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Venezuela: una carrera contra reloj

Han sido días difíciles para Venezuela, estas duras horas para la ciudadanía
han ameritado una detallada lectura y reflexión para escribir sobre este álgido
tema; uno que en lo personal me involucra de lleno tras haber tomado la
decisión de dedicar mi tiempo al ejercicio de la ciudadanía, estudio y reflexión
del acontecer político nacional y regional.

El panorama que se nos dibuja hoy, es un ambiente bastante tenso y cargado


de emociones encontradas; la incertidumbre ha reinado en medio de una toma
de decisiones inoperante, al menos para los urgentes problemas que ameritan
solución. Los rostros en la calle parecen confusos en medio de una
ensordecedora calma que para nada refleja las decisiones políticas (que ambos
bandos han tomado) y la cobertura mediática de la situación, abrumando así un
poco más la rutina diaria.

Los actores que hoy se disputan el monopolio legítimo de la violencia, como


diría nuestro querido Thomas Hobbes en su famoso Leviatán, son más que
conocidos por la comunidad internacional. La información sobre el caso
venezolano hoy abunda en las redes sociales y los diarios internacionales; Por
un lado, Nicolás Maduro Moros, sucesor del ex presidente Hugo Rafael
Chávez Frías asegura tener la “legitimidad y legalidad” para el inicio de su
segundo periodo presidencial, mientras que en la otra acera observamos a un
joven dirigente que reclama el “cese de la usurpación”, el hoy famoso
Presidente de la Asamblea Nacional y “Presidente interino” Juan Guaidó.

La disputa entre los actores políticos que hoy reclaman el ejercicio del poder,
se ha volcado en una lucha a pulso que busca desestimar y contrarrestar las
acciones del adversario cuyo resultado más probable es la cesión o rendición
de alguna de las partes, ¿cuál será? Es una afirmación que hoy sería
irresponsable decir, por dos sencillas razones: la primera: a las variables e
implicaciones locales del conflicto, debe ser sumada una presión regional y
global a la que han sido sometido ambos bandos y la segunda, nuestro país
(Venezuela) es tan hilarante, que lo imposible sucede tres veces al día, es
decir, nadie sabe con certeza que ocurrirá.

“Cese de la usurpación”, “Gobierno de transición” y “Elecciones libres”. Ha sido


la estrategia liderada por Juan Guaidó. La cual ha esgrimido como un elemento
de presión, decidido a cercar y minimizar el rango de acción de Nicolás
Maduro. Apostando en última instancia a la ruptura de la cadena de mando de
la Fuerza Armada Nacional a fin de “restaurar la democracia y el hilo
constitucional”. Su inicio, fijado desde el 10 de Enero del presente año, tomo
curso desde su auto proclamación como “presidente interino”; el respaldo de
este por buena parte de la comunidad internacional; permitió la designación de
Embajadores y representantes en países “aliados”, acrecentando así la ruptura
del componente diplomático de Maduro y asomando de momento, una futura
cristalización de acciones más operantes y tangibles en suelo venezolano,
como lo es el caso del ingreso de ayuda humanitaria, cuyo escenario será un
punto de inflexión para ambos bandos.
Frente a esta estrategia, Nicolás Maduro y su equipo político ha respondido
como de costumbre. El sacudón que la estrategia opositora diera a la elite
gobernante, apresuro en un primer momento una reacción tosca y nada
precisa; recuperados ya de la impresión, decidieron contrarrestar la ruta de la
“transición” a través del desgaste, de allí la incesante compra de tiempo
necesaria que implica esta estrategia, que se cristalizo con la prolongación de
30 días de la mesa de negociación con la Embajada Americana.

Durante estos últimos días hemos observado con detalle, como se dibuja esta
compra de tiempo; La reiterada invitación al dialogo, las negociaciones de
carácter internacional (con Rusia como mediador frente a Estados Unidos y la
Unión Europea) así como la cruda represión a las manifestaciones opositoras,
apuesta en última instancia a apaciguar los caldeados ánimos de la ciudadanía
venezolana; ánimos despertados en ambos bandos (chavismo y oposición).
Esperanzados de un cambio sustancial de esta álgida crisis.

Desnuda ya la estrategia y el vivo panorama diario, me permito frente el


torbellino de emociones que hoy nos invaden citar las acertadas palabras del
famoso escritor venezolano del siglo XX, Ramón Díaz Sánchez: “Sería tonto
hacerse ilusiones sobre esto: hoy está Venezuela ante un peligro de regresión
tan evidente como en cualquiera otro de los aciagos períodos de su historia”.
Discurría ya desde aquel entonces (1937) la pluma del ilustre Sánchez sobre la
problemática de las transiciones en Venezuela.

Venezuela yace hoy en una carrera contra reloj, expectante frente a dos
competidores decididos a no dar su brazo a torcer, en una eterna espera donde
el hambre y la violencia no esperan para cobrar a diario la vida de sus
ciudadanos.

Y la arena que se desliza en este reloj, no es el tiempo, el cuál acostumbra a


marcar la pauta en la política, sino la esperanza de todo un país que una vez
más confía en las elites políticas (chavismo y oposición) y permite cobrar
significado a este juego. “Estamos viviendo en la actualidad un momento de
transición política, análogo a otros que conocieron nuestros padres”, nos diría
hoy Ramón Díaz Sánchez recordándonos que no hay nuevo bajo el sol en la
historia venezolana, pues no es la primera vez que Venezuela vive bajo una
situación semejante, donde los hombres (que se disputan el poder) se ven
“sensibles a las necesidades y aspiraciones populares, tocados de un
romanticismo democrático”.

Cualquiera que sea el resultado que augure la providencia en Venezuela, sin


duda debe avocarse a la pronta respuesta de los males que hoy aquejan
nuestra nación; es necesaria una respuesta estructural y profundamente cívica,
no basta ya con paños de agua tibia que posterguen la crisis.

“Creo que es hora de que los hombres honestos y conscientes de Venezuela


definan su actitud frente a los grandes problemas nacionales” esgrimía
Sánchez desde aquel entonces, a lo que me atrevería a agregar, afirmando que
la guía de estos hombres no debe ser más que el beneficio del país a través de
la consciencia y la moderación en cada una de sus acciones.

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