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Nuevas concepción, pestilencia y contagio, nuevas enfermedades

Se manifiesta en medicina por la cuidadosa


revisión y traducción de los textos clásicos,
que, gracias a la imprenta, alcanzaron una
difusión desconocida hasta entonces. Sus
doctrinas fueron, asimismo, comentadas y
expuestas otra vez de modo sistemático. Al
mismo tiempo, se iniciaron hábitos de trabajo
y planteamientos metodológicos
rigurosamente nuevos y aparecieron las
primeras críticas abiertas a las doctrinas
tradicionales. Desde las décadas finales de la
Baja Edad Media los hombres cultos
europeos, y entre ellos los médicos, que adquirían su formación en las
Universidades, eran conscientes de que las fuentes de su cultura se
encontraban en los autores de la Antigüedad clásica, a cuyo
conocimiento habían accedido hasta entonces a través de los
transmisores y comentadores arábigos y escolásticos medievales. Ante
la insatisfacción que el saber alcanzado les proporcionaba, pensaron que
el contacto directo con las obras de las grandes autoridades médicas
(Hipócrates, Galeno, Plinio, Dioscórides, etc.) conseguiría devolverles el
saber puro y no alterado, comenzando así una labor de traducción,
depuración y comentario de las obras clásicas. En el terreno de la
terapéutica esto supuso la reedición de los llamados Herbarios
aparecidos en Grecia y Roma. La obra de Dioscórides se editó repetidas
veces durante el siglo XVI, tanto en latín como en griego, apareciendo
igualmente ediciones en lenguas vernáculas en las que se recogía una
breve iconografía El humanismo permitió, por un lado, la depuración de
los textos clásicos, y por otra, planteó la necesidad de entender mejor o
de forma auténtica los autores científicos antiguos. La imprenta facilitó la
difusión de los escritos. A continuación se compararon los textos clásicos
y comenzaron a descubrirse contradicciones internas. También se
procedió a relacionar su contenido con la observación de la realidad, lo
que puso de manifiesto que existían lagunas y algunos errores. Todo
esto condujo a la crisis de autoridad como base del conocimiento
científico. En medicina este proceso se manifestó de forma muy clara en
la anatomía. El acercamiento humanístico a los textos de carácter
morfológico de Galeno, fue la raíz de la llamada reforma vesaliana. La
disección de cadáveres y la observación directa de sus estructuras se
antepuso a lo que se contaba en los textos.

La tarea llevada a cabo por el humanismo médico cobra su verdadera


magnitud cuando se la pone en relación con una serie de nuevas
prácticas de elaboración y transmisión de los saberes que se estaban
creando en ámbitos y espacios nuevos, dentro y fuera del estricto marco
de las instituciones universitarias. Contribuía a ello un ambiente favorable
al cultivo de los saberes naturales en las cortes de los soberanos y de los
grandes señores, pero también una serie de novedades importantes, en
la que la difusión de la cultura escrita a través de la imprenta ocupaba un
lugar preeminente. Por otro lado, en el ámbito estricto de la enseñanza
de la medicina universitaria, viejas prácticas se renovaron casi por
completo a partir de las décadas centrales del siglo XVI y otras nuevas
comenzaron a abrirse camino entre profesores y estudiantes
universitario. Si hay un área del saber médico que representa mejor que
ninguna otra esa renovación ésta es sin duda la anatomía. La práctica de
la disección de cadáveres con fines didácticos no era nueva, ya que se
practicaba desde los siglos XIV y XV, en las universidades más
importantes de Italia, Francia y España. Lo que ocurrió en las décadas
iniciales del siglo XVI fue que en varios de esos centros la práctica de la
disección se extendió a médicos y cirujanos en el mismo ámbito
universitario y a un público de interesados y curiosos, entre los que cada
vez más figuraban artistas y pintores, incluso autoridades o viajero. La
implantación del sistema humanista lo impregna todo. No hay campo de
la actividad personal que quede fuera de esta corriente y en este sentido
podemos hablar del humanismo científico. En esta época, cualquier
actividad profesional dependiente de una disciplina universitaria tenía en
su origen una sólida formación humanística que le servirá de base para
la adquisición de futuros conocimiento. La diferencia no está entre letras
y ciencias, pues el acceso a cualquier rama del saber había de hacerse a
través de conocimientos lingüísticos y literarios. Sólo se aprecia una
distinción en el origen de los saberes, si son provenientes del
conocimiento de los antiguos o vienen a través de la transmisión
medieval arabizada. La finalidad del humanista científico es la vuelta a la
Antigüedad sin pasar por lo que consideraba bárbara asimilación
medieval de la ciencia. Nada más lejos de la realidad que ver en el
Humanismo un movimiento única y exclusivamente literario, ajeno a lo
científico. Al igual que los científicos hacen uso de los conocimientos
filológicos para sus estudios, algunos literatos se dedican a la edición y
estudio de textos científicos: Erasmo se ocupa de traducir a Galeno y,
entre los españoles, Nebrija edita la obra de Dioscórides y trabaja sobre
un diccionario médico. Las incursiones de los científicos en el campo de
la filosofía, literatura, traducción, etc. son constantes: Fracastoro
compone un poema sobre la sífilis, Vesalio renueva la prosa científica
tomando como modelos autores latinos clásicos. Entre los humanistas
científicos destacan los dedicados a la medicina. Calificar a un médico de
humanista es hacerlo partícipe de la tarea de recuperación de los textos
antiguos, sobre todo de la tradición griega para contraponerlos a los que
le llegaban a través de las versiones árabes de la Edad Media. La obra
de estos hombres supera ampliamente la tarea científica. Su
conocimiento de las lenguas clásicas es, en algunos casos, tan elevado
como el de cualquier otro estudioso. Ello les lleva, en ocasiones, a ser
verdaderos especialistas en griego. Todos estos aspectos marcan
claramente lo que fue la figura del médico humanista, aunque debemos
evitar una lectura restrictiva del adjetivo humanista referido a los médicos
de la época renacentista. No sólo hemos de hacerle partícipe e impulsor
de la tarea de recuperación de textos y latinos o ver en él al editor y
traductor de los clásicos, sino que el médico humanista también es quien
trata de una forma nueva la medicina. Una interpretación más amplia del
concepto nos permite considerar dentro del humanismo médico a autores
que, sin haber editado o comentado textos antiguos, muestran un
decidido influjo de sus postulados.Sería incompleto considerar que los
criterios con los que hemos analizado a los médicos humanistas se
presentaban en un estado de total pureza. Lo habitual en la mayoría de
los casos es encontrar contrastes entre tradición y modernidad. No
podemos caer en la tentación de pensar que el influjo árabe desaparece
por completo. La importancia del Canon de Avicena como texto en las
facultades de Medicina a lo largo del siglo XVI es una muestra: en
terapéutica y farmacia, la autoridad de los médicos árabes se mantiene
con fuerza en esta época.

Enfermedades

El siglo XVI es un periodo abundante en enfermedades y grandes


mortandades debidas a cambios biológicos, sociales o culturales;
diferentes percepciones y maneras de significar la enfermedad y el
malestar, y nuevas patologías de las enfermedades. Durante el
Renacimiento se generalizó la gonorrea, hasta el punto de obligar a
cerrar muchos baños públicos. También las epidemias de peste
motivaron a que las autoridades municipales considerasen peligrosa la
práctica de los baños. Estas enfermedades crearon problemas sanitarios
muy importantes durante los siglos posteriores. La peste y la sífilis
continuaron haciendo estragos. Esta última fue perdiendo virulencia a la
vez que ya se disponía de dos fármacos eficaces: el mercurio y el
antimonio.

Consecuencia del descubrimiento de nuevas


tierras por parte de los europeos durante los
siglos XV y XVI fue el conocimiento de
nuevas drogas y nuevas enfermedades. Se
siguió hablando de pestes y de fiebres,
mientras que el contacto con antiguas y
nuevas regiones de Asia y América aportaba
nuevas u olvidadas enfermedades. Los
largos viajes oceánicos revivieron el escorbuto que había casi
desaparecido después de las Cruzadas, y aun cuando a fines del siglo
XVI se recomendó el uso del jugo de limón, habrá que esperar un par de
siglos para dar con remedios más eficaces. Las continuas guerras
mantuvieron las epidemias comunes de los ejércitos en campaña,
mientras en Europa aparecen enfermedades nuevas que se atribuyen a
las tierras americanas recientemente descubiertas. Una de ellas fue la
«pelagra» a veces llamada «mal de Colón», pero el caso típico es la
sífilis, que aparece en Europa en forma repentina y violenta coincidente
aproximadamente. Con la época en que tropas españolas, en las que
figuraban soldados que habían regresado del primer viaje de Colón,
reconquistan Nápoles de manos de los franceses, y éstos al retirarse con
su séquito de prostitutas dejan tras sí un reguero de enfermos y difunden
el mal por Italia y Francia. Luego se extenderá por Europa y el mundo.
Esta circunstancia, unida al carácter novedoso del mal y la gran
virulencia de la epidemia dio pretexto al origen americano, discutido y
controvertido hasta el presente. El hecho histórico es que a partir de fines
del siglo XV la enfermedad empieza a adquirir un carácter casi endémico,
tanto por su extensión como por su difusión, que no respeta clase social,
sexo ni jerarquía. La mayoría de los médicos de la época se ocupó de
esa peste, que tomó los variados nombres de mal francés, bubas
pestíferas, mal venéreo, etc.

Aunque no totalmente exento de las supersticiones astrológicas de la


época acerca de la causa y transmisión de las enfermedades, se admite
que tal transmisión es provocada por pequeños cuerpos: las semillas del
contagio, que son emanaciones astrales pero, al fin y al cabo, cuerpos
que ya por contacto directo, o por intermedio de ropas u objetos o por
inspiración del aire infectado, transmiten la enfermedad.

RESUMEN

Se pensaba que las nuevas enfermedades eran dolencias desconocidas


por los tratadistas antiguos, por inadvertencia o porque habían aparecido
recientemente. En cualquier caso, se trataba de afecciones sobre cuyo
estudio no gravitaba expresamente la autoridad de los clásicos. Esto
favoreció el desarrollo inicial de la observación clínica moderna. La
primera y más importante de esas enfermedades fue el morbo gálico o
sífilis.

La cercanía de sus descripciones al descubrimiento de América favoreció


la idea de que se trataba de una afección procedente del Nuevo Mundo.
Hoy la polémica carece de sentido porque las investigaciones
paleopatológicas han demostrado que la sífilis venérea es una de las
formas cambiantes que adopta la infección del cuerpo humano por los
microorganismos del género Treponema

BIBLIOGRAFÍA

RIERA, JUAN. JUAN VALVERDE DE AMUSCO Y LA MEDICINA DEL


RENACIMIENTO. VALLADOLID: UNIVERSIDAD DE VALLADOLID;
1986.

SANTAMARÍA HERNÁNDEZ MT. EL HUMANISMO MÉDICO EN LA


UNIVERSIDAD DE VALENCIA (SIGLO XVI). VALENCIA:
GENERALIDAD VALENCIA (COMUNIDAD AUTÓNOMA); 2003.

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