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Cuando era pequeño un día un profesor me dijo: “Que un hombre debía hacer
tres cosas en la vida: 1) tener un hijo; 2) escribir un libro; y 3) plantar un árbol.”
Lo escuché muchas otras veces. Pero jamás nadie me explicó las razones de
esas exigencias para todo hombre. Con el paso del tiempo, y la experiencia,
supe su significado.
Dios no nos envió a este mundo, para que nos consumiéramos en lo efímero,
en lo superficial, o aún en lo superfluo, tampoco para que viviéramos
quejándonos de las circunstancias que nos tocó. Él todo lo hizo hermoso y ha
puesto eternidad en nuestros corazones.
El legado que dejó Apóstol Pablo, el conocido Saulo de Tarso, a sus discípulos,
se sintetizan en una corta frase dicha en 1 Corintios 11:1:
6Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. 7He peleado
la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8Por lo demás, me está guardada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino
también a todos los que aman su venida.
Así que en el día de hoy proponte dejar un legado, algo especial, algo
significativo, y algo positivo para recordar y transmitir a esta generación y a las
que vendrán. Comienza a vivir la vida extraordinaria a la cual Dios te llamó.
Mateo 17 (La Transfiguración de Jesús)
1
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a
un monte alto;
2
y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se
hicieron blancos como la luz.
3
Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
4
Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres,
hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
5
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que
decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
6
Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
7
Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
8
Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.