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DESIGUALDAD, DIFERENCIA Y “POLÍTICAS DE LA IDENTIDAD”

Las desigualdades siguen teniendo márgenes de desaprobación activa ya que aun se


manifiesta en la actualidad pero ya no en grandes rasgos pero aun perciste.
Tanto al acción política y la teoría social en una estratificación vertical
Pero en las ultimas dos o tres décadas, las desigualdades han vuelto resaltarse. . Estas
constelaciones posclasistas, que se manifiestan esencialmente en una politización de la
cultura, se han llamado políticas de la identidad. El término está relacionado con el auge de
los llamados “nuevos movimientos sociales” en Europa durante la década de 1970, pero se
lo ha utilizado también para describir la realidad en los países latinoamericanos
contemporáneos, más que nada debido a la proliferación de movimientos indígenas.
Pero lamentablemente en el peru se han hecho escasas fuerzas para analizar la situación
sociopolítica desde el punto de vista de indenttidad debido a no estar unidos y hacer fuerzas
al moviento indígena .
EL DECLIVE DE LA CLASE COMO ARTICULADOR POLITICO
Una sociedad estratificada, es una sociedad desigual para adquirir otros bienes los cuales
son llamados “paquete de valores” según Grusky. Pero cuando existen largas distacias de
ventajas y desventajas al acceso de bieneslo cual genera desigualdad .
Hasta la segunda mitad del siglo pasado, la principal, si no la única, determinante de la
desigualdad social analizada en las ciencias sociales fue la posición de la familia (más que
la del individuo) en el sistema productivo de la sociedad, que se plasmaba en el acceso a
recursos económicos. La categoría social correspondiente fue la clase, que se había
constituido en el marco de la industrialización del siglo XIX como actor principal en la
lucha política. Este enfoque se reflejó en la distinción entre la desigualdad, la cual, como
señalamos, fue entendida como estratificación vertical de acuerdo con el acceso
diferenciado a los recursos de la sociedad, y la diferencia, que designó posiciones en el
interior de un determinado nivel jerárquico así definido. Si bien también la diferencia
indicaba situaciones disparejas, ella no implicaba ventajas o desventajas en el acceso a
estos recursos por definición.
Aunque en la vida social se producían con frecuencia coincidencias entre desigualdad y
diferencia, estas dependían de las circunstancias empíricas:
Diferencias sociales entre las personas, que se derivan por ejemplo de la
división de trabajo profesional, de diferencias culturales, de particularidades religiosas,
políticas, regionales o nacionales, pero también de particularidades de la edad o de género,
no llevan necesariamente hacia privilegios o desventajas.
Frente a la alineación inevitablemente vertical de la desigualdad, la diferencia fue percibida
más bien en términos horizontales. A diferencia de la misión escatológica de la clase
proletaria, cuyo destino era trascenderse a sí misma y desvanecer en una sociedad sin
clases, la coexistencia igualitaria entre hombres y mujeres.

Hale Charles en “Cultural Politics of Identity in Latin America” pag. 267-590


Grusky David B “The Past, Present, and Future of Social Inequality”. En David B. Grusky
(ed.), Social Stratification. Class, Race, and Gender in Sociological Perspective. Boulder:
Westview Press.
Esta diferenciación conceptual entre desigualdad (vertical-económica) y diferencia
(horizontal-cultural) se pudo mantener mientras las luchas sociales se caracterizaban
principalmente por reivindicaciones redistributivas. Sin embargo, desde la segunda mitad
del siglo pasado, un número creciente de autores empezaron a constatar el deterioro de la
clase social como principal articulador político,6 hasta que, en 1996, Pakulski y Waters
declararon la “muerte de la clase”. Obviamente, la afirmación de los autores no se refiere al
fin de la desigualdad social; se trata, más bien, de una alusión al desgaste de la clase social
como actor en el escenario político y como herramienta para el análisis de las
desigualdades. ‘Clase’ es un término bastante más complejo de lo que puede parecer, pues,
a diferencia de los “estratos” A, B, C, D y E, que ahora hegemonizan en buena medida el
análisis de las desigualdades y se limitan a la medición de la “extensión de la billetera”,7 la
clase trasciende el aspecto netamente económico y se caracteriza por un segundo
componente, igualmente importante: una conciencia que vincula la “base” económica con
la “superestructura” política-ideológica y cultural. A la situación objetiva en el proceso
productivo (“clase en sí”) se agrega un elemento de identidad compartida (“clase para sí”),
que, según Marx, se constituye en la lucha.
Mientras la clase se desplomaba como articulador político, nuevas demandas sociales, de
corte más horizontal que vertical, más cultural que económico, han cobrado relevancia.
Grupos constituidos en torno a identidades que antes eran escondidas, oprimidas o negadas
el género, la raza, la etnicidad, la religión, la orientación sexual o la pertenencia a un
determinado territorio comenzaron a demandar reconocimiento y participación en la
distribución de los recursos del Estado. De esta manera, la identidad se ha añadido y, en
buena medida, ha reemplazado a la clase social como referente en la generación de
solidaridades y acciones colectivas. Se ha producido una politización de la cultura “un
nuevo imaginario político que catapulta al primer plano del discurso político el tema de la
identidad cultural, en el sentido más amplio del término” . El universalismo (económico) de
la lucha de clases “Proletarios del mundo, ¡uníos!” terminó cediendo gran parte del
protagonismo en la lucha social al particularismo de las reivindicaciones culturales:
Estamos observando la proliferación de identidades políticas particularistas, ninguna de la
cuales trata de fundamentar su legitimidad y su acción en una misión predeterminada por la
historia universal, fuese la misión de una clase universal, o la noción de una raza
privilegiada, o un principio abstracto.
De esta manera, las últimas décadas han visto la aparición de una constelación que Nancy
Fraser denomina “condición postsocialista”; una constelación que no cuenta con un
proyecto político global y cuyos principales actores son grupos culturales o “comunidades
de valores” que defienden su “identidad” . La diferencia, antes considerada como
“prepolítica”.
Eso significa que un análisis que se concentra solo en criterios económicos no logra captar
las múltiples facetas que caracterizan las desigualdades y las luchas políticas
contemporáneas. La teoría social posestructuralista se encuentra, así, ante el reto de analizar
la desigualdad social en función de una interposición simultánea de distintas constelaciones
de poder y exclusión, en las que la clase social se cruza con múltiples factores como la raza,
la etnicidad, la religión, el regionalismo, el género o la orientación sexual.

Wright, Susan “The politicization of ‘culture’”. En Anthropology Today, vol. 14, pag 1-7
Grusky, David B “The Past, Present, and Future of Social Inequality”. En David B. Grusky (ed.),
Social Stratification. Class, Race, and Gender in Sociological Perspective. Boulder: Westview
Press.
Bottero, Wendy “Class Identities and Identities of Class”. En Sociology, vol. 38, pag 986-1003

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