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Auguste Comte (1798-1857), considerado el padre de la sociología, nació en Montpellier,

Francia. A los 17 años ingresó en la Escuela Politécnica, el centro de estudios francés más
prestigioso de su época. Sus profesores eran especialistas en matemática y física, ciencias de
gran desarrollo en esos años, y no mostraban gran interés por el estudio de la sociedad y los
problemas sociales. Es necesario recordar que, en esa época, Francia vivía momentos político-
sociales turbulentos, como resultado de la revolución.

Comte fue inspirado por el pensamiento de los filósofos sociales de esa época, como Charles
Montesquieu (1689-1755), autor de El espíritu de las leyes, o Jacques Turgot (1727-1781), quien
desarrolló la idea de progreso, quienes pueden ser considerados como los precursores de la
sociología científica. Estaba preocupado por los efectos de la Revolución Francesa sobre la
sociedad, fundamentalmente por los profundos cambios en la conformación de los grupos
sociales que mediaban entre la familia y el Estado, así como por el desorden social resultante
del proceso revolucionario.

El mejoramiento de la sociedad se convirtió en el tema de mayor interés para Comte. Estaba


convencido de la necesidad de fundar una ciencia que se ocupara de los problemas de la
sociedad y que respondiera a los principios del positivismo,1 filosofía predominante entre los
intelectuales de su época. En su opinión, hasta ese momento, los pensadores sociales no habían
aplicado los principios científicos, y se propuso establecer las bases de una ciencia de la
sociedad.

Cabe destacar la influencia que sobre el joven Comte ejerció el conde Henri de Saint-Simon
(1762-1825), uno de los primeros pensadores socialistas que creían que los problemas de la
sociedad de su tiempo podrían resolverse reorganizando la producción económica y despojando
a los propietarios de los medios de producción (maquinarias y herramientas). Saint-Simon
contrató a Comte como su secretario cuando éste contaba con 19 años de edad, y entre 1817 y
1823 colaboraron tan estrechamente, que es imposible discernir la autoría de las obras escritas
por Saint-Simon y Comte en esa época.

En 1822 escribieron el Plan de las operaciones científicas necesarias para la reorganización de la


sociedad, obra que Comte llamó “el gran descubrimiento del año 1822”. En ella, los autores
sostienen que la política debe convertirse en física social, y que su finalidad es descubrir las leyes
naturales del progreso social, tan inmodificables como la ley de la gravedad. En esta obra se deja
establecida la necesidad de una nueva ciencia positiva, dedicada al estudio de la sociedad, que
dio lugar al desarrollo de la disciplina que años después, en 1838, Comte llamaría “sociología”.
Posteriormente, Saint-Simon y Comte se separaron y se convirtieron en adversarios.

La obra fundamental de Comte, Curso de filosofía positiva, fue el resultado de las conferencias
que dictó entre 1830 y 1842 y que fueron publicándose paulatinamente en años posteriores.

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El positivismo es una teoría filosófica que admite como válido sólo el conocimiento que procede de la
experiencia; por lo tanto, rechaza todo concepto universal y absoluto no sometido a la observación y la
experimentación. Postula que los hechos son la única realidad científica, y la experiencia y la inducción,
es decir, el procedimiento por el cual se extraen conclusiones generales a partir de hechos particulares,
son los métodos exclusivos de la ciencia.
Entre 1851 y 1854 escribió una obra en cuatro volúmenes, que lleva por título Sistema de política
positiva, donde aplica sus desarrollos teóricos al mejoramiento de la sociedad de su época,
propósito que lo guió desde su inicial interés por los problemas sociales.

Al final de su vida se desvió en parte de su interés por el positivismo y se propuso fundar una
religión de la humanidad. Sin embargo, en las últimas obras que escribió se encuentran aportes
de interés para el desarrollo del conocimiento sociológico.

De acuerdo con la perspectiva evolucionista y el enfoque positivista de la ciencia, a los que


Comte se adhería, este autor consideraba que la historia de la humanidad había atravesado tres
grandes épocas: la teológica, la metafísica y la científica.

En la etapa teológica, coincidente con la Edad Media europea, se creía que toda la organización
de la sociedad se debía a la voluntad de Dios, por lo cual no estaban dadas las condiciones para
que pudiera hacerse una ciencia de las sociedades. El tipo de conocimiento predominante era
el imaginativo, al que se accedía mediante el camino de la fe.

En la etapa metafísica, que corresponde al periodo del Renacimiento europeo, a partir del siglo
XV y hasta comienzos del XVIII, las personas dejaron de creer que la sociedad fuera un reflejo
directo de la voluntad de Dios. Si bien se comienza a utilizar la razón, la sociedad pasó a ser
entendida a partir de principios metafísicos (o especulativos), es decir, de criterios que no
podían comprobarse mediante la experiencia. Según Comte, las condiciones históricas y sociales
tampoco eran propicias para que surgiera la sociología como ciencia. Por ejemplo, el pensador
político inglés Thomas Hobbes (1588-1679) afirmaba que “todos los hombres tienen el deseo y
la voluntad de causar daño” y que “el hombre es un lobo para el hombre”. Comte sostenía que
las aseveraciones de Hobbes no eran científicas porque no se sostenían en observaciones ni en
experimentos. Se basaban en supuestos metafísicos de una supuesta naturaleza humana que el
autor inglés no pudo comprobar.

La última fase es la etapa científica, propia del siglo XIX, donde el tipo de conocimiento válido
será el conocimiento científico, mediante el camino de la observación. Los progresos en las
ciencias físicas logrados en Europa a partir del siglo XVI (por ejemplo, los descubrimientos de
Copérnico, Galileo y Newton) eran un buen modelo para hacer avanzar a las ciencias de la
sociedad.

Según Comte, la ley de las tres etapas no es sólo un principio que rige el progreso del
conocimiento de la humanidad en su conjunto. También el desarrollo y la educación de los
individuos deben atravesar los tres estadios (teológico, metafísico y positivo), como sucede con
el desarrollo de las sociedades humanas.

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