Sunteți pe pagina 1din 7

NORMAS ETICAS DEL ABOGADO

Art. lº- Esencia del deber profesional

El abogado ha de tener presente que es un servidor del derecho y un coadyuvante de la justicia; y


que la esencia de su deber profesional es defender diligentemente y con estricto apego a las
normas morales, los derechos de su cliente.

Art. 2º- Defensa del honor profesional

El abogado debe mantener el honor y la dignidad profesionales; no solamente es un derecho, sino


un deber, combatir por todos los medios lícitos la conducta reprochable de jueces, funcionarios
públicos y compañeros de profesión, y hacerla conocer, sin temor, a las autoridades competentes o
a los Colegios de Abogados, apartándose de una actitud pasiva.

Art. 3º- Honradez

El abogado debe obrar con probidad y buena fe. No ha de aconsejar actos dolosos, afirmar o negar
con falsedad, hacer citas inexactas, mutiladas o maliciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la
buena y expedita administración de justicia.

Art. 4º- Abusos de procedimiento

El abogado debe abstenerse del empleo de formalidades y recursos innecesarios, de toda gestión
puramente dilatoria que entorpezca injustamente el normal desarrollo del procedimiento y de
causar perjuicios injustificados, aunque sea con pretexto de escrupulosa observancia de reglas
legales.

Art. 5º- Cohecho

El abogado que en el ejercicio de su profesión coheche a un funcionario público o auxiliar de la


administración de justicia, faltará gravemente al honor y a la ética profesionales. El abogado a
quien conste un hecho de esta naturaleza, tiene el deber de hacerlo saber a su Colegio de
Abogados, a fin de que éste proceda en la forma que corresponda.

Art. 6º- Aceptación y rechazamiento de asuntos

El abogado tiene libertad para aceptar o rechazar los asuntos en que se solicite su patrocinio, sin
necesidad de expresar los motivos de su resolución, salvo el caso de nombramiento de oficio en
que la declinación debe ser justificada. Al resolver, debe prescindir de su interés personal y cuidar
que no influyan en su ánimo el monto pecuniario del negocio, ni el poder o la fortuna del
adversario. No aceptará un asunto en que haya de sostener tesis contrarias a sus convicciones,
inclusive las políticas o religiosas, y cuando no esté de acuerdo con el cliente en la forma de
plantearlo o desenvolverlo, o en caso de que pudiera ver menoscabada su independencia por
motivos de amistad, parentesco u otros. En suma, no deberá hacerse cargo de un asunto sino
cuando tenga libertad moral para dirigirlo.

Los abogados que reciban una iguala, que presten servicios a virtud de un contrato de servicios
exclusivos o que ejerzan la profesión como funcionarios públicos, estarán obligados en principio a
aceptar todos los asuntos que se les encomienden, de la clase comprendida en el contrato que
hayan celebrado o en el cargo o empleo que desempeñen; pero deberán excusarse de atender un
asunto concreto cuando se encuentren en los casos de prohibición del párrafo anterior. Si el
cliente, patrón o superior jerárquico no admitiere la excusa y el abogado confirmare, después de un
sereno examen, que es fundada, deberá sostener enérgicamente la independencia que constituye
un rasgo distintivo de la abogacía.

Art. 7º- Defensa de indigentes

La profesión de abogado impone defender gratuitamente a los indigentes, así cuando lo soliciten,
como cuando recaiga nombramiento de oficio; el incumplimiento de este deber, si no median
causas justificadas y suficientes de excusa, relacionadas con la actividad profesional que se
cultive, el lugar de prestación de los servicios u otras circunstancias semejantes, es falta grave que
desvirtúa la esencia misma de la abogacía.

Art. 8º- Defensa de acusados

El abogado tiene derecho de hacerse cargo de la defensa de un acusado, cualquiera que sea su
opinión personal sobre la culpabilidad de éste; y, habiéndola aceptado, debe emplear en ella todos
los medios lícitos para el mejor resultado de su gestión.

Art. 9º- Acusaciones penales

El abogado que tenga a su cargo la acusación de un delincuente, ha de considerar que su deber


primordial es conseguir que se haga justicia, y no obtener la condenación.

Art. 10º- Secreto profesional

Guardar el secreto profesional constituye un deber y un derecho del abogado. Es hacia los clientes
un deber que perdura en lo absoluto aún después de que les haya dejado de prestar sus servicios;
y es un derecho ante los jueces y demás autoridades. Llamado a declarar como testigo, debe el
letrado concurrir a la citación y, con toda independencia de criterio, negarse a contestar las
preguntas que lo lleven a violar el secreto profesional o lo expongan a ello.

Art. 11º- Alcance de la obligación de guardar el secreto

La obligación de guardar el secreto profesional abarca las confidencias hechas por terceros al
abogado en razón de su ministerio y las que sean consecuencias de pláticas para realizar una
transacción que fracasó. El secreto cubre también las confidencias de los colegas. El abogado no
debe intervenir sin consentimiento del cliente que le confió un secreto, en algún asunto con motivo
del cual pudiera verse en el caso de revelar o de aprovechar tal secreto.

Art. 12º- Extinción de la obligación de guardar el secreto

El abogado que sea objeto de un ataque grave e injustificado de su cliente, estará dispensado de
la obligación de guardar el secreto profesional y podrá revelar lo indispensable para su defensa.
Cuando un cliente comunicare a su abogado la intención de cometer un delito, tal confidencia no
quedará amparada por el secreto profesional y el abogado deberá hacer las revelaciones
necesarias para prevenir un acto delictuoso o proteger a personas en peligro.

Art. 13º- Formación de clientela


Para la formación decorosa de clientela, el abogado debe cimentar una reputación de capacidad
profesional y de honradez y evitar la solicitación directa o indirecta de clientes mediante publicidad
o gestiones excesivas o sospechosas. Así, el reparto de tarjetas meramente enunciativas del
nombre, domicilio y especialidad, o su publicación en directorios profesionales o en revistas
especializadas, no suscita objeción; en cambio, la solicitación de asuntos por avisos o circulares o
por entrevistas no basadas en previas relaciones personales, es contraria a la ética de la profesión.
Toda publicidad provocada directa o indirectamente por el abogado con fines de lucro o en elogio
de sí mismo, menoscaba la tradicional dignidad de la profesión.

Art. 14º- Publicidad de litigios pendientes

El abogado no debe usar de la prensa para discutir los asuntos que se le encomienden, ni publicar
en ella piezas de autos, salvo para rectificar cuando la justicia o la moral lo exijan. Aunque no es
recomendable como práctica general mientras no esté concluido el proceso, podrá publicar folletos
en que se exponga el caso, con apego a las constancias de autos, guardando siempre el respeto
debido a los tribunales y funcionarios, a la parte contraria y a sus abogados, y usando el lenguaje
mesurado y decoroso que exige la dignidad de la profesión. Si la publicación puede perjudicar a
una persona, como cuando se tratan cuestiones penales o de estado civil que afecten la honra, los
nombres se omitirán cuidadosamente.

Art. 15º- Empleos de medios publicitarios para consultas

Falta a la dignidad profesional el abogado que habitualmente dé consultas o emita opiniones por
conducto de periódicos, radio o cualquier otro medio de publicidad, sobre negocios jurídicos
concretos que se le planteen, sean o no gratuitos sus servicios.

Art. 16º- Incitación directa o indirecta a litigar

No va de acuerdo con la dignidad profesional, el que un abogado espontáneamente ofrezca sus


servicios o dé opinión sobre determinado asunto, con el propósito de provocar un juicio o
granjearse a un cliente; salvo cuando lazos de parentesco o íntima amistad lo induzcan a obrar
así.

Art. 17º- Puntualidad

Es deber del abogado ser puntual en todos sus actos profesionales.

Art. 18º- Alcance del Código

Las normas de este Código regirán todo el ejercicio de la abogacía. De consiguiente serán
aplicables cualquiera que sea la forma que revista la actividad del abogado; la especialidad que
cultive; la relación existente entre el abogado y el cliente; la naturaleza de la retribución; y la
persona a quien se presten los servicios.

Art. 19º- Aplicación del Código

En la observancia y aplicación de este Código se atenderá el espíritu de elevada moral y superior


justicia que lo inspira. En consecuencia, al resolver sobre las quejas o acusaciones que se
presenten por infracción de sus preceptos, se tomarán en cuenta todas las circunstancias del caso
para determinar, en conciencia, si se ha violado dicho espíritu.

SECCIÓN SEGUNDA
Relaciones del Abogado con los Tribunales y demás autoridades

Art. 20º- Deber del abogado hacia los tribunales y otras autoridades

Debe el abogado guardar respeto a los tribunales y otras autoridades, y ha de apoyarlos siempre
que injustamente o en forma irrespetuosa se les ataque, o se falte al acatamiento que manda la
Ley. Cuando haya fundamento serio de queja en contra de un funcionario, el abogado debe
presentar su acusación ante las autoridades competentes o ante su Colegio de Abogados.
Solamente en este caso serán apoyadas tales acusaciones y los abogados que las formulen
sostenidos por sus Colegios.

Art. 21º- Nombramiento de jueces

Es deber del abogado luchar por todos los medios lícitos porque el nombramiento de jueces se
deba exclusivamente a su aptitud para el cargo y no a consideraciones políticas ni ligas
personales, y también porque ellos no se dediquen a otras actividades distintas de la judicatura
que pudieren privarlos de imparcialidad en el cumplimiento de sus funciones.

Art. 22º- Extensión de los dos artículos anteriores

Las reglas de los dos artículos anteriores se aplicarán respecto de todo funcionario ante quien
habitualmente deban actuar los abogados en el ejercicio de la profesión.

Art. 23º- Limitaciones a ex-funcionarios

Cuando un abogado deje de desempeñar la judicatura o algún otro puesto público, no debe
aceptar el patrocinio de asunto del cual conoció con su carácter oficial; tampoco patrocinará el que
fuere semejante a otro en el cual expresó opinión adversa durante el desempeño de su cargo.

Es recomendable que durante algún tiempo el abogado no ejerza ante el tribunal al que perteneció,
o ante la dependencia oficial de que formó parte.

Art. 24º- Ayuda a quienes no están autorizados para ejercer la abogacía

Ningún abogado debe permitir que se usen sus servicios profesionales o su nombre para facilitar o
hacer posible el ejercicio de la profesión por quienes no estén legalmente autorizados para
ejercerla.

Salvo el caso de asociación o colaboración profesionales, amengua el decoro del abogada firmar
escritos en cuya redacción no intervino, y la respetabilidad de su firma impide que la preste, sobre
todo a persona no autorizada para ejercer la profesión.

Art. 25º- Influencias personales sobre el juzgador

Es deber del abogado no tratar de ejercer influencia sobre el juzgador, apelando a vínculos
políticos o de amistad, usando de recomendaciones o recurriendo a cualquier otro medio que no
sea el convencer con razonamientos. Es falta grave entrevistar en lo privado al juzgador sobre un
litigio pendiente de resolución, para hacer valer argumentos y consideraciones distintos de lo que
consta en autos.

SECCIÓN TERCERA
Relaciones del Abogado con su cliente

Art. 26º- Atención personal del abogado a su cliente

Las relaciones del abogado con su cliente deben ser personales y su responsabilidad, directa, por
lo que sus servicios profesionales no dependerán de un agente que intervenga entre cliente y
abogado.

Art. 27º- Límite de la ayuda del abogado a su cliente

Es deber del abogado para con su cliente servirlo con eficacia y empeño para que haga valer sus
derechos, sin temor a la animadversión de las autoridades, ni a la impopularidad; y no debe
supeditar su libertad ni su conciencia a su cliente, ni exculparse de un acto ilícito atribuyéndolo a
instrucciones del mismo.

Art. 28º- Aseveraciones sobre el buen éxito del negocio

Nunca debe el abogado asegurar a su cliente que su asunto tendrá buen éxito, ya que influyen en
la decisión de un caso numerosas circunstancias imprevisibles, sino sólo opinar, según su criterio,
sobre el derecho que lo asiste. Debe siempre favorecer una justa transacción.

Art. 29º- Responsabilidad del abogado

El abogado debe reconocer espontáneamente la responsabilidad que le resultare por su


negligencia, error inexcusable o dolo, allanándose a indemnizar por los daños y perjuicios
ocasionados al cliente.

Art. 30º- Conflicto de intereses

Tan pronto como un cliente solicite para cierto asunto los servicios de un abogado, si éste tuviera
interés en él o algunas relaciones con las partes, o se encontrara sujeto a influencias adversas a
los intereses de dicho cliente, lo deberá revelar a éste, para que, si insiste en su solicitud de
servicios, lo haga con pleno conocimiento de esas circunstancias.

Es gravemente indebido patrocinar o servir profesionalmente en cualquier forma a quienes tengan


intereses encontrados, excepto cuando las partes lo autoricen en forma expresa, después de
conocer plena y ampliamente las circunstancias del caso. Esta regla será aplicable tanto cuando el
abogado preste servicios simultáneamente a los contendientes, como cuando intervenga en favor
de uno después de haberlo hecho en pro del otro, aunque esto tenga lugar después de haberse
separado del negocio por causa justificada o de haber sido relevado justa o injustamente por el
cliente.

Art. 31º- Renuncia al patrocinio

Una vez aceptado el patrocinio de un asunto, el abogado no podrá renunciarlo sino por causa
justificada superveniente, especialmente si afecta su honor o su dignidad profesionales, o porque
el patrocinio vaya contra su conciencia. A pesar de lo anterior, al renunciar no debe dejar indefenso
a su cliente.
Art. 32º- Conducta incorrecta de un cliente

El abogado ha de velar porque su cliente guarde respeto tanto a los jueces y otros funcionarios,
cuanto a la contraparte, a sus abogados y a los terceros que intervengan en el asunto, y porque no
ejecute actos indebidos. Si el cliente persiste en su actitud reprobable, el abogado debe renunciar
al patrocinio.

Art. 33º- Descubrimiento de impostura o equivocación durante el juicio

Cuando el abogado descubra en el juicio una equivocación que beneficie injustamente a su cliente
o una impostura, deberá comunicárselo para que rectifique y renuncie al provecho que de ellas
pudiera obtener. En caso de que el cliente no esté conforme, debe el abogado renunciar al
patrocinio.

Art. 34º- Honorarios

Al estimar sus honorarios, el abogado debe recordar que su profesión lo obliga, ante todo, a
colaborar en la aplicación del derecho y a favorecer el triunfo de la justicia, y que la retribución por
sus servicios no debe constituir el fin principal del ejercicio de aquélla; tal retribución no ha de
pecar por exceso ni por defecto, contrarios ambos a la dignidad profesional.

Art. 35º- Bases para la estimación de honorarios

Para la estimación del monto de los honorarios, el abogado debe atender a lo siguiente:

I. La importancia de los servicios;

II. La cuantía del asunto;

III. El éxito obtenido y su trascendencia;

IV. La novedad o dificultad de las cuestiones jurídicas debatidas;

V. La experiencia, la reputación y la especialidad del abogado;

VI. La capacidad económica del cliente; su pobreza obliga a cobrar menos y aún a no cobrar nada;

VII. La costumbre del foro del lugar;

VIII. Si los servicios profesionales son aislados, fijos o constantes;

IX. La responsabilidad que se derive para el abogado de la atención del asunto;

X. El tiempo empleado en el patrocinio;

XI. El grado de participación del abogado en el estudio, planteamiento y desarrollo del asunto;

XII. Si el abogado solamente patrocinó al cliente, o si también lo sirvió como mandatario;


XIII. La posibilidad de resultar el abogado impedido de intervenir en otros asuntos o de desavenirse
con otros clientes o con terceros.

Art. 36º- Pacto de cuotalitis

Solamente es admisible el pacto de cuotalitis celebrado sobre bases equitativas, teniendo en


cuenta la posibilidad de no percibir los honorarios con sujeción a las siguientes reglas:

I. La participación del abogado nunca ha de ser mayor que la del cliente.

II. El abogado se reservará la facultad de separarse del patrocinio o mandato, y del mismo modo
se establecerá la facultad para el cliente de retirar el asunto al abogado y confiarlo a otro; en estos
casos, si el negocio se gana, el abogado tendrá derecho a cobrar una cantidad proporcional a sus
servicios y a la participación convenida; si el negocio se pierde, el abogado podrá cobrar los
honorarios comunes que se estimen devengados cuando el cliente le haya retirado el asunto sin
causa justificada.

III. Si el asunto se perdiere, el abogado no cobrará, excepto cuando se hubiere estipulado a su


favor una suma razonable para cubrir los gastos.

Art. 37º- Controversia con los clientes acerca de honorarios

El abogado debe evitar toda controversia con el cliente acerca de sus honorarios, hasta donde esto
sea compatible con su dignidad profesional y con su derecho a una adecuada retribución por sus
servicios. En caso de surgir la controversia, procurará que se someta al arbitraje de su Colegio de
Abogados. Si se viere obligado a demandar al cliente, es preferible que se haga representar por un
colega.

Art. 38º- Gastos del juicio

No es correcto que el abogado convenga con el cliente en expensar los gastos del juicio; sin
embargo puede anticiparlos sujetos a reembolso.

Art. 39º- Adquisición de intereses en el litigio

Fuera del caso de cuotalitis, el abogado no debe adquirir interés pecuniario de ninguna clase
relativo al asunto que patrocina o haya patrocinado. Tampoco debe adquirir directa ni
indirectamente bienes relacionados con el litigio en los remates judiciales que sobrevengan.

Art. 40º- Manejo de propiedad ajena

El abogado dará aviso inmediato a su cliente de los bienes y dinero que reciba para él; y se los
entregará tan pronto como aquel lo solicite. Falta gravemente a la ética profesional el abogado que
dispone de fondos de su cliente.

S-ar putea să vă placă și