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Villarini (1991) define el pensamiento como la capacidad para procesar información y construir
conocimiento, mediante la combinación de representaciones, operaciones y actitudes mentales.
Según este autor, la educación debe estar orientada al desarrollo de un pensamiento no
automático, sino uno más elevado y consciente, es decir, sistemático, y para ser capaz, finalmente,
de someter a análisis y evaluación nuestros propios pensamientos y acciones.
El fundamento de la ECA radica en que el estudiante, a partir de sus experiencias previas, llegue a
resolver problemas al tiempo que desarrolla las competencias y conceptos pertinentes para eso.
Su propósito es el desarrollo de las destrezas complejas, tomando como base la experiencia
individual del alumno, con la meta de incitar la creatividad de éste para la solución de problemas y
la toma de decisiones. Esto implica que el estudiante no se limite únicamente a memorizar la
información sino a recibirla, comprenderla y procesarla para posteriormente aplicarla y
transferirla. La estrategia de enseñanza ECA parte de las siguientes condiciones para el
aprendizaje:
Exploración. En este momento el docente hace que el estudiante asocie la nueva información que
se está presentando con sus experiencias pasadas, aprendizajes previos, necesidades e intereses
de conocimientos personales y académicos. La función del maestro consiste en observar,
diagnosticar conocimientos, destrezas y actitudes. Por su parte, el estudiante recibe la
información, reconoce su capacidad de pensar, limitaciones y fortalezas, recupera los
conocimientos previos y procesa la información. En suma, el maestro suscita el pensamiento del
estudiante por medio de una situación problema que a su vez activa las experiencias previas,
relacionándolos con los objetivos del contenido de una unidad de enseñanza, indicando los logros
que se quieran alcanzar. Para lo anterior se puede hacer uso de recursos visuales, como por
ejemplo, videos, imágenes fijas o animadas, textos icónicos; verbales, a saber, narraciones, audios;
y textos que presenten noticias, crónicas, artículos, de modo que sirvan para presentar un
problema que los estudiantes puedan resolver interactuando con el docente y los otros
compañeros. Se trata de “encender” el pensamiento.
Aplicación. Aquí se enfrenta al estudiante a tareas específicas utilizando los conceptos elaborados
(evaluación sumativa) y se estimula la metacognición (Villarini, 1991). El docente expone al
alumno a problemas que deberá analizar y resolver al transferir y aplicar las destrezas
desarrolladas y las actitudes adquiridas. El docente en la fase de aplicación debe diseñar los
ejercicios de manera que lleve al estudiante a que observe, comprenda y analice la tarea, recuerde
la estructura del concepto, lleve a cabo la tarea, aplicando los diferentes aspectos del concepto y
verifique (metacognición) que aplicó todos los elementos del concepto y la destreza al problema
(Arrieta, Consuegra, Durán, 2008). A lo largo de la estrategia, el docente se convierte en el
orientador que favorece el proceso de reconstrucción de las experiencias previas, el
procesamiento de la nueva información y la transferencia de los nuevos conocimientos. En este
sentido, el maestro, a partir de una evaluación continua, puede identificar problemas de
aprendizaje en el alumno para tomar decisiones sobre “qué específicamente debe enseñar en el
presente, o en el próximo segmento del proceso de enseñanza aprendizaje” (Villarini, 1991, p.
113). Villarini (1998) establece tres tipos de evaluación que se dan en diferentes momentos, en
donde se observa, analiza y se juzga el desempeño del estudiante: al inicio, durante y al final del
proceso. Esta evaluación adquiere tres formas: diagnóstica, formativa y sumativa. La evaluación
diagnóstica establece la brecha que existe entre el estudiante en su proceso de desarrollo con
relación al objetivo de enseñanza y las posibles dificultades a las que se puede enfrentar. Aquí el
maestro puede clasificar y agrupar a los estudiantes según las características vistas en el
diagnóstico. La evaluación formativa arroja información que permite saber si el alumno se
encuentra en camino de alcanzar el objetivo, en otras palabras, si está desarrollando el concepto,
la destreza o la actitud. Finalmente, la evaluación sumativa establece si el estudiante alcanzó el
objetivo, identificando las fortalezas y limitaciones que éste tuvo en todo el proceso. Además, este
momento final permite al docente planificar segmentos subsiguientes en el proceso de enseñanza
aprendizaje.