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ALBERTO LEDUC

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TIP. EL FENIX, AGUIL \ NO M.


.

1896
ALBERTO LEDDe .
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7 7

TIP. EL FEN1X, AGUIL NUM. 12

1896
I

A CI,ARA LUNA

En nna de las Cflsas de muieres malas del ba-


rrio que los veracruzanos llaman Punta de diama",-
te, vivi6 el afto <l.e 84 una prostituta á quien sus
compafteras llamaban Fragatita J porque s610 gus-
taba de la gente de mar.
La noche de un sábado de Agosto se apuftalea-
ron por ella en el Recreo, el patr6n de la "Julia"
y un cabo de artilleros de uno de los cañoneros
fondeados entonces en la bahía. El cabo Jel cafto-
nero muri6 el 15 del mismo mes en el hospital mi-
litar, y el patr9n de la "Julia" espiró el 27 en una
cama del hospital San Sebastián. Fragatita lloró
por ambos, á los dos llev6 habanero y tabacos al
hospital, y por ambos encendia candelas de cera:
por el cabo-c&ftón el 15 de cada mes, yel 27 por-
que descansara en paz el alma del patrón de la
, 'Julia,"
Fragatfta tenía los cabellos crespos y abundatt-
tes, la piel amarillenta y fina, el andar indolente
y la elástica agilidad de las lianas y las culebras.
Usaba siempre peinadores blancos con rayas ne-
gras, chancletas rojas y medias listadas de amari-
llo y negro. Y cuando el suelto peinador cl-lía so-
bre la mecedora que estaba junto al lecho, su cuer-
po todo despedía ese aroma exótico que turba los
sentidos de los blancos, ese perfume extraño de
las mujeres de color, que" parece formado
'
con.las
emanaciones de las playas Africa, y con las
brisas de los mares tropicales. Allue1·. perfume in-
quietador y extraño, las pupilas negras 'que dnti-
laban de pasión durante los calurosos crepúsculos
del puerto, y la piel fina y cobriza de Fragatita,
eran la perdición de Pierre Douairé. Muchos día9
de arresto sufrió el bretón por no haber llegado á
bordo antes de la lista de ocho; muchos plantones
en la cofa á la mitad del día, cuando el Súl quema-
ba el mar y derretía el alquitrán en los cordajes;
muchos rebencazos y puntapiés del segundo con-
tramaes:re, desde que éste supo la pasión por Fra-
gatita; y era que Juan Sánchez, el2 o contramaes-
tre, fué también amigo de la mulata de chancletas
rojas, y desdeñado ahora, no soportaba que la gen-
til mulata tuviera predilección por el francés.
Cuca Mojarrás (á) Fragatita, sabía muy bien los
días que estaba franca la brigada á la cual perte-
necía Douairé; y antes que saliera el sol, los pes·
cadores la miraban por la Caleta, con su montón
de ropa blanca, á pocos pasos del mar, dejándose
rodar indolen temen te por las olas, que, ó la cu·
brían por completo, ó sacándola á flote pegaban á
su cuerpo el camisón blanco empapado de agua
salada; la mar inquieta arrojábala en la arena co·
-5- •

mo si temiera su peligrosa seducción, y Fragatita


temblorosa y sacudiendo la czabellera, se levanta-
ba 'y hundía sus piececitos, se dejaba caer, y se
perdía bajo el agua murmuradora.
Una noche d despertarla los crujidos de las ven-
tanas y el ensordecedor y lento rumor del viento
desencadenado, Fragatita se arrodilló sobre el le-
cho desasiéndose de los blancos y nervudos brazos
de Douairé para encender la bujía y cerrar la ven-
tana que acababa de abrirse con.espantosoestruen-
do. Douairé dormía, y al volver junto á él, Fra-
gatita creyó oirlo gemir; se acerca á despertarle y
mira en su espalda los cardenales que el rebenque
de Juan Sánchez había estampado el día anterior.
Se toda la amarillenta piel de la mula-
ta, clntilaren sus pupilas negras, y echamlo hacia
atrás su cabellera crespa, gimió roncamente, lúgu-
bremen te, como gimen las perras cuando les arre-
batan sus hij uelos .... y el gemido escapado de su
pecho donde muchas generaciones de color habían
acumulado el odio al látigo, su sollozo de africa-
na degenerada, de perra herida en su corazón de
amante, fué á confundirse con el sordo gemir del
Norte que alborotaba el Golfo aesde la Península
floridense hasta la yucateca.
-¿Qnién te pegó, francesito? dijo la mulata des-
pertando á Douairé y besando las huellas del re-
benque sobre la espalda blanca del bretón.
-El contre, maitre,.contestó Douairé, no me quie-
re, porque tu. me quteres.
-¿Cuándo sale franco?
-El domingo elijo m2lquinalmente Pierre Do-
nairé Y enlazando al cuello amarillento de Fra-
gatita sus brazos blancos y adornados con anclas
y estrellas azules, atrajo á sus labios los labios de
- 6,-

la mulata; y enloquecido, turbado, vibrante de de-


seo al aroma extrafio de Fragatita, la estrechó con
toda la fuerza de su sangre saturada de brisas del
mar, con toda la potencia de su pasión y de su
edad. ,

Saltaba al muelle Juan Sánchez, seguido de los


francos, y Fragatita, arrastrando sus chancletas
rojas y acercándosele le dijo:
-¿No me pagas la tarde, Juan?
-Que te la pague el francés.
-Mira. curro, ya estás viejo para tener celos;
hoy no está franco mi francesito, si no él me la
pagaría y á tí también.
-Vénte, Fragatita, dijo el contramaestre.
Los últimos celajes que doraba el sol se huían en
el horizonte, cuando Juan Sánchez y la mulata en-
t.raron al café de la Paloma, taberna que ve al mar
y muy concurrida por marineros y pescadoses.
-¿Qué bebes, Fragatita?
-Lo que tú bebas, curro.
-¿Wiskey ó compuesto?
-Pues wiskey, Juan;
-Dos vasos y una media de wiskey, gritó el
con tramaestre.
. y cuando salieron del café de la Paloma, la no-
che estaba muy entrada; y Fragatita firme sin
tambalear, arrastraba á Juan Sánchez.
-Vén curro, vamos por la playa.
-Mejor á tu casa, negra.
-Después. . .. Después ....
y Juan Sánchez, aturdido, ebrio de a1cóhol y de
lascivia, se dejaba arrastrar por la mulata, huno

-7-
diendo sus piés en la arena mojada, por la espuma,
que rechazaba el mar.
Ya estaban muy lejos de las luces y del puerto:
ya no se escuchaba más rumor que el del agua
monótona, y de cuando en cuando los campanazos
del presidio y de las barcas fondeadas en la bahia;
los alertas de los centinelas de Ulúa y de los guar-
dias de los cafioneros.
El contramaestre, silencioso y tambaleante, se
paraba á mirar en la noche negra de la bahía, las
luces de los barcos, y el ojo inmenso y giratorio
del faro del presidio, que se detenía á iluminarle
un instante, para girar en seguida y lanzar sus
destellos allá muy lejos, á las tinieblas murmura-
'doras del Golfo inmenso.
-Siéntate, curro •.... y Fragatita sentada so-
bre la arena, ayudó á caer al contramaestre. Le
acabó de aturdir con besos y caricias, le adorme-
ció con su voz de sirena tropical, y sacando de en-
tre la banda azul del sevillano, el cuchillo que
nunca 'abandona la gente de mar, le hundió hasta
el mango en el pecho velludo de Juan Sánchez.
Como el contramaestre hiciera un esfuerzo por
gritar, Fragatita desprendió violentamente una
chancleta del piececito cefiido por la media lista-
da de amarillo y negro, y tapó con ella la boca
mutilada del marinero.
-Cállate, currito, murmuró á su oído, ya no le
pegarás con,rebenque á mi francés.
Cintilaron sus pupilas negras como cintUan
siempre las de la gente de color, cuando ven su-
frir á un blanco; y satisfecha y contenta, aspiró
con delicia la vivificadora brisa que agitaba su ca-
bellera crespa. Entre tanto el ojo inmenso del fa-
ro, recogió sus últimos refljos esparcidos en la De-
-8-

gra llanura de la bahía, los detuvo un instante so-


bre el cuerpo inerte y ensangrentado de Juan Sán-
chez, para volverlos después á lanzar muy lejos ..•
hasta los confines invisibles de la inmensa exten-
sión.
Fragatita aseguró bien al cuello del cadáver, el
cordón, curiosa y delicadamente trabajado, de don-
de pendía el cuchillo; y dejandQ el arma hundida
en la herida, empujó el muerto á la mar hasta que
se perdió á sus ojos. .
A la maflana siguiente Cuca Mojarrás (á) Fra-
gatita, partió para la Capital, allí se perdió, vivió
desconocida entre el hormiguero de la baja pros-
titución.
y diez meses después de la noche en que Doud·
ré encontró su sepulcro en el cementerío vastísi-
roo dei Golfo mexicano, la mulata de cabellos cres-
pos y piel cobriza y fina, moría extenuada por el
hambre y despedazada por la sífilis en una cama:
de San luan de Dios.

,
-, -- -- .- - - _ _ 0' - - _ _2 _ _ -- - _ -. -- - -- -- 4

" ,

-
A FltRNANDO I.ATAPI
-
,
(Dtl Diario intime de un t-x-gr ,lrnt'te de ]a Armada
N t\cion¡:.l. )

Paralelo 25 á algunas millas de las bocas del


Río Bravo. De codos sobre la mura de estribor á
proa, Pierre Douairé y yo, mirábamos correr las
aguas negras del Golfo y agitarse la lechosa este-
la que nos perseguía por la popa -
I Pierre Douairé! j El paralelo 25! ¡Octubre de
841 ¡Fechas y nombres y lugares perdidos ya en
el olvido. venid! Aquella tarde, después de rau·
CM, saqué de entre los pliegues de mi blusa de
grumete, la primera carta de la madre abandona-
da; carta recibida tres meses después de la fuga y
leída á centenares de millas, lejos del hogar, bajo
13 limpidez del cielo sereno de una mar en cal-
ma .... pero era tal la limpidez del cielo, que es-
-pantaba; era talla calma de aquellas aguas pro-
fundas, que causaba terror. Se presentía que era
-10-

]a serenidad, la calma, que lo mismo en el mar que


en el espíritu, precede á las grandes temp!stades,
á los huracanes terribles de las agu'1s y <lel fondo
del sér. ¿Quién de los que hayan navegado en el
Seno Mexicano, no conoce la serenidad del mar y
del cielo antes de la tormenta? ¿Quién de los que
hayan sentido los destrozos terribles de una pa-
sión desgarradora y profunda, no ha contemplado,
casi con espanto, la absoluta calma, la paz aparen-
te que precede al huracán desvastador, que con-
vertirá en escombros su corazón? ...


*
>1& *

Ten -1remos norte an tes de cinco horas, decía Juan


Sánchez, nacido en Triana, prófugo de Ceuta y en
aquella época segundo contramaestre del cafione-
ro. Fna mitad de su labio superior se fruncía; y
digo unamita<il, porque la otra habia caído en
Triana bajo el navajazo de una chula.
- j Norte! me dijo Pierre Douairé -¿oistes? Y
se acercó á mL
-¿Qué lees?
-U na carta de mi madre.
- j Ah! Tú la vol verás á ver alguna vez ....
yo .. jamás ....
y levan tando las mangas de su blusa, apoyó
sus blancos y nervudos brazos sobre la mura. f

-Mira, decía enseñándome una ancla azul pin-


tada sobre la blancura de su brazo; esta ancla en
Brest, á bordo del "Albatros;" esta estrella en San
Francisco, á bordo de uu ballenero, y esta F so-
bre el pecho, en una casa mala de Orán. Y eran
conversaciones interminables sobre sus viajes, so-
- ',11 " ,

bre 1'CJS paises recorridos, sobre los mares brumo...


sos del Norte, sobre sus exóticos amores .... En
Veracrur;, "Fragati :a;" en Málaga, "Pepilla;" en
San Francisco, "Lily;" en Orán, "Fatou": la ne-
gra que babia pint<ldo con a.gujas y tinta de Chi-
na la F indeleble sobre el pecho de Douairé.
y con su lenguaje candoroso y brutal de hom-
bre de mar, me relataba las peripecias de sus amo-
res, las bellezas extrafias de las mujeres amactas y
las tristezas crueles de la separación.
Reía irónicamente y me decía:
. Me acuerdo de todas, á todas las amé.
-17U veis.}e me yappelle tú tlJutes, le les ai Mutes

Pero había un recuerdo negro en su pasado, ha-


bía un asunto de conversación que nublaba su
frente y la hacía bajar los ojos: su deserción del
"Albatros" y sus recllerdos de Bretatla, á donde
nunca ría volver.
_ . Er-a muy malo ese contramaestre, por eso in-
tenté matarlo,
- l l etait !rop ffleclumt ce contremaitre, c'est pout'
S a que j' ai voulu le tuey.
y me contaba sus desesperaciones en la cala
del con el grillete al su evasión á
nado en la había del Havre, su embarque en una
goleta norte-americana y por último su enganche
en el cafionero mexicano.
Nuestra marina de guerra y la armada norte-
-americana. recibían en esa época en sus barcos la
hez de todas las marinas, los prófugos de todos los
presidios, los desertores de todas las marinas del
=mundo. .
No era extra fío. Fues, en las tardes de calma,
-cuando la marinelÍa reposaba, escuchar las monó·
-12 _.

tonas melopeas de 103 marineros griegos. los duros


acentos del "Yankee Doodle" ó las picantes mala-
guefias y petenera9. N o era extrafio oir hablar á
bordo de esos barcos, jergas incomprensibles para
un hombre culto; dialectos orientales, catalán, va-
lenciano, albanés, italiano .... No era extrafio mi-
rar embarcado á Pierre Douairé en un cafionero
mexicano, ni mucho menos oirle llamar en las lis-
tas Píerré Duré por el contramaestre del medio la-
bio tumbado por ]a navaja de la chIlla sevillana;
pero Douairé .fllé mi primer amigo de á bordo, era
el único francés tripulante del cafionero, y á proa
sólo yo conocía su lengua querida, que tanto amo
y que me parecía tan rica. tan sonora, tan vibran-
te cuando me hablaba de Bretafla (quand il me
parlaít de sa BretagneJ. ¡ Ah! ¡La Bretaiia. Ipe de-
cía á menudo, si la conocieras, si algl1na vez pu-
dieras dormir bajo el techo de mi pobre choza!
Allá vive la madte abandonada, á quien no veré
nunca más. ¡Si navegáramos en aquella mar bru·
mosa, bajo aquel cielo siempre gris! ¡Si algún
día nos encontrásemos en barcos franceses nave-
gando hacia la 1slandia, por ejemplo, esa isla le-
jana del continente, esa isla proxima al otro extre-
mo del mundo!
Allá, en aquellos mares, no hay cielo azul ni
tardes hermosas de verano; siempre el cielo gris,
la mar brumosa; siempre la inmensidad triste, som-
bría é infinita de los mares boreales.
Allí se suefla, me decía, allí se suefia envuelto
en pieles; allí, bajo aq ttellas latitudt:s glaciales. se
sueflan otras existencias, otros horiz"ntes¡ allí se
anhela la muerte, se desea la nada; pero jamás vol-
veré á Francia, tu bien lo sabes.
Su frente se nublaba y ojos azules se empa-
-13-

fiaban y veían la augusta soledad del Golfo con


UDa expresión indefinible de tristeza .....
El sol se había hundido en el lejano ocaso, la
campana de á bordo había "picado" las 6 p. m., el
cielo permanecía limpio y la mar en calma; pero
muy lejos, allá cerca de donde el sol se había per-
dido, corrían sobre la trasparencia del firmamen-
to grandes y carmíneos celajes.
y de boca en boca corría también esta fatídi-
ca palabra: ¡el norte! ¡el norte!
El viento, el omnipotente soberano de los mares,
el misterioso que causa el terror superticioso
de la gente de mar; el dios irascible, formidable,
,el enemigo terrible y que destruye y azo·
ta sin piedad.
Los de tierra no conocen, no saben comprender
la cólera de ese dios que los griegos llamaron Eo-
10. que los árabes llamaron "3imoun," las carava-
nas "sirocco," y á quien los marineros dicen: sur·
este, noroestazo, sur, norte, terral; pero que en
todas partes, 10 mismo en el Sahara que en la cos·
ta del Mediterráneo. en el litoral Pacífico y en el
Seno Mexicano, es el dominador elemento, terrible,
formidable, á cuyo solo nombre tiemblan tanto el
lobo de martcomo el nómada musulmán.
-¡El norte! gritó Juan Sánchez af'ompafiando
su grito con una blasfemia horrenda.. Iel norte!
y cuando la campana "picó" las 8 y el clarín
hubo tocado retreta, el norte se desencadenó fu-
rioso y aterrador, conmoviendo las aguas del Gol·
fo desde la pun:a de la Florida hasta el cabo Ca·
toche.
Los palos, los obenques. las cuerdas todas ge·
mían al soplo del norte. El oficial de guardia da ba
órdenes desde el puente.
.

r ' i Afirma los caftones! i Abajo los toldos! i Trin-


bien los botes! ¡Un grumete á proal ¡Guarda
los bajos!
A las 9 p. m ., el estrueudo era espantoso; la llu-
via se habia desatado y el viento soplaba con todo
su furor. U na ráfaga desprendió el velacJeo del ex-
tremo de la verga y el contramaestre, después de
blasfemar. gritó:
-Pierré Duré! á trincar esa vela.
Ví trepar por los obenques á Pierre Douairé,
le ví luchando con la lona indómita y mojada, le
le ví perder el marcha-pie; le vi caer y le vi. ...
hundirse en las negras aguas del Golfo bajo el pa-
ralelo 25.
¡Un hombre al agual ¿Qué es un hombre en la
soledad inmensa del Océano? ¿Qué vale una exis-
tencia en el mar de la vida? La embarcación, 10
mismo que el mundo, sigue su ruta, sin detenerse,
sin siu hacia atrás para mirar
siquiera al desesperado que tiende los brazos en un
eifuerzo supremo y se hnnde para siempre en la ne-
grura del abismo .... Aferrado al estai tlel hauprés
y con una cuerda á la cintura, miraba yo con gran-
des ojos de terror aquella escena, nueva para mis
miradas de 17 aftos; escuchaba, sobrecogido de
panto, el gemido ensordecedor y formidable del
viento; aquel gemido prolongado y sordo que se-
mf'jaba el estortor de un Titán. el alarido de mu-
chas fieras ó la queja de un Cíclope. Veía, tem-
blando de pavor, aquella humillación del hombre
frente á h furia de los elementos; aquellas mura-
das de agua negra, con crestas de enCGje fosfúres-
cente; aquel zig'zag continuo que enrojecía la obs ..
curidad del cielo y las descargas eléctricas que in-
an el mar en nuestro derredor.....
15 -

Aterrorizado, y con la gorra metida hasta las


orejas, contemplé la monstruosa sublimidad de
aquella noche y me pregulltaba: ¿Es una parodia
de las revoluciE>nes cósmicas? ¿Fué así la forma-
ción de los mundos? ¿Es una página del poema
dan tesco ó son los primeros versículos del Géne-
sis?
Agobiado de cansancio, empapado de agua yes-
puma salada. me oculté entre las correderas de un
cafión y me dormí al arrullo del Ti-
tán.
***
En el horizonte obscuro y lejano de mi suefio
de aquella noche. miré la figura triste de la madre
abandonada y cerca de mí la silueta pálida de Pie-
rre Douairé diciéndome:
-¡Ahl ¡Tú la volverás á ver alguna vez; yoia-
másl. ...
Quince meses después . volvíamos á pasar el
paralelo 25; :una larga estancia en aguas norte-
americanas había modificado mucho nuestra tri-
pulación; pocos, {muy pocos quedábamos de en-
tonces. ¿Quién recordaba Pierre Douairé? ¿Quién
guardaba un recuerdo para el pobre creMn, arre·
bata.Jo por el viento en una noche tormentosa? .
Yo. . .. que al esparcir mi corazón en todos los
rincones donde han transcurrido las diversas eta-
pas de mi existencia, me he ligado á todo lo que
parece amistad ó amor.
* ...
*
México, Octubre, 1891
Han pasado siete afios de aquella noche de Oc-
-16 ,

tubre en que Douairé se perdió bajo las aguas del


paralelo 25 .... mis días de grumete están ya per-
didos también en el mar de la vida, y hoy, enca-
potado, triste, sin objeto y sin rumbo, he salido á
vagar por las calles de la ciudad. Y me detuve in-
conscientemente frente á un balcón, en donde al-
gunas tardes veo á una tuberculosa que se extin-
gue, ¡flor triste de sepulcro que caQa día ve caer
uno de sus pétalos! . . . . '
Hoy está cerrado el balcón, en donde lee la mu-
jer de rostro trasparente y miradas brillantes ....
El cielo negro llora sobre las calles desiertas, y los
carbones de los focos eléctricos murmuran como
una salmodia en torno del catafalco inmenso en
que duermen los habitantes de la Capital.
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •••••• • • • • • • • • • • • • • • • • •
Parece que un alma en pena recita cerca de mí
fragmentos de versos leídos.
JI pleut sur la ville,
Comme il pleure dans more coeur.
,

• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • ••• • • •
y las figuras queridas, las fechas olvidadas, los
parajes que no volveré á ver jamás,'surg,en en tor-
no mio alumbrados por la ensangrentada luz
relámpagos y por los cirios eléctricos que murmu-
rau la salmodia en torno del catafalco.
JI pleut sur la ville
.... Llueve sobre la ciudad, sí, como llueve
eternamente, constantemente dentro de mi cora-
zón! . . .. Pier re Douairé! IEl paralelo 25 .... !
!Octubre de 84 t. ...
11 pleut sr la ville
Comme il pleure dans mon coeur.

I
A MI HERMANA CONCHA

Luisa St! educó en el "Sagrado Corazón," y lo


mismo baila correctamente un skotisck que reza
con mucha reverencia un Tiene un '"nov\t>,
y por indiscreciones de los a migos de éste la linda
rubia ha sabi Jo que su novio es masón. Esto le
preocupa profundamente. y á la hora de arreglar-
se frente al tocador los cabellos bajo el coquetfsi-
mo canotier con listón blanco, piensa cómo hará
para decirle á su confesor que tiene relaciones con
-un masón. i Qué horror!
Cuando su confesor sepa que Luisa ama á un
excomulgado, á un apóstata, el seftor cura nega-
rá la absolución y será preciso quebrar con N .••
¡Quebrar, ahora que está ya tan próximo el enla-
ce I i Quebrar con N;; .. __ , cuando ya está la -casa
puesta y Paulina Delafontalne ha ofrecido las do-
nas para antes de quince díasl Luisa, después de
arreglarse el cinturón sobre la blusa de franela
3
-" 18-
"

blanca, se arrodilla ante Virgen de Lourdes


para pedirle consf'jo. ¿Ql1é hacer? ¿Cómo allanar
ese obst:iculo? Luisa ama á N .. y no puede creer
que esté excomulgado su novio. ¡El. tan fino, tan
bueno, tan elegante, tan correcto! ¡El, que cuan·
do van á misa juntos, se arrodilla cerca de ella y
rezan el rosario á dos, muy cerca de mamá. que
los mira beatíficamente, pensando en la próxima
unión de su hijal Pero el confesor le ha dicho ter ...
minantemente: los hija mía, están fuera
del gremio de la Iglesia. son enemigos de Cristo é
hijos de Satán.
Luisa se aflige, supone destruida su felicidad
futura y se enguja los ojos con la mascadita
da cruda con que se limpia los labios. ¿Qué haráf
¿Se lo dirá á mamá? ¿Consultará con su confesor
ó con Lupe, aquella amiga suya que también se
casó con un masón? Mejor con Lupe, antes c:;ue
con el confesor, y aquella tarde van Luisa y su
mamá á la casa de Lupe. Mientras la madre de
Luisa se entretiene con la tía de Lupe, la afligida
doncella expone sus cuitas á su amiga.
-¿Qué hizo tu novio, Lupe? Dime.
-¡Tonta1 contestó Lupe sonriendo. Pues mi
novio se confe&ó y dijo que ya no sería masón.
-jY yo que no lo había pensado I murmuró
Luisa. I Son tan buenos los padres I

*
**
Se confes6 el novio de Luisa: le dijo al padre
que no era mas6n, que nunca sería, que Luisa ha-
bía sido su ángel salvador y que pedía humilde-
mente ser absuelto para unirse en matrimonio con
-19 - •

la duefla de su alm a. El padre dijo: Ego te absol·


vo, y por la noche N .... fué á ver á Luisa.
-¿Te absolvió el padre?
-¡No faltaba más -dijo N . . : .
-¿Qué le dijiste?
-Que no era yo masón.
-lY lo creyó'?
-¡Vayal ¡Si para eso están!

JI
A EVANGELINA SIERRA

" Cuatro cartas ae la correspondencia de Juana


con Antonia.

"Antonia mía:
Desde que te ausentaste visita la casa un joven
muy simpático, que parece fijarse en mí; está em·
pleado en un escritorio, se viste muy bien, es muy
fino y creo que pronto va á dec1arárseme. Te man-
do por express los moldes de la pelerina yel forro
para tu vestido negro. Sabes que te quiere.
- fuana. II

"Chulísima Antonia:
Anoche, en el baile que da el generai todos los
-años á su hija mayor. el joven de quien te hablé
en mi anterior me dijo muchas cosas que ya te
contaré; bail) to.ia la noche :onmigo y desde
me man.da flores casi todos los
- 20 " •

días. Ayer que compré los jl1gl1ete3 pua tl1 so·


brinito. estuve pensaado tofo el día ea , ••• ya te
10 escribiré en mi próximl. l1a besito de
- Juana."

"Querida Antonia:
E-:;toy tristísima. Imagínate que el joven de
quien te hablé me creyó hermana de las hijas del
general; pero tan luego como supo que yo era una
arrimada, ha dejado de ofrecerme flores y ahora
se las ofrece á Lupe. la nis.a de la cása. Di·
chosa tú, Antonia mía, que has conseguido vivir
libre y que puedes mantenerte dando tl1S clases.
Quisiera yo meterme á un convento, huir de la
ciudad, ir allá al pueblo en que tú vives para tran-
quilizar mi espíritc. Compadece á tu desgraciada
amiga
Juana. "


"Antonia mía:
Figúrate que ya Lupe y el joyen que bailó con·
migo tienen relaciones. Y yo 10 veo, ¡chula I Y
todas las tardes el cochero le sube fiares á I.Jupe
como antes me guardaba á mí las mías el ama de
llaves,
¡Te acuerdas cuando se casó la otra hija del ge-
neral? También el que es alIara $U esposo me ena·
moró antes que á Decididamente quiero ser
monja; después de todo, na de ser una vida muy
bonita. Dicen que en los Estados Unidos las dejan,
andar en las calles con sus hábitos Y sf vieras. el
-!1--

otro día víá Herminia. que se acaba de levantar


del tifo, con su toca blanca; ¡qué bonita se veíal
¡qné lindal Prefiero ser monja; mira, la toca se pue-
de hacer de cambray y se encañona en los bordes;
así. no se echa de ver mucho la falta de los rizos
so bre fren te.
Antonia, no te olvides de mandarme la estam-
pa tan linda que me prometiste de Juana de
Chantal, mi patrona.
-
Adiós"

III
A GABRIELA LATAPI

Monólogo de Autonia
Acaba de leer la última carta de Juana, su amiga
íntima, la huérfana de la casa del general, y se dis-
pone á contestar. Antonia no es bella; perdió á la
madre y vive sola en un pueblo, encargada de la
dirercción de una escuela.
IJuanita venir á este pueblo! murmura. ¡Vamos!
"'.creerá que aquí hay bailes y matrimonios y fiestas
religiosas. ¡Pobrecilla, se ha de imaginar que aquí
la galantean á uno los pollos guapos y elegantesl
¡Si viera á mi oso, á mi Jefe Político CQ:¡ su vien-
-tre de tonel, su morena siempre sudosa, sus
modalotes de guerrillero y susftoresl ¡Ahl ¡SUS
flores .. " ,
- i Que chula es usté, nUla!
y tener que soportarlas ó renunciar á la escue-

-22- •

la; si Juana supiera cómo se vive aqn{; no le darían


ganas de vivir.
- j Pobre Juanal murmura Antonia;entt e ella y
yo ¿quién es más infdiz? Ella se .ha creado nece-
sidades que nú podrá sostener cuando mUt;!ra su
protector; yo me he alejado de aquel centro cre.i-
yendo vivir tranquila en este rincón y me vea ase-
diada por ese necio del Jefe Político. ¡Oh! y no
poderlo querer; ¡pero cómo quererlo ; Dios mío t
tan vulgarote. tan sandio, tan incivil. y todavía!..
¿Si me propusiera matrimonio? Pero como todos
los que hacen un favor creen así obli-
gar á la infdiz á quien se 10 hacen. para que ésta
les en tregue su honor y su porvenir en cambio del
empleito miserable con que la favorecen .... i ro-
bre Juanita. sí! Siquiera yo desde que vi que mis
amigas tenían ,novios y yo no, me persuadí que no
había nacido ¡:;ara ser madre ni para ser esposa.
¿Pero Jnana? ¡Juana, que siempre ha soñado en el
matrimonio con un joven elegante y rico.! Yo ten-
dré que conformarme toda la vida con ver á mis
parvulitos como á mis hijos, hasta los que me son
antipáticos, hasta los feos, hasta los sucios. ¡Qué
culpa tienen los pobrecillos de ser sucios, y feos
y antipáticos!
Todos me aman. todos me rodean y á todos les
gusta acariciarme las manos; pero ¡qué distinto es
este cariño general al que debe experimentar una
madre por su hija! .... levanta y se asoma á
la ven tana . )
-Vamos. ya anda paseando en la calle mi oso,
mi rreteodiente, el Jefe Político (se sonríe y salu-
da); ¡qué hemos de hacer en la desolación de este
pueblo! Le daré esperanzas, siquiera para que no
me quiten la Escuela. l ' •
-23-

IV
A TERESA LOZANO

Rosa nació en la costa, la piel amarillenta


y fina, las pupila5 muy negras, la cabellera obscu-
ra, y en torno de sus ojos, manchas violáceas que
le abrillantan las miradas.
Hija única, al nacer causó la muerte de la ma·
dre y es la idolatría de su padre, que la adora.
Rosa juguetea con el amor, como jugaba en la
An tigua con las arenillas de la playa y cou la es·
puma de las olas, La enamoró Don Pancho, seftor
grave de treinta y cinco agostos, Acomodad o, con
haciendas, soltero, solo tes decir, sin familia nin-
guna).
Rosa le dijo que en cuanto á decirle que sí, 10
pensaría, y Don Pancho esperó ansioso seis meses.
R(Jsita pensaba, y habría seguido pensándolo, á no
ser por su padre, que le instó á que categórica-
mente contestara al soltero de los treinta y cin-
co Agostos.
-.¿Casarme con Don Pancho? contestó Rosita;
papá, ¡que locura! .... y se alejó de su pa-
dre que la escuchaba reir á carcajaditas cortas.
Le mandó Antonio R . . . la primera carta perfu-
madísima y caligráfica; Rosita la aceptó sin con-
testar, salió al balcón todas las tardes, se sonrió
con Antonio R .... le dijo en la Alameda: ¡Gra.
das seftor.! cada vez que Antonio R . .. recogía el
..p,aftuelo que ella dejaba caer.
En el teatro se ocultaba medio rostro (de la na-
. . .dz hasta la barba) con el abanico de plumas, slem-
pre que su pretendiente R ... la veia, y . eJla coa
sus pupilas tenebrosas y brillantes de tropical, en·
viaba miradas ardientísimas al pollo R. .. Anto-
nio se acercó tímidamente al padre de Rosita, pi-
dió su mano; Rosa cOQtestó también de la misma
manera que á Don Pancho, es decir, que pensaría.
An ton io R .... se pasaba las tlrdes fren te . al balo
cón de Rosita.
Los martes, R ... enhaba de siete á ocho; y
cuando tocaban á cenar, Antonio cortesmente se
4espedía de la nitla y de su padre.
-¿ Lo q ¿Te gusta? ¿Te casarás con él?-
preguntaba el padre de Rosita.
-Te 10 diré después, papá .... ,Déjame pen·
10.
Se 'pasaron los meses, y Atttonio R .... se em·
peftaba en que Rosita contestara. .
Uüa ta!"de de martes, Rosita prefirió ir á un bai-
le que que esperar á Antonio R ...• se crey'
ofendido y pidió satisfacción. Rosita se sonrió pri·
mero, después prorrumpió, cortanclo sus frases, co·.
carcajaditas cortas:
-Si eso es ahora, ¿qué sed cuando sea u:,ted
mi marido? No, decididamente no.
y el papá preguntó, á su turno, algunos días
después:
-Pero níña, ¿con quién vas á casarte? ¿á quiéa
quieres?
-¿A quién? Rosita enseflando sus
dientes blancos, entallándose una chaquetilla tore-
'ra de cachemir crema ¿á quién quiero? á la mo-
dista. ¿Con quien me he de casar? Con tigo. que me-
dejas ir á todos los bailes y pagas mis vestidos ..;: .
y le besó la frente.
" 25-

V
A LUISA SUBE RVILLE

An'rlrea vive con una tía apócrifa en un cuarto


del tercer patio 'en la calle del Montón. A las 630
de la mañana, cuando cGmienza á calentar el sol,
Andrea está ya en los lavaderos empapándose los
cabellos y los brazos y el cuello. A las 7.45 anda
por Plateros esperando las 8 para entrar á la casa
de modas. Con el listón y las flores que ha podio
do guardarse y con las economias que hizo en tres
se compró una forma y se confeccionó un
·sombrero. En una noche de sábado, se cortó y:co.
sió su blusa marinera, y en la mercería donde como
pra ]05 broches y las ballenas para ]a modista, pi-
dió á crédito un cinturón; en esa mercería está
Juan, un dependientillo muy empomadado y pollo.
Juan la corteja, la chulea en el mostrador, le aprie.
ta la mano; pero Andrea no :le hace caso á Juan;
prefiere á su Pantaleón, som brede 1'0 , que usa pan-
talones de campana y fieltro de pelo . Los domingos
por la t:ude van á la. Castañeda, al Circo, á
Anita. Andrea tiene sus proyectos de porvenir:
piensa hacer sombreros en su casa, cortar vestidos
y vivir con Pantaleón. Para que estos proyectos
se realicen, es preciso comenzar por tener máquina
y esto puede conseguirlo Juan el de la mercería,
que tiene crédito en la y pnede sacar la
máquina. Será preciso, pues, ser infiel á Pantaleón;
pero cómo es por el bien general, el fin justifica
los mediO!!. Sin e:nbugo, habrá que ser digna. no
parc:cer una de tantas sinvergüenzas. Y para esto
.t

-·26 -

Andrea va con frecuencia á la mercería; hace mu-
chos días que rehu'ia aceptar una carta de Juan;
por fin 1;,], acepta, la esconde y se decide á contes-
tarla, por supuesto; ¿pues qué, á la
primera?
Andrel compra no p1i¿guito, con su ramito de
pensamientos en un án g ulo, y escribe: •
"Mi cueru 'l o Guau Pierde usté sus pacos. por-
que no plenco. en eco."
Lo cual · tra 'ucido á buen español, es:
Mi querido Jllan: pierde usted sus pasos porque

no pienso en eso.
Juan DO perdió sus pasos; perdió uuas peínetas,
un cinturón, un saquito de mano y algunos otros
objetos de mercería y preparatorios de la
ta de Andrea y la máq \lina de coser, primera pie-
dra para la casa de modas que Andrea fun'daria.
En aquella época en que Andrea conquistaba
su máquina y Juan conquistaba á Andrea; el som-
bredero se eclipsó durante unas cuantas semaLas;
pero cual fué su sorpresa al ver á su regreso, la.
máquina de coser en el cuarto de Andrea.
-Mis econom{as, Pantaleón, dijo Andrea.

VI

• pour la p .tite Clllire


Picho:.- P. rard

Herminia se sintió febril, cansada, sedienta, y
durante yeinte días perdió completamente la no-
ción de la vida y de las gentes. Cuando paso el pe-
ligro y pudo hablar razonadamente, pidió un es-
-27-

pejo, se contempló largo rato, se miró escuálida ..


amarilla, con los labio3 muy blancos, se llevó la:
mano á la cabeza é hizo constar, creyendo que el
espejo la engañaba, la desaparición de las crenchas..
negrísimas, de las cuales había trenzado y dado á
Luís un largo mechón. .
Herminia 110ró y empañó el espejo; preguntó
por Luis y le dijeron que todos los días mandaba
preguntar como se sentía,' pero que él no iba ....
Se levantó Herminin, y su primer cuidado fué ha·
cerse una toca para ocultar su cabeza sin cabellos,
y y&. con la toca volvió á pasarse frente al espejo
largas hotas, muy largas, arreglándola, Tiendo Có'
mo se miraba con las bridas sueltas, y cómo con
las bridas atadas y hechas mofio debaju de la bar-
' bao Se vió de frenté, de perfil, por detrás, y una
tarde se deciGlió á salir de monja (como le decían
su's amigas). A las primeras calles se ruborizó
mucho y quiso volver á encerrarse; bajaba los ojos
y caminaba con torpeza. Su mamá le decia á cada
instante: _
. Anda, nifla, ¿qué tienes?
Pero al llegar a San Francisco, Herminia oyó á
dos platerfstas que charlaban y uno de ellos dijo.
-Qué guapa se \'e esa muchacha con la falla.
Después Herminia ya no se ruborizó, ni cami-
nó con los ojos bajos.
Han pasado dos meses y Herminia tiene ya los
cabellos largos; pero no quiere quitarse la toca,
dice que se figura ser monja; y que desde que la
usa (la toca) reza con más devoción que antes del
tifo, y le dan vjvos deseos de ser religiosa y con-
sagrarse á Dios Nuestro Señor.
Luis volvió á la casa de Herminia luego que
ésta se levantó y se dl:!sinfectó la casa. Luis dij o-
- 28 ' •

que había tenido tanto quehacer, tanto, tanto, que


no había podido ir.
" Tuviste miedo, Luis.
-¿A qué! preguntó el novio.
-Miedo del tifo, y como tú no puedes ponerte
falla, no quieres estar pelón.
-Vaya, apuesto que tú no te quitas la toca en
toda la vida: i te ves tan linda! .
-Hasta me dan ganas de ser monja y de no ca-
sume con tigo.
. ¿De veras, Herminia?
-iDe' veras, Luis! •
-, Quiere decir que ¿ya no me amas?
, ,¡Quién s¡Jbe!
y Herminia se ató coquetamente la cinta de la
.tocd..
PABA UNA VIRGEN PIADOSA

. El sol de la mañana detrás del campaNario.-


murmuró el esposo junto al cuello blanco de la es-
posa. Y mientras Ella se anudaba las crenchas ru-
bias, sueltas, El seftaló con la:diestra el astro do-
rado que brillaba como un punto amarillo sobre
la torre de la parroquia. Ella levantó el rostro pa-
ra mirar el sol y El apoyó sus labios sobre la son·
rosada mejilla de la esposa ...
¡Cuántos aftos de luchas y de contrariedades y
de combate antes de haber llegado á llamarla es-
posa, antes de mirarla junto á él, antes de llegar
á vivir tranquilamente en aquel pueblecito á don-
de apenas llegaba el rumor humano! ....
La esposa, blanca, esbelta; rubia, con los cabe·
llos sueltos y empapados de agua helada, apoya·
ba su frente contra la reja de la ventana y aspira·
ba la fresca brisa de la maftana.
El, prematuramente envejecido por el continuo
-30 - •

combate interior y la constan te lucha práctica dese,


de la adQlescencia, miraba delíciosamen'te á la es-
posa basta embriagarse con la Frescura de su cue·
110 y de sus cabellos. . .
T..Ja campanita de la parroquia llamó la primera
plisa, y Ella, volteándose para mirar de frente
.a1 esposo, le puso sobre los hombros las manos
delicadas y blanquísimas. Ella le miró fijamente
.con sus grandes pupilas, obscurecidas más por sus
largas pestaflas rizadas, y acercando sus labios;i
la boca de El, le dijo ' I

-Vamos á misa, ¿verdad?


-·· Si, si vamos contestó el esposo, y después
de cubrirse las espaldas con un chal, Ella se apo-
yó lánguidamente en el brazo del esposo. .
Atravesaron el cementerio de la parroquia, en-
traron al templo y Ella, místicamente triste, se
arro9.illó y se puso á murmurar plegarias en voz
baja mientras llegaba el sacerdote que debía .ofi-
o

CIar.
Sobre el altar mayor, un Cristo colosal: junto á
la Cruz. la Madre Dolorosa; y en los extremos del
altar, sobre los ángulos blanquísimos, des cirios,
amarillentas llamas temblaban. .
Arriba, en la bóveda, á través de los cristales
rotos de los tragaluces, entraban altempto los
pájaros y los rayos del sol.
Llegó el oficiante frente al altar y se iacUnó re-
verenciosamente; el monaguillo. vestido con sota o

na roja, colocó el misal y se arrodilló cerca uel sa·


cerdote,
-Introibo ad altare Dli dijo el oficiante con so-
nora voz.
Los devotos se santiguaron, los pájaros gorjea-
ban alegremente revolaban bajo la cúpula; el sol
, . 31 -"

llegaba hasta los cabellos uorndos de la


.esposa, y de cuando en cuando tosían las
.de avanzada edad y el eco del templo repetÍ3. sus
toses ....
-Reza -dijo la esposa, mirando que el esposo
no abría los labios y sólo le miraba los cabellos,
'las pestañas y el cuello magnífico de e.:;tatua hu-
:mana.
-Estoy rezándote, murmura en voz baja el es-
-poso entre avergonzado y sonriente.
, ¡No! A mí no á la Virgen María .... y le se-
Haló
, con las miradas
. la imagen de la Madre de J e-
sus.
El esposo murmuró un paternoster; pero siguió
mirando los cabellos claros, las pestañas rizadas y
el cuello blanco de la mujer á quien había dado
su nombre, en quien había cifrado toda su futura
.tranquilidad.
y con las misteriosas pupilas del alma se delei·
' taba en contemplar su felicidad actual, la calma
. beatífica de su espíritu, el reposo dichosísimo de
su presente. .
Acostumbrado desde nifío á sufrir contrarieda-
des, desencantos, humillaciones y desprecios tem-
blaba interiormente á la vista de aquella existen-
cia ventutosa que nada parecía turbar ....
Sólo el dolor existe para mi, se habia dicho en
sus de desesperación. Sólo poseo la fa·
cuItad triste de sufrir, de vivir miserabiemente bao
jo la férula de quien me arroja un mendrugo de
pan.
Sólo deseo mi libertad, la paz de mi espíritu y
el amor de una mujer á quien yo ame, y jamás
obtendré esta trilogía de mis aspiraciones únicas.
No le pido á Dios el trono de la Rusia, se decía
en sus blasfematorios monólogos, y sin embargo,
nunca me concederá el amor de la mujer amada,.
la paz del alma ni mi libertad.
Se pasaron los años y lentamente fué
do su independencia, la completa calma de su es-
píritu y el corazón de la mujer tantos aflos desea-
da é idolatrada en silencio.
Ahora, El se arrepentía de sus biasfemias y de
sus desesperaciones. Se acobardaba al sólo pensa·
mient0 de volver á comenzar la lucha y de perder
aquel corazón de la mujer blanca que murmuraba
junto á
-¡Santo! ¡Santo! Señor Dios de los ejércitos.
Acostumbrado á sufrir continuamente, temía
que aquella felicidad fuera solo una chanzoneta
pasada la de Fuerza Desconocida que rige los des-
tinos humanos
y temeroso, cobarde, conociéndose débil para
soportar nuevas miserias y nuevas luchas, le pe-
día fervientemente á la mujer de pestaflas largas
que le contagiara su fe con sus caricias, que le pa- j
sara con los labios algo de su alma bondadosa y
cándida, un poco de su piedad y desu resignación,
por si acaso aquella felicidad no era durable, por
si tal vez aq uella existencia de calma y de amor
ncíproco, solo era una chanzoneta pesada de la
Fuerza Desconocida que rige el Universo. ·
El monaguillo extinguió las llamas de los cirios
y dos coronas de humo blanco subieron hasta la
cúpula. Las devotas fueron saliendo del templo, el
eco repitió una tos última y los pájaros y los ra-
yos de sol siguieron entrando á través de los
tales rotos de la bóveda.
La esposa se apoyó en la mano que le ofrecía el
y cuando salieron dél templo, en vez de
-33-

volver al bogar, se alejaron del grupo de casitas


que formaba el pueblecillo.
La luz del sol matinal se reflejaba blanca sobre
la llanura cercana á la hilera de árboles que siguie-
ron los recién casados, el cielo se extendía líopi-
damente inmenso. y el cinturón de montaflas azu-
les y negruzcas levantaba sus ondulaciones hasta
el firmamen too
Entre la campifia verde y el cielo azul, pare-
cía flotar la luz descompuesta en vapores, y ex-
tenderse en gasa transparentísima que daba á
la na turaleza un aspecto etéreo, ideal; un aspecto
singular que sólo percibe el alma humana cuando
la gasa fragilísima de la felicidad le hace mirar
sonriente el Universo y la vida.
Los esposos caminaron largo tiempo sin ha-
blarse, como si ambos temieran romr er aquel ins-
tante delicioso con alguna frase. con alguna pala-
bra más ó menos armoniosa de las que han inven-
tado los muildanos.
Los dos callaban, porque en los rapidos y supre-
mos instantes de completa felicidad y calma, pa-
rece que el alma teme romper con la voz, el miste-
rioso cordón que la une por unos cuantos instan-
tes á lo absolutamente infinito .... á los deliciosos
placeres del éxtasis.
Ella caminaba inJolentemente apoyando de
cuando en cuando su cabeza rubia sobre la espalda
del esposo. El se detenía entonces para besarle la
frente, y como si ella sintiera rubor cuando se le
acercaba la boca de su dueflo, juntaba las pesta·
flas rizadas y largas y bajaba los párpados para
no mirar tan cerca de su piel los labios del es .
-poso.
-Estoy cansada, dijo la esposa, y acercándose
5
__o 54 - ..

al oído de El, murmuró algo que la· hizo ruborfzaw-


ligeramente. .
Entonces El, mirando un pedruzco enorme so-
bre el cual cala la refrigeradora sombra de un fres-
no, la invitó á descansar. Ambos se sentaren á la
sombra del fresno Ella reclinó la cabeza sobre el'
hombro hizquierdo de su esposo, y poco después
bajó los párpados, juntó las pestañas largas, co-
menzó á respirar tenuemente, y en el' horizonte
confuso de su suefio miró. surgir un niño sonrosa-
do, con pestañas rizadas y carmíneos labios que
murmuraban: ¡mamáf lmamát. ...
El esposo p.xtasiado la veia Gormir . .••
Sobre el cielo límpidalllente inmenso brillaba el
sol, y entre el firmamento la campifia. parecia:
flotar la gasa transparente e la luz solar, mezcla-
Qa con la y volátil gasa de la
su,rrema.
, p " ,
,1 "_._- '
"
...
.-_--
'
. '
. . -

•• 7 •


,

'Del diaFi-o íntimo 'd'e un eXyFumete de la ,lda.ttína


7 7

Desde Mayo hasta Septiembre llueve casi todas


las tardes sobre esa parte del Seno Mexicano que
los marinos llaman Sonda de Campeche; pero al
amanecer, cuando la campana. de á bordo pica las
cinco y el clarln guardia toca diana, las esmerAI-
dicas aguas de ese mar parecen salpicadas con oro
astral y pintadas' grandes brochazos ron la gual·
da arrebatada' la paleta de fuego que brilla sobre
la línea levantina del Golfo ....
Después de baldear, en Jos cafloneros mexicanos
se hale m41'C1t.a, se iza el 'pabellón nacional en el
"Ü» de la mayor, y se dispersan á proa los grupos
de marineros y cabos de mar;
-Mira, me dijo aquella maftana Pierre Doaal·
Té. recibí carta de Bretafta.
-, 36 -,

Me enseftó un sobre con timbres postales de


Francia y se quedó contemplando la inmensidad
verde que se rizaba al sentir la matutina caricia
de la brisa terra!.
Aquel sobre contenfa la carta en que la ,ma-
dre ausente le comunicaba la primera comunión
de Mariette Douairé, hermana menor de Pierre.
La carta contenía cinco ó seIs ingenuas;
"Morbihan, Mayo J5 de 188 ...
Hoy comulgó en la Parrroquia del pueblo tu
hermana Mariette; hubo muchos cirios. muchas
flores, mucha luz y muchas amigas de Mariette y
tuyas, que comlllgaron por primera vez también.
"Est ... ban Jaennette y Louise...... la que tanto
te gustaba (celle que te plaisait !mormement), ..... .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . -. . . . . . . . . . . . . . .
y antes del nombre ilegible y la complicada rúo
brica, única cosa que Madame Douairé había es-
crito de su puflo y letra, decía la carta:
. , 'On t' a bien regretlé; el toute [, aprés-midi J' ai
pleuré longuement Pt"erre, Mon Diete, oui! j'at" Ion·
guemenl pleuré pour loí, mon cher jils. (Todos se
acordaron de tí, Pedro, y por la tarde lloré mu-
cho, I mucho, Dios mío! mucho lloré por tí queri-
do hijo,)

1fo
**
.... y después de leer la carta de la madre de
Doualré, pensé en mi madre y en mi primera co-
munión .... También hubo muchas dores y muo
cha luz sobre el altar mayor. también comulgaron
muchas veladas de blanco y entre ellas,
- 37-
quizá también alg,u na' me gustaba ...... y aquella;;,
maftana estival. cuando Douairé me ensefló S11
carta de Bretafia, á bordo del cafionero anclado
en las esmeráldicas aguas del mar de Campeche.
también pensé en que mi madre debe haber nora-
do mucho. ¡mucho, Dios mio\ la prolongada au-
sencia de su hijo ingrato.

Por la tarde se obscureció el cielo y la lluvia


vespertina se puso á cuchichear monótonamente
sobre la superficie del agua.
-¿Quisieras volver' hacer tu primera comu·
nión. me preguntó Douairé?
-¡Oh! sí. le contesté.
El se apoyó sobre la mura de babor y se quedó
mirando el mfinito mar ....
Yo escuché como una voz interior, que desga-
rrando el sudario gris de dudas y desencantos en
que está envuelta mi alma, me gritaba:
"Sería tan bello, sí. tan blanco volver á hacer
la primera comunión .. _. Sería tan bello lavar con
fe las manchas con que lds pasiones' han salpica-
do tu alma .... Quizá el Ser Omnipotente que nos
lanzó á la vida, se preocupa muy poco de noso-
tros; pero ¿para qué pensarlo? ¿no es m's conso-
lador creer que anota una á una todas nuestras
más mínimas acciones, que se interesa por nues-
tros menores deseos y que escucha nuestras más
pequeftas súplicas, aunque esté muy alto .... muy
lejano. . .. muy invisible?
¿Por qué temes que después de la vida solo ha-
ya tinieblas? ¿y por qué temeroso de que se aca-
-38-

be muy pronto, te apresuras á recoger violenta-


mente los placeres, efímeros, locos y rapidí'iim05
que sólo te dejan lasitud y desencanto?"
Seguía cuchicheando la lluvia sobre la superfi-
cie del mar verde de Campeche ....
Douairé se extendió á dormir bajo el castillo de
proa. yo no escuché más aquella voz in tedor ....
Sentí á mi alma cándida de nifio que tornaba á
envolverse en el sudario que le formaron los im"
puros placeres rápidos, las dudas y la lucha con-
tinua .... pero á pesar de todo, ¡qué bello sería
desgarrarle ese sudario que vá á amortajarla para
siempre y despertarla una maftana estival para
que
., me acúmpafiara á hacer otra primera comu"
nwn.
Pour la bien-aimés.

. . . . Desde la media noche que fatigado de leer,


aplasté con el libro la payesa de la bujía; desde
esa hora tenebrosa y callsda al amanecer, me asal-
taron terrores nocturnos é insomnio prolongado
hasta limite en que solo queda flotando dimi-
nuta esfera brillante, 10 mismo frente á los ojos
abIertos, como en el interior del cerebro si se cie-
rran los párpados.
A obscuras ya, se hizo el programa del día si-
guiente, el de la próxima semana y aun el de los
afios próximos. Se -a gotaron todos los proyectos
para hacer dinero. y se escudriñaron también los
cajoncitos de ese mueble polvoso, en el que cada
día se aumenta uno y que llaman el Pasado.
Por fin voy á dormir, sacudi todo 10 que se fué,
y otdené mes por mes y afio por afio. 10 que ven-
drá (si antes no viene la Visitadora trayéndome en
certificado de médico el programa final.)
Pero la esferita luminosa se obstina en rodar
-40-

frente á mis ojos abiertos y en metérseme al cere-


bro. Una pantufla viaja me parece salamandra ro-
ja, y sobre una silla mi camisa extendida me hace
ver á Pierrot guillotinado; el ruido de las ratas
roedoras escarapela mi piel desde las plantas de
los piés hasta los dedos de mis manos. Diríase
que las ramas del sauce que da sombra á mi ven-
tana son culebras negras, y los astros que tiem-
blan allá, en el éter tenebroso, se me antojan fos-
forescentes pupilas de reptiles que quieren arras-
trarse sobre mi cuerpo.
¡Cuánto tarda la luz1. ... ¡Oh reloj tardfo! ¡Oh
perezoso sol!
Por fin! La madrugada turbia, sucia, gris como
la entristecedora claridad de la tarde cuando va á
morirse, vuelve su primitiva forma á mi pantufla
y á las ramas del sauce y aleja de mi vista por do·
ce horas las ratas y los astros,
Baflo frío, taza de té, poción de bromuro, yagua
de azbar, etc., y aire vivifican te del campo quedes-
pierta á las caricias de la luz. ¡Cómo me deleita
la soledad de mi celda mientras es de día, y cuán-
to me aterra por la noche! Será preciso, pues, de-
jarla y volver á la ciudad, ofr el enervante rumor
de los carruajes y volver á la ·monotonía estúpida
de las visitas 6 de los espectáculos medianos: ac-
trices cascadas, malos tenores y soflolien tos con-
currentes, ó por último, vivir la imbécil, la insí-
pida, la tediosa vida de los solteros libertinos,

*** -

Es domingo. Iré á misa, necesito algo blanco,


alado, edificante y castisimo qUe vuelva la paz á mi
espfritu inquieto, á oír misa allá, á la capillita al·
heante que parece diadema de la montafla, allí por
donde pasan las nubes crepusculares en cirros au·
tUeros ó en sonrosados slnitus. j Qué peregrinación
tan bella! Desde el atrio miro la ciudad entre bru-
mas, el lago como argentada lámina infinita yel
circo de montafias reclinadas sobre el éter sin fron-
teras.
Entre las que sul:>en á oír misa, viene Ella, con
su andar majestuoso de Emperatriz Enlutada. con
sus fulgurantes miradas bondadosas y su sonrisa
blanca orlada de carmfn.
Me imagino una tela inmensa: la deliciosa ima-
gen la Amada, teniendo por fondo el éter sin
fronteras y las montañas indolentes recostadas en
él; la ciudad entre brumas; el lago, argentada lámi·
na infinita y el amplisimo horizonte sirviendo de
pedestal á la tranquila hermosura de la Amada, á
Sl1 alma seráfica que se trasparenta á través de sus
profundas pupilas tenebrosas.
Oiré misa, sí, cerca de ella, en la capilla blanca
y oro, frente al altar mayor rematado por una Vir-
gen morena.
*
ir- *

Docena y media de enlutadas, el oficiante, el


monaguillo y yo.
y confundida en el grupo de enlutadas, conoci-
ble apenas por algunos rizos que como anillos de
ébano lustroso traspasan el borde del chal, cono-
cible también por su levantada actitud, se encuen·
tra la Amada. -
Ohl decIr que toda mi felicidad actual, que to-
-dos mis placeres, que todo cuanto me hace en cs-
6

-(2'-
•• •

tos momentos aceptar gustoso la vida, se encuen-


tra allí. en esa silueta negra de mujer arrodillada!
No le he declarado mi amor, ni lo intento; ¿pa-
ra qué? Yo conozco bastante todas las etapas del
sentimiento; yo . sé que una á una van apagándo"
se todas las luces de la pasión, y sé que es muy
bello a r sin mostrarse por y
mente todos los repliegues del alma.
¡Conozco, como álgllien lo ha escrit(), la coocien-
de un hombre honrado, y sé q.u e es horrible!

**...
El sacerdote se inclina, suena vibrante la cam-
panilla, y resplandece blanquisima la hostia an te
la anoración rle los fieles.
Yo. arrodillado, miro con las pupilas de mi al-
ma que todos desaparecen; solo queda el pan de
los ángeles entre los dedos del oficiante. resplan-
deciendo como astro, Junto á l-a delicada cabecita
de la Amada.
¡ No amada nifta, no. jamás sabrás q.ue te am()
tanto! "La tierra está ('ansada de dar Bores."-
Mi alma no tiene ya qué ofrecerte, ha despilfarra ·
do locamen te los tesoros de su sensibilidad y sol()
posee SODl Isa s iróuicas para los aSllDtos de amor
y deseos de paz, de c011Ifort, de bienestar. Y sin
embargo, ¡qué delicia mirarte á través del blanco
círculo eucarístico! ¡cómo fulguran tus miradas
lanzando destellos de bondad r. , .•
Allá, sabrás que te amQ, allá cuand() la Visita-
dora nos presente el programa de Ja
nación; pero an . adorarte asf, cere,a del
delicioso consuelo de creyentes y de las almas
buenas.
-43-

Oh 1 ¡si este momento se prolongara indefinida-a


mente! ¡si perdiésemos la noción del tiempo y del
espacio! ¡Si a1guien. El que todo lo puede. la Cau-
sa pri era de todas las causas nos trasportase más
allá de los últimos mundos de la Via Láctea, "
cualquier punto olvidado del éter, así. en estático
grupo, á tí, ama<ilísima Madona, al eucaristico sol
blanco, al pajarillo intruso, que alegre entona su
himno matinal, á ese rayo dorado que tf ilumina
los anillos de lustroso ébano que te sobresalen det
cha1. ... y á mí, para qué adorándote por los si·
glos de los no despertase jamás del éxtasis
divino en que tu presencia y la del astro blanco
me han sumergido hoy!
-
**.
Orate ¡ratres . ... ¿No escuchas al rayo de oro
que te acaricia el cuello, cómo te lleva mi
Tú qué aún no te manchas el alma ruega mi ....
En tus manos pongo el desbordante cáliz de mis
tédios, de mis frecuentes é inmotivadas me1anco-
lías, de mis nocturnos terrores y de mis largos in-
somnios; el cáliz de mi falta absoluta de fe en los
hombres, en el amor, en la vida .. hasta el amar-
go, amarguísimo cáliz de mi poca esperanza en la
Muerte como Embajadora de algo mejor .... !
En tus manos lo pongo, Amada Bonoadosa, de
pupilas negras consolantes, de sonrisa blanca, or-
lada de irradiaciones carmfneas. Acepta mi cáliz,
Madona, ruega por mí. . .. Orate Iratres .••. dijo
El• sacerdote, y su voz se acurrucó en la cúpula.
, •

*
**
Par Domini su sempcr vobistttm. . .. y ya que
- '1'1 "
• •

la paz no volverá nnnca á cobijar mi alma; queja..


más se aleje de la tuya, :qt:e de tus pupilas no
te, mientras vivas, el amargo llanto de la deses-
peración. de la ausencfa y del abandono.
Que tns mejillas frescas, satinadas y suave!, no
se arruguen al sentir la fria caricia de la miseria.
Que tns labios solo se abran para orlar con irra...
diac'iones sonrosadas, tus relampaguean tes sonri-
sas blancas. .
Que las pasiones no tornen argentadas las
tijas de lustroso éhano que te caen sobre la
te y sobre las espaldas.
Que tu arrogante andar de Enlutada Empera-
triz, no se trueque por el vacilante paso de
vencidos en la lucha.
Que el reposo, tan ardientemente deseado por
mi, se acurruque en tu pecho y no lo abandonó)
nunca .... que la paz' del Seftor sea contigo ...... ..

*
'" '"
.... Seguirá el sol su carrera díada, vendrá la
siniestra claridad entristecedora de la tarde cuan-
do va á morirse, volverán mis terrores nocturnos
y el tenebroso silencio que habita conmigo mi
aislada celda tan lejana de la vida orgiástica de
los noctámbulos; pero el momento delicioso de mi
éxtásis, frente á Madona y frente al pan eucadsti-
co, no volverá jamás. ·
PA.RA. LAS SP..lTAS. LUZ y BLA.NCA.
- SEGOVIA
.

Muy de madrugada, cuando dos ó tres conste·


laciones australes perezosas permanecían aún co-
mo vacilantes lámparas prontas' extinguirse so-
bre la ondulosa línea negruzca de las montafias
occidentales del valle mexicano" " ". cuando ape-
nas fulgores blanquecinos anunciaban por el Le-
?ante que el Sql se hallaba cerca, Margarito Ca-
macho y su hermano Alejandro bajaron del m0ll;.-
te conduciendo en una mula bronca lefia para "la
fábrica.
La montafia inmE'nsa que cierra el valle por el
Suroeste levantaba su cima áspera y prolongada
como espinazo monstruoso de prehistórico esque-
leto, y se perdía en ondulaciones c1arobscuras por
el horizon te.
-Margarlto, afiánzate bien, dijo Alejandro' su
hermano luego que se alejaron de la choza pa-
terna.
,
- 46 -'

Margarito trepó sobre la mula apoyando su pe-


cho contra la leila, y Alejandro siguió tras su her-
mano y la montura. Después un círculo rojo que
pronto se tornó dorado. salió perezosamente por
entre las montaftas del Este alumbrando todo el
valle con su, caliente y amarilla luz.

En el fondo sólo una sábana de bruma rasgada


aquí y allá en girones negruzcos Ó clarísimos. de-
nunciaba la existencia de una ciudad, de un haci-
namiento de casas y de templos y de fábricas, de
un inmenso hormiguero humano en el que ata-
reados ó indolentes van y vienen los que luchan,
los vencidos y los que han triunfado; pero en la
falda del monte, por entre los pe fiascos enormes y
bajo los árboles empolvados por donde pasaban
Margarito y su hermano y la mula bronca, sólo
se escuchaba el alegre grito de algún pájaro que
se bailaba de luz solar en aquellas elevadas regio-
nes s{(end<lsas.
Por la frente obscura de Margarito corría el su·
dor hasta sus infantiles manos encallecidas y mu-
grientas; de entre los anchos calzones blancos sao
lían colgantes sus polvosos piés, y queriendo
igualar el avanzador trote de la mula. Alejandro,
dos aftos mayor que Margarito corría á grandes
pasos arreando con voz de falsete á la montura.
Ya se miraba la negra columna de humo que la
chimenea de la fábrica lanzaba al espacio; ya des-
de el cenit el círculo que á la madrugada parecía
inmenso, despedía empequeilecido y deslumbran·
te rayos y calor; ya Alejandro, sudoroso y fatiga·
do, iba á substituir á su hermano en la montura.
-47-
cuando ésta enderezó las orejas, se detuvo un ins-
tante y cc-n rápido movimiento brusco arrojó á
Margarito contra un pefiasco .
.. •

** •

Cuando el juez auxiliar de la localidad llegó al


lugar del accidente, apenas pudo decir
sus generales Iprévios los req;zisitos de ley). Se lla-
maba Margarito Camclcho. nacido .... allá,
en el mon te; cada q \lince dias traía leila para la
fábrica, leña que cortaba su padre y que enviaba
en la mula aquella, conducida por el declarante y
por su hermanito Cuando se le:! pre-
guntó su edad, contest6 que no sahia; pero que
debía tener muchos aftoso pues siete veces había
visto crecer las milpas, y un jumento nacido el
mes que él, soportaba ya dos barcinas de

paja.
Tal fué la declaración de .... después
sólo dijo: A1dandro . ... Aleja1zdro. dame agua, y
transportado que fué en provisional camilla á un
jacal inmediato . expir6 febril y tembloroso cuan-
do el circulo amarillo se escondía por la ondulosa
línea de montailas occidentales.
Junto á su cadáver, pusieron los habitantes del
jacal dos bujías de sebo, y Alejandro lloró media
ntlche cerca de su hermano muerto, mientras la
india y el indio que dieron hospitalidad al mori-
buudo nifio, bebían insaciables ese líquido blanco,
espeso y embriagante que se extrae del maguey.
Después de meaia noche, empulcados ya los ha·
bitantes del jacal y fatigado Alejandro, se durmie-
ron los tres hasta que volvió el sol con su radian-
te luz ti desvanecer las cintilaciones de los astros
-.48-

tardíos que no se ocultan antes de que venga el


alba.

El silbato de la fábrica llamó á los obreros y la


columna de humo negro salía de la chimenea altí-
sima cuando Alejandro recibió en el despacho el
importe de la leila.
Compró con él un ataúd amarillo, consiguió de
las autoridades la licencia para llevarse á su tie-
rra el cadáver de su hermano; y encajonado y so-
bre la mula bronca, Margarito '\'.olvió al monte.


*
**
Allá, muy cerca de la cima del Ajusco, agreste
y proJongada en asperezas. . .. allá en el monte,
existe una cruz rústica y grosera, en cuyos brazos
se lee: M argarito Camacho.
Cuando sale el sol y dora las cúspides de las
montafias, alumbra de lleno el nombre del niito
indígena. . .. y con frecuencia. tam bién, algún
pajarillo, que se bafia de luz y de aire en aquellas
silenciosas regiones elevadas, se sobre un
brazo de la nlstica cruz y lanza desde allí su ale-
gre grito de libertad.

tntimo de DO ex-grllmete de la Armada


Nacional.

A BItRENICE ARNOUX

, ... Qne f!.is je?

En el Oceano Infinito y profundo. . .• A bordo


de una fragata desierta. de casco negro y cuyas
desplegadas al viento parecían enormes pi-
Jaros de mar.
I Solo y perdido .... ! á bordo de la embarcación.
abandonada sobre la inmensa llanura movediza!
Debe haber sido en latitudes muy altas. en
aguas muy lejanas de costas civilizadas. en mares
muy distantes de las últimas tierras habitables.
pues en torno de la fragata dotabau témpanos de
hielo c<Jlosates, gigantescos y blancos .. . , des-
lumbradores de brillantísima blancura.
y debia también ser muy cerca del extremo del

MUnaO, qufzá en fa de las auroras, i IlfllY


pocassinglarluras del drcul.o polar. Irradiacio-
nes ptnpÚl'eas, reffej:os sonrosad'os. rayos rojizoS!
d'e un sol oculfo que incen.iiab-a eielo,y fa ¡nmen ...
sida-d desierta de aquel mar
La BDtando, a,,"anzamio siem-
pre, dil"igida por alguna fuerza invh;;ibfe y miste-
riosa. Mientras· má'S avanzaba. mayor era la
}aci6n rosa·da, y del horizonte
desprenderse u'n fuego formado con pétalos de'
camelias roJas ..
Atrave!ada esta m:ar9vrllosa zona, la mar y eV
cielo se blallq'uearon, los reñ-ej''Os rosados ' "eron'
?or la PO?R del t'nister1()so barco, los témpanos'
desa1>aredan y l-as lonas cayeron arruga-
das. si11 que ningún vÍento l'as agitase.
El horror d'e l pánico me hizo extremecer. L!t,
soledad inmensa, la desolación sin fin, la muerte-
y el silencio de &quella mar sin cielo y sin sol. hi-
deron' erizar mis cabellos; y sentÍ' espanto', miedo"
terror.
E invadió la f1'agata un tropel de !!Iom"bra-s blan-
cas é informes, y las miré trepar por los obenques.
flotar en tornO" de mástHes y del bauprés; por-
fin. venir á colocarse al puente, en donde yo, es·-
pantado y medroso. miraba agita-rse aquél' ejérci'-
to de' desencarnados.
Después de unos instantes, me sentf bien entre'
sombras blaneas, fus- contemplé' de cerca,-
palpé sos rostros espiritu'a lizados ... · r todos cono-
cidos, todos q uertdos. todos- vistos sobre la tierra.
Ya era' o-ouairé, eroabogado del paralelo' 25. el'
sofl'ador are bata do del' trinqu-ete de un ca-
fl'ouero mexicano' por ta traidora ráfaga de un no-
de Octllbre; ya . .. .. el grumete del "Co-
_o 1\\ - -

l'a,'''' \ViJfrid, el t'uoiQ no'Yaego que 's e llgusa'tlll a.


!Unos cuantos p3S0S de la playa,
-Después" " . Rparec-'Ían tambien bras de mn -
jeres amadas, adoradas, queridas todas y después
todas ya sobre la rierr-a 'ó 'en mi.
.alma.
Tan pronto era Mi mi, iacan1ante boh-emia de
Algiers. b meridional de mirada 'n egra, de perfil
TomaDO, de c-abeHos o'bscUTos romo su miserable
-existensia de desnere"lada, • ',. 'ó bien Berenice, la.
'tuberculosa moribunda de miradas brillantes. da-
"ras, agudas, febriles; Berenice con su nimbo de
'Ca bellos rubios, , , ,perenice ATDOUX que me ten-
'CHa á besar manos largas, aristocráticas,finísi-
'mas de reina; .. .y la viTgen suicida aparecía tambi-én
'Con s11 cnello magnifico de estatna, con su: maje-s-
tuoso andar de sus lastimeras mí·
Tadas de angel caido,. " " . .
y Antonia también. la rectOía de Becquer y
Kemp{s, 1a mujer blan-ca de pupilas melancólica-
mente negras, de, adorables muslos de estatua
-arrancada á nn friso rl-erruido dei Partenón. !a tris-
te adorada del narcótico aDlargo de reflejos som-
bríos ....
V aparedaL otras'm u3e"es más, morenas, rubias,
de mira 1as profundamente negras ó claras, de tor -
sos esculturalea, de cabelleras flotantes . . •. to..:as
-envuelta.s en surJarios níveos" . .
Todas amadas hasta el delirio y olvidadas ya;
todas muertas sobre la tierra ó en mí alma, _, .
V nadie hablaba. . . . .
.... Ninguna lengua humana, ninguna jerga
mnndanal turbó nuestro silencio de sepulcro. Leía·
mos nuestros con nuestros ojos y
"Comprendiamos nuestros deseos con las miradas,
"", 52 . :'

UD deseo exento de todo egoísmo nos bacia


estremecer. sólo nn pensamiento nos bada vibrar;
solo ona idea DOS alumbraba e9prc;QUerosa y ra-
diante: fusión de todas aquellas particlllas de
fiuido anfmico en una sola, la comprensit.n del
Universo, de lo Ahso}uto. de la Verdad Indestrnc·
tibIe, el conocimiento de ia Suprema causa y de la
Unica y Verdadera Inteligencia infinita ...... _. ;
... ...... . . ,., ............
• ., .............. .
y vagar .....•• vagar por eternidades sin fin, á
través del éter desconocido, á través de las exis-
tencias siderales y de las revoluciones cósmicas.
Presenciar desde el inconmensurable espacio los
génesis de los munaos, }a9 desapariciones de 109
planetas y las trayectorias infinitas recorridas por
los astros .... !
Vagar muy lejos de la Tierra. á donde no lle-
guen las quejas del dolor humano. ni las emana"
dones pestilentes de las ciudades modernas levan·
tadas cún oro y podredumbre, con sangre y CaD
llanto de miserables!
··················-·· . ···f'·················.,
Después todo fué negrura sombras, la tormeD·
tosa angustia de la pesadilla.
Luego el estúpido despertar, el reloj que sona-
ba las seis y el sol amarillento y siempre igual en·
trando por la ventana.
Pero al despenar de este 5uefto AlIan Kardaico
y boreal, un tropel de preguntas inquietadoras y
extraflas vino 4 turbar la paz de mi cerebro.
. . . . Si la vida futura no es quimera, me dije;
si la existencia de ultra ·tumba no es una lIlentira
fugaz como el talento y el amor. como la ambi-
cióa y la gloria y tantas otras ilusiones mentiro·
¡¡al y vanas como forja la pobre bnmanidad para
-- 53 ..

arrullarse y hacer menos negra la espantosa sole-


dad del corazón; si existe esa vida de la tumba, no
en hipótesis más ó menos halagadoras, sino posi
tivamente como existen el hambre y las llagas ...
si existe, ¿<,on quién vi dré esa vida? quien me
ligaré allá? yo, que para soportar la vida terrenal
he necesitado constantemente aturdirme con las
mentirosas y fugacas caricias del amor y de la in-
teligencia.
¿A cuál de todas esas almas que idolatré en la
tierra, ligaré mi futura existencia en ultra-tumba.
¿Viviré acaso allá con alguna alma de las que
aletargaron mis sentidos con sus besos voluptl1o-
sfsimos? ¿Viviré con aquella con quien me arrodi-
llé en el dintel del santuario Arte, para desde a1lí
contemplar en mudo éxtasis los rayos divino del
astro GenÜJ? ¿O viviré con la pobre alma cándida
que temblando por mi condenación eterna juntaba
un escapulario al rizo de cabellos que yo guardé?
¿con aquella alma piadosfsima que rodeaba mi
cuello de amuletos católlcos para preservarme de
diabólicas tentaciones?
¿O tal vez viviré en ultra-tumba con el alma que
me dió ser y escuchó mi primer llanto? Sí. CaD
ella he de vivir allá ....
Pero quizá es mentira la existencia futura y mis
compafteros allá serán probablemente los gusanos
blancos y largos que se albergarán en donde hoy
se mis penskmientos.

----
-

f .. MARGARITA KLEINHANS

La prematura noche de Novipmbre obscul'eda


las cuando Dofta Lola salió del templo, cu-
bierta la cabeza con un tápalo café y aligerada la
conciencia de un gravísimo peso,
Dos meses después de la muerte de
ya Dofta Lola no sabía qué hacer con la "Travia-
ta;" todas las amigas de la difunta rehusaron acep-
tar el recuerdo póstumo de la niña, y la faIderita
que fué hlauca. mimada y graciosa durante la exis-
tencia de Mercedhas. vagaba sucia y grasienta, sin
que nadie se ocupara de ella.
Ninguna amiga quiso hacerse cargo de "Travia-
ta;" La tia de Merceditas pagó tres veces Ii un fru-
tero para que se llevase á la perrita léjos, muy le-
jos de la casa; pero al anochecer volvía "Travia·
ta" y se echaba Junto al lecho, en donde d3s me-
. .. 55 "'

ses :lntes había muerto la nifla que tanto la mi·


'.

maba. .
Cinco crepúsculos vespertinos ántes de éste en
que Dofta Lola salia del templo. una idea sú-
bita iluminó su cerebro senil: envenenar á la pe-
rrita; pero le detenía en la ejecución de su idea,
la incertidumbre sobre la gravedad de! pecado. si
sería moral ó venial simplemente. Si le
bastaba para obtener el perdÓn, rezar un rosario ó
leer una página de las "Florecitas de María; pero
si era mortal? ¿Si era de aquellos que sólo borra
la absolución del director espiritual? Para resol-
ver esta cuestión sutil y delicadísima de concien·
cia, acudió Dofta Lola aquella tarde de Noviem-
bre á la sacristía de la Encarnación. á consultar
con el sefior Presbítero X .... á quien en remotal
épocas había mordido un can.
El seftor Presbítero amaba á los hombres, por-
que así 10 . prescribe el Evangelio; pero ni San
Juan, ni San ' Mateo, ni San Marcos, ni San Lúcas,
ni Concilio alguno ordenan amar á los perros; y el
seftor Presbítero X .... odiaba á los canes. con el
odio acumulado en su corazón por cinco genera-
ciones de indígenas.
- ¿Será pecado mortal. padre, envenenar a la
"Traviata?" preguntó Dofta Lola con melídua
voz.
Punzó la antigua cicatriz de la mordida en la
pantorrilla del seftor Presbítero, y reprimiendo una
exclamación apeyó en su diestra la hronceada fren-
te, agitó la sotana con el muslo herido y senten-
ciosamente habló á la tía de en tono
enfiátic0 y doctoral:
-Siendo así, que no es con intenciones de ha-
cer dafio al animalito, sino por el contrario, para
· 66 .. •

evitarle en 10 sucesivo y malos tratos, té-


jos de vituperar la acci6n del envenenamiento, es-
toy por decirte que es loable y muy loable; pues si
"finis coronat opus, " no puede ser pecado, puesto
que el fin que te propones hija mía es que cesen los
padecimientos de la 'Traviata." Réstame tan s6-
10 recomendarte el t6sigo que habrás de emplear,
y para este objeto, pásate maftana por casa á eso
de las 10
Alarg6 la bronceada diestra el seftor Presbíte-
ro X. . .. Dofta Lola imprimi6 allí sus rajados 14-
bios y fuese tranquila. satisfecha. aligerada, en
tanto que el seftor Presbítero murmuraba á media
voz 19. mosaica sentencia: "ojo por ojo, diente por
ditnte. "
Durmi6 tranquilamente Dofta Lola, y' 'Tra-
vfata gimi6 echada al pie del lecho vacío; gimió á
4 intevalos, como gemía lúgubremente desde la
muerte de la n1fla que la rizaba y ataba á su cue-
llo t:l lazo de cinta azul.
A las diez de la maftana siguiente, el seftor
Presbítero di6 un paquetito á Dofta Lola y le órde-
nó sin titubear: Todo el contenido en el agua que
beba la perrita. . ...
y "Traviata" bebió, lami6 hasta el fondo de la
bandejita que la sobrina de Dofta Lola lavaba to-
dos los días, y qUe: ahora estaba enmohecida y su-
cia. La falderita lanzó un gemido lúgubre, que ...
jumbroso. plaftidero, quiso detenerse; pero tamba-
le6 y cay6; diriji6 sus ojos empailados al lecho
vacío cionde durmi6 su amita, y le miró que se
hudía, que se alejaba, que se perdía Quiso arras-
trarse hasta la azotehuela para mirar el sol; pero
vol.i6 á gemir más débilmente que la vez prime-
ra; una convulsion continua y larga agit6 su cuer-
- 5'1-
po, y después de estirarse y golpear el pavimento
con la cabe1.a, expiró.
La conciencia de DaBa Lola quedó tranquila, y
en cuanto al seftor Presbítero, puedo
sinceramente, Margarita, que no ha vuelto á pun-
nunca [no la conciencia]. sino la antigua mor-
dedura en su rolli4i!.a pantorrilla.

• • •
_.. _.- ' - '
--

. .'-

¡Cómo empapa 'ras (ialles' y entristece el


tén-ue. Otcnótona y lentar

*

**
tardes que err chorros fríos cae del'
d e10 esa nuvia murmuradora que envl1elve la
d ll (hd. recllerdo con preci!'ii6n involuntaria, otra'
perdi(Ja ya en las brumas de mi pasa10.
E ra Uh barrio muy apartado del centro, yo
en un coche de alquiler. esperaba que He-
ella:" c r)ntra vdrio<; del carruaje,. sobre
(>'1 p'i dmentn )' sobre las fachadas sudas de las
i'n q - '-lel h:nio . la lluvia ténue, como neblina hú-
c uchicheaba monótona y me empapaba el
:> 1ma de tri -;te 7.:J .
Dolores, y fUé, en -efecto, duran·
"te mnchos meses, el dO'hn •.agudo y .pun·
lI:ante de mi .
No sé como llegamos al término 'inevitable y
'-triste que tienen 10s amores; y cuando este
sucedió, nt1estra!; entrevistas fueron más largas;

¡pero mas raras.
Se verificaban en el cuarto de una casa cercana
:á un templo: uns negra. y un templo de mu-
viejos y -obscuros.
Tan negra la casa y tan 0bcuros y 'tan viejos los
'muros del templo, que a'l acercarnos allí, posel·
do por mi eterna manía literaria decia al oído de
,:·m i anorable rubia: •
Quelle est cette íle triste el noire. C'est Cytltére,
,n ous tiit on, un pays fi dans les chansons.
Rl1a sonreía y cllando entramos á Citerea, una
máscarajaponesa desde un
.:nos ate:-radera mueca, nuestros -feUdos de pasión.

,., **
Aquella tarde yo veia desfilar frente á la empa·
ilatia ventanilla del carrllaje. toda URa larga colec-
ción de vencidos por la vida Ó por el vicio: obre ·
ros ebrios arrastrando pesadamente suo; pies en el
fangoso pavimento, haraposas, niftos sucios ,
y alguno que otro persomaje de pan talan raldo.
sombrero alto deslustrado y levitón verdoso con el
-cuello levantado para impedir hasta donde ' era
-posible, que la lluvia le mojase la piel.
Repetinamente me invadió l1Dd tristeza mortal;
cuan rápidos y fugaces eran mis place-
Tes, pensé que no tardaría quizá algún accidente
-que provcase una ruptura entre Dolores y yo, y
-60-

que des pues, pasados algunos meses ó atguna9 se·


manas, la substituida con alguna otra que valdría
tal vez menos que ella.
i Amar! ¡qué oficio tan triste! ¡qué dolorosa pro-
fesión, la profesión de amante!
Saber de antemano todo lo que sucederá,
hasta las frases textuales de ruptura ó reconcilia-
ción, la actitud del ofendido y el inevitable desen-
lace, por celos, 'por cansancio, hastío ó mutuas
ofensas.
Un profundo disgusto del amor me vino al es ·
piritu, y á punto estuve de decir al cochero que me
alejase de allí, cuando miré venir hacia el carruaje
á la mujer que ocupaba mis pensamientos y mi
alina.

i Decir, pensé, que los únicos placeres que ac·


tualmente tiene para mí la vida, los guarda esta

mUJer.
Subió al caruaje. me empapó el rostro con las
gotas de lluvia que caian de sus cabellos y mien·
tras la besaba yo por todas partes, queriendo se-
carla con mis hbios; coche. pasando por calles
solitarias y fangosas, nos llevó á nuestra celda
pac:;ional.
Que/le est cette íle triste et noire?
¿Qué iglesia negra y triste es aquella? la
gunté seftalado la casa negra y la iglesia de muo
ros viejos y obscuros.
-Citerea, me contestó.
y á una voz, plagiando al poeta de las Flores
del Mal, murmuramos: un pay! fameux dans les
cJuuuoJtt,S.
-61-

Dolores lefa: leía poco y escogido . tenia pre-


dilección por Judith Gauthier, á quien llamaba la
diosa india de ojos color de loto y rostro de luna .
-Oh, me decia con frecuencia, yo com) ella,
quisiera en mi torre de porcelana, no
mirar á nadie ni tratar c:m nadie. Com0 ella, quí-
siera yo no tener sobre la tierra más que una
cabafia á la orilla del mar y un cuarto amueblado
en un quinto piso de Paris.
Adoraba Dolores en la Gauhtier su de
obrar y muchas veces me contaha con su ínf;mtil
y canriorosa voz, episodios del Dragon imperial y
del UsurpaJor; yo me sonreía oyenrlo de sus labios
las aventuras del poeta chino Ko·ti T'sin. he roe de
la novela citada: y ella, idólatra de esa literatura
afiligranada de la hija del autor de I y
Eimaltes," sin mirar mis sonri;;:ls. m recitaba de
memoria la Hoja de Sauce ó algún fragmento del
Lzbro de lade.
Aquella tade. que desde la ventanita de nues-
tra celda míráblmos caer la lluvia sobre las ca-
lles y sobre los muros viejos de la igesia cercana,
Dolores reclinó su cabela en mi pecho y entre-
cerrando los párpados me recitó con voz víbran
y arrullada por el gemir de la llovizna
este delicio.;;o o'lemita de su 110rable m ie;tra:
La Úll de Kiloe.
o'D¿s:le las épocas mis rem'ltas del murdo llue-
ve a11i. _. o y repitió en francés: Lá, dcpuis les sié
cle.i du monde, il plcut.
"'Como cuchicheo monótono la lluvia lenta y
caliente cae.
"Las olas del Pacífico revientan silenciosas, y
su tinte azul palidece bljO la bruma, cerca de las
fangosas playas de:aquella isla melancólica y tibia.
- 82 __
o

CfA través de la lhlv{a continua, E"t astro que


"alumbra la isla de KHoe aparece sobre 'el c!e·
10 blanco como grande 6palo redondo.
"Nada estable. nada sólido bajo aquel aguaceto
inmemorial; el suelo e<; un pantano y un nUlo po-
dria arrancar el árbol de mayor altura.
"Nada definido, ninguna forma precisada entre
aquella niebla caliente que sube de la tierra y
em.'l1elve tan extafia selva.
!lA corta distancia, solo se ve la bruma azul. y
formas vagas de árboles que parecen brumas más
fntensa<;.
"Algnnos helechos arbores'centes. como los que
-erecian sobre la primitiva corteza del mundo, se
levantan como cohetes y ensachan las gavillas de
su nebuloso follaje.
"También se distinguen lianas empapadas de
lluvia, que descienden de alguna rama alta dejan-
do caer !'lU cabellera verde, para enbzarse entre la
hruma, con ramaje invisible.
"Llueve .... nlngún pájaro rompe con su vue-
lo los hilos delgados de la lluvia continua; ningu-
na gacela descarga, con su paso, las ramas carga-
das de agua. .
uNada más, entre las yerbas altas se mUeVE"D
los reptiles; y bajo las anchas hojas lustrosas ex-
tendidas sobre los charcús de agua, se esconde la
concha de algún crustliceo, ser extafto de los
tiempos á quien la naturaza desdefla y
no revive.
"Ohl no sé por qué, quisiera yo llorar en esa
isla, llorar sin motivo, porque ningún pesar me
aHíje; llorar bajo esa lluvia continua que confun-
diese en mis me;il1as sus gotas de agua con mis
lágrimas . .
-68-

'IQuisfera yo, florar mientras lloviera en esa f!"la


melancólica: en donde llueve desde las más remO'-
tas épocas del mundo; llorar siempre en la brumo·
sa isla ,de Kitoe rodeada por las aguas del mar Pa··
cHico. "
-Llorar. , .. ! Llover .... ! murmuré acaricián-
dole á Dolores los cabellos y/la faz.
-·Pleurer . ... f' contestó ella, pleurer . . o. pleu-
voi, . ... I
Hudiedo su cabeza entre mis brazos., lloró.
,

PA.RA E. R. EN su ALBU
NEGF.OS ,,

," .

Si viviera yo cien atlos. al llegar al centésimo,


a(m record aria con matemática precisión todos 109
detalles de la tarde en que la Visita llegó á mi ho·
gar por la pritt1era vez
tres horas del medio Qia, cuando
el sol comienza á descender y las calles empapadas
de luz y calor despiden pereza, .
La Visita venia esa vez por el sér que me dió
su nomr.re, y á quien "Ella" venia á estrechar,
lejos, muy lejos :de donde le habla arrojado la
Otra Visitadora, la Alegre, la Sonriente, la encar-
gada de poblar el mundo.

**' *
Aquella tarde, pues, habiéndose anunciado ya,
desde algunos meses antes, llegó la Invisible Vi-
sita, Huesosa y Pálida. '
Oh! yo la sentí muchas noches rondar el lecho
de aquel hombre honraQo, de miradas azules que
lIle dlÓ su nombre.
Cuando él, durante su sueflo fatigoso y deliran-
.
-¡p Ou-'

te creía mirar en rápido desfile las playas de Nor-


mandía y de Bretafia, su juventud en Angel, y su
bogar, su paz, el reposo su espíritu en esta tie-
rra mexicana, de eterno cielo límpido, yo presen-
tía á la Visitadora en un rincón de la alcoba, rién-
dose cruelmente de mi llanto, y del sueño deliran-
te del desteJ;"rado.
-Pronto, pronto, parecía decir, pronto volverás

á ver tocios los años que mi rival te ha hecho pa-


sar aqul. Allá., cuando estés entre los míos, los
mirarás cortos, cortísimos, fugaces, cual arenillas
de ampolleta, comparados con la duración del rei-
nado de mi soberana: La Eternidad ........... "
Así se pasaban los días, las semanas y los me-
ses, esperando siempre que llegase de un instante
á otro la Cruel, la Invisible, la miserable Visitado-
'Ca inmunda, que no respeta edades, ni títulos. ni
honores. Y como para burlarse de los míos y de
mí. nos chicaneaba. se acercaba mucho; y repen-
tinamente huía, como queriéndonos hacer creer
de veras en su ausencia.

'K. **
Por fin se decidi6 á llegar, á apoderarse de su
preferido, á aprehenderlo después de tantas tenta·
tivas y á dejarme el alma enlutada .. .. para siem-
pre.
Fué muy lenta la ceremonia nupcial entre la Vi·
sita y él. Desde por la mafiana, apenas entreabría
ya los párpados: sobre las pupilas se le habia for-
mado una gasa como de Uanto detenido, y cuando
-quería hablar, la voz no le llegaba á los lábios.
A intervalos se enfriaba, y una sofocaciÓn con-
le hacía levantar angmtiosamente el pecho.
-66-

Allí esperaba Elkl, p:>r fin, ya venia por su prefe-


rido. ya no había que esperar nada de la Otra de
Sonriente, de la Deliciosa que alegra los hogares.
TllVO un estremecimiento postrero. se le queda·
ron los miembros inertes y la última
imagen de esta existencia se le quedó grabada en
las pupilas turbias, y por los lábios entrefl.biertos
pareció e!'capar'ie envuelta en una quej,a, la Rival
de la Pálida, para dejarle libre el deminio de aquel
cuerpo.
Después, durante muchos días. sentí como si
mi hente estuviese ceñida con hierro calentado al
rojo blanco, y como si sobre mi pecbo hubiese pe-
sadí5ima plancha de bronce. .
De cuando en cuando, me venían largas cfÍsis
Ge llanto, y todo aquel líquido amargo que me
brotaba de las pupilas, ::tligeraba el peso de la
broncínea lápida que me oprimía el pecho.
Lentamente fuí acostumbrándome á ver cómo
llegaba la Cruel; pero ay! Visitadora!
Bn espantosas horas trijtes de soledad la he lla-
mado creyencto sinceramente que vendría á con ..
solarme por fin; y ya alguna vez nos hemos visto
frente á frente como el matador de toros y la bes-
tia, sin más obstáculo que una frágil barrera de
tablones, pero es muy canalla, solapada y marru·
llera. Me ha hecho creer que venia por y ha
buido indiferente y despreciativa como el toro an-
te la mezquina víctima qne se le presenta cubier-
ta con chaquetilla de bordados laureles.
Pero no importa, vendrá algún dia, traidora y
solapada cuando quizá se ama mucho 'á la otra, á
su Rival la Sonriente. Acostumbra á cuan-
do nadie la ni la desea. Y viene apresura
da á los hogares donde hay amor, felicidad y abu n
- 67-

dancia, viene rápida y se lleva un niño, una mu-


jer joven ó un marido amoroso y bueno. A las cel-
das frías de los miserables solitarios enfermos, Tie-
ne raras veces; allí se la recibiría gusto; pe-
ro es tan cruel, que solo le agrada ver llanto, mu-
cho lIan to, y dej ar tras si amarguras sin cuento.
Durante prolongados paseos nocturnos sin ob-
jeto á través de plazuelas y de caBes, me lletengo
á mirar alguna casa donde la Pálida se halla de vi-
sita. Oh! no es muy difícil encontrar la habitación
preferida por ella ese día.
,,", f .
.
Entre lucés temblorosas, se encuentra el prefe-
rido, inerte, inmóvil, con los piés verticales. Ya
deja de ser persona, ahora, es cosa; ya las mos-
cas no le impacientan, é impunemente se le po-
drá empacar entre cinco tablones y arrojar sobre
él muchas paletadas de tierra.

**
-,\<

y sin embargo, Ella es la gran conciliadora.


Cuando el amor (esa inevitable trampa que la vi-
da:pone á todos los SéffS de ambos sexos, para
que su Pálida Rival no deje desierto el mundo)
cuando el amor con su cortejo de placeres y dolo'
res hace que dos de sus víctimas se conozcan pro-
fundamente y se odien, pues cada una, al contem'"
pIar el alma del otro, mira como en espejo limpísi-
mo, ese fondo de lodo que hay en todas las con-
ciencias; cuando las faltas mútuas, los vicios, el
hastío ó las preocupaciones sociales separan á dos
séres que cayeron en esa trampa llamada amor,
basta que la Visita los reuna junto al lecho de al-
gún hijo, hermano ó cualquier ser que ambos ama ·
-68-
ron, para que momentáneamente se reconcUien
con toda . la sinceridad délcorazón.
.

Bstán frente al enemigo común, y se abrazan,


se besan con esa voluptuosidad acre del llanto y
m'e zélan ' sus lágrimas diciéndose: ., Ante la Visita,
DO'S pe'r donamos todo, y todo 10 olvidamos. ¿Para
qué odiarse? ¿para qué ainárse? ¿para qué sufrir,
pliesto que la Páljda todo 10 barre ' con 511 soplo
fdo?" En las familias dé burgueses adinerados, la
Visita es la separadora. Se va con Ella el
padre, el tío ó el amontonador de bienes, y mu-
chas veces alli, aún cerca de la cosa inerte" que
fué un ser que hablaba y se movía; allí, á' la si-
niestra luz de , los cirios funerarios. rifíen los her'
manos ó los hijos con, la madre, mientras el otro,
el amontonador de bienes hace su solemne entra-
da allá, en el mundo donde no valen los millones 1
las habilidades comerciales, ni la intriga.

*
* '"
Ella todo lo purifica, todo lo concilia, y hace
que se perdonen todas las faltas y que todas las
ofensas se olviden',
Especialmente en las parejas que cayeron en la
trampa del amor, y ligados por lazos mutuos de
debilidad y de pasión, no pueden ejar de amarse
odiando. Ella la Visita Pálida se ríe. ¡cruel! de to'
dos los proyectos de regeneración y de fntura tran-
quilidad doméstica, y purifica por completo'al que
se Heva, dejando el alma del que se queda, hun-
dida tn mar sombrío de amargura y de perdón.

FIN.
NOVELAS Y CUENTOS
,

:!vIaria del Consuelo ........................ $ O 25


Un Calvario' (premiada en el con-
curso literario abierto por "El-
Universal") .................................... " o 50
Para mi mamá en el cielo .............. " o 25
Angela Lorenzana .......................... , o 2S
En torno de una muerta ............... " o 25

,•

PROXIMAMENTE

¡ ,•
, ._ I

(Memorias ele un escritor pobre)

De ven ta en la Administración de "El


N acioual" (ÑIariscala 5) Y en la libreria
de C. Bouret (Cinco de 4)

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