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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

SONETO 145
Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores,
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado,
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada

SONETO 146
En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento,
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento.
que no mi pensamiento en las riquezas.
Yo no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

SONETO 165
Deténte sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
SONETO 149
Si los riesgos del mar considerara,
ninguno se embarcara; si antes viera
bien su peligro, nadie se atreviera
ni al bravo toro osado provocara.
Si del fogoso bruto ponderara
la furia desbocada en la carrera
el jinete prudente, nunca hubiera
quien con discreta mano lo enfrenara.
Pero si hubiera alguno tan osado
que, no obstante el peligro, al mismo Apolo
quisiese gobernar con atrevida
mano el rápido carro en luz bañado,
todo lo hiciera, y no tomara sólo
estado que ha de ser toda la vida.

ROMANCE 2
Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario:
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
[…]

ENDECHA 79
Ya, desengaño mío,
llegasteis al extremo
que pudo en vuestro ser
verificar el serlo.
Todo lo habéis perdido;
mas no todo, pues creo
que aun a costa es de todo
barato el escarmiento.
No envidiaréis de amor
los gustos lisonjeros:
que está un escarmentado
muy remoto del riesgo.
El no esperar alguno
me sirve de consuelo;
que también es alivio
el no buscar remedio.
En la pérdida misma
los alivios encuentro:
pues si perdí el tesoro,
también se perdió el miedo.
No tener que perder
me sirve de sosiego;
que no teme ladrones,
desnudo el pasajero.
Ni aún la libertad misma
tenerla por bien quiero:
que luego será daño
si por tal la poseo.
No quiero más cuidados
de bienes tan inciertos,
sino tener el alma
como que no la tengo.

LIRA 211
Amado dueño mío,
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío,
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.
Óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.
[…]

SONETO 152
Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo entreambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
REDONDILLA 92
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón.
sin ver que sois la ocasión,
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien.
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata.
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel,
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende.
y la que es fácil, enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere,
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades, alas,
y después de hacerlas malas,
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón.
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia.
juntáis diablo, carne y mundo.

DÉCIMA 115
Esta grandeza que usa
conmigo vuestra grandeza,
le está bien a mi pobreza
pero muy mal a mi musa.
Perdonadme si, confusa
o sospechosa, me inquieta
el juzgar que ha sido treta
la que vuestro juicio trata,
pues quien me da tanta plata,
no me quiere ver poeta.
No ha sido arco, en realidad,
quien mi pobreza socorre,
sino arcaduz por quien corre
vuestra liberalidad.
De una llave la lealtad
a ser custodia se aplica
del caudal, que multiplica
quien oro me da por cobre,
pues por un arco tan pobre,
me dais una arca tan rica.
Aun viendo el efecto, dudo
que pudiese el tiro errado
de un arco mal disparado
atravesar tanto escudo;
mas a mi silencio mudo
sólo obedecer le toca,
pues, por si replico loca
con palabras desiguales,
con tantos sellos reales
me habéis tapado la boca.
Con afecto agradecido
a tantos favores, hoy
gracias, señores, os doy,
y los perdones os pido
que con pecho agradecido
de vuestra grandeza espero,
y aun a estas décimas quiero
dar, de estar flojas, excusa;
que estar tan tibia la musa
es efecto del dinero.

VILLANCICO
A los plausibles festejos
que a su fundador Nolasco
la redentora familia
publica en justos aplausos,
un negro que entró en la iglesia,
de su grandeza admirado,
por regocijar la fiesta
cantó al son de un calabazo
Puerto-Rico. Estribillo
¡Tumba, la, la. la. tumba, la, le, le,
que donde ya Pilico, escraba no quede!
¡Tumba, tumba, la, le, le. tumba, la, la,
que donde ya Pilico, no quede esclava!
Coplas
Hoy dici que en las Melcede
estos Parre Mercenaria
hace una fiesa a su palre,
¿qué fiesa?, ¡como su cala!
Eya dici que redimi,
cosa palece encantala,
poro que yo la oblaje vivo,
Y las Parre no mi saca.
La otra noche con mi conga
turo sin durmí pensaba,
que no quiele gente plieta,
como eya so gente branca.
Sola saca la pañole,
pues, Dioso, ¡mila la trampa,
que aunque neglo, gente somo,
aunque nos dici cabaya!
Mas, ¿qué digo, Dioso mío?
Los demoño, que me engaña
pala que esé mulmulando
a esa Redentola santa.
El santo me lo perrone,
que so una malo hablala,
que aunque padezca la cuepo,
en ese libla las alma.
Tumba, la, le, le, etc.
Prosigue la Ensaladilla
Siguióse un estudiantón,
de bachiller afectado,
que escogiera antes ser mudo
que parlar en castellano.
Y así, brotando latín
Y de docto reventando,
a un barbado que encontró
disparó estos latinajos:
Dialogo
Estudiante. Hodie Nolascus divinus
in Caelis est collocatus,
Hombre. yo no tengo asco del vino,
que antes muero por tragarlo
Estudiante. Uno mortuo Redemptore,
Alter est redemptor natus.
Hombre. yo natas buenas bien como
mas no he visto buenos natos
Estudiante. Omnibus fuit Salvatoris
ista perfectior imago.
Hombre. Mago no soy, voto a tal,
que en mi vida lo he estudiado
Estudiante. Amice, tace nam ego
non utor sermone hispano.
Hombre. ¿Oue te aniegas en sermones?
Pues no vengas a escucharlos.
Estudiante. Nescio quid nunc mihi dicis
ne quid vis dicere capio.
Hombre.Necio será él y su alma,
que yo soy un hombre honrado.
Prosigue la Infroducción
Púsolos en paz un indio,
que cayendo y levantando,
tomaba con la cabeza
la medida de los pasos;
el cual en una guitarra
con ecos desentonados,
cantó un tocotín mestizo
de español y mejicano.
Tocotín
Los Padres bendito
tiene ô Redentor,
amo nic neltoca
quimati no Dios.
Solo Dios Piltzintli
del cielo bajó
Y nuestro tlatlacol
nos lo perdonó.
Pero estos teopixqui
dice en so sermón,
que este san Nolasco
miechtin compró.
Yo al santo lo tengo
mucha devoción
Y de Sempual xuchil
un xuchil le doy.
Yéhualt so persona
dis que se quedó
con los perro moro
ipamce ocasión.
Mati Dios, si allí
lo estoviera yo,
censontle matara
con un mojicón.
Y nadie lo piense
lo hablo sin razón,
cani panadero,
de mocha opinión.
Huel ni machlcahuac,
no soy hablador,
no teco qui mati,
que soy valentón.
Se no compañero
lo desafió,
Y con se poñete
allí se cayó.
También un topil
del gobernador,
caipampa tributo
prenderme mandó.
Mas yo con un cuahuil
un palo lo dio,
ipam i sonteco
no se si morió.
Y quiero comprar
un san redentor,
Yuhqui el del altar
con so bendición.

ROMANCE 37
Aplaude, lo mismo que la fama, en la sabiduría sin par de la señora dona María de Guadalupe Alencastre, la
única maravilla de nuestros siglos

Grande duquesa de Aveiro,


cuyas soberanas partes
informa cavado el bronce,
publica esculpido el jaspe;
alto honor de Portugal,
pues le dan mayor realce
vuestras prendas generosas
que no sus quinas reales;
vos, que esmaltáis de valor
el oro de vuestra sangre,
y siendo tan fino el oro
son mejores los esmaltes;
Venus del mar lusitano,
digna de ser bella madre
de Amor, más que la que a Chipre
debió cuna de cristales;
gran Minerva de Lisboa,
mejor que la que triunfante
de Neptuno, impuso a Atenas
sus insignias literales;
digna sólo de obtener
el áureo pomo flamante
que dio a Venus tantas glorias
como infortunios a Paris;
cifra de las nueve musas
cuya pluma es admirable
arcaduz, por quien respiran
sus nueve acentos suaves;
claro honor de las mujeres,
de los hombres docto ultraje,
que probáis que no es el sexo
de la inteligencia parte;
primogénita de Apolo,
que de sus rayos solares
gozando las plenitudes,
mostráis las actividades;
presidenta del Parnaso,
cuyos medidos compases
hacen señal a las musas
a que entonen o que pausen;
clara sibila española,
más docta y más elegante
que las que en diversas tierras
veneraron las edades;
alto asunto de la Fama,
para quien hace, que afanes
del martillo de Vulcano
nuevos clarines os labren:
oíd una musa que,
desde donde fulminante
a la tórrida da el sol
rayos perpendiculares,
al eco de vuestro nombre,
que llega a lo más distante,
medias sílabas responde
desde sus concavidades,
y al imán de vuestras prendas,
que lo más remoto atrae,
con amorosa violencia
obedece, acero fácil.
Desde la América enciendo
aromas a vuestra imagen,
y en este apartado polo
templo os erijo y altares.
Desinteresada os busco:
que el afecto que os aplaude,
es aplauso a lo entendido
y no lisonja a lo grande.
Porque ¿para qué, señora,
en distancia tan notable
habrán vuestras altiveces
menester mis humildades?
Yo no he menester de vos
que vuestro favor me alcance
favores en el consejo
ni amparo en los tribunales;
ni que acomodéis mis deudos,
ni que amparéis mi linaje,
ni que mi alimento sean
vuestras liberalidades.
Que yo, señora, nací
en la América abundante,
compatriota del oro,
paisana de los metales,
adonde el común sustento
se da casi tan de balde
que en ninguna parte más
se ostenta la tierra madre.
De la común maldición
libres parece que nacen
sus hijos, según el pan
no cuesta al sudor afanes.
Europa mejor lo diga,
pues ha tanto que, insaciable,
de sus abundantes venas
desangra los minerales,
y cuántos el dulce lotos
de sus riquezas les hace
olvidar los propios nidos,
despreciar los patrios lares.
Pues entre cuantos la han visto,
se ve con claras señales
voluntad en los que quedan
y violencia en los que parten.
Demás de que, en el estado
que Dios fue servido darme,
sus riquezas solamente
sirven para despreciarse;
que para volar segura
de la religión la nave,
ha de ser la carga poca
y muy crecido el velamen ;
porque si algún contrapeso
pide para asegurarse,
de humildad, no de riquezas,
ha menester hacer lastre.
Pues ¿de qué cargar sirviera
de riquezas temporales,
si en llegando la tormenta
era preciso alijarse?
Conque por cualquiera de estas
razones, pues es bastante
cualquiera, estoy de pediros
inhibida por dos partes.
¿Pero adónde de mi patria
la dulce afición me hace
remontarme del asunto
y del intento alejarme?
Vuelva otra vez, gran señora,
el discurso a recobrarse,
y del hilo del discurso
los dos rotos cabos ate.
Digo, pues, que no es mi intento,
señora, más que postrarme
a vuestras plantas, que beso
a pesar de tantos mares.
La siempre divina Lysi,
aquella en cuyo semblante
ríe el día, que obscurece
a los días naturales:
mi señora la condesa
de Paredes (aquí calle
mi voz, que dicho su nombre
no hay alabanzas capaces)
ésta, pues, cuyos favores
grabados en el diamante
del alma, como su efigie,
vivirán en mí inmortales,
me dilató las noticias,
ya antes dadas de los padres
misioneros, que pregonan
vuestras cristianas piedades,
publicando cómo sois
quien con celo infatigable
solicita que los triunfos
de nuestra fe se dilaten.
Ésta, pues, que sobre bella,
ya sabéis que en su lenguaje
vierte flores Amaltea
y destila Amor panales;
me informó de vuestras prendas,
cómo son y cómo sabe,
siendo sólo tanto Homero
a tanto Aquiles bastante.
Sólo en su boca el asunto
pudiera desempeñarse,
que de un ángel sólo puede
ser coronista otro ángel.
A la vuestra, su hermosura
alaba, porque envidiarse
se concede en las bellezas
y desdice en las deidades.
Yo, pues, con esto movida
de un impulso dominante,
de resistir imposible
y de ejecutar no fácil,
con pluma en tinta, no en cera,
en alas de papel frágil
las ondas del mar no temo,
las pompas piso del aire,
y venciendo la distancia
(porque suele a lo más grave
la gloria de un pensamiento
dar dotes de agilidades),
a la dichosa región
llego, donde las señales
de vuestras plantas me avisan
que allí mis labios estampe.
Aquí estoy a vuestros pies,
por medio de estos cobardes
rasgos, que son podatarios
del afecto que en mí arde.
De nada puedo serviros,
señora, porque soy nadie;
mas quizá por aplaudiros
podré aspirar a ser alguien.
Hacedme tan señalado
favor, que de aquí adelante
pueda de vuestros criados
en el número contarme.

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