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net/publication/327287890
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Diego Guerrero
Complutense University of Madrid
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ECONOMÍA
BÁSICA
2
ECONOMÍA BÁSICA. UN
MANUAL DE ECONOMÍA
POLÍTICA.
3
ECONOMÍA BÁSICA
UN MANUAL DE ECONOMÍA POLÍTICA
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN
II. ENFOQUES DE LA ECONOMÍA
III. EL OBJETO DE LA ECONOMÍA: ¿MAXIMIZACIÓN O PRODUCCIÓN?
IV. BIENES, MERCANCÍAS Y DINERO
V. EL CAPITAL
VI. LA PRODUCCIÓN
VII. LA RENTA NACIONAL
VIII. LA TEORÍA DEL CAPITAL (I): COMERCIO Y AGRICULTURA
IX. LA TEORÍA DEL CAPITAL (II): LA INDUSTRIA
X. LA TEORÍA CONTRA EL CAPITAL
XI. MICROECONOMÍA
XII. MACROECONOMÍA
APÉNDICE: EJERCICIOS Y PROBLEMAS RESUELTOS
BIBLIOGRAFÍA
4
TABLA DE MATERIAS
I. INTRODUCCIÓN
0 Nota aclaratoria
1.1 Teoría económica y economía
1.2 Etimología y perspectiva histórica
1.3 Economía Política y Economics
1.4 Economía y ciencia
1.5 Recapitulación
1.6 Para seguir leyendo
1.7 Ejercicios y problemas
II. ENFOQUES DE LA ECONOMÍA
2.1 Ortodoxia y heterodoxia
2.2 ¿Hay varios tipos de economistas?
2.3 Economía y matemáticas
2.4 Economía y mundo real (postautistas)
2.5 Recapitulación
2.6 Para seguir leyendo
2.7 Ejercicios y problemas
III. EL OBJETO DE LA ECONOMÍA: ¿MAXIMIZACIÓN O PRODUCCIÓN?
3.1 Escasez y recursos económicos
3.2 Eficiencia y maximización
3.3 Producción y distribución
3.4 Medios de producción y medios de consumo
3.5 Recapitulación
3.6 Para seguir leyendo
3.7 Ejercicios y problemas
IV. BIENES, MERCANCÍAS Y DINERO
4.1 Bienes y productos
4.2 Productos y mercancías
4.3 De la mercancía al dinero
4.4 Los usos del dinero y el capital
4.5 Recapitulación
4.6 Para seguir leyendo
4.7 Ejercicios y problemas
V. EL CAPITAL
5.1 Excedente y acumulación de capital
5.2 Perspectiva histórica: la acumulación originaria del capital
5.3 Economía de mercado
5.4 Modo de producción capitalista
5.5 Recapitulación
5.6 Para seguir leyendo
5.7 Ejercicios y problemas
5
VI. LA PRODUCCIÓN
6.1 Factores productivos
6.2 Ley de los rendimientos decrecientes
6.3 Frontera de posibilidades de producción
6.4 Eficiencia y coste de oportunidad
Apéndice: Instrumental matemático y geométrico
6.5 Recapitulación
6.6 Para seguir leyendo
6.7 Ejercicios y problemas
VII. LA RENTA NACIONAL
7.1 Sectores y agentes económicos
7.2 Empresas, familias y renta nacional
Apéndice: Las tablas input-output
7.3 El Estado
7.4 Las clases sociales
7.5 Recapitulación
7.6 Para seguir leyendo
7.7 Ejercicios y problemas
VIII. LA TEORÍA DEL CAPITAL (I): COMERCIO Y AGRICULTURA
8.1 Esquema de la historia del pensamiento económico
8.2 Los mercantilistas: Comercio y oro
8.3 Los fisiócratas: Naturaleza y clases sociales
8.4 Los primeros críticos
8.5 Recapitulación
8.6 Para seguir leyendo
8.7 Ejercicios y problemas
IX. LA TEORÍA DEL CAPITAL (II): LA INDUSTRIA
9.1 Los clásicos y la Mano Invisible
9.2 La teoría del valor y la ley de los mercados
9.3 El estado estacionario
9.4 Los primeros economistas socialistas
9.5 Recapitulación
9.6 Para seguir leyendo
9.7 Ejercicios y problemas
X. LA TEORÍA CONTRA EL CAPITAL
10.1 El Marx no economista: el trabajo
10.2 El Marx economista: el plustrabajo
10.3 Depauperación, rentabilidad y crisis
10.4 Conclusión
10.5 Recapitulación
10.6 Para seguir leyendo
10.7 Ejercicios y problemas
6
XI. LA MICROECONOMÍA
11.1 El mercado: oferta y demanda
11.2 El consumidor y la teoría del valor
11.3 La empresa: producción y costes
11.4 La competencia
11.5 Recapitulación
11.6 Para seguir leyendo
11.7 Ejercicios y problemas
XII. LA MACROECONOMÍA
12.1 Renta nacional y Contabilidad nacional
12.2 Equilibrio macroeconómico y desempleo
12.3 Dinero y sector financiero
12.4 El Estado y la política económica
12.5 Recapitulación
12.6 Para seguir leyendo
12.7 Ejercicios y problemas
APÉNDICE: EJERCICIOS Y PROBLEMAS RESUELTOS
7
I. INTRODUCCIÓN
0 Nota aclaratoria
1.1 Teoría económica y economía
1.2 Etimología y perspectiva histórica
1.3 Economía Política y Economics
1.4 Economía y ciencia
1.5 Recapitulación
1.6 Para seguir leyendo
1.7 Ejercicios y problemas.
0 Nota aclaratoria
En estos momentos (febrero de 2016) en los que todavía no hemos salido de la Gran
Depresión que comenzó en 2007-2008 (“Gran Recesión”, la llaman) pero ya se oyen los
primeros pasos de lo que puede ser pronto una nueva crisis real y financiera, ningún
estudiante puede dejar de tener un enorme interés (y angustia también) en la
economía, no sólo por lo importante en todos los sentidos que es esta situación para él
sino también para su familia, sus amigos y todo el mundo alrededor de él… Pero
aunque estuviéramos en las más apacibles y gratificantes condiciones de la vida social,
el interés por la economía sería también muy grande. No puede ser de otra manera,
porque todo el mundo sabe que lo económico es importante para todos y para casi
todos los aspectos de su vida. Pues bien, si preguntamos a cualquiera qué entiende él
o ella por economía, probablemente nos daría, desde su ingenuidad, una respuesta al
menos tan sensata como (si no más que) la de los economistas más preparados y
clarividentes.
En una economía como la actual, nos hablará de dinero: por qué tenemos poco y otros
mucho, por qué se nos va una cantidad cada vez mayor de él cuando vamos de
compras, por qué necesitamos trabajar (al menos la mayoría de nosotros) para
conseguir ese dinero y por qué trabajando es como se producen las cosas que luego
hay que comprar. Por qué, sin embargo, no siempre podemos trabajar aunque
queramos, por qué, incluso si trabajamos, no lo pasamos nada bien en el trabajo, entre
otras cosas porque nos dan órdenes en él que no nos gustan, y por qué también el
gobierno da órdenes que no nos gustan, o sólo gustan a unos pocos. Por qué la
empresa en la que trabajamos gana dinero o gana mucho dinero, pero también lo pasa
mal en ocasiones; por qué tiene que competir con las demás, por qué también las
empresas extranjeras compiten con las de aquí y algunos dicen que por su culpa
estamos peor de lo que deberíamos. Por qué los gobiernos de los distintos países, que
tienen mucho que ver con la economía, a veces discuten entre sí y otras veces parecen
muy de acuerdo entre ellos, y por qué lo que haga cada gobierno tiene más
posibilidades de perjudicarnos que de beneficiarnos… Estas y otras muchas preguntas
fundamentales que podrían seguir a estas se le vienen a la cabeza a cualquiera, y es
evidente por qué todo el mundo se interesará por cuáles sean las soluciones, o por lo
menos las respuestas, a todas ellas.
Y si esto es así, se preguntará el lector, ¿por qué no empezar este libro estudiando
estos hechos y fenómenos sin mayores preámbulos? Una respuesta sería: porque no
8
En definitiva, lo que queremos decir es que en este libro nos gustaría poder empezar
directamente por el tema 3, analizando desde ya los conceptos más básicos de los que
debemos proveernos para estudiar con provecho los fenómenos a los que nos
referíamos al principio. Sin embargo, esperamos que el lector comprenda la
importancia de los dos primeros capítulos, y, siendo así, que nos perdone por
impedirle saltar directamente sobre presas más apetitosas. Y puestos a pedir perdón,
pidamos también comprensión para el autor de un libro que, a pesar de la importancia
que tiene en él Karl Marx, empieza con la cita de un economista nazi que viene seguida
por una segunda cita procedente de un economista ultraliberal de la escuela austriaca:
Ludwig von Mises (1881-1973). Y ello porque compartimos con este último el
pensamiento que encierra el párrafo con que cerramos esta Nota aclaratoria, pero
sobre todo porque con las referencias a diversos autores y escuelas desde el principio
del curso queremos resaltar la importancia que vamos a acordar a estos problemas en
el enfoque que caracteriza a este libro:
“Lean todo lo que sus profesores les indican leer. Pero no lean sólo eso. Lean
más. Lean todo acerca de un tema, desde todos los puntos de vista, ya sean
socialista-marxista, intervencionista o liberal. Lean con mente abierta.
Aprendan a pensar. Sólo cuando conozcan su campo desde todos los ángulos
podrán decidir qué es correcto y qué es falso. Sólo entonces estarán
preparados a responder a todas las preguntas, inclusive las que les hagan sus
opositores”.3
1
Se trata de Stackelberg: Heinrich von Stackelberg, barón de Stackelberg (1905-1946), fue un
economista nazi alemán de origen estonio que nació en Moscú y vino a la España franquista en
1944 como profesor invitado de la Universidad Complutense de Madrid, y en esta ciudad
murió de un linfoma dos años después, tras haberse hecho un nombre internacional en la
teoría del duopolio y de la Economía industrial en general. Nos gustaría dar una información de
este tipo cada vez que aparezca cualquiera de los muchos nombres propios que aparecerán en
este libro, pero no habrá espacio para ello.
2
Stackelberg 1943, prefacio a la primera edición alemana, p. xviii. También estamos de
acuerdo con Kenneth Boulding (“uno de los 200”: véase la nota 3) cuando afirma que “la
Economía tiene un problema peculiar de exposición, que consiste en que sus diversas partes
están mucho más íntimamente relacionadas que en otros estudios. Por lo tanto, a menos que
el alumno consiga cierta visión de conjunto del análisis, es probable que pase por alto el
significado de cada una de las partes que estudia.” (Boulding 1966, p. 1).
3
Ludwig von Mises, 1973. Al mencionar a Mises, aprovecharemos para dar una orientación
general al lector. Como es muy probable que el estudiante que se aproxima por primera vez a
un manual de Economía tenga una idea casi nula de quiénes son los economistas más
9
Pues bien, diremos a partir de ahora que la Economía con mayúsculas es lo mismo que
la “teoría económica” (o, si se quiere, usando sinónimos, “ciencia” económica,
“disciplina” económica, “análisis” económico, “pensamiento” o “ideas” económicas,
“escuelas”, “doctrinas”…); en definitiva, es esa parte del pensamiento humano que
trata de los fenómenos de la economía (con minúsculas), siendo esta economía con
minúsculas el campo de las realidades o fenómenos que consideramos económicos.
Por supuesto, aún está por definir que sea “lo económico”5 que estudia la teoría
económica: esto lo estudiaremos sistemáticamente a partir del tema II, pero nos
parece razonable seguir usando la convención de llamar economía al ámbito de lo
económico, y Economía al estudio de este ámbito. Pero el estudiante debe recordar
que se trata de una convención, es algo convencional que sólo tiene validez mientras
no se imponga otra convención distinta; por otra parte, se puede distinguir
perfectamente entre los dos planos señalados sin utilizar esta convención tipográfica.
En cualquier caso, es conveniente recordar que oralmente no es posible distinguir
Economía de economía.
importantes dentro de la historia del pensamiento económico, y estando convencido el autor
de este libro de que aprender el nombre de muchos economistas importantes es muy útil para
el estudiante, usaremos aquí un pequeño truco para identificar a los que forman parte del
núcleo de los escogidos. El truco consiste en que usaremos como referencia dos libros de
historia del pensamiento económico de Mark Blaug, dedicados respectivamente a los “grandes
economistas antes de Keynes” (1985) y a los “grandes economistas después de Keynes”
(1986); y como estos economistas resultan ser 100 en cada libro, cada vez que citemos
nosotros a uno de los incluidos en esos dos libros diremos que se trata de “uno de los 200”.
Evidentemente, el criterio de selección es el elegido por el propio Blaug y puede ser tan
discutible como lo sería el de cualquier otro historiador del pensamiento económico.
4
Un libro reciente donde sí aparece la distinción es Etxezarreta 2015.
5
Rosa Luxemburgo escribió al respecto: “La economía política es una ciencia extraña. La
dificultad y el enfrentamiento de opiniones comienzan ya en el primer paso que se da en este
terreno, comienzan ya a propósito de la pregunta más elemental: ¿cuál es el objeto propio de
esta ciencia?” (Luxemburg 1972, p. 1).
10
economía, debemos distinguir entra la afirmación de quienes creen que Keynes –uno
de los economistas más célebres del siglo XX– hizo una revolución en el terreno de las
ideas económicas, y la afirmación de que Lenin –uno de los políticos y estadistas más
importantes del siglo XX– hizo posible una revolución de la realidad económica rusa.
Podría proponerse la idea de que la “revolución” del primero6 se manifiesta en que
fundó un ámbito nuevo de estudio, la Macroeconomía; pero sería una idea muy
distinta afirmar que Lenin, al fundar un nuevo Estado, la URSS, revolucionó al mismo
tiempo la economía del país, o su macroeconomía, aboliendo buena parte de la
propiedad privada capitalista e introduciendo en la planificación económica a gran
escala. Puede que ambas ideas sean discutibles o incluso falsas, pero es un hecho que
se refieren a cosas distintas como son la Economía y la economía.
Una vez distinguida, respecto a lo económico, la realidad de las ideas sobre la realidad,
podemos preguntarnos si no habría que matizar diciendo que, no sólo “lo económico”
puede influir y cambiar “lo Económico” (palabra que en español no puede escribirse
así, pues los adjetivos van con minúsculas), sino que también puede ocurrir a la
inversa. Por ejemplo, no cabe duda de que los cambios en la economía de la URSS
fueron uno de los factores del cambio en el pensamiento de sus economistas; pero
también cabe plantear que las ideas económicas de Keynes pudieron servir de
fundamento a políticas económicas efectivamente llevadas a cabo por el gobierno que
produjeron cambios en algún aspecto de la realidad económica7.
Con la distinción que acabamos de ver, no hemos hecho sino denominar a nuestra
disciplina de estudio. Pero ahora veremos que, a lo largo de la historia, el nombre que
ha recibido el estudio de la economía no ha sido siempre el mismo desde el principio,
sino que ha ido variando en el tiempo hasta llegar a las dos denominaciones más
habituales en la actualidad: la Economía (a secas), que en inglés se dice Economics, y la
Economía política (en inglés, Political Economy).
hijos y otros descendientes y parientes, y también por los bienes y esclavos que
integran el patrimonio familiar. Por tanto, es el conjunto de bienes y personas que
componían la unidad básica de la polis. Aristóteles describe el oikos como una
“comunidad constituida naturalmente para la satisfacción de las necesidades
cotidianas”, cuyos miembros se definen como aquellos que han sido criados con un
mismo alimento.
Por su parte, nomos (en griego, νόμος) es ley, regla, norma… Por tanto, la oikonomía
sería la economía doméstica o administración de la casa u hogar, el buen manejo y
gestión de la unidad familiar y su hacienda. Aristóteles, en el capítulo introductorio de
su Política, contrapone a la oikonomía la “crematística” (del griego khrema, la riqueza,
la posesión) que es “el arte de la adquisición”, el arte de hacerse rico y adquirir
riqueza. Esta contraposición es lo que el famoso antropólogo e historiador económico
Karl Polanyi consideraba “probablemente la más profética observación jamás hecha en
el campo de las ciencias sociales”8.
Pues bien, desde este punto de vista, lo que hoy llamamos economía tiene más que
ver con la crematística que con la oikonomía, y otro tanto ocurre en los otros
ejemplos, que veremos a continuación, en los que el contenido y el nombre de la
economía no siempre han ido unidos. Así, en el siglo XVII tenemos dos ejemplos de
este tipo, distintos pero complementarios: uno que con el nombre de Economía
política estudia sólo una fracción pequeña del ámbito de lo económico, y otro que
llama a la Economía de una forma diferente y un tanto extraña.
En cuanto al primero, hay que decir que un autor francés llamado Antoine de
Montchrestien (o Montchrétien), que escribió en 1615 un Traité d’économie politique
[Tratado de economía política], se convirtió con esta obra en el primero que puso
“Economía política” en el título de un libro. Siendo Montchrétien (1575-1621), señor
de Wateville, un dramaturgo y autor de obras literarias, no sorprende que la
8
Citado en Cano et al. 2005, p. 47.
9
Así, Cicerón sentenció: “Pues no hay nada tan característico de la estrechez y nimiedad del
alma como el amor de la riqueza; y no hay nada más honorable y noble que ser indiferente al
dinero, si uno no lo posee, o dedicarlo a beneficencia y liberalidad, si lo posee” (Cicerón 1913,
p. 71).
12
originalidad de la obra económica de este autor no sea muy grande, razón por la cual
hoy se le recuerda entre los economistas poco más que por el título de su libro, que
encerraba un pensamiento mercantilista que se sitúa entre los de Bodino y Colbert. Sin
embargo, al unir la oikonomía con la palabra “política” (adjetivo relativo a “polis”,
πόλις, palabra griega que se refiere a la ciudad-estado de la Grecia clásica y que
serviría hoy para el Estado), algunos señalan que este autor añadió al contenido
original de la economía (del oikos) todo lo relativo a la gestión del patrimonio público –
algo así como lo que hoy llamamos Hacienda pública o Economía pública: lo relativo a
los ingresos y gastos del Estado–, pero dejó fuera lo que era la crematística10.
Por su parte, William Petty11 (1623-1687), un inglés nacido dos años después de la
muerte de Montchrétien, fue un economista hoy y ya entonces prestigioso, precursor
de algunas de las ideas económicas contemporáneas más importantes, aparte de
estadístico, médico y filósofo. Además de precursor de la teoría laboral del valor, el
enfoque matemático y estadístico que aplicó a sus estudios demográficos, geográficos
y económicos permite considerar que obras como su Aritmética Política (publicada en
1690), varios ensayos más “sobre aritmética política” o su Anatomía política de Irlanda
forman en su conjunto un auténtico tratado de Economía política (véase Petty
1963c)12.
Digamos, por último, que desde el siglo XVIII a la actualidad nunca han dejado de
aparecer libros y tratados de Economía llamados Economía política, y sólo a finales del
siglo XIX una parte de ellos comenzó a publicarse no bajo este nombre sino con el
nombre de Economics o Economía (a secas). Entre los autores de estos libros podemos
citar a filósofos como Jean-Jacques Rousseau, autor de una entrada en la Enciclopedia
francesa (de Diderot y D’Alembert) titulada Discurso sobre la Economía política (vid.
Rousseau 1754) y a economistas de todas las escuelas posteriores, desde (para citar
sólo a autores pertenecientes a los 200) James Steuart13 (Investigación sobre los
principios de la Economía política, 1767) y los demás “clásicos” –Ricardo (Principios de
Economía Política y Tributación, 1817), Juan Bautista Say (Tratado de Economía
Política, 1803), Malthus (Principios de Economía política, 1820), Sismondi (Nuevos
principios de Economía Política, 1819), Stuart Mill (Principos de Economía política: con
algunas de sus aplicaciones a la Filosofía social, 1848)– a Karl Marx (El capital; Crítica
de la Economía Política, 1867) y los “neoclásicos”: Jevons (Teoría de la Economía
Política, 1871), Walras (Elementos de Economía política pura, 1874)..., hasta que Alfred
Marshall escribiera en 1890 sus Principles of Economics.
10
Cosa que en realidad no es cierta, ya que el libro toca más temas de los que se dice
normalmente.
11
Uno de los 200.
12
Una famosa afirmación de Petty es la de que “el Trabajo es el Padre y principio activo de la
Riqueza, como las Tierras son su Madre” (Petty 1963a, p. 68). Por su parte, otros autores han
escrito que Petty “fue consciente de que cada problema económico (…) debe considerarse
como una parte integrante de un conjunto mayor, no como un fenómenos independiente. Esta
naturaleza ‘sistémica’ de su pensamiento es la que eleva a Petty por encima de sus
contemporáneos y es esta misma característica la que llevó a Karl Marx a calificarle de
‘fundador de la economía política moderna’” (Ekelund y Hébert 1990, p. 79).
13
Smith no habla de Economía Política en el título de la Riqueza de las Naciones, pero el libro
IV de esta lleva por título “De los sistemas de economía política”.
13
A finales del siglo XIX la situación cambió y diversos autores propusieron modificar el
nombre de la disciplina. Así, Hearn propuso en 1863 llamarla “plutología”, y MacLeod
la llamó “economics” (1875), definiéndola como la “ciencia que trata de las leyes que
gobiernan las relaciones de las cantidades intercambiables”. MacLeod convenció a
Jevons, quien, no obstante, llamó a su libro Teoría de la Economía política (1875), pero
Alfred Marshall14 y su mujer publicaron en 1879 su libro Economics of Industry, de lo
que se congratuló Jevons en la segunda edición de su libro (1879)15. En 1890 Marshall
publicó sus Principles of Economics, y Jevons llamó de la misma manera al libro que él
publicó en 1905. Sin embargo, como señala Groenewegen, la nueva denominación no
se impuso hasta la década de 1920, y el propio Marshall tomó los dos términos como
sinónimos en su célebre definición de la Economía: “La Economía política o Economía
es el estudio de la humanidad en los asuntos ordinarios de la vida; examina cómo
obtiene su renta y cómo la usa”16.
En cualquier caso, hay que decir que durante el siglo XX y hasta la actualidad han
sobrevivido los dos nombres, pudiendo distinguirse ahora entre dos grandes
tradiciones: la anglosajona, en la que predomina la Economía claramente, y la latina y
europea continental, donde la Economía convive con la Economía política. Los
manuales y las asignaturas introductorias de las carreras de Económicas en Estados
Unidos, Inglaterra, etc., se llaman Economía a secas, mientras que en el resto de
Europa se habla (en parte), bien de Economía política, bien de Economía nacional,
social, etc.
204). Por consiguiente, el uso del término Economía (la Economics del mundo anglosajón) queda
reservado para “la descripción generalizada”, por oposición a “la parte de nuestro campo de
interés que comprende esencialmente juicios de valor” (ibíd., p. 201), objeto, como se ha dicho,
de la economía “política”.
18
El neoclásico Hutchison advierte del “crecimiento de las pseudociencias que ya no están
confinadas a excéntricos sin importancia (...) sino que están organizadas en grandes masas de
creyentes militantes y perseguidores” (Hutchison 1938, pp. 10-11).
15
Como la elección entre Economía y Economía Política tiene que ver con la relación
entre esta disciplina y la ciencia, profundicemos algo más en esta cuestión. Se ha
discutido hasta la saciedad si la Economía es o no una ciencia. En parte, esto no es más
que un caso particular de la también eterna discusión sobre si las llamadas “ciencias
sociales” son ciencias, aunque no lo sean al mismo nivel que las llamadas “ciencias
físicas”. Pero por otra parte acabamos de ver que lo que parece a primera vista una
pura cuestión terminológica –si es preferible la Economía política a la Economics, o
viceversa– es en realidad una discusión sobre concepciones de la ciencia y, en
particular, sobre el papel de la subjetividad y la ideología dentro de la ciencia. Sin
pretender hacer aquí una historia de estos debates, ni siquiera reduciéndola al ámbito
de la economía, creemos de utilidad reflexionar sobre las tomas de posición al
respecto de una serie de economistas importantes.
Hoy en día, la mayoría de los economistas creen que la Economía sí es una ciencia,
aunque otros nos encontramos más cómodos hablando sólo de “disciplina”
(académica). Algunos hablan mucho de la Metodología Científica (con mayúsculas), y
otros preferimos limitarnos, a este respecto, a mencionar el muy usado ceteris paribus
y la famosa caja de herramientas de Joan Robinson (véase el Recuadro 1.1).
RECUADRO 1.1
“El elemento tiempo es la principal causa de aquellas dificultades que en las investigaciones
económicas hacen necesario que el hombre, con sus facultades limitadas, vaya avanzando
paso a paso, dividiendo una cuestión compleja en diversas partes, estudiando sólo una de
éstas a un tiempo y combinando finalmente las soluciones parciales en una solución más o
menos completa de todo el problema. Al dividirla, segrega aquellas causas perturbadoras,
dejándolas, por el momento, en una especie de depósito que podría denominarse ceteris
paribus. El estudio de algún grupo de tendencias se aísla mediante el supuesto de que las
demás cosas permanecen iguales: no se niega la existencia de otras tendencias, pero se deja
de lado por el momento su efecto perturbador. Cuanto más se reduzca la cuestión, tanto
más exactamente podrá tratarse, pero también tanto menos íntimamente corresponderá a
la vida real. Sin embargo, cada estudio exacto y firme de una cuestión reducida ayuda a
estudiar mejor las cuestiones más amplias en las que aquélla está contenida. Con cada paso
que se da hacia adelante, un mayor número de cosas pueden ir sacándose del depósito: los
razonamientos estrictos pueden hacerse menos abstractos; los realísticos, menos inexactos,
dentro de lo que es posible en una etapa inicial”19.
19
Marshall 1890, p. 303.
20
Una de los 200.
16
“Además, fue Joan Robinson quien proporcionó la descripción más certera de la ventaja de
formalizar la teoría económica para su aprendizaje, al afirmar que ‘La Teoría económica es
una caja de herramientas’”21.
“Pues bien, esta caja de herramientas, en la que se encuentran instrumentos clásicos como
el ejemplo numérico, la simbología matemática, el diagrama, los métodos cuantitativos,
sigue siendo necesaria para el estudio y aprendizaje de los modelos económicos, pero hoy
es una caja más sofisticada, al haber sido complementada con una nueva y poderosísima
herramienta de uso generalizado como es el ordenador, cuyas virtudes docentes se están
generalizando, aunque están aún sin explorar en su totalidad”22.
“nada que ver con el laissez-faire, como tampoco con el comunismo (...) Se
mantiene al margen de todos los sistemas existentes (...) No formula juicio
alguno, permaneciendo (...) neutral ante los programas sociales en pugna (...)”;
ahora bien, “todo lo que adopta la forma de un plan (...) no posee (...) ninguna
de las características de una ciencia (...) Las preguntas ¿Qué es? ¿Qué debe ser?
son distintas”28.
Sin hablar de Economía positiva ni de Economía normativa, Cairnes enlaza aquí con la
tradición que distingue entre la Economía como ciencia y la Economía como arte.
Como escribía el joven Stuart Mill (1806-1873):
Pero el problema es que las cosas no están tan claras en la realidad: igual que hay
lugares de intersección entre la Economía positiva y la normativa, también ocurre lo
mismo con la ciencia y el arte. Así, ya Jeremy Bentham30 (1748-1832) –que opinaba
que “la única utilidad de la ciencia es servir de fundamento al arte”31– afirmaba
también que no existe “ningún punto que pertenezca a uno de los dos con exclusión
del otro (...) En cada caso, los hallamos tan profundamente mezclados que son
inseparables (...) No existe una línea divisoria clara entre arte, por un lado, y ciencia,
por otro (...)”32. Esto último se observa en la famosa definición de Adam Smith, para
quien la Economía no era sino “uno de los ramos de la ciencia del legislador o del
estadista”33, pero ello no le impidió concebir su objeto de estudio –al menos, el de los
cuatro primeros libros de su obra La Riqueza de las Naciones– como un intento de
explicación de “en qué consiste el ingreso regular del conjunto de los moradores de un
país”, planteando dicha búsqueda como una actividad claramente “positiva” o
científica.34
28
Cairnes 1875, pp. 241, 252-256 y 322.
29
Mill 1836, pp. 123-124.
30
Uno de los 200.
31
Bentham 1952, vol. I, pp. 223-224.
32
Bentham 1843, pp. 252-253.
33
Smith 1776, p. 377.
34
Smith 1776, p. 6.
18
Sin embargo, Henry Sidgwick35 parecía tenerlo más claro que Bentham, ya que se
atrevió a enumerar los componentes de la Economía normativa, es decir, del arte; tras
afirmar que la Economía política comprende tanto la ciencia de “lo que es” como un
segundo componente que cabría llamar “arte”36, señala que este se ocupa de “la teoría
de la provisión para los gastos gubernamentales”, del “arte de maximizar la proporción
de producto de que disfruta la población” y del “arte de distribuir justamente el
producto”37.
Pigou, en cambio, no está de acuerdo. Según él, la Economía no puede ser “un arte, ni
enunciar directamente preceptos de gobierno. Es una ciencia positiva de lo que es y de
lo que tiende a ser, no una ciencia normativa de lo que debe ser”38.
“Las suposiciones básicas de la teoría económica son bien de una clase tal que
son inverificables (...) o bien de una clase que las hace estar directamente en
contradicción con la observación de la realidad”42.
Por otra parte, hay filósofos como Mario Bunge que matizan más y, por ejemplo,
califican a la economía como “protociencia” o “semiciencia”, lo que significa que es
una disciplina que tiene “sectores de ciencia madura y otros de pseudociencia”, y que
tanto la economía positiva como la normativa pueden ser “científicas, semicientíficas o
seudocientíficas”43. También matiza, pero en otro sentido, el gran economista
neoclásico John Hicks44 al afirmar que la Economía está “en el límite de la ciencia y de
la historia” (Hicks 1979), y ello porque “puede hacer uso de métodos científicos o
cuasi-científicos”; pero, a la vez, “la economía está en el tiempo, y por tanto en la
35
Otro de los 200.
36
Y Marshall aclara cuáles son las consecuencias de que existan estos dos componentes de la
Economía: “un economista, al igual que cualquier otro ciudadano, puede formular un juicio (...)
Pero en tales casos, el consejo se apoya tan sólo en la autoridad del individuo que lo da: no
habla con la voz de su ciencia”. (Marshall 1885, p. 165).
37
Sidgwick 1883, p. 403.
38
Pigou 1920, p. 5.
39
Eichner 1983, p. 206.
40
Robinson 1962, p. 25.
41
Otro de los 200.
42
Kaldor 1972, p. 56.
43
Bunge 1982, pp. 110-111.
44
Uno de los 200.
19
historia, de una forma en que la ciencia no lo está”45. Lo que está más claro para Hicks
es que la Economía “no es una ciencia experimental”46. Con él se muestra de acuerdo
Donald McCloskey47, para quien la Economía “es una ciencia histórica más que una
ciencia predictiva”, es decir, “no es una ciencia en el sentido que dábamos a esta
palabra en la enseñanza secundaria”, sino que es “una investigación disciplinada” o
una “colección de formas literarias, no una ciencia”48.
En realidad, a todos cuantos insisten en que nuestra disciplina es ciencia porque opera
con todo rigor científico, habría que recordarles la afirmación del matemático e
historiador de las matemáticas Morris Kline: que “no existe una definición rigurosa del
rigor” 49. Es más, el “argumento de autoridad”, incompatible con cualquier espíritu de
colaboración en el diálogo científico, está muy presente en las matemáticas según este
autor; a lo que podemos añadir que también en las demás ciencias, pues en ellas
Y lo que dice Kline de las matemáticas, otros lo han dicho de la ciencia en general. Por
eso, el economista sueco Knut Wicksell51, refiriéndose a la Economía, señala:
RECUADRO 1.2
- ‘¿Quiere decir que esta gente creía que las relaciones económicas podían ser
presentadas lógicamente?’
- ¡No sólo eso! ¡De hecho creían que era una ciencia!’”53.
45
Hicks 1986, p. 100.
46
Hicks 1986, p. 97.
47
Uno de los 200.
48
McCloskey 1985b, pp. 21, 57, 83.
49
Morris Kline 1980, p. 315.
50
Morris Kline 1980, p. 315.
51
Uno de los 200.
52
Wicksell 1904, p. 51.
53
Heilbroner 1975, p. 7.
20
Con el mismo humor se expresaron el socialista fabiano George Bernard Shaw: “Si se
pusieran en fila todos los economistas, no alcanzarían ninguna conclusión”; o L. J. Peter: “Un
economista es un experto que sabrá mañana por qué las cosas que predijo ayer no
ocurrieron hoy”. O también, más extensamente, el premio Nobel (1985) de Economía
Franco Modigliani54, que en su conferencia de Nobel en 1987 afirmó:
“Existe una historia, creo que verdadera, de una discusión sobre este tema entre un
ingeniero, un cirujano y un economista. El problema es que cada uno de ellos
mantenía que su profesión era la más antigua. El cirujano habló primero y dijo: ‘¿Os
acordáis al principio de todo cuando Dios cogió la costilla de Adán y creó a Eva?
¿Quién creéis que hizo eso? Obviamente, un cirujano.’ Esto, sin embargo, no
impresionó al ingeniero, que dijo: ‘Un momento. Recordáis que Dios hizo el mundo
antes de eso. Separó la tierra del mar. ¿Quién creéis que hizo eso sino un
ingeniero?’. ‘Un momento –protestó el economista–: antes de que Dios hiciera el
mundo, ¿qué existía? El caos. ¿Quién creéis que era responsable de eso?”. “Así que
esta noche os voy a hablar de mi contribución al caos”55.
1.5 Recapitulación
En los siglos XVIII y XIX se impone para nuestra disciplina la expresión Economía política, y
todas las escuelas de la época usaron tal denominación (algunas, hasta el presente). Pero a
finales del siglo XIX, de la mano de Alfred Marshall, W. S. Jevons y otros autores, a esta
denominación le sale un competidor como es la Economía a secas (Economics en inglés), que
pretende llamarse de esta nueva manera porque, entre otras cosas, pretende ser más
científica que la Economía política. El resto del capítulo se dedica precisamente a estudiar las
relaciones entre Economía y ciencia, relaciones que los diferentes autores caracterizan de
54
Uno de los 200.
55
Citado en Breit y Spencer 1990, pp. 185-186.
21
forma muy diversa desde entonces, desde quienes no dudan de su consideración como ciencia
a los que consideran que no es una ciencia, pasando por el estatus de semiciencia.
Sobre si la economía es o no una ciencia puede verse una reflexión clásica de un autor
importante del siglo XIX en: H. Sidgwick (1894/95): “Economic science and economics”, New
Palgrave: a dictionary of economics, 1987, vol. II, pp. 58-59. Dos reflexiones contemporáneas muy
interesantes son las del estadounidense Robert L. Heilbroner (1975): “La crisis de la ciencia
económica”, Información Comercial Española, febrero, pp. 7-12; y la del griego Andreas
Papandreou (1958): La economía como ciencia, Ariel, Barcelona, 1961.
Sobre las relaciones entre la ciencia y la ideología y la filosofía, hay un libro claro, de un físico-
filósofo argentino radicado en Canadá –Mario Bunge (1978): La ciencia: su método y su filosofía,
Siglo Veinte, Buenos Aires–, y otro libro más complejo a cargo del filósofo alemán Jürgen
Habermas (1984): Ciencia y técnica como ideología. Madrid: Tecnos. Lo anterior puede
complementarse con un librito metodológico de Manuel Castells y E. Ipola (1975): Metodología y
epistemología de las ciencias sociales, Ayuso, Madrid.
Sobre la Economía como ciencia social, puede leerse con provecho dos textos; uno, con un
enfoque marxista –M. H. Dowidar (1974): La Economía Política, ciencia social, Anagrama,
Barcelona, 1977– y otro con un enfoque radical de los economistas norteamericanos R. Buchele y
W. Lazonick (1974): “La economía como ciencia social: introducción a la economía capitalista”,
Revista Española de Economía, enero-abril, 1977, pp. 381-425.
Una reflexión sobre las relaciones entre la economía y otras disciplinas limítrofes es la que lleva
a cabo un autor de los 200, J. M. Buchanan (1966): “La economía y las ciencias colindantes”, en S.
R. Krupp, ed.: La estructura de la ciencia económica. Ensayos sobre metodología, Aguilar, Madrid,
1973, pp. 209-231. Y como ejemplo de una nueva ciencia que surge a partir de la economía
tenemos el interesante libro del británico Richard Layard (2005): La felicidad, lecciones de una
nueva ciencia, Taurus, 2005.
Más especializadas son las aportaciones de quien quizás sea el autor marxista más importante
de la segunda mitad del siglo XX en España, Manuel Sacristán (1980): “El trabajo científico de Marx
y su noción de ciencia”, Mientras Tanto, 2, enero-febrero, pp. 61-96; y también (1983): “Karl Marx
como sociólogo de la ciencia”, Mientras Tanto, 16-17, pp. 9-56.
2 Significado de Crematística para Aristóteles. ¿Cuántas clases de crematística hay, según este
autor?
6 ¿En qué país nació Alfred Marshall? ¿En qué siglo vivió? ¿Y Paul Samuelson?
8 Ejercicio para clase práctica. La economía es una disciplina (algunos dicen “ciencia”) que se
relaciona con otras limítrofes, por ejemplo la psicología; a este respecto, reflexione sobre las
dos citas siguientes que exploran este territorio:
1ª (Richard Layard: La felicidad. Lecciones de una nueva ciencia, p. 51) “Supongamos que le
piden que escoja para vivir entre dos mundos imaginarios cuyo coste de vida es similar.
• En el primero le pagan 50.000 dólares al año mientras los demás ganan 25.000 (de
media)
• En el segundo le pagan 100.000 dólares al año, mientras los demás ganan 250.000.
23
Todo lo que hemos visto en el tema I nos comunica la evidencia de que no existe un
único enfoque para el estudio de los fenómenos económicos, sino varios o muchos. Lo
más importante que debe quedar claro es que no hay un único enfoque y, por tanto,
no se puede hablar de una Economía científica única sino de varios enfoques que
aspiran a ser científicos y deben competir entre ellos mediante la demostración de que
tienen más mérito que los contrarios para alcanzar tal título de científico.
Hay autores que piensan que sólo hay una Economía, una manera de ver las cosas
económicas con objetividad, y que todo lo que no esté de acuerdo con esta manera de
ver las cosas no es ciencia, sino ideología o política; esta alternativa no sería un análisis
científico que pueda resultar en aplicaciones prácticas como la política económica, sino
poco más que charlas de café; no sería el producto de economistas científicos sino de
puros charlatanes56. Pero el estudiante atento percibirá que aquí ocurre como con la
TINA, el eslogan “There Is No Alternative” [No hay alternativa] que usan aquellos
estadistas y economistas teóricos y prácticos que aseguran que no existe ninguna
56
Si el economista en cuestión es un profesor, la cosa se agrava. Por eso dice Edgeworth (uno
de los 200) que el profesor universitario “debe enseñar, no predicar”, y “no debe transmitir a
sus alumnos su opinión sobre determinada cuestión candente del momento” (Edgeworth
1926, vol. I, p. 10). Estas dos afirmaciones parecen razonables –aunque es siempre pedagógico
contrastar las enseñanzas teóricas con lo que pasa en la realidad–, pero en relación con lo
primera habría que preguntarse si hay realmente alguien que enseñe sin predicar: por
ejemplo, si quien predica “anticapitalismo”, predica, ¿no ocurre lo mismo con quien predica
“capitalismo”? Lo que le pasa a algunos economistas que se creen los únicos objetivos e
imparciales es lo que advertía el clásico James Steuart (uno de los 200): que “todo autor se
precia de ser imparcial porque no se apercibe de sus cadenas” (Steuart 1767, vol. I, p. IX). A
estos autores habría que recordarles lo que afirmaba con ironía el escritor español José
Bergamín: “Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto, soy
subjetivo”. Así lo ha reconocido el economista sueco Gunnar Myrdal (uno de los 200), al
afirmar que su antigua “creencia implícita en la existencia de un cuerpo de conocimientos
científicos adquiridos independientemente de todas las valoraciones es, tal como lo veo ahora,
ingenuo empirismo” (Myrdal 1929, p. 9). Por lo demás, las enseñanzas más elementales de la
Economía ortodoxa pueden ser consideradas creencias, o incluso fe, más que ideas. Así se
expresa el economista estadounidense Lester Thurow, al afirmar que “la aceptación del
modelo convencional de la Economía, el de la oferta y la demanda, equivale a creer que la
tierra es plana o que el sol gira alrededor de ella” (Thurow 1983, p. 14). De forma parecida se
pronunciaba Keynes cuando decía de los economistas que “los teóricos clásicos se asemejan a
los geómetras euclidianos en un mundo no euclidiano” (Keynes 1936, p. 26).
24
Pues bien, lo mismo que hay distintos enfoques de política económica, también los hay
en la teoría económica. Uno podría estar tentado de hablar de una Economía
conservadora, liberal, ultraliberal, socialdemócrata, socialista, comunista, populista,
etc57. Pero no debe entenderse que los enfoques de teoría económica sólo se
distinguen por el partido o la ideología que defiende su autor en el terreno político. El
estudiante se tiene que familiarizar desde el principio con los adjetivos que sirven para
orientarse en el complicado mundo de las corrientes, escuelas y autores que debaten y
se critican en el seno del ámbito de la Economía. Habrá tiempo de estudiar la historia
del pensamiento económico (siempre a un nivel básico en este libro), pero no hace
falta explicarlo todo para que el estudiante comience a distinguir entre clásicos y
neoclásicos, keynesianos y monetaristas, fisiócratas y mercantilistas, marxistas e
institucionalistas, neokeynesianos, postkeynesianos, neomarxistas, sraffianos, etc.
57
El francés del siglo XIX Alban de Villeneuve-Bargemont, por ejemplo, es autor de una
Economía política cristiana.
58
Malthus 1820, p. VII: “las diferencias de opinión entre los economistas políticos han sido
frecuentemente tema de lamentación”. William Thompson: “Encontraremos en las escuelas de
economía política tantas sectas como en las escuelas de religión”.
25
teoría laboral del valor como base de la Microeconomía, o ambas cosas a la vez. Y el
economista ortodoxo es el que defiende este sistema económico en la teoría y a la vez
defiende una teoría del valor diferente a la laboral, por ejemplo, la teoría utilitarista
del valor.
Se ve claro que Sampedro identifica la economía ortodoxa, que él llama “oficial”, con
el término Economics, y la heterodoxa con la Economía política, que él llama “nuevo
paradigma de la Economía” o “Economía como ciencia social”. Por eso, reclama una
59
Sampedro 2000, pp. 9, 14.
26
En cuanto a la segunda cuestión que prometimos tratar, ¿debe hablarse, como afirma
Sampedro en otra parte, de dos clases o tipos de economistas, o esto es forzar mucho
las cosas? Sin duda, Sampedro no le daba a esta cuestión una importancia decisiva,
pero creemos que analizar un poco más esta ocurrencia ayuda a desarrollar con
provecho las reflexiones que venimos haciendo.
En algún lugar explicó José Luis Sampedro que en su opinión “hay dos tipos de
economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos
para hacer menos pobres a los pobres”62. Sin embargo, algunos podrían decir que no
se trata de dos conjuntos disjuntos, es decir, que hay en su intersección economistas
60
Marx defiende en El capital una transición “del modo capitalista de producción hacia el
modo de producción asociado” (Marx 1894, p. 568).
61
Chattopadhyay 1974, p. 75.
62
“La vida inesperada de José Luis Sampedro”, reportaje aparecido en El País de 12 de octubre
de 2011, que relataba una conferencia dada por Sampedro el día anterior en la Fundación Juan
March de Madrid. En realidad, conforme a lo que veremos seguidamente, lo que realmente
parece estar pensando Sampedro es en que “hay dos tipos de economistas: los que trabajan
para hacer más ricos a los ricos (prescindiendo de lo que les pase a los pobres) y los que
trabajamos para hacer menos pobres a los pobres (prescindiendo de lo que les pase a los
ricos)”.
27
que quieren hacer más ricos tanto a los ricos como a los pobres: es lo que
responderían los ortodoxos a las palabras de Sampedro, asegurando a continuación
que no hay ningún tipo de sociedad más beneficiosa que la actual (capitalista), pues
esta genera crecimiento económico (¡o decrecimiento a veces!, habría que decir) y es
ese crecimiento lo que permite que todo el mundo se enriquezca a la vez. No se trata
de un juego de suma cero, añadirían, no es cierto que lo que unos ganen
necesariamente lo pierdan otros.
Los ortodoxos que argumentan de esta manera olvidan varias cosas. En primer lugar,
que entre quienes participan de algo bueno que es común, todos podrían salir
ganando si ese algo crece y aumenta de tamaño; puede haber un crecimiento absoluto
para todos los miembros del colectivo (digamos, de la sociedad). Sin embargo, si al
mismo tiempo que el total aumenta, el reparto o la distribución de ese total va
cambiando, normalmente sucederá que la fracción que corresponde a una parte
aumentará mientras que la de la otra parte disminuirá. Es tan sencillo como esto: si el
total es 100 y en ese total participan dos grupos en principio con el 50% cada uno, es
decir, 50 y 50; y si ahora el total sube a 150 y los grupos quedan con 90 y 60, el
porcentaje de cada uno en el nuevo total habrá cambiado a 60% y 40%
respectivamente. Por tanto, el segundo grupo ha mejorado en términos absolutos (ha
pasado de 50 a 60) pero ha empeorado en términos relativos (ha pasado del 50% al
40% del total). Si se interpretan en este sentido las palabras de Sampedro, se puede
concluir que, en efecto, hay dos tipos de economistas: los que quieren que suba la
participación del primer grupo (digamos, los ricos) y los que quieren que suba la
participación del segundo grupo (los pobres). Este sencillo aspecto matemático de la
cuestión habrá que tenerlo muy en cuenta en capítulos posteriores de este libro, y el
estudiante hará bien en aprenderlo desde ahora mismo.
Ahora bien, una vez aclarado lo anterior podemos replantear la cuestión original: entre
los economistas ortodoxos defensores de los ricos, los hay que quieren enriquecerlos a
costa de los pobres (es decir, que quieren que su parte en la riqueza social pase
sucesivamente de, por ejemplo, un 50% a un 51%, 53%, etc.) y los que quieren
enriquecerlos sólo en términos absolutos pero advirtiendo al mismo tiempo que es
aconsejable –incluso para la supervivencia y bienestar de esos mismos ricos– que la
porción de la riqueza de los ricos sea cada vez menor (que pase del 50% al 48%, 47%,
etc.) o como mínimo que no aumente (que se quede en el 50%). En el primer grupo
podríamos incluir a Thomas R. Malthus (1766-1834), uno de los miembros importantes
de la llamada escuela clásica anglosajona; y en el segundo a pensadores tan variados
como Jean-Jacques Rousseau o John Maynard Keynes (1883-1946), ya citados ambos
en este libro, u otros muy en boga en la actualidad, como Thomas Piketty (1971-), Paul
Krugman (1953-) y Joseph Stiglitz63 (1943-), los dos últimos premios Nobel de
Economía.
Pocas dudas puede haber de que Malthus pensaba como se ha dicho si nos atenemos
a las siguientes palabras que escribió:
63
Uno de los 200.
28
En cambio, las ideas de los otros autores citados son muy diferentes. Rousseau, que
sabía perfectamente que “el espíritu universal de las leyes de todos los países es
favorecer siempre al fuerte contra el débil, y al que posee contra el que no tiene
nada”65, reclamaba que se endulzara un poco esta situación, al menos manteniendo la
desigualdad bajo control. Así, como le parecía monstruoso que “un puñado de gentes
rebose de bienes superfluos mientras que la multitud hambrienta carece de lo
imprescindible”66, se manifestaba a favor de reducir la distancia entre ricos y pobres:
Para ello, lo que debía hacer el Estado es establecer un sistema fiscal progresivo y
“prevenir el continuo aumento de la desigualdad de fortunas”, pues “precisamente
porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, la fuerza de la
legislación debe tender siempre a mantenerla”; sin embargo, nada de ello le impedía
escribir, en su artículo sobre “Economía Política” para la Enciclopedia, que “el derecho
de la propiedad es el más sagrado de todos los derechos de los ciudadanos”.68
64
Citado en Keynes, 1972, p. 99. Véase también Gómez Camacho 1998, p. 136.
65
Emilio 1762, recogido en Soboul 1974, p. 183.
66
Rousseau, 1755, en Soboul 1974, p. 182.
67
Contrato Social, en Soboul 1974, p. 183. Esto también está en Eden, quien aseguraba que “lo
que conviene a los pobres no es una situación abyecta o servil, sino una relación de
dependencia aliviada y liberal” (Eden 1797, pp. 763-764).
68
En Soboul 1974, p. 185.
29
Pero, volviendo a Sampedro, ¿qué más se puede decir de las dos clases o tipos de
economistas? Empecemos diciendo que aunque Sampedro no está pensando en este
pasaje en las clases sociales –sólo habla de ricos y pobres–, podemos introducir sin
problemas algunos elementos de este análisis de clase, sin necesidad de entrar ahora
en un análisis más complejo. Si identificamos ricos con clase capitalista, y pobres con
clase trabajadora, los dos tipos de economistas según Sampedro pueden convertirse
en aquellos que trabajan para que los capitalistas sean cada vez más ricos y los que
trabajan para que los trabajadores sean cada vez menos pobres. Lo que hemos
discutido después se transforma en una polémica sobre si conviene o no, y depende de
para quién, que unos u otros ganen/pierdan participación en el producto social (o
renta nacional). Es decir, ante la pregunta de qué es preferible: que los salarios
aumenten su participación en la renta nacional (a costa de los beneficios) o que la
pierdan y sean los beneficios los que ganen, las respuestas posibles son sólo dos
(aparte de quienes prefieren que la participación no cambie).
Otros economistas, por ejemplo marxistas y anarquistas, podrían decir que lo más
importante es acabar con el sistema de trabajo asalariado en sí, ya que es este el
origen de todos los males que padecen los trabajadores, frente a los cuales el hecho de
que los salarios suban o bajen parece de una importancia menor. Lo podrían decir y de
hecho lo dicen. Para Marx, este problema está ligado a lo que él llamó la
“depauperación relativa de los trabajadores” (que estudiaremos en el tema 10, no
aquí), pero insistía en que lo que había que hacer era transformar el capitalismo en
otra cosa, es decir, acabar con las clases capitalista y asalariada a la vez y de una vez
por todas. Era lo que ya desde el Manifiesto comunista se llamaba la abolición o
69
Skidelsky 1986, p. 83.
70
Keynes, 1936, p. 329. En realidad, el ya citado Alfred Marshall, pionero de la Economics,
anticipó muchos de los planteamientos de Keynes, pues “participaba de la preocupación
sentida por un amplio sector de las clases medias británicas del fin de siglo por lo que se
denominaba ‘la cuestión social’” y favorecía ciertas “políticas redistributivas” al igual que
muchos “liberales reformistas de la época”, confiando en que “las reformas ahuyentarían las
amenazas revolucionarias y moderarían el movimiento sindical” (Rojo 1984, p. 53).
71
Skidelsky 1986, p. 76.
30
“supresión de las clases”72. Y por esta razón, criticaba Marx a Bakunin, quien defendía,
como objetivo de su visión de la transformación social, la “igualación de las clases”.
Marx argumentaba que si se puede proponer igualar a las clases es porque se supone
que esas clases siguen existiendo (sólo que más igualadas), lo cual para él era un error,
ya que de lo que se trataba era de abolirlas. Esto es lo que plantean las siguientes
palabras de una carta de Marx a Engels (su amigo y compañero en la práctica y la
teoría, y, podríamos decir, el “primer marxista”, como lo ha llamado Rubel):
Otro punto importante de esta cuestión es la crítica de Marx al clásico John Stuart Mill
(en cierto sentido, un socialista, pero un socialista para quien “lo que debe procurarse
no es la subversión del sistema de la propiedad individual, sino su mejora”74) en el
análisis de la distribución en el seno del capitalismo. Para Marx,
“el socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha
aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución
como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el
socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la
distribución.”75
72
“Si el proletariado, en su lucha con la burguesía, se une necesariamente como clase, se hace
clase dominante por medio de una revolución y suprime por la fuerza, como clase dominante,
las viejas relaciones de producción, suprime, con esas relaciones de producción, las
condiciones de existencia de los antagonismos de clase, suprime las clases como tales y, con
ello, su propio dominio en cuanto clase” (Marx y Engels 1848, p. 79).
73
Carta de Marx a Engels de 5-3-1869, incluida en Adoratski 1934, pp. 216-217.
74
Mill 1848, p. 842.
75
Marx 1875, p. 25.
31
Una cuestión omnipresente al respecto son las críticas al uso y/o abuso de las
matemáticas en Economía, críticas bien planteadas por los estudiantes franceses del
movimiento post-autista (vid. infra, epígrafe 2.4):
Donald McCloskey plantea bien el problema cuando lo hace pensando en primer lugar
en el alumnado:
Y algo parecido ocurre con el premio Nobel Herbert Simon78, para quien los manuales
de microeconomía son “un escándalo”, pues “someter a jóvenes influenciables a este
ejercicio escolástico, como si dijera algo sobre el mundo real, es un escándalo”79. Y
escándalo es también lo que traducen las siguientes palabras de Joan Robinson:
76
En la “Carta abierta de los estudiantes de economía a los profesores y responsables de la
enseñanza de esta disciplina” a la que nos referiremos más adelante.
77
McCloskey 1985, p. 6.
78
Uno de los 200.
79
Citado en Barceló 1992, p. 78.
80
Uno de los 200.
81
Leontief 1954, p. 54.
32
Por su parte, Leontief ha abundado en esta cuestión de las matemáticas. Así, escribe:
Y más adelante:
Y es que
Por su parte, Josef Steindl afirma de la Economía matemática que “en vez de ser un
instrumento del economista, ha desarrollado una vida propia”, razón por la cual se
hace necesario advertir sobre la “esterilidad de unas matemáticas separadas de la
ciencia y concentrada en sus propios problemas”88. Pero Steindl sí relaciona esta
cuestión con la cuestión de los enfoques de la Economía, al afirmar que la primera
condición para superar la “esterilidad de la economía actual” es volver a la tradición de
los clásicos (…)”89. Por eso, asegura que el neoclasicismo es “pura apologética”
desarrollada con el propósito de “eliminar a la historia y a la sociedad del objeto de la
economía, y reducir este a un ejercicio matemático: un problema de optimización”90.
Krugman se une así, dice Geoffrey Hodgson, a “una línea de Premios Nobel entre los
que se cuentan Ronald Coase92, Wassily Leontief y Milton Friedman93, que han
argumentado que la economía se ha convertido en gran medida en una rama de las
matemáticas aplicadas, con un escaso contacto con el mundo real”94. Y el propio
Hodgson se suma a la protesta al afirmar que “las matemáticas son muy importantes y
útiles, pero deben ser un sirviente de la economía, y no su amo”95.
86
Leontief 1971, pp. 1-2.
87
Thurow 1983, p. 16.
88
Steindl 1984, pp. 41-42.
89
Steindl 1984, p. 47.
90
Steindl 1984, pp. 37-38.
91
Artículo en el New York Times, 2-9-2009, citado en Geoffrey M. Hodgson 2009: “La crisis
financiera: cómo se extraviaron los economistas”.
92
Uno de los 200.
93
Uno de los 200.
94
Hodgson 2009.
95
Hodgson 2009.
34
Por otra parte, muchos economistas de la escuela austriaca –opuesta al abuso de las
matemáticas desde la época de su fundador, Carl Menger– siguen a Mises al
considerar que el método matemático es un “método enteramente viciado que
comienza con supuestos falsos y lleva a inferencias falaces”96. Y otros autores afirman
que las matemáticas en sí no son “neoclásicas” (o cualquier otro adjetivo de este tipo).
Esto es lo que afirma Hicks al señalar que “el ‘margen’ no es más que una expresión de
la regla matemática de maximización (o minimización); cualquier tipo de economía es
marginalista cuando se refiere a la maximización”; por ese prefiere llamar a los
marginalistas “catalácticos”97.
2.4 Economía y mundo real (postautistas)
96
Mises 1949, p. 350.
97
Hicks 1976, p. 212. Sin embargo, otros muchos autores piensan que sí hay que usar
calificativos para las matemáticas; por ejemplo, el sociólogo Pierre Bourdieu las considera
neoliberales y conservadoras: “Hoy, quieren hacernos creer que es el mundo económico y social
el que se pone en ecuaciones. Es armándose de matemática (y de poder mediático) como el
neoliberalismo se ha convertido en la forma suprema de la sociodicea conservadora (…)”
(Bourdieu 1998, p. 41). Por eso critica “los modelos matemáticos que inspiran la política del FMI
o del Banco mundial, el de las Law firms, grandes multinacionales jurídicas (…)” (Bourdieu 1998,
p. 25).
35
Lo cierto es que a finales de junio de 2000 el diario Le Monde publicó un reportaje sobre
el movimiento y preguntó su opinión al respecto a famosos economistas. Tras un
Congreso de profesores y estudiantes en París en diciembre, nada menos que el premio
Nobel Robert Solow99, autor del modelo de crecimiento que se ha convertido en materia
básica en los cursos de teoría macroeconómica, escribió una respuesta a las peticiones
originales que publicó en Le Monde del 3 de enero de 2001100. A partir de ahí, el
movimiento no ha dejado de crecer, dando lugar, entre otras iniciativas, a una revista
que se llamó primero The Post-Autistic Economic Review y siguió publicándose luego con
el nombre de Real-World Economics Review hasta la actualidad. En el recuadro 2.1 se
recogen los documentos originales de los estudiantes franceses e ingleses.
RECUADRO 2.1
I CARTA ABIERTA DE LOS ESTUDIANTES FRANCESES
1) ¡Salgamos de los mundos imaginarios!
2) ¡No al uso incontrolado de las matemáticas!
3) ¡Por un enfoque plural en economía!
4) Llamada a los enseñantes: ¡despiértense antes de que sea demasiado tarde!
Carta abierta de los estudiantes de economía a los profesores y responsables de la
enseñanza de esta disciplina
Nosotros, estudiantes de economía en las universidades y grandes escuelas francesas, nos
98
David Laibman, Nota editorial del nº de otoño de 2001 de Science and Society. Puede verse
una versión reducida de esta Nota en Laibman 2002.
99
Uno de los 200.
100
Véase Solow 2001.
36
abierta)
Como estudiantes de la Universidad de Cambridge, deseamos alentar un debate sobre la
economía contemporánea. Exponemos a continuación lo que nos parece que caracteriza a la
economía actual, lo que creemos que necesita ser debatido y por qué:
Tal y como se practica en su enseñanza e investigación, creemos que la economía está
monopolizada por un único enfoque en la explicación y análisis de los fenómenos
económicos. En el centro del mismo se encuentra el compromiso con los modos formales de
razonamiento que hay que emplear para que la investigación se considere válida. No es
difícil probar esto. Los contenidos de las principales revistas de la disciplina, de sus
facultades y de sus cursos apuntan todos en esa misma dirección.
En nuestra opinión, es discutible la aplicación general de este enfoque formal para entender
los fenómenos económicos. Éste es el debate que tiene que producirse. ¿Cuándo son esos
métodos formales la mejor manera de generar buenas explicaciones? ¿Qué es lo que hace
que estos métodos sean útiles, y por tanto cuáles son sus limitaciones? ¿Qué otros métodos
pueden usarse en economía? Este debate tiene que producirse dentro de la economía y
entre economistas, más que en los márgenes de la disciplina o fuera de ella.
Proponemos en particular lo siguiente:
1) Que los fundamentos del enfoque dominante sean debatidos abiertamente. Esto
exige que las críticas flojas se rechacen con tanta fuerza como las defensas
inadecuadas. Los estudiantes, profesores e investigadores necesitan saber y
reconocer los puntos fuertes y débiles del enfoque dominante en economía.
2) Que los enfoques alternativos para la comprensión de los fenómenos económicos
sean sometidos al mismo grado de debate crítico. Cuando esos enfoques
proporcionen una comprensión significativa de la vida económica, su enseñanza e
investigación debe fomentarse dentro de la economía. En la actualidad esto no
sucede. Los enfoques alternativos desempeñan un papel menor en la economía
actual, sencillamente porque no se ajustan a la opinión dominante de lo que
constituye la economía. Debería estar claro que una situación así se refuerza
automáticamente.
Este debate es importante porque en nuestra opinión el statu quo es perjudicial al menos en
cuatro sentidos. En primer lugar, perjudica a los estudiantes, a los que se les enseñan las
herramientas de la economía dominante pero no su ámbito de aplicación. El origen y
evolución de esas ideas se ignora, así como la existencia y el estatus de las teorías
alternativas. En segundo lugar, perjudica a la sociedad, que debería estar aprovechando lo
que los economistas pueden decirnos acerca del mundo. La economía es una ciencia social
con una enorme relevancia potencial a través de su impacto sobre los debates de política
económica. En su forma actual, su efectividad en este campo está limitado por la aplicación
acrítica de los métodos dominantes. En tercer lugar, se está frenando el progreso hacia un
conocimiento más profundo de muchos aspectos importantes de la vida económica. En
cuarto y último lugar, en la situación actual un economista que no practica la economía en la
forma prescrita encuentra muchas dificultades para que se reconozca su investigación.
El predominio del enfoque dominante crea la convención social en la profesión de que sólo
la producción de cocimiento económico que se ajusta a dicho enfoque puede ser buena
investigación, por lo que todas las demás formas de conocimiento económico simplemente
se rechazan por considerarse pobres o algo ajeno a la economía. Muchos economistas se
tienen por tanto que enfrentar al dilema de usar lo que consideran métodos inapropiados
de enfrentarse a las cuestiones económicas o adoptar los métodos que ellos consideran
mejores para el problema en cuestión sabiendo que su trabajo probablemente no será
38
Cerremos este epígrafe y el tema II con otra reflexión de Laibman, esta vez sobre Marx y
Bakunin (al igual que en el epígrafe 2):
“Dicho todo esto, sigue siendo cierto que la abstracción y la lógica –y por tanto
las matemáticas— son herramientas básicas para una Economía alternativa que
quiera retar y finalmente desplazar a la posición neoclásica. Les recordaría a los
estudiantes y a cuantos sospechan de estos formalismos que fue Bakunin quien
acusó a Marx de autismo teórico. Decía (como cuenta el Karl Marx de John
Lewis): ‘Marx echa a perder a los trabajadores; hace que sólo se preocupen de la
lógica’101. Si Marx tenía razón en esto, y no Bakunin, lo que estaba haciendo era
alertarnos del peligro de establecer una dicotomía entre ‘rojos’ y ‘expertos’.
Quienes tienen un compromiso por el cambio social deben buscar los
fundamentos conceptuales más sólidos y generales, y conocer todo acerca de la
inclinación de las curvas.”102
2.5 Recapitulación
Palabras clave: Ortodoxia, heterodoxia, capitalismo, teoría laboral del valor. Ricos y pobres,
desigualdad. Abolición e igualación de las clases. Matemáticas: uso y abuso. Autismo y
postautismo en Economía.
Muchos autores, como por ejemplo el conocido economista español, luego novelista, José Luis
Sampedro, identifican la Economics con el enfoque ortodoxo de la Economía y creen que la
Economía política es la base del enfoque heterodoxo. En este libro se va a adoptar la posición
de considerar economistas heterodoxos solamente a los economistas que, en su análisis de la
economía, prefieren sustituir el capitalismo por otro sistema alternativo, o bien son partidarios
de la teoría laboral del valor (es decir, de la idea de que los precios mercantiles vienen
determinados por las cantidades de trabajo necesarias para producir las mercancías), o bien
ambas cosas a la vez.
101
En otra versión, la afirmación de Bakunin sería “[Marx] echa a perder a los obreros al querer
convertirlos en razonadores” (en carta a P. Ánnenkov, desde Bruselas, 28-12-1847; recogida en
Enzensberger 1973, p. 75).
102
Laibman 2002.
39
Sampedro sugirió también que existen dos tipos de economistas, los que quieren que los ricos
sean más ricos y los que desean que los pobres sean menos pobres. En este punto, tras
observar que no se trata de dos conjuntos disjuntos, se estudian las diferencias entre quienes
desean lo primero con indiferencia de lo que les pase a los pobres (caso de Malthus, por
ejemplo) y los que, más numerosos, no son partidarios de que la desigualdad supere cierto
máximo (como es el caso de un Rousseau en el siglo XVIII o de un Keynes en el siglo XX). Para
estos últimos, los ricos deben enriquecerse pero sin que los pobres se empobrezcan, lo que es
posible desde un punto de vista pero, desde otro punto de vista, es imposible. Por último, se
ven las diferencias entre un Bakunin partidario de la igualación de las clases y un Marx que
prefiere sustituir ese objetivo por el de abolición o supresión de las clases.
Otro aspecto de la Economía que tiene que ver con su calificación como ortodoxa o
heterodoxa es el del uso y/o abuso de las matemáticas. Sin embargo, aunque muchos críticos
del abuso de las matemáticas pueden considerarse economistas heterodoxos, la verdad es que
también abundan, entre los ortodoxos, las voces disidentes a este respecto, desde los premios
Nobel Milton Friedman, Ronald Coase, Herbert Simon o Paul Krugman a economistas
matemáticos tan importantes como el nobel Wassily Leontief o John von Neumann.
Pero no sólo los grandes economistas. También los estudiantes se han rebelado contra tal
estado de cosas, y por eso surgió en el año 2000 el llamado movimiento post-autista, que
aunque iniciado por estudiantes de tercer ciclo de las universidades francesas e inglesas
(especialmente, de la Sorbona y de Cambridge), fue anticipado por algunas expresiones que
encontró en el campus de Somosaguas David Laibman, el director de la revista estadounidense
Science and Society. Lo que todos estos estudiantes pedían a la Economía era salir del mundo
imaginario y autista de la Economía ortodoxa, para dar entrada a mucha más realidad en la
teoría económica.
2.6 Para seguir leyendo
Para un análisis de las diferencias entre Economía ortodoxa y heterodoxa, una vía es estudiar
materiales de este último enfoque, siempre menos abundantes que los del primer enfoque; puede
verse al respecto la recopilación de Miren Etxezarreta (ed., 2005): Crítica a la economía ortodoxa,
Universidad Autónoma de Barcelona, Servei de publicacions; también el libro de Diego Guerrero
(1997): Historia del pensamiento económico heterodoxo (Madrid: Editorial Trotta); así como otro
casi del mismo título: F. Pérez e I. Jiménez (1977): Teoría económica heterodoxa, Oikos-Tau,
Vilassar de Mar, Barcelona.
Para entender mejor el pensamiento de José Luis Sampedro, pueden verse el artículo y el libro que
se citan: Carlos Berzosa (1987): “La visión heterodoxa de la economía y del sistema capitalista, de
José Luis Sampedro”, en Ciclo de Conferencias en Homenaje al profesor Sampedro, Fundación
Banco Exterior, Madrid, 33-53. Y también: Noelia Fernández Aguado: “La contribución de José
Luis Sampedro al pensamiento económico crítico y heterodoxo”.
En cuanto a las matemáticas, citaremos uno de los primeros libros de Economía matemática, el
importante libro de ese gran economista del siglo XIX que fue Antoine Augustin Cournot103 (1838):
Investigaciones acerca de los principios matemáticos de la teoría de las riquezas, ed. J. C.
Zapatero, Alianza, Madrid, 1969. A continuación, un manual de otro autor francés importante,
este del siglo XX: Maurice Allais (1965): Economía matemática, Aguilar, Madrid. Sobre las críticas
al uso de las matemáticas en Economía nos remitimos al artículo de W. W. Leontief (1954): “Las
matemáticas en la teoría económica”, en Ensayos sobre economía, Barcelona: Planeta-Agostini,
103
Uno de los 200.
40
1986, pp. 39-68. Y, por último, es aconsejable leer las críticas de un matemático a las propias
matemáticas desde este punto de vista: Morris Kline (1980): Matemáticas. La pérdida de la
certidumbre, Madrid: Siglo XXI, 5ª ed. esp., 2000.
En cuanto al post-autismo, citemos que la revista Real-world economics review es la fase actual
(http://www.paecon.net/PAEReview/) de una sucesión que empezó como “post-autistic
economics newsletter” (Nº 1, septiembre de 2000), siguió con “post-autistic economics review”
(desde el nº 10, 2001) y sigue en la actualidad –desde el nº 45 (2008)– como Real-world
economics review.
7 Ejercicios y problemas
1 En relación con la definición de Sampedro de dos tipos de economistas, vimos que Marx
quería la abolición de las clases, mientras que Bakunin habló de la _______________ de las
clases.
2 En relación con la participación de dos partes en el total de algo a dividir, diga qué resultado
se obtiene en cada uno de los siguientes casos:
a) Si 100 se divide a partes iguales entre A y B al principio de un periodo, y al final del
mismo A ha crecido un 30% y B un 50%, ¿cuánto será entonces el total?
b) Si A ha subido un 20% y B ha bajado un 40%, ¿cuánto es el nuevo total? ¿Qué
porcentaje tienen ahora A y B en dicho total?
c) Si A tenía al principio el doble que B, y al final tres veces más, y si el total es ahora 100,
¿qué porcentaje y qué suma absoluta tiene B en el total?
3 Comente la siguiente frase de uno de los 200: “Es una cuestión de gran importancia para la
Economía por qué las predicciones macroeconómicas de los economistas matemáticos han
sido en conjunto menos exitosas que las corazonadas de los no matemáticos” (Boulding 1948,
p. 189).
4 ¿Qué piensa de la siguiente afirmación? “La capacidad para juzgar la relevancia de una teoría
económica y sus conclusiones para el mundo real apenas está asociada con la capacidad para
entender matemáticas avanzadas” (Champernowne 1954, p. 369).
5 Explique si está de acuerdo o no con la siguiente cita: “Sin negar que algunas de las doctrinas
de la Economía política pueden exponerse matemáticamente, y hacerse así más claras para
algunas mentes, mi propia creencia es que este modo de presentar las verdades económicas
puede aplicarse de forma muy limitada” (Cairnes 1872, p. 76).
6 Comente esta frase: “Para mí, nuestra ciencia debe ser matemática, simplemente porque
trata de cantidades” (Jevons 1879, 4ª ed., 1911, p. 3).
7 Escriba un comentario sobre la segunda de las dos notas que caracterizan a la Economía
heterodoxa, y diga cuál es la otra nota que la define según el autor del siguiente párrafo: “Pues
bien, quiéraselo o no, es un hecho que la historia de la heterodoxia en el pensamiento
económico aparece ligada a la teoría del valor basada en el trabajo, o –como se la llamará en el
texto– teoría laboral del valor. Con todos los matices que se quiera hacer, los heterodoxos
siempre han sido conscientes de que, en la relación capitalista, el trabajo siempre lleva la peor
parte, y muchos de ellos interpretan el fenómeno como la explotación del trabajo por el capital.
En cambio, los ortodoxos insisten en que, desde un punto de vista económico, no hay razón
alguna para hablar de la explotación –que ellos siempre conciben en términos distributivos– de
un factor productivo por otro factor, ya que creen que el sistema da a cada factor un equivalente
de lo que éste aporta a la producción.” (Guerrero 1997, p. 14).
41
42
Xabier Arrizabalo: ciencia que estudia “cómo se organiza una sociedad para producir sus
medios de existencia que, distribuidos entre sus miembros y consumidos por ellos, permiten
que la sociedad pueda producirlos de nuevo y así sucesivamente, proveyendo con ello, de una
forma constantemente renovada, la base material para el conjunto de la reproducción de la
sociedad en el tiempo”114.
3.1 Escasez y recursos económicos
Para Lord Robbins, la Economía es, pues, el estudio de fenómenos “universales”,
fenómenos que están presentes en toda la historia humana, en todo tipo de
sociedades. Pero no sólo eso: el “comportamiento humano” implícito en esta
definición, ya se entienda como individual o colectivo, se estudia sólo en cuanto
implica una relación medios-fines, es decir, en cuanto partimos de unos fines que
pueden ser infinitos y unos medios que no lo son y son “susceptibles de usos
alternativos”, es decir, pueden usarse para distintos usos o empleos. A esta limitación
en la cantidad y disponibilidad de medios se la llama escasez, y en la definición no
aparece para nada ni el tipo de fines ni el tipo de medios implicados.
Ahora bien, como la escasez de medios se aplicaría a cada uno de los fines
considerados, y como cada medio puede servir para varios fines distintos, entonces el
problema de la relaciones medios-fines se multiplica ad infinitum. Por ejemplo, si
consideramos que el tiempo es un recurso escaso –por no decir el más escaso o el
auténticamente escaso–, entonces cualquier fin que nos propongamos cabe dentro del
ámbito al que se refiere esta definición de Economía. Es decir, según esta definición de
Economía, da lo mismo que estemos hablando de la producción de pan en un país o
ciudad que, por ejemplo, del problema de a qué hijo pequeño (de los dos que está
cuidando su padre o su madre en casa en estos momentos) atender en primer lugar,
dado que están en lugares distintos de la casa y es imposible satisfacer los dos fines a
la vez. O bien: da lo mismo que estemos hablando de la importación de petróleo o de
cuál de las dos fichas de parchís, que me puedo “comer” en estos momentos, me como
finalmente. Es decir, en esta definición no debe pensarse que los recursos o medios
escasos se identifican con lo que, según la concepción de Lange que veremos
posteriormente, son los factores “productivos” o fuerzas “productivas” o los medios
“de producción”.
RECUADRO 3.2: LA ESCASEZ EN UN GRÁFICO DE OFERTA Y DEMANDA
114
Arrizabalo 2011, p. 81.
45
En economía hay otras definiciones de escasez válidas para situaciones distintas. Por
ejemplo, el gráfico de este recuadro –que se estudiará con más detalle en el tema
XI– muestra cómo, por debajo del precio de equilibrio, la cantidad demandada por el
mercado es superior a la cantidad ofrecida por las empresas; o, lo que es lo mismo,
cómo la cantidad ofrecida no puede cubrir a ese precio la cantidad que desean
adquirir los potenciales compradores. A esto es a lo que en este contexto se llama
“escasez”, que puede identificarse gráficamente como el segmento horizontal que
separa las curvas de oferta y demanda a la altura del precio en cuestión (segmento
gh en la figura). Como estudiaremos en el capítulo XI sobre Microeconomía, cuando
se da esta situación, la mayor competencia entre los compradores hace que suba el
precio hacia el equilibrio (p2 en este caso). Igualmente, cuando partimos de un
precio superior al de equilibrio habrá un exceso de oferta (o insuficiencia de
demanda) y esto generará una tendencia a la baja del precio hasta el equilibrio (p2).
Por estas razones, se dice que la definición de Robbins de Economía es criticable por
ser una definición puramente “formal” y no “material”, por tratar de un problema
genérico que existe en todos los ámbitos de la existencia, no de un ámbito específico
de problemas humanos de tipo económico. Cuando Robbins y sus numerosos
seguidores dicen que la Economía estudia “la lógica de la elección en condiciones de
escasez”115, lo que están diciendo es que la Economía estudia la elección humana en
general, ya que en cualquier campo hay que elegir el uso del tiempo que se tiene a
disposición116. “La teoría de la elección (…) es el meollo de la ciencia económica pura”,
115
En 1981, Robbins añade una definición más matizada de la Economía, como la ciencia que
estudia “las actividades y las instituciones creadas por la escasez” (Robbins 1981, p. 191).
116
Robbins: “…cuando el tiempo y los medios para alcanzar fines son limitados y susceptibles
de aplicaciones alternativas, y los fines son susceptibles de ser clasificados por orden de
importancia, entonces el comportamiento humano adopta necesariamente la forma de
elección (…) Tiene un aspecto económico.” (Robbins 1932, citado en Walsh, 1970, pp. 15;
énfasis, DG).
46
afirma Walsh; a lo que añade: “Tener necesidad de algo significa verse afectado por la
escasez; tener que economizar o, como se dice hoy en día, optimizar, consiste en
escoger la posición óptima de entre las alcanzables”.117 Y por eso dice el ya citado von
Mises que la Economía no es sino un ámbito específico dentro de una ciencia más
universal aun, que es la “praxeología” o ciencia de “la acción humana”. Escribe Mises:
“La acción humana es una conducta dirigida a un fin”118; y la Economía, como parte de
la praxeología que es, “no trata del mundo exterior, sino de la conducta del hombre en
relación con él”, y forma parte de la “ciencia de los medios, no de los fines”119.
Ahora bien, como ha escrito el antropólogo Maurice Godelier, si la Economía se concibe
de esta manera, entonces “se presenta necesariamente, si el contenido de la actividad
analizada queda indeterminado, como la teoría formal de toda acción orientada a un fin,
como una lógica de la acción o, según la expresión de Slucki, Kortabinski y von Mises,
como una praxeología”120. Y, sin embargo, según Godelier la definición correcta de
economía exige, entre otras condiciones, “que lo económico en general se defina en
términos reales y no en términos formales, en términos de estructura y no en términos
de comportamiento”121.
Pero antes de ver (en el epígrafe 3.2) qué tratamiento se le da a los fines en este tipo
de definición, es decir, de concepción, veamos otras críticas que se han dirigido contra
la definición de Robbins. Joan Robinson, una de las economistas más importantes del
siglo XX, discípula de Keynes, “postkeynesiana” y, por supuesto, miembro de los 200,
hacía la siguiente crítica de la definición de Robbins (que, recordemos, es de 1932): si
la economía trata de recursos escasos, ¿qué pasa entonces con los fenómenos que se
dan cuando los recursos no sólo no son escasos sino que son tan abundantes que en la
práctica sobran y resultan excesivos, como ocurría durante la Gran Depresión de la
década de 1930, tanto en términos de fuerza de trabajo de los millones de parados
que podrían estar trabajando y no lo estaban, como en términos de las fábricas y
equipos que se dejaban sin funcionar para no contribuir al agravamiento de la
sobreproducción reinante en esa época? Así lo explicaba Robinson:
“En 1932, el profesor (ahora Lord) Robbins publicó el famoso ensayo en el cual
describe la economía como la disciplina que se ocupa de la asignación de medios
escasos entre usos alternativos. Sin duda, ésta era la expresión de una añeja
tradición, pero la fecha de publicación resultó desafortunada. Para la fecha en
que se publicó el libro había 3 millones de trabajadores desempleados en la Gran
Bretaña y la medida estadística del PNB en los Estados Unidos había descendido
recientemente a la mitad de su nivel anterior. Fue justo una coincidencia que el
117
Walsh 1970, pp. 4, 19; énfasis, DG.
118
Mises 1949, p. 11.
119
Mises 1949, p. 15. Mises explica que, con una definición formal de Economía, ésta se
convierte “en la ciencia de toda clase de acciones humanas (...) En vez de la economía política
de la escuela clásica, surge la teoría general de la acción humana, la praxeología. Los
problemas económicos o catalácticos se encuadran en una ciencia más general y no pueden ya
separarse de esta conexión (...) la economía se convierte en una parte, aunque la más
elaborada hasta ahora, de una ciencia más universal, la praxeología”. (Mises 1949, p. 3)
120
Godelier 1966, p. 12.
121
Godelier 1966, p. 14.
47
libro apareciera cuando los medios para cualquier fin pocas veces habían sido
menos escasos.”122
3.2 Eficiencia y maximización
Este análisis formal de la relación fines-medios plantea, pues, dos problemas
adicionales pendientes de solución. Por una parte, lo formal se transforma
inmediatamente y sin dificultad en lo matemático, y la relación fines-medios en un
problema de optimización matemática. Por otra parte, la repetición de la idea de que
lo fundamental es la relación medios-fines hace olvidar que la cuestión de los fines
está por solucionar.
El problema de la relación medios-fines es el problema de cómo lograr alcanzar la
máxima cantidad posible de fines a partir de un volumen dado de medios disponibles.
O, de forma totalmente equivalente, cómo se puede alcanzar una función objetivo, un
número dado de fines, con la mínima cantidad posible de medios o recursos. Se trata
de un problema de optimización condicionada o restringida, típico de esa disciplina
matemática que llamamos Programación lineal. Como ha afirmado un filósofo de la
ciencia, “el problema es un problema de maximización con restricciones, en el que una
función objetivo cóncava debe maximizarse, sometida a un número de restricciones
lineales o no lineales”123.
RECUADRO 3.3: LA OPTIMIZACIÓN DESDE UN PUNTO DE VISTA GRÁFICO
122
Robinson 1973, p. 62. En otro sitio, escribió Robinson: “Se describió la economía como el
estudio de la conducta humana, como una relación entre fines y medios escasos a los que
puede darse diversos usos. La ortodoxia, basada en esta concepción, se vino abajo
espectacularmente durante la gran depresión, cuando la persecución de las ganancias no logró
hacer uso de una parte de los recursos con no importa qué finalidad.” (Robinson 1970, p. 140).
123
Roy 1989, p. 43.
48
Si una función y es de la forma y = f(x) (véase la figura), podemos ver que en ella hay
puntos mínimos y máximos llamados “locales”. Recordando que la pendiente de una
curva en un punto es la pendiente que tiene la tangente (geométrica) a la curva que
pasa por ese punto, observamos que entre los puntos a y b la pendiente es positiva,
pero en esos puntos la pendiente es igual a cero (ya que las tangentes que pasan por
a y por b son horizontales. Pues bien desde un punto de vista gráfico optimizar la
función y significa encontrar los puntos mínimos y máximos de la curva que la
representa, es decir, determinar para qué valores del eje de abscisa se da un valor
de la ordenada que representa un máximo o un mínimo. Por otra parte, dado que la
derivada y´ de la función y se representa por la pendiente de la tangente que pasa
por un punto cualquiera, vemos que la derivada de y, a la izquierda del punto a y a la
derecha del punto b, es negativa (y´ < 0); que entre los puntos a y b es positiva (y´ >
0) y que en los puntos a y b es igual a cero (y´ = 0).
Por tanto, si el problema de la escasez hace surgir la necesidad de la elección, y si esta
no es arbitraria, entonces debe buscarse la eficiencia en dicha elección, y la eficiencia,
la adecuación de los medios disponibles a los objetivos deseados, exige este doble
planteamiento de la optimización.
Pero ¿qué decir de los fines? Lo único claro es que para esta concepción de la
economía los fines no importan: se trata de “cualesquiera fines”. El filósofo Karl
Popper ha sido uno de los que han servido de apoyo para esta concepción. Popper
asegura que “es imposible determinar los fines científicamente. No hay ninguna forma
científica de escoger entre dos fines (...) O dicho de otra manera, mi racionalismo no se
contiene a sí mismo, se basa en una fe irracional en la actitud de la razonabilidad”124.
Por eso, cuando habla del científico, dice que “los fines deben ser adoptados por él o le
deben ser dados, (…) lo que él hace qua científico es sólo construir medios con los
cuales puedan alcanzarse esos fines”125.
La matematización y progresiva formalización del problema de la relación medios-fines
va de la mano de la creciente minusvaloración del papel de los fines como objeto de
estudio de la Economía. Como ha escrito el microeconomista Vivian Walsh sobre la
estructura matemática de la teoría neoclásica de la escasez y la elección:
“La estructura del acto de economizar es independiente de lo que se
economice en la situación concreta: todo acto de economizar tiene una
estructura formal común que puede exponerse y ser formalizada
matemáticamente, sin tener en cuenta sus fines u objetivos particulares.”126
De hecho, no se trata de un problema específico de lo económico, sino de un problema
de eficiencia en general. Sería como decir: “Yo quiero un matón eficaz para que
‘liquide’ al sujeto X: lo que cuenta es que, si le pago la cantidad Y, realice su trabajo de
la manera más profesional posible dados los medios de los que puede disponer con Y;
124
Popper 1962, pp. 357-359.
125
Popper 1962, p. 359.
126
Walsh 1970, p. 20.
49
pero si el objetivo de matar a una persona es bueno o malo, eso no importa: no es esa
la cuestión”.
En términos más “económicos”, sería algo así como: “Hay que maximizar la producción
en el sector de la automoción; pero que eso se consiga produciendo vehículos civiles o
vehículos militares, eso no importa; que se consiga produciendo muchos automóviles
normales (menos caros) para el grueso de la población, o se consiga produciendo
menos automóviles, pero automóviles de lujo, mucho más caros, eso da igual. Es decir,
los fines pueden ser cualesquiera, no cuentan: matar, bombardear, derrochar por
parte de los millonarios…, eso es lo de menos; lo que cuenta es que lo que se haga, se
haga bien, sea lo que sea: en esto consiste la eficiencia (económica).”
Esto es lo que podemos llamar la ideología de la eficiencia (“lo que cuenta son los
medios en relación con los fines”) versus la ideología de la importancia de los fines
perseguidos. No es cierto que la Economía trate sólo de los medios en su relación con
los fines, sino que el análisis de los fines forma parte (o debería formar parte) con los
mismos derechos de su objeto de estudio. Además, muchas veces los fines se
convierten en medios si se piensa en fines más generales o a más largo plazo.
Pongamos, para terminar, un ejemplo. Imaginemos que un país tiene como objetivo
crear empleo (disminuir el desempleo) y se plantea elegir entre dos fines concretos
alternativo: a) empleo sin más, o b) empleo “productivo”, es decir, empleo coherente
con un cierto modelo productivo deseado por la sociedad. Se sabe que un
determinado volumen de inversión (x miles de millones de euros) genera 100.000
empleos si se busca sólo empleo (fin a) de una forma determinada que vamos a ver; y
sólo 90.000 si se busca empleo productivo (fin b). Supongamos que un millonario
capaz de aportar ese volumen de inversión por sí solo decide crear empleos directos e
indirectos desarrollando un nuevo sector (absurdo) de la economía: la producción de
cucarachas para ser lanzadas al atardecer desde avionetas y helicópteros volando a
baja altura, para satisfacer primero las preferencias estéticas del millonario, y
satisfacer posteriormente lo que para él son las preferencias de sus conciudadanos. El
empleo directo se crearía en el sector de las cucarachas y en el de los servicios de
avionetas y helicópteros, pero eso sin contar con la cantidad de empleo indirecto que
vendría ligado a esas actividades: productos necesarios para alimentar, cuidar y
almacenar cucarachas, producción de avionetas y helicópteros, energía para todas
esas actividades, actividades de transporte y distribución, servicios financieros… Si el
fin no importa y sólo cuentan los medios (la eficiencia de la inversión en términos de
empleo), esta sociedad elegiría producir cucarachas (donde se crean 100.000 empleos
directos e indirectos) a producir otros bienes y servicios que sólo generan 90.000
empleos aunque estos se utilicen en actividades que satisfacen mucho más a la
población (aunque satisfagan menos al millonario).
Pues bien, para los fanáticos de los medios, en qué utilice la sociedad su dinero no
importa. Se ha conseguido maximizar el empleo creado por una inversión, y eso es
suficiente…
3.3 Producción y distribución
50
Ya dijimos que, para Lange (un marxista “heterodoxo” polaco), “la Economía política es
la ciencia de las leyes sociales que rigen la producción y la distribución de los medios
materiales que sirven para satisfacer directa o indirectamente las necesidades
humanas”. Se trata de una definición muy parecida a muchas de las que proliferaron
en la época de escuela clásica. Por ejemplo, McCulloch127 escribió que la Economía es:
“Ciencia de las leyes que regulan la producción, la acumulación, la distribución y
el consumo de los artículos o productos que son necesariamente útiles o
agradables para el hombre y poseen un valor de cambio”128.
Y ya antes había escrito Say que la Economía política es el estudio de “cómo se produce,
distribuye y consume la riqueza”129; y Turgot, que es el estudio de la “producción y la
distribución de la riqueza”130. Esta tradición, que bien podríamos llamar clásico-marxiana,
contiene pues una concepción que en la época clásica formaba parte de la ortodoxia del
momento, pero que, una vez que la Economía neoclásica se hizo dominante, ha pasado a
formar parte de la heterodoxia. La definición más parecida a la de Lange es la de Friedrich
[Federico] Engels (1820-1895): “La economía política es la ciencia que estudia las leyes
que rigen la producción, la distribución, la circulación y el consumo de los bienes
materiales que satisfacen necesidades humanas”131 (por su parte, para Karl Marx se
trataba de la ciencia que estudia las “relaciones sociales de producción”).
Lo primero que salta a la vista en este tipo de definiciones es que sí que hay en ellas un
ámbito material específico al que se reduce el campo de lo económico: la producción y
distribución (de riquezas). En este sentido, diremos que esta es una definición material
y no formal132. Pero analicemos por partes los conceptos que entran en la concepción
de Lange, como son: (a) leyes sociales, (b) producción, (c) distribución, (d) medios
materiales, (e) satisfacción directa o indirecta y (f) necesidades humanas.
Empezando por esto último (f), habría que decir que se trata de cualquier necesidad de
cualquier humano, sea del tipo que sea, y con independencia de la valoración que
hagamos de esa necesidad desde el punto de vista que sea. Por ejemplo, lo mismo da
que sea necesidad de azúcar que de heroína; de dólares en el mercado oficial o en el
mercado negro; de servicios de enfermería o de servicios de asesinos a sueldo; de un
127
Uno de los 200.
128
McCulloch 1825, p. 1; en igual sentido, Mill 1848, pp. 1 y 21.
129
Say 1803, p. I.
130
Turgot 1770.
131
“La economía política es, en su más amplio sentido, la ciencia de las leyes que rigen la
producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad humana” (Engels
1878, p. 151).
132
Habría que añadir un tercer enfoque, que contiene características similares tanto al
enfoque material como al formal. Es el caso de Maurice Godelier (1934 -), quien escribe que no
es necesario retomar “la vieja definición ‘realista’ que de Platón a Adam Smith y Alfred
Marshall reduce lo económico a la riqueza material de las sociedades”; puesto que la clave
está en que “un servicio, una actividad no económica, tiene un aspecto económico cuando la
realización de este servicio conlleva directa o indirectamente el uso de medios materiales”
(Godelier 1966, pp. 22-23]). De forma que “lo económico se presenta como una realidad social
compleja porque es un campo particular de la actividad orientada hacia la producción, la
distribución y el consumo de objetos materiales, y además (...) un aspecto particular de todas
las actividades no económicas” (ibid., p. 23).
51
133
Marx 1867, p. 43. A lo que añade inmediatamente a continuación algo que veremos
enseguida: “Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo
hace directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o a través
de un rodeo, como medio de producción” (ibídem).
134
Rousseau 1762: Emilio, citado en Soboul 1974, p. 183.
135
Linguet 1767, citado en Marx 1867, p. 923.
136
Carta a Malthus, fechada el 9-X-1820 y recogida en Keynes 1936, p. 16.
137
Mill 1836, pp. 123-124.
52
138
“Determinismo y materialismo (III)”, autor desconocido, en
http://www.blogscapitalbolsa.com/article/6117/determinismo_y_materialismo_iii.html
53
también servicios. Es una anécdota el que Oskar Lange, aun siendo un marxista
heterodoxo en otros sentidos, no lo era en relación con la concepción dominante en el
bloque del Este de Europa, donde el sistema de contabilidad nacional soviético se
reproducía en países como la Polonia de su época. Según este sistema, gran parte de
los servicios no corresponden a la categoría marxista de “trabajo productivo” (lo cual
no es cierto), razón por la cual se los dejaba fuera del PIB de esos países. Por esta
razón, si Lange pensaba sobre todo en “bienes”, en este curso nosotros no tendremos
ningún problema en incluir, junto a ellos, los servicios144.
3.4 Medios de producción y medios de consumo
En este epígrafe, terminaremos con el citado apartado (e) diciendo que la satisfacción
directa de necesidades humanas con medios materiales se hace por medio de los
“medios de consumo”, mientras que la satisfacción indirecta la proporcionan los
“medios de producción”. ¿En qué consiste realmente la diferencia entre ambos tipos
de medios? Es fácil de adivinar. Un bien o servicio de consumo, es decir, un medio de
consumo, entra directamente en el consumo final (normalmente de un individuo);
mientras que un bien o servicio de producción, es decir, un medio de producción, no
entra directamente en el consumo final sino que entra en un proceso de producción
del que puede salir otro medio de producción o bien un medio de consumo. Los
clásicos llamaban a estas dos maneras de ser consumido un producto,
respectivamente, “consumo improductivo” y “consumo productivo”. Es decir, en
ambos casos, un producto que entra en el consumo termina desapareciendo, pero si
desaparece a manos del consumidor ya no entra en la producción de otros productos y
por eso los clásicos lo consideraban consumo improductivo. En cambio, si un producto
entra en el proceso de producción de otro producto (ya sea como materia prima o
como medio de trabajo, etc.), entonces decimos que entra en el consumo productivo.
En algunos casos, el examen del tipo de producto en cuestión no deja lugar a dudas en
cuanto a la función que desempeña en el conjunto de la producción y el consumo; por
ejemplo, una máquina, un petrolero, un tractor o una tonelada de mineral de hierro en
bruto siempre serán medios de producción. Algo más complicado es el caso de los
medios de consumo. A primera vista un helado o un corte de pelo serán siempre
medios de consumo, pero no es necesariamente así: un corte de pelo puede realizarse
de forma que se integre en un proceso de producción más amplio, por ejemplo una
película, y en ese caso sería un medio de producción. Igual sería el caso del helado
pero es mucho más difícil que se dé este caso. Podemos imaginar que un restaurante
que quiere satisfacer a unos comensales que demandan un helado de postre sin que el
restaurante disponga de él en esos momentos, ni en la despensa ni en la cocina,
dispusiera que un camarero del restaurante se acercara a la tienda de helados de al
lado para que, en cuestión de un minuto, estuviera en condiciones de servirlos en la
mesa de dichos comensales (sin merma de calidad), en cuyo caso el helado mismo, al
144
Aunque algunos servicios son improductivos en el sentido de Marx –por ejemplo, los
servicios prestados en la Administración pública, razón por la cual no deben contabilizarse en
el PIB–, no hay que olvidar que en la actualidad los servicios representan un 70% del PIB de los
países desarrollados, por lo que sería un grave error no tenerlos en cuenta en una definición
de Economía política como la de Lange.
55
señalar que en una sociedad mercantil y capitalista la producción puede ser de cosas o
servicios mercantiles pero también de cosas o servicios no mercantiles. Ampliaremos
esto en el capítulo IV, pero fijémonos ahora es las consecuencias que tiene esta
afirmación.
Pensemos en una tortilla de patatas. Si esta tortilla se obtiene como mercancía, su
producción es mercantil, crea valor y dinero y es computada por los estadísticos del
Instituto Nacional de Estadística (INE) como parte del PIB. En cambio, si se produce una
tortilla exactamente igual (en términos de sus propiedades físicas, químicas, etc.) pero,
en vez de en (la cocina de) un restaurante, en la cocina de la casa del cocinero o
cocinera, o de cualquier persona en su hogar, este producto, al no ser mercancía, no
computará dentro del PIB. ¿Cómo puede ser? Es muy importante que el estudiante
tome conciencia de que a lo largo del curso iremos acercándonos paso a paso a la
comprensión de este problema, pero digamos de momento que esto significa que hay
una esfera importantísima de la economía, la esfera doméstica, donde se lleva a cabo
producción –una producción en muchos casos igual a la que se realiza fuera de los
hogares– sin que esa producción tenga la misma consideración estadística o
económica que la que se realiza fuera de las “economías domésticas” (como se llama a
veces en Economía a los hogares).
Fijémonos en que estamos hablando de un tipo de producción en el que participa un
montón de personas, que no sólo cocinan, sino que limpian y cuidan la casa, atienden
a los hijos pequeños que viven en el hogar así como a las personas enfermas y
ancianas…; es decir, que producen medios de consumo y de producción, incluyendo un
montón de servicios que si fueran prestados en otro sitio sí contarían como parte del
PIB. Pero lo mismo que ocurre en la economía doméstica, hay otros dos ámbitos
sociales donde ocurre lo mismo: se trata del sector de las Administraciones públicas
(Estado, comunidades autónomas, ayuntamientos, seguridad social…) y el de las
llamadas “instituciones privadas sin fines de lucro” (ONG, sindicatos, partidos…). Toda
la actividad que se realiza en esas dos esferas produce valores de uso pero no valores
ni valores de cambio (sólo una parte infinitesimal de la misma se vende). Una clase de
Economía impartida en una universidad pública no es una mercancía porque nadie
paga directamente por ella en ningún mercado (véase el recuadro 3.4)145. Ahora bien,
esa misma clase impartida en una universidad privada sí es parte de la mercancía que
dicha universidad vende a sus matriculados (o a sus padres). Curiosamente, la solución
contable que da el INE (y, con él, la inmensa mayoría de los organismos oficiales de
estadística de los demás países) a esta segunda esfera ajena el valor de cambio es
diferente a las dos diferentes soluciones dadas en los ámbitos mercantil y doméstico,
respectivamente.
RECUADRO 3.4: LA CARESTÍA DE LA ENSEÑANZA UNIVERSITARIA EN ESPAÑA
En la siguiente figura se recoge el precio de las tasas universitarias en la mayoría de los
países europeos. Puede apreciarse la carestía de dichas tasas en el caso español,
especialmente en relación con los países que no cobran nada por estudiar en la Universidad
(países nórdicos, Grecia, etc.) o cobran muy poco (Alemania, etc.).
145
Véase el recuadro 3.4.
57
(http://www.elmundo.es/sociedad/2016/04/15/570f9b3ce5fdea6d578b45cd.html)
Una clase de Economía en una universidad pública podría ser igual que la que se diera
esporádica y privadamente en la casa de uno de los alumnos, pero en este último caso
no computaría en el PIB (incluso si los estudiantes la pagaran) y, en cambio, en la
Administración, aunque tampoco se producen mercancías, sí computan porque se
hace la ficción jurídico-económica de suponer que la Administración pública al
completo aporta al PIB el equivalente a los salarios brutos pagados a sus empleados.
58
El libro de Robbins que dio lugar a la primera corriente de definición de la Economía es L. Robbins
(1932): Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica, Fondo de Cultura
Económica, México, 1980; con algunas matizaciones posteriores como las que se encuentran en
Robbins (1981): “La economía y la economía política”, El Trimestre Económico, 193, enero-
marzo, 1982, pp. 189-205. Una actualización de este punto de vista puede encontrarse en
muchos manuales contemporáneos de Microeconomía, como el de V. C. Walsh (1970):
Introducción a la microeconomía contemporánea, Vicens Vives, Barcelona, 1974.
En cuanto a la cuestión de la praxeología, véase Ludwig von Mises (1949): La acción humana.
Tratado de Economía, Unión Editorial, Madrid, 1980.
La definición de Economía de Lange se encuentra en Lange (1966): Economía política, México:
Fondo de Cultura Económica, que sigue la tradición de los autores clásicos y de Marx, como por
ejemplo en Say y Engels: Jean-Baptiste Say (1803): Tratado de economía política, Imprenta
Collado, Madrid, 1816; y F. Engels (1878): La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring
(Anti-Dühring), Grijalbo (Crítica), Barcelona, 1977.
La definición de Samuelson, procedente de las primeras versiones de su celebérrimo manual,
puede verse también en las versiones más recientes, por ejemplo en P. Samuelson & W. Nordhaus
(1989): Economía, 14ª edición, McGraw-Hill, Madrid. En esta misma línea, se encuentran
numerosísimos manuales ; uno de los más difundidos en los últimos tiempos es el de Gregory
Mankiw (2009): Principios de Economía, 5ª ed., Mc Graw Hill.
3.7 Ejercicios y problemas
1 Enuncie la definición de “Economía” según Robbins y la crítica de Robinson a dicha definición.
2 Qué es la praxeología.
3 Sabemos lo importante que es la relación entre fines y medios para la Economía ortodoxa,
pero ¿qué dice esta de los fines?
4 En su definición de Economía, Lange (economista del siglo ____ nacido en _____________)
habla de producción y de distribución: ¿qué decía en relación con esta última (en sentido amplio)
alguno de estos 4 autores: Eden, Bellers, Mandeville, Quevedo?
5 Ponga ejemplos de medios de producción que no pueden ser nunca un medio de consumo.
6 ¿En qué esferas se producen actualmente valores de uso pero no valores de cambio?
7 ¿A qué definición estudiada equivale decir que el objeto de la Economía es la producción de
medios de producción y medios de consumo?
60
61
antropológico-económico. Esto quiere decir que los bienes son bienes porque son
bienes para los hombres (y mujeres); que los productos son producto de los hombres y
mujeres; y que las mercancías se manifiestan en el intercambio humano y no en
cualquier tipo de intercambio.
Figura 4.1: Composición del conjunto de todos los bienes
¿Qué definición podemos dar de estos tres conceptos? Llamaremos “bien” a cualquier
cosa (sea objeto o servicio147) que sirva para algo o que tenga valor de uso para
alguien, sea este quien sea. Es un bien porque alguien considera deseable disponer de
ese bien, alguien lo demanda por los motivos que sea, siempre que ese alguien sea un
hombre o mujer o alguna de las instituciones creadas por ellos. Lo importante es
entender dos cosas.
[1] Puede haber cosas que sean un bien para algún tipo de animal (por ejemplo, las
moscas) y que, sin embargo, los humanos no consideremos, en principio, como un bien
sino más bien todo lo contrario. Si los humanos queremos deshacernos de ese tipo de
“bien para las moscas” (por ejemplo, un excremento de vaca), diremos que ese “bien”
no forma parte del círculo de nuestros bienes (el de la figura 4.1) sino que es más bien
un “mal” (en sentido no moral). Lo que sería un bien en este caso sería el servicio de
limpieza que nos permitiría precisamente destruir o hacer desaparecer ese objeto.
Téngase en cuenta, sin embargo, que al estar adoptando un punto de vista
antropológico y dado que la tecnología humana cambia, bien podría ocurrir que lo que
antes era tratado como un mal, se convierta más tarde en un bien, como podría ser el
147
Obsérvese que hay una frase hecha que se refiere a “los bienes y servicios” en varios
contextos. En ese sentido, bienes y servicios se contraponen, pero en este tema diremos que
los bienes se componen de los bienes en el sentido estricto anterior (objetos físicos) y de los
servicios.
63
caso de los excrementos de vaca si pueden ser utilizados como biomasa para un
determinado proceso de producción de energía; o el caso de las heces humanas, si se
usan como materia prima para preparados médicos inyectables en humanos que
pueden sufrir determinados tipos de enfermedades, etc.
[2] En segundo lugar, el bien puede ser bien para algunos y un mal para otros. Además,
los motivos no cuentan, ni cuenta que tengan una naturaleza legal o ilegal, virtuosa o
viciosa, moral o inmoral…, ni ningún otro criterio que no sea el que alguien demanda el
bien, lo quiere, lo necesita para lo que sea. Así, una bomba atómica, un instrumento de
tortura, un veneno mortífero, un portaaviones, un campo de concentración…, son
todos ejemplos de bienes.
¿Qué es un producto? Es sencillamente un bien producido. Es decir, un bien que
resulta de un proceso de producción, sea el que sea, llevado a cabo con trabajo
humano (aunque este pueda ir, o no, acompañado del uso de otros productos). Como
enfocamos el problema desde un punto de vista antropológico, no nos interesa el
“trabajo” de otros animales…, a no ser que interfieran de alguna manera en los
procesos humanos de trabajo. Por ejemplo, el que los topos produzcan agujeros en la
tierra o que los gatos cacen ratones no significa en sí mismo que la “producción” que
interesa a la Economía se componga también de esas actividades, a no ser que nos
interese, por ejemplo, remover la tierra o usar ratones muertos para determinados
experimentos. Si la producción de miel por las abejas no fuera más útil para nosotros
que las telarañas que producen las arañas, no diríamos que la miel es un producto; si
es un bien para nosotros, eso se evidencia en que los humanos desarrollamos un
proceso de trabajo consistente en apoderarse de esa miel, transformarla, tratarla,
fabricarla industrialmente, transportarla, almacenarla, ponerla en los stands de un
supermercado y, finalmente, llevarla a casa de un humano para ser consumida.
Asimismo, no podemos llamar trabajo a las vueltas que da un buey o un caballo
alrededor de una noria (no son más “trabajo” que el no trabajo de las abejas): si no
hubiera humanos acompañando este falso trabajo de equinos y bovinos, si no se
construyera y reparara la noria, si no se aprovechara el agua obtenida para su
transporte y uso, etc., no existiría esa actividad animal, no se llevaría a cabo. Así que
podemos reservar el concepto genuino de Trabajo (trabajo social) para los humanos,
mientras que lo que hacen los animales, lo mismo que las máquinas o los motores de
un coche o de un ascensor son trabajo en un sentido no antropológico sino físico.
El trabajo es tan importante para la sociedad humana que un autor como Benjamin
Franklin (1706-1790), el inventor del pararrayos, definía al hombre como tool-making
animal, el animal que fabrica herramientas (para el trabajo), definición que va más allá
que la de tool-using animal (animal que usa herramientas), que podría dar lugar a
pensar si un animal como el quebrantahuesos está usando una herramienta, o no,
cuando instintivamente utiliza piedras del campo para intentar romper y comerse un
huevo de águila.
Por último, ¿qué es una mercancía? Muy sencillo: un bien para el que existe un
mercado, es decir, un bien que tiene “precio”; y esto es así tanto si existe dinero en la
sociedad como si no, ya que, aunque normalmente entendemos por “precio” un
auténtico precio monetario, también es lícito hablar del precio de una unidad de la
64
bienes naturales (subconjunto 4) cuando, siendo estos de tal naturaleza que les
permite ser apropiables por la mano humana, pasan efectivamente a ser bienes de
uso, posesión y control privados. El ejemplo paradigmático es la tierra virgen. Que la
tierra virgen es un bien natural lo demuestra la mera existencia de este bien con
anterioridad a la aparición de la especie humana sobre la tierra. Sin embargo, las
relaciones sociales que dieron lugar a la propiedad privada han permitido que
determinadas personas o clases sociales se hayan apropiado de estos bienes en
exclusiva, sin permitir el acceso a los mismos de las demás personas y clases, a no ser
que medie el pago de un precio por el uso de algo que para estos últimos es ajeno.
No hacía falta ser un socialista o un anarquista para protestar contra este estado de
cosas. Así, el anarquista Errico Malatesta afirmaba que “los propietarios, los
capitalistas, han robado al pueblo, a través de la violencia y el fraude, la tierra y los
medios de producción”148, pero también uno de los padres de la patria en los Estados
Unidos, Thomas Paine (1737-1809), escribió en su Justicia Agraria (1797): “Es un hecho
incontrovertible que la tierra, en su estado natural, fue, y siempre será, propiedad
común de la raza humana […] su propio Creador no abrió nunca un registro que
emitiera títulos de propiedad”.149 Ya antes había escrito Rousseau que “el primero que,
cercando un terreno, se atrevió a decir esto es mío, y encontró gente lo
suficientemente simple como para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad
civil”150. Y cosas así las reprodujeron muchos autores de principios del siglo XIX sin
necesidad de ser socialistas. Como escribió Marx en 1847:
“Comprendemos que economistas tales como Mill [James Mill, el padre de John
Stuart Mill], Cherbuliez, Hilditch y otros hayan demandado que el Estado se
apropie la renta a fin de sustituir con ella los impuestos. Era la expresión franca
del odio que el capitalista industrial siente hacia el propietario del suelo, el cual
es a sus ojos inútil y superfluo en el conjunto de la producción burguesa.”151
Y como escribe Marx en el libro III de El capital: con la propiedad privada de la tierra, y
en general siempre que “las fuerzas naturales sean monopolizables”, estamos ante el
“poder descomunal que confiere esa propiedad de la tierra cuando, unida en unas
mismas manos con el capital industrial”, permite que una parte de la sociedad reclame
a la otra “un tributo a cambio del derecho de habitar la tierra”; por eso:
“Desde el punto de vista de una formación económico-social superior, la
propiedad privada del planeta en manos de individuos aislados parecerá tan
absurda como la propiedad privada de un hombre en manos de otro hombre.
Ni siquiera toda una sociedad, una nación o, es más, todas las sociedades
contemporáneas reunidas, son propietarias de la tierra. Sólo son sus
poseedoras, sus usufructuarias, y deben legarla mejorada, como boni patres
familias [buenos padres de familia], a las generaciones venideras”152.
148
Citado en Carlos Taibo 2010, p. 76.
149
Linebaugh 2009.
150
Rousseau 1754, citado en Soboul 1974, p. 181.
151
Marx 1847, p. 134.
152
Marx 1894, pp. 983-984, 987.
66
Figura 4.2: Evolución de las categorías de bien, producto, mercancía, dinero, beneficio y
capital
Lo que se muestra ahí no es exactamente un esquema de la evolución histórica de la
sociedad humana desde sus orígenes al momento presente. Se muestra más bien un
esquema de 8 etapas abstractas diseñadas así con fines conceptuales. Es decir, se
resalta la idea de que las realidades que se corresponden con esos conceptos han ido
apareciendo en el tiempo no de forma simultánea. Así, primero surgen los bienes (una
vez aparecida nuestra especie sobre la tierra), que hasta entonces eran simplemente
“cosas”; después los productos y el intercambio; después las mercancías y el trueque,
este primero entre dos partes y luego entre más de dos partes; posteriormente el
67
dinero y sus usos, uno de los cuales da lugar a la venta para la compra y el otro da
lugar al capital; y, finalmente, la forma universal del capital como capital industrial o
modo de producción capitalista. Esta explicación esquemática, vamos a repetirla ahora
con mayor detalle, distinguiendo entre las 8 etapas.
[1] Podemos imaginar un mundo imaginario en el que surgen los humanos y, sin
necesidad de trabajar, simplemente accediendo libremente a los bienes libres
preexistentes, sobreviven y se reproducen en el tiempo, en su tiempo prehistórico.
Cabe discutir si es realmente posible ese acceso libre a los bienes (hojas, frutas, raíces,
animales muertos comestibles, etc.) sin que medie algún proceso de trabajo
organizado socialmente, pero tanto en este plano como en el individual esos procesos
laborales lo son y no lo son, casi como en el caso de los animales…
[2] Podemos imaginar una sociedad de cazadores y pescadores como la de “Altamira”.
Si cada tribu o grupo social es autárquico respecto a los demás, podemos decir que
esta sociedad tiene un proceso social de trabajo y producción donde se obtienen los
productos que consume (bienes de consumo como alimentos, animales terrestres y
fluviales, pieles, vegetales, etc.) y, por otra parte, los que usan como bienes de
producción, como flechas y lanzas, etc.
[3] A medida que se desarrollan los medios de consumo y producción y se mejoran los
medios de transporte, se facilita el contacto con otros pueblos o grupos y se hace
posible el intercambio de productos. Estos productos intercambiados no son aún
mercancías, sino que son más bien resultado de un “comercio” (eso que el diccionario
llama “comunicación y trato entre personas”153) humano donde aún no han penetrado
las relaciones de valor o de precio. Los motivos del paso de un producto de un pueblo
a otro pueden ser varios, por ejemplo lo que los antropólogos llaman “el don”.
[4] Siguiendo adelante con el desarrollo económico y técnico, los productos que
exceden de la mera subsistencia son cada vez más numerosos y variados, y parte de
ese excedente puede intercambiarse de forma sistemática y consuetudinaria con
excedentes procedentes de otros pueblos en dirección al nuestro. En este punto el
trueque ya es un intercambio de mercancías sometido a una pauta comercial que
establece proporciones o reglas de intercambio; es decir, estamos ante el trueque de
mercancías, que puede ser entre dos partes tan sólo (trueque bilateral) o entre más de
dos (trueque multilateral). Nótese que, según los antropólogos, este comercio
mercantil se desarrolló primero en lo que hoy llamaríamos “comercio internacional”,
antes que como comercio doméstico, es decir, se desarrolló entre el pueblo A y el
pueblo B, y sólo posteriormente se desarrolló el comercio interior entre las personas
o/y grupos de cada sociedad, de cada pueblo.
[5] Si en el treque bilateral la relación M – M es en realidad M1 – M2, puesto que las
mercancías que se cambian entre sí son necesariamente distintas (si no, el trueque no
tendría sentido), en el multilateral la relación es realmente M1 – M2 – M3. Lo que esto
quiere decir es que el propietario de M1 en realidad no desea M2 sino M3, pero sabe
que el poseedor de M3 no necesita M1 y, por tanto, que no le permitirá hacer un
trueque directo con él (M1 - M3). En la medida en que crece el número y la cantidad de
153
Es la acepción número 8 de la entrada “comercio” en el DRAE (Diccionario de la Real
Academia de la Lengua), como puede verse en http://dle.rae.es/?id=9vYPFME.
68
154
Posteriormente han surgido diversas formas adicionales de dinero, pero podemos decir que
todas ellas de alguna manera lo único que hacen es representar cierta cantidad de oro.
69
– D’. ¿Y qué significa D’? Pues algo muy sencillo: D’ = D + ΔD, lo que quiere decir que el
dinero que había al principio (D) se convierte al final en una cantidad mayor (D’). Es
decir, puesto que D’ > D, a la diferencia entre ambas cantidades ( = ΔD = D’ - D) la
llamaremos excedente o beneficio (o ganancia). Pues bien, definiremos “capital” como
aquella cantidad de dinero que no quiere ser cambiada por otras mercancías sino que
busca crecer, ser una cantidad mayor, es decir, autovalorizarse. Cuando D quiere
convertirse en D + ΔD, esa D ya es capital desde el principio. A diferencia de lo que
decíamos anteriormente, ya no podemos decir que una mayoría de nosotros tiene ese
dinero-capital: lo que tenemos es el dinero que nos sirve para comprar, pero no
tenemos el dinero que sirve para convertirse en más dinero, es decir, no tenemos
capital (y si lo tuviéramos habría que considerársenos capitalistas).
Nos queda hablar de [8], pero antes reflexionaremos sobre cuáles han sido,
históricamente, las formas reales que ha adoptado este proceso de conversión de D en
D’. Podemos decir que han sido tres:
(a) D – M – D’, o forma del capital mercantil
(b) D – D’, o forma del capital bancario (o financiero)
(c) D – M – P – M’ – D’, o forma del capital industrial.
La realidad del capital mercantil (a), que ha existido también en otros momentos y
lugares de la historia, tiene su máxima expresión entre la Baja Edad Media y el siglo
XVIII, en los países de Europa occidental, época en la que una desconocida América
primero, seguida por otras partes del mundo extraeuropeo, pasan a formar parte,
mediante explotación colonial, del entramado metropolitano europeo. En estas
condiciones, el capital más fructífero, es decir, el capital D que rentaba la mayor
cantidad de ΔD en el menor tiempo posible, era el capital mercantil dedicado al
comercio entre los países europeos y las colonias que fueron creándose sucesivamente
en los otros cuatro continentes del mundo. En realidad, el capital comercial puro que
aparece en la fórmula D – M – D’ es una pura reventa tras una compra, pero el capital
mercantil europeo realmente existente no pudo prescindir de un tipo especial de
proceso de producción consistente en la organización de grandes expediciones de
transporte transoceánico de mercancías procedentes de las colonias con destino a
Europa y viceversa; en este sentido, serían un caso particular de D … P … D’ en una
etapa en la que aún no existía capitalismo industrial plenamente desarrollado.
Por su parte, el capital bancario (b) puede escribirse como simple D – D’ en la medida
en que lo que un banco hace es simplemente ganar dinero con el comercio de dinero,
es decir, obtener dinero de los depositantes a cambio de un tipo de interés menor en
el pasivo que el que se gana por el dinero que se presta a los prestatarios del banco a
cambio de un tipo de interés más elevado en las operaciones de activo (véase la figura
4.3).
70
Figura 4.3: Balance de un banco comercial típico
En cuanto al capital productivo o “industrial”155 (c), es la forma expandida o
desarrollada del capital con la forma D – M – D’. En el esquema de la figura 4.2, se
observa que la etapa 8 vuelve a aparecer en una inexistente etapa 9 como desplazada
a la izquierda respecto a la 8. Esto sólo quiere decir que en esta etapa se han fundido
las dos columnas que hasta ese momento habían estado separadas como (1) y (2), es
decir, como proceso de producción y como otros procesos. La razón de esto es que en
esa etapa la producción ha quedado subsumida dentro de los procesos de intercambio
y mercado, pero para explicar esto con más detalle hay que comprender primero por
qué y en qué sentido el capital industrial es a la vez la vía de solución de los problemas
surgidos en la etapa del capital mercantil. El desarrollo del capital mercantil en el que
nos hemos fijado se corresponde con la expansión del capital europeo por las colonias
en la Edad moderna. En ese contexto, el contacto entre metrópoli y colonias es un
contacto entre dos mundos que no tienen nada que ver entre sí, y eso da lugar a la
generalización de un intercambio desigual, un intercambio que no es de equivalentes.
Lo que la metrópoli da a la colonia a cambio de lo que esta le entrega no tiene, ni
mucho menos, el valor que tiene lo primero medido en términos del valor mercantil ya
existente en la metrópoli. Esa diferencia permitió durante siglos que las empresas y
monopolios comerciales europeos obtuvieran unos enormes beneficios gracias a ese
intercambio no igual. Pero a medida que se fue necesitando la incorporación efectiva
de las colonias en el mercado mundial y en la industria global, la diferencia entre
ambos mundos fue desapareciendo paulatinamente, hasta llegar finalmente a su
extinción. Es decir, se pasó de dos mundos distintos a una situación que podemos
155
Obsérvese que por “industrial” no debe entenderse sólo el capital invertido en el sector
secundario de la economía (la industria manufacturera, la energética, la transformadora y la de
la construcción), sino que se usa como sinónimo de capital invertido en la producción en
general, ya que, desde este punto de vista, la agricultura y los servicios también son
“industrias”.
71
calificar de un único mundo formado por un Norte y un Sur: las diferencias persistían
(por ejemplo, en términos de productividad y desarrollo de las fuerzas productivas
típicas de cada parte del mundo), pero todo formaba parte del mismo mundo (único) y
estaba impregnado de las mismas categorías de valor mercantil mundial. Esto impidió
progresivamente la obtención de las ganancias extraordinarias debidas al comercio de
no equivalentes, y a medida que se fue implantando el intercambio de equivalentes la
acumulación no podía seguir su curso si no se conseguía trascender el ámbito
mercantil para expandirse por todo el ámbito del capital industrial, es decir, para pasar
de (a) a (c), o generalizar el comercio hasta subsumir dentro de él todo el ámbito de la
producción.
Pero pasemos finalmente al capital industrial. Lo primero que hay que hacer es
explicar las nuevas siglas que aparecen en el esquema. Lo que significa el mismo es
que una determinada cantidad de capital-dinero se invierte en la compra de
mercancías, pero ahora no se trata de cualquier tipo de mercancías sino de una pareja
de ellas formada por determinados medios de producción (MP) y por fuerza de trabajo
(FT). Dependiendo del sector productivo de que se trate, los medios de producción y la
fuerza de trabajo se combinarán de una forma o de otra, pero en todos los casos dicha
combinación tiene que responder a la receta técnica correspondiente que une al
componente objetivo de la producción (MP) con el componente subjetivo (FT). Ambos
factores se combinan efectivamente en el momento que corresponde al proceso de
producción (P), que figura en el esquema como “… P …” para indicar que dicho proceso
transcurre en el tiempo y dura desde que se compraron MP y FT hasta que se obtienen
los productos correspondientes como nuevas mercancías (M’). Vemos por tanto que,
junto a la fase de producción aparecen dos fases de intercambio: (1) D – M(MP, FT) y
(2) M’ – D’, que, como acabamos de ver, son intercambios regidos por el principio del
intercambio de equivalentes (que supondremos que rige de forma universal), siendo el
segundo intercambio la venta de las nuevas mercancías producidas gracias a la
confirmación efectiva de la conversión de las mercancías (M’) en dinero (más dinero
que al principio, es decir, D’).
Pero veamos las consecuencias de este principio de intercambio de equivalentes que
suponemos rige por doquier. Esto quiere decir que, en términos de valor de mercado,
D = M (o D = MP + FT) por una parte, y, por otra parte, M’ = D’. Por consiguiente, dado
que el proceso de producción y circulación capitalista sólo incluye dos intercambios y
un proceso de producción, y dado que en ambos intercambios lo que se cambia son
equivalentes (igual valor), el aumento de valor entre D y D’ tiene que producirse en el
proceso de producción. Es decir, si M’ = D’ y por otra parte D = M, y tenemos que D’ >
D, entonces se dará también que M’ > M. Y como D’ = D + ΔD, y también M’ = M + ΔM,
entonces tenemos ΔD = ΔM.
Ahora bien, el dinero que se invierte al principio se invierte en comprar medios de
producción (MP) y fuerza de trabajo (FT). ¿Qué puede haber dentro del proceso de
producción que no sea MP y FT? Pues si se piensa que una cosa es la “fuerza de
trabajo” y otra distinta el trabajo mismo, diremos que, además de medios de
producción y fuerza de trabajo, habrá también “trabajo”, potencia (FT) transformada
en acto (el trabajo mismo). La relación entre fuerza de trabajo y trabajo es, según
Marx, del mismo tipo que la relación que existe entre capacidad de digerir y digestión
efectiva: se puede tener la primera, pero si no hay nada para digerir la digestión no se
72
Llegados a este punto, el estudiante tiene que pararse un momento a reflexionar sobre
lo siguiente: ¿parece más convincente la TLV o la TUV? ¿Cómo puede haber teorías tan
dispares sobre algo tan fundamental como es el origen del valor de las mercancías, que
no es sino el fundamento de los precios mercantiles, problema este que constituye la
esencia de lo que hoy se llama Microeconomía? La única respuesta que podemos dar,
por el momento, es que corresponde al estudiante pensar por su cuenta, empezando
por hacerse consciente de que nadie le va a ayudar a descubrir de repente la “verdad
verdadera”, por así decir, sin su intervención, sin su esfuerzo; y que eso requiere
desarrollar un espíritu crítico que le haga desconfiar de toda teoría que se le presente
como cierta sólo porque lo ha dicho alguna autoridad: el “argumento de autoridad” es
mal consejero para cualquiera que tenga una preocupación real por acercarse a la
verdad objetiva.
4.5 Recapitulación
Conceptos clave. Bien, producto, mercancía. Producto mercantil y no mercantil, bien natural,
tierra virgen. Intercambio de productos, don, trueque. Trueque bilateral, multilateral, dinero.
Vender para comprar, comprar para (re)vender. Capital, capital mercantil, capital bancario,
capital industrial. Medios de producción, fuerza de trabajo asalariada, intercambio de
equivalentes.
Los bienes son cualquier cosa que alguien demande, sea una persona, sea una empresa o
institución creada socialmente; y esa cosa es un bien aunque desde otros puntos de vista se la
considere un mal. Lo que cuenta aquí es el punto de vista antropológico, no moral, legal, etc.
Los bienes pueden ser productos, mercancías (o ambas cosas a la vez) o simples bienes
naturales. Un producto es un bien producido, es decir, resultado de un proceso laboral
(humano). Una mercancía es un bien que tiene un precio (se negocia en un mercado). La
mayoría de los productos son productos mercantiles (es decir, son a la vez mercancías), y la
mayoría de las mercancías son a la vez productos, pero hay una excepción muy importante
que es la tierra virgen, que es mercancía pero no producto.
Usando los conceptos de bien, producto y mercancía, se puede analizar la evolución lógica de
la forma económica de la sociedad, desde su origen. La sociedad humana nace en un contexto
en el que se puede dudar si: a) se reproduce aprovechando los bienes existentes (sin
necesidad de trabajo) o bien: b) trabaja desde el principio, por lo que el consumo y la
reproducción exige siempre la producción (trabajo). El centro de la actividad social es siempre
la producción, pero al lado de esta aparecen poco a poco otras actividades, como la
manipulación de productos que se intercambian, primero esporádicamente, después
sistemáticamente, convirtiéndose en mercancías. El trueque es al principio bilateral, pero se
convierte pronto en multilateral, convirtiendo a su vez a una mercancía en dinero. Y el dinero
puede tener dos tipos de uso: primariamente, puede servir como simple medio de compra una
vez obtenido el dinero mediante una venta previa; o, adicionalmente, puede usarse como un
medio de valorización, es decir, destinarse a la compra de mercancías para luego venderlas,
con o sin la transformación previa de dichas mercancías.
Las formas históricas en que se ha llevado a cabo dicha valorización han sido el capital
mercantil, el capital bancario y, finalmente, el capital industrial. En este último se superan las
limitaciones que tenía el capital mercantil, pues ahora se trata de comprar (con dinero
convertido por eso mismo en capital) medios de producción y fuerza de trabajo (asalariada)
75
para combinarlos en diversos procesos productivos de los que resultan nuevas todas las
nuevas mercancías que se convierten en más dinero al ser vendidas.
La valorización del dinero-capital se analiza de forma muy distinta según la teoría laboral del
valor o según la teoría utilitarista del valor. Para la primera, el valor de las mercancías viene
dado por la cantidad de trabajo invertida en la producción de la mercancía, y el plusvalor se
obtiene porque el capital se divide en capital constante (compra de los medios de producción,
cuyo valor reaparece en el producto sin aumentar de valor) y capital variable: esta parte se
invierte en comprar una mercancía especial, que es la fuerza de trabajo, que tiene la
propiedad de que su valor de uso consiste en producir más valor que su valor de cambio. En
cambio, la teoría utilitarista del valor asocia el valor de las mercancías con la utilidad marginal
experimentada por el consumidor al consumir, y niega toda diferencia entre el capital variable
y el capital constante. El estudiante debe plantearse desde este momento cuál de las dos
teorías le convence más.
4.6 Para seguir leyendo
Bibliografía sobre conceptos tan simples como los bienes y productos es difícil de encontrar;
si acaso, algo se encuentra en S. Bowles y R. Edwards (1985): Introducción a la economía:
competencia, autoritarismo y cambio en las economías capitalistas, Alianza, Madrid, 1990. En
cuanto a los bienes naturales, la bibliografía gira sobre ese bien natural convertido en mercancía
que es la tierra virgen: para la tierra y la renta del suelo, véase, aparte del libro III de El capital –
K. Marx (1894): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro III, Siglo XXI, Madrid, 1979–, el libro
de uno de los economistas más famosos que hicieron bandera de la desaparición de la renta de la
tierra: Henry George (1939): Progreso y miseria, Ed. Fomento de Cultura, Valencia, séptima ed.,
1963.
Hay tres buenas introducciones a la teoría del dinero: J. K. Galbraith (1983): El dinero, Orbis;
Roy Harrod (1969): El dinero, Barcelona: Ariel, 1972; Dennis H. Robertson (1922): El Dinero, F.C.E.,
Méjico, 1945. Una perspectiva histórica que insiste en el dinero metálico y el oro se encuentra en
Pierre Vilar (1982): Oro y moneda en la historia (1450-1920), Barcelona: Ariel. Y desde el punto
de vista del sistema financiero en su conjunto, G. H. Halm (1959): Economía del dinero y de la
banca, Bosch, Barcelona, 2ª ed., 1963.
También sobre el dinero, pero adentrándose en cuestiones filosóficas y políticas, hay tres
referencias muy interesantes, como son la reflexión de Mandel sobre el dinero en una sociedad
postcapitalista: Ernest Mandel (1992): El poder y el dinero. Contribución a la teoría de la posible
extinción del Estado, Siglo XXI, México, 1994; la historia de la presencia del dinero en el
pensamiento no económico, ahora reeditada: Marc Shell (2016): Dinero, lenguaje y pensamiento:
la economía literaria y la filosófica, desde la Edad Media hasta la época moderna, Fondo de Cultura
Económica, México; y un artículo sobre el pensamiento económico-filosófico de Marx sobre el
dinero: A. Sánchez Vázquez (1974): “El dinero y la enajenación en las notas de lectura del joven
Marx”, Zona Abierta, 1, pp. 3-14.
En relación con la mercancía y el dinero, hay que ver las dos primeras secciones del libro I de El
capital de Marx (1ª sección: Mercancía y dinero; 2ª: La transformación del dinero en capital):
Karl Marx (1867): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro I, Siglo XXI, Madrid, 1978, 3
volúmenes.
Un enfoque distinto donde se estudia el sistema capitalista a partir de la mercancía pero sin
dinero se encuentra en Piero Sraffa (1960): Producción de mercancías por medio de mercancías,
Vilassar de Mar: Oikos-Tau, 1966.
76
7 ¿Qué hemos llamado “don” y qué tiene que ver con la mercancía?
8 ¿Qué significa “trueque multilateral”?
9 Si D-M-D’ significa lo que significa, ¿qué significa D-M-D?
10 Si una empresa como Coca-cola sigue el esquema D-M-D’, ¿de qué tipo de empresa podría
decirse que sigue el esquema D-D’?
11 Si rige el principio del Intercambio de Equivalentes, ¿es posible que sea (D’ – D) < (M’ – M)
[donde “–” significa “menos”]?
12 ¿Qué significa “fuerza de trabajo”? ¿Por qué es algo distinto que el trabajo?
13 ¿A qué llama un autor “capital variable”? ¿Quién es ese autor?
14 ¿Por qué otro nombre se conoce a la Teoría laboral del valor? Y ¿cuál es la otra gran teoría
del valor que compite con ella…, cuya afirmación principal es que …?
77
V. EL CAPITAL
5.1 Excedente y acumulación de capital
5.2 Perspectiva histórica: la acumulación originaria del capital
5.3 Economía de mercado
5.4 Modo de producción capitalista
5.5 Recapitulación
5.6 Para seguir leyendo
5.7 Ejercicios y problemas
5.1 Excedente y acumulación de capital
Hemos visto en el capítulo IV que el excedente o beneficio (ΔD = D’ - D) surge del
plusvalor, y este del plustrabajo no pagado. Ahora vamos a comenzar estudiando cuál
es el destino de ese excedente. Desde el punto de vista del sistema en su conjunto,
está claro que hay dos destinos posibles: una parte del excedente se consume y el
resto se destina a la acumulación, es decir, se reinvierte en el proceso productivo a
escala social.
Pero cuando el capitalista industrial individual recibe el valor íntegro del producto de
sus ventas (D’) tiene que descontar dos cosas para calcular cuál ha sido su “beneficio
de empresa”: por una parte el valor de sus insumos (c + v) y por otra parte la parte de
sus beneficios brutos (pv) que no se queda él sino que se redistribuye hacia otros
protagonistas del proceso capitalista real. Estas 4 detracciones son: el “margen
comercial” (m) que corresponde al capitalista comercial que ha intervenido en el punto
intermedio entre el fabricante y el consumidor final; la suma de los intereses que ha de
pagar el capitalista industrial al capital bancario por el uso de dinero ajeno que este
pone a disposición de aquel (i); la renta de la tierra (r) que paga al propietario de los
terrenos donde se levanta su fábrica o centros productivos, sus oficinas, etc.; los
impuestos que el Estado le obliga a pagar (t). Por tanto el beneficio de empresa será
igual a (pv - m - i - r - t).
78
Figura 5.1: El proceso de acumulación de capital, a partir del excedente obtenido
Pues bien, ese beneficio que podemos llamar b tiene dos grandes destinos posibles: [1]
o bien es destinado por el capitalista a satisfacer su consumo privado157, ya consista
este en el tipo de bienes y servicios que consume habitualmente todo el mundo, ya en
los bienes de lujo que le están destinados exclusivamente a él en cuanto figura social
así definida; [2] o bien sirve para reinvertir en su empresa o en otras empresas. En
cualquier caso, si el esquema D- M (MP, FT) … P … M’ – D’ se toma como
representativo del capital a escala global, y no como si representara el capital de una
rama productiva o de un capitalista individual, esta inversión o reinversión de los
beneficios se puede representar gráficamente como se ve en la figura 5.1. Lo
importante es acordarse en este punto de lo que decía Adam Smith en relación con los
medios para asegurar “la riqueza de las naciones”; venía a decir que el crecimiento es
como alguien que mueve dos piernas al andar: 1) una de ellas es la obtención del
máximo beneficio posible, para lo cual habría que utilizar la máxima cantidad posible
de trabajo productivo y minimizar al mismo tiempo el trabajo improductivo, y 2) la otra
consiste en dar un paso a continuación del primero, paso consistente en la
acumulación lo más rápida posible y en la mayor medida posible de los beneficios
resultantes del paso dado en primer lugar (con la otra pierna).
La mayor parte de los economistas clásicos, que de alguna manera representaban los
intereses del capital industrial, apoyaba estas ideas de Smith. En cambio, Thomas
Malthus, a quien se le tiene por representante de los intereses de los terratenientes,
defendía lo contrario, es decir, defendía que el crecimiento y la acumulación de capital
no fueran tan rápidos. Malthus pensaba que si los industriales dedicaran una parte
menor de sus beneficios a la inversión y una parte mayor al consumo (incluido el
consumo público y el consumo financiado con la renta pagada a los terratenientes,
157
Excluimos de aquí el consumo público porque ya hemos deducido de pv los impuestos que
financian todo el gasto público, incluido dicho consumo público.
79
clase suntuaria más que inversora), este aumentaría como porcentaje de la producción
total, facilitándose así un gasto necesario para alejar el peligro de las crisis de
sobreproducción (por falta de demanda), peligro del que él y Sismondi (Simonde de
Sismondi, el clásico ginebrino) advertían más que ningún otro clásico.
Pues bien, en la figura 5.1 se ve el proceso circular, o más bien en espiral, de la
reproducción capitalista, que pasa por sus fases de producción y circulación. Como
escribe en primer lugar Marx, en los Grundrisse: “El beneficio se presenta, pues, por un
lado, como resultado del capital, y por otro como presupuesto de la formación del
capital”, de forma que “así es puesto de nuevo el movimiento circular, en el que el
resultado se presenta como presupuesto”158. Pero, más que circular, tanto Sismondi
como Marx conciben este movimiento como una espiral, es decir, el ciclo del capital
“no describe un círculo, sino una espiral”159; el “ciclo de la reproducción simple se
modifica y cambia su forma, para decirlo con Sismondi, por la de una espiral”160; y “la
acumulación (…) pasa de la forma circular a la de espiral”161.
Pero antes de que el beneficio sea, históricamente, el resultado del capital y se
produzca la acumulación del capital en cuanto tal, hace falta que el capital haya
surgido él mismo a partir de una primera acumulación de capital, lo que Marx, y antes
Adam Smith, llamaba la “acumulación originaria (o primitiva) del capital”: a este
concepto, a esta realidad, dedicamos a continuación el epígrafe 5.2.
5.2 Perspectiva histórica: la acumulación originaria del capital
[A]
El problema es fácil de entender. Para que la producción capitalista y la circulación y la
acumulación de capital sean posibles, hace falta que el capitalista encuentre en el
mercado, como mercancías, tanto medios de producción como fuerza de trabajo, y no
es evidente que esto sea fácil de encontrar en cualquier circunstancia (histórica). Para
que el capital D pueda comprar MP y FT, se necesita la existencia de una clase obrera
que, como asalariada, pueda ser objeto de compra por parte del capitalista, y se
necesitan unos medios de producción (y el más importante de ellos, la tierra, en
primer lugar) puestos en el mercado, lo cual tampoco era necesariamente así en el
momento de la revolución industrial, que es el origen del proceso histórico de la
producción capitalista. Pero ¿qué se necesitaba para hacer emerger por primera vez
una clase social nueva, como era entonces la clase asalariada? Evidentemente, como
no podemos suponer que una clase aparezca sin más de la noche a la mañana, se
158
Marx, 1857-8, II, p. 147.
159
Marx, 1862-63, II, p. 448.
160
Marx, 1867, p. 716.
161
Marx 1867, p. 780. También Hyse señala que Sismondi “desarrolla, a partir del flujo circular
pero estático de los fisiócratas, su modelo dinámico en forma de espiral de las fluctuaciones
económicas, que Schumpeter considera el primer modelo económico de este tipo” (Hyse,
1911).
80
requería que alguna otra clase o clases sociales, o algún grupo importante dentro de
esas clases, se convirtieran en ella. Y esto fue lo que ocurrió de hecho.
Lo que Marx llamó acumulación originaria del capital no debe entenderse como una
acumulación física de capital o de dinero, sino sobre todo como un proceso histórico
consistente en la escisión o división social de lo que antes de esa escisión histórica
formaba una entidad social única. Lo que era una unidad antes del capitalismo era la
unidad básica familiar que explotaba la tierra. En el siglo XVIII y antes de él, la inmensa
mayoría de la población rural estaba formada por campesinos libres pero propietarios
sólo de una pequeña explotación agraria en la que toda la familia trabajaba con sus
manos y sus medios de producción. De esa forma, medios de producción y trabajo
(fuerza de trabajo) estaban unidos en forma del campesino típico. Y aquello en que
consistió la acumulación originaria del capital es precisamente en la separación de eso
que estaba unido, de forma que finalmente la fuerza de trabajo quedó separada de los
medios de producción, quedó el trabajo por un lado (en manos de unos campesinos y
excampesinos que habían perdido su propiedad) y los medios de producción por otro
(en manos de los capitalistas que habían comprado o expropiado esas tierras a los
campesinos). Buena parte de estos antiguos campesinos que resultaron expropiados
quedaron durante mucho tiempo parados o reducidos a ocupaciones marginales hasta
que pasaron a integrar bandas de bandoleros y otros tipos de grupos similares, que se
ganaban la vida fuera del mercado de trabajo (en el campo en este caso); pero
finalmente se vieron obligados a claudicar y convertirse en asalariados, ya fuera en la
propia agricultura, o bien en la industria, el transporte (ferrocarril) o en otros servicios.
RECUADRO 5.1
LA ACUMULACIÓN ORIGINARIA DEL CAPITAL, SEGÚN MARX
“Hemos visto cómo el dinero se transforma en capital, cómo mediante el capital se produce
plusvalor y del plusvalor se obtiene más capital. Con todo, la acumulación del capital
presupone el plusvalor, el plusvalor la producción capitalista, y ésta la preexistencia de masas
de capital y de fuerza de trabajo relativamente grandes en manos de los productores de
mercancías. Todo este proceso, pues, parece girar en un círculo vicioso del que sólo podemos
salir suponiendo una acumulación ‘originaria’ previa a la acumulación capitalista (‘previous
accumulation’, como la llama Adam Smith), una acumulación que no es el resultado del modo
de producción capitalista, sino su punto de partida. Esta acumulación originaria desempeña
en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la
teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó del género humano. Se
nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos
había, por un lado, una elite diligente, inteligente y ante todo ahorrativa, y por el otro una
pandilla de vagos y holgazanes que dilapidaban todo lo que tenían y aun más. Cierto que la
leyenda del pecado original nos cuenta cómo el hombre se vio condenado a ganarse el pan
con el sudor de su frente, mientras que la historia del pecado original económico nos revela
cómo hay gente que para ganarse el pan no necesita sudar, ni mucho menos. Ocurrió así que
los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que vender
excepto su pellejo. Y de este pecado original arranca la pobreza de la gran masa -que aun hoy,
pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas- y la riqueza de
unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace
mucho tiempo. El señor Thiers, por ejemplo, en defensa de la propriété, predica esas insulsas
genialidades a los otrora tan ingeniosos franceses, haciéndolo además con la seriedad y la
81
162
Marx 1867, vol. 3, pp. 891-2 y 917-8.
163
La llamada “Ley Madoz”, o Ley general de desamortización de 1 de mayo de 1855,
comenzaba de esta manera: “Se declaran en estado de venta, con arreglo a las prescripciones
de la presente ley, y sin perjuicio de cargas y servidumbres a que legítimamente estén sujetos,
todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes: al Estado, al clero, a las
órdenes militares de Santiago, Alcántara, Montesa y San Juan de Jerusalén, a cofradías, obras
pías y santuarios, al secuestro del exinfante Don Carlos, a los propios y comunes de los
pueblos, a la beneficencia, a la instrucción pública. Y cualesquiera otros pertenecientes a
manos muertas, ya estén o no mandados vender por leyes anteriores.”
82
[3] Por otra parte, la transformación del señorío “jurisdiccional” en señorío “territorial”
también tuvo consecuencias importantes para el proceso de escisión de fuerza de
trabajo y medios de producción al que nos estamos refiriendo. En la época feudal, el
señor nobiliario tenía la iuris dictio en todo el territorio correspondiente a su
jurisdicción, es decir, tenía la capacidad de crear o “dictar derecho” y por otra parte de
recibir una serie de prestaciones señoriales de sus vasallos. Pero esto no quería decir
que las tierras sobre las que ejercía su jurisdicción fueran de su propiedad. Los pueblos
enteros y a veces comarcas que se encontraban bajo el señorío de un duque, conde,
barón, etc., y también de la nobleza eclesiástica, estaban repletos de familias
campesinas que poseían y explotaban su tierra desde tiempo inmemorial. Pero al no
tener constancia escrita de los contratos originales (siglos antes y establecidos
normalmente de forma oral), todo el largo proceso (que en España se prolongó
durante todo el siglo XIX) de litigios masivos entre pueblos y antiguos señores
convertidos en propietarios burgueses terminó en buena medida en un cambio de
propiedad, de manera que los terratenientes perdieron sus antiguos derechos
señoriales de tipo feudal, pero a cambio ganaron la propiedad de pleno derecho de las
tierras en litigio.
Todos estos medios consiguieron los mismos fines: que una buena parte de los
antiguos campesinos propietarios, al ser expropiados, se convirtieran en campesinos
asalariados o también en campesinos arrojados a un mercado de trabajo que sobre
todo se estaba formando en las ciudades más que en el campo.
Pero para que el capitalismo se desarrollara en su totalidad hasta adquirir la forma del
proceso D – M (MP, FT) … P … M’ – D’ en una fracción importante y creciente de la
economía, y finalmente en toda la economía, no bastaba con la acumulación originaria
de capital. Había que completar esta con la acumulación de capital propiamente dicha,
que, para manifestarse en toda su amplitud, debía basarse en la [B] revolución
industrial y la [C] revolución burguesa. Veamos qué quieren decir estas dos
revoluciones.
[B]
En cuanto a la Revolución Industrial, empezaremos diciendo que su característica
esencial –y lo que permite que la totalidad de las revoluciones industriales que han
existido real o supuestamente tengan algo en común, algo igual a lo que tuvo la
Revolución Industrial original (que se suele fechar y localizar en la segunda mitad o
últimas décadas del siglo XVIII en Inglaterra y Escocia)– es la mecanización, es decir, la
introducción de la Máquina en el proceso de producción, o maquinización. Este
proceso estuvo desde el principio condicionado por la luchas de clases incipiente que
se producía en el interior de las fábricas y otras empresas del momento, entre
trabajadores y patronos, y el mismo se vio reforzado como consecuencia del enorme
crecimiento de la competencia que se produjo en aquella época. La competencia
obligaba a los competidores que se estaban quedando rezagados en la lucha
competitiva a no dejar “escapar” al empresario más innovador, al que había
introducido una mejora técnica o incluso una nueva y mejor máquina (más potente,
resistente, rápida, etc.), y por ende los obligaba a imitarlo; y de esta forma los
descubrimientos científicos y técnicos se desplegaban por todo el tejido industrial en
forma de una creciente introducción de máquinas por doquier. Cada empresario
83
que Marx llamaba “el sistema automático de máquinas” (véase el Recuadro 5.2). Pero
este despegue industrial de las metrópolis europeas no sirvió sólo para distanciar a los
países más ricos de sus colonias y de otros países pobres sino que tuvo también un
impacto enorme en el interior de cada país. La máquina era la esencia del modo de
producción capitalista, mientras que los modos precapitalistas de producción se
basaban en la artesanía no mecanizada del sistema manufacturero. No tenía, pues,
nada de extraño que el desnivel entre una y otra forma de desarrollar la producción
fuera creciendo cada vez más. Esto se manifestó claramente en el progresivo
desplazamiento de las formas productivas antiguas por las nuevas, de forma que el
capital seguía su marcha triunfal tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales
(véase el Recuadro 5.3).
RECUADRO 5.3
LA SUPERIORIDAD DEL CAPITALISMO SOBRE OTRAS FORMAS DE PRODUCCIÓN
“La burguesía, gracias al rápido perfeccionamiento de todos los instrumentos de producción
y la inmensa mejora de las comunicaciones, arrastra a todas las naciones, incluso a las más
bárbaras, hacia la civilización. Los bajos precios de sus productos son la artillería pesada con
la que derriba todas las murallas chinas, con la que doblega la más terca xenofobia de los
bárbaros hasta su capitulación. La burguesía obliga a todas las naciones a apropiarse del
modo de producción burgués si no quiere sucumbir; (…) La burguesía, en sus apenas cien
años de dominio de clase, ha creado fuerzas productivas más abundantes y colosales que
todas las generaciones pasadas en su conjunto. Sometimiento de las fuerzas de la
naturaleza, maquinaria, aplicación de la química a la industria y la agricultura, navegación a
vapor, ferrocarriles, telégrafo eléctrico, roturación de continentes enteros,
acondicionamiento de ríos para la navegación, poblaciones enteras levantadas
repentinamente, ¿qué siglo anterior sospechó que semejantes fuerzas productivas
dormitasen en el seno del trabajo social?”167
[C]
Por último, la Revolución Burguesa no es sino el conjunto de procesos históricos que
llevan a la nueva clase de la burguesía al poder político. Aunque la Revolución Inglesa
del siglo XVII también fue una revolución burguesa, la que lo es por excelencia es la
Revolución Francesa que comienza en 1789. Extendidas las relaciones sociales que se
generan a partir de ellas gracias a la expansión napoleónica por toda Europa y a la
consiguiente exportación del Derecho burgués (las Constituciones liberales, los códigos
civiles y penales de tipo burgués, las leyes procesales administrativas, civiles y
criminales, las instituciones coercitivas como nuevos cuerpos armados y sistemas
penitenciarios…) y de la política burguesa, esta Revolución, aparte de hacer posible
“legalizar” los cambios económicos y sociales que estaba generando la acumulación
originaria de capital, y aparte de acomodar el Derecho laboral a las nuevas relaciones
industriales que estaban surgiendo, allanó el camino para un desarrollo indefinido
cada vez más amplio del modo de producción capitalista en todo el mundo; y no hay
167
Marx y Engels 1848, pp. 55-56.
86
168
Marx 1867, p. 216.
89
En tercer lugar, no podemos negar que en la secuencia ortodoxa “hay truco”: parten
de fenómenos objetivos que analizan a su manera pero utilizando observaciones y
recursos descriptivos, y a partir de cierto momento dan el salto a un análisis normativo
que en seguida se torna en una loa al sistema actual de mercado. Y el truco estriba en
el paso del “intercambio”, que ellos identifican indebidamente con “intercambio
voluntario” en todos los casos. Pero es una realidad indudable que no todos los
intercambios en los que participan los diversos miembros de la sociedad son
voluntarios. Y no nos referimos a que a veces se llegue a acuerdos gracias a la
violencia, el engaño, etc. Nos referimos a una violencia estructural, sistemática y
omnipresente que se da en la sociedad de mercado y afecta a la inmensa mayoría de la
población que vive del trabajo asalariado. Buena muestra de ello se encuentra en las
citas de Adam Smith y Sismondi incluidas en el Recuadro 5.4.
RECUADRO 5.4
LA LUCHA DE CLASES SEGÚN ADAM SMITH Y SISMONDI
Adam Smith: “El patrón participa del producto del trabajo de sus operarios, o en el valor
que el trabajo incorpora en los materiales, y en esta participación consiste su beneficio. (…)
en todos los países de Europa hay veinte trabajadores que sirven a un patrono, por uno que
sea independiente, (…) Los salarios del trabajo dependen generalmente, por doquier, del
contrato concertado por lo común entre estas dos partes, y cuyos intereses difícilmente
coinciden. El operario desea sacar lo más posible, y los patronos dar lo menos que puedan.
Los obreros están siempre dispuestos a concertarse para elevar los salarios, y los patronos,
para rebajarlos. Sin embargo, no es difícil de prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa
en la disputa, en la mayor parte de los casos, y podrá forzar a la otra a contentarse con sus
términos. Los patronos, siendo menos en número, se pueden poner de acuerdo más
fácilmente, además de que las leyes autorizan sus asociaciones o, por lo menos, no las
prohíben, mientras que, en el caso de los trabajadores, las desautorizan. No encontramos
leyes del Parlamento que prohíban los acuerdos para rebajar el precio de la obra; pero sí
muchas que prohíben esas estipulaciones para elevarlo. En disputas de esta índole los
patronos pueden resistir mucho más tiempo. Un propietario, un colono, un fabricante o un
comerciante, aun cuando no empleen un solo trabajador, pueden generalmente vivir un año
o dos, disponiendo del capital previamente adquirido. La mayor parte de los trabajadores no
podrán subsistir una semana, pocos resistirán un mes, y apenas habrá uno que soporte un
año sin empleo. A largo plazo tanto el trabajador como el patrono se necesitan
mutuamente; pero con distinta urgencia.”169
Sismondi (por boca de Böhm-Bawerk): “Todos los bienes que tienen valor son producto del
trabajo humano y, por supuesto, desde el punto de vista económico, son exclusivamente
producto del trabajo humano. Sin embargo, los trabajadores no se quedan con todo el
producto que sólo ellos han producido, pues los capitalistas se aprovechan de su dominio de
los medios de producción indispensables, porque la institución de la propiedad privada así
se lo permite, para obtener una parte del producto de los trabajadores. Los medios para
conseguirlo los ofrece el contrato salarial, en virtud del cual los trabajadores se ven
169
Smith 1776, pp. 64-65; énfasis, DG.
90
compelidos por el hambre a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas a cambio de una
parte de lo que ellos, los trabajadores, producen, mientras que el resto del producto acaba
en manos de los capitalistas en forma beneficio, sin ningún esfuerzo por su parte. Por tanto,
el interés es una porción del producto del trabajo de otros, obtenida mediante la
explotación de la condición de pobre que tiene el trabajador.”170
Sismondi: “Forma parte del interés de uno robar al vecino, y a éste, si aquél tiene un arma
en la mano, le interesa permitírselo a fin de que no lo mate; pero no forma parte del interés
de la sociedad que uno deba usar la fuerza y el otro entregarse. Toda la organización social
nos presenta a cada paso una coacción similar, no siempre con la misma clase de violencia,
pero siempre con el mismo peligro si hay resistencia.”171
En definitiva, es el hambre –la violencia callada que engendran el hambre y la privación
de los hijos, del cónyuge y finalmente de uno mismo– lo que obliga a quien no tiene
propiedades (que incluye a los que tienen alguna propiedad pero no en la cuantía
suficiente como para poder vivir de esa propiedad) a firmar un contrato al que no se
vería voluntariamente abocado si realmente no estuviera en esas circunstancias.
En cuarto y último lugar, digamos que, a pesar de todas las diferencias señaladas y una
vez que ya conocemos cuáles son, no vemos ningún inconveniente en utilizar ambas
expresiones –economía de mercado y modo de producción capitalista– como
sinónimos, al igual que hacíamos en el capítulo I con la pareja Economía política-
Economía (Economics).
5.5 Recapitulación
Conceptos clave. Acumulación de capital. Margen comercial, interés, renta de la tierra,
impuestos. Acumulación originaria del capital. Clase asalariada. Desamortización eclesiástica y
civil. Manos muertas. Mayorazgo. Señorío jurisdiccional y territorial. Individuo, escasez,
elección, eficiencia, intercambio, mercado, economía de mercado. Sociedad, reproducción,
producto social, trabajo, excedente, modo de producción, modo de producción capitalista.
Intercambio voluntario, forzado. Subsunción formal y real (del trabajo en el capital).
Veíamos en el tema anterior que el excedente es el resultado del plustrabajo y de su apropiación
por el capital. Para que el proceso de la producción capitalista (el esquema del capitalismo
industrial) recomience una y otra vez, hace falta que una parte de ese excedente no se dirija al
consumo sino a la inversión o acumulación de capital. Luego el plusvalor a escala social tiene
dos destinos posibles: consumo o reinversión/acumulación. A nivel individual, si analizamos a
un capitalista típico, vemos que su acumulación sale de su beneficio empresarial, que es su
170
Las palabras son en realidad de Böhm Bawerk: inmediatamente después de ellas, este
escribe: “Por tanto, éste es el nombre que usaré a partir de ahora. Condensada en unas
cuantas frases, la esencia de esta teoría [teoría de la explotación, de Sismondi] puede
expresarse provisionalmente así.” Véase, en Böhm 1884, “Sismondi y la teoría de la
explotación”, Capítulo 1 del Libro VI (citado así en S. de Sismondi: Sobreproducción y
subconsumo, ed. Diego Guerrero, Madrid: Maia, 2011, p. 233; énfasis, DG).
171
Sismondi: Nouveaux Principes d’Économie politique…, citado en Ekelund y Hébert 1990, p.
254; énfasis, DG.
91
plusvalor una vez deducido el margen del capitalista comercial, el interés del capital financiero,
la renta de la tierra y los impuestos estatales.
Pero para que el proceso de acumulación se ponga en marcha por primera vez hace falta una
acumulación primera (“primitiva” u “originaria”) que ponga las condiciones históricas de la
acumulación de capital. La acumulación originaria es el proceso de escisión social que separa lo
que antes del capitalismo estaba unido: el trabajador y sus medios de producción. Al expropiar
al pequeño campesino, este se ve convertido en un trabajador sin propiedad, obligado a acudir
al mercado de trabajo para ganarse la vida; por su parte, el expropiador se convierte en el
terrateniente burgués que posee la tierra y los demás medios de producción. La entrada de la
tierra en el mercado exige abolir todas las instituciones que lo impedían hasta entonces; por
ejemplo, en España, las “manos muertas” y el mayorazgo, así como la transformación del
señorío jurisdiccional de tipo feudal en un señorío territorial de tipo burgués.
Para resumir todo lo dicho en los temas III, IV y V, se termina viendo cuales son los conceptos
que utilizan los enfoques ortodoxo y heterodoxo de la Economía para definir lo que en su
opinión son las economías reales actuales: economía de mercado y modo de producción
capitalista, respectivamente. El enfoque ortodoxo utiliza los conceptos de individuo, escasez,
elección, eficiencia, intercambio, mercado y economía de mercado; el enfoque heterodoxo
utiliza los conceptos de sociedad, reproducción social, trabajo, producto social, excedente,
modo de producción y modo de producción capitalista. Aunque economía de mercado y modo
de producción capitalista puedan usarse como sinónimos, las diferencias son notables, y la más
importante es que la primera se obtiene por un procedimiento “normativo” mientras que a la
segunda se llega por un procedimiento positivo. Es decir, los ortodoxos concluyen que la
economía de mercado es “buena”, mientras que los heterodoxos dicen que el modo de
producción capitalista es uno más y es el ahora dominante, pero no hay ninguna razón por la
que no pueda dejar de serlo. La economía de mercado es supuestamente “buena” si se parte de
que el intercambio es siempre voluntario, pero como ya Adam Smith o Sismondi dejaron claro,
hay una clase social que acude al mercado en condiciones de desigualdad estructural y sometida
a violencia sistemática (el hambre), por lo que esa bondad está mal predicada de la economía
de mercado real.
5.6 Para seguir leyendo
Sobre el concepto de excedente, es útil el libro de Dowidar, de fácil lectura: M. H. Dowidar
(1974): La Economía Política, ciencia social, Anagrama, Barcelona, 1977. El libro de Cartelier
organiza el pensamiento clásico en torno a las idea de excedente y reproducción: J. Cartelier
(1976): Excedente y reproducción: la formación de la economía política clásica, Fondo de Cultura
Económica, México, 1981. Sigue en esto a las Teorías sobre la Plusvalía, de Marx, que puede
leerse directamente o bien en el excelente resumen de Jorge Nonius: K. Marx (1862-63): Teorías
sobre la plusvalía, 3 volúmenes, Cartago, Buenos Aires, 1974; Jorge Nonius (2016): Un resumen
completo de las Teorías sobre la plusvalía de Marx, Madrid: Maia.
Otro libro sobre el excedente es el de Paul Baran (1968): Excedente económico e irracionalidad
capitalista, Pasado y Presente, México, 1968 (5ª ed., 1977); se trata de una reflexión sobre la
medida empírica del excedente en una sociedad contemporánea desarrollada, como los Estados
Unidos de su época; este libro es uno de los precursores del enfoque radical, si bien tiene un
origen marxista.
Sobre la acumulación de capital, puede empezarse por la entrada sobre el tema, de Ben Fine,
en un conocido diccionario como es el de Bottomore: Ben Fine (1983): “Acumulación”, in T.
Bottomore, ed., Diccionario del pensamiento marxista; Madrid: Tecnos, 1984, pp. 15-17. Se
92
puede seguir con los análisis del aspecto internacional de la acumulación de capital, empezando
por los libros clásicos de Rosa Luxemburg y Bujarin –Luxemburg (1913): La acumulación del
capital, Grijalbo, México, 1967; N. Bujarin (1915): El imperialismo y la acumulación de capital,
CPyP, 51, Córdoba, Argentina–, y siguiendo con los de Samir Amin, André Gunder Frank y Carlo
Benetti: Amin (1970): La acumulación a escala mundial. Crítica de la teoría del desarrollo, Siglo
XXI, México, 1985; André G. Frank (1979), La acumulación mundial, 1492-1789, Ed. Siglo XXI,
España; Benetti (1987): La acumulación de capital en los países desarrollados, México: Fondo de
Cultura Económica/UNAM.
Sobre el caso español, hay dos clásicos, como son los libros de Palazuelos y Etxezarreta, y dos
tesis doctorales que merecen la pena, las dos desde un punto de vista marxista, las de Guerrero
y Cámara: E. Palazuelos (1988): Dinámica capitalista y crisis actual: la quiebra del modelo de
acumulación de posguerra, Akal, Madrid; Miren Etxezarreta (1991): “La economía política del
proceso de acumulación”, en Etxezarreta, (ed.), La reestructuración del capitalismo en España,
1970-1990), FUHEM-Icaria, Madrid; D. Guerrero (1989): Acumulación de capital, distribución de
la renta y crisis de rentabilidad en España (1954-1987), Madrid: Universidad Complutense;
Sergio Cámara (2003): Tendencias de la rentabilidad y de la acumulación de capital en España
(1954-2001), Tesis doctoral, Madrid: UCM.
Desde un punto de vista teórico, el libro de Henryk Grossman es un libro fundamental, que
sienta las bases de la tradición marxista más fiel a la teoría marxista de la crisis, tradición seguida
por Anwar Shaikh y, en España, por Moral y Raymond y por varias de las tesis citadas: H.
Grossman (1929): La ley de la Acumulación y del Derrumbe del sistema capitalista, Siglo XXI,
México, 1979; A. Shaikh (1990): Valor, acumulación y crisis, Bogotá: Tercer Mundo editores; J. A.
Moral Santín, y H. Raymond (1986): La acumulación del capital y sus crisis. Madrid: Ediciones
Akal.
También trata de acumulación y crisis (en relación con el Estado) el libro de J. O’Connor (1984):
Crisis de acumulación, Península, Barcelona, 1987. Otros dos libros fundamentales sobre la
acumulación de capital son los de Oscar Lange y Joan Robinson, y en la relación entre
acumulación y distribución podemos mencionar el libro de Donald Harris: O. Lange (1969): Teoría
de la reproducción y de la acumulación, Ariel, Barcelona, 1973; J. Robinson (1956): La acumulación
de capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1960; D. J. Harris (1978): Acumulación de capital
y distribución del ingreso, México: Fondo de Cultura Económica, 1986.
Sobre la acumulación originaria de capital, puede empezarse por el capítulo 24 del libro I de
El capital; no están traducidos al español los libros de Perelman, pero sí el excelente artículo de
Mandel: Michael Perelman (1983): Classical political economy, primitive accumulation and social
division of labor, Totoba, New Jersey; y (2000): The Invention of Capitalism: The Secret History of
Primitive Accumulation (Duke University Press); Mandel, Ernest (1974): “La acumulación
originaria y la industrialización del Tercer Mundo”, Ensayos sobre el neocapitalismo, Era, México.
Sobre la economía de mercado, una perspectiva crítica se encuentra en el libro de Jesús
Albarracín, posteriormente editado, resumido y enfocado hacia la crisis por su sobrino Daniel
Albarracín: J. Albarracín (1991): La economía de mercado, Madrid: Trotta, 1994; J. Albarracín
(2010): La crisis de la economía de mercado, ed. Daniel Albarracín, Madrid: Maia. Menos
crítico, pero comparando el mercado con el Estado del bienestar, es el artículo de R. Muñoz de
Bustillo (1989): “Economía de Mercado y Estado de Bienestar”, en: Crisis y Futuro del Estado de
Bienestar, Rafael Muñoz de Bustillo (Compilador), Madrid.
El libro que es una formidable crítica de la economía de mercado, pero desde un punto de
vista no marxista, es el imprescindible libro de Karl Polanyi (1944): La gran transformación.
Crítica del liberalismo económico, La Piqueta-Endymion, Madrid, 1989.
93
Por último, sobre el concepto de modo de producción, pueden verse los dos libros siguientes:
Eduardo Fioravanti (1972): El concepto de modo de producción, Barcelona: Península; S. de la
Peña (1978): El modo de producción capitalista. Teoría y método de investigación, Siglo XXI,
México.
5.7 Ejercicios y problemas
3 ¿Cómo se puede argumentar que Revolución Industrial sólo ha habido una?
4 Al proceso de escisión creciente, durante siglos incluso, entre mano de obra y medios de
producción se lo llama ____________________ ___________________ de capital.
5 Sinónimo de mecanización.
6 Hemos distinguido entre señorío jurisdiccional y señorío __________________. El
mayorazgo, ¿impedía o fomentaba la acumulación de capital? _______________. Si definimos
el enfoque heterodoxo de la Economía, por ejemplo, con estos 7 conceptos: Sociedad humana,
Reproducción social, Trabajo, Producto social, Excedente, 6 __________________________ y
7 __________________________________, ¿con qué otros 7 podemos identificar el enfoque
ortodoxo? _____________________, ______________________, _______________________,
___________________, ______________________, ______________________,
________________________.
8 ¿Qué cuatro cosas hay que detraer del plusvalor para obtener el beneficio neto del capitalista
industrial?
9 ¿Cuáles son las dos “piernas” del crecimiento económico de las naciones según Adam Smith?
10 Gobernante español que da nombre a la desamortización de 1836: _____________________.
11 Significado de la subsunción formal y la subsunción real del trabajo en el capital.
12 ¿Qué puede decir del “sistema automático de máquinas”? ¿Quién es el autor de la expresión?
13 ¿Con qué razones se puede argumentar que el intercambio en el mercado dista mucho de
ser siempre voluntario?
94
VI. LA PRODUCCIÓN
6.1 Factores productivos
6.2 Ley de los rendimientos decrecientes
6.3 Frontera de posibilidades de producción
6.4 Eficiencia y coste de oportunidad
Apéndice: Instrumental matemático y geométrico
6.5 Recapitulación
6.6 Para seguir leyendo
6.7 Ejercicios y problemas
6.1 Factores productivos
Aunque la economía convencional habla sólo de “factores productivos” sin más, aquí
vamos a vernos en la necesidad de distinguir entre factores productivos de “valor” y
factores productivos de “riqueza”, porque no son lo mismo ni mucho menos. David
Ricardo dedicó un capítulo entero de sus Principios de Economía política y tributación
(el capítulo 20) a “El valor y la riqueza; sus propiedades distintivas”, y aquí vamos a
empezar reivindicando este análisis ricardiano que habitualmente no se valora tanto
como otros análisis suyos, salvo por los defensores contemporáneos de la teoría
laboral del valor. En efecto, Ricardo comienza este capítulo recordando la definición de
la riqueza según Adam Smith, y a continuación escribe:
“El valor difiere, pues, esencialmente de la riqueza, ya que depende no de la
abundancia de la producción, sino de que ésta sea difícil o fácil. El trabajo de un
millón de operarios en las manufacturas siempre producirá el mismo valor, pero
no la misma riqueza. Por medio de la invención de maquinaria, de la introducción
de mejoras, de una mejor división del trabajo o del descubrimiento de nuevos
mercados, en los que puedan efectuarse transacciones más ventajosas, un
millón de operarios pueden producir en un estado de la sociedad doble o triple
cantidad de riqueza, de artículos de primera necesidad, y de conveniencia, y de
satisfacciones, de la que podrían producir en otro, pero no por ello aumentará el
valor, pues toda mercancía sube o baja de valor en proporción a la facilidad o
dificultad de su producción, o, en otras palabras, en proporción a la cantidad de
trabajo empleado en su producción.”172
172
Ricardo 1817, p. 277.
173
Ricardo 1817, p. 278.
95
estos términos como sinónimos (…)”174. Say se equivoca porque malinterpreta a Smith,
de quien dice Ricardo:
RECUADRO 6.1
Ricardo: “Así, pues, puede decirse de dos países que poseen exactamente la misma cantidad
de todos los artículos de primera necesidad y de comodidad que son igualmente ricos, pero
el valor de sus riquezas respectivas depende de la relativa facilidad o dificultad con que
aquéllos sean producidos. En efecto, si una mejora introducida en la maquinaria nos
permitiera fabricar dos pares de medias en lugar de uno con el mismo trabajo, se daría
doble cantidad a cambio de una yarda de tela.”176
“De lo dicho puede deducirse que la riqueza de un país puede aumentarse de dos maneras:
empleando una mayor proporción de las rentas en el sostenimiento de trabajo productivo –
lo cual no solamente aumentará la cantidad, sino también el valor de la masa de mercancías–
o bien, sin emplear mayor cantidad de trabajo, haciendo que éste sea más productivo, lo cual
aumentará la cantidad de mercancías, pero no su valor”.177
“M. Say, al hablar de las excelencias e imperfecciones de la gran obra de Adam Smith, la
imputa como un error el atribuir al trabajo del hombre solamente la facultad de producir
valor. Y agrega: ‘Un análisis más correcto nos demuestra que el valor se debe a la acción del
trabajo, o más bien a la industria del hombre, combinada con la acción de aquellos agentes
que proporciona la Naturaleza, y con la del capital. Su ignorancia de este principio le impidió
establecer la verdadera teoría de la influencia de la maquinaria en la producción de la
riqueza.’ En contradicción con la opinión de Adam Smith, habla del valor que dan a las cosas
los agentes naturales, tales como el sol, el aire, la presión de la atmósfera, etc., los cuales se
sustituyen algunas veces al trabajo del hombre y otras contribuyen con él a la producción.
Pero estos agentes naturales, aunque aumentan mucho el valor en uso, no añaden nada al
valor en cambio, del que habla M. Say; en cuanto se obliga a los agentes naturales, ya sea con
174
Ricardo 1817, p. 283.
175
Ricardo 1817, pp. 288-289.
176
Ricardo 1817, p. 281.
177
Ricardo 1817, p. 282.
96
Evidentemente, si esto era lo que pensaba Ricardo como lógica consecuencia de lo que
significa la teoría laboral del valor, lo mismo tenía que pensar Marx179, y en efecto así
es. Para Marx,
“los valores de uso (…) son combinaciones de dos elementos: material natural y
trabajo. (…) El trabajo, por tanto, no es la fuente única de los valores de uso que
produce, de la riqueza material. El trabajo es el padre de esta, como dice
William Petty, y la tierra, su madre.”180
Pero hay otros autores importantes, como A. A. Cournot181 (1801-1877), que piensan lo
mismo que Ricardo y Marx, es decir, que una cosa es la riqueza y otra distinta el valor182,
aunque lo expresen con otras palabras. Es muy importante reivindicar a este economista
matemático, marginalista avant la lettre y uno de los primeros teóricos (si no el primero)
en estudiar la elasticidad de la demanda, que sin embargo no tiene una teoría
subjetivista ni utilitarista del valor sino, al contrario, una teoría compatible con la de
Ricardo y Marx (aunque él era anterior a Marx) y opuesta a las de los subjetivistas y
utilitaristas, a las que somete a una crítica demoledora. Cournot sabía perfectamente
que en determinadas condiciones podía ser ventajoso destruir parte del producto
(destruir riqueza o valores de uso) para aumentar los ingresos (el valor de cambio), y así
lo ilustra con dos ejemplos: el del librero Dupont, que “había hecho esto con la valiosa
colección de Memorias de la antigua Academia de Ciencias”, y el de “la Compañía
Holandesa”, que “destruía en las islas de la Sonda una parte de las valiosas especias que
monopolizaba”:
178
Ricardo 1817, pp. 87-88.
179
Esto no es siempre así, como sabemos: desde el punto de vista de Marx, en muchas
ocasiones hay en Ricardo contradicciones e incoherencias o falta de penetración suficiente
para haber llegado a una TLV completa como es la de Marx.
180
Marx 1867, p. 53.
181
Uno de los 200.
182
Cournot fue un marginalista avant la lettre, opuesto al utilitarismo y partidario de la teoría
laboral del valor. Así, escribe: “Hay que distinguir bien entra la idea abstracta de riqueza o de
valor de cambio, idea fija, susceptible por consiguiente de prestarse a combinaciones
rigurosas, y las ideas accesorias de utilidad, rareza, aptitud para la satisfacción de las
necesidades y gozos humanos, que todavía despierta en el lenguaje ordinario la palabra
riqueza: ideas variables e indeterminadas por naturaleza, sobre las cuales no se podría asentar
una teoría científica. La división de los economistas en escuelas, la guerra que se hacen los
teóricos y los prácticos, no proviene, en gran parte, sino de la ambigüedad de la palabra
‘riqueza’ en el lenguaje usual, de la confusión que continúa reinando entre la idea fija,
determinada, de valor de cambio y las ideas de utilidad, que cada uno puede apreciar a su
manera porque no existe una medida fija de la utilidad de las cosas.” (Cournot 1838, p. 25).
97
183
Cournot 1838, p. 26.
184
Cournot 1838, pp. 26-27.
185
Cournot 1838, p. 27.
98
Pues bien, comencemos enunciando la ley en su forma habitual. Lo que enuncia la ley
sobre una empresa cualquiera de un determinado sector productivo es que: dada una
técnica productiva que se tiene por constante en dicho sector, y dada una
determinada cantidad de factores (productivos) “fijos” empleados en una empresa de
dicho sector (también en un volumen constante), ocurre que al incrementar las
unidades de factor (productivo) “variable” que se incorporan a la producción de esa
empresa, llegará un momento en que disminuirán sus rendimientos, es decir, caerán
tanto el producto “marginal” como el producto “medio” y el producto “total”, y
además por ese orden. La mejor manera de explicar la ley es traducirla a términos
gráficos, y esto es lo que se va a hacer; pero como la mayoría de los estudiantes de
primer curso están poco familiarizados con el instrumental matemático y gráfico
necesario para plantear así el problema, lo que haremos será remitir en este punto al
lector al apéndice que figura al final de este capítulo para que, una vez aprendido el
mismo, se esté en condiciones de seguir con mayor firmeza los pasos de la
argumentación.
Llamaremos a la técnica tau (τ), al factor fijo K, y al factor variable L. Decimos ahora
factor fijo en singular porque vamos a suponer que no tiene importancia distinguir
entre los distintos factores fijos que componen K, pero recordaremos que, dado que K
se usa a menudo para indicar capital y L para indicar trabajo, nos servirá de guía pensar
que la ley se enuncia en esos términos, en cuyo caso lo que estamos diciendo es que
dado el capital con su tecnología incorporada, los rendimientos del trabajo serán
decrecientes a partir de un punto si los demás factores no se modifican.
Dibujemos la curva que representa la llamada “función de producción” de la empresa.
Esta curva representa la máxima producción que la empresa puede obtener en función
de la cantidad de L que esté utilizando (y siempre suponiendo que se usa una cantidad
k0 de K y un nivel técnico que representaremos por τ0).
Figura 6.1: La ley de los rendimientos decrecientes y la función de producción de la empresa
99
186
Si se aplican estas ideas sobre radiovectores y tangentes, se puede añadir que el punto de la
función que está en la vertical de Lt2 tiene el mismo producto medio que el punto T (pero
menor producto total y mayor producto marginal), y el punto que está situado en la vertical de
Lg2 tiene el mismo producto medio que el punto G (pero mayor producto total y menor
producto marginal).
100
Figura 6.2: Las curvas de producto medio y producto marginal
Las curvas de producto medio y producto marginal tienen forma de U invertida y
además muestran las siguientes características: la curva de producto marginal (Pmg)
tiene pendiente positiva al principio, alcanza un máximo para una cantidad de trabajo
igual a Lg, desciende a partir de ahí, corta a la curva de producto medio (Pme) por el
máximo de esta y se hace igual a cero para Lt (producto total = máximo). En cuanto a la
curva Pme, tiene pendiente positiva al principio, alcanza un máximo para Lm y baja a
partir de ahí sin llegar a ser nula (o siéndolo sólo en el límite, para la misma cantidad
de trabajo que haría cero el producto total).
El que según esta ley dominen los rendimientos decrecientes no significa que en la
realidad dominen dichos rendimientos. Al contrario, lo que se observa en la realidad es
que prácticamente siempre hay rendimientos crecientes: el producto total, medio y
marginal de la empresa tienden a subir en el tiempo. Entonces, ¿por qué dice la ley
aparentemente lo contrario? Es muy sencillo: en los supuestos de los que parte la ley
está implícito el resultado de la misma. Si se aumenta indefinidamente la cantidad que
se usa de un factor sin que se aumente simultáneamente la(s) cantidad(es) de otro(s)
factor(es), no se pueden respetar las proporciones físicas o técnicas que deben regir en
la producción real para que esta sea posible y por ende la producción termina cayendo
en todos los sentidos en algún momento. Obsérvese que la ley dice que el producto
caerá a partir de un punto, pero no dice qué punto. Ahora bien, ese punto llegará
necesariamente si no se respetan las leyes técnicas de la producción.
Pongamos un ejemplo con una empresa sui generis. Imaginemos que en un aula de 40
asientos hay 30 estudiantes con sus respectivos ordenadores dedicándose a “picar”
documentos escritos para convertirlos en archivos de ordenador. Supongamos que lo
que ocurre ahí es que hay una empresa de 30 trabajadores dedicados a esa labor
durante su jornada laboral. Sabemos el producto total y medio que obtienen en un día
normal de trabajo, pero supongamos ahora que aumenta el factor trabajo sin que
101
187
El producto marginal sería cero si no hubiera una reorganización del trabajo en esta
empresa. Pero si se organizara el trabajo para aumentar el descanso de los treinta que
trabajan (con el nº 31 de suplente), el producto marginal sería positivo (e incluso podría
imaginarse creciente en un primer momento).
102
Figura 6.3: Desplazamiento hacia arriba de la función de producción de la empresa
Se puede ver en la figura que para las cantidades de factor variable Lg, Lm y Lt los
puntos correspondientes a FP’ están todos por encima de G, M y T respectivamente. La
forma en S inclinada de FP’, idéntica a la forma de FP, nos dice que los rendimientos
“decrecientes” siguen presentes, pero al mismo tiempo el desplazamiento de FP a FP’
nos dice que los rendimientos son crecientes en el tiempo si se respetan las normas
técnicas (como ocurre en la práctica de forma universal).
Volvamos de nuevo la vista a la figura 6.2. Podemos preguntarnos cuánto trabajo usará
la empresa dado que las curvas de producción media y marginal son las que son. Por
una parte, sabemos que a la derecha de Lm el producto medio es descendente (la
productividad Q/L cae), pero la empresa no eligirá una cantidad de L igual o inferior a
Lm, ya que si lo hiciera podría aumentar su productividad aumentando la cantidad de
factor variable. Por otra parte, no empleará más de Lt porque entonces estaría en una
zona de producto marginal negativo (producto total decreciente). Por tanto, la
empresa se colocará en un punto del eje horizontal situado entre Lm y Lt, es decir en el
tramo en el que se producen dos cosas a la vez: que el producto medio es decreciente
y que al mismo tiempo el producto total crece (producto marginal positivo).
Esto último es fundamental tenerlo en cuenta para lo que resta de capítulo.
6.3 Frontera de posibilidades de producción
Supongamos que con los recursos de los que dispone una sociedad, esta tiene que
elegir entre dos tipos de bienes a producir. Supondremos que, en cualquier caso,
siempre produce el máximo que puede obtener teniendo en cuenta los factores fijos y
variables de que dispone y la técnica utilizada. Al mismo tiempo, puede elegir en
función de sus preferencias entre producir algo de cada uno de esos dos bienes
103
(llamémoslos de momento bien x y bien y), o bien concentrar todos sus recursos en
uno de ellos sin producir nada del otro bien. Para ello debemos suponer que los
factores productivos son sustitutivos entre sí (intercambiables sin problemas).
Supongamos que si concentra su producción en x, la sociedad puede alcanzar un
máximo que representamos en el eje X (la abscisa) por la letra E; y si se concentra en la
producción de y, puede producir como máximo la cantidad representada por el punto
A del eje Y (la ordenada): véase la figura 6.4.
Figura 6.4: Máxima cantidad de cada uno de los bienes que puede que producir (por
separado) la sociedad
Ahora tenemos que aplicar lo que aprendimos en el epígrafe anterior. Es evidente que
para producir E hay que renunciar a cualquier cantidad de vestidos, y para producir
cantidades menores de alimentos hay que renunciar a una parte de los vestidos
potenciales que se obtienen en el punto A. Para producir cantidades crecientes de
alimentos hasta llegar al máximo E hay que ir renunciando a cantidades sucesivas de
vestidos, puesto que los recursos productivos que se emplean en los nuevos alimentos
sólo pueden salir de los recursos que se liberan al dejar de producir tantos vestidos
como antes. Lo mismo ocurre si lo que la sociedad desea es aumentar la cantidad de
vestidos producidos. Otra cosa es evidente: la sociedad no puede situarse ni en el
punto H (donde coinciden y se cruzan las dos rectas discontinuas) ni en ninguno de los
puntos de las líneas discontinuas, porque eso implicaría que se produce la cantidad
máxima de uno de los bienes más una cantidad positiva del otro bien, lo que
contradice nuestros supuestos. Luego tenemos una primera limitación: la sociedad no
puede “salirse” del rectángulo OAHE, pero su campo de posibilidades es más
restringido que ese rectángulo; por tanto, no sabemos aún qué combinaciones de
alimentos y vestidos está en condiciones de elegir sin salirse de sus capacidades
técnicas y de recursos de los que dispone. Precisamente para saber qué puntos puede
elegir es para lo que necesitamos lo explicado en el epígrafe anterior.
104
Figura 6.5: La frontera de posibilidades de producción de una sociedad
Pero antes prestaremos atención a otra cuestión, la de los puntos relacionados con la
frontera. La FPP es el lugar geométrico de los puntos que indican la máxima cantidad
de un bien que se puede producir dada la cantidad producida del otro bien. Cualquier
punto que se elija sobre la frontera es igualmente eficiente (por ejemplo, los números
1 a 5) y será escogido por la sociedad en función de las preferencias colectivas que
caracterizan a esa sociedad. Ahora bien, dada la tecnología y dados los recursos de los
que dispone esta sociedad, ninguno de los puntos exteriores a la FPP son alcanzables.
Para que un punto como los puntos 10 a 14 llegue a ser alcanzable, tiene que
producirse una mejora de la tecnología o un aumento del volumen de recursos
disponibles. Esto es lo que se representa en la figura 6.6.
105
Figura 6.6: Tipos de desplazamiento de la FPP debido al cambio técnico en unos sectores u
otros
Sin embargo, si nos limitamos al concepto convencional de eficiencia que acabamos de
ver, estaríamos dando una visión unilateral del problema, ya que una sociedad puede
ser eficiente también desde un punto de vista muy distinto del explicado. Para
entender esto, sólo necesitamos pasar del análisis de “la sociedad” al análisis de
“varias sociedades” simultáneamente. Como se observa en la figura 6.7, hay
sociedades con muy diferentes niveles de productividad y nivel científico y técnico.
Una sociedad avanzada, como es la II en la figura (la que tiene una FPPII), puede
“permitirse el lujo” de ser ineficiente en términos convencionales (es decir, situarse en
un punto por debajo de su frontera, como los puntos B o D) y sin embargo estar muy
por delante de la otra sociedad (con FPPI) incluso si esta se muestra como eficiente en
los términos convencionales. En el mundo real, en el planeta Tierra, el desnivel de
ciencia, técnica, productividad y riqueza es mucho más desigual entre unos y otros
países que el desnivel mostrado por la figura 6.7.
106
Figura 6.7: Un segundo concepto de eficiencia cuando se comparan dos sociedades entre sí
6.4 Eficiencia y coste de oportunidad
Ya vimos, al analizar la ley de los rendimientos decrecientes, que la empresa elige
situarse en algún punto del tramo de M a T en la función de producción (véase la figura
6.1). Puesto que, en un momento dado del tiempo, todas las empresas eligen siempre
producir en ese tramo, es decir, producir con una cantidad de factor variable tal que su
producto medio sea decreciente y su producto total creciente (producto marginal
positivo pero decreciente), podemos suponer que la sociedad en su conjunto (es decir,
la suma de todas las empresas que producen alimentos y/o vestidos) se comporta de
igual manera. Por consiguiente, se ve en la figura 6.8 que, a medida que la sociedad
produce desde 0 alimentos (y A vestidos) a G alimentos, su producto marginal va
disminuyendo, y si se moviera desde G hasta 0 el producto marginal iría aumentando.
Igualmente, a medida que la sociedad produce desde 0 vestidos a A vestidos, su
producto marginal disminuye, y si se mueve desde A hasta 0 el producto marginal
aumenta.
107
Figura 6.8: La frontera de posibilidades de producción de una sociedad
Por tanto, si partimos del punto A, ¿qué pasaría si la sociedad decidiera producir algo
de alimentos y dejar de producir una parte de sus vestidos? Que desde el punto A se
desplazaría en dirección sureste. Ahora bien, esto no basta. Sabemos que al comenzar
a producir los primeros alimentos, el producto marginal en alimentos es todavía alto
(aunque decreciente desde muy pronto), mientras que el producto marginal de la
última unidad de vestidos es muy bajo. Al ir subiendo la producción de alimentos, cada
unidad añadida de factor productivo va generando un producto marginal cada vez más
pequeño; o, lo que es lo mismo, para obtener una unidad adicional de productos
físicos de alimentos, se requiere añadir cantidades cada vez mayores de factor
variable. Al mismo tiempo, al ir disminuyendo la cantidad producida de vestidos, el
producto marginal de las sucesivas unidades retiradas de la producción va siendo cada
vez mayor, es decir, la cantidad de factor que libera cada unidad física de vestidos
dejada de producir es cada vez más pequeña.
Vemos, por tanto, que desplazar recursos desde el sector que produce vestidos al que
produce alimentos produce dos efectos simultáneos que se refuerzan mutuamente: 1)
liberar más recursos del sector de vestidos cuesta cada vez más unidades de vestidos;
y 2) cada unidad de alimento adicional exige emplear cada vez más recursos. Y lo que
pasa al desplazarse hacia el sureste del punto A nos pasa tanto con la primera unidad
como con las sucesivas, de tal manera que se formará una especie de “escalera” donde
los “peldaños” van teniendo una altura cada vez mayor al movernos hacia la derecha,
lo que indica que cada unidad adicional igual de alimentos exige renunciar a
cantidades cada vez mayores de vestidos (véase figura 6.8).
Finalmente, estamos en condiciones de explicar el concepto de coste de oportunidad.
Se dice que el coste de oportunidad de producir una unidad adicional de x en términos
de y es la cantidad de y que hay que dejar de producir al retirar la parte de los recursos
usados hasta ahora en y que son necesarios para aumentar esa nueva unidad de x. En
108
siempre que supongamos que z, a… son constantes. Un ejemplo podría ser la cantidad
del bien x demandada por el consumidor (qdx). En realidad esta depende (incluso en un
análisis “de equilibrio parcial”, donde todo es más sencillo que el análisis del
“equilibrio general”) de toda una serie de factores como son el precio de x, el precio de
los bienes complementarios y sustitutivos de x (pcx, psx), la renta del consumidor (Y),
etc. Pues bien, si suponemos que todo es constante menos el precio de x (px),
podemos escribir la función de la cantidad demandada como
qdx = f (px),
siendo (convertidas en) constantes las demás variables: pcx = pcx0, psx = psx0, Y = Y0, etc.
Estas funciones de una sola variable pueden ser lineales (las más sencillas), como y = a
+ bx; cuadráticas o de segundo grado (como la parábola: y = a + bx + cx2), cúbicas, etc.,
pero todas ellas tienen la ventaja de ser fácilmente representables en el plano
cartesiano de dos dimensiones.
En el plano cartesiano se pueden trazar unos ejes de coordenadas (cartesianas) que
dividen el espacio en cuatro cuadrantes, y si elegimos el primer cuadrante tenemos la
típica representación de la función y = f (x) donde la variable del eje horizontal es la
variable independiente (x) y la del eje vertical es la variable dependiente (y). Decimos
entonces que el eje x es la abscisa, y el y la ordenada. Podríamos entonces representar
la función qdx = f (px) como una curva decreciente a la derecha, indicando que a mayor
precio (eje de la x), menor será, ceteris paribus, la cantidad demandada por el
consumidor (eje de la y): a esto es a lo que se llama la “ley de la demanda”.
Pues bien, al analizar y como función de x, nos podría interesar también conocer cómo
evoluciona el cociente “y/x” (índice de la relación entre y y x) como función de x. En
ese caso, si y es una variable (total), diremos que y/x es la variable “media” (o por
unidad de x). Por ejemplo, si hablamos de la variable coste, o coste total de una
empresa, C, que es función de la cantidad producida, Q, es decir, C = f (Q), tendríamos
que C/Q es la variable media o coste medio (o unitario o “por unidad”), que también es
función de Q. En la figura 6.9 representamos estas dos funciones, junto a la de coste
marginal, dQ/dL:
110
Figura 6.9: Las curvas de coste total (CT), coste medio (CMe) y coste marginal (CMg)
La idea de “marginal” la usaremos también mucho en este curso. Si la media es y/x, la
marginal es Δy/Δx. Es decir, estamos ante el tercer tipo de problema: si el primero es
cuánto vale y cuando x vale tanto; y si el segundo es cuánto vale y/x cuando x vale
tanto; ahora tenemos un tercer tipo de problema que es “cuánto vale Δy ante un Δx”,
es decir, cuál es la respuesta de y a un movimiento o cambio de x.
Si el cambio de x es pequeño pero finito lo escribimos Δx y decimos que estamos
buscando Δy/Δx, pero cuando se trata de cambios muy, muy pequeños, es decir,
infinitesimales, lo que comparamos es la relación dy/dx, donde dx significa diferencial
de x, y dy es diferencial de y. Podemos escribir, en general, Δy/Δx = (y2 - y1) / (x2 - x1),
que en el caso de la figura 6.9 sería (7-4) / (8-2) = 3/6 = 0.5. Pero también podemos
escribir la derivada de y respecto a x (o dy/dx, o y’), que no es sino el límite al que
tiende ese cociente cuando Δxà0:
Cuando en vez de una recta queremos conocer la pendiente de una curva en un punto,
primero se traza la recta tangente (geométrica) a la curva por ese punto y a
continuación se calcula la pendiente de esta para saber cuál es la derivada.
Y una forma muy cómoda de recordar estas ideas es tener en mente el concepto de
pendiente implícito en algunas señales de carretera. Cuando una señal de tráfico indica
111
una pendiente del 6%, por ejemplo, lo que quiere decir es que la altura se eleva 6
metros cada cien metros que recorramos en horizontal: esto se podría representar
gráficamente como en la figura 6.9, con el triángulo ACB, pero donde las cifras serían
100 en la horizontal (AC) y 6 en la vertical (CB).
6.5 Recapitulación
La forma de la fpp es cóncava debido a la ley de los rendimientos decrecientes, lo que significa
que el coste de oportunidad, es decir, el coste de obtener una unidad adicional de uno de los
productos en términos de las cantidades del otro a las que hay que renunciar para obtener
aquella unidad adicional, es siempre creciente. El coste de oportunidad viene dado
gráficamente por la pendiente de la fpp en cada punto.
112
6.6 Para seguir leyendo
El análisis de los factores productivos de riqueza y de valor debe comenzar por el capítulo 20
de los Principios de Ricardo –(1817a): Principios de Economía Política y Tributación, Madrid:
Ayuso, 1973–, seguir por el libro de A. A. Cournot –(1838): Investigaciones acerca de los
principios matemáticos de la teoría de las riquezas, ed. J. C. Zapatero, Alianza, Madrid, 1969– y
terminar con El capital de Marx –véase K. Marx (1867): El Capital. Crítica de la Economía
Política. Libro I, Siglo XXI, Madrid, 1978, 3 volúmenes –.
La ley de los rendimientos decrecientes y los demás epígrafes del tema pueden estudiarse a
distinto nivel de complejidad y profundidad, desde manuales de introducción a la Economía a
manuales de Microeconomía más especializados. Entre los primeros nos permitimos
recomendar los libros de Antonio Bort –(1989): Principios de Teoría Económica, Editorial Centro
de Estudios Ramón Areces, Madrid. (2ª ed., 1997), y (1990): Ejercicios de Teoría económica,
Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid–; y entre los segundos los de Zapatero, Bilas,
Asimakopulos y Koutsoyiannis: Juan Carlos Zapatero (1987): Lecciones de microeconomía.
Consumo, producción y costes, Nerea, Madrid; Richard Bilas (1971): Teoría microeconómica,
Alianza, Madrid, 1980; A. Asimakopulos (1978): Introducción a la teoría microeconómica, Vicens,
Barcelona, 1983; A. Koutsoyiannis (1979): Microeconomía moderna, Amorrortu, Buenos Aires,
1985.
Para ampliar el apéndice matemático, puede recurrirse al apéndice 1 del capítulo 1 de P. A.
Samuelson y W. Nordhaus (2006): Microeconomía, 18ª edición, McGraw-Hill, Madrid; o al
apéndice del capítulo 1 de S. Fischer; R. Dornbusch; R. Schmalensee (1988): Economía, 2ª edición,
McGraw Hill, Madrid, 1989.
6.7 Ejercicios y problemas
1 Mediante el ceteris paribus, una función y = F(x, z, a…) se puede convertir en ____________.
2 Dicho de otra manera, qué significa ceteris paribus.
3 Si un eje de coordenadas no es la ordenada, entonces es ________________________.
4 El radiovector va del origen… ¿a dónde? _________________________________________.
Para los gráficos de la microeconomía son importantes las tangentes, de las que hay dos tipos:
________________________ y _________________________. ¿Por cuál de ellas se mide la
pendiente? ___________________________.
5 Según la “ley de los ______________________ decrecientes”, la función de producción tiene
forma de ____________________ inclinada; de manera que siendo fijos el “factor fijo” y la
técnica, y aumentando el factor ________________________, llamado L, obtenemos la caída
de Q, Q/L y dQ/dL, que son, respectivamente, el producto ________________________, el
producto __________________________ y el producto __________________________. ¿Por
qué orden disminuyen estos al subir L? ___________________________________________.
6 Las funciones de Q/L y de dQ/dL tienen forma de _______________________ invertida. Y si
suponemos que la técnica ha mejorado, ¿qué le pasa a la función de producción?
7 La forma de la “frontera de posibilidades de ________________________” es la de una curva
decreciente, de eje a eje, que tiene más concretamente forma _______________________. Su
pendiente expresa un tipo de coste llamado “coste de ________________________”, que se
113
114
188
Clark 1940, citado de acuerdo con Bailly y Maillat 1988, p. 102.
116
elementos de los que los contables llaman capital “fijo”189. Una diferencia fundamental
dentro de la inversión es que a veces hablamos de inversión bruta y otras de inversión
neta: ¿a qué se debe esto, qué quieren decir cada uno de esos conceptos? Esto remite
a una forma de hablar que va mucho más allá de la inversión, e incluso más allá de la
economía. Pongamos el ejemplo de la demografía.
Por ejemplo, cuando se habla del crecimiento demográfico del mundo o de un país
concreto, se puede estar pensando en el crecimiento bruto o neto. El primero se debe
a la tasa de natalidad: si han nacido 300.000 niños este año, diremos que el
crecimiento bruto de la población ha sido de 300.000 habitantes. Pero si restamos las
defunciones (que es lo que recoge la tasa de mortalidad), digamos 180.000, el
crecimiento neto será de 300.000 – 180.000 = 120.000. Esto es muy sencillo de
entender y lo mismo pasa con la inversión. Si las compras de capital fijo en un año son
un añadido de nuevo capital que se suma al capital ya existente a principios de año (y
esa suma es la inversión bruta), lo que debemos hacer para calcular la inversión neta
es deducir del valor de lo comprado el valor que han perdido los equipos y resto del
capital fijo a lo largo del año. ¿Perdido por qué?, preguntará alguno. Por dos motivos
principales: 1) por el desgaste que experimentan esos equipos como consecuencia de
su uso en los procesos productivos (esto es una obsolescencia natural, pues todo
activo se deteriora con el tiempo hasta el momento en que termina su vida útil); 2) por
la pérdida de valor que experimentan como consecuencia de la competencia, es decir,
por la llamada obsolescencia técnica (el producto sigue vivo físicamente pero ya no
puede ser utilizado, o al menos no de forma rentable, debido a que los competidores
han inventado y/o puesto en funcionamiento otros equipos superiores en
prestaciones, velocidad, etc., y eso hace que nuestros equipos, más atrasados, no
tengan ya valor comercial).
Lo anterior se puede representar gráficamente de forma sencilla. Suponemos que el
capital, lo que llama normalmente stock o acervo de capital, es un volumen que hay en
un momento dado del tiempo. A ese volumen se le añade el flujo que representa la
inversión bruta durante un periodo de tiempo (digamos, un año) y se le detrae el flujo
de salida en ese mismo lapso temporal en concepto de pérdida de valor o “consumo
de capital fijo”. La variable stock, o “variable fondo”, que es el capital en un momento
del tiempo, se convierte en otra cantidad gracias a las “variables flujo” ya citadas: la
inversión bruta y la depreciación o consumo de capital fijo. Pues bien, a la diferencia
entre la inversión bruta (IB) y el consumo de capital fijo (CCF) la llamamos inversión
neta, de forma que
IN = IB – CCF.
189
A diferencia del capital circulante, el capital fijo se compra para ser utilizado de forma
continua en sucesivos procesos o ciclos de producción que lleva a cabo la empresa y se repiten
una vez tras otra. El capital circulante está formado por los bienes que la empresa utiliza (como
la materia prima o la energía) para la producción, y entran de una sola vez en el producto final.
Mientras la máquina dura normalmente años, la materia prima desaparece al transformarse
en el producto final, y esto puede ser cuestión de minutos. Esta distinta forma de funcionar en
relación con el proceso productivo repercute en la diferente forma en que cada uno de estos
dos tipos de capital transfiere su valor mercantil al producto final (en parte, en el caso del
capital fijo, y en su totalidad en el caso del capital circulante).
117
Figura 7.1: Crecimiento del stock de capital sumando la inversión neta (IN = IB – CCF)
Si pasamos al tercer sector institucional, empezaremos diciendo que lo que vamos a
llamar normalmente “Estado” es en realidad algo más, algo más parecido a todo el
sector público que al Estado stricto sensu. Diremos que el sector público se compone
de dos componentes: 1) el sector público empresarial, que está formado por las
empresas públicas, es decir, las empresas que son de titularidad pública, es decir, de
titularidad jurídica (total o parcial) correspondiente a alguna administración pública; 2)
el sector público administrativo, formado por todas las Administraciones públicas (en
plural, porque si lo decimos en singular tendemos a identificarlas tan sólo con el
Estado). Dentro de las Administraciones públicas hay que distinguir:
a) la Administración central del Estado, constituida por el Estado propiamente
dicho pero también por los organismos autónomos; estos pueden ser de tres
tipos: administrativos (por ejemplo, la Biblioteca Nacional, el Instituto de la
Mujer o la MUFACE), comerciales (ICEX) y financieros (el Banco de España o el
Instituto de Crédito Oficial). Dentro del Estado, o de sus presupuestos de
ingresos y gastos públicos, hay que incluir a los diversos ministerios, el
Parlamento, el Poder judicial, la Corona, etc.
b) Las comunidades autónomas: 17 autonomías más Ceuta y Melilla.
c) La Administración local: ayuntamientos, diputaciones, cabildos insulares, etc.
d) La Administración de la Seguridad Social, con todos sus institutos (IMSERSO,
Instituto Nacional de la Seguridad Social, etc.)
El gasto total de todas las administraciones públicas (AAPP) es el Gasto público (GP),
pero lo que forma el tercer componente de la demanda final no es todo el GP sino
solamente el gasto público que no consiste en transferencias (TR, que pueden ser
corrientes o de capital), es decir, lo que llamamos “demanda pública” (G). De esta
forma,
118
GP = G + TR.
Por el tipo de bien en que consiste el gasto de demanda pública se puede distinguir
dos componentes: el consumo público, que consiste en la compra por parte de las
AAPP de bienes de consumo (por ejemplo, la energía eléctrica o la calefacción con que
se iluminan y calientan las aulas de las Universidades públicas), y la inversión pública,
que consiste en la compra de bienes similares al capital fijo de las empresas:
ordenadores, aparcamientos, compras de camas o equipos quirúrgicos de los
hospitales, edificios para institutos de enseñanza, etc. Las transferencias públicas son
un desplazamiento de dinero desde el sector público al privado (familias y empresas)
que no se destina a compras sino a pagos a quien lo recibe como titular de un derecho
reconocido por las AAPP: pensiones, becas, prestaciones por desempleo, premios de
lotería, transferencias de capital a empresas y bancos, o a centros de enseñanza
concertados…
Las instituciones privadas sin fines de lucro son del tipo de las Organizaciones no
Gubernamentales (ONG), los partidos políticos, sindicatos, etc. Su demanda consiste
en consumo privado equivalente al de las familias.
Finalmente, el sector “Resto del mundo” engloba a todo lo que no es la economía
nacional, y está formado por tanto por las empresas, los bancos, las familias y las
administraciones públicas extranjeros que compran bienes del tipo que sea a las
empresas españolas (X, exportaciones). Pero esta demanda desde el exterior (en este
sentido bruta) debe verse disminuida (signo menos) por el valor de la demanda
equivalente que las empresas, familias, bancos y administraciones españoles hacen de
bienes y servicios producidos en el extranjero (M, importaciones). De esa manera, la
diferencia entre ambos flujos son las exportaciones netas (X - M), que pueden tener
signo positivo o negativo (o cero): en el primer caso, las exportaciones superan a las
importaciones y eso da lugar a un superávit comercial, y en el segundo caso las
importaciones son superiores a las exportaciones, lo que produce un déficit comercial.
Si agrupamos todo lo dicho hasta ahora, y llamando Y a la demanda agregada final,
tenemos pues:
Y = C + I + G + (X-M),
que también puede escribirse de esta manera:
Y + M = C + I + G + X,
es decir, la oferta agregada (Y + M), que se compone del producto nacional más el
importado, es igual a la demanda bruta que se dirige a ella, formada por el consumo, la
inversión, la demanda pública y las exportaciones brutas.
Pero ahora ya se puede distinguir entra producto o demanda brutos = C + IB + G + (X-
M) y producto o demanda netos, que es igual a = C + IN + G + (X-M).
Digamos, para finalizar, que cuando se habla de producto final (PF) o demanda final
(DF), el adjetivo es importante, ya que final no quiere decir total, sino al contrario: que
hay que sumarle la producción intermedia (PI) o la demanda intermedia (DI),
respectivamente, para obtener los totales. Es decir:
119
PT = PI + PF
DT = DI + DF
El significado de estos conceptos los estudiamos en el próximo epígrafe.
7.2 Empresas, familias y renta nacional
La manera más sencilla de empezar estudiando una economía es reducirla a su mínima
expresión, es decir, convertirla en una economía tan simplificada que está compuesta
tan sólo por familias y empresas, o sea, sin Estado, sin crecimiento (ni inversión) y
autárquica (sin sector exterior o Resto del mundo). Desde el punto de vista de la
demanda, esto equivale a suponer que sólo hay un componente de la demanda final,
que es el consumo privado190. La relación mutua de familias y empresas está
representada en la figura 7.2, conocida como (doble) flujo circular de la renta nacional.
Figura 7.2: El doble flujo circular de la renta nacional
La figura 7.2 nos enseña lo siguiente. Las familias son las propietarias de las empresas,
y para que en estas se pueda llevar a cabo la producción se necesita que las familias
proporcionen a las empresas una serie de factores productivos (o, si se quiere, los
servicios de estos factores). Si suponemos, como lo hacía la escuela clásica, que los
factores productivos de riqueza son tres (tierra, trabajo y capital), a cambio de su
utilización por parte de las empresas, estas deberán pagar unas rentas monetarias a
las familias, en el triple concepto de renta de la tierra, salarios y beneficios. Con esas
rentas, que todas sumadas forman la Renta nacional, las familias están en condiciones
190
Modernamente se incluye en el consumo privado no sólo a las familias sino también a las
instituciones privadas sin fines de lucro, que pierden así su autonomía al quedar integradas en
el primer elemento, quedando sólo cuatro componentes de demanda: consumo, inversión,
demanda pública y demanda exterior neta = C + I + G + (X-M).
120
de comprar los productos que las empresas producen y ponen a su disposición. Esto
significa que en la parte superior de la figura tenemos a los mercados de bienes y
servicios, donde las empresas ponen la oferta y las familias su demanda de consumo.
Igualmente, en la parte inferior de la figura tenemos los mercados de (servicios de los)
factores, donde las familias ofrecen sus servicios y, a cambio de su uso, las empresas
que los demandan pagan las rentas a cada propietario.
Todo desemboca, pues, en un doble flujo: un flujo monetario y un flujo real (no
monetario). El primero, que gira por fuera y en el sentido de las agujas del reloj, está
constituido por el dinero que circula de empresas a familias (rentas) y de familias a
empresas (consumo). El segundo, que circula por dentro en sentido contrario a las
agujas del reloj, está formado por los factores que cambian de manos (desde las
familias hacia las empresas) y por los bienes (servicios y bienes) que van de las
empresas a las familias. En términos macroeconómicos, podemos decir que tenemos
una triple identidad: si llamamos a la demanda final Gasto nacional (GN), a la suma de
rentas pagadas Renta nacional (RN), y a la producción final de bienes y servicios
Producto nacional (PN), la relación que existe entre ellos es:
PN ≡ RN ≡ GN,
que significa que todos son idénticamente iguales, es decir, iguales por definición. Al
vender sus productos, las empresas reciben la compra de las familias por un
equivalente de valor a sus ventas, no en vano cada operación que se hace es una
compraventa: compras y ventas del mismo valor. Igualmente, al comprar las empresas
los factores, con los ingresos percibidos por sus ventas, las familias reciben unas rentas
que se gastan íntegramente en sus compras (su consumo), que es su gasto. Por tanto,
PN ≡ RN ≡ GN.
Pero todas estas variables que llevan el calificativo de “nacional” podrían llevar otro
sinónimo, que es “final” (que en la práctica se usa mucho menos). En ese caso diríamos
que el gasto o demanda final es igual al producto final, pero ¿qué pasa entonces con la
producción y la demanda intermedias? Antes de nada, hay que entender bien el
concepto: en la realidad, las empresas no venden sólo a las familias sino que también
se venden mutuamente distintos bienes y servicios; y esto quiere decir que a las
empresas les llegan órdenes de compra no sólo por parte de las familias sino también
por parte de las demás empresas. Aunque a nivel individual de cada empresa no tienen
por qué coincidir sus compras intermedias (a otras empresas) y sus ventas intermedias,
a nivel agregado la demanda intermedia total ha de coincidir necesariamente con el
producto intermedio total. Esto también puede representarse gráficamente, sin
necesidad de introducir en la figura ningún agente adicional al de las familias y las
empresas, y eso es lo que se ha hecho en la figura 7.2: se ha añadido un bucle, es decir,
una flecha que sale y llega al mismo sitio (las empresas, en este caso), que
normalmente no aparece en las representaciones del flujo circular de la renta (que
siempre se refiere a cantidades “finales”). Como estamos suponiendo que no hay
inversión ni crecimiento, podemos estar seguros de que las compras que hacen a otras
empresas no son de bienes de equipo; por otra parte, tampoco compran bienes y
servicios de consumo (medios de consumo), que están reservados a las familias. Luego
se trata de lo que en el tema 3 llamábamos medios de producción, pero sólo los que
121
son distintos del capital fijo, como son las materias primas, la energía y demás
componentes del capital circulante.
A todo esto, no hemos tenido en cuenta todavía la diferencia que estudiamos en el
tema VI, relativa a los factores productivos de valor y factores productivos de riqueza.
El hecho de que los bienes y factores se cambien por dinero demuestra que no se trata
solo de valores de uso sino también de valores de cambio. Luego al ser vendidos se
transfiere una determinada cantidad de valor: ¿y si interpretáramos las rentas como la
contraprestación que recibe el único factor productivo de valor? A primera vista, no
puede ser así, ya que las rentas no las reciben exclusivamente los trabajadores, sino
también los capitalistas y terratenientes191. Pero la solución podría estar a la vuelta de
la esquina: ¿y si los demás, los que no son trabajadores, percibieran esas rentas
porque una parte del trabajo, la que no ha sido pagada a los trabajadores, les
corresponde a ellos sólo por el tipo de sociedad en la que vivimos, basada en unas
relaciones sociales y jurídicas específicas que hacen posible que la propiedad sustituya
al trabajo en el derecho a percibir rentas?
En este sentido, en la parte inferior de la figura 7.2 tendríamos que sustituir la flecha
que va de las familias a las empresas, es decir, “Servicios de los (factores productivos)”,
por otra que dijera simplemente “Trabajo (pagado y no pagado)”, que sería el origen y
fuente de los tres tipos de rentas formadas a cambio: renta de la tierra, salario y
beneficio. El salario se da a cambio de algo (el trabajo), pero el beneficio y la renta de
la tierra se perciben a cambio de nada o, mejor, a cambio del simple derecho de
propiedad de los medios de producción, debido a que vivimos en un tipo de sociedad
en la que pasan dos cosas: 1) que las leyes, como decían Locke y Adam Smith, están ahí
para proteger la propiedad; y 2) que los trabajadores no se han decidido aún,
históricamente, a reclamar lo que es suyo, ya que el capital no es sino trabajo no
pagado acumulado por unos pocos (los propietarios de los medios de producción).
Entonces, lo de “Trabajo (pagado y no pagado)” podría llevar como contraprestación la
suma de v y pv (es decir, capital variable y plusvalor), a lo que habría que sumar c, el
capital constante, que es igual a la producción y demanda intermedia que representa
el bucle que sale y llega a las empresas.
Otra manera de decir lo anterior es que las empresas que pertenecen hoy en día al 1%
de la sociedad también podrían ser propiedad del 100% de la sociedad. En ese caso, en
vez de haber un 99% que trabajan, el 1% de los ociosos no existiría, y todo el trabajo
vendría recompensado con la capacidad de compra total de la sociedad.
Apéndice a 7.2: las Tablas Input-Output
Una manera de penetrar en la red de compraventas que se hacen las empresas entre sí
es utilizando el análisis input-output (o insumo-producto), que es hoy (casi) toda una
191
Hasta ahora hemos hecho la ficción de que las empresas son propiedad de las familias, sin
hacer distinciones entre unas familias y otras, como si todas las familias fueran del mismo tipo.
Pero si tenemos en cuenta la realidad, no hay más remedio que distinguir entre las familias
que son las propietarias de los medios de producción (sean estos la tierra o los demás medios)
y las que no poseen nada más que fuerza de trabajo.
122
Figura 7.3: La matriz de transacciones intersectoriales, en términos totales (X) y unitarios (A)
El uso de las matrices input-output puede servirnos para calcular los valores-trabajo de
las diferentes mercancías producidas. Para ello, basta con hacer unas operaciones muy
sencillas, que explicaremos tras recordar algunos conceptos elementales de álgebra
matricial. Llamemos Mnxn a una matriz cuadrada de n filas por n columnas, y vnx1 a un
“vector columna” (con n filas y 1 columna); entonces el vector v1xn, con 1 fila y n
columnas, se llama “vector fila” y lo escribimos como v’ (en vez de v).
Entonces, recordando la definición de Ricardo y Marx de que el valor de una mercancía
es la cantidad de trabajo que se requiere –tanto directa como indirectamente– para
(re)producirla, y llamando l’ al vector fila de los coeficientes de trabajo directo (es
decir, las cantidades necesarias de trabajo por unidad de producto), el valor de la
mercancía será:
192
Uno de los 200.
193
Prescindimos aquí de los problemas de mercado y suponemos que producción y venta
coinciden siempre.
123
v’ = l’ + v’·A,
donde A es la matriz input-output analizada anteriormente194. Esto quiere decir, que el
valor de la mercancía 7 (por poner un ejemplo) es la suma del trabajo directo (el 7º
elemento del vector l’) más el trabajo indirecto, que es el producto del 7º elemento del
vector v’ por la columna 7ª de la matriz A (o sea, el resultado de sumar los n productos
v1 · a17, v2 · a27… y vn · an7).
Pues bien, en la ecuación anterior se puede pasar al miembro izquierdo el sumando
v’·A de la derecha y nos queda la ecuación
v’·(I-A) = l’
(donde la matriz I es la matriz identidad de orden nxn). Multiplicando ahora los dos
miembros de la última ecuación por (I-A)-1, nos queda
v’ = l’·(I-A)-1
A la matriz (I-A)-1 se la conoce como “la inversa de Leontief”, y en este caso nos sirve
para transformar los coeficientes de trabajo directos en coeficientes de trabajo total
(directo más indirecto), es decir, nos sirve para calcular los n valores de las n
mercancías existentes. Hoy en día está, pues, resuelto el problema de cómo cuantificar
la cantidad total de trabajo que se requiere para producir una mercancía. Por ejemplo,
si tenemos una mesa delante, para calcular el trabajo que le cuesta a la sociedad
(re)producirla no podemos contar solamente el trabajo de los trabajadores de la
empresa que fabrica las mesas, sino que hay que sumar también el trabajo empleado
en la fabricación de la máquina (en la parte proporcional en que se desgastó esa
máquina al producir esta mesa) –y así con los demás elementos del capital fijo– más el
trabajo de la materia prima, la energía y los demás elementos de capital circulante
(tornillos, pegamento, pintura…) consumidos en la fabricación de la mesa. De esta
manera, para calcular este total basta con saber el trabajo directo y disponer de la
inversa de Leontief, que se construye directamente con los datos disponibles de la
matriz A, es decir, con los datos de las ventas y compras que se hacen las empresas
entre sí.
7.3 El Estado
Otro agente económico fundamental es el Estado (es decir, las Administraciones
públicas). No vamos a estudiar aquí las diversas formas de la intervención estatal en la
economía –habría que hablar del multifacético papel del Estado en la reproducción
social, de los bienes públicos, de la regulación de los monopolios195, etc.–, y mucho
194
Téngase en cuenta que el producto de un vector por una matriz sólo se puede hacer si
ambos son “conformables” para la multiplicación. En este caso sí es así porque el vector es de
dimensión 1xn, y la matriz es nxn, de forma que la resultante de este producto es otro vector
de dimensión 1xn.
195
Cada vez que se habla de monopolios, sería bueno recordar la opinión que sobre ellos tenían
los clásicos, empezando por Adam Smith. Los monopolios de la época mercantilista son
“enemigos de una buena gestión, pues ésta sólo puede lograrse en un país por medio de la
competencia libre y general” (Smith, 1776, p. 143). Los monopolios, como “los reglamentos y
124
menos en la sociedad, sino que nos limitaremos al esqueleto de toda esa actividad,
que se reduce a los flujos monetarios que percibe y gasta el Estado (como ya hemos
dicho, hablaremos de “Estado” para referirnos al conjunto de las Administraciones
públicas). Son los llamados ingresos y gastos públicos (IP y GP respectivamente). A
partir de aquí hablaremos de déficit público (o fiscal) siempre que IP < GP, es decir,
cuando el gasto público no se puede financiar íntegramente con los ingresos públicos;
en ese caso, el déficit es dp = GP - IP. En caso contrario, IP > GP, tenemos superávit
público (o fiscal), que se podría entender como un déficit cambiado de signo: sp = - dp
= IP - GP; y si por casualidad tenemos IP = GP hablaríamos de equilibrio presupuestario.
El déficit público no debe confundirse con otros déficits ni tampoco con otros
conceptos íntimamente relacionados con él, como es la deuda pública. Por ejemplo, en
el caso español, en la actualidad (2016) el déficit público equivale aproximadamente a
un 5% del PIB (unos 50.000 millones de euros sobre el billón aproximado que supone
el PIB). Pero el déficit es una cosa, y la deuda otra. La deuda pública se explica por la
manera en que se financia normalmente el déficit fiscal. Cuando los gastos superan a
los ingresos, el Estado tiene que cubrir la diferencia por una vía distinta de la de los
ingresos (que son los tributos, o suma de impuestos, tasas y contribuciones especiales,
más una partida que son las contribuciones a la Seguridad Social, que no son
técnicamente impuestos pero que se pueden asimilar a estos, especialmente cuando
estamos en el campo de la teoría económica). ¿Cuál es esa vía? Pedir prestado al
sector privado: el Estado emite títulos a un plazo determinado, que dan a su poseedor
el derecho a percibir intereses durante la vida del título y el derecho a recuperar el
capital prestado al finalizar el plazo. Cada emisión de deuda –que puede hacerse a
corto, medio o largo plazo– sale al mercado con unas condiciones determinadas, y el
suscriptor de esos títulos, ya sean letras del Tesoro o bonos u obligaciones del Estado,
conoce el calendario de sus pagos e ingresos esperados.
Por ejemplo, un bono de 10.000 euros a tres años al 2% de interés con pago semestral
implica que si se compra en el mercado primario (el mercado donde cotizan las nuevas
emisiones) el 30 de junio del año t, el suscriptor del bono cobrará seis veces –a saber,
el 30 de diciembre del año t, el 30 de junio y 30 de diciembre del año t+1, el 30 de
junio y 30 de diciembre del año t+2 y el 30 de junio del año t+3– 100 euros de interés
y, al finalizar el plazo de tres años, cobrará el principal del préstamo que hizo al Estado:
10.000 euros. Es decir, el 30 de junio de t+3 obtiene un pago de 10.100 euros (10.000
de capital y 100 de intereses).
Pues bien, si el recurso total al crédito en un año son, en términos brutos, X miles de
millones de euros (nuevas emisiones por ese montante), y la devolución que se hace
ese año de principal (no de intereses) de deuda emitida en años anteriores es de Y
estatutos del sistema mercantil”, lo único que consiguen es desajustar y desordenar la
“distribución natural del capital en la sociedad” (1776, pp. 560–1). Smith define el precio de
monopolio como “él más alto que se puede obtener” [por oposición al precio natural, “él más bajo
que se puede conseguir” (1776, p. 60)], como en los casos de “un monopolio otorgado a un
individuo o a una compañía de comercio” o de los “privilegios exclusivos de las corporaciones,
estatutos de aprendizaje y todas aquellas leyes que restringen la competencia, en determinadas
ocupaciones, a un número de personas inferior al que prevalecería” en circunstancias de libre
concurrencia (1776, pp. 59-60).
125
miles de millones, con Y < X, eso quiere decir que la deuda va aumentando, se va
acumulando año a año, y si eso sucede muy deprisa o durante muchos años seguidos
la deuda puede elevarse a cantidades enormes, hasta llegar, por ejemplo en el caso
español, al 100% del PIB (o más en el caso de Japón, con más de un 200%, o Grecia,
con casi 200%). Al ser el déficit-tipo y la deuda-tipo cantidades normalmente muy
diferentes, se entiende por qué los objetivos de déficit y deuda que imponen (o
aconsejan, según los casos) ciertos organismos internacionales con capacidad para
hacerlo son de una cuantía muy diferente. Así por ejemplo, los requisitos de
convergencia impuestos por la Unión Europea en el Tratado de Maastricht (1992) eran
de un déficit máximo del 3% del PIB y de una deuda máxima del 60% del PIB (20 veces
más elevada que el déficit anual).
La deuda pública no es siempre deuda del Estado en sentido estricto, sino que puede
ser, por ejemplo, una emisión de obligaciones de la Junta de Andalucía o cualquier otra
comunidad autónoma, o incluso de los ayuntamientos más importantes (Madrid,
Barcelona, etc.). Cuando la deuda es del Reino de España, se llama “deuda soberana”.
Por otra parte, normalmente la deuda se emite en el mercado, sin distinguir entre
nacionales y extranjeros. Por eso, al conjunto de deuda pública viva en poder de los
residentes en otros países (bancos, empresas, particulares o administraciones) se le
llama Deuda pública externa, que es por tanto una fracción de la deuda pública total.
Pero junto a la deuda pública está la deuda privada. Sabemos que quien pide un
préstamo se endeuda para realizar un gasto para el que no cuenta con ingresos
propios suficientes en ese momento. Conocemos el caso de los particulares, pero lo
mismo pasa con las empresas y los bancos. Las grandes empresas y bancos
importantes también tienen acceso, como el Estado, al crédito en el mercado de
capitales. Siempre que convenzan a los potenciales acreedores de que son buenos
pagadores, podrán emitir igual que hace el Estado, sólo que en este caso se tratará de
deuda privada. Empresas como Telefónica, Iberdrola…, o bancos como el Santander o
el BBVA…, pueden realizar emisiones de obligaciones en el mercado de capitales, por
ejemplo, que no son sino un crédito que se pide a los acreedores (nacionales o
extranjeros) pagadero en tales fechas, con tal tipo de interés y en esas determinadas
condiciones…196
En cualquier caso, los ingresos y gastos públicos también pueden estudiarse por
dentro, por así decir. La principal distinción en los ingresos públicos es la que se da
entre impuestos directos (id) e indirectos (ii) (hay otras partidas de ingreso pero las
dejaremos de lado). Y en el lado del gasto público, lo dividiremos en gasto social (gs) y
gasto de otro tipo (og: “otro gasto”).
Un impuesto directo es el que recae directamente sobre la renta y/o la riqueza del
sujeto pasivo. Un impuesto indirecto es el que no recae directamente sobre eso sino
196
Una vía alternativa es la del préstamo sindicado: un préstamo solicitado directamente por
una empresa o banco a un conjunto de bancos (internacionales) que, al ser concedido por
estos colectivamente, se protegen así ante el riesgo de impago; el conjunto de bancos
implicados se organiza en uno o varios bancos que lideran la operación y todo un conjunto de
otros bancos que se suman piramidalmente al pool de bancos (a veces formado especialmente
para la ocasión).
126
sobre cualquier otra cosa; es decir, directamente recae sobre otra cosa (por ejemplo,
el consumo), pero indirectamente no puede recaer finalmente sino en la renta o
riqueza del contribuyente. Para entender la figura 7.4, digamos que los principales
impuestos directos son el irpf (impuesto sobre la renta de las personas físicas), el isdes
(impuesto de sociedades, que grava los beneficios de las empresas) y el ipa (impuesto
sobre el patrimonio, o riqueza del contribuyente), y a ellos se asimilan las cotizaciones
sociales (o cotizaciones a la seguridad social, ya correspondan a los empleados o al
empleador), cotss. Por su parte, en los impuestos indirectos incluiremos el iva
(impuesto sobre el valor añadido), los impuestos especiales, ies, y las tasas (t)197. En
resumen, tenemos:
id = irpf + isdes + ipa + cotss
ii = iva + ies + t
Por otra parte, la explicación de los diferentes tipos de gasto público requiere que nos
fijemos antes en la figura 7.4.
Figura 7.4: La renta nacional y los ingresos y gastos del Estado
En el gasto “social” no todo es gasto realmente social. Diremos que gs es igual a las
prestaciones sociales (ps) –que pueden ser pensiones de vejez, enfermedad…, seguro
de desempleo, becas, etc.–, más el sueldo bruto de los empleados públicos (raap:
remuneración de los asalariados de las administraciones públicas) más los intereses
pagados por el Estado en concepto de deuda pública (idp). Por su parte, dentro del
otro gasto público (og) incluimos las transferencias de capital (tk) y corrientes (tc) que
197
Las tasas pueden ir acompañadas de contribuciones especiales, que son la tercera forma de
tributo (junto a los impuestos y las tasas), y de otros ingresos estatales que no son tributos,
como los ingresos que obtiene el Estado de loterías y quinielas (a veces llamados “impuestos
voluntarios”).
127
paga el Estado a las empresas y asimilados198, más la demanda pública (cip), es decir,
las compras del Estado a las empresas en concepto de consumo público y de inversión
pública. Por tanto, tenemos:
gs = ps + raap + idp
og = tk + tc + cip
Después de explicar todo lo anterior, podemos hablar de los “dos momentos” del pago
de impuestos, momentos más bien lógicos o conceptuales que cronológicos. Es decir,
aunque todo el mundo está pagando impuestos, y recibiendo dinero del Estado,
prácticamente todos los días del año, podemos imaginar que la parte inferior de la
figura 7.4 se corresponde con el “momento 1”, y la parte superior con el “momento 2”.
Eso nos permitiría descomponer también el déficit o el superávit en dos partes. Si
definiéramos el déficit-1 (dp1) como “gs – id”, y el déficit-2 (dp2) como “og – ii”, el
total podría ser muy bien un equilibrio presupuestario formado por un déficit en el
primer momento (60 – 50 = 10) y un superávit de la misma cuantía en el segundo
momento (40 – 50 = -10). En este caso, lo que hemos hecho ha sido descomponer el
déficit en dos partes:
dp = dp1 + dp2 = 10 -10 = 0.
Es decir, si dp = gp – ip = (gs + og) – (id + ii), tenemos que dp = (gs – id) + (og – ii) = dp1
+ dp2.
7.4 Las clases sociales
Hemos visto la actuación elemental de 3 de los 4 agentes económicos principales199,
que son las familias, las empresas y el Estado. Hemos dejado fuera al sector Resto del
mundo porque puede considerarse que su actuación consiste a su vez en la actuación
de familias, empresas y Estado… pero de los demás países. Esto equivaldría a decir que
analizamos el problema, no a escala nacional sino mundial, y entonces desaparece
simplemente el Resto del mundo. Pero podemos preguntarnos: ¿ya no hay más
agentes económicos? ¿No puede considerarse que las clases sociales son también un
agente económico cuyo comportamiento aparece nítidamente en múltiples
manifestaciones? Intentaremos argumentar la tesis afirmativa usando dos puntos de
vista complementarios, uno de los cuales nos lleva a identificar tres clases sociales, y el
otro a identificar dos clases; estos puntos son el mercado de trabajo y el Estado.
En cuanto al mercado de trabajo, más allá de lo que le suceda a cada trabajador o a
cada empresa, es decir, a cada contrato de trabajo específico, que tiende a ser cada día
198
Aquí cabrían las transferencias a instituciones como los centros privados de enseñanza, más
las transferencias en concepto de premios de loterías y quinielas, más las subvenciones. Las
subvenciones son dinero que da el Estado a las empresas para abaratar sus productos; son una
especie de impuesto indirecto negativo, por eso en la contabilidad nacional se habla también
de “impuestos indirectos netos de subvenciones”, que sería la diferencia entre los impuestos
indirectos que pagan las empresas y las subvenciones que reciben.
199
No contamos aquí las instituciones privadas sin fines de lucro, que han sido asimiladas a las
familias por comportarse como estas, es decir, como simples consumidoras.
128
más un contrato entre dos partes individuales, existen una serie de comportamientos
típicos que permiten hablar de comportamientos de clase. Sólo hay que mirar
alrededor nuestro para comprobar que cada persona está relacionada con el mercado
de trabajo de una de estas tres maneras: 1) participando en la oferta agregada de
trabajo; 2) participando en la demanda agregada de trabajo; 3) no participando en el
mercado de trabajo ni por el lado de la demanda ni por el de la oferta. El primer grupo
es el formado por los asalariados, que hoy es la gran mayoría de la población (entre el
80% y casi el 100% en los países más desarrollados). El segundo grupo lo forman los
demandantes de trabajo, es decir, los empleadores, que son los dueños de las
empresas que necesitan del trabajo ajeno para que estas funcionen. Y en el tercer
grupo podemos incluir a toda esa zona intermedia formada por los “autónomos”, ese
conjunto de trabajadores-empresarios que aún conservan cierta cantidad de medios
de producción pero no la suficiente como para poder prescindir del trabajo propio ni
para contratar trabajadores a su servicio200; es decir, pueden no necesitar ahora acudir
al mercado de trabajo a ofrecerse como asalariados, pero en ellos siempre está latente
la amenaza de que eso suceda finalmente.
Pero otra forma de observar el comportamiento de las clases en la sociedad actual es
por la vía indirecta de la comprobación de que nos encontramos ante un Estado que
no es “neutral” sino “de clase”. Hoy en día todo el mundo habla del Estado del
bienestar, principal recurso intelectual para quienes quieren demostrar que el Estado
ya no es un Estado de clase como lo fue en el pasado. Pero esta misma referencia al
pasado nos ayuda a comprobar lo contrario: que la evidencia histórica del Estado de
clase –pensemos en el Egipto de los faraones, en la polis griega, en el Imperio romano
o en las sociedades feudales de la edad media europea– es tan abrumadora que lo
extraño sería que de repente el Estado se hubiera transmutado en otra cosa. Si
observamos detalladamente el Estado de bienestar de la segunda mitad del siglo XX y
comienzos del siglo XXI, y comprobamos que los datos afirman que es algo
perfectamente compatible con el carácter de clase del Estado, la conclusión será que el
concepto de clase es imprescindible para entender la realidad, ya que es una agente
más que participa en la dinámica económica de nuestras sociedades.
La idea central de los teóricos del Estado del bienestar201 es que este sirve para
completar o complementar el salario (directo) de la mayoría de la población con un
salario extra (“indirecto”) que está a cargo del Estado, que a su vez lo financia, gracias
a un sistema fiscal progresivo, con los impuestos que hace recaer sobre las clases (o
grupos sociales, prefieren ellos decir) adineradas o pudientes. De esta manera se
consigue una transferencia indirecta de recursos que corrige la desigualdad intrínseca
200
Hay que tener en cuenta que en la práctica muchas PYME (pequeñas y medianas empresas),
especialmente las microempresas (hasta 10 trabajadores), están regidas por autónomos. Sin
embargo, nuestro tercer grupo social está integrado sólo por autónomos sin asalariados.
201
Tony Blair: “la Tercera Vía no es un intento de señalar las diferencias entre la derecha y la
izquierda. Se ocupa de los valores tradicionales de un mundo que ha cambiado. Se nutre de la
unión de dos grandes corrientes de pensamiento de centro-izquierda –socialismo democrático
y liberalismo– cuyo divorcio en este siglo debilitó tanto la política progresista en todo
Occidente. Los liberales hicieron énfasis en la defensa de la primacía de la libertad individual
en una economía de mercado; los socialdemócratas promovieron la justicia social con el
Estado como su principal agente. No tiene por qué haber un conflicto (...)” (Blair 1998, p. 55).
129
del mercado. Si el capitalismo se basa en el mercado, lo que dicen estos autores es que
un Estado fuerte y democrático, capaz de hacer frente a los abusos del mercado,
puede ser capaz de revertir la desigualdad típica del capitalismo, de forma que
llegaríamos por este medio a una sociedad que ya no sería capitalista, o al menos no
capitalista pura, una sociedad en la que las clases, si no han desaparecido ya, se han
igualado tanto que nuestra sociedad se ha convertido en un nuevo tipo de sociedad. Y
todo esto con independencia del juego político-electoral consistente en que la
oposición parlamentaria acusa al partido gubernamental de lo mal que lo está
haciendo con el Estado del bienestar, con lo bien que lo harían ellos… Todo ello, con
independencia, por supuesto, del partido o partidos de que se trate en cada caso.
Pues bien, toda esa supuesta redistribución a favor de las clases bajas y medias que
estaría llevando a cabo el Estado del bienestar se puede resumir en una sola consigna y
un concepto clave: el “salario social neto” que paga el Estado y reciben los
trabajadores (una vez descontado lo que estos pagan a aquel) debe ser positivo para
que la redistribución a favor de los trabajadores sea un hecho. Y precisamente vamos a
dedicar lo que resta de este capítulo a explicar el instrumental analítico que
necesitamos para comprobar si dicho salario social neto es un hecho en nuestras
sociedades o más bien un bluf, un elemento de pura retórica política sin base en la
realidad.
Para empezar vamos a partir de la figura 7.5. Si el salario social neto (ssn) es positivo,
entonces la clase trabajadora recibe como remuneración total por su trabajo (salario
“total”, st) no sólo el salario directo que le llega desde las empresas (sd) sino también
el salario indirecto neto que le llega del Estado (ssn). Por tanto, el salario total es
st = sd + ssn,
y la tesis de los partidarios de la idea de que el Estado del bienestar ha cambiado la
sociedad capitalista es que ssn > 0, y por tanto st > sd. Veremos si los datos dicen eso o
dicen que st = sd o incluso st < sd.
130
Si suponemos que en la sociedad capitalista hay sólo dos clases, capitalistas y
asalariados, y dejamos de lado la tercera antes mencionada (los autónomos),
cambiamos la figura 7.4 para transformarla en la 7.5: dividimos las familias en dos
tipos: asalariadas y capitalistas; dividimos las empresas entre dueños y subordinados
(los trabajadores) y desdoblamos cada uno de los 6 flujos (flechas) que aparecían en la
7.4 de forma que ahora tenemos 12, 6 de los cuales se refieren a los trabajadores y los
otros 6 a los capitalistas. Es como si hubiera dos figuras 7.4 superpuestas y una
correspondiera a una clase y la otra a la otra clase. Podríamos entonces observar si a
cada clase le corresponde, en su relación con el Estado, o al Estado en relación con
ella, un déficit, un superávit o un equilibrio presupuestario. Si antes desdoblábamos el
déficit en dp1 y dp2, ahora lo vamos a desdoblar en dpt y dpk. El déficit (o superávit)
ligado a la clase trabajadora (con todas las variables subindiciadas con una t) sería:
dpt = gpt – ipt = (gst + ogt) – (idt + iit)
y el de la clase capitalista (con todas las variables subindiciadas con una k) sería:
dpk = gpk – ipk = (gsk + ogk) – (idk + iik)
Evidentemente, la suma sería:
dp = dpt + dpk = (gst + ogt) - (idt + iit) + (gsk + ogk) - (idk + iik) = (gs + og) - (ig + ii) = gp - ip.
Pues bien, el salario social neto de los trabajadores sólo puede ser positivo (ssn > 0) si
sobre ellos recae un “impuesto neto” total negativo (int < 0). Y lo que ahora podemos
llamar “beneficio social neto” (bsn) de los capitalistas (las rentas que reciben los
capitalistas del Estado por encima de lo que pagan ellos en concepto de impuestos) es
positivo si el impuesto neto total que recae sobre ellos es negativo. (ink < 0). Así que
tenemos, por una parte:
- int = ssn = (gst + ogt) – (idt + iit),
Y por otra parte
- ink = bsn = (gsk + ogk) – (idk + iik).
La suma de salario social neto y beneficio social neto es igual al déficit público total:
ssn + bsn = (gs + og) – (id + ii) = gp - ip = dp.
Por tanto, podemos concluir lo siguiente. Si el Estado incurre en un déficit, puede
beneficiar simultáneamente a las dos clases haciendo que tanto ssn como bsn sean
positivos. Si tiene equilibrio presupuestario, entonces, salvo que dé la casualidad de
que ssn = bsn = 0, beneficiará a una clase a costa de la otra, ya sea porque ssn > 0 y bsn
< 0 (en cuyo caso se transfiere renta desde la clase capitalista a la trabajadora, aunque
no se trata de una redistribución directa, de clase a clase, sino de una redistribución
131
que pasa por intermedio del Estado), ya porque ssn < 0 y bsn > 0 (en cuyo caso se
transfiere renta desde la clase trabajadora a la capitalista, también como resultado de
una redistribución no directa sino indirecta, vía el Estado). En definitiva, si el Estado se
comporta como Robin Hood, quitando a los ricos para darlo a los pobres –aunque
ahora se califique a los interesados de forma más científica, es decir, diciendo que se
quita a los capitalistas para darlo a los trabajadores–, la tesis del Estado de bienestar se
confirmaría; pero si se comporta como un “Robin Hood al revés” (o como un Robin
Hood inexistente), entonces la tesis de los teóricos del Estado del bienestar es un mito,
un bluf, y no se sostiene.
Pues bien, los trabajos empíricos de los que disponemos para periodos largos en el
tiempo, y para una gran variedad de países desarrollados, tanto los que se caracterizan
por una gran presión fiscal y grandes prestaciones sociales (Suecia, por ejemplo) como
los que caracterizan por lo contrario (Estados Unidos, Japón o Suiza), no aportan
evidencia empírica de la existencia de un Robin Hood. Este, o bien no existe o bien se
comporta de manera contraria a lo esperado por estos teóricos. Cuando existe un
salario social neto positivo, ello ocurre porque el Estado incurre en grandes déficits
durante un periodo; pero no hay que olvidar que el recurso a la deuda pública (que
deriva de esos déficits) genera inmediatamente efectos contrarios a la redistribución a
la Robin Hood, ya que para financiar la deuda hay que pagar intereses y esos intereses
no los reciben los trabajadores (que apenas poseen un porcentaje ridículo de los
títulos de deuda pública emitidos) sino los capitalistas (familias y empresas, y en último
término familias), que son los grandes compradores de deuda.
Podemos concluir finalmente que no hay tal Robin Hood y que las diferencias entre el
Estado del bienestar y el Estado tradicional son básicamente un mito. O bien, que se
habla de la época del Estado del Bienestar simplemente porque el dinero circula a
través del Estado en una proporción mayor de los que ocurría anteriormente. Por
tanto, no estamos muy lejos de lo que era el Estado (la Hacienda) en la época de un
Colbert (1619-1683), el ministro de Luis XIV, que escribió: “El arte de la tributación
consiste en desplumar al ganso para obtener la mayor cantidad de plumas con el
menos número posible de graznidos”202
Para terminar, una última reflexión. Si no hay Robin Hood, eso quiere decir que el
Estado no hace nada en la práctica por cambiar los resultados originales de la
producción y la distribución de las empresas capitalista tampoco desde el punto de
vista redistributivo-monetario. Está avalando así la división en clases de la sociedad
actual. Y eso sin contar que la legislación, desde la Constitución al máximo nivel hasta
la última orden ministerial, pasando por leyes y decretos, y las instituciones están al
servicio de la reproducción del orden social capitalista. Como ya dijimos, Adam Smith
escribió que “el gobierno civil, en cuanto instituido para asegurar la propiedad, se
estableció realmente para defender al rico del pobre, o a quienes tienen alguna
propiedad contra los que no tienen ninguna”203. En esto, Smith seguía a John Locke,
202
Frydman et al. 1998.
203
Smith 1776, p. 633. En su obra Lectures on Jurisprudence ya se podía leer: “Mientras no
exista propiedad no puede haber gobierno, cuyo verdadero fin consiste en garantizar la
riqueza, y defender al rico contra el pobre” (citado en ibídem).
132
Jean-Jacques Rousseau y S. Linguet. Locke había escrito que “el gobierno no tiene otra
finalidad sino la defensa de la propiedad”204; Linguet escribió que “el espíritu de las
leyes es la propiedad”205; y Rousseau se expresaba así: “El espíritu universal de las
leyes de todos los países es favorecer siempre al fuerte contra el débil, y al que posee
contra el que no tiene nada”206.
204
Locke 1660-62, parágrafo 94 (citado por el editor de Smith, 1776, p. 633).
205
Linguet 1767, citado en Marx, 1867, p. 923. En otro punto de El capital critica Marx lo que
llama la “ilusión jurídica” de Eden y otros, todo lo cual lo “arrojó por la borda” Linguet en un
par de palabras, al responder al “quimérico Esprit des lois de Montesquieu” con un simple:
“L’esprit des lois, c’est la propriété” [el espirítu de las leyes es la propiedad] (1867, p. 763). Por
otra parte, “‘Siempre que el legislador intenta regular las diferencias entre los empresarios y
sus obreros, los consejeros de aquél son, invariablemente, los empresarios’, afirma Adam
Smith.” (Marx, 1867, p. 923).
206
Rousseau 1762, recogido en Soboul 1974, p. 183. Pues, como ya escribiera el propio
Rousseau en el Discurso sobre el origen de la desigualdad, “el primero que, cercando un
terreno, se atrevió a decir esto es mío, y encontró gente lo suficientemente simple como para
creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil” (Rousseau 1754, en ibíd., p. 181).
133
7.5 Recapitulación
Conceptos clave. Sector institucional, familias, empresas, administraciones públicas,
instituciones privadas sin fines de lucro, resto del mundo. Consumo, inversión, demanda pública
(consumo público, inversión pública), exportaciones, importaciones. Renta nacional, gasto
nacional, producto nacional. Gasto público, transferencias, déficit público, deuda pública. Clases
sociales. Impuesto neto. Salario social neto, beneficio social neto. Estado del Bienestar. Robin
Hood.
Aparte del significado de sector económico como rama o agrupación de ramas productivas, hay
otro uso del término para referirse a los sectores institucionales de la economía, que son 5:
familias, empresas (privadas y públicas), administraciones públicas, instituciones privadas sin
fines de lucro y resto del mundo; sectores que contribuyen a la demanda agregada final,
respectivamente, con el consumo, la inversión, la demanda pública, más consumo y las
exportaciones netas.
La manera más sencilla de representar una economía es analizando solamente las empresas y
las familias. Estas son las propietarias de los factores productivos y reciben unas rentas (renta
nacional) a cambio de sus servicios (o a cambio del trabajo pagado más la remuneración a los
propietarios del trabajo no pagado a los asalariados); con esas rentas realizan el gasto nacional,
que consiste en la compra del producto nacional: todo esto se puede representar gráficamente
como el doble flujo circular de la renta nacional.
Si se añade a este esquema la presencia del Estado, se puede analizar la presencia del Estado en
la economía, aunque sea de forma parcial, es decir, reduciendo el análisis a los flujos de entrada
y salida de dinero a y desde el Estado. Si el gasto público es superior a los ingresos públicos, hay
déficit público; en caso contrario hay superávit. Si se acumula el déficit durante varios años
sucesivos, se genera una deuda pública, que es normalmente un múltiplo importante del déficit.
Junto al déficit público, hay también un déficit privado, formado por el déficit de las familias, las
empresas y los bancos. Una parte de todos estos déficits está en poder de extranjeros: es lo que
se llama la deuda exterior.
Los ingresos del Estado se descomponen en impuestos directos e indirectos, y los gastos en gasto
social y otro gasto. Estos impuestos y gastos se producen en dos “momentos” distintos, razón
por la cual hay un déficit o superávit ligado al primero y otro ligado al segundo de esos
momentos.
Un último agente económico son las clases sociales, que son fundamentalmente tres y se
definen en relación con el mercado de trabajo: los asalariados forman la oferta de fuerza de
trabajo, los empresarios (empleadores) la demanda, y los autónomos no participan
directamente ni en la oferta ni en la demanda. Un rasgo adicional de definición de las clases
tiene que ver con la relación entre estas y el Estado. Los defensores de la idea del Estado del
bienestar como algo distinto del Estado tradicional se basan en que la clase trabajadora recibe
un salario social neto positivo, y la clase capitalista un beneficio social neto negativo. Es decir,
los trabajadores reciben del Estado una cantidad de dinero mayor de la que ellos pagan como
impuestos; y en el caso de los capitalistas pasa al revés. Dicho de otra manera, los trabajadores
pagan un impuesto neto negativo, y los capitalistas positivo, de forma que el Estado del
bienestar actúa un poco como Robin Hood, quitando a los ricos para darlo a los pobres. Los datos
empíricos demuestran que esto no es así: el Estado del bienestar sólo se diferencia del
tradicional en que circula por el Estado una parte (porcentaje) mayor de la renta nacional, pero
en general sólo hay un salario social neto positivo cuando hay déficits públicos importantes. En
general, el Estado del bienestar también es un Estado de clases y, como el tradicional, sirve para
134
Sobre las relaciones entre las clases y el Estado, puede verse dos libros: Göran Therborn (1978):
¿Cómo domina la clase dominante? Aparatos de Estado y poder estatal en el feudalismo, el
capitalismo y el socialismo, S. XXI, México, 1979 (3ª ed., 1987); E. O. Wright (1978): Clase, crisis y
Estado, S. XXI, Madrid, 1983; así como las posiciones de Marx y Engels al respecto: K. Marx (1974):
Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, Barcelona: Grijalbo; F. Engels (1884): El origen de la
135
familia, la propiedad privada y el Estado, Madrid: Ayuso; Maximilien Rubel (1977): El Estado
visto por Karl Marx, B: Roselló Impressions.
7.7 Ejercicios y problemas
1 ¿Cuáles son los 5 sectores institucionales de la Contabilidad Nacional?
2 Hay un doble flujo _________________ de la Renta nacional, uno de los cuales es dinero, y el
otro es en una parte _____________________ y en otra parte __________________________.
3 La producción que no es “final” es llamada “__________________”. En el análisis de esta, se
usa una técnica inventada por Leontief llamada análisis ___________________, que nos puede
servir, por ejemplo, para calcular el trabajo _________________________________________.
4 Si la diferencia entre ingresos públicos y gastos públicos es llamada déficit ______________,
o también déficit __________________, hay otro déficit que se refleja en la Balanza de pagos
llamado ______________________.
5 Cuando un Estado acumula déficits del primer tipo año tras año, se forma la _____________
pública; pero también existe la __________________ privada, que es la que corresponde a los
otros agentes de la economía, como son _____________________, ______________________
y _____________________.
6 Este año el déficit público es equivalente en España a un porcentaje del PIB igual al ______%.
Y lo acumulado durante años equivale al __________%.
7 Ponga varios ejemplos de impuestos directos.
207
La primera parte del libro de Denis (1965) se dedica a “El idealismo político y económico en
la filosofía griega y su decadencia” (pp. 17-81); el libro incluye también un capítulo sobre “La
decadencia del pensamiento político en el mundo romano y en la Edad Media” (pp. 56-81). El
capítulo 2 de Ekelund y Hébert (1990) versa sobre el “Pensamiento económico antiguo y
medieval” (pp. 15-42).
137
Figura 8.1: Esquema de Historia del pensamiento económico en la época del capitalismo
mercantil e industrial
En este esquema se quieren representar diversos rasgos de la evolución del
pensamiento económico entre los siglos XVI y XX, teniendo en cuenta que en el último
medio siglo largo hasta el presente suponemos que las escuelas ahora existentes
tienen un componente importante formado por una recuperación (actualizada) de
ideas de estas escuelas anteriores representadas en el gráfico; así, desde este punto de
vista, lo que habría serían neo-mercantilistas, neo-fisiócratas, clásicos nuevos o
contemporáneos, neo-neoclásicos, neo-marxistas, etc. Por esta razón, enfatizamos en
este libro la importancia de las ideas de las escuelas estudiadas en este tema y los dos
siguientes:
1 Los mercantilistas son una serie totalmente heterogénea de autores que, en
realidad, no formaban una escuela propiamente dicha sino que compartían un número
de temas de interés común. Aunque al pensar en ellos se habla de una “alianza de
poder entre el monarca y el capitalista-comerciante”208, había entre ellos hombres de
negocios, filósofos, mercaderes, científicos, financieros, hombres de Estado, etc., y
procedían además de los más diversos puntos de Europa durante varios siglos (siglos
XVI, XVII y XVIII fundamentalmente). Si algo tenían en común era su preocupación por
el comercio, en especial el comercio internacional, y por los movimientos y usos del
dinero (el oro), así como su punto de vista nacionalista, estatista e intervencionista que
los llevaba a preocuparse sobre todo por la suerte económica del país propio (su país y
sus colonias) en relación y en contradicción con los demás países. Puede decirse que,
de una manera u otra, se identificaban con los intereses del capital mercantil, es decir,
con los intereses de los protagonistas de la fase de nuestro esquema del tema V que
caracterizábamos como D – M – D’. Como nos vamos a fijar especialmente en la
concepción del excedente que tenía cada escuela, diremos que para estos autores el
excedente era el oro, más concretamente el oro que un país tenía la habilidad de hacer
entrar en el interior del país gracias a su competitividad y sus exportaciones netas.
Veremos en el epígrafe dos, cómo y en qué medida era esto así.
2 Los fisiócratas eran, en muchos sentidos, una escuela completamente distinta. Para
empezar, eran una auténtica escuela de autores muy unidos (y agrupados en torno a
una figura central indiscutible) que florecieron en Francia en las primeras décadas de la
segunda mitad del siglo XVIII. Aunque ellos se consideraban economistas, “los filósofos
economistas”, hoy se los conoce con una palabra de origen griego, fisiócratas (de fisis,
naturaleza, y cracia, gobierno), por la importancia que le dieron a la agricultura
(incluidas la ganadería, pesca y minas) como fuente de la riqueza de un país, y sobre
todo por la idea de que la sociedad estaba gobernada por leyes naturales. Estos
autores representaban los intereses de los sectores más dinámicos de la agricultura en
trance de conversión en un sistema productivo capitalista, en especial la figura del
arrendatario capitalista a gran escala. Como decía Quesnay, su figura principal, hay
mucha diferencia entre la agricultura de subsistencia y la ligada a estos innovadores de
capacidad emprendedora:
208
Ekelund y Hébert 1990, p. 51.
138
“Sólo los colonos [fermiers, granjeros, agricultores] ricos pueden utilizar caballos
para cultivar las tierras (…) En las regiones en que se cultiva con bueyes, la
agricultura es pobre y no puede dar trabajo al campesino; éste, al no estar
impulsado por el afán de lucro, se hace perezoso, languidece en la miseria y su
único recurso consiste en cultivar un poco de tierra para obtener lo necesario
para subsistir”209.
Lo importante es que estos autores desplazaron el punto de vista sobre el origen del
excedente desde el comercio a la producción, y para ellos el excedente era una
cantidad de valor pero también una cantidad de valor de uso: el producto agrícola y,
más exactamente, el contravalor de la parte de ese producto que servía para pagar la
renta de la tierra al conjunto de los grandes terratenientes del país. En el esquema de
la figura 8.1 se señala que estos autores se corresponden con un periodo de transición
desde la fase mercantil D – M – D’ a la del capital industrial, D – M …P… M’ – D’.
3 Los autores de la escuela clásica –a menudo llamada “anglosajona”, aunque en
realidad autores importantes de esta escuela, como Juan Bautista Say o Simonde de
Sismondi eran francés y ginebrino respectivamente– ya representan el modo de
producción capitalista en toda su extensión, centrada en la producción industrial en
una época en que se estaba produciendo la Revolución Industrial (Adam Smith) o se
había producido ya (Ricardo, Malthus, etc., y así hasta John Stuart Mill, cuyos Principios
de Economía política aparecieron en 1848). No se trata, pues, solamente de
producción sino de producción industrial como producción revolucionaria, centrada en
la máquina y la producción mecanizada en general. Como decía Adam Smith, cuyo libro
fundamental, La riqueza de las Naciones, es de 1776 (el año de la declaración de
independencia de los Estados Unidos), la producción industrial de un país, la base de
su “riqueza” era como un mecanismo, un autómata, construido sobre dos patas: la
primera se basa en el empleo de tanta cantidad de trabajo productivo como sea
posible para obtener la máxima cantidad posible de excedente, y la segunda consistía
en la acumulación de una parte, la mayor posible, de ese excedente, es decir, su
reinversión en nuevos ciclos productivos. El excedente es, pues, para los clásicos, el
beneficio industrial; y la protagonista del nuevo sistema capitalista que estaba
surgiendo y ellos veían crecer ante sus ojos era la burguesía industrial, la clase más
dinámica de todas pero que, paradójicamente, terminaría por llevar a la economía a un
“estado estacionario”.
4 Marx continuó la tradición clásica de estudiar la producción y la acumulación de
capital, pero se dotó de un sistema analítico que lo llevó a profundizar la teoría laboral
del valor que habían defendido los clásicos, hasta el punto de poderse decir, no sólo
que el valor lo da el trabajo, sino que para él el excedente era el plustrabajo, el
plusvalor generado por un trabajo ejercido en una cuantía superior a la necesaria para
mantener en movimiento al portador de esa fuerza de trabajo y de ese trabajo. La
teoría laboral del valor se convierte en Marx (sobre todo en su obra El capital,
aparecido parcialmente en 1867) en un instrumento capaz de sacar a la luz la
explotación de la inmensa mayoría social, el conjunto de los asalariados; y la
consecuente caracterización del capital como una masa de trabajo no pagado y
acumulado en el pasado por los propietarios monopolistas de los medios de
209
Quesnay 1756, p. 105.
139
producción dotó a esta teoría rigurosa de una capacidad de incidencia en las luchas
prácticas de ese proletariado explotado como nunca se ha visto después con ninguna
otra teoría en relación con cualquier agente social portador de otras idea.
5 El influjo de las ideas socialistas, que venía ya de antes de Marx, como por ejemplo
las de los llamados “socialistas ricardianos”, y de otras ideas como las anarquistas
además del marxismo, estaba creando un caldo de cultivo para que surgieran
partidarios de un enfoque muy distinto de mirar al capitalismo. Los neoclásicos de la
década de 1870 (sobre todo, Jevons, Menger y Walras) bebían de autores anteriores
como Gossen y algunos clásicos (Say, Malthus) y se centraron en un análisis de la
economía desde un punto de vista psicológico-subjetivo centrado de nuevo en los
intercambios (como los mercantilistas) y no en la producción. Puede decirse, incluso,
que la concepción del excedente de los neoclásicos es que este no existe, ya que lo que
obtenía cada propietario de un factor de producción, fuera el que fuera, era justo el
contravalor de la aportación hecha por ese factor a la producción. En concreto, el
factor capital obtenía como beneficio exactamente lo que había aportado a la
producción. Todo el conjunto de intercambios sucedía además en el mismo contexto
en que lo había colocado la llamada “ley de los mercados” (rebautizada por Keynes
más tarde como “ley de Say”), según la cual toda oferta crea su propia demanda y no
hay límite alguno a la producción (y por tanto tampoco crisis) que proceda de una
insuficiencia de demanda. Estas ideas y esta escuela forman hasta hoy día el centro de
lo que se llama la mainstream economics, o economía dominante, así que podemos
decir que lo que estudiaremos en tema XI, la Microeconomía, es la gran aportación de
la corriente neoclásica.
6 Esto último era sin embargo un problema para nuestro último protagonista, John
Maynard Keynes (1883-1946), para quien los intercambios mercantiles no eran
siempre fluidos ni mucho menos. Con un instrumental muy diferente, Keynes llegaría a
conclusiones parecidas a las de Marx en relación con la posibilidad o necesidad de las
crisis. Para él, tal como explica en su Teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero (1936), las crisis van acompañadas de mayor desempleo, el gran problema de
nuestro tiempo, y se debían a problemas relacionados con la rentabilidad de las
inversiones, en la misma onda en que la habían estudiado los clásicos y Marx, antes de
los neoclásicos. Los problemas ligados a las interrupciones en la circulación de los
bienes y servicios redundaban en problemas similares en los mercados de factores y en
especial en el mercado de (fuerza de) trabajo, y estos ciclos, crisis y depresiones
convertían el excedente en algo más o menos enigmático pero caracterizado sobre
todo por su condición de fluctuante en el corto y medio plazo. No obstante, a
diferencia por ejemplo de Marx, Keynes creía que una política económica adecuada
podía salvar al capitalismo de estos problemas.
Digamos, para acabar, que la Macroeconomía se estudia hoy en día como una creación
de Keynes, proseguida en una segunda parte por todo un acopio de discípulos
keynesianos, neokeynesianos y postkeynesianos, y seguida más tarde, en su parte
número tres, por una serie de ataques contra este cuerpo keynesiano por parte de
macroeconomistas neoclásicos de distintos tipos y escuelas (monetaristas, partidarios
de la economía de la oferta, de las expectativas racionales, etc., etc.). En un curso
como este, más que atender a las aportaciones novedosas de los últimos setenta años,
que quedan fuera de nuestro alcance, lo que haremos será resaltar la conexión de tal
140
210
Uno de los 200.
211
Uno de los 200.
212
Uno de los 200.
213
Uno de los 200.
214
Uno de los 200.
215
Uno de los 200.
216
Ekelund y Hébert 1990, p. 43.
217
Ekelund y Hébert 1990, p. 44.
141
218
“Hay mucho más que ganar en la Manufactura que en la Agricultura, y más en el Mercadeo
que en la Manufactura (…) Un marinero es en efecto tres agricultores” (Petty, 1963b, pp. 256,
258).
219
En expresión de Ekelund y Hébert 1990, p. 51.
220
En su Political Arithmetick, vol. I, p. 60 (citado en Ekelund y Hébert 1990, p. 46).
142
221
Smith 1776, p. 143.
222
Smith 1776, pp. 560–1.
223
Uno de los 200.
224
Mandeville 1728, citado en Marx 1867, p. 762.
225
Citado en Polanyi 1944, p. 179.
226
Rubin 2011a, p. 60. Como escribió Malthus, “desde hacía 500 años” se podía comprobar
que “un peck de trigo constituye una especie de punto medio, más bien algo por encima del
punto medio, en torno al cual los salarios, expresados en grano, han oscilado según la oferta y
la demanda” (citado en Marx 1863-64, p. 142, a partir de Malthus 1820, p. 254). Smith coincide
con los mercantilistas en estos planteamientos. Como escribe Joan Robinson, “para él [Adam
Smith], en la riqueza de las naciones no figuraba el estándar de vida de los trabajadores; los
salarios formaban parte de los costos de producción por lo mismo que lo formaban los piensos
para el ganado” (Robinson 1970, p. 142).
143
“el saber leer, escribir y conocer la aritmética, es muy necesario para aquellos
cuyos negocios requieren tales conocimientos, pero donde la subsistencia de la
gente no depende de ellas, estas artes son muy perjudiciales para el pobre […]
La asistencia a la escuela, comparada con cualquier trabajo, es holgazanería;
cuanto más tiempo continúen los menores en este cómodo tipo de vida, más
ineptos serán cuando crezcan, tanto en fortaleza como en disposición para el
trabajo al que están destinados.”229
En cuanto a su teoría económica propiamente dicha, veremos sucesivamente su
concepción de la relación entre oro y riqueza, su concepción del comercio
internacional y su teoría monetaria.
Los mercantilistas no tenían la idea simplista que a veces se les ha atribuido de que la
única riqueza era el oro, pero sí es verdad que en ellos “el dinero, y no los bienes
reales, fue equiparado por lo general a la riqueza”230. Pero, como vamos a ver, tenían
una idea muy clara de qué es lo que había que hacer con el oro. Sin embargo,
pensaban que si un país no tiene minas de oro en su territorio ni en el de sus colonias,
la única vía que tenía para hacerse con oro, que debía proceder del resto del mundo,
era conseguir una balanza de pagos excedentaria, de forma que el exceso de sus
exportaciones sobre sus importaciones, es decir, el signo positivo de sus exportaciones
netas, tuviera que ser saldado por medio de entradas de oro en el país.
La manera de conseguir ese superávit comercial consistía para ellos en lo que hoy
llamaríamos competitividad de las empresas nacionales, pero, se pudiera o no
conseguir ese objetivo, el Estado debería fomentar las exportaciones y desanimar las
importaciones, cuando no prohibirlas sin más. Esta política de importaciones era
equivalente a un proteccionismo total: si no se podía prohibir la importación de
determinado tipo de mercancías, había que cargar a las importaciones con unos
aranceles [impuestos a pagar por las mercancías extranjeras al entrar por la frontera
de un país] suficientemente altos como para que la producción nacional tuviera más
oportunidades que los productos importados. Y no se trataba sólo de dirigir el
227
Ekelund y Hébert 1990, p. 52.
228
Ekelund y Hébert 1990, p. 52.
229
En La Fábula de las Abejas, p. 191 (citado en Ekelund y Hébert 1990, p. 52).
230
Ekelund y Hébert 1990, p. 47. Por esa razón, la crítica de Boisguillebert a los mercantilistas
se basaba en la idea de que “el oro y la plata no son ni han sido nunca riqueza en sí mismos, y
sólo tienen valor en relación a las cosas necesarias para la vida, en la medida en que pueden
procurarlas, por lo que sirven meramente como una medida y una evaluación” (citado en
Ekelund y Hébert 1990, p. 88).
144
lo que significa que la “riqueza” del país, es decir, la producción, era proporcional a M.
Así, si una país es suficientemente competitivo como para exportar más de lo que
importa, y esas exportaciones netas se compran con oro que entra en el país
exportador, cuanto mayor sea M y mayor su crecimiento, tanto más elevado sería el
volumen monetario del producto nacional. Como los mercantilistas suponían que P y Q
se movían al unísono, para ellos no había ningún problema ligado a la inflación
(aumento de P), sino al contrario: los precios suben cuando la producción física sube, o
bien bajan con esta, luego la llegada de oro al país tendría un efecto benéfico.
Asimismo, si se deja variar v (en vez de suponerla constante), el efecto de una subida
de la velocidad del dinero sería también positivo sobre la producción y la riqueza, que
era lo que ocurría cuando, una vez el dinero nuevo en el interior del país, se esparcía
por todo el territorio (como el estiércol), haciendo que la multiplicación de dinero
estimulara activamente la multiplicación de mercancías.
Por todas estas razones no se puede despreciar a los mercantilistas atribuyéndoles la
ingenuidad de suponer que oro y riqueza eran una misma cosa. Lo que ellos querían
decir cuando de alguna manera se pronunciaban de esa guisa es exactamente lo que
acabamos de ver: que el oro tiene un papel activo en la producción de la riqueza y que,
por tanto, el desarrollo del comercio internacional era el principal objetivo de la
política económica gubernamental.
Sin embargo, la ecuación del dinero puede interpretarse de forma muy diferente a la
de los mercantilistas, como ocurre en los dos casos que vamos a estudiar a
continuación: el del enfoque monetarista y el de Marx. Para los monetaristas, es el
nivel de precios el que viene determinado por la cantidad de dinero en circulación si
suponemos que la velocidad de circulación y el nivel de producción real están dados
(se convierten en constantes). Ellos escriben:
P = (v/q)·M.
Si la velocidad V es contante (igual a v) y la producción Q también (igual a q), la
variable independiente es M y la variable dependiente P. Por tanto, en su opinión,
cualquier entrada de oro procedente del extranjero, al hacer aumentar M, haría subir
el nivel de precios en el país, generando inflación (subida de P). Por eso, este tipo de
interpretación se dice que es al mismo tiempo una teoría “monetarista” de la inflación:
la idea de que la subida sostenida de precios se debe siempre a un aumento de la
cantidad de dinero en circulación, o, dicho en términos más modernos, una expansión
de la oferta monetaria más allá de lo necesario para acompañar la subida de la
producción real.
Sin embargo, para Marx las cosas no sucedían así sino más bien al contrario. Para él
era el nivel de los precios lo que determinaba el volumen de dinero en circulación, es
decir, la proporción del oro total que entraba en el circuito de la circulación mercantil:
M = (q/v)·P
Así, si los precios subían, estando dados v y q, M tenía que subir también, ya que las
mercancías debían comprarse ahora a un precio más elevado. Por tanto, si los precios
subían se requería más oro para la circulación, y en ese caso, o bien entraba más
dinero al país o bien se desviaba oro industrial y oro atesorado previamente (es decir,
146
oro que había sido extraído antes del circuito de la circulación) hacia usos internos a la
circulación de capital. Podemos preguntar: entonces, ¿a qué se debía un cambio en el
nivel de precios? Y la respuesta de Marx era: a una variación de la relación existente
entre la productividad del trabajo en el sector productor de oro y la productividad del
trabajo en los demás sectores productivos. Si, por ejemplo, se descubren nuevas minas
de oro que permiten obtener oro en una cantidad menor de tiempo y trabajo gracias a
algún invento mecánico o similar, el valor de ese oro disminuirá, y, si no ocurre otro
tanto en los demás sectores productivos, el nivel general de precios subirá. En efecto,
si nos fijamos en el precio de una mercancía i cualquiera (que llamamos pi), este es
igual al cociente entre el valor-trabajo de esa mercancía (vi) y el valor-trabajo del oro
(vo):
pi = vi/vo
La unidad de medida del precio es un determinado número de piezas de oro por
unidad de mercancía, que según se ve en el cociente anterior resulta de dividir una
magnitud medida en horas por unidad de mercancía por otra que se mide en horas por
unidad de oro: las horas del numerador y el denominador se anulan y las unidades del
denominador pasan al numerador de forma que tenemos una determinada cantidad
de oro por unidad de mercancía i, y eso es el precio monetario de i.
Por eso, un fenómeno como la gran inflación europea en el siglo XVI no se debió
meramente al oro que llegó a Europa procedente de América (especialmente, de las
minas de las colonias españolas) –ya que siguió llegando en el siglo XVII y se produjo lo
contrario, una baja del nivel medio de precios–, sino que se debió al aumento de
productividad en la producción de oro y plata, que hizo bajar su valor en comparación
con el valor de las demás mercancías.
8.3 Los fisiócratas: Naturaleza y clases sociales
Como dijimos, la escuela de los fisiócratas estuvo formada por un grupo bastante
homogéneo de autores que escribieron en torno a 1760 en Francia. François
Quesnay231 (1694-1774), el principal de ellos, era un médico que vivía en la corte del
absolutista rey Luis XV en Versalles y se fue preocupando cada vez más por las
cuestiones económicas. Frente a la idea de que los fisiócratas eran simple
“neomedievalistas” y la que los considera reformistas favorables a la nueva burguesía
terrateniente, “una interpretación más probable es que los fisiócratas miraban en
ambas direcciones –hacia atrás, en dirección al feudalismo, y hacia delante, en
dirección al capitalismo–”; si esta interpretación es correcta, entonces
“su posición [de los fisiócratas] en la historia del pensamiento económico es
fundamental y es de transición. En la sociedad fisiocrática, la elevada posición
del terrateniente (es decir, la nobleza) y la institución de la propiedad privada
se mantendrían, como en el feudalismo, pero existirían las condiciones
adecuadas para que apareciese un capitalismo agrícola. En otras palabras, los
fisiócratas eran unos reformadores cautos, que no querían eclipsar por
231
Uno de los 200.
147
232
Ekelund y Hébert 1990, p. 96.
233
Beer 1930, p. 227.
234
La expresión laissez faire (o, más completa, laissez faire, laissez passer) se vincula con el
marqués de Gournay (Jacques Claude Marie Vincent, marqués de Gournay, 1712-1759), que
muestra su acuerdo con el comentario hecho por un tal señor Legendre al ministro Colbert:
“laissez nous faire” (Castelot 1987, p. 116). Castelot dice que posiblemente el tal Legendre
fuera François Legendre, comerciante y autor de un tratado de Matemáticas financieras que
alcanzó nueve ediciones entre 1657 y 1687, y le atribuye el comentario en torno al año de
1680. Otro fisiócrata, Dupont de Nemours, también le atribuye a Gournay el haber derivado de
“su profunda observación de los hechos” el “celebrado axioma, laissez faire, laissez passer”,
aunque dice Castelot que en casi todos los autores franceses de la época se pueden encontrar
expresiones muy similares, desde Boisguillebert a Mirabeau, Mercier de la Rivière o Le Trosne
(Castelot 1987, ibidem). Sobre Gournay, véase Schelle 1897.
148
235
Citado en de Andrés 1974, p. 42.
236
Quesnay 1757, pp. 138, 150.
237
Quesnay 1756, pp. 98-100.
149
Figura 8.2: Representación gráfica del Tableau Économique de Quesnay
Lo que muestra la figura es lo siguiente. El año se divide en dos partes: el llamado “día
de mercado”, en el que se realizan todas las transacciones mercantiles (compraventas,
pago de rentas) de ese año, que no vuelve a repetirse hasta 365 después, y el resto de
los días del año, en los que se llevan a cabo todos los procesos de producción (y
consumo productivo) de las empresas, así como el consumo improductivo de todos los
miembros de la población. En la parte izquierda del cuadro se reflejan las
transacciones que se celebran en el día de mercado, todas ellas expresadas en forma
de los flujos monetarios caracterizadas por una flecha. Se abre el día del mercado y
sucede lo siguiente:
En primer lugar, aparecen en él las tres clases: la clase productiva, que es la que en ese
momento posee las dos unidades monetarias existentes en la economía, se presenta
en el mercado con las cinco unidades producidas ese año, tres de alimentos (A) y dos
de materias primas (MP); la clase estéril se presenta en el mercado también con lo que
ha producido, en este caso dos unidades de productos manufacturados (PM); y la clase
150
distinguir entre dos tipos diferentes de avances o “adelantos” (inversiones): una parte
les correspondía a los arrendatarios (los “colonos” o granjeros: fermiers en francés), y
desde luego dentro de ella se incluían los adelantos “anuales”, pero otra consistía en
adelantos “primitivos”, que en parte correspondían a los terratenientes y en parte
también al “soberano”. Dado que los fermiers desempeñaban el principal papel activo
en la producción social, estos debían parecerse cada vez más a los arrendatarios
ingleses y también del norte de Francia, más volcados hacia la producción en masa e
incluso la exportación. Como escribe Quesnay, hay “una ecuación entre colonos,
caballos, cultivo mayor por una parte, y aparceros, bueyes, cultivo menor por la
otra”240.
Por otra parte, Quesnay era partidario de la libertad comercial –por ejemplo, escribe
que “la libertad de venta de nuestros granos en el extranjero es pues un medio esencial
e incluso indispensable para dar un nuevo impulso a la agricultura en el reino”–, pero
eso no le impide reclamar la intervención estatal a conveniencia, aunque sea contraria
a la libertad citada:
“Mientras se piense que la agricultura sólo exige hombres y trabajo y no se tenga
en cuenta la seguridad y la rentabilidad de los fondos que el campesino ha de
adelantar, no debe esperarse hallar el éxito (...) Quienes poseen suficientes
riquezas para abrazar la condición de colonos tienen también la posibilidad de
elegir otras profesiones; de ahí que el gobierno haya de impulsarles, mediante
una protección decidida, a no dedicarse a nada más que a la agricultura”241.
Un economista español que ha estudiado a los fisiócratas, Valentín de Andrés Álvarez,
no parece consciente de la incoherencia liberal de Quesnay: tras recordarnos que la
máxima XIII de Quesnay “contiene el principio de la libre iniciativa individual”, que se
explica en su apartado III insistiendo en “cómo la libre concurrencia y la libertad de
comercio eran los fundamentos de ese orden”, de Andrés nos reproduce la máxima VIII
de Quesnay, donde se puede apreciar con toda claridad que en esto de la libertad ocurre
lo mismo que con las religiones: que todo el que defiende una, considera a la suya como
la única natural, mientras que califica de artificiales a todas las demás. Así, la máxima
dice:
“Que la política económica se ocupe únicamente de favorecer los gastos
productivos y el comercio de los productos de la tierra, dejando que los gastos
estériles se desenvuelvan por sí solos”242.
8.4 Los primeros críticos
Los primeros críticos socialistas y comunistas del pensamiento económico burgués no
hicieron grandes aportaciones a la teoría económica en sí, es decir, a lo que
Schumpeter llamaba el “análisis” económico, pero sí desmontaron muchos de los
argumentos utilizados por mercantilistas y fisiócratas para presentar sus teorías como
240
Quesnay 1756, p. 68.
241
Quesnay 1756, pp. 98-100.
242
Citado en de Andrés 1974, p. 42.
153
las que mejor servían al avance de su país y/o su pueblo. Estas reivindicaciones
socialistas y comunistas se basaron casi siempre en las ideas de Platón243, de la Biblia o
de ciertos padres de la Iglesia, pero existen algunas diferencias entre los autores que
vamos a seleccionar en este apartado para ejemplificar lo que decimos. Para ello,
elegiremos a Tomás Moro y Thomas Müntzer en el siglo XVI, a Gerrard Winstanley en
el siglo XVII, y a Étienne-Gabriel Morelly y Gabriel Bonnot de Mably (siglo XVIII).
1 Tomás Moro (1478-1535), que llegó a ser más tarde Lord Canciller de Inglaterra (la
magistratura más alta del país) con Enrique VIII, escribió en 1516 una obra titulada
Utopía, que dio nombre a una serie de escritos más o menos comunistas que durante
varios siglos se escribieron en toda Europa con una temática parecida244, pero que no
deben confundirse con las obras de lo que hoy en día, siguiendo a Engels, se llama
“socialistas utópicos”. En realidad, Utopía era el nombre de una isla imaginaria en la
que la propiedad no era privada sino común, y esta isla nació de la imaginación de
Moro a partir del relato real del navegante Américo Vespucio (El Nuevo Mundo, 1503),
según el cual en Cabo Verde
“los hombres viven con arreglo a la naturaleza. No poseen ninguna propiedad
privada. Entre ellos está en común todo. No tienen reyes ni autoridades, de
ninguna clase. Cada cual es allí su propio amo.”245
En Utopía, que consta de dos partes y está escrita en forma de diálogo entre un
imaginario Rafael Hitlodeo y el propio Moro, la primera parte es una crítica de la
sociedad de su tiempo (en especial de Inglaterra), y la segunda una descripción de la
organización y las costumbres comunistas de la isla modelo.
En cuanto a lo primero, para Moro, la suerte de los trabajadores no es sino la pobreza
y la indigencia en un mundo en el que “siempre van las leyes contra ellos” y donde “el
orden existente sólo supone una conspiración de ricos, sin otro móvil que el de
afianzar su bienestar”246. En una época mercantilista en la que todo giraba en torno al
dinero y el oro, Moro piensa que “el dinero y el orgullo constituyen la fuente de todos
243
En relación con Platón, hay que tener en cuenta lo que dice Hal Draper sobre él y otros
supuestos socialistas: “El caso de la República de Platón es bastante bien conocido. El único
elemento de ‘comunismo’ en su Estado ideal es el precepto de consumo monástico-comunal
de la pequeña elite de ‘Guardianes’ que constituían la burocracia y el ejército; pero el sistema
social circundante se sabe que era de propiedad privada, no socialista. Y, nuevamente, el
Estado modelo de Platón está gobernado por una elite aristocrática con el argumento de que
la democracia significa inevitablemente el deterioro y la ruina de la sociedad. De hecho, el
objetivo político de Platón era la rehabilitación y purificación de la aristocracia dominante para
combatir a la corriente democrática. Llamarlo precursor socialista presupone una concepción
del socialismo que hace irrelevante cualquier tipo de control democrático.” (Draper 2016, p.
69)
244
Los más conocidos son la Ciudad del Sol (1623) de Tomaso Campanella, la Nueva Atlántida
(1627) de Francis Bacon y La República de Océana (1656) de James Harrington. Se trata de lo
que Schumpeter llama Staatsromane o “novelas de Estado”, género literario ejemplificado por
la República de Platón. Un autor menos conocido, que hace “la primera descripción francesa
de una sociedad comunista”, es Denis Vairasse d’Allais y su Historia de los sevarambos (1765)
(véase Beer 1930, p 209).
245
Citado en Beer 1930, p. 190.
246
Beer 1930, p. 191.
154
los males”, y está convencido de que “desaparecerían por completo los crímenes si
desapareciera el dinero”247. Así, Hitlodeo afirma:
“Estimo que dondequiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el
dinero, será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser
que pienses que es obrar con justicia el permitir que lo mejor vaya a parar a
manos de los peores, y que se vive felizmente allí donde todo se halla repartido
entre unos pocos que, mientras los demás perecen de miseria, disfrutan de la
mayor prosperidad”248.
Frente a un Moro más reformista, Hitlodeo se muestra más revolucionario porque “en
tales cuestiones no conviene dar prueba de diplomacia. A nada conducen todas las
tentativas para remediar el mal social. El único remedio es una transformación radical
de todo el sistema. (…) En tanto que subsista la propiedad privada, estará condenada
al exceso de trabajo y a la pobreza la mejor parte de la nación.”249
Por otra, en Inglaterra es un enorme problema que las tierras de labor se transformen
en pasto por la voluntad y la violencia de los señores (los terratenientes). Como escribe
Moro:
“En aquellas regiones del reino donde se produce una lana más fina y, por
consiguiente, de más precio, los nobles y señores y hasta algunos abades, santos
varones, no contentos con los frutos y rentas anuales (...) no dejan nada para el
cultivo, y todo lo acotan para pastos; derriban las casas, destruyen los pueblos y,
si dejan el templo, es para estabular sus ovejas; pareciéndoles poco el suelo
desperdiciado en viveros y dehesas para cazas, estos excelentes convierten en
desierto cuanto hay habitado y cultivado por dondequiera. Y para que uno solo de
estos ogros, azote insaciable y cruel de la patria, pueda circundar de una
empalizada algunos miles de yugadas, arrojan a sus colonos de las suyas, los
despojan por el engaño o por la fuerza o les obligan a venderlas, hartos ya de
vejaciones”.250
Visto lo cual, no sorprende la transformación que experimentan las propias ovejas:
“Vuestras ovejas (...), que tan mansas eran y que solían alimentarse con tan poco,
han comenzado a mostrarse ahora, según se cuenta, de tal modo voraces e
indómitas que se comen a los propios hombres y devastan y arrasan las casas, los
campos y las aldeas”251.
247
Beer 1930, p. 191.
248
Moro 1516, p. 71.
249
Beer 1930, p. 192.
250
Moro 1516, p. 53.
251
Moro 1516, p. 53. En el mismo sentido se pronuncia Marx: “En la historia real el gran papel
lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el
robo: en una palabra, la violencia. (…) En realidad, los métodos de la acumulación originaria
son cualquier cosa menos idílicos.” (Marx 1867, p. 892). Y así termina el largo capítulo que
dedica a la “acumulación originaria” de capital: “Tantae molis erat [tantos esfuerzos se
requirieron] para asistir al parto de las ‘leyes naturales eternas’ que rigen al modo capitalista
de producción, para consumar el proceso de escisión entre los trabajadores y las condiciones
de trabajo, transformando, en uno de los polos, los medios de producción y de subsistencia
155
“hay una tendencia colectivista sin democracia y una tendencia democrática sin
colectivismo, pero todavía no hay nada que una a las dos corrientes”, y “no hay
indicios de una unión así hasta Thomas Müntzer, el líder del ala izquierda
revolucionaria de la Reforma alemana; un movimiento social con ideas
comunistas (las de Müntzer) que estaba también comprometido en una intensa
lucha democrática popular desde abajo. En contraste con esto encontramos,
precisamente, a Sir Thomas More: el abismo que separa a estos dos
sociales en capital, y en el polo opuesto la masa del pueblo en asalariados, en ‘pobres
laboriosos’ libres, ese producto artificial de la historia moderna. Si el dinero, como dice Augier,
‘viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla’, el capital lo hace chorreando sangre y
lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.” (Marx 1867, p. 950).
252
Beer 1930, p. 195.
253
Dejando aparte su concepción del oligopolio (y el término mismo), que él introdujo y que
hoy día tiene exactamente el mismo significado.
254
Schumpeter 1954, p. 251.
255
Schumpeter 1954, p. 251.
156
Como dice Beer, Müntzer “no constituía un hombre de partido, sino un temperamento
más bien anarquista, un carácter independiente, (…) y atrevido hasta la temeridad”,
que “se pronunció a favor de una reforma profunda de la sociedad sobre una base
comunista mística”, que “organizó una asociación secreta ‘contra los enemigos del
Evangelio’” y que, como hemos dicho, “bebía sus ideas comunistas no sólo en las
fuentes de la Biblia o en los escritos de los padres de la Iglesia y los místicos, sino
también en La República de Platón”257. Fue así como, tras ponerse al frente de los
campesinos en las guerras de los campesinos alemanes del sur de Alemania en 1524-
1525, fue detenido y ejecutado mientras se expulsó de sus tierras a miles de
campesinos derrotados que “durante siglos continuaron (…) soportando el yugo de la
servidumbre”258.
3 Más de un siglo después, en plena Revolución Inglesa, la figura de Gerrard
Winstanley (1609-1676) sobresale por encima de muchas otras. Los “verdaderos
niveladores” o “diggers”, el ala izquierda de la Revolución Inglesa, eran grupos de
comunistas agrarios aparecidos en Inglaterra en 1649-1650, bajo la dirección de
Winstanley y de William Everard. Se batieron contra el rey y los grandes propietarios, y
pretendían que las tierras fueran puestas a disposición de los más pobres. En su libro
de 1652, La ley de la libertad –que para su editor español es "la primera formulación
sistemática moderna de las doctrinas comunistas”259–, Winstanley ataca los
fundamentos de la sociedad mercantil, preguntándose en su dedicatoria a Cromwell:
“¿No es comprar y vender una ley justa?”; a lo que responde: “No, es la ley del
conquistador, pero no de la justa ley de la Creación: ¿cómo puede ser justo lo que es
un engaño?”260. De hecho, en el último capítulo de su libro, en el apartado sobre
“cuáles pueden ser aquellas Leyes particulares, o el instrumento de las Leyes, por el
que la Comunidad se puede gobernar”, se cuentan las “Leyes en contra de la compra y
de la venta”, donde señala:
256
Draper 2016, p. 70.
257
Beer 1930, pp. 176-177.
258
Beer 1930, pp. 180-181.
259
Bocardo 2005, p. xxv.
260
Winstanley 2005, p. 26. Más adelante, señala que “aunque la tierra y los almacenes serán
comunes a todas las familias, sin embargo cada familia vivirá aparte como lo hacen”; no habrá
abogados porque “no hay necesidad de ellos, pues no hay compra ni venta”; y “si algunos
dijeran: ‘Esto traerá pobreza’, seguramente se equivocan. Porque habrá más que de sobra de
productos de la tierra, con menos trabajo y esfuerzo del que ahora hay con la monarquía. No
habrá necesidad porque cualquier hombre dispondrá de una casa llena de lo que quiera, y
nunca contraerá una deuda porque el almacén es común para todos” (ibíd., pp. 29-30).
157
“Si alguien compra y vende la tierra o sus frutos, a menos que sea extranjero
(…), serán los dos sentenciados a muerte como traidores a la paz de la
comunidad, porque introducen la esclavitud realista261 de nuevo y es ocasión
para todas las disputas y opresiones”262
Por otra parte:
“Ningún hombre dará en alquiler o alquilará su trabajo; porque esto causa la
esclavitud realista. (…) El que dé en alquiler o alquile su trabajo, perderá su
libertad, y se convertirá en criado durante doce meses del prefecto.”263
En cuanto a las “leyes para la plata y el oro”, “no habrá otro uso de ellos en la
comunidad que el de fabricar platos y otros accesorios para el ornamento de los
hogares, como ahora se usa el bronce, peltre y hierro (…)”264. Por último, en medio de
la enumeración de leyes, se pregunta: “¿Qué es la libertad?”, y escribe:
“Todo hombre libre tendrá libertad de la tierra para sembrar o construir,
adquirir de los almacenes cualquier cosa que necesite, y disfrutará de los frutos
de su trabajo sin ninguna clase de restricción; no pagará renta alguna a ningún
señor, y podrá ser elegido como oficial, si tuviera más de cuarenta años de
edad, y tendrá voz para elegir a los oficiales aunque tenga menos de cuarenta
años de edad. Si precisara de algún joven para que lo ayude en su oficio o en el
trabajo de su casa, los supervisores le nombrarán a un hombre joven o a
algunas muchachas para que sean sus sirvientes en su casa.”265
4 Por último, Gabriel Bonnot de Mably (1709-1785) es la figura principal de lo que
Schumpeter llama “los autores semisocialistas”, es decir, “los autores socialistas o
semisocialistas del siglo XVIII [que] siguieron siendo por su modo de pensar filósofos
iusnaturalistas”, entre los que cita a Rousseau, Brissot, Morelly y Mably266. Para él,
Rousseau no era ni socialista ni economista ni fisiócrata ni precursor de los fisiócratas;
Brissot de Warville es un precursor de Proudhon y de su idea de que la propiedad es el
robo; y los otros dos son autores de un interés mayor.
Morelly (1717-1778), de quien se sabe muy poco, es el autor del Código de la
naturaleza (1755), un libro que es “pura filosofía iusnaturalista” y un “programa de
completo comunismo estatal” de mérito considerable pues “presenta con todo detalle
soluciones a los problemas prácticos de la estructura y la administración de una
sociedad comunista”, y lo hace con un “sobrio sentido de la ‘viabilidad’” y sin que
261
“Realista” se refiere aquí al rey, a la monarquía, no a otra cosa. Se podría haber empleado
“monárquica”.
262
Winstanley 2005, p. 186.
263
Winstanley 2005, p. 187.
264
Winstanley 2005, p. 188.
265
Winstanley 2005, p. 190.
266
Schumpeter 1954, p. 179. Otro autor que Schumpeter no cita, pero que se suele mencionar
al hablar de los demás autores citados, es Jean Meslier, el cura que dejó por escrito su
Testamento intelectual sacado a la luz poco después por Voltaire (censurado) y no publicado
íntegramente hasta 1869. De esta obra dice Beer que “jamás ha superado ningún
librepensador o demócrata la acritud con que Meslier ataca a las instituciones de su época”,
principalmente la monarquía, la religión y el absolutismo (Beer 1930, p. 206).
158
muchos socialistas del siglo XIX reconocieran su deuda con él267. Según Schumpeter,
“en este libro se ha formulado por vez primera (…) la doctrina de que todas las
desviaciones respecto del comportamiento normal que se perciben como inmorales
son efecto de las condiciones de vida en la sociedad capitalista”268. Por lo demás, para
Morelly “el único remedio está en el retorno a las leyes de la naturaleza” entre las que
se cuenta que “nada ha de pertenecer en propiedad ni exclusivamente a nadie, con
excepción de las cosas que necesite cada uno para su uso cotidiano”, y que “cada
ciudadano es al mismo tiempo un funcionario de la sociedad y deben sostenerle los
fondos públicos”269.
En cuanto a Mably (1709-1785), que era hermanastro del economista Condillac, estuvo
muy influido por Morelly (y Platón y Licurgo270), y aunque se convirtió finalmente en un
reformista vulgar y a pesar de que no fue comunista desde el primer momento, su
obra de 1768, que permite calificarlo de “comunista riguroso”, es importante porque
es un ataque contra los fisiócratas (en especial contra Mercier de la Rivière) y, en
especial contra su teoría de la propiedad, y un ataque contra “la propiedad privada en
sí, considerada como un mal casi puro”271. Lo más importante de todo es que “la
argumentación de Mably es análisis factual y no mera discusión de ‘derechos’”:
“La teoría de que la propiedad de la tierra es la causa última de todas las
desigualdades de riqueza (…) puede ser errada, pero en todo caso es una
proposición o teoría analítica.”272
Finalmente, Mably se hace reformista, mostrándose partidario de “reformas que
tiendan a restringir los derechos de la propiedad privada, a refrenar el egoísmo y a no
favorecer otra propiedad que la adquirida por el trabajo personal. Hay que restringir el
derecho de herencia, hacer pesar la mayor parte de los impuestos sobre los
propietarios (…) suprimir las diferencias de sueldo de los funcionarios e introducir las
mayor igualdad que se pueda entre los salarios (…)”273.
267
Schumpeter 1954, p. 180.
268
Schumpeter 1954, p. 180.
269
Beer 1930, pp. 207-208.
270
Sobre Licurgo, escribe Draper lo siguiente: “La vida de Licurgo escrita por Plutarco condujo a
los primeros socialistas a verlo como el fundador del ‘comunismo’ de Esparta, motivo por el
cual Kautsky lo incluye en su lista. Pero, tal y como lo escribe Plutarco, el sistema espartano se
basaba en una división igual de la tierra de propiedad privada; en ningún caso era un camino
socialista. La impresión ‘colectivista’ que se tiene ante el régimen espartano tiene otra
procedencia: el propio modo de vida de la clase dominante espartana, organizada como una
guarnición permanentemente asediada y disciplinada, junto al régimen de terror impuesto a
los ilotas (esclavos). No entiendo cómo un socialista moderno puede contemplar el régimen de
Licurgo sin sentir que se encuentra, no ante un precursor del socialismo, sino ante un
antepasado del fascismo. ¡Vaya si hay diferencia! ¿Pero cómo es que el principal teórico de la
socialdemocracia no sacó la misma impresión?” (Draper 2016, p. 68).
271
Schumpeter 1954, p. 180. El título del libro es Doutes proposés aux philosophes économistes
sur l’ordre natural et essentiel des sociétés politiques.
272
Schumpeter 1954, p. 180.
273
Beer 1930, pp. 208-209.
159
8.5 Recapitulación
8.6 Para seguir leyendo
No se puede empezar ningún repaso de la historia del pensamiento económico sin hacer
referencia en primer lugar al libro del gran economista J. A. Schumpeter274 (1954): Historia del
análisis económico, Ariel, Barcelona, 1982, 2ª ed. Otro historiador del pensamiento económico es
el contemporáneo Mark Blaug, de cuyos dos libros citados estamos usando la lista de “los 200
nombres”: Blaug (1985): Great Economists Since Keynes. An Introduction to the Lives and Works
of One Hundred Modern Economists, Cambridge: Cambridge University Press; y Blaug (1986):
Great Economists Before Keynes. An Introduction to the Lives and Works of One Hundred Great
Economists of the Past, Cambridge: Cambridge University Press. Por último, Ekelund y Hébert
274
Uno de los 200.
160
tienen un buen y claro manual traducido al español: Robert Ekelund y Robert Hébert (1990):
Historia de la Teoría económica y de su método, 3ª ed., Madrid: McGraw-Hill, 1991.
Un especialista en los mercantilistas es el sueco Eli Heckscher, cuyo La época mercantilista
(Fondo de Cultura Económica, México, 1963) es nuestra primera referencia. Podemos seguir con
Isaak Rubin (2011a): Los mercantilistas, Madrid: Maia; y una versión española del mercantilismo
la encontramos en L. Perdices y J. Reeder (1998): El mercantilismo: política económica y Estado
nacional. Madrid, Editorial Síntesis.
Sobre los fisiócratas, tenemos cuatro buenos libros en español: Ronald L. Meek (1962): La
fisiocracia, Ariel, Barcelona, 1975; Claudio Napoleoni (1973): Fisiocracia, Smith, Ricardo, Marx,
Oikos-Tau, Barcelona, 1981; Isaak Rubin (2011b): Los fisiócratas, Madrid: Maia; Lluís Argemí y
Ernest Lluch (1985): Agronomía y fisiocracia en España, Alfonso V el Magnánimo, Valencia. Y ello
sin olvidar el primer compendio sobre esta teoría escrito por un fisiócrata: P. S. Dupont de
Nemours (1767): Physiocratie, ou constitution naturelle du gouvernement le plus avantageux au
genre humain, Leyden y París; o un estudio del siglo XIX: E. Daire (ed.) (1846): Physiocrates,
Guillaumin, Paris; y otro del siglo XX por un autor que utilizamos en varios temas de este libro: Max
Beer (1939): An Inquiry into the Physiocrats, London: Macmillan.
En cuanto a los críticos socialistas y comunistas de aquella época, hay numerosos estudios, pero
sólo citaremos el de Max Beer (1930): Historia general del socialismo y de las luchas sociales,
Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1973; y el de Gian Mario Bravo (1971): Historia del
socialismo, 1789-1848. El pensamiento socialista antes de Marx, Barcelona: Ariel, 1976; aparte
de lo referente a estos autores en el libro de Hal Draper (2016): El socialismo desde abajo,
Madrid: Maia.
8.7 Ejercicios y problemas
1 Si un país, dicen los mercantilistas, no tiene oro en su territorio ni en sus colonias, entonces
su comercio exterior tiene que tener _______________________ para que entre oro de fuera.
2 Si tiene competitividad suficiente para ello, entonces el aumento de M hace subir (P·Q): ¿qué
quiere decir esto?, ¿qué quieren decir esas tres siglas?
3 ¿Cuál es la “ecuación del dinero”? _______________________ La interpretación de esta que
la convierte en P = (V/Q)·M es también conocida como teoría _______________________ de
la inflación.
4 Diga el nombre de un fisiócrata (________________________________) aparte del principal,
François ___________________, autor del “____________________ économique”, que, entre
otras cosas relaciona a las tres clases, _______________________, ______________________,
_______________________, que según estos autores componían la economía.
5 De las clases de los fisiócratas, una era la clase consumidora: _________________________,
y otra la que producía el excedente: _______________________________. Para ellos, lo que
no es “el día de mercado” es el _________________________________________.
162
275
Smith, 1776, pp. 67, 64. Stuart Mill habla de “dos clases hereditarias: patrones y obreros”
(Mill 1848, p. 651).
276
Smith 1776, p. 63 (cursivas añadidas).
163
En cualquier caso, para Smith los autónomos son una pequeña minoría: “a veces sucede
que un artesano independiente dispone del capital necesario para comprar los
materiales de su obra y mantenerse hasta terminarla”, en cuyo “caso es, al mismo
tiempo, patrón y operario”; pero “estos ejemplos no son muy frecuentes, ya que en
todos los países de Europa hay veinte trabajadores que sirven a un patrono, por uno que
sea independiente, y en todas partes se entiende por salario del trabajo aquella
recompensa que se otorga cuando el trabajador es una persona distinta del propietario
del capital que emplea al obrero”277.
Una cosa a tener en cuenta es que, entre todos estos autores, los trabajadores se
suelen llamar también la clase pobre. Y Sismondi ya habla del proletariado (palabra
que toma de su uso en la Roma clásica) en 1834: Por ejemplo:
“Los proletarios están desheredados de todas las ventajas de la civilización: su
alimentación, sus vestidos, sus casas, son insalubres; ningún descanso ni
alegría, si no es una de esas raras orgías, interrumpen sus monótonos trabajos;
la introducción de maravillas mecánicas en la técnica de producción, en vez de
recortar sus horas de trabajo, las prolonga; no se les deja tiempo alguno para su
propia instrucción o para la educación de sus hijos; ni disfrutar con los lazos
familiares, que sólo reflejan su sufrimiento; con tal de escapar a su sentimiento
de miseria, envilecerse y embrutecerse es prácticamente lo mejor; y el orden
social, que los amenaza con un futuro aun peor, es para ellos un enemigo al
que combatir y destruir. Y eso no es todo: mientras aumenta su miseria, ven
cómo la sociedad sucumbe en cierta medida bajo el peso de su opulencia
material; y mientras les falta de todo, sus ojos se sorprenden de todo lo que
sobra en todas partes.”278
Este proletariado ya se parece mucho al de Marx, pero como dice este: “Se olvida la
importante sentencia de Sismondi: el proletariado romano vivía a costa de la sociedad,
mientras que la moderna sociedad vive a costa del proletariado”279.
Si del terreno sociológico pasamos al ámbito político, o de filosofía política, un concepto
central –por no decir el primero de todos– del liberalismo económico es el principio o
parábola de la Mano Invisible, normalmente ligado a Smith pero en realidad anterior a
él, como ya se anticipaba por ejemplo en los fisiócratas y aun antes. Como escribe
Hirschman, la mano invisible no es una aportación genuina de Smith, algo específico suyo,
sino compartido en realidad por gran cantidad de sus contemporáneos, e incluso por
autores anteriores, como Pascal (1623-1662), Vico (1668-1744) o Mandeville (1670-1733).
A continuación, estudiaremos la idea de la mano invisible en cuatro pasos: A) Exposición;
B) Críticas; C) Críticas de Sismondi y Hunt; D) Aspecto económico de la mano invisible.
A) Exposición:
Como escribe Smith,
277
Smith 1776, pp. 64-65.
278
Sismondi 1834, p. 4.
279
En el prólogo a la 2ª edición (1869) de Marx 1852, p. 237.
164
280
Smith 1776, p. 400.
281
Smith 1776, p. 402.
282
Smith 1776, p. 17.
283
Uno de los 200.
165
beneficio de todos los hombres de manera que resulta lo mejor para el bienestar
de toda la humanidad”284
Otras interpretaciones sustituyen a Dios por la Naturaleza. El propio Smith, en su crítica
a los fisiócratas, escribe: “Sin embargo, en el cuerpo político la sabiduría de la naturaleza
ha dispuesto las cosas de la manera más conveniente para remediar la extravagancia y
la injusticia de los hombres, de la misma manera que lo hizo en el cuerpo humano para
remediar los de la intemperancia y de la ociosidad”285. Y su discípulo Henry Sidgwick286
escribe un siglo más tarde que “Adam Smith quiere mostrarle [al estadista] cómo la
naturaleza, dejándola operar por sí sola, tiende en general a alcanzar este fin
[‘proporcionar una abundante renta o subsistencia al pueblo’] mejor que lo que el
estadista puede alcanzar mediante la interferencia gubernamental”287. Lo que hace
Sidgwick es adelantar la “tesis de la perversidad” de la que habla Albert Hirschman, para
quien
“Goethe definía a su Mefisto como ‘parte de esa fuerza que siempre quiere el mal,
pero siempre acarrea el bien’. De este modo, el terreno intelectual estaba bien
preparado para argüir que en ocasiones puede suceder lo opuesto.”288
Es decir, puede suceder que las medidas públicas estén bien concebidas, que la política
económica, por ejemplo, se dirija a conseguir objetivos socialmente loables, pero que en
su articulación práctica se produzcan inevitablemente circunstancias que hagan que el
resultado efectivo no sólo no sea el inicialmente previsto, sino que llegue a ser
exactamente lo contrario de lo que se pretendía. Esta tesis de la perversidad, típica forma
retórica de la argumentación liberal, según Hirschman, está presente en muchos de los
argumentos más conocidos de los economistas ultraliberales contemporáneos, que dicen
compartir la valoración positiva de las medidas dirigidas a disminuir el desempleo, pero
insisten en que las medidas dirigidas a ese fin (por ejemplo, las típicas políticas de gasto,
de inspiración keynesiana) no sólo no consiguen disminuir el desempleo, sino que, al
contrario, al crear inflación sin aumentar la producción, sólo consiguen empeorar las
cosas, incluido el riesgo de que, debido a ello, aumente aun más el desempleo.
La tesis de la perversidad está muy extendida, y a este respecto no importa que el
autor sea de izquierdas o de derechas. Así, por ejemplo, la idea del derechista Karl
Popper de que “todos los que se han propuesto crear el paraíso en la tierra no han
engendrado más que el infierno”289 encuentra eco en la reflexión del izquierdista
Norberto Bobbio: “La primera vez que una utopía igualitaria ocupó la historia pasando
del reino de los discursos al de las cosas, dio un vuelco para convertirse en su
contraria”290.
284
Gossen 1854, pp. 5-6.
285
Smith 1776, p. 601.
286
Uno de los 200.
287
Sidgwick 1894-9, p. 58.
288
Hirschman 1991, pp. 24-25.
289
Citado en Hirschman 1991, p. 140.
290
Citado en Hirschman 1991, p. 17.
166
“En el mercado político, existe también una ‘mano invisible’, pero que funciona
al revés: mientras que la particularidad de los mecanismos de mercado es que,
al perseguir sus intereses individuales estrictos, los agentes económicos
confluyen en la producción de un resultado global que beneficia a todo el mundo
sin que eso forme parte de los planes de nadie; al contrario, la característica del
mercado político, en el estado actual de nuestras instituciones (poder
mayoritario ilimitado) es que los que creen actuar en función del interés general
contribuyen en realidad a favorecer los intereses particulares de algunos, sin que
eso sea su intención”291.
Pero las críticas a la idea de la mano invisible han venido también de la mano de los
economistas, aunque se trata de una cuestión de filosofía moral. Así, Joan Robinson
señala
291
Lepage 1980, p. 15.
292
Robinson 1970, pp. 153-154.
293
McCloskey 1985, pp. 129-130, 133.
294
Keynes 1972, pp. 113-114.
167
“Forma parte del interés de uno robar al vecino, y a éste, si aquél tiene un arma
en la mano, le interesa permitírselo a fin de que no lo mate; pero no forma parte
del interés de la sociedad que uno deba usar la fuerza y el otro entregarse. Toda
la organización social nos presenta a cada paso una coacción similar, no siempre
con la misma clase de violencia, pero siempre con el mismo peligro si hay
resistencia.295 (…) [Y es que,] al excitar a cada uno a buscar su propia utilidad a
expensas de aquellos con quienes contrata, ¿no se ha obtenido, en vez del
equilibrio de todas las fuerzas individuales, la acción combinada de cada uno en
beneficio de sí mismo, pero en perjuicio de todos?”296
O, con mayor generalidad:
“Este cálculo contradice por su base uno de los axiomas en los que más se ha
insistido en economía política: que la más libre competencia determina la
marcha más ventajosa para la industria, porque cada cual entiende mejor su
interés de lo que podría entenderlo un gobierno ignorante y poco atento, y que
el interés de cada uno forma el interés de todos. Uno y otro axioma son verdad
pero la conclusión no es justa. El interés de cada uno contenido por todos los
demás sería efectivamente el interés de todos; pero si cada uno busca su propio
interés a costa de los demás, y mediante el desarrollo de sus propios medios, no
siempre está contenido por fuerzas iguales a la suya. El más fuerte encuentra
entonces que su interés es tomar; y el más débil, que es el suyo no ofrecerle
resistencia, pues el menor mal tanto como el mayor bien es el objetivo de la
política del hombre. A menudo, puede triunfar la injusticia en esta lucha de todos
los intereses entre sí, y casi siempre la injusticia se verá secundada, en este caso,
por una fuerza pública que parece imparcial y en efecto lo será, pues, sin
examinar la causa, siempre se colocará al lado del más fuerte.”297
En cuanto a E. K. Hunt, este autor ha desarrollado como crítica el principio del “pie
invisible”, llamado a complementar el de la mano invisible, con la idea de que “los
individuos pueden crear externalidades prácticamente a voluntad”:
“Si partimos del hombre económico maximizador de la Economía utilitarista y
suponemos que el gobierno establece derechos de propiedad y mercados para
estos derechos en cuanto se descubre una deseconomía externa, entonces cada
persona puede imponer voluntariamente deseconomías externas a los demás,
sabiendo que la negociación en el nuevo mercado que establecerá seguidamente
el gobierno le permitirá probablemente mejorar su situación. Cuanto más
significativo y desagradable sea el coste social impuesto al vecino, mayor será el
premio que puede uno obtener en el proceso de negociación. Se desprende del
supuesto ortodoxo del intercambio económico maximizador que cada persona
creará el máximo de costes sociales repugnantes y perniciosos que le sea posible
imponer a los demás. Este proceso general puede ser acertadamente
denominado el ‘pie invisible’ de la economía de mercado. El pie invisible nos
295
Nouveaux Principes d’Économie politique…, citado en Ekelund y Hébert 1990, p. 254.
296
Études…, citado en Bravo, 1971, p. 368.
297
Sismondi 1819, vol. II, pp. 378-9. Véase también Guerrero 2011, pp. 46-47.
168
asegura que en una economía capitalista de libre mercado, cada persona que
persiga exclusivamente su máximo interés propio actuará automática y
eficientemente de forma que conseguirá maximizar la miseria pública general
(...) Tenemos así la actuación completamente invertida del individuo
maximizador racional y de la eficiencia de Pareto. Esto es, en vez de obtener
aquellos bienes de la mayor utilidad y de mínimo coste, habremos creado bienes
con un máximo de desutilidad, de penas y de sufrimientos, que serán asignados
de tal forma que producirán el mayor impacto que sea posible perpetrar (...) La
economía, como confirman los principios aceptados de la teoría microeconómica
neoclásica, es eficiente, pero sólo en la provisión de miseria. Parafraseando a un
conocido precursor de esta teoría298: Cada individuo colabora de una manera
necesaria en la obtención del coste anual máximo para la sociedad. Ninguno se
propone por lo general promover la miseria pública, ni sabe hasta qué punto la
promueve (...) Sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste como en muchos
otros casos, es conducido por un pie invisible a promover un fin que no entraba
en sus intenciones. Mas no implica bien alguno para la sociedad que tal fin no
entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés
promueve la miseria de la sociedad de una manera más efectiva que si esto
entrara en sus designios. Éste es el principio del pie invisible del capitalismo tal y
como funcionaría si las escuelas de economistas neoclásicos de Chicago y
austriaca llegaran a persuadir a los gobiernos para que adoptaran su método de
combatir las externalidades”299.
D)
En cuanto al contenido propiamente económico de la idea de la mano invisible,
podemos recurrir a Arrow y Hahn. Estos autores parten de considerar la máxima
importancia del concepto:
“Cualquiera que sea la fuente del concepto, la noción de que un sistema social
movido por acciones independientes en búsqueda de valores diferentes es
compatible con un estado final de equilibrio coherente, donde los resultados
pueden ser muy diferentes de los buscados por los agentes; es sin duda la
contribución intelectual más importante que ha aportado el pensamiento
económico al entendimiento general de los procesos sociales.”300
En este sentido, “puede sostenerse”, nada menos, “que Smith fue el creador de la teoría
del equilibrio general”301. Ahora bien, la poesía de la parábola debe transformarse en la
ciencia de las ganancias:
“La ‘mano invisible’ de Adam Smith es una expresión poética de lo más
fundamental en las relaciones de equilibrio económico; la igualación de las tasas
298
Lo que sigue es Smith 1776, p. 402.
299
Hunt 1992, pp. 485-489.
300
Arrow y Hahn 1971, p. 14.
301
Arrow y Hahn 1971, p. 14.
169
según sus preferencias y ordenan qué hay que producir, y las empresas obedecen. En
efecto, el equilibrio final tras los cambios en la demanda se alcanza con una cantidad de
equilibrio mayor (o menor, según los casos) y, si no hay cambios en los costes de
producción, con el mismo precio a largo plazo (que determina la curva de oferta a largo
plazo, como veremos en el tema XI).
Aparentemente, la idea liberal se confirma en la realidad, pero esto no es así realmente.
Lo que las empresas capitalistas sirven no es la demanda para cubrir las auténticas
necesidades, sino la demanda realmente existente, completamente distorsionada por
la desigualdad distribución del ingreso y de los medios de pago. Si llega un millonario
extranjero a un país y ordena cinco yates, la oferta los servirá pero eso no tiene nada
que ver con las auténticas necesidades de la población. Si en una sociedad la demanda
total es 1000, la oferta responderá a esos 1000, pero lo mismo en el caso de que estén
repartidos entre 100 personas, a razón de 10 por persona, que en el caso de que a 99
personas corresponda una demanda = 0, y la persona número 100 tenga una demanda
de 1000.
9.2 La teoría del valor y la ley de los mercados
La teoría laboral del valor, llamada casi siempre en español teoría del “valor-trabajo”,
defiende como tesis principal la idea de que el valor de una mercancía viene
determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesaria para la producción y
reproducción normal de esa mercancía. Dicho en palabras de Ricardo, que no distingue,
como luego hará Marx, entre valor y valor de cambio303, “el valor de una cosa, o sea la
cantidad de cualquier otra cosa por la cual podrá cambiarse, depende de la cantidad
relativa de trabajo que se necesita para su producción”304.
303
En cuanto a la distinción entre valor y valor de cambio, la veremos en el capítulo siguiente,
pero ahora hay que aclarar que una cosa es el valor de cambio, o “valor relativo”, como
también lo llama Smith, que es “la capacidad de comprar otros bienes”, y otra el “valor en uso”
(valor de uso), que es “la utilidad de un objeto particular” (Smith 1776, pp. 29-30). Y de esto
procede la llamada “paradoja del agua y los diamantes”, pues el agua, que es muy útil, tiene
poco valor de cambio, mientras que el diamante, de un valor de cambio mucho mayor, tiene
mucho menos utilidad comparado con el agua.
304
Ricardo 1817, p. 27. La teoría de Ricardo aparecía ya, de forma más confusa, en Adam
Smith, pero en realidad es anterior. Por ejemplo, tal como explica Rubin, la teoría laboral del
valor ya está presente en William Petty:
“Como mercantilista para quien el intercambio de productos por dinero tenía la mayor
importancia, Petty se interesó especialmente por el problema del precio, entendido no
como el precio de mercado de un producto, determinado accidentalmente por causas
‘extrínsecas’, sino por su ‘precio natural’, que depende de factores ‘intrínsecos’. En
consonancia con la identificación de los mercantilistas entre el dinero y los metales
preciosos, Petty plantea su problema del ‘precio natural’, o valor, en forma de
pregunta: ¿por qué se ofrece una determinada cantidad de plata por un producto
dado? En su respuesta, Petty esboza con una sencillez ingeniosa las ideas básicas de la
teoría laboral del valor. ‘Si un hombre puede traer a Londres una onza de Plata,
procedente de la Tierra de Perú, en el mismo tiempo en que puede producir un bushel
171
311
Ricardo 1817, p. 40.
312
Ricardo 1817, pp. 41-2.
313
Ricardo 1817, p. 42.
314
Smith 1776, pp. 56-57. En realidad, el precio natural de los clásicos, desarrollo del “precio
necesario” de los fisiócratas, fue desarrollado a su vez por Marx en forma de “precio de
producción”.
315
Smith 1776, pp. 55-56. Por su parte, Malthus discrepa de Smith y pretende demostrar que
“el gran principio de la demanda y la oferta hace sentir su acción en la fijación no sólo del
precio corriente sino en la de lo que Adam Smith llama el precio natural”, de forma que ese
principio sería “el dominante” frente al principio alternativo de los costes de producción, que
sólo sería “subsidiario”, como corresponde al hecho de que los costes sólo son “una condición
necesaria de la oferta de los objetos demandados” (Malthus 1820a, pp. 46-49). Pero Ricardo
no está de acuerdo; así, tras atacar (especialmente en Say y en Lauderdale) esta “opinión”, que
“se ha convertido casi en un axioma en Economía política y ha sido fuente de muchos errores”,
173
Figura 9.1: El precio de mercado oscila alrededor del precio natural
aclara que el precio “dependerá en último término no del estado de la demanda y de la oferta,
sino del aumento o de la disminución del coste de su producción” (Ricardo 1817, pp. 385 y
388). Una variación de la demanda sobre el precio sólo puede ser “temporal” –salvo que varíe
el coste de producción–, mientras que una variación del coste puede generar una variación
equivalente del precio sin que la oferta y la demanda se hayan alterado (el ejemplo del pan:
1817, p. 388).
316
Los clásicos hablaban del “general glut” o “abarrotamiento general”, situación en la que,
como dice Stuart Mill, “se producirían las mercancías y permanecerían sin venderse o que sólo
se venderían con pérdida” (Mill 1848, p. 628).
174
salarios de los trabajadores y los beneficios del capital317, que vendrían seguidas de un
aumento de la capacidad adquisitiva de sus perceptores, de forma que lo ofrecido y lo
demandado habrán aumentado en la misma cuantía. Lo normal será que lo producido
adicionalmente lo sea, por ejemplo, en el sector x, y lo demandado se dirija a las
mercancías y o z, pero lo mismo puede ocurrir con x si se aumenta la producción en y o
en z, de forma que cabe concebir que temporalmente haya desequilibrios que afecten a
ciertas mercancías, pero nunca habrá, según esta interpretación, un exceso general de
producción o una falta general de demanda suficiente318. Por eso dice Ricardo:
De esta manera, los defensores de la ley de los mercados afirman que no hay una
limitación de la producción que provenga de la demanda, sino que la solución de una
aparente falta de demanda es un aumento adicional de la oferta. Lo que sí puede haber
son perturbaciones de oferta y demanda a nivel sectorial, pero para el conjunto de la
economía; Stuart Mill lo explica bien: “Si el nuevo capital se repartiera en debida forma
entre las diversas variedades de empleos, crearía una demanda para sus mismos
productos, y no habría motivo para que ninguna parte de la producción permaneciera
sin venderse más tiempo que antes”320.
Say explica así que una supuesta falta de demanda se corregiría con más oferta:
“Yo había dicho: supuesto que ninguno de nosotros puede comprar los
productos de los demás sino con los suyos propios, y que el valor que podemos
comprar es igual al que podemos producir, tanto más comprarán los hombres,
cuanto más produzcan. De aquí se deduce aquella otra conclusión que usted no
quiere admitir, a saber, que si no se venden ciertas mercancías, es porque no se
producen otras, y que la producción sola es la que facilita salidas a los
productos.”321
317
Prescindimos aquí de la renta de la tierra de los terratenientes.
318
Así, por ejemplo, Marx critica a Say diciendo: “Y lo que es más, Monsieur Say enseña: ‘La
lentitud en la venta de ciertos productos nace de la escasez de otros’ (...) De modo que nunca
es posible producir demasiadas mesas, sino cuando mucho, tal vez demasiados platos para
poner en las mesas. Si los médicos aumentan demasiado en número, lo que anda mal no es
que sus servicios se encuentren disponibles en exceso, sino que escasean los servicios de otros
productores de productos inmateriales; por ejemplo, las prostitutas (...)” (citado en Marx
1862-63, vol. I, p. 226).
319
Ricardo 1817b, p. 292.
320
Mill 1848, p. 628.
321
Say 1821, tomo II, pp. 401-480.
175
Y esto es así porque “[…] no es tanto la abundancia de dinero lo que hace fáciles las
ventas, como la abundancia de los otros productos en general. Esta es una de las
verdades más importantes de la Economía Política”.322 Y también:
“Para consumir hay que comprar; ahora bien, no se compra más que con lo que
se ha producido. ¿La cantidad de productos demandados es determinada por la
cantidad de productos creados? Sin ninguna duda. Cada quien puede consumir
lo que ha producido, o con su producto comprar otro. La demanda de
productos en general es por ende siempre igual a la suma de los productos. […]
el mejor medio de abrir salidas [débouchés] a los productos es multiplicarlos y
no destruirlos […] los límites de la producción […] son los medios de
producir.”323
En cuanto a James Mill, a quien Marx tenía por el principal autor de esta ley de los
mercados, escribe: “Parece, por tanto, por prueba acumulada, que la producción no
puede crecer demasiado rápidamente para la demanda. La producción es la causa, y la
única causa, de la demanda. Nunca suministra oferta sin suministrar demanda, ambas
al mismo tiempo y ambas en igual magnitud.”324 La razón es simple:
Sin embargo, no todos los clásicos defendían la ley de los mercados. Eran críticos, por
ejemplo, Malthus, Sismondi y Torrens. Robert Torrens admitía el “general glut” porque
322
Say 1803b, vol. I, pp. 152-153.
323
Say 1803b, citado por Spengler 1945, p. 192.
324
Mill 1824, p. 194.
325
Mill 1808, p. 137.
176
Sismondi, tras preguntarse: “El poder de consumir, ¿crece siempre en la sociedad con
el poder de producir?”330, denunciaba así el tipo de razonamiento de Ricardo:
Por último, digamos que John Stuart Mill era consciente de cómo la consideración del
dinero, como algo opuesto al trueque, complicaba la argumentación de la ley de los
mercados:
326
Torrens 1819.
327
Malthus 1820b.
328
Ricardo es consciente de que su método de estática comparativa excluye del análisis lo que
precisamente preocupa a Malthus y Sismondi: “Me parece a mí que una gran causa de nuestra
diferencia de opinión, sobre los temas que tantas veces hemos discutido, es que usted
[Malthus] tiene siempre en mente los efectos inmediatos y temporales de cambios
particulares –mientras que yo pongo de lado estos efectos inmediatos y temporales, y fijo toda
mi atención en el estado permanente de las cosas que se deriven de ellos” (Carta de Ricardo a
Malthus, 24 de enero de 1817, en Sraffa 1990, vol. VII, p. 120).
329
Carta de Malthus a Ricardo de 11 de septiembre de 1814 (en Sraffa 1990, vol. VI, pp. 133-
134).
330
Sismondi 1820.
331
Sismondi 1824, p. 423. Véase también Sismondi 1820, pp. 401-402.
177
RECUADRO 9.1
TRES CRÍTICAS DE MARX A LA LEY DE LOS MERCADOS
1: “Mill [James] establece el equilibrio transformando el proceso de la circulación en trueque
directo, pero volviendo a introducir de contrabando en el trueque directo las figuras de
compradores y vendedores, tomadas en préstamo del proceso de la circulación. […] El
equilibrio metafísico de las compras y ventas se limita a que toda compra es una venta, y que
toda venta es una compra, lo cual no es un consuelo muy especial para los custodios de las
mercancías que no llegan a vender, y por ende tampoco a comprar.”333
2: Habla Marx del ciclo de las mercancías que se entrecruzan (cap. 3: El dinero, o la circulación
de mercancías), y se refiere luego a la ley de Say:
“Nada puede ser más desatinado que el dogma según el cual la circulación de
mercancías implica un equilibrio necesario entre las compras y las ventas, puesto que
toda venta es una compra, y viceversa. Si con esto se quiere decir que el número de
las ventas efectivamente llevadas a término es igual al de las compras, estamos ante
una trivial tautología. Pero lo que se pretende demostrar es que el vendedor lleva al
mercado a su propio comprador. La venta y la compra son un acto idéntico en cuanto
relación recíproca entre dos personas polarmente contrapuestas: el poseedor de
mercancías y el de dinero. Configuran dos actos contrapuestos de manera polar, en
cuanto acciones de la misma persona. La identidad de venta y compra lleva implícito,
por consiguiente, que la mercancía devenga inservible cuando, arrojada en la retorta
alquímica de la circulación, no surge de la misma convertida en dinero, no la vende el
poseedor de mercancías, y por ende no la compra el poseedor de dinero. Esta
identidad implica, por lo demás, que si el proceso culmina debidamente, constituya
332
Mill 1829, pp. 69-70.
333
Marx 1859, p. 84.
178
334
Marx 1867, pp. 137-9.
335
Marx 1862-63, p. 99.
179
dinero podría comprar el equivalente de esa cantidad pero no tiene por qué hacerlo,
sino que puede retirar ese dinero de la circulación y almacenarlo como tesoro, por
ejemplo. Lo que Say, Ricardo y el resto de los defensores de esta ley de los mercados
parecen olvidar cuando afirman que se compra con lo que se produce es que en la
economía capitalista no rige el trueque sino el intercambio monetario. Por tanto, como
el dinero es un medio de circulación, la compra puede ocurrir o no, dependerá de si su
poseedor quiere convertirlo ya en una compra o guardarlo temporalmente.
9.3 El estado estacionario
Con independencia de la discusión sobre la ley de los mercados y la posibilidad o no de
crisis generales de sobreproducción a corto plazo, los clásicos debatieron mucho la
problemática de la tendencia a largo plazo del crecimiento económico de la economía
capitalista, y la conclusión general a la que llegaron todos ellos, aunque cada uno por
una vía distinta, es que la dinámica a largo plazo se vería en último término frenada por
la llegada del llamado “estado estacionario” (es decir, una situación de crecimiento cero
y paralización de la inversión), siempre como consecuencia de la pérdida de la
rentabilidad suficiente para continuar con la acumulación de capital. Está claro que se
trata de un resultado tremendamente paradójico, pues todos los clásicos compartían su
visión del capitalismo como un sistema económico nuevo y dinámico que tenía como
protagonista fundamental al capitalista industrial; sin embargo, en todos ellos los
problemas con que se enfrentaba el capitalista industrial eran la causa del
estancamiento final. Como decimos, los argumentos fueron muchos y muy distintos; así
que lo que haremos a continuación es distinguir entre las versiones de cuatro autores:
Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill, pero siempre sin olvidar
lo que dice este último: que “los escritores (…) observaron desde muy temprano la
tendencia de las ganancias a bajar a medida que progresa la sociedad”336.
Adam Smith
En Adam Smith, el problema consiste en que la acumulación de capital se ve
obstaculizada por la competencia. Como escribió Mill, “Adam Smith supuso que las
ganancias estaban determinadas por lo que él llamaba la competencia del capital y llegó
a la conclusión de que cuando el capital aumentaba, esta competencia tenía que
aumentar también y las ganancias tenían que bajar”337. En efecto, Smith pensaba que
cada vez era más difícil conseguir que siguieran siendo rentables las inversiones que
hasta entonces lo eran. Y ello debido a que, tanto para los sectores y mercancías nuevos
como para los ya existentes, las oportunidades de negocio se verían progresivamente
cerradas por la competencia, de forma que cada vez sería mayor el número de sectores
caracterizados por la “saturación” de su oferta. Como escribe el propio Smith,
“Cuando los capitales de muchos comerciantes ricos se invierten en el mismo
negocio, la natural competencia que se hacen entre ellos tiende a reducir su
beneficio; y cuando tiene lugar un aumento del capital en las diferentes
336
Mill 1848, p. 622.
337
Mill 1848, p. 622.
180
demográfico sería limitado, pero limitado por los llamados “frenos positivos”. Es decir,
si la población no controlaba preventivamente su crecimiento, este se vería frenado de
todos modos, pero de una forma dramática y terrible, por medio de hambrunas, pestes,
incendios, guerras, revoluciones y catástrofes de todo tipo… que tendrían como
resultado final la paralización del crecimiento no sólo demográfico sino también
económico. Esta evolución no sería lineal pero sí sería la tendencia a largo plazo y, ante
estas perspectivas negativas, el crecimiento económico iría descendiendo hasta
desaparecer.
David Ricardo.
La explicación que da Ricardo es distinta de las anteriores y tiene que ver con el
comportamiento dispar de la industria y la agricultura como productos del desarrollo
económico. La industria de la revolución industrial y la mecanización crecía deprisa, pero
la agricultura no lo hacía al mismo ritmo porque en ella la introducción de máquinas era
más lenta y limitada en alcance. Dado que las mejoras técnicas que suponen las nuevas
máquinas redundan en un valor cada vez menor del producto, el desigual
comportamiento de la productividad en ambos sectores implicaba un abaratamiento de
los bienes industriales en relación con los bienes agrícolas. Ahora bien, desde el punto
de vista del capitalista industrial (el protagonista de los escritos de los clásicos), los
precios agrarios se manifiestan en el salario de sus trabajadores, que se alimentan
básicamente de este tipo de bienes, y los precios industriales son sus propios precios de
venta. Lógicamente, si el salario real medio está fijado en el nivel de subsistencia, como
señalaban los clásicos y todos los economistas anteriores, el salario nominal debía subir
para hacer frente a la subida (relativa) de los precios de los bienes de subsistencia sin
menoscabo del nivel de vida de los obreros.
Por consiguiente, a lo que se enfrentaba el capitalista industrial es a una doble dinámica
negativa para él: el precio de su input laboral crecía (en términos relativos), lo que era
una parte importantísima de sus costes de producción; y el precio de su producto de
venta bajaba (en términos relativos), lo que disminuía sus ingresos. Y dado que el
beneficio es la diferencia entre el precio de venta y el coste de producción, esa diferencia
tenía lógicamente que disminuir. O sea, que el desarrollo económico debido a la
mecanización de la producción industrial generaba un impulso a la baja de los beneficios
y la rentabilidad, impulso que se manifestaba como un cambio en la distribución de la
renta en el interior de la empresa, es decir, como un reparto salarios / beneficios que
“beneficiaba” cada vez más al obrero (aunque su nivel de vida se mantuviera a un nivel
dado, sin crecer) y “perjudicaba” al empresario industrial. Y esta caída de la tasa de
ganancia media de la economía desincentivaría progresivamente la inversión y
finalmente reduciría el crecimiento hasta hacerlo tender a cero. Podemos representar
así el proceso:
↑ (πi/πa) ≡ ↓ (pi/pa) ≡ ↓(b/w)i ≡ ↓gi à estado estacionario.
Es decir, si sube la productividad (π) relativa de la industria respecto a la agricultura
(πi/πa), o, lo que es lo mismo, si baja el precio relativo de los bienes industriales (pi) en
comparación con los agrícolas (pa), bajará el montante de los beneficios (b) comparado
con el de los salarios (w) en el conjunto de la industria, y esto conducirá a la caída de la
tasa de ganancia (gi) y finalmente al estado estacionario.
182
Ricardo estaba convencido de que la llegada del estado estacionario era inevitable. Sin
embargo, pensaba que su llegada podía ser retrasada, no anulada. Y defendió que dicho
retraso fuera un objetivo a alcanzar, propugnando políticas económicas dirigidas a tal
fin. La más importante de ellas era la que él mismo defendió desde el Parlamento,
consistente en una derogación de las leyes de granos que impedían la importación de
trigo y otros cereales hacia el interior de Inglaterra. Como la alimentación obrera
consistía fundamentalmente en el pan y otros derivados de los cereales, la libre
importación de trigo desde el extranjero (donde era más barato que en Inglaterra), una
vez desaparecidos los aranceles que gravaban hasta entonces los productos en la
frontera, abarató el precio nominal del trabajo (de la fuerza de trabajo, sería más
correcto decir), de forma que, al bajar los costes salariales nominales (no los reales, que
se suponían constantes), bajarían los costes en relación con el precio final, mejorando
la ganancia industrial. El retraso en la caída de la rentabilidad que suponía esta
circunstancia era una extensión del plazo previsible hasta el advenimiento del estado
estacionario, que, según Ricardo, llegaría inexorablemente.
John Stuart Mill
John Stuart Mill aportó poco de novedad a la explicación de Ricardo, que él compartía,
salvo en dos puntos: la explicación más clara y sistemática, y el análisis de los factores
que podrían retrasar la llegada del famoso estado estacionario. Para Mill,
“existe en cada momento y lugar un determinado tipo de ganancia que es el más
bajo que inducirá a la gente de ese país y de esa época a acumular ahorros y a
emplearlos con fines productivos. Este tipo mínimo de ganancia varía según las
circunstancias (…), es más bajo en unos estados de la sociedad que en otros; y he
de añadir que el progreso social característico de nuestra civilización actual
tiende a disminuirlo. (…) Pero aunque el tipo mínimo de ganancia está expuesto
a variar y aunque sería imposible fijar con exactitud cuál sería su importe en una
época determinada, es indudable que existe ese mínimo siempre; y que, sea alto
o bajo, una vez que se ha alcanzado, no puede tener lugar ningún aumento
ulterior del capital. El país ha alcanzado entonces lo que los economistas llaman
el estado estacionario.”339
Por otra parte, entre las que llamó “circunstancias contrarrestantes” (o “agentes
contrarios”)340 de la tendencia al descenso de la rentabilidad, Mill cita la que hemos visto
en Ricardo: la importación de mercancías baratas, no sólo del cereal sino de cualquier
otra mercancía que influyera directa o indirectamente en los costes salariales y en los
otros costes; por ejemplo, “la derogación de las leyes de granos ha abierto a este país
una larga era de rápido incremento de capital sin que disminuya el tipo de ganancia”341.
Una segunda causa serían las invenciones y adelantos técnicos abaratadores de los
productos de subsistencia (“los adelantos de la producción”), que también “tienden en
algún grado a ensanchar el intervalo que tiene que recorrerse antes de llegar al estado
estacionario”342. En tercer lugar, la emigración o exportación de capital a las colonias,
339
Mill 1848, pp. 625-627.
340
Mill 1848, p. 629. Se trata de “las causas importantes que detienen el descenso de las
ganancias hacia el mínimo” (p. 630).
341
Mill 1848, p. 632.
342
Mill 1848, pp. 630-631.
183
que es “un medio muy eficaz”343; y por último lo que Mill llamaba “despilfarro de
capital”, es decir, la desaparición del valor de la parte de capital que fenecía siempre
durante una crisis, derrotado por la competencia de otros capitales más grandes o más
poderosos que se hacían con los elementos de ese capital a bajo precio. Este despilfarro
“tiene lugar en los periodos de excesiva actividad comercial y de especulaciones
imprudentes, y en las reacciones comerciales que siguen siempre a esos periodos”, y
sirve “para eliminar de tiempo en tiempo una parte de la masa acumulada de capital
que es la que las fuerza [a las ganancias] a bajar”344.
9.4 Los primeros economistas socialistas
Ante la abundancia de representantes de esta tendencia, lo que haremos será
mencionar únicamente, aparte de los socialistas y comunistas “crítico-utópicos” (Saint-
Simon, Fourier y Owen) de los que habla el Manifiesto comunista, a los que tienen una
relación directa con los principales “economistas clásicos” –Smith, Ricardo, Malthus,
Sismondi y Stuart Mill–, prestando especial atención a los llamados “socialistas
ricardianos”, sin olvidar que, como escribe Marx: “Así como los economistas son los
representantes científicos de la clase burguesa, los socialistas y comunistas son los
teóricos de la clase proletaria”345.
Adam Smith no fue desde luego un socialista, y para muchos es el padre del liberalismo
económico y de la Economía346, pero algunos lo consideran un materialista en el sentido
de Marx347 o reputan su posición política como la de un burgués poco recomendable
para la sociedad tradicional. Así, el obispo de Norwich acusaba a Smith, “declarado
enemigo de los curas” según Marx, de incurrir “en la atroz perversidad de propagar el
ateísmo por el país” y de defender unos principios políticos que “rayaban en el
republicanismo”; y “el cura Thomas Chalmers sospechaba que Adam Smith inventó la
categoría de los ‘trabajadores improductivos’ por pura malevolencia, expresamente
para incluir en ella a los curas protestantes y a pesar de la benéfica labor que éstos
realizan en la viña del señor”348.
De David Ricardo, agente de bolsa, diputado, terrateniente y hombre de fortuna, el
economista estadounidense Henry Carey349 decía que era “un hombre cuyas obras son
un arsenal para los anarquistas, socialistas y todos los enemigos de la sociedad
343
Mill 1848, p. 634.
344
Mill 1848, pp. 629-630.
345
Marx 1847, citado en Rubel 1970, vol. 2, p. 141.
346
“En el campo de la economía también tuvo éxito un tal Smith. En realidad, puede decirse
que fue él quien creó el campo de la economía. Él es su verdadero George Washington, su
padre. Es incluso su Thomas Jefferson, su Benjamín Franklin y su sir Isaac Newton. Hicieron
bien en ponerle de nombre Adam.” (Samuelson 1976, pp. 21-22).
347
Samuelson señala que “Karl Marx dedicó mucha tinta a sus comentarios sobre Smith,
debiéndole estímulos en el tema general de la ‘alienación’ moderna bajo un régimen de
división extrema del trabajo.” (Samuelson 1976).
348
Marx 1867, pp. 765-6.
349
Uno de los 200.
184
Por último, de Mill y Sismondi se ha dicho que son socialistas de algún tipo. Veamos.
John Stuart Mill, más que socialista, fue un clásico que se interesó por el pensamiento
socialista de su tiempo, a lo que unió una posición favorable a la supresión de la renta
350
Carta de Marx a Weydemeyer de 5 de marzo de 1852 (en Adoratski 1934, p. 54).
351
Engels 1885, p. 16.
352
Sin embargo, una estudiosa de estos autores concluye que no estaban especialmente
influidos por Ricardo, sino más bien por Adam Smith (Lowenthal 1911, p. 103).
353
Engels 1885, p. 16.
354
Malthus 1803, p. 49.
355
Schumpeter 1954, p. 181.
356
Schumpeter 1954, p. 644.
185
de la tierra y defensor de una reforma agraria, algo que era compartido por muchos
economistas burgueses de su época. Al hablar del socialismo en sus Principios, Mill
comienza distinguiendo entre dos tipos de socialistas: “Los que atacan el principio de la
propiedad individual pueden dividirse en dos clases: aquellos cuyo plan entraña una
absoluta igualdad en la distribución de todos los medios físicos de vida y goce, y aquellos
que admiten la desigualdad pero basada en un principio (…) de justicia o de conveniencia
general”357. Al primer grupo pertenecen Owen, Louis Blanc358 o E. Cabet359, y “el nombre
característico para este sistema económico es comunismo”360; pero “socialismo” se
emplea “en un sentido más amplio (…) que no entraña necesariamente el comunismo,
o sea la completa abolición de la propiedad privada, sino aplicada a cualquier sistema
que requiera que la tierra y los instrumentos de producción sean propiedad, no de
individuos, sino de comunidades o asociaciones, o del gobierno. Entre todos estos
sistemas, los dos que tienen pretensiones intelectuales más elevadas son los que se han
llamado saint-simonismo y fourierismo (…)”361. Estas “dos formas de socialismo
comunista (…) se hallan por completo exentas de las objeciones que por lo general se
hacen al comunismo (…) y (…) pueden con justicia contarse entre las producciones más
notables de las épocas pasadas y de la actual”362. A él le parecen preferibles por varias
razones: “según el plan saint-simoniano los productos no se distribuyen por igual, sino
que hay desigualdad en el reparto”363, y en cuanto al fourierismo, “no entra en las miras
de este sistema la abolición de la propiedad privada, ni aun de la herencia; por el
contrario, admite abiertamente, como elemento en la distribución de los productos,
tanto el capital como el trabajo”364. Hay primero una renta básica, pues “al hacer la
distribución se asigna primero una cierta cantidad mínima para la subsistencia de cada
miembro, sea o no capaz de trabajar” y “el resto del producto se distribuye en
proporciones fijadas de antemano, entre los tres elementos, trabajo, capital y
talento”365. “Es la experiencia la que ha de decidir cuánto y en qué momento, uno o
varios de estos sistemas de propiedad en común estarán en disposición de sustituir a la
357
Mill 1848, p 194.
358
Para Schumpeter, el “socialismo asociativo” es “extracientífico” y “anticientífico” (quizás
salvando a Louis Blanc), con poco análisis y “trivial”, y Marx debía de pensar que
“desacreditaba el socialismo serio” (512-513). Pero señala de Blanc que “sus propuestas
difieren de las de Owen, por ejemplo, porque tienen un elemento de practicabilidad que se
manifiesta especialmente en la función más que supervisora atribuida a la burocracia (estado).
Este elemento sugiere la posibilidad de que Blanc influyera en Lassalle. Blanc formuló en cierta
ocasión la propuesta que luego han presentado otros socialistas, antes y después de 1930:
entregar a los trabajadores las fábricas que cierren. La distribución según el principio ‘a cada
cual según sus necesidades’ es una idea que Blanc acaricia sin llegar a sostenerla.” (513)
359
Schumpeter no dice nada de Cabet porque “desde nuestro punto de vista no hay nada que
decir sobre él” (Schumpeter 1954, p. 517).
360
Mill 1848, p. 195.
361
Mill 1848, p. 195.
362
Mill 1848, p. 202.
363
Mill 1848, p. 202.
364
Mill 1848, p. 203.
365
Mill 1848, p. 203.
186
366
Mill 1848, p. 206.
367
Bravo 1971, p. 251.
368
Marx y Engels, 1848, pp. 73-74.
187
grupo (…) ofrecen poca cosa que tenga importancia para la historia del análisis
económico”369.
Thompson pensaba, no sólo que “sin trabajo no hay riqueza”, sino que “el trabajo es el
único padre de la riqueza”371; por otra parte, mientras que Bentham consideraba que el
capitalismo realmente existente era compatible con una distribución justa de la renta y
de la riqueza, Thompson escribió que la tendencia observable apuntaba “al
enriquecimiento de unos pocos a expensas de la masa de los productores, hasta hacer
la miseria de los pobres más desesperada”, y ello debido a que la clase capitalista
expropia coercitivamente “al menos la mitad del producto del trabajo del disfrute del
productor”372. Schumpeter tiene razón al señalar que, con anterioridad a un Rodbertus,
Thompson debería figurar como antecedente de la teoría de la explotación:
“No creo que haya razón constrictiva alguna para poner en duda la negación por
Engels de que Marx haya tomado algún ‘préstamo’ de Rodbertus. (…) Hay que
contar, además, con la prioridad de W. Thompson –dentro de los límites de su
formulación– respecto de toda teoría de la explotación (…)”373
Sin embargo, debe tenerse muy en cuenta lo siguiente que añade Schumpeter:
“Hay que observar que en cuanto un autor combina la idea de que el trabajo es
la única fuente de riqueza y el valor de todas las mercancías se puede
representar mediante horas de trabajo con la idea de que el trabajo mismo es
una mercancía, se ve inevitablemente llevado a la conclusión de que el
mecanismo del mercado roba al trabajador la diferencia entre el valor-trabajo
de ‘su’ producto y el valor-trabajo de la cantidad de trabajo invertida en dicho
producto. Ésta es, prescindiendo de detalles, la teoría marxista de la
explotación. Por eso se ha dicho de varios socialistas ricardianos que han sido
precursores de Marx (…) aunque no encuentro ejemplo alguno (ni siquiera en
Thompson o Hodgskin) que sea realmente una plena anticipación de lo que la
369
Schumpeter 1954, p. 539.
370
Schumpeter 1954, p. 539.
371
Thompson 1824, p. 6.
372
Thompson, 1824, pp. 111, 126.
373
Schumpeter 1954, p. 568.
188
trabajo fue uno de los factores que explica que esta teoría fuera progresivamente
abandonada por parte de muchos economistas de la época (como Senior), que
empezaron a “mirar la teoría del valor de Ricardo no sólo como lógicamente incorrecta
sino también como socialmente peligrosa”378. Ya en 1813 Hodgskin había escrito que la
propiedad “coge del trabajador corriente para dárselo al caballero ocioso”379, y en 1818
añade que “el terrateniente y el capitalista no producen nada”, y que “el capital es el
producto del trabajo”380. Antes de leer a Ricardo, Hodgskin había desarrollado una teoría
que equivalía a una interpretación de los beneficios como un “robo legal”. Sin embargo,
como señala Hunt, poco después de leerlo, extrae una primera impresión que es
contraria a Ricardo, a quien acusa de justificar “la situación política presente de la
sociedad”; y esto lo lleva a oponer a la teoría del valor de Ricardo otra teoría que él
deriva de Adam Smith. En realidad, Hodgskin no creía, a diferencia de Ricardo, que el
trabajo incorporado en la producción de la mercancía determinara su valor en el
capitalismo, sino que más bien se limitaba a identificar el precio con la suma de salarios,
rentas y beneficios, tal y como había hecho antes A. Smith, sólo que, a diferencia de
este, Hodgskin creía que las leyes de la propiedad privada eran antinaturales e
intrínsecamente injustas. Sin embargo, muchos autores piensan (erróneamente) que
Hodgskin mantuvo una teoría laboral del valor (en la línea de Ricardo y de Marx) debido
a que distinguió entre un precio “natural” y un precio “social” de una forma que ha sido
frecuentemente mal interpretada.
Aclaremos, por último, que Hodgskin tampoco fue un socialista. Afirmó que la propiedad
privada de los medios de producción por parte de los trabajadores había sido decretada
por la naturaleza, y por tanto creía totalmente antinatural la propiedad del capital por
los no productores.
Como dice Bravo, con este economista de formación autodidacta “se entra de lleno en
el socialismo ‘anticapitalista’”; sin embargo, Hodgskin fue criticado por Thompson, que
le reprochaba que “no diera una salida abiertamente socialista a su enseñanza, más
bien liberal-libertaria”, ya que en Hodgskin “fue decisiva la dependencia de
Godwin”381. De hecho, Hodgskin “se mostró crítico con el capitalismo, sí, pero con una
actitud similar a la de muchos anarquistas, sin pretender abolir la propiedad
privada”382. Según Schumpeter, sus obras de 1825 y 1827383 “presentan al menos
indicios de intención analítica”384.
La actitud de la primera obra del escocés John Gray (1799-1883) –a quien Schumpeter
ni siquiera cita– hacia el mercado es, como ha señalado N. Thompson, la de un
comunitario convencido que veía en los intercambios mercantiles “el origen de la
explotación y de la depresión económica”, al tiempo que consideraba que las presiones
378
Meek 1956, p. 124.
379
Hodgskin 1813, p. 173.
380
Hodgskin 1820, p. 97.
381
Bravo 1971, pp. 208-209.
382
Bravo 1971, p. 210.
383
Labour Defended against the Claims of Capital y Popular Political Economy.
384
Schumpeter 1954, p. 539.
190
Bravo dice de Gray que más que ricardiano, era un oweniano que se vio influido por el
smithiano Patrick Colquhoun y “defendió la concepción de una vuelta al estado de
naturaleza, empapada de un racionalismo de inspiración godwiniana”387. Y Marx
apreció en él “la concepción de la propiedad como resultante del trabajo acumulado, y
la teoría de la explotación del trabajo por el capitalista”, pero criticó su reformismo,
pues “Gray se apoyó siempre en las instituciones inglesas existentes, sin pretender
subvertirlas, y quiso presentar sus propuestas como reformas burguesas”388. También
opinaba Marx que Gray se adelantó a Proudhon en sus propuestas de crédito gratuito
y de bancos nacionales389.
385
N. Thompson 1989, p. 103.
386
Thompson 1989, p. 103.
387
Bravo 1971, pp. 215-216.
388
Bravo, p. 216.
389
Bravo 1971, p. 217.
390
Bray 1839, pp. 127, 170.
391
Bray 1839, p. 3.
392
Thompson 1989, p. 110.
191
Bray opinaba que entre capitalista y obrero había un intercambio desigual que
desembocaba en un “robo legal”, pues “los capitalistas y los propietarios no hacen otra
cosa que dar al obrero por su trabajo de una semana una parte de la riqueza que han
obtenido de él la semana anterior, es decir, que a cambio de algo no le dan nada”397.
Por otra parte, Bravo cree que Marx apreció que Bray diera “la primacía a lo
económico respecto a lo político”, como lo demuestran estas palabras de Bray:
Para terminar, digamos que Schumpeter sólo dice de él que “no se debe infligir a Marx
el insulto de decir que Bray le ha precedido en tal o cual cuestión: todo argumento que
maneje el concepto de explotación tiene por fuerza que sugerir equívocas afinidades
con Marx”401.
393
Bray 1839, p. 180.
394
Bray 1839, p. 162.
395
Thompson 1989, p. 111.
396
Bray 1839, pp. 161-162.
397
Bravo 1971, pp. 230-231.
398
Bravo 1971, p. 232.
399
Bravo 1971, p. 233
400
Bravo 1971, p. 233.
401
Schumpeter 1954, p. 519.
192
Un autor ajeno al grupo de los socialistas ricardianos (por ser anterior en el tiempo)
fue el médico Charles Hall (1805: The Effects of Civilisation on the People in European
States). Aunque Schumpeter no lo apreciaba –dice de él que siendo un buen médico
¿cómo es que tenía “modos de pensamiento que le habrían impedido licenciarse en
medicina”402?–, para Beer era “el teórico de la lucha de clases” y “el crítico social más
notable de la primera fase de la revolución industrial en Inglaterra”403. Para Hall, “los
obreros crean los valores, pero no reciben más que un salario. La diferencia entre el
salario y el valor crea el provecho (…): El miedo que permite a los ricos quitar una
porción del producto de su trabajo es el capital (…) ¿Por qué aceptan los obreros
semejante situación? Porque no pueden hacer otra cosa. No se ha concertado
libremente el contrato que los liga ni tienen la facultad de elegir. El dilema ante el que
se encuentran los reduce a aceptar las condiciones de los capitalistas o a morir de
hambre. Hay coacción absoluta por los capitalistas y necesidad absoluta de los
obreros. Posesores y no posesores, capitalistas y obreros, están divididos por un
antagonismo concreto.”404. Bravo aporta la siguiente cita de Hall: “La situación del rico
y del pobre, como los términos algebraicos más y menos, están en directa
contraposición, y la una es destructiva para la otra”405
Hall calcula los datos de la producción y la distribución en su país y concluye que “ocho
décimas partes de la población reciben una octava parte del ingreso nacional anual, y
dos octavas partes de la población reciben siete octavas partes del ingreso. (…) La
miseria de los pobres hace la fortuna de los ricos.”406 “El incremento de la riqueza va
parejo al incremento de la miseria” y “las capas medias, que aún podían mantenerse
en una holgura relativa, se depauperan más y más”407. El antagonismo se va
incrementando y “esta guerra civil tendrá como consecuencia la militarización del
Estado y quizás lleve a una dictadura pretoriana” y “siempre y por doquiera son los
pobres quienes soportan los inconvenientes de la guerra. Así se explica por qué los
ricos están tan dispuestos a atacar a pueblos extranjeros. (…) Los ricos conocen a
maravilla la utilidad de la guerra. Por eso, desde la escuela, procuran inculcar el
espíritu militarista en los niños. Pero evitan con cuidado mostrar los horrores del
combate.”408
Apéndice : Los socialistas utópicos
402
Schumpeter 1954, p. 519.
403
Beer 1930, p. 222.
404
Beer 1930, p. 223.
405
En Bravo 1971, p. 208.
406
Beer 1930, p. 223.
407
Beer 1930, p. 224.
408
Beer 1930, p. 224.
193
Uno de los primeros y más cualificados historiadores del socialismo, Federico Engels, señala
como “fundadores del socialismo” a “los tres grandes utopistas”: Saint-Simon, Fourier y Owen;
y escribe que “por su forma teórica, el socialismo empieza presentándose como una
continuación, más desarrollada y más consecuente, de los principios proclamados por los
grandes pensadores franceses del siglo XVIII”409. Engels no se olvida de citar precedentes más
lejanos del socialismo, tanto en el ámbito histórico-político410 como en sus manifestaciones
teóricas, desde “las descripciones utópicas de un régimen ideal de la sociedad”, como las de
Tomás Moro (s. XVI) y T. Campanella (s. XVII), a las “teorías directamente comunistas” de los
franceses Morelly y Mably (s. XVIII), en las que “la reivindicación de la igualdad no se limitaba a
los derechos políticos, sino que se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo”,
y donde “ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias
diferencias de clase”411. Sin embargo, Engels tiene que claro que, para hablar de los precursores
del socialismo, la atención debe centrarse en los tres grandes “socialistas utópicos” (Saint-
Simon, Owen y Fourier).
Como rasgos comunes a los tres, Engels señala dos: en primer lugar, “el no actuar como
representantes de los intereses del proletariado”, algo que era lógico si se tiene en cuenta que
“por aquel entonces, el modo capitalista de producción, y con él el antagonismo entre la
burguesía y el proletariado, se habían desarrollado todavía muy poco”412. Sin embargo, puesto
que los ilustrados franceses ya habían declarado su pretensión de instaurar un “Estado racional”,
donde “la razón eterna no era más que el sentido común idealizado del hombre del estado
llano”, sí había surgido ya la posibilidad de que algunos pensadores “pusieran de relieve el
desengaño” que la realidad estaba imponiendo frente esos ideales “en los primeros años del
siglo XIX”, de forma que “en 1802, vieron la luz las Cartas ginebrinas de Saint-Simon, en 1808
publicó Fourier su primera obra, aunque las bases de su teoría databan ya de 1799; y el 1 de
enero de 1800, Robert Owen se hizo cargo de la dirección de la empresa de New Lanark”413.
Pero, en segundo lugar, “el socialismo es, para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta,
409
Engels 1880, pp. 38, 41 y 44.
410
Como las sublevaciones proletarias revolucionarias de los anabaptistas, en Alemania y en
Holanda, durante el siglo XVI, especialmente la que tuvo lugar durante la guerra campesina de
1524-25, encabezada por Tomás Müntzer; la de los “verdaderos levellers” o “diggers” (es decir, los
“niveladores”) durante la revolución inglesa del siglo XVII; o la de los proletarios seguidores de
Babeuf durante la revolución francesa. De Müntzer afirma Gordon que “propuso ideas de
organización social tan similares a las que más tarde propondría Karl Marx que, pese a los
fundamentos religiosos de su pensamiento, algunos historiadores le han considerado un
temprano precursor del ‘marxismo-leninismo’” (Gordon 1991, p. 179).
411
Engels 1880, p. 41.
412
Engels 1880, pp. 41-42. En el Manifiesto Comunista, se afirma que estos autores “no aciertan
todavía a ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio
y peculiar”, ya que “se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para la
emancipación del proletariado, y es en vano que se debaten por crearlas mediante una ciencia
social y a fuerza de leyes sociales” (Marx y Engels 1848, p. 55). En realidad, estos autores
“pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa”, planean defender los
intereses de la clase trabajadora “sólo porque la consideran la clase más sufrida”, y quieren
“realizar sus aspiraciones por la vía pacífica”; pero, “puesto que atacan las bases todas de la
sociedad existente”, es indudable que “han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de
la clase trabajadora”, a pesar de que, al defender teorías que “giran todas en torno a la
desaparición de la lucha de clases (...) sus doctrinas y aspiraciones “tienen un carácter puramente
utópico” (ibíd., pp. 55-57).
413
Engels 1880, pp. 42, 44.
194
de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el
mundo”414.
En cuanto al primero de estos autores, la fusión de los intereses de especuladores,
defraudadores y estafadores con el gobierno francés el Directorio –pretexto del golpe de estado
de Napoleón– fue lo que llevó a Saint-Simon a concebir los antagonismos entre el tercer estado
y los estamentos privilegiados como un conflicto entre “trabajadores” y “ociosos”, donde
obreros, fabricantes, comerciantes y banqueros –integrantes del conjunto formado por los
“trabajadores” o “productores”– se contraponían a los rentistas y especuladores. En sus Cartas
ginebrinas, Saint-Simon defiende que “todos los hombres deben trabajar”, e identifica la época
del “Terror” en el periodo revolucionario francés con el “gobierno de las masas desposeídas”, lo
que le lleva a concebir la revolución francesa como una lucha de clases entre la nobleza, la
burguesía y los desposeídos, algo que para el año 1802 es, según Engels, “un descubrimiento
verdaderamente genial”415. Saint-Simon, preocupado siempre por la suerte de la “clase más
numerosa y más pobre de la sociedad”416, comprendió también que la política es la “ciencia de
la producción”, y proclamó ya claramente “la transformación del gobierno político sobre los
hombres en una administración de las cosas”417. Como resume Ionescu, “en Saint-Simon vemos
el espíritu de la opinión de un genio, gracias al cual casi todas las ideas del socialismo actual que
no son estrictamente económicas se encuentran en embrión en sus obras”418. Concretamente,
en la obra de Marx, cuyo padre había sido, junto a uno de los profesores de Marx en Berlín,
seguidor de Saint-Simon, se encuentran muchos elementos ya apuntados por éste, entre otros
la primera expresión de la regla que Marx reservara al comunismo: “De cada uno, según su
capacidad; a cada uno, según sus necesidades”419.
Por otra parte, en Saint-Simon se encuentra también la idea de la planificación, con un Plan que
sería el símbolo de la racionalidad científica de la sociedad, sería anual y estaría concebido para
proyectar las obras públicas a largo plazo, constituyendo la tarea principal del parlamento
nacional, que estaría subordinado a su vez a un parlamento europeo. Por último, añadamos que
la primera utilización del término “socialista” parece haber aparecido en el periódico
saintsimoniano Le globe, en 1832, utilizada para describir a quienes creían en el Nuevo
Cristianismo (nombre de un libro y una teoría de Saint-Simon)420.
Para Schumpeter, Saint-Simon es el más importante de los tres grandes utópicos, no en vano
el propio Schumpeter divide el “socialismo premarxista” en tres tipos: a) el “asociativo”, b) el
414
Engels 1880, p. 53.
415
Engels 1880, pp. 46-47.
416
G. Ionescu, desde planteamientos muy distintos de los de Engels, coincide con él en este punto
al escribir que entre 1803 y 1817 Saint-Simon “ofrecía su ‘sistema’ a cualquiera que tuviera ojos
para ver, independientemente de su posición política y social”, y de hecho “lo ofreció en primer
lugar a los que estaban en o cerca del poder”; pero entre 1817 y 1825 “presintió la rápida
separación entre los dirigentes burgueses de la industria y las masas o proletariado –las dos alas
del gran grupo social de los ‘industriales’–, que había considerado en un principio como
homogéneo. Fue entonces cuando exhortó a los segundos a tomar en sus manos la dirección de
la acción salvadora, y llevarla a delante incluso por la fuerza, si fuera necesario” (Ionescu 1976, p.
14).
417
Engels 1880, p. 47. Se compagina mal la atribución expresa de esta teoría que hace Engels a
Saint-Simon con la afirmación de Ionescu de que Marx se la “apropió descaradamente” (Ionescu
1976, p. 18).
418
Ionescu 1976, p. 32.
419
Gordon 1991, p. 310.
420
Gordon, 1991, p. 309.
195
421
Schumpeter 1954, p. 497.
422
Schumpeter 1954, p. 520.
423
Schumpeter 1954, pp. 520-521.
424
Schumpeter 1954, p. 521. En este “jerárquico” coincide por completo Draper. Draper
coincide en que “lo que le fascinaban [a Saint-Simon] eran las potencialidades de la industria y
de la ciencia”, pero “lo que movía a Saint Simon era su repulsa ante la revolución, el desorden
y los disturbios”. Estima Draper que “su concepción no tenía que ver con nada parecido a la
igualdad, la justicia, la libertad, los derechos del hombre o pasiones semejantes: sólo le
interesaban la modernización, la industrialización, la planificación, divorciadas de las
anteriores consideraciones. La industrialización planificada era la llave del nuevo mundo, y,
obviamente, la gente que la llevaría a cabo eran las oligarquías de financieros y hombres de
negocios, científicos, tecnólogos, empresarios. Cuando no apelaba a estos últimos, Saint Simon
recurría a Napoleón o a su sucesor Luis XVIII, para que pusieran en práctica programas de
dictadura monárquica. Sus proyectos cambiaban, pero eran todos completamente
autoritarios, hasta la última orden planificada. Racista sistemático e imperialista militante, era
un rabioso enemigo de la idea misma de igualdad y libertad, que odiaba como vástagos de la
Revolución Francesa. Sólo en la última fase de su vida (1825), decepcionado por la respuesta
de la elite natural a sus llamamientos a cumplir con su deber e imponer la nueva oligarquía
modernizadora, se giró hacia abajo para apelar a los trabajadores. El ‘Nuevo Cristianismo’ sería
un movimiento popular, pero su papel se limitaría a convencer a los poderes establecidos de
prestar atención a los consejos de los planificadores saint-simonianos. Los trabajadores
deberían organizarse... para pedir a sus capitalistas y dirigentes que tomasen el relevo de las
‘clases ociosas’. ¿Cuál era entonces la relación que establecía entre la idea de sociedad
planificada y el movimiento popular? El pueblo, el movimiento, podría ser útil como ariete –
puesto en ciertas manos–. La concepción última de Saint Simon era la de un movimiento desde
196
En cuanto a Fourier, Engels cree que puso “al desnudo despiadadamente la miseria material y
moral del mundo burgués”, comparando las promesas de los enciclopedistas con la realidad de
su época, en un lenguaje satírico “magistral y deleitoso”, y capaz de manejar la dialéctica con la
misma maestría que Hegel, para concluir que “en la civilización la pobreza brota de la misma
abundancia”425. Fourier es importante como precursor de los defensores de la emancipación
femenina, y, sobre todo, por su concepción de la historia, que le lleva a distinguir cuatro etapas
de desarrollo –salvajismo, barbarie, patriarcado y civilización–, y a afirmar que “toda fase
histórica tiene su vertiente ascensional, más también su ladera descendente”426. En cuanto a sus
planteamientos puramente utópicos, su plan de constitución de “falanges comunales” o
“falansterios”, que fueron la base de Brook Farm y de otros experimentos comunitarios reales
en los Estados Unidos, pretendía inspirarse en las ideas de Newton427, a quien admiraba, ya que
estaba basado en “leyes de atracción social que correspondían en los fenómenos sociales a la
ley de la gravedad de Newton”428.
Para Schumpeter, Fourier basó “su proyecto (…) en un elaborado análisis de la naturaleza
humana en general y de la naturaleza de la sociedad en particular; pero todo ese análisis está
concebido según las líneas del peor estilo especulativo del siglo XVIII. En segundo lugar, su
organización de phalantères presenta pocos rasgos que justifiquen el llamarla socialista”429.
“Desde luego que Marx no profesaba ninguna teoría ingenua de las crisis que las explicara por
la superproducción en el sentido de las crises pléthoriques de Fourier”430.
En cuanto a Robert Owen, quizás sea de él de quien escribiera Engels los mayores elogios: “Ya
en Manchester, dirigiendo una fábrica de más de quinientos obreros, había intentado, no sin
éxito, aplicar prácticamente su teoría”, y cuando repitió lo mismo en New Lanark (Escocia), llegó
a tener 2500, los cuales se convirtieron “en sus manos en una colonia modelo, en la que no se
conocía la embriaguez, la policía, los jueces de paz, los procesos, los asilos para pobres ni la
beneficencia pública”, para lo que le bastó con “colocar a sus obreros en condiciones más
humanas de vida, consagrando un cuidado especial a la educación de su descendencia”431. Fue
así, “por este camino práctico, como fruto, por decirlo así, de los cálculos de un hombre de
negocios, como surgió el comunismo oweniano, que conservó en todo momento este carácter
práctico”432. Pero no resulta sorprendente que “mientras se había limitado a actuar sólo como
filántropo, no había cosechado más que riqueza, aplausos, honra y fama. Era el hombre más
popular de Europa (...) Pero en cuanto formuló sus teorías comunistas, se volvió la hoja”, y fue
abajo para llevar a la práctica un socialismo desde arriba. Pero el poder y el control debían
permanecer donde siempre estuvieron: arriba.” (Draper 2016, pp. 73-74).
425
Engels 1880, pp. 47-48.
426
Engels 1880, p. 48.
427
Como ha señalado Gordon, “la idea de que el nuevo orden social de perfección estaría formado
basado en el conocimiento científico se puede remontar hasta Francis Bacon (1561-1626)”,
aunque puede rastrearse hasta la República de Platón. La Nueva Atlantis de Bacon (1627), muy
leída en su época, “describía una sociedad ideal en la que la institución más importante era un
colegio de científicos dedicados a investigar e inventar, y, bajo la dirección del rey, a gobernar (...)”
(Gordon 1991, p. 187). Esta idea, repetida en la obra de Campanella (1632), aparecerá después,
como hemos visto, en Condorcet y en Saint-Simon, y también en el positivismo francés (de Comte
en adelante).
428
Gordon 1991, p. 187.
429
Schumpeter 1954, p. 514
430
Schumpeter 1954, p. 822.
431
Engels 1880, p. 50.
432
Engels 1880, p. 51.
197
“desterrado de la sociedad oficial”433. Owen no fue sólo “el creador de las escuelas de párvulos”,
el presidente del “primer congreso en que las tradeuniones de toda Inglaterra se fusionaron”,
el creador de “las cooperativas de consumo y de producción”, sino que, en realidad, “todos los
movimientos sociales, todos los progresos reales registrados en Inglaterra en interés de la clase
trabajadora van asociados al nombre de Owen”434.
Para Schumpeter, “su acentuación del valor de las huelgas y de los sindicatos frente a la acción
política hacen de él [Owen] un clásico de la historia y la teoría sindicalistas”435. Owen tenía
“grandeza moral” y mucho sentido común, pero una “absoluta falta de capacidad analítica
superior. Ni su idea del ‘certificado de trabajo’, sucedáneo del ‘dinero’, ni sus ideas de un
‘intercambio equitativo del trabajo’ son en sí mismas meros absurdos; pero Owen no supo cómo
defender su propuesta frente a las críticas más elementales.”436
Junto al socialismo utópico, Marx y Engels señalaron otras formas contemporáneas de
socialismo en la tercera parte de su Manifiesto Comunista, dedicada a la “literatura socialista y
comunista” (Marx y Engels, 1848, pp. 47-57), agrupados en dos conjuntos: el socialismo
“reaccionario”, y el “burgués” o “conservador”. Del primero citan, como ejemplos, el socialismo
“feudal” de los legitimistas franceses y de la Joven Inglaterra437; el socialismo “pequeñoburgués”
de la nueva clase que “flota entre la burguesía y el proletariado”, de los pequeños burgueses y
de los campesinos, representados por Sismondi; y el socialismo alemán, o “verdadero
socialismo”, de Moses Hess y sus colegas. En cuanto al socialismo “burgués o conservador”, su
fundamento consiste en que “una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales,
para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa”. Entre sus representantes,
está por una parte Proudhon, con su Filosofía de la miseria438, y una segunda modalidad que
pretende “ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario, haciéndole ver que
lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas
mejoras en las condiciones materiales, económicas, de su vida”439. En definitiva, de esta última
modalidad de socialismo se puede decir: “todo el socialismo de la burguesía se reduce, en
efecto, a una tesis, y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase
trabajadora”440.
Dentro del anarquismo, Schumpeter juzga pobremente a Pierre-Joseph Proudhon: “la
despectiva crítica de Marx [en La miseria de la filosofía] (…) es del todo merecida” porque la
Filosofía de la miseria es “el monumento más egregio” de una forma de pensar que consiste en
que si se llega a resultados absurdos, el autor, “en vez de inferir de ese resultado que sus
métodos son malos, infiere que tiene que estar equivocado el objeto mismo de su
investigación”; así, incapaz de construir una teoría del valor, “de eso no infirió ‘Soy un necio’,
sino ‘El valor está loco’ (la valeur est folle)”441. La frase de que la propiedad es un robo es en
433
Engels 1880, p. 52.
434
Engels 1880, p. 52.
435
Schumpeter 1954, p. 513
436
Schumpeter 1954, p. 514.
437
“La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su puesto histórico, se
dedicó, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir libelos contra la moderna sociedad
burguesa”.
438
“Cuéntanse en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a
mejorar la situación de la clase obrera, los organizadores de actos benéficos, las sociedades
protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y
reformadores sociales de toda laya”.
439
Marx y Engels 1848, p. 54.
440
Marx y Engels 1848, p. 54.
441
Schumpeter 1954, p. 515.
198
realidad del siglo XVIII, y “su idea central era la instauración del crédito gratuito, no la abolición
de la propiedad privada: se trataba de conceder créditos sin interés a través de un banco público,
de modo que todo el mundo pudiera tener acceso a los medios de producción y convertirse en
propietario”442. De Bakunin dice “que no tiene lugar alguno en la historia del análisis”; en
cambio, quien sí “presentó algo de análisis” fue Weitling443.
9.5 Recapitulación
Conceptos clave. Smith, Ricardo, Malthus, Say, Mill, Sismondi. Mano invisible. Teoría laboral
del valor. Ley de los mercados. Capacidad y deseo de compra. Trueque y dinero. Estado
estacionario: competencia, productividad agrícola, crecimiento demográfico, factores
contrarrestantes. Tesis de la perversidad. Tendencia a la igualación de las tasas de ganancia.
Precio de mercado, precio natural.
De 1776 a 1848, los economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo, Malthus, Say, James y
John Stuart Mill, y Sismondi) compartieron una serie de temas y preocupaciones, desde la
Mano invisible al estado estacionario, pasando por la teoría laboral del valor y la ley de los
mercados. La idea de la Mano invisible, asociada al nombre de Adam Smith pero en realidad
heredada de autores anteriores, es que si cada uno (cada capitalista) se preocupa sólo de su
interés privado y se despreocupa del bien público será llevado por una mano invisible a
conseguir tanto sus propios intereses como el interés colectivo. Esta idea se complementa con
la tesis de la perversidad, según la cual si se persigue expresamente el bien público hay
muchas probabilidades de no conseguirlo sino de lograr un resultado inferior al que se obtiene
sin esa preocupación. Esta tesis de filosofía política también tiene una dimensión puramente
económica: si se deja que cada cual busque la máxima ganancia, el resultado será una
tendencia a la igualación de la tasa de ganancia de cada cual a una tasa media lograda por la
competencia.
La teoría laboral del valor que defienden estos autores afirma que el valor de la mayoría de las
mercancías (las que son fácilmente reproducibles por la industria humana) se debe a la
cantidad de trabajo directa e indirectamente necesario para producirla, mientras que el valor
de los bienes raros no reproducibles se determinan por la escasez y la demanda. Los clásicos
distinguían también entre el precio de mercado, fluctuante a corto plazo, y el precio natural,
que servía de regulador y centro de gravitación de dichos precios de mercado.
La ley de los mercados dividía a los clásicos. Sus partidarios defendían que la oferta crea su
propia demanda, es decir, que no hay límites a la producción que vengan del mercado:
cualquier capital nuevo puede invertirse rentablemente porque la producción que se obtenga
de ello es al mismo tiempo una capacidad adquisitiva nueva por el mismo valor. Sin embargo,
442
Schumpeter 1954, p. 516.
443
Schumpeter 1954, p. 516.
199
una cosa es la capacidad de compra y otra el deseo de compra. Aunque el que compra compre
con lo que él ha vendido, como decían, no se producen al mismo tiempo porque uno que
puede comprar no tiene por qué comprar inmediatamente. Esto es lo que ocurre
necesariamente en una economía monetaria, donde el dinero (a diferencia del trueque) puede
separar ambos momentos. Malthus y Sismondi se oponían a esta ley de los mercados y creían,
por tanto, que las crisis no se reducen a desequilibrios en uno u otro sector particular sino que
puede darse una crisis general, una situación en la que todo el mundo desea vender y no
puede porque la gente no desea comprar lo que podría comprar.
Aunque para estos autores la burguesía industrial era la clase más dinámica e innovadora de la
historia, el resultado de sus empresas era necesariamente la llegada de un estado estacionario,
sin inversión ni crecimiento económico. Adam Smith pensaba que esto se debía a la
competencia, que hacía que la llegada de nuevo capital a cualquier sector superara las
oportunidades de inversión abiertas en él, lo que producía una caída de la rentabilidad que
paralizaría la economía. Malthus llegaba al estado estacionario por la vía de las relaciones
entre el crecimiento económico y el demográfico: al ser mayor la tendencia del segundo que la
del primero, la igualación sólo se produciría mediante frenos positivos del crecimiento de la
población, mediantes hambrunas, guerras y otras catástrofes. Ricardo veía en el estado
estacionario el resultado de la desigualdad en el crecimiento de la productividad de la industria
y la agricultura: al ser mayor en la primera, los bienes de los industriales se abaratarían
respecto a los bienes de subsistencia que forman el consumo de sus obreros, por lo que la
subida de estos costes acarrearía la caída de la tasa de ganancia, la inversión y el crecimiento.
Este estado estacionario llegaría inexorablemente pero se podía retrasar su llegada mediante
los factores contrarrestantes de la caída de la rentabilidad estudiados sobre todo por Stuart
Mill.
En esta época nos interesan dos corrientes socialistas opuestas a los economistas clásicos,
aparte de las inclinaciones y simpatías “socializantes” de Sismondi y Stuart Mill. Por una parte,
los socialistas ricardianos, que en realidad eran más defensores de Adam Smith, de Bentham y
de Godwin que de Ricardo, que aplicaron algunas de las ideas de la teoría laboral del valor
para denunciar la sociedad capitalista de su época. Por otra parte, los llamados socialistas
utópicos (Saint-Simon, Fourier y Owen), que defendieron los intereses del proletariado en la
época de la formación de este proletariado, que aún no tenía una voz independiente.
9.6 Para seguir leyendo
Sobre la mano invisible, es recomendable la crítica que llevan a cabo Hirschman y Hunt en: Albert
Hirschman (1991): Retóricas de la intransigencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1991; y E.
K. Hunt (1992): History of Economic Thought. A Critical Perspective, 2nd ed., Harper Collins, Nueva
York. Una crítica actualizada se encuentra en Duncan Foley (2008): Adam’s Fallacy; A Guide to
Economic Theology, Belknap Press.
Sobre la ley de los mercados de Say, James Mill, etc., puede verse una reciente monografía en
Adolfo Rodríguez Herrera (2012): La ley de Say. Debates sobre el origen de la crisis, Madrid:
Maia; que puede completarse con dos libros de y sobre Sismondi, uno de los principales críticos
200
Sobre la teoría del valor de los clásicos, los siguientes cuatro libros pueden leerse en español: A.
Shaikh (1990): Valor, acumulación y crisis (Ensayos de economía política), Tercer Mundo
editores, Bogotá; Maurice H. Dobb (1973): Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith.
Ideología y teoría económica, Siglo XXI, México, 1975; C. Benetti (1974): Valor y distribución,
Madrid, Saltés, 1978; R. Meek (1974): “El valor en la historia del pensamiento económico”, en
Smith, Marx y después. Diez ensayos sobre el desarrollo del pensamiento económico, México:
Siglo XXI, 1980, pp. 183-203.
Sobre el estado estacionario puede verse este libro: D. P. O’Brien (1975): Los economistas
clásicos, Alianza, Madrid; y estas dos entradas del New Palgrave: M. Blaug (1987): “Classical
economics”, The New Palgrave: A Dictionary of Economics, vol. I, pp. 434-445; D. J. Harris (1987):
“Classical growth models”, The New Palgrave: A Dictionary of Economics, vol. I. Dos trabajos más
especializados son: Robert V. Eagly (1974): The Structure of Classical Economic Theory, Oxford
University Press, Londres; y W. Eltis (1984): The Classical Theory of Economic Growth, Macmillan,
London.
Sobre las ideas socialistas de la época de los clásicos, pueden verse: Max Beer (1930): Historia
general del socialismo y de las luchas sociales, Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1973; Gian
Mario Bravo (1971): Historia del socialismo, 1789-1848. El pensamiento socialista antes de Marx,
Barcelona: Ariel, 1976; Jacques Droz, ed. (1978): Historia general del socialismo. De los orígenes
a 1875, Barcelona: Destino, 1976; H. W. Laidler (1933): Historia del socialismo, 2 vols., Espasa-
Calpe, Madrid.
3 Los neoclásicos expresan la mano invisible a través del análisis de los equilibrios de mercado,
y hablan al respecto de la “soberanía _______________________”. Según Ricardo, el precio de
los bienes “raros” se determina básicamente por __________________________. Y el de los
bienes normales, por _____________________________. Para los clásicos, hay un precio
______________________ que oscila alrededor del precio ________________________, y es
este el que representa la expresión monetaria del valor-trabajo.
5 ¿Qué contrarrestaban las “causas contrarrestantes” de las que hablaba Stuart Mill?
202
social (no necesariamente el más interesante) el que ayuda a explicar los demás
aspectos de la existencia, y no al revés. Ese “materialismo” no tiene nada que ver con
el adjetivo que se usa cotidianamente para caracterizar a quien sólo se interesa por el
dinero o cosas así; ni tiene que ver tampoco con la idea de que la economía es lo más
importante, y todo lo demás viene después. La interpretación materialista de la
historia es, para Marx, la historia de los seres humanos entendida a partir del
fenómeno del trabajo. Y de esa idea central arranca su filosofía y su Economía,
resumidas ambas en su teoría más importante, la teoría laboral del valor.
La historia no se hace sola, ni la hace Dios, ni los personajes históricos más
importantes, ni las ideas… La historia es, antes que nada, la historia del trabajo de toda
la gente. Es la sociedad trabajando, y todo lo que sucede alrededor de ese hecho
histórico central. La sociedad humana necesita subsistir y reproducirse y para eso debe
trabajar. La forma como se organizan los procesos sociales de trabajo es la base de la
reproducción social, y dichos procesos consisten en el uso de medios de trabajo y otros
medios de producción. Todo lo que hacen las personas para asegurarse su
supervivencia forma la base de la historia. La producción, la producción social, no es
sino eso, y lo que las personas hacen, una vez asegurada la producción, quizás sea
mucho más interesante que la producción misma pero sólo es posible porque la
producción ya es un hecho. Entonces, la organización de la producción genera una
división de la sociedad en clases, división que va cambiando con el tiempo pero que
tiene siempre en común que los miembros de unas clases no trabajan (o trabajan muy
poco o trabajan de forma muy privilegiada) y los miembros de las otras clases trabajan
demasiado, trabajan, por decirlo así, para sí y trabajan también para los que no
trabajan. Esta división fundamental de las clases da nacimiento a la política y al
derecho porque unas clases gobiernan y otras son gobernadas, porque a su vez unas
dictan el derecho y para otras ese derecho se convierte en un dictado. Al mismo
tiempo, la producción genera el conocimiento, la ciencia y la filosofía, a los que
también contribuye la experiencia de la división en clases, del Estado y de las
relaciones jurídicas. Pero todo eso es posible porque la producción está teniendo
lugar; si no existiera la producción, todo lo demás no sería posible.
Cuando el trabajo se ve sometido a la división de la sociedad en clases, el trabajo deja
de ser algo natural y se convierte en algo penoso para la clase trabajadora. El
trabajador se ve alienado, y, además de la degradación del trabajo que eso significa,
esto va unido a la eliminación del ocio para los trabajadores y a la concentración del
ocio en la clase no trabajadora.
A medida que van cambiando las formas de trabajo, y con ellas las formas de sociedad,
el trabajo se va haciendo también cada vez más productivo. Esto significa que se
podría trabajar cada vez menos para disfrutar más de los otros aspectos de la vida y
para hacer cada vez más posible el disfrute del propio trabajo. Pero las relaciones
sociales que han dividido desigualmente el trabajo entre los miembros de la sociedad
hacen posible que los no trabajadores se aprovechen ellos solos de esas ganancias de
productividad, aumentando su ocio a la vez que se mantiene igual o aumenta la
cantidad de trabajo que deben realizar los productores. Este antagonismo se hace cada
vez más universal y más intenso, y se materializa en la explotación del trabajo, por la
que los trabajadores se ven obligados a trabajar para sí y, además, para los no
trabajadores. Marx piensa que esto ha sido así desde el momento de la aparición de la
204
sociedad de clases, pero que ahora la situación ha llegado al punto de que una clase lo
ha perdido todo y ya no puede sobrevivir como clase ni transformarse en otra clase,
sino que la única manera es subsistir como clase y pelear con la otra clase que tiene
enfrente, de forma que la única salida para esta clase, el proletariado, la moderna
clase obrera, es liberar a todas las clases y poner fin a la sociedad de clases. Marx
afirma que sus tres ideas básicas en este sentido son: 1) no siempre ha habido clases;
2) al final no habrá clases, habrán dejado de existir; 3) para pasar de la sociedad de
clase (capitalista) a la sociedad sin clases es necesario pasar por un periodo transitorio
de dictadura del proletariado, es decir, el gobierno de la clase ahora dominada que
será capaz de doblegar a la clase ahora dominante, que ejerce la dictadura de la
burguesía.
Aparte de esta concepción de la historia, que encuentra su culminación en los análisis
económicos que veremos al estudiar la teoría laboral del valor, diremos antes algo,
como en las escuelas de los temas anteriores, sobre las ideas políticas y sociológicas de
nuestro autor.
En cuanto a su sociología, podemos decir que Marx arranca de la concepción de los
clásicos y la somete a diversas modificaciones. En el último capítulo de su obra
inacabada, El capital, escribe:
“Los propietarios de mera fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los
terratenientes, cuyas respectivas fuentes de ingreso son el salario, la ganancia y
la renta de la tierra, esto es, asalariados, capitalistas y terratenientes, forman
las tres grandes clases de la sociedad moderna, que se funda en el modo
capitalista de producción.”444
Es decir, el punto de partida es la concepción de los clásicos, pero en muchos otros
pasajes de su obra tiende a fundir en una sola clase la suma de capitalistas y
terratenientes445, de forma que la sociedad queda dividida en sólo dos grandes
clases446. Hay que tener en cuenta que Marx hizo muchos análisis de tipo histórico-
444
Marx 1894, p. 1123.
445
Que la idea actual del “terrateniente” ha cambiado, lo muestra, por ejemplo, una noticia de
prensa gracias a la cual supimos que el mayor banquero español, y uno de los más importantes
del mundo, es el propietario de la “finca El Castaño, vasta extensión de 11.000 hectáreas que
el banquero Emilio Botín posee en Luciana (Ciudad Real)” (Véase el reportaje “Dos muertos al
estrellarse una avioneta con 200 kilos de hachís en una finca de Botín”, en El País de 26-iv-
2008). Esto es significativo, pues, aunque se sabe desde hace mucho tiempo que capitalistas y
terratenientes son hoy una misma y única clase –ésa es la razón, por ejemplo, de que en El
capital reduzca Marx las tres clases sociales del capitalismo puro señaladas por los
economistas clásicos, a sólo dos: capitalistas y asalariados–, a veces parece olvidarse.
446
Aunque el Manifiesto Comunista no puede contener la riqueza de obras más extensas de
Marx, como El capital, o los análisis históricos de la Comuna de París (1871), etc., es un error
suponer que en el Manifiesto Comunista sólo aparecen dos clases. Es cierto que Marx y Engels
dicen que “la época de la burguesía se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos
de clase”, pero aclaran que esta simplificación es una tendencia: “la sociedad tiende a
separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes
clases antagónicas: la burguesía y el proletariado” (Marx y Engels 1848, p. 24). La dualidad del
Manifiesto no impide el análisis de terceras personas, como la importante figura del
“contramaestre” que media la relación entre el obrero y el “dueño de la fábrica”; en realidad,
205
ser enemigo del régimen constitucional no significa que se sea, por ese solo hecho,
amigo del absolutismo”452. Como Pablo Iglesias más tarde, Marx habría escrito también
sobre “los librecambistas, hermanos de explotación de los proteccionistas y miembros,
como ellos, de la clase que hoy domina (…)”453. De hecho, escribió que “el obrero se
convencerá (…) de que el capital, libre de sus trabas, lo sigue esclavizando, ni más ni
menos que el capital sometido a los aranceles aduaneros”454. En definitiva, la posición
de Marx es la siguiente:
“Pero, en general, en nuestros días, el sistema proteccionista es conservador, al
paso que el librecambio es destructor. Este régimen desintegra las antiguas
nacionalidades y lleva a sus últimas consecuencias el antagonismo entre la
burguesía y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio
acelera la revolución social. En este sentido, exclusivamente, emito yo mi voto,
señores, en favor del librecambio”.455
b) En realidad, la idea de la mano invisible en Adam Smith tenía más de un
componente. Por una parte, estaba la idea de que el sistema capitalista puede
reproducirse “por sí solo”, es decir, sin que exista nadie que le diga a cada capitalista lo
que tiene que hacer o dejar de hacer, comprar y vender o dejar de hacerlo, contratar
trabajadores o despedirlos, invertir o desinvertir… La búsqueda de la ganancia
individual se basta por sí sola para que el sistema funcione sobre esa base (siempre
que cuente, dicho sea de paso, con un Estado que se encargue de que se cumplan las
leyes necesarias para mantener la disciplina…). Pero lo que no admite Marx es la
segunda parte de la mano invisible de Smith: que esa forma de reproducirse la
sociedad sirva para alcanzar algún máximo del tipo que sea; las empresas satisfarán la
demanda realmente existente, pero como esta no tiene por qué coincidir lo más
mínimo con la demanda basada en las auténticas necesidades de las personas, el
resultado al que se llegue puede estar completamente alejado del que la sociedad
necesita.
c) En cuanto al antiliberalismo de Marx, y a sabiendas de que en parte se fundamenta
también en su Economía, ya se puede encontrar en forma muy acabada en sus escritos
de juventud, anteriores a su pensamiento económico. Para empezar, se trata de un
combate de lo que llama “la mitología moderna”, donde los dioses de la Antigüedad han
sido sustituidos por los de la Revolución Francesa, es decir, por los de la ideología liberal:
“Libertad, Igualdad y Fraternidad”456, diosas a las que añade la diosa verdadera oculta
tras las otras tres, la “Propiedad”. La “libertad” es la libertad del capital: la libertad para
contratar mano de obra asalariada, la libertad para moverse de un sector a otro sin
452
Marx 1848, p. 335.
453
Iglesias 1889, p. 190.
454
Marx 1848, p. 334.
455
Marx 1848, p. 335.
456
Escribe Marx en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “sólo faltaba una cosa para
consumar la verdadera faz de esta república: hacer permanentes las vacaciones
parlamentarias y sustituir su lema de Liberté, égalité, fraternité, por estas palabras
inequívocas: ¡Infantería, caballería, artillería!” (Marx 1852, p. 285). [I. Berlin lo cita de forma
algo distinta: “Libertad, Igualdad, Fraternidad... cuando lo que esta república realmente
significa es Infantería, Caballería, Artillería...” (Berlin 1939, p. 143)].
207
de mercancías. Por tanto, si hay que dividir una determinada cantidad de trabajo entre
un número mayor de unidades de mercancía, el trabajo que corresponde a cada
unidad será cada vez menor. Por eso, se dice que el valor unitario de la mercancía
disminuye a medida que el trabajo se hace más productivo. Esto no es ninguna
contradicción; al contrario, es precisamente la expresión de la diferencia que existe
entre valor y riqueza.
Pero una enorme diferencia que existe entre la teoría laboral del valor de Marx y la de
los clásicos es que Marx comprende que existe una mercancía que pasa desapercibida
a los clásicos: la fuerza de trabajo. Ellos hablaban del “valor del trabajo”, lo que,
hablando con propiedad, es un absurdo, puesto que no tiene sentido hablar del valor
del valor. Pero una vez que se es consciente de que una cosa es el trabajo y otra muy
distinta la fuerza de trabajo, se entiende por qué la fuerza de trabajo es una
mercancía. De hecho, la existencia de un asalariado es la prueba inmediata de que su
fuerza de trabajo (es decir, su capacidad para desarrollar un trabajo, sea el que sea) es
una mercancía que él debe vender al capitalista que lo contrata a cambio de un salario.
Pero si es una mercancía, tiene que tener un valor igual que todas las demás
mercancías: ¿cuál es el valor de la fuerza de trabajo? La respuesta es la misma que en
los demás casos: la cantidad de trabajo socialmente necesaria para reproducir
actualmente una unidad de fuerza de trabajo. Y como lo que es necesario para
reproducir a un trabajador es precisamente lo que habitualmente consume, el salario
es la expresión monetaria de ese valor de la fuerza de trabajo.
Esta es, sin embargo, una mercancía especial porque, además de contener valor, como
las demás mercancías, es capaz de generar valor nuevo así como plusvalor. Para
entender esto, hay que comprender primero que en la relación entre el obrero y el
capital hay dos momentos distintos: uno es el momento de mercado, donde el
capitalista compra fuerza de trabajo y paga por ella un precio que es igual al valor de
dicha mercancía; y otro es el momento del uso de la mercancía, que consiste en la
transformación de esa fuerza de trabajo potencial en trabajo efectivamente realizado.
El capitalista no obtiene un beneficio porque le pague al trabajador menos de lo que
vale su mercancía; al contrario, en este intercambio se sigue el principio general del
intercambio de equivalentes que rige asimismo en los intercambios donde intervienen
las demás mercancías. Lo que ocurre es que, al comprar esa mercancía, el comprador
se convierte en su propietario y puede, por ende, elegir el uso que quiere darle a la
misma. Como decide usarla en la producción de su empresa, el capitalista está en
condiciones de usarla en una jornada laboral previamente “acordada” en cuanto a
duración e intensidad del trabajo, etc., una jornada en la que el trabajador se somete a
las órdenes y condiciones de trabajo prescritas tanto a nivel de la empresa (por el
capitalista) como a nivel de la economía como un todo (por el Estado). En esas
condiciones, el trabajador se ve constreñido a trabajar durante una jornada laboral en
la que crea un valor (que depende de las horas trabajadas) que supera el valor de su
fuerza de trabajo, es decir, superior a la cantidad de trabajo que requiere la sociedad
para producir el equivalente de los bienes y servicios que consume el trabajador en ese
día. Esta diferencia es clave y permite dividir la jornada laboral en dos partes: una
parte pagada y otra no pagada.
Supongamos que el trabajador tiene una jornada de 8 horas y que la sociedad puede
producir lo que consume dicho trabajador en 3 horas. Si el trabajador trabajara de
209
hecho tres horas, no sobraría nada, pero como trabaja ocho, decimos que la jornada
de trabajo se divide en “trabajo necesario” (trabajo igual al que se necesita para
reproducir su consumo = 3 horas) y “plustrabajo” (trabajo que se realiza más allá de su
trabajo necesario = 5 horas). Como el capitalista paga el valor de la fuerza de trabajo,
que son tres horas, deja sin pagar las cinco horas que el obrero trabaja sin recibir nada
a cambio; es decir, esas cinco horas son un plustrabajo para el trabajador y son cinco
horas que el capitalista, propietario de las mercancías, incluida la fuerza de trabajo
comprada, obtiene gratuitamente. De esta manera, vemos que, en último término, el
valor de uso que tiene la mercancía fuerza de trabajo para su propietario, el capitalista,
es la de permitirle apropiarse de una cantidad de horas gratis, de un plustrabajo que
para él es un plusvalor (la célebre plusvalía, en el lenguaje más corriente), origen a su
vez de la ganancia o beneficio.
Por tanto, el plusvalor es totalmente compatible con el principio del intercambio de
equivalentes, y este resultado es lo que técnicamente se llama “explotación”. Escribe
Marx
“La circunstancia de que el mantenimiento diario de la fuerza de trabajo sólo
cueste media jornada laboral, pese a que la fuerza de trabajo pueda operar o
trabajar durante un día entero, y el hecho, por ende, de que el valor creado por
el uso de aquélla durante un día sea dos veces mayor que el valor diario de la
misma, constituye una suerte extraordinaria para el comprador, pero en
absoluto una injusticia en perjuicio del vendedor”457.
Pero obsérvese que explotación significa algo técnicamente muy distinto de lo que en
el lenguaje corriente para por ser la explotación. Popularmente, se dice que está
explotada aquella persona que trabaja en condiciones de trabajo inferiores a las
normales, o/y con un salario por debajo del normal, o/y una jornada laboral superior a
la media, o/y con horas extraordinarias que no se pagan, o/y que trabaja “en negro”,
o/y que trabaja sin deber trabajar por no tener aún la edad legal de trabajo… Todo eso,
ejemplificado en el trabajo de niños en zonas del mundo poco desarrolladas y en
condiciones infrahumanas, debería llamarse “sobreexplotación”, porque la auténtica
explotación es otra cosa. La explotación es que los trabajadores de los países más
avanzados y con mejores condiciones laborales del mundo –aquellos que tienen la
jornada laboral anual más corta, las mayores vacaciones, los mejores complementos
salariales, el mejor entorno posible en el lugar de trabajo, etc.– tienen que trabajar
una jornada superior a la parte pagada y, por tanto, crean para su empleador, el
capitalista, un plusvalor, que es el origen de su beneficio.
Para medir la explotación, el grado de explotación del trabajo (que llamaremos p’), lo
único que hay que hacer es comparar el trabajo necesario y el plustrabajo. Llamaremos
“tasa de explotación” a la tasa de plusvalor, es decir, al cociente entre el plustrabajo y
el trabajo necesario, o entre el plusvalor (pv) y el salario (capital variable, v):
p’ = pv / v
Como vamos a ver, que la explotación sea mayor o menor no tiene relación con que el
salario real del trabajador sea más bajo o más alto. Este puede ser muy alto y el grado
457
Marx, 1867, p. 235 (énfasis añadido: D. G.).
210
de explotación muy alto también, o puede ser muy bajo y la tasa de plusvalor muy baja
también. El salario real tiene que ver con v, pero la explotación tiene que ver con el
cociente pv/v. La tasa de plusvalor es un porcentaje, y este porcentaje puede ser
mayor en un país más desarrollado que en otro con un grado de explotación menor.
Ello se debe a que si los salarios son altos relativamente pero la productividad más alta
aún en términos relativos, aunque en el primero se trabaje siete horas (en lugar de 8),
la mayor productividad puede hacer posible que la masa de los bienes de consumo del
trabajador se reproduzcan en 2 horas de trabajo en vez de 3. Por tanto, en el primer
país la tasa de plusvalor sería (7-2) / 2 = 5/2 = 250%, mientras que en el segundo sería
sólo de (8-3)/3 = 5/3 = 167%.
Otra cuestión en torno al plusvalor es la diferencia entre el plusvalor absoluto y el
relativo. El plusvalor absoluto aumenta cuando aumenta la duración o la intensidad de
la jornada laboral. Si el valor de la fuerza de trabajo está dado (3 horas, por ejemplo) y
el trabajo se amplía de 8 a 9 horas, entonces el plustrabajo sube de 5 a 6 horas (si la
intensidad del trabajo no sube al mismo tiempo). Asimismo, si la jornada laboral se
mantiene pero el trabajador se ve sometido a un ritmo más elevado de trabajo o
interviene cualquier otro factor que aumente la “densidad” (intensidad) del trabajo, es
decir, que rinda más horas en la jornada laboral, entonces el plustrabajo aumentará
también. Según Marx, la tendencia al aumento del plusvalor absoluto es un hecho
desde principios del capitalismo, pero a medida que este se desarrolla se amplía
también la incidencia de otra forma de aumentar el plustrabajo, que es mediante el
aumento del plusvalor relativo (véase la figura 10.1). El enorme incremento de la
productividad debido a la constante introducción y mejoramiento de las máquinas
disminuye el valor de las mercancías que entran en el consumo de los trabajadores, y
por tanto el valor de la fuerza de trabajo, haciendo posible la reducción del trabajo
necesario.
Figura 10.1: Plusvalor absoluto (alargamiento de la jornada de trabajo)
y plusvalor relativo (reducción del trabajo necesario)
211
Recordando ahora por qué llamaba Marx “capital variable” al dinero invertido por el
capitalista en comprar fuerza de trabajo (v), y por qué el invertido en comprar medios
de producción era el “capital constante”, podemos volver al esquema que estudiamos
en el tema IV, modificado, para expresar la realidad de la explotación y la aparición del
plusvalor.
Figura 10.2: El origen del plusvalor a partir del capital variable
Lo que muestra la figura 10.2 es que la misma c que está en M reaparece en M’, sin
cambio en su valor, mientras que v, al cambiarse por fuerza de trabajo, da el poder al
capitalista para extraer de esa fuerza de trabajo una cantidad de trabajo superior a la
que contiene v, es decir, v + pv.
10.3 Depauperación, rentabilidad y crisis
El incremento de la explotación se expresa como depauperación [empobrecimiento]
de los trabajadores, que es una depauperación relativa. Veamos. Hemos visto que el
incremento de la productividad debido a la máquina hace disminuir el valor unitario de
las mercancías y también el valor de cualquier cesta de mercancías. Si reunimos en una
cesta el conjunto de mercancías que se necesita para mantener al trabajador en su
nivel de vida habitual, y nos preguntamos por el valor de esa cesta, la respuesta es
claramente que también el valor de la cesta tiende a disminuir a medida que aumenta
la productividad del trabajo. Pues bien, habíamos dicho que el valor de la fuerza de
trabajo es precisamente el valor de esa cesta; por tanto, vemos que la tendencia es
hacia una disminución del valor de la fuerza de trabajo. Como esta disminución no va
acompañada de una disminución equivalente de la jornada laboral, esto significa que
el simple incremento de la productividad hace que la línea que separa el trabajo
necesario y el plustrabajo en la figura 10.1 tienda a desplazarse hacia la izquierda.
Luego vemos que el desarrollo económico ligado a la mecanización y el aumento de la
212
458
El sintagma “salario relativo” tiene otro significado más corriente, que es simplemente un
cociente: el nivel de un salario (a nivel absoluto) comparado con otro salario (a nivel absoluto).
Su cociente es el salario relativo. Por ejemplo, podría ser el salario relativo entre hombres y
mujeres, entre médicos y maestros, entre el país A y el país B, etc.
459
Lo cual no significa que no se pueda producir en el corto plazo una caída del salario real; de
hecho, es lo que sucede realmente en los últimos tiempos y es lo que Marx espera que ocurra
en las depresiones que siguen a cada crisis cíclica.
213
460
Marx 1867, p. 760.
214
por lo general unos beneficios muy superiores a los de esta última, pero lo que cuenta
no es si el beneficio total es 300 o 400, por ejemplo, sino si el beneficio total
comparado con el capital invertido es mayor o menor: esto es lo que expresa ese
porcentaje de rentabilidad que es la “tasa de beneficio” (20%, 30%, 12%...), r, es decir,
el cociente entre el beneficio (B) y el capital invertido (K):
r = B / K.
En términos de Marx, la tasa de beneficio, o tasa de ganancia (g), se escribe como el
cociente entre el plusvalor (cuya expresión monetaria es el beneficio) y la suma de
capital constante y variable adelantados:
g = pv / (c+v);
ahora bien, si dividimos el numerador y el denominador de este cociente por v, la
expresión de la tasa de ganancia se convierte en:
g = (pv/v) / (c/v + v/v) = p’ / (cvc + 1).
Esto quiere decir que la rentabilidad g depende positivamente de la tasa de plusvalor
(es decir, de la explotación) y depende negativamente de la composición en valor del
capital (el desplazamiento de la mano de obra por máquinas). ¿Cuál de estos dos
factores llevará la voz cantante e impondrá su dinámica a la rentabilidad? Veamos.
Hemos dicho que la explotación tiende a crecer, pero ese crecimiento no es ilimitado
sino que se verá frenado por la resistencia que oponen a la misma los trabajadores
(sindicados o no). Podríamos decir que p’ aumenta pero a un ritmo no demasiado
grande dado que la tendencia al alza se ve frenada de esta manera. Por otra parte,
hemos visto que cvc, la composición en valor del capital, tiende a crecer pero no
siempre, sino que pasa por fases alcistas y fases bajistas. Si nos fijamos en las
tendencias en sí, diríamos que la tasa de plusvalor sube pero más despacio que la
composición de capital, ya que la oposición que por definición encuentra la
explotación no la encuentra el desplazamiento de la mano de obra por la máquina. Por
consiguiente, si el denominador crece más rápidamente que el numerador, la
evolución del cociente tiene que ser, como tendencia, una evolución a la baja.
Esto es precisamente lo que da lugar a la marxiana “ley de la tendencia descendente
de la tasa de ganancia”, aunque esta, que es algo más complejo que Marx estudia en
tres pasos, puede ser considerada como “la ley más importante de la economía
política”. La ley tiene, como decimos, tres componentes: 1) la tendencia en sí, 2) las
contratendencias y 3) las contradicciones internas de la ley.
La tendencia de la rentabilidad a largo plazo es al descenso. ¿Por qué? Porque el
capital encuentra la fuente del beneficio en el trabajo directo que desarrollan los
trabajadores de sus empresas. Ahora bien, para explotar al máximo a sus trabajadores
y, al mismo tiempo, para sobrevivir en la lucha competitiva, cada capitalista encuentra
que el medio imprescindible es la mecanización y capitalización creciente de sus
procesos productivos, mecanización que desplaza progresivamente la mano de obra
que es, como si dijéramos, la gallina de los huevos de oro del capitalista. Cada
capitalista necesita la máxima cantidad posible de trabajadores porque son ellos los
que lo enriquecen y hacen crecer su capital; pero al mismo tiempo ese mismo
capitalista necesita que cada trabajador rinda la mayor cantidad posible de beneficio y
215
que los competidores no disminuyan dichos beneficios arrojándolo fuera del mercado;
y para esas dos cosas necesita la máquina, la mecanización, es decir, la sustitución de
capital variable, que es el rentable, por el capital constante, que no crea valor ni
plusvalor. Como veremos, este el origen de las contradicciones y de la propia ley.
Pero si hay tendencia puede haber contratendencias, y de hecho eso es lo que ocurre.
Si los capitalistas como clase consiguen dominar y someter a los trabajadores hasta
hacerlos incapaces de oponerse a un aumento de la explotación, siempre querido por
el capital; si el aumento de la productividad abarata las mercancías que integran el
equivalente del salario, generando plusvalor relativo; si esa misma productividad
abarata los elementos del capital constante, haciendo que el valor del capital
constante no crezca tan rápidamente o incluso que no crezca, o incluso que
decrezca…; todo estos son factores que frenan la tendencia dominante y hacen que la
rentabilidad no descienda tan rápidamente o incluso deje de crecer o incluso aumente.
Pero debe tenerse en cuenta que la “ley” no consiste sólo en la evolución de g, sino
también en la evolución de pv (o de su expresión monetaria, B, los beneficios). Para
aumentar los beneficios totales (B), el capital total tiene (como se ve en la ecuación
siguiente) dos recursos, por así decir: aumentar la rentabilidad (g) o aumentar el
volumen del capital (K):
B = g · K.
Aunque descienda a largo plazo la rentabilidad (g), los beneficios pueden seguir
creciendo si el crecimiento del capital (K, es decir la suma de capital constante y
variable: K = c + v) compensa o supera la caída de g. Por tanto, las empresas pueden
seguir teniendo beneficios crecientes (B) aunque su rentabilidad evolucione a la baja
(g). Pero si el medio para conseguir esa compensación es aumentar aun más el capital,
lo que se está haciendo es alargar y ampliar las dimensiones del problema, puesto que
es el incremento del capital lo que genera las tendencias dominantes que desembocan
en la ley. La ley es por tanto doble: tendencia a la disminución de la rentabilidad y
tendencia al aumento de las ganancias por medio del aumento del capital.
Pero esta última tendencia puede entrar en crisis si se dan las condiciones para que se
detenga el crecimiento de las ganancias. Y lo que es inevitable es que, mientras la
rentabilidad descienda, podrá tardar más o menos, pero la tendencia a que los
beneficios en términos absolutos dejen de crecer en un momento determinado
sobreviene ineluctablemente, convirtiendo la acumulación de capital, que poco a poco
se ha ido haciendo sobreacumulación de capital sin que se percibiera exteriormente,
en una crisis, crisis precisamente de “sobreacumulación de capital”: el carácter de
sobreacumulación del proceso previo de acumulación durante el último periodo se
manifiesta ahora, abruptamente, en una evidencia, porque sale a la luz con todas sus
contradicciones.
Lo primero que hay que ver es por qué hemos dicho que esto ocurre ineluctablemente.
Partiendo de B = g · K, y expresando esta ecuación en términos de derivadas en el
tiempo, es decir, como B* = g* + K*461, de lo que se trata es de mostrar que las
ganancias tienen necesariamente que dejar de crecer (es decir, B* se tiene que hacer
461
Es decir, B* = dB/dt, g* = dg/dt y K* = dK/dt.
216
igual o menor que cero) a partir de un determinado punto. Téngase en cuenta que
esto no significa que la causa de la crisis sea que B* ≤ 0, sino que la crisis que ha
desencadenado la sobreacumulación puede haber sido de un tipo u otro pero siempre
se habrá expresado en forma de B* ≤ 0.
Pues bien, dado que B* = g* + K*, y dado que:
1) la tendencia de g a caer implica que a largo plazo g desciende a una
determinada tasa porcentual anual, digamos a la tasa negativa “– a”;
2) K* es la tasa de variación en el tiempo del capital, es decir la inversión (I)
dividida por el capital (K) y, por tanto, K* se puede descomponer como K* = I/K
= (I/B)·(B/K);
3) I/B es la tasa de inversión, o parte de los beneficios que se invierten en nuevo
capital, que podemos llamar i, y B/K es la propia tasa de ganancia, g;
dado todo eso, tenemos que
B* = -a + (I/B)·(B/K) = -a + i·g.
Y, por tanto, la crisis de sobreproducción se producirá cuando B* ≤ 0, es decir, cuando
(-a + i·g) ≤ 0, cosa que, despejando, se ve que sucede cuando
g ≤ a/i.
Resumiendo lo dicho hasta aquí, la caída de la rentabilidad no genera la crisis en sí
misma; de hecho, buena parte de la expansión se produce con g cayendo. Pero si esta
caída se mantiene en el tiempo, llegará necesariamente un momento en que el valor
de g será igual o inferior al cociente (a/i), y es en ese momento cuando estalla la crisis
de sobreacumulación.
La crisis es de sobreacumulación porque se entiende en ese momento que la
acumulación venía siendo excesiva, es decir, se estaba prolongando demasiado en el
tiempo y se estaba llevando a cabo de forma cada vez más compulsiva y
sobredimensionada. El remedio ha de ser entonces algo parecido a la
“subacumulación”, es decir, se debe frenar la inversión (acumulación de capital), y ese
es el origen de una serie de males. Como la demanda de inversión es uno de los cuatro
componentes de la demanda agregada, la producción va a disminuir como
consecuencia de que, al frenarse la inversión, se pierden las ventas potenciales de
máquinas y otros medios de producción que otras empresas harían a las que han
frenado sus planes de inversión. La caída de la producción, junto a la de los beneficios,
lleva a las empresas a despedir trabajadores y a dejar de contratar a nuevos
trabajadores, todo lo cual significa también una caída en las rentas salariales totales
que agrava el problema al hacer que el consumo, el principal componente de la
demanda, disminuya a su vez. En definitiva, la caída de capital hace que la producción
se hunda, pero este es el único medio que permite sentar las bases para que la
producción se recupere en el futuro. Para ello, la rentabilidad tiene que recuperarse, y
para eso se tiene que producir el descenso del denominador en g = B / K.
Todo esto es “el desarrollo de las contradicciones internas de la ley” a las que se
refiere Marx. Como he escrito en otra parte, se podrían resumir así:
217
los trabajadores comprenden y deciden que los medios de producción les pertenecen,
y sencillamente los reclaman lo suficiente como para apoderarse de ellos. En términos
de lo que Marx escribe en el Manifiesto comunista y repite en El capital, los
expropiadores serán expropiados. Seguramente para hacer posible este cambio
revolucionario hará falta una revolución que quite al poder a los capitalistas, y habrá
que mantener un tiempo los resultados de esa revolución sustituyendo la dictadura
burguesa actual por la dictadura obrera (dictadura del proletariado). Una vez
conseguido auténticamente el poder, la clase asalariada y las demás clases se
disolverán y el Estado se extinguirá para dar paso a la libre asociación de productores,
formada al fin por hombres y mujeres libres.
La teoría de Marx, la teoría de por qué y cómo desaparece el capital, es decir, por qué
y cómo se acaba con el capital, es evidentemente “la teoría contra el capital”. Desde el
punto de vista de la Economía, se trata de la crítica y superación de “la teoría del
capital” expuesta por los mercantilistas, los fisiócratas y los clásicos (temas 8 y 9).
10.5 Recapitulación
Conceptos clave. Concepción materialista de la historia, dialéctica, trabajo. Alienación,
explotación. Teoría laboral del valor. Trabajo y fuerza de trabajo. Capital constante y capital
variable. Plustrabajo, plusvalía, ganancia. Tasa de plusvalor o tasa de explotación. Composición
técnica, orgánica y en valor del capital. Tasa de ganancia y masa de ganancia. (Ley de la)
Tendencia descendente de la tasa de ganancia. Acumulación, sobreacumulación, crisis de
rentabilidad. Revolución, trabajo libre asociado.
Marx tenía una concepción materialista de la historia, según la cual la historia no es
primariamente una cuestión de ideas sino de hechos, es decir, los hechos de los hombres y las
mujeres realmente existentes, y el hecho del trabajo (la producción) en primer lugar; según él,
es la realidad social la que explica la conciencia social, y no al revés. Pero el trabajo en una
sociedad de clases está siempre mal distribuido: unos trabajan demasiado para que otros
puedan no trabajar. El análisis de la evolución de la sociedad de clases debe ser dialéctico,
basándose en que en el seno de un tipo de sociedad germina su negación en forma de otro
tipo de sociedad distinto que pugna con el primero para, finalmente, producir una síntesis que
conserva y supera a ambas formas sociales.
Pero si para el Marx pre-economista, el trabajo está alienado, para el Marx economista el
trabajo está ante todo explotado. Los propietarios de los medios de producción, sus
monopolistas, se enfrenta a otra clase social que no tiene otra propiedad que su propia fuerza
de trabajo: los asalariados. En el terreno de la producción, los capitalistas adelantan un capital
monetario para comprar los elementos del capital “constante” (los medios de producción,
cuyo valor reaparece en la mercancía producida) y pagar el capital “variable”, es decir, los
salarios de los trabajadores. La tesis principal de la teoría laboral del valor se aplica también a
esta mercancía (la fuerza de trabajo), de forma que su valor viene dado por la cantidad de
trabajo necesaria para producir los medios de subsistencia de los obreros; el capitalista paga
este valor y a cambio obtiene la libre disposición de esta mercancía, es decir, el
aprovechamiento del trabajo que esta es capaz de realizar. Por tanto, una parte del trabajo no
es pagada y ese plustrabajo es el origen del plusvalor y el beneficio.
Para someter al trabajador y tener éxito en la competencia, el capitalista debe elevar la
composición de su capital (sustituir trabajo directo por máquinas). Esta tendencia es más
fuerte que la tendencia paralela al aumento de la explotación (o depauperación de los
219
XI. LA MICROECONOMÍA
11.1 El mercado: oferta y demanda
11.2 El consumidor y la teoría del valor
11.3 La empresa: producción y costes
11.4 La competencia
11.5 Recapitulación
11.6 Para seguir leyendo
11.7 Ejercicios y problemas
11.1 El mercado: oferta y demanda
Lo primero que aprende cualquier estudiante de Microeconomía es a analizar el
mercado y su equilibrio, utilizando para ello el arsenal de las diversas curvas de oferta
y demanda. Aquí estudiaremos primero la forma característica de esas curvas, y a
continuación el equilibrio de mercado en sí mismo, dejando para los siguientes
epígrafes de este tema la profundización sobre qué es lo que hay realmente detrás de
esas curvas.
La curva de demanda (a corto plazo) de mercado es una relación decreciente entre el
precio de una mercancía x y la cantidad de esa mercancía que demanda el mercado463
en un momento dado. Más adelante estudiaremos más de la llamada “ley de la
demanda” pero, dado que es un resultado muy instintivo, podemos adelantar que
dicha ley afirma que, cuanto más bajo sea el precio de x, mayor será la cantidad
demandada de x (si prescindimos de todo lo demás). Esta relación es lo que representa
la figura 11.1.
463
Muchos manuales escribirían aquí “la población”, en vez de “el mercado”, pero esto no es
exacto: las mercancías no siempre son bienes de consumo, y en caso de no serlo no es la
población la que demanda sino el mercado, que pueden ser, por ejemplo, las empresas de un
determinado sector productivo.
222
Figura 11.1 La curva de demanda a corto plazo, como función decreciente del precio
El mercado está formado por todas las empresas que producen x y todos los
potenciales compradores de esa mercancía. Lo que muestra la figura es que, si cuando
el precio es P1 la cantidad que desean comprar los compradores (o consumidores464) es
Q1, entonces, al bajar el precio no es probable que haya compradores potenciales que
dejen de desear el bien por ser más barato, y sí lo es que haya nuevos consumidores
que deseen adquirirlo a ese nuevo precio más bajo (aunque no lo deseaban antes, al
precio antiguo) o bien que haya un deseo de comprar una mayor cantidad por parte de
los que ya compraban; de modo que lo más probable es que haya un mayor número
total de potenciales compradores (o potenciales compradores de una cantidad mayor),
y que la cantidad que se desee comprar al nuevo precio sea mayor (Q2). Esto se deduce
ceteris paribus, es decir, suponiendo que nada distinto del precio ha cambiado, entre
otras cosas el nivel de renta de los consumidores.
En cuanto a la curva de oferta (véase la figura 11.2), el razonamiento es del mismo
tipo.
464
Como hemos dicho, no es lo mismo “compradores” que “consumidores”, ya que sólo hay
consumidores en los mercados de bienes y servicios de consumo (final), mientras que
compradores es una categoría más amplia que puede referirse también a bienes que no son de
consumo (por ejemplo, una materia prima) y a potenciales demandantes que no son
consumidores (por ejemplo, una empresa).
223
Figura 11.2: La curva de oferta a corto plazo, como función creciente del precio
Las oferentes son las empresas, que producen y tienen determinados costes de
producción, y obtienen unos beneficios que, dado el precio, son inversamente
proporcionales a dichos costes. La figura muestra que, si cuando el precio de venta es
P1 la cantidad ofrecida por las empresas que producen a ese precio es Q1, lo más
probable es que, ceteris paribus, si sube el precio a P2 habrá más empresas que deseen
producir x, ya que al nuevo precio, más alto, es más rentable producir x al mismo coste
de producción que antes, y habrá algunas empresas que se decidan a producir por
primera vez (mientras que es poco probable que las que antes producían a un precio
más bajo, deseen dejar de producir ahora que resulta más rentable). Además, cada
empresa querrá producir mayor cantidad para aprovecharse de esa mayor
rentabilidad.
Una vez vistas ambas curvas por separado, ahora podemos analizar conjuntamente
ambas curvas, viendo cuál será, para cada precio en que nos fijemos, la cantidad que
se desea comprar y la cantidad que se desea vender a ese precio.
224
Figura 11.3: Las curvas de oferta y demanda y el equilibrio del mercado
Tal y como hemos dicho, la demanda es una función inversa, y la oferta una función
directa, del precio de x. Para un precio P1, la cantidad que se desea demandar es ab (el
segmento horizontal delimitado por los puntos a y b), y la cantidad que se desea
ofrecer es ac; esto quiere decir que, para ese precio, la cantidad ofrecida superaría a la
demandada y habría por tanto un “excedente” igual a bc. A todos los precios para los
que hay excedente los llamaremos precios “altos”. Por el contrario, para un precio
como P3, la cantidad ofrecida es fg, y la cantidad demandada fh, por lo que existe una
“escasez” de x (o sea, un exceso relativo de demanda o falta relativa de oferta)
cuantificable como gh. A todos los precios para los que existe escasez los llamaremos
precios “bajos”. Pues bien, cuando no hay escasez ni excedente es que nos
encontramos en el punto e, cosa que ocurre sólo cuando el precio es P2. En el punto e
tenemos el equilibrio a corto plazo de este mercado, que viene definido por un precio
de equilibrio (P2) y una cantidad de equilibrio (Qe).
Lo importante es ver también qué ocurre en el mercado cuando los precios son altos,
bajos o de equilibrio. Si tenemos un precio alto, como en P1, no todas las empresas
podrían vender su producto a ese precio porque la cantidad demandada sería
demasiado pequeña para ello. En ese caso, la competencia entre las empresas es
mayor que la competencia entre los compradores, y esto genera una presión bajista
sobre el precio de x. Obsérvese que esta presión a la baja existirá siempre que haya
excedente, sea este de la magnitud que sea, aunque será tanto mayor cuanto mayor
sea dicho excedente. Eso quiere decir que un precio alto termina dando paso a un
precio de equilibrio (P2), para el que demandantes y oferentes están satisfechos, no
sobrepujando la oferta a la demanda ni al revés.
Por el contrario, si tenemos un precio bajo, habrá escasez porque no hay suficiente
cantidad para lo que el mercado desea comprar. En este caso, la competencia entre los
demandantes es mayor que la competencia entre los oferentes, y eso creará una
225
presión alcista sobre el precio, que tenderá a subir y no dejará de hacerlo hasta que las
cantidades ofrecida y demandada coincidan. Nuevamente, las presiones de mercado
terminan convirtiendo un precio, en este caso bajo, en un precio de equilibrio.
Pero obsérvese que hasta ahora hemos hablado en condicional: decíamos la cantidad
que se compraría (demandaría o demanda) a ese precio o la que se vendería (ofrecería
u ofrece) a tal otro. Pero no deben confundirse estas cantidades potenciales con las
cantidades efectivas que son objeto de transacción en el mercado. Esto quiere decir lo
siguiente. Si preguntamos cuál es la cantidad comprada al precio P3, la cantidad no es
fh sino fg, porque, aunque los consumidores desearían fh, no hay suficiente oferta a
ese precio, y como sólo se puede comprar lo que es ofrecido, la respuesta sería fg.
Igualmente, si preguntamos cuál es la cantidad vendida cuando el precio es P1, la
respuesta es ab, no ac, porque a un precio alto sólo se puede comprar una parte de lo
que las empresas ofrecen; por tanto, aunque la oferta sea ac sólo se podría vender ab.
Estos límites en las cantidades que representan, para cada precio, el mayor volumen
posible de transacciones definen lo que se llama el “lado corto del mercado”,
representado en la parte izquierda de las curvas de la figura 11.4.
Figura 11.4: El lado corto del mercado y el máximo volumen de transacciones
Sin embargo, no todas las curvas de oferta y demanda tienen esta forma. Sólo adoptan
esta relación característica porque hasta ahora en las figuras hemos relacionado
siempre cantidades de mercancía y precios de dicha mercancía. Pero ahora, al estudiar
otros determinantes de las cantidades ofrecidas y demandadas en los mercados,
veremos cómo también las curvas se ven afectadas.
Veamos cuáles son los determinantes de la cantidad demandada en un mercado. Sin
hacer una relación exhaustiva, podemos añadir al precio de x otras variables
independientes que contribuyen a explicar el comportamiento de esa variable
226
Figura 11.5: La demanda (decreciente) de bienes complementarios y (creciente) de bienes
sustitutivos
Como se ve en la figura 11.5, la demanda de un bien respecto al precio de un bien
complementario tiene la misma forma que la demanda que conocemos (como función
del precio del bien x), pero la demanda de un bien con relación al precio de un bien
sustitutivo es muy distinta, ya que la cantidad demandada sube a medida que sube el
precio del bien sustitutivo. Es el caso del café y el té: como la subida del precio del té
hace que disminuya la cantidad demandada de té, se abre un campo para que algunos
de los hasta ahora demandantes de té se conviertan en demandantes de café (luego la
demanda de café aumenta, y la curva en cuestión tiene la forma contraria a lo que
normalmente conocemos como una curva de demanda). Si se piensa la relación de Qdx
con las otras variables, el estudiante puede llegar él mismo a la conclusión de que la
relación (por separado) con Pfex, T, YR y n se parece a la de los bienes sustitutivos,
227
Figura 11.6: Desplazamiento de la curva de demanda de café cuando cambia el precio del té
Este caso no debe confundirse con el desplazamiento que se produce dentro de una
curva cuando cambia el precio del producto demandado: en este caso, nos moveremos
465
No se confunda este caso con el analizado en la figura 11.5, donde la relación era entre la
cantidad demandada de café y el precio del té (no del café).
228
Figura 11.7: La curva de oferta, como función de la productividad y del salario
En el caso de la oferta, obtenemos una conclusión que resulta fundamental. Puesto
que los costes unitarios de todos los factores productivos (de riqueza) se relacionan
negativamente con la cantidad ofrecida, y el precio del producto obtenido se relaciona
positivamente con ella, se deduce que el beneficio, que es la diferencia entre el precio
y el coste, se relaciona también directamente con la oferta. Repasando, entonces,
todas las variables independientes de la cantidad ofrecida, podríamos resumirlas en
466
El coste salarial (o laboral) unitario o “por unidad de producto”, es el cociente entre la masa
salarial total (W) y la cantidad física producida (Q). Si llamamos L a la cantidad total de trabajo,
se comprende fácilmente que este coste es el cociente entre el salario per cápita, o tasa
salarial (W/L), y la productividad (Q/L); por tanto, la dependencia de la oferta respecto del
coste salarial unitario también sería negativa, es decir, a mayor coste salarial por unidad de
producto, menor cantidad producida.
229
Figura 11.8: Desplazamiento a la derecha de la curva de demanda y la curva de oferta
230
Figura 11.9: Desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda y la curva de oferta
¿En qué consiste, entonces, un equilibrio a largo plazo? Es un equilibrio donde la
cantidad ha cambiado pero el precio se mantiene al mismo nivel que al principio. Esto
se ampliará más adelante (véase la figura 11.22), pero podemos representar un
equilibrio a largo plazo como el de la figura 11.10.
Figura 11.10: Equilibrio a corto plazo (E’) y equilibrio a largo plazo (E’’) del mercado
En esta figura se observa que un desplazamiento a la derecha de la curva de demanda,
desplazando el equilibrio desde E a E’, eleva temporalmente el precio de P1 a P2. Si los
costes están dados, el nuevo equilibrio significa mayores ganancias para las empresas
de este sector, con lo que aumenta el atractivo para que se instale en el sector nuevo
capital. La llegada de capital para producir comienza a aumentar la producción y a
231
desplazar la curva Ox hacia la derecha hasta que finalmente se llega a una situación
donde el equilibrio se alcanza para E’’, con el mismo nivel de precios que al principio
pero mayor cantidad. Al no haber incentivo para la entrada o la salida de nuevo
capital, estamos en una situación de equilibrio a largo plazo.
Si ahora pensamos en el significado último de estos equilibrios a largo plazo, podemos
comprender por qué los economistas neoclásicos hablan de la “soberanía del
consumidor”467. Esta idea tiene un contenido ideológico muy claro porque se usa como
una metáfora al mismo tiempo política y económica, ya que la soberanía del
consumidor es el correlato de la soberanía popular. Al igual que se supone que el
pueblo elige a sus representantes y estos los representan, aquí se supone que el
pueblo, es decir, el consumidor, elige lo que las empresas deben producir, y estas lo
producen. Esta idea central del liberalismo económico significa que el sistema
económico de economía privada de mercado es democrático por naturaleza: los
consumidores eligen y las empresas obedecen, la demanda determina la dirección que
hay que seguir y la oferta sigue esa dirección. Esto es además la plasmación de la idea
de la mano invisible: las empresas deciden a su libre albedrío qué producir y qué no, y
lo hacen en función de los beneficios esperados en cualquiera de las alternativas que
pueden elegir, pero lo que muestra la soberanía del consumidor es que es el pueblo el
que ofrece, con sus preferencias por encima de cualquier consideración, a las
empresas las posibilidades de ganar dinero con uno u otro comportamiento.
Lo que este mensaje liberal olvida es la distancia que existe entre la demanda de
mercado contante y sonante y las necesidades de la población consumidora. Las
empresas de un determinado sector, por ejemplo, el de construcción de viviendas, se
enfrentan a una demanda de 1000 a determinado precio. A ellas les da igual cómo se
determine esa demanda de 1000: si es una demanda de 10 por cada una de las 100
personas existentes, o es una demanda de 1000 por una sola persona más una
demanda de cero de las otras 99 personas. A las empresas les da igual producir cien
pisos de 80 m2 para 100 personas que una casa de 8000 m2 para una sola persona (y
aire para las demás): en ambos casos han construido 8000 m2. Lo que cuenta es que la
demanda se cuantifica en 1000: esa es la demanda efectiva y esa es la demanda a la
que sigue la oferta; si de esta manera se satisface a cien personas o a una sola es
indiferente para los defensores de la soberanía del consumidor, idea esta que puede
resultar tan vacía como puede llegar a serlo la representación popular en el sistema
“democrático” realmente existente (que parece democrático y sólo es plutocrático).
11.2 El consumidor y la teoría del valor
Para la Economía neoclásica, la figura del consumidor es fundamental. No sólo por lo
que acabamos de ver, su famosa “soberanía”, sino también porque es el protagonista
de la teoría neoclásica del valor. Si en los clásicos y en Marx, el protagonista es el
trabajador, que es quien crea el valor, en los neoclásicos domina la idea de que el valor
467
Obsérvese que no hablan de la soberanía del comprador porque su objetivo es resaltar, una
vez más, el papel del consumidor.
232
de las mercancías viene dado por la utilidad marginal del consumidor. Por tanto,
vamos a empezar explicando estos conceptos.
Para los neoclásicos, la utilidad no es una propiedad objetiva de los objetos (y
servicios) que son las mercancías, sino una sensación subjetiva que experimenta el
consumidor, una sensación que consiste en placer, bienestar, satisfacción, felicidad,
utilidad… o cosas parecidas. Todo esto es verdad: el que Marx y los clásicos
concibieran la utilidad como algo objetivo que ya se encuentra en el producto no debe
llevarnos a creer que la utilidad subjetiva no existe. Existe, pero el problema se da con
la palabra “marginal”, con la utilidad “marginal”, que, como sabemos, es la derivada
matemática de la utilidad. Se puede creer en cualquier sentimiento individual, como el
amor –nadie duda de ello–, pero creer en la derivada del amor seguramente nos lleve
demasiado lejos. Pero veamos.
Como utilitaristas que son, los neoclásicos parten de dos principios que consideran
axiomas, algo que no necesita de explicación y que sirve de punto de partida del
análisis. El primero es que cada consumidor quiere maximizar la utilidad neta de su
consumo, y el segundo que su comportamiento está afectado por otra ley, que es la de
la utilidad marginal decreciente.
La utilidad neta de algo que se consume (unx) viene definida como la diferencia entre
su utilidad bruta (ux) y el coste de adquirir aquello que se consume. Esto, de por sí, es
un problema grave porque no se pueden sustraer manzanas de un número cualquiera
de peras (igual que tampoco se pueden sumar). Y en este caso está claro que el coste
de adquisición es un coste monetario que se mide en dinero, y la utilidad se supone
que debe ser medida en términos subjetivos (como la experiencia subjetiva que es) y
no en dinero. Pero supongamos que la utilidad neta se puede medir. Si el coste de
adquisición es el producto del precio unitario (px, que suponemos constante) por la
cantidad a consumir (qx), de lo que se trata es de maximizar la diferencia citada:
unx = ux – px·qx,
es decir, hacer que su diferencia sea un máximo, y por tanto su derivada igual a cero:
un’x = u’x – px = 0.
Pero si la derivada es cero, es obvio que minuendo y sustraendo han de ser iguales:
u’x = px.
Por consiguiente, si el consumidor es un maximizador de la utilidad neta que
experimenta al consumir mercancías, y en particular al consumir la mercancía x, eso
quiere decir que se comporta de la manera que le permite igualar la utilidad marginal
(bruta) de x con su precio. Pero para entender cómo se comporta hay que tener en
cuenta que la utilidad marginal del consumidor siempre es decreciente, lo que significa
que, si pensamos en una “función de utilidad” del consumidor, que relaciona la
cantidad consumida con su utilidad (bruta), esta función ha de tener la forma de la
figura 11.11.
233
Figura 11.11: La función de utilidad del consumidor y su utilidad marginal
La parte derecha de la figura nos dice qué utilidad marginal (la utilidad asociada a la
última unidad añadida al consumo) corresponde a cada cantidad consumida (o a
consumir) por el consumidor. Pero como el consumidor iguala el precio con la utilidad
marginal, podemos considerar que esa misma figura es la que relaciona el precio con la
cantidad consumida o demandada. Como se ve en la figura 11.12, donde ha
desaparecido la parte de la curva que se encuentra por debajo de la abscisa468, a cada
punto del eje de abscisa le corresponde una cantidad de utilidad que es igual a un
determinado nivel de precio; por tanto, esa curva es la curva de demanda individual
del consumidor, que relaciona unívocamente un precio con una cantidad.
468
Aunque la forma de la curva representada en 11.12 difiere de la de 11.11, este cambio no
es relevante para la explicación en curso.
234
Para obtener la demanda de mercado, lo único que hace falta es sumar
horizontalmente las demandas individuales de todos los n consumidores individuales
(d1x, d2x…, dix, …, dnx). En la figura 11.13 vemos que, en el caso de que los consumidores
sólo fueran dos, la curva de demanda se obtiene sumando, para cada precio, las
abscisas correspondientes a esas dos demandas individuales. Cuando hay un número
más grande de consumidores, el procedimiento es idéntico, con una suma que tiene
tantos sumandos como consumidores haya; es decir, en el caso general la demanda de
mercado será:
Dx = Σdix.
Figura 11.13: La construcción de la curva de demanda de mercado a partir de las individuales
Al resultado al que llegamos, pues, es el siguiente: si partimos del axioma de que la
utilidad marginal del consumidor es decreciente y el consumidor es un maximizador de
utilidad neta, la curva de demanda de ese consumidor es decreciente, y la demanda de
mercado, que no es sino la suma horizontal de esas demandas individuales, es también
decreciente. Esta es la derivación o deducción neoclásica de la “ley de la demanda”,
que consiste en esa simple afirmación: que la cantidad demandada y el precio tienen
una relación inversa, de forma que a menor precio mayor será la cantidad demandada.
11.3 La empresa: producción y costes
Si ya sabemos qué hay detrás de la curva de demanda, le toca ahora el turno a la
oferta, que, como veremos, requiere un análisis más largo y elaborado.
235
Figura 11.14: La función de producción y las curvas de producto medio y producto marginal
Recordando lo explicado en el tema VI sobre las pendientes de los radiovectores y de
las tangentes a la curva, y fijándonos además en el punto de inflexión (donde el
producto marginal deja de ser creciente y comienza a descender), hemos deducido de
la parte superior de la figura las funciones de producto medio y producto marginal de
la empresa, que guardan una estricta relación entre sí: la curva de producto marginal
decrece desde la vertical de ese punto de inflexión hasta llegar a la vertical del máximo
técnico, en que corta la abscisa, y luego sigue cayendo; y en su trayectoria cruza
(desde arriba) a la curva de producto medio por el punto máximo de esta curva, punto
a partir del cual la producción media también desciende (aunque en este caso la curva
se mantiene siempre por encima de la abscisa469).
Recuérdese que estos rendimientos decrecientes son un hecho –y por eso se llama
“ley” a estas relaciones– pero un hecho que no es más relevante que la afirmación
complementaria de que en la realidad, en el proceso temporal de la vida empresarial
real, los productos total, medio y marginal son crecientes. Por tanto, en el llamado
corto plazo, los rendimientos son decrecientes, y en el largo plazo –y sobre todo en el
tiempo real–, una vez que se deja cambiar a los factores “fijos” y por ende todos los
factores son variables, los rendimientos son crecientes. Los rendimientos decrecientes
469
Sólo en el hipotético caso de que la función de producción (producto total) siga bajando
hasta llegar a ser cero se produciría la bajada a cero de la curva de producto medio (para la
misma cantidad de factor variable que en el caso de la curva de producto total).
237
tan sólo muestran que la técnica obliga a guardar una determina proporción o relación
entre los distintos factores: si se dejan fijos unos y se aumentan los variables hasta… el
infinito, es obvio que este despropósito conduce a los resultados que predice la “ley”.
En la figura 11.15, se observa cómo un cambio en los factores fijos convierte la S
original en otra S más elevada, y esta da paso a una tercera y así sucesivamente,
indicando todo esto que, si cambian los factores fijos (incluida la técnica), una misma
cantidad de factor variable obtiene una producción (rendimientos) cada vez mayor.
Figura 11.15: Desplazamiento de la función de producción por mejora técnica o aumento de
los factores fijos
Todo esto ya estaba explicada más o menos en el tema VI. Pero ahora debemos
complementar lo anterior con el estudio de los costes de la empresa (y finalmente, los
ingresos y beneficios). Empezaremos “transformando” una función de producción en
una curva de coste (variable) de la empresa. Volvamos a la figura 11.15 y supongamos
que cogemos la figura por el extremo del eje de la x y la giramos 180˚ hacia la izquierda
en torno al eje de la y; a continuación cogemos la figura resultante por los dos ejes y
giramos la figura 90˚ a la derecha: lo que obtenemos finalmente (a partir de la función
de producción original, la más baja de las dos si prescindimos de momento de la otra)
es una figura como la que se observa en la figura 11.16 y llamamos CV (costes variables
de la empresa).
238
Figura 11.16: Las curvas de costes de la empresa: variables, fijos y totales
Ahora bien, los costes de la empresa son de dos tipos: fijos y variables. Los costes fijos
van normalmente asociados a los factores fijos, y los variables a los factores variables;
pero no siempre ocurre así. Por ejemplo, es posible que, con independencia de que en
la fábrica trabajen 100 o 120 trabajadores, los trabajadores de las oficinas
(contabilidad, etc.) sigan siendo el mismo número: en este caso, el trabajo de los
contables podría considerarse un coste fijo, al igual que lo son los otros costes fijos, los
ligados a los factores fijos; por ejemplo, el alquiler de un local de la empresa es fijo,
porque se llama fijo a todo coste que no depende de que se produzca más o menos
con más o menos factores variables, sino que es un coste que hay que pagar en
cualquier circunstancia. La amortización de las instalaciones generales de una fábrica
serían otro ejemplo de coste fijo, pues el coste es generalmente el mismo (hasta cierto
punto), se produzca el doble o la mitad.
Como los costes fijos no dependen de Q (la cantidad producida), su representación
gráfica es una línea recta horizontal; en el caso de la figura 11.16, los costes fijos son
iguales a CF0. Por tanto, si sumamos los costes fijos a los costes variables obtenemos la
curva de costes totales; es decir:
CT = CF + CV,
que, gráficamente, equivale a un desplazamiento hacia arriba de CV. Obsérvese que
hemos realizado una prestidigitación de la que el lector puede que no se haya
percatado. Después de los giros sucesivos de 180˚ y 90˚ reseñados anteriormente, la
curva se ha “mantenido”, pero no así las variables que figuran en los ejes. El que era el
eje de la y (Q) en la función de producción (figura 11.15) reaparece aquí como la
variable que figura en el eje de la x; pero en el eje de la y (figura 11.16) no está ahora
el factor variable (L, medido en horas de trabajo) sino la variable “costes”, que es una
variable monetaria (se mide en dinero, no en trabajo). ¿Cómo es posible?
Simplemente, porque se supone que, para mayor sencillez, el precio unitario del factor
variable (es decir, el salario) es constante; y si se multiplica el número de trabajadores
239
(o de horas de trabajo) por su salario per cápita, tenemos como unidad el dinero ya
que el producto “horas·(salario monetario/hora)” = cierta cantidad de euros. La única
razón para que se haga esto, en vez de mantener la variable L (medida en horas de
trabajo), es el deseo de arrinconar a la teoría laboral del valor de este campo de
estudio; pero debe tenerse en cuenta que nada impide que en el eje de ordenada, al
analizar las curvas de coste, se utilice la unidad hora de trabajo (se emplee L), con lo
que los costes no se computarían en dinero sino en cantidades de trabajo, como
corresponde a la teoría laboral del valor.
En la figura 11.17 vamos a representar, en dos partes (a y b), la derivación de las curvas
de coste medio (CMe), coste variable medio (CVMe), coste fijo medio (CFMe) y coste
marginal (CMg) a partir de la curva de coste total de la parte superior de la figura
(parte a). Antes de nada, definamos:
CMe = CT/Q = CF/Q + CV/Q = CFMe + CVMe.
Puesto que los costes totales son la suma de los fijos y los variables, los costes medios
(costes totales por unidad de producto) serán también la suma de los fijos medios y los
variables medios. Por su parte, los costes marginales, que son la derivada de los costes
totales, podemos escribirlos como:
CMg = dCT/dQ = dCV/dQ + dCF/dQ = dCV/dQ + 0 = dCV/dQ.
Es decir, la derivada de los costes totales es a su vez la derivada de los costes variables,
pues los costes fijos, al ser una constante, tienen una derivada igual a cero.
(Gráficamente, la pendiente de una de las curvas (CV o CT) en un punto es la misma
que la pendiente del punto situado en la vertical del primero en la otra curva).
Una vez definidos estos costes, veamos en las dos partes de la figura 11.17 (11.17(a) y
11.17(b)) las diversas curvas de coste existentes. En la parte (a), aparece sólo la curva
de costes totales, con la misma forma que en la figura anterior (11.16). En ella hemos
trazado dos radiovectores: el verdadero radiovector que pasa por P (el que parte del
origen de coordenadas) es el radiovector con menor pendiente de todos los que tocan
la curva; eso quiere decir que en el punto P tenemos el coste medio mínimo, por lo
que lo llamaremos “óptimo de explotación”. En cambio el “radiovector” que parte del
punto CF0470 toca la curva en el punto M, que es lo que, en condiciones de
competencia perfecta (modelo competitivo al que nos referiremos más tarde),
llamamos “mínimo de explotación”, por indicar la mínima cantidad que estaría
dispuesta a producir una empresa en esta situación.
470
En realidad, el radiovector es por definición una recta que parte del origen, pero puede
entenderse que al partir del punto CF0, es el radiovector que partiría del origen de la curva de
costes variables, que es esa misma curva de costes totales desplazada verticalmente hacia
abajo en una magnitud igual a la de los costes fijos.
240
Figura 11.17 (a): La curva de costes totales de la empresa
Figura 11.17 (b): Las curvas de costes medios, variables medios, fijos medios, y marginales
Obsérvese que las líneas verticales discontinuas que aparecen tanto en la parte (a)
como en la (b) de la figura 11.17 indican que esta no es sino la continuación de aquella,
una vez que representamos, en relación con las mismas cantidades físicas producidas,
los costes medios y marginales en vez de los totales.
Por las mismas razones geométricas que vimos en relación con las curvas de
producción, lo mismo ocurre con las de costes. En el punto P’, que está en la vertical
de P, tenemos el mínimo coste medio; y en el punto M’, en la vertical de M, el mínimo
coste variable medio. Obsérvese que, como la curva de costes fijos es una horizontal,
el coste fijo medio es una curva continuamente descendiente ya que los radiovectores
241
trazados a la curva de costes fijos tienen una pendiente cada vez menor hacia la
derecha. Para cada cantidad producida, la ordenada de cada punto de la curva CFMe
tiene la misma magnitud que la diferencia vertical entre las curvas CMe y CVMe, ya
que la diferencia entre los costes medios y los costes variables medios son los costes
fijos medios. Por último, la curva de costes marginales cruza a las de costes medios y
costes variables medios por sus mínimos respectivos y desde abajo, pues aunque por
ejemplo en el punto P el radiovector y la tangente a la curva de CT por ese punto
coinciden, a la izquierda de P la pendiente de la tangente es menor que la del
radiovector, mientras que a la derecha de P ocurre lo contrario.
Lo verdaderamente importante tiene que ver con lo que pasa en el largo plazo. Si
contamos con “tiempo” para que todos los factores sean variables, y ampliamos el
volumen de la planta y equipo y/o mejoramos la técnica de producción, ya sabemos
que la función de producción de la empresa se desplaza hacia arriba. Esto significa que
la empresa ha cambiado “de escala”. En términos de costes, esto tiene dos efectos
sobre la curva de costes totales: por una parte, al subir la cantidad de factores fijos,
aumentan los costes fijos, por lo que la curva CT nacerá en un punto más alto (CF0
estará más arriba en el eje vertical); por otra parte, eso mismo produce un ahorro en el
uso del factor variable, lo que hará que la curva de CT crezca más lentamente que
antes a medida que aumenta la producción de la empresa. Este aplanamiento que se
observa en la figura 11.18 es decisivo, ya que la empresa producirá a un coste inferior
siempre que produzca una cantidad mayor que Q*; es decir, para producir una
cantidad menor que Q* a la empresa le interesa operar con la escala pequeña,
mientras que para producir una cantidad mayor que Q* le interesa operar con la escala
grande. Como estamos en el largo plazo, la empresa puede elegir entre diversas
escalas posibles, y en la figura 11.19 vemos los casos en que elige entre tres escalas
(parte a) y entre n (o infinitas) escalas (parte b).
Figura 11.18: Cambios en CT como consecuencia de un desplazamiento de la función de
producción
242
Figura 11.19: Las diferentes escalas de la empresa a largo plazo y su “envolvente” (CTLP)
La curva de costes medios totales a largo plazo puede servirnos para deducir de ella las
de costes medios a largo plazo y costes marginales a largo plazo. Como se observa en
la figura 11.20, la forma de estas curvas a largo plazo es la misma que las de a corto
plazo; pero si dibujamos juntas todas esas curvas, podemos representar, junto a las de
largo plazo, las correspondientes a tres escalas (una pequeña, una mediana y una
grande) con sus correspondientes curvas a corto plazo (costes marginales y costes
medios). Puede verse que la curva de costes marginales a largo plazo (CMgLP) corta a
cada una de las curvas a corto plazo (CMg o C’) para el llamado “volumen de
producción típico” de cada una de las escalas. Pero obsérvese que dicho volumen
típico sólo coincide con el “óptimo de explotación” (punto mínimo de la curva de
costes medios a corto plazo) en el caso de la escala media, que es precisamente la
“escala óptima” de todas las posibles. El volumen de producción típico de cada escala
es aquel para el que la curva de costes medios a corto plazo toca (es tangente) a la
curva a largo plazo.
243
Figura 11.20: Curva de costes medios a largo plazo, o envolvente de costes medios
Lo más importante de este ejercicio gráfico es entender la diferencia entre los “plazos”
corto y largo de la Economía neoclásica, que no implican paso de tiempo real, y la
evolución temporal de los costes basados en el progreso técnico. Las distintas escalas
que se representan en las figuras 11.19 y 11.20 son perfectamente coetáneas porque
representan las diferentes opciones de una elección hipotética que hace la empresa
(normalmente, los ingenieros que diseñan las unidades productivas) en un momento
concreto. Por ejemplo, podría tratarse del caso de una empresa del automóvil que está
estudiando la instalación de una nueva planta en un nuevo país y valora la
conveniencia de empezar a producir en el país con un volumen de producción menor o
mayor. Hechos sus cálculos, esta empresa podría poner los resultados de los mismos
en forma gráfica y tendría ante sí un problema como el que reflejan estos gráficos:
cuáles son los costes esperados de la empresa tanto en el caso de diseñar una planta
productiva grande como pequeña o mediana, es decir, tanto en el caso de prever una
producción en el entorno de VPT3 o bien de VPT1 o de VTP2.
Como los costes medios a largo plazo tienen forma de U, como en la figura 11.20, se
dice que para volúmenes de producción pequeños hasta VPT2 la empresa está
experimentando “economías de escala” positivas, y a partir de VPT2 economías de
escala negativas. Esto quiere decir que, al principio, los costes bajan al ir aumentando
la producción y la escala, y posteriormente suben con esta. Es decir, donde al principio
había rendimientos crecientes, finalmente hay rendimientos decrecientes. La forma de
la curva de costes medios a largo plazo no siempre tiene que ser en U; también podría
ser en forma de L, en cuyo caso habría todo un tramo con costes constantes
(rendimientos constantes) a largo plazo, o en forma de J invertida, en cuyo caso los
costes a largo plazo serían decrecientes (rendimientos crecientes)471.
Sin embargo, desde un punto de vista dinámico (normalmente olvidado por los
neoclásicos), las cosas se presentan de otro modo. Desde este punto de vista, lo que
471
Véase la forma de estas curvas en Guerrero 1995.
244
Figura 11.21: La evolución temporal (a la baja) de los costes medios a largo plazo
(perspectiva dinámica)
Ya se conciba de forma estática o dinámica, la propiedad fundamental que tiene el
óptimo de explotación de la escala óptima (OE en la figura), es decir, el punto mínimo
de la curva de costes a largo plazo, es la de servir de referencia para el equilibrio a
largo plazo del mercado en el que opera la empresa. Teniendo en cuenta que los
neoclásicos incluyen en los costes, como coste de oportunidad, un interés que es el
equivalente a una rentabilidad media, en realidad estas curvas de coste medio son más
bien curvas de lo que los clásicos y Marx llamaban precios naturales o precios de
producción. Por tanto, como se ve en la figura 11.22, el OEEO es el que define la curva
de oferta a largo plazo (OLP) del mercado, que es una recta horizontal trazada al nivel
de precio que representa el precio de equilibrio a largo plazo. Cuando el equilibrio de
mercado se desplaza hacia arriba (o hacia abajo), la empresa típica o “representativa”
del sector productivo que analizamos (en el modelo de competencia perfecta) obtiene
245
Figura 11.22: El nivel del óptimo de explotación de la escala óptima (OEEO) determina la
curva de oferta a largo plazo (OLP) y el equilibrio a largo plazo del mercado (E, E’’)
11.4. La competencia
Convencionalmente se dice que hay distintos modelos de competencia, de los que nos
fijaremos sólo en los dos principales: la competencia “perfecta” y el monopolio
(representativo este de los distintos modelos de competencia “imperfecta”). Aunque
el número de intervinientes en el mercado también cuenta, lo más importante para
distinguir un modelo de otro es el comportamiento de la empresa. En competencia
perfecta tenemos un modelo en el que la empresa es precio-dependiente, mientras
que en competencia imperfecta la empresa es precio-determinante.
Precio-dependiente quiere decir que, para la empresa, el precio es un dato que ella
toma del mercado, es decir, un precio sobre el que ella no puede influir; y precio-
determinante quiere decir que, de alguna manera, la empresa sí ejerce cierta
influencia en el precio: en este caso la empresa tiene una política de precios y además
se dice que la empresa tiene cierto “poder de mercado”.
472
El beneficio (B) se define como la diferencia entre los ingresos (I) y los costes (C): B = I – C. Si
la empresa quiere maximizar su beneficio tiene que igualar su beneficio marginal a cero, es
decir, tiene que hacer B’ = I’ – C’ = 0. Luego producirá la cantidad para la cual se igualen I’ y C’
(ingreso marginal y coste marginal). Como en competencia perfecta, el ingreso marginal es al
mismo tiempo el ingreso medio o precio (P), entonces lo que iguala la empresa en este modelo
competitivo es C’ y P. El área sombreada de la figura 11.22 (rectángulo) muestra eso
precisamente: el beneficio extraordinario es el producto de la cantidad producida (lado
horizontal) por la diferencia entre el precio y el coste medio (lado vertical).
246
Figura 11.23: Las curvas de ingresos totales e ingresos medios en la empresa en competencia
perfecta
La curva de ingreso total es una línea recta que nace del origen porque el precio es una
constante y, por tanto, los ingresos son proporcionales a Q. Como la pendiente de esa
recta es el ingreso medio, y este es el ingreso total dividido por Q, tenemos
IMe = IT / Q = (P·Q) / Q = P,
que en este caso es una recta horizontal (precio constante). Esta recta es al mismo
tiempo el ingreso marginal ya que la pendiente de la curva de IT es también la
pendiente de los radiovectores a la curva IT (pendiente constante).
En el caso general, el precio no es constante y por tanto el ingreso total es una curva
como la de la figura 11.24. De esta curva se desprende que la curva de ingreso
marginal es positiva y se hace cero cuando el ingreso total alcanza su máximo (punto T,
a partir del cual se hace negativa [parte no dibujada en la figura]); y la curva de coste
medio es decreciente hasta que se hace cero cuando el ingreso total se hace cero
también.
247
Figura 11.24: Las curvas de ingreso total, medio y marginal en el caso general (compet.
imperfecta)
Para calcular los beneficios de la empresa y saber qué producción elegirá la empresa
(es decir, el punto para el que los beneficios sean máximos), debemos comparar los
ingresos con los costes. Si definimos los beneficios (BT) como la diferencia entre los
ingresos totales (IT) y los costes totales (CT), el beneficio será máximo cuando el
beneficio marginal sea cero; es decir
BT = IT – CT
B’ = I’ – C’
B máx. cuando B’ = 0, es decir cuando
I’ = C’.
Por tanto, la empresa elegirá aquel nivel de producción que haga igual el ingreso
marginal con el coste marginal. Pero téngase en cuenta que el máximo beneficio es
también la mínima pérdida, por lo que decimos que la empresa está maximizando el
beneficio en ambos casos.
Esto podemos representarlo gráficamente, y lo haremos calculando a partir de la figura
cuáles son los beneficios –que en este caso son pérdidas– teniendo en cuenta que esas
son sus curvas de coste e ingresos. Aunque hablamos de competencia imperfecta en
general, podemos elegir en este caso el modelo de monopolio; hemos elegido un caso
de pérdidas (beneficios negativos) para no perder de vista que, aunque la empresa
tenga un cierto control del precio, el resultado no siempre es positivo porque aquí
cuenta igualmente la voluntad de los participantes por el lado de la demanda, que
pueden arrastrar a la empresa a las pérdidas si el producto no es del gusto de los
“consumidores” (demandantes).
248
Figura 11.25: El beneficio máximo de la empresa (en este caso, mínima pérdida)
En la figura 11.25, hemos de partir de lo más importante: la empresa elige la cantidad
de producto Q* porque para esa cantidad coinciden el ingreso marginal (IMg) y el coste
marginal (C’). Al nivel Q* (medido en horizontal) le corresponde un precio p y un coste
medio c (medidos en vertical) ya que la prolongación hacia arriba de la vertical de Q*
nos da primero el punto de la curva de ingreso medio (es decir, de precio, es decir, de
demanda) y a continuación el punto de la curva de coste medio) que determinan,
sucesivamente, p y c. Por tanto, la distancia vertical entre p y c nos da la pérdida por
unidad de producto que experimenta la empresa, y la distancia horizontal 0Q* nos da
el volumen de producción; por tanto, multiplicando ambos lados del rectángulo
señalado en rojo tenemos:
Pérdida por unidad de producto · Nº de unidades de producto = Pérdida total
Luego, las pérdidas en este caso, las pérdidas que maximizan el beneficio, tienen un
volumen equivalente al rectángulo en rojo que se ve en la figura.
No vamos a continuar explicando todo lo relativo a las ganancias y pérdidas en los
distintos modelos competitivos, ni analizando cuando la empresa decide cerrar o
seguir abierta en caso de pérdidas. Lo que vamos a hacer es una crítica de uno de los
rasgos principales de la teoría neoclásica de los modelos competitivos.
El gran defecto de esta teoría es que se basa en una perspectiva estática que da por
constantes los costes de la empresa. En esta teoría, tanto si se trata de empresas
precio-aceptantes como de empresas precio-determinantes, se supone que las
empresas son coste-aceptantes, es decir, que son empresas que no tienen como
principal objetivo competitivo la minimización de los costes. Se estudia la empresa con
unos costes ya dados y se supone que no tiene capacidad de influir sobre ellos. Cuando
se tiene en cuenta esta capacidad, todo lo que se explica sobre los modelos de
competencia perfecta e imperfecta (incluido el monopolio) pierde mucho de su
249
473
Que asemeja la competencia con una guerra en la que “cada capital se esfuerza por captar
la mayor parte posible del mercado, por suplantar a sus competidores y excluirlos del
mercado: competencia de capitales” (Marx 1861-63, vol. 2, p. 416); competencia que, “como
también en el reino animal, [es] bellum omnium contra omnes [guerra de todos contra todos]”
(Marx 1867, p. 434).
474
Nótese que Schumpeter utiliza aquí el término “clásico” como solía utilizarlo Keynes, para
referirse más bien a lo “neoclásico”.
475
Schumpeter 1942, p. 116.
476
Schumpeter 1942, p. 127.
477
Schumpeter 1942, p. 147.
478
Schumpeter 1942, p. 113, nota 5.
250
para ser presentada como modelo de eficiencia ideal”479. Nada de esto puede
extrañar en un autor que pensaba que todo análisis realista de la competencia
exigía un cambio radical de enfoque, un desplazamiento de la atención desde la
cuestión de cómo asigna la economía eficientemente sus recursos a la cuestión
de cómo los crea y los destruye480.>>481
479
Schumpeter 1942, p. 119.
480
Schumpeter 1942, p. 122.
481
Guerrero 1995, pp. 79-80.
251
11.5 Recapitulación
Conceptos clave. Oferta, demanda, equilibrio de mercado. Escasez, excedente. Lado corto de
mercado. Desplazamiento a lo largo de una curva, desplazamiento de la curva misma.
Equilibrio a corto y a largo plazo. Teoría utilitarista del valor. Utilidad bruta y neta. Utilidad
marginal. Demanda individual, demanda de mercado, ley de la demanda. Ley de los
rendimientos decrecientes. Función de producción. Óptimo y máximo técnico. Costes
variables, costes fijos, costes totales. Óptimo de explotación. Escala de la empresa. Envolvente
de costes. Costes a largo plazo. Volumen de producción típico. Rendimientos decrecientes y
crecientes a largo plazo. Óptimo de explotación de la escala óptima. Curva de oferta a largo
plazo. Perspectiva dinámica de los costes. Competencia perfecta. Monopolio. Competencia
imperfecta. Máximo beneficio, mínima pérdida. Competencia dinámica: empresas costes-
determinantes.
El equilibrio de mercado se produce en una situación en la que no hay ni excedente ni escasez,
es decir, se da cuando se cruzan una curva de demanda, que es una función decreciente del
precio de la mercancía en cuestión, y una curva de oferta que es una función creciente del
precio de dicha mercancía. El lado corto del mercado indica que las transacciones que tienen
lugar para los distintos precios posibles están limitadas por la curva más cercana a la ordenada,
ya que cuando los precios son altos la demanda limita las transacciones a la cantidad que los
compradores desean comprar, y cuando los precios son bajos, el límite procede de la cantidad
que desean ofrecer las empresas a esos precios, razón por la cual las transacciones son
máximas cuando el mercado se encuentra en su punto de equilibrio.
Todo ello ocurre en el supuesto simplificador de que la oferta y la demanda sólo dependen del
precio de la mercancía. Pero puede mostrarse que las variables independientes son muchas
más, incluyendo (para la demanda) el precio de los bienes sustitutivos y complementarios, las
preferencias, el número de consumidores…, y (para la oferta) los precios de los factores
productivos, incluido el salario, la técnica…; todo lo cual se expresa en distintas curvas de
oferta y demanda que adoptan la misma forma que la más conocida o la contraria. Cuando se
analizan las curvas de demanda y oferta tradicionales, estas pueden desplazarse a izquierda y
derecha como consecuencia de sacar del ceteris paribus variables supuestas constantes hasta
ese momento. Estos desplazamientos de las propias curvas –que no deben confundirse con los
desplazamientos a lo largo de la curva que se producen a medida que el precio va cambiando–
producen cambios en los equilibrios de mercado a corto plazo en diferentes direcciones, pero
los equilibrios a largo plazo, si los costes no han cambiado, se producen siempre para los
mismos precios originales (aunque la cantidad objeto de transacción sea ahora mayor o
menor).
La teoría neoclásica del valor, basada en la utilidad marginal, parte de dos axiomas que
explican lo que hay detrás de las curvas de demanda: la utilidad marginal decreciente y la
maximización de la utilidad neta por parte del consumidor. Si se supone que estos dos
principios no necesitan demostración y son ciertos, entonces los resultados del análisis
incluyen la idea de que la curva de demanda individual del consumidor viene dada por la
utilidad marginal que deriva de su función de utilidad. A partir de aquí, la curva de demanda de
mercado es igual a la suma horizontal de las curvas de demanda individuales, y tiene la forma
decreciente que exige la llamada ley de la demanda: a precios más bajos, aumenta la cantidad
demandada del bien.
En cuanto a lo que hay detrás de la curva de oferta, se trata del comportamiento de las
empresas en materia de producción y costes. El punto de partida es la ley de los rendimientos
decrecientes, que nos dibuja la función de producción de la empresa (dada cierta cantidad fija
252
de factores fijos y la tecnología) y nos permite deducir las curvas de producto medio y
marginal. Si cambiamos la técnica o la cantidad de factores fijos, la función de producción –que
es lo que se convierte gráficamente en la curva de costes variables de la empresa– se desplaza
hacia arriba, lo que se manifiesta en un doble movimiento de la curva de costes totales: se
desplaza hacia arriba y a la vez se aplana, de forma que al aumentar la escala de la empresa (el
volumen de sus factores fijos: planta y equipo) se consigue bajar los costes totales medios más
allá de cierto punto. Si suponemos que hay infinitas escalas, se obtiene una envolvente de
curvas de costes medios, que también tiene forma de U, de forma que, a largo plazo, siempre
se puede determinar una escala óptima, que separa a las escalas pequeñas (en el tramo donde
los rendimientos a largo plazo son crecientes) de las grandes (tramo con rendimientos
decrecientes), siendo el óptimo de explotación de la escala óptima el punto de los costes más
bajos posible. En un enfoque dinámico, las curvas de costes medios a largo plazo siguen
teniendo forma de U, pero varían en el tiempo real, pasando de niveles de coste más altos a
niveles más bajos, lo que demuestra que la técnica productiva es más relevante que la escala a
la hora de determinar los costes. En cada momento, es el óptimo de explotación de la escala
óptima el que determina el nivel del precio de equilibrio (el nivel de la curva de oferta a largo
plazo), ya que lo que los neoclásicos llaman coste incluye un beneficio medio que hace de
dichos costes auténticos precios (de producción).
En cuanto a la competencia, la distinción fundamental tradicional es entre el modelo de
competencia perfecta y los modelos de competencia imperfecta (especialmente, el
monopolio). En competencia perfecta, el ingreso total es una línea recta y el ingreso medio y
marginal una recta horizontal; en estas condiciones, la maximización del beneficio de la
empresa exige igualar el coste marginal al precio, y en la competencia en general igualar el
coste marginal al ingreso marginal. Comparando las curvas de costes e ingresos podemos
determinar finalmente qué cantidad de producto elegirá la empresa (para maximizar sus
beneficios o minimizar sus pérdidas). Sin embargo, en un enfoque dinámico de la competencia,
tanto la competencia perfecta como la imperfecta se limitan a analizar la situación dando por
sentado que los costes están dados, y en cambio en dicho enfoque dinámico las empresas se
encuentran con una competencia a degüello que las hace comportarse como empresas coste-
determinantes que buscan maximizar la diferencia entre los precios de mercado y sus propios
costes.
11.6 Para seguir leyendo
El análisis de la oferta y la demanda y el mercado de equilibrio puede estudiarse en cualquier
manual de introducción a la Economía o a la Microeconomía, entre los que citaremos los de A.
Asimakopulos (1978): Introducción a la teoría microeconómica, Vicens, Barcelona, 1983; y A.
Koutsoyiannis (1979): Microeconomía moderna, Amorrortu, Buenos Aires, 1985.
A un nivel más avanzado puede verse el tratamiento clásico dado por John Hicks (1956): Revisión
de la teoría de la demanda, Fondo de Cultura Económica, México, 1958. Para un análisis de la
demanda que prescinde de la utilidad marginal, puede verse: William J. Baumol (1973):
“Determinación empírica de las relaciones de demanda”, en J. Hortalá y L. Barbé (eds.): Lecturas
sobre teoría económica, F. CC. EE., Universidad de Barcelona.
Sobre las teorías del valor subyacentes a la demanda puede verse D. Guerrero (2005): Utilidad y
trabajo (Teorías del valor y realidad económica capitalista). Y una comparación, más general,
sobre la microeconomía neoclásica y la marxista se encuentra en Richard D. Wolff y S. Resnick
(1987): Economics: Marxian versus Neoclassical, The Johns Hopkins University Press, Baltimore y
Londres.
253
XII. LA MACROECONOMÍA
12.1 Renta nacional y Contabilidad nacional
12.2 Equilibrio macroeconómico y desempleo
12.3 Dinero y sector financiero
12.4 El Estado y la política económica
12.5 Recapitulación
12.6 Para seguir leyendo
12.7 Ejercicios y problemas
12.1 Renta nacional y Contabilidad nacional
En el tema VII, nos encontramos con el flujo circular de la renta nacional. Pues bien,
podemos definir ahora la Renta nacional (en un año) como “el valor monetario del
flujo anual de bienes y servicios finales producidos en una sociedad”; y aquí vamos a
comenzar explicando estos términos al mismo tiempo que repetimos el esquema
gráfico que los representa. Hemos dicho que el flujo es “anual” porque nos interesa
saber la renta nacional en un año, pero nada impide que utilicemos otro periodo de
tiempo si queremos, como el mes o el trimestre; de hecho, aunque el mes es un lapso
demasiado corto, en la práctica el trimestre sí que se emplea cada vez más en los
cálculo de la Contabilidad nacional, lo que ha dado paso al creciente acervo estadístico
de la llamada contabilidad trimestral. Entender lo que es un “flujo” no es nada
complicado; se dice que una variable es una variable-flujo si se define para el periodo
de tiempo que transcurre entre un momento inicial y uno final, mientras que si la
variable queda definida, no para un periodo, sino para un momento dado del tiempo
se habla de variable-fondo o variable-stock. Pues bien, la renta nacional es una variable
flujo, de la misma manera que la riqueza nacional (el valor del patrimonio propiedad
del conjunto de los agentes de un país) es una variable fondo. Y a continuación nos
queda por explicar por qué se habla de bienes y servicios “finales” y no de bienes y
servicios en general.
En la figura 12.1 representamos el flujo de la renta nacional, normalmente llamado
“doble flujo” porque registra el movimiento contrario de dos flujos de igual valor. En la
parte superior se trata del flujo de los bienes y servicios finales que se mueven en
dirección contraria a las agujas del reloj, y el del dinero que se mueve en sentido
opuesto, como las agujas del reloj. En la parte baja de la figura se intercambian
servicios de los factores productivos de riqueza por dinero, y esa suma de dinero que
sirve de retribución a los factores, es decir, esa suma de rentas, es la “renta nacional”
(RN). Con la renta nacional, las familias acuden al mercado de bienes y servicios,
dispuestas a realizar su gasto anual, y esa suma de gastos forma el “gasto nacional”
(GN). Dicho gasto es la compra de la suma de bienes y servicios que las empresas
llevan cada año al mercado de bienes y servicios para ser comprados por las familias, y
a la producción que está detrás de esa oferta se la llama “producto nacional” (PN).
Vemos, pues, que las tres cantidades son idénticas, por lo que podemos escribir la
siguiente identidad (verdad por definición):
RN ≡ GN ≡ PN.
256
Figura 12.1: El doble flujo circular de la renta nacional
Para entender las diferencias entre producto total, producto intermedio y producto
final usaremos dos nuevas figuras. En la Figura 12.2 reproducimos la anterior figura
con una importante modificación. Ahora aparece un nuevo flujo de salida de y entrada
a las empresas. Es decir, lo que las empresas producen lo venden a dos destinos: 1) el
que ya sabíamos: las familias; y 2) las propias empresas: esta es la producción
intermedia (o ventas intermedias) desde el punto de vista de las empresas que
venden, y la demanda o compras o consumos intermedios desde el punto de vista de
las empresas que compran. Lo importante es ser conscientes de que toda esta parte de
la derecha no entra en el circuito de la renta nacional, es decir, que donde antes
decíamos producción “nacional”, ahora decimos producción “final” (la que se dirige a
las familias”; la producción que no es final, sino intermedia, no forma parte de la renta
o la producción nacional).
Figura 12.2: La producción final y la producción intermedia forman la producción total
257
Una manera de completar lo anterior es utilizar el ejemplo del cuadro de la figura 12.3,
el cual, además de explicar las diferencias entre producción total, intermedia y final,
nos sirve para comprender varias maneras de llegar a cuantificar la renta nacional.
Figura 12.3: La producción final y el valor añadido
El cuadro representa una economía ficticia donde la producción se lleva a cabo en tan
sólo cuatro sectores productivos (automóviles, acero, carbón, hierro) que producen
productos que son materialmente algo extraños. En el cuadro se supone que los
coches están fabricados exclusivamente de acero, que el acero se obtiene a partir de
carbón y hierro, que el carbón se obtiene a partir del hierro y que el hierro se obtiene a
partir del carbón. Aunque es algo bastante diferente a lo que observamos en la
realidad, el cuadro también trasmite la noción de interdependencia, que es algo que
existe y ocupa un lugar importante en la economía real. De los cuatros sectores
existentes, sólo uno es “final” y los otros 3 son “intermedios”. En la realidad, muchos
de los sectores son siempre finales a la vez que intermedios porque tienen dos tipos de
clientes para sus productos: las familias y las empresas; pero aquí suponemos que o
son una cosa o son la otra, ya que se trata de resaltar las diferencias entre ambas
funciones. El sector del automóvil vende toda su producción a las familias; por eso, su
producción total (columna 1) coincide con la nacional o final (columna 4), y su
producción intermedia es cero. Por el contrario, los otros tres sectores venden toda su
producción a otras empresas y no venden nada a las familias; por eso, su producción
total (columna 1) coincide con su producción intermedia (columna 2), y su producción
final es cero.
Si nos fijamos en los sectores intermedios, dijimos que el sector del acero vende toda
su producción al sector de autos, y que este último sector compra todos sus insumos al
sector del acero; por eso, el consumo intermedio del sector de autos (columna 3) es
igual que las ventas intermedias del sector del acero (columna 2). Por su parte, el
cuadro hace también el supuesto de que el sector del carbón vende 200 al sector del
258
acero y 50 al sector del hierro; igualmente, el sector del hierro vende 200 al sector del
acero y 50 al sector del carbón. Por tanto, las ventas intermedias de cada uno de esos
sectores suman 250 (= 200 + 50); las compras del sector del acero suman 400 (= 200 +
200); y las compras de los sectores de hierro y carbón son 50 (= ventas del otro sector).
A su vez, la columna del valor añadido (columna 5) nos da la diferencia entre el valor
vendido por cada sector y el valor comprado por ese mismo sector, es decir, la
columna 5 se obtiene restando la columna 3 de la columna 1; así vemos que el sector
de los autos genera un valor añadido de 400 (= 1000 – 600), mientras que los otros tres
sectores crean un valor añadido de 200. El valor añadido es el valor que las empresas
pueden distribuir entre sus trabajadores y sus propietarios, y suponemos que la
distribución efectiva en nuestro caso es la que se muestra en las columnas 6 (salarios)
y 7 (beneficios). Como la suma de las rentas es la renta nacional, y sólo distinguimos
dos tipos de renta, sumando las columnas 6 y 7 llegamos a la columna 8, que nos da el
valor de la contribución de cada sector a la renta nacional. Finalmente, los perceptores
de ambos tipos de renta la consumen íntegramente, de forma que la suma de salarios
y beneficios nos da también el gasto nacional (columna 9).
De todo lo anterior, resulta que hay cinco maneras distintas pero coincidentes de
determinar el montante de la renta nacional (= producto nacional = gasto nacional). En
primer lugar, se trata de la producción total de los sectores finales; en nuestro cuadro
se trata de la cifra que figura en la primera fila (autos, único sector final) de la primera
columna, que aparece recuadrada con un valor de 1000. La segunda manera de llegar a
esta cifra es sumando la producción final de todos los sectores (el total de la columna
4, que coincide con el valor del producto del sector final). La tercera forma es sumando
los valores añadidos en todos los sectores de la economía; por tanto nos fijamos en la
suma de la columna 4, donde el total es igual a 400 + 200 + 200 + 200 = 1000.
Finalmente, las dos últimas maneras de llegar al total que buscamos es bien sumando
las rentas generadas en todos los sectores, bien sumando el gasto total realizado por
los perceptores de esas rentas.
Llegados a este punto, debemos empezar a hacer diferencias en el producto nacional y
también en las demás variables idénticamente iguales con él (renta nacional y gasto
nacional). Hay que distinguir entre producto nacional y producto interior, entre
producto bruto y producto neto, o entre producto medido al coste de los factores o a
precios de mercado. Igualmente, habrá que analizar los componentes de la demanda
final o agregada (o gasto nacional) cuando avanzamos más allá del supuesto simple en
el que todo el gasto se reduce al consumo privado de las familias.
El producto anual de un país se puede medir en términos nacionales o en términos
territoriales. Si hablamos de la producción llevada a cabo dentro de las fronteras de un
país, tenemos el producto “interior”, en el que no se hacen distingos entre los diversos
productores por razón de su nacionalidad. En cambio, si en vez de fijarnos en el
territorio nos fijamos en la nacionalidad de quien produce, llegamos al producto
“nacional” propiamente dicho. Es obvio que parte del producto nacional de un país se
produce en territorio extranjero (por ejemplo, lo que producen las empresas españolas
259
482
En realidad, no todo lo que producen se cuenta como producto nacional español, por la
sencilla razón de que esas empresas se consideran del país donde residen, pero sí computa
dentro del producto nacional español lo que esas empresas envían a España como resultado
neto de su actividad.
260
Figura 12.4: Estructura de la inversión de las empresas y del gasto del Estado
Podemos llamar inversión a la formación bruta de capital (FBC), o formación
(acumulación) de capital en términos brutos, que no es sino la compra por parte de las
empresas (privadas y públicas) de los elementos que forman su capital fijo. Pero el
capital fijo (equipo, instalaciones, construcciones y demás bienes que duran más que el
ciclo productivo de un año) se deprecia por dos razones: 1) el desgaste y
envejecimiento debido al uso normal de esos bienes; y 2) la obsolescencia técnica, es
decir, el envejecimiento que se debe exclusivamente a la competencia tecnológica y
económica entre las empresas, que obliga a cada una de ellas a renunciar al uso de
261
elementos de su capital fijo “antes de tiempo”, es decir, antes del momento en que se
produce la “muerte” física de esos bienes, como consecuencia de que las otras
empresas introducen equipos más eficientes que permiten producir más barato (a
costes unitarios inferiores) y obligan a hacer lo mismo a las demás empresas, so pena
de quedar desplazadas y excluidas del mercado (por sus precios excesivos en ese
contexto). Pues bien, cuando al volumen de compras anuales de este tipo de bienes de
capital fijo se le resta el montante de esa “depreciación” (lo que llamaremos “consumo
de capital fijo”, CCF), la formación de capital se dice que se está midiendo en términos
netos, es decir, tenemos la formación neta de capital (FNC). Por tanto,
FNC = FBC – CCF.
Pero en realidad, la definición que hemos dado en el párrafo anterior se refiere más
bien a la parte fundamental de la formación neta de capital, que es la “formación neta
de capital fijo” (FNCF). Sin embargo, vamos a incluir en la FNC un segundo y más
pequeño componente que llamaremos “formación de capital circulante” (FCC). El
capital circulante de la empresa es todo el capital que no es fijo, ya que el capital total
puede dividirse en esos dos tipos de capital. Pues bien, la FCC no es el capital
circulante sino solamente el valor del aumento del capital circulante que se produce a
lo largo del año, es decir, la diferencia entre lo que vale el capital circulante al final del
año (31 de diciembre del año t) y lo que valía a principios del año (1 de enero del año
t). Si uno observa los elementos del capital circulante se encuentra con que sus
elementos son los bienes que no duran más de un año, sino que pasan por la empresa
durante un lapso de tiempo inferior al año. En un momento dado, el capital circulante
está formado por tres componentes: las materias primas que están en el almacén de la
empresa esperando a entrar en el proceso productivo; los productos terminados que
aún no han salido de la empresa; y los bienes que están en el proceso mismo de
producción, que podemos llamar productos semiterminados o en curso. Pues bien, si
ahora comparamos las existencias finales (EF) de estos tres tipos de bienes (es decir, su
montante de valor a 31 de diciembre) con las existencias que había a comienzos del
año (existencias iniciales, EI), la diferencia entre ambas será la formación de capital
circulante, es decir,
FCC = EF – EI.
Este componente de la inversión tiene una particularidad: que puede ser negativo con
la misma facilidad con que puede ser positivo483. Si es negativo, la formación neta de
capital (FNC) es menor que la formación neta de capital fijo (FNCF). En el siguiente
epígrafe veremos cuando se da esta circunstancia y la importancia que tiene para la
teoría macroeconómica keynesiana.
En cuanto al tercer elemento de la demanda final, la demanda pública (G), lo primero
que se debe hacer es diferenciarla del gasto público (GP), que es de mayor cuantía que
la primera. Esto quiere decir que hay gastos del Estado484 que no son gastos de
483
La formación neta de capital fijo es siempre positiva en la práctica, aunque teóricamente
podría ser negativa si el consumo de capital fijo (CCF) superase el valor de las compras de
nuevo capital fijo.
484
Llamamos “Estado” aquí al conjunto de las administraciones públicas.
262
485
Sin embargo, al consumo público se le añade la suma de los salarios pagados a todos los
empleados públicos, sean o no funcionarios: es lo que se llama “remuneración de los
asalariados de las administraciones públicas”. La razón de este extraño proceder es una
necesidad contable que tiene que ver con la concepción neoclásica (aceptada también por la
Economía keynesiana) que no distingue, en la oferta, entre el trabajo productivo y el trabajo
improductivo. En realidad, el trabajo de los empleados de la Administración pública es
improductivo de valor aunque sea productivo de valor de uso. Esto significa que no debería
computarse dentro del PIB, sino tratarse como lo que es: una transferencia a esos asalariados
que en último término procede del sector privado (el que crea el valor). Ahora bien, como la
contabilidad nacional convencional incluye en la oferta el falso sector de “Administraciones
públicas”, e incluye en la renta nacional la renta percibida por esos asalariados, no hay más
remedio, si se quiere que salgan las cuentas (es decir, si se aplican las normas de la
contabilidad al uso), que incluir en la demanda final un falso componente igual a lo que se
incluye en la oferta final y en la renta nacional. Esta es la razón de que el componente RAap
figure como compra o consumo público.
263
Por su parte, la renta disponible de las familias (RDf) es sólo una parte de la renta
disponible, ya que otra parte de esta es la renta disponible de las empresas (RDe),
compuesta por el ahorro empresarial486 (que llamaremos Se):
RDf = RD – RDe = (RN + TR – IMPD) – Se.
Figura 12.5: Definiciones de algunas de las variables macroeconómicas más importantes
Figura 12.6: Cuadro-resumen de la Contabilidad Nacional en una economía cerrada
486
El ahorro empresarial es igual al beneficio de las empresas una vez descontado de este lo
que se paga al Estado en concepto de impuesto de sociedades y lo que se paga a los
accionistas en forma de dividendos.
264
Vemos en la Figura 12.6 varias cosas en sus 6 columnas, todas decrecientes hacia la
derecha. El cuadro se refiere siempre a una economía cerrada (es decir, con sólo tres
componentes de la demanda porque se supone que el cuarto, la demanda exterior
neta, no existe o es igual a cero). En la primera columna, se incluyen los componentes
del PIBpm desde el punto de vista de la oferta: los sectores primario, secundario y
terciario, donde los dos últimos se han subdividido en industria-construcción y
servicios privados-servicios públicos respectivamente. En las columnas segunda y
tercera se representa la demanda final, tanto en términos brutos (que incluye la
inversión bruta, IB) como en términos netos (que incluye sólo la inversión neta, IN), y
donde el consumo privado (C) y la demanda pública (G) son idénticas en ambas. En la
cuarta columna se representa la renta nacional, que es igual al producto nacional neto
al coste de los factores, formada por dos componentes: salarios y beneficios, es decir,
“Remuneración de asalariados” (RA) y excedente neto de explotación (ENE)487. Por
último, en la quinta y la sexta columna se representan la renta disponible y la renta
disponible de las familias. Obsérvese que en lo más alto de cada columna (salvo en la
primera) se ha escrito la variable o variables que corresponden a la diferencia entre
esa columna y la situada inmediatamente a la izquierda. Así, el PNBpm es igual al PIBpm
menos la diferencia entre rfe y rfn; el PNNpm, igual al PNBpm menos el consumo de
capital fijo (ccf); el PNNcf o renta nacional, igual al PNNpm menos los impuestos
indirectos netos de subvenciones (iins); la renta disponible (RD), igual a la renta
nacional menos la diferencia entre los impuestos directos y las transferencias (impd –
tr); y, finalmente, la renta disponible de las familias (RDf), igual a la RD menos el ahorro
empresarial (Se).
12.2 Equilibrio macroeconómico y desempleo
Un aspecto fundamental de la teoría macroeconómica es la diferencia que existe en el
planteamiento que sobre el equilibrio macroeconómico tienen la Economía neoclásica
y la Economía keynesiana. Para la primera, el equilibrio macroeconómico es un
equilibrio de pleno empleo (es decir, sin desempleo), razón por la cual la política
económica debe ir dirigida a mantener la economía en dicho equilibrio; por el
contrario, para la Economía keynesiana el equilibrio macroeconómico es un equilibrio
con subempleo (es decir, con desempleo), por lo que la política macroeconómica debe
dirigirse al objetivo de sacar a la economía de ese equilibrio, lo que necesariamente
conlleva la sustitución de tal equilibrio por otro distinto.
Para entender las diferencias entre ambos planteamientos, la primera tarea es
entender el modelo teórico keynesiano, que por primera vez puso sobre el tapete la
idea de que podía haber un equilibrio macroeconómico alejado del pleno empleo. Y
este modelo hay que entenderlo a partir de la concepción que tenía Keynes de las
487
El excedente neto de explotación (igual al excedente bruto de explotación menos el
consumo de capital fijo) es igual a los beneficios de las empresas en una economía capitalista
pura. En cambio, si partimos de la existencia de una clase intermedia entre asalariados y
capitalistas, una clase de autónomos o productores independientes, habrá que contar con un
tercer tipo de renta ligada a estos “esati” (empresarios sin asalariados y trabajadores
independientes).
265
Figura 12.7: La función keynesiana de consumo agregado
Todo ello desemboca en una función keynesiana del consumo agregado, C, que tiene
la forma que se observa en la figura 12.7, es decir: 1) la curva es creciente (aumenta
siempre al aumentar la renta); 2) es cóncava desde abajo porque se comporta como
un bien necesario, cuyo consumo aumenta al aumentar el nivel de renta, pero con una
elasticidad-renta cada vez más cercana a 0; 3) no arranca del origen porque hay cierta
cantidad de consumo agregado (el llamado consumo “autónomo”, C0) que no depende
del nivel de renta sino que ha de ser necesariamente positiva y finita como requisito
imprescindible para la supervivencia de la sociedad. Pues bien, si esto es así y
comparamos la curva con la bisectriz del ángulo de 90˚ formado por los ejes de
coordenadas (que es la función de Y respecto a Y), vemos que el consumo puede
488
No se debe confundir al estadístico Ernst Engel (1821-1896) con su compatriota y
contemporáneo Friedrich Engels (1820-1895), el amigo de Marx.
266
adoptar tres tipos de valores según cuál sea el volumen de la producción y renta: 1)
puede ser mayor que la renta, 2) igual a ella (para Y = Y0) o 3) menor que la renta. La
función de consumo será pues:
C = C0 + c·Y,
lo que significa que tiene dos componentes: uno autónomo, independiente del nivel
de renta (C0), y otro que depende de Y, siendo c la propensión marginal al consumo,
que estudiaremos en breve.
Si ahora definimos el ahorro simplemente como la diferencia entre la renta y el
consumo:
S = Y – C,
vemos que el ahorro es negativo siempre que el nivel de renta es inferior a Y0, cero
cuando la renta es Y0, y positivo cuando la renta es mayor que Y0. En el gráfico de la
figura 12.7 está por tanto implícita la curva que representa la función de ahorro
agregado, que se muestra en la figura 12.8. La función de ahorro será, pues, igual a:
S = S0 + s·Y = - C0 + s·Y,
siendo S0 el ahorro autónomo (que es igual al consumo autónomo, cambiado de
signo), y s la propensión marginal al ahorro.
Figura 12.8: La función keynesiana de ahorro agregado
Como el ahorro se define como la diferencia entre la renta y el consumo, podemos
escribir la renta como Y = C + S. Si sustituimos en esta ecuación el valor de las
funciones anteriores, tenemos
Y = C + S = (C0 + c·Y) + (- C0 + s·Y) = (c + s)·Y.
Pues bien, vamos a mostrar ahora que c + s = 1. Para ello, distinguiremos entre la
propensión media al consumo, PMeC (y al ahorro, PMeS) y la propensión marginal al
consumo, PmgC (y al ahorro, PmgS). La primera es la fracción de la renta que se
267
Figura 12.9: El equilibrio macroeconómico con desempleo (modelo keynesiano)
Vemos en la figura que el ahorro (S) puede estar por debajo, coincidir o estar por
encima de la inversión voluntaria o planeada (Iv). Cuando ocurre lo primero es porque
la inversión involuntaria es negativa; lo segundo ocurre cuando esta es cero; y la
268
489
En realidad, no toda la formación de capital circulante es involuntaria. Una parte de la
misma se produce como consecuencia de la expansión tendencial de la economía, que hace
que el nivel del almacén de las empresas crezca en proporción con el volumen de las
instalaciones y el equipo productivo de las mismas. Por consiguiente, podemos escribir lo
siguiente:
I = FBC = FBCF + FCC = FBCFv + (FCCv + FCCi) = (FBCFv + FCCv) + FCCi = Iv + Ii = S.
269
de demanda, podrán aumentar su producción para hacer frente a esa inversión. Pero
el incremento de la oferta no será igual al de la demanda, sino que será un múltiplo de
este. ¿Por qué? Eso es lo que hay que explicar.
La inversión autónoma (ΔI) produce un primer efecto (directo) sobre la producción de
una cuantía equivalente al aumento de esa demanda (es decir, ΔY = ΔI). Pero la nueva
producción de las empresas genera un valor nuevo que se reparte en forma de nuevas
rentas que reciben los propietarios de los factores productivos (dejamos de lado la
cuestión del consumo intermedio y operamos como si sólo existiera demanda final).
Así, los trabajadores y los dueños de las empresas dispondrán ahora de mayores rentas
con las que financiar un consumo mayor, y la fracción de esos incrementos de renta
que sirven para incrementar el consumo vendrá dada por el valor de la propensión
marginal al consumo de cada consumidor. Si suponemos que todos los sujetos tienen
la misma propensión, el asunto se simplifica, y el aumento de la producción en esta
segunda ronda, es decir, el que generará este aumento de consumo debido a las
nuevas rentas, será igual a c·ΔI (es decir, una fracción del aumento debido a la primera
ronda). Pero como cada nuevo aumento de rentas genera nueva capacidad de
consumo que puede plasmarse en una nueva ronda de gasto o consumo efectivos,
esto generará un aumento de la producción en una tercera ronda, que será igual a una
fracción del gasto anterior, por tanto igual a c·(c·ΔI) = c2·ΔI.
Lo que tenemos es, pues, la suma del efecto directo de la primera ronda de gasto
autónomo más los sucesivos efectos indirectos que se generan en una serie infinita de
gastos, cada uno de los cuales es igual a una fracción c del anterior. Matemáticamente,
el incremento total de la producción que se necesita para hacer frente a toda esta
demanda es igual a:
ΔY = ΔI + c· ΔI + c2· ΔI + c3· ΔI + … = ΔI (c0 + c1 + c2 + c3 + …),
y esto es igual a (ya que lo que hay dentro del paréntesis es una serie geométrica
infinita y convergente):
ΔY = ΔI·(1/(1-c)).
Ahora bien, como sabemos que c + s = 1, tenemos que (1 - c) = s, por lo que la igualdad
anterior equivale a
ΔY = ΔI·(1/s);
Y dado que s es menor que 1 (porque sólo se ahorra una fracción de un incremento de
renta), lo que tenemos es un multiplicador, m, que es igual a (1/s), de forma que el
resultado final de todo el proceso es que el aumento de la producción y la renta
producidos por un incremento autónomo de la demanda es un múltiplo del
incremento inicial de la demanda (de inversión):
ΔY = m·ΔI.
12.3 Dinero y sector financiero
270
otro mercader con un billete y no sólo con dinero metálico; era ahora el portador del
billete, y no quien hizo el primer depósito, el que podía acudir al banco a retirar
dinero.
Fue muy pronto evidente que el banco no necesitaba tener todo el oro guardado en
sus cajas, por así decir “inactivo”, a la espera de posibles reembolsos a sus
depositantes. Se dieron cuenta de que podían emitir billetes, no contra un depósito
metálico, sino también a cuenta de un crédito concedido por el banco al cliente. De
esta forma el dinero (gracias a los billetes) empezó a crecer en magnitud comparado
con la reserva metálica que tenían los bancos en su conjunto. Eran muchos los bancos
y todos podían emitir billetes de esta clase. Pero el problema que tenían estos billetes
bancarios era que podían dejar de ser dinero de la noche a la mañana: si un banquero
comprometía una parte importante de su dinero en varias empresas o negocios
endeudados con él, con la mala fortuna de que dichos negocios salieran mal
simultáneamente, el banco podía hacerse inmediatamente insolvente, pues surgiría
una “carrera hacia el banco” de los poseedores de sus billetes con el ánimo de cobrar
cuanto antes en efectivo lo que otros no podrían hacer si llegaban más tarde a las
oficinas bancarias a retirar su dinero, ya que el banco sólo guardaba en sus cajas una
fracción de los depósitos recibidos.
Durante siglos, fueron varios los bancos que emitían billetes (bancos emisores),
puestos en circulación a cambio de un depósito o de un crédito a un deudor (una
deuda). Y ese dinero crediticio era dinero “convertible”, es decir, dinero que podía
convertirse en oro cuando el cliente así lo desease. Puesto que, en su conjunto, dicho
dinero podía crecer excesivamente deprisa (ya que el negocio bancario se basaba en el
crecimiento del crédito por parte de cada banco, y cada banco estaba tentado de
prestar en exceso y de forma poco prudente), lo que ocurría con cada quiebra bancaria
(motivada por una carrera bancaria hacia ese banco como la mencionada) es que se
ponía en peligro al conjunto de la actividad bancaria. Poco a poco, fue disminuyendo el
número de bancos emisores, hasta que llegó un momento en que se impuso la
solución (que en lo esencial sigue vigente hoy) de un sistema basado en una doble
instancia: a) un solo banco emisor regulado legalmente, de forma que el gobierno
concedía a dicho banco el monopolio de emisión; y b) los restantes bancos podían
seguir funcionando con (o sin) oro y con el dinero emitido por el banco emisor al que
han tenido acceso gracias a sus relaciones con el banco emisor. Este dinero quedaba
investido, por así decir, con la autoridad del Estado, ya que no podía dejar de ser
dinero por imperativo legal, de forma que el poseedor de un billete estaría ahora
protegido contra la quiebra de un banco y siempre podría reclamar su conversión en
oro ante el banco emisor.
Pero, en el conjunto del sistema, el dinero podía seguir creciendo a mayor velocidad de
la que lo hacía su base metálica, y esos excesos eran seguidos también por quiebras
bancarias. Llegados a un punto, lo que era dinero crediticio convertible se transformó
en dinero crediticio inconvertible: el billete seguía siendo un medio legal de pago (de
cancelar cualquier tipo de deuda contraída) pero el poseedor de un billete emitido por
el banco central (el Banco de España en nuestro país, antes de su sustitución en esta
función por el Banco Central Europeo) ya no podía reclamar a su emisor su conversión
en oro.
272
Al mismo tiempo, el dinero bancario yo no se limitaba a los billetes, sino que había
surgido con el tiempo la cuenta corriente como medio de hacer depósitos y de recibir
crédito. Ahora era un mero apunte contable la base del crédito y, andando el tiempo,
los libros contables en papel fueron dando paso a los discos duros de ordenador, al
tiempo que los medios de movilizar dinero fueron haciéndose más numerosos, desde
las letras de cambio a los talonarios de cheques y a las tarjetas de plástico hasta llegar
hoy en día al dinero movilizado mediante un teléfono móvil (banco on line, fintech).
Pero estos medios de movilizar dinero no deben confundirse con el dinero mismo, de
forma que el auténtico dinero que posee cada persona coincide con los saldos de sus
cuentas bancarias, corrientes o de otro tipo, que se ven debitadas cada vez que se
hace uso de alguno de esos medios de movilización de dinero.
Como resumen de todo lo expuesto, podemos decir que las funciones que cumple hoy
en día el dinero son, aparte de las tradicionales de medio de cuenta (medio de
computar los valores y precios) y medio de intercambio (su papel como intermediario
del comercio), las de medio de crédito (movilizar dinero más allá del límite de la
reserva metálica), medio de pago (es decir, medio de cancelar cualquier deuda por
parte de cualquier deudor) y, por último, medio de conservación y custodia de riqueza
(el oro centralizado en los depósitos de los bancos centrales, con valor intrínseco como
cualquier otro activo real).
En cuanto al sistema bancario actual, su característica esencial es la de estar basado en
la articulación de dos subsistemas: el banco central, emisor de billetes y artífice de la
política monetaria, y el sistema de bancos privados (que llamaremos “comerciales”,
advirtiendo que también pueden ser de titularidad pública, ya sean estatales o de
cualquier otra administración pública). Para explicar cómo funciona el dinero en un
sistema de este tipo, veremos ahora cuáles y cómo son los balances del banco central
y del banco comercial típico (o del sistema de los bancos comerciales) y a continuación
el llamado proceso de expansión múltiple del dinero bancario.
El banco central tiene, como cualquier otra empresa, un activo y un pasivo que
conforman su balance. En su activo, el banco central tiene activos sobre el sector
exterior, sobre el sector público y sobre el sector bancario privado, y en el pasivo tiene
deudas con el “público” (es decir, los particulares y las empresas), con los bancos y con
el sector público (la Administración). En la figura 12.10 se representa el balance del
banco central con más detalle.
273
Figura 12.10: El balance del Banco Central
En el pasivo están, pues, el dinero legal (con sus dos componentes: DLMP + DLCB) y los
depósitos (de los bancos y del sector público, llamados estos últimos también “pasivos
no monetarios del Banco central”). Lo más importante es ver que llamamos Encaje a la
liquidez de los bancos privados, es decir, a la suma de las cuentas que tienen estos en
el Banco central más el propio dinero legal que tienen en sus cajas; veremos cómo este
encaje aparece en el activo del balance de los bancos privados. En la figura 12.11 se ve
el balance del sistema de la banca comercial: prescindiendo de otras partidas que no
son relevantes para la teoría del dinero (el capital fijo en el activo o el capital social y
reservas en el pasivo), el activo de los bancos se compone de dos cosas: su liquidez (es
decir, el encaje) y sus créditos (todo tipo de préstamos concedidos a los particulares y
a las empresas). Por su parte, en el pasivo están los depósitos realizados en los bancos
(el saldo de sus cuentas en ellos) por parte esos mismos particulares y empresas.
Figura 12.11: El balance de los bancos comerciales
274
Lo más importante es la relación entre las dos partes que configuran el sistema
bancario en su conjunto. Podemos definir ahora la “base monetaria” como el pasivo
monetario del banco central (todo su pasivo menos sus pasivos no monetarios, que
son pasivos con el sector público: los saldos de las cuentas que tienen estos
organismos en el banco central). Esta base monetaria (BM), llamada también “dinero
de alta potencia”, está formada, pues, por el dinero legal en manos del público (LM) y el
encaje bancario (E). Por su parte, la oferta monetaria (OM) es la suma del dinero legal
en manos del público (LM) más los depósitos del público en la banca (D). Pues bien,
vamos a ver qué relación existe entre BM y OM usando dos coeficientes: el coeficiente
de caja y el coeficiente de retención.
Definimos el coeficiente de caja (o de liquidez), e, como la fracción de los depósitos
que los bancos mantienen en forma líquida (en el encaje):
e = E / D.
Por su parte, el coeficiente de retención, l, es la fracción de su dinero que el público
retiene en forma de dinero legal (expresado en comparación con los depósitos); por
tanto:
l = LM / D.
Pues bien, haciendo uso de ambos coeficientes podemos expresar la base monetaria
como:
BM = LM + E = l·D + e·D = (l+e)·D;
mientras que la oferta monetaria será igual a:
OM = LM + D = l·D + D = (l+1)·D.
Puede observarse que la oferta monetaria es un múltiplo de la base monetaria, como
ya sabemos al decir que la segunda es el dinero de alta potencia, el dinero que el
banco central pone a disposición del sistema, mientras que la oferta monetaria cuenta
entre sus componentes los depósitos del sistema bancario privado, lo que multiplica la
cantidad de dinero. Pero la relación exacta también se puede obtener si dividimos OM
entre BM:
OM / BM = (l+1)·D / (l+e)·D = (l+1) / (l+e),
de forma que podemos escribir la OM como un múltiplo, m, de la BM:
OM = [(l+1) / (l+e)] · BM = [m]·BM.
El valor de m no es exactamente igual a la inversa de e, pero casi, ya que el valor del
coeficiente l es bastante pequeño; de esta forma podemos escribir que
m = (l+1) / (l+e) ≈ 1/e,
y, dado que e es una fracción, su inversa, 1/e, ha de ser mayor que uno. Por eso
decimos que la oferta monetaria es un múltiplo de la base monetaria, y que m es el
“multiplicador monetario”.
275
Figura 12.12: Un depósito nuevo y autónomo aumenta el encaje de forma inmediata
276
Figura 12.13: El aumento del crédito implica una subida de los depósitos y, de nuevo, del
encaje
El equilibrio de la parte izquierda de la Figura 12.13 (con un encaje, 220, que es el 20%
de los depósitos, 1100) se convierte en desequilibrio porque el aumento de los
créditos que lo hace posible (80) significa que alguien recibe depósitos por la cuantía
de ese incremento de crédito (80), y dicho depósito supone más liquidez para el banco,
que tiene ahora una liquidez total (encaje = 220 + 80 = 300) que supera el mínimo
legal. Tras este desequilibrio de la parte derecha de la figura, comienza otra ronda para
convertir esa liquidez excedente en nuevos créditos y volver al equilibrio (parte
izquierda de la figura 12.14), pero esos créditos son nuevos depósitos y más liquidez,
con lo que el proceso continúa pasando por sucesivas fases de equilibrio y
desequilibrio, similares a las de las figuras 12.13 y 12.14…, hasta llegar finalmente el
equilibrio final, que se representa en la Figura 12.15.
277
Figura 12.15: Equilibrio final tras el proceso de multiplicación del dinero
Como resultado final de todo el proceso vemos que, comparados con el equilibrio
inicial, los resultados significan un incremento total del encaje igual al incremento
inicial de los depósitos (300 – 200 = 100); un incremento de los depósitos que es cinco
veces el incremento inicial (500 = 100 · 5); y un incremento del crédito que es cuatro
veces el incremento inicial de depósitos (400 = 100 · 4). A estos resultados se llegan
por una sucesión de fases de equilibrio-desequilibrio que pueden expresarse como una
serie geométrica infinita y convergente:
ΔD = ΔD0 + (1 – e) ΔD0 + (1 – e) (1 – e) ΔD0 + … =
= ΔD0· ((1 – e)0 + (1 – e)1 + (1 – e)2 + (1 – e)3 + …) =
= ΔD0·[1 / 1 – (1 – e)] = ΔD0·1/e = μ· ΔD0
El multiplicador bancario (μ ) es, pues, el recíproco del coeficiente legal de caja (1/e), y
esto deriva de que cada depósito sucesivo, convertido en liquidez, exige que se
mantenga en las reservas líquidas un porcentaje e de los depósitos, es decir, que sólo
se puede prestar de nuevo un porcentaje (1 – e) de los mismos. Todo esto explica que
los resultados finales sean:
ΔD = (1/e) ΔD0
ΔE = ΔD0
ΔCr = ΔD – ΔE = [(1/e) – 1] ΔD0.
Una vez expuesto el proceso de multiplicación del dinero bancario, y antes de explicar
la demanda de dinero, podemos ver que la autoridad monetaria (el Banco central, que
278
en nuestro país pasó de ser el Banco de España al Banco Central Europeo) tiene a su
disposición varias vías para aumentar o disminuir la oferta monetaria: 1) puede actuar
sobre la base monetaria directamente, lo cual redunda en el tamaño de la oferta
monetaria dado que OM = m·BM); 2) sobre el coeficiente de caja, y así, a través del
multiplicador bancario, m, sobre la oferta monetaria; 3) sobre el tipo de interés
directamente.
En el primer caso, lo que ha de hacer el banco central es llevar a cabo lo que se llaman
“operaciones de mercado abierto”, es decir ventas o compras de títulos de deuda en el
mercado secundario de deuda. El mercado de deuda se desdobla en dos partes. El
primario es el que surge cada vez que hay una nueva emisión de deuda pública por
parte del Tesoro; cuando este anuncia una nueva emisión, el público puede adquirir o
no esos títulos por primera vez. Pero una vez que un título está ya en el mercado, es
líquido y puede ser objeto de compra o venta entre quienes quieren vender y quienes
quieren comprar. Los particulares, las empresas y los bancos pueden adquirir o
enajenar estos títulos, y el banco central puede actuar sobre la oferta monetaria
operando en este mercado. Por ejemplo, si el banco central quiere expandir la oferta
monetaria, lo que hará será adquirir títulos en el mercado secundario, inyectando así
dinero en el sistema gracias a que los poseedores hasta entonces de esos títulos
cambian de esa manera sus títulos por dinero. El banco central pasa a tener más títulos
pero el público pasa a tener más dinero. Por el contrario, si quiere restringir el
volumen de dinero en circulación, el banco central ha de vender títulos en el mercado
secundario; de esa manera el público se despoja de una parte de su dinero a cambio
de los títulos que enajena el banco central, y la oferta monetaria se contrae.
La segunda manera de intervenir sobre la oferta monetaria es variando el coeficiente
legal de caja (por ejemplo, si e pasa del valor 0.2 de nuestro ejemplo de las figuras
12.12 a 12.15, a 0.25 o 0.15, el multiplicador en vez de ser 5 será 4 o 6.67
respectivamente, en el primer caso reduciendo la oferta monetaria respecto a la
posición inicial, y en el segundo caso aumentándola. Por tanto, la disminución del
coeficiente de caja, al permitir que los bancos aumentan el porcentaje de depósitos
que pueden prestar, aumenta la cantidad de dinero en circulación en el sistema,
mientras que la subida del coeficiente de caja, al exigir que los bancos conserven un
porcentaje mayor de sus depósitos en forma líquida, disminuye la cantidad de dinero
en circulación.
El tercer método es variar directamente el tipo de interés que el banco central aplica a
las operaciones en que se relaciona con los bancos privados, tipo de interés al que
llamaremos “tipo de redescuento”. Si el banco central baja el tipo de redescuento,
rebajando por tanto el coste del dinero a los bancos privados, estos podrán bajar a su
vez el tipo de descuento que ellos aplican a sus préstamos al público; de esta manera,
al abaratarse el dinero prestado, la demanda de dinero será mayor y el aumento de la
oferta monetaria será un hecho.
Pero para entender de forma más completa el comportamiento de la política
monetaria, debemos atender ahora a la otra parte del mercado: la demanda de dinero.
La demanda de dinero no es el dinero que a un sujeto cualquiera, o a la sociedad, le
gustaría tener, sino que es el deseo de mantener una parte (fracción) de la riqueza
279
Figura 12.16: La demanda de dinero, la oferta monetaria y el tipo de interés de equilibrio
La figura 12.16 representa el mercado de dinero, donde la oferta y la demanda de
dinero determinan conjuntamente el tipo de interés de equilibrio. Si el banco central
aumenta la oferta monetaria, esta se desplaza a la derecha y baja el tipo de interés. Si
la demanda de dinero se desplaza a la derecha, es decir, si cambia (aumenta) la
preferencia por la liquidez del público, aumenta el tipo de interés de equilibrio.
12.4 El Estado y la política económica
281
Figura 12.17: Un aumento de la inversión privada o pública disminuye el desempleo
Pero se puede observar en la Figura 12.18 que un aumento de la tasa de ahorro
agregado (es decir, del cociente entre el ahorro y la renta, S/Y, o propensión media al
ahorro) desplaza hacia arriba la curva de ahorro, produciendo el efecto contrario al de
una subida de la curva de inversión voluntaria.
282
Figura 12.18: Un aumento de la tasa de ahorro aumenta el desempleo
Teniendo en cuenta que la curva de ahorro puede desplazarse hacia arriba como
consecuencia de una subida del impuesto sobre la renta (lo que aumenta el ahorro
involuntario que son siempre los impuestos), podemos imaginar fácilmente que si el
aumento de la inversión pública de la figura 12.17 se financia con un aumento
impositivo como el de la figura 12.18, el resultado final sobre la renta de equilibrio, al
compensarse (parcialmente) ambos efectos, supondrá una variación muy pequeña de
la renta de equilibrio, con lo que el desempleo apenas variará. La única manera de
reducir el desempleo de forma notable es por medio de la inversión privada, con o sin
los estímulos de la política pública (pero fundamentalmente sin necesidad de ellos, con
un aumento basado en una mejora de las expectativas de rentabilidad).
Figura 12.19: La demanda de inversión, como función inversa del tipo de interés
283
Esto puede reflejarse gráficamente mediante un gráfico que complementa al de la
Figura 12.17 (véase la figura 12.19). Con expectativas dadas (que son el determinante
principal), la inversión voluntaria depende secundariamente del tipo de interés: a
mayor tipo de interés, mayor el coste del dinero ajeno que la empresa ha de pedir al
sector bancario y, por tanto, menor el beneficio neto que le corresponde a un
determinado beneficio bruto; de ahí que la curva sea decreciente. Pero la curva se
desplaza hacia la derecha si aumentan las expectativas de beneficio: sea cual sea el
tipo de interés (por ejemplo, i*), la inversión voluntaria será ahora mayor (Iv2) que
antes (Iv1).
En cuanto a la política monetaria, podíamos ver en la figura 12.16 que, si la autoridad
monetaria decide aumentar la oferta monetaria, sea cual sea la demanda de dinero el
tipo de interés de equilibrio tenderá a bajar. Esto tiene una excepción cuando las
curvas de demanda de dinero se hacen casi planas (parte derecha de la figura), caso en
el que ocurre la llamada “trampa de la liquidez”. En ese caso, cualquier aumento de la
oferta monetaria deja inalterado el tipo de interés porque siempre habrá una mayor
demanda de dinero por muy alta que sea su oferta.
Llegados a este punto, podemos analizar conjuntamente la política fiscal y la
monetaria para ver cuál es el efecto que tienen sobre el desempleo los instrumentos
de dichas políticas. Para ello, utilizaremos cuatro gráficos relacionados entre sí de la
forma en que aparecen en la figura 12.20 (que tiene dos partes, 12.20(a) y 12.20(b)).
En la parte superior (a) tenemos los dos primeros gráficos: [1] y [2]; y en la parte
inferior (b) otros dos, [3] y [4], unidos a los dos primeros por la línea vertical que viene
de IV1 y llega a S1 = Iv1. En [1] tenemos la representación del mercado de dinero: se
supone que el nivel de renta es Y2 y la oferta monetaria es OM1, de forma que el nivel
de equilibrio del tipo de interés (i1) se determina en el punto E1. Para i1, vemos en [2]
que el nivel de inversión (voluntaria) correspondiente es Iv1, dadas las expectativas que
fijan dicha variable como la función Iv (i). Se observa igualmente que si la oferta
monetaria se desplazara a la derecha (hasta OM2) por la autoridad monetaria, la
demanda de dinero para Y = Y2 determinaría un tipo de interés de equilibrio (E2) a un
nivel de i = i2. En ese caso, la baja en el tipo de interés determina en [2] que la
inversión voluntaria sea mayor (igual a Iv2). Por otra parte, si las expectativas fueran
mejores, los anteriores niveles de inversión voluntaria, Iv1 e Iv2, se convertirían en Iv’1 e
Iv’2.
284
Figura 12.20 (a): Efectos de la política monetaria sobre el tipo de interés y la inversión
voluntaria
Figura 12.20 (b): Una bajada de impuestos (desplazamiento de S) disminuye el desempleo
En [4] se representa indirectamente el mercado de trabajo, de la misma manera que
los gráficos [2] y [3] conjuntamente representan los mercados de bienes y servicios.
Supuesto el equilibrio macroeconómico, el ahorro es igual a la inversión voluntaria (S1
= Iv1), y para ese nivel de ahorro la producción y renta nacionales deben ser Y2 (el nivel
del que partíamos en el gráfico [1]). Para producir Y2, dada la tecnología existente, se
requiere un nivel de empleo igual a L2, que es inferior a Lpe, el nivel de pleno empleo.
En el mercado de trabajo [4], lo que tenemos es la función de producción agregada,
que relaciona el nivel de empleo y el nivel del PIB: es evidente que al aumentar la
productividad, cada nivel de producción requiere menos trabajo que anteriormente;
285
por tanto, si L(Y) se transforma en L’(Y), el nivel necesario de empleo para producir Y2
baja de L2 a L’2, con la consiguiente subida del desempleo.
En cuanto a la política fiscal, está representada en [2] y en [3]. Veíamos que el
desplazamiento de Iv a Iv’ puede deberse a una mejora de las expectativas de
beneficio, pero podría ser también una inversión inducida por estímulos fiscales o
incluso una inversión pública. Es evidente que cualquier desplazamiento hacia fuera de
Iv hace que cualquier tipo de interés de equilibrio de [1] se traduzca en una mayor
cantidad de inversión voluntaria [en 2] y en mayor cantidad también de ahorro [en 3].
Sea cual sea la curva de ahorro, esto redunda en mayor producción y en mayor empleo
[4]. Si, por otra parte, se rebajan los impuestos (desplazamiento a la izquierda de la
curva de ahorro en la figura [3]), el mismo nivel de inversión se traduce por una
cantidad superior de producción y de empleo. Pero una subida del gasto público y
simultáneamente un descenso de los ingresos (caída de impuestos) tienen un doble
efecto expansivo sobre la producción y el empleo, pero también sobre el déficit
público y la deuda pública. Si, por el contrario, se sube el gasto y también los
impuestos, lo primero es expansivo pero lo segundo es contractivo, con un efecto total
incierto que depende de la fuerza respectiva de ambos factores.
Finalmente, hay que ser escéptico sobre la virtualidad de este “keynesianismo
hidráulico”, que parece ser capaz de eliminar el desempleo combinando una política
monetaria expansiva (bajos tipos de interés) con una doble política fiscal también
expansiva (subida del gasto público y rebaja de impuestos). Hay que tener en cuenta
que hay muchos efectos secundarios adversos que interfieren la eficacia de estas
políticas. Por ejemplo, si se consigue aumentar la producción, entonces la curva de
demanda de dinero pasa a ser una superior a la anterior, con lo que resulta un tipo de
interés de equilibrio más alto que perjudica la inversión y la producción. Asimismo, si
cambia (aumenta) la preferencia por la liquidez del público, el efecto es igualmente
negativo, y si existe una trampa de liquidez el efecto de la política monetaria expansiva
se anula. Por otra parte, si la política monetaria y fiscal son expansivas pero las
expectativas de beneficio del sector privado se hunden (desplazamiento a la izquierda
de Iv), el efecto total puede ser negativo, y caer tanto la producción como el empleo.
Finalmente, todo lo anterior puede ser positivo, pero, si se produce simultáneamente
un incremento de la productividad, un incremento de la producción puede no significar
un aumento del empleo. Todos estos son, pues, factores que pueden impedir que
disminuya el desempleo o, al menos, que no hagan posible su desaparición.
12.5 Recapitulación
Conceptos clave. Flujo circular de la renta nacional. Producto nacional, gasto nacional.
Producción final, producción intermedia, demanda intermedia. Valor añadido. Producto
interior, bruto, neto, a precios de mercado, al coste de los factores. Renta disponible (de las
familias y las empresas). Formación bruta y neta de capital. Saldo exterior neto. Equilibrio
macroeconómico con desempleo. Consumo agregado, ahorro agregado, inversión agregada.
Inversión involuntaria. Renta de pleno empleo, renta de equilibrio. Brecha de la producción.
Multiplicador keynesiano. Dinero, activo real, activo financiero. Banco central, banco privado
(o comercial). Dinero legal en manos del público y en cajas bancarias. Encaje. Base monetaria,
oferta monetaria. Coeficiente de caja. Multiplicador monetario. Política monetaria.
286
290
Tema I
1 Pensamiento, realidad.
2 Riqueza, adquisición. Dos.
Tema II
1 Igualación.
2 a) 140. b) 90. Dos tercios y un tercio. c) 25%. 25.
Tema III
2 Estudio del comportamiento humano en general.
3 Que son externos a la Economía.
4 XX, Polonia.
5 Tractor, alto horno.
6 Familias, administraciones públicas, instituciones privadas sin fines de lucro.
7 A la de Lange.
8 Al consumo de un bien en un proceso de producción.
9 Que no se extiende por un campo concreto de la realidad sino que puede abarcarlos todos.
Tema IV
1 Cualquier cosa puede (llegar a) serlo.
2 Sí.
4 La tierra virgen.
5 Henry George.
6 Bienes naturales.
10 De un banco.
11 No.
12 Capacidad para realizar algún trabajo. Porque puede existir en personas que no trabajan.
13 Capital que aumenta de valor. Karl Marx.
14 Teoría del valor-trabajo. Teoría utilitarista del valor. Que el valor de la mercancía viene
dado por la utilidad marginal del consumidor.
Tema V
3 Identificándola con la Maquinización de los procesos productivos.
4 Acumulación originaria
5 Maquinización.
6 Territorial. Impedía. Modo de producción, modo de producción capitalista, individuo,
escasez, elección, eficiencia, intercambio, mercado, economía de mercado.
8 Margen comercial, intereses, renta de la tierra, impuestos.
9 Emplear la máxima cantidad posible de trabajo productivo y acumular el excedente obtenido
con este.
10 Mendizábal.
11 Dependencia por mediación del contrato de trabajo, y por medio del sometimiento físico y
técnico a la máquina.
12 Marx.
Tema VI
1 y = f (x).
2 Suponiendo “todo lo demás igual”…
3 La abscisa.
4 Cualquier punto de una curva. Geométricas, trigonométricas. Trigonométricas.
5 Rendimientos. S. Variable. Total, medio, marginal. Marginal, medio, total.
6 U.
Tema VII
1 Familias, empresas, administraciones públicas, instituciones privadas sin fines de lucro, resto
del mundo.
2 Circular. Servicios de los factores productivos. Producto final.
3 Intermedia. Input-output (insumo-producto). Total que requiere la producción de una
mercancía.
4 Público. Fiscal. Comercial.
1 Jean-Baptiste Say, Francia. Simonde de Sismondi. De Say. De los mercados. Oferta, demanda.
293
2 La primera se expresa en una tendencia de las tasas de ganancia sectoriales a ser igual a la
tasa de ganancia media de la economía.
3 Del consumidor. La escasez (la demanda). El trabajo. De mercado. Natural.
4 Las crisis económicas. Estacionario. Estancamiento de la inversión y crecimiento cero.
5 La caída de la tasa de ganancia.
6 Geométrica. Aritmética.
7 Pie.
8 Saint-Simon, Fourier, Owen. Thompson, Hodgskin, Gray, Bray.
9 La lucha de clases. Blanc.
10 Mínima. Importante.
Tema X
3 El trabajo no pagado al trabajador. Es el origen del plusvalor y el beneficio.
4 Como en las demás mercancías: por la cantidad de trabajo necesaria para su reproducción.
5 El trabajo es la fuerza de trabajo en acto; la fuerza de trabajo es el trabajo en potencia.
6 Por la tasa de plusvalor.
7 La primera es el plusvalor dividido por el capital variable; la segunda es el plusvalor dividido
por el capital total.
8 Tres: técnica, orgánica, en valor. Alcista en las tres, pero sobre todo en las dos primeras; la
composición en valor fluctúa más en el tiempo.
9 Como parte de la renta nacional. Inversa. Disminuye cuando esta aumenta.
10 Descendente. Masa. Sobreacumulación. La subacumulación: descenso de la inversión y
pérdida de valor del capital invertido.
11 El aumento del salario real integra a los trabajadores en el sistema; el descenso del salario
relativo los rebela contra el sistema.
12 Plustrabajo pasado acumulado. Esa revolución exige la conciencia previa de que el capital es
trabajo no pagado y expropiado por los capitalistas.
Tema XI
1 Mayor. Mayor. En el primero y en el segundo respectivamente.
2 Inversa. Inversa. Directa. Precio futuro esperado, nivel de renta, número de consumidores.
3 Se desplaza a la derecha. A la izquierda.
4 A la izquierda. A la derecha.
5 El primero recae directamente sobre la renta o la riqueza. El segundo sobre otra cosa.
6 Nacional, neto, factores.
7 Menor. Mayor.
8 Al excedente bruto de explotación menos el consumo de capital fijo. Al beneficio empresarial
menos los dividendos y menos el impuesto de sociedades.
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