Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
REVOCATORIA
(VERSIÓN REVISADA Y MEJORADA)
RESUMEN
Este artículo aborda el tema de las acciones subsidiarias que tiene el acreedor
para el cobro de lo que le adeuda su deudor; en tal sentido, analiza la acción
subrogatoria y la acción revocatoria o pauliana, y la diferencia que existe entre
la acción fraudatoria y la acción de simulación.
ABSTRACT
This article deals with the subject of the subsidiary actions that the creditor
has for the collection of what his debtor owes him; in this sense, it analyzes
the subrogation action and the revocation or pauliana action, and the
difference that exists between the fraudulent action and the simulation
action.
INTRODUCCIÓN
Las acciones que voy a desarrollar en este breve artículo son llamadas acciones
subsidiarias del acreedor, porque normalmente éste persigue el cobro de lo
que se le adeuda a través de acciones que dirige directamente contra su
deudor, esto es, sin necesidad de tener que acudir a las acciones subsidiarias
para luego incoar una acción directa de cobro. En razón de este carácter
común que comparten, solo proceden en el supuesto que los bienes del
deudor no alcancen para cubrir el pago de sus obligaciones, lo que requiere
ser acreditado por el acreedor (hago la aclaración que el sintagma “acción
directa” se considera, en otros sistemas, la acción que compete al acreedor
1
para percibir lo que un tercero debe a su deudor, hasta el importe del propio
crédito. El acreedor la ejerce por derecho propio y en su exclusivo beneficio).
1.2 La acción oblicua puede ser definida como el recurso que la ley concede al
acreedor, que no tenga otro medio de hacer efectivo su crédito, para ejercitar
los derechos y acciones no utilizadas por el deudor para acrecentar su
patrimonio, siempre no sean inherentes a la persona de éste. Sin embargo,
desde el punto de vista patrimonial, en algunas ocasiones es una acción mixta
pues, aunque generalmente busca incrementar el patrimonio del deudor, en
otras ocasiones busca preservarlo. Más adelante daré ejemplos, a través de
casos, de situaciones donde la acción se ejercita con fines aumentativos y otras
donde su ejercicio es de carácter conservativo.
Art. 1219
Es efecto de las obligaciones autorizar al acreedor para lo siguiente:
………………………………………………………………………….
4. Ejercer los derechos del deudor, sea en vía de acción o para asumir su
defensa, con excepción de los que sean inherentes a la persona o cuando
lo prohíba la ley. El acreedor para el ejercicio de los derechos
mencionados en este inciso, no necesita recabar previamente
autorización judicial, pero deberá hacer citar a su deudor en el juicio que
promueva.
2
El art. 741 del mismo código se señala que están excluidos de la acción
subrogatoria:
La acción revocatoria se puede definir, tal como lo hace el art. 195 del Código
Civil, como la que compete al acreedor para pedir que -judicialmente- se
declaren ineficaces respecto de él los actos gratuitos del deudor por los que
renuncie a derechos o con los que disminuya su patrimonio conocido y
perjudique el cobro del crédito. Desde luego, esta acción puede dirigirse,
también, contra el deudor y el adquirente a efectos de revocar los actos
practicados a título oneroso celebrados en fraude del acreedor, aunque en
este caso, como veremos luego, le toca al acreedor probar que el adquirente
obro con mala fe o, mejor dicho, con conocimiento de causa (lo que incluye el
concepto de no poder ignorar que el acto de disposición -o gravamen o carga-
perjudicaría el crédito del acreedor).
3
deudor), sin que pueda extender sus efectos respecto de otros acreedores.
Debo recordar que esto último no ocurría con el Código Civil de 1936, en el
que esta acción beneficiaba a todos los acreedores por igual. La razón de la
reforma es que se trata de una acción de ineficacia relativa, es decir, que no
invalida el acto, sino que lo torna ineficaz respecto del accionante, pero por lo
demás es oponible erga omnes.
Un ejemplo servirá para ilustrar este punto: el caso del deudor que rechaza
una herencia, o un legado o una donación, con el resultado lógico que, al
hacerlo, renuncia a incrementar su patrimonio, poniendo en riesgo el crédito
del acreedor.
2.2. Como también se ha visto arriba, al comentar el inciso 4 del art. 1219 del
CC., el acreedor en ejercicio de la acción oblicua no requiere autorización
judicial previa para actuar, pero deberá citar a su deudor en el proceso que
promueva en sustitución del mismo.
Otro caso, también más elaborado, es del art. 1533 del CC. que trata del
perecimiento parcial del bien antes de la venta, que permite al comprador
(que es el deudor para el caso de la acción oblicua), retractarse del contrato
cuando una parte del bien ha perecido o, alternativamente, exigir una rebaja
por el menoscabo en proporción al precio fijado por el todo (acción que es
conocida como actio quanti minoris causa o acción cuantiminoritaria).
Hay muchos ejemplos más pues, como he dicho al comienzo de este punto,
nuestro sistema de derecho patrimonial es abierto en cuanto a la acción
oblicua, en tanto que en otros sistemas la acción está restringida a ciertos
actos del deudor (caso del Código Civil de El Salvador, como se verá).
9
3. LA ACCION PAULIANA O REVOCATORIA.
Hay dos tipos de actos revocables: los practicados a título gratuito y los
practicados a título oneroso. La distinción entre uso y otros es sumamente
importante, como se verá a continuación.
10
a) en la primera situación, el crédito es anterior al acto de disposición
patrimonial, caso en el cual se exige que el adquirente “…haya tenido
conocimiento del perjuicio a los derechos del acreedor o que, según las
circunstancias, haya estado en razonable situación de conocer o de no
ignorarlos y el perjuicio eventual de los mismos”, como señala el inciso
1 del art. 195 del Código Civil. Este supuesto supone la existencia de lo
que se denomina sciencia fraudis o conscius fraudis, que es el
conocimiento por el tercero que el acto ocasiona un daño al crédito del
acreedor.
Agrega el inciso dos presunciones: la primera está establece que “Se presume
dicha intención (animus fraudis) en el deudor cuando ha dispuesto de bienes
de cuya existencia había informado por escrito al futuro acreedor”. Y la
segunda reza (que) “Se presume la intención del tercero (conscius fraudis)
cuando conocía o estaba en aptitud de conocer el futuro crédito y que el deudor
carece de otros bienes registrados”.
Todas estas son presunciones relativas (destructibles) que vienen en ayuda del
acreedor que, como se ha dicho, debe probar la mala fe del adquirente cuando
se trata de actos de disposición patrimonial (lo que incluye no solo los actos
de disposición propiamente dichos, sino también la constitución de
gravámenes y cargas, como por ejemplo un derecho de usufructo) del deudor
practicados a título oneroso, y que por su carácter de relativas son
destructibles, esto es que el tercero puede aportar prueba que demuestre
que, pese a estas presunciones, no estaba enterado del daño que podría
ocasionar al acreedor con la celebración del acto; es decir, puede probar su
11
buena fe, porque el efecto procesal de las presunciones, cuando son relativas,
es invertir la carga de la prueba.
Frente al acto simulado lo que cabe es demandar la nulidad del mismo por
simulación absoluta, porque el acto simulado padece de un defecto
estructural que lo torna nulo, sin posibilidad de confirmación alguna, tal como
señala el inciso 5 del artículo 219 del Código Civil.
13
La dificultad que presenta esta acción de simulación es la probanza que,
efectivamente, se trata de un acto simulado, y de ahí que muchos acreedores
opten por demandar la revocación del acto haciendo uso de la acción pauliana,
que es más fácil de probar, sobre todo cuando se trata de un acto a título
gratuito.
En efecto, muchas veces se alega como fundamento del fraude que el acto de
disposición del deudor no se ajusta a las circunstancias propias del hecho,
como por ejemplo, cuando el precio pagado no representa el valor actual del
inmueble objeto de la transferencia; esto es un yerro conceptual serio, porque
entonces estamos frente a un caso de acto jurídico simulado y, por lo tanto,
de un acto nulo, cuya declaración de tal beneficia al conjunto de los
acreedores, y no frente a un acto fraudulento, cuya revocación solo beneficia
al accionante, lo que califica a la acción revocatoria como capaz de sancionar
un acto como de ineficacia relativa, porque frente a todos los demás es un acto
eficaz excepto que no lo es respecto del demandante.
4.3 Un ejemplo puede servir para ilustrar esta confusión común: se demanda
la revocación de la transferencia de un bien inmueble dado en venta por el
deudor a un tercero por un precio muy por debajo del precio que pagó al
adquirirlo, oportunidad en que su verdadero valor comercial fue establecido
por el banco que le financió una parte importante del precio total pagado para
su adquisición, y que ahora vende por un precio notablemente inferior al que
entones pagó por el mismo bien. Desde luego, esta compraventa perjudica el
crédito del acreedor, ya que el deudor ha dispuesto del único inmueble
registrado a su nombre.
En este caso ¿frente a qué clase de acto estamos? Podría sostener el acreedor
demandante que se trata de un acto simulado, en la medida que entre el
precio de compra pagado por el deudor al adquirir el bien y el precio en que
14
ahora lo vende existe una diferencia notable, que hace presumir que se trata
de un acto falso, simulado con el objeto de defraudar el crédito del acreedor
que no conoce otros bienes con los cuales pueda hacerse pago de lo que se le
adeuda.
¿Qué debe hacer el acreedor en esta hipótesis? Si demanda la nulidad del acto,
el único indicio que tiene en pro de la tesis de que se trata de un acto simulado
es el precio vil pagado por el adquirente, muy por debajo de lo que pagó el
deudor cuando lo adquirió, pero no se puede dejar de lado que la minuta del
contrato al entrar en una notaría para ser elevada a escritura pública paga dos
impuestos: el 5% por impuesto a la renta a cargo del vendedor y el 3% por
impuesto de alcabala a cargo del comprador; estos pagos, que son hechos
probados, van a ser tenidos en cuenta por el juez al contraponerlos al precio
vil pagado por la transferencia del inmueble, que es sólo un indicio de que se
trata, en verdad, de un acto simulado y, en adición a ello, también va a tener
en cuenta el principio de la libertad de contratación, es decir la libertad de
determinar el contenido del contrato, porque las personas son libres de
negociar la celebración de los contratos (libertad subjetiva) y las términos y
condiciones de los mismos (libertad objetiva) y una de esa condiciones es la
fijación del precio a pagar por el objeto materia de la compraventa, así que lo
más probable es que el juez desestime la demanda en función a esos dos
hechos incuestionables: el pago de los impuestos por los contratantes y la
libertad de contratación, entendida como la definí arriba. Es cierto que el
acreedor podría sumar al pago de un precio vil el indicio de una causa
simulandi, cual es la de ocultar el bien para defraudar al acreedor, pero sigue
15
pisando el terreno de la prueba indiciaria, que nuestro código adjetivo
considera un sucedáneo de los medios probatorios (véase el art. 276, ubicado
en el Capítulo VIII - Medios Probatorios). Como es sabido, los indicios no
prueban, por sí solos, un determinado hecho, sino que “…adquieren
significación en su conjunto cuando conducen al juez a la certeza en torno a un
hecho desconocido”, de acuerdo con la definición que de ellos hace el art. 276
del CPC. Difícilmente un juez declarará la nulidad del acto simulado en base
a esos pocos indicios.
Por otro lado, si demanda el fraude, puede probar con menor dificultad que el
deudor se ha deshecho del único bien inmueble registrado a su nombre
perjudicando ostensiblemente la recuperación de su crédito, así como que el
tercero adquirente del bien estaba en aptitud de conocer o de no ignorar ese
hecho y el perjuicio eventual al derecho del acreedor, como se indica en el
inciso 1 del art. 195 de CC; en efecto, es difícil para el tercero negar que haya
actuado sin conocimiento de causa cuando ha adquirido el inmueble por un
precio irrisorio; cualquier persona diligente sospecharía que algo anda mal en
esa transacción.
5.1. Este es un punto que es necesario tratar con la idea de definir una sola vía
procesal para tramitar el mismo proceso, porque actualmente existen dos vías
procesales para ello, según se trate de actos practicados a título gratuito o a
título oneroso.
16
En efecto, el art. 200 del Código Civil establece que la ineficacia de los actos
gratuitos se tramita como proceso sumarísimo, mientras que la de los actos
onerosos como proceso de conocimiento. Ambas corresponden a procesos
cognitivos, pero el primero es un proceso de cognición breve o sumaria, donde
los plazos son cortos, no cabe reconvención y los medios probatorios de los
hechos en que se funda la demanda y la contestación, así como los medios
probatorios de las cuestiones probatorias, tienen que ser de actuación
inmediata (art. 552 del CPC), pues se aprecian y resuelven en la audiencia
única que existe para este tipo de procesos (art. 554) para que el juez pueda
dictar sentencia en el mismo acto en que se lleva a cabo la misma, en tanto el
segundo es un proceso de cognición lata, donde se permite reconvenir y no
hay limitaciones en cuanto a los medio probatorios, lo que hace que el proceso
sea mucho más dilatado y de más fácil entrampamiento.
5.2. Entiendo que ello es así porque cuando se trata de actos practicados a
título gratuito al acreedor le basta con probar el perjuicio que le causa el acto
de disposición o gravamen, mientras que el adquirente no puede probar en su
descargo que actuó de buena fe porque eso resulta siendo indiferente para los
fines del proceso en la medida que, como señalé, este último obra lucro
captando, es decir, aprovechando un beneficio sin desembolso alguno de su
parte (en tanto que el acreedor obra siempre damno vitando, evitando un
daño).
5.3. En lo personal, considero que ambos casos deben tramitarse en la vía del
proceso sumarísimo, en aras de una justicia ágil y oportuna, porque la vía de
conocimiento permite una defensa en exceso amplia, que no se requiere
cuando es poco lo que tienen que probar las partes: el acreedor, debe limitarse
17
a probar el perjuicio que le causa el acto y la mala fe del tercero, teniendo en
cuenta las dos presunciones de los inciso 1 y 2 del art. 195, que le facilitan la
tarea, y el deudor y el tercero, cuando funcionan esas presunciones, que no
han obrado de mala fe, es decir que no ha existido un consilium fraudis de
parte de ambos contratantes, ni el tercero que ha existido de su parte lo que
se llama sciencia fraudis, es decir conocimiento que se trataba de un acto
practicado en perjuicio del acreedor.
6. OTRAS CONSIDERACIONES.
6.2. Arriba he dado algunos ejemplos de casos en que puede hacerse valer la
acción oblicua, subrogando al deudor cuando este rechaza una herencia, o un
legado o una donación, o cuando pretende allanarse a una acción de evicción,
etc.; estos son solo ejemplos de los casos en que puede ejercitarse la acción
oblicua que, como dije, en nuestro sistema de derecho patrimonial es numerus
apertus, pues no está legislada para caso alguno en particular, pudiendo el
acreedor hacer uso de la misma en todos los casos en que su deudor sea
renuente a ejercitar una acción tendente a incrementar su patrimonio (o a
preservarlo), a diferencia de otros sistemas, donde la acción es numerus
clasus, como ocurre en El Salvador cuyo Código Civil la contempla para
determinados casos señalados especialmente por la ley; en dicho código no
existe norma que autorice su procedencia de manera general. Un ejemplo de
18
caso en que sí procede esta acción es el del art. 806 de su Código Civil, que
establece lo siguiente:
Art. 806.- Los acreedores del usufructuario pueden pedir que se le embargue
el usufructo, y se les pague con él hasta concurrencia de sus créditos,
prestando la competente caución de conservación y restitución a quien
corresponda.
Podrán, por consiguiente, oponerse a toda cesión o renuncia del usufructo
hecha en fraude de sus derechos.
Otro caso del mismo código es el del art. 1547, que establece lo siguiente:
Art. 1547.- Aunque por haber perecido la cosa se extinga la obligación del
deudor, podrá exigir el acreedor que se le cedan los derechos o acciones que
tenga el deudor contra aquellos por cuyo hecho o culpa haya perecido la cosa.
19
luego, evitar que el decurso del plazo de prescripción de la acción de cobro,
que es decenal, extinga la acción.
7. LA ACCIÓN DIRECTA.
20
el demandante; d) el monto percibido por el actor ingresa directamente
a su patrimonio; e) el deudor se libera frente a su acreedor en la medida
en que corresponda en función del pago efectuado por el demandado” .
No veo entonces que exista alguna ventaja de la acción directa según está
legislada en el Código Civil y Comercial argentino frente al sistema que
tenemos en nuestro país, porque en ambos casos hay que acudir a un juez
para que ordene la medida, con la consiguiente pérdida de tiempo que ello
implica; lo único que varía es el procedimiento que se sigue para ello, pero.
por lo demás, no hay cambios significativos, pues el principio en que se funda
la acción o la medida es que el tercero que es deudor del deudor del acreedor
puede ser compelido a pagar a este último lo que le adeuda a su deudor, hasta
el monto del crédito reclamado.
21