Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
El Divorcio lo puedo definir como "la disolución del vínculo matrimonial que permite
a los cónyuges la posibilidad de contraer otro matrimonio". Es decir que el divorcio
es lo mismo que el rompimiento absoluto y definitivo del vínculo matrimonial entre
los esposos, esto se logra con la intervención de una autoridad judicial facultada por
las leyes.
Mientras los sentimientos provocados por el divorcio tales como: la culpa, coraje,
tristeza, etc. siguen presentes en la vida de los divorciados, se sigue atado a
seguimos atados a la ex-pareja, aunque se hallan firmado los papeles hace muchos
años desde el momento en que uno de las dos tomas firmemente la decisión de
divorciarse, hasta la recuperación total, podemos hablar de 5 etapas, que son:
• Shock.
• Negación.
• Caos emocional.
• Aceptación intelectual.
• Recuperación.
Imagen 1 Divorcio
El divorcio crea una situación difícil y muy dolorosa para la pareja, pero lo peor es
sus hijos. Cuando los adultos se divorcian, pierden más que una relación, sus
sueños, su identidad como familia y pareja y hasta pierden sus amigos. Cambia
también su situación económica, el trabajo y actividades diarias se ven afectadas,
sufren y generalmente se sienten atrapados en un caos emocional demasiadamente
grabe. A los hijos les pasa lo mismo, pierden la cercanía física o emocional con uno
o ambos padres, su identidad como familia, su estabilidad, su seguridad emocional.
También se ve afectado su diario vivir, también sus rutinas y su vida emocional está
fuera de su control, sufren los padres y sufren los hijos, pero hay una gran diferencia,
ya que los padres tienen más herramientas con que luchar, para superar esta
situación. Los niños están mucho más limitados, generalmente los padres tienden
a sentir culpa, sin embargo, la culpa es una emoción que desgasta e impide actuar
adecuadamente, el entender lo que sucede con los niños, en muchas ocasiones no
nos permite ayudarlos. El divorcio siempre afecta a los niños, pero las
consecuencias negativas pueden ser:
• Temporales o pasajeras
• Permanentes.
El daño del divorcio, depende más de los padres y de algunos otros elementos, que
dan ruptura a la relación entre sí. Toda ruptura familiar es un problema serio para la
mayoría de los hijos, cuando se pelea por los de los beneficios propios, pueden
implicar la amargura y el dolor causado por las peleas y/o conflictos entre los padres.
Ambos padres deberán hacer un esfuerzo muy especial para crear las condiciones
apropiadas que reduzcan el estrés y el sufrimiento sus hijos, así como darles el
apoyo psicológico y emocional necesario para manejar las inevitables dificultades
que causará la separación. Una vez tengan claro las condiciones y tiempos de la
separación, viene algo tenaz como la pelea por las condiciones de la custodia,
régimen de visita, nuevas residencias y muchas cosas más. Debe haber una reunión
entre los padres y los hijos, para conocer y discutir juntos e informales sobre las
decisiones que han tomado. Debe hacerse énfasis en que se les seguirá amando,
aunque ya no se puede seguir juntos como esposos por la sencilla razón de que
han dejado de quererse y hacer realizar un pacto, logrando con ellos que
permanezcan siempre la amistad y que también sigan manteniendo buenas
relaciones con el otro.
A los niños se les debe permitir de forma libre y abierta su posible oposición a la
separación y/o divorcio y sus sentimientos no positivos al respecto: su tristeza, dolor,
rabia, inseguridad, etc. De tal manera, que se debe ayudar y apoyar a los hijos apara
que afronten afro los primeros meses precarios que siguen a la separación. Hay que
recordar que los vínculos de las parejas y los hijos son totalmente diferentes. El
primero es un vínculo voluntario y que se puede romper por propia decisión de la
pareja, en segundo lugar, está el vínculo como padres, que incluso se puede
rastrear en la biología, que sobrevive más allá de la separación. Es de recordar que
existe una dimensión llamada conyugalidad que corresponde a la pareja con sus
éxitos y dificultades, y otra llamada parentalidad, que se refiere al tipo de nutrición
emocional que les ofrecemos a nuestros hijos. Cuando hay una separación solo
afecta al primero, pero no afecta al segundo.
Visto de una forma general se suele recomendar que para niños de menores de 5
años la conversación es aconsejable al menos con 10 días de antelación, con niños
de entre 5 y 8 con uno o dos meses y con mayor antelación para niños mayores.
Pese a lo dicho hasta ahora, es innegable que por muy acostumbrado que el menor
pueda estar al conflicto entre sus padres, el hecho de la separación física de los
mismos puede y suele tener toda una serie de efectos negativos sobre los hijos.
Aunque el tipo de efectos está en parte mediado por el desarrollo evolutivo del
menor, no hay ninguna edad en la que esté a salvo de sufrirlos
*Tristeza, abatimiento.
*Culpa.
*Hiperresponsabilidad.
*Ira y agresividad
*Aislamiento social
*Problemas escolares
*Problemas de alimentación
*Síntomas psicosomáticos
POSICIONES RELACIONALES DEL NIÑO/A
El niño escindido
A menudo los hijos de padres divorciados se ven obligados a actuar ante cada
progenitor (y a veces también ante la familia de éste) como si el otro no existiese.
El adulto, dolido por la separación, ha decidido actuar como si su ex cónyuge no
existiera y ha transmitido esta exigencia a su hijo. Así, la niña no se siente libre de
enseñar a su padre las fotos de su cumpleaños en las que aparece su madre; el hijo
esconde en un cajón el libro que el padre le ha regalado; o los hijos no se atreven a
tener en su habitación fotos del progenitor no custodio. En definitiva, el menor no ha
recibido el “permiso psicológico” (Fernández Ros y Godoy Fernández, 2002) de un
progenitor para relacionarse libremente y querer al otro. El resultado es que no se
siente aceptado en su totalidad, por cuanto tiene que ocultar una parte importante
de su vida a sus seres queridos, con el efecto de minar su autoestima y su seguridad
personal.
El niño mensajero
Es probablemente una de las posiciones más habituales. Los progenitores recurren
al hijo para comunicarse entre ellos. “Dile a tu madre que no puedo recogerte
mañana a las 6, que vendré a las 9”, “Dice mamá que está harta de que no laves mi
ropa cuando estoy contigo” o “Mamá dice que si no le pasas la pensión esta semana
no vengas a recogerme el viernes” son formas muy desafortunadas de eludir la
necesaria comunicación entre los padres y de implicar al hijo en el conflicto post-
divorcio. Tienden a generar en el menor una gran ansiedad, especialmente cuando
los mensajes que se ve obligado a transmitir son de índole más emocional y más
críticos. En otros casos, el menor puede valerse de su posición de mensajero para
manipular a los padres modificando u omitiendo ciertos mensajes. En este caso, el
efecto negativo sobre la menor deriva del exceso de poder que se le proporciona.
El niño espía
Es un grado más del niño mensajero. Aquí, uno o ambos progenitores se valen del
menor para averiguar detalles de la vida de su expareja, a menudo incluso sobre
detalles íntimos (“¿Cómo está con su nuevo novio? ¿Se besan mucho?” “¿Hasta
qué hora salió él por la noche? ¿Sabes con quién estaba?”). El niño se ve colocado
en un conflicto de lealtades, especialmente cuando percibe que quien le sonsaca
puede utilizar la información contra el otro progenitor, a nivel emocional o incluso a
nivel legal. A menudo, la única escapatoria de esa posición es tratar de responder
con evasivas o incluso negarse a contar nada a un progenitor sobre lo que hace con
el otro. Aunque eso protege temporalmente al menor de tener que “traicionar” a uno
de los padres, previsiblemente aumente la incertidumbre de quien le está
preguntando y genere interrogatorios más intensos o más “disimulados”. La
ansiedad, el mutismo y la desconfianza de los adultos son posibles resultados.
El niño colchón
El niño edredón
Nos gusta utilizar esta expresión para referirnos al niño parental izado que trata de
proteger, consolar, reconfortar… al progenitor al que percibe como más débil ( y que
a menudo está utilizando una posición de víctima precisamente para atraer al hijo).
En algunos casos, el niño o la niña llegan a suplantar el papel del otro progenitor,
actuando como pequeños “mariditos” o “mujercitas” que acompañan a la madre o al
padre, asumen tareas domésticas inapropiadas para su edad, etc. (Fernández Ros
y Godoy Fernández, 2002). El problema de esta posición es que da al menor un
nivel de responsabilidad excesivo para su nivel de desarrollo (Minuchin, 1974),
obligándole a veces a actuar como un “adulto en miniatura” en vez de seguir
viviendo de acuerdo con su etapa de niño. La hiperresponsabilidad, la objetividad y
la ansiedad pueden ser el resultado. Si el niño no llega a la altura que se espera de
él, se sentirá culpable.
Nos referimos con este calificativo al niño al que sus padres directamente utilizan
como arma para agredir al ex cónyuge. Como el padre no está comprando la ropa
que la madre cree que debe comprar a su hija, la madre no le mete en la maleta el
disfraz para la fiesta del colegio. El padre se reafirma en su posición y la hija acaba
yendo a la fiesta sin disfraz. En respuesta, la madre se niega a modificar el horario
de visitas y la niña se pierde la siguiente fiesta en el colegio. El menor no sólo sale
perjudicado a nivel práctico, sino que acaba aprendiendo que sus necesidades son
relegadas en virtud de la pelea entre los adultos. El mensaje de “tú no importas”
repercute en la autoestima y confianza del niño.
El niño invisible
Se trata del menor que es ignorado por uno de sus progenitores, generalmente el
no custodio, que básicamente abandona a su hijo. En la mayoría de los casos el
abandono psicológico de un menor es, o bien consecuencia del desapego o la
irresponsabilidad del padre no custodio, o bien el resultado del alejamiento al que le
somete el progenitor custodio. Sin embargo, en el peor de los casos esta
constelación puede ser un paso más de la situación anterior: un progenitor “castiga”
a su ex pareja tomando la represalia de despreciar e ignorar al hijo o hijos de ambos.
El menor que sufre las consecuencias suele ser precisamente el que está más
aliado al progenitor custodio. También es posible que en este terreno se diriman
juegos relacionales más complejos, en los que también puede intervenir la variable
de género. Por ejemplo, el padre, aliado con su hijo de 10 años, le recoge a él para
las visitas, pero se niega a llevarse a la niña de 8, a la que percibe como la aliada
de la madre.
El subversivo subvencionado
Por una parte, queremos destacar que en estos juegos relacionales el menor tiene
siempre las de perder, por un doble motivo. Por una parte, porque al ser niño o
adolescente no dispone de los recursos intelectuales y relacionales de los que sí
disponen sus padres, por lo que le resulta difícil defenderse de las maniobras de
éstos, tal y como podría hacer (aunque no sea fácil) un adulto. Y, por otra, porque
el menor no tiene ninguna escapatoria de la situación: como sabemos desde que
en los años sesenta se empezara a teorizar sobre la pragmática de la comunicación
(Watzlawick, Jackson y Beavin, 1967), en una situación social/familiar no es posible
no comunicar. Incluso el silencio más obstinado sigue transmitiendo un mensaje (en
este caso “no quiero hablar”), y por tanto definiendo una relación. En otras palabras,
por mucho que lo intente el niño no puede mantenerse apartado o neutral; si
continúa la batalla entre los padres se verá obligado a tomar partido, aunque sea de
forma alternativa, por una de las partes.
Hemos señalado cómo, en la mayoría de los casos, en las familias que atraviesan
un proceso de divorcio los menores pueden presentar una variedad de síntomas
emocionales, desde ansiedad y depresión hasta trastornos del sueño o de la
alimentación. Sin embargo, esto no debería ser una razón para llevar al hijo a un
psicólogo o un psiquiatra, con la idea de que traten estos síntomas como quien
extirpa una tumoración maligna. Esto supone una visión miope y descontextualizada
de la realidad familiar. Como hemos mostrado, el sufrimiento del hijo no es la
consecuencia de un trauma puntual que se pueda tratar en sí mismo, sino más bien
el resultado de un proceso interpersonal que se desarrolla de forma continuada. Por
eso afirmamos que los mejores psicólogos de los hijos afectados por un divorcio
son sus propios padres. Desde la perspectiva clínica hay dos factores
fundamentales que protegen al menor del impacto negativo del divorcio: la
cooperación entre los padres tras el divorcio y la creación de una historia coherente
que dé sentido a la experiencia. Vamos a examinarlos por separado.
La colaboración entre los padres
Hemos descrito ya el efecto negativo que el conflicto entre los padres (antes,
durante y después de la separación) tiende a tener sobre los hijos. Por tanto, es
fundamental que los adultos superen el conflicto y sobre todo que no
instrumentalicen a los hijos en él. Utilizar al hijo como arma contra el ex cónyuge es
una fuente garantizada de sufrimiento para el menor, a corto, medio y largo plazo.
En cambio, la colaboración
Divorcio
Según los textos enciclopédicos (su acepción viene del latín: “divortĭum”), es la
disolución del matrimonio, mientras que, en un sentido amplio, el Divorcio se refiere
al proceso que tiene como intención poner término a una unión conyugal.
En términos legales modernos, fue asentado por primera vez en el Código Civil
francés de 1804, siguiendo por cierto aquellos postulados que veían al matrimonio
como una verdadera unión libre (para contraerlo basta el acuerdo libre de los
esposos), y el divorcio como una necesidad natural en este sentido. Nace como una
degeneración de un matrimonio vincular cristiano, siguiendo la lógica de la
secularización de éste, teniendo por cierto raíces provenientes del Derecho
Romano.
La reforma de la Ley 15/2005, que modificó a su vez tanto el Código Civil como la
LE en materia de separación y divorcio, conllevó novedades legislativas
interesantes: los plazos para separarse se acortan, y sobre todo y más importante,
ya no es requisito previo separarse antes de divorciarse (“divorcio express”).
Tipos: Tipos:
Mutuo acuerdo Mutuo acuerdo
Contencioso Contencioso
De mutuo acuerdo:
El amor es un sentimiento tan complicado que para algunos dura sólo el recuerdo
de unas pocas palabras bonitas. En las generaciones pasadas era muy frecuente
que las relaciones no fueran consentidas, pero duraban toda la vida.
Ahora es posible que ya no haya intervención de los padres para escoger pareja,
pero el tiempo de duración de una relación es muy corto. El divorcio es una forma
de disolución que se ha convertido en un mecanismo legal de la Constitución y en
una herramienta de prevención contra la infelicidad de las parejas.
Pero, antes de abarcar todo lo que compete al divorcio, es necesario aclarar las
otras formas de disolución del matrimonio.
Disolución legal: Válida por divorcio, separación de cónyuges sin ruptura vincular,
muerte presunta y por Disolución Sumaria del Matrimonio.
Según el artículo 152 del Código Civil colombiano, el matrimonio civil se disuelve
por la muerte real o presunta de uno de los cónyuges o por divorcio judicialmente
decretado. Asimismo, Los efectos civiles de todo matrimonio religioso cesarán por
divorcio decretado por el juez de familia.
• Los bienes gananciales serán reservados para los hijos si son menores de
edad.
Disolución sumaria del matrimonio: Procede cuando la pareja no tuvo hijos, bienes
gananciales, cuentas comunes o deudas. Cualquiera de las partes podrá iniciar el
trámite del divorcio ante un juzgado y no será necesaria la presencia de un juez de
familia. Puede ahondar sobre el tema en nuestro artículo sobre el divorcio exprés.
Retomando el divorcio, esto se ha vuelto tan común actualmente que cada día hay
tantos divorcios como bodas.
En Colombia cada año se registran en promedio casi 30 mil registros de parejas que
solicitan este mecanismo legal. Solo en Bogotá y en el Valle se acumulan 17 mil
solicitudes. (datos tomados de ElPaís.com)
Por esta razón, el divorcio, más que ser un problema de pareja, es una situación de
interés nacional que amerita un análisis profundo desde lo legal. Desde el ámbito
jurídico, el divorcio es para las leyes colombianas la disolución del matrimonio civil,
mientras que para el aspecto religioso es la nulidad del matrimonio.
Una pareja que se casó por lo civil puede divorciarse de manera más sencilla en
comparación si lo hizo por lo religioso. Se dice sencilla no porque sea fácil sino
porque los pasos o las condiciones para hacerlo ya están preestablecidos.
Divorcio en Colombia
Tipos de divorcio:
En Colombia hay dos tipos de divorcio, el que se da por mutuo acuerdo y el que se
da sin acuerdo.
En este caso, resulta ser un proceso fácil, en donde se solicita ante un juez la
solicitud. De este tipo existen dos variantes. La primera es cuando no hay bienes ni
hijos por los que se entre en una disputa. No es necesario que los dos cónyuges
estén presentes en el trámite; esto lo puede hacer un abogado con un poder
firmado.
Y la segunda variante es cuando existen hijos y bienes por los que se tenga disputa.
Entre ambos llegan a un común acuerdo de cuánto es la cuota alimentaria que debe
pasar el padre que no se queda con la custodia y cuál es el porcentaje que le
corresponde a cada uno sobre los bienes adquiridos en el matrimonio.
Divorcio Express
Por medio del decreto 4436 del 28 de noviembre de 2005, quedó reglamentado el
divorcio por mutuo acuerdo entre los cónyuges ante un notario y por intermedio de
un abogado, esto mediante escritura pública. Este trámite puede tardar entre dos
días hasta un mes, dependiendo de si existen o no hijos menores de edad.
Si este es su caso, a continuación, le enumeramos la documentación necesaria para
iniciar este trámite en Colombia:
Según las estadísticas disponibles, entre 2006 y 2010 se llevaron a cabo más de
31.000 trámites de divorcio exprés en Colombia, siendo Cundinamarca, Valle y
Antioquía quienes registran mayores tasas de divorcio.
El costo del trámite de divorcio exprés en Colombia varía entre los 130.000 a los
200.000 pesos, sin contar los honorarios del abogado que mediara el mismo.
El divorcio contencioso o sin mutuo acuerdo es, como su nombre lo indica, aquel
tipo de divorcio que empieza a tramitarse sin el consentimiento de uno de los
cónyuges no accede a llevarlo a cabo.
Este tipo de divorcio sólo es posible llevarse a cabo ante un juez de familia, debiendo
presentarse la demanda pertinente además de probar la justa causa para que la
autoridad judicial lo apruebe.
Es necesario tener en cuenta que este proceso no es corto, como lo suele ser el
divorcio exprés, sino que se da bajo las condiciones y reglamentos de los juzgados
colombianos.
Por otra parte, se recomienda contar con más de dos testigos que den parte de los
hechos sobre los cuales se basa la demanda de divorcio. Asimismo, cabe señalar
que la causa más común para tramitar este tipo de divorcio es la separación de
cuerpos.
Dentro de la documentación que debe anexarse, son necesarios: los registros civiles
de matrimonio, los registros de nacimiento de los hijos (si los hubiera), además de
los certificados de propiedad de bienes propios de la sociedad conyugal.
Causales de divorcio:
Uno de ellos puede alegar ante un juez que se quiere divorciar de su pareja porque
ella ha incumplido alguna o algunas de las causas legales que contempla la ley para
darle la razón. Entre ellas están:
La separación de cuerpos, judicial o de hecho, que haya perdurado por más de dos
años.
En un fallo sin precedentes, la Corte Constitucional determinó que los celos son una
causal para solicitar el divorcio, es por ello que se actualizó recientemente todas las
bases jurídicas de familia en Colombia para que los jueces puedan dar el divorcio a
aquellas personas que lo solicitan porque sus parejas son celosas.
Pero esto se da, claro está, cuando se llega a un punto de presión psicológica
extrema y no simplemente por un berrinche de un solo momento. Hace un tiempo
para atrás, los celos no eran considerados una causal para este tipo de solicitudes,
porque no era considerado un problema de gravedad para la pareja, ni mucho
menos para la mujer, que es la principal víctima de esta situación.
Violencia de género:
Así lo demostró Gloria Stella Ortiz en su ponencia ante la Corte en la que demostró
que los celos sí son un acoso psicológico y puso como ejemplo el caso de una
señora que venía siendo acosada por su esposo.
La situación se dio porque él pensaba que su pareja le era infiel en el trabajo y cada
día la recriminaba con palabras fuertes y actitudes muy marcadas por el machismo.
Incluso llegó un día a tomar muestra de sangre de su hija para comprobar que sí
era su hija.
Ante esto, la esposa solicitó el divorcio en repetidas ocasiones pero siempre fue
negado porque no ameritaba una causa lógica para el divorcio. Pero gracias a la
ponencia de la magistrada Gloria Stella se llegó a la conclusión de que si es una
falta que ameritaba darlo.
Dentro de los argumentos presentados por esta magistrada está también que los
celos constituyen violencia intrafamiliar y violencia de género y esto está
reglamentado y juzgado desde las convenciones de las Naciones Unidas. Gracias
a este favorecimiento y a la situación presentada por la mujer acosada por su
esposo, la Corte afirmó:
“El estado de tensión, la angustia, el aislamiento, el nerviosismo y la
desconcentración en el trabajo generados por los celos enfermizos y agresivos de
su esposo son muestra de malos tratos psicológicos a la que la mujer era sometida.
Por lo cual, contrario a lo valorado por el juez, sí estaba demostrada la causal
alegada”.
Pero en este caso presentado de acoso hacia la mujer, puede ser también tomado
al contrario. Los celos no son exclusivos de los hombres, sino también de las
mujeres. Pero en este sentido constituyen violencia de género y esto está
penalizado en Colombia.
Las personas, los matrimonios y los divorcios no son todos iguales. Existe una gran
variedad de situaciones y personalidades que hacen que este evento se viva de
forma muy particular y afecten de forma distinta a sus protagonistas. Pero hay un
parámetro común a todos: el divorcio empobrece.
En este caso, dinero es igual a seguridad, y una tarea que antes te parecía
monótona puede convertirse en un factor de satisfacción; ver tu trabajo como una
tarea fresca y llena de posibilidades. El otro camino es vivir el divorcio en forma tan
dura que tu sufrimiento provoque una pérdida real de interés por el trabajo.
Las personas que superan los 50 años de edad se vuelven más lentos. La razón de
esto es que ya no los motiva ni el dinero ni el prestigio.
Estas ya son metas alcanzadas y por lo tanto dejan de ser un factor motivador y…
no nos engañemos, el interés por el trabajo propio no es razón suficiente en la
mayoría de los casos para hacer que una persona mantenga un interés en su trabajo
que lo lleve a hacer esfuerzos adicionales para lograr las metas.