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Pablo Sánchez-Ostiz
Catedrático (acr.) de Derecho penal
Universidad de Navarra
Colección: Atelier Penal
Directores:
Jesús-María Silva Sánchez
(Catedrático de Derecho penal de la UPF)
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en los arts. 270, 271 y 272 del Código Penal
vigente, podrá ser castigado con pena de multa y privación de libertad quien reprodujere, plagiare, distribuyere
o comunicare públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo
de soporte, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de
sus cesionarios.
I.S.B.N.: 978-84-15690-53-5
Depósito legal: B-17460-2014
PRÓLOGO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
INTRODUCCIÓN.
DE NUEVO SOBRE LA DOCTRINA DE LA IMPUTACIÓN EN DERECHO PENAL . ..... 17
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Índice
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La libertad del Derecho penal. Estudios sobre la doctrina de la imputación
C APÍTULO 9. L A
LIBERTAD DEL DERECHO PENAL: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
*
DECIMOS LIBERTAD? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
I. Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
II. Planteamiento de la situación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
III. Analítica de la libertad: dos distinciones necesarias. . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
IV. Síntesis de la libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
IV.1. La libertad antropológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
IV.2. La elección básica o volición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
IV.3. La elección moral o voluntariedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
IV.4. Las libertades políticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
V. Algunas consecuencias de este planteamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
VI. Final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
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A BREVIATURAS PRINCIPALES
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Pablo Sánchez-Ostiz
JR Juristische Rundschau
JRE Jahrbuch für Recht und Ethik. Annual Review of Law and Ethics
JZ Juristen Zeitung
núm. marg. número marginal
orig. fecha original del trabajo citado
PG parte general
PE parte especial
r.a. resaltado añadido
RDPC Revista de Derecho Penal y Criminología
reimpr. reimpresión
RIFD Rivista Internazionale di Filosofia del Diritto
RPCP Revista Peruana de Ciencias Penales
r.t, resaltado en el texto citado
SchwZStr Schweizerische Zeitschrift für Strafrecht
StGB Strafgesetzbuch, código penal
trad. traducción, traductor
ZStW Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN. DE NUEVO SOBRE
LA DOCTRINA DE LA IMPUTACIÓN
EN DERECHO PENAL
Los estudios aquí agrupados tienen un tema común: esa operación cotidia-
na de atribuirnos responsabilidad, que denominamos «imputación», y que
empleamos también —no podía ser menos— en Derecho penal.
En Imputación y teoría del delito (publicado en 2008) me refería de mane-
ra monográfica a la imputación como operación de atribución de hechos (y
omisiones). Se trata de una indagación sobre su origen doctrinal, así como
sobre su recepción por la doctrina penal y su plasmación en la llamada «teoría
del delito». Pero dicha publicación se enmarca en una investigación más amplia
en la que vengo ocupándome desde hace años. Así lo muestra además el que
emprendiera en su momento la traducción, y coordinación de traducciones, al
castellano de trabajos de Hruschka sobre la doctrina de la imputación (que
fueron publicadas como Imputación y Derecho penal. Estudios sobre la teoría
de la imputación, 2005). Dicha obra colectiva, así como la monografía de 2008,
y este libro que ahora ve la luz, plasman el trabajo de investigación de unos
cuantos años. Algunos conceptos y problemas puntuales han ido apareciendo
antes y después de la publicación de 2008, al ritmo que imponía la necesidad
de exponer algunas ideas en un seminario o conferencia, o de contribuir en
un libro homenaje. A su vez, el interés y la crítica que iban suscitando (en semi-
narios, recensiones y otras ocasiones) me ha animado a proseguir en esa línea
de investigación iniciada años antes. Ahora, pasado cierto tiempo, veo que el
número de estos trabajos publicados en diversas revistas y libros colectivos es
elevado. Pienso que encierra interés presentarlos todos en un solo volumen
por ser expresión y desarrollo de una misma idea originaria. Lo cual servirá
para evitar que pase desapercibido algún texto publicado en medios inusuales,
o en idioma distinto al castellano.
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Hace ya un tiempo leí en una obra del filósofo Alejandro Llano que uno de los
retos del pensamiento actual sigue siendo el de la construcción de una teoría de
la acción. A quienes venimos del Derecho penal, la idea se nos presenta como uno
de esos retos generalizados que acaban siendo una empresa común: la de la cons-
trucción de las teorías del delito, en las que venimos ocupándonos los penalistas
desde hace más de cien años, y que enlaza con la finalidad buscada por la doctri-
na de la imputación desde hace siglos. Quienes se hallan implicados en el estudio
de las categorías propias de las teorías del delito podrían reconocer con justicia
que en los últimos años han avanzado por sendas como la teoría de sistemas y el
funcionalismo; y que en la actualidad su empeño es compartido por no pocos
filósofos de la acción, que van desde los de tradición analítica hasta los de corte
fenomenológico. Y en esta trayectoria no son escasas las cuestiones metodológicas
y de contenido que revelan un profundo trasfondo filosófico (normativización de
las categorías, valor de lo «ontológico», papel de la libertad…). A esto se añade
que la acción humana ha sido objeto de expreso interés por no pocos autores
contemporáneos, que van desde Habermas en su Teoría de la acción comunicati-
va, hasta los analíticos como Davidson, o los pragmatistas como Rorty, entre otros.
No podemos sino concluir que aquel reto anunciado por Llano se ha convertido,
en efecto, en una empresa común que aúna a juristas y filósofos. Al menos, no
resulta descabellado plantear las teorías del delito como una teoría de la acción
humana, algo que, a mi modo de ver, se percibe por cierto en el enfoque de
Welzel. De este modo, su planteamiento sería algo más que una teoría del delito.
Dicho reto ha sido asumido por no pocos penalistas en tiempos más o menos
recientes. Basta pensar en las obras de Lesch (Der Verbrechensbegriff. Grundlinien
einer funktionalen Revision, 1999) y ahora Pawlik (Das Unrecht des Bürgers.
Grundlinien der Allgemeinen Verbrechenslehre, 2012). Y, entre nosotros, en la
propuesta programática que traza Silva para idear la construcción de la teoría del
delito (en Aproximación al Derecho penal contemporáneo, 1992 y 2010), o en
la de Vives (Fundamentos del sistema penal, 1996 y 2010) sobre su concepción
significativa la acción. Al adentrarme en la doctrina de la imputación pretendía
sumarme a dicho esfuerzo. En todo caso, este reto debe todavía asumir algunos
aspectos que no han quedado suficientemente tratados. Me refiero a ámbitos,
próximos a las categorías de la imputación, que yo no he tenido la oportunidad
de abordar de manera adecuada, y que requieren un estudio separado, que queda
para ocasiones futuras. En concreto, me refiero, en primer lugar, a la cuestión
de la relación entre lo que se imputa y la base bio-física, el sustrato; en segundo
lugar, el concepto de norma que sirve de punto de partida para atribuir algo
como hecho, y que exige partir de ideas comunes que nos permitan tratar con-
ceptos claves como los de dolo, tentativa, error, culpabilidad, entre otros; en
tercer lugar, la categoría del bien jurídicopenal, de la que se espera que permita
dotar de contenido a la antijuricidad y servir para determinar lo que se sitúa bajo
la protección del Derecho penal; y, finalmente, las plasmación procesal de las
operaciones de imputación y valoración de los hechos.
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la que escasean las posiciones claras). En todo caso, una teoría del delito que
se precie de construirse como teoría de la acción debe atender al concepto de
norma, y exige del que la formule una construcción coherente de tal concepto.
Una construcción que no puede eludir la plausible consideración de la norma
como determinación y como valoración. No faltan las construcciones en la doc-
trina penal española que afrontan este reto (Mir). Y pienso que los esfuerzos en
esta materia han de dar sus frutos, a pesar de que sean más asequibles el estilo
y planteamiento de un von Liszt frente a los de Binding o A. Merkel.
iv) A los temas pendientes que ahora señalo se añade uno más, un cuarto
ámbito en el que desarrollar la teoría del delito como teoría de la acción. El
del procesamiento de la acción como hecho en medios institucionales de atri-
bución de sentido: el proceso penal. Se trata del reto de «procesalizar» las ca-
tegorías penales, pues es en el marco del proceso, y con los condicionamientos
de éste, donde se dan cita las operaciones de imputación, las normas de con-
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ducta cuya infracción lleva consigo la sanción, la acción a imputar como hecho
y los datos a probar.
No se trata únicamente de garantizar que los datos que sirven de base a las
categorías y requisitos dogmáticos sean susceptibles de prueba en un proceso
judicial. Esto es ciertamente un aspecto de la cuestión. Otro, y de más alcance,
es el de aceptar que la normativización de las categorías que más arriba indica-
ba se produce en muy diversos ámbitos, algunos de ellos, jurídicos. Uno de ellos
es el del proceso. Pero es el lugar de normativización por antonomasia (más
incluso que el que se da en la legislación). Además, el proceso, como instrumen-
to de solución de «conflictos» (hechos injustos) sociales, es el lugar —junto con
la legislación— en el que contenidos de Política criminal y categorías dogmáticas
se dan cita para conducir a la concreta decisión. Esa atención al proceso puede
alumbrar algunos aspectos de nuestro trabajo. Pienso en concreto en la mencio-
nada normativización de las categorías, que se evidenciaría en el grado de cer-
teza exigido para probar los hechos en el proceso. También en la dualidad de
operaciones (atribuir e interpretar) que se corresponden con los momentos de
acusación y valoración. El proceso como objeto de interés va más allá de la
probática y el estudio de detalles procedimentales: se refiere sobre todo al con-
texto en el que se dan cita la acción penal (de nuevo, otra curiosa coincidencia
terminológica) y la «acción» del agente criminal.
Hasta aquí los cuatro temas que me parecen ineludibles. Mi experiencia ha
sido que los temas de investigación de los que nos ocupamos los penalistas, y
que acabo de plantear como retos para una ulterior investigación, no son muy
dispares entre los diversos sectores de la Filosofía y del Derecho, como tampo-
co son muy diversos de los tratados por autores desde hace siglos. Durante estos
años, al exponer y discutir con colegas de otras disciplinas sobre temas comunes,
me he convencido de que la teoría del delito goza de un nivel de abstracción y
de capacidad de rendimiento conceptual muy superior a las estructuras emplea-
das en otros ámbitos. A la vez, sería muy extraño que, abordando todos unos
mismos objetos de estudio (hecho, libertad, injusto…), fueran muy dispares las
instituciones. Algo no funcionaría en un sector del saber que sostuviera tesis tan
distintas a las de otros ámbitos colindantes. De nuevo, las palabras de Pascal
sobre lo extraño de una verdad que dejara de serlo al cruzar los Pirineos reso-
narían para las cuestiones fronterizas entre ámbitos del saber. Y con ello la duda
sobre el carácter científico de un saber se transformaría en certeza.
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Este libro reúne nueve estudios sobre la doctrina de la imputación. Los tres
primeros exponen los principales conceptos de la doctrina de la imputación; y
los cinco siguientes se centran en algunas categorías concretas. El noveno y
último reviste carácter de epílogo o cierre con cierta visión general.
En los primeros trabajos se abordan las que, en mi opinión, son aportaciones
históricas de dicha doctrina; y que residen concretamente en la visión del agen-
te como origen de la «acción», la distinción de dos estadios de la imputación (el
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