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TEMA 1 PAU

EL LIBERALISMO (Ideario y corrientes) Y


LA OPOSICIÓN AL MISMO

1. Ideario del Liberalismo


2. El Liberalismo en España
a. Inicios
b. Construcción del sistema liberal
c. Corrientes del Liberalismo español
3. Las oposiciones al sistema

El primer tercio del s.XIX se caracterizó por una profunda crisis del Antiguo Régimen. La Guerra de la
Independencia (1808-1814) marcó el inicio del Liberalismo en España, cuyos ideales quedaron plasmados en la
Constitución de 1812. Durante el reinado de Fernando VII esta corriente política sufrió avances y retrocesos, para
imponerse definitivamente aunque con particularismo durante el reinado de Isabel II.

1. IDEARIO DEL LIBERALISMO


Esta ideología surge en el s.XVIII a partir de las ideas de la Ilustración (plasmadas en la Revolución Francesa) y del
liberalismo económico. Su objetivo, derribar al Antiguo Régimen.
Ideológicamente, plantea la existencia de libertades inalienables del individuo, reconoce la pluralidad de ideas, la
opinión libre y la tolerancia. Esta pluralidad de ideas se refleja en la aparición de partidos políticos, agrupaciones
que reúnen a individuos de la misma o parecida opinión y que influyen en la opinión pública presentándose a
elecciones con el fin de obtener el gobierno. Existía un bipartidismo generalizado gobierno-oposición.
Políticamente rechaza la existencia de una autoridad soberana absoluta. El concepto de Soberanía (origen del
poder y de la ley) recae en la representatividad del pueblo (Soberanía Nacional) que marca la pluralidad de ideas
en un sistema de elección basado en el sufragio censitario. Se reconoce al ciudadano con plenos poderes frente al
vasallo del Antiguo Régimen. Entendiendo por Nación el conjunto de ciudadanos con una trayectoria histórica,
lengua, territorio y cultura comunes que se articulan en una serie de leyes para el conjunto del Estado. Estas leyes
se articulan en una Constitución que define la forma política del país, el funcionamiento de sus instituciones y los
deberes y derechos de los ciudadanos.
A nivel Institucional, el Estado racionaliza y regulariza las leyes y organismos marcando la igualdad civil de los
ciudadanos. La ley es única e igual para todos. Se incide en la idea de centralismo e uniformidad de los territorios
del Estado.
Socialmente se suprimen los estamentos, basados en la existencia de privilegios. La nueva sociedad se divide en
clases sociales y es una sociedad abierta. La capacidad económica, cultural y los modos de comportamiento
marcan ahora la diferencia social; pero en teoría, todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
Económicamente, las ideas que priman son “la ley de oferta y demanda” y no la interferencia del Estado en
asuntos económicos. Esta política económica se denomina Liberalismo económico. Se demanda una propiedad
libre y plena rechazando el mercantilismo.
En lo religioso se tiende a limitar el poder económico de la Iglesia, que tanto había influido en la economía y la
sociedad del Antiguo Régimen, y se desarrolla el anticlericalismo.
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2. EL LIBERALISMO EN ESPAÑA
En España la crisis de la monarquía absoluta, arrastrada desde las últimas décadas del s.XVIII, desembocó entre
1808 y 1843 en la implantación de un régimen liberal, pero no democrático.

a. INICIOS
A lo largo de la primera mitad del s.XIX, en un contexto de guerras y revolución, fraguó el Estado liberal
modificando los fundamentos de la sociedad estamental, proceso denominado revolución liberal. La conservación
de este nuevo modelo político-social se vio obstaculizada, por lo que es preciso hablar de avances y retrocesos.
La Guerra de la Independencia (1808-1814) precipitó la crisis política del absolutismo y abrió el camino a
propuestas de reforma como el Liberalismo. La ausencia del rey legitimo (Fernando VII) posibilitó la creación de
nuevas instituciones que iniciaron el Liberalismo en España mediante la convocatoria de Cortes Generales y
Extraordinarias en 1809. De estas Cortes, continuadas en Cádiz (1810-1813) surge el primer liberalismo español, y
su mayor contribución se refleja en la Constitución de Cádiz de 1812. Esta obra política inspirada en la
Constitución francesa de 1791 influyó en el desarrollo del liberalismo español, y en ella se recogen los principios
básicos del mismo: Soberanía Nacional, separación de poderes, igualdad legal, amplio sufragio… Aunque también
recoge elementos moderados como la confesionalidad del Estado, necesarios para una aprobación absoluta de
esta Ley de Leyes en las Cortes Constituyentes.
La vuelta de Fernando VII a España, y con él el Absolutismo, supuso un paso atrás para el Liberalismo. El conflicto
de ambas ideologías durante el reinado del monarca (1814-1833) permite distinguir entre tres etapas diferentes:
- El Sexenio Absolutista (1814-1820). Fernando VII regresó a España aclamado por las multitudes,
quienes esperaban que el monarca refrendase la Constitución; pero no fue así. Fernando VII, de talante
absolutista, anularía la Constitución y las Cortes, encarcelando a los promotores de éstas. En toda
Europa se dan procesos similares, es la etapa de la Restauración, la vuelta al Antiguo Régimen.
- El Trieno Liberal (1820-1823). La única vía de éxito del Liberalismo tras el regreso de Fernando VII era a
través de conspiraciones y revoluciones. Varios pronunciamientos fallidos tuvieron lugar en España
antes de que el encabezado por el General Riego en 1820 triunfara. Fernando VII se vio obligado a jurar
la Constitución y los liberales se dividieron en Doceañistas y Veinteañistas. Más tarde, la intervención
del ejército francés de Los Cien Mil Hijos de San Luis devolvería el poder absoluto al monarca.
- La Década Ominosa (1823-1833). Esta última etapa se vio marcada por la represión contra los liberales
y el agravamiento de los problemas económicos del país. La cuestión sucesoria, tras el nacimiento de la
primogénita del rey, también preocupaba. Tras la promulgación de la Pragmática Sanción acabó con las
aspiraciones al trono de Carlos Mª Isidro, hermano del rey. En los últimos años de reinado, Fernando
VII se acercó a los liberales para lograr su apoyo a la futura reina, Isabel II. A su muerte se lograría la
implantación definitiva del Liberalismo, aunque también nacería la principal oposición al sistema, el
Carlismo.

b. LA CONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA LIBERAL


La aplicación definitiva del Liberalismo en España se produjo durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Debido a
la minoría de edad de la reina cuando heredó el trono, los primeros años de su reinado estuvieron bajo manos de
regentes. En primer lugar, la madre de la reina Mª Cristina (1833-1840), y tras ella el general Espartero (1840-
1843). Tras la Primera Guerra Carlista (1833-1840) los liberales vencieron definitivamente a los absolutistas.
En 1843 la reina fue declarada mayor de edad, y su reinado a partir de este momento se dividiría en Década
Moderada (1844-1854), Bienio Progresista (1854-1856) y Periodo de alternancias Moderados-Unión Liberal
(1856-1868).
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Las características comunes en toda la etapa del reinado de Isabel II dentro de su mayoría de edad se resumen
en:
- Periodo de tendencia muy conservadora y marcado autoritarismo de los gobiernos, en su mayoría
moderados.
- Deterioro de la imagen pública de la propia reina debido a su intervención en la vida política,
mostrando siempre una inclinación hacia gobiernos moderados.
- Participación continua de los dirigentes militares (Espartero, Narváez, O’Donnell…) en el Gobierno
liderando partidos políticos, característica fundamentalmente española.
- Exclusión de la gran mayoría de los ciudadanos (campesinos, obreros, trabajadores urbanos…) de la
vida política y presencia exclusiva de los partidos burgueses.
Así, la monarquía tendrá un papel político decisivo en la trayectoria del nuevo Estado Liberal. A la Corona se le
atribuyeron importantes poderes ejecutivos y una gran participación en el legislativo. Para gobernar, lo
importante era la confianza de la Corona, que apoyará en especial a partidarios moderados.
El poder legislativo era bicameral (Congreso y Senado), y el sistema electoral se basaba en el sufragio censitario
masculino, aunque en realidad era una falsedad debido a la intervención de la Corona en las elecciones.

c. LAS CORRIENTES DEL LIBERALISMO ESPAÑOL


El Liberalismo español quedará dividido en dos tendencias ya presentes durante el Trieno Liberal (Doceañistas y
Veinteañistas), ahora denominados Moderados y Progresistas, quienes junto con otros partidos surgidos mas
tarde (Unión Liberal, Demócratas, Republicanos) consolidarían el constitucionalismo en España.
No se trataba de formaciones políticas, sino de partidos de notables que carecían de organización permanente y
disciplina interna, agrupados en torno a un grupo parlamentario o algunos principios básicos.
- Los Moderados (antiguos Doceañistas) defendían el denominado Liberalismo Doctrinario. Eran
partidarios de combinar cambios político-sociales de la revolución liberal con la tradición histórica
representada en la unión Rey-Cortes, por ello defendían la Soberanía compartida. La libertad para ellos
suponía la defensa de personas, bienes y propiedad privada; por lo que incidieron en los principios de
autoridad y orden reduciendo el derecho al voto y defendiendo el Estado centralista y confesional.
Desconfiaban de la intervención popular en la política, por ello se veían apoyados por grandes
propietarios, financieros, burgueses, aristócratas y generales. Su principal representante fue el General
Narváez y su Constitución representativa la de 1845. Estuvieron en el poder durante la Década
Moderada y durante el Periodo de alternancias.
- Los Progresistas (herederos de los Veinteañistas) defendían el Liberalismo progresista. Insistían en el
concepto de Soberanía Nacional y esperaban que la Corona actuase como árbitro del juego político.
Defendían las libertades individuales frente al Estado. Eran partidarios de una extensión gradual del
derecho a voto, pero no defendían ni la democracia ni el sufragio universal masculino. Apoyaban la
separación Iglesia-Estado. Apoyados principalmente por hombres de negocios, funcionarios, abogados,
comerciantes, artesanos… sus representantes más significativos fueron Espartero y Prim. Sus
Constituciones representativas fueron la de 1837 y la Nonata de 1856. Solo estuvieron en el poder
durante la Regencia de Espartero y en el Bienio Progresista.
Dentro del liberalismo, y a su izquierda, se situará el Liberalismo democrático, representado por los liberales más
radicales y desarrollado a partir del manifiesto de 1849 siendo una escisión de los progresistas. Algunos de los
principios de este grupo eran la Soberanía Nacional plena, el sufragio universal masculino, la Milicia Nacional, la
tolerancia religiosa y la enseñanza gratuita.
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El programa de Unión Liberal fue una mezcla de elementos moderados del partido progresista y de elementos
progresistas del partido moderado, por lo que podría considerarse centrista. Surgió en torno al general O’Donnell
y tuvo mucha importancia en la última etapa del reinado de Isabel II y durante el Sexenio revolucionario.

3. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA
La primera oposición al liberalismo vino de mano del propio monarca y de los absolutistas. Fernando VII dejó sin
efecto la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y persiguió a liberales y afrancesados. La oposición al absolutismo
en esa época se plasmo en los pronunciamientos militares, triunfando el de Riego en 1820.
Otra importante oposición al sistema fue el denominado Carlismo, originado con la aparición de la cuestión
sucesoria entre el hermano de Fernando VII, Carlos Mª Isidro (heredero al trono por la Ley Sálica) y la primogénita
del mismo, Isabel II. Este conflicto desencadenó una guerra civil, la Primera Guerra Carlista (1833-1840), que
enfrentó a los defensores liberales de la Regencia de Mª Cristina con los defensores de los derechos al trono de
Carlos Mª Isidro.
Políticamente, el carlismo se caracterizó por un antiliberalismo militante que negaba el principio de Soberanía
Nacional y se definía a través del lema “Dios, patria y rey”, y más adelante añadió fueros por la defensa del
sistema foral frente a la centralización e uniformidad liberal. Pretendían la vuelta al Antiguo Régimen y eran
liderados por el autoproclamado Carlos V.
Socialmente fue un movimiento tan heterogéneo como el liberalismo y fueron apoyados principalmente por
campesinos, baja nobleza del norte, sectores conservadores de la Iglesia, habitantes de áreas rurales, artesanos…
al no aceptar los principios liberales y las desamortizaciones.
No solo hubo una guerra carlista, sino que se dieron tres distintas:
- Primera Guerra Carlista (1833-1840): gran éxito del general Espartero, quien se hizo con la regencia
arrebatándosela a la reina madre Mª Cristina.
- Segunda Guerra Carlista (1846-1849): después de 1840 el Carlismo se mantuvo activo. Esta guerra fue
producida por la imposible boda entre Isabel II y el pretendiente al trono Carlos VI, lo que hubiera
resuelto el conflicto dinástico pero era impensable para los liberales.
- Tercera Guerra Carlista (1872-1876): durante el Sexenio democrático, a raíz de la proclamación de
Amadeo de Saboya como nuevo rey de España. El pretendiente al trono era en este caso Carlos VII.
Después de 1876, el Carlismo se identificaría con los nacionalismos al mantener las reivindicaciones forales, pero
dividiéndose en varias corrientes internas y creando incluso un partido político carlista para luchas por sus ideales
dentro de la legalidad.
El triunfo de los liberales hizo posible la transformación de la antigua monarquía absolutista en una monarquía
constitucional y parlamentaria.

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