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Portada:
EL MUNDO ES MI PARROQUIA
Por
Paul C. Andrus
3
El título original de este libro es Wesley’s World Parish. Fue traducido por Walter
R. Rodríguez Castro bajo los auspicios de la Casa Nazarena de Publicaciones.
4
“El Dr. Paul Andrus escribió su proyecto doctrinal de investigación sobre un tema muy
interesante. Ahora nos presenta la obra en Español. El ministerio de Wesley tuvo un
impacto de enorme importancia sobre las misiones. En este libro, Dr. Andrus nos ayuda
a entender mejor la influencia de Wesley y su ministerio para el Reino de Dios. Le
animo a leer este libro”.
“He conocido por muchos años al Dr. Paul Andrus, a la vez que he ministrado
muy cerca de él en el área educativa.
El Dr. Andrus es un erudito en el área de misiones y de estudios wesleyanos. No
sólo es un erudito sino que es un practicante tanto en la administración como también en
el ejercicio de la tarea misionera.
El libro del Dr. Andrus refleja este conjunto de factores y también su vida, lo que
nos ayudará a entender la misiología wesleyana. Recomiendo altamente la lectura de este
libro en un tiempo fundamental para las misiones multinacionales globales”.
Christian Sarmiento
Director Regional
Iglesia del Nazareno
América del Sur
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CONTENIDO
PROLOGO
Los dos capítulos finales de este libro enfocan su mensaje en la difícil situación
contemporánea. En el capítulo final, el Dr. Andrus subraya que el pasaje de Romanos 10
es verdaderamente un mandato para la iglesia de Jesucristo de hoy. “La iglesia debe
encontrar respuestas, o arriesgarse a ser avergonzada en el juicio final”.
Como amigo del autor por más de treinta años, le recomiendo que lea atentamente
y en oración las páginas de este libro.
William M. Greathouse
9
PREFACIO
Hace algunos años tuve el privilegio de viajar por las Islas Británicas con
propósitos misioneros. Aunque el interés principal del viaje era misionero, mi segundo
objetivo fue ahondar en las raíces del metodismo. Los ministros con los que tuve el placer
de trabajar estuvieron siempre dispuestos a ayudarme en mi búsqueda y me facilitaron
enormemente la investigación.
Varias semanas de “trabajo de campo” intensificaron aún mas mi atracción por el
movimiento wesleyano, luego regresé a casa para proseguir el estudio en la medida que el
tiempo me lo permitía. La asignación del presente trabajo escrito proveyó el vehículo que
me permitió unir mi doble interés, la tarea misionera y la herencia wesleyana.
El objetivo principal es trazar el nacimiento y el desarrollo histórico de las
misiones metodistas durante sus primeros 50 años. La investigación me convenció de que
el tema merece un lugar mayor, al que generalmente se concedió, en la historia de las
misiones. En este tiempo, cuando la metodología misionera es intensamente revisada, no
debe pasarse por alto el enfoque hacia la evangelización mundial mostrado por el
metodismo primitivo. Aquel fue un movimiento con un impacto realmente extrarodinario,
tanto en el ámbito doméstico como en el extranjero.
Es mi deseo y mi oración que al desandar los pasos de la empresa misionera
metodista, seamos capaces, en alguna medida, de recapturar su visión y aprovechar su
dinámica para el tiempo presente. En la medida en que esta ambiciosa meta se realice,
este libro habrá logrado su propósito.
Quiero expresar mi gratitud y reconocimiento a mis colegas británicos por su
espíritu magnánimo. Al profesor Ray Easley, del Covenant Foundation College, le cabe
el mérito por el trabajo preliminar para el capítulo uno. A Nona Powers, Dianne Easley
por la valiosa ayuda, revisando y pasando a máquina el manuscrito, vaya un voto especial
de agradecimiento.
10
I. FACTORES INFLUYENTES
No es sencillo dar una explicación sobre la limitada visión misionera entre los
protestantes durante el período de la Reforma. Los factores que influyeron son muchos y
muy variados. Los historiadores hablan de factores políticos junto con factores
organizacionales, internacionales y teológicos.
Consideremos brevemente varios de estos factores por separado:
11
mismo se ocupa de la extensión del evangelio a través del mundo”.8 Por lo tanto, da la
impresión de que los reformadores rechazaron, en lugar de desempeñar, su
responsabilidad evangelizadora hacia el mundo pagano.
Es obvio que con semejante punto de vista de la historia, e interpretación de las
Escrituras, no podía esperarse una respuesta a la demanda misionera. Warneck lamenta
que este punto de vista tuviera preponderancia en la iglesia hasta el siglo XVIII.
Uno de los pocos que se animó a creer lo contrario fue el joven William Carey,
sintió el azote de semejante pensamiento lleno de prejuicios en Nottingham, Inglaterra,
por el año 1786. Cuando en una reunión ministerial sugirió que existía una
responsabilidad de los cristianos hacia los paganos fue ruidosamente refutado como un
“miserable entusiasta”. “Joven, siéntese”, le ordenó el moderador. “Cuando Dios quiera
convertir a los paganos, El lo hará sin su ayuda o la mía”.9
Para ser justos con el Período de la Reforma, debe decirse que hubo dos esfuerzos
misioneros, que aunque tuvieron una vida breve, merecen ser mencionados:
La Iglesia Reformada al Brasil. El primer intento de obra misionera hecho por
las iglesias reformadas, fue dirigido por el poco escrupuloso colonizador francés Durand
de Villegaignon. En 1555 unos cuantos protestantes reformados franceses viajaron a
Brasil para establecer una colonia. La idea original era proveer un refugio para
protestantes perseguidos en Europa.
Al haberse supuestamente convertido, Villegaignon escribió a Juan Calvino en
Ginebra, Suiza, pidiéndole predicadores y cristianos para su colonia. El propósito
declarado fue: “que ellos deben ejercer una buena influencia sobre los colonos, y también
deben proclamar el evangelio a los paganos del lugar”.10
Cuatro clérigos y un cierto número de creyentes fueron enviados desde Ginebra
hacia Brasil. Al llegar al destino encontraron que Villegaignon había regresado a su fe
católico romana, y trató a los recién llegados como traidores. Los colonos no podían
mantenerse entre los nativos del lugar, así es que no tuvieron otra opción que con
muchísimas dificultades regresar a Europa. Los pocos sobrevivientes que quedaron en el
lugar murieron más tarde.
Uno de los clérigos escribió algunas semanas después de llegar a Brasil que: “el
propósito de ellos fue ganar a los nativos del lugar para Cristo, pero la barbarie, el
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canibalismo, la torpeza, etc. de los nativos extinguió todas las esperanzas”.11 La barrera
del lenguaje, entre los problemas mencionados, aceleró un trágico final para esta
aventura.
Los Luteranos en el Norte de Suecia. Un segundo esfuerzo misionero, por
llamarlo de alguna manera, ocurrió al norte de Suecia. El 1559 el rey Gustavo Vasa de
Suecia, aceptó a los Lapps dentro de la iglesia evangélica. Los Lapps vivían en el
extreme norte de su reino y durante varios siglos habían sido nominalmente católico
romanos. Sin embargo, eran claramente paganos en sus corazones. El rey envió pastores
que carecían de cualidades misioneras para plantar iglesias. Pero su propósito real fue
más político que espiritual por lo que el proyecto terminó en un verdadero fracaso.
Aunque en honor a la justicia, reconocemos estos incidentes como misioneros en
su carácter, probablemente no merezcan ser considerados verdaderos esfuerzos
misioneros. Estos nacieron de autoridades civiles y no de genuina compasión cristiana
por los inconversos.
Uno no puede menos que preguntarse, ¿cuándo fue que la doctrina misionera de
los reformadores halló finalmente su lugar en la iglesia? ¿Qué sucedió con movimiento
misionero protestante una vez desaparecida la primera generación de reformadores?
Tomemos un momento para trazar el desarrollo posterior.
Las actitudes misioneras de los teólogos alemanes, siguiendo a Lutero, cayeron en
una de las siguientes tres categorías: (1) los que no reconocieron que la responsabilidad
de enviar misioneros descansaba sobre la iglesia; (2) los que aceptaron la responsabilidad
de la tarea misionera de la iglesia, pero no creyeron que era el tiempo; (3) los que, sin
reserva, afirmaron que las misiones era la tarea de la iglesia, y que debía realizarse en el
tiempo presente. Las voces que representaron esta última posición eran débiles y
rápidamente murieron. Fueron rechazados sin haber sido escuchados apropiadamente.
Adrianus Saravia (1531-1613). Es el primer teólogo conectado con el
movimiento de la reforma, que sostuvo que “el mandamiento de predicar el evangelio a
todas las naciones ésta ligado a la iglesia”. Saravia era un holandés que, luego de servir
como pastor reformado en Antwerp y Bruselas y de ser profesor en Leyden, llegó a ser
Decano de Westminster. En un escrito suyo publicado en 1590 subraya que, así como
15
comenzó con los primeros apóstoles, llevar adelante la tarea de la evangelizacion del
mundo es la responsabilidad de la iglesia.
Saravia insistió que, si la tarea se habría de cumplir efectivamente, era necesaria la
continuidad del oficio clerical. Además sostuvo que: “El mandato de predicar el
evangelio en todo el mundo, y la responsabilidad de las misiones a todas las naciones, se
extendía a cada centuria (siglo) hasta el fin del mundo”.12
Tanto Teodoro Beza de Ginebra como Johann Gerhard se opusieron fuertemente
al punto de vista de Saravia. Sostuvieron que el mandamiento de predicar el evangelio a
todo el mundo terminó con los apóstoles en el primer siglo. Como consecuencia, el punto
de vista de Saravia fue puesto a un lado.
La Facultad de la Universidad de Wittenberg. En respuesta a una consulta
hecha por el Conde Truchess sobre la naturaleza y significado de la Gran Comisión, la
facultad teológica de Wittenberg representó la ortodoxia luterana. Dijeron ellos: (1) El
mandato de ir a todo el mundo fue el privilegio personal sólo de los apóstoles. Ellos lo
cumplieron. (2) Si este mandamiento no se hubiera cumplido, sería entonces la
responsabilidad de cada cristiano ser un misionero,- una conclusión absurda. (3) En vista
de que las naciones tuvieron una vez el conocimiento de Dios, El podría no repetir la
oportunidad. (4) Finalmente, ellos trataron con gobiernos cristianos establecidos en
territorios no cristianos. En tal caso es la responsabilidad de las autoridades civiles
edificar iglesias, y establecer escuelas para el beneficio del “pecador” que ha sido
colocado bajo la responsabilidad de su gobierno. De esta manera, una vez más, la iglesia
evadió su obligación misionera.
Aún así, debemos reconocer a la Reforma por el valor de su aporte para la
evangelización mundial. La contribución, aunque indirecta en naturaleza, fue de
importancia básica. Fueron puestos los cimientos para un trabajo que se realizaría mas
tarde. Hubo un llamado a volver a las enseñanzas de la Biblia. Y la Biblia, a su tiempo,
enseñó claramente a la iglesia la tarea de la evangelización del mundo.
Además, los reforraadores se entregaron a la tarea de traducir la Biblia a los
idiomas principales de Europa. Esta clase de traducción a las lenguas nativas es esencial
para que el trabajo misionero permanezca.
La verdad es, sin embargo, que ni la nueva iglesia ni tampoco sus líderes estaban
listos para el movimiento misionero. La visión mundial estuvo sepultada durante diez
siglos o más en la corrupción doctrinal y en la obscuridad espiritual. Este fue un proceso
lento. Restaurar el sentido de responsabilidad personal, en cuanto a la salvación de los no
16
cristianos, tomó su tiempo. Pero sin embargo, en diversos lugares comenzaron a surgir
almas nobles que marcaron el camino para salir de las tinieblas.
17
El plan, eventualmente, llegó a la Dieta Imperial del Santo Imperio Romano. Para
reforzar sus manifestaciones públicas, Weltz contribuyó liberalmente de sus propios
fondos. Por un tiempo, dio la impresión de que el éxito del plan se lograría. Pero, por
falta de auspiciantes el plan estuvo destinado a morir. Algunos pastores luteranos y
profesores universitarios aprobaron sus apelaciones, pero no con suficiente celo como
para formar una sociedad misionera.3
Indiferencia general - Weltz continuó su programa de levantar interés misionero,
pero sin resultado. El fue un hombre que se adelantó a su tiempo. Por último sus colegas,
casi unánimemente, se encendieron en indignación contra él. Lo llamaron soñador,
fanático y hereje. “Las cosas santas de Dios”, dijeron ellos, “no son para ser lanzadas a
tales perros y puercos”.4
Aunque momentáneamente quedó anonadado por el desaire y la ridiculización
sufridos, Von Weltz demostró no ser en absoluto cobarde. Heroicamente resolvió
continuar fiel a sus propias convicciones. Abandonó su título de “Barón” y se trasladó a
Holanda. Luego de ser ordenado como “apóstol a los gentiles”, navegó hasta Surinam, en
América del Sur. Sin embargo, allí fue incapaz de adaptarse al clima tropical y a las
pobres condiciones de vida. Finalmente, murió antes de poder comenzar a levantar una
cosecha.
Como veremos más adelante, la muerte de Weltz no fue en vano. “Esta clase de
personas son agitadores de Dios, enviados a guiar la conciencia de la iglesia, a moldear la
ley de sus vidas y los métodos de su trabajo de acuerdo con la Palabra y voluntad de
Dios”.5
compensaron con celo. La descripción que Robinson hizo de su éxito en St. Thomas da
una gráfica descripción:
“Aquellos hombres se ganaron los corazones de los esclavos y los hicieron
aplaudir de gozo. Ellos sacudieron la furia de los brutales propietarios de
esclavos... Provocaron el llanto y la oración del negro en las plantaciones de
azúcar y en las chozas, bautizaron cientos de convertidos. . . Se mantuvieron
firmes y sin temor delante de los altos oficiales. . . y mostraron a los propietarios
de esclavos, que no debían tratar sus esclavos como bestias; de esta manera
prepararon el camino para la emancipación del negro”.15
El éxito del misionero moravo fue frecuentemente comprado con sangre. Del
primer grupo que en 1734 fue a Saint Croix, Islas Vírgenes, diez hombres murieron en el
primer año. De hecho, como lo afirma Cook: “durante varios años hubo en las Indias
Orientales más sepulturas de misioneros que cristianos convertidos”.16
Aunque es admirable el valor de estos toscos pioneros, los éxitos moravos no
deben ser explicados solamente en un nivel humano. Warneck declara que este trabajo
fue claramente obra de Dios. “El ató los cabos, preparó las sendas, eligió y preparó las
personas, y luego pronunció su poderosa palabra: “¡Que así sea!” “¡Que sea!”.17
La Hermandad Morava le dio dado a la iglesia de Cristo una espléndida lección
sobre Ios grandes principios misioneros enseñados en el Nuevo Testamento. Se vieron a
sí mismos como deudores al mundo y como administradores del Evangelio. Ellos nos
enseñaron las lecciones de frugalidad, disposición para el sacrificio y obediencia diligente
al llamado de Dios a Ios lugares más duros y remotos.
Estas dos misiones, la Danesa Halle y la Morava, dominaron la escena misionera
durante todo el siglo XVIII. La inversión de Ios pietistas en Ios moravos produjo una
magnífica recompensa. El esfuerzo evangelístico de Ios moravos resultó en una tremenda
cosecha. Una fase de sus actividades de ultramar los puso, como lo mostrará nuestro
estudio, en contacto con Juan Wesley. “Por tanto, la línea de la sucesión espiritual pasó
de los pietistas a Ios moravos, de los moravos a los metodistas, y de los metodistas a todo
el ancho mundo”.18
25
I. ANTIGUAS INFLUENCIAS
Wesley tenía motivos mezclados para ir a América. Tenía, como tantos otros
misioneros, algunas ideas equivocadas acerca del campo. Entre otras cosas esperaba que
al someterse a los rigores de la clase de vida que le esperaba, podria asegurarse aquella
santidad por la cual su alma desfallecía. Tal vez podría escapar de las tentaciones de la
gran ciudad, viviendo el resto de sus días entre rudos salvajes. Pensaba que en las tierras
desconocidas de América podría vivir de “pan y agua, y de los frutos de la tierra”, y
hablar “sin ofender”. Wesley llegó a la conclusión de que la “pompa y el brillo del
mundo no tenían lugar en ios desiertos de América”.
En otras palabras, el principal objetivo de Wesley al ir a América fue asegurar su
propia salvación. “Mi motivo mayor”, dijo, “es la esperanza de salvar mi propia alma.
Espero aprender el verdadero sentido del evangelio de Cristo predicando a los paganos”.
Pero, cruzar un océano no hace a uno un misionero. Wesley tuvo que descubrir,
para su propio desaliento, que el problema real era él mismo. Luego de una breve estadía
de alrededor dedos años en Georgia registró de la siguiente manera en su Diario personal
su frustración: “Ya han pasado más de dos años desde que dejé mi país natal”, escribió,
“para enseñar a los indígenas de Georgia la naturaleza del cristianismo; pero ¿que he
aprendido yo mismo en este tiempo? Porque, lo ante todo sospechaba sobre mi propia
vida, es que fui a América a convertir a otros, pero nunca me convertí yo mismo”.6
Si la experiencia misionera de Wesley fue desalentadora por el fracaso desde el
punto de vista espiritual, lo mismo puede decirse de su carrera.
El tenía la clara intención de poder evangelizar los indígenas paganos. Poco
después de llegar a Georgia, los colonos ingleses trataron de persuadirlo para que se
quedara en Savannah como su pastor. Sin embargo, su incontenible deseo de predicarle a
los indigenas, le motivó a escribir el siguiente párrafo en su diario personal:
“El señor Oglethorpe navegó para Inglaterra, dejándonos al Sr. Ingham, al Sr.
Delamotte y a mí en Savannah, con menos posibilidad de predicarle a los
indígenas que el primer día que pusimos un pie en América. Cada vez que lo
mencioné, inmediatamente me replicaban, ‘No puede dejar a Savannah sin pastor’.
A esto, mi respuesta fue simplemente: ‘No sabía que estaba bajo obligación alguna
en otro sentido. Nunca prometí quedarme aquí un solo mes. Abiertamente declaré
tanto antes, como desde que llegué, que no quería como tampoco no podía
hacerme cargo de los colonos ingleses más que hasta que me instalara entre los
indígenas’”.7
29
Bohler pero no entendió sus puntos de vista. El se sintió muy angustiado cuando Bohler
insistía, “mi hermano, mi hermano, esa filosofía suya tiene que ser abandonada”. El
énfasis moravo en la salvación por la fe y de acceso en forma instantánea, era demasiado
simple para el erudito de Oxford. Wesley llegó a llorar amarga y fuertemente mientras
Bohler lo aconsejaba.
Fue durante este tiempo de inquietud espiritual que Wesley llegó a la conclusión
de que él era inadecuado para predicar. Bohler lo urgía que siguiera adelante. “Predique
la fe hasta que la tenga”, le aconsejó, “y luego, porque la tiene, usted predicará la fe”.
Bohler escribiéndole a Zinzendorf acerca de los Wesley, le decía: “Nuestro modo
de creer en el Salvador es tan sencillo para los caballeros ingleses, que no pueden
aceptarlo; si fuera un poquito más artificioso, ellos podrían aceptarlo rápidamente”.10
Fue algo más tarde y bajo la influencia de los moravos que Juan Wesley llegó a la
hora decisiva de su vida. Como lo señala Findlay: “Su intimidad con el obispo moravo
Peter Bohler fue el preludio y su conversión fue la consecuencia inmediata de su visita a
Herrnhut”.11
La nueva vida que Wesley recibió mediante la instrumentalidad de los Hermanos
Moravos, fue intensamente misionera en espíritu y dirección. La conversión de Juan y
Carlos ocurrió bajo condiciones providenciales y rodeado de circunstancias que podrían
darle sentido universal. En la experiencia de ellos, como en el caso del apóstol Pablo, se
sembró la semilla de una misión mundial.
Casi inmediatamente después de la conversión, Juan salió para conocer la fuente
de la bendición que fluía desde Herrnhut, Alemania, la casa de los moravos. Los testigos
vivientes de la fe salvadora que encontró allí le inspiraron confianza. “Con gusto pasaría
mi vida aquí”, escribió, “pero mi Maestro me llama a trabajar en otra parte de Su viña, el
lunes 14 he sido obligado a dejar este feliz lugar. ¿Oh, cuándo este cristianismo cubrirá la
tierra como las ‘aguas cubren el mar’?”12
Aunque en la providencia de Dios, los moravos y los Wesley no trabajaron juntos,
el metodismo permanece en deuda para siempre con los moravos. Es imposible calcular
el valor de la contribución que aquellos ejercieron en la vida y la visión de los Wesley.
descubrió que no poseía el evangelio que los paganos necesitaban. ¿La razón? No tenía
un evangelio suficiente para él mismo. La Biblia dice: “El labrador, para participar de los
frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6).
La conversión de Carlos Wesley ocurrió tres días antes que la de Juan. Es
interesante observar que Carlos hace sonar una nota misionera temprano en su himno de
conversión:
¡Desterrados de los hombres, a ustedes les llamo
Rameras, publicanos y ladrones!
El abre sus brazos- para abarcarlos a todos.
equivocadamente, sino que abiertamente testificó a todos los presentes lo que Dios había
hecho en su alma. Desde aquella hora en adelante llevó por todos lados un corazón
ardiendo con amor.
Para el el error era muy claro: “El sentido de todo es sencillamente es este - en virtud de
un decreto eterno, incambiable e irresistible de Dios, una parte de la humanidad está
infaliblemente salva, y el resto está indefectiblemente dañado, perdido o condenado”.17
Esta doctrina era vista como como devastadora para la evangelización mundial. El
mismo motivo de la predicación quedaba de esta manera tremendamente erosionado. Por
eso continúa Wesley:
“Pero si fuera así, entonces toda la predicación es en vano. Es inútil para aquellos
que son elegidos; para ellos con o sin predicación, serán indefectiblemente salvos.
Por tanto, el fin de la predicación -salvar almas-es nulo en cuanto a ellos, y es
inútil para aquellos que no son elegidos, porque ellos no pueden ser salvos. Ellos,
con o sin predicación están irremediablemente perdidos”.18
llego a ser uno de los principios centrales de la predicación metodista. Fue proclamada
insistentemente con convicción y poder.19
Nos podemos preguntar, ¿por qué los Wesley fueron aislados o puestos a un lado
por la iglesia establecida? En esta etapa, por lo menos, no fue una objeción en cuanto a
métodos, fue una objeción en cuanto al mensaje. El evangelio mismo era el escándalo.
“En una sola frase se puede decir que el repudio de los púlpitos parroquiales fue debido a
su predicación de las doctrinas evangélicas”.21
Wesley mismo explica que, “las cosas se pusieron de esta manera, cuando se me dijo que
no debía predicar más en esta, en esta y en esta otra parte, la razón comunmente
mencionada sin reservas fue - porque usted predica tales doctrinas”.
Cuando Wesley tuvo claro lo de la salvación por la gracia, mediante la fe, esto llegó a ser
una nota dominante en su predicacion. Y precisamente a este punto tuvo que llevar el
reproche de Cristo.
35
“Permítame ahora explicarle mis principios en este asunto. Yo veo el mundo como
mi parroquia; hasta aquí quiero decir que, en cualquier parte que me encuentre,
juzgo apropiado, correcto y mi obligación declarar a todos los que quieran oír las
buenas nuevas de la salvación”.23
Mirando atrás desde esta ventajosa posición, aquellas palabras parecen ser
extrañamente proféticas. Wesley estaba destinado a ser el apóstol de las masas. Pero
antes que pudiera lograr la congregación que Dios le daría, tendría que encontrar un
camino de acercamiento. Los métodos tradicionales no tendrían éxito en alcanzar los
miles que permanecían afuera de las iglesias. Se necesitó un nuevo medio de contacto.
Aquel medio fue provisto por la predicación al aire libre.
Predicación al aire libre. Wesley no eligió inmediatamente este método de
evangelización. Fue virtualmente forzado a usarlo. Algunos hombres pueden sentirse en
su elemento estando bajo la bóveda celeste. Esto no sucedía con él.
Wesley era muy particular acerca de su apariencia personal. En público, era
siempre un modelo de pulcritud. Era tan minucioso que no soportaba una motita de polvo
en su vestimenta clerical. Odiaba el ruido y el alboroto. Prefería la calma académica de
Oxford o una casa parroquial en el campo.
Sus reacciones personales en cuanto a esto, están registradas con frecuencia en su
diario personal. Lo que sigue es algo que escribió el 26 de junio de 1759 después de
predicar afuera del hospital Dentelle en Newcastle: “¡No es cosa rara que al diablo no le
gusta el aire libre! A mí tampoco. A mi me gusta un salón cómodo, un colchón suave y
un púlpito elegante. Pero, ¿dónde está mi celo si no pongo todas estas cosas bajo mi pie,
como condición para salvar un alma más?”
Estas observaciones nos ayudan a entender porque Wesley habló de hacerse “más
despreciable” cuando predicó por primera vez en Kingswood. “Que él se aventurara a las
carreteras y caminos, y que encarara a la plebe es nada menos que un milagro. Sólo la
gracia pudo cambiar a Juan Wesley en un misionero a la gente común”.24
Los mineros de Kingswood no tenían iglesia, no tenían día de reposo, ni tenían
evangelio. Estos hombres eran los más corruptos, degradados y blasfemos de toda
Inglaterra. Southey los describe como “desordenados, brutales y peores que los
paganos”.25 Parecían haber sido abandonados por Dios y por los hombres. Pero, ¿no era
este un buen lugar para probar el poder del evangelio?
37
En su próxima aventura en las minas, “los árboles y los cercos estaban llenos”;
alrededor de 10.000 personas escucharon sus palabras.
Los sentimientos que Whitefield tenía para Norteamérica lo condujeron a pedirie a
los Wesley que se hicieran cargo de lo que él estaba dejando. La historia de la aventura
de los Wesley en la predicación en las minas, es uno de los clásicos de la evangelización
británica. Como Juan había tenido cierto éxito en Fetter Lane, en Londres, la sociedad no
estaba dispuesta a despedirlo. Wesley mismo estuvo en contra de ir al principio, lo mismo
que su hermano Carlos. Cuando al fin Wesley fue a Kingswood, Carlos escribió: “El
proximo día él salió encomendado por nosotros a la gracia de Dios. Dejándonos con su
bendición. Ese día, yo hubiera querido morir con él”.27
Pero el paso no fue a la muerte. Por el contrario, esto probó ser la vida del
avivamiento. El “hielo había sido quebrado” y las bendiciones de Dios acompañaron la
acción desde el principio.
De regreso en Londres, Wesley siguió otra vez al valeroso Whitefield por las
minas y las praderas y en los jardines de las iglesias. Islington, Kennington y Moorfields
son lugares donde Whitefield había predicado ya a grandes multitudes. “Veinte mil, doce
mil, veinticinco mil, treinta mil”, son los números informados por los evangelistas y
también por fuentes independientes. “Esta predicación al aire libre llegó a ser el método
número uno de la evangelización del siglo XVIII”.28
Oportunidad y oposición. El paso audaz de Wesley a las minas estableció un
modelo para sus predicadores. “En la predicación de campo, más que cualquier otro
38
medio”, declara, “encuentran a Dios aquellos que no lo han buscado... no encuentro otra
forma de alcanzar a los desheredados de la sociedad”.29
Es difícil describir el sufrimiento y la persecución que sufrieron los primeros
predicadores metodistas que predicaban al aire libre, lo mismo que los convertidos de
aquellos predicadores. Fueron agredidos con garrotes y piedras; fueron cazados con
caballos y asolados con perros. Los granjeros soltaban ganado salvaje entre ellos mientras
estaban adorando. Sus casas fueron destruidas, sus hijos metidos en las perreras mientras
las mujeres eran ultrajadas.
Para agregar insulto a la injuria, fueron objeto de un diluvio de críticas y azote
verbal. Hombres como Samuel Johnson y otros que deberían haberse destacado por su
sabiduría y madurez, los trataron de la forma más absurda. Dibujantes de tiras cómicas
los representaban como locos indecentes; mientras que muchos clérigos los acosaban
desde los púlpitos de todo el país.
Pero a través de todo esto, Juan Wesley se convenció de que la predicación al aire
libre era la herramienta evangelística más efectiva. En la conferencia de 1744, dio la
siguiente reseña:
Pregunta: ¿No hemos usado la predicación de campo en forma muy escasa?
Respuesta: Parece que si:
1) Puesto que nuestro llamado es a salvar lo que se ha perdido, no podemos
esperar que ellos nos busquen a nosotros; por lo tanto nosotros debemos ir y
buscarlos a ellos.
2) Porque estamos particularmente llamados a ir a las carreteras y caminos, a
donde nadie quiere, para forzarlos a venir.
3) Porque la razón nos dice que no es un buen argumento – “la casa guardará a
todo aquel que venga” - la casa podrá guardar a todos los que vengan a la casa,
pero no a todos los que vengan al campo.30
pero el mundo era su parroquia. ¡Las masas habían llegado a ser su misión! Un
historiador observa que “aunque el trabajo de las misiones domésticas absorbió
necesariamente las energías de los primeros metodistas, su trabajo estimuló
indirectamente todo el movimiento misionero moderno y directamente produjo algunas
formas notables del mismo”.32
Wesley, a partir de allí, comenzó lo que probablemente sea el ministerio
evangelístico más grande de la historia de la predicación. Por más de cincuenta años
predicó un promedio de 800 sermones anualmente. La idea de limitar su predicación a los
domingos y cultos de entresemana nunca se le cruzó por la mente. Habitualmente
comenzaba a predicar a las cinco de la mañana. Durante mucho tiempo predicó cada día
de la semana, y no meramente una vez al día, si no que a la mañana, al medio día y a la
noche. A la edad de 85 años, en un períodode ocho semanas predicó ochenta veces. El
genio organizador de Wesley resultó en la formación de la gran Iglesia Metodista -
primero en Inglaterra y más tarde en Norteamérica.
Ya hemos notado que el movimiento misionero en el continente surgió del
pietismo del sigio XVII. Puede decirse también que el movimiento misionero británico
debe su origen también al despertamiento evangélico bajo Juan Wesley y George
Whiterield en el siglo XVIII. De hecho, como insiste Kane, no es ninguna exageración
decir que Wesley salvó a Inglaterra de un desastre moral y religioso, pero también dejó
echados los cimientos del movimiento misionero moderno lanzado por Coke y Carey.33
40
I. FUERZAS PREPARATORIAS
Hubo muchos factores que contribuyeron a la apertura del “Gran Siglo” de las
misiones modernas, en las que Coke jugaría un papel muy importante. Los cambios en el
mundo en general, tanto fuera como dentro de la iglesia estaban señalando el principio de
una nueva era. Geográficamente se había descubierto un nuevo hemisferio, mientras que
la información sobre lo ya conocido se incrementó notablemente. Los proyectos
comerciales y colonizadores acercaron “los extremos de la tierra”. Las grandes
compañías, holandesa e inglesa, de las Indias Orientales pavimentaron inconscientemente
41
el camino para el misionero. Hicieron que el viaje y la residencia en los países orientales
fuera más factible y segura.
También contribuyeron las nuevas invenciones y los descubrimientos científicos.
En el verano de 1771, el Teniente James Cook regresó de su primer viaje aventurero a los
mares del sur. En esta aventura había rodeado Nueva Zelandia y había dibujado un mapa.
Investigó la costa este de Australia y navegó entre Australia y Nueva Guinea. La historia
de este viaje fue publicada en 1773. Pero antes que la historia fuera publicada, el
“Mercurio” anunció que Cook -ahora ascendido al rango de Comandante- había zarpado
desde Plymouth para hacer, así se creyó, descubrimientos aún mayores.
El factor más importante fue el Renacimiento. Su impacto liberó al mundo
intelectual y al religioso de la tiranía, la plaga de los sistemas y tradiciones medievales.
El despertar a las posibilidades de una nueva vida se ponía ahora al alcance de todos.
Los factores religiosos no fueron menos poderosos, entre ellos el movimiento
pietista en Alemania y el despertamiento evangélico en Inglaterra y Norte América que
ya han sido citados. Aun antes del tiempo de Coke hubo manifestaciones de interés
misionero en Inglaterra. En 1719 Isaac Watts escribió su gran himno misionero, “Jesús
reinará donde haya sol”.
En 1723 Robert Millar de Paisley escribió “Una Historia de la Propagación del
Cristianismo y el Derrumbamiento del Paganismo”, en la que abogaba por la intercesión
como el medio principal para la conversión de los paganos. La idea “prendió” rápido.
Veinte años más tarde se organizaron grupos por todas las Islas Británicas, la petición
principal de oración fue la conversión de los paganos del mundo.
En 1746 se envió a Boston un documento invitando a los cristianos del Nuevo
Mundo para entrar por siete años, en un “Acuerdo de Oración” por la obra misionera.
Aquel documento provocó una rápida respuesta de Jonathan Edwards. El año siguiente,
Edwards envió un llamado a todos los creyentes para comprometerse en oración
intercesora por el esparcimiento del evangelio alrededor de todo el mundo. Uno de sus
sermones, luego del llamado, conmovió el corazón de William Carey.2
Por estas causas es correcto relacionar los inicios del movimiento misionero
moderno con estos y otros drásticos cambios globales.
A esta altura de su carrera, el futuro era promisorio para el joven galés. “Elegante
en forma y presentación, encantador en persona, el único hijo de una familia influyente,
único heredero de una buena propiedad, bien educado y muy popular, debió haber
escogido cualquiera de varias carreras honorables con la mejor perspectiva de éxito”.4
Pero, Coke había sido bendecido por la providencia de Dios con una resolución
interior que lo mantuvo en su vocación clerical. Más tarde fue claramente llamado al
ministerio.
Cura convertido. Coke recibió las órdenes de sacerdote de la Iglesia Anglicana
en Abergwilly en 1772.
Coke recitó la invocación en aquella solemne ocasión, pero sabía muy poco del
verdadero significado de tales palabras. De lo que estaba consciente era de que no poseía
la paz y el gozo del Espíritu viviendo en él. Cuando fue nombrado cura de South
Oetherton, en Devon, buscó sinceramente estar a la altura de su tarea.
Fue por este tiempo que Thomas Coke tuvo su primer encuentro personal con los
metodistas. El contacto vino a través de una serie de entrevistas con Thomas Maxfield, el
primer laico itinerante que tuvo Wesley. Sin embargo, Coke vino a conocer la realidad
espiritual como resultado de su relación con un campesino indocto, que era líder de una
clase en Devoshire. El “conocimiento de la verdad divina” de este hombre impresionó
profundamente al doctor Coke. Aquel humilde laico le explicó el camino de salvación en
forma más clara y entonces Coke experimentó su verdadera conversión.
A medida que su experiencia religiosa se profundizaba, el carácter de su ministerio
fue cambiando. Era más ferviente y comenzó a predicar sin notas. Introdujo el canto de
himnos y estimuló los testimonios personales de perdón de pecados. Su congregación
creció, pero así también creció la oposición.
El despertamiento espiritual, a Thomas Coke, le trajo encima la cólera de algunos
feligreses influyentes. Las clases del tipo moral “decentemente muerto”, no gustaban de
él porque insistía en la necesidad de tener vida espiritual, y a “los inmorales” tampoco
les caía bien porque condenaba los pecados que ellos cometían. Al final demandaron y on
44
proyecto, considerando que era inútil hacer el esfuerzo, excepto que se contara con una
fuerza, o grupo bien equipado. Fuerza que el metodismo no podía proporcionar en aquel
momento. Además, el veto impuesto por la compañía India Oriental, sobre las misiones
dentro de la esfera británica continuaba en efecto. Pero, aun a través de los viajes de Coke
por otras regiones, India continuaba ejerciendo una fuerte atracción para él.
Arribo a las Indias Occidentales. La primera obligación misionera mayor para
Coke, le llegó casi por accidente. Su segundo viaje a Norteamérica (1786-87) lo llevó a
las Islas de las Indias Occidentales. Considerando que la travesía por barco es el medio
típico de los próximos viajes de Coke, tomaré tiempo para entrar en algunos detalles.
Se embarcó en Gavesend, Inglaterra el 24 de septiembre de 1786 con rumbo a
Halifax, Nueva Escocía. Las instrucciones de Wesley eran que debía reunir los
predicadores de la América del Norte británica en una conferencia, antes de seguir a los
Estados Unidos. Llevó con él dos jóvenes misioneros para Nueva Escocia, y un tercero
designado para Antigua.
El barco fue desviado de su rumbo por peligrosos vientos. Una y otra vez los
marineros estuvieron listos para cortar el mástil, como última medida para, al menos,
salvar el barco. Sumándose a los problemas ya existentes, el casco comenzó a hacer agua
lo que hacía parecer que estaban condenados a naufragar.
El domingo 25 de noviembre, Coke escribió en su diario personal: “Hoy se rompió
uno de los soportes principales del palo mayor”. El día siguiente aparece una igualmente
simple declaración, “El otro soporte principal también se perdió”.
El capitán estaba obsesionado con la idea de que el grupo de misioneros que
llevaba a bordo, igual que en la historia de Jonás, estaba trayendo mala fortuna al barco.
En cierta ocasión consideró seriamente la posibilidad de tirar a Coke por la borda. Sin
embargo, no lo intentó. Pero en un arrebato tomó algunos de los libros y papeles más
valiosos de Coke y los lanzó al agua.
Durante el furor de la tormenta, Coke extrajo una importante beneficio espiritual.
Escribió:
“Llegué a estar dispuesto a ser todo o nada. . . ser utilizado o quedar a un costado,
como El crea conveniente. Esta fue una actitud con la que estaba poco
familiarizado. . . Desde hace mucho tiempo estuve dispuesto a morir, pero no a
estar inactivo mientras viva. . . siento que he deseado todo lo que he tenido que
sufrir”.15
51
La escena traía una extraña reminiscencia del apóstol Pablo y su estadía en Troas.
Coke veía la mano de Dios en todo esto, y decidió dejar sus misioneros en las Indias
Occidentales en lugar de continuar a Nueva Escocia. Visitó una serie de islas alrededor y
en seis semanas el metodismo quedó bien plantado en las Islas de Barlovento y de
Sotavento.
La misión de las Indias Occidentales fue la primera de varias que encabezaría
Coke. Sin embargo, aquella misión mantendría un lugar especial en su corazón por el
resto de sus días. Dispuso una fuerte porción de sus recursos para sostener aquella
misión. Antes de morir vio crecer el cuerpo misionero a 25 obreros y la feligresía llegar
cerca de los 16.000.
Un sólo objetivo. Las misiones mundiales, de esta manera, llegaron a ser su pan
cotidiano. Para él los misioneros eran como sus hijos, cuidaba de su bienestar
constantemente y suplía sus necesidades con liberalidad. Se escribía con ellos desde
donde estuviera. Cuando eran perseguidos, él defendía la causa con los gobiernos de
Inglaterra y de Holanda. De hecho, “suplirle a los misioneros lo que ellos quieran”,
superaba en su concepto “toda otra consideración”.
Se reconoce entonces, que Coke fue el padre de las misiones metodistas. Sus
intensos esfuerzos en el extranjero fueron igualados sólo por su agitada actividad en el
frente doméstico. En ausencia de una organización aceptable, entró en una campaña
financiera intensiva para la expansión de las misiones. Este siervo de Dios era muy
persistente en sus solicitudes, al punto de ser hallado algunas veces rogando por ayuda
para las misioners puerta por puerta literalmente. Coke hablaba a comerciantes,
banqueros y hombres profesionales en sus lugares de trabajo, sus estudios contables y sus
oficinas. Al mismo tiempo, con frecuencia, se lo encontró en los púlpitos solicitando
ofrendas más generosas para la causa misionera.
No hubo quien se resistiera a su apasionada apelación. “Por favor señor”, le dijo el
capitán de un barco de guerra a un caballero en Plymouth, “¿sabe usted algo de un
hombrecito que se llama a sí mismo Dr. Coke, y anda por ahí pidiendo dinero para
mandar misioneros a los esclavos?” “Lo conozco bien”, fue la respuesta. “Parece ser”,
dijo el capitán, “un diablillo maravillosamente inteligente; esta mañana me convenció y
me sacó dos guineas”.17
Mientras buscaba fondos misioneros, el Dr. Coke encontró una valiosa compañía.
En 1805 el señor Pawson le presentó una dama en Bristol, la que le prometió 100 libras si
le hacía una visita en Bradford, condado de Wilts. Cuando él la visitó, esta dama le
53
entregó 200 libras. La amistad que se estableció resultó, a la postre, en el feliz casamiento
de ambos.
El Dr. Coke personalmente estableció la norma o modelo para las ofrendas
misioneras. Dedicó su propia fortuna, que no era pequeña, a la causa asi como los
importantes legados que le dejaron, en su momento, sus dos esposas. Sería imposible
calcular la contribución que él hizo al metodismo, sin embargo, fue siempre un dador
alegre a lo que él consideró la más valiosa de las causas. En su aventura misionera final a
la India, escribió:
“No puedo arrepentirme de las miles de horas que he invertido en uno de los más
viles y a la vez glorioso trabajo de mendigar de casa en casa. Las decenas de miles
de libras que recogí para las misiones y los efectos benéficos de esto, forman una
amplia compensación por todo el tiempo y todo el trabajo. Todo es del Señor”.18
El celo del Dr. Coke por las misiones fue tan intenso que esto absorbió toda su
alma. Se me dijo que aun estando abrumado por la fatiga y dormitando, si fueren
mencionadas las misiones se despertaría instantáneamente y entraría animadamente en
conversación. Un observador declaró una vez a causa de esto “que si el doctor estuviera
muerto y alguien le susurrara las palabras misión o misionero al oído, habría esperanza de
que volviera a la vida”.20 “Sus trabajos y logros”, agregó un historiador, “fueron míticos,
tal como los llamaría una crítica escéptica; tal crítica escéptica sobreviviría doscientos
años”.21
Hay que admitir que la administración de Coke, tuvo algunos fallos; su celo a
veces superó su discreción. Por ejemplo, no apreció totalmente la dificultad de sus
hermanos norteamericanos en la cuestión de la esclavitud, pero debe decirse que “sus
faltas fueron las de un hombre impulsivo con un corazón grande, un hombre idealista”.22
Thomas Coke legó al metodismo una obra misionera mundial en marcha y extendida
desde el occidente hasta el oriente.
54
El 28 de junio de 1813, el Dr. Coke le dirigió una carta a Drew desde “La Casa de
Predicación” en Dublín. Decía: “Ahora estoy muerto para Europa y vivo para la India.
Dios mismo me ha dicho, “Ve a Ceylán”. Estoy tan convencido de la voluntad de Dios
que me parece que es mejor para mí llegar desnudo a la costa de Ceylán, sin ropa y sin
55
amigos, que no ir”.25 Con este pensamiento llegó a la Conferencia Inglesa que sesionó en
Liverpool el 28 de julio de 1813.
El asunto había sido discutido previamente en la asamblea del distrito de Londres.
El tema había levantado fuertes objeciones en Londres. Así que estas y otras objeciones
fueron presentadas en Liverpool. Mientras que algunos de los miembros más capaces del
cuerpo abogaban por plantar la misión como Coke lo había propuesto, otros muchos se
oponían.
Al terminar el primer de día de discusión, parecía que el resultado inevitable iba a
ser una acción adversa de la Conferencia; el asunto quedó pendiente para terminarlo el
día siguiente. Regresando a su alojamiento acompañado por Benjamín Clough, Coke
estaba muy preocupado. Estaba tan desanimado por el rechazo de su iniciativa que lloró
en la calle.
La mañana siguiente Coke no apareció en la sesión de apertura. Más tarde, al
hacerle algunas preguntas, Clough vio enseguida que no había dormido en toda la noche.
Coke admitió que había pasado gran parte de la noche tirado en el piso orando por la
India. Los dos hombres se fueron a la conferencia, donde Coke hizo una apasionada
apelación. “Si ustedes no me permiten ir a la India, romperán mi corazón”, lloró. Luego
se ofreció él mismo junto a los ministros que estaban de acuerdo en “atreverse con él a la
peligrosa empresa”. Agregó con su generosidad característica, que si la Conexión no
podía afrontar los gastos, él podía asegurar hasta seis mil libras para equipar la misión y
comenzar la obra. Esta desinteresada devoción desarmó a la oposición.
El viaje final. Las minutas británicas de 1813 incluyen esta anotación: “La
Conferencia autoriza y nombra al Dr. Coke para encargarse de una misión en Ceylán y
Java; y le permite tomar con él seis predicadores para tal propósito, uno de los cuales es
para el Cabo de Buena Esperanza”.26
Así que Coke siguió adelante con los planes de introducir el metodismo en el
continente asiático. El 31 de diciembre de 1813, el obispo y seis misioneros se
embarcaron en Portsmouth. La flota en la que navegaban fue más bien impresionante.
Como era tiempo de guerra, el total de transportes y buques de guerra eran en total treinta
y tres veleros.
La pequeña armada navegó por mares turbulentos, sufrió grandes pérdidas de
equipo y de vidas. Sin embargo, el jubiloso Dr. Coke permaneció impávido. Abordo del
barco escribió en su diario:
56
“Tengo la habitación más encantadora. Tiene dos ventanas grandes que se abren
desde la popa al mar; y mi sillón y mi mesa están ubicados en la situación más
conveniente posible. . . Aquí ocupo casi todo mi tiempo, y prácticamente la
totalidad de éste leyendo y escribiendo portugués, excepto mis horas de
meditación; las que de hecho difícilmente las puedo exceptuar, pues mi estudio
principal es la Biblia en portugués. ¡Oh qué dulce es la Palabra de Dios! Desde
que llegué a este barco la he amado más que nunca antes. . . Me apresuro a Asia
con alegría y gozo. . .”27
La mañana del 3 de mayo de 1814, a la edad de sesenta y siete años, Coke fue
encontrado muerto en el piso de su camarote. Había muerto aparentemente temprano en
la noche de un ataque fulminante. Poco antes del atardecer, la tarde del mismo día, una
pequeña flota de cinco veleros fondearon en el océano Indico. El mar estaba muy picado
y batía fuertemente las embarcaciones. El son de una campana en uno de los barcos se oía
sobre el ruido del viento y las olas. Sobre la cubierta de aquel barco podía verse un ataúd
tapado con banderas de señales, colocado en la plancha a sotavento. Los marineros
estaban formados sobre la cubierta en línea. La tripulación y los pasajeros re reunían
alrededor del ataúd profundamente conmovidos. Un misionero de entre los pasajeros leyó
el servicio fúnebre, y justo en el momento del crepúsculo el féretro fue elevado sobre un
costado del velero y se lo dejó caer en la profundidad.
Aquella escena en el ocaso marcó el fin de la gloriosa carrera del “Ministro
Metodista de Asuntos Extranjeros”, y una de las figuras misioneras más grande de todos
los tiempos. Pero marcó también el comienzo de un movimiento. Fue tanto la del
atardecer como la de un amanecer. Así como San Pablo abrió un camino imborrable para
las primeras misiones cristianas, del mismo modo Thomas Coke -mucho más de lo que
generalmente se reconoce -abrió un camino para lo que Latourette ha llamado el “Gran
Siglo” de las misiones modernas. Ese camino no fue sólo para el metodismo británico y
norteamericano, sino para el protestantismo en general.28
57
I. JABEZ BUNTING
protestas de los amigos y aun de Thomas Coke mismo evitaron que abordara finalmente
el barco.
Impedido de “bajar a la mina” él mismo, sostuvo las cuerdas para los otros. El
progreso de la obra en el extranjero, entonces, llegó a ser un objetivo central de su
ministerio en Inglaterra.
Una causa pública. El Dr. Coke visitó Leeds al principio del verano de 1813
cuando estaba preparando su misión a Oriente, allí discutió la condición del Fondo
Misionero con varios laicos de Leeds. La preocupación tenía que descansar sobre los
hombros de otros más que en los suyos propios. Dos caballeros, William Brigg y
especialmente William Scarth, sugirieron la idea de una Sociedad Misionera Metodista.
Las claras ideas que estos hombres tenían rápidamente harían de las misiones una “causa
pública” y, por lo tanto, ya no dependería en los esfuerzos de un solo hombre.
Como nuevo director del Distrito de Leeds, Bunting sintió profundamente la carga
por las misiones. El Dr. Coke estaba dejando tras él no solo la carga de los lugares
establecidos, además dejaba el costo desconocido del nuevo esfuerzo en la India. Se dio
cuenta que debería haber un crecimiento importante en las contribuciones misioneras en
toda la iglesia o estas sufrirían un desastroso retroceso.
Al encarar la crisis con honestidad, Bunting actuó de acuerdo a las sugerencias de
los laicos de Leeds. Junto con aquellos laicos fue capaz de lograr el apoyo de varios
ministros prominentes de circuitos vecinos y la aprobación del Comité Misionero de
Londres. El resultado fue un plan para una “Sociedad Misionera Auxiliar” para el distrito
de Leeds.
El 6 de octubre de 1813 Bunting reunió su distrito con el expreso propósito de
presentar el desafío. La asamblea se reunió en la capilla de Saint Peter en Leeds, la
reunión fue “multitudinaria, unánime y entusiasta”.4 Thomas Thompson, que era
comerciante y miembro filántropo del Parlamento, ocupó la presidencia, a su vez estuvo
rodeado de un grupo impresionante de hombres muy capaces. Tanto por voz como por
voto la asamblea comprometió al metodismo, para todo propósito práctico, a las misiones
mundiales. La fecha de la reunión está considerada como el aniversario de la Sociedad
Misionera Metodista Wesleyana.5
Se recordará que -la conferencia de 1813 aprobó, pero con reservas, el plan de
Coke para la India. Ahora que había partido el hombre que por tanto tiempo había
representado el espíritu misionero, muchos predijeron días oscuros en el futuro. Aun
después que Bunting se mudó valientemente a Leeds, algunos continuaron abrigando
61
serias dudas. La forma propuesta de acción era una desviación de la tradición metodista.
Sus capillas habían sido usadas raramente para otro propósito que no fuera la adoración
congregacional y el compañerismo. En realidad no se anticipaban otros usos.
Abrir las capillas para las reuniones regulares de las sociedades misioneras fue
visto como una innovación dudosa. Algunas autoridades muy importantes dijeron que era
un “procedimiento inconstitucional” y también que era un “precedente peligroso”. La
reacción de Bunting fue una demostración extraordinaria de valor que no todos vieron
como apropiada. Los sentimientos de temor fueron expresados por un predicador
anciano, en uno de las primeras reuniones. “Debemos”, dijo refiriéndose a Bunting,
“aplastar la imprudencia de ese joven”.
Pero Bunting percibió claramente los vientos favorables. Exponiéndose a la
censura, “aprovechó la oportunidad para dar un gran impulso a la administración
misionera”.6 Poco menos de un mes después de llegar a Leeds el panorama había
cambiado completamente. La causa misionera ya no era un interés casual o secundario de
la iglesia. El metodismo sería ahora, “una iglesia reavivada en su espíritu y misionera en
su organización”.7
Para el tiempo de la conferencia misionera de 1814, el movimiento misionero se
había esparcido por toda la Conección. Los fondos fluían hacia la debilitada tesorería
dando amplia justificación al nuevo rumbo. La crítica quedó silenciada y la Sociedad
Misionera se transformó en una entidad permanente.
La abrumadora aprobación que recibió la conducción de Bunting, quedó en
evidencia en la misma asamblea cuando fue electo para el cargo de Junta Legal de los
Cien (Un grupo de cien predicadores que serían responsables legales después de la
muerte de Wesley). Fue el primer hombre en no ser elegido por simple antigüedad sino
por voto. La Conferencia también lo promovió al cargo de Secretario para suceder al Dr.
Coke. Desde este puesto continuó su campaña para la obra de las misiones. Fue
nombrado Secretario Oficial de Misiones desde 1818-1820, y otra vez desde 1821-1824.
En este puesto o fuera de él, la autoridad de Bunting en asuntos misioneros fue siempre
eminente.
la agudeza intelectual de un filósofo con la vivacidad de un poeta. Watson vino a ser uno
de los más influyentes legisladores de la iglesia y sus juicios fueron de valor incalculable.
Como el teólogo más importante del metodismo, sus libros se usaron durante mucho
tiempo como textos requeridos. Sumado a sus muchos logros, fue también un abogado
elocuente del programa misionero. Durante varios años dirigió las operaciones en el
extranjero, las defendió con su pluma y exigió para ellas el respeto y el auspicio de todo
el pueblo británico.9
Richard Watson nació el 22 de febrero de 1781, era hijo de un talabartero. Desde
su primera infancia dio muestras de poseer una inteligencia por encima del promedio y
también mostró seriedad al recibir su educación clásica.
Para facilitar la educación de su hijo, el padre se mudó con la familia a Lincoln en
1789. El muchacho a los catorce años era aprendiz de carpintero y de constructor. Creció
rápidamente en aquella edad temprana de tal manera que a los quince ya medía como un
metro y ochenta centímetros y era muy delgado. Nunca gozó de una salud robusta y sin
duda el rápido crecimiento no ayudó a fortalecer su salud.
Despertamiento brusco. Su educación incluía un conocimiento básico de las
lenguas clásicas. Más adelante las dominó adquiriendo un conocimiento comprensivo de
literatura y ciencias.
El temprano interés que Watson tuvo en cuanto a la controversia calvinista, lo
llevó a escuchar a un predicador metodista. El supuso que la tendencia arminiana del
predicador podría proveerle algunos nuevos argumentos. Pero aquel ministro itinerante
atendía áreas más prácticas. El sermón despertó la conciencia del joven espectador y
consecuentemente cayó bajo una profunda convicción por sus pecados. Regresó a su
casa, no para discutir sobre teología sino para orar. Hasta que luego de varios días de
verdadera angustia espiritual recibió la paz de Dios “que sobrepasa todo entendimiento”.
Watson nunca olvidó la hora de su liberación. En su lecho de muerte le dijo a un
amigo, “¡Qué luz aquella! ¡Qué día aquel cuando el Espíritu bendecido de Dios trajo por
primera vez la luz del cielo a nuestras oscuras mentes!”10
La estrella de Watson se elevó rápidamente en el metodismo. Tenía quince años
cuando predicó su primer sermón, causó un efecto tal, que la gente le insistió para que
regresara. En la ocasión de su proxima visita, la multitud era tan grande que no cabían en
el lugar y tuvo que predicar afuera.
Fue el único predicador metodista que comenzó sus giras de predicación a la edad
de dieciséis años. Su aprendizaje, su conversión, el proceso de unirse a la Sociedad
63
Defensor de las misiones. Va a ser imposible hacerle justicia aquí a los servicios
prestados por Richard Watson como Secretario de Misiones. No fue un viajero, pero
evidentemente gozaba de una imaginación que le permitía simpatizar con la situación de
los que servían en el extranjero. Los misioneros lo miraban con reverencia y afecto, pues
el alto cargo que ejercía nunca superó al hombre y al hermano ministro. Sus cartas
muestran tanto su buen estilo como su humor. Cuando se necesitaba escribir un panfleto
en defensa de la causa misionera, ante un gobierno extranjero o ante el gobierno de su
propio país, se buscaba a Watson para hacerlo. También colaboró con Bunting en el
desarrollo del reglamento y constitución de la Sociedad Misionera, documento éste que
tomó su forma final en 1818.
Durante muchos años Watson preparó los Informes Anuales del trabajo realizado
por los agentes de la Sociedad en todas las estaciones ocupadas en aquellos días. Las
declaraciones expresadas con claridad y destreza que surgían de su pluma son de lectura
interesante hasta hoy día. Findlay observa acertadamente que, “Richard Watson daba
trámite a los asuntos misioneros con la magnificencia de un Secretario de Estado del
reino de Dios”.13
De todos los nobles fines u objetivos del metodismo, que llamaban su atención, las
misiones extranjeras obviamente eran su primer amor. En la promoción de tan alto
esfuerzo entregó toda la fuerza de su refinado intelecto y de su sincera piedad. Cuando
comenzó su trabajo con la Sociedad, el total de los recibos totalizaban un poco más de 7
mil libras. El vio multiplicarse esta cantidad hasta llegar a más de 100 mil. Las estaciones
misioneras para aquel tiempo incluían 15 mil comulgantes. El fue testigo del incremento
de esta cantidad hasta llegar cerca de 44 mil. El metodismo quedaba ahora, “firmemente
establecido en el extranjero, influyente en Inglaterra y con la promesa de abarcar tarde o
temprano todo el mundo pagano”.14
La vida de sufrimiento físico de Watson se apagó el 8 de enero de 1833 cuando
contaba con apenas 52 años.
Mientras estaba sirviendo en Londres, conoció también al Dr. Coke. De este tomó
enseguida el celo contagioso por la obra misionera que poseía aquel hombre incansable,
al que acompañó de allí en adelante. Aunque Coke murió poco tiempo después, esta
relación tuvo implicaciones permanentes. Newton llegó a ser el promotor más popular de
las misiones en toda Inglaterra.15
La experiencia londinense probó ser de mucho valor para él, pero el primer amor
de Newton era viajar y predicar en las áreas rurales. En 1814 aceptó de buena gana una
localidad mucho más tranquila como lo era Wakefield. Se mudó allí poco después de la
formación de la Sociedad Misionera de Distrito en Leeds. Entonces el entusiasmo de
aquel movimiento lo atrapó inmediatamente.
En ese tiempo Jabez Bunting estaba en Leeds, Richard Watson estaba en Hull, y
ahora Robert Newton estaba en Wakefield. Estos tres celosos defensores de las misiones
pronto abarcaron todo el territorio circundante y pusieron en marcha organizaciones
misioneras con mucha rapidez. Newton estaba en Londres cuando se celebró la reunión
inaugural en Leeds, pero el año siguiente en la reunión del primer aniversario estaba en la
plataforma misionera. De aquí en adelante estuvo en constante demanda para ocasiones
misioneras en todas partes.16
Las invitaciones para servir en aniversarios misioneros, en capillas de apertura y
en otras ocasiones especiales comenzaron a llegar con mayor frecuencia. El hecho de
haber sido electo cuatro veces para la presidencia de la Conferencia Británica, es un
honor que compartió con su buen amigo Jabez Bunting. Probablemente no hubo otra
persona de su tiempo, más conocida que él por los conductores y guardianes de las
diligencias en los caminos de Inglaterra.
“Durante cuarenta años fue tan omnipresente en el Reino Unido como puede ser
posible para un ser humano, y se estimó que años tras año habló año tras año a
mas número de personas que cualquiera otro contemporáneo suyo”.17
Visita a América. La visita de Newton a los Estados Unidos en 1840 fue, en
efecto, un acontecimiento nacional. Llegó a Nueva York un domingo al medio día y
predicó esa misma noche en la ciudad ante una enorme multitud. Estaba tan apretada la
congregación que hubo que usar una escalera para entrar a la iglesia.
El próximo día asistió a una reunión misionera, toda la audiencia se puso de pie
para darle la bienvenida cuando anunciaron su nombre. Habló durante dos horas, y por
primera vez en Norteamérica, la gente no se pudo abstener de aplaudir.
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“Con el mundo bajo sus pies, el cielo en sus ojos, con el evangelio en su cabeza y
Cristo en su corazón, él intercede como un embajador de Dios, reconociendo sólo
a Cristo Jesús, gonzándose sólo en la promoción del reino de Cristo y glorificando
sólo la cruz de Cristo, en la que él está crucificado para el mundo y el mundo para
él”.1
Este era el retrato que John Venn hizo de un verdadero misionero en 1806 y así
eran aquellos que estaban en la vanguardia del movimiento metodista en el extranjero.
En este capítulo trazaremos brevemente el valeroso desempeño de mujeres y
hombres cuyos corazones, lo mismo que el de Wesley, experimentaban también en su
corazón aquel “extraño ardor”. Al igual que Wesley, no sabían nada de una “religión
solitaria” sino que reclamaban el mundo como su parroquia.
I. PIONEROS COLONIALES
Estos hombres tenían pocos “dones para la evangelización” y, como observa Edwards,
“la llama ardió constantemente pero no hubo incendio alguno” como resultado de sus
ministerios. Sin embargo, eran hombres buenos y permanecieron cumpliendo con sus
obligaciones hasta que la Revolución los obligó a volver a Inglaterra.
Francis Asbury. Fue durante la Conferencia de Bristol de 1771 que, el hombre
que luego sería considerado el apóstol del Metodismo Norteamericano, Francis Asbury se
ofreció para el servicio. “Nuestros hermanos de Norteamérica piden ayuda en voz alta”,
se lee en las minutas de aquella histórica sesión. “¿Quién está dispuesto a ir y ayudarlos?”
Hubo cinco dispuestos a ir, pero solo fueron nombrados dos de ellos, Francis Asbury y
Richard Wright.
Wríght era evidentemente de un pobre calibre espiritual y pronto se desanimó.
Luego de un corto período de trabajo misionero regresó a Inglaterra y eventualmente
abandonó el metodismo. En efecto, Barclay hace la curiosa observación que, “con una
sola excepción, los primeros misioneros de Wesley a Norteamérica no estuvieron mucho
tiempo. Todos menos Asbury fueron misionero de corto tiempo”.4
El 4 de setiembre de 1771, Francis Asbury zarpó desde el Canal de Bristol. De
esta manera le dio la espalda para siempre a un país al que pudo haberse dado sin
reservas, para entregarse a otro. Los sentimientos de aquel misionero solitario quedaron
registrados en su diario personal, en el octavo día de navegación. “¿A dónde me estoy
dirigiendo? Al Nuevo Mundo. ¿Qué voy a hacer?, ¿ganar honor? No, si es que conozco
mi corazón. ¿Voy a ganar dinero? No. Voy a vivir para Dios y traer a otros para que
hagan lo mismo”.5
Los primeros predicadores que Juan Wesley envió, se asustaron de los grandes
territorios interiores del Continente Americano. Preferían establecerse en grandes centros
como Nueva York y Philadelphia y hacer, de vez en cuando, incursiones en los territorios
de alrededor. No fue así con Asbury. Este se dio cuenta desde el comienzo que ese
método podría ser la muerte de la joven iglesia. El llamado nunca debería ser a quedarse
quieto, sino a ir adelante. El fue el primero de un gran ejército de predicadores itinerantes
que evangelizaron Norteamérica desde la costa Este hasta la Oeste.
Un observador declaró que: “¡Era más difícil ir al lugar más fácil que adelantarse
al obispo volador!”6 Asbury mismo da la mejor descripción de un año típico de labor:
“Desde Maine a Virginia, a través de las Carolinas, vadeando pantanos, cruzando
los ríos que fluyen desde las vertientes al este de los Alleghenies hacia el
Atlántico, o bajando a Georgia, regresando a Carolina del Norte, atravesando las
71
el camino sin conocimiento... baleado una vez... otra vez librado de una turba armada, en
lo más oscuro de la noche, por la luz de un rayo sorpresivo, apedreado frecuentemente”.10
Luego estaba Joseph Everett, “el predicador de lenguaje más rudo que jamás haya
estado en las filas de los predicadores itinerantes”. Rudo en la forma de hablar, pero no
en el conocimiento. No debemos excluir a John Dickins, erudito y santo, del cual Asbury
dice que “por piedad, probidad, predicación provechosa, vida santa y oración secreta,
dudo que pueda encontrarse tanto en Europa como en América, uno superior a él”. Estos
y otros de igual estatura lograron algunas de las victorias más memorables del metodismo
norteamericano de los primeros años.
Después de 1784, el metodismo en los Estados Unidos fue totalmente indígena. Ya
no dependió más de recursos de afuera. Estaba destinado a ser una fuerza misionera
poderosa por sí mismo.
La historia de la conquista metodista de la época colonial, que aquí ha sido
tipificada por el relato americano, ciertamente no termina allí. Una relación completa
debería incluir a Newfoundland, Nova Scotia y New Brunswick junto con Canadá y
Australia. Estas historias, aunque son igualmente estimulantes, tendrán que ser contadas
en otra lugar.-
durante aquella visita fueron bautizados por Wesley. Este se refirió a uno de estos
hombres negros como “el primer cristiano africano que he conocido. Pero no es el
primero para nuestro Señor”; y preguntó: “¿serán estos paganos, a su debido tiempo,
también herencia escogida por Dios?”
Gilbert regresó a Antigua en 1760 encendido con un nuevo celo evangélico.
Comenzó a predicar el evangelio de Jesucristo a los esclavos en su propia hacienda y en
las haciendas vecinas. Antes de su muerte ocurrida en 1774, había levantado una
Sociedad Metodista de doscientas almas aproximadamente.
Nathaniel Gilbert recibió la ayuda de su hermano Francis. En 1773, Francis le
escribió a Wesley: “Es tan grande el éxito que estamos teniendo, que parece que toda la
isla está conmovida buscando al Señor”. Francias evidentemente abandonó la sila
después de la muerte de su hermano, pues cuando en 1778 llegó el misionero Baxter
encontró al rebaño Metodista sin pastor.
John Baxter, un carpintero naval inglés y predicador local metodista, aceptó un
nombramiento del gobierno para trabajar en Antigua. Era una persona enérgica y devota;
vino a la isla con la intención de hacer obra misionera. Su llegada indudablemente fue
muy oportuna. Al terminar su primer año, informó acerca de una actitud receptiva en la
isla. Describió al poblador negro para Wesley como, “maduro para el evangelio: 600
personas se han unido a la Sociedad... muchas de estas personas caminan diez o quince
kilómetros descalzos para estar en las clases”.12
Durante el siguiente año, Baxter construyó una capilla grande para su
congregación en la ciudad de Saint John, la capital. La carga de trabajo, sin embargo, fue
demandando cada vez más, así que pidió ayuda. “Estamos en gran necesidad de líderes...
encuentro que es físicamente muy difícil trabajar todo el día y cabalgar quince kilómetros
por la noche para predicar”.
Impacto en la sociedad. La llegada providencial de Thomas Coke a la isla de
Antigua en 1786, marcó el comienzo de un nuevo día para Antigua y para todas las Indias
Occidentales (ver capítulo IV). Pero, a decir verdad, el Metodismo no encontró en todas
partes, la misma respuesta que en Antigua. La lucha por la emancipación estaba en un
momento crítico y muchos hacendados se opusieron fuertemente a la entrada del
evangelio.
La isla de West Indian de San Vicente es un ejemplo de esto. Los hacendados allí
se alarmaron por la conversión de los esclavos negros. Y en 1791 surgió una terrible
persecución. Robert Gamble y Matthew Lamb que habían llegado con Coke en su
74
Como hemos notado, Thomas Coke llegó a a las Indias Occidentales de camino a
América. En este viaje se interesó especialmente en el ministerio a los pobladores negros.
Escribió en su diario personal: “Desde que visité la isla, he encontrado un don especial
para hablar a los pobladores negros. Me parece casi irresistible. Quién sabe si el Señor
está preparándome para visitar en algún tiempo futuro las costas de África”.14
Sierra Leona. Aquel “tiempo futuro” nunca llegó para Coke, pero sí llegó para su
iglesia. Los wesleyanos, desde temprano en su historia y con impaciencia se dirigieron
hacia Africa. Desafortunadamente la primera misión fracasó. Coke había recibido un
75
llamado de las tribus Foulah, que estaban ubicadas en la colonia británica de Sierra
Leona, en el África occidental. En 1795 logró reclutar un grupo de mecánicos y
predicadores locales para el proyecto. De acuerdo a lo planeado, tendrían que instruir a
los nativos “en artes domésticos, inculcarles piedad con su ejemplo y ocasionalmente
predicar el evangelio de Jesucristo” .15
El variado grupo de misioneros dejó Portsmouth en febrero de 1796. Se hizo
evidente, desde el principio, que al seleccionar el grupo no se había usado el mejor juicio.
Durante el viaje surgió una disensión entre los miembros del grupo. La tensión creció
tanto que se tuvo que abandonar todo el proyecto poco después de haber llegado a Sierra
Leona.
Se informó del fracaso en la Conferencia de 1796 y esta atribuyó el suceso a que la
misión no se había formado “de acuerdo al plan misionero apropiado”. La Conferencia
creyó que la evangelización debe preceder a la civilización. Se nombraron dos misioneros
más para Africa, aunque el nuevo proyecto nunca llegó a desarrollarse. El colapso total
de la misión fue un trago amargo para Coke en lo personal, lo expresó en sus propias
palabras diciendo: “me dejó sangrando por cada poro”.
A pesar del revés inicial, los metodistas no se dieron por vencidos en cuanto a
África. En 1811 Sierra Leona fue el objetivo de un intento mucho más exitoso. Ya al año
siguiente de la muerte de Wesley, se informó que había metodistas en aquella colonia.
Durante la revolución norteamericana, muchos negros huyeron de los Estados Unidos y
se fueron a Nova Scotia. Allí tomaron contacto con el evangelio y muchos se convirtieron
bajo el ministerio de predicadores metodistas.
En 1792 cerca de 1.200 de los fugitivos fueron trasladados a Sierra Leona. Los
metodistas de este grupo, formaron clases y dos predicadores locales condujeron los
servicios religiosos. Se construyó una capilla y Mingo Jorda, un hombre negro, comenzó
a trabajar entre ellos con bastante éxito. En 1806 le llegaron a Coke noticias pidiendo
refuerzos para la obra.
Cuando en 18ll llegó George Warren, el primer misionero wesleyano a Sierra
Leona, encontró dos capillas metodistas y tres predicadores locales con unos cien
miembros. Acompañando a Warren iban tres maestros de escuela, dos de los cuales eran
predicadores locales. Las perspectivas para el nuevo proyecto eran buenas, pero en menos
de 12 meses Warren murió. Dos años más tarde sus compañeros se vieron forzados a
regresar a Inglaterra, por causa de las enfermedades.
76
Estas trágicas pérdidas fueron solo un anticipo de lo que vendría. Africa entregó su
fruto a los misioneros con enorme dificultad. Los pioneros afrontaron problemas serios,
uno de los cuales fue el clima. La costa oeste fue apodada con mucha razón “La Tumba
del Hombre Blanco”. ¡La tasa de mortalidad era sorprendente! En Sierra Leona, la
Sociedad Misionera de la Iglesia, por ejemplo, perdió 53 misioneros en los primeros 29
años. Solo en 1823 murieron 12 misioneros en un período de ocho meses. Algunos
cayeron el primer mes después de llegar al campo, otros pocos lograron sobrevivir hasta
10 años.
Stevens dice que luego de la muerte de Warren, fueron enviados 123 misioneros y
sus esposas al Africa occidental. De los enviados, cerca de la mitad murieron por causa
del tan difícil clima; otros tuvieron que regresar a su tierra con la salud quebrantada. La
Sociedad Misionera se vio obligada a reducir el término de servicio a siete años, luego a
tres y finalmente a dos.
Esta, en apariencia desalentadora, historia se repitió con frecuencia en las
estaciones misioneras de la costa occidental; pero la adversidad parecía estimular
esfuerzos aún más intensos. La iglesia en Inglaterra sintió que Africa no debía ser
abandonada a ningún precio. Hubo un grupo firme de voluntarios para reemplazar a los
caídos. “Rápidamente eran suplidos los misioneros, desde Inglaterra, a medida que se
enfermaban los que habían salido anteriormente”.16 Esta voluntad de lograr la victoria
habría de producir muy buenos resultados.
William Davies y Samuel Brown sucedieron a Warren en Sierra Leona y las
observaciones del Rector anglicano de Freetown, escritas en 1827, nos dan una buena
idea del trabajo de los misioneros wesleyanos:
“Estos caballeros visitan los hospitales, la cárcel y los lugares de enfermedad,
vicio y miseria. . . Yendo constantemente entre sus oyentes, dan evidencia de ser
sus padres espirituales. . . ¡Me regocijo con todo el bien que confío están haciendo,
y les deseo exito!”17
Cuando Thomas Coke murió en viaje a la India, dejó seis misioneros aturdidos y
sin liderazgo. Algunos de los pasajeros los contemplaron con piedad y otros con
desprecio. Un caballero les aconsejó que al llegar a Bombay declararan su situación al
gobierno y solicitaran pasajes gratuitos de regreso a Inglaterra. Pero ellos no se
acobardaron. Respondieron que su retirada era imposible y que ellos iban a intentar la
conversión de los nativos de la India. El hombre se rió y les dijo que eran unos soñadores.
78
La respuesta misionera fue: “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios y
nosotros confiamos en Dios”.
El grupo desembarcó en Bombay sin fondos suficientes para pagar la primera
noche de alojamiento. El Dr. Coke no había hecho ningún arreglo para esta contingencia.
Gracias a la mediación del capitán del barco, consiguieron un adelanto para sus
necesidades inmediatas. Fueron recibidos como huéspedes personales del gobernador de
Bombay. Un mes después la pequeña compañía se embarcaba para Galle en la parte
sudoccidental de Ceylán.
Ceylán recién había sido tomada por los holandeses y ahora era una colonia de la
corona bajo el control de la Compañía India del Este. La misión contó con el favor del
gobierno local y se extendió rápidamente. Los misioneros, dispersos en diferentes
estaciones misioneras, establecieron sabiamente muchos puntos de predicación. Varios
sacerdotes budistas de mucha influencia se convirtieron. Los nombres de aquellos pronto
aparecieron en las “Minutas” como predicadores.20
De este modo, la aguerrida banda que dejó Coke fue capaz de establecer y
mantener una cabeza de playa. A partir de 1815 fueron llegando cada vez más refuerzos,
realizando otro sueño de Coke, esta vez para la India.
79
Las últimas dos décadas han sido testigo de un creciente interés por lo métodos
empleados para llevar adelante la Gran Comisión. El gran renacimiento del interés queda
reflejado en el retorno al énfasis de Roland Allen en el Nuevo Testamento y
específicamente en la metodología paulina. El movimiento del Crecimiento de la Iglesia
(Iglecrecimiento) encabezado por Donald MacGavran ha “arrimado leña al fuego”, y en
buena medida marcó una nueva dirección para conducir las misiones en nuestro tiempo.
Debido al extraordinario exito de las primeras misiones metodistas, este escritor es
de la opinión que estas merecen un lugar mucho más amplio en la presente investigación.
El campo de este libro no permite un estudio exhaustivo de la metodología, sin embargo,
la investigación ha conducido hacia algunas observaciones generales, las cuales están
incluidas en este capítulo.
Es necesario recordar que las misiones metodistas nacieron cuando las misiones
modernas en general, estaban todavía en su infancia. El término misiones, en el sentido
que lo conocemos hoy, era una palabra nueva en el vocabulario de la iglesia. No hay
evidencia alguna de que Wesley haya usado el término en la forma que lo usamos en el
contexto contemporáneo.
Ya para el siglo tercero, el concepto Novotestamentario de la evangelización
mundial, estaba casi totalmente eclipsado. Loa conflictos teológicos y la intolerancia
sectaria dejaron al mundo en la oscuridad por mil años. Con la Reforma, llegó un nuevo
día, pero muy pronto los mismos reformadores se obsesionaron con las diferencias
doctrinales (ver los capítulos 2 y 3).
El final del siglo XVIII marca el advenimiento de las misiones modernas. Para ese
tiempo, llegó también el comienzo de una organización asociada que en los años
intermedios había estado en la base de los programas misioneros más exitosos.
80
Mientras que lo que se ha descrito más arriba tenía lugar en el frente doméstico,
hubo modelos igualmente importantes que se estaban formando en los campos
misioneros. Entre los valores metodistas en el extranjero estaban:
Personal sacrificado. La ciudad de Washington D.C. impresionó profundamente
al gran historiador Carl Sandburg en su primera visita. Vio la cúpula dorada del Capitolio
sobre el fondo de un cielo de medianoche. Observó el monumento a Washington erguirse
con gracia y más allá notó el monumento Memorial de Lincoln con simbólica dignidad.
Esto le recordó que los grandes líderes siempre conceden el alma a una nación. Luego
registró sus sentimientos en palabras inolvidables. Dijo: “Hay algo allí por lo que los
hombres están dispuestos a morir”.9
Para los pioneros metodistas, las misiones llegaron a ser una obsesión magnífica.
Vieron en ellas una causa digna por la que entregar su vida. Las preguntas sobre salario,
período de servicio y jubilación quedaron sin contestación.
Probablemente el que marcó el ritmo de este espíritu heroico más que ningún otro
fue Thomas Coke. Su absoluta generosidad en la distribución de su fortuna, junto con su
disposición para el sacrificio de su propia vida de ser necesario, fue difícil de ignorar.
Esta misma actitud lo caracterizó hasta el fin de sus días. El sermón de despedida cuando
salió para la India transmite el sentimiento.
“Esta es, tal vez, la última vez que tenga la oportunidad de hablarles. Dentro de
unos pocos días le diré adiós a Inglaterra y, probablemente para siempre... tiene
84
muy poca importancia que vuele a la gloria desde mi tierra natal, desde el
insondable océano o desde las costas de Ceylán”.10
wesleyanos, no es nada menos que el espíritu del cristianismo del Nuevo Testamento. En
ambos casos, los enviados en la iglesia primitiva y los metodistas, fueron invencibles
porque estuvieron dispuestos al sacrificio. De ambos se puede decir acertadamente que
“menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).
irrestricta que Coke tenía para levantar fondos.15 Se puede culpar a otros, pero en el caso
de Wesley no puede achacársele falta de visión o celo evangelístico. Pero él, lo mismo
que otros, le aconsejaron en ocasiones que tuviera cierta moderación y que pusiera juntos
celo y conocimiento. La joven iglesia tenía a menudo fondos limitados y éstos, a la vez,
tenían que alcanzar para cubrir los intereses domésticos.
No obstante los corazones débiles, Coke y sus sucesores inmediatos, movieron la
causa continuamente hacia adelante. Estos hombres no estaban ciegamente zigzageando
dentro del fuego enemigo. Ellos estaban claramente conscientes del poder de las fuerzas
de las tinieblas apostadas contra ellos. Watson escribe:
“¡Cuántos misioneros mueren! Algunos mueren antes de haber alcanzado la
madurez; y otros regresan a casa inútiles. El calor no nos permite llegar a ciertos
lugares. El frío nos detiene de ir a otros y la pestilencia a unos terceros. Mientras
que la muerte permanece lista para sacudir dardos envenenados a aquellos que van
adelante”.16
pero no destruidos; muriendo, pero vivimos!”, estas son las paradojas constantes
en los anales misioneros; porque “la excelencia del poder” es “de Dios y no de
nosotros”.22
90
Hoy en día escuchamos mucho que a las iglesias de los campos misioneros se les
habla de autogobierno, autosostén y autopropagación. Si, en realidad, la iglesia nacional
está en condiciones de pararse sobre sus propios pies, sostenerse a sí misma y manejar
sus propios asuntos, ¿para qué mandar más misioneros y más dinero? ¿Puede ser que la
iglesia, al fin y al cabo, ha cumplido ya con sus obligaciones con el mundo pagano?
El surgimiento de iglesias autóctonas en algunos lugares es un hecho indiscutible.
Algunas son grandes y fuertes, mientras que otras son pequeñas y débiles. ¡Alabado sea
Dios por cada una de ellas! Cuando recordamos las tremendas dificultades que
enfrentaron los pioneros, nos maravillamos de lo mucho que se ha logrado con tan poca
gente. Cada iglesia autóctona es un monumento al sacrificio de aquellos misioneros y al
poder del Evangelio.
Dicho esto, sin embargo, debemos observar que el mandato misionero no concluye
cuando se establecen iglesias autóctonas. El encargo original para la iglesia fue la
evangelización de todo el mundo. La tarea asignada incluye necesariamente la
predicación del evangelio a toda criatura y hacer discípulos en todas las naciones (Mateo
28:19). No importa que tan exitosamente hayan realizado su tarea los evangelistas
anteriores, cada generación debe evangelizar de nuevo. Los logros mayores de nuestros
antecesores “no son para nosotros tumbas que deben ser adornadas, sino modelos que
deben ser imitados”.1 La tarea está aun adelante de nosotros. La iglesia de hoy debe
prestar atención al llamado de Wesley a “servir a esta edad presente”.
Robert Hall Glover sugiere, en su libro de texto “Las Bases Bíblicas de las
Misiones”, que los discípulos que escucharon la Gran Comisión de labios del Señor
Jesucristo, deben haber cometido un par de errores. Pueden haber errado primero,
concentrando su atención en Jerusalén o no más allá de Judea y/o Samaría. Hicieron de la
tarea algo muy pequeño. Fue realmente la persecución y no una decisión voluntaria, lo
91
que los impulsó hasta lo último de la tierra. Segundo, pueden haber errado interpretando
que la comisión era buscar la conversión del mundo entero. Por lo tanto, hicieron de la
tarea algo demasiado grande.2
Que la iglesia primitiva haya logrado interpretar el mandato o no, tiene poca
importancia aquí. Pero, no cabe duda que estos dos errores aparecieron muy a menudo en
los años siguientes. La continua presencia de estos errores, puede ser en buena medida la
causa del fracaso en la realización completa de la tarea encargada por Cristo.
Entonces, ¿cuál es la naturaleza real de nuestra tarea? ¿Se trata de civilizar,
cristianizar o evangelizar el mundo? Evidentemente no se trata de civilizar, porque
grandes porciones del mundo ya lo estaban mucho antes que llegaran los cristianos.
Difícilmente podría ser cristianizar, porque ni las Escrituras ni la historia dan apoyo a la
idea de que el mundo entero se convertirá a Cristo en este tiempo.
Aquellos que entienden que la tarea de la iglesia es la conversión del mundo,
deben atender a la terminología expresada en la Gran Comisión. En Hechos 1:8 el
mandamiento se lee simplemente “me seréis testigos”. En Mateo se lee “enseñando
(literalmente hacer discípulos) a todas las naciones” (Mateo 28:19). En Marcos dice:
“Predicad el evangelio a toda criatura”, y las palabras que siguen dicen: “El que creyere y
fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15). La
última declaración excluye claramente la idea de que todos aceptarán el mensaje y serán
salvos.
Lucas expresa, por su parte, la Gran Comisión de esta manera: “Que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas
24:47). Finalmente, Juan cita las palabras de Jesús cuando dijo: “Como me envió el
Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). La frase de Juan revela un paralelo entre la
misión de Jesús y la de sus discípulos. El paralelo se aplica tanto al mensaje proclamado
como a la recepción del mismo. Como algunos recibieron su mensaje, mientras que otros
lo rechazaron, así sucedería también en el caso de sus discípulos.
La intención de Cristo fue que todas las personas en todas partes tuvieran
una oportunidad de escuchar el evangelio.
La proclamación universal daría una oportunidad también universal de escuchar y
ser salvo. La nota clave para el programa de misiones en el presente, es la palabra
“testigos”, como se usa en Hechos 1:8, y en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento.
“A la iglesia no se le encargó la tarea de ganar el mundo entero, sino de testificar
al mundo entero; no con la responsabilidad de traer todas las personas a Cristo,
92
Los hechos muestran que los países abiertos al evangelio superan en número a los
que permanecen cerrados. Las oportunidades en los países abiertos son mayores que
nunca antes. En muchas partes del campo misionero, la gente se está volviendo a Cristo
en cantidades sin precedentes. La real tragedia no son las puertas que están cerradas y que
no podemos penetrar, sino la cantidad de puertas que están abiertas y que no
aprovechamos. Al fin y al cabo, “las puertas cerradas son responsabilidad de Dios.
Podemos dejar tranquilamente el problema con él. Pero las puertas abiertas son nuestra
responsabilidad, y las descuidamos a nuestro propio riesgo”.8
A través de los siglos los hombres han buscado la forma de evitar sus
responsabilidades para con los inconversos en muchas maneras. Como notamos
anteriormente, Juan Calvino sostuvo que cualquier agencia para la conversión de los
paganos era inútil (ver capítulo 1). El habló por los reformadores cuando dijo: “Se nos ha
enseñado que el reino de Cristo no ha de ser mantenido ni promovido por el trabajo de los
hombres, sino que es solamente la obra de Dios” .9
En tiempos más recientes, algunos han sugerido que “la religión de los paganos es
suficientemente buena para ellos”. El sentimiento es que es mejor no molestar una cultura
extraña con los reclamos exclusivistas del cristianismo.
Por otro lado, el universalismo es la enseñanza popular en algunos círculos. Existe
una diversidad de puntos de vista dentro del universalismo, pero todos sostienen el
mismo principio básico. Como Dios es amor, dicen ellos, Su amor debe triunfar sobre Su
ira y, finalmente, cada ser humano se encontrará en el seno mismo de aquel amor. C. H.
Dodd establece su posición claramente cuando asegura: “Como todo ser humano yace
bajo el juicio de Dios, cada uno está finalmente destinado, en Su misericordia, a la vida
eterna”.10 Tal línea de pensamiento le quita a la predicación evangélica su nota de
urgencia y priva al servicio misionero de una motivación poderosa.
Estos argumentos pueden ser atractivos para algunos, pero las Escrituras parecen
enseñar que los paganos están totalmente perdidos aparte de Cristo. Si, en realidad este
no es el tenor de la Biblia, surgen inmediatamente varias preguntas preocupantes. ¿Puede
tener provecho la redención de Cristo, para aquellos hombres y mujeres que se los deja en
la ignorancia de tal redención? ¿Fue terminal la declaración de Cristo: “Yo soy el
camino. . . nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6)? ¿Hay algunas excepciones a la
95
afirmación de nuestro Señor: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3)? ¿Qué quiso decir Pablo, cuando
refiriéndose a los efesios les dijo que cuando todavía eran paganos, estaban “sin
esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12)?
Obviamente los textos citados y otros implican fuertemente que la única esperanza
para los paganos está en oír y responder al mensaje del evangelio. Estos pasajes bíblicos
prestan poco apoyo a la idea conveniente de que los paganos serán salvos aun cuando la
iglesia fracase en cumplir con el mandato del Señor.
Si entonces, la salvación de los inconversos depende en que conozcan a Cristo,
¿cómo se van a enterar? La Biblia hace claro que “todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Pero, ¿cómo van a invocar el nombre de uno del que
no han oído?
Pablo lanza una serie arrolladora de preguntas a la iglesia cristiana cuando dice:
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si
no fueren enviados?” (Romanos 10:14,15).
Vale la pena tomar tiempo para buscar la respuesta a cada una de estas preguntas
por separado. La iglesia debe encontrar respuestas o arriesgarse a ser avergonzada el día
del juicio final.
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?” (Romanos 10:14).
Repetidamente, a través de las Escrituras, los seres humanos han sido exhortados a
invocar el nombre del Señor. “E invócame en el día de la angustia; te libraré... (Salmos
50:15). “Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”
(Isaías 55:6). Otra vez leemos: “Pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que le invocan” (Romanos 10:12).
Aunque se estimula a todos a invocar al Señor, obviamente hay algunos requisitos
para asegurar el llamado. La confianza y la relación se construyen en base a la
experiencia y la conducta pasada. El escritor recuerda un niño conocido suyo que tenía
problemas con la oscuridad. Muy a menudo se despertaba durante la noche y luchaba con
su vívida imaginación. Podía escuchar el ruido de personas que se movían por la casa y
que (erróneamente concluía él) andaban haciendo cosas extrañas. Los padres del pequeño
dormían en una habitación contigua, que en esos momentos aterradores parecía estar muy
lejos. Con un miedo intolerable, el niño reunía todas sus fuerzas para llamar a su madre
96
Es concebible entonces, que los paganos podrían ser salvos si caminaran en la luz
que tienen disponible en estas fuentes. Sin embargo, la experiencia muestra que rara vez
se ha manifestado semejante cosa. Tanto la depravación como la sociedad pecaminosa
militan contra la obediencia a lo que es correcto y que ellos conocen. Se puede decir lo
mismo de las personas que viven en los países occidentales con todas las ventajas que
esto implica. ¡Qué difícil es convencer a una persona pecadora que haga lo que sabe que
debe hacer! Luego de una vida de experiencia en la China pagana, J. Hudson Taylor
declaró que nunca había encontrado una persona china inconversa, ya fuera un erudito o
un campesino, que pudiera asegurar que había vivido en toda la luz que había recibido.12
Pero, no debemos abandonar a los inconversos a estas débiles fuentes de luz. Dios
ha ordenado que todos los hombres sean expuestos a los rayos del evangelio por medio
de los instrumentos humanos.
Se puede argumentar que con la introducción de los aparatos de radio a
transistores y de otros medios modernos de comunicación, la necesidad de mensajeros
personales es muchísimo menor. Algunos aseguran que la automatización podría
reemplazar efectivamente a los misioneros tradicionales.
Debe admitirse que hay pocos lugares, hoy día en el mundo, donde el evangelio no
puede ser escuchado mediante estos modernos medios de comunicación. ¡Glorificado sea
Dios por este cumplimiento de la profecía! Pero, en el caso de las misiones, las máquinas
jamás reemplazarán a personas llenas del Espíritu. “¿A quién (no qué) enviaré, y quién
(no qué) irá por nosotros?” (Isaías 6:8).
En otro lugar, las Escrituras declaran: “Y busqué entre ellos hombre (no una
máquina) que hiciera vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la
tierra, para que yo no la destruyese...” (Ezequiel 22:30).
Es necesaria la presencia así como la proclamación del predicador, para comunicar
adecuadamente la naturaleza de la fe salvadora. Solamente los seres humanos pueden
personificar y proclamar el amor, la misericordia y la justicia de Dios. Si este no fuera el
caso, ¿qué necesidad habríamos tenido de la encarnación?
El lector de la Biblia recordará el caso del eunuco etíope; éste no solo era educado
sino que también poseía una poco común copia de la Palabra escrita. En esto, sin duda,
estaba mucho más adelantado que muchas personas del Tercer Mundo en el siglo veinte.
Aunque esto era una ventaja notable, confesó que la revelación todavía permanecía
98
escondida para su entendimiento. Fue necesario que Felipe, que era un evangelista
comisionado por Dios, le descubriera aquel tesoro escondido.
¿Y cómo predicarán sino fueren enviados? (Romanos 10:15). Para algunos hay
un cierto romance en la idea de disponerse e ir al campo misionero. Trabajar mediante los
esfuerzos organizados de una junta responsable, parece que es demasiado “equipaje” para
ellos. Pero, aun siendo posible, este enfoque independiente a las misiones no es escritural.
Para descubrir el punto de vista de las Escrituras, regresemos al libro de los
Hechos. El capítulo trece comienza con la primera junta de misiones del Nuevo
Testamento, en sesión. ¡Escuchen el procedimiento!: “Ministrando éstos al Señor, y
ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los
he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los
despidieron” (Hechos 13:2, 3).
La metodología de la iglesia primitiva constaba de un proceso doble para
establecer predicadores en el campo. Primero, deben ser llamados por Dios. El llamado
misionero es todavía la prerrogativa sagrada del Espíritu Santo. En la ansiedad de cubrir
las vacantes que se producen en el campo, algunos están dispuestos a relegar “el
llamado” al baúl de las cosas viejas de la tradición. Cristo, sin embargo, es todavía el
Señor de la cosecha y El, que es el único omnisciente (¡Las computadoras vocacionales
no son omniscientes!) sabe dónde cada miembro del cuerpo puede servir con la mayor
efectividad. Donde el Espíritu de Dios ha dado libertad, El todavía está separando a los
Bernabés y a los Saulos para el trabajo.
Segundo, los predicadores deben ser enviados por la iglesia. Lucas identificó este
doble proceso del envío de misioneros al campo. “Los he llamado” (Hechos 13:2) apunta
el Espíritu Santo. La frase “Les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:3)
resalta el trabajo de la iglesia. Es cierto que solamente Cristo puede salvar a los
ínconversos, pero las Escrituras nos indican que no los salva El solo. El mismo ha
asociado a la iglesia consigo mismo para esta tarea urgente. Entonces, la junta de
misiones que despacha sus misioneros sin haber asegurado el apoyo previamente, puede
ser culpable de pereza en los negocios. Además, puede ser que a su tiempo, el gobierno
que recibe tales misioneros pueda hacer reclamos a los tales.
Resumiendo, podemos ver que la respuesta a la preocupante pregunta de Romanos
10:14 y 15 es doble: (1) La iglesia debe seguir enviando predicadores (personas
representativas) de entre sus filas al campo misionero. Obviamente no pueden ir todos,
pero todos pueden enviar. (2) La iglesia debe seguir apoyando a los predicadores que de
99
entre sus filas, están en el campo misionero. Las misiones deben permanecer siempre
siendo la misión de la iglesia. Debemos buscar no evitar, sino cumplir honorablemente
nuestras responsabilidades con los inconversos del mundo. ¡Ese mundo, tan oscuro como
pueda ser, es nuestra parroquia!
100
NOTAS
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