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1. Antecedentes
a. Los problemas Limítrofes entre Chile y Bolivia
Al iniciarse la época republicana, Chile, Perú, Bolivia y Argentina aceptaban que sus fronteras
debían ser las mismas de la administración colonial, norma conocida como Uti possidetis iuris.
Sin embargo, la administración española nunca había tenido interés en definir estrictamente
límites precisos entre las regiones que le pertenecían, por lo que estos eran a menudo difusos,
contradictorios y a menudo desconocidos, inhabitados o inhabitables por su clima o lejanía. A
causa de sus apremiantes conflictos internos, los primeros límites enunciados en sus
constituciones fueron imprecisos: Chile señaló en 1822 el despoblado de Atacama como límite
norte y Bolivia consideró desde 1825 la costa de atacama como perteneciente a la provincia
de Potosí. A principios de la década de 1840 se descubrieron en Tarapacá y Antofagasta
grandes acumulaciones de guano y salitre, fertilizantes que empezaban a ser muy cotizados
en el mercado mundial. Incidentes y reclamos entre Bolivia y Chile se sucedieron en los años
siguientes, mientras que las diplomacias de ambos países argumentaban respectivamente
sobre los derechos que tenían en la región, exhibiendo documentos coloniales sobre la
jurisdicción de la Audiencia de Charcas o la Capitanía General de Chile. Las tensiones
aumentaron a tal punto que el 25 de junio de 1863 la Asamblea Legislativa boliviana autorizó
al ejecutivo declarar la guerra a Chile, aunque solo después de que se agotaran todos los
recursos por la vía diplomática que dieran un resultado favorable a Bolivia. Pero el Tratado de
alianza defensiva y ofensiva entre Perú y Chile (1865), al que se adhirieron poco después
Bolivia y Ecuador para enfrentarse a España en la guerra hispano-sudamericana, puso un
paréntesis al asunto de la guerra, considerándose secundaria cualquier otra disputa que no
fuera el enfrentarse al enemigo común.
b. Los tratados entre Bolivia y Chile de 1866 y 1874
Tras la guerra con España, Bolivia y Chile reanudaron las negociaciones y firmaron su primer
tratado limítrofe el 10 de agosto de 1866, que fijó el paralelo 24°S como límite (norte-sur) y se
debían compartir a medias los derechos de exportación de minerales extraídos entre los
paralelos 23°S y 25°S. En 1871, el gobernante boliviano Mariano Melgarejo, bajo cuyo
gobierno se firmó el acuerdo, fue derrocado y reemplazado por Agustín Morales, quien,
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siguiendo la corriente de la opinión pública boliviana, consideró nulos todos los actos del
gobierno anterior. Pero como no se podía abolir unilateralmente un acuerdo internacional, abrió
negociaciones con Chile para revisar el tratado de 1866. Se discutieron diversos aspectos
sobre la aplicación del tratado de 1866, como la definición de "minerales", la inclusión o
exclusión del rico yacimiento de plata Mineral de Caracoles en la zona de beneficios mutuos, y
las dificultades en Bolivia para transferir el 50 % del impuesto recaudado en la zona a Chile. El
5 de diciembre de 1872 se firmó el acuerdo llamado de Corral-Lindsay, que fue aprobado en
Chile, pero, por influencia del Perú, que quería para Bolivia un mejor arreglo, o, en todo caso,
intervenir como mediador junto con Argentina, pero dicho acuerdo no fue aprobado en Bolivia.
Finalmente, Bolivia y Chile firmaron un nuevo tratado de límites el 6 de agosto de 1874, por el
cual Chile renunció al 50 % de los impuestos en el territorio 23°S-24°S a cambio de la promesa
de Bolivia de no incrementar los impuestos a los capitales y negocios chilenos durante 25 años.
La frontera permaneció en el paralelo 24°S. En esa ocasión, Chile condonó las deudas
bolivianas provenientes de la no transferencia del 50 % del impuesto recaudado por Bolivia en
la zona de beneficios mutuos. En un protocolo adicional firmado el año 1875, ambos países
acordaron, entre otros, someter a arbitraje posibles divergencias en la aplicación del tratado.
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Los historiadores consideran que el verdadero objetivo del tratado era imponer a Chile las
fronteras convenientes a Perú, Bolivia y Argentina por medio de un arbitraje obligado de la
alianza mientras Chile fuese militarmente débil, es decir antes de la llegada de las fragatas
blindadas Cochrane y Blanco Encalada. Por otro lado, el historiador peruano Jorge Basadre
señala que uno de los motivos del Perú para firmar el tratado, además de proteger sus
salitreras, era el temor en Lima a que Bolivia fuese atraída por Chile a una alianza contra Perú
que ocuparía Tacna y Arica para entregarlos a Bolivia a cambio de entregar Antofagasta a
Chile.
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salitre, por el cual las empresas productoras debían regular su producción y los precios de
acuerdo a las políticas del gobierno con el fin de evitar que el guano y el salitre, peruanos,
compitieran entre sí. Pero aun antes de entrar en vigor la ley, el gobierno debió retirarla porque
sus costos serían mayores a las ganancias obtenidas. En 1875 el mismo gobierno decidió
estatizar todas las empresas salitreras y de esa manera controlar el precio del salitre.
El proyecto del gobierno peruano debió enfrentar para ello a la Compañía de Salitres y
Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), una empresa chilena, radicada en Valparaíso, con una
minoría de 34 % de capital británico (Casa Gibbs de Londres) que tras los avatares de la política
interna boliviana había obtenido el 27 de noviembre de 1873 una licencia del gobierno boliviano
para explotar los depósitos de nitrato del Salar del Carmen y Las Salinas en Antofagasta libre
de impuestos por 15 años, además del derecho a construir un ferrocarril desde Antofagasta al
interior.
Las salitreras operadas por la CSFA en Bolivia impedían al Perú controlar el precio
internacional del nitrato, por lo cual el gobierno peruano trató de hacer valer su influencia sobre
Bolivia para impedir esa competencia. Por medio de un testaferro, Henry Meiggs, Perú compró
las licencias bolivianas de explotación de los recién descubiertos depósitos de "Toco", al sur
del río Loa, de esta manera Perú influyo en la no firma del acuerdo Corral-Lindsay y quiso
impedir la firma del tratado de límites de 1874 (que eximía de impuestos a las compañías
chilenas del salitre) e imponer una mediación de Perú y Argentina para definir las fronteras de
Chile. En 1878 el socio británico de la CSFA, que era también encargado de vender el salitre
peruano en Europa, la Casa Gibbs, presionó a la gerencia de la CSFA para que limitara su
producción y advirtió a la gerencia que tendrían dificultades administrativas en Bolivia por
encargo de un gobierno "limítrofe" si no reducían sus expectativas. En el cenit de la crisis, el
14 de febrero de 1879, se esperaba que el cónsul peruano en Antofagasta sería el mayor postor
en el remate de la CSFA.
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noviembre de 1873, basándose en una interpretación de la ley del 22 de diciembre (que dio
lugar a la licencia de 1873) que entendía que todas las renegociaciones debían ser aprobadas
por el congreso. La empresa sostenía que solo en caso de desavenencia entre el gobierno y la
empresa. Finalmente, la Asamblea Nacional Constituyente mediante una ley del 14 de febrero
de 1878 aprobó la licencia a condición de que la compañía pagara un impuesto mínimo de 10
centavos por quintal de salitre exportado, en abierta violación al tratado de límites de 1874 y a
la licencia de 1873 en que Bolivia se había comprometido a no subir ni crear nuevos impuestos
en 25 años a las empresas chilenas.
A lo largo de los meses siguientes, el gobierno boliviano, que consideraba el asunto solo
pertinente a los tribunales bolivianos, se abstuvo de implementar la ley mientras se discutían
las objeciones presentadas por el gobierno chileno. El 8 de noviembre de 1878, el canciller
chileno envió una nota al gobierno boliviano indicando que el Tratado de 1874 podría declararse
nulo si se insistía en cobrar el impuesto, renaciendo los derechos de Chile anteriores a 1866.
Aunque ambas partes propusieron la resolución del conflicto por vía de un arbitraje, tal como
lo contemplaba el Protocolo de 1875, este no llegó a realizarse ya que mientras el gobierno de
Chile exigía que se suspendiera la ejecución de dicha ley hasta que su legalidad fuese
determinada por un árbitro, el gobierno de Bolivia exigía que el blindado Blanco Encalada y sus
fuerzas navales se retiraran de la bahía de Antofagasta.
f. El embargo de la salitrera
El 6 de febrero de 1879, aduciendo que la CSFA no había aceptado la nueva ley, el gobierno
de Bolivia rescindió el contrato con la CSFA y ordenó embargar y rematar sus bienes para
cobrar los impuestos generados desde febrero de 1878. Ante esta situación, el presidente
chileno Aníbal Pinto ordenó la ocupación de Antofagasta, que fue realizada sin resistencia el
14 de febrero de 1879 por 200 soldados chilenos entre el aplauso de la población
mayoritariamente chilena. La guarnición boliviana del lugar ante la imposibilidad de resistir se
retiró al interior.
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Los gritos de "¡Viva el Perú!" y "¡Viva Chile!" retumbaron en los dos extremos de las aguas
de Iquique, testigos silenciosos del primer duelo de envergadura entre dos de las mejores
marinas del continente americano. El Huáscar entonces entró en acción.
La Esmeralda era una corbeta de madera de 850 toneladas, con 200 caballos de fuerza;
ocho cañones de 40 libras, cuatro de 30 libras y dos de seis libras. El monitor Huáscar,
desplazaba 1.130 toneladas, tenía un blindaje de cuatro pulgadas y media, dos cañones
de 300 libras de lenta avancarga, ubicados en una torre giratoria, cuyo mecanismo era
manual, y su desplazamiento de banda a banda tomaba no menos de media hora.
En un principio, Grau en su lucha contra la Esmérala, ordenó fuego por elevación a fin de
lograr la rendición del adversario, el cual ignoró el gesto y más bien respondió con una
andanada de proyectiles que fueron incapaces de atravesar la coraza del Huáscar,
rebotando en el mismo. De otro lado, las posteriores maniobras de la Corbeta Esmeralda,
que se mantenía muy pegada a tierra, limitaban el uso de la artillería peruana por temor a
que los proyectiles alcanzaran a la población de Iquique y le causaran daños materiales y
pérdidas de vidas.
Los peruanos de la playa, instalaron una batería con cañones de nueve libras, y
comenzaron a cañonear a la corbeta chilena, impactando una de ellas en su cubierta y
matando a tres tripulantes.
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El combate entre ambas naves se prolongaría más de tres horas. A los 60 minutos de
iniciada la lucha y previo ablandamiento de artillería, Grau decidió terminar el dramático
encuentro recurriendo al espolón. El barco peruano entonces ejecutó una maniobra y
avanzó por el sur, pero la Esmeralda salió entonces al norte, muy cerca de tierra, por lo
que el Huáscar gobernó directamente sobre ella.
Fue durante el primer espolonazo, cuando las dos embarcaciones estuvieron en contacto,
que el capitán de fragata Arturo Prat, consciente que su nave no tendía posibilidad de
sostener un combate convencional con posibilidades de éxito, en un singular acto de
heroísmo intentó abordar el Huáscar y acompañado sólo del sargento Juan de Dios Aldea,
espada y pistola en mano, al grito de ¡al abordaje muchachos! se arrojó sobre el Huáscar.
Una vez a bordo, avanzó hacia la torre de mando, en el trayecto hacia la torre, ultimó a un
oficial de señales, el teniente segundo Jorge Velarde, quien le salió a cerrarle el paso.
Recién al tercer impacto con espolón y dos cañonazos que dieron a boca de jarro, la
Esmeralda se partió y se hundió con su pabellón al tope en el mástil. El dramático combate
concluyó a las 12:10. En total el Huáscar disparó cuarenta proyectiles. Los chilenos
acusaron 135 muertos.
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Los peruanos perdieron al joven teniente segundo Jorge Velarde y siete marineros
resultaron heridos. De inmediato Grau, antes de avanzar hacia la Covadonga, dispuso el
salvataje de los 62 sobrevivientes, cuyo último comandante, el teniente segundo Luis
Uribe Orrego, agradeció el humanitario gesto del comandante del Huáscar. Tras ser
salvados los chilenos fueron dejados en las orillas de Iquique y en donde gritaron ¡viva el
Perú Generoso!
Mientras tanto, la Covadonga era perseguida por la Independencia. Esta era la mejor nave
peruana, pero toda su tripulación era nueva e inexperta, por lo que, a pesar de contar con
gruesa artillería, no conseguía acertar en la nave chilena y tuvo que recurrir al espolón. El
comandante chileno Carlos Condell, hacía provecho del escaso calado de su nave,
acercándose hacia la costa para poner en riesgo al perseguidor peruano. La Covadonga
pasaba indemne sobre rocas submarinas. La Independencia al mando de Juan Guillermo
Moore, arremete contra la Covadonga usando su espolón en tres oportunidades, pero en
el tercer intento, la nave peruana chocó con una roca no marcada en los mapas. De pronto,
el buque peruano se llenó de agua, se apagaron los fuegos y se suspendieron los
calderos. Al ver a su perseguidor en problemas, la Covadonga regresó y comenzó a
ametrallar a la nave peruana. Los cañones de la Independencia contestaron, pero el agua
comenzaba a cubrirlos y tuvieron que defenderse con las coflas, con los rifles y revólveres
hasta agotarse las municiones. Los tripulantes comenzaron a caer al mar y la Covadonga
continuó haciendo fuego. Una de las bombas rompió el pico de mesana donde estaba
izado el pabellón nacional, pero el comandante Moore ordena reponerlo en otra driza. Aquí
al contrario de lo que hizo Grau, el comandante chileno ordeno acribillar cobardemente a
todo sobreviviente de la Independencia, una vez terminada su labor, sigue su huida al ver
al Huáscar aproximándose.
b. El combate de Angamos
El 8 de octubre se produjo el combate de Angamos, que tuvo lugar en el año de 1879. La
batalla naval ocurrió en Punta Angamos, el cual pertenecía a Bolivia (actualmente
pertenece a Chile). El Huáscar y La Unión (naves peruanas) viajaban hacia el norte por la
costa de Chile, después de haber completado varias operaciones ofensivas en los puertos
chilenos, divisaron varios buques de la armada chilena a la distancia. Era la primera
división chilena que constaba del Blanco Encalada, Covadonga y Matías Cousiño los
cuales se dirigían hacia el sur por la costa del Pacífico, al divisar en el horizonte a El
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