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La caza

Había muchos métodos de caza. Algunos salían solos, se camuflaban con ramas y pasto, arco y
flecha en mano, se acercaban con disimulo a sus víctimas hasta tenerlas a tiro. Otros preferían
poner trampas que soltaban pesados troncos sobre los animales o los encerraban en cajas de
madera si eran bichos chicos. Con los pecaríes ayudaban los perros, que los corrían y
molestaban hasta que algunos machos se apartaban para atacarlos, momento en que los
hombres les revoleaban sus garrotes y los dejaban secos. Cazar yaguaretés era más peliagudo.
Las flechas no servían porque las atajaban a zarpazos, así que se los acorralaba con perros y
entonces se los fastidiaba tirándoles palos hasta que, enfurecidos, saltaban para atacar y allí
eran atajados con la punta de una lanza bien afirmada contra el suelo.

A recolectar

El monte ofrecía una variedad de cosas buenas para comer: los frutos del chañar y del mistol,
higos de tuna, raíces diversas, etc. Pero lo más importante siempre fueron las vainas de
algarrobo, que se pueden comer directamente, guardarse secas, hacerse harina o convertirse
en aloja, una bebida fermentada, fuerte como cerveza. Otra planta muy buscada era el
caraguatá, de cuyas hojas sacaban fibras muy resistentes con las que hacían sogas e hilos y con
éstos tejían redes, taparrabos, camisetas y especialmente las yikas o bolsas que se siguen
usando.

Trabajos de mujeres y de hombres

Las mujeres cocinaban, cuidaban los chicos y también tejían. Hacían redes para la pesca,
taparrabos, camisetas, bolsas.

La recolección era trabajo de mujeres que para eso salían con grandes bolsas y unos palos de
metro y medio de largo, con punta achatada, que les servía tanto para escarbar buscando
raíces como para bajar frutas de las ramas más altas.

Pero había otra recolección muy importante hecha por los hombres: la de la miel.

Los desplazamientos

Cada tanto , los guaycurúes tenían que levantar sus casas, unas chozas ovaladas y bajas de
rama y paja, muy fáciles de armar y desarmar. Esto sucedía cuando empezaban a faltar los
alimentos. Entonces, las mujeres desarmaban las chozas y metían los cueros para dormir, las
hamacas de sus bebés, las ollas, los platos, las cucharas, los cuchillos y si era necesario los
chicos y los perritos en grandes alforjas de cuero de pecarí. Cuando todo estaba listo, se
ponían en marcha hacia lugares donde hubiera caza o pesca y buenos frutos para recolectar.
Los hombres iban denlante , las armas en mano, listos para asentar un flechazo a un animal o
para responder algún ataque enemigo.

Los chicos

Al nacer un chico, si era hijo de cacique se armaba gran alboroto, había bailes cantos y
festejos. Abipones, tobas, pilagaes y mocovíes tenían un gran amor por sus hijos. Los bebés se
la pasaban a upa, y los grandes aguantaban con paciencia noches enteras en vela cuando
lloraban.
Apenas los varoncitos caminaban, les regalaban un arco y una flecha y les empezaban a
enseñar a tirar. A las nenas, en cambio, les daban un cantarito y comenzaban desde chicas a
imitar a las mujeres llevando agua del río, jugaban a rondas con canciones y tenían muñequitas
de arcilla o hueso.

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