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GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL (1770-1831)

Botella, Juan (et. al). El pensamiento político en sus textos: Nació en Stuttgart en 1770. Estudió en el Seminario de Tubinga con Hólder-
de Platón a Marx, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 365 – 377. lin y Schelling. Posteriormente residió en Berna, Francfort, Jena y Núremberg.
En 1816 fue nombrado catedrático de filosofía en Heidelberg y en 1818 sucedió
a Fichte como catedrático de filosofía en la universidad de Berlín, ciudad en
que murió en 1831. Sus obras más importantes son Fenomenología del espíritu
(1807), Ciencia de la lógica (1812), Enciclopedia de las Ciencias filosóficas
(1817) y Principios de la Filosofía del Derecho (1821). Posteriormente apare-
cieron recopiladas por sus alumnos a través de apuntes Filosofía de la Historia,
Historia de la Filosofía y Filosofía de la Religión.
El devenir es el concepto fundamental de su pensamiento. Así, la Fenome-
nología del Espíritu se presenta como el devenir de la conciencia desde la «cer-
teza sensible» hasta el «saber absoluto», y la Filosofía del Derecho como el de-
venir de la «voluntad libre» desde su primera exteriorización en la apropiación
hasta la más alta manifestación de la eticidad en el Estado. Este concepto se re-
laciona inmediatamente con la dialéctica. Frente a la dialéctica de Fichte, que
hacía de la negación o negatividad el segundo momento o antítesis, Hegel pien-
sa que hay que poner la negatividad desde el principio, pues la negación o ne-
gatividad es el segundo momento o antítesis, Hegel piensa que ha que poner la
negatividad desde el principio, pues la negación es el auténtico motor de la dia-
léctica. No es posible avanzar sin negarse, sin exteriorizar la propia contradic-
ción. La negatividad está presente en los tres momentos: aunque se muestra cla-
ramente en el segundo, está ya en el primero, cuya simplicidad es aparente;
esconde la negatividad que surge en el segundo paso. Por su parte, el tercer mo-
mento retiene también la negatividad como referencia articulada. La auténtica
unidad nunca es la que nos viene dada, lo que primero se nos presenta, sino el
resultado de un proceso dialéctico necesario y conflictivo. Siempre, subraya He-
gel, el tercer momento significa un regreso al primero; el movimiento avanza,
por tanto, no en perpetua huida hacia adelante, sino en curva hacia el origen.
Es una espiral en tres dimensiones, un movimiento circular en que en cada mo-
mento estamos en el mismo sitio, pero, para decirlo así, más arriba. Así se debe
entender el concepto hegeliano del Aufhebung como regreso al mismo sitio pero
en otro plano; así, las diferencias y oposiciones que aparecen en el momento de
la escisión no se eliminan en el tercer momento sino que se conservan superadas
(aufgehoben).
Hegel conoció tres grandes acontecimientos políticos: la Revolución france-
sa, el Imperio napoleónico y, finalmente, la guerra prusiana de liberación. Su fi-
losofía política viene marcada por el intento de conciliar la polis griega, donde
la vida comunitaria y la relación del hombre con la comunidad eran prioritarias
frente a cualquier situación particular, con la nueva subjetividad nacida de la
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Revolución francesa. Hegel ve ésta como el intento culminante por realizar los El derecho de propiedad genera la oposición contra quien viola o no reconoce
dictados de la razón humana en el mundo y siente por ella un entusiasmo juvenil los contratos. Hegel denomina ese hecho «el derecho contra la injusticia».
—que modera con los años—, considerándola «el primero y grandioso es- Existen varias clases de injusticia y, correlativamente, otras tantas de derecho.
pectáculo de iniciar enteramente desde el principio y por el pensamiento la En primer lugar, la «injusticia de buena fe», que el individuo comete creyendo
constitución de un gran Estado real trastocando todo lo existente». Para ella, obrar bien y que se resuelve fácilmente ante los tribunales, que dictaminan entre
los hombres han de rehacer las cosas desde una libertad incondicionada e ilimi- los derechos en conflicto. En segundo lugar, la «injusticia fraudulenta», que es la
tada a la que Hegel llama «la libertad absoluta». Pero tal sublime intento de cometida a sabiendas—dolosamente—, pretendiendo que aparezca como justa.
que la razón gobierne el mundo aborta en el Terror, al que conduce el desatarse Por último, cuando el que obra prescinde también de la apariencia de lo justo,
incontrolado de los intereses particulares y la incapacidad de recrear una nueva cuando comete violencia de manera pública y notoria, no sólo viola el derecho,
sociedad que reemplace a la que ha destruido. El propósito político de Hegel sino que lo niega explícitamente. Este grado de injusticia es «el delito», el cual
podría así resumirse como el intento de articular la comunión entre el ciudada- exige lógicamente castigo, que se entiende así como venganza: de este modo se
no y la polis con la autonomía moral radical de Kant y de Rousseau. produce una sucesión indefinida de «revanchas y venganzas». Estamos en reali-
dad ante la ley del tallón, que es finalmente la verdad del derecho abstracto,
dado que esta esfera del derecho se caracteriza por la inmediatez, por la inexis-
I. LA FILOSOFÍA DEL DERECHO tencia todavía de las instituciones y el Estado. Así pues, el orden que impone esta
etapa de realización del derecho y, por tanto, de la libertad debe ser superada en
La Constitución de Alemania, escrita hacia 1801, es el primer intento de una forma más alta de realización de la libertad que llamaremos «moralidad».
Hegel de dar una definición viable del Estado, que pudiera afrontar el impacto El tránsito del derecho abstracto a la moralidad, es decir, el tránsito de la
radical de las guerras revolucionarias francesas sobre el sistema político tradi- responsabilidad jurídica a la responsabilidad moral, se realiza cuando el delin-
cional de Alemania. Estos puntos de vista fueron sistematizados en la obra que cuente asume que, al negar el derecho, ha negado su propia libertad. Al sufrir el
contiene el núcleo de su pensamiento político: Principios de la Filosofía del De- castigo, el infractor repara la injusticia cometida contra el derecho pero tam-
recho. La ciencia filosófica del derecho tiene por objeto la idea del derecho, y la bién la que ha cometido contra sí mismo, pues con su delito ha ofendido el deber
idea del derecho es la libertad. La libertad no es un simple predicado de la vo- interior que él, hombre libre, tenía consigo mismo. Así surge una voluntad par-
luntad, sino su esencia. ticular que quiere lo universal, que se eleva por encima de afanes y egoísmos
La filosofía hegeliana del derecho se divide en tres partes: derecho abstrac- particulares para afirmarse en el terreno del «deber ser».
to, moralidad y eticidad. En la esfera de la moralidad, por tanto, el respeto a las personas y a sus in-
Para Hegel, las relaciones entre el individuo y la sociedad se hallan en su tereses ya no procede del exterior, sino del propio individuo. En consecuencia,
inicio reguladas por el derecho abstracto. Este derecho contiene prescripcio- la actitud hacia los intereses de los demás, que en el derecho abstracto era vista
nes de su índole jurídica por cuanto que el sujeto considera a sus interlocuto- como algo negativo, como prohibición que me obliga a restringir mi libertad, es
res como iguales, titulares de los mismos derechos que él mismo. Sin embargo, vista como positiva, es decir, como un interés real por el bienestar ajeno, porque
se trata de un derecho abstracto porque sus normas se limitan a intentar ga- mi conducta no puede comportar algo que yo no apruebe o reconozca.
rantizar la convivencia, sin atender a la voluntad interna de los sujetos de de- Por tanto, ahora, el sujeto debe querer el bienestar no sólo para sí, sino
recho. En este primer estadio, el hombre realiza su libertad a través de la pro- también para los demás. Ello nos lleva a una voluntad particular que se identi-
piedad, inicialmente, el hombre ha expresado su libertad utilizando las cosas y, fica con la voluntad racional y universal, y que pretende el bienestar universal.
todavía más, apropiándoselas efectivamente, encarnando su voluntad en ellas. Hegel debe explicar la relación que existe entre bienestar y moralidad. La
No obstante, la apropiación ha dado como resultado la mera posesión. Pero voluntad moral subjetiva se identifica con la voluntad racional y universal que
esa posesión deviene propiedad si se hace objetiva tanto para otros individuos pretende el bienestar universal, y su unión es el bien que Hegel define como «la
como para el tenedor efectivo, desde entonces propietario. La propiedad, en- realización de la libertad, el propósito final y absoluto del mundo». Sin embar-
tonces, no aparece como una relación entre el hombre y las cosas, sino como go, esta misión es meramente abstracta y formal y no tiene determinaciones
mediación necesaria para conseguir ser reconocido por los demás hombres en prácticas. Además, la voluntad particular puede no estar de acuerdo con lo que
el mundo objetivo. quiere la voluntad considerada como universal, y lo deseado por la segunda es
Fundamentada la persona a través de la apropiación (propiedad) como su- para la primera una exigencia (Forderung) o una obligación (Sollen). Por todo
jeto de derechos, es necesario determinar sus límites y establecer un instrumen- ello, resulta imposible afirmar que lo que la conciencia conoce y desea como
to legítimo de relación interpersonal. Ese instrumento es el contrato, que esta- bueno lo sea verdaderamente: la contingencia puede frustrar sus buenas inten-
blece el marco en que la posesión es reconocida por el otro y se convierte, por ciones: puede engañarse a sí misma y dar a su intención contenidos falsos; puede
tanto, en propiedad legítima. Soy propietario en la medida en que respeto la convertirse en hipócrita y pretender sólo su propio interés, pretendiendo que se
propiedad de los demás y, por ende, los demás respetan la mía. trata del interés de todos.
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Al darse cuenta de que la pureza interior está expuesta a la iniquidad, se pro-
tividades y modos de vida particulares están regulados por el interés común.
duce el tránsito de la moralidad a la eticidad. Este proceso se efectúa necesaria-
Por tanto, el Estado puede ser considerado como «la realización de la libertad».
mente puesto que el sujeto obra en el mundo histórico, entre sus semejantes. La
La libertad del individuo, en la medida en que éste se niegue a reconocer lo uni-
eticidad es la situación en que el hombre, en vez de ver en los deberes una impo-
versal y trate tan sólo de satisfacer sus intereses y necesidades, no es sino lo ar-
sición exterior, ve en ellos la realización de sus derechos. Si el derecho abstracto
bitrario. En oposición a este arbitrario, el Estado encarna la razón. El Estado
se basa en la coerción, y la moralidad en el «deber ser», la eticidad se funda-
es el lugar de la libertad si el individuo puede encontrar en él satisfacción a sus
menta en la confianza, es decir, en el nexo espontáneo que une a un individuo con
intereses racionales, no a sus caprichos. Pero ¿cómo distinguir las pretensiones
sus semejantes. Se refiere a las obligaciones morales que yo tengo hacia una co-
individuales racionales de las arbitrarias? La respuesta ha de buscarse en la
munidad viva de la que formo parte. Estas obligaciones se basan en normas y
instancia racional que es la ley. El Estado es razón en y por la ley; no por una
usos establecidos que determinan nuestras acciones, aunque no siempre seamos
ley trascendente y misteriosa, sino por sus leyes, por su reglamentación univer-
conscientes de ello. Podemos pensar en este conjunto de normas, usos e institu-
sal de los asuntos particulares en el marco de una comunidad. Conviene recal-
ciones como si fueran un idioma en que se expresan los elementos comunes a una
car que el carácter racional de la ley no implica que ésta proceda de una fría
sociedad en un determinado momento histórico. Apoyada en esta base, la etici-
decisión que dicte desde principios abstractos qué es o no racional, qué debe o
dad se desarrolla dialécticamente en tres instituciones fundamentales, derivadas
no debe hacerse. Significa, por el contrario —y es aquí donde cobra auténtico
la una de la otra: la familia, la sociedad civil y el Estado. La familia tiene su ori-
sentido la afirmación hegeliana de que «la esencia del Estado es la vida éti-
gen en el amor entre los cónyuges, un amor que no es «tornadizo y meramente
ca»—, que el hombre no debe aceptar otros valores que aquellos de su comuni-
subjetivo», sino «justo y ético». La vida de la familia es transitoria, no sólo por la
dad y su cultura que hayan superado el examen de un escrutinio racional.
muerte de los padres, sino también por el nacimiento y educación de los hijos,
También para Kant el Estado había de estar regido por una ley que tratase
quienes llegan a ser personas independientes que forman nuevas familias que se
a todos por igual regulando sus relaciones pero sin llegar a darse un contenido
comportan «unas respecto de otras como personas concretas independientes». Se
concreto. Para Hegel, en contraste, la moral sólo puede recibir un contenido
produce así el tránsito a la sociedad civil. Si la familia se basaba en el altruismo,
concreto en el Estado. Es necesario que la voluntad comprenda que el bien es,
la sociedad civil lo hace en el egoísmo. En ella el individuo busca su interés pri-
que la libertad existe en el mundo objetivamente, que la acción posee un senti-
vado comportándose para ello con una «mezcla de necesidad física y capricho».
do. Es preciso que la voluntad vacía y el bien formal se reconozcan como reali-
Aquí Hegel retoma la teoría de «la mano invisible» de Adam Smith, según la cual
zados en realidad, como realizados con una perfección más o menos grande,
el sistema económico obedece a leyes racionales y cognoscibles cuyo fundamento,
pero realizados en el mundo. Esta realización se expresa justamente en la etici-
sin embargo, no depende de la voluntad consciente de los individuos, sino de su
dad, es decir, en la vida moral e histórica, en la costumbre, en ese conjunto de
actuar inconsciente. Así estamos ante «un sistema de dependencia mutua» en el
reglas y actitudes que constituye lo que para nosotros lleva los nombres de tra-
que cada individuo, en la persecución de su conveniencia propia, promueve
dición y civilización.
también «naturalmente» el interés de la totalidad. Sin embargo, Hegel incide
Hegel combate simultáneamente el iusnaturalismo contractualista y las teo-
más en los aspectos negativos que en los positivos del sistema y afirma que la so-
rías de la filosofía política liberal que pretendían trasladar el eje de la vida po-
ciedad civil ofrece «el espectáculo del libertinaje y la miseria, con la corrupción
lítica del Estado a los individuos.
física y ética que es común a ambas». En realidad, Hegel está pensando en el be-
llum omnium contra omnes de Hobbes, que se supera mediante el contrato so-
cial. Hegel es consciente de que el pensamiento político desde Hobbes y Locke ha II. LOS CARACTERES PRINCIPALES DEL ESTADO
vinculado la obligación política con el autointerés racional. Pero él no acepta la
teoría del contrato social como fundamento del Estado y reitera, una vez tras Para Hegel, la Constitución es una realidad viviente e histórica que emana
otra, que el origen del Estado no es un contrato. Mientras que los críticos del de la eticidad del Estado y no un texto redactado tras deliberaciones, discusio-
contractualismo, desde Hume hasta Bentham, basan su refutación en que nunca nes y voto, va sea del pueblo o de sus representantes. En última instancia, la
ha existido un contrato semejante, Hegel fundamenta su crítica en un argumento Constitución se refiere al mismo pueblo; el Estado debe entenderse como «espí-
de carácter lógico-jurídico: el contrato es lógicamente anterior e inferior al Es- ritu de un pueblo» y «cada pueblo tiene la Constitución que es adecuada a él y
tado; por tanto, no puede ser la fuente de su legitimidad. la que le corresponde»: Para ilustrar su tesis, menciona el intento frustrado de
Así, la eticidad alcanza en el Estado su realidad concreta y efectiva. Si la so- Napoleón de dar a los españoles una Constitución, que fue rechazada por éstos
ciedad civil se caracteriza por «la seguridad y protección de la propiedad y la porque, aunque era más racional que lo que tenían antes, les parecía algo aje-
libertad personal» y tiene en el interés del individuo su propósito supremo, el no. En esta valoración de las vicisitudes, rasgos e historia de cada pueblo, He-
Estado tiene una función totalmente diferente y se relaciona con el individuo de gel parece recordarnos las teorías de Burke.
modo distinto. El factor de cohesión es lo universal, no lo particular. El indivi-
Para Hegel, la soberanía pertenece al Estado, no al pueblo, y se proyecta en
duo puede «vivir una vida universal» en el Estado, donde sus satisfacciones, ac-
la figura del monarca: «El sentido más usual en el que se ha comenzado a ha-
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blar en los últimos tiempos de soberanía del pueblo es el que la opone a la so- se muestra más claramente en la vida de ciertos hombres, como Alejandro, Cé-
beranía existente en el monarca. Tomada en esta contraposición, la soberanía sar o Napoleón, que abren una nueva época sirviendo a unos propósitos que ig-
del pueblo es uno de los tantos conceptos confusos El pueblo, tomado sin sus noran más que a los suyos propios. En este contexto se puede entender mejor
monarcas y sin la articulación del todo, que se vincula necesaria e inmediata- una de las más célebres y controvertidas afirmaciones del autor: «lo racional es
mente con ellos, es una masa carente deforma, que no constituye ya un estado y real, lo real es racional». ¿Quiere esto decir que la guerra, la miseria, la co-
a la que no le corresponde ninguna de las determinaciones que únicamente exis- rrupción..., todo aquello que día a día nos afecta, debe ser justificado? ¿Esta-
ten en un todo formado y organizado: soberanía, gobierno, tribunales, clases, mos ante una lógica que se reclamará racional para imponer su ley al mundo y
etc.», y añade: «en el pueblo [...] que se piense como una verdadera totalidad que reivindicará la racionalidad para plegar a los hombres a la férula de su de-
orgánica, desarrollada en sí misma, la soberanía existe como personalidad del lirio? En realidad—aunque algunos críticos interpretan esa frase como una
todo y ésta, en la realidad que corresponde a su concepto, en la persona del mo- vindicación total de la realidad existente y el propio Hegel ha sido considerado
narca». como un decidido partidario del Estado prusiano de su tiempo—, Hegel empleó
Hegel defiende —con «reverencia mística», en opinión de Sabine— una mo- esta afirmación para expresar que lo que es racional tiene el potencial de reali-
narquía, que será hereditaria no por considerar indiscutible el derecho de suce- zarse por sí mismo, y de aquí que el desarrollo histórico, lejos de ser una suma
sión, sino porque es racional. Aceptar la monarquía electiva supondría «una en- de azarosas e incomprensibles extravagancias, tenga una estructura racional.
trega del poder del Estado a la discreción de la voluntad particular» con el Lástima que las puertas del futuro estén cerradas y que esa estructura sólo sea
consiguiente «debilitamiento y pérdida de la soberanía del Estado». perceptible cuando los acontecimientos ya se han producido. La filosofía es la
Hegel presenta una división de poderes con dos correcciones esenciales. En clave para descifrar el jeroglífico de la razón inmersa en la historia, pero
primer lugar, no acepta el concepto de separación, que considera que conduci- «cuando la filosofía pinta su claroscuro, ya un aspecto de la vida ha envejecido,
ría inmediatamente a la desintegración del Estado. En segundo, su clasificación y esta penumbra no lo puede rejuvenecer sino sólo conocer: la lechuza de Mi-
difiere de la clásica, porque tiene un distinto principio organizativo. Para él, el nerva no inicia su vuelo hasta la caída del crepúsculo».
Estado se divide en «las siguientes diferencias sustanciales: a) el poder de de-
terminar y establecer lo universal: el poder legislativo; b) la subsunción de las
esferas particulares y los casos individuales bajo lo universal: el poder guber-
nativo; c) la subjetividad como decisión última de la voluntad: el poder del prín-
cipe. En él se reúnen los diferentes poderes en una unidad individual, que es por
HEGEL
tanto la culminación y el comienzo del todo, y constituye la monarquía constitu-
PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO*
cional. »
Para Hegel hay coincidencia en las competencias pero no en los sujetos. El
rey y el gobierno también forman parte del legislativo. En cuanto al poder judi- [...]
cial, no existe propiamente en la esfera política, puesto que la administración de
justicia corresponde a la sociedad civil.
II. LA SOCIEDAD CIVIL

§ 182. La persona concreta que es para sí un fin particular, en cuanto tota-


III. LA RAZÓN Y LA HISTORIA
lidad de necesidades [Bediirfnisse] y mezcla de necesidad [Notwendigkeit] natu-
La Filosofía del Derecho termina con una sección sobre historia universal, ral y arbitrio, es uno de los principios de la sociedad civil. Pero la persona par-
que Hegel desarrollaría en una serie de lecciones públicas sobre filosofía de la ticular está esencialmente en relación con otra particularidad, de manera tal que
historia. Para Hegel, ésta se interpreta como la marcha hacia la libertad. El Es- sólo se hace valer y se satisface por medio de la otra y a la vez sólo por la me-
tado adquiere realmente sentido en el progreso histórico que lo articula como diación de la forma de la universalidad que es el otro principio.
expresión de las instituciones políticas, culturales y religiosas de una comuni-
Agregado. La sociedad civil es la diferencia que aparece entre la familia y el estado, aunque
dad. A la suma de estas características la denomina Hegel —siguiendo a Mon- su formación es posterior a la del estado. En efecto, por ser la diferencia supone el estado, que ella
tesquieu y a Herder— «el espíritu del pueblo» (Volksgeist). En el devenir de la necesita tener ante sí como algo independiente para existir. La concepción de la sociedad civil per-
historia, los hombres no captan por completo su papel, qué es lo que están ha- tenece por otra parte al mundo moderno, que es el primero que hace justicia a todas las determina-
ciendo. No ven con claridad por qué abandonan una norma v abrazan otra (ese ciones de la idea. Cuando se representa al estado como una unidad de diversas personas, como una
avanzar dialéctico). Es aquí donde Hegel introduce su famosa idea de «la astu-
cia de la razón». La razón es presentada en esta imagen «usando las pasiones * G. W. F. Hegel, Principios de la Filosofía del Derecho, trad. de Juan Luis Vermal, Ed. Su-
de los hombres para alcanzar sus propios propósitos». Esa astucia de la razón damericana, Buenos Aires, 1975.
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unidad que es sólo comunidad, lo que se mienta es exclusivamente la determinación de la sociedad un principio patriarcal y religioso o sobre un principio de una eticidad espiritual
civil. Muchos de los modernos doctrinarios del derecho público no han salido de esta comprensión pero simple —en general sobre una primitiva intuición natural—, no podían re-
del estado. En la sociedad civil cada uno es fin para sí mismo y todos los demás no son nada para
él. Pero sin relación con los demás no puede alcanzar sus fines; los otros son, por lo tanto, medios sistir su escisión ni la infinita reflexión de la autoconciencia sobre sí. Sucumbían
para el fin de un individuo particular. Pero el fin particular se da en la relación con otros la forma de por tanto a esta reflexión en cuanto empezaba a surgir, primero en el sentimiento
la universalidad y se satisface al satisfacer al mismo tiempo el bienestar de los demás. Puesto que la y después en la realidad, porque a su principio todavía simple le faltaba la
particularidad está ligada a la condición de la universalidad, la totalidad es el terreno de la media- fuerza verdaderamente infinita que sólo reside en aquella unidad que deja que la
ción. En ella se libera toda individualidad, toda diferencia de aptitud y toda contingencia de naci- contraposición de la razón se separe con toda su fuerza para luego subyugarla,
miento por la razón que allí aparece. La particularidad, limitada por la universalidad, es únicamente
la medida por la cual cada particularidad promueve su bienestar. con lo que se mantiene en ella y al mismo tiempo la conserva en sí intacta. Pla-
tón expone en su República la eticidad sustancial en su belleza y verdad ideales,
§ 183. En su realización, el fin egoísta, condicionado de ese modo por la pero no pudo dar cuenta del principio de la particularidad independiente que ha-
universalidad, funda un sistema de dependencia multilateral por el cual la sub- bía irrumpido en su época en la eticidad griega. Sólo pudo oponerlo a su estado
sistencia, el bienestar y la existencia jurídica del particular se entrelazan con la únicamente propiedad privada (§ 46) y la familia, como en su ulterior desarrollo
subsistencia, el bienestar y el derecho de todos, se fundamentan en ellos y sólo como arbitrio propio, elección de una profesión, etc. Esta carencia es lo que hace
en ese contexto están asegurados y son efectivamente reales. Se puede conside- desconocer la gran verdad sustancial de su República y que corrientemente se la
rar este sistema en primer lugar como estado exterior, como el estado de la ne- considere como un ensueño del pensamiento abstracto, como lo que con fre-
cesidad y del entendimiento. cuencia se suele llamar un ideal. El principio de la personalidad independiente y
§ 184. La idea, en esta escisión, confiere a los momentos una existencia en sí misma infinita del individuo, de la libertad subjetiva, que interiormente sur-
propia: a la particularidad, el derecho de desarrollarse en todos los aspectos, y a gió con la religión cristiana y exteriormente —y por lo tanto ligada con la uni-
la universalidad, el derecho de mostrarse como el fundamento y la forma nece- versalidad abstracta— con el mundo romano, no alcanza su derecho en aquella
saria de la particularidad, como el poder que rige sobre ella y como su fin último. forma sólo sustancial del espíritu real. Este principio es históricamente posterior
Es el sistema de la eticidad que se ha perdido en sus extremos, lo cual constituye al mundo griego, y la reflexión filosófica que alcanza esta profundidad es tam-
el momento abstracto de la realidad de la idea, que en esta apariencia exterior bién posterior a la idea sustancial de la filosofía griega.
sólo es totalidad relativa y necesidad interior.
Agregado. Por sí la particularidad es el libertinaje y la falta de medida, e incluso las formas
de este libertinaje carecen de medida. Por medio de sus representaciones y reflexiones el hombre
Agregado. Lo ético aquí perdido en sus extremos y la unidad inmediata de la familia se ha amplía sus deseos, que no son un círculo cerrado como el instinto del animal, y los conduce al mal
dispersado en una multiplicidad. La realidad es en este caso exterioridad, disolución del concepto, infinito. Del mismo modo, sin embargo, la privación y la necesidad son desde el lado opuesto tam-
independencia de los momentos existentes que han devenido libres. En tanto uno parece hacer pre- bién algo carente de medida, y la confusión de esta situación sólo puede llegar a la armonía con un
cisamente lo opuesto a otro, y supone que sólo puede existir si se mantiene a distancia del otro, cada estado que la domine. Al pretender excluir la particularidad. Platón no ofrece ninguna solución,
uno tiene al otro como su condición. Así, la mayoría considera el pago de impuestos, por ejemplo, porque esto contradice el infinito derecho de la idea, según el cual se debe liberar la particularidad.
como una lesión de su particularidad, como algo hostil que afecta su fin. Pero por muy verdadero En la religión cristiana ha surgido el derecho de la subjetividad como la infinitud del ser por sí, con
que esto pueda parecer, la particularidad del fin no puede, sin embargo, satisfacerse sin lo univer- lo que la totalidad debe conservar al mismo tiempo la fuerza para mantener en armonía la particu-
sal, y un país en el que no se pagaran impuestos no se distinguiría por el fortalecimiento de la par- laridad con la unidad ética.
ticularidad. También podría parecer que la universalidad se mantendría mejor si dominara las fuer-
zas de la particularidad, tal como ocurre, por ejemplo, en el estado platónico. Pero esto es también
una apariencia, puesto que ambos sólo son por medio del otro y para el otro, y se convierten entre § 186. Pero el principio de la particularidad, precisamente porque se desa-
sí recíprocamente. Promoviendo mi fin promuevo lo universal, que promueve a su vez mi fin. rrolla hacia la totalidad, pasa a la universalidad, en la cual tiene exclusivamente
su verdad y el derecho de su realidad positiva. Esta unidad que, a causa de la in-
§ 185. La particularidad por sí, por una parte, en cuanto satisfacción en todas dependencia de ambos principios en este punto de vista escindido (§ 184), no es
direcciones de sus necesidades, del arbitrio contingente y del gusto subjetivo, se des- la identidad ética, no existe justamente por eso como libertad, sino como necesi-
truye a sí misma en su gozo y destruye su concepto sustancial. Por otra parte, en dad de que lo particular se eleve a la forma de la universalidad y busque y ten-
cuanto infinitamente excitada, y en continua dependencia de la contingencia y del ar- ga en esta forma su consistencia.
bitrio exteriores, al mismo tiempo que limitada por el poder de la universalidad, es la
satisfacción contingente de las necesidades tanto contingentes como necesarias. La § 187. Como ciudadanos de este estado los individuos son personas priva-
sociedad civil ofrece en estas contraposiciones y en su desarrollo el espectáculo del das que tienen como finalidad su propio interés. Dado que éste está mediado por
libertinaje y la miseria, con la corrupción física y ética que es común a ambas. lo universal, que a los individuos se les aparece como medio, sólo puede ser al-
Obs. El desarrollo independiente de la particularidad (cf. § 124) es el mo- canzado en la medida en que determinen su saber, querer y actuar de modo uni-
mento que señala en los antiguos estados el comienzo de la corrupción de las versal, y se transformen en un miembro de la cadena que constituye el conjunto.
costumbres y la razón última de su decadencia. Estos estados, construidos sobre El interés de la idea, que no está en la conciencia de los componentes de la so-
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ciedad civil como tales, es el proceso por el que la individualidad y naturalidad voluntad. La cultura es, pues, el afinamiento de la particularidad que no se comporta de acuerdo con
la naturaleza de la cosa. La verdadera originalidad, en cuanto productora de la cosa, exige una ver-
de los mismos se eleva, a través de la necesidad natural y lo arbitrario de las ne-
dadera cultura, mientras que la que no es verdadera acepta absurdidades que sólo se le pueden ocu-
cesidades, a la libertad formal y a la universalidad formal del saber y el querer; rrir a una persona inculta.
es el proceso por el que se cultiva la subjetividad en su particularidad.
Obs. Las representaciones acerca de la inocencia del estado natural y la can-
[...]
didez de las costumbres de los pueblos incivilizados, así como, por otra parte, la
concepción de que las necesidades, su satisfacción, el goce y las comodidades de la
vida particular, etcétera, son fines absolutos, se enlazan con la comprensión de la III. EL ESTADO
cultura como algo sólo exterior en el primer caso, y como un mero medio para
aquellos fines en el segundo. Tanto una como otra posición muestran su desconoci- § 257. El estado es la realidad efectiva de la idea ética, el espíritu ético como
miento de la naturaleza del espíritu y los fines de la razón. El espíritu sólo tiene su voluntad sustancial revelada, clara para sí misma, que se piensa y se sabe y cum-
realidad efectiva si se escinde en sí mismo, se da un límite y la finitud en las nece-
ple aquello que sabe precisamente porque lo sabe. En las costumbres tiene su exis-
sidades [Bedütfnisse] naturales y en la conexión de esa necesidad [Notwendigkeit]
tencia inmediata y en la autoconciencia del individuo, en su saber y en su activi-
exterior, y penetrando en ellas se cultiva, las supera y conquista así su existencia
dad, su existencia mediata; el individuo tiene a su vez su libertad sustancial en el
objetiva. El fin racional no es por lo tanto aquella candidez natural de las costum-
sentimiento de que él es su propia esencia, el fin y el producto de su actividad.
bres ni el goce como tal que en el desarrollo de la particularidad se alcanza con la
Obs. Los Penates son los dioses interiores e inferiores; el espíritu del pue-
cultura. Consiste, por el contrario, en que la candidez natural, es decir la pasiva ca-
blo (Atenea), la divinidad que se sabe y se quiere. La piedad es sentimiento y ex-
rencia de sí y el primitivismo del saber y el querer, o sea la inmediatez e individua-
lidad en las que está hundido el espíritu, sean elaboradas y transformadas, y que en presión de la eticidad que se mueve dentro de los marcos del sentimiento; la ac-
primer lugar esta exterioridad suya reciba la racionalidad de que es capaz: la forma titud política, el querer el fin pensado, que es en y por sí.
de la universalidad, la intelectualidad. Sólo de esta manera el espíritu está en esta § 258. El estado, en cuanto realidad de la voluntad sustancial, realidad que
exterioridad como tal consigo mismo y en su propio hogar. Su libertad tiene así en ésta tiene en la autoconciencia particular elevada a su universalidad, es lo racio-
ella una existencia y el espíritu deviene para sí en este elemento en sí ajeno a su nal en y por sí. Esta unidad sustancial es el absoluto e inmóvil fin último en el
destinación a la libertad, y sólo tiene que ver con aquello en que ha impreso su sello que la libertad alcanza su derecho supremo, por lo que este fin último tiene un
y es producido por él. Precisamente por ello Informa de la universalidad por sí en derecho superior al individuo, cuyo supremo deber es ser miembro del estado.
el pensamiento llega a la existencia, forma que es el único elemento digno para la Obs. Cuando se confunde el estado con la sociedad civil y es determinado
existencia de la idea. La cultura es por lo tanto en su determinación absoluta la li- en base a la seguridad y protección personal, el interés del individuo en cuanto
beración y el trabajo de liberación superior, el punto de tránsito absoluto a la infi- tal se ha transformado en el fin último. Este fin es lo que los habría guiado para
nita sustancialidad subjetiva de la eticidad, que ya no es más inmediata, natural, unirse, de lo que se desprende, además, que ser miembro del estado corre por
sino espiritual y elevada a la figura de la universalidad. Esta liberación es en el su- cuenta del arbitrio de cada uno. Su relación con el individuo es sin embargo to
jeto el duro trabajo contra la mera subjetividad de la conducta, contra la inmediatez talmente diferente: por ser el estado el espíritu objetivo, el individuo sólo tiene
del deseo, así como contra la vanidad subjetiva del sentimiento y la arbitrariedad objetividad, verdad y ética si forma parte de él. La unión como tal es ella misma
del gusto. El que este trabajo sea duro constituye parte del poco favor que recibe. el fin y el contenido verdadero, y la determinación de los individuos es llevar
Sin embargo, por medio de este trabajo de la cultura la voluntad subjetiva alcanza una vida universal. Sus restantes satisfacciones, actividades y modo de compor
en sí misma la objetividad, en la cual únicamente es capaz y digna de ser la realidad tarse tienen como punto de partida y resultado este elemento sustancial y válido
efectiva de la idea. Esta forma de la universalidad en la que ha resultado la elabora- universalmente. La racionalidad, tomada abstractamente, consiste en la unidad y
ción y transformación de la particularidad, constituye asimismo la intelectualidad, compenetración de la universalidad y la individualidad. En este caso concreto
por la cual la particularidad se transforma en el verdadero ser por sí de la indivi- es, según su contenido, la unidad de la libertad objetiva, es decir la voluntad uni
dualidad. Al darle a la universalidad el contenido que le da plenitud y su infinita au- versal sustancial, y la libertad subjetiva, o sea el saber individual y la voluntad
todeterminación, es ella misma en la eticidad como subjetividad libre que existe in- que busca sus fines particulares. Según su forma es por lo tanto un obrar que se
finitamente por sí. Ésta es la perspectiva que revela a la cultura como momento determina de acuerdo con leyes y principios pensados, es decir, universales.
inminente de lo absoluto y expresa su valor infinito. Esta idea es el eterno y necesario ser en y por sí del espíritu. Ahora bien, cuál sea
o haya sido el origen histórico del estado en general o de un estado particular, de
Agregado. Con la expresión hombre culto se puede designar en primer lugar a aquellos que sus derechos y disposiciones, si han surgido de relaciones patriarcales, del mie
Pueden hacer todo lo que otros hacen y no presumen de su particularidad. El hombre muestra en
cambio su incultura cuando no se rige por las propiedades universales del objeto. En relación con
do o la confianza, de la corporación, etcétera, y cómo ha sido aprehendido y se
otros, la persona inculta se ofende fácilmente, pues es negligente y no tiene ninguna reflexión para ha afirmado en la conciencia aquello sobre lo que se fundamentan tales derechos
sentimientos del otro. No quiere herir a los demás, pero su comportamiento no concuerda con su _ como algo divino, como derecho natural, contrato o costumbre—, todo esto
376 EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN SUS TEXTOS
GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL 377
no incumbe a la idea misma del estado. Respecto del conocimiento científico, en la exposición todo pensamiento y mantener así la totalidad en una sola pieza ca-
que es de lo único de que aquí se trata, es, en cuanto fenómeno, un asunto histó- rente de pensamiento. De esta manera desaparece la confusión y la molestia que de-
rico; respecto de la autoridad de un estado real, si ésta se basa en fundamentos, bilitan la impresión que causa una exposición cuando entre lo contingente se mezcla
éstos son tomados de las formas del derecho válidas en él. A la consideración fi- una alusión a lo sustancial, entre lo meramente empírico y exterior un recuerdo de lo
losófica sólo le concierne la interioridad de todo esto, el concepto pensado. En la universal y racional, evocando así en la esfera de lo mezquino y sin contenido lo más
investigación de este concepto, Rousseau ha tenido el mérito de establecer como elevado, lo infinito. Esta exposición es sin embargo consecuente, pues al tomar
principio del estado un principio que no sólo según su forma (como por ejemplo como esencia del estado la esfera de lo contingente, en vez de la de lo sustancial, la
el instinto de sociabilidad, la autoridad divina), sino también según su conteni- consecuencia que corresponde a semejante contenido es precisamente la total incon-
do, es pensamiento y, en realidad, el pensar mismo: la voluntad. Pero su defecto secuencia de la falta de pensamiento que permite avanzar sin una mirada retrospec-
consiste en haber aprehendido la voluntad sólo en la forma determinada de la tiva y que se encuentra igualmente bien en lo contrario de lo que acaba de afirmar.
voluntad individual (tal como posteriormente Fichte), mientras que la voluntad
general no era concebida como lo en y por sí racional de la voluntad, sino como Agregado. El estado en y por sí es la totalidad ética, la realización de la libertad, y es un fin
lo común, que surge de aquella voluntad individual en cuanto consciente. La absoluto de la razón que la libertad sea efectivamente real. El estado es el espíritu que está presente
unión de los individuos en el estado se transforma así en un contrato que tiene en el mundo y se realiza en él con conciencia, mientras que en la naturaleza sólo se efectiviza como
lo otro de sí, como espíritu durmiente. Únicamente es estado si está presente la conciencia, si se sabe
por lo tanto como base su voluntad particular, su opinión y su consentimiento como objeto existente. Respecto de la libertad, no debe partirse de la individualidad, de la autocon-
expreso y arbitrario. De aquí se desprenden las consecuencias meramente inte- ciencia individual, sino de la esencia de la autoconciencia, pues esta esencia, sea o no sabida por el
lectivas que destruyen lo divino en y por sí y su absoluta autoridad y majestad. hombre, se realiza como una fuerza independiente en la que los individuos son sólo momentos. Es el
Llegadas al poder, estas abstracciones han ofrecido por primera vez en lo que camino de Dios en el mundo que constituye el estado; su fundamento es la fuerza de la razón que se
realiza como voluntad. Para concebir la idea del estado no es necesario observar estados e institucio-
conocemos del género humano el prodigioso espectáculo de iniciar completa-
nes determinados, sino considerar la idea misma, este Dios real. Todo estado, aunque según los prin-
mente desde un comienzo y por el pensamiento la constitución de un gran estado cipios que se poseen sea declarado malo o se reconozcan en él determinadas carencias, tiene en su in-
real, derribando todo lo existente y dado, y de querer darle como base sólo lo terior los momentos esenciales de su existencia, especialmente si pertenece a los estados civilizados
pretendidamente racional. Pero, por otra parte, por ser abstracciones sin idea, de nuestra época. Porque, dado que es más fácil encontrar fallas que concebir lo afirmativo, se suele
han convertido su intento en el acontecimiento más terrible y cruel. Contra el caer en el error de detenerse en aspectos singulares y olvidar el organismo interno del estado. El es-
tado no es un producto artificial sino que se halla en el mundo, y está por lo tanto en la esfera del ar-
principio de la voluntad individual hay que recordar que la voluntad objetiva es bitrio, la contingencia y el error, por lo cual un mal comportamiento puede desfigurarlo en muchos
en su concepto lo en sí racional, sea o no reconocida por el individuo y querida aspectos. Pero incluso el hombre más despreciable, el delincuente, aunque sea un enfermo y un in-
por su arbitrio particular. Su opuesto, el saber y el querer, la subjetividad de la li- válido, no por eso deja de ser un hombre viviente; lo afirmativo, la vida, existe a pesar de las caren-
bertad, que en aquel principio es lo único que quiere ser mantenido, contiene cias. De este aspecto afirmativo es de lo que aquí se trata.
sólo un momento, por lo tanto unilateral, de la idea de la voluntad racional, que
sólo es tal si es en sí al mismo tiempo que por sí. También se opone al pensa- § 259. La idea del estado: a) tiene una realidad inmediata y es el estado in-
miento que aprehende al estado en el conocimiento como algo por sí racional, el dividual en cuanto organismo que se refiere a sí; tiene su expresión en la consti-
tomar la exterioridad del fenómeno —lo contingente de las necesidades, la falta tución y el derecho político interno.
de protección, la fuerza, la riqueza, etc.— no como momentos del desarrollo his- b) Pasa a la relación del estado individual con otros estados, lo cual se ex
tórico sino como la sustancia del estado. También en este caso es la singularidad presa en el derecho político externo.
del individuo la que constituye el principio del conocimiento, sólo que aquí no c) Es la idea universal como género y como poder absoluto frente a los es
es ya el pensamiento de esa singularidad, sino, por el contrario, la singularidad tados individuales, el espíritu que se da su realidad en el proceso de la historia
empírica, según sus propiedades accidentales, su fuerza o debilidad, su riqueza o universal.
pobreza, etcétera. Esta ocurrencia de pasar por alto lo por sí infinito y racional Agregado. El estado real es esencialmente un estado individual y, además, un estado particu-
que hay en el estado y eliminar el pensamiento en la captación de su naturaleza lar. Hay que distinguir la individualidad de la particularidad: aquélla es un momento de la idea del
interna, no se ha presentado nunca de manera tan pura como en la Restauración estado, mientras que la particularidad corresponde a la historia. Los estados, como tales, son inde-
de la ciencia del derecho de von Haller. De un modo puro porque en todos los pendientes unos de otros, y su relación sólo puede ser por lo tanto exterior, por lo que tiene que ha-
ber por encima de ellos un tercer elemento que nos una. Este elemento es el espíritu, que se da rea-
intentos de aprehender la esencia del estado, por muy unilaterales y superficiales lidad en la historia universal y se constituye en juez absoluto de aquéllos. Diversos estados pueden
que sean los principios que se utilicen, el mismo propósito de concebir el estado confederarse y erigir un tribunal que de cierto modo esté por encima de ellos, pueden realizarse
implica servirse de pensamientos, de determinaciones universales, pero aquí no uniones entre estados, como, por ejemplo, la Santa Alianza: pero todo esto, lo mismo que la paz
sólo se renuncia conscientemente al contenido racional que constituye el estado perpetua, no puede dejar de ser relativo y limitado. El único juez absoluto que siempre hace valer
sus fueros contra lo particular, es el espíritu en y por sí, que se expone en la historia del mundo
y a la forma del pensamiento, sino que además se ataca a ambos con un ardor como universal y como el género efectivamente activo.
apasionado. Esta Restauración debe parte del difundido efecto que según von
Haller tienen sus principios, a la circunstancia de que su autor ha sabido suprimir [...]

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