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L o la G.

L u n a

EL SUJETO SUFRAGISTA,
FEMINISMO Y FEMINIDAD
ENCOLQMBÍA
1950-1957

Ediciones La Manzana de la Discordia


Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad, Universidad del Valle
Cali, 2004 s¡
U n iv e rs id a d
del Valle
Lola G. Luna nació en Valdepeñas de
Jaén (España). Es Titular de Historia
de América en la Universitat de
Barcelona, donde es profesora desde
1976; también lo ha sido en la
U niversidad de Tunja y en la
Universidad Javeriana, de Colombia.
A fines de los ochenta organizó en la
- Universitat de Barcelona el Seminario
Interdisciplinar Mujeres y Sociedad
(S IM S ), desde el que se han
organizado varios program as de
doctorado y seminarios sobre género.
También creó la revista Hojas de
Warmi, plataforma de publicaciones
de investigadoras latinoamericanas y
españolas. Entre sus obras hay que
desta ca r Los m ovim ientos de
mujeres en América Latina y la
renovación de la historia política
(2003), Historia, género y política.
M o v im ie n to s de m u je re s y
participación política en Colombia
1930-1991. en coautoría con Norma
Villarreal, (1994), y Resguardos
co lo n ia le s de Santa M arta y
Cartagena y Resistencia indígena
(1993), que fue su tesis doctoral.
El sujeto sufragista,
feminismo y feminidad en Colombia
1930-1957

Lola G. Luna

Ediciones La Manzana de la Discordia


Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad
Universidad del Valle
El sujeto sufragista,
feminismo y feminidad en Colombia. 1930-1957
Lola G Luna

©Ediciones La Manzana de la Discordia

Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad


Universidad del Valle.
Cali, 2004

ISBN:958-670-358-4
Impreso en Molino de papel Impresores
Celular. 3007922025
Prohibida la reproducción de este libro sin la autorización de Ediciones La
Manzana de la Discordia
Contenidos

Agradecimientos
Introducción
Repensar nuevas historias con nuevos enfoques
en la historiografía colom biana..................................................... 13

Capítulo 1
La historia feminista del género
y la cuestión del s u je to .................................................................... 21
La historia feminista del género y el postestructuralism o..........21
La historia discursiva y el fem inism o............................................ 22
Discurso, lenguaje, género y diferencia sex u al........................... 24
El sujeto «mujer» construido y el sujeto constructor.................. 30
El sujeto del fem inism o................................................................... 32
La construcción de la subjetividad/identidad................................33
El sujeto «mujer» m aternal..............................................................36
Buenas madres y resistencias insospechadas..............................41

Capítulo 2
La construcción del sujeto maternal y el sujeto
sufragista en el discurso colombiano, 1930-19571 .................... 51
El bipartidismo político y los significados m atem alistas............. 52
Las condiciones sociales de las mujeres, categorías
discursivas y sujeto sufragista........................................................ 60
Condiciones sociales de las mujeres, objeto de significación ... 60
Las categorías discursivas disponibles..........................................65
El sujeto sufragista...........................................................................70
Capítulo 3
Feminismo y feminidad, 1930-1943............................................. 85
La visibilidad de un nuevo sujeto...................................................85
El sufragismo conservador.............................................................92
El sufragismo fem inista.............................................................. 100
Integración Internacional............................................................ 103

Capítulo 4
Acción y significados sufragistas
durante el periodo 1944-481......................................................... 113
El sujeto colectivo: organizaciones y congresos........................ 114
Significados de género: feminidad, hogar y po lítica ..................118
Relaciones Internacionales: derechos ciudadanos y p a z 131

Capítulo 5
El logro del voto femenino en Colombia:
La violencia y el matemalismo populista, 1949-19571 ............ 145
Violencia, dictadura, populismo y sufragio fem enino 146
Ciudadanía y p a z ........................................................................... 155

FUENTES 171
Las sufragistas tenemos una gran misión,
la más grande que el mundo haya
conocido. Es liberar a la mitad de la raza
humana, y de ese modo salvar al resto.

Emmeline Pankhurst (1857-1928)


memoria de mi madre, Gloria Luna
Agradecim ientos

Este libro, como muchos otros, ha tenido una gestación lenta e


intermitente, porque se me cruzaron por en medio otros afanes y
curiosidades. En el verano de 1984 llegué a la Biblioteca Nacional
de Bogotá con la idea de investigar sobre los movimientos de
mujeres en Colombia. Al saludar a su director en aquel momento
Carlos Enrique Ruiz, sobre su mesa estaba la colección de la revista
Agitación Femenina, que acababa de recibir de su directora Ofelia
U ribe de A costa. Vaya p o r d elan te m i a g rad ecim ien to y
reconocimiento a él y a Ofelia, que junto a Josefina Canal de Reyes,
Leonor Calvo y Marina Laverde, hija de Lucila Rubio de Laverde,
me proporcionaron generosamente la primera documentación y
las primeras pistas para iniciar el camino. Al mismo tiempo
Magdalena León, María Eugenia Martínez Giraldo, Gladys Jimeno,
y Marta Cecilia Vélez me acompañaron en esos primeros pasos,
y me facilitaron sus trabajos, a todas ellas mi recuerdo y
agradecimiento. En ese verano del 1984 recogí la mayor parte de
la documentación de revistas, periódicos de mujeres y prensa de
la época. Esa primera etapa tuvo un fruto, el artículo que constituye
una parte del tercer capítulo. Pero mi afición a la documentación
videográfica de los movimientos de mujeres latinoamericanos y
españoles del momento, me llevó a la historia inmediata y la
investigación sobre el sufragismo quedó en suspenso. A fines de
lo noventa retom é la tarea que tenía pendiente, y tengo que
agradecer a muchas colegas y amigas la ayuda que me han prestado,
tanto animándome a continuar, como manteniéndome al día de la
historiografía colombiana con envío de publicaciones sobre el tema.
La idea del libro surgió de Gabriela Castellanos, a quién en
primer lugar quiero nombrar y agradecer. Ella, conociendo los
artículos que había avanzado en esos años me propuso compilarlos.
Entonces sentí la necesidad de adentrarme por los complejos
caminos que la historia feminista del género me había ofrecido a
través de las obras de Joan W. Scott, con las que tengo una deuda
especial, y me embarqué en la elaboración de los dos primeros
capítulos. Para ese proceso fue muy oportuna la obra de Miguel
Á ngel C abrera sobre la h isto ria discursiva, así com o sus
sugerencias que me han hecho repensar algunas cuestiones sobre
los discursos, el sujeto y la identidad; a él mi agradecimiento por
sus generosas aportaciones. A cerca de las colaboraciones
importantes que he recibido he de agradecer a la profesora María
Himelda Ramírez que buscara infatigablemente la revista Nuestras
Mujeres, y a Inés y Matilde Mújica por facilitarla; a Cris Suaza,
documentalista colombiana, por su excelente colaboración en la
recopilación de los textos para los discursos colombianos y la
entrevista a Matilde Espinosa; a Martha Torres por la entrevista
de María Antonia Cabeza, y el resto que hizo, que aún esperan un
estudio específico; a L iubka Buitrago por el libro Valores
Femeninos, a Patricia Alvear por su Tesis de Grado inédita, y al
profesor David Bushnell, por facilitarme la información sobre la
Constitución de Vélez. Mi querida colega y amiga Concha Fagoaga,
que sabe mucho del sufragismo, en especial sobre el caso español,
me hizo partícipe de su información y de sus ideas, por lo que
quiero mostrarle mi agradecimiento. María Gloria Henríquez y
Gloria Ramos me facilitaron la lectura de los textos en inglés y
francés, y me han proporcionado buenos ratos de compañía, a
ellas mi cariño y agradecimiento. A Norma Villarreal, agradecerle
que con ella pensara muchas veces en el tema y durante un tiempo
compartiéramos discusiones fructíferas, así como bibliografía. Mis
amigas colombianas, M irian Vergara, Eulalia Carrizosa, Dora
Ramírez, Adiela García, Rafaela Vos Obeso y Sara Neuman, no
sólo me dieron su afecto y hospitalidad, sino también me facilitaron
bibliografía sobre las mujeres colombianas. Gracias finalmente a
mi querida amiga Isabel M artínez que ha compartido conmigo

10
preocupaciones sobre el tem a en nuestras conversaciones
cotidianas y me ha dado buenos consejos. Posiblemente me olvido
de personas que en más de un momento hablaron conmigo sobre
el tema y me aportaron ideas, por lo que ruego que me disculpen y
les agradezco de corazón.

11
Introducción:
Repensar nuevas historias
con nuevos enfoques
en la historiografía colombiana

La historiografía colombiana de las mujeres ha ido creciendo


en las últimas décadas del siglo XX y aunque se han reseñado sus
avances, no tengo noticia que haya aún un balance y estado de la
cuestión. Un estudio pionero fue el de Diana Medrano y Cristina
Escobar, Pasado y presente de las organizaciones fem eninas
en Colombia. Sobre el tema y el periodo que nos ocupa, han
m erecido atención los trabajos de M agdala V elásquez, La
condición jurídica y social de la mujer, La república liberal y
la lucha p o r los derechos civiles y políticos de las mujeres, y
junto con Catalina Reyes, el Proceso histórico y derechos de
las m ujeres, a ños 50 y 60. Ig u a lm e n te se c o n o c e n las
organizaciones sufragistas y su participación política dentro de un
proceso de luchas diversas de mujeres de más larga duración
gracias a la investigación que realizó Norm a Villarreal, publicada
como M ovim ientos de m ujeres y p a rticipación p o lític a en
Colombia, 1930-1991. Esta obra, fundamentada en buena parte
en fuentes primarias, ofrece un buen punto de partida para realizar
investigaciones concretas y en mayor profundidad de las diferentes
organizaciones de mujeres que se han dado en Colombia a lo largo
de medio siglo. También se han rescatado algunas de las líderes
más significativas, com o O felia U ribe de A costa, que fue
reconocida en la década de los ochenta por las nuevas feministas
y se tuvo la suerte de entrevistarla y recuperar su obra Una voz
insurgente.
Salvo algunas excepciones como Lucila Rubio de Laverde, de
la que se conocen dos libros, Ideales fem inistas y Perfiles de las
mujeres de Colombia-, M ercedes Abadía, recuperada últimamente
por M edófilo M edina; y algunas otras que ocuparon puestos
políticos como Esmeralda Arboleda y Josefina Valencia, de la
m ayoría de las m ujeres que participaron en el m ovim iento
sufragista sólo se conocen algunos nombres y datos de su origen
geográfico y de p rofesión porque ocuparon cargos en las
organizaciones, pero están pendientes de ser rescatadas del olvido
en que están sumidas y estudiarlas en profundidad en los casos
que sea posible. Para ello se cuenta con una buena guía como es
el libro de Livia Stella Meló Lancheros, Valores Femeninos de
Colombia.
Algunas de esas mujeres también son recogidas en un número
de la revista En Otras Palabras, dedicado a las Mujeres que
escribieron el siglo XX, así como en 40 años del Voto de la
mujer en Colombia, que incluye un dossier de prensa, y Memorias
del 50 Congreso, Cuarenta años del voto de la mujer, de la
Unión de Ciudadanas de Colombia. Junto a ellas, otras muchas,
también sujetos participantes, permanecerán anónimas para la
historia escrita. Un estudio panorámico sobre el sufragismo ha
sido el artículo de Rafaela Vos Obeso, La rebelión feminista como
parte de la Historia, en él m uestra el sufragismo colombiano
como parte de la rebelión sufragista internacional, y a su vez, el
im pacto en B arranquilla. E ntre los trabajos m ás recientes
encontramos Los movimientos de mujeres en América Latina y
la renovación de la historia política, de mi autoría, donde se
abordan algunos aspectos del sufragismo entre otros movimientos
sociales. Las investigaciones existentes representan, por tanto, una
aportación importante y un punto de partida para vislumbrar puntos
de mayor complejidad.
La historiografía desde la que se ha investigado el sufragismo
ha ido discurriendo paralela a la historiografía desarrollada en otros
campos y hoy día es perceptible que se hace historia de las mujeres,
es decir, historia de un sujeto múltiple, desde diversas perspectivas
teóricas como la feminista, la historia social, de las mentalidades,

14
cultural, etc., lo que muestra las vinculaciones historiográficas que
con el tema se han establecido. La producción historiográfica sobre
las mujeres colombianas ha sido incluida en últimos balances, como
el de Jorge Orlando Meló: De la nueva historia a la historia
fragmentada: la producción histórica colombiana en la última
déca d a d e l sig lo . D iría que se tra ta de un p ro ce so de
normalización compatible con la especialización necesaria hoy por
hoy de los estudios de género de carácter histórico. En la línea de
la integración, mi propuesta es que las investigaciones acerca del
sufragismo, o dicho de otra manera, los procesos discursivos en
los que se dio la adquisición de ciudadanía por las mujeres, tienen
un doble vínculo historiográfico: la historia de las mujeres y la historia
política renovada.
El objetivo de este libro es analizar, desde una posición afianzada
en am bas h isto rio g ra fías, los d iscu rso s colom bianos que
interactuaron en las tres décadas que se estudian, mediante los
cuales se construyó un sujeto sufragista colectivo y plural a partir
de las identidades femeninas preexistentes. En ese sujeto sufragista
observo un feminismo naciente construido en el discurso moderno
de la igualdad, y m anteniendo elem entos de las diferencias
femeninas, en donde sobresale la idea de la colaboración y la
compatibilidad de la domesticidad de las mujeres con la participación
en la política y en el mundo laboral, pudiendo decirse que hay una
contemporización del discurso conservador y el moderno liberal.
Las feministas actúan junto a un sujeto sufragista construido en el
discurso católico conservador que a su vez participa del discurso
moderno en lo que se refiere a educar a las mujeres y reconocerles
el derecho a votar, pero con la finalidad de que sigan siendo las
«reinas del hogar», unas reinas ahora «ilustradas». En el análisis
llamo la atención sobre los significados de género contenidos en el
lenguaje, especialm ente los que se refieren al feminismo, la
feminidad y el matemalismo, que son las claves del debate.
La cuestión del sujeto se aborda en el Primer Capítulo a partir
de las aportaciones de la teoría feminista postestructuralista y de
la historia discursiva, especificando concepto claves como discurso,
lenguaje, género y diferencia sexual. Así mismo nos referimos a la

15
construcción del sujeto «mujer» y sus cambios de identidad desde
una perspectiva histórica, en donde sobresale la dim ensión
matemalista como una identidad nuclear en su subjetividad. Por
otro lado, el feminismo es definido como un sujeto construido y
constructor en el discurso ilustrado moderno, que en la actualidad
también cuenta con una dimensión productora de discurso propio,
al tiempo que el sujeto matemalista también se constituye en sujeto
colectivo que despliega acción política y transforma su identidad.
En el Segundo Capítulo nos adentramos en la historia colombiana
planteando que el contexto socio político, que inicia el camino a la
modernización, está mediado por un discurso patriarcal conservador
católico en el que se construye una subjetividad matemalista repleta
de significados de género que prevalecen en el discurso moderno
liberal, el cuál es analizado en su formación. La particularidad que
encierra el caso colombiano consiste en que en la construcción del
sujeto sufragista concurrió el conservatismo con el legado colonial
discursivo, a la vez que con la modernización liberal, y con el proyecto
de sociedad igualitaria socialista. A continuación se estudian las
condiciones sociales en las que vivían las mujeres, para lo que nos
han sido muy útiles las contribuciones historiográficas a la historia de
las mujeres realizadas por las historiadoras y sociólogas colombianas.
En relación con este contexto material y social hacemos recuento de
una serie de categorías provenientes del discurso moderno liberal y
socialista, que le proporcionan significados de desigualdad, exclusión
y subordinación de las mujeres, para finalizar con la constitución del
sujeto sufragista. Éste inició su construcción en la primera mitad del
siglo XX en Colombia, en un contexto histórico en el que se estaban
produciendo cambios políticos, sociales y económico como la
modernización de la «revolución en marcha», o el populismo gaitanista,
que interactuaron con una serie de procesos discursivos de carácter
conservador, liberal, populista y socialista.
El sufragismo colombiano significó también un movimiento social
de resistencia que puso de manifiesto la exclusión femenina de la
ciudadanía, y estuvo formado por una gran heterogeneidad social y
política que en algunos m om entos reunió m ujeres liberales,
conservadoras y socialistas. A este proceso dedicamos los tres capítulos

16
siguientes, que responden a la periodización inicial que establecimos
en los comienzos de la investigación y que fue publicada en el primer
artículo, seminal de este libro, «Movimientos de Mujeres: Feminismo
y Feminidad en Colombia 1930-1943». Ésta periodización fue
posteriormente utilizada por Norma Villarreal, en la investigación sobre
los movimientos de mujeres en Colombia, realizada bajo mi dirección.
El período que va de 1930-1943, corresponde al Tercer Capítulo
y es el sub-periodo en el que los sujetos sufragistas se diferencian en
su identidad y se produce el debate entre feminismo y feminidad, en
un contexto liberal. En él se ponen de manifiesto los intereses que
movían a feministas y a conservadoras en tomo a la ciudadanía. La
educación se revela como el tema importante, pero educar para qué,
es la pregunta. Para ser mejores madres y esposas, o para ser madres,
esposas, y profesionales. Hay logros en este periodo, ligados a la
m odernización liberal, que contrastan con la poca cohesión
movimentista, en la que destacan las feministas liberales abriéndose
espacios en la radio y la prensa. Por entonces la corriente internacional
sufragista arriba a Colombia con el IV Congreso Internacional
Femenino, y lo hace también desde sus diferencias. A partir de ahí, en
los años siguientes las colom bianas participan en congresos
internacionales gubernamentales y no gubernamentales, y seguirán
la tendencia internacional, que era la lucha por la ciudadanía, la
educación, la igualdad en el trabajo y la no confrontación entre los
sexos.
Entre 1944-48, sub-periodo que corresponde al Cuarto Capítulo,
hubo un cierto avance en la ampliación de los derechos de las mujeres.
Se logró el reconocimiento formal de la ciudadanía en 1945, pero
aunque se sucedieron los proyectos de ley del sufragio no se logró su
aprobación. No obstante la fuerza del movimiento sufragista aumentó
y sus reivindicaciones involucraron en mayor medida a la prensa y la
radio del país, a los políticos y a la opinión pública. Es decir, el sujeto
colectivo acabó de constituirse en un compartir discursivo conservador,
liberal, populista y socialista. Fue el momento del aglutinamiento en
organizaciones y congresos, de consolidación de órganos de expresión
como las revistas Agitación Femenina y Mireya, de intenso debate
sobre el voto en dónde los significados matemalistas se mostraban

17
abiertamente, y de nutrida participación internacional en el tema de
los derechos y la paz, tema clave por el contexto internacional de la
segunda guerra mundial. La presencia feminista era importante, pero
también la conservadora que se hacía sentir con la vuelta de éstos al
poder, cerrando las puertas colombianas a eventos sufragistas
internacionales.
En el Capítulo Quinto los primeros años del sub-periodo que va de
1949 a 1957 son de silencio y de duelo ante la radical violencia que se
dio. Sin embargo, con la llegada de Rojas Pinilla al poder el movimiento
sufragista se reanima y vuelve a centrarse, primero en la lucha por el
voto, que obtendrá finalmente, y segundo al participar activamente
con propuestas de pacificación, al considerarse ciudadanas con plenos
derechos. Aparecen nuevos órganos de expresión como el periódico
Verdad, y la revista Nuestras Mujeres. Desarrollo de la ciudadanía y
de la paz son las claves de este final sufragista. Una historia que
forma parte importante de los procesos y prácticas discursivas que
se dieron en Colombia en el siglo XX, y que puede ser un ejemplo de
la pugna bipartidista tan recurrente en aquellos años, en este caso,
centrada en los derechos de la mitad de la ciudadanía.
Las fuentes utilizadas han sido en su mayoría textos políticos,
algunos literarios, procedentes de bibliografía, alguna prensa de la
época, pero sobre todo nos hemos dedicado a las revistas de mujeres
que surgieron con el m ovim iento sufragista, como Agitación
Femenina, Mireya y Verdad, o aquellas que ya existían y le dieron
cabida como Letras y Encajes. Pensamos que ellas proporcionan el
lenguaje en dónde se producen los significados de género sobre el
feminismo, la feminidad y el matemalismo, aspectos centrales del
análisis de esta obra.2 Aunque predominan las fuentes primarias
impresas, también se ha contado con varias entrevistas, que surgieron
coyunturalmente, que añaden algún dato, y que han tenido sobre todo
el valor incalculable de haberme permitido conocer a las personas y
haber recibido su acogida afectuosa.
En el listado final de las fuentes se han relacionado todas las
utilizadas en el texto, y se ha hecho así para mejor visibilizar y reconocer
a las autoras como sujetos sufragistas que fueron protagonistas y de
las que hay constancia. Hay una serie considerable de artículos sin

18
firma, procedentes de las revistas de mujeres. M uchos de los
correspondientes a Agitación Femenina, Verdad, Mireya y Letras
y Encajes, corresponden a Ofelia Uribe de Acosta, Josefina Canal
de Reyes y Teresita Santam aría de González, sus directoras
respectivamente. Las fuentes disponibles y su carácter tienen que
valorarse en el contexto donde se desarrolló esta historia de las luchas
de las mujeres. Su vida era anteriormente al margen de la política, y
como se verá, con grandes dificultades lograron sostener algunas
revistas por espacio muy corto de tiempo, y en pocos lugares
geográficos, así como algunos espacios en la prensa y en la radio. No
obstante, pienso que son suficientes para legamos la importancia que
tuvieron sus prácticas políticas y sus logros en derechos ciudadanos
para todas las mujeres de Colombia, así como para calibrar la fuerza,
la inteligencia, y la creatividad que desplegaron. Hasta hace un par
de décadas se sostenía que no había existido un movimiento sufragista
en Colombia, porque el androcentrismo en la historia política escrita
no había mostrado interés en su investigación. Ahora, espero haber
añadido una modesta contribución, a las ya señaladas anteriormente,
a la recuperación de ese movimiento en la historia política de las
mujeres.

Barcelona, junio del 2004

NOTAS

1 Una pequeña advertencia de carácter formal: la ausencia de


paginación en algunos documentos se debe, o bien a que pertenecen
al archivo de Ofelia Uribe y se conservaron así, o bien a un fallo en el
proceso de fotocopiar, difícil de subsanar por ser la repetición
complicada.

19
Capítulo 1
La historia feminista del género
y la cuestión del sujeto1

1. La historia feminista del género


y el postestructuralism o

En la investigación fem inista se están adoptando posturas


eclécticas para no renunciar a los beneficios que la modernidad
ha traído a las mujeres (visibilización como sujeto y cierta igualdad
legal) y las posibilidades que ofrece la postmodemidad, o más
c o n c re ta m e n te las te o ría s p o s t-e s tru c tu ra lis ta s , para la
interpretación del género, su deconstrucción, reconstrucción o
resignificación. La historiadora Michelle Barret, en esa línea, señala
que el feminismo «desestabiliza la división binaria modernismo/
postmodemismo».2
Entre las nuevas aportaciones de otras disciplinas a la
historiografía actual está el estudio de los significados codificados
en el lenguaje de los discursos. Esta orientación metodológica,
llamada «giro lingüístico»,3 hay que situarla en la crisis de la
m odernidad y de sus instrum entos m etodológicos. Tiene la
importancia de proporcionar una mirada distinta a los hechos
históricos, que rom pe la división dicotóm ica estructural, el
determ inism o económ ico y las separaciones que la historia
mantenía con la lingüística y la crítica literaria.
Dentro de la amplitud que abarca el giro lingüístico, quiero
recordar la definición que Hayden White hace de la historia como
«estructura discursiva simbólica» en dónde se combina forma y
contenido, de tal manera «que dice más de lo que dice».4 Esta es
la razón por la que teóricas feministas coinciden en algunas de las
herramientas metodológicas que ofrece esta orientación lingüística,
pues ayudan a interpretar con mayor profundidad los procesos de
construcción y producción en tomo al sujeto del feminismo y el
género, al poner el énfasis en el discurso y en la significación.
Kathleen Canning recuerda, que entre los antecedentes del giro
lingüístico, están las primeras historiadoras feministas, que hicieron
la crítica a la historia excluyente de las mujeres, rechazaron el
esencialismo biológico como explicación de la desigualdad entre
los sexos, y descubrieron el poder de los discursos en la
construcción social de la diferencia sexual, es decir, el género.5
Tampoco hay que olvidar, que la descentralización del sujeto
masculino y posteriormente la crítica al sujeto unitario «la mujer»,
han sido logros de la historia de las mujeres coincidentes con el
postestructuralismo. Por tanto, era lógico que la investigación del
género encontrara en el giro lingüístico una orientación interesante
para ser desentrañado como una construcción discursiva y de
poder.6

1.1. La historia discursiva y el fem inism o


Miguel Ángel Cabrera ha precisado y recogido los nombres
que se están asignando al giro lingüístico en historia: «historia post-
social», «nueva historia» o «historia discursiva», matizando que
esta tendencia historiográfica se encuentra en un estadio de
desarrollo y que su uso encontrará el término adecuado.7 Todas
estas denominaciones agrupan una serie de investigaciones e
in te rp re ta c io n es teó rica s de h isto ria d o res e histo riad o ras
anglosajones de las últim as décadas siendo una de ellas la
historiadora fem inista norteam ericana Joan W. Scott, bien
conocida y ampliam ente citada por Cabrera. Este historiador
canario ha llevado a cabo un estudio historiográfico muy afortunado
en el que el género encuentra su lugar como «objeto» y el
feminismo como «sujeto», ambos construidos significativamente a
través del lenguaje.
La historia discursiva -de ahora en adelante adoptaré esta
denominación porque me parece más ajustada a la propuesta que

22
conlleva- ha producido una ruptura historiográfíca al pasar de la
noción de «causalidad social» o «realidad objetiva», motor de la
historia social y de la historia cultural, a la de discurso, y postular
que no hay conexión causal entre las condiciones sociales o posición
de los individuos, y sus prácticas significativas. M ejor dicho, el
contexto social condiciona a aquellos después de que los mismos
lo hayan vuelto significativo por medio de un discurso concreto o
la combinación de varios. Los discursos forman una «esfera social
específica», tienen su propia lógica histórica y actúan como «matriz
categorial», «cuerpo», o «red», que contiene una serie de reglas
de significación que existen en cada situación histórica.8
Hasta ahora la historia de las mujeres ha tenido abordajes
diferentes de sobra conocidos, y que sólo enunciaré: recuperación
de la visibilidad y la contribución histórica, la importancia de la
vida privada femenina y de su mundo simbólico y cultural, la
explotación material del trabajo de las mujeres, las mujeres en los
movimientos sociales, etc. Estos grandes avances han incorporado
una historiografía rica y variada desde enfoques o bien descriptivos,
o de mayor interpretación.
La historia feminista del género, que hace hincapié en las
condiciones socio-económicas de las mujeres en relación con los
hombres en diferentes contextos históricos, ha ampliado el campo
de la historia social hacia las relaciones de género. La lógica causal
de la esfera económica se ha relacionado en ella con la esfera de
lo privado, y la dualidad de ambas dobles esferas (estructura y
superestructura / privado y público) es el fundamento último de su
interpretación. Las relaciones de género se sitúan desde esta
perspectiva junto al resto de las relaciones sociales de clase, étnicas,
etc. Posiblemente es la historiografía más extendida hoy día y que
goza de mayor aceptación, dentro de los estudios históricos.
Menos difundida es la historia feminista discursiva del género,
en la que las aportaciones de J. W. Scott han supuesto una ruptura
con los anteriores enfoques.9 Su artículo seminal sobre el género10
ha sido repetidamente citado en los Estudios de las Mujeres, aunque
con frecuencia sin aplicar su contribución teórica central, que
consiste en ver el género como categoría discursiva y objeto

23
significativo, y no solamente como relación social. Relativamente
conocida en España, a pesar de algunas traducciones de sus
artículos, su obra está más difundida en algunos países de América
Latina como Argentina, Brasil y México, en dónde se han publicado
entrevistas y artículos, y se ha traducido su últim o libro al
portugués." Scott, dentro de las historiadoras feministas, es hoy,
sin duda, la representante de la historia feminista que se preocupa
por descifrar y desentrañar las paradojas que encierra la diferencia
sexual, desde una perspectiva del discurso, el lenguaje (la
significación), y el género.

1.2 Discurso, lenguaje, género y diferencia sexual


El concepto de discurso proviene principalmente de Foucault,
para el que procesos, formaciones, y prácticas discursivas son
herramientas para el trabajo arqueológico de los saberes y poderes.
Foucault trata los discursos como prácticas que forman los objetos
de que h ab lan .12 La voluntad de poder nietzscheana de las
instituciones, más que de los individuos, parece ser la causa que
atribuye Foucault a la formación de los discursos.13 Paul Veyne,
en su interpretación de Foucault dice que el discurso y las prácticas
discursivas no se ven, pero es «el hacer en cada momento de la
historia». Las prácticas son una instancia unitaria y construyen el
objeto histórico, (en nuestro caso diríam os que las prácticas
construyen el «género» o «la mujer»). Lo material o contexto social
es lo «pre-discursivo», lo potencial, en dónde las prácticas diversas
construyen objetos y sujetos.14
Para Cabrera, los discursos son las categorías por las que se
conceptualiza la realidad en una situación histórica concreta, y es
a partir del lenguaje que se desarrollan las prácticas significativas.
Este autor tam bién define el discurso como una «rejilla» de
clasificación por la que se dota de significado al contexto social,
se conforma el sujeto y el objeto, y se regulan las prácticas. Es
decir, el discurso es un componente activo del proceso de formación
de los significados, y es una variable independiente.15
Según Scott, discurso es «una estructura histórica, social e
institucionalmente específica de enunciados, términos, categorías

24
y creencias».16 O también, «formas de organizar los modos de
vida, las instituciones, las sociedades; formas de materializar y
justificar las desigualdades, pero también de negarlas».17
El ejemplo de discurso histórico más estudiado es el de la
modernidad, criticado en su pretendida universalidad y reducido
su surgimiento a una determinada circunstancia histórica. En esa
crítica está el surgimiento de esta historia discursiva, que busca
explicar mediante cuáles procesos se crean o transforman los
discursos y se forman los conceptos. Toda situación social se
conceptualiza con categorías de la situación anterior, categorías
que han «interactuado» en esa situación con la realidad otorgando
significados, porque las categorías no surgen de la realidad
simplemente. En esa interacción la parte activa es la matriz
categorial, no la realidad social, y es aquella a través del lenguaje
la que le da a los conceptos la posibilidad de significar. La realidad
social es el «referente material» de los conceptos, pero no su causa,
la causa de los conceptos es el discurso anterior. Los discursos
«son entidades de naturaleza intertextual», forman una cadena
que nunca se rompe, se suceden, de ahí que se diga que son una
«esfera específica» que puede operar en una situación histórica
concreta sin tener como causa ni la realidad social ni la acción
racional.18
Hay discursos «compartidos», como es el caso del discurso
liberal, el discurso socialista y el feminista, todos procedentes del
discurso moderno. La «mutación discursiva» se produce por la
interacción de las categorías y los cambios en la realidad social.
Los cambios discursivos no son el fruto de la creatividad humana,
como tam poco son efectos causales de las transform aciones
sociales. Y no lo son porque los individuos se transforman en sujetos
discursivam ente y como tales desarrollan las posibilidades
significativas, pero dentro de la matriz categorial en que alcanzan
la subjetividad. Los individuos hacen uso de esas categorías, pero
no son ellos los que las transforman. Los cambios discursivos están
en la interacción entre la matriz categorial heredada y los nuevos
fenómenos sociales, sin que ello quiera decir que entre ambos
existe una conexión causal. Lo que sucede es que esos fenómenos

25
sociales son objetivados por el discurso, porque «lo que desafia a
los discursos no es el mundo, sino otro discurso».19
La génesis de los conceptos ha sido ejemplificada por Scott en
«La mujer trabajadora en el siglo XIX». En este artículo muestra
la construcción de la división sexual del trabajo (un concepto del
discurso feminista) a través del lenguaje de los sindicalistas y de
los patronos, que hizo significativa la diferencia sexual femenina,
de manera que el trabajo de las mujeres se consideró con menos
valor que el masculino y se consideró mas beneficiosa la vuelta al
hogar de las obreras casadas.20
A estas alturas se puede hablar de un discurso feminista,
producido inter-textualmente con el discurso moderno, de dónde
nació - especialmente adoptando la categoría de igualdad que
conceptualizó significativamente como opresión la posición de
desigualdad y subordinación de las mujeres - y que ha ido cobrando
cuerpo categorial conforme las circunstancias históricas fueron
cambiando, produciendo una interacción significativa con la realidad
de las mujeres y sus cambios. Por ejemplo, que el voto femenino
significara solamente una igualdad formal supuso que esa situación
de continuidad de la desigualdad se haya conceptualizado surgiendo
la «paridad» como nuevo objetivo. Y también se puede hablar de
un compartir con el discurso socialista al dar éste significados a
las diferentes posiciones de las mujeres y sus condiciones sociales,
como por ejemplo, mujeres «pobres», «obreras», etc. El discurso
feminista cuenta ya con una red categorial importante: patriarcado,
a n d ro c e n trism o , se x ism o , g én ero , d e re c h o s sex u ales y
rep ro d u ctiv o s, etc., que han co n ceptualizado condiciones
específicas de invisibilidad, subordinación y discriminación de las
mujeres.
El carácter inter-textual de los discursos se puede observar en
el hecho social de la ablación. Ésta se ha vuelto significativa
mediante categorías como «violencia de género» a través de la
m ediación discursiva feminista, aliada con el discurso de los
Derechos Humanos, discurso a su vez ampliado por el feminismo
como «Derechos de las Humanas». La ablación era el «referente
material» ya existente, pero hasta no existir un discurso disponible

26
para darle un significado de opresión de género, no se ha objetivado
como un atentado contra los derechos humanos y ha comenzado
su denuncia por parte de los sujetos construidos en ese discurso.
Los discursos se valen del lenguaje, y éste es contemplado
como la práctica que crea los significados. Pedro Cardim, ha
destacado su poder en la historiografía y ha señalado cómo Foucault
le dedicó atención y lo consideró una «construcción social» con
«control sobre el m odo de razo n ar y p e n sar las cosas» y
«responsable de determinados tipos de efectos, no sólo en la esfera
del discurso, sino tam bién en un plano extra-discursivo (...)
(Foucault) se interesó profundamente por la articulación entre
lenguaje y relaciones de poder.21
Pero según White, Foucault no elaboró una teoría del lenguaje
para analizar el discurso, y los historiadores que han deseado
acercarse a la historia de otra forma e investigar la significación,
han partido de una «concepción semiológica» del texto.21 La
«semiótica feminista» ha participado de esta concepción del lenguaje
considerando como un signo tanto a «la mujer»23 como al «hombre».
En esa línea la historia discursiva adopta el lenguaje, no solo
como palabras o vocabulario, sino como «patrón de significados».
El lenguaje es un generador activo de los significados de las cosas,
de los hechos, y participa en la constitución de «objetos» y de
«sujetos». Los significados no son atributos de los fenómenos
sociales sino «efectos» de la mediación discursiva por la que estos
fenómenos se hacen significativos.24 Esto no quiere decir que se
dé un determinismo lingüístico, o que el discurso y el lenguaje sean
una estructura congelada, estática; por el contrario, el discurso es
dinámico, sincrónico y discontinuo, y en él no se crean los
significados sino que surgen en la mediación discursiva entre
referente real o contexto social y la matriz categorial, siendo ambos
«imprescindibles».25
Para Scott, el lenguaje es un sistema de signos y una práctica
social y política, tam bién «la creación y la comunicación del
significado en contextos concretos» a través de la diferenciación.26
Y sigue diciendo Scott: «Mi tesis por lo tanto es que si prestamos
atención a los modos en que el lenguaje construye el significado,
estaremos en posición de dar con el camino del género».27
27
El concepto de género es una categoría central de la teoría
feminista, que, como señala la socióloga venezolana Carolina
Coddetta, es una teoría reconocida e incluida por muchos científicos
sociales, porque «ofrece tanto una descripción del fenómeno
estudiado, es decir, la subordinación de la m ujer; como una
explicación de sus causas y consecuencias y la prescripción de
estrategias para su superación, ya que su objetivo es transformar
la posición de la mujer en la sociedad».28
En la aplicación del concepto de género a la historia, Scott ha
ofrecido grandes posibilidades renovadoras para la historiografía,
poniendo énfasis en la significación binaria de lo masculino y
femenino que se establece desde la diferencia sexual, y en las
conexiones entre género y poder, definiendo el género como: «una
forma primaria de relaciones significantes de poder».29
Scott define la diferencia sexual como una «estructura social
móvil», mientras el género es el «discurso de la diferencia entre
los sexos».30 Esta historiadora tiene una visión de la diferencia
sexual articulada al interior de la(s) diferencia(s), y su teoría se
inspira en Saussure al decir que «El significado es construido a
través del contraste, implícito o explícito, con la idea de que una
definición positiva se apoya en la negación o represión de algo que
se representa como antitético de ella». Al mismo tiempo, se inspira
en Derrida, al añadir que «la tradición filosófica occidental se apoya
en oposiciones binarias: unidad\diversidad, identidad\diferencia,
presencia\ausencia, y universalidad\especificidad».31
Para Scott estas teorías ofrecen «un medio de reflexión sobre
cómo las personas construyen el significado, cómo la diferencia
(y por lo tanto la diferencia sexual) opera en la construcción del
significado y cómo las complejidades de los usos contextúales del
lenguaje dan lugar a cambios de significado».32 Y sigue diciendo
que la diferencia es al mismo tiempo un «sistema significador de
diferenciación y un sistema históricamente específico de diferencias
determinadas por el género».33
La primera parte de ésta definición sobre la diferencia como
categoría general, es útil para analizar cóm o se construyen
históricamente las diferentes identidades, por razón de clase,

28
culturales, de raza, etc. Scott presenta el ejemplo de cómo la identidad
blanca de las mujeres inglesas en las colonias se construyó en
oposición a la identidad india de las otras mujeres, o también cómo
ser blanco implica no ser negro, porque las identidades se construyen
no solo socialmente sino también conceptualmente. Es decir, la
identidad está producida discursivamente y los contrastes de raza,
clase o género, son construcciones con una historia, carecen de una
esencia inmutable, y pueden cambiar.34 La segunda parte de la
definición se refiere a la diferencia sexual y las operaciones
diferenciadoras que establece produciendo significados de género.
Estos se construyen de forma binaria, opuesta, interdependiente,
inmersos en relaciones de poder y saber, de ahí que históricamente
los significados masculinos han sido considerados de mayor valor
que los femeninos, por ejemplo: razón \ intuición; fuerte \ débil; dureza
\ dulzura; guerrero \ pacífica, etc.
Siguiendo con el status teórico del género, en Colombia, Gabriela
Castellanos señala que éste está relacionado «con una orientación
específica en el estudio del lenguaje; me refiero a aquella que se
interesa por el discurso, definido como «el intercambio de significados
en un contexto social».35Y respondiendo a la crítica realizada acerca
del dualismo entre producción discursiva y realidad, es decir, entre
«la mujer» y las mujeres de carne y hueso en el sentido de que no
ofrece posibilidades de cambio, Castellanos, siguiendo a Bajtín, que
difiere de Saussure en cuanto a la arbitrariedad del signo, mantiene
que la ideología está en los significados produciendo sentido y que el
lenguaje es «dialógico». Por tanto, el género sería un diálogo de
continuo intercambio de signos y significados entre mujeres y
hombres, variable históricamente y por tanto con posibilidades de
transformación. Igualmente, Castellanos señala que se produce
también un entrelazamiento con otros sistemas simbólicos de clase,
raza, etc., que igualmente rompen con el dualismo.36
La historia discursiva contribuye también a resolver el dualismo
entre discurso y realidad social. Las condiciones sociales de las
mujeres se vuelven significativas de subordinación u opresión
cuando se produce la mediación discursiva feminista, por ejemplo
al aplicar la categoría de género. Ésta objetiva la existencia de

29
una desigualdad específica entre hombres y mujeres. El género es
un concepto que categoriza el fenómeno social de la existencia de
diferencias entre lo masculino y lo femenino, y que también las
construye significativamente. Por ejemplo, la mujer es explotada
diferencialmente respecto al hombre por el trabajo doméstico que
realiza, y es el lenguaje del género el que da significado a esa
condición com o «fem enina» (que encierra desigualdad y
discriminación) mediante un régimen discursivo, el feminista, que
tiene el género como categoría.
Se puede hablar de otras construcciones discursivas como el
sujeto mujer unitario, la m ujer moderna, el sujeto maternal, etc.,
que se han producido en contextos históricos concretos, y se han
reconstruido significativamente a través de diferentes discursos.
Esas construcciones se establecen desde la diferencia sexual y
contienen significados de género, binarios, opuestos y jerarquizados,
inmersos en relaciones de poder, que al desentrañar su formación
en contextos específicos, revelan también cómo se produjo la
exclusión y la subordinación de un sexo por otro.
La dimensión de poder del género es clave para el análisis de
la historia política de las m ujeres, para la significación del
sufragismo, porque éste está presente en los procesos sociales en
los que se dan los juegos de poder entre lo masculino y lo femenino,
sus estrategias, alianzas m últiples, así como las acciones de
resistencia del sujeto feminista.

2. El sujeto «mujer» construido y el sujeto constructor

E ntre los av an ces del fem in ism o c o in c id en te s con el


postestructuralismo está la aportación innegable de la pluralidad
de sujetos históricos contextualizados, representados por múltiples
grupos de mujeres y hombres, frente al sujeto universal abstracto
del discurso de la modernidad, que remitía finalmente a un sujeto
hegemónico masculino. «La mujer» se ha revelado como una
identidad irreal, porque en la realidad existe como un sujeto múltiple.
Si nos rem ontam os a la reivindicación de los derechos de

30
ciudadanía que llevaron a cabo los m ovim ientos sufragistas,
encontraremos el comienzo de la puesta en cuestión del sujeto
universal y del universalismo de los derechos del hombre, por un
nuevo sujeto constructor de la identidad feminista.
«La mujer» de la cultura occidental, fue una construcción de
varios discursos con aspiraciones universalistas, desmentidas por
la realidad cotidiana que vivían muchas mujeres, y con un carácter
esencialista porque esa «m ujer» estaba rodeada de virtudes
consideradas naturales, representando un «modelo normativo de
heterosexualidad reproductora».37
La modernidad alentada por la Ilustración hizo que esa mujer,
«ángel del hogar» y buena madre, se consolidara e institucionalizara,
imponiéndose en las m etrópolis europeas y en sus colonias.
Especialmente en el caso hispano, América Latina fue heredera
del discurso occidental, marcado fuertemente por el catolicismo.
En América Latina se dieron variados contextos en los que se
construyó aquel sujeto de mujer, pero fue especialmente el discurso
populista con sus aspiraciones modemizadoras el que contribuyó
a institucionalizar y politizar la construcción de un sujeto «mujer»
sesgado hacia lo maternal. Paralelamente en el tiempo se construía
como sujeto el sufragismo, también deudor del discurso moderno
liberal, y compartido, como ya veremos en el caso colombiano,
con el discurso conservador y populista.
La filósofa Rosa María Rodríguez M agda ha trabajado para la
teoría fem inista sobre «la m ujer», a p artir de herram ientas
foucaultianas, llegando allí dónde no lo hizo el filósofo. Ella propone
a la historia de las mujeres hacer la genealogía de la construcción
del sujeto mujer a través de los discursos que han participado en su
gestación. Su propuesta continúa con la «deconstrucción» de esa
subjetividad y su «reconstrucción» desde la acción del sujeto
autónomo,38 activo y «resistente» que hay en la teoría de Foucault,
desmintiendo ese sujeto pasivo que se ha atribuido al filósofo.39 En
esa línea me parece útil la dualidad «sujeto normalizado producido/
sujeto productor de sí mismo», que Rodríguez Magda toma de
Foucault; porque la pregunta es cómo las mujeres se han construido
en la subordinación, sumisas, pacientes y matemalistas como «sujeto

31
normalizado producido», y desde esa situación cómo en determinados
contextos dem ocrático liberales o autoritarios, han actuado
políticamente como «sujeto productor de sí mismo». Ese sería entre
otros, el caso de las sufragistas o las Madres de Plaza de Mayo. En
adelante se intentará dar respuesta a esta pregunta, adentrándonos
en la cuestión de la construcción de la subjetividad.

2.1. E l sujeto del fem inism o


El feminismo tiene la particularidad de ser un discurso en
construcción, como ya se ha apuntado, y producir un sujeto con
una identidad, la feminista, que se ha construido históricamente,
con cambios, con intermitencias. Es decir, todas las mujeres son
sujetos con conciencia formada de ideas, convicciones y creencias,
y lo que las clasifica, las diferencia unas de otras, las hace
particulares es la identidad. En este sentido, la identidad sufragista,
la identidad feminista ha caracterizado a una serie de sujetos mujer
históricamente.
La construcción en los discursos feministas actuales de un sujeto
político activo -lo que llama Braidotti el «sujeto femenino del
feminismo» - es un tema altamente estratégico de la teoría feminista
cara a la acción y la transformación social. El reto del sujeto
feminista es la diversidad existente entre las mujeres, manifiesta
por las diferentes identidades según la raza, etnia, clase, opción
sexual, edad, religión, pasado histórico, etc. Este hecho fue
planteado inicialm ente por las fem inistas negras y lesbianas
norteamericanas, muy críticas ante un feminismo que se pensaba
blanco y heterosexual. El acierto de esta crítica se extendió entre
los feminismos del mundo y ha generado un gran avance en la
teoría y en las relaciones entre las mujeres.
Gabriela Castellanos ha criticado el sujeto moderno femenino
esencialista construido con base en la afectividad, y ha señalado
el acuerdo que hay en un sujeto polifónico, de «construcción múltiple
y cambiante», «performativo», que se construye cuando hablamos
y pensamos, pero, y de acuerdo con Judith Butler, «no determinado
v por los discursos».40 A quí, cabe avanzar que los sujetos se
constituyen discursivamente en interacción con el contexto, para

32
evitar pensar en un nuevo determinismo, ahora lingüístico. Por
tanto, para la investigación y para la acción es importante el hecho
mostrado por el debate feminista acerca de un sujeto múltiple y
diverso, que desorganiza y descom pone las construcciones
históricas y discursivas de «la mujer» en contextos concretos.

2.2. La construcción de la subjetividad/identidad


En la h isto ria discu rsiv a los sujetos son una «entidad
significativa»: «No es que los individuos se reconocen o descubren
a sí m ism os com o sujetos o agentes, sino m ás bien que se
construyen significativamente como tales al aplicar una rejilla
clasificatoria de origen discursivo».41 La subjetividad, se constituye
en la «interacción» entre la posición que ocupan los individuos en
las relaciones sociales, y la «experiencia» que se tiene de ellas.
Parafraseando a Judith Butler, Cabrera dice que es «el dominio de
lo discursivo el que establece por adelantado los criterios mediante
los cuales los propios sujetos se constituyen a sí mismos».42
Además, la subjetividad se vincula al objeto y no al referente
social y material; y objeto y sujeto se constituyen al tiempo en el
mismo proceso de articulación del contexto social. Las identidades,
que son parte de la subjetividad, no preexisten al objeto, sino que
emergen en el espacio de significación en el que se da la articulación
de ambos.43 Por ejem plo, el fem inismo com o identidad y la
significación de la subordinación de las mujeres, como objetivación
están vinculados y se producen al mismo tiempo.
Scott utiliza un artilugio categórico, el «eco fantasía», para
m ostrar cómo la identidad se construye históricam ente por
«repeticiones» y «discontinuidades»:

La id en tid a d com o continuidad, coherencia,


fenómeno histórico, es una fantasía que apaga las
divisiones y discontinuidades, elimina las diferencias
que separan los sujetos en el tiempo. El eco da un
brillo a la fantasía, recordándonos que la identidad
es co n stru id a en relaciones c o m p leja s y
distorsionadas, con otros. La identificación (que

33
produce identidad) opera como eco de una fantasía,
actualizando el tiempo a través de generaciones, el
proceso que form a individuos como actores políticos
y sociales.44

Pero este proceso identitario puede estar «enmascarado» por


la identidad que se presenta como natural y estable.45 Así sucede
en el caso de «la mujer», considerada como una categoría fija,
universal, que opaca la construcción diferenciada y discursiva de
diversas identidades de mujeres (obreras, burguesas, blancas,
negras, feministas, etc.).
La experiencia aparece formando una parte fundamental del
sujeto, pero hay discusión sobre la naturaleza de la experiencia.
Para la historia social, experiencia es la forma en que la estructura
«aflora a la conciencia».46 Para Joan W. Scott, la experiencia se
construye discursivamente, por lo que el hacerla evidente, el
mostrarla, es una acción puramente descriptiva, irrelevante, que
no explica cómo actúa en la constitución del sujeto: «No son los
individuos los que tienen experiencia, sino que son los sujetos los
que se constituyen a través de la experiencia».47Y sigue diciendo:
negar el origen discursivo de la experiencia es, a la vez, esencializar
las identidades que produce (mujer, hombre, heterosexual, etc.), y
o cu ltar las operaciones de la diferencia que actúan en su
constitución. Este ocultamiento es inevitable cuando se separa la
experiencia del lenguaje, que es dónde se construye. Los sujetos
se constituyen discursivamente y por tanto la experiencia es un
«hecho lingüístico». No obstante, aquellos no están privados de
«agencia» (entiendo «agencia» en Scott como poder de actuación),
pero este poder de actuación se produce bajo determ inadas
condiciones, sobre lo que volveremos más abajo.48 Lo que Scott
propone, entonces, es historiar esas operaciones de construcción
de los sujetos en lugar de ocultarlas.
Junto con la experiencia, los intereses son una parte clave en la
construcción de la subjetividad. Los intereses se constituyen cuando
las condiciones sociales adquieren significado a través de categorías
discursivas. De ahí que las m ism as condiciones sociales y
materiales generen intereses diferentes; por ejemplo, el caso de
34
los obreros que votan por los conservadores porque han articulado
sus intereses según una matriz categorial diferente a la utilizada
por los que votan a la izquierda. Es decir, los intereses no carecen
de una base social, material, pero ésta no genera los intereses,
sino que estos se producen por la mediación de un discurso y en
un espacio de significación entre el contexto social y las categorías.
Una situación de trabajo en condiciones de máxima injusticia, no
se vuelve objeto de resistencia hasta que no media la categoría de
explotación, o de justicia social, dándole significado. La cuestión
importante es por qué los intereses se activan en unas circunstancias
históricas y en otras no; esta activación se produce cuando aparece
la mediación discursiva.49
Es imprescindible explicar cómo se produce la acción social,
cómo actúan los sujetos colectivos, los movimientos sociales. Si
descartamos la existencia de una causalidad social, estructural, de
las condiciones materiales de vida, se han de buscar los mecanismos
de conexión entre el contexto y la acción. Es decir, hay que buscar
otra lógica causal a la acción social; y ésta según la historia
discursiva depende de la significación que los sujetos dan a su
contexto, a sus condiciones materiales. De nuevo es la mediación
discursiva, la m atriz categorial la que hace a la acción ser
significativa. Los sujetos, articulan su contexto y su posición en él,
dando significado a dicha posición según un discurso determinado.
Lo que se produce es una objetivación del contexto y a partir de
ahí es cuando el contexto influye o determina la acción.50Es decir:
si las personas construyen sus experiencias, intereses e identidades
situándose a sí mismas dentro de un sistema de significados,
entonces es este último el que posibilita sus acciones y define un
determinado patrón de conducta.51 Aunque «las acciones son
respuestas a la presión del contexto social... se trata de respuestas
discursivamente mediadas».52
Es importante insistir en que no se niega que las condiciones
sociales sean un factor condicionante de la práctica social, sino
que sean un factor causal. O m ejor dicho, son un factor causal
cuando se han construido significativam ente, cuando se han
objetivado. Entonces se produce una interacción entre sujetos y

35
objetos.53 Por ejemplo, adelantándonos a los siguientes capítulos,
señalemos que las condiciones de desigualdad de derechos en las
que vivían las mujeres no causaron la acción colectiva del sujeto
sufragista hasta el momento histórico en que un discurso, el
moderno liberal, actuó como mediación significativa entre esas
condiciones y la posición en que las mujeres vivían en ellas.

2.3. El sujeto «mujer» maternal


La construcción de «la mujer», en la cultura occidental ha
participado de diversos discursos (clásico, medieval, moderno y
católico) y contextos históricos diferentes, que han ido modelando
y variando su identidad. Posiblemente es la mujer «moderna» el
sujeto más conocido y explorado por la cercanía histórica y porque
aún prevalece. Pero, si hay un componente en su subjetividad que
ha permanecido a pesar de sus variaciones ha sido la dimensión
maternal, hasta el punto de que se puede hablar de una identidad
subjetiva matemalista. Florence Thomas, a propósito dice que, en
la posición pre-feminista de la mujer, «Sólo cuando lo femenino
connota lo materno, cobra evidencia, o por lo menos remedia de
alguna manera dicha carencia. Por fuera de lo matemo-reproductor
no existe posibilidad de llegar a ser sujeto en el mundo».54
En su Diccionario ideológico fem inista, Victoria Sau sostiene
que los Padres del patriarcado «construyeron» la feminidad con
aquellas partes en las que ellos no eran aptos, como la maternidad,55
y recoge el discurso de Apolo en Las euménides de Esquilo, en
donde se define a las madres como «»mujeres porteadoras», úteros
extra-corporales de los hombres, redomas del laboratorio masculino
dónde ellos deciden sobre la vida y sobre la muerte».56 La tesis de
Sau, en concordancia con la anterior definición, es que la maternidad
como opción libre y representativa de lo que es ser mujer, sujeto
autónomo, «no existe», porque existe en tanto «función del padre».57
En la formación de la identidad maternal occidental participan
activam ente los discursos religiosos católicos, en los que
indiscutiblemente la pieza central es la representación de María
virgen, aunque haciendo historia, M aría Lozano recuerda que «el
reconocimiento oficial de los atributos de M aría siempre ha ido

36
muy por detrás del reconocimiento popular a través del culto»,
pues hasta el II Concilio de Constantinopla (381) no se «proclamó
la perpetua virginidad de M aría».58 Otras fuentes señalan el
Concilio de Efeso (431), como el momento cuando, después de un
agrio debate, se reconoció a M aría como Madre de Dios.59 Pero
hasta 1854 no se establece como dogma ti,e fe su Inmaculada
Concepción y en 1954 su Ascensión a los cielos.60
María Asunción González de Cháves sitúa a la Virgen María al
final de una cadena evolutiva, que comienza en las diosas clásicas
de la cultura occidental, lo que muestra que siempre «la mujer ha
estado c e rc a n a a lo sag rad o » . L as p rim e ra s d io sas eran
«polifacéticas», «creadoras y destructivas», «benévolas y crueles»,
sus poderes eran independientes y no estaban vinculados solamente
a la fecundidad; hablamos del periodo Paleolítico superior, cuando
el hombre no conocía su participación en la procreación. Gea,
madre y esposa de Urano, marcó la transición hacia la dominación
olímpica masculina, favoreciendo el reinado de Zeus en un juego
de complicidad por el que las diosas se volvieron protectoras y al
servicio de los dioses. A partir de ahí los dioses adquirieron la
preponderancia sobre las deidades, al tiempo que conocieron y
engrandecieron su paternidad y se apropiaron de la capacidad
biológica femenina. A partir de ahí las imágenes femeninas perdieron
aquellos poderes que podían re su lta r am en azad o res y se
desexualizaron. Desde entonces representaron a la buena madre
protectora que recibía su prestigio a través de la vinculación que
tenía con dioses importantes. El último eslabón en la cadena es la
Virgen María, venerada como Madre de Jesús-Dios, pero no como
diosa. Ella es «sierva del Señor», «mediadora del Dios Creador»,
a la que se le niega la sexualidad y se la adora como Mujer-Madre
humilde y subordinada al Hijo de Dios. M aría es el ideal del yo
femenino, desprovista de la otra cara iracunda y hostil que tenían
las diosas clásicas y que tienen las madres reales.61
Catherine Jagoe, que ha investigado los discursos españoles
sobre el «ángel del hogar», se detiene en la «pureza» como el
«punto supremo de la nueva ortodoxia» de la m ujer burguesa del
XIX, que viene a ser institucionalizada por la doctrina de la
Inmaculada Concepción y reforzada poco después por León XIII

37
al reconocer a la Virgen como «co-redentora» de la humanidad.62
La estimulación al culto mariano, y a María como madre y mujer
modelo, sobrevive hasta hoy y es fácil hallarlo en los discursos
católicos que circulan dentro y fuera de los ámbitos religiosos. El
Papa Wojtila acuñó la consigna de «Totus Tuus», «Todo tuyo»,
refiriéndose a M aría,63 y la Gran Vigilia de la Inmaculada que se
ce le b ró en m u ch o s p u e b lo s y ciu d ad es de E sp añ a y de
Latinoamérica en 1995, se hizo bajo el lema «La Virgen María
modelo de mujer y madre», exhortando el Papa a ver en M aría «la
expresión más perfecta del genio femenino». En ese mismo año,
el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, refiriéndose
a la Conferencia de Población de El Cairo (1994) y a la IV
Conferencia M undial de la M ujer (Beijing, 1995), dijo que
«intentaron transformar la cultura moral del mundo».64Valls aludía
a los cambios que finalmente se aceptaron sobre la separación
entre la sexualidad y la reproducción de las mujeres, alejados del
modelo reproductivo mariano.
El discurso moderno ilustrado era el llamado a introducir un
matiz laico en ese sujeto maternal y mariano, pero es observable
que las condiciones discursivas variaron algunos significados de
género, produjeron otros nuevos y dejaron permanecer muchos
otros. La crítica fem inista ha subrayado suficientem ente las
construcciones binarias ilustradas: razón masculina \ pasión y/o
naturaleza femenina, y el miedo del hombre a la irracionalidad de
la mujer, supervivencia del discurso antiguo de los Padres de la
Iglesia acerca de la hembra tentadora.65 En esa línea el discurso
moderno liberal configuró lo que se ha llamado desde la teoría
feminista «las dos esferas», una de ellas representa el mundo de
lo femenino, el hogar, lo privado, el espacio dónde reina «el ángel»;
frente a él se conforma el espacio público y político masculino.
La socióloga foucaultiana Julia Varela, que ha investigado la
genealogía de la mujer burguesa europea, es la que arroja más luz
sobre el momento donde arranca el confinamiento de las mujeres
en lo privado y la redefinición del desequilibrio entre los sexos. En
su investigación es palpable la pervivencia en el discurso ilustrado
de construcciones procedentes de discursos anteriores. Varela

38
sitúa lo que ella denom ina la form ación del «dispositivo de
feminización» (no utiliza la categoría género), en el discurso
humanista expresado, por ejemplo, en los textos de Vives y Erasmo.
Este dispositivo es el elemento definitorio de la mujer moderna.
La autora sitúa en el siglo XII europeo el inicio de una nueva
jerarquización entre los sexos relacionado con el cambio en las
relaciones de parentesco. El discurso humanista sería la rejilla
categorial en la que el matrimonio es uno de los conceptos que
dan significado a la nueva relación entre los sexos.
En palabras del Varela, el matrimonio monogámico dictado en
el Concilio de Trento (1563) será un «anclaje clave» de dicho
dispositivo de feminización para la «naturalización del desequilibrio
entre los sexos».66 Los tratados de la época sobre «la perfecta
casada cristiana» eran una crítica a la vida am orosa libre e
independiente de las mujeres de la nobleza. La perfecta casada es
rodeada de las virtudes de la modestia, el silencio, la obediencia,
que se construyen en oposición a las virtudes masculinas de mando,
elocuencia, etc. Pero los procesos de subjetivación femenina eran
diversos según la clase social de las mujeres. Para Varela, hubo
una estrategia educacional con «tecnologías blandas» para las
mujeres de la nobleza y burguesas, que eran alejadas de la política
pero acercadas a la nueva cultura. Estas mujeres escribían poesía,
cartas, mientras los hombres escribían teatro y obras épicas,
acentuándose así las diferencias sexuales. El contrapunto de la
perfecta casada son las mujeres «malas», representadas por las
prostitutas y las brujas, todas ellas mujeres populares que se
resistían a la iglesia y al matrimonio monógamo. A ellas se aplicaron
«tecnologías duras de control» por parte de frailes dominicos y
franciscanos, como la Inquisición o las casas de prostitución,
encaminadas estas prácticas a la «destrucción de saberes» que
las mujeres poseían.67 En términos de la teoría feminista, en este
proceso se percibe de forma evidente la interrelación del género
con la clase social, a través de la alianzas y juegos de poder y
saber en los que las mujeres de clase noble obtuvieron privilegios
de tipo cultural frente a las mujeres de clases inferiores que fueron
marginadas y despojadas de sus saberes.

39
Sobre la conformación de la esfera privada y femenina es
oportuna la revisión que Rodríguez Magda hace del modelo de
encierro «disciplinario» de Foucault, ampliándolo con la noción de
«encierro femenino», que a diferencia de la cárcel, el manicomio
o el hospital, tiene características peculiares. La reclusión de las
mujeres no es grupal, es en el hogar, y allí se las priva de la
solidaridad con las otras marginadas. El hogar es una «prisión
camuflada», que se complementa con un encierro «simbólico» en
una «am bigua esencia» en la que se sublim an una serie de
cualidades domésticas y se denostan otras oscuras y maléficas.68
Las prácticas educativas en tomo al sujeto mujer maternal, son
reveladoras a la par que normativas. Pilar Bailarín ha puesto de
manifiesto la identificación que se hizo de la maestra con la madre
virtuosa en la construcción profesional de las primeras en el siglo
X IX español. Las m aestras fueron agentes de fem inización,
transmitiendo los deberes domésticos que configuraban la identidad
de las discípulas.69 Pero como señala Bailarín, muchas veces esas
maestras no eran madres y en la realidad no respondían a la «madre
burguesa» de los m anuales, porque habían encontrado en el
magisterio un espacio de libertad para desarrollarse como escritoras
e intelectuales, lo que les permitía transgredir la frontera y participar
en un nuevo modelo de mujer que se estaba gestando también en
otros campos.70 De esta manera, la maestra se nos muestra como
un sujeto complejo construido en los discursos modernos, que
condensa las virtudes de la feminidad y el matemalismo y al mismo
tiempo se reivindica como ciudadana. No en vano buena parte de
las sufragistas eran maestras, fueron sujetos de la modernidad y
predecesoras en la formación del nuevo discurso feminista.
Para Scott, la madre es una de las «fantasías eco» de la identidad
feminista. La «fantasía materna feminista» está configurada en
tom o al amor puro que sirve de base común entre las mujeres. La
autora la ejemplifica en el caso sufragista francés.71 Esta tesis la
veremos confirmada también en las sufragistas colombianas que
coinciden en defender sus derechos de ciudadanía por ser buenas
madres.
Resumiendo, la mujer moderna occidental con un gran sesgo

40
de su identidad hacia lo maternal es el fruto de variados discursos
en los que pareciera no darse una ruptura, sino más bien una
condensación de significados repetidos que llegan hasta los finales
del siglo XX.
Las rupturas discursivas en tom o al sujeto matemalista, se
vienen a plantear por el feminismo, especialmente en sus últimas
décadas, en formación como discurso con nuevas categorías, en
in te ra c c ió n con cam b io s c o n te x tú a le s que p ro d u ce n
resignificaciones en los sujetos y en los objetos. Un ejemplo es el
sujeto feminista de la segunda ola que desenmascara la «política
sexual» que rige los cuerpos,72 y reivindica la libre sexualidad y el
derecho al control reproductivo bajo el lema «mi cuerpo es mío».
La distinción entre derechos sexuales y reproductivos, categorías
ambas de este nuevo discurso, viene a ser la crítica más certera al
sujeto unidim ensional m atem alista, poniendo de relieve su
historicidad y por tanto su caducidad. Igualmente la comprensión
dentro del feminismo de un sujeto de identidades múltiples, es otro
ejemplo de las mutaciones discursivas.

2.4. Buenas madres y resistencias insospechadas


He planteado en otro lugar el «m atem alism o» como una
construcción discursiva de género en contextos históricos
determ inados y concretos y form ando parte de la identidad
femenina.73 La identificación histórica de la sexualidad con la
reproducción, a través de las practicas discursivas, ha construido
el matemalismo en un doble movimiento de afirmación reproductiva
y de negación placentera del cuerpo femenino. En el sujeto maternal,
la parte oscura, maligna, negada, la sexualidad con el derecho a
sentir, al goce, es propia de las mujeres «malas». Ello contrasta
con la figura luminosa, pura, humilde y sumisa de «el ángel del
hogar», la feminidad ensalzada, que es sobre todas otras cosas,
madre fecunda y buena, cuya misión principal es amar y cuidar a
sus hijos. En esta dicotomía, las mujeres «buenas» históricamente
han construido su identidad, sus intereses y su experiencia
conforme a los discursos que las han significado de esta manera,
y se han asum ido com o tales buenas m adres, llegando en

41
determ inadas circunstancias históricas a realizar resistencias
insospechadas. En el caso latinoamericano los discursos populistas
de los años cuarenta y cincuenta (versión latinoamericana de una
fase de la m odernidad en aquella región), reconocieron a las
m ujeres los derechos de ciudadanía en tanto eran m adres de
ciudadanos y no por las razones de igualdad que argumentaban
las sufragistas desde hacía décadas.
El discurso populista tenía como categoría central la «justicia
social», pero con un carácter paternalista y asistencialista, que lo
hacía deficitario en térm inos de democracia. Hay tesis bien
fundamentadas de que la modernidad populista de estos años fue
muy lim itada y especialm ente sesgada hacia un proceso de
industrialización.74 Fue un campo discursivo en el que las mujeres
pobres urbanas, únicas responsables en muchos casos de la familia
y la economía doméstica, se constituyeron como sujetos maternales
identitarios organizados en movimientos por la supervivencia75 en
condiciones materiales de falta de alimento, falta de vivienda y de
servicios (agua, educación, salud).
Este contexto socio-económico de pobreza y precariedad no
fue exactamente el motor directo del proceso de concienciación
de las mujeres, no se produjo la acción social como reflejo de las
condiciones sociales, sino que fueron las condiciones discursivas
populistas las que hicieron que las condiciones m ateriales se
volvieran significativas. Entonces, las propias mujeres de los barrios
populares conceptual izaron su contexto de pobreza injusta al
sentirse interpeladas como «pueblo» (otra de las categorías
centrales del discurso populista), y consideraron que al estado
paternal le correspondía resolver su situación, y conforme a estas
condiciones discursivas ellas construyeron sus intereses y su
experiencia, y lo hicieron como responsables de la alimentación, la
educación y el cuidado de los hijos. Pero no había un discurso en
términos de ciudadanía, ni de derechos específicos femeninos
(derechos reproductivos y sexuales, como más tarde el feminismo
postularía), sino que la «justicia social» procedía de un estado
providencial, y sólo de él manaba la solución de sus problemas. La
oposición que aquí se establecía era estado paternal / identidad

42
maternal femenina.
Las prácticas sociales que las mujeres populares desarrollaron
en los «Clubes de Madres» (Perú, Bolivia, Brasil, etc.) no s< dieron
por un determ inism o causal de la pobreza, sino porque las
circunstancias particulares fueron articuladas por una mediación
discursiva que les dio significado e hizo que las m ujeres
desarrollaran su subjetividad y construyeran su objeto de lucha: la
supervivencia. Se construyeron como madres, amas de casa, al
ser interpeladas por el discurso populista bajo categorías de
re s p o n s a b ilid a d fam iliar, de b u e n a s m a d re s, de b u en as
reproductoras. El discurso interactuó con el contexto y estas
mujeres populares elaboraron sus intereses y experiencia, y en la
práctica social accionaron y crearon com edores, organizaron
desayunos para los niños («Vaso de Leche»), y urbanizaron los
barrios, construyendo viviendas, escuelas, plantando árboles, etc.,
con los escasos recursos que les proporcionaba el estado o
sociedades filantrópicas en su mayoría religiosas. Se puede decir
que el sujeto maternal construido se configuró en un sujeto activo
y constructor.
Esta situación sufrió modificaciones en los setenta y ochenta,
dándose cambios discursivos (democracia, socialismo, feminismo,
y autoritarismo) con nuevas categorías (opresión, derecho al
desarrollo social y hum ano, derechos ciudadanos, derechos
humanos, reproductivos y sexuales, género, etc.) que re-significaron
las condiciones sociales y materiales y transformaron la identidad
de los sujetos y sus intereses. Uno de los cambios mas importante
en el co n tex to fue la crisis eco n ó m ica. E n estas nuevas
circunstancias las prácticas se volvieron más políticas, el lenguaje
de los discursos era otro diferente al populista y el movimiento
social era más heterogéneo. La politización en el caso de los
movimientos por la supervivencia hay que relacionarla con la
actuación de otros sujetos como las ONG para el desarrollo, que
eran a su vez de diferentes partidos de la izquierda, feministas, o
de las iglesias, y que estaban constituidos en nuevos discursos. Y
así sucesivamente, en los noventa, se han presentado un nuevo
contexto, nuevos discursos, nuevos significados y nuevos sujetos

43
en términos de políticas de ajuste, neoliberalismo y globalización.
Paralelamente, en los contextos autoritarios de los setenta, se
visibilizaron sujetos movilizados en contra de la violencia (del estado,
de la guerra o de la droga) en acciones políticas de diverso índole.
Los he tipificado com o «m ovim ientos de m adres contra la
violencia», especialmente en América Latina,76pero se puede hablar
de una cadena que se ha continuado hasta Europa Oriental, como
un caso de sujetos maternales normatizados históricamente pero
ahora rebelados, resistentes y constructores de democracia.
Las dictaduras del cono sur latinoam ericano crearon una
situación diferente de falta de libertades, de personas asesinadas,
desaparecidas, presas y exiladas, en donde el discurso de la
democracia y de los derechos humanos proporcionó las condiciones
necesarias para dar significado a esa situación. Los movimientos
de M adres contra la V iolencia (M adres de Plaza de M ayo,
COMADRES, etc.) construyeron su identidad a partir de elaborar
conjuntamente el interés por recuperar a sus hijos y en oposición a
la invisible, y en la mayoría de los casos pasiva identidad de los
padres. Estas sujetos, son inestables (recordemos que la identidad
es «contingente», «inestable, y «diferencial»77), ya que los grupos
cambian al reelaborar el interés inicial, como sucedió con las
Abuelas de Plaza de Mayo argentinas, que se desprendieron de
las Madres, al dedicarse a la búsqueda de los nietos. También se
puede observar los cambios en la actuación de las Madres de
Plaza de Mayo de los últimos años, cuyo discurso socialista se
radicaliza, coexistiendo en su lenguaje con el inicial de los Derechos
Humanos.
En los siguientes capítulos abordaremos, desde una perspectiva
histórica discursiva, las diferentes construcciones discursivas del
sujeto mujer que se dieron en tomo al sufragismo, así como las
formas que asumieron la subjetividad y la identidad feminista, en
el contexto colombiano entre las décadas del treinta a cincuenta
del siglo XX.

44
NOTAS

1 Una primera versión de este capítulo fue publicada en Boletín


Americanista, no. 52, Barcelona, 2002, y en la Revista virtual Lybris,
de la Universidad de Brasilia. He de agradecer a Tania Navarro, su
directora, la traducción al francés. Ahora se ha desarrollado y
fundamentado más ampliamente la noción de sujeto. Agradezco los
comentarios del alumnado del curso de Doctorado, Historia de las
mujeres. Género y contextos discursivos en América Latina, y la
lectura y sugerencias de Gabriela Castellanos, Carmen Ramos, Rafaela
Vos Obeso, Cris Suaza y María Himelda Ramírez.
2 Barret, Michelle. «Palabras y cosas: materialismo y método en el
análisis feminista contemporáneo», La Ventana, no. 4, Guadalajara,
(México) 1996, pp. 36-37.
3 El interés por la significación, según Pedro Cardim, se adelantó al giro
lingüístico en la sociología, la antropología y la filosofía, no así en la
historia. «Entre textos y discursos. La historiografía y el poder del
lenguaje», Cuadernos de Historia Moderna, No. 17, Madrid, 1996, p.
126.
4 También Hayden White define la historia como: «un modo de discurso,
una manera de hablar, y el producto producido por la adopción de
este modo de discurso». White, Hayden. El contenido de la forma.
Narrativa, discurso y representación histórica, Ed. Paidós, Barcelona,
1992. p. 71 y 74. Para una discusión sobre «la historia narrativa»,
como la llama White, y sus tendencias, ver páginas 47-50.
5 Recuérdese que para Scott «diferencia sexual» denota «un sistema
históricamente específico de diferencias determinadas por el género,
(cf. Joan Scott «sobre el lenguaje, el género y la historia de la clase
obrera», Historia Social, No. 4, Valencia, 1989, p. 90).
6 Canning, Kathleen. «Feminist History after the Linguistic Turn:
Historicizing Discourse and Experience», Signs, v. 19, No. 2, New
York, 1994, pp.370-371.
7 Cabrera, Miguel Ángel. Historia, lenguaje y teoría de la sociedad,
Cátedra\Frónesis, Madrid, 2001, p. 18.
8 Ibid, pp. 48-50.
9 El último libro de Joan W. Scott, La Citoyenne paradoxale. Les
feministes franqaises et les droits de l'homme, Albin Michel,
Bibliothéque Histoire, París 1998, supone un ejemplo paradigmático
de esta forma de hacer historia, habiendo estado precedido de muchos
artículos teóricos sobre la diferencia sexual, la experiencia, el lenguaje

45
y el género. Parte de ellos los citaremos a lo largo de este libro.
10 Scott, Joan W. «El Género: Una categoría útil para el análisis histórico»,
en J.S. Amelang y M. Nash (eds.) Historia y género, Alfons el
Magnanim, Valencia, 1990.
11 Joan W. Scott. A cidadá paradoxal: as feministas francesas e os
direitos do homen, Editora de Mujeres de Florianápolis, 2002.
12 Foucault, Michael. La arqueología del saber, Siglo XXI ed., México,
1979, p. 81.
13 Apleby, Joyce; Hunt, Lynn; y Jacob, Margaret. La verdad sobre la
historia, Ed. Andrés Bello, Barcelona, 1998, p. 210.
14 En resumen, dice Paul Veyne: «Toda historia es arqueológica por
naturaleza y no por elección: explicar y hacer explícita la historia
consiste en percibirla primero en su conjunto, en relacionar los
supuestos objetos naturales con las prácticas de fecha concreta y
rara que los objetivan y en explicar esas prácticas no a partir de un
motor único, sino a partir de todas las prácticas próximas en las que
se asientan (...) La historia misma es uno de tantos falsos objetos
naturales. La historia no es más que lo que hacemos de ella; no ha
dejado de cambiar, pues su horizonte no es eterno», Cómo se escribe
la historia. Foucault revoluciona la historia, Alianza Editorial,
Madrid, 1984, pp. 214-215-226y 237-238.
15 Cabrera, Miguel Angel .Op. cit., pp. 51 -52.
16 Scott, Joan W. «Igualdad versus diferencia: los usos de la teoría
postestructuralista», Debate Feminista, No. 5, México, 1993, p. 87.
17 Ibid., «Sobre el lenguaje, el género y la historia de la clase obrera»,
Historia Social, No. 4, Valencia, 1989, p. 128.
18 Cabrera, Miguel Angel. Op. cit. pp. 68-71.
19 Ibid. p. 73.
20 Scott, Joan W. «La mujer trabajadora en el siglo XIX», en Duby,
Georges y Perrot, Michelle, eds. Historia de las mujeres, v. 4, Taurus,
Madrid, 1993. También el artículo ya citado: «Sobre el lenguaje...»,
hace referencias a la construcción del concepto de «clase»,
perteneciente al discurso socialista.
21 Cardim, Pedro. Op. cit.,p. 138.
22 Hayden White define la significación como: «la tradición del análisis
cultural basada en una teoría del lenguaje como sistema de signos
(más que de palabras), al estilo de Saussure». White, H.Op. cit., pp.
149 y 201.
23 "La mujer es un constructo cultural e intenta desconstruir este signo
para poder distinguir la biología de la cultura y la experiencia de la

46
ideología». Borras, Laura. «Introducción a la crítica literaria feminista»,
en: Segarra, Marta y Carabí, Angels (eds.). Feminismo y crítica
literaria, Ed. Icaria, Barcelona, 2000, p. 18.
24 Cabrera, Miguel Angel. Op. cit., pp. 55-57.
25 Ibid. pp. 73-76.
26 Scott, Joan W. «Sobre el lenguaje...», op. c it., p. 83.
27 Ibid., p. 84.
28 Coddetta, Carolina. Mujer y participación política en Venezuela,
Edición Demanda, Caracas, 2001, p. 31.
29 Scott, Joan W. «El Género: una categoría ...»op. cit. pp. 44-47
30 Scott, Joan W. La Citoyenneparadoxale..., op. cit., p. 15.
31 Scott, Joan W. «Igualdad versus ...», op. cit. pp. 89 y 90.
32 Scott, Joan W. «Sobre el lenguaje...»,op. cit., p. 81.
33 Ibid., p. 90.
34 Scott, Joan W. «Feminismo e historia», Hojas de Warmi, No. 8,
Barcelona, 1997,p. 116.
35 Castellanos, Gabriela. «Introducción. Género, discursos sociales y
discursos científicos», en: Castellanos, Gabriela; Accorsi, Simone y
Velasco, Gloria (comps.). Discurso, género y mujer, Centro de Estudios
de Género / La Manzana de la Discordia, Universidad del Valle, Cali,
1994,p. 12
36 Castellanos, Gabriela. «Desarrollo del concepto de género en la teoría
feminista», en: Castellanos, Gabriela; Accorsi, Simone (comps.).Op.
cit, p. 37-45.
37 Braidotti, Rosi. Citando a Monique Wittig, Sujetos nómades, Ed.
Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 226.
38 Rodríguez Magda, Rosa María. Foucault y la genealogía de los sexos,
Anthropos, Barcelona, 1999, pp. 52 a 67.
39 Ibid., p. 119 a 133.
40 Castellanos, Gabriela. «Introducción. Nuevas concepciones de la
subjetividad como trasfondo teórico de los estudios de género», en:
Castellanos, Gabriela y Accorsi, Simone. Sujetos femeninos y
masculinos, Centro de Estudios de Género / La Manzana de la
Discordia, Universidad del Valle, Cali, 2001, pp. 17-19.
41 Cabrera, Miguel Angel. Op. cit. p. 115.
42 Ibid.
43 Ibid.
44 Scott, J. W. «Eco fantasia»: historia y construcción de identidad»,
Labrys, Estudos Feministas, No. 1-2, 2002.www.unb.br/ih/his/
gefemscottl .html (La traducción es mía).

47
45 Cabrera, Miguel Ángel. Op. cit. p. 116, citando a Scott, Joan W.
46 Ibid. p. 83.
47 Scott, Joan W. «La experiencia como prueba», en: Carbonell, Neus y
Torras, Men (comps.) Feminismos literarios, ArcoMibros, Madrid,
1999,p. 86.
48 Ibid., p. 106.
49 Cabrera, Miguel Angel. Op. cit.., pp. 102-108.
50 Ibid., pp. 145-146
51 Ibid., p. 146.
52 Ibid., p. 147.
53 Ibid., p. 149.
54 Thomas, Florence. «Mujer y código simbólico», Las mujeres en la
historia de Colombia, v. 3, Norma, Bogotá 1992, pp. 12-13.
55 Sau, Victoria. Diccionario ideológicofeminista, v. II, Icaria, Barcelona,
2001,pp. 100-101.
56 Ibid., p. 169.
57 Ibid. El vacío de la maternidad, Icaria, Barcelona, 1995, también: «Del
vacío de la maternidad, la igualdad y la diferencia», Hojas de Warmi,
No. 9, Barcelona, 1998.
58 Lozano Estívalis, María. Las imágenes de la maternidad, Ayuntamiento
de Alcalá de Henares, 2000, pp. 109. La autora hace un recorrido
histórico abundante sobre figuras de la virgen en relación a la
maternidad.
59 «María, esa mujer misteriosa», Crónica, El Mundo, 22.12.96, p. 10.
60 Lozano, María Estíbaliz. Op. cit.
61 González de Chaves. Asunción. «Las imágenes de la feminidad en los
mitos y las religiones. De las grandes Diosas a la Virgen María», en:
Monzón, María Eugenia y Perdomo, Inmaculada (eds.). Discursos de
las mujeres, discursos sobre las mujeres, Centro de Estudios de la
Mujer, Universidad de La Laguna, 1999.
62 Jagoe, Catherine. «La Misión de la Mujer», en: Jagoe, Catherine;
Alda, Blanco; y Enriquez de Salamanca, Cristina. La mujer en los
discursos de género, Icaria, Barcelona, 1998, p. 32.
63 Ibid.
64 Navarro Valls, Joaquín. «El Papa dice que María es el «genio femenino»,
El Mundo, Madrid, 8.12.95, p. 55.
65 Entre otras, Molina Petit, Cristina. Dialéctica feminista de la
Ilustración, Anthropos, Barcelona, 1994, pp. 33-34.
66 Varela, Julia. Nacimiento de la mujer burguesa, Ed. de La Piqueta,
Madrid, 1997,pp. 166-193.

48
67 Ibid, pp. 192-211.
68 Rodriguez Magda, Rosa Maria. M. Op. cit., p. 101.
69 Bailarín, Pilar. «Dulce, buena, cariñosa... En tomo al modelo de maestra
/ madre del siglo XIX», en: Calero Secall, Inés y Fernandez de la Torre
Madueño, María Dolores (eds.). El modelofemenino: una alternativa
al modelo patriarcal?, Atenea, Málaga, 1996, p. 75.
70 Ibid. pp. 79-88.
71 Scott, Joan W. ««Eco fantasía»: historia y ...»,op. cit., pp. 30-31.
72 Ampliamente fundamentada en el clásico libro de Kate Millet. Política
Sexual,Ed. Aguilar, México, 1975.
73 Defino el matemalismo -para diferenciarlo de la maternidad como una
opción libremente elegida por las mujeres tal como lo hace el discurso
feminista- como una construcción de género a través de diferentes
discursos históricos, en proceso actualmente de desconstrucción.
Para algunos ejemplos históricos ver: Luna, Lola G «Populismo,
nacionalismo y matemalismo: casos peronista y gaitanista», Boletín
Americanista, No. 50, Barcelona, 2000. El mismo artículo también en:
Bárbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.). Mujeres y naciones en
América Latina. Problemas de inclusión y exclusión, Vervuert,
Frankfurt am Main, 2001. También, Luna, Lola G Los movimientos de
mujeres en América Latina y la renovación de ¡a historia política,
Centro de Estudios de Género / La Manzana de la Discordia,
Universidad del Valle, Cali, 2003, pp. 85-100.
74 Los países que llevaron a cabo este proceso entre las décadas treinta
y cincuenta fueron: Argentina, Brasil, Uruguay, México, Colombia,
aunque fueron muchos otros los que aplicaron «políticas populistas»,
como Perú, Bolivia, Ecuador. En realidad, la tendencia populista y las
prácticas populistas no ha cesado en América Latina, pero aquí me
refiero a esas décadas en que el estado, por ciertas circunstancias
favorables como la bonanza de las exportaciones pudo desarrollar,
junto a un proceso industrial de su constitución de la importaciones,
cierta redistribución de la riqueza mediante reparto de alimentos,
vivienda, etc., entre la población urbana popular.
75 Luna, Lola G Los movimientos de mujeres en América Latina..., op.
cit., pp. 75-77.
76 Ibid., pp. 77-82.
77 Cabrera, Miguel Angel. Op. cit., p. 121.

49
Capítulo 2
La construcción del sujeto maternal y el
sujeto sufragista en el discurso colombiano,
1930-19571

La identidad «mujer maternal» construida a través de varios


discursos (religioso, clásico, y humanista), tiene una trayectoria
colonial que en Colombia se prolonga hasta los años treinta,
cuarenta y cincuenta del siglo XX. En estas décadas aparece un
nuevo discurso, el moderno liberal en el que se constituye la «mujer
moderna», que se reconoce como sujeto de derechos de ciudadanía.
No obstante, la modernidad de las sufragistas feministas construyó
una subjetividad en la que se conjugaba participación política y
dedicación a la maternidad y al hogar, m ientras las sufragistas
conservadoras elaboraron sus intereses en tom o a la construcción
discursiva del «ángel maternal del hogar», ahora educado en la
modernidad.2 Creo que es útil hacer la distinción entre estos dos
grupos de sufragistas, feministas y conservadoras, porque permite
entender mejor los intereses que movían a unas y otras en tomo a
su dimensión maternal. El discurso moderno no produjo una ruptura
con los anteriores discursos, sino que hubo un compartir discursivo
que explica la ambivalencia de las sufragistas y el mantenimiento
de significados matemalistas. De ahí, que la primera parte del
capítulo esté dedicada a la construcción discursiva del sujeto
maternal, para, en la segunda, abordar las condiciones sociales de
las m ujeres y su significación por el sujeto sufragista. La
especificidad colombiana reside en la existencia de un discurso
conservador católico marianista, patriarcal, que sobrevive en el
discurso moderno.
1. El b ipartidism o político y los significados
m ate rn a listas

El discurso liberal-conservador que se da históricamente en


Colombia, produce escasos significados de género, diferentes a
los que ya existían. Esto puede ser explicado por las raíces religiosas
de ambos partidos: los conservadores eran católicos y ultra-
católicos; los liberales, definidos como partido laico, en sus orígenes
se mostraban inclinados hacia un cristianismo primitivo y popular,
pudiendo ser anticlericales, pero nunca ateos ni anticatólicos. Junto
a ello hay que tener en cuenta la confesionalidad católica del estado
- continuidad de la herencia colonial - a pesar de las reformas
(modernizantes de los liberales en el novecientos treinta, que
buscaban solamente «laicizar un poco el Estado», como ha señalado
Tirado Mejía.3
Veremos cómo estas reformas en el campo de la educación,
no interactuaron en el discurso religioso marianista tradicional que
había sobre las mujeres, más allá de revestirlo de cierta estética
moderna. En otras palabras, en Colombia se da un contexto socio
político, que inicia el camino a la modernización, mediado por un
discurso patriarcal conservador católico en el que se construye
una subjetividad matemalista repleta de significados de género
que prevalecen en el discurso moderno. La modernidad colombiana
alcanza la plenitud en la «Revolución en Marcha» del presidente
liberal Alfonso López Pumarejo, aunque el periodo que señalo para
el desarrollo del sufragismo colombiano se extiende desde 1930 a
1957, periodo en el que se produce tam bién la vuelta del
conservatismo. El voto se obtuvo en 1954 y las mujeres votaron
por primera vez en 1957, en el Plebiscito que consagró en el poder
el bipartidismo liberal conservador, y temporalmente cerró el periodo
conocido como La Violencia, que había seguido al gobierno de los
liberales.
El discurso moderno había llegado a Colombia en los finales de
la colonia y con el objetivo de aplicar reformas que mejoraran los
intereses hispánicos. Por ejemplo, el fiscal Moreno y Escandón,
era un ilustrado ecléctico que en su Plan de Estudios para la

52
Universidad oponía el razonamiento y el contraste de ideas a la
autoridad escolástica imperante en el Virreinato de Nueva Granada.
Más tarde, José Félix Restrepo, representante de los introductores
del pensamiento moderno en Colombia, católico, también desde el
eclecticismo intentaba conciliar tradición y espíritu moderno,
desechando el materialismo ilustrado francés e inclinándose por
filósofos ingleses.4 Miguel Antonio Caro, pensador importante y
muy influyente en la recién nacida nación colombiana, fundador
posteriormente del partido conservador, representaba la «fidelidad
a la tradición española» y abogaba por la «unión Iglesia y Estado
como la base de la cohesión de la sociedad» y «lo hispano-cristiano»
como núcleo espiritual y cultural, no sólo de las clases dirigentes
«sino que llega hasta las capas más humildes y opacas de la
población hispana».5 La influencia de Rousseau estaba presente
entre los políticos y filósofos colombianos de la generación de 1850,
pero es interesante destacar que aquellos discutían acerca de sus
ideas de tolerancia, pero en cambio lo criticaban como contradictorio
por sus ideas religiosas y sobre la familia, pues «exaltaba la alegría
del hogar doméstico y rehuía cumplir los deberes de padre».6 Lo
que está claro es que la influencia de los filósofos españoles
católicos y tradicionalistas, Donoso Cortés y Balmes, era más
fuerte, que el débil pensamiento del inglés Jeremy Bentham, que
atraía a los liberales, junto con el cristianismo romántico del francés
Víctor Hugo, con su «religión popular de oprimidos y la figura de
Cristo como la de un líder popular de los desheredados».7
En esa concepción cristiana del grupo liberal de los Gólgotas
(la referencia de su nombre es transparente) aparece la imagen
de la mujer «mala», «perdida», la prostituta, que es posible redimir8
y convertir en la mujer buena y santa a imagen de M aría Virgen y
m adre. Es decir, los sig n ific a d o s de g é n e ro fem e n in o
correspondientes a la oposición mujer buena / mujer mala, procedían
de la construcción de un sujeto m ariano, por encim a de las
diferencias religiosas que distanciaban a conservadores y liberales.
Los liberales radicales del ochocientos cincuenta, de extracción
popular (artesanos m ayoritariam ente) y grupos m edios, que
formaban las Sociedades Democráticas, antecedentes del partido

53
liberal, incluían en sus principios el objetivo de «Sostener la religión
de nuestros padres y no permitir que se tome su nombre para engañar
y mantener el pueblo en su mas vergonzosa ignorancia».9Los mismos
consideraban que el desempleo forzaba a las mujeres a la prostitución,
y se preguntaban, dentro de un discurso significativamente mariano,
«¿Por qué el gobierno ha querido hacer de ese ser grande, de ese
ángel de dicha, la degradación de la mayor parte de la sociedad
humana?»10 El liberalismo anticlerical de mediados del XIX se
expresaba contra la intervención del clero en la política, pero no
atacaba la religión y en privado admitía el culto.11
La República Conservadora, como se conoce en la historia
colombiana el periodo que va desde 1880 hasta 1930, fecha en
que se inicia la República Liberal, se inauguró con una nueva
C o nstitución (1886) que consagró el p residen cialism o, el
centralismo, la exclusión de los liberales, la unión del estado y la
iglesia y la «Colombia católica».12 La Constitución fue seguida de
la firma de un Concordato en 1887, que puso la educación en
m anos de la Iglesia Católica, lo que supuso la implantación
obligatoria en las escuelas de las prácticas religiosas. La definición
de nación católica se mantuvo hasta las reformas liberales, que
s u p rim ie ro n el a rtíc u lo c o n s titu c io n a l re fe re n te a la
confesionalidad.13
Hacia 1910, aún bajo hegemonía conservadora, se puede hablar
del inicio del bipartidismo con coaliciones puntuales de la oligarquía
de ambos partidos. Pero esta participación política de los liberales
no tiene trascen d en cia en los sig n ificad o s de género. La
confesionalidad católica, concretamente, fue reforzada durante la
presidencia de Marco Fidel Suárez (1918-1922) y la militancia
con que la Iglesia actuaba se puso de manifiesto en las elecciones
de 1930, en que el Obispo de Bogotá mandó a los católicos votar
a los conservadores, finalmente perdedores.14 Con el regreso de
los conservadores al poder en 1946, y especialmente en el intento
de reforma constitucional del ultra católico Laureano Gómez, se
contempló nuevamente la obligatoriedad de la enseñanza católica
en la educación, que en la realidad no había sido desplazada
totalmente por los liberales.15

54
Este es el contexto político y el discurso en que hay que situar
la construcción y reconstrucción de la m ujer maternal, que se
expresa en los textos de educadores de la época, algunos de los
cuales voy a examinar a continuación desde la perspectiva de su
lenguaje y los significados fem eninos de género. Los textos
sufragistas feministas que se verán más adelante, por el contrario,
revelan un sujeto constructor, activo y creador de nuevos
significados, porque lograron categorizar la desigualdad existente
dentro del discurso moderno, que se preciaba de igualitario,
produciéndose así cierto quiebre en el discurso patriarcal anterior.
Los textos escogidos16 que muestran como se configura y
normatiza el sujeto mujer maternal son educativos en su mayoría
y fueron producidos, unos a principios del siglo XX, y otros en el
debate que se dio en el momento de las reformas liberales y más
concretamente sobre la reforma de la educación; también muchos
de ellos pertenecen a eclesiásticos.
Un texto de 1914 que lleva el título de Pedagogía doméstica,
y reza en el subtítulo: «Precedida de adm irable carta de un
Arzobispo a un Cura de aldea sobre educación de las clases
obreras», ofrece un juego de oposiciones significativas que en lo
sustancial no variará en la década de los treinta. Por ejemplo la
oposición mujer coqueta / mujer virtuosa; aquella es provocadora
y cortesana, ésta hogareña y buena esposa. Al mismo tiempo en
la oposición mujer / hombre, la primera es familiar y virtuosa y «de
su virtud depende en gran parte la del hombre» y el segundo es
impulsivo y natural. La moralidad es el eje de la mujer y el hogar el
objetivo de su vida, su felicidad, su gloria y su tesoro. «Los deberes
domésticos y el fuego de la piedad; he ahí los dos grandes campos
de la virtud femenina». El esposo es la autoridad que debe ejercer
con «firmeza serena», persuasión, discreción y ternura; la esposa
debe ser «pozo de dulzura y abnegación», hacendosa y de espíritu
cultivado por «lecturas instructivas y serias meditaciones». Ante
los defectos del marido la esposa ha de utilizar paciencia, sutileza,
influencia, «porque no mandáis, ni estáis autorizada para corregir
y reprender». Los modelos son Jesucristo, María, San José y los
grandes hombres de la historia nacional. En resumen, se trata de

55
un texto perteneciente a la estructura discursiva conservadora y
católica, impregnada de valores religiosos y modelos cristianos, en
la línea más abundante de la época, que ejemplifica la producción
de significados masculinos y femeninos.17
La educación ofrece también un ejemplo marianista rico en
perfiles del que derivan las virtudes y rasgos que deben tener las
mujeres y en el que no se hace distinción de clase. Representativos
de éste m odelo m ariano son los textos de dos eclesiásticos
influyentes en la política de su época, tanto en la República
Conservadora, como en la República Liberal. El primero, Rafael
María Carrasquilla (1857-1930),18ofrece abundantes ejemplos del
modelo mariano maternal en el que María es contrapuesta a Eva.
Esta fue creada bella, inteligente, sabia y madre de todos, pero fue
la «causa de la ruina del m undo».19 Aquella es pura, obediente,
sufridora, abogada, maestra y madre de todos los cristianos, por lo
cual «no sólo estamos obligados a invocarla, tenemos también que
imitarla... las jóvenes imítenla en el templo, oculta a las miradas de
los hombres, sujeta a los superiores, ocupada en las cosas del
servicio divino; las esposas y las madres, vayan a aprender al
establo de Belén».20 Y en otro momento, comparando hombres y
mujeres, señala que no ha aparecido el nombre de ninguna mujer
«al frente de los grandes descubrimientos... en cambio tiene más
corazón (que el hom bre).... Pero el corazón femenino no llega al
grado heroico de la abnegación y del amor, sino cuando es corazón
de madre».21
En el contexto político de las reformas liberales y de la guerra
fría, Miguel Ángel Builes, otro eclesiástico representante del ultra
catolicismo y el conservatismo,22 en su exageración se pone de
ejemplo m atemalista cuando dice: «como Obispo, soy una madre
llena de amor y de ternura», y «todas las gracias del Cielo nos
vienen por María».23 El texto de Builes, desde su posición filosófica
tomista, ofrece también muchos significados femeninos, como por
ejemplo cuando opone las mujeres paganas y católicas; aquellas
son vanidosas, éstas modestas castas y virtuosas, o cuando predica
acerca de la ropa y el vestido y vaticina los peores males en el uso
del vestido m asculino por las m ujeres.24 Junto a su posición

56
favorable al «progreso m aterial», señala que m odernidad y
masonería son para la mujer una catástrofe y la «ruina de muchos
hogares».25 Ante la reform a constitucional en que se declara
Colombia una nación laica, Builes es apocalíptico, acusando al
liberalismo de estar contra la Iglesia, y recordando a las religiosas
como «esas vírgenes purísimas, manchadas con el negro crimen
de amar a Dios y ser esposas fieles».26 Y finalmente condena las
reformas laicas de la coeducación y la educación sexual en las
escuelas, y denuncia la privación de los «auxilios oficiales», a
aquellos centros de educación religiosa.27Otros eclesiásticos como
Monseñor Félix Henao Botero, que orientaban sus estudios hacia
la «Cuestión Social» exponiendo la línea de la Iglesia sobre el trabajo
marcada por la encíclica Rerum Novarum, defendían el «salario
familiar», que de manera indirecta implicaba la vuelta de las
mujeres obreras al hogar.28
El lenguaje significativo de género se expresaba con mayor
fu erza, e sp e c ia lm e n te en los re fo rm is ta s años tre in ta .
Concretamente en Medellin, en ese momento el centro cafetero e
industrial en dónde familia, religión y trabajo eran sus señas de
identidad, en el Instituto Central Femenino29se producía un debate
interesante sobre la educación de las mujeres y el desarrollo de la
región antioqueña, a través de su órgano de expresión Revista
Femenina. Un colaborador del Instituto escribía que en nombre
del amor y de la felicidad la educación debía dirigirse hacia el
hogar; que la mujer que se asemeja al hombre no es atrayente;
que la obrera no es feliz, en tanto el ama de casa trabaja contenta
quince horas al día.30 Se le respondía desde el «buen feminismo»
defendiendo, que la preparación y educación de las mujeres las
hacía mejores compañeras del hombre,31 un argumento que las
sufragistas repetían con frecuencia, y que estaba claramente regido
por la diferencia sexual, pues significaba que la educación había
de orientarse según determ inadas aptitudes fem eninas. Se
señalaban como materias apropiadas para las mujeres el arte, la
historia, la medicina y las «industrias domésticas», y por encima
de todo estaba la «misión de madres».32 Aunque el debate sobre
la orientación de la educación femenina se daba también en el

57
contexto de la Ley 28 aprobada en 1932, que le daba a las mujeres
la administración de sus bienes, para lo cual se consideraba habían
de estar preparadas, nunca se olvidaba la misión principal de la
maternidad y hacia ella se encaminaba también la educación no
ya sólo de las madres, sino como un oficio, por ejemplo, el de «la
culinaria y el oficio de aya», para las muchachas campesinas y del
pueblo.33 Un texto de 1955, El Breviario de la M adre y la
revolución del amor filia l, con pocas variaciones nos remite al
de 1914, Pedagogía doméstica. La diferencia está en lo discursivo,
la m odernización y la form ación del sujeto en la «economía
doméstica», que ahora es desde el noviazgo hasta la maternidad.
El breviario, define las virtudes de la buena esposa y madre:
bondad, alegría, pulcritud, iniciativa y equilibrio emocional;
recomienda en el noviazgo: espera, cautela, prevención, resistencia,
intransigencia e información; en el matrimonio: paciencia alegría,
valentía y que «no se haga demasiadas ilusiones»; insistiendo en
que «la función natural de la mujer es la maternidad de cuerpo y
espíritu»,34 acabando con énfasis en la diferencia sexual femenina,
que requiere una educación específica, porque «las investigaciones
biológicas más recientes llevadas a cabo en la estructura femenina,
confirman la hipótesis de que la mujer tiene mayores reservas
vitamínicas y hormonales por una parte, mayores reservas morales
y afectivas por otra y una más fácil adaptación emocional».35
El sujeto maternal, la buena madre que vela por la honra de sus
hijas, bajo la advocación de la Virgen María, estaba en las novelas
populares de los años veinte. M adre, novela de arrieros y
campesinas antioqueñas, es un buen ejemplo sobre la pureza
femenina como la virtud más importante para el matrimonio. El
texto encierra referencias significativas religiosas: los ojos de Felipe,
le parecen a Inés semejantes a los del Corazón de Jesús, mientras
el seno de Inés es a imagen de la Virgen María. Las invocaciones
a la Virgen, a Cristo y a Dios plagan el relato. Inés ama a Felipe
«como a un santo»; su madre invoca: «Virgen María no me la
dejes sola», y a Felipe desea «rogarle por la Virgen que nos deje
en paz y que me comprometo a pedirle por él al Señor». En el
trágico desenlace del que es víctim a Inés, ésta gracias a la

58
vigilancia de su madre va virgen ante Dios, la cual reza: «allí va
Madre de Dios como me la entregasteis».36
El conservadurismo discursivo de género prevalecía en la
orientación educativa del Gimnasio Moderno creado en 1914 para
la «formación de la élite liberal bogotana», aunque convertido en
los años cuarenta en un Centro de prestigio y de formación en la
Pedagogía Activa. Por tanto, Agustín Nieto Caballero, ideólogo
educativo del Centro mantenía una mentalidad conservadora sobre
los géneros en la época de la modernización afirmando que «a
pesar de tantos siglos transcurridos el valor sigue siendo la cualidad
máxima del hombre, y la dulzura la máxima cualidad de la mujer».37
Luis López Mesa, ministro de educación con López Pumarejo,
protagonista en la reforma de la educación, y partidario de dar el
voto a las mujeres, decía: «La m ujer es conservadora en religión,
pero republicana en amor y radical en política». Mesa negaba el
argumento tan extendido de que el voto de las mujeres podía ser
conservador, y mantenía que las mujeres habían participado en las
revoluciones de la historia, ya que «por otra faz de su naturaleza,
(la mujer) busca la estabilidad y el orden como garantía que son
de buen hogar y de la felicidad del hijo, las dos supremas ambiciones
de su alma».38
Dentro de este panorama conservador, no faltaron algunos textos
masculinos muy progresistas para la época, como la Tesis Notas
Feministas, presentada en la Universidad de Antioquia en 1914.
Su autor, Ricardo Uribe Escobar, hace historia de las teorías sobre
la inferioridad de las m ujeres y aquellas que las rebatían,
inspirándose en Engels, Bebel y Stuart M ill para defender la
independencia económica femenina como una vía de superación
de su condición subordinada. Su obra es un antecedente de la
defensa que se hizo en los años tre in ta del derecho a la
administración por las mujeres de sus bienes. También era partidario
de una educación «no sólo para el hogar», y del trabajo de las
mujeres como su salvación, y consideraba prescindir «un poco»
de la fem inidad, «a trueque de form arse una personalidad
considerable de efectos culturales notables, que la hagan visible
en este movimiento de la vida nueva».39

59
Este último texto remite a las propuestas de las sufragistas
feministas de los años treinta, que interpretamos como un sujeto
activo, constituido en el nuevo discurso igualitario. En cuanto a
todos los textos anteriores, valga como conclusión que sus
significados de género construían no solamente un sujeto de mujer
pasivo, sino que aspiraban a ser un modelo único para las diferentes
clases de mujeres existentes en la realidad, y que se transmitia a
través de los púlpitos hasta en los pueblos más remotos. Pero no
sólo la Iglesia, sino también el estado y la clase política perpetuaban
el sujeto maternal y mariano.

2. Las condiciones sociales de las mujeres, categorías


discursivas y sujeto sufragista

Los apartados que siguen son un intento de mostrar cómo


algunos grupos de mujeres reconstruyeron sus identidades a la luz
de una serie de categorías discursivas que dieron significados de
injusticia, exclusión y subordinación a las condiciones de vida de
las mujeres colombianas entre 1930-1957. En primer lugar se
exponen las condiciones sociales en que vivían las mujeres, en
segundo lugar las categorías discursivas que les dieron significados,
y por último la construcción del sujeto sufragista.

2. 1. Condiciones sociales de las mujeres, objeto de


significación
La historia de las mujeres colombianas que ha sido recuperada
hasta hoy, para el periodo señalado aporta datos acerca de las
condiciones sociales de aquellas en algunas regiones. Estos datos
o frecen rasgos según las diferentes clases sociales a que
pertenecían, los trabajos que realizaban, el tipo de educación que
se les impartía y la cultura en la que se movían.
Las mujeres de las elites urbanas, desde el siglo XIX ejercían
de reinas del hogar,40y se buscaba su identificación con las virtudes
de María virgen. Por los años treinta adoptaron el modelo de la
mujer moderna, que significaba un barniz de educación doméstica,

60
la transmisión a los hijos y al esposo de virtudes como «el trabajo,
la honradez, la responsabilidad, el ahorro y la limpieza», y el rol de
«enfermera del hogar». Al mismo tiempo debían de convertirse en
«misioneras sociales» de la moralidad de los niños y las mujeres
pobres.41
Había mujeres de sectores medios que accedieron por esta
época a empleos en servicios, después de una formación en
Escuelas de Comercio, que había en Bogotá, Medellin, Barranquilla
y otras ciudades. Se hacía propaganda en Barranquilla a ese tipo
de em pleo com o m uy a p ro p ia d o p a ra la m u je r p o r su
«temperamento tranquilo, la minuciosidad y el cuidado innato en
ella... su facilidad de adaptación y puntualidad».42 En los sectores
medios había calado esta imagen de la mujer, que era difundida
desde la cultura dominante, imagen revestida con ciertas cualidades
naturales, que ahora eran oportunamente asignadas a la mujer
moderna que trabajaba fuera del hogar.
Las mujeres de los sectores populares eran campesinas que
trabajaban en las haciendas o en la pequeña parcela familiar.
También podían ser empleadas domésticas, artesanas, obreras
fabriles o prostitutas.
Las mujeres campesinas se podían ocupar, por ejemplo, en la
producción del tabaco, o en el cuidado de los animales de las
haciendas. También, en el caso de pertenecer a fam ilias de
«concertados» dependientes de haciendas, podían ser enviadas,
incluso «vendidas», a la casa de aquellas para realizar trabajos a
cambio de comida, vestido y alguna educación 43
La falta de perspectivas para las mujeres en el campo, en donde
la mano de obra masculina era la preferida, hizo que la mayoría se
ocupara en el servicio doméstico, que en un horario sin fin, le
correspondía una serie de tareas que iban desde el cuidado de los
niños, la limpieza, la comida, hasta el servicio sexual al señor de la
casa y la iniciación de los hijos mayores en éste. En muchos casos
no recibían salario o éste era el 50% del que recibían las obreras,
que ya era escaso. Muchos problemas se derivaban de su situación
de dependencia y orfandad, como el embarazo, que podía acabar
en aborto o infanticidio.44

61
En Barranquilla, las «modistas de barrio» se anunciaban en la
prensa y tenían abundante trabajo hasta que proliferaron los
almacenes con artículos importados, algunos de ellos propiedad
de mujeres. Igualmente, las lavanderas, cocineras y comadronas,
ejercían un trabajo de condición femenina.45 El «gremio de las
costureras» en Medellin, representó a veces durante la crisis de
los años treinta la única fuente de ingresos familiares, realizando
jom adas de hasta 20 horas. Junto a ellas, las había panaderas,
sombrereras y zapateras; así como mujeres que desempeñaban
otros oficios como vendedoras de flores, fruteras y vivanderas.
Al llegar a las décadas a que nos referimos, las obreras de los
centros industriales textiles como Medellin, procedentes en su
mayoría del ámbito rural, ya habían pasado por años de acceso y
de retroceso como mano de obra preferida, así como por huelgas
de resistencia para mejorar sus condiciones de trabajo.46
El salario de las obreras era inferior al masculino,47 se trabajaba
a «destajo» o por piezas, lo que hacía que el horario fuera superior
a las ocho horas. El régimen de vida dentro de la fábrica estaba
presidido por símbolos religiosos y por el patemalismo patronal,
que se prolongaba fuera a través de los Patronatos, especie de
internados regidos por religiosas en los que se alojaban las obreras.
Junto a las obreras textiles estaban las de las fábricas de cigarros
y cigarrillos, bebidas y alimentos, que hasta el momento han sido
poco estudiadas en comparación con las obreras textiles.48
Las obreras de las trilladoras de café también fueron numerosas:
en 1936 había 41 trilladoras repartidas por varios Departamentos
del país que ocupaban a 3.248 mujeres y 427 hombres. Conforme
se fueron tecnificando las trilladoras, despidieron mano de obra y
bajaron los salarios, siendo el gremio de las «escogedoras» el más
perjudicado.49 En 1912, en Barranquilla, mujeres pertenecientes a
«buenas familias» trabajaban en una fábrica haciendo bolsas,
pisando y empacando café, considerándose que era un buen oficio
que les daba independencia económica.50
Otra de las condiciones de vida de bastantes mujeres fue la
prostitución. A ella llegaban por varias razones: despido del servicio
doméstico a causa de haber tenido relaciones sexuales o hijos,

62
falta de empleo o captación a la llegada a la ciudad procedentes
del campo; o también porque procedían de una violación. Se daban
casos de prostitución infantil mediada por personas mayores y
dirigida a sectores sociales altos.51
La violencia en sus diferentes manifestaciones, no solamente
sexuales, fiie una condición que se dio en los diferentes status sociales
femeninos y que no era penada. En Barranquilla se pueden consultar
casos denunciados en los que al no producirse daños físicos, la
violación no fue castigada, y en el caso de haber descendencia, si el
hombre se hacía cargo de la mujer y el hijo, era perdonado. Igualmente
no era penado el asesinato de mujeres infieles.52
La educación gozó de una reforma a comienzos del periodo
que tratam os y formó parte im portante de la m odernización
liberal.53 El laicismo se enfrentó a la preponderancia de la Iglesia
en la educación, y al estar en manos de ésta la enseñanza privada
a la que pertenecían buena parte de las escuelas femeninas, no les
alcanzó la reforma de los planes de estudio. Se crearon Escuelas
Normales Femeninas considerándose que la profesión de maestra
era ideal para educar a otras m ujeres como buenas madres y
esposas. No obstante, los avances se sucedieron, y por ejemplo, la
Universidad Nacional en 1936 recibió mujeres en carreras que se
consideraron cercanas a la «naturaleza femenina»: bellas artes,
farmacia, enfermería, arquitectura y odontología. En la década de
los cincuenta, con la vuelta de los conservadores hubo una ofensiva
contra la reforma, participando de ella una serie de congregaciones
religiosas femeninas que llegaron al país con el objetivo de orientar
nuevam ente la educación hacia los valores dom ésticos más
arcaicos. Allí donde ésta se había transformado en mixta, se tendió
a separar nuevamente por sexos, y de esta manera los oficios y
profesiones femeninas gozaron de m enor prestigio y salario. Este
proceso reaccionario hizo, entre otras razones, que a pesar de las
transform aciones sociales y económ icas que se siguieron,
p e rv iv iera n rep re sen ta cio n e s c o n se rv a d o ra s de los roles
femeninos.54
El m odelo fem enino de e d u c ac ió n o rie n ta d o h acia el
matemalismo, que se transmitía desde la clase dominante, no

63
siempre se logró imponer a las mujeres de los sectores populares,
que eran mestizas, o a las que pertenecían a otras etnias, como ya
ha señalado Catalina Reyes, para el caso de Medellin.55 Colombia
cuenta con una población indígena diversa, y en estas décadas se
puede pensar que sus mujeres vivían bajo condiciones culturales
diferentes a las de las élites blancas y los sectores populares
mestizos, ya que las comunidades indígenas estaban relativamente
apartadas. V irginia G utiérrez de Pineda ha señalado cómo
regionalmente Colombia es diversa en lo que se refiere al papel de
la madre. Mientras en el «complejo cultural andino americano», la
mujer tiene un papel económico importante que resta autoridad al
hombre, en el «complejo cultural santandereano», el centro de poder
es masculino; el «complejo cultural negroide» es matrifocal y
matrilineal; y en el «complejo cultural antioqueño», prevalece un
doble discurso que responde a la familia y a la prostitución, y en
dónde la matrilinealidad se complementa con un papel económico
importante del padre.56 En el caso de las mujeres negras se sabe
por su historia en las haciendas de orden esclavista, que pasaron
de ser madres de esclavos, lo que era importante por la rentabilidad
económica que suponía, a ser «madres «negras» de sus hijos
trabajadores «negros»».57 Pensamos que en este caso y en general
desde culturas diferentes, ser mujer reproductora fue central, una
condición similar a todas las mujeres.
En lo que se refiere a la condición jurídica, valga decir que
hasta la reformas legales de las décadas del treinta, cuarenta y
cincuenta, la ciudadanía era un privilegio de los varones mayores
de 21 años, que sabían leer y escribir, gozaban de un empleo no
servil y tenían una renta mínima. Entretanto, la discriminación en
este sentido era común a todas las mujeres, que no gozaban de
derecho alguno. Las casadas estaban sometidas a la sociedad
conyugal y eran representadas por el marido, las solteras dependían
y eran representadas por el padre.58
Parte de estas condiciones sociales familiares, laborales, y
jurídicas, fueron dotadas de significados de injusticia, opresión,
exclusión, etc. por algunos sectores de mujeres, las sufragistas,
porque había un discurso moderno liberal de igualdad en los
derechos ciudadanos. Pero este discurso liberal pugnaba con el

fA
discurso conservador, y esa pugna discursiva hizo que solamente
una parte de esas condiciones - las de desigualdad jurídica - fueran
objeto de significación en este momento histórico. A continuación
se señalan las categorías discursivas m odernas que dieron
significación especialmente a esta exclusión de derechos y de
desigualdad jurídica.

2. 2. Las categorías discursivas disponibles


En el período colombiano que nos ocupa, el discurso de la
modernidad en su versión liberal colombiana, interactuó con algunas
categorías del discurso socialista, pero hubo permanencias del
discurso conservador católico marianista constructor del sujeto
mujer matemalista. En este compartir discursivo se construyó el
sujeto sufragista desde el momento en que grupos de mujeres
conceptualizaron y dieron significados de exclusión jurídica,
desigualdad y subordinación a su contexto social y condiciones de
vida. Es decir, ilustración, progreso, justicia, libertad, colaboración
y compañerismo en el hogar, patriotismo, orden, paz, trabajo,
ciudadanía e igualdad jurídica, fueron los conceptos discursivos
que dieron significado a una parte de las condiciones sociales en
que vivían las mujeres, pues aunque fueron incluidas formalmente
en los derechos de ciudadanía, sus condiciones materiales de vida,
su exclusión de la política, de la creación científica, y del poder en
general, quedaron casi intactas.
Los textos estudiados proceden en su m ayoría de revistas
femeninas y fem inistas,59 que tienen en com ún defender los
derechos de ciudadanía de las mujeres, pero que difieren en sus
argumentos. Esos textos corresponden a la década del cuarenta,
un momento en el que ya se habían obtenido de forma intermitente
varios derechos: administración de los propios bienes, acceso a la
educación superior y a empleos públicos, así como reconocimiento
de la identidad ciudadana que supuso la posibilidad de que las
mujeres fueran elegidas para cargos públicos; en cambio hasta
ese momento se les negaba el derecho de elegir, de votar.
La categoría de mujer «ilustrada», significaba mujer educada
en el progreso y preparada para adquirir los derechos de ciudadanía.

65
E sta categoría venía a desm entir el argum ento de falta de
preparación, que había sido utilizado para negárselos. Las
sufragistas argumentaban que con la educación de las mujeres,
«nuestra patria será directamente beneficiada», y «representa para
el hogar y el país en general una fuente de progreso y riqueza... y
de bienestar de la familia».60
Una vez que fue conseguido el primer derecho: administrar los
propios bienes, la educación se volvió una cuestión prioritaria, como
señalaba una sufragista: «El primer paso en esta campaña es ilustrar
a la misma mujer acerca de sus derechos y deberes para que exija
en forma enérgica la efectividad de los primeros». El segundo
paso, añadía, era «la paulatina educación del hombre desde la
infancia para que adquiera una comprensión acorde con la más
elemental equidad, para que se dé una colaboración cordial y
equitativa».61
En una encuesta, que preguntaba a varias mu jeres acerca de
las carreras que deseaban seguir, sus respuestas venían a coincidir
en que ellas deberían poder ejercer «todas aquellas (carreras) que
sin alejar a la mujer de su misión primordial, la llevan a extender su
influencia dondequiera que su bondad y su ternura van a suavizar
las asperezas de la vida, a sanar las heridas, a extinguir los incendios
del odio, y a llevar la paz a las almas que la buscan».62 Las mujeres
que así hablaban pertenecían a las élites y algunos sectores medios
educados. La patria y el hogar eran categorizaciones del discurso
conservador que permanecían, y a las que ahora se añadía el
«progreso», la «riqueza», el «bienestar», la «equidad» y la
«colaboración» que traía la ilustración de las mujeres. Sería
interesante realizar un estudio comparativo de casos, para establecer
si esta conjunción discursiva entre conservadurismo y modernidad,
característica del sufragism o en Colom bia, es un rasgo del
sufragismo de América Latina en general.
La «dignidad» fue otra categoría discursiva que dio significado
a la falta de reconocimiento de derechos. Las mujeres se quejaban
de que «No se nos concede inteligencia, ni discreción, ni tino, ni la
mínima dosis de sentido común»,63y consideraban que la «dignidad
humana» de la mujer colombiana estaba siendo restablecida con

66
las leyes sucesivas que se habían ido dictando desde la Ley 8a de
1922, que le dieron el derecho de ser testigo.64
En una encuesta realizada a personajes políticos acerca de darle
el voto a las m ujeres, aunque se barajaba el argum ento de
restringirlo a aquellas «que tienen ya una cultura conveniente»,65
aparecen otros que lo consideraban un «derecho humanitario,
original y primario»;66y también «justo».67Los abogados defensores
de la causa de las mujeres denunciaban el «desequilibrio jurídico»
que existía en la «democracia civilista»,68 que era cuestión de
«justicia» e «igualdad jurídica» resolver. Además argumentaban
que estos conceptos, ahora le dan un nuevo significado a la «misión»
de las mujeres:69 «Redención de la mujer caída, de aquella que la
necesidad lleva a comerciar con su honor; restauración del hogar
sobre bases justas para ambos cónyuges, cooperación efectiva
con el marido; éstos y otros programas de la misma índole, son la
plataform a que las m ujeres de Colom bia pretenden realizar
valiéndose de los derechos ciudadanos».70
Además, un nuevo discurso entraba en escena, al considerar
algunos políticos los derechos ciudadanos de las mujeres como «una
reivindicación francamente conveniente y revolucionaria», y aunque
algunas hicieran uso de ese derecho «por consejo del fraile confesor
en contra de las corrientes dem ocráticas, ese m al se vería
rápidamente compensado con la acción organizada de vastas
muchedum bres de mujeres obreras, em pleadas y campesinas
liberales, conservadoras o socialistas».71 Se consideraba que la
posición de «desigualdad» de la mujer, era «una tesis retrógrada de
la diferencia entre la mujer y el hombre incompatible con los
postulados de la democracia y el progreso de los pueblos».72Quienes
así hablaban eran miembros del Partido Socialista Democrático y
apoyaban al senador Augusto Durán que estaba defendiendo la
plenitud de derechos para las mujeres.73En este contexto «igualdad»
y «democracia» eran categorías del discurso socialista, mientras
«igualdad jurídica», «diferencia», «justicia» y «dignidad» procedían
en otros momentos del discurso liberal y conservador.
Las mujeres contrarias al voto, a diferencia de las sufragistas
conservadoras, repetían los argumentos masculinos de que «la

67
mujer tiene un papel más alto y Dios ha querido que ella sea por su
naturaleza, sólo la reina del hogar,... maestra de las enseñanzas de
Cristo y por lo mismo imitadora de su Santísima Madre».74 El
discurso conservador católico abanderaba en estos años la
oposición al voto. Las mujeres opositoras eran calificadas desde
el sufragismo como mujeres de edad avanzada contrarias a asumir
«mayor número de responsabilidades», o «jovencitas que se han
dejado atemorizar por el ridículo».75 Estaban, por otro lado, las
partidarias de darse un plazo de 10 años, antes de obtener el
sufragio, para que la mujer se educara en un criterio propio, lejos
del «consejo sacerdotal».76Pero algunas mujeres contrarias al voto,
cambiaron sus posiciones alegando que «los derechos y los deberes
son correlativos, luego a simple vista se observa que no se tiene
en cuenta este principio de la ética... y a igualdad de deberes,
igualdad de derechos».77
La «igualdad de derechos y deberes» vino a ser significativa
especialmente cuando en 1945 se dictó una la ley que fijaba una
«Cuota de Compensación Militar», que habían de pagar todas las
mujeres que trabajaban fuera del hogar. Como dicha cuota venía
a representar la tercera parte del sueldo, muy pronto fue calificada
como «injusta», y se pidió su derogación argumentándose la
contradicción existente entre que no se les reconociera la «igualdad
de derechos», y en cambio se les asignaran más deberes.78
La condición de las mujeres trabajadoras, y en ella incluyo a las
empleadas y a las obreras fabriles, fue conceptualizada como de
desigualdad por ser su salario inferior al de los hombres. Además
podían sufrir despidos por estar embarazadas, junto a otros abusos
de caracter laboral como trabajar más allá de la jom ada máxima
establecida, u otros de caracter sexual. Abusos que no se atrevían a
denunciar por tem or a perder el empleo. Así lo declaraba una
Inspectora de Trabajo en 1945 refiriéndose a em pleadas en
almacenes de Bogotá: «Cuando tengamos el derecho a elegir y ser
elegidas se dictarán leyes igualmente justas para hombres y
mujeres».79
Se señalaban también otras diferencias con los hombres: «La
m ujer obrera, la mujer empleada, trabaja en la hacienda, y en el

68
taller y en la oficina, las horas íntegras del reglamento .... Ella no
conoce el paréntesis que el hombre abre diariamente en los periodos
de trabajo».80 En cambio, un empleo como el de enfermera, nos
retrotrae nuevamente al discurso conservador al ser éste objeto
de exaltación por ellas mismas: «las elegidas de Dios tenemos
más deberes que llenar la vida, pues al presentam os ante Él,
tendrem os que darle cuenta a m anos llenas, ya que como
enfermeras nos brindan la oportunidad de ser ángeles sin dejar de
ser mujeres». Y en esa línea se señalaba que si el paciente era
hombre: «El vestido de una enfermera adquiere en estos casos el
respeto de un hábito religioso».81
Las Visitadoras Sociales representaban un significado similar.
Preguntado un Juez de Menores acerca de la labor de aquellas,
señalaba que su trabajo era realizado con «bondad», «consuelo», y
«persuasión». Es decir, las virtudes típicas de las mujeres en el hogar,
ahora se llevaban al servicio social.82 María Canilla,83 fundadora y
directora de la Escuela de Servicio Social, en un discurso de fin de
curso criticaba el «laicismo romántico» que «llevó la desazón, el
descontento y el tedio al alma de la mujer», así como el feminismo
que desconoce el «mal que combate y el bien que anhela».84 Para
ella, el «Servicio Social Católico», institucionalizado en Colombia
entre 1936 y 1957,85 se inspiraba en los principios del Cristianismo
como ideal de la mujer «moderna»,86 ahora que «parece llegado el
momento de que la mujer salga del hogar, para salvar el hogar», y
vuelva para «recristianizar el hogar», «y todo lo demás vendrá por
añadidura, inclusive el voto en los comicios electorales». Para Canilla,
al mismo tiempo, la mujer merecía todos los derechos y consideraba
que la profesión de asistenta social le proporcionaba independencia
económica «condición indispensable de la libertad moral de la
mujer».87 Podía parecer que el discurso conservador católico sobre
la mujer se «modernizaba», pero en realidad se mantenían los mismos
significados sobre su «misión» tradicional, que ahora se prolongaba
hacia la sociedad a través de empleos que estaba acorde con sus
virtudes tradicionales femeninas.
A mediados de la década de los cuarenta se debatió reformar
la Constitución en su artículo 13 para reconocer que las mujeres

69
eran ciudadanas y podían ser elegidas para cargos públicos (de
hecho podían hacerlo desde la reform a de 1936), pero se
especificaba que no tenían derecho a elegir, es decir, a votar.88
Aprobada esta reforma en 1945, la obtención de la ciudadanía se
consideró un «mito fuera de lugar y aplicación».89 Pero no fue ni
la primera, ni la última de las contradicciones que salpican la historia
del voto en Colombia. Las mujeres seguían sin poder elegir, pero
en cambio podían ser nombradas, por ejemplo, Jurados del Pueblo.
En Bogotá, el Tribunal Superior de Cundinamarca nombró ochenta
mujeres de entre las cuales fueron saliendo las elegidas. En estas
listas había m ujeres representativas de las organizaciones
sufragistas y de las revistas femeninas, que desempeñaban cargos
públicos, y profesionales. La mayoría de las que citaremos más
adelante figuraban en la lista que apareció en la revista Mireya.
Sobre este asunto hubo reacciones a favor y en contra.90 Desde
la revista Catolicismo, se decía que su participación daría al
«jurado un tono de humanidad y delicadeza que está muy bien
dentro de nuestra estructura democrática» y «ayudará su juicio a
equilibrar la justicia».91 En cambio Calibán,92 el periodista del El
Tiempo, azote de las sufragistas, reducía el logro a «una tontería».93
Q uienes se oponían a que las m ujeres actuaran de jurados
argumentaban que los asuntos que se habían de tratar dañarían su
sen sibilidad. La escrito ra C am ila U ribe respondía que la
participación en el jurado «no podrá ser más cruda en su realismo
que los artículos y comentarios que con frecuencia leemos en la
prensa capitalina, como protesta por los nombramientos hechos
para jueces de conciencia».94

2. 3. E l sujeto sufragista
El discurso moderno liberal con sus ideas de universalidad de
derechos hizo que sectores de mujeres se construyeran como
sujetos y elaboraran su identidad sufragista. La denominación de
sufragistas, aunque remite a la lucha por el voto, es más amplia y
se refiere a todos aquellos grupos de mujeres que lucharon por los
derechos de ciudadanía (educación, cargos públicos, etc.).
Posiblemente como el logro mas difícil de conseguir fue el sufragio,

70
su identidad se construyó en tomo a él. En el sujeto sufragista
deben distinguirse las sufragistas conservadoras y sufragistas
feministas, como ya apunté anteriormente. Todas estaban por los
plenos derechos para las mujeres, pero les guiaban intereses y
fines diferentes en relación con su condición maternal, como se
verá en los ejemplos de textos correspondientes a las figuras más
representativas de una u otra tendencia. Por otro lado, la distinción
entre sufragistas conservadoras y feministas puede servir para
deshacer equívocos sobre el feminismo, que se transmiten a través
de textos donde se hace referencia a la historia del mismo.95
Las encuestas de las revistas de m ujeres son un material
interesante para analizar las diferencias de intereses que movían
a unas y otras. Por ejemplo, preguntadas algunas mujeres acerca
de la oportunidad de «obtener sus derechos ciudadanos», sus
respuestas reflejaban esa diversidad existente: las había que se
consideraban mejor preparadas que muchos varones para disfrutar
de todos los derechos; otras decían que la mujer debía acceder a
ellos»siempre que los sepa ejercitar dentro de las normas legales
y sin salirse de los límites de su propia feminidad».96 En el caso
específico del voto, algunas opinaban que aún no estaban
preparadas; o que éste debería ser privilegio de una minoría
responsable.97
Abordando en primer lugar algunos ejemplos de sufragistas
conservadoras: Josefina Canal de Reyes,98 directora de la revista
Mireya, en el «Editorial» del número 1 señalaba «la urgencia de
que las mujeres nos ilustremos», y que los objetivos de la revista
eran: «servir los intereses femeninos y los sagrados ideales de la
fam ilia y de la P a tria » .99 E stos in tereses fem eninos eran
ampliamente expuestos por Camila Uribe como sigue: «La madre
colombiana se yergue altiva (...) para defender a sus hijos con
amor, con sacrificio».100 Le preocupa la naturaleza del alma
femenina, y la describe así: «todo lo bello, todo lo hermoso, todo lo
noble nace siempre en el alma de una mujer (que es) espíritu antes
que carne. Corazón y cerebro».101 La autora piensa que «La mujer
no ha entendido bien la moral; confunde muy a menudo esta
maravillosa parte de la vida con un misticismo vacío... porque un

71
modernismo exagerado va minando la nobleza de sentimientos que
siempre causaron admiración y respeto... está equivocando el
camino y postergando sus obligaciones y deberes como esposa y
m adre».102
Camila Uribe estaba a favor de los derechos de las mujeres y
de que las mujeres accedieran a algunos trabajos «femeninos»,
pero precisaba que: «no estamos conformes conque las mujeres
casadas abandonen sin necesidad el hogar para devengar un
sueldo».103 Es decir, el trabajo fuera de la casa se podía justificar
por la «necesidad». Por otro lado, estaba a favor de la educación
de las mujeres cuyo objetivo era: «elevar el nivel moral y así obtener
más tarde una resultante favorable al país».104 Rosa María Moreno
Aguilera, que fue la primera Presidenta de la Unión Femenina de
Colombia al ser fundada en 1944, argumentaba también en esa
línea: «El hogar colombiano no puede desmejorar porque sus
mujeres sean más ilustradas; la feminidad y el señorío jamás pueden
separarse de la dignidad personal».105Además, «no puede alegarse
que somos las reinas del hogar, puesto que en la mayoría de los
casos somos obreras del mismo».106
Josefina Canal de Reyes, Camila Uribe y Rosa María Aguilera
representaban a un sujeto sufragista conservador con intereses
representados por los valores tradicionales de género femenino,
en los que se aceptaba una cierta modernización en la educación
y en los derechos civiles y políticos, con el fin de mejor cumplir
«su m isión» de madre y esposa. No obstante, las sufragistas
conservadoras se estaban constituyendo como sujetos identitarios
en el discurso moderno, porque la falta de educación y de derechos
las movilizaba y la «ilustración» daba un nuevo significado a sus
vidas, pero relacionado con su «misión» primordial de madres y
esposas, que ahora añadía el interés de servir a la «Patria».107 Es
decir, su identidad ciudadana no se refería tanto a su incorporación
y participación en la vida pública, sino a su «ilustración» como
sujeto maternal, sin poder decirse que su identidad se reconstruyese
en términos feministas.
Ofelia Uribe de Acosta,108líder del feminismo liberal y directora
de la revista Agitación Femenina, pertenecía a una clase media

72
alta, se había profesionalizado en derecho junto a su marido, y
formó parte de un grupo de mujeres con influencia política cerca
del presidente que inició la República liberal, Enrique Olaya Herrera.
Bajo su gobierno se promulgó la Ley 28 de 1932, que reconoció a
las mujeres el derecho de administrar sus bienes, tema sobre el
que trabajó la misma Ofelia en el VI Congreso Internacional
Femenino, celebrado en Bogotá en 1930. Esta era la experiencia
en que ella se construía como sujeto político y desde la que
elaboraba los intereses fem inistas, en los que no encontraba
contradicción entre la profesionalidad y el ejercicio de los derechos
de ciudadanía con el cuidado de la familia, siendo un ejemplo de
sujeto sufragista feminista construido en el discurso liberal moderno
de la igualdad de derechos, y en la participación en la política
hasta los años sesenta. Ofelia comparaba la educación de las
mujeres de «nuestra clase media y capitalista» con la falta de
preparación de «masas de campesinos ignaros, arruinados mental
y físicamente por el alcohol oficial», desconocedores de los
problemas del país, pero que tienen derecho al voto. En cambio,
«en privado la mujer tiene los derechos políticos, puesto que influye
de manera preponderante para determinar el pensamiento y las
orientaciones de los hombres».109
Desde un discurso con matices diferentes, Lucila Rubio de
Laverde110 conceptualizaba la sociedad como «patriarcal», un
concepto poco utilizado aún por las feministas, y desmitificaba a la
«reina del hogar», como «una ficción que le sirve muy bien de
motivo de inspiración a los hombres». Hacía una llamada a las
mujeres para que salgan del «mundo dom éstico» a la «plaza
pública» y se unan a las «masas» para trabajar a favor del «pueblo»,
y de la «paz», junto a sus «compañeros».111 Hilda Márquez Rojas
hablaba de «encauzar las grandes masas femeninas hacia nuestra
liberación política» de la condición de «sierva», y «lucharemos
para obtener derechos ciudadanos y colaborar con el hombre en
el progreso de la P a tria » .112 M ercedes A badía de A vella,
«conductora del gremio de obreras colombianas», hablaba de
formar «un conglomerado femenino, dónde no sólo participen las
trabajadoras, sino las mujeres de otras capas sociales».113 Estas

73
líderes feministas, constituían su subjetividad en un compartir
discursivo de la red categoríal socialista de «pueblo», «masas» y
«obreras», con las categorías liberales de «igualdad», «paz» y
«orden»; estas últimas consideradas ventajas que aportaba la mujer,
que «es m ás se re n a y m ás ju s ta que el h o m b re en sus
apreciaciones».114
Se puede concluir que el sufragismo en tanto sujeto político
construyó identidades feministas y conservadoras, a través de un
régimen discursivo que volvió significativas unas determinadas
condiciones sociales en que vivían las mujeres, percibiéndolas como
injustas o de opresión, según la pertenencia discursiva. Situaciones
históricas posteriores, en interacción con la realidad social de las
m ujeres, donde persistían la desigualdad, la exclusión y la
subordinación, hicieron que de forma inter - textual se conformara
un discurso feminista, con categorías propias y compartidas con el
discurso moderno y el discurso socialista.

NOTAS

1 La primera parte del capítulo fue presentada en el XIII Congreso de


AHILA, en el Simposio organizado por el Grupo de Género, «Entre
Historia y Memoria: fuentes y métodos para una historia de género»,
Ponta Delgada, Azores, 2002, con el título «La construcción del sujeto
maternal y el sujeto sufragista en el discurso colombiano, 1930-1957»,
y publicado en las Actas del Congreso. Una versión corregida se
publicó en el Boletín Americanista, No. 53, Barcelona, 2003, con el
título: «La construcción del sujeto maternal en el discurso colombiano,
1930-1957». La segunda parte se presento en el IX Encuentro América
LatinaAyer y Hoy, Relacions socials i identitats a América, Barcelona,
2003, organizado por el Area de Historia de América de la Universidad
de Barcelona, y está publicada en las Actas del Encuentro. Agradezco
de la lectura y comentarios de la segunda parte a Miguel Angel Cabrera
y María Eugenia Guadarrama.
2 Según Catalina Reyes, el modelo de «reina del hogar» tuvo vigencia
hasta los años cuarenta, y se pregunta, a su vez, hasta qué punto ese
modelo que representaba impregnó todos los sectores sociales, y

74
que lejos estaba de las mujeres pobres. La vida cotidiana en Medellin,
1890-1930, Colcultura, Bogotá, 1996,p. 195-197.
3 Tirado Mejía, Alvaro, «Colombia: Siglo y medio de bipartidismo»,
Colombia Hoy, Siglo XXI ed., Bogotá, 1978, p. 147.
4 Jaramillo Uribe, Jaime. La personalidad histórica de Colombia y otros
ensayos, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá 1977.
5 Ibid., pp. 23-31.
6 Ibid., p. 82.
7 Ibid., p. 125.
8 Ibid., p. 191.
9 Jaime Jaramillo Uribe, Sociedad de Artesanos de Bogotá, p. 212.
10 Ibid., p. 218.
" Tirado Mejía, Alvaro. «Colombia: Sigloymedio...», op. c it,p . 124.
12 Meló, Jorge Orlando. «La República Conservadora, 1880-1930»,
Colombia Hoy, Siglo XXI ed., Bogotá, 1978, pp. 57-68.
13 Mejía Tirado, Alvaro.»Colombia: Sigloymedio...», op. cit., p. 129 y
147-148.
14 Meló, Jorge Orlando. «La República Conservadora...»,op. cit., pp. 73-
98.
15 Tirado Mejía, Alvaro. «Colombia: Siglo y medio...»,op. cit., p. 176.
16 La mayoría de ellos los debo a las fuentes señaladas en el libro de
Catalina Reyes,op. cit.
17 Restrepo Mejía, Martín. Pedagogía doméstica. Autoeducación,
dirección del hogar, educación de los hijos, Tipografía F. Madriguera,
Barcelona, 1914, pp. 40-43,92-94,98-100,184-187.
18 Educador y escritor, fue párroco y ministro de Instrucción Pública
(1896) y cuarenta años Rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario de Bogotá. Giraldo, Julián David. Rafael María Carrasquilla,
Bogotá, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, www.lablaa.org, pp.
13.
19 Carrasquilla, Rafael María. Sermones y discursos escogidos, Biblioteca
de Autores Colombianos, Bogotá, 1953, p. 133.
20 Ibid., pp. 139-141.
21 Ibid., 309.
22 Obispo y político antiliberal y anticomunista, apoyó al presidente
Laureano Gómez, con quién compartía la misma orientación. Se le
señaló como «cabeza de un clero ultramontano, carlista y cavernario».
Giraldo, Juan David, Bogotá, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango,
www.lablaa.org, pp. 1-4.
23 Builes, Miguel Ángel. Cartas pastorales, Medellin, 1939, pp. 8 y 71.

75
24 Ibid., pp. 90-93.
25 Ibid., p. 110.
26 Ibid., p. 175.
27 Ibid., p. 248.
28 Henao Botero, Félix. La cuestión social, Universidad Pontificia
Bolivariana, Medellin, 1953, p. 111 y 119.
29 Sufrió las diferencias entre conservadores y liberales, hasta el punto
de llegar a la huelga por defender sus objetivos. Cohen, Lucy M.
Colombianas en la vanguardia, Editorial Universidad de Antioquia,
Medellin, 2001, p 176.
30 Villegas, AquiliNo. «¡ ¡¡Epístola aburrida!!!», Revistafemenina, No. 1,
1938, pp. 7-12.
31 Río, Clara del. «Comentarios de feminismo», Revistafemenina, No. 2,
1938, pp. 91-93.
32 Vallejo, Joaquín. «Discurso pronunciado por el Sr. Dr. Joaquín Vallejo
al clausurarse el año escolar de 1937, en el Instituto Central femenino»,
Revista Femenina, No. 2,1938, pp. 94-99.
33 Jaramillo, Delio. «Los Valores femeninos», Revistafemenina, No. 8,
1941,pp. 1-9.
34 Vasco Gutiérrez, Eduardo. El breviario de la madre y la revolución
del amorfilial, 1955, pp. 19-24,27 y 31.
35 Ibid., p. 119.
36 Velásquez, Samuel, La novela colombiana Madre, 1923, pp. 107,
115-116,120-122.
37 Citado en: Prieto, Víctor Manuel. El Gimnasio Moderno y laformación
de la élite liberal bogotana, 1914-1948, Universidad Pedagógica
Nacional, Bogotá, p. 69.
38 López Mesa, Luis. Conferencia sobre la mujer en Colombia, Bogotá,
1944, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, www.lablaa.org, pp. 1-3.
39 Uribe Escobar, Ricardo. Notas feministas, Topografía Industrial,
Medellin, p. 61.
40 Según Ramírez, María Himelda, el modelo de «ángel del hogar» se
transmitía a las niñas ricas de Bogotá a través de colegios como la
Compañía de María, y las monjas orientaban su educación por el
«culto mariano». Las mujeres y la sociedad colonial de Santa Fé de
Bogotá. 1750-1810, Instituto Colombiano de Antropología e Historia,
Bogotá, 2000, pp. 80 y 108. Londoño, Patricia señala cómo el «ideal
femenino» llegó a pocas mujeres, aunque la literatura sobre el tema,
especialmente masculina, fue abundante. «El ideal femenino del siglo
XIX en Colombia: entre flores, lágrimas y ángeles», Las mujeres en la

76
historia de Colombia, v. 3, Norma, pp. 318-320.
41 Reyes Cárdenas, Catalina. «Cambios en la vida femenina durante la
primera mitad del siglo XX», Credencial Historia, No. 68, Bogotá,
1995, p. 10. Para el caso de Medellin, ver de la misma autora: La vida
cotidiana... op. cit., cap. 4.
42 Vos Obeso, Rafaela. Mujer, cultura y sociedad en Barraquilla, 1900-
1930, Universidad del Atlántico, Barranquilla, 1999, p. 133.
43 González, G Clara. «Formación y cambios del latifundio ganadero y
sus efectos en la organización de la familia campesina», en: León de
Leal, Magadalena. Mujer y capitalismo agrario, ACEP, Bogotá, 1980,
p. 105.
44 Reyes Cárdenas, Catalina. La vida cotidiana... op. cit., pp. 11-12.
45 Vos Obeso, Rafaela. Mujer, cultura y sociedad... op. cit., pp. 41-45.
46 Para una relación de huelgas femeninas desde 1910 a 1929, ver: Vega
Cantor, Renán. Gente muy rebelde. Mujeres, artesanos y protestas
cívicas, v. 3, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002, pp. 240-241.
47 En 1922,lafábricadeColtejerpagabade0.50a2.70pesosaloshombres
y de 0.35 a 0.80 a las mujeres. La fábrica Rosellón pagaba 1.00 y 0.45
respectivamente. Alvear, Patricia. Elementos para una historia social
y política de la mujer colombiana. Tesis de Grado, Universidad
Nacional, Bogotá, 1983, p. 69, citando a Ospina Vázquez, Luis. Industria
y protección en Colombia, 1810-1930, Ed. Lealón, Medellin, 1974.
48 Jaramillo, Ana María. «Industria, proletariado, mujeres y religión»,
en: Las mujeres en la historia de Colombia, v. 2, Norma, Bogotá,
1995, pp. 387-416. Para el caso de la textil Fabricate de Medellin, ver:
Arango, Luz Gabriela. Mujer, religión e industria. Fabricato 1923-
1982, Ed. Universidad de Antioquia, Medellin, 1991.
49 Alvear, Patricia. Op. cit. p. 63 y 71, citando a Machado, Absalón. El
Café: de la aparcería al capitalismo, Ed. Punta de Lanza, Bogotá,
1977.
50 Vos Obeso, Rafaela. Mujer, cultura y sociedad... op. cit., pp. 46-47.
51 Reyes Cárdenas, Cárdenas. «Los murmullos de voces silenciadas»,
Boletín Cultural y Bibliográfico, No. 31, 1994, Bogotá, Biblioteca
Virtual Luis Angel Arango, www.lablaa.org.
52 Vos Obeso, Rafaela. Mujer, cultura y sociedad... op. cit., pp. 198-199.
53 Para ampliar este aspecto, ver: Saenz Obregón, Javier; Saldarriaga,
Oscar; Ospina, Armando. Mirar la infancia: pedagogía moral y
modernidad en Colombia, 1903-1946, v. 1, Colciencias / Foro Nacional
por Colombia / E. Uniandes / Ed. Universidad de Antioquia, 1997.
54 Herrera, Martha Cecilia. «Las mujeres en la historia de la educación,

77
Las mujeres en la historia... op. cit, v. 3, pp. 343-352. Para mayor
ampliación sobre el tema ver: Cohen, Lucy. Las Colombianas ante la
Renovación Universitaria, Ed. Tercer Mundo, Bogotá, 1971, y
Colombianas e n ... op. cit.
Reyes, Catalina. La vida cotidiana... op. cit., pp. 195-197.
Gutiérrez de Pineda, Virginia. Familia y Cultura en Colombia, Ed.
Universidad de Antioquia, Medellin, 2000.
Bermúdez, Suzy. «Familias y hogares en Colombia durante el siglo
XIX y comienzos del XX», Las mujeres en la historia... op. cit. v. 2, p.
271.
Alvear, Patricia. Op. cit. p. 74-75. Para ampliar estos aspectos ver:
Velázquez Toro, Magdala. «Condición jurídica y social de la mujer»,
Nueva historia de Colombia, v. 4, Ed. Planeta, Bogotá, 1989.
Para un listado muy completo de revistas ver: Londoño, Patricia.
«Publicaciones periódicas dirigidas a las mujeres en Colombia, 1858-
1930», Las mujeres en la historia de Colombia, v. 3, Norma, Bogotá,
1992, pp. 355-381.
«Reportaje» de Josefina Canal de Reyes a Esmeralda Arboleda, que fue
apoyo fundamental del presidente Rojas Pinilla en el momento de
obtención del voto, Mireya, No. 1, Bogotá, 1943. «Nuevos horizontes
se abren para la Cultura Femenina», Mireya,No. 16,Bogotá, 1945,p. 33.
Martínez Sanders, América. «Una disposición inefectiva», Agitación
Femenina, Tunja, p. 14.
Villarreal Mejía, Lucila; Galvis, Leonor; Gómez French, Beatriz; y Peña
Linares, Josefina. «Las mujeres del futuro», Agitación Femenina,
No. 8, Tunja, 1945, pp. 6-7.
Triana de Castillo, Mercedes. «Por los derechos de la mujer», Mireya,
No. 14, Bogota, 1944, pp. 1-2.
Caballero de la Cruz, Enrique. «Lo que debe saber toda mujer»,
Agitación Femenina, No. 15, Tunja, 1946, p. 14. El mismo autor dedica
una serie de artículos bajo el mismo título en la misma revista, a
informar a las mujeres de sus derechos adquiridos en las diferentes
leyes; ver: No. 14,1946, p. 14, No. 16,1946, p. 20, No. 17,1946,p. 16.
«La Ciudadanía de la Mujer. Opinan los hombres. El Secretario de
Hacienda y el Auditor de Guerra». Agitación Femenina, No. 3, Tunja,
1944,pp. 18-19.
Mendoza Méndez, Alfonso. «La Ciudadanía de la mujer. Opinan los
hombres», Agitación Femenina, No. 2, Tunja, 1944, pp. 18 y 24.
Valencia Zapata, Alfonso. «Los derechos de la mujer», Agitación
Femenina, No. 2, Tunja, 1944.
López de Mesa, Luis E. «Sobre la plenitud de los derechos de la
mujer», Mireya, No. 14, Bogotá, 1944, pp. 4-5.
Jaramillo Arbeláez, Delio. «Revaluación de los Derechos Femeninos»,
Letras y encajes, No. 284, Medellin, 1946, pp. 7649-7650; también en
Mireya, No. 25, Bogotá, 1946, p. 37.
Ibid. «La Mujer en los Jurados», Agitación Femenina, No. 12, Tunja,
1945,p. 8.
Solano, Enrique. «La Ciudadanía de la Mujer. Opinan los hombres»,
Agitación Femenina, No. 2, Tunja, 1944, pp. 18 y 24.
Nassar Quiñones, Jorge.»La Ciudadanía de la Mujer. Opinan los
hombres», Agitación Femenina, No. 2, Tunja, 1944, p. 18.
«Nuestra Opinión. Ciudadanía para la Mujer Colombiana», Diario
popular, Bogotá, 1.2.1945, p. 1.
Díaz del Castillo, Martha. «La mujer en la sociedad», Agitación
Femenina, No. 10, Tunja, 1945, p. 7.
Solano Sanabria, Alcira. «Sí queremos el derecho ciudadano»,
Agitación Femenina, No. 1, Tunja, 1944, p. 11.
Lobel, Rosita. «Galería de Mujeres. Gloria Inés Forero», Mireya, No.
9, Bogotá, 1944, pp. 18 y 47.
Solano, Luz. «Los Derechos de la Mujer», Agitación Femenina, No.
15,Tunja, 1946,p. 15.
Marino, Gloria. «Cuota militar para la MujeD>. Mireya, No. 17, Bogotá,
1945, p. 39; Moreno Aguilera, Rosa María. «Entrevista a Aydée Anzola,
Inspectora de Trabajo», Mireya, No. 17, Bogotá, 1945, p. 8.
Moreno Aguilera, Rosa María. «Entrevista aAydée Anzola...», Op.cit.
Sarmiento de Quiñones, Elvira. «Comenta la Carta de Mercedes Abadía
de Avella». Agitación Femenina, No. 10, Tunja, 1945, p. 16.
Camacho Carreño de Cadena, Hersilia. «La enfermera social», Mireya,
No. 2, Bogotá, 1943, p. 23.
«Las Visitadoras sociales en el Juzgado de Menores», Mireya, No.
25, Bogotá, 1946, pp. 3-4.
Nacida en Bogotá en 1907, era de origen español y en Barcelona
había estudiado en la Escuela de Asistencia Social, fundando en
Bogotá en 1937 la Escuela de Servicio Social, anexa al Colegio Mayor
de Nuestra Señora del Rosario, que simultaneó con los Secretariados
Sociales de la Perseverancia, Las Cruces y Barrio del Centenario,
entre otros cargos. En 1936 fue Profesora Jefe del Curso de Emergencia
para Visitadoras Sociales, de la Dirección Nacional de Higiene, en
Medellin. Fue Presidenta Honoraria de la Asociación Nacional de
Escuelas de Servicio Social de Colombia. Meló Lancheros, Livia Stella,
Valoresfemeninos de Colombia, Bogotá, 1966, pp. 221-222. Este libro
recoge 1098 nombres de mujeres colombianas clasificadas por
profesiones, actividades artísticas y literarias, diplomacia, religión, y
heroínas de los siglos XVIII y XIX. La autora nació en La Florida,
Cundinamarca. Estudió en el Colegio Froebel con la sufragista feminista
Lucila Rubio de Laverde. Siguió estudios en la Universidad Pontificia
Javeriana de Bogotá y la Universidad Gran Colombia. Fue cofundadora
y profesora de varios colegios, y fue Presidenta de la Unión Femenina
de Colombia.
Canilla de Vergara, María. «El sentido de la vida de la mujer», Letras
y Encajes, No. 222, Medellin, 1945, pp. 7241 -7247.
Ramírez, María Himelda. «Las mujeres y la acción social en Colombia,
contextos de contradicciones», Boletín Americanista, No. 53,
Barcelona, 2003, pp. 162-163.
Una caracterización diferente de lo que debía ser la «mujer moderna»
la perfilaba el español Gregorio Martínez Sierra, en su libro, La mujer
moderna, Ed. Renacimiento, Buenos Aires, 1930. En el la mujer moderna
es la construida en el discurso de la igualdad, la que mediante la
educación accede a sus derechos. Martínez Sierra viajó por varios
países latinoamericanos en donde tuvo gran audiencia, al igual que
sus libros. Actualmente sobre la autoría de sus obras dedicadas a las
mujeres, se afirma que fueron escritas por su esposa María, que fue
diputada y escritora prolífica. Rosa Montero, «María Lejárraga, el
silencio», El País Semanal, Madrid, 14.5.1995, pp. 127-130. También,
Blanco, Alda. María Martínez Sierra, 1874-1974, Ed. del Oro, 1999.
Canilla de Vergara, María. «El sentido de la vida...», op. cit. pp. 7241 -
7247.
Lleras, Alberto. «La reforma constitucional», Agitación Femenina,
No. l,Tunja, 1944.
Carriazo, Ilda. «De las Capitulaciones Matrimoniales», Mireya, No.
17, Bogotá, 1945, p. 37.
«Las mujeres en los Jurados de Conciencia»; «La mujer en el Tribunal
del Pueblo», Mireya, No. 28-29, Bogotá, 1947, pp. 28-29 y p. 1.
«El «Catolicismo» dice: Jurados Femeninos», Mireya, No. 28-29,
Bogotá, 1947, p. 29.
Seudónimo de Enrique Santos Montejo, columnista de «La Danza de
las Horas» en el diario El Tiempo, y hermano de Eduardo Santos,
propietario del periódico.
«Calibán comenta en su Danza del 15 de febrero», El Tiempo, Bogotá,
14.2.47, p. 29.
94 Uribe, Camila. «Reacciones lógicas», Op. cit., pp. 1 y 3.
95 Es muy frecuente citar como textos feministas, textos de mujeres
conservadoras que manipulaban el feminismo, por ejemplo el citado
por: Vega Cantor, Renán. Op. cit. p. 198-199.
96 Uribe, Camila. «Reacciones...», Op. cit, pp. 1 y 3.
97 Ibid.
98 Nació en Pamplona en 1896, y fue egresada de la Escuela Normal de
Institutoras de Bucaramanga; más tarde se especializó en periodismo.
Fue Directora de la Escuela Central Superior de Pamplona y Profesora
en varios colegios de Bucaramanga, Pamplona y Bogotá. Viajó por
varios países europeos, entre ellos España, Francia, Inglaterra e Italia.
Colaboró en varios periódicos y fundó y dirigió la revista femenina
Mireya. Fue miembro de la Unión Femenina de Colombia. Era
conservadora y «adicta al Frente Nacional», y su nombre se incluyó
en las listas del Departamento de Bolívar a la Cámara de
Representantes. Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit. p. 171-172. Tuve
el honor de conocerla en 1984 cuando contaba 93 años de edad; se
encontraba en muy buenas condiciones mentales y me concedió una
larga charla. Murió poco después. Tengo que agradecer que me
proporcionara la revista que dirigió.
99 Canal de Reyes, Josefina. «Editorial. Mireya», Mireya, No. 1, Bogotá,
1943, p. 11.
100 Uribe, Camila. «La mujer colombiana», Mireya, No. 10-11, Bogotá,
1944, p. 11.
101 Uribe, C. «Corazón y cerebro», Mireya, No. 2, Bogotá, 1943, p. 9.
102 Uribe, C. «Sentido de la moral», Mireya, No. 5, Bogotá, 1944, p. 21.
103 Uribe, C.. «Luz y más luz», Aurora, No. 22, Bucaramanga, 1942, pp.
541-543.
104 Ibid. «Revivimos épocas primitivas», Aurora, Bucaramanga, No. 33-
34,1943,p. 516-517.
105 Moreno Aguilera, Rosa María. «Seguiremos luchando por el adelanto
de la mujer», Mireya, No. 14, Bogotá, 1944, p. 21.
106 Ibid. «Nuestros Derechos de Ciudadanía», Agitación Femenina, No.
3, Tunja, 1944, pp. 2 y 27.
107 El patriotismo que en este momento aparece repetidamente relacionado
con las mujeres debe contextualizarse en los años de la segunda
guerra mundial. Hasta Colombia, al igual que hasta los otros países
latinoamericanos llegaban los ecos, especialmente por los intereses
de los EE. UU. en que América Latina cerrara frente con ellos, y como
se verá más adelante, las mujeres estuvieron participando en

81
organizaciones sufragistas internacionales y en la construcción de la
paz.
108 Obtuvo el título de Directora de Escuela Superior en la Escuela Normal
de Institutoras de su San Gil natal, pero muy pronto se lanzó a la lucha
por la igualdad de la mujer, que «se consideró «peligrosa para la
estabilidad del hogar»», (sobre esta lucha se dará cumplida cuenta en
los capítulos siguientes). Situada en la izquierda liberal, fue gaitanista
de la Clase A, movimiento en el que participó activamente. Fundó la
revista Agitación femenina y dirigió 18 números de los 19 que se
publicaron; más tarde fundó y dirigió también el periódico Verdad (24
números). En los años sesenta fue miembro de Movimiento
Revolucionario Liberal, MRL, dirigiendo el grupo femenino. Viajó a
China, Rusia, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Suiza, Francia y
España. Se separó del MRL en 1961, adhiriéndose al liberalismo oficial,
y lanzando con un grupo de mujeres un Mensaje a las mujeres liberales
del país, a fin de actuar conjuntamente. Fue senadora suplente y
miembro de la Alianza Femenina Liberal. Publicó en 1963, Una voz
insurgente, que representa uno de los pocos testimonios feministas
de la época. Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit. pp. 429-431;
Quiñones, Elizabeth. «Ofelia Uribe, insurgencia de la subjetividad y
la ciudadanía de las mujeres», En Otras Palabras, No. 7, Bogotá,
2000, pp. 25-27; Anabel Torres, «Una voz insurgente. Entrevista con
Ofelia Uribe de Acosta», en: Laverde Toscano, María Cristina y Otras
(eds.) Voces insurgentes, Ed. Guadalupe, Bogotá 1986. También:
«Ofelia Uribe de Acosta», El Espectador, Magazín Dominical, No.
206, Bogotá 8.III. 1987; Ramírez, Socorro. «La precursora mayor: Ofelia
Uribe de Acosta», en: Especial Mw/eAFempress, Precursoras del
feminismo en América Latina, Santiago de Chile, 1991. Tuve el honor
de conocer a Ofelia en 1984 (murió en 1988). A sus ochenta y cuatro
años se mantenía con una lucidez envidiable, aunque bastante
decepcionada de lo que significó el logro del voto. Tengo que
agradecer que me regalara su libro, que me abriera generosamente su
archivo de prensa, y me concediera entrevistarla.
109 Uribe de Acosta, Ofelia. «Influencia de la mujer», El Radical,
Chiquinquirá, 7.1.1942.
110 Natural de Facatativá, Cundinamarca, cursó estudios de Pedagogía
en el Colegio Departamental de la Merced de Bogotá; inglés en el
Colombo Británico y Matemáticas, Dibujo y Comercio en las Escuelas
Internacionales. (Cuando se escribió el libro de Meló Lancheros en
1966 asistía a cursos de Antropología en la Universidad Nacional de

82
Bogotá). «Fue educadora, escritora y conferenciante notable». Fundó
y dirigió en Colegio Froevel, y fue profesora en otros centros. Fue
representante de Colombia en diez congresos internacionales de
mujeres, entre ellos: I Congreso de Mujeres de América, en Guatemala
(1947); II Congreso de Mujeres de América en México (1951); Seminario
Femenino de la ONU en Bogotá (1959), como delegada de la Liga Pro
Paz y Libertad; etc. Escribió en Agitación femenina, Verdad, y publicó
los libros Ideales feministas, y Perfiles de Colombia. Su tema central
fue las mujeres y la paz, siendo la primera mujer que habló en defensa
del voto femenino en la Cámara de Representantes en 1945. Meló
Lancheros, Livia Stella. Op. cit. pp. 152-153. También dirigió el número
19 y último de la revista Agitación Femenina en Bogotá. Agradezco
a su hija Marina Laverde que me facilitara sus libros.
111 Rubio de Laverde, Lucila. «Comenta las declaraciones de Doña
Martha», Agitación Femenina, No. 10, Tunja, 1945, pp. 7 y 27. Se
refiere al artículo de Martha Díaz del Castillo, en el mismo número, op.
cit.
112 Márquez Rojas, Hilda. «Los derechos de la Mujer», Agitación
Femenina,'No. 17, Tunja, 1946,p. 4.
113 Sarmiento de Quiñones, Elvira. «Comenta la Carta de Mercedes
Abadía...»,op. cit.
114 Berbeo, Dido. «Los derechos políticos de la mujer», Mireya, No. 21,
Bogotá, 1945, p. 32.

83
Capítulo 3
Feminismo y feminidad, 1930-19431

Después de cincuenta años de gobierno conservador, en 1930


volvieron los liberales al poder, en el que permanecieron hasta
1946, cuando fueron relevados de nuevo por los conservadores.
En diciembre de 1930 se celebró en Bogotá el IV Congreso
Internacional Femenino con el apoyo del presidente Olaya Herrera.
Esta fecha marca un punto de inflexión en los comienzos de la
construcción del sujeto sufragista y su identidad tanto feminista
como conservadora, y la tomamos como inicio del primer sub-
periodo. En éste sobresalen identidades de ambas tendencias que
se van construyendo en el ámbito público y en el discurso moderno
liberal o en el conservador, este último participando de una cierta
modernización en el ámbito de la educación. Es el caso de Ofelia
Uribe de Acosta, o de Teresita Santamaría de González, ya citadas
en el capítulo segundo. La coyuntura que cierra el sub-periodo y
marca el inicio del segundo en 1944, es la consolidación del sujeto
su fra g ista c o le c tiv o en a cció n a tra v é s de u n a serie de
organizaciones y Congresos.

1. La visibilidad de un nuevo sujeto

El IV Congreso Internacional Femenino fue impulsado por


Georgina Flecher,2«que encama el punto de partida de la revolución
feminista en Colombia», en palabras de Ofelia Uribe de Acosta,
quien añade algunos otros datos sobre ella: madre soltera de una
niña adoptiva -situación bastante inusitada en aquella época- y
especialista en heráldica.3 Flecher también era representante en
C olom bia de la L iga Internacional de M ujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas.4
Los orígenes del Congreso Internacional Femenino, también
reseñado como Congreso Internacional Femenino de Mujeres
Ibéricas e Hispanoamericanas5 están en el celebrado por primera
vez en Buenos Aires en 1910, en el que se votó por la igualdad civil
de las mujeres casadas, salario laboral igual al de los hombres, mejores
condiciones sociales para mujeres y niños trabajadores, la reforma
de la educación femenina, y el divorcio. El Congreso fue impulsado
por varios grupos de mujeres argentinas y asistieron representantes
de Europa, Estados Unidos y otros países latinoamericanos. Aunque
se le hizo coincidir con el centenario de la independencia no contó
con reconocimiento ni ayudas oficiales, no obstante fue un gran
éxito.6
Aunque lo tomemos como punto de inflexión importante en la
construcción del sujeto sufragista, el Congreso Femenino celebrado
en Colombia7 tuvo antecedentes reivindicativos en la década del
veinte que se lograrían en la década del treinta. Gladys Jimeno ha
señalado la existencia de algunas mujeres que reclamaban derechos
y cuya vida fue un testimonio feminista, como es el caso de María
Rojas Tejada, en la Antioquia del primer cuarto de siglo.8Una figura
emblemática de estos años es María Cano,9 de quien su compañero
Ignacio Torres Giraldo, desde una mirada androcéntrica, opinaba
que «se inclinó al «feminismo» burgués, que no era en Colombia
«»sufragismo»».10 Por el contrario, ha sido reivindicada desde la
literatura feminista, entre otras por Socorro Ramírez, quien dice de
ella: «Su sola participación política y acción popular cuestionaba los
esquemas sociales establecidos y dominantes acerca del papel
marginal de la mujer y fue un estímulo para promoción social, cultural
y organizativa de la mujer colombiana».11
Otros antecedentes de las luchas de los años treinta han sido
rescatados por Lucy Cohen, como el Proyecto de Ley del político
conservador Andrade, sobre el acceso a la Universidad en 1927, o
el Proyecto de Ley del liberal Fernández Soto en 1928 sobre los
derechos de las mujeres.12

86
Volviendo al IV Congreso Internacional Femenino, éste fue
calificado por la prensa diaria como «uno de los sucesos más
intensamente fecundos en emoción social y pública que haya sido
dado observar a una ciudad como Bogotá».13 Ciertamente despertó
gran curiosidad entre la población masculina, porque según Ofelia
Uribe:

Los varones, que en un principio tomaron en sentido


humorista la concentración de mujeres en Bogotá
p ara ocuparse de cuestiones consideradas
importantes del «bello sexo» como se decía entonces,
terminaron por interesarse hasta tal punto que, una
noche, ante la imposibilidad de penetrar al (teatro)
Colón porque ya estaba repleto de gente, rompieron
las puertas para p recipitarse a escuchar a las
oradoras que hacían gala de capacidad, elocuencia,
elegancia y señorío.14

El debate interno del Congreso tam poco estuvo libre de


tensiones y se insistió en el feminismo y la feminidad. En tomo a la
definición de ambos conceptos se com enzaron a dibujar dos
posturas: la primera postulaba la emancipación de la mujer de su
«condición de esclava», y hacía un llamamiento a todas las mujeres
a tom ar conciencia de que el P royecto de C apitulaciones
Matrimoniales significaba la libertad, y que era necesario presionar
con acciones organizadas a la Cámara y el Senado, para que fuera
sancionado como ley. Esta lucha era encuadrada en las nuevas
tendencias de progreso y de justicia social, de modernización de la
mujer como «compañera y colaboradora» del hombre, y como
trabajadora en igualdad de derechos. Y apelaba al feminismo en
los siguientes términos:

El fem inism o acaba de nacer en Colombia como


producto natural de evolución, pero todavía son muchas
las mujeres que retroceden espantadas ante la repentina
aparición de esta palabra que viene a turbar su

87
m ísera condición de siervas hum illadas, pero
insensiblemente connaturalizadas con su papel de
victimas .... Pero la mujer ha despertado, se ha dado
cuenta exacta de los males causados a la intimidad
hogareña, por esta aberrante desigualdad civil y ha
creado ese formidable conocimiento con el nombre
de «feminismo», que es, como el ariete demoledor de
todo el sistem a o p rin cip io que consagra la
explotación del ser humano por su semejantes.'5

La nueva categoría discursiva que aparece en estos primeros


momentos es «feminismo», y su significado se expresa en términos
de igualdad. La «aberrante desigualdad civil», es una de las
condiciones en que vivían las mujeres en relación con los hombres,
y a ella se refiere el feminismo que tiene como interés primordial
la equiparación de derechos de ciudadanía civiles. Se continuaba
considerando que la «independencia económica no es nada sin la
igualdad civil», pero que la mujer colombiana no estaba preparada
para asumir sus derechos, por lo que el primer objetivo era la
educación para incorporarla al progreso. Por último, se hacía una
protesta ante la actitud masculina de considerar a la mujer como
un objeto de galantería, pero incapaz de «pensar y de sentir el
avance cultural y económ ico del p a ís» .16 Esta postura era
m antenida por O felia U ribe de A costa, representante en el
C ongreso Fem enino por el D epartam ento de Boyacá. Este
departamento era tradicionalmente conservador, pero en lo tocante
al feminismo, su capital Tunja, sería en la década del cuarenta uno
de sus focos más activos, como se verá más adelante.
La segunda postura dentro del Congreso, coincidía con la
anterior en la necesidad de reconocim iento de la mujer como
«compañera y no sierva», pero difería en los intereses y por tanto
en las argumentaciones que sostenían el cambio. Partiendo de
una exaltación de los valores atribuidos al rol femenino como la
«prudencia» y «modestia», y la confesión expresa de catolicidad,
reivindicaba la feminidad como el argumento definitivo para que
la mujer «siempre tenida como compañera» y se cumplan «las
palabras de San Pablo».17Aquí el sentido de «compañera» no está
significado a partir de la igualdad, sino que remite a los textos del
apóstol Pablo, cuya insistencia en la obediencia y sumisión está fuera
de toda duda, y por tanto, difería en los intereses perseguidos y en lo
que entendían las feministas por «compañera».Otro aspecto de esta
segunda postura lo presentó una delegada colombiana que había
apoyado a «la delegada norteamericana al Congreso. Esta última,
se había centrado en la importancia de la educación física y el deporte
para la salud de las mujeres, y en esa línea había insistido la delegada
colombiana, pidiendo una política ministerial que lo fomentara en los
colegios. Al mismo tiempo, abogaba por la educación de las mujeres:

Decía, señoras, que la que se sienta capacitada


intelectualmente, debe ingresar en la universidad,
pero ojalá no ejerza la profesión si se casa y tiene
hijos porque encuentro incompatible el biberón con
la oficina, la aguja de zurcir con el bisturí, el
modesto libro de recetas de cocina con el discutido
código de hidrocarburos o con las profundidades
del código civil. Mucho más difícil aún ser ingeniera
y madre de fam ilia.18

La incompatibilidad entre la profesionalidad de las mujeres y el


hogar es parte del núcleo argumental de las mujeres conservadoras.
Igual compatibilidad se establecerá con la política. La prioridad de
los intereses relacionados con el hogar y el cuidado de la niñez se
pondrán en prim er lugar repetidam ente, aunque el barniz
«moderno» de la mujer madre es el que hace que se acepte elevar
su educación, incluso hasta ser profesional, pero entonces tendrá
que elegir entre su condición natural de buena madre, la soltería o
la crítica por su abandono a los hijos.
En este primer momento cuando las mujeres hablaban desde
una tribuna pública sobre feminismo, con repercusión importante
al menos en la capital por el tratamiento que se le dio en la prensa,
encontram os ya planteadas las dos tendencias que se van a
desarrollar en los años siguientes y en las que se redefine la
identidad de las mujeres y sus intereses en relación a sus derechos

89
como ciudadana: una tendencia conservadora, y otra progresista
y fem inista, cercana a las ideas liberales y populistas de la
«revolución en marcha» y del gaitanismo. Más tarde aparecerían
en escena las mujeres socialistas.
Algunas feministas sufragistas influidas por la ideología de
masas, esperaban aglutinar un movimiento social fuerte a partir
del Congreso Femenino, y en esa línea Victoria Fajardo de Silva
opinaba: «El escándalo de los eternos tiranos de la conciencia
femenina no dejó de sentirse y este primer intento de liberación se
frustró. Fue una muestra esporádica y estéril, ya que no quedó
plasmada en ninguna organización. En el m ejor de los casos tal
vez dejara alguna inquietud en las mentes más adelantadas.»19
De form a m ás optim ista, señalem os que el Proyecto de
Capitulaciones Matrimoniales contenía en germen las bases de la
acción política y social de las sufragistas. Este proyecto fue el
tema central del Congreso Femenino, en tomo al cual se definieron
las posiciones feministas. Aunque discursivamente el proyecto era
limitado y no podía ser el motor que generara un movimiento, por
responder a determinadas condiciones de clase -se trataba de dar
a las mujeres la administración de sus propios bienes, y por tanto
venía a resolver una situación que afectaba a las que procedían de
familias acomodadas y burguesas- no obstante se puede decir que
los fundamentos para la igualdad económica ya estaban puestas
desde la celebración del Congreso.
En 1932 el Proyecto de Capitulaciones fue aprobado como la
Ley 32, que permitía a las mujeres la libre disposición de sus bienes.
Era el primer reconocimiento hecho a las mujeres como sujeto de
derechos. El contexto había sido la alianza entre el liberalismo
reformista del presidente Olaya Herrera y un grupo de sufragistas,
entre las que se encontraba liderando Ofelia Uribe de Acosta. Un
año después el decreto 1972 abrió las puertas de la Universidad a
las m ujeres, logro que hay que encuadrarlo en las reformas
educativas que se estaban avanzando, especialm ente en la
Universidad Nacional de Colombia.
Durante el primer gobierno de López Pumarejo (1934-38),
continuaron los logros. Dentro de la reforma constitucional de 1936,

90
las mujeres obtuvieron el derecho a ocupar cargos públicos. En
estos años también se inició el debate sobre el voto; los liberales
mantuvieron una posición contraria, mientras los conservadores
eran mas proclives, creyendo el argumento de que el voto femenino
era conservador por estar las mujeres influidas por el clero. En
cualquier caso, el debate muy pronto fue clausurado. Alvaro Tirado
ha avanzado en el estudio de estos debates, recogiendo los
argumentos de unos y otros y poniendo de manifiesto la influencia
de la Iglesia y el obstruccionismo que predominó a lo largo de la
reforma liberal.20También en este sentido, la historiadora Magdala
Velázquez ha aportado abundante información sobre los diferentes
Proyectos de Ley del voto a lo largo de las tres décadas.21
Pensamos que en el periodo que nos ocupa la situación que se
dio fue la siguiente: un grupo reducido de mujeres que se definían
como feministas actuaron como grupo de presión apoyando a Olaya
Herrera y posteriorm ente a López Pumarejo en las reformas
liberales, llevando a primer plano la discusión del feminismo y los
derechos de ciudadanía, centrando la atención en la educación
como una requisito para la obtención del voto. Paralelamente se
desarrolla la tendencia conservadora que m anipula las ideas
fem inistas identificándolas con la «fem inidad m oderna», y
coincidiendo políticamente con la «pausa» de la «revolución en
marcha». Las feministas no cuentan en estos años con canales de
expresión e scrita ni han llegado a o rg an iz arse de form a
e stru c tu rad a . C o m ien zan a a b rirse e sp a c io s a tra v é s de
conferencias y programas de radio, aunque hasta comienzos de
los cuarenta no encuentran eco en la prensa diaria. Es decir, hay
una constitución de sujetos, de identidades sufragistas, en tomo al
debate feminismo - feminidad, las sufragistas comienzan a presentar
las condiciones de desigualdad como una injusticia a reparar,
empezando por reclamar una mejora en su educación.
El grupo inicial que apoyaba las reformas de Olaya Herrera,
fue aglutinado por Clotilde García de Ucrós, y en él participó
activamente Ofelia Uribe de Acosta. Este grupo se manifestaba
en las barras de la Cámara, cuando tuvo lugar la discusión de las
Capitulaciones Matrimoniales, al grito de «no queremos tutores!»,

91
a lo que un orador de tumo, enfurecido respondió: «Pero los tendrán
con su voluntad o sin ella!».22 La acción feminista propuesta en el
Congreso Femenino se había iniciado. Según Ofelia Uribe,

El grupo de las «feministas» era reducido, porque


casi ninguna mujer quería dejarse matricular dentro
de esa especie de animales raros que aparecían
pensando, hablando cuerdam ente y pidiendo
«derechos impropios» del sexo femenino, según la
expresión de los varones. Conocí entonces no pocas
exhibiciones de señoras que se apresuraron a
declarar por el radio, la prensa y la tribuna pública
que no eran «feministas». En tales condiciones, era
extraordinariamente dura y difícil la lucha; había
necesidad de am pliar el radio, para lo cual no
contábam os con recurso alguno de propaganda
porque la prensa nos había expulsado de su recinto.
Recurrimos a la radio por medio de conferencias en
las principales ciudades del país.23

En estos primeros momentos, se puede hablar de voces fuertes,


pero aisladas, y estigmatizadas por los estereotipos que sobre el
fem inism o corrían internacionalm ente, y estaban llegando a
Colombia. Y no sólo aparecían en la prensa las imágenes grotescas
de las sufragistas, sino que también encontraremos los argumentos
a favor y en contra repetidos en el caso colombiano y en otros
países, pues como se recogerá más adelante el proceso formaba
parte de uno más amplio y de carácter internacional.

2. El sufragismo conservador

Mientras las feministas intentaban crear conciencia entre las


mujeres, en un terreno hostil y lleno de obstáculos, la revista Letras y
Encajes desde Medellin, abría sus páginas al tema de los derechos
de las mujeres recogiendo las opiniones conservadoras, sobre la
educación, el voto y el divorcio.

92
Esta tendencia se nutría de la reacción conservadora contra el
sufragismo que se había producido en Europa y Norteamérica
desde la primera guerra mundial, vinculada a la posterior crisis del
liberalismo y al ascenso del fascismo el nazismo, y que también
había afectado a los sectores moderados del sufragismo. Se trataba
del discurso reelaborado y fortalecido sobre la feminidad y el dulce
hogar que exaltaba los valores femeninos y que manipulaba la
vuelta a casa de las mujeres que sobraban en el m ercado de
trabajo.24 Esta corriente había sucedido cronológicamente en los
países de capitalismo central a las ideas del sufragismo clásico,
que se basaban en los principios del discurso moderno liberal de la
igualdad. En Colombia esta tendencia y la sufragista feminista
aparecen paralelam ente, y el conservadurism o, ahora en la
oposición, encontraría en las ideas tradicionales de la feminidad,
en la «mística de la feminidad», un argumento fuerte que oponer a
las ideas feministas en avance sustentadas en la igualdad, la justicia
social, y la participación política de las mujeres, que se articulaban
con el liberalismo en el poder.
Sobre la educación de las m ujeres la idea central era una
«educación familiar» específica, basada en conocimientos sobre
la moral, religión, psicología, pedagogía, puericultura, medicina,
geografía e historia. Educación que la convirtiera en compañera
del hombre, «para compartir con él la conducción espiritual de la
familia». Se criticaba la educación que se les daba a las niñas en
la que no se tratara su misión especial de formadoras de la familia,
considerando que el fallo radicaba en que «los planes educativos
femeninos son elaborados y dirigidos intensamente por los hombres,
sin ninguna intención de la mujer».25 En este sentido cabría señalar
que se abría un pequeño espacio en el que algunas m ujeres
educadoras eran llamadas a participar, y de hecho lo hicieron
mostrando sus ideas sobre la educación femenina a través de las
revistas y la prensa, como fue el caso de Teresita Santamaría de
González.26 En esta línea, un año más tarde, el diario El Tiempo
planteaba una encuesta sobre el hogar modelo, a la que contestaba
la directora de la revista Letras y E ncajes en los térm inos
siguientes:

93
Ni antes de la reforma educacional, ni después de
ella, nuestros gobernantes se han preocupado por
dar a la mujer una educación apropiada para el hogar
.... D esde hace cerca de diez años un grupo de
señoras de Medellin, alarmado por el incremento que
en la ciudad y en algunas p o b la cio n e s del
Departamento, tomaba el hecho de que la mujer ya
no quería permanecer en el hogar ni trabajar en el,
sino salir a la oficina, al taller y a la fábrica y viendo
po r consiguiente el desprecio que se tenía por los
oficios domésticos, decidió luchar p o r dotar a la
ciudad de una escuela dom éstica, en la que se
enseñase a la mujer que a ella acudiera: cocina,
lavado, rem endado y p la n ch a d o de ropa,
puericultura, horticultura, etc. Y después de mucho
luchar y de hablar mucho para convencer a los
incrédulos, en mayo del 35 se instaló la Escuela
Doméstica de Antioquia, con el exiguo personal de
quince niñas llevadas a la fuerza, pues sus familiares
estaban empeñados en que las chicas aprendieran
dactilografía y taquigrafía, estas grafías de tan
funestos resultados para la juventud fem enina.27

Parece ser, que en la Antioquia tradicionalmente conservadora,


pero ahora ventilada por aires que provenían de la moderna
industrialización de Medellin, las familias veían un mejor porvenir
económico para sus hijas, en las fábricas de textiles y en las oficinas,
y por lo tanto no deseaban, invertir en educarlas para el hogar,
para lo cual ya estaba la propia madre y su ejemplo. Seguía la
autora señalando, que la Escuela había llegado a tener trescientas
niñas y que se trataba de una experiencia en la línea de las escuelas
domésticas de Bélgica y Alemania.28 No olvidemos que estos años
el nazism o había socavado las o rg an izacio n es fem inistas
infiltrándose en ellas hasta suplantarlas casi por com pleto,
propagando como única función de la mujer la dedicación exclusiva
a la familia, idealizando esta función y forzando la retirada de las

94
mujeres que ocupaban cargos públicos.29 Pero ahora esa exaltación
de la mujer maternal iba envuelta de modernidad replicando la
imagen de las mujeres que el sufragismo había dado. Así se expresa
otra escritora de la misma revista:

La historia de todos los p a íse s que se llam an


civilizados, ha venido en los últimos tiempos casi
fa tig a d a p o r las em palagosas p a la b ra s de
«feminismo» y «mujeres modernas», pero también es
cierto que de las dos se ha hecho, acaso p o r
lamentable confusión y por falta de sereno análisis,
una caricatura, m otivo de risa -cuando no de
repulsión- para muchas mujeres y p a ra muchos
hombres en general. Y a f e mía que les sobra razón a
unas y otros si tomamos p o r mujer moderna esa
antipática criatura enemiga del hombre, vestida con
falda pantalón, botas y gafas a través de las cuales,
miran unos ojos maliciosos y crueles. D e bruscos
acentos, ronca voz y violentos ademanes, que gesticula
en reuniones y plazas pidiendo derechos masculinos
y llevando como arma de combate, una sombrilla
enana con la cual acciona en avinagrado gesto. O
esa otra estam pa de mujer, peligrosa, frív o la y
casquivana, que se aposenta en los salones para
manejar cínicamente el flirt, beber whisky con soda
y fu m a r sin m iram ientos y que, con sin igual
desfachatez, queriendo dárselas de moderna, sólo
acusa una absoluta falta de decoro.
No, señores: no se debe confundir esas dos voces
con el verdadero fem inism o que es sinónim o de
educación, de adelanto cultural y espiritual, dentro
de la belleza de una delicada fe m in id a d .... Es
necesario establecer cuanto antes, cierto género de
categorías y diferencias para quitarle esa sombra al
feminismo, pues es injusto que para designar a las
mujeres modernas se emplee la misma apreciación,

95
esta diferencia será bastante a desvirtuar por sí sola
las po co recom endables teorías concebidas y
admitidas a este respecto.30

E sta e x te n sa c ita m e parece im p o rta n te p orque es


representativa del pensar de la tendencia sufragista conservadora,
que no quería sentirse identificada con el estereotipo que se había
dado de las feministas, pero más profundamente rechazaba los
avances en espacios de libertad e igualdad que estaban logrando
aquellas. Por otro lado, al redefinir el feminismo en términos de la
feminidad conservadora, se estaba manipulando lo que éste tenía
de transformador en los nuevos significados de género femenino,
manteniendo soterradamente los viejos signos.
La misma autora veía de la forma que sigue el papel de la
mujer en la política:

El fem inism o no es para ir contra los hombres,


entiéndase bien, sino para ayudarlos por medio del
buen ánimo y del consejo prudente y oportuno; ya
que el arte de gobernar es tan complejo y dificultoso
que en su manejo hemos visto encallar a no pocos
estadistas.... Los más galanes partidarios de la mujer
han declarado en muchas ocasiones que ella puede
votar pero no puede ser elegida porque encendidos
debates del parlamento, irían en detrimento de su
gracia y dignidad. Considerando este caso, si la mujer
no puede entrar en el parlam ento, es porque el
parlam ento es indigno de ella.... y si ello es así,
convendréis conmigo en que con razón tanto mayor,
las mujeres deben tener el privilegio de entrar en tales
recintos cuanto que su presencia y su actuación en
la suprem a institución de gobierno y de leyes
ciudadanas constituye la única y legítima esperanza
de realizar el decoro de las asambleas masculinas.3'

El planteamiento era que las virtudes de la feminidad, que eran


consideradas en peligro por los varones si las mujeres participaban

96
en la política, inteligentemente eran utilizadas por las sufragistas
para legitim ar su intervención. Entonces, la utilización de la
diferencia sexual en términos de mantener los significados de
género fem eninos y m asculinos era lo que subyacía en los
argumentos, y justificaba la participación política de las mujeres.
En lo que se refiere a la postura que tenían sobre el voto las
sufragistas conservadoras, antes de recoger los términos del debate
en la prensa femenina, merece atención señalar la particularidad
de la Constitución de la provincia de Vélez, que en 1833 establecía
que todo habitante «sin distinción de sexo, tendría entre otros
derechos, el derecho al sufragio». Elba María Quintana Vinasco,32
de quien tomamos la referencia, concluía en 1959 que:

La abstención absoluta en las elecciones populares de


la provincia de Vélez durante el intervalo de 1853 a
1860 en que la vicisitudes y trastornos políticos que se
sucedieron en el p aís afectaron hondam ente al
movimiento educativo, dem uestra claram ente la
inoportunidad de la medida dada la intranquilidad
social y la general incapacidad intelectual de la
mujer neogranodina,33

La afirmación de Quintana Vinasco de que las mujeres no


participaron en las elecciones, afirmación que sostienen otros
autores, reduce el derecho al voto de las mujeres en Vélez a una
anécdota. No obstante, Carlos Restrepo Piedrahita, informa cómo
los parlamentarios de Vélez, propusieron en el Congreso Nacional
que la Constitución nacional incluyera el derecho de las mujeres al
voto.34 Algunos años después, en la discusión de la Constitución
de 1953, hubo nuevas voces a favor de la emancipación de las
m ujeres, como la de A ntonio M aría P radilla en la Escuela
Republicana, que consideraba que estaban dotadas de «las mismas
facultades que el hombre», pero no prosperaron.35
En 1933, se propuso a la Cámara una enmienda constitucional,
que no prosperó, a fin de conceder el voto a las mujeres. La
iniciativa había sido de los conservadores y la argumentación estaba

97
basada en la equiparación democrática con los países «civilizados»
y en la influencia moral que la mujer podía aportar a los debates
electorales.36 Este segundo argumento será el que fundamentará
en adelante la reivindicación del voto por parte de las sufragistas
conservadoras. Quintana Vinasco, a lo largo de su libro mantiene
la tesis de que los conservadores fueron los m ás decididos
defensores de conceder el voto a las mujeres.37Y hay que adelantar
que fue un presidente populista conservador quién empujó la ley
definitiva del voto a favor de las mujeres en 1954.
El derecho al voto era planteado en la prensa femenina que
estamos examinando, como un reconocimiento a la feminidad de
las mujeres y a los valores que de ella se derivaban, y no como un
derecho de ciudadanía y participación política en igualdad con los
hombres. Por ejemplo se decía: «Cierto es que la mayoría de las
mujeres colombianas, tales como hoy somos, ni deseamos, ni
sabemos estar en camarillas y maniobras políticas. Pero no hay
que olvidar que una cosa es hacer política y otra es votar».38
La autora del texto, con fina ironía sigue insistiendo en la
necesidad de que la mujer ponga orden en la política y critica a los
liberales poniéndoles en la contradicción de ser el partido de la
libertad y el que niega este derecho a las mujeres. Por otro lado,
reclama educación para la mujer para ejercer correctamente sus
funciones de madre y esposa, y le instruya en materia política
para votar con criterio propio, ante el argumento liberal de que el
voto de la mujer era conservador y dependiente del confesor,
refutándoles en el sentido siguiente:

«No habrán experimentado quienes tal cosa afirman


la im portancia del in g red ien te «espíritu de
contradicción» en la modalidad fem enina. »39

N uevam ente la postura sufragista conservadora se hará


presente en relación de la inclusión del divorcio en la reforma
constitucional del año 1936, la cual saldría adelante. «Defendemos
nuestra religión, nuestros sentimientos, nuestros ideales y nuestros
hogares», es el encabezamiento de la protesta firmada por noventa
y nueve damas de M edellin.40 El cuento de Azorín, Divorcio,
publicado un año después en Letras y Encajes, vendría a reafirmar
la posición en contra que tenía la revista frente al tema.41
Ya se ha señalado anteriormente que la reforma constitucional
del año 36 posibilitó el acceso de las mujeres a cargos públicos.
Pero curiosam ente para este desem peño era necesario estar
reconocida como ciudadana, derecho que hasta el momento era
reservado a los varones. Ofelia Uribe de Acosta señala en su libro
el caso de Rosita Rojas,42 que al ser elegida Juez Penal de Bogotá,
no podía acceder a este cargo por no ser considerada ciudadana,
debido a lo cual entabló una demanda, ganándola. Hasta 1945, no
se resolvió esta contradicción jurídica, reconociéndose la calidad
de ciudadanas a las mujeres, aunque no el derecho a votar.43 En
este asunto, Indalia Vassalis, sufragista conservadora, opinaba
positivamente, pero puntualizaba: «Queremos adquirir derechos
iguales a los hombres, siempre que ellos no se opongan a nuestra
feminidad y sentimientos delicados».44
La Acción Católica también intervenía en el debate haciendo
una llamada a las mujeres «para conducir a la humanidad por los
senderos de la virtud» y frente a las «falsas doctrinas de
reivindicación y de independencia», proponía imitar a otros países
organizando «La Liga de la Decencia».45
La actividad desplegada en Medellin sobre los derechos de las
mujeres, desde una postura conservadora, expresada a través de
la revista Letras y Encajes, puede ser explicada por el núcleo de
mujeres que aglutinó el Centro Femenino de Estudios, creado en
1929 por veinticinco mujeres, entre ellas Teresita Santamaría de
González, y algunas de las autoras citadas anteriormente. El Centro
se inauguró con una conferencia sobre los derechos de la mujer y
con los objetivos de «intercambiar ideas sobre arte, literatura,
ciencias, etc., en fin donde pudieran formarse esos anhelos de
progreso espiritual, que bullen en tantos de nuestros cerebros
femeninos».46 El Centro contaba con una Biblioteca, y por su foro
pasaron personalidades internacionales com o el m exicano
Vasconcelos, o el presidente del Ecuador Velasco Ibarra, ambos
proclives a reconocer a las mujeres los derechos de ciudadanía.

99
Resumiendo, el conservadurismo, que también hizo bandera de
la educación de las mujeres en este periodo, identificaba feminismo
con feminidad, y su objetivo era el fortalecimiento del rol tradicional,
modernizándolo, a través de la «educación familiar» específica
para las mujeres. En ella se exaltaban los valores femeninos y se
insistía en la diferencia con el hombre. Esa exaltación era una
trampa para mantenerla alejada de la política y una utilización de
la diferencia sexual que llevaba implícita el mantenimiento de la
desigualdad.

3. El sufragismo feminista

Durante los años en que se ha visto expresarse con la palabra


escrita al núcleo de mujeres antioqueñas, ellas se definieron por
un «feminismo» femenino, conservador desde nuestro punto de
vista, porque aunque reivindicaban el derecho al voto, estaban lejos
de la idea de igualdad. Por su parte las feministas pugnaban por
hacerse oír. Ibagué, Socorro, Cúcuta, y otras ciudades fueron
visitadas por Ofelia Uribe de Acosta, con permiso del gobierno y
habiendo presentado con antelación el texto escrito de sus
conferencias. Ésta a través de la radio trataba de concienciar a
las mujeres en «el interés por el estudio, la preocupación por los
problemas nacionales y la importancia de adquirir los derechos
nacionales que la equipararán con los seres racionales, en vez de
seguir catalogada entre los muebles.»47
En la conservadora Tunja, desde 1938 hasta 1942 existió el
programa de radio La Hora Feminista, dirigido por Ofelia Uribe
de Acosta; una hora semanal que, en palabras de Ofelia «que vino
a levantar las losas bajo las cuales dormían los mujeres sometidas
a la dura sentencia de su muerte espiritual»,48 y que convirtió la
ciudad en el «centro de acción y propaganda feminista». Desde la
radio se lanzó una encuesta para pulsar la opinión pública sobre el
feminismo, y la ciudad se dividió en dos posturas. Como réplica a
La Hora Feminista, surgió La Hora Azul, y una serie de presiones
al director de la emisora hicieron que cambiara el nombre de la
Hora Feminista por La Hora de Pompilio Sánchez, aunque se

100
mantuvieron los contenidos y Ofelia Uribe siguió en la dirección.
A través del programa de radio se aglutinó un grupo de mujeres,
entre ellas Inés Gómez de Rojas, que según Ofelia «fue el nervio
del grupo feminista que empezaba a crecer».49
En 1942 el diario El Radical dio cabida a la Página Femenina,
desde donde O felia Uribe de A costa continuará la ofensiva
feminista. Esta página nacía con el objetivo siguiente:

La mujer consciente de sus responsabilidades, de una


sensibilidad social más delicada, quiere corresponder
a la reforma preparándose para ejercer con dignidad
los cargos que la Constitución vigente le garantiza y
para obtener otros derechos que son complemento de
los otorgados hasta hoy. Tal es el objetivo de esta página
femenina como el de La Hora Feminista... impulso
de un núcleo de mujeres decididas a encaminar
todas sus actividades hacia un ideal de liberación
para la mujer boyacense, que venga a mostrar cómo
ha de sustituir su criterio hogareño de épocas
pastoriles por una comprensión más amplia de su
radio de actividades en concordancia con el estado
actual del mundo.50

Como se puede deducir, no se negaban por parte de las


feministas algunos atributos tradicionales femeninos, entre ellos
«sensibilidad social más delicada», pero como se verá en adelante,
tampoco se consideraban obstáculos para ampliar las actividades
de la mujer más allá del hogar, para la igualdad de derechos, y
desde luego para seguir siendo buenas madres.
Desde esta página de El Radical, se animaba a las mujeres a
la participación política, y se proponían campañas «de divulgación
pedagógica fem enina, con el fin de com batir los prejuicios
disciplinarios que todavía imperan en muchos hogares boyacenses,
en relación con la educación infantil».51 Por otro lado, en estos
espacios de prensa se pulsaba la opinión de otras mujeres sobre el
voto, mostrándose éstas tanto a favor como en contra.

101
Esta apertura de espacios por algunas feministas, supuso su
aglutinamiento para las que estaban dispersas en Tunja, y sin duda
fue un impulso para las que se hallaban en Bogotá. Este proceso
al principio de los años cuarenta no hay que separarlo de la
reaparición gubernamental de López Pumarejo. Su vuelta al poder
en 1942, después de la presidencia de Eduardo Santos,52 traía
esperanzas para las feministas liberales como Ofelia Uribe de
Acosta, que desde las páginas del El Radical, había apoyado su
reg reso . E stas esperanzas, centradas especialm ente en la
consecución del voto, y que se verían frustradas en los años
siguientes, sirvieron, en cambio, para que el movimiento sufragista
se construyera discursivamente en la experiencia acumulada y
articulara una reacción ante la expansión del conservadurismo en
sus filas. Es decir, se ha dado la penetración del discurso moderno
liberal, con la predominancia de la categoría de igualdad e ilustración
(educación), que se plasmará en las leyes. La atención por parte
de las feministas está centrada en la mejora de las condiciones
educativas de las mujeres, siguiendo la tendencia que también se
había dado en décadas anteriores en el sufragismo internacional.
La orientación educativa está marcada por el debate feminismo -
feminidad. Desde el feminismo, una vez lograda la independencia
económica en el matrimonio por la Ley 28 de 1932, la estrategia a
seguir era la lucha por la cultura y la educación superior que
permitiera a las mujeres los títulos necesarios para su incorporación
a la vida civil profesional en igualdad con los hombres. Se
consideraba que ésta era la base para iniciar la conquista de su
participación política a través del voto y su intervención posterior
en las Cámaras al poder ser elegidas como parlamentarias.
Ofelia Uribe de Acosta situaba la educación de las mujeres
dentro de la reforma educativa general que se estaba efectuando
por los gobiernos liberales. Para ella la feminidad no era más que
«una segunda naturaleza superpuesta» a la mujer por la hegemonía
de los varones53 y que ésta había considerado como natural, cuando
no sería más que «el conjunto de calidades o condiciones físicas
que la distinguen del hombre».54 En otras palabras, adelantándose
a la teoría feminista que se desarrollaría más adelante, Ofelia Uribe

102
estaba hablando del significado de género que tenía la feminidad,
y de la d ife ren c ia sex u al en tre hom bres y m u jeres. Sus
planteamientos feministas tam bién incorporaban la idea de la
revolución social para todos los seres humanos, basada en la
igualdad entre los sexos, en donde la intervención de las mujeres
en la política sería una fuerza decisiva y transformadora. Para
ella, esta participación política no era posible sin la organización
específica dentro de los partidos políticos de las mujeres tanto
conservadoras como liberales.55 Sus teorías feministas, concretadas
a lo largo de su obra escrita en los años sesenta, por ejemplo en lo
referente al «valor» del trabajo de las mujeres en el hogar (que se
ha categorizado posteriormente por el discurso feminista, como el
«trabajo invisible»), es una muestra de que su intuición iba más
allá de la lucha por los derechos civiles y políticos. Su idea de
revolución social se concretaría más tarde en las preocupaciones
por la sindicalización de las mujeres, la protección a la maternidad,
el cuidado de los niños y la atención al fenómeno de la prostitución.
Por otro lado, el que el grupo de mujeres que introducían las
ideas feministas en Colombia en los años treinta, no llegara a cuajar
en organizaciones, podria relacionarse con la manera en que se
habían producido las primeras reformas a favor de las mujeres,
las cuales puede decirse que iban en el paquete liberal de la
modernización. En cambio la postura cerrada de la mayor parte
de los liberales a la aprobación del voto femenino, sería el impulso
para la articulación del movimiento en el periodo siguiente.

4. Integración Internacional

Anteriormente a los años treinta se había creado en Nueva


York (1922), La Liga Internacional de M ujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas, por iniciativa de la mexicana de origen español
Elena Arizmendi, con los objetivos de fortalecer «el espíritu de la
raza», elevar la condición de las mujeres, «trabajar por el hogar, el
país y la humanidad», y «trabajar en favor de la emancipación de
las m ujeres Ibéricas e H ispanoam ericanas», uniendo ambas
herencias. Fue presidenta y fundadora de ella la escritora española

103
Carmen de Burgos, Colombine, que va a mantener estrechos lazos
con feministas colombianas y de otros países latinoamericanos.
La II Conferencia de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas
e H isp a n o am e ric an a s fue c eleb rad a en Lim a (1 9 2 4 ), en
conmemoración de la batalla de Ayacucho.56 En esta Conferencia
participó la colom biana C laudina M únera, representando a
Georgina Flecher, que a su vez fue nombrada representante de la
Liga en Colombia, en donde fundó la filial y mantuvo estrechos
contactos con feministas europeas y españolas. Sus actividades
en favor de los niños se derivaron de esa representación.57
El III C ongreso In te rn ac io n al de M ujeres Ib éricas e
Hispanoamericanas, impulsado por La Liga y la Unión Cooperativa
Mexicana, se celebró en México (1925), y reunió a representantes
de todos los países. En él tuvo gran protagonismo Carmen de Burgos
quien focalizó el interés del feminismo en el trabajo de las mujeres,
y se definió a favor de la complementariedad de los sexos.58 El III
Congreso Internacional Femenino, se celebró en Buenos Aires
(1927), al que asistieron las colombianas Claudina Múnera, Etelvina
López y López y otra educadora de Armenia, presentando sus propias
ponencias y las de otras dieciocho colombianas, incluida la de Flecher,
que hizo hincapié en el libre acceso de las mujeres a la universidad,
y su igual remuneración en el trabajo. Por su parte, Múnera centró
su ponencia en la paz internacional, y López en el cuidado de los
ancianos.59 Como se señaló anteriormente, la organización del IV
Congreso Femenino, realizado en Bogotá fue impulsada por Georgina
Flecher, como consecuencia de la participación colombiana en la
Liga y los anteriores Congresos, a través de lo cual Colombia entró
en esa órbita sufragista internacional.
El núcleo sufragista conservador, en los años treinta también
va a establecer contactos con el exterior. En 1937, Teresita
Santamaría de González realizó un viaje por Estados Unidos y
Europa, interesándose por la educación de las mujeres en estos
países, y posiblemente allí se inspiró para la fundación en Medellin
de la Escuela Doméstica, orientada hacia la formación de las niñas
como madres y esposas eficientes y preparadas, a lo que nos hemos
referido anteriormente.60

104
Posteriormente, en la revista Letras y Encajes se traducían
discursos de m ujeres participantes en las Conferencias de la
Alianza Sufragista Internacional de veinte años atrás,61 traducidos
por la Com isión Interam ericana de M ujeres, CIM, que va a
convertirse en una plataforma de integración más importante. La
CIM tuvo su origen en la I Conferencia Panamericana de Mujeres,
realizada en Baltimore (1922), y organizada por las sufragistas
estadounidenses.62 Fue el precedente de la participación de mujeres
en la V Conferencia Panamericana63 realizada en Santiago de
Chile (1923), donde se creó la asociación para el avance de la
mujer, como lobby de presión en las Conferencias. En esta
Conferencia el delegado de Guatemala propuso cuatro puntos que
serían objeto de estudio para la próximas Conferencias:

I. A m pliación y m ejoram iento de la educación


intelectual, moral y física de la mujer.
II. Que la mujer entre en el uso de los derechos civiles
y políticos en iguales condiciones del hombre
III. Fomento de los Centros Femeninos Culturales y
prácticos; y
IV. Recom endación a los gobiernos para que la
delegación a las próximas conferencias sea integrada
con un elemento femenino.M

En la VI Conferencia Panamericana de La Habana (1926) se


creó la CIM, como organismo de reivindicación de los derechos
fe m e n in o s, al no ra tific a rs e p o r p a rte de los E stad o s
la tin o a m e ric a n o s el p ro p u esto Tratado so b re d erech o s
ciudadanos de las mujeres. En La Habana hubo una asistencia
de más de mil mujeres, y el liderazgo siguió ostentado por las
norteamericanas. En ella se planteó que la CIM elaborase un
informe sobre la situación de las mujeres. El Informe sobre la
condición ciudadana y laboral de las mujeres fue llevado por
la CIM a la VII Conferencia de Montevideo (1933). Tampoco se
aprobó el Tratado, pero en 1946, se creó la Comisión sobre la
Condición de la M ujer en las Naciones Unidas65 por influencia de
la CIM.

105
En 1934, la Unión de Mujeres Americanas, UMA, establecía
el primer sábado de mayo como «El día de la mujer de América».
Estaba form ada por mujeres profesionales de «renombre», y
realizaba relaciones «interamericanas».66 En 1935 aparecía en
Letras y E ncajes el Program a de la UMA, cuyos objetivos
fundamentales hacían hincapié en la unión y solidaridad de todas
las mujeres y países de América «como organismo autónomo y
sin carácter oficial». También se proponía «la agitación y la
defensa colectiva de todas las medidas que tendían a lograr la
liberación de la mujer americana, sobre la base de su igualdad
civil, social, económica y política con el hombre.»67 Así mismo
«Afirmar y sostener la emancipación de la mujer sobre el postulado
de una cooperación con el hombre, y no como lucha de sexos,
sino, antes bien, como coordinación de hombres y mujeres en la
integración de una sola humanidad.»68 Los anteriores objetivos de
la UMA resumen muy bien por donde iba la tendencia general del
sufragismo: igualdad de derechos y no confrontación de sexos,
sino complementariedad, que podría resumirse en una solución de
igualdad en la diferencia.
La UMA en 1946 aparece consolidada y estructurada en
Consejos Nacionales y un Consejo Interamericano con sede en
Nueva York.69Tanto la Liga, la CIM, como la UMA, son una prueba
del grado de integración institucional que se había dado en el tema
de la incorporación ciudadana de las mujeres, y de que Latinoamérica
no estaba al margen de la corriente internacional del sufragismo,
que se prolongaba en el tiempo por este continente. En cuanto a los
temas de consenso sobresalían la importancia de la unidad entre las
mujeres, elevar su educación, igualdad de derechos e igualdad en el
trabajo y la no confrontación entre los sexos.

NOTAS

1 Este capítulo recoge la segunda parte del artículo «Los Movimientos


de Mujeres: feminismo y feminidad en Colombia, 1930-1943»,
publicado en el Boletín Americanista, No. 35, Barcelona, 1986, en
Brujas, No. 7, Medellin, 1987, y Chichamaya, No. 8, Barranquilla,

106
1989. Ahora se ha corregido y se han ampliado algunos aspectos,
como la integración internacional.
2 Georgina Flecher era de origen español, pero residió en Bogotá toda
su vida. Presentó ponencias en diferentes Congresos y fue una pionera
en el activismo feminista, como se verá en adelante. Arango, Luz
Gabriela. «Georgina Flecher, por el derecho a la educación y el trabajo»,
En otras palabras, No. 7,2000, p. 22. También formó parte de la Unión
Femenina de Colombia. Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit., Bogotá,
1966, p. 986.
3 Uribe de Acosta, Ofelia. Una voz..., op. cit. p. 187.
4 Cohen, Lucy. Colombianas ... op. cit. p. 38.
5 Meló Lancheros, Livia Stella, Valores Femeninos... Op. cit., p. 986.
6 Caro, Holander, Nancy. La mujer: mitad olvidada de de la historia de
Argentina», en: Pescatello, Ann (comp.). Hembra y macho en
Latinoamérica, Ed. Diana, México, 1977,p. 181.
7 Sobre pormenores de la organización y contenidos del Congreso
Femenino, ver Cohen, Lucy. Colombianas... op. cit., pp. 40-95.
8 Jimeno, Gladys. «Las luchas de las mujeres por sus derechos en el
siglo XX en Colombia». Ponencia presentada al Seminario del ISMAC,
Medellin, 1980(mimeo). Este es el primer trabajo que abordó el tema
de forma general haciendo un recorrido de las luchas de las mujeres
colombianas hasta el feminismo de los cincuenta. Agradezco a la
autora el proporcionarme el documento. María Rojas Tejada fue entre
1904-1905 Subdirectora de la Normal de Medellin, donde había nacido
en 1877, pasando a ser Inspectora Departamental de Educación en
Manizales. En 1916 dirigió el Centro de Cultura Femenina de Pereira,
de enseñanza secundaria, fundó la revista Femeninas. En 1917 estudió
en Universidades de Estados Unidos, especializándose en Economía
Doméstica y Psicología Pedagógica. Realizó un estudio sobre la
reforma en las Escuelas Normales, primarias y rurales; sobre la mejora
de las condiciones de vida de los campesinos y obreros; y la educación
doméstica y profesional de la mujer, que se presentó en el IV Congreso
Internacional Femenino. También residió en Cali y en 1959 volvió a
Medellin. Publicó en diversos periódicos y revistas nacionales y
extranjeras, especialmente en Letras y Encajes, y fue reconocida
conferenciante. Meló Lanchero, Livia Stella. Valoresfemeninos... op.
cit., pp. 231-233.
9 Nació y murió en Medellin (1887-1967). Hija de una familia culta que la
educó en colegios laicos, se vinculó en los años veinte al movimiento
literario influido por otras literatas latinoamericanas como Alfonsina

107
Stomi y Gabriela Mistral. Escribió en prensa y muy pronito se interesó
por acercar la lectura a los obreros, creando la Biblioteca Municipal,
de carácter popular y gratuita. Su vida pública se inicia en la defensa
de los trabajadores, realizando una serie de viajes por todo el país,
apoyando huelgas como agitadora militante del Partido Socialista
Colombiano, PSC. En 1925 recibe de parte del Congreso la distinción
de Flor del Trabajo de Colombia «una de las formas pintorescas de la
época a través de las cuales se exaltaba a las mujeres de clase media».
Las confrontaciones internas del PSC la llevan a la marginación. Vuelve
a Medellin y se incorpora como obrera a la Imprenta Departamental
de Antioquiay luego a la Biblioteca Departamental. En 1945 las mujeres
sufragistas le rinden homenaje en Medellin. Velázquez, Magdala.
«María Cano. Pionera y agitadora social de los años 20», Revista
Credencial Historia, No. 1, Bogotá, 1990, Biblioteca Virtual Luis Ángel
Arango, www.lablaa.org. pp. 1 a 3.
10 Torres Giraldo, Ignacio. María Cano, Apostolado revolucionario,
Carlos Valencia ed., Bogotá, 1980, p. 32.
11 Ramírez Socorro. «María Cano, luchadora socialista», El Espectador,
Magazín Dominical, Bogotá 8.7.84, pp. 8-9. También, Pineda, Rocío.
«María Cano. Transgresión y transición femenina en los albores del
siglo XX», En otras palabras, No. 7, Bogotá, 2000, pp. 12-17.
12 En este Proyecto también participó Georgina Flecher. Cohen, Lucy.
Colombianas ... op. cit., pp. 16-34.
13 Marín Terán, Guillermo. «El Año Femenino», El Tiempo, Bogotá,
1.1.1931.
14 Uribe de Acosta, Ofelia. Una Voz..., op. cit. p. 189
15 «El Proyecto de Capitulaciones Matrimoniales en el Congreso
Femenino», El Tiempo, Bogotá, 1.1.1931
16 Ibid.
17 Rodríguez, Gloria. «Compañera y no sierva», El Tiempo, Bogotá,
1 1.1931
18 Wills de Samper, Susana. «Educación Física y deporte en el Congreso
Femenino», El Tiempo, Bogotá, 1.1.1931.
19 Fajardo de Silva, Victoria. Prólogo a Rubio de Laverde, Lucila. Ideales...
op. cit.,p. II.
20 Tirado Mejía, Álvaro. Aspectos políticos del primer gobierno de
Alfonso López Pumarejo, 1934-38, Instituto Colombiano de Cultura,
Bogotá 1981,pp.418-453.
21 Velázquez, Magdala. «La República Liberal y la lucha por los derechos
civiles y políticos de las mujeres», Las Mujeres en la historia de

108
C o lo m b ia ,1, Norma, Bogotá, 1995.
22 Uribe de Acosta, Ofelia. Una Voz... op. cit., p. 196.
23 Ibid., p. 199.
24 Millet, Kate. Op. cit. hace un extenso análisis de las bases intelectuales
de esta «contra-revolución», en el capitulo cuatro. También ver: Evans,
Richard. Las feministas. Los movimientos de emancipación de la
mujer en Europa. América y Australia, 1840-1920, Siglo XXI, 1977,
pp. 53-54.
25 Gutiérrez, Emilia de, «Educación familiar», Letras y Encajes, No. 130,
Medellin, 1937. Emilia Gutiérrez fue subdirectora de la revista
Presencia, de Bogotá, y escribió en otros medios. Esposa de
diplomático viajó por Europa y residió en Estados Unidos (donde
trabajó como corresponsal), Chile y México. Católica militante,
desarrolló actividades de beneficencia en los barrios pobres. Meló
Lancheros. Livia Stella. Valores Femeninos... op. cit. p. 637.
26 Nació en Medellin y fue rectora y fundadora del Colegio Mayor de
Antioquia, posteriormente Universidad Femenina de Antioquia. Fundó
el Centro Femenino de Estudios y la Casa del Estudiante, en Medellin,
entre otras iniciativas. Fundó con otras mujeres la revista Letras y
Encajes en 1925. Participó entre otros congresos en el II Congreso de
Señoras de Acción Católica, a la que pertenecía; y en 1958 fue electa
a la Cámara de representantes por el partido conservador. Fue miembro
de la Unión Femenina de Colombia, seccional Antioquia. Viajó por
Estados Unidos, varios países de Europa, entre ellos España, y también
por otros latinoamericanos como: Panamá, Venezuela, y Ecuador. Meló
Lancheros, Livia Stella. Op. cit., p. 146.
27 Santamaría de González, Teresa. «El Hogar Modelo», Letras y Encajes,
No. 145, Medellin, 1938.
28 Ibid.
29 Millet, Kate. Op. cit., pp. 209-219.
30 Lusignan, Marcia de. «Mujeres modernas», Letras y Encajes, No. 148,
Medellin, 1938.
31 Lusignan, Marcia de. «Influencia de la mujer moderna», Letras y
Encajes,No. 149, Medellin, 1938.
32 Nació en Cali, e hizo sus primeros estudios en Chile. Hizo la carrera de
Derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, y se especializó en
Derecho Civil y Social en las Universidades de París y Madrid. Fue
abogada del Ministerio de Trabajo de Colombia, participó en varios
Congresos relacionados con los derechos de las mujeres, y fue
conferenciante por radio sobre leyes a favor de las mujeres en

109
diferentes códigos. Su Tesis de Grado fue Por la plenitud de la
ciudadanía de la mujer colombiana, publicada como libro, y que aquí
citamos. Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit., p. 36
33 Quintana Vinasco, Elba. Por la plenitud de la ciudadanía de la mujer
colombiana, Ed. Iqueima, Bogotá, 1950, p. 101.
34 Constituciones de la Primera República Liberal 1853-1856,
Universidad Externado de Colombia, v. 1, Bogotá, 1979, pp. 173-178.
Agradezco a David Bushnell la información sobre este punto.
35 Martínez Gamica, Armando. «El debate legislativo por las calidades
ciudadanas en el régimen representativo del Estado de la Nueva
Granada (1821 -1853)», ponencia presentada en el XIII Congreso de
AHILA, Ponta Delgada, Azores, 2002. Agradezco al autor, historiador
colombiano, que me facilitara el documento.
36 Quintana Vinasco, Elba. Op. cit., pp. 117-118.
37 Ibid.
38 Ospina de O. Elena, «El Voto Femenino», Letras y Encajes, No. 121,
Medellin, 1936.
39 Ibid.
40 «Protesta. Las damas de Medellin protestan contra el Proyecto de
Divorcio», Letras y Encajes, No. 109, Medellin, 1935.
41 Azorín, «Divorcio», Letras y Encajes, No. 24, Medellin, 1936.
42 Nacida en Tocaima en 1919, fue la primera abogada colombiana surgida
de la Facultad de Derecho del Externado de Colombia en 1942. El
Tribunal de Cundinamarca la nombró Juez Penal de Bogotá, momento
en que surgió el dilema sobre la ilegalidad de su nombramiento.
Superado éste, desempeñó también el cargo de notaria, y
posteriormente abogada del Ministerio de Hacienda. En Roma realizó
estudios de Derecho Penal; en Estados Unidos participó en un
Congreso de Mujeres y en Lima representó a Colombia en la
Conferencia Interamericana de Abogados. Fue Presidenta de la Unión
Femenina de Colombia, organización que se núcleo para apoyarla en
la demanda de su cargo de Juez. Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit.,
pp. 956-957.
43 Uribe de Acosta, Ofelia. Una voz... op. cit., p. 198, y Quintana Vinasco,
Elba. Op.cit., p. 138.
44 Vassalis, Indalia. «Los derechos de la mujer», Letras y Encajes, No.
126, Medellin, 1937. Ver también «Feminismo en Acción», Letras y
Encajes, No. 125, Medellin, 1936.
45 Vasco Gutiérrez, Eloísa. «La Mujer de Acción Católica en la época
actual», Letras y Encajes, No. 124, Medellin, 1936.

110
46 «Palabras pronunciadas por la Sra. Dña. Lorenza Quevedo de Cock
en la fiesta ofrecida por el Centro femenino de estudios para celebrar
sus 15 años de Vida», Letras y Encajes, No. 212, Medellin, 1944.
47 Uribe de Acosta, Ofelia, Una voz... op. cit., p. 199.
48 Ibid., p. 200.
49 Ibid., p. 201. También conversaciones con Ofelia Uribe, agosto de
1984.
50 Uribe de Acosta, Ofelia.«La mujer en la hora actual», El Radical,
Chiquinquirá, 17.1.1942.
51 Ibid., «Es indispensable adelantar una obra de inspiración pedagógica
femenina», El Radical, Chiquinquirá, 17.2.1943.
52 Sobre el gobierno de santos y el segundo gobierno de López, ver:
Bushnell, David. Eduardo Santos y la Política del Buen Vecino, El
Ancora Editores, Bogotá 1984, y Molina, Gerardo.¿av Ideas Liberales
en Colombia, v. 3, Ed. Tercer Mundo, Bogotá 1977.
53 Uribe de Acosta, Ofelia. Una voz..., op. cit. p. 42-43.
54 Ibid. Entrevista, «Feminismo y ...», op. cit., p. 27.
55 Ibid., p. 29. Una voz... op. cit., p. 385.
56 Cohen, Lucy. Colombianas... op. cit., pp. 38,41.
57 Ibid., p. 39.
58 Ibid., pp. 44-45.
59 Ibid., pp. 47-48.
60 X.Z. «Entrevista a Teresa Santamaría de González», Letras y Encajes,
No. 128, Medellin, 1937.
61 Por ejemplo, el resumen del discurso pronunciado en Estocolmo en
1911 por, Lagerlof, Selma. «Hogar y Estado», Letras y Encajes, No.
138, Medellin, 1938. La Alianza Sufragista Internacional se creó en
Berlín en 1904. Sobre las organizaciones internacionales de mujeres
ver: Fagoaga, Concha. La Voz y el Voto de las Mujeres. El Sufragismo
enEspaña 1877-1931,Ed. Icaria, Barcelona, 1985,pp. 143-171.
62 Tuñón, Julia. Mujeres de México. Recordando una historia. Conaculta/
Regiones, México, 1998, p. 162.
63 Las Conferencias Panamericanas tienen su origen en 1889, en la I
Conferencia celebrada en Washington. El «Panamericanismo» fue la
doctrina ideológica en la que EE. UU. basó su relación de dominación
con Latinoamérica, y que justificó su expansión por Centroamérica y
el continente sur.
64 «Acción Femenina Interamericana», Agitación Femenina, No. 10,
Tunja, 1945.
65 Precedente del Programa de Naciones Unidas para las Mujeres,

111
UNIFEM. Para Historia de la CIM., véase www.oas.org/cim/Spanish/
historial.htm
66 «Unión de Mujeres Americanas», Mireya, No. 26, Bogotá, 1946, pp.
30-3.
67 «Unión de Mujeres Americanas», Letras y Encajes, No. 107, Medellin,
1935, p. 1648.
68 Ibid.
69 «Mensaje a la mujer de las Américas», Agitación Femenina, No. 15,
Tunja, 1946.
Capítulo 4
Acción y significados sufragistas
durante el periodo 1944-48'

Durante los años que van de 1944 al 1948 el desarrollo


movimentista fue muy intenso. Los liberales habían llegado al poder
impulsando la modernización industrializadora desde gobiernos que
fluctuaron entre el populismo y el regreso al régimen oligárquico;
perdieron el poder de nuevo, regresando los conservadores e
incubándose la violencia que estallaría definitivamente en el año
1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el líder populista más
carismático de la historia de Colombia, que también tuvo sus
seguidoras sufragistas. Este momento marca el cambio de signo y
abre el tercer sub-periodo que abordaremos en el capítulo siguiente.
Entre 1944 y 1948 hubo un cierto avance en la ampliación de
los derechos de las mujeres. Se logró el reconocimiento formal de
la ciudadanía en 1945, pero aunque se sucedieron los proyectos
de ley del sufragio no se logró su aprobación. Sin embargo del
movimiento sufragista aumentó y sus reivindicaciones involucraron
en mayor medida a la prensa y la radio del país, a los políticos y a
la opinión pública. En este momento las sufragistas estuvieron en
escenarios públicos como el Congreso y el Senado y crearon medios
de comunicación propios. Se puede decir que el sufragismo se
constituyó como sujeto político colectivo.

1. El sujeto colectivo: Organizaciones y Congresos

Las sufragistas colombianas se habían organizado desde la


década anterior y en los años cuarenta contaban con cierta
implantación en grandes ciudades como Bogotá, Medellin, Cali, y
también en algunas de m enor población por entonces, como
Barranquilla, Bucaramanga, Tunja o Manizales. Se crearon diversos
grupos, algunos con importante trayectoria, que dieron lugar a
acciones políticas y sociales, en las que los sujetos sufragistas se
consolidaron como sujetos colectivos, articulando su contexto y la
posición que tenían en él, mediante los discursos conservador y
liberal. Las organizaciones, por tanto, fueron un reflejo de esta
operación discursiva, realizando acciones significativas, prácticas
sociales y políticas de resistencia que les dieron un sentido como
sujetos con una identidad, la sufragista.
La Unión Femenina de Colombia, UFC, creada en Bogotá en
1944 y con filiales en otras ciudades, estaba dirigida por una Junta
compuesta por presidenta, vicepresidenta y secretaria, elegidas
en votación por el periodo de un año. Se reunían semanalmente en
casas particulares con el objetivo de «ir cambiando las ideas».
Eran unas cuarenta o cincuenta mujeres, procedentes de clases
medias y altas de profesión contables, maestras y escritoras;
también había algunos hombres.2 La UFC se organizó en varias
co m isio n es (E d u c ac ió n , C iu d ad an ía, P ro tecció n in fan til,
Cooperativas, Censo de Mujeres Activas y Casa Internacional de
la Mujer), realizó memoriales a favor del voto y se preocupó por la
alfabetización y la educación de las mujeres, elaborando propuestas
metodológicas al respecto, por considerarse «educadoras de los
hijos». Sus representantes hicieron frecuentes intervenciones en
programas de radio, y elaboraron cuestionarios de opinión que
difundieron a través de la revistas Mireya y Agitación Femenina}
En la UFC estaban representadas las dos tendencias sufragistas:
por un lado, la línea feminista que propugnaba la compatibilidad
entre el hogar y la política, y la complementariedad entre lo
masculino y lo femenino. Dicha tendencia deseaba presentar una
nueva imagen de las mujeres, siendo un ejemplo de ello el proyecto
de la Casa Internacional de la Mujer, que se pensaba no como una
institución de «beneficencia» - el ámbito público de proyección
tradicionalmente femenina - sino un proyecto que tenía como
objetivo «unir esfuerzos y anhelos». Por otro lado, en la UFC estaba

114
la posición sufragista conservadora, que mantenía una postura
anclada en la feminidad tradicional: el hogar como el ámbito natural
de la mujer y la maternidad como única función por encima de la
participación en lo público y político, aunque a favor del voto. Es
interesante resaltar cómo en esta organización confluyeron ambas
tendencias; pienso que los intereses que las unían en este momento
era el voto, que centró la lucha en este periodo. Como decía su
Presidenta «mientras las mujeres no tengamos en los cuerpos
legislativos nuestras representantes, que entiendan y sientan
nuestras necesidades, nada conseguiremos.»4
Existieron otros grupos que aparecen esporádicamente en las
fuentes y sobre los que no he conseguido mayor información, como
Agrupación Patriótica Femenina de la ciudad de Bucaramanga,
que presentó en 1945 un memorial en apoyo al voto firmado por
unas mil m ujeres de todas las clases sociales;5 los Com ités
Femeninos Antinazi; Acción Feminista Nacional;6 Liga de Acción
Feminista Colombiana, que en la IX Conferencia Panamericana
estuvo presente reclam ando el derecho al voto; L egiones
Fem eninas,7 y la Organización D epartam ental Fem enina del
Atlántico. Esta última estaba relacionada estrechamente con el
Partido Socialista Democrático (PSD) y reunió a líderes de distintos
comités femeninos de Barranquilla, entre ellos, el Comité Femenino
Manuela Beltrán.8Mención aparte merece la Federación Femenina
Nacional nacida en 1945 y reconstituida como Alianza Femenina
de Colombia en el I Congreso Femenino, con el objetivo de
constituir una plataforma de convergencia para aunar esfuerzos
cara a la consecución del voto, pues era un momento de intenso
debate.9 La Alianza Femenina, impulsada por las socialistas tuvo
seccionales en los Departamentos del Atlántico, Antioquia, el Valle
y Cauca, que también se preocupaban - además de la lucha por el
voto - de otros asuntos relacionados con los deberes femeninos:
por ejemplo, en Palmira, filial de la Alianza Femenina del Valle,
había cuarenta mujeres que trabajaban en un proyecto de huertos
frutales cuya producción estaba destinada a escuelas de niños.10
Sus intereses estaban claros en el texto siguiente de la poeta Matilde
Espinosa.11

115
Liberar a la mujer, es asegurar una fam ilia más
p e rfe c ta y una so c ie d a d m enos víctim a de la
ignorancia y de la explotación. Aspiramos, pues,
no a destruir los hogares, sino a perfeccionar su
funcionam iento interno. Para obtener esta total
transformación, las mujeres deben intervenir en la
política, deben ingresar al parlamento que hace las
leyes y deben ir al gobierno que ejecuta esas
norm as.12

En los años claves del debate en tomo al voto, las sufragistas


realizaron dos Congresos: la I Conferencia Nacional de Mujeres,
(en la documentación aparece también como I Congreso Nacional
Femenino), que reunió del 10 al 12 de febrero del 1945 estudiantes,
obreras y mujeres de clase media de todo el país, entre las que
había liberales, conservadoras, socialistas, católicas y sin partido.
Los temas tratados fueron: derechos de las mujeres, prestaciones
sociales, cultura, educación y reconstrucción de la postguerra,13
pero la actividad del Congreso se centró en afirmar la democracia
frente al fascismo y en la protección de la maternidad y «el niño».
El Congreso se instaló en el colegio de San Bartolomé de Bogotá
con gran solemnidad.14 La presidenta fue Gloria Inés Forero y
acudieron delegaciones de Bogotá, Valle del Cauca, Antioquia,
Santander, etc. Hubo también delegadas campesinas e indígenas
y grupos de obreras representantes de sindicatos.15 M ercedes
Abadía,16líder del PSD, tuvo un gran protagonismo en el Congreso.
Tenía una gran visión política; en sus mítines radiales hablaba a las
mujeres de todas las clases sociales y actuó de nexo entre las
sufragistas y las mujeres obreras simpatizantes de la izquierda,
apoyando la revista feminista liberal Agitación Femenina. En el
Congreso, Abadía centró la atención en la familia, la maternidad y
la protección de las criaturas, la m ujer y su relación con la
producción, el voto y la democracia. También impulsó la afiliación
a la A lian z a F e m en in a de n u e v o s g ru p o s y de m u jeres
independientes. L u cila R ubio de L averde fue otra de las
protagonistas del Congreso y disertó sobre educación y cultura.17

116
Estas dos mujeres representaban dentro del sufragismo la posición
feminista socialista, que en este periodo aparece definitivamente
con fuerza incorporando su discurso, y que compartía con las
liberales el objetivo de lograr para las mujeres la igualdad en los
derechos de ciudadanía.
El II Congreso Femenino, se inauguró el 23 de mayo de 1946
reclamando al gobierno el cumplimiento de la Carta de Naciones
Unidas sobre el reconocimiento de los derechos de las mujeres,
en un momento en que se sucedían sin éxito en las Cámaras los
proyectos de ley por el voto femenino. Como en el anterior
Congreso, la participación fue amplia y diversa: había una delegada
con voto por cada cincuenta afiliadas a grupos y sindicatos, pero
no tenían voto las participantes de otras instituciones. Lucila Rubio
de Laverde realizó el discurso de apertura en pro de la paz y el
sufragio, haciendo la crítica al discurso conservador que presidía
los debates sobre el voto, de la siguiente form a: « y no es
conveniente para la mujer limitar su mundo al hogar. El deber para
la familia es nuestro natural y principal deber, pero tenemos otros
que no es bueno descuidar ni menos olvidar por completo, si no
queremos vestir en vida el sudario de la m uerte.»18 Los intereses
que defendía esta líder eran los intereses de carácter feminista de
la época, que hablaban de c o m p a tib iliz ar el ho g ar y sus
responsabilidades con los derechos de ciudadanía y en eso liberales
y socialistas coincidían.
Otra de las participantes, la poeta Matilde Espinosa, insistió en
la relación de las mujeres con la paz, la vida, la maternidad y los
hijos, señalando además que los fines que las mujeres perseguían
en la política estaban encaminados a la transformación social: « si
la mujer aspira a ocupar puestos de responsabilidad en el gobierno,
es para trabajar en favor del mejoramiento de las clases sociales
menos protegidas por la fortuna; es, mejor dicho, para hacer una
verdadera labor revolucionaria.»19 En el caso de Espinosa se
manifestaban con mayor claridad los intereses sociales de clase
unidos a los de género femenino, algo que frecuentemente se
encontraba en los textos feministas. Hilda Carriazo,20 fundadora
y presidenta que fue también de la UFC se centró en la educación,

117
solicitando colegios públicos de bachiller para niñas, señalando que
así como las mujeres por sus «cualidades» son buenas enfermeras,
igual pueden ser «doctoras en medicina».21
Las tres intervenciones anteriormente citadas, pertenecientes
al II Congreso Fem enino, resum en las ideas claves que las
sufragistas feministas argumentaban para justificar el derecho de
las mujeres a la ciudadanía: la responsabilidad frente a la familia,
el deber de la participación política, el objetivo de la justicia social
y la capacidad profesional.

2. Significados de género: feminidad, hogar y política

María Antonia Cabeza, nacida en 1906 y contemporánea de


las sufragistas, al preguntársele en 1993 «¿cuál es la experiencia
más grande que le ha dejado la vida?», respondía:

Cumplir con el hogar, cumplir, no tener remordimientos,


no tener que le saquen a uno en la cara, mi mamá fu e
esto mi mamá fu e lo otro. Si yo soy así fu e porque mi
mamá me lo enseñó, si yo soy grosera porque mi mamá
así nos ha tratado, si yo soy vagabunda porque mi
mamáfue también, y así no?, la satisfacción más grande
que yo siento, entrañable, (es) el haber cumplido y estar
cumpliendo todavía con el hogar.22

¿Cómo explicar la pervivencia de la identificación mujer / madre


/ hogar, después de un proceso histórico en que las mujeres fueron
finalmente consideradas ciudadanas e iguales a los hombres? ¿Por
qué los logros de las sufragistas quedaron en pura formalidad?
A unque aún es d ifícil contestar estas preguntas, intento a
continuación esbozar algunas respuestas.
Hasta once proyectos de ley a favor del sufragio femenino se
pueden contabilizar en Colombia entre 1933 y 1954.23. A lo largo
de los años hubo muchos debates en las Cámaras y en la prensa,
y por ser este tema el centro del debate he escogido algunos textos
que contienen ideas que operan desde la diferencia sexual y
representan significados femeninos.24
118
La p o stu ra m ás re a c c io n a ria y a n ti-su fra g is ta estuvo
representada por el periodista liberal Calibán. Éste alertaba sobre
lo sucedido en Europa con la guerra, cuando millones de mujeres
sustituyeron a los hombres en sus trabajos. Según Calibán, las
mujeres al ocupar por causa de la guerra los empleos masculinos
ocasionaron la guerra de sexos a la vuelta de los hombres; por
tanto, sostenía que en Colombia: «el voto femenino será el paso
inicial en la transformación funesta de nuestras costumbres y de
la pugna entre los dos sexos».25.
Las sufragistas, a través de sus revistas26y programas de radio27
hicieron encuestas de opinión sobre el voto para responder a Calibán
y a quienes mantenían la opinión de no haber suficiente demanda
femenina que justificara su aprobación, especialmente expresada
por el político liberal Alberto Lleras Camargo. Aunque muchas
cartas de mujeres de todas las clases sociales expresaban su apoyo
al voto, Calibán insistía en que: «nuestras mujeres no van a renunciar
ni a sus prerrogativas ni a su feminidad, cuyo símbolo mas alto es
la madre».28
La maternidad o más exactamente el maternal ismo, era una de
las piezas claves de la construcción de la fem inidad y su
persistencia hasta hoy día a través de siglos de historia, como
vimos anteriormente, hace que desde el feminismo se busquen
nuevas explicaciones significativas que esclarezcan dicha
persistencia.29
Durante la discusión de uno de los muchos proyectos de ley del
sufragio femenino, doce miembros del Senado opinaban en la prensa
sobre el voto y once lo hacían en contra, con igual argumento:*a
m ujer tiene un vasto campo en el hogar para desarrollarse como
persona, mientras la política es la más «vergonzosa de nuestras
actividades». Pero iban más allá: el voto femenino es «peligroso
para el régimen», porque es «contrario a la realidad nacional»,
porque «volveremos a tener a los obispos de virreyes», porque
«es odioso ver a las mujeres en la política», porque «puede llegar
a menoscabar su tranquilidad» (la de la mujer), porque «no está
preparada para dar este salto», porque «no corresponde a un anhelo
de la mujer», porque «la mujer latina tiene más disposición para el

119
hogar que para la urna», etc. Junto a estos once senadores
contrarios, uno sólo se declaraba partidario del voto, argumentaba
que «con ello se inicia la campaña para nivelar la actual inferioridad
económica y social de la mujer».30 Al lado de la defensa del voto
femenino, fundamentada en la justicia y la igualdad, aparecen las
oposiciones entre el hogar (significando tranquilidad, aptitud latina,
limpieza), y la política (significando peligro, ineptitud, suciedad).
Antonio Rocha, ministro de educación, ante las colegialas del
Nuevo Gimnasio argumentaba su posición contraria al voto así:
Un derecho tal, cubre de vanos oropeles la fulgurante superioridad
de la mujer sobre la magra y melancólica figura varonil».31 Rocha,
revelaba otra de las producciones discursivas más arraigadas
socialmente: la naturaleza superior (y diferente a los hombres) de
las mujeres. Además, Rocha, liberal por cierto, mantenía la idea
de que el voto destruía los hogares y conducía al ateísm o,
estableciendo una analogía entre política, barbarie e infierno
(significados masculinos), de la que había que salvar a la mujer, de
naturaleza buena y santa (significados femeninos). Josefina Canal
de Reyes, sufragista conservadora, respondía al ministro Rocha,
que las mujeres que habían de alejarse algunas horas del hogar, lo
hacían para buscar el sustento familiar a causa del abandono del
marido y señalaba, «(que) puedan regresar a su hogar, son los
anhelos fervientes de M ireya y que ellas sigan siendo las
m antenedoras de esa hoguera perenne y sagrada que nutre y
vivifica el alma de una autentica nacionalidad».32
Por otro lado, es interesante observar que en los argumentos de
Canal de Reyes aparecen las conexiones políticas de la mujer con
el mundo público a través de la construcción: madre / nación. Este
aspecto se verá más claramente cuando las sufragistas intervengan
en el tema de la reconstrucción de la posguerra. Paulina Reyes
Sarmiento, también desde esa línea, insistía en que «no se han
descentrado de su hogar las muchas mujeres que han ejercido este
derecho en otras naciones como es sabido... tampoco se han separado
de su función en el hogar sino que por el contrario lo han reforzado,
las muchas mujeres que por muerte del padre o del marido se han
visto obligadas a representar los derechos de la familia».33

120
Las afirmaciones anteriores llevan implícita la noción de que el
alejamiento de la mujer de su «ámbito natural», tiene que conducir
al caos en el hogar; de ahí que fuera necesario justificar a aquellas
que «por necesidad» se veían obligadas a abandonarlo, ya que se
trataba de buenas madres de familia, buenas mujeres. Pero las
ideas sobre el hogar como ámbito natural de las m ujeres no
respondían a la totalidad de la realidad social, ya que las mujeres
populares urbanas o rurales solían salir de la casa para realizar
trabajos en el campo o en el servicio doméstico, y en aquel momento,
además, eran la mano de obra preferida en las nacientes industrias
textiles. En la misma línea, el político conservador, Fem ando
Argüelles, aunque parecía no oponerse al voto, recordaba que la
misión de la mujer era más importante que aquel:

Lo lamentable no está en que se le otorgue o no se


le otorgue el voto político, sino que haya mujeres
que le concedan valor para ellas, que crean que
éste les libertará de algo o les otorgará algún poder
o alguna posibilidad de triunfo para sus ideales,
cuando hay asuntos extraordinariamente mas graves
confiados a su cuidado y cuyos intereses parecen
olvidar por creer que su influencia en el control del
estado o en un grupo político tiene más valor que el
sostenimiento de la belleza y de la intimidad de su
hogar o que la form ación de sus hijos.34

De esta forma se presentaba como verdad incuestionable la


idea que la educación de los hijos y el cuidado del hogar eran
tareas exclusivam ente fem eninas y de «m ás valor» que la
participación en la vida pública y en la política.
La respuesta de las sufragistas feministas y sus aliados estuvo
centrada en demostrar que no había contradicción entre el hogar
y el voto. Ellas, como ningunas otras, buscaron conciliar el logro
de la igualdad con su diferencia femenina. Por su parte Augusto
Ramírez, uno de los pocos defensores masculinos del sufragio,
afirmaba el derecho y la justicia que sustentaba las demandas

121
sufragistas y señalaba, que en los países dónde las mujeres votaban
no se habían producido los males que se le tenían.35 Hilda Carriazo,
en nombre de las mujeres oficinistas, contestaba al más acérrimo
enemigo de las sufragistas, Calibán, que sus ataques no les
asustaban, que por el contrario eran incentivos, y le rogaba que
cesase de pronosticar desastres en los hogares.36 Ofelia Uribe de
Acosta defendió con ahínco la participación de la mujer en la política
y argumentaba que ésta no era algo sucio sino un arte, que no
«m engua el encanto fem enino», y que se había de hacer en
«colaboración» con el hombre:

La mujer moderna, consciente de sus responsabilidades


y del papel que desempeñará en el futuro (...) debe
pensar que será distinto el plano en que se desarrollará
su radio de acción y que habrá de trocar su fácil vivir
como una mera consentida y veleidosa, p o r el de
elemento de acción y de valor en el proceso vital de
la formación de la raza y en la marcha de nuestras
instituciones sociales y políticas.37

Así defendía Ofelia Uribe la ampliación del campo de actuación


de las mujeres, conciliándolo con la maternidad, al tiempo que
fustigaba a las mujeres de clase alta, que en su mayoría eran
contrarias al voto.
Lucila Rubio de Laverde, que realizó una activa campaña a favor
del sufragio en la prensa y en la radio, difundió a través de la emisora
Radio Cristal su «Mensaje a las mujeres de Colombia»,38 en el que
señalaba las contradicciones que planteaba a la democracia la
reclamación de la ciudadanía por parte de las mujeres. Lucila Rubio
insistía en que el voto no trastornaba las instituciones domésticas,39
respondiendo a los argumentos reaccionarios y anti-sufragistas que
acusaban a las mujeres de falta de preparación para acceder a la
política, y de pérdida de la feminidad:

Otros se dicen defensores del hogar y de la exquisita


fe m in id a d de su com pañera (...) (pero) están

122
p reven id o s en contra de la m ujer culta y sin
prejuicios que comparte las responsabilidades de
su compañero y dignifica la vida del hogar con el
aporte de su inteligencia y la comprensión de su
verdadera misión como mujer.40

Guiomar del Águila, asistente a las barras del Congreso en la


discusión de uno de los proyectos de ley del voto, puso de relieve la
inconsistencia de los argumentos de los oradores, que basaban su
oposición en las escasas firmas de un memorial que había entregado
un grupo de damas de Medellin; así mismo criticó la falta de elegancia
de los congresistas por sus chistes de mal gusto y recordaba a uno
de ellos que «quizás los años le han hecho olvidar que hubo una
madre que meció su cuna, que algún espíritu femenino le ha ayudado
a limar las asperezas de la vida, y que muy posiblemente una chiquilla
le haya dado el dulce nombre de padre».41.
El gaitanism o tam bién estuvo presen te en los debates
sufragistas, especialmente en este periodo que corresponde al auge
del movimiento, que, por otro lado incluía en sus filas a algunas de
sus líderes como Ofelia Uribe de Acosta. Ella era amiga personal
de Gaitán, lo invitó a Tunja, y participó en la organización del evento.
Al fundarse el Comité Gaitanista en Tunja la llamaron para que lo
presidiera y ella se negó porque quería seguir presentándose como
feminista, pero formó parte de él.42 Gaitán prometió el voto a las
m u jeres y las ap o y ab a. S im p a tiz a b a n con él p o rq u e su
planteamiento era revolucionario.
El movimiento gaitanista incluyó a las mujeres en su organización
a través de comités específicos, que jugaban un papel de apoyo
definido a priori por la concepción que se tenía de su importancia
como madres. Hubo comités femeninos en muchas ciudades y
pueblos que eran coordinados por Georgina Ballesteros.43 En la
segunda convención gaitanista realizada en 1947 hubo una
delegación femenina de 10 mujeres, entre las que estaban las líderes
sufragistas Lucila Rubio de Laverde y Matilde Espinosa.44 Y el
programa gaitanista conocido como la Plataforma del Colón decía
refiriéndose a las mujeres:

123
El liberalismo rectifica la posición secundaria en que
se ha m antenido a la m ujer colom biana en las
actividades públicas. La mujer, que es base esencial
en el desarrollo de la entidad familiar, debe tener
igual categoría que el hombre en las preocupaciones
del Estado. El liberalism o, en el cam ino de la
liberación de la mujer, declara la necesidad, entre
otras y en primera etapa, de capacitarla legalmente
para elegir y ser elegida en las elecciones para los
Concejos municipales... El trabajo de la mujer en
igualdad de condiciones, debe tener por mandato de
la ley la misma remuneración que la del hombre y
gozar de las mismas garantías sociales... El trabajo
que se realice fu era de las empresas o fábricas,
cualquier que sea la forma contractual que se adopte,
debe estar jurídicamente protegido en igualdad de
condiciones y en defensa especial de la mujer y de
los menores hoy absolutamente desamparados.45

En Gaitán estaba unida la idea de liberación de la mujer a


significados maternal istas, como en los políticos más progresistas
de la época y como en muchas sufragistas. El discurso de Gaitán
sobre el papel de las mujeres en la sociedad no era novedoso, pero
sí moderno y estaba en perfecta sintonía con el discurso populista
de la época que se producía sobre ellas. Gaitán no era ajeno - al
igual que otros populistas - al hecho de que el voto de las mujeres
suponía un importantísimo caudal.46
En los textos de las sufragistas conservadoras, los significados
de género femenino reflejaban esa superioridad basada en la pureza
y la honestidad, que les atribuían algunos hombres. Como ejemplo
podemos citar el texto de Rosa María Moreno Aguilera, quien
decía, «Creo sinceramente que nuestra intervención (política) sería
un medio civilizador y pudiera ser moralizador también puesto que
nosotras no estamos afiliadas a ninguna rosca política».47 De esta
forma, ese discurso conservador, se guía construyendo a la mujer
com o agente p urificador y reg en erad o r de la política con

124
significados esencialistas de la feminidad tradicional.
En cambio, Mercedes Abadía asumía el feminismo reconociendo
que en el PSD había tomado conciencia de sus derechos como
mujer, aduciendo que «estamos cansadas de escuchar palabras
floridas y elocuentes sobre nuestra feminidad, queremos que estos
elogios ahora se conviertan en algo real y ese algo real es nuestro
derecho al voto».48 Pero Abadía no entraba en la discusión de la
oposición entre la naturaleza, el hogar y la política; ella defendía la
igualdad de derechos para las mujeres desde su posición socialista
y no cuestionaba la feminidad. El objetivo de Abadía era lograr
una movilización amplia de mujeres que fueran el soporte del grupo
de congresistas progresistas que defendían proyectos de ley a favor
del voto,49 y sus esfuerzos para formar un frente de mujeres se
habían concretado en la Alianza Femenina.50 Pero en el caso
colombiano, no sólo participaron de una u otra manera las obreras
que estaban en organizaciones vinculadas a la izquierda,51 en
Agitación Femenina se pueden encontrar muchas cartas a favor
del sufragio, de m ujeres procedentes de sectores populares
vinculados al liberalismo y al gaitanismo. El sufragismo había nacido
en Europa y también en América, como un movimiento de mujeres
de clase media, pero ciertam ente tuvo eco en otros sectores
femeninos, cercanos al socialismo y al populismo.
Entre las cartas llegadas a la redacción de Agitación Femenina
en apoyo al sufragio femenino voy a destacar el siguiente texto,
porque sintetiza los planteamientos que sobre la mujer se han
señalado anteriormente:

El instintivo anhelo de ayudar a nuestros compañeros


en la lucha intensa por la vida. Si ellos encuentran
mujeres conscientes de sus deberes morales, sociales
y políticos, las generaciones futuras serán gloria
verdadera de la patria (...) seria lógico el temor ante
una evolución como la que deseam os si el voto
debilitara el valor moral de la mujer, pero es todo lo
contrario: la levanta de su inútil existencia y la hace
más digna de su compañero y de su patria.... No
estamos preconizando una pugna entre mujeres y

125
hombres, sino una leal y eficaz colaboración, que
no tiene razón alguna para ser solamente de puertas
para adentro.52

Además, el texto añade la idea de colaboración que venía a


resolver la incompatibilidad entre el hogar y la política y la guerra
entre los sexos. Por otro lado, se hacía el razonamiento siguiente:
si las mujeres somos por naturaleza superiores a los hombres,
nuestros valores morales justifican la inclusión en la política. Con
este razonamiento las sufragistas seguían cautivas de significados
esencialistas relacionados con la diferencia sexual que habían sido
incorporados en el discurso de la modernidad. Para profundizar
en esta dirección, se insistirá a continuación en los textos de las
líderes feministas.
Las sufragistas no solo estuvieron ocupadas en convencer de
la legitimidad del voto femenino, también hubieron de clarificar
sus ideas en debates con otras mujeres. Por ejemplo, Lucila Rubio
de Laverde puntualizaba que los postulados del feminismo eran
cuatro: educación, derecho a administrar los propios bienes, igualdad
en el salario y derechos políticos,53 a fin de rebatir el tópico de que
el feminismo preconizaba que los hombres realizaran las faenas
del hogar,54 que en el proceso de significación suponía trastocar
los códigos de la diferencia sexual. Pero, Laverde, a continuación
añadía que la mujer tenía una «doble misión», madre biológica y
educadora, de donde nacía su autoridad en el hogar. Señalaba con
gran acierto, que la inferioridad asumida por la propia mujer educaba
en la desigualdad a las criaturas,55 de ahí que fuera partidaria de
escuelas «domésticas» en donde las campesinas y las mujeres
populares urbanas y de clase media aprendieran cultura. Laverde
consideraba que la educación era una pieza clave para la igualdad,
siguiendo la línea sufragista internacional.
Por el contrario el texto de una escritora de seudónim o
«Deyanira», afirmaba:

Las petulantes ideas fem inistas pueden romper la


unidad del matrim onio, piedra angular de toda
organización civilizada. No acepto tampoco que la
126
desigualdad física e intelectual existente entre los
hombres y nosotras, sea el principio de nuestra
felicidad, porque la igualdad del hombre y la mujer, en
todas las junciones humanas, no convendría para este
país incipiente.56

Falta claridad en el texto de la autora pero entendemos que


quiere decir que está en contra de eliminar la desigualdad entre
hombres y mujeres.
Nuevamente las analogías y oposiciones m ujer / hogar, política
/ caos, hombre / civilización, operaban en la polémica. Ofelia Uribe
de Acosta contestaba así a «Deyanira»:

Hay mucha diferencia entre autoridad y tiranía: la


primera se acepta y se comparte en el hogar a base de
comprensión, de mutua colaboración, de inteligencia
y de igualdad (...) Por eso elfeminismo quiere mujeres
independientes, en pleno goce de sus derechos civiles y
políticos, que puedan dar a la sociedad hombres
independientes también, de personalidad definida y
orientada hacia el honor, la verdad y el bien. 5 7

Uribe de Acosta representaba a un grupo de feministas, todas


ellas mujeres profesionales y críticas con las renuencias del partido
liberal a la aprobación del voto en las Cámaras. Ellas habían
actuado políticamente durante la década de los treinta dentro de
partido liberal (con el gobierno de Olaya Herrera y en el primer
mandato de López Pumarejo), aprovechando los vínculos familiares
que les unían a personajes políticos de prim era fda y habían
conseguido algunos logros. Pero su política llegó a un techo en los
cuarenta, al seguir pendiente la consecución del voto. La
«revolución en marcha» de López Pumarejo se había detenido y
la atención y los intereses de liberales y conservadores estaban
puestos en los conflictos sociales y económicos; mientras tanto,
las producciones discursivas que oponían el hogar y la política
seguían arraigadas también en los políticos liberales.

127
Ofelia Uribe de Acosta, con su tenacidad característica, insistía
a principios de los cuarenta en la necesidad de preparación
femenina para el ejercicio de cargos públicos y definía su punto de
vista sobre la mujer moderna diciendo que ella «debe cambiar su
criterio hogareño de épocas patriarcales, por una comprensión más
amplia de su radio de actividad en concordancia con el estado
actual del mundo y con las modernas concepciones de la mujer
futuro que debe estar formada, según Wells, de todas las virtudes
del pasado y de todas las fuerzas del porvenir».58
Acerca de la maternidad, Ofelia Uribe de Acosta presentaba
una postura coherente con el feminismo liberal al ser consciente
del papel que jugaban las sufragistas en su relación con el Estado
y la importancia de nuevas leyes en ese campo, porque había
participado en la elaboración de la Ley de Protección de la
Maternidad (1939), durante el gobierno de Eduardo Santos, y en
la Ley 83 de Protección al M enor y de Investigación de la
Paternidad (1946). Cuando fue parlamentaria en los años sesenta
co ntinuó trabajando en favor de leyes que protegieran la
maternidad,59 aunque se dolía de que esas leyes «han corrido la
misma suerte de todas las que han sido dictadas en defensa de la
mujer: se han quedado escritas porque sus beneficiarías ni siquiera
tienen noticia de su vigencia».60 La queja de Ofelia en 1963 da
idea de la formalidad en la que habían quedado no sólo estas leyes
sino también la posibilidad de votar.
Los significados de género codificados también operaron en
los discursos de reconstrucción de la post-guerra y de la paz. En
este tem a las sufragistas colom bianas participaron de forma
bastante generalizada, al igual que las de Europa y otros países de
América. Lucila Rubio decía que «la m ujer por ser madre es
pacífica» y que las «feministas verdaderas son pacifistas».61 En
Colombia el Comité Pro-Paz y Libertad, del que se hablará más
adelante, se preguntaba: «¿No son los hombres obra nuestra? ¿No
ha dado cada una de las madres de estos soldados lo mejor de sí
para traerlos al mundo y dejarlos en condiciones de vivir en él?»62
Helena Ospina insistía en esa línea de argumentación, revelando
los significados de género contenidos en el tema de la guerra:

128
¿ Y qué decir de una determinación tan trascendental
como declarar una guerra? ¿Podrá ser lógico que las
madres de un país no tengan derecho a vetar ofomentar
una guerra, cuando son ellas las que dan la materia
prima, cuando esos soldados que van a ser, quizás,
banquete de aves inmundas, son carne de su carne y
huesos de sus huesos? La mujer está más cerca que el
hombre de los intereses de campanario (municipales),
porque ella es la extensión del concepto casa.63

Esta relación entre mujeres madres y la patria era frecuente


en muchos discursos. También los varones repetían en sus textos:
«Es vuestro deber, no debéis descuidarlo. De vuestra acción en
este sentido, familia y patria pueden cosechar los mejores frutos».64
Por su parte, la autora anónima de un canto a la paz recordaba
que el «pudor de la mujer fue mancillado (en la guerra)»,65 y así
mismo, en otro poema anónimo se añadía: «¡Adelante mujeres
americanas! Que cada hijo que nazca de vuestras entrañas sea de
hoy en adelante una proyección de vuestras nobles ideales, un
anuncio de gloria y un símbolo de Paz».66 La feminidad construida
discursivamente estuvo presente en la guerra y en la paz y se
puede decir que nunca con mayor fuerza que en ese contexto, se
explicitó el nexo entre el género y la política, y la oposición entre
los significados masculinos y femeninos: guerra/paz, muerte/vida,
corrupción/pureza, batalla/hogar.
Se ha dicho anteriormente que en los años noventa, María
Antonia Cabeza y con ella muchas otras mujeres de la generación
sufragista, habían seguido manteniendo las ideas conservadoras
de la feminidad, así como un gran apego a la ideología del hogar,
con la conciencia de seguir la tradición maternal y cumplir de la
forma que se esperaba de ellas. Esto es sólo un pequeño ejemplo
de la pervivencia hasta hoy, de la arquitectura femenina formada
por la mujer/madre/hogar. La oposición entre el hogar y la política
-proyección de la ideología liberal de las esferas privada o
doméstica y pública o política-, o dicho en otros términos: los pares
naturaleza/cultura -construcción que se rem onta a la cultura

129
clásica-, así como pasión/razón -construcciones del discurso de la
modernidad- y los pares genéricos femenino/masculino, todos ellos,
estaban codificados en los textos anti-sufragistas, pero también
estaban en los sufragistas con algunos cambios. Esto puede explicar
que no se llegara a vencer la naturalización de los atributos y deberes
femeninos, porque esos valores morales puestos al servicio de la
patria y la regeneración de la política eran la justificación del derecho
a la ciudadanía y habían sido interiorizados por las propias mujeres.
De ahí que se mantuviera intacta dicha naturalización. Por otro lado,
el que las voces feministas, que instaban a las mujeres a ampliar el
campo de sus actividades mas allá del hogar, tuvieran escasa
proyección en la masa femenina, puede significar un problema de
representatividad, que constituye otro tema de investigación pertinente
que no es el objetivo de este articulo.
Recordemos que en Colombia los años a los que nos referimos
eran los de la república liberal, modernizante, que había sucedido a
un siglo de república conservadora. El discurso de la modernización
liberal fue cuestionado en sus principios de libertad e igualdad, por la
reclamación sufragista de la ciudadanía pero mantenía los términos
de género codificados y cabe investigar si se pudieran haber
reforzado en sus aspectos más retrógrados con la vuelta en el año
1946 de los conservadores al poder. Los años 1944 a 1948 son
claves para observar que los discursos, liberal y conservador, se
intersectaron y reprodujeron mezclados los significados de la
diferencia sexual en el discurso de la igualdad. Desde la antigüedad
clásica pervivía la idea de una identidad femenina por naturaleza
esencialmente buena, y el hogar y la maternidad como única función
social, se contraponía a la política. En la modernidad se extendió el
ám bito de las m ujeres hasta el espacio público y político
reconociéndose su capacidad racional, y la colaboración y
complementariedad con el hombre fue un discurso armonizador del
dilema de la diferencia. El resultado fue la mujer moderna, una
construcción discursiva que heredarían las feministas de los años
setenta.

130
3. Relaciones Internacionales: derechos ciudadanos y
paz

Las relaciones internacionales que se advierten en este periodo


vienen marcadas por la postura pacifista que adoptaron los grupos
sufragistas europeos y norteamericanos ante la segunda Guerra
Mundial, a los que se vincularon los latinoamericanos. Se observa
que hubo consenso en participar en la construcción de la paz durante
la guerra y la postguerra. También se advierte movilización y
actividad cara a participar en la construcción de las Naciones
Unidas, en dónde consiguieron introducir la igualdad y la no
discriminación por ninguna razón de raza, sexo, clase y religión
como formando parte de los derechos humanos. Pensemos que
en esos años, las mujeres de algunos países ya habían conseguido
el voto, lo que las legitimaba para la participación, y por otro lado,
el resto tenía el objetivo del voto, lo que igualmente las movilizaba.
Hicieron de los derechos ciudadanos y la paz un solo objetivo, y se
fortalecieron como sujetos políticos en el discurso de los derechos
humanos.
El liderazgo que llega a L atinoam érica procedía de las
organizaciones internacionales que tenían sede en los Estados
Unidos. Una de las organizaciones más activas en este periodo de
la segunda guerra mundial fue la Liga Internacional Femenina Pro
Paz y Libertad, que había nacido en La Haya en el Congreso de
Mujeres de 1915, cuando la Gran Guerra y que a partir de 1919
reapareció con fuerza.67Tenía la sede en Ginebra, una Delegación
importante en Europa y otra en Estados Unidos. Su Presidenta en
los cuarenta era Analee Steward. Su objetivo era extender la
«ideología pacifista»,68 y se declaraba «independiente de toda
influencia oficial».69En 1945 tuvo lugar en Pennsylvania una reunión
auspiciada por la sección norteamericana de la Liga, en la que se
conmemoró el treinta aniversario de su fundación, a la que asistieron
mujeres de trece países latinoamericanos, de la que salieron una
serie de R eco m en d acio n es «a las M u jeres de A m érica»,
d e sta c an d o e n tre ellas: la « e d u c ac ió n en los p rin c ip io s
democráticos»; la lucha por el sufragio en los países que aún no

131
existía; «el desarme universal»; y la denuncia de los regímenes
fascistas y dictatoriales. También se decidió convocar un Congreso
Interamericano de Mujeres.70En el año siguiente tanto Ofelia Uribe
de Acosta como Josefina Canal de Reyes publican en Agitación
Femenina y Mireya la invitación al Congreso con la «Plataforma»
de discusión. En ese momento se contemplaba como lugar de
realización La Habana o Caracas.71 Poco después la UFC se dirigía
a Bertha Hernández de Ospina, esposa del presidente, Ospina
Pérez, para que apoyara la celebración del Congreso en Colombia,
lo que fue denegado desde la presidencia.72 En 1947, el Comité
Colom biano de la Liga Pro-Paz y Libertad, denunciaba los
obstáculos puestos por el Ministro de Relaciones Exteriores para
celebrar el Congreso en Bogotá.73
Ese mismo año, organizado por la delegación de Estados Unidos
de la Liga Pro Paz y Libertad se celebró el Congreso en Guatemala
con el nombre de I Congreso Interamericano de Mujeres del que
se publicó la Memoria.74 Las delegadas colombianas fueron Lucila
Rubio y Soledad Peña. Lucila fue la relatora de la Comisión VI,
que se ocupó del estudio de los derechos civiles y políticos de las
mujeres en el continente. Sobre el Congreso, Lucila dictó una de
sus Conferencias en la Biblioteca Nacional en Bogotá, con el título
«Guatemala y el I Congreso Interamericano de Mujeres».
El C ongreso se intentó boicotear desde la prensa de las
dictaduras vecinas a Guatemala - en dónde en ese momento estaba
el gobierno progresista de Arévalo - acusándolo de que sería
«extremista». Hay que tener en cuenta que se estaba en los inicios
de la guerra fría y del «macarthismo». No obstante el Congreso
recibió el apoyo del Presiente de la Unión Panamericana, el
colombiano Alberto Lleras Camargo y fue financiado con un crédito
avalado por una «señora rica».75 La discusión mayor se centró
sobre la bomba atómica y el armamentismo. La mayoría de países
se declaraba pacifista y a favor de que a América Latina «se
enviaran tractores en lugar de armas». En la Memoria del Congreso
se recogió el aspecto pacifista sintetizándolo así: «Defensa de la
democracia; rechazo de cualquier plan armamentista para América
Latina; desarme universal; control de la bomba atómica y empleo

132
de la energía nuclear en favor de la humanidad».76 La delegada
de Costa Rica, Ana Rosa Chacón, a pesar del tradicional pacifismo
que conocemos de este país, pidió que «Estados Unidos se rearmara
y armara a todas las naciones americanas». Sobre el derecho al
sufragio por parte de las mujeres, en cambio, había unanimidad.77
En este C ongreso se creó la Federación lnteram ericana de
M ujeres.78
Paralelam ente la CIM seguía su trayectoria vinculada al
oficialismo de las Conferencias Panamericanas, pero proponiendo
cierta autonomía en las delegadas. Para un Conferencia convocada
en 1946 en Washington se insistía que aquellas fueran nombradas
desde las organizaciones de mujeres y no por los gobiernos, «a fin
de que representaran las verdaderas aspiraciones femeninas y se
hallaran sinceramente interesadas en defender la causa de las
m ujeres».79
En 1948, en la IX Conferencia lnteramericana, celebrada en
Bogotá a los pocos días del asesinato de Gaitán (en la que se
constituyó la Organización de Estados Americanos, OEA), se
aprobó el Estatuto Orgánico de la CIM, y sus objetivos eran:
«Trabajar por el reconocimiento de los derechos civiles y políticos,
económicos y sociales de la m ujer en Am érica, estudiar sus
problemas y proponer medidas para resolverlos. Llamar la atención
de los gobiernos sobre el cumplimiento de la resoluciones aprobadas
en las Conferencias Internacionales Americanas».80
En esta Conferencia aparece una organización colombiana, de
la que no conozco antecedentes ni referencias, la Liga de Acción
Feminista de Colombia, que reclamaba el derecho al voto,81 y
presentaba a través de la delegación colombiana un memorial
recordando el atraso que había en el país en la consecución de los
derechos de ciudadanía y la necesidad de que las mujeres ocuparan
puestos de poder como estaban haciendo incluso en gobiernos
autoritarios. Por su parte, la Unión Femenina de Colombia pedía
que se incluyera en la delegación a María Currea de Aya,82 que
era la delegada de la CIM, y que inexplicablemente había sido
excluida de la Conferencia. La IX C onferencia aprobó dos
resoluciones sobre los derechos políticos y civiles de las mujeres y

133
norm as sobre derechos laborales (licencia de m aternidad y
descansos). Alfonso López Michelsen, columnista por entonces
en el periódico El Liberal se hacía eco de estos asuntos declarando:
«Concederle la plenitud de derechos políticos a la mitad de los
habitantes de Colombia me parece hoy más que nunca obligación
patriótica del Congreso».83
En re la c ió n con la a c tiv id a d e s d e s a rro lla d a s p o r las
organizaciones de mujeres en tom o a las Naciones Unidas y su
construcción, el Comité de las Américas de la Liga Internacional
Femenina Pro Paz y Libertad, se movilizó a raíz de la reunión de
Dumbarton Oaks, Estados Unidos, (1944), en la que «los cuatro»:
Estados Unidos, China, Rusia e Inglaterra sentaron las bases para
la creación de la ONU. La Liga instaba a las organizaciones a que
leyeran el Proyecto y «presenten a sus gobiernos las observaciones
que se crean pertinentes». Por su parte la sección de Estados
U nidos de la Liga, escribía al Presidente señalando algunas
puntualizaciones, entre ellas: «el Proyecto tiene como base principal
la premisa negativa de «preservar la Paz», en lugar de tener el
objetivo positivo de «constituir la Paz»».84Y continuaba señalando,
que la función central del organismo debiera ser lograr igualdad
en las condiciones sociales y económicas, «único suelo en que
puede crecer una paz duradera»; que los estados pequeños
carecen de «control democrático»; y que no se incluye «ningún
método adecuado para librar al mundo de la carga agobiadora de
arm am entos». Por tanto solicitaban la convocatoria de una
Conferencia verdaderamente internacional y democrática.85
Pero quienes tuvieron protagonismo en Naciones Unidas eran
las delegadas de la CIM. En 1945, a raíz de la Conferencia de San
Francisco de donde surgió la Carta de las Naciones Unidas, la
revista Mireya se felicitaba por la representación femenina en la
Conferencia, que había logrado la inclusión de la «lucha contra la
discriminación política, civil y económica de la mujer». Habían
participado activamente en este sentido las delegadas brasileña,
mejicana, y norteamericana sosteniendo el argumento de que las
mujeres estaban incluidas en todas las cuestiones de derechos
humanos, mientras el representante peruano, declaró: «En este

134
tiempo cuando los corazones de todas las naciones civilizadas laten
al unísono, hay solo un deseo: LA PAZ. Y la paz debe ser edificada
principalmente cobre la bondad, y la bondad es, en esencia, lo que
representan las mujeres».86
Una vez más, el argumento de la igualdad de las sufragistas se
contraponía a los significados de género femenino tradicionales,
por los cuales se les reconocía a las mujeres sus derechos. En
1946 era invitada Teresita Santamaría de González a una Asamblea
Internacional de Mujeres, que se iba a realizar en South Cartright,
en las cercanías de Nueva York con vistas a «unir a todas las
mujeres del mundo para buscar en un esfuerzo cooperativo la
Organización de las Naciones Unidas».87 En esta Asamblea, en la
que Colom bia estuvo representada por M aría Currea de Aya
(representante de la CIM) y Elena Nieto Cano, se trató de que se
aplicaran en la práctica lo recogido en el Preámbulo de la Carta
de las Naciones Unidas.88 En 1946, se creó la Comisión sobre la
Condición de la Mujer en las Naciones Unidas,89un logro atribuible
al movimiento internacional de las mujeres.
Por parte de las organizaciones sufragistas colombianas hubo
relaciones con otros grupos nacionales que las apoyaban en la
lucha por el voto, como por ejem plo, la A lianza Fem enina
Ecuatoriana. Esta estaba configurada en Comité ejecutivo, Comités
barriales y Asambleas, donde se discutían los temas que se luego
se llevaban al Comité ejecutivo. En una entrevista con la escritora
ecuatoriana Nela Martínez, de la Alianza, se recogían los objetivos
de la organización: unidad de las mujeres y apoyo al gobierno de
Velasco Ibarra; y participación en la revolución, en donde hubo
cuatro mujeres muertas. Los logros fueron una casa y algunas
suplentes en la Asamblea Constituyente. Por entonces habían
realizado una campaña para calzar a los niños.90 En la Alianza
Femenina Ecuatoriana, Lucila Rubio habló sobre la guerra y la
paz y el papel de las mujeres en ella por su «doble maternidad»
(biológica y p a trió tica ), una de las ideas cen trales de su
pensamiento.91 Otra organización que apoyó a las colombianas en
este periodo de lucha por los derechos de ciudadanía, con motivo
de la reforma constitucional de 1945, fue Acción Femenina de

135
Venezuela, que se dirigió al Congreso colombiano recordando la
Resolución 28 de Chapultepec y la Resolución de San Francisco,
«que asegura el respeto por los derechos humanos y libertades
fundamentales sin discriminación de raza, sexo, clase ni religión».92
Esta Resolución de Naciones Unidas fue un logro importante del
movimiento sufragista internacional, que merece la pena recordar,
porque se olvida su procedencia y antigüedad ante la persistencia
actual de esas desigualdades y la lucha de los m ovim ientos
feministas contra ellas a nivel mundial.
P ara te rm in a r, d eb em o s se ñ a la r q u e a tra v é s de la
docu m en tació n aparecen n o ticias p u n tu ales de eventos y
organizaciones, que hemos recogido como aportaciones para
futuras investigaciones sobre el internacionalismo del movimiento
sufragista en Am érica Latina y sus conexiones con Europa y
Estados Unidos. En este sentido consta que Colombia participó
en una C onferencia de la Federación F em enina de la Paz
Americana, de Argentina, a través de las delegadas: Susana Rubio
de Diaz y Georgina Flecher.93 El Comité del M andato de los
Pueblos, invitó a Ofelia Uribe a participar en una Conferencia que
se celebraba en enero de 1946 en Washington y la animaba a
formar un grupo de estudio con ese fin y una Conferencia para
discutir los tratados de paz.94 Lucila Rubio de Laverde dedicó su
libro Perfiles de las mujeres de Colombia, a la Federación de
Mujeres de las Américas, una organización vinculada a La Liga
Internacional, y ya reseñada anteriormente. Y concretamente, la
UFC estableció relaciones internacionales con otras organizaciones
de m ujeres como Acción Femenina de Venezuela, la Alianza
Femenina Ecuatoriana, la Liga Internacional Femenina de New
York, y la Unión de Mujeres de América (UMA). La UMA, que
había tenido gran actividad en el periodo anterior, ahora aparece
en 1946 dedicando el Día de la Mujer de las Américas, establecido
históricamente en el primer sábado de Mayo, a Gabriela Mistral, a
quien se le había concedido el Nobel de Literatura el año anterior.95
Colombia participó activamente en el escenario internacional
en el tema de la paz, propagando también en esos años la ausencia
del derecho a votar; pero faltaban aún una decena de años de

136
lucha por ambos temas, y la experiencia adquirida estaría presente
en esos años en los que finalm ente se completó la identidad
ciudadana con el logro del derecho a votar y ser elegidas.

NOTAS

1 Este capítulo fue publicado con el título «La feminidad y el sufragismo


colombiano durante el periodo 1944-48», en el Anuario colombiano
de historia social y de la cultura, No. 46, Bogotá, 1999. Ahora se han
ampliado algunos aspectos, y se han añadido las relaciones
internacionales que se llevaron a cabo en el periodo.
2 Formaron parte de esta organización entre otras muchas: María Currea
de Aya, Lucila Rubio de Laverde, Aidé Anzola, Rosa Rojas, Josefina
Canals de Reyes, Rosa María Aguilera, Hilda Carriazo, y Ofelia Uribe
de Acosta.
3 Mireya, No. 12, Bogotá, 1944,p. 27; No. 23-24,1945, pp. 24-25; No. 27,
1946, p. 12; y Agitación Femenina, No. 1. Tunja, 1944, pp. 2 y 27; No.
12,1945, p. 4.
4 Moreno Aguilera, Rosa María. «Unámonos», Agitación Femenina,
No. 7, Tunja, 1945, p. 5.
5 Abadía, Mercedes. «Más de mil mujeres de Santander solicitan al
Congreso la ciudadanía. Declaraciones de Mercedes Abadía», Diario
popular, Bogotá, 1.1945.
6 A ella dedicó Lucila Rubio de Laverde, que fue su presidenta, el libro
Perfiles de las mujeres de Colombia, Ed. La Nueva Generación, Bogotá,
1945; ver Victoria Fajardo, «Prólogo» a Perfiles, p. 5.
7 Mireya, No. 22, Bogotá, 1945.
8 Diario Popular, Bogotá, 7.1.1945 y «Mujeres de Barranquilla seguirán
en la lucha por el voto femenino», Diario popular, Bogotá, 9.1.1945.
9 Rubio de Laverde, Lucila. «Habla la Presidenta de la Alianza Femenina
de Colombia», Agitación Femenina, No. 7, Tunja, 1945, p. 4.
10 Mazuera, Ana.»HablaAnaMazuera», Agitación Femenina, No. 14,
Tunja, 1945, pp. 2 y 29.
11 Matilde Espinosa todavia viva, nací en un pueblito llamado Huila en
el departamento del Cauca. En Cali, se agrupó en los años treinta con
otras mujeres, entre ellas Mercedes Abadía, que tenían un programa
de radio, Avanzada femenina. Trasladada a Bogotá formó parte del
grupo de alrededor de 20 mujeres que Lucila Rubio de Laverde reunia

137
en su casa. Simpatizaba con las mujeres del Partido Comunista, del
que ha dicho que apoyaba la conquista del voto, y escribió en Voz
proletaria. Entrevista de Cris Suaza, Bogotá, junio del 2002. Pero sobre
todo, Matilde Espinosa ha sido la «poeta del Gran Cauca», publicando
trece libros, entre los primeros: Los ríos han crecido y Por todos los
silencios; entre los últimos: La sombra en el muro, y La ciudad entra
en la noche (véase Castellanos, Gabriela. Matilde Espinosa, Inocencia
ante el fuego, Centro de Estudios de Género, U. del Valle / La Manzana
de la Discordia, Cali, 2002; Aguado, Neus. «Desde una larga herida»,
Boletín Americanista, No. 53, Barcelona, 2003).
Espinosa, Matilde. «Avanzada Femenina, Radio Pacífico, 5.1.46»,
Agitación Femenina, Tunja, No. 14,1946, Suplemento, p.l.
«El Primer Congreso Feminista del País fue instalado ayer», El Tiempo,
Bogotá, 11.2.45.
Fueron invitados los ministros Lleras Camargo (Gobierno y Trabajo)
y Adán Arriaga Andrade (Higiene y Previsión Social), «En el San
Bartolomé Nacional se instala hoy el Congreso Femenino», El Liberal,
Bogotá, 10.2.45
En la delegación de Santander estaba representada la Unión Sindical
Tabacalera.«Mujeres de Santander asistirán a la Conferencia Nacional
Femenina», El Tiempo, Bogotá, 7.2.45.
Sobre su lugar de origen difieren los autores: Departamento de Caldas
o del Valle del Cauca. Muy pronto participó en las luchas de las
escogedoras de café de comienzos del treinta, y posteriormente en
las de los trabajadores azucareros. Militante del Partido Comunista,
pronto se destacó como líder. A fines de los años treinta se instala en
Bogotá, en donde continuó su trabajo con los sindicatos, y formó
parte del Comité Central del PC. En los años cuarenta colaboró en el
semanario Ahora y viajó por Chile, Argentina, y otros países
latinoamericanos, como activista anti-nazi. Presidió la Alianza
Femeninayel Comité Femenino Antinazi. En 1947 participó en primera
fila de la división del Partido Socialista Democrático, nombre que el
PC había adoptado en 1942, primero junto a Augusto Durán, en la
tendencia acusada de derecha, y mas tarde en el grupo de Gilberto
Vieira respaldado por sectores campesinos y medios. En estos años
perdió fuerza como dirigente, y también en relación al sufragismo,
(véase Medina, Medófilo. «Mercedes Abadía y el movimiento de las
mujeres colombianas por el derecho al voto en los años cuarenta»,
en: Las Raíces de la Memoria, Universitat de Barcelona, 1996, p. 551.
También, Medina, Medófilo, «Mercedes Abadía. El Movimiento de
las mujeres colombianas por el derecho al voto en los años cuarenta»,
En Otras Palabras, No. 7,2000, pp. 19-21).
Abadía, Mercedes. «Un Congreso de mujeres. Trascendentales
medidas son acordadas», Agitación Femenina, No.7, Tunja, 1945,
pp. 13 y 27.
Rubio de Laverde, Lucila. «II Congreso Femenino Nacional», Mireya,
No. 26, Bogotá, 1946, p. 6. Ibid. Agitación Femenina, No. 18, Tunja,
1946.
Espinosa, Matilde. «El Congreso Femenino», Agitación Femenina,
No 19, Bogotá, 1946, p. 21.
Nació en Bogotá en 1909. «Cerebro Femenino Privilegiado, como se
la llamó en su época, fue una feminista militante, diplomada en
Profesorado y Comercio. Trabajó en diferentes empresas
internacionales dónde fue secretaria bilingüe y traductora. Viajó por
Latinoamérica y fue corresponsal de periódicos y revistas. En 1944
recibió, entre otras, la Medalla de la Federación de Centros Culturales,
de carácter interamericano.(Vease Meló Lancheros, Silvia Stella. Op.
cit., pp. 1053-1054. En esta obra aparece como Ilda Carriazo, al igual
que en algunos otros artículos.
Carriazo, Hilda. «El Congreso Femenino», Agitación Femenina, No.
18, Bogotá, 1946, p. 8; y «Proyecto sobre educación femenina, Mireya,
No. 26, Bogotá, 1946, p. 7.
Entrevista realizada por Martha Torres, Barrio Las Cruces, Bogotá,
7.5.1993, experta en historia barrial y excelente colaboradora en una
serie de entrevistas para la investigación de movimientos sociales en
Colombia
Para más detalles ver los dos artículos de Magdala Velázquez,
«Condición Jurídica y social...», op. cit. y «La República liberal ...»,op.
cit.
Para el contexto político de este momento ver: Gerardo Molina, Las
ideas liberales... op. cit.
Calibán. «Danza de las Horas», El Tiempo, Bogotá, 2.5.1944.
Las ya citadas Agitación Femenina, Mireya, Letras y Encajes y
Aurora.
Tenemos noticia de los siguientes: La hora feminista, en la emisora de
Tunja; Tribuna liberal femenina; Avanzada femenina en Radio Pacífico,
que se emitía los sábados y era la voz de la Alianza femenina y Hora
de variedades, dentro del programa de Stella, en la Emisora
Suramericana, Agitación Femenina, No. 14,1946, p. 1.
Calibán. «Danza de las horas», El Tiempo, Bogotá, 24.11.1994.
29 Norma Fuller ha realizado un balance de las principales teorías sobre
la construcción de la feminidad, de enfoque tanto feminista
psicoanalítico, como feminista postestructuralista, constatando, que
los interrogantes en tomo a esta significación genérica, siguen
vigentes. «Razones y sinrazones de la femineidad», en: Portocarrero
Suarez, Patricia. Estrategias de Desarrollo: intentando cambiar la
vida, Flora Tristan ed., Lima, 1993.
30 «Hay mayoría contraria al voto femenino en el Senado», El Tiempo,
Bogotá, 25.11.1944.
31 Rocha, Antonio. «Otra defensa de la mujer», El Tiempo, Bogotá,
1.11.1944.
32 Canal de Reyes, Josefina. «La patria, el hogar, la mujer y el campo»,
Mireya No. 5, Bogotá, 1945, p. 1.
33 Reyes Sarmiento, Paulina. «La mujer ciudadano», Mireya, No. 25,
Bogotá, 1946.
34 Argüelles, Femando. «La misión de la mujer», El Tiempo, Bogotá,
22.11.1944.
35 Ramírez, Agusto. «Por los derechos de la mujer», El Tiempo, Bogotá,
20.11.1944.p. 4.
36 Carriazo, Hilda. «Las ciudadanas opinan sobre Calibán», El Liberal,
Bogotá, 9.11.1944.
37 Uribe de Acosta, Ofelia. «La mujer en la política», El Radical,
Chiquinquirá, 1942.
38 Rubio de Laverde, Lucila. «Mensaje a las mujeres de Colombia»,El
Radical, Chiquinquirá, 28.11.1944. También en: Agitación Femenina,
No. 4, Tunja, 1945 y en Ideales... op. cit.
39 Rubio de Laverde, Lucila. Ideales... op. cit., pp. 117-166.
40 Rubio de Laverde, Lucila. «Necesitamos el voto», Agitación
Femenina, No. 6, Tunja, 1945, pp. 8-9.
41 Aguila, Guiomar del. «El voto femenino en la Cámara de
Representantes», Mireya, No. 14, Bogotá, 1944, p. 28
42 Entrevista de Lola G Luna a Ofelia Uribe de Acosta. Bogotá, agosto
de 1984.
43 Natural de Barichara, Santander, nació en 1915. Fue de las primeras
doctoras en Medicina, y Catedrática de la Escuela de Enfermería de la
Universidad Javeriana. Tuvo varias especialidades: electro-
cardiología, pediatría y cirugía infantil. Viajó por Estados Unidos,
México y Centroamérica, y asistió a varios Congresos de medicina.
Meló Lancheros, Livia Stella. Op. cit., pp. 315-316. Era esposa del
hermano de Gaitán y activa militante en el gaitanismo y en el

140
sufragismo. Sustituyó en 1954 a Esmeralda Arboleda en la Asamblea
Nacional Constituyente, ANAC, en el gobierno de Gustavo Rojas
Pinilla. Fue Consejera de Asuntos de Familia y trabajó con las familias
desplazadas por la violencia. Entrevista a Manuel Gaitán Ballesteros,
hijo de Georgina realizada por Lola G Luna, Bogotá, marzo de 1994.
44 Córdoba, José María. Jorge Gaitán: Tribuno popular de Colombia,
Litografía Cor-Valí, Bogotá s/f, p. 116.
45 «Plataforma del Colón», en: Gaitán y La Constituyente del
Liberalismo de 1947, Centro Jorge Eliécer Gaitán, Bogotá, 1984, p. 40
46 Luna, Lola G «Matemalismo y discurso gaitanista, Colombia 1944-
48», en: Luna, Lola G. Los movimientos de mujeres... op. cit., pp. 95 y
97
47 Moreno Aguilera, Rosa María. «Alrededor de una respuesta», Mireya,
No. 16, Bogotá, 1945, p. 29
48 Abadía, Mercedes. Diario Popular, Bogotá, s\f
49 Abadía, Mercedes. «El triunfo de los hombres demócratas en el
Parlamento», Diario Popular, Bogotá, 3.12.1944.
50 Medina, Medófilo. «Mercedes Abadía y el movimiento...» op. cit.
51 La participación de las obreras y otras mujeres de sectores populares
en el movimiento sufragista, es un tema pendiente de una mejor
investigación, tanto en su vertiente de participación política, como
en el análisis de los significados de la diferencia sexual y su
interrelación con la diferenciación de clase
52 «El voto femenino, cómo piensan nuestras mujeres», Agitación
Femenina, No. 3, Tunja, 1944
53 Rubio de Laverde, Lucila. Ideales... op. cit. pp. 141-152
54 Ibid. p. 139
55 Ver capítulos sobre educación en su libro: Perfiles... op. cit.
56 Deyanira. «La perspicaz Deyanira reta a la directora de esta página»,
El Radical, Chiquinquirá, 17.1.194.2
57 Uribe de Acosta, Ofelia. «Respuesta a Deyanira», El Radical,
Chiquinquirá, 17.1.1942.
58 Uribe de Acosta, Ofelia. «La mujer en la hora actual» El Radical,
Chiquinquirá, 17.1.1942.
59 Ibid. Una voz... op. cit. pp. 267 y 323.
60 Ibid., p. 322.
61 Rubio de Laverde, Lucila. Ideales... op. cit. pp. 84 y 87.
62 Moreno Aguilera, Rosa María. «Congreso del Comité Pro-Paz y
Libertad», Agitación Femenina, No. 19, Bogotá, 1946, p. 2.
63 Ospina, Helena. «El voto femenino», Letras y Encajes, No. 121,

141
Medellin, 1936,pp. 1998-2001.
64 López Paúl, E. «La mujer en el desarme de los espíritus y en el tránsito
de las ideas», Mireya, No. 5, Bogotá, 1945, p. 2.
65 Rosad. «Himno a la paz», Mireya, No. 23-24, Bogotá, 1945, p. 18.
66 Ibid. p. 19.
67 Liddington, Jill. «La Campaña de las mujeres por la paz: historia de
una lucha olvidada», en: Antes muertas. Mujeres contra el peligro
nuclear, Ed. La Sal, Barcelona, 1984, pp. 192-210. Agradezco a Concha
Fagoaga que me facilitara estos datos sobre la Liga Pro Paz y Libertad.
68 Rubio de Laverde, Lucila, Perfiles... op. cit., pp. 96-97.
69 «Liga Internacional para la paz y la libertad», Agitación Femenina,
No. 8, Tunja, 1945, p. 2.
70 «Conferencia Interamericana de Mujeres en Haverford», y «Liga
Internacional para la paz y la libertad», Agitación Femenina, No. 8,
Tunja, 1945, p. 2.
71 «Congreso Interamericano de Mujeres», Agitación Femenina, No.
18,Tunja, 1946, p. 4; Mireya, No. 26, Bogotá 1946,p. 39y48.
72 «Información relativa al Congreso Interamericano Pro-paz y Libertad»,
Mireya, No. 27, Bogotá 1946, p. 13.
73 Moreno Aguilera, Rosa María. «Congreso del Comité...», op. cit.,p. 2
74 Fajardo, Victoria. «Prólogo», Rubio de Laverde, Lucila. Perfiles de...
op. cit., p. 4.
75 Rubio de Laverde, Lucila, Perfiles..., op. cit., pp. 227-228.
76 Ibid., p. 94.
77 Ibid., pp. 233-236.
78 Ibid., p. 245.
79 «Notas Breves. Conferencia Interamericana», Agitación Femenina,
No. 19, Bogotá, 1946
80 Velázquez, Magdala y Reyes, Catalina. «Proceso histórico y derechos
de las mujeres, años 50 y 60», en: Las Mujeres en la historia de
Colombia, v. 1, pp. 234
81 Mireya, No. 22, Bogotá, 1945.
82 Nació en Bogotá en 1890. Viajó por Europa, estudiando Filosofía y
Letras en París; en Estados Unidos estudió Enfermería. Participó en
diversos Congresos internacionales sobre las mujeres y los niños.
Desde 1938 hasta fines de los cuarenta, María Currea de Aya fue
Delegada permanente en la Comisión Interamericana de Mujeres, CIM,
así como Presidenta Honoraria de la Unión Femenina de Colombia,
UFC. La Unión de Mujeres Americanas, UMA, le otorgó en 1961 la
distinción de Mujer de las Américas. También en los sesenta fue

142
Concejal de Bogotá, y perteneció a la directiva de la Unión de
Ciudadanas de Colombia, organización liberal surgida en estos años.
Escribió sobre los derechos de las mujeres, los niños y la higiene.
Meló Lancheros, Silvia Stella. Op. cit., pp. 283-284.
83 Velázquez, Magdala y Reyes, Catalina. «Proceso histórico... op. cit.,
pp. 235-236. Para ampliar detalles, ver: Velázquez Toro, Magdala.
«Reflexiones históricas en tomo a los derechos políticos de las mujeres
en los cuarenta años del voto femenino», 40 años del Voto de la
mujer en Colombia, Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres,
Cali, 1997,pp. 10-1.
84 «Comité de las Américas de la Liga Internacional Pro Paz y Libertad.
Resolución dirigida al Excmo. Sr. Presidente de los Estados Unidos»,
Letras y Encajes, No. 222, Medellin, 1945, pp. 7257-7258.
85 Ibid.
86 «Brillante victoria femenina en San Francisco», Mireya, No. 19, Bogotá,
1945, p. 3.
87 «Invitada nuestra directora a una Asamblea Internacional de
Mujeres», Letras y Encajes, No. 240, Medellin, 1946, pp. 184-186.
88 «La Ciudadanía Femenina en el Congreso de Colombia y en la
Asamblea Internacional de Mujeres», Mireya, No. 27, Bogotá, 1946,
p.3.
89 «Historia de la Comisión Interamericana...», op. cit.
90 «Entrevista con Nela Martinez», Mireya, No. 15, 1945, Bogotá, pp.
16-17.
91 «Mensaje de Alianza Femenina Ecuatoriana a las mujeres de
Colombia», Agitación Femenina, No. 19,1946, Bogotá, pp. 1 y 5.
92 «El Voto Femenino. Acción femenina de Venezuela se dirige al Congreso
de Colombia», Agitación Femenina, No. 10, Tunja, 1945, p. 4.
93 Rubio de Díaz, Susana. «La mujer y la paz Mundial, Paz», Mireya, No.
23-24, Bogotá, 1945, p. 19.
94 Vernon, Mabel. «Ideales de paz», Agitación femenina, No. 13, Tunja,
1945, pp. 2-3.
95 A. de Vaughan, Evangelina. «Mensaje a la mujer de las Américas»,
Agitación Femenina, No. 15, Tunja, 1946, p. 2.

143
Capítulo 5
El logro del voto femenino en Colombia:
La violencia y el maternalismo populista,
1949-19571

El tercer sub-periodo del movimiento sufragista colombiano,


que comprende los difíciles años entre 1949 y 1957, significa en
un primer momento una época de silencio y travesía de la era de
la historia colombiana denominada «la violencia». Posteriormente,
el sujeto colectivo sufragista vuelve a la escena política con la
aprobación de la Ley del Sufragio Femenino el 25 de agosto de
1954 en la Asamblea Nacional Constituyente, ANAC, con una
propuesta política de paz en su calidad de ciudadanas de pleno
derecho, y finalmente, con la ratificación en 1957 de la ley del
voto en el Plebiscito convocado por el Frente Nacional. Entonces
se dio la paradoja de que las mujeres votaban por primera vez
ratificando la ley que les posibilitaba votar.
En varias obras se han tratado ya algunos aspectos del proceso
del movimiento sufragista durante los años 1949-57, tales como la
dinámica de las organizaciones de mujeres, así como los proyectos
de ley y los debates en tomo a ellos.2 Por mi parte, pondré de
m anifiesto en prim er lugar las construcciones discursivas
conservadoras y católicas sobre el hogar, con una orientación
matemalista, en el contexto de la época, que jugaron tanto a favor
como en contra de la obtención del voto. Posteriormente centraré
la atención en una cuestión a mi juicio importante y desconocida,
como fue la propuesta feminista de pacificación frente a la situación
de violencia, y las circunstancias que la rodearon.
Como se ha visto en el capítulo anterior, las sufragistas de las
diversas tendencias se habían comprometido en la construcción
de la paz ante el hecho de la Segunda Guerra M undial, y para su
defensa se habían articulado a organizaciones internacionales. En
ellas habían conjugado la lucha por los derechos ciudadanos con
la lucha por la paz, fundiendo ambos propósitos en el discurso de
los derechos humanos. Se puede decir que la experiencia de la
participación en la búsqueda de la paz en el contexto internacional,
las fortaleció en su subjetividad de forma que su acción política,
una vez reconocido el derecho al voto, que a su vez completaba su
identidad ciudadana, se dirigió por el camino de dar una alternativa
de paz a la violencia.

1. Violencia, dictadura, populismo y sufragio femenino

El 9 de abril de 1948 fue asesinado Gaitán y la expansión de la


violencia continuó. Se desató entonces una década de guerra en
la que se agotó el conservadurismo dictatorial de Laureano Gómez;
posteriormente liberales y sectores conservadores decidieron aupar
al poder a un militar, el General Gustavo Rojas Pinilla (1953-57);
por último, éste, víctima de sus errores y del nuevo pacto bipartidista
institucionalizado en el Frente Nacional, se vio forzado a su vez a
abandonar el poder.
La violencia precedió y siguió al momento más álgido del
gaitanismo (1944-1948), se profundizó en el gobierno dictatorial
de Gómez y continuó en el de Rojas Pinilla. La violencia no fue
amortiguada por actitudes y políticas populistas, más bien las venció
por el asesinato en el caso de Gaitán, y por el fracaso de sus
proyectos en medio de más violencia en el caso del paso de Rojas
por el poder. La interpretación de la complejidad del fenómeno de
la violencia escapa al objetivo de éste estudio;3 no obstante, fue el
contexto en que se desarrollaron las prácticas de paz y ciudadanía
por las sufragistas, que se van a analizar más adelante.
La violencia afectó a las mujeres en su diferencia sexual: fueron
violadas y abusadas de forma terrorífica. Es especialmente repetido
el dato sobre la violación y muerte de las mujeres embarazadas a

146
las que se les desgarraba el vientre para extraer el feto y sustituirlo
por animales. Más allá de estos testimonios no conozco un estudio
especifico sobre el impacto de la violencia según el género. Parece
claro que las afectadas fueron mayormente mujeres campesinas y
pobres. Paralelamente a estos hechos, y como algo ajeno a ellos,
con motivo de los intentos de reforma constitucional por parte del
dictador Laureano Gómez, se desarrolló el discurso ultra católico y
reaccionario que reconocía identidad de sujetos a las mujeres
casadas, de manera que podrían en un futuro «elegir y ser elegidas»
en los Cabildos en representación de la familia, dentro del estado
corporativo que se proyectaba.4 La restricción al voto femenino,
con un argumento u otro, se manejó también en esta época, mientras
seguían vigentes en boca de los más retardatarios, que bien podían
ser conservadores como liberales, los argumentos ya manidos de
que el voto haría peligrar los hogares y la esencia de la feminidad.
Pero en sectores conservadores se había producido un cambio
respecto a la exclusión de las mujeres del sufragio debido a la llamada
de Pío XII en Italia a que las mujeres votaran a favor del Partido
Social Cristiano y contra el comunismo.5 En Colombia, sufragistas
conservadoras del reconocimiento de Teresa Santamaría de González
se habían hecho eco de la postura del Papa y la difundieron
ampliamente, argumentando que, «El Santo Padre Pío XII, de palabra
y de hecho... recomienda y manda que la mujer salga a la plaza
pública a defender sus derechos, que no son otros que los derechos
del hogar cristiano».6El voto, según Santamaría, entre otros objetivos
era deseado por las mujeres «para implantar el servicio social
obligatorio», que daría una formación a la mujer, quien «así preparada
re-cristianizaría el hogar colombiano».7
Se puede afirmar que en Colombia sectores del conservadurismo
habían tomado la bandera del sufragio femenino desde décadas
atrás y aunque las sufragistas liberales y socialistas8 tuvieron una
posición feminista de acuerdo con la corriente internacional, fueron
finalmente las conservadoras las que a la hora de la obtención
jugaron el papel político más visible junto a Rojas Pinilla.9
El rojaspinillismo10 buscó recoger la herencia gaitanista, pero
las masas populares que seguían al General no llegaron a sentirse

147
partícipes del movimiento como junto a Gaitán. Rojas tenía una
co ncepción co n serv ad o ra del poder, ca u d illista , pero fue
adaptándose al discurso populista, que sería mucho más nítido y
progresista posteriormente en la ANAPO. Conocedor y admirador
de Eva y Juan Domingo Perón, deseaba desarrollar su proyecto
político través de la Asamblea Constituyente, ANAC. También
buscó su base sindical en la CNT, im pulsó la creación del
M ovim iento de Acción Nacional, MAN, y posteriorm ente la
Tercera Fuerza (que estaría form ada por el binom io Fuerzas
Armadas / pueblo), intentos ambos de fuerzas políticas alternativas
al bipartidismo. Finalmente, con la creación de Servicio Nacional
de Ayuda Social, SENDAS, institucionalizó su política popular
asistencial. Rojas se enfrentó con el problema de la violencia, que
resolvió en los comienzos de su gobierno sólo aparentemente,
porque aunque los sectores urbanos llegaron a pacificarse, la
violencia avanzó en el Tolima y el Cauca, produciéndose una
mayor militarización del conflicto, pues las FARC se fortalecieron
con el paso del tiempo tras la fracasada pacificación de la guerrilla
liberal. Además su enfrentamiento con el movimiento estudiantil
originó varios muertos y el recorte de libertades. Había debilidad
en el populismo rojaspinillista, tanto en el pacto social y político,
como en la vinculación con las masas, y la hegemonía oligárquica
pro-norteamericana obstaculizaba la vertiente nacionalista del
proyecto, por otro lado de dudosa credibilidad, pues Rojas también
estaba impregnado de la ideología anticomunista de la guerra fría."
El lema de Rojas: «Paz, Justicia y Libertad», expresado en sus
discursos a los trabajadores, a los jóvenes y a las mujeres,12 se
puede decir que encontró su propio eco en éstas últimas, que lo
desarrollaron una vez obtenido el voto e incluso se lo recordaron
cuando él mismo lo había olvidado.
Para dar el voto a las mujeres bien pudieron mover a Rojas las
mismas razones que a Perón, Getulio Vargas y otros populistas
latinoamericanos: doblar la masa de votantes. No obstante, el asunto
es más complejo. Las sufragistas fem inistas llevaban varias
décadas alegando la igualdad de derechos con los hombres y
haciendo la crítica al liberalismo excluyente. Al mismo tiempo

148
alegaban cualidades femeninas como pureza política y experiencia
en el gobierno del hogar y la familia para demostrar que eran buenas
ciudadanas, madres de ciudadanos que prestaban y podían prestar
buenos servicios a la patria. Este segundo argumento basado en la
diferencia sexual era mirado con más simpatía por parte de los
políticos que el primero referente a la igualdad, por tanto fue
ampliamente utilizado por unas y otros.13Algunos días antes de la
aprobación de la ley, en uno de sus discursos, Rojas habló del
«advenimiento del feminismo», y se centró en dos temas: la educación
y el cuidado de los hijos, diciendo: «Por la importancia que tiene (la
mujer) en el hogar, es acreedora con mejor derecho que el hombre,
y más hoy, cuando ella empieza a acompañamos en la conducción
del Estado a una educación católica y bolivariana... para educar a
hombres «que le teman a Dios». Refiriéndose a la atención a la
niñez y a la pobreza, señaló que «vasto campo tiene aquí la mujer
para ejercitar su abnegación sin límite».14
L as re s is te n c ia s a a p ro b a r el v o to en la A N A C ,
mayoritariamente conservadora pero dividida en tomo al tema,
fueron grandes. Resumiendo, las posturas fueron tres: los contrarios
acérrimos rehusaron desde el comienzo estar en la Comisión previa
y se salieron de la sesión general en que se votó.15 Había otro
grupo, encabezado por Guillermo Valencia, partidario del voto
restringido, que habría de ser reglamentado posteriormente por el
Congreso, y finalmente encontramos el grupo a favor. En este
último grupo estaban las mujeres delegadas, pues Rojas había
nombrado a dos conservadoras: Josefina Valencia de Hubach,16
titular, y Teresa Santamaría de González como suplente, y dos
liberales: Esmeralda Arboleda de Uribe,17 titular y María Currea
de Aya, como suplente. Gilberto Alzate Avendaño18 fue elegido
ponente por la Comisión para defender el voto en la plenaria.
Conocido éste por sus ideas ultras, sostuvo que «la mujer no tiene
un temperamento especulativo, se constituye en la creadora y
defensora de la paz y en enemiga de la guerra, porque como ellas
construyen al hombre con su propia sangre, cuando este cuerpo
perece, ella siente la pena lacerante de haber perdido parte de su
propio ser».19

149
Estos argumentos de Alzate Avendaño se diferenciaban de los
que sustentaban las sufragistas feministas en que no introducían la
igualdad, sino que, al igual que Rojas, apelaban a los deberes y
esencias más tradicionales de las mujeres. Guillermo León Valencia,
hermano de Josefina Valencia, después de referirse a las mujeres
como «las sublimes creadoras de la felicidad», justificó el voto
restringido por la falta de preparación de aquellas. Consideraba a
las mujeres objeto de protección, al igual que los hogares, de las
«bárbaras luchas electorales», y hasta tal punto su discurso era
halagador hacia las mujeres,20que las que presenciaban el debate le
aplaudían sin captar que estaba abogando por su restricción, hasta
que Josefina Valencia las alertó. Ésta a continuación le rebatió
pidiendo la restricción del voto masculino y respondiendo que las
mujeres tenían cuatro años por delante para prepararse para votar.
Esmeralda Arboleda, en la misma línea añadió la falta que había de
argumentos filosóficos en contra del voto femenino, ya que sólo los
había de «orden práctico» (la falta de preparación) que podría ser
subsanado en los años siguientes.21 Ambas delegadas estaban
haciendo uso del anuncio de Rojas de postergar las elecciones por
cuatro años.
Ofelia Uribe de Acosta llama la atención en su libro sobre el
hecho de que en América Latina habían sido gobiernos «dictatoriales»
los que habían «otorgado» el voto a las mujeres.22 Ella afirmaba que
«la mujer colombiana debe a Rojas Pinilla su liberación política».23
Sin duda, la aprobación del sufragio para las mujeres, en el Acto
Legislativo n i 3 de la ANAC, el 25 de agosto de 1954, se debió a la
voluntad de Rojas.24 No obstante, la política liberal Esmeralda
Arboleda, en sentido diferente a Ofelia Uribe, señalaba en 1957:

Una cosa sí quiero que quede bien clara: el derecho


al sufragio fe m e n in o no fu e una dádiva ni del
General Rojas ni de ningún presidente... Como en
todos los rincones del mundo y como ha sucedido
con las distintas reivindicaciones alcanzadas para
nosotras en lo corrido del siglo XX, fu e el resultado
de nuestras luchas, de la ten a c id a d y de la
inteligencia de las mujeres colombianas.25
150
Es cierto que los logros de los derechos ciudadanos por las
mujeres forman parte de un largo proceso en el cual las mujeres,
actuando como sujetos sufragistas actuaron infatigablemente, y
en el caso colombiano también fue así, pero también me parece
acertado reconocer que en muchos casos han sido intervenciones
puntuales e interesadas de los gobernantes, las que han decidido
«conceder» derechos. Rojas, con ello, se hizo con las simpatías de
las mujeres y sentó una de las bases para la aprobación de su
proyecto populista, que finalmente no llegó a buen término.
No faltaron quienes calificaron la «concesión» del voto a las
mujeres como «aritmética política» y quienes «lo defienden en
este sentido y con tal propósito acaban de participar en la victoria
de sus intereses».26 No obstante, decía el articulista, las mujeres,

muy hábiles y respetables en el derecho de llevar «la


contraria», pueden pensar independientemente y, sobre
todo, presentarse a la vida política del país con criterio
propio. Por lo pronto sus abanderadas no llevan vocería
de un partido, ni de un grupo, ni de un gremio, sino de
un sexo, coyuntura política novedosa y de perfües
revolucionarios. Ademcis si ellas resuelven prescindir
del pretérito y no prestarse a los cálculos de la
actualidad, podrán organizar el futuro, que es lo que
siempre han hecho, como madres, y lo que no tuvieron
en cuenta los señores de la A N AC. Si ello es así, se
acabará la violencia y acaso podrá civilizarse el
país, que es un asunto de evidente importancia.27

Es llamativo, por un lado, cómo el columnista era clarividente


acerca de las posibilidades que el voto abría a las mujeres para
pensar por sí mismas, pero también llam a la atención el que
inevitablemente las mujeres fueran identificadas como un sexo y
madres todopoderosas (algo nunca dicho de los hombres) que tenían
en sus manos la solución al problem a m ás grave del país, la
violencia. La diferencia sexual una vez más operaba en las prácticas
discursivas de manera que construía y reconstruía la identidad

151
subjetiva de las mujeres y, lo que es más importante, según estas
construcciones discursivas las nuevas ciudadanas actuarían durante
el año siguiente.
El conservadurismo insistía en su propia construcción de la mujer
con base en las esencias y deberes tradicionales. Había surgido
una fuente de la cual beber en el apoyo de Pío XII, quien como ya
se dijo anteriormente, animaba a las mujeres a ejercer los derechos
ciudadanos y a extender su campo de acción del hogar a «la vida
social y pública, los parlamentos, los tribunales, el periodismo, el
mundo del trabajo».28 Bertha Hernández de Ospina,29mujer fuerte
del momento, esposa del ex - presidente Ospina, con cuyo apoyo
Rojas llegó al poder, decía que «el voto no traerá ningún perjuicio
ni a la mujer ni al hogar», sino que más bien le permitirá «participar
en cam pañas de inm enso beneficio, com o por ejem plo el
movim iento social-católico que es el medio para combatir el
comunismo».30El voto femenino significaba, por tanto, incrementar
considerablemente las filas de esta cruzada; obviamente Bertha
Hernández - «doña Bertha» para la política colombiana, en la que
se mantuvo activa del lado conservador hasta su muerte - no daba
puntada sin hilo. Ella había impulsado y era la presidenta de la
Organización Nacional Femenina, ONF, surgida unos meses antes
de la obtención del voto con ese objetivo.31 Y ella misma, al día
siguiente de haberse aprobado, hacía un llamamiento junto con
María Currea de Aya, vicepresidenta de la ONF, a todas las mujeres
a que se afiliaran a la organización.32
En la coyuntura del momento, no sólo las mujeres conservadoras
se organizaron, tam bién las m ujeres del Partido Socialista
Colombiano, PSC - en dónde destaca la ausencia de Mercedes
A badía,33 - crearon la A sociación D em ocrática de M ujeres
Colombianas,34 con los objetivos de «buscar la unión de todas la
mujeres colombianas sin ninguna clase de discriminación para
luchar en común por la conquista y defensa de todos los derechos
de la mujer y la infancia ... persuadidas de la justicia que encierra
el principio de la igualdad de derechos para el hombre y la mujer»,35
lo cual «está íntimamente ligado con el problema de la paz». Por
otro lado señalaban que no concebían el derecho al voto aislado

152
de otros derechos, como los de las trabajadoras y las campesinas,
«fuera de falsos conceptos «feministas»»: «Laboraremos lado a
lado con el varón, seguras de que la desigualdad en que nos
encontramos respecto a los derechos del hombre, no es por la
intolerancia masculina sino consecuencia exclusivamente de la
organización de la sociedad en que vivimos».36
Para el logro de estos objetivos se creó la revista Nuestras
mujeres, dirigida por Amparo Gómez, que se publicó de julio de
1954 a septiembre de 1956. Desde ella apoyaron y felicitaron a
las constituyentes, Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda, por
su actuación en la defensa de la Ley del Sufragio.37 Para esta
organización el voto era el medio de participación de las mujeres
«no solo como m ujer y madre sino tam bién en su calidad de
ciudadana», y «es el ejercicio de la soberanía del pueblo, en una
democracia».38 Recordemos que en el caso socialista en este
momento se daba un com partir discursivo proveniente de la
m odernidad, en el que la igualdad se desplazaba hacia las
oportunidades y derechos para hombres y mujeres, evitando la
subordinación de género. No obstante, había una coincidencia de
las socialistas con las feministas liberales, y era la compatibilidad
entre las funciones maternales y las ciudadanas.
En esta coyuntura de acceso finalmente al voto, el debate sobre
el significado del feminismo se volvió intenso. Estaba enjuego no
sólo la cuestión de por quiénes iban a votar las mujeres sino también
de qué manera podían cambiar sus comportamientos y costumbres.
De ahí el interés de las sufragistas conservadoras en definir
claramente lo que era el feminismo, algo que ya habían hecho en
los años treinta. Para ello se remontaban a Benedicto XV, según
el cual «el lugar de la mujer está en el hogar», aunque enfáticamente
dice que su apostolado debe dirigirse más allá de su círculo
familiar».
Para ellas había dos feminismos: el «fem inismo radical y
masculino» que «rechaza toda idea de Dios, religión, hogar y familia,
como cadenas que atan a la m ujer y consecuentem ente pide
igualdad absoluta con el hombre, y que «como doctrina de Estado,
sólo ha sido implantado en Rusia». Contrariam ente existía el

153
«feminismo moderado o femenino», que «hizo demandas para la
mujer, como mujer», con los mismos derechos ante Dios que el
hombre, «pero no los mismos deberes; en nombre de estos deberes
diferentes que se nos deje actuar».39 En cambio un Editorial del
nuevo periódico Verdad,40 respondiendo a una pregunta sobre
«cuáles eran las doctrinas del feminismo», lo definía como «la
elemental tendencia o aspiración de la mujer hacia la igualdad de
posibilidades, y de oportunidades que le permitan actuar como
colaboradora y compañera en la organización social, económica y
política de un mundo compuesto por hombres y de mujeres».41
Entre las sufragistas había diferencias, que de nuevo se ponían de
relieve en estos años, pasado el consenso que las había difuminado
en la lucha por el voto. Las feministas combinaban la reivindicación
de la igualdad con valores de la feminidad y aspiraban a la participación
en colaboración con los hombres, aportando sus cualidades diferentes
por razón de su sexo. Las sufragistas conservadoras reducían la
feminidad a sus deberes en el hogar y sólo en nombre del apostolado
católico se justificaba la salida de aquél. Pero sobre ambas posturas
flotaba la diferencia sexual con sus significados femeninos, aunque
los intereses de unas y otras eran diferentes en el uso que hacían de
los «valores femeninos». Este tema, la igualdad de derechos y la
diferencia sexual femenina ha llevado a las feministas, según Joan
Scott, a un dilema que actualmente prevalece: igualdad o diferencia,
y cuya respuesta no ha sido hasta el momento satisfactoria. Según
Scott el feminismo es un fenómeno histórico surgido a causa de la
exclusión de las mujeres por su diferencia sexual, y construido en el
seno de las prácticas discursivas modernas y liberales de la igualdad
pensada entre individuos abstractos. Al ser las mujeres incluidas (con
su diferencia) el individuo se vuelve plural, pero en el discurso moderno
liberal el sujeto abstracto individual, modelo de igualdad, sigue siendo
masculino y la desigualdad sigue fluyendo de la diferencia. Y concluye
Scout, «En la medida en que el feminismo se construyó en una relación
paradójica a esta concepción del individuo único, reproduce
inevitablemente los términos de su propia construcción».42
A continuación deseo mostrar, como ejemplo de esta paradoja, el
hecho de que las feministas colombianas, apelando a su diferencia

154
sexual - encamada en los valores del amor frente al odio, la paz
frente a la violencia y el hecho de ser madres de las víctimas - pero al
mismo tiempo reivindicando la igualdad en la ciudadanía (representada
ésta por ese individuo único y abstracto) se construyeron como sujetos
activos en el discurso moderno liberal y actuaron en el contexto del
periodo de la violencia, con una propuesta de paz, aunque el sujeto
hegemónico siguió siendo masculino y en la práctica política
excluyente.

2. Ciudadanía y paz

Recién obtenido el voto el diario El Tiempo realizó una encuesta


a varias m ujeres, que habían participado activam ente en la
campaña, preguntando sobre sus aspiraciones de representación
como movimiento femenino, a cuál de los dos partidos votarían,
cuáles eran los problemas del país y qué soluciones tenían. Las
respuestas coincidieron en la preocupación por la moral del hogar
y la patria, la paz, la educación, la pobreza y organizar a las mujeres
para hacer uso de sus derechos. Aspiraban a todos los puestos en
los que pudieran cumplir y no se interesaban por los partidos
políticos tradicionales.43 María Currea de Aya, vicepresidenta de
la ONF y una de las encuestadas, se m ostró partidaria de la
creación de un partido femenino, idea que planteó también en el
hom enaje dedicado a las D elegadas de la ANAC y Bertha
Hernández de Ospina, en los términos siguientes: «Tan sólo la
mujer puede impedir esta tremenda mina moral, unida en un partido
de mujeres, partido único de centro, ni liberal ni conservador ni
comunista», partido que se extendería como una «red» del centro
de la ciudad a las barriadas pobres, creando comités en los pueblos
y veredas.44
Ofelia Uribe de Acosta, por su parte, en una conferencia
realizada en la Biblioteca Nacional el 5 de noviembre de 1954, se
definía contra los partidos políticos y por un «Movimiento de Acción
Nacional Femenina», «multitudinario, aglutinado y firme en tomo
a programas definidos y propios, apartado de toda intervención
extraña». Su programa se dirigía a la educación, cultura y salud de

155
hijos y madres, y debía ser implem entado por mujeres en el
Ministerio de Sanidad y de Educación, y en los barrios a través de
comités. Contemplaba la defensa de los derechos laborales de las
m ujeres trabajadoras, la colocación de m ujeres en la carrera
judicial,45 la creación de un «Diario Femenino», porque «sin un
órgano periodístico no podremos orientar un movimiento», con el
objetivo de «crear un nuevo clima de armonía nacional que permita
colaborar de m anera efectiva en la solución de los grandes
problemas nacionales».46
El propósito de crear una «tercera fuerza» frente al bipartidismo
no era nueva; lo nuevo era, como había señalado Próspero en su
columna del El Tiempo, que se trataba de una corriente política
femenina, es decir, de un movimiento que tenía sexo y que se salía
completamente de los parámetros del sistema político. Era un
proyecto de movimiento social acorde con su procedencia, el
movimiento social sufragista.
El proyecto de Ofelia, un «Movimiento de Acción Nacional
Femenino» iba a encontrar su núcleo en la organización feminista
más antigua y plural, la Unión Femenina de Colombia, UFC, que
después del silencio de los primeros años de la violencia volvía a
aglutinar de nuevo a las mujeres que habían formado parte de la
ONF. Las socias habían argum entado que «La U nión tiene
personería jurídica, un lote (de tierra) y dinero en caja, y eso no lo
podemos perder. Por eso resolvimos que reviviera. Pero lo cierto
es que el motivo de esa nueva vida es la realización de la plataforma
de acción expuesta por Ofelia Uribe de Acosta, y la organización
de una tercera fuerza, con la cual todas las que ahora pertenecemos
a ella estamos de acuerdo».47
El 17 de febrero de 1955 salía a la calle el semanario Verdad,
dirigido por Ofelia. Su encabezamiento definía el proyecto de que
era portavoz: « Verdad es la fuerza constructiva que, guiada por
los principios eternos de la moral cristiana, habrá de orientar la
inteligencia femenina hacia una nueva corriente ideológica dentro
de un clima de equilibrio, de cordura y de paz. Colombia necesita
hoy más que nunca la unión generosa de todos sus hijos, bajo la
insignia común de la patria, lejos del pensamiento partidista».48 Su

156
vida sería de siete meses y 24 números, el último salió el 18 de
agosto. Sufrió criticas49 de otros periódicos y se boicoteó su
distribución.
Desde Verdad, un grupo de feministas liderado por Ofelia Uribe
de Acosta y aliado con la UFC llevó a cabo de forma audaz una
propuesta de «reconciliación nacional», en nombre de «una nueva
corriente ideológica» al margen del tradicional bipartidismo. Como
ciudadanas, ahora sí con carácter pleno, se sentían en el deber de
realizar su aporte con una propuesta de paz, desde las cualidades
que se les atribuían como m ujeres, por las que se les había
reconocido el derecho al voto y que ellas m ism as asum ían
completamente. Su diferencia sexual y los significados procedentes
de ésta eran la garantía que respaldaba la p ro p u esta.50 La
«unificación» de las mujeres, como alternativa al bipartidismo, era
la fuerza para llevarla a cabo. Era una propuesta política que
emanaba de lo privado: la responsabilidad en el hogar y en la
educación de los hijos, y que se fundaba en el amor frente al odio.
Ante esta propuesta la unión sufragista tocaba a su fin. Bertha
Hernández de Ospina decía por la radio meses después: «Las
mujeres engrosaremos a los dos partidos tradicionales», a lo que
se respondía desde Verdad que las banderas partidistas azul
(conservadores) y roja (liberales) «se han enarbolado últimamente
como estandartes de odio y empapadas en lágrimas y sangre»,
por lo cual había necesidad de «algo nuevo que nos depure y
tonifique con su limpia presencia»; en consecuencia, «proclamamos
la urgencia de que la m ujer penetre en la vida nacional como
representante del hogar».51
La A sociación D em ocrática de M ujeres C olom bianas se
posicionó en contra de crear una «tercera fuerza» femenina, porque
iría en contra de los hombres y «la lucha entre los sexos no ha
existido en la humanidad»; más bien, recomendaba que «cuando
haya comicios la mujer debe intervenir en el partido político que
presente una plataforma más de acuerdo con sus ideales y dentro
de cada partido político la mujer debe también trabajar porque en
su plataforma se incluyan sus propios puntos de vista».52

157
Las mujeres socialistas, desde Nuestras Mujeres, concentraban
sus intereses en las condiciones de vida de los niños, las obreras,
la m ujer en la Universidad y la situación internacional de la
postguerra, con la atención puesta en el Congreso Mundial de las
Madres que se celebraba en Suiza, y que estaba por el desarme.
Su realización era paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el uso de la energía atómica.53
Ante las posiciones partidistas de socialistas y conservadoras,
Verdad y la UFC se convirtieron en el alma del movimiento de
«unificación femenina»,54 señalando, «No es nuestra posición la
de un partido político femenino, ni de una tercera fuerza que venga
a enfrentarse a la de nuestras tradicionales colectividades políticas.
Queremos simplemente unificar el pensamiento femenino hacia la
necesidad de formar una nueva corriente de opinión que pueda
expresar al país nuestras propias ideas, la manera cómo entendemos
los problemas planteados, y las soluciones que vemos para ellos».55
Desde las páginas de Verdad, conjuntamente, lanzaron un
programa mínimo que animaba a las mujeres a organizarse por
gremios, reivindicando el principio de «a trabajo igual salario igual»,
solicitando que el Ministerio de Salud reglamentara la producción
de cereales integrales «y que se inicie o incremente la lucha
anticancerosa basada en una adecuada nutrición»,56 promoviendo
la mejora en la condición de los maestros, la organización de clases
nocturnas para «empleadas de almacenes y fábricas», la cedulación
de las mujeres al mismo tiempo que los hombres, y el derecho a
promover «asambleas nacionales».57 Poco después se hacía una
propuesta a Rojas por escrito - parece que Rojas no las recibió
personalmente como pretendían - propuesta que en su esencia
consistía en formar una «Comisión Mixta de Paz por elementos
ajenos a las luchas partidistas», en la que habría un Comité Central
integrado por hombres y mujeres representantes de las diversas
actividades (Asistencia social, Magisterio, Higiene, Enfermería,
Economía, Pedagogía, Agricultura, etc.) y un Comité pro-Paz en
la misma forma que el Comité Central en cada pueblo y vereda.58
La propuesta de paz se había lanzado el 28 de abril desde las
páginas de Verdad y parece que el día 30 el diario El Tiempo en

158
su editorial también hacía una propuesta en ese sentido, pero, según
Verdad, «con una sola diferencia: la de desconocer a la mujer, en
su calidad de ciudadana, su legítimo derecho a formar parte de
esta junta o agrupación de valores morales que podrían contribuir
eficazmente a la pacificación nacional». Argumentando que la mujer
es «la primera educadora; el centro de esa cédula vital de la especie
humana que es el hogar, y la víctima más directa de la violencia»,
las mujeres se preguntaban, «¿por qué se acogen nuestras ideas
pero se nos desplaza de la actividad que habrá de ponerlas en
vigencia?» En realidad la idea se remontaba a la conferencia que
Ofelia había dictado en la Biblioteca Nacional el 5 de noviembre
de 1954 y había sido rechazada desde sectores partidistas que
ahora la defendían.59 Las m ujeres acusaban a E l Tiempo de
apoderarse de la propuesta de paz y acercarla al bando liberal.
Arreciaban así sus críticas contra el bipartidismo por estar en crisis
y no representar intereses colectivos, sino ejercer el poder para
« b en e ficio p ro p io » , m ie n tra s la « fu e rz a fem en in a» está
«incontam inada» y es uno de los «valores» actuales como
«elem ento m oral» para el «porvenir de la Patria».60 En este
movimiento de mujeres por la intervención en un proceso de
pacificación también participaban sufragistas conservadoras como
Josefina Canal de Reyes, afiliada histórica de la UFC, que
consideraba que «No valdría la pena de acrecentar filas rojas o
azules..., indiscriminadamente, para favorecer así con nuestros
v a lio so s v o to s in co n ta m in a d o s, los p ro c e d im ie n to s que
ordinariamente usan ciertos políticos, de uno u otro bando».61
Sobre este tema las mujeres que publicaban Verdad realizaron
entrevistas a mujeres relevantes, lo que da idea de que había
realmente una mayoría femenina crítica con la participación en
los partidos en ese m omento. C arlota Sañudo de Garganta,
profesora de la Universidad de Medellin y otras afines a Teresita
Santamaría, eran opuestas a la afiliación a los partidos políticos
hasta que el clima se clarificara.62 Se consideraban ciudadanas
representantes del hogar y como tales continuaron su campaña
insistiendo cerca de Rojas en la creación de una «Junta de Valores
Morales independientes» formada por las mujeres, los militares y

159
el clero.63 Durante varios meses, Ofelia Uribe y otras, desde el
periódico, no dejaron de insistir en la legitimidad de su liderazgo y
participación. Pedían a Rojas que se mantuviera en el espíritu del
13 de junio y no se alineara con el partido conservador,64 e incluso
defendieron la idea de aquel de crear un tercer partido y un diario,65
y criticaban al ejército, que «está enredándose en la tela de araña
de los partidos políticos; creyendo aún en la operancia (sic) de
estos fantasmas del pasado y perdiendo la oportunidad de imprimir
el nuevo rumbo a los destinos de su pueblo».66 Tenían también su
propia alternativa de una «Junta Plural de Gobierno», elegida por
votación directa y popular y la presidencia, de carácter anual, por
suerte entre sus miembros.67 Al mismo tiempo, propusieron una
Asam blea Nacional de todas las agrupaciones femeninas, que
respetuosa con la autonomía de cada una, discutiera como puntos
centrales la educación y el hogar, «ubicado en el propio campo de
la actividad política», como «puntos cardinales que habrán de
orientar a todas las asociaciones del país por un ancho cauce de
confraternidad».68 El llamamiento era a las obreras, campesinas,
universitarias, empleadas maestras y empresarias porque «el signo
de la maternidad hace común nuestro destino».69
Toda esta interesante y novedosa participación política, de la
que queda un testimonio amplio gracias al periódico creado y escrito
por las mujeres, cuya lucidez y arrojo es palpable a través de la
campaña que llevaron a cabo durante estos meses de 1955 en que
pudieron expresarse, quedó truncada por la nueva espiral de
violencia en la que el gobierno de Rojas se introdujo. El recorte
paulatino de libertades, que culminó con la de expresión al ser
clausurado E l Tiempo, fue denunciada en el semanario de las
mujeres, aunque «no fue El Tiempo nuestro amigo, ni nos fue
dado ocupar sus columnas, ni tomó nota de nuestra presencia en
el periodismo». Las mujeres se habían manifestado marchando
por el centro de Bogotá en protesta y la policía las disolvió con
mangueras de agua. Verdad publicó la fotografía en la que se veía
el ataque de la policía70 y fue cerrado ante el allanamiento de que
iba a ser objeto y del que tuvo aviso Ofelia Uribe de Acosta, en
cuya casa estaba la redacción.71 Queda claro que hubo por parte

160
de un núcleo importante de mujeres una propuesta política realizada
desde su conciencia de sentirse sujetos activos y legitimados para
intervenir por el reconocimiento de su ciudadanía, y también es
cierto, que el Frente Nacional se creó al margen de ellas. La
habilidad de Alberto Lleras, ahora con un discurso de la igualdad
muy diferente al que tenía cuando se oponía al sufragio en los
años cuarenta, llevó a las mujeres masivamente a votar a favor
del Plebiscito y nombró a Esmeralda Arboleda Secretaria de la
Sección Femenina de la Dirección Nacional Liberal.72Además el
discurso de paz de las mujeres fue cooptado por los liberales. Como
señaló A rboleda, «A las m u jeres c o lo m b ia n a s les h ab ía
correspondido... votar por primera vez, no por un candidato, ni por
una lista de candidatos, ni por un partido político, sino por la paz
nacional».73 Ofelia Uribe, por su parte, siguió en su idea de unir
conservadoras y liberales como una posibilidad de cambio, pero
no llegó a lograrlo, pues «La mujer no se unió para este propósito
definido y acordado sino que se parceló en los diferentes afluentes
del río político masculino para servir a las diversas corrientes
masculinas, empaquetando papeletas, acopiando fondos, haciendo
propaganda y demás oficios dom ésticos que habían sido su
ocupación tradicional como vía para un cambio».74
Por otro lado, la respuesta de las mujeres al ejercicio del voto,
según señala Velázquez Toro, disminuyó desde el Plebiscito en
1957, en el que votaron 1.853.255,0 sea el 42% del total de mujeres
con derecho al voto, frente a 2.561.835 de hombres, que suponían
el 58% de posibles votantes varones, a las elecciones de 1968 en
las cuales votaron 998.582 mujeres, el 40%, y 1.497.873 hombres,
el 60%. Igualmente, la ocupación de cargos políticos por parte de
mujeres fue de 6,79 mujeres por cada 100 hombres.75A la vista de
las cifras, se puede concluir que los avances en el ejercicio real de
los derechos de ciudadanía fueron modestos, porque dichos avances
representaban cam bios m ás bien superficiales dentro de la
complejidad de las condiciones sociales y políticas en las que vivían
la generalidad de las mujeres.
Para terminar, hasta llegar a 1957 había transcurrido más de
un cuarto de siglo de prácticas discursivas en las que se construyó

161
y reconstruyó la identidad del sujeto mujer en el lenguaje de los
sucesivos gobiernos, del resto de las fuerzas políticas y sociales,
de los medios de comunicación (prensa y radio) y de las sufragistas
feministas y de las sufragistas conservadoras. En el periodo de
1949 a 1957, las mujeres emplearon la feminidad tradicional para
fines políticos al justificar la obtención del voto para las mujeres.
La magnífica entrega y dedicación al hogar de las mujeres como
buenas m adres, ahora se extendía a la patria en una acción
propositiva de paz. La forma en que fue tratada -y de esto es
ejemplo el aprovechamiento que hizo de ella El Tiempo- puso de
manifiesto que la ciudadanía adquirida era puramente formal y
que estuvo fundada en el oportunismo de la coyuntura populista
conservadora, en la que la diferencia sexual, significada en las
construcciones de la feminidad, operó para excluir de la política
real a las mujeres. En este caso, las oposiciones binarias eran
hogar y política tradicional, educación y barbarie, paz y violencia,
amor y odio, salvación y muerte, y unión fem enina frente al
bipartidismo. Esa nueva exclusión se reveló en el momento posterior
al Plebiscito, cuando no se incluyó a las m ujeres de forma
representativa en el reparto de poder bipartidista que se hizo, porque
las que sí lo fueron siguieron siendo la excepción.

NOTAS

1 Este capítulo es una versión corregida y ampliada en algunos aspectos


de la Ponencia con el mismo título presentada al XI Congreso de
Historia de Colombia, Bogotá, 2000, y que fue publicada en el Boletín
Americanista, no. 51, Barcelona, 2001.
2 Villarreal, Norma. «Movimientos de mujeres y participación política
en Colombia, 1930-1991», en Luna, Lola G y Villaireal, Norma. Historia,
Género y Política. Movimientos de mujeres y participación política
en Colombia, 1930-1991, SIMS, Universitat de Barcelona, 1994;
Velázquez Toro, Magdala,»La República liberal...», op. cit., y Velázquez
Toro, Magdala y Reyes Cárdenas, Catalina, «Proceso histórico y
derechos...», op. cit.
3 Para un resumen de las diferentes tesis sobre las causas de la violencia,
veáse: Pecaut, Daniel. Orden y Violencia, v. 2, Bogotá, 1987, pp. 492
a 499.

162
4 Molina, Gerardo. Las ideas liberales ... op. cit., v. 3, pp. 271 y 273.
También, Velázquez, Magdala y Reyes, Catalina. «Proceso histórico y
derechos... op. cit., p. 246.
5 Ibid.,p. 232.
6 González de Santamaría, Teresa. «Para qué quieren el voto las mujeres»,
Letras y Encajes, No. 331, Medellin, 1954,p. 3425.
7 Ibid., p. 3406.
8 Las mujeres socialistas se agruparon en este periodo en la Asociación
Democrática de Mujeres. Villarreal, Norma. «Movimientos de
mujeres...», op. cit.,pp. 133-134.
9 Sobre Rojas Pinilla ver: Martz, John D. Colombia, un estudio de
política contemporánea, Universidad Nacional, Bogotá 1969; Uran,
Carlos H. Rojas y la manipulación del poder, Valencia Ed. Bogotá
1983; y «A Propósito de «Rojas y la manipulación del poder», una
nueva política para las Fuerzas Armadas», Documento Ocasional
No. 21, CINEP, Bogotá 1984; Galvis, Silvia y Donadío, Alberto. El Jefe
Supremo. Rojas Pinilla en la violencia y el poder, Planeta, Bogotá
1988. Este último estudio es hasta ahora el realizado a mayor
profundidad.
10 El populismo en Colombia, ha sido abordado de forma parcial; el
estudio más integral es el de Marco Palacios, El populismo en
Colombia (Ed. Suainza, Bogotá 1971), que lo estudia desde el
gaitanismo hasta el auge de la ANAPO rojaspinillista en los setenta.
Su tesis es que la forma de acumulación de capitalismo dependiente
que se daba en Colombia hacía imposible la política redistributiva
característica de los proyectos populistas, al darse la alianza entre la
oligarquía y el capital extranjero y no con las masas populares. Además,
hay que añadir las reacomodaciones de las alianzas bipartidistas que
fueron otro elemento clave para que no cuajara una tercera fuerza
política alternativa, como sucedió después del 9 de abril, en el gobierno
de Rojas, y en adelante. Además, el Estado en el populismo ha jugado
un papel hegemónico y de mediación, mientras el colombiano se ha
caracterizado por su debilidad histórica: fuertes crisis debido al pacto
entre las oligarquías, excluyente de otros sectores sociales, con falta
de control de todo el territorio nacional, a lo que corresponde la
persistencia de la guerrilla desde la mitad del siglo XX. Al mismo
tiempo la trayectoria de las Fuerzas Armadas sin experiencia de poder
político, bajo control de liberales y conservadores y educadas en la
Doctrina de la Seguridad Nacional, no posibilitaba su concurso en un
proyecto nacionalista populista; de ahí el fracaso de Rojas en su

163
intento de formar la Tercera Fuerza formada por la alianza militar -
popular. Otras diferencias respecto a otros casos latinoamericanos
fue la falta en el populismo de un componente nacionalista y una
base sindical fuerte.
11 Rojas, Pinilla, Gustavo. «El trascendental discurso del Presidente
Gustavo Rojas Pinilla en Cúcuta», El Espectador, Bogotá, 13.7.1953,
pp. 1 y 5.
12 Rojas Pinilla, Gustavo. «Discurso de Rojas Pinilla en La Palma», El
Espectador, Bogotá, 25.9.1955, p. 1,17.
13 Sobre éste aspecto véase Luna, Lola G «Populismo, nacionalismo y
matemalismo: casos peronista y gaitanista», Boletín Americanista,
No. 50, Barcelona, 2000.
14 Rojas Pinilla, Gustavo. «Discurso del Presidente Rojas Pinilla», El
Tiempo, Bogotá, 8.8.1954.
15 «Aprobado el Voto Femenino. Los Opositores se Fugaron de la
Sesión», El Tiempo, Bogotá, 26.8.1954.
16 Nació en Popayán, y fue Gobernadora del Departamento del Cauca,
Ministra de Educación y Delegada de Colombia en la UNESCO.
Fundadora de la Organización Nacional Femenina, fue su Presidenta
durante algún tiempo. (Véase Meló Lancheros, Silvia Stella, op. cit. p.
436). También fue Embajadora de Colombia en España, muriendo en
Madrid en 1991, ya alejada de la política. Mantuvo una gran lealtad a
Rojas Pinilla, que la escuchó cuando le pidió que apoyara la concesión
del voto para las mujeres, y quien luego la nombró Gobernadora y
Ministra. Después de la caída de Rojas fue también Representante en
la Cámara y luego Senadora. Conservadora en sus ideas, consideraba
la educación de las mujeres como una vía para acceder a ámbitos
fuera del hogar. (Véase Chaparro, Gloria. «Josefina Valencia de
Hubach: una vida en busca de la equidad», 40 años del voto... op. cit,
pp. 38-46).
17 Nació en Palmira, estudió en Pereira y Bogotá, y fue la primera abogada
de la Universidad del Cauca, Popayán, especializándose en Estados
Unidos. Fue abogada de la Beneficencia, primera secretaria del
Liberalismo, primera Senadora de la República, y primera Presidenta
del Seminario Femenino Regional de las Naciones Unidas y Ministra
de Comunicaciones. Autora del proyecto de Ley sobre Capacitación
Civil de la Mujer y de la Cartilla constitucional Guía del Ciudadano.
Viajó por Ecuador, Venezuela, Centroamérica y México. (Meló
Lancheros, Livia Stella, op. cit. p. 61-62). Escribió en la prensa
infatigablemente sobre los derechos de las mujeres. Fue destituida de

164
la ANAC por sus protestas contra la dictadura de Rojas, exilándose
en Estados Unidos donde se relacionó con la Liga de Mujeres
Votantes. Fue muy activa a favor del Plebiscito y cercana a Alberto
Lleras Camargo. (Laverde, María Cristina. «Esmeralda Arboleda. Una
mujer, nuevos caminos, 1921 -1997», En Otras Palabras, No. 7, Bogotá,
2000, pp. 23-24; y 40 años del Voto... op. cit., pp. 47-60).
18 Expulsado del partido conservador en los años treinta por Gómez,
había creado su propio partido, la Acción Nacionalista Popular, ANP,
en Medellin y Manizales, de donde era originario. Posteriomente volvió
al seno del partido conservador recobrando la confianza de Gómez y
formó parte en 1950 del Directorio Nacional. Tenía crédito como buen
organizador y se caracterizaba por sus ideas de un «estado nazista,
de jerarquía y disciplina extremada». (Martz, John. D. Colombia, un
estudio... op. cit., p. 162).
19 «Oposición conservadora en la ANAC al Voto Femenino», El Tiempo,
Bogotá, 25.8.1954.
20 Valencia, Guillermo León. «El voto Femenino», El Tiempo, Bogotá,
26.8.1954. Valencia señalaba la división conservadora en tomo al tema
y acusaba a los contrarios de «aluvión retórico», «galantería de pega»,
«sentimentalismo fastidioso», y «pobreza de razones sustanciales»,
frente a las damas que hicieron «exposición mesurada, sin alarde,
dominando el razonamiento».
21 «Oposición conservadora...,», op. cit. Efectivamente las sufragistas
conservadoras organizaron una vez obtenido el voto conferencias y
cursos de capacitación para las mujeres, siendo criticadas por estar
impartidos muchos de ellos por hombres, al considerar que había
mujeres suficientemente preparadas para hacerlo. (Véase Flynn,
América. «La capacidad política de la mujer», Verdad, No. 20,7.7.1955.
22 Uribe de Acosta, Ofelia. Una voz... op. cit., p. 222.
23 Ibid.
24 «La única vez que yo intervine un poquito dictatorialmente fue cuando
les dije que había que darle el voto a la mujer», reconoció Rojas Pinilla
veinte años después. Galvis, Sivia y Donadío, Alberto. Op. cit. p. 521.
25 La verde, María Cristina. Op. cit. p. 24
26 Próspero, «Las Mujeres y el Futuro», El Tiempo, Bogotá, 28.8.1954
27 Ibid.
28 Discurso del Papa en abril de 1953, citado en: Olga Salcedo de Medina.
«Homenaje Nacional a las Damas que integran la Organización
Femenina», El Tiempo, Bogotá, 27.8.1954. Dicho homenaje fue
realizado por esta escritora barranquillera «en honor a doña Bertha
Hernández de Ospina, doña Josefina Valencia de Hubach y doña
Esmeralda Arboleda de Uribe».
29 Natural de Medellin, allí estudió en el colegio de las Reverendas
Hermanas, y completó su formación con clases particulares,
aprendiendo inglés y francés. Se dedicó a la política en el partido
conservador y fue Senadora de la República. Viajó por varios países
europeos, así como por los de América: Estados Unidos, Canadá,
Ecuador, Venezuela, y Panamá. (Meló Lancheros, Livia Stella,op. cit.
p. 832). Esposa del Presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950),
actuó con energía el «9 de abril» y en el golpe contra Laureano Gómez
en 1953. Mantuvo una columna periodística «El Tábano», primero en
el periódico El Siglo, y luego en La República, que fue famosa por sus
críticas a los políticos de todos los partidos. Escribió El Tábano, El
Tábano y la enjalma, La mesa campesina, y sobre su afición, Mis
jardines de orquídeas de La Clarita. Molina, Luís Fernando.
«Hernández de Ospina, Bertha», Gran Enciclopedia de Colombia,
Biografías, Círculo de Lectores, Biblioteca Virtual Luís Angel Arango,
www.lablaa.org, pp. 1-3.
30 Hernández de Ospina, Bertha. «La mujer colombiana y el voto
femenino». Letras y Encajes, No. 335,1954, p. 3592.
31 La ONF se creó el 27 de abril de 1954 y su Programa fue aprobado por
el Ministro de Educación. «Programa de la Organización Nacional
Femenina», Letras y Encajes, No. 335,1954,p. 3565.
32 «Entusiasmo entre las mujeres por la aprobación del voto», El Tiempo,
Bogotá, 26.8.1954.
33 Según Medina, Medófilo, Abadía desapareció después del periodo
correspondiente a la guerra y cuando las mujeres lograron el voto
había entrado en el «anonimato», op. cit., pp. 548 y 653.
34 En 1954 figura como presidenta Nazareth de la Cruz y como secretaria
Maritza de Uscátegui. «Moción de Saludo», Nuestras Mujeres, No. 3,
Bogotá, 1954, p. 1.
35 Documento firmado con el seudónimo de «Inés», mecanografiado
por Istmenia Silva de Mújica, procedente del primer número de la
revista Nuestras Mujeres.
36 Ibid.
37 "Moción de Saludo», op. cit.
38 "Qué es y Para qué Sirve el Voto?», Nuestras Mujeres, No. 3, Bogotá
1954, p. 3.
39 Gutiérrez, Emilia. «A la luz de las enseñanzas pontificias. Historia del
feminismo», Letras y Encajes, No. 337,1954,pp. 3647a3650.

166
40 Verdad aglutinó a lo largo de los meses de 1955 en que se publicó, y
en tomo a Ofelia Uribe de Acosta, su directora, a feministas que
desde los años treinta se habían destacado en las luchas sucesivas
por los derechos de ciudadanía.
41 "Editorial», Verdad, Bogotá, 31.3.1955.
42 Scott, Joan W. La CitoyenneParadoxale...op. cit., p. 232 (traducción
de Gloria Ramos).
43 «Las mujeres anuncian al país sus planes para cuando puedan
sufragan», El Tiempo, Bogotá, 27.8.1954.
44 Cunea de Aya, María. «Los derechos de la Mujen>, El Tiempo, Bogotá,
29.8.1954.
45 Una demanda que tuvo cierto eco posteriormente, «Los Tribunales
superiores contestan a Unión Femenina de Colombia», Verdad,
Bogotá, 30.6.1955.
46 "La inteligencia femenina como nueva corriente ideológica. Por un
movimiento femenino independiente», Vanguardia Liberal, Bogotá,
11.11.1954 y 12.11.1954.
47 Cuando la Comisión de Estudios Constitucionales comenzó a discutir
de nuevo sobre el voto, se realizó una reunión junto con Bertha
Hernández de Ospina para revivir a la UFC, pero parece ser que
finalmente se creó la ONF. Nohra, Flor Romero de. «Se revive la Unión
Femenina de Colombia para la Organización de la Tercera Fuerza», El
Espectador, Bogotá, 2.12.1954.
48 Verdad, 17.2.55, p. 1.
49 En la sección de cartas, junto con las de muchas mujeres que apoyaban
y se sentían reflejadas, había otros mensajes, como el de la «Unión de
Maridos Oprimidos», UMO, que acusa a Serafina y Candelaria
(seudónimo de Ofelia Uribe en ambas columnas satíricas) de que
«han tomado mayor fuerza nuestras esposas para aneciar la tradicional
opresión», a lo que irónicamente contestaba Candelaria pidiendo a
las esposas que no aprovechen el periódico para «entronizar la
opresión» y pide excusas a la UMO «por mis intromisiones en el
campo de sus sagrados derechos», Verdad, No. 8, Bogotá, 14.4.1955.
50 Inés Almanza Amaya escribía sobre la impresión que le produjo la
intervención por radio de una mujer el 9 de abril «sembrando el
desconcierto y encendiendo violentas pasiones», cuando «la dulzura
en la mujer es su don más eficaz, siendo esto una verdad, por qué no
usarla entonces más a menudo y en beneficio primero del hogar, luego
de la sociedad y, por último de un pueblo?», «Un instante me ha
bastado para comprender la misión de la mujer», Verdad, No. 16,

167
Bogotá, 9.6.1955.
51 "A partir de este momento se marcaron dos tendencias en la actividad
política femenina», Verdad, No. 10, Bogotá, 28.4.1955.
52 "La Tercera Fuerza», Nuestras Mujeres, No. 3, Bogotá, 1954, p. 1.
53 Olivera, María de la Paz. «Los niños sin hogar», Nuestras mujeres,
No. 8, Bogotá, 1955, p. 1; «Mi vida en la Universidad». Angela. «La
mujer en la universidad. Encuesta a las Universitarias», Ibid. p. 4;
«Mensaje del Congreso Mundial de Madres a la Organización de las
Naciones Unidas»,Nuestras mujeres, No. 9, Bogotá, 1955, p. 1: «En la
Fábrica «Textiles Fontibón»», Ibid., p. 5; «Sesenta y cinco mil niños
sin escuela este año en la capital», Nuestras Mujeres, No. 12, Bogotá,
1956,p. 1.
54 En el No. 1 deVerdad se decía: la UFC «comparte las aspiraciones e
ideales contenidos en los programas de Verdad que a continuación
publicamos». El programa iba en la línea de lo expuesto por Ofelia
Uribe en su conferencia del 5 de noviembre de 1954. Después de
ocupar Ofelia inicialmente la presidencia de la UFC, volvió a ocuparla
su antigua primera presidenta, Rosa María Aguilera a la que sucederían
Hilda Carriazo y María Currea de Aya, «Unión Femenina de Colombia»,
Verdad, No. 3,24.3.1955.
55 «Notas Editoriales», Verdad, No. 2, Bogotá, 24.2.1955.
56 El Comité de Acción Social de la UFC, insistió en un «plan nutricional»
y en que el 50% de la producción de cereales sea integral, así como el
azúcar de caña. También se denunciaba a Coca Cola por producir
descalcificación. Sin duda alguna, se trataba de una organización en
dónde habia nutricionistas de avanzada.
57 «Programa mínimo de acción de la Unión Femenina en nuestro país»,
Verdad, No. 11, Bogotá, 5.5.1955.
58 «Unión Femenina de Colombia se dirige al Presidente Rojas», Verdad,
No. 17, Bogotá, 16.6.1955.
59 «No son las mujeres quienes estimulan la lucha de sexos en la política
colombiana. Fórmula de pacificación propuesta por Verdad en su
edición del 28 de abril. Fórmula de pacificación propuesta por El
Tiempo en editorial del 30 de abril», Verdad, No. 10, Bogotá, 5.5.1955.
60 "Notas Editoriales», Verdad, No. 14, Bogotá, 26.5.55 y No. 16,9.6.1955.
61 Canal de Reyes, Josefina. «No valdría la pena acrecentar filas rojas y
azules», Verdad, No. 12,12.5.1955.
62 Sañudo de Garganta, Carlota. «La mujer, por ahora debe ser apolítica»,
Verdad, No. 23, Bogotá, 4.8.1955.
63 «Notas Editoriales», Verdad, No. 13, Bogotá, 19.5.1955.

168
64 «Notas Editoriales. El 13 de junio», Verdad, No. 17, Bogotá, 16.6.1955.
65 «Notas Editoriales», Verdad, No. 19, Bogotá, 30.6.1955.
66 «Notas Editoriales», Verdad,No. 21,14.7.1955.
67 "Notas Editoriales», Verdad, No. 22, Bogotá, 28.7.1955.
68 «Los movimientos aislados no serán nunca poderosos», Verdad, No.
16, Bogotá, 9.6.1955.
69 «No será la Asamblea de Mujeres una elegante reunión de damas»,
Verdad, No. 17, Bogotá, 16.6.1955.
70 «Notas Editoriales», Verdad, No. 24, Bogotá, 18.8.1955.
71 Luna, Lola G «Ofelia Uribe de Acosta: Feminismo y...», op. cit., p. 7.
72 «Lleras habla hoy a las mujeres», El Tiempo, Bogotá, 27.11.1957.
73 Arboleda, Esmeralda. «Alocución a las mujeres colombianas en la
víspera del Plebiscito», El Tiempo, Bogotá, 28.11.1957.
74 «Ofelia Uribe de Acosta: Feminismo y...», op. cit., p. 7.
75 Velázquez Toro, Magdala. «Reflexiones históricas...», op. cit.. p. 23.

169
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191
Este libro se terminó de imprimir en Molino de Papel Impresores en
el mes de octubre de 2004.
Este libro parte de un doble vínculo historiográfico: la
historia de las mujeres y la historia política renovada. El
objetivo es analizar los discursos colombianos que
interactuaron en las tres décadas que se estudian,
mediante los cuales se construyó un sujeto sufragista
colectivo y plural a partir de las identidades femeninas
preexistentes. En ese sujeto sufragista observo un
feminismo naciente construido en el discurso moderno
de la igualdad, pero adaptado a la diferencia sexual, en
donde sobresale la idea de la colaboración y la
compatibilidad de la domesticidad de las mujeres con la
participación en la política y en el mundo laboral,
pudiendo decirse que hay una contemporización del
discurso conservador y el moderno liberal. Las
feministas actúan junto a un sujeto sufragista construido
en el discurso católico conservador que a su vez
participa del discurso moderno en lo que se refiere a
educar a las mujeres y reconocerles el derecho a votar,
pero con la finalidad de que sigan siendo las "reinas del
hogar", unas reinas ahora "ilustradas". En el análisis
llamo la atención sobre los significados de género
contenidos en el lenguaje, especialmente los que se
refieren al feminismo, la feminidad y el matemalismo,
que son las claves del debate.

Lola G. Luna

ISBN: 958-670-358-4

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