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Muchas veces me ha tocado intentar explicar este fenómeno, pero tengo muy claro
que en poquísimas oportunidades he logrado transmitir cabalmente mis hallazgos sobre este
tema. Una dificultad no menor es, sin lugar a dudas, la semántica que ha abierto múltiples
opciones a la significación de las palabras, donde el uso (mal uso) ha venido canonizando
aquellas que no son, precisamente, las que sirven para entender estos temas. Por esta razón,
permítanme entonces primero precisar algunos vocablos.
Tradición: cada vez que usamos esta palabra se tiende a creer que se trata de una
acción o hecho que se repite reiteradamente casi de manera folclórica y sin que haya
demasiadas razones para ello. Sin embargo, para comprender el fenómeno religioso a la luz de
lo esotérico y lo exotérico, debemos entender por tradición un conocimiento o enseñanza que
es posible reconocer en distintos lugares y tiempos, en la enseñanza y ejemplo de personajes
tan diversos como Buda, Jesús o Zoroastro y que, no obstante pertenecer a diversas
nacionalidades y épocas, se vislumbra con claridad en ellas una comunión de ideas, una
cadena de pensamiento ético, como si una fraternidad anterior y posterior a todos ellos los
envolviera. Cuando la Masonería se declara “tradicional y simbólica” se refiere a esto y no a
unas costumbres arcaicas y a unos símbolos más o menos arbitrarios.
Iniciación: Para la mayoría de las personas equivale a un rito de paso, a un inicio, a una
especie de ceremonia simbólica o alegórica que no añade nada a quien la recibe, salvo la
calidad de iniciado en esas prácticas. La iniciación, por el contrario, es una verdadera
invocación a la apertura de conciencia que, solo en la medida en que el iniciado lo comprende,
podrá ir apropiándose de las energías que le permitan sacar provecho de esas verdades que,
de otra manera, solo serán letra muerta. Algunas escuelas tradicionales, un tanto equivocadas
o demasiado empujadas al proselitismo, aseguran cierta condición mágica a la iniciación que
hace que los recipiendarios adquieran automática las virtudes o calidad que en la ceremonia se
menciona. Una tradición verdadera sabe y enseña que eso no es así, que solo apunta a
predisponer la conciencia, que abre canales para la adquisición de la enseñanza, pero que en
ningún caso actúa mágicamente para transformar al individuo, porque esa es una tarea
personal.
Teniendo estos conceptos más o menos claros, se puede abordar este tema señalando
que todas las grandes religiones tienen, énfasis más o menos, enseñanzas similares, que
pueden resumirse, por ejemplo, en la llamada Regla de Oro que incluyo al final. Estas
enseñanzas similares son tan profundas que deben ser veladas a través de símbolos, ya que su
comprensión excede las posibilidades de transmisión a través de las palabras. Desde esta
perspectiva, tanta enseñanza tradicional hay en el budismo, como en el cristianismo, en el
islamismo, hinduismo, zoroastrismo, taoísmo, judaísmo, odinidmo, sintoísmo o en las
religiones greco-romana, egipcia, azteca, hopi o mapuche. No quiere decir que todas las
religiones sean tradicionales, pero sí que podemos reconocerlas por sus innegables vínculos
iniciáticos (que solo se revelan tras el estudio desapasionado y desprejuiciado).
Similares jerarquías tienen otras religiones, encabezadas por un Lama, maestro, Gurú,
Patriarca, Hierofante, Sumo sacerdote o cualquier nombre que queramos darle.
En definitiva, toda enseñanza religiosa lleva implícita una esotérica, reservada o velada
solo para quienes tienen la capacidad de comprensión y la amplitud de conciencia para
acceder a ella y una dimensión exotérica que es para la masa militante. Por lo tanto, a partir,
de la comprensión de esa dimensión esotérica es posible superar las limitaciones de la Religión
(que suele identificarse más con lo exotérico) y seguir avanzando por el estudio del
conocimiento más profundo y superior.
BIBLIOGRAFÍA: