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EL MITO DE EROS Y PSIQUE

(O los desencuentros del alma)

Por: Mónica Eugenia Pérez García*

El mito nos cuenta que Psique era la hija menor del Rey de Anatolia.

Su inigualable belleza la mantenía aun soltera pues nadie se atrevía a pedir su mano de tan
hermosa que era.

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Los habitantes de su aldea, decidieron adorar la belleza de Psique y se olvidaron de Afrodita. La


Diosa, celosa de ella, envió a su hijo Eros, dios del amor, a herir a Psique con una flecha vieja y
oxidada, que haría que ella se enamorase del más horrible monstruo.

Eros al verla, se distrajo, hiriéndose a sí mismo con una de sus mágicas flechas
y quedó enamorado al momento.

Su padre, preocupado por la soltería de su hija menor consultó al Oráculo de


Delfos, quien le mandó que la llevara a una roca solitaria donde: “la desposará un
ser ante el que tiembla el mismo Zeus”.

Con todo el esplendor de una boda, Psique fue llevada a la roca y abandonada en
ella. Al poco rato, una suave brisa la levantó y se la llevó, depositándola
suavemente en un tranquilo campo donde se quedó dormida. Al despertar, se
encontró en el más exquisito palacio que pudiera imaginar. Voces celestiales la
exaltaban a pedir los mas deliciosos manjares, los más bellos vestidos y las más
finas joyas, más no le respondían acerca de su marido, sólo le pedían paciencia
hasta que cayera la noche.

Al reinar la oscuridad, apareció el esposo que cariñosamente se deslizó en la


cama con Psique y siendo amable con ella logró que ella se enamorara también.
La única condición que le impuso fue la de jamás intentar ver su rostro. Psique
estaba conforme y era feliz.
Un día, sintió deseos de volver a ver a su amada familia y le fue concedido, mas
se le advirtió que sus hermanas, envidiosas de su felicidad, tratarían de crear
intrigas. Haciendo caso omiso de las advertencias de su esposo, Psique escuchó
las insidias de sus hermanas que despertaron su curiosidad sobre el rostro del ser
que dormía a su lado. Le entregaron una lámpara de aceite y un cuchillo con la
orden de que esperara a que él durmiera para ver su rostro y entonces acuchillar
al terrible monstruo que seguramente se ocultaba en las sombras debido a su
fealdad.

Esa noche, Psique esperó a que el esposo durmiera y encendió la lámpara. Su


sorpresa fue descomunal al descubrir el bello rostro del mismo Eros compartiendo
su cama. Absorta en su contemplación, Psique derramó una gota de aceite
hirviendo en el hombro del bello amante, que se despertó sobresaltado y con
profunda decepción, se marchó de su lado, recordándole su advertencia. Todo
desapareció, Psique se quedó sola, arrepentida de su curiosidad y profundamente
enamorada.

Después de algún tiempo de vagar en soledad, Psique fue al templo de Afrodita y


le pidió ayuda. La Diosa se la negó por romper el corazón de su hijo, pero ante las
súplicas de la joven decidió ponerla a prueba. Le encargó tres tareas que cumplió
con éxito. Al realizar la cuarta y última, Afrodita le pidió que bajara al Hades, reino
de los muertos, a pedirle a la Diosa Perséfone que le diera esencia de la
inmortalidad para ungirse con ella. Perséfone se la dio en una cajita de oro,
advirtiéndole que no la abriera de ninguna manera. Una vez más motivada por la
curiosidad, Psique abrió la cajita y quedó sumida en un profundo sueño.

Eros, conmovido por el amor incondicional y la valentía de su amada, la despertó


de un flechazo, y, pidiendo permiso a Zeus para permanecer juntos en el Olimpo,
le dio de comer Ambrosía, con lo que le otorgó la inmortalidad.

HERMENÉUTICA
La hermenéutica significa traducción, explicación o interpretación que permite la
comprensión.

Es el arte de explicar estos contenidos, de esclarecerlos para generar la


comprensión de quien accede a ellos. Son estos signos ya interpretados los que
dan sentido al mito y a la prevalencia de éste a través del tiempo.

Este término designa una teoría filosófica general de la interpretación. El concepto


ha evolucionado desde la interpretación de los oráculos o signos ocultos divinos, a
referencias del signo a su designado, y las atribuciones de dichos actos al alma.

La interpretación posee un carácter de apropiación, puesto que la interpretación


de un texto se acaba en la interpretación de sí de un sujeto que desde entonces
se comprende mejor, se comprende de otra manera o, incluso, comienza a
comprenderse.” Los contenidos que ofrece la interpretación hermenéutica no son
únicamente para la razón, son también accesibles para el espíritu, para el alma,
para permitirnos entender un poco más de la naturaleza humana que nos
acompaña desde siempre como una herencia tan bella como compleja.

Es el método elegido para realizar la interpretación de este mito pues me parece


que, al igual que el resto de la mitología, tiene contenidos ocultos en la simbología.
Estos contenidos son muy importantes por ejemplo dentro de la psicología, la
literatura y las artes visuales.

De manera personal, el mito representa para mí una historia que hay que leer
entre líneas para poder obtener su verdadero valor. Las representaciones
artísticas del mito de Eros y Psique siempre incluyen elementos que ponen de
manifiesto el estatus divino de Eros (alas, flechas, etc.) y la condición
absolutamente humana de Psique (recostada en una piedra, con los pies en el
piso, etc.). De ahí surgió mi curiosidad por leer (entre líneas) e interpretar este
mito, que es, a semejanza de lo que estudia la psicología en la cual me formé, un
viaje del alma.
INTERPRETACIÓN

Psique significa alma, pensamiento, mente para algunos, espíritu para otros. Eros
es en general, el amor. En un inicio, ésta unión se tiene que dar a ciegas, sin que
el alma pueda ver al amor tal y como es. Remite a la etapa primera del
enamoramiento, a ese amor que ciega pero seduce cada día.

La belleza de Psique es la pureza del alma. Una belleza tal que genera temor y
que es muy preciada pues se pierde muy fácilmente.

Eros, el amor, es un dios soberbio y decidido, que prodiga placeres a manos llenas
mientras se encuentra satisfecho. Pero se desvanece con la misma facilidad
llevándose todo aquello que trajo.

Las hermanas de Psique, humanas y reales, representan el tiempo y el principio


de realidad, aquellos que generan la duda, la curiosidad y entregan elementos
para ver con claridad al que se ama.

Parecería que el amor huye cuando se le descubre como es en realidad, como es


su rostro. ¿Acaso no debemos conocer el verdadero rostro del amor?

Este descubrimiento trae para Psique, es decir, para el alma, abandono y soledad,
sufrimiento. Es este sufrir sin medida lo que lleva al alma a realizar las más
asombrosas proezas en función de volver a ver ese rostro, de volver a ese palacio
de ensueño donde sólo existía el placer.

Las pruebas a las que Psique se somete le ayudan a crecer, a solidificar ese amor,
ese deseo de reencontrarse con Eros.

Al bajar al Hades, Psique demuestra una vez más que está lista para volver con su
amado, pero la humana curiosidad la lleva a abrir la caja (botella en algunas
versiones). Esto representa el error humano. La curiosidad es un instinto que lleva
al hombre y a la mujer a realizar actos equivocados.

El sueño profundo de Psique es el castigo por esa curiosidad, no obstante, es lo


que, eventualmente, doblega la soberbia de Eros y comprende el carácter
incondicional del amor de Psique.
Es ahí cuando el amor vuelve para llevarse al alma a vivir al paraíso y otorgarle la
inmortalidad, la prevalencia, el infinito.

No es sino hasta que el alma ha crecido en sí misma y dominado sus instintos que
el amor no se aparece para quedarse con ella y volverla inmortal.

Los Dioses reciben al alma en su reino como una más de ellos. El alma
enamorada, no enceguecida, es la que tiene acceso a la divinidad, a la exaltación
espiritual. Es el alma que ha visto el verdadero rostro del amor, despertando su ira
con su errante humanidad, la que puede retener al amor a su lado.

A fin de cuentas el mito de Eros y Psique es una historia de amor y como tal me
conmovió desde la primera vez que la leí.

Pero no es sólo una historia de amor convencional aunque en esencia pudiera


parecerlo. Este mito es la historia del amor y su encuentro (y desencuentros) con
el alma humana.

Es el camino que el alma debe recorrer para ser digna de permanecer al lado del
amor. La parte humana del alma es la que, a través de la curiosidad, separa a
estos amantes destinados desde siempre a estar juntos.

Pienso que como humanos debemos recorrer caminos y realizar tareas que no
son sencillas pero que nos ayudan a crecer y a desarrollarnos de tal manera que
podamos entablar relaciones reales, de amor, sí, pero basadas en lo que podemos
ver del otro, no dominadas por el enamoramiento inicial que aunque siempre
prevalece, es efímero y engañoso.

Por otro lado, creo que el amor también madura al reconocer en el alma el camino
recorrido. Eros domina su soberbia y perdona a Psique por haberse dejado llevar y
ser curiosa. En este sentido entiendo que es a partir de esta madurez que las
relaciones pueden construirse y solidificarse, no antes, no cuando ni el alma ni el
amor están preparados para ceder ante la naturaleza del otro, sea esta humana o
divina.
Este mito me provoca pensar no sólo en la naturaleza de las relaciones amorosas
sino en las de todo tipo y en mi formación como psicóloga (tanto como en la vida
misma) es muy importante ir comprendiendo la naturaleza de estas relaciones.

CONCLUSIÓN

No resalta mucho dentro del mito la aparición del Oráculo de Delfos, no obstante
desde mi perspectiva tiene una participación contundente en la historia tanto de
Psique y Eros como de la humanidad misma.

Dicen algunas versiones del mito que un viento pone a Psique a salvo de
desposar “a un ser ante el que tiembla el mismo Zeus”, pero no es así. En
realidad, esta unión si se lleva a cabo.

Eros, herido en su torpeza con una de sus propias flechas, queda enamorado de
Psique a quien no flecha para que se enamore del más horripilante ser. Y es él
quien a fin de cuentas desposa a Psique.

El Oráculo dijo, como siempre, la verdad, y se cumplió la profecía. Psique desposó


al ser que, a lo largo del tiempo, nos hace temblar a todos.

Es destino de cada alma encontrarse con el amor y perderlo. Hacer arduas faenas
y crecer para que eventualmente el amor vuelva a ella, quizá con otros rostros y
nombres.

Más allá de lo que cuenta la historia, el amor, hoy y siempre es tan poderoso que,
no importa la belleza, la nobleza o la divinidad, pone a temblar a todos, incluido el
mismo Zeus.

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