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El Divorcio

El Divorcio lo puedo definir como "la disolución del vínculo matrimonial que permite
a los cónyuges la posibilidad de contraer otro matrimonio". Es decir que el divorcio
es lo mismo que el rompimiento absoluto y definitivo del vínculo matrimonial entre
los esposos, esto se logra con la intervención de una autoridad judicial facultada por
las leyes.

Mientras los sentimientos provocados por el divorcio tales como: la culpa, coraje,
tristeza, etc. siguen presentes en la vida de los divorciados, se sigue atado a
seguimos atados a la ex-pareja, aunque se hallan firmado los papeles hace muchos
años desde el momento en que uno de las dos tomas firmemente la decisión de
divorciarse, hasta la recuperación total, podemos hablar de 5 etapas, que son:

• Shock.

• Negación.

• Caos emocional.

• Aceptación intelectual.

• Recuperación.

Imagen 1 Divorcio

El divorcio crea una situación difícil y muy dolorosa para la pareja, pero lo peor es
sus hijos. Cuando los adultos se divorcian, pierden más que una relación, sus
sueños, su identidad como familia y pareja y hasta pierden sus amigos. Cambia
también su situación económica, el trabajo y actividades diarias se ven afectadas,
sufren y generalmente se sienten atrapados en un caos emocional demasiadamente
grabe. A los hijos les pasa lo mismo, pierden la cercanía física o emocional con uno
o ambos padres, su identidad como familia, su estabilidad, su seguridad emocional.

También se ve afectado su diario vivir, también sus rutinas y su vida emocional está
fuera de su control, sufren los padres y sufren los hijos, pero hay una gran diferencia,
ya que los padres tienen más herramientas con que luchar, para superar esta
situación. Los niños están mucho más limitados, generalmente los padres tienden
a sentir culpa, sin embargo, la culpa es una emoción que desgasta e impide actuar
adecuadamente, el entender lo que sucede con los niños, en muchas ocasiones no
nos permite ayudarlos. El divorcio siempre afecta a los niños, pero las
consecuencias negativas pueden ser:

• Temporales o pasajeras

• Permanentes.

El daño del divorcio, depende más de los padres y de algunos otros elementos, que
dan ruptura a la relación entre sí. Toda ruptura familiar es un problema serio para la
mayoría de los hijos, cuando se pelea por los de los beneficios propios, pueden
implicar la amargura y el dolor causado por las peleas y/o conflictos entre los padres.

Ambos padres deberán hacer un esfuerzo muy especial para crear las condiciones
apropiadas que reduzcan el estrés y el sufrimiento sus hijos, así como darles el
apoyo psicológico y emocional necesario para manejar las inevitables dificultades
que causará la separación. Una vez tengan claro las condiciones y tiempos de la
separación, viene algo tenaz como la pelea por las condiciones de la custodia,
régimen de visita, nuevas residencias y muchas cosas más. Debe haber una reunión
entre los padres y los hijos, para conocer y discutir juntos e informales sobre las
decisiones que han tomado. Debe hacerse énfasis en que se les seguirá amando,
aunque ya no se puede seguir juntos como esposos por la sencilla razón de que
han dejado de quererse y hacer realizar un pacto, logrando con ellos que
permanezcan siempre la amistad y que también sigan manteniendo buenas
relaciones con el otro.

A los niños se les debe permitir de forma libre y abierta su posible oposición a la
separación y/o divorcio y sus sentimientos no positivos al respecto: su tristeza, dolor,
rabia, inseguridad, etc. De tal manera, que se debe ayudar y apoyar a los hijos apara
que afronten afro los primeros meses precarios que siguen a la separación. Hay que
recordar que los vínculos de las parejas y los hijos son totalmente diferentes. El
primero es un vínculo voluntario y que se puede romper por propia decisión de la
pareja, en segundo lugar, está el vínculo como padres, que incluso se puede
rastrear en la biología, que sobrevive más allá de la separación. Es de recordar que
existe una dimensión llamada conyugalidad que corresponde a la pareja con sus
éxitos y dificultades, y otra llamada parentalidad, que se refiere al tipo de nutrición
emocional que les ofrecemos a nuestros hijos. Cuando hay una separación solo
afecta al primero, pero no afecta al segundo.

Visto de una forma general se suele recomendar que para niños de menores de 5
años la conversación es aconsejable al menos con 10 días de antelación, con niños
de entre 5 y 8 con uno o dos meses y con mayor antelación para niños mayores.

Imagen 2 anillo de divorciados


IMPACTO EMOCIONAL DE LA RUPTURA CONYUGAL EN LOS HIJOS

Pese a lo dicho hasta ahora, es innegable que por muy acostumbrado que el menor
pueda estar al conflicto entre sus padres, el hecho de la separación física de los
mismos puede y suele tener toda una serie de efectos negativos sobre los hijos.
Aunque el tipo de efectos está en parte mediado por el desarrollo evolutivo del
menor, no hay ninguna edad en la que esté a salvo de sufrirlos

Entre los efectos emocionales más frecuentes están:

*Tristeza, abatimiento.

*Ansiedad y miedo a nuevas pérdidas

*Culpa.

*Hiperresponsabilidad.

*Ira y agresividad

*Aislamiento social

*Problemas escolares

*Problemas de alimentación

*Alteraciones del sueño

*Síntomas psicosomáticos
POSICIONES RELACIONALES DEL NIÑO/A

Siguiendo la clasificación que recogen Encarna Fernández Ros y Carmen Godoy


Fernández (Fernández Ros y Godoy Fernández, 2002), y añadiendo algunas más
derivadas de nuestra propia experiencia clínica, vamos a describir brevemente
algunas de las posiciones perturbadoras y patógenas en las que a menudo se
encuentran los menores tras una separación (y, como hemos visto más arriba,
también antes y durante la misma). Aunque los menores pueden en ocasiones
contribuir activamente a asumir esa posición, por lo general son los progenitores los
que les van empujando a ocuparlas. En cualquier caso, la responsabilidad de
modificar estas configuraciones relacionales y liberar a los menores de su papel
corresponde por entero a los adultos (Minuchin, 1974).

El niño escindido

A menudo los hijos de padres divorciados se ven obligados a actuar ante cada
progenitor (y a veces también ante la familia de éste) como si el otro no existiese.
El adulto, dolido por la separación, ha decidido actuar como si su ex cónyuge no
existiera y ha transmitido esta exigencia a su hijo. Así, la niña no se siente libre de
enseñar a su padre las fotos de su cumpleaños en las que aparece su madre; el hijo
esconde en un cajón el libro que el padre le ha regalado; o los hijos no se atreven a
tener en su habitación fotos del progenitor no custodio. En definitiva, el menor no ha
recibido el “permiso psicológico” (Fernández Ros y Godoy Fernández, 2002) de un
progenitor para relacionarse libremente y querer al otro. El resultado es que no se
siente aceptado en su totalidad, por cuanto tiene que ocultar una parte importante
de su vida a sus seres queridos, con el efecto de minar su autoestima y su seguridad
personal.

El niño mensajero
Es probablemente una de las posiciones más habituales. Los progenitores recurren
al hijo para comunicarse entre ellos. “Dile a tu madre que no puedo recogerte
mañana a las 6, que vendré a las 9”, “Dice mamá que está harta de que no laves mi
ropa cuando estoy contigo” o “Mamá dice que si no le pasas la pensión esta semana
no vengas a recogerme el viernes” son formas muy desafortunadas de eludir la
necesaria comunicación entre los padres y de implicar al hijo en el conflicto post-
divorcio. Tienden a generar en el menor una gran ansiedad, especialmente cuando
los mensajes que se ve obligado a transmitir son de índole más emocional y más
críticos. En otros casos, el menor puede valerse de su posición de mensajero para
manipular a los padres modificando u omitiendo ciertos mensajes. En este caso, el
efecto negativo sobre la menor deriva del exceso de poder que se le proporciona.

El niño espía

Es un grado más del niño mensajero. Aquí, uno o ambos progenitores se valen del
menor para averiguar detalles de la vida de su expareja, a menudo incluso sobre
detalles íntimos (“¿Cómo está con su nuevo novio? ¿Se besan mucho?” “¿Hasta
qué hora salió él por la noche? ¿Sabes con quién estaba?”). El niño se ve colocado
en un conflicto de lealtades, especialmente cuando percibe que quien le sonsaca
puede utilizar la información contra el otro progenitor, a nivel emocional o incluso a
nivel legal. A menudo, la única escapatoria de esa posición es tratar de responder
con evasivas o incluso negarse a contar nada a un progenitor sobre lo que hace con
el otro. Aunque eso protege temporalmente al menor de tener que “traicionar” a uno
de los padres, previsiblemente aumente la incertidumbre de quien le está
preguntando y genere interrogatorios más intensos o más “disimulados”. La
ansiedad, el mutismo y la desconfianza de los adultos son posibles resultados.

El niño colchón

En este caso, el niño asume la responsabilidad de tratar de minimizar el conflicto


entre sus padres, algo que probablemente ya intentaba hacer antes del divorcio: si
el padre critica a la madre por algún descuido de ésta, tratará de defenderla “sin que
se note” asumiendo él la culpa; si la madre critica al padre, hará lo propio para
defenderle a él. Esta posición obliga al niño a una hipervigilancia constante,
`pendiente siempre de no indisponer aún más a un progenitor contra el otro. Al final,
es el niño quien, desde el punto de vista emocional, se lleva todos los golpes.

El niño edredón

Nos gusta utilizar esta expresión para referirnos al niño parental izado que trata de
proteger, consolar, reconfortar… al progenitor al que percibe como más débil ( y que
a menudo está utilizando una posición de víctima precisamente para atraer al hijo).
En algunos casos, el niño o la niña llegan a suplantar el papel del otro progenitor,
actuando como pequeños “mariditos” o “mujercitas” que acompañan a la madre o al
padre, asumen tareas domésticas inapropiadas para su edad, etc. (Fernández Ros
y Godoy Fernández, 2002). El problema de esta posición es que da al menor un
nivel de responsabilidad excesivo para su nivel de desarrollo (Minuchin, 1974),
obligándole a veces a actuar como un “adulto en miniatura” en vez de seguir
viviendo de acuerdo con su etapa de niño. La hiperresponsabilidad, la objetividad y
la ansiedad pueden ser el resultado. Si el niño no llega a la altura que se espera de
él, se sentirá culpable.

El niño bate de beisbol

Nos referimos con este calificativo al niño al que sus padres directamente utilizan
como arma para agredir al ex cónyuge. Como el padre no está comprando la ropa
que la madre cree que debe comprar a su hija, la madre no le mete en la maleta el
disfraz para la fiesta del colegio. El padre se reafirma en su posición y la hija acaba
yendo a la fiesta sin disfraz. En respuesta, la madre se niega a modificar el horario
de visitas y la niña se pierde la siguiente fiesta en el colegio. El menor no sólo sale
perjudicado a nivel práctico, sino que acaba aprendiendo que sus necesidades son
relegadas en virtud de la pelea entre los adultos. El mensaje de “tú no importas”
repercute en la autoestima y confianza del niño.

El niño invisible

Se trata del menor que es ignorado por uno de sus progenitores, generalmente el
no custodio, que básicamente abandona a su hijo. En la mayoría de los casos el
abandono psicológico de un menor es, o bien consecuencia del desapego o la
irresponsabilidad del padre no custodio, o bien el resultado del alejamiento al que le
somete el progenitor custodio. Sin embargo, en el peor de los casos esta
constelación puede ser un paso más de la situación anterior: un progenitor “castiga”
a su ex pareja tomando la represalia de despreciar e ignorar al hijo o hijos de ambos.
El menor que sufre las consecuencias suele ser precisamente el que está más
aliado al progenitor custodio. También es posible que en este terreno se diriman
juegos relacionales más complejos, en los que también puede intervenir la variable
de género. Por ejemplo, el padre, aliado con su hijo de 10 años, le recoge a él para
las visitas, pero se niega a llevarse a la niña de 8, a la que percibe como la aliada
de la madre.

El subversivo subvencionado

En este caso, uno de los progenitores alienta y promueve la indisciplina,


desobediencia e incluso agresividad del menor hacia el otro progenitor. La forma
más habitual de este escenario es el de una madre custodia que ve su autoridad
parental cuestionada por un hijo… al que su padre no sólo no controla, sino que
anima en su enfrentamiento con la madre. Este tipo de configuración, que tampoco
es inhabitual en familias intactas, resulta mucho más grave cuando hablamos de
familias divorciadas, por cuanto es aún más difícil que los padres se pongan de
acuerdo para controlar a sus hijos. El resultado suele ser hijos descontrolados,
agresivos e incluso antisociales.
El niño alienado

Aunque desde algunas posiciones ideológicas se cuestiona el concepto del


“síndrome de alienación parental” descrito por Gardner (Gardner, 1989), lo cierto es
que la experiencia clínica muestra que con demasiada frecuencia uno de los padres
(por lo general la madre, que tiene la custodia) maniobra de forma activa para
distanciar al menor del otro progenitor, indisponerle contra él y finalmente conseguir
que se rompa el vínculo entre el niño y el ex cónyuge. A menudo por el error de
confundir el papel conyugal con el parental (“Como él ha sido tan mal marido para
mí, no puede ser buen padre para mí hijo”), en otras ocasiones por la simple
incapacidad de compartir al hijo o incluso por el deseo de seguir atacando al otro
progenitor privándole del hijo, el progenitor custodio utiliza toda una serie de
maniobras más o menos sutiles para transmitir una imagen negativa del otro
progenitor, sembrar dudas sobre el afecto que tiene a su hijo, interferir en la relación
entre ambos o, directamente, descalificar al padre no custodio. El resultado final es
que el niño termine rechazando al progenitor no custodio y negándose a estar con
él. Lo peor de esta “victoria” de la madre es que aparentemente la decisión de no
ver al padre será del menor, que así no sólo acaba privado del contacto con uno de
sus progenitores, sino que además se le carga con la responsabilidad por ello.
Queda así abonado el terreno para una terrible culpabilización posterior.

Dos comentarios finales sobre lo complicadas que resultan estas situaciones.

Por una parte, queremos destacar que en estos juegos relacionales el menor tiene
siempre las de perder, por un doble motivo. Por una parte, porque al ser niño o
adolescente no dispone de los recursos intelectuales y relacionales de los que sí
disponen sus padres, por lo que le resulta difícil defenderse de las maniobras de
éstos, tal y como podría hacer (aunque no sea fácil) un adulto. Y, por otra, porque
el menor no tiene ninguna escapatoria de la situación: como sabemos desde que
en los años sesenta se empezara a teorizar sobre la pragmática de la comunicación
(Watzlawick, Jackson y Beavin, 1967), en una situación social/familiar no es posible
no comunicar. Incluso el silencio más obstinado sigue transmitiendo un mensaje (en
este caso “no quiero hablar”), y por tanto definiendo una relación. En otras palabras,
por mucho que lo intente el niño no puede mantenerse apartado o neutral; si
continúa la batalla entre los padres se verá obligado a tomar partido, aunque sea de
forma alternativa, por una de las partes.

La otra cuestión se refiere a la paradoja de la libertad de elección. Por un lado, los


profesionales (y los padres) queremos escuchar la voz del menor, atender a sus
deseos y sus intereses, especialmente en situaciones tan comprometidas como
puede ser el divorcio de sus padres. Pero por otro, darle capacidad de elección (por
ejemplo, en las cuestiones de las visitas, o incluso de la custodia) le carga con una
terrible responsabilidad, puesto que de nuevo le obliga a tomar partido, y además
abre las puertas a nuevos juegos y manipulaciones de sus padres. De ahí la
necesidad de actuar realmente desde los intereses del menor, pero dándole a la vez
el menor margen de decisión y elección.

Reduciendo los efectos negativos de la ruptura de pareja sobre el menor

Hemos señalado cómo, en la mayoría de los casos, en las familias que atraviesan
un proceso de divorcio los menores pueden presentar una variedad de síntomas
emocionales, desde ansiedad y depresión hasta trastornos del sueño o de la
alimentación. Sin embargo, esto no debería ser una razón para llevar al hijo a un
psicólogo o un psiquiatra, con la idea de que traten estos síntomas como quien
extirpa una tumoración maligna. Esto supone una visión miope y descontextualizada
de la realidad familiar. Como hemos mostrado, el sufrimiento del hijo no es la
consecuencia de un trauma puntual que se pueda tratar en sí mismo, sino más bien
el resultado de un proceso interpersonal que se desarrolla de forma continuada. Por
eso afirmamos que los mejores psicólogos de los hijos afectados por un divorcio
son sus propios padres. Desde la perspectiva clínica hay dos factores
fundamentales que protegen al menor del impacto negativo del divorcio: la
cooperación entre los padres tras el divorcio y la creación de una historia coherente
que dé sentido a la experiencia. Vamos a examinarlos por separado.
La colaboración entre los padres

Hemos descrito ya el efecto negativo que el conflicto entre los padres (antes,
durante y después de la separación) tiende a tener sobre los hijos. Por tanto, es
fundamental que los adultos superen el conflicto y sobre todo que no
instrumentalicen a los hijos en él. Utilizar al hijo como arma contra el ex cónyuge es
una fuente garantizada de sufrimiento para el menor, a corto, medio y largo plazo.
En cambio, la colaboración

¿Pensando en divorciarte? Todo lo que debes saber sobre el divorcio

Divorcio

Si su matrimonio no tiene solución, nosotros solucionamos su divorcio.

Según los textos enciclopédicos (su acepción viene del latín: “divortĭum”), es la
disolución del matrimonio, mientras que, en un sentido amplio, el Divorcio se refiere
al proceso que tiene como intención poner término a una unión conyugal.

En términos legales modernos, fue asentado por primera vez en el Código Civil
francés de 1804, siguiendo por cierto aquellos postulados que veían al matrimonio
como una verdadera unión libre (para contraerlo basta el acuerdo libre de los
esposos), y el divorcio como una necesidad natural en este sentido. Nace como una
degeneración de un matrimonio vincular cristiano, siguiendo la lógica de la
secularización de éste, teniendo por cierto raíces provenientes del Derecho
Romano.

La separación ya no es un requisito previo para el divorcio

La reforma de la Ley 15/2005, que modificó a su vez tanto el Código Civil como la
LE en materia de separación y divorcio, conllevó novedades legislativas
interesantes: los plazos para separarse se acortan, y sobre todo y más importante,
ya no es requisito previo separarse antes de divorciarse (“divorcio express”).

Las diferencias entre divorcio y separación


DIVORCIO SEPARACIÓN

Tipos: Tipos:
 Mutuo acuerdo  Mutuo acuerdo
 Contencioso  Contencioso

No pone fin al vínculo matrimonial


Pone fin al vínculo matrimonial civil.
civil.

Produce la disolución del régimen


Produce la separación de bienes
económico-matrimonial (los bienes
desde su sentencia.
del matrimonio).

Los cónyuges pueden volverá Los cónyuges no pueden volver a


casarse civilmente. casarse porque continúan casados.

El otro cónyuge no puede heredar El otro cónyuge no puede heredar


si no existe testamento, ni tiene si no existe testamento, ni tiene
derecho a la legítima por derecho a la legítima por
fallecimiento del otro cónyuge. fallecimiento del otro cónyuge.

Existencia de medidas legales para Existencia de medidas legales para


proteger a los hijos. proteger a los hijos.

Tipos de Divorcio y Separación

Tanto el divorcio como la separación pueden ser de dos tipos:

De mutuo acuerdo:

Se trata de un proceso rápido y sencillo ya que los cónyuges manifiestan su voluntad


de disolver el vínculo matrimonial de forma consensuada. Un acuerdo homologado
por un juez, y una sentencia en unos meses pone fin al procedimiento.
Contencioso:

Aquí la cosa se complica, ya que los cónyuges no están dispuestos a gestionar la


ruptura matrimonial de una forma amistosa. Por lo tanto, conlleva más tiempo, más
dinero y sobre todo, más sufrimiento para las partes.

¿Cuándo me puedo divorciar o separar legalmente?

En lo referente al tiempo, punto importante cuando una pareja no puede o no quiere


continuar compartiendo sus vidas, la reforma legal establece que cuando hayan
transcurrido tres meses desde la celebración del matrimonio, los cónyuges pueden
decidir de mutuo acuerdo separarse o divorciarse. Los requisitos son un convenio
regulador que recoja las condiciones de dicho acuerdo.

De esta forma, desaparecen las antiguas causas de divorcio, tales como la


infidelidad, el abandono injustificado del hogar, el alcoholismo, u otras, que se
venían exigiendo antes de la entrada en vigor de la Ley, ya que sólo es necesario
que uno de los cónyuges no desee continuar casado y lo manifieste, sin que el otro
se pueda oponerse a la decisión.

¿Qué consecuencias tiene el divorcio?

Divorciarse es una decisión que conlleva múltiples consecuencias: el cese de la vida


en común, la de representación (si los hubiere), el uso y disfrute del domicilio
conyugal para uno de los cónyuges, el mantenimiento de la patria potestad de los
hijos menores, así como la guarda y custodia y, finalmente el establecimiento de las
pensiones de alimentos a favor de los hijos habidos en el matrimonio y la pensión
compensatoria a favor de uno de los cónyuges, si procediese.

TODO LO QUE NECESITAS SABER SOBRE EL DIVORCIO EN COLOMBIA

El amor es un sentimiento tan complicado que para algunos dura sólo el recuerdo
de unas pocas palabras bonitas. En las generaciones pasadas era muy frecuente
que las relaciones no fueran consentidas, pero duraban toda la vida.

Ahora es posible que ya no haya intervención de los padres para escoger pareja,
pero el tiempo de duración de una relación es muy corto. El divorcio es una forma
de disolución que se ha convertido en un mecanismo legal de la Constitución y en
una herramienta de prevención contra la infelicidad de las parejas.

Pero, antes de abarcar todo lo que compete al divorcio, es necesario aclarar las
otras formas de disolución del matrimonio.

Se entiende como disolución de matrimonio a la finalización o conclusión del vínculo


tanto personal como económico de los cónyuges. Existen, por tanto, distintas formas
de disolución de matrimonio, cada una con sus propios efectos.

Disolución legal: Válida por divorcio, separación de cónyuges sin ruptura vincular,
muerte presunta y por Disolución Sumaria del Matrimonio.

Disolución natural: Válida por la muerte de uno de los cónyuges.

Según el artículo 152 del Código Civil colombiano, el matrimonio civil se disuelve
por la muerte real o presunta de uno de los cónyuges o por divorcio judicialmente
decretado. Asimismo, Los efectos civiles de todo matrimonio religioso cesarán por
divorcio decretado por el juez de familia.

Muerte presunta: Procede cuando uno de los cónyuges se encuentra desaparecido


y existe incertidumbre sobre si aún está viva o no. En este caso, la otra parte deberá
solicitar al juez la Declaración por Muerte Presunta con el fin de disolver el
matrimonio. Esta muerte presunta deberá probarse con el testimonio extendido por
el juzgado. Acarrea los mismos efectos que la disolución por muerte natural.

Disolución de matrimonio sin ruptura vincular: e entiende como la separación de


cuerpos sin que haya desvinculación matrimonial, en el sentido de que ambas
partes ya no comparten habitación, aunque vivan en la misma casa. Entiéndase
como el dicho popular “conviven más no viven”.

LOS EFECTOS POR DISOLUCIÓN DE MATRIMONIO SIN RUPTURA VINCULAR


SON LOS SIGUIENTES:
• Ambas partes estarán en la obligación de proveer alimentación, vestido y
educación a los hijos.

• Al no haber divorcio, no procede la solicitud de asistencia familiar.

• La patria potestad la ejercerá únicamente la parte que se encarga de los hijos.

• Los bienes gananciales serán reservados para los hijos si son menores de
edad.

• Los bienes propios continúan siendo propios.

Disolución sumaria del matrimonio: Procede cuando la pareja no tuvo hijos, bienes
gananciales, cuentas comunes o deudas. Cualquiera de las partes podrá iniciar el
trámite del divorcio ante un juzgado y no será necesaria la presencia de un juez de
familia. Puede ahondar sobre el tema en nuestro artículo sobre el divorcio exprés.

Disolución natural del matrimonio: Procede con el fallecimiento de uno de los


cónyuges.

Sus efectos son los siguientes:

Se extingue la solidaridad conyugal.

La parte sobreviviente o supersite puede volver a casarse pues adquiere la libertad


de estado.

Retomando el divorcio, esto se ha vuelto tan común actualmente que cada día hay
tantos divorcios como bodas.

En Colombia cada año se registran en promedio casi 30 mil registros de parejas que
solicitan este mecanismo legal. Solo en Bogotá y en el Valle se acumulan 17 mil
solicitudes. (datos tomados de ElPaís.com)

Por esta razón, el divorcio, más que ser un problema de pareja, es una situación de
interés nacional que amerita un análisis profundo desde lo legal. Desde el ámbito
jurídico, el divorcio es para las leyes colombianas la disolución del matrimonio civil,
mientras que para el aspecto religioso es la nulidad del matrimonio.

Una pareja que se casó por lo civil puede divorciarse de manera más sencilla en
comparación si lo hizo por lo religioso. Se dice sencilla no porque sea fácil sino
porque los pasos o las condiciones para hacerlo ya están preestablecidos.

Divorcio en Colombia

Tipos de divorcio:

En Colombia hay dos tipos de divorcio, el que se da por mutuo acuerdo y el que se
da sin acuerdo.

Divorcio por mutuo acuerdo:

En este caso, resulta ser un proceso fácil, en donde se solicita ante un juez la
solicitud. De este tipo existen dos variantes. La primera es cuando no hay bienes ni
hijos por los que se entre en una disputa. No es necesario que los dos cónyuges
estén presentes en el trámite; esto lo puede hacer un abogado con un poder
firmado.

Y la segunda variante es cuando existen hijos y bienes por los que se tenga disputa.
Entre ambos llegan a un común acuerdo de cuánto es la cuota alimentaria que debe
pasar el padre que no se queda con la custodia y cuál es el porcentaje que le
corresponde a cada uno sobre los bienes adquiridos en el matrimonio.

Divorcio Express

A pesar de que muchas parejas contraen matrimonio con la convicción de estar


unidos “hasta que la muerte los separe”, la realidad es que actualmente la mayoría
de los divorcios ocurren luego de unos pocos años de convivencia.

Por medio del decreto 4436 del 28 de noviembre de 2005, quedó reglamentado el
divorcio por mutuo acuerdo entre los cónyuges ante un notario y por intermedio de
un abogado, esto mediante escritura pública. Este trámite puede tardar entre dos
días hasta un mes, dependiendo de si existen o no hijos menores de edad.
Si este es su caso, a continuación, le enumeramos la documentación necesaria para
iniciar este trámite en Colombia:

Un poder mediante el cual el o los cónyuges facultan al abogado para adelantar el


trámite de divorcio ante el Notario.

• Registro civil de nacimiento de los cónyuges.

• Registro civil de nacimiento de los hijos (si los hubiera).

• Fotocopias de la cédula de ciudadanía de los cónyuges.

• Si hubiese hijos menores de edad, los cónyuges deberán acordar el régimen


de visitas, la custodia del menor y su alimentación.

• En caso de no haber tenido hijos durante el matrimonio, la duración máxima


del trámite es de diez (10) días. En caso de tener hijos y que éstos sean menores
de edad, el trámite tiene una duración máxima de un mes, debido a que será
necesario que el notario notifique por escrito al Defensor de Familia acerca del
acuerdo al que han llegado los cónyuges para el divorcio y éste último tendrá 15
días de plazo para emitir concepto.

Según las estadísticas disponibles, entre 2006 y 2010 se llevaron a cabo más de
31.000 trámites de divorcio exprés en Colombia, siendo Cundinamarca, Valle y
Antioquía quienes registran mayores tasas de divorcio.

El costo del trámite de divorcio exprés en Colombia varía entre los 130.000 a los
200.000 pesos, sin contar los honorarios del abogado que mediara el mismo.

Adicionalmente, para disolver la sociedad conyugal será necesario realizar el trámite


concerniente al mismo, en el cual se deberá elaborar un inventario y cuantificación
de todos los bienes, teniendo en cuenta que si uno de los cónyuges oculta de
manera dolosa algún bien de esta sociedad conyugal, perderá su parte respecto al
bien ocultado y deberá reponerla al doble.
Por tal razón, si está pensando en tramitar un divorcio exprés, asesórese con
abogados especialistas en derecho civil para alcanzar un acuerdo favorable para
ambos cónyuges.

Divorcio sin mutuo acuerdo:

El divorcio contencioso o sin mutuo acuerdo es, como su nombre lo indica, aquel
tipo de divorcio que empieza a tramitarse sin el consentimiento de uno de los
cónyuges no accede a llevarlo a cabo.

Este tipo de divorcio sólo es posible llevarse a cabo ante un juez de familia, debiendo
presentarse la demanda pertinente además de probar la justa causa para que la
autoridad judicial lo apruebe.

Es necesario tener en cuenta que este proceso no es corto, como lo suele ser el
divorcio exprés, sino que se da bajo las condiciones y reglamentos de los juzgados
colombianos.

Por otra parte, se recomienda contar con más de dos testigos que den parte de los
hechos sobre los cuales se basa la demanda de divorcio. Asimismo, cabe señalar
que la causa más común para tramitar este tipo de divorcio es la separación de
cuerpos.

La persona interesada en establecer una demanda de divorcio, deberá asesorarse


directamente con un abogado especializado en derecho de familia, con el fin de que
obtenga la representación necesaria en este tipo de trámite, ya que esto es
obligatorio por la ley.

Dentro de la documentación que debe anexarse, son necesarios: los registros civiles
de matrimonio, los registros de nacimiento de los hijos (si los hubiera), además de
los certificados de propiedad de bienes propios de la sociedad conyugal.

Causales de divorcio:
Uno de ellos puede alegar ante un juez que se quiere divorciar de su pareja porque
ella ha incumplido alguna o algunas de las causas legales que contempla la ley para
darle la razón. Entre ellas están:

Las relaciones sexuales extra-matrimoniales de uno de los cónyuges.

El grave e injustificado incumplimiento por parte de alguno de los cónyuges de los


deberes que la ley les impone como esposos y padres.

Los ultrajes, el trato cruel y los maltratamientos de obra.

La embriaguez habitual de uno de los cónyuges.

El uso habitual de sustancias alucinógenas o estupefacientes, salvo prescripción


médica.

Toda enfermedad o anormalidad grave e incurable, física o psíquica, de uno de los


cónyuges, que ponga en peligro la salud moral o física del otro cónyuge e
imposibilite la comunidad matrimonial.

Toda conducta de uno de los cónyuges tendiente a corromper o pervertir al otro, o


a un descendiente o a personas que estén a su cuidado y convivan bajo el mismo
techo.

La separación de cuerpos, judicial o de hecho, que haya perdurado por más de dos
años.

El consentimiento de ambos cónyuges, manifestado ante Juez competente y


reconocido por éste mediante sentencia.

Los celos como causal de divorcio.

¿Los celos como causal de divorcio?

En un fallo sin precedentes, la Corte Constitucional determinó que los celos son una
causal para solicitar el divorcio, es por ello que se actualizó recientemente todas las
bases jurídicas de familia en Colombia para que los jueces puedan dar el divorcio a
aquellas personas que lo solicitan porque sus parejas son celosas.
Pero esto se da, claro está, cuando se llega a un punto de presión psicológica
extrema y no simplemente por un berrinche de un solo momento. Hace un tiempo
para atrás, los celos no eran considerados una causal para este tipo de solicitudes,
porque no era considerado un problema de gravedad para la pareja, ni mucho
menos para la mujer, que es la principal víctima de esta situación.

Anteriormente, no se reconocía desde el aspecto legal la violencia psicológica como


punto de partida para castigar y condenar a una persona por realizar este tipo de
actos. Pero con la inclusión de los celos como causal de separación se ha dado un
paso al considerar la violencia psicológica como un aspecto que afecta la
tranquilidad de una persona. Por ello, los celos constituyen un ataque psicológico
contra el cónyuge.

Violencia de género:

Así lo demostró Gloria Stella Ortiz en su ponencia ante la Corte en la que demostró
que los celos sí son un acoso psicológico y puso como ejemplo el caso de una
señora que venía siendo acosada por su esposo.

La situación se dio porque él pensaba que su pareja le era infiel en el trabajo y cada
día la recriminaba con palabras fuertes y actitudes muy marcadas por el machismo.
Incluso llegó un día a tomar muestra de sangre de su hija para comprobar que sí
era su hija.

Ante esto, la esposa solicitó el divorcio en repetidas ocasiones pero siempre fue
negado porque no ameritaba una causa lógica para el divorcio. Pero gracias a la
ponencia de la magistrada Gloria Stella se llegó a la conclusión de que si es una
falta que ameritaba darlo.

Dentro de los argumentos presentados por esta magistrada está también que los
celos constituyen violencia intrafamiliar y violencia de género y esto está
reglamentado y juzgado desde las convenciones de las Naciones Unidas. Gracias
a este favorecimiento y a la situación presentada por la mujer acosada por su
esposo, la Corte afirmó:
“El estado de tensión, la angustia, el aislamiento, el nerviosismo y la
desconcentración en el trabajo generados por los celos enfermizos y agresivos de
su esposo son muestra de malos tratos psicológicos a la que la mujer era sometida.
Por lo cual, contrario a lo valorado por el juez, sí estaba demostrada la causal
alegada”.

Con lo cual se dio a favor de ella el divorcio.

Pero en este caso presentado de acoso hacia la mujer, puede ser también tomado
al contrario. Los celos no son exclusivos de los hombres, sino también de las
mujeres. Pero en este sentido constituyen violencia de género y esto está
penalizado en Colombia.

El divorcio puede ser productivo para su carrera profesional

La mayoría de los profesionales de 50 años en adelante se jubilan. Se sienten


abrumados, cansados de ejercer una profesión durante 30 años, y pierden el
incentivo para seguir adelante. Hay una sola excepción: cuando el profesional se
divorcia y comienza una nueva vida familiar.

Las personas, los matrimonios y los divorcios no son todos iguales. Existe una gran
variedad de situaciones y personalidades que hacen que este evento se viva de
forma muy particular y afecten de forma distinta a sus protagonistas. Pero hay un
parámetro común a todos: el divorcio empobrece.

O, al menos, reduce la cantidad de bienes disponibles, que antes constituían un


factor de seguridad. Puede surgir entonces la necesidad de lograr nuevamente una
buena posición económica, pero a tiempo reducido. Ya no se tienen muchos años
para lograrlo.

Debe ser una meta a cumplir en poco tiempo. Considerando la experiencia


profesional ganada en los años anteriores, es perfectamente posible hacerlo a corto
plazo si se está bien incentivado.
Por lo tanto, es posible pensar que si a mitad de tu vida te encuentras en una
situación de divorcio, puede ocurrir alguna de dos posibilidades. Una es que al
sentirte empobrecidos redobles tus esfuerzos para recuperar lo perdido.

En este caso, dinero es igual a seguridad, y una tarea que antes te parecía
monótona puede convertirse en un factor de satisfacción; ver tu trabajo como una
tarea fresca y llena de posibilidades. El otro camino es vivir el divorcio en forma tan
dura que tu sufrimiento provoque una pérdida real de interés por el trabajo.

Puedes estar tan trastornado que hasta es posible que en la realización de


actividades con fin de lucro o trabajos estresantes, como por ejemplo la bolsa, seas
separado de tus funciones, como lo explica Paul Tudor Jones, jefe de cobertura que
admite “cuando me entero de que alguno de mis gerentes está pasando por un
divorcio, lo saco de la bolsa”.

Dinero, prestigio e interés por el trabajo propio

Las personas que superan los 50 años de edad se vuelven más lentos. La razón de
esto es que ya no los motiva ni el dinero ni el prestigio.

Estas ya son metas alcanzadas y por lo tanto dejan de ser un factor motivador y…
no nos engañemos, el interés por el trabajo propio no es razón suficiente en la
mayoría de los casos para hacer que una persona mantenga un interés en su trabajo
que lo lleve a hacer esfuerzos adicionales para lograr las metas.

La mayoría de los estudios científicos realizados sobre motivación del trabajo


sostienen que el dinero no es un factor motivador. A pesar de esto, ante una
situación de divorcio, cuando los bienes que se poseían se han reducido a la mitad
y por consiguiente se ha perdido gran parte de la seguridad que se pensaba poseer.

Cada remuneración percibida se convierte en motivo de gran satisfacción, y el


rutinario trabajo habitual se convierte en una puerta que se abre a nuevas
posibilidades. En conclusión, podemos decir que el divorcio puede convertirse en
un estímulo para la carrera profesional.

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