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Acueductos romanos

en España
Carlos Fernández
Casado

Consejo Superior de
Investigaciones Científicas
Acueductos
romanos en España
Carlos Fernández Casado

Textos Universitarios · 42

Esta segunda edición del libro Acueductos Romanos en España sale a la luz 36 años después de la pri­
mera, que publicó el Instituto Eduardo Torroja a partir de seis artículos aparecidos en la revista Informes
de la Construcción , entre los años 1968 y 1972. La edición se hizo m ediante una tirada adicional de los
artículos de la revista, que se reunieron posteriorm ente para com poner el libro; por ello, no estaba pagi­
nado y no tenía índices. H oy en día este libro es un clásico de la Ingeniería Romana en España.
El libro de Acueductos se inició después del de Puentes romanos, y se terminó antes. Los seis artículos que
lo forman se publicaron en cuatro años. Es por ello un libro más homogéneo en todo su desarrollo que el de
Puentes romanos. Es el prim er estudio sistemático de los acueductos romanos españoles, y en su m om ento
trató de ser exhaustivo.
La razón que llevó a su autor a parar el libro de los Puentes romanos y concentrarse en el de Acueduc­
tos fue el encargo que le hizo el M inisterio de Obras Públicas de redactar el «Proyecto de Reparación y
Consolidación del Acueducto de Segovia», que se term inó en 1 9 6 7 y al que dedicó mucho tiem po y esfuer­
zo. Este proyecto le llevó a estudiar todos los acueductos rom anos españoles conocidos en ese m om ento,
y el estudio se incluyó en dicho proyecto. Posteriorm ente dio lugar a los artículos que form aron el libro.
El epilogo de este libro se refiere precisamente a las obras correspondientes al m encionado proyecto del
acueducto de Segovia, a cuya asistencia a la dirección de obra dedicó también m ucho tiem po y esfuerzo.
En él se reflejan las polémicas que se desataron po r la intervención realizada en el acueducto, com o ocu­
rre siempre que se interviene en una obra histórica de la im portancia del Acueducto de Segovia, declarado
Patrim onio de la H um anidad en 19 8 5 .
Dado el peculiar origen del libro, se ha tratado en esta nueva edición de reproducir lo más fielm ente
posible la prim era, es decir, hacer prácticamente un fascímil de ella. Sin embargo, problemas de edición
han llevado a introducir cambios de form ato y composición, e incluso de organización de capítulos, pero
siempre con la idea de reproducir lo más fielmente posible el trabajo del autor, tanto en el texto com o en
la expresión gráfica.
Pensamos que este libro, a pesar de los años transcurridos desde su publicación, sigue siendo un refe­
rente básico para el estudio de los acueductos rom anos españoles.

Leonardo Fernández Troyano


Carlos Fernández Casado

Acueductos romanos
en España

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS


M A D R ID , 2 0 0 8
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Segunda edición

Catálogo G eneral de Publicaciones Oficiales


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© De la presente edición: CSIC


© Herederos de Carlos Fernández Casado

ISBN: 9 7 8 -8 4 -0 0 -0 8 7 0 7 -4
Ñ IPO: 6 5 3 -0 7 - 1 2 6 -7
Depósito legal: M . 4 4 .0 8 6 -2 0 0 8

Edición al cuidado de Ediciones D oce Calles, S. L.

Com posición: Távara, S. L.


Fotomecánica: Távara, S. L.
Impresión: Gráficas M uriel, S. A.
Encuadernación: Ramos, S. A.
índice

P resentación de la segunda e d ic ió n .................................................... 9


P ró lo g o ........................................................................................................... 11

C a p ítu lo I
Los acueductos ro m a n o s ......................................................................... 17
Los acueductos de los romanos ........................................................... 17
Acueductos de la ciudad de R om a....................................................... 18
Acueductos españoles............................................................................ 23
Acueductos en otras provincias rom anas............................................ 27
Documentos relativos a los acueductos romanos en general........... 28

C ap ítu lo II
A cu ed u cto de T a rra g o n a ......................................................................... 29
Conducción de aguas............................................................................. 29
Historia..................................................................................................... 29
Descripción.............................................................................................. 31
Problemas arqueológicos........................................................................ 40
Problemas ingenieriles........................................................................... 44
Problemas estéticos................................................................................ 47
Documentos relativos al acueducto de Tarragona ............................ 49

C ap ítu lo III
A cu ed u cto de S e g o v ia .............................................................................. 53
Introducción ........................................................................................... 53
Descripción.............................................................................................. 56
Historia del acueducto .......................................................................... 63
Problemas arqueológicos........................................................................ 88
Problemas ingenieriles........................................................................... 94
Problemas estéticos................................................................................ 104
Documentos relativos al acueducto .................................................... 106

C ap ítu lo IV
A cu ed u cto de M é r id a ............................................................................... 117
Conducciones.......................................................................................... 117
Descripción de los acueductos ............................................................. 126
Problemas arqueológicos........................................................................ 137
Problemas ingenieriles........................................................................... 143
Problemas estéticos ................................................................................ 150
Documentos relativos al acueducto .................................................... 152

C a p ítu lo V
A cu ed u cto de S e v illa ................................................................................ 159
C ondu cción............................................................................................ 159
Descripción del acueducto.................................................................... 160
H istoria..................................................................................................... 170
Problemas arqueológicos........................................................................ 175
Problemas estéticos ................................................................................ 177
Documentos relativos al acueducto.................................................... 181

C a p ítu lo VI
A cu ed u ctos de Itá lic a ................................................................................ 187
Acueductos de A lm uñécar.................................................................... 189
Conducción de aguas a G ran ad a......................................................... 198
Acueductos de Baelo .............................................................................. 200
Acueducto de Gades............................................................................... 202
Documentos relativos a los acueductos.............................................. 204

C a p ítu lo VII
O tro s a c u e d u c to s ...................................................................................... 207
Acueducto de Toledo.............................................................................. 207
Acueducto de Barcelona........................................................................ 219
Acueducto de A lcanadre........................................................................ 230
Acueducto de Pineda.............................................................................. 238
Acueducto de Sad ab a............................................................................. 243
Acueducto de Chelva ............................................................................ 244
Acueducto de Valencia de A lcántara................................................... 248
Documentos relativos a los acueductos .............................................. 253

C a p ítu lo VIII
C o n c lu s io n e s ............................................................................................... 257
Resumen de las conclusiones obtenidas en este trabajo................... 257
Acueducto de Tarragona........................................................................ 255
Acueducto de Segovia............................................................................ 259
Acueductos de Almuñécar y Baelo....................................................... 260
Acueductos de Barcelona..................................................................... 261
Acueductos de M érida.......................................................................... 262
Acueducto de Toledo.............................................................................. 264
Acueductos de Sevilla e Itálica............................................................ 264
Acueductos de Valencia de Alcántara, Pineda y A lcanadre............. 266
Epílogo pragm ático................................................................................ 266
í n d ic e s ........................................................................................................... 275
Presentación de la segunda edición

Esta segunda edición del libro Acueductos Romanos en España sale a la luz 36 años des­
pués de la primera, que publicó el Instituto Eduardo Torroja a partir de seis artículos
aparecidos en la revista Inform es de la Construcción , entre los años 1968 y 1972. Hoy
en día este libro es un clásico de la Ingeniería Romana en España.
La primera edición se hizo mediante una tirada adicional de los artículos de la
revista, que se reunieron posteriormente para componer el libro; por ello, no estaba
paginado y no tenía índices.
El libro de Acueductos se inició después del de Puentes romanos , y se terminó antes.
Los seis artículos que lo forman se publicaron en cuatro años. Es por ello un libro más
homogéneo en todo su desarrollo que el de Puentes romanos. Es el primer estudio siste­
mático de los acueductos romanos españoles, y en su momento trató de ser exhaustivo.
La razón que llevó a su autor a parar el libro de los Puentes rom anos y concentrar­
se en el de A cueductos fue el encargo que le hizo el Ministerio de Obras Públicas de
redactar el «Proyecto de Reparación y Consolidación del Acueducto de Segovia», que
se terminó en 1967 y al que dedicó mucho tiempo y esfuerzo. Este proyecto le llevó
a estudiar todos los acueductos romanos españoles conocidos en ese momento, y el
estudio se incluyó en dicho proyecto. Posteriormente dio lugar a los artículos que for­
maron el libro.' El epilogo de este libro se refiere precisamente a las obras correspon­
dientes al mencionado proyecto del acueducto de Segovia, a cuya asistencia a la direc­
ción de obra dedicó también mucho tiempo y esfuerzo. En él se reflejan las polémicas
que se desataron por la intervención realizada en el acueducto, como ocurre siempre
que se interviene en una obra histórica de la importancia del Acueducto de Segovia,
declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Dado el peculiar origen del libro, que es una recopilación de artículos de una revis­
ta lo que le da un carácter singular, se ha tratado en esta nueva edición de reprodu­
cir lo más fielmente posible la primera, es decir, hacer prácticamente un fascímil de
ella. Sin embargo, problemas de edición han llevado a introducir cambios de forma­
to y composición, e incluso de organización de capítulos, pero siempre con la idea
de reproducir lo más fielmente posible el trabajo del autor, tanto en el texto como en
la expresión gráfica.
Una labor importante que ha sido necesario realizar para esta nueva edición, ha sido
la recuperación de la documentación grafica del libro, a partir de los archivos de foto­
grafías del autor. Agradecemos a Amaya Sáenz Sanz su dedicación a este trabajo que ha
permitido encontrar la mayoría de los originales utilizados en la primera edición.
También agradecemos la labor realizada por Pedro M. Sánchez Moreno, maque-
tador de esta nueva edición que, además de hacer un excelente trabajo, sus investiga­
ciones nos han permitido también recuperar originales de grabados.
Pensamos que este libro, a pesar de los años transcurridos desde su publicación,
sigue siendo un referente básico para el estudio de los acueductos romanos españoles.

Leonardo Fernández Troyano

9
Prólogo

Se reúnen aquí seis artículos publicados en la revista Inform es d e la Construcción a par­


tir del mes de enero de 1968. El tema había sido preocupación mía desde muchos
años atrás, por haber realizado trabajos de ingeniería en las cercanías de alguno de los
acueductos, y ya en 1949 había publicado en Archivo Español d e Arqueología un artí­
culo sobre la «conducción de aguas romana de Sexi (hoy Almuñécar)». Recientemen­
te he tenido una actuación intensa y directa en la restauración y consolidación del
acueducto de Segovia, obra que ha tenido buena y mala prensa, más mala que buena,
pero que se desarrolla actualmente por sus pasos previstos y contados en el proyecto
correspondiente.
Al reunir estos artículos, cuyo texto no ha sufrido modificación, la dirección de
la revista me pide un prólogo de presentación, y como su aparición uno a uno ha sido
premiosa e irregular por culpa exclusivamente mía, quiero para remate demorar lo
menos posible este encargo, dando descanso a los realizadores de la revista en el esfuer­
zo continuado de empujar a los autores hacia la letra de molde.
Por estos motivos he utilizado un trabajo en curso, aprovechando el acueducto
romano, que se caracteriza por su sencillez magnífica, resultando ejemplar para el
planteamiento de cómo abordar del modo más general las relaciones del hombre con
una obra artística, aunque refiriéndonos de origen a la obra arquitectónica. Partimos
del supuesto, que por ahora dejamos como tal, de la existencia en todo acto huma­
no de una raíz estética sea el acto teórico, práctico o poyético. Distinguimos en lo artís­
tico de la obra lo estético, lo cual en cierto modo es revalorizar la etimología de los
términos, y damos a lo estético su carácter más general, ya que, en nuestro supuesto,
si lo estético no aparece en la obra es que se ha malogrado, o resulta tan reducido que
ha quedado oculto por otros aspectos. Y esta consideración nos encauza en el méto­
do preciso para abordar la cuestión que nos hemos planteado, pues vamos a analizar
los aspectos de toda obra arquitectónica, teniendo a la vista nuestro acueducto, es
decir, poniéndolo, en frente com o ob-jec-tum , o mejor, p on ién don os nosotros ante él.
La premura a que hacemos alusión al comenzar va a acentuar el carácter de provisio-
nalidad de los resultados, ya que nuestra meta lejana es nada menos que obtener un
cuestionario para poner a prueba las distintas teorías que tratan de la estética de la
Arquitectura y quizás llegar a unas ciertas precisiones en la esencia de la cosa estéti­
ca. Para esto se necesitaría llegar en nuestro análisis a desgajar sus distintos aspectos
utilizando las coyunturas naturales, de tal modo que cobren una cierta independen­
cia, pero no en abstracción, lo cual requiere insistir en rodeos cada vez más apreta­
dos, aunque no es nada perjudicial, que el primero se ciña a la presión de cierta urgen­
cia, pues las deficiencias e inexactitudes que son irremediables pueden tener siempre
rectificación posterior sin consecuencias lamentables, vivencia ésta muy grata para un

11
Acueductos romanos en España

constructor de estructuras, donde el rectificar después de una realización no es tan


sencillo.
El primer aspecto con que nos aparece la obra es como objeto físico : amontona­
miento ordenado de piedras regularizadas que no son volúmenes sino masas que
pesan. Es preciso destacar desde el principio esta cualidad física del pesar, para tener­
la en cuenta no como cualidad negativa, servidumbre de lo arquitectónico, sino como
cualidad positiva de encaje en lo cósmico, donde la obra queda sometida a las accio­
nes meteóricas y regida por las leyes físicas, pero además en relación d e h om ogen eidad
con lo humano. Tenemos un cuerpo y la obra tiene corporeidad y también nos regu­
lan las leyes físicas. En este mismo sentido tenemos otra condición impuesta por la
obra al desarrollarse en tres dimensiones, que nos obligan a compenetrarnos con ella,
desplazándonos en torno y dentro para aprehenderla adecuadamente, pues entonces
las longitudes se covierten en distancias y los ritmos de sus volúmenes vibran al ade­
cuarse al tiempo de nuestro caminar. La obra arquitectónica no es perspectiva, ni
siquiera una superposición infinita de ellas con gradación de importancia, hay un
aspecto físico único donde está la unidad total de la obra.
Y esta unidad es además de total, previa, pues si particularizamos en la realidad
física de la obra nos vamos a encontrar que nuestra obra arquitectónica es un objeto
artificial, lo cual para un griego sería una cualidad perturbadora, pero a nosotros nos
va a proporcionar un aspecto positivo. La obra no emergió por naturaleza sino que
debe su existencia a un plan, un principio aparte de la fisis, que estuvo en la mente
del hombre que la proyectó imaginando todas sus cualidades físicas, entre las cuales
su geometría, que incluso pudo haberla definido en su iconografía representada en
planos. Esta geometría previa es el objetivo de nuestra contemplación desde diversas
perspectivas, pues es preciso que nos adueñemos de la corporeidad de la obra, la cual
se nos puede escapar diluida en superficies externas y volúmenes interiores. En el caso
del acueducto, la corporeidad manda y se destaca rotundamente.
La obra ha ido siendo fin a lid a d primero, intención después y por último térm ino
de un acto poyéctico colectivo, entre cuyos participantes se destacan el promotor y
creador o inventor de la misma, y este aspecto de la potencialidad que se actualiza
debe estar siempre presente en nuestra relación con ella. Este status nacens debe actua­
lizarse en la recreación por parte del contemplador que la disfrute, pues la obra pone
en comunicación humana a ambos personajes, pudiendo el segundo de ellos ser el
mismo, en general los mismos, para los cuales fue destinada, o bien cambiar por ser
distinta la utilidad que les reporta.
Queremos insistir sobre este caracter de utilidad que aparece esencial en la obra
de arte, pues normal y arbitrariam ente se escamotea, dándole un tono negativo y
enfrentándole con el disfrute estético como incompatibles y contrarios. Toda produc­
ción estética de cierta envergadura, sea pictórica, escultórica, y no digamos arquitec­
tónica, ha sido encargada a su autor mediante contrato más o menos formal que regu­
la un estipendio; así pasó con «La Cena», de Leonardo, o con el «Moisés», de M iguel
Angel, y aun cuando el autor se permita el lujo de producirla por su cuenta, lo cual
es fácil por ejemplo, en la obra literaria siempre es de una utilidad presente o futura
para él mismo. En último término, la utilidad puede estar en el ejercitarse o en el

12
Prólogo

13
Acueductos romanos en España

considerarse único propietario de su obra. No hay necesidad de recurrir a la visión


actual de las buenas inversiones que son las adquisiciones de obras artísticas. Pero
mirando sin prejuicios resulta más útil un templo que un acueducto, pues sin el
empleo lujoso del agua que éstos transportan se ha pasado la humanidad durante una
gran parte de su existencia, pero desde sus primeros tiempos ha tenido necesidad de
construcciones culturales para ponerse en relación con la divinidad.
Decíamos que la obra de arte establece necesariamente una comunicación huma­
na que se desarrolla a lo largo del tiempo, teniendo así realidad histórica y como tal
abierta siempre hacia el futuro para sucesivos enriquecimientos por las generaciones
que van pasando por ella, pero también a la destrucción por las acciones meteóricas
y el vandalismo de sus utilizadores que la convierten en objeto de uso indebido, hasta
el caso extremo de convertir sus sillares en cal para nuevas construcciones. Esta menes-
terosidad de la obra nos obliga a cuidarla, intervenir para compensar la pérdida de
cualidades resistentes; en lo mínimo asegurar su estabilidad, que es la últim a expre­
sión de su corporeidad, como también la nuestra estar en pie, pues en horizontalidad
reposaremos bajo la tierra. En nuestra intervención máxima podemos devolverle su
prístina realidad, como es el caso en la Stoa de Atalo en Atenas, donde se ha restitui­
do el monumento a sus condiciones iniciales, permitiéndonos sumergirnos en el
ambiente material inmediato de los griegos que la utilizaban. A pesar de las protes­
tas de los detractores de esta obra, que son los más entre los que opinan de ella, cree­
mos que es el esfuerzo más logrado para acercarnos a los griegos, recogiendo un aspec­
to por mínimo que sea de la ciudadanía de Atenas, que es el modo más auténtico de
reconquistar nuestro pasado.
La comunicación se establece porque el autor se expresa en su obra, ésta es en parte
un autorretrato, y queda en ella como el faraón en su tumba, acompañado de repre­
sentaciones de las cosas que la han rodeado en vida, pero estas representaciones son
simbólicas y es preciso una hermenéutica para descifrar el m ensaje que nos transmi­
ten, tanto más difícil cuanto más alejados estemos de su origen. Es preciso un gran
esfuerzo intelectual para captar el contenido que hay depositado en las formas, en los
símbolos, en los detalles decorativos. El idioma en que están escritos precisa de una
semántica y una semiótica complicada. Se ha dicho siempre que la Arquitectura es el
arte que refleja de modo más fiel el espíritu d e una época y esto aparentemente está en
contradicción con la rigidez de su materia y con la abrumadora cantidad de medios
materiales que hay que movilizar en energía y dinero, por ejemplo, para plasmar cual­
quier obra. Pero precisamente tenemos aquí una nueva relación de homogeneidad
con nosotros mismos, la disyunción fondo-forma que desde distintos aspectos apa­
rece en la evolución de la Estética novecentista y perdura en la del presente siglo, hay
que desterrarla al ponerla en correlación con nuestra unidad funcional de alma y cuer­
po. Y esto refuerza lo que ya habíamos advertido, el homogeneizarnos con la obra a
través de las leyes físicas que sirven para ésta y para nuestro propio cuerpo, pues en
el esforzarse del hombre para llegar desde la concepción de la idea a su materializa­
ción definitiva, moviliza una energía que pone en tensión su ánimo, tensión que sólo
se aquieta en el logro definitivo, y éste es precisamente el equilibrio entre fuerzas mate­
riales, consustancial a lo arquitectónico. Obtenemos por un lado equilibrio de la

14
Prólogo

materia y por otro serenidad en el ánimo, habiendo traspasado algo biológico nues­
tro a lo cósmico.
La obra permanece y queda ofrecida a nuestros sentidos: al de la vista, que puede
apreciar sus líneas, superficies y volúmenes, y en colaboración con el del tacto su cor­
poreidad, al sentido del equilibrio que coteja su estabilidad, al kinestésico que regu­
lará nuestros recorridos de penetración, que nos llevarán si hay compenetración a una
cenestesia positiva. La arquitectura es el arte que más sentidos ejercita, primero su
autor ha de «poner sus cinco sentidos» en tensión para moldear imaginativamente la
obra, y lo mismo ha de hacer el contemplador si quiere aprehenderla plenamente.
Nos aparece otra vez la relación intersubjetiva y ahora de modo más próximo ponien­
do en relación directa los órganos sensoriales de ambos, los del creador preparan los
campos perceptivos, para que pueda captarlos el contemplador recreando la obra en
su totalidad. Pero en la obra no se depositan sentimientos, los cuales brotan en cada
ocasión de las percepciones encauzadas por la inteligencia semiente llegándose así a
un consentimiento indirecto, lo cual, entre otras cosas, invalida la teoría estética de
la empatia (einfühlung), con sus refluencias sucesivas desde el espectador a la obra y
de ésta, que no puede retener sentimientos, al espectador.
Creemos que el consentimiento estético entre autor y espectadores inagotables,
está montado sobre la estructura elemental del mecanismo humano de impresión-
expresión que condujo espontáneamente a la obra dando además su fruición inicial
del creador de'algo real, y después cada vez que lo expresado en la obra produce
impresión estética en un espectador, a ésta le acompaña la fruición correspondiente
a haber aprehendido una realidad. Esta realidad física artificial que es la obra resulta
así fuente inagotable de estos sentimientos de placer y dolor como los calificaría Kant,
donde el contemplador se sumerge con una satisfacción desinteresada, exenta de ape­
tito como corresponde a una finalidad sin fin.
Sirva este prólogo, que es de un trabajo sobre acueductos de puente, nunca tan
ceñida la metáfora, hacia futuras aclaraciones y aplicaciones del programa que enun­
cia, previa la corrección de sus deficiencias e inexactitudes. Y quiero terminar dando
las gracias a los Editores de la Revista por su consumada paciencia, a todos los que me
han suministrado datos y fotografías, en especial a mi amigo el profesor García Belli­
do, que me ha puesto en la pista de algunos de los acueductos, y a Xavier Zubiri cuya
amistad y magisterio son mis dos más firmes pilares para edificar en lo teórico.

15
Vista en escorzo del
acueducto del diablo o
de las Ferreras
I

Los acueductos romanos

Los acueductos de los romanos

El tema del puente romano se enriquece al considerar las obras de fábrica que en las
conducciones de agua (ductionis aquaej soportan el canal sobre el terreno mediante arca­
das (arcuationibus), obras que denominamos acueductos, tomando el sentido estricto
de la palabra, que también puede aplicarse a toda la conducción en sentido general.
Esta especialidad del puente: el acueducto, es típicamente romano, y no sólo porque
surge en Roma como solución a problemas planteados por primera vez en su suelo, sino
porque representa una de las realizaciones donde el genio romano se manifiesta de un
modo más cumplido, siendo, por un lado, eficaz instrumento para el logro de sus obje­
tivos inmediatos más propios, y por otro lado, meta perfecta a la necesidad de todo pue­
blo de encontrar una expresión propia a través de las artes plásticas.
Anteriormente, en Oriente y Grecia, se había resuelto el problema de la conduc­
ción de aguas para abastecimiento de ciudades y para desagüe de lagunas. Los roma­
nos heredaron las técnicas correspondientes de estos pueblos, así como las de sus ante­
cesores los etruscos, y las aplicaron primero para el segundo fin de los indicados, en
desagüe de terrenos pantanosos y en el de saneamiento de su propia ciudad. De los
artificios que hoy día empleamos en la construcción de abastecimientos, poseían
desde el principio el canal a nivel superficial o enterrado en galería, y después el sifón
que fue invención de los griegos. El acueducto sobre arcadas que se repiten monóto­
namente a cientos y hasta más de un millar, fue la invención romana.
El problema del acueducto aparece cuando ya están resueltos los del puente y los
del arco honorífico o triunfal, y toman de aquél la repetición del motivo y de éste la
verticalidad y monumentalidad solemne. A su vez, el acueducto reacciona sobre el
puente, imponiéndole la rasante horizontal que el agua exigió a su coronación, rom­
piendo con la geometría ritual de simetría a dos vertientes y, en consecuencia, con la
variabilidad de luces de los arcos, estableciendo la igualdad de todos ellos, lo cual
tiene su virtud en el aspecto constructivo.
En una construcción utilitaria y rural, consiguen una realización monumental e
imperial que expresa del modo más adecuado el poderío de Roma, manifestando en
la propia capital la grandeza de sucesivos pretores y emperadores en competencia, y
manifestando en las otras ciudades del imperio el dominio contundente de la metró­
poli. En el presente, a distancia de casi veinte siglos, algunos sirven todavía; otros
están en perfecta integridad, aunque el agua no circula por su caja, y otros ostentan
la dignidad de sus ruinas, mostrando la potencia de esta civilización mediterránea,
toda ella orden y claridad.

17
Acueductos romanos en España

Símbolo típico de una cultura urbana, enlaza el río, lo más salvaje y potente de la
naturaleza, con la ciudad, donde el agua, dominada, permite a sus habitantes satisfa­
cer una gama importante de necesidades primarias: la bebida, el baño, el disfrute de
las fuentes, da energía a la industria artesana, etc.
La monótona repetición de las arcadas del acueducto con sus pilares en procesión
permanente de servidores que aportan la ofrenda del agua, siempre en vela, como el
estado romano protector de sus súbditos. En este ritmo unísono de marcha militar,
los pilares son centinelas perpetuos que se repiten el santo y seña, servicio del campo
a la ciudad y, al mismo tiempo, imposición de la ciudad sobre el campo y, en defini­
tiva, servicio e imposición del estado a sus ciudadanos.
Se dice que la ruina de los acueductos de Roma motivó el abandono de las vivien­
das sobre las colinas, y Lyon, una gran urbe en época romana, se empobreció hasta casi
desaparecer en la Edad Media, a causa de la ruina de sus acueductos, cuando las inva­
siones de los bárbaros al comenzar el siglo III. Suerte parecida tuvieron otros acueduc­
tos, y sólo los árabes renuevan esta cultura del agua, restaurando algunos acueductos
inutilizados por la acción del tiempo y más por el vandalismo de los hombres. Tam­
bién construyen algunas conducciones, aunque de mucha menos envergadura. Hasta
los tiempos actuales no se ha llegado a realizaciones con análogo empeño al de los roma­
nos, siendo ejemplar para esto el caso del abastecimiento de Toledo, donde se ha cerra­
do recientemente un ciclo completo de soluciones al problema, con la traída romana
del Guadalerzas, rueda elevadora árabe, artificio de Juanelo renacentista, aguadores con
borriquitos modernos, y nuevo abastecimiento del agua con presa de embalse, conduc­
ción en canal, acueductos y depósito terminal como en la primitiva romana.
Además de su fidelidad a lo romano, dándonos una muestra auténtica de lo que
hicieron y, por consiguiente, lo que fueron estos antepasados, y exigiéndonos, por
tanto, un esfuerzo para comprenderlos en esta manifestación de su arte por excelen­
cia, la arquitectura, nos dan también una primera lección de estética, adquiriendo así
universalidad y, por consiguiente, actualidad. Desde nuestro punto de vista de inge­
nieros, esta actualidad es verdaderamente vital y básica para orientarnos en una mejor
comprensión de nuestra profesión, y precisamente ahora, cuando las máquinas elec­
trónicas nos dejan sin trabas hacia lo verdaderamente esencial de nuestra labor.
La serie de acueductos españoles constituye una verdadera selección de ejempla­
res representativos en la evolución del tipo, y van a ser preciosos para intentar este
enfoque estético de la arquitectura desde sus raíces más fuertes y sencillas.

Acueductos de la ciudad de Roma

Casi todas las conducciones de agua de la ciudad de Roma, que eran doce en total,
llevan el nombre del cónsul o emperador bajo cuyo mandato se construyeron o se
reconstruyeron con grandes reformas. En las restantes, es la fuente o el río de donde
toman el agua la que califica la conducción.
Por orden cronológico son: Aqua Appia, Anio Vetus, Aqua Marcia, Aqua Tépu-
la, hasta aquí de época republicana; después: la Julia, Aqua Vérgine y Aqua Alsietina,

18
Capítulo I. Los acueductos romanos

del imperio de Augusto; a continuación: la Claudia, y


el Anio Novus, durante Claudio; la Trajana, del empe­
rador español; y la Alejandrina, de Alejandro Severo.
La primera de estas conducciones es la Appia, que se
construye en 312-311 a. C., siendo censor Appio Clau­
dio, el mismo que da nombre a la Vía Appia. Tenía
16.561 m (11.130 pasos) con un solo acueducto de 90 m
en la llegada a Roma, cerca de la puerta Capena.
La segunda conducción es la del Anio Vetus, del
año 272 a. C., construida con el botín de las guerras
contra Pirro. Tenía 63.640 m y se adaptaba completa­
mente al terreno, siguiendo la curva de nivel para evi­
tar obras elevadas. Existe un acueducto de dos pisos en
la zona media de la conducción, pero se construyó por
A rca d a s d e l a cu e d u c to Adriano, sustituyendo un largo contorneo.
te rm in a l de la A qu a M arcia,
una de e lla s co n refuerzo La tercera conducción es la Marcia, que debe su nombre al pretor Q. Marcius,
p o ste rior. S obre su caja, bajo cuyo mandato se llevó a cabo en el año 144 a. C. Totaliza 91.400 m y tiene un
restos de la de la T é p u la .
S egún (8) acueducto de 9.578 m sobre arcadas de luz 3,50 m y 15 dovelas, con pilares de 3 x 2,50 m,
todo de opus quadrata, con ligero almohadillado. Experimenta una reconstrucción
radical bajo Augusto, en el año 4 a. C., y otras dos bajo Tito y Caracalla. Las arcadas
se destruyeron en su mayor parte por Sixto V.

A rcos n e ro n ia n o s en
p ro lo n g a ció n de Aqua
C la u d ia . S egún (3)

19
Acueductos romanos en España

Las tre s co n d u c c io n e s
M a rcia , T é p u la y Ju lia
s u p e rp u e sta s en el
e m p a lm e de P orta T ib u rin a .
S egún (8)

R estos de las a rca d a s del


A qua Virgo. Según (8)

20
Capítulo I. Los acueductos romanos

R estos del a cu e d u c to
te rm in a l del A q u a C la u d ia La cuarta se denominó Aqua Tépula, construida en 125 a. C. con un recorrido
con los re fu e rzo s de la
subterráneo de 17.745 m. Esta es la última construcción de época republicana, pues
re sta u ra ció n de los Severos.
S u p e rp u e sto s los restos de la siguiente, que es la Julia, se llevó a cabo por Agripa, en 33 a. C., que, aunque al
su ca n a l y los de la A n io
principio fue prolongación de la anterior para recoger nueva fuente (la fons Giulia),
Novo. Según (3)
cuya agua se incorporó a la de aquélla, después abandonaron ambas la canalización
primitiva, construyéndose una nueva que llevaba el caudal total, si bien al llegar a
Roma se volvíán a separar, es decir, se hacía una partición en proporción de las apor­
taciones. En esta nueva traída, ambas conducciones superpuestas se montan sobre el
acueducto final de la Marcia, que como ya hemos indicado tenía 9.578 m.
Sigue a la anterior, en el mismo orden cronológico que venimos utilizando, el Aqua
Virgo, que se realizó también por Agripa, inaugurándose en el año 19 a. C., con reco­
rrido de 20.875 m, y una obra sobre arcadas de 1.036 m. Todavía, durante el imperio
de Augusto se hace una nueva traída de aguas, la Alsietina, con 32.814 m de recorri­
do y 530 en obra elevada, longitud que se repartía en acueductos aislados.
Tenemos después la Aqua Claudia, octava de las doce que aportaban sus aguas a
Roma en la última época del Imperio. Se empezó por Caligula, en el año 38 a. C., y
se terminó por Claudio, en el 52 d. C., con toda magnificencia, teniendo un acue­
ducto de 9.600 m que remataba los 68.680 m del recorrido total. Esta conducción fue
restaurada en múltiples ocasiones, la primera a los 30 años de servicio, por Vespasia­
no, y 10 años después, por Tito, aunque deben referirse a reparaciones en la zona alta
subterránea. El acueducto termina, con cerca de 10 km de arcadas sencillas, todo en
opus quadrata, ha dado fisonomía al paisaje de los alrededores de Roma en la zona
correspondiente, y ha sido objeto de sucesivas modificaciones con obras de refuerzo
en primera época, y de despojo vandálico después. Probablemente el miedo a la ruina
por los efectos de los terremotos, determinó un refuerzo m uy importante en época
de Tito, primero, y de Septimio Severo y Caracalla, después. La primera consistió en
el apeo de los arcos por otros interiores concéntricos, de fábrica de ladrillo, que redu­
cen notablemente la luz ya reducida de origen, ya que, además, la fábrica de ladrillo
se prolonga en pilastras adosadas a los pilares primitivos. Esto se complementó en
ciertas zonas mediante arcos inferiores de apeo que transforman la ordenación de un

21
Acueductos romanos en España

solo piso de arcadas en otra de dos pisos. En la segun­


da reforma, que corresponde a los Antoninos, se maci­
zó con obra de ladrillo en vano entero, dándose el caso
curioso en las ruinas actuales, que de la opus quadra­
ta queda sólo la impronta de sus sillares con su rústi­
co almohadillado en la oppus lateritia del relleno pos­
terior. En este acueducto es de gran interés un ramal
construido en tiempo de Nerón dentro de la urbe,
conocido por arcos neronianos o celimontanos, por­
que abastecían la zona próxima al monte Celio, ter­
minando en el templo de Claudio, con un recorrido
de unos 2 km en arcada simple y doble, trayecto que
hoy día está casi todo en pie. Este ramal se restauró en
R estos de a rcadas del
diversas ocasiones por los Severos y se prolongó hasta el Palatino de Domiciano, tam­ A qua Trajan en el va lle de
bién con doble arcada de ladrillo. En esta conducción hay, además, un acueducto de La Trave

arcadas dobles con cinco arcos superiores y tres inferiores, pero es de los Severos.
Empezada también por Caligula y terminada por Claudio, tenemos la conduc­
ción del Anio Novo, que se tomaba del mismo río Anio, calificándose entonces de
nueva ésta y de vieja la anterior, que ya hemos indicado. Tiene 86.876 m de longitud,
pero, en la zona final, su canal quedó superpuesto al de la Claudia, utilizando el
mismo acueducto terminal.
La conducción Trajana, para servir a la región Transtiberina, recogía tres aporta­
ciones con longitudes hasta de 11.700 m, y tenía luego trayecto único de 32.500 m.
La caja estaba construida en fábrica mixta de reticulada y ladrillo, y los acueductos,
que son siempre de pequeña altura, a excepción del que salva al Valle de la Trave, en
fábrica de ladrillo. El Aqua Alejandrina, que viene a continuación y es la última, se
debe al emperador Alejandro Severo, en 226 d. C. Tiene varios acueductos de arcos
elegantes en uno o dos pisos, como el del Valle de Marranella, con 52 arcadas.
A c u e d u c to de la c o n d u c c ió n
A qua A le xa n d ria n a . Según
(3)

22
Capítulo I. Los acueductos romanos

A partir de la construcción del ramal de la Claudia donde están los arcos neronia­
nos o celimontanos, todos los acueductos o reparaciones de los anteriores que se aco­
meten son de fábrica de ladrillo.
Con respecto a nuestro tema de los acueductos españoles, tiene interés el estu­
dio de los acueductos de la ciudad de Roma, que pueden servir de pauta cronológi­
ca para la fijación de la fecha en los nuestros, tan huérfanos por falta de documen­
tación. H ay que prescindir de los construidos durante la República, pues está claro
que en dicha época no iban a invertirse los caudales del erario público en beneficio
de ciudades en comarcas no incorporadas definitivamente. En cambio, durante el
Imperio, uno de los problemas que se plantearon en primera época fue este de la
incorporación, transformando las poblaciones rurales en urbanas, y uno de los
medios más eficaces fue el de proporcionarles las ventajas de este tipo de vida a tra­
vés de obras públicas utilitarias, de las cuales, la que más directamente afecta al ciu­
dadano, es la traída de aguas.
Tenemos así el recuerdo de los emperadores constructores, lo que nos da una
clave para proponer atribuciones en obras cuyos antecedentes directos se descono­
cen. Este criterio y el de las referencias directas de fábricas y detalles estilísticos de
las propias construcciones, son los únicos caminos para la cronometría de las mis­
mas. Además, cada país tiene su grupo de emperadores benévolos por diversas razo­
nes, la primera de las cuales es la cuna; así, en España tenemos a Trajano y Adriano;
el primero, además, gran constructor de obras públicas, y el segundo, un apasiona­
do de la arquitectura, a la que contribuyó directamente en los edificios y urbaniza­
ciones de la villa Adriana y en otras obras importantes, como el Panteón y el tem­
plo de Venus en Roma. En España tenemos también como favorecedor a Augusto,
que estuvo en ella cuando las guerras cántabras, que le ocuparon m uy personalmen­
te, pues con la terminación de las mismas inauguró su etapa de paz en el Imperio
(Pax Augusta).

Acueductos españoles

Para el estudio de los acueductos españoles no poseemos datos fidedignos ni referen­


cias de época que nos orienten en su cronología. Tenemos que recurrir, como acaba­
mos de indicar, a los métodos deficientes de las particularidades estilísticas y de exa­
minar las épocas favorables de protección imperial. Nos contentaremos con hacer una
ordenación sucesiva, complementada con hipótesis más o menos verosímiles para
referir al emperador correspondiente cada uno de ellos.
Vamos a estudiar con algún detenimiento nuestros cuatro acueductos monumen­
tales: Tarragona, Segovia y los dos de Mérida, Milagros y San Lázaro, de los cuales
hemos obtenido un cierto acopio de datos y referencias. Después trataremos el con­
junto m uy interesante de acueductos de Almuñécar, que se conservan útiles en la
actualidad, para dedicarnos como final a recoger todo lo que existe en la realidad y
en los libros de los de Sevilla, Toledo, Chelva, Barcelona, Granada, Calahorra, Cádiz,
Blanes, Ciudad Rodrigo, etc.

23
Acueductos romanos en España

La idea del acueducto de una sola fila de arcadas es repetir con regularidad monó­
tona el tema del puente con su bóveda sobre pilares, ya m uy afinados en éste, y más
al pasar a una construcción que no ha de sufrir los embates de la corriente. Incluso
se conserva en alguno de ellos el tema del arquillo auxiliar de aligeramiento de tím ­
panos. En cambio, el agua aquietada en la caja que lo corona exige la rasante hori­
zontal, que se impondría después al puente.
Esta necesidad de conseguir la horizontalidad al cruzar un barranco lleva al acue­
ducto de dos pisos e, incluso, al de tres, con la idea de nivelar por etapas, idea que
debió traducirse en el sistema constructivo de subrayar la horizontalidad al ir coro­
nando parcialmente la construcción en la cornisas de remate de pisos intermedios.
Así, tenemos en Tarragona y en Segovia, pero la idea fue evolucionando hasta termi­
nar subrayando la verticalidad, con lo cual los pilares ordenan todo el edificio, los
arcos quedan en segundo plano, y las cornisas de coronación de sus impostas se inte­
rrumpen entre cada dos pilares. Esto ocurre en los dos acueductos de Mérida, y espe­
cialmente en el de los Milagros, con sus pilares de planta cruciforme, que acentúan
sus contrafuertes de arriba abajo. Menos acentuado en el de San Lázaro, donde el piso
inferior sirve de basamento, todo de sillería toscamente almohadillada en arcos, enju­
tas y pilares, mientras que los pilares continúan de sillería para arriostrarse en el segun­
do piso por arcos de ladrillo. En el de los Milagros, sólo es de sillería un arco, el del
primer piso en el vano central de los tres que están dentro del cauce del río Albarregas,
cuyos pilares moldean basamentos con tajamares adosados en triángulo.
En los acueductos de Almuñécar tenemos las cuatro soluciones del problema que
se ordenan en el sentido descendente de la corriente, ya que en este mismo sentido
crece su altura.
El primer acueducto, el del Barranco de Torrecuevas, es un puente que soporta la
caja, con sus arcos de medio punto ligeramente alzados sobre el terreno, y los tímpa­
nos partidos por los arquillos de aligeramiento. El segundo que, con los restantes,
forma serie en tres barrancos sucesivos cada vez más profundos, es una fila de arcadas
con sus arcos y pilares escuetos; en el segundo de esta serie de arcos tienen la misma
luz, pero sus pilares son de mayor altura y quedan arriostrados por un nivel inferior
de arcos que se intercalan como si se hubieran añadido después por precaución ante
la excesiva esbeltez, mientras que en el último acueducto la parte inferior se nivela en
un primer piso que forma como un muro a su vez aligerado con arcos de luz menor,
sobre el que arrancan los pilares que soportan arcos de la luz normal, los cuales se con­
tinúan a ambos lados en arcadas directamente apoyadas sobre el terreno.
En los dos primeros acueductos mencionados, Tarragona y Segovia, tenemos el
mismo tipo de fábrica opus quadrata, asentada a hueso, sin núcleo interno de hormi­
gón ni conglomerante alguno entre los sillares, mientras que en los de M érida los
sillares, también asentados a hueso, dejan un espacio interno relleno con opus cem en -
ticiae. El almohadillado, cuando existe, se lim ita por plano en espesor y se recerca en
todo el contorno con regularidad.
La terminación de paramentos en Segovia es más expresiva por el abultamiento
del almohadillado, y la altura de hiladas difiere menos que en Tarragona. En éste, las
dovelas tienen un paramento notablemente más liso que el resto de la fábrica, siendo

24
Capítulo I. Los acueductos romanos

siempre su estereotomía bastante regularizada. El número de dovelas oscila de 19 a


21. Existen dos tipos de arenisca que a veces se alternan contrastando en textura y
color. Su aspecto es idéntico al de la fábrica del llamado Pretorio en la ciudad, pues
es contemporáneo. Las molduras que acentúan todas las separaciones entre elemen­
tos diferentes y subrayan la coronación por pisos son m uy toscas en Tarragona y
mucho más afinadas en Segovia, pero donde la diferencia resulta verdaderamente
importante es en los pilares inferiores, pues el aumento de sección que en ambos se
realiza por escalonamientos de sus dos dimensiones hace esbeltos a los segovianos,
mientras que da una gran tosquedad a los tarraconenses.
En Mérida se tiene un dominio perfecto de la estereotomía, especialmente en el de
los Milagros, con la acentuación del contrafuerte, en el cual los sillares están más nor­
malizados. Lo arcos no son de medio punto, ya que, aunque el intradós arranca teóri­
camente a nivel del diámetro horizontal que subraya una cornisa, su boquilla no se desa­
rrolla de un modo total hasta no independizarse de los pilares, existiendo unos triángulos
iniciales con hiladas de sillares o ladrillos dispuestos horizontalmente, de tal modo que
estas zonas de arranque más bien constituyen salmeres que trozos de arco propiamente
dicho. Cuando se trata de arcos de piedra, estos salmeres proceden de sillares horizon­
tales que penetran dentro del pilar. Los verdaderos arcos, sean de piedra o de fábrica de
ladrillo, resultan así arcos rebajados como en el puente de Alconétar.
En M érida tenemos, además de la fábrica de ladrillo en los arcos, la intercalación
de la misma en fajeados horizontales de los pilares que atraviesan en todo el plano
horizontal el cuerpo del pilar. Estas hiladas decorativas y de ajuste de niveles y traba­
zón de paramentos es la única concesión a la opus lateritiae en estos monumentales
acueductos, cuando ya en los de Roma esta fábrica había eliminado definitivamente
a la opus quadrata. También hay que citar el carácter evolucionado de sus molduras.
En España se emplea poco la fábrica de ladrillo en la construcción de puentes y
acueductos, aunque entre los primeros pueden citarse el de Carmona, el de Alnázco-
llar, etcétera, y en los segundos, el acueducto de Sevilla, conocido por el nombre de
Arcos de Carmona, que correspoxrde a una conducción que viene de las proximida­
des de Alcalá de Guadaira, primero enterrada, luego sobre muro y después en largas
alineaciones de arcadas de un solo piso, algunas de las cuales se conservan íntegras.
Al llegar a la zona urbanizada desaparece, pues ha sido destruida por las edificacio­
nes, conservándose un trozo reconstruido con dos pisos de arcadas, que tienen los
tímpanos aligerados.
La fábrica de los acueductos de Almuñécar es m uy pobre, lajas de pizarra, tanto
en bóvedas como en pilares. Pero su riqueza expresiva supera esta limitación y, por
ejemplo, las molduras, que son simplemente de hiladas en saledizo, superponen una,
dos o tres, según la importancia de su función, e incluso son de dos vuelos, según la
importancia del elemento que coronan.
Por las razones que hemos apuntado, creemos que el orden cronológico de los cua­
tro acueductos principales es el de la sucesión en que los hemos ido enumerando. El
primero, además, lo aseguramos en prioridad por la atribución a Augusto, muy vero­
símil como justificamos en su estudio particular. El segundo lo ponemos en parangón
con el Aqua Claudia, por su estilo, como también veremos en su momento, mientras

25
Acueductos romanos en España

que a los otros dos los llevamos al siglo I I , por


lo menos, contando en él con los emperado­
res españoles Trajano y Adriano (más bien a
este último), de los cuales tenemos testimo­
nios fidedignos en España, o bien más allá en
la época de los Severos, que fueron construc­
tores de obras públicas en algunas provincias
del Imperio.
Creemos que el primer acueducto donde
se empleó el artificio de la superposición de
arcadas es precisamente el de Tarragona, que
debió construirse al final de los años 20 a. C.,
que corresponden al intervalo entre las con­ A c u e d u c to de Túnez.
S egún (1 0 )
ducciones de Roma , Julia (-33) y Virgo (-19);
parece ser ligeramente posterior el Pont du
Gard, del abastecimiento de Nimes, que es el
más monumental y el de luces máximas en
este tipo de construcciones. Lo encontramos
después en Roma por vez primera en los
arcos neronianos, adicionados al Aqua Clau­
dia, y se repite después en las construccio­
nes de Flavios y Severos, pero siempre con
arcos de ladrillo. En las provincias romanas
tenemos muestras abundantes, como Efeso,
Patras, Chelles; y en España, en los más
importantes: Tarragona, Mérida, Almuñécar, A c u e d u c to de C o n sta n tin a ,
Toledo, etc. El de los Milagros, de Mérida, es A rg e lia . Según (1 0 )

A c u e d u c to de C artago

26
Capítulo I. Los acueductos romanos

V ista d e l a c u e d u c to de
P on t du G ard co n la a d ic ió n
de l p u e n te c o n s tru id o en
el sig lo XVII o c u lta n d o
las arcadas in fe rio re s
rom anas. S egún (9)

de tres pisos, así como el Pont du Gard, aunque en éste los arcos superiores son de luz
mucho más reducida. El de Toledo pudo ser también de tres pisos y, sin duda alguna,
de dos.

Acueductos en otras provincias rom anas

Se han estudiado m uy poco los acueductos romanos, a excepción de los de la ciudad


de Roma, que tienen tres tratados monográficos importantes (2), (3) y (4). Hemos
procurado reunir toda la información existente sobre los construidos en otras pro­
vincias romanas, con el objeto de relacionarlos con los nuestros para sacar de ello toda
la utilidad posible, por lo cual las referencias aparecerán cuando corresponda. En el
artículo de hoy nos referimos al conocido por: Pont du Gard, que hace competencia
al de Segovia por monumentalidad y buen estado, y que hemos de poner en relación
m uy directa y en competencia con nuestro acueducto de Tarragona.

27
Acueductos romanos en España

D ocum entos relativos a los acueductos rom anos


en general

Referencias históricas y literarias

(1 ) S. ]. F R O N T IN U S: De aquae ductu urbis romae. H e m o s u tiliz a ­ (6) G. LUGLI: La técnica edilizia romana, 2 vol. Bardi editore. Roma,
d o la e d ic ió n d e la C o lle c tio n des U n iv e rsité s de F ran ce, p u b li­ 1957. Hemos tomado los fotograbados de algunos acueductos de
cad a p o r Les B elles L etres, b ajo la d ire c c ió n d e la A ss o c ia tio n la ciudad de Roma. Aqua Alexandriana.
G u illa u m e B u d é. París, 19 4 4 .
(7) M . E. BLAKE: Ancient roman construction in Ltalyfrom theprehis­
(2) VK^XSKArchaeologyofRome, vol. VIII the A queducts O xfo rd, 1876. toricperiod through theflavians. Carnegie Institution. Washing­
(3) E. B. VAN DEM AN : The building o f the roman aqueducts. C a rn e ­ ton, 19 4 7 -5 9 .
g ie I n s titu te o f W a s h in g to n , 19 3 4 . H e m o s u tiliz a d o los fo t o ­ (8) E. N ASA:Bild lexikon zur topogiaphie des antiken rom, 2 tomos:
g rab ad o s d e esta o b ra re fe ren te s al A q u a C la u d ia y A q u a A le ­ Deutsches Archäologisches. Institut Tübingen, 1 9 6 2 . Hemos
x a n d ria n a . tomado los fotograbados correspondientes al Aqua Virgo, Aqua
(4) T H . A SH BY: The aqueducts o f ancient Rome. E d ic ió n d e I. A . Marcia y Tépula.
R ic h m o n d , e n C la re n d o n Press. O x fo rd , 1 9 3 5 .
(9) C O SfO -P lJO A N : Suma artis. Historia general del arte. Tomo V.
(5) G . LUG LIMonumenti antichi di Roma e suburbio. Il le grande Arte romano. Hemos tomado los fotograbados correspondien­
operepubliche. R o m a, 1 9 3 4 , cap . V , G li A c q u e d o tti, p 3 2 9 -4 0 2 . tes a acueductos en provincia africanas.

28
Il

Acueducto de Tarragona

Conducción de aguas

Este acueducto, conocido por «puente de las Ferreras», al denominarse así el barran­
co que salva y por el apelativo frecuente en estos monumentos de «puente del dia­
blo», servía al abastecimiento de Tarraco hoy Tarragona, llevando el agua del río Gaya
desde Pont d’Armentera, cerca del monasterio de Santas Creus, y a 10 km al E de la
ciudad. La conducción se desarrolla por el valle del Francolí, pasando por Villarodo-
na y Vallmonll, y por el Fuerte del Olivo cerca de la ciudad, penetrando en ella por
la llamada Falsa Braga del recinto amurallado, en cuya entrada se conserva un resto
del mismo, dividiéndose allí en dos ramales, de los cuales uno iba hacia la ciudad alta,
y el otro hacia la ciudad nueva, según Schulten. Se conserva otro resto al N de la ciu­
dad, junto a la fuente de los «Cuatro Algarrobos», a unos 250 m al E de la carretera
de Valls.
El canal se desarrolla en trinchera y a trechos en túnel, no existiendo otra obra de
arte que la del acueducto que tratamos, el cual se encuentra a unos 4 km al N de la
ciudad, a la vista y m uy próximo de la carretera de Tarragona a Lérida.

Historia

No hay dato alguno relativo a su construcción, ni siquiera acerca de su existencia en


época romana. En cambio, es conocido por los geógrafos árabes, entre ellos Al-Mak-
kari, que lo cita como ejemplo de los acueductos descritos por otro autor Ibnu-Gha-
lip, diciendo: «que conducía el agua desde el mar a la ciudad por una hermosa llanu­
ra y de un modo admirable sirvió para mover todos los molinos de piedra de la
ciudad, siendo en conjunto uno de los más sólidos, magníficos y mejores de los
monumentos hasta el presente construidos». Según referencia de Puig y Cadafall, de
quien copiamos la cita anterior, fue restaurado en tiempo de Abderramán III, sien­
do muy visible en el monumento la obra correspondiente.
En los años 1781-90 se restauró toda la conducción, poniéndola de nuevo en ser­
vicio por los arzobispos de Tarragona J. de Santiyán y Valdivielso y D. F. Armañac,
llevando la obra el arquitecto J. A. Rovira, quien, por su feliz actuación, fue nombra­
do académico de número de la Real Academia de San Fernando.
En los años 1855 y 1856 la Comisión Central de Monumentos restauró el acueduc­
to, atendiendo a su estado ruinoso, aunque de nuevo en el año 1880, a juzgar por la
fotografía que ilustra el tomo relativo a Cataluña de la obra: España, sus m onum entos y

29
Acueductos romanos en España

/ i , , i T- - i i i r V ista desde la ladera


sus artes , tenia la caja completamente destrozada, bn esta misma obra se da la rere- de re ch a del b a rra n co de
rencia de que en dichas condiciones que hacían difícil el tránsito a pie a lo largo de las Ferreras
la coronación, por el vértigo correspondiente a su gran altura en el centro, alguien
apostó que lo pasaría a caballo, y lanzado a ello encontró un quiebro de la solera en
la zona central, frente al cual el caballo se detuvo sin que le forzara a proseguir todo
el tesón del caballero puesto en las espuelas y en la voz, por lo cual se apeó y le vendó
los ojos, consiguiendo de este modo ganar la apuesta. También se atribuye esta haza­
ña de cruzarlo a caballo a la reina Isabel II cuando lo visitó. Hoy está interceptada la
caja con sendas verjas de hierro en sus extremidades para evitar el paso.
En las fotografías que se publican en el libro ya citado de Puig y Cadafall, que son
de este siglo, siguen apareciendo destrozados los cajeros, así como una parte de la cor­
nisa corrida del primer piso, pero hoy está completamente restaurado, existiendo dos
muretes continuos de mampostería que forman caja en su coronación, absorbiendo
los restos antiguos, que destacan por su color más oscuro.
Es monumento nacional número 874.
V ista desde aguas ab a jo

30
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

Descripción

La obra consta de dos pisos de arcadas, siendo 11 en el inferior y 25 en el superior, y


se corona a una altura máxima de 26 m, con una longitud total de unos 200 m, en la
que se cuentan las extremidades sobre muros.
Los arcos son todos de la misma luz, 5,90 m, con irregularidades de ± 15 cm de
luz, que deben corresponder a 20 pies romanos, alcanzando la distancia entre ejes de
pilares 7,95 m, es decir, unos 26 pies.
Las luces de los arcos superiores se conservan en los inferiores, pero, en cambio,
la anchura de las bóvedas aumenta ligeramente, ya que, descendiendo desde la caja,
la latitud del monumento aumenta por escalones de medio pie, cada vez que se pasa
por una de las cornisas que ordenen horizontalmente la superposición de elementos
arquitectónicos.
El tramo anterior de canal excavado en la roca se enlaza con la caja del acueduc­
to mediante fuerte curva y rápido desnivel sin regularizar una y otro, apareciendo en
el fondo restos de opus signinum del revestimiento que continúa en todos los trozos
de la caja antigua que existen sobre el acueducto.
Las bóvedas superiores con 1,86 m de anchura (6 pies) se despiezan en 19 ó 21
dovelas, destacando siempre una en clave y adosadas a hueso, con perfecta regulari­
dad en los planos radiales de juntas. Las dovelas de arranque de cada dos arcos adya­
centes forman un solo sillar pentagonal, especialmente cuidado y con labra más fina
que los restantes. El trasdós de las dovelas se ajusta a las caras de los sillares de tím­
panos, para lo cual las líneas horizontales correspondientes a las hiladas de estas zonas
definen los vértices del contorno poligonal que recortan las dovelas en su trasdós.
Esto debió obligar al retoque de las dovelas ya colocadas cuando se procedía a colo­
car los sillares de tímpanos, existiendo algunas con entrantes especiales para recibir
las salientes de los sillares correspondientes. En casi todos los arcos, las segundas dove­
las, a partir de arranques, se prolongan para llegar al contacto con la simétrica del
arco adyacente, que le había precedido, lo cual nos indica la dirección en que avan-
D o b ie página s ig u ie n te zaba la construcción. También se observa, aunque con menos frecuencia, esta misma
G rabado del Voyage disposición en las terceras dovelas.
p itto re s q u e de l ’ E spagne, , , . . ., . , ...
de A. de L a b orde [2 ] espacio de tímpanos se enjuta con cuatro o cinco hiladas de sillares que enra­
san a nivel de trasdós de clave, corriendo una cornisa a todo lo largo de la obra, que
se prolonga en las zonas terminales sobre muros. Esta cornisa es una hilada en vola­
dizo, que da una simple moldura rectangular con menos altura que todas las demás

ESCALA
A lza d o general
■_K

..........
Acueductos romanos en España Capítulo II. Acueducto de Tarragona

ÍB TI Π ΤΠ Γ

10 15 20 25 50 75m

A lza d o y p la n ta de p l. LVI del G rabado d e l Voyage p itto re s q u e de l'E sp a g n e , de


A. de L a b orde [3 ]

Al'/f Je <¿£¿. G il scu ljis.

G rabado de la España Sagrada, d e l P. de E n riq u e Florez [1 ]

34 35
Acueductos romanos en España

TA RRA GO N A ROMANA

f 'í ilr y ú 'J /

D. S o l erano.

ÄCSHIlIBtDKSTO ® ® S G M ® o
L ito g ra fía de la obra
Tarragona m o n u m e n ta l [4 ]

G rabado de la obra C rónica


G eneral de España [5 ]
A c u e d u c to de T arrag o n a.

36
Capitulo II. Acueducto de Tanngona

(unos 48 cm, que correspondería a 1,5 pies). Esta hilada se mantiene a nivel corri­
giendo las irregularidades acumuladas hasta ella, debiendo quedar en normalidad tan­
gente a claves, por lo cual se intercalan sillares de reducida altura, cuando esto no se
logra; o bien, cuando la desviación es más pequeña, los mismos sillares de cornisa
engloban este recrecimiento en un escalón de su paramento a haces con el plano ver­
tical definitorio de bóvedas y tímpanos.
El festoneado de bóvedas se lim ita de modo análogo inferiormente por voladizo
de la hilada superior del pilar, que forma de este modo cornisa, resolviendo por igual
en las cuatro caras de éste. Esta cornisa resulta de altura igual a la hilada normal de
60 cm.
Los pilares del piso superior son prácticamente iguales con sección de 2,05 x 1,86 m
/ 7 x 6 pies) y altura de 4,50 m, descontando la cornisa de coronación. Sus fustes lle­
gan a la coronación del piso inferior que se realiza también con una hilada comple­
ta destacada en voladizo por ambos paramentos, y con un espesor prácticamente igual
al de la cornisa superior. Esta inferior no muere en el terreno, sino que revuelve en
los pilares extremos de las 11 arcadas que constituyen el piso inferior, quedando cor­
tados verticalmente los tímpanos de los últimos arcos. Al desaparecer los arcos inter­
medios, los pilares continúan con la misma sección, amoldándose en altura al terre­
no. Los últimos arcos superiores quedan sin pilares, arrancando finalmente de simples
cornisas a nivel del terreno. La caja continúa por ambos lados sobre muros revestidos
con opus incertum hasta empotrarse en ambas laderas.
En las bóvedas inferiores con sus enjutados se mantiene la misma estereotomía
que en los superiores, aunque la anchura ha aumentado en 1 pie. En cambio, la mor­
fología de los pilares cambia totalmente, pues se convierten en escalonados, después
de un cuerpo superior de tres hiladas (5,5 pies aproximadamente) con fuste en los
cuatro frentes, verificándose los escalonamientos cada dos o tres hiladas, hasta llegar,
en los de mayor altura, a una sección en la base de 3,75 x 3,08 m (12,5 x 10 pies), des­
pués de cinco escalonamientos y 14 hiladas. Los escalonamientos claves suelen ser de
1 pie. Al llegar al terreno no se aprecia ensanchamiento para formar un basamento
en cimientos.
La caja que corona la obra, finalidad de la misma, ha sufrido restauraciones muy
importantes, como atestiguan las fotografías que hemos indicado para las últimas. En
la actualidad son dos muretes de manipostería directamente sobre la cornisa del
segundo piso de arcadas, enlucidos interiormente en continuidad con el fondo. Los
muretes son de 1 pie y dejan un espacio de 2,5 pies, aunque éste disminuye con el
revestimiento de unos 2 cm. Estos muretes han sido las partes más vulnerables a la
acción destructora de bárbaros y gamberros de todas las épocas. Parece muy proba­
ble que, salvo la época romana y unos cortos períodos después de las reconstruccio­
nes generales de la conducción, en el resto de su vida el acueducto no ha podido cum­
plir su misión.
La estereotomía de toda la obra es sencilla y correcta, con patrones que se man­
tienen con bastante regularidad. En los arcos superiores, las dovelas son de una sola
pieza, salvo las de arranque, que son siempre dos de la mitad de espesor, ya que, como
hemos indicado, sirven a dos arcos adyacentes, formando un sillar pentagonal.

37
Acueductos romanos en España

En las dovelas inferiores, cuya anchura difiere


únicamente en 1 pie, de las superiores, las dovelas se
parten normalmente en dos o tres, aunque hay algu­
nas enterizas.
En pilares superiores, lo normal es que haya dos
sillares en caras laterales con juntas alternado en
hiladas sucesivas, aunque también llegan a tres, y
excepcionalmente queda uno solo. En los frentes, la
alternancia normal es 2-3, habiendo algunos sillares
enteros que se han partido accidentalmente con bas­
tante frecuencia. La altura de las hiladas que se con­
serva con regularidad, viene a ser de 50 a 64 cm, es
decir, 2 pies. La longitud llega hasta 1,40, existien­ F otograbado de la obra
do bastantes con sección vista en cuadrado. C a talu ñ a : sus m on u m e n to s
y a rte s [6 ]
En los pilares inferiores, con tanta variación de dimensiones lineales en planta,
desaparecen los sillares enterizos y tenemos dos, tres y cuatro, tanto en caras laterales
como en frentes, conservándose alguna partición en dos hasta las bases. También se
mantiene la construcción en la altura de las hiladas.

D e ta lle s de la e s tru c tu ra en
a lzado y se cción v e rtic a l

— MAX 10 P -

38
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

Las cornisas de coronación de pilares, que son también de arranques de bóvedas,


alinean dos o tres sillares, llegando excepcionalmente a cuatro en alguna de sus caras.
Los sillares de cornisas corridas son bastante irregulares en longitud y no guardan
coincidencia con ninguna alineación vertical.
En cuanto a la labra de superficie, se observa mayor finura en las dovelas y espe­
cialmente en las de arranques comunes a dos arcos adyacentes. Las enjutas de arcos
inferiores aparecen también más planas que las de caras de pilares donde se observan
dos tipos de labra: unas con almohadillado recercado y otras casi planas. De vez en
cuando existen sillares con un almohadillado m uy saliente, generalmente en caras
cuadradas. Pero el almohadillado tiene la acentuación máxima en las cornisas, donde,
como ya hemos indicado, las dimensiones son bastante irregulares, siendo algunas
cuadradas. En ningún caso se observan sillares aislados en vuelo.
Los muros triangulares que encuadran la ordenación en arcadas son de opus incer­
tum, con estructura cem en ticiae interna y con paramentos de mampuestos de canto
rodado, más acusados que en la caja que los corona.
Entre todos los acueductos españoles que consideramos, es el de fábrica más sen­
cilla {opus quadrata, sin opera cem en ticiae ), y la luz de los arcos es la normal entre los
de gran número de vanos. El diseño es clásico desde los primeros ejemplares de su
especie, aunque los pilares inferiores con el doble escalonamiento tan repetido den
una nota de tosquedad poco frecuente en obras de altura análoga. Esto es un deta­
lle de falta d e ‘dominio (arcaísmo) en el proyecto básico, que se conjuga con el de
V ista en escorzo desde . . r i n · -,
el fo n d o del b a rra n co simplicidad de las cornisas en lo que se refiere a detalles. La misma solución con una

39
Acueductos romanos en España

tosquedad todavía más acentuada, encontramos en el acueducto de Constantina y no


en el de Cherchell, ambos en Argelia.
Recuerda en simplificación máxima y a escala reducida al Pont du Gard, que ser­
vía a la conducción para abastecimiento de Nimes, en el cruce de dicho río. Se dice
que este acueducto fue el primero donde se utilizó la superposición de arcadas; está
fechado, sin gran seguridad, hacia el 18 a. C ., y su construcción fue llevada a cabo
por Agripa, el lugarteniente de Augusto.
En las distintas reparaciones se han encajado sillares enteros, se han rellenado los
huecos de algunos con canto rodado y con ladrillos, y en los menos se ha enlucido el
paramento con mortero de color rosa.
Es lógico que fuera Tarraco una de las ciudades más importantes en el comienzo
del imperio romano, la primera que tuviera una conducción de aguas de importan­
cia, y resulta m uy verosímil que se lo deba directamente a Augusto, quien tuvo en
ella su cuartel general cuando las guerras cántabras, en los años 26-25 a. C., y la con­
virtió en capital de la provincia, honrándola con el sobrenombre de Triumphalis, en
recuerdo de la feliz terminación de la campaña, quedando nuestra ciudad con la desig­
V ista en escorzo desde
nación oficial de Colonia Julia Urbs Triumphalis Tarraco. César la había elevado al el fo n d o del b arranco
rango de colonia en el año 45 a. C., inmediata­
mente después de la batalla de M unda, dándo­
le el apelativo de Julia.

Problem as arqueológicos

Salvo la remota referencia a la estancia de


Augusto en Tarragona en 26-25 a. C ., que ha
servido de base a la suposición que aventuramos
al final del párrafo anterior, no encontramos
dato ni noticia que nos permita datar el monu­
mento.
La verosimilitud de nuestra atribución ha de
apoyarse en razonamiento simple y en considera­
ciones breves sobre las características técnicas y
estilísticas del monumento.
El razonamiento a que aludimos tiene como
premisa el no situar la obra de la conducción
antes del principado de Augusto, pues cuando la
conquista de las provincias era la tarea a realizar
fuera de Italia, la obra pública que corresponde
es la calzada de penetración primero, y de con­
solidación después, del territorio que habría de
construir el Corpus del Imperio. Mientras esto
no fuera una realidad, no podía el Estado roma­
no derrochar sus caudales en beneficiar algo no

40
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

propiamente suyo. Argumento que se invierte en cuanto dicha realidad se consigue.


El fin de las guerras cántabras puede ser el punto preciso de la transición, y en ese ins­
tante tuvo Tarraco una situación privilegiada.
En detalles estilísticos tiene el monumento toda la sencillez de la arquitectura de
Augusto. Simplicidad por dominio de problemas técnicos, que por vez primera per­
miten sobriedad. Como hemos visto, la estereotomía está perfectamente regularizada.
El tema de la arcada se ha depurado a través de los puentes, puertas y arcos hono­
ríficos, y en acueductos tenemos ya la gran obra del terminal de la Marcia, con su
millar y más de arcadas. Pilares, bóvedas, tímpanos y cornisas recogen la experiencia
de anteriores realizaciones y las interpretan del modo más escueto y estricto, sin mol­
duras ni otras licencias decorativas. Incluso el almohadillado, que es la puerta de esca­
pe al expresionismo, acentuando en la rudeza del desbaste la fortaleza propia de la
obra ingenieril, resulta contenido, al limitarse en superficies planas y recuadrarse
mediante fajas de reborde uniforme y finamente labradas. Además, esta licencia se
utiliza únicamente en los pilares, elementos robustos de la construcción, y en las cor­
nisas, que dan la textura horizontal. Toda la apariencia de los paramentos, lo mismo
en el despiezo correspondiente a la estereotomía, que en el terminado de las superfi­
cies, es idéntica a la de los monumentos tarraconenses de esta época, existiendo coin­
cidencia perfecta, pues se ha utilizado la misma piedra. También podemos comparar
la terminación de paramentos con otras obras ingenieriles de la misma época, el puen­
te del Alcanlavill, en el trozo de vía romana de Hispalis a Gades.
Llevando nuestro razonamiento hasta el límite, damos a nuestro monumento la prio­
ridad en el empleo de la solución de doble arcada. En Roma, este artificio no aparece

A rca d a s de trá n s ito e n tre


zonas de uno y dos pisos

41
Acueductos romanos en España

Izq u ierda
D e ta lle del e n la ce de arcos
tím p a n o y p ila r en las
arca d a s su p e rio re s

D erecha
A rco , tím p a n o y co rn isa de
una arcada del p iso in fe rio r

hasta los arcos neronianos, que prolongan el Aqua Claudia hasta el templo de Clau­
dio, y en provincias, el otro acueducto que puede disputarle la primacía es el Pont du
Gard, que ya hemos citado. Resolvemos la pugna a favor del tarraconense por ser el
problema más sensillo de resolver en él, sin río que lo complica extraordinariamente,
y, además, la escala geométrica 230 m de longitud y 47,40 de altura, contra 200 y 26 m,
respectivamente.
Los arcos de Pont du Gard llegan a 24,50 m de luz, que es de las máximas en puen­
tes romanos, y además la solución resulta más complicada, pues se superponen tres
pisos, dos de arcos de la misma luz, y el tercero con luz terciada. Es lógico que Agri­
pa, a cuyo cargo estuvieron las dos obras, y era intendente de aguas de Augusto, ensa­
yara esta importante innovación en una obra sencilla, y no en una de las de máxima
envergadura de la ingeniería romana.
Estado a c tu a l de la ca ja en
la a lin e a c ió n del a cu e d u cto

42
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

Las cornisas del acueducto de Tarragona son las más simples que pueden idearse,
simple resalto de una hilada de sillares, mientras que en Pont du Gard se introducen
listeles, cuartos de cículo y cavetos.
Reduciendo a cifras las suposiciones, a partir de las fidedignas del 26-25, estancia
de Augusto en Tarragona; la de 33 a. C., ejecución del Aqua Julia; la del 19, corres­
pondiente al Aqua Virgo; y la del 16, fecha de la muerte de Agripa; podemos situar
nuestro acueducto al final de los años 20, que va bien, además, con la fecha del 18
que se atribuye, no sabemos con qué fundamento, al Pont du Gard.
A propósito del Pont du Gard, es preciso deshacer un malentendido que parece
derivarse de las referencias que a él se hacen en publicaciones modernas. Esta obra
fue construida por los romanos exclusivamente como acueducto, quedando un mar­
gen de anchura entre la plataforma del primer piso y los pilares del segundo, que
podía servir para el paso de caminantes. En el siglo XVII se adosó un puente cons­
truido íntegramente por los ingenieros franceses para la carretera correspondiente. Se

Zona c e n tra l de m áxim a


a ltu ra : alzado

43
Acueductos romanos en España

Zona c e n tra l de m áxim a


a ltu ra : escorzo

adosaron sus pilares a los romanos y se amoldó el tablero al primer piso del acueduc­
to, aunque con un ligero decalaje, puesto que el paso romano es horizontal, y la pla­
taforma moderna tiene rasantes simétricas a dos vertientes.

Problem as ingeníenles

Con arreglo a nuestras hipotéticas deducciones, en este acueducto se aplica por pri­
mera vez la solución de la superposición de arcadas para elevar una plataforma, sobre
el suelo, a una altura que se considera superior a la que permiten los elementos estruc­
turales disponibles directamente, o a lo que aconseja la utilización económica de la
fábrica que va a emplearse. Esta idea de la superposición habría de ser m uy fecunda,
especialmente en la arquitectura de nuestro país.
Es el segundo paso en el desarrollo de soluciones del acueducto propiamente dicho.
La primera es la de repetición de arcadas con altura variable, de la cual, la primera apli­
cación extraordinaria está en la zona terminal de Aqua Marcia, que se desarrolla en más

44
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

A lzado y se c ció n del P ont


du Gard según D are m b e rg y
de 9,5 km de longitud. La segunda se debió
S e rlio . Se a p re cia en la
se c ció n el adosado del llevar a cabo indiscutiblemente lejos de la capi­
p u e n te del sig lo XVIII (1 1 )
tal, porque el caso más próximo al nuestro, el
Pont du Gard, es también anterior al de los
arcos neronianos o celimontanos, que son del
imperio de Nerón, como ya hemos estableci­
do. Es lógico que estas innovaciones construc­
tivas se introdujeran por los ingenieros hidráu­
licos, fuera de la capital, pues en esta primera
época debieron ser los mismos que dirigían las
construcciones de Roma, ya que la trascenden­
cia de un fracaso se atenuaba con la distancia.
La aparición del acueducto como tipo
específico dentro de los puentes tiene lugar,
como ya hemos dicho, en el terminal del
Aqua Marcia. En los pasos de vías o arroyos de la misma conducción, estamos den­
tro del tipo clásico de puente; pero en la zona terminal que indicamos, el terreno nos
ha abandonado, el plano cuasi-horizontal que va definiendo el nivel del agua se ha
quedado en el aire, despegándose definitivamente del terreno bajo él, cuando toda­
vía está lejana la meta adonde nos dirigimos. No se puede descender rompiendo pre­
sión, artificio conocido de sobra por los ingenieros romanos, puesto que hay que lle­
gar con el agua y abastecer la población de las colinas. Problema nuevo que habían
planteado la geografía de la campiña romana descendente desde todos lados hacia la
ciudad y el emplazamiento de ésta sobre las siete colinas. Las conducciones anterio­
res desde fuentes a nivel inferior abastecían únicamente las zonas bajas de la ciudad.
Resolver el problema de mantener en alto la caja del canal en un recorrido de miles
de pasos, fue una verdadera innovación, y el solo hecho de afrontarlo revela la volun­
tad de dominio que animaba a ingenieros y gobernantes romanos. Había que levan­
tar más de mil arcadas y es preciso darse cuenta del gran esfuerzo mental y material
que se precisa para concebir primero y realizar después, tal ringlera de pilares perfec­
tamente alineados e igualmente repartidos. Es un empeño sólo equiparable al que
realizaron los hombres del paleolítico en Karnak.

45
Acueductos romanos en España

Desde el punto de vista ingenieril, el acueducto fue la primera versión del viaduc­
to, puente que se desentiende del río, al que desdeña desde la elevación de su rasante.
Como hemos visto ya en las conducciones de la ciudad de Roma, existen dos sub­
tipos de acueductos: el terminal y el acueducto intermedio, en que se salva bien un
río o bien una depresión del terreno. En realidad, son sólo dos: el acueducto-puente
y el acueducto-viaducto, perteneciendo al segundo, tanto los terminales como los
intermedios en que la rasante se despega francamente del terreno.
El tipo viaducto no se da en los puentes romanos, ya que la flexibilidad de la cal­
zada para adaptarse al terreno prepara con antelación la cota de paso del río, bajan­
do y subiendo para reintegrarse en ambos sentidos a la vía correspondiente. El via­
ducto no ha extendido su campo de aplicación fuera de los acueductos, sino a la
llegada de las vías férreas y después con las autopistas, y precisamente por la cualidad
análoga de ambas, de su inadaptabilidad al terreno en las zonas accidentadas a con­
secuencia de la limitación forzosa en la disminución de las curvas, y en la inclinación
de sus rasantes. En esta última, el acueducto extrema la exigencia al ser casi horizon­
tal su rasante teórica, por lo cual la adaptación al terreno le obliga a los contorneos
sinuosos de la curva de nivel, que en muchos casos pueden atajarse al cruzar por el
aire entre dos laderas opuestas.
Éste es el caso del acueducto que ahora nos ocupa, salto entre dos laderas que aho­
rra el contorneo del valle, pero no obligado, como ocurre en los acueductos finales de
Roma, Segovia, Toledo, etc., donde la ciudad está erigida en alto y no hay otro recur­
so para llegar a ella. Ahora tenemos alternativa y es un problema económico el que lo
plantea, economía que no es sólo de coste, sino de longitud, muy interesante en la explo­
tación, lo que aconsejó cortes en las conducciones de Roma mediante acueductos ele­
vados, introducidos por emperadores reformistas. En estos casos la altura está en rela­
ción con el rodeo que corta, siendo un índice de su eficacia, lo que llevó a aumentarla
sucesivamente, llegando a pedir la doble arcada por esbeltez excesiva de pilares.
Según nuestras suposiciones, en el acueducto de Tarraco se resolvió por primera
vez este problema de la superposición de arcadas, es decir, la de un acueducto sobre
un puente, con lo cual se salva la dificultad en dos etapas, enrasando primero un piso
intermedio para llegar en el segundo a la altura debida, o repetir una vez más la ope­
ración cuando ésta lo aconseje, como es el caso en el Pont du Gard.
En nuestro acueducto esta idea se ha plasmado de un modo definitivo, el primer
piso se ha obtenido enrasando los tímpanos de la fila inferior de arcadas y recalcando
el nivel con una hilada complementaria de extremo a extremo, que avanza por ambos

46
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

costados en voladizo, formando de este modo una sencilla cornisa. Sobre ella se repi­
te la misma ordenación, ahora completamente regularizada y volvemos a coronar con
idéntica cornisa, sobre la cual se asienta la caja que es la coronación definitiva.
Un defecto de esta disposición, que resalta con más fuerza en este acueducto y en
el de Segovia, en lo que no existe aglomerante que dé monolitismo a los tímpanos,
es el de apoyar los pilares superiores sobre el enjutado de los tímpanos, que rellenan­
do los triángulos curvilíneos entre bóvedas parecen ejercer un efecto-cuña contra ellas.
Acentúa la impresión de castillo de naipes que da la superposición de arcadas, lo cual
les llevó a reforzar de un modo excesivo los pilares centrales en su zona inferior. Esta
disposición la tenemos en unos cuantos acueductos de un solo piso: Chelva, en Espa­
ña; Constantina, en Argelia; etc.
La evolución morfológica de la idea de superposición empujada por esta insatis­
facción del aspecto que da su traducción más sencilla, acentuando las horizontales,
condujo, en la serie de acueductos españoles, a la acentuación de las verticales, orga­
nizándose los pilares como tema principal, relegando los arcos a un enlace entre ellos
a diversas alturas. El ejemplar más perfecto de la serie es el acueducto de los M ila­
gros, de Mérida, ordenado en tres pisos.
Daremos los tres dibujos y fotografía del acueducto denominado Pont du Gard
sobre el río de este nombre en la conducción de Nimes, para que puedan comparar­
se su estructura y sus fábricas con las de nuestro acueducto. Pueden apreciarse las
semejanzas en'la estereotomía y en el terminado de los sillares. Probablemente fue­
ron los mismos ingenieros, los constructores de ambos, y parece lógico suponer pos­
terior al Pont du Gard, obra de mucha mayor envergadura y mejor resuelta.

Problem as estéticos

La superposición de arcadas en un acueducto de tipo viaducto, como es el que ahora


estudiamos, nos recorta en el segundo piso una faja de cielo, en la cual puede dise­
ñarse con toda libertad el festoneado de la arcada múltiple superior, ya que, ni desde
la zona inferior las cimentaciones mandan, ni en las zonas laterales los triángulos de
enlace al terreno, tienen importancia frente a la longitud de la banda rectangular
donde ha de inscribirse el ritmo monótono de arcos y pilares superiores.
Son 25 arcadas en total, de las cuales las cuatro extremas de un lado pierden por
completo sus pilares y sólo 11 reposan sobre la plataforma artificial que les propor­
ciona el piso intermedio, aunque si éste hubiera sido prolongado hasta el terreno por
ambos lados pudiera haber recogido casi dos arcadas más por cada lado. Este piso
queda cortado bruscamente, mientras que la cornisa superior se prolonga hasta morir
materialmente en el terreno.
En este ejemplar se adoptan proporciones que habrán de conservarse por lo menos
en los otros acueductos españoles de doble arcada superpuesta. Así, en los huecos supe­
riores se combina un cuadrado con un semicírculo, es decir, altura = vez y media la luz,
y se da a los pilares la tercera parte del ancho del vano, porporción esta última que se
afinará en Segovia, donde es la cuarta parte. El ático que corona el monumento y que

47
Acueductos romanos en España

responde escuetamente a la altura de caja es la cuarta parte de la luz. Ésta resulta 30


pies, aunque la real se aproxima más a 5,90, en las que hemos medido directamente.
En el piso inferior los arcos se conservan iguales, no así en Segovia, donde son de
menos diámetro, pero sí en los dos pisos de Mérida, y los pilares de altura m uy varia­
ble se van engrosando de modo discontinuo por aumento de sus dos dimensiones.
Esta idea se realiza en casi todos los acueductos, exceptuando los Milagros, donde los
pilares se mantienen con sección constante en la altura; pero en el caso de Tarrago­
na, la realización ha sido bastante tosca, por la brusquedad de los incrementos suce­
sivos de sección que les quitan esbeltez.
Con respecto a un puente tenemos esa libertad expresiva que hemos indicado para
el piso superior. Se trata de un problema puramente geométrico, sin condicionado
por parte del caudal o de la cimentación del cauce; no hay luces desiguales y dentro
del perfil triangular o rectangular de cualquier valle rectificamos su geometría, dejan­
do por debajo del piso intermedio la zona de alturas diferentes. Además, el ático que
corona toda la obra resulta más estabilizador que el petril del puente, ya que sus pro­
porciones responden directamente a las de la caja cuando ésta tiene suficiente impor­
tancia, o se le da la altura conveniente cuando, como ocurre en Segovia, ésta tiene
dimensiones m uy reducidas. Además, esta coronación es precisamente el objetivo de
la obra, que aparece así exaltada en su solemene elevación con una adecuación per­
fecta de jerarquías en orden ascendente, pues aparece la caja en alto dando la conti­
nuidad de su horizontal que serena, y a la par estabiliza, el primer piso de arcadas en
su perfección geométrica de ritmo liberado, y el segundo piso en un tercer nivel donde
los arcos se aparean con los superiores, los pilares se desigualan, reproduciendo la
variación de altura, y se engruesan de modo diferente según el valor de ésta, acen­
tuando su función portante por el aumento de corporeidad en escalones bruscos.
Como ya hemos indicado anteriormente, para los romanos, que buscaban en la
monumentalidad de sus construcciones un cauce eficaz a su obstinada voluntad de
imposición de poder, fue el acueducto uno de sus logros más perfectos. Se imponen
al espectador en sus tres dimensiones: altura fuera de la escala humana, longitud que
unas veces es verdaderamente colosal en alineaciones de kilómetros y siempre se alar­
ga por la vibración rítmica de sus arcadas, y espesor que da una esbeltez de verdade­
ro alarde, como ocurre en Segovia. Son elementos característicos en el paisaje donde
están incrustados con una referencia remota a su fontanal origen en las llanuras secas
y otra m uy directa a su utilitario destino. Incluyen en sus dimensiones físicas una
cuarta dimensión, la tempórea, hecha distancia al origen, por el fluir del agua y a su
iniciación por el nombre del emperador, constituyendo un monumental reloj de agua,
dando en quinarios de agua utilizable el transcurso del tiempo, que se transfundía a
la vital necesidad de los ciudadanos, contribuyendo a su romanización.
Capítulo II. Acueducto de Tarragona

D ocum entos relativos al acueducto de Tarragona

Referencias históricas y literarias


(1) E. FLOREZ: España Sagrada. Tomo XXIV, pág. 2 3 0 -1 . ducto, tal vez el de mayor extensión que hicieron los Romanos fuera
de Italia, para conducir las aguas desde el lugar llamano «Pont de
16. Una de las obras más notables que labró Tarragona fue el que
Armentera» a esta Ciudad, que la incuria, o los cuatrocientos años
llamaban Puente de las Ferreras, y es un magnífico Aqüeducto para
de esclavitud con la invasión morisca, que sufrió esta tierra, desde
conducir agua á la ciudad: pues siendo populosa, como capital de la
713 hasta 1.117, tenía absolutamente inutilizado».
Provincia, y esmero de la grandeza de los Romanos, necesitaba
mucho surtido de agua; y en efecto perseveraron muestras de con­ «A este importante objeto y santo fin, mandó el Señor Arzobispo 0. de
ductos por varias partes, como reconoció Pons de Icart, y expuso en Santiyán y Valdivielso) levantar un plan geométrico del mencionado
el cap. 34. Con el tiempo se han ido destruyendo los vestigios: pues aqüeducto, y sacado el plan, dispuso S. I. la abertura del antiguo con­
uno que reconoció Pujades en el año 1596 faltaba á los tres años des­ ducto, a que se dió principio el 17 de Abril del presente año, conti­
pués, como afirma en el fol. 74. nuándose sin intermisión por los más hábiles minadores de este país;
habiéndose ya hecho patente, que desde esta ciudad hasta el mencio­
17. El que ha resistido á los siglos, y mereció ser respetado de todas
nado Lugar de «Pont de Armetera», tiene de largo cincuenta y cinco
las Naciones enemigas, es el mencionado Puente de las Ferreras, á
mil, setecientas sesenta y tres varas, o pasos catalanes; y de su estado
una legua de la ciudad, por la parte del Norte, que empezaba á tomar
actual resulta que de aqüeducto arruinado se hallan diez y nueve mil
agua á quatro leguas de Tarragona, junto al Real Monasterio Cister-
quinientas y veinte y ocho varas: de obra reparable, veinte mil ocho­
ciense de Santas Creus, y cerca del Río Gayá, donde estaba la torre,
cientas y ochenta y dos; y de mina subterránea quince mil trescientas
ó Arca principal, en que dicen vivía el Prefecto de las aguas. Desde
cincuenta y tres; quedando esta abierta ya a satisfacción del Prelado,
allí bajaba el aqüeducto á Villarodona, y Vallmoll, tirando ácia la
y de cuantos la reconocen, admirándose todos de la solidez, primero,
Ciudad. Una legua antes de Tarragona puso la naturaleza unos colla­
y estado de obra, tan antigua; expuesta a la voracidad de los siglos, a
dos, que por la hondura intermedia no permitían la dirección de la
la barbaridad, y a la ignorancia. De la sola empresa de esta obra enten­
agua; pero el arte y la grandeza de ánimo venció el astorvo, erigien­
derá V. el magnífico espíritu de este Señor Arzobispo, que hará cosas
do de collado á collado un Puente, por donde el agua corriese.
grandes y magníficas, si Dios nuestro Señor le alarga la vida».
18. Pujades, en el fol. 74, puso tres órdenes de arcos, unos sobre
(Copia de un trozo de carta del Arzobispo al Marqués de Florida-
otros. Pero no sé qué fundamento halló para los tres: pues Icart no
blanca, que es el siguiente): «Gozoso con haber salido bien de esta
vió más que dos, y éstos persisten hoy, sin rastro de otra cosa. El
empresa, y mucho más con el socorro que hallaron en ella tantas
orden inferior es de once arcos: el de encima, por donde corría la
familias, tengo premeditada, para que les continúe el alivio, otra obra
agua, tiene veinte y cinco. Los once del medio son iguales, porque
de las más vastas y necesarias a este terreno de cuantas se pueden pen­
estrivan sobre la línea en que rematan los once de abajo: todos los
sar en el día, que es la reedificación a mis expensas del famoso aqüe­
demás, así inferiores como superiores, son desiguales en lo alto, por­ ducto de los Romanos para introducir el agua en esta su antigua
que se van acomodando al suelo, que desde lo más bajo entre los dos Metrópoli (tan escasa de ella al presente, que no tiene fuente algu­
collados va subiendo poco á poco hasta las cimas, y cerca de lo más na), cuya delineación y longitud prodigiosa reconocerá V. E. por el
alto, debe el arco ser más pequeño. Los más altos son los inferiores plan que, custodiado en un cañón de hoja de lata, me tomo la liber­
del medio, que estrivan en lo más profundo del suelo. La altura total tad de remitirle hoy, por el correo con sobreescrito separado: pero
es de treinta y dos varas y media, según la midió Icart: las veinte y como prevéo, que una obra de esta naturaleza no dexará de padecer,
media corresponden á los arcos inferiores: las demás á los de enci­ como sucede a otras de menor clase, algunas contradicciones de los
ma. Lo largo es doscientas y treinta y cinco varas en el canal del agua: que viendo sin destino aquellas aguas después de tantos siglos, se
lo ancho dos varas y media. las aplicaron para regadío de sus tierras, o se las establecieron por la
19. El modo más fácil para enterarse de todo es ver el alzado de la Intendencia de este Principado para que se aprovechasen del usufruc­
fábrica, según la delineó D. Antonio Alcedo, Teniente en las Guar­ to (indemne siempre la propiedad, como aquí se acostumbra): supli­
dias Españolas, que se sirvió comunicármela, y es como muestra la co rendidamente a VI E. que en el caso que merezca su aprobación
Estampa, que damos á la vista (ver dibujo [1]). dicho diseño, se digne facilitarme de nuestro Augusto Monarca el
(2) A N T O N IO PO N Z: Viaje de España. Madrid, 1771. permiso, facultades, y auxilios conducentes, para que nadie me per­
turbe en un pensamiento de que resultarían forzosamente imponde­
A propósito de la restauración integral de la conducción, existen las
rables ventajas, así al ramo de la Agricultura, por las muchísimas pose­
siguientes citas:
siones que se podrían regar al paso, como al de distintas fábricas, o
Tomo X. Prólogo: «No crea Vd. que séa esta una de las obras de cualquiera otra especie de industria, inseparable de todo buen gobier­
mayor monta entre las que este benignísimo Prelado tiene proyec­ no y civilidad: sobre todo sería grande a todas luces el beneficio que
tadas, para beneficio de esta Ciudad; porque yo conceptúo mayor seguiría a estos habitantes, que se ven con frecuencia en la dura pre­
sin comparación, la de restituir a su costa el famoso antiguo aqüe­ cisión de beber agua corrompida de las cisternas, a poca sequedad

49
Acueductos romanos en España

que sobrevenga, y de este modo, no solo quedarían plenamente soco­ (El día 5 de Julio de 1783, después que se escribieron la primera vez
rridos, sino que lograría esta memorable Ciudad (que no es sombra estas cartas, falleció, con gran sentimiento de Tarragona y de todo
de lo que fue), volver en parte a su antiguo lustre y esplendor, consi­ el arzobispado, este benéfico prelado; y aunque dejó caudales para
guiéndose igualmente para mayor gloria de nuestra Nación, que salga continuar la restauración del acueducto, acaso no bastarán para su
de entre el olvido y obscuridad de los tiempos, una fábrica de las más conclusión total; lo que no hubiera sucedido su su vida hubiese sido
útiles y suntuosas, que emprendieron los Romanos, que aún en el día más larga; pero es muy de creer que, hallándose la obra muy adelan­
es la admiración de cuantos la ven, desde que por mi dirección se tada, no falten por un camino u otro, medios de concluirla.)
empezó a descubrir y limpiar parte de ella».
71. El puente que llaman de las Ferreras es un soberbio residuo del
(Continúa refiriéndose al acueducto en Tomo X, Carta VI, núms. antiguo acueducto de que he hablado. Consiste en una fábrica de
67, 68, 69 y 71.) dobles arcos para salvar una hondura entre dos colinas y llevar
67. He ido en su compañía a reconocer una de las antigüedades más nivelada el agua. A proporción que se eleva el terreno, se disminu­
importantes de esta ciudad, cuya existencia, si se verificase, sería pre­ ye la elevación de los arcos; los inferiores, como que ocupan para­
ferible a cuantas hoy permanecen en ella. Es el antiguo acueducto je más estrecho, son once, y los de encima, veinticinco; son de pie­
romano, que camina hasta Tarragona desde Pont de Armentera, dras sillares. La altura de esta magnífica obra es de treinta y dos
junto a un monasterio de Cistercienses llamado Santas Cruces, cerca varas y media; lo largo de doscientas treinta y cinco, y lo ancho,
del río Gayá, donde tenía su origen, siendo su curso de seis o siete dos y media.
leguas. El Hospitalet, que es un paraje a donde llegamos, distante
(3) BARON DE B U R G O IN G : Un paseo por España. 1 7 7 7 - 9 5 . Edi­
cuatro leguas de Tarragona, suministraba caudal abundante a dicho
ción J. García Mercadal, p. 10 6 2 .
acueducto, además del que traía hasta allí, cuya dirección se recono­
ce en diferentes sitios, a veces superficial, a veces profundizado en la «... los vestigios de un acueducto de seis a siete leguas de recorrido,
tierra y en parajes atravesando largas distancias de peña viva trasfo- de cuya restauración se habló en 1.782».
rada.
(4) J. T O W SE N D : Viaje a España hecho en los años 1786-7. Edición
68. Las aguas del Hospitalet, que parte nacen en la Encomienda de J. García Mercadal.
la Orden de San Juan, y parte junto al caserío que llaman de Torre- El acueducto lleva el agua a la ciudad desde siete leguas de distancia
llés, se introducen ahora en un barranco, y por el término de Vall- y atraviesa un profundo barranco sobre un puente que tiene 700 pies
moll van a parar al río Francolí, llamado antiguamente Tulcis. Este de largo y más de 100 de alto. Tiene por abajo 11 arcos y arriba 25.
viaje lo hemos hecho, no solamente por satisfacer nuestra curiosi­ Ha sido reparado a costa del último arzobispo.
dad, sino también los deseos del ilustrísimo señor arzobispo don Joa­
quín de Santiyán y Valdivielso, quien sepa usted que se ha propues­ (5) SO M O R R O ST R O : El acueducto de Segovia, 1 8 2 0 . Descripción
to la restauración total de esta obra importantísima para Tarragona, de acueducto de Tarragona en la página 13.
y la empresa tiene ya su principio con tan buenos auspicios, como (6) CEA B E R M Ü D E Z: Sumario de las antigüedades romanas que
que habiendo representado dicho prelado a su majestad para que hay en España. Madrid, 1832, pág. 7.
protegiese esta obra, que a sus expensas quiere efectuar, ha tenido
El agua iba a esta capital desde cerca del monasterio Cisterciense de
las contestaciones más favorables que a nombre de su majestad le ha
Santas Creus, distante de ella cuatro leguas. El Puente de las Ferra­
enviado el excelentísimo señor conde de Floridabianca en 10 de
ras está situado a una legua de Tarragona hacia el norte, entre dos
Marzo de 1782.
collados, y consta de dos órdenes de arcos, unos sobre otros. Lo largo
69- Según el fervor y constancia del señor arzobispo, no dudo que de todo el trozo es de 235 varas y lo alto por el medio de 32 7 2, de
perfeccionará su ardua y costosa empresa, en cuyo caso será, sin las cuales 20 ' / 2 pertenecen a los arcos inferiores y 12 a los superio­
duda, en esta parte un verdadero restaurador de la gran Tarragona, res, que tienen de espesor 2 '/2 .
reducida hoy a un esqueleto de lo que fué, habiendo carecido de las
Cerca del Circo máximo descollaba un suntuoso edificio, tenía 425
aguas, que antiguamente entraban abundantemente en dicha ciu­
varas de largo y 225 de ancho. Se encuentran entre sus ruinas bóve­
dad por este y otros acueductos que tenía. Desde luego, podrán con­
tar sus vecinos con el beneficio de beber agua buena y salir de la das de piedras muy grandes... Rodeaba este gran edificio un acue­
penuria en la que ahora se hallan, bebiéndola de algibes, y a veces ducto, y otro pasaba por delante de la puerta principal.
corrompida, pues aunque tienen un profundísimo pozo en la ciu­ (7) MADOZ: Diccionario Geográfico (1849)
dad, donde la hay manantial, es casi nada la que sube por medio de
Tomo X IV , pág. 6 5 0 .
una máquina, y poco agradable; tendrán los vecinos proporción y
facilidad para establecer fábricas, para regar terrenos y otros mil
TA R R A G O N A - Acueducto.
beneficios. El señor arzobispo habrá hecho una limosna universal y
permanente, benéfica a los presentes y venideros, y será el único Llámase en Tarragona Puente de las Ferreras, el respetable monumen­
entre tantos y tan grandes prelados como ha tenido esta iglesia, que to a que nos referimos, que tomaba las aguas del río Gayá, 1,5 leguas
haya tenido y perfeccionado uno de los mayores bienes que son ima­ al E. de la ciudad cerca de Altafulla, conduciéndola hacia la parte de
ginables. la Secuita y por la casa de campo llamada la Tallada, en la que residía

50
Capitulo II. Acueducto de Tarragona

el prefecto de las aguas: desde el punto de su origen seguía por sun­ ciudad, cerca de Altafulla, conduciéndola hacia la parte de la Secui-
tuosas galerías y conductos subterráneos hasta el citado puente, el cual ta, y por la casa de campo llamada la Tallada, en la que residía el pre­
se eleva en una hondonada a una hora escasa al N de Tarragona, junto fecto de las aguas, siguiendo desde aquel punto por galerías y con­
a la carretera de Valls, nivelando y uniendo aquel espacio dos líneas ductos subterráneos hasta el famoso puente llamado de las Ferreras,
de arcos unos encima de otros: los 25 superiores conducían el agua de monumento respetable perfectamente conservado, lámina 24, el
una parte a otra de las montañas, sostenidos por otros 11 que forman cual se eleva en una hondonada a una hora escasa por la parte del
el cuerpo inferior, todos iguales en dimensiones, pero en virtud de la norte de Tarragona, junto a la carretera de Valls; nivelándo y unien­
vertiente de las montañas, los pilares de los arcos laterales van dismi­ do aquel espacio dos líneas de arcos unos encima de otros.
nuyendo gradualmente hasta queda en sus extremos algunos arcos sin
Los veinte y cinco superiores conducían el agua de una parte a otra
ellos. Su total elevación desde la parte más honda del terreno es de
de las montañas, sostenidos por otros once que forman el cuerpo
83 '/2 pies; los pilares inferiores tienen de ancho en su base 12 pies, y
inferior, todos iguales en dimensiones.
rematan en espira de seis pies de frente, encima de la cual corren las
impostas de segundo orden: luz del arco de pilar 22 '/2 pies; longitud Como las vertientes de las montañas son diagonales, y en ellas apoya
total de la obra 876, y longitud de la parte arqueada tomándola en el toda la fábrica, por la misma razón los pilares de los arcos laterales
firme del pilar en ambos extremos 725; su forma es bella y sencilla, a van disminuyendo gradualmente hasta quedar en sus extremos algu­
la par que graciosa e imponente, construida con grandes sillares almo­ nos arcos sin ellos.
hadillados, y a excepción de 3 ó 4 que faltan en su parte superior cen­ Han venido más de una vez a nuestras manos dibujos y grabados del
tral, el todo se halla perfectamente conservado, estando unidas y afian­ Puente de las Ferreras. Unos representan a este monumento con tres
zadas las piedras por su mismo peso, sin ninguna clase de betún: el órdenes de arcos, otros con más arcos de lo que en sí contiene, y no
vulgo, a imitación de lo que sucede en Segovia, le llama Puente del
pocos con los pilares iguales. El motivo de estas contradicciones o es,
Diablo. Desde esta fábrica queda borrado enteramente el conducto,
a nuestro ver, el que indicamos de que no es posible representar en el
el cual aparece a mucha distancia en el camino del Ángel, cerca de la
papel lo que no se ha visto ni medido. Los pilares del orden inferior
ciudad en un largo trozo de galería abovedada y cortado en aquel sitio
de este acueducto rematan en espira y todo el orden restante podemos
desaparece del todo. Según la dirección y declive del terreno, el agua
darlo por exacto por lo mucho que lo hemos examinado y medido.
penetraría en la ciudad por las inmediaciones de la puerta del Rosa­
rio para distribuirse en varias direcciones, desprendiéndose del con­ Su total elevación desde la parte más honda del terreno es de ochen­
ducto principal otra hijuela que partía en línea recta por el exterior de ta y tres pies y medio; ancho de los pilares en su base, doce; debajo
la ciudad, cuyos vestigios se manifiestan en el foso junto a la puerta de las impostas, seis y medio; luz del arco de pilar a pilar, veinte y
de San Francisco y parte superior a la izquierda del mismo, yendo a dos y medio; longitud total de la obra, ochocientos setenta y seis,
parar al puerto; y quizá sería continuación de la misma un trozo de y longitud de la parte arqueáda tomándola en firme del pilar en
galería subterránea que existe en el glásis del fuerte real; y es de creer ambos extremos, setecientos veinte y cinco pies.
que continuáse al baño público que hemos dicho antes, porque en Su forma es bella y sencilla a la par que graciosa e imponente, cons­
aquel mismo sitio se descubrió la entrada de una galería subterránea,
truida con grandes sillares almohadillados; y a excepción de tres o
fabricada con grandes sillares de una vara de ancho y 1 '/2 de eleva­
cuatro que faltan en su parte superior central, el todo se halla per­
ción.
fectamente conservado; destacando ese bello monumento del fondo
Debemos hacer mérito en este lugar de otra obra hidráulica, cuyos oscuro del valle, por el tinte anaranjado que los siglos han impreso
autores y objeto son desconocidos. En la plaza de la Fuente y a una sobre aquellas piedras unidas y afianzadas con su mismo peso sin
vara de distancia de la misma al O, hay una losa que cierra la entra­ ninguna clase de betún.
da de un profundo pozo, practicado en la dura peña; en sus costa­ Después del acueducto queda borrado enteramente el conducto, el
dos una especie de estancias cuadradas, alternadas entre sí en forma cual aparece a mucha distancia en el camino del Ángel cerca de la
de pisos, siendo necesario valerse de una escalera de mano para bajar ciudad en un largo trozo de galería abovedada, y cortado en aquel
de uno a otro hasta el undécimo; y en su mayor profundidad apa­ sitio, desaparece del todo.
rece una gran hendidura perpendicular, que contiene un caudal
inmenso de agua. Ignorada sin duda esta obra desde largos años, fue (9) F. F U L G O SIO : Crónica general de España. Tomo: Cataluña
descubierta en el siglo XV y habiendo hallado su agua de la mejor 1870. Se ha utilizado el dibujo [5].
calidad, el arz. D. Domingo Ramos mandó colocar un ingenio, el (1 0 ) P. PIFFERRER: Cataluña: sus monumentosy artes. Se ha utilizado
cual surtió por muchos años a los vecinos hasta que se condujeron el dibujo [6].
las aguas exteriores y fue obstruida la entrada de este gran depósito.
( 1 1 ) D AREM BERG & SA G L IO : Dictionaire des antiquités. Tomo II,
(8) J. F. A L B IÑ A N A y A. BOFARULL: Tarragona monumental,— pág. 342.
Tarragona, 1849, páginas 166-9. El acueducto de Tarragona tiene también un doble orden de arca­
Según los monumentos y restos existentes durante el dominio de los das, está construido con sillares almohadillados; su altura total es de
romanos, Tarragona estuvo abundantemente surtida de aguas que 31 m y su longitud de 218. Los pilares del piso inferior tienen talud
fueron a tomar del río Gayá, una legua y medida distante de esta por sus cuatro costados; los superiores están enrasados en fachada

51
Acueductos romanos en España

con la última hilada de los anteriores y disminuyen únicamente en a unos 4 km al norte de Tarragona, son las arquerías de piedra, con
las caras internas de las bóvedas. dos órdenes, com once arcos en la línea inferior y veinticinco en la
superior. Su longitud total es de 200 m, su mayor altura llega a 26 m
( 1 2 ) P U IG Y CAD AFALL: Historia de la arquitectura de Cataluña.
La luz de sus arcos es de 6,40. Se piensa que debe datar de princi­
PO N S DE ICART: Libro de las grandezas de Tarragona. L érid a, pios del Imperio y es parecido al llamado puente del Gard, que lle­
1572 y 1883.
vaba las aguas a Nimes. Le quita esbeltez lo gruesos que por refuer­
(13) M O N U M E N T O S N A C IO N A L E S. Núm. 874; tomo II, págs. zo son sus pilares.
314-15.
Traía las aguas del Gaya por el valle de Francolí con un recorrido (14) A. SCHULTEN Tatraco. Barcelona, 1943, páginas 55, 59, y foto 10.
total de 25 km Su parte monumental visible, Puente de las Ferreras; (15) G. PIC A R D : L’empire romain. Office du Livre. Friburgo, 1965.

Dibujos
[1] «Vista de los arcos y acueducto llamado el Puente de las Ferre­ Forma la parte inferior de un grabado con detalles del anfitea­
ras mirando al norte distante una legua de la ciudad de Tarra­ tro de Tarragona, teniendo su escala gráfica en pies. Longitud
gona», publicado en la España Sagrada, del P. Enrique Flórez, del grabado, 44,50 cm.
tomo XXIV, página 230, dibujado por D. Antonio Alzedo,
[4] «Acueducto romano», de la obra Tarragona monumental, de J.
Teniente de las Guardias Españolas. Escala gráfica en pies cas­
F. Albiñana y A. Bofarull, 1849. Lámina 24, litografía de 15 x
tellanos. Grabado de 42 x 11 cm. Gil sculps.
10 cm. D. b. del natural y lit. por D. Soberano. Lit. Alegret y
[2] «Vista pintoresca de los acueductos de Tarragona», del Voyage Cie. REUS.
pittoresque de l ’Espagne, de A. de Laborde. Tomo I, pág. 32, pl.
LV, tamaño 35,50 x 23,50 cm. Dessiné par Alexandre de [5] «Acueducto de Tarragona», de la obra «Crónica General de
Laborde. Gravé à l’eau forte par Baugean. Terminé par Deque- España», tomo Cataluña, de F. Fulgosio (1870), pág. 25.
vanviller. Aparece la anécdota de un caballero cruzándolo que Reproducido a su tamaño.
describimos en el texto. [6] «Acueducto llamado de las Ferreras», de la obra Cataluña: sus
[3] «Detalles y cortes de diferentes monumentos antiguos de Tarra­ monumentos y artes, de P. Pifferrer (1884), pág. 485. Fotogra­
gona», de la misma obra que el anterior. Tomo I, pág. 32, pl. LVI. bado reproducido a su tamaño.

52
Ill

Acueducto de Segovia

Introducción

El acueducto de Segovia es el más airoso de todos lo que construyeron los romanos,


duradero como muy pocas construcciones, podría seguir cumpliendo su misión pri­
maria de llevar agua rodada y libre, aunque, para befa y escarnio de romanos, sopor­
te una tubería con agua encerrada a presión, teniendo a sus pies otra enterrada, y tam­
bién a presión, y ambas atentando contra su perseverancia. Afortunadamente, en plazo
breve ambas tuberías quedarán sin agua y la superior desaparecerá, con lo cual el monu-
Vista aérea d e l a c u e d u c to mentó va a ostentar con seguridad su gallardía ya inútil a la sed, pero ejemplar,
de Segovia

53
A rra n q u e
a c tu a l del
m uro

D esarenador

C om ienzo
de la p rim e ra
a lin e a c ió n
de arcos

o
o
TD
ω
o
a>
TD

CL
o
A rra n q u e de
la a lin e a c ió n
de dos pisos

Plaza del
A zoguejo

Paso de la
m u ra lla
Acueductos romanos en España

No conocemos su filiación y sí m uy poco de su historia, pero vamos a reunir lo


que de él hay y lo que de él se ha escrito para luego aventurar algunas hipótesis vero­
símiles.

Descripción

La conducción de aguas para abastecimiento de Segovia no es de las más importantes


entre las que construyeron los romanos, pues tiene una longitud de unos 18 km y su
caja es de 30 x 30 cm (l x 1 pie, aproximadamente). Tomaba el agua en el nacimiento
del río Frío, cerca de la fuente de la Fuenfría, que da nombre al río y al puerto de paso
de la Sierra por ese lugar, derivándola mediante presa romana, que fue reconstruida
cuando los Reyes Católicos. Desciende en canal abierto contorneando laderas rocosas
de unos 9 km para llegar al pinar de Balsaín, cruzando la carretera que fue camino real
de San Ildefonso junto a la antigua venta de Santillana, y ya desde allí enterrada por el
llano, y advertida por una serie de registros, cuya fábrica parece del siglo XV, llega hasta
una construcción elevada denominada el Caserón, que debió ser castellum aqua de la
primitiva conducción. A partir de esta construcción iba la conducción sobre muro hasta
la segunda caseta o desarenador que describimos más adelante. Hace unos quince años
se cambió la urbanización de esta última zona destruyéndose una parte de esta prime­
ra alineación sobre muro, que arranca ahora junto a la carretera de La Granja, marcán­
dose el comienzo mediante un sencillo monumento formado por dos sillares cilindri­
cos labrados ricamente con una alusión al acueducto representado al modo de escudo
de la ciudad, realizado en cuero o pergamino y sostenido por dos brazos que surgen en
la parte superior. Estos sillares son lo que cita Somorrostro como encontrados cerca de
la ermita de San Matías en el camino a La Santa Cruz, y se colocaron aquí en 1951,
A rra n q u e a c tu a l de la zona
apoyándolos sobre una combinación de sillares de caja imbricados con otras piedras d e s c u b ie rta .- S illa re s
procedentes de la demolición del trozo anterior. c ilin d ric o s d e l sig lo XVII
con e m b le m a del
El muro ha quedado en alineación de unos 140 m de longitud con 1,38 m de grue­ a cu e d u c to y s illa re s en U
so, soportando en coronación la antigua caja, cubierta moderadamente por una p ro ce d e n te s de la caja
arqueta para alojar la tubería metálica que va a lo
largo de todo el acueducto. La caja está formada por
sillares de 45 x 70 cm exteriores, con el rebajo de 30
x 30 cm, aproximadamente, que corresponde a la
canal, siendo ligeramente curvas las superficies exter­
nas para empotrarse mejor en la manipostería que
los envuelve, apareciendo en algunos trechos al exte­
rior por haberse desprendido esta fábrica.
Este tramo de muro desemboca en la caseta que
alberga al desarenador de la conducción romana, con
estanque de 4,25 x 2,18 m en planta y 2,60 m de pro­
fundidad, revestido por seis hiladas de sillares roma­
nos. Llega el canal por uno de sus ángulos y sale por
el centro del lado opuesto, teniendo además un

56
Capítulo III. Acueducto de Segovia

aliviadero en este lado, habiéndose regulado el funciona­


miento mediante compuertas, pues aparecen las guías de
las mismas en el canal de salida y en el de desagüe. La case­
ta tiene una planta interna de 7,70 x 4,75 m y se cubre con
bóveda apuntada en cañón, probablemente reconstruc­
ción de la primitiva. Al exterior dos sillares de la parte baja
denuncian su procedencia romana.
A este desanerador sigue otro tramo de muro de 65 m
de longitud y 1,85 m de latitud que al cambiar de aline­
ación se convierte en arquería con seis arcos destacados,
aunque los dos primeros casi levantan desde el mismo
suelo, no llegando el inicial al medio punto. Las luces
S illa re s de caja e m b e b id o s
en la m a m p o ste ría del m uro
oscilan de 2,20 a 2,40 m y los macizos de 1,40 a 1,50 m,
aproximadamente, dando una relación de vano a maci­
zo de 1,60 m. Son de tosca arquitectura, pero ostentan
ya algunas características de la arquería de coronación:
dovelas de arranques formando salmer común a dos
arcos y aparejo con algunas dovelas que traban de para­
mento a paramento. Una cornisa elemental corona la
arquería constituida por una hilada de sillares en ligero
Zona sobre m uro a
c o n tin u a c ió n del
saliente a nivel de claves. También aparece el ático de
d esa re n a d or coronación que ha de conservarse a lo largo de las arca­
das paramentando con una manipostería muy deficiente. Este ático, que lleva los silla­
res de la canal justamente encajados en su coronación y en el centro, se remata con
sillares transversales a ambos lados de dicha canal, que asoman con ligero saliente a
los paramentos para formar la cornisa de remate. Actualmente la caja se recrece pol­
los desgraciados muretes de ladrillo a que tantas veces nos referiremos, los cuales cam­
bian de altura de un modo irregular.

P rim era a lin e a c ió n


sobre arcos
A rco in ic ia l de to d a
la o rd e n a ció n

■MMkj

57
Acueductos romanos en España

Esta alineación quiebra en pilar de ángulo de 2,75 m de longitud, con desviación


hacia la izquierda y dando paso a la segunda alineación de veinticinco arcadas que se
inicia con seis muy parecidas a las anteriores; pero en la VII encontramos nuevo esti­
lo, probablemente de una reconstrucción total, donde los arcos son ligeramente peral­
tados y apuntados, con sillares menos abultados y con menos meteorización que en
los romanos, manifestándose claramente marcas de cantero m uy variadas que se apre­
cian incluso en las fotografías. Se pueden considerar tres clases de estas marcas, seña­
les sencillas con trazos rectos asimilables a letras V, L, y también cruz con un punto
destacado; luego, meandros, aspas y alfas casi siempre giradas 90° y, por último, estrellas

58
Capítulo III. Acueducto de Segovia

de varios trazos, V con brazos curvos y círculos prolongados


en tangentes paralelas o con cuernos. La cornisa sobre arcos se
mantiene en simple hilada de sillares toscos hasta el arco XX,
donde aparece moldurada con toda la complicación definiti­
va, habiéndose perdido en un largo trecho del paramento lado
externo. Cambia la cornisa de coronación de pilares en la zona
reconstruida, apareciendo esta última con dos toros superpues­
tos y un talón a partir de la pila VIII.
Las cinco últimas arcadas de esta alineación no son apun­
tadas, sino que más bien tienden a formar carpanel; han sido
reconstruidos los arcos dejando algunas dovelas en arranques.
Tienen menos signos de cantero y más simples, un punto pro­
M arcas de ca n te ro
en un arco de
fundo, tres puntos en triángulo, C, ángulo con punto y cruz,
re co n s tru cció n del apareciendo algunas en las boquillas, cosa que no acontece en
A rco a p u n ta d o de la re c o n s tru c c ió n sig lo XV
del sig lo XV
las arcadas anteriores.
Las luces de los arcos oscilan en los 4,90 m y los macizos
alrededor de 1,30 m, llegándose a una luz de 5,10 m, proba­
blemente la mayor del acueducto, en el arco XXIV, ligeramen­
te carpanel con sección de arranque de 1,33 x 1,00 m, sobre
pilar de 1,41 x 1,57 m.
La nueva alineación se inicia quebrando también a la
izquierda sobre pilar de ángulo de 1,85 x 1,30 m y consta de
cuarenta y cuatro arcadas. En las primeras aparecen nuevas
marcas de antero, una especie de B una Y en horca, tres pun­
tos en triángulo equilátero y un círculo con dos diámetros per­
pendiculares prolongados. Del arco cuarto al octavo tenemos
una reconstrucción total con sillares relabrados de superficie
lisa y cornisa de coronación trapecial que ostenta su fecha de
A rco re c o n s tru id o en a lin e a c ió n te rce ra
A lin e a c ió n te rce ra

Zona p rim itiv a en te rce ra a lin e a c ió n

59
Acueductos romanos en España

Izq u ierda
1868. Deben de ser a los que se refiere el editor del Somorrostro (2.a edición) en nota Dos arcos de la
re co n s tru c c ió n de 1 8 6 8
al pie de la página 5, diciendo que estaban cubiertos con mampostería por estar rui­
nosos. También deben corresponder a esta reconstrucción los XIV y XV, ya que, aun­ Derecha
A rcada re co n s tru id a en
que no aparece la fecha, el estilo es idéntico. Las arcadas IX a XII también están recons­ a lin e a c ió n te rce ra
truidas; las marcas de cantero son más complicadas y aparecen también en las
boquillas con gran tamaño, repitiéndose mucho una especie de esvástica con brazo
suplementario y también una M. Las arcadas XVI y XVII están reconstruidas con silla­
res y dovelas pequeños, marcándose en la bóveda con más tizón la clave y los riño­
nes. En todas estas reconstrucciones se han afinado las proporciones, pues la luz está
alrededor de 4,80 m y el macizo en 1,30 m. A partir de la XVIII parecen todas roma­
nas con simples restauraciones parciales en tímpanos, destacándose la cornisa clásica
del acueducto en la coronación de pilares, pero con una simple hilada saliente en la
cornisa corrida sobre arcos.
El pilar del ángulo que separa esta alineación de la última que quiebra hacia la dere­
cha, es decir, al contrario de las anteriores, es una hermosa construcción con planta casi
curva en sus dos frentes y desarrollos de 5,50 y 3,80 m el extremo externo e interno, res­
pectivamente. Su dimensión transver­
sal es de 1,90 m, que se conserva en los A rca d a re c o n s tru id a en el
sig lo X V III
pilares superiores de la arquería doble.
El último pilar de la arquería sencilla
tiene 1,30 x 1,90 m, siendo la altura
total hasta coronación unos 14 m.
En la zona principal del acueducto,
con arcadas superpuestas en dos pisos,
tenemos cuarenta y cuatro hasta llegar
a la muralla. Ésta interrumpe la serie
de arcadas que debía prolongarse en

60
Capítulo III. Acueducto de Segovia

número de ocho o nueve, sencillas, aunque actualmente aparecen sólo cuatro, tres des­
tacadas que dejan paso a una calle y otra, aunque tapiada por el exterior, visible den­
tro de una finca particular. Entre estas arcadas y la muralla, la caja va sobre muro no
romano y a continuación de ellas se encuentra la edificación de la finca aludida, con
una tapia en la alineación del acueducto, donde destaca por fuera el petril inclinado
de un tiro de escalera que debía dar acceso a la parte superior del acueducto, petril que
parece ser del siglo XVI o XVII. Separando las zonas de doble arcada y la final de arca­
da sencilla que están en la misma alineación, existe un pilar de mayor sección, con
dimensión longitudinal de 2,10 en lugar de 1,20 m, pero con la misma anchura.
En esta zona de doble arcada, que es la estampa clásica del acueducto, la ordena­
ción del mismo mantiene constante el piso superior con su ático, salvo en los tres
pilares, que centran la máxima altura, adaptándose el piso inferior al ascenso y des­
censo de ladera, proporcionando sus pilares en latitud y longitud crecientes, por esca­
lones, con la altura. Tiene unas dimensiones mínimas en coronación de 1,80 x 2,50 m,
y las máximas en la base son de 2,40 x 3,60 m.
Estos escalonamientos se hacen por alturas de 3,60 m (12 pies), a excepción del
cuerpo superior, que mantiene su sección en 5,10 m (17 pies), ganándose aproxima­
damente medio pie en cada recrecimiento, que se subraya mediante cornisa corrida
en los cuatro lados. Otra cornisa corona cada pilar, separándolo del arranque común
de los arcos adyacentes, disminuyendo ligeramente la sección transversal de dicho
P ila r de q u ie b ro en
a lin e a c ió n te rc e ra -c u a rta
arranque y separándose las boquillas desde el nivel horizontal con dovelas indepen­
dientes, pero en contacto las dos primeras horizontales y a veces las
inmediatas. Los arcos, que tienen una luz libre oscilando alrededor
de 4,50 m, se ordenan en alzado por dovelas trapeciales en núme­
ro de 15 a 17, con una siempre en clave, y transversalmente se dis­
ponen en planos radiales perfectos, sucediéndose de 2 a 4 en el espe­
sor de la bóveda. La soble enjuta que dejan las bóvedas adyacentes
se rellena con sillares ajustados a su forma en cinco hiladas como
norma, y el conjunto de bóvedas y enjutas se coronaba con una
hilada completa en todo el ancho, que asomaba en ambos frentes
como cornisa volada. De esta hilada quedan únicamente los silla­
res que están retenidos por los pilares superiores o por el sotaban­
co que forma basamento de los tres pilares principales. Los demás
fueron pasto de la rapiña, ya que su remoción era fácil al no tener
conglomerante que los sujetara.
El nivel de esta cornisa, hoy reducida a su m ínim a expresión,
daba el plano de referencia para la organización geométrica del piso
superior, con pilares, todos iguales: sección de 1,30 x 1,90 m y altu­
ra de 4 m hasta cornisa, sobre la cual, combinando sus dos prime­
ras dovelas en salmer único, arrancan los dos arcos de luz ligeramen­
te superior a los del primer piso (alrededor de 4,58 m), pues vuelven
a retranquear sus paramentos con respecto a los pilares, volteándo­
se las boquillas con dovelas más pequeñas en número de 15 a 17 y
excepcionalmente 19. En sentido transversal hay normalmente tres

61
Acueductos romanos en España

dovelas, que van de paramento a paramento, en clave y riñones, intercalándose dos


con juntas alternadas entre ellas. El ritmo normal del despiezo de las bóvedas es 3 x 2
+ l+ 3 x 2 + l + 3 x 2 + l + 3 x 2 . En los pilares el despiezo combina sillares perpia-
ños con apareados en ambos frentes y dos o tres alternando en los costados.
Las enjutas de las bóvedas superiores se rellenan también con sillares aplantillados
en hiladas horizontales, aunque el número de éstas se reduce en ocasiones a tres, pues
es frecuente que vayan a encontrarse las primeras dovelas sobre el salmer común de
ambos arcos y ocasionalmente también las segundas. Como en el piso inferior enju­
tas y bóvedas se coronan con una cornisa, en la cual se observa la más extraña ano­
malía en la técnica constructiva del monumento, pues los sillares están colocados con
una despreocupación total, que llega a presentar al exterior caras internas e incluso
las de lecho, aparte de una pésima enfilación de las molduras cuando en ordenación
normal se suceden sillares que las ostentan. En esta cornisa —al contrario que en las
otras—el tizón de sus sillares es corto, por lo cual pudieran haberse arrancado los pri­
mitivos y repuesto posteriormente, pero resulta extraño que sillares auténticamente
romanos por su técnica y con marca de tenaza se hayan colocado mostrando vertical
el plano de sobrelecho claramente reconocible por las estrías preparadas para el buen
asiento. Podría averiguarse si están así de origen, arrancando algunos y viendo si se
conservan las molduras sin desgaste, ya que los que han quedado en su posición
correcta han sufrido deterioro importante por meteorización.
Los pilares y arcadas de esta zona del acueducto no han sufrido ninguna recons­ A rco s a p a re n te s en zona
fin a l
trucción, exceptuando el arco inferior junto
al pilar de ángulo, que se reconstruyó en el
siglo XIX -puesto que ya lo citaba Somorros­
tro como inexistente y no figura en el graba­
do de Flórez—, y el último arco superior
junto a la muralla, al cual le corresponde el
pilar de mayor anchura, que ha podido actuar
de pila-estribo. Toda la hilada superior de la
enjuta sobre este pilar es de sillares no roma­
nos. En algunos tímpanos se observan silla­
res de fecha posterior por su labra y por su
color, que habrán sustituido a otros deterio­
rados. También hay algunos huecos de silla­
res desaparecidos y varias juntas retacadas
con piedra menuda y mortero. P ila r c im e n ta d o
d ire c ta m e n te so b re roca
Sobre la cornisa superior cabalga a todo
lo largo de la obra un ático con revestimien­
to de manipostería (opus incertum ) y hormi­
gón de cal (structura cem enticiae) en el inte­
rior, y sección de 1,50 x 1,80 m, en cuya
coronación va encajada la canal de la conduc­
ción romana, claramente visible en los muros
iniciales y en el interior del desarenador,

62
Capítulo III. Acueducto de Segovia

como hemos indicado al comenzar la descripción. En las demás zonas la tubería y los
muretes de ladrillo construidos recientemente para albergarla ocultan la canal y, lo
que es peor, impiden que se limpie y arregle. Pero es de suponer que está labrada en
sillares análogos a los del comienzo, embutidos en el hormigón de la coronación, que
se remata con sillares horizontales de poco espesor e irregulares, asomando en ligero
saliente que denuncia el remate de la obra romana. Los muretes de ladrillo sobrepues­
tos con altura variable constituyen un aditamento desgraciado que deberá desapare­
cer en plazo inmediato. No se puede asegurar si la caja estaría cubierta por sillares,
pero no parece natural que, siendo la construcción cerrada, quedara abierta en el
tramo final.

Historia del acueducto

La primera noticia acerca del acueducto se debe al arzobispo Don Rodrigo Ximénez
de Rada, historiador del siglo XIII. En su crónica de Rebus Hispanensis, capítulo VII,
refiriéndose a la etimología y situación de Segovia y a su fabuloso rey Hispan, dice:
«donde fabricó un acueducto que con admirable arquitectura sirve para conducir el
agua a la ciudad». Esto parece indicar que, además, servía en aquella época.
Todos los comentaristas del monumento se hacen cuestión acerca del silencio que
sobre esta obra pesa, por parte de geógrafos y viajeros romanos y árabes. El acueduc­
to ha debido imponerse siempre, no sólo por su belleza y gallardía, sino por tener que
pasar necesariamente bajo sus arcos todo el que va a Segovia. Además se tiene cons­
tancia de que Plinio el Mayor visitó esta región en su viaje por España; era amigo de
Licinio Larcio, a quien, por una inscripción, a todas luces apócrifa, se atribuye la edi­
ficación del acueducto.
La misma escasez de noticias antiguas tenemos de la ciudad que lo posee y en él
se escuda, y recargando esta falta de individualidad aparece otra Secovia romana en
la Bética. La nuestra fue mansión de la vía romana de Emérita a Astúrica, que es la
número 24 del Itinerario de Antonino. La mansión inmediata, Cauca, hoy Coca, que
debió tener más importancia que Secovia, fue cuna del emperador Teodosio, quien
nació en el 347 d. C.
Tenemos únicamente dos citas de Tito Livio; en una nos indica que Secovia, ciu­
dad de los vacceos, prefirió sacrificar los rehenes entregados a Viriato, antes que rom­
per su pacto con Roma. En la otra cita, con motivo de las guerras de Sertorio, relata
cómo murió su lugarteniente Hertuleyo y fue destruido su ejército por Metelo, cuan­
do aquél le salió al paso cerca de Secovia, intentando cortar su marcha que había ini­
ciado desde Numancia por Uxama y Termes.
En cuanto a documentación epigráfica, Somorrostro consigna XXX inscripciones
romanas de lápidas colocadas en la muralla o procedentes de ella, de las cuales la única
interesante para nosotros es la de Sulpicio a Sulpicia, que «estaba en una lápida des­
prendida de la muralla que hay en aquella parte que llaman la Ronda y mira al Arro­
yo Clamores». Según el mismo cronista, «En esta lápida se ven impresos tres pilares
y dos arcos en la forma que está construido el acueducto».

63
Acueductos romanos en España

Esta lápida se había perdido cuando Hübner realizó la exploración para su Cor­
pu s Inscriptionum Latinorum, pues aunque la recoge con el número 2.751, la copia de
Somorrostro y advierte en nota: fru stra quaesivi. En el Corpus aparece otra inscrip­
ción con el número 2.746, que no hemos encontrado en la actualidad, en la cual
anota: p ila e pontios aut aquaeductos quinque. Por último, recoge una tercera lápida,
inscripción número 2.739, que copia equivocado según el P. Fita, quien da la versión
exacta que copiamos en otro lugar, y que tiene en la parte inferior tres arcadas del
acueducto rebajadas de su plano. Según el P. Fita los caracteres se ajustan a la época
de los Flavios, lo que obliga a considerar la construcción del acueducto en el siglo I.
Esta lápida, situada en el primer torreón de la muralla a la izquierda saliendo de la
puerta de Santiago, sigue estando en el mismo sitio, así como otra cercana descubier­
ta por el P. Fita en el segundo torreón, que tiene también la marca de tres arcadas del
acueducto, quedando muy poco de la inscripción. Por último, creemos haber descu­
bierto en el último lienzo aparente de la muralla, en la zona que mira al Clamores,
una quinta lápida, ya casi completamente gastada, con la inscripción borrada, en la
que parece existir la marca de tres arcadas, en la zona inferior, guardando proporción
la zona que ocupa y la que debería ocupar la inscripción, análoga a la de las otras dos
que hemos reconocido.
El mismo Somorrostro indica que «también se han descubierto entre las ruinas de
la ermita que fue de San Matías, que estuvo en el camino Real que sube cerca del con­
vento de Santa Cruz hacia la puerta de San Juan, dos capiteles de grandes columnas
de piedra berroqueña, en los que está de pequeño relieve los arcos y pilares del acue­
ducto y sobre ellos unos robustos brazos de hombre que indican sostener la cornisa
que había sobre las columnas». Estas piedras estaban en 1861 en el Museo Provincial
y hoy día encabezan el origen de la conducción al descubierto, donde se colocaron
recientemente (año 1951). Por su estilo parecen pertenecer al siglo XVI o XVII.
El primer problema histórico que nos plantea es fechar la construcción, y ante
semejante falta de fuentes no queda más que recurrir al análisis de sus fábricas y deta­
lles estilísticos y comparar con los de las construcciones similares en Roma, de las cua­
les tenemos filiación segura.
Como indicamos en los problemas arqueológicos, creemos que el parecido de las
fábricas de pilares y arcos y algunos detalles menores, lo pone en parangón con el
acueducto terminal del Aqua Claudia, que es de la época inicial de dicha conducción,
y aunque más esbelto y artístico el nuestro, parece tener la misma filiación. Su cons­
trucción dataría entonces de alrededor de los años centrales del siglo I. Recordaremos
que el acueducto citado del Aqua Claudia tenía cerca de 9 km sobre arcadas, aunque
sólo de un piso, y que su construcción comienza en los años 38 por Caligula y ter­
mina en el 52 con Claudio.
El segundo problema histórico que plantea el monumento está en que, no sien­
do Segovia ni colonia romana ni capital de convento jurídico, cómo tuvo protección
oficial o caudales propios y organización para acometer tamaña obra. En cuanto a
medios humanos, es de suponer que fueran los mismos ingenieros que actuaron en
la capital del Imperio los que llevaran a cabo semejante construcción, pues era preci­
so estar muy experimentado en tales menesteres para diseñar y llevar a feliz término

64
Capítulo III. Acueducto de Segovia

proyecto que hoy día impresiona, y que seguramente impresionaba mucho más en
aquella época.
El aislamiento, que parece indicar esta falta de referencias, debió valerle a nuestro
monumento el resistir invasiones de bárbaros y sarracenos. Segovia en época visigó­
tica asciende a Silla Episcopal por los años 527, lo que indica que ya no debía ser tan
insignificante. Sus cronistas coinciden en asegurar, sin fundamento aparente, que
hasta la incursión de Alimenón, el rey de Toledo del romance de Moratín, que asoló
la ciudad en 1071, el acueducto no había sufrido destrucción. En cambio, todos están
de acuerdo en atribuir al último rey de Toledo la ruina de 36 arcos en la alineación
desde «la Concepción a San Francisco», que es la última de arcada sencilla.
Al entrar Alfonso VI, poco después, y reconquistar definitivamente Segovia, se
dan por destruidos dichos arcos, y al levantar este monarca sus murallas empleó pie­
dras del acueducto, muchas de ellas de la cornisa desaparecida, que todavía se ven y
se veían, como dice Somorrostro, «especialmente en los lienzos y cubos que hay desde
el paseo del Rastro hasta la puerta de San Andrés». Los cronistas indican que desde
esta época hasta la restauración de los Reyes Católicos, el acueducto sufría la ruina
de los arcos indicados, aunque nos inclinamos a creer que esta destrucción no era tan
importante y que la caja pudo repararse provisionalmente con canales de madera,
pues debió servir en la Edad Media, como indica Ximénez de Rada.
En las ordenanzas para «guiamiento del agua» de Enrique IV se insertan disposi­
ciones de Juan II, de las que parece deducirse que el agua llegaba hasta la ciudad alta,
y esto debía ser por los años 1440 y siguientes, según apunta Somorrostro, cuando ya
poseía dicho monarca el señorío de la ciudad.
La gran reparación del acueducto se debe a los Reyes Católicos, debiendo traerse
a colación que fue Segovia la primera en aclamar reina de Castilla a Doña Isabel.
Somorrostro transcribe una serie de documentos que existían en el archivo del monas­
terio del Parral referentes a dicha reparación, pues fue el prior de este monasterio de
jerónimos el administrador de las obras, ya que, si bien la reina autorizó al Regimien­
to de la Ciudad para «echar repartimiento en la ciudad y su tierra», no se fio del des­
tino que habrían de dar a los caudales reunidos, y mandó que todo pasase por mano
del prior Fr. Pedro de Mesa, al que luego sucedió, naturalmente, Fr. Gonzalo de Frías.
Tuvo como maestro de obras a un religioso del mismo convento, Fr. Juan de Esco-
vedo, montañés, aunque criado desde pequeño en Segovia. Según el padre Sigüenza,
en su historia de la Orden de San Jerónimo, «era de padre carpintero y estudió mate­
máticas y supo mucha geometría, y de allí vino a ser grande arquitecto».
La tramitación de todo el expediente de las obras se desarrolló del modo siguien­
te: el concejo y regidores de la ciudad de Segovia habían informado a los reyes Don
Fernando y Doña Isabel «cómo la puente seca y cauceras por donde viene el agua y
entra en la dicha ciudad, y las puentes de los ríos que están cerca de ella y por su tie­
rra, los adarves de ello con sus torres estaban m uy mal reparados, y mucho de ello
caído y otro para caer y que a causa de ello hay mengua de agua en ella», y pedían
«que les mandase dar licencia e facultad para que pudiesen repartir por los vecinos
moradores de la dicha ciudad e de los lugares de su tierra, los maravedís que para
reparo de la de los dichos puentes, y cerca y adarve fuesen necesarios». Los reyes, por

65
Acueductos romanos en España

cédula real de 26 de agosto de 1483, dada en Santo Domingo de la Calzada, comi­


sionaron al prior del Parral para «que veáis los dichos puentes y adarves y lo que es
menester reparar de ello, e hagáis información y sepáis la verdad qué maravedís son
menester para el dicho repaso».
Realizada esta información, los Reyes Católicos, por cédula real de 23 de febrero
de 1484, dada en la ciudad deTarazona, nombran «al referido prior, junto con el licen­
ciado Quintana Palla, canónigo de la Santa Iglesia Catedral, el doctor Puebla, corre­
gidor, y el doctor maestro Juan de Guadalupe, para que escogiesen los medios de
hacer las obras que les pareciesen más oportunas, echasen sisa en las carnes, por lo
respectivo a la ciudad y arrabales, y formasen los repartimientos de maravedís que se
habrían de cobrar de la ciudad y lugares de la tierra para la ejecución de las obras.
Aceptada la comisión, formaron el repartimiento en aquel año y siguientes, y se
comenzaron las obras en el año 1484, continuando hasta el de 1489, habiendo impor­
tado 4 cuentos y 268.860 maravedís, que se invirtieron, no sólo en la «puente seca»,
sino en otros puentes y en la reparación de la muralla, habiendo correspondido a
nuestro monumento la cantidad de 2 cuentos y 344.381 maravedís.
No queda muy clara la obra efectuada en el monumeno, ya que aunque Somo-
rrostro da por sentado que se repararon los treinta y seis arcos aludidos con sus pila­
res, el padre Sigüenza se refiere únicamente a «los canales de piedra tan dura y tan
pesada» cuando habla de «lo fuertes y peligrosos que habrían de ser los andamios», y
realmente cualquier sillar o dovela del acueducto pesa más que un elemento de la caja.
En la descripción que hemos hecho del acueducto, tal como se encuentra hoy día,
encontramos que en la segunda alineación de arcadas sencillas existen tres arcos visi­
blemente reconstruidos, pues tienen forma ligeramente apuntada y una labra menos
tosca en dovelas y tímpanos, apareciendo en todos marcas de cantero en el trasdós y
en los tímpanos. En la tercera alineación existen otros tres arcos con las mismas carac­
terísticas y que se enlazan con los anteriores, por estar al comienzo de la alineación.
Otros cinco, también seguramente reconstruidos, tienen signos de cantero de dife­
rente traza, y deben ser de época posterior, así como los dos de sillares pequeños con
acentuación de tizones en clave y riñones. La última reparación, que está fechada en
1868, abarca otros seis arcos, con una labra fina y cornisa rígidamente recortada
en superficies planas. Después de esta última reconstrucción, creemos que no se han
rehecho arcos completos, limitándose las obras a reposición de sillares en pilares y
basamentos, y sustitución de algunas dovelas.
No hemos podido cotejar las marcas de cantero de las arcadas con las de los puen­
tes del Eresma, que dirigió también el mismo Fray Juan de Escovedo, ya que el esta­
do de la superficie del intradós de las dovelas no permite apreciar si las hubo.
En uno de los documentos que transcribe Somorrostro referente a la obra y que
se encabeza con «gastos de la puente seca» (l 1 octubre 1484) dice: «como estas obras
eran las más principales, se hubieron de partir para hacer en dos o más años, para
hacer en la dicha puente canales de piedra cárdena, juntadas y encajadas, una con
otra hembra y macho, para las haber de asentar en la dicha puente con su betún fuer­
te hasta la poner en perfección». Se da el precio de cada vara de dicha canal en 780
maravedís, y se indica cómo «muchos de los canales que hasta aquí tenían eran de

66
Capítulo III. Acueducto de Segovia

madera y de ellas podridas y gastadas, y cada año se gastaban en ellas muchos dine­
ros, y non podían durar, por cuanto el agua las podría y gastaba, y mucha del agua
se perdía, y non entraba a la dicha ciudad, salvo poco y que non podía abastecerla;
por lo cual se acordó que se hiciesen de piedra como dicho es».
Hay que tener en cuenta que, además de la reparación de «la puente seca», se llevó
a cabo una verdadera ampliación de la distribución, pues, como dice el padre Sigüen-
za, «Nivelóse el agua e hiciéronse los repartimientos por sus conductos, abriendo los
canales para esto a trechos. Dieron agua a los monasterios y a los tintes, y a otras casas
particulares que allí llaman mercedes y hay agua para todo; porque entra un grande
golpe por lo ancho de los canales que pasan por los muros de la ciudad; y por den­
tro de ella va debajo de las calles por caños tan anchos, atravesándola toda, que poco
menos puede ir un hombre dentro, y llegan hasta el Alcázar, que está en el otro extre­
mo a la parte de poniente».
Se reparó toda la conducción con una obra importante en «la presa de Riofrío,
donde se toma el agua para la ciudad, con el reparo de la cacera y hacer los pontones
en ella, ascendiendo a 76.500 maravedís».
El cuidado de la conducción viene desde Juan II, ya que en la «ordenanza de la
reina doña Juana sobre el acueducto de Segovia, su conservación, conducción y repar­
timiento de las aguas de 1505» se recogen provisiones de Juan II y Enrique IV sobre
vedamientos de ganados que pastan en los alrededores del caz y los pasos de carrete­
ras en los canales por encima de la cacera, así como estableciendo penas contra «los
puercos que hozaren o bebieren o estuvieran echados en la madre del agua». Eviden­
temente el agua llegaba a la ciudad en el siglo XV, pero lo que no está claro es que
pasara sobre la puente seca, cosa que ya se establece en las ordenanzas de Doña Juana,
al definir la conducción «desde donde nace hasta donde perece que es en el nuestro
dicho Alcázar», para indicar el oficio «de un maestro de cantería e de betún que tenga
cargo de visitar dicha cacera».
En los siglos XVI, XVII y XVIII todos los viajeros ilustres dedican sus alabanzas al
monumento, haciendo notar su condición admirable de tener sus piedras sin arga­
masa que las una. Pedro M edina en su libro de las Grandezas M em orables de España.
El Navagero, en su Viaje p o r España, del año 1527, dice: «no hay cosa más bella
ni más digna de ser vista que un bellísimo acueducto antiguo cuyo igual no he visto
en Italia ni en España», y lo compara con el anfiteatro de Verona, «al cual, desde luego,
se asemeja mucho por lo grueso de los pilares y la altura de los arcos», cosa muy ati­
nada, pues precisamente dicho anfiteatro es obra también de la época de Claudio y
existe una marcada analogía en las fábricas.
Valdés, en su Diálogo de las lenguas, al referirse a un auditor de patrañas, toma ejem­
plo en las compuestas acerca del acueducto «como sería decir que el conducto del agua
que está en Segovia que llaman puente, fue hecho por Hispan, sobrino de Hércules;
habiéndolo hecho los romanos, como consta por algunas letras que el día de hoy se ven».
El Duque de San Simón, en su Viaje a España, de 1721, se refiere a «ese soberbio
acueducto construido por lo romanos, que parece de una sola piedra y que sin haber­
se echado a perder todavía, lleva el agua de la montaña vecina por toda la villa», y
dice respecto a la fábrica, «en donde no aparece señal de ninguna clase de enlace».

67
Acueductos romanos en España

Izq u ie rd a
En el anónimo conocido por el Vago Italiano, de 1759, refieriéndose a los pila­ [6 ] P lano g e o m é trico del
A c u e d u c to de Segovia.
res, consta: «todos ellos están construidos de gruesas piedras encuadradas m uy A. de L a borde, 1 8 1 2
bien unidas sin cal ni mortero, únicam ente puestas las unas junto a las otras».
D erecha
Del mismo modo, en el N uevo v ia je en España de J. F. Peyroni (1772-73), esta­ [6 ] P ersp e ctiva del
blece: «Segovia es famosa por su acueducto, es una obra ligera, atrevida y dem a­ a cu e d u c to de Segovia.
A. de Laborde, 1 8 1 2
siado costosa. Las piedras están puestas una sobre otra sin ninguna mezcla de cal
y canto».
Ponz la calificó de «obra de romanos» y ridiculiza las atribuciones a Hércules, His­
pan, o a los autores del Templo de Serapis, «obra insigne que, por su forma, grandio­
sidad y solidez, la creo de los romanos». «La construcción no puede desmentir su
edad, poco más o menos, al que está acostumbrado a ver puentes y acueductos roma­
nos», y vuelve luego sobre el asunto de la trabazón entre sillares diciendo: «que las
piedras sillares de que está formada esta grande y útilísima obra jamás tuvieron mez­
cla de cal ni otra cosa que las uniese, apareciendo por todas las caras como puestas
unas sobre otras», y termina su admiración preguntando: «¿Qué máquinas de ningu­
na otra invención hubieran resistido a tantos centenares de años, a tantas guerras,
terremotos y otras calamidades?»
Bosarte, en su Viaje artístico a Segovia, de 1802, dice: «reúne las tres cualidades del
estilo más difíciles de juntar en toda bella arte, que son la simplicidad, la elegancia y
la grandiosidad». En otro lugar insiste en que «sus formas, su disposición, su carác­
ter sólido y macizo, y al mismo tiempo lleno de grandiosidad y hermosura, lo ponen
al nivel de las mayores obras que se construyeron en España en el ramo de la arqui­
tectura. Ella está hecha de manera que ha resistido por muchos siglos a todos los rigo­
res de las estaciones y violencias atmosféricas y al mismo tiempo a todo el furor de
los conquistadores y los bárbaros» y, por último, asegura que «la puente de Segovia
promete durar hasta el fin del mundo».
Laborde, en su Itinéraire d escrip tif d e LEspagne de 1816, dice de él: «nada hay más
singular, ni más magnífico en Segovia que el puente o acueducto que sirve para con­
ducir y distribuir las aguas a diferentes pozos algibes y fuentes de la ciudad. Él sólo
es capaz de acreditar la grandeza de los romanos y debe mirarse como el monumen­
to antiguo más suntuoso del orbe».
El jesuíta P. Francisco M asdeu —H istoria Crítica—dice: «en todo el mundo no
queda tal vez una obra de este género tan entera y perfecta, que no ha cedido en tan­
tos siglos a las inclemencias del tiempo ni a las invasiones de los bárbaros».
Pedro M edina (Sevilla, 1548) dice que «entre los edificios principales hay una
puente que hoy permanece firme y entera de obra en gran manera m agnífica por
donde viene el agua a la ciudad. Este edificio de esta puente es muy singular así en
altura como en largura y en la postura de las piedras, m uy grandes sin mezcla algu­
na, betún ni otra materia». También puntualiza que «según una crónica fue hecha
por mandato del Emperador Trajano».
El padre M ariana dice del acueducto: «es maravilloso tanto por su altura como
por su obra», y lo atribuye al emperador Trajano. También es de la misma opinión
el padre Masdeu. El marqués de Mondéjar, en sus D isertaciones eclesiásticas, se lim i­
ta a atribuirlo a los romanos, siendo de la misma opinión Ponz, Bosarte y Laborde.

68
[2] Grabado de La España Sagrada, de Flórez (segunda e d ició n , siglo XIX)

¿tf Λ /e’T/iluxi (fe f Kr<i/is /nencarrj/ &/ ./£/,//·/,/


[3] Tres grabados de Diego de V illanueva, 1 7 5 7
V IS T A i
POR L A PLAZA DEL A20GUE.JQ
[4 ] Ponz, V ia je de España

264
Il,ut/im,τ ./,·/

I M . Α Χ Ο G K O Μ Κ T H A I . d el Λ Ο Γ Κ D I C T O d e S K G O Y I A .

IM.AN G l í O M K T K A l . d o I A Q U E I H C de S F. G0 V IK . « K O Î I K T K I C A I . 1Ί.ΛΛ o r t b c A O C K U f C T o f SKGOVIA .

[6] A. d e Laborde, 1 8 1 2
Grabado del Somorrostro (primera e d ició n , 1 8 4 2 ) Acueductos romanos en España
Grabado del Somorrostro (primera e d ició n , 1 8 4 2 )
Capítulo III. Acueducto de Segovia
Acueductos romanos en España

L á í í i l i 8 a ' 2 . a= l . Caseta fre n te á San G a b r i e l . = 2 . Principio de los a rc o s .= 3 . Angulo p r i m e r o .


-J If*.

. Angulo segundo á la Concepcion.= 5 . Angulo tercero á San Fra n c isc o .— 6. Cartela y nicho à o rie n te .
. La m u ralla y entrada á la Ciudad.= 9 . Escala p ara m edir el A cueducto.

13

L á m i n a 3 / = l l y 12 Sotabancos del p u e n te .” 13. Escala p a ra m ed ir los Sotabancos.


De la lá m i n a 2.’= 8 . P la n ta del A c u e d u c to .= 1 0 . Escala p ara la plañía.

76
Capítulo III. Acueducto de Segovia

>

tv

El a cu e d u c to y otras
a n tig ü e d a d e s de Segovia.
G rabado del S o m o rro stro
Somorrostro lo sitúa en el siglo I d. C., habiendo quedado como verosímil esta opi­
(segunda e d ic ió n , 1 8 6 1 ) [5 ] nión, particularizada por algunos con el imperio de Augusto.
Para reunir todas las atribuciones, ya hemos indicado la más disparate, que es debi­
da al arzobispo Ximénez de Rada, quien lo asigna al rey Hispan, mientras que el padre
Sigiienza pone en circulación la fábula de la fundación de la ciudad con su acueducto
por Hércules.
Tenemos además la de hacer entrar en el juego al emperador Teodosio, por ser
natural de Cauca, y otra que titulando el dibujo de D. Diego de Villanueva [31] lo
califica de obra griega. Por último, la inscripción apócrifa de Licinio Larcio, amigo
de Plinio, traída por Morales, lo hace corresponder al emperador Vespasiano.
En el folklore de leyendas de todas las grandes edificaciones antiguas, le corres­
ponden la construcción al diablo, lo que se cuenta en la ingenua historia de la sobri­
Página a n te rio r na de D. Frutos, sacerdote de Segovia. Los segovianos denominan al frente que da a
G rabados del S o m o rro stro la plaza del Azoguejo, lado de la Virgen, y, en contraste, lado del diablo al opuesto.
(segunda e d ic ió n , 1 8 6 1 ) [5 ]
Según cita Somorrostro, en marzo de 1520 se colocaron, a expensas de la devo­
ción de Antonio Jardina, las estatuas que hay en los nichos del pilar central, que son
la Virgen de la Fuencisla, Patrona de Segovia, y San Sebastián. Debieron albergar esta­
tuas romanas que se habrían retirado muchos años antes, según Colmenares. Se habla
de Hércules, pero esto proviene de los falsos cronicones.

77
Acueductos romanos en España

El acueducto entra en el siglo XIX sano y en servicio, aunque «asfixiado por las
casas, que le robaban su aire, su gallardía», así como los moradores de las mismas el
agua, a través de cerbatanas fraudulentas, pero, además, encendían contra sus piedras
fuego: «el enemigo más temible que tiene el acueducto», en opinión del viajero Bosar-
te, que lo visitó en 1802.
En el año 1820, en que publica Somorrostro la primera edición de su libro, había
cuatro arcos de la alineación tercera tabicados con mampostería, por encontrarse rui­
nosos, y además uno de la cuarta alineación, la de dos pisos, también destruido «sin
duda muchos años hace y por alguna bárbara mano».
El derribo de las casas se puso en marcha gracias a un desgraciado suceso acaeci­
do en 1806, cuando por la estrechez del paso de entrada a la calle de San Antolín, al
franquearlo, volcó el coche de la embajadora de Suecia, que volvía a La Granja, la
cual sufrió un aborto a los pocos días como resultas del accidente. En el mismo mes
de septiembre, el rey, que estaba en El Escorial, expidió una real orden resolviendo
que el comisario de Caminos, don Francisco Javier Wam Baumberghen, fuera a Sego­
via a examinar el acueducto y averiguar «si las casas a él contiguas pueden perjudicar­
le en términos que, además de quitarle la hermosura, ocasionen su ruina». Esta orden
es de 25 de septiembre, y el 27 del mismo mes se presentó en Segovia el citado comi­
sario de Caminos, «quien mandó que se le franqueara la vista y reconocimiento de
todas las casas contiguas al acueducto».
El comisionado, después de practicar el reconocimiento «con la mayor actividad y
presteza», ordena se lleve a su final el expediente de derribo que se había iniciado en
1801, a instancias del regidor de la ciudad. Recaba confirmación «de qué casas se podría
echar mano en esta ciudad para trasladar a la mayor brevedad a los vecinos que actual­
mente habitan en las contiguas al acueducto, y qué fondos o arbitrios tiene o puede
tener la ciudad para pagar los gastos del derribo y los que sean consiguientes». Y hace
un llamamiento a «la ciudad de Segovia y a los verdaderos patricios de ella interesados
en la conservación de uno de los más precisosos monumentos de la antigüedad, para
que no pierdan medio alguno en conseguir que se manifieste al público con toda su
belleza, atrayendo la admiración de nacionales y extranjeros». Comenzó el derribo de
las casas en noviembre de 1806, y la operación duró algunos meses, trazando dos líne­
as a cuarenta pies de distancia del acueducto, con prohibición de construir, y señalan­
do las alturas a que había de quedar el terreno en esas dos fajas. El ingeniero Wam
Baumberghen dio por terminada su comisión en marzo de 1807, aunque no se habí­
an cumplido sus intenciones, por lo cual quedó la obra a medio hacer en el año 1808
al estallar la guerra de la Independencia. En la parte de un solo piso de arcos había
muchas cerbatanas «para tomar las aguas de la caja, mediante conductos perpendicu­
lares que están arrimados a los pilares del puente, y en vez de servirles de apoyo, los
están destruyendo». Debido a su altura, la parte de los dos órdenes de arcos estaba libre
de estas perniciosas cerbatanas.
En el año 1807 se reconoció el acueducto por el maestro D. Antonio Ortiz, que
sacó plomo de los agujeros donde debieron agarrarse las letras de las inscripciones,
seguramente dedicatorias, que hubo en las dos caras del sotabanco intermedio que
abarca los tres pilares principales con tres hiladas de sillares sobre la coronación del

78
Capítulo III. Acueducto de Segovia

[8 ] G rabados de David
R oberts (1 8 3 7 )

s e

Oci.7.e.3Mü.Tyf Main# k d 6.1.CU:

79
Acueductos romanos en España

© IR E A 3 S O M A K A < $ ID E © T S J C T A T S 3 © O V IA .

[8 ] G rabado de David
R oberts (1 8 3 7 )
piso intermedio. También se encontraron en dicho reconocimiento cuatro nichos
rellenos de tierra en los espacios correspondientes de este ático, limitados por los dos
paramentos y los tres pilares que lo interceptan, inclinándose dicho maestro a supo­
ner que habían servido como sepulturas.
Durante las guerras civiles del siglo XIX se habilitó un fortín en lo más alto del
acueducto, según cita el editor de Somorrostro, quien además consigna que en 1856
sirvió para colocar los alambres del teléfono que iban hasta el edificio del Gobierno
Civil de la provincia.
A juzgar por los grabados que se conservan del siglo XIX, tuvo una arqueta sobre­
saliendo de la coronación a eje del pilar central. También parece que en cierta oca­
sión se colocó una cabeza de madero, como aparece en el escudo de la ciudad, y que­
dan actualmente unos vástagos de acero empotrados en la fábrica que pudieron
sostener el armazón de la citada cabeza.
En fecha que no merece ser rememorada, se colocó una tubería metálica de enchu­
fe y cordón que sustituye en función hidráulica a la caja, pasando el agua a presión

80
Capítulo III. Acueducto de Segovia

V ersiones
p o ste riore s de
los grabados de
D avid R oberts

81
Acueductos romanos en España

G rabado de Van H alen

G rabado de G. Doré

L ito g ra fía de Van H alen en España P in to re sca y A rtís tic a


España Pnilpresr.a y ¿rlislica.

J\,EÎUÎE1D]ÎUËÏ,(0) 1 1

82
C apítulo III. Acueducto de Segovia

V aria n te s del
g ra b a do de
D avid R oberts

(KJ k/áegSW

83
Acueductos romanos en España

A Paris.cLez Gide — London R . Jeanine

[9 ] G rabado de J. Taylor
(S ig lo XIX)

de una a otra vertiente. Para proteger esta tubería de los peligros de su desnudez, se
construyeron unos desconsiderados muretes de fábrica de ladrillo, cubriéndose entre
ambos con pizarras para formar cámara. Estas pizarras se han ido deshaciendo y
cayendo al fondo de la caja, pues se circula, aunque con dificultad, a todo lo largo
del monumento. A las pizarras se agregan cascotes de la fábrica de ladrillo de los mure-
tes m uy mal rematados por el interior. No se comprende cómo esta situación ha per­
durado hasta nuestros días, siendo un atentado contra la estética del monumento,
contra su espíritu de conducción de agua rodada, y contra su integridad, por el peli­
gro que supondría la rotura de la tubería, simplemente al helarse el agua que condu­
ce o fallar una de las juntas. Aunque esto no ha ocurrido, contra toda previsión que
se debiera haber hecho, sin embargo, la existencia de dicha tubería ha sido la princi­
pal causa de deterioración de las bóvedas de la arquería superior, pues dicha tubería
tiene fugas, cuyo caudal, unido al de las aguas de lluvia, no corre por la caja, ya que
el cuerpo de la tubería impide la limpieza y arreglo de la canal, que desnivelada y obs­
truida por cascotes y trozos de pizarra ni con este exiguo caudal puede.
Una falsa alarma sobre las condiciones de estabilidad del acueducto, motivada por
un informe adverso al recalce de dos pilares con objeto de ampliar en un vano la zona
útil a la circulación de vehículos, ha dado lugar a la redacción de un proyecto de

84
Capítulo III. Acueducto de Segovia

D ib u jo d e J . D. H a rd in g , 1 8 2 3

Serus¿jr. W m/ .'èftMtv t lff.nAer-FAi


R O M A Γί Λ q U Κ D U C T . S E G O A ' I A
Z cntù’n St(¿>* by ./. M u rra y .JMsmaWr- JV·*". Ibv'/ Jf /<??
PrinuAkv (' Huilmandcl

G rabado de B ra m b ila

Vi s t a d e e x a iu k t e n i·: /. ./< ¿ i:/ : j ) i / c r o i> r·: S K u o r t A .

85
Acueductos romanos en España

86
Capítulo III. Acueducto de Segovia

S u p e rio r
V ista d e l a cu e d u c to de
Segovia. L ito g ra fía d e l año refuerzo y consolidación del monumento*, en el cual hemos tenido parte principal.
1808 Al analizar los problemas ingeníenles del acueducto nos referiremos a las medidas de
seguridad que se proponen en el mismo, pero anticipamos que las dos más impor­
In fe rio r tantes son la de poner fuera de servicio la tubería enterrada y la de desmontar la tube­
F otografía a c tu a l
ría superior con sus muretes.

*Este proyecto nos fue encargado por la D irección G eneral de Obras Hidráulicas del MOP,
con la dirección del ingeniero de la Confederación del D uero don Augusto Ramírez y del arqui­
tecto conservador del m onum ento, don Anselm o Arenillas. El proyecto ha sido aprobado con el
inform e favorable de la D irección de Bellas Artes y de la Academ ia de Bellas Artes, y va a ser rea­
lizado en plazo breve por la D irección G eneral de Obras Hidráulicas.

87
Acueductos romanos en España

P rim e ro s arcos del gran


a cu e d u cto A qua C la u d ia en
Rom a (3 ) (C o m pa ra r con
los arcos de la p rim e ra
a lin e a c ió n del a cu e d u cto
de Segovia)

P roblem as arqueológicos

Como ya hemos expuesto, la autoridad del Padre Fita situando la epigrafía de la ins­
cripción número 2.739 en la época de los Flavios, encaja la construcción del acueduc­
to en el siglo I. De los emperadores de este siglo sólo ha sido recordado Vespasiano,
pero nosotros nos decidimos por Claudio en virtud de las razones que exponemos a
continuación.
Las referencias directas que resolverían nuestro primordial problema de filiación
del monumento serían las inscripciones dedicatorias que existían en los dos frentes
de la cartela que sirve de basamento a los tres pilares superiores en la zona de mayor
altura. Hoy día sólo quedan los agujeros que sirvieron para el agarre de las letras de
bronce que los constituían. Parece que algunas de éstas quedaban todavía a princi­
pios del siglo XVI, según la referencia de Francisco Valdés en el D iálogo d e la lengua,
pero ninguno de sus cronistas las llegaron a ver, y Somorrostro nos da los dibujos
correspondientes a las constelaciones de agujeros, de los cuales se había sacado plomo
en la revisión del monumento que se hizo en los primeros años del siglo XIX.
Vemos, pues, que no obtenemos ningún fruto de fuentes directas arqueológicas,
porque esa referencia de las figuraciones en lápidas del siglo I es demasiado vaga. Nos
queda únicamente el recurso de analizar fábricas y detalles de estilo de nuestro monu­
mento, para establecer comparación con los grandes acueductos de las conducciones
de Roma, que están perfectamente estudiados.
Es evidente que un acueducto en provincias no puede ser de edad republicana, ya
que, a diferencia de los puentes que sirven perfectamente a fines de conquista y de
dominio del terreno conquistado, el acueducto es un regalo a la población que lo dis­
fruta, favor directo y particular a una ciudad por parte del Estado romano, y era pre­
ciso que éste se constituyera en Imperio para que el acueducto fuera donación de un
emperador, por lo menos en los primeros tiempos de este régimen, ya que después
podrían los mismos provincianos construir sus puentes y sus acueductos. Vimos que
era ocasión paradigmática, que nosotros aventuramos además como iniciadora, la de
la construcción del acueducto de Tarragona por Augusto al inaugurar la pax augus-
tea después de las guerras cántabras.
Capítulo III. Acueducto de Segovia

Si nos movemos en el siglo I, el hecho de ser fábrica sin


argamasa nos autoriza a retrasar la fecha buscada, ya que
este modo de construir siempre en opera quadrata, direc­
tamente heredado de los griegos, queda sustituido en lo
propiamente romano por la structura cem enticiae, es decir,
de piedra menuda necesariamente conglomerada y para­
mentada, bien con la misma opus quadrata, o bien más
normalmente en las obras públicas con opus incertum u
opus reticularum y posteriormente con opus lateritiae, que
en Roma sustituye casi definitivamente a las demás y espe­
cialmente en el ramo de los acueductos, a partir de los
arcos neronianos o celimontanos de la ampliación del
Aqua Claudia. En todos los puentes romanos que hemos
visto su fábrica interna, encontramos un núcleo de hormi­
gón vertido entre paramentos y sillería o sillarejo, sistema
constructivo que aún se emplea hoy, cuando se ejecutan
obras de fábrica de hormigón con revestimiento de sillería
o manipostería. Es indudable que emplear sillares con tizo­
nes de más de 2 m en una obra de ingeniería revela no
tener a punto el tipo de fábrica mixta que se empleó de un
modo definitvo ya desde la segunda mitad del siglo I d. C.
Para fijar la fecha dentro del siglo I que vamos acotan­
do hay que seguir las construcciones de los acueductos de
Roma y de las provincias más favorecidas que en los
comienzos del Impero son precisamente Hispania y Galia.
Ya en época republicana tenemos al menos dos acueduc­
tos con superestructura de arcadas: el de la Appia, con
60,00 m de longitud, y el de la Marcia, con quince arcadas
de 3,50 m de luz. Pero hay que esperar a Augusto para
encontrar uno de los acueductos colosales: el tramo final
de la Julia, con 9-578 m de longitud; también hay otro
importante en la Vérgine, con 1.036 m.
Dejando a un lado el Aqua Alsietina, también de la
época de Augusto, con acueductos cortos aislados totali­
zando hasta 530 m, nos encontramos con el Aqua Clau­
dia, empezada por Caligula en el 38 de Jesucristo y termi­
nada por Claudio en el 52, en la cual el acueducto terminal
tiene 9.600 m de longitud de arcadas sencillas de 6,50 m
R estos del gran a cu e d u c to
de luz y pilares rectangulares de 4,50 x 3,90 m construidos
te rm in a l del A qu a C la u d ia en opus quadrata, con el terminado tosco e irregular que
con las re sta u ra c io n e s y
re fu e rzo s de la é p oca de los
caracteriza, en general, la labra de sillería en puentes y
Severos. En la fo to fin a l se acueductos y, en especial, la de nuestro acueducto de Sego­
ve el c o n tra m o ld e de sus
arcadas en la fá b ric a de
via. Otra conducción se llevó a cabo casi simultáneamen­
la d rillo p o ste rio r (3 ) te, que también inauguró Claudio, y se denomina Annio

89
Acueductos romanos en España

Novo; pero no interesa a nuestras consideraciones, ya que en la zona terminal utili­


zaba las arcadas indicadas de la Claudia, montando su caja sobre la de ésta. La siguien­
te conducción de aguas de Roma corresponde a Trajano y recibe el nombre de este
emperador; tiene todas las obras de fábrica de opera cem enticiae, empleando bastan­
te el revestimiento de opus reticulatum . Este tipo de revestimiento se encuentra en
España excepcionalmente.
No encontramos en Roma la solución de doble arcada hasta las construcciones
del Imperio de Nerón, que son los citados arcos neronianos o celimontanos del Aqua
Claudia, prolongación de la misma en arcadas unas veces dobles y otras sencillas para
remontar el monte Celio y llegar hasta el templo de Claudio, pero con fábrica de
ladrillo. También tenemos los refuerzos de las arcadas de la Claudia, primero por los
Flavios y luego por los Antoninos, empleándose unas veces arcos y pilares internos
de todo el contorno en arcadas sencillas y otras con apeo a media altura, que da arcos
intermedios.
Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores y la similitud de nuestro acue­
ducto con el de la Claudia en luces de las arcadas, en fábrica empleada, aspecto del
paramento, etc., nos hemos detenido a considerar en detalle las particularidades esti­
lísticas y a repasar la historia económica y política de esta época. En el diseño de ambos,
a pesar de la coincidencia en organización de su estructura y en la apariencia de los
paramentos, hay una gran disparidad, pues el acueducto segoviano, que es verdadera­
mente esbelto, se hace en superlativo al compararlo con las arcadas simples de grue­
sos pilares del romano. Esto puede justificarse trayendo a colación la mayor audacia
que lógicamente desarrollarían los ingenieros romanos lejos de la capital. Quizás tam­
bién jueguen las distintas condiciones ecológicas que se dan en ambos, en cuanto a
cimentación, por un lado, y el peligro de
terremotos, por otro, pues es el caso que
las arcadas de la Claudia se han reforzado
constantemente y muy en especial duran­
te los Flavios y bajo Septimio Severo y
Caracalla, como ya hemos indicado, lle­
gando incluso a tapiarlas completamente
en reparaciones de última época.
Como ya hemos indicado, la solución
de este problema estaba en las inscripcio­
nes dedicatorias que existían en los dos
frentes de la cartela o sotabanco de los pila­
res centrales. Como es sabido, en un caso
análogo de inscripción desaparecida,
dejando la constelación de sus agarres, que
corresponde a la Maison Carré, de Nimes,

3** AF 5p t»p y»
P ila re s d e l A qu a C la u d ia e n tre los re fu e rzo s de
la época de los Severos LETRAS REPETIDAS :

90
Capitulo III. Acueducto de Segovia

El in te n to de re c o n s titu c ió n d e l ró tu lo se ha h e cho sobre una re s titu c ió n fo to g ra m é tric a a escala 1 :2 5 de la


to ta lid a d de la c a rte la , a la c u a l co rre sp o n d e el d ib u jo in fe rio r, co m p le m e n ta d a p o r la fo to g ra fía q u e aparece en
la p a rte su p e rio r. C om o las le tra s d e b ie ro n ser de bronce, se fu n d iría n en el m is m o m old e , p or lo c u a l se han
u tiliz a d o los m is m o s d ib u jo s para las q u e se re p ite n , las cu a le s se reúnen d e b a jo . En la c o lo ca ció n de estas
le tra s se observaron p a rtic u la rid a d e s co n s ta n te s. Por e je m p lo , las C y las 0 su e le n pasar p o r c o in c id e n c ia de
ju n ta de tre s silla re s , las T y las I c o in c id e n en b a sta n te s casos con ju n ta v e rtic a l. Las le tra s del re n g ló n in fe rio r
son m ás anchas
Acueductos romanos en España

Iz q u ie rd a
L á p id a fu n e ra ria n ú m e ro
2 .7 3 9 del C. I. L. co rre gid a
por el P. Fita, con el
e m b le m a del a cu e d u cto

D erecha
L á p id a fu n e ra ria
d e s c u b ie rta p o r el P. Fita,
con el e m b le m a del
a cu e d u cto

se pudo reconstruir la inscripción con la dificultad suplementaria para uno de los fren­
tes, de que su leyenda fue modificada al poco tiempo de inaugurarse el templo. Los agu­
jeros en las inscripciones de Segovia se agrupan en tres filas horizontales, una en cada
hilada de las tres de dicha cartela, ocupando toda su longitud las dos superiores y sólo
un corto trozo central la inferior, lo mismo en un frente que en el otro.
Comparando las agrupaciones de agujeros con las de la «Maison Carré», se dedu­
ce fácilmente que se trata de inscripción de dos renglones, correspondiendo las letras
del primero a las dos filas superiores, y las del inferior a una sola fila de agujeros, ya
que las letras podían apoyarse directamente en el resalto de la cornisa inferior. Una
de las inscripciones tiene que ser la dedicación imperial, en la cual debe figurar el
nombre del emperador seguido de sus dignidades, datando la dedicación por los años
de uso de dichas potestades, dejando para el renglón inferior alguna frase tópica rela­
cionada con el ed ificavit o fecit. Hemos tanteado esta interpretación en la del lado de
la Virgen, ordenando las potestades, como es normal en: pontífice máximo, cónsul,
potestad tribunicia y emperador en sus abreviaturas habituales: PONT, MAX. —COS.-
TRIBUNICIA POTESTATE-IMP., que apoyándonos en las A, V, X e I son fáciles de
encajar. En estas condiciones cabe encabezar con TI. CLAUDIUS o CLAUDIOS, que
es el nombre oficial del emperador Claudio y tal como figura en las monedas y en
otras inscripciones conocidas. El renglón inferior se puede encajar con más libertad,
puesto que hay una sola fila de agujeros y va bien la frase; OMNIUM FECIT, que se
encuentra en casos análogos. Al utilizar los agujeros es preciso desechar los que sir­
vieron para la introducción de las mandíbulas de la mordaza de la grúa que las elevó.
La agrupación de agujeros se ha dibujado exactamente por fotogrametría terres­
tre, en la zona reducida, para tener unos alzados exactos de la zona central del acue­
ducto, que es donde puede nacerse levantamiento fotogramétrico, ya que en lo res­
tante de la alineación principal las casas quedan m uy próximas. Con nuestra
interpretación, que no pretendemos sea la definitiva, puede leerse: TI. CLAUDIUS.
PONT. MAX. VIII COS. III TRIBUNICIA POTESTATE VIIII IMP., que va bien con
las sucesivas fechas de las dignidades del emperador, terminando por el título de
PATER PATRIAE, reducido a P. P., que es muy frecuente en las inscricpciones relati­
vas a Claudio.
Otra de las apoyaturas para el relleno de los vacíos es la que sitúa los numerales,
ya que las cifras estaban remarcadas por un trazo seguido sobre ellas.

92
Capítulo III. Acueducto de Segovia

Esta inscripción del lado de Segovia significa la imposición del poderío del empe­
rador que ha construido la obra a los segovianos que la disfrutan. En la otra cara debía
corresponder la imposición de los dioses de Roma a los mismos segovianos. Sin más
referencias es verdaderamente difícil intentar la transcripción de esta última.
Un detalle estilístico interesante es el de las molduras correspondientes a las cor­
nisas que separan los diferentes elementos arquitectónicos, coronando los pisos y
subrayando los arranques de arcos y los ensanchamientos de pilares inferiores. En
Tarragona es un simple rectángulo correspondiente a una hilada de sillares que avan­
za en voladizo por ambos frentes. Así comienza en Segovia, pero definitivamente la
cornisa romana está moldurada con gran refinamiento, aunque la meteorización ha
redondeado las aristas y existen tres modelos diferentes graduando su importancia
según la situación. La comisa más evolucionada se compone de arriba a abajo de las
siguientes molduras: banda vertical o inclinada según los casos, listel, talón, listel y a
veces otra banda vertical. La altura total equivale a la de un sillar.
Los sillares normales de pilas o relleno no tienen recerco ni anatirrosis; en cambio,
ésta es normal en las dovelas de los arcos en borde interno. La terminación de las caras
vistas tiene un desbastado menos cuidadoso que en Tarragona (Augusto) y también
menos que en Alcántara (Trajano). No hay grandes sillares netamente salientes ex pro­
feso, como en Pont du Gard. El terminado es a pico en direcciones inclinadas.

Izq u ie rd a
Láp id a s e p u lc ra l (?)
to ta lm e n te desg a sta d a que
se e n cu e n tra en el ú ltim o
tra m o de m u ra lla v is ib le en
el paseo del S alón

Derecha
D e talle de la lá p id a
se p u lc ra l

93
Acueductos romanos en España

Para complementar las consideraciones directas anteriores es interesante recordar


el propósito de ios emperadores Tiberio y Claudio de estabilizar las condiciones socia­
les de las provincias más rurales, dando impulso a una urbanización de los núcleos
de población para crear una burguesía urbana, que viviera en ciudades y desarrolla­
ra una actividad económica según normas capitalistas. De un modo natural, los pro­
vinciales se sentían atraídos por las formas superiores de la vida civilizada concomi­
tantes a la organización urbana. Forzar la evolución en las comarcas más atrasadas o
más alejadas por la inhibición debida a las guerras de conquista, era labor primordial
de los emperadores sucesores de Augusto, altamente interesados en dar a esta evolu­
ción un sello oficial para ampliar el fundamento de su poder. Así se explica que Augus­
to y Tiberio, y sobre todo Claudio, fuesen tan inclinados a fundar nuevas ciudades y
a impulsar la vida civilizada urbana en las ya existentes. En este orden de cosas está
el favorecer a Segovia dotándola de un abastecimiento de agua que diera prestigio en
la comarca al estado romano. Dada la situación estratégica de esta ciudad, la ejecu­
ción de esta obra representaba una buena inversión desde el punto de vista político.

P roblem as ingenieriles

La idea que lleva a la superposición de pisos, es la natural en este acueducto, realizan­


do la nivelación necesaria para la caja en dos etapas, definiendo la superior para obte­
ner un puente en condiciones normales de luz y altura y dejando a la inferior la adap­
tación a las condiciones más irregulares del terreno en el centro del valle. Esta división
hace que resulte la arquería superior casi regularizada en una gran longitud y decre­
ciente a ambos lados cuando pasa siendo única a apoyarse sobre las laderas, ya que
aunque éstas son abruptas en la hondonada, después suavizan su pendiente para enla­
zar con las zonas correspondientes a la llanura por donde viene la conducción de un
lado y a la coronación aplanada del montículo de la ciudad por el otro. En éste la pro­
longación es mucho más corta, ya que sólo tres arcadas subsisten, aunque debieron
ser ocho o nueve y en la misma alineación que la zona de dos pisos.
Como al realizar el segundo piso los pilares se elevan a plomo de los inferiores, los
arcos intermedios quedan sin cargas directas y hacen únicamente papel de codales.
Los arcos superiores con luz algo mayor (aproximadamente un pie más) por ser sus
pilares más estrechos, tuvieron papel de arcos verdaderos al recibir el peso del ático
que corona el monumento, el cual introduce un peso muerto grande sin razón estruc­
tural previa, ya que es un macizo de 2,50 x 1,50 m en cuya coronación se ahueca la
caja que tiene escasamente 0,30 x 0,30 m. En otros acueductos de mayor caja, la orde­
nación funcional coincide con la ordenación resistente, y sobre la coronación nive­
lada de las arcadas se coloca la caja con sillares alineados formando los cajeros y un
enlucido interno de opus signium , haciendo impermeables el fondo y los paramentos
internos. Pero desde el punto de vista de armonía de volúmenes, mejor dicho, de
superficies a la vista, no podía rematar nuestro monumento con la única hilada corres­
pondiente a la caja estricta, por lo cual se ha dispuesto este ático que da serenidad a
todo el conjunto; serenidad que se traduce materialmente en solidez para la estructura

94
Capítulo III. Acueducto de Segovia

P E N D IE N T E 1.2 %
MURETES
AÑ A DI DO S
(2 8 .5 0 ) CAJA 1 P X IP

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C I M E N T A C I O N MAS ι
(-5 .5 0 ) j______ P R ö M dA^ ^

D e talle s de la e s tru c tu ra en
alzado y se c ció n v e rtic a l

95
Acueductos romanos en España

i]____ O____ II

R e p ro d u c ció n
y quizás en duración para el monumento, pues este gran dintel así constituido, al fo to g ra m é tric a de
endurecer su aglomerante, aunque la compacidad de la fábrica no sea m uy buena, ha las arcadas ce n tra le s .
Lado de la V irgen.
constituido una gran viga continua que traba las arcadas y da estabilidad a toda la ali­ ESTEREOTOPO
neación.
De este modo, el equilibrio deficiente, de castillo de naipes que inquieta a prime­
ra vista se ha convertido con el tiempo en la estabilidad sana de un doble pórtico con

96
Capítulo III. Acueducto de Segovia

R e p ro d u c ció n
fo to g ra m é tric a de
dintel superior que deja sin papel estructural a los arcos, los cuales sólo en su etapa
las arca d a s ce n tra le s . inicial trabajaron como tales. Somos de opinión de atribuir a este magnífico dintel la
Lado de San S eb a stiá n .
ESTEREOTOPO
pervivenda de monumento tan esbelto y le damos el papel principal en la estabili­
dad del conjunto. Por eso a la hora de proyectar una consolidación del monumento
no hemos dudado al proponer que la primera obra positiva que debe realizarse es dar
a este dintel su total consistencia inyectando mortero para rellenar sus huecos.

97
Acueductos romanos en España

V ista desde el e xte rio r de la


ciu d a d a n tes de la
d e scon g e stió n de las casas
pró xim a s

", ¿ » f r '-»·

V ista desde la m u ra lla del


lado de la Virgen

98
Capítulo III. Acueducto de Segovia

Escorzo desde la plaza del


A zoguejo

99
Acueductos romanos en España

C o m ie n zo de la a rq u e ría de
dos pisos

En los dos pisos las arcadas se nivelaron enjutando los tímpanos de sus bóvedas con
sillares aplantillados y pasando una hilada corrida sobre claves que asomaba a los fren­
tes en cornisas ligeramente voladas por ambos paramentos. En el piso intermedio la
rapiña de los hombres a lo largo de veinte siglos ha hecho desaparecer todos los sillares
de esta hilada que no estuvieran pisados por los pilares, a causa de lo cual sólo se ve cor­
nisa debajo de cada uno de ellos, donde quedan dos o tres sillares según los casos. Esto
ha perjudicado al buen asiento de los pilares, y especialmente cuando se han arranca­
do sillares que se introducían algo debajo de la última hilada del pilar. Además ha dis­
minuido el papel de arriostramiento que se asignó a la sucesión de arcos intermedios,
pues se ha reducido en toda una hilada la sección transversal del festoneado interme­
dio, cuyo único papel es hacer frente a los esfuerzos horizontales que puedan aparecer
accidentalmente en cualquier arcada, transmitiéndolos a las inmediatas para que todos
los pilares colaboren en su papel estabilizador debido al propio peso.
Por este motivo, al enumerar las obras que debían hacerse para mejorar las con­
diciones de estabilidad del monumento, hemos considerado como segunda la de res­
tablecer las condiciones iniciales de este nivel intermedio reconstruyendo las corni­
sas en ambos paramentos y completando la hilada desaparecida con una viga de
hormigón armado moldeada entre dichas cornisas. La reconstrucción de estas cornisas

100
Capítulo III. Acueducto de Segovia

es la única operación positiva que plantea problemas arqueológico-artísticos, y ambos


como siempre en conflicto, pues de un lado debe diferenciarse qué es lo antiguo y
qué es lo actual, pero de otro lado debe alterarse lo menos posible la apariencia sere­
na del conjunto.
En la labor de consolidación proponemos además inyectar las enjutas de arcos supe­
riores e inferiores para dar trabazón a la retícula de horizontales y verticales, en la cual
dichas enjutas forman los nudos. Al convertir la doble arcada m últiple en retícula

D e ta lle de las arca d a s


c e n tra le s

101
Acueductos romanos en España

rectangular, afianzamos la vocación natural del monumento, pues si tiene arcos es


porque los romanos no disponían de otro recurso para salvar una luz, aunque fuera
pequeña, dado el tamaño limitado de las dovelas. Ya hemos visto que los arcos supe­
riores dejaron su papel de tales al endurecerse el ático y que los arcos inferiores nunca
han tenido que ver con acciones verticales, si se exceptúa su propio peso.

D e ta lle de los p ila re s


in fe rio re s

102
Capítulo III. Acueducto de Segovia

A rcada XXXII. D espiezo


c o rre cto en bóvedas y
p ila re s. O bsérvese la
s itu a c ió n del a g u je ro para
in tro d u c c ió n de la garra de
e le vació n a ju s ta d o de un
m odo d ife re n te en cada
d ovela. En la co ro n a ció n se
a p recia un e s c a lo n a m ie n to
de los m ure te s a ñ a did o s

La esbeltez de los pilares superiores considerados en su construcción primitiva no


es m uy grande; resulta ser de 1 : 4,5 en dirección transversal y de 1 : 5 en la longitu­
dinal, donde no tiene que resistir acciones de viento. Como hemos indicado, estos
pilares han experimentado una pérdida de cualidades estables, primero por aumen­
to de altura al perderse la hilada que coronaba el piso inferior, y segundo, y con más
importancia, al estar comida en parte la base de apoyo cuando se han arrancado silla­
res que penetraban dentro de dicha base. En los pilares inferiores la esbeltez máxima
es de 1 : 8,5.
La carga de compresión que existe en los pilares no pasa de 8 kg/cm2 para las con­
diciones más desfavorables de viento. En cambio, la carga transmitida al suelo llega
a 7,5 kg/cm2 en las mismas condiciones, y esto resulta algo fuerte, aunque dada la
naturaleza del terreno de cimentación —granito a un lado y arenisca al otro- no ha

103
Acueductos romanos en España

A rcada XXXVII.
A c u m u la c ió n de
in c o rre cc io n e s en p ila r
iz q u ie rd o . O bsérvese la
c o lo ca ció n d e so rdenada de
s illa re s en co rn isa s u p e rio r
y la d e sa p a ric ió n de una
zona en la in fe rio r

producido ningún asiento apreciable, pues en el peor de los casos la carga admisible
en superficie es de 10 kg/cm’ según ensayos recientes realizados ex profeso.
El problema planteado por la cornisa de la segunda arquería parece indicar que la
construcción se terminó apresuradamente y estando ya preparados de antemano los
sillares de la misma se asentaron por gentes no expertas en el oficio de cantero y con
pésimo control.

P roblem as estéticos

El éxito más importante del acueducto en las versiones de los alrededores de Roma
es el ritmo monótono de sus arcadas perdiéndose en el horizonte. Tenía que impre­
sionar profundamente a todo viajero que llegaba a la ciudad imperial este imponente

104
Capítulo III. Acueducto de Segovia

A rcadas XXVI, XXVII Y


X X V III. O bsérvense las
d is tin ta s c o n d ic io n e s de
su s te n ta c ió n del p ila r
su p e rio r

despliegue de arcos y pilares que traen a la ciudad el mensaje de la naturaleza. Como


hemos indicado 'anteriormente no podía ser más eficaz propaganda política de la gran­
deza del Estado romano para el propósito de captación de los ciudadanos de las pro­
vincias, que la de estos artificios tan útiles por un lado y tan magnificientes por otro.
Para cualquier provincial los acueductos de Roma, con longitudes de cerca de 10 km
ininterrumpidos, eran una exaltación de la urbe por excelencia, pero lo que tenían
en su propia ciudad habían de ser una recordación persistente de las ventajas de per­
tenecer al imperio romano.
Además de estos logros en la impresión que el espectador recibe del acueducto,
los ingenieros romanos consiguieron dar la pauta de una edificación en pura corpo­
reidad. En las discusiones sobre la paternidad del acueducto de Segovia, alguno de
los cronistas basaba su posición contraria a la asignación a los romanos en que no
aparecían los órdenes arquitectónicos clásicos en su organización. Pero precisamen­
te los órdenes dórico, jónico y corintio que utilizaron los romanos en las superpo­
siciones de arcadas de sus edificios urbanos eran herencia griega directa, y no se les
ocurrió llevarlos a los acueductos de arcadas superpuestas, donde podrían haber ado­
sado columnas y pilastras como en las fachadas de los teatros y anfiteatros. Propor­
cionaron medios puntos y rectángulos en vanos y macizos con sobriedad verdade­
ramente romana y dieron una corporeidad con auténtica desnudez sin descuidar una
ordenación y una delim itación de elementos verdaderamente humana. No existe
confusionismo alguno, las cornisas definen los límites de cada una de las partes, y
las proporciones de los distintos elementos se van afinando a través de las realizacio­
nes sucesivas. No hay más que comparar los pilares de Tarragona con los de Sego­
via, para ver cómo se han afinado inteligentemente conservando la idea inicial de
ensanchamientos sucesivos.

105
Acueductos romanos en España

D ocum entos relativos al acueducto

R eferencias históricas y literarias

(1) FR. ENRIQUE FLÓREZ: España Sagrada. Tomo VIII. Tratado inferiores, sin arreglarse a la hechura del zócalo, ni a la línea inferior,
XXII. De la Iglesia de Segovia. Cap. I, pág. 63. De las antigüe­ que no es recta más que en los tres arcos del centro, y añadió en la
dades y situación de la ciudad. parte superior del pilar que está en medio de la mayor altura una
1. Es Segovia una de las antiquísimas ciudades de España, no tanto cabeza de mujer entre dos flores, escribiendo por debajo esta inscrip­
por lo que muestra el nombre y las menciones de los historiadores y ción; C A B E Z A D E E X T R E M A D U R A ; lo que no es así, pues sobre la
geógrafos, cuanto por el insigne monumento del acueducto, que canal por donde corre el agua no hay lo que allí se figura.
muestra tan notable antigüedad, que no es fácil calificar su origen. 5. Nosotros damos aquí el dibujo total con exactitud por diligencia
Algunos le defieren a Hércules, otros al emperador Trajano, y aun no de D. Juan Saenz de Buruaga, doctor complutense del colegio mayor
pequeña parte de la gente vulgar juzga haber sido fábrica del diablo. de S. Ildefonso, magistral de la santa iglesia de Segovia, después obis­
po de Lugo, y hoy arzobispo de Zaragoza, de quien me valí por amis­
2. La misma variedad de opiniones es prueba de no haber cosa cier­
ta. Por lo que mira a Hércules no descubrimos más principio que la tad contraida desde la universidad de Alcalá; y tomó tan a su cuen­
noticia de haber estado figurado en el pilar donde hoy está la ima­ ta este negocio, que a poco tiempo de la súplica me favoreció con el
expediente; habiéndose valido para esto de un sujeto muy hábil y
gen de San Sebastián, y éste es un principio indiferente, que sólo
facultativo, que es arquitecto de aquella santa iglesia y se llama
prueba tiempo de la gentilidad en que los españoles antiguos pudie­
D. Domingo Gamones, cuyo nombre es digno de perpetuarse por
ron dedicar aquella obra a la memoria de Hércules.
habernos dado lo que ningún otro, sin buscar más interés que el de
3. En lo que toca a Trajano es muy dificultoso reconocerle por autor, servir al público, y ya que ignoramos el nombre de su primer artífi­
por no haber vestigio de inscripción romana en obra de tanta longi­ ce sabremos el del primero que ha conseguido delinear esta fábrica.
tud y tan bien conservada; sabiendo por otra parte el genio que pre­
6. Aquel gran acueducto se llama vulgarmente Puente, siendo su des­
valecía en las obras de aquel emperador sobre dejar en ellas perpetua­
tino opuesto al uso de semejantes fábricas, pues éstas se ordenan a dar
do su nombre, en cuya consecuencia hubo quien le llamaba yerba
paso a las gentes sobre las aguas, y aquélla a conducir las aguas sobre
parietaria; y en el puente de Alcántara de España, compuesto de seis
sí, dejando paso franco por debajo. Lógrase este beneficio por medio
arcos, se pusieron diversas inscripciones en que quedó repartido su
de unos arcos de piedra que sostienen un canal formado de las mis­
nombre. No habiendo pues, memoria alguna de romanos en el acue­
mas piedras en la conformidad del tránsito que todos los demás puen­
ducto de Segovia, no tenemos fundamento para reducirle a Trajano,
tes ofrecen a las personas en el pavimento de la superficie convexa de
ni a otro emperador. Sin que baste hallar otras obras de aquel tiem­
los arcos; de suerte que como en los puentes comunes sirve el suelo y
po que tengan semejanza con ésta; pues o se diferencian en el modo
los antepechos para piso y seguridad de los caminantes, aquí se orde­
con que interiormente están unidas las piezas, o será dificultoso reba­
na uno y otro para el curso y dirección de las aguas.
tir al que diga haber aprendido los romanos de éstas y otras obras más
antiguas, v. gr.; las pirámides de Egipto, de quienes escribe Colme­ (2) AN T O N IO PO N Z: Viaje a España. Carta V I, 1781, págs. 45,
nares, en el cap. 1 de la Historia de Segovia, que tenían mucha seme­ 46, 47, 48, 49 y 50.
janza con la fábrica de este puente, según las descripciones que se han
45. Vamos ahora a algunos de los monumentos de la remota anti­
hecho de su trabazón y grandeza de piedras y sillares; añadiendo otra güedad que se conservan en Segovia, y, en primer lugar, al famoso
no mala reflexión, de que el acueducto segoviano es de diverso orden acueducto; obra insigne, que por su forma, grandiosidad y solidez,
de arquitectura que el usado por los romanos, pues no es de orden la creo de los romanos, sin detenerme ahora en contradecir las razo­
dórico, jónico, corintio, toscano, ni compuesto, sino de otro no nes que alega Colmenares para probar que no lo es, sino de los remo­
conocido; y, por tanto, parece hay fundamentos para no reconocer­ tísimos tiempos de Hispan, o de Hércules, etc. Ni tampoco me
le por obra de romanos, sino de tiempo más antiguo. detengo en que Licinio Larcio la mandase construir, o que se hicie­
4. De este argumento, tomado por el orden de arquitectura, no ha se imperando Trajano, pues pudo fabricarse antes o después, siendo
podido juzgar el público, por cuanto ninguno se ha atrevido a estam­ siempre obra de romanos, contra lo cual no prueba lo que dice Col­
parle. Colmenares se detuvo por la grandeza de la obra, como expre­ menares de no reconocerse en ella ninguno de los órdenes de arqui­
sa en el lugar citado. El Cl. P. Monfaucont, en el tomo 4, p. 2, cap. tectura usados de los romanos; pues distinguiéndose éstos por sus
10 de su Antigüedad ilustrada, se queja de no haber podido adqui­ ornatos, faltando ellos, y siendo obra llana, como eran las de esta
rir el diseño; pero después en el tomo 4 del suplemento, pág. 102, naturaleza, aun en Roma misma, es flaco argumento el que se funda
dice que se le envió M. Legendre, cirujano del rey católico, con una en la falta de dichos órdenes.
descripción en español de que se valió el referido padre. Pero el dise­ 46. La construcción no puede desmentir su edad, poco más o
ño que le enviaron fue solo de diez arcos sin medida de escala, sin menos, al que está acostumbrado a ver puentes y acueductos roma­
la debida proporción entre los arcos, omitiendo las cornisas inferio­ nos. Pero dejando esta disputa, vamos a la grandeza y utilidad de
res de los pilares, y faltando a la proporción de los superiores con los este insigne monumento.

106
Capítulo III. Acueducto de Segovia

47. A tres leguas de esta ciudad se forma un riachuelo de diferentes ser vista que un bellísimo acueducto antiguo, cuyo igual no he visto
fuentes, que nacen en la parte occidental de la cordillera de Riofrio, ni en Italia ni en España...; todo él es de piedra dura, como el anfi­
cuyo nombre tiene también el riachuelo, del cual, según Colmena­ teatro de Verona, al cual, desde lejos, se asemeja mucho por lo grue­
res, «se escota una hila real de agua de una cuarta de alto y dos de so de los pilares y la altura de los arcos, que son en algunas partes
ancho, medida común del cuerpo de un hombre». Va por acequia tres, unos sobre otros (se equivocó Navagero, porque no son sino
descubierta hasta la distancia de quinientos pasos antes de llegar a dos órdenes de arcos)... Se van elevando éstos según baja el suelo, y
Segovia, donde hay un arca de piedra cubierta para deponer la arena en lo más bajo, donde hay como un valle, es altísimo, fundado con
y otras inmundicias. Luego, desde el primer arco, que con el canal muy gruesos y anchos pilares; y allí creo yo que estaba la calle prin­
le da Colmenares cinco varas y dos tercios de altura, continúa miran­ cipal, porque allí, en lo alto del acueducto, se reconoce que había en
do al medio día sobre setenta y cinco arcos hasta el convento de San cada lado una estatua; parece también que hacia aquel espacio donde
Francisco, en donde ya la altura es de treinta y nueve pies; forman­ estaban las estatuas había dos sepulcros, acaso de los que hicieron el
do allí un recodo, toma su dirección de oriente a poniente sobre dos acueducto. Ahora, en lugar de aquellas estatuas, han puesto algunos
órdenes de arcos para atravesar el valle y plazuela llamada el Azogue- santos; pero el resto del acueducto permanece entero, y no le faltan
jo, donde, según el citado Colmenares, toda la altura es de ciento sino pocas piedras en lo alto; no se reconoce unión alguna de cal, y
dos pies, y los arcos de todo el acueducto en número de ciento cin­ a la verdad, es digno de ser tenido por una de las cosas maravillosas
cuenta y nueve, siempre en dos órdenes y nunca en tres, como dijo de España». Es de creer que en tiempo de Navagero se reconociesen
Navagero. mejor que ahora las señales que dice de sepulcros y estatuas.
48. En dicho paraje del valle y Azoguejo hay algunos edificios arri­ (3) MIÑANO: Diccionario geográfico estadístico 1 8 2 7 . Segovia, tomo
mados a los mismos pilares del puente, que sin ellos, ciertamente, VIII, pág. 192.
haría un objeto más grandioso en tan grande altura. Creen algunos,
Acueducto.- El acueducto, cuya antigüedad no se puede fijar entre
y uno de ellos el autor de la Historia de Segovia, que las piedras silla­
las investigaciones de los tiempos, según las expresiones de que usa
res de que está formada esta grande y útilísima obra, jamás tuvieron
el canónigo don Andrés Gómez de Somorrostro, individuo corres­
mezcla de cal ni otra cosa que las uniese, apareciendo por todas las
pondiente de la real academia de la historia, que le describió con sin­
caras de acueducto como puestas una sobre otra. Bien habrá podi­
gular maestría y erudición, es acaso el edificio más útil que dedicó
do el tiempo consumir en las junturas de las piedras, después de tan­
la antigüedad a las glorias de la arquitectura. No hay español ni
tos siglos, cualquier mezcla que las haya unido; pero dejando esto y
extranjero, sea sabio, rústico, agricultor o artesano, que no se admi­
si tuvieron o no plomo por lechada, y si las bóvedas de los arcos estu­
re o asombre al contemplarlo; aquellos pilares tan elevados y tan
vieron barreadas de hierro, al modo del templo de Sérapis, en Egip­
robustos, aquellos arcos tan majestuosos y tan sencillos, aquellas pie­
to, y, últimamente, si los que fabricaron este puente fueron los mis­
dras tan grandes y tan estrechamente unidas; aquel color cárdeno y
mos autores que hicieron aquel templo, como Colmenares conjetura
sombrío, que está anunciando su antigüedad; su longitud que se
(Historia de Segovia, páginas 8 y 9); dejando, pues, esto como cosas
aproxima a 3.000 pies; la abundancia de agua que entra en la ciu­
de menor importancia y muy diversas de lo que voy a decir tocante
dad por la cima; todo esto, reunido a la grandeza de la obra, preci­
a la utilidad de esta gran obra, ¿dónde se señalará otra que mejor
sa a exclamar a cuantos le miran, ¡qué ánimos tan heroicos tenían
haya cumplido desde el siglo en que se hizo, aunque sólo sea desde
los hombres para emprender obras sublimes cuando le hicieron!
el de Trajano, con el fin que la motivó? ¿Qué máquinas de ninguna
Tiene su principio en las fuentes que dan nacimiento al pequeño
otra invención hubieran resistido a tantos centenares de años, a tan­
arroyo que llaman Riofrío; pero los trabajos de la arquitectura sólo
tas guerras, terremotos y otras calamidades? Acuérdese usted de lo
comienzan desde el Caserón, que es un torreón muy fuerte y muy
que le dije del artificio de juanelo en Toledo. Compare usted los gas­
antiguo, situado al principio del camino que sale de la ciudad al real
tos que en él se harían y su total inutilidad con lo que este acueduc­
sitio de San Ildefonso. Los arcos empiezan a corta distancia de la
to pudo costar, aunque excediesen de mucho a aquéllos (que tam­
Caseta que está enfrente del convento de San Gabriel, de Francisca­
bién podemos dudarlo), y hallaremos la diferencia en el modo de
pensar y poner en práctica sus pensamientos los hombres de aque­ nos descalzos, desde la cual sigue una gruesa pared de manipostería,
lla edad con los que después vinieron. Aunque cada piedra de esta sobre la que está colocada la canal que corre por toda la obra arque­
obra costase mil pesos, los tiene, a mi parecer, muy bien ganados. ada hasta llegar a la plazuela de San Sebastián. Continúa hasta el
seminario conciliar, y desde aquí, ya cubierta y bajo del piso de las
49. Los pilares, según Colmenares dice, tienen ocho pies de grueso calles, lleva el agua al real Alcázar que, como hemos dicho, está al
por su frente y once por sus lados interiores, y toda esta máquina extremo de la ciudad, en la parte occidental. Desde dicho punto de
lleva nivelada el agua hasta lo más alto de la ciudad, introduciéndo­ la Caseta hasta el primer ángulo que mueve 6 arcos, tiene 25 pies
se por las murallas y atravesándola de oriente a poniente hasta el castellanos de elevación y 2 16 de longitud. Desde aquí al segundo
Alcázar por un conducto cubierto, de donde salen en el camino ángulo que mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay 25 arcos
repartimientos para el uso de casas, conventos y para el del público. con 28 pies de elevación, y 553 de longitud. Sigue desde aquí la obra
50. Habla el Naugerio o Navagero de este acueducto en su Viaje por corriendo de E a O, y llega a tercer ángulo que mueve junto al con­
España, año 1527. Diré en castellano lo que él dice en su lengua ita­ vento de PP, Franciscanos, en una tirantez de 44 arcos con 44 pies
liana, hablando de Segovia: «No hay cosa más bella ni más digna de de elevación en el pilar doble que mueve, y 973 de longitud. En esta

107
Acueductos romanos en España

parte del acueducto están los arcos que se reedificaron a los princi­ Ildefonso; desde este punto es donde ya la arquitectura comenzó a
pios del reinado de doña Isabel la Católica. Es verdaderamente un preparar el majestuoso camino por donde habían de correr las aguas
esfuerzo del arte el ángulo que mueve frante a San Francisco; pues para llegar a la elevación de la ciudad, triunfando del modo más glo­
el pilar que le forma hace una curva con la que varía la dirección del rioso y magnífico de los obstáculos que les presentaba la profundi­
acueducto de mediodía a N, con una pequeñísima inclinación al O. dad del valle que rodea todo el peñasco, sobre el que se halla la
Tiene 22 pies de frente y 44 de elevación. Aquí es donde principian población. Aquí es donde el agua se dirige por una acequia forma­
los dos admirables órdenes de arcos que siguen hasta la muralla por da de dos paredillas muy fuertes, y llega a la primera caseta cubier­
donde entra el acueducto en la ciudad. En el primer orden hay 43 ta y formada de piedra cárdena, en la que depone las arenas y deja
arcos, y el primero está destruido hace muchos años; en el segundo salir por un registro o compuerta el sobrante que alimenta al arro­
hay 44, y la elevación es proporcionada al declive o inclinación que yo Clamores; el acueducto continúa su curso por el canal de mam-
toma el cerro para descender a la plaza del Azoguejo, y el que vuel­ postería; entra al sitio de los cañuelos donde empiezan a distribuir­
ve a tomar desde aquí para subir hasta la muralla. En el arco por se algunas aguas, y sigue hasta la segunda caseta o sedimento frente
donde se entra a la calle de San Antolín tienen los pilares 91 pies de al convento de San Gabriel, en que el agua se purifica de las arenas,
elevación, y en la dicha plaza del Azoguejo, que es el sitio de la habiendo andado hasta el Caserón 2.760 pies; sigue desde esta
mayor altura, tiene 102 pies. Desde San Francisco hasta la muralla, segunda caseta una gruesa pared de manipostería sobre la que está
donde se ha conservado enteramente la obra antigua, hay 986 pies colocada la canal o tajea, y a corta distancia da principio la obra de
de longitud. los pilares y arcos, formando su planta 3 ángulos para su dirección:
el primero es casi imperceptible hasta el cual hay 6 arcos, 25 pies de
Para que el agua tuviese movimiento más acelerado, dieron sus artí­
elevación y 2 1 6 de longitud; de aquí al segundo ángulo, que ya es
fices a toda la obra el declive o declinación correspondiente que no
más notable y mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay 25
se percibe con facilidad, cuyo declive es en razón de un pie por cada
arcos, 28 pies de elevación y 553 de longitud. Sigue desde aquí la
100 de longitud; de manera, que desde el punto de la Caseta hasta obra corriendo de E a O y llega al tercer ángulo que mueve junto al
el último arco del puente, hay 29 pies de declinación, y así es que convento de San Francisco, y tiene esta tirantez 44 arcos, 44 pies de
camina el agua con bastante rapidez. Los pilares que sostienen los elevación en el pilar doble que mueve, y 973 de longitud; es verda­
arcos, que todos son de piedra berroqueña, son cuadrados o cuadri­ deramente un esfuerzo del arte este tercer ángulo; el pilar que lo
longos, de 11 a 12 pies de grosor en el orden inferior, y de 7 a 8 de forma hace una curva con la que varía la dirección del acueducto de
frente. Los lechos de las piedras y sobrelechos, y las piedras entre sí S a N con una pequeñísima inclinación al O, aquí comienzan dos
tienen tan exacta unión, que parece incomprensible cómo pudieron órdenes de arcos ejecutados con admirable valentía; en el primer
unirse y ajustarse unas a otras tan estrechamente, sin que ya quede orden, o sea el inferior, hay 43 arcos; en el segundo, 44; la elevación
en el día duda alguna de que no tienen trabazón de hierro, argama­ de éstos es igual en toda su extensión; la de los inferiores es en pro­
sa, ni cal o arena que formen mezcla. Estamos persuadidos a que porción al declive o inclinación que toma el cerro para descender a
ninguna otra obra de semejante antigüedad, se habrá conservado tan la plaza del Azoguejo, y el que vuelve a tomar desde aquí para subir
bien, llenando el objeto a que fuese destinada. hasta la muralla; en el arco por donde se entra a la calle de San Anto­
lín tienen los pilares 91 pies de elevación; en la plaza de Azoguejo
(4) M ADOZ: Diccionario geográfico. T. XIV. Págs. 12 9 y 1 3 9 (1 8 4 9 ).
que es el sitio de mayor altura 402 pies, y en el último pilar junto al
SE G O V IA . El acu ed u cto . muro a 62, contándose desde el dicho ángulo de San Francisco hasta
Es el monumento más grande que la nación conserva de la antigüe­ este último punto 986 pies de longitud; seguía la obra primitiva
dad, no sólo por la sublimidad de su fábrica, sino porque no ha deja­ hasta dentro de la muralla, pues que todavía se conservan 4 arcos y
do de prestar el servicio para que fue contruido, dominando todas se conocen en la obra de mampostería que les ha sustituido señales
las visicitudes, haciéndose superior a los irresistibles estragos de los de algún otro, debiendo computarse según la medida de proporción
siglos, y manteniéndose firme a pesar de las apasionadas devastacio­ 8 ó 9 arcos de 20 pies de elevación hasta la plazuela de San Sebas­
nes de los hombres. El agua que conduce esta soberbia fábrica se toma tián, y hendiendo después la ciudad de E a O por un canal cubier­
del riachuelo llamado Riofrío a la falda NO, de la sierra de Fuenfría, to de bóveda, casi capaz p o r algunas p a rte s de un hombre de pie
a tres leguas de la ciudad, de cuyo riachuelo se escota una hila real de derecho para guiar los repartimientos a las fuentes públicas y parti­
agua, esto es, medida o cantidad de una cuarta de alto y dos de ancho, culares, llega al Alcázar que está al extremo opuesto; la longitud
grueso común del cuerpo de un hombre, que guiada por una acequia desde que entra el acueducto en la muralla hasta el último arco es
o caz descubierto desciende casi insensiblemente de la montaña, y de 193 pies; de manera que toda la obra de este famoso acueducto
dando algunos rodeos atraviesa en la carrera de 1 '/, leguas, cerros y era en su primera construcción de 170 arcos; su menor elevación
peñascos escarpados y el pinar de Valsain; llega al sitio de los hoyos frente a San Gabriel 17 pies; su mayor en el Azoguejo 102, y en el
donde hay unos molinos que están al pie de los cerros y al S de la extremo dentro de la muralla 18; y su longitud total 2.921 pies;
venta de Santillana; cruza el camino real de San Ildefonso, y después ¡extensión prodigiosa que no tiene ningún otro edificio de esta clase
de correr desde los molinos otra legua y media por la llanura, llega al en Europa! En toda la obra, desde San Gabriel hasta su último arco,
paraje donde hay un torreón muy antiguo que llaman el Caserón, se ve en lo alto una pared de mampostería que tiene de 6 a 7 pies
situado al principio del camino que sale de la ciudad al sitio de San de elevación, en la que está metida la canal y va incluida en las

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Capítulo III. Acueducto de Segovia

dimensiones que se expresan. Para que el agua tenga movimiento 21 de marzo de 1520 por el ciudadano de Segovia Antonio de la Jar-
más acelerado, se dio a toda la obra el declive correspondiente, que dina, ensayador de la casa de la moneda y a su costa. Toda la piedra
no se percibe con facilidad; este declive es en razón de un pie por de este edificio es de una misma especie, a saber: berroqueña de
cada 100 de longitud; de manera que desde el punto de la caseta grano grueso, blanca en el fondo con muchas vetas negras y después
hasta el último arco hay 29 pies de declinación, y así es que camina de pasar algún tiempo se pone cárdena y oscura, lo que hace apare­
el agua con bastante rapidez. cer la obra más venerable, y causa en los que la miran cierta impre­
sión religiosa de antigüedad; admite pulimento como si fuera már­
Los pilares que sostienen los arcos son todos cuadrados o cuadrilon­
mol: los sillares están sólo labrados a pico; son generalmente
gos; su grueso en el orden inferior es de 11 a 12 pies y 7 a 8 de fren­
cuadrilongos, y algunos tan grandes que tienen seis pies de longitud
te, excepto en el pilar del ángulo de San Francisco, que tiene 22 pies
y el correspondiente grueso y altura: todos presentan en la obra
de frente; pero no hay uniformidad en estas dimensiones porque
algún frente, de manera que pueden contarse las piedras que hay en
varían a proporción de su mayor elevación, de suerte que algunos
el edificio. Los lechos de las piedras y sobrelechos, y las piedras entre
pilares sólo tienen 7 Ί 2 pies de fondo y 4 '/, de frente: esta desigual­
sí tienen tan exacta unión, que parece incomprensible cómo pudie­
dad es tan artificiosa e imperceptible que se oculta a los ojos más
ron ajustarse tan estrechamente; no tienen trabazón alguna de hie­
perspicaces. Según van elevándose se disminuyen los gruesos y fren­
tes a cada 16 pies por medio de una cornisa o pequeña imposta que rro, argamasa, cal o arena que forme mezcla, sobre cuya particulari­
corre en el primer orden de arcos que hay desde San Francisco a la dad ya no queda duda alguna, como se manifiesta en algunos
muralla, y forma un adorno muy sencillo y agradable. También parajes, donde falta algún sillar, y se probó más de lleno cuando en
corría esta imposta toda la base del segundo orden, sin que haya que­ el año de 1815 al golpe de un carro que conducía un cañón de grue­
dado de ella más que lo que aún persevera bajo los pilares del mismo; so calibre, salió un sillar bien grande de su lugar, y todos vieron el
se observa también alguna desigualdad en el grueso y frente de estos interior del pilar sin que se descubriese en él mezcla alguna de cal,
pilares, que también la tienen todos los demás del acueducto, y a ni otro cuerpo extraño que enlazase los sillares; y sin ésta ni otra mez­
proporción de esta desigualdad es el hueco de un pilar a otro, pues cla alguna volvió a ser colocado en el paraje de donde había salido.
en algunos es de 14 pies, en otros de 15 y en otros de 16; pero con Las obras que se encomiendan a la inmortalidad (dice elegantemen­
el mismo artificio y disimulo, que hace casi imperceptible estas varia­ te el Sr. Bosarte en su viaje artístico a esta ciudad) por los que saben
ciones; siendo estos huecos menores en los primeros arcos que son encomendarlas, no necesitan de estos grillos para estarse quietas[...]
los más bajos y pequeños. Sobre los arcos se ven todavía muchas pie­ La presente reúne las tres cualidades del estilo más difíciles de jun­
dras en línea que forman una cornisa, lo cual adornó en lo antiguo tar, que son la simplicidad, la elegancia y la grandiosidad.
toda la obra de sillería, y al arranque de los arcos tienen los pilares A pesar de la solidez de este monumento, no pudo librarse del todo
sus boceles y filetes; algunos de estos pilares se ven empezados a for­ de la ruina que traen consigo las guerras: 36 arcos de su parte orien­
mar sobre las mismas piedras de la grande cantera, que se descubre tal fueron destruidos; y daban paso los moradores a las aguas enla­
en el piso por donde va el acueducto: otros están introducidos bajo zando el espacio arruinado con postes y canales de madera hasta que
la superficie de 14 pies, siendo lo que hay oculto de la misma fábri­ el regimiento de esta ciudad acudió a la reina doña Isabel, y esta
ca y figura que lo descubierto: estos pilares que serán de 8 ó 10 de señora por real cédula dada en Tarazona a 23 de febrero de 1484,
los más elevados descansan sobre un gran banco de arena que hay otorgó que se hiciesen las obras necesarias, mandando para ello echar
entre los dos cerros que forman el valle, por donde atraviesa el acue­ un repatimiento a la ciudad y su tierra, y que todo pasase por mano
ducto; así es que desde la primera piedra fundamental de estos pila­ de Fr. Pedro de Mesa, religioso del Parral, como así tuvo efecto. Se
res hasta el último punto de la canal que está en la altura, tiene el reedificaron los 36 arcos que estaban caídos en el intermedio del
edificio en este sitio 11 6 pies de elevación. segundo al tercer ángulo que hemos citado arriba en una extensión
Sobre los tres pilares más altos del primer orden hay un sotabanco de 780 pies, imitando en lo posible la obra primitiva; pero se advier­
o cartela que tiene 60 pies de longitud y 6 de altura, formado por te tanto la diferencia, que en esta parte fue necesario ya en el año de
tres hiladas de piedras colocadas cobre la cornisa que ya hemos cita­ 1807 tapiar y sostener cuatro arcos que aparecen notablemente des­
do, en términos que los tres pilares del segundo orden que corres­ nivelados, cuando los anteriores están desafiando a la eternidad; y
ponden a aquéllos son tanto más cortos, cuanta es la elevación de esto mismo hizo exclamar al mariscal Ney cuando llegó a ver el trozo
este sotabanco, en cuyas piedras se advierten con mucha claridad reedificado: «aquí principia la obra de los hombres!» Por fortuna los
tres líneas de agujeritos con alguna variedad en la distancia de uno arcos tienen aquí poca altura y es más fácil atender a su conserva­
a otro, cuyas señales se presentan a uno y otro lado de la fábrica, y ción. Esta reedificación se hizo bajo la dirección de Fray Juan Esco-
se cree sirvieron para sujetar las letras que debió haber, por cuanto vedo, religioso del mismo convento del Parral, que en esto dio prue­
el maestro D. Antonio Ortiz, que reconoció toda la obra en el año bas de suma inteligencia, concluyendo toda la obra en 1489. No
de 1807, sacó algo de plomo de alguno de estos agujeros. En el pilar debemos concluir este punto sin hacer mérito de la justa providen­
del centro del segundo orden, que afirma sobre el sotabanco, hay cia adoptada por el rey y comunicada por el Dr. D. Pedro Cevallos
por ambos frentes un nicho en el que según el historiador D. Diego en 25 de setiembre de 1806 al intendente de Segovia, para que se
Colmenares, hubo antiguamente estatuas de Hércules; pero en el derribasen 30 casas pegadas al edificio en diferentes puntos, que ade­
día representan imágenes de Nuestra Señora del Carmen por el lado más de ser muy perjudiciales a su conservación, presentaban gran
del Azoguejo, y de San Sebastián por el· opuesto, colocados allí en deformidad y obstruían el paso de gentes y carruajes; y aunque todavía

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Acueductos romanos en España

hay algunas casas demasiado próximas, presenta sin embargo el acue­ cierta la conjetura de Harduino, que ésta fuese Urbécula, la mencio­
ducto toda su grandeza y suntuosidad. El vulgo admirado suele darle nada por Plinio, debió ser la más considerable, y por consiguiente
el nombre de puente del Diablo, y en algunas escrituras antiguas se la que nos ocupa. Pero repetimos fue un error de Harduino la
le llama la puente seca, o simplemente la puente, confundiendo así supuesta existencia de dos Segovias en esta región; pues ni Plinio, ni
denominaciones impropias de su fábrica y objeto. Ptolomeo, ni el Itinerario Romano mencionan más de una. Es ver­
dad que la demarcación de Ptolomeo, cuyos copiantes han adulte­
rado también el nombre Segovia de diferentes modos, no conviene
a la actual Segovia, determinándola en los 13° 3 0 ’ longitud, 42° 25’
«Yo creo, dice el erudito Cortés, hablando de este acueducto, que
latitud; pero la longitud está totalmente errada, pues Segovia era la
habiendo Teodosio nacido en Coca, un sentimiento de gloria y
más occidental de todas las ciudades arévacas; y la que estaba a
patriotismo pudo moverle a dejar cerca de su patria un monumen­
menor longitud: debe corregirse 11 por 13. Admitiendo las gradua­
to eterno de su poder, a lo que no pudo mover a otro emperador
ciones de Ptolomeo tales como aparecen, sería establecer el notable
alguno la ciudad de tan rebajada jerarquía como Segovia, que no fue
desacierto de que Segovia hubiese estado en la misma longitud que
colonia, ni convento jurídico, ni famosa por sus hechos historiales;
Varia, la más oriental de las ciudades beronas; lo que sería contra­
y Teodosio se manifestó capaz de empresas tan grandiosas como Tra­
dictorio a la misma doctrina de Ptolomeo, según la que las ciudades
jano.» Si bien es verdad que tampoco a nosotros nos satisface la
arévacas estaban no al E de los berones, sino al S. de éstos y de los
reducción de esta magnífica obra al imperio de Trajano, hecha sin
pelendones. Por consiguiente, es preciso decir con el respetable Fló-
más razón que constar lo inclinado que fue este emperador a la erec­
rez, que sólo se puede citar a Ptolomeo para sostener que Segovia
ción de monumentos, tanto, que por lo frecuente que es su nombre
era arévaca; mas no para puntualizar su situación.
en ellos, hubo un distinguido anticuario que lo llamó yerba parie­
taria; tampoco estamos mejor por la conjetura del Sr. Cortés. Para Segovia fue una de las mansiones militares del camino que describe
nosotros lo más probable es que pertenezca al imperio de Vespasia­ el Itinerario Romano desde Mérida a Zaragoza por la Lusitania.
no, español no menos insigne que aquéllos y que concedió los dere­ Quien guste ver con mayor extensión las antigüedades romanas des­
chos del Lacio a toda la Península, por cuyo decreto quedaron todos cubiertas en esta ciudad, puede acudir al citado Diego de Colmena­
los españoles elevados a la ciudadanía romana; además consta que res y D. Andrés Gómez de Somorrostro en su obra titulada: El Acue­
se esmeró en darles mejoras grandiosas, y les proporcionó cuantos ducto y otras antigüedades de Segovia. De sus inscripciones, solas tres
bienes cupieron en su alcance. son geográficas, pertenecientes a una de Uxama, otra a Interannium
y otra a Cauca, mencionándose en ellas estas poblaciones por sus
Licinio Larcio, pretor en la España citerior, se afanó entonces por el
gentilicios. Las demás no ofrecen cosa que interese a la geografía ni
bien público; era amigo y discípulo de Plinio el mayor, y a nadie con
a la historia.
más justicia puede atribuirse este admirable monumento, así por las
cualidades personales que aquel distinguido pretor como por su (5) A. GÓMEZ DE SOMORROSTRO: El acueducto y otras antigüe­
época en que podía contar para proteger las poblaciones españolas dades de Segovia, 1861.
y las artes en ellas, con todo el ahinco del gran Vespasiano. También
El acueducto continúa su curso por el canal o conducto de mani­
fue enviado por entonces a la Bética en clase de Cuestor, el citado
postería, entra ya al sitio de los Cañuelos donde empiezan a distri­
Plinio, lo que fue considerado como una de las muestras más dis­
buirse algunas aguas, y sigue hasta la segunda Caseta, o sedimento,
tinguidas de la singular predilección y favor del emperador. Con esta en que el agua se purifica de las arenas, y está colocada la Caseta fren­
ocasión pudo aquel insigne naturalista estudiar particularmente la te al Convento de San Gabriel de Franciscanos descalzos. Hay desde
España, acumulando noticias para su portentosa historia; ¿dejaría el Caserón hasta este punto dos mil setecientos sesenta pies.
de conocer muy especialmente a Segovia, si llamaba la atención
entonces la fábrica de su acueducto? No es de extrañar que no lo Sigue desde esta segunda Caseta una gruesa pared de manipostería,
mencionase Plinio, mayormente siendo obra de su tiempo, como sobre la que está colocada la canal o tajea que corre por toda la obra
hemos dicho lo hubiera sido el silencio de los escritores que le pre­ arqueda, hasta llegar a la plazuela de San Sebastián; continúa hasta
cedieron, historiando bastante detalladamente las cosas de los espa­ el Seminario conciliar, y desde aquí, ya cubierta y bajo del piso de
ñoles y su conquista por la república romana si hubiera existido las calles, llega esta canal, que es de grandes sillares de piedra cárde­
entonces. Plinio cumplió el objeto de su obra nombrando a Sego­ na y tiene una cuarta de ancho y un pie de profundidad, hasta lle­
via entre los pueblos que iban a ventilar sus pleitos al convento jurí­ var el agua al real Alcázar, que está al extremo de la ciudad en la parte
dico de Clunia, y diciendo que era población arévaca; los otros no occidental. A cortísima distancia de la Caseta da principio la obra
de los pilares y arcos, que tiene desde dicho punto hasta el primer
hubieran llenado su deber de historiadores exactos, callando una cir­
ángulo que mueve seis arcos1, veinte y cinco pies de elevación y dos-
cunstancia tan remarcable y que tanto debía servir para formar una
idea exacta de los antiguos españoles. Harduino quiere que la ciu­
dad citada por Plinio fuese otra Segovia que califica de Urbécula,
pero ha sido engañado por el error introducido en la numeración de 1 Las m edidas d e q u e se d a n o ticia en la d escrip ció n del a c u ed u cto se h an
los grados que la da Ptolomeo. Aún cuando fuese cierto que hubie­ to m ad o con to d a ex actitud p o r D . A n to n io O rtiz , m aestro de o b ra y fo n tan ero
sen existido dos Segovias en la región de los arévacos, pues también principal d e esta ciudad. Los pies son castellanos; tres de éstos hacen u n a vara de
Ptolomeo coloca en esta región la que menciona, a ser igualmente C astilla.

110
Capítulo III. Acueducto de Segovia

cientos diez y seis de longitud. De aquí al segundo ángulo, que Colmenares que hubo antiguamente estatuas colocadas de Hércu­
mueve frente a la iglesia de la Concepción, hay veinte y cinco arcos, les. En las piedras del sotabanco se advierten con mucha claridad
veinte y ocho pies de elevación, y quinientos cincuenta y tres de lon­ tres líneas de agujeritos exteriores, y con alguna variedad en la dis­
gitud. Sigue desde aquí la obra corriendo de a oriente a poniente, y tancia de un agujerito a otro: hay piedra que tiene dos y otras que
llega al tercer ángulo, que mueve junto al convento de PP. Francis­ tienen tres, cuatro y hasta ocho agujeros, los que describen tres líne­
canos; y tiene esta tirantez cuarenta y cuatro arcos, cuarenta y cua­ as, las dos más altas casi iguales, y corren de un extremo a otro de la
tro pies de elevación en el pilar doble que mueve, y novecientos cartela, y la más baja sólo ocupa la mitad de la extensión en el cen­
setenta y tres de longitud. En esta parte del acueducto están los tro. De alguno de estos pequeños agujeros sacó algo de plomo el
arcos, que se reedificaron a los principios del reinado de Doña Isa­ maestro Don Antonio Ortiz cuando los reconoció en el año de mil
bel la Católica. Comenzó el arquitecto a formar los que estaban caí­ ochocientos siete. Forma también el sotabanco cuatro nichos que
dos un poco más arriba del convento de la Concepción, y edificó no se ven: los dos cuadrilongos, desde el pilar del centro a los pila­
treinta y seis arcos en la extensión de setecientos ochenta pies 2. res inmediatos, y los otros dos nichos pequeños. El maestro Ortiz,
Es verdaderamente un esfuerzo del arte el ángulo que mueve frente a que los reconoció también entonces y los halló llenos de tierra,
San Francisco: el pilar que le forma hace una curva, con la que varía habiéndolos desocupado de ella, se inclina a que los dos huecos más
la dirección del acueducto de madiodía a norte, con una pequeñísn- largos parecen y son muy a propósito para sepulcros.
clinación a occidente: tiene veinte y dos pies de frente y cuarenta y Seguía la obra primitiva hasta dentro de la muralla, pues que todavía
cuatro de elevación. Aquí es donde se pasma el hombre mirando esta se conservan cuatro arcos, de los que parecen los dos últimos muy
grande obra, y encanta el espíritu y valentía de los arquitectos que la semejantes a la obra antigua; y por el último de éstos dos bajan aún
ejecutaron: aquí es donde comienzan los dos órdenes de arcos, que algunas piedras de la misma calidad, que denotan el descenso del canal
siguen hasta la muralla por donde entra el acueducto en la ciudad. En por donde iba el agua. Este arco está frente a la calle que baja a la
el primer orden hay cuarenta y tres arcos: el primero está destruido parroquia de San Sebastián; y el resto hasta la muralla y obra antigua
sin duda muchos años hace, y por alguna bárbara mano. En el segun­ es una pared de mampostería, en la que hubo algún otro arco que aún
do hay cuarenta y cuatro: la elevación es en proporción al declive o se conoce. Causa sentimiento mirar los hermosos y grandes sillares
inclinación que toma el cerro para descender a la plaza del Azoguejo, que formaban estos arcos, puestos por cimientos de la muralla, como
y el que vuelve luego a tomar desde aquí para subir hasta la muralla. se advierte al bajar por el postigo de Santa Columba. El número de
En el arco por donde se entra a la calle de San Antolín, tienen los pila­ estos arcos debía ser por la medida de proporción ocho o nueve: su
res noventa y un pies de elevación: en la plaza del Azoguejo, que es el elevación veinte pies, y la longitud desde donde entra el acueducto en
sitio de mayor altura, ciento y dos pies; y en el último pilar junto al la muralla hasta el último arco ciento noventa y tres pies. De manera
muro sesenta y dos. Este pilar es doble que los demás; y desde San que la obra del puente de Segovia, o famoso acueducto, era en su pri­
Francisco hasta la muralla, donde se ha conservado enteramente la mera construcción de ciento y setenta arcos; su menor elevación fren­
obra antigua, hay novecientos ochenta y seis pies de longitud. te a San Gabriel diez y siete pies; su mayor elevación en el Azoguejo
Sobre los tres pilares más altos y más fuertes, que hacen frente al ciento dos pies, y en el extremo dentro de la muralla diez y ocho. En
Azoguejo y a la parte opuesta, hay colocado un sotabanco o cartela, toda la obra, desde San Gabriel hasta el último arco, se ve en lo alto
que tiene sesenta pies de longitud y seis de altura, formada por tres una pared de mampostería, en la que está metida la canal, y va inclui­
hiladas de piedra, colocadas sobre una sencilla cornisa, que en lo da en las dimensiones que se expresan. La longitud, desde el punto de
antiguo seguía coronando todo el primer orden de arcos y ahora no la caseta de S. Gabriel hasta el último arco frente a S. Sebastián, es
permanece más que debajo de la cartela y los pilares del segundo de dos mil novecientos veinte y un pies.
orden. En el pilar del centro de la cartela por ambos lados opuestos Para que el agua tuviese movimiento mas acelerado dieron a toda la
hay un nicho de frente cuadrilongo, en el que dice el historiador obra el declive o declinación correspondiente, que no se percibe con
facilidad. Este declive es en razón de un pie por cada ciento de lon­
gitud: de manera que desde el punto de la Caseta hasta el último
2 In m e d iato s al C o n v en to de la C o ncepción h ay cuacro arcos cubierto s con arco del puente hay veinte y nueve pies de declinación, y así es que
m am p o stería p o r estar ruinosos. Sensible es que perm anezcan e n este estado hace camina el agua con bastante rapidez.
tan to s años. N o s co n sta que la Ju n ta de M o n u m en to s H istóricos y A rtísticos de
Los pilares que sostienen los arcos son todos cuadrados o cuadrilon­
esta provincia, to m a n d o en consideración estas razones, h a tra tad o en varías oca­
siones de proceder a la reedificación de estos arcos, después de h aber consultado
gos: su grueso en el orden inferior es de once a doce pies, y siete a
el d ictam en facultativo de arquitectos e ingenieros de conocida reputación sobre ocho pies de frente: pero no hay uniformidad en estas dimensiones,
el peligro q ue p odría resultar al resto del m o n u m en to y un án im em en te h an decla­ porque varían a proporción de su mayor elevación; de suerte que
rado n o h ab er peligro alguno para proceder a su reedificación. A provecham os esta algunos pilares sólo tienen siete pies y medio de fondo y cuatro y
ocasión para rogar a los individuos que co m p o n en la J u n ta (entre los que tien e la medio de frente. Esta desigualdad es tan artificiosa e imperceptible
h o n ra d e co ntarse el que escribe estas lincas) y el activo y celoso señor G o b e rn a ­
que se oculta a los ojos más perspicaces. Se disminuyen los gruesos
d o r de la provincia, Sr. D . Félix Fanlo, redoblen sus nobles esfuerzos y p ro cu ren ,
v enciendo los obstáculos q u e pued an oponerse, reedificar estos arcos; en lo que
y frentes de los pilares, según van elevándose, a cada diez y seis pies
les resultará u n a n o b le gloria y m erecerán la g ratitu d de Segovia y los elogios de de elevación, por medio de una cornisa o pequeña imposta, que
los am an tes de las artes y de este precioso m o n u m en to . (N o ta del editor.) corre en el primer orden de arcos que hay desde San Francisco a la

111
Acueductos romanos en España

muralla, y forma un adorno muy sencillo y agradable. También carro fuerte, que conducía por frente de la escuela de San Francisco
corría esta imposta toda la base del segundo orden de arcos, sin que un cañón de grueso calibre a la real Maestranza de Artillería, salió un
halla quedado de ella más que lo que aún persevera bajo los pilares sillar bien grande de su lugar: todos vieron entonces, y yo también vi,
del segundo orden. Se observa también alguna desigualdad en el el interior del pilar, sin que se descubriese en él mezcla alguna de cal,
grueso y frente de estos pilares, que también la tienen los demás de ni ripio, ni otro cuerpo extraño que enlazase y uniese los sillares; y sin
todo el acueducto. A proporción de esta desigualdad es el hueco que esta ni otra mezcla alguna volvió a ser colocado el sillar en el mismo
forman los arcos, o la distancia de un pilar a otro; pues en algunos paraje de donde había salido. «Las obras que se encomiendan a la
es el vano de catorce pies, en otros de quince y en otros de diez y inmortalidad (dice muy oportunamente el señor Bosarte en su Viaje
seis, pero con el mismo artificio y disimulo, que hace a estas varia­ artístico a esta ciudad) por los que saben encomendarlas, no necesitan
ciones pequeñas casi imperceptibles, siendo estos huecos de los arcos de estos grillos para estarse quietas, y el profundo arquitecto que pro­
menores en los primeros, que son los más bajos y pequeños. Sobre yectó esta obra, se gobernaba por principios más delicados. En efec­
los arcos se ven todavía muchas piedras en línea, que forman una to, el estilo con que está ejecutada reúne las tres cualidades del estilo,
cornisa, la cual adornó en lo antiguo toda la obra de sillares: ahora más difíciles de juntar en toda bella arte, que son la simplicidad, la
no hay más que algunas de las antiguas piedras, y otras que, sin elegancia y la grandiosidad».
haberlas dado la forma de aquéllas, se colocaron allí cuando se res­ «En los pilares o machones el puente se advierte desde luego que
tableció el acueducto. Al arranque de los arcos tienen los pilares sus unas piedras salen más que otras: esto, que en un principiante sería
boceles y filetes. Ya se ha dicho y conviene repetir que la canal o tajea un crimen, debemos mirarlo como gala del arquitecto que hizo este
está empotrada en una pared de mampostería, que tiene de seis a puente. La diferencia de salida de algunas piedras respecto de otras
siete pies de elevación, y va incluida en las medidas que se han expre­ es de dos pulgadas hasta quince. En algunos edificios antiguos se ve
sado en la altura del acueducto. Algunos pilares se ven empezados a tal cual piedra que sale de la línea del plomo, como en el puente de
formar sobre las mismas piedras de la grande cantera que se descu­ Garda, el cual es un resto del acueducto antiguo, que llevaba el agua
bre en el piso por donde va el acueducto: otros están introducidos al anfiteatro de Nimes. Aquello quedó así por no haberlo acabado
bajo la superficie catorce pies, como lo ha visto el maestro Ortiz en de cortar, y aun las dejaron a propósito para que viesen los venide­
los que sostienen la cartela, que están en la plaza del Azoguejo, sien­ ros lo que quedaba por hacer; pero la salida de las piedras en el puen­
do lo que hay oculto de la misma fábrica y figura que lo descubier­ te de Segovia no tiene remedio, ni admite perfección común».
to. Estos pilares, que serán ocho o diez de los más elevados, descan­
san y tienen su cimiento sobre un grande banco de arena que hay ESTAD O A C T U A L DEL A C U E D U C T O
entre los dos cerros, que forman el valle por donde atraviesa el acue­ La puente de Segovia promete durar hasta el fin del mundo; pero
ducto: así es que desde la primera piedra fundamental de estos pila­ contra tan heroica bravura son muchos los enemigos que están
res hasta el último punto de la canal, que está en la altura, tiene el empeñados en su ruina, y que tarde o temprano vendrán a dar con
edificio en este sitio ciento diez y seis pies de elevación. ella en tierra; cerbatanas, casas adyacentes, tiendas, bodegas, ataja­
Toda la piedra de este edificio es de una misma especie, a saber, dizos para habitaciones de gente pobre, y en ellos parras, puestos de
berroqueña, granigruesa, blanca en el fondo, con muchas vetas carbón y otras cosas. El abuso de las casas no es de ahora; porque la
negras; y después de pasar algún tiempo se pone cárdena, y oscura; que sirve de nevería, o botillería, no es moderna, como se echa de
lo que hace aparecer al puente más venerable, y causa cierta impre­ ver en el adorno de su fachada, que es gótico, y perteneciente a los
sión de antigüedad en los que le miran. Admite pulimento como si tiempos de D. Enrique III y D. Juan II. Puede ser que otras sean tan
fuera mármol; y así se reconoce en algunos cercos de las puertas y antiguas como aquélla, aunque con sus renovaciones lo estén disi­
chimeneas, que en tiempo del rey don Felipe II se pusieron en algu­ mulando. Sobre todo, el enemigo más temible que tiene el acueduc­
nas piezas del real Alcázar, que son de piedra de esta misma calidad. to, es aquel en que menos se piensa, quiero decir el fuego. Las habi­
La cantera estaba sin duda en el mismo sitio donde existe el acue­ taciones, por humildes que sean, necesitan fuego; y si se hace contra
ducto: así es que se ven bajo algunos pilares piedras sin labrar de la las paredes de la habitación, llegará indefectiblemente a caldear los
misma cantera, que extiende sus ramificaciones hacia San Antolín y sillares; y en este caso es inevitable la ruina del edificio.
por otros parajes inmediatos al convento y calle de San Francisco.
Tal era la disposición en que se hallaba en 1802, cuando el señor
Teniendo allí piedra a propósito, era regular hacer uso de ella, y no
Bosarte hizo su viaje a esta ciudad, y tenía sobrada razón para escribir
ir a buscarla a otra parte, con el costoso dispendio de la conducción.
de esta manera. La parte más hermosa del acueducto se hallaba afea­
Los sillares sólo están labrados a pico: son generalmente cuadrilongos da y oscurecida con las casas que estaban situadas entre los pilares y
y algunos tan grandes, que tienen seis pies de longitud, y el correspon­ debajo de los arcos más elevados y magníficos, ocultando la vista más
diente grueso y altura. Todos presentan en la obra algún frente; de sorprendente y más hermosa del edificio por toda la extensión en que
manera que pueden contarse las piedras que hay en el edificio. Los se presentan los dos órdenes de arcos. El fuego, el humo de las chime­
lechos de las piedras y sobretechos, y las piedras entre sí, tienen tan neas, las bodegas, las excavaciones, las armaduras de los tejados, y las
exacta unión, que parece incomprensible cómo pudieron unirse y ajus­ aguas, hielos y nieves estaban perpetuamente lidiando contra la soli­
tarse unas a otras tan estrechamente. No tienen trabazón alguna, como dez y firme construcción del acueducto. La oscuridad de aquellos
se manifiesta en algunos parajes del acueducto en que falta algún sillar, tiempos, o el olvido de las leyes, y tal vez una compasión, o toleran­
y se manifestó más de lleno cuando en el año de 1 8 1 5 a golpe de un cia mal entendida, dieron ocasión a que se construyesen semejantes

112
Capítulo III. Acueducto de Segovia

edificios bajo la madre de las aguas, y entre los más robustos y eleva­ mano en esta ciudad para trasladar a la mayor brevedad los vecinos que
dos pilares. Con ellos se ofuscó la majestad y grandeza de la obra, se actualmente habitan en las contiguas al acueducto; y qué fondos o
puso en peligro su duración y solidez, se estrechó demasiado el paso arbitrios tiene o puede tener la ciudad para pagar los gastos de derri­
a los carruajes, y, al fin, fue preciso que una desgracia excitase el celo bo, y los que sean consiguientes. Es de esperar que la ciudad de Sego­
del gobierno para remover tantos obstáculos, que continuamente se via y los verdaderos patricios de ella, interesados en la conservación de
oponían a la duración del acueducto, y mandase demoler las casas y uno de los más preciosos monumentos de la antigüedad, no perdonen
todo lo que está construido, contraviniendo a las leyes y en notorio medio alguno para conseguir que se manifieste al público con toda su
perjuicio de la obra. Ya en el año 1803, a instancias del regidor de esta belleza, atrayendo la admiración de nacionales y extranjeros. Dios
ciudad D. Agustín Ricote, por el señor corregidor D. Mateo de Leza- guarde a V. S. muchos años. Segovia, 30 de septiembre de 1806.» A
eta y Zúñiga se formó expediente para el derribo de las casas, edificios este oficio acompaña la nota de los sujetos que habitaban las casas con­
y corrales contiguos al acueducto. Tasáronse dichos edificios, se formó tiguas al acueducto. En 1 ,° de octubre mandó el señor corregidor que
un plan, que presentaba al acueducto oscurecido por las casas, y otro los dueños de las casas presentasen los títulos de pertenencia en térmi­
despojado de ellas. En este expediente se halla una certificación del no del tercer día: que se averiguase si había algunas casas capaces de
maestro de obras Ortiz, en que manifiesta los daños que tales casas recibir inquilinos; y que se hiciese entender al secretario de la Junta de
ocasionaban a la portentosa obra del acueducto, y lo que influían en alumbrado, al que lo era también de la sociedad económica, al señor
su ruina. Formalizado el expediente, se entregó original al señor regi­ contador de Propios, y a la nueva Junta de Caminos, diesen razón con
dor citado, quien con fecha de 15 de octubre de aquel año dirigió una la mayor brevedad de si había algún caudal disponible de estos esta­
representación a S. M. en que manifestaba los perjuicios de tales edi­ blecimientos, para destinarle a los gastos del derribo de las casas.
ficios, y los medios que podrían adoptarse para su demolición. No En 12 de octubre se instó por el señor comisionado para la presen­
hubo entonces resolución del rey, y se retardó hasta el año de 1806. tación de documentos de pertenencia, y en el mismo día se señaló
En el mes de septiembre volvió el coche en que volvía a S. Ildefon­ la habitación a que debían mudarse los que vivían en las casas que
so la embajadora de Suecia, al pasar el arco del acueducto, que diri­ afeaban el acueducto, y después de varias providencias, viendo que
ge a la calle de San Antolín, el cual, con las casas que allí había edi­ en los establecimientos citados no había fondos de que disponer, se
ficadas se hallaba demasiado estrecho; se asustaron todos, y la señora adoptó el medio de que los propietarios que gustasen, derribasen
de resultas del fatal golpe abortó a pocos días; súpose el suceso en el por sí, y se aprovechasen de los despojos y materiales de las casas, y
real sitio de San Lorenzo y S. M. en 25 de septiembre mandó expe­ los que no quisiesen entrar en este sistema, dejasen a disposición de
dir la real orden siguiente: «Habiendo resuelto el Rey que D. Fran­ S. M. las casas; y puestas éstas a remate, resultó que hubo fondos
cisco Xavier Wam Baumberghen, comisario de caminos, pase a para la ejecución del proyecto, y después de varias providencias de
Segovia a examinar el acueducto, y si las casas a él contiguas pueden precaución, se comenzó el derribo de las casas en 17 de noviembre
perjudicerle en términos que, además de quitarle la hermosura, oca­ de 1806, cuya operación se continuó hasta dejar desembarazado el
sionen su ruina; prevengo a V. S. le dé las noticias y auxilios que paso, y libre el terreno que ocupaban para que no fuesen obstáculo
pueda necesitar para el desempleño de su comisión. Dios guarde a al tránsito de las gentes, y a los carruajes, y se manifestase de lleno
V. C. muchos años. San Lorenzo, 25 de septiembre de 18 0 6 .- Pedro toda la hermosura del acueducto. Duró esta operación algunos
Cevallos.- Señor intendente de Segovia». meses, y concluida se dirigió al señor corregidor la real orden
siguiente: «El rey se halla enterado, y muy satisfecho del celo y efi­
Es muy digna de alabanza la actividad del encargado por S. M. en este
cacia con que V. ha cooperado al derribo de las casas contiguas al
reconocimiento y ejecución de la real orden; y debe conservarse la
acueducto de esta ciudad, las cuales, además de ser muy perjudicia­
memoria de este acontecimiento, por lo mucho que contribuyó a
les a su conservación, presentaban una deformidad muy chocante a
desembarazar nuestro acueducto de aquellos indecentes pegotes, que
la vista, y afeaban en extremo una obra, que por todos títulos mere­
a un mismo tiempo le afeaban y arruinaban. En 27 de septiembre se
ce el mayor aprecio. Derribadas dichas casas, y tirada la línea de cua­
presentó el señor comisario de caminos al señor D. Antonio Gonzá­
renta pies de distancia del acueducto en la calle Nueva, y señalada
lez Alameda, corregidor de esta ciudad, quien mandó que se le fran­
además la altura a que deberá quedar el terreno, sólo falta que los
quease la vista y reconocimiento de todas las casas contiguas al acue­
particulares, cuyas casas alindan con dicha línea, construyan en ellas
ducto, y se le auxiliase con dos ministros de este tribunal de justicia.
fachadas sencillas, decentes y arregladas, con todos los demás requi­
En el mismo día se hizo saber esta disposición a los treinta y tres veci­
sitos, que el arquitecto nombrado para su ejecución tenga por con­
nos que ocupaban las casas que iban a ser demolidas, y cuyo recono­
venientes. Y como esto sea un punto propio y peculiar de la policía,
cimiento se practicó con la mayor actividad y presteza. El comisiona­
do pasó al señor corregidor el oficio siguiente: «Uno de los puntos cuyo ramo está a cargo de V., como corregidor de esa ciudad, se
lisonjea el Rey de que, siguiendo los impulsos de su celo, contribui­
sobre que me manda informar la real orden relativa al derribo de las
rá en cuanto esté de su parte a que todo se realice con la debida pro­
casas contiguas al acueducto, es el de saber con qué facultad o licencia
se construyeron: a este fin me parece conveniente que V. S. se sirva piedad, y que al efecto tomará las medidas que le parezcan condu­
mandar, que los actuales poseedores presenten a V. S. lo más pronto centes. Dios guarde a V. muchos años.- Aranjuez, 10 de marzo de
posible los títulos que acrediten legítimamente su pertenencia, para en 1807.—Pedro Cevallos.—Señor D. Antonio González Alameda».
vista de ellos tomar la determinación que se estime oportuna. Espero Falleció este corregidor el 6 de junio de dicho año, y el señor D. Am­
igualmente que V. S. se sirva indicarme de qué casas se podrá echar brosio Meléndez, como regidor decano mandó se ejecutase dicha real

113
Acueductos romanos e« España

orden, y así se hizo entender a los que debían edificar contiguo al acue­ invierno, van consumiendo poco a poco las piedras del acueducto, y
ducto. El comisionado D. Francisco Xavier Warn Baumberghen se llegarán al fin a ocasionar su ruina. En la parte más hermosa de los
retiró de esta comisión por marzo; y así empezó a sentirse más moro­ dos órdenes de arcos está libre el acueducto de estas perniciosas cer­
sidad en el cumplimiento de las intenciones de S. M., por lo que no batanas: pero desde San Francisco hasta la plazuela de San Gabriel hay
llegó a efectuarse el magnífico plan que estaba concebido, y que hubie­ muchas que debieran derribarse con la misma actividad que se ejecu­
ra realizado los designios del Rey, y engrandecido mucho la majestuo­ tó el derribo de las casas. Parece que, convencidos los que se surten de
sa antigüedad del acueducto. El objeto se dirigía a formar a distancia agua por las tales cerbatanas de los daños que ocasionaban, y con dese­
de los cuarenta pies de aquél dos calles lineales a la grande obra, que os de evitarlos, pensaron ya alguna vez en proporcionárselas por un
siguiesen hasta la plazuela de San Gabriel, y sirviesen al mismo tiem­ gran conducto, que empezando a correr desde la caseta de San Gabriel,
po de camino principal para entrar en la ciudad. Si este proyecto lle­ y formado de piedra berroqueña con solidez, proporcionase las aguas
gare a ejecución, entonces sería mucho más grata y sorprendente la sin perjuicio alguno del acueducto, colocándose a sus pies, y que
vista del acueducto. Concluida la operación del derribo y allanamien­ corriese bajo el piso de la calle, de la misma suerte que corre el agua
to de las casas que le ofendían, y estorbaban el tránsito de los carrua­ por lo alto del puente. Éste sería uno de los medios más oportunos
jes, y a la vista de la obra antigua en la parte más hermosa, se pensó para atender a la seguridad y permanencia de la obra, y desembara­
con seriedad en despejar lo que ocupa la capilla mayor de San Fran­ zarla de tales pegotes, que la perjudican mucho y la afean demasiado.
cisco, y parte de un dormitorio, dejando siempre lo suficiente a la No debemos extrañar que algunos amantes de las ventajas que pro­
buena disposición de la capilla y retablo, y también a la comodidad porciona a esta ciudad el acueducto, hayan dado pasos para evitar este
de los conventuales. Igualmente se trató, en Junta de 30 de septiem­ mal de las cerbatanas: lo sensible es que después de algunos años de
bre de 1807, por la diputación de fábrica, y el señor D. Tomás Pérez, proyecto esté sin haberse adelantado nada en su ejecución1.
encargado en este punto de un informe y formación de plan y otros También afean y perjudican mucho al puente algunos edificios, que
particulares por el excelentísimo señor secretario de estado D. Pedro aún subsisten demasiado cercanos a él. Escombros y ruinas que
Cevallos, de la construcción del gran conducto subterráneo, que debía empujan sobre los pilares; el piso aún desnivelado, y sin macizar por
surtir de agua a las casas, que ahora se hace por medio de las perjudi- muchas partes, y las innumerables aberturas que tiene la canal, o tajea
cialísimas cerbatanas. Nada ha podido realizarse, porque a poco tiem­ por donde corre el agua, que penetrando por las junturas de las pie­
po se empezaron ya a experimentar los fatales síntomas que ocasiona­ dras, las va poco a poco gastando y horadando; lo que no puede pon­
ron las tropas extranjeras, que comenzaron a entrar en el reino, y derarse cuán perjudicial es a este edificio. La paredilla, en que está
dieron motivo a los sucesos que se verificaron en el año 1808, y empotrada la canal, se repasa toda con el agua, caen muchas de sus
siguientes. La paz que ha sucedido a los horrores de la guerra, y la pro­ piedras cuando menos se piensa; se va deteriorando de día en día la
tección que S. M. dispensa a los monumentos que nos quedan de la hermosa disposición y arquitectura del puente, y exige sin duda pron­
antigüedad, nos deben dar esperanzas de que en su glorioso reinado ta y eficaz reparación2. Los extranjeros, que con motivo de la pasada
se verá enteramente ejecutado el hermoso y útilísimo proyecto, que se guerra pasaron por esta ciudad en gran número, y los generales más
concibió y empezó a realizarse en el gobierno de su augusto Padre. famosos, que habían corrido la Europa, se asombraban al mirar la
Quedan todavía muchas cosas próximas al acueducto que contribu­ portentosa mole de este acueducto, y se irritaban y enfurecían al
yen no poco a su ruina y degradación. Tales son, entre otras, las cer­ mirarle tan descuidado y deslucido. Un inglés, cuyo nombre es famo­
batanas. Estos conductos perpendiculares, que están arrimados a los so en los fastos de la última guerra, cuando le vio en 1812, exclamó,
pilares del puente, y en vez de servirles de apoyo, los están destruyen­ sorprendido no menos de su grandeza, que de la necesidad que advir­
do, porque la pesadez de las piedras de que están formados empuja tió de acudir a su conservación y reparo: si unaobra como ésta se
contra la canal y el pilar cercano se rezuman, se llenan de hielos en hallase en mi patria, estaría colocada entre cristales.

1 A lgo, a u n q u e m u y poco, se ha adelantado desde q u e nuestro a u to r escribió el án im o de u n a vez y d estrúyanse estas m alhadadas cerbatanas; y en to n ces n u es­
esta o b ra. E n ju n io de 1857 se han q u ita d o del acueducto varias de las cerbatanas tros sucesores p o d rán h o n rar n uestra m em o ria así com o nosotros los nobles esfuer­
q u e estaban colocadas a espaldas de la iglesia de San Francisco; con lo cual se ha zos d e los q ue h iciero n d errib ar las casas y edificios q u e había con tig u o s y debajo
d ad o u n gran paso, pero a ú n no es suficiente, d eben quitarse todas si h a de su b ­ del acu ed u cto . (N o ta del editor.)
sistir el m o n u m e n to , esto es de necesidad; hem os o íd o decir a diferentes arquitec­ 2 En este p u n to n o po d em o s m enos d e elogiar el celo del Ilustre A y u n tam ien ­
tos e ingenieros q u e las cerbatanas p o r sí solas y sin n in g ú n o tro m otivo serán bas­ to; h an desaparecido p o r co m p leto ios edificios q u e m en cio n a el au to r y a los dos
tantes y ven d rán a causar la destrucción del acueducto. R eproducim os to talm en te lados del acu ed u cto desde la b ajad a de la cuesta d e S an Francisco y en trad a de la
y nos asociam os d e nuevo a lo que dice el autor, ¿no es m e jo r hacer u n gran co n ­ calle de San A n to lín hasta el p retil del Postigo de S an ta C o lu m b a se h a n abierto
d u cto desde la caseta de San G abriel p ara su rtir de agua a las casas q u e lo tom an dos calles anchas y espaciosas q u e dejan gozar la preciosa vista del acu ed u cto : se
p o r las cerbatanas, q u e causar con ellas la ru in a del más precioso m o n u m e n to que ha nivelado el piso d e la plaza del A zoguejo y en ella se ven ah o ra los pilares en
tenem os en E spaña y de q u e tanto nos orgullecem os los segovianos?, ¿no se co n ­ to d a su esbeltez: hab ién d o se adem ás ab ierto u n a gran alcantarilla su b terrán ea que
siguió (a pesar de tantos obstáculos) derribar las casas que estaban inm ediatas al recoge las aguas llovedizas. T am b ié n se ha h ech o u n a g ran reco m p o sició n en la
ac u ed u cto , p o rq u e p resen tab an d e fo rm id ad y afeaban su preciosa vista?, ¿pues paredilla en q ue está e m p o trad a la canal q ue ya n o se repasa: y p o r ú ltim o el A y u n ­
cu án to más es necesario derribar estos pegotes, q u e ta n to le perjudican y que, poco tam ien to pro cu ra co n esm erado celo rep arar y conservar la herm osa disposición y
a poco, o ráp id am en te y cu a n d o m enos se crea, están causando su ruina?, hágase arq u itectu ra del p u en te. (N o ta deí editor.)

114
Capítulo III. Acueducto de Segovia

Dibujos
[1] B. MONFAUCON: Antigüedad ilustrada. Τοπίο 4.° París, 1724. [4] ANTONIO PONZ: Viaje de España, utiliza el segundo de los
Diseño de Mr. Legendre, físico del rey Don Felipe V = supl. p. anteriores, pero con ligeras variantes, especialmente en las figu­
102, pl. XLIII. No lo reproducimos pues no tiene nada que ver ras que lo adornan.
con el monumento «más que lo general de ser un dibujo de [5] D. PEDRO J. DE LA FUENTE ORTIZ, 1796. Diseños en grande
pilares y arcos», parece que reproduce el escudo de la ciudad, que se conservan en los salones de la Academia de San Fernando.
pues tiene la cabeza característica de éste.
[6] ALEXAN D RE DE LABO RD E: Voyagepittoresque et historique de
[2] FR. ENRIQUE FLÓREZ: España sagrada. Tomo 8. Edición lEspagne, París (1805-1816). Lámina integrada por una pers­
1.a, 1752. Diseñó el arquitecto de la iglesia catedral don pectiva del acueducto desde la plaza del Azoguejo con la igle­
Domingo Gamones, que dibujó la obra en una tira monóto­ sia de Santa Colomba a la izquierda y un dibujo en alzado de
na con todos sus arcos y pilares, sin hacer más distinción que las tres arcadas principales rotulados al pie en:
la de las alturas y cuerpos de estos últimos, siguiendo aproxi­
madamente el movimiento del terreno. Edición 3.a, 1860, «Perspectiva del aqueducto de Segovia y plano geometral del
aqueducto de Segovia, respectivamente». En la primera figura
pág. 64. Es un dibujo distinto sin indicación de autor, dis­
la leyenda: Six del, y Benoist sculps, y en la otra: Moulinier del,
puesto en una sola plana en tres trozos superpuestos siguien­
y N. J. Rousseau sculps.
do también el declive del terreno, pero sin introducir distin­
ción en el dibujo de las arcadas. Lit. Alemana de F. Kraus. [7] A. G Ó M E Z DE SO M O R R O ST R O , 1820, en su libro citado en
Fuencarral, 20. Madrid. las referencias literarias publica cuatro dibujos. En lámina 1 .a,
antes del texto, un alzado de las cuatro arcadas principales; en
[3] D IE G O DE VILLAN U E VA, 1757, arquitecto de la R. A. de S.
lámina 2.a, de la página siguiente, el alzado de todo el monu­
Fernando. Tres láminas estampadas en Madrid. Grabó dos Her­
mento desde el desarenador dividido en tres trozos superpues­
menegildo Víctor de Ugarte. Una de ellas es el dibujo en alza­
tos; y en lámina 3.a, junto a la página 3 1, la planta y detalles
do de las seis arcadas principales por el lado de San Sebastián de los sotabancos o cartelas con la indicación de los agujeros
con el siguiente relato al pie: «Elevación del célebre Aqueduc- correspondientes a las inscripciones, esto último ejecutado por
to de Segovia obra de los griegos y de las más antiguas de Euro­ el coronel del cuerpo de Artillería don Joaquín de Góngora.
pa; es su longitud (sin contar un gran trecho que camina el agua
por una calzada o dique) de 2.400 pies castellanos». Sigue con [8] DAVID ROBERTS (1837). Tres grabados: dos con la leyenda de
referencias del dibujo. Dimensiones 40,5 x 28,0. «Segovia», en los que se ve al fondo el acueducto, y el otro con la
leyenda: «Great roman aquedut at Segovia», con indicaciones al pie:
El segundo está rotulado al pie con «Vista del aqueducto de Drawn by David Roberts a la izquierda, y a la derecha: Engraved
Segovia por la plaza de Azoguejos». Es el que utiliza con peque­ by con los nombres de James H . Allen, J. Cousen y J. C. Armyta-
ñas variantes PONZ, y da lugar, además, a una serie de mayo­ ge, respectivamente. Están publicadas en Londres por Robert Jen­
res alteraciones. nings & Co. 68 Cheapside; el tercero de estos grabados da lugar a
El tercer grabado está rotulado Vista del aqueducto de Segovia una serie de variantes de los cuales reproducimos algunos.
por un lado del convento de San Francisco y reproduce cuatro [9] J. TAYLOR. Grabado 19,80 x 12,50. J. Tayor delt. Skelton
arcadas dobles que dejaban ver las casas correspondientes a la Sculpt. Leyenda: «Aqueduc de Ségovie. Aqueduc o f Segovie».
extremidad del lado aguas arriba. Edición: A. Paris chez Gide-London R. Jennings.

Lápidas fu n e ra ria s con la m arca del acueducto


Núm. 2.751 del C. I. L. Tomada directamente del Somorrostro. Núm. 2.746 del C. 1. L.
SULPICIAE AMEJUNAE. PI
MATERNAE AETIS, CAEC
SULP. AN XXIX AN Q. F. A. E.
S. T. T. L. L. V. S. L. T. T. L.
Estaba, según Somorrostro, «desprendida de la muralla que hay en Estaba en el postigo de San Juan, que hoy día está inutilizado.
aquella parte que llaman la Ronda y mira al arroyo Clamores», es Descubierta por el padre Fita,
decir, entre el Alcázar y la puerta de S. Andrés.
Q. CAELIO
AM ///////
N úm . 2.739 del C. I. L., rectificada después por el P. Fita. Μ ///////
TANCINO S. T. T. L:
AMAONI Está junto al segundo torreón de la muralla a la izquierda, saliendo
CUM ANIO por la puerta de Santiago (ver foto).
AN. LXXX Por último, creemos haber descubierto una quinta lápida con la hue­
S. S. SIS lla de tres arcos del acueducto, en el último lienzo visible de la mura­
Está en el primer torreón de la muralla a la izquierda saliendo por lla en el paseo del Prado. Está muy desgastada y no se distingue letra
la puerta de Santiago (ver foto). alguna (ver fotos).

115
IV

Acueductos de Mérida

Conducciones

El abastecimiento de agua a M érida (Emérita Augusta) se realiza al final de la roma­


nidad por tres conducciones completamente independientes, de épocas distintas y
con organización m uy diferente, por las condiciones técnicas que caracterizan a cada
una. De ninguna de ellas se tiene conocimiento documental, asideros epigráficos, o
referencias literarias de su época, y sería m uy interesante poder establecer la antigüe­
dad de las conducciones, ya que esto arrojaría bastante luz para la datación de las
obras monumentales correspondientes.
Se designan estas conducciones por Cornalvo, Proserpina y Rabo-de-Buey o de
las Tomas, no correspondiendo estos nombres a nada romano. La designación de Cor­
nalvo, que aparece en la Edad Media, se refiere al aspecto del fondo seco del embal­
se que tiene forma de creciente y relumbre blanquecino, debido al sedimento salino.
El nombre de Proserpina se tomó de la invocación a esta deidad en una lápida encon­
trada cerca de la presa correspondiente, pero sin relación alguna con ella. Las dos
designaciones de la tercera se refieren a la disposición ramificada que tiene la conduc­
ción en su origen, por aportación sucesiva de las tomas de distintos manantiales.
Dos de las conducciones comienzan reteniendo agua en un embalse mediante su
correspondiente presa de fábrica, habiéndose mejorado en ambas la aportación por
P áginas 112-113 trasvase de agua de los valles inmediatos. En una de ellas, Cornalvo, la canal es muy
Dos vista s aéreas d e l
a cu e d u cto de Los M ila g ro s

117
Acueductos romanos en España

larga pues resultan más de 20 km, siendo casi toda enterrada, mien­
tras que en Proserpina sólo tenemos 6 km y va por la superficie.
En la tercera se toma el agua de manantiales próximos a la ciu­
dad y, por tanto, la longitud de conducción es bastante reducida,
pero le correspondía un acueducto m uy importante para cruzar
el valle de Albarregas, a cuyas ruinas, de sólo dos tramos, se les
denomina de San Lázaro.
Parece ser que la conducción de Proserpina era para fines indus­
triales, lo cual justifica su realización en canal superficial sin cubrir;
en cambio, tanto Cornalvo como Rabo-de-Buey van enterradas en
galería con obras elevadas únicamente al cortar depresiones impor­
tantes, dos en aquélla y una en ésta. Estaban balizadas por regis­
tros a distancias iguales, que son m uy exactas en la última.
La canal de Cornalvo, que, como ya hemos dicho, va casi toda
en galería subterránea, comienza captando aguas subálveas en su
zona alta, donde está el nacimiento del Albarregas, con encharca-
mientos, primero, y cauce relleno de sedimentos, después. Se con­
servan algunos registros que actualmente sirven de pozos para cap­
tar el agua de la galería. Al quedar francamente en ladera después
de pasar el pueblo actual de Trujdíanos, va más superficial y queda
aparente en algunas vaguadas, elevándose sobre arcos en las dos
últimas. En la penúltima, que es la de Cañoquebrado, denomina­
da así precisamente por los restos que aparecen de la conducción,
debió haber una obra de varios arcos, puesto que la rasante se des­
pega francamente del terreno, aunque sólo quedan los muros
triangulares de ambos extremos, extendiéndose el de aguas arriba
discontinuamente en unos 60 m hasta remontar los 4 m en coro­
nación. Del otro lado queda la caja a la vista en curva con longi­
tud inferior a 10 m, volviendo en seguida a enterrarse.
Por esta vaguada sube la carretera del pueblo de Valverde, desde
la general de Extremadura, quedando estos restos m uy próximos
del km 2 de la misma. La fábrica es un hormigón de gruesos can­
tos y debía estar revestida de manipostería que se arrancaría para
nuevo empleo.
La obra de la vaguada siguiente, que se denomina de Cerro
Gordo, es más simple, pues la canal se eleva sobre muros en unos
30 m de recorrido, teniendo en el centro una alcantarilla de 0,86 m
de luz con aliviadero de descarga. El muro se conserva casi intacto
con su revestimiento de manipostería.
Los restantes asomos de la canal hasta llegar a la antigua mura­
lla son accidentales, y así tenemos un corte en el talud de la carre­
tera actual (ronda externa), donde iba m uy cerca de la superficie y
se conservan las losas de la tapa que la cubrían. A continuación
tenemos el corte correspondiente a la trinchera del ferrocarril,

118
Obra en la vaguada de Cerro Gordo A som os de la ca n a i F e rro ca rril

C arretera

A lin e a c ió n fin a l
Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de C ornalvo
A lin e a c ió n
C loaca del a n fite a tro desenterrada R u in a s de S. Lázaro A c u e d u c to d e l xv D e sarenador R u in a s de la canal
τ -,ιτ

Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de R a b o-de -B u e y

E rm ita de S. Jorge R u inas ú ltim o p ila r P u e n te ro m a n o del A lb arregas M ila g ro gordo D esarenador

C arretera y
2 L · - ; vfa rom ana

D e p ósito te rm in a l Río A lb arregas Zona fin a l de la c o n d u c c ió n de P roserpina


Acueductos romanos en España

O bras v is ib le s en la co n d u c c ió n de C ornalvo

Obra en la vaguada de C año Q uebrado

Asom o con m u ro y a lc a n ta rilla en la vaguada de C erro G ordo

120
Capítulo IV. Acueductos de M érida

C o n du cción de C ornalvo

La canal a tra ve san d o la ta p ia del ca m p o de fú tb o l

121
Acueductos romanos en España

C o n d u c ció n de R abo-de-B uey. Restos de la ca n a l ro m a na y de la ca ñ e ría del XV en la


e xp la n a d a de M an u e l G uerrero

F in a l d e l a c u e d u c to d e l sig lo XV q u e te rm in ó
lle va n d o el agua e ncañada

A lin e a c ió n h a cia el
a n fite a tro con fu e n te y
arq u e ría de d is trib u c ió n

R estos de la canal
rom ana

F uente y p iló n de la
a lin e a c ió n re c ie n te m e n te
d ese n te rra d a

La ca n a l h a cia el
a n fite a tro a n te s de
d e se n te rra rla Cabeza de león de la fu e n te

122
Capitulo IV. Acueductos de M érida

C o n d u c ció n de P roserpina.
D e ta lle de la fá b ric a del m uro
con ca n a l en la o bra de la
vaguada II

donde aparece la solera y parte de los cajeros, señalando una alineación que la volve­
mos a encontrar atravesando la tapia del campo de fútbol y continuando dentro, aun­
que la explanación del mismo ha dejado arrasada la obra hasta nivel de solera. Des­
pués asoma su coronación junto al cuartel de la Guardia Civil, pasando por debajo del
edificio, para volver a aparecer sobre el nuevo recinto de esta zona, llegando hasta una
expianda que sirvió de era y que creemos debe rellenar la piscina lim aria de la conduc­
ción. Esta explanación queda muy cerca de la plaza de toros y está en un lugar domi­
nante de la ciudad antigua m uy a propósito para iniciar la distribución de las aguas.
Esta conducción no tiene otra obra aparente importante, salvo la presa originaria.
Su disposición en galería enterrada parece indicar que servía a fines domésticos, lo
cual nos invita a creer que es la primera conducción, y además pudiera haber tenido
una época inicial sin presa, por captación directa de las aguas del río en su zona alta.
La conducción de Rabo-de-Buey también parece haber conducido agua domés­
tica, por su naturaleza de galería enterrada, aunque también podría haber servido al
circo (fuentes en la espina), como luego indicaremos, y con seguridad al anfiteatro,
pues la alineación final se dirige hacia dicho monumento.
Esta conducción, de unos 2 Ion de longitud, después de reunir las diversas tomas
tenía un pequeño acueducto de un arco, para en seguida, a la salida de un desarena-
dor, quedarse elevada sobre un monumental acueducto, del cual permanecen actual­
mente en pie las insignificantes ruinas de tres pilares y dos arcos. Este acueducto, que
debía estar ya arruinado en la Edad Media, suministró sus piedras para la defectuo­
sa fábrica de un ondulante acueducto construido en el siglo XV que, con su torpeza,
realza la perfección y belleza de las ruinas de los dos acueductos romanos de Mérida.
El acueducto del siglo XV, con una sucesión de arcos desiguales y diversas fábri­
cas: manipostería, sillares romanos e hiladas de ladrillo en pilares y tímpanos, lleva­
ba el agua encañada a diversas alturas, no sabemos si desde el principio, pero en la
actualidad observamos en el corte final hasta seis tuberías cerámicas de diámetros
diversos con concreciones calizas de bastante espesor. Estas tuberías vuelven a encon­
trarse en las ruinas que aparecen cortadas en la explanada de M anuel Guerrero.
La conducción primitiva se abandonó completamente desde el desarenador, apa­
reciendo actualmente su canal derribada en largos tramos rectos que correspondían a

123
Acueductos romanos en España

la primera parte de la alineación sobre muros.


Después de salir del acueducto se ha perdido en
toda la zona que corresponde a las edificaciones
actuales del cuartel de Artillería, reapareciendo en
la explanada de Manuel Guerrero con pocos ves­
tigios in situ, y largos trozos volcados por el suelo,
terminando en una larga alineación recta que se
dirige hacia el anfiteatro y que se encontraba par­
cialmente enterrada hasta hace pocos años. Al rea­
lizar excavaciones en la denominada «Casa del
Anfiteatro» se desenterró todo este trozo de la
conducción que iba entre muros bastante profun­
dos, apareciendo una cabeza de león —adosada al
C o n d u c ció n de P roserpina. F ina l de la o bra en la vaguada III: al fo n d o se ve la
muro del lado de la ciudad- que servía de fuente cabeza de la obra de la vaguada II
pública con el pilón correspondiente, y a conti­
nuación una arqueta rectangular para distribución
de parte del agua hacia la población. También
suministraba a la citada Casa del Anfiteatro, y el
resto se dirigía a este anfiteatro, que tenía una clo­
aca de desagüe m uy importante, conservada en la
actualidad. El anfiteatro debía servir parcialmen­
te de naumaquia llenando el foso que existe en
todos los monumentos análogos y que se utiliza­
ba para albergar fieras y guardar enseres, quedan­
do cubiertos a nivel de la arena con tablas cuando
se utilizaban propiamente. En Mérida tenemos el
fondo y paredes revestidas de opus signinum con
las aristas entrantes defendidas por cordones en C am b io de ladera en el p u e rto de G arija
cuarto de círculo del mismo revestimiento, lo cual
denota que estaba asegurada su estanqueidad. Esta
misma conducción debía servir, como ya hemos R u inas del ca n a l fo rm a n d o m ú re te de c o n te n c ió n e n tre dos n ive le s de te rre n o

indicado, al circo, ya que desde el final del acue­


ducto quedaban muy próximas las cárceres y ade­
más existen en las dos extremidades de la espina
estanques circulares revestidos de opus signinum
que servían a fuentes y quizás surtidores.
La tercera conducción, la de Proserpina, que
creemos lo es así en orden cronológico, tenía
como final el gran acueducto, denominado de Los
Milagros por la asombrosa magnitud y verticali­
ÈmmmË
dad de sus pilares, y llegaba a él desde el embalse
de cabecera después de recorrer unos 6 km en
canal superficial cortando varios barrancos en
obra elevada seguramente sobre arcos.

124
Capítulo IV. Acueductos de M érida

P ila r en e q u ilib rio in e s ta b le


a c tu a lm e n te re sta u ra d o

C o n d u c ció n de P ro se rp in a . E ntrada d e l ca n a l en el d e sa re n a d or de cabecera


del a cu e d u c to de Los M ilag ros

V ista la te ra l del desa re n a d or con la cám ara de lim p ia anexa

El p rim e ro de los p ila re s s u b s is te n te s del


a cu e d u cto de Los M ila g ro s

V ista del de sa re n a d or y p rim e ra zona sobre m u ro del a cu e d u c to de Los M ilagros

H J r

125
Acueductos romanos en España

Las más importantes de estas obras debían estar en las tres primeras vaguadas que
se atraviesan después de abandonar la correspondiente a la cerrada por la presa. Estas
vaguadas tienen poca pendiente y hubieran dado lugar a un gran contorneo y, por ello,
se cortaron con tres obras de las que no quedan nada más que los arranques en muro
de fábrica; pero como en el corte recto la rasante del canal llega a tomar cotas de 15 m,
es lógico que la obra se haya desarrollado sobre arcadas (arcuationibus) en la zona cen­
tral. Además, no quedan restos de un cimiento corrido que hubiera correspondido a
muro continuo y, en cambio, hay señales de remoción del terreno en puntos interme­
dios como si hubieran rebuscado los sillares de apoyo de los pilares. Las zonas trian­
gulares que hoy permanecen están desprovistas de los paramentos, que debieron ser
de sillería (opus cuadrata), a juzgar por algunos sillares remanentes.
La conducción, en canal sobre el terreno, terminaba en el acueducto de Los M ila­
gros, pasando previamente por el desarenador que es una arqueta de 3,60 x 3 m inte­
riores con salida superior en vertedero y desagüe de fondo con cámara de compuer­
tas. Desde esta cámara sale sobre muro en una longitud de 32 m hasta tomar altura
suficiente para elevarse sobre arcadas. Del acueducto quedan los espléndidos restos de
tres alineaciones -qu e luego estudiaremos- y el pilar de ángulo del último quiebro
oculto en un patio actual con unos 6 m de altura. La última alineación marcada en la
bifurcación de la caja sobre este pilar se debía dirigir a un depósito terminal como en
Cornalvo, que nosotros situamos en la explanada existente delante de la ermita de San
Jorge, en la que se aprecia la coronación de los cuatro muros que la delimitan. Ya hemos
dicho de esta agua que se le asigna una dedicación a fines industriales, que serían mover
pequeños molinos situados en casas dentro de la ciudad.
Por la hipótesis de utilización del agua que hemos establecido y por detalles del
análisis directo de las fábricas que luego indicaremos, aventuramos una cronología
verosímil para las conducciones. Primero, la de Cornalvo, destinada al uso domés­
tico, que empezó sin el embalse, el cual correspondería a una ampliación posterior.
Luego, la de las Tomas, también para ampliar este servicio y dar ocasionalmente agua
al anfiteatro y al circo, y, por último, la de Proserpina, destinada a usos industriales.

Descripción de los acueductos

A cueducto de Los M ilagros

El acueducto de Los Milagros se eleva, primero, en muro a partir de un desarenador


muy sencillo, al cual llega el canal, también sobre muro, en alineación de 32 m, dejan­
do debajo la cámara de las compuertas para desagüe del mismo. La primera alineación
de arcadas, que eran sencillas, aparece después de un tramo de muro quebrado con
15,60 y 23 m de longitud, sucesivamente, y en ella se conservan únicamente tres pila­
res rectangulares, al tercero de los cuales llamaban «el milagro gordo» por la situación
en equilibrio inestable de un cuerpo superior apoyándose sobre otro inferior a través
de una superficie muy disminuida por la pérdida de sillares en la base del superior.

126
Capítulo IV. Acueductos de M érida

Paso de A lbarregas

P rim era zona de la


a lin e a c ió n p rin c ip a l de
arcadas co m p u e s ta s:
ú n ic a m e n te
Este pilar se restauró en 1956 y se completaron los sillares que faltaban, asegurando así
la co rre s p o n d ie n te a los dos su estabilidad. Entre el primero y el segundo de los pilares conservados falta otro, y
p ila re s de la iz q u ie rd a es
d o b le , las de m á s son
entre el segundo y el tercero, nueve.
trip le s . La novena es la de Sigue a continuación un intervalo sin vestigios de 123,50 m, en cuyo transcurso
paso del A lb a rre g a s que
tie n e el borde in fe rio r en
el terreno baja lo suficiente para que las primeras arcadas que aparecen sean ya con
s ille ría .- V ista de sd e aguas pilares de contrafuertes, que es el tipo normal. H ay una primera tirada sin pérdida
arrib a del A lb a rre g a s
de pilares de 26 m, a distancias oscilando entre 7,30 y 7,55 m, con una longitud total
de 178,50 m. Los que ocupan los lugares 9 y 10 en la tirada corresponden al paso del
S egunda zona de la arroyo Albarregas, lo que se acusa al tener su base ensanchada con tajamares por
a lin e a c ió n p rin c ip a l de
arcadas: se a p re cia la
ambos lados, en diedro aguas arriba y plano transversal agua abajo, siendo además el
bóveda de s ille ría q u e arco inferior el único de sillería de todo el acueducto. La altura del monumento llega
co rre sp o n de al paso del
A lb arregas

127
Acueductos romanos en España

al máximo en esta zona con 28,00 m. La zona de triple arcada comienza a partir del
pilar 2 de esta alineación.
Desde el pilar 26 al siguiente se rompe la tirada con 83 m de longitud sin vesti­
gios, y el primer pilar que encontramos es el de quiebro de alineación, enfilándose en
la nueva siete seguidos, a distancias algo más reducidas que oscilan de 6,83 a 7 m. La
altura varía entre 20 y 15 m, pues estamos ya en la vertiente de la ciudad y la próxi­
ma referencia es otro pilar de ángulo —que se ve claramente en uno de los grabados
de Laborde y que hoy queda dentro del patio de un taller mecánico- con vestigios de
los arranques de los dos arcos que a él acometían, señalando uno la alineación que
veníamos siguiendo y el otro la final. A unos 60 m la caja debía quedar a nivel del
terreno junto a la ermita de San Jorge, donde existe una explanada rectangular enmar­ A lg u n as arca d a s de
la a lin e a c ió n p rin c ip a l:
cada por muros que parecen de fábrica romana y que creemos deben corresponder al se puede a p re cia r la sucesión
contorno de una piscina lim aria o depósito de agua, que podía estar al descubierto, de co rn isa s, s illa re s y
fa je a d o s de la d rillo .
pues toda la canal lo está y, como hemos dicho, las aguas de esta conducción se des­ O bsérvese la m a g n itu d
tinaban a usos industriales. de los silla re s de co rn isa s y
có m o los s illa re s d e l n ú cle o
d e g ü e lla n los c o n tra fu e rte s
en m u ch a s zonas

128
Capítulo IV. Acueductos de M érida

En la alineación más importante, paralela a la vía romana, que también cruza el


Albarregas mediante puente de la misma época, hay seis pilares, los 13 al 20 en la orde­
nación general, enlazados todos por arcos superiores, habiéndose perdido en cambio
los intermedios. También se enlazan por arcos superiores los de la otra alineación núme­
ros 27 al 33, pero éstos conservan además los arcos intermedios entre el 22 y el 24.

C oronación de los p ila re s y


bóvedas su p e rio re s: se ve
la a lin e a c ió n se g u id a de la
co rn isa de c o ro n a ció n , los
arcos su p e rio re s d e sta ca d o s
desde a rra n q u e s y có m o el
c o n tra fu e rte d e b ía te rm in a r
en p rism a tria n g u la r. Se
a p re cia el s a lm e r de los
a rra n q u e s de las bóvedas
in te rm e d ia s

129
Acueductos romanos en España

V ista de una arcada norm al


in c o m p le ta : se re co rta n los
s illa re s de la corona co rrid a
sobre claves de arcos y
puede a p re cia rse la
te rm in a c ió n en p rism a
tria n g u la r de los
co n tra fu e rte s

La sección transversal de los pilares comienza siendo cuadrada 2,50 x 2,50 m en


el primero de todos los conservados, pero ya el que le sigue tenía contrafuertes lon­
gitudinales que reforzaban la misma sección, aunque no han llegado al presente, y el
tercero, además de los contrafuertes longitudinales, tiene otro transversal con 1,50 de
ancho y 0,50 de saliente, conservándose en 2,50 x 2,50 m la dimensión del núcleo.
En estos dos últimos, cuya altura es de unos 15 m, aparecen ya las hiladas interme­
dias de ladrillo.
En los pilares principales la sección del núcleo varía de 2,90 x 2,90 m a 3 x 3 m, es
decir, alrededor de 10 x 10 pies, al cual se adosan los contrafuertes frontales cuya
anchura de 1,30 a 1,38 m (debe corresponder a 4,5 pies) con saliente de 2 a 2,10 m,
es decir, 7 pies. La luz es 4,50 m, o sea, 15 pies, salvo excepciones de 4,90 ó 4,65 m, y
la distancia normal entre ejes es de 7,50 m, o sea, 25 pies.
En el módulo normal de tres pisos el pilar llega sin variación hasta el nivel de arran­
ques de las bóvedas superiores, y allí termina su núcleo, lo cual queda señalado por
una cornisa saliente que lo contornea sin pasar a los contrafuertes, comisa que viene
repitiéndose en los arranques de las bóvedas de los otros dos pisos. Los contrafuertes

130
Capítulo IV. Acueductos de M érida

continúan subiendo, aunque reducen su saliente en disminución triangular hasta anu­


larse en la próxima cornisa que señala el nivel superior de las bóvedas y que, de este
modo, corría recta a lo largo de todo el monumento. Hasta aquí lo que nos patenti­
zan los restos actuales; después debía venir el cuerpo de coronación con un ático de
mayor altura que la correspondiente a la caja, como ocurre en Segovia. En el grabado

Arcada co rre s p o n d ie n te
al paso de A lb a rre g a s: con
la ú n ic a bóveda de sille ría .
Falta la bóveda d e l te rc e r
piso, pero se ve un s illa r
de la co rn isa s a lie n te que
coro n a b a el c o n tra fu e rte

131
Acueductos romanos en España

correspondiente a la reconstitución de Laborde tiene unos 2 m de altura. En la con­


ducción la canal tiene normalmente 0,30 x 0,90, es decir: 2 x 3 pies.
Se marcan claramente en los sillares los agujeros para las garras de la tenaza y tam­
bién las muescas en el contorno inferior para introducir las palancas que permitían
transladarlos en obra hasta su posición definitiva.

Obsérvese la d ife re n c ia
de fá b ric a de los p ila re s,
e sp e c ia lm e n te en los
c o n tra fu e rte s a p a rtir del
n ive l de a rra n q u e de
los arcos in te rm e d io s .
La bóveda q u e ap a re ce a
la iz q u ie rd a se re co n stru yó
re c ie n te m e n te

132
Capitulo TV. Acueductos de M érida

N ú cle o de un p ila r del que


se ha d e sp re n d id o el
c o n tra fu e rte tra n sv e rsa l: se
ve la a lte rn a n c ia de c in c o
h ila d a s de p ie d ra y c in c o
de la d rillo y có m o estas
ú ltim a s co rta n la
m am p o ste ría in te rn a
del n ú cleo

A c u e d u c to de Los M ilag ros.


D e ta lle d e l a rra n q u e de las
bóvedas

R estos d e l ú ltim o p ila r de


án gulo

D e ta lle d e l b a sa m en to de
la p ila d e n tro d e l rio
A lb a rre g a s co n ta ja m a r
tria n g u la r hacia aguas a rrib a

133
Acueductos romanos en España

Una de las características más notables de los dos acueductos de M érida es la uti­
lización de la fábrica de ladrillo para las bóvedas y combinada con la sillería para los
pilares. En los pilares de Los Milagros se alternan cinco hiladas de sillares con cinco
de ladrillo, jugando además con las cornisas de sillería como elementos de articula­
ción entre los distintos órganos de la estructura. Así definen los tres planos de arran­
ques de bóvedas limitadas a los núcleos de pilares y además los planos superior e
inferior del ático de coronación, en este segundo tangente a las bóvedas superiores y
en el superior definiendo la coronación del monumento. Los fajeados de ladrillo se
circunscriben también a los núcleos de pilares en los dos cuerpos inferiores, mientras
que invaden los contrafuertes en el superior. En los dos cuerpos bajos señalan la altu­
ra de claves de bóvedas.
Las bóvedas, a excepción de la inferior en el tramo de paso del Albarregas, son
de fábrica de ladrillo, que completa todo el cañón del medio punto solamente en
las del piso superior, quedando recortadas por los planos internos de los pilares
en los otros dos pisos. De este modo, las bóvedas superiores obstentan las boqui­
llas completas en sus frentes y son verdaderas bóvedas de medio punto, mientras
que las de los pisos inferiores son bóvedas rebajadas, pues el despiezo de ladrillos
en dirección radial, que indica su modo de trabajar en bóveda, no comienza hasta
poderse destacar en todo el espesor de la boquilla, con lo cual quedan sendos trián­
gulos curvilíneos en ambos arranques, que se aparejan como salmeres, primero con
ladrillos dispuestos horizontalmente prolongando uno de los fajeados del pilar, y
debajo mediante la prolongación de los sillares inmediatos de las dos hiladas adya­
centes de la sillería del pilar. No parece existir norma única para el relleno de los
semitímpanos de estas bóvedas, ya que en algunos sitios aparece fábrica de ladrillo,
en otras manipostería y en otras sillería. Siempre pasa una hilada por encima de las
claves.
En el único arco de sillería tenemos 9 dovelas perfectamente recortadas con jun­
tas radiales a hueso, recercadas y con almohadillado discreto. También se trata de un
arco estructuralmente rebajado, disponiéndose los correspondientes salmeres, median­
te prolongación de cuatro hiladas de la sillería de los pilares adjuntos. El enjutado de
los medios tímpanos laterales se hace prolongando también las hiladas de sillería
de los pilares inmediatos. El espesor de las bóvedas es menor que el del núcleo de los
pilares, pues sus paramentos se retranquean en medio pie por cada lado. H ay además
otra hilada por encima de claves.
A cueducto de San Lázaro

Las dos arcadas subsistentes de este acueducto corresponden a una alineación


interm edia con cambio de dirección en el lado de aguas abajo, y aunque sólo ten­
gamos un pilar normal, el intermedio, podemos deducir la pauta de ordenación
del acueducto.
En la ordenación de dos pisos el inferior constituía un basamento de sillería per­
fectamente destacado en todas sus manifestaciones, sobre el cual se instalaba el segun­
do piso con pilares y arcos organizados al modo clásico, vigente desde las primeras
realizaciones en nuestro país.

134
Capítulo IV. Acueductos de M érida

Los pilares del basamento son de sección rectangular de 2,50 x 1,90 m, siendo la
primera la dimensión transversal sobresaliente del espesor en bóvedas, que es sólo de
1,80 m. Estas y sus tímpanos quedan recortados entre los pilares, ya que éstos se ele­
van con la misma sección hasta el enrase del basamento, terminando en una cornisa
a modo de capitel de pilastra por encima de dicho plano. Todos los sillares de este
piso tienen un almohadillado m uy pronunciado en contraste violento con los del
segundo, acentuado esto en los frentes de pilares, con verdaderos picos en los situa­
dos a tizón que ostentan su sección cuadrada. Las dovelas no son tan abultadas, pero,

V ista de las ru in a s desde


el lado M érid a : aparecen
tre s p ila re s, dos co m p le to s
con p a rte de las bóvedas,
y el te rce ro q u e no llega a
co ro n a ció n . El c e n tra l
parece un p ila r n o rm al,
los o tro s dos d e b ía n ser
de á n g ulo

135
Acueductos romanos eji España

en cambio, la de clave avanza en vuelo m uy acusado con respecto a las demás. No


existe aglomerante entre sus sillares, que tienen unos tizones extraordinarios. Se super­
ponen nueve hiladas sin contar la que corresponde a cornisa, que tiene la misma altu­
ra que las demás. Como en el otro acueducto los arranques de la bóveda se obtienen
continuando los sillares, que tienen una estereotomía complicada por esta causa, no
apareciendo dovelas independientes hasta no destacar el grueso total de boquilla.
En el segundo piso tenemos la combinación de sillería y fábrica de ladrillo, fábri­
ca que se utilizaba en las bóvedas y quizás también en sus tímpanos y en fajas hori­
zontales que atraviesan todo el pilar y aparecen en todas las caras, alternando cuatro
hiladas de sillería y cuatro de ladrillo. La planta de estos pilares es cruciforme, inscri­
ta en la rectangular de los pilares inferiores. Se rematan con dos hiladas de sillería for­
mando cornisa la superior a modo de capitel que revuelve en todo el contorno. La

V ista de las ru in a s d e sde el


lado o p u esto a M érida

136
Capítulo IV. Acueductos de M érida

luz de los dos únicos vanos conservados es diferente; uno tiene


3,50 y el otro 3,85 m.
No queda ningún vestigio que permita deducir cómo era
la coronación de las arcadas.

Problem as arqueológicos

Para resolver los problemas arqueológicos que estos acueduc­


tos plantean, tenemos la misma falta de puntos de partida que
en los demás: ausencia de fuentes epigráficas y literarias roma­
nas; pero ahora es todavía peor, pues tampoco existen referen­
cias posteriores que los atribuyan a un emperador o los enca­
jes en un siglo determinado. Unicamente un criterio restrictivo
contrario al que hemos utilizado tanto en Tarragona como en
Segovia, nos aconseja excluir el siglo primero para su edifica­
ción. Es preciso llegar, por lo menos, al segundo, con Trajano
y Adriano, o al tercero, con los Severos.
Nos inclinamos hacia la atribución de Adriano por corre­
lación con el puente de Alconetar. Al estudiar este puente lle­
A c u e d u c to de San Lázaro: obsérvese la fá b ric a d e sc u id a b a gamos a la misma atribución verosímil por los detalles arqui­
del trozo c e n tra l del c o n tra fu e rte de la derecha,
y el « b a rro q u ism o » en los s illa re s y dovelas del cu e rp o bajo tectónicos de las pilas tratadas con verdadera esquisitez en
planta, llegando a dar curvatura al frente de aguas abajo, per­
fección pocas veces lograda, que va m uy de acuerdo con el
empleo de curvas en las plantas de los edificios de la V illa
Adriana. También va en el mismo sentido la molduración afi­
nada y expresiva en la trabazón y delimitación arquitectónica
de arcos y pilares. El tajamar del frente de aguas arriba, en
cuchillo agudo triangular con vértice redondeado, es ya de
puente muy evolucionado.
La correlación entre acueductos y puente sigue siendo
ostensible en la estereotomía de sus paramentos, en la regula­
ridad de las hiladas, en el almohadillado de los sillares y, espe­
cialmente, en la semejanza de la única bóveda de sillería de Los
Milagros con los arcos pequeños del puente para avenidas por
la margen derecha; pero donde resulta más directa es en la uti­
lización del arco rebajado. Como ya hemos visto en el acue­
ducto se contornea un medio punto en el intradós de los arcos,
aunque en realidad se trata de un arco efectivo, rebajado apro­
ximadamente a los 2/3, como aparece francamente en Alco­
netar. Otra correlación con Alconetar es que, si bien en este
puente la bóveda es geométrica y estructuralmente rebajada,
se marca con moldura el arranque que hubiera correspondido
al medio punto.

137
Acueductos romanos en España

Únicamente durante la época de Trajano-Adriano se utilizó el arco rebajado. El


fenómeno, creemos se debe al ingeniero Apolodoro de Damasco (puente del Danu­
bio y foro de Trajano) y al propio Adriano, quien lo empleó con delectación en plan­
tas y alzados.
Otra relación m uy notable con la arquitectura adriánea reside en el empleo de
hiladas de ladrillo como trabazón entre los paramentos y el núcleo de hormigón
de los pilares, que fue empleada por los romanos desde primeras épocas, y tuvo inclu­
so su designación primitiva: opus vitate-mixta, que es un caso particular de alternan­
cia de fábrica en hiladas completas, combinando en otros casos sillares lisos y sillares
almohadillados e incluso llevando la alternancia al adovelado de arcos. Estos artifi­
cios son m uy frecuentes en la arquitectura de Adriano, como por ejemplo en las fábri­
cas de muros de la Villa Adriana, recortando con hiladas de ladrillo la superficie de
la opus reticulatum .
Las razones técnicas de la utilización de estas trabas de ladrillo en la sección trans­
versal de un pilar son, además de esta función de trabazón m uy interesante, en espe­
cial cuando se utilizan conglomerantes que tardan en tomar consistencia, las de rea­ Izq u ierda
justar niveles, corrigiendo los errores acumulados en el empleo de hiladas de sillería A c u e d u c to de San Lázaro.
D ib u jo de Ponz [1 ]
de gran espesor, mediante hiladas delgadas de ladrillo en las que se puede jugar con
el espesor de llaga para restablecer la horizontalidad. D erecha
A c u e d u c to de San Lázaro.
D ib u jo de L a borde [5 ]

y f-r

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138
Capítulo IV. Acueductos de M érida

En el basamento del acueducto de San Lázaro tenemos la impresión de haber pasa­


do ya Alcántara con sus sillares de 60 cm alternando tizón y soga, aunque aquél mida
más del doble que ésta y con el abultamiento excesivo del almohadillado, acentuán­
dose esto en los verdaderos picos que presentan los frentes cuadrados. Las dovelas son
más almohadilladas que en Alcántara y más irregulares, y tienen gran afinidad con
las de la llamada «alcantarilla romana de Mérida», de época avanzada, pues el cañón,
que es de opus lateritiae, se paramenta con boquillas de sillería. Contribuyen a esta
expresión barroca de los paramentos la diferencia de latitud en zonas de pilas y bóve­
das, lo que da lugar a que los sillares que cabalgan en ambos den una impresión de
abultamiento excesivo. También contribuyen a ello las cornisas que marcan los arran­
ques de los arcos y que sólo vuelan en los frentes de pilares.
En contraste con esta sillería de hiladas más regulares, pero con gran abultamien­
to y recercado según acabamos de indicar, está la fábrica de los pilares del cuerpo alto
de las arcadas propiamente dichas, pues la labra es plana y las hiladas, si bien se nive­
lan con bastante exactitud, tienen alturas diferentes para adaptarse a los fajeados de
ladrillo que dan la pauta de horizontalidad. El patrón de estereotomía no es fijo, si
bien en los frentes hay siempre sillares perpiaños, aunque no se suceden con regulari­
dad. Alternan cuatro hiladas de sillería y cuatro de fábrica de ladrillo, excepto en la
zona superior, que son tres. Las juntas entre sillares de una misma hilada son normal­
mente verticales, pero las hay inclinadas y a veces se introduce un relleno de dos pie­
dras superpuestas poco regularizadas o piedras pequeñas rellenando excesos de junta,
aunque esto último puede proceder de alguna restauración. Parece que el basamento
está sin conglomerante con sillares de gran tizón, y, en cambio, en el segundo piso los
pilares tienen núcleo de hormigón, lo cual ocurre también en el puente de Alconétar.
En el acueducto de Los Milagros aparece algo análogo, al diferenciarse en las pilas
la zona de dos primeros pisos y la del tercero. La diferencia no es tan marcada porque
el almohadillado de los sillares no
tiene nunca el abultamiento pronun­
ciado de San Lázaro y además la re­
gularidad de la estereotomía es siem­
pre más lograda. A partir del segundo
piso, la sillería es menos cuidada que
en la parte baja del pilar, y las caras
quedan más lisas sin el desbaste típi­
co de las obras ingenieriles. En los
contrafuertes el patrón es siempre 2-
1-2-1 en los frentes de la primera
zona, pasando a 2-3-2-3 en la segun­
da. La alternancia sillería-ladrillo esla­
bona cinco hiladas de una y otra fábri­
ca. Las de ladrillo hasta el segundo
piso se lim itan al núcleo, extendién­
dose a todo el pilar, núcleo y contra­
fuertes desde la que corresponde al

139
Acueductos romanos en España

140
Capítulo IV. Acueductos de M érida

M o d u la ció n d e l a c u e d u c to de San Lázaro

141
Acueductos romanos en España

142
Capitulo IV. Acueductos de M érida

Página a n te rio r
A cu e d u c to de San Lázaro. arranque del arco intermedio, es decir, la que prolonga las cinco hiladas horizontales
D ib u jo de L a borde [4 ]
del salmer.
Los contrafuertes no quedaron bien trabados con el núcleo, pues se han despren­
dido íntegros, arrancando al desprenderse parte del hormigón de aquél, viéndose que
no existe traba directa entre los sillares de paramento de uno y otros, e incluso
que algunos sillares del núcleo se prolongan dentro de él, estrangulando la zona de
hormigón que los une. En los costados de los contrafuertes el ritmo es 2-3-2-3, corres­
pondiendo las de tres a los perpiaños del frente y las de dos a los isodomos del mismo,
estando uno a soga y otro a tizón. Éste es siempre más del doble de la soga, con lo
cual no coinciden juntas verticales en estos costados. En el núcleo el ritmo es igual
por los dos costados, con sillares en número de uno o dos, de los cuales uno se intro­
duce algo dentro. A partir del primer piso el ritmo cambia en el núcleo, pues apare­
ce el de 1-2-1-2 claro y con el tipo de labra más plano la altura de hiladas se reduce y
no hay coincidencia con las de contrafuertes. En el interior queda a soga-tizón con
bastante regularidad y con ocho sillares como norma.
Según las referencias de El Idrisi en la coronación del acueducto había una galería
que permitía el tránsito por su interior, incluso de caballerías cargadas. Pudiera ser que
la caja, que de por sí no necesitaba ser mayor que la de la conducción, se llevaba en gale­
ría visitable, la cual se utilizaría en la Edad Media como comunicación desde el campo
a la ciudad; pero creemos que esto es una fantasía, aunque sí pudo utilizarse, sin cubrir,
para el paso dé peatones. El ático de coronación del acueducto es más importante que
la caja, ya que, como ocurrió en Segovia, se aumentó su apariencia para darle mayor
monumentalidad.
En estos acueductos se aprecia la persistencia del empleo de la sillería para la cons­
trucción de los acueductos. En Roma hacía muchos años que se había adoptado el
ladrillo, que aquí entra en parte mínima y sólo en las zonas donde puede facilitar la
construcción, como son las bóvedas y los fajeados para regularizar niveles en pilares.
En España tenemos únicamente un acueducto de fábrica de ladrillo (mejor dicho,
teníamos, pues se ha derribado en fecha m uy reciente), el de Sevilla, popularmente
conocido por Los Caños de Carmona, que destaca en todos los grabados antiguos de
la ciudad.

Problem as ingeníenles

El ingeniero romano frente al problema del acueducto, procedió como el ingeniero


actual frente a cualquiera de los problemas de ingeniería de la construcción: por suce­
sivos avances conseguidos a lo largo de la serie de realizaciones correspondiente; aun­
que con las limitaciones más angostas, que le impusieron las circunstancias condicio­
nantes de la ingeniería romana.
Estas circunstancias podemos reflejarlas en tres aspectos representativos de la acti­
tud del ingeniero romano: ausencia del ímpetu de dominación de la Naturaleza por
sí misma, que se apoderará del ingeniero en los albores del Renacimiento; falta de
audacia al tener escasas posibilidades científicas donde fundamentar su hacer, su técnica;

143
Acueductos romanos en España

A c u e d u c to de Los M ilag ros


[6 ]

y poca intensidad del aguijón de lo económico, que será el principal acicate de la inge­
niería actual.
El dominio político es el motor primero que mueve todo el artificio, poco com­
plicado, de la técnica romana, cuyo repertorio de problemas es m uy limitado. Uno
de éstos, en el sector hidráulico, es el de abastecimiento de aguas a las grandes urbes,
y en él puede decirse que llegaron a todas las soluciones que se emplean en la actua­
lidad: embalses de almacenamiento, torres de toma independientes del cuerpo de
presa, canal de conducción con sus desmontes, túneles y todas las obras de fábrica
del canal, muros, acueductos propiamente dichos, sifones con sus salidas de aire,
arquetas de rotura de presión, aliviaderos, desarenadores, depósitos compartimenta-
dos, arquetas y red de distribución, e incluso, en cabecera, pequeños trasvases para
aportar cauces nuevos al embalse.
El caso concreto del acueducto es un ejemplo de limitación de posibilidades y de
evolución progresiva hacia un tipo clásico. Como ya hemos indicado anteriormente,
hereda las posibilidades constructivas del puente y en cierto modo las expresivas del
arco honorífico, pero, al no tener que luchar con el río durante construcción y a lo
largo de su vida, su problema se simplifica, ya que la distribución de vanos no viene
condicionada por motivos naturales, y se llega a la repetición monótona, con inva-
riancia de luz, que además permanece alrededor de los 5 m en todos los acueductos
que sean propiamente tales (Pont du Gard y el acueducto desaparecido de Toledo

144
Capítulo IV. Acueductos de M érida

son, en realidad, puentes), luz que viene determinada por facilidad constructiva. Esta
luz se halla limitada por dos pilares que se coronan en arco de medio punto, forman­
do la arcada básica, la cual se repetirá ajustándose en cada caso a la máxima altura y
a la variabilidad impuesta por las condiciones geométricas del barranco que salva.
La actitud del ingeniero romano ante la Naturaleza cuando va a construir su acue­
ducto es la de imponerle al máximo una regularidad geométrica. Al resolver el pro­
blema con alturas cada vez mayores introdujo una variante fundamental a la idea pri­
maria de simples arcadas: la de subdivisión en pisos impuesta por el aumento de
esbeltez de sus pilares. Podía haber aumentado luces, que conducirían a mayor sec­
ción de pilares y, por consiguiente, reducción directa de esbeltez (no hay que olvidar
que el puente de Alcántara, con sus pilares de 50 m de altura, se corona por encima
de todos los acueductos), pero se decidió por subdividir el pilar, subdividiendo al pro­
pio tiempo el ímpetu de la obra, ya que la idea del acueducto de varios pisos respon­
de a la de realizar la obra por etapas, llegando a conquistar niveles sucesivos, para no
afrontar directamente la elevación en toda la altura. En origen se trata de superponer
un puente sobre otro, pero además consiguen el logro de una nueva regularidad, la
del puente superior cuyos pilares conservan su altura en la mayor parte de la longi­
tud que le corresponde.
De acuerdo con esta idea, lo más corriente en los acueductos de varios pisos es
lim itar los pilares de cada uno entre el nivel de coronación del piso inferior, y el de
arranque horizontal de los dos medios puntos que los enlazan, enjutando toda la
superficie de tímpanos con hilados de sillares aplantillados, que se coronan con una
en vuelo tangente a las claves de los arcos y que subraya a todo lo largo el nivel de
cada piso. Sobre la del último va directamente la caja, o se interpone un ático maci­
zo cuando la caja es de altura reducida.
El acueducto de San Lázaro representa la realización más perfecta de esta idea,
como término final de la evolución del tipo. El cuerpo inferior es como un basamen­
to sobre el cual se alza el segundo con diferente tratamiento en los sillares de pilas y
diferente fábrica de bóvedas: sillares con relieve m uy cuidado, resaltando además la
dovela de clave en piso bajo, y fábrica de ladrillo con boquilla total arriba. Una cor­
nisa especialmente cuidada marca la separación de pisos, pero los sillares de los pila­
res, aunque cortados por la cornisa, se continúan en ambos pisos, desde el inferior,
con planta rectangular, al superior, cruciforme, obtenida recortando los ángulos de
la inferior. Las enjutas de tímpanos no rompen la continuidad vertical.
En cambio, Los Milagros representa el máximo logro de la otra solución y, en
nuestra opinión, la máxima perfección conseguida en el tema acueducto. Precisamen­
te la verticalidad se acentúa donde la subdivisión inicial se ha llevado al máximo roma­
no de tres pisos (en algún acueducto del siglo XIX se ha llegado hasta cuatro pisos).
Los pilares arrancan desde el suelo conservando su sección transversal hasta la coro­
nación de las últimas bóvedas, las cuales desarrollan plenamente su medio punto en
fábrica de ladrillo con las boquillas totales aparentes, como en el de San Lázaro. En
cambio, las bóvedas intermedias, también en fábrica de ladrillo, quedan recortadas
por los pilares, y sus boquillas se organizan radialmente sólo en dos tercios del desa­
rrollo correspondiente al medio punto. Quedan, por consiguiente, los arcos intermedios

145
Acueductos romanos en España

V ista d e l A c u e d u c to p rin c ip a l en M érid a . D ib u jo de Laborde [3 ]

146
Capítulo IV. Acueductos de M érida

147
Acueductos romanos en España

V ista del P ue n te de A lbaregas. D ib u jo de L a borde [2 ]

148
Capítulo IV. Acueductos de M érida

149
Acueductos romanos en España

reducidos en su papel estructural a simples arriostramientos de los pilares, aunque


esto no hubiera sido necesario dado el cuerpo de los mismos que no hace peligrosa
su esbeltez. Como ya hemos resaltado en la descripción de las arcadas intermedias,
los pilares prolongan sus tres hiladas, que van sobre el plano de arranque teórico de
los medios puntos, para formar salmer que rebaja el arco activo en la proporción de
dos tercios, aproximadamente.
Esta variante en el elemento arco, tan encajado en el medio punto, de máxima
expresión para el romano por su acabada redondez, la encontramos en ambos acue­
ductos de M érida y ésta ha sido la razón más poderosa que nos ha llevado a atribuír­
selos al emperador Adriano, tan devoto del arco rebajado en sus construcciones, espe­
cialmente las de la villa Adriana, y nos ha llevado a emparentarlos con el puente de
Alconétar, donde el arco rebajado se destaca desnudo, mientras que en los acueduc­
tos se enmascara, pues la geometría aparente se conserva, aunque no la estructura
expresada por la ordenación de hiladas. Es de recordar que uno de los puentes más
notables de la antigüedad fue el construido de madera sobre el Danubio, cuando la
conquista de Rumania por Trajano, por el famoso Apollodoro de Damasco. Este inge­
niero, constructor también de puertos, terminó durante el imperio de Adriano y
debió haber rivalidad entre ambos en esta esfera de sus actividades, ya que el empe­
rador lo mando ejecutar. Al emperador Adriano debe Atenas uno de sus acueductos.

Izq u ierda
P ue n te de A lco n é ta r:
Problem as estéticos al d e sa p a re ce r los silla re s
de las caras aparece el
h o rm ig ó n de re lle n o .
Los dos acueductos de M érida son, como ya hemos establecido, términos finales en O bsérvese el g ran tiz ó n
la serie evolutuva correspondiente a este tipo construtuvo. Sus problemas técnicos de los silla re s d e l ta ja m a r

están perfectamente dominados tanto en el diseño general como en los detalles y, por D erecha
consiguiente, en ellos transparece sin limitaciones la intención de sus autores. En sus P ue n te de A lco n é ta r:
el co rte lo n g itu d in a l
moles de piedra y ladrillo que cumplen a la perfección su función utilitaria han que­ de la p ila m ue stra la traviesa
dado plasmadas las virtudes del ciudadano romano: la gravitas, la ponderatio, la ordi­ in te rm e d ia que e nlaza los
pa ra m e n to s y los re lle n o s
natio, la aequalitas, \άfidelitas, etc. El ingeniero romano podía descansar plenamen­ de h o rm ig ó n en los cu a tro
te en su obra. Es uno de los casos más logrados de armonía entre obra y autor. a lvé olo s q u e lim ita n las
fá b ric a s de s ille ría en seco

150
Capítulo IV. Acueductos de M érida

Todos los artificios técnicos han ido depurándose para cumplir mejor las funcio­
nes hidráulicas, resistentes, etc., pero al mismo tiempo destacando sus posibilidades
expresivas, que permiten al que los depura encauzarlas hacia su integración en un
organismo que responda además a la necesidad del que construye de expresarse y de
consuno expresar su época.
En primer lugar, la regularidad geométrica frente a la irregularidad natural donde
se asienta, lograda en la repetición de vanos iguales, coronados por bóvedas idénticas
que se sustentan sobre pilares, los cuales han de acomodarse a la desigualdad de altu­
ras. En un segundo logro, nueva regularidad en los pisos superiores al poder ajustar
la altura constante de sus pilares, por lo cual se puede componer con toda indepen­
dencia el tema de las arcadas superiores. Ya hemos visto que en los acueductos espa­
ñoles tenemos siempre en éstas un contorno interior que recorta en el cielo la figura
de un semicírculo sobre un cuadrado.
En todos ellos la situación de los elementos geométricos que tienen papel en el
trazado se subraya mediante cornisas que son simples sillares salientes en Tarragona,
y se afinan en molduras de talón y listel en los de Mérida.
Pero el logro definitivo del acueducto de Los Milagros es el de volver a la idea pura
inicial, unos pilares que se elevan para que, sobre las bóvedas que los enlazan y cie­
rran los vanos, se sustente la caja. Quedan los arcos intermedios en función estruc­
tural de apeo, no necesaria como demuestra su conservación hasta nuestros días. Ven­
cen la timidez inicial de construir por etapas, que no era nada romana.
Tenemos un logro particular en este terreno de los estético de nuestros acueduc­
tos emeritenses, al incorporar en su campo realzando su expresión los artificios téc­
nicos correspondientes a la alternancia de fábricas de sillería y ladrillo. Es evidente
que el motivo inicial de que las bóvedas sean de ladrillo reside en su facilidad cons­
tructiva, y el de los fajeados de la misma fábrica en pilares es rectificar la horizonta­
lidad de las hiladas, pero al integrar todo ello en el conjunto y afinar las proporcio­
nes relativas de números, espesores y superficies, queda el artificio elevado a un nivel
superior que es el estético.
Esta feliz armonía lograda tuvo trascendencia histórica, pues impresionó a los
constructores árabes; y cuando realizan una de sus construcciones más importantes,
la Mezquita de Córdoba, la llevan en su imaginación, despertando de nuevo la idea
de superposición de pilares y arcos de apeo y la de alternancia de fábricas que apli­
can en este caso no a los pilares, sino a las bóvedas de los arcos. Pero es curioso ano­
tar cómo en este traspaso de ideas una coñstrucción tan reposadamente estable como
el acueducto romano, da paso a una de las construcciones más aquilatadas e inesta­
bles que se hayan construido.

151
Acueductos romanos en España

D ocum entos relativos al acueducto

Referencias históricas y literarias

ACUEDU CTOS DE M É R ID A

(1) ID R ISI: Descripción de España (1154). Trad. A. Blázquez. fuente que está a media legua de Mérida, en un valle llamado hoy
Madrid, 1901. valle de Mari Pérez por el lugar de los cuales viene al presente la
Entre estas construcciones citaremos al O. de la ciudad una gran misma agua a la plaza por otros acueductos nuevos, puesto que en
puente-acueducto de gran número de altas arcadas, cuyo tablero algunas partes faltan ya los antiguos, bien diferentes unos de otros,
ofrece ancho paso. En la fábrica del remate de la obra se ha dis­ especialmente estando ambos tan próximos, con lo que más clara­
puesto un pasillo abovedado que pasa en comunicación el interior mente se muestra su desigualdad porque en unos hay grandeza de pie­
de la ciudad con la extremidad del puente: se puede circular sin dras con artificio y majestad de la obra y en los otros ninguna cosa de
ser visto. Por el interior de este túnel abovedado va una tubería que éstas. Viene esta agua a la plaza a una fuente descubierta que revien­
llega hasta la ciudad. Hombres y animales pasan por encima de ta por cuatro o cinco caños, la cual es muy buena; la del río no es teni­
estas arcadas, que están sólidamente construidas y son de una cali­ da comúnmente por tal, y así es de creer porque si no no hicieran los
dad notable. romanos tanto gasto en traer agua de tan lejos teniendo el río en la
puerta, puesto que muchas cosas hacían ellos más por grandeza y por
(2) A L HIMYARI: Lapeninsule ibérique au moyen age d ’aprés le kitab nobleza de la tierra que por necesidades de la vida humana.
ar rawdalmitar. Trad. E. Levy Provençal. Leyden, 1938, pág. 121.
(5) CE AN -B E R M Ú D E Z : Antigüedades romanas en España, págs.
Había cerca de la puerta, dirección O., 360 arcadas sólidamente
385 y 397.
construidas cada una de las cuales tenía 50 codos de desarrollo.
Acueductos.-También son dos y también se asegura que los mandó
(3) ID R ISI-A L H IM YARI:— Copiamos la segunda referencia, que es edificar el mismo emperador. Se descubren las ruinas del primero
común a ambos, pág. 2 12 (Después de la descripción de la cerca del puente de Albarregas; su dirección es del septentrión al
«casa de la cocina»). mediodía. Su canal es de 3 pies de ancho, de 3,5 de alto, su mayor
El modo de conducir el agua al palacio era muy curioso: por medio grueso no pasa de 11, y la mayor altura sube a 91, en dos y tres órde­
de un acueducto formado por torres de fábrica que se denominan nes de arcos, unos sobre otros. El segundo entra en la ciudad por el
pilas (argatat). Éstas, un número muy grande, subsisten todavía, sin oriente y venía de muy lejos por el norte, dando vueltas y revueltas.
haber sido destruidas por el tiempo; mantenidas sobre el suelo en La canal es de 2 pies de ancho, de 4 pulgadas de hondo y de 4 pies
sus basamentos. Unas son bajas; otras, altas, según el nivel del terre­ y 10 dedos de grueso. Luego que daba vista a la ciudad comenzaba
no; las más altas pueden tener hasta un tiro de flecha (cien codos a elevarse sobre grandes arcos, para suplir la desigualdad del terreno
según Idrisi); están alineadas en recta. El agua circulaba sobre estas hasta muy cerca de la naumaquia, a la que proveía de agua. Perecie­
pilas por dentro de conductos construidos al efecto para ello. Estos ron todos sus arcos menos dos, y los nuevos con que quisieron reem­
conductos están hoy arruinados e inútiles, pero los pilares permane­ plazarlos son de una arquitectura grosera. Éste es el acueducto que
cen en pie, dando la impresión al que los mira de ser de una sola examinó Pedro Esquivel, en el que echó sus medidas e hizo grandes
pieza, de tal modo están bien aparejados y unidos. observaciones para averiguar el tamaño del antiguo pie español. Y
fuera también de esta ciudad, como una legua lejos, es también
(4) G A SP A R BARREIROS: Corografía de algunos lugares que están
en un camino (Viaje de Badajoz hasta Milán, 1542). digna de consideración otra obra asimismo romana y particular. Es
un fortísimo murallón de piedra y argamasa que tiene más de 20
Tenían en esta ciudad (Mérida) dos acueductos, de los cuales aún
varas de alto y más de 100 de largo, y sirve para contener el agua llo­
ahora están los arcos enteros en muchas partes de buena y lustrosa
vediza y la de los arroyos inmediatos, formando un gran estanque al
arquitectura; uno de ellos traía agua (según algunos dicen) para
que llaman Albuhera en Extremadura. En los extremos del mura­
beber en el verano cuando faltaba la del Guadiana, la cual venía de
llón hay dos torres que nombra Bocines: tienen escalones para bajar
una alberca que está a una legua poco más o menos de la ciudad
hasta lo profundo del estanque a fin de desaguarle y limpiarle.
donde fue desbaratado y preso Don García de Meneses [...] Llaman
ellos albercas a unos lagos que tienen hechos de las aguas del invier­ Otro murallón y otra albuhera, mayores que las dichas también
no, con las que mueven en el verano, en los que se recoge grandísi­ obras de romanos están en la dehesa de Cornalvo, distante 2 leguas
ma cantidad de agua; es palabra análoga que en nuestra lengua quie­ y al oriente de Mérida. Contienen un fuerte torreón y trozos de gra­
re decir lago. dería o asientos en el murallón desde los cuales quizá se verían com­
bates navales sobre el espacioso estanque como en las naumaquias.
De estos acueductos aparecen muchos arcos levantados junto a la ciu­
dad en el punto del río llamado Albarregas, cuya continuación sigue Muy cerca de esta dehesa hay una pradera que, por sus muchos
adelante y queda atrás por los campos, balizada por vestigios de los manantiales, llaman del Borbollón, y en la que se descubrieron años
dichos arcos. Había otros por donde venía agua a dicha ciudad de una pasados varias cañerías subterráneas en comunicación de unas a

152
Capitulo IV. Acueductos de M érida

otras, tan cómodas y espaciosas que puede andar por el interior de sobre la tierra está del todo acabado por lo haber destruido a mano
ellas un hombre derecho. Es creíble que se construyesen con el obje­ los godos y moros, se hizo otro por los cristianos, y se fundó sobre
to de llevar las aguas a esta especie de naumaquia de Cornalvo. muchos y altos arcos hasta llegar a tomar la altura del cerro, donde
está la ciudad, en la arca que llaman del contador, adonde se vuelve
(6) C A M P O M A N E S: Itineario real. Madrid, 1 7 6 1 . Examen de las
a entrar debajo de tierra, y el agua se divide hoy en dos partes, una
medidas itinerarias de España V, pág. LXXIII.
que vuelve a bajar al pilar del Arrabal, y otra que entra en la ciudad
Midió Esquivel los intervalos de las arcas, o lumbreras del acueducto por la puerta de Santa Eulalia y va al pilar de la plaza, cuyos residuos
de Mérida y halló había ciento y quarenta lumbreras. Continúa luego se aprovechan y conducen a otros pilares del servicio de las iglesias
Morales dando razón individual de esta medida de Esquivel, así: parroquiales, y otras partes adonde el agua es necesaria, porque es
«El Maestro Esquivel, mirando estas lumbreras, consideró cómo esta­ mucha y abundante.
ban todas a igual distancia. Pasó adelante imaginando que tendrían Cría esta agua algún sarro y tova, y por esta causa los atenores del
aquellas distancias algún número cierto de pies que el artífice les daría. acueducto y encañadura hecha por los cristianos se han ido apretan­
Midió por esto una distancia con cordel, y halló que tenía cincuenta do y cerrando de modo que no dejaban correr toda el agua, y así,
varas justas y lo mismo tenían todas las demás. De aquí entendió para remediar este daño se hizo otra nueva encañería sobre la anti­
cómo en nuestra vara hay algunos pies al justo y ellos forzosamente gua el año 1623, por acuerdo de la ciudad, y a su costa e instancia
han de ser tres; pues más, ni menos no les sufre la disconformidad y de su gobernador don Antonio de Pazos Figueroa, caballero de la
entendió también cómo el artífice había puesto las lumbreras a cien­ Orden de Santiago. Veinticuatro de Jaén (digno heredero de la noble
to y cincuenta pies. Y de todo resultó saber con certidumbre que un sangre, valor y rectitud de sus mayores, hijo de don Rodrigo de Pazos
pie antiguo español tenía tercia de nuestra vara castellana al justo, que Figueroa, oidor de Granada, nieto de Juan Rodríguez de Pazos, que
era ser un poquito menor que el pie romano.» fue hermano mayor de don Antonio de Pazos, presidente de Casti­
lla y obispo de Córdoba), asistió a esta obra, y a la de la fuente que
(7) M IÑ A N O : Diccionario geográfico, 18 2 7 . Tomo 6.°, pág. 1 7 .
hizo en la plaza, quitando la antigua que en ella estaba, y dejó
Los Milagros de Albarregas, restos de un acueducto romano que comenzados los miradores de la Audiencia vieja, que después acabó
conducía las aguas a la ciudad para sus fábricas y otros usos. el gobernador don Diego Hurtado de Mendoza, caballero de la
Orden de Santiago, su sucesor; a las cuales obras asistimos don
(8) M O R E N O DE V AR G A S: Historia de la ciudad de Mérida. Méri­
Rodrigo de Cárdenas Portocarrero, é yo Bernabé Moreno de Vargas,
da, 1663. Capítulo IX: De otros edificios romanos hallados en
Mérida, pág. 77. como regidores comisarios de ellas. Algunos entienden que el agua
que por este acueducto traían los romanos, de la cual hoy se sirve la
Muchos son los acueductos, y encañaduras de agua, que en contor­
ciudad en las dos fuentes referidas, entraba en la naumaquia de que
no de Mérida se hallan, que venían a la ciudad, de los cuales son
habernos hecho mención en el capítulo antecedente, y no es así, por­
muy señalados los dos que pasan por lo alto del río Albarregas, y se
que el haber llegado a aquel sitio fue por tomar altura para desde allí
reconoce por los fragmentos de sus atenores, que son de sillería y
derivarla a las fuentes que entonces tuvieron, por ser agua procedi­
argamasa; traían cantidad de agua del grueso del cuerpo de un hom­
da de limpios manantiales y buena para beber, y no la habían de gas­
bre. El uno viene encañado desde el valle que llaman de Mari-Pérez,
tar en la naumaquia, pues para ella tenían otro caño de agua que le
una legua de la ciudad a la parte del septentrión, por un edificio el
entraba por la parte del oriente y venía del sitio que llaman el Bor­
más célebre que los romanos hicieron en España, como lo testifica
bollón, conducida por las tierras de Ureña, cuyo atenor y caja mues­
el Maestro Esquivel, referido por Ambrosio de Morales (en las Antig.
tra haber traído muy gran abundancia de agua, de la cual ansí mismo
de España, f. 33), que por mandado del señor rey don Felipe II vino
se aprovechaban en el Circo Máximo cuando en él se hacían fiestas
a sólo describirle, y halló que debajo de tierra tiene 140 arcas, que
navales, como queda dicho, y la que sobraba en la naumaquia pasa­
los antiguos llamaron castillos, en los cuales el agua se va recogien­
ba por un sumidero que tenía en lo profundo de ella al castillo y
do como en esponjas, tomándola de los manantiales profundos que
almacén de agua que estaba en Guadiana, adonde llaman ahora
por allí hay, procedidos del agua llovediza que a ellos se trasmina y
el Chorrillo, como luego diremos, sirviéndose primero de ella en los
resumen porque la disposición de la tierra no consiente que corra a
baños que tuvieron allí cerca, los cuales duraron hasta el tiempo de
otra parte. Tienen estas arcas sus gradas y escalones de piedra por
los godos y moros, y hoy se conserva con nombre de la calle de
donde se baja a limpiarlas, y la encañadura y acueducto que viene
los Baños la que allí está, y se han descubierto los rastros de su edi­
por debajo de tierra es tan ancho y alto que puede muy bien ir por
ficio y de las encañaduras del agua. Y la que venía por el otro acue­
él una persona en pie; de esta manera llega al cerro que llaman Rabo-
ducto principal y grande, que era para beber, entraba en la ciudad
de-Buey, y desde allí venía descubierta hasta llegar a la ciudad sobre
por la puerta principal que ahora llaman de la Villa, por donde hoy
altísimas columnas y arcos de admirable y suntuoso edificio, del cual
ansí mismo entra, y corre por la calle de Santa Eulalia.
sólo han quedado dos arcos que están junto a la ermita de San Láza­
ro, y algunos fragmentos del atenor por donde corría el agua, que El otro acueducto viene desde la Albuhera, de la cual se tratará luego;
era de argamasa fraguada de piedras muy pequeñas, más duro y eter­ y para atravesar el río Albarregas, por ser su sitio muy bajo, fue nece­
no que si fuera de peña, como se ven por los que hay y permanecen sario encañarle sobre columnas y arcos de extraña grandeza y sun­
hasta ahora en la cerca de don Cristóbal de Contreras Sotomayor, tuosidad notable, pues tienen de altura 32 varas. El edificio es de
regidor. Y porque este acueducto romano en' lo que estaba descubierto cantería de piedras de grano y ladrillo, y es tan soberbio e insigne

153
Acueductos romanos en España

que le llaman Los Milagros, como que su obra fuese milagrosa y (10) JOSÉDEVIU: Antigüedades de Extremadura. Madrid, 1852, págs.
semejante a los siete milagros del mundo. Por este acueducto traían 26, 27 y 28.
el agua de Albuhera, y otras que a él refogían en el camino, y la Muy cerca del último se hallan Los Milagros de Albarregas, obra de
entraban en la ciudad por lo alto del sitio adonde ahora está el Cal­ la misma época, cuyo nombre da el vulgo a los portentosos pilares
vario, en que hay ruinas de la caja o almacén adonde el agua para­ que aún se levantan con magestad, restos de un acueducto también
ba, y desde allí la repartían a los molinos que había dentro en la romano que conducía de N. a S. el agua a la ciudad: apenas llega,
ciudad, para cuyo ministerio los romanos tenían el Albuhera, y juz­ cerca de ella se pierde y ya no vuelve a descubrirse, lo cual da a enten­
garon era mayor grandeza de su poder que el agua viniese a moler­ der que, o Mérida se extendía hasta los actuales vestigios del acue­
les el trigo a sus casas que no llevarlo casi una legua fuera de la ciu­ ducto, o que desapareció la porción de lo que éste falta: de todos
dad, adonde está el Albuhera. Ansí mismo el residuo de esta agua modos da a conocer la anchura de su canal, que es de 3 pies, y otros
servía para batanes, tintoreros y zurradores, porque del mismo acue­ 3 pies y 8 dedos de alto, siendo el mayor grueso de todo el conduc­
ducto se conoce que eran tan copiosa que había para todo esto y para to (que es desigual) unos 11 pies. Su materia es argamasa cubierta
regar sus jardines. de cantería y algún ladrillo, llegando su elevación por parages a 91
(9) AN T O N IO PO N Z: Viaje de España. Tomo VIII. Madrid, 1778, pies, con dos y tres órdenes de arcos unos sobre otros.
pág. 112. Aún se conservan algunos de los grandes depósitos que surtían de
12. Los aqiieductos de Mérida no eran inferiores en su grandeza y mag­ aguas y de delicada pesca a la Ciudad. La llamada actualmente Char­
nificencia a los de la misma Roma, y lo demuestran claramente sus rui­ ca de la Albuhera, antiguamente Lago de Proserpina, a distancia de
nas. No sabemos quántos tendría; pero las mismas ruinas manifiestan una legua al N, y la titulada de Cornalvo, eran del número.
que había dos muy principales, y pasaban a la ciudad por encima del El segundo acueducto entra por el oriente, y procede de bastante
río Albarregas, sobre pilares, y arcos; cuya dirección era desde la lejos al N, viniendo a manera de culebra. Su canal es de 2 pies de
Albuhera, casi una legua distante de la ciudad, y desde una dehesa más ancho y 4 de alto, y el grueso del todo son 4 pies y 10 dedos. Ape­
a septentrión en igual distancia. De primero, que tenía su principio en nas daba vista a la población elevándose sobre grandes arcos, que
la Albuhera, queda, si no me engaño, treinta y siete pilares, que llaman supliendo la desigualdad del terreno por donde corre el río Albarre­
vulgarmente Los Milagros, algunos con tres órdenes de arcos unos gas, le traían a descansar inmediato a la naumaquia, cuyo depósito
sobre otros; la mayor altura que se reconoce hoy desde el suelo hasta alimentaba. Ya no quedan tampoco sino dos de los arcos primitivos,
donde venía el encañado, pasa de treinta varas; dicho encañado era pero arcos que el curioso no se cansa de admirar. Aquí, en este acue­
capaz de traer gran copia de agua, pues su ancho es de tres pies, y aún ducto es en donde ha sido averiguada la casi exactitud del pie roma­
más su alto. La materia de estos edificios, los más célebres según el dic­ no con el actual de Burgos, pues como hubiese en él 140 arcas o res­
tamen del Maestro Esquivel referido por Ambrosio de Morales1, de piraderos por donde los labradores de la inmediata campiña
quántos los Romanos hicieron en España, es un fortísimo argamasón, pudieran tomar el agua para beber, y de una a otra mediase una dis­
cubierto en lo exterior con hiladas de ladrillo cocido, y de cantería tancia igual, infirió el Maestro Esquivel que estas distancias debían
almohadillada, cuyas piedras son de un tamaño prodigioso. tener una medida fija y determinada. Efectivamente, echado un cor­
del, halló próximamente 50 varas de una lumbrera a otra, o sea 150
13. Del otro aqüeducto quedan dos arcos junto a la ermita de San
pies.
Lázaro fuera de la ciudad, y son semejantes en la construcción a los
referidos. Salvaba con sus pilares y arcos la hondura por donde corre Los romanos se singularizaron mucho por el aplomo y magestad de
Albarregas hasta cerca de la naumaquia: pereció la fábrica de este sus construcciones; mas en punto a acueductos fueron incompara­
intervalo, que es bastante grande, a excepción de los dos arcos que bles, siendo muy de notar que jamás eternizasen sus obras como
he dicho. Se ha suplido con otros, que no corresponden en cosa nin­ nosotros, pues lo que empezaban lo concluían, y pronto. Acueduc­
guna a los antiguos, pero últimamente sirven de llevar la agua a tos bien memorables nos dejaron en España, y acueductos grandio­
Mérida y, por consiguiente, es obra útilísima. Parte del antiguo con­ sos por todas partes en que podían servir a la comodidad pública.
ducto o canal por donde venía el agua se reconoce cerca de Mérida, Ocúrrenos en este momento varios, y entre ellos el que Augusto
por anivelar allí el terreno con los arcos; y es menester verlo para mandó fabricar para proporcionar aguas abundantes a una ciudad
creer la fortaleza de su argamasa. del Epiro, que le debió, como Emérita, su existencia, y cuyos monu­
mentos, levantados bajo una misma inspiración y gusto, tienen igual
14. En este aqüeducto es donde dice Morales citado arriba que el
fecha (unos 22 a 25 años a. C.). Vencedor en Accio, le ocurrió edi­
Maestro Esquivel, de orden de Felipe II, hizo sus operaciones para
ficar sobre su costa, buen testigo del triunfo, un pueblo cuyo nom­
examinar el tamaño del verdadero pie español, y halló en su princi­
bre correspondiera a la idea de tan célebre acontecimiento. No bien
pio ciento y quarenta arcas para recoger el agua de profundos
lo pensó, cuando fue hecho como por encanto; pues surgió de entre
manantiales. Se baxaba a ellas por escalones; y los conductos subte­
aquellas tristes playas la famosa Nicopolis (ciudad de la Victoria),
rráneos son tales, que un hombre de buena estatura puede caminar apareciendo desde luego embellecida con la ostentación de otra
por ellos comodísimamente. Hablaré más adelante de esto. Roma, así como nuestra Emérita al propio tiempo; siendo muy de
(Entre las páginas 114 y 115 se inserta el grabado correspondiente observar también que las medallas que empezaron a acuñarse allí,
a los dos arcos del acueducto de San Lázaro.) contienen en su anverso un edificio, torreado, muy semejante al que

154
Capítulo IV. Acueductos de M érida

ostentan en el reverso las Eméritas. Y como Nicópolis necesitase de dos arcos completos, e iguales al parecer; y el segundo orden, de
aguas puras y copiosas, fue traído en poco más de dos años todo un mucha mayor elevación que el primero, es compuesto en sus pilares
río desde 70 millas (unas 15 leguas) por la cañería más vistosa y sóli­ de hiladas de piedra branca, y de trecho en trecho una faja de ladri­
da que puede imaginarse, a través de barrancos, montañas y preci­ llos tan encarnados como el bermellón. Subsisten tres pilares de este
picios, como es de ver todavía. Dos cosas pasman, sobre todo, a los orden y sólo en dos de ellos los arranques de sus arcos, pareciéndo-
curiosos: la argamasa y consistencia de aquella obra de romanos, me que en la altura total y sus proporciones podrán ser con corta
rebelde todo aún a los medios comunes de destrucción y el delica­ diferencia las que tiene el acueducto de Segovia en el paso que hay
do nivelamiento de todo el acueducto; en fin, no cabe mayor per­ desde la carnicería de San Francisco a la puerta de su iglesia.
fección que la que él revela en medio de su estado ruinoso actual.
27. Otros restos de acueducto subsisten al N de la población, como
(11)A. G. SOMORROSTRO: El acueducto de Segovia, pág. 17. lo indican una porción de pilares de la misma arquitectura que los
anteriores, pero de mayor elevación por el desnivel del terreno. Pare­
23. El señor Ponz acompaña a su descripción, y otras particularida­
ce por los arranques de sus arcos que era compuesto de tres órdenes;
des que añade, un dibujo de estos dos arcos, que sin duda eran de
y en elevación y proporciones serán con corta diferencia las que tiene
los del orden inferior, y tres pilares, de los que en dos se ve el arran­
el acueducto de Segovia a la entrada en la calle de San Antolín; pero
que de los arcos y las impostas o cornisas que adornaban la fábrica:
no puedo dejar en olvido la agradable vista con que los hermosea la
hermosísima debía ser ésta y sería cosa muy agradable ver los dos o
faja de ladrillos sumamente encamados, que de trecho en trecho
tres órdenes de estos arcos, que se dilataban por espacio de una legua,
hacen parte de los pilares.
pero la materia y forma de su construcción fueron bien diferentes
de las del acueducto segoviano, en el que ni había en lo interior, ni (12) G. FERNANDEZ PÉREZ: Historia de las antigüedades de Mérida.
la hay en el día, argamasa alguna, ni los sillares están almohadilla­ Badajoz, 1857.
dos, ni tienen las fajas de ladrillo, que tan agradable vista causaban Cañería que llaman de Los Milagros: desde esta charca o gran lagu­
en los acueductos de Mérida. Los pilares tampoco disminuían sus na que en el día surte a un lavadero de lanas y molinos harineros y
gruesos según se elevaban, como sucede con los del acueducto de fecunda una hermosa vega, tomaba el agua la cañería de los roma­
Segovia, en donde hay los dos órdenes de arcos. La arquitectura de nos, de que voy hablando. En su salida tenía dirección al poniente,
los de Mérida es exactísima, y no presenta las pequeñas desigualda­ y volviendo hacia el mediodía costeaba la sierra que llaman de Cari-
des que se advierten en algunos sillares, que sobresalen de los demás ja, en cuyo valle se ve aún el cauce y arcos que allí se formaron: daba
en el de aquí; y las cornisas que adornan a aquéllos, son en mi jui­ vuelta al oriente pasando por la huerta que llaman de la Calera, por
cio más finas y bien acabadas que las del nuestro: pero éste aún per­ donde viene aún en largos trozos sobre la superficie de la tierra, y al
manece, y aquéllos casi enteramente han desaparecido. Mucho hicie­ fin serpenteando y haciendo una multitud de semicírculos por las
ron para su destrucción los árabes devastadores, en sus primeros años faldas de los cerros, que confunden en su dirección, viene a montar
de la conquista y dominación. También el tiempo destruye mucho; la altura de la calzada de Mérida, desde donde corría otra vez hacia
y aunque la construcción y argamasa con que estaban formados los el mediodía, para entrar en la ciudad pasando el valle del arroyo
acueductos de Mérida, fuese tan fuerte y dura, como justamente dice Albarregas, sobre los famosos arcos que llaman de Los Milagros.
el señor Ponz; más dura y más fuerte es la piedra berroqueña y la Estos arcos daban principio en la misma altura de la calzada, donde
fábrica sin argamasa, que es como está hecho el acueducto de Sego­ había, y subsiste una grande arca de depósito. Desde allí hasta la
via. Acaso durarían todavía, en todo o en parte, los acueductos de bajada al valle, sólo existen aislados tres postes de la cañería, pero
Mérida si hubieran tenido la misma materia y la misma construc­ muchos cimientos y torreones por el suelo. En el valle permanecen
ción. Si la mano destructora de los árabes no hubiera caído tantas aún seguidos veinte y seis postes o pilares, cuya mayor altura es de
veces sobre la capital de la Lusitania, y ésta hubiera conservado des­ treinta varas, y todos se trababan entre sí con tres órdenes de arcos,
pués de su reconquista el alto lugar que ocupó en la dominación que cuasi todos están quebrados, y sólo se descubren sus principios
romana y gótica, tal vez veríamos todavía los acueductos romanos: y arranques. El grueso de cada poste o pilar es de cinco varas en cua­
pero aún en esto fue tan desgraciada Mérida, porque trasladada su dro, y todos estaban reforzados con su estribo por uno y otro lado,
sede metropolitana a Galicia, y reducida a una corta población que empezando por un macizo de dos varas de ancho y tres de largo
su inmenso vecindario, no ha podido sostener su antigua grandeza, o saliente, suben en disminución hasta el último arco o base de la
ni tiene en el día quien pueda sacar de entre los escombros el innu­ canal. Toda esta obra es de grandes piedras de sillería que forran su
merable cúmulo de grandezas, que en otro tiempo la ennoblecieron. argamasa interior, y de trecho en trecho hay unas hiladas de cuatro
Para dar un bosquejo de algunas de ellas, permítaseme insertar aquí o cinco ladrillos. Después de estos veinte y seis pilares, hay un vacío
una carta, que me dirigió en contestación a algunas ilustraciones que como de noventa varas, donde no existe pilar alguno, pero luego
le pedí sobre Mérida el laboriosísimo y curioso coronel del Real empiezan otros siete seguidos, que pierden la dirección recta y suben
Cuerpo de Artillería don Joaquín de Góngora. costeando la altura a la ciudad, volviendo un poco a la derecha, y el
26. Acueducto.- Los restos de acueductos romanos no son de menos primero de estos postes es más grueso que todos los demás, y a quien
consideración y magnificencia: subsiste un trozo en dirección del E a el vulgo llama el Milagro gordo; pues como en él hacían empuje y
la naumaquia, que parece se componía de dos órdenes de arcos, sien­ violencia las aguas para volver su inclinación a la derecha, se le dio
do el primero almohadillado de piedra berroqueña, del que subsisten más consistencia, y cinco frentes para trabar con él la unión de los

155
Acueductos romanos en España

que declinan de la línea recta. En lo que resta de esta altura hasta la ramales excavados en la tova, o terreno natural: el uno con direc­
ciudad, no hay más que un poste o trozo de muro que por allí sos­ ción a N. de más de veinte varas de largo, y el otro con dirección al
tenía la cañería, y desde él tuerce otra vez ésta hacia la derecha y línea NO., como de nueve varas, los cuales suministran agua en abundan­
recta al poniente. Este último poste dista del muro romano como cia, especialmente el último, por el que se filtra más copiosa. En
unas cuarenta varas y parecía que desde allí iban a entrar ya las aguas dicha arca da principio un cañón de bóveda, subterráneo y bastan­
en la ciudad; pero haciendo una excavación en el invierno de 1829, te profundo con capacidad de poder andar un hombre por él, y de
por bajo de la ermita del Calvario en el camino que va al puente de trecho en trecho hay otras arcas que dan luz, y se entra por ellas a
Albarregas, aparecieron en el mismo camino a un lado y a otro limpiarlo. Viene en cauce o cañón haciendo varios semicírculos por
cimientos de piedras sillares sumamente grandes; y examinados, se terreno bajo y en una distancia de cuatro mil trescientas doce varas
vio que eran cimientos de postes de la misma cañería, que se pro­ en que hay pasantes de cien arcas hasta la altura próxima a la ciu­
longaba aún otras cien varas hacia el poniente en línea recta y para­ dad, que llaman Rabo-de-Buey, donde empezaban los arcos de la
lela con el muro, e iba a desaguar en la ciudad por el costado occi­ cañería. Todo este cañón subterráneo es el mismo y en la misma dis­
dental de la ermita del Calvario; por manera, que en aquel punto posición en que lo fabricaron los romanos, quienes le dieron una
del camino formaría la cañería unos arcos de entrada de siete varas dirección tan prolongada y circular con el objeto sin duda de que
trasmanasen a él y se recogiesen todas las aguas que filtran por su
de anchura en rectitud, y a cuarenta de distancia de las puertas de
terreno, y que nunca escasean; además de otras que le entraban por
muro. En esta cañería observó que trae en todo su curso una direc­
otra cañería, que venía a desaguar en él desde los montes de Cam-
ción tan tortuosa y tomando vueltas por las alturas, que aproximán­
pomanes, de que hablaré después.
dose en una de ellas a la vista de la ciudad, y pudiendo entrar en ésta
sin tanta prolongación, se le hace retroceder y costear por las faldas En dicha altura de Rabo-de-Buey y hasta cuyo punto llega el referi­
de otras alturas, andes de llegar a la de la calzada: lo cual se hizo, do cauce o cañón cubierto, hay una grande arca de depósito, y desde
según entiendo, consultando a la mayor utilidad; pues cuando más ella empezaba a formarse la famosa cañería y soberbios arcos que
terreno y alturas corría, más vegas y casas de campo fecundaba con transmitían el agua al descubierto por cima del valle y arroyo de
sus riesgos en todas sus líneas. Ella venía toda al descubierto y a la Albarregas hasta la otra altura de la ciudad donde estaba la nauma­
faz de la tierra, exceptuando el paso por los valles donde se constru­ quia, y en la distancia de más de mil ochocientas varas. Esta cañería
yeron pequeños arcos. fue destruida por los godos cuando sitiaron la ciudad, dominada por
los romanos; y por los restos que de ella han quedado, se conoce lo
Sobre los últimos arcos de dicha cañería corrían y se ven aún piedras
hermoso y magnífico de su obra. Junto al pilar de San Lázaro exis­
de grano, formando cornisa de media caña que sobresale media vara
ten dos excelentes arcadas de cantería, que llaman Almohadillada, y
por uno y otro lado, y sobre la base de esta cornisamenta estaba colo­
de una arquitectura igual a las del puente, que tiene cada una cinco
cado el gran canal de argamasa por donde iba el agua. Además de la
varas de ancho, otras cinco de alto y tres de grueso o fondo, y sobre
hermosura que presentaba esta cornisa, servía para que pudiesen
su cornisamenta de media caña se levantan tres postes de ocho o más
andar por ella de pie los hombres encargados de limpiar el canal. En
varas de altura hasta los arranques de los arcos superiores que soste­
el día sirve esta cañería para nidos de cigüeñas, y no sin razón se le
denomina Los Milagros de Albarregas, porque parece prodigioso que nían el gran canal. Por ellos pasa en el día el camino real de Madrid,
se conserven estos restos con tanta solidez y firmeza despues de die­ y por ellos entraba también, en tiempos de los romanos, la calzada
ciocho siglos de existencia. El agua que venía por ella sólo servía para o vía militar que venía desde Córdoba, Toledo y la Mancha; por cuya
la limpieza y surtido de molinos, fábricas y batanes que había den­ razón, sin duda, debiendo traer por este punto la cañería una línea
tro de la ciudad, como dice Moreno Vargas, y con este fin corría por oblicua, cortando diagonalmente el camino, según lo manifiesta su
todo alrededor del muro por un canal que en él había abierto; ade­ dirección, para formar más vistosa la entrada se le dio en este sitio
más de que las diferentes direcciones, y como ramales que al pare­ una línea recta, y en ella se construyeron los dos arcos con la mages-
cer salían de esta cañería en su largo y tortuoso curso, inducen a tad y hermosura que aún presentan. Por la altura que por estos arcos
creer, según he dicho, que se repartía también de esta agua para los llevaba la cañería, se conoce que por lo bajo del valle y sitio del arro­
riegos, y usos de la población, casas de campo y fábricas que pudie­ yo, debió ser más alta que la otra de Los Milagros.
se haber por aquellos sitios. Existen también tendidos por el suelo, y en la línea de esta cañería
Otra cañería que dicen de San Lázaro: ésta es la que llaman de San de San Lázaro, multitud de trozos del canal que había sobre ella, for­
Lázaro, que está frente a la anterior y en línea paralela a la distancia mado de argamasa tan sólida, que ni el tiempo, ni el hierro han
como de mil y cien varas agua arriba del arroyo Albarregas. Esta podido desbaratarlos. Pasan de cuarenta los que se ven bajando por
cañería era más suntuosa que la anterior, y uno de los más celebres Rabo-de-Buey a Albarregas; y subiendo desde el pilar de San Láza­
edificios que fabricaron los romanos en España y como el fin de ella ro hasta la neumaquia, se cuentan en su línea más de ciento de dife­
era surtir del agua que había de beber el pueblo, se construyó con rentes tamaños, habiendo muchos de seis a ocho varas de largo, y
más esmero y hermosura con respecto a su objeto más noble. En el todos con la canal perfectamente conservada, que tiene tres cuartas
día se surte la ciudad de Mérida de esta misma agua, cuya calidad de ancho y media vara de alto en su hueco, barnizado todo su inte­
en sí es excelente, y viene de tres cuartos de legua de distancia, desde rior de argamasa muy fina con moldes de media caña en los costa­
el valle que llaman de las Tomas, sito a la parte del N. En aquel valle dos del centro. Esta cañería termina con dirección a la naumaquia,
está la primera arca o depósito en que se reúnen las aguas de dos donde efectivamente entraba, y se valían de ella cuando se necesitaba

156
Capítulo IV. Acueductos de M érida

llenar el baño o estanque; pero su uso común era el de surtir las fuen­ la naumaquia, donde entraba por la parte del mediodía. Como esta
tes, para lo cual se separaba un ramal, que se descubre en un trozo cañería viene por las alturas que dominan a la ciudad, y no tiene que
de cañería romana que se ve aún con dirección al pueblo, contigua vencer valle alguno para acercarse a ella, no hubo necesidad de for­
y en la misma línea que trae la que surte en el día, pues para suplir mar arcos como en las anteriores: entra subterránea en el muro; y en
la falta de la antigua se fabricó otra moderna, que tomando el agua las diferentes vueltas y círculos que forma en su curso, camina más
en el arca o depósito en que concluye el cauce romano en la dicha de tres leguas de tierra, en cuya larga distancia no sería extraño que
altura de Rabo-de-Buey, la conduce por atanores hasta la altura de surtiese de aguas a otros pueblos, casas de campo y hermosas pose­
enfrente que domina la ciudad. Esta cañería moderna es de mani­ siones que habría en un suelo tan a propósito como el que coge su
postería; no tiene la altura de la romana, y aunque obra ordinaria, y línea todo al oriente de Mérida. En el día está obstruida y sin uso;
con remiendos, es de mucha utilidad. mas como siempre recibe alguna agua en su madre, y subsiste el
Tercera cañería que venía del Borbollón; hay otra tercera cañería cauce, o conducto subterráneo, podría suceder muy bien que por
que venía del Borbollón. Es el Borbollón un fuente o gran manan­ muy ciego que esté de tierra y broza, se filtre y se comunique por él
tío que hay sobre las alturas de los montes que llaman de Campo- parte de la misma agua que produzcan los veneros y manantíos que
manes, distantes dos leguas de Mérida hacia la parte de oriente, se encuentran por todo aquel terreno, y que sea cierto lo que algu­
donde tomaba el agua esta cañería, que viene subterránea, y se ven nas gentes dicen, que el agua del pilar de la dehesa de Albarregas es
aún descubiertas algunas de sus arcas, por donde se baja, en bastan­ filtración de esta cañería. Contiguo a una fuente que hay en dicha
te profundidad, al cañón formado de piedras, igual al que he referi­ dehesa se ven fundamentos muy sólidos de argamasa, que demues­
do en la cañería anterior. En algunos parages, o sitios bajos, sobre­ tran no haber sido de poca consideración el edificio que sostenían.
sale la cañería a la faz de la tierra, y en otros, como en Caño El abandono con que hoy se miran estas obras, es mayor que el
Quebrado, y el caño que llaman de las Vicarías, existen rotos los empeño y celo de los romanos en fabricarlas.
arcos, y muro de la misma cañería; la cual se presenta también al (Tiene dos láminas, una con inscripciones y en la segunda aparece
descubierto, y sobresale un poco de la tierra al acercarse a Mérida además del teatro y del anfiteatro la «Cañería moderna que llaman
como a doscientos pasos del muro, trayendo una dirección recta a de San Lázaro, sustituida a la antigua de los romanos».)

Dibujos
[1] PONZ. Madrid, 1778. Dibujo de los dos arcos supervivientes del inglés, son: Alex de la Borde del, en el centro; Baltard aqua forti
acueducto de San Lázaro inserto entre las páginas 114 y 115 del y Pedoux Sculp. Sus dimensiones son: 27 x 34,50 cm.
tomo VIII, encuadrado y con el número 114 en paginación.
[5] «Plano geometral del Aqueducto en Mérida y del Puente de
[2] LABORDE: «Vista del acueducto principal en Mérida». Las Albarregas». Figuran de izquierda a derecha el alzado de los dos
referencias al pie son: Dutrully delineavit, Baugean aqua forti arcos subsistentes del acueducto de San Lázaro en su estado
y Dequevauviller sculpsit. real; detalle de la cornisa y de la sección transversal del puente
[3] «Vista del puente de Albarregas». Aparece en segundo término de Albarregas y un alzado de la reconstitución de tres arcadas
parte del acueducto de Los Milagros y especialmente a la dere­ del acueducto de Los Milagros, con escalas gráficas diferentes
cha en el horizonte la ermita de San Jorge con su Calvario, en para cada uno de los acueductos. Damos únicamente los alza­
cuya explanada debe estar enterrado el depósito terminal. Junto dos de ambos acueductos a la misma escala, que es diferente de
a ella el pilar de quiebro para la última alineación que conducía las del dibujo.
hasta dicho depósito. Las indicaciones al pie son: Liger deline­
avit, Baugean aqua forti y Dequevauviller sculpsit. Las indicaciones son: Molinier delineavit y Dornuer sculpsit.

[4] «Vista de una parte de los aqueductos en Mérida». Las indica­ [6] Grabado de la Crónica General de España. Provincia de Bada­
ciones que constan, además del título, también en francés y en joz, pág. 49.

157
V

Acueducto de Sevilla

Conducción

La conducción de agua a Hispalis arrancaba en Alcalá de Guadaira recogiendo unos


manantiales que llevaba a la ciudad en canal cerrado, el cual empieza enterrado con
registros uniformes distribuidos cada 100 pasos aproximadamente, e iba surgiendo a
la superficie, primero sobre muro, para terminar sobre arcadas en el tramo final.
La presencia de manantiales de agua abundante en la región de la actual Alcalá de
Guadaira, fu en te p eren n e la llamó Rodrigo Caro, que parece estar relacionada con el
nombre primitivo de esta villa, Hienipa según opiniones no del todo autorizadas, debió
incitar a los romanos a utilizarlas en el abastecimiento de una de sus ciudades más
importantes en nuestro país, como era Hispalis. Hay que tener en cuenta que aunque
disponían de las aguas del Betis, los romanos, como en otros muchos casos de ciuda­
des en análogas condiciones, necesitaban de una conducción de agua potable directa,
máxime en este caso donde los manantiales se encuentran tan próximos, a unos pocos
kilómetros, mientras que, por ejemplo, en Toledo fue preciso acudir a las aguas del
Guadalerzas, a distancia de 75 km, y en Cádiz, a las del Guadalete, con recorrido aná­
logo. Ya sabemos las grandes distancias que tuvieron que recorrer en las conducciones
de Roma.
En toda la primera zona enterrada se reconocen las lumbreras, muchas de ellas
descubiertas, e incluso parte de la galería enterrada, al realizarse la explanación de la
actual carretera, debiendo ser unas y otra obra inicial. En cambio parece ser que des­
pués había una zona indecisa donde la canal descubierta tenía una traza divagante
para acudir al servicio de algunos molinos, hasta
H u m illa d e ro de la Cruz
del C am po, te m p le te doce según las descripciones más antiguas.
m u d é ja r (1 4 8 2 ) que Entraba el acueducto en Sevilla por la puerta de
aparece re la c io n a d o con
el a cu e d u c to en to d o s Carmona, ya que según los grabados antiguos que­
los gra b a do s q u e se daba lindando con la vía romana Corduba-Hispalis,
conservan
que venía en último trayecto desde dicha ciudad, la
cual dio nombre a la puerta y de rechazo al acueduc­
to que se ha conocido siempre por «los Caños de
Carmona».
El acueducto terminaría en algún depósito regula­
dor dada la importancia de su caudal, a juzgar por las
dimensiones de su caja, 1,20 x 0,60 m. Según las refe­
rencias de la crónica almohade de Abensáhibasala en
el año 1187 se construyó un estanque o depósito en

159
Acueductos romanos en España

C o n ju n to de c in co
a rcadas, ú n ic o resto
q u e se conserva
c o m p le to de las
c u a tro c ie n ta s y p ico
que tu vo el a cu e d u cto .
R estaurado en 1951

Lo q u e resta del
a cu e d u cto de H is p a lis .
C o n ju n to de las c in c o
a rcadas co m p le ta s en
zonal fin a l

la calle Mayor. Después seguiría enterrada para alimentar a las fuentes de la ciudad,
y en la misma crónica se indica que hubo que desviarla al construir la Mezquita, dán­
dole un cauce más amplio y mejor. Según el cronista Peraza, dividía la ciudad en dos,
yendo a terminar hacia la puerta del Arenal.

Descripción del acueducto

El acueducto propiamente dicho debió tener inicialmente una longitud de más de 4


km, ya que estaba perfectamente claro su arranque cuando hicimos las fotografías de
toda la zona existente en el año 1956. Debió llegar más allá de la puerta de Carmo­
na, ya que la muralla se construyó posteriormente. Esta puerta corresponde a la inter­
sección de las calles actuales de Menéndez Pelayo y Luis Montoto, la primera obte­
C o n ju n to de o tra s c in c o
nida como ronda al derribar la muralla y la segunda al encerrar entre casas la carretera arca d a s con la co ro n a ció n de
de entrada en Sevilla procedente de Carmona, que empezó siendo la vía romana Cor- la ca ja d e sm o ch a d a, ú n ic o
resto de las d o sc ie n ta s
duba-Hispalis. arca d a s que e xistía n hace
m uy pocos años

160
Capítulo V Acueducto de Sevilla

161
Acueductos romanos en España

'T/e-auÍa c/cüa, G ¿lia, cu, cSov7<?¿t(L·, ( >cr/?if<i¿e c /rf/a cyC nc/tzlit/frU i^


Dos grabados de la m ism a
se rie del s ig lo XVIII [3 ] y [4 ]

162
Capítulo V. Acueducto de Sevilla

Grabado de la «C rónica
General de E spaña».
P ro vincia de S e v illa [7 ]

G rabado de G. Doré [5 ]

163
Vista to m a d a en el año 1963
La C ruz F ina l de la a rq u e ría Trozo sa lva d o A lin e a c ió n C om ienzo C arretera a
d e l C am po e xiste n te en 1 9 6 3 de la d e s tru c c ió n to ta l de la arquería de la arquería C anal c u b ie rto A lca lá de G uadaira

Trozo co n serva d o sin caja Vista tom ada en la a c tu a lid a d (1969)


Acueductos romanos en España

Izq u ie rd a
F o tograbado de España: sus
m o n u m e n to s y artes. 1 8 8 4

D erecha
A c u e d u c to y paso sobre el
Tagarete. (F o to g ra fía que
a co m p añ a al A cta de la
A ca d e m ia )

Al ir asomando la caja de un modo natural por mantenerse en descenso suave el


nivel del terreno hacia Sevilla, iba sobre muro de unos centenares de metros, hasta que
la altura de éste permitía su aligeramiento mediante arcos que eran de la misma luz en
toda la zona que observamos 3,90 (13 pies). La anchura del muro era de 1,80 m (6 pies).
Los arcos se prolongaban en pilares que primero eran rectangulares de 0,85 x
1,80 m, hasta que habiendo crecido la altura tomaban fuste en los frentes, mantenién­
dose la latitud constante en alzado hasta que en una segunda superación de altura
tomaban fuste en las cuatro caras. En el único vestigio que hoy se conserva tienen
una base de 0,85 x 2,10.
Toda la obra es de opus testacea, empleándose ladrillos de 27 x 13,5 x 5 cm, y llaga
de alrededor de 2 cm. Los aparejos son muy simples, en las boquillas de los arcos se
aparejan un ladrillo a soga con otro a tizón, alternando juntas en dovelas sucesivas;
en los frentes de tímpanos y caja las hiladas van alternativamente a soga y a tizón en
toda su longitud, y en los frentes normales de pilares alternan hiladas de tres a soba
Trozo de la hoja de S e v illa
y cinco a tizón. del p la n o 1 :5 0 .0 0 0 del
In s titu to G eo g rá fico
Capitulo V Acueducto de Sevilla

G rabado de V illa m il [6 ]
La latitud de la obra en tímpanos y caja se mantiene en 1,85 m, y lo mismo en la
zona de muro, enrasando paramentos que se subdividen por dos cornisas muy sim­
ples en ligero saliente, la superior de cuatro hiladas separando la zona de caja de los
tímpanos y la inferior tres hiladas, separando coronación de pilares y arranque de
bóvedas. Las boquillas de éstas quedan perfectamente enrasadas con tímpanos y tie­
nen las líneas de trasdós de las adyacentes tangentes de arranques, mientras que dejan
dos o tres hiladas de tímpano entre clave y cornisa.
Quedan sólo cinco pilares con sus correspondientes arcos como los que acabamos
de describir, pero hace pocos años existían unos 200. En la zona final, según los gra­
bados del XIX, las pilas se reforzaban mediante contrafuertes; también parece que
algunos arcos tenían luces mayores, como indica el grabado de Villamil. Existía una
zona de dobles arcadas superpuestas que debía corresponder al paso del arroyo Taga­
rete, cuyo cauce se cubrió sirviendo la depresión correspondiente para implantar la
línea férrea en su prolongación hacia Cádiz. En esta zona la vía romana también sal­
vaba el mismo arroyo con puente de varios vanos en dobles arcadas superpuestas,
como se ve en la foto que acompaña al acta de la Academia y en el grabado de las
Crónicas de España que reproducimos. A esta zona de doble arcada corresponde la
otra reliquia del acueducto que se restauró en el año 1951, según reza en lápida que

167
Acueductos romanos en España

conmemora dicha feliz iniciativa. Se superponen las dos


arcadas, cumpliéndose en la superior la norma invarian­
te en todos los acueductos españoles de este tipo de
superponer un medio punto sobre un cuadrado en la
silueta interna de esa arcada. Se aligeran los tímpanos
intermedios entre los arcos principales que tienen la
misma luz y espesor que en el resto otros arcos escarza­
dos estribadas contra sus riñones. Se da la anormalidad
de que el piso inferior tiene menor latitud que el supe­
rior, pues la separación de pisos se establece mediante
cornisa de cuatro hiladas que van en saledizos sucesi­
vos, permitiendo de este modo aumentar la anchura de A rq u e ta s de la c o n d u c c ió n
los pilares superiores. Existe otra cornisa coronando la caja con cuatro hiladas de igual puestas al d e s c u b ie rto al
c o n s tru ir la ca rre te ra a
saliente y m uy reducido. Una particularidad notable es la existencia de un atanor que A lc a lá de G u a d a ira . Se ve
va embebido en macizo de ladrillo sobre la coronación del primer piso, atravesando el pozo de la a rq u e ta y uno
de los h a stia le s de la caja
los pilares del segundo. del canal (fo to s a ctu a le s )
La cimentación de los pilares es también de fábrica de ladrillo en planta rectan­
gular con aumento de latitud en ambas dimensiones.
La configuración de esta zona del acueducto con el entrelazamiento de arcos que pare­
cen propios del mudéjar ha debido fomentar la atribución de esta obra a los árabes.
Al retocar la rasante del paso de la calle de Luis Montoto sobre el ferrocarril apa­
recieron arcadas enterradas entre los muros de las rampas de acceso a dicha obra. Cree­
mos que no son las arcadas del acueducto, sino las del puente de paso del Tagarete
por la vía romana, ya que definiendo la alineación de la calle la puerta de Carmona,
es natural que se implantara ésta sobre la propia vía romana y su puente. Además,
C a silla de la H a cien d a de la
como parece seguro que esta segunda reliquia del acueducto no ha cambiado de lugar, Red del Agua (ver d e ta lle
su alineación queda fuera de la superficie ocupada por la plataforma del paso actual. de la hoja d e l 5 0 .0 0 0 ).
C o n stru cc ió n d e l XVIII que
Este acueducto aparece destacado en varios grabados de los siglos XVII, XVIII y XIX, de b ía se rv ir para d e svia r el
que dan la vista de Sevilla desde Triana o desde San Bernardo. Los más antiguos de re p a rto de agua e n tre los
m o lin o s y la c iu d a d . En una
ellos son los de la colección CIVITATES ORBIS TERRARUM, que dedica tres folios a nues­ de e lla s se ve la co ro n a ció n
tra ciudad y en dos de los cuales, que reproducimos, aparece el acueducto con la corres­ h e m is fé ric a de re fe re n cia
para una de las lu m b re ra s
pondiente leyenda de Caños de Carmona. de v is ita (fo to s a ctu a le s )
Según Madoz constaba de 410 arcos, aunque en
época romana serían más, ya que se hizo antes que la
muralla; en el año 1918, fecha del informe de la Acade­
mia de la Historia, eran 401, y cuando lo vi por vez pri­
mera debía estar reducido a la mitad, ya que llegaba sólo
hasta la altura de la Cruz del Campo, que está a media
distancia entre el arranque de los arcos y la calle de
Menéndez Pelayo, que corresponde a la ronda actual
obtenida al derribar la muralla. La zona final, que era de
pilastras con contrafuertes de bella prestancia, como
aparece en el grabado de Villamil, se debió derribar con
la puerta de Carmona, lo que debió ocurrir a finales de

168
Capitulo V Acueducto de Sevilla

i-------------- ΙΔ°-------------- 1

D e talle de la zona conservada (sin ca ja ) en la u rb a n iz a c ió n m en o r

. 0.60

Zona co n serva d a ju n to al paso del fe rro c a rril, en la c a lle de L u is M on to to

169
Acueductos romanos en España

siglo. Un segundo derribo correspondería al cubrimiento del río Tagarete,


que queda debajo del ferrocarril actual, y a él se refiere el señor Gestoso en
el acta de la Academia verificándose otro derribo importante al prolongar
el ferrocarril de M.Z.A. hasta Cádiz, ya que atravesaba dicha obra en la zona
de mayor altura, donde debió estar la zona de arcada doble. Al construir el
paso sobre este ferrocarril, implantado sobre la obra antigua de paso del
Tagarete, se enterró entre los muros que contienen las rampas de acceso una
obra romana, pero debe ser el puente de la calzada, también con arcadas
superpuestas, que aparece en la fotografía que ilustra el acta de la Academia
y en el grabado de las Crónicas d e España que reproducimos.

H istoria

No tenemos referencia directa de época romana relativa a nuestro acue­


ducto. Las primeras noticias escritas son de época almohade, cuando evi­
dentemente se hizo una reparación importante del mismo y una desvia­
ción para abastecer el palacio de la Bohania que luego aparece en todos los
sucesivos otorgamientos del agua primero como Huerta de Benhoar y
luego como Huerta del Rey, la cual figura así en los grabados antiguos cerca
del acueducto junto al poblado en torno a la iglesia de San Bernardo y
frente a la Cruz del Campo. Hoy día este palacio se ha convertido en el
Colegio de Porta Coeli, donde se conservan restos de desviación del canal
a que aludimos.
Resulta casi incontrovertible que la conducción y con ella el acueduc­
to, es decir, la obra sobre arcos es romana, primero porque ya existía en
época almohade, y anteriormente sólo los romanos han sido capaces de
acometer una obra de tanto empeño. Ya hemos indicado que la zona de
arcadas, sin contar la obra sobre muros, tendría unos 4 km de longitud, y
es preciso descender hasta época actual para que se construyan puentes de
fábrica de tal envergadura. Alineaciones rectas mantenidas con la constan­
cia y regularidad que destacan en la conducción solamente puede ser obra Dos vista s de la zona de asom o de la
co ro n a ció n del ca n a l to m a d a s h a cia aguas
de romanos. a b a jo y aguas a rrib a re sp e c tiva m e n te
Basta comparar las arcadas del acueducto principal con las del ramal
correspondiente a la Huerta del Rey, que muestran una construcción ver­ G ran a lin e a c ió n de ca n a l e m e rg id o que
daderamente deficiente, y apuntadas no por arte ojival sino por pobreza e m p ie za so b re m uro y te rm in a sobre arcadas
(fo to s a n tig u a s)
técnica. Los detalles arqueológicos de aparejos, ladrillos, etc., y la homo­
geneidad con otras obras de ingeniería romana de la región, remachan,
como luego veremos, esta conclusión, que repetimos nos aparece incon­
trovertible.
La crónica de Abensáhibasala nos indica el año en que se llevó a cabo
la restauración del acueducto -567 de la Hégira, es decir 1189 d. C.—y el
ingeniero que la realizó, el malagueño Hach Yaij, el mismo que «tendió
un pasadizo sobre el río, con el puente construido con mucho arte y apo­
yado sobre vigas de sólida cimentación para que por él pasaran la gente de

170
C apítulo V. Acueducto de Sevilla

V istas la te ra le s d e la gran
a lin e a c ió n de sd e el la d o de
Sevilla y los habitantes del Alfaraje y además los ejércitos que salen de expedición».
la ca rre te ra y d e sde el lado Es el primer puente de Triana, que luego se convirtió en un puente de barcas, suce­
in te rn o , re sp e c tiva m e n te
sivamente recompuesto hasta la mitad del siglo XIX, en que se construyó el actual.
Como se desprende de esta crónica, el ramal a La Bohaira (la significación de esta
palabra es charca) corresponde a la obra original de Abu Yacub Yusuf, indicando cla­
ramente que, guiados por indicios superficiales de la construcción enterrada primiti­
va, dieron con el caudal que por ella circulaba, dejando sin agua a la ciudad, limitán­
dose luego a restituir la principal haciendo las reparaciones correspondientes. Después
desviaron y mejoraron el cauce de distribución dentro de la ciudad al encontrarlo en
las excavaciones de la Mezquita, o sea, en el emplazamiento de la actual catedral, cons­
truyendo además un depósito para regularizar el suministro en la calle Mayor.
En el siglo XVI, Pedro M edina, en el libro de las Grandezas M em orables d e Espa­
ña da como existentes 430 arcos de ladrillo.
Madoz indica que existían 410 arcos y era el año 1848. En el informe de la Aca­
demia de 1918 los arcos eran 401 y la longitud 1.636 m, correspondiendo a la zona
de doble arcada 71 huecos, pero advierte que «sufrió ya el derribo de una parte sin
protesta de nadie».
Cuando Sevilla pasa a poder de los reyes españoles, van apareciendo documentos refe­
rentes a nuestra conducción, empezando por el que suscribe Fernando III que otorga «al
genovés Misero Cajizo el arrendamiento vitalicio de los molinos de la acequia de Gua­
daña con el cargo de tener reparados sus muros y puertas contra las avenidas del Gua­
dalquivir». Otorgamiento análogo se hace a la ciudad por Alfonso X en 1254, con indén-
tica carga, estableciéndose de los molinos que «eran nueve poblados e cinco derribados»,
añadiendo las obligaciones por parte del Concejo «de hacer venir el agua a los sus pala­
Zona p rim e ra y se g u n d a de cios de la Alcázar e a la huerta de Benhoar, e a dos fuentes en Sevilla e que repare los
arcadas (fo to s a n tig u a s)

171
Acueductos romanos en España

caños de Santa María e los «33BRHHR


caños de la Alcázar».
Desde entonces figuran
en las Ordenanzas de Sevilla
los títulos de los Alcázares y
Atarazanas y se repite la pro­
piedad de los catorce m oli­
nos de la ciudad y «su obli­
gación de llegar el agua a la
Alcázar y Huerta del Rey».
El rey Fernando IV, en
D e talle s de las arcadas
1310, confirmó al Convento de San Francisco de Sevilla la merced que debió haber
b ajas (fo to s a n tig u a s)
otorgado Alfonso X de una cierta cantidad de agua, procedente de los Caños, dedu­
ciéndose que el agua de la conducción era propiedad de los Reyes, los cuales hicie­
ron otras muchas donaciones, yendo a los Reales Alcázares el agua que no iba a par­
ticulares. En el siglo XIX aparece otra vez propiedad del Concejo, quien decide, con
aprobación del Gobierno, dedicar el agua al uso exclusivo del abastecimiento de Sevi­
lla, suprimiendo todos los molinos «para llevar el agua en derechura a la ciudad, y
conseguir que al aumentar el agua que se supone entraría en la ciudad, repartirla y
venderla a muchas más casas que no la tenían». Esta obra parece que se empezó hacia
1830, pero se dificultó al «derivar parte de lo recaudado para gastos extraordinarios
con motivo del cóleramorbo». Ya se había propuesto cosa análoga en 1607 por el
arquitecto Luis Montalbán, que fue comisionado por la ciudad para nivelar el agua
y estudiar el aprovechamiento económico de la misma.
Al suprimir los molinos que obligaban a un contorneo irregular de la conducción
en acequia descubierta, se debió restituir la primera conducción romana, pues la uti­
lización para fines industriales debió ser medieval y de la época del primer desarrollo
de los aprovechamientos hidráulicos, coincidiendo con una disminución del interés
por la utilización del agua en fines primarios. Las obras de reparación más importan­
tes debieron realizarse alrededor de la llamada Hacienda del Agua, donde existe una R esto conservado de la
d e s tru c c ió n to ta l del
construcción rectangular cubierta con cúpula graciosa de arquitectura sevillana que a cu e d u cto . Ha sid o
d e rrib a d a la caja

172
Capítulo V. Acueducto de Sevilla

S itu a c ió n re la tiva de la
a lin e a c ió n del a cu e d u c to
con re sp e cto a las fa ch a d a s
de los e d ific io s

D e ta lle de un p ila r y dos


Lo que ha s u b s is tid o . Base , m ed¡os arcos
de un p ila r ju n to a un _ _
e d ific io en c o n s tru c c ió n ■—

sirve para descenso a la galería mediante escalera en tres tramos rectos. Esta obra se
reproduce en las fotos adjuntas y a partir de ella se conservan registros de la conduc­
ción en los trechos no afectados por cambios rústicos o urbanos.
El último capítulo de la historia del acueducto es verdaderamente desgraciado y
bochornoso. Podemos resumirlo en cuatro acontecimientos que definen el engran­
decimiento de la ciudad.
El primero es el derribo de la puerta de Carmona al romper el cinturón de la mura­
lla para facilitar la expansión hacia San Bernardo. El segundo es la prolongación del
ferrocarril hacia Cádiz, que determinó el cubrimiento del arroyo Tagarete, cuyo cauce
utilizó, lo que le obligó a acometer contra las arcadas finales de la conducción, segu­
ramente dobles por ser las de paso en la zona de mayor altura del barranco.
Al irse desarrollando la urbanización, ésta, en lugar de acomodarse al trazado geo­
métrico de las arcadas dejándolo para ostentación y ornato, m uy conveniente a la
pobretería con que se ha llevado a cabo, lo fue destrozando paso a paso, y en esto
resultaron de acuerdo autoridades administrativas y artísticas. Se lamenta «con dolor»
la Academia de la Historia en el Acta de 1918, a la que tantas veces hemos aludido,
y que reproducimos en la información bibliográfica, amonestando a la Comisión Pro­
vincial de Monumentos por el contubernio con el Ayuntamiento en el cual se deci­
dió el derrumbamiento total, proponiendo a la Academia conservar únicamente como

173
Acueductos romanos en España

recuerdo el sistema de conducción de aguas a que responde el monumento, un trozo


del mismo «del número de metros que de común acuerdo sea determinado» por las
partes del citado contubernio. «Obra vulgar sin rasgos artísticos, desprovista de inte­
rés arqueológico» la califica la Comisión Provincial de Monumentos para justificar
su colaboración en este proyecto de destrucción total, en lugar de «haber sido ella
quien levantara la voz, ante la Academia, del peligro que corría aquel antiguo acue­
ducto», que es «uno de los pocos monumentos romanos que restan en Hispalis» «y
sin duda, el más considerable de todos ellos».
Tan descabellada medida, que no se llevó a cabo en 1918, ha sido ejecutada hace
algunos años, menos de cinco, como atestiguan las dos fotografías aéreas que hemos
reunido, indicando un momento anterior y otro posterior a su eliminación. En ambos
aparece la imponente cárcel de la ciudad, monumento que, por lo tanto, ha asistido
a su ejecución, dando a esta palabra su sentido de condenación a muerte.
Volvemos a repetir, y esto con pleno conocimiento de causa, cómo los urbaniza-
dores de esta zona no han podido ordenar sus bloques mediocres y absolutamente
faltos de gracia con la pauta que daba el acueducto paralelo a la carretera como ellos,

Lo q u e ha s u b s is tid o . R estos
conservados ju n to al paso de
fe rro c a rril en la c a lle de A n to n io
M on to to , cu yo s m uro s apa re ce n al
fo n d o . R e staurados en el año
1951 según in d ic a la lá p id a

174
Capítulo V Acueducto de Sevilla

de tal modo que, según todavía atestiguan los m uti­


lados restos de sus cimientos, el plano vertical del eje
del acueducto quedaba casi en coincidencia con el de
fachada de una de la alineaciones. Simplemente con
haberlo dejado empotrado en dichas edificaciones,
dando así un basamento gracioso en la simple repe­
tición de sus arcadas, o bien haberlo dejado dividien­
do una de las calles interiores ordenando las circula­
ciones y valorando el conjunto con un verdadero eje
espacio-temporal en la historia de la ciudad.
Causa indignación comparar la desorientada
Grabado del s ig lo XIX [81
campaña de prensa que desató la proyectada inter­
vención para reforzar el acueducto de Segovia con el solo propósito de aumentar sus
posibilidades de subsistir y el silencio total ante la vandálica destrucción de este otro
monumento romano.
Y ha sido tan auténticamente vandálica, que no hemos podido encontrar ni un
ladrillo abandonado de los millares que tuvieron que salir en el derribo. Y para mayor
befa de romanos en las cinco arcadas que se han conservado, respondiendo quizás a
aquella proposición de la Comisión Provincial de Monumentos «de un número de
metros del monumento que de común acuerdo sea determinado», se ha suprimido
la caja, quedando así el pobre vestigio descabezado y sin sentido. Parece que en este
desaguisado no ha tomado parte la Comisión de Monumentos, pues según me comu­
nicaba un vecino de la zona, «se dieron tanta prisa en derribar, que cuando llegaron
los de monumentos, no quedaba ya nada en pie».

Problem as arqueológicos

Como informa la Academia en el acta de defensa, desgraciadamente inútil, el acue­


ducto era una de las pocas construcciones que quedaban de los romanos en Hispalis,
y se encontraba entonces en casi su comple­
ta supervivencia. En construcciones de ladri­
llo era también excepcional, pues aunque
existen varios puentes y el acueducto de Itá­
lica en la región bética, se encuentran redu­
cidos a ruinas en sus últimas fases, como le
ocurre a este último, o se encuentran en luga­
res difícilmente accesibles. Nuestro acueduc­
to paralelo a la carretera de Sevilla a Alcalá
de Guadaña, que es también la de Sevilla a
Granada, lucía toda la constancia de una
obra lineal.

P uentes rom anos de la d rillo en la B é tica . C ercanías de


A n d ú ja r

175
Acueductos romanos en España

P ue n te s rom anos de la d rillo


en la B é tica : É cija ,
C arm ona (re c o n s tru id o en
el X VIII) y A z m a lc ó lla r

Como corresponde a un acueducto era una obra sencilla, pero vibraba en la repe­
tición de su ritmo monótono, que se avivaba por el progresivo crecimiento de su altu­
ra, emergiendo desde las profundidades del suelo, para nacer en la tosquedad de muro
e ir afinando su corporeidad, ensayando primero en esquemas sucesivos la redondez
del medio punto, e irse encaramando sobre sus pilares de esbeltez creciente y m uta­
ciones sucesivas desde la sección rectangular constante en toda la altura hasta en dos
pasos tomar fuste en sus cuatro caras.
En su sencillez verdaderamente ingenieril conservaba invariante los elementos que
iba logrando sucesivamente, caja, bóveda, arranque de pila, transformando única­
mente, de consuno con la altura la corporeidad de sus pilares. A medida que se logra­
ban definitivamente los diversos elementos se destacaban con una cornisa que los
delimitaba dentro de la conformidad de todos ellos, encajados entre dos planos ver­
ticales que definen bloque único donde se recorta su silueta, excepto en el tramo final
donde destacaban por ambos lados los fustes primero y dos contrafuertes laterales
después destacados en el tramo final.
Todas las trabas son m uy sencillas, soga o tizón alternando por hiladas horizonta­
les y soga-tizón únicamente en las hiladas inclinadas de las boquillas.
Destacan en complicación de diseño las arcadas dobles del trozo conservado y res­
taurado cerca de la vía del ferrocarril. La superposición de arcadas debió quedar obli­
gada por la singularidad correspondiente a la mayor altura del paso sobre el arroyo
Tagarete, del cual la Academia consigna su existencia y las fotos antiguas la confirman

176
Capítulo V Acueducto de Sevilla

D e m o lic ió n de los arcos


de co ro n a ció n del paso de
la vía rom ana sobre el arroyo
Tagarete al h a ce r el
a co n d ic io n a m ie n to del paso
sobre el fe rro c a rril en
la ca lle de L uis M on to to
(1 9 6 6 )

en paralelismo con una obra también de dobles arcadas para el paso de la carretera
sobre dicho barranco, obra que debería ser romana, pues estaba en el paso de la vía
romana de acceso a Sevilla. Como ya hemos indicado, esta obra debe ser la que se
halla enterrada y desmochada entre los muros del paso sobre el ferrocarril en la calle
Luis Montoto.
El diseño se complica por la silueta doble de las arcadas, la cual se aligera, además,
al recortarse los tímpanos mediante arcos de aligeramiento circulares, pero rebajados
que se intestan en los riñones de los arcos superiores y de los inferiores. El entrelaza­
do que de este modo forman arcos de arcada y arcos de aligeramiento dan la impre­
sión de una obra de estilo árabe o mudéjar, lo que seguramente reforzó la idea de atri­
buir todo el acueducto a los árabes. Pero no hay que olvidar que también los romanos
aligeraron los tímpanos de sus puentes y sus acueductos (Almuñécar y Baelo) con
arcos intermedios, aunque siempre de medio punto. La arquería volvería a ser senci­
lla después del barranco de Tagarete, pues así terminaba en la puerta de Carmona
como claramente aparece en el grabado de Villamil.

Problem as estéticos

El planteamiento que hace la Academia enjuiciando el monumento desde el punto


de vista estético, nos da pie para hacer unas consideraciones sobre el problema de las
obras de ingeniería. Utiliza todo el encadenamiento de tópicos novecentistas en las
disyunciones: material-ideal, contenido y forma, útil y bello, arte y técnica, etc.
Comienza por establecer: «No se trata, es cierto, de una obra de arte», afirmación
que traducida, por ejemplo, al francés, sería un contrasentido. Continúa dando las
razones de este aserto, que acredita a los romanos, pues «el arte reservábanlo, con
acuerdo, para donde había de hablar al espíritu y a los ojos». No se sabe por qué un
acueducto, o cualquier obra de ingeniería, con su imponente corporeidad, no ha de

177
Acueductos romanos en España

tener, así, a priori, nada que decir a los ojos, aunque sean cosas desagradables, y pol­
lo tanto la idea de equilibrio repetido y perdurable es algo que dice al espíritu, cap­
tador de ritmos.
El acueducto de Sevilla se desarrollaba paralelo a la vía romana de llegada a la ciu­
dad del Betis y destacando entonces en el paisaje casi llano y en descendencia hacia
la urbe, servía de introductor al viajero orientándole, acompañándole la sucesión de
pilares, más repetidos que la miliarias, pues los arcos casi marcaban sus pasos, dando
una anticipación de lo ventajoso de la civilización creada por el genio de Roma. Le
atemperaban para pasar de lo rural a lo urbano.
Según el informe, el romano reservaba el arte «para los templos, anfiteatros, termas
y demás construcciones urbanas» y nuestro monumento no podía clasificarse entre
ellas, pues «trátase de una obra de ingeniería como las murallas, las cloacas y los cita­
dos pantanos, puentes y calzadas». De esta manera quedan excluidos de modo irreme-
sible del recinto acotado para el Arte todos los demás acueductos romanos, como Sego­
via, M érida, etc., y los puentes como Alcántara, Mérida, etc., pues en todos ellos,
«como tal obra de ingeniería, su mérito evidente está en el esfuerzo que supone su vasta
construcción, en su magnitud, en la regularidad de su trazado y en la sencillez de su
forma». Claro está que todas estas cualidades que enumera, pueden considerarse ya
dentro de una regulación estética, y para asegurarlo insiste en que «estas cualidades no
derivan de pobreza de conceptos, o de medios del constructor, sino de admirable pre­
visión y economía en el empleo de tales medios para llegar al fin propuesto».
Este problema de relación entre utilidad y belleza, que tantas veces se plantea y
generalmente se desenfoca desde el comienzo, bien alejándolas infinitamente una de

R estos de la d e riv a ció n para a b a s te c im ie n to de la


H u e rta del Rey (La B oh a lra ), en época m u s u lm a n a .
E ntrad a a c tu a l a la H ue rta del Rey

178
Capítulo V. Acueducto de Sevilla

otra hasta el punto de hacerlas incompatibles, o por lo menos m uy mal avenidas, o


bien considerando la primera como única fuente de la segunda en el caso de nuestras
construcciones ingeníenles.
Como ya decíamos al comenzar uno de los últimos planteamientos del tema, ha
quedado encuadrado dentro de la más acendrada esquisitez de una pseudo-filosofía
de las postrimerías del siglo. En cuanto a una cierta actividad es tachada de utilitaria,
se rasgan las vestiduras los conspicuos si alguien intenta tratar sus productos con cate­
gorías estéticas. Frente a lo profesional, primero el amateurismo; frente al trabajo y
el esfuerzo, el ocio y la bohemia; frente a la entrega profesional el hoby; frente a lo
claro y racional, la vaguedad mística.
Quizá esto, en el campo de la ingeniería, obedeció a la falta de dominio en las téc­
nicas constructivas de final de siglo y creemos que también puede ser una reacción
defensiva contra la horrenda demostración que la revolución industrial trajo al mundo
al materializar sus concepciones arquitectónicas y urbanísticas, sin que fuera la máqui­
na, a pesar de sus ruidos y humos, la responsable de todo este crimen contra la estética
universal, pues el único responsable era el naciente empresario capitalista dispuesto a
explorarlo todo a través de la máquina; materias primas, energías, hombres, mujeres,
niños, etc. El error ha quedado saldado cuando otros empresarios con mentalidad más
clara, han visto que era rentable el dar entrada a la estética en sus construcciones, en sus
ambientes, en sus jardines, pues la alegría, la salud y aumento de vitalidad que trae con­
sigo, permite úna más adecuada utilización de las energías laborales.
Frente al planteamiento en antinomia que todavía perdura en algunos sectores
activos con mentalidad retrasada, queremos sacar a relucir el primer planteamiento
del tema, primero en lo que respecta a la cronología, y además primario y verdade­
ramente transcendental, pues tuvo la gracia de venir implicado en el planteamiento
originario de otro tema mucho más imponente: el de la Idea en Platón.
En su diálogo, Hippias Mayor, cuyo tema es precisamente la belleza, se trata de
inquirir qué es lo que hace bellas a las cosas que lo son, averiguar no cuáles son las
cosas bellas, que es el primer escape a que recurre el sofista: una bella muchacha, una
bella yegua, una bella lira, sino aquello que puede estar incluso en objetos como los
pucheros de barro o las cucharas de madera que Sócrates enfrenta al distinguido
repertorio de su interlocutor. No sólo el meollo del diálogo, sino los detalles secun­
darios en la actuación de los personajes, resultan preciosos para un replanteo firme
de nuestro tema; el asco y los aspavientos que se perfilan en las reacciones de Hip­
pias y la mordaz ironía de Sócrates al centrar el tema en las cosas vulgares de la vida,
para hacerle convenir en que también pueden ser bellas si están hechas «por un buen
alfarero, y son lisas, redondas y bien cocidas, como estas bellas marmitas de seis
medidas hechas a torno«. A lo largo del diálogo se pasa revista a todo aquello que
puede hacer bellas las cosas, llegando a tantear una serie de definiciones, que no son
conclusivas, pero que llegan a circunscribir el área dentro de la cual se encuentra el
objeto investigado, obteniendo así una «definición aporética», según Zubiri. Estas
definiciones parciales han vuelto a surgir desperdigadas en los últimos tiempos y
aplicadas precisamente a la estética de la arquitectura: el material, la adecuación al
fin, la conveniencia con la función, la utilidad y, por último, el ser agradables a la

179
Acueductos romanos en España

vista o al oído, fórmula ésta, la últim a del diálogo, que termina con una frase pro­
verbial: «la belleza es difícil».
Frente a una circunscripción a priori de los sectores de objetos fabricados por el
hombre que pueden ser bellos, debemos enfocar el problema desde el hacer mismo.
En toda actividad humana podemos distinguir siempre una técnica y un arte sólo dis­
tinguibles en matiz, ya que, en definitiva, estos dos conceptos son derivados del grie­
go tekné, que no tuvo primitivamente un sentido de hacer sino de saber. El hacer bien
las cosas, que es el aspecto técnico, no conduce necesariamente a hacer el bien, aun­
que hay una cierta predisposición hacia ello, y del mismo modo, el hacerlas con arte,
no quiere decir que se trate de una bella arte , pero también hay una cierta versión a
conseguirlo. En el caso de producción de objetos materiales que tienen una concre­
ción plástica, el simple hecho de tomar relieve los define en formosidad, lo cual obli­
ga a considerarlo o form osos o deform es , al surgir en el aire del mismo modo quedan
dentro de ser airosos o torpes, al destacar a la luz del día y hacerse luminosos, han de
ser alegres o tristes. Hay una gradación en estas cualidades que tiene que apreciar el
contemplador de las obras, pero esto no quiere decir que sean puramente subjetivas;
ya vemos cómo al aparecer plásticamente quedan sujetas a una valoración, pero este
aparecer no es natural, es un hecho artifical en el cual ha puesto su empeño el autor
de la obra. El grado en que haya intervenido, que depende en primer lugar de la cate­
goría del objeto a producir, su corrección en el modo de hacerlo: ha de dominar la
técnica (el buen alfarero) y utilizando los medios técnicos disponibles (hechos a
torno). Comprometido con todos sus sentidos y facultades no tiene más remedio que
despertar un eco en los sentidos y facultades del que lo contemple, que en último tér­
mino es interesarlo estéticamente. No hay que olvidar que aéstesis significa sensación.

180
Capitulo V. Acueducto de Sevilla

D ocum entos relativo s al ac u ed u cto

R eferencias h istó ric as y lite ra ria s

A c u e d u c t o de S e v i l l a

(1 ) Crónica de Abensáhibasala según el Padre M E L C H O R M . cuando algo más de una legua de la ciudad, parece el agua sobre la
Sevilla y sus monumentos árabes. El Escorial, 1 9 3 0 .
AN T U N A : tierra, y de allí desciende haciendo una vuelta casi en arco, donde
hay muchos molinos de pan que con esta agua muelen y luego torna
A él se debe (Abu Yacub Yusuf) la conducción de aguas por una ace­
su corrida hacia la ciudad y llega así, cuanto un cuarto de legua della.
quia para el abastecimiento de los habitantes de Sevilla y para su
Y de allí viene por cima de una puente de cuatrocientos y treinta
Alcázar.
arcos de ladrillo, bien labrados, sobre sus pilares gruesos y altos de
Se cuidó la traída de agua para regar su plantío. Fuera de la puerta tres estados. Y así llega a la ciudad y por encima del muro entra, por
de Carne, en la vega, y sobre la calzada que conduce a esta ciudad, junto a la puerta que dicen de Carmona, y ahí se reparte por toda
había una antigua acequia que la tierra había ocultado, quedando la ciudad, en iglesias y monasterios, plazas, calles y casas de caballe­
convertida en una línea de piedra en la tierra, pero sin que se supie­ ros, donde hay pilares, fuentes y caños de la dicha agua en mucha
ra lo que significaba esta señal. Allá se encaminó el ingeniero de cantidad, de que gran parte de la ciudad bebe. También se bebe del
Hach Yaix, que cavó en torno del mencionado vestigio, y he aquí agua del río de Guadalquivir, que es muy buena; el cual pasa junto
que era resto de una tubería (¿o canal?) por la cual era conducida el a la ciudad por la parte de poniente, donde las naos llegan a diez
agua antiguamente a Sevilla, obra de los primeros reyes de los anti­ pasos del muro della, a la Torre de Oro, que es junto al muelle donde
guos romanos; continuó sin interrupción las excavaciones con los las naos cargan y descargan sus mecaderías.
mineros y jornaleros que con él estaban y con los cientos de obreros
y criados, hasta que llegó a excavar en la antigua fuente llamada por (3) PABLO ESPIN O SA DE LOS M O N T E R O S: Antigüedades y gran­
los habitantes de Sevilla y de sus distritos la fuente Algapar, nombre
dezas de Sevilla, 1627, fol. 128-9.
que llevó en tiempos pasados, y he aquí que el agua que había en Copia de Pedro Medina, pero da sólo 250 arcos en cuarto de legua.
aquella fuente no era un manantial, sino una abertura en el camino Consigna que estaba en servicio para fuentes públicas, alcázares, igle­
del antiguo acueducto. sias y monasterios, siendo el precio de la paja de agua, módulo uni­
tario del suministro, 1.300 ducados.
Cesó de correr el agua que surtía a los habitantes cuando llegaron
excavando a la citada fuente y entonces comprendió Yaix que había (4) FRAN CISCO DE BUENDÍA Y PONCE: Las aguas de Sevilla, 1765.
dado ya con el acueducto y continuó trabajando hasta que encon­ En la ladera de una de las montañas de este pueblo (Alcalá de Gua-
tró el canal de la corriente en las proximidades del castillo de Ché- daira) e inmediato a Santa Lucía, está una lumbrera, por la cual se
ber [...] y niveló el terreno desde este lugar y condujo por él el agua baja a ocho varas de profundidad y se camina directamente como
hasta la Bohaira. El príncipe de los creyentes experimentó alegría otras treinta hacia dicha ermita, en cuyo centro hay un sitio de figu­
por ello y más tarde dio orden de que la hicieran correr y llegar hasta ra esférica a manera de vaso de horno cortado a pico, en cuyo cen­
dentro de Sevilla a los Alcázares, para que de ella bebiera la gente y tro se forma un triángulo equilátero, a cuya izquierda está una cavi­
la utilizaran con el más completo aprovechamiento mediante una dad como de media vara de diámetro que inclina al centro de la
acabada obra de ingeniería.
tierra en forma diagonal, por donde sale un impetuoso torrente de
Mandó el sultán construir un estanque o depósito para el agua den­ aguas que llena casi toda la cavidad del agujero: se notan además
tro de Sevilla, en la calle Mayor, y fue conducida allí el agua el sába­ otros dos manantiales capaces, por los cuales no viene ni la mitad
do 15 de la Segunda del año 567, con autorización del Miramolín del agua que por el primero; toda esta agua junta sigue por el acue­
hijo de Miramolín que Alá esté de él satisfecho. Sonaron los timba­ ducto que está en la montaña abierto a pico, se le van introducien­
les por la conducción del agua y fue festejada con alegría su llegada do otros manantiales, y llegando al pueblo recibe más, oyéndose por
al depósito. las lumbreras que sirven de pozos a las casas. La más famosa es la
El canal o conducto de agua de la ciudad pasaba en su curso subte­ que llaman la Mina, sitio digno de admirarse por sus puras aguas y
rráneo por los sitios de emplazamiento de la mezquita (que cons­ su diferencia en un reducido distrito. Se notan en él, lo primero el
truía Abu Yacub Yusuf) y se le desvió de allí con más ancho cauce y cañón principal de las aguas que traemos descolgadas de las monta­
más segura corriente por un amplio conducto. ñas: lo segundo otra corriente como a distancia de más de dos varas
de altura, que viene por una superficial atagea, y que aseguran los
(2) PED RO DE M E D IN A: Libro d e gm ndezasy cosas memorables de naturales tener su origen y manantial en la plaza, según se había visto
España. Capítulo XLIV. Sevilla, 1548. en algún tiempo; esta es la que viene por las casas de la calles de la
Entra en esta ciudad por la parte de Levante un golpe de agua dulce Mina: lo tercero otro manantial que llaman de la Cueva, y estando
tan gruesa como un hombre, el cual viene de más de cuatro leguas a el mismo plan, y no muy distante, se ignora su origen y principio,
por debajo de tierra por minas hondas, hèchas a mano, y como llega pero son distintas aguas y de diferente naturaleza; se juntan estas dos

181
Acueductos romanos en España

en un como embudo o cubo y muele una piedra trigo: y cayendo se hazaña con el agua que espontáneamente daban las fuentes, sino que
juntan con la de la Mina principal o general acueducto.» (El mar­ con trabajo hercúleo taladraron grandes sierras y formaron de sus
quesado de la Mina tomó su título de ella por gracia de Carlos II, escondidas venas y mineros un río artificial debajo de tierra, tan
en 1681). abundante e impetuoso que muele doce molinos, y después de pro­
veer en su entrada de Sevilla a las huertas del Rey a los alcázares y
Continúa esta mina formando tornos, con la profundidad de cua­
jardines Reales, entra por cima de las murallas de la puerta de Car-
renta o cincuenta varas (?) a proporción de lo más alto o bajo del
mona, como quien triunfa de tantas dificultades.
terreno, hasta que pasado el lugar junto a un pilar empieza la obra
del atanor de albañilería, teniendo como dos pies de ancho; su fábri­ Siendo este acueducto tan conocido y público, tratan de él muchos
ca es de adobes de a tercia en cuadro y grueso de tres pulgadas; la escritores críticos e históricos; sólo citaré por ahora al Dr. D. Fran­
rosca del cañón está formada de frente, cortados los adobes con el cisco de Buendía y Ponce en la oración inaugural que hizo a 24 de
salmer y sin mezcla; siguiendo así cubierta hasta cerca de la Hacien­ octubre de 1765, en la Sociedad Médica de Sevilla, que se halla
da de la Red, en donde se vierte y descubre sobre la superficie de la impresa en el tomo 1.° de las Memorias Académicas de dicha Socie­
tierra, advirtiendo que hasta el término de lo cubierto va el agua cua­ dad, en que lo describe todo desde su origen y aún dio un plan topo­
tro varas más baja de dicha superficie, y al descubrirse sube por un gráfico del curso de estas aguas, comparándolas después con otras
cañón a buscar la altura según el empuje que lleva de la montaña, en de la ciudad, como químico y médico.
cuyo tránsito se cuentan ochenta y cinco lumbreras sin proporción
D. Luis Vélez de Guevara hizo en sus poesías este elogio de la ciu­
en las distancias. Puesta ya el agua a la vista en un canal terrizo ancho
dad:
de tres varas con vallados y árboles a uno y otro lado, camina forman­
do ángulos y tortuosidades, sirviendo de surtimiento a nueve moli­ «Veinte y tres mil casas tiene,
nos conocidos por el Aguila, Javara, Asembrín, Tejadillo, Torreblan- y es el agua en abundancia
ca, la Jara, el Fraile, Pico y Sabayuela, propios de la ciudad. tan grande que pienso hay
tantas fuentes como casas.
Junto a Torreblanca se reúne un gran refuerzo de aguas de un
Tan hidrópica es su sed
manantial antiguo y arruinado distante un tiro de bala; llega en fin
o su vecindad es tanta
la cañería a la Cruz del Campo, entra en un canal de albañilería de
que un río entero se bebe
dos pies de ancho y contribuyendo a la izquierda para el molino de
sin que al mar le alcance nada,
Alcobeiba, y para regar las huertas del Rey, siguen las aguas sobre los
que es el dulce Guadaira
4 10 arcos llamados caños de Carmona (que con más razón dicen
que el muro a Sevilla asalta
otros escritores deberían llamarse de Guadaira). Antes de llegar a la
por los caños de Carmona,
ciudad se proveen los pilares de la Calzada, S. Agustín y S. Bernar­
cuyas aguas porque nunca
do, y ya junto a la puerta de Carmona caen las aguas en un pilón de
a pagar tributo salgan
piedra, donde están todos los marcos del repartimiento para las cañe­
a el mar, dentro de sus muros
rías de la ciudad: Todas las sobrantes van a los Reales Alcázares por
las hace Sevilla hidalgas».
su marco, siguiendo por la muralla que va a la puerta de la Carne.
Sobre quienes fueron los autores de este famoso acueducto, varían
(5) Dr. LEAN D RO JO SÉ DE FLORES: Noticias del castillo de Alca­
los escritores, dándole unos más y otros menos antigüedad. Rodri­
lá de Guadaira y de sus dos antiguas parroquias con algunos hechos
go Caro, después de admirar y celebrar esta grande obra, dice ser de
históricos pertenecientes a la misma villa y castillo. De los naci­
los cartagineses o romanos, pues los moros no hicieron obras gran­
mientos, acueductos, río, molinosy panadería. Sevilla, 1834, cua­
des y suntuosas; en lo que me parece equívoco Caro, pues según
derno 2.°, artículo X, pág. 47.
Ambrosio de Morales en las antigüedades de Córdoba, y otros auto­
Llámase Alcalá Hienipa, voz púnica, que corresponde a la latina res que cita, los Reyes moros de ella hicieron puentes y soberbios
pagus, y quiere decir agua subterránea según unos, o tierra de edificios, y llevaron a la ciudad gran cantidad de aguas de dos leguas
muchos manantiales de agua según otros. y media, taladrando y horadando sierras y montañas, levantando
Son tantos los manantiales de esta Villa, tanta el agua subterránea lumbreras como torres muy espesas para sustentar a la misma mon­
de ella, que no parece pueda alcanzarlo la diligencia humana, a no taña y que no se hundiera la obra; las condujeron a veces por valles
ser que le fuera dado caminar por debajo de tierra con la misma faci­ y aun por ríos, levantando puentes, y dando rodeos para que entra­
lidad que sobre ella. Cada día se van manifestando muchos en donde sen por lo más alto de la ciudad. Parece describirse aquí el acueduc­
antes no los había, y ya Méndez Silva contaba en su tiempo cincuen­ to de Alcalá: por lo que otros autores convienen en ser obra de
ta fuentes copiosas, y otros autores sesenta nacimientos de agua clara, moros.
dulce y saludable, sin hacer mención de la mucha que corre por los D. Pablo Espinosa de los Monteros, en su tomo primero de las anti­
pozos del pueblo, por las huertas, molinos y otras posesiones que güedades y grandezas de Sevilla, fol. 128, dice, que los caños de Car-
tienen lo necesario para su uso y aún sobrante. Hablemos en parti­ mona fueron fabricados por los moros, y que el manantial de Alca­
cular del acueducto que va a Sevilla y entra en ella por los caños de lá, del grueso de un cuerpo de buey ha estado allí de esta forma desde
Carmona. No se contentaron (dice Pedro Serrano, en su Historia de el tiempo de los romanos y antes, sin que haya memoria de sus prin­
Alcalá de Guadaira) los que emprendieron tan grande y admirable cipios, ni haya sido menor.

182
Capítulo V. Acueducto de Sevilla

D. Diego Ortiz de Zúñiga, en sus anales de Sevilla, año de 1246, Orden o Monasterio ensanche los marcos, ni quiebre o forade los
núm. 3, dice, que los Moros fabricaron el largo y fuerte conducto caños so graves penas; que vean también el agua que se toma en la
de las aguas; núm. 20, que los caños de Carmona es lo más recibi­ villa de Alcalá y desde allí por el campo; que hagan zulacar y adobar
do ser obra de Moros, aunque no faltara curiosidad que les brujulea las atageas y atanores y todos los otros lugares por donde se va o des­
mayor ancianidad; núm. 21, que el conducto de las aguas en su mag­ perdicia el agua; y que dichos caños se han de reparar de la renta de
nitud parece más obra de Romanos que de Moros; pero su materia los molinos a costa de la ciudad, y no de los que tienen parte en el
toda ladrillo arguye más semejanza a los segundos. agua: que el Asistente y Alcaide de los Alcázares entiendan en la dis­
Otros han observado que aun en esta obra de ladrillos se ven peda­ tribución y repartimiento del agua que entra en la ciudad».
zos de formáceos, como llama Plinio, u hormazos, obra romana, y Zúñiga, año 1310, dice, que el Rey D. Fernando el IV aprobó al
que Sevilla no había de carecer de ornamento y comodidad del agua Convento de S. Francisco de Sevilla la merced que refiere haberle
de Alcalá en tiempo de los Romanos, teniendo teatro, anfiteatro y hecho D. Alonso el Sabio su abuelo, de un barcelonés de agua de los
otras obras magníficas de solo lujo y placer. caños, que corresponde a 30 pajas, cuya merced era la más antigua
que había visto, y quedó, concluye, esta agua de los caños propia de
No obstante todo lo dicho, consta que el moro Jucef Abu Jacub, en
los Reyes que repitieron otras muchas donaciones, y cuanta no esta­
el año de la Hégira 567 (117 2 de d. C.), hizo conducir el agua desde
ba dada a particulares iba a los Reales Alcázares.
el castillo de Gabir hasta la entrada en Sevilla, gastando sumas
inmensas, según la historia de los Árabes en España publicada en el Otras mercedes y gracias se concedieron por los Reyes sucesivos; y
año 1820 por D. José Antonio Conde, tom. 2.°, cap. 49, fol. 380; he visto una relación muy circunstanciada de todos los repartimien­
y en la noticia de la Arquitectura y Arquitectos de España por tos y cañerías que tiene Sevilla con los marcos de lo que pertenece a
D. Eugenio Llaguno, tom. 1 .°, fol. 27, del prólogo, donde se dice cada una de las casas, así de comunidades como de particulares y a
expresamente que Jucef Abu Jacub hizo conducir el agua desde Alca­ las fuentes públicas, fecha en 22 de agosto de 1607 por el veinticua­
lá de Guadaira hasta la misma Sevilla. tro, Felipe Pinelo y Francisco García de Laredo, Jurado, con el arqui­
tecto Luis de Montalbán; éste informó a la ciudad, habiendo veni­
Ahora bien, teniendo presente lo que escribí del tiempo de los
do a esta Villa a anivelar el agua, que se perdían ochenta pajas por
Godos y Moros, que éstos acabaron la obra, principiada por aqué­
la huerta de Sta. María y otras partes, y propuso debía Sevilla com­
llos en el año segundo del reinado de S. Hermenegildo, me llama
prar unos molinos (que discurro serían los de Adufe, Águila y Zaca­
aquí la atención que Abu Jacub hizo conducir el Agua desde el cas­
tín) que tenían cien pajas de agua, hacer seis mil ducados de renta,
tillo de Gabir hasta Sevilla; comprobándose por esto que ya en su
y echando otra canal, vender cien mil ducados de agua.
tiempo el conducto de las aguas estaba al parecer junto, o próximo
al Castillo, y no en sus principios más allá del pueblo en el camino Cumpliendo la ciudad con las cargas y obligaciones que tiene sobre
de Sta. Lucía. el agua y molinos, paga anualmente, según su último reglamento de
propios, al guarda de los caños, al del arca principal del agua, al cañe­
Considerando ya las aguas en Sevilla, dice su historiador Espinosa,
ro mayor, los reparos de las fuentes y cañerías, y la limpieza en las
se vende cada paja en mil trescientos ducados; y los molinos que
tablas del descubierto y Valdeleón.
muelen con ellas, además de la provisión de la ciudad, pasan sus ren­
tas de diez mil ducados cada año. Tal ha sido el cuidado y atención de los Reyes y Concejos sobre estas
aguas y caños de Alcalá. Si llega a ejecutarse el proyecto pendiente
El Rey S. Fernando dio al Genovés Misero Cajizo en arrendamien­
en el día de llevar cubierta la cañería y en derechura a la ciudad desde
to vitalicio los molinos de la acequia de Guadaira con cargo de tener­
la hacienda de la Red, cuyos planos, dicen, están aprobados por el
le reparados los muros y puertas contra las avenidas de Guadalqui­
Gobierno, con fondos que ya se están recaudando, formada una
vir, y con el mismo gravamen los dio a la ciudad el Rey D. Alonso,
junta de los cuerpos y autoridades principales, y encargado para la
diciéndose en un privilegio del año 1254 eran nueve poblados
obra de Alcaide de los Reales Alcázares, entonces, aunque se pier­
e cinco derribados. El Rey D. Sancho confirmó el privilegio de
dan los molinos de los caños, su producto podrá sacarse de la mayor
D. Alonso su padre a la ciudad y dice que por ello sea tenido el Con­
cantidad de agua que se supone entrará en la ciudad, repartiéndose
cejo de Sevilla de hacer venir el agua de los caños a los sus palacios
y vendiéndose a muchas más casas que no la tenían.
de la Alcázar e a la huerta de Benhoar, e a dos fuentes en Sevilla e
que repare los caños de Sta. María e los caños de la Alcázar. En otro Al tiempo que esto se imprime, se ha principiado ya la obra junto a
privilegio se le habían concedido mil maravedises cada año en el la hacienda de la Red, a pesar de haberse aplicado por Real orden la
amojarifazgo para adobar e labrar los caños de la Villa. tercera parte (y aun más) de lo recaudado, para gastos del cólera-
morbo en Sevilla.
En las Ordenanzas de Sevilla, título de los Alcázares y Atarazanas, se
repite la propiedad de los catorce molinos de la ciudad y su obliga­ (6) MADOZ: Diccionario geográfico. Tomo I, páginas 358 y 361.
ción de llevar el agua a la Alcázar y huertas del Rey: y para remediar 1848.
la mengua del agua, la Reina Doña Isabel en 1479 mandó «que el El acueducto que conduce las aguas a Sevilla y se denomina los Caños
Asistente y el Alcalde de los Alcázares con dos o tres oficiales del de Carmona no está todo cubierto, como se dirá más detenidamen­
Cabildo viesen los privilegios, arreglasen los marcos a la moneda que te, pero es admirable el trabajo que debió costar el abrirle paso por
corría al tiempo de su concesión, no permitiesen que persona alguna, escarpadas montañas y no lo es menos el nacimiento abundantísimo

183
Acueductos romanos en España

de las aguas en la famosa mina término de Alcalá junto a la ermita obra vulgar, sin rasgos artísticos, desprovista de interés arqueológi­
destruida de Sta. Lucía. co, y solamente sea conservado, como recuerdo del sistema de con­
ducción de aguas a que responde el monumento, un trozo del
Se introduce en la obra llamada los Caños de Carmona hecha por
mismo, «del número de metros que de común acuerdo sea determi­
el Ayuntamiento de Sevilla, a cuya ciudad va a pasar entrando por
nado» por aquel Ayuntamiento y por la Comisión.
la puerta nombrada también de Carmona. Camina el agua por 4 10
arcos, pero mientras va a la vista un canal terrizo de 3 varas de ancho Muy doloroso es a esta Academia tener que sustentar un criterio de
da movimiento a 9 molinos harineros. todo punto contrario al de aquella Comisión, y tener que lamentar
(7) PED RO DE M A D R A Z O : España: sus monumentos y artes. Bar­ no haya sido ella quien levantara primeramente la voz, ante la Aca­
celona, 1884, pág. 158. demia, del peligro que corría aquel antiguo Acueducto.

Se trajo a Hispalis por medio de un acueducto el caudal fresco y cris­ Mas, atendiendo tan sólo a los intereses que a esta Academia impor­
talino de los manantiales de la Alameda que nacen en el término de tan, somete a la superioridad las razones en que se fundan, para creer
Alcalá de Guadaira mirando a Carmona. Sale el agua de minas abier­ debe ser respetado dicho monumento, como otros varios lo han sido
tas desde el tiempo de los fenicios o cartagineses en un escabroso en parecido caso.
cerro al pie de una antigua y arruinada fortaleza y se recoge en la Absorben de tal modo la atención de los curiosos los múltiples recuer­
famosa fábrica que lleva el nombre vulgar de Caños de Carmona. El dos árabes y de la Reconquista, que dan a Sevilla particular fisonomía
acueducto recorre las dos leguas que hay desde Alcalá a la capital, entre las ciudades españolas histórico-monumentales, que nadie apenas
desapareciendo a trechos bajo tierra, asomando en otros por entre se acuerda de Hispalis, famosa colonia romana de la provincia Bética.
los olivares y encaramándose desde que llega a una milla de distan­
Y ¿qué monumentos restan de Hispalis? Unas cuantas columnas que
cia de Sevilla sobre largas filas de sólidos y elegantes arcos de ladri­
llo sobrepuestos unos a otros. No tiene este artificio de grandeza y verosímilmente pertenecieron al pórtico de un templo subsistentes
magestad que el de Segovia, pero es de mayor extensión y en algu­ en la calle de los Mármoles; las dos gallardas columnas que apare­
nos puntos ofrece escenografías encantadoras, combinándose sus cen hoy a la entrada de la Alameda de Hércules; las murallas recons­
líneas con la frondosidad de las alamedas y huertas que rodean truidas en parte por los árabes, y el Acueducto que motiva este infor­
la población hacia el Humilladero y la Cruz del Campo. (Véase la me, también reparado por los árabes y en épocas posteriores, y que
lámina Caños de Carmona.) es, sin duda, el más considerable de los monumentos citados.

(8) El antiguo acueducto hispalense conocido con el nombre de Caños El pueblo romano, primero que desarrolló en nuestra Península de
de Carmona. «Acta de la Academia de la Historia». Publicada en un modo completo y homogéneo una civilización importante, esta­
el Boletín de la Academia de la Historia, tomo LVIII, pág. 518. bleciendo fácil sistema de comunicación por medio de las sólidas
calzadas, cuyos restos conocemos, y de cuyo plan admirable forma­
La Comisión que suscribe, nombrada para dictaminar, conforme
ban parte los puentes, que atendió el abastecimiento de aguas de las
pide la superioridad, acerca del antiguo Acueducto hispalense, cono­
ciudades por medio de magníficos pantanos y gigantescos acueduc­
cido con el nombre de Caños de Carmona, ha examinado previa­
tos, algunos de los cuales, como el que motiva este informe, prestan
mente los informes y elementos de juicios remitidos a la Academia.
todavía servicio, bien merece de la moderna cultura, en testimonio
Dos son los informes: uno, de la Comisión provincial de Monumen­ de constante reconocimiento a tanto beneficio civilizador, la con­
tos de Sevilla, suscrito por el digno Vicepresidente de la misma, D. servación de tales monumentos de utilidad.
José Gestoso y Pérez, y otro del señor Inspector de Bellas Artes,
Además, la importancia histórica de los Caños de Carmona, no está
enviado por el señor Ministro para apreciar el caso, en vista de la
solamente en ser vivo testimonio del progreso y el poderío de los
moción hecha por la Academia; al cual segundo informe acompaña
romanos; está también en el aprovechamiento que de él hicieron los
copia del acta de la Junta celebrada el 9 del corriente por aquella
árabes, según testimonio oportunamente recordado por el Sr. Ges­
Comisión, en que se inserta el primero, aprobado en la misma por
toso, del historiador granadino Ibu-Abdel-Halsin, de que en tiem­
unanimidad, y una tarjeta postal con vista fotográfica parcial del
po de El musmenin Jusuf Abu-Jaende, en 1172, se restableció y
Acueducto, más un artículo inserto en El Liberal, de Sevilla, fecha 9
regularizó la traída de aguas de Alcalá de Guadaira a Sevilla, y está
del corriente mes.
en las reconstrucciones o reparos siguientes; pues de todo ello resul­
En todos estos escritos se sustenta un mismo criterio apoyado con ta el mudo reconocimiento a la obra romana de utilidad pública,
vivos encarecimientos en la razón alegada, y el propósito manteni­ siempre respetada y aprovechada a través de los tiempos.
do por el Ayuntamiento de Sevilla, de realizar obras de urbanización
A la importancia histórica únese la arqueológica, pues si en éste como
y ensanche, para las cuales, dado el plan de las mismas, se conside­
en otros muchos monumentos imprimieron su huella distintas gene­
ra obstáculo el Acueducto, cuya demolición se intenta; y ante el con­
raciones y tiempos, en este caso es muy de notar que dichas repara­
flicto surgido, por virtud de las reclamaciones que en nombre de los
ciones no han desfigurado la fisonomía primera del monumento, sino
intereses históricos y arqueológicos hizo la Academia, propone la
que todas fueron hechas con arreglo al trazado romano.
citada Comisión de Monumentos, como medio de transacción entre
esos intereses y los que se alegan como del vecindario de Sevilla, que No se trata, es cierto, de una obra de arte; que los romanos el arte
sea permitida la demolición del Acueducto, pues que, a su juicio, es resérvanlo, con acuerdo, para donde había de hablar al espíritu y a

184
Capítulo V Acueducto de Sevilla

los ojos: para los templos, anfiteatros, teatros, termas y demás cons­ y no se ven en ella arcos apuntados, correspondientes a una repara­
trucciones urbanas; trátase de una obra de ingeniería como las mura­ ción y llevada a cabo en tiempos de los Reyes Católicos? ¿Acaso no
llas, las cloacas y los citados pantanos, puentes y calzadas, en las que fueron reconstruidas las murallas romanas de León, después que las
lo principal era la solidez y el fin utilitario. Como tal obra de inge­ hubo destruido Almanzor? ¿No lo fueron también las de Barcelona?
niería, su mérito evidente está en el esfuerzo que supone su vasta Inútil es presentar más ejemplos, ni recordar que la Academia, aten­
construcción, en su magnitud, en la regularidad de su trazado y en ta a su fin, supo defender tantos y tales preciosos restos de la histo­
la sencillez de su forma, que no arguye pobreza de concepto o de ria patria.
medios del constructor, sino admirable previsión y economía en el
Adúcese, como causa principal y casi única, de la que se dice nece­
empleo de tales medios para llenar el fin propuesto.
sidad de derribar el Acueducto hispalense, la proyectada urbaniza­
El Acueducto hispalense, según declara el Sr. Gestoso en su infor­ ción o ensanche que desea llevar a cabo el Ayuntamiento de Sevilla;
me, consta hoy, aparte la obra subterránea y magnífica de su y sin olvidar que en este respecto la llamada a informar es la Acade­
alumbramiento, de una construcción que se desarrolla en una lon­ mia de Bellas Artes, importa decir que más propio sería y más aco­
gitud de 1.636 metros; en una serie de 401 arcos de medio punto, modado a exigencias y respetos de la cultura, supeditar y armonizar
sobre pilares cuadrados, siendo sus fundamentos de hormigón y a la conservación de un monumento que tantos títulos tiene, para
lo demás de ladrillo toscamente enlucido, y mostrando en parte, ser respetado el proyecto de urbanización, que no tomar como base
donde la desigualdad del terreno lo pide, doble arquería de 71 de éste el derribo de fábrica tan insigne.
huecos.
Tales son las razones por las cuales cree la Comisión que suscribe,
Bastarán estas cifras para dar a entender la importancia del monu­ debe la Academia insistir respetuosamente ante la superioridad para
mento que, si como se dice en el informe de la Comisión sevillana, que sea conservado íntegro el Acueducto hispalense; y si por acaso
sufrió ya el derribo de una parte «sin protesta de nadie», cosa doble­ estas manifestaciones no hallaran eco en la superioridad, que, por
mente lamentable, no puede admitirse que sea ahora derribada otra consideraciones de otro orden y siempre respetables, creyera opor­
parte, y considerable del mismo, para no conservar más que un trozo tuno o necesario tomar otro partido, a la Academia cabría siempre
como muestra, pues que dicha importancia está en la totalidad por la satisfacción de haber cumplido el deber ineludible de velar por la
las razones expuestas en orden a su interés histórico y arqueológico. conservación de los restos arqueológicos que son, a la vez, preciosos
documentos históricos.
No es admisible, para el caso, que a causa de dichas' reparaciones,
hijas de las visicitudes de los tiempos, haya desmerecido tal fábrica. Esto es cuanto creen oportuno, los que suscriben, manifestar a la
¿Por ventura se halla cabal la fábrica romana del acueducto de Segovia, Academia, sometiéndolo a su fallo.

Dibujos
[1] G. HOVFNAGLIUS: Civitates Orbis Terrarum. Sevilla, 1693. [5] Spanish pictures. «Aqueduct near Sevilla». London, The Reli­
Libro IV, folio 2. Vista desde la margen derecha del Guadal­ gions Tract Society. Illustrations by Gustavo Doré and other
quivir, apareciendo del otro lado y hacia Oriente la obra final eminent Artist, pág. 15. Alrededor de 1874. Zona terminal del
del acueducto, arrancando a la altura de la Cruz, hoy denomi­ acueducto.
nada La Cruz del Campo. Está advertida con el número 9, al
[6] «Puerta de Carmona», en Sevilla, Corresponde a la
V IL L A M IL :
que corresponde en la leyenda: Caños de Carmona. Se aprecia
entrada del acueducto, cortado por la muralla de la ciudad. Es
también la Puerta de Carmona, numerada con la cifra 33. Tam­
la zona de arcadas de mayor altura, donde los pilares se refor­
bién es interesante apreciar la situación de la Huerta del Rey, a
zaban mediante contrafuertes transversales que llegaban hasta
la cual se llevó un ramal de la conducción por Jucef Abu Yacub.
la coronación de la caja. Leyendas: O. P. de Villa Amil. Dibu­
[2] G. H O VFN AG LIU S: Civitates Orbis Terrarum. Hispalis: Libro V, jo: Jules Arnont Lit. Paris chez A. Hauser. Bouler, des Italiens,
folio 7. Otra vista de Sevilla desde San Bernardo, donde aparece 11. Imp. Lemercier Bernard et Cie. a Paris. Dimensiones: 38 x
una parte de los arcos del acueducto, con su designación de 30 cm.
Caños de Carmona.
[7] Crónica general de España. Provincia de Sevilla.
[3] «Veduta della Citta di Siviglia Capitales della Andaluzia». Gra­
[8] Grabado de la parte final de los Caños de Carmona. Grabado
bado del siglo XVIII.
del siglo XIX. Fot. Laboratorio de Arte de la Universidad de
[4] «Seville in Spain». Grabado de la misma serie que el anterior. Sevilla (tomado del Repartimiento de Sevilla, por Julio Gonzá­
Cortesía del Sr. Collantes de Terán. lez. Tomo I, pág. 479).

185
VI

Acueductos de Itálica*

Podemos relacionar la conducción de aguas de Hispalis con la de Itálica, aunque en


ésta las ruinas actuales han seguido un proceso lento de degradación, siéndolo ya
desde que se ocupan en ellas los arqueólogos renacentistas, pero tenemos también
una opus testacea revistiendo núcleos de opus cem en ticiae con enlucido en la caja de
opus signinum . La caja tenía una anchura de 0,40 m a 0,48 m.
Habla de él Rodrigo Caro en 1636: después tenemos una descripción de Ceballos
en 1783, y, por último, Matute. En la actualidad se han ocupado del mismo Collantes
de Terán, en su Catálogo d e M onumentos d e la provincia de Sevilla , y García Bellido, en
el tomo II de la Biblioteca Archaelógica, dedicado a la Colonia Aelia Augusta Itálica.
Las fuentes de abastecimiento se encuentran a unos 40 km de distancia en la Rive­
ra de Buerva, próximo al lugar denominado Tejeda. Iba normalmente en canal des­
cubierto sobre el terreno, elevándose sobre arcadas en los pasos de cauces de alguna
R estos d e l a c u e d u c to en la
sa lid a d e l arroyo A grio
importancia, de los cuales quedan restos en el arroyo Agrio, en el del río de los Frai­
les y en el del río Guadiamar. La conducción terminaba en su
depósito situado encima del anfiteatro.
El arroyo Agrio y el río de los Frailes forman un horcajo
cerca de Aznalcóllar, entre la actual carretera y el ferrocarril
minero. El canal los franqueaba sobre arcadas, dando lugar a
dos obras que debieron ser importantes especialmente en el pri­
mer paso, donde la altura de rasante sobre el fondo del río llega
a la decena de metros. Hoy quedan únicamente los pilares de
un vano y después un muro triangular para volver a encajarse
en el terreno. En esta zona de muro, para dar paso a las aguas
de la ladera, abrieron una pequeña alcantarilla que se conserva.
En el río de los Frailes los restos se reducen a cinco pilares
carcomidos, ostentando los muñones correspondientes a los
arranques de los arcos. Parece deducirse que tenían 2,90 m
(unos 10 pies) de luz y 0,71 m (2,5 pies) de grueso de bóveda,
arrancando las boquillas desde el plano horizontal de corona­
ción de pilares con separación de 0,48 entre trasdoses de los
adyacentes, con lo cual se tiene una pila de 1,50 m (5 pies); el
grueso total es de 1,50 a 1,60 m.

* Debemos hacer constar nuestra gratitud a los señores Collantes de Terán, padre e hijo, por
las referencias directas a estos acueductos, y por la compañía del segundo de estos señores en nues­
tra visita a los del río A grio y arroyo de los Frailes.

187
Acueductos romanos en España

F otografías su p e rio re s
R estos del a cu e d u cto
en la sa lid a del arroyo
A grio

F otografías In fe rio re s
R estos del a cu e d u cto
q u e e xistió en el paso
del río de los F ra ile s

En el río Guadiamar las ruinas se reducen a un paredón que emerge desde el esca­
lón correspondiente al cauce mayor del río y que debió ser el lím ite de la zona de
arcadas. El muro continúa disminuyendo de altura hasta que el canal que lo corona­
ba se asienta sobre el terreno, continuando luego a nivel como en los demás trozos
de conducción que se conservan. También, como en el muro de acompañamiento
del acueducto sobre el arroyo Agrio, aparece una alcantarilla en medio punto para
dar paso al agua que podía circular a lo largo del muro, por cortar éste el desagüe
natural.
Este acueducto debía ser importante dada la longitud desde el paredón hasta la
ladera opuesta, donde parece que el canal se enterraba en túnel. Queda a unos 500 m

R estos del a c u e d u c to que


e xistió en el paso del río
G u a d ia m a r y m u ra lla s
después del paso del río
G u a d a m la r

188
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

aguas abajo del puente actual del ferrocarril minero y a menos de 1 km de la cortija­
da de la Pisana, propiedad del duque de Alba, que se extiende en toda la comarca.
Según nos comunicaron los habitantes de esta cortijada, hay otros restos de paredo­
nes en el meandro que hace el río contorneando la eminencia donde se asienta el cor­
tijo y, además, una conducción encañada en bloques de arenisca cilindricos perfora­
dos, cañería que ha surtido de bebederos para el ganado vacuno de la finca, recortada
en trozos y dando fondo al extremo sobre el terreno. Debieron aprovecharse algunos
manantiales que afloraban en la ladera, para incorporarlos a la conducción principal,
a medida que las necesidades de mayor caudal lo exigían.

Acueductos de A lm u ñ éc ar*

Almuñécar, la antigua Sexi, conservaba hasta hace pocos años, la conducción romana
en toda su integridad que, además, es de las más representativas de los romanos en esta
rama de la ingeniería, ya que se suceden en la conducción, la galería enterrada, el canal
sobre muros, seis obras singulares sobre arcadas, túnel para cortar una pequeña divi­
soria, arquetas, sifón y depósito terminal. De estos dos últimos elementos se había per­
dido toda referencia cuando iniciamos estos estudios allá en el año 1931, pues aunque
estaban patentes las ruinas del depósito, se las denominaba «Cueva de Siete Palacios»,
y se suponía que fueron caballerizas de
V ista d e l a cu e d u c to s II q u e
tie n e n s u p e rp o sició n de alguna edificación importante. En cuanto
arcadas
al sifón no se tenía idea de su existencia,
pues aunque el comienzo de la galería ha
quedado visible por destrucción de su
fábrica a nadie se le había ocurrido pensar
en dicha solución para franquear la depre­
sión final de su recorrido y, en cambio, se
aventuraba la hipótesis de un gran acue­
ducto con longitud de más de un kilóme­
tro y altura máxima de 40 m.
Sexi o Saxetanum fue colonia fenicia, y
en época romana aparece como mansión
de la vía Castulone-Malaca. Se caracterizó
por la fabricación del garum y de otras con­
servas de pescado (en esta zona de la costa
abundan el atún, emblema de sus mone­
das y, además, la caballa y el pez espada).
Se han encontrado restos abundantes de las

* Sobre la conducción romana de aguas de Almuñécar escribimos con este mismo título, en
el 1949, un artículo en el Archivo de Arqueología, número 77, de donde tomamos casi todo lo que
figura en este trabajo.

189
Acueductos romanos en España

V ista s del a c u e d u cto s II


q ue tie n e su p e rp o sició n
de arcadas

tinas para fabricación de estos productos, fabrica­


ción que requieren gran cantidad de agua dulce, y
éste sería el motivo principal que dio lugar a la
construcción del acueducto.

C onducción

Las aguas se traían desde unos manantiales que debían existir en el río Verde, de
Almuñécar, en la zona denominada La Angostura, que hoy no afloran a la superficie
por haber subido el nivel del cauce a consecuencia de la sedimentación de acarreos.
Viniendo desde aguas arriba, el primer vestigio seguro de la conducción correspon­
de al cruce del barranco del Olivillo, donde asoma el múrete de protección, con un
registro, oculto por un gran rosal. En el año 1931, la primera vez que recorrimos la
conducción, existía un múrete análogo en el barranco anterior, conocido por el de
Antequera; pero quedó enterrado bajo los aluviones removidos por las grandes lluvias
del año 1940. Desde el barranco de Antequera hasta La Angostura tenemos un primer
contrafuerte de conglomerados, que la conducción salvaría en túnel, y después una
ladera escarpada, que se extiende hasta el barranco de El Tumbo. En esta ladera es muy
difícil encontrar huellas y únicamente, al llegar a este último barranco, aparecen en
corto trecho la cubierta de la galería, sin que sea posible apreciar si es obra romana.
Pasado el barranco de El Tumbo, que tendría que cruzarse en galería enterrada, la con­
ducción de la acequia actual, que parece sustituir a la obra antigua, aprovecha un
pequeño salto para central hidroeléctrica, con lo cual seguramente ha desaparecido
todo interés por conservar la obra antigua desde aquí hacia aguas arriba.
La conducción se lleva en canal cubierto (canalis structilis confornicatus). Va enterra­
da, excepto en los pasos de barrancos, donde aflora sobre muretes que la protegen (subs­
tructionibus), cuando son insignificantes, o en obra destacada sobre arcadas (arcuatio­
nibus), cuando son más importantes. Los registros (castella) son circulares, con unos 85
cm de diámetro interior, y van colocados a la entrada y salida de las obras destacadas,
en los pasos de barrancos y en puntos intermedios, generalmente con cambios de direc­
ción, promediándose a distancias de unos 100 m. Tienen poca altura, pues el canal, en
las zonas de terreno flojo, va muy somero, llegando a aflorar en las laderas rocosas. Van
situados en el eje, formando cuerpo con los hastiales del canal.

190
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

ELEM ENTO SD E
PI.ANTA LA CONDUCCIÓN

CANAL
La A n g o s tu r a
Situación probable del
manantial
=f=f= iO
~ 1' ~~n
,4 5 .5 0 .4 5

ENTERRADO

15/ \ j5

.5 0

1.25

SOBRE ARCADAS

R E G ISTR O

»»ftTORREJJEL M O N JE (C O LUM BAR IO )


ili« O

A R Q U E T A TE RM IN AL

G A L E R IA DEL
S IF Ó N

.5 0
X
1.15
I
- 70 -
MAR MEDITERRANEO -Ψ - T u b e ría
E S C A L A G R Á F IC A d e 15 cm.
250 500 750 1000
Acueductos romanos en España

características d e los acueductos

ACUEDUCTO DE TORRECUEVAS

ÍSI .20 /0 1 > 7 0


in

A CU ED U CTO II

A C U ED U C TO I
SECCIÓ N TR A N SVER SA L
A CU ED U CTO II
SEC C IO N TR A N SVER SA L
ACU EDU CTO I I I Luces de los arcos
5 »0 15______ 30_____ 75 principales ; 4.90
secundarios : 2.80

192
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

A cu e d u c to de Torrecuevas
Partiendo del barranco del Olivillo, donde encontramos el primer vestigio, se pasa
el barranco siguiente, con muro, y en seguida encontramos la obra destacada más larga,
el acueducto para salvar el arroyo de Torrecuevas. Vuelve a aflorar la conducción en las
tres vaguadas que siguen, correspondiendo a la primera una obra de cuatro arcos,
semienterrados actualmente. En la segunda aparece muro, y en la tercera, una obra de
dos arcos, m uy desfigurada por reconstrucciones sucesivas. En la próxima vaguada, la
conducción abandona la ladera del río Verde para cruzar, mediante túnel (specus sub
ten a ) de unos 350 m, el contrafuerte que separa este río del Seco, y tomar la ladera de
este último. Este cambio de ladera evita un rodeo no muy pronunciado, alineándose
a lo largo del río Seco, en una enfilación más directa hacia Almuñécar.
Al aparecer'en río Seco, sale el canal justamente al nivel del cauce, y como éste
baja con gran pendiente, se despega en seguida, y después de desarrollarse en una
amplia vaguada, cruza el barranquillo siguiente mediante arco m uy pegado a la lade­
ra. Continúa en muro sobre esta ladera abrupta, y sale después a terreno suave, donde,
para no contornear la ondulación de tres vaguadas, se alza en tres obras elevadas. La
importancia de estos acueductos va aumentando sucesivamente, pues el primero es
de seis arcadas sencillas, el segundo tiene diez arcadas, de las cuales tres se repiten en
dos pisos, y el tercero consta de once, con basamento aligerado, también por arcos,
en las cinco centrales.
A unos 100 m de la salida del tercer acueducto, el canal cambia de dirección en
Izq u ie rd a
A c u e d u c to s e m ie n te rra d o ángulo recto, pues se termina la ladera del contrafuerte en que se apoya, y a los 200 m
remata en una arqueta circular, con cubierta en bóveda esférica, que parece de cons­
D erecha
A cu e d u c to d e l p rim e r trucción musulmana. Entre esta ladera y el promontorio donde está el depósito hay
b a rra n co del río S eco

193
Acueductos romanos en España

una distancia de 1.100 m y un descenso de 9, habiendo una depresión intermedia,


cuyo punto más bajo queda a 38 m por debajo del punto final de la conducción. Esta
depresión se salva mediante tubería en sifón, que arranca de la arqueta indicada,
yendo a buscar la zona más elevada del cruce, que forma un verdadero cordón de
enlace entre ladera y promontorio, por donde iba el camino antiguo y va ahora la
carretera hacia Granada.
Relacionadas con la conducción debían estar las dos obras, actualmente arruina­
das, que se encuentran en sus proximidades. Una era un albercón rectangular, de 27
X 4 y 2 m de altura, que conserva casi intactos tres de los muros del recinto, ejecuta­
dos con hormigón de piedra menuda (opus signinum ), con encuentros redondeados,
que cita Vitrubio para estas obras. La otra corresponde a un pequeño depósito rec­
tangular, de 7 m de longitud, cubierto en cañón, del cual parte un canalillo para riego.
La explanación del camino actual obligó a derribar una parte de la obra, quedando
la bóveda cortada a un tercio, aproximadamente, del arranque. Casi igual a este depó­
sito existe actualmente otro completo, junto al camino antiguo de la costa, en un
barranco entre Salobreña y Almuñécar, cerca del mar.

A cueductos

Los acueductos propiamente dichos, o sea, las obras donde el canal se levanta sobre
arcadas, son siete, aunque uno de ellos no merece ser
A cu e d u c to del se gundo
tenido por tal, pues consta de un arco reconstruido b a rra n co de río Seco
de un modo muy descuidado y casi enterrado actual­
mente. Otra obra de un solo arco, adosado a un
escarpe de la ladera del río Seco, tiene poca impor­
tancia, y tampoco es de gran interés el acueducto, ya
citado, en la cuenca del río Verde, con dos arcos de
4,90 m, flanqueados por otros dos de 2,80 m.

194
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

195
Acueductos romanos en España

Quedan únicamente cuatro acueductos de cierto interés: tres, formando serie,


en las últimas vaguadas de la ladera del río Seco, que denominaremos I, II y III, en
dirección aguas abajo, y el del arroyo Torrecuevas, en la parte primera de la con­
ducción. En los cuatro se aprecia una verdadera normalización de sus dimensiones
características, siendo la luz de los arcos principales 4,90 m, y 2,80 m la de los arcos
secundarios, que son los del piso bajo, cuando hay dos pisos, y algunas veces los de
las arcadas extremas. Los pilares son de sección cuadrada, de 1,80 x 1,80 m, y cuan­
do su altura pasa de los 5 m (aproximadamente el triple de su dimensión transver­
sal), se enlazan entre sí por intercalación de un segundo cuerpo en la zona inferior.
Este cuerpo inferior, en el acueducto II, se reduce a un simple refuerzo y apuntala­
miento mediante arcos secundarios de la zona baja de los pilares, los cuales quedan
destacados de arriba abajo con su dimensión normal. Por el contrario, en el acue­
ducto III, el cuerpo inferior forma un verdadero basamento que interrum pe seis
pilares, y queda aligerado por tres huecos rectangulares rematados en arcos de la
luz menor, debajo de las tres arcadas centrales.
El acueducto I tiene un solo piso, y consta de cuatro arcos de luz normal y dos
laterales de luz reducida. El acueducto II consta de nueve arcadas de luz normal,
con otra de luz secundaria en uno de los extremos, arriostrándose los cuatro pila­
res centrales en la forma que hemos indicado. El acueducto III, último de la con­
ducción, tiene nueve arcadas principales, flanqueadas por dos de luz secundaria. La
elevación sobre el fondo de la vaguada, sucesivamente creciente en los tres acue­
ductos de la serie, se compensa en éste cortando los seis pilares centrales mediante
basamento lim itado precisamente por los paramentos de los dos pilares laterales
que de él arranca.
En sección transversal puede seguirse una perfecta regulación de espesores, par­
tiendo de las bóvedas, donde el ancho es 1,45 m, que aumenta hasta 1,80 m al pasar
a la pila, conservándose este espesor hasta el cimiento de los acueductos I y II. En este
último, el cuerpo de arriostramiento se remete de nuevo hasta el ancho de bóvedas,
mientras que en el acueducto III el basamento aumenta de ancho a 2,30 m, desde la
horizontal de arranque de los arcos inferiores.
En los tres acueductos se delimitan con toda claridad los distintos elementos fun­
cionales y estructurales que los integran. Sirven para ello pequeñas cornisas de lajas
de pizarra dispuestas en saledizo, acusando la delimitación con mayor o menor vigor
al disponer una, dos o tres filas en saliente sucesivo. Así, para indicar el nivel corres­
pondiente a la solera del canal, se emplea cornisa de tres lajas; en los arranques de los
arcos se dispone una sola laja, reservándose la de dos para marcar la separación entre
basamento y pilares superiores en el acueducto III.
En el acueducto del arroyo Torrecuevas existen 17 arcos de luz tipo y dos de luz
secundaria, que encuadran uno intermedio de los normales, por cuyo vano pasa­
ría, probablemente, el arroyo. En este acueducto se mantienen también las carac­
terísticas fundamentales de los anteriormente descritos: luz de los arcos, dim ensio­
nes de la caja, secciones de las pilas, ancho de las bóvedas, etc.; pero se introduce
el artificio del aligeramiento de tímpanos sobre las pilas, empleado por los roma­
nos con cierta frecuencia en puentes (entre los españoles tenemos los de M érida,

196
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

Cangas de Onís, Pola de Gordón, etc.). En acueductos aparecen los arquillos de


aligeramiento en los de Baelo que tratamos más adelante. La relación geométrica y
numérica entre los elementos directores de la traza puede verse en el esquema: las
claves de los arquillos se nivelan con las de los principales, la m itad de la flecha de
éstos da la altura total de aligeram iento, y su ancho, 60 cm, es la tercera parte
del espesor de la pila.

Problem as in g e n íe n le s y artístico s

Desde el punto de vista ingenieril estos acueductos constituyen una buena lección
que nos han legado los ingenieros romanos. La m agnitud de las obras no hace al
caso, pero sí el modo de realizarlas. Ya hemos insistido sobre la regularidad de los
trazados, la clara ordenación de sus partes y la precisa delim itación de los distintos
elementos. Las soluciones empleadas revelan un dominio completo del problema,
pues, en contraste con su sencillez, está su variedad. Así, en la duplicación de pisos,
para diferencia, relativamente pequeña, en altura, se pasa de acentuar la verticali­
dad, solución típica en los acueductos de nuestro país, a subrayar la horizontali­
dad, que es más frecuente en obras fuera de España. No se pueden alegar razones
utilitarias para justificar los aligeramientos del acueducto de Torrecuevas, pues más
que ahorrar fábrica, complican la construcción. Además, hay que tener en cuenta
la naturaleza, poco agradecida, del material empleado. Se trata de una pizarra de la
cual no puede obtenerse un sillarejo regular. Para el aparejo del arco se emplean
verdaderas lajas, con longitudes hasta 70 cm, las cuales se incrustan de un modo
desigual en las rudim entarias hiladas horizontales de los tím panos. En éstos se
emplean mampuestos de una escuadría más correcta.
En el enlace irregular de mampuestos del tímpano y de seudo-dovelas de la bóve­
da se observa en algunos de los arcos el contorno peraltado que da a la boquilla la
forma de creciente en lugar de anillo circular, disposición que se observa también
en el acueducto de Alcanadre sobre el Ebro, aunque con mayor estereotomía en
este caso.
Otra de las particularidades dignas de subrayarse es la persistencia de la invarian­
te que ya hemos señalado en otros acueductos de arcadas superpuestas, que es la super­
posición del medio punto sobre un cuadrado en la silueta que recorte en el cielo la
arcada superior.
En cuanto al problema estético, es verdaderamente aleccionador el comparar los
diseños de las cuatro obras tan cuidadas y homogéneas entre sí, con la fábrica tan
pobre e irregular con que después fueron ejecutadas y que, naturalmente, tuvo pre­
sente el ingeniero cuando las concibió. La aparición de los acueductos que resulta
inesperada al recorrer el terreno, tan majestuosos y tan bien encajados los de las tres
últimas vaguadas, y tan alegre en su despliegue de arcos y arquillos a escala más
reducida el del barranco de Torrecuevas, serenan el ánimo del que tiene la fortuna
de encontrarlos, y dejan la huella indeleble de lo que es el decoro construyendo y
el sentido de dignidad humana al introducir un artificio en lo recóndito de la Natu­
raleza.

197
Acueductos romanos en España

Conducción de aguas a G ranada

Nuestro compañero y querido amigo don Francisco Abellán, conocedor de los pro­
blemas hidráulidos antiguos y modernos de la provincia de Granada, además de los
viales, habiendo sido Jefe en la Confederación del Guadalquivir y Jefe de Obras Públi­
cas de Granada, ha recorrido en distintas épocas una posible conducción de aguas
desde la fuente que da nombre a Deifontes, cuya designación es claramente romana
y constituye, además, un lugar de gran belleza natural con su pequeña alberca de cuyo
fondo se ven emerger las aguas.
A lo largo de un recorrido de más de 30 km, pues va contorneando las vaguadas
salvándolas a veces con obras de fábrica pequeñas de arco o dintel, llegaba a Grana­
da por el mismo sitio que la actual carretera de Jaén a un nivel donde existe ahora
una gran explanada que parece justificar una piscina limaria.
Las fotos que se acompañan fueron tomadas por dicho Ingeniero en ocasiones
diferentes. Como puede apreciarse en ellas, existen fábricas romanas con sillares de
buena escuadría y dovelas bien aparejadas en los arcos. Las obras están recrecidas
con fábricas posteriores, lo que dem uestra que ha estado en uso en épocas m uy
diversas. H ay algún arco de ladrillo que parece de reconstrucción y una manipos­
tería de canto rodado grueso que destaca notablemente de todo lo anterior. Véase,
por ejemplo, la alcantarilla encuadrada entre muros de acompañamiento en la cual

198
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

ios sillares de la arcada tanto en estri­


bos como en bóveda indican una fábrica
romana típica apareciendo dos recreci­
mientos de la m anipostería de canto
rodado que elevan notablem ente el
nivel. También se aprecia el grado de
m f -
erosión del barranco que ha descarna­
do una ladera dejando descalzado el
muro de ese lado.
Cuando hicimos un recorrido ju n ­
tos en 1945, llegando a algunos de los
pasos de la conducción, unas obras
habían desaparecido, otras habían sufri­
do mucho, como le ocurría al acueduc­
to de dos vanos que reproducimos, del
cual quedaba únicamente el pilar cen­
tral y restos de los muros.

199
Acueductos romanos en España

A cueductos de Baelo

En relación y en contraste con el abastecimiento de agua de Sexi, tan maravillosa­


mente conservado hasta nuestros días, podemos poner las ruinas del que existió en
la ensenada de Bolonia y que sirvió a la localidad denominada Bello, por P. Mela;
Baelo, por Plinio, y Bellone Claudio, en el itinerario de Antonino, donde figuraba
como mansión VII de la Vía Malaca-Gades.
Era otro de los establecimientos costeros dedicados a la pesca y transformación de
sus productos en salazones y salsamentas. Debió de estar m uy floreciente en época
romana, despareciendo totalmente en la Edad Media, pues al organizarse la pesca del
atún en almadrabas, cedió su puesto a la vecina localidad de Zahara, establecida como
su nombre indica por los árabes y muy en auge el siglo XVI, bajo el dominio del duque
de M edina Sidonia, teniendo referencias literarias
de ser paso de la picaresca de entonces, viniendo de P ila r que se conserva ju n to
al arroyo A lp a rria te (F o u lle s
allí la frase de «por atún y a ver al duque». Hoy este de Baelo)
segundo pueblo tiene una vida lánguida, concentra­
das todas las actividades de la zona en Barbate, pue­
blo en la desembocadura del río de su nombre, y
dotado de factorías modernas para la misma indus­
tria de las salazones.
Las ruinas de Bolonia, conocidas por los arque­
ólogos desde el Renacimiento, fueron exploradas
en una serie de campañas que comenzaron duran­
te la primera guerra mundial y duraron hasta 1921
por un equipo de arqueólogos franceses y españo­
les dirigidos por Pierre Paris y con subvenciones
del Institut des Hautes Etudes H ispaniques, de
Paris; de la Hispanic Society, de Nueva York, y de
la Junta de Am pliación de Estudios de M adrid.
Tomó parte también P. Bonsor y el español C. Mar-
gelina.
Los resultados de las excavaciones se publicaron M o d u la ció n del a cu e d u c to de B aelo
por dicha Comisión en Fouilles de Belo, obra en dos
tomos, el segundo de los cuales se dedica exclusiva­
mente a la necrópolis. En el primero se dan las noti­
cias de los acueductos que han servido de base a
nuestro estudio.
Las excavaciones dieron óptimos resultados, se
descubrieron tres templos en agrupación de tipo
capitolino, una calle porticada, una fuente monu­
mental y una construcción m uy desarrollada para
la industria de las salazones, así como una gran
necrópolis romana de im portancia sólo superada
por la de Carmo.

200
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

Eran dos acueductos los que abastecían a Belo,


a juzgar por los restos que exploró esta Comisión.
Uno de ellos, poco interesante para nuestro tema,
pues no ha dejado y seguramente no debió tener
obras sobre arcadas tenía la captación en la ladera
de la montaña que cierra al Oeste el gran circo de
Bolonia lo utilizaba el molino de los Caniscales, al
1c A . η,-'■ ■ · Λ * κ · $ ϋ ϊ β que daba fuerza, descendiendo por el río Colorado
P rf: para llegar a la ciudad, pues hay restos intermedios,
pero no en la zona final, y probablemente termina­
R estos de los a cu e d u c to s de ba en la gran cisterna cuyas ruinas están en el cen­
la c o n d u c c ió n del ce rro de
San B a rto lo m é . (G rabados
tro de la ciudad con bóveda de sillares, derrumba­
to m a d o s del lib ro F oulles da cuando las excavaciones, que no se pudo
de Baelo)
explorar por haber caído los restos dentro y no dis­
poner de medios eficaces para retirarlos. Desembo­
caban también en esta cisterna otras aportaciones
como la del regato del Reatillo, pues han dejado su
hueco al atravesar la muralla.
La otra conducción era más importante y tenía
obras de fábrica en varios de los barrancos que atra­
vesaba, las cuales, en la época a que nos referimos,
se encontraban m uy próximas a desaparecer como
denuncian las fotografías que reproducimos toma­
das del libro ya citado. Tenía su origen en el cerro
de San Bartolomé, que corona la punta de las Palo­
mas al Este de la ensenada de Bolonia. El primer
trozo baja con bastante pendiente encañado de un
modo original, pues se han utilizado tambores
cilindricos horadados, de los que se labraban en
una cantera próxima, la cual debió tener bastante
actividad en preparación de sillares y fustes de
columnas, y según el parecer de los arqueólogos, no
sólo con destino a la edificación en la ciudad, sino que se embarcaban para un tras­
lado marítimo a otros puntos.
Después se descubren restos del canal que daban pie para suponer que se desarro­
llaba a cielo abierto, encontrándose restos de acueductos en los tres arroyos que atra­
viesa en su recorrido: el arroyo Pulido, el Cantarranas y el río Alparriate (antiguoyZz/-
m en Belo). Atravesaba la muralla en las proximidades de una fuente monumental que
se desenterró en las excavaciones y que se encontraba próxima al foro, dominándo­
lo. En el paso había una puerta en el interior de la muralla que daba acceso a un pozo
rectangular con paredes enlucidas de mortero y que debía ser un registro de la con­
ducción subterránea. Alimentaba indudablemente la fuente citada, aunque no debía
ser su única finalidad, pues parece demasiada obra para un resultado tan modesto
como se dice en la Memoria.

201
Acueductos romanos en España

El acueducto del arroyo Pulido tenía arquería de varios vanos, conservándose res­
tos de pilas con sus arquillos de aligeramiento y los arranques de los arcos.
El del arroyo Cantarranas conservaba sólo dos pilas m uy escuetas, una de ellas
completa con su arquillo y con atisbos de las bóvedas que arrancaban tangentes a las
pilas trasdós en paramento externo; la otra está cortada por bajo del arquillo y pare­
ce más gruesa, quizás se trata de un cambio de alineación.
Las ruinas más im portantes, pero menos numerosas correspondían al paso del
arroyo Alparriate, donde existía una pila enhiesta, aunque con bastante desplo­
me, y otra volcada y atravesada sobre el río, que formaba represa en la corriente.
La pila enhiesta mostraba su arquillo de aligeram iento y también la indicación de
las bóvedas que, como acabamos de indicar, salen de los pilares, quedando sus
boquillas cortadas por éstos. Las líneas del p ilar en sencillez absoluta llegaban
hasta el remate que es la caja, quedando las bóvedas con las boquillas rasadas como
en los acueductos de M érida. Lo mismo que en éstos el pilar es el elemento fun­
dam ental y oculta una parte del arco, para lo cual sobresale en los frentes aprisio­
nando en el interior los salmeres de la bóveda. No se dan dimensiones de arcos y
pilas y tampoco de la caja, pero se establece que su interior está revestido del enlu­
cido clásico de las obras hidráulicas con sus medios boceles protegiendo los rin­
cones.
En cuanto a la fábrica se establece que pilares y arcos son de manipostería conglo­
merada entre paramentos de hiladas irregulares de sillares pequeños con ligera talla,
excepto en las esquinas.
Lo mismo que en Almuñécar, tenemos el uso del material pétreo local, aquí con
mayores posibilidades que allí, pero con un diseño que sobrepasa en cuidado tanto
las posibilidades del material como la importancia de las obras. Parece deducirse de
los restos que fueron fotografiados que la luz de arcos en los acueductos bajos es doble
de la anchura de pila y que los arcos y arquillos coronan sus trasdoses en el mismo
plano horizontal, a partir del cual correspondía el cuerpo de coronación con el canal
posiblemente descubierto. Parece también que el arquillo cerraba su hueco en el pilar
a media altura del hueco del arco principal. Los frentes de ésta, así como sus enjutas
quedan retranqueados respecto de los paramentos de pilares que se muestran en resal­
to hasta coronación. Parece deducirse un diseño análogo al del acueducto de Torre-
cuevas, en Almuñécar.

A cueducto de Gades

El abastecimiento de la ciudad de Gades supone una conducción de las de mayor lon­


gitud en España. El agua venía de unos manantiales en la zona de Tempul, de donde
luego se ha surtido la ciudad de Cádiz y la de Jerez de la Frontera, reforzadas en la
actualidad mediante el embalse de Bornos, en el río Guadalete.
De esta conducción, que se dirigía desde el comienzo hacia Cádiz, no hemos teni­
do la fortuna de encontrar vestigios. Descendía de la sierra por un barranco que se
denomina de los Arquillos, donde debieran quedar restos de algún acueducto y debe

202
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

cortar la carretera de Jerez de la Frontera a Medina Sidonia, cerca de donde existe un


castillete elevado sobre una colina dominante. En la zona llana de las salinas habrá
desaparecido totalmente, después pasaba por el antiguo puente de Zuazo, yendo a
presión en todo el recorrido del istmo a nivel casi del mar.
A su llegada a Cádiz desembocaba en unos depósitos rectangulares que existían
en el pasado siglo junto a la Puerta de Tierra y que desaparecieron al urbanizar la zona
cuando el derribo de la muralla.
Según Orozco, «las arcas o albercas eran siete, cada una de 200 pies de largo y 70
de ancho, las cuales comenzándose tan arrimadas al lienzo nuevo del muro de la Puer­
ta de Tierra, que sobre una de ellas se fabricó no ha muchos años la ermita de San
Jorge y el Matadero antiguo».
Según Pedro de Medina las albercas «eran cuatro dentro de la ciudad; tienen a dos­
cientos pies en largo y sesenta de ancho; están juntas que no hay más que una grue­
sa pared entre una y otra están rasas con la tierra; las dos tienen a más de un estado
de hondo y las otras menos, que la arena las ha cegado».
En el siglo XVI, Felipe II encargó al P. Fr. Ambrosio Mariano «que viera y tantea­
ra aquella cañería para tantear su conducción a la ciudad de Jerez».
En el año 1786 se intentó, por el conde de O’Reilly, reparar la conducción y poner­
la de nuevo en uso. Fueron nombrados los ingenieros de Puentes y Calzadas D. Joa­
quín Perosini y D. Enrique Duborniel, los cuales reconocieron el terreno y presenta­
ron los presupuestos de gastos para la obra aprovechando los restos y construyendo
otros nuevos.
También se reconoció en los últim os años del siglo XVIII por el arquitecto
m ayor de Cádiz don Pedro Ángel Albisu y por D. Rafael Esteve, arquitecto de
Jerez. Ponz indica que el reconocimiento para restablecer y reedificar el acueduc­
to se había hecho siete u ocho años antes de la descripción que hace en el capítu­
lo VI del tomo 17.
El último descubrimiento de vestigios tuvo lugar en el año 1928 y era una galería
con sillares colocados en seco en la calle de San Juan de Dios que corre por delante
del muro del primer recinto fortificado de Cádiz.
Los restos de la tubería a presión que venía a lo largo del istmo por donde el anti­
guo arrecife después de haber pasado el puente de Zuazo que fue reconstrucción del
puente romano que calificaba a la mansión de la calzada «Ad Pontem», realizada en
el siglo XVI a expensas de un caballero apellidado con tal nombre. Según Madoz, el
nivel, que se reconocería en algún punto, era «19 p. 3 puig. y 5 1. sobre la pleamar
equinocial».
Ya Suárez de Salazar dice que él mismo vio los caños, «que eran de piedra bruta
encajados en unas ruedas grandes también de piedra para mayor seguridad de los
acueductos». Estas piedras horadadas más grandes servían de anclajes para que no se
levantara la tubería por efecto de la presión.
El arquitecto D. Rafael Esteve, en la Memoria de su reconocimiento expone tam­
bién que reconoció una piedra horadada recogida con plomo, para formar tuberías.
Recientemente, D. César Pemán dio cuenta de la aparición de otros trozos de
tubería de este tipo, en el Archivo d e Arqueología.

203
Acueductos romanos en España

D ocum entos relativos a los acueductos

R efere n cia s históricas y lite ra ria s

A c u e d u c t o s de I t á l i c a

(9) GARCÍA BELLIDO: Colonia aeliae augusta italica. Tomo II. romanos aprendieron de los antiguos españoles, macizos de piedra,
Biblioteca Archaeologica. Madrid. granza, cal y arena líquida. Las dos superficies de este muro están reves­
tidas de una pared de cada lado fabricada de ladrillos cortados y ras­
Itálica tuvo su traída de aguas necesaria no sólo para el consumo nor­
pados por la frente[...]
mal de su población, sino también para el de sus dos grandes termas.
De este acueducto hay aún restos bien visibles en varios puntos de su (10) JO SÉ H ERN ÁN D EZ D ÍA Z , A N T O N IO SA N C H O C O R B A ­
recorrido; parece tomaba sus aguas en el término de Escacena del C H O , FR A N C ISC O CO L LAN T E S DE TERÁN: Catálogo arque­
Campo, asiento de la antigua Tucci, a unos 40 Ion al O de Itálica y, ológico y artístico de la provincia de Sevilla. Tomo IV, pág. 172.
más concretamente, en lugar llamado Tejada. Fue ya identificado por Sobre la Cañada de Conti y la Ramira, que une los dos cortijos de este
los arqueólogos del Renacimiento, singularmente por Rodrigo Caro. nombre al sur del término de Genera, se encuentra el Cortijo de Cha­
Pero quien lo estudió más a conciencia siguiéndolo a pie a través del morro. La parte de la finca comprendida entre la cañada y el límite del
campo, desde sus fuentes hasta su entrada por los «Baños de la Reina término con Olivares recibe el nombre de Las Cañerías, debido a que
Mora», al O de Itálica fue Zevallos en el mes de mayo del año 1783. allí se encuentran los restos del acueducto que desde el término de Esca­
Extractaremos los párrafos más luminosos de su texto. cena del Campo (Huelva) surtía de agua a Itálica (Santiponce). Por lo
«Las fuentes de Tejada nacen en lo bajo de un valle que viene del que hace al término de Gerena dichos restos son especialmente visibles
norte, a medio día donde estuvo aquella antigua población. Luego en la llamada Haza del Pozo de las Cañerías, donde el conducto ape­
que brotan las aguas, forman lagunas, que quieren ocultar su surgen- nas sobresale de la tierra unos 80 cm, haciendo una curva de gran radio
y penetrando en el término de Olivares. La obra (Dib. 98) consiste en
te [_]y desde ellas advertí los principios del Aqiieducto. Seguí por
un macizo de derretido de 1,40 m de anchura, en cuyo espesor se abre
todo el día los muchos pedazos que restan de esta gran obra. Nota­
el canal de 60 cm de luz, no conservando de su altura total más que
mos las muchas veces que se ocultan bajo los cerros, que se atravie­
unos 45 cm por término medio; se halla enlucido interiormente por
san en su viage y los valles y parages bajos donde vuelven a aparecer
una doble capa de opus signinum con un grosor total de 3 cm. Otros
pedazos de la misma fábrica[...] En algunos sitios, como al pie del
diferentes trozos de esta conducción, que afloran de cuando en cuan­
monasterio de Retamar[...], se manifiesta la fábrica del Aqüeducto,
do, permiten seguir su trazado al costado sur de la Cañada de Conti y
que es de pilastras y arcos rebajados, sobre los cuales dura todavía el la Ramira hasta la vía férrea, donde, penetrando luego también por este
encañado de las aguas, dirigiéndose hacia Itálica. Dura esto por un lado en término de Olivares, atraviesa el Guadiamar por un puente,
tramo muy largo por lo más bajo de la dehesa de las Dueñas: sigue del que quedan los restos en el cauce del río.
su viage hacia la Pisana, durando la arcada hasta la orilla del río que
Entre los restos del acueducto de Itálica y el caserío del Cortijo de
corre al oriente de dicho cortijo: la corriente del agua ha derribado
Chamorro se encuentra la Haza de Villar; sobre una pequeña eleva­
algunos arcos, y la mitad del último que ha quedado está para caer
ción aparecen restos de construcciones romanas: muros de derreti­
dentro del mismo río. A la orilla oriental de éste no prosigue el Aqüe­
do, cimientos y materiales sueltos; ladrillos, tegulae, asas y fragmen­
ducto sobre arcos, sino sobre un murallón sólidoj...] Subí encima de
tos de vasijas de gran tamaño.
él y vi el encañado, que conserva todavía el estuco que le dieron[...]
No tiene media vara cabal en cuadro, y está descubierto al cielo y al ( 1 1 ) H ERN ÁN DEZ D ÍAZ - SA N C H O C O R B A C H O - CO LLAN TE S
aire. Este paredón sigue desapareciendo según que va subiendo el DE TERÁN: Conducción de agua a Itálica. Catálogo arqueoló­
terreno, hasta que se pierde o sume dentro dél, como le sucede en gico provincia de Sevilla, pág. 199, tomo I.
otros sitios antes y después[...] Otro día fui al cortijo que llaman de Inmediato al puente del ferrocarril de las Minas de Aznalcóllar sobre
Villadiego, donde noté[...] algunos vestigios, pues[...] hacienda catas el río Agrio o Crispinejo, al sitio llamado «El Chaparral», se encuen­
a la distancia que tienen los otros arcos y pilares, hallé fácilmente las tran bastantes trozos de uno de los acueductos que iban a Itálica.
cepas o bases de los que allí hubo[...] Después no se encuentran[...] Trátase de un canal de hormigón de 1,50 m de espesor, teniendo el
hasta el cortijo de San Nicolás, como a tres milllas o a media legua conducto del agua 50 cm de anchura; va formando recodos en ángu­
de Itálica[...] Otra tarde después fui con unos obreros a un sitio lo siguiendo los accidentes del terreno y elevándose paulatinamen­
de la misma Itálica, llamado aquí vulgarmente los Baños[...] Hice te. En «Las Dueñas» vuelven a parecer los restos del acueducto ya
cavar y encontré el Aqüeducto y el mismo cauce, de igual tamaño levantado sobre arcos con roscas de ladrillo, cuyos pilares y arran­
y cuadro que el que estuve viendo cerca de la Pisana. La fábrica ques de las archivoltas se conservan unas veces en pie y otras caídas
de este Aqüeducto es siempre semejante desde Tejada hasta la hasta llegar al río Guadiamar, en cuyo cauce quedan rastros del
muralla de Itálica. Es tan igual en dimensiones, en forma y en puente que daba paso a la conducción de aguas, por lo que aquel
materiales, que parece haberse hecho en un día de una misma sitio es denominado de «los Arquillos«. A la opuesta margen del río
mano[...] El calibre de la fábrica se reduce a hormazos, de los que los continúa el acueducto ya fuera del término de Aznalcóllar.

204
Capítulo VI. Acueductos de Itálica

A c u e d u c t o s de A l m u ñ é c a r

(12) EDRISI: Descripción de Africa y España. Versión de R . Dozy y que su alcázar era de ingeniosa fábrica y con arcadas abiertas, su mez­
M. J. de Golge (Leyden, 1886). Págs. 242 y 243. quita puesta en un lugar eminente. Su antiguo monumento arqui­
tectónico, parecía una lima puesta perpendicularmente o un pilar
«Esta última villa (Almuñécar) es de mediana importancia, pero her­
derecho y sus esquinas eran de piedras labradas: parecía que había
mosa. Se pesca con abundancia y se recogen muchos frutos. En la
hecho con el tiempo pacto para su seguridad y era semejante por su
mitad de esta villa existe una construcción cuadrada, parecida a una
mucha elevación a la torre de Heman.»
columna, ancha en su base, estrecha en su coronación. En dos de
sus caras hay una acanaladura, reuniéndose ambas y prolongándose ( 1 4 ) A L HIMYARI: Descripción deAlmuñécar en el kitab ar rawd al mic-
de abajo a arriba. Junto al ángulo formado por uno de estos lados tar. Según E. Levi Provençal (La Peninsule Iberique au moyen- âge
existe un gran estanque rebajado en el suelo y destinado a recibir las d ’aprés le Kitab ar Rawd a l Mictat). Leyden, 19 3 8 , pág. 225.
aguas traídas desde una milla de distancia por un acueducto com­
«Se hallan muchas ruinas antiguas; los antiguos habían construido
puesto de numerosas arcadas, construidas en piedras muy duras. Los
conducciones de agua y elevaron monumentos, algunos de los cua­
hombres enterados de Almuñécar dicen que en otros tiempos el agua
les subsisten. En las cercanías de la fortaleza, por el lado Norte, llama
ascendía a la coronación del obelisco y descendía en seguida por el
la atención una importante torre de agua («daimas») edificada con
lado opuesto, donde había un pequeño molino. Sobre una monta­
sillares, cuadrada en la base y terminada en punta a una altura de
ña que domina el mar, todavía se ven en la actualidad algunos ves­
unos cien codos. El agua que viene a desembocar en este edificio
tigios, pero nadie conoce su antiguo destino.»
tiene escape por un aliviadero («manfas») en la coronación. En la
(13) IBN A L JA T IB : Descripción de Almuñécar (1313-1374), en su cara Norte de esta torre, de arriba a abajo, se ha tallado en su anchu­
Historia de la Dinastía Nazerita según Simonet (Descripción del ra una especie de goterón, que permitía al agua saliente del rebosa­
reino de Granada, 1 8 6 0 ) . Pág. 6 3 . dero llegar hasta el suelo: este dispositivo prueba que el agua con­
«La llama puerto y parada de las naves, fundación y morada de las ducida hasta la torre provenía de un punto situado a un nivel
sierras de Jesucristo, fortalecida por un castillo inexpugnable. Dice superior al del monumento.»

A c u e d u c t o s de B aelo

( 1 5 ) CE A N -B E R M Ú D E Z : Antigüedades romanas en España. 1 8 3 2 , Los acueductos, de los que en varias partes quedan algunos res­
pág. 232. tos, no acusan haber sido como los famosos y monumentales de
(En la descripción del despoblado de Bolonia, que reduce a Julia Tra­ Segovia, Mérida y Tarragona. Además, carece de importancia lo
ducta, situando la Bellone Claudia del Itinerario en el despoblado que de ellos queda en pie. Publica una de las fotografías que
de Bullón.) reproducimos.

Se proveía de un manantial de agua que todavía brota en el cabo de Feuilles de Be/o. Tomo I,
( 1 7 ) P. P A R IS-B O N SO R & M ERG ELIN A:
Las Palomas y se conducía por un magnífico acueducto, del que no 1923.Tomo II, 1 9 2 6 . Bibliothèque de l’Ecole des Hautes Étu­
existen más que trozos de paredones de arcos y arcaduces. des Hispaniques. Fascículo VI. E. de Boccard. París.

Catálogo monumental de España.


( 1 6 ) E. R O M E R O DE TO R R E S: De este libro hemos sacado toda la información que damos de los
Provincia de Cádiz. Madrid, 1934. acueductos.

A c u e d u c t o de G a d e s

Libro de las grandezas y cosas memorables de


( 1 8 ) PEDRO M E D IN A: de la tierra. Así mesmo parece la puente en lo más angosto de brazo
España. Madrid, 1548. de mar cuanto tres leguas de la dicha ciudad al levante y junto a este
El otro edificio fue una puerta, por donde pasaba el agua dulce que puente es una gran torre fuerte que fue hecha para guarda de la
venía a la ciudad, y caía en cuatro albercas que hoy parecen: son estas puente. Esta torre se llama del León y la puente se llama de Zuazo.
cuatro albercas dentro en la ciudad; tienen a doscientos pies en largo Están derribados los arcos; los pilares parecen, cosa es notable, en
y sesenta en ancho; están juntas que no hay más que una gruesa pared largura y hondura, porque por aquí el agua donde ella está tiene
entre una y otra; están rasas con la tierra: las dos tienen a más de un quince brazas de hondo y con muy gran corriente.
estado de hondo y las otras menos, que la arena las ha cegado. El agua
venía a estas albercas desde más de diez leguas por un edificio de pie­ ( 1 9 ) G E R Ó N IM O DE L A C O N C E PC IÓ N : Emporio de el orbe. Cádiz
ilustrada. Amsterdam, 1 6 9 0 .
dras grandes de casi seis palmos cada una y todas redondas y por
medio horadadas: tres palmos por donde el agua corría; todos eran Careció en todos tiempos efta Ifla para fu mantenimiento, de aguas
de piedra recia blanca y fuerte; agora parecen algunos pedazos desde dulzes: por que le vezindad de la falobre de el mar, contraminando
edificio con muchas de estas piedras asentadas como venían encima las venas de la tierra, le malifica los pocos pozos, que tiene aunque

205
Acueductos romanos en España

entre ellos ay algunos de muy buena, y faludable calidad. Para repa­ Medio día, hafta defcargar fus aguas en las arcas grandes, o algibes,
ro pues de efta falta tan nociva a ifta tan populofa, emprendió el que en la Puerta de Tierra fe fabricaron para efte efecto, y de allí fe
ánimo grande de N. Balbo la cañería, y aqueducto, por donde defde repartía a toda la Ciudad.
Tempul a las Sierras de Xerez fe traxeffe el agua a la Ciudad, con tra-
Eran eftas arcas, o albercas fíete, cada una de 200 pies de largo, y 70
verfia de mas de onze leguas. Y por fer la tierra afpera, peñafcofa, y
de ancho, las cuales començavan tan arrimadas al Lienço nuevo de
defigual, es obra de mucha cofta, como se veë de los pilares, y arcos,
el muro de la Puerta de Tierra, que fobre una de ellas fe fabricó no
por donde fe encaminava por los lugares baxos, y llanos, de unos ha muchos años la Hermita de S. Roque, y el matadero antiguo.
fuertes paredones de argamafa, con un encañado de piedras encaza- Afirma Salazar, que cada día fe defcubren ruinas, y veftigios de efto
das unas en otras, de que fe defcubren oy bañantes veftigios. caños en las fábricas de las Salinas de la Ifla de León, que eftá a la
Yaze Tempul en los términos de Xerez de la Frontera, onze leguas parte de el Oriente, y que a la de el Poniente fe manifieftan entre las
diftante de Cádiz, fuente tan lozana, y abundante, que naciendo a aguas las arcas, y algibes, donde fe recebía el agua, y que el mifmo
las faldas de la Sierra, que llaman de las cabras, arroja defde fu ori­ vio los caños, que eran de piedra bruta, encaxados en unas ruedas
gen poco menos de media azequia de dulces aguas. Defde aquí grandes también de piedra, para mayor feguridad de los aqueduc-
comienza la cañería, ya trecho de tres leguas, por ocafion de una tos. Cuya admirable fábrica y coftofo artificio ponderó aquel futi-
quiebra grande, fe levantaron unos arcos de ladrillo, de que tomó lingenio del V e P. Fr. Ambrofio Mariano, uno de los primitivos
aquella tierra el nombre de los Arquillos. Corre defpués por la Mefa Padres, que iluftraron con fxi prudencia, y virtud la Reforma de N. Se­
de Bolaños junto a la Cartuxa, y entrando en el Arrezife, y atrave- ñora de el Carmen, cuando por orden del el Sor Rey D. Felipe II,
fando por las viñas de Puerto Real, fe mete por unos arcos en la vio, y tanteó por admiración aquella cañería, para difponer fu con­
Puente de Zuazo, defde donde continúa la cañería por la playa de el ducto a la Ciudad de Xerez.

206
VII

Otros acueductos

A cueducto de Toledo

El abastecer de agua a Toledo ha sido siempre de capital importancia, dada la cate­


goría de la ciudad a lo largo del tiempo y las dificultades naturales que su situación
estratégica plantea.
La soluciones al problema en las diferentes épocas han respondido siempre a estas
características de planteamiento y han acusado no sólo el nivel técnico del momen­
to, sino también la actitud humana frente a lo que son los ríos en su fluencia.

R estos del a cu e d u c to
sobre el Tajo

A rtific io de Ju a n e lo

R uina

R uina R uina Restos canal

207
Acueductos romanos en España

R u in a R uina G rabado de L a borde [6 0 ]

A rtific io de
Ju a n e lo

VISTAdr U ΙΊΓΙΙΛΠ ilrTOl.KDI) liim.idn He la* O llll.l.A S d tl TAJO

F o to p la n o co n la traza
del a cu e d u c to (m a rca d o
de tra zo s) y la cueva de
H é rcu le s (obsérvese que
a m b o s están en la m is m a
a lin e a c ió n )

C ueva de H é rcu le s

208
Capítulo VII. Otros acueductos

Los romanos dieron la pauta que pudiéramos decir actual, ya que a ella se ha vuel­
to a través de los siglos. Causa verdadera admiración que teniendo un río tan cerca
fueran a buscar el agua para sus necesidades vitales a tanta distancia, siendo necesa­
rio esfuerzo de imaginación, aún en nuestra mentalidad, para relacionar unos manan­
tiales a 50 km de alejamiento y sin correspondencia geográfica directa con la ciudad,
cuando hay al pie de ésta, y como causa determinante de su existencia, un río de tal
categoría, que debería ser pantalla infranqueable para buscar soluciones más allá de
su contorno.
Evidentemente que este problema no se planteaba de nuevo en cada caso del abas­
tecimiento de una ciudad al borde de río importante, caso m uy frecuente en esta
época, sino que en Roma se había resuelto de una vez para todas. Además los inge­
nieros romanos, con su implantación todavía más arraigada a las distancias en el sis­
tema de sus calzadas, que les daba cauce muy apropiado a las vivencias de su orgullo
imperial, no debían tener inercia alguna para este movimiento de la imaginación que
le llevaba a docenas de millas a la redonda, para, en definitiva, imitar en el artificio
de su obra lo que es un río en la Naturaleza.
Los ingerieros árabes, que heredaron de los romanos tanto la red de calzadas como
los sistemas de riego, no estaban capacitados, ni a nivel técnico ni a nivel imaginati­
vo, para semejantes empresas. Además mientras que los ingenieros romanos conside­
raban como ideal para su comportamiento con el agua mantenerla lo más posible,
como dice Vitrubio, «en perpetua equalitate», y tenían cierto horror al surtidor como

R uina

209
Acueductos romanos en España

espectáculo no natural, los árabes en su trato con el agua llevaron este artificio de R estos de la presa de
La A lc a n ta rilla en
«movimiento violento» de abajo arriba, a su máximo esplendor y refinamiento. Así, Los Y ébenes, en el río
el artefacto de la rueda hidráulica elevando el agua del río a la ciudad se encuentra G uadalerzas
repetido en gran número de casos y fue utilizado en dos de las ciudades más impor­ De a rrib a ab a jo
tantes de la Hispania musulmana: Córdoba y Toledo. Creemos que las referencias de
V ista desde aguas ab a jo
los geógrafos árabes Edrîsî y Al Himyari se refieren más a esta rueda y al puente de
Alcántara que al acueducto romano. V ista desde la ladera derecha
aguas abajo
De esta época nos ha quedado la palabra «azacán», designación de los aguadores
que elevaban afanosamente el agua del Tajo a lomo de asno, gremio que no ha desa­ Ruinas del muro y torre de toma
parecido hasta fecha m uy reciente, cuan­
do se puso en servicio el abastecimiento
actual. Queda el verbo azacanarse.
En el Renacimiento llega a su máxima
exaltación el artificio con el que instaló
Juanelo en el mismo lugar que estuvo la
rueda árabe y a poca distancia del acueduc­
to romano, que debió ser excelente cante­
ra para la obra fija de estos dos artificios.
El movimiento continuo de la rueda árabe
se torna alternativo y basculante, y en lugar
del agua rodada, siguiendo las leyes de la
gravedad, tenemos el agua forzada a elevar­
se, y cambiar sucesivamente de dirección,
aunque forzada no por impulso externo,
sino por el propio ímpetu que lleva en su
fluir el río.
A principios de siglo, cuando se amplió
la dotación de aguas a Toledo, pensando en
sus habitantes y los turistas que la visita­
ban, se recurrió a los manantiales próxi­
mos, entubando su caudal, y pasando el
Tajo por los dos puentes clásicos. Al de
Alcántara le correspondió la del Olivar de
Santa Ana, y al de San Martín de la Pozue-
la. Por esta época se instaló una turbina
hidráulica elevadora, aprovechando los res­
tos del edificio que albergó el artificio de
Juanelo.
Modernamente se ha vuelto a la solu­
ción de los romanos, aunque ampliando
su visión en el embalse de cabecera, lo cual
ha motivado ir a buscar el agua a otro
cauce con mayores posibilidades en ese
sentido que el utilizado por los romanos,

210
Capítulo VIL Otros acueductos

D e ta lle de la fá b ric a en la to rre de to m a

pero también a una distancia análoga. La única innova­


ción introducida ha sido el uso intensivo de los sifones
para salvar las depresiones, innovación no absoluta, ya que
los romanos no ignoraron el artificio del sifón, herencia
griega que les sirvió en algunos abastecimientos: Aspen-
dos, Lion, Angitia, Alatri, Patare, etc., y en nuestro país
en el de Sexi (Almuñécar) y en el de Gades.
Un estudio completo de estos tres modos de enfrentar­
se con el problema de abastecer de agua a Toledo está en
mis programas de rebusca histórica, desde hace varios
Restos de s ille ría en el p a ra m e n to de aguas a rriba años, pero no es el momento de rematarlo en la presente
Restos del m uro en e s trib o d e re ch o ocasión.

C onducción

La conducción comienza en el lugar denominado Los


Yébenes y tomaba el agua del embalse creado por la presa
cuyas ruinas se conocen actualmente y en época medieval
por La Alcantarilla. Cerca hay restos de sepulturas prehis­
tóricas, algunas antropomorfas, excavadas directamente en
la roca granítica que aflora por toda la zona.

211
Acueductos romanos en España

R estos del ca n a l de
c o n d u c c ió n
La presa era del mismo tipo que todas las romanas en España, con muro de fábri­
ca defendido del empuje del agua mediante terraplén adosado al paramento lado del Izq u ie rd a
Paso en arco ju n to a la
valle. Su ruina se debe seguramente a que este terraplén empapado empujó contra el
presa
muro en un desembalse rápido, ya que éste se volvió hacia aguas arriba. (Para más
D erecha
detalles, véase m i artículo: «Las presas romanas en España», R. O. P., junio 1961.)
M uro s de a co m p a ñ a m ie n to
La toma se hacía por una torre acuaria cuyas ruinas enhiestas destacan su volu­ de a cu e d u c to en El T ram pla
men todavía; y el canal se desarrolla por la margen izquierda sobre el terreno, o sobre
muro, en las primeras zonas, para no excavarse en el granito. En las primeras alinea­
ciones existen restos de una obra con arcada, y cerca de la carretera actual de Sonse-
ca a Navahermosa había una obra más larga, en una vaguada de cierta importancia,
de cuya obra no quedan pilas ni arcos solamente los muros de acompañamiento que Izq u ierda
las encuadraban. M uros ju n to al c a m in o de
M azaram broz
En su recorrido hasta la ciudad no debía haber obras de consideración, pues los
cauces son de poca importancia. La longitud de canal hasta el gran acueducto sobre D erecha
C anal sobre m uro
con serva n d o un ca jero

212
Capitulo VII. Otros acueductos

Fotografías su p e rio re s

Ú ltim a s ru in a s d e l ca n a l de
co n d u cc ió n

R estos d e l ca n a l ju n to al c a m in o de
A jo frín

el Tajo para entrar en la ciudad viene a ser de unos 55 km. En la primera mitad del
recorrido se sigue dicho canal bastante bien, pues se rastrean restos formando mure-
tes de contención de tierras y los triángulos de muros de acceso a las obras de paso
de cauces, con algunos indicios de las arcadas que los enlazaban.
Estos restos los perdimos a partir de las cercanías de Layos, donde hay ruinas inde­
pendientes de las de la conducción. Además, Miñano cita en su D iccionario Geográfico

R estos del ca n a l en zona de o bra de paso R estos de una obra de paso en el arroyo de la V iñ u e la

213
Acueductos romanos en España

R u in a s ro m a na s cerca de
Layos

el paso del acueducto romano por su término. En este


pueblo han aparecido objetos romanos en distintas oca­
siones. A partir de este pueblo las labores agrícolas van
siendo más importantes, el terreno es bastante arcilloso, y
por consiguiente de peor cimentación para el canal, y los
motivos de destrucción para igualar el terreno y para apro­
vechamiento de materiales han debido ser más eficaces.
También el gamberrismo rural tenía mejor asidero para
desahogar su hostilidad hacia toda construcción perdurable.
Puede decirse que desde dicho pueblo no aparecen res­
tos notables, o por lo menos son difíciles de encontrar hasta
llegar a las ruinas denominadas «Horno de Vidrio», que
corresponden a una caseta de 4,60 x 3,50 m, para perder
altura, ya que consta de dos arquetas a niveles con diferen­
cia de 3,70 m enlazadas por un pozo cilindrico de 0,52 m
de diámetro realizado en la fábrica. El canal debía acceder
en arcadas al nivel superior, saliendo por la arqueta infe­ S u p e rio r e in fe rio r
rior que corresponde al nivel del terreno. Esta construc­ El «H orno de V id rio » . Dos vis ta s de la to rre a cu a ria para p é rd id a
de nivel
ción queda enfrente del Monasterio de la Sisla, que debió
nutrirse de los sillares faltos en la romana.
A partir de esta obra, que está a unos 2 km del paso
del Tajo, vuelven a aparecer restos del canal. Uno impor­
tante, con salida para desagüe, existe en el barranco de la
Degollada, y las últimas alineaciones en la ladera donde
se asienta el castillo de San Servando, hoy desaparecidas
por las obras de explanación para acceso a la Academia
Militar, determinaban el nivel de la coronación del acue­
ducto que estamos estudiando. Aprovecha las condicio­
nes óptimas de esta ladera, pues entra en la ciudad a su
cota máxima, exceptuando la colina del Alcázar, que deja
a su izquierda.

Resto d e l re lle n o e n tre tím p a n o s de la


e n ju ta en ladera derecha

214
Capítulo VII. Otros acueductos

Depósito term inal

Este canal termina en un depósito de aguas, como en las conducciones actuales, que
está a unos 250 m del final de nuestro acueducto. Este depósito lo hemos localizado, a
nivel de dicha zona de paso, en la manzana que forman la calle de San Ginés, el calle­
jón y la plaza del mismo nombre que puede verse en el plano áereo, siendo sótano sub-
dividido de unas casas de poca importancia que debieron apoderarse del solar que resul­
tó al destruir la iglesia de San Ginés. La iglesia debía estar construida aprovechando los
muros y apoyos intermedios del depósito, el cual se conocía, desde los más lejanos tiem­
pos en que cronistas hayan hecho descripciones de la ciudad de Toledo, como la «cueva
de Hércules», relacionándolo con todas las fantasías existentes sobre la fundación de la
ciudad y la pérdida de España cuando la invasión musulmana.
Así, por ejemplo, el doctor Salazar de Mendoza dice: «Túbal, primer fundador de
España y de Toledo, la labró, si bien Hércules la reedificó y aumentó mucho y de él
tomó su nombre, y los romanos la perfeccionaron y engrandecieron del todo.» Fran­
cisco de Rojas, en su Historia d e la imperial, nobilísima, ínclita y esclarecida ciu da d de
Toledo (1554), dice que «está la cueva de Hércules en esta ciudad, casi en lo más alto
de ella, en la iglesia de San Ginés y la Puerta dentro de la misma iglesia». Con rela­
ción a su fábrica dice que «es rara por la compostura de arcos pilares y piedras menu­
das que tiene labradas, de que está adornada». Se preocupa mucho sobre el uso que
debió tener está cueva y recoge las opiniones que sobre ello ha habido, desde las dis­
paratadas de que «sirvió de habitación al rey Hércules y en ella leía la magia a los
suyos», hasta la más utilitaria de que «sirvió en tiempo de los romanos de cloaca o
madre por donde desaguaban las inmundicias de la ciudad y que en la cueva había
otras mangas particulares por las calles para el servicio de las casas». Cita la inscrip­
ción de la lápida dedicada a la diosa Cloacina por L. Massidio Longo, Procurador de
las riberas del río Tajo y de las cloacas de Toledo, la cual se incrustó en el muro sep­
tentrional del puente de Alcántara cuando la restauración musulmana.
También hay las opiniones de atribución a templo dedicado a Hércules o bien a
las divinidades infernales en tiempo de los romanos, apoyando esta última en que «la
obra es de romanos, como puede apreciarse por los pilares y arcos con piedras media­
nas bien labradas». Como se ve en cuanto se analiza el aspecto interno del monumen­
to, se encuentra encajado en obra romana.
En cuanto a la pérdida de España, el mismo autor recoge la leyenda de que en las
paredes había «unos lienzos escritos y pintados con rostros de árabes con sus tocados,
a caballo, y con lanzas, por alcanzar con su ciencia que España había de ser destrui­
da por esta gente y que mandó cerrar este palacio (Hércules), diciendo que ninguno
lo abriese, porque no viese tanta calamidad en sus días».
Este hermetismo de la cueva defendido por prohibiciones más o menos reales ha
seguido hasta nuestros días. El mismo Francisco de Rojas cuenta una exploración rea­
lizada en el año 1546 por deseo del cardenal D. Juan Martínez Siliceo, «quien mandó
limpiarla y que se previniesen algunas personas de mantenimientos, linternas y cor­
deles, y juntos todos entraron en la cueva y a media legua hallaron unas estatuas de
bronce sobre una mesa como altar [ ...]; pasaron adelante y dieron con un gran golpe

215
Acueductos romanos en España

de agua que, por el ruido que hacía, con la gran fuerza que corría y no tener con qué
poder pasarla, les aumentó el miedo que habían empezado a cobrar y, resolviendo no
pasar adelante, se volvieron a salir a tiempo que cerraba la noche, tan despavoridos y
espantados de lo que habían visto y tan traspasados de la frialdad de la cueva, que la
tenía m uy grande, y el aire, que era m uy delgado y frío por causa de ser verano cuan­
do entraron, enfermaron todos y algunos de ellos murieron».
Existe la leyenda del tesoro escondido: «Había en la cueva un gran tesoro escon­
dido bajo tierra que dejaron enterrado los reyes, un perro que vela día y noche tiene
la llave, a los que llegan cerca de ello les muestra los dientes» tal perro, estaba rodea­
do de huesos que correspondían a los osados ciudadanos que a través de los siglos
habían querido rescatar el tesoro y fueron devorados por el animal. Esto lo cuenta el
mismo cronista, referido a un pobre obrero que, desesperado por no poder alimen­
tar a su familia, se armó de valor y consiguió llegar hasta el perro, retrocediendo inme­
diatamente para salir despavorido, contando a voces lo sucedido y muriendo a las
pocas horas. Cuenta también que un muchacho, huyendo de la persecución de su
amo, entró corriendo en la cueva y fue a salir después de un gran recorrido a la ori­
lla del Tajo.
Este tabú, que protege de visitas este lugar, persiste en la actualidad, pues cuando
hace unos diez años pretendí hacer el estudio correspondiente, que tenía planeado de
muchos años atrás, conseguí en primera instancia que me dejaran asomarme al sóta­
no de una de las casas de la referida manzana número 1 del callejón de San Ginés,

216
Capítulo V II. Otros acueductos

pudiendo comprobar que, efectivamente, era fábrica romana, pues en el cuartucho


que correspondía quedaba el arranque de uno de los arcos de la crucería que debe
cubrir el conjunto, apreciándose sillares por debajo de los revocos. Pero al día siguien­
te, cuando envié a un fotógrafo y a unos auxiliares que tomaran medidas, se negaron
los vecinos a facilitar las llaves para abrir la puerta correspondiente. El temor de que
sean desalojados de sus viviendas, debe mantener en guardia a los habitantes de las
mismas. No sé si este mismo instinto defensivo ha hecho circular la noticia, más tene­
brosa que todas las anteriores, de que durante la gran epidemia del cólera de finales
del siglo pasado se utilizaron algunos de los compartimientos de la cueva, que fue­
ron tapiados herméticamente, para almacenar cadáveres.
La atribución a depósito de aguas romano surgió en m í al leer las referencias de
Francisco de Rojas y localizar su situación, cuando hace unos veinte años empecé a
estudiar el acueducto. Esta referencia a pilares y arcos con fábricas de sillería, y el deta­
lle de galerías que parte de allí y que deben pertenecer a las arterias principales de la
red de distribución, me dieron la confirmación de que, dada su situación, debía
ser el depósito terminal que estaba buscando y que era indispensable en una obra tan
completa como es la de este abastecimiento.
Toledo, que es un compendio de la historia de la arquitectura española, está falto
de monumentos de época romana; este depósito podría servir para subsanar esta defi­
ciencia y está pidiendo su exploración y restauración, que es además compatible con
la existencia de'las casas que ocuparon el hueco de la iglesia de San Ginés.

A cueducto

Para la reconstitución de nuestro acueducto disponemos de algunos datos: el del lugar


exacto donde se erigía, el de su nivel superior fijado por la llegada del canal en lade­
ra izquierda, el del arranque de uno de los arcos del paso inferior en ladera izquier­
da, los arranques de dos pilares en las márgenes del río y un triángulo de tímpanos
correspondientes al primer piso de arcadas en la orilla derecha. La alineación del acue­
ducto prolongada pasa m uy cerca del lugar de
la cueva.
El ingeniero geógrafo Sr. Rey Pastor, her­
mano del insigne matemático del mismo ape­
llido, hizo una reconstitución del alzado del
acueducto partiendo de dichos datos y utilizan­
do un levantamiento topográfico directo del
perfil del cauce. Supone una ordenación de
arcadas en tres pisos partiendo de la seguridad
casi total del trazado en piso inferior con tres
arcos de unos 28 m de luz. Sobre éstos coloca
otros dos pisos en los que la luz de las arcadas

R uina del a cu e d u cto co rre s p o n d ie n te al h o rm ig ó n de re lle n o


en el a rra n q u e de un arco de ladera iz q u ie rd a . Se observan
las h u e lla s que han d e ja d o los s illa re s del ch a p a d o

217
Acueductos romanos en España

Ladera de re ch a en la zona
queda reducida a la tercera parte con d o n d e se apoyaba el
a cu e d u cto . Los restos del
pilares esbeltos en el piso intermedio p ila r en el b orde del ca u ce
y m uy enanos en el tercero. En esta e stá n bajo las aguas

reconstitución se ve clara la imposi­


ción de la silueta del Pont du Gard,
con sus tres niveles y triplicación de
las arcadas en coronación, aunque en
éste se mantienen las mismas luces R esto de tím p a n o
en los dos pisos inferiores.
Nosotros hemos tanteado una
nueva reconstitución manteniendo las
luces en el segundo piso, con lo cual
llegamos perfectamente al nivel supe­
rior; y añadiendo una altura suple­
mentaria para la coronación y un
espesor de clave de 1,20 m, obtene­
mos aproximadamente en la silueta
de las arcadas superiores la superposi­
ción del semicírculo sobre cuadrado,
que, como ya hemos comprobado en
los casos estudiados de acueductos
con dos pisos, es como una invarian­ R esto de p ila r su m e rg id o
te de los ejemplares españoles.
La luz, muy próxima a los 30 m, que corresponde a este acueducto, le da una impor­
tancia extraordinaria, pues está en la meta de los arcos de puentes o acueductos roma­
nos. En nuestro país sólo el puente de Alcántara llega a ella. En acueductos extranje­
ros el máximo corresponde a Pont du Gard, cuyo vano central sobre el cauce tiene
26,50 m. En puentes el máximo ha sido el de Narni, hoy arruinado, que llegaba a 34
m; el arco principal de Orense, con 37,80 m, aunque dudosamente romano, y el de
Martorell, que puede ser una reconstrucción medieval englobando en uno dos arcos
romanos. El de Ceret, récord medieval, tiene 45 m.
Vista d e l in tra d ó s del
La solución de tres pisos nos parece forzada, y sobre todo cargar los arcos de
arra n q u e d e l arco,
28 m con dos pilas intermedias que d e sp ro visto de la sille ría
q u e lo p a ra m e n ta b a
transm itirían una carga importante
no tiene consistencia estructural ni
estética, ya que en Pont du Gard, al
triplicar en el tercer nivel el núme­
ro de arcos, no se trata en realidad
de un nuevo piso de arcadas, sino
más bien de aligerar el zócalo supe­
rior, motivado por una rectificación
en el nivel de paso del canal, que era
demasiado importante para dejar
macizada la diferencia de altura.

218
Capítulo V II. Otros acueductos

A cueducto d e B arcelona

Del acueducto que abastecía la ciudad de Barcino han quedado dos arcadas gemelas
emparedadas en el torreón de la muralla que forma uno de los bastiones de la Puer­
ta de Arcediano. Se descubrieron al derribar en los años cincuenta las casas adosadas
al mismo, restaurándose a continuación mediante una reparación externa del para­
mento de dicha torre y un trabajo de demolición interna hasta dejarlas libres del relle­
no de fábrica irregular que las aprisionaba en el grueso de la muralla. Por último, en
el año 1957 se reconstruyó una arcada completa en prolongación de la que aparecía
en el torreón, que sirvió de modelo, subiendo el nuevo pilar sobre la cimentación
auténtica, también descubierta al derribar las casas.
Referencias de este acueducto nos dan: Cean Bermúdez, Almerich y la Carta
Arqueológica de Barcelona. El primero indica la existencia de «fragmentos de un acue­
ducto a la entrada de la calle de Capellanes», así como la de «un arco m uy elevado en
dirección a la catedral» y de «otros vestigios del mismo acueducto en la montaña de
la Colserola».
Almerich, en su H istoria deis Carrers d e la B arcelona Vella, en el artículo corres­
pondiente a la calle de Los Arcos, dice que ya en el siglo XIII el sitio era conocido por
la denominación de Puente de la Moranta, porque allí existía un trozo del acueduc­
to, cuyas arcadas fueron quedando absorbidas por los edificios que se construyeron
al formar la calle, que se denominó «deis Ares», por esta causa. También se la conocía
La p u e rta d e l A rce d ia n o
a n tes de d e rrib a r las casas
del lado iz q u ie rd o (según
Florensa: Las m u ra lla s
ro m a na s de B arce lo n a )

219
Acueductos romanos en España

por la «del horno de los arcos» por existir un horno en dicha calle, pero, según el
mismo autor, desde el siglo XVI se quedó con el nombre actual. Según el mismo cro­
nista, las aguas procedían de «los Agudells».
En la Carta Arqueológica de la provincia de Barcelona se hace referencia al topo­
nímico de la calle dels Arcs y se cita que en escrituras antiguas del siglo X sobre ven­
tas de lotes de terrenos cerca de la puerta de la plaza Nova se habla de archos an ti­
cos, opere antico fa cto s y archis priscis unde o lim aqua consuerit decurrere. También se
recoge la cita de Carbonell en su C hroniques d e Espanya (Barcelona, 1547) referen­
te al acueducto, que traducimos: «gran conducción de agua que, elevada sobre bóve­
das en Los Ares, venía del río de Betulo que se denomina Besos, del cual se encuen­
tran ruinas en muchos lugares especialmente entre el camino que va a Horta y el
que va a San Adrián, y dentro de la ciudad en la calle llamada «la volta de la eure» y
la llamada «lo malcuinat», y en las torres de la puerta de la Plaza Nova, que son ahora
del Arcediano». De aquí se deduce en la citada Carta Arqueológica que el agua se
traía del Besos. También se establece que Bosarte vio en el siglo XVIII restos del acue­
ducto.
Explorando las casas de la calle de Los Arcos descubrimos en el año 1967 en una
de la acera de los pares, cuya alineación estaba aproximadamente en la dirección del
acueducto que define la arcada aparente en la muralla y la reconstruida recientemen­ Foto p la n o d o n d e aparecen
la p u e rta del A rce d ia n o ,
te, una pilastra empotrada en el muro del zaguán de la casa número 3. Esta pilastra la c a lle de Los A rco s y
ostentaba sólo uno de sus paramentos transversales y quedaba muy próxima a la facha­ la plaza de C ap ella n e s
da, pues parecía quedar oculta la cara correspondiente a la calle únicamente por el
revestimiento de sillarejo de la fachada. La pilastra se perdía al interceptarla el techo,
ya que los arranques de los arcos debían estar más arriba. Estuvimos revisando el bajo
inmediato de la misma casa —que acababa de desalojarse por traslado del estableci­
miento «Casa Marzal», que allí estuvo instalado-, quedándome convencido de que
la distribución de huecos en fachada era incompatible con las posiciones que debían
corresponder a los pilares del acueducto, a partir del que habíamos descubierto.
Habiendo dejado para otra visita a Barcelona el estudio completo de las posibili­
dades de encontrar más vestigios del acueducto, hemos tenido la mala fortuna de que
al llegar dicha ocasión, en el pasado año de 1970, la casa de la calle de Los Arcos se
había derribado, desapareciendo, sin dejar rastro, la citada pilastra. Actualmente sólo
queda en la acera de los impares de dicha calle el edificio, en restauración, propiedad
del Real Círculo Artístico. También era de una entidad cultural el edificio derribado,
actualmente solar para estacionamiento, y produce verdadero dolor el contraste de
que mientras están decorando rabiosamente aquel edificio para darle carácter anti­
guo, liquidaran sin darse cuenta el pasado de la calle derribando el último vestigio
del acueducto que le dio el nombre. En compensación, creemos que esta misma
exploración, siguiendo la alineación del acueducto, pero hacia el interior de la ciu­
dad antigua, nos ha deparado otras pilas de nuestro monumento encajadas en la pared
de la capilla de acceso a la catedral, pasando por el claustro, desde la calle de Santa
Lucía. Parecen sucederse en la pared de la izquierda, entrando, tres fajas verticales
correspondientes a paramentos de pilas, con intercalaciones de fábrica posterior del
doble de su latitud, o bien aislando hornacinas que forman altares.

220
Capítulo V II. Otros acueductos

La to rre de la p u e rta del A rce d ia n o en la cu a l q u e da ro n e n g lo b a da s


dos p a re ja s de arcadas del a cu e d u cto rom ano, de las cu a le s aparece una
(según Florensa: Las m u ra lla s rom anas de B arcelona)

Los restos destacados a que nos hemos referido y que


son los únicos que actualmente se conservan, son la pareja
de arcadas paralelas gemelas que quedaron aprisionadas al
construirse la muralla. Una de las pilas delim ita el saliente
de la torre con respecto al lienzo de la m uralla, quedando
visible en los dos paramentos perpendiculares, y su arista
es también arista de la torre, siendo paramento transversal
de ésta el longitudinal de aquél, y a la inversa en la corres­
pondencia de los otros dos. En el paramento frontal de la
torre, separado únicamente por medio metro de relleno de
m anipostería posterior, aparece el paramento de otra pila,
que corresponde al acueducto gemelo del anterior. Luego
la torre continúa revolviendo en cuarto de círculo su fábri­
ca externa y formando con su sim étrica la puerta de entra­
da, que prim itivam ente se coronaba por un medio punto
entre ambas.

R estos del a c u e d u cto C a lle de Los A rco s Plaza de C apellanes

221
Acueductos romanos en España

D e ta lle s de la e s tru c tu ra en
a lza do y se cción tra n sve rsa l
(A cu e d u cto s II y I)

acueducto d e Barcelona

El á n g u lo de la to rre
de re ch a de la p u e rta del
A rce d ia n o con la arcada
a u té n tic a del a cu e d u cto
restaurada y otra
re co n s tru id a sobre
c im e n ta c ió n a u té n tic a
(A c u e d u c to II)

222
Capítulo V II. Otros acueductos

C uatro vista s d e l a cu e d u c to
II con la arcada a u té n tic a
re sta u ra d a y una m ás
re c o n s titu id a

223
Acueductos romanos en España

P ila r-im p o sta e


in tra d ó s de
bóveda del
a cu e d u c to I

A rra n q u e de bóveda del


a cu e d u c to II (el m ás
P ilares de am bos m oderno)
a cu e d u cto s,
visto s del lado
c iu d a d ( l- ll) Fotos del In s titu to
(se observa uno M un icip al de H istoria de
de e llo s con Barcelona. Excavaciones,
el pa ra m e n to m arzo 1 9 6 0
p ica do )

Zona baja de los p ila re s de la fo to a la iz q u ie rd a (se observa la pequeña d is ta n c ia


que separa a am bos a cu e d u cto s)

224
Capítulo V II. Otros acueductos

Quedan así visibles al exterior dos conjuntos de restos:

A) Dos paramentos en ángulo recto de un pilar, formado el ángulo de la torre en


la parte inferior; las dos terceras partes de la boquilla de una de las bóvedas que
sustentaba y el tímpano de la misma prolongándose por los cajeros del canal,
todos ellos enrasados en el paramento transversal que delimita la torre. La arca­
da inmediata, con sus tímpanos y cajeros, se construyó en 1957 sobre el cimien­
to auténtico, según ya hemos indicado.
B) El paramento transversal de un pilar gemelo del anterior que pertenecía al
acueducto paralelo, apareciendo en el paramento torre casi adosado a su com­
pañero.

P aram e n to fro n ta l y co rte


por a rra n q u e s de bóveda,
hasta la ca ja por el pla n o
del p a ra m e n to tra n sve rsa l
en a cu e d u cto II, vis to desde
el lado de fu e ra (Foto del
In s titu to M u n ic ip a l de
H is to ria de B arce lo n a )

225
Acueductos romanos en España

Los dos p ila re s de fo to s


Además, en el interior de la torre, gracias a la labor de derribo de la fábrica que
a n terio re s, visto s desde
los envolvía, han aparecido las dos arcadas que corresponden a los restos exteriores a rrib a lado c iu d a d rom ana.
A parecen co rta d o s
que hemos descrito. Estos pueden visitarse desde la casa del Arcediano descendien­
los tím p a n o s y p ic a d o
do al sótano, y tenemos que hacer constar la amabilidad con que siempre hemos sido el p a ra m e n to
recibidos en dicha casa, donde además nos proporcionaron las fotografías interiores
que muestran los pilares y bóvedas de las dos arcadas recuperadas, tomadas durante
los trabajos de desescombro.

D escripción

De estos datos se deduce que el acueducto debía tener longitud importante, por lo menos
la correspondiente al recorrido desde la calle de Capellanes, la de Los Arcos y Plaza
Nueva, para llegar con una altura importante a la zona donde queda emparedado por la
muralla y teniendo que prolongarse por ambos lados para llegar a nivel del terreno.
También se deduce que es doble, o sea, integrado por dos alineaciones de arcadas
paralelas m uy próximas, a unos 0,45 m (l */2 pies), y cada uno de ellos formado por
pilares cuadrados de 1,55 m (5 pies), con bóvedas de 3,10 m (10 pies) de vano; es
decir: con una relación de vano a macizo de aproximadamente 2.
Los pilares de ambos tienen paramentos de sillarejo con hiladas horizontales de
diferente altura, repitiéndose la misma fábrica en tímpanos y en la coronación que
corresponde a los cajeros del canal. En uno de ellos es más cuidada que en el otro,
mejor talla y mayor tizón, pero donde existe gran diferencia es en las bóvedas, pues en
aquél está constituida por dovelas trapeciales de buena escuadría distribuidas longitu­
dinalmente en tres hojas independientes con juntas seguidas de 0,50 m de anchura

226
Capítulo VII. Otros acueductos

media, interrumpidas por la dovela de clave, que va de paramento a paramento. En el


otro acueducto las dovelas, m uy estrechas, unas treinta y cinco en total, con espesores
entre 15 y 20 cm y en una sola hoja en cada uno de los paramentos, con anchura de
sólo 15 cm, apareciendo en el resto del intradós mampostería concertada (opus incer­
tum). La boquilla, muy bien aparejada, tiene un espesor de 0,50, con lo cual las que
arrancan de un mismo pilar dividen en tres partes aproximadamente iguales el espe­
sor del mismo, quedando entre ambas un espesor del tímpano de la misma latitud que
ambas. Los cajeros tienen una altura de 1,10 m y la caja es de 0,75 x 0,75 m.
Los tímpanos se coronan por el ático correspondiente a la caja, intercalando entre
ambos una impostilla de pequeño espesor y saliente, tangente a la coronación de
boquillas. Existe un segundo resalto en paramentos, que es la última hilada del pilar,
con triple altura que las demás, correspondiéndole también aumento en las otras dos
dimensiones. El núcleo está relleno de un modo uniforme con opus cem en ticiae de
cantos gruesos, distinguiéndose también la calidad en cada uno de ellos. El interior
del canal está revestido con un enlucido del opus signium característico en todos los
acueductos.

Problem as arqueológicos

Como en casi todos los acueductos que hemos estudiado, no existe ninguna referen­
cia documental que permita datar los dos que ahora nos corresponden. Sólo referen­
cias estilísticas y límites temporales de deducción elemental, como, por ejemplo, la
consideración de que ambos son anteriores a la construcción de la muralla, la cual
corresponde al tránsito del siglo I I I al I V d. C.
De este tipo de relaciones temporales tenemos también la noticia datada de la
construcción de unas termas a expensas de Lucius Minicus Natalis y su hijo, que cons­
ta en una lápida de mármol conservada hoy en el Museo de Arqueología de Barcelo­
na y cuya inscripción se recoge en el Corpus con el número 5.145. Sobre estas termas
se construyó la basílica de San M iguel, que fue una de las primeras iglesias donde
hubo culto cristiano en Barcelona y se derribó en el año 1868, descubriéndose enton­
ces la lápida citada y un hermoso mosaico con motivos de tritones, hipocampos y
delfines, conservado también en el mismo Museo. Al hacerse el derribo se compro­
bó que una de las capillas, quizás la principal, era un frigidariu m , m uy parecido al de
las termas de Arlés. La iglesia de San M iguel ocupaba parte de la plaza actual del
mismo nombre, que se amplió con el derribo, y se encuentra en la prolongación del
acueducto. Los M inicius pertenecen a los tiempos de Trajano y Adriano (el padre
llegó a cónsul y el hijo a tribuno de la plebe), y en dicha lápida se hace referencia al
emperador Adriano.
En otra lápida del siglo I I (Corpus, 4514), donde salen a relucir éstas u otras ter­
mas de la ciudad, se conmemora un feliz acontecimiento de cierto ciudadano hacien­
do donación de aceite para su uso en los baños un determinado día. Florensa, en la
obra ya citada de las M urallas rom anas , apunta que la construcción de estas termas
podría ir aparejada con la construcción o reconstrucción del acueducto. Nosotros
también creemos que son dos sucesos relacionables, y que la posibilidad de abrir

227
Acueductos romanos en España

unas termas supone la mejora del suministro de aguas a la ciudad y podría ser la de
construcción del primer acueducto, dada la época en que nos movemos, pues por el
correcto estilo de bóvedas de sillería con dovelas de escuadría clásica ordenadas en
todo el ancho pueden pertencer m uy bien a la época de Trajano, aunque caigamos
en la topicidad de hacer a este emperador padre de otro acueducto más.
En cuanto al otro acueducto, que en su descripción ya lo hemos considerado como
posterior y de fábrica más incorrecta en todos sus elementos, encontramos parecido
con los de Fréjus y de Lyon, que aunque no datados se refieren siempre a los siglos II
o III. Su ejecución con bóvedas de dovelas tendiendo a lajas, que se utilizaron como A c u e d u c to ro m ano de
Fréjus (F ra n cia ). Fotos de
molde aparente y sólo en paramentos, rellenando después el núcleo con maniposte­ M a u rice P ezet: S u r les
ría en hiladas horizontales, señala ya un proceso m uy avanzado en la evolución del Traces d 'H e rc u le s
concepto de bóveda, cuyo modelo clásico, no im ita­
do en este particular, lo tenían a la vista en el acue­
ducto inicial. Este proceso de evolución de las bóve­
das lo hemos analizado detenidamente al tratar de los
acueductos de Pineda y Alcanadre y lo comprobamos
en los restos de la fábrica interior del acueducto de
Toledo. En el caso actual -com o ya hemos adverti­
do—destaca la perfección constructiva del que ha
quedado oculto al no prolongarse, como debería
haberse hecho al reconstruir la arcada nueva de su
gemelo. La idea de esta prolongación ha sido acerta­
da, pues ha definido la naturaleza del monumento,
que hubiera quedado desapercibida, con la sola pre­
sencia de un pilar y parte de la bóveda incrustadas en
la muralla. Se ha dado gracia al ambiente romano de

A c u e d u c to ro m a no de
B arbegal (F ran cia ). Fotos
de M a u rice P ezet: S u r les
Traces d ’ H e rcu le s

228
Capítulo VII. Otros acueductos

A c u e d u c to ro m a no de Lyon
(F ran cia )

esta zona, al destacar el tema de uno de los monumentos más representativos de nues­
tros antecesores los romanos, pero se enriquecería esta evocación completándola con
el gracioso acompañamiento de su gemelo, dando un ejemplo de lo que es el arte de
la arquitectura ingenieril, donde manejando un repertorio de temas tan reducido,
como es el de la arcada coronada con un canal, se pueden introducir variantes, que
expresan además fielmente las condiciones constructivas de la época.

A c u e d u c to ro m a no de
Fréjus (F ra n c ia ) (según
H. P. Eydoux: La France
A n tiq u e

229
Acueductos romanos en España

A cueducto de Alcanadre

Descripción

La conducción de agua a que corresponden los restos del acueducto de Alcanadre ser­
vía a la ciudad romana de Calagurris, hoy Calahorra. El agua procedía de unos
manantiales en el término de Estella, y aunque no hemos conseguido fijar ningún
punto del trazado parece que pasaba por un barranco, que se denomina de Los Arqui­
llos, donde debió existir obra elevada. También debe tener alguna relación con ella el
actual pueblo de Los Arcos.
El paso del Ebro de esta conducción era el acueducto que estudiamos, cuyas rui­
nas de la margen izquierda es lo único que aparece en la actualidad, ya que no se divi­
san restos ni en la orilla derecha ni en el propio cauce. Esto último es natural, pues
agua abajo, a unos 1.200 m, se ha construido en este siglo una presa de derivación
que eleva el nivel de las aguas, por lo cual los restos que deben existir de los pilares
dentro del cauce quedan sumergidos en toda época.
Estas ruinas que señalan el trazado y que son el único vestigio que conocemos de
la conducción (*) se encuentran en el tramo de río entre los pueblos de Alcanadre (mar­
gen izquierda) y Lodosa (margen derecha), mucho más próximas del primer pueblo,
al que ha dado nombre, pues alcanadre en árabe significa puente, como alcántara.
El acueducto de Alcanadre era en realidad un puente-sifón, siendo su caja, que
debía estar cubierta por bóveda de medio punto, una galería visitable, donde las aguas
venían encauzadas en tuberías cerámicas que las encañaban a presión. Hoy día no
queda resto alguno de estas tuberías y m uy poco de las paredes de la galería, pero
debemos esta referencia al ilustre arqueólogo D. Blas Taracena, quien nos recomen­
dó en 1943 el estudio de esta obra, en la cual le resultaba m uy extraño el hecho sin­
gular de la abundancia de tuberías en las inmediaciones. También debemos al Sr. Tara-
cena las tres fotografías que reproducimos, que pueden datarse en los años veinte y
en las cuales se aprecia notable diferencia del estado de las ruinas, al compararlas con
las fotos que hemos obtenido en marzo del pasado año (1970).
Actualmente las ruinas alinean hasta seis arcadas de las quince que aparecen en las
fotos antiguas, empezando por unas casi enterradas con menos de medio punto y a
las cuales le siguen otras que apenas lo completan, quedando en las últimas supera­
do este contorno en intradós al continuarse por verticales que destacan pilares inci­
pientes, sin que se marque separación entre ambos elementos arco y pilar. Las restan­
tes ruinas son verdaderamente informes, se hallan bastante removidas y algunas
volcadas.
Junto al acueducto existe un camino que llega hasta el río, en una zona de saca de
arenas que ha trastornado toda la zona que debía corresponder a la obra, por lo cual
ha desaparecido todo rastro. Como ya hemos indicado, pudieran existir restos de las
pilas dentro del cauce, pero actualmente siempre sumergidas.

(*) Existen vestigios de la llegada del canal a Calahorra, según se indica en el Archivo de Arqueología.

230
Capítulo VII. Otros acueductos

F o to p la n o de la zona d o n d e
se e n cu e n tra n las ru in a s d e l
a cu e d u cto

R u inas del a cu e d u c to

C arretera
a Lodosa

C arretera a
Los A rcos

Río Ebro

C arretera a A lca n a d re F erro ca rril

231
Acueductos romanos en España

A c u e d u c to de A lca n a d re

Tres fo to g ra fía s del a cu e d u c to to m a d a s en los años ve in te


por el arq u e ólo g o D. B la s Taracena

E stru ctu ra en a lzado y


se c ció n tra n sve rsa l

D e ta lle de la zona según el


m apa de C oello

R u in a s del a cu e d u cto .

232
Capítulo VIL Otros acueductos

A cu e d u c to de A lca n a d re . F o to g ra fías a c tu a le s de las ru in a s A rq u e ta de to m a de presión


conservadas. V ista de c o n ju n to

P rim e ra s arcadas Tram o in ic ia l, que se conserva

C o n ju n to de a rcadas A rca d a s de m ayor a ltu ra

233
Acueductos romanos en España

La alineación de arcadas aparece a 7 m del borde de la carretera de Lodosa a Los


Arcos, en dirección ligeramente oblicua, quedando el muro donde se iniciaba la ele­
vación sobre el terreno cortado por la carretera, pues aparece al otro lado de ésta, reco­
nociéndose a poco un ensanchamiento que pudiera corresponder a una arqueta de
comienzo de obra, quizás con arranque de las tuberías. A ésta le precede un trozo de
canal o galería, lo cual no puede distinguirse porque quedan únicamente la solera y
arranques de muros, que desaparecen al irse enterrando aquél conforme va subiendo
la ladera. Esta termina en una terraza de erosión que está a unos 100 m de altura sobre
el nivel del río. Parece lo más lógico que el canal se introdujera en túnel para salir en
alguno de los barrancos producidos por erosión, pudiendo así orientarse en dirección
noroeste, que es la que le corresponde tomar para dirigirse hacia el origen, por el
barranco de Los Arquillos.
Las dimensiones de las arcadas son: luz, 4,50 m (15 pies), a excepción de las pri­
meras semienterradas, que no llegan al medio punto y cuyo vano oscila de 3 a 4 m.
Las pilas tienen 1,10, siendo de 2,25 la latitud única entre paramentos. La anchura
de la galería es de 1,00 m (3 V2 pies), con sendos muretes de 0,60 (2 pies). El espesor
de las dovelas oscila alrededor de 10 cm (‘/3 pie).

Problem as arqueológicos

Como nos ha ocurrido en todos los acueductos estudiados, no tenemos fuente docu­
mental que nos permita fijar ni aproximadamente la fecha de su construcción. En éste,
además, no existen referencias de ninguna época, salvo las que aparecen en el mapa de
Coello correspondiente a Logroño, aunque equivocada, pues figura como: «acueduc­
to arr. llamado los Arcos de los Moros». Las únicas orientaciones para su encaje pro­
ceden de las ruinas mismas, pues incluso su correlación estilística con los restos de otras
obras análogas no nos sirven, ya que tampoco estas últimas han sido datadas.
Por lo pronto observamos una diferenciación total de sus fábricas con las de los
acueductos de primera época. Nada más alejado, por ejemplo, de la fábrica segovia-
na, con hermosos sillares rectangulares y dovelas con proporciones poco alejadas del
cuadrado, que este sillarejo tan alargado, especialmente en lo que se refiere a dovelas,
las cuales además se caracterizan por su irregularidad tanto en soga como en tizón,
pues se ordenan expresamente para dar boquillas en creciente de arranques a clave.
Pero la distancia estilística es mucho mayor al comparar estructuras internas; en Sego­
via tenemos una fábrica exclusivamente de sillares asentados directamente unos sobre
otros sin aglomerante que los enlace y rellene los huecos, mientras que en Alcanadre
el sillarejo es un revestimiento superficial que sirve de molde a una fábrica interna
cem en ticia e que se aglomera con mortero de cal, sin establecer distinciones en este
núcleo entre bóvedas y tímpanos y entre tímpanos y pilas.
Desde los sillares asentados a hueso, que es herencia de la arquitectura griega,
donde sus dimensiones son distintas según la hilada que corresponde en el alzado del
edificio, y que, además, reciben nombre según su específica situación: «eutinteria»,
«ortostatos», etc., en el caso particular de los templos, a lo propio de la arquitectura
romana, con sus grandes muros y bóvedas, en los cuales se distinguen estructuralmente

234
Capítulo V II, Otros acueductos

235
Acueductos romanos en España

A c u e d u c to de A lca n a d re . D e ta lle de los a p a re jo s en los fre n te s

E stado de la c o ro n a ció n

E scorzo que m ue stra la su p e rp o sició n de las fá b ric a s

D e ta lle de la fá b ric a in te rn a

superficie y relleno, se tiene un ciclo completo en concepción y


técnica. En la actualidad se ha ido más allá, dejando el hormigón
al descubierto, lo cual se ha verificado sólo m uy recientemente
tanto en los edificios como en las presas y puentes, habiéndose
utilizado durante mucho tiempo este procedimiento romano de
capa externa de ladrillo o piedra para lucir y además servir de
encofrado a un núcleo interno de hormigón.
Naturalmente que esta técnica actual que comentamos no ha
necesitado entroncarse directamente con la romana, separada por
una solución de continuidad de varios siglos, ya que además al
llegar a ello no necesita de un lento proceso evolutivo, sino que
de partida es más sencillo establecer este reparto de funciones,
pues para dejar el hormigón al descubierto hay que construir ver­
daderamente bien.
De todos modos existe, en este punto, una diferencia muy
notable entre la técnica romana y la actual, ya que no era posible
una estructura constructiva puramente de hormigón debido a que
los conglomerantes de aquella época eran de un endurecimiento

236
Capítulo V II. Otros acueductos

m uy lento. Los cementos actuales adquieren consistencia en un período mucho más


corto que las cales empleadas por los romanos, las cuales se caracterizan por esa con­
dición de tardar años en consolidarse, frente al mes característico para definir la resis­
tencia de nuestros hormigones. Por este motivo las fábricas romanas de hormigón no
son inicialmente resistentes, sino relleno, plem enteria. Sus muros, y con más motivo
sus bóvedas, necesitan de una estructura resistente específica que soporte en prime­
ra época al peso de toda la construcción. Son los anillos internos de ladrillo que se
construyen inicialmente en la bóvedas, así como las trabas entre paramentos de sille­
ría en los muros.
Esta idea de elementos activos y pasivos reaparece en la arquitectura medieval,
donde, como se abandonó la construcción con hormigón, se da la paradoja de que
tanto los elementos activos -nervios- como los pasivos -plem enteria—son resisten­
tes, puesto que estos últimos son también de sillarejo, aunque menos cuidado que la
sillería de los nervios; pero, como adquieren formas aptas para resistir a compresión,
se incorporan desde un principio a la función resistente, reforzando notablemente la
capacidad del esqueleto formado por los nervios. Esto se ha comprobado en todos
los hundimientos más o menos naturales de las bóvedas góticas y m uy particularmen­
te en las destrucciones bárbaras de los bombardeos modernos.
Para completar esta breve comparación de las fábricas donse se ha utilizado el hor­
migón, recordaremos la notable transición de la palabra cemento, que hoy día es sinó­
nimo de conglomerante, mientras que empezó en Roma como caem enta , u opus cae­
m enticiae, que significan, respectivamente, piedra partida, y fábrica en que ésta se
emplea.
Las anteriores consideraciones nos sirven para llevar la fecha de nuestro acueducto
al siglo II, mediado por lo menos. Su construcción es bastante buena, el intradós de los
arcos está muy aquilatado y terminado con gran regularidad en el enrase de los dos para­
mentos, que, como ya hemos indicado, no ostentan ningún resalto. También la rela­
ción de vano a macizo denota dominio, pues resulta de 4,50, con un espesor de pilas
de alrededor de 1 m, cifras que indican un gran avance dentro de la morfología de los
puentes, con los cuales hay que establecer relación, mejor que con los acueductos.
Buscando otras obras análogas fuera de nuestro país encontramos en la conducción
de Fréjus, que alimentaba la colonia de Forum Julii, en la Galia narbonense, nueve acue­
ductos. Tenemos en ellos una fábrica de sillarejo cuyo alargamiento se hace máximo en
las dovelas. Están dispuestas en un aparejo muy regularizado, formando chapado con
poca trabazón respecto del resto de la fábrica del pilar. El sillarejo de los tímpanos pasa
por entre los arranques de las bóvedas para formar el pilar sin discontinuidad.
También en el acueducto de Barbegal, cuyas aguas se explotaban en uno de los
primeros aprovechamientos industriales que se conocen, pues daba movimiento a un
conjunto de molinos de harina dispuestos en cascada y en dos grupos, aprovechan­
do la pendiente de la ladera. En esta obra existen también paramentos planos sin mol­
dura alguna con boquillas de sillares radiales m uy alargadas y dispuestas en crecien­
te perfecta, pero de poco espesor independientes del resto de la estructura de la
bóveda, por lo cual en muchas zonas se han desprendido del paramento, como ocu­
rre en Alcanadre.

237
Acueductos romanos en España

También tenemos características análogas en alguno de los acueductos de Lyon,


cuyas ruinas ostentan las boquillas desprendidas íntegramente en grandes trozos, mos­
trando las capas internas de la bóveda con piedras en forma de lajas dispuestas radial­
mente, destacando del relleno de tímpanos, cuyo hormigón se ha ido colocando por
hiladas horizontales sin discontinuidad.

A cueducto de Pineda

De este acueducto existe una monografía m uy completa publicada por el Institut


D'Estudis Catalans en el año 1936, de la que es autor D. Francesc Prat i Puig y se
denomina L 'aqiieclucte R om éde Pineda. El actual Ayuntamiento de Pineda, muy celo­
P la n ta de la zona, según
so de la pertenencia del acueducto —lo tiene en gran estim a-, nos facilitó la visita a P rat i P uig
las ruinas en el pasado año (1970) y nos propor­
cionó fotografías actuales de las mismas. Tam­
bién damos las fotografías que nosotros obtuvi­
mos en dicha visita en comparación con las de
dicha monografía, de la cual hemos sacado, ade­
más, la mayor parte de los datos que publicamos.
Según Prat i Puig la conducción tomaba las
aguas de unas fuentes existentes en la Riera de
Pineda a la altura de Can Bafí, mediante presa
de poca altura en un estrechamiento del cauce,
produciendo un pequeño embalse que servía
para dar una alimentación continua al canal.
Este se desarrolla en la ladera izquierda de la
Riera y debía ser cubierto, yendo unas veces a
media ladera y otras sobre muros, destacándose
al aire en tres acueductos. El primero de un solo
arco, hoy arruinado, en el barranco de la Font
del Ferro, cuyo vano era de 3,12 m. Los otros dos
más importantes, son: el de Can Cua, con lon­
gitud de 29,30 m, en el cual se abrirían unas siete
arcadas de las cuales sólo permanecen cuatro
completas, y el de Can Palau, del cual quedan
restos de seis pilares de un lado y el arranque de
la bóveda correspondiente en el lado opuesto.
Se conservan restos de la conducción con bas­
tante regularidad, en longitud de unos 5 km,
como puede verse en el plano que tomamos de
la monografía indicada, desapareciendo total­
mente en dos largos intervalos, en los cuales
supone el autor de la monografía que la conduc­
ción debe estar enterrada por pasarlos en túnel.

238
Capítulo V II. Otros acueductos

A lza d o y se c ció n tra n sve rsa l


de la e stru c tu ra
u

6 p 4P

Los restos desaparecen definitivamente en la explanada que existe junto a la carrete­


ra de la costa y frente al actual pueblo de Pineda, donde estaría la villa romana a la cual
debían servir las aguas según el mismo autor.
Las dimensiones internas del canal son de 0,30 x 0,50 y está revestido con un recu­
brimiento de opus signinum, característico de las obras romanas en contacto con agua.
A c u e d u c to de Can Cua. Las aristas inferiores se redondean, pero no tienen los cordones característicos en cuar­
Tres vista s d e l a cu e d u cto .
Fotos: A y u n ta m ie n to de
to de círculo. El canal tiene una pendiente media del 1% y debía aportar un caudal de
P ineda unos 15 litros por segundo. (Datos de Prat i Puig.)
En el acueducto de Can Cua, como ya hemos indi­
cado, existían cuatro arcadas derecha y una caída,
habiendo desaparecido otras cuatro o cinco que faltan
para completar el espacio entre muros. Se conserva tam­
bién el final del muro en la otra extremidad. Hoy día
siguen las cuatro arcadas, aunque más deterioradas. Se
han perdido piedras en el intradós de las arcadas y jus­
tamente en el plano axial como si estuviera construido
en dos mitades, faltando en zona central a todo lo largo.
Han desaparecido los restos de la quinta arcada que

239
Acueductos romanos en España

V ista general

A c u e d u c to de Can Cua. P ila r e xtre m o conservado

V ista desde aguas a rrib a

D e ta lle de la fá b ric a Vista desde aguas ab a jo

240
Capítulo V II. Otros acueductos

D e talle de la zona c e n tra l


de una bóveda

Tram o d e l m uro en la c o n d u c c ió n

A rca d a in te rm e d ia

C anal sobre el m u ro . Se observa c la ra m e n te el re ve s tim ie n to


in te rn o de o p u s s ig n in u m A rca d a fin a l

241
Acueductos romanos en España

aparece derribada en las fotos antiguas y también ha quedado enrasada la coronación,


no descubriéndose restos de la caja.
Los pilares tienen sección ligeramente trapecial, pues se nota en todos una lige­
ra dism inución de latitud hacia aguas abajo del torrente. Su espesor se mantiene
alrededor de 1,22 m (4 pies), mientras que las latitudes varían desde 1,80 a 1,75 m
(6 pies) agua arriba y de 1,77 a 1,70 m en paramento aguas abajo. Sus alturas van
aumentado desde 2,35 a 3,10 m, siendo las luces también crecientes en el mismo
sentido: 3,03 + 3,24 + 3,50 + 3,71. Al pasar a las bóvedas los arranques se remeten
con respecto a los paramentos de pilares, siendo las luces de: 3,42 + 3,44 + 3,70 +
3,85. Como los niveles de coronación de pilas y el de trasdoses de bóvedas se m an­
tienen fijos, los perfiles de los arcos pasan del medio punto a ser ligeramente elíp­
ticos, aunque con m uy poco rebajamiento, pues la disminución de flecha corres­
pondiente es de 10 cm en el más afectado. Los espesores de bóvedas aparentes son
de: 0,60; 0,75; 0,92 y 0,98 m, aunque en realidad no se trata de verdaderas bóvedas
destacadas del relleno de tímpanos, sino que éstas han constituido una primera cos­
tra de lajas orientadas más o menos en dirección radial con profundidades m uy
variables, pero aumentando de clave a arranques. Esto se hace escalonadamente y
en correspondencia con los niveles de reparto para el relleno de tímpanos, lo que
puede verse en el detalle de la sección longitudinal según el dibujo de Prat i Puig,
donde aparece claramente esta disposición y resulta especialmente aleccionador el
modo de cerrar la bóveda con cuña destacada que llega hasta el nivel superior del
relleno de tímpanos.
El acueducto de Can Palau fue más importante por tratarse de una depresión más
larga que debió alinear unas 17 ó 20 arcadas, de las cuales no queda ninguna, y la mues­
tra más importante es el arranque de una en el mismo muro de extremidad situado
aguas abajo en el canal. Se observa la misma disposición constructiva por fajas hori­
zontales que establecían cortes del paramento incluso en las bóvedas, con la única dife­
rencia que las lajas internas se disponen radiales antes que en las bóvedas del otro acue­
ducto, ya desde los 60 cm, cosa que no se consigue en el otro hasta la tercera capa.
En toda la fábrica de ambos, tanto de las pilastras como de los tímpanos y bóve­
das, impera la construcción por capas de 50 a 60 cm, estableciéndose a veces planos
de nivelación mediante lajas de poco espesor y en el primero aparecen también en
estos planos agujeros de unos 5 cm que debieron servir para amostrar las dos caras
del molde ampliando la contención con planchadas o zapatas de madera.
En la fijación de fecha hay que avanzar al siglo I I y probablemente al I I I , pues los
detalles de la ejecución de la fábricas denotan una evolución de la técnica construc­
tiva que sólo encontramos en los últimos siglos de la arquitectura romana. El autor
de la monografía, tantas veces citada, señala el hecho de encontrarse, en la zona donde
debió estar la villa romana, cerámica romana desde el siglo I al I V , pero con mayor
abundancia en los del I I y I I I .

242
Capítulo V II. Otivs acueductos

A cueducto de S a d a b a

Dos vista s de los p ila re s y


Las ruinas de este acueducto son
una del canal e n ca ja d o en 30 pilares en los que se superponen
roca. Fotos: G a lia y (16)
sillares mal escuadrados y de altu­
ras m uy diferentes en pila única
con p lan ta d ecrecien te de abajo
arriba, coronados por otro ligera­
mente desbordante del inm edia­
to y que lleva el cajeado del canal.
El número primitivo de pilas debió
ser m ucho m ayo r, ten ien d o en
cuenta la longitud de la depresión
existente. El canal tenía que ser de madera, ya que no cabe un enlace mediante arcos
entre pilares. Esta solución era más corriente en puentes donde un tablero de made­
ra se podía siempre tender entre pilas a distancias de 4 a 9 m, que son las norma­
les en los puentes romanos de luces medias.
Es monumento nacional junto con las ruinas de las termas próximas, teniendo el
número 1.085. Quedan también restos del canal encajado en el terreno. La distancia
entre pilares es aproximadamente de cuatro metros y la canal tiene una sección útil
de cuarenta y dos por veinte centímetiOS, según J. Galiay.
La conducción venía del arroyo Arbas de Luesia, donde existe una pequeña presa
de derivación casi enterrada aguas abajo de Malpica y debía de servir a la antigua ciu­
dad de Atiliane o Aquae Atilianae que se menciona como XI mansión en la vía roma­
na de Astúrica a César-Augusta. Hoy es el despoblado de Clarina donde se encuen­
tran restos de construcciones romanas; las principales parecen ser de unas termas,
habiendo también en los alrededores una tumba que por la inscripción debió ser de
la familia de los Atilios.
Puede asimilarse al de Segovia por la falta de conglomerante. También parecen ser
de la misma época las ruinas denominadas de Los Bañales.
No hemos podido realizar una visita al terreno, habiendo tomado los datos ante­
riores de los trabajos que aparecen en la bibliografía.

243
Acueductos romanos en España

A cueducto de Chelva

De la conducción de agua a Loura (actual Liria) quedan en las cercanías del pue­
blo de Chelva (a unos 5 km) las ruinas de dos acueductos, uno de los cuales sirvió
en época moderna de puente. Quedan también trozos de la canal y dos túneles,
aparte de una gran trinchera a la salida de uno de los acueductos. Parece que las
aguas se tomaban de los m anantiales llamados los Chorros de Tuexar, pasando a
poco la rambla, denominada actualmente de los Arcos o de Alcotás, por uno de los
acueductos que tenía seis arcos los cuales no se conservan. Seguía el canal excava­
do en la roca y se llega al segundo acueducto compuesto de tres arcos con dos pila­
res centrales cimentados en el cauce pero sobre roca, lo cual ha permitido que se
conserve casi en su totalidad y pueda utilizarse como puente. La altura máxim a
llega hasta 33 m con una anchura en lo alto de 2,10 m. Los pilares son escalonados
como en Tarragona y la obra es de optis cuadrata. A la salida de este acueducto se
ha tajado en toda la altura un picacho de unos 25 m en lugar de pasarlo en túnel
que hubiera tenido alrededor de 50 m de longitud. Esta peña se llama actualm en­
te la Serrada por el corte tan singular. Los túneles tienen ventanas para facilitar la
construcción. También se conserva alguna zona de canal a media ladera con muro
para cimentar el cajero externo.

G rabado de C a va n ille s [5 ]

244
Capítulo V II. Otros acueductos

v u / í t'M M a/U .

P lano y d e t a lle s g e o m e tr a le s (leí A c u e d u c to ile C H E liV R S .

P lan e t d e ta ils g é o m e íra n x de l'A ^ u éd u c de C H E L V E S . J P lan a n d g e o m e tric a l details o f t lie A q u ed u ct o f ( 'H E L V E S .

A cu e d u c to s de C helva
G rabado de L aborde [2 ]

P ágina sig u ie n te
A c u e d u c to s de Chelva
G rabado de L a borde [3 ] y [4]

245
Acueductos romanos en España

A cueducto de Valencia de Alcántara

Todo lo que publicamos sobre este acueducto, fotografías, datos y antecedentes, lo


debemos a la amabilidad de dos valencianos o valentinos, amantes de las tradiciones
de su ciudad, señores Avila y Diéguez, a los que hemos acudido por no haber llega­
do a tiempo en el estudio de la obra, al no poder encajar el viaje necesario y que no
desistimos de realizar más adelante.
Según estos señores, la Valencia de Alcántara actual es la Valentia que fundó «Junio
Bruto, cónsul en España, dando tierras y una ciudad llamada Valentia a los que bajo
Viriato combatieron», según la cita de Tito Livio. La falta de documentos epigráfi­
cos hacen que no se haya zanjado la discusión entablada con los partidarios de la atri­
bución de dicha cita a la Valencia capital de la provincia y reino del mismo nombre.
Precisamente una de las alegaciones que estos señores aducen para defender su
tesis es precisamente la existencia de esta conducción de aguas, con acueducto impor­
tante y cuyos restos atestiguan que fue construido por los romanos, lo mismo que E stado a ctu a l del
a cu e d u cto : los restos de
otros dos puentes que se encuentran en las proximidades. la obra rom ana
La conducción traía las aguas de la fuente de San Pedro, con un trayecto de unos co rre sp o n de n a los arcos
q u e aparecen en la zona
8 km y sobre obra elevada únicamente en una longitud de 124,50 m para salvar el extre m a a la de re ch a de
arroyo Peje, debiendo terminar en la zona denominada La Charca, donde hubo efec­ la fo to . Los arcos de la zona
b aja se co n stru ye ro n cu a n d o
tivamente una laguna artificial que, en opinión del señor Avila, debió ser la piscina la re fo rm a d e l s ig lo XIX.
limaria terminal, la cual existía hace cincuenta años, según se comprueba en la fotografía Fotos: E. D iéguez

248
Capítulo V II. Otros acueductos

Vista fro n ta l de la zona de


fá b ric a s ro m a na s: el re m a te
en p e n d ie n te co rre sp o n de
que publicamos propiedad de este señor. Esta charca al extenderse la ciudad por dicha
a la galería v is ib le de la zona fue desecada y terraplenada. La conducción en la actualidad termina en la plaza
tu b e ría d e l sifó n .
Fotos: E. D iéguez
principal, pues fue desviada casi en ángulo recto al llegar a las murallas de la ciudad
cuando la gran reforma del acueducto a finales del siglo XIX.
V ista de tre s de las a rcadas El acueducto propiamente dicho se encuentra a una distancia de 1 Ion aproximada­
o rig in a le s: se a p re cia n
las b o q u illa s co n dovelas
mente de la ciudad y como ya hemos dicho salva la depresión del arroyo Peje, habien­
bie n a p a re ja d a s y con do enrasado su coronación sobre él a unos 18 m sobre el fondo del cauce. Esta altura se
a lm o h a d illa d o en sa lie n te
c ilin d ric o
consiguió elevando la obra sobre arcadas que según Viu que lo describe, aunque some­
ramente, eran 17, lo que se comprueba
por los restos de basamentos de las pilas
que debieron alcanzar una altura máxi­
ma en el centro de 12 m. Sobre estas pilas
se voltearon los diecisiete arcos corres­
pondientes con una luz de 5,50 m según
se mide en los existentes. La boquilla de
estos arcos se marca perfectamente des­
tacando 29 sillares bien labrados y per­
fectamente aparejados en dirección ra­
dial con almohadillado cilindrico que
muchos conservan con poco deterioro.
El tizón es poco regular (por término
medio es de 50 cm) y no queda muy per­
filada la línea de trasdós de la boquilla, la
cual, como ocurre en todos los acueduc­
tos romanos, enrasa (exceptuando el

249
Acueductos romanos en España

ESCALA GRAFICA

A lza d o según d a tos


fa c ilita d o s por los señores
relieve del almohadillado) con el plano correspondiente al paramento de tímpanos. Á vila y Diéguez
Estos son de manipostería (opus incertum ), pero ordenados por hiladas especialmente
en el paramento Sur, que es el mejor conservado. La latitud de la bóveda es de 1,20, que
se consigue mediante dos dovelas con longitudes distintas. Viu indica que sobre estas
arcadas había otras 20 pequeñas para aligerar la obra sobre las principales y debían estar
sobre las claves de los arcos aunque con luces m uy reducidas: 1,50 m. Quedan dos de
ellas en el muro de acceso de aguas arriba.
Las pilas son de sección rectangular que va aumentando por escalones, empezan­
do con mayor sección que la de arranque de los arcos, pues tienen 2,40 en sentido
longitudinal por 1,80 m en dirección transversal. Son de sillería tosca y bien dispues­
ta en hiladas horizontales con almohadillado irregular que parece tener recercado en
algunos, quedando m uy salientes en los que están a tizón que tienen frentes casi cua­
drados. Se encuentran m uy rejuntados, pues han debido ser objeto de varias repara-
ciones.

Zona de fá b ric a s rom anas:


se a p re cia n tre s arcadas
c o m p le ta s con b o q u illa s
p e rfe cta s, el p a ra m e n to de
tím p a n o s b ie n a p a re ja d o y
las p ila s con re ta llo s
su cesivos en las dos
d ire c cio n e s . Fotos:
E. D iéguez

250
Capítulo V II. Otros acueductos

Las tre s arcadas


co m p le ta s y dos a n illo s de
a lig e ra m ie n to : obsérvese
el p e rfe cto tra sd o sad o de
las bóvedas y el buen
a p a re jo de los tím p a n o s

Según Viu la obra en su tiempo había sido «mil veces restaurada» y eso se indica
también, según mis informadores, en todas las referencias del siglo XIX. Pero la gran
restauración que transformó radicalmente la obra se llevó a cabo en los últimos años
de dicho siglo, de la cual salió completamente cambiada, no quedando de los roma­
nos más que tres arcadas principales completas y dos menores, una cuarta con el arco
roto en la zona de clave, el arranque de un
D e ta lle de una p ila : o ste n ta quinto arco y unas cuantas pilas más o menos
el p a ra m e n to a n o rte m ás recortadas. Estas últim as están macizadas
d e te rio ra d o p o r los ag e nte s
m ete o ro ló gico s, pero se entre sí de fábrica que soporta la galería visi­
a p re cia el a lm a h o d illa d o de table por donde va la tubería del sifón que
los s illa re s . Foto: E. D iéguez
sustituyó a la canal romana.
La causa de esta transformación debió ser
restaurar la conducción de aguas a la ciudad
que estaría casi interrumpida en el acueducto
con hundimientos importantes en la zona de
mayor altura, por lo cual en lugar de volver a
erigir la obra para obtener circulación natural
de «agua rodada» decidieron rebajar niveles,
salvando el cauce mediante un puente de dos
vanos que definió la alineación horizontal del
sifón enlazándola con las dos partes de la con­
ducción, que se conservaban en buen estado,
por sendas alineaciones rectas en rampa y
pendiente, respectivamente. La tubería del

251
Acueductos romanos en España

Laguna d e n o m in a d a “ La C h a rca ",


a c tu a lm e n te d e sa p a re cid a , que
p u d ie ra h a b e r sid o d e p o s ita d a al
fin a l de la c o n d u c c ió n . Foto: Á vila

sifón se alojó en una galería visitable que termina en dos cabezas de sifón y se cubre
con un tejadillo a dos aguas. Debieron conservar todo lo que buenamente servía de
la obra romana y además utilizaron la piedra para construir los muros que sostienen
la galería así como las paredes de la misma.
En la decisión de utilizar la solución de sifón debió influir la mayor sencillez de
ejecutar los muros con relación a las arcadas, la disminución del volumen total de
obra y quizá también la de dar una lección de ingeniería al disponer un sifón que
parecía más moderno que la conducción sobre arcadas, sin acordarse de que este arti­
ficio del sifón lo poseyeron los ingenieros romanos, quienes no lo inventaron pero lo
heredaron de los ingenieros griegos.
La categoría en las fábricas en este acueducto, tanto en boquillas como en para­
mentos de tímpanos y de pilares nos aconsejan referirlo al siglo I y dentro de su pri­
mera mitad, teniendo en cuenta además el tipo de almohadillado. También va en esta
misma dirección el tipo de pilas retalladas en ambas direcciones con una tosquedad
típica en Tarragona y en los de Chelva por ejemplo. Es curioso el detalle de los arqui­
llos de aligeramiento sobre las claves de los arcos principales cuando en los puentes
estaban sobre pilas, pero hay que tener en cuenta que aquí se trataba no de aligerar
los tímpanos sino la fábrica sobrepuesta a las arcadas, que m uy bien pudo ser un recre­
cimiento motivado por elevación de la rasante después de haber puesto en marcha la
obra del acueducto.

252
Capítulo VIL Otros acueductos

D ocum entos relativos a los ac u ed u cto s

Referencias históricas y literarias

A c u e d u c to de T o le d o

(1) PEDRO DE RO JAS: Historia de la imperial, nobilísima, indita y Algunos hombres doctos se persuaden que esta cueva sirvió en tiem­
esclarecida ciudad de Toledo, Capítulo XIV, pág. 95. Toledo, 1654. po de romanos de templo a los dioses, guiados de que la obra es de
romanos y que los pilares y arcos con piedras medianas, bien labra­
Está la cueva de Hércules en esta ciudad, casi en lo más alto de ella,
das, denota haber sido templo dedicado a los dioses infernales citan
en la Iglesia de San Ginés, y la puerta dentro de la misma Iglesia y
a Lelio Giraldo...
va por debajo de tierra por la ciudad hasta salir de ella más de tres
leguas... La puerta que tenía en la Iglesia se cerró por justas causas. Otra opinión bien curiosa hemos topado en autores doctos y leídos,
Es rara su fábrica por la compostura de arcos, pilares y piedras menu­ que juzgan que esta cueva sirvió de cementerio así para enterrar los
das que tiene labradas, de que está adornada... difuntos cristianos, como para juntarse a sus oraciones, misas y ser­
mones por miedo de las persecuciones gentílicas.
El año 1546 dieron cuenta de esta cueva memorable al Arzobispo el
Cardenal D. luán Martínez Siliceo... Y deseoso este gran prelado de No faltan autores graves que afirman que en esta cueva se leía la
examinar lo que había en ella, mandó limpiarla y que se previniesen Magia y supersticiones diabólicas de este género.
algunas personas de mantenimientos, linternas y cordeles y juntos Ultimamente muchos juzgan sirvió esta cueva de salir por ella en
todos entraron en la cueva; a menos de media legua hallaron unas esta­ tiempo de perderse la ciudad y entrar enemigos en ella y van muy
tuas de bronce sobre una mesa como altar, y que mirando una de ellas, conformes a razón por ser tan larga como se ha referido que tenía
como estaba sobre su pedestal, se cayó, e hizo mucho pavor y espan­ más de tres lenguas, es el uso más conforme a ella, que sirviese de
to a los poco experimentados y unos aventureros por el gran ruido que este ministerio.
hizo al caer, pero cobrando ánimo pasaron adelante y dieron con un
gran golpe de agua que por el ruido que hacía, con la gran fuerza con (2) A L H IM YARI:Kitab ar-rawd al-mictar: la peninsula ibérica en
que corría y no tener con qué poder pasarla, les aumentó el miedo que la edad media. Traducción de Levi Provençal, pág. 157. Tole­
habían empezado a cobrar, y resolviendo no pasar adelante, no repa­ do. Leydem 1938.
rando con el miedo y turbación eu que podían buscar por otra parte En la extremidad del puente se encuentra una rueda elevadora (nacu-
paso sin tocar el agua, se volvieron a salir a tiempo que cerraba la ra, que se levanta en el aire a una altura de 90 codos y eleva el agua
noche tan despavoridos y espantados de lo que habían visto y tan tras­ hasta el tablero del puente; el agua circula desde allí por un canal
pasados de la frialdad de la cueva, que la tenía muy grande, y el aire, dispuesto en la superficie del puente y penetra en la ciudad misma.
que era muy delgado y frío, por causa de ser verano cuando entraron,
(3) E L E D R IS I: Descripción de Áfi-icay España.
enfermaron todos y algunos de ellos murieron.
Tiene sobre el Tajo un puente, de admirable fábrica y de un solo
Capítulo XV, pág. 97 arco; y el agua corre por debajo de él con la violencia de un torren­
Varias y curiosas y dignas de tenerse a la memoria son las opiniones te. En uno de sus extremos hay una (noura) rueda que hace subir las
que hay sobre los usos de esta cueva. aguas a 90 codos de altura; llegadas éstas a la parte superior del puen­
te, corren por encima de él en la misma dirección y entran en la ciu­
La primera sea, que esta cueva sirvió de habitación al rey Hércules
dad (Traducción de Blázquez).
y que en ella leía la Magia a los suyos, donde puso unos lienzos escri­
tos y pintados con rostros de árabes con sus tocados, a caballo, y con Eleva el agua hasta el tablero del puente: el agua circula por un canal
lanzas, por alcanzar con su ciencia que España había de ser destrui­ dispuestos en la superficie del puente y penetra en la ciudad (Tra­
da por esta gente y que mandó cerrar este Palacio, diciendo que nin­ ducción Levi-Provençall).
guno lo abriese porque no viese tanta calamidad en sus días.
(4) N AVAGERO: Viaje por España. Carta 2 . a, página 880, 1 5 2 7 .
La segunda opinión que siguen otros autores es que esta cueva fue
A poco de entrar el río entre los montes se ven ruinas de un antiguo
templo dedicado a Hércules.
edificio hecho para sacar el agua del río y elevarla hasta la ciudad a
Otros son de opinión que esta cueva sirvió en tiempo de los romanos fin de abastecerla con comodidad; el César ha ordenado que se
de cloaca o madre, por donde desaguaban las inmundicias de la Ciu­ renueve aquel artificio para que la ciudad tenga esa ventaja, pero car­
dad, y que en la cueva había otras mangas particulares por las calles gando Toledo con el gasto que dicen será más de cincuenta mil duca­
para el servicio de las casas (refiere a propósito de esto todo lo que con­ dos; se ha encontrado persona que dice podrá hacerlo y por lo que
cierne a cloacas en Vitrubio, Casiodoro, luán Bautista Alberti, y de la he entendido la cosa está en buen camino (no se trataba deluanelo
inscripción de la lápida que existe en el muro septentrional del puen­ Turriano, que fue quien después lo hizo). Más arriba del lugar de
te de Alcántara dedicada a la diosa Cloacina por L. Massidio Longo, que hablo se descubren las ruinas de un acueducto muy antiguo que
Procurador de las riberas del río Tajo y de las cloacas de Toledo). venía por los montes del lado allá del río, y pasando el río entrada

253
Acueductos romanos en España

en ella; tal vez lo que se descubre a la margen del río no sería sólo como de media vara de ancho y una tercia de hondo formada de una
acueducto sino también puente; lo cierto es que por aquella parte y fuerte argamasa. Junto al camino desde Toledo al monasterio de la
camino se encuentran canales que con maravilloso artificio condu­ Sisla se ven a trechos frogones de esta argamasa que parecen pilares
cían el agua, hallándose trozos por espacio de algunas millas y cono­ de arcos y en este sitio hay un conducto por donde va agua al Ciga­
cidos en la fábrica que son obra de los antiguos. rral o Casa de Campo de los padres trinitarios calzados que, clara­
mente, debe ser de construcción romana.
(5) CEAN BERMUDEZ: Antigüedades romanas, pág. 118.
Entre la ermita de Santa Ana y el referido monasterio de la Sisla exis­
Los de un prolongado acueducto que llevaba el agua a la ciudad
te todavía un castillo o torre acuaria a cuyas ruinas llama el vulgo el
desde el puerto de Yébenes por espacio de siete leguas, como lo
Horno del Vidrio. Más adelante, como a seiscientos pasos del
demuestran los cimientos de los arcos en el paraje que llaman los
monasterio, se encuentra otro, y allí nace a borbotones una copiosa
Siete Cantos, y en otro sitio cercano al monasterio de la Sisla. No
fuente que hoy se pierde en el Tajo por el arroyo de Val de la Dego­
lejos de él están las ruinas de un castillo llamado Horno del Vidrio
llada. El padre Andrés Buriel y D. Francisco Palomares, con las noti­
y se conoce que fue en lo antiguo una torre acuaria, y más adelante
cias que tenían, reconocieran dicho acueducto hasta su principio, el
las de otro donde nace una fuente cuyas aguas se pierden en el Tajo.
año 1753, y encontraron por el camino que llevaban diferentes cas­
Hay además en esta metrópoli una profunda cueva, la llaman de tillos a manera de los referidos y muchos trechos grandes del con­
Hércules y de San Ginés, de la cual se cuentan mil patrañas y pare­ ducto en partes por la ladera de la sierras y en partes levantado sobre
ce haber sido una de las cloacas de Toledo. paredones, conociéndose muy bien la atarjea o canal en donde más
ancha y en donde menos... la estampa hecha por debajo que formó
(6) A. PONZ: Viaje, tomo I, carta I, pág. 71.
dicho D. Francisco Palomares, quien me comunicó individuales
Hay cerca de esta máquina hidráulica (artificio de Juanelo) de la una noticias de todo y de las fuentes que se encaminan al acueducto y
y de la otra parte del río y en frente del Alcázar, ciertas reliquias de son las del Castaño, y tres cuartos de legua más distante, la del
antigua fábrica, que muestran haber sido puente sobre el mismo río, Roble, que es muy caudalosa. El paredón, que aquí se representa
que desde el monte inmediato llevaba el agua nivelada y sin ningu­ arruinado en parte, tiene de largo ciento veintisiete varas y de ancho
na violencia ni artificio, excepto el del puente hasta la altura del tres varas y dos tercias.
Alcázar [...] Yo he reconocido el conducto en la ladera de los mon­
tes vecinos y aún hay un castillo acuario no lejos del convento de la (7) J. M O R ALE D A Y ESTEBAN: Elagua en Toledo. Toledo, 1908.
Sisla. Los romanos que no se pegaban de sutiles invenciones ni de
(8) P. FU ID IO : Carpetania romana, pág. 71. Madrid, 1934.
pensamientos tan sublimes si en ellos no hallaban toda la realidad,
Separados unos 200 m del pantano, en el lugar del arranque se ven
solidez y permanecía que querían en sus obras públicas, se dejaron
unos arcos, que salvando un barranco se convierten en un canal a
de cuentos y trajeron el agua de donde he dicho [...]; todavía que­
dan espantosas fábricas que fueron de tales acueductos. flor de tierras de 0,50 x 0,60 m.
A unos 300 m antes de llegar al Tajo quedan restos de arcos semi-
Sin embargo, nunca pasaron aquellos hombres grandes en proveer­
deshechos...
la de agua (Roma) con máquinas de esta naturaleza y tuvieron por
más acertado edificar aquellos suntuosos y firmes acueductos. Hubo intentos de restauración del pantano y del acueducto en tiem­
po del Emperador Carlos V con su ingeniero Juanelo Turriano...
Tomo I, carta V. pág. 86.
Este acueducto empezaba de ciertas sierras que llaman el Puerto de (9) J. C A R O BAR O JA: Norias, azudas y aceñas. Madrid, 1954. (Refe­
Yébenes, buscando los parajes más fáciles a su nivel por espacio de rencias a la rueda hidráulica de Toledo.)
siete leguas, entraban sus aguas por el paraje que ahora llaman de En el San Martín del Greco (Galería de Arte Wáshington), vista de
Doce Cantos y antiguamente de Doce Cauces en frente del cual a Toledo con una gran rueda hidráulica.
una y otra parte del Tajo se ven grandes frogones de los cimientos
En el San José y el Niño Jesús (Museo de San Vicente), aparece la
sobre que se levantaron series de arcos, como en el acueducto de
rueda que hizo Juanelo bajo el Alcázar. Figura 31, página 131.
Segovia, nivelando las aguas hasta lo más elevado de Toledo. Este
acueducto se reconoce en unas de seiscientos pasos junto al camino En un cuadro atribuido a Mayno (Museo de SanTelmo S. S.), pai­
que llaman de la Plata en la falda de aquellos cerros y es una canal saje fluvial con gran rueda que puede ser la de Toledo.

A c u e d u c t o de B a r c e lo n a

(10) CEAN B ERM U D EZ: Antigüedades romanas en España, pág. 15. Historia del carrers de la Barcelona vella. Volu­
( 1 1 ) L. A L M E R I C H :

Los fragmentos de un acueducto a la entrada de la calle de Capella­ men I, pág. 23. Carrer del Arcs. Barcelona, 1949.
nes, y en un arco muy elevado con dirección a la catedral y a la mon­ Tenía en el siglo XIII unos arcos que sostenían un acueducto que con­
taña de Colserola, donde se descubren vestigios del mismo acueduc­ ducía el agua de los Agudells y de la Collcerola al interior de la ciu­
to que parecen haber tenido comunicación con el anterior arco. dad. Como estos arcos formaban puente, el sitio era conocido por el

254
Capítulo V II. Otros acueductos

Puente de la moranta; pero al construirse edificios y formarse calle, el tir un horno se le denominó «del horno de los arcos»j pero ya en los
pueblo lo denominó «carrer dels arcs». En 1348, por el hecho de exis- siglos XVI y XVII se quedó con la denominación actual.

A cueducto de P ineda

(12) PRAT I PUIG: ÜAqiieducte romé de Pineda. Instituto d'Estudis


Catalans. Barcelona, 1936.
Debemos a la amabilidad de nuestro amigo Víctor Hurtado, erudi­ extravagante), el ejemplar de esta monografía que ha sido básica para
to en cuestiones de arqueología romana (cofundador del Miliario nuestro trabajo.

A cueducto de S adaba

(13) Catálogo de monumentos españoles declarados nacionales arquitec­ río y en el que se observan perfectamente el muro y pared que ser­
tónicos e históricos. Madrid, 1932, tomo II, página 460. Una foto. vía para represar y desviar las aguas. Foto: Pilastras de acueducto
romano de la ciudad de Clarina (término de Uncastillo).
SADABA: Ruinas de los Bañales.- Conjunto de muros y arranques
de bóvedas formando departamentos que parecen convenir al edifi­ (16) GALIAY: La dominación romana en Aragón. Zaragoza, 1946,
cio de unas termas romanas. Acueducto. pág. 122.

(14) R. M E LID A: Monumentos romanos en España. Sadaba. GALIAY

En el despoblado donde por los vestigios se supone existió la anti­ Las excavaciones del plan nacional en los bañales de Sadaba (Zara­
gua Atiliana o Aquae Atilianae, parecen justificar este nombre los goza). Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Madrid,
restos de un acueducto. Subsisten unos veinte pilares de sillería y fal­ 1944.
tan los arcos que sustentaban el canal. [...] a poca distancia de Sadaba, término municipal de Uncastillo.
Tan sólo se conservan 32 pilares de los setenta y tantos que lo for­
(15) SAYAGUES: Estudios geográficos, Agosto 1944, pág. 599. maron para atravesar la depresión del terreno poco antes del lugar
[...] por los restos que allí se encuentran debió ser una suntuosa pobla­ donde era utilizada el agua, que venía a cielo abierto desde el río
ción [...] y la robustez colosal de las 30 columnas que todavía se con­ Arba de Luesia, distante algunos kilómetros. Aguas abajo del pue­
servan, restos del gran acueducto que desde el río Arba de Luesia blo de Malpica se encuentran la presa que derivaba el agua, ya medio
traía las aguas a la ciudad; acueducto que nacía en el mencionado enterrada, a la que llaman los del país el puente del Diablo.

A cueducto oe Chelva

(17) CEA BERMÚDEZ: Antigüedades romanas en España. Artículo 2, correr hácia el campo de Liria, entre el quai y las llanuras de Mur­
pág. 72. viedro media la cordillera de montes que corre por la Cuevasanta,
Al nordeste y en la jurisdicción de Chelva y en la rambla llamada de Olocau, Portaceli y Naquera. Quedan aún de aquella obra magní­
los Arcos permanecen los restos de un acueducto que levantaron los fica dos puentes, dos minas, dos trozos de canales, y mas de un quar­
romanos para conducir el agua a Liria. Con este mismo objeto se to de legua de roce, componiendo todo media hora de camino.
construyeron dos puentes: el uno lo arruinaron las avenidas, pero se Empiezan las obras en la falda septentrional de los cerros contiguos
conserva un arco de los seis que antes tenía; subsiste el otro íntegro á los Chorros de Tuexar, de donde se cree tomaban las aguas, que
entre la peña Cerrada o Serrada, dividida en dos, que consta de dos hiciéron pasar sobre la rambla para que pudiesen correr por la falda
pilares fundados sobre peña viva con sillares y mortero que los une de los montes opuestos, que yacen á la izquierda de dicha rambla.
—desde la base o cimiento de estos pilares que sostienen tres arcos Para esto levantaron el primer puente, que se componía de seis arcos,
hay cien palmos-; éste tiene de largo 165 a 10 m de ancho. sobre los quales estaba el canal de las aguas las repetidas avenidas
robaron los cimientos de esta obra, que se ha ido arruinando, y sola­
(18) A. J. CAVANILLES: Historia natural del reino de Valencia. Madrid,
mente se conserva un arco hácia la izquierda de la rambla. Por esta
1797, tomo II, págs. 65-6.
y á la altura correspondiente al puente destruido seguía el roce ó
«9.° Hacia el nordeste de Chelva en la rambla llamada hoy día de canal excavado en la peña, que se extendía hasta el segundo puente.
los Arcos, y antiguamente de Alcotás según la opinión de Don Gran parte del canal está hoy destruido, porque los Chelvanos han
Vicente Mares, se conservan monumentos de un aqüeducto que los convertido en viñas aquella loma; pero en los sitios fragosos inme­
Romanos hiciéron para llevar aguas á Liria. Creen los de Chelva, y diatos al segundo puente se ve la excavación de cinco á seis palmos
afirman muchos, que las aguas debían ir á Murviedro; pero la ins­ de ancho, la qual sirve de camino para llegar sin riesgo al puente,
pección sola del terreno lo contradice: porque el aqüeducto se ter­ aunque con bastante incomodidad por los muchos arbustos y male­
minaba antes de llegar al Villar de Benadúf, y las aguas debieron za que allí crece. Este segundo puente, que he procurado copiar en

255
Acueductos romanos en España

la estampa adjunta, se conserva íntegro á pesar del tiempo y de las ave­ pruebas de no haber sido el mejor arquitecto, pues consumió sin nece­
nidas; porque el cimiento de la obra es peña viva, sobre la qual apo­ sidad el tiempo y los caudales. Llámase al presente aquella peña la
yan dos pilares que sostienen los tres arcos del puente. Todo se com­ «Cortada» o «Serrada», por las zanjas y cortes que se observan. Ape­
pone de sillares, y el mortero que los unía forma con ellos un cuerpo nas se atraviesa la mina y se sale hácia la parte oriental se presentan
sólido. Cien palmos hay desde la base de los pilares hasta lo alto del varios montes, y sobre uno de ellos declinando al sur la torre de Cas­
puente, el qual en su mayor altura tiene 165 palmos de largo, y diez tro. Para continuar el aqüeducto era preciso atravesar el monte mas
de ancho: de estos cinco y medio forman el canal, y lo restante en dos septentrional, y para llegar á él empezáron los obreros á ladear el que
partes iguales las paredes para contener el agua, la qual por este medio habían taladrado, siguiendo el nivel y canal excavado como 135 pal­
pasaba al ribazo opuesto del barranco, donde hallaba un monte de 80 mos en una peña dura caliza, de cuya naturaleza son aquellos montes.
palmos de altura, y 145 de espesor; que era preciso taladrar ó romper. Estos 135 de canal están á descubierto, y aun se conserva el muro que
No quiso el director de aquella obra abrir mina para atravesarle, como contenía las aguas para que no se derramasen por la cuesta. Síguese á
hubieran hecho los actuales Valencianos de Crevillente y Novelda, este canal una mina de 160 palmos excavada en el monte, la qual tiene
acostumbrados ya á obras de esta naturaleza: tomó el partido de abrir nueve palmos de alto, y seis de ancho; sale luego á descubierto, y con-
desde lo alto del monte una zanja de seis pies de ancho, empezando tinúa en forma de canal 140 palmos, ladeando la torre de Castro,
esta costosa operación por las dos faldas oriental y occidental del desde donde las aguas iban á dar, como dice Mares, encima el Villar
monte, dexando entre las excavaciones opuestas como 30 palmos, por de Benadúf. En la última mina abriéron los obreros varias ventanas
medio de los quales se conservaba la unión del monte. En estos 30 para facilitar sin duda el desmonte y limpia interior, arrojando por
palmos solamente mandó abrir la mina de comunicación, y nos dexó ellas lo que arrancaba el pico.»

A c u e d u c t o d e V a l e n c ia d e A l c á n t a r a

(1 ) JO SE DE VIU: Antigüedades de Extremadura. Tomo I. Madrid, 1846. Sólo quedan tres arcos grandes completos, uno casi completo, otro
El famoso acueducto que trae las ricas aguas de la fuente de San Pedro con cinco dovelas, y tres arcos pequeños deformados, uno casi cega­
desde una lengua a las puertas de la población, venciendo muchas do. Pilastras se conservan más, aunque no totalmente completas. Los
dificultades, entre ellas salvando un barranco por medio de un puen­ arcos más monumentales y esbeltos desaparecieron bárbaramente
te de 17 arcos y otros 20 pequeños por más aligerar la obra. La lon­ degollados en el siglo pasado para montar el sifón. Los arcos mayo­
gitud del puente es de 390 pies y su altura 90 m. Los arranques de res formaban una longitud total de 124,5 m y una altura máxima
los arcos principales son de pura construcción romana, y lo restante, de 18 m.
mil veces restaurado, es posterior. Entre el arco noveno y décimo Doble orden de arcos: 17 grandes de un diámetro de luz superior a
empezando a contarlos por el SO. hemos notado una muy rara ins­ los 5,50 m y 27 pequeños de 1,50 m superpuestos a los anteriores;
cripción con caracteres desconocidos sobre una piedra destrozada, pilastras de forma piramidal y planta cuadrada.
por lo cual creemos ser perteneciente a otro edificio anterior. En los diámetros de los arcos grandes se observa una progresión arit­
(2) JO S E BU EN O : «El acueducto romano». D iario «Hoy», ed. mética a 3 cm de base.
Cáceres, 22 agosto 1968.

Dibujos
[1] A . DE L A B O R D E :Voyage pittoresque et literaire de l ’Espagne. -Baugean aqua forti- Langlois sculpsit. Vista desde aguas abajo
París 1805-16. Tramo del Tajo desde la ladera de S. Servando. del acueducto de tres vanos.
Se observan las ruinas del edificio donde estuvo el artificio de
[4] A . DE L A B O R D E : Voyage pittoresque et literaire de l ’Espagne.
Juanelo y las de la fábrica triangular del acueducto en la misma
«Detalles pintorescos del acueducto de Chelves». Moulinier
ladera junto a la puerta de [...] La leyenda dice: «Vista de la
delineavit -devilliers jeune aqua forti—. Dequevauviller.
ciudad de Toledo tomada de las orillas del Tajo». V. del Tello
sculpsit. Vista desde aguas arriba del acueducto de tres
del Fortier aqua forti. Cazenave sculpsit.
vanos.
[2] A . DE L A B O R D E : Voyage pittoresque et literaire de lEspagne.
[5] A. J. CAVAN ILLES: Historia N atural del Reino de Valencia.
«Plano y detalles geometrales del acueducto de Chelves. Plan­
Madrid, 1797. «Acueducto y peña cortada en el término de
ta y alzados de los dos acueductos».
Chelva». A. J. Cavanilles d. d.-T . L. Enguidanos sculp. Dim.:
[3] A. DE LABORDE: Voyagepittoresque et literaire de l E
’ spagne. «Deta­ 24,5 x 15 cm. Vista desde aguas abajo del mismo acueducto de
lles pintorescos del acueducto de Chelves». Moulinier delineavit los grabados de Laborde. Tomo II, pág. 64-65.

256
VIII

Conclusiones

Resum en de las conclusiones obtenidas en este trabajo

Al terminar el análisis de los acueductos romanos que existen en España, nos encon­
tramos con el siguiente balance: dos acueductos imponentes perfectamente conser­
vados, Tarragona y Segovia, acompañados por los de la serie de AJmuñécar, menos
imponentes pero en las mismas condiciones de conservación, ya que además se
encuentran en servicio. Vienen después las ruinas hermosas de los dos de Mérida, que
conservan algunas arcadas aunque ninguna íntegra; y finalmente restos de otros que
la acción persistente de los agentes meteóricos y la más eficaz del gamberrismo ibé­
rico ha reducido a ruinas, algunas verdaderamente informes. Desde que los constru­
yeron los romanos poco hemos hecho en su favor y mucho en contra. Basta recordar
que la implantación del ferrocarril supuso algunas arcadas del acueducto de Los M ila­
gros, y la expansión reciente de Sevilla, la extirpación total de más de doscientas arca­
das, dejando para recuerdo adecuado a este vandalismo cinco de ellas descabezadas y
otras cinco más completas, pero reforzadas con hierros a la vista innecesarios.
Salvo la enumeración de sus características geométricas llevadas a diseños que se
han completado por fotografías actuales y la recopilación de lo que estos monumen­
tos han inspirado en el arte del grabado y en la literatura de viajes, poco más hemos
conseguido aportar a su conocimiento. Es difícil que en un tema tan importante y tan
claramente definido como el que hemos elegido pueda haber tal escasez de datos de
partida, pues se reducen a los que sus fábricas y estructuras puedan proporcionarnos.
No existen ni fuentes epigráficas ni referencias geográficas o literarias coetáneas.
Tampoco hemos podido utilizar el paralelismo con obras existentes en otros paí­
ses, pues a excepción de Pont du Gard, que es uno de los pocos datados y hubiera
podido servir para Tarragona, los demás acueductos a que hemos recurrido son tan
huérfanos como los nuestros.
Las referencias literarias, modernas en la mayor parte de los casos, se limitan a rati­
ficar su atribución a los romanos, y en los menos asignárselo a algún emperador, pero
esto último sin ningún fundamento, y en general a Trajano. Lo único que podemos
sacar de estas referencias es el estado del monumento cuando se describe y las recons­
trucciones que se habían llevado a cabo en fechas próximas.
La conclusión a que llegamos es que sólo el análisis estilístico directo de fábricas y
estructuras nos puede llevar a una ordenación temporal y en alguno a encajarlo en deter­
minada época o emperador cuando la arquitectura es muy clara. Esto aparece en el cua­
dro resumen que adjuntamos y que vamos a justificar resumiendo, ratificando y
ampliando las razones que en el estudio particular de cada uno de nuestros acueductos

257
Acueductos romanos en España

hemos esgrimido, bien recogiéndolas de estudios anteriores o bien poniéndolas en


marcha por nuestra cuenta.

A cueducto de Tarragona

Este acueducto inicia la serie sin duda alguna, y lo hemos asignado a Augusto por
razones estilísticas casi seguras y razones históricas de bastante verosimilitud.
Estas últimas se fundan en la estancia de Augusto en Tarraco, al establecer en ella su
cuartel general para dirigir personalmente las guerras cántabras que, terminada con éxito
en 25 años a. de C., le lleva a honrar la ciudad con el título de Urbs Triumphalis, hacién­
dola además capital de una de las dos provincias hispanas, a la que da nombre.
Siendo Augusto uno de los emperadores constructores de acueductos a través de su
lugarteniente de Agripa, de lo cual se tiene constancia en el caso del Pont du Gard cons­
truido por aquellos años, parece lógico que en paralelo con los honores indicados, con­
cediera a la ciudad el don de una conducción de agua, munificencia la más romana de
un emperador, siendo hoy su acueducto la más gloriosa vinculación de Tarragona a la
romanidad.
En cuanto a razones estilísticas el monumento se encaja en época augústea. Su sobrie­
dad en diseño geométrico que llega a rudeza en la moldura rectangular y en la pila, ele­
mento el más específico de un acueducto, todavía no dominado en esta época por esca­
sez de ejemplares realizados. La labra de los sillares con almohadillado plano poco
acentuado y recercado ancho en algunos de ellos, es
Fá b rica s
idéntica a la de los sillares del puente de La Alcantari­
lla, en la vía romana de Hispalis-Gades, cerca de la
actual estación de ferrocarril del mismo nombre, en el
cual tenemos una inscripción de Augusto que le da
autenticidad. El acabado de los sillares se gradúa según
la zona a que pertenecen, de mayor finura en las dove­
las y máxima en la común a cada dos boquillas adya­
centes y, en cambio, de mayor tosquedad en pilares,
donde aparecen especialmente abultados los sillares a
tizón de forma cuadrada, sin que lleguen a quedar tan
A lzado

258
Capitulo V III. Conclusiones

destacados como en Pont du Gard, acueducto que puede servirnos de patrón. El almo­
hadillado está especialmente cuidado en los sillares de cornisa que sobresalen del para­
mento sin ostentar moldura alguna, y en cambio está suprimido en el intradós de bóve­
das. Todas estas características responden al opus cuadratura del IV período, dentro de
los cinco que considera G. Lugli ( Técnica Edilizia Romana, Roma, 1957), que le asigna
una cronología de 36 a. C. - 41 d. C., siendo representativas las de los puentes de Rimi­
ni y Narni entre otros.
La caja es de opus incertum m uy característica en la parte que no ha sido rehecha,
como se comprueba en las extremidades sobre muro y en las prolongaciones de los
cajeros del canal.

A cueducto de Segovia

En este acueducto, que clasificamos por edad en segundo lugar, las razones históri­
cas tienen menos peso, pues no encontramos hechos concretos que las abonen y úni­
camente dan margen a elucubraciones dentro de lo verosímil, que en definitiva afian­
zan las razones estilísticas, las cuales en cambio desde el principio son verdaderamente
sólidas.
Así la datación dentro del im perium de Claudio está fundada en el parecido con
la conducción Aqua Claudia en diseño y en detalles constructivos. Además de este
hecho concreto, aducimos que este emperador, siguiendo la trayectoria de Tiberio,
en su política exterior, puso empeño en acentuar la romanización de algunas regio­
nes de su Imperio creando colonias o tratando de elevar a urbana la vida rural de pue­
blos existentes, desde las cuales por irradiación tuviera eficacia en las zonas menos
civilizadas. La construcción de una conducción de aguas era un atractivo hacia for­
mas de vida más agradables, imponiendo además de modo contundente el poderío
de Roma por la monumentalidad del acueducto, que es una verdadera proliferación
de arcos triunfales y lo sigue siendo en nuestros días.
Además debemos recordar que el espí­
Fábricas
ritu reformador de Claudio penetró en
todos los sectores de la vida pública, desde
la Administración, hasta el lenguaje y natu­
ralmente en Arquitectura produjo un esti­
lo propio que no trascendió de su época.
Resulta característico el empleo de la opus
quadrata, sin un excesivo cuidado en la
estereo-tomía de sus sillares, que además
aparecen con una terminación deliberada­
mente tosca. Este tipo de acabado es carac­
terístico de las obras de ingeniería, donde
resulta siempre apropiado expresar las con­
diciones de solidez de las mismas, pero este
almohadillado rústico con superficie curva

259
Acueductos romanos en España

destacada e irregular, se encuentra también en


las construcciones suntuarias de este período,
como la Porta Prenaestina (o Magiore) y el
templo de Claudius Divus, ambos de Roma,
y en el pórtico de Claudio, en Ostia, así como
en el Aqua Vérgine, el otro acueducto de Clau­
dio. También encontramos el mismo aspecto de
conjunto, y concomitancias de detalle, en pila­
res y arcos de las arcadas del teatro de Aosta y
en las del anfiteatro de Verona que se constru­
yeron también en dicha época. G. Lugli (T éc­
nica Edilizia Romana, Roma, 1957), conside­
ra este estilo particular de opus quadrata como
A lzado
del VI período de dicha fábrica con precisión de fechas: 4-68 d. C. El último perío­
do de la misma es el VII, que ocupa el intervalo 68-200 d. C.
En el acueducto segoviano se comprueba que esta apariencia tosca es premedita­
da y obtenida por labra, ya que los sillares correspondientes a las hiladas de cimenta­
ción de los pilares, separadas de las otras por un ensanchamiento que no se atiende a
la norma de los retallos vistos, aparecen simplemente desbastados y más irregulares,
pero más planos, es decir, sin almohadillado.

A cueductos de A lm uñécar y Baelo

En estos acueductos estamos ante la misma carencia de fuentes que nos proporcio­
nen alguna pauta para su filiación, ya que todo lo que vamos buscando es empera­
dor para atribuírselo o para renovar la dedicación.
En Alm uñécar el conjunto tan completo supone un dominio avanzado en la
ingeniería de las conducciones de agua, puesto que prescindiendo de la obra de cap­
tación, que debió ser simple al tratarse de un río con caudal reducido, salvo en ave­
nidas, tenemos: canal enterrado, canal sobre muros, acueductos en sentido restric­
to que van desde un arco simple hasta serie de arcadas de dos pisos, galería en túnel
para cambio de valle, arquetas de visita, arqueta de cabeza de sifón, sifón impor­
tante con tubería cerámica, depósito de agua terminal y galerías de distribución.
Tenía también en el final del sifón, al llegar al depósito, una chimenea de aireación
(colum naria) que tanto llamó la atención de los visitantes, a juzgar por la im pre­
sión que perdura en las narraciones de los geógrafos árabes quienes no se explica­
ban su destino.
En uno de los acueductos de Almuñécar y en los tres de Baelo se aligeran los tím ­
panos con arquillos como en los puentes, donde, además de servir al aumento del
desagüe, aligeraban la pesadez de las enjutas, aunque aquí sólo cumplen este segun­
do objetivo. Este detalle arquitectónico lo habíamos asignado a época republicana en
nuestro estudio de los puentes romanos, pero puede haber quedado rezagado ya que
en ambos casos, como decimos, es puro motivo estético.

260
Capítulo V III. Conclusiones

Nuestros acueductos atestiguan una gran maestría en el diseño, como ya hemos


detacado en el artículo correspondiente, maestría que se ha mantenido en la cons­
trucción a pesar de la pobreza del material disponible, en Almuñécar especialmente,
cuya pizarra con estratificación de poco espesor no proporciona mampuestos correc­
tos, los cuales además son m uy desiguales, habiéndose utilizado verdaderas lajas para
aparejar los arcos, cuyas boquillas, que no lo son propiamente, tienden a una forma
de creciente, como ocurre también en Alcanadre y de una manera todavía más irre­
gular en Pineda del Mar.
El agua, tanto en Almuñécar como en Baelo, era fundamental para la industria de las
salazones, las cuales debieron ser prósperas desde los comienzos del Imperio, por lo que
nos parece muy adecuado que los acueductos se construyeran a principios del siglo I.

Acueductos de Barcelona

De estos acueductos existen pocas referencias en crónicas modernas y sólo hemos


recogido las que figuran en el artículo correspondiente. Lo habíamos reconocido en
la arcada embebida en el muro de la torre, antes de que se hubiera destacado con la
reconstitución del arco que le antecede, pero no teníamos noticia de su duplicación
hasta penetrar en el interior de la torre en 1962, cuanto ya se habían efectuado los
trabajos de desémparedamiento.
Como ya indicamos, los dos pilares y bóveda auténticos del acueducto más anti­
guo pasan desapercibidos al público, aunque se muestra al exterior el paramento trans­
versal de una de las pilas enrasado con el frontal de la torre. La diferencia de edad
entre ambos resulta evidente dadas las características de las estructuras y fábricas. Una
bóveda de 15 dovelas perfectas que ocupan toda la boquilla, ordenadas en tres ani­
llos adosados que macizan todo el volumen, frente a bóveda de 35 dovelas aparentes,
m uy estrechas y de poco tizón, que son en realidad un recubrimiento de los paramen­
tos simulando el elemento constructivo antiguo, pero que sólo ha servido como cara
lateral para completar el molde que forman los tímpanos de sillarejo y el intradós de
A lza d o

Fá b rica s

261
Acueductos romanos en España

opus incertum , y contener el hormigón o más bien la manipostería hormigonada que


constituye el núcleo de toda la obra desde cimientos a fondo de caja. En los pilares
hay menos diferencia de condiciones, pues estos elementos dan menos de sí en su
evolución técnica y existe un mimetismo natural entre los de ambos al adoptarse de
partida el mismo diseño; pero no obstante, se observa en el primero mayor regulari­
dad en la escuadría de sus sillares y en la altura de las hiladas.
En cuanto a la datación de cada uno de ellos creemos que el primero debe ser del
siglo I y, precisando más, de la primera mitad del mismo por la fábrica de las bóve­
das totalmente de sillería. En cuanto al otro podríamos ponerlo en relación con la
lápida del siglo II (Corpus 5145) que citamos en el artículo correspondiente sobre la
construcción de unas termas, que m uy bien podía haber sido la causa de la amplia­
ción del acueducto. Esta lápida es de la época de Adriano.

A cueductos de M érida

En este caso nuestros puntos de apoyo históricos han sido más endebles. Hemos par­
tido de la asignación del puente de Alconétar a Adriano, considerando la filiación
hispánica de este emperador y su viaje por la península en el que recorrió la vía de la
Plata, donde además hay varios miliarios suyos. Emperador, arquitecto y constructor
de obras públicas, es m uy verosímil que dejara el puente en uno de los pasos más
importantes de dicha vía y también en segunda instancia que dejara un acueducto en
una de las ciudades más importantes del país, aunque no fuera la de su provincia héti­
ca. Pero detrás de todo esto, y dándole mayor fundamento, está el arco rebajado que
se manifiesta rotundamente en ambas obras, por lo cual consideramos que este tipo
de arco premeditadamente encajado en una de ellas y destacando en la otra como moti­
vo fundamental, sólo tiene cabida en el imperio de Adriano. Casi todos los cronistas
del puente de Alconétar lo relacionan con el que construyó de madera sobre el Danu­
bio, Trajano, el otro emperador hispano, con ocasión de la campaña contra los dacios
que condujo a la romanización de su país, hoy Rumania. Y con el emperador aparece
su ingeniero Apollodoro de Damasco, que siguió construyendo con Adriano.
El recurso técnico en el caso del puente de madera que salvó el Danubio, debió
petrificarse en el caso de Alconétar, ayudado por las enseñanzas derivadas de la ruina
de los arcos de medio punto que muestran cómo la eficacia estructural de una bóve­
da no coincide con la de su geometría. Así se llegó al arco circular rebajado, que tuvo
plena vigencia estética con Adriano, como lo demuestra su variada utilización tanto
en el Panteón como en la Villa Adriana, las dos geniales realizaciones arquitectónicas
de este período, que siempre hemos considerado como una etapa de la misma signi­
ficación que El Amarna egipcio dentro de la arquitectura romana devota plenamen­
te del medio punto, etapa que se cierra al desaparecer el emperador helenizado y su
ingeniero griego.
En el caso del puente la atribución a Adriano queda reforzada por la perfección
de su arquitectura finamente desarrollada en los temas tan repetidos de arco y pilar.
De los arcos sólo nos quedan los de menor abertura que estaban sobre la margen derecha

262
Capítulo V III. Conclusiones

Izq u ie rd a
San Lázaro
para acceso en rampa a la obra principal, pero en pilas han quedado dos completas y
D erecha restos de otras varias que en su diseño y detalles de realización nos muestran una de
Los M ilag ros. A rcada
co rre sp o n d ie n te al paso del
las cumbres en la arquitectura de los puentes*.
A lbanegas, con la ú n ica En nuestro acueducto el arco estructural se destaca rebajado sobre la pura geo­
bóveda de s ille ría . Falta la
bóveda, pero se ve un s illa r
m etría de su intradós, que es de medio punto. La corporeidad de los pilares impo­
de la co rn isa s a lie n te que niendo su verticalidad rompen el festoneado de los arcos clásicos en los acueduc­
coronaba el c o n ju n to
tos romanos, pero además los segmentos de boquilla que se recortan en los
arranques van aparejados en salmeres, es decir, con hiladas de ladrillo horizontales,
hasta que las dovelas pueden ya disponerse radiales en todo el espesor de dicha
boquilla. La sillería de sus paramentos, especialmente en la zona inferior, tanto por
aparejo como por acabado de superficie y la fábrica del relleno, tienen característi­
cas m uy semejantes a los de las zonas correspondientes en los pilares del puente con
el cual lo hermanamos.
Dada la importancia de Mérida, ciudad que funda César como Colonia Emérita,
no sería lógico esperar a un emperador del siglo II para que tenga su abastecimiento
de aguas, pero hay que tener presente que una de las tres conducciones, la que viene

* Ya que nos referimos a este puente de Alconétar, llamaremos la atención sobre el hecho de
que su emplazamiento lia quedado sumergido por el embalse de la presa de Alcántara, pero se han
salvado las ruinas de la margen derecha, que son las más valiosas, m ontando de nuevo sus sillares
al borde del lago artificial que se ha formado.

263
Acueductos romanos en España

de Cornalvo, no exigió que su canal fuera llevado sobre arcadas, más que en trechos
m uy cortos e incluso la presa correspondiente pudo haberse construido en una segunda
etapa, captando en la primera las aguas subalveas del Albarregas, sin necesidad de
embalse regulador por encima del terreno. La conducción queda al nivel del río desde
el comienzo.

A cueducto de Toledo

Este acueducto está dentro de la totalidad de la conducción de aguas a Toletum desde


el río Guadalerzas, en el lugar de Los Yébenes, actualmente denominado de «Los
Paderones». Por consiguiente, conservamos para su datación: los restos de la presa,
los de muros y obras de fábrica de la conducción, sus propias ruinas, m uy pobres, y
las del depósito de aguas que fijamos en las denominadas desde antiguo «Cuevas de
Hércules».
Por lo entrevisto en las Cuevas, la única ocasión en que me ha sido posible forzar
su recinto, se trata de una construcción de sillería con arcos de hermosas y bien apa­
rejadas dovelas. En el otro extremo la presa nos da también una fábrica de sillares de
gran aparato en su paramento de aguas arriba, pero combinada con una estructura
complicada de manipostería y hormigón en sandwich formando el cuerpo de la
misma. Los restos de la conducción no nos dicen gran cosa por su fábrica: opus in cer­
tum bien trabajada al exterior con relleno de hormigón o manipostería de bastante
mortero al interior: pero en cambio como diseño la torre de toma y la torre acuaria
de escalonamiento nos denotan una situación avanzada en la ingeniería de las con­
ducciones de agua, como asimismo nos lo indica la propia presa para formar el embal­
se. Esta tiene además la misma sección transversal y análogas características en plan­
ta que las de la presa de Proserpina, en Mérida, que siempre se ha atribuido a Trajano,
aunque se nos ocurre que también pudiera ser de Adriano, para quedar en paralelo
con el acueducto de los Milagros.
Creemos, por consiguiente, que a uno de estos emperadores debe atribuirse el
acueducto que ahora nos ocupa, el cual aporta bien poco al mostrarnos unos frego­
nes mínimos y no ostentar ninguno de sus sillares, pero las hermosas dimensiones
que tenían a juzgar por la impronta que dejaron en el salmer conservado y el arran­
car éste con cierta oblicuidad, más la magnitud del empeño patentizada por la altu­
ra que tuvo y por la amplitud de sus arcos, casi de la misma luz que los de Alcánta­
ra, parece que dan su ratificación a nuestro aserto.

Acueductos de Sevilla e Itálica

Quedan aislados entre las pocas realizaciones de obras de ingeniería de fábrica de


ladrillo. Como ya hemos indicado en los acueductos de Roma, el ladillo sustituyó a
la sillería a partir de las prolongaciones del Aqua Claudia realizadas por Nerón. Es
un material más manejable que la sillería y además abundante en Roma y de excelente

264
Capítulo V III. Conclusiones

Lo que existía hace u ro s años

Lo q u e e xiste en la a c tu a lid a d

calidad, m uy apto para las bóvedas de pequeña luz y para servir de molde a la opus
cem enticiae. En esta región de la Bética donde estuvieron los dos acueductos resulta­
da también m uy apropiado.
Del acueducto hispalense puede decirse que las pocas referencias modernas que
de él se tienen van contra su romanidad, pero no hay más que comparar sus arcadas
con los restos de la derivación ejecutada por los musulmanes para abastecer el pala­
cio del rey—La Bohaira—para convencerse de que no pudo ser «obra de moros». Nada
más hemos podido colegir.
En este repaso de actualización de nuestros acueductos vuelve a reavivarse nues­
tra indignación contra la vandálica y mejor dijéramos vandalusiana destrucción de lo
mucho que quedaba del mismo. Una estructura tan limpia de arquitectura, con su
monotonía de bóvedas y caja, animada por el juego de las alturas de sus pilares, ha
venido a parar en un malaventurado resto de cuatro arcadas desamparadas, con su
funcionalidad decapitada, pues el ímpetu del arrasar ha hecho desaparecer la caja que
las coronaba. No se comprende lo que se ha querido significar con esas cinco arcadas
sin cabeza, pues realmente son una invocación a la barbarie.
La eficacia de la destrucción ha sido tanta que no ha quedado en los alrededores
ni un ladrillo suelto, que hemos buscado inútilmente para guardarlo no como reli­
quia, sino como muestra de dimensiones.
Los acueductos de Itálica, como ya expusimos en el artículo correspondiente, han
quedado reducidos a míseras ruinas donde no se aprecian formas, aunque se com­
pruebe que fueron de arcadas. Al desaparecer la ciudad, nadie se ocupó de cuidarlos
y el vandalusismo casi acabó con ellos, aunque no de un modo tan radical como en
el de la capital. Sirven para justificar las lamentaciones de Rodrigo Caro, ilustre
arqueólogo a la par que poeta.

265
Acueductos romanos en España

Izq u ierda
P ineda
Acueductos de Valencia de Alcántara, Pineda y Alcanadre
D erecha
A lca n a d re
Estos tres acueductos tienen una silueta y una repartición de volúmenes análoga en
lo que se refiere a arcadas principales, aunque en el primero la existencia de un recre­
cimiento cambia totalmente el aspecto. Se ha llegado a la máxima simplificación en
volúmenes que se delimitan entre los dos planos paralelos de sus paramentos, ningu­
na cornisa que destaque separaciones y, en cambio, en silueta el mismo remetimien­
to de las bóvedas con relación a los paramentos transversales de las pilas. Éstas, en el
primero, donde eran bastante altas (hasta 18 m), se escalonan a niveles fijos para aco­
modarse a la irregularidad del cauce.
Un detalle interesante es que en ambos acueductos se aprecia una premeditada
euritmia al disponer los arcos con luces que aumentan en unos centímetros a medi­
da que van siendo más altas las arcadas. Esto ha sido observado por los dos atentos
estudiosos de ellos, el señor Bueno, en Valencia de Alcántara, y el señor Prat y Puig,
en Pineda, detalle mucho más de resaltar por su contraste con cierta tosquedad en las
terminaciones de las fábricas. Estas son más cuidadas en el primero, donde queda
todavía aparente la boquilla de los arcos, pero con una forma en creciente como en
Alcanadre y en Almuñécar. En Pineda, realmente la boquilla ha desaparecido y la
radiación de lajas se diluye en las zonas de tímpanos sin marcarse el trasdós, lo que
también se advierte en el de Valencia de Alcántara. Todo ello da la visión de que el
paramento es un encofrado, lo que acusa cierto ruralismo como invariante en cons­
trucciones locales de mediana envergadura, que tanto puede aparecer en construc­
ciones del siglo I, donde encajamos Valencia de Alcántara y Almuñécar, como persis­
tir en el siglo II, donde hemos situado la de Alcanadre e incluso en el III que
asignamos a la de Pineda.

Epílogo pragm ático

Nuestra relación con uno de los acueductos

Volviendo al tema de lo poco que hemos hecho en pro de los acueductos desde que
los construyeron los romanos, podemos concretarlo al caso del acueducto de Segovia,
que se conserva en condiciones de utilización. La zona principal, con arcadas de dos
pisos y la zona más alta de las de un solo piso, han estado siempre íntegras. En cambio,

266
Capítulo V III. Conclusiones

el resto de las arcadas simples debieron destruirse en gran número durante la Edad
Media, destrozo que se achaca a Alimenón de Toledo, pero se reconstruyen en refor­
ma total por los Reyes Católicos. El siglo XIX debió ser época de arreglos de cierta
envergadura en esta misma zona de arcadas simples medio tapadas por casas, que al
ser derribadas debieron dejar desamparadas algunas de ellas que se reconstruyeron
en grupos de hasta cinco desde cimientos. El agua debía circular llevada a trechos por
canales de madera, ya que los pilares permanecerían siempre útiles.
El atentado más bárbaro que le ha correspondido fue la colocación de una tube­
ría dentro de la canal, que se encajó utilizando la herencia de otra obra todavía más
brutal en idea, que fue la de convertir su caja en fortín lineal recrecida por dos muros
coronados de almenas, que formaban trinchera y observatorio. H ay que imaginarse
lo que hubiera resistido el acueducto a un ataque con artillería mínima. Dicha tube­
ría con sus fugas y la obstrucción que produjo en el libre correr de las aguas al atas­
car el fondo del canal con el obstáculo de su propio cuerpo, y el de los cascotes de la
obra adicional de sus paredes, ha producido una gran deterioración en las bóvedas
superiores al permitir la filtración del agua de lluvia y la de fugas, a través de la fábri­
ca permeable del ático para salir al exterior entre las dovelas de arcos superiores rezu­
mando siempre y formando carámbanos en invierno. Esto ha sido fatal para el gra­
nito que se ha deteriorado a fondo formándose caries entre dovelas que penetran hacia
dentro aumentando el huelgo entre las mismas, que hubieran podido llegar a des­
prenderse o asentar en bloque por no estar conglomeradas entre sí, comprometien­
do la estabilidad de todo el acueducto en su zona principal de doble arcada.
Además, si comparamos estas bóvedas superiores con las del piso inferior, destaca
la mejor construcción y comportamiento de estas últimas, cuyas dovelas son más gran­
des, más regulares y mejor aparejadas, no pudiendo concluirse si la mejor silueta que
ofrecen se debe a disposición de origen o a menor deformación a lo largo del tiempo.
Otro deterioro importante corresponde a los pilares superiores m uy esbeltos de
origen (sección 1,90 x 1,20 m, altura 4,50 m), con aparejo sencillo y regular, alternan­
do hileras de tres sillares a soga con respecto a los frentes de la obra, con otras de cua­
tro a tizón en frente de a dos. Esta traba tan correcta, con sillares que hacen de per-
piaños en el espesor de 1,20 m en hiladas alternas, se ha perturbado, bien inicialmente
por error de construcción, o a lo largo del tiempo por partirse dichos sillares princi­
pales, habiéndose llegado en algunos pilares a la rotura de todos los perpiaños, con
lo cual quedan desintegrados en dos adjuntos con 0,60 m de latitud cada uno, que
da una esbeltez de 1 : 8, impropia en una construcción de fábrica sin clonglomeran-
te. Además, los sillares se asentaron entre sí sin la mínima perfección típica de la fábri­
ca de sillería y con el agravante de que cada pilar descansa en las enjutas de las arca­
das inferiores, donde, aparte de apoyarse sobre los sillares correspondientes con la
misma deficiencia indicada, en algunos casos se ha empeorado la transmisión de car­
gas a consecuencia de la desaparición de la mayor parte de los sillares de la hilada
correspondiente al nivel de la cornisa intermedia, de los cuales sólo han quedado los
retenidos por pisarles los pilares, pero en ciertos casos la rapiña ha arrancado algunos
que estaban debajo pero poco retenidos, con lo cual se ha dism inuido la base de
apoyo, incrementándose el perjuicio por haber quedado la transmisión excéntrica.

267
Acueductos romanos en España

Dos d ib u jo s a n ó n im o s en los
q u e se a p re cia la bárbara y
de sa te n ta d a obra realizada
sobre la c o ro n a ció n del
a cu e d u c to cu a n d o las g u e ­
rras c a rlis ta s . En el su p e rio r
se a p re cia el a lm e n a d o de
los m u ro s a ñ a d id o s para
c o n v e rtir la ca n a l en adarve
y en el in fe rio r, la caseta que
d e b ía se rvir de cu e rp o de
g u a rd ia (los d ib u jo s se
e n cu e n tra n en las v itrin a s
del c la u s tro de la ca te d ra l de
S egovia)

268
Capítulo V III. Conclusiones

Ilu s tra c io n e s de p e rió d ico s

269
Acueductos romanos en España

Resulta evidente que las cualidades deficien­


tes de origen y la pérdida de condiciones
resistentes por deterioro, exigen una contri­
bución urgente para restaurar sus cualidades
resistentes. Pero si además se mejoran estas
cualidades: miel sobre hojuelas.
Se comprende, con esta simple descrip­
ción de deterioros, que el acueducto ha per­
dido virtualidad resistente y no se compren­
de cómo haya quien pueda afirmar, con toda
irresponsabilidad, que el monumento no
necesita ayuda y que puede durar otros vein­
te siglos sin ningún arreglo. Esto se ha repe­
Tres fo to s a c tu a le s d e l a c u e d u c to : la s u p e rio r d u ra n te el d e rrib o de los m ure te s
tido por personas aparentemente solventes en su p e rio re s, q u e avanza de de re ch a a iz q u ie rd a , y las o tra s dos con la co ro n a ció n
la encuesta que puso en marcha la campaña re sta u ra d a a la época rom ana

periodística contra nuestro proyecto de res­


tauración y consolidación del acueducto, y
hasta hubo quien se rasgó las vestiduras por
el atentado que suponía consolidar esta obra
de romanos con hormigón —¡la fábrica roma­
na por excelencia!—y barras metálicas, de las
cuales ya se habían servido los griegos en el
Partenón para mejorar la resistencia de sus
dinteles. Para cotejar lo que hacemos con lo
que se ha realizado recientemente en Italia
damos un detalle de la solución utilizada en
el refuerzo de los muros del anfiteatro de
Verona, construcción que parece ser también
de la época del emperador Claudio.
Afortunadamente la consolidación está en
marcha, se ha recalzado ya la cimentación de
un pilar que estaba prácticamente descalzo,
envolviéndola en un cerco de hormigón arma­
do prolongado hasta 5 m de profundidad
mediante una pantalla de pilotes de pequeño
diámetro, inyectando mortero de cemento
entre los sillares de la zona encepada.
Los pilares superiores dudosos se inyecta­
rán también con mortero de cemento para
asegurar su monolotismo especialmente en lo
que se refiere a sección transversal y, además,
se ensanchará la base de apoyo restablecien­
do la parte de cornisa que les pertenece como
zócalo. De este modo no sólo restauramos

270
Capítulo V III. Conclusiones

Izq u ierda
Las losas p rim itiv a s de sino que mejoramos las condiciones iniciales resistentes de estos elementos esencia­
co ro n a ció n , con los m u re te s les en el equilibrio del conjunto.
sobre p u e sto s y tu b e ría s ,
d u ra n te las o b ra s de En esta dirección de mejorar condiciones iniciales se van a inyectar, o mejor dicho,
sa n e a m ie n to , d e rrib o y rellenar con mortero desde coronación parte de las enjutas de ambas arquerías para
de sm o nta je . J u n io 1 9 7 0
consolidar los nudos de retícula que forman, encauzando así las posibilidades resis­
D erecha tentes del conjunto hacia su funcionamiento como pórtico múltiple rectangular de
La ca n a l re sta u ra d a ,
o ste n ta n d o la c o ro n a ció n dos dinteles, más satisfactorio que el de superposición de arcadas evocador de la ines­
rom ana tabilidad de los castillos de naipes.
En las bóvedas superiores se proyecta afianzar su enlace con el dintel superior
mediante anclajes por barras radiales introducidas en perforaciones a lo largo de los
planos de contacto de las dovelas segundas y terceras a ambos lados a partir de la de
clave. Después de introducir las barras se hará una inyección por sus mismas perfo­
raciones para proteger las barras y mejorar la fábrica en su entorno.
De este modo, después de conseguir una fijeza de nudos que asegura la estabili­
dad del conjunto afianzamos ésta en las zonas parciales correspondientes a los arcos
superiores que ya hemos visto se encuentran deficientes, al fijar mediante los ancla­
jes indicados dos puntos intermedios (riñones) de su directriz, con lo cual, dado el
acuñamiento entre dovelas que proporciona la forma circular, no existe posibilidad
física de que alguna de ellas se desprenda.
Es extraordinaria la situación de equilibrio inestable en que se encuentra el amon­
tonamiento ordenado de sillares que constituye el piso superior de este acueducto, ya
que, si cualquiera de los que forman su contorno se desprendiera, daría lugar al des­
prendimiento sucesivo de todos, es decir, a la ruina del conjunto.
Y esta sensación de inestabilidad se acrecienta al comparar su silueta con la que
tuvo el acueducto de los Milagros, pues lo que, siendo similares en longitud y altura,
la relación de macizos a vanos es notablemente diferente, acusando extraordinaria
esbeltez en el de Segovia. En estas condiciones la actitud del que tiene que afrontar
una consolidación por otro lado inaplazable del mismo es verdaderamente compro­
metida. Hemos aplicado la norma categorial del ingeniero: causar la mínima pertuba-
ción en lo establecido. Al pie de la letra esto sería dejarlo como está, que es lo que opi­
nan algunos insensatos, pero en separarse lo mínimo de ellos está la sensatez. Retocar
lo menos posible; si no es absolutamente preciso no desmontar ni un sillar, dejar las

271
Acueductos romanos en España

acueducto de Los M ila g ros - M érid a

mismas condiciones de flexibilidad a los cambios de temperatura, para lo cual intro­


ducir el mínimo de inyección en sus fábricas que limitamos a nudos y pilares defec­
tuosos y especialmente que el refuerzo interior no aparezca en la superficie. Con este
criterio planteábamos en obras el problema de reparar sillares, y yo decía que no se
podía sustituir ninguna dovela de arcos superiores, lo cual interpretado en sentido físi­
co por uno de los encargados de la obra, excitó su amor propio de especialista ducho
en montar y desmontar arcos de monumentos, medievales y renacentistas. Natural­
mente que se podría desmontar todo el acueducto para volverlo a montar, porque la
ausencia de conglomerante lo hace posible como en ningún otro caso, pero pocas veces
esta operación tiene probabilidades de productir la ruina de 44 arcadas.
Una de las tareas más gratas y emocionantes de las que me han correspondido
como ingeniero, ha sido la de intervenir en la restauración de esta magnífica obra de
maestros antecesores, los ingenieros romanos. Ha sido ocasión de recreación, en el
más punto sentido de la palabra, al restituir parte de lo que habían destruido y eliminar
lo que habían añadido nuestros antepasados, especialmente durante los siglos XIX y
XX, y contribuir a que nuestros sucesores puedan admirar y disfrutar tan excelso
monumento. Y así, una de las mayores satisfacciones que he experimentado como
restaurador, ha sido ver cómo al derribar los muretes que daban una coronación falsa
y atentatoria a la dignidad del acueducto renacía la verdadera silueta del mismo,
vibrando en el ritmo de toda la obra, donde, a causa del desbaste tosco premeditado

S o lu ció n del re fu e rzo de los m uro s del a n fite a tro de Verana, Ing. R. M ora nd l

272
Capítulo V III. Conclusiones

Segovia

C o m p a ra ció n de la s ilu e ta
rom ana a c tu a liz a d a re c ie n ­
te m e n te y la que ha o ste n ­
ta d o d u ra n te casi un sig lo ,
al te n e r que so p o rta r a d ic io ­
nes d e sa te n tad a s

273
Acueductos romanos en España

Arcos Pilas
Particulari­
Localidad Epoca Fábrica Arcadas tipo Dovelas Altura Cornisa
Luz Sección Alzado dades
núm.
Tarragona Augusto Sillería Dobles y 20P 19 Rectangular Escalonadas 26 Rectangular
sencillas
Segovia Claudio Sillería Dobles y 16P, 14P 17, 15 Rectangular Escalonadas - Compuestas y
sencillas varias
Barcelona I Siglo I Sillería Simples Sillarejo 10P 15 Rectangular Constante - Rectangular
Arquillos
Baelo Siglo I Sillería Simples - - Rectangular Constante -
en tímpanos
Almuñécar Siglo I Sillarejo Simple Doble 16P, 9P - Rectangular Constante - 1-2-3 lajas
Pizarra salientes
Valencia de Siglo I Sillería Simple 18P 29 Rectangular Escalonadas - No Arquillos
Alcántara sobre claves
Chelva Siglo I Sillería Simple 28P 19 Rectangular Escalonadas - Rectangular
Sevilla Siglo I Ladrillo Simple Doble 15P8P - Rectangular Fuste - 3 hiladas
Itálica Siglo I Ladrillo Simple 10P - Rectangular - -
Mérida: S. Adriano Sillería y Simple 12,5 _ Rectangular Constante - Listel y
Lázaro Ladrillo Doble Cruz Cimasio
Milagros Hormigón Triple 15P - Cruz Constante 76P
Toledo Siglo II Sillería Simple - - - -
Hormigón Doble 90P - -
Alcanadre Siglo II Sillarejo Simple 15P — Rectangular Constante - No
Manipostería
Barcelona II Siglo II Sillarejo Simple 10P 35 Rectangular Constante - Rectangular
Manipostería
Pineda Siglo III Sillarejo Simple 11-13P - Rectangular Constante - No

de sus sillares, no hay ninguna línea que aspire a rectitud en todos los contornos posi­
bles de su silueta.
Y frente a esto anoto dos cosas verdaderamente extrañas: 1), que los puros sego-
vianos que no quieren tolerar ni cemento, ni hormigón, ni hierro en las entrañas del
monumento, hayan tolerado esta irrespetuosa sobreposición en lo más noble del
mismo: su coronación; y 2) que la algarabía que se desató ante la noticia de su repa­
ración no se haya serenado definitivamente en este hecho que acabamos de resaltar,
que no haya sido noticia para la misma Prensa que vibró con tanta indignación por
el posible atentado contra el Arte y la Historia: la restitución del acueducto de Sego­
via a su primitiva belleza y realidad.

274
índices
Indice onomástico

Indice onom ástico

Abderram án III, 29 Burgoing, barón de, 50


A bellán, Francisco, 198 Buriel, Andrés, 254
Abensáhibasala, 170, 181
A bu Yacub Yusuf, 171, 181 C aligula, 21, 22, 64, 89
A driano, 23, 26, 137, 138, 150, 227, 262, 264 C am pom anes, 153
A gripa, 21, 40, 42, 258 C aracalla, 19, 21, 90
A l H im yari, 152, 2 0 5 , 2 1 0, 253 Carbonell, 220
A lberti, Juan B autista, 253 Cárdenas Portocarrero, Rodrigo de, 153
A lbiñana, J. F., 51, 52 Carlos V, 254
A lbisu, Pedro Á ngel, 203 Caro Baroja, J., 254
Alcedo, A ntonio, 49 Caro, Rodrigo, 159, 182, 187, 204, 265
Alfonso V I, 65 Casiodoro, 253
Alfonso X, 171, 172, 183 C avanilles, A. ]., 2 5 5, 256
A lim enón de Toledo, 65, 26 7 Cea Bermúdez, 50, 152, 205, 219, 2 5 4 , 255
A lien, Jam es H ., 115 César, 40, 263
A l-M akkari, 29 Cevallos, Pedro, 109, 113, 114, 187, 204
A lm erich, L., 21 9, 254 C laudio , 19, 21, 22, 42, 64, 67, 88, 89, 90, 92, 94, 259,
Alonso el Sabio; véase Alfonso X 260, 270
Am brosio M ariano , P. Fr., 203, 206 Coello, 234
A ntonino, 22, 90, 200 C ollantes deT erán, Francisco, 185, 187, 204
A ntuna, padre M elchor M ., 181 Colm enares, Diego de, 77, 106, 107, 109, 110, 111
A pollodoro de D am asco, 138, 150, 262 Conde, José A ntonio, 183
Appio C laudio , 19 Contreras Sotomayor, C ristóbal de, 153
A renillas, Anselm o, 87 Cortés, 110
A rm añac, D. F., 29 C osío-Pijoan, 28
A rm ytage, J. C ., 115 Cousen, J., 115
A rnont, Jules, 185
Ashby, T h ., 28 Da V inci, Leonardo, 12
A ugusto, 19, 21, 23, 25, 40 -43 , 77, 88, 89, 93, 94, 154, D arem berg & Saglio, 45, 51
258 D iéguez, E., 248-251
Á vila, 248, 2 5 0, 252 Doré, Gustavo, 82, 163, 185
Dozy, R ., 205
Barreiros, Gaspar, 152 D uborniel, Enrique, 203
Blake, M . E., 28
Blázquez, 253 Enrique III, 112
Bofarull, A ., 51, 52 Enrique IV, 65, 67
Bonsor, P., 200 Escovedo, fray Juan de, 65, 66, 109
Bosarte, 68, 78, 109, 112, 220 Espinosa de los M onteros, Pablo, 181, 182, 183
B ram billa, 85 Esquivel, maestro Pedro, 152, 153, 154
B uendía y Ponce, Francisco de, 181, 182 Esteve, Rafael, 203
Bueno, José, 256, 26 6 Eydoux, H. P., 229

277
Acueductos romanos en España

Fanlo, Félix, 111 H ovfnaglius, G ., 185


Felipe II, 112, 153, 154, 203, 206 H übner, 64
Fernández Pérez, G., 155 H urtado de M endoza, D iego, 153
Fernando el C atólico, 65, 183 H urtado, V íctor, 255
Fernando IV, 172, 183
Fita, padre, 64, 88, 92, 115 Ibn al Jatib, 205
Flavios, 26, 64, 88, 90 Ibnu-G halip, 29
Florensa, 219, 221, 227 Idrisi-al-H im yari, 143, 152
Flores, Leandro José de, 182 Isabel II, 30
Flórez, Fr. Enrique, 34, 49, 62, 106, 115 Isab ella C atólica, 65, 108, 109, 111, 183
Floridabianca, conde de, 50
Floridabianca, m arqués de, 49 Jardina, A ntonio de la, 77, 109
Frías, Fr. Gonzalo de, 65 Juan II, 65, 67, 112
Frontinus, S. ]., 28 Juana, reina, 67
Frutos, D ., (sacerdote de Segovia), 77 Juanelo Turriano, 210, 254
Fuente O rtiz, D . Pedro J. de la, 115 Ju cef Abu Jacub, 183, 185
Fuidio, P., 254 Junio Bruto, 248
Fulgosio, F., 51, 52 Ju su f Abu-Jaende, 184

Galiay, J., 243, 255 Kant, 15


Gam ones, D om ingo, 106, 115
G arcía Bellido, 15, 187, 204 Laborde, A lexandre de, 31, 34 , 52, 68, 115, 143, 146,
G arcía de Laredo, Francisco, 183 148, 157, 245, 256
G arcía de M eneses, 152 Legendre, M ., 106, 115
G arcía M ercadal, J ., 50 Levi Provençal, E., 152, 205, 253
G erónimo de la Concepción, 205 Lezaeta y Z úñiga, M ateo, 113
Gestoso y Pérez, José, 170, 184 Licinio Larcio, 63, 77, 106, 110
Golge, M . J. de, 205 Llaguno, Eugenio, 183
G ómez de Som orrostro, A ndrés, 50, 56, 60 -66 , 74, 75, Lucius M inicus N atalis, 227
77, 78, 80, 88, 107, 110, 115, 155 Lugli, G„ 28, 259, 260
G óngora, Jo aquín de, 115, 155
González A lam eda, A ntonio, 113 M adoz, 50, 108, 168, 171, 183, 203
González, Julio, 185 M adrazo, Pedro de, 184
G uadalupe, maestro Juan de, 66 M arcius, Q ., 19
G uerrero, M an uel, 122 M ares, V icente, 255
M argelina, C ., 200
H ach Yaij, 170 M ariana, padre, 68
H arding, J. D ., 85 M artínez Siliceo, Juan , 21 5, 253
Plarduino, 110 M asdeu, P. Francisco, 68
H erm enegildo, 183 M assidio Longo, L., 215, 253
H ernández Díaz, José, 204 M atute, 187
H ertuleyo, 63 M ayno, 254
H ippias M ayor, 179 M edina, Pedro de, 67, 68, 171, 181, 2 0 3, 205
H ispan, rey, 68, 77, 106 M ela, P., 200

278
Indice onomástico

M eléndez, A m brosio, 113 Plinio el M ayor, 63, 77, 110, 183, 200
M elida, R ., 255 Pons de Icart, 49, 52
M éndez Silva, 182 Ponz, A ntonio, 49, 68, 106, 115, 154, 157, 203, 254
M esa, Fr. Pedro de, 65, 109 Prat i Puig, Francesc, 238, 239, 242, 255, 266
M etelo, 63 Ptolomeo, 110
M iguel A ngel, (pintor), 12 Puebla, doctor, 66
M ifiano, 107, 153, 213 Puig y Cadafall, 29, 30, 52
M iram o lín , 181 Pujades, 49
M isero Cajizo, 171, 183
M ondéjar, m arqués de, 68 Q uintana Palla, 66
M onfaucon, B., 115
M onfaucont, P., 106 Ram írez, Augusto, 87
M ontalbán, Luis de, 172, 183 Ramos, D om ingo, 51
M oraleda y Esteban, J., 254 Rey Pastor, 216, 217
M orales, Am brosio de, 77, 153, 154, 182 Reyes Católicos, 56, 65, 66, 267
M oreno de Vargas, Bernabé, 153, 156 Rico te, A gustín, 113
Roberts, D avid, 79, 80, 81, 83, 115
Nasa, E., 28 Rodríguez de Pazos, Juan, 153
Navagero, 67, 107, 253 Rojas, Francisco de, 215, 217
N erón, 22, 45, 90, 264 Rojas, Pedro de, 253
Romero de Torres, E., 205
O ’Reilly, conde de, 203 Rovira, J. A ., 29
Orozco, 203
O rtiz de Z úñiga, D iego, 183 Sadaba, 255
O rtiz, A ntonio, 78, 109, 110, 111, 113 Saenz de Buruaga, Juan, 106
Salazar de M endoza, 206, 215
Palomares, Francisco, 254 San Sim ón, duque de, 67
Parcerisa, 86 Sancho Corbacho, A ntonio, 183, 204
Paris, Pierre, 200 Santiyán y Valdivielso, J. de, 29, 49
Paris-Bonsor & M ergelina, P., 205 Sayagues, 255
Parker, 28 Schulten, A ., 29, 52
Pazos Figueroa, A ntonio, 153 Septim io Severo, 21, 90
Pazos Figueroa, R odrigo, 153 Serlio, 45
Pemán, César, 203 Serrano, Pedro, 182
Peraza, 160 Sertorio, 63
Pérez, Tomás, 114 Severo, A lejandro, 19, 22
Perosini, Jo aquín, 203 Severos, 21, 22, 26, 89, 90, 137
Peyroni, J. F., 68 Sigüenza, padre, 65, 66, 67, 77
Pezet, M aurice, 228 Sim onet, 205
Picard, G ., 52 Sixto V., 19
Pifferrer, P., 51, 52 Sócrates, 179
Pinelo, Felipe, 183 Suárez de Salazar, 203
Pirro, 19 Sulpicia, 63
Platon, 179 Sulpicio, 63

279
Acueductos romanos en España

Taracena, Blas, 230, 231 Vespasiano, 21, 77, 88, 110


Taylor, J., 84, 115 V illam il, 167, 168, 177, 185
Teodosio, 63, 77, 110 V illanueva, Diego de, 77, 115
T iberio, 94, 259 V iriato, 63, 248
T ito Livio, 19, 21, 63, 248 V itrubio, 194, 209, 253
Towsend, J., 50 V iu, José de, 154, 249, 250, 2 5 1, 256
Trajano, 23, 26, 68, 90, 93, 106, 1 1 0 ,1 3 7 , 138, 150, 227,
228, 25 7, 2 6 2 ,2 6 4 W am Baum berghen, Francisco Javier, 78, 113, 114

U garte, H erm enegildo V íctor de, 115 Xim énez de Rada, R odrigo, 63, 65, 77

Valdés, Francisco, 67, 88 Ydrisi, 205, 210, 253


Valdivielso, 29
Van D em an, E. B., 28 Z ubiri, Xavier, 15, 179
Van H alen, 82 Z úñiga, 183
Vélez de Guevara, Luis, 182

280
Indice de acueductos y topónimos

ín d ice d e ac u e d u c to s y topónim os

Ad Pontem, 203 Baelo, acueducto de, 177, 197, 20 0 -2 0 2 , 205, 260, 261,
A elia Augusta Itálica, C olonia, 187 274
A latli, 211 Barbegal, acueducto de, 228, 23 7
Albarregas, puente de, 119, 148, 157 Barcelona, acueducto de, 23, 21 9-2 29 , 254, 261, 274
A lcanadre, 230 Bellone C laudia, 200, 205
— , acueducto de, 197, 2 2 8, 23 0-2 38 , 264, 274 Bética, 184, 265
A lcanlavill, puente del, 41 Blanes, 23
A lcántara, puente de, 93, 106, 139, 145, 178, 218, 264 Bolonia, 205
A lcantarilla, em balse de la, 211
— , presa de la, 210 Cádiz, 23, 159
— , puente de la, 258 C alagurris, 230
Alconétar, puente de, 25, 137, 139, 150, 262, 263 C alahorra, 23, 230
Alm uñécar, acueducto de, 11, 23-26, 177, 189-197, 202, C an C ua, acueducto de, 238, 2 3 9, 240
205, 2 5 7, 260, 2 6 6, 274 C an Palau, acueducto de, 238, 242
Alnázcollar, 25 C angas de O nís, 197
A lparriate, acueducto del río, 201, 202 Cantarranas, acueducto de, 201, 202
A ndújar, puentes rom anos, 175 C añoquebrado, 117, 118, 119, 120, 122, 157
A ngitia, 211 Caños de Carm ona, Los, 143, 159, 183, 184, 185
Anio Novo, 19, 21, 22, 89 C arm ona, puente rom ano, 25, 176, 200
Anio Vetus, 18, 19 C artago, acueducto de, 26
Aosta, teatro de, 260 C astulone-M alaca, vía, 189
A qua A lejandriana, (R om a), 19, 22, 28 Cauca, 63, 110
A qua A lsietina, (R om a), 18, 21, 89 Chelles, 26
A qua Appia, (R om a), 18, 19, 89 Chelva, acueducto de, 23, 47, 2 4 4 -2 4 7 , 2 5 2, 255, 274
A qua A tilianae, (R om a), 243, 255 Cherchel, 40
A qua C laud ia, (R om a), 19, 21 -23 , 25, 26, 28, 42, 64, 88- C iudad Rodrigo, 23
90, 259, 264 C laudio, pórtico de, (Rom a), 260
A qua Julia, (R om a), 18, 20, 21, 26, 43, 89 C laudius Divus, tem plo de, (R om a), 260
A qua M arcia, (R om a), 18-21, 28, 44, 45 C lun ia, 110
A q u aT ép u la, (R om a), 18, 20, 21, 28 C onstantina, acueducto de, 26, 40 , 47
A quaT rajan a, (R om a), 19, 22 Corduba-H ispalis, vía rom ana, 159, 160, 168
A qua V érgine, (R om a), 18, 260 Cornalvo, conducción de, 117, 118, 119, 120, 122, 126,
A qua Virgo, (R om a), 20, 21, 26, 28, 43 1 5 4 ,2 6 4
Arcos de C arm ona, 25 Cornalvo, m urallón de, 152
A rgelia, 47 Cueva de Siete Palacios, depósito, 189
Aspendos, 211 Cuevas de H ércules, 208, 215, 264
A stúrica a César-A ugusta, vía rom ana, 243
Atenas, acueducto de, 150 D anubio, puente del, 138, 262
A tiliana; véase A qua A tilianae — , río, 150
A tiliane; véase A qua A tilianae Deifontes, 198
Azm alcóllar, puente rom ano, 176 D iablo, puente del; véase Tarragona, acueducto de,

281
Acueductos romanos en España

Ebro, acueducto del, 230 — , alcantarilla rom ana, 139


Écija, puente rom ano, 176 — , anfiteatro, 124
Efeso, 26 — , Circo M axim o, 153
Em érita a A stática, vía rom ana de, 63 — , puente de, 178
Em érita A ugusta; véase M érida M oranta, puente de, 219

Ferreras, puente de las; véase Tarragona, acueducto de N arni, puente de, 218, 259
Font del Ferro, barranco de la, 238 N im es, anfiteatro de, 26, 47, 52, 112
Forum Ju lii, 237 N um ancia, 63
Fréjus, acueducto de, 2 2 8, 229, 237
Orense, puente de, 218
Gades, acueducto de, 2 0 2, 203, 205, 211
G alia, 237 Panteón, 23, 262
G ard, puente de, 26, 27, 40, 42, 43, 45 -47 , 52, 93, 112, Patare, 211
144, 2 1 8, 257, 259 Patras, 26
Gordo, cerro, 118, 120 Pineda, acueducto de, 228, 23 8 -2 4 2 , 255, 266, 274
G ranada, 23 Plata, vía de la, 262
— conducciones de agua, 198, 199 Pola de Gordón, 197
Porta Prenaestina, 260
H ispalis a Gades, vía rom ana de, 41, 258 Proserpina, 117, 118, 124, 126
H ispalis, acueducto de, 159, 160, 184, 187 — , conducción, 123, 125
Horno de V idrio, 214, 25 4 — , lago, 154
— , presa, 264
Itálica, acueducto de, 187, 204, 264, 265, 274 Pulido, acueducto de arroyo, 20 1, 202

Juanelo, artificio de, 18, 107 Rabo-de-Buey, 117, 126, 156


Ju lia Traducta, 205 — , Piscina lim aria, 123, 128
Ju lia Urbs T rium phalis Tarraco, C olonia, 40 — , Tercera C añería que venía del Borbollón, 157
— , conducción de, 117, 120, 122, 123, 153, 156, 157
Liria, 2 4 4, 255 R im ini, puente de, 259
Lodosa, 230 Rom a, acueducto de, 18, 25, 27, 28, 4 6 , 89, 105, 143,
Lyon, acueducto de, 18, 211, 228, 229 264
— , conducción de, 26, 46, 89, 159
M aison C arré, (N im es), 90, 92
M arcia, 41 , 89 Sadaba, acueducto de, 24 3, 255
M arranella, valle de, 22 Saxetanum ; véase Sexi
M artorell, puente de, 218 Seco, acueducto del prim er barranco del río, 193, 196
M érida a Zaragoza, vía rom ana, 110 — , acueducto del segundo barranco del río, 194, 196
M érida, 117, 154, 263 — , acueducto del tercer barranco del río, 195, 196
— , acueducto de Los M ilagros, 23 -26 , 47, 48, 117, 124, — , vaguadas de la ladera del río, 196
125, 126-134, 137, 139, 145-151, 154-157, 257, 264, Secovia; véase Segovia
2 7 1, 27 2, 276 Segovia, 23, 24, 25, 2 7 , 4 6 -4 8 , 63, 93, 105, 137, 143,
— , acueducto de San Lázaro, 2 3 ,2 4 , 118, 119, 134-151, 234, 257, 2 7 1, 27 3, 274
1 5 4 ,1 5 6 — , abastecim iento de, 56

282
Indice de acueductos y topónimos

— , acueducto de, 11, 50, 5 3 -1 1 6 , 155, 178, 185, 205, Trajano, foro de, 138
243, 2 5 9, 266, 272 Trave, valle de la, 22
Serapis, Templo de, 68 Tucci, 204
Sevilla, acueducto de, 23, 25, 143, 15 9-185, 2 5 7 , 264, T únez, acueducto de, 26
274
Sexi, 11, 189, 211 Urbécula, 110
— , abastecim iento de agua de, 200 U xam a, 63, 110
Sifón, 211
Valencia de A lcántara, acueducto de, 24 8-2 52 , 256, 266,
Tarraco, 29, 40, 4 1 ,4 6 , 258 274
Tarragona, acueducto de, 17, 23 -27 , 29 -52 , 88, 93, 105, V alentia, 248
137, 151, 205, 2 5 2, 2 5 7, 262, 278 Venus, tem plo de (Rom a), 23
Termes, 63 V érgine, 89
Toledo, acueducto de, 18, 23, 26, 27, 46, 144, 159, 207- Verona, anfiteatro de, 67, 107, 260, 270, 272
218, 228, 253, 2 6 4, 274 V icarías, 157
— , depósito term inal, 215 V illa A driana, 137, 138, 150, 262
Tomas, las; véase R abo-de-Buey
Torrecuevas, acueducto de, 193, 196, 197, 202 Yébenes, los, 210
— , arroyo, 196
— , barranco de, 24 Zuazo, puente de, 203, 205, 206

283
Este libro de terminó de im prim ir en septiembre de 2008 en los
Talleres de Gráficas M uriel. En su composición se han utilizado
tipos de la familia AGáramond. La encudernación se
ha realizado en el Taller de los Hermanos Ramos

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