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Autor: David Puchol Esparza. Psicólogo.

Trastornos de la conducta alimentaria (TCA): anorexia,


bulimia
INTRODUCCIÓN

Los trastornos de la alimentación son un devastador trastorno mental, producto de una


conjunción de factores entre los que destacan los desajustes emocionales y de
personalidad, una potencial susceptibilidad biológica y genética, presiones
familiares/sociales y la influencia/presión de un contexto socio-cultural caracterizado
por la sobreabundancia y el excesivo culto al cuerpo.

Los trastornos de alimentación se caracterizan por unos sentimientos extremos y


perturbadores hacia la comida, el peso y la propia imagen corporal de los que se derivan
serios problemas físicos y emocionales que representan una seria amenaza para la
integridad personal –y la propia vida- del individuo.

A pesar de lo que pueda parecer, los trastornos de la alimentación no son un fenómeno


nuevo. Si bien la anorexia nerviosa fue por primera vez descrita como un problema
médico en el siglo XIX, descripciones de auto-privaciones y desajustes emocionales en
relación a la comida han sido hallados en escritos que datan de la época medieval.

DEFINICIÓN DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

Básicamente hay tres tipos de trastornos de la alimentación:

1. Las personas con anorexia nerviosa se caracterizan por poseer una imagen corporal
lo suficientemente distorsionada como para considerarse a ellas mismas como
personas con un exceso de peso, a pesar de encontrarse objetivamente por debajo de
su peso normal.

A menudo rehúsan comer, practican ejercicio de forma compulsiva y desarrollan


patrones de comportamiento típicos, como el hecho de evitar comer en presencia de
otros, perder enormes cantidades de peso corporal e incluso privarse de todo tipo de
alimentos hasta llegar a fallecer.

El trastorno que, por norma general, suele comenzar entre las más jóvenes alrededor
de la adolescencia, provoca –entre otras consecuencias- una pérdida de peso extrema,
al menos un 15 % por debajo del peso habitual para su edad y estatura.

2. Las personas con bulimia nerviosa, por su parte, se caracterizan por ingerir
cantidades excesivas de comida que, posteriormente, eliminan a través del uso de
laxantes, enemas, diuréticos, ejercicio compulsivo o con vómitos frecuentes.
A menudo actúan en secreto y presentan sentimientos de disgusto y culpabilidad
mientras comen, sentimientos que son ‘atenuados’ a través de patrones de
comportamiento característicos de eliminación/purga del exceso de calorías ingeridas.

Ya que a menudo, las personas con bulimia se atracan de comida y purgan el exceso
de calorías en secreto, consiguen mantener su peso corporal similar o ligeramente
superior al normal ,logrando ocultar con éxito su problema durante años, por lo que se
considera que la verdadera prevalencia de los trastornos bulímicos entre la población
es, hasta cierto punto, desconocida.

3.-Al igual que las personas que sufren de bulimia, en el caso de los episodios de
ingesta compulsiva las personas experimentan frecuentes episodios de ingestión de
comida de forma incontrolada y compulsiva pero, a diferencia de los anteriores, no
purgan su cuerpo del exceso de calorías por lo que ,en general, presentan un
considerable exceso de peso con respecto al habitual en relación a su edad y estatura.

Se trata de un trastorno que, a pesar de ser reconocido como tal recientemente,


probablemente sea el trastorno de la alimentación más extendido entre la población
general.

LAS ESTADÍSTICAS

En Estados Unidos, donde la conciencia sobre el problema es mayor, se estima que


entre 5 y 10 millones de mujeres y un millón de hombres padecen trastornos de la
alimentación. Se calcula que el 1% de las mujeres adolescentes desarrollarán anorexia
nerviosa y entre el 2-3% desarrollaran bulimia nerviosa.

De acuerdo con el ‘National Institute of Mental Health’ (NIMH),las adolescentes y las


mujeres jóvenes representan el 90% de los casos, pero al mismo tiempo advierten de
que los trastornos de alimentación no son un fenómeno exclusivo de éstas y se observa
un incremento significativo entre las mujeres de mayor edad y los hombres.

Las mujeres son mucho más susceptibles que los hombres a la hora de padecer este
tipo de trastornos. Se estima que sólo un porcentaje de entre el 5 y el 15% de las
personas que sufren anorexia y bulimia y un 35% de las personas que presentan
problemas de ingesta compulsiva son hombres.

Los trastornos bulímicos se han incrementado a un ritmo considerablemente mayor en


los últimos años en comparación con la anorexia. La prevalencia entre los más jóvenes
se estima entre un 3 al 10%. La bulimia nerviosa es 10 veces más común entre las
mujeres que entre los hombres. El trastorno se vuelve más evidente entre los 13 y los
20 años y presenta como nota característica su naturaleza crónica en muchos casos.

La mayoría de los expertos coinciden en afirmar que la bulimia nerviosa esta


considerablemente subestimada en cuanto a su extensión ya que la mayoría de los
enfermos consiguen mantener sus rituales en secreto y presentan un peso corporal no
significativamente diferente con respecto al resto de personas.
La ingesta compulsiva está presente en aproximadamente el 2% de la población, siendo
más común en mujeres que en hombres. Investigaciones recientes muestran que este
trastorno esta presente en aproximadamente el 30% de los pacientes sometidos a algún
tipo de régimen médico para el control del peso.

A pesar de que ha sido recientemente reconocido como trastorno de alimentación con


entidad propia, probablemente se trata del trastorno de alimentación que se haya más
extendido.

La mayoría de las personas que presentan este trastorno son obesas –por encima del
20%- del peso recomendado- aunque entre las personas con un peso considerado
normal también está presente este trastorno.

LA ETIOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

No existe una única causa que explique la aparición de los trastornos de alimentación.
Si bien todos presentan, como nota característica, un fuerte componente emocional, los
desencadenantes para su aparición y desarrollo son múltiples e incluyen presiones de
tipo familiar y cultural, predisposición genética/desajustes biológicos y trastornos
emocionales y de la personalidad.

Entre los factores propuestos como desencadenantes de este tipo de trastornos


destacan los siguientes:

1. Factores Psicológicos

 Problemas de autoestima.
 Sentimientos de inadecuación, inadaptación e inferioridad.
 Estados de ánimo depresivos.
 Problemas de ansiedad o ira reprimidas.
 Rasgos de personalidad obsesivos y compulsivos.
2. Factores familiares y sociales

 Problemas familiares y de relación interpersonal.


 Escasez de habilidades sociales.
 Aislamiento/retraimiento social.
 Dificultades en la expresión de las propias emociones y sensaciones.
 Historial de abusos físicos y/o sexuales.
3. Factores culturales

 Valores culturales relacionados con la delgadez como sinónimo de belleza.


 El culto al cuerpo como valor asumido colectivamente como prioritario.
 Los cánones de belleza impuestos desde la medios de comunicación.
4. Otros factores relevantes
Numerosas investigaciones en los últimos años se han encaminado a tratar de
determinar las potenciales causas-de naturaleza biológica, genética o química-
responsables de los trastornos de alimentación.

En algunas personas que sufren este tipo de trastornos, ciertas sustancias bioquímicas
presentes en el cerebro, mediadoras de la sensación de hambre o de los procesos
digestivos, han presentado diferencias con respecto a la población que no sufre este
tipo de trastornos. Sin embargo, la determinación exacta de su responsabilidad y las
implicaciones prácticas continúan bajo investigación.

Los trastornos de alimentación emergen y evolucionan a partir de una compleja red de


factores interrelacionados. Los numerosos intentos por descubrir y entender los
factores desencadenantes de esta enfermedad han llevado a los científicos de todo el
mundo a investigar las personalidades, entornos familiares y los aspectos
genéticos/bioquímicos de las personas que sufren este tipo de trastornos. Como suele
ser habitual en estos casos, a medida que más se conoce sobre las raíces del problema
más evidente parece su carácter complejo e interrelacionado de todos estos factores
mencionados con anterioridad.

EL DIAGNÓSTICO DE LOS TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN

El diagnóstico correcto de un trastorno de alimentación puede ser, en algunas


ocasiones, especialmente complejo. Las fronteras entre un comportamiento alimentario
‘normal’ y ‘anormal’ son difíciles de delimitar en ocasiones. Muchos individuos con
patrones de comportamiento claramente alterados no cumplen en su totalidad los
criterios diagnósticos formales establecidos, por ejemplo, en el Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV).

El hecho de que el individuo no reúna todas las características formales para el


diagnóstico no implica que no tenga un trastorno serio y significativo. Las evaluaciones
clínicas, necesarias para el diagnóstico adecuado y posterior tratamiento, sólo deberían
ser realizadas por profesionales cualificados de la salud mental con experiencia en este
campo.

Los síntomas clásicos que caracterizan a la anorexia nerviosa incluyen:

 Obsesión por controlar el propio peso corporal.


 Excesiva preocupación sobre la comida y el control de las calorías.
 Reducción significativa de la ingesta de comida.
 Dietas extremas y rigurosas.
 Significativa disminución del peso corporal.
 Sentimientos de culpa o auto-desprecio tras la ingestión de comida.
 Práctica compulsiva de ejercicio físico.
 Excesiva sensibilidad al frío.
 Distorsión de la imagen corporal.
 Cambio en los patrones de alimentación habituales.
 Miedo irracional a aumentar de peso.
 Pérdida/irregularidades en la menstruación

La bulimia nerviosa se caracteriza por los siguientes síntomas:

 Ingestión de una considerable cantidad de alimentos, sin ganancia de peso.


 Sentimientos de culpa y estados de ánimo depresivos asociados.
 Erosión del esmalte dental, pudiendo llegar a la pérdida de piezas dentarias.
 Preocupación obsesiva por el peso y la forma física.
 Sentimientos de incapacidad para controlar su ingestión de comida.
 Vómitos frecuentes después de la ingesta compulsiva.
 Utilización de pastillas, laxantes y diuréticos para perder el peso.
 Práctica de ejercicio de forma compulsiva.
 Cambios de carácter incluyendo: depresión, culpabilidad y autodesprecio.

En la ingesta compulsiva, es característica la presencia de los siguientes síntomas:

 Episodios, más o menos frecuentes, de ingesta compulsiva e incontrolada.


 Pensamientos recurrentes por todo lo relacionado con la comida.
 Comer de forma excesiva, a pesar de no tener sensación de hambre.
 La comida como forma de ‘narcotización’ ante los problemas diarios.
 Uso y abuso –crónico- de regímenes de adelgazamiento.
 Escaso autocontrol emocional.
 Incapacidad para dejar de comer voluntariamente.
 Problemas de sobrepeso / obesidad.
 Conciencia de que estos comportamientos son irregulares.
 Fluctuaciones constantes en el propio peso corporal.
 Estados de ánimo depresivos y de culpabilidad.
 Sentimientos de vergüenza y auto-desprecio.
 Aislamiento/retraimiento social.

PROBLEMAS FÍSICOS DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

Aunque la anorexia nerviosa, cuando es diagnosticada a tiempo y tratada con


efectividad, es susceptible de curación, se estima que entre el 10 y el 15% de los
pacientes fallecen, usualmente después de perder, al menos, la mitad de su peso
normal. Sin embargo, ya que la mayoría de los casos no extremos están probablemente
ocultos y no diagnosticados, la cifras reales de prevalencia y mortalidad son
desconocidas.

Entre las consecuencias físicas más comunes se encuentran:

 Amenorrea. Irregularidades en la menstruación.


 Osteoporosis derivada de la pérdida de minerales en los huesos.
 Retardo crecimiento corporal.
 Problemas de infertilidad.
 Crecimiento excesivo vello corporal.
 Enlentecimiento del metabolismo.
 Hipotermia. Baja temperatura corporal.
 Incremento niveles de colesterol.
 Baja presión sanguínea
 Irregularidad en el ritmo cardíaco, que puede conducir a un paro cardíaco
 Anemia.
 Pérdida del equilibrio de electrolitos, con potenciales consecuencias letales.

Las consecuencias médicas de la bulimia nerviosa abarcan un amplio espectro en


cuanto a su gravedad, desde las menos severas como las sensaciones de hinchazón o
fatiga hasta las más graves como fallos renales e insuficiencia cardíaca, en los casos
más extremos.

El abanico de problemas incluye los siguientes:

 Deshidratación.
 Daños, de intensidad variable, en el hígado y los riñones.
 Desequilibrio en los electrolitos.
 Irregularidades en la menstruación.
 Problemas de infertilidad.
 Lesiones cardíacas.
 Problemas gastrointestinales crónicos.
 Pérdida del cabello.
 Erosión del esmalte dental.
 Crisis epilépticas.
 Úlceras.

Una proporción significativa de las personas con problemas de ingesta compulsiva


presentan un peso corporal por encima del recomendado, por lo que la mayoría de ellos
sufren de las consecuencias médicas características relacionadas con los problemas
de sobrepeso y obesidad.
Entre los problemas más comunes destacan los siguientes:

 Náuseas.
 Sensación de hinchazón.
 Problemas digestivos.
 Dolor abdominal.
 Incremento excesivo de peso corporal.
 Aumento en los niveles de presión sanguínea.
 Altos niveles de colesterol.
 Trastornos en la vesícula biliar.
 Riesgo de padecer diabetes.
 Problemas cardiovasculares.
 Ciertos tipos de cáncer asociados con la obesidad.
PROBLEMAS PSICOLÓGICOS DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN

Es frecuente que los trastornos de alimentación se presenten de forma conjunta con


otros trastornos psiquiátricos.

En este apartado destacan los trastornos de personalidad, observándose con relativa


frecuencia la presencia del trastorno de evitación en la anorexia y la personalidad
borderline en la bulimia. En ambos, según algunas investigaciones, se suele presentar
el trastorno narcisista de la personalidad.

Los trastornos de ansiedad son muy comunes en los trastornos de alimentación. Las
fobias y el trastorno obsesivo-compulsivo usualmente preceden al surgimiento de un
trastorno de alimentación, mientras que los trastornos de pánico suelen producirse con
posterioridad. La aparición de fobia social suele ser recurrente en este tipo de pacientes.

Por otra parte, es muy frecuente que la ansiedad generalizada juegue un papel muy
importante como factor desencadenante en los episodios de ingesta compulsiva. Es
frecuente que la comida se convierta en un ‘refugio’ y en una herramienta de
‘narcotización’ frente a los problemas de la vida diaria y ante los que la persona opta
por huir y/o evitar el afrontamiento directo.

De igual forma, los trastornos depresivos suelen ser una consecuencia lógica del
desarrollo de la enfermedad, afectando no sólo al individuo sino que se extiende con
especial intensidad al resto de la familia. Las sensaciones de tristeza, aislamiento e
inadecuación son comunes en el individuo, y en la familia es común observar
sentimientos de culpabilidad ante el origen y desarrollo de este tipo de trastornos.

Tanto por la propia complejidad de la enfermedad como por la habitual comorbilidad


con otros trastornos psiquiátricos es de especial importancia su pronta detección y
posterior tratamiento por profesionales especializados.

EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN


El enfoque preventivo es esencial para la disminución en la aparición de nuevos casos
de este tipo de trastornos. La labor que desde la escuela –información- pasando por la
familia –formación en valores- y los propios medios de comunicación –divulgación- es
posible realizar no se debe menospreciar y se debería considerar como prioritaria como
estrategia de intervención frente a este tipo de problemas.

Nunca se insistirá lo suficiente en la necesidad de una pronta detección y tratamiento


de este tipo de trastornos relacionados con la alimentación. A medida que la duración
de estos trastornos aumenta sin ser detectados ni recibir tratamiento adecuado, las
posibilidades de curación se reducen y los efectos, tanto físicos como mentales, se
incrementan de forma dramática.

La compleja interacción de factores fisiológicos y emocionales, tanto en su origen como


en el desarrollo de la enfermedad, hace necesaria una intervención multidisciplinar para
el tratamiento de este tipo de trastornos, un equipo de profesionales que incluiría, al
menos idealmente, a médicos –tratamiento de las secuelas físicas-,psiquiatras –
psicofármacos-, psicólogos –intervención psicosocial- y especialistas en nutrición y
dietética –hábitos de nutrición-. Una imprescindible combinación y coordinación de
recursos personales y materiales no siempre fáciles de conseguir en la realidad.

La incorporación de la familia en el proceso terapéutico es esencial para asegurar


ciertas garantías de éxito y prevenir las posibles recaídas. La información básica sobre
las características de la enfermedad y el aprendizaje de técnicas para la solución de
conflictos serían algunas de las posibles líneas de actuación. Los grupos de apoyo, en
los últimos años, se están configurando como una herramienta terapéutica de especial
utilidad para el tratamiento de este tipo de trastornos.

CONCLUSIÓN

Todos los trastornos de alimentación requieren ayuda profesional. La persona se ve


atrapada, de forma obsesiva, en un círculo vicioso, provocado por una compleja
interacción de factores, que puede precipitar una peligrosa carrera hacia la auto-
destrucción física y emocional.

Los trastornos de alimentación tienen el potencial de generar consecuencias


extremadamente graves –en ocasiones letales- en la vida personal, familiar, social y
laboral de la persona afectada. Sin embargo, a partir de su pronta detección y con el
tratamiento adecuado por parte de profesionales con formación y experiencia en este
campo, la remisión absoluta de la enfermedad es una posibilidad real.

Los trastornos de la alimentación no son enfermedades incurables. Con el tratamiento


profesional adecuado y el apoyo continuo de su familia y entorno social más cercano,
el paciente puede aprender a relacionarse con la comida de un modo diferente y
comprender que la comida no es ni su mejor amigo ni su peor enemigo. Sólo a partir de
ese momento podrá empezar a avanzar hacia la verdadera recuperación, que se
fundamenta en una relación fundamental: La relación sana con uno mismo.

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