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El primer tercio del s.XIX se caracterizó por una profunda crisis del Antiguo Régimen. La Guerra de la
Independencia (1808-1814) marcó el inicio del Liberalismo en España, cuyos ideales quedaron plasmados en la
Constitución de 1812. Durante el reinado de Fernando VII esta corriente política sufrió avances y retrocesos, para
imponerse definitivamente aunque con particularismo durante el reinado de Isabel II.
2. EL LIBERALISMO EN ESPAÑA
En España la crisis de la monarquía absoluta, arrastrada desde las últimas décadas del s.XVIII, desembocó entre
1808 y 1843 en la implantación de un régimen liberal, pero no democrático.
a. INICIOS
A lo largo de la primera mitad del s.XIX, en un contexto de guerras y revolución, fraguó el Estado liberal
modificando los fundamentos de la sociedad estamental, proceso denominado revolución liberal. La conservación
de este nuevo modelo político-social se vio obstaculizada, por lo que es preciso hablar de avances y retrocesos.
La Guerra de la Independencia (1808-1814) precipitó la crisis política del absolutismo y abrió el camino a
propuestas de reforma como el Liberalismo. La ausencia del rey legitimo (Fernando VII) posibilitó la creación de
nuevas instituciones que iniciaron el Liberalismo en España mediante la convocatoria de Cortes Generales y
Extraordinarias en 1809. De estas Cortes, continuadas en Cádiz (1810-1813) surge el primer liberalismo español, y
su mayor contribución se refleja en la Constitución de Cádiz de 1812. Esta obra política inspirada en la
Constitución francesa de 1791 influyó en el desarrollo del liberalismo español, y en ella se recogen los principios
básicos del mismo: Soberanía Nacional, separación de poderes, igualdad legal, amplio sufragio… Aunque también
recoge elementos moderados como la confesionalidad del Estado, necesarios para una aprobación absoluta de
esta Ley de Leyes en las Cortes Constituyentes.
La vuelta de Fernando VII a España, y con él el Absolutismo, supuso un paso atrás para el Liberalismo. El conflicto
de ambas ideologías durante el reinado del monarca (1814-1833) permite distinguir entre tres etapas diferentes:
- El Sexenio Absolutista (1814-1820). Fernando VII regresó a España aclamado por las multitudes,
quienes esperaban que el monarca refrendase la Constitución; pero no fue así. Fernando VII, de talante
absolutista, anularía la Constitución y las Cortes, encarcelando a los promotores de éstas. En toda
Europa se dan procesos similares, es la etapa de la Restauración, la vuelta al Antiguo Régimen.
- El Trieno Liberal (1820-1823). La única vía de éxito del Liberalismo tras el regreso de Fernando VII era a
través de conspiraciones y revoluciones. Varios pronunciamientos fallidos tuvieron lugar en España
antes de que el encabezado por el General Riego en 1820 triunfara. Fernando VII se vio obligado a jurar
la Constitución y los liberales se dividieron en Doceañistas y Veinteañistas. Más tarde, la intervención
del ejército francés de Los Cien Mil Hijos de San Luis devolvería el poder absoluto al monarca.
- La Década Ominosa (1823-1833). Esta última etapa se vio marcada por la represión contra los liberales
y el agravamiento de los problemas económicos del país. La cuestión sucesoria, tras el nacimiento de la
primogénita del rey, también preocupaba. Tras la promulgación de la Pragmática Sanción acabó con las
aspiraciones al trono de Carlos Mª Isidro, hermano del rey. En los últimos años de reinado, Fernando
VII se acercó a los liberales para lograr su apoyo a la futura reina, Isabel II. A su muerte se lograría la
implantación definitiva del Liberalismo, aunque también nacería la principal oposición al sistema, el
Carlismo.
Las características comunes en toda la etapa del reinado de Isabel II dentro de su mayoría de edad se resumen
en:
- Periodo de tendencia muy conservadora y marcado autoritarismo de los gobiernos, en su mayoría
moderados.
- Deterioro de la imagen pública de la propia reina debido a su intervención en la vida política,
mostrando siempre una inclinación hacia gobiernos moderados.
- Participación continua de los dirigentes militares (Espartero, Narváez, O’Donnell…) en el Gobierno
liderando partidos políticos, característica fundamentalmente española.
- Exclusión de la gran mayoría de los ciudadanos (campesinos, obreros, trabajadores urbanos…) de la
vida política y presencia exclusiva de los partidos burgueses.
Así, la monarquía tendrá un papel político decisivo en la trayectoria del nuevo Estado Liberal. A la Corona se le
atribuyeron importantes poderes ejecutivos y una gran participación en el legislativo. Para gobernar, lo
importante era la confianza de la Corona, que apoyará en especial a partidarios moderados.
El poder legislativo era bicameral (Congreso y Senado), y el sistema electoral se basaba en el sufragio censitario
masculino, aunque en realidad era una falsedad debido a la intervención de la Corona en las elecciones.
El programa de Unión Liberal fue una mezcla de elementos moderados del partido progresista y de elementos
progresistas del partido moderado, por lo que podría considerarse centrista. Surgió en torno al general O’Donnell
y tuvo mucha importancia en la última etapa del reinado de Isabel II y durante el Sexenio revolucionario.
3. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA
La primera oposición al liberalismo vino de mano del propio monarca y de los absolutistas. Fernando VII dejó sin
efecto la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y persiguió a liberales y afrancesados. La oposición al absolutismo
en esa época se plasmo en los pronunciamientos militares, triunfando el de Riego en 1820.
Otra importante oposición al sistema fue el denominado Carlismo, originado con la aparición de la cuestión
sucesoria entre el hermano de Fernando VII, Carlos Mª Isidro (heredero al trono por la Ley Sálica) y la primogénita
del mismo, Isabel II. Este conflicto desencadenó una guerra civil, la Primera Guerra Carlista (1833-1840), que
enfrentó a los defensores liberales de la Regencia de Mª Cristina con los defensores de los derechos al trono de
Carlos Mª Isidro.
Políticamente, el carlismo se caracterizó por un antiliberalismo militante que negaba el principio de Soberanía
Nacional y se definía a través del lema “Dios, patria y rey”, y más adelante añadió fueros por la defensa del
sistema foral frente a la centralización e uniformidad liberal. Pretendían la vuelta al Antiguo Régimen y eran
liderados por el autoproclamado Carlos V.
Socialmente fue un movimiento tan heterogéneo como el liberalismo y fueron apoyados principalmente por
campesinos, baja nobleza del norte, sectores conservadores de la Iglesia, habitantes de áreas rurales, artesanos…
al no aceptar los principios liberales y las desamortizaciones.
No solo hubo una guerra carlista, sino que se dieron tres distintas:
- Primera Guerra Carlista (1833-1840): gran éxito del general Espartero, quien se hizo con la regencia
arrebatándosela a la reina madre Mª Cristina.
- Segunda Guerra Carlista (1846-1849): después de 1840 el Carlismo se mantuvo activo. Esta guerra fue
producida por la imposible boda entre Isabel II y el pretendiente al trono Carlos VI, lo que hubiera
resuelto el conflicto dinástico pero era impensable para los liberales.
- Tercera Guerra Carlista (1872-1876): durante el Sexenio democrático, a raíz de la proclamación de
Amadeo de Saboya como nuevo rey de España. El pretendiente al trono era en este caso Carlos VII.
Después de 1876, el Carlismo se identificaría con los nacionalismos al mantener las reivindicaciones forales, pero
dividiéndose en varias corrientes internas y creando incluso un partido político carlista para luchas por sus ideales
dentro de la legalidad.
El triunfo de los liberales hizo posible la transformación de la antigua monarquía absolutista en una monarquía
constitucional y parlamentaria.