cooperación; y la cultura patriarcal, caracterizado por la
imposición, el autoritarismo, la apropiación, la competencia y la guerra.
1
Podemos imaginarnos una cultura matrística en la que el respeto mutuo debió ser el modo
cotidiano de vida, sin competencias, en la cual coexistían múltiples tareas en el convivir diario
dentro de una red armónica de relaciones, asumiendo un pensamiento sistémico de conexiones y
redes entre lo humano y lo natural. Se vivía en la responsabilidad, en la conciencia de la
pertenencia a un mundo natural, se era consciente de las consecuencias de las propias acciones y
se aceptaban sus consecuencias. El sexo y el cuerpo eran aspectos naturales de la vida, se
asumían como fuentes de placer, sensualidad y ternura, ya que formaban parte de la armonía total
de la naturaleza; las conversaciones entre sus miembros debieron ser de participación, inclusión,
colaboración, comprensión, acuerdo, respeto y conspiración.
2
Léase MATURANA, Humberto y VERDEN ZOLLER, Gerda. Amor y juego. Fundamentos
olvidados de lo humano. Santiago de Chile: Instituto de Terapia Cognitiva, 1994 y EISLER, Riane.
El Cáliz y la Espada. Nuestra Historia, nuestro futuro. España: Cuatro Vientos, 1991.
3
PÉREZ, Teodoro. Cultura, Vida Cotidiana y Lenguaje, op.cit.
los desacuerdos ni la concertación, sino que confronta las diferencias y las
convierte en conflictos, resolviéndolos mediante el uso de la fuerza para el
sometimiento del más débil; que asume al lucro como la ética del mundo
económico; y que en general mantiene a la agresión como visión del mundo,
postulando como el máximo desarrollo social posible la paz como el estado de no
guerra, y la tolerancia como una estrategia para diferir en el tiempo la supresión o
el cambio del otro y no la convivencia armónica en la aceptación plural de las
diferencias y del otro como distinto pero igual a nosotros en su derecho a la
existencia y al desarrollo humano desde su propia perspectiva y en la co -
construcción de un proyecto común de nación. Esta cultura patriarcal es la cultura
que portan los adultos como resultado de su propio proceso de socialización y es
la cultura en la que a su vez socializan a los niños con quienes conviven.
Esta permanente confrontación que viven tanto hombres como mujeres entre el
emocionar matrístico adquirido en la relación materno filial de la infancia y el
emocionar patriarcal aprendido también en la familia y la vida pública de la
adolescencia y la adultez, hace a los seres humanos sentirse contradictorios y
ambivalentes.
Por eso el decurso que la humanidad siga es el que tracen los niños. Son los
niños y el vivir que ellos tengan lo que se mantendrá cuando sean adultos. Y los
adultos de hoy serán los artífices de la atmósfera en la cual se van a criar estos
niños y que conservarán transgeneracionalmente la aceptación o el rechazo por la
convivencia en el respeto y la aceptación del otro.
Las emociones: disposiciones corporales para la acción
4
MATURANA y VERDEN ZOLLER, op.cit, p.51.
5
MATURANA, Emociones y lenguaje en educación y política, op.cit, p.15.
posición privilegiada sobre las emociones, Maturana explica que "es por ello que
cuando nos encontramos en una conversación supuestamente racional, se
pueden producir dos tipos de discrepancias que se diferencian por las clases de
emociones que surgen de ellas, pero que usualmente no distinguimos porque nos
parecen modos de reaccionar ante un error lógico. Estas puedan ser
discrepancias lógicas o ideológicas"6.
Maturana diferencia las discrepancias lógicas de las ideológicas, las lógicas son
aquellas que surgen cuando los participantes en una conversación cometen un
error en la aplicación de las coherencias operacionales que definen al dominio
racional en que esta se da, mientras las discrepancias ideológicas son las que
surgen cuando los participantes en una conversación arguyen desde distintos
dominios racionales, pero actúan como si estuviesen en el mismo. A la
discrepancia lógica se le suele dar un tratamiento de intrascendente, mientras que
las discrepancias ideológicas son vividas como amenazas a su existencia, por lo
que se acusa al otro de ceguera o testarudez. Además, los individuos en una
conversación tratan a estas discrepancias ideológicas como si surgieran de
errores lógicos, y no ven que lo que ocurre es que están en dominios racionales
distintos y que sus diferencias se deben a que han partido de premisas diferentes.
No ven que están frente a una distinta postura ante el mundo, y creen que se trata
de un error en la aplicación de la "lógica"7.
6
Ibid., p.48.
7
Ibid., pp. 16 – 17.
fundamentales que uno acepta como puntos de partida porque quiere hacerlo y
con las cuales opera en su construcción"8. Es decir, todo sistema racional se erige
a partir de premisas básicas que han sido aceptadas apriorísticamente desde una
determinada emoción que le subyace.
En ese sentido, toda vida animal y humana ocurre bajo un flujo continuo de
emociones que modifica los dominios de acciones en los cuales los organismos se
mueven y operan, de un modo que es contingente al curso de sus interacciones.
Ahora bien, en los seres humanos el emocionar es mayormente consensual, y
sigue un curso entrelazado con el lenguajeo – es decir, la interacción entre
emoción y lenguaje – en su historia de interacciones con otros seres humanos10.
8
Ibid., p.16.
9
Ibid., p.14.
10
MATURANA, La objetividad: Un argumento para obligar, op.cit.
11
PALMERO, F; FERNANDEZ-ABASCAL, E; MARTÍNEZ, F Y CHÓLIZ, M. Psicología de la
Motivación y la Emoción. Madrid: Mc Graw Hill, 2002.
determinados acontecimientos. Además, aprenden cuándo expresar y cuándo
inhibir estas emociones ante determinados acontecimientos, y han desarrollado
una habilidad para controlar la expresión de ellas, aunque lo que sienten no lo
pueden controlar.
12
MATURANA, Emociones y lenguaje en educación y política, op. cit., p.25.
Además, Maturana sostiene que, a diferencia de lo que se ha pensado hasta
ahora acerca de que la historia de la humanidad ha seguido un curso determinado
por las ideas, los valores, los símbolos, los recursos naturales o las oportunidades
materiales, ya previamente ha surgido un emocionar particular que los ha hecho
posibles. Ha sido la dinámica emocional, y más específicamente los deseos e
intereses de los actores sociales, lo que ha trazado el sendero epigénico de la
historia humana.13
13
Ibid.