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cuadro y estilo
Gabriel Guibelalde
Guibelalde, César Gabriel
Personalidad cuadro y estilo. - 1a ed. - Córdoba : Encuentro Grupo Editor, 2010.
100 p. ; 21x14 cm.
ISBN 978-987-1432-49-3
Miembros de la CÁMARA
ARGENTINA DEL LIBRO
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Tel/fax: (0351) 4606044 / 4691616- Pasaje España 1485 Córdoba - Argentina.
Índice
Índice.............................................................................. 5
Personalidad, cuadro y estilo ........................................ 7
Pulsión, pasión y montaje ...........................................21
Salientes y vacios.........................................................53
Arte y psicoanálisis......................................................82
Avatares del sujeto en el método fenomenológico.....105
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los chinos, o los mandalas entre los indios y tibetanos son con-
siderados como marcas o trazos únicos (S1) que corresponden a
un sujeto ($) singular. El escarabajo egipcio es también algo del
orden de lo singular, para un yogui cada glándula es una cierta
extracción de masa.
A lo largo de su historia las teorías de la personalidad han reci-
bido diversas lecturas y valoraciones. En la personología se
trata de desarrollar teorías generales sobre las características
psíquicas de las diversas personas. En la psiquiatría el problema
central es la nosografía o psicopatología, no se trata tanto de
desarrollar la teoría de las personalidades como la teoría de los
cuadros clínicos, sus características y causas sobredeterminan-
tes. En el psicoanálisis la teoría de los cuadros clínicos es tam-
bién central, pero el eje es planteado en torno al reconocimiento
del inconciente (Freud), la integración de la personalidad
(Klein) y el atravesamiento del fantasma (Lacan).
En la historia de oriente la personalidad ha sido no solamente
un problema de la psicología, convertido también en diversas
personologías, nosografías y psicometrías, sino también de la
astronomía, la música, la matemática, la geometría y la quími-
ca.
Al igual que la música occidental, las músicas orientales en
general están basadas en el concepto de escala, de hecho este
concepto proviene originariamente del oriente. Aún en Grecia,
cuna de la razón, la ciencia y el arte occidental, el concepto de
escala se articula fuertemente al de personalidad. En la musico-
logía griega se distingue escala de modo, la escala es el aspecto
matemático del modo, y el modo es el aspecto psíquico o psico-
lógico de la escala, que se corresponde directamente con el
tema, del cual parte la obra de arte, la canción, el cuadro.
Grecia tiene siempre una fuerte impronta oriental, incluso en su
musicología, dentro de las musicologías orientales cada escala
se caracteriza por su temperamento o personalidad, las cancio-
nes están basadas en las escalas, son modificaciones sobre esca-
las, el tema del que parte una canción corresponde a un cierto
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las pasiones, cuya lógica está basada en los tres tiempos grama-
ticales de lo activo, lo pasivo y lo reflejo. La voz activa corres-
ponde a la inspiración y al endodermo, la voz refleja, corres-
ponde a la incorporación y al mesodermo, y la voz pasiva a la
expiración y el ectodermo. La clínica psicoanalítica está basada
en el desarrollo del montaje del fantasma con respecto a las
pasiones y pulsiones.
Las pulsiones son las pasiones del cuerpo y las pasiones son las
pulsiones surgidas de la relación con el mundo exterior, y su
funcionamiento está basado en los 3 verbos, la voz activa, o
inhalación, voz pasiva, o exhalación, y voz refleja, o conserva-
ción, que son regulados desde el fantasma. Las pasiones son el
amor, el odio y la ignorancia, y las pulsiones fundamentales son
7, oral, escópica, anal, fálica, de latencia, invocante y genital
(OEAFLIG).
El amar es igual a querer incorporar dice Freud, y el odiar es
querer expulsar. La pulsión de saber es igual también a querer
incorporar, y saber en el lugar de la verdad es igual a haber
incorporado, y también a expulsar. Freud habla de una pulsión
de saber, Lacan prefiere hablar de una pasión de ignorancia.
Einstein dice: “Todos somos ignorantes, pero no todos ignora-
mos las mismas cosas”. Todo saber equivale a un cierto saber y
a una cierta ignorancia donde lo sabido hace de mediación con
lo desconocido. En el amor el yo quisiera incorporar dentro,
dice Freud, en el odio quiere expulsar fuera. Por otro lado, el
odio corresponde a la inhalación, a la voz activa, el yo quisiera
reconocer algo dentro, más allá de su dependencia con el objeto
amado, y el amor a la exhalación, al ser amado, la voz pasiva, y
al hacerse amar, la voz refleja.
La clínica psicoanalítica está basada en la transferencia, donde
se disparan las 3 pasiones, que deben ser tensadas por el trabajo
analítico, tensar es desplegar el espacio del fantasma, que co-
rresponde al lugar del sujeto. Al perder el objeto, en el duelo, el
yo queda ante el dolor y la culpa de la pérdida, el análisis es un
desarrollo del saber en el lugar de la verdad donde la voz refleja
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des? Estos planos son las figuras musicales, los óvalos aplana-
dos.
En occidente el pentagrama, como también el tripentagrama, ha
sido resistido por una parte no menor de la geometría, como
figura geométrica trascendental. En oriente la escritura más
antigua, surgida en china, es el trigrama, prácticamente la cultu-
ra en general, incluidas las diversas ciencias y artes, está basada
en el trigrama. Los músicos, como los orientales, empiezan por
ahí, hacen del pentagrama el principio de escritura más común
para las vibraciones o sonidos y letras o temas.
A lo largo de la historia de la música se han propuesto otros
modos de representación de los sonidos, pero el tripentagrama
se ha mantenido hasta hoy como la forma de representación
más consensuada. Sin embargo, muchos geómetras han resisti-
do al pentagrama y no han explorado su valor matemático. Una
de las causas probablemente sea la resistencia de la ciencia con
respecto al arte, por otro lado el pentagrama es un espacio de
representación variable, donde pueden ser localizados matemá-
ticamente distintos intervalos entre sonidos, mediante la locali-
zación de las figuras, y distintos ritmos o intervalos de tiempo,
mediante los 7 tipos de figuras, redonda, blanca, negra, corchea,
semicorchea, fusa, semifusa. La figura representa el espacio o
altura del sonido, el tipo de figura representa el tiempo o deve-
nir del sonido. Desde el punto de vista acústico, tanto las alturas
en el espacio como el devenir en el tiempo, de los sonidos, pue-
de ser muy variable. Los instrumentos musicales representan
los intervalos entre los sonidos de cierto modo que tiende a ser
uniforme, pero para objetivizar una serie de salientes e interva-
los específicos es necesario representar la dimensión natural
singular y objetiva de los mismos, como desde ya su presenta-
ción también específica en el tiempo.
En el pentagrama entre cada línea y espacio, o entre dicho es-
pacio y su línea subsiguiente, la distancia es la propia de 1 tono
entre 7 tonos naturales, que pueden ser alterados desde las cla-
ves 4 veces en disminuidos, metadisminuidos y aumentados y
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la, modificaciones que tienen que ser armónicas entre sí, dedu-
ciéndose unas de otras entre sí como los números, las formas
geométricas y las figuras musicales lo hacen entre sí desplegan-
do un campo nuevo de relaciones. La calidad de la obra se halla
directamente relacionada con el grado de logro que la canción
tiene con respecto al tema que se estaba pentagramando geomé-
tricamente.
La medida del plano representa el sonido o los sonidos de parti-
da. Al estar marcado por el lenguaje, cada sujeto se caracteriza
por un cierto repertorio de sonidos o vibraciones o extracciones
conocidas, que se ubican dentro de una determinada frecuencia
y serie singular, y que se corresponde con una determinada
serie de temas propios de su personalidad. Para poder intervenir
a nivel de las relaciones múltiples e infinitesimales o de arco de
este tipo de sonidos, lo primero es determinar el grado de fre-
cuencia o grado de latitud, o de longitud de latitud, que es pro-
pio de cada uno de los planos materiales de los cuales provie-
nen dichos sonidos, luego multiplicarlo por la longitud y final-
mente por la altitud. Al realizar esta operación una vez aparece-
rán algunas figuras, al realizarla dos veces vendrán más figuras,
y así sucesivamente. Cada figura proviene por su parte de un
determinado sector o registro, por lo cual mientras más sean
desarrolladas estas operaciones mayor cantidad de figuras apa-
recerán, y más claramente serán definidas y objetivizadas, des-
de su longitud, latitud y altitud. La altitud es ectodérmica, la
latitud meso y la longitud endodérmica. La explosión, la com-
posición, la mezcla, proviene de una serie de figuras dentro de
una forma dada.
El tripentagrama es una figura invertida de un cuerpo o trigra-
ma, y puede representar diversas relaciones entre intervalos y
salientes, no solamente las escalas de 7 tonos y 12 semitonos,
sino en general cualquier escala. En la historia de la música es
necesario partir de cuando menos 13 tonos y 13 escalas o mo-
dos, al multiplicar los tonos por las escalas conocidos, aparecen
otras tantas figuras, al multiplicar las figuras provenientes de la
altitud, la latitud y la longitud con las provenientes de la canti-
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volver para leer como otro su propio trazo, promete volver con
su pregunta milenaria: - Quien escribes, ¿has escrito a quien
queda escrito?
La pregunta es cotidiana; pero sólo el arte desprende todas las
enseñanzas de esta pregunta. Sólo en el arte quien queda escrito
puede preguntar a quien escribe, cuando su pieza va a salir fi-
nalmente a escribirlo, que si aún tras los días y noches en que
ha pulido su pieza, la pieza ha finalmente escrito a quien queda
escrito. Lugar de cruce fundamental entre el Arte y el Psicoaná-
lisis, y si bien sus discursos puedan luego rodar por caminos
diferentes, se articula en este cruce algo de lo más fundamental
de sus respectivas enseñanzas.
*
* *
Período de la creación. En su intimidad, la obra atraviesa por
transfiguraciones siempre desconocidas por el público: el pro-
ducto entregado no es nunca el producto inicial. Solamente en
el mercado verbal del día el producto entregado es el producto
inicial. La creación en cambio, necesita renovar las expresiones,
variar los acentos, tomar los otros caminos, estirar las ramas, en
fin, diseminar. Ese es su único medio, y no acepta otro, de don-
de el divorcio milenario del artista y el zoon politikon. En una
dicotomía tan habitual como ilusoria, encontramos renovada-
mente al artista ante el hombre de la pólis; el artista empujado a
esquivar la vida pública y a inhibirse en la velocidad de sus
diálogos; el hombre de la pólis, de discurso preciso y vectorial,
de enunciados operativos, admirador de la trascendencia y la
perdurabilidad del arte pero separado irremediablemente de él.
Y tal dicotomía no es más que la oposición entre un discurso de
empuje sintagmático y un discurso de empuje paradigmático,
adonde nada obsta el que puedan perfectamente alternarse. Al-
ternarse y nunca confundirse.
La dicotomía se escucha también habitualmente en términos de
perdurabilidad. La obra de arte aboliría la caducidad y la eva-
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-¿Quién eres?
-El ausente
-¿Estás en el libro?
-Mi sitio está en el umbral
- Y cómo puedo hacer para recibirte en el libro?
-Mi sitio está en el umbral
-Pero es que no hay manera de que entres al libro?
-Yo, Sérafi el ausente, he nacido para escribir li-
bros. Estoy ausente porque soy el cuentista. Y sólo
el cuento es real.
Flagelo inútil entonces el del autor. Si se dice o dice que de tal
o cual manera hubiera podido ser mejor, flagelo inútil, porque
aún de tal o cual manera la obra adolescería; si incluso profun-
diza, y agrega que la obra es pesada y detestable, que debiera
haber obtenido una mayor depuración o dinamismo, más flage-
lo inútil, porque continúa esperando la vía masiva, la inscrip-
ción definitiva, la representación masiva en la obra. El engaño
es la línea : La línea es el engaño. Es porque falta el camino que
hay otros caminos. Es porque no hay línea que hay bucle. O,
mejor dicho, la línea acaso no sea más que un mal sueño del
bucle. Y es porque la creación vuelve a cavar la consistencia de
una nada sobre la que no puede de ninguna manera avanzar,
que esa nada se convierte en causa, positivizándose.
Y Jabés de nuevo, hablando de su texto “El Libro de los Már-
genes”:
Este es “El Libro de los Márgenes”. Todo libro es el libro de los
márgenes
El final de todo reencuentro es la marcha a otra obra. El sentido
de la obra era la otra obra. Lo que hace serie en las obras deja-
das atrás, lo que permite verlas en fila, es que todas ellas han
retrocedido ante el mismo imposible.
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Voluntad de dominio
En lo que constituye uno de los mecanismos más habituales de
todo conocimiento, lo desconocido es reducido a conocido. El
procedimiento acaba negando a la vez lo conocido y lo desco-
nocido: lo desconocido, por cuanto lo refiere a un ordenamiento
que le es absolutamente extraño; lo conocido, por cuanto en su
apelación repetitiva lo acaba a reduciendo a vacía sonoridad. La
cosa rueda ya sin palabra, la palabra rueda ya sin cosa, y hay
un porvenir muy preciso del sujeto en esta actitud: si tal como
Sibony lo ha mostrado, toda la dinámica de la perversión se
estructura alrededor del intento de dominio de lo otro2, el pro-
cedimiento de reducción de lo desconocido a lo conocido es
sencillamente perverso, es decir, nada más el retorno de la vo-
luntad de dominio, esta vez en el saber.
En vigorosa reacción a dicha voluntad de dominio en el saber -y
a sus consecuencias en la civilización, aspecto desarrollado en
detalle por Heidegger-, el otro camino abierto por la fenomeno-
logía renuncia explícitamente a la reducción de lo desconocido
a lo conocido, y no es otro el sentido de la llamada epojé. En el
despojamiento de las referencias conocidas, el procedimiento
fenomenológico entabla una rigurosa negociación entre la pala-
bra y la cosa, en que la palabra se ocupa de traer la cosa a pala-
bra, ensayando sucesivos rodeos de la cosa y desestimando
sistemáticamente la apelación a antigüas palabras. La fenome-
nología se vacía así de conceptos -la única tematica “estable”
para la fenomenología es la fenomenología misma-, y es que
para traer al habla la cosa ha de desistir antes de aquel sonido
habitualmente investido de valor totémico que es el concepto.
En aquella síntesis de la propuesta a que el propio Husserl ad-
vino en el artículo para la Enciclopedia Británica, “la fenome-
nología exige de los fenomenólogos que renuncien al ideal de
un sistema filosófico, y que, no obstante vivan como trabajado-
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Permanecer / Diferir
La renuncia al sistema no es la renuncia al saber. La suspensión
de lo conocido ante lo desconocido no aspira a mantener lo
desconocido en un estado de momentánea opacidad, sino a
sostenerse en lo desconocido para avanzar luego sobre él con
las herramientas del caso. El gesto de la suspensión, diferente
de algún diferir o postergar la comprensión, decide permanecer
ante ese desconocido y ocuparse de ensayar su esclarecimiento,
y lejos de claudicar la aproximación al objeto, es un gesto que
suspende pero para poner a actuar luego una captura más propi-
cia del objeto. Distinto entonces de algún renunciar a conocer,
es una renuncia a conocer con lo conocido, para conocer más
apropiadoramente lo desconocido. Incluso es el caso de que si
se ejerce esta suspensión y no se busca aprehender luego, no se
trata ya de fenomenología.
En una esclarecedora fotografía del procedimiento epistemoló-
gico de Lacan, David Nasio ha referido que “Lacan procede
como se procede muchas veces en ciencia. Hay un problema,
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Estilo
Es evidente que la fenomenología de “El ser y el tiempo” no es
de ninguna manera la de los textos y conferencias posteriores
de Heidegger. A diferencia del estilo despojado de dicho texto,
progresivamente Heidegger fue radicalizando su pasión por
“llevar a palabra”, sus climas de suspenso, sus interrogantes
prolongadamente sostenidos, seguidos de respuestas que, suce-
sivamente descartadas, fortalecen el enigma del interrogante.
Un cambio de estilo nunca es asunto desdeñable, y éste en par-
ticular puede tematizarse con las herramientas del mismo Hei-
degger. ¿No hay al menos una diferencia entre el llamado esta-
do de resuelto -verdadero nudo de “El ser y el tiempo”- y el
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Acto / Sublimación
El procedimiento fenomenológico finaliza emparentándose a lo
que es el procedimiento más habitual en el Arte, lo cual se radi-
caliza muy especialmente en un Heidegger. La pregunta del
fenomenólogo -¿cuál es la palabra para esta cosa?-, es también
la pregunta del poeta, y por ese haz atraviesan también las res-
tantes prácticas del Arte: cuál es el sonido para esta cosa, cuál
su color, su espesor, su luz, su hierro, su barro.
Pero si la fenomenología es la sublimación, el psicoanálisis es a
la fenomenología lo que la Sublimación es al Acto. Si del lado
del objeto la sublimación es “elevar el objeto a la dignidad de la
cosa” (Lacan), del lado del sujeto la sublimación se halla tras la
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Un fort da gnoseológico
La idea de la renuncia al sistema no es más que una consecuen-
cia coherente de las ideas de base de la fenomenología. El dis-
curso decidido sobre el designio de “marchar hacia las cosas
mismas”, no podría, en plena mostración de la cosa, recursar
cuerpo de enunciados alguno sin introducir al mismo tiempo
con ello la anulación de la cosa. Así, no hay retorno posible
sobre el saber alcanzado por cuanto todo retorno sobre él impli-
caría la negación del objeto, el olvido del ser.
Pero mirando mejor, si no hay sistema, es decir, si no hay retor-
no posible sobre lo ya alcanzado, ¿para qué haber alcanzado lo
alcanzado? ¿Qué valor puede tener el saber alcanzado si queda
impedido de hacer sistema, si en los principios elementales de
la fenomenología yace la condición de no ser retomado? O más
claramente, ¿para qué saber si lo que se sepa no podrá más tar-
de saberse?
¿Cómo no leer entonces que el saber no es ahí ya un fin sino un
medio?. ¿Cómo no reconocer ahí la presencia de un sujeto que
escoge la escena del conocimiento para reproducir y renovar
su imposible? Tales consideraciones no son habituales en la
fenomenología. Es Maurice Merleau-Ponty quien, en su “Elo-
gio de la filosofía”, y trascendiendo ya las diferentes temáticas
abordadas en cada ocasión, se dirigió directamente a tematizar
las consecuencias subjetivas de la repetición fenomenológica:
“En el límite de una reflexión que al comienzo lo disminuye,
pero para luego hacerle sentir mejor las verdaderas relaciones
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Signo / Significante
En la posición fenomenológica, el sujeto es el puro correlato de
lo que acontece en la dimensión palabra-cosa.
En un primer tiempo, y en la renuncia a las “antigüas” palabras,
el sujeto queda suspendido hasta el advenimiento de la palabra
des-ocultadora; en un segundo tiempo, en el suceder del enun-
ciado des-ocultador se aguarda la toma de consistencia del suje-
to suspendido por la renuncia. El circuito de la repetición feno-
menológica va entonces de la epojé al des-ocultamiento, de la
suspensión a la suspensión de la suspensión, extremo final del
procedimiento que se halla diferido a la posibilidad de la pre-
sentación del objeto.
De la suspensión a la suspensión de la suspensión actúa el en-
tredos de la descripción, avanzando sobre el suelo de angustia
propio de la falta de representación en un enunciado, y ocupado
de elaborar detenidamente el enunciado des-ocultador.
Pero la producción esmerada del enunciado des-ocultador es en
verdad la producción esmerada de un enunciado que haga re-
presentación del sujeto -por lo demás, si se descuida que es de
la representación del sujeto de lo que se trata en verdad, nunca
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