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TEOLOGÍA DE LA CRUZ

“No obstante, son las gracias más pequeñas


En comparación con la gracia de Dios
Y la piedad de la cruz”
Tesis 68, Martín Lutero

La Cruz se ha consolidado a lo largo de la historia del cristianismo en el


símbolo por excelencia del sacrificio de amor realizado por Jesús para la salvación de
las almas. Por ello es necesario, para comprender el misterio que en ella se
manifiesta, comprender a Cristo en quien se realiza a “plenitud el plan divino de
comunicación y revelación a los hombres” (Mateo-Seco, 1982, p. 165). En otras
palabras, no se puede realizar un acercamiento teológico de la cruz si no entendemos
que es Cristo quien transforma el sentido de la misma; pues “la muerte de Cristo
manifiesta y confirma en su concreción de acontecimiento histórico cuanto Dios ha
revelado «muchas veces y de muchas maneras» (Hebr. 1,1) a los hombres y, a su vez,
la Palabra revelada proclama el misterio contenido en la muerte de Jesús” (Mateo-
seco, 1982, p. 165).

Lo anterior es importante “precisamente porque es en la cruz donde vence, el


Resucitado conserva gloriosas las heridas de los clavos y la llaga del costado (Cfr. Jn.
20,26)” (Mateo-seco, 1982, p. 168). Es decir, Jesús -como se ha dicho anteriormente-
renueva el sentido de lo que implica morir en la Cruz porque “allí, en la cruz, se
cumplen aquellas palabras: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces
conoceréis que yo soy» (Jn. 8,28)” (Mateo-seco, 1982, p. 168). Lo que quiere decir
que la cruz no sólo es una señal del amor de Dios para la humanidad sino la
evidencia de lo que significa para Dios la humanidad en la medida en que se iguala
ante su condición finita.

Ahora bien, aunque Pablo es quien inicia en sus cartas la idea de una teología
de la cruz (específicamente en 1 Cor 1, 18 “porque el lenguaje de la cruz es una locura
para los que se pierde; pero para nosotros, que nos salvamos, es poder de Dios”), es
hasta la reforma protestante, promovida por Martín Lutero, cuando se realiza
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claridades más detalladas sobre qué significa la cruz para la fe de los cristianos
católicos como protestantes. En ese sentido, el presente texto tiene como finalidad
presentar los postulados teológicos defendidos por el luteranismo y, de esta manera,
determinar las posibles diferencias con la postura del catolicismo.

LA CRUZ DESDE LA PERSPECTIVA LUTERANA

Martín Lutero, el gran reformador, no sólo se preocupó por llevar a cabo una
reflexión en torno a las indulgencias que consideraba llevaron a la pérdida del
verdadero sentido de la cristiandad, pues por un lado, el Ministerio sacerdotal perdió
valor y credibilidad y por el otro, el pueblo de Dios que las asumió (las indulgencias)
como el camino fácil para llegar a la salvación; también se preocupó por entender
otros asuntos de la Fe entre los que se destaca la comprensión respecto a la cruz,
símbolo fundamental en la vida del cristiano, pues según Lutero “los verdaderos
cristianos aman la cruz y no intentan evitarla” (Hoeferkamp, 1984, p. 71).

Lutero expresa en la tesis 68 -refiriéndose a las indulgencias- “en realidad son


muy poca cosa, comparadas con la gracia de Dios y con la piedad de la cruz” (Lutero,
2001, p.3) pues Lutero considera que la Cruz es la manifestación de la voluntad
divina, idea que va en contraposición a la voluntad humana, pues no es posible para
el entendimiento humano que este signo de muerte simboliza la verdadera
manifestación de Dios; de ahí que sea necesario comprender el carácter mesiánico de
Jesús para entender el sentido de la Cruz. En la disputa de Heidelberg del 26 de abril
de 1518, Lutero expuso su idea respecto a la teología, aclarando que aquellos que
consideran logran la salvación por sus obras, se rigen bajo la idea de una Teología
gloriosa cuya finalidad es mostrar “que tiene una fe optimista en la capacidad del
intelecto humano -las obras- para llegar a Dios” (Hoeferkamp, 1984, p. 71). Por otro
lado, quienes buscan a Dios “en la locura y en la estulticia de los sufrimientos y la
crucifixión de Cristo” (Hoeferkamp, 1984, p. 72) se rigen bajo la idea de la teología de
la Cruz. Lo que quiere decir Lutero con ello es que la cruz permite realizar una
comprensión de quién es verdaderamente Dios, pues “entiende la cruz de Cristo de
modo totalmente a-místico, como protesta de Dios contra el mal uso de su nombre
puesto al servicio de la coronación religiosa…” (Moltmann, 1975, p. 289).

Ahora bien, es importante tener presente que Lutero la cruz no es


comprendida como el camino de dolor para llegar a la presencia de Dios, como se ha
comprendido comúnmente, por el contrario, “como cruz del Cristo rechazado y
abandonado, es la revelación visible del ser de Dios para el hombre en la realidad de
su mundo” (Moltmann, 1975, p. 288). Es decir, como se dijo en líneas anteriores, la
cruz permite reconocer a Dios como una realidad que está directamente vinculado
con la realidad humana, quizás sea imposible de comprender para el entendimiento
humano, pues el hombre consideraba que Dios sólo podía habitar las alturas y la
única forma de reconocerle era la creación y el mismo hombre.
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Lutero, a partir de la disputa de Heidelberg, establece una nueva forma de
entender la teología, abandonando la idea de las obras y -como se dijo
anteriormente- de Dios en las alturas, para mostrar al hombre que él “no habla aquí
de una teología como conocimiento de Dios en sí, sino del teólogo, es decir, del
hombre que intenta conocer a Dios” (Moltmann, 1975, p. 290). En otras palabras, el
hombre está en constante búsqueda de lo que puede ser Dios; según Teología de la
cruz desarrollada por Lutero, si el hombre desea aprender a reconocer la esencia de
Dios “no parte de las obras visibles de Dios, para descubrir su invisible esencia, sino
que procede al revés, en sentido contrario de aquello, que se ve de la esencia de Dios
y está cara al mundo” (Moltmann, 1975, p. 295). Lo que supone que el hombre, en
tanto teólogo, deberá reconocer en la Cruz la manifestación perfecta del amor y la
esencia de Dios.

Ahora bien, cómo lograr dicha comprensión sino es sólo por la fe, como lo dirá
Pablo en Rom 1, 17 “porque la justicia de Dios se manifiesta en él por la fe en
continuo crecimiento, según está escrito: El justo vivirá por la fe” pues, precisamente,
será la fe la que ayudará al hombre comprender que la cruz es la instancia en la que
Cristo devuelve el hombre el verdadero sentido de la humanidad, para así alcanzar la
comunión. “En definitiva, Lutero llama theologia crucis a un quehacer enmarcado
por estas dos líneas: incompatibilidad entre conocimiento natural y sobrenatural, por
una parte, y total alteridad de Dios con respecto al mundo por otra” (Mateo-seco,
1982, p. 169), con esta teología de la Cruz, Lutero pretende que el hombre reconozca
a Dios en su humanidad despreciada, pues sólo así el hombre logra “amar lo que es
pecador, malo, necio, débil y feo para hacerlo bello, bueno, sabio y justo” (Moltmann,
1975, p. 298).

En otras palabras, el hombre logra reconocer su esencia pecadora, no se niega


a sentir su finitud, pues sólo así entiende que la muerte de Jesús en la cruz es la única
que permitió al hombre alcanzar la gracia de sentirse verdaderamente amado. “Esta
alteridad conlleva, como consecuencia, que se presente la fe tanto más pura cuanto
más absurda parezca al sentido común, y se diga que la justicia de Dios es tanto más
justa cuanto más injusta aparezca” (Mateo-seco, 1982, p. 169). Es importante tener
presente que, para hacer la anterior interpretación, Lutero se basa en la
interpretación que realiza de la narración de los Evangelios en donde “la palabra
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Me. 15,34). Eso explica que la
cruz, a la vez suplicio y trono de gloria, sea considerada por Lutero unilateralmente
como desgarramiento, y que presente a Cristo como aplastado por la ira del Padre
hacia Él, padeciendo auténticamente, en sustitución meramente legal, los tormentos
del infierno” (Mateo-seco, 1982, p. 169).

Estudiosos de la Biblia han determinado que Jesucristo al exclamar en la


palabra Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Me. 15,34) no está
mostrando de forma literal el abandono de Dios, sino que estaba exclamando el
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salmo 22 pues, como buen judío, Jesús conocía a la perfección los textos sagrados. Lo
anterior, para mostrar que, aunque válida la interpretación de Lutero, no se puede
realizar una lectura literal de los textos bíblicos, precisamente porque éstos tienen un
horizonte hermenéutico que no debe ser olvidado. Ahora bien, esto no quiere decir
que la muerte de Jesús en la cruz no tiene el sentido que a lo largo del texto se ha
desarrollado, por el contrario, es totalmente válido en la medida en que responde a
una interpretación respecto a lo que puede decir el texto bíblico.

Lo que se quiere decir con ello, es que no existe abandono de Dios pues Jesús
por su naturaleza divina también es Dios, no obstante, en la cita en cuestión se
realiza una proclamación de aquel salmo que perfectamente da cuenta del
sufrimiento que padece Jesús. De igual forma, se cree que la intención del autor
sagrado era precisamente mostrar que Dios se conmueve ante dolor humano y que Él
siendo grande como lo dirá en Isaías 53 sufre y carga con las culpas de la humanidad.
Por ello, la muerte de Jesús en “la cruz se halla inserta en una economía de Alianza
sellada con la sangre. Esta Alianza es fruto del amor de Dios, «amor más fuerte que la
traición, gracia más fuerte que el pecado»” (Mateo-seco, 1982, p. 170). Este es el
verdadero sentido de la muerte de Jesús en la cruz, no mostrar la muerte de Dios o el
fracaso del plan divino, sino la exaltación del que muriendo de la forma más
repudiada logra devolver la vida eterna a quienes por el pecado de Adán habían
perdido.

Con esta crítica realizada por Lutero “según apreciación de Moltmann, en la


teología evangélica de la cruz, «se llega a una comprensión más rica y profunda de la
pasión trinitaria de Dios»” (Mateo-seco, 1982, p. 171) precisamente porque para el
siglo en que se da la reforma, la Iglesia brindaba la idea de un Dios impersonalizado,
es decir, un Dios que no se vincula con la condición humana, en cambio, Lutero nos
presenta que “«el Padre sacrifica al Hijo de su amor eterno para convertirse en Dios y
Padre que se sacrifica. El Hijo es entregado a la muerte y al infierno para convertirse
en Señor de vivos y muertos».” (Mateo-seco, 1982, p. 171). Mostrando con ello el
interés de Dios por darse a la humanidad porque ésta le conozca y sobre todo por
hacerla partícipe, sin condiciones, de la vida nueva que tiene para ella. Por tal
motivo, “Colocar la cruz en el seno de la Trinidad implica entender que Dios sufre en
su naturaleza divina, y no sólo que el Hijo experimenta la muerte en su naturaleza
humana” (Mateo-seco, 1982, p. 171). Resaltando con ello, que no existe una muerte
de Jesús sino una revaloración de la muerte en Jesús.

Es importante resaltar que estas afirmaciones luteranas respecto a la cruz


tienen un fuerte impacto para la Iglesia Católica en su momento porque presenta una
doctrina que los contradice y que derrumba su defensa de las indulgencias,
precisamente en la tesis 68 -como se relacionaba al inicio- muestra la fuerte crítica
que Lutero realiza a esa Iglesia que vende la salvación, ahora al mostrar que,
«El misterio de Dios —escribe Ortiz García presentando el pensamiento de Moltmann— se
nos manifestará en la cruz como el misterio de un Dios muy distinto de aquel Dios perfecto,
estático, inmutable, impasible, producto de la helenización del cristianismo, extraño al
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dolor humano; la cruz será realmente el acontecimiento interno a la misma naturaleza
divina, en el que Dios participa, comulga y vive íntegramente el misterio del hombre, amigo
suyo; en la cruz se mostrará el pathos de ese Dios trinitario, por el que el Padre sufre la
separación del Hijo, el Hijo sufre el abandono del Padre, y el Espíritu es el amor crucificado
en esa muerte, de donde vuelve a manar la vida para el mundo» (Mateo-seco, 1982).

No se comprende la relación de Dios necesariamente nula sino cercana, no se


validan bajo ninguna circunstancia las indulgencias en la medida en que éstas
pertenecen a los intereses económicos de quienes lideraban la Iglesia en aquel
momento. Lutero se contrapone a los intereses económicos, políticos y religiosos de
la Iglesia católica en su momento.

LA CRUZ EN LA IGLESIA CATÓLICA, UNA MIRADA MODERNA

La reforma protestante, como se mencionaba anteriormente, llevó a un


renovación de la Iglesia Católica; por ello, se considera pertinente evidenciar el
cambio de percepción que se dio al interior del catolicismo luego de los postulados
propuestos por Martín Lutero.

Al igual que Lutero, el cristianismo católico toma como punto de referencia las
cartas de Pablo en las que se hace mención de la Cruz como una gracia alcanzada por
Jesús para todo aquel que en él crea. La Iglesia Católica como Pablo cree que la cruz
es salvación y gracia dada a todas las criaturas. Según el Papa emérito Benedicto
XVI, en su audiencia del 29 de octubre de 2008, el evangelio o el nuevo mensaje que
es Cristo es la única gracia que tenemos para entender el sentido de salvación dado
por Dios. Asimismo, hablar sobre el carácter salvífico de la cruz “es una necedad para
los que se pierden; más para los que se salva -para nosotros- es fuerza de Dios”
(Vaticano, 2008, p. 2).

A diferencia del catolicismo, pensar desde el judaísmo la cruz como una gracia
dada a los hombres es contradictorio en la medida en que “contradice la esencia
misma de Dios, que se manifestó con signos prodigiosos” (Vaticano, 2008, p. 3). Lo
anterior tiene una fuerte relación con lo planteado por Lutero respecto a la Teología
gloriosa y la Teología de la Cruz; pues para quienes deberían ser una gracia el que
Cristo se haya dado por la humanidad como la mayor muestra de amor se constituyó
en la mayor mentira y justificación para su condenación. Se puede afirmar que, todos
los que aprobaron la muerte de Cristo como merecida y no como una gracia se
quedaron en la indiferencia, entendida según el Papa Benedicto como “ausencia de
pasiones en Dios” que nos les permitió reconocer al Dios hecho hombre.

El Papa Benedicto XVI considera oportuno resaltar por qué para Pablo era tan
importante hablar de la Cruz como una gracia, según su consideración porque “la
cruz revela el poder de Dios” (Vaticano, 2008, p. 4) en tanto que llega hasta la
muerte más indigna que existía a cambio de la salvación del hombre. Asimismo,
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resalta el Papa que “el crucificado desvela, por una parte, la debilidad del hombre; y
por otra, el verdadero poder de Dios” (Vaticano, 2008, p. 5) en la primera, le
recuerda al hombre su finitud que le impide autosalvar su existencia y en la segunda,
le muestra al hombre que también ha experimentado su finitud, ha experimentado la
muerte, pero, a diferencia de éste, Cristo es exaltado, pues Dios como ser
todopoderoso ha alcanzado la gracia de superar la muerte y dar vida a quien todo lo
ha dado por la humanidad.

Ahora bien, aunque la muerte de Jesús en la cruz sea la prueba más grande el
amor de Dios, es una realidad que ante la razón de los griegos y la fe de los judíos no
es posible comprender, pues como se ha dicho en líneas anteriores, la muerte en cruz
implica la pérdida de la dignidad humana, pérdida que no podría vivir el “Mesías”,
según la mentalidad de judíos y griegos.

CONCLUSIONES

Teniendo en cuenta las posturas de la Cruz del cristianismo protestante y católico, se


considera pertinente resaltar las semejanzas y diferencias entre ambas posturas.

Semenjanzas:

1. Tanto el protestantismo como en el catolicismo la Carta de Pablo a los


corintios es el punto de referencia para comprender la Teología de la cruz.
2. La cruz representa la mayor dada por Dios al pueblo de Dios.
3. La fe permite comprender que la cruz es la mayor gracia, pues para la razón de
los griegos como para la fe judaica no es posible aceptar que ver en la cruz la
grandeza de Dios.
4. Resignificación de lo que implica la cruz

Diferencias:

1. Aunque las semejanzas corresponden a la comprensión que realiza la Iglesia


Católica luego de la reforma, es importante destacar -como se mencionó a lo
largo del texto- que la cruz en el catolicismo no era comprendida como la
vinculación de Dios con el dolor y la condición humana sino como la entrega de
Jesús a causa del pecado.
2. No había una clara enseñanza sobre el significado bíblico de la cruz para la
teología cristiana católica, pues la enseñanza se fundamentó en la condenación
y el pago de las indulgencias. Contrario a los postulador luteranos que sí
evidenciaban una clara preocupación por Dios ante la condición humana, Dios
que se humaniza.
3. La teología de la Cruz en Lutero trajo consigo una crítica la Teología de la
Gloria como le llamó este importante teólogo a los postulados del catolicismo
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en tanto que se presentaban como la admiración de la obra de Dios, pero sin
vinculación con la realidad humana.

BIBLIOGRAFÍA

● Hoeferkamp, R. (1984). Lutero: la teología de la cruz. ThX (Ex), 33, 71-80.


● Jedin Hubert . (1966). Manual de historia de la Iglesia . Barcelona : Editorial
Herder.
● Lutero, M. (2001). Las 95 tesis. Obras de Lutero, 65.
● Mateo-seco, L. F. (1982). Telogia de la Cruz. Scripta Theologica
Pamplona, 14(1), 165-179.
● Moltmann, J. (1975). El Dios crucificado. Salamanca, 216.
● Papa Benedicto XVI. Vaticano II. Audiencia general. 29 de octubre de 2008.
https://es.slideshare.net/PastoralSalud/la-teologia-de-la-cruz-en-san-pablo-
29-de-octubre-de-2008

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