Sunteți pe pagina 1din 108

1

Portada:

EL MUNDO ES MI PARROQUIA

Por
Paul C. Andrus
3

El título original de este libro es Wesley’s World Parish. Fue traducido por Walter
R. Rodríguez Castro bajo los auspicios de la Casa Nazarena de Publicaciones.
4

Dedicado a Berniece, una compañera invalorable en el servicio misionero, paciente a


través de los meses de investigación y escritura.
5

RECOMENDACIONES PARA EL MUNDO ES MI PARROQUIA

“El Dr. Paul Andrus escribió su proyecto doctrinal de investigación sobre un tema muy
interesante. Ahora nos presenta la obra en Español. El ministerio de Wesley tuvo un
impacto de enorme importancia sobre las misiones. En este libro, Dr. Andrus nos ayuda
a entender mejor la influencia de Wesley y su ministerio para el Reino de Dios. Le
animo a leer este libro”.

Dr. Louie E Bustle


Director de Misiones Globales Retirado
Iglesia del Nazareno

“He conocido por muchos años al Dr. Paul Andrus, a la vez que he ministrado
muy cerca de él en el área educativa.
El Dr. Andrus es un erudito en el área de misiones y de estudios wesleyanos. No
sólo es un erudito sino que es un practicante tanto en la administración como también en
el ejercicio de la tarea misionera.
El libro del Dr. Andrus refleja este conjunto de factores y también su vida, lo que
nos ayudará a entender la misiología wesleyana. Recomiendo altamente la lectura de este
libro en un tiempo fundamental para las misiones multinacionales globales”.

Christian Sarmiento
Director Regional
Iglesia del Nazareno
América del Sur
6

CONTENIDO

CAPITULO 1 - DONDE NO HAY VISION…

CAPITULO 2 - LA LUZ DE LA MAÑANA

CAPITULO 3 - EL MUNDO ES MI PARROQUIA

CAPITULO 4 - MINISTRO METODISTA DE ASUNTOS EXTERIORES

CAPITULO 5 - LOS TRES MAGNIFICOS

CAPITULO 6 - CORAZONES ARDIENTES

CAPITULO 7 - METODOLOGIA METODISTA

CAPITULO 8 - LA TAREA INCONCLUSA


7

PROLOGO

Este libro, cuidadosamente leído, logrará alcanzar largamente los objetivos


expresados por el autor. “Es mi deseo y mi oración”, dice el Dr. Andrus, “que al desandar
los pasos de la empresa misionera metodista, seamos en alguna medida capaces de
recapturar su visión y aprovechar su dinámica para el tiempo presente.”
Wesley y el Metodismo captaron la visión misionera de muchas fuentes. El mismo
Wesley heredó una profunda preocupación por las misiones. Su abuelo, el padre de su
madre, contribuyó en gran medida a la visión y carga que llevó a Juan a tomar el mundo
como su parroquia.
Sus contactos con los moravos “agregaron leña al fuego”. Fue uno de estos
moravos, el joven Peter Bohler, que guió a Wesley a una comprensión verdadera del
evangelio, lo cual culminó en su conversión evangélica del 24 de mayo de 1738, en la
sociedad de la calle Aldersgate, donde sintió en su corazón “un calor extraño”, resultado
de su experiencia de salvación por la fe en Cristo solamente. Fue a partir de esta
experiencia que se encendió el avivamiento del siglo XVIII en Inglaterra.
A partir de ese avivamiento nació el movimiento misionero metodista, que tuvo su
inicio en el corazón del Dr. Thomas Coke, quien fue el primer responsable de la primera
Sociedad Misionera Metodista. El Dr. Andrus cuenta la gloriosa historia del esfuerzo
unipersonal del Dr. Coke. Este dirigió, con todo éxito, al metodismo a constituirse en una
fuerza misionera que, ya para el tiempo de la muerte de Juan Wesley, había penetrado los
rincones más remotos del planeta, con la luz de Cristo y de la santidad.
Los estudiantes de la historia metodista están familiarizados con los nombres de
Coke, Asbury, Watson, Bunting y otros. A menudo, sin embargo, pensamos que ellos
fueron solo evangelistas, predicadores itinerantes (ambulantes), teólogos o
administradores de la iglesia, según el caso. Aquí los llegaremos a conocer como
hombres con una intensa pasión misionera.
El Dr. Andrus cuenta, en forma efectiva, los relatos emocionantes de las misiones
metodistas primitivas; y este es también el desafío que debemos valorar para las misiones
en nuestro tiempo:
8

“¿Qué sucedió en Inglaterra en el siglo dieciocho que produjo hombres y


mujeres con visión y ardor necesarios para esta campaña? Fue el Espíritu de Jesús,
que tomó posesión de mucha gente común y algunas personas extraordinarias, y
los elevó al nivel de su más alto compromiso”.

Los dos capítulos finales de este libro enfocan su mensaje en la difícil situación
contemporánea. En el capítulo final, el Dr. Andrus subraya que el pasaje de Romanos 10
es verdaderamente un mandato para la iglesia de Jesucristo de hoy. “La iglesia debe
encontrar respuestas, o arriesgarse a ser avergonzada en el juicio final”.

Como amigo del autor por más de treinta años, le recomiendo que lea atentamente
y en oración las páginas de este libro.

William M. Greathouse
9

PREFACIO

Hace algunos años tuve el privilegio de viajar por las Islas Británicas con
propósitos misioneros. Aunque el interés principal del viaje era misionero, mi segundo
objetivo fue ahondar en las raíces del metodismo. Los ministros con los que tuve el placer
de trabajar estuvieron siempre dispuestos a ayudarme en mi búsqueda y me facilitaron
enormemente la investigación.
Varias semanas de “trabajo de campo” intensificaron aún mas mi atracción por el
movimiento wesleyano, luego regresé a casa para proseguir el estudio en la medida que el
tiempo me lo permitía. La asignación del presente trabajo escrito proveyó el vehículo que
me permitió unir mi doble interés, la tarea misionera y la herencia wesleyana.
El objetivo principal es trazar el nacimiento y el desarrollo histórico de las
misiones metodistas durante sus primeros 50 años. La investigación me convenció de que
el tema merece un lugar mayor, al que generalmente se concedió, en la historia de las
misiones. En este tiempo, cuando la metodología misionera es intensamente revisada, no
debe pasarse por alto el enfoque hacia la evangelización mundial mostrado por el
metodismo primitivo. Aquel fue un movimiento con un impacto realmente extrarodinario,
tanto en el ámbito doméstico como en el extranjero.
Es mi deseo y mi oración que al desandar los pasos de la empresa misionera
metodista, seamos capaces, en alguna medida, de recapturar su visión y aprovechar su
dinámica para el tiempo presente. En la medida en que esta ambiciosa meta se realice,
este libro habrá logrado su propósito.
Quiero expresar mi gratitud y reconocimiento a mis colegas británicos por su
espíritu magnánimo. Al profesor Ray Easley, del Covenant Foundation College, le cabe
el mérito por el trabajo preliminar para el capítulo uno. A Nona Powers, Dianne Easley
por la valiosa ayuda, revisando y pasando a máquina el manuscrito, vaya un voto especial
de agradecimiento.
10

CAPÍTULO 1 – DONDE NO HAY VISIÓN. . .

“Usted no es católico”, le dice el católico romano al protestante, y éste le contesta:


“Y usted no es evangélico”. Ambas acusaciones fueron ciertas en los días de la Reforma.
La iglesia que no está llevando adelante la Gran Comisión no es ni católica ni evangélica,
en el sentido preciso de las palabras. El romanismo se convirtió en misionero
rápidamente; pero el protestantismo, al negarse a ser evangelístico, dejó también de ser
evangélico.
Considerando la grandeza de los cambios que introdujo, y lo extensa que fue su
influencia, es lamentable que la Reforma no fuera misionera en su carácter. Fue una
batalla contra los abusos eclesiásticos, la corrupción moral y el casi paganismo que
existía dentro del Cristianismo. En pocas palabras, todo se redujo a una lucha por
liberarse del papado. El conflicto interno fue tan intenso que la iglesia acabó olvidando
las necesidades del mundo que le rodeaba.
La iglesia estaba rodeada de grandes campos misioneros; Africa del norte y Asia
occidental trataban inútilmente de llamar su atención. Lo mismo que grandes
comunidades de judíos, desparramadas entre los mismos protestantes, quedaron
desatendidas. El desalentador panorama consistía en “una Iglesia Protestante viva sin
interés en las misiones, mientras que la iglesia que había sido abandonada por la falta de
vida, estaba llevando a cabo una extensa obra misionera en el Oriente, y luego en
América”.1

I. FACTORES INFLUYENTES

No es sencillo dar una explicación sobre la limitada visión misionera entre los
protestantes durante el período de la Reforma. Los factores que influyeron son muchos y
muy variados. Los historiadores hablan de factores políticos junto con factores
organizacionales, internacionales y teológicos.
Consideremos brevemente varios de estos factores por separado:
11

Políticos. La Reforma ocurre en un tiempo de nacionalismo creciente. Como


resultado de la Guerra de los Treinta Años - una serie de guerras entre protestantes y
católico romanos - Alemania quedó reducida a un caos económico y social. Los
protestantes estaban literalmente peleando por sus vidas; eran muchos menos que los
católicos. Sus iglesias eran extremadamente pequeñas en cantidad y en fuerza2. Al estar
sumamente preocupados por defenderse de la persecución católica, no tuvieron ni visión
ni vigor para la evangelización mundial.
Organizacionales. Esta fue una época de lazos muy estrechos entre la iglesia y el
estado. En cuanto a su organización los protestantes eran muy dependientes de los
gobiemos protestantes. Se mantuvo estrictamente la idea de una “iglesia regional”. En
conformidad con esto, el gobernante de una cierta área era el responsable por el bienestar
espiritual de su pueblo. Por lo tanto, él determinaba el tipo de adoración y ejercía
autoridad suprema sobre la iglesia y sobre el estado. El poder de cada gobernante estaba
restringido a sus propios dominios.
En la práctica Ios gobernadores protestantes mostraron poca preocupación por la
difusión del mensaje cristiano entre los no cristianos. Además, la iglesia protestante no
tenía estructura u orden que le permitiera servir como vehículo para la actividad
misionera, como lo tuvo el catolicismo. La iglesia dijo: “La evangelización en el
extranjero no es nuestra responsabilidad,- no tenemos la organización”. Al mismo tiempo
el gobierno declaraba: “Está fuera de nuestras fronteras”.
Otro factor organizacional de importancia fue la división que se dio dentro de los
cuerpos protestantes. No sólo estaban combatiendo contra el catolicismo de afuera, sino
que también había luchas dentro de sus propias filas. Estas controversias opusieron a
luteranos estrictos y felipistas, luteranos contra reformados, calvinistas de la
predestinacion contra arminianos, y anglicanos contra puritanos. “Estaban unidos en una
sola cosa - su odio contra los papistas. Tan pronto como rompían con Roma, comenzaban
a pelear unos con otros”.3
El resultado de esta lucha interna fue el agotamiento de la energía y el potencial
evangelísticos. La iglesia se mantuvo ocupada en definir la doctrina, formular las
confesiones de fe y establecer la política de la iglesia.
Internacionales. En general las naciones protestantes tenían muy poca o ninguna
comunicación con pueblos no europeos. España y Portugal eran las potencias navales que
gobernaban los mares. Eran además naciones católicas. Esto tendió a mantener a los
protestantes en el continente.
12

Durante más de un siglo, España y Portugal gozaron de un señorío absoluto en los


mares, así como del monopolio del comercio mundial. Dondequiera que sus barcos
navegaran, allí llevaban mercaderías y misioneros. Los reyes de Portugal y España
estaban profundamente comprometidos con la evangelización de sus colonias de
ultramar.4
Teológicos. J. Herbert Kane afirma que la teología de los reformadores fue,
probablemente, la causa más importante para la falta de un programa misionero
protestante durante la Reforma. Ellos sencillamente creyeron que Dios ejercía soberanía
sobre la conversión de las naciones. Creían que Dios mismo es quien visita los pueblos de
la tierra con la luz de la salvación. Si los hombres de una nación no escuchan ni prestan
atención al llamado, el Señor se iría a otra parte.
El Señor Jesucristo, enseñaban ellos, se movía continuamente a través del mundo
con su evangelio. La misión es de Dios, sostenían, no nuestra. Ningún predicador o
misionero debería atreverse jamás, a atribuir a su propio celo y devoción, lo que de hecho
es la obra de Dios mismo.
Martín Lutero, por ejemplo, fue el vocero de lo que muchos creían: el inminente
fin de todas las cosas. “Otros cien años y todo habrá pasado”, declaró. “La Palabra de
Dios desaparecerá porque nadie querrá predicarla...”5 Lutero, evidentemente, estaba
convencido de que cuando Cristo regresara a la tierra no habría fe ninguna.
Zwinglio estaba de acuerdo con que el evangelio se difundiera por toda la tierra;
pero no hizo ninguna sugerencia sobre que la tarea de enviar misioneros fuera
responsabilidad de la iglesia. Es interesante notar su convicción de que paganos piadosos
que murieran sin conocimiento alguno del evangelio podrían haberse salvado.
Calvino sostuvo que es innecesaria cualquier agenda especial para la conversión
de los paganos. El escribió: “Hemos sido enseñados que el reino de Cristo no ha de ser
llevado adelante ni tampoco mantenido por el esfuerzo de los hombres, esto es obra
exclusiva de Dios”.6
Calvino admitió, sin problemas, que la mayor parte del mundo todavía necesitaba
ser evangelizada. Sin embargo, sostuvo que cualquier agenda especial en la iglesia para la
conversión de los paganos, estaba más allá de las responsabilidades de la propia iglesia.
Para él, la obligación de extender el evangelio a los paganos estaba sobre los
“magistrados cristianos” o los gobiernos civiles, y no sobre la iglesia.7
Para Melanchton era muy claro que la comisión misionera perteneció sólo a los
antiguos apóstoles, por eso escribió: “La voz del evangelio está siempre sonando. Dios
13

mismo se ocupa de la extensión del evangelio a través del mundo”.8 Por lo tanto, da la
impresión de que los reformadores rechazaron, en lugar de desempeñar, su
responsabilidad evangelizadora hacia el mundo pagano.
Es obvio que con semejante punto de vista de la historia, e interpretación de las
Escrituras, no podía esperarse una respuesta a la demanda misionera. Warneck lamenta
que este punto de vista tuviera preponderancia en la iglesia hasta el siglo XVIII.
Uno de los pocos que se animó a creer lo contrario fue el joven William Carey,
sintió el azote de semejante pensamiento lleno de prejuicios en Nottingham, Inglaterra,
por el año 1786. Cuando en una reunión ministerial sugirió que existía una
responsabilidad de los cristianos hacia los paganos fue ruidosamente refutado como un
“miserable entusiasta”. “Joven, siéntese”, le ordenó el moderador. “Cuando Dios quiera
convertir a los paganos, El lo hará sin su ayuda o la mía”.9

II. INTENTOS MISIONEROS DESAFORTUNADOS

Para ser justos con el Período de la Reforma, debe decirse que hubo dos esfuerzos
misioneros, que aunque tuvieron una vida breve, merecen ser mencionados:
La Iglesia Reformada al Brasil. El primer intento de obra misionera hecho por
las iglesias reformadas, fue dirigido por el poco escrupuloso colonizador francés Durand
de Villegaignon. En 1555 unos cuantos protestantes reformados franceses viajaron a
Brasil para establecer una colonia. La idea original era proveer un refugio para
protestantes perseguidos en Europa.
Al haberse supuestamente convertido, Villegaignon escribió a Juan Calvino en
Ginebra, Suiza, pidiéndole predicadores y cristianos para su colonia. El propósito
declarado fue: “que ellos deben ejercer una buena influencia sobre los colonos, y también
deben proclamar el evangelio a los paganos del lugar”.10
Cuatro clérigos y un cierto número de creyentes fueron enviados desde Ginebra
hacia Brasil. Al llegar al destino encontraron que Villegaignon había regresado a su fe
católico romana, y trató a los recién llegados como traidores. Los colonos no podían
mantenerse entre los nativos del lugar, así es que no tuvieron otra opción que con
muchísimas dificultades regresar a Europa. Los pocos sobrevivientes que quedaron en el
lugar murieron más tarde.
Uno de los clérigos escribió algunas semanas después de llegar a Brasil que: “el
propósito de ellos fue ganar a los nativos del lugar para Cristo, pero la barbarie, el
14

canibalismo, la torpeza, etc. de los nativos extinguió todas las esperanzas”.11 La barrera
del lenguaje, entre los problemas mencionados, aceleró un trágico final para esta
aventura.
Los Luteranos en el Norte de Suecia. Un segundo esfuerzo misionero, por
llamarlo de alguna manera, ocurrió al norte de Suecia. El 1559 el rey Gustavo Vasa de
Suecia, aceptó a los Lapps dentro de la iglesia evangélica. Los Lapps vivían en el
extreme norte de su reino y durante varios siglos habían sido nominalmente católico
romanos. Sin embargo, eran claramente paganos en sus corazones. El rey envió pastores
que carecían de cualidades misioneras para plantar iglesias. Pero su propósito real fue
más político que espiritual por lo que el proyecto terminó en un verdadero fracaso.
Aunque en honor a la justicia, reconocemos estos incidentes como misioneros en
su carácter, probablemente no merezcan ser considerados verdaderos esfuerzos
misioneros. Estos nacieron de autoridades civiles y no de genuina compasión cristiana
por los inconversos.

III. LOS PROTESTANTES DESPUÉS DE LUTERO

Uno no puede menos que preguntarse, ¿cuándo fue que la doctrina misionera de
los reformadores halló finalmente su lugar en la iglesia? ¿Qué sucedió con movimiento
misionero protestante una vez desaparecida la primera generación de reformadores?
Tomemos un momento para trazar el desarrollo posterior.
Las actitudes misioneras de los teólogos alemanes, siguiendo a Lutero, cayeron en
una de las siguientes tres categorías: (1) los que no reconocieron que la responsabilidad
de enviar misioneros descansaba sobre la iglesia; (2) los que aceptaron la responsabilidad
de la tarea misionera de la iglesia, pero no creyeron que era el tiempo; (3) los que, sin
reserva, afirmaron que las misiones era la tarea de la iglesia, y que debía realizarse en el
tiempo presente. Las voces que representaron esta última posición eran débiles y
rápidamente murieron. Fueron rechazados sin haber sido escuchados apropiadamente.
Adrianus Saravia (1531-1613). Es el primer teólogo conectado con el
movimiento de la reforma, que sostuvo que “el mandamiento de predicar el evangelio a
todas las naciones ésta ligado a la iglesia”. Saravia era un holandés que, luego de servir
como pastor reformado en Antwerp y Bruselas y de ser profesor en Leyden, llegó a ser
Decano de Westminster. En un escrito suyo publicado en 1590 subraya que, así como
15

comenzó con los primeros apóstoles, llevar adelante la tarea de la evangelizacion del
mundo es la responsabilidad de la iglesia.
Saravia insistió que, si la tarea se habría de cumplir efectivamente, era necesaria la
continuidad del oficio clerical. Además sostuvo que: “El mandato de predicar el
evangelio en todo el mundo, y la responsabilidad de las misiones a todas las naciones, se
extendía a cada centuria (siglo) hasta el fin del mundo”.12
Tanto Teodoro Beza de Ginebra como Johann Gerhard se opusieron fuertemente
al punto de vista de Saravia. Sostuvieron que el mandamiento de predicar el evangelio a
todo el mundo terminó con los apóstoles en el primer siglo. Como consecuencia, el punto
de vista de Saravia fue puesto a un lado.
La Facultad de la Universidad de Wittenberg. En respuesta a una consulta
hecha por el Conde Truchess sobre la naturaleza y significado de la Gran Comisión, la
facultad teológica de Wittenberg representó la ortodoxia luterana. Dijeron ellos: (1) El
mandato de ir a todo el mundo fue el privilegio personal sólo de los apóstoles. Ellos lo
cumplieron. (2) Si este mandamiento no se hubiera cumplido, sería entonces la
responsabilidad de cada cristiano ser un misionero,- una conclusión absurda. (3) En vista
de que las naciones tuvieron una vez el conocimiento de Dios, El podría no repetir la
oportunidad. (4) Finalmente, ellos trataron con gobiernos cristianos establecidos en
territorios no cristianos. En tal caso es la responsabilidad de las autoridades civiles
edificar iglesias, y establecer escuelas para el beneficio del “pecador” que ha sido
colocado bajo la responsabilidad de su gobierno. De esta manera, una vez más, la iglesia
evadió su obligación misionera.
Aún así, debemos reconocer a la Reforma por el valor de su aporte para la
evangelización mundial. La contribución, aunque indirecta en naturaleza, fue de
importancia básica. Fueron puestos los cimientos para un trabajo que se realizaría mas
tarde. Hubo un llamado a volver a las enseñanzas de la Biblia. Y la Biblia, a su tiempo,
enseñó claramente a la iglesia la tarea de la evangelización del mundo.
Además, los reforraadores se entregaron a la tarea de traducir la Biblia a los
idiomas principales de Europa. Esta clase de traducción a las lenguas nativas es esencial
para que el trabajo misionero permanezca.
La verdad es, sin embargo, que ni la nueva iglesia ni tampoco sus líderes estaban
listos para el movimiento misionero. La visión mundial estuvo sepultada durante diez
siglos o más en la corrupción doctrinal y en la obscuridad espiritual. Este fue un proceso
lento. Restaurar el sentido de responsabilidad personal, en cuanto a la salvación de los no
16

cristianos, tomó su tiempo. Pero sin embargo, en diversos lugares comenzaron a surgir
almas nobles que marcaron el camino para salir de las tinieblas.
17

CAPÍTULO 2 – LA LUZ DE LA MAÑANA

El movimiento misionero metodista es, al menos en un sentido, deudor de la


Reforma Protestante. Por supuesto que las influencias fueron indirectas pero, sin
embargo, de vital importancia.
“Las raíces de las misiones modernas conectan con la Reforma al producirse un
avivamiento real de la fe apostólica que llegó a ser el precursor de un genuino
avivamiento que inspiraría la vida y el trabajo misionero de la iglesia”.1
Sin duda el despertamiento espiritual que resultó, puso en movimiento fuerzas que
eventualmente llevarían a ganar el mundo.
Los líderes de la Reforma y la iglesia Reformada como un todo estuvieron, como
ya observamos, casi totalmente desprovistos de espíritu y esfuerzo misionero por lo
menos durante un siglo completo,
El movimiento de la reforma se acercó peligrosamente a la autodestrucción por
causa de la cantidad de disputas doctrinales. Las semillas de la controversia produjeron
una cosecha que, de no ser por el avivamiento pietista, habría tenido consecuencias
fatales para la espiritualidad de la iglesia.
En este capítulo trazaremos brevemente la influencia de individuos y grupos que
ayudaron al inicio de un nuevo amanecer para la iglesia.

I. VON WELTZ, EL MISIONERO AGITADOR

El primer luterano que intentó realizar un trabajo misionero de manera concreta


fue un austríaco, el barón Justinian von Weltz. El encabezó la sucesión de pioneros
piadosos de este período, los cuales, para usar las palabras del Dr. Pierson, “crearon el
molde que dio forma a las misiones modernas”. Von Weltz, alrededor de 1664, lanzó un
llamado de alerta a la iglesia para que asumiera sus responsabilidades misioneras. Las
iglesias, desde su perspectiva, aunque ortodoxas en doctrina carecían de vida espiritual y
visión misionera.
18

La Sociedad Misionera. En una serie de tres panfletos, Weltz expuso


efectivamente la responsabilidad misionera de la iglesia. Para la realización de la tarea,
propuso la organización de una sociedad misionera o asociación y abogó por la fundación
de una escuela de entrenamiento para misioneros.
El barón buscó despertar la conciencia adormecida de la iglesia con tres
inquisidoras preguntas:
1) ¿Es correcto que nosotros, los cristianos evangélicos, guardemos el evangelio
solo para nosotros y no busquemos esparcirlo?
2) ¿Es correcto que en todos los lugares donde tenemos tantos estudiantes de
teología, no los motivemos realizar la tarea misionera en otras partes de la viña espiritual
de Jesucristo?
3) ¿Es correcto que gastemos tanto en toda clase de vestidos, exquisiteces en la
comida y en la bebida, y que hasta ahora no hayamos pensado en medio alguno para
esparcir el evangelio?².
La propuesta de Von Weltz de fundar una sociedad misionera, cien años antes que
William Carey, es algo notable. El tuvo la visión de una organización que siguiera, por lo
menos en parte, el modelo de la Sociedad de Jesús de la Iglesia Católica Romana. Asi fue
que le dio el nombre de “La Sociedad de los que Aman a Cristo”. Su junta misionera, de
haberse concretado, pudo haber sido una sociedad misionera semi voluntaria, sostenida
por gobernantes locales.
La administración sería conducida por comités y agentes que representaran a
personas interesadas. La nueva sociedad actuaría en favor de la iglesia y haría posible
comprometerse en misiones fuera de los límites territoriales existentes.
Weltz no era un mero soñador. Reforzó su visión con un detallado diseño. Su
estrategia incluía: (1) Promotores - este grupo consistía en un grupo de individuos de
posición económica acomodada que podían suscribir el gasto financiero. (2)
Administradores - directores misioneros de tiempo completo y/o secretarios responsables
de la supervisión y la coordinación. (3) Misioneros - estudiantes voluntarios entrenados y
enviados al campo luego del llamado y ordenación adecuados.
Weltz designó las colonias danesas, suecas y holandesas como los puntos de
partida para la sociedad misionera. Concibió la idea de que estas colonias fueran cabeza
de playa, o avanzadas, a partir de las cuales la evangelización mundial podría ser llevada
adelante.
19

El plan, eventualmente, llegó a la Dieta Imperial del Santo Imperio Romano. Para
reforzar sus manifestaciones públicas, Weltz contribuyó liberalmente de sus propios
fondos. Por un tiempo, dio la impresión de que el éxito del plan se lograría. Pero, por
falta de auspiciantes el plan estuvo destinado a morir. Algunos pastores luteranos y
profesores universitarios aprobaron sus apelaciones, pero no con suficiente celo como
para formar una sociedad misionera.3
Indiferencia general - Weltz continuó su programa de levantar interés misionero,
pero sin resultado. El fue un hombre que se adelantó a su tiempo. Por último sus colegas,
casi unánimemente, se encendieron en indignación contra él. Lo llamaron soñador,
fanático y hereje. “Las cosas santas de Dios”, dijeron ellos, “no son para ser lanzadas a
tales perros y puercos”.4
Aunque momentáneamente quedó anonadado por el desaire y la ridiculización
sufridos, Von Weltz demostró no ser en absoluto cobarde. Heroicamente resolvió
continuar fiel a sus propias convicciones. Abandonó su título de “Barón” y se trasladó a
Holanda. Luego de ser ordenado como “apóstol a los gentiles”, navegó hasta Surinam, en
América del Sur. Sin embargo, allí fue incapaz de adaptarse al clima tropical y a las
pobres condiciones de vida. Finalmente, murió antes de poder comenzar a levantar una
cosecha.
Como veremos más adelante, la muerte de Weltz no fue en vano. “Esta clase de
personas son agitadores de Dios, enviados a guiar la conciencia de la iglesia, a moldear la
ley de sus vidas y los métodos de su trabajo de acuerdo con la Palabra y voluntad de
Dios”.5

II. EL PIETISMO EN ALEMANIA

El esfuerzo misionero metodista surgió directamente del avivamiento pietista que


comenzó en Alemania luego de la Guerra de los 30 Años. La Reforma Protestante fue
una revuelta contra las falsas doctrinas y la corrupción moral de la iglesia de Roma. En
contraste, el movimiento pietista fue una revuelta contra la ortodoxia estéril y el
formalismo muerto de las iglesias del estado en la Europa protestante. El énfasis puesto
por los líderes de la Reforma sobre la justificación por la fe, fue a menudo a expensas de
la igualmente vital verdad de la santificación. En consecuencia, en la nueva iglesia surgió
una tendencia hacia la degeneración moral.
20

Philip Spener. El hombre a quien a veces se le ha llamado el “Wesley alemán”,


fue Philip Spener (1635-1705). Como pastor luterano, Spener trató de elevar el tono
espiritual de su rebaño a través de un cultivo sistemático de la vida espiritual. Suplementó
el sermón del domingo con reuniones hogareñas de oración y estudio de la Biblia.
La teología de Spener puede ser resumida en unas cuantas frases:
(1) No puede haber visión misionera sin un celo evangelístico.
(2) No puede haber celo evangelístico sin piedad personal.
(3) No puede haber piedad personal sin una genuina experiencia de conversión.6
La verdadera religión para un pietista era un problema del corazón, no de la
cabeza; de aquí que el enfasis estuviera en la vida espiritual. El énfasis experiencial
incluyó: (1) el nuevo nacimiento como una transformación instantánea; (2) el testimonio
del Espíritu; (3) la santificación que sigue a la regeneración.7
La Influencia de Weltz. El historiador Gustav Warneck, junto con otros, cree que
la influencia de Von Weltz sobre Spener es inocultable. En su sermón basado en el texto
Hechos 8:4: “Iban por todas partes predicando la Palabra”, Spener hace una poderosa
apelación a las misiones. “A pesar de que no todo predicador está obligado a ir a todas
partes y predicar. . . de todas maneras, la obligación de preocuparse de cómo el Evangelio
será predicado en el mundo entero, descansa sobre toda la iglesia”.
Continúa destacando la indiferencia presente en la iglesia, “He aquí”, dice Spener,
“el celo de los papistas, mostrado mediante sus misioneros y enviados, nos avergonzó,
porque mostraron mucho más celo para difundir entre los paganos su religión, mezclada
con tanto error, que nosotros que manifestamos una fe evangélica pura”.8
Del mismo modo que muchos reformadores anteriores a él, la predicación de
Spener encendió los ánimos. Tanto la autoridad civil como la eclesiástica denunciaron al
hombre y a su movimiento. Pero el pietismo probó ser contagioso y ganó una buena
cantidad de seguidores en las iglesias luteranas.
Cuando las universidades de Sajonia cerraron sus puertas al nuevo grupo, en 1694
los pietistas abrieron su propia universidad en Halle. Spener dio diez años de su vida en
la construcción de aquella escuela. Luego de su muerte, en 1705, el líder más influyente
fue Augusto Francke (1663-1727). Francke había sido despedido de la universidad de
Leipzig luego de que una profunda experiencia religiosa cambió su vida. Halle llegó a ser
el centro educacional del pietismo, en buena medida por la influencia de Francke.
Además, la universidad se convirtió en la fuente de recursos para la empresa misionera
del siglo XVIII.9
21

III. LA MISIÓN DANESA DE HALLE

A partir de la universidad creció la primera misión protestante: La misión Danesa


Halle. El personal y mucho del sostén económico vino de la universidad de Halle. El
avance inicial se originó en Dinamarca, de ahí el nombre de Misión Danesa Halle.
En 1620, Dinamarca estableció la primera colonia comercial en Tranquebar,
ubicada en la costa de la India. Desde el principio, casi 100 años antes de que se inciara la
obra con personas nativas, fueron enviados capellanes para atender las necesidades
espirituales de los colonos.
En 1705, el Dr. Franz Lutkens, capellán del Tribunal o Consejo de Copenhagen,
fue comisionado por el rey Federico IV para reclutar misioneros para las Indias
Orientales. Al no poder encontrar personas adecuadas en Dinamarca, Lutkens conversó
con Spener y Francke en Alemania. Francke eligió como los primeros pioneros para
aquel campo, dos de sus más devotos estudiantes: Bartholomew Ziegenbalg y Henry
Plutchau. Luego de la ordenación en Dinamarca, los jóvenes misioneros se trasladaron a
su puesto de servicio. En el mes de Julio de 1706 llegaron a Tranquebar con la seguridad
de que “hasta aquí los ayudó Dios”.¹º
Desde el comienzo la misión encontró oposición tanto desde Europa como en la
India. Las iglesias Luteranas de Alemania fallaron en darles apoyo, aunque el apoyo
moral y material vino de Halle y otros individuos que estaban interesados en la misión.
Algunos críticos denunciaron violentamente a los jóvenes misioneros. La facultad de
Teología de Wittenberg los llamó “falsos profetas” porque, dijeron que: “la vocación
formal no había sido confirmada”.11
Pero, los misioneros decidieron continuar y afirmaron que “Si el Señor quisiera
concedernos la conversión de apenas uno de los paganos consideraremos nuestro viaje
suficientemente recompensado”.
Las esperanzas de aquellos fueron largamente superadas. En el primer año
construyeron la primera capilla y bautizaron cinco creyentes.
El período de servicio de Plutchau duró sólo cinco años. Sin embargo, Ziegenbalg
pudo dar un total de 15 años de servicio en India. Durante el tiempo de licencia viajó por
toda Europa y captó el interés de muchas personas en la misión de Tranquebar. Tal vez su
mayor contribución a las misiones fue su influencia sobre el joven Zinzendorf, quien mas
tarde llegó a ser el padre del movimiento misionero moravo. Cuando Ziegenbalg murió,
22

en 1710, la misión tenía amigos en Dinamarca, Alemania, Gran Bretaña y Nueva


Inglaterra.

IV. LAS MISIONES MORAVAS

Un historiador describe las estrictas demandas o requisitos de las misiones


moravas como sigue:
Ninguna persona podía ir a menos que estuviera totalmente decidida, mejor dicho,
a menos que no pudiera evitarlo. Debía ser una persona que sintiera un llamado
irresistible; una persona que aborreciera la codicia por las cosas del mundo, una
persona que amara a Cristo con todo su corazón, alguien que fuera aprobado por
todos sus hermanos y cuyo rostro brille con la luz de un gozo divino, para así
poder iluminar los negros corazones de los inconversos. ¹²

Fue del movimiento pietista que la Iglesia Morava recibió su llamamiento


misionero. A su tiempo, el Metodismo habría de compartir el celo moravo. La
Fraternidad Morava data del año 1467, cuando los perseguidos seguidores de John Huss
se juntaron con algunos valdenses y moravos para formar los “Hermanos Unidos”.
Luego, habiendo sido barridos casi totalmente por la Contrarreforma, el remanente, bajo
el liderazgo de Christian David, se trasladó a Sajonia en 1722. Allí recibieron la
protección del Conde Zinzendorf en una de sus propiedades cerca de Dresden. Esta
colonia, conocida como “Herrnhut” (La Vigía del Señor), llegó a ser la fuente y el centro
de un movimiento misionero destinado a rodear al globo.
Von Zinzendorf. Desde muy temprana edad el Conde Von Zinzendorf (1700-
1760) estuvo expuesto a las ideas del pietismo. Cuando tenía diez años fue enviado a una
escuela primaria pietista en Halle la cual, como notamos previamente, estaba bajo la
supervisión de August Francke. Durante su estadía allí tuvo el raro privilegio de almorzar
con el mismo Francke. La relación se desarrolló al punto de dejar una indeleble
impresión en el pensamiento y el carácter del joven Conde.
En 1715, Ziegenbalg, el misionero que salió de Halle como pionero hacia la India,
regresó en un viaje de licencia a su alma mater para llamar la atención a las
responsabilidades globales de los cristianos. En esa ocasión el joven Zinzendorf quedó
profundamente impresionado.
23

Zinzendorf se quedó en la universidad hasta la edad de 16 anos. Cuando salió de


Halle para asistir a la universidad de Wittemberg escribió sus primeras memorias de esta
manera: “Ahora me he alejado de mi querida Halle: Nunca te olvidare mientras viva,
porque allí aprendí lo que me puede hacer feliz durante toda la vida y la eternidad”.13
Zinzendorf decidió dedicar todo su tiempo y sus riquezas a la causa de Cristo.
Como un pietista confirmado declaró: “Tengo una pasión; es El y solamente El”. Llegó a
ser el dirigente mas reconocido de la colonia de Herrnhut, y fue designado para organizar
la vida religiosa de la misma. En 1737 fue nombrado obispo de la Iglesia Morava.
Mientras tanto, tuvo lugar un acontecimiento que cambió totalmente el curso del
movimiento moravo. En 1731 el Conde había sido llamado a Copenhagen para
representar la Corte de Sajonia en la coronación de Christian VI. Allí se encontró con un
representante negro de la Indias Orientales y dos enviados esquimales de Groenlandia.
Estos representantes nativos le rogaron que les enviara misioneros. Zinzendorf, al sentirse
profundamente conmovido por aquellos pedidos decidió hacer algo al respecto y, de
regreso en Herrnhut, le planteó el desafío al grupo. Obtuvo una respuesta entusiasta e
inmediata.
Exitos anteriores. Los primeros misioneros que en 1732 navegaron por la isla
danesa de St. Thomas, en las Islas Vírgenes, establecieron la avanzada para un ejército de
más de 3.000 misioneros que les siguieron. “En los primeros 20 años de su trabajo
misionero, los Hermanos Moravos iniciaron más misiones que los que anglicanos y
protestantes juntos en los dos siglos anteriores”.14
Casi en cada lugar sus esfuerzos dieron frutos. Hubo un tiempo en que por cada
miembro en su país de origen tenían tres en el campo misionero. Empezaron enviando
dos misioneros en 1732 y durante los siguientes 150 años enviaron 2.170 representantes a
diferentes campos en cada continente.
Los misioneros moravos eran totalmente diferentes a los misioneros que salieron
de Halle. Los que salieron de Halle eran todos educados y con algún reconocimiento. No
así los moravos. Estos desarrollaron su monumental tarea con muy poca, o aún ninguna,
educación teológica. Ellos, al igual que los primeros apóstoles, eran hombres sin
educación formal e ignorantes. Y también como aquellos fueron despreciados por los más
cultos de sus días.
Los primeros dos misioneros a Groenlandia fueron sepultureros. En la partida
original de misioneros a las Indias Occidentales, uno era alfarero y el otro carpintero.
Pero eran personas de gran pasión y piedad. Lo que les faltaba en conocimiento, lo
24

compensaron con celo. La descripción que Robinson hizo de su éxito en St. Thomas da
una gráfica descripción:
“Aquellos hombres se ganaron los corazones de los esclavos y los hicieron
aplaudir de gozo. Ellos sacudieron la furia de los brutales propietarios de
esclavos... Provocaron el llanto y la oración del negro en las plantaciones de
azúcar y en las chozas, bautizaron cientos de convertidos. . . Se mantuvieron
firmes y sin temor delante de los altos oficiales. . . y mostraron a los propietarios
de esclavos, que no debían tratar sus esclavos como bestias; de esta manera
prepararon el camino para la emancipación del negro”.15

El éxito del misionero moravo fue frecuentemente comprado con sangre. Del
primer grupo que en 1734 fue a Saint Croix, Islas Vírgenes, diez hombres murieron en el
primer año. De hecho, como lo afirma Cook: “durante varios años hubo en las Indias
Orientales más sepulturas de misioneros que cristianos convertidos”.16
Aunque es admirable el valor de estos toscos pioneros, los éxitos moravos no
deben ser explicados solamente en un nivel humano. Warneck declara que este trabajo
fue claramente obra de Dios. “El ató los cabos, preparó las sendas, eligió y preparó las
personas, y luego pronunció su poderosa palabra: “¡Que así sea!” “¡Que sea!”.17
La Hermandad Morava le dio dado a la iglesia de Cristo una espléndida lección
sobre Ios grandes principios misioneros enseñados en el Nuevo Testamento. Se vieron a
sí mismos como deudores al mundo y como administradores del Evangelio. Ellos nos
enseñaron las lecciones de frugalidad, disposición para el sacrificio y obediencia diligente
al llamado de Dios a Ios lugares más duros y remotos.
Estas dos misiones, la Danesa Halle y la Morava, dominaron la escena misionera
durante todo el siglo XVIII. La inversión de Ios pietistas en Ios moravos produjo una
magnífica recompensa. El esfuerzo evangelístico de Ios moravos resultó en una tremenda
cosecha. Una fase de sus actividades de ultramar los puso, como lo mostrará nuestro
estudio, en contacto con Juan Wesley. “Por tanto, la línea de la sucesión espiritual pasó
de los pietistas a Ios moravos, de los moravos a los metodistas, y de los metodistas a todo
el ancho mundo”.18
25

CAPÍTULO 3 – “ELMUNDO ES MI PARROQUIA”

Cuando contaba con 82 años, Wesley escribió en forma de reflexión:


“Estuve considerando, cuán extrañamente ha crecido el grano de mostaza plantado
hace 50 años. Se esparció por toda Gran Bretaña e Irlanda; la Isla de Wright y la
Isla de Man; luego por los Estados Unidos desde las Islas Leeward, por todo el
continente, llegando a Canadá y New Foundland. Y las Sociedades, en todas estas
partes, funcionan bajo una misma regla, sabiendo que la religión es de
temperamentos santos y esforzándose por adorar a Dios, no sólo formalmente,
sino también en espíritu y en verdad”.1

Nada es más característico en la perspectiva de Wesley que su dicho: “El mundo


es mi parroquia”. Aunque luego de su conversión, nunca encontró tiempo para cruzar el
océano. Whitefield atravesó el Atlántico muchas veces; de hecho más de una tercera parte
de su vida y ministerio misionero lo dedicó a las colonias en América del Norte. Sin
embargo, Wesley, el espíritu y genio guía del avivamiento del siglo XVIII, condujo su
influencia mundial desde suelo inglés. Wesley llegó a ser el centro de aquella renovación
pentecostal que “no sólo creó las sociedades misioneras básicas del protestantismo, sino
que también, a través de sus mensajeros, fue la causa de que hombres y mujeres de mil
lenguas diferentes, entendieran el amor de Dios, el liderazgo de Cristo y la fraternidad de
los seres humanos”.2

I. ANTIGUAS INFLUENCIAS

La visión mundial de Wesley se halla profundamente enraizada en el pasado.


Hubo factores familiares, religiosos y aun políticos que se conjugaron en el corazón y la
vida de este hombre.
La Herencia Wesleyana. La motivación y el impulso misioneros fueron
prominentes en la herencia de la familia Wesley. El primer Juan Wesley (o Westley), el
abuelo del Juan Wesley que nos ocupa poseía un encendido entusiasmo misionero. Buscó
26

seriamente la oportunidad de ir como misionero a Surinam en la Indias Holandesas


Orientales, pero circunstancias familiares lo privaron de lograr su objetivo. Consideró
también a Maryland como posibilidad de servicio misionero, pero esta puerta tampoco se
abrió para él.
Su hijo, Samuel Wesley (1666-1735), el padre de Juan, en su juventud ideó un
ambicioso proyecto misionero para el oriente. Llegó a presentar su plan al Arzobispo de
York, proponiéndole que la Compañía Británica de la India Oriental se anotara en esta
promoción. Como prueba mayor de su sinceridad, Samuel se ofreció él mismo para el
servicio misionero. “Bien vale la pena morir por él”, declaró refiriéndose al proyecto
misionero. Pero para él también, el camino permaneció cerrado.
Susana Wesley, la madre de Juan, mantuvo a través de toda su vida un marcado
interés misionero. En 1712 quedó absorta, grandemente impresionada por los relatos de la
obra heroica de los misioneros daneses (Ziegenbalg y Plutchau tratados en el capítulo II)
en Tranquebar que por varios días “ella apenas pudo pensar o hablar de otra cosa”.3 No
mucho tiempo antes de esto, Susana había comenzado los domingos por la noche a tener
servicios, para su familia y empleados, en la cocina de su casa. Un muchacho contó a sus
padres de estos servicios y les rogó permiso para asistir, luego otros más se les unieron.
Susana predicó los “sermones” para estas ocasiones basados en la vida de aquellos
misioneros.
El amor de Susana por las misiones quedó reflejado en su actitud hacia sus propios
hijos misioneros. En 1735 Juan fue impulsado a ir como misionero a los indígenas de
América del Norte. Ese fue el año que murió su padre. Su madre, no sólo había quedado
viuda y sola, sino también pobre y totalmente dependiendo de sus hijos para el sostén.
Ella necesitaba, como nunca antes, tener a sus hijos cerca. Juan siempre había estado
cerca de su madre y era muy sensible a las necesidades de ella. Por esto razonó: “Yo
puedo ser el apoyo que necesita en esta edad, su mayor sostén y consuelo. Dejaré que ella
decida y resuelva la cuestión”.
La respuesta de la Sra. Wesley fue clásica. Los padres de hoy día harían bien en
seguir su ejemplo de consagración. No solamente consintió en que Juan y Carlos fueran a
América del Norte como misioneros a los indígenas, sino que además dijo: “Si tuviera 20
hijos me regocijaría de que todos fueran usados así, aún cuando no los volviera a ver
nunca más”.4
Abandono Misionero. Hasta donde yo conozco, Wesley nunca usó el término
misionero para referirse a sí mismo. Pero, ocasionalmente, se refirió a sus predicadores
27

como misioneros. En la Conferencia de Leeds en 1766, fue asentado en las minutas lo


siguiente: “¿Por qué no somos más santos? . . . ¿Por qué no estamos todos consagrados a
Dios?. . . ¿Por que no estamos respirando el espíritu completo de los misioneros?”
Existen pocas dudas de que algún pensamiento como la extensión de su propia
obra y de las sociedades metodistas estuvo presente temprano en el pensamiento de
Wesley. En 1736 le escribió a su hermano Samuel y al pedirle sus opiniones sobre un
proyecto doctrinal que había realizado, Juan agregó: “Dámelas tan particular, completa y
fuertemente como el tiempo te lo permita. Estos pensamientos pueden ser no sólo
consecuencia para la gente de esta provincia, sino para naciones de cristianos que aún no
han nacido”.5
La oportunidad para los hermanos Wesley llegó en 1735. Habia en América del
Norte una porción de territorio que quedaba entre Carolina del Sur y la Florida, sobre la
que los ingleses ejercían una jurisdicción nominal. Este espacio de tierra era salvaje, un
desierto inexplorado donde sólo vivian tribus indígenas. Bajo la sanción de una cédula
real en 1732, se estableció un asentamiento en este territorio. En reconocimiento al rey
George II, fue nombrado Georgia.
El propósito fundacional del asentamiento fue doble: primero, proveer una salida a
las superpobladas ciudades inglesas; y segundo, proveer un lugar seguro para los
protestantes extranjeros que eran el objetivo de la intolerancia papista. Ningún católico
romano podría encontrar hogar en ese lugar.
James Oglethorpe fue nombrado como el primer gobernador del territorio. El y
otras 20 personas fueron nombrados como síndicos para tener el territorio por 20 años en
administración para los pobres.
Habiendo sido amigo personal de la familia Wesley, Oglethorpe conocía bien el
carácter firme de los dos hermanos -Juan y Carlos - que aún vivían en Oxford. Se les
extendió una invitación y luego de un período de deliberación, Juan estuvo de acuerdo.
Su hermano Carlos, Benjamín Ingham y Charles Delamotte se le unieron en la aventura.
Cuando el proyecto se hizo público, algunos pensaron que era absurdo. Uno
preguntó: “¿Está usted tratando de ser un caballero errante? ¿Quien le metió esa idea
quijotesca en la cabeza? Usted no necesita nada. Tiene una buena provisión para la vida.
Está en buen camino para una promoción, y está dejando todo para luchar contra molinos
de viento”. “Señor”, fue la respuesta de Wesley, “si la Biblia no es verdad, yo soy tan
tonto y loco como usted me percibe. Pero si ese libro es de Dios, yo estoy cuerdo. . .”
28

Wesley tenía motivos mezclados para ir a América. Tenía, como tantos otros
misioneros, algunas ideas equivocadas acerca del campo. Entre otras cosas esperaba que
al someterse a los rigores de la clase de vida que le esperaba, podria asegurarse aquella
santidad por la cual su alma desfallecía. Tal vez podría escapar de las tentaciones de la
gran ciudad, viviendo el resto de sus días entre rudos salvajes. Pensaba que en las tierras
desconocidas de América podría vivir de “pan y agua, y de los frutos de la tierra”, y
hablar “sin ofender”. Wesley llegó a la conclusión de que la “pompa y el brillo del
mundo no tenían lugar en ios desiertos de América”.
En otras palabras, el principal objetivo de Wesley al ir a América fue asegurar su
propia salvación. “Mi motivo mayor”, dijo, “es la esperanza de salvar mi propia alma.
Espero aprender el verdadero sentido del evangelio de Cristo predicando a los paganos”.
Pero, cruzar un océano no hace a uno un misionero. Wesley tuvo que descubrir,
para su propio desaliento, que el problema real era él mismo. Luego de una breve estadía
de alrededor dedos años en Georgia registró de la siguiente manera en su Diario personal
su frustración: “Ya han pasado más de dos años desde que dejé mi país natal”, escribió,
“para enseñar a los indígenas de Georgia la naturaleza del cristianismo; pero ¿que he
aprendido yo mismo en este tiempo? Porque, lo ante todo sospechaba sobre mi propia
vida, es que fui a América a convertir a otros, pero nunca me convertí yo mismo”.6
Si la experiencia misionera de Wesley fue desalentadora por el fracaso desde el
punto de vista espiritual, lo mismo puede decirse de su carrera.
El tenía la clara intención de poder evangelizar los indígenas paganos. Poco
después de llegar a Georgia, los colonos ingleses trataron de persuadirlo para que se
quedara en Savannah como su pastor. Sin embargo, su incontenible deseo de predicarle a
los indigenas, le motivó a escribir el siguiente párrafo en su diario personal:
“El señor Oglethorpe navegó para Inglaterra, dejándonos al Sr. Ingham, al Sr.
Delamotte y a mí en Savannah, con menos posibilidad de predicarle a los
indígenas que el primer día que pusimos un pie en América. Cada vez que lo
mencioné, inmediatamente me replicaban, ‘No puede dejar a Savannah sin pastor’.
A esto, mi respuesta fue simplemente: ‘No sabía que estaba bajo obligación alguna
en otro sentido. Nunca prometí quedarme aquí un solo mes. Abiertamente declaré
tanto antes, como desde que llegué, que no quería como tampoco no podía
hacerme cargo de los colonos ingleses más que hasta que me instalara entre los
indígenas’”.7
29

La insistencia de los colonos, pronto aplastó cualquier esperanza de comenzar un


ministerio entre los nativos. El trabajo misionero entre los indígenas Chickasaw y entre
los negros comenzó después que los Wesley salieron para Inglaterra.
El evangelista George Whitefield fue más optimista en cuanto a la influencia de
Wesley en Georgia, Whitefield escribió: “El trabajo que el Sr. Wesley realizó en América
es inexpresable. Su nombre es muy precioso entre el pueblo; El ha dejado un fundamento
que espero que ni hombre ni poder maligno será capaz de mover. Yo debo seguirlo a él
como él ha seguido a Cristo”.8
Sea cual sea el juicio de la historia sobre la aventura en Georgia, el mayor
beneficio derivado fue indudablemente el conocimiento que Wesley tuvo de los
Hermanos Moravos.
Los Moravos. Wesley dejó Georgia siendo un hombre desilusionado. Pero no
todo fue pérdida. Había viajado a América con la primera banda de misioneros moravos.
La fe simple de ellos, la piedad personal y el espíritu gozoso de ellos estaban en contraste
directo con su propio tipo de santidad - Wesley quedó especialmente impresionado con la
completa seguridad que los moravos tenían en cuanto a su salvación - algo que él mismo
nunca había conocido. Su sentido de incapacidad espiritual se acentuó durante una
tormenta en el mar. En ese viaje se levantó un viento terrible que amenazó con destruir la
embarcación y a los pasajeros. Las cosas se pusieron tan mal que todos perdieron la
experanza de sobrevivir - todos excepto los moravos. Lo mismo que el apóstol Pablo, en
lo peor de la tormenta ellos fueron capaces de reunirse alrededor del puente del barco
para orar y alabar a Dios. Los Wesley quedaron profundamente afectados por lo que
vieron.
Cuando los Wesley desembarcaron en América, un moravo llamado Spangenberg
los encontró. En el curso de la conversación, aquel le preguntó a Juan: “¿Conoce a Cristo
Jesús?” Wesley, un poco desconcertado contestó: “Yo sé que El es el Salvador del
mundo”. “Cierto, cierto”, dijo el moravo, “¿pero sabe si El le ha salvado a usted?” La
débil respuesta de Wesley fue, “yo se que El murió para salvarme a mí”. Pero, mas tarde
comentó, “me temo que fueron palabras vanas”.
El paso de Juan Wesley por América no fue un fracaso total. “Pero, conociendo
sólo la fe de un esclavo, él no podría guiar a otros a la libertad de los hijos de Dios”.9
De regreso en Inglaterra, otro moravo se atravesó en su camino - Peter Bohler.
Bohler era nueve años menor que Wesley. Pero aquel hombre joven era más devoto y
más profundamente versado en las cosas espirituales. Wesley conversó a menudo con
30

Bohler pero no entendió sus puntos de vista. El se sintió muy angustiado cuando Bohler
insistía, “mi hermano, mi hermano, esa filosofía suya tiene que ser abandonada”. El
énfasis moravo en la salvación por la fe y de acceso en forma instantánea, era demasiado
simple para el erudito de Oxford. Wesley llegó a llorar amarga y fuertemente mientras
Bohler lo aconsejaba.
Fue durante este tiempo de inquietud espiritual que Wesley llegó a la conclusión
de que él era inadecuado para predicar. Bohler lo urgía que siguiera adelante. “Predique
la fe hasta que la tenga”, le aconsejó, “y luego, porque la tiene, usted predicará la fe”.
Bohler escribiéndole a Zinzendorf acerca de los Wesley, le decía: “Nuestro modo
de creer en el Salvador es tan sencillo para los caballeros ingleses, que no pueden
aceptarlo; si fuera un poquito más artificioso, ellos podrían aceptarlo rápidamente”.10
Fue algo más tarde y bajo la influencia de los moravos que Juan Wesley llegó a la
hora decisiva de su vida. Como lo señala Findlay: “Su intimidad con el obispo moravo
Peter Bohler fue el preludio y su conversión fue la consecuencia inmediata de su visita a
Herrnhut”.11
La nueva vida que Wesley recibió mediante la instrumentalidad de los Hermanos
Moravos, fue intensamente misionera en espíritu y dirección. La conversión de Juan y
Carlos ocurrió bajo condiciones providenciales y rodeado de circunstancias que podrían
darle sentido universal. En la experiencia de ellos, como en el caso del apóstol Pablo, se
sembró la semilla de una misión mundial.
Casi inmediatamente después de la conversión, Juan salió para conocer la fuente
de la bendición que fluía desde Herrnhut, Alemania, la casa de los moravos. Los testigos
vivientes de la fe salvadora que encontró allí le inspiraron confianza. “Con gusto pasaría
mi vida aquí”, escribió, “pero mi Maestro me llama a trabajar en otra parte de Su viña, el
lunes 14 he sido obligado a dejar este feliz lugar. ¿Oh, cuándo este cristianismo cubrirá la
tierra como las ‘aguas cubren el mar’?”12
Aunque en la providencia de Dios, los moravos y los Wesley no trabajaron juntos,
el metodismo permanece en deuda para siempre con los moravos. Es imposible calcular
el valor de la contribución que aquellos ejercieron en la vida y la visión de los Wesley.

II. LA EXPERIENCIA DE “UN CORAZÓN ARDIENTE”

El corazón “ardiente” de Wesley por la evangelización mundial fue el resultado


directo de una profunda experiencia espiritual. Durante su expedición a Georgia,
31

descubrió que no poseía el evangelio que los paganos necesitaban. ¿La razón? No tenía
un evangelio suficiente para él mismo. La Biblia dice: “El labrador, para participar de los
frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6).
La conversión de Carlos Wesley ocurrió tres días antes que la de Juan. Es
interesante observar que Carlos hace sonar una nota misionera temprano en su himno de
conversión:
¡Desterrados de los hombres, a ustedes les llamo
Rameras, publicanos y ladrones!
El abre sus brazos- para abarcarlos a todos.

Los pecadores sólo reciben Su gracia


Ninguna necesidad de El tienen los rectos;
A buscar y salvar al perdido ha venido.

La experiencia de su hermano animó mucho a Juan para seguir adelante. La agonía


de su alma siguió hasta el 24 de mayo de 1738. A las cinco de la mañana de aquel
histórico día, Juan abrió su Testamento y leyó: “Nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...” (2
Pedro 1:4). Más tarde, el mismo día abrió la Palabra y leyó: “No estás lejos del reino de
Dios” (Marcos 12:34).
Por la tarde asistió a la catedral de San Pablo, el himno antifonal o antifonía del
devocional trajo mucho consuelo a su alma. Luego, esa misma moche y sin mucho deseo,
fue a una reunión de la sociedad en la calle Aldersgate. Cuando Wesley entró, encontró a
alguien leyendo el prefacio de Lutero al libro de Romanos. Como a las nueve menos
cuarto, mientras describía el cambio que Dios opera en el corazón mediante la fe en
Cristo, ocurrió. Wesley mismo, en sus propias palabras, es quien mejor describe aquella
transformación:
“Sentí mi corazón extrañamente cálido. Sentí que confiaba en Cristo - en Cristo
solamente -para mi salvación; y me fue dada la certeza de que él había quitado mis
pecados, y que me había salvado de la ley del pecado y de la muerte; y luego
testifiqué abiertamente a todos lo que ahora sentía en mi corazón”.13

Desde aquel momento se abrió un nuevo mundo para la mente y el corazón de


Juan Wesley. No solo comenzó a orar por aquellos que lo habían usado
32

equivocadamente, sino que abiertamente testificó a todos los presentes lo que Dios había
hecho en su alma. Desde aquella hora en adelante llevó por todos lados un corazón
ardiendo con amor.

III. REDENCIÓN UNIVERSAL

“El carácter misionero del movimiento metodista tuvo un desarrollo natural y, de


la misma manera, su doctrina fundamental de la redención universal”.14
Juan Wesley no tuvo excentricidades doctrinales. Al fin y al cabo el fue un clérigo
ortodoxo de la iglesia de Inglaterra. No hizo ningún descubrimiento nuevo, no inventó
ninguna teoría nueva, ni desechó dogma alguno.
La peculiaridad de la enseñanza de Wesley radica en lo que acentuó. El dio un
nuevo énfasis. Proclamó la vieja verdad con una voz viva, hablando desde lo profundo de
un alma viviente. Wesley predicó a Cristo en la forma en que él lo descubrió en su propio
corazón. Las doctrinas metodistas de la conversión, seguridad y la salvación completa
pueden ser relacionadas a su experiencia personal con la gracia salvadora y santificadora
de Dios. “Las peculiaridades metodistas de compañerismo, testimonio y confesión fueron
todas ejemplificadas primero en la vida religiosa del primer metodista”.15
La nota característica del credo wesleyano que tiene que ver directamente con las
misiones es la universalidad del evangelio de Cristo. Como Wesley lo vio, Cristo murió
por todos. Las puertas del reino eterno fueron abiertas de par en par para todos. La
invitación a la fiesta en la casa del Padre fue extendida a todos. No hubo límite,
excepción o preferencia alguna. El escuchó la voz de Dios ordenándole ir a todas partes
llamando a todos los seres humanos a experimentar un cambio de vida. El secreto de su
confianza era su propia experiencia de la gracia de Dios. “Desde el momento en que el
mismo fue aceptado se sintió deudor a todos”.16
El sermón de Wesley “Gracia Gratuita” fue predicado por primera vez el 29 de
abril de 1739, y luego fue impreso a pesar de la protesta de Whithefield. Es descrito por
Thomas Jackson como “el más poderoso y apasionado” de todos sus sermones. El
discurso comienza con la insistencia que la gracia de Dios, de donde viene nuestra
salvación”, es “gratis en todos” y es “gratuita para todos”. Obviamente, en relación al
supuesto decreto de predestinación absoluta, el sostiene que esto no puede ser.
Para el señor Wesley, hacía muy poca diferencia en el hecho de que la doctrina
fuera llamada: elección, predestinación o reprobación; todo esto es una y la misma cosa.
33

Para el el error era muy claro: “El sentido de todo es sencillamente es este - en virtud de
un decreto eterno, incambiable e irresistible de Dios, una parte de la humanidad está
infaliblemente salva, y el resto está indefectiblemente dañado, perdido o condenado”.17
Esta doctrina era vista como como devastadora para la evangelización mundial. El
mismo motivo de la predicación quedaba de esta manera tremendamente erosionado. Por
eso continúa Wesley:
“Pero si fuera así, entonces toda la predicación es en vano. Es inútil para aquellos
que son elegidos; para ellos con o sin predicación, serán indefectiblemente salvos.
Por tanto, el fin de la predicación -salvar almas-es nulo en cuanto a ellos, y es
inútil para aquellos que no son elegidos, porque ellos no pueden ser salvos. Ellos,
con o sin predicación están irremediablemente perdidos”.18

Wesley creyó que la doctrina de predestinación absoluta tiende a “trastornar la


revelación cristiana entera”. El asegura más tarde que a esta doctrina se la podría señalar
como una blasfemia al presentar a Cristo como un hipócrita y engañador. ¿Cómo podría
Cristo, hablar y aparecer como que desea que todos sean salvos, cuando en realidad no es
así? Si el, de acuerdo con la doctrina, por su propio decreto ha sellado la perdición de
multitudes.
La doctrina que Juan predicó, Carlos la puso en verso. Su himno de treinta y seis
estrofas sobre “La Redención Universal” fue incluido en la publicación del sermón. Este
fue un himno de alabanza a Dios por su “gracia ilimitada” y amor universal:

Aquél que posee toda la verdad


Todo lo abarca con su evangelio
Para justificar solo por fe
Y gratuitamente salvar por gracia.

La doctrina de la gracia gratuita era un dogma aceptado, oficial de la Iglesia de


Inglaterra, pero en la predicación de Wesley tomó una nueva y más dinámica forma.
Cuando era predicada por sus contemporáneos anglicanos, parecía débil y anémica,
transmitiendo poca convicción. Wesley reforzó la obligación del individuo de ejercer su
fe. La responsabilidad de ejercer la voluntad y abandonar los pecados que permanecían
en quien buscaba la salvación. En la forma en que Wesley la interpretaba, esta doctrina
34

llego a ser uno de los principios centrales de la predicación metodista. Fue proclamada
insistentemente con convicción y poder.19

IV. ODRES VIEJOS

El 2 de abril de 1739, Juan Wesley escribió en su diario personal lo siguiente en


relación a las actividades de aquel día: “A las cuatro de la tarde, me sentí angustiado y
por esta causa salí a proclamar por los caminos las buenas nuevas de la salvación; hablé
desde una pequeña altura en las afueras de la ciudad a un grupo de alrededor de 3.000
personas”.
La expresión “me sentí angustiado” refleja un conflicto interno en el corazón del
predicador. La predicación al aire libre era una innovación atrevida y Wesley, aunque con
reservas, estuvo dispuesto a realizarlo. El era un defensor entusiasta de la iglesia
establecida o tradicional, y nunca imaginó intentar la salvación de las almas predicando
afuera de las cuatro paredes del tetnplo. Sólo después de que la iglesia anglicana cerró las
puertas a su ministerio, estuvo de acuerdo con la idea de realizar el trabajo utilizando
otros canales. Más tarde escribió:
“Al principio, con dificultad pude relacionarme con esta forma extraña de predicar
en las minas de lo cual él (Whitefield) me dio ejemplo un domingo; porque he sido
tan tenaz en cada punto que se relaciona con la decencia y el orden, es que debo
haber pensado que la salvación de las almas fuera de la iglesia era casi un
pecado”.20

Nos podemos preguntar, ¿por qué los Wesley fueron aislados o puestos a un lado
por la iglesia establecida? En esta etapa, por lo menos, no fue una objeción en cuanto a
métodos, fue una objeción en cuanto al mensaje. El evangelio mismo era el escándalo.
“En una sola frase se puede decir que el repudio de los púlpitos parroquiales fue debido a
su predicación de las doctrinas evangélicas”.21
Wesley mismo explica que, “las cosas se pusieron de esta manera, cuando se me dijo que
no debía predicar más en esta, en esta y en esta otra parte, la razón comunmente
mencionada sin reservas fue - porque usted predica tales doctrinas”.
Cuando Wesley tuvo claro lo de la salvación por la gracia, mediante la fe, esto llegó a ser
una nota dominante en su predicacion. Y precisamente a este punto tuvo que llevar el
reproche de Cristo.
35

V. MISIÓN A LAS MASAS

Tan pronto como Wesley experimentó el poder transformador de la gracia, se


apresuró a declararlo a todos. De aquí que el mundo llegara a ser su parroquia.
Luego de confesarle a sus más cercanos lo que Dios había hecho en su alma, se
fue lo más rápido posible a contárselo a los mineros en sus tinieblas, a delincuentes de
Newgate en sus celdas, a los ricos y refinados adoradores de St. John y St. Ives. Predicó
en palabras encendidas el mensaje de una salvación común para los de alta y baja clase
social.
Una declaración profética. Es de notarse que la famosa carta a James Hervey, en
la cual Wesley anunció que el mundo era su parroquia, fue escrita el 20 de marzo de
1739. Esto fue antes que estuviera en Kingswood donde comenzó su experimento al aire
libre. Ya estaba decidido a no permitir que su ministerio fuera limitado por barreras
eclesiásticas.
James Hervey, uno de los primeros metodistas de Oxford, criticó a Juan Wesley
por predicar en la parroquia de otro, luego de su conversión evangélica. Esto, dijo
Hervey, es dificil de justificar, “sobre principios católicos”. Era una práctica común, entre
los anglicanos evangelicós como Hervey, adherir al sistema parroquial.

La respuesta que Wesley le dio a estos cargos es histórica: “Permítame hablar en


forma sencilla y clara, si por principios católicos usted se refiere a cualquier otro
que no sea escritural, los tales no tienen peso alguno para mí... Dios en las
Escrituras me ordena, de acuerdo a mi capacidad, instruir a los ignorantes,
reformar a los débiles, confirmar a los virtuosos. Si el hombre me prohíbe hacer
esto en la parroquia de otro, esto es lomismo que prohibirlo en en totalidad; viendo
que no tengo mi propia parroquia ni la tendré probablemente. ¿A quién, entonces,
escucharé, a Dios o al hombre?”22

Wesley prosiguió a demostrar que si se fuera a limitar a sí mismo de esta manera,


no tendría campo de acción “en ninguna parte cristiana, por lo menos, de la tierra
habitable, porque de cierto modo, todo esta dividido en parroquias”. Y luego en las
palabras de lo que representa la Carta Magna de la evangelización, declara su intención:
36

“Permítame ahora explicarle mis principios en este asunto. Yo veo el mundo como
mi parroquia; hasta aquí quiero decir que, en cualquier parte que me encuentre,
juzgo apropiado, correcto y mi obligación declarar a todos los que quieran oír las
buenas nuevas de la salvación”.23

Mirando atrás desde esta ventajosa posición, aquellas palabras parecen ser
extrañamente proféticas. Wesley estaba destinado a ser el apóstol de las masas. Pero
antes que pudiera lograr la congregación que Dios le daría, tendría que encontrar un
camino de acercamiento. Los métodos tradicionales no tendrían éxito en alcanzar los
miles que permanecían afuera de las iglesias. Se necesitó un nuevo medio de contacto.
Aquel medio fue provisto por la predicación al aire libre.
Predicación al aire libre. Wesley no eligió inmediatamente este método de
evangelización. Fue virtualmente forzado a usarlo. Algunos hombres pueden sentirse en
su elemento estando bajo la bóveda celeste. Esto no sucedía con él.
Wesley era muy particular acerca de su apariencia personal. En público, era
siempre un modelo de pulcritud. Era tan minucioso que no soportaba una motita de polvo
en su vestimenta clerical. Odiaba el ruido y el alboroto. Prefería la calma académica de
Oxford o una casa parroquial en el campo.
Sus reacciones personales en cuanto a esto, están registradas con frecuencia en su
diario personal. Lo que sigue es algo que escribió el 26 de junio de 1759 después de
predicar afuera del hospital Dentelle en Newcastle: “¡No es cosa rara que al diablo no le
gusta el aire libre! A mí tampoco. A mi me gusta un salón cómodo, un colchón suave y
un púlpito elegante. Pero, ¿dónde está mi celo si no pongo todas estas cosas bajo mi pie,
como condición para salvar un alma más?”
Estas observaciones nos ayudan a entender porque Wesley habló de hacerse “más
despreciable” cuando predicó por primera vez en Kingswood. “Que él se aventurara a las
carreteras y caminos, y que encarara a la plebe es nada menos que un milagro. Sólo la
gracia pudo cambiar a Juan Wesley en un misionero a la gente común”.24
Los mineros de Kingswood no tenían iglesia, no tenían día de reposo, ni tenían
evangelio. Estos hombres eran los más corruptos, degradados y blasfemos de toda
Inglaterra. Southey los describe como “desordenados, brutales y peores que los
paganos”.25 Parecían haber sido abandonados por Dios y por los hombres. Pero, ¿no era
este un buen lugar para probar el poder del evangelio?
37

La primera cruzada al aire libre fue celebrada por Whitefield en Kingswood en


febrero de 1739. El método se le ocurrió por lo menos en dos ocasiones anteriores, fueron
las clausuras de las iglesias de Bath y Bristol que finalmente precipitaron su decisión y
salió a predicar a las minas.
El primer sermón que Whitefield predicó a cielo abierto, lo presentó en el Monte
Hanham ante una multitud de 250 mineros. Allí predicó de Mateo 5:1 y 2. El relata sus
primeras reacciones como sigue:
“¡Bendito sea Dios! Bendito sea Dios que ya he quebrado el hielo. Creo que nunca
he sido más aceptable para el Maestro que cuando me paré para enseñar a aquellos
oyentes al aire libre. Algunos podrán censurarme; pero si así complazco a los
hombres no seré un siervo de Cristo”.26

En su próxima aventura en las minas, “los árboles y los cercos estaban llenos”;
alrededor de 10.000 personas escucharon sus palabras.
Los sentimientos que Whitefield tenía para Norteamérica lo condujeron a pedirie a
los Wesley que se hicieran cargo de lo que él estaba dejando. La historia de la aventura
de los Wesley en la predicación en las minas, es uno de los clásicos de la evangelización
británica. Como Juan había tenido cierto éxito en Fetter Lane, en Londres, la sociedad no
estaba dispuesta a despedirlo. Wesley mismo estuvo en contra de ir al principio, lo mismo
que su hermano Carlos. Cuando al fin Wesley fue a Kingswood, Carlos escribió: “El
proximo día él salió encomendado por nosotros a la gracia de Dios. Dejándonos con su
bendición. Ese día, yo hubiera querido morir con él”.27
Pero el paso no fue a la muerte. Por el contrario, esto probó ser la vida del
avivamiento. El “hielo había sido quebrado” y las bendiciones de Dios acompañaron la
acción desde el principio.
De regreso en Londres, Wesley siguió otra vez al valeroso Whitefield por las
minas y las praderas y en los jardines de las iglesias. Islington, Kennington y Moorfields
son lugares donde Whitefield había predicado ya a grandes multitudes. “Veinte mil, doce
mil, veinticinco mil, treinta mil”, son los números informados por los evangelistas y
también por fuentes independientes. “Esta predicación al aire libre llegó a ser el método
número uno de la evangelización del siglo XVIII”.28
Oportunidad y oposición. El paso audaz de Wesley a las minas estableció un
modelo para sus predicadores. “En la predicación de campo, más que cualquier otro
38

medio”, declara, “encuentran a Dios aquellos que no lo han buscado... no encuentro otra
forma de alcanzar a los desheredados de la sociedad”.29
Es difícil describir el sufrimiento y la persecución que sufrieron los primeros
predicadores metodistas que predicaban al aire libre, lo mismo que los convertidos de
aquellos predicadores. Fueron agredidos con garrotes y piedras; fueron cazados con
caballos y asolados con perros. Los granjeros soltaban ganado salvaje entre ellos mientras
estaban adorando. Sus casas fueron destruidas, sus hijos metidos en las perreras mientras
las mujeres eran ultrajadas.
Para agregar insulto a la injuria, fueron objeto de un diluvio de críticas y azote
verbal. Hombres como Samuel Johnson y otros que deberían haberse destacado por su
sabiduría y madurez, los trataron de la forma más absurda. Dibujantes de tiras cómicas
los representaban como locos indecentes; mientras que muchos clérigos los acosaban
desde los púlpitos de todo el país.
Pero a través de todo esto, Juan Wesley se convenció de que la predicación al aire
libre era la herramienta evangelística más efectiva. En la conferencia de 1744, dio la
siguiente reseña:
Pregunta: ¿No hemos usado la predicación de campo en forma muy escasa?
Respuesta: Parece que si:
1) Puesto que nuestro llamado es a salvar lo que se ha perdido, no podemos
esperar que ellos nos busquen a nosotros; por lo tanto nosotros debemos ir y
buscarlos a ellos.
2) Porque estamos particularmente llamados a ir a las carreteras y caminos, a
donde nadie quiere, para forzarlos a venir.
3) Porque la razón nos dice que no es un buen argumento – “la casa guardará a
todo aquel que venga” - la casa podrá guardar a todos los que vengan a la casa,
pero no a todos los que vengan al campo.30

A pesar de la oposición, los predicadores metodistas se mantuvieron firmes en su


propósito y finalmente vencieron en aquella batalla. En todas partes, desde la punta de
Cornwall en el sur, hasta la punta más lejana al norte lo recorrieron todo. Los
evangelistas zigzagearon y cruzaron todo el país desde el Atlántico hasta el Mar del
Norte. “En cinco años cada esquina del país escucho la Palabra de vida”.31
En trabajos todavía más abundantes. El espíritu y la visión del fundador del
metodismo no podían quedar contenidos en su tierra natal. Inglaterra era su Jerusalén,
39

pero el mundo era su parroquia. ¡Las masas habían llegado a ser su misión! Un
historiador observa que “aunque el trabajo de las misiones domésticas absorbió
necesariamente las energías de los primeros metodistas, su trabajo estimuló
indirectamente todo el movimiento misionero moderno y directamente produjo algunas
formas notables del mismo”.32
Wesley, a partir de allí, comenzó lo que probablemente sea el ministerio
evangelístico más grande de la historia de la predicación. Por más de cincuenta años
predicó un promedio de 800 sermones anualmente. La idea de limitar su predicación a los
domingos y cultos de entresemana nunca se le cruzó por la mente. Habitualmente
comenzaba a predicar a las cinco de la mañana. Durante mucho tiempo predicó cada día
de la semana, y no meramente una vez al día, si no que a la mañana, al medio día y a la
noche. A la edad de 85 años, en un períodode ocho semanas predicó ochenta veces. El
genio organizador de Wesley resultó en la formación de la gran Iglesia Metodista -
primero en Inglaterra y más tarde en Norteamérica.
Ya hemos notado que el movimiento misionero en el continente surgió del
pietismo del sigio XVII. Puede decirse también que el movimiento misionero británico
debe su origen también al despertamiento evangélico bajo Juan Wesley y George
Whiterield en el siglo XVIII. De hecho, como insiste Kane, no es ninguna exageración
decir que Wesley salvó a Inglaterra de un desastre moral y religioso, pero también dejó
echados los cimientos del movimiento misionero moderno lanzado por Coke y Carey.33
40

CAPITULO 4 – “EL MINISTRO METODISTA de ASUNTOS


EXTRANJEROS”

“¡Vaya, hermano Coke; vaya y predique el evangelio a todo el mundo!” De esta


manera le habló Juan Wesley a Thomas Coke en 1776. Esto fue, en parte una orden; en
parte una profecía. El Dr. Coke lo hizo una y otra vez, llegando a los cuatro Reinos de
aquel tiempo, a muchas de las islas de las Indias Occidentales y a Norte América.
El gran rebaño que se reunió alrededor de Juan Wesley en Inglaterra, luego de
regresar de Norte América, le hizo imposible cualquier tipo de ministerio personal en
otras tierras. Para servir a su parroquia mundial se requería un ayudante de devoción y
habilidades excepcionales; semejante colaborador lo encontraría en Thomas Coke - “E1
Ministro Metodista de Asuntos Extranjeros”.
Un historiador observa que para Coke, “el mundo fue su parroquia en un sentido
más literal que para el mismo Wesley”.1 Desde la primera vez que observó el paganismo
y la esclavitud en las Indias Orientales “consideró todas las cosas como pérdida”, para
ganar la raza negra para Cristo. Su aspiración principal fue “ser la causa inmediata o
remota de la conversión de millones para Dios”. A esta tarea de toda la vida, dedicó sus
muchos y variados talentos con energía incansable y una efervescencia de espíritu tal que
ninguna oposición lo pudo acobardar o desconcertar.

I. FUERZAS PREPARATORIAS

Hubo muchos factores que contribuyeron a la apertura del “Gran Siglo” de las
misiones modernas, en las que Coke jugaría un papel muy importante. Los cambios en el
mundo en general, tanto fuera como dentro de la iglesia estaban señalando el principio de
una nueva era. Geográficamente se había descubierto un nuevo hemisferio, mientras que
la información sobre lo ya conocido se incrementó notablemente. Los proyectos
comerciales y colonizadores acercaron “los extremos de la tierra”. Las grandes
compañías, holandesa e inglesa, de las Indias Orientales pavimentaron inconscientemente
41

el camino para el misionero. Hicieron que el viaje y la residencia en los países orientales
fuera más factible y segura.
También contribuyeron las nuevas invenciones y los descubrimientos científicos.
En el verano de 1771, el Teniente James Cook regresó de su primer viaje aventurero a los
mares del sur. En esta aventura había rodeado Nueva Zelandia y había dibujado un mapa.
Investigó la costa este de Australia y navegó entre Australia y Nueva Guinea. La historia
de este viaje fue publicada en 1773. Pero antes que la historia fuera publicada, el
“Mercurio” anunció que Cook -ahora ascendido al rango de Comandante- había zarpado
desde Plymouth para hacer, así se creyó, descubrimientos aún mayores.
El factor más importante fue el Renacimiento. Su impacto liberó al mundo
intelectual y al religioso de la tiranía, la plaga de los sistemas y tradiciones medievales.
El despertar a las posibilidades de una nueva vida se ponía ahora al alcance de todos.
Los factores religiosos no fueron menos poderosos, entre ellos el movimiento
pietista en Alemania y el despertamiento evangélico en Inglaterra y Norte América que
ya han sido citados. Aun antes del tiempo de Coke hubo manifestaciones de interés
misionero en Inglaterra. En 1719 Isaac Watts escribió su gran himno misionero, “Jesús
reinará donde haya sol”.
En 1723 Robert Millar de Paisley escribió “Una Historia de la Propagación del
Cristianismo y el Derrumbamiento del Paganismo”, en la que abogaba por la intercesión
como el medio principal para la conversión de los paganos. La idea “prendió” rápido.
Veinte años más tarde se organizaron grupos por todas las Islas Británicas, la petición
principal de oración fue la conversión de los paganos del mundo.
En 1746 se envió a Boston un documento invitando a los cristianos del Nuevo
Mundo para entrar por siete años, en un “Acuerdo de Oración” por la obra misionera.
Aquel documento provocó una rápida respuesta de Jonathan Edwards. El año siguiente,
Edwards envió un llamado a todos los creyentes para comprometerse en oración
intercesora por el esparcimiento del evangelio alrededor de todo el mundo. Uno de sus
sermones, luego del llamado, conmovió el corazón de William Carey.2
Por estas causas es correcto relacionar los inicios del movimiento misionero
moderno con estos y otros drásticos cambios globales.

II. UN NUEVO COMIENZO


42

Thomas Coke nació el 9 de octubre de 1747 en Brecon, un pueblo ubicado en


Gales del Sur. Sus padres eran el médico Bartholomew Coke y Anna, su devota esposa.
Esta piadosa pareja había sufrido la pérdida de sus dos primeros hijos. Vivieron
preocupados por la posibilidad de no tener hijos hasta que les nació Thomas. Este fue
dedicado al servicio de Dios cuando era aun un niño.
Thomas era un “muchachito de ojos oscuros y cabello negro, pequeño de estatura
(nunca pasó de m. 1,53; Wesley medía m. 1,65) de físico robusto, excepcionalmente bien
parecido, con mucha gracia y una muy agradable manera de ser”.3 De niño era brillante e
inteligente, pero no mostraba ninguna genialidad.
Luego que terminó su educación primaria y secundaria, entró en la universidad en
Brecon. Bajo el nombre de Colegio de la Iglesia de Cristo, esta universidad había sido
fundada en 1541 por Enrique VIII para: “el fomento de la predicación y la enseñanza, la
buena literatura y dedicación de la juventud”.
Influencias de Oxford. Cuando completó el curso en Brecon, Thomas fue
matriculado en 1764 por su padre, como “un caballero común, sin beca, del Jesús
College” de la universidad de Oxford. Allí fue expuesto a toda clase de tentaciones
pecaminosas e influencias desmoralizantes. Como siempre, la infidelidad en Oxford dio a
luz su fruto natural: inmoralidad.
Pero en medio de todas las diversiones y disipaciones, la consciencia de Coke le
molestaba y su espíritu estaba inquieto. Se hizo deísta, pero no encontró satisfacción en
este sistema de pensamiento. Afortunadamente, en un período muy crítico de su vida
cayó en sus manos el libro El juicio de los Testigos, del obispo Sherlock, y el Tratado
sobre la Regeneración, escrito por el Dr. Witherspoon. El argumento de Sherlock limpió
su mente del escepticismo y la exposición de Witherspoon sobre el nuevo nacimiento
despertó su apetito espiritual. El joven Coke renunció al deísmo, abandonó sus
compañeros escépticos y se entregó diligentemente a sus estudios.
Bajo las condiciones religiosas que prevalecían en la Gran Bretaña durante el siglo
XVIII, el llamado a predicar no era algo muy serio. Tomar las órdenes y entrar en el
ministerio de la Iglesia Oficial no involucraba más que elegir la vida clerical como una
profesión. Esto parece ser lo que hizo Coke. Luego de lograr su Bachillerato universitario
(Coke recibió más tarde una Maestría y un Doctorado en Leyes en Oxford) en la
universidad, regresó a Brecon donde, a la temprana edad de 25 años, fue elegido como
magistrado jefe.
43

A esta altura de su carrera, el futuro era promisorio para el joven galés. “Elegante
en forma y presentación, encantador en persona, el único hijo de una familia influyente,
único heredero de una buena propiedad, bien educado y muy popular, debió haber
escogido cualquiera de varias carreras honorables con la mejor perspectiva de éxito”.4
Pero, Coke había sido bendecido por la providencia de Dios con una resolución
interior que lo mantuvo en su vocación clerical. Más tarde fue claramente llamado al
ministerio.
Cura convertido. Coke recibió las órdenes de sacerdote de la Iglesia Anglicana
en Abergwilly en 1772.

Ven, Santo Espíritu, Creador, ven


Inspira estas almas tuyas,
Hasta que cada corazón que tu has hecho,
Esté lleno de la gracia divina.

Coke recitó la invocación en aquella solemne ocasión, pero sabía muy poco del
verdadero significado de tales palabras. De lo que estaba consciente era de que no poseía
la paz y el gozo del Espíritu viviendo en él. Cuando fue nombrado cura de South
Oetherton, en Devon, buscó sinceramente estar a la altura de su tarea.
Fue por este tiempo que Thomas Coke tuvo su primer encuentro personal con los
metodistas. El contacto vino a través de una serie de entrevistas con Thomas Maxfield, el
primer laico itinerante que tuvo Wesley. Sin embargo, Coke vino a conocer la realidad
espiritual como resultado de su relación con un campesino indocto, que era líder de una
clase en Devoshire. El “conocimiento de la verdad divina” de este hombre impresionó
profundamente al doctor Coke. Aquel humilde laico le explicó el camino de salvación en
forma más clara y entonces Coke experimentó su verdadera conversión.
A medida que su experiencia religiosa se profundizaba, el carácter de su ministerio
fue cambiando. Era más ferviente y comenzó a predicar sin notas. Introdujo el canto de
himnos y estimuló los testimonios personales de perdón de pecados. Su congregación
creció, pero así también creció la oposición.
El despertamiento espiritual, a Thomas Coke, le trajo encima la cólera de algunos
feligreses influyentes. Las clases del tipo moral “decentemente muerto”, no gustaban de
él porque insistía en la necesidad de tener vida espiritual, y a “los inmorales” tampoco
les caía bien porque condenaba los pecados que ellos cometían. Al final demandaron y on
44

abruptamente se anunció, sin previo aviso, la destitución de Coke. Pareció una


descortesía bien estudiada, “y sus enemigos tuvieron la indecencia de hacer un complot
para removerlo de la iglesia”, como un insulto adicional.
Se une a los metodistas. En 1742 Juan Wesley expresó con firmeza su deseo de
que un clérigo de la Iglesia de Inglaterra lo ayudara en la gran tarea que llenaba su
corazón y sus manos. Pero agregó: “No conozco a ninguno que esté dispuesto a lanzarse
a esta tarea junto a nosotros. Y yo apenas lo esperaré, porque yo sé que rápido quedan
enganchados en el servicio del mundo y del mal, antes de dejar la universidad”.
Felizmente para Wesley, Thomas Coke probó ser la excepción. El 13 de agosto de
1776 Wesley registró lo siguiente: “Prediqué en Tauton y después fui con el señor Brown
a Kingston. . . Aquí encontré un clérigo, el Dr. Coke... que recorrió veinte millas con el
propósito de encontrarme. Conversamos mucho y, a partir de allí, comenzó luego una
unión que confío no terminará nunca”.
Justo un año después, el nombre de Coke aparece otra vez en el diario de Wesley.
“Me adelanté a Taunton con el Dr. Coke. Este había sido despedido de su posición de
cura, se había despedido como un nombre honorable y había decidido unirse a nosotros”.6
Así que, cuando cumplió 30 años, Thomas Coke entró al ministerio con los
metodistas. Para Wesley esta afiliación con el movimiento metodista, llegó en un tiempo
muy oportuno. El metodismo se había extendido ampliamente. Su fundador, ahora de 72
años, estaba empezando a sentir las limitaciones inevitables de la edad. Hasta ahora había
llevado solo la carga de la administración, carga que crecía rápidamente. Encontró, en
Thomas Coke, su “mano derecha”, un asistente incansable para el trabajo y los viajes, lo
mismo que él. Wesley diría más tarde: “Yo solía ser capaz de hacer un poco con dinero o
sin dinero; pero el Dr. Coke me superó siete veces en mi mismo terreno”.7

III. OBISPO NORTEAMERICANO

Barclay encuentra significativo el hecho de que el primer individuo, que fue


apartado como Superintendente del Metodismo Norteamericano, era un hombre cuyo
corazón tenía una notable pasión misionera. Se puede afirmar que Francis Asbury era
esencialmente un misionero en espíritu y propósito; “sin embargo, fue Thomas Coke y
no Juan Wesley o Francis Asbury, quien inició el metodismo norteamericano del
principio, en el curso de sus misiones extranjeras. El fue, de hecho, el apóstol de las
misiones del metodismo británico y de las del norteamericano”.8
45

El Dr. Coke oficialmente se unió a Wesley en la conferencia de 1777, donde


también se encontró con John Fletcher. Esta unión encendió aún más la chispa que estaba
ya surgiendo en su alma. Cuando cumplió 30 años fue a Londres. Predicó en la capilla de
Foundry en West Street, y en las minas. Su predicación atrajo a grandes multitudes
mientras que sufría su cuota de violencia popular.
Coke siempre se sintió un ministro itinerante, así pero llegó a ser el lugarteniente
de Wesley en el Metodismo. La idea de confinarse en una sola parroquia tenía menos
atracción, para su naturaleza inquieta, que la que tuvo para Juan Wesley.
Emisario de Wesley. Las circunstancias que trajeron a Coke a Norte América en
1784 son de especial interés para nosotros en este punto. Francis Asbury en aquel tiempo
era reconocido como el líder del metodismo norteamericano. Estaba rodeado por un
grupo de más de ochenta predicadores ambulantes bien acreditados. Sus convertidos
estaban insistiendo en poder recibir los sacramentos de sus manos. La mayoría de los
clérigos anglicanos habían abandonado el país por causa de la revolución. Por otro lado,
los predicadores de Wesley todavía tenían el rango o clasificación de laicos. Asbury
resistió las demandas con extrema dificultad. Finalmente, bajo una creciente presión, le
pidió a Wesley que viniera a Norteamérica personalmente. Pero Wesley no podía dejar la
obra en Inglaterra.
Cuando Wesley fracasó en el intento de convencer al obispo de Londres, para que
ordenara a uno de sus predicadores para servir en los Estados Unidos, se volvió a Coke
que era presbítero de la Iglesia de Inglaterra, y le pidió que visitara Norteamérica como
su comisionado. Coke fue ordenado formalmente como “Superintendente” y se le dio la
autoridad de ordenar a Asbury en la misma capacidad. Los dos Superintendentes
ordenarían, a su tiempo, un número suficiente de presbíteros entre los predicadores
norteamericanos para manejar los asuntos administrativos de las Sociedades en
Norteamérica.
El Dr. Coke desembarcó en Nueva York en su histórica misión, el 3 de noviembre
de 1784. En su primera reunión, Coke y Asbury, establecieron una estrecha relación.
Diseñaron entre ellos la constitución de la nueva iglesia. Asbury aportó el juicio práctico
basado en la experiencia, mientras que Coke aportó su habilidad en los aspectos técnicos.
La delegación de predicadores norteamericanos reunida en la ciudad de Baltimore
para la histórica “Conferencia de Navidad” reconoció rápidamente la autoridad de Coke.
Fueron testigos de las ordenaciones y aceptaron la constitución propuesta. Este
instrumento sigue siendo la base de la Iglesia Metodista Episcopal hasta nuestros días.
46

Los dos Superintendentes de Wesley, encargados con autoridad episcopal, más


tarde fueron, apodados “obispos” por los prácticos norteamericanos. El título irritó
muchísimo a Carlos Wesley; este atacó públicamente y sin retaceos a Coke por la
decisión sin precedentes. Juan Wesley se avergonzó por la consiguiente disputa, pero dio
su apoyo a Coke.
Para los norteamericanos, hasta donde fue posible, Coke llegó a ser un
norteamericano. Sin embargo, por causa de la situación política de la época esto fue
posible sólo hasta cierto punto. Debido a circunstancias que estaban fuera de su control,
la carrera de Coke en Norte América fue entorpecida y, en cierta forma, infeliz. Su poca
envidiable suerte fue ser enviado a la nueva república en un tiempo en que cualquier
enviado británico, independientemente de la misión que tuviera, estaba bajo sospecha. A
pesar de que se había declarado formalmente la paz, Gran Bretaña todavía retenía muchos
de sus puestos militares. Además se negaba a pagar por los negros esclavos que habían
sido sacados al final de la guerra. Indudablemente Coke, por su parte, sentía un fuerte
lazo de unión con Inglaterra. Bajo estas circunstancias fue inevitable que por varios años
se le atribuyeran prejuicios británicos.9
Un ejemplo de los mal entendidos esfuerzos de Coke por ser “todas las cosas a
todos los hombres” puede verse en el tercer viaje de éste a Norte América. Por el tiempo
de aquella visita (1788-89), la Conferencia Occidental presentó una carta de felicitación a
George Washington por su elección como Presidente de la República. Coke, pensando
solo en que era apropiado, firmó este documento junto con Asbury como oficial principal
del metodismo en Estados Unidos.
Pero la carta enviada a Washington contenía algunas frases que los predicadores
británicos objetaron. El documento comenzaba diciendo: “Nosotros, los obispos de la
Iglesia Metodista Episcopal, humildemente rogamos permiso en el nombre de la
Sociedad colectivamente... para expresarle los cálidos sentimientos de nuestros corazones
y nuestras sinceras felicitaciones por su elección a la presidencia de estos Estados. . .”
El comunicado era breve y contenía referencias incidentales a la Guerra de la
Independencia como “la Gloriosa Revolución”. Tan pronto como llegó la noticia a
Inglaterra de que Coke, un súbdito británico, había firmado tal documento, se encendió la
hoguera. El documento fue leído en la conferencia reunida en Bristol, y acto seguido
todos los predicadores votaron unánimemente la censura de Coke. ¡Pobre Coke! ¡Qué
papel tan difícil le tocó jugar! “Para los británicos era demasiado americano, y para los
norteamericanos era demasiado británico”.10
47

Aunque a Wesley y a sus colegas británicos no les gustaba el término obispo,


Coke lo era en toda la extensión de la palabra. Fitzgerald nos recuerda que “Coke fue el
primer obispo protestante norteamericano, no solo del metodismo, sino de cualquier otra
orden”.11
Con Coke, la posición fue siempre la de un siervo en misión. Durante los 18 años
siguientes cruzó el océano Atlántico 18 veces en comisiones misioneras. Dos siglos atrás
este récord era mucho más destacado de lo que representa hoy en día. En tres diferentes
viajes, el barco fue perseguido por cruceros franceses. Una vez fue capturado y él fue
desembarcado en costas norteamericanas; le robaron casi todo excepto sus papeles. Coke
pagó sus propios gastos adonde quiera que fuera, y se regocijaba en que esto fuera
posible.
En la frontera. La rapidez con que este caballero inglés se adaptó a la forma
norteamericana es en sí muy sorprendente. Mientras que Francis Asbury es reconocido
como “El Profeta del Largo Camino”, su colega británico dejó también un admirable
recuerdo.
El Dr. Coke registra que al desembarcar en Norteamérica en su segundo viaje,
Asbury le dio “un buen y robusto caballo”. ¡Lo necesitaba!, escribió, “los predicadores
cabalgan alrededor de ciento sesenta kilómetros semanales, y las ciénagas y pantanos
que tuvieron que transitar son parte de una historia llena de tremendos desafíos. Estuve
hasta las rodillas en el agua sobre el lomo del caballo pasando a través de un enorme
pantano, estaba casi oscuro”. Continua diciendo, “volví a mi antiguo y romántico estilo
de vida; predicando en medio de una gran floresta, con escolta y a veces cientos de
caballos atados a los árboles”.
Algunas veces el Dr. Coke fue recibido con lujos; sin embargo, muy a menudo lo
mismo que Asbury recibió lo más rústico en pensión y alojamiento. El declara: “En
varios lugares tuvimos que tendernos en el piso, lo cual no me importa, aunque mis
huesos estaban un poco doloridos en la mañana”. En otra página de su diario personal,
Coke hace referencia de paso en cuanto al hecho de que hubo treinta extraños en la casa,
“lo cual nos obligó a acostarnos tres en una cama”.
Thomas Coke debe haber sido uno de los hombres de su época que más viajó. Su
novena y última visita la hizo cuando tenía 56 años. La edad, sin embargo, no detuvo a
Asbury de planearle una gira a caballo, ¡de alrededor de ocho mil kilómetros!
Una idea del lugar que Thomas Coke tenía en el afecto de los metodistas
norteamericanos se puede obtener de la conferencia general de 1796. Hubo algunas
48

discusiones, un poco ansiosas, en cuanto a la salud de Asbury que estaba fallando, y


acerca de la necesidad de un sucesor. Coke escuchó cuidadosamente, podía entender la
situación. Quería ayudar, pues estaba impresionado con la necesidad del momento.
Olvidando por el momento las demandas del metodismo en Gran Bretaña, se ofreció a
sus hermanos norteamericanos para estar “enteramente a su servicio - todo lo que soy y
todo lo que tengo, sin reservas, para ayudar al obispo Asbury”.12
Luego de algunas deliberaciones, esta sorprendente oferta fue aceptada. El Dr.
Coke hizo su mayor esfuerzo para cumplir con el compromiso, hasta que fue
honorablemente liberado para atender necesidades más urgentes en su tierra. Sin
embargo, los metodistas norteamericanos dejaron saber que solo lo estaban “prestando
por una temporada” para el trabajo en Inglaterra, pues esperaban que pronto pudiera
regresar a los Estados Unidos.
El valor de la contribución de Coke al metodismo norteamericano, es imposible de
calcular. Su diócesis abarcó todo el continente, pero no era demasiado grande para sus
energías. Cuando llegó a los Estados Unidos en 1784, el número total de predicadores
itinerantes era aproximadamente 83, y los miembros llegaban a 14.995. En verdad, estas
estadísticas reflejan el trabajo heroico de Asbury y otros, pero no fue pequeña la
contribución de Coke para estos logros se hicieran posibles.

IV. LAS REGIONES MÁS ALLÁ

Aunque Coke fue un elemento humano de enorme valor para el metodismo


norteamericano, no era en ese vigoroso y espontáneo movimiento donde era más
necesario. Aun mientras viajaba entre conferencias, es evidente que el objetivo principal
de Coke era la promoción de las misiones extranjeras. Su viaje a Filadelfia y Nueva York
luego de la conferencia de Navidad fue con el propósito de levantar fondos para el
traslado de Garrettson y Cromwell a Nueva Escocia.
Jonathan Crowther, que fue uno de sus biógrafos, interpreta el motivo
predominante de Coke de la siguiente manera:
“En las circunstancias existentes, todo el metodismo en aquel país debería ser
llamado una misión. Sin embargo. . . el Doctor (Coke) quiere decir por el término
‘misiones’... en un sentido religioso, la exploración de nuevas regiones, el labrado
de nuevos campos, llevar el evangelio a lugares donde el metodismo no tiene
49

sociedad alguna y a partes no incluidas dentro de los límites de circuito existente


alguno.13
Coke, lo mismo que San Pablo, no estaba contento de edificar sobre los cimientos
de otros, sino que miraba continuamente a las regiones más allá.
Un corazón para las misiones. Los biógrafos de Coke no aclaran cuál era la
fuente original de su pasión misionera. En la Conferencia Británica de 1778 - la primera o
segunda a la que asistía- se recibió un pedido de dos jefes africanos, solicitando que
mandaran misioneros a Guinea. Una propuesta al respecto fue rechazada luego de horas
de acalorada discusión. Pero, aquel incidente probablemente pudo haber guiado la
atención de Coke hacia el mundo pagano.
Es más probable, sin embargo, que el impulso venga de más atrás, aun de antes de
unirse a los metodistas. Esta sugerencia, por lo menos, se hace evidente en la entrevista
original con Wesley en agosto de 1776. Coke en aquel tiempo le preguntó a Wesley si
tendría que limitar su ministerio a una sola congregación. Como si hubiera leído su
mente, Wesley batió las manos y dijo: “Hermano, vaya, vaya y predique el evangelio por
todo el mundo”.
La preocupación misionera de Thomas Coke se hizo más evidente aun en enero de
1784, cuando diseñó un “Plan de la Sociedad para la Fundación de Misiones Entre los
Paganos”. El estudiante de historia recordará que esta proposición fue hecha ocho años
antes del ahora famoso sermón de William Carey en Nottingham - “Esperad grandes
cosas de parte de Dios; Intentad grandes cosas para Dios”. De hecho, fue un sermón de
Thomas Coke en Birmingham en 1790, basado en Salmos 68:31 que encendió la visión
misionera en el corazón de Samuel Pearce, uno de los fundadores de la junta de misiones
de Carey.14
El plan original de Coke consistía en 10 reglas para la organización de una
Sociedad dirigida a “Todos los que Aman de Verdad a la Humanidad”. El nombre del Dr.
Coke encabezaba la lista de subscriptores. Hubo otros 24 subscriptores, uno de los cuales
fue el piadoso John Fletcher de Madelay. El nombre de Juan Wesley no aparece en la
lista. El plan fue prematuro y entonces la propuesta tuvo que ser archivada por falta de
apoyo.
El Dr. Coke desde su juventud tenía el corazón puesto en las misiones a Oriente,
pero las puertas se abrieron más cerca del hogar. En 1786 observa: “El Sr. Wesley
considera imprudente en este momento intentar esto, cuando es tan grande el campo que
se nos presenta en países donde tenemos mucho más fácil acceso”. Wesley desalentó el
50

proyecto, considerando que era inútil hacer el esfuerzo, excepto que se contara con una
fuerza, o grupo bien equipado. Fuerza que el metodismo no podía proporcionar en aquel
momento. Además, el veto impuesto por la compañía India Oriental, sobre las misiones
dentro de la esfera británica continuaba en efecto. Pero, aun a través de los viajes de Coke
por otras regiones, India continuaba ejerciendo una fuerte atracción para él.
Arribo a las Indias Occidentales. La primera obligación misionera mayor para
Coke, le llegó casi por accidente. Su segundo viaje a Norteamérica (1786-87) lo llevó a
las Islas de las Indias Occidentales. Considerando que la travesía por barco es el medio
típico de los próximos viajes de Coke, tomaré tiempo para entrar en algunos detalles.
Se embarcó en Gavesend, Inglaterra el 24 de septiembre de 1786 con rumbo a
Halifax, Nueva Escocía. Las instrucciones de Wesley eran que debía reunir los
predicadores de la América del Norte británica en una conferencia, antes de seguir a los
Estados Unidos. Llevó con él dos jóvenes misioneros para Nueva Escocia, y un tercero
designado para Antigua.
El barco fue desviado de su rumbo por peligrosos vientos. Una y otra vez los
marineros estuvieron listos para cortar el mástil, como última medida para, al menos,
salvar el barco. Sumándose a los problemas ya existentes, el casco comenzó a hacer agua
lo que hacía parecer que estaban condenados a naufragar.
El domingo 25 de noviembre, Coke escribió en su diario personal: “Hoy se rompió
uno de los soportes principales del palo mayor”. El día siguiente aparece una igualmente
simple declaración, “El otro soporte principal también se perdió”.
El capitán estaba obsesionado con la idea de que el grupo de misioneros que
llevaba a bordo, igual que en la historia de Jonás, estaba trayendo mala fortuna al barco.
En cierta ocasión consideró seriamente la posibilidad de tirar a Coke por la borda. Sin
embargo, no lo intentó. Pero en un arrebato tomó algunos de los libros y papeles más
valiosos de Coke y los lanzó al agua.
Durante el furor de la tormenta, Coke extrajo una importante beneficio espiritual.
Escribió:
“Llegué a estar dispuesto a ser todo o nada. . . ser utilizado o quedar a un costado,
como El crea conveniente. Esta fue una actitud con la que estaba poco
familiarizado. . . Desde hace mucho tiempo estuve dispuesto a morir, pero no a
estar inactivo mientras viva. . . siento que he deseado todo lo que he tenido que
sufrir”.15
51

A la crisis se sumó el hecho de que las provisiones se estaban terminando. La


reserva de agua potable estaba casi agotada, ya llevában tres meses en el mar, cuando
normalmente el tiempo para cruzar el Atlántico era de un mes.
Al fin el capitán reunió a los pasajeros y a la tripulación en su cabina, y les dijo
que no había esperanza casi de llegar a Nueva Escocia. La única posibilidad de sobrevivir
era tratar de llegar a las Indias Occidentales. Hasta donde pudo dirigió su maltrecho barco
e intentó conducirlo a un puerto en aguas tranquilas.
Muy temprano en el día de Navidad de 1876, llegaron al puerto de Saint John en la
isla de Antigua. Extrañamente, esta era la única isla metodista en todas las Indias
Occidentales. Coke encontró en Saint John una sociedad de 1.800 metodistas, la mayoría
de ellos esclavos negros unidos bajo el cuidado de John Baxter, carpintero naval y
predicador local.
Baxter había venido de Inglaterra varios años antes; durante el día ganaba su
sustento, y por la noche se entregaba con gran entusiasmo a la tarea honoraria (pues no
recibía paga) de la predicación en las plantaciones. La obra se extendió tanto que lo
abrumó totalmente. Una y otra vez le escribió a Juan Wesley rogándole que enviara un
predicador desde Inglaterra, le expresó la petición de esta manera: “Usted tiene tantos
hijos en Antigua como nunca ha visto”.
Aquel fiel grupo de metodistas continuó esperando y orando por un predicador.
Mientras tanto, seguían teniendo sus reuniones y servicios. El servicio de Navidad era
uno de esos que nadie se quiere perder, se celebraba muy temprano en la mañana cada
año el día de la Navidad.
Cuando desembarcaron Coke y su grupo, caminaron por las oscuras y silenciosas
calles de Saint John, resueltos a preguntar por John Baxter a la primera persona que
encontraran. De repente vieron la luz de un farol balanceándose en la mano de una
persona que se acercaba con un grupo, y en medio de aquel grupo, ¡estaba el mismo John
Baxter!
Todo parecía ser demasiado bueno para ser cierto. Aquellos fíeles creyentes no
vieron un misionero solo, ¡sino un grupo de cuatro, dirigidos por el propio Dr. Coke! Los
recibieron como a verdaderos ángeles de Dios.
Coke predicó en aquel inolvidable servicio de Navidad y administró la Santa
Cena. Aquel día predicó no una sino tres veces. Registró en su diario personal que rara
vez había visto “una congregación tan pulcra y limpia”.16
52

La escena traía una extraña reminiscencia del apóstol Pablo y su estadía en Troas.
Coke veía la mano de Dios en todo esto, y decidió dejar sus misioneros en las Indias
Occidentales en lugar de continuar a Nueva Escocia. Visitó una serie de islas alrededor y
en seis semanas el metodismo quedó bien plantado en las Islas de Barlovento y de
Sotavento.
La misión de las Indias Occidentales fue la primera de varias que encabezaría
Coke. Sin embargo, aquella misión mantendría un lugar especial en su corazón por el
resto de sus días. Dispuso una fuerte porción de sus recursos para sostener aquella
misión. Antes de morir vio crecer el cuerpo misionero a 25 obreros y la feligresía llegar
cerca de los 16.000.
Un sólo objetivo. Las misiones mundiales, de esta manera, llegaron a ser su pan
cotidiano. Para él los misioneros eran como sus hijos, cuidaba de su bienestar
constantemente y suplía sus necesidades con liberalidad. Se escribía con ellos desde
donde estuviera. Cuando eran perseguidos, él defendía la causa con los gobiernos de
Inglaterra y de Holanda. De hecho, “suplirle a los misioneros lo que ellos quieran”,
superaba en su concepto “toda otra consideración”.
Se reconoce entonces, que Coke fue el padre de las misiones metodistas. Sus
intensos esfuerzos en el extranjero fueron igualados sólo por su agitada actividad en el
frente doméstico. En ausencia de una organización aceptable, entró en una campaña
financiera intensiva para la expansión de las misiones. Este siervo de Dios era muy
persistente en sus solicitudes, al punto de ser hallado algunas veces rogando por ayuda
para las misioners puerta por puerta literalmente. Coke hablaba a comerciantes,
banqueros y hombres profesionales en sus lugares de trabajo, sus estudios contables y sus
oficinas. Al mismo tiempo, con frecuencia, se lo encontró en los púlpitos solicitando
ofrendas más generosas para la causa misionera.
No hubo quien se resistiera a su apasionada apelación. “Por favor señor”, le dijo el
capitán de un barco de guerra a un caballero en Plymouth, “¿sabe usted algo de un
hombrecito que se llama a sí mismo Dr. Coke, y anda por ahí pidiendo dinero para
mandar misioneros a los esclavos?” “Lo conozco bien”, fue la respuesta. “Parece ser”,
dijo el capitán, “un diablillo maravillosamente inteligente; esta mañana me convenció y
me sacó dos guineas”.17
Mientras buscaba fondos misioneros, el Dr. Coke encontró una valiosa compañía.
En 1805 el señor Pawson le presentó una dama en Bristol, la que le prometió 100 libras si
le hacía una visita en Bradford, condado de Wilts. Cuando él la visitó, esta dama le
53

entregó 200 libras. La amistad que se estableció resultó, a la postre, en el feliz casamiento
de ambos.
El Dr. Coke personalmente estableció la norma o modelo para las ofrendas
misioneras. Dedicó su propia fortuna, que no era pequeña, a la causa asi como los
importantes legados que le dejaron, en su momento, sus dos esposas. Sería imposible
calcular la contribución que él hizo al metodismo, sin embargo, fue siempre un dador
alegre a lo que él consideró la más valiosa de las causas. En su aventura misionera final a
la India, escribió:
“No puedo arrepentirme de las miles de horas que he invertido en uno de los más
viles y a la vez glorioso trabajo de mendigar de casa en casa. Las decenas de miles
de libras que recogí para las misiones y los efectos benéficos de esto, forman una
amplia compensación por todo el tiempo y todo el trabajo. Todo es del Señor”.18

“El fue un hombre bueno y noble”, dice Gregory refiriéndose a Coke.


“Dedicó tres fortunas y todo su tiempo, facultades y energías a la extensión del
reino de Dios. Cruzó el Atlántico 18 veces con ese propósito. Antes que el vapor
fuera aplicado a la locomoción atravesó Inglaterra, Gales, Irlanda y los Estados
Unidos, predicando y organizando, pidiendo y distribuyendo miles de libras”.19

El celo del Dr. Coke por las misiones fue tan intenso que esto absorbió toda su
alma. Se me dijo que aun estando abrumado por la fatiga y dormitando, si fueren
mencionadas las misiones se despertaría instantáneamente y entraría animadamente en
conversación. Un observador declaró una vez a causa de esto “que si el doctor estuviera
muerto y alguien le susurrara las palabras misión o misionero al oído, habría esperanza de
que volviera a la vida”.20 “Sus trabajos y logros”, agregó un historiador, “fueron míticos,
tal como los llamaría una crítica escéptica; tal crítica escéptica sobreviviría doscientos
años”.21
Hay que admitir que la administración de Coke, tuvo algunos fallos; su celo a
veces superó su discreción. Por ejemplo, no apreció totalmente la dificultad de sus
hermanos norteamericanos en la cuestión de la esclavitud, pero debe decirse que “sus
faltas fueron las de un hombre impulsivo con un corazón grande, un hombre idealista”.22
Thomas Coke legó al metodismo una obra misionera mundial en marcha y extendida
desde el occidente hasta el oriente.
54

V. UNA VIDA DE SACRIFICIO

En el Arminian Magazine de 1792 hay una carta de un caballero de la India


fechada en 1785. La carta contesta consultas hechas por el Dr. Coke en cuanto a la
factibilidad de una misión a la India; el documento contiene consejos elaborados sobre la
mejor manera de proceder. En ese tiempo Coke, estaba ocupado con planes para Nueva
Escocia y las Indias Occidentales, entonces contestó:
“Las dificultades para abrir una misión en Bengala son muy grandes, pero no hay
nada imposible para Dios. . . Tan pronto como sean atendidas las demandas
extraordinarias desde América, confío en que estaremos en condiciones de dirigir
nuestro pensamiento hacia Bengala”.23

Candidato a misionero. El pensamiento sobre la India nunca se apartó de la


mente de Coke. Cuando tenía como sesenta años se propuso en su corazón establecer la
misión a la India e ir él mismo allá con ese propósito. En 1812 le hizo una propuesta
formal a la Conferencia británica, pero, como generalmente había sido su experiencia,
encontró la oposición de los hermanos más cautelosos.
La conferencia, sin embargo, tenía razones para ser cauta. La Conexión Metodista
no estaba aparentemente en condiciones de respaldar otra misión. Al mismo tiempo la
oposición al gobierno Anglo-Indio parecía insuperable. El amigo más cercano de Coke y
al mismo tiempo su biógrafo, Samuel Drew, le escribió urgiéndolo a abandonar el plan.
Drew entendió que esta empresa no era aconsejable:
“Teniendo en cuenta su edad, el choque que su físico tendría que soportar al vivir
en un clima tórrido, la dificultad que tendría para presentar la articulación
necesariamente flexible para pronunciar un nuevo idioma, y finalmente su
incapacidad de dejar detras de él un sucesor que pudiera ser capaz y al mismo
tiempo estar dispuesto para buscar puerta por puerta apoyo para las misiones ya
establecidas”.

El 28 de junio de 1813, el Dr. Coke le dirigió una carta a Drew desde “La Casa de
Predicación” en Dublín. Decía: “Ahora estoy muerto para Europa y vivo para la India.
Dios mismo me ha dicho, “Ve a Ceylán”. Estoy tan convencido de la voluntad de Dios
que me parece que es mejor para mí llegar desnudo a la costa de Ceylán, sin ropa y sin
55

amigos, que no ir”.25 Con este pensamiento llegó a la Conferencia Inglesa que sesionó en
Liverpool el 28 de julio de 1813.
El asunto había sido discutido previamente en la asamblea del distrito de Londres.
El tema había levantado fuertes objeciones en Londres. Así que estas y otras objeciones
fueron presentadas en Liverpool. Mientras que algunos de los miembros más capaces del
cuerpo abogaban por plantar la misión como Coke lo había propuesto, otros muchos se
oponían.
Al terminar el primer de día de discusión, parecía que el resultado inevitable iba a
ser una acción adversa de la Conferencia; el asunto quedó pendiente para terminarlo el
día siguiente. Regresando a su alojamiento acompañado por Benjamín Clough, Coke
estaba muy preocupado. Estaba tan desanimado por el rechazo de su iniciativa que lloró
en la calle.
La mañana siguiente Coke no apareció en la sesión de apertura. Más tarde, al
hacerle algunas preguntas, Clough vio enseguida que no había dormido en toda la noche.
Coke admitió que había pasado gran parte de la noche tirado en el piso orando por la
India. Los dos hombres se fueron a la conferencia, donde Coke hizo una apasionada
apelación. “Si ustedes no me permiten ir a la India, romperán mi corazón”, lloró. Luego
se ofreció él mismo junto a los ministros que estaban de acuerdo en “atreverse con él a la
peligrosa empresa”. Agregó con su generosidad característica, que si la Conexión no
podía afrontar los gastos, él podía asegurar hasta seis mil libras para equipar la misión y
comenzar la obra. Esta desinteresada devoción desarmó a la oposición.
El viaje final. Las minutas británicas de 1813 incluyen esta anotación: “La
Conferencia autoriza y nombra al Dr. Coke para encargarse de una misión en Ceylán y
Java; y le permite tomar con él seis predicadores para tal propósito, uno de los cuales es
para el Cabo de Buena Esperanza”.26
Así que Coke siguió adelante con los planes de introducir el metodismo en el
continente asiático. El 31 de diciembre de 1813, el obispo y seis misioneros se
embarcaron en Portsmouth. La flota en la que navegaban fue más bien impresionante.
Como era tiempo de guerra, el total de transportes y buques de guerra eran en total treinta
y tres veleros.
La pequeña armada navegó por mares turbulentos, sufrió grandes pérdidas de
equipo y de vidas. Sin embargo, el jubiloso Dr. Coke permaneció impávido. Abordo del
barco escribió en su diario:
56

“Tengo la habitación más encantadora. Tiene dos ventanas grandes que se abren
desde la popa al mar; y mi sillón y mi mesa están ubicados en la situación más
conveniente posible. . . Aquí ocupo casi todo mi tiempo, y prácticamente la
totalidad de éste leyendo y escribiendo portugués, excepto mis horas de
meditación; las que de hecho difícilmente las puedo exceptuar, pues mi estudio
principal es la Biblia en portugués. ¡Oh qué dulce es la Palabra de Dios! Desde
que llegué a este barco la he amado más que nunca antes. . . Me apresuro a Asia
con alegría y gozo. . .”27

La mañana del 3 de mayo de 1814, a la edad de sesenta y siete años, Coke fue
encontrado muerto en el piso de su camarote. Había muerto aparentemente temprano en
la noche de un ataque fulminante. Poco antes del atardecer, la tarde del mismo día, una
pequeña flota de cinco veleros fondearon en el océano Indico. El mar estaba muy picado
y batía fuertemente las embarcaciones. El son de una campana en uno de los barcos se oía
sobre el ruido del viento y las olas. Sobre la cubierta de aquel barco podía verse un ataúd
tapado con banderas de señales, colocado en la plancha a sotavento. Los marineros
estaban formados sobre la cubierta en línea. La tripulación y los pasajeros re reunían
alrededor del ataúd profundamente conmovidos. Un misionero de entre los pasajeros leyó
el servicio fúnebre, y justo en el momento del crepúsculo el féretro fue elevado sobre un
costado del velero y se lo dejó caer en la profundidad.
Aquella escena en el ocaso marcó el fin de la gloriosa carrera del “Ministro
Metodista de Asuntos Extranjeros”, y una de las figuras misioneras más grande de todos
los tiempos. Pero marcó también el comienzo de un movimiento. Fue tanto la del
atardecer como la de un amanecer. Así como San Pablo abrió un camino imborrable para
las primeras misiones cristianas, del mismo modo Thomas Coke -mucho más de lo que
generalmente se reconoce -abrió un camino para lo que Latourette ha llamado el “Gran
Siglo” de las misiones modernas. Ese camino no fue sólo para el metodismo británico y
norteamericano, sino para el protestantismo en general.28
57

CAPITULO 5 – LOS TRES MAGNIFICOS

Las misiones metodistas no iban a perecer por causa de la desaparición física de


Thomas Coke. El calibre de los hombres que tomaron su lugar, demostró hasta qué punto
la iglesia poseía la pasión de Coke. Tres de los hijos más ilustres del metodismo tomaron
la antorcha de Coke y llevaron adelante la causa. Aquellos hombres fueron Jabez
Bunting, Richard Watson y Robert Newton. Probablemente ninguna iglesia en la
Inglaterra de aquel tiempo, podía jactarse de poser un grupo de líderes más capaces y
unidos por una amistad más estrecha.
“Los tres magníficos”, como se los llamó afectuosamente, eran aproximadamente
de la misma edad. Bunting vivió desde 1779 hasta 1854, Watson desde 1781 hasta 1833 y
Newton desde 1780 hasta 1854. El ministerio de Bunting y Newton comenzó en 1799,
mientras que el de Watson fue en el 1795, cuando era un jovencito de unos quince años.
Ver este trío juntos en la plataforma misionera, donde estaban con no poca
frecuencia impresionaba, formaban un tremendo equipo. Watson y Newton medían más
de un metro ochenta. Bunting era un poquito más bajo de estatura, pero de todas maneras
se veía alto y de una presencia muy distinguida. No exhibía el brillante intelecto de
Watson, o la cautivante elocuencia de Newton, pero superaba a ambos con su capacidad
para el debate y la administración. Los retratos de estos inolvidables hombres pueden
encontrarse todavía colgados en las paredes de algunos hogares metodistas
tradicionalistas.1
El Dr. Coke amaba a los predicadores jóvenes y lo encontramos llevando con él
algunos de estos en sus giras de recaudación de fondos para las misiones. De esta manera
fue que ganó el corazón de Robert Newton para esta causa. Findlay observa que: “Los
sueños del anciano llegaron a ser las visiones de estos hombres jóvenes”. Las relaciones
de Coke fueron también estrechas con Jabez Bunting, como observaremos más tarde.
Porque estos tres jugaron papeles claves en las misiones metodistas, hemos
elegidos presentarlos al lector en forma separada.
58

I. JABEZ BUNTING

El Sr. Richard Boardman, uno de los predicadores de Wesley yendo de camino


para Norteamérica, visitó Monyash, Inglaterra en 1769. En aquella ocasión predicó sobre
un texto poco común, 1 Crónicas 4:9: “Y Jabez fue más ilustre que sus hermanos”. Aquel
sermón causó una impresión inolvidable en Mary Redfern que era una joven mujer de la
congregación. Años más tarde, se casó y llegó a ser Mary Bunting. El matrimonio tuvo su
primer hijo en Manchester el 13 de mayo de 1779. Recordando el sermón que había
predicado el misionero que iba para Norteamérica le pusieron como nombre al pequeño
Jabez. Poco tiempo después esta feliz madre presentó su bebé al Sr. Wesley y éste lo
dedicó a Dios.
El niño creció, y cada vez que Wesley visitaba Manchester, él iba a escucharlo
predicar. El joven Jabez quedó mirando fascinado, al venerable Wesley mientras que se
alejaba luego del servicio celebrado temprano en la mañana. Na podía pensar en 1790
que unos cuantos años más tarde, el mismo Bunting iría a vivir en la propia casa de-
Wesley en Londres. En efecto, algunos llegarían a considerarlo como el “segundo
Wesley”.
Mary Bunting vivió lo suficiente como para ver a su hijo progresar en la carrera
que había elegido. El muchacho estaba destinado a ser no solo el sucesor de Wesley, sino
también un príncipe entre los dirigentes del protestantismo británico en general. Ella
cuidó diligentemente de su educación religiosa, lo guió a una vida devota desde
jovencito. Mary era una metodista llena de vida y consagrada, pertenecía a la vieja
escuela y adoraba en la iglesia en forma regular, en todas las ocasiones posibles. Crió a su
hijo con mucha oración y procuró para él la mejor educación disponible en aquel tiempo.
Antes que el joven Bunting saliera de la escuela, Joseph Benson fue asignado a
Manchester. El muchacho tuvo el raro privilegio de ubicarse bajo el ungido ministerio de
aquel. Treinta años más tarde, Joseph Benson y Jabez Bunting estaban trabajando juntos
como predicadores en Londres. Tiempo después Bunting fue nombrado Redactor
residente de la Conección Metodista cuando murió Benson.
Aunque Bunting no se unió inmediatamente con los metodistas; sin embargo, fue
guiado rápidamente para hacerlo por un simple incidente. El sucesor de Benson en
Manchester, era más estricto que él en la aplicación de las reglas. Al asistir a las “fiestas
de amor”, se exigía a todos los cocnurrentes que mostraran el boleto trimestral. En una
ocasión Mary Bunting fue con su hijo pero como él no tenía el boleto, no se le permitió
59

entrar. Las fuertes amonestaciones de su madre luego de la reunión encendieron su


conciencia y el decidió que no quedaría al margen. Esa crisis lo condujo a una búsqueda
honesta y poco después, mientras estaba de pie en meditación y oración en la puerta de su
casa, Bunting “se entregó a Cristo y tuvo conciencia de haber sido perdonado y
aceptado”.2
A su tiempo, fue enviado a la mejor escuela de Manchester y se hizo amigo del
hijo de un médico conocido. Cuando terminó la escuela, el médico se llevó a Bunting a
vivir con él y fue su tutor, así que entre 1795 y 1799 la casa del médico fue su casa.
Años más tarde, el Sr. Bunting fue recibido como predicador itinerante y
nombrado para el circuito de Salford. Doce años después de la muerte de Wesley (1803),
fue recibido en plena comunión y enviado al circuito de Londres. Este nombramiento lo
puso en contacto con los predicadores metodistas más destacados y con algunos de los
laicos más importantes. Rápidamente fueron reconocidos y apreciados sus dones. Estuvo
en demanda como predicador y como tal llevaba una agenda bien cargada de
compromisos.
Administrador capaz. En 1804, Bunting enfrentó un desafío mayor a sus
habilidades. Luego de la muerte de Wesley, Thomas Coke llegó a ser la figura más
prominente del metodismo, él tenía el cargo de Superintendente en Norteamérica, y todas
las actividades misioneras metodistas estaban bajo su dirección. Coke fue promovido a
Secretario de la Conferencia Británica cuando murió Wesley. Asumió la presidencia de la
Conferencia en 1795 y otra vez en 1805.
Pero los constantes viajes de Coke y las muchas responsabilidades le hicieron
imposible cumplir eficientemente con sus obligaciones como Secretario. Además, tenía
poco tiempo para manejar las cuentas del Fondo Misionero. La confusión creció hasta
que en 1804 se le pidió a Robert Lomas que tratara de poner orden en aquel caos. Lomas
llamó a Jabez Bunting como su ayudante en la oficina y entonces empezaron a “arar a
través de toneladas de números”.3
En 1808 Bunting fue nombrado Secretario Asistente de la Conferencia, para
ayudar a Coke que estaba sobrecargado de trabajo. Cuando aquel líder misionero pidió
voluntarios para acompañarlo a la India en 1813, Bunting dio un paso adelante. Tenía
entonces 34 años de edad, una esposa delicada y varios niños pequeños. Tenía el cargo de
Director de su distrito y gozaba de una influencia notable en la Conferencia. Estas
consideraciones no fueron suficientes para apartarlo de la senda del deber. Solo las
60

protestas de los amigos y aun de Thomas Coke mismo evitaron que abordara finalmente
el barco.
Impedido de “bajar a la mina” él mismo, sostuvo las cuerdas para los otros. El
progreso de la obra en el extranjero, entonces, llegó a ser un objetivo central de su
ministerio en Inglaterra.
Una causa pública. El Dr. Coke visitó Leeds al principio del verano de 1813
cuando estaba preparando su misión a Oriente, allí discutió la condición del Fondo
Misionero con varios laicos de Leeds. La preocupación tenía que descansar sobre los
hombros de otros más que en los suyos propios. Dos caballeros, William Brigg y
especialmente William Scarth, sugirieron la idea de una Sociedad Misionera Metodista.
Las claras ideas que estos hombres tenían rápidamente harían de las misiones una “causa
pública” y, por lo tanto, ya no dependería en los esfuerzos de un solo hombre.
Como nuevo director del Distrito de Leeds, Bunting sintió profundamente la carga
por las misiones. El Dr. Coke estaba dejando tras él no solo la carga de los lugares
establecidos, además dejaba el costo desconocido del nuevo esfuerzo en la India. Se dio
cuenta que debería haber un crecimiento importante en las contribuciones misioneras en
toda la iglesia o estas sufrirían un desastroso retroceso.
Al encarar la crisis con honestidad, Bunting actuó de acuerdo a las sugerencias de
los laicos de Leeds. Junto con aquellos laicos fue capaz de lograr el apoyo de varios
ministros prominentes de circuitos vecinos y la aprobación del Comité Misionero de
Londres. El resultado fue un plan para una “Sociedad Misionera Auxiliar” para el distrito
de Leeds.
El 6 de octubre de 1813 Bunting reunió su distrito con el expreso propósito de
presentar el desafío. La asamblea se reunió en la capilla de Saint Peter en Leeds, la
reunión fue “multitudinaria, unánime y entusiasta”.4 Thomas Thompson, que era
comerciante y miembro filántropo del Parlamento, ocupó la presidencia, a su vez estuvo
rodeado de un grupo impresionante de hombres muy capaces. Tanto por voz como por
voto la asamblea comprometió al metodismo, para todo propósito práctico, a las misiones
mundiales. La fecha de la reunión está considerada como el aniversario de la Sociedad
Misionera Metodista Wesleyana.5
Se recordará que -la conferencia de 1813 aprobó, pero con reservas, el plan de
Coke para la India. Ahora que había partido el hombre que por tanto tiempo había
representado el espíritu misionero, muchos predijeron días oscuros en el futuro. Aun
después que Bunting se mudó valientemente a Leeds, algunos continuaron abrigando
61

serias dudas. La forma propuesta de acción era una desviación de la tradición metodista.
Sus capillas habían sido usadas raramente para otro propósito que no fuera la adoración
congregacional y el compañerismo. En realidad no se anticipaban otros usos.
Abrir las capillas para las reuniones regulares de las sociedades misioneras fue
visto como una innovación dudosa. Algunas autoridades muy importantes dijeron que era
un “procedimiento inconstitucional” y también que era un “precedente peligroso”. La
reacción de Bunting fue una demostración extraordinaria de valor que no todos vieron
como apropiada. Los sentimientos de temor fueron expresados por un predicador
anciano, en uno de las primeras reuniones. “Debemos”, dijo refiriéndose a Bunting,
“aplastar la imprudencia de ese joven”.
Pero Bunting percibió claramente los vientos favorables. Exponiéndose a la
censura, “aprovechó la oportunidad para dar un gran impulso a la administración
misionera”.6 Poco menos de un mes después de llegar a Leeds el panorama había
cambiado completamente. La causa misionera ya no era un interés casual o secundario de
la iglesia. El metodismo sería ahora, “una iglesia reavivada en su espíritu y misionera en
su organización”.7
Para el tiempo de la conferencia misionera de 1814, el movimiento misionero se
había esparcido por toda la Conección. Los fondos fluían hacia la debilitada tesorería
dando amplia justificación al nuevo rumbo. La crítica quedó silenciada y la Sociedad
Misionera se transformó en una entidad permanente.
La abrumadora aprobación que recibió la conducción de Bunting, quedó en
evidencia en la misma asamblea cuando fue electo para el cargo de Junta Legal de los
Cien (Un grupo de cien predicadores que serían responsables legales después de la
muerte de Wesley). Fue el primer hombre en no ser elegido por simple antigüedad sino
por voto. La Conferencia también lo promovió al cargo de Secretario para suceder al Dr.
Coke. Desde este puesto continuó su campaña para la obra de las misiones. Fue
nombrado Secretario Oficial de Misiones desde 1818-1820, y otra vez desde 1821-1824.
En este puesto o fuera de él, la autoridad de Bunting en asuntos misioneros fue siempre
eminente.

II. RICHARD WATSON

El nombre de Richard Watson fue registrado por primera vez en la lista de la


conferencia de 1796. Sería uno de los predicadores más grandes de su tiempo; combinaba
62

la agudeza intelectual de un filósofo con la vivacidad de un poeta. Watson vino a ser uno
de los más influyentes legisladores de la iglesia y sus juicios fueron de valor incalculable.
Como el teólogo más importante del metodismo, sus libros se usaron durante mucho
tiempo como textos requeridos. Sumado a sus muchos logros, fue también un abogado
elocuente del programa misionero. Durante varios años dirigió las operaciones en el
extranjero, las defendió con su pluma y exigió para ellas el respeto y el auspicio de todo
el pueblo británico.9
Richard Watson nació el 22 de febrero de 1781, era hijo de un talabartero. Desde
su primera infancia dio muestras de poseer una inteligencia por encima del promedio y
también mostró seriedad al recibir su educación clásica.
Para facilitar la educación de su hijo, el padre se mudó con la familia a Lincoln en
1789. El muchacho a los catorce años era aprendiz de carpintero y de constructor. Creció
rápidamente en aquella edad temprana de tal manera que a los quince ya medía como un
metro y ochenta centímetros y era muy delgado. Nunca gozó de una salud robusta y sin
duda el rápido crecimiento no ayudó a fortalecer su salud.
Despertamiento brusco. Su educación incluía un conocimiento básico de las
lenguas clásicas. Más adelante las dominó adquiriendo un conocimiento comprensivo de
literatura y ciencias.
El temprano interés que Watson tuvo en cuanto a la controversia calvinista, lo
llevó a escuchar a un predicador metodista. El supuso que la tendencia arminiana del
predicador podría proveerle algunos nuevos argumentos. Pero aquel ministro itinerante
atendía áreas más prácticas. El sermón despertó la conciencia del joven espectador y
consecuentemente cayó bajo una profunda convicción por sus pecados. Regresó a su
casa, no para discutir sobre teología sino para orar. Hasta que luego de varios días de
verdadera angustia espiritual recibió la paz de Dios “que sobrepasa todo entendimiento”.
Watson nunca olvidó la hora de su liberación. En su lecho de muerte le dijo a un
amigo, “¡Qué luz aquella! ¡Qué día aquel cuando el Espíritu bendecido de Dios trajo por
primera vez la luz del cielo a nuestras oscuras mentes!”10
La estrella de Watson se elevó rápidamente en el metodismo. Tenía quince años
cuando predicó su primer sermón, causó un efecto tal, que la gente le insistió para que
regresara. En la ocasión de su proxima visita, la multitud era tan grande que no cabían en
el lugar y tuvo que predicar afuera.
Fue el único predicador metodista que comenzó sus giras de predicación a la edad
de dieciséis años. Su aprendizaje, su conversión, el proceso de unirse a la Sociedad
63

Metodista, el comienzo como predicador y su ingreso al ministerio itinerante como


predicador, todo esto sucedió en sólo unos pocos meses.
Luego de haber viajado para los wesleyanos como por cinco años, la carrera de
Watson se interrumpió abruptamente por circunstancias que lo sacarían de la Conección.
Fue acusado injustamente de herejía y fue retirado precipitadamente del ministerio.
Entonces resolvió entrar en el mundo de los negocios. Después se referiría al día de
aquella decisión, como el día de su insensatez. Más tarde se unió a la Nueva Conección
Metodista, a la que sirvió por varios años.
Watson, a través de la mediación de Jabez Bunting fue restaurado a la Conección
Wesleyana, justo un año antes de la histórica reunión de la capilla de Saint Peter. Como
era vecino cercano de Bunting en el circuito de Wakefield enseguida fue puesto en la lista
de amigos de la campaña misionera de aquel. Su espléndida capacidad había madurado y
sin ninguna reserva se involucró en la causa misionera. Durante los meses siguientes se
interesó mucho en la formación de ramas de las Sociedades Misioneras.
Fue Richard Watson que abrió la memorable reunión de Leeds en 1813 con una
encendida exhortación en favor de las misiones. El mensaje impreso que surgió de la
reunión misionera fue también composición suya. Hasta ese momento se había oído poco
de él, así es que Watson saltó repentinamente a la fama. Junto con Bunting estaba en
continua demanda para predicar sermones misioneros y dar charlas sobre el tema por
todo el país. Mientras que Bunting planificó y organizó, Watson iluminó e inspiró la
marcha misionera del metodismo.11
En 1816, Watson fue trasladado de Hull y enviado a Londres, ese sería un año
muy importante en su vida. El sermón misionero que predicó en la capilla de City Road
aquel año hizo historia. Al subir al púlpito, anunció el texto de su sermón: “Porque
preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1
Corintios 15:25). “Es muy difícil”, dice su biógrafo, “concebir una argumentación más
lúcida y poderosa, sentimientos más sublimes e impresionantes, imágenes más bellas y
variadas y una dicción más rica y apropiada que la que caracterizó este maravilloso
discurso”.12
Richard Watson fue nombrado Secretario General de Misiones ese mismo año y
durante cinco años combinó esta función con su ministerio itinerante. A partir del año
1821 dedicó todo su tiempo a ser secretario de misiones, tarea que desempeño durante los
siguientes seis años, debido a que este era el tiempo máximo de servicio permitido en ese
puesto dentro del metodismo.
64

Defensor de las misiones. Va a ser imposible hacerle justicia aquí a los servicios
prestados por Richard Watson como Secretario de Misiones. No fue un viajero, pero
evidentemente gozaba de una imaginación que le permitía simpatizar con la situación de
los que servían en el extranjero. Los misioneros lo miraban con reverencia y afecto, pues
el alto cargo que ejercía nunca superó al hombre y al hermano ministro. Sus cartas
muestran tanto su buen estilo como su humor. Cuando se necesitaba escribir un panfleto
en defensa de la causa misionera, ante un gobierno extranjero o ante el gobierno de su
propio país, se buscaba a Watson para hacerlo. También colaboró con Bunting en el
desarrollo del reglamento y constitución de la Sociedad Misionera, documento éste que
tomó su forma final en 1818.
Durante muchos años Watson preparó los Informes Anuales del trabajo realizado
por los agentes de la Sociedad en todas las estaciones ocupadas en aquellos días. Las
declaraciones expresadas con claridad y destreza que surgían de su pluma son de lectura
interesante hasta hoy día. Findlay observa acertadamente que, “Richard Watson daba
trámite a los asuntos misioneros con la magnificencia de un Secretario de Estado del
reino de Dios”.13
De todos los nobles fines u objetivos del metodismo, que llamaban su atención, las
misiones extranjeras obviamente eran su primer amor. En la promoción de tan alto
esfuerzo entregó toda la fuerza de su refinado intelecto y de su sincera piedad. Cuando
comenzó su trabajo con la Sociedad, el total de los recibos totalizaban un poco más de 7
mil libras. El vio multiplicarse esta cantidad hasta llegar a más de 100 mil. Las estaciones
misioneras para aquel tiempo incluían 15 mil comulgantes. El fue testigo del incremento
de esta cantidad hasta llegar cerca de 44 mil. El metodismo quedaba ahora, “firmemente
establecido en el extranjero, influyente en Inglaterra y con la promesa de abarcar tarde o
temprano todo el mundo pagano”.14
La vida de sufrimiento físico de Watson se apagó el 8 de enero de 1833 cuando
contaba con apenas 52 años.

III. ROBERT NEWTON

Jabez Bunting se destacó en discusiones en la Conferencia y en la administración


de comités; Richard Watson fue sobresaliente en la mesa del escritor y en círculos
intelectuales; pero Robert Newton fue “el amado de la gente”. La primacía en la defensa
65

de la obra misionera le pertenece a este tercer miembro de nuestro trío de maestros


constructores.
Robert Newton nació el 8 de setiembre de 1780 en Roxby, condado de Yorkshire,
Inglaterra. James Rogers fue el primer predicador metodista que tomó contacto con la
familia de granjeros Newton después del nacimiento de Robert. Bajo el ministerio de
Rogers, Newton padre se convirtió. Inmediatamente después de su conversión, aquel
granjero abrió su casa para la predicación y dio alojamiento y comida a los predicadores.
Cuatro de los hijos de Newton fueron llamados por Dios al ministerio, para predicar el
evangelio a congregaciones metodistas. Primero fue Booth Newton, le siguió Robert,
luego John y más tarde Jacob.
Robert tenía 10 años de edad cuando su hermano mayor se convirtió en un
predicador. Este hecho produjo una impresión inolvidable en el jovencito y cuando
apenas tenía 12 años compuso sin ayuda su primer bosquejo de sermón que ha sido
cuidadosamente conservado. Cuando Robert contaba ya con 17 años, el circuito de
Whitby experimentó un derramamiento del Espíritu Santo. Esta fue la ocasión que marcó
su transformación espiritual. Multitudes de penitentes se agolpaban en los nuevos lugares
de adoración. Por ese tiempo, Newton experimentó una verdadera angustia espiritual
durante 9 semanas, era tan intensa su convicción que deseó morir. Pero un día, mientras
él y su hermana estaban juntos orando de rodillas experimentaron una maravillosa
conversión.
El joven Newton predicó su primer sermón en 1798. Su texto fue “predicamos al
Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23). En el mes de julio del año 1799 fue recomendado
a la Conferencia Metodista como predicador itinerante y fue nombrado para trabajar en el
circuito de Pocklington. Su padre le trajo un caballo y el joven dejó la casa en medio de
lágrimas y las bendiciones de muchos. Newton, el padre, acompañó a su hijo una cierta
distancia a caballo y luego se despidió de él deseándole prosperidad. Le aconsejó: “Hijo
mio, predica el arrepentimiento, la fe y la santidad”.
El favorito de la gente. La fama de Newton como predicador se esparció
rápidamente por toda la Conección. Su nombramiento para Londres, en 1812, refleja su
rápido ascenso. En Londres conoció personalmente al Sr. Butterworth, quien era el
gerente general de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Muy pronto, entonces, los
talentos de Newton fueron enrolados al servicio de la Sociedad Bíblica, en cuyos
intereses aparecería frecuentemente durante los años siguientes.
66

Mientras estaba sirviendo en Londres, conoció también al Dr. Coke. De este tomó
enseguida el celo contagioso por la obra misionera que poseía aquel hombre incansable,
al que acompañó de allí en adelante. Aunque Coke murió poco tiempo después, esta
relación tuvo implicaciones permanentes. Newton llegó a ser el promotor más popular de
las misiones en toda Inglaterra.15
La experiencia londinense probó ser de mucho valor para él, pero el primer amor
de Newton era viajar y predicar en las áreas rurales. En 1814 aceptó de buena gana una
localidad mucho más tranquila como lo era Wakefield. Se mudó allí poco después de la
formación de la Sociedad Misionera de Distrito en Leeds. Entonces el entusiasmo de
aquel movimiento lo atrapó inmediatamente.
En ese tiempo Jabez Bunting estaba en Leeds, Richard Watson estaba en Hull, y
ahora Robert Newton estaba en Wakefield. Estos tres celosos defensores de las misiones
pronto abarcaron todo el territorio circundante y pusieron en marcha organizaciones
misioneras con mucha rapidez. Newton estaba en Londres cuando se celebró la reunión
inaugural en Leeds, pero el año siguiente en la reunión del primer aniversario estaba en la
plataforma misionera. De aquí en adelante estuvo en constante demanda para ocasiones
misioneras en todas partes.16
Las invitaciones para servir en aniversarios misioneros, en capillas de apertura y
en otras ocasiones especiales comenzaron a llegar con mayor frecuencia. El hecho de
haber sido electo cuatro veces para la presidencia de la Conferencia Británica, es un
honor que compartió con su buen amigo Jabez Bunting. Probablemente no hubo otra
persona de su tiempo, más conocida que él por los conductores y guardianes de las
diligencias en los caminos de Inglaterra.
“Durante cuarenta años fue tan omnipresente en el Reino Unido como puede ser
posible para un ser humano, y se estimó que años tras año habló año tras año a
mas número de personas que cualquiera otro contemporáneo suyo”.17
Visita a América. La visita de Newton a los Estados Unidos en 1840 fue, en
efecto, un acontecimiento nacional. Llegó a Nueva York un domingo al medio día y
predicó esa misma noche en la ciudad ante una enorme multitud. Estaba tan apretada la
congregación que hubo que usar una escalera para entrar a la iglesia.
El próximo día asistió a una reunión misionera, toda la audiencia se puso de pie
para darle la bienvenida cuando anunciaron su nombre. Habló durante dos horas, y por
primera vez en Norteamérica, la gente no se pudo abstener de aplaudir.
67

Se dirigió a la Conferencia donde estaba programado que predicara a las once de


la mañana, pero a las nueve la iglesia y la calle ya estaban llenas de gente, así que
comenzó el servicio a las diez. Predicó al aire libre, a las cinco de la tarde, a mil personas
que no habían podido escucharlo en el servicio de la mañana. Se vieron escenas sin
precedentes de llanto y regocijo que acompañaron la predicación.
Newton predicó en el “Great Hall” en Washington ante la Cámara de
Representantes y fue presentado con el presidente y con el vicepresidente de la nación
antes de regresar a Inglaterra. La Sociedad Misionera Norteamericana le demostró su
afecto otorgándole a Newton y a sus hijos la membresía vitalicia.
Una carrera ilustre. La tercera elección de Newton a la presidencia de la
Conferencia ocurrió inmediatamente después que regresó de Norteamérica. Poco después
la Universidad Wesleyana de Middletown, le envió el título honorario de Doctor en
Divinidades, título que él nunca usó con comodidad. Fue conocido en toda Inglaterra,
hasta el fin de sus días, sencillamente como “Robert Newton”.
Es obvio que era un hombre de dones poco comunes. La persuasión era natural en
él. Más que cualquier otro hombre, dice un historiador, ganó para la causa de las misiones
el afecto de la gente metodista común, en la cual reside su fortaleza.18 Negó tener
cualquier talento para los detalles de la administración y estaba muy contento de dejar
esos comités a Bunting y a Watson. Sin embargo, entre la gente en el extranjero, no tenía
igual.
La obra de las misiones a los paganos era el tema más frecuente e inspirador para
él. “Ocupó en la promoción de las misiones sus incesantes jornadas, consumió sus
espléndidas fuerzas y ejerció su influencia sobre toda clase de audiencias, con una actitud
de gozoso autosacríficio”.19 En la última reunión con la Sociedad Misionera fue
anunciado como “Robert Newton, de cualquier parte donde haya interés en las Misiones
Wesleyanas o en los misioneros”.20
Al concluir este capítulo nos sentimos obligados a reconocer la inequívoca mano
de la Providencia. Se levantaron hombres talentosos y piadosos para tomar el timón de
las misiones metodistas. Stevens observa apropiadamente que “con la llegada
providencial de hombres como Watson, Bunting y Newton a la Conección...el metodismo
no pudo sino asumir una nueva actitud de esfuerzo y esperanza. De allí en adelante fue
más que nunca ir “de conquista en conquista”.21
68

CAPITULO 6 – CORAZONES ARDIENTES

“Con el mundo bajo sus pies, el cielo en sus ojos, con el evangelio en su cabeza y
Cristo en su corazón, él intercede como un embajador de Dios, reconociendo sólo
a Cristo Jesús, gonzándose sólo en la promoción del reino de Cristo y glorificando
sólo la cruz de Cristo, en la que él está crucificado para el mundo y el mundo para
él”.1

Este era el retrato que John Venn hizo de un verdadero misionero en 1806 y así
eran aquellos que estaban en la vanguardia del movimiento metodista en el extranjero.
En este capítulo trazaremos brevemente el valeroso desempeño de mujeres y
hombres cuyos corazones, lo mismo que el de Wesley, experimentaban también en su
corazón aquel “extraño ardor”. Al igual que Wesley, no sabían nada de una “religión
solitaria” sino que reclamaban el mundo como su parroquia.

I. PIONEROS COLONIALES

En las colonias británicas el metodismo surgió espontáneamente. Inmigrantes y


soldados convertidos llevaron el testimonio de Jesús en sus labios, “fueron por
todaspartes anunciando la Palabra”. La semilla que aquellos llevaron, pronto echó raíces
en suelo norteamericano, africano y australiano. Predicadores locales y líderes de clases,
a menudo hombres de estilo de vida humilde, fueron los primeros misioneros. Las
pequeñas y luchadoras iglesias que estos fieles testigos reunían a su alrededor se
presentaban por sí mismas con el señor Wesley o a la Conferencia en Inglaterra
solicitando ayuda. Como respuesta a estos pedidos se enviaron misioneros para que se
hicieran cargo de estas jóvenes sociedades. Y con tiempo, las establecieron en la doctrina
metodista convirtiéndolas en centros de evangelización.
A medida que los circuitos de predicación crecían surgían nuevos predicadores.
Estos circuitos fueron organizados con su territorio geográfico, sus superintendentes y
69

sus ministros asistentes. Luego fueron organizados en distritos, y estos finalmente en


conferencias. De este modo, el sistema del metodísmo se reprodujo por todo el mundo.
El laicado en la vanguardia. Los inicios más antiguos en Norteamérica, proveen
el mejor ejemplo de la manera en que el metodismo alcanzó las colonias británicas. En
1760, Philip Embury y su prima Bárbara Heck emigraron desde Irlanda a Nueva York.
En el nuevo país, los inmigrantes perdieron su celo religioso y Embury abandonó la
predicación. En 1776, sin embargo, la exhortación de su prima Bárbara lo conmovió: “Tu
debes predicarnos aquí”, le rogó, “¡o iremos todos al infierno; y Dios demandará nuestra
sangre de tus manos! Cuando él retrucó: “aquí no hay congregación alguna”, ella dijo,
“predica a los que tenemos”.2
Embury empezó a predicar en su propia casa y formó una Clase de cinco personas.
Otros metodistas aislados o que lo habían sido en el pasado se unieron a la pequeña banda
y la “semilla echó raíces”.
La cabaña de Embury quedó pequeña, así que la congregación se mudó para una
habitación cercana a unas barracas, donde atrajo a los soldados ingleses. Entre los que
llegaron a la nueva obra había un oficial que usaba un parche verde sobre su ojo derecho.
Era el Capitán Thomas Webb, un hijo espiritual de Juan Wesley y celoso predicador
local. La colaboración de este “hombre de fuego” (como Wesley lo describía) estimuló
enormemente la sociedad.
A causa del interés creciente, se hizo necesario un local más grande. Bárbara Heck
propuso construir una iglesia. El Capitán Webb encabezó la lista de colaboradores, a la
que se sumaron los nombres de prominentes ciudadanos de Nueva York. Los miembros
pobres de la sociedad hicieron su contribución con mano de obra. El mismo Juan Wesley
envió dinero, libros y un reloj. El resultado fue la construcción de la Old John Street
Church of New York (la iglesia de la calle Old John en Nueva York), que es considerada
la cuna del Metodismo Norteamericano. Todo esto fue exclusiva inciativa de laicos.
La Sociedad de Nueva York, una vez que construyó su iglesia, solicitó a Wesley
un ministro “capaz y experimentado”. En la solicitud se estipulaba que debía ser “un
hombre de sabiduría, de fe saludable, y un buen disciplinador”. Se incluyó una ayuda
adicional en la solicitud. Si el dinero para el pasaje del predicador que se necesitaba no se
proveía de otra manera, los norteamericanos estaban preparados “para vender sus abrigos
y sus camisas”.
Wesley contestó en la Conferencia de 1769 y Richard Boardman junto con Joseph
Pilmoor fueron comisionados como los primeros misioneros de la Conferencia Metodista.
70

Estos hombres tenían pocos “dones para la evangelización” y, como observa Edwards,
“la llama ardió constantemente pero no hubo incendio alguno” como resultado de sus
ministerios. Sin embargo, eran hombres buenos y permanecieron cumpliendo con sus
obligaciones hasta que la Revolución los obligó a volver a Inglaterra.
Francis Asbury. Fue durante la Conferencia de Bristol de 1771 que, el hombre
que luego sería considerado el apóstol del Metodismo Norteamericano, Francis Asbury se
ofreció para el servicio. “Nuestros hermanos de Norteamérica piden ayuda en voz alta”,
se lee en las minutas de aquella histórica sesión. “¿Quién está dispuesto a ir y ayudarlos?”
Hubo cinco dispuestos a ir, pero solo fueron nombrados dos de ellos, Francis Asbury y
Richard Wright.
Wríght era evidentemente de un pobre calibre espiritual y pronto se desanimó.
Luego de un corto período de trabajo misionero regresó a Inglaterra y eventualmente
abandonó el metodismo. En efecto, Barclay hace la curiosa observación que, “con una
sola excepción, los primeros misioneros de Wesley a Norteamérica no estuvieron mucho
tiempo. Todos menos Asbury fueron misionero de corto tiempo”.4
El 4 de setiembre de 1771, Francis Asbury zarpó desde el Canal de Bristol. De
esta manera le dio la espalda para siempre a un país al que pudo haberse dado sin
reservas, para entregarse a otro. Los sentimientos de aquel misionero solitario quedaron
registrados en su diario personal, en el octavo día de navegación. “¿A dónde me estoy
dirigiendo? Al Nuevo Mundo. ¿Qué voy a hacer?, ¿ganar honor? No, si es que conozco
mi corazón. ¿Voy a ganar dinero? No. Voy a vivir para Dios y traer a otros para que
hagan lo mismo”.5
Los primeros predicadores que Juan Wesley envió, se asustaron de los grandes
territorios interiores del Continente Americano. Preferían establecerse en grandes centros
como Nueva York y Philadelphia y hacer, de vez en cuando, incursiones en los territorios
de alrededor. No fue así con Asbury. Este se dio cuenta desde el comienzo que ese
método podría ser la muerte de la joven iglesia. El llamado nunca debería ser a quedarse
quieto, sino a ir adelante. El fue el primero de un gran ejército de predicadores itinerantes
que evangelizaron Norteamérica desde la costa Este hasta la Oeste.
Un observador declaró que: “¡Era más difícil ir al lugar más fácil que adelantarse
al obispo volador!”6 Asbury mismo da la mejor descripción de un año típico de labor:
“Desde Maine a Virginia, a través de las Carolinas, vadeando pantanos, cruzando
los ríos que fluyen desde las vertientes al este de los Alleghenies hacia el
Atlántico, o bajando a Georgia, regresando a Carolina del Norte, atravesando las
71

montañas de Tennessee, trescientas millas y vuelta de las praderas vírgenes de


Kentucky, de regreso otra vez a Nueva York, a Nueva Inglaterra, luego desde el
Atlántico al río Hudson, sobre un camino lleno de baches, montañoso y difícil
hasta llegar a Ohio”.7

El “obispo volador” contestaba de una forma notable cuando alguien le


preguntaba: “¿De dónde es usted, extranjero?” La respuesta era: “De Boston, Nueva
York, Philadelphia, Baltimore o de cualquier lugar que a usted le guste”.
Se puede tener alguna idea de las presiones que sufrieron Asbury y sus colegas
norteamericanos leyendo las estadísticas de la época. El registro muestra que en aquellas
dos primeras generaciones. La mitad de los ministros norteamericanos se agotaron por la
fatiga y los viajes, murieron antes de llegar a los treinta años de edad.8 “El secreto de la
fuerza de Asbury”, dice Findlay, “descansa en la absoluta devoción a Dios que lo hizo
estar listo para cada sacrificio extremo y para cada exigencia del servicio”.9
Durante sus cuarenta y cinco años de servicio en Norteamérica, Francis Asbury
desarrolló uno obra de tal magnitud que adquirió una influencia comparable al mismo
Juan Wesley. Para la época en que murió en 1816, la Iglesia Metodista Episcopal tenía
700 predicadores itinerantes, la mayoría de ellos norteamericanos, y alrededor de 218.000
miembros. Cuarenta años antes, en el tiempo de la Declaración de la Independencia, la
feligresía era solo 5.000.
Aunque Thomas Coke fue consagrado como co-obispo con Asbury, nunca pudo
ejercer la misma autoridad en Norteamérica. Como ya observamos, Coke cruzó el
Atlántico dieciocho veces para atender los intereses de la iglesia en el Nuevo Mundo y se
entregó con todo entusiasmo y abnegación a la obra. Pero la realidad es que no pudo
exhibir la misma influencia que tuvo el hombre cuyo unico objetivo era evangelizar al
pueblo norteamericano.

Un Ejército de Salvación. Desafortunadamente el espacio no nos permite un


estudio de los partidarios que rodearon a Asbury y a Coke en la realización de esta
monumental tarea. En aquel “calvario espiritual” podrían estar incluidos hombres como
Richard Whatcoat que navegó con Coke por primera vez en el año 1800. Fue nombrado
más tarde como el tercer obispo para reforzar a Asbury en su ancianidad. Freeborn
Garretson estuvo allí, un incansable convertido de Asbury cuya historia es semejante al
libro de Hechos. “Fui encarcelado una vez”, escribe, “dos veces apaleado, abandonado en
72

el camino sin conocimiento... baleado una vez... otra vez librado de una turba armada, en
lo más oscuro de la noche, por la luz de un rayo sorpresivo, apedreado frecuentemente”.10
Luego estaba Joseph Everett, “el predicador de lenguaje más rudo que jamás haya
estado en las filas de los predicadores itinerantes”. Rudo en la forma de hablar, pero no
en el conocimiento. No debemos excluir a John Dickins, erudito y santo, del cual Asbury
dice que “por piedad, probidad, predicación provechosa, vida santa y oración secreta,
dudo que pueda encontrarse tanto en Europa como en América, uno superior a él”. Estos
y otros de igual estatura lograron algunas de las victorias más memorables del metodismo
norteamericano de los primeros años.
Después de 1784, el metodismo en los Estados Unidos fue totalmente indígena. Ya
no dependió más de recursos de afuera. Estaba destinado a ser una fuerza misionera
poderosa por sí mismo.
La historia de la conquista metodista de la época colonial, que aquí ha sido
tipificada por el relato americano, ciertamente no termina allí. Una relación completa
debería incluir a Newfoundland, Nova Scotia y New Brunswick junto con Canadá y
Australia. Estas historias, aunque son igualmente estimulantes, tendrán que ser contadas
en otra lugar.-

II. LAS INDIAS OCCIDENTALES

El metodismo wesleyano acometió primero la salvación de los paganos de las


Indias Occidentales. Acerca del costo que aquellas islas del Caribe significarían, Findlay
declara:
“En ninguna otra región, nuestro trabajo ha sido tan complicado con dificultades
sociales y civiles; en ninguna otra parte los misioneros metodistas han tenido que
sufrir tanto, por los esfuerzos combinados del clima y la persecución. Ningún otro
de nuestros campos misioneros ha presentado una escena más movida de
aventuras y vicisitudes, patetismo y romance”.11

Pioneros laicos. En las Indias Occidentales, lo mismo que en otros campos


misioneros, los laicos precedieron a los misioneros autorizados. En 1758 Juan Wesley
predicó en Wandsworth, en la casa de Nathaniel Gilbert. Gilbert era un hacendado de
Antigua y más tarde fue vocero del Congreso (o Asamblea) de la isla. Había ido a
Inglaterra expresamente para encontrarse con Wesley. Llevó dos sirvientes negros que
73

durante aquella visita fueron bautizados por Wesley. Este se refirió a uno de estos
hombres negros como “el primer cristiano africano que he conocido. Pero no es el
primero para nuestro Señor”; y preguntó: “¿serán estos paganos, a su debido tiempo,
también herencia escogida por Dios?”
Gilbert regresó a Antigua en 1760 encendido con un nuevo celo evangélico.
Comenzó a predicar el evangelio de Jesucristo a los esclavos en su propia hacienda y en
las haciendas vecinas. Antes de su muerte ocurrida en 1774, había levantado una
Sociedad Metodista de doscientas almas aproximadamente.
Nathaniel Gilbert recibió la ayuda de su hermano Francis. En 1773, Francis le
escribió a Wesley: “Es tan grande el éxito que estamos teniendo, que parece que toda la
isla está conmovida buscando al Señor”. Francias evidentemente abandonó la sila
después de la muerte de su hermano, pues cuando en 1778 llegó el misionero Baxter
encontró al rebaño Metodista sin pastor.
John Baxter, un carpintero naval inglés y predicador local metodista, aceptó un
nombramiento del gobierno para trabajar en Antigua. Era una persona enérgica y devota;
vino a la isla con la intención de hacer obra misionera. Su llegada indudablemente fue
muy oportuna. Al terminar su primer año, informó acerca de una actitud receptiva en la
isla. Describió al poblador negro para Wesley como, “maduro para el evangelio: 600
personas se han unido a la Sociedad... muchas de estas personas caminan diez o quince
kilómetros descalzos para estar en las clases”.12
Durante el siguiente año, Baxter construyó una capilla grande para su
congregación en la ciudad de Saint John, la capital. La carga de trabajo, sin embargo, fue
demandando cada vez más, así que pidió ayuda. “Estamos en gran necesidad de líderes...
encuentro que es físicamente muy difícil trabajar todo el día y cabalgar quince kilómetros
por la noche para predicar”.
Impacto en la sociedad. La llegada providencial de Thomas Coke a la isla de
Antigua en 1786, marcó el comienzo de un nuevo día para Antigua y para todas las Indias
Occidentales (ver capítulo IV). Pero, a decir verdad, el Metodismo no encontró en todas
partes, la misma respuesta que en Antigua. La lucha por la emancipación estaba en un
momento crítico y muchos hacendados se opusieron fuertemente a la entrada del
evangelio.
La isla de West Indian de San Vicente es un ejemplo de esto. Los hacendados allí
se alarmaron por la conversión de los esclavos negros. Y en 1791 surgió una terrible
persecución. Robert Gamble y Matthew Lamb que habían llegado con Coke en su
74

segunda visita a las Indias Occidentales y se habían establecido en la isla, fueron el


objetivo de la ira de los hacendados. Una banda de rufianes blancos tendió una
emboscada a Gamble y lo apalearon hasta darle muerte. En él, el Metodismo tiene su
primer mártir misionero.
Lamb fue tirado en una prisión, hasta que fue liberado mediante la intercesión de
Coke con los oficiales del gobierno. Sobrevivió para hacer un buen trabajo durante
muchos años tanto en el extranjero como en su propia tierra. Pero a pesar de la oposición
de los propietarios de esclavos el trabajo en San Vincente avanzó y la Sociedad llegó a
contar con 2.500 miembros.
El mayor testimonio de la fuerza del Metodismo en las Indias Occidentales fue la
emancipación de los esclavos, ocurrida en agosto de 1834. El cristianismo verdadero y la
servidumbre eran incompatibles. Los predicadores eran en general, calmos y pacíficos al
tratar un tema tan delicado pero, aún así, su mensaje contenía la semilla de la destrucción
de la esclavitud.
Antes de efectuarse la proclamación, había temores continuos de motines y de
derramamientos de sangre. Sin embargo, aunque la policía y el ejército se mantuvieron en
alerta, quedó probado que tales temores no tenían base alguna. Los templos y capillas
estuvieron abiertos para servicios de adoración a la medianoche. Los pobladores negros
llenaron los lugares de adoración. Con lágrimas y sollozos abrieron sus corazones a Dios
en gratitud. ¡El evangelio de Jesucristo vino otra vez a ser el bálsamo para las heridas
abiertas de la sociedad! “Ninguna revolución social tan grande se resolvió con menos
disturbios civiles ni con más puras gratitud y felicidad”.13 La emancipación de los
esclavos resultó en un acelerado crecimiento de la iglesia durante los años siguientes.

III. LA TUMBA DEL HOMBRE BLANCO

Como hemos notado, Thomas Coke llegó a a las Indias Occidentales de camino a
América. En este viaje se interesó especialmente en el ministerio a los pobladores negros.
Escribió en su diario personal: “Desde que visité la isla, he encontrado un don especial
para hablar a los pobladores negros. Me parece casi irresistible. Quién sabe si el Señor
está preparándome para visitar en algún tiempo futuro las costas de África”.14
Sierra Leona. Aquel “tiempo futuro” nunca llegó para Coke, pero sí llegó para su
iglesia. Los wesleyanos, desde temprano en su historia y con impaciencia se dirigieron
hacia Africa. Desafortunadamente la primera misión fracasó. Coke había recibido un
75

llamado de las tribus Foulah, que estaban ubicadas en la colonia británica de Sierra
Leona, en el África occidental. En 1795 logró reclutar un grupo de mecánicos y
predicadores locales para el proyecto. De acuerdo a lo planeado, tendrían que instruir a
los nativos “en artes domésticos, inculcarles piedad con su ejemplo y ocasionalmente
predicar el evangelio de Jesucristo” .15
El variado grupo de misioneros dejó Portsmouth en febrero de 1796. Se hizo
evidente, desde el principio, que al seleccionar el grupo no se había usado el mejor juicio.
Durante el viaje surgió una disensión entre los miembros del grupo. La tensión creció
tanto que se tuvo que abandonar todo el proyecto poco después de haber llegado a Sierra
Leona.
Se informó del fracaso en la Conferencia de 1796 y esta atribuyó el suceso a que la
misión no se había formado “de acuerdo al plan misionero apropiado”. La Conferencia
creyó que la evangelización debe preceder a la civilización. Se nombraron dos misioneros
más para Africa, aunque el nuevo proyecto nunca llegó a desarrollarse. El colapso total
de la misión fue un trago amargo para Coke en lo personal, lo expresó en sus propias
palabras diciendo: “me dejó sangrando por cada poro”.
A pesar del revés inicial, los metodistas no se dieron por vencidos en cuanto a
África. En 1811 Sierra Leona fue el objetivo de un intento mucho más exitoso. Ya al año
siguiente de la muerte de Wesley, se informó que había metodistas en aquella colonia.
Durante la revolución norteamericana, muchos negros huyeron de los Estados Unidos y
se fueron a Nova Scotia. Allí tomaron contacto con el evangelio y muchos se convirtieron
bajo el ministerio de predicadores metodistas.
En 1792 cerca de 1.200 de los fugitivos fueron trasladados a Sierra Leona. Los
metodistas de este grupo, formaron clases y dos predicadores locales condujeron los
servicios religiosos. Se construyó una capilla y Mingo Jorda, un hombre negro, comenzó
a trabajar entre ellos con bastante éxito. En 1806 le llegaron a Coke noticias pidiendo
refuerzos para la obra.
Cuando en 18ll llegó George Warren, el primer misionero wesleyano a Sierra
Leona, encontró dos capillas metodistas y tres predicadores locales con unos cien
miembros. Acompañando a Warren iban tres maestros de escuela, dos de los cuales eran
predicadores locales. Las perspectivas para el nuevo proyecto eran buenas, pero en menos
de 12 meses Warren murió. Dos años más tarde sus compañeros se vieron forzados a
regresar a Inglaterra, por causa de las enfermedades.
76

Estas trágicas pérdidas fueron solo un anticipo de lo que vendría. Africa entregó su
fruto a los misioneros con enorme dificultad. Los pioneros afrontaron problemas serios,
uno de los cuales fue el clima. La costa oeste fue apodada con mucha razón “La Tumba
del Hombre Blanco”. ¡La tasa de mortalidad era sorprendente! En Sierra Leona, la
Sociedad Misionera de la Iglesia, por ejemplo, perdió 53 misioneros en los primeros 29
años. Solo en 1823 murieron 12 misioneros en un período de ocho meses. Algunos
cayeron el primer mes después de llegar al campo, otros pocos lograron sobrevivir hasta
10 años.
Stevens dice que luego de la muerte de Warren, fueron enviados 123 misioneros y
sus esposas al Africa occidental. De los enviados, cerca de la mitad murieron por causa
del tan difícil clima; otros tuvieron que regresar a su tierra con la salud quebrantada. La
Sociedad Misionera se vio obligada a reducir el término de servicio a siete años, luego a
tres y finalmente a dos.
Esta, en apariencia desalentadora, historia se repitió con frecuencia en las
estaciones misioneras de la costa occidental; pero la adversidad parecía estimular
esfuerzos aún más intensos. La iglesia en Inglaterra sintió que Africa no debía ser
abandonada a ningún precio. Hubo un grupo firme de voluntarios para reemplazar a los
caídos. “Rápidamente eran suplidos los misioneros, desde Inglaterra, a medida que se
enfermaban los que habían salido anteriormente”.16 Esta voluntad de lograr la victoria
habría de producir muy buenos resultados.
William Davies y Samuel Brown sucedieron a Warren en Sierra Leona y las
observaciones del Rector anglicano de Freetown, escritas en 1827, nos dan una buena
idea del trabajo de los misioneros wesleyanos:
“Estos caballeros visitan los hospitales, la cárcel y los lugares de enfermedad,
vicio y miseria. . . Yendo constantemente entre sus oyentes, dan evidencia de ser
sus padres espirituales. . . ¡Me regocijo con todo el bien que confío están haciendo,
y les deseo exito!”17

La influencia se extendió rápidamente. A su tiempo, el trabajo se caracterizó por


algunas de las instancias extraordinarias del despertamiento espiritual. El informe desde
Freetown, por ejemplo, decía que hubo tantos ídolos que fueron abandonados a un tiempo
que “no se encontró lugar que los pudiera contener”. Se paralizó el trabajo, y los nativos
desfilaron por las calles llevando sus dioses para entregarlos a los misioneros y a los
magistrados.18
77

Asumiendo la ofensiva. Aunque los repetidos esfuerzos por alcanzar Senegambía,


en la parte norte de Sierra Leona, habían demostrado el elevado costo que demandaría,
Richard Marshall y su esposa lograron en 1823 establecer con éxito la bandera metodista.
El ministerio del matrimonio en el área fue efectivo pero breve. En 1830 Richard cayó
víctima de la fiebre y su esposa regresó a su tierra. Al llegar a Inglaterra, su hijo nació en
manos de su criada negra, en la Casa de la Misión en Londres. Llorando, la joven negra
relató la trágica muerte de los misioneros en su tierra natal y rogó por aquel campo
abandonado. Como respuesta, William Moister mismo se ofreció al Comité Misionero
para aquella peligrosa tarea.
Cuando Moister llegó al puerto de Bathurst fue recibido con una emotiva
bienvenida. Los nativos convertidos al saber de su arribo, se juntaron en la playa y se
metieron al agua para recibir el bote. Alzando al misionero y a su esposa del agua los
llevaron en andas hasta tierra firme en forma triunfal.
“Ni bien habíamos puesto nuestros pies en las playas de Africa”, dijo, “fuimos
rodeados por una gran concurrencia de nativos, muchos de los cuales habían recibido el
evangelio de manos de aquellos queridos hombres de Dios, que habían caído por causa
del clima, en un período temprano de sus labores. Aquellos nativos lloraban de gozo por
nuestro arribo. Besaban nuestras manos una y otra vez y, humedeciéndolas con lágrimas,
exclamaron: ‘¡Gracias Dios, gracias Dios!’”19
Moister tuvo éxito en su trabajo, luego otros se le unieron. El resultado de todo
este trabajo fue la realización del sueño de Coke para los Foulah. La base evangelística
que se estableció allí, sirvió de lanzamiento para otros emprendimientos misioneros.
El metodismo, obviamente, pagó un alto precio en vidas de sus hijos e hijas para
establecerse en el Africa occidental.

IV. FAROS DE LA INDIA

Cuando Thomas Coke murió en viaje a la India, dejó seis misioneros aturdidos y
sin liderazgo. Algunos de los pasajeros los contemplaron con piedad y otros con
desprecio. Un caballero les aconsejó que al llegar a Bombay declararan su situación al
gobierno y solicitaran pasajes gratuitos de regreso a Inglaterra. Pero ellos no se
acobardaron. Respondieron que su retirada era imposible y que ellos iban a intentar la
conversión de los nativos de la India. El hombre se rió y les dijo que eran unos soñadores.
78

La respuesta misionera fue: “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios y
nosotros confiamos en Dios”.
El grupo desembarcó en Bombay sin fondos suficientes para pagar la primera
noche de alojamiento. El Dr. Coke no había hecho ningún arreglo para esta contingencia.
Gracias a la mediación del capitán del barco, consiguieron un adelanto para sus
necesidades inmediatas. Fueron recibidos como huéspedes personales del gobernador de
Bombay. Un mes después la pequeña compañía se embarcaba para Galle en la parte
sudoccidental de Ceylán.
Ceylán recién había sido tomada por los holandeses y ahora era una colonia de la
corona bajo el control de la Compañía India del Este. La misión contó con el favor del
gobierno local y se extendió rápidamente. Los misioneros, dispersos en diferentes
estaciones misioneras, establecieron sabiamente muchos puntos de predicación. Varios
sacerdotes budistas de mucha influencia se convirtieron. Los nombres de aquellos pronto
aparecieron en las “Minutas” como predicadores.20
De este modo, la aguerrida banda que dejó Coke fue capaz de establecer y
mantener una cabeza de playa. A partir de 1815 fueron llegando cada vez más refuerzos,
realizando otro sueño de Coke, esta vez para la India.
79

CAPITULO 7 – METODOLOGIA METODISTA

Las últimas dos décadas han sido testigo de un creciente interés por lo métodos
empleados para llevar adelante la Gran Comisión. El gran renacimiento del interés queda
reflejado en el retorno al énfasis de Roland Allen en el Nuevo Testamento y
específicamente en la metodología paulina. El movimiento del Crecimiento de la Iglesia
(Iglecrecimiento) encabezado por Donald MacGavran ha “arrimado leña al fuego”, y en
buena medida marcó una nueva dirección para conducir las misiones en nuestro tiempo.
Debido al extraordinario exito de las primeras misiones metodistas, este escritor es
de la opinión que estas merecen un lugar mucho más amplio en la presente investigación.
El campo de este libro no permite un estudio exhaustivo de la metodología, sin embargo,
la investigación ha conducido hacia algunas observaciones generales, las cuales están
incluidas en este capítulo.

I. AFIRMANDO LAS ESTACAS - EL FRENTE DOMESTICO

Es necesario recordar que las misiones metodistas nacieron cuando las misiones
modernas en general, estaban todavía en su infancia. El término misiones, en el sentido
que lo conocemos hoy, era una palabra nueva en el vocabulario de la iglesia. No hay
evidencia alguna de que Wesley haya usado el término en la forma que lo usamos en el
contexto contemporáneo.
Ya para el siglo tercero, el concepto Novotestamentario de la evangelización
mundial, estaba casi totalmente eclipsado. Loa conflictos teológicos y la intolerancia
sectaria dejaron al mundo en la oscuridad por mil años. Con la Reforma, llegó un nuevo
día, pero muy pronto los mismos reformadores se obsesionaron con las diferencias
doctrinales (ver los capítulos 2 y 3).
El final del siglo XVIII marca el advenimiento de las misiones modernas. Para ese
tiempo, llegó también el comienzo de una organización asociada que en los años
intermedios había estado en la base de los programas misioneros más exitosos.
80

Un “Show” Unipersonal. La Sociedad Misionera Metodista nació por necesidad.


La Sociedad fue la sucesora lógica de Thomas Coke, de la misma forma que la “Los Cien
Legales” fue la sucesora de Wesley.
Thomas Coke no fue meramente un misionero; él mismo era una sociedad
misionera. “Planeó empresas grandes y difíciles y, aun cuando algunos con la cabeza más
calma y corazones menos sanguíneos que él temían y predecían fracasos, una realización
exitosa cambió las profecías negativas en felicitaciones gozosas”.1
Coke creía de todo corazón en un “comité de un solo miembro”. Se acostumbró
tanto a proceder solo, y financió tanto la obra misionera con sus propios fondos, que le
resultó difícil reconocer la necesidad de una supervisión por parte de la Conección. El
reveló su desaprobación a las negociaciones colectivas cuando escribió en 1804: “Un
cuerpo de hombres, aunque sean sabios, excelentes y santos, corren el peligro de llegar a
ser demasiado severos, especialmente en asuntos de dinero”.2
El Dr. Coke percibió al Comité Misionero como interponiéndose entre él y los
agentes que trabajaban en el campo. El tiempo pasado en comités, tiempo que tendría que
haberse dedicado a recoger fondos, en su concepto estaba deplorablemente desperdiciado.
“Mis queridos y buenos hermanos”, les dijo a los del Comité, “¡cada viernes que ustedes
me retienen con ustedes, perdemos 20 libras!” Aunque sus cuentas se publicaban en
períodos irregulares, se mantenía un registro exacto de las mismas. El público metodista
toleró su estilo de conducir la administración, pues tenía una confianza absoluta en su
líder.
Durante la administración de Coke, el reclutamiento misionero, los
nombramientos así como el equipamiento, el apoyo y la administración fueron realizados
por un solo hombre. La eficiencia general con que operaba semejante autocracia en los
primeros años, se puede conocer por las expresiones de su biógrafo. “En todos los años
que ha estado funcionando la Sociedad Misionera recogiendo fondos para las obras en el
extranjero, nunca ha habido una pieza de propaganda y publicidad mejor que los
esfuerzos de Coke”.3
Coke fue hacia adelante constante e impetuosamente, creyendo que de la misma
manera que él seguía al Señor Jesucristo, la gente lo seguiría a él. Indudablemente fue el
hombre para aquella hora. Su temperamento y las circunstancias lo habilitaron para tomar
un curso de acción cerrado a otros, pero que fue aprobado por Dios con resultados. Las
misiones wesleyanas no podrían haberse desarrollado jamás como lo hicieron en los
primeros treinta años, sin un liderazgo de semejante calibre.
81

La Sociedad Misionera. Mientras que el temperamento de Coke daba muy poco


espacio para la organización, seguramente anticipó la necesidad, sino aun la forma, de
una organización misionera. Su plan para la “Sociedad Para el Establecimiento de
Misiones Entre los Paganos”, formulada en 1784, es una clara evidencia. El tema ocupó
su pensamiento frecuentemente, durante aquellos años, pero su decisión final de ir él
mismo a la India como misionero, incrementó aquella preocupación.
“Este fue un tema que ocupó frecuentemente sus pensamientos, desde el primer
momento que se interesó por Asia. Para proveer (a las misiones) apoyo, aun
durante su ausencia y en caso de que muriera, tanto en Inglaterra como en el
extranjero, proyectó el plan de establecer sociedades misionera en todo el reino, y
calculó la practicabilidad y utilidad de la medida, antes de cualquier intento de
llevar a cabo el plan”.4

Sobre la base de los comentarios de Drew y otras informaciones disponibles, por


lo menos un historiador mantiene que “aunque la organización de la Sociedad Misionera
no quedó finalizada sino hasta 1818, no debe olvidarse nunca que la sociedad fue un
legado del trabajo impresionante, la invalorable generosidad y el esfuerzo heroico de
Thomas Coke”.5
Juan Wesley le dio muchísima libertad a Coke en las campañas misioneras, para
que pudiera mantener la tesorería de la obra extranjera en “números negros”. Se le
permitió levantar fondos en los circuitos de la organización así como de fuentes de afuera
de ella. Fue un experto sin rival en el arte de solicitar fondos. Sin embargo, este sistema
de levantar recursos era precario y quedó demostrado que era inadecuado cuando las
misiones se multiplicaron. Consecuentemente, en 1793 la Conferencia formó un comité
para asesorar y controlar al Superintendente de Misiones. El comité que se nombró sólo
funcionó adecuadamente a partir de su reorganización en 1804.
Sorprendentemente, la muerte de Coke no frustró la empresa misionera, como
algunos habían pronosticado. Sus asociados continuaron el viaje y dejaron echados los
cimientos de la misión en Ceylán y más tarde en India. La crisis misma trajo la iglesia de
Inglaterra a sus pies. El espíritu misionero recibió un nuevo impulso. La Conexión, hasta
entonces apoyada en un solo hombre, comenzó a compartir la responsabilidad. El
resultado final fue la formación de la Sociedad Misionera en 1813.
Después de la reunión inicial en Leeds, el desarrollo fue rápido y más significante.
Conducidas por los “Los Tres Magníficos”,
82

"las congregaciones metodistas desde el Land’s End, el extremo más occidental de


Inglaterra, hasta el Tweed se encendieron con la llama sagrada. Recaudadores de
todas partes ofrecieron sus servicios. La gente estaba impresionada y abierta por la
situación de los paganos y por la comunicación de la auténtica inteligencia
misionera. El dinero fluyó año tras año a la tesorería en una forma sin
precedentes”.6

Involucramiento popular. Lo que ahora se conoce como el Teorema de Strachan,


nos da una cierta explicación del éxito del metodismo de los primeros años en la
evangelización mundial. Fue expresado por primera vez por Kenneth Strachan en el libro
“El Llamado Ineludible”. Su conclusión, luego de varias investigaciones sobre la
evangelización es como sigue: “La expansión de cualquier movimiento está en
proporción directa al éxito que tenga en mobilizar el total de la feligresía en la continua
propagación de sus creencias”.7 El concepto, aunque ha sido reenfatizado recientemente
por algunos misiólogos, es tan antiguo como el Nuevo Testamento. Desafortunadamente
tuvo que ser redescubierto luego de la Edad Media.
Se ha dicho del Conde Zinzendorf, que tiene el eterno mérito de haber logrado que
las misiones fueran una “causa común” para la gente. Sin embargo, en su caso, esto es
verdad sólo hasta cierto punto. Dentro de los límites del pequeño Herrnhutt tuvo un éxito
notable, pero la iglesia en general, alrededor del mundo, no captó la visión misionera
hasta la próxima generación. Glover describe, en forma acertada, la escena de esta
coyuntura de la historia:
“Aquí y allá el evangelio alcanzó a una persona y la despertó, le abrió los ojos al
hecho de que millones de personas estaban muriendo sin el evangelio; le abrió los
oídos para escuchar el llanto de miseria y dolor que, como el gemido y el sollozo
de las olas en las playas, cuentan de tormentas y naufragios. De vez en cuando
alguno se adelantó mientras que la iglesia como un todo, parecía estar atascada en
el hielo de la indiferencia y la insensibilidad”.3

Con la muerte de Coke y la consecuente formación de la Sociedad Misionera, el


metodismo comenzó a darse cuenta de su potencial evangelístico. Bajo el valiente
liderazgo de Bunting y otros, el apoyo a las misiones vino a ser “una causa pública”. Para
el año 1818, la formación de Sociedades Auxiliares, de acuerdo al plan de Leed, se había
extendido a otros distritos. Un poco más tarde la conferencia estuvo en condiciones de
83

unificar todos estos esfuerzos desconectados y formar plenamente la S.M.M.W., la


Sociedad Misionera Metodista Wesleyana (Wesleyan Methodist Missionary Society). La
iglesia movilizó la totalidad de sus recursos para conquistar el mundo con sus Tesoreros
Generales, Secretarios y el Comité Ejecutivo de ministros y laicos.
Las mujeres metodistas de Inglaterra sintieron temprano su responsabilidad
misionera. Satisfechas con dejar a los hombres la defensa pública, pronto tomaron sobre
sí mismas el “trabajo penoso y la caridad”. Ellas movilizaron un verdadero ejército de
ayudantes para recoger ofrendas y pusieron en marcha campañas de recolección de
fondos de casa en casa. Este trabajo aportó una ayuda invalorable a las Sociedades ya
existentes.

II. EXTENDIENDO LAS ESTACAS - EL TRABAJO EN EL CAMPO

Mientras que lo que se ha descrito más arriba tenía lugar en el frente doméstico,
hubo modelos igualmente importantes que se estaban formando en los campos
misioneros. Entre los valores metodistas en el extranjero estaban:
Personal sacrificado. La ciudad de Washington D.C. impresionó profundamente
al gran historiador Carl Sandburg en su primera visita. Vio la cúpula dorada del Capitolio
sobre el fondo de un cielo de medianoche. Observó el monumento a Washington erguirse
con gracia y más allá notó el monumento Memorial de Lincoln con simbólica dignidad.
Esto le recordó que los grandes líderes siempre conceden el alma a una nación. Luego
registró sus sentimientos en palabras inolvidables. Dijo: “Hay algo allí por lo que los
hombres están dispuestos a morir”.9
Para los pioneros metodistas, las misiones llegaron a ser una obsesión magnífica.
Vieron en ellas una causa digna por la que entregar su vida. Las preguntas sobre salario,
período de servicio y jubilación quedaron sin contestación.
Probablemente el que marcó el ritmo de este espíritu heroico más que ningún otro
fue Thomas Coke. Su absoluta generosidad en la distribución de su fortuna, junto con su
disposición para el sacrificio de su propia vida de ser necesario, fue difícil de ignorar.
Esta misma actitud lo caracterizó hasta el fin de sus días. El sermón de despedida cuando
salió para la India transmite el sentimiento.
“Esta es, tal vez, la última vez que tenga la oportunidad de hablarles. Dentro de
unos pocos días le diré adiós a Inglaterra y, probablemente para siempre... tiene
84

muy poca importancia que vuele a la gloria desde mi tierra natal, desde el
insondable océano o desde las costas de Ceylán”.10

El espíritu de Coke levantó vuelo “desde el insondable océano” unas pocas


semanas más tarde.
El corazón del capitán permaneció vivo en sus tropas. ¡Si existía el canibalismo
entre los nativos, los sacrificios humanos fueron comunes entre los primeros misioneros!
El siguiente incidente ilustrará la confianza que caracterizó a aquellos evangelistas.
Cuando el misionero Thomas Freeman llegó a Africa Occidental, se trasladó a Badagry
donde estableció una avanzada. Luego, partió para Abeokuta, cien kilómetros hacia el
norte. A uno que trató de advertirle de los peligros del camino, su empleado le contestó:
“¡A mi patrón no le importa eso! Su trabajo ahora es en el interior y él irá allá. Si vive,
estará bien; si muere estará bien. No le importa porque él tiene una buena casa donde ir
cuando se muera”.11
Cuando los metodistas establecieron una estación misionera en la isla Macarthy,
entre los Foulahs de Africa Occidental, pagaron un costo tremendo para mantenerse en
aquel lugar. Pero finalmente surgió una sólida obra indígena. ¿Bajas misioneras? ¡0h, sí!
De los 24 misioneros enviados al lugar, la mitad murieron y la mayoría de los demás
regresó al país incapacitados. “Y aún”, dice un historiador, “se encuentran hombres que
con la vida en sus manos, se apuran a ofrendarse ellos mismos para estos puestos, tan
pronto como se producen vacantes por los estragos de las enfermedades y la muerte”.12
Young Melville Cox, que fue el primer misionero metodista norteamericano,
personificó el espíritu de estos celosos embajadores de ambos lados del Atlántico. En
1832 fue nombrado para Liberia. Antes de embarcarse para su misión hizo una breve
visita a la Universidad Wesleyana en Connecticut. Con alguna evidente premonición
acerca de su futuro le remarcó a un estudiante: “Si muero en Africa, usted debe ir y
escribir mi epitafio”. “¿Qué debo escribir?”, preguntó aquel joven amigo. “Escriba”,
contestó Cox, “Dejen que caigan mil antes de abandonar Africa”.13
Cox llegó al campo en el mes de marzo de 1833, y en menos de cinco meses yacía
en una tumba africana. Pero el grano que había caído en la tierra habría de llevar mucho
fruto. Unas cuantas semanas antes de morir, había puesto los cimientos para lo que sería
una misión muy productiva.
Ciertamente, nadie en su sano juicio, podría desear la repetición de estas trágicas
pérdidas de vidas, en nuestros tiempos. Pero la resistencia que caracterizó a los pioneros
85

wesleyanos, no es nada menos que el espíritu del cristianismo del Nuevo Testamento. En
ambos casos, los enviados en la iglesia primitiva y los metodistas, fueron invencibles
porque estuvieron dispuestos al sacrificio. De ambos se puede decir acertadamente que
“menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).

Riesgos calculados. La conquista de Canaán, como se registra en el libro de


Josué, acarreó una buena cuota de riesgos. El conflicto entre los espías que fueron a
verificar las posibilidades surgió precisamente en este punto. Diez llegaron a la
conclusión que por la presencia de los gigantes frente a los cuales “eramos nosotros, a
nuestro parecer, como langostas”, el riesgo era simplemente demasiado grande.
Josué y Caleb presentaron el informe de la minoría. Ellos no pasaron por alto el
elemento de riesgo tampoco ignoraron la postura impresionante de las fuerzas opositoras.
Cuidadosamente sopesaron el premio y el precio para lograrlo, aún así, llegaron a la
conclusión que el riesgo era aceptable. “Subamos luego, y tomemos posesión de ella;
porque más podremos nosotros que ellos” (Números 13:30).
Durante los años formativos del metodismo, Thomas Coke fue severa y
repetidamente reprimido por las actitudes de personas de espíritu apocado. Su paciencia,
a menudo, estuvo presionada hasta el límite por personas tímidas que aparentemente no
podían ver, igual que los diez espías de Canaán, más allá que los gigantes en la tierra a
conquistar. Su alma inquieta exclamó con Caleb, hacia el final de sus días, “¡Ahora, dame
este monte!”
Estaba totalmente convencido de que el Dios que llama es también el Dios que
capacita. Una vez que se convencía, que la voluntad de Dios era que avanzara, no le
preocupaba otra cosa. Eso quería decir que todos los recursos del cielo estaban
comprometidos con el proyecto. Mirando hacia atrás al proceso por el cual su empresa
había llegado a concretarse, Coke remarcó: “Todo fue de Dios. . . El solo lo empezó, El
solo lo incrementó y (si se me permite presumir al expresarme asi) El se comprometió a
apoyarla”.14
Debe admitirse, que la tendencia de Coke a actuar impulsivamente conllevaba
algunas debilidades. Su naturaleza impetuosa preocupó profundamente a personas con
espíritus mas calmados. Y para ser justos, debemos simpatizar con los hombres que en el
frente doméstico tenían que encontrar los caminos para financiar sus proyectos
aparentemente temerarios. Wesley mismo se encargó de desalentar el plan original de
Coke de ir a la India y en algún momento llegó a negarse a prestarle apoyo a la forma
86

irrestricta que Coke tenía para levantar fondos.15 Se puede culpar a otros, pero en el caso
de Wesley no puede achacársele falta de visión o celo evangelístico. Pero él, lo mismo
que otros, le aconsejaron en ocasiones que tuviera cierta moderación y que pusiera juntos
celo y conocimiento. La joven iglesia tenía a menudo fondos limitados y éstos, a la vez,
tenían que alcanzar para cubrir los intereses domésticos.
No obstante los corazones débiles, Coke y sus sucesores inmediatos, movieron la
causa continuamente hacia adelante. Estos hombres no estaban ciegamente zigzageando
dentro del fuego enemigo. Ellos estaban claramente conscientes del poder de las fuerzas
de las tinieblas apostadas contra ellos. Watson escribe:
“¡Cuántos misioneros mueren! Algunos mueren antes de haber alcanzado la
madurez; y otros regresan a casa inútiles. El calor no nos permite llegar a ciertos
lugares. El frío nos detiene de ir a otros y la pestilencia a unos terceros. Mientras
que la muerte permanece lista para sacudir dardos envenenados a aquellos que van
adelante”.16

Mientras las bajas se mantuvieron al mínimo, el elemento de riesgo no justificó el


retroceso y la reducción. El continúa diciendo:
“¿Entonces qué? ¿Vamos a guardar la semilla o vamos a sembrarla? Vamos a
sembrar con fe; fe en el mandato de Cristo: “Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones”; fe en la promesa del Salvador: “Y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”; fe en el pacto irreversible:
“Pídeme, y te daré por herencia las naciones”, y todos estos salvajes feroces, todo
este clima inhóspito e insalubre, sí “Y como posesión tuya los confines de la
tierra” .17

Principios del Crecimiento de la Iglesia. Donald McGavran ha hecho más que


cualquier otra persona, para confrontar nuestra generación con el desafío del crecimiento
de la iglesia. McGavran fue misionero en la India y ha sido el portavoz del movimiento
que ha llamado a muchos a un trabajo misionero mucho más efectivo.
La teoría del crecimiento de la iglesia opera sobre la premisa de que la voluntad de
Dios es que las iglesias crezcan. “El propósito de la iglesia es crecer, expandirse ganando
convertidos, agregar nuevos miembros a las iglesias existentes y establecer iglesias
nuevas”.18 El objetivo es comprender la mecánica, así como la dinámica detrás de la
87

expansión y la declinación de la iglesia. El producto de una investigación erudita ayudará


a aquellos que están invirtiendo sus vidas en la obra de la iglesia hoy.
Contrario a lo que algunos piensan, el movimiento para el crecimiento de la iglesia
no hace hincapié en los números solamente. Se reconoce al Espíritu Santo de Dios como
el único productor del dinamismo vital para que una iglesia crezca. Se aprecia al Espíritu
trabajando mediante una serie de factores. Los métodos que Dios ha bendecido en un
lugar, deben ser estudiados para ver qué principios podrían ser aplicados en nuevas
situaciones.
Los factores de crecimiento incluidos en el movimiento metodista son muchos y
complejos. Sin embargo, pueden aislarse varios factores fundamentales, considerando
que son de naturaleza neotestamentaria, haremos bien en incorporarlos a los programas
contemporáneos.
Cualquier lista de principios de crecimiento de la iglesia podría incluir los
siguientes:
(1) Uso amplio del liderazgo laico.
(2) La primacía de la evangelización en contraste con mero trabajo social.
(3) Entrenamiento práctico en el campo.
(4) Confrontación directa con las fuerzas del mal (referido a “encuentro de
poderes”, por A. R. Tippett).
(5) La mobilidad del misionero en oposición al concepto de “comunidad reunida”.
El trabajo se desarrolló en los alrededores de la estación misionera en algunas ocasiones,
pero los wesleyanos llevaron al campo misionero el concepto del ministerio ambulante.
(6) Dominio de la lengua del país adoptado por el misionero.
(7) Identificación con las pautas culturales autóctonas, cuando no se viola ningún
principio moral.
(8) Prestar atención a los tres “auto”. El misionero John Kilner escribía en 1847
desde Ceylán diciendo: “Autosostén, autogobierno y autopropagación, vienen a ser parte
del vocabulario y de los ideales de las iglesias indígenas”.19
(9) Los recursos misioneros distribuidos de acuerdo a la receptividad de la gente.
El desvío, que hizo Coke, de misioneros a Nova Scotia hacia las Indias Óccidentales, se
basó en la disposición que los isleños tenían para el evangelio.
(10) Un énfasis apropiado en las necesidades del ser humano completo. Coke y,
luego Bunting y Watson, estuvieron en la vanguardia del movimiento abolicionista, tanto
en su patria como en el campo misionero.
88

(11) El estímulo a las conversiones grupales. John Baxter escribiendo desde


Antigua informa: “Multitudes de paganos, en algunos momentos, han entregado sus
ídolos todos juntos; en Murraytown la galería de los misioneros se llenó con aquellos
ídolos y más de cincuenta idólatras fueron bautizados en un solo día”.20
Aunque las observaciones hechas arriba son consistentes con el pensamiento del
iglecrecimiento de la iglesia, no estamos sugiriendo que éstas formen una estrategia
calculada de misiones. Los hechos indican que en muchos casos estos principios
surgieron de experiencias amargas y solo fueron incorporados en las políticas misioneras
más tarde. Además, se debe ser cauto para evitar generalizaciones exageradas a partir de
prácticas aisladas. Durante los primeros treinta años, la necesidad demandó políticas y
prácticas que no fueron universales en todos los campos misioneros. Pero esta
observación en ninguna manera debilita la contribución que este movimiento ha hecho a
la investigación.
Debe darse una nota final en cuanto a la fortaleza del metodismo mundial. Si
pudiéramos descubrir el secreto en la pura mecánica, buscaríamos en vano. Como dice
Hollis Green: “El auténtico crecimiento novotestamentario no puede ser inducido
mecánicamente; es la obra del Espíritu Santo mediante discípulos dedicados y
comprometidos con Jesucristo”.21 Debemos cuidarnos de la tendencia de substituir
hombres y mujeres llenos del Espíritu, por metodología secular.
Con sorprendente agudeza, Findlay llega al corazón del secreto del metodismo:
“¿Qué hubo en el siglo dieciocho en Inglaterra que produjo hombres y mujeres
con la visión y el ardor que la hora requería? Fue el Espíritu de Cristo, que llenó a
muchas personas comunes y algunos pocos sobresalientes, que los elevó al nivel
de sus mayores logros. ¿Qué habilidad o poder humanos pudieron abrir puertas
cerradas, dar forma y sincronizar eventos, controlar el apasionamiento de jefes
salvajes y grupos turbulentos, proveer, a menudo, escape a desastres inminentes,
arrancar realizaciones de frustraciones, traer cosecha abundante de cultivos
escasos y torpemente hechos? Observando la pequeña conferencia de Liverpool en
1813 representando un metodismo golpeado por la pobreza, qué loco podría haber
predicho que el trabajo en el extranjero, por el cual el Dr. Coke estaba peleando
con aquella asamblea reticente, 100 años más tarde habría dado lugar a un número
de miembros cercano al millón, desparramados por los cinco continentes?
¡“Pobres, pero enriqueciendo a muchos; atribulados en todo, mas no angustiados;
en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados,
89

pero no destruidos; muriendo, pero vivimos!”, estas son las paradojas constantes
en los anales misioneros; porque “la excelencia del poder” es “de Dios y no de
nosotros”.22
90

CAPITULO 8 – LA TAREA INCONCLUSA

Hoy en día escuchamos mucho que a las iglesias de los campos misioneros se les
habla de autogobierno, autosostén y autopropagación. Si, en realidad, la iglesia nacional
está en condiciones de pararse sobre sus propios pies, sostenerse a sí misma y manejar
sus propios asuntos, ¿para qué mandar más misioneros y más dinero? ¿Puede ser que la
iglesia, al fin y al cabo, ha cumplido ya con sus obligaciones con el mundo pagano?
El surgimiento de iglesias autóctonas en algunos lugares es un hecho indiscutible.
Algunas son grandes y fuertes, mientras que otras son pequeñas y débiles. ¡Alabado sea
Dios por cada una de ellas! Cuando recordamos las tremendas dificultades que
enfrentaron los pioneros, nos maravillamos de lo mucho que se ha logrado con tan poca
gente. Cada iglesia autóctona es un monumento al sacrificio de aquellos misioneros y al
poder del Evangelio.
Dicho esto, sin embargo, debemos observar que el mandato misionero no concluye
cuando se establecen iglesias autóctonas. El encargo original para la iglesia fue la
evangelización de todo el mundo. La tarea asignada incluye necesariamente la
predicación del evangelio a toda criatura y hacer discípulos en todas las naciones (Mateo
28:19). No importa que tan exitosamente hayan realizado su tarea los evangelistas
anteriores, cada generación debe evangelizar de nuevo. Los logros mayores de nuestros
antecesores “no son para nosotros tumbas que deben ser adornadas, sino modelos que
deben ser imitados”.1 La tarea está aun adelante de nosotros. La iglesia de hoy debe
prestar atención al llamado de Wesley a “servir a esta edad presente”.

I. LA NATURALEZA DEL MANDATO

Robert Hall Glover sugiere, en su libro de texto “Las Bases Bíblicas de las
Misiones”, que los discípulos que escucharon la Gran Comisión de labios del Señor
Jesucristo, deben haber cometido un par de errores. Pueden haber errado primero,
concentrando su atención en Jerusalén o no más allá de Judea y/o Samaría. Hicieron de la
tarea algo muy pequeño. Fue realmente la persecución y no una decisión voluntaria, lo
91

que los impulsó hasta lo último de la tierra. Segundo, pueden haber errado interpretando
que la comisión era buscar la conversión del mundo entero. Por lo tanto, hicieron de la
tarea algo demasiado grande.2
Que la iglesia primitiva haya logrado interpretar el mandato o no, tiene poca
importancia aquí. Pero, no cabe duda que estos dos errores aparecieron muy a menudo en
los años siguientes. La continua presencia de estos errores, puede ser en buena medida la
causa del fracaso en la realización completa de la tarea encargada por Cristo.
Entonces, ¿cuál es la naturaleza real de nuestra tarea? ¿Se trata de civilizar,
cristianizar o evangelizar el mundo? Evidentemente no se trata de civilizar, porque
grandes porciones del mundo ya lo estaban mucho antes que llegaran los cristianos.
Difícilmente podría ser cristianizar, porque ni las Escrituras ni la historia dan apoyo a la
idea de que el mundo entero se convertirá a Cristo en este tiempo.
Aquellos que entienden que la tarea de la iglesia es la conversión del mundo,
deben atender a la terminología expresada en la Gran Comisión. En Hechos 1:8 el
mandamiento se lee simplemente “me seréis testigos”. En Mateo se lee “enseñando
(literalmente hacer discípulos) a todas las naciones” (Mateo 28:19). En Marcos dice:
“Predicad el evangelio a toda criatura”, y las palabras que siguen dicen: “El que creyere y
fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15). La
última declaración excluye claramente la idea de que todos aceptarán el mensaje y serán
salvos.
Lucas expresa, por su parte, la Gran Comisión de esta manera: “Que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas
24:47). Finalmente, Juan cita las palabras de Jesús cuando dijo: “Como me envió el
Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). La frase de Juan revela un paralelo entre la
misión de Jesús y la de sus discípulos. El paralelo se aplica tanto al mensaje proclamado
como a la recepción del mismo. Como algunos recibieron su mensaje, mientras que otros
lo rechazaron, así sucedería también en el caso de sus discípulos.
La intención de Cristo fue que todas las personas en todas partes tuvieran
una oportunidad de escuchar el evangelio.
La proclamación universal daría una oportunidad también universal de escuchar y
ser salvo. La nota clave para el programa de misiones en el presente, es la palabra
“testigos”, como se usa en Hechos 1:8, y en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento.
“A la iglesia no se le encargó la tarea de ganar el mundo entero, sino de testificar
al mundo entero; no con la responsabilidad de traer todas las personas a Cristo,
92

sino de presentarles Cristo a todos. En otras palabras, la meta establecida para el


esfuerzo misionero no fue la conversión de todo el mundo, sino la evangelización
de todo el mundo”.2
Esto levanta otra pregunta: ¿Cómo debe entenderse el término “evangelización”?
0 para expresarlo de otra manera: ¿Cuándo un país o un pueblo ha sido evangelizado?
¿Es cuando han entrado los misioneros? ¿Cuando se ha predicado el evangelio? ¿Cuando
una persona ha tomado contacto con el evangelio una vez? ¿Dos veces? ¿Cien veces? ¿Es
cuando la Biblia ha sido traducida a la lengua vernácula? ¿Es cuando se ha plantado una
iglesia autóctona?
Probablemente la mejor respuesta la expresa J. Herbert Kane. El dice: “Un pueblo,
se dice que ha sido evangelizado cuando a cada uno de sus miembros se les ha presentado
el evangelio, en forma suficientemente clara como para que puedan dar una respuesta
inteligente a favor o en contra de Jesucristo como Salvador y Señor”.4
Evangelizar, en este sentido de la palabra, es la naturaleza real de la iglesia.

II. LA EXTENSIÓN DEL DESAFÍO

El tamaño de la tarea inconclusa, que la iglesia tiene delante, es impresionante y


conmovedor. La población del mundo actualmente es de más de 6.500 millones de
personas, y aumenta anualmente en mas de ochenta millones. En números redondos,
aproximadamente un tercio de la población mundial profesa ser cristiana, más de la mitad
de estos son católicos romanos. Otra tercera parte ha estado expuesta al mensaje cristiano
en una forma u otra, pero no respondieron afirmativamente. Otra tercera parte no ha oído
aún por primera vez el nombre de Cristo.
Estas estadísticas son motivo de preocupación para todo cristiano responsable. Lo
que estos números nos dicen es que, a pesar del tremendo monto de dinero, tiempo y
energía invertidos en las misiones cristianas en los últimos 250 años, todavía no tenemos
la tarea dominada. En 1960, los cristianos de todas las confesiones representaban
alrededor del 34% de la población mundial. Hoy, representamos el 30%
aproximadamente, y esta cifra tiene tendencia descendente. Hay más paganos en dos
países juntos, China e India, que cristianos en todo el mundo. Algunos, tomando en
cuenta el índice de crecimiento de la población mundial y el índice de evangelización,
predicen que para el fin del siglo presente, llegaremos a ser apenas el 10%.
93

En algunos países como Corea e Indonesia, la iglesia nacional es grande y fuerte.


Pero, aun en estos países, los cristianos representan no más que el 30% de la población
total. Mientras suponen que estas iglesias van a sobrevivir, nos preguntamos si podrán
ganar el otro 70% de la población sin ayuda de afuera.
En muchos otros países, la iglesia es pequeña y débil. Los cristianos no son más
que el 2 o 3 por ciento de la población. La iglesia en Japón, por ejemplo, en algunos
sentidos es fuerte, pero en otros es débil. Los cristianos allí son menos que el 1% del total
de la población. La iglesia japonesa no es agresiva y carece de visión. Los evangélicos
mismos afirman que los misioneros son los mejores evangelistas.
En Tailandia, la situación no es mejor. Hay 999 budistas por cada cristiano. La
Iglesia Bautista en Burma es muy fuerte, pero está compuesta totalmente de grupos
tribales que se han convertido del animismo. Después de 160 años de obra cristiana, los
28 millones de burmeses que son budistas, permanecen prácticamente inalcanzados. No
más de 10.000 de ellos son cristianos.
Las Escrituras han sido traducidas a 1.526 idiomas y dialectos, pero la Biblia
completa está disponible solo en 255 idiomas. Esto significa que millones de miembros
de la iglesia del Tercer Mundo tienen sólo el Nuevo Testamento, y muchos de ellos ni
siquiera eso. Los miembros del ministerio de Traductores de la Biblia Wycliffe estiman
que hay aún 2.000 tribus que todavía no tienen una sola porción de la Palabra de Dios en
su lengua. Esas tribus representan 160 millones de personas. Sus lenguajes no tienen aún
forma escrita, solo hablada.5
Obviamente, la tarea de la evangelización mundial no se ha completado todavía.
La iglesia debe encargarse de su tarea puesto que aun permanece incompleta. Una
autoridad observa que “a pesar de todo lo que se ha logrado en los últimos 250 años,
apenas hemos arañado la superficie”.6
Sin embargo, hay razones para terminar este tema con una nota optimista. No
vamos a concluir, a partir de lo dicho, que el movimiento misionero no tiene futuro.
Nadie puede anticipar, con seguridad, todo lo que queda por delante, pero en el presente
las oportunidades están abiertas para la iglesia en una forma que no tiene precedentes.
Mientras que algunas puertas se han cerrado, otras se están abriendo por primera vez en
20 años. Hoy día, por ejemplo, hay más misioneros en Colombia que los que ha habido
en los 100 años anteriores. Estos gozan de oportunidades que ni hubieran soñado hace 20
años.7
94

Los hechos muestran que los países abiertos al evangelio superan en número a los
que permanecen cerrados. Las oportunidades en los países abiertos son mayores que
nunca antes. En muchas partes del campo misionero, la gente se está volviendo a Cristo
en cantidades sin precedentes. La real tragedia no son las puertas que están cerradas y que
no podemos penetrar, sino la cantidad de puertas que están abiertas y que no
aprovechamos. Al fin y al cabo, “las puertas cerradas son responsabilidad de Dios.
Podemos dejar tranquilamente el problema con él. Pero las puertas abiertas son nuestra
responsabilidad, y las descuidamos a nuestro propio riesgo”.8

III. UN MENSAJE A LA IGLESIA

A través de los siglos los hombres han buscado la forma de evitar sus
responsabilidades para con los inconversos en muchas maneras. Como notamos
anteriormente, Juan Calvino sostuvo que cualquier agencia para la conversión de los
paganos era inútil (ver capítulo 1). El habló por los reformadores cuando dijo: “Se nos ha
enseñado que el reino de Cristo no ha de ser mantenido ni promovido por el trabajo de los
hombres, sino que es solamente la obra de Dios” .9
En tiempos más recientes, algunos han sugerido que “la religión de los paganos es
suficientemente buena para ellos”. El sentimiento es que es mejor no molestar una cultura
extraña con los reclamos exclusivistas del cristianismo.
Por otro lado, el universalismo es la enseñanza popular en algunos círculos. Existe
una diversidad de puntos de vista dentro del universalismo, pero todos sostienen el
mismo principio básico. Como Dios es amor, dicen ellos, Su amor debe triunfar sobre Su
ira y, finalmente, cada ser humano se encontrará en el seno mismo de aquel amor. C. H.
Dodd establece su posición claramente cuando asegura: “Como todo ser humano yace
bajo el juicio de Dios, cada uno está finalmente destinado, en Su misericordia, a la vida
eterna”.10 Tal línea de pensamiento le quita a la predicación evangélica su nota de
urgencia y priva al servicio misionero de una motivación poderosa.
Estos argumentos pueden ser atractivos para algunos, pero las Escrituras parecen
enseñar que los paganos están totalmente perdidos aparte de Cristo. Si, en realidad este
no es el tenor de la Biblia, surgen inmediatamente varias preguntas preocupantes. ¿Puede
tener provecho la redención de Cristo, para aquellos hombres y mujeres que se los deja en
la ignorancia de tal redención? ¿Fue terminal la declaración de Cristo: “Yo soy el
camino. . . nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6)? ¿Hay algunas excepciones a la
95

afirmación de nuestro Señor: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3)? ¿Qué quiso decir Pablo, cuando
refiriéndose a los efesios les dijo que cuando todavía eran paganos, estaban “sin
esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12)?
Obviamente los textos citados y otros implican fuertemente que la única esperanza
para los paganos está en oír y responder al mensaje del evangelio. Estos pasajes bíblicos
prestan poco apoyo a la idea conveniente de que los paganos serán salvos aun cuando la
iglesia fracase en cumplir con el mandato del Señor.
Si entonces, la salvación de los inconversos depende en que conozcan a Cristo,
¿cómo se van a enterar? La Biblia hace claro que “todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Pero, ¿cómo van a invocar el nombre de uno del que
no han oído?
Pablo lanza una serie arrolladora de preguntas a la iglesia cristiana cuando dice:
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si
no fueren enviados?” (Romanos 10:14,15).
Vale la pena tomar tiempo para buscar la respuesta a cada una de estas preguntas
por separado. La iglesia debe encontrar respuestas o arriesgarse a ser avergonzada el día
del juicio final.
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?” (Romanos 10:14).
Repetidamente, a través de las Escrituras, los seres humanos han sido exhortados a
invocar el nombre del Señor. “E invócame en el día de la angustia; te libraré... (Salmos
50:15). “Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”
(Isaías 55:6). Otra vez leemos: “Pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que le invocan” (Romanos 10:12).
Aunque se estimula a todos a invocar al Señor, obviamente hay algunos requisitos
para asegurar el llamado. La confianza y la relación se construyen en base a la
experiencia y la conducta pasada. El escritor recuerda un niño conocido suyo que tenía
problemas con la oscuridad. Muy a menudo se despertaba durante la noche y luchaba con
su vívida imaginación. Podía escuchar el ruido de personas que se movían por la casa y
que (erróneamente concluía él) andaban haciendo cosas extrañas. Los padres del pequeño
dormían en una habitación contigua, que en esos momentos aterradores parecía estar muy
lejos. Con un miedo intolerable, el niño reunía todas sus fuerzas para llamar a su madre
96

en la oscuridad. El sabía (por experiencias pasadas y por el comportamiento anterior) que


si podía despertar a su madre, ella vendría inmediatamente a su lado.
Por comparación podemos decir que los inconversos no conocen para nada la
fidelidad y confiabilidad que se encuentran en el Dios verdadero. Por tanto, solo pueden
llamar (si es que llaman a Dios) en forma torpe por causa de la oscuridad espiritual que
los envuelve.
“¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?”(Romanos 10:14). Una fe
activa en Cristo es el prerrequisito para la salvación. “Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Zwinglio, el reformador, tenía escasa base bíblica para afirmar que los inconversos
piadosos que morían sin conocer el evangelio podrían ser salvos. Las implicaciones de
semejante razonamiento son que la sinceridad es suficiente, no importa cual sea el objeto
o naturaleza de la adoración de uno. Si esto es así, habrá muchos de “tierras de
oscuridad” que serán incluidas dentro del reino. Pero aceptar esto, es basar la salvación
de los inconversos simplemente en sus buenas obras, afirmación que no tiene base
escritural. La Biblia afirma claramente que la salvación es por la fe y “no por obras, para
que nadie se gloríe” (Efesios 2:9).
Además, queda claro que la fe salvadora encuentra su fundamento en la verdad
bíblica. Pablo afirma que “La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos
10:17). La Palabra de Dios, cuando es escuchada, promueve la fe en Dios. La
acumulación de evidencia encontrada en ella es irresistible para una mente razonable.
Por contraste, los inconversos forman su propia idea de Dios a partir de la
infidelidad y la falsedad. Ellos literalmente crean su dios a su propia imagen. No tienen
más fe en que su dios pueda salvarlos, que la que tienen en sus decepcionantes
compañeros. El relato del evangelio acerca de un Dios santo es un concepto
revolucionario para ellos.
“¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?” (Romanos 10:14). La Biblia
enseña que los inconversos no quedan abandonados en completa oscuridad espiritual.
Juan afirma que “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo” (Juan 1:9). Las fuentes de luz que están disponibles a los paganos incluyen la
conciencia, la naturaleza y la tradición. J. Oswald Sanders opina que “cuanto más atrás va
uno en los registros históricos de las naciones paganas, sus concepciones de un Dios
Todopoderoso parecen haber sido más claras”.11
97

Es concebible entonces, que los paganos podrían ser salvos si caminaran en la luz
que tienen disponible en estas fuentes. Sin embargo, la experiencia muestra que rara vez
se ha manifestado semejante cosa. Tanto la depravación como la sociedad pecaminosa
militan contra la obediencia a lo que es correcto y que ellos conocen. Se puede decir lo
mismo de las personas que viven en los países occidentales con todas las ventajas que
esto implica. ¡Qué difícil es convencer a una persona pecadora que haga lo que sabe que
debe hacer! Luego de una vida de experiencia en la China pagana, J. Hudson Taylor
declaró que nunca había encontrado una persona china inconversa, ya fuera un erudito o
un campesino, que pudiera asegurar que había vivido en toda la luz que había recibido.12
Pero, no debemos abandonar a los inconversos a estas débiles fuentes de luz. Dios
ha ordenado que todos los hombres sean expuestos a los rayos del evangelio por medio
de los instrumentos humanos.
Se puede argumentar que con la introducción de los aparatos de radio a
transistores y de otros medios modernos de comunicación, la necesidad de mensajeros
personales es muchísimo menor. Algunos aseguran que la automatización podría
reemplazar efectivamente a los misioneros tradicionales.
Debe admitirse que hay pocos lugares, hoy día en el mundo, donde el evangelio no
puede ser escuchado mediante estos modernos medios de comunicación. ¡Glorificado sea
Dios por este cumplimiento de la profecía! Pero, en el caso de las misiones, las máquinas
jamás reemplazarán a personas llenas del Espíritu. “¿A quién (no qué) enviaré, y quién
(no qué) irá por nosotros?” (Isaías 6:8).

En otro lugar, las Escrituras declaran: “Y busqué entre ellos hombre (no una
máquina) que hiciera vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la
tierra, para que yo no la destruyese...” (Ezequiel 22:30).
Es necesaria la presencia así como la proclamación del predicador, para comunicar
adecuadamente la naturaleza de la fe salvadora. Solamente los seres humanos pueden
personificar y proclamar el amor, la misericordia y la justicia de Dios. Si este no fuera el
caso, ¿qué necesidad habríamos tenido de la encarnación?
El lector de la Biblia recordará el caso del eunuco etíope; éste no solo era educado
sino que también poseía una poco común copia de la Palabra escrita. En esto, sin duda,
estaba mucho más adelantado que muchas personas del Tercer Mundo en el siglo veinte.
Aunque esto era una ventaja notable, confesó que la revelación todavía permanecía
98

escondida para su entendimiento. Fue necesario que Felipe, que era un evangelista
comisionado por Dios, le descubriera aquel tesoro escondido.
¿Y cómo predicarán sino fueren enviados? (Romanos 10:15). Para algunos hay
un cierto romance en la idea de disponerse e ir al campo misionero. Trabajar mediante los
esfuerzos organizados de una junta responsable, parece que es demasiado “equipaje” para
ellos. Pero, aun siendo posible, este enfoque independiente a las misiones no es escritural.
Para descubrir el punto de vista de las Escrituras, regresemos al libro de los
Hechos. El capítulo trece comienza con la primera junta de misiones del Nuevo
Testamento, en sesión. ¡Escuchen el procedimiento!: “Ministrando éstos al Señor, y
ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los
he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los
despidieron” (Hechos 13:2, 3).
La metodología de la iglesia primitiva constaba de un proceso doble para
establecer predicadores en el campo. Primero, deben ser llamados por Dios. El llamado
misionero es todavía la prerrogativa sagrada del Espíritu Santo. En la ansiedad de cubrir
las vacantes que se producen en el campo, algunos están dispuestos a relegar “el
llamado” al baúl de las cosas viejas de la tradición. Cristo, sin embargo, es todavía el
Señor de la cosecha y El, que es el único omnisciente (¡Las computadoras vocacionales
no son omniscientes!) sabe dónde cada miembro del cuerpo puede servir con la mayor
efectividad. Donde el Espíritu de Dios ha dado libertad, El todavía está separando a los
Bernabés y a los Saulos para el trabajo.
Segundo, los predicadores deben ser enviados por la iglesia. Lucas identificó este
doble proceso del envío de misioneros al campo. “Los he llamado” (Hechos 13:2) apunta
el Espíritu Santo. La frase “Les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:3)
resalta el trabajo de la iglesia. Es cierto que solamente Cristo puede salvar a los
ínconversos, pero las Escrituras nos indican que no los salva El solo. El mismo ha
asociado a la iglesia consigo mismo para esta tarea urgente. Entonces, la junta de
misiones que despacha sus misioneros sin haber asegurado el apoyo previamente, puede
ser culpable de pereza en los negocios. Además, puede ser que a su tiempo, el gobierno
que recibe tales misioneros pueda hacer reclamos a los tales.
Resumiendo, podemos ver que la respuesta a la preocupante pregunta de Romanos
10:14 y 15 es doble: (1) La iglesia debe seguir enviando predicadores (personas
representativas) de entre sus filas al campo misionero. Obviamente no pueden ir todos,
pero todos pueden enviar. (2) La iglesia debe seguir apoyando a los predicadores que de
99

entre sus filas, están en el campo misionero. Las misiones deben permanecer siempre
siendo la misión de la iglesia. Debemos buscar no evitar, sino cumplir honorablemente
nuestras responsabilidades con los inconversos del mundo. ¡Ese mundo, tan oscuro como
pueda ser, es nuestra parroquia!
100

NOTAS

CAPÍTULO 1 - DONDE NO HAY VISION...


1. Glover, Robert Hall, El Progreso de las Misiones Mundiales, p 68.
2. Kane, J. Herbert, A Global View of Christian Missions, p. 74.
3. Ibid.,
4. Ibid., p. 75.
5. Robinson, Charles Henry, History of Christian Missions, p. 42.
6. Ibid., p. 43.
7. Warneck, Gustov, A History of Protestant Missions, p. 18.
8. Ibid.,
9. Glover, Op. Cit., p. 101.
10. Warneck, Op. Cit., p. 23.
11. Ibid.,
12. Ibid., p. 21.
13. Robinson, Op. Cit., p. 44.

CAPÍTULO 2 - LA LUZ DE LA MAÑANA


1. Glover, Op. Cit., p. 74.
2. Ibid., p. 75.
3. Edman, Raymond V., The Light in Dark Ages, p. 352.
4. Kane, Op. Cit., p. 7 6.
5. Glover, Op. Cit., p. 76.
6. Kane, Op. Cit., p. 7 7.
7. Taylor, Mendell, Exploring Evangelism, p. 235.
8. Warneck, Op. Cít., p. 39.
9. Kane, Op. Cit., Ibid.
10. Ibid., p. 78.
11. Robinson, Op. Cit., p. 54.
12. Taylor, Op. Cit., p. 239.
13. Kane, Op. Cit., p. 79.
101

14. Ibid., p. 51.


15. Robinson, Op. Cit. (Pag. ?)
16. Cook, Harold R., Highlights of Christian Missions, p. 52.
17. Warneck, Op. Cít., p. 58.
18. Taylor, Ibid.

CAPÍTULO 3 - EL MUNDO ES MI PARROQUIA


1. Carter, Henry, The Methodist Heritage, p. 138.
2. Bready, J. Wesley, This Freedom Whence?, p. 256.
3. Barclay, Crawford Wade, Early American Methodism, p. xl.
4. Wakely, L. B., Anecdotes of the Wesleys, p. 71.
5. Barclay, Ibid.,
6. Wakely, Op. Cit., p. 99.
7. Howard, David M., Student Power in World Evangelism, p. 59.
8. McDonald, William, John Wesley and His Doctrine, p. 22.
9. Taylor, Op. Cit., p. 251.
10. McDonald, Op. Cit., p. 29.
11. Findlay, George G. and Mary Grace, Wesley’s World Parish, p. 12.
12. Telford, John, The Life of John Wesley, p. 110.
13. McDonald, Op. Cit., p. 30.
14. Barclay, Op. Cit., p. xli.
15. Chadwick, Samuel, The Call to Christian Perfection, p. 5.
16. Ibid., p. 6.
17. Barclay, Op. Cit., p. xxvi.
18. Carter, Op. Cit., p. 70.
19. Barclay, Op. Cit., p. xxi.
20. Taylor, Op. Cit., p. 259.
21. Wood, Skevington A., The Burning Heart, p. 84. 2 2. Ibid., p. 105.
23. Ibid., p. 106.
24. Ibid., p. 94.
25. McDonald, Op. Cit., p. 33.
26. Taylor, Op. Cit., p. 25 8.
27. Ibid., p. 259.
28. Ibid.,
102

29. Ibid., p. 260.


30. Ibid.,
31. Ibid., p. 261.
32. Faulkner, John Alfred, The Methodists, p. 224.
33. Kane, Op. Cit., p. 81.

CAPÍTULO 4 - MINISTRO METODISTA DE ASUNTOS EXTERIORES


1. Hurst, John Fletcher, The History of Methodism, p. 1057.
2. Kane, Op. Cit., p. 83.
3. Candler, Warren A., Life of Thomas Coke, p. 3.
4. Ibid., p. 6.
5. Ibid., p. 16.
6. Barclay, Op. Cit., p. 105.
7. Findlay, Op. Cit., p. 15.
8. Barclay, Op. Cit., p. 104.
9. Ibid., p. 108.
10. Candler, Op. Cit., p. 141.
11. Fitzgerald, O. P., Centenary Cameos, p. 6.
12. Sowton, Stanley, Tilomas Coke, p. 74.
13. Barclay, Op. Cit., p. 107.
14. Candler, Op. Cit., p. 3 64.
15. Findlay, Op. Cit., p. 17.
16. Sowton, Op. Cit., p. 66.
17. Hurst, Op. Cit., p. 1065.
18. Candler, Op. Cit., p. 3 88.
19. Hurst, Op. Cit., p. 1061.
20. Barclay, Op. Cit., p. 119.
21. Hurst, Op. Cit., p. 1062.
22. Ibid., p. 1064.
23. Barclay, Ibid.,
24. Candler, Op. Cit., p. 374.
25. Ibid., p. 375.
26. Barclay, Op. Cit., p. 120.
27. Candler, Op. Cit., p. 3 88.
103

28. Barclay, Ibid.,

CAPÍTULO 5 - LOS TRES MAGNIFICOS


1. Findlay, Op. Cit., p. 23.
2. Stevens, Abel, The History of Methodism, p. 163.
3. Stevenson, John George, Methodism Worthies, p. 253.
4. Findlay, Op. Cit., p. 25.
5. Ibid.,
6. Ibid., p. 26.
7. Stevens, Op. Cit., p. 337.
8. Findlay, Op. Cit., p. 27.
9. Stevens, Op. Cit., p. 81.
10. Ibid.,
11. Findlay, Ibid.,
12. Stevens, Op. cit., p. 84.
13. Findlay, Op. Cit., p. 28.
14. Stevens, Op. cit., p. 85.
15. Ibid., p. 170.
16. Findlay, Op. Cit., p. 29.
17. Stevens, Op. Cit., p. 171.
18. Findlay, Ibid.,
19. Ibid.,
20. Smith, George, History of Wesleyan Methodism, p. 58.
21. Stevens, Op. Cit., p. 172.

CAPÍTULO 6 - CORAZONES ARDIENTES


1. Telford, Op. Cit., p. 163.
2. Edwards, Maldwyn, Francís Asbury, p. 1.
3. Ibíd.,
4. Barclay, Op. Cit., p. 109.
5. DuBose, Horace M. , Francis Asbury, p.48.
6. Fitzgerald, Op. Cít. , p. 37.
7. Edwards, Op. Cit., p. 7.
8. Ibid.,
104

9. Findlay, Op. cit., p. 35.


10. Ibid., p. 36.
11. Ibid., p. 49.
12. Ibid., p. 50.
13. Ibid., p. 61.
14. Barclay, Ibid.,
15. Ibid., p. 114.
16. Stevens, Op. Cit., p. 3 54.
17. Findlay, Op. cit., p. 68.
18. Stevens, Op. cit., p. 353.
19. Ibid., p. 355.
20. Ibid., p. 343.

CAPÍTULO 7 - METODOLOGÍA METODISTA


1. Fitzgerald, Op. Cit., p. 6.
2. Findlay, Op. Cit., p. 21.
3. Sowton, Op. cit., p. 89.
4. Drew, Samuel, Life of Rev. Thomas Coke, p. 3 51.
5. Hurst, Op. cit., p. 1061.
6. Porter, James, A Compendium of Methodism, p. 95.
7. Wagner, C. Peter, Frontiers in Míssionary Strategy, p. 136.
8. Glover, Op. Cit., p. 74.
9. Parker, Henry A., More Words to Live By, p. 80.
10. Candler, Op. Cit., p. 283.
11. Findlay, Op. Cit., p. 76.
12. Stevens, Op. Cit., p. 356.
13. Ibid., p. 361.
14. Candler, Op. Cit., p. 388.
15. Barclay, Op. Cit., p. 111.
16. Watson, Richard, Watson’s Works, p. 363.
17. Ibid.,
18. Coggins, Wade T., So That’s What Missions Is All About, p. 41
19. Findlay, Op. Cit., p. 117.
20. Stevens, Op. Cit., p. 353.
105

21. Green, Hollis L., Why Wait Tíll Sunday, p. 22.


22. Findlay, Op. Cit., p. 223.

CAPÍTULO 8 - LA TAREA INCONCLUSA


1. Chapman, James B., The Preaching Ministry, p. 59.
2. Glover, Robert Hall, The Bible Basis of Missions, p. 99.
3. Ibid., p. 101.
4. Kane, J. Herbert, The Making of a Missionary, p. 103.
5. Ibid., p. 12.
6. Ibid., p. 13.
7. Kane, J. Herbert, Winds of Change in the Christian Mission, p 155.
8. Ibid., p. 159.
9. Robinson, Op. Cit., p. 43.
10. Sanders, J. Oswald, How Lost Are the Heathen, p. 20.
11. Ibid., p. 43.
12. Kane, J. Herbert, Christian Missions in Biblical Perspective, p. 163.
106

BIBLOGRAFIA SELECCIONADA

Barclay, Crawford Wade. Early American Methodism. Nueva York: Junta de Misiones y
Extensión de la Iglesia de la Iglesia Metodista, 1949, Vol. I, 980 p.
Bready, J. Wesley. This Freedom Whence? . Nueva York: American Tract Society,
1942, 365p.
Candler, Warren A. Life of Thomas Coke. Nashville, Tennessee: Publishing House M. E.
Church South, 1923, 408 p.
Carter, Henry. The Methodist Heritage. Nashville, Tennessee: Abingdon Press, s/f, 246
p.
Chadwick, Samuel. The Call to Christian Perfection. Kansas City, Missouri: Beacon Hill
Press, 1943, 110 p.
Chapman, James B. The Preaching Ministry. Kansas City, Missouri: Beacon Hill Press,
1947, 95 p.
Coggins, Wade T. 5o That’s What Missions Is All About. Chicago: Moody Press, 1975,
127 p.
Cook, Harold R. Highlights of Christian Missions. Chicago: Moody Press, 1967, 256 p.
Drew, Samuel. Life of Rev. Thomas Coke. Nueva York: J. Soule & T. Mason, 1818, 391
p.
DuBose, Horace M. Francis Asbury. Nashville, Tennessee, Publishing House of M.
E. Church South, 1909, 245 p.
Edman. Raymond V. The Light in Dark Ages. Wheaton, Illinois: Van Kemp Press, 1949,
435 p.
Edwards, Maldwyn. Francis Asbury. Manchester, England: Penwork Ltd., 1972, 12 p.
Faulkner, John Alfred. The Methodists. Nueva York: The Methodist Book Concern,
1903, 252 p.
Findlay, George G. y Mary Grace. Wesley’s World Parish. Londres: Hodder &
Staughton, 1913, 224 p.
Fitzgerald, O. P. Centenary Cameos. Nashville, Tennessee: Southern Methodist
Publishing House, 1885, 46 p.
Glover, Robert Hall. The Bible Basis of Missíons. Chicago: Moody Press, 1946, 208 p.
107

___________________. The Progress of World-Wide Missíons. Nueva York: Hunt &


Eaton, 1953, 363 p.
Green, Hollis L. Why Waít Till Sunday. Minneapolis, Minnesota: Bethany Fellowship
Inc., 1975, 112 p.
Howard, David M. Student Power in World Evangelism. Downers Grove, Illinois: Inter-
Varsity Press, 1952, 129 p.
Hurst, John Fletcher. The History of Methodism. Nueva York: Easton & Mains, 1902, v.
III, 1560 p.
Kane, J. Herbert. A Global View of Christian Missions. Grand Rapids, Michigan: Baker
House, 1975, 590 p.
________________. Christian Missions in Biblical Perspective. Grand Rapids,
Michigan: Baker House, 1976, 328 p.
________________. The Making of a Missionary. Grand Rapids, Michigan: Baker
House, 1975, 114 p.
________________. Winds of Change in the Christian Mission. Chicago: Moody Press,
1973, 160 p.
McDonald, William. John Wesley and His Doctrine. Titusville, Pennsylvania, The
Allegheny Wesleyan Methodist Connection, 1893, reimpreso en 1974, 149 p.
Parker, Henry A. More Words to Live By. Orlando, Florida: Henry Alien Parker, 1970,
127 p.
Porter, James. A Compendium of Methodism. Boston, George C. Rand, 1853, 501 p.
Robinson, Charles Henry. History of Christian Missions. Nueva York, Charles Scribner’s
& Sons, 1915, 533 p.
Sanders, J. Oswald. How Lost Are the Heathen. Chicago: Moody Press, 1972, 80 p.
Smith, George. History of Wesleyan Methodism. Londres: Longman, Green, Longman &
Roberts, 1863, v. II, 860 p.
Sowton, Stanley. Thomas Coke. Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1956, 95 p.
Stevens, Abel. The History of Methodism. Nueva York: Eaton & Mains, v. III, 524 p.
Stevenson, John George. Methodist Worthies. Edinburgh: Grange Publishing Works,
1884, v. II, 328 p.
Taylor, Mendell. Exploring Evangelism. Kansas City, Missouri: Beacon Hill Press, 1964,
650 p.
Telford, John. The Life of John Wesley. Nueva York: Hunt & Eaton, s/f, 363 p.
Wagner, C. Peter. Frontiers in Missionary Strategy. Chicago: Moody Press, 1971, 222 p.
108

Wakeley, L. B. Anecdotes of the Wesleys. Londres: Hodder & Stoughton, s/f, 391 p.
Warneck, Gustov. A History of Protestant Missions. Nueva York: Fleming Revell Co.,
1903, 430 p.
Watson, Richard. Watson’s Works. Londres: John Mason, 1834, v. I, 495 p.
Wood, Skevington A. The Burning Heart. Minneapolis, Minnesota: Bethany Fellowship
Inc., 1967, 302 p.

S-ar putea să vă placă și