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Los movimientos sociales inauguran el año de


protestas contra Mauricio Macri
Decenas de miles de personas ocupan el centro de Buenos Aires
para exigir al Gobierno que declare la emergencia alimentaria en
Argentina

Una manifestante porta un paraguas de la CTEP, una de las organizaciones sociales que marcharon
contra Macri en Buenos Aires. GUSTAVO GARELLO (AP)

FEDERICO RIVAS MOLINA


Buenos Aires - 14 FEB 2019 - 15:27 CET

Ha comenzado 2019 en Argentina. Ya lo había hecho por


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calendario, claro. Pero durante enero y buena parte de
La
febrero, el país suele transitar sin sobresaltos el paréntesis
que suponen las vacaciones de verano. Hasta que todo
arranca a un mismo tiempo. La señal de largada ha sido
crisis económica
este año una gigantesca demostración de fuerza de los
sube al 27,3% la
pobreza en movimientos sociales, que ocuparon el centro de Buenos
Argentina Aires para exigir al gobierno de Mauricio Macri que declare

Argentina registra en la emergencia alimentaria, que obliga al Estado a


2018 una inflación aumentar los subsidios a los comedores comunitarios. La
del 47,6%, la más alta
protesta ha sido la primera en un año electoral que ya se
en 27 años
perfila cargado de conflictos. La economía da a Macri solo
malas noticias y la presión que sube desde la calle marcará
el pulso de la campaña por la presidencia.

Las columnas de las agrupaciones sociales avanzaron hacia el centro de la


ciudad para confluir al pie del obelisco, en los cruces de la legendaria avenida
Corrientes y la 9 de Julio, la arteria “más ancha del mundo”. Desde allí
denunciaron lo que consideran “el peor año desde la crisis de 2001”, cuando la
economía argentina saltó por los aires y le costó el cargo al presidente
Fernando de la Rúa y a otros tres que le sucedieron. Aquella debacle cayó
como un tornado sobre Argentina. Esta se vive a cuentagotas, con cifras
negativas que se acumulan desde el año pasado y un Gobierno que ha
recurrido al dinero del Fondo Monetario Internacional (FMI) para no entrar en
cesación de pagos de la deuda externa.

“La pobreza no puede ser la principal herencia de este gobierno”, dijo Daniel
Menéndez, coordinador de Barrios de Pie, una de las agrupaciones
organizadoras de la jornada de protestas. “La gente está afectada por los
resultados de la política económica, los comedores que tenemos están
desbordados de chicos. La pobreza va a crecer y no tienen una propuesta ante
esa situación. Pedimos la emergencia alimentaria, antes de las elecciones,
para que no herede el problema el próximo gobierno”, agregó el dirigente.

Vista panorámica de la manifestación contra Macri. AP

Los movimientos sociales agrupan en Argentina a unos dos millones de


trabajadores informales o desocupados que están fuera del sistema oficial de
sindicatos. Nacieron durante los 90, como oposición a las políticas
neoliberales de Carlos Menem (1989-1999) y la neutralidad negociada de los
gremios tradicionales. Durante el kirchnerismo, los movimientos se
convirtieron en administradores de los planes estatales de ayuda social. La
llegada del macrismo los encontró en pie de guerra ante la posibilidad de
perder esos beneficios. Su fuerza es la calle, como demostraron este
miércoles, y su legitimidad ante la gente el trabajo que realizan en los barrios.
Todos ellos están, además, en constante tensión con la CGT, la confederación
que agrupa a los sindicatos peronistas y prefieren posiciones más
dialoguistas. El poder los acusa de practicar la extorsión para conseguir
prebendas, pero reconoce su capacidad para mantener la paz social en los
distritos más golpeados por la crisis, sobre todo en el conurbano de Buenos
Aires.
“Los cortes [de calles] generan un incordio para los que van a trabajar. Vamos
a tener que ser responsables en este año tan político, para que no se usen
estrategias que tienen más que ver con la política partidaria”, dijo la ministra
de Desarrollo Social, Carolina Stanley, en la víspera de la manifestación. Es
ella la cara del gobierno ante los movimientos sociales y la que tiene el grifo de
la ayuda del Estado a los más pobres.

El último dato conocido de pobreza, en septiembre, rondó el 27%, cinco


puntos menos que el registrado cuando promediaba el primer año de Macri,
en 2016. En aquel entonces, el Presidente hablaba de la pesada “herencia
recibida” del kirchnerismo, que ocultaba las cifras reales de la crisis. Puso
entonces la vara de su éxito bien alta y pidió que se lo juzgase por el índice de
pobreza que dejase al final de su mandato, a finales de este año. El martes, la
ministra Stanley admitió que el índice de pobreza que dará el Gobierno en
marzo “puede ser peor del que esperábamos”. Será clave para el Ejecutivo
que, al menos, se mantenga por debajo de aquel 32% que tanta indignación
causó hace tres años.

Las noticias para Macri no son buenas. El INDEC, la oficina estatal de


estadísticas, determinó el martes que la capacidad ociosa de la industria
alcanzó en diciembre el 43%, menos que en 2002, en medio de aquella crisis
que pareció terminal. El dato es el último de una serie negativa. El PIB cayó un
2,6% en 2018, según las previsiones del FMI, y lo hará de nuevo en 2019, hasta
1,7%. El peso perdió la mitad de su valor desde enero del año pasado y la
inflación, el mal endémico de la economía argentina, alcanzó el año pasado
casi el 48%, el registro más alto en tres décadas. La respuesta del Gobierno ha
sido un plan de ajuste muy duro, con tasas de interés cercanas al 50%, cero
emisión de dinero y el compromiso ante el FMI de déficit fiscal primario cero
(anterior al pago de los intereses de la deuda externa)

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Macri irá por la reelección en octubre, según él mismo aseguró, y deberá lidiar
con la crisis y la beligerancia de los movimientos sociales. Este miércoles, dijo
que la inflación “está bajando” y prometió que “lentamente va a mejorar la
economía”. “Hay mucha gente angustiada porque cuesta más llegar a fin de
mes, porque nos hemos chocado con que Argentina vivía por arriba de sus
posibilidades, con gobiernos que gastaban más de lo que tenían”, argumentó.
Tiene ocho meses para demostrar que pude cumplir con su promesa.

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