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TIMOTHY ZAHN
EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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EVOLUCIÓN
TIMOTHY ZAHN
EDITADO POR HUSSERL MARVIN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
AGRADECIMIENTO
El más sincero agradecimiento a Leandro por todo el esfuerzo,
dedicación y tiempo que nos brinda a todos los fans de Blizzard, es
gracias a su ayuda que podemos hacerles llegar estas maravillosas
obras.
Con aprecio.
Su equipo de Lim-Books.
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CAPÍTULO UNO
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—Ya era hora —dijo en voz alta mientras Baraja acababa de subir
las escaleras.
— ¿Disculpa? —replicó.
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— ¿Qué es eso?
— ¿Tú qué crees? —replicó el muchacho, soltando un resoplido—
. Aparte de a los segadores, ¿a quién más sacan en plena noche a
entrenar hoy en día?
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—Creía que los segadores se dedicaban sobre todo a brincar por las
colinas y despeñarse por los barrancos —contestó Baraja—.
¿Cuándo empezaron a dar vueltas en círculo?
—Oh, solían hacer eso continuamente —respondió el muchacho—
. Cuando el programa segador se inició, les dieron unas mochilas
de propulsión con gran capacidad de vuelo.
—Parece divertido.
—Seguro que lo era —afirmó el muchacho—. Pero el problema
estribaba en que los nuevos reclutas tenían una gran tendencia a
estrellarse.
—Tengo entendido que las mochilas también solían explotar.
—Más a menudo de lo que a nadie le gustaría —reconoció el
muchacho—. De todas formas, después de que la guerra acabara y
de que, de repente, tuvieran tiempo suficiente para entrenar como
era debido, se pusieron a introducir mejoras gradualmente en el
diseño del equipo antiguo; no obstante, dejaron algunas de las
unidades estándar tal y como estaban, mientras que a otras les
facilitaron las nuevas mochilas mejoradas y las enviaron de nuevo
a cumplir su misión original.
— ¿Sin explosiones al azar?
—Sí, eso esperamos.
—Bueno, la verdad es que ir flotando por ahí en círculos los
convierte en blancos más fáciles —comentó Baraja, quien escogió
las palabras con sumo cuidado. El chico había hablado en primera
persona del plural. Así que también era un segador, ¿no?
Estupendo.
prisión o algo mucho peor. A los soldados tal vez les gustara el
modo en que los segadores aparecían de la nada y caían en picado
sobre el frente de ataque de los zerg, pero nadie confiaba realmente
en ellos.
Claro que Dizz antes de ser un segador había sido un criminal. Tal
vez esta forma tan campechana de dirigirse a la gente que acababa
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de conocer era una habilidad que había desarrollado para que esta
se sintiera cómoda con él. ¿A lo mejor había sido un estafador?
—El 934, has dicho, ¿no? —continuó hablando Dizz—. ¿No fue tu
unidad la que enviaron a limpiar de zerg el bosque de Northwoods
en Nueva Sidney?
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fila cómo Boff rozó uno de los árboles, rebotó de costado y estuvo
a punto de llevarse por delante a uno de tus chicos, ¿no?
Baraja resopló.
—Sí, en primera fila, maldita sea —respondió. Había muy pocas
razones para sonreír en batalla, pero ese incidente había sido una
de esas raras excepciones—. Yo quizá estaba a tres soldados a su
izquierda cuando a tu muchacho le dio por hacer su numerito
acrobático. Por un segundo, creí que venía directamente hacia mí.
—Tal y como estaba volando, tal vez todo el mundo en esa unidad
pensara lo mismo —afirmó Dizz—. Recuerdo que me dejó
impresionado de narices que ninguno de los suyos se tirara al suelo
o siquiera se inmutara.
—Confía en mí, estábamos acojonados por dentro —confesó
Baraja—. Pero lo cierto es que no había tiempo para hacer nada.
—Salvo insultarlo —apostilló Dizz—. Ese soldado al que casi se
lleva por delante... ¿Cómo decías que se llamaba?
—Molido.
—Eso es. Creo que Molido estuvo insultándole durante tres
minutos sin repetirse ni una sola vez.
—No lo dudo —aseveró Baraja—. Aunque, justo después de eso,
yo estaba muy ocupado con un par de zerglings como para prestar
mucha atención. Pero si querías unas lecciones prácticas sobre la
historia del lenguaje vulgar terran, Molido era todo un maestro en
la materia. Nunca he conocido a nadie con un vocabulario tan
amplio.
—Bueno, nos dejó impresionados, sin duda —dijo Dizz—. No
tanto por su léxico, sino por el hecho de que dejase a Boff mudo
durante todo ese tiempo
—Creo que logró colar un «lo siento, colega» en cuanto Molido se
calló para tomar aire —señaló Baraja—. Pero eso fue todo.
—Pues sí, fue un día interesante —afirmó Dizz—. Por eso y
porque, además, ganamos.
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—Me han indicado que debo informarle de que sus dos flancos del
sur se están poniendo verdes —contestó Baraja.
— ¿Ah, sí? —replicó Blumquist—. ¿Y esto cómo lo sabe?
—Porque puedo verlos —respondió gruñendo Baraja—. Arréglelo,
¿quiere? —Acto seguido, cortó la comunicación y le preguntó a
Dizz—: ¿Qué diablos es ponerse verde?
—Uno puede ponerse verde de envidia—respondió Dizz, quien
seguía concentrado en esas luces distantes—. En este caso, se trata
de un par de fantasmones que intentan competir entre ellos
realizando maniobras estúpidas. Oh, aquí vienen.
Baraja abrió los ojos como platos.
— ¿Cómo que aquí vienen?
—Al menos, Blumquist sabe cómo buscar una aguja en un pajar —
comentó Dizz—. Le has dicho que podías verlo y te ha localizado.
Así que no es un incompetente de tomo y lomo.
—Es bueno saberlo —masculló Baraja. No cabía duda de que las
luces se estaban moviendo y de que lo hacían en su dirección—.
Esto..., ¿no deberíamos largamos?
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— ¡Atención!
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CAPÍTULO DOS
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Quizás ahora los habitantes del sector Koprulu por fin tuvieran una
oportunidad.
Ese era otro pensamiento, otra imagen, que con sumo cuidado había
mantenido aislado en una parte privada de su mente. Si bien Ulavu
era tan amable y colaborador como cualquier otro protoss que
hubiera conocido, no era muy recomendable que un alienígena
telépata orgulloso y noble de dos metros veinticinco creyera que
uno se estaba burlando de él. Sobre todo, un protoss que había
establecido una relación tan estrecha con Tanya como Ulavu.
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Y eso era todo. Tras esa breve carta, solo tendría que pasar diez
días más cruzada de brazos, mientras los burócratas registraban
unos cuantos datos inútiles más en los ordenadores del Dominio, y
su vida cambiaría para siempre.
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No obstante, otros habían tenido que pagar un alto precio para que
ella se hallara a salvo, ya que toda misión a la que no había sido
destinada fue realizada por otra persona.
Tanya puso mala cara. La buena noticia era que, al menos, Ulavu
seguía en Augustgrad. La mala, que el Círculo de Dante era una
taberna de mala muerte regentada y frecuentada por hombres y
mujeres que habían tenido parientes y amigos en Chau Sara cuando
los protoss incineraron el planeta.
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Nunca había visto el Dante por dentro, pero por la reputación que
tenía siempre se lo había imaginado como un sitio oscuro y
sombrío, donde la ira y el resentimiento lo impregnaban todo, y el
ambiente era amenazador y depresivo. También esperaba que la
clientela estuviera en consonancia con la decoración, que allí se
toparía con unos Tiarrones cabreados que bebían para olvidar sus
penas.
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Y ya puestos, ¿por qué solo hacerlo con él? Aquí había un montón
de gente que no tenía nada que hacer salvo hurgar en la herida de
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Muy bien. Sin duda, Rylan era aquí el líder. Si lograba convencerlo,
sería capaz de desactivar la bomba de relojería en que se había
convertido la situación.
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—No obstante, fueron los líderes protoss los que tomaron esa
decisión y otros protoss los que la llevaron a cabo. Ulavu no formó
parte de ninguno de esos dos grupos. Tienen razón en que es
absolutamente imperdonable que reaccionaran de este modo ante
la infestación zerg. Pero ya se lo hemos hecho pagar con creces. —
Alzó la mano hacia Ulavu para enfatizar lo que estaba diciendo—.
Y como ya he dicho, Ulavu ni siquiera estuvo ahí. Estoy segura de
que no van a hacer daño a un protoss inocente por los crímenes de
su...
— ¿Inocente? —la interrumpió Rylan—. ¿Quién demonios ha
dicho que alguno de estos malditos cara de pez sea inocente?
Tenía tal vez un cuarto de segundo para lograr que ese ardid
funcionara. Pero ya había hecho cálculos mentalmente y sabía qué
tenía que hacer. El punto de ignición del alcohol etílico de esa
concentración debía de alcanzarse a alrededor de los cincuenta
grados, mientras que la temperatura a la que la carne humana
empezaba a sufrir quemaduras de primer grado era de cuarenta y
cuatro. Pese a que se trataba de un margen incómodamente
estrecho, había entrenado muy duro durante mucho tiempo para
dominar su piroquinesis con tal grado de precisión. Calentó la
cerveza en pleno vuelo y observó cómo un Rylan incapaz de
creérselo abría los ojos como platos en el mismo instante en que el
líquido se estrellaba contra su cara...
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Rugió de agonía y abrió los puños para llevarse las manos a los
ojos, a la vez que ese primer paso hacia delante se transformaba en
un traspié hacia atrás. Confuso, desorientado y dolorido, Rylan (así
como su valiente y agresivo ataque contra ese odiado ser que
representaba a toda la raza protoss) se detuvo en seco.
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Había sido Ulavu el que había logrado entrar en contacto con ella,
quien había detenido la espiral de ira y caos el tiempo suficiente
como para que el implante de Tanya pudiera recuperar el control.
El incidente se había resuelto y todo el mundo había logrado salir
ileso; incluso el fantasma que había provocado su ira, aunque
Tanya todavía creía que se merecía absolutamente todo lo malo que
cualquiera pudiera hacerle.
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Por lo que sabía Tanya, iba a ser la primera en ejercer esa opción,
lo cual planteaba toda una nueva serie de interrogantes.
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Pero Ulavu tenía razón. ¿Cómo era posible que Rylan lo supiera?
Ella no se había identificado y vestía ropa de civil.
Tanya resopló.
¿Eso crees?
Sí, respondió Ulavu con un tono muy serio; al parecer, no había
captado que se trataba de un sarcasmo. Pero ya que has
mencionado los barracones, ¿no deberíamos volver a ellos?
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CAPÍTULO TRES
DuPre sonrió levemente. Sin embargo, había algo en sus ojos que
le indicaba a Valerian que eso era justo con lo que contaban tanto
ella como el Protectorado.
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Una tenue luz brillaba en el panel de control del pequeño brazo del
trono. Un ceñudo Valerian dirigió la mirada hacia el monitor.
Había dado órdenes estrictas de que nadie interrumpiera esa
reunión a menos que se tratara del fin del mundo...
— ¿Los zerg?
—No conozco a nadie más en el sector Koprulu que utilice
leviatanes para viajar —respondió—. Daré orden de que preparen
su nave de inmediato, siempre que desee marcharse.
—Sí, así es —contestó la enviada con un tono de voz monótono.
—No se lo echo en cara. —Valerian arqueó las cejas—. Pero
cuando regrese a Umojan, tal vez el Consejo de Gobierno y usted
deberían revisar qué consideran una amenaza o no. Me refiero a esa
evaluaciones que consideran a los zerg solo una posible amenaza.
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El Búnker, como era llamado por todo el mundo dentro del palacio,
se encontraba a cien metros bajo tierra, rodeado de múltiples capas
de hormiyeso y plomo reforzados con mumetal y redes
superconductores. El aire y el agua eran filtrados ahí hasta llegar al
nivel molecular. La parte exterior estaba protegida contra los
pulsos electromagnéticos y las partículas cargadas de radiación;
además, se hallaba enterrado a tal profundidad que se encontraba
cincuenta metros por debajo del subsuelo que cualquier
incineración planetaria protoss, de la que había habido testigos,
había llegado a alcanzar jamás. Podía comunicarse
instantáneamente con el planeta entero y toda nave o estación
orbital del sistema, contaba con armas ligeras y hombres y mujeres
leales que sabían cómo usarlas y tenía cuartos, comida y agua para
cobijar a un centenar de personas durante un asedio de diez años.
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No cabía duda de que todos los zerg parecían haber surgido de una
pesadilla, ya que tenían unos cuerpos que parecían estar
compuestos principalmente por placas óseas, pinchos y garras
capaces de destrozar la carne. Pero como los cerebros terran tenían
tendencia a ver patrones donde tal vez realmente no los hubiera, la
mayoría de la gente solía relacionar a los zerg con criaturas que les
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Valerian frunció los labios. Todo eso podría ser una estratagema.
Sin embargo, la sutileza no solía ser el punto fuerte de los zerg. Su
táctica de asalto favorita era arremeter en gran número y sobrevivir
o perecer según cuál fuera el resultado de la batalla.
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—Ya veo —dijo—. Está bien, así que Gystt es un planeta quemado.
¿Sabemos algo más?
—Su mayor continente comprende casi la mitad de la masa
terrestre total —respondió la mayor-—. Dos continentes más
pequeños y diversas islas conforman el resto. Su día dura treinta
horas. El continente principal es ecuatorial, posee dos cordilleras...
—Sí, está bien —la interrumpió Matt—. ¿Tenemos algo que pueda
indicamos por qué Zagara se ha podido instalar ahí?
—Ulavu no sabe nada al respecto —contestó la mayor—. Quizá
esperaba que todo el mundo diera por sentado que ese lugar ya no
suponía una amenaza y lo ignorara.
—Es posible —dijo Valerian—. Pero la cuestión más acuciante es
por qué necesita o quiere protección. Vuelva a conectarme.
—Adelante, señor.
—Explíqueme qué problema tienen ustedes con los protoss —le
pidió Valerian a Mukav—. ¿Qué están haciendo los zerg en Gystt
que los ha enojado tanto?
—La reina pide ayuda al Dominio Terran para proteger el pía-neta
Gystt de los protoss —respondió Mukav—. La reina ofrece la paz
tanto a protoss como a los terran. El Enjambre solo desea que lo
dejen en paz. ¿Nos ayudará? ¿Cuál es su respuesta?
— ¿Almirante?
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Valerian asintió.
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Pero para lograr eso (para siquiera poder sacar el tema a colación),
Valerian necesitaba al menos poder plantearle esa posibilidad a
Artanis. De momento, el jerarca había estado demasiado absorto
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—Esto..., no estoy seguro de que eso sea una buena idea —objetó,
bajando la voz como si no hubiera otras cincuenta personas
escuchando la conversación—. Si el jerarca Artanis va a estar ahí,
podría resultar... incómodo.
—No pasará nada —replicó Valerian con firmeza. Cualquiera que
fuesen los problemas que Ulavu tuviera con el resto de los protoss,
tenían un misterio que desentrañar. El propio Valerian había sido
un investigador durante el tiempo suficiente como para saber que
la información más vital podía proceder de las fuentes más
inesperadas—. Tres horas, damas y caballeros. Aprovéchenlas.
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CAPÍTULO CUATRO
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¿Acaso esa meta había cambiado? Valerian esperaba que fuera así.
No obstante, por muy optimista que fuera, tenía que reconocer que
no había ninguna prueba que respaldara esa hipótesis. Por lo que
sabía, esto no era nada más que una treta un tanto más sutil de lo
habitual que Zagara estaba empleando para arrastrar a sus
enemigos hasta una posición que no fuera favorable para ellos.
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Aun así...
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Tenía que admitir que todo esto tenía una cierta lógica. Los zerg
eran unos maestros de la manipulación genética. Si alguien era
capaz de hacer resurgir la vida de las cenizas de una incineración
protoss, esos eran ellos.
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— ¿Pruebas?
—Se refiere a las pruebas que necesitaremos para cercioramos de
que dicen la verdad —contestó Artanis.
—Ah —dijo Valerian—. Bueno, empecemos con algo sencillo.
Nos gustaría inspeccionar más detenidamente el nuevo mundo que
han construido.
—Di por supuesto que esa iba a ser su respuesta —afirmó Zagara—
. Hemos diseñado una estructura en concreto para este encuentro
entre nosotros. Les mandaré las coordenadas. Usted, emperador
Valerian, y usted, jerarca Artanis, se unirán a mí para mantener
unas conversaciones claras y abiertas en las que decidiremos el
futuro del sector Koprulu.
—Una sugerencia intrigante —comentó con cautela Valerian,
quien se percató de que Matt se había desplazado hasta el panel de
sensores y estaba conversando en voz baja con el oficial al cargo
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—Ciertamente, sabe qué teclas hay que apretar. Pero la gran duda
es si la solución que nos ha planteado para el problema de la comida
es una oferta o solo un cebo, y eso no lo vamos a saber si no
bajamos a echar un vistazo más a fondo.
Matt resopló.
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— ¿Un qué?
—Va a bajar a la superficie —replicó Cruikshank, a quien se le
estaba agotando la paciencia—. A una superficie repleta de zerg.
¿Quiere caminar por ese punto radial mágico vestida con ese
mono?
—Tengo entendido que Zagara ha prometido que no molestarán al
equipo —señaló la doctora Cogan.
—Sí, así es —admitió Cogan—. Pero ¿se fía usted de una promesa
hecha por una zerg? —Hizo un gesto a Erin—. Esa pregunta iba
dirigida a usted, doctora. A menos que quiera decirle al emperador
que renuncia a la misión.
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CAPÍTULO CINCO
Había pasado casi toda su vida dentro del programa fantasma. Toda
la vida que podía recordar con claridad, sin duda. Los barracones,
la gente, el adiestramiento, la rutina diaria, incluso el leve dolor que
había sentido cuando camaradas y conocidos habían partido hacia
la guerra; todo eso había desaparecido de repente. Ahora era una
civil, o al menos lo sería en cuanto regresara a Korhal y siguiera su
propio camino.
Solo esperaba que estuviera a la altura del reto. Tal y como había
podido comprobar a menudo, Ulavu no siempre trabajaba bien en
grupo.
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¿O acaso era más bien como un objeto de cristal muy fino, una copa
demasiado valiosa como para arrojarla sin más, pero al mismo
tiempo demasiado delicada como para beber de ella por miedo a
que se hiciera añicos?
¿Acaso los fantasmas creían que era una inútil? ¿Todo el mundo en
el estamento militar la consideraba una inútil?
¿Acaso lo era?
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haciendo algún avance en ese sentido, lo cual tal vez fuera una
buena noticia para todos. Normalmente, verse atrapado en medio
de las disputas tribales protoss no era algo muy recomendable.
Tal vez fuera hoy el día en que Valerian tendría que demostrar de
qué pasta estaba hecho. De un modo u otro.
Lo cual era una pena, la verdad. Los protoss se parecían tanto unos
a otros que cualquier cosa que ayudara a un soldado a distinguirlos
era bienvenida.
Por último, cerrando la marcha, se encontraba un soldado con un
traje de combate CMC-400, avanzando torpe y ruidosamente como
si nunca antes hubiera llevado uno.
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Baraja contuvo una sonrisa. Irritar a los oficiales de alto rango era
uno de los pasatiempos favoritos de los soldados. Al parecer, en el
Cuerpo de segadores también se jugaba a un juego parecido.
—Solo llevo dos horas con armadura —se oyó a decir a la mujer,
cuya voz sonaba ahogada.
—Usa el altavoz externo, Erin —gritó Dizz—. El interruptor está
dentro de tu guantelete izquierdo..., abajo a la derecha.
—Decía que solo llevo dos horas dentro de esta cosa —señaló Erin,
cuya voz sonó ahora mucho más clara.
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Cruikshank resopló.
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Baraja asintió.
—Entendido.
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Se calló de repente.
Valerian resopló.
Valerian suspiró.
—Mire allá abajo, Matt Mire lo que han conseguido los zerg. Si
esto es un truco (si se están preparando para otra guerra total),
podrían arrasar todos los planetas del sector y nadie podría
detenerlos. Si Zagara planea traicionamos, nuestra única esperanza
es descubrirlo cuanto antes, mientras el Enjambre esté aún más o
menos localizado.
—Lo sé —dijo Matt en voz baja—. Pero tiene que haber otra forma.
—No la hay —replicó Valerian—. Pero ahora dale la vuelta a la
situación. Ahora mismo, el Dominio es vulnerable, debido a los
problemas que tenemos con la comida y los refugiados. Los protoss
también tienen sus conflictos y son vulnerables. Aun así, Zagara
todavía no se ha lanzado contra ninguno de nosotros dos. Es más,
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CAPÍTULO SEIS
Esto no tenía nada que ver con la devastación total que habían
sufrido Chau Sara y los demás planetas que habían sido incinerados
durante la guerra. Ahí, alguna flora había empezado a brotar de
manera escasa y dispersa, pero no tenía nada que ver con la
explosión de vida vegetal que se había dado aquí.
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¿Acaso ese era el meollo del asunto? Los zerg habían fracasado
cuando habían intentado conquistar los territorios terran y protoss
con infestaciones animales. ¿Acaso Zagara había decidido
intentarlo esta vez usando la flora?
Es más, ¿de verdad Zagara controlaba del todo a los zerg tal y como
ella afirmaba? A lo largo de los años, los zerg habían tenido varios
líderes (algunos dirían que había habido demasiados cambios en
ese aspecto); además, de momento, aún no había ninguna prueba
de que no hubiera alguien en las sombras tirando de los hilos de
Zagara.
Una tras otra, fue recibiendo una serie de respuestas negativas: unas
eran susurros telepáticos procedentes de los protoss de la lanzadera;
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otras, las fuertes voces de los soldados apostados ante los diferentes
monitores de sensores, así como las intensas contestaciones
psiónicas de los protoss que pilotaban las naves de escolta fénix.
Tal vez fuera así. Tal vez esperaba tener una excusa para volver a
incinerar Gystt. Para matar a todos los zerg de ahí abajo.
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por ahí cerca era el leviatán de Mukav, que se había posado a veinte
kilómetros del edificio donde se iba a celebrar la conferencia y era
demasiado enorme como para poder entrar dentro.
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Erin se sonrojó.
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—Probablemente, no.
—Pues ya está. —Acabó de sellar su traje y se detuvo con el visor
abierto—. ¿Tanya?
—Estoy lista.
—Despejado —se oyó decir a Baraja con una voz enérgica por los
altavoces de la nave de despliegue—. No hay moros en la costa.
—Quiere decir que podemos salir —le tradujo Dizz, a la vez que
se quitaba las sujeciones de seguridad—. Erin, ¿necesitas ayuda
para meterte en tu CMC?
Yo la ayudaré, dijo Ulavu antes de que Erin pudiera contestar.
— ¿De veras? —inquirió Dizz—. Bien, está bien. Si necesitas
ayuda, házmelo saber.
—Eh... —acertó a decir Erin, quien dio un paso hacia atrás sin
poder evitarlo.
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—No —mintió.
—Bien —replicó Dizz, quien se volvió hacia su propia armadura.
No tengas miedo, le dijo Ulavu, quien hizo ademán de acercarse a
ella de nuevo. No te haré daño.
Los protoss eran una raza antigua, aunque con ese sentido de la
ética, Erin nunca la habría definido como una especie honorable.
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Erin asintió, con cara de pocos amigos. El ritmo de sus latidos iba
disminuyendo, de tal manera que el suave zumbido de su armadura
era la única sensación que percibía por el sentido del tacto.
Ahí estaba.
fila india. Bueno, ¿dónde se está celebrando ese baile zerg que estás
oyendo, Erin?
—No sé lo lejos que está —respondió Erin, manteniendo a raya la
frustración que sentía. No la creían. Ninguno la creía—. ¿Me
puedes ayudar a quitarme esto? —añadió, a la vez: que intentaba
quitarse torpemente el casco—A lo mejor así podré oírlo mejor.
—Sí, espera —le dijo Baraja—.Es que tiene su cosa.
— ¿Y ahora qué?
—Ahora lo intentaré otra vez —contestó Erin, apretando la oreja
contra el suelo. Aunque le pinchaba la hierba, no era doloroso.
—Deja que lo intente yo también —se ofreció Tanya, quien abrió
el visor del casco y se tumbó sobre la hierba, junto a Erin.
Por primera vez desde que habían salido del Hyperion, ambas
mujeres se hallaron fuera del circuito de comunicación del grupo.
— ¿Puedo hacerte una pegunta? —inquirió Erin en voz baja—.
¿Una pregunta personal?
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—Pero estas son las cartas con las que nos ha tocado jugar—
continuó Horner—.Así que baje a la bahía y prepare bien nuestra
jugada. Maldita sea, espero que al final no tengamos que jugamos
esa baza.
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CAPÍTULO SIETE
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con ella contra Amon. Morimos junto a ella. La victoria fue tanto
de ella como nuestra. ¿Por qué entonces, se le concedió un honor
que nos ha sido negado a todos los protoss?
—No lo sé —contestó Valerian, quien adoptó un tono, por puro
reflejo, muy sereno, idónea para negociar políticamente mientras
el universo parecía ladearse un poco a su alrededor. ¿Eso era por lo
que Artanis se había mostrado tan inquieto y enojado? ¿Porque una
criatura sin igual había logrado ascender a xel’naga mientras que
los protoss se habían quedado atrás?
Sin embargo, Artanis no lo veía de ese modo. Y para una raza tan
orgullosa como los protoss, eso podía llegar a ser la humillación
definitiva.
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Era fácil sentirse por encima de los demás cuando el Khala nos
unía, dijo. Ahora, que esa unidad ha menguado, ¿qué vamos a
hacer?
—Hallarán un nuevo camino —respondió Valerian—. A lo largo
de su historia, han sufrido duros reveses infinidad de veces y
siempre han resurgido de las cenizas. Esta vez también lo
conseguirán.
Tal vez, replicó Artanis. Pero se equivoca con lo de los xel’naga.
Una sola ascensión puede ser un acontecimiento aislado,
efectivamente. Pero también está eso. Señaló con un dedo a la
vitrina junto a la cual se hallaban. Explíqueme eso, si puede: ¿Por
qué el don de la esencia xel’naga ha sido concedido a los zerg y se
nos ha negado a nosotros?
—El... ¿qué? —Se interrumpió a sí mismo Valerian, quien
súbitamente dejó de estar sumido en sus divagaciones—. ¿De qué
está hablando? ¿Dónde está esa esencia xel’naga?
Ahí, contestó Artanis, señalando otra vez a la planta. ¿No la ve?
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Por el rabillo del ojo, Tanya vio cómo Erin, embutida en ese traje
al que todavía no se había acostumbrado, se tambaleaba al intentar
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Muy bien, se dijo a sí misma con firmeza. Has sido adiestrada para
esto. Puedes hacerlo.
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Y había tenido razón. El proyectil hizo estallar por los aires una
pequeña sección de la armadura, con las costillas por fuera, del
torso del hidralisco. Metió otra bala en la recámara y volvió a
disparar, arrancándole otra parte del blindaje a su enemigo.
Baraja como Dizz habían dejado de atacar a los zerg más grandes
de la parte posterior para pasar a concentrar sus disparos en la
amenaza más cercana. Tras disparar a cada uno de los dos zerglings
más cercanos, Tanya centró su ataque mental en uno de los
hidraliscos.
Entonces, este cayó. Sonrió ante esta victoria de la que solo ella era
consciente...
...y, de repente, se dio cuenta de que habían sido los disparos de
Dizz los que lo habían matado. Lanzó un juramento en voz baja y,
por un instante, evaluó la situación.
El combate no iba del todo mal, ya que dos de los zerglings habían
caído; sin embargo, los otros tres seguían aproximándose,
avanzando testarudamente bajo la lluvia de impactos con la que les
estaban acribillando Baraja y Dizz. Los dos pestelings seguían
estando prácticamente indemnes; Tanya disparó un par de veces
con su C-10 al más cercano, el cual se tambaleó y detuvo
momentáneamente, al mismo tiempo que la fantasma concentraba
todo su poder en él. La criatura dio unos cuantos pasos más y se
desplomó, aunque Tanya fue incapaz de saber si eso había sido
causa de los proyectiles explosivos o de su ataque piroquinético.
Centró sus siguientes ataques en el pesteling que todavía quedaba
en pie y se percató, por el rabillo del ojo, de que otro zergling más
había caído y de que Dizz también estaba disparando a ese
pesteling. La criatura cayó, lo que permitió a Tanya centrar la
atención en los dos zerglings que aún seguían vivos.
140
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Tal vez sí. Tal vez no. Había participado en un combate y había
sobrevivido. Eso era un gran logro. No obstante, seguía sin tener
nada claro hasta qué punto su poder había sido una herramienta
clave a la hora de obtener la victoria.
*******
Valerian negó con la cabeza. Eso pasaba por usar una maldita
tecnología sin probar.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
CAPÍTULO OCHO
Los demás estaban esperando en una pequeña mata cerca del lugar
donde había caído la bilis ácida del asolador, que había quemado
el suelo y aún ardía, mientras Baraja caminaba hacia ellos y
aprovechaba esos segundos para evaluar la situación con rapidez.
Dizz se estaba comportando como lo haría un soldado hecho y
derecho: recuperando su posición lentamente mientras se mantenía
alerta por si surgían nuevas amenazas. Erin estaba al lado de la
quemadura, de cuclillas, haciendo como que la estaba examinando
mientras intentaba recuperarse de la descarga de adrenalina, lo cual
Baraja podía ver incluso aunque ella llevara puesto un CMC. Tanya
y Ulavu se encontraban cerca de ella, de pie, observando a Baraja
144
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
— ¿Un qué?
Es la línea o el arco en el que los territorios de dos reinas zerg o
madres de la prole se hallan en equilibrio, les explicó Ulavu. En
tales lugares, los zerg no están tan controlados y es más probable
que actúen de manera individual empujados por su instinto.
— ¿Dizz?
—Nunca había oído hablar de algo así —contestó el segador-—-
Tampoco puedo decir que lo hubiera visto antes.
—Eso de que soy su jefe está por ver —contestó con un cierto
envaramiento—. Pero sí, le creo. Ulavu suele tener razón en estas
cosas.
—Bueno, como no tenemos una teoría mejor, supongo que
tendremos que aceptar esta —apostilló Baraja—. En marcha.
—Hay otra cosa de la que quiero hablar antes —dijo Dizz,
levantando un dedo—. Si reflexionan al respecto detenidamente,
tal vez logren recordar que soy yo quien está al mando.
Baraja torció el gesto. ¿De verdad Dizz iba a sacar a relucir la
mierda del rango?
—También sabemos (y si no lo sabíamos, deberíamos saberlo
ahora) que el sargento Cray tiene más experiencia en operaciones
de campo que yo —continuó Dizz—. Basándome en la anticuada
idea de que debe desempeñar un trabajo el más adecuado para ello,
declaro formalmente que le entrego el mando. H-Ladeó la
cabeza—. Considérelo un ascenso por su rendimiento en el campo
de batalla, sargento. Felicidades.
Baraja se quedó callado un segundo, sin saber qué decir. Sin duda
alguna, no estaba acostumbrado a que se sacara a relucir la mierda
del tema del rango de esa manera.
148
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Adoptó un gesto ceñudo...; sí, eso tenía que ser. Dizz había visto
cómo había transcurrido la primera batalla y había supuesto que
habían tenido muy buena suerte al haber salido sin un rasguño de
ella, por lo que había decidido escaquearse de toda responsabilidad
por lo que pudiera ocurrir en el segundo asalto.
Pero ¿era así como pensaba un criminal? ¿O eso era más propio de
un político?
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TIMOTHY ZAHN
Tanya era una fantasma. Eso, cuando menos, quería decir que era
una tele, lo cual era obvio por la manera en que Ulavu y ella
conversaban en privado.
Pero ¿y si era algo más que una tele? ¿Y si no solo era una telépata
sino que poseía un poder aún más potente? Tal vez fuera también
telequinética. Si ella había sido la causa que había ralentizado a los
zerg o si había acelerado los proyectiles disparados por los rifles
gauss hipersónicos, que ya eran veloces de por sí, eso podría
explicar por qué habían obtenido la victoria tan fácilmente.
150
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Sí. Claro.
*******
Valerian se llevó una leve sorpresa al ver que Abathur, que seguía
callado junto a ella, se enderezaba.
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Por lo cual darle una pista de que sabían que esa zona era
interesante sería un grave error.
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
CAPÍTULO NUEVE
Tanya esperaba que fueran atacados una vez más, al menos, antes
de que el equipo llegara al teórico punto neurálgico de Erin.
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TIMOTHY ZAHN
—Ya, pero esos son árboles mágicos zerg —señaló Dizz, que
seguía flotando por encima de ellos—. ¿Recuerdas?
—Y solo llevan aquí unos pocos años —añadió Tanya.
—Eso da igual —insistió Erin—. Hasta los árboles mágicos
necesitan nutrientes y tienen que obtenerlos de alguna parte.
A menos que no tengan ninguna raíz, sugirió Ulavu.
—Entonces..., ¿lo obtienen todo a través de las hojas y la corteza o
qué? —preguntó Tanya.
La fisiología y la bioquímica protoss son similares, señaló Ulavu.
Si bien es cierto que absorbemos energía de un espectro
electromagnético más amplio que aquel al que pueden acceder la
mayoría de plantas, se aplican los mismos principios.
—De acuerdo, pero si no tienen raíces, ¿cómo se mantienen en pie?
—inquirió Baraja.
—A lo mejor con poca cosa —respondió Dizz—. Deja que pruebe
una cosa.
160
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
— ¿Y?
— ¿Se ha movido la parte de arriba? —preguntó Dizz.
—Que yo haya visto, no —contestó Tanya.
—Yo tampoco he visto nada —la secundó Erin.
—Está bien —dijo Dizz—. Da un paso hacia atrás, Baraja, y que
todo el mundo se fije de nuevo en la parte superior.
—Muy bien, se han ido —dijo Baraja—. Sí, será mejor que nos
olvidemos de las granadas por el momento. Lo último que
queremos es despertar a todo el vecindario.
—Ahora mismo, nos vendrían muy bien unas cuchillas psi —
comentó Dizz—. Ulavu, no tendrás por casualidad un par de
focaliza-dores escondidos bajo esos guantes de jardinero, ¿verdad?
Claro que no, protestó Ulavu. Soy un investigador, no un
templario. No llevo unas cuchillas psi encima, ni siquiera sería
capaz de usarlas.
—Creía que todos los protoss tenían esa cosa de el Khala —dijo
Baraja.
—Los templarios tétricos no —le corrigió Erin—. De todas formas,
el Khala fue... Bueno, algo le ocurrió en la guerra, aunque no estoy
segura qué fue. Nadie sabe mucho al respecto —añadió, arqueando
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Tanya se tensó, puesto que lo primero que pensó fue que había
enviado ese comentario a todo el equipo. Pero ese pensamiento se
desvaneció tan rápido como había surgido en su mente. Se había
comunicado con ella en privado, por supuesto. Su poder seguía
siendo un secreto muy bien guardado; además, Ulavu nunca la
traicionaría de ese modo.
Inclinó la cabeza.
Tanya se sonrojó.
—Lo siento.
—Ya —dijo Dizz—. Nosotros nos ocuparemos de esto. Tú vigila
por si aparece alguna visita inesperada.
Al fin, todo estaba listo. Dizz ordenó que todo el mundo se apartara
y, con un crack que sonó sorprendentemente fuerte incluso a través
del amortiguamiento del casco de Tanya, la granada explotó. El
estallido hizo que el árbol se elevara medio metro del suelo y
acabara estrellándose contra el resto de esa madera recientemente
cortada.
— ¿Y qué es ese algo que los está atrayendo? —añadió Erin, con
una voz que se le quebró.
No tengo respuesta para ninguna de ambas preguntas. Soy...
incapaz de concentrarme en esa dirección.
—Yo tampoco puedo —le secundó Tanya, quien intentó
concentrarse. Pero era como si algo hubiera empezado súbitamente
a zumbar delante de su cerebro; algo que al zumbar, la confundía y
desestabilizaba. Se le nubló la vista...
Tanya se preparó.
—Está bien.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Dizz resopló.
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TIMOTHY ZAHN
del interior de la cueva, se podía andar con más seguridad por ella
que sobre una piedra lisa o metal.
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CAPÍTULO DIEZ
Baraja había descubierto hacía mucho que las tácticas urbanas zerg
eran sorprendentemente predecibles. Siempre esperaban tras una
esquina y, acto seguido, cargaban a lo loco en tropel; en la cantidad
que el superamo o la reina hubieran considerado necesario.
Era una gama de colores que nunca antes había visto; lo que más
llamó su atención fueron las manchas rojas. Sin duda alguna, se
trataba de una nueva artimaña que había ideado Zagara para
desarrollar los infernales planes que había urdido, fueran cuales
fuesen.
Entonces, fue demasiado tarde como para poder hacer otra cosa que
no fuera disparar.
Todos iban a morir y nadie iba a saber jamás qué había ocurrido.
Los bloqueadores psiónicos que le habían instalado en la armadura
de un modo tan ingenioso le impedían ahora avisar a gritos a
Cruikshank de que Zagara los había traicionado.
que ocurría. Era muy extraño que no se le hubiera ocurrido esa idea
hasta justo ese preciso instante. ¿Acaso la lentitud mental formaba
parte de la confusión física que provocaba ese zumbido en su
mente?
Esa figura no era ni Tanya ni Dizz. Solo era Ulavu, quien avanzaba
con los brazos extendidos hacia delante, como si pretendiera darles
un amistoso abrazo del oso a los atacantes zerg. El protoss cerró los
puños, de tal manera que sus gruesos guantes de jardinero se
estiraron y se abrieron por el dorso. Se le cayeron los guantes, de
tal forma que otros más finos quedaron a la vista, lo cuales
contaban con unos patrones metálicos muy complejos a la altura de
la muñeca. Antes incluso de que los guantes gruesos alcanzaran el
suelo, esos patrones metálicos entraron en movimiento: se
elevaron, se desplegaron y se reconfiguraron en unos cilindros
177
TIMOTHY ZAHN
Los dos zerg que aún quedaban en pie tal vez intentaron detenerse
de repente al reconocer a ese nuevo e inesperado enemigo. Pero si
esa fue su intención, no lo lograron. El impulso que llevaba el
primer zerg lo llevó directamente hacia esas armas, de tal manera
que acabó empalado en esas cuchillas brillantes al chocar contra
los puños de Ulavu. Si bien el protoss se tambaleó levemente por
culpa del impacto, para cuando el segundo zerg arremetió contra
él, había recuperado suficientemente el equilibrio como para
esquivar el arco que trazó en el aire el zerg y abrirle un tajo en
horizontal, destripándolo del pecho a la cola.
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Baraja giró con una rodilla aún hincada en el suelo y alzó su C-14.
— ¿Ulavu...?
Estoy aquí, Tanya Caulfield, respondió el protoss, quien la cogió
de la mano y se la apretó. Baraja se dio cuenta de que, en algún
momento, este se había vuelto a poner los guantes de jardinero, con
los que una vez más ocultaba sus guanteletes y los focalizadores de
las cuchillas de distorsión. ¿Estás bien?
—Eso creo —respondió Tanya, la cual miró a Baraja con una
expresión de sufrimiento dibujada en la cara—. Los he dejado
tirados en plena batalla, ¿verdad?
—No te preocupes por eso —le tranquilizó Baraja—. Para
vencerlos, nos ha bastado con unos cuantos disparos y una granada.
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TIMOTHY ZAHN
Dizz suspiró.
—Genial.
—Esperen un momento —dijo Erin—. Esto no tiene ningún
sentido. Si exceptuamos su capacidad para comunicarse en grupo,
los zerg nunca antes habían demostrado tener unos poderes
psiónicos. Ciertamente, nunca habían contado con la habilidad de
proyectar ataques psiónicos.
—Si exceptuamos a Kerrigan —apostilló Tanya—. Aunque no
estoy segura de si habría que tenerla en cuenta.
—Pero ¿cómo es posible? —insistió Erin— Esa habilidad no forma
parte de la genética zerg.
—Bueno, a lo mejor han dado con unos nuevos genes en alguna
parte —conjeturó Baraja—. Eso se les da realmente bien, ya lo
saben.
—Eso explica, al menos, ese patrón tan extraño de las plantas —
comentó Dizz—. Tiene que haber alguna relación entre ambas
cosas.
—No —objetó Erin—. Ese patrón no aparece en las plantas. Los
genes psiónicos únicamente aparecen en los animales. No, aquí hay
gato encerrado.
—Pues vayamos a obtener algunas respuestas —dijo Baraja,
mientras contemplaba la rampa con los ojos entornados—. Nos
queda una rampa más que subir, al menos. Después, nos
enfrentaremos a lo que sea que haya ahí arriba.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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CAPÍTULO ONCE
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La cámara era mucho más grande que la cueva que hacía las veces
de entrada y que estaba situada tres rampas más abajo. A un
centenar de metros en línea recta, había una estructura, tallada en
la pared más lejana, de estilo zerg, que contaba con tres pisos y
sesenta vainas blancas como la leche apoyadas en las curvas y el
material con relieve. Las vainas eran ovoides, de apenas un metro
de longitud y con una piel exterior traslúcida. Había algo dentro de
cada una, pero ni siquiera con la visión aumentada que le
proporcionaba el visor era capaz de distinguir algún detalle. La
misma estructura que soportaba todo aquello no se parecía a nada
que hubiera visto jamás, aunque compartía algunos de los rasgos
característicos de las reservas de reproducción y cámaras de
evolución zerg.
192
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Quizá estén esperando a que nos alejemos del túnel, sugirió Ulavu.
—Para que no contemos con una salida por la que escapar
rápidamente y no tengamos una pared a la espalda, ¿verdad? —
comentó Baraja con gravedad—. Sí, eso tiene sentido.
—Entonces, ¿nos vamos? —preguntó Erin.
Baraja resopló.
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Tanya asintió.
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—Tal vez. O tal vez primero quieran comprobar hasta qué punto
pueden manipularte.
Tanya contempló las silenciosas líneas de los zerg y, de un modo
consciente, dejó de apretar los dientes.
— ¿Sabes qué? —le dijo—. Voy a echar un vistazo a las vainas. Si
muero de una manera realmente estúpida, tendré que reconocer que
tal vez tuvieras razón. Si no es así, daremos por sentado que sigo
estando cuerda. ¿Trato hecho?
—Hecho. —Le soltó el brazo—. Ten cuidado.
—Está bien. —Entonces, miró hacia atrás, hacia el protoss. Ten
cuidado, Ulavu, le pidió. Si atacan, colócate detrás de Baraja o
Dizz.
Estaré bien, le aseguró, pero su tono de voz mental estaba teñido
de una extraña oscuridad que la fantasma no recordaba haber
percibido nunca antes.
Los zerg de ahí también estaban cayendo. Tras lanzar una mirada
fugaz a sus camaradas, comprobó que Dizz y Baraja estaban
espalda contra espalda, disparando sin parar, mientras Erin y Ulavu
se encontraban a su lado a espaldas el uno del otro. Aunque Erin
disparaba más a lo loco que los soldados, parecía estar
defendiéndose bien, mientras que Ulavu permanecía básicamente
agachado, intentando no interponerse en la línea de fuego de nadie.
197
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— ¿Piroqui?
—Eso es precisamente lo que me llamaban en la academia —
replicó Tanya, con cara de pocos amigos, mientras se dirigía hacia
ellos. El secreto mejor guardado del Dominio acababa de ser
revelado—. Era más bien un mote gracioso.
—No sé qué decirte —comentó un Dizz pensativo—. Creo que te
pega.
¿La estás insultando?, inquirió el protoss.
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Tanya arrastró primero los que aún humeaban, pues pensaba que,
si alguien tenía que soportar ese fétido humo en la cara, esa era ella.
Después, mientras Baraja y Erin seguían llevándose los cuerpos de
los zerg que habían participado en el asalto principal, se dirigió a
los que se encontraban cerca del lugar donde había estado Ulavu.
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No obstante, aunque existiera algo así, esa arma que Dizz llevaba
a la cintura no tenía el tamaño necesario para albergar este tipo de
mecanismo, por no hablar de la fuente de energía requerida.
Tampoco lo tenía el cuchillo que Baraja le había dado a Ulavu.
¿Acaso una de las balas gauss había girado por el aire a mitad de
camino al objetivo? No..., eso era aún más improbable que esa
cuchilla vibratoria de la que nunca había oído hablar. Eso no solo
habría destrozado probablemente el arma desde la que se hubiera
disparado, fuera cual fuese, sino que normalmente se necesitaban
media decena de proyectiles para atravesar la armadura de hueso
de los zerg, incluso cuando alcanzaban directamente su blanco de
cincuenta milímetros cuadrados con todo su impulso y toda su
energía cinética. Una bala girando casi seguro que rebotaría, sin
más, en vez de atravesar el hueso como...
206
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
O tal vez Ulavu se lo hubiera contado a todos los demás. Tal vez
todos se estaban riendo de la ingenuidad e ignorancia de Tanya por
detrás.
No, era ella. Era ella la que era incapaz de mantener una relación
duradera con la gente. Siempre que todo parecía ir como la seda,
tarde o temprano, acababa diciendo algo que no debía o haciendo
algo que no debía y los demás se alejaban de ella, para nunca
volver.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Apretó los dientes. No. Si bien era cierto que esta parte de la misión
sí había concluido, Erin había dicho que había otros dos puntos
neurálgicos. Valerian quizá decidiera lanzar un ataque nuclear
sobre el planeta desde las naves en órbita, pero también podría
decidir que había que realizar un ataque más preciso y quirúrgico.
Un ataque del que tal vez formara parte su equipo.
*******
Ulavu regresó con más ramas de las que debería haber sido capaz
de recoger, o incluso cortar con el cuchillo de Baraja. Tanya hizo
como que no se había dado cuenta. En cierto momento, el protoss
le preguntó cómo se encontraba. La fantasma le dio una respuesta
educada, enterrando su ira y angustia muy hondo para que él no
pudiera percibirlas.
Tuvieron que utilizar las tres últimas granadas que les quedaban
para abrirse camino a través de la cerca de árboles que bloqueaba
la entrada a la caverna. Por fortuna, no había ni rastro del grupo de
zerg que les había obligado a buscar refugio ahí dentro
anteriormente.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO DOCE
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¿Por qué les iba Zagara a invitar a venir a Gystt y permitirles que
enviaran un equipo de investigación a cualquier lugar del planeta
si sabía perfectamente con qué se podía topar dicho equipo? Y la
cuestión no es que pudiera pasar sino que había ocurrido. Y lo más
revelador de todo era que ella había sabido desde que el equipo se
topó con los zerg en el desequilibrio que se estaban dirigiendo hacia
la meseta. En ese momento, había dejado entrever que creía que el
equipo seguiría avanzando, pero no lo había dicho explícitamente.
Ciertamente, no había insistido en ello.
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Valerian asintió.
—Lo entiendo.
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—Sí, señor.
—Y tengan cuidado —añadió Cruikshank—. Corto.
Esperaba que ese no fuera el caso. Pero no habría apostado por ello.
*******
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xel’naga. Pero sus sueños no son como los de usted o los míos. Sus
sueños se adentran en lo más profundo de los poderes psiónicos de
su especie. Llaman a la vida allá donde esté, ya sea en los campos,
en los arroyos o incluso en lo más hondo de las piedras. Esa vida
Se agita y se anima y se nutre, hasta que por fin despierta del todo.
—Espere un momento —la interrumpió un ceñudo Valerian—.
¿Está diciendo que la nueva flora de Gystt es el resultado de los
pensamientos o los sueños de algunos animales?
De unos animales cuyo fuero interno está compuesto de esencia
xel’naga, le recordó Zagara. Las leyendas señalan que los xel’naga
sembraron la vida en la galaxia. ¿Acaso resulta tan difícil de creer
que esta capacidad sea innata y no sea algo que meramente
aprendieron tras milenios de estudio?
—Está bien —replicó—. Lo que necesitamos (lo que nos falta) son
hechos y pruebas. Permíteme que llame al equipo investigación
para ver si pueden recoger algunas muestras de tejidos de lo que
aún quede en la zona de los capullos.
*******
Y estaba en lo cierto.
¿Acaso era una de esas cosas que suelen ocurrir en las guerras? Era
probable. Se había perdido gran parte de lo más feo del conflicto
durante los años que había durado este, puesto que se había hallado
sana y salva en su confortable laboratorio, rodeada únicamente por
muestras de tejido, sustancias químicas y, de vez en cuando, trozos
de cadáver que le recordaban lo que estaba sucediendo fuera.
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CAPÍTULO TRECE
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*******
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Era una escena dantesca. Toda la zona estaba repleta de zerg (de
pestelings, cucarachas, zerglings, hidraliscos), que destrozaban con
sus garras al puñado de altos templarios y templarios tétricos que
todavía quedaban en pie, que desgarraban la carne y la ropa con sus
dardos venenosos, que devoraban la hierba y los árboles con sus
descargas de ácido que llenaban el aire de un humo asfixiante.
Había zerg muertos por todas partes, tirados unos encima de otros
o entremezclados con protoss fallecidos. Dos centinelas robóticos
protoss planeaban por encima de la carnicería, intentando
inútilmente proteger a los guerreros con sus sistemas automáticos.
Cerca de la meseta había un acechador, el cual yacía de costado y
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Tres.
*******
No lo entiendo.
—Doce terran han muerto —le espetó Valerian, quien por una vez
ni siquiera se molestó en adoptar una actitud diplomática—.
Diecinueve protoss han fallecido. ¿Sigue afirmando ahora que los
psioliscos no son hostiles?
No pueden ser de la adostra, insistió Zagara, pues esta es total e
intrínsecamente pacífica.
—Pues eran unas criaturas de tamaño de zergling con una forma
que recuerda a los hidraliscos, de color marrón claro con brillos
rojos y tres hileras dorsales de puntos rojos brillantes.
La adostra no tiene esa forma.
— ¿Está segura? —presionó Valerian—. ¿Ha mirado el interior de
esas vainas últimamente?
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Durante un largo segundo, pensó que eso era justo lo que iba a
hacer Zagara, quien tenía la cabeza echada hacia atrás y lo
contemplaba con unos ojos brillantes. Entonces, dio la impresión
de que parte de esa tensión la abandonaba.
¿Cuál podría ser el fin de tal acción?, señaló. Pretendo evitar una
guerra. A menos que pueda persuadirle de que digo la verdad,
hacer algo así sería inútil.
—No puede persuadirme, reina, al igual que yo tampoco
persuadirla —afirmó Valerian—. Solo la verdad podrá lograrlo.
Seguiré buscando la verdad todo el tiempo que pueda. Pero al
final...
No concluyó la frase.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Desactivó el comunicador.
Valerian asintió.
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Matt parpadeó.
—Creo que, ahora mismo, atraer a los zerg hacia nosotros sería una
idea realmente mala.
—Valerian..., señor...
—Es una orden, almirante —le interrumpió Valerian, dotando a su
voz de toda la autoridad que le confería su cargo.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Hasta cierto punto, Valerian tenía que estar de acuerdo con él. Las
masacres totales, los daños colaterales gratuitos..., todo eso habían
sido las señas de identidad del reinado de su padre. Esas eran las
mismas cosas del Dominio que Valerian se había comprometido a
cambiar.
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CAPÍTULO CATORCE
No obstante, por la cara que tenía Erin, estaba claro que esa mujer
no pretendía charlar sobre algo intranscendente, sino de algo
importante.
Erin pestañeó.
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Tanya frunció el ceño y estiró el cuello para echar una ojeada por
toda la cabina. No había ni rastro de Ulavu.
Se puso de pie.
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Ulavu estaba ahí, tal y como había dicho Erin. Se había quitado la
túnica y se estaba poniendo con mucho cuidado una venda en la
parte inferior del torso. Tenía otros vendajes que resultaba
perfectamente visibles en la parte superior del cuerpo. A sus pies,
yacían tiradas cinco vendas, cada una de ellas manchada con una
sangre de color morado oscuro; la sangre de un protoss. Sí, había
resultado herido.
Tanya siempre había creído que las preguntas francas había que
responderlas del mismo modo.
Tanya apretó los dientes con fuerza. Así que no había sido una
amiga para él, ni siquiera una fuente de información que no
sospechaba que lo era. Lo único que había sido era un trofeo.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Déjame adivinarlo. ¿Se trataba, tal vez, de algo que rara vez se
había visto antes? ¿Como la piroquinesis?
No.
¿No?
No, repitió a regañadientes. Me envió a localizar a un telequinético
para que trabara amistad con él.
¿De qué estás hablando? Ahora mismo, solo hay dos telequis en el
programa. ¿Qué problema había con ellos?
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Valerian tuvo que hacer un gran esfuerzo para dejar de apretar los
dientes. Era el cuarto devorador que volaba cerca de la nave de
despliegue del equipo de investigación en las dos últimas horas.
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Hacía mucho tiempo que había aceptado esa pesada carga. Pero
nunca, jamás, se acostumbraría a ella.
*******
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Tanya carraspeó.
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— ¡¿Dizz?! —exclamó.
—Maldita sea —susurró el segador, quien parecía más sobrecogido
que alarmado—. Nos han agarrado.
— ¿Que qué?
—Que tenemos a ocho mutaliscos aferrados al casco —contestó un
tenso Dizz—. Más bien, diez. Y..., la madre que los parió..., dos
más acaban de pegarse a los propulsores principales.
— ¿Nos van a derribar? —preguntó Erin con una voz temblorosa.
—Peor aún. —Dizz señaló al follaje mientras el horizonte se
volteaba—. Nos llevan a donde el resto de los malditos zerg están
yendo.
»Nos están llevando hasta el emisor psiónico.
272
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CAPÍTULO QUINCE
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—La teoría más plausible que se me ocurre es que es algo que tiene
que ver o bien con el emisor, o bien con quienquiera que esté
dirigiendo a los psioliscos. O con ambos.
— ¿Almirante?
—Contamos con un arma táctica de diez kilotones —respondió
Matt—. Normalmente, estas bombas se lanzan desde una base en
tierra o de una nave a otra, pero debería sobrevivir a la entrada en
la atmósfera.
275
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— ¿Alguna respuesta?
—Aunque ha mostrado cierta reticencia, el jerarca Artanis acepta
su decisión, emperador —contestó con voz potente el oficial—.
Pero accede a mantenerse al margen y no interferir. —Entonces,
torció el gesto—. La reina Zagara no está respondiendo a la señal.
—Sí, emperador.
276
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*******
¿Estás bien?
Dizz obedeció al instante; apagó las turbinas y eso hizo que cayeran
aplomo hacia el suelo. Los dos mutaliscos reaccionaron cambiando
de rumbo, descendiendo en ángulo hacia su presa...
De repente, sufrieron una violenta sacudida en pleno vuelo, ya que
Ulavu (que se hallaba agachado de un modo precario en la parte de
la popa abierta de la nave de despliegue mientras sostenía
torpemente el fusil de francotirador de Tanya con esa mano tan
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Justo por encima de esa luz que se esfumaba había una pequeña
nube con forma de hongo.
— ¿Dizz?
—Aún van muy rápido, Baraja—le advirtió el segador—. Tienes
que meterte más adentro. No te preocupes porque salte la pintura.
—No puedo —replicó el soldado—. Los gravs no paran de dar
sacudidas.
—Entonces, apágalos.
— ¿Repite?
—Que apagues los gravs —repitió Dizz—. El nivelador principal
está delante del acelerador..., gira la manivela noventa grados en el
sentido de las agujas del reloj y luego tira.
—Dizz...
—Van a aterrizar de panza —le interrumpió el segador—. Tienen
que estar en el claro cuando lo hagan.
—Genial. Está bien, allá va.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
*******
— ¿Almirante?
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TIMOTHY ZAHN
—Continúe.
—Sí, emperador. —Al menos, el emperador no se tiraba de cabeza
a la piscina sin mirar por la parte menos profunda cuando le venía
en gana como a veces solía hacer su padre—. La conclusión a la
que hemos llegado es que, como usted predijo, el emisor psiónico
habrá alejado a muchos de los zerg del Punto Tres. Y como los zerg
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
Valerian asintió:
—Adelante.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
CAPÍTULO DIECISÉIS
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
¿Por qué seguía viva? ¿Acaso los zerg atacantes los habían
evaluado y se habían dado cuenta de que la más inofensiva era ella
y, por tanto, habían decidido centrarse en los demás primero?
No..., eso no tenía sentido. No cuando un par de rápidos tajos con
esas garras afiladas como cuchillas podrían haberle atravesado la
armadura y haberla matado ahí mismo. O, al menos le habrían
arrancado el brazo con el que sostenía el rifle y, de ese modo, se
habrían asegurado realmente de que era inofensiva. Seguramente,
cualquier zerg podría haber perdido el medio segundo necesario
para hacer eso.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Debió decir eso con un tono que llamó la atención, ya que los cuatro
dejaron de hacer lo que estaba haciendo.
—Es más, que acaben siendo destruidas sin que nadie pueda
obtener las muestras que demuestren que la adostra y los psioliscos
no pertenecen a la misma especie —aseveró Tanya—. Por eso
estaban trasladando las vainas del Punto Dos, y por eso dejaron
entrar al disruptor. Dedujeron que debían lograr que Cruikshank
tuviera la impresión de que no iba a poder contenerlos, si no, no le
habrían incitado a volar por los aires la caverna.
—Y por eso yo estoy viva —dijo Erin, quien sintió un escalofrío
muy desagradable. Había esperado con toda su alma que hubiera
algún fallo en su razonamiento que los demás pudieran hallar. Pero
no había sido así—. Su idea era que, después de haber matado al
resto en el Punto Uno, necesitaban que alguien volviera corriendo
al Dominio para contarles lo horribles que eran los psioliscos; y la
elegida fui yo.
—Porque eras la más inofensiva —murmuró Dizz.
—Y porque como habías visto las mismas marcas en las espaldas
de los psioliscos y la adostra sacarías, con casi toda seguridad la
conclusión que querían que sacases —afirmó Tanya—.
Probablemente, dieron por supuesto que te fijarías más en este tipo
de cosas que el resto de nosotros.
—Me pregunto cómo han sido capaces de que ambas especies
tengan las mismas marcas —dijo Dizz.
El que creó a los psioliscos habrá manipulado su genética para
obtener precisamente ese resultado, concluyó Ulavu.
— ¿Él? —preguntó Baraja.
—Se refiere a Abathur —contestó Erin—. Tiene que ser él quien
está detrás de todo esto. Incluso Zagara reconoció que él era el
creador de la adostra.
—Pero también dijo que era leal al Enjambre —le recordó
Baraja—. Y eso no me parece muy leal, precisamente.
—A menos que la propia Zagara sea quien esté detrás —apostilló
Tanya.
—Espero que no, maldita sea —dijo Dizz—. Porque si es así, tiene
a todo el planeta detrás como apoyo.
—Si eso es así, estamos totalmente jodidos —concluyó Baraja.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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TIMOTHY ZAHN
—Sería absurdo —objetó Baraja—. Casi seguro que los zerg tienen
una idea bastante clara de dónde nos hemos estrellado, así que ya
saben que estamos aquí.
—Eso quiere decir que, por una vez, apagar los bloqueadores no
supondría darles ninguna pista —añadió Dizz—. Así que el plan es
desactivar ambos bloqueadores, presentar rápidamente un informe
y después activarlos de nuevo y largamos hacia el Punto Tres, ¿no?
—Está bien —contestó Baraja—. En cuanto nos vayamos, podrán
machacar la nave de despliegue todo lo que quieran. —A
continuación, manipuló algo que se encontraba dentro de su
armadura—. Está bien, el mío está desactivado. ¿Quieres hablar tú
o lo hago yo?
—Yo hablaré —respondió Dizz, quien también hizo algo con su
armadura—. Al habla Halkman, Hyperion. Al habla Halkman,
Hyperion.
— ¿Hay algún problema? —preguntó Tanya.
—Que no hay señal —contestó Dizz—. Ah. Maldita sea.
—"¿Qué? —inquirió Baraja.
—El potenciador de señal de la nave de despliegue está averiado
—respondió Dizz—. Es probable que sea por culpa otra vez de las
gujas dragón.
—Creía que bastaba con la potencia de nuestros trajes para esto —
dijo Erin.
—Y así es —replicó Dizz—. Por desgracia, algún genio de la
tecnología ha establecido un sistema por el cual si nuestros
comunicadores se hallan dentro del radio de acción de la nave de
despliegue, estos tienen que pasar automáticamente por el
potenciador de esta. Y sin potenciador, no hay señal.
— ¿Y no puedes cambiar ese sistema?
—Seguro que alguien puede hacerlo —contestó Dizz
amargamente—. Desafortunadamente, no nos enseñan ciertas
sutilezas tecnológicas en la escuela donde aprendemos a disparar
contra los zerg.
300
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
—Está bien —dijo Baraja—. Coge todo lo que creas que serás
capaz de llevar y vayámonos. Tanya, su CMC tiene varios puntos
de anclaje para llevar equipo..., échale una mano, ¿quieres?
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TIMOTHY ZAHN
—Creo que nos separan unos treinta kilómetros del Punto Tres —
señaló Baraja cuando ya estaban listos—. Eso son dos horas a buen
ritmo.
—Creo que podemos hacerlo en menos tiempo —afirmó Dizz.
—Creo que más nos vale hacerlo en menos, maldición —replicó
Baraja—. Muévanse. Y vigílense mutuamente las espaldas.
Recuerden: no necesitan que todos nosotros lleguemos vivos al
Punto Tres.
*******
302
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
El protoss se detuvo.
Alikka se enfureció y le brillaron los ojos con una luz azul. Si bien
Cruikshank se tensó, los ojos del protoss recuperaron la normalidad
en cuanto recuperó el control de sus emociones. Al parecer, ni él ni
la tripulación de cubierta iban a tener la oportunidad de ver cómo
un templario tétrico lanzaba energía psiónica por el hangar.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Resopló.
Y daba igual que fuera un protoss o no, la cuestión era que Ulavu
era un civil. Si por culpa de su falta de habilidades en combate
alguien acababa muriendo, sería él quien respondiera por ello,
maldita sea.
306
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO DIECISIETE
Baraja, que iba delante, se llevó la peor parte del ataque. Cuatro
zerg aparecieron sin avisar por encima de una elevación rocosa y
se abalanzaron sobre él. A duras penas logró alzar su C-14 antes de
que el primero se estrellara contra él, de tal manera que salió
despedido hacia atrás y cayó. Un segundo más tarde, dos de ellos
estaban encima de él, mientras que otros dos aterrizaban sobre el
suelo, cambiaban de dirección y se dirigían directamente hacia
Tanya.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Erin se estremeció.
*******
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— ¿Almirante?
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TIMOTHY ZAHN
El oficial resopló.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
*******
Pero no fue así. No obstante, casi seguro que era una mera cuestión
de que los zerg no habían reaccionado lo bastante rápido. La
lanzadera y su escolta de fénix gemelos habían alcanzado los
quinientos metros y estaban sintiendo la deceleración final cuando
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TIMOTHY ZAHN
Lo cual fue una pena. Cruikshank había sido testigo de lo que era
capaz de hacerle a un zerg volador un cañón de iones, por lo cual
le habría encantado ver cómo hacían trizas a esta bandada.
Claro que tal vez por eso se estaban marchando. Tal vez
quienquiera que estaba manejando los hilos también recordaba lo
que el disparo de un cañón de iones era capaz de hacerles a los
bonitos caparazoncitos de los zerg.
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TIMOTHY ZAHN
Los fénix.
Se esperaba lo peor y eso fue lo que encontró. Los dos cazas protoss
habían sido derribados, y un devorador yacía sobre cada uno de
ellos. Ambos estaban mirando inútilmente en dirección hacia los
mutaliscos que habían huido, y uno de ellos tenía el morro medio
enterrado en el suelo.
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
— ¿Qué ha ocurrido?
Ha resultado aplastado parcialmente cuando el ataque del
devorador ha zarandeado la lanzadera.
— ¿Son graves las heridas? ¿Será capaz de dirigir su parte de la
línea de batalla?
Está inconsciente, así que no podrá participar en la batalla. He
ordenado que lo suban a bordo de la lanzadera.
—No creo que eso fuera una buena idea, señor —contestó con
suma cautela—. Destruiría las naves protoss y al comandante
Rahas, quien, en estos momentos, está recibiendo tratamiento en
una de las cápsulas médicas.
— ¿No puede sacarlo de ahí?
— ¿Una vez el tratamiento ya ha empezado? —Cruikshank negó
con la cabeza—. Lo dudo. No es seguro. Además, sería como
pintarle una diana en la espalda. —Echó un vistazo a las naves
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Sin embargo, nada de eso era asunto suyo. Tal vez le estaban
tomando el pelo a Valerian; tal vez el emperador supiera algo que
Cruikshank ignoraba. No importaba. El trabajo de Cruikshank
consistía en luchar dónde y cuándo se lo ordenaran, y dejar la
política en manos de su emperador.
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CAPÍTULO DIECIOCHO
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
—Más del que creen, pero menos del que nos gustaría —respondió
Horner—. El coronel Cruikshank ha colocado una línea de batalla,
conformada por fuerzas del Dominio y de los protoss, en el punto
de paso forzoso más estrecho para intentar demorar su avance.
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
—Me he perdido.
—Imagina que eres capaz de ayudar a un árbol a que crezca fuerte
y sano —le explicó Baraja-^. Y ahora imagina que también puedes
hacer que languidezca o que se debilite y marchite.
—Está bien, muy bien. Eso molesta. ¿Y?
—Ahora supón que puedes hacer que crezca o se marchite en un
solo lado.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Es solo que a ti, Dizz y Erin, esto no les afecta tanto porque no
tienen habilidades psiónicas.
—No lo sé —dijo un dubitativo Baraja—. Te dieron una buena
paliza ahí, al principio.
—Probablemente, porque era la única que llevaba una armadura
fantasma y se imaginaron que yo tenía que ser la mayor amenaza
—señaló Tanya—. Después de esa primera batalla, Abathur podría
haber decidido que yo no soy más peligrosa que los demás, por lo
cual empezó a atacamos a todos de un modo parecido para intentar
demoramos a todos por igual.
—Así que crees que no sabe nada sobre tus poderes o los de Ulavu,
¿eh?
—Espero que no —respondió Tanya—. Supongo que lo
descubriremos en unos minutos, en cuanto veamos si ha cambiado
su estrategia en algo.
—Supongo que sí —dijo Baraja—. He de decir que poder
sorprender a cada nuevo grupo de zerg con el que nos topamos
seguro que viene bien para variar. ¿Dizz? Somos nosotros. Ya
llegamos. No disparen.
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Genial.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
cada protoss era una isla, rodeada de una marea de miembros con
forma de hoz que se agitaban sin parar e inquietas colas provistas
de garras, al mismo tiempo que unas montañas de cadáveres iban
creciendo continuamente a sus pies.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
343
TIMOTHY ZAHN
Con gran alivio, vio que solo dos de los ocho soldados caídos
estaban muertos, aunque un tercero se hallaba gravemente herido.
Los otros cinco únicamente habían sido derribados y sus CMC
habían sufrido algunos daños de diversa consideración.
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TIMOTHY ZAHN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO DIECINUEVE
—Eh —dijo Dizz, dando un largo paso para agarrar a Baraja del
hombro—. ¿Adónde crees que vas?
— ¿Es que quieren esperar a recibir una invitación formal? —
replicó Baraja, con más brusquedad de la que pretendía. Pensar que
se iba a adentrar solo en esa oscuridad no le resultaba
especialmente agradable—. Una avalancha zerg viene de camino
hacia aquí, y Cruikshank no podrá contenerla eternamente. Alguien
tiene que entrar ahí, y soy yo el que tiene la armadura, las armas y
el adiestramiento necesarios. Así que se van a callar todos, van a
esperar aquí y van a estar listos para responder a todo correr a mi
llamada si les grito que vengan.
—Como odio correr —afirmó Tanya con suma calma, al mismo
tiempo que se colocaba al lado de Baraja—, prefiero seguirte,
¿vale? No te preocupes..., si insistes, dejaré que tu armadura y tú
se lleven la peor parte del ataque.
Tiene razón, la secundó Ulavu. No debes entrar solo. Ella o yo
debemos acompañarte.
—Si me dan a elegir, la escojo a ella —dijo Baraja. Los fantasmas
eran fantasmas, y seguía sin confiar del todo en que no se fuera a
volver totalmente loca en algún momento.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Por suerte, eso no fue así. Dos minutos después, todos estaban
dentro.
352
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
— ¿Tanya? —preguntó.
—Sí —le confirmó.
—Gracias. —Se giró a medias para mirar a Dizz—. ¿Contento?
—Oh, sí —respondió el segador con ironía—. Gracias por
preguntar.
—De nada.
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TIMOTHY ZAHN
Llegaron hasta la parte más alta sin problema alguno. Al otro lado
del pasaje abovedado que llevaba hasta la caverna principal, Baraja
pudo ver esa estancia de suelo irregular que le resultaba tan
familiar, así como las gradas con las vainas de adostra en el
extremo más lejano. Al igual que había sucedido en la caverna del
Punto Uno, no había nada que se interpusiera entre las vainas y
ellos.
Baraja escrutó con más detenimiento las hileras que estaba viendo.
—Sí, hay cuatro en este lado —afirmó—. No los había visto antes.
— ¿Y a qué están esperando? —preguntó Dizz—. Cepíllenselos.
No. Alzó la voz Ulavu. No deben hacer daño a los psioliscos.
—Pero si a ti sí te están haciendo daño —replicó Erin.
Seguramente, están manteniendo a los zerglings a raya, les explicó
Ulavu. Si los matan, Tanya Caulfield y el sargento Foster Cray
serán atacados de inmediato.
un zerg. Por tanto, sigue unido a todos los demás zerg y se halla
bajo el mando del líder del Enjambre.
—No sé qué decirte —murmuró Dizz—. Me parece que ha hilado
muy fino para poder afirmar que no ha hecho algo mientras al
mismo tiempo empujaba a otros a hacerlo.
—A eso se dedican los abogados —comentó Baraja
sarcásticamente—. Bueno, ¿qué hacemos?
*******
La ventaja que tenían los campos de fuerza protoss era que podían
bloquear el paso a cualquier cosa, salvo a los zerg más grandes. La
desventaja era que duraban muy poco y para poder reemplazarlos
era necesario contar con unos centinelas que no hubieran sufrido
daños.
Lo cual quería decir que, como mucho, era una solución temporal.
Aun así, todo el tiempo que pudieran ganar les vendría bien tanto
al equipo de investigación como al destacamento de Cruikshank.
Sin embargo, los centinelas que habían ido a colocar una nueva
línea de barreras, se habían adentrado desgraciadamente dentro de
esa distancia crítica.
360
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Y lo peor de todo es que eso había sido culpa suya. Le había dicho
a Alikka que enviara a los centinelas más lejos, puesto que, cegado
por su engreimiento, había estado seguro de que él acabaría con los
asoladores antes de que los robots se hallaran al alcance de los
glóbulos de bilis ácida de estos zerg. Él y el resto de fuerzas del
Dominio eran los únicos de la línea con armas pesadas de larga
distancia, los únicos que podían lidiar con este tipo de amenaza.
Debería haberse acordado de que ahí también había hidraliscos.
Debería haberlos localizado y haber acabado con ellos.
— ¿Qué quiere que haga? ¿Que los vuele por los aires? —gruñó.
—No, señor, quiero que los mire —contestó el Goliat Uno—. ¿No
le parece que están un tanto confusos?
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TIMOTHY ZAHN
362
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Un caza operativo.
*******
364
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO VEINTE
365
TIMOTHY ZAHN
—Entendido —dijo.
—Se está organizando una nueva línea de batalla enemiga—
murmuró Matt, que estaba junto a él.
368
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
*******
369
TIMOTHY ZAHN
Tanya lo fulminó con la mirada. Una cosa era intentar hacer algo y
fracasar; y otra muy distinta, ni siquiera intentarlo.
Lo cual era poner el listón muy, pero que muy alto, como bien sabía
Tanya. A lo largo de su larga historia, los protoss habían estado en
todas partes y habían visto de todo. Si unas cuantas criaturas que
soñaban dentro de unas vainas con nutrientes eran tan intimidantes,
este plan podía toparse enseguida con un callejón sin salida.
Tanya miró hacia arriba. Realmente, el techo no era tan bajo. Como
se alzaba a unos buenos cinco metros del suelo, había espacio más
que suficiente para que incluso Ulavu pudiera caminar sin correr el
riesgo de golpearse la cabeza. Aun así, suponía que incluso esos
cinco metros podían resultar claustrofóbicos para alguien
acostumbrado a sobrevolar colinas y campos de batalla.
371
TIMOTHY ZAHN
Tanya frunció el ceño y volvió a mirar, pero esta vez con más
detenimiento. El techo era rocoso y tenía las protuberancias y
oquedades habituales de toda caverna. No sabía si había sido
tallada por los zerg usando únicamente sus garras o su ácido o
ambas cosas combinadas. Por delante, justo a este lado de la
primera grada de vainas de adostra, había una hendidura
especialmente desigual; daba la sensación de que unos protoss
gigantescos le había dado un puñetazo.
374
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Pero los zerglings eran muy duros. No podían matarlos con más
rapidez y ahí había una barbaridad. Por el rabillo del ojo, Tanya vio
que Ulavu había apagado las cuchillas de distorsión (los zerglings
seguían estando demasiado lejos como para combatir cuerpo a
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TIMOTHY ZAHN
—Claro.
¡Lánzalo!
379
TIMOTHY ZAHN
Tanya parpadeó.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Tanya alzó la vista hacia el agujero. Había algo ahí arriba; sí, ahora
lo veía.
383
TIMOTHY ZAHN
—Ah.
— ¿Me estás diciendo que no lo viste antes? —preguntó Dizz.
—No —admitió Tanya—. Creía que, simplemente, estabas
indicando una vía de escape de emergencia.
— ¿De veras? —inquirió Dizz, a la vez que elevaba la vista—. Pero
si ninguno de nosotros podría caber ahí. Bueno, tú tal vez. De todas
maneras, me da la impresión de que la mejor forma de bajarlo de
ahí es cortarlo y para eso necesito a nuestro amigo, el templario
tétrico del grupo, y sus cuchillas de distorsión. Si quieres hacerlo,
claro.
Por supuesto que voy a ayudarte, dijo Ulavu. Dime qué deseas que
haga.
—Nada especial —contestó Dizz—. Te subiré hasta ahí y te
sostendré ahí arriba mientras cortas los soportes o apoyos o lo que
sea que haya ahí. Y luego bajaremos esa cosa al suelo.
Será un placer para mí ayudarte.
—Mientras tanto, yo me iré vendando —dijo Baraja—. Y ya que
hablamos de cuchillas de distorsión, ese disco volador tuyo es un
arma cojonuda. ¿Cómo es que nunca la habíamos visto?
Se han perfeccionado hace poco, respondió Ulavu. El disco utiliza
la misma tecnología que las cuchillas de distorsión, aunque lo que
proyecta no son cuchillas de distorsión precisamente.
—Pues me gusta —afirmó Baraja—. ¿Alguien ha visto dónde ha
acabado?
—Estaba por ahí —contestó Tanya al divisar el disco tirado cerca
de un par de zerglings muertos—. Yo lo recogeré.
386
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO VEINTIUNO
Era una buena estrategia, una que, por lo visto en esta batalla hasta
ahora, llevaba todas las de ganar. En cuanto los hidraliscos
hubieran eliminado a todos los protoss, podrían centrarse en ambos
flancos terran y aniquilarlos.
389
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Respiró hondo.
—G-Cinco..., dispare.
*******
Durante un largo momento, nadie dijo nada. Ese mero hecho era
algo sorprendente; Erin esperaba oír al menos algún que otro
juramento. Pero por una vez, Baraja y Dizz permanecieron
callados.
Tal vez había situaciones tan graves que no había palabras en el
vocabulario de los soldados y los segadores para describirlas, lo
cual era un pensamiento aterrador.
396
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Pero si eso era así, realmente le gustaría estar viva para poder verlo.
Parpadeando, apartó esos pensamientos de muerte de su mente y
volvió a centrarse en la tarea que tenía entre manos.
La línea de retomo que salía de la vaina era muy fácil de ver. Era
la típica creación orgánica zerg, pues contaba con un revestimiento
capaz de regenerarse por sí solo. Cruzó mentalmente los dedos y
con una jeringa pinchó el tubo, del que extrajo unas cuantas gotas.
Después, quitó la aguja y observó cómo otra gota rezumaba por el
agujero...
397
TIMOTHY ZAHN
El lanzallamas.
398
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Erin miró a Tanya y Dizz, y puso mala cara al ver los tajos, cortes
y grietas que había en sus armaduras. Ulavu, que no llevaba
ninguna armadura, estaba totalmente descartado.
— ¿Qué?
—Que me enseñes cómo funciona —repitió—. Mi armadura no
está dañada, ¿recuerdas? Yo lo haré. Pero enséñame cómo hacerlo.
—Estarás sola —señaló Baraja—. En cuanto inicies el ataque,
tendremos que retiramos.
—No tienes por qué hacer esto. Abathur se quedará sin zerg tarde
o temprano.
400
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
401
TIMOTHY ZAHN
Porque sí que tenía un plan. Tal vez no fuera un buen plan, pero era
lo único que tenía. Mientras tanto, lo único que podía hacer era dar
un paso y disparar, otro paso y disparar, otro más y disparar.
403
TIMOTHY ZAHN
Sino de ella.
405
TIMOTHY ZAHN
CAPÍTULO VEINTIDÓS
—Dame el otro —le pidió Baraja, a la vez que tiraba el tubo vacío
de pomada.
—Toma —contestó Dizz, ofreciéndoselo.
—Antes de que empieces —le avisó Tanya—, que sepas que Ulavu
quiere que nos acerquemos al transmisor.
—Sea lo que sea puede esperar —le espetó Baraja—. Ella necesita
esto ahora.
—Creo que por eso mismo quiere que nos acerquemos —replicó
Tanya—. Bajo ese respiradero, el aire tiene que ser mejor que el
que viene de ahí abajo.
—Tiene razón, Baraja—señaló Dizz—. Vamos..., puedes seguir
aplicándole la pomada mientras Tanya y yo la llevamos para allá.
Baraja resopló.
Más trozos de roca cayeron del agujero; caían tan rápido que Ulavu
apenas tenía tiempo para apartarlos de en medio. De repente, se vio
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
411
TIMOTHY ZAHN
—No.
—Exactamente —señaló el segador, desenfundando su P-45—. La
gran hoguera de ahí fuera se ha apagado.
Porque los terran y los protoss tal vez ya no sean enemigos, pero
tampoco son aliados en sentido estricto, reconoció a
413
TIMOTHY ZAHN
—No lo sé.
Así es, confirmó Ulavu, quien parecía hallarse tan desconcertado
como Dizz. Oigo un nuevo ruido, pero no puedo identificar qué es.
—Yo tampoco —admitió Dizz. Entonces, alcanzaron el rellano y
el segador se detuvo el tiempo suficiente como para echar un
vistazo al indicador de su pistola gauss—. Descubrámoslo,
¿entendido?
Ah, dijo con una áspera voz psiónica mientras se volvía hacia ellos.
Discúlpenme por la tardanza. Me alegra ver que siguen vivos.
—Por el momento, así es —replicó Dizz—. Aunque esa cuestión
siempre pende de un hilo. Si me permite hacerle una pregunta,
¿quién es usted?
Como temía que esas criaturas desconocidas con las que han
estado batallando les acabaran superando, continuó Zagara, he
viajado hasta aquí con la esperanza de que con mi mera presencia
bastara para recuperar el control de la situación.
—Pues parece que ha funcionado —afirmó Dizz—. Gracias, reina.
Doy por sentado que sus zerg han sido los que han apagado el fuego
y no los esbirros de los psioliscos, ¿verdad?
Sí, han sido los míos, respondió Zagara. También he ordenado a
mis skyrlings que despejaran el humo, para que pudieran tener
ustedes aire limpio de nuevo.
—Skyrlings, ¿eh? —dijo Dizz—. Tienen un diseño interesante. Es
una nueva raza, supongo, ¿no?
Sí, contestó Zagara. Abathur los creó siguiendo mis órdenes, para
llevar algún día la adostra cuando ya esté madura.
— ¿Adonde? —preguntó Dizz.
Adondequiera que deban estar. Zagara se calló, y Tanya pudo
percibir la mezcla de ira y miedo que sentía la reina. ¿La adostra
de la cámara de crecimiento sigue viva?
—Hasta donde yo sé, sí —contestó Dizz—. Nosotros ciertamente
no le hemos hecho nada. Permítame que me comunique con... Pero
mejor aún, ¿por qué no sube y lo ve con sus propios ojos?
417
TIMOTHY ZAHN
— ¿Qué dice?
—Dice que lo está escuchando todo —le informó Dizz—. No se lo
cree, pero lo está oyendo. Bueno, vamos a subir con ella —
continuó—. Yo que tú, Baraja, haría todo lo posible por tener ese
transmisor funcionando para cuando lleguemos ahí.
*******
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
Artanis no contestó.
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Valerian suspiró.
431
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CAPÍTULO VEINTITRÉS
Tanya siempre había sabido que los leviatanes eran grandes. Eso lo
sabía todo el mundo. Pero en realidad, esas criaturas eran enormes,
más grandes que los cruceros de batalla del Dominio o las
portanaves protoss.
Lo cierto era que estaban forzando mucho las cosas en ese sentido.
Valerian les había prohibido contarle a Zagara la verdad sobre lo
que estaba pasando, para evitar que Abathur pudiera enterarse de
todo gracias al vínculo psiónico zerg; además, la reina no estaba
precisamente contenta con las condiciones del viaje. A Tanya no le
hacía falta recurrir a su limitado poder tele para ser capaz de
percibir que Zagara estaba enojada por este trato indigno. Por
suerte, daba la sensación de que prefería evitar una guerra a
preservar su dignidad.
Nadie sabía lo que pensaría (o haría) cuando se enterara de hasta
qué punto la habían manipulado. Y Tanya no se moría de ganas por
descubrirlo, precisamente.
Aunque Tanya seguía sin saber muy bien qué pensar sobre él
después de todo el tiempo que le había estado mintiendo, por un
momento se alegró de poder contar con él como apoyo.
Están aquí.
¿Estás seguro?
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TIMOTHY ZAHN
436
STARCRAFT: EVOLUCIÓN
¿Abathur?
El zerg (Abathur) gesticuló con sus extremidades internas más
pequeñas. Tanya podía percibir algo que bordeaba los límites de su
mente...
—Espere —ordenó Dizz—. Sé que le ha sorprendido verlo, reina
Zagara, pero no nos olvidemos de aquí somos invitados.
Mantengamos una conversación...
¿Qué haces aquí?
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—Eh..., ¡Abathur! —le gritó Dizz, quien intentaba una vez más
sumarse a la conversación—. Nosotros apoyamos en esto a la reina,
así que... ¿qué tal si nos explicas esto a los demás para que podamos
entenderlo?
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
La situación era tan mala como había imaginado. Peor aún. Zagara
y Abathur se habían enzarzado en un combate cuerpo a cuerpo, en
el que sus extremidades hacían las veces de espadas, como si fueran
unos guerreros de la antigüedad. Si bien Zagara era más grande y
estaba más furiosa, Abathur resistía con firmeza.
Y tenía aliados. Todos los túneles vomitaron una oleada tras otra
de psioliscos.
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TIMOTHY ZAHN
Por ahora, Dizz era el único que había acudido a apoyarla, ya que
estaba planeando por encima y detrás de Zagara, mientras
disparaba metódicamente a las líneas de psioliscos que avanzaban
en tropel hacia los combatientes. Les disparaba y, con suerte,
esperaba confundirlos. El largo grito que antes había sacado en
parte a Tanya de la neblina mental en que se hallaba sumida (un
grito que había rebajado su intensidad pero que no se había
desvanecido del todo) procedía de la micropantalla turbo de la
mochila de propulsión de Dizz; un complemento especial que había
pedido que le instalaran después de que el doctor Cogan sugiriera
que Abathur podía comunicarse con sus psioliscos por medio de
ultrasonidos.
Tal vez Ulavu poseía una mente mucho más fuerte de lo que creía
Tanya. Pero ella había visto esa mente. Había conocido a Ulavu
mucho mejor que cualquier otro terran. Era fuerte, sin duda, pero
no tanto.
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TIMOTHY ZAHN
Pero al final, eso daba igual. No era una cuestión de amistad, sino
de que Ulavu formaba parte de su equipo, y ella era una fantasma,
un soldado del Dominio, y su trabajo era protegerlo con todos los
medios a su alcance.
A cualquier precio.
Dizz vaciló.
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TIMOTHY ZAHN
— ¿Por mi culpa?
—Bueno, tuviste ayuda —contestó Dizz, quien, por lo que podía
ver, estaba adoptando su actitud frívola habitual. Pero por una vez,
esa estrategia no le estaba funcionando—. Da igual. Tú anda si
crees que puedes, que tenemos que embarcarte en el Hyperion para
que te curen lo que sea que se te haya roto.
—Sí. —Tanya titubeó—. Dizz..., ¿te he acojonado antes?
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
CAPÍTULO VEINTICUATRO
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Por el momento.
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Tanya suspiró.
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STARCRAFT: EVOLUCIÓN
—No lo creo.
— ¿Por qué no? ¿Porque tiene un permiso especial del emperador?
—Porque he presentado una solicitud para ser readmitida en el
programa fantasma.
—Porque... —Cruikshank se quedó callado y con los ojos como
platos—. Está de broma. Creía que acababa de dejarlo.
—Bueno, pues ahora vuelvo —replicó la fantasma.
— ¿Por qué?
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Un acrónimo adecuado.
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