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El concepto de arte es un poco difuso, ya que éste ha variado en función

del contexto y de la persona que lo definía. Así, existe un gran número de


clasificaciones sobre qué debe considerarse como tal. Es la cultura del
momento la que va a propiciar que dentro de esa selección se incluyan o
no determinadas creaciones. Sin embargo, hay una de ellas que, desde mi
punto de vista, es la unión de todo aquello que se ha considerado como
arte, hablo de el cine.

Aristóteles definió el arte como “actividad humana de producción


consciente basada en el conocimiento”, realizando una división entre
obras imitativas y no imitativas. Una de tantas. De hecho, el dilema por
entrar en aquello considerado como arte abarca incluso al ámbito de los
videojuegos, donde cada cual aporta su visión particular al respecto.

El cine se considera como séptimo arte, algo asignado por Riccioto


Canudo en su obra “Manifiesto de las Siete Artes" publicada en 1911. Esta
sería la primera vez que se definiría al cine como tal, un concepto que se
asentará y llegará hasta nuestros días como sinónimo de la gran pantalla.

Sin embargo, creo que el cine como arte no se encuentra aislado. Cuando
vemos una película no visualizamos un único producto, sino la unión
de diversos elementos que se plasman en una obra. La persona
encargada de dirigir un largometraje no solo debe tener en cuenta uno
de estos elementos, de lo contrario, el resultado puede ser insatisfactorio
o desequilibrado. Por lo tanto, comparemos el cine con el resto de artes
para comprobar qué aporta en cada una de ellas.

En busca del primer relato de ciencia-


ficción
La ciencia-ficción vive para muchos una nueva edad dorada, especialmente
en la pantalla. Sus orígenes se suelen marcar en el siglo XIX con
Frankenstein y las novelas de Julio Verne. Sin embargo, estas historias
encuentran su germen en relatos que datan de hace casi 18 siglos.
Por Víctor Millán – Feb 3, 2019 - 12:30 (CET)

¿Cuándo comenzó la ciencia-ficción? El género parece estar viviendo


una segunda época dorada la gran pantalla en lo que va de década,
gracias a títulos reconocidos como La
llegada (2017), Interstellar (2014), Gravity(2013), series como Black
Mirror (2011-) o la crípica pero muy comentada Aniquilación(2018). Toda
una tendencia que arrancó con títulos valorados seguramente más años
después de su estreno -ese es el caso de la hoy valorada Hijos de los
Hombres (2006)- la recuperación con luces y sombras de clásicos como la
saga Alien o la vuelta al género como director de Steven Spielgerg
con Ready Player One (2018).

La línea entre fantasía y ciencia ficción siempre ha sido muy fina, pero
componentes de ambos géneros aparecen desde el comienzo de la
literatura
La ciencia-ficción, en definitiva, está de moda, en parte gracias
a novelas que como exploramos en este artículo han inspirado muchos de
lo que hoy vemos en el cine. Sin embargo trazar el germen de la ciencia-
ficción escrita siempre ha sido una cuestión difusa que depende de su
propia definición.

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Isaac Asimov, referente donde los haya, la definió como “la rama de la
literatura que trata sobre la reacción de los seres humanos a los
cambios en la ciencia y la tecnología". Por su parte, Hugo Gernsback,
escritor que daría nombre a los actuales premios Hugo y quien acuñó el
término de science-fiction en 1926 en su revista Amazing Stories, daba la
siguiente descripción, recogiendo ya el terreno que habían recorrido
precursores como Verne o Wells:

Por "scientifiction" me refiero al tipo de historia de que iniciaron Julio


Verne, HG Wells y Edgar Allan Poe, un encantador relato romántico
entremezclado con un hecho científico y una visión profética [...] No solo
hacen de estas increíbles historias una lectura tremendamente interesante,
sino que siempre son instructivas. Las nuevas aventuras que se nos
presentan en la “scientifiction” de hoy no son en absoluto imposibles de
materializar mañana [... ] Muchas grandes historias científicas destinadas a
ser de interés histórico aún están por escribir ... La posteridad señalará que
han marcado un nuevo camino, no solo en literatura de ficción, sino
también en el progreso.
Tanto Gernsback, que después cambiaría el término 'scientifiction' por
'science-fiction' tras vender una revista que llevaba este nombre y sus
derechos, como Asimov, parten de que este género debe tener un
disparador tecnológico o científico plausible. Quedan así a un lado las
historias de fantasía que aunque se desarrollen en entornos futuristas o
espaciales -como Star Wars- no prestan atención a estas cuestiones. En
pocas palabras, la línea entre fantasía y ciencia ficción siempre ha sido
delgada, dividida a su vez entre los que defiende una science-fiction
hard (dura), que detalla y sienta elementos científicos posibles, y la
blanda, que los toma con más ligereza.

Sin embargo en la historia de la literatura y de los propios relatos orales


también hay opiniones que creen que existe una semilla mucho más
anterior, y que incluso la ciencia-ficción nació con el comienzo mismo de
los primeros cuentos y leyendas. Estos son los precedentes que marcaron
las primeras etapas del género y los escritores que escribieron antes de
nadie de temáticas relacionadas con la ciencia-ficción, seguramente sin
saberlo.

Un viaje a la Luna... contado en el Siglo II


Un relato del siglo II ya narra la llegada de un grupo de hombres a la Luna
John Clute, creador de la Enciclopedia de la Ciencia-Ficción, apunta el
término proto ciencia-ficción para todos aquellos relatos antiguos que
sentaron las bases. En este rastreo aparece Historia Vera, del escritor
sirio de tradición griega Luciano de Samósata. Una historia escrita sobre
el año 150 después de Cristo que narra las aventuras de un grupo de
navegantes que tras sobrepasar las columnas de Heracles, el punto donde
se acababa la Tierra según la cosmogonía helénica, son arrastrados por
una tormenta hasta la Luna. En el satélite conocerán a un grupo de
selenitas envueltos en una guerra interplanetaria contra El Rey del Sol, y
todo ello, como decimos, hace más de 1.800 años.

El argumento de Historia Vera partía más de una vocación por criticar los
relatos irreales de las historias Homéricas que por una vocación de
explorar la exploración espacial, lógicamente, pero eso no quita que
parezca un relato sacado de una novela pulp.
Luciano de Samósata
Cuentos como los de la Mil y una noches o el relato japonés de El cortador
de Bambútambién se han visto por sus ligazones con viajes al espacio
cercano como parte de esta proto ciencia-ficción definida por Clute.
Después de ellos, hace falta hacer un viaje hasta el siglo XVI para
encontrar el siguiente campamento base que fijaría los cimientos del
género.

En este siglo aparecen iniciado por Tomas Moro y


su Utopía (1516) viajes a países y mundos idílicos, dando entrada
también a las primeras visiones de posibles futuros idílicos pero también
distópicos. Relatos como La Nueva Atlántida (1626) de Francis Bacon, que
describe un mundo donde la ciencia de la época es el eje, es otro
ejemplo. Pero no sería hasta el siglo posterior, con la llegada de
la Ilustración y la revolución científica y la razón como ejes del
pensamiento cuando se abrirían nuevas puertas.

Aquí aparece Somnium (1634) una novela de Johannes Kepler -sí, el


astrónomo que fijó las bases de los movimientos de los planetas en torno
al Sol- que contaba el viaje a la Luna de un observador que la describe.
Aunque sus visiones del satélite se hacían con vocación científica, su
'teletransportación' a la Tierra se produce por la intervención de unos
espíritus divinos. Y es que aún faltaría un poco para que fuera un cohete o
un artilugio tecnológico el que fuera el disparador de la trama. Pese a
esto, voces tan autorizadas como Carl Sagan situaron la obra de Kepler
como la primera trama de ciencia-ficción de la historia bajo su punto
de vista.

En 1657, Cyrano de Bergerac también describe en primera persona el


viaje de su personaje al Sol en el relato El Otro Mundo, mientras que en
1666 Margaret Cavendish , la duquesa de Newcastle, publicaba El Mundo
Ardiente, una historia que nos llevaba a un mundo alternativo al que se
accedía por el Polo Norte. El peso de las mujeres en esta ciencia-ficción
antigua no se detiene en la aristócrata inglesa. Ya en plena Ilustración, la
francesa Marie-Anne Robert contaba en El nuevo Mentor otro viaje por el
Sistema Solar. Todas estas historias mantenían aún sin embargo un peso
muy marcado de la fantasía y los relatos incluso de tono cómico, como
serían los de El Barón de Munchausen (1781), capaz de recorrer el
mundo sobre una bala de cañón o volar también hasta la Luna, y que en
una versión también histriónica llevó al cine Terry Gilliam (1988).

El año 2440 visto por un Ilustrado


Durante el siglo XVIII comienzan a verse los primeros relatos que
intentaban imaginarse cómo sería el futuro. En 1771, Louis-Sébastien
Mercier publica 2440, una novela que viaja hasta ese año tan lejano
mediante sueños, representando una sociedad fascinada por la ciencia,
donde a los niños se les regala desde pequeños artilugios de observación.
El utopismo iniciado por Moro, seguía aquí impregnado ya por la pasión
de los nuevos avances que ocupaban por primera vez un lugar principal
en la mente de los aristócratas.

Un ejemplar de 2440
Pensadores de primer nivel de la época también recurrieron a lo que hoy
podríamos llamar ciencia-ficción para describir sus sociedades.
En Micromegas (1752) Voltaire cuenta la historia de un ser llegado de
otro plantea que describe la sociedad en la Tierra, un argumento
sorprendente para su siglo, pero que además contó con la casualidad de
que en el relato también se describía la presencia de lunas en Marte antes
de su descubrimiento.

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