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Educación familiar desde las diversas perspectivas en la familia

La educación familiar siempre será un proyecto en continua construcción y por


ello debe mirarse desde los diversos énfoques que abordan su objeto de estudio y
las perspectivas que amplian el panorama de comprensión.

Es claro que la persona humana es un ser capaz de perfeccionarse, y esta


perfección debe buscar la formación integral que potencialice todas las facultades
que componen al ser humano en cuanto tal.

Esta educación exige un reconocimiento de los estilos educativos paternos, la


instauración de las relaciones familiares basadas en el respeto y la dignidad, las
pautas educativas que dinamizan la existencia, la educación en los valores que
sustentan todo proceso educativo y la educación de la voluntad que es un tema que
hemos visto con exactitud durante esta unidad. En fin, cada uno de estos elementos
hacen parte de la educación familiar que gesta y se articula con todas las
herramientas de aprendizaje a favor de la formación de los niños, padres de familia y
los miembros de un determinado grupo humano.

Los aspectos anteriormente enunciados se contemplan desde las perspectivas


familiares que complementan el ejercicio educativo como derecho ineludible, que
brinda herramientas suficientes para lograr la humanización y la madurez en cada
etapa de la vida. Destacamos en este aparte, el papel de los padres que consiste
en contribuir e influenciar positivamente en los procesos de formación, de tal forma,
que no sólo sean transmisores de conocimiento sino que ellos esten avalados con la
coherencia de sus palabras y su vida.

La educación familiar partiendo de los diferentes estilos según el


planteamiento de Quintana (1993), son los esquemas que reducen las múltiples
pautas educativas a pocas dimensiones básicas, que dan lugar a unos tipos
habituales de educación familiar que se clasifican en cuatro estilos.

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El primero hace referencia al autoritativo- reciproco que arrojan efectos
considerables, tal es el caso de los hijos con autoconcepto realista, coherente y
positivo, poseen una buena autoestima y autoconfianza, cultivan la obediencia-
autonomía como la responsabilidad y fidelidad, entre otros.

El otro estilo de los 4 existentes, es el autoritativo represivo que como su


nombre lo indica se manifiesta en la falta de reciprocidad y diálogo, es impositivo, en
la exagerada autoridad paterna, la dirección es unidireccional y cerrada y existen
más castigos que elogios.

El tercer estilo es el permisivo – indulgente. Es el polo opuesto del segundo,


no se establecen normas, no se delegan tareas ni funciones, se accede facilmente a
todos los deseos de los hijos, no usan ningún tipo de correcciones, al menos no las
necesarias; esto en nada ayuda al autocontrol ni autodominio de los hijos.

El último estilo es el permisivo – negligente. Son los padres permisivos


prácticos o por comodidad. Es decir, no asumen ninguna implicación afectiva en los
asuntos de los hijos. Son los que siempre reflejan una conducta evitativa con los
mimos materiales. En nada ayuda a la formación de los hijos estos rasgos.

Pero, en esta educación, no solo se necesitan los estilos parentales, es


necesario tambien la instauración de las relaciones familiares como factor de
educación que el mismo Quintana (1993) en su texto de “pedagogía familiar”, insiste
en afirmar que comunicación es todo trato y correspondencia entre dos o más
personas, somos seres en relación con el otro.

Podriamos preguntarnos ¿cuál es la relación existente entre educación y


comunicación? Educar es un ejercicio que enmarca a la persona como tal
(autoeducacion) y con los otros (heteroeducación). La educación necesita el arte de
la comunicación y una auténtica comunicación exige una buena educación.

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Este elemento en el ámbito familiar lo percibimos en el modo de comunicarse
de cada persona, en el reconocimiento del yo, del tú para que se geste un nosotros,
y en este campo todos cumplimos un papel significativo. Esta comunicación familiar
se comprende dede el diálogo consigo mismo, en la conversación sincera y libre,
contextual, comprensiva, profunda y donde se manifieste la empatia; donde se
constate las palabras, el silencio, la mirada, los gestos, el diálogo sincrónico para
develarlo del monólogo.

Otro aspecto que no podemos perder de vista son las pautas educativas. Que
se dividen en pautas educativas dinámicas y organizativsas. Por pautas educativas
dinamicas comprendemos todo la riqueza experiencial que se le debe transmitir a la
familia y que en razón de las dinámicas individuales y grupales se busca incrementar
y fortalecer el adecuado comportamiento de la persona en relación a sí mismo y los
entornos sociales, teniendo presente el respeto a los demas, la autonomía en la toma
de decisiones. Estas dinámicas se viven cuando al niño se le reconoce como
persona y no como niñito o personita, es decir, en diminutivo y cuando se le delegan
pequeñas responsabilidades en el hogar, la escuela o un grupo en particular.

Por otra parte, existen las pautas educativas organizativas donde resaltamos
la participación y la responsabilidad. Lo que se busca es hacerles comprender al niño
que toda comunidad a la que se pertenece tiene un buen funcionamiento cuando se
coopera, se construye y se canalizan todas los talentos para la búsqueda de un bien
común de acuerdo al rol que cada uno posee.

Por la responsabilidad y la participación, el niño se entrena en la autonomía


que no es independencia ni indiferencia, al contrario, dicha responsabilidad está en
función de sus aspiraciones personales pero teniendo siempre presente al otro. Un
ejemplo claro, es cuando los niños en los grupos de trabajo, en la escuela o en el
hogar van manifestado su liderazgo.

La educación familiar tambien exige una formación en los valores en el seno


de la familia. Sera Pliego (1995) quien ante una sociedad en continuos cambios

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sociales, con una escasa clarificación de los valores y una educación poco orientada
en la propuesta de la axiología, es importante una formación pertinente en este
campo. El mismo autor, subraya que los valores son múltiples especificaciones del
bien. Por esta razón, la familia educará correctamente si tiene en cuenta la jerarquia
de los valores, la verdad, la claridad de los conceptos, la dignidad de la persona, el
proyecto personal de vida y el conocimientos de los entornos en los que crecen sus
hijos.

Por último, destacamos la educación en la voluntad en la familia. Entendemos


que el proceso de educación consiste en actuar conforme a lo que el hombre es.
Esta educación de la voluntad al interno de la familia requiere, autoexigencia, el
esfuerzo y dedicación para que en la formación de la voluntad de los hijos pueda
alcanzar la mejor versión de ellos mismos. Por otra parte, es neceario enfatizar en la
educación del autocontrol, autoconocimiento y autocritica para que los hijos
alcancen la conquista interior. Como todo proceso de aprendizaje, siempre es
necesario la estimulación en los estudiantes, en este caso, en los hijos se debe
valorar positivamente todo esfuerzo por hacer las cosas bien ya que esto de una u
otra manera, incentiva el fortalecimiento de las buenas decisiones en los hijos que
manifiesten actitud reflexiva y critica frente a las circustancias de la vida.

En forma conclusiva, podemos dejar en claridad, que cada uno de estos


elementos se comprenden en una visión holística. En otras palabras, dichos
elementos no se asumen como puntos sueltos, sino desde la complementariedad e
interdisciplinariedad. El hombre es un conjunto de muchos elementos, de igual forma
sucede con la educación, muchos factores que componen una realidad. Cabe notar,
que cada aspecto desarrolla una función que en todo el proceso educativo requiere
evaluación, repensar, resignficar estrategias y herramientas, ya que estas responden
a una necesidad específica de la persona.

Yenner Yair Orozco Gómez

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Referencia Bibliografica

Quintana, J. (1993). Pedagogía Familiar. Madrid: Editorial Narcea.

Pliego, M. (1995) Los valores y la familia. México: Editorial Minos.

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