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El título es el de un libro que ha explotado en Roma hace apenas unos meses. Después
de la revelación de la tercera parte del secreto de Fátima por el Vaticano, en el año
2000, se levantó una ola de protestas y reclamos entre los expertos fatimistas, porque
quedaban tantos cabos sueltos que, después de revelado, el misterio de Fátima se volvía
más misterioso todavía. Pero como las denuncias venían de elementos tradicionalistas,
con patente de exagerados, el Vaticano seguía tranquilo el curso de su existencia.
Mas he aquí que dos días después de la muerte de Sor Lucía, ocurrida 13 de febrero de
2005, el gran gurú del periodismo católico, Vittorío Messori, publica en el "Corriere della
Sera" un artículo: "Secreto de Fátima, sellada la celda de Sor Lucía", donde dice,
refiriéndose a la revelación del tercer secreto, que "muy lejos de disipar el misterio ha
abierto otros: sobre la interpretación, su contenido, sobre la integridad del texto
revelado". En parte porque quebraba el pacto de oficial silencio al respecto y en parte,
suponemos, por el gusto de lidiar con el más bueno, otro periodista italiano de mucho
renombre, Antonio Socci, director un tiempo de "30 Giorni", entabló una polémica con
Messori en defensa de la posición vaticana. Puesto en el combate, se sintió herido —
como él mismo reconoce— por un artículo de un joven tradicionalista, Solideo Paoliní,
donde "nucleaba una serie de argumentos un tanto demoledores de ¡a versión oficial
vaticana" (Introducción). Esto lo llevó a interesarse en la literatura tradicional-fatimista,
rara avis, y, como San Pablo camino a Damasco, a transformarse de perseguidor en
primer apologista. Sí, Socci se rinde y se pasa al enemigo. Escribe un libro donde retoma
los principales argumentos fatimistas y, con la cereza de uno inédito que le comunica
Paolini, concluye convencido —y convincente— que el Vaticano escamoteó una parte del
tercer secreto. En noviembre de 2006, Socci hace estallar a las puertas de San Pedro
este libro con un título nada discreto: "íl quarto segreto di Fátima".
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El Cardenal llega a acusar al periodista de hacer "il gioco [el juego] della massoneria";
pero fuera de estas descalificaciones, no se detiene a responder en particular a las nada
infundadas objeciones que levanta Socci. "Qué error —comenta éste—. Quién sabe por
qué el Cardenal Bertone se ha puesto en tal aprieto metiendo en la torta al Vaticano.
Personalmente debería estar encantado que el Secretario de Estado (es decir, el número
2 de la Iglesia) haya publicado un libro para rebatir el mío. Es un único. Ni Dan Brown ha
tenido tal honor".
El libro reproduce en cierta manera lo que le ocurrió al mismo Socci. Primero reconoce
que, tras la revelación del tercer secreto por el Vaticano, quedan muchos interrogantes
sin responder. Luego descubre una clave de solución. Finalmente, medita sobre su
descubrimiento.
INTERROGANTES
El 13 de mayo del 2000, durante las ceremonias de beatificación de Francisco y Jacinta,
el Cardenal Sodano anuncia que pronto sería revelada la tercera parte del secreto de
Fátima y adelanta su significado: se trataría de una profecía del atentado sufrido por
Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981.
El 26 de junio del mismo año, el Vaticano da a conocer el contenido del tercer secreto,
acompañándolo con una serie de documentos: una Presentación del Cardenal Bertone;
las tres partes completas (supuestamente) del secreto, acompañadas por un facsímil de
las páginas donde Sor Lucía habría escrito el tercer secreto; una serie de documentos en
orden a interpretar debidamente esta tercera parte: una carta de Juan Pablo II a Sor
Lucía, la síntesis de un coloquio del Cardenal Bertone con Sor Lucía previo a la
revelación, un comunicado del Cardenal Sodano y un comentario teológico del —por
entonces— Cardenal Joseph Ratzinger.
Antes de entrar en tema, el tratamiento único y extraordinario que ha terminado
dándole la Iglesia al acontecimiento de Fátima pide un comentario. El Cardenal
Ratzinger introduce su Comentario con la distinción clásica entre "revelación pública" y
"revelaciones privadas" (la distinción es clásica, pero la noción de revelación que allí
expone el Cardenal no es nada clásica). Hasta ahora el término "revelación pública" se
reservaba a la revelación divina que se cerró con la muerte del último Apóstol, pero la
importancia que la Santa Sede le fue dando a Fátima, la pone por encima de las
revelaciones estrictamente privadas. Los teólogos se verán obligados a abrir una nueva
clasificación. Pero volvamos a nuestro asunto.
La tercera parte del secreto de Fátima revelada por el Vaticano consiste en una visión
en la que, como también ocurre con las visiones del Apocalipsis, parece difícil discernir
lo literal de lo simbólico. A pesar de las muchas aclaraciones que acompañan el texto —o
quizás más bien por ellas mismas—, Socci encuentra planteados en la literatura fatimista
serios interrogantes en cuanto a la interpretación, a la gravedad, a la continuidad, al
género y a la forma del mensaje del Cielo.
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EN CUANTO A LA GRAVEDAD
Dos veces habla el Comentario de "desilusión". Sí, los que habían llegado a suponer que
el contenido del tercer secreto sería sensacional quedan ahora desengañados. Pero a los
neófitos como nosotros, que no estábamos interiorizados en estas investigaciones, las
referencias de Socci nos golpean fuerte. Los que habían creado esa expectativa acerca
del tercer misterio no eran solamente algunos exaltados lefebvristas, sino aquellos
mismos altos personajes que conocían el secreto. Cuando el Obispo de Leiría pide a la
vidente que ponga por escrito la tercera parte del secreto, ésta pasa casi tres meses de
angustias de muerte sin poder escribirlo y se hace necesario que la Virgen se le
aparezca, el 2 de enero de 1944, para animarla a hacerlo el día siguiente. ¿Qué podía
impresionarla tanto en la visión que conocemos a aquélla que fue capaz de describirnos
la visión del infierno? Luego, al acercarse el tiempo en que el secreto debía ser revelado
(1960), después de una visita del Cardenal Ottaviani a Sor Lucia, Roma confisca todos los
documentos conservados hasta entonces en el obispado de Leiría.
El mismo Cardenal Ottaviani, nada inclinado a las revelaciones privadas, explicará diez
años después, en una importante conferencia dada el 11 de febrero de 1967, que se
tomó esta decisión "para evitar que una cosa tan delicada, destinada a no ser dada en
pasto al público, venga, por cualquier razón, aun fortuita, a caer en manos extrañas".
Poco después, en 1958, a raíz de una declaraciones "sensacionalistas" del Padre Fuentes,
que era nada menos que el postulador de la causa de beatificación de los pastorcitos y
sus declaraciones estaban fundadas en sus frecuentes conversaciones con Sor Lucía,
Roma (ya estamos bajo Juan XXIIÍ) destituye de su cargo a dicho Padre y declara
incomunicada a la vidente, pena que la pobrecita sufrirá hasta su muerte. Juan XXIII y
Pablo VI van a evitar referirse públicamente al tercer secreto, pero el mismo hecho de
sostener este silencio frente a la presión creciente por que sea publicado, se hace
incomprensible al conocer ahora su inofensivo contenido.
Será Juan Pablo II quien vuelva a darle importancia, sobre todo después del atentado.
Hay unas confidencias que se le atribuyen, que habría hecho en Fulda en 1980, durante
su viaje a Alemania, donde se referiría al carácter absolutamente sensacional del tercer
secreto, pero flotan algunas dudas acerca de !a verdad de este hecho.
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EN CUANTO A LA CONTINUIDAD
La segunda parte del secreto, en la redacción más completa que da Lucía en su Cuarta
memoria, termina con la frase: "En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe,
etc." Hay casi una certeza de que el "etc." escrito por Lucía se refiere al texto de la
tercera parte del secreto. Ahora bien, eso supone que lo que sigue tiene algo que ver
con la frase inmediatamente anterior. De allí surgió la convicción de que el tercer
secreto se refería de alguna manera a una gran crisis de fe en la Iglesia. Pero en la visión
del "Obispo de blanco" revelada por el Vaticano no hay nada que sugiera explícitamente
un problema de fe, porque la persecución que allí se muestra puede ser causada por la
defección de los creyentes o por la malicia de los incrédulos.
Socci refiere muchas otras vías serias por donde se filtra esta misma convicción, entre
otras, la misma entrevista del Cardenal Ratzinger con Messori, donde afirma que el
secreto también trata de "los peligros que incumben a la fe y a la vida del cristiano y por
lo tanto del mundo" (es verdad que estas declaraciones adelantadas por la revista
"Jesús", fueron censuradas en la edición completa de la entrevista a manera de libro,
seguramente por los ecos que provocaron). El conjunto de estos hechos, cuyas precisas
referencias no permiten dudar de su existencia, nos causa verdadera perplejidad. Hay
algo que no va.
EN CUANTO AL GÉNERO
Este interrogante es simple, pero no menos punzante. En la primera parte del secreto,
los pastorcitos tienen también una visión, la terrible visión del infierno, pero
inmediatamente siguen las palabras de la Virgen que la explican: "Visteis el infierno,
etc."
En esta tercera parte hay también una visión, pero a pesar de ser mucho menos
comprensible, no es seguida de ninguna explicación. Esto resulta extraño, mas ¿quién
puede juzgar los secretos del Cielo? El libro, sin embargo, tampoco aquí nos deja
tranquilos, porque muestra fehacientemente que todas las personas que estaban en
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condiciones, por una u otra razón, de juzgar del secreto, empezando por la misma Lucía,
daban por supuesto que contenía "las palabras de la Virgen". ¿Dónde están esas palabras?
EN CUANTO A LA FORMA
Se sabía que, una vez que el Santo Oficio tragara el secreto, difícilmente volvería a
aparecer en la superficie de la tierra. Monseñor Venancio, Obispo auxiliar, rogó al
titular, Monseñor Da Silva, a quien había sido dirigido el secreto por Sor Lucía, que lo
abriera, porque era la última posibilidad de guardar una copia en Leiria. Éste no quiso
asumir tal responsabilidad, y Monseñor Venancio tuvo que resignarse a conservar sólo
una detallada descripción física del escrito antes de entregarlo.
Observando al trasluz, pudo comprobar que, dentro del sobre del obispado, estaba el
sobre de Lucía, de 12 por 18 cm, y dentro de éste había una única hoja de papel de 9
por 14 cm, con un texto escrito de 20 a 25 líneas. Las anotaciones de Monseñor Venancio
se conservan en el archivo del Santuario de Fátima.
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"— Ah. Pero yo le he dicho la verdad; mire que todavía estoy lúcido! Quizás el pliego
Bertone no es el mismo que el pliego Capovilla-".
"— Entonces, ¿ambas fechas son verdaderas porque del tercer secreto se tienen dos
textos?"
"— ¡Exactamente!".
Con esta clave de solución parecen ordenarse multitud de datos dispersos. Se sabe que,
en 1944, Sor Lucía entregó a Monseñor Da Silva el sobre lacrado con el secreto dentro de
su cuadernito de notas. ¿Por qué también en el cuadernito? Tiene sentido pensar que las
cuatro hojas reveladas por Roma pertenecen al cuadernito, donde Lucía escribió la
visión, y en el sobre lacrado iban las palabras de la Virgen que tanto le costó a la
vidente verter al papel.