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26 Conceptos y categorías
operaciones o, en otras palabras, que era posible destilar estructuras del funciona
miento, fue confirmada y reforzada.
El legado metodológico de aquellas ideas primeras fue la oposición de dos tipos
de procedimiento, que en la temprana formulación de Comte fueron descritos como
la búsqueda de leyes de coexist"ncia (por qué deterrninados fenómenos sociales apa
recen invariablemente juntos) frente a las leyes de sucesión (por qué determinados
fenómenos sociales preceden o siguen a otros de forma invariable). La idea, bajo di
versas etiquetas, se abrió paso hasta la mayoría de los manuales de investigación so
ciológica: el «estudio sincrónico ( o trans-seccional)>> fue definido como observar la
sociedad desde una perspectiva atemporal, estática, y el «estudio diacrónico (o se
cuencial)>>, como el reconocimiento del fluir del tiempo y la atención a los cambios
sociales en curso.
El estudio moderno del cambio (la investigación diacrónica) está muy influido por
tales concepciones. Sin embargo, ha heredado la metáfora orgánica clásica y otras dis
tinciones conexas no directamente de Comte, Spencer y otros maestros del siglo XIX,
sino a través de la influyente escuela de sociología del siglo xx conocida como teoría
de sistemas, teoría funcional o funcionalismo estructural (cf. Sztompka 1974). El mo
delo de sistema de la sociedad elaborado dentro de esa escuela recopilaba y generali
zaba todas las ideas típicas del organicismo. La totalidad del aparato conceptual apli
cado habitualmente al análisis del cambio se deriva en último término del modelo del
sistema, incluso cuando los investigadores que se ocupan del cambio no lo reconoz
can, o se distancien de las teorías sistémicas y funcional-estructurales. Sólo muy re
cientemente el «modelo del sistema» ha sido desafiado por una imagen al~ernativa de
la sociedad, el enfoque procesal o morfogenético, y los conceptos aplicados al cambio
social han sido modificados en consecuencia.
Si hablamos de cambio, estamos pensando en algo que acontece tras algún tiempo; esto es, nos
estamos ocupando de una diferencia entre lo que puede ser observado antes de ese punto en el
tiempo y lo que puede verse tras ese punto en el tiempo. Para ser capaces de afirmar diferen
cias, la unidad de análisis ha de preservar un mínimo de identidad- al margen del cambio en
el tiempo (Strasser y Randall1981: 16).
Por tanto, el concepto básico de cambio social implica tres ideas: (1) diferencia,
(2) en diferentes momentos temporales, (3) entre estados del mismo sistema. Un
buen ejemplo de la definición normalizada tipo sería el siguiente: «Por cambio social
entiendo una alteración no-recurrente de un sistema social considerado como un
todo» (Hawley 1978: 787).
Dependiendo de lo que se considere que cambia -qué aspectos, fragmentos y di
mensiones del sistema estén implicados en el cambio- pueden distinguirse diversos
tipos de cambio. Esto es así porque el estado de conjunto del sistema no es simple,
unidimensional, sino que es más bien el resultado combinado, agregado del estado de
diversos componentes, tales como:
A veces los cambios son sólo parciales, de alcance limitado, sin mayor repercusión
para otros aspectos del sistema. El sistema como un todo permanece intacto, ningún
cambio de conjunto acontece en su estado, al margen de pequeños cambios en su in
terior. Por ejemplo, la fuerza de un sistema político democrático radica en su capaci
dad para afrontar los cambios, aliviar las quejas y desactivar los conflictos mediante
reformas parciales sin poner en peligro la estabilidad y continuidad del estado en su
totalidad. Este tipo de modificación adaptativa sirve como ilustración de los cambios
en el sistema. Pero en otras ocasiones el cambio puede abarcar todos (o al menos el
núcleo) los aspectos del sistema, produciendo una mutación de conjunto que nos
obliga a considerar al nuevo sistema como fundamentalmente diferente del antiguo.
Esto queda bien ilustrado por la totalidad de las revoluciones sociales importantes.
Este tipo de transformación radical merece llamarse cambio de sistema. La frontera
entre estos dos ejemplos es fluida. Los cambios en frecuentemente se acumulan y al
final afectan al núcleo del sistema, convirtiéndose en cambios de. Con frecuencia ob
servamos umbrales concretos en los sistemas sociales, más allá de los cuales la exten
sión, intensidad e importancia de los cambios fragmentarios y pequeños transforman
por completo la identidad del sistema y conducen no sólo a novedades «cuantitati
vas» sino realmente «cualitativas» (Granovetter 1978). Como acaban por saber tarde
o temprano todos los tiranos y dictadores, mantener amordazado el descontento pú
blico sólo es posible hasta cierto punto, y la lenta erosión de su poder abre inevitable
mente la puerta a la democracia.
Si echamos una ojeada a los ejemplos de definiciones de cambio social que apare:
cen·en los manuales al uso en'sociología, veremos que los diversos autores sitúan el
énfasis en distintos tipos de cambio, pero para la mayoría de ellos el cambio estructu
ral en las relaciones, organizaciones y lazos entre los componentes sociales resulta
crucial:
Quizás la razón de enfatizar el cambio estructural sea que, con más frecuencia que
otros tipos, conduce a cambios de, en lugar de a meros cambios en, la sociedad. La es
tructura social caracteriza una especie de esqueleto en el que se encuentran la socie
dad y sus funciones. Cuando cambia, todo lo demás tiene tendencia, también, a cam
biar.
Como hemos observado antes, la noción de sistema puede aplicarse a diversos ni
veles de la complejidad social: macro, medio y micro. En consecuencia, el cambio so
cial puede ser concebido también como algo que acontece en el macronivel de los sis
temas internacionales, las naciones, los estados; en el nivel medio de las
corporaciones, los partidos políticos, los movimientos religiosos, las grandes asocia
ciones; o al micronivel de las familias, las comunidades, los grupos ocupacionales,
pandillas, círculos de amigos. Entonces la pregunta central que surge es cómo se inte
rrelacionan todos esos cambios que acontecen en distintos niveles. Por una parte, los
sociólogos se preguntan cuáles son los macro efectos de micro sucesos (por ejemplo,
cómo hacen aumentar la inflación los cambios en el comportamiento de los consumi
dores, o cómo transforman las civilizaciones y las culturas los cambios en las costum
bres cotidianas), y se preguntan, por otra parte, por los micro efectos de los macro su
cesos (por ejemplo, cómo altera la vida familiar una revolución, o cómo influye en los
modelos de amistad una crisis económica). «El cambio social está mediado por los ac
tores individuales. Por tanto, las teorías del cambio estructural deben mostrar cómo
las macrovariables afectan los motivos y las elecciones individuales y cómo, a su vez,
esas elecciones cambian las macrovariables» (Remes 1976: 514).
que un cambio es una condición causal, o al menos una condición causal parcial y no
meramente un factor acompañante o precedente, de los otros), y (4) los cambios se
siguen unos a otros en una secuencia temporal (sucediéndose los unos a los otros en
un tramo temporal). Ejemplos de procesos, desde el nivel macro alñivel micro, in
cluirían: industrialización, urbanización, globalización, secularización, democratiza
ción, escalada bélica, movilización de un movimiento social, liquidación de una em
presa, disolución de una asociación voluntaria, cristalización de un círculo de amigos,
una crisis familiar. De nuevo, el problema teórico crucial sería la conexión entre mi
croprocesos y macroprocesos.
Entre los procesos sociales hay dos formas específicas que han sido escogidas por
los sociólogos, y durante muchas décadas han orientado el foco de su atención. Una
es el «desarrollo social», que describe el proceso de despliegue de una cierta poten
cialidad inherente al sistema. De forma más precisa, el concepto denota un proceso
con tres características adicionales: (1) es direccional, esto es, ningún estado del siste
ma se repite en ningún nivel; (2) el estado del sistema en cualquier momento poste
rior representa un nivel superior de alguna de las características elegidas (por ejem
plo, una creciente diferenciación de la estructura o una mayor producción económica,
un desarrollo de tecnologías o una población mayor), o en cada momento posterior,
el estado del sistema se va aproximando a algún estado de conjunto señalado (por
ejemplo, la sociedad se aproxima a la condición de igualdad social, prosperidad uni
versal o representación democrática); y (3) esto es estimulado por propensiones in
manentes (por ejemplo, expansión de la población humana con un crecimiento parejo
de la densidad, la resolución de contradicciones internas mediante el establecimiento
de formas cualitativamente nuevas de vida social, canalización de la creatividad hu
mana innata hacia innovaciones organizativas significativas). La noción de desarrollo
contiene algunos presupuestos fuertes: la inevitabilidad, necesidad e irreversibilidad
del proceso que describe. Degenera fácilmente en una visión fatalista y mecanicista
del cambio, como si se produjera al margen de las acciones humanas, como si estuvie
ra de alguna manera por encima de las cabezas de los hombres y se dirigiera hacia un
final último, predeterminado. Enseguida discutiremos el nutrido conjunto de teorías
para las cuales se ha vuelto central la idea de desarrollo, y que pueden agruparse bajo
la etiqueta de desarrollismo. Éstas incluyen todas las variedades de evolucionismo
(de Comte a Parsons) y de materialismo histórico (de Marx a Althusser).
Otra forma de proceso social particularmente enfatizada por los sociólogos es el
«ciclo social». Aquí el proceso ya no es direccional, pero tampoco fortuito. Está ca
racterizado por dos rasgos: (1) sigue un modelo circular: cada estado del sistema en
cualquier momento dado es susceptible de repetirse en cualquier' momento del futu
ro, y es en sí una réplica de algo que ya ha acontecido en algún momento en el pasa
do; y (2) esta repetición es debida a alguna tendencia inmanente del sistema, que por
su misma naturaleza se despliega de esa manera específica, ondulante u oscilante. Por
tanto, hay cambios a corto plazo, pero a largo plazo no hay cambio, puesto que el sis
tema regresa a su estado inicial. Tendremos ocasión de mostrar un influyente grupo
de teorías que interpretan la historia humana en términos de ciclos sociales: las teo
rías cíclicas del cambio (de Spengler a Sorokin).
Un concepto más, quizás el más debatible, pero también de los más influyentes en
toda la·historia del pensamiento humano (y no sólo en la historia de la sociología) es
Conceptos fundamentales en el estudio del cambio 31
la idea de «progreso social». Este concepto añade una dimensión axiológica, valorati
va, a la categoría más objetiva y neutral de desarrollo social. Por tanto, nos aparta de
las descripciones estrictamente científicas, neutrales, para introducirnos dentro del
dominio normativo y prescriptivo. En principio, por «progreso» entendemos: (1) un
proceso direccional que (2) acerca el sistema, de formn. continua, al estado preferido,
beneficioso (o, en otras palabras, a la realización de determinados valores selecciona
, dos sobre bases éticas, tales como la felicidad, la libertad, la prosperidad, la justicia, la
dignidad, el conocimiento, etc.), o al logro de una sociedad ideal descrita con ampli
tud, en sus rasgos generales, por numerosas utopías sociales. Habitualmente la idea
de progreso define cómo, de acuerdo con un autor dado o con la Weltanschauung que
él/ella representa, debe ser la sociedad. Esto cae, sin duda, fuera del campo de la
ciencia, que limita su interés a lo que es, en lugar de a lo que debe ser. Pero, a veces,
la idea de progreso posee un aroma categórico, descriptivo: acarrea la pretensión de
que, como cuestión de hecho, empírica, algunos valores son realizados necesariamen
te en la historia humana, y que, en general, la sociedad cambia inevitablemente para
mejor (sea lo que sea lo mejor tal como lo define un autor dado). Tal pretensión, ex
presión de optimismo histórico, puede ser sometida a prueba aunque, lamentable
mente, rara vez la pasa. Tenemos mucho que decir acerca del progreso social en el
capítulo 2, acerca del triunfo de esta idea, su reciente decadencia y una posible forma
de salvarla.
juntos en casa, o al menos mantenerse en contacto por correo, o por teléfono; (3) la
particular cualidad de la relación: su intimidad, difusión, desinterés, espontaneidad.
La noción de campo interindividual puede concretarse. Nosotros proponemos la
siguiente tipología cuádruple (<<esquema INIO», cí. Sztompka 1991b: 124.:::6) para dis
tinguir cuatro dimensiones o aspectos del campo: ideal, normativo, interaccional y de
oportunidad. Hasta ahora, por simplificar, hemos dicho que las relaciones sociales co
nectan individuos humanos. ¿Pero qué es lo que de hecho conectan y cómo? Tanto
las ideas, pensamientos y creencias sostenidos por los individuos, que pueden ser pa
recidas o distintas; o las reglas que guían su conducta, que pueden apoyarse o contra
decirse; o sus acciones presentes, que pueden ser amistosas u hostiles, cooperativas o
competitivas; o sus intereses, que pueden coincidir o estar en conflicto. Hay cuatro ti
pos de tejidos o entramados que surgen en la sociedad y que la mantienen unida, de
pendiendo del tipo de entidades conectadas por la red de relaciones: los tejidos (1) de
las ideas, (2) de las reglas, (3) de las acciones y (4) de los intereses. Las redes interco
nectadas de ideas (creencias, convicciones, definiciones) caracterizan la dimensión
ideal del campo, su «conciencia social». Las redes interconectadas de reglas (normas,
valores, prescripciones, ideales) caracterizan la dimensión normativa del campo, sus
«instituciones sociales». Tanto la dimensión ideal como la normativa forman parte de
lo que tradicionalmente ha sido denominado como cultura. A continuación, las redes
interconectadas de acciones caracterizan la dimensión interaccional del campo, su
«organización social». Las redes interconectadas de intereses (oportunidades vitales,
oportunidades, acceso a recursos) caracterizan la dimensión de oportunidad del cam
po, sus «jerarquías sociales». Tanto la dimensión interaccional como la de oportuni
dad forman parte de lo que pude denominarse tejido social en sentido estricto. Para'
subrayar la multidimensionalidad del campo debemos utilizar, por tanto, el término
«campo sociocultural».
En cada uno de los cuatro niveles, el campo sociocultural experimenta un cambio
perpetuo. Observamos (1) la articulación, legitimación o reformulación constante de
ideas, la aparición y desaparición de ideologías, credos, doctrinas y teorías; (2) la ins
titucionalización, reafirmación o rechazo constante de normas, valores o reglas, la
emergencia y disolución de códigos éticos y de sistemas legales; (3) la elaboración, di
ferenciación y reformulación constante de canales interactivos, conexiones organiza
tivas, lazos de grupo, la emergencia o disolución de grupos, círculos o redes persona
les; (4) la cristalización, petrificación y redistribución constan tes de oportunidades,
intereses, oportunidades de vida, el ascenso y caída, extensión y nivelación de jerar
quías sociales.
La complejidad real de la vida social que acontece en el campo sociocultural pue
de aprehenderse si nos percatamos de dos cosas. En primer lugar, que los procesos en
los cuatro niveles no discurren independientes unos de otros. Todo lo contrario, están
interrelacionados mediante diversas conexiones transdimensionales; por ejemplo, la
conexión examinada por la sociología del conocimiento entre oportunidad y dimen
siones ideales (cómo las situaciones vitales determinan las creencias), o la conexión
examinada por la sociología de la desviación entre las dimensiones normativa e inter
accional (cómo las normas influyen o dejan de influir las acciones). Debemos perca
tamos, en segundo lugar, de que el campo sociocultural opera en distintos niveles de
complejidad: macro, medio y micro. Es una noción aplicable a lo largo de todas las,
34 Conceptos y categonas
ambas fuentes. Cada una de ellas arroja algo de luz sobre la extrema variedad de fe
nómenos dinámicos. Raymond Boudon ha señalado: «No tiene sentido intentar redu
cir el cambio social a un modelo único» (1981: 133).
Para orientarnos en el complejo dominio del campo social, necesitamQs introducir
una tipología de los proceso~ sociales. Se basará e'1 cuatro criterios prinr:ipales: (1) la
forma o perfil que tome el proceso; (2) los productos o resultados del proceso; (3) la
conciencia de procesos sociales en la población; (4) la fuerza motriz tras el proceso.
También consideraremos brevemente (5) el nivel de realidad social en el que opera el
proceso, y (6) el alcance temporal del proceso.
Empezando por el primer criterio, si contemplamos los procesos desde una pers
pectiva distante, externa, pueden reconocerse varias formas y perfiles. Los procesos
direccionales son irreversibles y a menudo acumulativos. Cada estadio consecutivo es
diferente de cualquier estadio anterior e incorporá efectos del estadio anterior, al
tiempo que cualquier estadio anterior proporciona prerrequisitos para el estadio pos
terior. La idea de irreversibilidad enfatiza que en la vida humana hay acciones que no
pueden deshacerse, pensamientos que no pueden ser des-pensados, sentimientos que
no pueden ser des-sentidos, experiencias que no pueden ser des-experimentadas
(Adam 1990: 169). Una vez acontecen, dejan huellas endémicas e influyen sin escapa
toria posible a los estadios posteriores del proceso; da lo mismo si se trata de una ca
rrera personal, de la adquisición de conocimiento, de enamorarse o de sobrevivir a la
guerra. Como ejemplos de procesos direccionales podemos señalar la socialización de
un niño, la expansión de una ciudad, el desarrollo tecnológico de la industria, el creci
miento de la población. En este sentido amplio tanto la biografía individual como la
historia social son mayormente direccionales.
Pero no necesariamente en su sentido más estrecho, como cuando se toman en
cuenta subtipos específicos de procesos direccionales. Algunos pueden ser teleológi
cos (o en otras palabras, finalísticos), al acercarse de forma persistente a determinado
fin o estadio final desde varios puntos de partida, como si fueran arrastrados a ello.
Los ejemplos nos los proporcionari las así llamadas teorías de la convergencia, que
muestran cómo diversas sociedades, de tradiciones profundamente diferentes, alcan
zan eventualmente determinados logros civiliza torios o tecnológicos parecidos, tanto
en la producción de máquinas, en el gobierno democrático, en el transporte por auto
móvil, en las telecomunicaciones, etc. Otros ejemplos de tales procesos abundan en la
literatura estructural-funcional, que enfatiza la tendencia finalística del sistema social
para alcanzar un estado de equilibrio por medio de mecanismos internos que com
pensan cualquier perturbación. Pero también hay procesos direccionales de Una for
ma diferente. Son de desarrollo, de producción persistente, de despliegue de determi
nadas potencialidades inherentes como si fueran empujadas desde dentro. Por
ejemplo, la constante expansión tecnológica a menudo es representada como si estu
viera guiada por la innovación y creatividad inherentemente humanás, o las conquis
tas territoriales como motivadas por un impulso adquisitivo inherente. Si el estado fi
nal es evaluado positivamente, el proceso es considerado progresivo (por ejemplo, la
36 Conceptos y categorías
FIGURA 1.1 Proceso unilinealo de dirección continua: (a) ascendente (progresivo); (h) descen
dente (regresivo)
Variable de Estado
Tiempo
Por otra parte, cuando los procesos siguen una serie de trayectorias alternativas,
se saltan algún estadio, sustituyen otros, añaden estadios atípicos, se denominan mul
tilineales. Por ejemplo, cuando los historiadores describen los orígenes del capitalis
mo, señalan los diferentes escenarios del mismo proceso en distintas partes del mun
do: occidental, oriental y otros modelos. Cuando los estudiosos de la modernización
se ocupan de los países del Tercer Mundo, señalan los diversos caminos que éstos to
man en dirección a la civilización urbano-industrial. La representación esquemática
del proceso multilineal puede trazarse como en la figura 1.2.
Conceptos fundamentales en el estudio del cambio 31
S2
Variable de Estado
1
Si - -1
ti
Tiempo
Lo opuesto a los procesos lineales son aquellos que proceden por medio de saltos
cualitativos o rupturas tras períodos prolongados de crecimiento cuantitativo, traspa
sando umbrales específicos (Granovetter 1978) o que realizan determinadas «funcio
nes peldaño». Éstos son procesos no lineales. Por ejemplo, tal como lo consideran los
marxistas, la secuencia de las llamadas formaciones socioeconómicas se mueve a tra
vés de períodos revolucionarios -transformaciones súbitas, fundamentales y radica
les de toda una sociedad tras largos períodos de acumulación de contradicciones, conflic
tos, esfuerzos y tensiones. Tales procesos pueden representarse mediante la figura 1.3.
Los procesos no direccionales (o fluidos) pueden ser de dos tipos. Algunos son
puramene fortuitos, caóticos, sin criterio discernible. Por ejemplo, considérense los
flujos de excitación en las multitudes revolucionarias, o los procesos de movilización
y desmovilización en los movimientos sociales o en los juegos infantiles. Otros proce
sos son oscilatorios, siguen modelos discernibles de repetición o al menos de simili
tud, cuando los estadios 'consecutivos son o idénticos o al menos semejantes cualitati
vamente a estadios anteriores. Cuando es observable una recurrencia virtual,
consideramos circular el proceso, o lo consideramos como un círculo cerrado. Por
ejemplo, piénsese en la jornada de trabajo típica de una secretaria, o en los trabajos
de temporada de un agricultor o, en una perspectiva temporal más amplia, en las ruti
nas de un investigador al comenzar a escribir su próximo libro. En la macro escala,
los ciclos de expansión y recesión económica, de boom y estancamiento, los mercados
especulativos ál alza ya la baja, siguen con frecuencia este modelo. La representación
gráfica se parecerá a una sucesión de senos, como en la figura 1.4.
Cuando se observa el parecido, pero a un nivel distinto de complejidad, considera
38 Conceptos y categorías
~'V"",,,,,.,,",v,,'n"y,,n,"z, ,,',y' v/'"
FlGURA 1.3 Funciones peldaFLO o saltos cuánticos: (a) ascendente (progresivo); (b) descenden
te (regresivo r
Variable de Estado
Tiempo
FIGURA 1.4 Proceso cíclico: (a) regular (fases iguales); (b) acelerado (fases más cortas); (e) de
ce/erado (fases más largas).
Ce)
Variable de Estado
Tiempo
Conceptos fundamentales en el estudio del cambio 39
HIOS que el proceso sigue el modelo de una espiral, o un ciclo abierto. Por ejemplo, el
progreso de un estudiante a través de niveles consecutivos en la escuela o en la univer
"Ii.dad: la matriculación, los cursos, las vacaciones, los exámenes, cada vez en un nivel
í.~ducativo superior; o, en una escala diferente, los ciclos económicos, saNo en condi
f, clones de crecimiento general (proverbialmente dos pasos adelante uno atrás); o en un
~ ospacio temporal más amplio, la tendencia que Arnold Toynbee adscribe a toda la his
f toria humana: la gradual perfección de la religión y, en general, de la vida espiritual de
~ la humanidad, a través de numerosos ciclos de desafío y respuesta, crecimiento y decli
~ ve (Toynbee 1934: 61); o la visión de Karl Marx de la progresiva emancipación de la
humanidad a través del «valle de lágrimas», vía ciclos consecutivos de profundización
en la explotación, alienación, pobreza y su superación por la revolución (Marx y En
geIs 1985). Si el nivel alcanzado tras cada ciclo es superior, como en nuestros ejemplos,
podemos hablar de un ciclo de desarrollo (o incluso progresivo). Si, por el contrario, el
nivel alcanzado tras cada cambio completo es más bajo en un grado relevante, nos re
feriremos al proceso como un ciclo regresivo, como en la figura 1.5.
Un caso límite: cuando el flujo de tiempo no coincide con ningun cambio en el es
tado del sistema se le denomina estancamiento (figura 1.6).
Otro caso lúnite: cuando los cambios no siguen ningún patrón reconocible, se le
puede denominar proceso fortuito (figura 1.7).
FIGURA 1.5 Proceso espiral: (a) ascendente (progresivo); (b) descendente (regresivo).
Variable de Estado
Tiempo
40 Conceptos y categorías
(a)
81 ~---------------- __________________
Variable de Estado
(h)
82 r-----------------__________________
Tiempo
. Variable de Estado
Tiempo
Conceptos fundamentales en el estudio del cambio 41
pueden caer como resultado de una mayor competitividad animada por el deseo de
recoger beneficios.
La sede de la causalidad
De forma parecida, hay una tremenda varidad respecto al alcance temporal de los
procesos, su duración temporal. Diremos muchas más cosas en el capítulo 3, de mo
mento nos limitaremos a observar que la variedad se extiende desde los procesos que
se agotan en un período extemadamente corto, fugaces, momentáneos, a tendencias
de alcance histórico que duran siglos o milenios. Como podemos ver, el concepto de
proceso social es extremadamente general y requiere, por tanto, una mayor precisión
y concreción antes de poder ser aplicado con utilidad a las sociedades históricamente
existentes.
'¡
48 Conceptos y categorías
ciendo avance y mejora. Platón (427-347 a.e.) en Las Leyes da una descripción de las
mejoras de la organización social, producto de prístinas semillas, dirigidas hacia sus
formas desarrolladas. Aristóteles (384-322 a.e.) en su Política traza el desarrollo del
estado político desde la organización familiar y tribal a la ciudad-estado griega (po
lis), que él concibe corno la organización política ideal. Protágoras (481-411 a.e.) pro
porciona una detallada reconstrucción del progreso en la cultura, desde el bárbaro es
tado de naturaleza a la civiiización desarrollada. En los tres autores hay una
presuposición fuerte de la perfectibilidad del mundo, incluidos sus aspectos sociales,
políticos y culturales (Nisbet 1980: 10-46).
La segunda fuente del concepto se encuentra en la tradición religiosa judía. El én
fasis bíblico en los profetas y en las profecías implica una imagen sagrada de la histo
ria, guiada por la divina voluntad o por la providencia y, por tanto, predeterminada,
irreversible y necesaria. El diseño de una historia que abarca a toda la humanidad
está presente desde el principio mismo y se despliega a través de sucesos concretos,
«terrenos», que conducen a su culminación final en la futura «edad dorada», «mile
nio» o paraíso. La historia revela el curso y la dirección impuesta «desde arriba», y su
recorrido es progresivo, según se va aproximando gradual e inexorablemente a su
complección última. Los humanos excepcionalmente inspirados y carismáticamente
dotados -los profetas, los líderes religiosos- pueden leer este diseño histórico divi
no, y predecir el curso de los sucesos terrestres.
Ambas líneas de pensamiento, la griega y la judía, se unen en la tradición ju
deocristiana, que impregnará la cultura occidental durante los siglos venideros. La
mejor exposición de esta síntesis única se encuentra en los escritos de san Agustín
(354-430). «La idea de progreso, de acuerdo con una interpretación ampliamente
aceptada, representa una versión secularizada de la creencia cristiana en la providen
cia» (Lasch 1991: 40).
Durante la Edad Media, se añadieron algunos elementos nuevos a la noción de
progreso. Bernard de Chartres y Roger Bacon (1214-92) aplicaron el concepto al rei
no de las ideas, afirmando que el conocimiento humano sufre un incremento y creci
miento acumulativo a través de las épocas, siendo gradualmente enriquecido y per
feccionado. La metáfora de los enanos a hombros de gigantes, inventada por Bemard
de Chartres (cf. Merton 1965) y popularizada mucho más tarde por Isaac Newton,
describe la situación de los pensadores contemporáneos que pueden ver mejor y más
lejos porque utilizan el conocimiento acumulado de sus predecesores. Aunque no tie
nen estatura de gigantes, son más fuertes gracias al conocimiento de aquellos que los
precedieron. Lo que esto implica es que el conocimiento avanza de forma constante y
gradual. En la época medieval también aparecieron las primeras utopías sociales de
sarrolladas, la imágenes idealizadas y precisas del paraí~o terreno, la sociedad perfec
ta a alcanzar en el futuro. Descritas por Roger Bacon, Joachim de Fiore y otros, se hi
cieron muy comunes en siglos posteriores. Las utopías sociales definen la dirección
en la que se supone que se mueve la humanidad. Permiten la crítica de la contempo
raneidad al compararla con la imagen ideal, utópica, y en este sentido proporcionan
una medida rudimentaria del progreso.
Un cambio interesante de la idea de progreso se produce cuando llega la era de
los descubrimientos geográficos. Se pone de manifiesto que las sociedades, las cultu
ras, las organizaciones políticas y económicas humanas no son un bloque homogéneo.
Vicisitudes de la idea de progreso 49
Se hace evidente la tremenda variedad de formas sociales en las distintas partes del
mundo. Pero para preservar la idea de la unidad de la humanidad y su avance necesa
rio se interpreta la diversidad de una forma particular. Se pretende que la variedad es
debida a los diferentes estadios de desarrollo o de progreso que algunas sociedades
han alcanzado. Los más primitivos son vistos como si permanecieran en los primeros
estadios, y mostrarían, a los más civilizados, la imagen de su propio pasado; los más
civilizados representan estadios posteriores, mostrando a los más primitivos la ilumi
nación de su futuro. Se presume que hay una trayectoria común por la que discurren
todas las sociedades. Por usar una metáfora, puede pensarse en una escalera común
por la que todos ascienden, pero con distinta velocidad y desigual éxito. O una misma
escalera en la que todos están pero en distintos peldaños. Al final del trayecto, o en lo
alto de la escalera, encontraremos a las sociedades más exitosas, más desarrolladas y
mejor civilizadas de Occidente. Esta imagen es el resultado del intento de «convertir
la desigualdad que se percibe en una homogeneidad conceptualizada: la homogenei
dad de una progresión singular temporalmente ordenada de todos los pueblos del
mundo desde los más simples a los más avanzados -que por supuesto, para la gente
de Europa occidental son ellos mismos» (Nisbet 1980: 149). L& larga historia del par
tidismo etnocéntrico -occidental-centrismo, o de forma más específica euro-centris
mo o americo-centrismo- típica de la mayoría de las teorías del cambio social, co
menzó en ese momento.
La época de la Ilustración aportó numerosos matices nuevos a la noción en evo
lución de progreso. Jacques Bossuet (1627-1704) introdujo la idea de historia univer
sal, un modelo común omniabarcante subyacente a las historias particulares de distin
tos continentes, regiones o países. Realizó la primera periodización compleja de la
historia universal singularizando doce grandes épocas, que señalan la mejora constan
te de la humanidad, y en particular el progreso constante de la religión. Condorcet
(1743-94) propuso una periodización alternativa en diez etapas, y sugirió un mecanis
mo más secular de progreso por medio de mejoras constantes en el conocimiento y en
la ciencia. Giambattista Vico (1668-1744) saludó el nacimiento de la «Nueva Cien
cia», la búsqueda de regularidades subyacentes necesarias en la historia humana. Por
último, Immanuel Kant (1724-1804) proporcionó un sugestivo criterio de progreso: el
significado y la dirección de la historia están marcados por el crecimiento de la liber
tad individual emparejado al adelanto de la moralidad, que frena el ejercicio de la li
bertad cuando amenaza la libertad de otros.
Así llegamos al siglo XIX, denominado por algunos como la «Era del progreso» y
por otros como el «triunfo de la idea de progreso» (Nisbet 1980: 170). La idea de pro
greso impregna' el sentido común, deviene universalmente aceptada' en filosofía, es
incorporada por la literatura, el arte y la ciencia. Este espíritu de romántico optimis
mo es acompañado por la creencia en la razón y en el poder humano. La cier,tcia y la
tecnología parecen portar la promesa de una expansión y un avance ilimitados. Tal
clima intelectual encuentra reflejo en el campo recién nacido de la sociología. Todos
los padres fundadores de nuestra disciplina profesan alguna versión del progreso.
Saint-Simon (1760-1825) y Auguste Comte se concentraron en el progreso del es
píritu, y entrevieron que los cambios en las formas típicas de pensamiento se sucedían
a través de tres etapas: teológica, metafísica y positiva. El último estadio es el de la
ciencia: conocimiento empírico, centrado en los hechos, capaz de proporcionar expli
50 Conceptos y categorías
La defmición de progreso
nos es permitido gracias al progreso tecnológico? ¿No es mejor enviar un fax a espe
rar durante semanas que nos sean contestadas las cartas, lo que constituye claramen
te otro logro tecnológico? El tercer candidato a valor universall1uede ser el alcance
del conocimiento. ¿No es bueno que sepamos mucho más, y con profunoidad mucho
mayor, acerca de los mecanismos de la naturaleza y de la sociedad que en el pasado?
¿No es una mejora que datos difíciles acerca de la sociedad, de su historia, nos sean
proporcionados por rigurosa investigación disciplinar, en lugar de por la imaginación,
la fantasía, los mitos y los estereotipos? ¿Puede ponerse en duda el progreso científi
co? Como dice Robert Merton:
los astrónomos de hoy día disponen de un conocimiento más sólido, más amplio y más exacto
del sol, la luna, los planetas y las estrellas del que tuvieron Aristarco de Samos o incluso Ptolo
meo ( ...) los demógrafos de hoy puede que tengan, tan sólo, una comprensión más profunda y
más amplia de las dinámicas de la población que, por ejemplo, un William Petty en el siglo XVII
o incluso, a principio del siglo XIX, Thomas Malthus (Merton 1975: 337; 1982).
Por otra parte, hay otras áreas en las que los criterios de progreso son muy cues
tionables. En el siglo XIX y bien entrados en el XX, la industrialización, la urbani
zación y la modernización eran tratadas como sinónimos de progreso. Sólo reciente
mente se ha reparado en que han ido demasiado lejos (ciudades superpobladás,
complejos turísticos masificados, aeropuertos atestados, autopistas atascadas, playas
abarrotadas, sobreabundancia de bienes, de desperdicios de consumo), y que también
las cosas buenas pueden producir efectos colaterales viciosos (polución, agotamiento
de recursos, destrucción del medio ambiente, enfermedades civilizatorias). También
se ha hecho evidente que el progreso en un área puede a menudo acontecer a costa
del retroceso en otra. El proceso de transición en curso en la Europa Central y del
Este proporciona multitud de ejemplos. La democratización, la apertura de las socie
dades, la emergencia de la actividad empresarial y del mercado libre están acompaña
das por el crecimiento del desempleo y la pobreza, por la pérdida de disciplina social,
por tasas crecientes de crimen y delincuencia, por luchas entre facciones y por ingo
bernabilidad, y por un torrente de cultura de masas de baja calidad. ¿Cómo puede
calcularse el balance de beneficios y pérdidas, de funciones y disfunciones?
Durante un largo período de la historia intelectual, numerosos pensadores -des
de Tomás Moro a Mao Tse-tung, desde Platón a Marx- han creído que es posible
salvaguardar el progreso en todas las dimensiones de la sociedad, para todos sus
miembros al mismo tiempo que es posible obtener un progreso generalizado y uni
versal. Han dibujado las imágenes de las sociedades perfectas, de las utopías sociales.
Tales imágenes proporcionaban su criterio sintético, general, de progreso. Progreso
significaba acercarse a la perfección de la utopía, ya fuera ésta la Nueva Armonía, el
milenio, la Ciudad del Solo el comunismo.
Otros, conscientes de las incompatibilidades, ambivalencias e inconmensurabili
dad de las diversas dimensiones del progreso, propusieron criterios más concretos.
Seleccionaron aquellos aspectos de la vida social que para ellos tenían una importan
cia superior, y definieron el progreso por referencia a ellos. Para algunos, la religión
era el dominio central, y lo que más contaba era el progreso espiritual y moral condu
cente a la salvación. Para otros, el conocimiento secular era crucial, y por tanto el
Vicisitudes de la idea de progreso 53
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El mecanismo de progreso
,
Hay una variedad igual de puntos de vista acerca del mecanismo del progreso. Es
toy pensando en tres cosas. La primera, las fuerzas motrices (o agencias) del progre
I
¡
j
so: ¿qué empuja los procesos sociales en una dirección progresiva? ¿Cuáles son los
agentes sociales que activan el proceso? Segundo, tenemos que considerar la forma o
el perfil que toma el proceso: ¿Cuál es la trayectoria del progreso, de acuerdo con
qué itinerario se mueve? Y tercero, tenemos que examinar el modo de operar de un
,~
, sistema social que produce progreso: ¿Cómo se alcanza el progreso, por qué medios
se logra?
Al hablar de la agencia del progreso podemos distinguir tres estadios consecutivos
en la historia del pensamiento social. Los primeros pensadores localizaban la fuerza
motriz del progreso en el dominio sobrenatural. Las deidades, los dioses, la providen
cia, el destino, se creía que salvaguardaban la dirección progresiva de los procesos so
ciales e históricos. La sacralización de la agencia, condujo a que la fe en el progreso,
ordenada desde las alturas, en tanto legado, produjera gratitud como única forma po
sible de reacción humana. Pensadores posteriores tomaron un punto de vista alterna
tivo; colocaron la agencia en el dominio naturaL Las tendencias y potencialidades in
herentes a la sociedad fueron hechas responsables del curso progresivo de los
procesos sociales (al igual que las tendencias codificadas en los genes, en los embrio
nes o en las semillas se manifiestan durante el crecimiento de los organismos). Esta
secularización (naturalización) de la agencia condujo a la consideración del progreso
como un despliegue natural e inexorable de potencialidades, que demandaba adapta
ción o ajuste como la única reacción humana concebible. Por último, los pensadores
modernos se inclinan a considerar a los agentes humanos (individuales y colectivos)
como productores, constructores, del progreso. La humanización de la agencia con
duce a la concepción del progreso como algo que ha de alcanzarse, construirse, desa
rrollarse, y que requiere por tanto un esfuerzo creativo, una lucha, una búsqueda,
como actitudes humanas apropiadas.
Por tanto, en lo que concierne a la agencia, la diferencia más fundamental es la
que divide la noción de progreso mecánico, automático (en su versión sacralizada o
secularizada) de la noción activista de progreso. La primera postula una agencia ex
trahumana, la segunda se concentra en la gente y en sus acciones. La primera afirma
la necesidad del progreso, la segunda admite la contingencia del progreso, que puede
ocurrir (perQ que igualmente puede no ocurrir), dependiendo de las acciones que
realice la gente. En la primera, el progreso acontece, en la segunda el progreso se con
sigue. La primera estimula una actitud pasiva, de «esperar a ver qué pasa», adaptati
va, la segunda demanda un compromiso activo, creativo, constructivo.
La forma o perfil que toma un proceso también es concebido de muchas maneras.
Una dimensión de la trayectoria de un proceso es su uniformidad, su suavidad. Así,
algunos autores consideran el progreso como un movimiento gradual, incremental,
poco a poco, hacia estadios mejores de la sociedad. Tómese como ejemplo la noción
clásica de progreso científico: las invenciones, los descubrimientos, las observaciones,
las hipótesis se acumulan lentamente a través del tiempo, cubriendo un número cada
vez mayor de fenómenos y alcanzando mayor profundidad en su sustancia. El conoci
miento es acumulativo: crece y se expande lentamente a través de pequeños incre
mentos. Pero hay otra imagen, alternativa, del progreso, como un proceso irregular,
que opera a través de súbitos acelerones y congestiones, tt:as períodos de acumula
ción cUantitativa, experimentando un movimiento cualitativo hacia un nivel superior.
Ésta es la imagen revolucionaria (o dialéctica) del progreso. Tomemos la ciencia
como ejemplo. La concepción moderna adelantada por Thomas Kuhn (1970) afirma
que el progreso científico se logra a través de una serie de revoluciones científicas,
cambios radicales de una concepción científica dominante, en lugar de mediante el
mero incremento de añadidos al mismo cuadro de un dominio determinado. El re
chazo de un paradigma anterior y la adopción de uno nuevo abren un período en el
cual se produce trabajo acumulativo normal, pero sólo hasta el momento en el que el
paradigma qued~ exhausto e impotente al enfrentarse a nuevos problemas. Entonces
es inevitablemente superado y reemplazado por el nuevo paradigma. De forma pare
Vicisitudes de la idea de progreso 55
\'Í(.la, en la visión marxiana del progreso social y económico, las revoluciones sociales
producen un cambio radical, cualitativo de las «formaciones socioeconómicas» (la
esclavitud en feudalismo, el feudalismo en capitalismo, el capitalismo en socialismo,
(lt.C.). En los largos períodos entre las revoluciones el progreso se afirmá a sí mismo
de forma lenta, acumulativa, puramente cuantitativa (véase el capítulo 11).
El aspecto conexo al que denominamos forma, o perfil, del progreso tiene que ver
con la consistencia. ¿Es el proceso el que procede linealmente, consistente mente, o
tan sólo la tendencia general, última, que permite regresiones temporales, fracturas,
estancamientos, retrocesos, y que prevalece sólo en lo que «cuenta al final»? Los pri
meros evolucionistas como, por ejemplo Comte, Spencer y Durkheim, parecen ser de
la primera opinión, lineal. El progreso del espíritu o de la diferenciación estructural o
de la división del trabajo son considerados como procesos persistentes. Por otro lado,
si tomamos a Karl Marx encontramos una imagen completamente diferente. A saber,
dentro de cada formación socioeconómica observamos regresiones regulares, siste
máticas --creciente explotación, empobrecimiento de las masas, crecientes agravios y
descontentos, injusticias más profundas, etc. -que se intensifican hasta el punto de
hacer inevitable la revolución social. La revolución significa un salto progresivo de
primera magnitud, pero entonces ese mismo proceso de regresión interna y de deca
dencia comienza de nuevo dentro de una nueva formación socioeconómica, en sus
comienzos muy «progresista» pero que después se va deteriorando y va preparando
el terreno para la siguiente revolución. A largo plazo, la trayectoria de la historia es
progresiva; a corto plazo incorpora fases transitorias de regresión. Es interesante ob
servar que la visión marxiana tiene un cierto parecido con las primeras concepciones
religiosas del progreso, esto es, con la noción típica de la cristiandad (tal como apare
ce en san Agustín) de que la salvación y la felicidad eterna (la Ciudad de Dios) sólo
pueden alcanzarse mediante el tormento, el sufrimiento y la privación en la vida te
rrestre. El bienestar último se gana mediante la previa existencia infeliz.
Por último, si consideramos la manera de funcionar del sistema social que da lu
gar al progreso, aparece otro par de imágenes opuestas. Una imagen, de nuevo típica
de los primeros evolucionistas, enfatiza el despliegue «pacífico», armonioso de poten
cialidades progresivas. La otra se centra en las tensiones internas, en los torcimientos,
y
contradicciones conflictos, cuya resolución mueve al sistema en la dirección progre
siva. El tema maniqueo de la lucha entre las fuerzas opuestas del bien y del mal, de
los elementos positivos y negativos, en la que lo bueno prevalece eventualmente, se
encuentra de distinta guisa en numerosas teorías del progreso. Ya está presente en la
dicotomía de san Agustfn, entre la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios e~ tanto
dos fuerzas polares que luchan en el mundo. En el período moderno es característica
de la dialéctica de Hegel y Marx --con la idea de este último de la lucha de clases
como el mecanismo central del progreso histórico. La encontramos en el darwinismo,
con su noción de la lucha por la existencia y la supervivencia de los mejor adaptados
como secreto de la selección natural y de la progresiva evolución de las especies.
También está presente en el psicoanálisis freudiano, que afirma la tensión permanen
te entre el «id» (los impulsos de origen biológico) y el «superego» (las constricciones
impuestas socialmente) dentro de la personalidad humana, y entre la naturaleza y la
cultura en el mundo extrapersonal, exterior.
56 Conceptos y categorías
Tras reinar en el pensamiento social durante casi trescientos años, la idea de pro
greso parece haber entrado en declive durante el siglo xx. Hay aigunos hechos histó
ricos que la contradicen con fuerza y hay algunas corrientes intelectuales que van en
contra de sus premisas profundas, fundamentales (cf. Alexander 1990).
Cuando el siglo xx se aproxima a su clausura, se reiteran los intentos de hacer
balance, y muchos observadores ya le denominan el «siglo espantoso». Es un siglo
que ha sido testigo del holocausto nazi y de los gulags de Stalin, de dos guerras mun
diales, de más de 100 millones de asesinatos en conflictos locales y globales, de la ex
tensión del desempleo y la pobreza, de hambres y epidemias, de la adicción a la droga
y al crimen, de la destrucción ecológica y el agotamiento de recursos, de tiranías y
dictaduras de toda laya desde el fascismo al comunismo, y por último pero no por ello
menos importante, de las omnipresentes posibilidades de aniquilación nuclear y de
catastrofe ambiental global. No ha de sorprender que se haya extendido la desilusión
y el desencanto con la idea de progreso (Alexander 1990: 15-38). Después de todo, el
progreso, como la mayoría de los conceptos sociales, es una noción reflexiva: interac
túa con la realidad social, florece en los períodos de progreso observable, decae en
los períodos en los que el progreso real se vuelve controvertido. Quizá el desencanta
miento es mayor si sigue a altas esperanzas, optimismo generalizado, aspiraciones y
promesas de una «era de progreso», el período de la «modernidad triunfante» en el
siglo XIX y a comienzos del xx.
Algunas tendencias intelectuales operan en la misma dirección. Robert Nisbet
(1980: 317-351) ha desvelado las principales premisas de la idea de progreso, y afirma
que todas ellas son atacadas por el pensamiento contemporáneo. Mencionemos tan
sólo unos cuantos ejemplos. Durante muchos años ha existido la convicción acerca de
la nobleza, incluso de la superioridad, de la civilización occidental. Recientemente
hemos observado el «desplazamiento de Occidente», el declinar de la fe en los valo
res y en las instituciones de las sociedades modernas altamente desarrolladas. Nisbet
encuentra sus síntomas primero en la extensión del irracionalismo, el renacimiento
del misticismo, la rebelión contra la razón y contra la ciencia; segundo, en el subjeti
vismo y en el narcisismo egotista típico de la cultura de consumo; y tercero, en el pe
simismo reinante, en la imagen dominante de degeneración, de deterioro, de deca
dencia. Otra premisa que subyace a la idea de progreso era la afirmación de un
crecimiento sin límites de la economía y de la tecnología, la ilimitada expansión de
los poderes humanos. La repetida idea de los «límites del crecimiento», las barreras a
la expansión (cf. Mishan 1977) da cuenta de esto. La siguiente premisa proclamaba la
fe en la razón y en la ciencia como las únicas fuentes de conocimiento,válido y aplica-·
ble. En su lugar observamos tanto el ataque a la ciencia, en nombre del relativismo
epistemológico, y el ataque a la razón en nombre de la emoción, la intuición y la cog
nición extraempírica así como del irracionalismo absoluto. Por último, el concepto
de progreso en sus versiones secularizadas modernas estaba enraizado en «la creencia
en la importancia intrínseca, en el inefable valor de la vida sobre esta tierra» (Nisbet
1980: 317). En su lugar, en la sociedad industrial moderna, la cultura de consumo rei
nante con su énfasis en el tiempo libre y en el placer hedonista, parece agotar su po
lt!ucial de gratificación y movilización y aparecen el ~<hastío del aburrimiento», el sen
i ¡miento de sinsentido, la experiencia de la anomia o de la alienación.
Pueden añadirse dos premisas más a la lista de Nisbet, el utopismo, esto es, la ar
I iculaCÍón de imágenes generales idealizadas de la mejor sociedad, de la sociedad de
~tmda. Como hemos visto, esto ha estado íntimamente conectado a la idea progre
MO durante varios siglos. Pero ahora estamos siendo testigos, con claridad, de un clima
antiutópico. El último suspiro del pensamiento utópico se ha producido recientemen
te con la caída del sistema comunista, el último de los intentos fallidos de realizar una
visión utópica en el mundo. Lo que queda es la incertidumbre e impredecibilidad del
futuro, visto ahora como completamente contingente, abierto a la fortuna y a desa
rrollos fortuitos. Esto socava otra premisa de la idea de progreso, la orientación hacia
el futuro. No hay proyecto orientado hacia el futuro capaz de atrapar la imaginación
humana y movilizar la acción colectiva (por ejemplo, el papel tan eficazmente ejecu
tado en su día por las ideas socialistas). De forma más específica, no hay una visión
de un mundo mejor (en su día proporcionada por la utopía comunista); en su lugar
tenemos tanto profecías catastrofistas o simples extrapolaciones de las tendencias
presentes (como por ejemplo en las teorías de la sociedad postindustrial). Más aún,
no hay un programa de mejoramiento social, no hay líneas maestras sobre cómo esca
par a los problemas contemporáneos. No hay que sorprenderse de que la gente se ol
vide del futuro y adopte actitudes presentistas, enfocadas a la gratificación inmediata,
de breve horizonte temporal y de existencia meramente cotidiana.
Como consecuencia de todos estos desarrollos intelectuales, el concepto de pro
greso ha sido reemplazado por el concepto de crisis como lema del siglo xx. Esto es
válido en la conciencia común, en la que dominan las visiones pesimistas de las reali
dades sociales, no sólo en los países pobres y subdesarrollados sino también en los
prósperos de la primera fila. La gente llega a acostumbrarse a pensar en términos de
crisis económicas, políticas o culturales recurrentes o endémicas. Esto también vale
para la ciencia social, donde las descripciones críticas de procesos en curso en térmi
nos de crisis son abundantes. Como dice John Holton: «El pensamiento social con
temporáneo ha llegado a estar dominado, si no obsesionado, por la idea de la crisis»
(Holton 1990: 39). Éste observa con perspicacia que estamos siendo testigos de una
curiosa «normalización de la crisis». Este concepto deriva en su origen del teatro, o
de la medicina, donde significa el cruce de caminos, los puntos de bifurcación, los mo
mentos en los que la intensificación de un proceso requiere alguna resolución, tanto
de tipo positivo (por ejemplo la cicatrización del paciente), o de tipo negativo (por
ejemplo, la muerte). Por tanto, la crisis es temporal, y conduce tanto a la mejora
como al desastre. En contraste con ese' significado, la gente es capaz de concebir la
crisis social como crónica, endémica, y no vislumbrar su eliminación futura.
El derrumbe de la noción de progreso, y su reemplazo por la idea de la crisis cró
nica, da como consecuencia un clima intelectual y un ambiente popular en el que la
«experiencia social es cada vez menos parte de una épica, y cada vez más parte de
una comedia... Uno de los síntomas más llamativos de esta época de cháchara sobre
la crisis, y de normalización de la crisis es la ruptura de las narrativas optimistas del
cambio social y de la evolución histórica» (Holton 1990: 43-4). Esto es claramente un
aspecto de lo que los «postmodernos» etiquetan como el fin de las «grande~ narrati
vas» (Lyotard 1984).
58 Conceptos y catE~(JOI'ía
¿Significa esto que el progreso ha muerto? Lo dudo. Tengo razones para pensar
que la idea de progreso es demasiado importante para el pensamiento humano, de
masiado fundamental para el alivio de las tensiones e incertidumbres existenciales
como para eliminarla por las buenas. Está sufriendo un colapso temporal, pero tarde
o temprano recuperará su sitio en la imaginación humana. Pero para salvaguardar la
continuación de su viabilidad, necesita ser revisada y reformulada, purificada de algu
nas premisas anticuadas y confundentes. Una dirección posible de tal tarea será suge
rida en la dicusión que sigue, final, sobre el progreso.
H'14 lIón pueden buscar mejoras "no sujetas a límites visibles, dirigidas hacia fines que
~iclh) !-Ion definibles en tanto avanzamos hacia ellos"» (Lash 1991: 42).
An tes de elaborar en detalle esta posición, me gustaría ocuparme de otra cuestión
{¡fU relación a ésta referida a los criterios de progreso ya su estatuto lógico.·,Algunos
~11frnan que los criterios o medidas de progreso son absolutos, constantes, universa
lij"! en una palabra, invariables. Nos proporcionan supuestamente una escala externa,
. ,independiente, con la que aprehender el proceso en marcha. La posición opuesta es
. }folativista e historicista. Afirma que los patrones de progreso son en sí dinámicos, es
. hin en cambio permanente, evolucionando constantemente a medida que el proceso
le despliega. Las necesidades, deseos, fines, valores, o cualquiera de las otras medidas
de progreso, son modificados con su satisfacción o cumplimiento. Son siempre relati
vos a la fase concreta del proceso y nunca alcanzan una encarnación última, finaL Lo
que se persigue es cambiante y variable, pero la persecución en sí es constante. Está
1ft variabilidad de los objetos del deseo humano, pero al mismo tiempo, la permanen
cia del desear. Por tanto la medida del progreso ya no es externa sino, por el contra
rio, inmanente al proceso mismo.
La siguiente pregunta tiene que ver con el estatuto deóntico del progreso: ¿Se re
riere a necesidades o a posibilidades? Los enfoques tradicionales, desarrollistas, ha
blan del progreso como algo inevitable, necesario, debido a leyes inexorables de la
evolución o de la historia. Más recientemente, las teorías postdesarrollistas de la es
tructuración de la morfogénesis (se discutirán en el capítulo 13) optan por una des
cripción diferente, posibilista, en la que el progreso es tratado como meramente con
tingente, como una oportunidad abierta para la mejora que, por tanto, no se produce
de forma inevitable, y que incluso puede permaner sin ser reconocida por los actores
humanos.
Por último, ha de plantearse una última cuestión, acerca del sustrato ontológico
del progreso: ¿Cuál es la naturaleza sustantiva de esta fuerza causal, generativa que
produce el progreso? Pueden señalarse cuatro respuestas típicas. La doctrina del
«providencialismo», detectable en varias escuelas de filosofía social, sitúa la fuerza úl
tima, motriz, del progreso, la agencia, en el orden sobrenatural, invoca la voluntad di
vina, la providencia, la. intervención de Dios. La doctrina del «heroísmo» típica de la
historiografía tradicional hermano mayor de la sociología- sitúa la agencia en
los talentos excepcionales de los grandes hombres: reyes, profetas, líderes, legislado
res, revolucionarios, generales, etc. Éste ya es un dominio terreno, pero todavía extra
social porque depende de las propensiones genéticas, más o menos accidentales, de
personas individuales. La doctrina del «organicismo» introduce el componente social,
pero de forma peculiar; se ocupa de la agencia causal como algo inherente al funcio
namiento del organismo social, como una propensión interna al crecimiento, a la evo
lución, al desarrollo. Los orígenes del progreso son sociales, pero, paradójicamente,
extra humanos. La gente está todavía fuera de un cuadro en el que los mecanismos
autorregulados, compensatorios, automáticos parecen reinar independientes de los
esfuezos humanos. Si en algún caso aparece la gente, lo es sólo en su capacidad de
marionetas completamente maleables, ejecutores inconscientes, portadores de vere
dictos preordenados de la historia; como encamaciones de fuerzas productivas, de
tendencias tecnológicas, de propensiones demográficas, de élan revolucionario.
Sólo con la doctrina del «constructivismo» que subyace a las teorías postdesarro
60 Com;eptos y categorías
llist'as cambia el énfasis hacia los individuos socializados reales, en sus contextos so
ciales e históricos presentes, y la fuerza motriz del cambio, la agencia es situada en
sus actividades sociales normales y cotidianas. Algo del progreso resultante puede ser
intencionado, pero en su mayor parte es concebido aquí como un resultado involun
tario y ~ menudo no reconoódo de los esfuerzos humanos, como el producto de una
«mano invisible» (Adam Smith), la «astucia de la razón» (Hegel), o la «lógica situa
cional» (Karl R. Popper). La agencia es finalmente humanizada y socializada al mis
mo tiempo. La gente corriente vuelve a aparecer en el cuadro y adquiere una dimen
sión verdaderamente humana, como consciente aunque no omnisciente, poderosa
pero no omnipotente, creativa pero con constricciones, libre pero no ilimitada. Tal
descripción de la agencia es presupuesta y sostenida por las teorías de la estructura
ción de la morfogénesis.
Recapitulando, se afirma que la nueva orientación teórica del postdesarrollismo,
y en particular la estructuración de la morfogénesis, sugiere una nueva aproximación
al progreso social (1) como una capacidad potencial, en lugar de como un logro últi
mo, (2) como una cualidad dinámica, en evolución, relativa a un proceso concreto, en
lugar de como un patrón absoluto, universal y externo, (3) como una posibilidad his
tórica, como una oportunidad, una opción abierta, en lugar de una tendencia necesa
ria, inevitable, e inexorable, y (4) como un producto, a menudo involuntario e incluso
no reconocido, de las acciones plurales y colectivas humanas, en lugar del resultado
de la voluntad divina, las buenas intenciones de individuos excepcionales (<<los gran
des hombres») o el funcionamiento de mecanismos sociales automáticos. Esto pro
porciona el entramado de una noción radicalmente nueva de progreso. «La expectati
va abierta de mejora indefinida, incluso más que la insistencia en que las mejoras sólo
son posibles a través del esfuerzo humano, proporciona la solución al problema que
de otra forma era tan desconcertante -la resistencia de la ideología progresista al
enfrentarse a sucesos desalentadores que destruyen la ilusión de la utopía» (Lasch
1991: 48).
En la reconstrucción propuesta, el progreso está íntimamente ligado a una agen
cia fuerte. ¿Pero cuándo puede decirse de una agencia que es progresiva? Desde el
punto de vista del progreso cualquier agencia parece mejor que ninguna. Está claro
que, para tener progreso, necesitamos un cambio direccional, y si concebimos el cam
bio direccional como producido por los seres humanos, entonces alguna agencia hu
mana es un prerrequisito obvio del progreso. Pero esta operación sólo es una condi
ción necesaria, y en modo alguno suficiente, para que de ello se siga el progreso. No
hay que olvidar que el cambio direccional también puede tener una dirección de re
troceso; puede producir regresión en lugar de progreso. Por tanto, sólo es una agen
cia específicamente constituida, un tipo particular de agencia la que presenta la po
tencialidad para el progreso. ¿Qué rasgos de la agencia son especialmente relevantes
en esta conexión?
1 Primero, por supuesto, las características de los actores. Aquí enfatizaría di
versas oposiciones que permiten gradaciones y todas las formas intermedias. Por tan
to, los actores pueden ser creativos, innovadores, orientados al logro, o pasivos, con
servadores, reconciliados con las posiciones que tienen adscritas. Pueden enfatizar la
autonomía, la independencia, la integridad personal, o exhibir conformidad, adapta
Vicisitudes de la idea de progreso 61
Amitai Etzioni 1968a) que genera una agencia orientada hacia el progreso, una socie
dad situada en la vía de auto transformaciones progresivas.
Hasta ahora hemos venido caracterizando la agencia desde una perspectiva exter
na, mirando a ella desde fuera. Las propiedades de la agencia orientada hacia el pro
greso han sido reducidas a la 11aturaleza del condicionamiento, a los fact0res determi
nantes que la afectan desde fuera. Ahora quiero tomar una perspectiva interna y
concentrarme en el funcionamiento de la agencia orientada hacia el progreso, por de
cirlo de alguna manera, desde dentro. La pregunta es: ¿Cuál es el modus operan di de
la agencia situada dentro del conjunto de condiciones e influencias, estructurales,
personales, naturales e históricas, contenidas en nuestro tipo ideal?
Serán descritas por dos nociones generales y sintéticas: la libertad y la autotras
cendencia. Por tanto, la agencia viable, orientada hacia el progreso es en alguna me
dida libre. Es libre en el sentido de la libertad negativa (<<libertad de»), es decir com
porta un cierto nivel de autonomía e independencia de las constricciones; opera
dentro de un campo abierto de opciones, oportunidades, ocasiones; y es libre en el
sentido de la libertad positiva (<<libertad para»), es decir, tiene la capacidad de influir,
modificar, remodelar constricciones y aumentar recursos; tiene algún grado de poder
y control sobre las circunstancias.
Pero su característica crucial, la más importante, es la tendencia hacia la autotras
cendencia, el ir más allá de sí misma, el superar las limitaciones, el romper con las
constricciones, el cruzar «fronteras». Por reiterar la última metáfora, la autotrascen
dencia acontece en tres «fronteras» de la condición humana: la trascendencia de la
naturaleza aprovechándola, controlándola y regulándola a través del trabajo; la tras
cendencia de las estructuras sociales mediante las evasiones, las desviaciones, las re
formas y las revoluciones; y por último, pero no menos importante, la autotrascen
dencia de los actores humanos a través del aprendizaje, el entrenamiento, el
autocontrol, la mejora, avance y extensión de sus poderes humanos limitados me-:
diante la tecnología, etc.
Esta propensión puede explicarse como el fruto de dos rasgos fundamentales del
mundo humano: la creatividad (innovación) de los actores, que produce objetos, ideas
e instituciones nuevas y originales; y el carácter acumulativo de la experiencia huma
na, constantemente ampliada y enriquecida, aprendida individualmente en el lapso
biográfico, y transmitida socialmente (culturalmente) en el lapso histórico. Por tanto,
en último término, la fuente principal del progreso se encuentra en la irreductible y
esencialmente ilimitada creatividad y educabilidad de los seres humanos, capaces de
concebir la novedad y de heredar, y también transmitir, las innovaciones, aumentan
do de forma permanente su depósito común de conocimientos, habilidades, estrate
gias, técnicas, etc.
Si se ejercen bajo las condiciones descritas en el tipo ideal de agencia conducente
al progreso, estas propensiones y habilidades humanas salvaguardan la autotrascen
dencia y el progreso constante de la humanidad. Permítanme que subraye con firme
za este «si». No hay necesidad de progreso, porque no está preordenado que la gente
esté dispuesta y sea capaz de ejercer su capacidad creativa. Las condiciones constric
tivas naturales, estructurales o históricas, o la eliminación de las motivaciones a favor
del activismo (resultado, por ejemplo, de la socialización en la pasividad, del uso de
mecanismos adaptativos, defensivos, al emplazar las constricciones, o de «cicatrices»
Vicisitudes de fa idea de progreso 63
...
~.' ,. ,
\.k fallos pasados) pueden impedir que florezca la creatividad. De forma parecida, el
proceso de acumulación, la transmisión de la tradición, puede quebrarse, tanto en el
nivel biográfico como en el histórico (la calidad de la familia, la escuela, la iglesia, los
medios de comunicación y otras instituciones pueden ser decisivos aquí). En tales ca
Nt)S, es más probable que se produza estancamiento o regresión que progreso.
La autotrascendencia de la sociedad en la que la agencia participa como fuerza
causal última retroalimenta a la agencia misma, resultando en su propia autotrascen
denda. La actualización de las potencialidades de la agencia por medio de la praxis
"umenta esas mismas potencialidades. La emancipación de la agencia a través de su
funcionamiento en el tiempo da como resultado una libertad mayor y tendencias más
fuertes hacia la auto trascendencia. La progresividad última de la agencia reside en el
hecho de que no sólo estimula el progreso sino de que efectivamente progresa ella
misma. Es un resultado histórico acumulativo de su propio funcionamiento.