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Modulo 1

Suicidología

Definiciones: Qué es la Suicidología

La Suicidología es una disciplina que tiene entre sus principales sistematizadores, en la década del ´70 en
EE.UU., a Shneidman y Farberow.
Es importante preguntarse por qué en nuestro país, y haría extensiva la pregunta a toda Latinoamérica, este
planteo sobre una problemática en crecimiento a nivel mundial, no ha tenido aún desarrollos académicos que
favorecieran su investigación y desarrollo.
El padre de la Suicidología, Edwin Shneidman, afirma que "la Suicidología pertenece a la Psicología". Esto es,
Suicidología es la ciencia de comportamientos, pensamientos y sentimientos autodestructivos; así como de la
misma manera, la Psicología es la ciencia referida a la mente y sus procesos, sentimientos, deseos, etc. (1985).
"Sin lugar a dudas, "Suicidología" suena extraño para muchos, pero sin dudas así sucedió también con la
"Psicología" y la "Psiquiatría" en un principio."(Maris, Berman, Silverman y col, 2000).
Si bien no se podría hablar propiamente de escuelas de pensamiento en una disciplina tan nueva , sí se puede
decir que hay distintas miradas a uno y otro lado del Océano acerca de dónde enfocar la observación y evaluación
de los comportamientos, para precisar las intervenciones eficaces que irán consolidando el conocimiento
suicidológico.
Por un lado, para la Escuela Norteamericana, conformada por un grupo de autores vinculados a la American
Association of Suicidology, la Suicidología incluye no solamente suicidios consumados e intentos suicidas, sino
también comportamientos autodestructivos, gestos e ideación suicida y parasuicidios (Kreitman, 1977).
En cambio, para el Centre for Suicide Research, de la Universidad de Oxford la atención se centra más en
autolesiones deliberadas, automutilaciones y un conjunto de comportamientos y actitudes autodestructivas
relacionadas (Maris, 1992).
Otra posición singular en Europa es la de Danuta Wasserman, del Karolinska Institutet, de Estocolmo, quien,
además de incluir ambas posturas anteriores, sostiene que en los estudios de prevención del suicidio es vital el
conocimiento de las características personales y profesionales de las personas que realizan las intervenciones o
que aplican el tratamiento (2004).
Dentro de la bibliografía internacional consultada, esta última es una de las pocas referencias halladas que dan
cuenta de lo que aquí llamamos análisis o estudios de implicación, en el marco de la intervención suicidológica.
Resulta más relevante si se tiene en cuenta que dicha autora dirige el NASP (National and Stockholm County
Center and WHO Lead Collaboration Center for Prevention of Mental Problems and Suicide), ubicado en la
División Stress, Salud Mental y Suicidio del Departamento de Ciencias de la Salud Pública del mencionado
Instituto.
En esta muestra, tan pequeña como relevante, ya se empieza a vislumbrar cómo el entrecruzamiento entre
marcos disciplinarios, institucionales y geográficos va dando cuenta de la multifactorialidad del objeto de estudio .
Es tan pertinente el recorrido de este campo desde la clínica, como desde la Salud Pública, como desde una
Asociación dedicada al estudio de la problemática. Si bien unos y otros van haciendo énfasis en diversas aristas
del nudo epistemológico, nadie desconoce la dispar incidencia de factores biológicos, psicológicos, sociales y
culturales, sin excluir los existenciales y espirituales (Rutz, 2004). En lo que todos coinciden es en el abordaje
mensurable y verificable del tema, es decir que la Suicidología plantea el estudio científico del acto suicida y de
sus factores intervinientes y dependientes.
El referente latinoamericano a nivel mundial en este tema, José Bertolote, manifiesta que la Suicidología está tan
intrínsecamente influida por los factores socioculturales, que cada lugar debe desarrollar políticas y programas de
prevención del suicidio de acuerdo al momento y a las pautas culturales intervinientes si no se quiere arriesgar a
una segura frustración (2004).
En la Asociación Argentina de Prevención del Suicidio, a partir de la práctica cotidiana y la experiencia a
través de los años, hemos definido la Suicidología como la articulación interdisciplinaria, cuyo objeto es dar cuenta
de los factores biológicos, psicológicos, éticos, sociales y culturales que van construyendo la disposición suicida
en sus diferentes estados; orientada a la creación y sostenimiento de las condiciones de vida dignas de un sujeto y
su entorno significativo.
Esta toma de posición de compromiso, resulta sumamente importante a la hora de pensar en la implicación de
aquellos que la ejercen; una Suicidología que se centra en la calidad de vida de la población no sólo trabaja para
evitar la muerte. Una disciplina orientada a determinar los factores protectores apropiados para una comunidad en
ese momento particular y no sólo a detectar factores de riesgo, promueve una tarea salugénica y preventiva, antes
de dar lugar a los dispositivos posventivos y asistenciales.
Es imprescindible, en este tema, tener una teoría de las crisis para su abordaje y resolución, al mismo tiempo
que es sumamente necesario que el profesional sepa instrumentar campañas de sensibilización comunitaria,
evaluaciones poblacionales y capacitaciones accesibles a distintos niveles de operadores para que ésta sea una
tarea que lo comprometa permanentemente con lo vital, ahorre recursos públicos y resguarde la salud psico-física
de quienes intervienen.
Desde lo epistemológico, una suicidología que se nutre de la Psicología de la Salud ensancha el horizonte de
comprensión de los fenómenos, enriquece la calidad de las intervenciones de sus operadores y transforma a la
comunidad en partícipe de la construcción del entramado social de la salud, erosionando la premisa generalizada
de que "de esto no se habla".
Definiciones de Suicidio

Como ya se ha visto, la definición de este objeto de estudio implica un posicionamiento subjetivo,


epistemológico, ideológico e institucional -entre otros- de quien lo define, quien a su vez está determinado por
coordenadas sociogeográficas y temporales.
En este punto se va a seguir la enumeración de Rocamora Bonilla (1992) teniendo en cuenta lo exhaustivo y
ordenado de su inventario:
 Se llama suicidio, toda muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto positivo o negativo,
realizado por la víctima misma, sabiendo que debía producir ese resultado (Durkheim, 1897). Según
Durkheim, el Suicidio es toda muerte que resulta mediata o inmediata de un acto positivo o negativo
realizado por la misma persona. Textualmente señala: “Hay Suicidio cuando la víctima, en el momento en
que realiza la acción, sabe con toda certeza lo que va a resultar de él.”
 Suicidio significa el acto fatal e intento de suicidio el acto no fatal de autoperjuicio, llevado a cabo con
conciente intento autodestructivo, no obstante vago y ambiguo (Stengel, 1965).
 En un sentido amplio la vivencia suicida es una conducta con matices muy diversos "de interés
psicosociológico" (Giner et al, 1972) que sin producir la muerte puede marcar el posterior desarrollo de la
existencia de la persona.
 El suicidio es toda conducta que busca y encuentra la solución de un problema existencial en el hecho de
atentar contra la vida del sujeto (Baechler, 1975).
 Todo acto por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, o un daño, con un grado variable de la
intención de morir, cualquiera sea el grado de intención letal o de conocimiento del verdadero móvil (OMS,
1976).
 La conducta suicida es toda conducta humana impregnada de fantasías, deseos e ideas de muerte
(Rocamora Bonilla, 1992).

En la Asociación Argentina de Prevención del Suicidio, como producto de la reflexión crítica acerca de la tarea
del equipo asistencial, se llegó a la siguiente definición:
 El suicidio es un proceso complejo multideterminado. Una manera de vivir que va construyendo un
enigma mortal, por condensación, sobre un marco representacional existente. Un proceso que va más allá del
acto, rompiendo la concepción del hecho consumado (AAPS, 2003).

La definición del objeto de estudio va a orientar el accionar del operador, sea éste clínico, investigador,
sanitarista, jurista, educador o trabajador social, y como se verá en este texto, es allí donde se determinan los
bordes y propósitos de la intervención.
Si la definición del suicidio es fundante del accionar suicidológico, en este recorrido representativo de definiciones
nos encontramos con una serie de preguntas que denotan que el concepto no es unívoco, por ejemplo:
 Que un acto sea calificado como suicidio, ¿depende del nivel de conciencia e intencionalidad que tiene
quien lo realiza?
 ¿Los intentos suicidas, parasuicidios o suicidios frustrados son la misma cosa? Y de ser así ¿Forman
parte del problema "Suicidio", del cual se ocupa la Suicidología?
 ¿Cuál es la relación existente -si es que la hay- entre los conceptos "suicidio" y "conducta
autodestructiva"?
 Si la conducta suicida va incrementando su riesgo de consumación a medida que se van sucediendo
eventos autodestructivos no atendidos o mal abordados ¿Es prevenible? ¿Todas las manifestaciones previas
a la consumación deben ser consideradas conductas suicidas?
 El suicidio ¿Es un problema o una solución?

Existen algunos planteos científicos y especulativos que pueden ir dando respuesta a algunas de estas
cuestiones.
El aspecto referido a la conciencia e intencionalidad del acto suicida, aún se sigue discutiendo y las respuestas
varían de acuerdo al marco disciplinario de abordaje. Mientras que las disciplinas centradas en la conducta
proponen el resultado del acto como criterio de calificación del mismo, las vertientes más influidas por el
Psicoanálisis harán énfasis en la estructura inconciente, más allá de toda intencionalidad, proponiendo el
acting out o pasaje al acto como modelo explicativo de la manifestación de la singularidad.
Con respecto a la relación entre acto e intento suicida existen diferentes respuestas, coincidentes todas en la
progresividad de la manifestación del proceso de exteriorización y comunicación del acontecer sufriente de esa
persona.
Por ejemplo Adam (1985), propone el concepto de "continuum autodestructivo" para dar cuenta de esta
progresividad: la primera etapa, connotada por las fantasías, la llama Ideación Suicida. Las Crisis Suicidas,
serían expresión de un cálculo de salida, mientras la Tentativa de Suicidio constituye el aviso denunciante. El
Suicidio Frustrado correspondería a un período de prueba de ensayo-error y el Suicidio Consumado
representaría la condensación del proceso.
En la actualidad se encuentra bastante aceptado el concepto de espectro o continuum con diferentes grados de
exteriorización de la intencionalidad, propuesto originalmente por Adam (1985, citado en Martínez, 2007) como
continuum autodestructivo, dando cuenta de la progresividad de un proceso de exteriorización del acontecer
sufriente de esa persona. Esta progresividad consta de una serie de etapas; en la cual se comenzaría por la
ideación suicida; luego pasando por la llamada crisis suicidas donde comenzaría a realizar cálculos de salida,
mientras que la tentativa de suicidio funciona a modo de aviso denunciante. El suicidio frustrado correspondería
a un período de prueba-ensayo y, por ultimo, el suicidio consumado representaría la condensación del proceso.
En general, es imposible saber con certeza cuál era la intencionalidad de quien cometió el acto; y
según la OPS; no se puede establecer con seguridad una correlación entre la intención y el resultado

Se podría decir hoy que éste ya es un concepto consolidado dentro de la disciplina, entre otros múltiples autores lo
toman Rocamora Bonilla (1992) y Di Leo (2004). Previamente Poldinger (1969), conceptualizando la tendencia
suicida, había propuesto tres fases: Consideración, Ambivalencia y Decisión.
Con respecto a la relación entre suicidio y conducta autodestructiva, Farberow y Shneidman (1961) plantean
el tema como una diferenciación conceptual referida a los marcos disciplinarios, sosteniendo que mientras el
término suicidio es propio de la medicina legal , conducta autodestructiva es un concepto psicológico
proveniente de las corrientes psicodinámicas que, a su vez, permite sortear el obstáculo proveniente del
cuestionamiento sobre la conciencia e intencionalidad del acto.
Desde la especialidad terapéutica en suicidio -la expresión es de Edwin Shneidman- pero pertinente para los
otros ámbitos intervinientes en este campo disciplinario, se podría definir el suicidio como el proceso sistémico de
síntesis de la disposición autodestructiva que, más allá del grado de conciencia de quien lo exterioriza, está
orientado a comunicar la intención de una resolución al conflicto que le da origen, por medios letales.
Si bien esta definición intenta dar cuenta de los aspectos psicológicos de esta gestación, quedan algunas
cuestiones sociológicas por abordar, como por ejemplo las que plantean Estruch y Cardús.
En este sentido, Durkheim ya había planteado en su definición la equivalencia de las consecuencias temporales
del acto -mediatas o inmediatas-, como así también que éste sea positivo o negativo. Es decir que para este autor
es tan suicidio, matarse como dejarse morir.
Pero en el contexto sociológico no parece ser ése el principal obstáculo, sino cierto reduccionismo que le
adjudican Estruch y Cardús al planteo del problema, a tal punto que casi como respuesta a la obra "El Suicidio" de
1897, ellos titulan "Los Suicidios" en 1982.
Allí aparece la pregunta tan crítica como central: ¿Es el suicidio un problema? ¿para quién?. Luego de despejar
los planteos epistemológicos, la respuesta no se hace esperar. Para quien lo intenta o consuma, el suicidio es
buscado como una solución. El problema se constituye para quienes quedan vivos, en el sistema. En el sistema
social. Abarcando en esta expresión tanto el sistema familiar, el comunitario, el institucional como al sistema social
en general.
Partiendo del concepto sociológico de desviación social, y ante el planteo del suicidio como conducta aberrante,
hay varios puntos a considerar. Los criterios de norma y desviación están sujetos a las variables de tiempo y lugar,
es decir que su conceptualización no es universal ni permanente. Con lo cual los bordes de la normalidad son
difusos, no sólo entre sociedades sino también dentro de una misma sociedad. Esto hace que un suicidio sea más
anormal o aberrante, con su consecuente culpabilización, cuando menos frecuente sea en esa zona, en ese
momento. Estruch y Cardús (1982) lo formulan de la siguiente manera: el grado de culpabilización del
comportamiento suicida es inversamente proporcional al número de suicidios.
Si bien el fenómeno de naturalización produce un primer momento de aceptación o indiferencia social, llega un
punto de saturación donde diversos actores sociales, por lo general ONG's y medios de comunicación, toman el
rol de sensibilizadores posibilitando algún nivel de respuesta al problema, por fuera de la estigmatización y la
culpabilización.
En la realidad de los hechos los suicidios son más atendibles cuando más comprometen a las instituciones del
sistema social, tanto sea por la cantidad de eventos como por la relevancia pública de quien lo lleva a cabo.

Comportamiento suicida: abarca los gestos suicidas, los intentos de suicidio y el suicidio consumado. El
comportamiento autodestructivo puede ser directo o indirecto.

Gesto suicida: son los planes de suicidio y las acciones que tienen pocas posibilidades de llevar a la muerte. Es el
ademán de realizar un acto suicida. Mientras la amenaza es verbal, el gesto suicida incluye el acto, que por lo
general no conlleva lesiones de relevancia para el sujeto, pero que hay que considerar muy seriamente.

Intento de suicidio: Las acciones suicidas con intención de muerte pero que no logran su propósito. Algunas
personas que intentan suicidarse son descubiertas a tiempo y salvadas. Otras personas que intentan suicidarse
tienen sentimientos contradictorios acerca de la muerte y el intento puede fallar porque en realidad es una petición
de ayuda combinada con un fuerte deseo de vivir. Un acto suicida sin consecuencias fatales, bien porque la
intención era vaga o ambigua o la forma elegida tenía un potencial letal bajo. La mayoría de las personas que
hacen algún intento de suicidio están ambivalentes respecto al deseo de morir, de hecho, el intento puede ser una
demanda de ayuda y puede fallar porque es más fuerte el impulso de vida.

Finalmente, un suicidio consumado tiene como resultado la muerte.

Los gestos suicidas, los intentos de suicidio y el suicidio consumado son ejemplos de comportamiento
autodestructivo directo. El comportamiento autodestructivo indirecto implica la participación, generalmente de
modo repetido, en actividades peligrosas sin que exista una intención consciente de morir. Ejemplos de
comportamiento autodestructivo indirecto incluyen el abuso del alcohol y de las drogas, el abuso del tabaco, el
comer con exceso, el descuido de la propia salud, la automutilación, el conducir un vehículo de modo temerario y
el comportamiento criminal. De las personas con comportamiento autodestructivo indirecto se dice que tienen un
“deseo de muerte”, pero generalmente existen muchas razones para ese comportamiento.

Ideación suicida: el término se refiere al sentimiento de estar cansado de la vida, la creencia de que no vale la
pena vivir y el deseo de no despertar del sueño. Si bien estos sentimientos —o ideaciones— diferentes expresan
distintos grados de gravedad, no existe necesariamente una continuidad entre ellos. Además, la intención de morir
no es un criterio necesario para el comportamiento suicida no mortal. Es el pensamiento y deseo de quitarse la
vida, sin que haya llegado realmente a intentarlo. Los pensamientos pueden variar desde creer que otros quieren
que se muera, pensamientos transitorios de cometer suicidio, hasta hacer planes específicos de cómo hacerlo. El
riesgo suicida es mas alto cuando la decisión está claramente definida y el paciente ha pensado en los medios
específicos para lograrlo.

Parasuicidio: Conductas riesgosas que pueden llevar a la persona a la muerte, sin desearlo concientemente;
desde gestos, tentativas e intentos manipuladores, o intentos fallidos, como tomar pastillas, que las toma para
amenazar y llamar la atención, puede suceder que se consuma el suicidio.

Prevención: Modelo Médico

Primaria: La prevención más eficaz y deseable de las conductas suicidas es la prevención primaria, es decir,
prevenir las conductas suicidas antes de que se produzcan. Existen una serie de medidas de prevención
aplicables desde el entorno sanitario:
 Evaluar factores de riesgo e identificar sujetos de riesgo. A la hora de prevenir las conductas suicidas en
un dispositivo sanitario, lo primero es identificar cuál de los pacientes que atendemos puede tener riesgo
de suicidio.
 Fomentar factores de protección.
 Realizar programas de formación e información para la población general.
 Incrementar la formación de los profesionales.
 Restringir el acceso a los principales métodos suicidas.
 Dar soporte a quienes hayan incurrido en tentativas.
 Implementar medidas para reducir los principales factores de riesgo asociados (consumo de sustancias,
etc.).
La prevención del suicidio es un proceso continuo en el que deben participar el paciente, los familiares y el equipo
terapéutico.
1. Profesionales. Más de dos tercios de los suicidios consumados se dan en pacientes que el mes antes había
consultado a su médico. El papel del médico de Primaria es fundamental en la prevención primaria —prever un
posible intento de suicidio en pacientes sin antecedentes del mismo— y secundaria —prever la posible repetición
de los que sí tienen intentos previos—.
2. Afectados. Por otro lado, debemos sensibilizar a los afectados sobre esta problemática para que aprendan a
tomar decisiones firmes y sensatas sobre su tratamiento, aprendan técnicas de comunicación y resolución de
problemas, para que mejoren sus relaciones en la vida cotidiana, y en definitiva, para que sean capaces de
encarar el futuro con esperanza.
3. Familia. La colaboración de la familia resulta imprescindible en la prevención del suicidio. Para los pacientes
que están pensando en el suicidio, es crucial hablar con la familia o con las personas del entorno. Disponer de
ayuda y apoyo puede mitigar el dolor y aumentar la capacidad del paciente para hacer frente a las ideas de
suicidio.

 Hablamos de prevención primaria en suicidiología cuando nos referimos a la intervención previa a la


aparición de la intención suicida misma. Algunas de las tareas que adquirirán gran relevancia en este
nivel, serán las de realizar una adecuada educación para la salud y la detección de grupos de alto riesgo a
los que deberán dirigirse fundamentalmente los esfuerzos en materia de prevención. La prevención
primaria no debe ser entendida únicamente como la prevención de la tentativa de suicidio, sino que debe
prevenir también la ideación misma.
 La prevención secundaria vendría a centrarse en el paciente que ya ha cometido un acto suicida o está
a punto de hacerlo (intervención en crisis). Las tareas prioritarias de este segundo nivel serían las de
atender al paciente hasta garantizar la ausencia de peligro vital, o bien, la detección de aquellas personas
que se encuentran en la antesala de la tentativa suicida, habiendo dado ya serios avisos y muestras de la
intención que se está madurando. Otra tarea extraordinariamente importante es la de proporcionar un
adecuado apoyo y seguimiento ante el riesgo de repetición implícito en cada suicida.
 Por último, la prevención terciaria, se centra en el objetivo de aminorar los efectos del acto suicida fallido
respecto a la calidad de vida y al bienestar subjetivo posterior. Implica prevenir o revestir las secuelas de
la enfermedad, en otras palabras, la incapacidad. La prevención terciaria engloba todos aquellos modelos
terapéuticos que facilitan una visión intersubjetiva más adecuada con la realidad, es decir, las
psicoterapias y los programas de modificación de las relaciones sociales.

ASISTENCIA
Es ir más allá de la Urgencia desde el Psicoanálisis.
Cuando en psicoanálisis hablamos de urgencia, estamos hablando de urgencia subjetiva.
Que se produzca una urgencia subjetiva implica que ha habido una ruptura en la realidad del paciente. De pronto,
algo ha irrumpido desestabilizando lo que hasta ese momento se mantenía en cierto equilibrio. Al decir de Freud,
algo habría roto la homeostasis.
La urgencia puede tratarse de un ataque de pánico, la desestabilización o el desencadenamiento de una psicosis,
una alucinación histérica o un actino-out, un pasaje al acto o la aparición reiterada o sorpresiva de ideaciones
suicidas. Distintos fenómenos que pueden darse en diferentes estructuras.
No toda urgencia implica un riesgo suicida, sin embargo hay que ser siempre muy cauteloso, porque es un
estado de pérdida de parámetros que incluye al sujeto en su relación a los otros, a su pensamiento, a su medio e
incluso a su propio cuerpo.
La urgencia puede presentarse con diferentes caras: desde un sujeto que queda sumido en la inmovilidad y el
mutismo, en un estado de inhibición absoluta a otros que se presentan con una impulsividad y una agresión que
pone en peligro su vida o la de otros.
Si decimos que se trata de algo del orden de la ruptura debemos intentar localizar qué es lo que ha irrumpido
provocando ese sufrimiento agudo.
En el caso en que el paciente presenta una ausencia de demanda o incluso de palabra, será indispensable el
trabajo previo con la familia para ubicar algunos parámetros: antecedentes, sucesos inmediatamente anteriores,
datos históricos, etc.
Otra dimensión importante a tener en cuenta es la del tiempo. En la crisis la sensación de que no hay tiempo
invade al sujeto. Por eso en la primera entrevista es importante hacer presente esa pausa que abre camino a la
palabra. Comenzar a armar una red ahí donde todo aparece desarticulado. Darle al paciente el tiempo que no
tiene, el tiempo que de pronto ha perdido. Preguntar por qué vino, qué le pasó, por qué a nosotros, cómo llegó; ir
entramando algo que permita historizar el suceso que provocó la crisis. Crear un espacio donde la demanda
pueda ir abriéndose paso.
El analista deberá buscar el modo de detener el estado de inminencia que invade al sujeto , de lo contrario,
él también entrará en urgencia y esto le imposibilitará poder trabajar.
Dice Francois Leguil: “El analista que se enfrenta a una crisis no tiene por qué ser un hombre de vuelta de todo,
pero sí un hombre de vuelta de su propia “urgencia”. El haber llegado al término de su propia “urgencia” le ha
enseñado que es precisamente porque uno nunca le hace frente a todo, que habrá siempre... urgencias.”
Algo que no debemos olvidar cuando tenemos una primera entrevista de urgencia, es que no sabemos sobre el
paciente, no sabemos sobre su estructura y esto nos obliga a ir con cuidado.
Siguiendo a Lacan, podemos decir que la pausa que abriremos es la del tiempo de comprender. Posibilitar al
sujeto un decir acerca de su sufrimiento para que no precipite el momento de concluir, como sucede en el pasaje
al acto.
En la urgencia, el padecimiento irrumpe como algo ajeno y la intervención del analista irá en la vía de subjetivar
ese sufrimiento. Que el sujeto pueda reconocerse allí donde dejó de verse. Al apropiarse de su sufrimiento pasará
a hacerse responsable de sus actos, apropiándose de su propia historia y de su posición de goce.
Para lograr este pasaje hacia la responsabilidad por sus propios actos debemos sacar al paciente de la
victimización. A veces será complicado lograr esto, porque hay situaciones en las que llegan muy ubicados en el
lugar de víctimas y pueden estar siendo realmente objeto de violencias, lo que hace que este lugar esté
socialmente avalado. Sin embargo, el analista buscará el punto en que el sujeto y su goce se ponen allí en juego,
para que comience a hacerse cargo de la toma de decisiones.
Ya Freud nos prevenía contra el furor curandis, y en los pacientes en riesgo suicida debemos mantenernos
especialmente alertas, ya que la presión del entorno y de la inminencia del pasaje al acto, pueden arrastrar al
analista hacia allí.
En el Seminario 7 “La Ética del psicoanálisis”, Lacan se refiere a los peligros de buscar hacer el bien. Dirá: “La
dimensión del bien como tal, es la que levanta una muralla poderosa y esencial en la vía de nuestro deseo, es la
primera con la cual tenemos que vérnosla siempre y en todo momento.”
Nos propondrá, no una ética de los bienes sino del deseo, y ésta será la que debe guiar nuestra acción.
En el momento de la urgencia el deseo se encuentra colapsado, se tratará entonces de abrir allí una brecha que le
permita desplegarse y volver a alojar al sujeto.
En el Seminario 3, Lacan indica: Comiencen por creer que no comprenden. Partan de la idea del malentendido
fundamental.
Es ésta una indicación importante, ya que si nos dedicamos a comprender dejamos de analizar, dejamos de leer lo
que el sujeto dice más allá de lo que enuncia.
En algunos casos, la instalación de la transferencia se dificulta. Hay pacientes que se presentan invadidos por una
sensación de anonadamiento que los lleva a rechazar toda intervención por la vía de la palabra... Se niegan a
hacerse responsables de su decir y se encierran en la certeza del “no hay otra solución”. Esta certeza no es,
muchas veces, la certeza psicótica sino la posición neurótica de víctima, víctima de una situación o un destino en
el que no quiere saber nada de que algo le concierne.
Pacientes que llegan ubicados en un lugar de goce que hace presente el silencio pulsional ligado a la pulsión de
muerte. Momento de arrasamiento que deja al sujeto coagulado, sin palabras que le permitan metonimizar su
deseo.
Cuando la pregunta se dirige a alguien que queda ubicado en el lugar de sujeto supuesto al saber, eso que
aparecía como extraño comienza a cobrar una dimensión subjetiva y aparece la angustia.
Psicoanalíticamente, deberíamos preguntarnos si hay una especficidad alrededor de estos pacientes, si existe la
suicidología.
Según la suicidología, la intervención suicidológica es la acción asistencial, diseñada y ejecutada por un
profesional o equipo especializado que, basado en los conceptos suicidológicos, produce un cambio subjetivo en
el o los sujetos de una red de pertenencia, cuando se ha puesto en marcha el proceso suicida.
Desde el psicoanálisis, podemos pensar que todo análisis debe llevar a un cambio de posición del sujeto que lo
demanda y que como consecuencia, habrá inevitablemente cambios en su red de pertenencia , por lo tanto
quedaría difuso el concepto de especificidad.
Sin embargo, también es cierto que estos pacientes nos enfrentan, a veces de un modo abrupto, a la invención de
intervenciones y estrategias que no utilizaríamos en otros casos.
Es por esto, que pensar la clínica del paciente en riesgo suicida, nos da la oportunidad de trabajar algunos
conceptos psicoanalíticos desde otra perspectiva.

Posvención

Es un concepto de la Suicidología que se usa para enmarcar las intervenciones posteriores a un evento
autodestructivo, también llamadas post-intervenciones (Moron, 1992).
Cierto es que existen por doquier distintos tipos de intervenciones efectivas, algunas más, otras menos eficaces,
que no están validadas en el saber profesional académico; más aún si tenemos en cuenta que no es ésta una
disciplina abordada y estudiada en los contextos universitarios argentinos en particular y latinoamericanos en
general, a pesar que existe una previsión de un millón y medio de suicidios anuales en el mundo para el año 2020
(OMS, 2003).
Un aspecto importante de la prevención consiste primero en poder definir epidemiológicamente el riesgo, es decir
conocer el problema en su magnitud, composición y configuración; luego, en recolectar esos saberes dispersos en
la comunidad, procesarlos, sistematizarlos y volverlos a su fuente como saber de la comunidad válido para
intervenciones a nivel local.
Hasta aquí tenemos una contextuación interdependiente que muestra la ecología de un intercambio de
conocimiento que llega tarde, teniendo en cuenta la cantidad de años potenciales de vida perdidos, con su
consecuente costo económico y en capital humano, sobre todo si tenemos en cuenta que las tasas más altas de
riesgo se dan entre los adolescentes.
Una vez producido el evento autodestructivo se puede pensar la posvención como la intervención orientada a
brindar insumos para afrontar una pérdida inesperada, tomando conciencia de la crisis, logrando un mejor
reconocimiento de los sentimientos de pesar y tristeza, identificando a los sujetos en riesgo y reduciendo los
sentimientos de confusión y ansiedad (Casullo, Bonaldi y Fernández Liporace, 2000).

La ubicación de la Suicidología:

 En el marco de la Psicología: el abordaje de la problemática del suicidio solamente desde la perspectiva


individual, resulta escasa para la resolución de estos problemas en una determinada comunidad. Sobre
todo teniendo en cuenta que aquí la emergencia individual es un indicador de la existencia de una
infección psíquica –generalmente subterránea- que, por lo menos, compromete a una familia, un grupo
de compañeros o a una organización, cuando no a una sociedad en su conjunto. Más relevante se hace
esta perspectiva cuando está comprobado que la participación de los pares y los próx(j)imos constituye
un instrumento valioso a la hora de configurar las redes de apoyo psicológico y social como factor
protector para empezar a salir de la crisis. La primera referencia impostergable en el campo de la
Psicología, la constituye la Psicología de la Salud. Según Flores Alarcón (2005), suele atribuirse a
Joseph Matarazzo (1982) el uso original del término, quien define la Psicología de la Salud como el
"conjunto de contribuciones educativas, científicas y profesionales de la disciplina de la psicología a la
promoción y mantenimiento de la salud, la prevención y el tratamiento de la enfermedad, la identificación
de los correlatos etiológicos y diagnósticos de la salud, la enfermedad y las disfunciones relacionadas y el
análisis y mejora del sistema sanitario y formación de políticas sanitarias". Un poco más acá, Morales
Calatayud (1999) considera que la Psicología de la Salud es la rama aplicada de la Psicología que se
dedica al estudio de los componentes subjetivos y de comportamiento del proceso salud–enfermedad y
de la atención de la salud. En esta misma línea cobran pertinencia los estudios sobre factores de riesgo,
implicancias contextuales, prevención y promoción de la salud, rehabilitación y el rol de los profesionales
y las instituciones del sistema sanitario con su correspondiente política de referencia. Definiciones muy
similares a las dos anteriores adoptadas por la American Psychological Association y por la Sociedad
Interamericana de Psicología suponen la legitimación del trabajo del psicólogo en el campo de la salud,
tanto física como mental, trastornos específicos, diagnósticos y en la gestación de los dispositivos que
permitan atender a los fenómenos relacionados tanto con el malestar como con el bienestar de los
individuos, grupos o sistema social en general; aplicando la investigación, la teoría de la prevención, el
tratamiento y la prestación de servicios. Este marco conceptual permite abordar adecuadamente la
atención de un fenómeno multideterminado como el suicidio que, si bien no constituye una enfermedad,
tiene implicancias físicas y psíquicas, individuales y familiares, grupales y sociales; cuestionando
seriamente la política de salud al respecto y la formación de los profesionales que cada vez, con mayor
asiduidad son convocados para su atención. Otro de los vectores epistemológicos que ayudan a construir
las coordenadas de la Suicidología dentro del mapa de la Psicología, es la Psicología Positiva, definida
como el estudio científico de las experiencias positivas y los rasgos individuales positivos, como así
también de las instituciones que facilitan su desarrollo, ampliando el foco de la Psicología clínica más allá
del sufrimiento y su consecuente alivio, propendiendo al Bienestar Subjetivo (Seligman et al. 2005). Esta
perspectiva supone el estudio científico de los procesos subjetivos capaces de otorgar sentido y
ordenamiento en la vida anímica, tendiente a la producción de las fortalezas necesarias para poder dar
respuesta a la adversidad y poner en valor las potencialidades existentes en todo ser humano. En este
punto resulta importante plantearse si la sola atención del déficit, aún siendo eficaz, de por sí genera
bienestar. Tal planteo se torna central porque si se considera que -por estructura- la destructividad o lo
tanático es sólo reductible en el hombre, es decir que no es eliminable; esto implica que en el proceso de
construcción de salud, el tratamiento de lo destructivo es ineludible, siempre va a estar presente en
alguna instancia. La experiencia clínica demuestra que aquella intervención, producida en cualquier punto
del continuum autodestructivo, que logra acotar lo tanático y propicia la generación de aspectos
subjetivos vitales postergados o erosionados, favorece la salida positiva de la crisis. Si esto además es
acompañado de condiciones contextuales contenedoras en lo afectivo, en lo sanitario, en lo laboral y en
otros ámbitos significativos para la persona; esa crisis habrá servido – en esa vida– para poner en
marcha un proceso de crecimiento, superador del momento que le dio origen a la crisis. Considerar los
aportes de estas dos psicologías a la ubicación de la Suicidología, supone además consolidar el
basamento de marcos psicológicos más reconocidos tales como las Psicologías Clínica, Social,
Educacional, Forense, Comunitaria, Institucional, con sus respectivos entrecruzamientos escolásticos.

 En la Psiquiatría: El suicidio también puede ser efecto de trastornos psiquiátricos, que comúnmente se
acompañan de depresión o ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de
pánico, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y todos los trastornos de depresión. En estos casos es
principalmente la enfermedad lo que provoca el suicidio y no el análisis lógico del individuo. Antes que la
acción, el suicidio comienza en el pensamiento. Ya sea por problemas personales y/o emocionales, las
personas suicidas deben ser evaluadas como individuo para entonces entender el suicidio a nivel social.
La psiquis de la persona suicida debe contener dos elementos fundamentales: valor y no temer a la
muerte. Sin estos factores indispensables la persona tendrá pensamientos suicidas que no ejecutará.
Estos pensamientos pueden ser controlados y remplazados por pensamientos positivos. Con estos ,
viene un sentido de indefeción y desesperanza ante las situaciones que le afectan. Las personas suicidas
exhiben algunas características tales como depresión, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y son
personas sin espíritu de lucha. Teniendo en cuenta el perfil de la persona suicida se puede prevenir la
mayoria de los suicidios con hospitalización, psicoterapia y farmacoterapia en casos extremos. Los
indicadores y comportamientos varian dependiendo de la persona. Según la cuarta versión de El Manual
diagnostico y estadístico de los trastornos mentales, los pensamientos recurrentes (no solo el temor a la
muerte), ideación suicida recurrente sin un plan especifico o una tentativa de suicidio o un plan especifico
o una tentativa de suicidio o un plan especifico para suicidarse son síntomas de personas con depresión
mayor.
En el Psicoanálisis: el suicidio es un homicidio contra uno mismo causado por el abandono vivido de los demás.
La agresividad que siento hacia otros la dirijo hacia mí y por eso me suicido. Es una enfermedad en sí mismo. Se
va de la generalidad a la particularidad.
Según Shneidman las personas se provocarían la muerte por una diversidad de otras razones psicológicas tales
como:
1.- Búsqueda de solución a un problema que genera sufrimiento.
2.- Es una manera de cesar la conciencia, no necesariamente la vida.
3.- El dolor que no controlamos es un riesgo de suicidio para acabar con ese dolor incontrolable.
4.- La emoción del suicidio es la desesperanza y el desamparo.
5.- Su actitud: la ambivalencia. Vivir y morir a la vez pero uno de los sentimientos surge con más fuerza.
6.- Vergüenza, culpa, desesperanza y dolor.
7.- El suicidio es un acto de comunicación interpersonal con "pistas" a modo de señales que ha ido dejando el
ejecutor.
Fue Émile Durkheim (1858-1917) quien generó esa ruptura. Contra los partidarios de la teoría de la herencia-
degeneración, él demostró, en su magistral estudio de 1897, que el suicidio es un fenómeno social que no
depende de la "raza" ni de la psicología, la herencia, la insanía o la
degeneración moral. No se puede hablar de causa- efecto, es decir, no es que a cierto hecho social le corresponde
determinado efecto, sino que cada caso es particular. No son posibles respuestas globales. En este sentido,
Durkheim veía al suicidio como Sigmund Freud a la sexualidad: hizo de él un verdadero objeto de estudio.
Pero las semejanzas se detienen en ese punto. En efecto, el enfoque sociológico de Durkheim no
da cuenta de una dimensión esencial del suicidio, presente en todas las formas de muerte voluntaria: el deseo de
muerte, es decir, el aspecto psíquico del acto suicida. Por ello las ideas de Durkheim no pueden aplicarse a los
grandes casos de suicidio narrados por la literatura: por ejemplo, el de Emma Bovary. En apariencia perfectamente
integrado en su ambiente, ese personaje femenino representa un contraejemplo para el análisis de Durkheim. En
cuanto al suicidio de su amigo Nathan Weiss (1851-1883), joven neurólogo de gran futuro que puso fin a sus días
ahorcándose, Freud lo atribuyó a la incapacidad para aceptar la menor herida a su narcisismo,
según lo explicó en una carta a su novia (Martha Freud) del 16 de septiembre de 1883: "Lo que ha causado su
muerte es el conjunto de sus rasgos de carácter, su egocentrismo mórbido y nefasto, sumado a sus aspiraciones
de objetivos más nobles".
Mucho antes de conceptualizar la noción de pulsión" de muerte y de teorizar el narcisismo". El
duelo y la melancolía, Freud se interesó por la cuestión del suicidio, abordada muy a menudo en la Sociedad
Psicológica de los Miércoles. Por iniciativa de Alfred Adler. la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV)
organizó el 20 de abril de 1910 una sesión bastante emotiva dedicada a suicidios de niños y adolescentes. Más
tarde Freud volvió sobre el tenia, tratando de relacionar la forma de suicidio con la diferencia de los sexos: "La
elección de una forma de suicidio revela el simbolismo sexual más primitivo: un hombre se mata con un revólver,
o sea que juega con su pene, o bien se cuelga, es decir que se convierte en algo que pende en toda su longitud.
Las mujeres se suicidan de tres maneras: saltan desde una ventana, se arrojan al mar, se envenenan. Saltar de
una ventana o entrar en el agua significa dar a luz, envenenarse significa embarazo [...]. De modo que la mujer
cumple con su función sexual incluso al morir.
Además. Freud atribuyó algunos suicidios de niños al miedo al incesto.
En su artículo de 1917 titulado "Duelo y melancolía", presenta el suicidio como una forma de autocastigo, Un
deseo de muerte dirigido contra otro que se vuelve contra uno mismo. De tal modo confirma las tres tendencias
suicidas definidas por el discurso de la psicopatología: deseo de morir, deseo de ser muerte, deseo de matar.
Desde esta perspectiva, el suicidio es el acto de matarse para no matar al otro. No resulta de la neurosis ni de la
psicosis, sino de una melancolía o de un trastorno narcisista grave: no es un acto loco, sino la actualización de la
pulsión de muerte por un pasaje al acto (acting out).

Evaluación de Riesgo
 En contexto escolar: Un 11% de adolescentes escolarizados en situación de riesgo suicida en centros
urbanos (Buenos Aires y Tucumán) y un 13% en localidades de menor densidad poblacional (Catamarca).
La diferencia encontrada entre las puntuaciones medias de riesgo es significativa, ubicándose las mismas en el
siguiente orden decreciente: Catamarca, Tucumán y Buenos Aires. En la ciudad de Tucumán y en las localidades
de Catamarca se han verificado diferencias según sexo, siendo la media de riesgo más elevada entre las mujeres;
en el grupo tucumano, además, se registra una media significativamente más elevada en el caso de los hijos
únicos, comparados con quienes tienen hermanos.
En la ciudad de Buenos Aires: existen diferencias en las medias en función de la variable educación del adulto que
está a cargo del adolescente; son menores cuando el nivel educativo de la persona mayor de edad implica algún
nivel de instrucción formal. Los hijos de padres que no asistieron a la escuela poseen un riesgo incrementado.
Se aprecia, los que viven en localidades de menor densidad poblacional - poseen una cantidad significativamente
mayor de casos con ideación activa que los grupo, que habitan en ciudades con mayor cantidad de habitantes.
El hecho de ser mujer y de ser hijo único parece ser factores de riesgo suicida. Sin embargo, esto no se
verifica en todos los grupos. El sexo de los examinados surge como una variable de importancia en dos de los
grupos comparados y el estatus de hijo único, sólo en uno: sin embargo no debe dejar de tenerse en cuenta la
necesidad de replicar y profundizar estos estudios en otras poblaciones a fin de evaluar la importancia de las
pautas de crianza en la aparición de riesgo. En este sentido, parecería existir una diferencia en la manera en que
una niña o un niño transcurren el proceso de socialización primaria, y esto se repite en el hecho de ser hijo único o
de tener hermanos. Tal vez la manera en que se establecen los circuitos comunicativos, los comportamientos
esperados de niños y niñas o de hijos mayores, menores o únicos, la posibilidad de dialogar y de plantear
inquietudes, de discutir decisiones o aún de poner en palabras estados de ánimo y afectos sea diferente en la
crianza de cada sexo o en la de los hijos que sólo se relacionan con los padres o se encuentran acompañados por
hermanos. En este mismo sentido, la educación sistemática de los adultos a cargo aparece como un factor
protector. Ser socializado en centros urbanos parece introducir variaciones en la prevalencia de sujetos en riesgo,
significativamente menor que la que se aprecia en las muestras de localidades pequeñas.
Es importante tener en cuenta que estas especulaciones sólo son intentos explicativos de los resultados
obtenidos, y que deben examinarse ulteriormente a la luz de otras variables que no han sido incluidas en este
diseño, como por ejemplo los antecedentes familiares, la psicopatología del individuo y las estrategias de
afrontamiento.
Se considera que los resultados obtenidos revelan un fenómeno de urgencia social importante que debe ser
abordado desde una perspectiva preventiva y participativa. Es necesario trabajar con los propios adolescentes,
sus padres así como capacitar a los docentes sobre el tema, dado que la escuela es un ámbito propicio para la
puesta en práctica de las acciones preventivas mencionadas.

El objetivo de la evaluación es estimar el riesgo de suicidio, para realizar un plan de intervención y tratamiento
que garantice la seguridad de la vida del paciente.
La evaluación del riesgo suicida acostumbramos a realizarla teniendo en consideración los llamados factores
de riesgo.
Otra posibilidad es realizar dicha evaluación mediante los grupos de riesgo.

Los factores de riesgo suicida son múltiples, por lo cual la evaluación del riesgo de suicidio basada en su
detección conlleva las dificultades propias de dicha multiplicidad.
 Los factores de riesgo son diferentes según se presenten en la infancia, adolescencia, adultez o vejez.
 Son diferentes según se presenten en el sexo masculino o femenino.
 Son diferentes según el contexto histórico social concreto en el que se presenten.
 Son individuales.
Hay algunos factores de riesgo suicida que son comunes a cualquier etapa de la vida, como son:
 La enfermedad mental.
 Los antecedentes personales de conducta suicida.
 Los antecedentes familiares de conducta suicida.
 La desesperanza.
 La impulsividad

 En el tratamiento: El tratamiento del riesgo de suicidio resulta complejo por diferentes circunstancias:
← Por la baja incidencia en la población general (0,01%), aunque se multiplica por 10 en los pacientes
depresivos.
← La gran mayoría de los pacientes depresivos no cometen suicidio.
← La existencia de intentos de suicidio y de parasuicidios, muchas veces repetidos.
En función del riesgo detectado por el profesional y de los apoyos externos del paciente, se decidirá la actitud:
tratamiento ambulatorio o la necesidad de ingreso.
Si el intento tiene como consecuencia lesiones o un riesgo médico, debe ser derivado a un hospital general donde
habitualmente, después de ser estabilizado, será valorado por un equipo de salud mental.
Cuando esté indicado el tratamiento ambulatorio debemos contactar con los servicios de salud mental para
realizar un plan de tratamiento conjunto, siempre que persista la ideación o el riesgo de suicidio. Esta consulta
debería realizarse dentro de las primeras 24 horas [D] y como más tarde en 72 horas.
El médico tiene la responsabilidad legal de proteger a los pacientes suicidas incluso hospitalizándolos en contra de
su voluntad cuando se cumplan los criterios de ingreso [D]. Si no cumple criterios de ingreso, debe quedar
claramente recogido en la historia clínica.

1) Factores demográfico-sociales de riesgo suicida


• Sexo: Por cada dos o cuatro hombres que se suicidan hay sólo una mujer que lo hace, y por cada hombre que
hace una tentativa suicida hay cuatro mujeres que intentan hacerlo. Por lo tanto, si bien las mujeres hacen más
intentos suicidas, los hombres mueren más frecuentemente por esta causa.
2) Factores psicológicos y psiquiátricos de riesgo suicida
• Factores psicológicos de riesgo suicida
Muchas de las personas que intentan suicidarse tienen sentimientos de desesperanza y pesimismo, y una visión
decepcionante del futuro. Su autoestima está disminuida y encuentran que el suicidio es un camino válido para
solucionar sus problemas, aunque niegan que estas ideas conlleven un riesgo para ellos. Son de pensamiento
rígido y perfeccionista, con baja tolerancia a las frustraciones y con tendencia a la impulsividad y al enojo, lo que
los lleva a aislarse socialmente.
• Factores psiquiátricos de riesgo suicida
Los pacientes psiquiátricos son un grupo especialmente susceptible de presentar comportamientos suicidas. Se
considera que es un porcentaje mínimo - sólo el 2% - el de las personas que se quitan la vida y que no padecen
de ningún tipo de trastorno mental.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el porcentaje de enfermedades mentales que se encuentran en
los suicidios consumados es el siguiente:
DE TODOS LOS SUICIDIOS CONSUMADOS, EL:
• 24% PRESENTA TRASTORNOS AFECTIVOS
• 22% TRASTORNOS NEURÓTICOS Y DE PERSONALIDAD
• 18% ABUSO DE SUSTANCIAS
• 10% ESQUIZOFRENIA
• 5% DELIRIUM Y DEMENCIA
• 21% OTROS TRASTORNOS MENTALES

 TRASTORNOS AFECTIVOS
Es el grupo de trastornos psiquiátricos más frecuentemente hallado entre las personas suicidas : uno de cada dos
o cada cuatro suicidas tenían un trastorno afectivo.vi-vii Presentan un riesgo de suicidio multiplicado por 40 con
respecto a la población general. Si a los trastornos afectivos se les agrega como comorbilidad un trastorno de la
personalidad, el abuso de sustancias o un trastorno de ansiedad, la posibilidad de que realicen un intento suicida
aumenta mucho más.
De cada 100 pacientes con depresión mayor, 15 mueren por suicidio.

Enfoque psicológico
“Toda persona es un suicida en potencia. Todos poseemos una tendencia a la autodestrucción, que varía en
grados de intensidad entre un individuo u otro y entre las sociedades” (Farberow y Shneidman, 1994). Sin
embargo existen factores que influyen en la conducta suicida como los familiares, sociales, biológicos y
emocionales. Difícilmente se podría hablar de una psicología del suicidio, dado que las causas que llevan a una
persona a quitarse la vida suelen ser múltiples.

Enfoque psicoanalítico
Freud (citado por Menninger 1972) refiere que tanto el instinto de muerte como el instinto de vida están en
constante conflicto e interacción. Ambas tienen una dirección interna y externa. En estos conceptos, se da un tipo
de equilibrio, frecuentemente inestable que es alcanzado y mantenido, hasta que es perturbado por nuevos
desarrollos; que reacomodan y causan, tal vez, un resultado diferente.
De acuerdo con este concepto, existe desde un principio en todos nosotros posibles tendencias hacia la propia
destrucción, que puedan llegar a hacerse efectivas como suicidio solamente en casos excepcionales donde se
conjuguen circunstancias y factores determinantes. Freud explica que la agresividad salva al organismo de la
innata tendencia autodestructiva del instinto de muerte, la cual se logra al extrovertirla. Farberow y Shneidman
(1994), explican que según las teorías el suicidio radica en el instinto de muerte, cuando este predomina sobre el
instinto de vida. En el caso del suicidio, a diferencia que en casos de homicidio, el instinto de muerte es volcado
contra uno mismo.
Por su parte, Frankl (1982) habla de que el hombre existencialmente frustrado es aquel que no sabe con que
llenar el vacío existencial, que se refiere a la falta de sentido por la propia existencia. La frustración se manifiesta
en apatía y aburrimiento. Esto refleja que la persona no ha buscado o no ha descubierto el
sentido de su vida o ha hecho de algunos medios los fines de su búsqueda, por ejemplo, placer, prestigio, poder,
etc. En la medida en la que no se vive para buscar el sentido el hombre se enferma. Las personas que presentan
esta frustración existencial, tratan de huir de sí mismos, buscando olvidar el vacío interior. Este vacío existencial lo
encontramos en los alcohólicos, drogadictos o en quien recurre al suicidio.
En resumen, desde la perspectiva teórica del suicidio no solo se puede explicar por el acto en sí, sino que
constituye la suma de una serie de aspectos. Como lo son las motivaciones internas, conscientes e inconscientes,
y los factores externos, como la influencia social y las relaciones interpersonales. Estas teorías no son opuestas,
por lo contrario, permiten entender el suicidio como un fenómeno multicausal y complejo.

Enfoque sociológico
Durkheim (1897) define el suicidio como toda muerte que resulta mediata o inmediatamente, de un acto positivo o
negativo, realizado por la víctima misma sabiendo ella que debía producir este resultado. Así mismo asegura que
este tipo de muerte refleja la relación de la persona consigo misma y con su comunidad. Al estudiar el suicidio
utiliza una clasificación etiológica en lugar de morfológica, porque de esta forma se conoce mejor la naturaleza del
acto. Es así como, para entender las causas individuales del suicidio se recurre al contexto social del individuo. El
suicidio como tal, está relacionado con la situación económica, el estado civil, la edad, la raza y la religión.
Finalmente la sociedad influye en las actitudes hacia la vida y la muerte; y dentro de esta sociedad son la familia y
la religión los medios más poderosos de transmisión de actitudes.

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