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LECTURA 1.

Núñez Duarte, Dick Lester (Mayo, 11, 2009). Mailxmail.com. Recuperado de


http://www.mailxmail.com/curso-estudio-hombre-biologia-sociedad-
cultura/origen-sociedad-tesis

Capítulo 8: El origen de la sociedad. Tesis

Aquí se estudiará por qué existe la sociedad, no cuando apareció. Aquí se


pretende explicar cuál es el vínculo que une a los hombres de un conglomerado,
no desde cuándo están unidos. Es decir, en este párrafo se inquiere no un
problema histórico, sino uno filosófico: a que es debida la existencia de las
sociedades.

Cuatro han sido hasta ahora las soluciones que se han dado a este problema. A
la pregunta, ¿por qué existe la sociedad?, cuatro han sido las respuestas, a
saber: la tesis contractualista, la tesis organicista, la tesis naturalista y la tesis
ecléctica.

Tesis contractualista

La idea de contrato o pacto social presente en los pensadores del siglo XVII y de
la primera del siglo XVIII, representa una parte esencial del bagaje intelectual
que nutre las reflexiones actuales sobre la sociedad y el Estado, la libertad y la
autoridad, la política y el derecho.

Los principales representantes de esta teoría son: Hobbes, Locke, Montesquieu,


Rousseau, Grocio y otros.

El tratamiento de este tema abarcaría amplios espacios, mas como el propósito


de este libro es dar un enfoque introductorio, sólo se hará mención de algunos
planteamientos centrales representados por algunos de sus exponentes.

Para John Locke, según el propio juicio de Dios, el hombre había sido creado en
una condición tal que no convenía que permaneciese solitario; lo colocó, pues,
en la obligación apremiante por necesidad, utilidad y tendencia a entrar en
sociedad, siendo la unión entre el hombre y la mujer como esposa, la primera
sociedad que se estableció.

De ella nació la sociedad entre los padres y los hijos; y esta dio origen, a la
sociedad entre el amo y los servidores suyos.

La sociedad conyugal se establece por un pacto voluntario entre el hombre y la


mujer. Su finalidad principal es la procreación.

Juan Jacobo Rousseau coincide con Locke, al afirmar que la más antigua de las
sociedades, y la única natural, es la familia. Esta es, pues, si se quiere el primer
modelo de las sociedades políticas: el jefe es la imagen del padre; el pueblo es
imagen de los hijos.

Esta doctrina estima que la vida social no es sino la manifestación de una


voluntad de los individuos, el resultado de un acuerdo que se ha producido entre
ellos. Es de tal contrato del que nació la sociedad, y actualmente todavía, tal
sociedad no tiene otras reglas que la que les da el entendimiento de sus
miembros. Las fuerzas y las leyes que la dirigen son entonces, jamás de orden
biológico, sino de origen psicológico y voluntario. No es producto de la
naturaleza, sino precisamente una creación del arte humano.

El contrato social aborda el problema de la justificación filosófica de la sociedad;


repetimos que no trata de resolver sobre su origen histórico. El contrato social
es la idea que señala cómo debe ser constituido el orden jurídico, para que los
derechos que el hombre tiene por naturaleza sean conservados íntegros en la
organización social.

Tesis organicista

Según esta doctrina el hombre es un organismo. Es un ser sometido a leyes


biológicas, la sociedad integrada por organismos humanos es, igualmente, un
organismo. Y como es un organismo existente y funciona como un organismo.

La doctrina organicista, cuyo más célebre intérprete moderno fue Herbert


Spencer, para hacer comprender la naturaleza de los seres sociales, se esfuerza
en aproximarlos a los seres a los cuales nadie les niega naturaleza
independiente: los organismos vivientes, vegetales, animales, hombres. Sin
asimilarlos a tal o cual especie de éstos en particular, afirma que se puede
encontrar en ellos todos los caracteres que presentan estos últimos en lo
general. Muestra para ello, en su constitución y en su actividad, las fuerzas y las
leyes de la vida tal como los biólogos las han deducido. Propone entonces

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comprenderlos en el grupo de la naturaleza animada creando simplemente un
conjunto nuevo: el reino o imperio social.

Los contractualistas que creen que el hombre creó la sociedad, son partidarios
de una tesis en que predomina la espontaneidad.

Los organicistas, que creen que la sociedad ya estaba hecha, son partidarios de
una tesis en que predomina la coacción.

Tesis naturalista

El principal representante de esta doctrina fue Aristóteles, quien se ocupó a


fondo de los problemas de la sociedad y el Estado en los ocho libros de su
Política.

Para Aristóteles el hombre es un zoon politikón, un animal político. El hombre no


es sólo naturalmente social, sino que también es esencialmente social.

Aristóteles reacciona frente a los sofistas y los cínicos, que por diversas razones
interpretaban la ciudad, la polis, como nómos, ley o convención. Aristóteles, por
el contrario, incluye la sociedad en la naturaleza. Su idea rectora es que la
sociedad es naturaleza y no convención; por tanto, algo inherente al hombre
mismo, no simplemente estatuido.

Aristóteles considera el origen de la sociedad. Su forma elemental y primaria es


la casa o familia, formada por la unión del varón y la hembra para perpetuar la
especie; a esta primera función sexual se une la de mando, representada por la
relación amo-esclavo; esta segunda relación tiene como fin lograr la estabilidad
económica de la oikía; por esto, para los pobres, el buey hace las veces del
esclavo, como dice Hesiodo. La agrupación de varias familias en una unidad
social superior produce la aldea o kóme. Y la unión de varias aldeas forma la
ciudad o polis, forma superior de comunidad para Aristóteles.

Aristóteles concede un gran papel a la voluntad en lo social, y no distingue entre


sociedades «naturales», como la familia, en la cual uno se encuentra
involuntariamente, y asociaciones fundadas por un acto voluntario, como un
círculo, al cual se pertenece o se deja de pertenecer cuando se quiere.

Se considera que el pensamiento de Aristóteles respecto a la sociedad es de tal


manera valioso, que nadie lo ha superado hasta antes de Comte.

Tesis ecléctica

La posición de Fouillée puede llamarse la de un conciliador, que trata de


armonizar las dos tesis en lucha. Ambas tesis -la contractualista y la organicista-

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se han combatido con furor. Ambas han estado en error. Antes de que el hombre
apareciera, había ya sociedad, se ha dicho a los contractualistas. ¿Cómo es
posible que sin lengua, producto eminentemente social, se hayan entendido? ¿Y
conforme a qué normas jurídicas pudo pactarse la sociedad, sin el derecho
igualmente producto de la sociedad, no existía? A los organicistas, a su vez, se
les ha dicho que el organismo social es un todo discreto y que se llegaría al
absurdo de que su conciencia estuviera distribuida en todos sus miembros.

Se llama teoría ecléctica (del griego Eklegoo; ek, fuera, leggo, escoger), a la que
carece de doctrina propia, pues estima como mejor procedimiento para alcanzar
la verdad hacer la selección de lo mejor de los sistemas en pugna. En este caso,
Fouillée ha tomado de los organicistas una parte de su tesis y ha desechado otra
parte; y de los contractualistas ha tomado algo, rechazándoles otra muy
considerable.

Así acepta de los organicistas que la sociedad fue un organismo en épocas


remotas; pero les rechaza que por modo exclusivo, en todo tiempo haya sido un
organismo. Es aquí cuando acepta a los contractualistas que hubo un momento
en que una horda vencedora obligó a la vencida a incorporarse a su órbita en
ciertas condiciones pactadas o impuestas; es decir, que hubo una especie de
contrato en esta formación de una nueva sociedad; pero rechaza de los
contractualistas la idea de que al inicio de toda sociedad haya habido un contrato.
Y entonces la solución ecléctica es: las sociedades son organismos
contractuales.

De las cuatro soluciones propuestas al problema del origen de la sociedad, no


podríamos decir cuál es la acertada. Sin embargo, sí se puede afirmar que tanto
la contractualista y la organicista -en sus versiones originarias- son erróneas. En
la tesis ecléctica de Alfredo Fouillée hay una solución muy próxima a
convencernos; y la naturalista del gran Aristóteles es la que, en general, más nos
cautiva.

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