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LA PRIMAVERA DE 1936

Uno de los argumentos más utilizados por los franquistas para justificar la sublevación
fue el supuesto caos que se vivía en las calles, y que no era sino antesala de una
revolución que estaba en marcha. Esta justificación ya la utilizó Mola en el apartado 6º
de la Instrucción reservada nº 1.

«Conquistado el poder, se instaurará una dictadura militar que tenga por misión
inmediata restablecer el orden público, imponer el imperio de la ley y reforzar
convenientemente al Ejército, para consolidar la situación de hecho que pasará a ser
de derecho»

Lo más patético del caso es que los revisionistas continúan utilizando este falaz
argumento para justificar el golpe, un ejemplo de ello es el documental que emitió
Telemadrid sobre el asesinato de C. Sotelo, manteniendo en sus conclusiones que el
estallido de la guerra civil fue consecuencia del mismo.1Otro argumento que esgrimen
los historietadores es que había un plan elaborado para acabar con las derechas,
Francisco Sánchez Pérez es muy explícito al respecto: « (…) en cualquier caso no había
en marcha una sistemática liquidación de derechistas que condujera a la guerra ni la
legitimase (…) Quienes lo dicen deben probarlo o simplemente falaces»2

Como tampoco existía ninguna aventura revolucionaria porque, como apunta González
Calleja3, ninguno de los poderes emergentes tenía un proyecto político consolidado.
Esta supuesta “revolución” la utiliza José A. Primo de Rivera en una misiva que escribe
desde los calabozos de la DGS, titulada “La voz del jefe desde el calabozo”: « El
comunismo manda en las calles; en estos días los grupos comunistas de acción han
incendiado en España centenares de casas, fábricas e iglesias, han asesinado a
mansalva (…), más adelante convocaba a «los intelectuales, obreros, militares
españoles, para una nueve empresa peligrosa y gozosa de reconquista»4

La creación ficticia de una alarma social era constante en los periódicos de derechas, y
en los informes que presentaron Calvo Sotelo y Gil Robles ante las Cortes. En el debate
parlamentario del 16 de junio de 1936, Gil Robles hizo un resumen de la situación en
España y los graves hechos ocurridos entre el 16 de febrero y el 15 de junio, su balance
arrojaba 160 iglesias destruidas, 113 huelgas generales, y 269 muertos. Muchos de los
casos que presentó Gil Robles eran pura y llanamente una invención, como le
demostraron otros parlamentarios en el transcurso del debate y como probaron los
informes enviados por los gobernadores civiles.5 Anteriormente, el 15 de abril de 1936,
Calvo Sotelo había hecho su particular resumen, también expuesto en las Cortes, según
él, desde el 16 de febrero de 1936 al 2 de abril de 1936 se habían producido 163 asaltos
a sedes políticas y domicilios particulares, 100 iglesias quemadas y otras 36 asaltadas,
11 huelgas generales, 169 motines, 39 tiroteos, 24 atracos, con un saldo de víctimas de
345 heridos y 74 muertos. Calvo Sotelo no dudó en mezclar churras con merinas, es
decir conflictos sociopolíticos con delitos comunes. Terminó diciendo que esta situación
1
Emitido el 2 de mayo de 2012
2
Francisco Sánchez Pérez, ¿Una guerra inevitable?, en F. Sánchez Pérez (coord.) Los mitos del 18 de
julio, p. 47
3
Glez. Calleja, Contrarrevolucionarios…., p. 309
4
Citado por Glez. Calleja, Ob.cit., p. 316
5
En esa misma reunión, Calvo Sotelo, achacó al Frente Popular el 60% del desorden público, para acabar
pidiendo la instauración de un estado totalitario: «A este Estado llaman muchos Estado fascista, yo creo
en él, me declaro fascista», haciendo posteriormente un llamamiento al Ejército. El presidente Casares
Quiroga le replicó haciéndole responsable de futuros intentos golpistas.
solamente se arreglaba con la instauración de un “Estado totalitario y corporativo”, en
pocas palabras fascista.

El entonces embajador estadounidense en España, Claude Bowers, comentó, no sin


cierta sorna, esta táctica de los políticos y periódicos de derechas: «Todos estos
incidentes eran cuidadosamente y sistemáticamente compuestos diariamente y
publicados en los periódicos antidemocráticos bajo el titular permanente “Desórdenes
sociales en España”, la prensa extranjera daba la mayor importancia a esto. Era como
si en los Estados Unidos, por ejemplo, todas las peleas, todas las muertes, todos los
robos, crímenes, huelgas, no importa lo insignificante que fueren, se anotaran y se
publicaran en la primera página del The New York Times bajo el título permanente :
“Desórdenes sociales en los Estados Unidos»6

Como bien apunta González Calleja: « El Congreso se erigió en caja de resonancia que
amplificaba los antagonismos que fraccionaban al conjunto de la sociedad, de suerte
que la Guerra Civil se declaró antes en el Congreso que en la calle»7

Se ha hablado hasta la saciedad de la violencia existente en la primavera de 1936, pero


muy pocos se molestan en compararla con otros periodos históricos, y otros lugares en
donde ha habido un clima más violento aún sin que desembocara en un golpe de estado.
Por ejemplo, en los años veinte, y con gobiernos conservadores los problemas de orden
público fueron mucho más graves. En 1920 hubo 424 huelgas parciales y cerca de cien
generales, a las que habría que añadir los numerosos lock-out. En 1921, 228 personas
fueron asesinadas en la calle. En la ejemplar Transición hubo cerca de 700 muertos. Por
establecer una comparación con otro lugar y en las mismas fechas; en Francia tras el
triunfo de una coalición de izquierdas muy similar al Frente Popular español, se produjo
una oleada de huelgas, más extendida y más grave, con la ocupación de multitud de
fábricas y otro tipo de establecimientos.

Si es cierto que en el periodo se producen numerosas huelgas pero ni mucho menos con
sentido revolucionario, sino como continuación, en unos casos, de las iniciadas en el
período 1933-1934, como puede ser la de la construcción en Madrid convocada el 1 de
junio de 1936. Otras se hincaron con el ánimo de presionar al gobierno para que
acelerase las reformas iniciadas en 1931 y eliminadas o disminuidas durante el
denominado Bienio Negro. Es más, en el mundo rural, tomando como ejemplo
Andalucía, fueron menos en 1936 que las habidas en años anteriores:
HUELGAS RURALES

Provincia 1931 1932 1933 1935 1936


Granada 31 29 24 6
Jaén 57 87 14
Córdoba 30 30 95 24
Sevilla 75 60 22
TOTAL 61 191 266 66

Otro dato significativo es el número de detenciones efectuadas por la Guardia Civil en


el mundo rural:
1932, 24.109: 1933, 50.432; 1934, 51.759; 1936, 25.1098
6
C. Bowers: Misión en España, p. 206
7
Glez. Calleja, ob.cit., p. 331
8
Francisco Sánchez Pérez, “Las protestas del trabajo en la `primavera de 1936, en Mélanges de la Casa
de Velázquez, 41-1, pp. 77-98
En conclusión, y como indica Francisco Sánchez Pérez: «En otros términos, esos meses
inmediatamente anteriores a la guerra civil no son una revolución en marcha sino la
culminación de un ciclo de protestas»9

Se puede afirmar, y con documentación que demuestra la aseveración, que la violencia


que se vivió en la primavera de 1936 era una táctica premeditada por parte de las
derechas, y que en ocasiones desde la izquierda- lo que no quiere decir que no
protagonizara actos violentos- se hicieron en diversas ocasiones llamamientos para no
caer en la provocación.

En el informa confidencial del general Mola de fecha 1 de julio de 1936 se lee en el


punto tercero: «Se ha intentado provocar una situación violenta entre los sectores
políticos opuestos para apoyados en ellos proceder, pero es el caso que hasta el
momento –no obstante la asistencia prestada por algunos elementos políticos- no ha
podido producirse, porque aún hay insensatos que creen posible la convivencia con los
representantes de las masas que mediatizan al Frente Popular.». Pues esta cita no la he
visto en la sobras de los historiadores, pseudohistoriadores, historietadores y juntaletras
revisionistas de hoy. Parece meridianamente claro que la consigna de Mola había sido
seguida en tres frentes: la calle, la prensa, y el Parlamento, y claramente, si bien no
consiguió alcanzar su objetivo plenamente, sirvió para que los golpistas y sus voceros –
de ayer y de hoy- justificaran la necesidad de una intervención militar que acabara con
el legitimo régimen republicano. Cuando Mola se refiere a la asistencia prestada por
algunos elementos políticos, sin duda tenía en mente a Falange – que sin duda fue la
número uno en provocaciones y actos violentos- y en políticos como Calvo Sotelo.

Se llega al cénit de la poca vergüenza los que siguen manteniendo que las izquierdas
eran los causantes del desorden t que las derechas no hacían sino defenderse de los
ataques de éstas.

«De Falange dice [Pío Moa] que se vio obligada a defenderse ante los ataques de los
bolcheviques socialistas y comunistas. Si se molestara en seguir la cronología vería
quién empezó con la violencia callejera. Un ejemplo, José A. Ansaldo 10 (…) se Apuntó
en la primavera de 1934 a Falange con el fin de organizar comandos terroristas.».11

El día 20 de mayo, Ruiz de Alda, escribía un artículo en No Importa en el que


justificaba el uso de la violencia: «Es indecente querer narcotizar a un pueblo con el
señuelo de las soluciones pacíficas. Ya no hay soluciones pacíficas. La guerra está
declarada y ha sido el gobierno el primero en declararse beligerante (…) El Gobierno
no pierde su tiempo en matar moscas: se da prisa en aniquilar todo aquello que pueda
constituir una defensa de la civilización española y de la permanencia histórica de la
Patria, el Ejército, la Armada, la Guardia Civil… y la Falange»12

La actitud de Falange la sintetizó muy bien Guillermo Cabanellas –hijo del general
Cabanellas- que calificó las acciones de Falange como «Un verdadero canto de frenesí
a la violencia»13

9
Francisco Sánchez Pérez, Madrid de preguerra…
10
Era el jefe de Primera Línea, grupo de choque de Falange hasta que fue expulsado de la organización.
11
A. Reig Tapa, Anti-Moa
12
Citado por Glez. Calleja, ob.cit., p. 325
13
G. Cabanellas, La guerra de los Mil Días. Nacimiento, vida y muerte de la II República española, vol.
1, p. 319, citado por Glez. Calleja, ob.cit., p. 324.
Para mayor abundamiento en lo expuesto conviene recordar el comentario que hizo José
Antonio a Luca de Tena y a Lequerica el día 1 de marzo mientras contemplaba una
manifestación desde el balcón de la casa de Marichu de la Vega: «Con un buen par de
tiradores una manifestación como esa se disuelve en diez minutos (…) Esperamos que
se enteren de una vez. Nosotros estamos dispuestos a poner las narices, ¿no? Pues que
ellos pongan el dinero»14

Es bastante significativo conocer la tipología de las víctimas y su inclinación ideológica.


Stanley G. Payne mantiene que hubo más víctimas de derechas que de izquierdas, a
partir de que datos saca esas conclusiones, no dice absolutamente nada. Por el contrario
historiadores que han estudiado a fondo el tema coinciden en todo lo contrario.

José Luis Ledesma (La primavera trágica…): Los jornaleros, obreros y empleados,
tuvieron cuatro veces más víctimas que cualquier otro estamento social.

Rafael Cruz: 56% jornaleros, obreros, simpatizantes de izquierdas; 19% derechas, 7%


fuerzas de seguridad, militares (algunos de significada militancia izquierdista)

González Calleja: 41,85% izquierdas; 19% derechas; 1,1% centro, 23% sin identidad
definida, aunque la mayoría eran obreros y jornaleros.

En cuanto al número de víctimas hay discrepancias, aunque, bajo mi punto de vista, la


cifra más fiable es la que ofrece González Calleja.

Ramiro Cibrian: 273 – entre el 3 de febrero y el 17 de julio


Juan J. Linz /S. G. Payne: 269
Rafael Cruz: 262
González Calleja: 351 – entre el 16 de febrero y el 17 de julio (la suscribe J. L.
Ledesma)

Hay más unanimidad a la hora de mantener que un elevado porcentaje de las víctimas
mortales fueron causadas por la intervención de las fuerzas de Orden Público – en
muchas ocasiones actuando por iniciativa propia y no siguiendo órdenes de las
autoridades gubernativas-. Este hecho desmonta en parte la crítica que hacían las
derechas acusando al gobierno de debilidad en el mantenimiento del orden público.
Siguiendo los datos de González Calleja, de las 351 víctimas, 111 las causaron las
fuerzas de seguridad –especialmente la Guardia Civil-. Cincuenta de estas víctimas lo
fueron en represiones unilaterales, sin que hubiera habido incidente alguno que causara
la actuación. Por otro lado también acusaban al gobierno de ser duros a la hora de
utilizar medios represivos contra la derecha. Si hubiera sido así, el Gobierno no hubiera
enviado a Mola, Goded o Franco a lugares desde donde tenían mucho más fácil llevar
adelante sus conspiraciones, que eran conocidas por todo el mundo; si hubieran querido
quitarles la maniobrabilidad política – de lo que acusaba Gil Robles al Gobierno- los
hubieran encerrado bajo siete llaves y luego las hubieran tirado al mar.

Creo haber demostrado con suficiente argumentación que ni en la primavera de 1936 se


estaba preparando ninguna revolución, ni que la conflictividad sociopolítica fuera
justificación para acabar por medio de la violencia más atroz con un sistema político
elegido libremente por la mayoría de los españoles. Además que este clima de violencia
fue en buena parte una estrategia establecida por todos aquellos que deseaban terminar

14
Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias, p. 60
con la República. Coinciden conmigo la mayoría de los historiadores “serios”, valgan
algunos ejemplos:

Alberto Reig Tapia: «La visión cuasi dantesca que presentaba la derecha era inducida
y respondía a la imperiosa necesidad de justificar el golpe militar que se preparaba»
(Violencia y terror, p. 31)

Santos Juliá: « Ni la guerra ni la revolución fueron resultados inevitables de la


situación por la que atravesaba la República en 1936, sino consecuencia directas del
golpe de Estado militar» (Antecedentes políticos…)

Julio Aróstegui: « (…) la conspiración y sublevación no tuvieron un origen directo en


esas violencias y desórdenes sino en causas de más largo recorrido» (Una izquierda en
busca de la revolución, nota 69, p. 405)

Rafael Cruz: « No había ningún grupo, ni posibilidad de coordinación entre ellos, que
pudiera dominar la “enorme presencia” de la población en la calle. Tampoco hubo
movilizaciones dirigidas al asalto al estado. No se cumplían las condiciones históricas
para la revolución» (El repertorio frenético…)
LA AMENAZA COMUNISTA

Uno de los argumentos más falaces utilizados por la propaganda franquista para
justificar el golpe de Estado de 1936, fue la inminencia de una revolución comunista
que tenía como objetivo el derrocamiento del gobierno de la República y la instauración
de un régimen bolchevique.

Lo peor de todo no es que solamente esta gran mentira la utilizaran los “historiadores”
franquistas como J. Arrarás, Manuel Aznar, o R. De la Cierva, sino por los
historietadores actuales e historiadores ferozmente anticomunistas como Luis Fernández
Suárez, Carlos Seco Serrano, Stanley G. Payne, B. Bolloten, o, aunque con un perfil
ideológico distinto, autores como Beevor, Orwell, Brouré. Lo más triste es que un
verdadero historiador como H. Thomas en un principio aceptará esta teoría al dar por
válidos los famosos cuatro documentos – que posteriormente analizaremos-, o un
intelectual como S. de Madariaga. Aunque s de justicia decir que en estos dos casos
rectificaron posteriormente.

La utilización del “peligro comunista” para justificar el golpe de estado, o una


determinada línea política, se ha hecho con anterioridad y posterioridad a la II
República, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. Hitler lo utilizó cuando
acusó a los comunistas del incendio del Reichstag; lo utilizó Mussolini, lo utilizaron los
conservadores británicos –falsificando una carta del entonces secretario de la
Komintern, Zinoviev- para derrotar a los laboristas en las elecciones de 1924; los
norteamericanos para justificar el asesinato de Sacco y Vanzetti en 1923 y
posteriormente fue el leiv motiv de la política norteamericana para fomentar la Guarra
Fría, y que permitió barbaridades como las realizadas por el senador Carthy en su
peculiar “caza de brujas”, o perpetuar un régimen fascista como el de Franco, ya que
preferían mantener una dictadura ante la más mínima posibilidad de que un partido
comunista pudiera tener protagonismo político en Europa occidental.

En España la amenaza de una revolución bolchevique ya fue utilizada por el general


Primo de Rivera, incluso Alcalá Galiano mantenía que la dictadura evitó que se
produjera esta revolución. Durante la dictadura de Primo de Rivera la prensa no dejaba
de hablar de un supuesto “complot comunista”. Esta obsesión anticomunista desemboca
en la creación en 1925 del Centro Español Antibolchevique, que se convierte en oficial
cuando en 1927 el gobierno suscribe a la revista CEA a numeroso oficiales del Ejército,
entre ellos Franco.

Desde 1931 hombres como Calvo Sotelo, Maeztu o Albiñana, por solo citar algunos, no
dejan de lanzar soflamas apocalípticas sobre el futuro soviético que esperaba a España.
En 1932 el inspector de policía, Mauricio Carlavilla, escribe El comunismo en España,
en donde afirmaba que en el VII Congreso de la III Internacional se decidió la creación
de frentes populares y la unión con la masonería para hacerse con el poder en Europa.
Ayudaba en la difusión de este infundio boletines como Action Française, Solidarité
Française, órgano de la extrema derecha francesa, o el Bulletin d’Information Publique,
portavoz de la Entente Internacional contra la III Internacional, con sede en Ginebra, y
del que eran suscritores Franco y Mola. Por esta fechas es traducido y difundido un
folletín titulado Los protocolos de los sabios de Sión –obra de un antiguo general
zarista, E. Von Miller- y traducido y difundido en España por el duque de la Victoria.15
15
En ellos se detallaba una supuesta confabulación urdida por los judíos para controlar la masonería y los
movimientos comunistas. Ya en 1921 se demostró la falsedad de tales documentos.
Todos estos panfletos tenían amplia difusión en los ambientes cuartelarios, sirviendo
para alimentar la ancestral animadversión que tenían los militares por el marxismo y el
sindicalismo, puesto de manifiesto en la prensa militar como, por ejemplo, La
Correspondencia Militar16.

Como no podía ser de otra manera, la prensa de derechas se hacía eco constantemente
del “peligro comunista”, para ella la revolución de octubre de 1934 fue una conspiración
internacional dirigida por la Komintern que, en unión de los masones, pretendían
extrapolar estos hechos al resto de España.

Estos avisos sobre el peligro comunista se intensificaron durante la campaña electoral


de 1926. El Frente Popular era considerado el “Caballo de Troya” introducido por
Stalin, asegurando que los partidos marxistas y anarquistas – han leído bien anarquistas-
estaban dirigidos desde Moscú. El 6 de febrero de 1936, el ABC hacía un llamamiento a
los votantes a «ocupar su lugar en la trinchera contra la revolución de hordas asesinas
e incendiarias capitaneadas por extranjeros de faz mongólica que quieren imponer la
dictadura del proletariado» De golpe y porrazo Azaña se había convertido en Atila y los
republicanos en unos sangrientos hunos. A estos pregoneros del Apocalipsis no les
dolían prendas en comparar al gobierno de Azaña con el de Kerensky en la URS o
Korolky en Hungría. Una vez consumado el triunfo del Frente Popular se continúo con
la campaña; entre abril y julio de 1936, Calvo Sotelo habló cuatro veces en las Cortes
del “peligro comunista”.

El argumento de que España estaba en peligro de pasar a ser un satélite de la IURSS,


fue uno de los más utilizados por los golpistas para justificar lo injustificable, su asalto
al legítimo poder de la República.

Franco aludió a este peligro en una entrevista publicada en el diario portugués O Seculo.
« No se trata de una lucha de ideas más o menos respetables, sino de un levantamiento
nacional que ha impuesto la noble tarea de acabar con el régimen de tiranía que
ejercían los elementos marxistas», en un artículo titulado ¿Donde estamos? Publicado
en La Revue Belge continuaba en la misma línea: « los jefes del Ejército (…) se
decidieron a actuar el día que supieron que los elementos extremistas del Frente
Popular preparaban una revolución comunista- de tipo soviético- para apoderarse del
poder y exterminar a sus enemigos (…)»17

El poder del PCE

« (…) el anticomunismo sirvió para legitimar la insurrección contra el gobierno


legítimo, presentándola como una contrarrevolución preventiva. A este fin se elaboró
un discurso interesado en magnificar la fuerza, implantación e influencia del
comunismo español y en leer su estrategia en términos conspiratorios»18

Cuando se proclamó la República el PCE apenas contaba con 800 afiliados, era pues
una organización política con un peso totalmente irrelevante. Tanto es así que el general
Primo de Rivera =aunque en sus discursos aludiera al peligro comunista= no se tomo la
molestia de cerrar Mundo Obrero, órgano del PCE, lo que demuestra que, en el fondo,
el mismo era consciente que el comunismo español no tenia ninguna relevancia y no

16
Finalmente clausurada por el gobierno republicano en 1936
17
Citado por A. Reig Tapia, Violencia y terror, p. 32
18
Fernando Hernández Sánchez; “Con el cuchillo entre los dientes: el mito del peligro comunista en
España en julio de 1936, en F. Sánchez Pérez (coord...) Los mitos del 18 de julio, p. 275
representaba peligro alguno para el régimen dictatorial impuesto por el con el
beneplácito del Alfonso XIII.

En las elecciones de 1931 el PCE no obtuvo ningún diputado, y en las de 1933


solamente uno. En 1934, según datos del propio partido, contaba con 20.000 afiliados;
todo parece indicar que esta cifra esta bastante inflada, estimándose por diversos
especialistas que la cifra real estaría en torno a los 5.000. En las elecciones de 1936 los
diecisiete escaños de que disponía el PCE representaban el 3,59 del arco parlamentario.
Además este número no representaba el verdadero apoyo popular, ya que se vio muy
beneficiado por el reparto de escaños que se realizó entro de la coalición del Frente
Popular que no representaba realmente el apoyo que había tenido cada partido integrado
en la coalición.

El PCE comenzó a tener realmente fuerza tras el estallido de la guerra civil, debido a
dos factores: primero a la postura que adoptó respecto a los intereses que primaban en
aquellos momentos, que no eran otros que vencer en a contienda, olvidándose de
cualquier intento revolucionario =como defendían la CNT o el POUM=, y la defensa
que siempre hizo de la pequeña y mediana burguesía; en segundo lugar, por el apoyo
que la URSS prestó a la República, que había sido abandonada a sus suerte por las
potencias democráticas con el Pacto de No Intervención.

Los documentos de la supuesta revolución comunista

Para tener una base en la que apoyarse a la hora de justificar el golpe del 18 de julio, los
sublevados no tuvieron inconveniente en falsificar unos documentos en los que se daban
las instrucciones para llevar a cabo una revolución que instauraría en España una
república bolchevique.

El primero en utilizar dichos documentos fue el general Mola. En un discurso


pronunciado el día siguiente de la matanza de Badajoz, y emitido a través de radio
Burgo en la noche del 15 de agosto de 1936, se le oyó decir: « de no haber sido por
nosotros [el Ejército] al paso con tiempo y en fecha oportuna, la historia de la
humanidad hubiera conocido en pleno siglo XX la más sangrienta de las revoluciones,
que nos hubiera llevado forzosamente a desaparecer del mapa de Europa como nación
libre y civilizada (…) lo que se proyectaba para el 29 de julio, bajo los puños cerrados
de las hordas marxistas y a los acordes tristes de la Internacional. Sólo un monstruo de
la compleja constitución psicológica de Azaña pudo alentar tal catástrofe»19

El supuesto complot para la instauración de un régimen a imagen y semejanza de la


URSS, se plasmaba en cuatro documentos que contenían las consignas para llevar a
buen puerto la sublevación.

1. Informe confidencial nº 3 (doc. 1) Habla de la rebelión en Madrid, prevista entre


los días 10 de mayo y 29 de junio de 1936.
2. Informe confidencial nº 22/11 (doc. 2) En él se dan los nombres del “soviet”
español, presidido por Largo Caballero, y que contaría con Carlos Hernández
Zancajo (PSOE), Luis Araquistain Quevedo (PSOE), Eduardo Ortega y Gasset
(PRRS), Julio Álvarez del Vayo (PSOE), Jerónimo Bugueda (PSOE), Francisco

19
Citado en Carlos Blanco Escolá, “Falacias de la guerra civil”, p. 102. Mola habla del 29 de julio,
cuando en los documentos se decía entre el 11 de mayo y el 29 de junio, y como había pasado la fecha
prevista para la revolución comunista y no se había producido tal revolución, había que atrasar la fecha
para mantener que se había llegado a tiempo.
Galán (PCE), José Díaz (PCE), Luis Jiménez de Asúa (PSOE), y el delegado de
la III Internacional Ventura Delgado. Asimismo se relacionaban las fuerzas con
las que se contaba, con decenas de miles de armas entre pistolas, pistolas-
ametralladoras y ametralladoras, y dinamita para equipar a 20.000 hombres. Las
fechas de la rebelión se fijan entre el 11 (un día después del documento nº 1) y el
29 de junio. En cuanto a recursos humanos, contaban con 150.000 de las fuerzas
de asalto, 10.000 las de resistencia, y 120.000 las sindicales20
3. Informe secreto sobre una reunión celebrada en Valencia (doc. 3) En el informe
se sostiene que el 16 de mayo de 1936 se celebró una reunión en Valencia a la
que asistió un delegado de la III Internacional, dos delegados soviéticos,
delegados franceses, delegados españoles que venía de Francia tras entrevistarse
con Maurice Thorez. La revolución sería a mediados del mes de junio (nuevo
cambio de fecha), después de que el PCF se hiciera con el poder. Según el
informe el 10 de junio estaba prevista otra reunión, esta vez en Madrid, a la que
serían invitados los comunistas franceses Maurice Thorez y Marcel Cahin, el
socialista, también francés, Vincent Auriol, Giorgi Dimitrov, en representación
de la III Internacional, más socialistas, comunistas y anarquistas españoles.21
4. Instrucciones generales para la “neutralización” de n ejército y sus oficiales.

Estos informes fueron ampliamente aireados por la propaganda franquista en todo el


mundo en un intento de convencer a todas las potencias de que el golpe había sido
inevitable para evitar la conjura comunista que hubiera convertido a España en un
“satélite” de la URSS.

Copias de estos documentos aparecieron en los lugares más dispares: Lora del Río,
Palma de Mallorca, La Línea de la Concepción, un pueblecito cercano a Badajoz, etc.

No hay que ser muy sagaz para darse cuenta analizando los documentos, de la falsedad
de los mimos. Daremos algunas “pistas” que ayudan a descubrir la falsificación:

a) Los cambios constantes de fechas en las que debería llevarse a efecto la


revolución.
b) La disparidad de lugares y el número de copias. ¿Es lógico que unos documentos
tan secretos tuvieran tanta difusión?
c) Los documentos no llevan ningún tipo de fecha, sello o firma
d) No hay una sola copia que sea exactamente igual
e) Lo variopinto de la adscripción ideológica de los miembros del “soviet” español,
algunos de ellos nada simpatizantes con el régimen de Stalin.22
f) La gran cantidad de hombres y armas con que contaban los revolucionarios. Este
dato hace que no se entienda que, cuando estalló el golpe del 18 de julio, las
gentes tuvieron que suplicar que les dieran armas para parar el golpe, armas que
les fueron negadas por Casares Quiroga y Martínez Barrio, y solo José Giral
accedió a conceder el 20 de julio. Si las fuerzas leales a la República hubieran
contado con tal armamento posiblemente el golpe hubiera fracasado en lugares
como Sevilla, y el desenlace final hubiera sido muy distinto.

20
A estas aludirá la Carta Colectiva de los obispos españoles.
21
Se ve que no estaban al tanto de lo que sentía Stalin por los anarquistas y viceversa.
22
En el documento que el marqués del Moral envió el Foreing Office eran quince los integrantes del
gobierno revolucionario, en el que cita Joaquín Arrarás, se rebajan a trece, y en el del padre Tony
solamente hay nueve
El gran hispanista y especialista en la II República y la Guerra Civil, Herbert R.
Southworth, en sus obras “El lavado de cerebro de Franco” y “El mito de la cruzada de
Franco” demuestra con un sólido respaldo documental y argumental la falsedad de los
documentos. Pero por si alguien sospechara de la objetividad de Southworth, el propio
Ricardo de la Cierva también conformó la falsedad de los documentos. Según De la
Cierva el escritor falangista Tomás Borrás le reconoció ser el autor de los mismos,
siendo a su vez el encargado de distribuirlos por todo el país.

El diario Claridad órgano de la facción caballerista de la UGT ya denuncio la existencia


de estos falsos documentos, mostrando uno de ellos: « El documento que publicamos a
continuación ha sido sustraído a cualquier idiota dirigente fascista, por un excelente
compañero», más adelante reflejaba la finalidad de los mismos: «una pieza más en el
plan de agitación y terror que los fascistas estaban desenvolviendo, con el fin de crear
el clima propicio para sus siniestros designios»

Algunos desmentidos del complot comunista

Muchas han sido las voces, entre ellas las de todos los historiadores medianamente
serios, que han declarado la inexistencia de una revolución en marcha de corte
marxista/comunista. Entre estas voces destacaremos la de algunos que fueron
protagonistas del momento:

Gil Robles: « Nunca he creído en la posibilidad de un alzamiento comunista en


aquellos momentos y mucho menos con participación directa de la Komintern. Sin
entrar a dilucidar el problema de la autenticidad de los testimonios documentales que
se ha exhibido como prueba de un posible golpe de fuerza – rigurosamente analizados
robre todo por Southworth- no parce probable que el gobierno soviético favoreciera
entonces la actuación en España. Desde 1931 la República española y la Unión
Soviética ni siquiera habían intercambiado embajadores, aunque estuvieran a punto de
hacerlo antes de las elecciones de 1933. Frente a la amenaza hitleriana, Stalin se
mostraba partidario de un acercamiento a Inglaterra y Francia (…)»23

Claude Bowers: «Aquellos que fuera de España tuvieron después que escuchar con
machacona insistencia la calumnia fascista de que la rebelión era para impedir una
revolución comunista, puede sorprenderles saber que durante tres años y medio, nunca
oí semejante sugestión a nadie, mientras, por el contrario, todos hablaban
confidencialmente de un golpe de Estado militar»24

Miguel de Unamuno: «Esta es una campaña contra el liberalismo, no contra el


bolchevismo. Todo el que fue ministro de España, por de derecha que sea, está ya
proscrito (…) Vencerán, pero no convencerán, conquistarán, pero no convertirán»

La actitud del PCE y el Komintern respecto a la II República

Las consignas y actitud que tomaron el Komintern y el PCE sobre la República eran, no
solo no alentadoras de una revolución bolchevique, sino todo lo contrario, apoyar fiel y
lealmente al gobierno republicano. Una de las razones para esta estrategia política era
que en aquellos momentos la URSS pretendía un acercamiento con las democracias
occidentales, en especial Francia e Inglaterra, con el fin de contrarrestar el peligro nazi.
Alentar una revolución en España no ayudaría a estos propósitos.
23
“No fue posible la paz”, pp. 705-706
24
“Misión en España”, p. 200
La actitud del PCE durante el período anterior a la guerra, como en el transcurso de la
misma, fue actuar de colchón contra las ansias revolucionarias de algunas formaciones
políticas y sindicales.

En un informa remitido por Victorio Codovilla –enviado por la Komintern en 1932- al


secretario general de la Komintern, Giorgi Dimitrov, decía que el PCE apostaba por el
programa del Frente Popular, al que denominaba como “revolución democrático-
burguesa”. Ante el clima de violencia que se vivía en la primavera de 1936, G. Dimitrov
y Dimitri Manuilski hicieron un llamamiento al PCE para que no cayeran en
provocaciones y continuaran ofreciendo su máximo apoyo al programa del Frente
Popular: «En todas las actividades del partido que realicéis se debe resaltar que la
creación del poder soviético no está en el orden del día, sino que, por el momento, es
solamente cuestión de establecer un estado democrático que posibilite establecer una
barrera contra el avance del fascismo y a contrarrevolución (…)»25

Varios hechos corroboran la táctica empleada por el PCE de apoyar al gobierno


republicano y de intentar evitar en todo momento hechos que pudieran dar el más
mínimo argumento a los elementos contrarrevolucionarios para justificar un asalto a la
República. Dos ejemplos servirán para sustentar tal afirmación: tras el atentado que se
produjo durante la celebración del desfile conmemorativo de la proclamación de la
República el 14 de abril de 1936, se convocó una huelga general que el PCE hizo lo
posible por evitar, con el fin de que no se produjera una espiral de violencia que no
solamente favorecería a aquellos que querían acabar con el régimen. Otro ejemplo de
esta táctica de apaciguamiento es el telegrama que envió Dimitrov a José Díaz tras los
sucesos de Yeste el 19 de m1yo de 1936, en donde murieron diecisiete campesinos y un
guardia civil. En el telegrama, Dimitrov conminaba a Díaz para que tomara las medidas
necesarias para que tales hechos no volvieran a producirse.

Creo que ha quedado claro que no existió ninguna revolución comunista, la revolución
se produjo en España como consecuencia del golpe de Estado del 18 de julio, y no como
causa del mismo.

ASESINATO DE CALVO SOTELO

Una muy manida interpretación, y podría decirse falseamiento de la historia, es


presentar el asesinato de Calvo Sotelo como causa, o una de las causas de la sublevación
del 18 de julio. Los historiadores franquistas, historietadores o juntaletras de medio
pelo, utilizan como referencia el dictamen de la Comisión creada por Serrano Suñer
para que buscara elementos que deslegitimaran a la República y, por tanto, dar soporte
legal al golpe de Estado que desembocó en la guerra civil. Sobre el asesinato de Calvo
Sotelo el mencionado dictamen decía: «El escandaloso crimen de Estado, en que
culminó tanta vileza, con el asesinato del jefe de la oposición, señor Calvo Sotelo,
ordenado y planeado desde los despachos de un ministerio»
A la falacia de que el asesinato de Calvo Sotelo provocó la sublevación, se añaden dos
más, ambas ampliamente difundidas por los publicistas profranquistas o
antirrepublicanos: el liderazgo de Calvo Sotelo de la oposición al Gobierno del Frente
Popular, y que su asesinato fuera un crimen de Estado.

Ya hemos expuesto que la planificación de un golpe de Estado que terminase con la


República data de 1931, se visualiza en 1932 y se consolida a partir de 1934. El
25
Citado por Hernández Sánchez, p. 283
asesinato de Calvo Sotelo debe inscribirse en uno más de los hechos violentos que se
producen durante la primavera de 1936. Por otro lado no fue el primero de un elemento
significado de la política o vida pública. No es sino un acto de revancha –como tantos
otros que se producen durante 1936-. No hubo planificación previa, ni por parte de
militantes de izquierda y mucho menos por parte del Gobierno. SI lo hubo, por el
contrario, por parte de las derechas. En una redada policial efectuada el 8 de mayo en un
local de Falange apareció una lista con nombre de oficiales de izquierdas que debían ser
asesinados, entre ellos se encintraban Carlos Faraudo –asesinado ese mismo día-, José
Castillo –asesinado un día antes que Calvo Sotelo- e Ignacio Hidalgo de Cisneros.

A la vuelta de su exilio en 1934, Calvo Sotelo intenta ingresar en Falange Española


siendo rechazada su solicitud al parecer por la poca simpatía que le procesaba José
Antonio. Ante este rechazo ingresa en Renovación Española partido entonces liderado
por Antonio Goicoechea. Otro fallido intento de Calvo Sotelo fue la creación del Bloque
Nacional, en donde se agruparían los partidos de derechas; ni Falange, no el P. Agrario,
ni la CEDA accedieron a participar en esta coalición, siendo finalmente integrada por
Renovación Española y el partido fascista dirigido por Jaime de Albiñana, Partido
Nacional Español, y algunas personas a título individual provenientes del P. Carlista y
de la CEDA.

El propio resultado de las elecciones de febrero de 1936 desmiente el que Calvo Sotelo
fuera el líder de la oposición. En estos comicios obtuvo 12 diputados, por los 88 de la
CEDA, lo que deja bien claro que el líder de la oposición era José Mª Gil Robles y no
Calvo Sotelo como se ha querido hacer creer para magnificar su asesinato. Otra cosa es
que por sus incendiarios discursos en las Cortes –algunos claramente incitadores de un
levantamiento militar.

Como es sabido el asesinato de Calvo Sotelo se produce el 13 de julio de 1936, un día


después que fuera asesinado el teniente de la Guardia de Asalto, José Castillo. Desde el
cuartel de Pontejos partió el coche nº 17 en donde, al mando del capitán Condés de la
Guardia Civil marchó un grupo compuesto por guardias compañeros de Castillo y
algunos militantes socialitas que formaban parte del grupo conocido por La Motorizada,
de la que era miembro Luis Cuenca, al parecer autor del disparo que causó la muerte del
líder derechista.26. Este grupo partió de Pontejos con el ánimo de vengar la muerte de su
compañero, primero se dirigieron al domicilio de Gil Robles, luego parece que fueron al
de Antonio Goicoechea, al no encontrar a ninguno de los dos es cuando se dirigen al de
Calvo Sotelo. Esto desmonta la teoría que el asesinato de Calvo Sotelo estuviera
programado de antemano. Calvo Sotelo fue detenido en su domicilio para trasladarlo –
según le comunicó el capitán Condés- a la DGS, durante el trayecto es cuando Luis
Cuenca efectúa el disparo que acaba con la vida del líder de Renovación Española.
A los que defienden que fue un crimen de Estado preparado por las fuerzas de seguridad
del Estado y por socialistas, se les podría responder que los miembros de la Guardia de
Asalto pertenecían todos a la 2ª Compañía, la misma que el teniente Castillo, que era
conocida porque la mayoría de sus miembros eran militantes de izquierdas; segundo que
en aquellos momentos no había ningún miembro del PSOE que formara parte del
Gobierno. Es más cuando se produce el asesinato del teniente Castillo, y así lo
corrobora Gil Robles- un grupo de guardias se dirigieron al ministro de la Gobernación)

26
La Motorizada estaba formada por jóvenes socialistas del sector prietista que se habían negado
incorporarse a las JSU. Este grupo solía proteger a Prieto en sus mítines. Según cuenta Octavio Cabezas
en su biografía sobre Indalecio Prieto, Luis Cuenca salvó la vida al diputado socialista cuanto éste fue
tiroteado en Ecija, en el transcurso de un mitin, por elementos del bando caballerista. Esto no quiere decir,
como algunos han insinuado, que Cuenca fuera el guardaespaldas personal de Indalecio Prieto.
según otros al director general de Seguridad) pidiendo se procediera a la detención de
políticos de derechas. Dado lo airado de su petición estos guardias fueron puestos bajo
arresto, lo que demuestra que el Gobierno no estaba dispuesto a actuar como brazo
vengador del asesinato del teniente Castillo.

Es absurdo mantener que fue un crimen de Estado, entre otras razones porque sería de
necios utilizar de forma tan abierta un coche oficial y personal uniformado. Tiene tan
poca base esta falacia que basta con ir a la Causa General –esa que tanto les gusta
utilizar como fuente fidedigna a los historiadores profranquistas- en la que, en ningún
momento, se menciona la participación del estado en el asesinato del líder derechista.

Pero por si no fuera suficiente tenemos los testimonios de Gil Robles (No fue posible la
paz), que afirma que nunca tuvo prueba alguna que el Gobierno estuviera implicado en
el asesinato y que él personalmente estaba convencido de que no fue así; y de Pedro
Sainz Rodríguez (Testimonios y recuerdos) amigo personal de Calvo Sotelo, cofundador
del Bloque Nacional, enlace de Sanjurjo el 18 de julio y ministro de Instrucción Pública
con Franco-, nos relata que dedicó mucho tiempo a investigar el asesinato de su amigo y
correligionario, y que no pudo encontrar nada que pudiera hacer pensar que fue un
crimen de Estado.

Pero a pesar de que todas las pruebas existentes apuntan a la inocencia del Gobierno en
el asesinato de Calvo Sotelo, aún hoy en día hay quién defiende lo contrario –véase por
ejemplo la entrada de Wikipedia-.

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