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1. El lenguaje evocador. El asesor puede usar palabras duras que evoquen sentimientos, como por ejemplo,
“tu hijo murió” versus “perdiste a tu hijo”. Este lenguaje ayuda a la gente aceptar la realidad que rodea a la
pérdida y puede estimular algunos de sus sentimientos dolorosos. También puede ser útil hablar del fallecido
en pasado: “su marido era...”.
2. El uso de símbolos. Hacer que el cliente traiga fotos del fallecido a las sesiones. Esto no sólo ayuda al asesor
a tener una sensación más clara de quién era dicha persona sino que, además, crea una sensación de
inmediatez y un enfoque concreto para hablar al fallecido en vez de hablar de él. Otros símbolos que me han
resultado útiles son cartas escritas por el fallecido, cintas de casete o de vídeos suyas y artículos de ropa y
joyería.
3. Escribir. Hacer que el superviviente escriba una o varias cartas al fallecido expresando sus pensamientos y
sentimientos. Esto le puede ayudar a arreglar los asuntos pendientes y a expresar las cosas que necesite
decirle. Llevar una diario explicando la experiencia del duelo o escribir poesía también puede facilitar la
expresión de sentimientos y dar significado personal a la experiencia de la pérdida.
4. Dibujar. Al igual que la escritura, hacer dibujos que reflejen los propios sentimientos y experiencias con el
fallecido son también útiles. Ésta es una técnica muy buena para usar con niños, pero también funciona con
adultos.
5. Role playing. Ayudar a las personas a representar diferentes situaciones que temen o sobre las que se
sienten molestas es una manera de desarrollar sus habilidades, algo que es muy útil al trabajar con la tarea III.
El asesor puede participar en el role playing ya sea como facilitador o para modelar posibles conductas nuevas
en el cliente.
6. Reestructuración cognitiva. Aquí el supuesto subyacente es que nuestros pensamientos influyen en
nuestros sentimientos, sobre todo los pensamientos encubiertos y el habla interna que fluye constantemente
en nuestra mente. Al ayudar al paciente a identificar estos pensamientos y contrastarlos con la realidad para
ver su precisión y sobregeneralización, el asesor puede ayudar a reducir los sentimientos disfóricos que
provocan ciertos pensamientos irracionales, como “nadie me volverá a querer de nuevo”, un pensamiento
que ciertamente no es probable en el presente.
7. El libro de recuerdos. Una actividad que puede realizar la familia conjuntamente es hacer un libro de
recuerdos sobre el fallecido. Este libro puede incluir historias sobre los acontecimientos familiares, cosas
memorables como instantáneas y otras fotografías y poemas y dibujos realizados por diferentes 20 miembros,
incluidos los niños. Esta actividad puede ayudar a la familia a recordar viejas historias y finalmente, a elaborar
el duelo con una imagen más realista de la persona muerta. Ademas, los niños pueden volver a revisarlo para
reintegrar la pérdida en su vida de crecimiento y cambios. 8. Imaginación guiada. Ayudar a la persona a
imaginar al fallecido, ya sea con los ojos cerrados o visualizando su presencia en una silla vacía, y animarle a
decirle las cosas que siente necesidad de decirle, es una técnica muy poderosa. El poder viene, no de la
imaginación sino de estar en el presente, y de nuevo, hablar con la persona en vez de hablar de la persona.
Técnicas y en qué momento usarlas
Una técnica muy útil es la técnica Gestalt de la “silla vacía”: hacer que hablen directamente con l apersona
fallecida en presente. Ponemos una silla vacía en la consulta y hacemos que el paciente imagine que el
fallecido está sentado en ella. Luego pedimos al paciente que hable directamente con el fallecido sobre los
pensamientos y sentimientos que tiene respecto a la muerte y a su relación. Una técnica relacionada con ésta,
consiste en hacer que el paciente se siente en una silla, cierre los ojos, e imagine que está hablando con el
fallecido. Otra técnica es el psicodrama. Hacemos que los pacientes representen su rol y el de la persona
fallecida, replicando y volviendo a replicar hasta que se resuelve el conflicto concreto. Usar fotos del fallecido
puede facilitar muchas veces las metes de la terapia. El paciente trae a la sesión su fotografía favorita, que se
puede usar para estimular recuerdos y emociones y, en ciertas ocasiones, se puede usar como centro de
discusiones con el fallecido, en presente. Con cualquier técnica es esencial elegir el momento oportuno. Es
crucial que el terapeuta sepa cómo regular el momento de las intervenciones. Estimular las emociones antes
de que el paciente esté preparado no funcionará. Las interpretaciones fuera de tiempo caerán por los suelos.
Siempre es difícil preparar a la gente para que elija el momento oportuno de sus intervenciones
psicoterapéuticas.
La toma de contacto.
Existen en el centro diferentes alternativas a la hora de acudir y demandar una primera cita. La vía de acceso
puede ser telefónica, presencial, por correo electrónico o a través de la derivación de un profesional de otro
centro. Esta última alternativa, y la recomendación de otro usuario, son las formas de acceso mayoritarias de
cara a iniciar el trabajo en el centro. La primera toma de contacto consiste en la petición de una cita con el
profesional de referencia en procesos de duelo, y es llevada a cabo por el personal del departamento de
administración. El tiempo de espera para la primera cita suele ser breve, de entre una y dos semanas. En esta
primera toma de contacto no se dan pautas de actuación, simplemente se atiende la demanda del futuro
usuario, se piden unos datos personales básicos, se pregunta el motivo de la demanda y se le da la cita con el
profesional en cuestión.
Las primeras entrevistas.
Las primeras entrevistas entre el profesional y el doliente son siempre de tipo individual. Hay personas que
acuden al centro porque les han hablado de los grupos de duelo y quieren ingresar en uno de ellos. Siempre se
les deja claro que es necesario realizar una serie de entrevistas individuales previas. El objetivo de estas
entrevistas individuales es el establecimiento del vínculo terapéutico. Siguiendo a C. Rogers, el vínculo es
entendido como el proceso en el que se trata de construir una relación humana desde la empatía y el genuino
aprecio por el otro tal como es, sin valoraciones críticas o morales en torno a su valía. Al cliente se le ha de
comunicar de forma genuina e inequívoca que se le comprende, se le acepta y se le aprecia, todo ello en una
relación fundada en una actitud de autenticidad por parte del terapeuta que se mantiene abierto a aquél del
modo más pertinente para cada momento del tratamiento; sin esta actitud la empatía y el aprecio pueden ser
vividos como falsos.
El vínculo terapéutico entre terapeuta y paciente es la estrategia terapéutica principal e imprescindible para el
desarrollo de un proceso de duelo curativo. Gracias al vínculo que se crea, el paciente puede sentirse
acompañado, escuchado y entendido, lo que le permitirá la apertura y expresión de las emociones asociadas a
un proceso de duelo. El vínculo terapéutico ofrece la protección que el paciente necesita para enfrentarse a
las emociones dolorosas del duelo, así como para poder expresarlas de forma sana y saludable. Cuando algún
paciente ha ingresado al grupo habiendo tenido una sola o dos entrevistas individuales con el terapeuta el
resultado ha sido siempre el mismo: abandono del grupo en las primeras sesiones. Esto sucede porque el
vínculo no es lo suficientemente sólido como para que el doliente se sienta con la protección necesaria para
llevar a cabo el trabajo emocional, el cual se realiza en grupo y que más adelante comentaremos. Esta alianza
permite, además, la posterior vinculación con los otros miembros del grupo, lo cual forma parte también de
las estrategias terapéuticas a desarrollar en los procesos de duelo. El vínculo dentro del grupo y a nivel
individual con el profesional es terapéutico per se, muchos pacientes refieren la imposibilidad de compartir
sus vivencias o expresar sus emociones en su vida cotidiana, por la dificultad que les supone abrirse a alguien y
ser realmente escuchado y comprendido. En su entorno, las personas dolientes pueden sentirse culpables a la
hora de expresar emociones dolorosas, o que están incomodando a los demás con su dolor, o pueden tener
miedo a que los otros le den de lado por ser pesados y puedan perder sus relaciones. Los pacientes acuden a
las primeras entrevistas con una clara necesidad de ser acogidos y comprendidos en su dolor. Es por ello
absolutamente básico para el proceso que el paciente salga de las primeras entrevistas con estas necesidades
mínimamente atendidas.
La estrategia terapéutica en esta primera etapa de la intervención debe tener por objetivo consolidar el
vínculo y la alianza terapéutica. Para ello, es recomendable permitir al paciente expresar sus emociones y su
dolor en la forma que necesite hacerlo desde la primera sesión. Mostrar interés real y entender sus vivencias,
acoger sus emociones, darle a entender a la persona que dispone de ese espacio para ello y que el profesional
está ahí para apoyarla y permitir al paciente liberarse de su sufrimiento a través del acompañamiento en la
expresión de sus emociones dolorosas. Este tipo de estrategias de intervención basadas en la escucha activa,
la empatía y la presencia del profesional, son las que van a permitir consolidar un vínculo necesario para llegar
a buen puerto en este proceso.
También es recomendable prestar atención a la estructura de personalidad del paciente y al canal de
comunicación donde se exprese habitualmente, a fin de conseguir facilitar la conexión, la sensación de ser
comprendido y el establecimiento del vínculo.
En las primeras entrevistas, el terapeuta también recoge información sobre las diferentes áreas de la vida del
paciente; trabajo, ocio, pareja, familia formada, familia de origen. Respecto al área personal es importante
obtener información acerca de los hábitos básicos de alimentación, sueño e higiene. Es habitual encontrarnos
con que estos hábitos están desestructurados o afectados en un proceso de duelo, principalmente el sueño y
la alimentación. Una de las primeras estrategias de intervención es dar pautas para estructurar de forma
normalizada estos hábitos, debido a que el cansancio por la falta de sueño o por una dieta insuficiente influye
en un estado de ánimo más inestable, lo cual puede acentuar las emociones asociadas al duelo, como la
tristeza, el miedo o la rabia. Por tanto, vamos a controlar que estos hábitos tengan una mínima estructuración,
pidiendo a la persona que cumpla un horario de acostarse y levantarse, de comidas y de ejercicio físico. En
caso de que el paciente no pueda hacer ejercicio físico, es recomendable que salga a caminar una hora diaria.
Con esta medida se busca que la persona se active físicamente y se encuentre cansada a la hora de dormir y,
por otro lado, que no se quede encerrada en su emoción sin salir de casa.
Es habitual relacionar las emociones asociadas al duelo con procesos de depresión o ansiedad. Desde el
enfoque del que escribimos estas líneas, se entiende el proceso de duelo como una reacción natural a la
pérdida de un ser querido con quien tienes un vínculo afectivo. Es necesario en estas sesiones iniciales
normalizar la vivencia del duelo. Para ello, se suele explicar al paciente en qué consiste el proceso que está
viviendo dándole el siguiente esquema:
CONTACTO CON LA EMOCIÓN
NO CONTACTO CONTACTO TOTAL
Este esquema muestra cuál es la posición ideal ante un proceso de duelo, teniendo en cuenta dos factores
principales: el contacto con las emociones dolorosas y la continuidad en la realización de tareas cotidianas.
Colocarse en torno al extremo derecho implica un contacto total con la emoción en confluencia, lo que impide
a la persona continuar con su vida. Es la situación característica de un episodio de depresión mayor, donde la
persona se siente totalmente superada y devastada por las emociones durante un período de tiempo.
El otro extremo, el izquierdo del continuo, conlleva una negación del duelo y de las emociones asociadas que
impiden la elaboración del duelo. Supone una evitación del contacto con las emociones dolorosas, lo cual
impide su expresión y la elaboración del proceso de duelo. Son las personas que continúan con su vida como si
nada hubiera sucedido, como si el fallecimiento del ser querido no hubiera ocurrido.
Por tanto, lo recomendable es posicionarse en torno a la zona intermedia del continuo, marcada por la
elipse, de manera que las emociones asociadas al duelo puedan expresarse y por tanto se pueda elaborar el
duelo, a la vez que la persona continúa con su vida - a nivel laboral, de ocio, de pareja y personal. Es un
concepto que tiene su base en el Ciclo Gestáltico, el cual afirma que el ser humano se mueve en el ciclo del
contacto y la retirada. La persona en primer lugar tiene una sensación, posteriormente se da cuenta de ella, se
energetiza para pasar a la acción, establece contacto con el otro o con el objeto y finalmente después se
retira. En el duelo, el doliente pasa por estas fases en relación a sus sensaciones y emociones respecto a la
pérdida. Es necesario poder contactar con ellas y después retirarse.
Esta es la actitud que coloca a la persona en una posición óptima de cara a afrontar un proceso de duelo en
líneas generales, y también de cara a afrontar la etapa emocional en particular. Obviamente es necesario
tener en cuenta las características personales y el proceso de duelo que se esté llevando a cabo, con vistas a
una adaptación y personalización de las estrategias terapéuticas de intervención.
La intervención grupal.
En los procesos de duelo se lleva a cabo un trabajo eminentemente emocional. Duelo viene de la palabra
dolor, es un dolor físico y, ante todo, es un dolor emocional. Para poder elaborar la pérdida, es necesario
elaborar el dolor emocional. Es decir, el doliente necesita vivir la pérdida, sentirla, y expresar su dolor. El
grupo de duelo es el espacio óptimo en la mayoría de casos por varias razones:
Permite la expresión emocional del dolor de forma abierta, en un entorno protegido y diseñado para ello bajo
la guía, el cuidado y el acompañamiento de un profesional especialista.
Proporciona apoyo y comprensión a un nivel superlativo, ya que lo que todos los miembros del grupo tienen
en común es estar viviendo un proceso de duelo; por lo tanto, no existe un espacio donde la persona se pueda
sentir más comprendida en su dolor. Una de las demandas que solemos encontrar en consulta de manera
habitual es que el doliente no se siente comprendido por su entorno y que no es escuchado como necesitaría.
Permite la creación de redes sociales una vez finalizado el grupo, lo cual suele ser una de las carencias que
arrastran los miembros al principio de la intervención; por otra parte, de este modo se satisface la necesidad
de pertenencia a grupos sociales y de actividades de ocio.
Es más práctico y funcional para el terapeuta que las sesiones individuales estándar de una hora de duración,
pues permite atender a varios usuarios en un espacio y tiempo determinados.
Estas razones son las que nos hacen decantarnos por esta estrategia de intervención, para desarrollar la
actuación terapéutica relacionada con el trabajo emocional profundo que es la parte central, primordial,
liberadora y curativa en un proceso de duelo. Los grupos formados en el centro tienen un máximo de ocho
integrantes. Su duración es de diez sesiones con una periodicidad quincenal. Las sesiones duran entre dos
horas y dos horas y media. El marco en el que se estructura el grupo se complementa con la sala de grupos. Es
una sala que no está insonorizada, los miembros se sientan en sillas formando un círculo y permanecen
sentados durante la mayoría del tiempo que dura la sesión.