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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

AÑO: 2005

Autoras: Silvina Márquez y Mónica Echenique

LA PSICOLOGÍA CULTURAL: SIGNIFICADO Y NARRATIVIDAD

El propósito de este trabajo consiste en la presentación y desarrollo de la propuesta


de la narratividad como metáfora de la mente humana. En la introducción encontrarán un
breve desarrollo de la cuestión de la construcción del significado y su relevancia para la
explicación de la condición psíquica humana. La consideración del significado ha sido
objeto privilegiado de la investigación de Jerome Bruner, quien lo plantea como eje
central de la psicología cognitiva, alternativo al foco de interés postulado por el modelo
computacional.

En el desarrollo del escrito examinamos algunos conceptos de carácter mentalista,


tal como son recuperados en el planteo de dicho autor. A partir de ellos definimos su
propuesta de la narratividad como principio organizador del psiquismo humano. Por
último, sintetizamos en una conclusión los tópicos del modelo que consideramos básicos
para la interpretación de la metáfora narrativa.

1) Introducción

A mediados del siglo XX, comienza a declinar la posición del Conductismo, que
venía siendo hegemónica en la psicología norteamericana desde aproximadamente 1930.
La llamada “Revolución Cognitiva” (1950) sentó las bases de un nuevo enfoque, orientado
inicialmente por el objetivo de descubrir, y también describir formalmente, los
significados que los seres humanos crean a partir de sus interacciones con el medio natural
y social. Consecuentemente, se pretendía que la investigación continuara con el planteo de
hipótesis acerca de los procesos en que se basa dicha construcción . A partir de ello, el
intento por comprender la condición psíquica humana se trasladó desde la centración
exclusiva en el comportamiento observable hacia la focalización en los procesos,
estructuras y contenidos mentales. La necesidad de incorporar estos temas convocó a los
investigadores al análisis de las representaciones mentales. No obstante, hoy encontramos
valoraciones muy distintas respecto de los logros de aquella revolución en relación con sus
objetivos iniciales. En rigor, la Psicología Cognitiva reconoce diversos y hasta
contradictorios acercamientos a su objeto de estudio.

Un ejemplo de estas divergencias lo sostiene uno de los propios iniciadores de la


Psicología Cognitiva. Nos referimos a Jerome Bruner quien, en su texto “Actos de
significado” (1990), sienta su crítica central al carácter técnico que adoptó el modelo de
Procesamiento de la Información, con el costo de deshumanizar el concepto mismo de
mente que intentaba restaurar. Para este autor, lo que sucedió en los orígenes del
Cognitivismo implicó un desplazamiento del énfasis inicial: el interés por la construcción
del significado se transformó en análisis del procesamiento de información, dejando de
lado consecuentemente las implicancias mentalistas de la relación información-
significado. Tal pasaje llevó a asumir que la actividad mental se asimila a la actividad
computacional. Es decir, consiste en cálculos o cómputos binarios sobre representaciones.
Esto tiene la ventaja de emparentarnos con sistemas cognitivos artificiales manipulables,
como las computadoras, que nos sirven de espejo y ayudan fecundamente en la
descripción de estructuras y funcionamiento. Pero, desde este punto de vista, el interés por
el significado es intrascendente ya que la información es indiferente a él. Se procesa
siguiendo un sistema de reglas que hacen posible la transformación de entradas
informacionales en algún tipo de comportamiento/salida del sistema.

Sin embargo, si lo que interesa a la Psicología es ocuparse del sujeto, le incumben


los perennes conflictos del hombre relativos a su psiquismo, tales como la construcción de
la identidad, las relaciones con los demás, la relación entre los sexos, los miedos ante las
pérdidas, la escasez, las miserias, la agresión, la muerte. En definitiva, la experiencia
humana de la autoconciencia. Experiencia que es inabordable desde el modelo
computacional y su prescindencia del significado.

En efecto, ¿cómo explicar desde un funcionamiento de código binario la relación


inherente entre autoconciencia y experiencia de separación que atraviesa la existencia
humana? Si la mayor gloria del hombre es saberse “uno-mismo”, ese saber es
simultáneamente, conciencia de ser distinto del resto de la naturaleza y de los demás ya
que en el momento en que me pienso a mí mismo, soy un espectador de mi experiencia.
Aún más, ser espectador de mi propia vivencia, me provoca un sentido de división, de
desolación, de extrañamiento y ajenidad respecto de “lo/s demás”. Seguramente la fuerza
de esta vivencia convocó a nuestros antepasados a incrementar la consistencia afectiva con
otros para que se pudiera remediar, de alguna manera, esta sensación de aislamiento, de
soledad existencial. Y con la misma fuerza nos convoca a cada uno a tensar los soportes
emocionales, a trabajar en la tarea de ligarnos a otros, a afectivizar la experiencia
relacionalmente con los demás. En síntesis, explicar la emergencia de la afectividad,
encarnada y culturalmente relacional, es insoslayable para la Psicología. Por tanto, es
imposible considerar nuestra actividad mental sin dar cuenta de la corporeidad, la
conciencia y la cultura.

Tal como lo plantea Bruner, la tarea de ligarse a otros parece no poder avanzar sin
la capacidad de narrar. Para el autor, es una tarea enfrentable solamente bajo la forma de
un relato. “Dotados de esta capacidad, podemos producir una identidad que nos vincule
con los demás, que nos permita volver a recorrer selectivamente nuestro pasado mientras
nos preparamos para la posibilidad de un futuro imaginado” (Bruner, 2003. p 124.).

En este sentido, la propuesta de Bruner se formula como una nueva metáfora del
funcionamiento mental humano. La metáfora postula que la mente humana no es como un
computador sino que asume una organización como determinada por las características de
la narrativa. En otras palabras, para desentrañar la trama compleja que es el mundo de las
representaciones, se hace indispensable recurrir a un patrón relacional entre cultura y
mente que es el que encauza y ordena la experiencia humana. La narrativa pasa a ser un
principio según el cual la mente se organiza porque tiene unas características básicas que
pueden describir, en parte, la estructuración y funcionamiento de la mente.

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Lo que nos interesa señalar acá es que una narración no relata una historia en
términos de “esto fue lo que pasó”, sino más bien de “esto es lo que debes saber” si eres
parte de esta comunidad y se te habilita a participar. De este modo, es una categoría que
permite abordar la cuestión de las intenciones y las acciones humanas en tanto las
narraciones expresan el deseo de una vida plena y de las vicisitudes y amenazas que se
encuentran en su búsqueda, que siempre es fallida.

En este contexto cobra valor la convocatoria de Jerome Bruner de construir una


psicología cimentada en la recuperación del concepto de cultura y de otros conceptos
mentalistas que tanto malestar provocaron a los mentores del asociacionismo, pero sin los
cuales se torna reduccionista cualquier intento de edificar una teoría sobre el hombre.

2) Conceptos recuperados:

 El concepto de cultura

En sus comienzos como ciencia independiente la psicología reconoció la


importancia de la relación psiquismo-cultura. Wilhem Wundt advirtió que la conciencia de
los individuos es el resultado de una larga historia de desarrollo cultural en la especie. En
este sentido, mediante la Volkerpsychologie (Psicología de los Pueblos), abordó el estudio
de los productos de la vida colectiva - especialmente el lenguaje, el mito y la tradición -
con el propósito de encontrar allí indicios para conocer las operaciones de la mente
(García Vega - Moya Santoyo, 1991).

Otras áreas del conocimiento, tales como la Filosofía y la Antropología,


reconocieron con antelación la importancia de los sistemas simbólicos de la cultura como
capaces de modificar la propia “naturaleza” del individuo.

A modo de ejemplo, es posible citar un clásico de la filosofía, la Antropología


Filosófica, de Ernst Cassirer:

El hombre (...) ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente.


Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies
animales, hallamos en él como eslabón intermedio algo que podemos señalar como
'sistema simbólico'. Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida
humana (....) El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más
remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un
puro universo físico, sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la
religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la
red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana (1984: 47)

Por su parte, el célebre antropólogo Claude Lévi-Strauss, en el primer capítulo de


Las estructuras elementales del parentesco plantea claramente la imposibilidad de
concebir al hombre en un estado precultural o de naturaleza, pues la cultura constituye la
esencia misma de la humanidad.

Dentro del ámbito de la psicología, fue Lev Vygotski, a comienzos de la década del
treinta, el primero en plantear la existencia de un proceso de apropiación mutua entre

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individuo y cultura. Para el psicólogo ruso, la peculiaridad del psiquismo humano se halla
en los Procesos Psicológicos Superiores y éstos se originan en un medio histórico y social;
cada sujeto, al tratar de “interiorizar” esos PPS crea su propia conciencia.
Lamentablemente, la obra del psicólogo ruso fue re-descubierta en occidente recién a
partir de la segunda mitad de este siglo.

Desde la perspectiva de Bruner, la psicología tiene la obligación de seguir los


pasos de sus hermanas, las otras disciplinas sociales y recortar un objeto que sitúe en
primer plano los procesos de vinculación entre el sujeto y la cultura.

Al considerar la cultura como "una forma establecida y casi irreversiblemente


estabilizada de pensar, creer, actuar, juzgar" (Bruner, 1997: 115), ésta se convierte en un
concepto fundamental para la Psicología Popular (Folk Psychology/ Volkerpsychologie )
que propone el citado autor y a la cual define de la siguiente manera: "es la explicación
que da la cultura de qué es lo que hace que los seres humanos funcionen. Consta de una
teoría de la mente, la propia y la de los demás, una teoría de la motivación y todo lo
demás" (Bruner, 1990: 29)

Pero no se trata simplemente de recuperar el concepto de cultura, sino de conectar


al sujeto con ella. En este sentido se puede afirmar que es el estudio de la construcción del
significado lo que permitiría a la psicología lograr su cometido. Pues los significados
encuentran su génesis en la cultura, pero a la vez se plasman en las mentes individuales.
Esta doble dimensión del significado connota para cada sujeto la posibilidad de dar
sentido a su propia experiencia, a través de los sistemas simbólicos que le ofrece la
cultura; pero además supone comunicabilidad y aptitud para la negociación, puesto que no
es posible conocer sin recurrir a esos sistemas simbólicos de origen social. En otras
palabras, los significados son privados y públicos, de ahí que se conviertan en el particular
recorte de la realidad que la psicología popular pretende abordar, y que a su vez propone
como alternativa más viable y abarcativa que el mero procesamiento de información.

Así los seres humanos producen conocimiento, no simplemente procesan


información, y ese conocimiento está atravesado por las intenciones de un yo. Los
ordenadores pueden procesar la información que entra a su sistema a partir de una serie de
mecanismos definidos de antemano, pero no pueden de ninguna manera exceder los
límites de esos mecanismos. Por el contrario, los seres humanos, moldean el conocimiento
que producen en virtud de sus creencias anteriores, de sus intereses o sus propósitos.

 El concepto de yo-agente. Relación individuo-cultura.

De acuerdo a la definición de Psicología Popular (Folk Psychology/


Volkerpsychologie ) citada en la página anterior, ésta consta de una teoría acerca de la
mente edificada en torno al concepto de yo-agente, es decir un yo con intenciones.

El comportamiento del sujeto no puede explicarse a partir de la casualidad ni de la


causalidad. No obstante, postular que la conducta humana no puede reducirse a una
secuencia causal, no implica negar la influencia que lo previo - sean creencias, deseos,
teorías o compromisos morales - tiene sobre lo posterior en la construcción del concepto
de yo. Las personas vivencian su propio yo como algo que no se modifica en las diferentes
circunstancias y que es continuo en el devenir temporal.

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El yo, en su forma y constitución, es sumamente permeable a la cultura. Basta con
recordar el aporte de Margaret Mead y su investigación en Samoa, para comprender que
cada cultura moldea los yoes de sus individuos e implementa modos de reconocer a cada
uno de ellos como agentes con control sobre sus propias acciones. Los sistemas de leyes
son uno de esos modos, pues apelan a la noción de “responsabilidad”: alguien es
responsable cuando tiene control sobre sus propia conducta.

Ahora bien, el yo forma parte del mundo interior del sujeto, sin embargo, la
psicología popular también reconoce la existencia del mundo exterior, fuera del sujeto;
autónomo en cuanto a la experiencia pero que, a su vez, ofrece el contexto en el que toma
su forma el mundo interior. Cada encuentro entre el yo agente y el mundo exterior no es
un comienzo absoluto, sino que se halla mediado por las creencias. Éstas se organizan y
conservan a través de un registro coherente, articulando el pasado como historia y el
futuro como posibilidad.

 El concepto de memoria: registro y reorganización de los encuentros yo-


mundo exterior.

El mundo no es experimentado como un “caos de sensaciones”. Como venimos


desarrollando, las personas construyen y dan sentido al mundo a partir de la elaboración
de marcos o teorías que, además de prolongar la experiencia en la memoria, permiten
reconstruirla e incluso alterarla en función de las representaciones que se tienen sobre los
cánones sociales.

Las investigaciones de Bartlett, realizadas a comienzos de los años 30`, pusieron


de manifiesto la naturaleza esencialmente reconstructiva de la memoria (Carretero,1997),
el papel determinante que tiene la cultura en la elaboración de sus marcos y lo susceptibles
que son a la influencia de la afectividad (Bruner,1990).

Esos marcos constituyen un jalón cardinal en relación al problema del


acercamiento a la realidad. Especialmente si se toma en consideración que para este
modelo los sujetos no procesan información pura sino elaboran conocimiento que, a
diferencia de aquella, trasluce la influencia de la afectividad y del medio. Ahora bien, el
formato que adquiere la organización de la experiencia en los sujetos es, desde la óptica de
la psicología cultural, narrativo.

3) La narratividad como metáfora de la mente humana

"Es a través de nuestras narraciones como principalmente construimos una


versión de nosotros mismos en el mundo, y es a través de sus narraciones
como una cultura ofrece modelos de identidad y acción a sus miembros"
(Bruner, 1997, p.15.)

A partir de este punto de vista, la narratividad constituye una metáfora para


comprender la mente humana. Al decir de Carretero, las metáforas ofrecen "una serie de
ideas básicas para comprender un conjunto de fenómenos que de otra manera carecerían
de sentido (....) la utilización de metáforas en la ciencia posee no sólo un sólido valor
heurístico, sino también un poder de justificación bastante considerable" (1997: 128)

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Las narraciones para ser tales deben cumplir con una serie de requisitos básicos
que sintetizamos a continuación (Bruner, 1990)

 Secuencialidad: es necesario que los acontecimientos y estados que


constituyen la historia se presenten en un orden secuencial. Los relatos pueden
ser reales o imaginarios, ambos conservan el mismo poder como relatos, en
tanto y cuanto permitan metaforizar la vida. Sin embargo, la secuenciación es
una condición indispensable, porque conduce al significado y a que éste pueda
ser captado por otras mentes.

 Canonicidad: las narraciones se caracterizan por elaborar vínculos que


permitan relacionar lo excepcional con lo usual. De allí se deducen
básicamente dos implicancias. En primer lugar, se requiere sensibilidad para lo
que es canónico. En segundo lugar, se establece una ligazón indisoluble entre
el relato y lo moral. En efecto: son las acciones de agentes que no respetaron
las convenciones culturales las que motivaron dichos relatos.

 Perspectivismo: Finalmente, en las narraciones se despliegan


simultáneamente los sucesos del mundo exterior y los del mundo interior de
sus protagonistas. A su vez, los protagonistas dan sentido al mundo exterior
basados en el conocimiento parcial que tienen del mismo. De esta manera
surge la perspectiva humana que se despliega en una doble vertiente: por un
lado, en la narración se privilegia la acción dirigida a metas, controlada por
agentes. Pero además, se exige una voz que las cuente, es decir, requieren de la
perspectiva de una narrador. En términos de Bruner este rasgo implica “la
posición afectiva y epistémica de uno mismo con respecto a las cuestiones
comentadas. Aquí se incluyen términos que indican duda y certeza,
preferencia, énfasis, perspectiva temporal y demás: quizá, no sé, gusta, por un
ratito, todo el día, como también acentos enfáticos y repeticiones marcadoras
de énfasis" (Bruner, 1995. pp 177)

Es necesario aclarar que la narración constituye una estructura, por lo tanto, los
requisitos mencionados anteriormente solo cobran valor en la interacción. Todos ellos son
necesarios, pero ninguno es suficiente por sí mismo.

Por otra parte, y debido a que acentúan estados subjetivos intencionales,


circunstancias y posibilidades alternativas, las narraciones están teñidas por un matiz de
indeterminación. En ellas se utilizan figuras retóricas, de modo que las palabras pueden
abandonar su significado originario para generar otros nuevos. La indeterminación de los
relatos se relaciona con su carácter emblemático. Los emblemas dan lugar a
interpretaciones diversas. Por eso "las historias son instrumentos especialmente indicados
para la negociación social" (Bruner, 1990: 65)

4) A modo de Conclusión

Dado que el propósito de este trabajo fue exponer los conceptos fundantes de la
narratividad como una analogía, alternativa a la del ordenador, para la comprensión de la

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mente humana, se considera oportuno en esta instancia sintetizar los tópicos o tesis
fundamentales de la misma, tal como fueron desarrollados en este trabajo:

 Los sistemas simbólicos de la cultura constituyen la esencia misma del


hombre, por lo tanto no es posible pensar el hombre al margen de la cultura.
 La antinomia individuo-cultura se vuelve irrelevante ante el análisis de los
procesos que permiten vincular ambos términos, esto es la construcción de
significados
 Si los seres humanos son activos productores de conocimiento y no simples
procesadores de información, entonces esa producción supone, por un lado, la
intencionalidad de un yo consciente (agentividad) y, por otro, la mediación de
creencias, deseos, intereses, establecidos a partir de la experiencia y merced a
la facultad reconstructiva de la memoria.
 La experiencia se organiza siguiendo un formato narrativo, lo cual implica
las características de secuenciación, canonicidad, estados subjetivos, carácter
emblemático.

Por todo ello, la interpretación de la actividad mental desde el formato narrativo


permite responder a mayor cantidad de interrogantes, en tanto incluye lo cultural y lo
afectivo, dos factores dejados al margen por el modelo de la psicología cognitiva basado
exclusivamente en el paralelismo mente-ordenador.

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Bibliografía citada

Bruner, J. (1990). Actos de significado. Madrid: Alianza


Bruner, J. (1997). La educación, puerta de la cultura. Madrid: Visor
Bruner, J. y Weisser, S. (1995): “La invención del Yo: la autobiografía y sus formas”. En
D. Olson y N. Torrance (comps.) Cultura escrita y oralidad. Gedisa: Barcelona (pp. 177-
201)
Bruner, J. (2003) La fábrica de historias. Derecho, literatura y vida. Buenos Aires. Fondo
de Cultura Económica
Carretero, M. (1997). Introducción a la psicología cognitiva. Buenos Aires: Aique.
Cassirer, E. (1984). Antropología Filosófica. México: Fondo de la Cultura Económica
Gardner, H. (1985). La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiva.
Buenos Aires: Paidós
García Vega, L. y Moya Santoyo, J. (1991). Historia de la Psicología II. Teorías y
sistemas psicológicos contemporáneos. España: Siglo XXI
Lévi-Strauss, C. (1985). Las estructuras elementales del parentesco. Barcelona: Planeta
Agostini
Marcus, G. (1999). Una lección de historia. En: Revista Trespuntos Nº 112. (80-83)
Mead, M. (1984). Adolescencia y cultura en Samoa. Buenos Aires: Paidós.
Pozo J. I. (2001) Humana mente. Madrid: Morata.

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