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Geología de Madrid: geología, tectónica, geomorfología, estratigrafía.

A.- Marco general.

La Comunidad de Madrid se inscribe geológicamente en la Cuenca del Tajo, esta


cuenca de forma más o menos triangular, situada en el centro de la Península, limita en
su flanco noroeste con el Sistema Central, que se encuentra volcado, mediante fallas
inversas, sobre los materiales más antiguos de la cuenca, mientras que los más
modernos se han depositado recubriendo esas fallas. Lo mismo ocurre en su flanco
suroeste, en el que las rocas graníticas y metamórficas de los Montes de Toledo se
encuentran cabalgantes sobre los sedimentos paleógenos, mientras que los materiales
neógenos recubren en parte ese contacto tectónico. Hacia el este, la Cuenca del Tajo
limita con la Cordillera Ibérica, también mediante un contacto mecánico.

La cuenca se encuentra dividida en dos partes por la Sierra de Altomira, una estrecha
alineación de relieves, formados por materiales cretácicos y paleógenos, que discurre
en dirección norte-sur y que se corresponde con el frente de un manto de corrimiento
enraizado en la Serranía de Cuenca. Las dos subcuencas resultantes, llamadas Cuenca
de Madrid y Cuenca de Loranca, han tenido historias algo diferentes durante el
Paleógeno, ya que el manto de corrimiento de Altomira se fue desplazando desde
mediados del Oligoceno hasta el comienzo del Mioceno. Durante este viaje, la Cuenca
de Loranca fue transportada hacia el oeste y se vio sometida a una tectónica en la que
alternaban compresiones, basculamientos y distensiones locales a medida que su
inestable base se deslizaba cerrando la Cuenca de Madrid. Esta, por su parte, se vio
sometida a una importante compresión desde el este, y los materiales paleógenos
acabaron cabalgados por el manto, o más bien por el conjunto de escamas tectónicas,
de Altomira.

A pesar de su diferente historia, ambas subcuencas permanecieron conectadas por el


estrecho corredor que rodea la Sierra de Altomira por el norte, y esto permitió que en
toda la Cuenca del Tajo hubiera un único nivel de base. Por ello, aunque los medios
sedimentarios y los ambientes tectónicos eran diferentes, la colmatación de ambas
cuencas fue más o menos simultánea. Esto, naturalmente no significa que el espesor
de sedimentos sea el mismo en todos los puntos de la cuenca del Tajo: el mayor, unos
3.500 m, se encuentra en las proximidades del Sistema Central, en la Cuenca de
Madrid, mientras que en la Cuenca de Loranca el relleno no supera los 10.400 m de
potencia.

Al igual que las del Duero y del Ebro, la del Tajo fue la cuenca de ante país de los
relieves que la circundaban, y su subsidencia fue cambiando de ritmo y de localización
a medida que la Orogenia Alpina se manifestaba, primero con el levantamiento del
Pirineo, durante el Eoceno y el Oligoceno, luego con el levantamiento de las Béticas,
durante el Oligoceno y parte del Mioceno. La cuenca, situada a medio camino entre los
dos relieves, estuvo sometida durante el Oligoceno a los empujes procedentes del
norte y a los del sureste, aunque parece que se vio más afectada por la compresión,
transmitida desde las Béticas, que produjo el emplazamiento del Manto de Altomira, el
rejuvenecimiento del relieve en los Montes de Toledo, y el principal levantamiento en
el Sistema Central, ya en el Mioceno.
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Igual que en la Cuenca del Duero, su régimen endorreico quedó establecido a


principios del Oligoceno, y duró hasta finales del Mioceno, cuando el descenso del nivel
del mar en el Atlántico hizo que la red hidrográfica que erosionaba los relieves
portugueses iniciara una rápida erosión remontante que irrumpió en la cuenca desde
el oeste, capturando y jerarquizando las redes fluviales locales que alimentaban los
lagos.

Los medios sedimentarios tenían una distribución que, a grandes rasgos, se puede
considerar concéntrica: al pie de los relieves, los ríos depositaban en extensos abanicos
aluviales los sedimentos más gruesos que traían desde las montañas; luego
continuaban su curso transportando únicamente una carga de arcillas y sales disueltas,
que iban a sedimentarse en las zonas lacustres o palustres que ocupaban las zonas
centrales de la cuenca. La distribución y el funcionamiento de los medios
sedimentarios estaban controlados por el clima, la proximidad al relieve, la tectónica, y
el tipo de materiales aportados por los ríos. La conjunción de estos factores explica que
simultáneamente se estuvieran produciendo depósitos muy diferentes en distintos
puntos de la cuenca: en las zonas próximas a los relieves, los abanicos aluviales
formaban un pedimento que aún hoy día puede verse formando una rampa que une el
relieve con la zona central de la cuenca en las zonas interiores de la cuenca lo lagos
funcionaron durante gran parte del Mioceno en régimen evaporítico, produciendo una
mayor acumulación de yeso; finalmente, hacia el final del Mioceno, el ambiente
lacustre o palustre, en el que predominaba la sedimentación carbonatada, pareció
extenderse a gran parte de la cuenca, originando una formación geológica, no muy
potente (entre uno y cuatro metros), pero muy característica, que se denomina
informalmente Caliza del Páramo porque constituye precisamente la paramera
abarcada actualmente por la Alcarria. El final del Mioceno coincide con la colmatación
de la Cuenca del Tajo y su enrasamiento con la penillanura elaborada sobre la
Cordillera y coincide también con el momento en que la red fluvial pierde su carácter
centrípeto y es capturada poco a poco, pasando a drenar hacia el oeste a la vez que va
siendo jerarquizada por el Río Tajo. Las tres cuencas han tenido una historia con
muchos puntos comunes y, finalmente, comparten actualmente el mismo nivel de
base, el del mar, por lo que las tres están experimentando simultáneamente el mismo
proceso erosivo bastante rápido, que ha elaborado ese paisaje aterrazado y sembrado
de cerros testigo, cuyo significado ya conocemos.
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B.- La Cuenca del Tajo.

La Cuenca de Madrid y la Depresión Intermedia, también denominada Cuenca de


Loranca, forman en conjunto lo que se denomina Cuenca del Tajo, cuya extensión es de
unos 20.000 km2 La individualización de las dos cuencas se produjo por el
levantamiento de la Sierra de Altomira, que es un cinturón estrecho de pliegues y
cabalgamientos, que verge hacia el oeste y tiene una dirección general N-S, y que
comenzó a emplazarse al final del Paleógeno. La Depresión Intermedia es, al menos
para las unidades inferiores, una cuenca piggy back, generada durante la Orogenia
Alpina según una tectónica de piel fina que se nuclea a favor de una falla en el
basamento por un accidente central: el anticlinal de Trillo-Pareja-Huete-Carrascosa. La
Cuenca de Madrid es una cuenca intracratónica, en la que la estructura de sus
márgenes está condicionada por los esfuerzos que afectaron al margen de la Placa
Ibérica durante los movimientos alpinos (Álvaro el al., 1979): El margen norte de la
cuenca está constituido por el basamento granítico y las rocas metamórficas del
Sistema Central. El contacto con los sedimentos terciarios es mediante un
cabalgamiento con un salto de más de 2.000 m, que fue activo desde el Paleógeno al
Mioceno medio. El margen sur de la cuenca, los Montes de Toledo, está formado por
granitos y rocas metamórficas de alto grado, cuyo contacto con los depósitos terciarios
es mediante un cabalgamiento E-O que buza unos 45° hacia el sur. Los márgenes
orientales, Cordillera Ibérica y Sierra de Altomira están formados esencialmente por
materiales mesozoicos. El límite oriental de la Depresión Intermedia está constituido
por la Codillera Ibérica mientras que su borde oriental lo constituye la Sierra de
Altomira. Hacia el sur, la cuenca conecta con La Mancha y hacia el norte con la cuenca
de Madrid.

B.1.-La Cuenca de Madrid.

Paleógeno.

Los afloramientos paleógenos de la Cuenca de Madrid son muy discontinuos en


superficie y forman cinturones relativamente estrechos que afloran en la zona norte de
la cuenca, en la parte este de la Sierra de Altomira y sobre la zona norte de los Montes
de Toledo. La discontinuidad de los afloramientos y la variedad de materiales, con
importantes cambios de facies, hace que sea difícil establecer un cuadro estratigráfico
claro y detallado de estos materiales. En líneas generales se pueden diferenciar dos
grandes unidades dentro del Paleógeno.

Unidad de Torrelaguna-Uceda (Portero y Olivé, 1984), constituida por unos 1.100 m de


lutitas, yesos, conglomerados y calizas. Se depositó en sistemas de abanicos aluviales
junto con los que se desarrollaron lagos evaporíticos. En la zona NE de la cuenca, la
unidad aflora en el núcleo del anticlinal de Baides, donde presenta una potencia de
unos 200 m La edad de esta unidad es Cretácico superior-Eoceno.

Unidad de Beleña de Sorbe-Torremocha de Jadraque. Su potencia puede alcanzar 900


m. Esta unidad se puede subdividir en tres subunidades:
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 Calizas y margas lacustres, con un espesor medio de 350 m, cuya edad se atribuye
al Headoniense-Eoceno superior (Arribas, 1986; Ríos el al., 2002):

 Esencialmente detrítica, que también incluye niveles de yesos crema, margas y


calizas. La edad de esta subunidad se atribuye al Sueviense-Areveniense y su
potencia, observable en las proximidades de Villaseca de Henares, es de unos 200
m.

 La tercera subunidad tiene un espesor de unos 50 m y está formada por lutitas


rojas que incluyen niveles de areniscas y conglomerados, estando todos estos
materiales muy edafizados.

La geometría y relación entre estas unidades paleógenas y los materiales neógenos


suprayacentes se observa muy bien a lo largo del anticlinal de Baides, en el borde NE
de la Cuenca de Madrid, donde se reconoce una discordancia progresiva de la que
forman parte estas unidades paleógenas y las unidades Inferior e Intermedia del
Mioceno. Por el contrario, sólo unos 5 km al sur (Villaseca de Henares), la serie
paleógena está invertida y los depósitos miocenos son claramente discordantes sobre
los paleógenos. La correlación de estas unidades con los materiales que afloran en la
zona sur de la cuenca no es fácil debido a la discontinuidad de afloramientos y a la
escasez de fauna y flora de los mismos. Cabe destacar, no obstante, la falta de
afloramientos de yesos en estas áreas, el carácter detrítico de gran parte de los mismos
y la importante presencia de paligorskita (Calvo el al., 1993; Rodas el al., 1994):

Neógeno

Unidad Inferior del Mioceno.

Los depósitos correspondientes a esta unidad se disponen en discordancia angular y


erosiva sobre materiales paleógenos en zonas marginales de la cuenca (Alonso-Zarza el
al., 1993): En partes centrales de ésta, los depósitos miocenos y paleógenos se
disponen en conformidad estratigráfica, alcanzando los primeros un espesor superior a
los 500 m, tal como se deduce de los perfiles sísmicos y sondeos profundos disponibles
(Racero, 1988):

La Unidad Inferior del Mioceno presenta diferentes tipos de sedimentos que se


ordenan de acuerdo con un modele concéntrico de facies. Esta ordenación es el
resultado de la distribución de sistemas lacustres hidrológicamente cerrados a lo largo
del Mioceno inferior y parte del Mioceno memo (Calvo el al., 1989, 1996): Los
depósitos lacustres que caracterizan esta unidad en partes centrales de la cuenca son
de naturaleza netamente evaporítica, con una asociación bastante compleja de fases
sulfatadas, carbonatos y cloruros. La presencia de estas fases salinas es consecuencia
del reciclado de formaciones evaporíticas mesozoicas y paleógenas, en particular las
relacionadas cm. el emplazamiento de la Sierra de Altomira y Cordillera Ibérica, en el
lado este de la Cuenca de Madrid (Rodríguez-Aranda el al., 1991; Calvo el al., 1996):
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Los sedimentos lacustres de la Unidad Inferior se localizan sobre todo en la zona


centro-oriental de la Cuenca de Madrid. Hacia los bordes de cuenca gradan a depósitos
terrígenos que forman orlas de diferente amplitud según el borde considerado:
amplitud muy redunda en las proximidades de la Sierra de Altomira (Rodríguez Aranda
el al., 1991) Y de los Montes de Toledo, orlas formadas por sistemas fluviales de amplia
extensión en el área de la cuenca (Alonso-Zarza el al., 1993) y orlas constituidas por
depósitos arcósicos en facies de abanico aluvial hacia el oeste.

El techo de la Unidad Inferior viene marcado por una tendencia a la ampliación y


estabilización de los sistemas lacustres durante el Aragoniense medio (Calvo el al.,
1989), hecho que se correlaciona lateralmente con un neto desarrollo de paleosuelos
en los sistemas aluviales que forman las orlas re materiales terrígenos asociadas a los
distintos bordes de cuenca (Alonso-Zarza el al., 1993; López Olmedo el al., 2003): En
áreas centrales de ésta, la discontinuidad estratigráfica entre la Unidad Inferior y la
suprayacentes queda subrayada por la presencia de una superficie paleokárstica en
materiales yesíferos.

Unidad Intermedia del Mioceno.

La Unidad intermedia presenta una potencia variable entre 50 y 200 m y su edad


abarca desde el Aragoniense medio al Vallesiense. La base de la Unidad intermedia
queda marcada por la penetración de depósitos detríticos sobre materiales lacustres
(carbonatos y evaporitas) del techo de la Unidad Inferior. La Unidad Intermedia está
formada por dos subunidades, cuyo límite se sitúa en el Aragoniense superior. Hacia
techo de cada subunidad y también en el conjunto de la unidad hay una tendencia
clara a la disminución de los depósitos aluviales con el consiguiente aumento en la
proporción de los términos edáficos y lacustres.

Los depósitos aluviales forman un cinturón discontinuo a lo largo de los márgenes de la


cuenca. Su anchura varía de cientos de metros a 30 km, siendo máxima en el borde
norte de la cuenca y menor en los márgenes sur y sureste (Alonso Zarza el al., 1993): La
composición y morfología del área fuente controlaron las características de estos
sistemas deposicionales ASÍ, en los bordes norte y sur son dominantes los depósitos
arcósicos de gran extensión que pasan a arcosas [mas, paleosuelos carbonáticos y
arcillas, algunas muy ricas en magnesio (sepiolita y esmectitas) en las zonas distales y
lacustres. En los márgenes N y NE, los sistemas aluviales tuvieron menos extensión y
consisten sobre todo en gravas gruesas que pasan distalmente a lutitas rojas con
muchos niveles edáficos (Alonso-Zarza el al., 1992a) En el margen S son escasos los
depósitos de areniscas tabulares que también pasan a lutitas rojas (Sanz, 1996): Hay
que señalar que uno de los rasgos más característicos de esta unidad es la amplia
presencia de niveles edáficos, así como de carbonatos lacustres muy someros (Alonso-
Zarza el al., 1992b; Sanz el al., 1995):

Los depósitos netamente lacustres también varían a lo largo de la cuenca. Así, en las
zonas sur y este de la cuenca se depositaron yesos seleníticos, lenticulares y detríticos,
formados en lagos someros de moderada salinidad; hacia el norte los depósitos
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lacustres son esencialmente carbonatos dolomíticos. Todo ello contrasta con los
carbonatos de agua dulce depositados en la zona NE. En la secuencia superior, los
depósitos lacustres son sobre todo carbonatos de agua dulce, estando los ambientes
más evaporíticos restringidos a las zonas S y E de la cuenca. El techo de la Unidad
registra una amplia expansión de los carbonatos lacustres, en general someros (Calvo
el al., 1989) sobre los que se desarrolló un importante sistema paleokárstico
(Cañaveras el al., 1996)

Unidad Superior del Mioceno.

La sedimentación de esta unidad supone un cambio muy significativo, pues la


distribución de facies no sigue el modelo concéntrico mostrado por las unidades
infrayacentes. Esta unidad presenta un espesor máximo de 50 m. La base son
sedimentos detríticos que se depositaron en un sistema fluvial con dirección
dominante N-S. En detalle, en las zonas centrales de la cuenca la morfología de los
sistemas fluviales estuvo condicionada por la topografía del sistema cárstico
infrayacente (Calvo el al., 1989): Los carbonatos de la parte superior de la unidad son
tobas y micritas fosilíferas depositadas en un sistema fluviolacustre de agua dulce
(Sanz, 1996; Wright el al., 1997):

Plioceno.

Los afloramientos pliocenos son muy discontinuos a lo largo de la cuenca, estando bien
representados en las zonas sur y este. En estas zonas se diferencian dos unidades. La
unidad inferior o "series rojas" (Pérez-González, 1982), también denominada Unidad
detrítica pIiocena (Sanz, 1996), está formada por un máximo de 40 m de lutitas rojas,
areniscas y conglomerados, cuyos afloramientos siguen una dirección N-S, siendo muy
frecuentes los canales con relleno carbonático. La unidad superior del Plioceno está
representada en el centro de la cuenca por una potente ca1creta laminar (Sanz, 1996):
Hacia los márgenes de la cuenca y con edades algo más recientes se desarrollaron las
rañas y rampas arenosas.

B.- La Depresión Intermedia.

El registro estratigráfico de la cuenca ha permitido distinguir tres unidades paleógenas


y una unidad neógena compleja dividida en cuatro ciclos.
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Paleógeno.

La Unidad Basal (Díaz Molina, 1978) o Fm Arcillas margas y yesos de Villalba de la Sierra
(Meléndez el al., 1985) está compuesta fundamentalmente por lutitas yesíferas verde-
gris y yeso nodular sacaroideo con estructura "chicken wire" (anhidrita en sondeos):
Presenta intercalaciones decimétricas de calizas y dolomías micríticas. Hacia techo
aparecen intercalaciones de areniscas y lutitas abigarradas con dolomías camiolares. Se
emplaza concordante sobre la Fm Brechas de Cuenca, de edad Cretácico. Su potencia
supera los 300 m y su edad es Maastrichtiense (Senoniense)-Eoceno medio.

La Unidad Detrítica Inferior (Díaz Molina, 1974) está compuesta por conglomerados y
areniscas, lutitas y calizas. Las estructuras sedimentarias permiten interpretar los
conglomerados y areniscas como depósitos de canal, las lutitas corresponden a
depósitos de llanura de inundación o lacustres; las calizas son lacustres. Su potencia
oscila entre 150 y 300 m y su edad es Rhenaniense-Arvemiense inferior (Torres y
Zapata, 1986):

La Unidad Detrítica Superior (Díaz Molina, 1974) se depositó sobre una discordancia
con paleorrelieve sobre los materiales de unidades más antiguas. En su parte inferior
está formada por conglomerados polimícticos y poligénicos y areniscas (subarcosas a
litarenitas) grises en sondeo, lutitas marrones, calizas y yesos, nodulares a veces, con
abundante materia orgánica - niveles de gytja o lignito): Las areniscas son depósitos de
canales. Las lutitas generalmente corresponden a depósitos de llanura de inundación.
Las calizas y yesos se interpretan como depósitos palustres-lacustres. La potencia es
variable, superando los 500 m en la parte central de la cuenca. Su edad es Arvemiense
inferior-Ageniense.

Neógeno.

Todo el Neógeno de la Depresión Intermedia se incluye en la Unidad Terminal (García


Abad, 1977), que abarca cuatro ciclos (Torres y Zapata, 1986):

El Primer Ciclo Neógeno se deposita según una discordancia con paleorrelive sobre
materiales más antiguos en zonas plegadas y definiendo una ruptura sedimentaria con
la Unidad Detrítica Superior en zonas centrales de la cuenca. Está compuesto por
conglomerados, areniscas grises y negras en sondeo, lutitas, yesos bioturbados y
detríticos, calizas y arcillas de neoformación (sepiolitas de Pareja): Se interpretan, en su
conjunto, como depósitos de abanico aluvial (CD-6-49) gradando a una zona central
lacustre con su depocentro entre Huete y Pareja. De acuerdo con datos de sondeo, su
potencia máxima es de 350 m. Su edad es Ageniense superior-Aragoniense medio.

El Segundo Ciclo Neógeno se deposita según una discordancia con paleorrelive sobre
materiales más antiguos en zonas plegadas o definiendo una ruptura sedimentaria con
el ciclo anterior en zonas centrales de la cuenca. Sus caracteres litológicos son similares
a los del Primer Ciclo Neógeno pero predominan los carbonatos sobre los sulfatos. En
Córcoles se desarrolla una zona palustre carbonatada con importantes anomalías
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geoquímicas ligadas a aguas epitermales. La edad de la unidad es Aragoniense medio-


Vallesiense. La potencia máxima es de unos 200 m.

El Tercer Ciclo Neógeno se corresponde con las "Calizas del Páramo", en cuya base se
observan las arenas de la "red fluvial intramiocena", constituida por conglomerados y
arenas con paleo corrientes de dirección E-O. Por criterios regionales, Torres el al.
(1984) le atribuyen una edad Vallesiense Turoliense. Su potencia se estima en unos 50
m.

El Cuarto Ciclo Neógeno está representado por materiales detríticos o químicos, a los
que se atribuye, en ocasiones sin criterios paleontológicos claros, edad Plioceno.

C. Evolución paleogeográfica y eventos significativos

Durante el Terciario, la evolución paleogeográfica de la Cuenca del Tajo estuvo


condicionada esencialmente por los procesos tectónicos que levantaron y afectaron a
sus márgenes. La deformación sufrida por esta cuenca es el resultado de la transmisión
de esfuerzos hacia el interior de la Placa Ibérica causado por la convergencia de África y
Eurasia (Vegas y Banda, 1982; Sanz de Galdeano, 1996) (ver Capítulo 7): El clima y la
composición de las áreas fuente influyeron también de forma notable en las
características de la sedimentación y en la distribución de los depósitos a lo largo de la
cuenca.

Dentro del Macizo Ibérico, la reactivación de las estructuras previas condicionó la


formación de las Cuencas del Duero y del Tajo. La diferenciación de ambas cuencas,
que supone el levantamiento y generación del relieve del Sistema Central, tuvo lugar,
según Portero y Aznar (1984), en el límite Eoceno-Oligoceno, muy posiblemente
durante el Eoceno superior. Esta primera estructuración del Sistema Central aparece
relacionada con la migración hacia el sur de la deformación compresiva que estructuró
los Pirineos (Vegas el al., 1990; Sanz de Galdeano, 1996): Tanto en la Cuenca de Madrid
como en la Depresión Intermedia, la sedimentación fini-cretácica y los depósitos
paleógenos suprayacentes testimonian la retirada progresiva del mar en la zona centro
peninsular. El registro sedimentario desde el Cretácico terminal hasta el Eoceno medio
es pre-tectónico, esto es, anterior a la deformación que individualizó las cuencas del
Duero y Tajo.

El siguiente episodio importante se sitúa en el intervalo Oligoceno-Mioceno inferior,


durante la denominada "Etapa Ibérica" (Capote el al., 1990), y coincide con la
estructuración de la Cordillera Ibérica, controlando la distribución de los sedimentos
paleógenos en muchos puntos del Sistema Central. La individualización de la Depresión
Intermedia se produjo también al final del Paleógeno debido a la imbricación
progresiva de la Sierra de Altomira hacia el oeste (De Vicente el al., l 996a, b; Gómez-
Fernández el al., 1996): La intensa actividad tectónica durante gran parte del Oligoceno
y el inicio del Mioceno inferior es responsable de las distintas discordancias, tanto
progresivas como angulares, que se reconocen dentro de los materiales paleógenos. En
la Cuenca de Madrid el efecto de levantamiento de sus márgenes queda patente en la
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evolución vertical de materiales lacustres (carbonatos y evaporitas) a depósitos


aluviales gruesos que culminan las sucesiones paleó gen as (Fig. 6.23): En la Depresión
Intermedia, la sedimentación de la Unidad Detrítica Superior aparece claramente
condicionada por el emplazamiento de la Sierra de Altomira, mostrando los depósitos
de esta unidad un cambio radical en la naturaleza del área fuente. La evolución hacia
techo de esta unidad viene caracterizada por el predominio de lutitas y carbonatos
lacustres.

En los dos sectores de la Cuenca del Tajo, las unidades miocenas más inferiores se
disponen en discordancia sobre los materiales infrayacentes, lo que pone de manifiesto
la continuidad de la deformación compresiva. En la Depresión Intermedia los tres
primeros ciclos del Neógeno configuran una discordancia progresiva observable en el
barranco de Pareja. El techo de la Unidad Inferior de la Cuenca de Madrid y del Primer
Ciclo Neógeno de la Depresión Intermedia coincide con el desarrollo de sistemas
lacustres someros a lo largo de toda la cuenca. La amplia presencia de evaporitas
responde a la erosión y reciclado de formaciones evaporíticas mesozoicas y paleógenas
(Rodríguez-Aranda el al., 1991): Sobre los depósitos lacustres progradan bruscamente
los depósitos elásticos de la base de la Unidad Intermedia o del Segundo Ciclo.
Localmente, en la Cuenca de Madrid se observa una discordancia angular entre estas
dos unidades. Esta discordancia refleja movimientos compresivos y también
direccionales, que afectaron sobre todo al Sistema Central (De Vicente el al., 1996b) Y
que corresponde solo a la "Fase Guadarrama" (Capote el al., 1990): La discontinuidad
entre las dos secuencias de la Unidad Intermedia, puede relacionarse, desde el punto
de vista tectónico, con los movimientos en dirección y de compresión uniaxial del
borde SO de la Cordillera Ibérica, aunque es posible que el clima condicionara también
esta discontinuidad de orden menor dentro del Aragoniense superior, que sólo queda
registrada en la Cuenca de Madrid.

El cambio generalizado en la estructuración de la cuenca, de un régimen compresivo a


otro distensivo, tuvo lugar en el Vallesiense y coincide a grandes rasgos con la
discontinuidad entre las Unidades Intermedia y Superior de la Cuenca de Madrid o
entre el Segundo y Tercer Ciclo neógeno de la Depresión Intermedia. Esta
discontinuidad es muy significativa y, si bien en los bordes de la cuenca no se reconoce
ninguna discordancia, hacia las zonas centrales queda bien marcada por el importante
paleokarst desarrollado sobre los carbonatos del techo de la Unidad Intermedia
(Cañavera s el al., 1996), que indica un descenso significativo del nivel de base de la
cuenca. En las zonas de transición a las facies marginales arcósicas del área occidental,
los fenómenos pseudokársticos de erosión subsuperficial, de tipo "piping", sustituyeron
a los procesos puramente kársticos del centro de la cuenca (Fig. 6.25): Es en algunas de
las cavidades generadas en estas zonas donde se ubica el sistema de yacimientos de
mamíferos del Cerro de Los Batallones de edad Vallesiense superior (Pozo el al., 2004):

Este nuevo marco morfotectónico se encuentra relacionado con el inicio de un


importante proceso de elevación tectónica regional asociado a fenómenos flexurales
de basamento y litosféricos, asociados a la compresión NO-SE Bética (Andeweg el al.,
1999; De Bruijne y Andriessen, 2002): Este proceso da lugar a la primera creación de un
importante relieve intracuencal subparalelo al Sistema Central, que sirve de escenario
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para la generación de grandes fosas sinclinales, como la de Los Gozquez-Valle de las


Cuevas (Silva y González-Hernández, en prensa): Estas estructuras extensivas se
originan por encima de la superficie neutra de la flexión anticlinal (bulge) del
basamento de la cuenca, asociada al cabalgamiento del borde S del Sistema Central
(Andeweg el al., 1999):

En este contexto topográfico de relieves intracuencales se reanuda la sedimentación de


la Unidad Superior (Fig. 6.25) y del Tercer Ciclo Neógeno con la instalación de
importantes sistemas fluviales, a favor de las irregularidades topográficas, y que
continúa en un régimen fluvio-Iacustre rellenando y enrasando los relieves previos.

Desde el Vallesiense hasta el Plioceno, han continuado activas las fallas normales del
centro de cuenca. Los cambios más importantes parecen ser climáticos. No obstante,
durante el Plioceno inferior se produce la deformación de las calizas de la Unidad
Superior, generando los nuevos surcos sinclinales (Tajo y Tajuña) en respuesta a la
amplificación del "forebulge isostático" del Sistema Central hacia centro de cuenca
(Andeweg el al., 1999): A favor de estos surcos se instala una nueva red fluvial que
fosiliza el karst generado sobre la Unidad Superior y que afirma ya el neto carácter
exorreico de la cuenca. Las variaciones en el grado de aridez dentro del Plioceno
parecen condicionar el desarrollo de sistemas kársticos en las etapas de mayor
humedad y de calcretas laminares en las más áridas (Sanz, 1996):

La inversión de la cuenca durante el Plioceno, aunque ya iniciada en el Mioceno final,


va acompañada por un significativo aumento de los valores de elevación y denudación
en el Sistema Central. Las tasas de elevación se estiman entre 4,7 ± 1,0 y 5,9 ± 1,6 km
desde el Mioceno medio, y las de denudación de hasta los 3,2 km desde el inicio del
Plioceno hasta la actualidad (De Bruijne y Andriessen, 2002): En la Depresión
Intermedia los depósitos pliocenos rellenan depresiones generadas por colapso de
materiales calcáreos del Cenozoico o incluso del Cretácico y parecen corresponder a
episodios extensivos cenozoicos muy tardíos.

En el tránsito Plio-Pleistoceno, y de forma diacrónica, se produce un proceso de


integración del drenaje mediante el acoplamiento definitivo de los antiguos canales
alimentadores de los sistemas marginales detríticos (p.ej., rañas y rampas arenosas
pliocenas) con el drenaje extracuencal atlántico (Silva y González-Hernández, en
prensa): En cualquier caso, este proceso viene acompañado de un basculamiento
generalizado hacia el SO. La presencia de sismitas en las terrazas pleistocenas del bajo
Jarama indica una actividad neotectónica continuada en las partes centrales de la
cuenca.

Bibliografía de referencia.
Geología de Madrid: geología, tectónica, geomorfología, estratigrafía.

Chaline, Jean (1987): El Cuaternario. Editorial Akal, Madrid.


Meléndez Hevia, Ignacio (2004): Geología de España. Ediciones Rueda, Madrid.
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