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HISTORIA DE LOS INCAS

La historia del imperio Inca


reconoce tres etapas:
fundación, expansión y declive.
La primera corresponde al
período mítico o pre-estatal, en la
que los primeros pobladores se
asentaron en el valle del Cuzco
sometiendo o aliándose a los
pobladores locales. Estos eran
agricultores cuyas bases de
crecimiento fueron la siembra de
la papa y el maíz. Los incas
vivieron en el Perú desde 1100
hasta 1532. Tenían una
civilización avanzada; aun así,
estos no tenían una lengua
escrita. Su capital estaba en
Cuzco.

En 1532, Francisco Pizarro


conquistó a los incas, y su
territorio se hizo parte del imperio
español. Perú perteneció a
España hasta 1821, cuando se
declaró la Independencia. Los
incas vivieron en Machu Picchu
(La montaña vieja), una ciudad
que también era un fuerte y era
un centro para la religión.

Este imperio abarcó cerca de dos


millones de kilómetros cuadrados
entre el océano Pacífico y la
selva amazónica, desde las
cercanías de Pasto (Colombia),
en el norte, hasta el río Maule
(Chile), por el sur.

Los orígenes del imperio se


remontan a la victoria de las
etnias cuzqueñas (Región Sur del
actual Perú), lideradas por
Pachacútec, frente a la
confederación de estados
chancas en 1438. Luego de la
victoria, el curacazgo incaico fue
reorganizado por Pachacútec,
con quien el Imperio incaico inició
una etapa de expansión, que
siguió con su hermano Cápac
Yupanqui, luego con el décimo
inca, Túpac Yupanqui, y
finalmente del undécimo inca,
Huayna Cápac, quien fortaleció
los territorios. En esta etapa la
civilización incaica logró la
máxima expansión de su cultura,
tecnología y ciencia,
desarrollando los conocimientos
propios y los de la región andina,
así como asimilando los de otros
estados conquistados.

El expansionismo inca supo


combinar las artes guerreras y
las diplomáticas, estas últimas
basadas en el reparto de
excedentes agropecuarios,
tejidos e incluso mujeres. Los
pueblos adoptaron estas
prácticas por temor de un
enfrentamiento militar.

Al no haber lluvias en la costa


peruana, la fuente de agua
principal son ríos, que naciendo
en los Andes corren hacia el
occidente desembocando en el
Océano Pacífico. Los ríos cortan
el desierto, formando valles que
constituyen verdaderos oasis. Si
bien todos ellos tienen un origen
natural, y fueron creándose a lo
largo de miles de años, fue el
antiguo pueblo peruano el que les
dio forma, convirtiéndolos en
ricas tierras productivas por
medio de la irrigación y otras
tecnologías agrarias nativas que
se desarrollaron con maestría a
lo largo del tiempo.

La economía se basó en la
agricultura, la cual desarrollaron
mediante técnicas avanzadas
como: las terrazas de cultivo,
llamados andenes, para
aprovechar las laderas de los
cerros; así como sistemas de
riego heredados de las culturas
pre-incas.

Los incas cultivaron maíz, maní,


yuca, papa, frijoles, algodón,
tabaco y coca, entre otras. Las
tierras eran propiedad comunal y
se trabajaban en forma colectiva.
Desarrollaron también una
ganadería con llamas y alpacas.
Por los excelentes caminos incas
transitaban todo tipo de
mercancías: desde pescado y
conchas spondylus, hasta sal y
artesanías del interior.
La religión Inca fue en un
principio “sencilla”, adoraban a
Viracocha quien era el dios
creador; al igual que a dioses
como: Inti, Mama Quilla, Pacha
Mama, Pachacamac, etc. El
chamán actuaba normalmente
frente a una mesa o altar ritual.

Cada año miles de viajeros se


reúnen en este lugar para rendir
culto al Sol desde lo más alto de
las montañas. Muchos han
perdido la vida en el empeño,
pero son más los que prefieren
recordar así un rito del pasado
peruano.

Las leyendas Incas, tienen una


amplia tradición, tanto oral como
escrita. Oral, ya que fueron y han
sido pasadas de generación en
generación, de padres a hijos,
tanto en las montañas como en
las ciudades. En cuanto a la
tradición escrita, los cronistas de
las diferentes épocas nos las han
legado en sus escritos,
adornándolas quizás con un
verbo y una declamación que en
su origen no tuvieron.

Luego de este periodo de apogeo


el imperio entró en declive por
diversos problemas, siendo el
principal la confrontación por el
trono entre los hijos de Huayna
Cápac, que derivó incluso en una
guerra civil.

Entre los incas, la viruela acabó


con el monarca Huayna Capac,
con lo que se dio inicio a la
guerra civil previa a la aparición
hispana y causó un desastre
demográfico en el Tahuantinsuyo,
que antes de la llegada de los
españoles contaba con 14
millones de habitantes, mientras
hacia el siglo XVIII contaba con
apenas 1,5 millones. Atahualpa
terminó por vencer en 1532.

Sin embargo, su ascenso al


poder coincidió con el arribo de
las tropas españolas al mando de
Francisco Pizarro, que capturaron
al inca y luego lo ejecutaron. Con
la muerte de Atahualpa en 1533
culminó el Imperio incaico. Sin
embargo, varios incas rebeldes,
conocidos como los “Incas de
Vilcabamba”, se rebelaron contra
los españoles hasta 1572,
cuando fue capturado y
decapitado el último de ellos:
Túpac Amaru I.

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