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Traumatismos renales:

Las lesiones renales y de las vías urinarias están presentes en el 10 % de las laparotomías por
traumatismos abdominales. Sólo en el 15 % de los casos se presentan como lesiones únicas y la mayoría de
las veces se asocian a lesiones viscerales múltiples.

El riñón es un órgano bien protegido, ya que está situado entre las vísceras abdominales por delante,
fuertes músculos como el psoas y el cuadrado lumbar por detrás, y la parte inferior de la caja costal hacia
afuera. Por todo esto se infiere que para producirse una lesión renal el trauma debe ser de magnitud y
generalmente irá acompañado de lesiones en otros órganos, sobre todo cuando el impacto es en las caras
anterior y lateral.

 Clasificación: De Sargent y Marquardt (1950)


 Grado I: Contusión (70%)
 Grado II: Laceración (15-20%)
 Grado III: Ruptura-Perforación (15-20%)
 Grado IV: Lesión pedicular (10%)

 Manifestaciones clínicas:

La manifestación clínica más frecuente es la hematuria, ya sea macroscópica o microscópica. Se


define como microhematuria la presencia de más de 5 glóbulos rojos por campo en la orina. La magnitud del
sangrado en la orina no siempre se relaciona con el daño renal producido. Se observan importantes hematurias
en lesiones leves y a la inversa. Este signo puede no aparecer hasta en el 25 % de los casos, por lo que la
ausencia de hematuria no descarta una lesión renal.

En lesiones pediculares y en efracciones renales severas (estallido) se puede presentar shock


hipovolémico, lo cual constituye una emergencia medicoquirúrgica que requiere actuación inmediata. Ante la
presencia de hematuria, historia de traumatismo cerrado violento (sobre todo dorsolumbar), equimosis, edema
o excoriaciones en partes blandas de los flancos, fracturas de costillas inferiores o vértebras lumbares
superiores, se deben utilizar métodos complementarios para descartar la lesión renal.

 Diagnóstico:

La radiología comienza con el urograma excretor, que puede mostrar la falta de funcionalidad de un
riñón, debido a una interrupción pedicular o un estallido renal. Se puede presentar excreción escasa o
retrasada en contusiones o espasmos vasculares. Otros signos son la acumulación irregular del contraste,
extravasación de éste por laceración o ruptura, defecto de relleno por coágulos borramiento del espacio
nefropsoico por colección perirrenal, con desplazamiento ureteral o sin éste. Es tan importante observar las
características del riñón traumatizado como del contralateral.

La ecografía puede mostrar hematomas intrarrenales, colección líquida perirrenal debida a hematoma
o urinoma, fractura renal o patologías preexistentes (agenesia unilateral, hidronefrosis, quistes, tumores, etc.).
Una ecografía normal no descarta la lesión renal severa, ya que no refleja el funcionamiento del riñón ni
detecta la trombosis vascular renal.

La tomografia computada en combinación con el urograma tiene más de 95 % de sensibilidad para el


diagnóstico de lesión renal. Debe indicarse ante imágenes dudosas o normales del pielograma con hematuria
persistente. Se puede realizar como primer método de estudio en el caso de que se la disponga en el acto o
esté indicada por alguna otra lesión asociada. Es muy precisa para diagnosticar pequeñas extravasaciones,
laceraciones parenquimatosas, hematomas intrarrenales o perirrenales y oclusión o extravasación vascular.
La arteriografía se emplea sólo ante la imposibilidad de realizar una tomografía. La efectividad de la
resonancia nuclear magnética está en estudio, aunque hasta el momento parece ser menor que la de la
tomografía. La videolaparoscopia sólo permite identificar el hematoma perirrenal y sus características.

Todos estos métodos diagnósticos se emplean sólo si el paciente se encuentra compensado; en caso
contrario se indica laparotomía inmediata sin estudios previos.

 Complicaciones:

Las complicaciones específicas más frecuentes son la hemorragia parenquimatosa y vascular por
falla de suturas, la trombosis vascular renal y el hematoma abscedado perirrenal. En caso de presentarse
hematuria, ésta es generalmente transitoria.

Traumatismos ureterales:

Se producen generalmente por traumatismos penetrantes. Es muy rara la avulsión ureteral, propia del
traumatismo cerrado extremadamente violento, caso en el cual se produce por lo común en la unión
ureteropélvica. La laceración ureteral distal por contusión, si bien excepcional, es más frecuente en los niños.

 Manifestaciones clínicas:

Se manifiesta únicamente por hematuria macroscópica o microscópica, la que puede estar ausente en
el 10-20 % de los casos. Si así ocurre, el diagnóstico es generalmente tardío y se presume la lesión por el
dolor en el flanco con masa palpable.

 Diagnóstico:

El urograma excretor muestra la extravasación del líquido de contraste en el 90 % de las lesiones. La


ecografía sólo puede identificar una colección inespecífica en el retroperitoneo. La tomografía con contraste
también detecta la fuga del uréter señalando su acumulación en la región posterior.

La consecuencia de la falta de diagnóstico será el urinoma, el absceso y la estrechez, con la posterior


hidronefrosis.

 Complicaciones:

Se pueden presentar fístulas urinarias que, de no estar correctamente drenadas, pueden transformarse
en urinomas. La hematuria por lo general es transitoria.

Traumatismos vesicales:

. La lesión vesical es más factible cuando la vejiga está llena en el momento del traumatismo; en
cambio, cuando está vacía, se esconde en el fondo de la pelvis, donde es difícilmente alcanzable por el
impacto.

 Clasificación:
 Intraperitoneales: Ocurren en general por traumatismos en el hipogastrio y rara vez se
acompañan de fractura pelviana.
 Extraperitoneales: Se producen por impacto anterolateral con fractura de la pelvis e
incrustación de fragmentos óseos que perforan la pared vesical.
 Mixtas
 Manifestaciones Clínicas:

Son hematuria, tenesmo vesical y dolor abdominal. La hematuria puede estar ausente en el 10 % de
los casos. El dolor predomina en. el hipogastrio y no hay defensa muscular importante si la lesión es única. En
más del 90 % de los casos existen otras lesiones viscerales asociadas. En las lesiones extraperitoneales se
agrega el hematoma perineoescrotal.

 Diagnóstico:

El lavado peritoneal y la punción abdominal pueden orientar en las lesiones intraperitoneales cuando
se obtiene orina, la que generalmente viene mezclada con sangre.

El método diagnóstico por excelencia es la cistografía retrógrada, que siempre se efectúa con la
uretrografía por la frecuente asociación con lesión uretral. En todos los pacientes con fractura de la pelvis,
sobre todo del pubis o de la ramaisquiopubiana, y que presentan anuria o hematuria, se impone realizar el
estudio contrastado de la vejiga y la uretra. La cistografía puede mostrar la extravasación difusa del contraste
hacia la cavidad abdominal o el espacio perivesical.

La ecografía puede revelar una colección perivesical. La tomografia con contraste marca la fuga
vesical y la colección pelviana perivesical.

 Complicaciones:

Las posibles complicaciones son: hematuria, en general transitoria; urinoma por filtración, que debe
ser drenado sólo en caso de infección, hematoma perineal y menos frecuentemente fístula vesicocutánea,
vesicorrectal o vesicovaginal.

Traumatismos Uretrales:

Las lesiones de la uretra son más frecuentes en el hombre. En la mujer son excepcionales dada la
corta longitud de aquélla y la menor incidencia de traumatismos en el sexo femenino.

A la uretra masculina se la clasifica en anterior y posterior de acuerdo con la posición respecto del
diafragma urogenital. La anterior comprende la uretra peniana y bulbar, y su lesión generalmente se produce
por acción directa de un elemento. La uretra posterior abarca la prostática y la membranosa y es la más
frecuentemente afectada (90 %). Su lesión es producto de un traumatismo violento, que desgarra tejidos
blandos produciendo fracturas pelvianas.

 Clasificación:

Las lesiones pueden ser completas o incompletas. En la uretra posterior, si la lesión es completa, se
produce la elevación de la próstata y la vejiga a causa de la sección de la inserción prostática inferior en la
uretra y su fijación ligamentaria anterior en el pubis. El espacio anatómico que ocupaban la próstata y la
vejiga es reemplazado por un urohematoma. Inicialmente el cuello vesical permanece competente y el grado
de extravasación urinaria es menor prevaleciendo la fuga sanguínea.

 Manifestaciones clínicas:

La injuria uretral se puede sospechar ante la imposibilidad de orinar, la presencia de sangre en el


meato, edema o hematoma a nivel de los genitales y el periné, o la existencia de una fractura de pelvis.
 Diagnóstico:

El tacto rectal es fundamental, ya que comprueba la ausencia de la próstata, reemplazada por una
zona empastada correspondiente al hematoma. El diagnóstico se confirma mediante la uretrografía retrógrada;
ésta debe continuarse con la cistografía.

 Complicaciones:

Ante la sospecha de traumatismo uretral nunca debe intentarse el sondeo vesical, dadas las
posibilidades de convertir una lesión incompleta en completa, producir una falsa vía con aumento de la
hemorragia, infección del urohematoma perivesical y aumento del riesgo de futura impotencia, incontinencia
y estrechez uretral.

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