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Exp: 04-006835-0647-PE

Res: 2016-00862

SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José, a las diez horas
y cinco minutos del diecinueve de agosto del dos mil dieciséis.

Vistos los recursos de casación, en causa seguida contra Guido Sibaja Fonseca y
otros , por los delitos de corrupción agravada en su modalidad de cohecho
impropio, enriquecimiento ilícito y penalidad del corruptor por corrupción agravada
en la modalidad de cohecho impropio, en perjuicio de los Deberes de la Función
Pública y el Instituto Costarricense de Electricidad ; y:

Considerando:

I. El licenciado Juan Carlos Salas Castro y su defendido, el imputado Eduardo Fonseca


García, el licenciado José Miguel Villalobos Umaña, en su calidad de defensor particular
de confianza del acusado Eliseo Vargas García y el licenciado Héctor Chacón Chang y
la licenciada Greysa Barrientos Núñez, de la Fiscalía Adjunta de Impugnaciones del
Ministerio Público, formulan sendos recursos de casación contra la resolución Nº 2015-
1620, de las dieciséis horas con diez minutos del dos de diciembre de dos mil quince,
dictada por el Tribunal de Apelación de Sentencia Penal del Segundo Circuito Judicial de
San José.

II. Verificación de los requisitos formales de interposición de los recursos . Previo


a analizar los alegatos formulados por cada una de las partes recurrentes, resulta
necesario verificar el cumplimiento del requisito formal de la presentación de las
impugnaciones, dentro del plazo legal de treinta días hábiles contemplado en los
numerales 469 y 378 inciso e), ambos del Código Procesal Penal, por ser un asunto de
tramitación compleja. Sobre el particular, ha de indicarse lo siguiente: según la
información que se contiene en la parte dispositiva de la sentencia Nº 2015-1620, dictada
por el Tribunal de Apelación de Sentencia Penal del Segundo Circuito Judicial de San
José a las dieciséis horas diez minutos del dos de diciembre de dos mil quince (tomo
XLIV, folio 177.172), concretamente en el punto 7, se indica que a partir del miércoles 9
de diciembre de 2015, quedó a disposición de las partes en la Secretaría de ese Tribunal
un disco compacto que contiene la misma, la cual no se notificó por fax o correo
electrónico por ser de gran extensión. En esa tesitura, el plazo de casación comenzó a
correr a partir de esa fecha, siendo su vencimiento el día 04 de febrero de
2016, tomándose en cuenta que el día viernes 11 de diciembre hubo asueto por
celebrarse el día del Funcionario (a) Judicial. Con vista del tomo XLV, se constata que
las partes recurrentes interpusieron sus recursos de casación dentro del plazo legal
establecido, según se desprende de los sellos de recibido que tienen los recursos, por su
orden: 29 de enero de 2016 (folio 177.194), 03 de febrero de 2016 (folio 177.200) y 03 de
febrero de 2016 (folio 177.207).

III. Recurso de casación que interponen el licenciado Juan Carlos Salas Castro y
su defendido, el imputado Eduardo Fonseca García (folios 177.194 a 177.199, tomo
XLV). La impugnación se sustenta de conformidad con los artículos 437, 438, 439, 447,
467, 468, 469, 471 y 474 del Código Procesal Penal (en adelante CPP).
Como primer motivo, reclama la causal de precedentes contradictorios en cuanto al
tema de la licitud o ilicitud en la obtención de la prueba documental Nº 588, que es copia
certificada de la Asistencia Judicial de la República de Panamá, enviada mediante notas
PGR-030-2004, de fecha 10 de setiembre de 2004 y Nº 316-DN-TALM-04, del 06 de
setiembre de 2004. Normativa lesionada: los numerales 24 de la Constitución Política,
175, 176, 178 inciso a), 468 inciso a), del CPP y artículo 29 de la Ley sobre Registro,
Secuestro y Examen de Documentos Privados e Intervención de las Comunicaciones.
Señala que el fallo recurrido advirtió que la citada contradicción, que pueda presentarse
entre lo indicado por los fallos Nº 2014-1847, de las 11:20 horas, del 21 de noviembre de
2014 (con integración de magistrados suplentes), y Nº 2011-00499, de las 11:45 horas,
del 11 de mayo de 2011 (con integración de sus titulares), ambos de la Sala de Casación
Penal, o bien, entre esta última y lo resuelto en alzada, es un problema que deberá
resolverse en casación. Indica el quejoso que el Tribunal de Apelación de Sentencia
Penal del Segundo Circuito Judicial de San José en su voto Nº 2015-1620, sigue el criterio
externado por esta Sala en el fallo Nº 2014-1847. Señala que dicha prueba fue utilizada
en dos casos judiciales distintos a saber, en la causa penal 04-005356-0042 PE, y en el
presente asunto, siendo que en este caso lo que existe es una copia certificada del
documento original que consta en aquella otra causa, por lo que, a su criterio, existe
identidad en el objeto del pronunciamiento, aunque con soluciones diferentes. A
continuación, el petente contrapone el contenido de los dos votos de esta Cámara donde
resalta las discrepancias en torno al tema de la prueba Nº 588. De acuerdo con lo que se
consigna en el voto Nº 2011-00499 -del cual cita un extracto-, en resumen, en dicho voto
y con integración de magistrados titulares, por mayoría, se decretó la nulidad de la prueba
recabada en Panamá por medio del Tratado de Asistencia Legal Mutua en Asuntos
Penales entre las Repúblicas de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y Panamá (por sus siglas, T.A.L.M.) y todos los elementos probatorios que de
ella dependen directamente, en razón de la inobservancia de las garantías
constitucionales y legales que rigen para poder solicitar su obtención conforme el
ordenamiento interno de nuestro país, indicándose que la autorización jurisdiccional “ no
es un mero formalismo, constituye el acto procesal que legitima, conforme al orden
interno, la intromisión dispuesta en la esfera privada de una persona, porque no es
función, ni facultad del Fiscal General, ni de los y las representantes del Ministerio
Público, requerir e imponerse de información confidencial de las personas, sin previa
autorización del Juez garante del respeto a los derechos fundamentales de los
ciudadanos sometidos a proceso. Así se concluye de lo estipulado en los artículos 24 de
la Constitución Política…”. Por su parte, en el fallo Nº 2014-1847, la Sala de Casación
Penal, con integración de magistrados y magistradas suplentes, expresamente indicó que
el criterio externado en el anterior voto no obligaba a esta nueva integración a mantenerla,
conforme los principios de independencia judicial e imparcialidad, discrepando “…sobre
la exigencia de una resolución previa de un órgano jurisdiccional costarricense o de un
aval del Juez Penal, anterior a la solicitud de la probanza realizada por la Procuraduría
General de la República costarricense como requisito de validez para acceder a la
información recabada en Panamá”. Señala el quejoso que el fallo del Tribunal de
Apelación de Sentencia mantiene y sigue el criterio que se contiene en la resolución Nº
2014-1847, el cual sostiene que la referida probanza “es lícita, según la Sala Tercera,
porque tratándose de prueba que se recabaría en Panamá al amparo del T.A.L.M., era
innecesaria una resolución de juez nacional que levantase el secreto bancario” (tomo
XLIV, folio 177.120 frente). Reitera que la resolución recurrida afirma la licitud de dicha
prueba “ porque así lo dijo la Sala Tercera” (f. 177.195 vuelto). Señala que el primer
fundamento contradictorio entre las resoluciones expuestas es si el aval jurisdiccional
constituye o no un mero formalismo o requisito de validez. Otro aspecto contradictorio es
si la exigencia de una autorización jurisdiccional en nuestro país es una violación de la
soberanía del país requerido, en este caso Panamá; para quienes sostienen que la
prueba 588 es lícita, Costa Rica no puede, sin lesionar la soberanía del país requerido,
emanar este aval jurisdiccional; quienes sostienen que dicha prueba se obtuvo de manera
ilícita, no existe tal lesión de soberanía. De seguido, exponen una serie de
consideraciones relacionadas con la naturaleza del aval jurisdiccional y la importancia de
contar con dicha autorización para imponerse de los datos personales que constan en
una cuenta bancaria, indicando que la existencia de restricciones no son un mero
formalismo, sino la garantía o salvaguarda del derecho a un ámbito de intimidad que debe
ser respetado; de lo contrario, este derecho pierde vigencia y efectiva tutela. Además,
señalan que nuestro país no siguió su propia normativa interna, de previo a que su
autoridad central comunicara la solicitud a las autoridades correspondientes de Panamá.
Indican que la importancia de la prueba documental 588 consiste en que de ella se derivó
directamente el conocimiento de una sociedad denominada Servicios Notariales QC y
sirvió de base exclusiva para solicitar el levantamiento del secreto bancario de sus
cuentas, de la que se extrajo la información de transferencias a diversas personas. Como
agravio, manifiestan que la condena del imputado Eduardo Fonseca García se sustentó
en prueba obtenida de forma ilícita, lesionando sus derechos. Suprimida hipotéticamente
la prueba 588 y las cuentas de Servicios Notariales QC, que de ella se derivan de forma
directa y exclusiva, es imposible establecer el depósito que se atribuye como configurador
de un ilícito penal. Solicitan se admita el presente alegato, se declare la ilicitud de la
obtención de la citada prueba y la que de esta se deriva y se absuelva al encartado
Fonseca García. Subsidiariamente, piden se ordene el reenvío para juzgar el fundamento
probatorio, previa exclusión de la prueba documental 588 ilícitamente obtenida y la que
de esta se deriva. El motivo es inadmisible. El reclamo que invoca el gestionante no
resulta admisible porque no cumple con los presupuestos exigidos por la normativa
procesal. El artículo 468 inciso a) del CPP señala uno de los motivos por los cuales se
puede fundar el recurso de casación: "Cuando se alegue la existencia de precedentes
contradictorios dictados por los tribunales de apelación de sentencia, o de estos con
precedentes de la Sala de Casación Penal." En pronunciamientos reiterados esta Sala
ha indicado los alcances de lo que debe entenderse por precedentes contradictorios y la
posibilidad de alegar en esta sede lo estipulado en el ordinal 468 inciso a) de cita. En lo
que interesa para la resolución de admisibilidad del presente reclamo, no puede obviarse
bajo ningún pretexto que, de acuerdo con lo consignado en esa norma, únicamente es
posible invocar la causal indicada cuando se reclamen “precedentes contradictorios
dictados por los tribunales de apelación de sentencia, o de estos con precedentes
de la Sala de Casación Penal”, siempre que se trate de asuntos en los que se aplicó
como aspecto central del fallo, el tema jurídico que se estime resuelto de forma contraria
por la sentencia del Tribunal de Apelación que se impugna; de lo contrario, no estaríamos
ante la existencia de precedentes contradictorios (Resolución Nº 2013-1676, 14:33 horas,
del 14 de noviembre de 2013). De una lectura sencilla del citado numeral que autoriza
dicha causal, se aprecia que la ley no incluye el supuesto de jurisprudencia
contradictoria entre resoluciones de la misma Sala de Casación Penal. El jurista Javier
Llobet Rodríguez, al comentar el inciso a) del artículo 468 de cita, señala que: “No se
establece como causal de casación la contradicción entre los precedentes de la propia
Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia. Tampoco las contradicciones entre las
diversas Salas de la Corte” (LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado,
San José, Editorial Jurídica Continental, 5º edición, 2012. Pág. 706). Atendiendo
expresamente lo que señala la norma procesal invocada y considerando la anterior
reflexión doctrinal, yerra la defensa en invocar en esta sede la existencia de precedentes
contradictorios entre fallos dictados por esta Cámara, en este caso con diversa
integración. Aunque formalmente pareciera que el recurrente busca contraponer el fallo
de Apelación recurrido a lo resuelto por el voto Nº 2011-00499 de esta Sala, en realidad
toda su argumentación va dirigida a confrontar el criterio externado por la Sala de
Casación Penal en sus dos resoluciones, en torno al tema de la ilicitud o licitud en el
procedimiento seguido para obtener la prueba denominada Nº 588. Así expresamente lo
señala el libelo impugnatorio cuando indica que el fondo de la contradicción existe entre
los votos 2011-00499 de las 11:45 horas, del 11 de mayo de 2011 y Nº 2014-1847, de
las 11:20 horas, del 21 de noviembre de 2014, sobre la ilicitud en la obtención de la
prueba documental. A partir de esa indicación es que el quejoso realiza una amplia
exposición de lo que sostienen las resoluciones de esta Sala en lo referente a ese
extremo. En relación con el voto del Tribunal de alzada, el petente se limita a señalar que
los juzgadores de segunda instancia siguen el criterio sostenido por el fallo Nº 2014-1847
porque así lo dijo esta Cámara es decir, por una cuestión de jerarquía, y no porque hayan
decidido resolver sobre la prueba Nº 588 y manifestaran su posición. Al examinar el fallo
impugnado, vemos que dicha instancia afirma incluso que la divergencia sobre el extremo
de la prueba Nº 588 ocurre precisamente “entre las sentencias antes referidas” (tomo
XLIV, folio 176.985) es decir, entre los pronunciamientos de la Sala de Casación Penal,
siendo que su posición no es otra que la de “…examinar los reclamos que formulan las
partes a partir de lo decidido por la Sala en el caso concreto, a saber, que la prueba Nº
588 es lícita” (ibídem; el subrayado no es del original). La anterior posición se entiende
aún más si observamos cuáles son los extremos o aspectos que el fallo Nº 2014-1847
ordenó se conocieran en el reenvío ante Apelación (resolver las impugnaciones que se
enumeran a folios 176.983 vuelto y 176.984 frente). Dicha Cámara admite que, en esas
condiciones, “no se está ante la disyuntiva de aceptar o no los criterios vertidos por la
Sala Tercera, sino ante el deber de respetar los límites que ese órgano jurisdiccional
estableció para el reenvío a segunda instancia, entiéndase, ante el deber de acatar
las decisiones que tomó con carácter preclusivo y declarativo, y que por ende, este
tribunal de apelación no puede obviar ni revertir” (folio 176.984 vuelto, el resaltado y
subrayado no son del original). En otras palabras, el fallo de Apelación acepta que los
límites del reenvío son definidos por el órgano revisor que lo ordena, circunscribiéndose
en definitiva a resolver las impugnaciones conforme los lineamientos expuestos en el
citado voto casacional, de ahí que el tema de la legalidad de la obtención de la prueba
documental Nº 588 fue abordado y decidido por la Sala de Casación Penal, al conocer y
resolver el recurso de casación planteado por el Ministerio Público, contra el anterior fallo
dictado por el Tribunal de Apelación, con integración diversa (ver tomo XLIII,
Considerando V, folios 176.433 a 176.448). En esa tesitura, acorde con la normativa
procesal que autoriza invocar la causal de precedentes contradictorios, el recurrente lo
que hace es contraponer lo que esta Sala refirió -en distintos votos y con diversa
integración-, sobre el procedimiento a seguir en la recolección de prueba en el extranjero.
Ello implica que lo contrapuesto son fallos de la misma Sala, supuesto que no fue
contemplado o regulado por el legislador. En consecuencia, no es posible acoger el
reclamo, declarándose inadmisible este motivo.

IV. Como segundo reproche, alega violación al debido proceso, por vulneración del
derecho de defensa, al existir una falta de correlación entre acusación y sentencia. Luego
de citar como normativa lesionada los artículos 8.2.b de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, 39 de la Constitución Política, 1, 2, 12, y 365 del CPP, indica el libelo
impugnatorio que en el presente asunto, la pieza acusatoria atribuye al imputado Eduardo
Fonseca García, la comisión de tres acciones típicas distintas del delito de
Enriquecimiento Ilícito. Sin embargo, por no contener dicha acusación una adecuada
imputación de esas acciones, el Tribunal de Apelación de Sentencia avaló que se trataba
de una sola acción, para tener por configurados los elementos del tipo penal en una sola
imputación. En el presente caso, en el hecho 201 de la acusación, se indica que el
encartado Edgar Valverde y el indiciado Christian Sapsizian, ambos representantes de la
empresa Alcatel, le presentaron al endilgado Eduardo Fonseca García, en consideración
al cargo desempeñado, una dádiva consistente en dinero, el cual aceptó el ofrecimiento
mientras permanecía en el ejercicio de su cargo de funcionario público, propiamente de
Subjefe de la Dirección del Departamento de Comunicación del I.C.E., situación que le
generó un enriquecimiento ilícito. Para quienes recurren, en esta descripción no se
concreta ninguna dádiva, tampoco se informa sobre el monto ofrecido, modo, lugar ni
tiempo, siendo a su criterio, imposible de subsumir este hecho en un tipo penal. En
el hecho 203 de la acusación se establece: “Sin precisar fecha, pero después del 10 de
diciembre de 2001 y antes del 10 de enero de 2002, Valverde y Sapsizian le presentaron
al imputado Eduardo Fonseca García una dádiva consistente en los certificados de
inversión N°s 22400200037170, 2240020037189, 2240020037200 y 2240020037219,
todos emitidos al portador el 10 de diciembre de 2001, con fecha de vencimiento el 11 de
enero de 2002, del Banco Cuscatlán de Costa Rica, cada uno por diez mil dólares
($10.000), para un total de cincuenta mil dólares ($50.000) y sus cupones de intereses
por ciento ochenta y dos dólares con noventa y cinco centavos ($182.95)”. Dicha
descripción, para el recurrente, no imputa que la presentación de estos certificados haya
sido en consideración a su cargo u oficio, aspecto esencial para tener por acreditado el
delito de Enriquecimiento Ilícito. Además, no se indica lugar donde se hizo el ofrecimiento;
tampoco el motivo o su razón. Por su parte, el hecho 208 acusa: “S in precisar fecha,
pero entre el 2 de julio de 2002 y el 5 de agosto de ese mismo año, Valverde Acosta y
Christian Sapsizian presentaron al imputado Eduardo Fonseca García una dádiva
consistente en los certificados de inversión al portador del Banco Cuscatlán de Costa
Rica N° 2240020046137, 2240020046153, 2240020046161 por el monto respectivo de
diez mil dólares ($10.000), cinco mil dólares ($5.000) y cinco mil dólares ($5.000) y sus
correspondientes cupones de intereses por la suma total de $53.17.” Señala que en esta
otra imputación, tampoco se indica que la presentación de estos certificados haya sido
en consideración de su cargo, aspecto que estima esencial para tener por acreditado un
delito de Enriquecimiento Ilícito, omitiéndose también, al igual que en los anteriores
puntos, el lugar donde se hizo el ofrecimiento y la razón por la que se realizó. Finalmente,
el último ilícito atribuido a Fonseca García en el hecho 210 , la acusación expresa
textualmente lo siguiente: “Sin precisar fecha, pero entre el 17 de diciembre de 2002 y el
21 de enero de 2003, los corruptores Valverde Acosta y Christian Sapsizian, presentaron
al imputado Eduardo Fonseca García una tercera dádiva consistente en los certificados
de inversión al portador del Banco Cuscatlán de Costa Rica N° 2240020056264,
2240020056272, 2240020056280 y 2240020056299 cada uno por el monto de diez mil
dólares ($10.000) para un total de cuarenta mil dólares ($40.000) y sus respectivos
cupones de interés para un total de $100.80., que fue aceptada por el imputado Fonseca
García y la dispuso de la siguiente manera:..” (La reproducción es literal, folio 177.198
vuelto). En cuanto a este punto, el impugnante indica que no se atribuye el elemento
esencial del tipo penal de Enriquecimiento Ilícito; tampoco señala que la presentación de
estos certificados haya sido con ocasión de su cargo y, al igual que los anteriores, no se
indica donde se efectuó el ofrecimiento y su razón de ser. Sobre el particular, en el fallo
que se impugna, se estableció que “la modificación que realizó el tribunal de mérito, en
el sentido de señalar que este imputado admitió una única dádiva -y que por ende cometió
un único delito- efectivamente le resultó más favorable.” (folio 177.080 vuelto, tomo XLV),
es decir, que para el Tribunal de Apelación de Sentencia, según los interesados, sí hubo
una “modificación fáctica”, aceptada conforme a derecho, porque considera que le
favoreció al imputado, conclusión de la cual se discrepa en el recurso por lo siguiente: si
con la descripción que realiza la pieza acusatoria no fue posible imputar ningún delito de
Enriquecimiento Ilícito, no se comprende como la modificación aludida puede
considerarse una situación más favorable para el encartado. A continuación, se plantean
dos escenarios a considerar: 1)- en el primero, la descripción de la acusación, sin la
modificación y, 2)- la descripción de los hechos, con la modificación. Con relación al
primer escenario, se indica que falta una correcta imputación, pues no se describe ilícito
alguno; en consecuencia, debería arribarse a una sentencia absolutoria; en el segundo
caso, con la modificación fáctica, se puede condenar al imputado por un delito de
Enriquecimiento Ilícito. Concluye la defensa indicando que “…la modificación sí
constituyó un cambio en perjuicio del imputado” (folio 177.199 frente, tomo XLV),
contraviniendo lo preceptuado en el numeral 365 del CPP, cuando indica que la sentencia
no podrá tener por acreditados otros hechos, salvo cuando favorezcan al imputado. Como
agravio, señalan que la reforma fáctica de la pieza fiscal incriminadora, avalada por el
Tribunal de Apelación de Sentencia, perjudica los intereses de Fonseca García, pues en
lugar de dictarse una sentencia absolutoria, se dicta una que lo condena. Piden se admita
y declare con lugar el presente motivo y se absuelva al imputado por ausencia de una
adecuada imputación de los cargos atribuidos. Solicita se les conceda una audiencia oral
para exponer sus alegatos, de conformidad con el artículo 472 del Código adjetivo. El
reproche no resulta admisible. El impugnante incurre en el error de omitir la referencia
de un aspecto fundamental y es el hecho de que este mismo reclamo fue planteado con
anterioridad en Casación. Así se desprende de los folios 177.067 vuelto a 177.070 del
fallo impugnado, donde se indica que como “tercer motivo por la forma”, la defensa alegó
lesión al principio de correlación entre acusación y sentencia, al cuestionar que el Tribunal
de Juicio modificó las acciones acusadas al imputado Eduardo Fonseca García, al tener
como hechos probados acciones que, a su entender, no le fueron imputadas a su
defendido. Expresamente alude que los hechos descritos en la pieza fiscal acusatoria
correspondientes a los hechos 201, 203, 208 y 210 presentan problemas respecto a la
descripción de los tipos penales endilgados, indicando también, entre otros aspectos, que
el Ministerio Público no describió que la presentación de dádivas haya sido en
consideración al cargo desempeñado. Sobre el particular, como bien lo expone el
Tribunal de Apelación en el Considerando VIII de la resolución impugnada, la Sala de
Casación Penal resolvió dichos reclamos, concluyendo tres aspectos a saber: a)- la
inexistencia de un quebranto al principio de correlación entre acusación y sentencia; b)-
la no aplicación errónea del antiguo artículo 346 inciso 3) del Código Penal al caso
particular; y, 3)- que la pieza fiscal acusatoria sí contempla todos los elementos del tipo
penal del Enriquecimiento Ilícito (tomo XLIV, folio 177.070 vuelto). A continuación, cita
textualmente lo resuelto por la Sala en el fallo Nº 2014-1487, en lo atinente a la queja
interpuesta por la defensa del acusado Fonseca García (ver folios 170.070 vuelto a
177.080 frente). En síntesis, dicho voto de casación indica de modo diáfano la
inexistencia del vicio de falta de correlación entre acusación y sentencia alegado por la
defensa, respecto al delito de Enriquecimiento Ilícito atribuido al justiciable Fonseca
García. En dicha exposición se abordan idénticas aristas que de nuevo se replantean en
esta sede sin nuevos argumentos. Incluso en el voto de esta Sala que cita el fallo de
alzada, se hace ver claramente que la descripción de los hechos probados cuestionada
por la defensa, sobre los ilícitos que inicialmente le fueron atribuidos por el órgano
acusador, “…benefició al encartado Fonseca García, ya que la acusación presentada
inicialmente por el Ministerio Público, le atribuyó la comisión de tres delitos de
Enriquecimiento Ilícito, mientras que el Tribunal de Juicio, haciendo uso de las potestades
contempladas en el artículo 365 del Código Procesal Penal, recalificó la conducta a un
único delito de Enriquecimiento Ilícito, realizado en tres tractos.” (tomo XLIV, folio 177.079
vuelto). Con relación a la respuesta brindada por el voto casacional a las objeciones
planteadas por la defensa del acusado Fonseca García, el Tribunal de Apelación realiza
un recuento de lo resuelto en esta sede. En lo que interesa indicó: “Como se observa, los
cuestionamientos del defensor de Fonseca García fueron dilucidados por la Sala Tercera
al conocer el recurso formulado por el Ministerio Público contra la resolución emitida por
este despacho (con otra integración), en la cual, a su vez, se habían declarado con lugar
los reclamos formulados por el licenciado Flores Fallas en esta fase procesal (apelación
de sentencia). El órgano de casación, en última instancia, concluyó que la acusación no
era omisa en cuanto a la descripción de los elementos del tipo penal del enriquecimiento
ilícito; que el cambio efectuado por el tribunal de juicio, a saber, tener por demostrado
que la retribución económica fue pagada en tres tractos, no solo no lesionó el derecho de
defensa de Fonseca García sino que -al contrario- lo favoreció, ya que se le condenó por
un único delito de enriquecimiento ilícito; y finalmente, que la aplicación de la norma
sustantiva (art. 346 inciso 3) del Código Penal) había sido correcta. Hablamos de
decisiones que esta cámara debe respetar al efectuar el reenvío ordenado y que en todo
caso, consideramos correctas, ya que en efecto, de la lectura integral de la acusación se
extrae que Eduardo Fonseca García admitió las tres dádivas antes mencionadas con
ocasión y durante el desempeño de su cargo, elementos que, justamente, integran el tipo
penal del enriquecimiento ilícito. Nótese que en el hecho número 201 se contempló una
descripción genérica de la conducta atribuida a Fonseca García. En concreto, se afirma
que a él le presentaron una dádiva en consideración a su cargo público de subjefe de la
Dirección del Departamento de Conmutación del ICE, y que la admitió mientras
permanecía en el ejercicio del mismo (f. 14.491 frente, tomo XXX). Este tribunal de
apelación afirma que es una descripción genérica pues en este punto de la imputación
no se alude a los montos admitidos por el justiciable, no siendo hasta después,
específicamente en los hechos números 203, 208 y 210, donde se abordó ese extremo.
Basta con leer los hechos ya citados de forma integral para concluir que el número 201
también forma parte de ellos, complementándolos. Por esta misma razón, bien pudo
concluir el a quo que a Fonseca García se le atribuyeron tres delitos independientes de
enriquecimiento ilícito y no solo uno, como finalmente lo concluyó, sin que el Ministerio
Público recurriese el punto. En consecuencia con lo anterior, la modificación que realizó
el tribunal de mérito, en el sentido de señalar que este imputado admitió una única dádiva
-y que por ende cometió un único delito- efectivamente le resultó más favorable. Por otra
parte, es importante reiterar que el enriquecimiento ilícito es un tipo penal genérico o
residual frente a figuras más complejas. A diferencia de lo que sucede con otros tipos
penales, donde se prevé como elemento subjetivo adicional al dolo, un propósito
especifico que guía al funcionario público al recibir la dádiva o la promesa de esta y que
es el mismo que dirige la actuación de quien, de manera convergente, presenta la
retribución o la promete (p. ej., la aceptación de dádivas por un acto cumplido, en relación
con la penalidad del corruptor), en el tipo penal del enriquecimiento ilícito el legislador
contempló la simple admisión de retribuciones económicas que fueron presentadas u
ofrecidas al funcionario público en consideración a su oficio y durante el ejercicio del
cargo que motivó esa presentación u ofrecimiento, sin que sea necesario demostrar,
porque no lo demanda el tipo penal, esa finalidad adicional que complementa el dolo. A
modo de ejemplo, para sancionar el enriquecimiento ilícito no es necesario demostrar que
la dádiva se recibió como retribución por un acto cumplido por el funcionario público y sin
que hubiese promesa anterior, propósito que sí se prevé como un elemento
especializante, en el tipo penal de aceptación de dádivas por un acto cumplido. Por eso,
no le asiste razón al defensor al sostener que para que se configure este delito es
indispensable que se hayan demostrado o bien, descartado de forma categórica, los
elementos subjetivos que enlista y que son propios de tipos penales tienen una relación
de género a especie con el enriquecimiento ilícito, donde este último es la norma genérica
o residual, elementos que además, cabe decir, no fueron imputados en relación con
Fonseca García. Por todo lo anterior, se declaran sin lugar los reproches.” (folio 177.080
frente y vuelto). El único extremo que la defensa reprocha al fallo de alzada radica en
aseverar, desde su perspectiva, que la “modificación fáctica” aceptada conforme a
derecho, le fue favorable a los intereses del justiciable, pues al final de cuentas, sólo fue
condenado por un solo delito de Enriquecimiento Ilícito y no por los tres originalmente
endilgados. Sin embargo, atendiendo al fragmento anteriormente citado, el quejoso parte
del error de asumir que existió una modificación del cuadro acusado y que ello fue
aceptado por el Tribunal de alzada, cuando lo cierto es que el ad quem evidencia que no
existió una alteración de los hechos que fueron atribuidos al justiciable; además, omite la
defensa indicar que la referencia sobre el beneficio a favor del encartado no es una
expresión que se le puede achacar originalmente al tribunal de segunda instancia; se
trata de una reiteración de lo que el mismo voto casacional consignó en su respuesta, al
resaltar el Tribunal de Apelación que el cambio operado por el Tribunal de Juicio en su
sentencia, favoreció al encartado al encontrársele culpable por un único delito de
Enriquecimiento Ilícito, en razón de que la retribución económica fue pagada en tres
tractos, circunstancia que no lesionó en modo alguno, el derecho de defensa del
justiciable. Bajo este orden de ideas, la técnica impugnaticia utilizada por el recurrente,
pretende variar la naturaleza del recurso de casación, reiterando ante esta Cámara,
argumentos que ya habían sido formulados y rechazados previamente. Conviene indicar
que el recurso de casación es un medio extraordinario dentro del proceso, cuyo objeto
de conocimiento se encuentra limitado a los supuestos de ley; en esa línea se comprende
que la competencia de esta Sala no se concibe como una tercera instancia. Valga aclarar
que no existe impedimento alguno en volver a plantear los mismos reproches que se
formularon en apelación, ahora en casación, siempre y cuando se reclamen con
argumentos novedosos, pues precisamente el objeto del recurso es diverso, en razón de
que se dirige por disposición del legislador, contra la sentencia dictada por los tribunales
de apelación de sentencia. Así las cosas, el reclamo ya fue resuelto ampliamente en su
oportunidad por la Sala de Casación Penal en el voto Nº 2014-1847, tal y como lo indica
el fallo de Apelación, siendo inexistente el agravio formulado por el defensor del acusado.
Por lo expuesto, resulta patente que el recurso de casación incoado no cumple con los
requisitos exigidos por los artículos 467, 468, 469 y 471 del Código Procesal Penal. En
consecuencia, se declara inadmisible la impugnación formulada por el licenciado Juan
Carlos Salas Castro y su defendido el acusado Eduardo Fonseca García.

V. Recurso de casación planteado por el licenciado José Miguel Villalobos Umaña,


en su calidad de defensor particular de confianza del acusado Eliseo Vargas
García (folios 177.200 a 177.206, tomo XLV). Se impugna la sentencia Nº 2015-1620
del Tribunal de Apelación de Sentencia Penal del Segundo Circuito Judicial de San José,
que resolvió en definitiva la situación jurídica del acusado al confirmar su condena por un
delito de Enriquecimiento Ilícito, anulándose únicamente lo relativo a las penas impuestas
a Vargas García, por dicho ilícito y ordenándose el correspondiente reenvío para que se
conozca este extremo, y se proceda a fijar la nueva sanción. También se anuló a su favor
en cuanto se dispuso el comiso del certificado de inversión Nº 62445223, que fuera
renovado en el certificado Nº 62736757, ordenándose su devolución a quien demuestre
ser su legítimo propietario (ver parte dispositiva del fallo, tomo XLIV, folio 177.171 vuelto,
punto 3.1). Como primer alegato, se reclama inobservancia del precepto legal procesal
de correlación entre acusación y sentencia, según el artículo 365 del CPP. Funda su
reclamo en el numeral 468 inciso b) del mismo cuerpo legal. Señala que el Órgano de
alzada tuvo por probado que el imputado Eliseo Vargas García incurrió en el delito de
Enriquecimiento Ilícito al admitir dádivas que le fueron presentadas, y no en la modalidad
de admitir dádivas que le fueron ofrecidas. En criterio del gestionante, se trata de dos
tipicidades diferentes, con dos marcos fácticos diversos, que no se pueden subsumir en
una misma conducta como lo pretende el ad quem. Según se indica, se mantuvo una
condena con fundamento en otra hipótesis configurativa del delito de Enriquecimiento
Ilícito, que no es compatible con el elemento fáctico que fue acusado. De acuerdo con lo
que se consigna en los hechos acusados números 220, 221, 222, 225 y 227, y lo que se
tuvo por cierto en los hechos números 209, 210, 211, 214 y 216 de la sentencia del
Tribunal de Juicio -avalados por el Tribunal de Apelación de Sentencia-, para el recurrente
se evidencia que lo acusado se refiere a un ofrecimiento de una dádiva consistente en
dinero si se lograba la apertura a las licitaciones públicas en el ICE, siendo que la
recepción del dinero que el Tribunal tiene por probado, es la consecuencia de ese marco
fáctico es decir, “se acusa que se admite una dádiva que le fue ofrecida, no que se admite
una dádiva que le fue presentada” (folio 177.202, tomo XLV). Señala que el Ministerio
Público pretendió demostrar que los personeros de Alcatel le ofrecieron a Vargas García
una dádiva si se lograba el objetivo de la apertura en la licitaciones públicas en el ICE,
circunstancia por la que le cumplieron la oferta hecha entregándole la dádiva que dicho
acusado aceptó, no en abstracto sino en concreto, y en relación con la promesa anterior.
Para el quejoso, “…el Tribunal de Apelaciones no solo desarma el andamiaje acusatorio
de la Fiscalía al declarar con lugar diversos motivos de mi recurso y por tanto determina
que no se puede tener por demostrada la promesa u oferta, sino que por ello también
evidentemente decide que la admisión de la dádiva no se produce en virtud de una oferta
o promesa remuneratoria, lo que fue el motivo o fundamento de la sentencia
condenatoria, pero paradójicamente cambia el marco fáctico de la acusación y decide
mantener la condena, ya no por la admisión de la dádiva en virtud de una oferta o
promesa sino por la simple admisión de aquella, ahora aparentemente sin ofrecimiento
previo, lo que no se tuvo por probado y más bien se determinó por ello declarar con lugar
uno de los motivos del recurso” (ibídem). Indica que la acusación y condena de su
defendido lo fue por admitir dádivas que habían sido previamente ofrecidas, no por
haberlas admitido simplemente porque sí, por haberlas recibido en abstracto, sin razón
alguna y sin promesa previa. Señala que “si para el Tribunal de Apelación no se pudo
tener por probada la oferta previa, entonces no se puede tener por comprobada la
hipótesis fáctica del Ministerio Público ni la sentencia del Tribunal de Juicio se mantiene
y la consecuencia directa era y debió ser, la absolutoria de Vargas García por el delito de
enriquecimiento ilícito” (tomo XLV, folio 177.203). Sostiene que el ad quem lleva a cabo
una “falsa lectura” del marco acusatorio, al inferir que también se acusó la admisión de
dádivas que le fueron presentadas y no ofrecidas, siendo que los hechos acusados 222,
225 y 227, se deben leer en conjunto con los hechos 220 y 221, y no en forma aislada,
selectiva o interesadamente. Aclara que si bien la norma 365 del Código adjetivo permite
al Tribunal dar al hecho una calificación jurídica distinta de la acusación, evidentemente
será sin modificar el marco fáctico de la pieza acusatoria, como ocurre en el presente
caso, según su entender. Como agravio indica que el Tribunal de Apelación resolvió de
forma definitiva la situación jurídica del imputado, al mantener una condena por una
conducta que no fue acusada y aunque se ordenó el reenvío para discutir una nueva
sanción punitiva, el a quo no podrá dictar una absolutoria a favor de Vargas García, pues
su competencia estará limitada al dictado de la pena. Solicita se acoja el presente motivo,
se anule el fallo del Tribunal de Apelación de Sentencia y se absuelva de toda
responsabilidad a su defendido por el delito de Enriquecimiento Ilícito que se le ha venido
atribuyendo. En el segundo motivo de su disconformidad, el recurrente alega que el
fallo impugnado aplicó erróneamente un precepto legal sustantivo, al tener por probado
el delito de Enriquecimiento Ilícito sin poder constatar el elemento fáctico fundamental del
tipo penal y sin motivación alguna en cuanto a las pruebas para ello, vulnerándose
también el precepto legal de razonar la sentencia y el respeto de las reglas de la sana
crítica. Sustento normativo: artículos 353 inciso 3), del Código Penal y 142, 184 y 363 del
CPP. El Tribunal de Apelación tuvo por establecido que el imputado Vargas García es
autor responsable de un delito de Enriquecimiento Ilícito por haber admitido dádivas que
le fueron presentadas, en consideración a su oficio y mientras permaneció en el ejercicio
del cargo; por lo anterior, excluyó de la comisión del ilícito la recepción de presuntas
dádivas admitidas después del 30 de abril del 2002, fecha en la que finalizó su
nombramiento como Diputado a la Asamblea Legislativa. Sostiene el quejoso que el fallo
impugnado varió el fundamento de la condenatoria, pues no sentenció al encartado por
la admisión de una dádiva que le fue ofrecida sino porque admitió una dádiva que le fue
presentada; ello implica que debe demostrarse que la presentación de esa dádiva se hizo
“en consideración a su oficio ” es decir, por ser Diputado y no simplemente mientras fuera
Diputado. Sin embargo, indica que la sentencia de apelación no contiene fundamento
para demostrar la existencia de ese elemento objetivo del tipo penal es decir, probar que
la presunta dádiva se entregó a Vargas García en consideración a su rango de legislador.
Señala que su defendido se dedicaba a múltiples ocupaciones y no tenía prohibición
alguna para recibir dineros. Según el fallo de juicio, el único indicio que el Tribunal de
Apelación utiliza para tener por demostrado que la entrega de las dádivas al acusado
Vargas García fue en consideración al cargo de Diputado que ostentaba en ese momento,
tiene que ver con dos de los certificados de febrero del 2002 -además de los cuatro que
se imputa haber recibido Vargas García-, porque fueron cambiados por el coimputado
Méndez Soto, a quien se le atribuyó haberlo contactado con los jerarcas de Alcatel. El
recurrente discrepa de este argumento señalando que “lo único que comprobaría es que
Méndez recibió certificados que provenían de ALCATEL, pero para nada demostraría la
motivación de esa empresa para pagarlos a Méndez y menos a Vargas” (tomo XLV, folio
177.205). El Tribunal de Juicio fundamenta ese elemento objetivo del tipo penal del
Enriquecimiento Ilícito en que Vargas García era miembro de la Comisión Especial
Legislativa encargada del tema de las telecomunicaciones y que la dádiva se presentó y
recibió por su papel en esa Comisión; no tuvo por cierto si para enero y febrero del 2002,
cuando presuntamente le presentaron la dádiva, ya la Comisión estaba funcionando, si
para esa fecha Vargas era o no miembro de la Comisión; tampoco desarrolla qué
motivaciones pudieron tener los funcionarios de Alcatel para entregar esa dádiva con
esas razones, ni cual fue el rol de Vargas allí. Agrega que es de suma importancia indicar
que en los hechos acusados no se señalaba nada en relación con estas motivaciones ni
consideraciones al cargo de Diputado que tenía el encartado. Indica que la Comisión
legislativa no decidía si el ICE abría las licitaciones a otras empresas ni mucho menos
adjudicaba, por lo cual, a criterio del petente, “una presunta dádiva calculada según la
ventaja obtenida por ALCATEL en esas licitaciones no tiene relación alguna con el cargo
de Diputado de Vargas García” ( ibídem). Según el recurrente, la sentencia impugnada
intentó desentrañar el enredo en el que se metieron “los jueces de apelación” (sic), al
excluir la prueba de la oferta de la presunta dádiva, quedándose entonces sin las
motivaciones y consideraciones de esa promesa, siendo imposible de explicar la
recepción de la dádiva. En síntesis, no se probó la existencia de la oferta ni promesa
alguna; tampoco que la dádiva se dio en consideración a su oficio de legislador, lo que
sustenta la carencia de fundamentación de la condenatoria. Solicita se tenga por
demostrado el anterior vicio de la sentencia, se declare con lugar el reparo incoado y se
absuelva a su representado por el delito de Enriquecimiento Ilícito que se le viene
atribuyendo. Pide se le conceda audiencia oral para exponer sus alegatos. Por existir
conexidad temática en los alegatos incoados, esta Sala los conoce y resuelve en forma
conjunta estimando que ambos se declaran inadmisibles por las razones que a
continuación se exponen. En antecedentes jurisprudenciales esta Sala ha señalado
reiteradamente qué se debe entender por vulneración del principio de correlación entre
acusación y sentencia; concretamente, persigue que no se introduzcan en el fallo y en
perjuicio del justiciable, elementos o datos esenciales que resulten sorpresivos, en razón
de que no fueron acusados, y por ende, no existió posibilidad real alguna para la defensa
de refutarlos; en definitiva, que no se produzcan variaciones al marco fáctico que se
imputó que afecten o impidan el ejercicio de una adecuada defensa (ver al respecto,
resolución Nº 2005-00173, 10:15 horas, 11 de marzo de 2005). Luego de un estudio
detenido de la sentencia de Apelación impugnada, se advierte con meridiana claridad la
inexistencia de vulneración del anterior principio en su razonamiento de fondo. En primer
término, se constata que el recurrente parte de un análisis superficial de lo que resolvió
el Tribunal de Apelación el cual lejos de realizar variación alguna al marco fáctico acusado
por el Ministerio Público, llevó a cabo el ejercicio elemental de confrontar lo que se acusó
a Vargas García y lo que se tuvo por demostrado, para explicar que en ambas piezas, sí
están contenidos los elementos típicos objetivos del tipo penal de Enriquecimiento Ilícito
cometido por el encartado, de manera que no se introdujeron datos desconocidos o
sorpresivos para la defensa. En el análisis particular del caso atinente a dicho imputado
el ad quem explica que, si bien no se tuvo por probado que el imputado Vargas García
admitió una dádiva que le fue ofrecida por parte de funcionarios de la empresa Alcatel -
motivo por el cual no se acreditó que el 17 de agosto del 2000, Edgar Valverde Acosta,
entonces Gerente de dicha empresa le hizo a Vargas García una promesa u ofrecimiento
de retribución económica-, la pieza fiscal sí le endilga sin duda alguna que el coencartado
Eliseo Vargas García admitió dádivas que le fueron presentadas, las que recibió mientras
ejercía su cargo de Diputado. Lo anterior no es una “falsa lectura del marco acusatorio”
como lo sugiere el defensor particular, sino que se desprende precisamente de lo que
acusó el Ministerio Público y de lo que tuvo por probado el Tribunal sentenciador, de
modo que no existe alteración ilegal alguna de parte del Tribunal de Apelación, respecto
a lo tenido por cierto en debate. Así, en lo que interesa para dilucidar el reclamo incoado,
el fallo impugnado reproduce algunos de los hechos acusados por el órgano requirente y
los que tuvo por demostrados el a quo, en relación con Vargas García (ver tomo XLIV,
folios 177.141 vuelto a 177.148 vuelto). De seguido, el Tribunal de Apelación le da la
razón al Tribunal de Juicio cuando concluye que, de acuerdo con la acusación, no se
describía un cohecho impropio en razón de que no se mencionó un componente esencial
del tipo penal a saber, el acto propio de sus funciones que se esperaba del acusado
Vargas García, independientemente de que se tuviera por demostrado que éste aceptó
la promesa de retribución y el contenido de la misma. En ese sentido, no se corroboró
que el acusado incurriera en el ilícito de cohecho impropio acusado. A partir de este
instante, el fallo impugnado realiza una explicación sobre la configuración del tipo penal
del delito de Enriquecimiento Ilícito, el cual, en resumen y en lo que interesa para este
asunto, contempla la admisión de dádivas, sea que le fueren “presentadas” u “ofrecidas”
en consideración a su oficio, mientras permanezca en el ejercicio del cargo (artículo 353
inciso 3 del Código Penal). Ciertamente, el fallo impugnado aclara que lleva razón el
defensor particular al indicarse que no se tuvo por demostrado que a Vargas García se
le ofreció una dádiva y que éste la aceptó (tomo XLIV, folio 177.149 vuelto), explicando
que según los indicios y examen de la prueba hecha por el Tribunal de Juicio, en realidad
no es posible tener por demostrado que el 17 de agosto del año 2000, Valverde Acosta
se reunió en el Café Ánfora y le cursó a Vargas García una promesa u ofrecimiento de
retribución económica, de acuerdo con los argumentos que brinda en su razonamiento
de fondo (ver tomo XLIV, folios 177.150 vuelto y 177.151 frente). No obstante lo anterior,
el punto central y que demuestra la inexistencia del yerro invocado por la defensa, estriba
en que el órgano de alzada evidencia que subsiste lo necesario para tener por cierta la
configuración del delito de Enriquecimiento Ilícito por parte de Eliseo Vargas García, al
admitir dádivas que le fueron presentadas en consideración a su oficio y mientras
permanecía en el cargo de Diputado. Por resultar de interés para dilucidar el
cuestionamiento que reprocha la defensa, conviene citar textualmente el razonamiento
que emite el fallo impugnado, con el objetivo de tener claridad sobre lo que se decidió, y
que permite descartar el vicio alegado. Así, en lo particular se indica: “Y es que, suprimida
la promesa u ofrecimiento, subsiste lo necesario para tener por configurado el delito de
enriquecimiento ilícito y por ende, para confirmar la sentencia de primera instancia en
cuanto lo declaró así. El tipo penal del enriquecimiento tiene dos modalidades, como ya
se dijo, la admisión de dádiva presentada y la admisión de dádiva ofrecida. Si bien no se
puede asegurar que Vargas García admitió una dádiva que le fue ofrecida, sí se puede
afirmar -pues así se contempló tanto en la acusación como en la relación de hechos
probados- que este justiciable admitió varias retribuciones económicas que le fueron
presentadas en consideración a su oficio y mientras ocupó el cargo de diputado.
Corresponde ahora examinar cada una de esas retribuciones. Primera entrega: En los
hechos probados N° 213 y 214, se afirma que en fecha 10 de diciembre de 2001 el
acusado Luis Adrián Quirós Carmona, del dinero previamente transferido por la empresa
Alcatel Cit, giró el cheque N° 301 por setecientos cincuenta y cinco mil ciento veintitrés
dólares ($755.123) contra la cuenta de Servicios Notariales QC S.A. en el Cuscatlán
International Bank y en fecha 10 de diciembre de 2001, adquirió con esa suma una serie
de certificados de inversión al portador con el Banco Cuscatlán de Costa Rica, entre los
que se encontraban los N° 2240020037294, N° 2240020037308 y N° 2240020037316
cada uno por la suma de diez mil dólares ($10.000), y giró instrucciones al ente financiero
para que los títulos fueran depositados en la cuenta N° 900211061 a nombre de BSJ
International Bank con el Banco San José. Asimismo, que en fecha 15 de enero de 2002,
el acusado Eliseo Vargas García, mientras permanecía en el ejercicio del cargo de
diputado, admitió esa dádiva que le fue presentada en consideración a su oficio, al recibir
en el BAC San José los tres certificados anteriores, que sumaron treinta mil dólares
($30.000). Para los suscritos, estos hechos configuran claramente el delito de
enriquecimiento ilícito, ya que la presentación de la dádiva se dio con ocasión del cargo
que ocupaba Vargas García en la Asamblea Legislativa, siendo que además esta
presentación, al igual que la admisión de la ventaja económica, ocurrió mientras él se
desempeñaba como diputado. Segunda entrega: Vargas García fue diputado hasta el 30
de abril de 2002 (f. 15.998 frente). En el hecho demostrado número 216, se indica que el
10 de enero de 2002, Quirós Carmona, aplicó un débito a la cuenta de Servicios
Notariales QC S.A. N° 101-001-4351-3 con el Cuscatlán International Bank por sesenta
mil dólares ($60.000) y adquirió seis certificados, entre ellos N° 224-002-003852-2, N°
224-002-003853-3, N° 224-002-003854-1, N° 224-002-003855-0 del Banco Cuscatlán de
Costa Rica por diez mil dólares ($10.000) cada uno, emitidos al portador. Estos títulos le
fueron entregados por Quirós Carmona a Vargas García, quien los admitió el 11 de
febrero de ese mismo año -fecha de su vencimiento- y de inmediato los endosó y depositó
en su cuenta N° 900843491 con el BAC San José, junto con los cuatro cupones de
intereses por un total de $129.16. Esto también constituye un delito de enriquecimiento
ilícito, pues se admitió una dádiva con ocasión del cargo, durante el ejercicio de
este. Tercera y sucesivas entregas: Según se extrae de los hechos demostrados, la
tercera a séptima entrega de dádivas a Vargas García ocurrieron con posterioridad a que
este había dejado el cargo de diputado, con lo cual sus acciones (consistentes en aceptar
esas retribuciones económicas), resultan atípicas. Es importante indicar que del tipo
penal en comentario y en particular, del supuesto según el cual se admite una dádiva
presentada, se extrae que la admisión debe tener lugar mientras el funcionario
público ejerce el cargo en consideración al cual se le presenta la retribución económica ,
en el caso particular, el cargo de diputado, no bastando solamente con que ostente la
condición de funcionario público. Por esto, es irrelevante que del 8 de mayo de 2002 al
21 de abril de 2004, Vargas García fuese presidente ejecutivo de la
C.C.S.S. Consecuencias de lo antes dispuesto. Para esta cámara la decisión antes
referida no tiene ningún impacto sobre la calificación jurídica atribuida a los hechos que
se han tenido por demostrados, ya que una vez suprimida hipotéticamente la referencia
a la promesa u ofrecimiento de dádiva y, en consecuencia, a la existencia de una sola
retribución económica que fue ofrecida y pagada en tractos, se mantienen incólumes los
elementos necesarios para tener por demostrado cuando menos el delito de
enriquecimiento ilícito por el cual condenó el tribunal de mérito a Vargas García, a saber,
que este imputado admitió las dádivas que le fueron presentadas por su condición de
diputado y en particular, de presidente de la comisión legislativa que abordaría el tema
de telecomunicaciones, todo lo que sucedió mientras desempeñaba el cargo referido.
Como vimos, se tuvo por demostrado que los días 15 de enero y 11 de febrero de 2002,
aceptó varios certificados de inversión al portador. Específicamente, el día 15 de enero
de 2002 tres certificados por diez mil dólares cada uno (hecho demostrado N° 214) y el
11 de febrero del 2002, cuatro certificados, también por un monto de 10.000 dólares cada
uno (hecho probado N 216).” (tomo XLIV, folios 177.151 frente a 177.152 frente). Según
lo que refiere el fallo impugnado, en la pieza acusatoria y en el marco fáctico que se tuvo
por cierto, se desprende la existencia de los elementos típicos que configuran la
existencia del delito de Enriquecimiento Ilícito, específicamente en lo que señalan los
hechos probados números 214 y 216, donde se refiere la admisión de dádivas que le
fueron presentadas al justiciable mientras era Diputado, pues fueron admitidas en fechas
cuando aún ejercía dicha función y en razón precisamente de su cargo, como se explica
también. Véase que el ejercicio elemental de citar ambas piezas y efectuar su
comparación, permitió al ad quem verificar la hipótesis de la presencia de los elementos
que extraña el quejoso: que sí se acusó que el acusado Vargas García admitió dádivas
que le fueron presentadas en consideración a su oficio y mientras desempeñaba el cargo
de Diputado. Lo anterior evidencia que el petente es quien realiza una lectura errónea de
la pieza acusatoria, con intención de modificar los hechos probados, dada su insistencia
en sostener una variación al marco fáctico que se aprecia es inexistente, pues consta
como así lo demuestra el fallo impugnado, que también fue acusado -y se tuvo por
probado- la admisión de dádivas que le fueron presentadas al encartado en
consideración a su oficio, mientras permaneció en el ejercicio del cargo. Basta confrontar
los hechos acusados números 225 y 227, en relación con los hechos probados números
214 y 216, para descartar la hipótesis errónea de interpretación por parte de la defensa.
No lleva razón entonces cuando se afirma que el anterior hecho no está descrito en la
acusación fiscal, circunstancia que deja infundada la aseveración de que el órgano de
Apelación “cambió el marco fáctico de la acusación”; de igual manera, el voto impugnado
apunta que la presentación de la dádiva al encartado se hizo en consideración a su oficio,
pues cuando admitió la dádiva que le fue presentada, lo fue siendo Diputado,
concretamente, porque integró la comisión mixta legislativa que surgió en ocasión del
movimiento social en contra de los proyectos legislativos conocidos como “Combo ICE”;
además, también fue designado presidente de la Comisión Mixta Legislativa, vinculada
al tema de las telecomunicaciones. Las apreciaciones que expone el quejoso sobre este
último tópico: interpretar que su defendido se dedicaba a múltiples ocupaciones; que no
tenía prohibición alguna para recibir dineros cuando ejercía el cargo de Diputado; el tema
de los certificados que fueron cambiados por el coimputado Méndez Soto; el cuestionar
si para los meses de enero y febrero del 2002, cuando se presentaron la dádiva a Vargas
García, la Comisión Especial Legislativa estaba funcionando o incluso, si su defendido
era o no miembro de ella, etc, en realidad conlleva la intención de que se realice un
reexamen de la prueba y discutir el mérito de la misma en esta sede como si se tratase
de una tercera instancia. Todos estos reparos incoados por el defensor particular no
pasan de ser meros supuestos, mostrando una simple disconformidad con lo resuelto en
alzada, pretendiendo en definitiva disfrazarla con el aparente vicio de falta de correlación
entre acusación y sentencia y de vulneración de las reglas de la sana crítica. En razón
de lo expuesto, resulta notorio que no existe vicio ni agravio en el reclamo del recurrente
motivo por el cual, al no cumplir con los requisitos exigidos por los artículos 467, 468, 469
y 471 del Código Procesal Penal, se declaran inadmisibles ambos reparos y,
consecuentemente, el recurso de casación interpuesto.

VI. Recurso de casación que formulan el licenciado Héctor Chacón Chang y la


licenciada Greysa Barrientos Núñez, de la Fiscalía de Impugnaciones del Ministerio
Público (tomo XLV, folios 177.207 a 177.347). Primer motivo: contradicción entre lo
resuelto por el Tribunal de Apelación de Sentencia y los precedentes de la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia Nº 450-2004 y Nº 244-2011, ambos
en relación a los votos Nº 2662-2001 y Nº 12090-2009, de la Sala Constitucional de
la Corte Suprema de Justicia (folios 177.209-177.221). A tenor de lo que dispone el
inciso a) del artículo 468 del CPP, los impugnantes señalan que el Órgano de alzada
anuló el criterio de oportunidad concedido a José Antonio Lobo Solera, al sostener que
la resolución emitida por el Tribunal de Juicio a las 13:30 horas, del 2 de setiembre de
2010, cometió un presunto error en la aplicación del derecho procesal, consistente en
que el a quo señaló que lo referente a la menor reprochabilidad de los hechos realizados
por Lobo Solera, no era susceptible de ser objeto de pronunciamiento en el momento
procesal en el que se planteó el reclamo, y que, entre otros aspectos, debía tomarse en
cuenta que el control del Tribunal de Juicio se limitaría en todo caso, a la verificación de
los requisitos legales o formales, con exclusión de los valorativos -entre los cuales estaba
verificar el concepto de menor reprochabilidad del imputado colaborador-; a criterio de la
mayoría del Tribunal de Juicio, de actuarse en contrario se invadiría la potestad de la
Fiscalía de decidir sobre la conveniencia u oportunidad de la medida, vulnerándose
incluso los artículos 11 y 155 de la Constitución Política y 4 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que a su vez inhiben al a quo a avocarse al conocimiento de asuntos pendientes
de resolución ante otros órganos jurisdiccionales. Respecto a lo anterior, la posición
discrepante del fallo recurrido la sintetizan los petentes en los siguientes puntos: i)- el
artículo 22 inciso b) del CPP no distingue entre el carácter formal o valorativo de los
requisitos contemplados en ese numeral, cuyo cumplimiento debe controlar el Juez de la
Etapa Preparatoria al aprobar el acuerdo entre el Fiscal y el imputado
colaborador; ii)- para aprobar la aplicación de un criterio de oportunidad, no basta con
que la solicitud haya sido autorizada por el superior jerárquico del Fiscal solicitante;
tampoco que se esté en presencia de un asunto de delincuencia organizada, criminalidad
violenta, delitos graves o tramitación compleja, sino que además, el Juez de la Etapa
Preparatoria debe analizar, conforme a la información dada por el fiscal, si la conducta
del imputado colaborador es o no más reprochable que la de los sujetos con respecto a
los cuales facilita su persecución; iii)- si bien se reconoce que el Ministerio Público tiene
un ámbito de libertad para elegir los asuntos en que estima pertinente prescindir de la
acción penal, y solicitar con ello la aplicación del criterio de oportunidad, es el Juez Penal
quien tiene la obligación de controlar si todos los requisitos descritos en el art. 22 inciso
b del CPP se cumplen y en su caso aprobar o improbar la aplicación de un criterio de
oportunidad, incluyendo lo concerniente a la mayor o menor reprochabilidad del imputado
colaborador; iv)- una cosa es la oportunidad (que se interpreta como el simple ámbito de
discrecionalidad del Fiscal para seleccionar los asuntos en donde se solicita la aplicación
de los criterios) y otra los requisitos que prevé la ley para que esa aplicación tenga
lugar; v)- el control del Juez Penal no excluye el que, sobre esos mismos temas, puedan
hacer otros órganos jurisdiccionales a lo largo del proceso, conforme a su avance en las
distintas etapas del proceso, en tanto que el control horizontal se deriva de la misma
estructura del proceso penal; vi)- en caso de que el Ministerio Público negocie un criterio
de oportunidad con un imputado al que le cabe un mayor reproche, “deberá asumir la
responsabilidad de que la negociación sea considerada ulteriormente ilegal”; vii)- no se
puede escindir la validez del criterio de oportunidad de la validez de la declaración del
imputado colaborador, en el tanto que es debido a la promesa de prescindir de la acción
penal que este declara en el juicio; viii)- la legalidad del cumplimiento de los requisitos
contemplados en el art. 22 inciso b) del CPP, incluyendo la menor reprochabilidad del
colaborador, es parte de los temas que el Tribunal de Juicio puede y debe
controlar; ix)- negar la potestad de controlar tales requisitos a los órganos jurisdiccionales
a cargo del proceso en que presta colaboración el imputado colaborador, dejaría en
indefensión a los coimputados contra los que el imputado colaborador declara, pues a la
postre no serán parte en el proceso en el que se discutirá el sobreseimiento del imputado
colaborador y para ese entonces la resolución fundamentada en la declaración de este
se habría consolidado; x)- señala en su apoyo, entre otros, los precedentes de la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia 2001-0737, 2009-795 y 2013-
1712; xi)- la solución propuesta no es contradictoria al precedente N° 2009-12090 de la
Sala Constitucional, pues entiende que una cosa es controlar los requisitos del art. 22
inciso b) del CPP y otra cosa es controlar la conveniencia u oportunidad de prescindir de
la persecución o de aplicar el instituto; xii)- la resolución 2662-2001 de la Sala
Constitucional a la que se refiere aquel precedente, toca el tema del art. 22 inciso a) del
CPP y no del art 22 inciso b) del mismo cuerpo legal, que es el que compete al
caso; xiii)- el precedente 2002-6808 de la Sala Constitucional señala que el Tribunal de
Juicio puede emitir criterio sobre la mayor o menor reprochabilidad del colaborador, una
vez evacuada la prueba. En opinión de los recurrentes, el criterio del órgano ad quem es
contradictorio con algunas resoluciones de la Sala de Casación Penal, las cuales en
consonancia con precedentes de la Sala Constitucional, se han pronunciado en forma
contraria. Al respecto, citan el voto de esta Cámara Nº 244, de las 08:32 horas, del 11 de
marzo de 2011, en lo que interesa para los quejosos, explica que de acuerdo con lo
preceptuado en el numeral 22 del CPP, corresponde al Ministerio Público -no al Juez
Penal-, decidir la aplicación del criterio de oportunidad, lo que implica que el prescindir
de la acción penal, así como puntualizar los supuestos en los que se negoció el criterio
de oportunidad, son competencia exclusiva del fiscal y del posible imputado, cuya
negociación se recopila en un legajo aparte. Sobre el particular, citan el siguiente extracto
de ese voto: “En relación con la aplicación del criterio de oportunidad se presenta la
misma situación, por cuanto de conformidad con el artículo 22 del código de rito, es el
ente fiscal quien decide la aplicación del mismo, bajo apercibimiento de que ello
implica que se prescindirá de la acción penal, tal como se da en esta causa. Como
ha señalado esta Sala de Casación, los supuestos bajo los cuales se negoció el
criterio de oportunidad son competencia únicamente del fiscal y del posible
imputado en la causa, por lo que incluso debe manejarse en legajo aparte del principal.
(Los subrayados y las negrillas son suplidos)” (se transcribe del recurso en forma literal,
ver folio 177.212, tomo XLV). El precedente de esta Sala N° 450 de las 11:50 horas, del
7 de mayo de 2004, señala que el control jurisdiccional no abarca la valoración de la
conveniencia o inconveniencia de la persecución penal de un hecho determinado, por ser
resorte exclusivo de la Fiscalía. Al respecto, citan el siguiente extracto de este voto: “1.
[...] En este sentido, recordemos que los criterios de oportunidad reglados constituyen
una excepción al principio de legalidad en el ejercicio de la acción penal. Con su
introducción en la legislación procesal penal, se admite que el Ministerio Público,
atendiendo a razones de política criminal, renuncie a la persecución de
determinados hechos punibles. Como se observa, no se trata de un derecho de las
partes -como lo entiende el quejoso-, ni de una obligación del órgano acusador,
sino de una opción concedida únicamente a éste. En consecuencia, el control
jurisdiccional sobre la decisión que tome la Fiscalía sobre la aplicación de los criterios de
oportunidad se limita al cumplimiento de los requisitos que establece la normativa vigente,
pero no en cuanto a si es o no conveniente la persecución penal de un hecho
determinado, toda vez que esto es resorte del Ministerio Público. ” (los subrayados
y las negrillas son suplidos).” (se transcribe en forma literal del recurso, ver tomo XLV,
folios 177.212 y 177.213). Los petentes sostienen que ambos pronunciamientos
coinciden con los precedentes que refieren de la Sala Constitucional, los cuales son
vinculantes erga omnes, conforme lo establece el artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción
Constitucional. Respecto al voto Nº 2662, de las 15:30 horas, del 04 de abril del 2001, la
Fiscalía señala que dicho pronunciamiento explica que la función de acusar en los delitos
de acción pública fue asignada por ley al Ministerio Público, de manera que les
corresponde en forma exclusiva, la decisión y la conveniencia de aplicar o no un criterio
de oportunidad, según la política de persecución de dicho órgano. De lo anterior se deriva
que la autorización jurisdiccional respecto a la solicitud fiscal se limita a verificar los
requisitos formales establecidos por el legislador, sin que el Juez pueda realizar un
análisis de oportunidad o conveniencia de la medida, pues de lo contrario estaría
sustituyendo la función acusatoria del fiscal y desnaturalizando los fundamentos
acusatorios del instituto. Al respecto, citan el siguiente extracto del voto
constitucional: “Conforme se señaló, la función de acusar en los delitos de acción pública
es una función asignada por Ley al Ministerio Público. En consecuencia, corresponde al
Fiscal decidir respecto de la conveniencia de aplicar o no un criterio de oportunidad. Las
partes pueden solicitar su aplicación, en el plazo de cinco días que prevé el artículo 316
del Código Procesal Penal. No obstante, el tribunal del procedimiento intermedio no
puede aceptar esa solicitud sin la aprobación del Ministerio Público, que según se dijo,
debe contar con la aprobación del superior jerárquico. Constituye un deber y atribución
del Fiscal General el establecer la política general del Ministerio Público y los
criterios para el ejercicio de la acción penal (artículo 25 inciso a) de la Lev Orgánica
del Ministerio Público). En consecuencia, de conformidad con esa estructura, el
análisis que ha de hacer el tribunal para autorizar la aplicación de un criterio de
oportunidad, debe limitarse a verificar el cumplimiento de los requisitos formales
establecidos por el legislador. La autorización del juez excluye la realización de un
análisis de la conveniencia u oportunidad de la medida, dado que no puede
sustituir la decisión del Fiscal, que es el encargado del ejercicio de la acción penal,
es a él a quien se le atribuye la responsabilidad, pues ello conlleva a desnaturalizar
-dentro del sistema por el que se ha optado (el acusatorio)- la función de juzgador
que le corresponde, debiendo esperar a ser debidamente excitado por el órgano
requeriente (sic) para poder actuar.... la Sala estima que de conformidad con el diseño
del proceso penal vigente, el control que el juez debe ejercer respecto de la aplicación de
un criterio de oportunidad, se limita al examen de los requisitos formales establecidos en
la ley, lo cual implica, que la decisión y el análisis de conveniencia, utilidad y necesidad
de la persecución penal corresponde efectuarlo a la representación del Ministerio Público
en cada caso, por ser el encargado de definir las políticas de investigación y ejercer la
acción penal pública” (cita literal del extracto, ver tomo XLV, folios 177.213 y 177.214).
Indican los impugnantes que los anteriores lineamientos, originalmente señalados con
respecto a los supuestos del art. 22 inciso a) del CPP, se hicieron expresamente
extensivos a los supuestos del inciso b) del art. 22 del mismo cuerpo legal, mediante el
voto Nº 2009-12090, de las 14:40 horas, del 31 de julio de 2009, de la Sala Constitucional.
Señalan que dicho pronunciamiento conoció una acción de inconstitucionalidad contra
los numerales 22 y 23 del CPP por parte del imputado Miguel Ángel Rodríguez
Echeverría, quien cuestionaba que el instituto del criterio de oportunidad lesionaba los
derechos de justicia y equidad, al permitir, en su criterio, que se beneficiara a otras
personas con mayor grado de participación en el delito, en perjuicio de otras a las que se
les atribuía un menor grado de participación, sin contar con ningún control intraprocesal.
De acuerdo con los recurrentes, el voto constitucional resolvió que el criterio de
oportunidad aplicable a la colaboración de un imputado de menor reprochabilidad, se
hallaba amparado a normativa supranacional; además, de acuerdo con el considerando
IV, si bien en estos casos el Juez de Garantías realiza un control de la solicitud del Fiscal,
no puede entenderse en el sentido de que el Juzgador pueda reemplazar las decisiones
de la Fiscalía relacionadas con el criterio de oportunidad y conveniencia político criminal
de iniciar o continuar con la persecución penal. Refieren que dicho pronunciamiento
consideró además la inexistencia de una lesión al debido proceso y derecho de defensa,
porque no es apelable dicho instituto, toda vez que su aplicación no impedía que la
declaración del colaborador imputado fuera valorada por el Tribunal, ponderando su
credibilidad con relación al resto de las pruebas, aparte del derecho que tienen las partes
de impugnar el fallo sentenciador, en caso de que existieran vicios atinentes a la
motivación de la sentencia o en la incorporación o apreciación de la prueba. En cuanto al
reclamo del imputado Rodríguez Echeverría de que el art. 22 inciso b) del CPP vulneraba
el principio de independencia judicial, los petentes refieren que en el Considerando VII,
el citado voto 2009-12090 señaló que en el proceso actual, el Ministerio Público era el
eje del sistema acusatorio, por lo que en aplicación de los criterios de oportunidad era
quien debía decidir la conveniencia y necesidad de su aplicación, de modo que el
Juzgador debía limitar su control a los aspectos de mera legalidad y no en relación a la
oportunidad o conveniencia de las medidas, indicándose que en esos términos ya el
máximo tribunal constitucional se había pronunciado en el mencionado precedente Nº
2662-2001. Luego de transcribir un amplio extracto del voto Nº 2009-12090, los
impugnantes exponen lo que desde su óptica, son las principales conclusiones de la
anterior línea jurisprudencial, la que califican como “la más acertada y coherente ”, y que
sintetizan de la siguiente manera: i)- es artificioso y contradictorio sostener que la
potestad que ostenta el Ministerio Público de decidir la oportunidad y casos en los cuales
se prescinda de la acción penal, no se vea comprometida o compelida por la sustitución
ulterior que realice el juzgador de la valoración de los juicios de reproche atribuibles a los
actos del imputado colaborador, comparados con el reproche que cabe hacer de los actos
endilgados a los imputados en cuya persecución aquel colabora, y que previamente hizo
el fiscal; ii)- de reconocerse que una autoridad jurisdiccional (ya sea juez penal, juez de
la etapa intermedia, juez del tribunal juicio, juez de apelación etc.), puede reconstruir y
sustituir a discreción las razones que tuvo el fiscal para considerar menos reprochable la
conducta del imputado colaborador en determinado caso, y que la prescindencia de la
acción final depende de dicha autoridad siendo que, “se estaría despojando de todo
contenido real la potestad del fiscal de decidir sobre la conveniencia y oportunidad de la
persecución en relación al imputado colaborador” (tomo XLV, folio 177.218); iii)- además,
se frustraría el perseguir a aquellos imputados que fueron seleccionados como más
reprochables, según los parámetros de política de persecución del Ministerio
Público; iv)- aceptar el criterio del Tribunal de Apelación conllevaría que la decisión del
fiscal de solicitar la aplicación de un criterio de oportunidad al imputado que no va a
perseguir, por estimar que su conducta es menos reprochable que la de otros, estaría
sujeta a una “absoluta y eterna incertidumbre”, además de ser puramente “ilusorio”,
“baldío” y “precario”, por ser otros quienes deciden finalmente, conforme a parámetros
diferentes de reprochabilidad; asimismo, se estaría obligando al fiscal a perseguir al
imputado colaborador y no a aquellos cuya persecución facilitó; v)- no tendría el
Ministerio Público el ámbito de libertad para escoger los asuntos que considera pertinente
prescindir de la acción penal; carecería también de autonomía funcional en el ejercicio
de la función requirente, pues el direccionamiento de la acción penal no estaría en manos
del Ministerio Público sino de la Judicatura, con clara transgresión a los principios del
sistema acusatorio. En definitiva, sostienen que el perderse toda distinción entre los
requisitos formales y valorativos del art. 22 inciso b) del CPP, respecto al momento de
fijar el límite al control jurisdiccional del criterio de oportunidad, “…se borrarán también
los confines razonables entre el ejercicio de la función jurisdiccional y el ejercicio de la
función acusatoria, última que necesariamente incluye la decisión de la orientación de la
persecución, conforme a criterios de reproche dirigidos por una política de persecución
concreta que, a juicio de la Fiscalía General, resulta aplicable al caso.” (tomo XLV, folio
177.220). Como agravio indican que el Tribunal de Apelación se separó de los criterios
sustentados en los precedentes de la Sala de Casación Penal, los que a su vez se
sustentan en los votos vinculantes de la Sala Constitucional, al anular, por falta de
fundamentación, la resolución del Juzgado Penal del Segundo Circuito Judicial de San
José, de las 09:51 horas, del 1 de junio de 2007, en la cual se suspendió provisionalmente
la persecución penal contra el imputado colaborador José Antonio Lobo Solera, al
sostener que dicha resolución no se pronunció en cuanto a si la conducta de este
acusado, resultaba o no menos reprochable que las atribuidas a los coimputados Edgar
Valverde Acosta, Christian Sapsizian, Alfonso Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez
Echeverría, privando con ello al ente acusador de la posibilidad de utilizar, para la
acreditación legal del caso, la prueba obtenida mediante la declaración del imputado
colaborador Lobo Solera. Además, el Tribunal impugnado violentó los principios
constitucionales de tutela judicial efectiva e igualdad, al aplicar una solución jurídica
distinta a la expuesta en los precedentes de cita, generando con ello una desigualdad en
la aplicación del Derecho e inseguridad jurídica, lo que justifica la ineficacia del fallo que
se cuestiona. Asimismo, indican que el vicio alegado constituye un defecto absoluto, por
tener incidencia en normas vinculadas con la iniciativa del Ministerio Público en el proceso
(art. 178 inciso c del CPP) y en su autonomía funcional (art. 3 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público). Solicitan se acoja el reproche incoado, se unifiquen precedentes, se
anule la resolución recurrida, conforme los votos de esta Sala que sirven de apoyo, y se
confirme la sentencia condenatoria ordenada por el Tribunal de Juicio contra los
imputados. En su defecto, se disponga y defina el criterio mediante el cual deberá
realizarse la reposición del procedimiento y resolución del Tribunal de Apelación de
Sentencia, para que dicho órgano, con diferente integración, se avoque al conocimiento
de los recursos formulados. El motivo es inadmisible. En primer lugar debe advertirse
que el reparo no es admisible porque no se ajusta a la causal de jurisprudencia
contradictoria invocada. Como se indica en el Considerando III de esta resolución, de
acuerdo con el inciso a) del artículo 468 del Código Procesal Penal, esta causal procede
cuando se reclamen “…precedentes contradictorios dictados por los tribunales de
apelación de sentencia, o de estos con precedentes de la Sala de Casación Penal.” Esta
Cámara, en otras oportunidades, se ha pronunciado sobre los alcances de lo que debe
entenderse por “precedentes contradictorios” a partir de lo estipulado en el citado ordinal.
Se ha dicho que esta causal responde al interés del legislador de garantizar, de manera
efectiva, los principios de seguridad jurídica e igualdad ante la ley, a través de los cuales
los ciudadanos pueden anticipar las consecuencias de sus actos, y exigir que la ley se
aplique de la misma manera a todas las personas que se encuentran en igualdad de
condiciones. Además, ha destacado la importancia de que para su correcta invocación,
resulta necesario acreditar la semejanza o similitud en los aspectos esenciales de los
supuestos fácticos abordados en cada caso, y una vez determinados los aspectos
comunes relevantes, pasar a señalar la oposición entre los distintos fallos (véase por
ejemplo, Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, sentencia Nº 2013-
00366, de las 11:45 horas, del 15 de marzo de 2013). Al respecto, se ha afirmado: “…El
Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su tercera acepción, define el término
“precedente” como: “Aplicación de una resolución anterior en un caso igual o semejante
al que se presenta…”( )“…para aplicar un precedente, debe existir identidad de objeto
entre ambos casos, tratándose de las mismas hipótesis o supuestos…”( )“…no es
cualquier sentencia, ni cualquier aspecto de la sentencia, los que pueden invocarse como
precedentes contradictorios; sino únicamente aquellas que establecen reglas generales
de aplicación del derecho, y en cuanto a sus aspectos medulares…”( )“…en el nuevo
régimen de impugnación penal, precedente es una resolución judicial previa (de un
Tribunal de Apelación o de la propia Sala Tercera), en la que se aplicó como aspecto
central del fallo, el tema jurídico que se estima resuelto de forma contraria por el Tribunal
de Apelación en la sentencia impugnada. No puede entonces invocarse como
precedente, un aspecto zzal de la resolución citada. Tampoco pueden señalarse como
contradictorias, resoluciones que no comparten la necesaria similitud entre las
situaciones fácticas y jurídicas…” (Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, sentencia Nº 2012-01064, de las 16:25 horas, del 31 de julio de 2012, la negrita
es del original). En el caso que nos ocupa, se ha podido constatar mediante lectura y
comprensión de los fragmentos citados en el libelo impugnatorio, en contraste con la
resolución impugnada, que no se está ante la causal de precedentes contradictorios que
gestiona la representación fiscal, por la sencilla razón de que no se cumple con el
presupuesto contemplado en la ley, al no acreditar la semejanza o similitud del supuesto
fáctico esencial que vincule el fallo recurrido con los precedentes citados, con relación a
la naturaleza y características del control jurisdiccional que debe realizar el Juez Penal
de la etapa preparatoria, cuando se presenta la solicitud de un criterio de oportunidad por
parte del Ministerio Público quien pretende prescindir de la persecución penal de uno o
más ilícitos, a favor de un imputado colaborador. En primer término, con el fin de explicar
las razones por las cuales se inadmite este reparo, resulta fundamental realizar el
respectivo estudio comparativo entre lo resuelto por el fallo impugnado y los votos que
cita el ente acusador en sustento de su gestión, con el objetivo de establecer si estos
últimos, cumplen o no con el carácter de “precedente”; se trata entonces de verificar -
porque así lo exige la normativa legal que regula la causal invocada-, si el tema jurídico
abordado y aplicado como aspecto central por el Tribunal de Apelación, es resuelto de
forma contraria en los votos casacionales. En su razonamiento de fondo, el fallo que se
recurre señala que la persona juzgadora de la etapa preparatoria tiene la obligación de
controlar el carácter formal o valorativo de los requisitos contemplados en el artículo 22
del CPP, atinentes al instituto del criterio de oportunidad; entre dichos requisitos, está el
de analizar si la conducta del imputado que se pretende beneficiar con ese instituto, es o
no más reprochable que la del sujeto o sujetos respecto de los cuales facilitará su
persecución; además, reconoce sin ambages que el Ministerio Público tiene su específico
ámbito de libertad para elegir los asuntos en que estima pertinente prescindir de la acción
penal; correlativamente, es obligación del Juez Penal de la etapa preparatoria controlar
si se cumplen todos los requisitos que describe el numeral 22 inciso b), de la norma
adjetiva, para establecer en definitiva si aprueba o no la solicitud fiscal. Punto central de
su exposición sobre el extremo de análisis, está en la importancia de diferenciar entre lo
que denominan el principio de oportunidad, versus los requisitos legales para su
aplicación. Sobre el particular indicaron: " Una cosa es la concesión de un ámbito de
libertad al órgano requirente para que en razón de su política persecutoria, elija los
asuntos en relación con los cuales estima oportuno prescindir o limitar el ejercicio de la
acción penal, y otra distinta son los requerimientos que exige el art. 22 para materializar
esa pretensión y dentro de los cuales se contempla, en lo que aquí interesa, el menor
reproche al imputado colaborador. Controlar el estricto cumplimiento de estos es resorte
del juez […] la discrecionalidad otorgada a ese órgano publico es en cuanto a la selección
de los casos, los imputados y los delitos con respecto a los cuales solicita la aplicación
del criterio de oportunidad, siendo que sobre esta petición, deberá ser el órgano
jurisdiccional el que decida, previa comprobación como ya se dijo, de la observancia de
los requisitos legales…" (tomo XLIV, folio 176.998 frente y vuelto). En síntesis, distinguen
entre la oportunidad , entendida como ese ámbito de discrecionalidad del Ministerio
Público en la selección de los asuntos donde solicita la aplicación del criterio de
oportunidad, y la verificación de los requisitos legales, cuyo control corresponde al ámbito
jurisdiccional. Por su parte, el voto Nº 450-2004, de las 11:50 horas, del 07 de mayo
de 2004, en lo conducente, señala que el control jurisdiccional sobre la decisión que
adopte la fiscalía respecto a la aplicación de dicho instituto procesal, “se limita al
cumplimiento de los requisitos que establece la normativa vigente, pero no en cuanto a
si es o no conveniente la persecución penal de un hecho determinado, toda vez que esto
es resorte del Ministerio Público”. El segundo pronunciamiento citado por la fiscalía - Nº
244-2011, de las 08:32 horas, del 11 de marzo de 2011-, señala que corresponde al
Ministerio Público decidir la aplicación del criterio de oportunidad, incluyendo los
supuestos en los que se negoció el acuerdo con el imputado colaborador. Realizada la
anterior comparación estima esta Cámara que los recurrentes parten de la premisa
equivocada de afirmar que lo resuelto por el órgano de alzada sobre la aprobación del
criterio de oportunidad, se contrapone a los pronunciamientos de referencia, pues el ad
quem respetó en todo momento el criterio de que es competencia exclusiva del ente
acusador decidir, atendiendo a razones de política criminal, la conveniencia de perseguir
o no un hecho delictivo concreto, mediante la aplicación de ese instituto; deja claro que
es potestad de la Fiscalía decidir si aplica o no un criterio de oportunidad, a favor de quien
y los términos del acuerdo, circunstancia que obviamente es competencia exclusiva del
fiscal y del posible imputado. Es patente como el fallo impugnado es consciente que el
control jurisdiccional no debe entrometerse en establecer sobre la conveniencia o no de
la persecución penal de un ilícito concreto, es decir, que lo afirmado por el Tribunal de
Apelación de Sentencia es plenamente conteste con lo referido en los votos de esta Sala.
Cosa distinta es la materia sobre la que recae el control jurisdiccional y sobre eso
tampoco se aprecia que exista contraposición alguna entre dichas resoluciones. Si al
Ministerio Público corresponde decidir sobre la conveniencia u oportunidad de prescindir
de la persecución penal -de aplicar el instituto referido-, es el Juez Penal quien debe
controlar los requisitos de legalidad del artículo 22 inciso b del CPP, extremo sobre el
cual no existe la supuesta contraposición que los quejosos insisten en destacar pues los
votos de esta Sala en modo alguno excluyen esa obligación jurisdiccional. En definitiva,
ambas resoluciones resaltan la importancia de respetar el ámbito de libertad del que goza
por ley el Ministerio Público, de utilizar o no lo preceptuado en el ordinal 22.b) CPP,
criterio que precisamente acredita y comparte abiertamente el fallo impugnado es decir,
no se contrapone sino que confirma los votos de referencia. Lo que aclara el órgano de
alzada es el deber del juzgador de cumplir con su obligación contralora de la petición
fiscal, ámbito que no se contrapone al derecho de la fiscalía de aplicar o no el criterio de
oportunidad. De esta manera, se tiene que los argumentos que expone el fallo recurrido
sobre el punto sometido a discusión por los recurrentes, distan de ser un punto que sea
controvertido; en otras palabras, los votos de esta Sala que citan en apoyo de su gestión,
no cumplen con el requisito de precedente exigido por la normativa procesal, en razón de
que no existe contraposición alguna en cuanto al tema jurídico aplicado que se comenta,
de ahí que no es posible admitir el reclamo interpuesto. Acorde con lo expuesto, esta
Sala tiene como mal interpretados los pronunciamientos Nº 450-2004 y Nº 244-2011 de
la Sala de Casación Penal, en relación con la decisión emitida por el Tribunal de
Apelación. Lo anterior por cuanto ambos no se contraponen con la decisión del fallo
recurrido, el cual reafirma la posición sobre el carácter asignado al criterio de oportunidad,
en cuanto potestad del órgano acusador de hacer uso o no de ese instituto; tampoco
externan una posición disímil sobre el deber del juzgador de la etapa preparatoria de
corroborar el cumplimiento de todos los requisitos legales que contempla el numeral 22.b)
del CPP, cosa distinta del ámbito de libertad que cubre al Ministerio Público, de decidir
sobre la conveniencia u oportunidad de prescindir de la persecución penal, mediante la
aplicación de un criterio de oportunidad. Conviene además indicar que las anteriores
reflexiones resultan plenamente aplicables cuando se examinan las dos sentencias del
máximo tribunal constitucional, las cuales no plantean problema de interpretación alguno
respecto al punto en cuestión, pues la resolución del fallo impugnado no se opone a lo
consignado por ambos votos constitucionales. Baste traer a colación lo que señala la
resolución Nº 12090, de las 14:40 horas, del 31 de julio de 2009, donde el tribunal
constitucional establece que, en la aplicación de los criterios de oportunidad, corresponde
al órgano acusador decidir la conveniencia y necesidad de su aplicación, en razón de las
competencias que le son asignadas por ley -diseñar la política de persecución criminal,
ejercicio de la acción penal, realizar la investigación preparatoria, etc-; corresponderá al
juez ejercer un control de legalidad sobre la aplicación de esas medidas, pero no sobre
la oportunidad o conveniencia, “posición que se comparte sin reservas” como lo reafirma
el voto impugnado (tomo XLIV, folio 177.006 frente). En síntesis, con fundamento en lo
anterior, los precedentes que se contraponen no pueden ser considerados
contradictorios, al no tratarse de casos semejantes, ni resolver iguales situaciones de
carácter jurídico de manera contraria, por lo que el planteamiento del reparo no se ajusta
a los requerimientos de admisibilidad dispuestos en el inciso a), del artículo 468 del CPP,
motivo por el cual se declara inadmisible el motivo de casación interpuesto, por no cumplir
con los requisitos exigidos por los artículos 467, 468, 469 y 471 del Código adjetivo.

VII. Segundo motivo : errónea aplicación de normas procesales, concretamente de


los artículos 299, 301, 310, 324 y 452 del CPP, en relación con los artículos 22 y 24
del CPP, 9, 39, 152, 153, 154 y 155 de la Constitución Política, y 4 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial (folios 177.222-177.227). Según los recurrentes, corresponde al
tribunal de la etapa preparatoria o intermedia, la competencia para conocer y aprobar la
solicitud de aplicación de un criterio de oportunidad. En la fase de juicio y también en
apelación, corresponde al tribunal velar por la legalidad en la recepción del testimonio del
colaborador y su consecuente valoración conforme las reglas de la sana crítica. Lo
anterior implica, a criterio de los petentes, que no corresponde a dichos órganos
jurisdiccionales declarar la ineficacia del convenio de colaboración suscrito por una
persona, en condición de imputado colaborador; únicamente les compete verificar que se
dan los requisitos de ley; en caso de su incumplimiento, le correspondería, al Tribunal de
Juicio, a lo sumo, negase a evacuar ese testimonio. No obstante lo anterior, el voto
recurrido señaló que la resolución que aprobó la solicitud del criterio de oportunidad es
ineficaz porque carece de fundamentación, sea porque la jueza penal no expuso su
razonamiento en relación con el tema del reproche que le cabe al colaborador, o porque
decidió no hacerlo al creer que dicho extremo es ajeno al control jurisdiccional. El
proceder del Tribunal de Apelación desconoció el artículo 155 de la Constitución Política
y 4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, al valorar lo resuelto por la jueza penal que
conoció del criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera, declarándolo
ilegalmente admitido; asimismo, se avocó a conocer de la causa que se encuentra
suspendida, pendiente incluso de resolución por otro juzgador, quien deberá resolver la
procedencia del sobreseimiento definitivo por aplicación del criterio de oportunidad, sobre
los aspectos que la misma resolución recurrida pretende agotar. Indican que el legislador
no previó el control vertical contra la resolución que admite el criterio de oportunidad, de
conformidad con lo preceptuado en el numeral 452 del CPP y el principio de
impugnabilidad objetiva, al igual que lo indicado expresamente en el voto Nº 12090-2009,
del cual cita un extracto, donde se reconoce que no existe el recurso de apelación contra
la resolución que autoriza el criterio de oportunidad, el cual se tramita incluso en un legajo
aparte, según lo refiere también el voto Nº 1119-2005, del Tribunal constitucional.
Agregan que el Tribunal de Juicio tiene la competencia para analizar la declaración del
coimputado colaborador, según las reglas de la sana crítica pero no la resolución del juez
penal que conoce y resuelve el criterio, quien es el único autorizado para su aprobación
o rechazo, función que no le puede ser sustituida por otro despacho. Indican que la
actuación del Tribunal de Apelación resultó ilegítima al considerarse competente en
resolver sobre la resolución que admitió el criterio de oportunidad, abriendo una puerta
de acceso a una especie de control horizontal a la misma que es inexistente. Como
agravio sostienen que el ad quem se avocó al conocimiento de una resolución que por
ley le está vedado, revocaron lo resuelto por el tribunal de sentencia y declararon ilegal
el criterio de oportunidad otorgado a Lobo Solera, absolviéndose a los imputados por
duda. Consideran que esa declaración era necesaria para demostrar los extremos de la
acusación del Ministerio Público pues sin ella, no resulta posible acreditar la razón o
motivo de la actividad ilícita dirigida por dos coimputados para favorecer a funcionarios
públicos, lo que hace nugatoria la pretensión punitiva del ente acusador. Solicitan se
acoja el motivo interpuesto, se anule el fallo impugnado y se ordene su correcta
interpretación conforme a derecho, manteniendo la sentencia condenatoria ordenada por
el Tribunal de Juicio contra los imputados, o bien, se disponga la reposición del tribunal
de alzada, con la indicación de la forma en que cabe resolver. El reproche es
inadmisible. No existe el vicio de errónea aplicación de normas procesales de parte del
Tribunal de Apelación como lo infiere el Ministerio Público. El punto central de la protesta
está en reclamar que el órgano de alzada valoró lo resuelto por la Jueza Penal que
conoció el criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera y lo declaró
ilegalmente admitido. Para los quejosos, el tribunal de la etapa preparatoria o intermedia
es quien tiene la competencia para conocer y aprobar en relación con la solicitud de
aplicación de un criterio de oportunidad, según la ley procesal; contra lo resuelto, no hay
recurso alguno -por inexistencia de control vertical-; consecuentemente, en la fase de
juicio y eventualmente en apelación, corresponde velar por la legalidad en la recepción
del testimonio del imputado colaborador y su correspondiente valoración, conforme las
reglas de la sana crítica, pero no declarar la ineficacia del convenio de colaboración;
adicionan también que en dicha sede “corresponde verificar que existieron los requisitos
de ley (en cuanto al cumplimiento del procedimiento ante el juez de la etapa preparatoria),
y si estos no son los correctos, a lo sumo, lo correspondiente era negarse a evacuar el
testimonio…” (tomo XLV, folio 177.222). Ahora bien, al examinar la resolución que dictó
el Tribunal de Apelación, el acápite que resulta de interés para determinar la inexistencia
del yerro alegado, se encuentra en el apartado V, punto 1, denominado “Competencia del
tribunal de juicio para verificar el cumplimiento de los requisitos legales contemplados
para aplicar el criterio de oportunidad.” (tomo XLIV, folio 176.993). En este apartado, en
forma amplia, el ad quem desarrolla su tesis relacionada con el tema del control
jurisdiccional de parte del juzgador, de los requisitos de legalidad concernientes al criterio
de oportunidad. En su exposición, no discrepan o lanzan una tesis contraria al hecho de
que es el juzgador de la etapa preparatoria o intermedia, el competente para conocer y
aprobar la solicitud de un criterio de oportunidad, que es el tema que el Ministerio Público
trae a colación en esta sede al considerar que existió una errónea aplicación de la ley
procesal; lo que enfatiza la Cámara de alzada es con relación al ejercicio del control
jurisdiccional de los requisitos de legalidad contenidos en el artículo 22 inciso b), del CPP,
extremo que no se contrapone al tema de la competencia que se cuestiona. En
consonancia con lo que se reclama y para entender por qué no existe el reparo invocado,
se debe partir de una lectura integral del contenido de lo resuelto por el Tribunal de
Apelación. Por un lado, los juzgadores destacan el error en que incurrió el Tribunal de
Juicio al negarse a conocer las protestas formuladas en contra del criterio de oportunidad
aplicado, en torno a si procedía o no y los posibles aciertos o desaciertos en los que pudo
incurrir la Jueza Penal que conoció y aprobó el citado acuerdo que se negoció entre el
Ministerio Público y el imputado José Antonio Lobo Solera. En síntesis, el aspecto que
el ad quem destaca sobre el fallo de juicio y el cual desarrolla con profundidad, está en
discrepar de la aseveración del a quo , de que el juez de la etapa preparatoria o
intermedia es el único que ostenta competencia para ejercer el control jurisdiccional sobre
la aplicación del criterio de oportunidad, excluyendo a otros órganos jurisdiccionales esa
posibilidad -Tribunal de Juicio y Casación-. El Tribunal de Apelación no entra a discutir o
poner en entredicho la competencia del Juez de la etapa intermedia o preparatoria para
conocer y aprobar cuando se le presente una solicitud de un criterio de oportunidad, pues
así lo reconoce el fallo impugnado. Sin embargo, lo que discrepa de la sentencia de juicio
es el desconocer la potestad de controlar y verificar todos los aspectos formales que
preceptúa el numeral 22.b) del CPP (requisitos de legalidad para su aprobación), cuya
obligación le es exigida en primer término, al juez penal, sin excluir dicho control a otros
órganos de otras etapas. El fallo impugnado parte de una obviedad y es el hecho de que
tanto el convenio efectuado por el Ministerio Público, como la resolución que lo autoriza,
“están sometidos al imperio de la ley” (tomo XLIV, folio 176.996 vuelto). Además, fustiga
el error del a quo de negar que el juez penal deba controlar el cumplimiento del supuesto
relativo a que la conducta del colaborador sea menos reprochable que los hechos
punibles cuya persecución facilita o cuya continuación evita, que se contempla en el
numeral 22.b) del CPP, porque supone justamente un quebranto al principio de legalidad
mencionado. Sobre el particular, el fallo impugnado señala: “En cuanto al órgano que
debe ejercer ese control, si bien en principio debe ser el juez penal, pues la solicitud debe
seguir el trámite establecido para la conclusión del procedimiento preparatorio (art. 22,
último párrafo C.P.P.), nada impide que el tribunal de juicio, u otros órganos que conocen
del asunto a raíz de una impugnación, asuman esa tarea. Y es que, además del examen
que debe efectuar el juez penal, destinado a determinar la procedencia y aplicación del
criterio, también tenemos el control que a posteriori debe ejercer el tribunal de juicio,
destinado a determinar si resulta procedente recibir la declaración del arrepentido, así
como el que podrían llegar a ejercer el tribunal de apelación y la propia sala de casación,
con el propósito de establecer si esa declaración puede desplegar efectos jurídicos y
probatorios en relación con el sujeto contra el cual se declara. Por tanto, el control
efectuado por el juez penal no es excluyente de aquel que puedan hacer otros órganos
jurisdiccionales, sea de oficio o a solicitud de parte.” (tomo XLIV, folios 176.998 vuelto y
176.999 frente). De acuerdo con el anterior extracto, el Tribunal de Apelación no
desconoce la competencia que tiene el juez penal para determinar la procedencia y
aplicación del criterio, pero aclara también su obligación de ejercer el respectivo control
de legalidad, en el entendido de verificar si el criterio de oportunidad, cuya aplicación es
solicitada por la Fiscalía a favor del imputado colaborador, cumple con todos los
requerimientos exigidos por el artículo 22, y en particular, el que contiene el inciso b), del
CPP, control que también pueden ejercer otros tribunales como es el caso del Tribunal
de Juicio, Apelación, e incluso en sede casacional. Su argumentación la sustentan en
citas doctrinales y en el análisis de varias resoluciones jurisprudenciales de la Sala de
Casación Penal y de la Sala Constitucional que apoyan su criterio y en los que se
determina claramente que es el juez quien debe velar por el cumplimiento de los
requisitos contemplados en el ordenamiento jurídico. Así lo reconoce incluso el
libelo impugnatorio cuando señala que en dichas sedes -se refiere a la de juicio y
apelación-, corresponde verificar que existieron los requisitos de ley en cuanto al
cumplimiento del procedimiento ante el juez de la etapa preparatoria (recurso de casación
del Ministerio Público, tomo XLV, folio 177.222). En síntesis, el Tribunal de Apelación no
cuestiona la competencia del tribunal de la etapa preparatoria o intermedia para conocer
y aprobar la solicitud de un criterio de oportunidad (si debe ser admitida o rechazada); lo
que reprocha al Tribunal de Juicio es: el desconocer la función contralora jurisdiccional
de los requisitos de legalidad de dicha solicitud que, por disposición de la ley, le compete
al tribunal, con independencia de la etapa en que el procedimiento se encuentre; y que
el a quo se exime de llevarla a cabo e incluso de limitarle al Juez Penal sólo la verificación
de los requisitos que denomina “formales” y no los “sustanciales” -lo relativo a la menor
reprochabilidad del imputado colaborador-, cuando lo cierto es que la aplicación del
criterio de oportunidad está sometido al control jurisdiccional sea el juez penal, el tribunal
de juicio, apelación e inclusive casación, quienes deben comprobar que se cumplieron
todos los requisitos que el legislador exige para su aprobación; por tanto, al juzgador de
la etapa preparatoria le compete por ley la comprobación y cumplimiento de todas las
formalidades contempladas en el ordinal 22 del CPP, en cuenta lo relativo a la verificación
de si la conducta del colaborador sea menos reprochable que los hechos punibles cuya
persecución facilita o cuya continuación evita, aspectos que no contravienen el tema de
la competencia para conocer y aprobar la solicitud de dicho instituto. En consecuencia,
los recurrentes realizan una lectura errónea de lo resuelto por el Tribunal de Apelación
que impide admitir para un estudio de fondo el reclamo incoado. Así las cosas, se declara
inadmisible este motivo.

VIII. Tercer alegato : contradicción entre lo resuelto por el Tribunal de Apelación y


el precedente de la Sala de Casación Penal Nº 2014-1030, de las 10:00 horas, del 27
de junio de 2014 (folios 177.227-177.231). El punto en discusión consiste en que dicho
precedente ha interpretado que la valoración del reproche en el criterio de oportunidad
se circunscribe al hecho en el que participa el colaborador y el autor respecto del cual
presta su colaboración, y no en otras causas y hechos independientes en los que puede
participar el colaborador, que sean distintas a éste en tiempo y espacio, en los que no
participaron los imputados respecto de los cuales el colaborador presta esa colaboración.
Concretamente, citan de esos votos los siguientes extractos: “Junto a lo ya sostenido,
cabe recalcar lo siguiente: aún cuando al imputado (Nombre 017) se le ha estado
juzgando por los dos hechos que se relatan en los hechos probados ya citados, es en la
causa especifica en contra de su persona y de (nombre 002), en perjuicio de las señoras
(nombre 041) y (nombre 040) y (nombre 003), que se procedió a valorar su declaración
en perjuicio de la acusada (nombre 002), hecho en el cual, tal como ratifica el Tribunal de
Apelación, se consideró que la imputada fue quien informó y facilitó la entrada al negocio
comercial, y por ello tenía un mayor grado de reproche que el testigo de la corona, quien
solo realizó labores de custodia. Ello, para dejar en claro que, aún cuando se tenga por
probado que (nombre 017) participó también en los hechos en perjuicio de los
ofendidos (nombre 030) y (nombre 035), no por ello se puede indicar que
el testigo de la corona cuente con un mayor grado de reproche que la acusada
(nombre 002), ya que ambos hechos son espacio y temporalmente independientes
entre sí, aún cuando se están juzgando dentro del mismo proceso” […] “Como se
mencionó anteriormente, si bien (nombre 017) ha sido acusado por la participación de
dos hechos, sea el robo y homicidio en perjuicio de los ofendidos (nombre 030)y (sic)
(nombre 035) y el robo y homicidio en perjuicio de las hermanas (nombre 041) y (nombre
040) y la joven (nombre 003), es únicamente en este último hecho en el que participa en
conjunto con la acusada (nombre 002), siendo el grado de reproche en este hecho, el
que debe ser valorado para efectos de la impugnación en contra de la validez de la
aplicación del criterio de oportunidad y la valoración de su declaración en perjuicio
de la imputada y no, como pretende la defensa, aunarle la existencia y penalidad
impuesta en la causa en perjuicio de los señores (nombre 030) y (nombre 035), ya
que se trata de hechos independientes entre sí en tiempo y espacio, siendo que en
los primeros no participó la acusada (nombre 002)” (se transcribe en forma literal del
recurso, ver tomo XLV, folios 177.229 y 177.230). El anterior criterio se opone a lo
resuelto por el fallo recurrido, el cual señala que la valoración del tribunal de mérito fue
incorrecta, al establecer que el imputado colaborador cometió otros delitos que debieron
considerarse para comparar el grado de reproche, ya que existían elementos suficientes
para “sospechar” (sic), que Lobo Solera había recibido otras dádivas, bajo circunstancias
distintas a las acusadas. Indican los recurrentes que para el ad quem existe una
sospecha de la aceptación de otras dádivas por parte de Lobo Solera, en circunstancias
distintas a las acusadas, por lo que se concluyó entonces que éste imputado colaborador
tenía como hábito recibir dádivas, de ahí que no era posible concluir que tenía un menor
reproche que respecto a los imputados Rodríguez Echeverría, Valverde Acosta y Guardia
Mora. Quienes recurren sostienen que el Tribunal de Apelación “…realizó una
interpretación y aplicación del Derecho que, en definitiva resulta adversa a la que se hizo
en el precedente de la Sala Tercera indicado, en el que se consideró -en casos de idéntica
naturaleza al que nos ocupa-, que si bien el imputado colaborador y beneficiado con un
criterio de oportunidad, pueda estar acusado por la participación en otros hechos, es
únicamente en el hecho en el que participa en conjunto con el imputado(s), contra
el que presta colaboración, el que debe ser tomado en cuenta con el fin de analizar
la validez en la aplicación del criterio de oportunidad en relación con el
reproche” (tomo XLV, folios 177.229). En síntesis, lo resuelto por el ad quem en cuanto
a considerar otras conductas de Lobo Solera, distintas del cuadro fáctico para establecer
el reproche y determinar que el criterio de oportunidad es ilegal, contraviene abiertamente
lo indicado en el precedente de la Sala, cuando sostiene que únicamente debe
considerarse el hecho en que ambos participan, siendo el grado de reproche en ese
hecho el que debe ser tomado en cuenta para efectos de la impugnación. El agravio
consistió en el rechazo ilegítimo de la pretensión punitiva del ente acusador, al
considerarse otras conductas del imputado colaborador para valorar la reprochabilidad
en el otorgamiento del criterio de oportunidad, distintas de las que se contienen en el
marco fáctico, declarándose ilegítimo de forma indebida, el criterio citado, con vulneración
de los principios constitucionales de tutela judicial efectiva e igualdad, al aplicarse una
solución jurídica diferente a la que se ha ejecutado en el precedente de referencia.
Solicitan se declare con lugar este motivo, se dicte la ineficacia del fallo impugnado y se
mantengan las condenatorias impuestas. Subsidiariamente, piden se establezca el
criterio jurídico concerniente al punto en cuestión mediante el cual deberá realizarse la
reposición del procedimiento y resolución por parte del Tribunal de Apelación de
Sentencia y se resuelvan los recursos interpuestos. El reparo es inadmisible. La
argumentación planteada por el Ministerio Público no se ajusta a los requerimientos que
justifican invocar la causal de precedentes contradictorios. El Tribunal de Apelación no
contradice el criterio contenido en el voto de esta Sala que se cita como precedente, con
relación a que, para efectos de aprobar o improbar el criterio de oportunidad, debe
prestarse atención al hecho en el que participa el imputado colaborador, en conjunto con
el o los acusados contra los que se presta la colaboración. Lo que sí discute y aborda
el ad quem, es la circunstancia de que, en este caso, existen “otros hechos” que pueden
imputarse a José Antonio Lobo Solera, que formaron parte de la negociación entre la
fiscalía y el imputado colaborador -de cuya persecución penal se prescindió-, pero que
algunos fueron excluidos como parte de las conductas que refirió el Ministerio Público a
la Juzgadora Penal, cuando solicitó el criterio de oportunidad (tomo XLIV, folio 177.011
frente). Esos otros hechos son enunciados por el Tribunal de Apelación de
Sentencia (tomo XLIV, folios 177.011 frente y vuelto) y encuentran su origen en las
manifestaciones brindadas por Lobo Solera ante el ente fiscal, en el informe pericial 297-
DEF (prueba Nº 598) y en el expediente Nº 08-000032-0615-PE, seguido contra
Francisco Dall’anese Ruiz, por el presunto delito de Incumplimiento de Deberes, prueba
que se admitió en segunda instancia, según lo indica el fallo impugnado. Sobre estos
otros hechos, interesa destacar el siguiente extracto de la resolución de Apelación:
“Ahora, en ese mismo proceso -el seguido contra Francisco Dall’anese Ruiz-, la fiscal
Maribel Bustillo Piedra admitió con claridad que, con excepción de las regalías disfrutadas
en Praga y Suiza, los hechos que según Rodríguez Echeverría no habían sido
investigados (es decir, lo relacionado con los dineros que Alfonso Guardia trasladó a Lobo
Solera; con los fondos procedentes de Alcatel Cit asociados a los contratos N° 424 H
39552, 424 J 44031 y 424 H 39562: con el viaje a Brasil y con las retribuciones
económicas relacionadas con La Joya y Cibertec-Teletec) no habían sido objeto de
persecución penal porque estaban cubiertos por el criterio de oportunidad.” (tomo XLIV,
folio 177.011 vuelto, el subrayado es del original). Según lo anterior, los “otros hechos”
no fueron objeto de persecución penal aunque sí fueron tomados en consideración en el
criterio de oportunidad, de acuerdo con la manifestación brindada por dicha fiscal, la cual
aparece textualmente referida en la sentencia del ad quem (tomo XLIV, folios 177.011
vuelto a 177.013 frente). Es decir, como lo indica el fallo recurrido, conforme el relato de
la citada fiscal, el criterio de oportunidad comprendió no solo los hechos relacionados con
la contratación de las cuatrocientas mil líneas (400.000), sino también los demás hechos
que aparecen contenidos en la causa Nº 04-006835-647-PE y que, en principio, se
enumeran en la solicitud de desestimación, “aclarando que eran parte de la misma
investigación y que Lobo Solera fue indagado en relación con ellos” (tomo XLIV, folio
177.013 frente). Existieron entonces una serie de hechos delictivos (ver tomo XLIV, punto
2, folios 177.013 vuelto y 177.014 frente) que, por razones que desconoce el Tribunal de
Apelación, no fueron incluidos en la solicitud del criterio de oportunidad que se presentó
ante la Juzgadora de la etapa intermedia, a pesar de que formaron parte del convenio
entre el Ministerio Público y el imputado colaborador, según fue admitido por la Licda .
Bustillo Piedra en el expediente Nº 08-000032-0615-PE, circunstancia que, para los
juzgadores de alzada, implica haberse negociado un criterio de oportunidad “de hecho”
(tomo XLIV, folio 177.014 frente), ayuno a su vez, de control jurisdiccional. Lo que el
Tribunal de Apelación reprocha no es propiamente que se debían considerar per
se, hechos independientes al que se acusó y que se contempló en la solicitud del criterio
de oportunidad, sino el tema de que el mismo órgano requirente incluyó otros eventos
delictivos dentro de la negociación fiscal con el imputado colaborador para garantizarle
su impunidad por esos hechos independientes o distintos, pero que no fueron puestos en
conocimiento de la Jueza Penal para su correspondiente valoración conjunta; se fustiga
entonces el hacer uso de dicho instituto pero omitiéndose brindar la información completa
para su estudio y aprobación por parte de la Jueza Penal. Así lo refiere el fallo impugnado:
“Y es que si, con ocasión del criterio de oportunidad, se puede garantizar al colaborador
la impunidad por hechos distintos a los que son investigados y resueltos con su ayuda
(en este caso, los relacionados con las 400.000 líneas y las dádivas que Guardia Mora le
entregó como agradecimiento por sus gestiones de cobro ante Alcatel), es notoria la
importancia que tiene que el Ministerio Público, al solicitar la aplicación del instituto
jurídico, no omita ningún detalle sobre todas las conductas que se dejarán de investigar
y perseguir, no limitándose a la descripción de aquellas cuya persecución penal facilita el
denominado testigo de la corona, pues será sobre el conjunto de hechos que deberá
hacerse la valoración o comparación de reproches.” (tomo XLIV, folio 177.015 frente). Si
la pretensión del Ministerio Público es garantizarle a dicho imputado la impunidad sobre
hechos independientes en relación con los que expresamente acusó, debió entonces
hacerlos del conocimiento de la Jueza Penal, para que se valoraran en forma conjunta,
respecto a la reprochabilidad atribuida al imputado colaborador, en vista de la obligación
que atañe al órgano acusador de actuar con transparencia, objetividad, lealtad y
rigurosidad como lo indica el Tribunal de segunda instancia (tomo XLIV, folio 177.016
frente). Por lo anterior, la crítica externada por el Tribunal de alzada les lleva a manifestar
que, “…esta cámara entiende que, al solicitar la aplicación del criterio de oportunidad, el
órgano requirente tenía el deber de exponer todos los hechos involucrados en el pacto,
sea que estos tuviesen relación con el hecho investigado o que fuesen distintos e
independientes. Si estaban comprendidos por el acuerdo y se pretendía prescindir de su
persecución penal debían ser descritos, lo anterior porque el control jurisdiccional se da
sobre el acuerdo y no, como podrían interpretar algunos, sobre una parte de él, esto es,
la que está relacionada con una investigación particular, posición que -se reitera- abriría
la puerta para que el órgano requirente disponga de forma arbitraria del ejercicio de la
acción penal, haciendo por un lado, dentro del proceso, negociaciones que sean
favorables a sus intereses y en las cuales se satisfagan los requerimientos de una menor
reprochabilidad o culpabilidad del colaborador y, por otro lado, al margen del
ordenamiento jurídico, otros convenios, exentos de cualquier control jurisdiccional.” (tomo
XLIV, folio 177.015 vuelto). En síntesis, se trató de otros eventos delictivos que
de facto fueron considerados por el ente acusador en la negociación con el imputado
colaborador pero que, sin explicación alguna, no fueron incluidos formalmente en la
solicitud que se presentó ante la Jueza Penal que conoció y resolvió la petición fiscal. Lo
externado por el ad quem no puede considerarse contrario a lo que expresa la resolución
Nº 2014-1030, que citan los quejosos como precedente, toda vez que este voto alude a
supuestos distintos a los que se ventilan en la presente causa. Concretamente, dicho
voto refiere la circunstancia de varios hechos por los que fue investigado el imputado
colaborador siendo que fue juzgado y condenado por un ilícito mientras que en el otro
evento, también delictivo pero independiente y distinto del anterior, con diferentes
víctimas, le fue aplicado el criterio de oportunidad, de modo que no procedía la petición
de la defensa de que se unificaran ambos eventos para acreditar un mayor reproche al
colaborador imputado. En esa tesitura, la diferencia entre ambas resoluciones radica en
que, en la presente sumaria, para el Tribunal de Apelación, el criterio de oportunidad
contempló también otros hechos que no fueron incluidos expresamente en la solicitud
presentada a la Jueza Penal, pero sí fueron convenidos y negociados como parte del
acuerdo, omisión que afectó la ponderación conjunta de las conductas cuya persecución
penal se prescindió; mientras que en el voto de referencia, el acuerdo para el criterio de
oportunidad no incluyó otros hechos aparte de los que expresamente fueron pactados y
negociados en su oportunidad por el Ministerio Público y el imputado beneficiado con la
medida. Así las cosas, resulta patente que el tema jurídico que se cuestiona al Tribunal
de Apelación, no fue resuelto de forma contraria en relación al pronunciamiento de esta
Sala, al abordarse desde diferente perspectiva, constatándose la inexistencia de
supuestos de idéntica o similar naturaleza entre las situaciones fácticas y jurídicas que
se requieren por ley para sustentar la queja por precedentes contradictorios. En
consecuencia, no se cumple con el presupuesto exigido por ley para justificar la aplicación
de la causal invocada, siendo inadmisible el reparo incoado.

IX. Cuarto motivo : Errónea aplicación del artículo 22 inciso b) y 23 del CPP, por
existir una equívoca valoración en el otorgamiento del criterio de oportunidad, en
relación con el artículo 347 del Código Penal (folios 177.232-177.242). En este
reproche, el Ministerio Público parte de la premisa hipotética -contrario al criterio que
sostienen-, de que esta Sala admita la posición genérica de que los órganos
jurisdiccionales puedan controlar la oportunidad y conveniencia de perseguir o no al
imputado colaborador, o de permitirle que ejerza como tal en un proceso contra otros
endilgados, conforme a un criterio de reprochabilidad distinto al establecido por la Fiscalía
General. En ese tanto estiman que aún partiendo de dicho supuesto, consideran que la
decisión asumida por el Tribunal de Apelación de declarar ilegítima la aceptación del
criterio de oportunidad a favor de Lobo Solera, no es congruente con las competencias
que se le otorgan en los artículos 22 y 23 del CPP, y tomando también en consideración,
la lesión al bien jurídico tutelado en el tipo penal involucrado en este asunto a saber, el
del artículo 347 del Código Penal. En el caso particular, indican los quejosos que el
Tribunal de Apelación concluyó que no era posible haber otorgado el criterio de
oportunidad a favor de Lobo Solera porque las conductas que le fueron imputadas, no
eran menos reprochables que las atribuidas a los acusados Miguel Ángel Rodríguez
Echeverría, Edgar Valverde Acosta y Alfonso Guardia Mora. Con relación a Rodríguez
Echeverría, el ad quem interpretó en forma errónea el concepto de reprochabilidad que
contiene el artículo 22 del Código adjetivo, al señalar que no se tomó en cuenta que Lobo
era un funcionario proclive a la recepción de ventajas económicas irregulares; porque se
dejó la mayor parte de las dádivas y, además, incumplió los porcentajes de repartición
designados por Rodríguez, siendo que la diferencia existente entre el cargo que ocupaba
Rodríguez Echeverría con relación al que tenía Lobo Solera, es el único argumento que
utilizó la sentencia del Tribunal de Juicio para afirmar que la conducta atribuida al primero,
es más reprochable que todas aquellas que ejecutó el imputado colaborador. Semejante
posición no la comparten los recurrentes, amparados en el concepto de reproche que
menciona el artículo 22 inciso b) del CPP, con relación al delito de cohecho impropio
contenido en el numeral 347 del Código Penal. Señalan que el concepto “menor
reprochabilidad” se aborda desde la noción de culpabilidad con que se actuó, tal y como
lo establece el voto Nº 12090-2009 de las 14:40 horas, del 31 de julio de 2009 de la Sala
Constitucional del que citan un extracto, donde se indica que quien colabora debe
merecer un juicio de reproche o de culpabilidad menor que el autor principal respecto del
cual presta la colaboración, lo que no puede determinarse a priori, sino necesariamente
debe evaluarse en cada caso concreto. Quienes recurren, opinan que solamente se
puede entender ésta en relación al hecho específico acusado y al tipo penal aplicable.
Indican que el Órgano de alzada se equivoca en su razonamiento al considerar ilegal el
criterio de oportunidad partiendo de que la actuación de Lobo Solera es más reprochable
que la actuación del acusado Rodríguez Echeverría, al atender a circunstancias
totalmente ajenas a la lesión al bien jurídico tutelado del delito de cohecho impropio en
su modalidad de corrupción agravada (en virtud del otorgamiento del contrato de las 400
mil líneas celulares del ICE a la empresa Alcatel), pues se limitaron en forma equivocada
al análisis del valor económico de las dádivas recibidas por Lobo, en relación con las que
recibió Rodríguez Echeverría en este caso, o por el modo empleado por Lobo para
incumplir, posterior al delito, los porcentajes de repartición de las dádivas que le impuso
Rodríguez. Señalan que el concepto culpabilidad normativa que impera en nuestro
sistema jurídico penal, obliga al operador del mismo a apreciar las circunstancias que
rodean al agente al momento del hecho -la conducta específica atribuida-, y al tipo penal
aplicable, para requerir con mayor o menor severidad una acción ajustada a derecho.
Acorde con lo anterior, aducen que “…no es posible hacer el juicio comparativo de
reproche haciendo referencia a aspectos ajenos a la lesión al bien jurídico concreto ( que
es la probidad en la función pública y no el patrimonio, de donde deriva que el monto
percibido por los agentes no era un elemento determinante del reproche), y tampoco es
posible hacerlo conforme a incumplimientos o infidelidades del pacto criminal posteriores
a la lesión concreta al bien jurídico (de donde deriva que el incumplimiento de porcentaje
en la repartición de las dádivas, que tiene que ver con la lealtad entre los miembros del
grupo delictivo, tampoco resulta relevante para fijar el reproche)-. El yerro dicho es de no
poca relevancia en este caso, en el tanto que esos elementos accidentales se usan para
obviar, ocultar, invisibilizar y escamotear otros temas notorios y de mayor envergadura,
tal como la evidente disparidad de jerarquía y de posibilidades de control de los coautores
involucrados dentro del aparato de poder ( en este caso la Administración Pública Central
y descentralizada costarricense) que fue específicamente utilizado por Lobo y Rodríguez
para la comisión del delito…” (tomo XLV, folio 177.236). Citan como ejemplo que Lobo
Solera fungió como director del ICE -designado por el Consejo de Gobierno dirigido por
Rodríguez Echeverría- y subordinado de éste en casa Presidencial, quien sostuvo que
requería del “padrinazgo” de Rodríguez para efectuar la operación ilícita sin riesgo
alguno, siendo que la situación de éste último era muy diversa, por ostentar la posición
de Presidente de la República, cuyo deber de observar sus obligaciones de probidad y
de determinarse conforme a ellos, resultaban mayores que los exigibles a Lobo Solera.
Señalan que según la dinámica planteada en la acusación, era Rodríguez quien tenía la
posibilidad de abortar desde el principio la actividad ilegal propuesta por Alcatel, en
atención a la posición de jerarquía que tenía en el aparato de poder, adoptando una serie
de medidas al respecto en razón de la pérdida de confianza por la propuesta indicada,
según lo autoriza el art. 26 inciso f) de la Ley General de la Administración Pública.
Asimismo, el fallo impugnado tomó en cuenta para atribuirle una mayor reprochabilidad
a Lobo Solera, su supuesta participación en actividades ilícitas ajenas a aquellas en las
que el imputado colaborador había participado y compartido su actuación con los otros
coencausados, obviándose que deben apreciarse las circunstancias que rodean al
agente al momento del hecho en los cuales este colaborador participa, y comparte con
los acusados de la causa particular, para sopesar si la acción merece una mayor o menor
severidad en el reproche. Lo anterior conlleva, según los impugnantes, que cuanto más
exigible sea para una persona adecuar su conducta al ordenamiento, más reprochable
sería entonces su comportamiento ilícito, y por tanto, merecedor de una mayor sanción.
Otro yerro del voto de Apelación fue el indicar que la Jueza Penal estaba en la obligación
de comprobar si la conducta de Lobo Solera -la cual se encontraba circunscrita dentro de
los hechos por los cuales iba a prestar colaboración con la investigación-, era menos
reprochable que la conducta de los restantes imputados, contra quienes declaraba. Los
recurrentes afirman que la Juzgadora no tenía que entrar a valorar la reprochabilidad de
Lobo Solera con respecto a hechos distintos e independientes de los acusados,
circunstancia que los motiva a formular su queja en esta sede, en razón de la ilegítima
fundamentación del tribunal de alzada, al considerar hechos independientes al cuadro
fáctico acusado, que utilizan como argumento para “sospechar” que el imputado
colaborador Lobo Solera recibió dádivas no relacionadas con el contrato de las 400 mil
líneas telefónicas GSM, y así estimar que su conducta era más reprochable que las
endilgadas a Rodríguez Echeverría, Valverde Acosta y Guardia Mora. De esta manera, a
criterio de los petentes, el Tribunal de Apelación desconoce “que la prueba como tal sólo
existe a partir del debate, y si el imputado en declaraciones ante el Ministerio Público se
refirió a éstas, no lo hizo así en el debate, donde el Tribunal de Juicio le advirtió que
debía limitarse a declarar sobre los hechos acusados…” (tomo XLV, folio 177.239).
Para el Ministerio Público, lo más grave del fallo impugnado estriba en que se limitaron a
analizar ex ante, la propensión del imputado colaborador de recibir dádivas, pero
omitieron dicho análisis en el caso del imputado Rodríguez Echeverría, en relación con
los hechos acusados 323 y siguientes (específicamente, citan el hecho acusado número
332, ver folio 177.241, tomo XLV, en relación con el folio 14.516, tomo XXX); en cuanto
al imputado Alfonso Guardia Mora, se obvió lo indicado en el hecho 254 de la acusación;
tampoco se analiza que Edgar Valverde Acosta, según la acusación, entregó dinero a
funcionarios públicos como representante de Alcatel y a su persona y al encartado Luis
Adrián Quirós la suma aproximada de quince millones de dólares, lo anterior, si se
considera el parámetro económico que se utilizó para descartar a Lobo Solera por
estimarse que fue el que más recibió, siendo que Edgar Valverde y Luis Adrián Quirós
Carmona fueron quienes más recibieron ilícitamente de Alcatel. En definitiva, los
recurrentes estiman que “No estamos ante un análisis para determinar QUIEN ES MAS
REPROCHABLE (análisis que al parecer aplicando incorrectamente el artículo 22 inciso
b) realiza el tribunal de apelación), sino que en virtud del citado artículo, determinar frente
al hecho acusado que ACCION es más reprochable, de conformidad con una
interpretación correcta del artículo 22 inciso b) del Código Penal” (tomo XLV, folios
177.241 y 177.242). El agravio consiste en que el fallo impugnado revocó ilegalmente lo
resuelto por el Tribunal de Juicio sobre el criterio de oportunidad admitido a favor de Lobo
Solera, porque hizo uso de una errónea aplicación de lo preceptuado en el numeral 22
inciso b) del Código adjetivo, absolviéndose por duda a los imputados, estimando el
Ministerio Público que la declaración anulada resultaba decisiva para demostrar los
extremos de su acusación. Adicionan que la decisión asumida por el ad quem provocó
un grave perjuicio a sus intereses, pues a pesar de haberse acreditado una actividad
ilícita dirigida por Edgar Valverde Acosta y Luis Adrián Quirós Carmona en aras de
favorecer ilícitamente a funcionarios públicos, la razón o motivo no se acredita si se
declara ilegítimo el criterio de oportunidad y con ello la declaración del imputado
colaborador Lobo Solera, haciendo nugatoria la pretensión punitiva que en forma legítima
sostiene el ente acusador. Piden se acoja el motivo incoado, se anule el fallo impugnado
y se ordene su correcta interpretación conforme a derecho, manteniendo la sentencia
condenatoria ordenada por el a quo contra los imputados, o bien que se disponga el
reenvío para que emita un nuevo pronunciamiento. El alegato es inadmisible. En primer
lugar, el Ministerio Público parte de la premisa falsa de atribuirle a esta Sala la tesis de
que los órganos jurisdiccionales pueden “controlar la oportunidad y conveniencia de
perseguir o no al imputado colaborador”, o incluso de “permitirle actuar como imputado
colaborador”, conforme a “un criterio de reprochabilidad distinto al generado a partir de
las políticas de persecución de la Fiscalía General”; no es cierto que dicha posición sea
sostenida por esta Cámara, como parecen entenderlo los quejosos, a quienes se remite
a lo ya expuesto en el Considerando VII de esta resolución, para no reiterar lo ya
explicado al respecto. Aclarado lo anterior, tenemos que en este cuarto motivo los
recurrentes realizan una lectura sesgada del razonamiento de fondo del Tribunal de
Apelación. En el apartado V, punto 3) (tomo XLIV, folios 177.016 a 177.024) el fallo
impugnado aborda lo relativo al reproche que cabe atribuir a las conductas imputadas a
Lobo Solera, en comparación con las de otros coencartados. Al explicar por qué las
conductas imputadas a Lobo Solera no pueden considerarse menos reprochables que
aquellas cuya persecución penal facilitaba con su declaración, el ad quem ponderó los
siguientes aspectos: 1)- la existencia de elementos que hacían presumir que Lobo Solera
era un funcionario público proclive a la recepción de ventajas económicas irregulares; 2)-
Lobo Solera, en su calidad de funcionario público y específicamente, por su condición de
miembro directivo del ICE fue quien obtuvo las mayores ventajas económicas irregulares
de la trama criminal, asociada con el tema de las cuatrocientas mil líneas telefónicas; 3)-
antes de los hechos investigados, Lobo Solera había recibido otras sumas de dinero, lo
que hace presumir que había cometido varios hechos criminales, unos relacionados con
el tema de las cuatrocientas mil líneas y otros tantos ajenos a este, de una naturaleza
similar en apariencia: recepción de dádivas en su condición de funcionario público.
Respecto al grado de reprochabilidad valorado a Lobo Solera, el fallo señala que “…es
imposible desconocer cómo este, a pesar de tener la obligación de desempeñar su cargo
con probidad, abusó de su posición de poder como miembro del consejo director del ICE,
para obtener beneficios económicos a costa de distintos proveedores de la citada
institución autónoma.” (tomo XLIV, folio 177.017 vuelto). Con relación al caso del
imputado Miguel Ángel Rodríguez, el órgano de segunda instancia ponderó, entre otros,
los siguientes elementos para dimensionar el grado de reprochabilidad atribuible a Lobo
Solera: i)- la conducta imputada a Rodríguez Echeverría (haber instigado a Lobo Solera
para aceptar la promesa de dádiva que le fue cursada por Valverde Acosta y Sapsizian,
y luego, haber recibido el dinero que le trasladó el imputado colaborador, con el objetivo
de cumplir lo prometido), es aislada respecto a las conductas reiteradas de Lobo Solera
de aceptar varias retribuciones económicas pagadas por empresas y personas
particulares con las que tenía contacto en razón de su cargo, como Directivo del
ICE; ii)- diferencia entre el cargo que ocupaba Rodríguez Echeverría con relación al que
desempeñaba Lobo Solera, como único argumento que invoca la sentencia del Tribunal
de Juicio para afirmar que la conducta imputada al primero, es más reprochable que todas
aquellas que fueron ejecutadas por el segundo; iii)- que fue Lobo y no Rodríguez
Echeverría quien, según el mismo voto de mayoría, asumió la autoría del hecho criminal
y quien más ventajas económicas irregulares obtuvo; iv)- la actuación de Rodríguez
Echeverría no fue tan decisiva; el mismo Lobo no tuvo reparo alguno para desconocer la
repartición de las ganancias irregulares pactadas entre ellos; v)- la condición de superior
jerárquico de Rodríguez Echeverría sobre Lobo Solera no tuvo mayor importancia, toda
vez que éste último no tuvo inconveniente alguno para negarse a entregar a Rodríguez
el porcentaje de las ganancias que habían acordado, por considerar injusta la división de
los montos porcentuales a repartir; vi)- el a quo consideró más reprochables las
conductas de Valverde Acosta y Guardia Mora con el argumento de que fueron estos los
promotores de la ejecución del delito (tuvieron la iniciativa de buscar al imputado
colaborador); sin embargo, en el caso de Rodríguez Echeverría desconoce este
razonamiento, al concluir que si bien fue Lobo Solera quien decidió trasladar la propuesta
ilícita a Rodríguez Echeverría, esto no hace su conducta más reprochable toda vez que
actuó así por confianza y apoyo que recibía del entonces Presidente de la República.
Sobre lo anterior, el fallo señala: “…el único argumento que se expuso es el ya reseñado,
a saber, la consideración de que Rodríguez Echeverría era presidente de la República y
superior jerárquico de Lobo Solera, sin reparar en varias cuestiones que ya han sido
mencionadas, específicamente, que Lobo Solera también era funcionario público, que
había hecho de la recepción de dádivas un hábito; que frente a las múltiples conductas
criminales que podían atribuírsele, a Rodríguez Echeverría solo se le imputaba el haber
sido partícipe de un delito en el que Lobo Solera figuraba como autor y, finalmente, que
la retribución económica que obtuvo el colaborador con ocasión de las 400.000 líneas fue
la más importante de todas, siendo que las recibidas por otros hechos también fueron
cuantiosas. Por todo esto, no se puede estimar que la conducta de instigación atribuida
a Rodríguez Echeverría, cuya persecución penal se facilitaba con la declaración de Lobo
Solera, fuese más reprochable que las atribuidas a este.” (tomo XLIV, folio 177.019
frente). Más adelante, también refirió: “Así las cosas, si bien es cierto que Rodríguez
Echeverría era para el momento de los hechos el funcionario público de mayor rango,
esta sola circunstancia no permite justificar la decisión de garantizar impunidad a Lobo
Solera, ya que los hechos en relación con los cuales se prescinde de la persecución penal
(y que incluyen aquel con respecto al cual se afirma que Rodríguez Echeverría es el
instigador y Lobo Solera el autor instigado), contrario a lo que apunta el a quo, merecen
un mayor reproche que la conducta que se pretende perseguir. No aceptarlo así, también
lleva a entender que el reproche, en lugar de depender de la gravedad del hecho y la
personalidad del participe, responde en exclusiva a las características personales del
sujeto activo y, tratándose de funcionarios públicos, al cargo desempeñado, de forma tal
que al margen de las conductas efectivamente efectuadas, a mayor jerarquía siempre
será mayor el reproche.” (tomo XLIV, folio 177.024 frente). Asimismo, la sentencia
impugnada explica la importancia de tener presente los hechos que se pretendían
dilucidar con la declaración de Lobo Solera al igual que el tipo penal, a efectos de
dimensionar los alcances de la reprochabilidad atribuible al imputado colaborador.
Expuestas las anteriores reflexiones, es infundada la aseveración del Ministerio Público
de que el Tribunal de Apelación consideró circunstancias totalmente ajenas a la lesión al
bien jurídico tutelado del tipo penal aplicable a los hechos acusados, que limitara su
análisis al valor económico de las dádivas recibidas por Lobo Solera, o que éste
incumpliera los porcentajes de repartición de las dádivas, como lo refiere el libelo
impugna torio (tomo XLV, folio 177.235). El fallo que se recurre tuvo en cuenta la
gravedad del hecho específico acusado al igual que la naturaleza del ilícito atribuido a
Lobo Solera el cual, en su carácter de funcionario público y específicamente como
Directivo del ICE, contrario al deber de probidad que le incumbía por ser funcionario
público, se valió de dicho cargo para recibir las retribuciones económicas que describe la
sentencia impugnada. Además, al comparar su conducta con la atribuida propiamente a
Rodríguez Echeverría, el ad quem sostiene que, al final de cuentas, la naturaleza
jerárquica de dicho coencartado no resultó ser tan decisiva como inicialmente se quiso
ver, pues Lobo Solera no tuvo reparo alguno en disponer la variación del monto
porcentual que debía repartirse con Rodríguez Echeverría; aparte de que se trató de una
conducta aislada, cuando se confronta con la atribuida a Lobo Solera en la que figura
como autor, de recibir diversas retribuciones económicas ilícitas, en definitiva, también
como funcionario público. Los elementos ponderados por la Cámara de alzada descartan
su intención de “obviar”, “ocultar”, “invisibilizar” y “escamotear” los temas que extrañan
los quejosos, pues como se constata, el Tribunal de Apelación consideró por ejemplo, la
disparidad de jerarquía y el hecho de ser el coencausado Rodríguez Echeverría el
Presidente en ejercicio de entonces. En esa tesitura, los impugnantes no demuestran que
el órgano de alzada interpretara de forma incorrecta el concepto de reprochabilidad. El
alegato planteado presenta entonces discordancia con los presupuestos de admisibilidad
contemplados en los artículos 469 y 471 del CPP, debido a que se reclaman aspectos
vinculados al mérito de los fundamentos a partir del replanteamiento de valores
probatorios, específicamente, que se reexamine el valor que el órgano de segunda
instancia otorgó a la declaración de José Antonio Lobo Solera y la dimensión de la
reprochabilidad por la conducta atribuida, al insistir en que se pondere de nuevo la
posición de autoridad que ostentaba Rodríguez Echeverría sobre Lobo Solera, la
intención de asumir su “padrinazgo” y su deber de observar la probidad en el ejercicio de
sus funciones, al igual que la dinámica señalada en la acusación brindando sus propias
reflexiones de cómo es que debe visualizarse la misma, desde la óptica del ente
acusador; asimismo, que se replantee el tema de la supuesta participación de Lobo
Solera en actividades ilícitas que catalogan de “ajenas”, tema que ya fue abordado en
anteriores considerandos de esta sentencia cuando se analizó lo relativo a “otros hechos”
que fueron tomados en cuenta dentro de la negociación del criterio de oportunidad pero
que, sin explicación alguna para el Tribunal de Apelación, no fueron incluidos
expresamente dentro de la solicitud formulada ante la Jueza Penal, que conoció y resolvió
la petitoria fiscal; al igual que la exigencia solicitada a esta Cámara de que se haga un
ejercicio también ex ante del cuadro fáctico con relación al imputado Rodríguez
Echeverría; múltiples aristas por las cuales los recurrentes pretenden que se realice de
nuevo un reexamen del contenido de las diversas probanzas receptadas en el
contradictorio, quienes en realidad no logran sustentar una errónea aplicación de normas
procesales sino más bien, una disconformidad con la decisión argumentada por el
Tribunal de Apelación al resolver los recursos de apelación. Por las razones anteriores
se declara inadmisible la queja incoada, por incumplir con los requisitos formales de ley.

X. Quinto alegato : inobservancia del orden lógico de resolución de las cuestiones


sometidas a conocimiento del Tribunal de Apelación, según el artículo 465 párrafo
tercero del CPP (folios 177.243-177.253). Para el Ministerio Público, la citada norma fija
un orden lógico y escalonado de pronunciamientos posibles por parte del ad quem en el
caso de acoger un recurso de apelación contra una sentencia. La primera regla será que
en caso de que exista alguna razón formal que incida en la eficacia del fallo de juicio, el
Tribunal de Apelación debe anular la resolución impugnada ordenando la reposición total
o parcial del juicio o del debate, permitiendo de esta manera que las partes mantengan
su derecho a la doble instancia en relación a la existencia o inexistencia de los hechos
acusados o de la suficiencia del mérito probatorio; sólo en ausencia de un supuesto de
anulación total o parcial de la resolución impugnada, el Superior puede de manera
excepcional, enmendar el vicio aplicando directamente el derecho de fondo, criterio que
es revisable y controlable en casación. En el caso particular, los quejosos consideran que
el fallo impugnado inobservó lo indicado en dicha norma, porque al estimar el Tribunal de
Apelación que era inválido e ilegal el criterio de oportunidad otorgado a José Antonio
Lobo Solera, formalmente excluyeron dicha prueba de la valoración de los restantes
elementos de juicio incorporados legalmente al proceso lo que restaba posibilidad alguna
de ser valorada por el mismo Tribunal de Apelación. En razón de lo anterior y mediante
argumentos de forma que los petentes resumen en tres puntos (ver folios tomo XLV,
177.244 a 177.246), de acuerdo con una interpretación coherente del párrafo tercero del
citado artículo 465 del Código adjetivo, lo procedente era que el tribunal de alzada anulara
la condena basada en la prueba cuestionada y dispusiera el correspondiente reenvío para
que un nuevo tribunal de juicio -sin previo conocimiento de la declaración de Lobo Solera-
, conociera del caso y valorara de nuevo las restantes probanzas no afectadas de
invalidez, conforme las nuevas estrategias que las partes quisieran implementar para
demostrar su teoría del caso, y conforme a las nuevas circunstancias demostrativas
impuestas por la exclusión del criterio de oportunidad ya indicado, con la posibilidad
incluso de que Lobo Solera pudiera declarar de manera voluntaria en el nuevo juicio,
independientemente de su condición de acusado lo que permitiría salvaguardar el
derecho a la doble instancia a las partes, respecto a la nueva valoración del mérito
remanente. En el caso particular, los impugnantes objetan que el Tribunal de Apelación
pese a haber invalidado previamente la declaración de José Antonio Lobo Solera,
“…procedió a valorar la prueba en cuestión, a fin de cuestionar su credibilidad, y su valor
conviccional. Y no conforme con ello, adelantándose a una hipotética decisión sobre el
mérito probatorio que únicamente correspondía al Tribunal de Juicio de un igualmente
hipotético proceso de reenvío, en un proceso en el cual las partes tuvieran la oportunidad
de demostrar su teoría del caso mediante las pruebas supérstites, conforme a lo señalado
por el artículo 465 párrafo III del CPP, el órgano de alzada también procedió a reelaborar
un análisis de dicho mérito probatorio y a modificar, de un modo notoriamente
comprometido con los intereses de los imputados MIGUEL ANGEL RODRIGUEZ
ECHEVERRIA, EDGAR VALVERDE ACOSTA, LUIS ADRIAN QUIROS CARMONA,
GUIDO SIBAJA FONSECA y JOAQUIN JIMENEZ ALFARO, la relación de hechos
probados fijada por el A Quo, teniendo como no probada la existencia de una promesa
previa a la entrega de las dádivas recibidas por los imputados no beneficiados por la
aplicación de un criterio de oportunidad, afirmando, a modo de excusa non petitae que
esa era (sic) ‘solución que, aunque puede resultar atípica, tratándose de yerros
procesales, puede ser adoptada en atención al principio de justicia pronta y cumplida’ ”
(tomo XLV, folio 177.247). Para los impugnantes, lo resuelto por el Tribunal de Apelación
es contradictorio pues o bien se está ante una “prueba ilegal” que, independiente de su
contenido, no podía entonces ser valorada por motivos estrictamente formales, o bien se
está ante una prueba que sí es susceptible de ser ponderada pero que no es creíble,
circunstancia esta última que permitiría al Superior avanzar en el análisis intelectivo del
problema probatorio que antecede a la aplicación de la ley de fondo, pero no establecer
que una prueba es ilícita y, al mismo tiempo, indicar que es susceptible de ser valorada,
y concluir que no es creíble. En opinión de los petentes, lo anterior tiene su incidencia en
el derecho de recurrir de las partes, pues las consecuencias son diferentes ya que, si se
está en presencia de una prueba que es ilegal, lo que corresponde es disponer la
anulación del fallo del Tribunal de Juicio que se fundamentó en ella, sin que la sentencia
de Apelación pueda realizar un nuevo análisis del material probatorio de esa prueba; en
dicho supuesto, agregan que no resulta legítimo ni le corresponde al Tribunal de
Apelación “adivinar” el eventual resultado de un juicio de reenvío con exclusión de dicha
prueba, el cual dependerá del replanteamiento de las estrategias que las partes quieran
establecer en ese nuevo juicio, sin obviar la posibilidad que tienen de interponer eventual
recurso de casación tendiente a cuestionar la aplicación de la norma procesal en la
declaratoria de invalidez de la prueba que se declaró nula o alegar la existencia de un
eventual precedente contradictorio en relación con lo resuelto por el Tribunal de
Apelación. Si se estima que la prueba es susceptible de ser valorada corresponde
entonces su ponderación junto con las demás pruebas, sea para confirmar el fallo
apelado o concluir que es factible de un resultado distinto a la condena. Sobre esto último,
los impugnantes sostienen que el Tribunal de Apelación no podría “corregir” la
fundamentación y las conclusiones de hecho del Tribunal de Juicio, dictando
directamente la absolutoria por in dubio pro reo, como ocurrió en este asunto, pues con
ello se daría un quebranto al derecho a la doble instancia del Ministerio Público, al
negársele la posibilidad de discutir el nuevo análisis probatorio y la nueva conformación
de los hechos probados y no probados conforme el nuevo examen de la prueba.
Adicionan al reclamo que no es de recibo que el ad quem haya invocado como
precedentes de lo resuelto los votos de la Sala de Casación Penal números 827-F-96, de
las 12:35 horas, del 23 de diciembre de 1996 y 1173-1997, de las 09:30 horas, del 31 de
octubre de 1997, por tratarse de resoluciones que fueron dictadas antes del
pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentencia Herrera
Ulloa contra Costa Rica, sobre el tema del artículo 8.2.h de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, siendo además precedentes muy anteriores a la
reestructuración normativo-procesal instaurada a partir de la ley Nº 8837, del 9 de junio
de 2010, en la que se definieron los espacios de competencia de los Tribunales de Juicio,
de Apelación y Casación, circunstancia que es desconocida paladinamente en el fallo
impugnado. Luego de indicarse cuál debió ser el correcto proceder del Órgano de
segunda instancia, conforme el numeral 465 de cita, los quejosos concluyen que en este
caso no es correcto que el Tribunal de Apelación “…haya “corregido” por sí y ante sí el
razonamiento del voto de mayoría dictado en juicio, sustituyendo así dicho análisis
intelectivo de la prueba por aquel a que a su parecer correspondía, y así dar una versión
definitiva del marco probatorio y de los hechos que, conforme a este, debían tenerse por
demostrados, sin permitir al Ministerio Público discutir en juicio, conforme a las reglas de
la inmediación, la concentración y el contradictorio, tales teorías fácticas, probatorias e
intelectivas finalmente impuestas como verdaderas y definitivas por el Ad Quem. Al no
haberlo hecho así, en realidad se ocasionó un serio quebranto al derecho del Ministerio
Público, al impedírsele, en primer lugar, cuestionar por medio de un recurso amplio e
informal, la prueba y la valoración de la prueba en razón de la cual el Tribunal de
Apelación estimó que dicho imputado colaborador tenía un mayor reproche en sus actos
que el resto de los coimputados; al impedírsele en segundo lugar, cuestionar por medio
de un recurso amplio e informal, la prueba y la valoración de la prueba en razón de la que
el Tribunal de Apelación consideró que la versión por LOBO SOLERA dada era indigna
de credibilidad y al impedírsele en tercer lugar, cuestionar, por medio de un recurso
amplio e informal, la prueba y la valoración de la prueba la prueba y la valoración de la
prueba (sic) por medio de la cual el Tribunal de Apelación consideró que la versión de
LOBO SOLERA no tenía la virtud de satisfacer las expectativas por las cuales se
suspendió el ejercicio de la acción penal. Téngase en cuenta, como ya se expuso, que,
en el mejor de los casos, la Fiscalía sólo podría un recurso de casación (sic) , pero el
mismo, partiendo de lo exigido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no
garantizaría el derecho a recurrir, ya que en todo caso sería un recurso extraordinario y
formalista, que excluye como tal el análisis del mérito probatorio que antecedió a la
aplicación de la ley procesal o sustantiva, por no tratarse la casación de una tercera
instancia.” (tomo XLV, folios 177.251 a 177.252). Como agravio, señalan la abierta
indefensión que el Tribunal de alzada ocasionó al Ministerio Público porque de
confirmarse en esta sede la invalidez del testimonio de Lobo Solera, se imposibilitaría a
la Fiscalía replantear su estrategia del caso con la prueba restante, en un eventual juicio
de reenvío, ante un órgano jurisdiccional imparcial; también porque se les vedaría la
posibilidad de rebatir en casación sobre la valoración del testimonio de José Antonio Lobo
Solera realizada por el Tribunal de Apelación; tampoco se podría disconformar de la
valoración de la prueba no declarada nula, ni de la reconstrucción de los hechos probados
que hizo el ad quem, cercenándose en definitiva al ente acusador, el derecho a contar
con la doble instancia y una tutela judicial efectiva. Solicitan se acoja el reclamo, se anule
la sentencia recurrida y se disponga la reposición del procedimiento y resolución del
Superior para que dicho órgano, con distinta integración, conozca de los recursos
formulados, respetándose el orden lógico de pronunciamiento conforme lo dispuesto por
el numeral 465 párrafo tercero, del CPP. El reclamo es inadmisible . La formulación del
quinto motivo incumple con los requisitos exigidos por los artículos 469 y 471 del CPP.
La decisión del Tribunal de Apelación cuestionada por la fiscalía la explica el mismo fallo,
al señalar que, en razón de los defectos constatados en cuanto a la ilegalidad del criterio
de oportunidad otorgado a José Antonio Lobo Solera y su consecuente declaración en
juicio, si bien son de naturaleza formal o procesal, resultaba innecesario ordenar el
reenvío, “…lo anterior porque habiéndose efectuado una investigación exhaustiva, no se
vislumbra posibilidad alguna de que en un eventual debate se incorporen de forma
legítima otros elementos de prueba adicionales a los ya existentes y, en ese tanto,
tampoco hay impedimento para que los suscritos procedan a resolver directamente lo
que corresponda de conformidad con lo preceptuado en el artículo 465 del Código
Procesal Penal, determinando a través del análisis de las probanzas que restan tras
suprimir hipotéticamente la declaración referida, cuáles hechos de los que ha tenido por
demostrados el tribunal de mérito se mantienen incólumes.” (tomo XLIV, folio 177.034
vuelto). Según lo anterior, el órgano de alzada no obvió la posibilidad procesal de reenviar
la sumaria para que se conociera y emitiera un nuevo pronunciamiento, conforme los
defectos o yerros apuntados por el ad quem. Incluso acepta la apariencia atípica de su
decisión pero sustenta lo resuelto en que, conforme el principio de acceso a una justicia
pronta y cumplida, en consideración a la investigación exhaustiva que se realizó en la
presente causa y según las diversas probanzas que se mantendrían como válidas, no es
factible visualizar un resultado distinto. El numeral 465 del CPP faculta al Tribunal de
Apelación a hacer uso de los registros del debate, a reproducir la prueba oral del juicio,
cuando lo estime necesario, pertinente y útil, “…y hará la valoración integral que
corresponda con el resto de las actuaciones y la prueba introducida por escrito”, es decir,
que cuenta con la potestad de efectuar el examen amplio e íntegro de todas las
probanzas, incluyendo las supérstites, para determinar si en caso de acoger el recurso,
procede anular total o parcialmente la resolución impugnada, ordenando ya sea la
reposición del debate o de la resolución; o bien, si resulta procedente, resolver de manera
concluyente el caso, siendo potestad de la Sala de Casación Penal el examinar, según
el caso específico y conforme los alegatos incoados por la parte interesada, la legalidad
de la actuación del Tribunal de Apelación de Sentencia y la correspondiente tutela de los
derechos procesales de las partes intervinientes. Se equivocan los petentes al
desconocer la facultad legítima del Tribunal de Apelación de realizar dicho examen del
arsenal probatorio de la sumaria; incluso de no ordenar el reenvío si así lo justifica
conforme a un razonamiento coherente con las reglas del correcto entendimiento
humano, sujeto al control de legalidad por esta Cámara. En este caso particular y
conforme las razones que desarrollan ampliamente en toda la sentencia, el órgano de
alzada justificó su decisión del por qué consideró innecesario disponer el correspondiente
reenvío de la causa al Tribunal de Juicio de origen, lo que dista mucho de ser un simple
ejercicio de adivinar el eventual resultado de un juicio de reenvío como lo sugieren los
reclamantes quienes fustigan esa decisión e invocan el derecho a la doble instancia con
planteamientos meramente hipotéticos o teóricos, incapaces de restar fundamentación a
lo resuelto por el ad quem. Desde esa perspectiva no podría decirse que inobservó el
orden de resolución que preceptúa el numeral 465 párrafo tercero del CPP, pues el
Tribunal de Apelación se encuentra facultado para enderezar el proceso siempre y
cuando, se encuentre amparado en orden de jerarquía a la Constitución y a la Ley,
aspecto que efectivamente se ve sustentado por los numerales 459 y 465 del CPP. Sobre
lo resuelto, la parte que se considere afectada puede recurrir la decisión asumida por la
vía de casación, cuya sede superior de control se encarga de vigilar que la ley, tanto
procesal como sustantiva, haya sido observada por el inferior, como ocurre precisamente
con la impugnación que formula la fiscalía, quien hizo uso de su derecho de recurrir ante
los jueces o tribunales competentes, conforme lo dispone el numeral 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. En consecuencia, en la presente causa no existe
vulneración alguna al “derecho a la doble instancia del ente acusador” como se reclama
en el escrito de casación formulado. Asimismo, el Tribunal de Apelación realiza un estudio
para cada uno de los imputados de su situación jurídica, en el cual se efectúa un análisis
de los indicios, incluyendo un ejercicio de supresión mental hipotética de la declaración
de Lobo Solera (ver tomo XLIV, folios 177.035 frente a 177.066 frente). La queja referente
a que el fallo apelado se contradice porque primero invalidó la declaración de Lobo Solera
y luego decidió valorarla para cuestionar su credibilidad, no guarda coherencia con el
tema principal que se reclama. Véase que la ponderación que el ad quem realiza del
testimonio rendido por Lobo Solera en el debate, lo lleva a cabo para explicar las
deficiencias de fundamentación en que incurrió el Tribunal de Juicio (tomo XLIV, folios
177.024 frente a 177.034 vuelto), análisis que realiza en un anterior momento y como
parte integrante de la estructura implementada por el fallo apelado, cuando examinó la
sentencia del a quo. Dicha circunstancia no evidencia contradicción alguna con que luego
excluyera dicha deposición cuando procedió a realizar el estudio de los restantes
coimputados. El numeral 459 del CPP es claro al determinar que el recurso de apelación
permitirá el examen integral del fallo, y que podrán ser objeto de revisión a)- la
determinación de los hechos, b)- la incorporación y valoración de la prueba, c)- la
fundamentación jurídica, d)- la fijación de la pena y, e)- los defectos absolutos y
quebrantos al debido proceso, lo que significa que el Tribunal de Apelación cuenta con
amplias competencias de análisis integral del fallo, siendo intrascendente para el caso en
estudio si los precedentes jurisprudenciales citados por el ad quem, fueron dictados antes
del pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contenido en la
sentencia Herrera Ulloa vs Costa Rica, atinente al tema del artículo 8.2.h de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, pues en nada afecta a lo que se
resuelve en esta sentencia. La estructura analítica que contiene el fallo no es
contradictoria, confusa o expuesta sin mayor fundamentación, como lo sugieren los
quejosos; en realidad, no se vislumbra el yerro invocado por el Ministerio Público, quien
de nuevo intenta que esta Cámara realice un reexamen de lo resuelto en segunda
instancia, asumiendo desde su propia perspectiva situaciones que no pasan de ser una
mera disconformidad con lo que se resolvió en este caso, como es por ejemplo, la
aseveración de que Apelación reelaboró el análisis de los elementos de prueba y el haber
modificado “de forma notoriamente comprometida con los intereses de los imputados”, el
marco fáctico que tuvo por cierto el Tribunal de Juicio. En esa tesitura, el motivo incoado
incumple con las formalidades de presentación que dispone el numeral 469 de cita. En
consecuencia, se declara inadmisible el quinto alegato del recurso de casación.

XI. Sexto motivo : errónea aplicación de los artículos 22 inciso b y 23 del CPP
(177.254-177.260). El Tribunal de Apelación señaló falta de fundamentación de la
resolución que dispuso el criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera,
porque la resolución que dictó la Jueza Penal donde suspendió provisionalmente la
persecución contra el imputado colaborador, nunca se pronunció acerca de por qué las
conductas atribuibles a dicho imputado eran o no menos reprochables que las atribuidas
a Edgar Valverde Acosta, Alfonso Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría,
que justificara la concurrencia de los requisitos contenidos en el art. 22 inciso b) del CPP.
En apariencia, la juzgadora estimó que dicho extremo era ajeno al control jurisdiccional.
Posteriormente, el ad quem reconoció que el examen acerca del reproche se hizo por
primera vez en la sentencia del Tribunal de Juicio, pero considerándose únicamente los
hechos que se encontraban descritos en la documentación elaborada con ocasión del
convenio que se realizó, omitiéndose aquellas conductas que, a criterio del Órgano de
alzada, se acordó “de facto” no perseguirlas penalmente (los recurrentes entienden que
se refiere a los $63.083 entregados por Alfonso Guardia; $110.000 pagados por Cibertec-
Telec; $29.833 pagados por Empaques Asépticos y $56.000 relacionados con el Proyecto
La Joya etc.), situación que, a juicio del Tribunal de Apelación, invalidaba el criterio de
oportunidad. Por esas dos situaciones, indican, se declararon que ambas decisiones son
ineficaces, dándose una errónea aplicación de los artículos citados. En primer término,
los quejosos aclaran que no debe confundirse la resolución que dispone la suspensión
temporal de la persecución contra el imputado colaborador -que dicta el Juez Penal de la
etapa Preparatoria-, con la resolución que finalmente autoriza en forma definitiva la
aplicación del criterio de oportunidad por colaboración. El Ministerio Público interpreta
que los efectos del convenio que se suscribe con el imputado colaborador son de carácter
provisional, sujetos incluso a la corroboración que posteriormente el Tribunal de Juicio
realice en el debate, en el sentido de que la acción del imputado colaborador resulte
menos reprochable que la del resto de los acusados, luego de inmediarse la prueba,
criterio que apoyan en el voto 2002-6808, de las 14:46 horas, del 10 de julio de 2002, de
la Sala Constitucional del cual citan un extracto. En esa tesitura, no existiría el supuesto
vicio de fundamentación que se le atribuye a la resolución de la Jueza Penal -no haberse
pronunciado sobre el carácter de menor o mayor reprochabilidad del imputado
colaborador-, pues lo que hizo fue suspender temporalmente la persecución a Lobo
Solera, siendo que de existir dicho yerro, el mismo habría sido subsanado formalmente
por él a quo cuando efectuó el debate y se pronunció sobre el extremo en cuestión; en
ese sentido, consideran que la mera suspensión de la persecución penal no incidió sobre
el derecho de los acusados a cuestionar la menor o mayor reprochabilidad del
colaborador, pues estuvo sujeta al control jurisdiccional; consecuentemente, no existió
agravio alguno que declarar. Además, agregan que resulta también erróneo que el
Tribunal de Apelación asumiera que, para graduar la reprochabilidad del imputado
colaborador, conforme lo refiere el art. 22 inc. b del CPP, era pertinente que se analizaran
hechos ajenos a los que son propiamente objeto del proceso en el que el imputado
colaborador participó como tal, o incluso por hechos que ni siquiera han sido acusados o
juzgados, criterio que apoyan en lo externado por el Magistrado Fernando Cruz Castro
en el voto Nº 2002-6808, de la Sala Constitucional, quien señala que no es posible
rechazar el criterio de oportunidad con base en apreciaciones y especulaciones sobre el
resultado de acciones penales que no se han ejercido o sobre hechos ajenos a la
acusación y el acuerdo. Asumir la tesis del órgano de alzada significaría, para los
impugnantes, tornar inaplicable en la práctica el criterio de oportunidad. Indican que los
“otros hechos” a los que se hace referencia, “no eran objeto de investigación en esta
causa por parte del Ministerio Público. El criterio de oportunidad únicamente se pactó por
la compra de las 400 mil líneas celulares dentro del caso ICE-ALCATEL. Cuando se pidió
el criterio de oportunidad se especificaron los hechos por los cuales se pedía la
suspensión de la acción penal a favor de Lobo Solera y el Juzgado Penal especificó en
su resolución sobre cuáles hechos versaría el criterio de oportunidad. El simple hecho de
que las fiscales del caso en algunos medios utilizaron la palabra “todos”, no tiene ninguna
trascendencia.” (tomo XLV, folio 177.258). Señalan que el alcance del criterio de
oportunidad se limita a los hechos descritos en la resolución del Juzgado Penal que
admitió su aplicación para el caso concreto y no aquellos otros actos de corrupción que
hubieran sido mencionados por Lobo Solera, pues los que interesan son los vinculados
específicamente con su participación dentro del ofrecimiento y recepción de dádivas a
funcionarios del ICE para la adjudicación de las 400 mil líneas a Alcatel, conducta por la
cual fue solicitada la suspensión de la acción penal, y no “otros delitos” que no guardan
relación alguna con aquellos por los que se solicitó el criterio de oportunidad. Como
agravio, indican que la interpretación errónea del Tribunal de Apelación, de exigir que la
resolución de suspensión temporal de la persecución del imputado colaborador definiera
especulativamente lo referente a la reprochabilidad, con independencia del resultado del
debate, y que su ausencia invalidaba la declaración de Lobo Solera, perjudicó los
intereses punitivos del ente acusador, al privársele de uno de los elementos de convicción
importantes para sustentar la responsabilidad penal de los acusados. Además, porque
se adicionó por parte del ad quem al reproche de los hechos acusados vinculados con
Lobo Solera, la comisión de delitos que nunca se discutieron; tampoco se acusaron ni
fueron conocidos en debate. Solicitan se declare con lugar el reclamo y se anule la
sentencia recurrida y se disponga la reposición del procedimiento y resolución del fallo
de segunda instancia para que dicho órgano, con distinta integración, conozca de los
recursos formulados, a partir de una correcta interpretación de los artículos 22 y 23 del
CPP. El motivo es inadmisible . No existe una errónea aplicación de los artículos 22
inciso b y 23 del CPP, como lo señala la queja incoada. En primer lugar, los recurrentes
no están cuestionando directamente las razones que expone el Tribunal de Apelación
para concluir que existe falta de fundamentación de la resolución jurisdiccional que
dispuso el criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera, sino el hecho de
que, por tratarse de una decisión que suspende provisionalmente la persecución penal,
queda sujeta a la corroboración posterior que se efectuaría en el juicio, lo que excluye
cualquier vicio de falta de pronunciamiento del Juez Penal, en relación a la menor
reprochabilidad del imputado colaborador. Como se indicó en el Considerando VII de esta
sentencia, al resolver lo concerniente al segundo motivo del recurso de casación del
Ministerio Público, como lo señala el fallo de apelación, es obligación del Juez Penal
realizar, en forma motivada, el respectivo control jurisdiccional de todos los requisitos de
legalidad contenidos en el artículo 22 inciso b, del CPP, para la admisión y aprobación
de la solicitud sobre la aplicación del criterio de oportunidad que formula el ente acusador.
En el apartado V, punto 2), el fallo de apelación examinó el criterio de oportunidad
planteado a favor de Lobo Solera y los vicios encontrados en su tramitación y resolución
que lo autorizó (folios 177.009 vuelto a 177.016 frente). Entre otros yerros, destaca la
ausencia de fundamentación en la resolución dictada por la Jueza Penal que acogió la
petición fiscal acerca de si las conductas atribuidas a Lobo Solera, eran o no menos
reprochables que las imputadas a Edgar Valverde Acosta, Christian Sapsizian, Alfonso
Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, extremo que, como se dijo
anteriormente, no lo cuestiona el libelo impugnatorio. Lo que sí cuestionan directamente
los quejosos es la conclusión del órgano de alzada de que la jueza penal que aplicó el
criterio de oportunidad, “…no contó con toda la información necesaria para resolver. En
realidad, las conductas que pueden imputarse a Lobo Solera y de cuya persecución penal
se prescindió, fueron más que las referidas por el Ministerio Público al solicitar el criterio
de oportunidad” (tomo XLIV, folio 177.011 frente), extremo que fue abordado al resolver
el motivo tercero del recurso de casación del Ministerio Público (ver Considerando VIII).
El Tribunal de Apelación sopesó que el órgano acusador negoció “de facto”, una serie de
hechos que, por razones desconocidas para el ad quem, no fueron incluidos en la
solicitud fiscal ante la autoridad de la etapa intermedia. No se trata de eventos ajenos a
la participación de Lobo Solera en la organización criminal como lo entiende el Ministerio
Público sino de hechos que, según el ad quem, sí fueron contemplados en la negociación
pactada entre el órgano requirente y el imputado colaborador, pero que inexplicablemente
fueron omitidos de forma expresa en la solicitud formulada ante la autoridad juzgadora
de la etapa preliminar; consecuentemente, la Jueza Penal que resolvió la petitoria fiscal,
no contó con la posibilidad de examinar esos otros hechos, a fin de graduar la menor
reprochabilidad que se le endilgaba a Lobo Solera. Es por ello que el Tribunal de
Apelación considera que lo resuelto en dicha instancia carece de fundamentación, no
solo en cuanto omitió referir razones fundadas para determinar, en grado de probabilidad,
que la conducta atribuida a Lobo Solera era de menor reprochabilidad que los hechos
punibles cuya persecución facilita -su carácter provisional no excluye la obligación de
realizar el respectivo control de verificación de los parámetros previstos en el artículo 22
del CPP -, sino además, el que desconociera esas otras conductas que, a su
juicio, estaban comprendidas dentro del criterio de oportunidad, el cual abarcaba no solo
los hechos relacionados con la contratación de las cuatrocientas mil líneas, sino aquellos
hechos conocidos en la causa Nº 08-000032-0615-PE, que en principio fueron
enumerados en la solicitud de desestimación de la fiscalía, respecto a la denuncia
planteada por Miguel Ángel Rodríguez Echeverría contra el entonces Fiscal General de
la República Francisco Dall’anese Ruiz. Para los petentes, la falacia del Tribunal de
Apelaciones queda desenmascarada al sostener que esos “otros hechos” no eran objeto
de investigación en la presente causa por el Ministerio Público, insistiendo en que el
criterio de oportunidad “…únicamente se pactó por la compra de las 400 mil líneas
celulares dentro del caso ICE-ALCATEL. Cuando se pidió el criterio de oportunidad se
especificaron los hechos por los cuales se pedía la suspensión de la acción penal a favor
de Lobo Solera y el Juzgado Penal especificó en su resolución sobre cuáles hechos
versaría el criterio de oportunidad.” (tomo XLV, folio 177.258). No obstante, el fallo
impugnado contradice la anterior aseveración al examinar que, de la misma solicitud de
desestimación que formuló la licenciada Maribel Bustillo Piedra, de la Fiscalía, dicha
profesional señaló en forma categórica que el criterio de oportunidad comprendía no solo
los hechos relacionados con la contratación de las cuatrocientas mil líneas, sino también
aquellos hechos conocidos en el expediente N° 02-000032-0615-PE, “…los que, en
principio, enumeró en la solicitud de desestimación, aclarando que eran parte de la misma
investigación y que Lobo Solera fue indagado en relación con ellos.” (tomo XLIV, folio
177.013 frente). El órgano de alzada también fustiga la aseveración del a quo, quien
afirmó que los hechos sometidos al criterio de oportunidad son únicamente los
relacionados con la adjudicación de aquellas cuatrocientas mil líneas de telefonía móvil,
pues estaban comprendidos en el fundamento fáctico de la solicitud fiscal de aplicación
y en la respectiva resolución jurisdiccional que lo aprobó. Sobre el particular, el fallo de
alzada dijo: “Para los suscritos, la tesis del voto de mayoría, en el sentido de que lo
trascendente es lo expuesto en el acuerdo y no lo que haya sucedido al margen de él,
supondría admitir que el Ministerio Público puede manejar un doble discurso en materia
de negociaciones, uno del que se deja constancia dentro del proceso y con base en el
cual se examina el cumplimiento de los requisitos legales para la aplicación de la figura
jurídica, y otro ajeno al control jurisdiccional, donde sencillamente se puede prescindir de
perseguir ciertos hechos a cambio de colaboración. Se trata de una postura que es
inadmisible en términos constitucionales, pues -como ya se explicó- en razón del principio
de legalidad que rige nuestro sistema, el Ministerio Público está obligado a ejercer la
acción penal, deber que solo puede ser excepcionado en los casos señalados
taxativamente por el legislador y bajo control jurisdiccional. Y este control solo se puede
efectuar cuando el órgano requirente, al solicitar la aplicación de un criterio de
oportunidad, de forma objetiva y transparente contempla todos los hechos comprendidos
en el convenio, sin omitir información medular. Solamente así la autoridad jurisdiccional
puede determinar si la conducta del imputado colaborador, de cuya persecución penal se
prescinde, es menos reprochable que la de los imputados que son afectados con el
criterio.” (tomo XLIV, folio 177.015 frente). En consecuencia, no existe el yerro que se
reclama de errónea aplicación de los artículos 22 y 23 del CPP, al expresar el ad quem las
razones por las cuales acreditó que la resolución de la jueza penal era ayuna de
fundamentación en cuanto a la valoración sobre la reprochabilidad o no del imputado
colaborador, y la circunstancia de no haber contado con todos los hechos comprendidos
en el convenio suscrito entre el Ministerio Público y el imputado colaborador, pero que no
fueron incluidos expresamente dentro del escrito presentado ante dicha autoridad. En
síntesis, los reproches del reclamo muestran la existencia de un desacuerdo por parte de
los quejosos de lo resuelto por el Tribunal de Apelación, sin evidenciar yerro alguno en
su razonamiento sobre el tema sometido a crítica en esta sede, siendo inadmisible este
reclamo, por no ajustarse a los requerimientos de ley.
XII. Sétimo motivo : falta de fundamentación con inobservancia de los artículos 142
y 184 del CPP, en relación al momento y forma en que se debe resolver, analizar y
fundamentar la existencia de la menor reprochabilidad de los actos del imputado
colaborador (folios 177.260-177.266). El escrito impugnatorio reclama que, además de
lo ya indicado en el anterior reparo, el fallo de Apelación determinó que el examen del
grado de reprochabilidad del imputado colaborador, en relación con la reprochabilidad de
los demás coimputados, debía valorarse en forma retrospectiva al momento en que se
autorizó el criterio de oportunidad, “pues asegura que así lo indica el citado art. 22 inciso
b del CPP” (tomo XLV, folio 177.261), lo que permitió al ad quem concluir que la conducta
de Lobo Solera era menos reprochable que la del resto de los acusados. Luego de citarse
el texto del fallo de Apelación que contiene dicha aseveración (ver tomo XLV, folios
177.261 y 177.262), los quejosos reprochan que el mismo no señala cuál es la oración o
frase del inciso b del art. 22 del CPP que justifica derivar semejante conclusión. En
segundo lugar, refieren que no es cierto que dicha norma señale que se debe retrotraer
la valoración de la reprochabilidad al momento en que se emitió la resolución que dispuso
la suspensión de la persecución penal del colaborador. A partir de lo que dijo el
Magistrado Fernando Cruz Castro en el voto Nº 2002-6808 ya citado, indican que no es
posible rechazar el criterio de oportunidad con fundamento en una valoración anticipada
-ex ante-, de la prueba, lo que permite comprender el por qué el art. 23 del Código adjetivo
deja precisamente en suspenso la extinción de la acción penal, pues será hasta finalizar
el debate que se podrá establecer si la colaboración del imputado puede estimarse como
legalmente aceptable y decisiva. Otra de las razones por las cuales consideran que el
fallo de alzada es infundado en cuanto a este punto, es por la contradicción en que
incurre: por un lado, el Tribunal de Apelación cuestiona que se debieron considerar
hechos que no formaron parte de la pieza acusatoria ni fueron sometidos a discusión en
el debate que Lobo Solera declaró como colaborador; tampoco fueron expresamente
señalados como parte del marco fáctico en la resolución que suspendió la acción penal
contra aquel, cuyo conocimiento vino a ser incluido en la fase recursiva cuando se admitió
el expediente 08-000032-0615-PE, contra Francisco Dall’anese Ruiz, por Incumplimiento
de Deberes; y por otro, asevera que conforme al art. 22 inciso b del CPP, el grado de
reproche del imputado colaborador debe valorarse en forma retrospectiva con relación al
momento en que se autorizó el criterio de oportunidad. Para los gestionantes, “… la
contradicción es manifiesta y permite establecer que el Ad Quem integró su interpretación
del art. 22 inciso b del CPP con un sesgo de confirmación, en el que lo que importaba al
final era desacreditar la posición del Ministerio Público, aún invocando premisas que por
ser opuestas no podían coexistir en un mismo ámbito de validez normativa: Y es que, o
se exige que la valoración se retrotraiga al momento en que se suspendió la
persecución del imputado colaborador, o se permite que la valoración incluya
aspectos que no se consideraron en ese momento, pero ambas cosas no pueden
asumirse como simultáneamente verdaderas.” (tomo XLV, folio 177.265). El agravio
consiste en que el Tribunal de Apelación utiliza un parámetro erróneo de interpretación
al exigir que el a quo debió realizar el análisis de la reprochabilidad del imputado
colaborador a partir de una visión retrospectiva del momento en que se emitió la
suspensión de la persecución penal del imputado colaborador, que incidió en una
incorrecta apreciación comparativa entre el grado de reproche atribuible a Lobo Solera y
al resto de los enjuiciados, negándose a considerar las ofertas de dádiva que el encartado
Valverde Acosta hizo a otros acusados diferentes a Lobo Solera, pese a que fueron
demostradas en el contradictorio, solo porque el imputado colaborador desconocía de
esos delitos al momento en que se suspendió la persecución contra él. El reparo es
inadmisible . No existe vicio alguno que declarar en el fallo de Apelación. Los
recurrentes alegan la falta de fundamentación porque el Tribunal de alzada no indica
cuáles oraciones o frases del inciso b del art. 22 del CPP, justifican la valoración del juicio
de reproche por los actos del imputado colaborador, para admitir o rechazar el criterio de
oportunidad. Con el fin de demostrar que no es cierto que dicho numeral autorice
expresamente un análisis ex ante del punto en cuestión, parten de una motivación
hipotética determinada a partir del voto de minoría del Magistrado Fernando Cruz Castro
en la resolución Nº 2002-6808 de la Sala Constitucional, para que se pondere que no es
posible rechazar el criterio de oportunidad con fundamento en una valoración anticipada
de la prueba. Sin embargo, estima esta Cámara que la posición esgrimida no evidencia
el yerro atribuido al fallo impugnado. Teniendo en cuenta que es obligación del Juez Penal
el realizar el respectivo control jurisdiccional de todos los requisitos de legalidad
contenidos en el artículo 22 inciso b del CPP, se entiende perfectamente lo que quiso
decir el ad quem cuando mencionan la visión ex ante es decir, cuando retrotraen el
análisis al momento en que se autorizó el criterio de oportunidad, lo anterior dentro del
examen integral del fallo del a quo con el fin de determinar si la juzgadora penal ponderó
y constató todos los presupuestos que validaban la aplicación de ese instituto procesal,
contemplados en aquel ordinal y que exigen su previa verificación para su cumplimiento.
Como lo señala el fallo de alzada, “Tratándose del inciso b) del artículo 22 del C.P.P., que
contempla el caso del denominado testigo de la corona o arrepentido, la aplicación del
criterio de oportunidad queda condicionada al cumplimiento de una serie de requisitos: i)
que el fiscal que solicita prescindir total o parcialmente de la persecución penal actúe
previa autorización del superior jerárquico; ii ) que se trate de un asunto de delincuencia
organizada, criminalidad violenta, delitos graves o de tramitación compleja; iii ) que el
imputado colabore eficazmente con la investigación, brindando información esencial para
evitar que continúe el delito o que se perpetren otros, para ayudar a esclarecer el hecho
investigado u otros conexos, o proporcione información útil para probar la participación
de otros imputados; iv ) que la conducta del colaborador sea menos reprochable que los
hechos punibles cuya persecución facilita o cuya continuación evita.” (tomo XLIV, folio
176.998 frente); en otras palabras, queda supeditada la aplicación del criterio de
oportunidad a que el Juzgador de la etapa preliminar verifique o compruebe el
cumplimiento de todos los anteriores requisitos que contempla dicho numeral, lo que
explica entonces la afirmación del Tribunal de Apelación de realizar el examen ex
ante “tal y como lo indica la norma”, en el entendido de efectuar la respectiva
comprobación de esos presupuestos. El estilo semántico empleado por el ad quem en su
resolución en modo alguno puede entenderse como una ausencia de fundamentación,
pues la afirmación que cuestiona la fiscalía, no es más que una derivación lógica de la
redacción que contiene el numeral 22.b del CPP, y cuyo ejercicio de realizar esa visión ex
ante forma parte de las facultades que ostenta el Tribunal de segunda instancia de
efectuar el examen integral del fallo del Tribunal de Juicio. Conforme lo anterior, las
premisas normativas de las que partió la resolución impugnada derivan sin problema
alguno del texto del artículo 22 inciso b del CPP. Asimismo, con relación a la queja de
que el fallo de segunda instancia se contradice porque al momento de valorar el grado
de reproche del imputado colaborador, no se tomaron en cuenta hechos que no formaron
parte de la acusación y tampoco fueron expresamente señalados como parte integrante
de los hechos considerados en la resolución que suspendió la acción penal contra el
colaborador, a la vez que exige que el grado de reproche de Lobo Solera versus la
reprochabilidad de los demás coimputados debe valorarse en forma retrospectiva con
relación al momento en que se autorizó el criterio de oportunidad. Como ya se indicó en
otros considerandos de esta resolución, el Tribunal de Apelación señaló la ausencia del
debido control jurisdiccional, de parte de la Jueza Penal y del Tribunal de Juicio, de todos
los requisitos de legalidad para aceptar el criterio de oportunidad solicitado por la fiscalía,
lo que no contradice el hecho de que el órgano de alzada, en el estudio integral del fallo
de primera instancia, constatara también la no inclusión de otros eventos que formaron
parte de la negociación entre el Ministerio Público y el imputado colaborador, pero que,
como lo informa el fallo impugnado, por desconocidas razones, no fueron expresamente
contemplados en la solicitud de aplicación del criterio de oportunidad, pese a que eran
parte del convenio como lo explica el Tribunal de Apelación. De manera que no se vulneró
el principio de contradicción como lo entiende la fiscalía en su libelo impugnatorio, siendo
en consecuencia inadmisible este reparo, por no existir yerro alguno en la
fundamentación de la sentencia apelada.

XIII. Octavo motivo : violación al derecho de defensa del imputado colaborador


José Antonio Lobo Solera en la tramitación y resolución del procedimiento de
apelación de sentencia (folios 177.266-177.289). Se señalan como expresamente
inobservadas los numerales 39 y 41 de la Constitución Política, 9, 12, 93, 104 y 128 del
CPP; 8.1, 8.2.c, 8.2.d, 8.2.h y 29 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Según el Ministerio Público, en el caso que nos ocupa el imputado colaborador José
Antonio Lobo Solera no ha perdido la condición de acusado en el proceso en el cual
brinda su colaboración, debiendo ser tratado como tal hasta la finalización del proceso,
con respeto a los derechos y las garantías que cubren esa condición. El Tribunal de
Apelación, el cual parece no discutir lo anterior, confrontó las declaraciones de viva voz
en juicio del colaborador Lobo Solera, con las actas de las entrevistas obtenidas en la
investigación preliminar, para descartar la credibilidad de las primeras, basándose
erróneamente en el artículo 343 párrafo tercero del CPP, que es una disposición aplicable
a la declaración del imputado que es perseguido penalmente en juicio, sin considerar lo
que preceptúa el numeral 334 del mismo cuerpo legal, el cual no prevé la posibilidad de
incorporar por lectura las declaraciones de imputados colaboradores. Para los quejosos,
los derechos que conserva Lobo Solera en su condición de imputado, con más razón
debieron también tutelarse en la fase recursiva; frente a los cuestionamientos expresados
por los restantes imputados en contra del criterio de oportunidad que se le otorgó,
mantenía el derecho a que se le considerara inocente de otros hechos que no eran objeto
de este proceso, mientras no se declarase su culpabilidad en sentencia firme, además
de que no se le presentara como culpable por esos otros hechos. Luego de enunciarse
los derechos procesales que mantenía Lobo Solera en la fase recursiva, los petentes
indican que el ad quem debió asegurarle su derecho a ser escuchado personalmente
sobre las alegaciones de los coimputados respecto a la resolución que autorizó el criterio
de oportunidad y su fundamentación, de previo a resolver tales reparos, pues esos
aspectos resultarían determinantes en la sustanciación de la causa penal en la cual se
suspendió el ejercicio de la acción penal a su favor, a la espera precisamente del
resultado del proceso en el que Lobo Solera fungió como imputado colaborador. Señalan
que al inclinarse el Superior por la tesis de que era competente para determinar si la
conducta del imputado colaborador era más o menos reprochable que la de los otros
endilgados en contra de los cuales declaró, e incluso para determinar si su colaboración
resultó o no decisiva para esclarecer los hechos, implícitamente aceptó que el análisis de
los hechos y de las pruebas en las que se podía sustentar esa posibilidad, significaba
necesariamente una clara cuestión prejudicial, con incidencia a futuro en una causa
pendiente ante el Juzgado Penal que resolvería sobre la prescindencia definitiva de la
acción penal contra Lobo Solera. Sobre lo anterior, los impugnantes señalan las
agravantes que la resolución del órgano de alzada trajo al imputado entre ellas, la de
excluir a la defensa técnica del imputado colaborador de participar en la audiencia oral
en este asunto; concretamente indican: “la primera es que, en razón de que el recurso de
casación es de carácter extraordinario, y únicamente está diseñado para la discusión de
aspectos de legalidad o de congruencia con precedentes jurisprudenciales, en torno a la
aplicación del derecho procesal o sustancial, las eventuales discusiones y soluciones
sobre el mérito probatorio en torno a la mayor o menor reprochabilidad del imputado
colaborador con respecto a los restantes imputados que analizaría el Tribunal de
Apelación, y más concretamente lo que este resolvería sobre el tema el órgano de alzada,
serían virtualmente excluídas del control jurisdiccional posterior. La segunda es que,
como el Juez Penal que conocería en definitiva la eventual aplicación del criterio de
oportunidad a favor de LOBO SOLERA, lo haría quince días después de la firmeza de la
resolución en la que el imputado actuó como colaborador, el imputado LOBO SOLERA
se hallaría de hecho imposibilitado a recurrir o cuestionar los eventuales argumentos, de
la resolución ya consolidada, en mérito de los cuales se podía estimar que su
participación fue más reprochable y en mérito de los cuales se podía estimar que su
colaboración careció de carácter decisivo para resolver la causa en la que actuó como
imputado colaborador. La tercera es que, de no otorgarse en sede de apelación a LOBO
SOLERA las capacidades y facultades de intervención normalmente asignadas a quienes
se consideraban “partes” en el proceso donde figuró como imputado colaborador, este
no tendría ninguna posibilidad de intervenir en la discusión relativa a si el criterio de
oportunidad le fue adecuadamente conferido, y si el imputado colaborador reunía las
condiciones de tener una reprochabilidad menor a la del resto de los coimputados o si
este logró colaborar de una forma decisiva en la resolución del caso. Por ello, conforme
al art. 8.2. incisos c y d de la Convención Americana de Derechos Humanos, el imputado
LOBO SOLERA tenía el derecho de que el Tribunal de Apelación de Sentencia le
garantizara, frente a los cuestionamientos que se formularon, que él pudiera defender
personalmente o por medio de su abogado sus derechos o intereses como imputado
colaborador, previo otorgamiento del tiempo y los medios para preparar su defensa de
tales derechos o intereses.” (tomo XLV, folios 177.270 y 177.271). Agregan que el
Tribunal de Apelación estaba incluso en la obligación de advertirle a Lobo Solera, que
contaba con el derecho de que su defensor particular -o en su defecto un defensor
público-, asistiera a la audiencia oral en la que se discutieron los temas relacionados con
el instituto del criterio de oportunidad, si él no podía o no quería estar presente, para
evitar su indefensión técnica. Indican que también debió garantizársele su derecho de
pedir y obtener su comparecencia o de otros testigos en la audiencia oral de apelación,
para rebatir los argumentos que le eran adversos para obtener el sobreseimiento
definitivo por aplicación del criterio de oportunidad, aparte de contar con la posibilidad
real de recurrir lo resuelto en alzada de una manera amplia, conforme lo establece el
numeral 8.2 inciso h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sobre la
exclusión de la defensa técnica que asesora al imputado colaborador, la constancia de
folio 176.880 (tomo XLIV) señala que la asistente del defensor Ewald Acuña Blanco
advirtió claramente que éste no podría participar de la vista en los meses de agosto y
setiembre del 2015; no obstante, el Tribunal de Apelación decidió realizar la vista oral
entre el 31 de agosto y el 4 de setiembre de ese año, de acuerdo con la constancia de
folio 176.827, sin verificar si la ausencia de Lobo Solera obedecía a un abandono de
defensa; tampoco se le proveyó un defensor público para que le representara, antes de
proseguir con la audiencia. Añaden que no se citó a Lobo Solera para que brindara alguna
explicación sobre su ausencia y la de su defensor. Por otro lado, reprochan que el
Superior presentara a Lobo Solera como una persona proclive a recibir varias dádivas,
sin mediar una condena judicial, ni una imputación fiscal formal sobre esos eventos.
Conforme el extracto del fallo de Apelación que los recurrentes citan en su libelo (ver
tomo XLV, folios 177.274 a 177.275), indican que el ad quem pasa de asumir un carácter
de sospecha y presunción de culpabilidad de Lobo Solera sobre hechos no acusados, a
la de atribuírselos con certeza, señalándolo como un funcionario que hizo de la recepción
de dádivas, un hábito, para justificar que por ello merecía un mayor reproche. Asimismo,
reclaman que el Tribunal de Apelación ponderó hechos que el mismo imputado, en el
ejercicio de su defensa, manifestó durante la etapa de investigación, pero que en el juicio
se abstuvo de declarar, en razón de que el Tribunal de Juicio le indicó claramente que se
refiriera únicamente a lo que conocía en relación con los hechos acusados. Con su
actuar, el ad quem de forma reiterada consideró que Lobo era una persona “proclive a la
recepción de dádivas” a partir de sus propias manifestaciones en entrevistas que dio en
la etapa preparatoria, pero que no fueron realizadas en juicio, puesto que se abstuvo de
declarar, vulnerando con ello el principio de inocencia. Sostienen también los petentes
que dicha práctica no la aplicaron en el caso de Edgar Valverde Acosta, quien con
fundamento en el mismo voto, podría afirmarse que “era proclive a la entrega de dádivas”;
sin embargo, el fallo impugnado señaló que no podían considerarse las otras entregas
realizadas por éste último a otros funcionarios públicos porque se debían limitar a la
entrega solamente de la dádiva a Lobo Solera para valorar el reproche en el criterio de
oportunidad. Según lo anterior, los quejosos reprochan que “Se interpretan entonces
como hechos ciertos y probados lo denunciado por Miguel Ángel Rodríguez en contra de
José Antonio Lobo, lo indicado en un medio de comunicación en relación con unas
supuestas declaraciones dadas por Lobo y sus propias declaraciones en etapa de
investigación, equiparando las mismas a una especie de ‘juzgamiento” o “antecedente
criminal”, para luego con ello sostener que dicho colaborador merecía mayor
reprochabilidad. Con ello, nuevamente el tribunal desconoce en primer lugar que la
prueba sólo existe a partir de que la misma se evacua en debate, y en segundo lugar los
principios de inocencia y la mínima actividad probatoria. El Tribunal de Apelación se
encontraba vedado para ponderar las manifestaciones previas del coimputado
colaborador en estos extremos, porque se hacía necesaria la incorporación de las
mismas como prueba documental, cuestión que no era posible, puesto que Lobo
Solera decidió acogerse a su derecho de abstención en estos extremos, puesto que
se trataba de hechos ajenos al cuadro fáctico acusado.” (tomo XLV, folio 177.279, el
resaltado es del original). Otro cuestionamiento que se hace al fallo de alzada, estriba en
considerar el derecho del imputado Lobo Solera de hacerse asesorar por su abogado
durante su declaración en el debate, como otro de los supuestos para negarle credibilidad
a su dicho, estimando sus respuestas como “poco espontáneas” porque antes de
responder a las preguntas que le formulaban los defensores de las otras partes, hablaba
con su abogado defensor; de esta manera, indican que el ad quem otorgó un valor
negativo al simple ejercicio de un derecho del acusado de consultar con su abogado lo
relacionado con su defensa. Además, se reprocha al Tribunal de Apelación el valorar en
contra de Lobo Solera, la forma en que dicho imputado ejerció su derecho a no auto
incriminarse al inicio de la investigación, cuando no había negociado aún ningún
procedimiento alternativo (sea abreviado o un criterio de oportunidad) con el Ministerio
Público. Lo anterior porque Lobo no admitió desde el inicio del proceso la existencia de
los ofrecimientos de dádivas que se le formularon por parte de los coimputados Sapsizian
y Valverde Acosta a fines del año 2000 o inicios del 2001 y que antecedieron la
transferencia de las que dijo haber recibido para él y el encartado Rodríguez Echeverría,
durante las entrevistas que se le hicieron durante la fase preparatoria. Para los
recurrentes, el Superior restó credibilidad a Lobo porque no asumió desde el principio, la
actitud heroica de confesar desde siempre las circunstancias desfavorables que le
permitirían establecer a la Fiscalía que el delito por él cometido, no era un delito menor
de aceptación de dádivas, sino un cohecho impropio. El ad quem le atribuye al ejercicio
de los derechos del imputado una consecuencia contraria a las normas legales, haciendo
ver que no le cree por no haberse auto incriminado antes en una forma más grave.
Critican que el Tribunal de Apelación nunca examinó si con respecto a las contradicciones
aludidas “…se dio alguna oportunidad concreta al imputado colaborador para referirse a
ellas durante el juicio; tampoco examina, en ese caso cuáles fueron las respuestas que
dio, ni examinan la razonabilidad o no razonabilidad de las mismas. Tampoco analizó si
las circunstancias concretas en las cuales el imputado negó el ofrecimiento de las dádivas
de previo a la negociación del abreviado y de previo a la negociación del criterio de
oportunidad, constituía un contexto que eventualmente podría explicar la conducta
procesal del imputado, en razón del derecho que tenía a que sus palabras no se usaran
en ese momento para aumentar o agravar las consecuencias penales de los hechos bajo
investigación, situación que podría haber variado precisamente en debate, cuando a raíz
del criterio de oportunidad, el imputado LOBO SOLERA tuvo la expectativa de que no
sería sancionado cuando reconociera la pura y simple verdad de lo sucedido.” (tomo XLV,
folios 177.284 y 177.285). Señalan que lo anterior resultaba fundamental en este asunto
porque aunque Lobo Solera reconoció haber dicho que el ofrecimiento fue posterior a la
adjudicación, fue con la intención de “cubrirse o auto protegerse”, argumento que no fue
refutado por el órgano de alzada. Además, cuestionan el uso por parte del ad quem de
las entrevistas realizadas al imputado colaborador durante la investigación preliminar,
obviando que el numeral 343 del CPP, regula el examen de las manifestaciones dadas
por imputados que están sujetos a persecución penal en el debate, situación que es
diferente a la del imputado colaborador para quien el proceso se encuentra suspendido.
Señalan que en los casos de imputados colaboradores, con persecución penal
suspendida, las entrevistas que hayan brindado no son susceptibles de ser incorporadas
como excepción a la oralidad, como sí está comprendido con las deposiciones de
imputados absueltos o rebeldes o con los casos de anticipos jurisdiccionales de prueba,
aspecto que cuestiona todavía más el proceder del Superior. Asimismo, señalan los
quejosos que se vulneró el derecho a la doble instancia de Lobo Solera pues si el Tribunal
de Apelación encontró motivos para considerar que la fundamentación del voto de
mayoría del a quo era errónea respecto al valor otorgado al testimonio de Lobo Solera,
lo procedente era anular lo resuelto y ordenar el reenvío, conforme lo que dispone el
numeral 465 del CPP, para que se valorara de nuevo la prueba y se emitiera un
pronunciamiento ex novo sobre el tema, salvaguardándose el derecho a la doble
instancia del imputado colaborador. Para los petentes, “Lo que no resulta correcto en este
caso concreto es que el Tribunal de Apelaciones haya “corregido” el razonamiento del
voto de mayoría dictado en juicio, sustituyendo así dicho análisis intelectivo de la prueba
por aquel a que a su parecer correspondía, y así dar una versión definitiva del marco
probatorio y de los hechos que, conforme a este, debían tenerse por demostrados, sin
permitir ni al Ministerio Público ni al imputado colaborador LOBO SOLERA discutir en
juicio, conforme a las reglas de la inmediación , la concentración y el contradictorio, tales
teorías fácticas, probatorias e intelectivas impuestas como verdaderas y definitivas por el
Ad Quem.” (tomo XLV, folio 177.286). Lo contrario ocasionó un serio perjuicio al derecho
del imputado Lobo Solera al no permitirle cuestionar, mediante un recurso amplio e
informal, el razonamiento esgrimido por el Superior de que dicho acusado tenía un mayor
reproche en sus actos, en comparación con los restantes coendilgados; en cuanto a la
credibilidad negativa que se le dio a su dicho, y sobre su capacidad de satisfacer las
expectativas por las cuales se suspendió en su favor, el ejercicio de la acción penal,
siendo que el recurso de casación que podría formular, no le garantizaría su derecho a
recurrir por ser de naturaleza extraordinaria y formalista y demás características
conocidas (exclusión del análisis del mérito probatorio que antecede a la aplicación de la
ley procesal o sustantiva; no es una tercera instancia). El agravio surge por el estado de
indefensión en que quedó Lobo Solera frente a los cuestionamientos formulados en sede
de apelación, vinculados con el criterio de oportunidad que él negoció con el Ministerio
Público, siendo un vicio de carácter absoluto por afectar la intervención, asistencia y
representación del imputado, según el artículo 178 inciso 1 del CPP, el cual no puede ser
saneado, al adelantar criterio el Tribunal de Apelación sobre los temas puestos en su
conocimiento, en detrimento de la garantía de imparcialidad del juzgamiento con la simple
reposición de los trámites omitidos. Se agrega también la presunción del Superior de que
Lobo Solera recibió gran cantidad de dádivas por otros delitos y su inclinación a recibirlas,
atribuyéndole un reproche mayor, con lo cual revocaron lo resuelto por el tribunal de juicio
y declararon ilegal el criterio de oportunidad que le fue otorgado y absolvieron a los
encartados, decisión que causó un perjuicio a los intereses punitivos del Ministerio
Público. Piden se acoja el motivo, se anule totalmente la resolución impugnada y se
disponga la reposición del procedimiento y resolución del ad quem para que dicha
Cámara conozca de los recursos formulados previa salvaguarda y respeto a los derechos
de intervención, asistencia y representación del imputado colaborador Lobo Solera. El
motivo es inadmisible. Es absolutamente infundado afirmar que el Tribunal de
Apelación “excluyó” al imputado colaborador José Antonio Lobo Solera y a su defensor
técnico, de participar en la vista oral realizada en el presente asunto, y de no asegurarle
al primero su derecho fundamental de ser escuchado sobre los cuestionamientos
lanzados por los apelantes, sobre el criterio de oportunidad aplicado en este caso. A folio
176.886 del tomo XLIV, consta la resolución de las diez horas con veinte minutos del
cuatro de junio del dos mil quince, dictada por el Tribunal de Apelación, donde se
comunica las fechas destinadas para la celebración de la audiencia oral de esta causa,
la cual se notificó el día siguiente al licenciado Ewald Acuña Blanco, defensor particular
del imputado José Antonio Lobo Solera, al fax 22214028, medio de notificación señalado
por ambos para atender notificaciones y citaciones (ver tomo XLIV, folio 176.892, en
relación con el tomo I, folio 126). A folio 176.916, por resolución de las nueve horas y
treinta minutos del trece de julio del dos mil quince, el Tribunal de Apelación de Sentencia
Penal del Segundo Circuito Judicial de San José, rechaza la solicitud de variar el
señalamiento de la audiencia planteada por uno de los defensores particulares, la cual le
fue notificada al licenciado Acuña Blanco (folio 176.920). Pese a que el imputado y su
defensor tuvieron conocimiento de las fechas programadas para efectuar la vista oral, no
se hicieron presentes a la diligencia judicial. No consta en el expediente algún escrito que
materialice su inconformidad, queja o malestar alguno por no poder estar presente en la
diligencia de la que tenían pleno conocimiento, o que fueran afectados sus derechos
constitucionales y procesales, al ser una de las partes intervinientes en el proceso. La
protesta en realidad la asumen los quejosos suplantando el interés directo que solamente
correspondía manifestar a la defensa técnica y material de Lobo Solera, de alegar que
fueron inobservadas las normas procesales en la tramitación y resolución del
procedimiento de apelación de la sentencia, circunstancia que no ocurrió como se
constata del expediente. En esa situación, resulta infundado atribuirle al ad quem una
acción que no cometió -la de excluir a la defensa técnica de participar activamente en la
vista oral y de impedirle a Lobo Solera de intervenir activamente en la audiencia oral,
ejerciendo sus derechos como imputado colaborador-, pues consta precisamente que el
órgano de alzada cumplió con su deber de comunicar a la defensa técnica del imputado
colaborador, todas las gestiones atinentes al caso, entre ellas, las fechas en que se iba
a realizar la audiencia oral; consecuentemente, no existió vulneración alguna de los
derechos y garantías procesales que enlista la parte quejosa en el escrito impugnatorio,
pretendiendo endilgarle al tribunal de segunda instancia, acciones irregulares en las que
no incurrió. Por lo expuesto, no se requiere un análisis exhaustivo para concluir que
ningún agravio le causó el Tribunal de Apelación de Sentencia al Ministerio Público. La
existencia del agravio implica la necesidad de una vinculación lógica y coherente entre el
supuesto vicio que se reclama y la existencia de una afectación concreta a sus intereses;
el vicio debe ser la causa eficiente del agravio, siendo inconsecuente el reclamo en este
aspecto. Asimismo, los restantes reclamos incoados, plantean también discordancia con
los presupuestos de admisibilidad contemplados en los numerales 469 y 471 del CPP,
debido a que los recurrentes pretenden de nuevo que se reexamine en esta sede, el valor
probatorio que el Tribunal de Apelación otorgó a la declaración de José Antonio Lobo
Solera, lo anterior bajo las aristas de fundamentación ilegítima, falta de fundamentación
y fundamentación errónea. Los recurrentes citan un amplio extracto del fallo impugnado
para resaltar la forma en que el ad quem, según ellos de modo ilegítimo, afectó el derecho
de inocencia del imputado colaborador -análisis que califican de “astuto juego de
palabras” (tomo XLV, folio 177.276)-, porque incluyó hechos que no estaban siendo
acusados a Lobo Solera, con el fin de sostener su proclividad a recibir dádivas y así
descartar que su conducta fuera de menor reprochabilidad. Sin embargo, su posición
discrepante la realizan en forma sesgada pues omiten indicar que en el razonamiento de
fondo, el Tribunal de Apelación si bien ponderó las manifestaciones rendidas por Lobo
Solera ante el Ministerio Público -en las que narró conductas ajenas a las que fueron
investigadas y llevadas a juicio-, la propia Fiscalía aceptó de que existieron otros eventos
delictivos en los que participó Lobo Solera pero que no fueron objeto de persecución, por
ser parte de la negociación del criterio de oportunidad. Así lo indica el fallo impugnado:
“Ahora, en ese mismo proceso -el seguido contra Francisco Dall’anese Ruiz-, la fiscal
Maribel Bustillo Piedra admitió con claridad que, con excepción de las regalías disfrutadas
en Praga y Suiza, los hechos que según Rodríguez Echeverría no habían sido
investigados (es decir, lo relacionado con los dineros que Alfonso Guardia trasladó a Lobo
Solera; con los fondos procedentes de Alcatel Cit asociados a los contratos N° 424 H
39552, 424 J 44031 y 424 H 39562: con el viaje a Brasil y con las retribuciones
económicas relacionadas con La Joya y Cibertec-Teletec) no habían sido objeto de
persecución penal porque estaban cubiertos por el criterio de oportunidad.” (tomo XLIV,
folio 177.011 vuelto). Como lo sostiene la sentencia recurrida, la licenciada Bustillo Piedra
señaló categóricamente que el criterio de oportunidad comprendió no solo los hechos
atinentes a la contratación de las cuatrocientas mil líneas de telefonía celular, sino
también los hechos conocidos en la causa Nº 08-000032-0654-PE, prueba que fue
admitida en la etapa recursiva de apelación. El razonamiento de alzada sopesó a fondo
los elementos probatorios como parte de sus funciones de realizar el examen integral del
fallo, ponderando entre otros aspectos, lo relativo a la reprochabilidad de Lobo Solera;
analizó prueba que fue admitida legalmente de modo que no se puede tildar de ilegítima,
ausente o errónea su fundamentación, lo que evidencia la simple disconformidad de la
parte quejosa con lo resuelto por el Tribunal de Apelación, quienes plantean incluso que
esta Sala analice supuestos hipotéticos que formulan en su reproche, que no es otra cosa
que efectuar el reexamen probatorio, inadmisible en esta sede. El análisis sobre la menor
o mayor reprochabilidad la hizo el ad quem tomando en consideración una serie de
variables contenidas en el acervo probatorio, siendo que los recurrentes segmentan
algunos de esos tópicos para argüir de erróneo o infundado el razonamiento esgrimido
en el fallo impugnado. Los cuestionamientos en realidad, parten de una mera
inconformidad de la parte con lo resuelto por el Tribunal de Apelación de Sentencia, quien
sopesó, ponderó y bastanteó en forma amplia e integral, diversos extremos vinculados
con dicho imputado y su declaración, amparada en el criterio de oportunidad; no obstante,
la parte quejosa pretende que se realice dicho reexamen, desde una óptica ajena al
estudio integral del material probatorio realizado por el ad quem, intentando modificar el
valor otorgado a elementos probatorios esenciales, lo que está vedado en esta vía. Ya
esta Sala ha señalado que los vicios por inobservancia de preceptos legales procesales
se configuran cuando exista ausencia absoluta de la fundamentación del fallo que se
recurre, y cuando los razonamientos empleados ostentan un grave error en su
construcción lógica, de tal entidad que impliquen la ineficacia de la resolución, por recaer
sobre aspectos esenciales y decisivos en lo que se resuelve, no la simple insatisfacción
y el creer que debió enfatizarse o emplear algún aspecto (Sala de Casación Penal,
Resolución Nº 2014-0648, 09:53 horas, del 4 de abril de 2014). Debe recordarse que el
recurso de casación es improcedente y por tanto inadmisible, “…cuando se discuten las
conclusiones de hecho del tribunal de juicio y se formula una distinta valoración de las
pruebas que sirven de base a la sentencia, o se discute la simple eficiencia probatoria de
los elementos de convicción utilizados por la Cámara, o se intenta una consideración
crítica relativa a la falta de correspondencia entre los elementos probatorios utilizados por
la sentencia y la conclusión que ellos motivan, o un disentimiento con la valoración de la
prueba efectuada al mérito, o discutiendo su valor o incidiendo de otro modo en el criterio
de apreciación sobre su eficacia, o discrepando con los motivos de hecho expresados
por la sentencia” (DE LA RUA, Fernando. La Casación Penal: El Recurso de Casación
Penal en el Nuevo Código Procesal Penal de la Nación. Buenos Aires, Ediciones
Depalma, 1994, pp. 150-151). En cuanto al reproche por vulneración a la doble instancia,
el tema ya fue abordado y resuelto cuando se conoció el quinto alegato del recurso de
casación del Ministerio Público (ver Considerando X), al que se remite a la parte para
evitar reiteraciones innecesarias. Así las cosas, por no cumplir con los requisitos que
exige la normativa procesal penal, se declara inadmisible el presente motivo.

XIV. Noveno motivo : vulneración de las reglas de la sana crítica, con inobservancia
de los artículos 142 y 184 del CPP (folios 177.289-177.336). En este acápite, los
impugnantes centran su queja en denunciar la fundamentación del Tribunal de Apelación
en cuanto se pronunció sobre la supuesta falta de credibilidad del imputado colaborador
José Antonio Lobo Solera. A modo de síntesis, los quejosos enlistan los aspectos que, a
su criterio, examinó el fallo recurrido para cuestionar la credibilidad de dicho
imputado: i)- Lobo Solera modificó sus manifestaciones en relación a hechos, conforme
avanzó el proceso, siendo valorado en su contra el que ejerciera su derecho a no auto
incriminarse al inicio de la investigación, cuando no había negociado aún ningún proceso
alternativo con el Ministerio Público, restándole credibilidad a su relato; ii)- salvo el dicho
de Lobo Solera, no existe prueba alguna específica de la reunión en La Casona que aquel
relató en el debate, o que éste se reuniera con Miguel Ángel Rodríguez quien lo indujo a
aceptar la dádiva; además, sus declaraciones fueron variadas, particularmente cuando
hace negociaciones a favor de su impunidad con la Fiscalía; por ser un sujeto proclive a
recibir dádivas, no se descarta que los eventos acusados sucedieran de una forma
diversa, lo que obligaba a sustentar sus afirmaciones en otras pruebas para brindarle
credibilidad, lo que no ocurrió. Si bien puede establecerse vía documental que se
trasladaron fondos de Alcatel a diversos funcionarios públicos, el punto a determinar era
si ello obedeció al cumplimiento de una promesa cursada con anterioridad, para lo cual
la declaración de Lobo Solera no fue suficiente para arribar a esa conclusión; iii)- la
declaración de Lobo Solera es inconsistente con varias pruebas (confusión sobre el
monto exacto del primer envío del dinero entregado por Alcatel y que Lobo Solera le dio
a Miguel Ángel Rodríguez Echeverría; la afirmación de Lobo Solera de que la promesa
de dádiva no solo tenía que ver con la migración a la tecnología GSM o el uso de
licitaciones en vez de contrataciones directas, sino con la adjudicación del contrato de las
cuatrocientas mil líneas se refuta porque la licitación abreviada para el arrendamiento con
opción de compra de las cuatrocientas mil líneas se origina cuando ese procedimiento
fue ordenado por la Contraloría General de la República tiempo después de que se
hubiese cursado la promesa de retribución económica, lo que demerita su
versión); iv)- las condiciones en que Lobo declaró en juicio no permiten asegurar la
espontaneidad de su declaración, por la constante intervención de su defensor particular,
quien lo asesoró y “guió” en las preguntas que le formularon. Con relación a estos
extremos, el Ministerio Público expone desde su perspectiva, en qué consisten las
notorias vulneraciones a la sana crítica. En lo concerniente al punto i), reprochan que el
Tribunal de Apelación no explica concretamente qué esencialidad tiene el detalle del
monto y la forma de pago, cuando la absolutoria se centró en si existió o no por parte de
Alcatel una promesa previa que antecedió el pago de las dádivas y si Rodríguez
Echeverría instruyó o no a Lobo Solera para que recibiera el dinero. Indican que en todo
caso, la citada contradicción no pasa de ser un mero detalle periférico, sin relación
concreta ni directa con relación al punto central sobre el que se asevera la existencia de
la duda. En cuanto al punto ii)- señalan que existe contradicción del Tribunal de
Apelación en cuanto al modo de interpretar el indicio de ocultación del origen de los
fondos, mediante el uso de personas interpuestas y de transacciones innecesarias, entre
el caso de Guido Sibaja y Miguel Ángel Rodríguez: con relación al primero, el ad
quem señaló que el hecho de haber efectuado una serie de transacciones dirigidas a
distanciar los fondos recibidos, tanto de su origen como de su persona, se podía
interpretar válidamente como un indicio irregular de los fondos que provenían de Alcatel
y del conocimiento de ello que tenía dicho acusado; mientras que en el caso del imputado
Rodríguez Echeverría, aunque también realizó transacciones idóneas para distanciar los
fondos recibidos de su persona y de su origen, sin embargo no puede inferirse el carácter
irregular de los fondos de su parte ni su conocimiento sobre el particular, contradicción
que no aborda el Órgano de alzada. Sobre el punto iii)-, reprochan que el Tribunal de
Apelación no tomó en cuenta la nota del 10 de noviembre del 2000 (la ubican a folio 11
de la prueba 396 y en la prueba 74), donde Arnulfo Carmona le hace ver a Valverde
Acosta que si bien resultaba favorable para Alcatel el anuncio de Pablo Cob sobre la
futura licitación de seiscientas mil líneas celulares GSM, también parecía que el ICE
pretendía comprar directamente doscientas mil líneas para ampliar la red TDMA, dato
que para el Tribunal de Juicio, conllevaba que de realizarse la compra directa de
doscientas mil líneas TDMA, quedarían entonces pendientes de contratación
cuatrocientas mil líneas GSM, aspecto que explica entonces la afirmación de Lobo Solera
de que a fines de noviembre o inicios de diciembre del 2000, Valverde y Sapsizian le
ofrecieron la dádiva a cambio de colaborar con la adjudicación de las cuatrocientas mil
líneas, lo que obedecía a que la información que poseían ambos coimputados era en
relación a esas cuatrocientas mil líneas y no porque Lobo mintiera, anticipándose a una
información que no sería conocida sino hasta después de la supuesta reunión en La
Casona. Lo anterior, no fue analizado por el órgano de alzada es decir no emitió
pronunciamiento alguno. En cuanto al punto iv)-, reprochan que el Tribunal de Apelación
omitió realizar una valoración armónica y conjunta de los indicios considerados, a
diferencia de lo examinado por el Tribunal de Juicio. En particular, estiman que no se
ponderaron los siguientes factores: 1)- con relación a la cronología de las promesas
previas de dádiva y la aceptación que según su versión, fue indicada por Rodríguez
Echeverría, la declaración de Lobo Solera coincide con el cese repentino de la tendencia
histórica del ICE de dejar a Alcatel fuera del mercado de la telefonía móvil en perjuicio de
otros competidores (Lucent y Ericcson), cuya participación también empieza a decaer, a
la vez que a partir del 27 de febrero del 2001, Alcatel empieza a ser considerada por el
Consejo Directivo del ICE como posible oferente de cientos sesenta mil líneas celulares
por contratación directa y luego, el 28 de agosto del 2001, Alcatel logra la adjudicación
de las cuatrocientas mil líneas, lo que a juicio de los petentes, ocurre inmediatamente
después del periodo en que Lobo Solera ubica los eventos en La Casona y en la casa de
Miguel Ángel Rodríguez Echeverría; 2)- se analiza aisladamente la prueba de que
Sapsizian y Valverde Acosta se reunieron el 1 de diciembre del 2000 con Sibaja Fonseca
y otras personas; también del encuentro de Valverde Acosta con Sibaja Fonseca el 29
de noviembre de 2000, siendo que la cronología de esas reuniones coincide con la
cronología de la reunión referida por Lobo en La Casona, quien señaló que Sapsizian y
Valverde le ofrecieron las dádivas, a cambio de su ayuda para obtener las cuatrocientas
mil líneas, demostrándose además que en esas reuniones previas participaron personas
como el señor Valverde que, posteriormente y de modo coherente a la promesa previa
alegada por Lobo, se demostraría que enviaron dinero a los funcionarios públicos entre
ellos a Guido Sibaja, quien participó en ambas reuniones con Valverde; 3)- tampoco se
analiza que la declaración de Lobo Solera coincide con el acercamiento a figuras claves
en diferentes ámbitos del quehacer nacional, para desequilibrar el "padrinaje político"
que, según Alcatel, tenían Ericcson y Lucent en el país y que además se promovía en el
estudio de ruta de acción que Alcatel encargó a Roberto Hidalgo Araya; 4)- no se analiza
que la declaración de Lobo Solera coincide con el inicio de los pagos de Alcatel, por
medio de Servicios Notariales Q.C. e Intelmar S.A., pagos que terminan en el patrimonio
de funcionarios públicos que estaban ligados a las telecomunicaciones, como sucede con
algunos de los imputados; 5)- no se analiza que en congruencia con la realización de la
supuesta oferta de dádiva por la adjudicación de las cuatrocientas mil líneas a Alcatel, es
posterior a la adjudicación que el dinero empieza a llegar a los imputados; 6)- no se
analiza que frente a la hipótesis de una declaración falsa de Lobo Solera, para perjudicar
a Rodríguez Echeverría, habían datos objetivos que permitían considerar que el primero
fue una persona cercana al otro, sin antecedentes de animadversión con este, y
ocupando diversos cargos durante la presidencia de Rodríguez, que explicaran un móvil
de venganza o de mendacidad del imputado colaborador con su mentor; 7)- no se analiza
que en el periodo de pago de dádivas, Lobo Solera recibió de Alcatel una suma semejante
a la de los otros imputados aunque doblada, indicio de que Lobo habría pre acordado con
los corruptores que por medio de él, se pagarían a dos funcionarios y no solo a uno. A
continuación, como "punto v", los recurrentes exponen un resumen del examen amplio y
detallado del arsenal probatorio hecho por el Tribunal de Juicio que, a criterio de los
recurrentes, corrobora la versión dada por José Antonio Lobo Solera; se trata de
veinticuatro extremos en los cuales, en opinión de la Fiscalía impugnante, no existió un
razonamiento integral de parte del ad quem (ver tomo XLV, folios 177.314 a 177.333). En
síntesis, los aspectos narrados por Lobo que, a juicio de los petentes fueron corroborados
por el a quo, son: 1)- Alcatel hizo uso de numerosos instrumentos de formación de
opinión pública para mostrar su interés por migrar a nuevas tendencias; trato
discriminatorio que Alcatel dijo tener por parte del ICE y cuestionamiento de compras que
se hicieron a otras empresas; 2)- en sesión de mayo del 2000, Lobo dijo no estar claro
aún si ya se había tomado la decisión en el Consejo Directivo de migrar a la tecnología
GSM; 3)- llamada de Edgar Valverde Acosta a Lobo para indicarle que, como parte del
acuerdo al que habían llegado, debía presentarse al Consejo y defender en la siguiente
sesión a la empresa Alcatel sobre la contratación de ciento sesenta mil líneas (lo anterior
en relación a la sesión del Consejo Directivo Nº 5277); 4)- sobre la cercanía que existía
con Miguel Ángel Rodríguez; 5)- comunicación que tenía Lobo con Valverde
Acosta; 6)- cuando le pregunta a Edgar Valverde sobre Servicios Notariales
QC; 7)- cuando se le planteó ofrecimiento de dinero en relación con tres puntos: migrar,
la licitación y votar afirmativamente en relación con la oferta de Alcatel; 8)- manifestación
de Lobo de que existió una promesa a cambio de dinero; 9)- cuando se hace la propuesta
para que se favorezca la migración, todavía no se había dado la misma; 10)- Alcatel
realiza "proceso de seducción" para ganarse simpatía; 11)- el ofrecimiento que se le hace
por parte de Alcatel es a finales del 2000; 12)- reunión con Miguel Ángel Rodríguez el
domingo siguiente a la reunión que tuvo con Valverde Acosta y Christian Sapsizian;
acuerdan que sea el 2% y no el 1.5%; Miguel Ángel le dice que vayan 60% a
40%; 13)- por la promesa es que se le paga el dinero por parte de Alcatel; 14)- parte del
dinero era para Miguel Ángel Rodríguez pero no en razón de un préstamo como lo indicó
la defensa; 15)- Alfonso Guardia le manifiesta que se encarga de promover relaciones de
índole comercial con Alcatel; 16)- afirmación de Lobo que por el favor de "cobro", Guardia
le paga; 17)- Lobo recibe dinero de Alcatel y se lo entrega a Miguel Ángel
Rodríguez; 18)- la primera de las transferencias a Rodríguez Echeverría la hizo Lobo a
Inversiones Denisse; luego no utilizó esa cuenta sino que usó certificados de su madre
para la entrega del dinero; 19)- primer pago a Miguel Ángel es mediante certificados
BICSA de su madre, porque su cuenta estaba siendo cuestionada por el monto que había
recibido; 20)- lo relacionado con el segundo pago a Rodríguez; 21)- sobre el tercer pago
que Alcatel le entrega a Lobo la suma de $100.000 de Terrabank St George y $590.000
de BCT; Lobo entrega 3 certificados del BCT; 22)- en relación al cuarto pago a Miguel
Ángel, Alcatel le hace una transferencia de $180.000 al BCT, luego de realizar inversión,
hace cheque por $81.480 a favor de A y Z, empresa de Rodríguez; 23)- en relación con
otros pagos, reconoce haber recibido tres transferencias más de Alcatel; entre el 2 de
abril y el 2 de octubre de 2003, Lobo Solera recibió tres transferencias más de dinero por
concepto de dádiva; 24)- no se entregan a Miguel Ángel los últimos pagos porque aquel
estaba en Washington y era riesgosa la entrega por el carácter estricto con las
transferencias a raíz de los atentados a las Torres Gemelas; además, no consideraba
justa la repartición puesto que Lobo era el que más se estaba exponiendo en estas
circunstancias. Indican que los anteriores veinticuatro argumentos analizados por el
Tribunal de Juicio, con la indicación de los elementos de prueba que sustentaban cada
conclusión -al menos parcial de la versión del imputado colaborador-, sólo fueron
enumerados por el Tribunal de Apelación, reiterando juicios generales de descalificación,
"…sin ensayar en relación a ellos ningún examen intelectivo integral, a fin de explicar
cómo todos y cada uno de estos elementos corroborativos podrían explicarse en su
conjunto por una situación diversa a la relatada por JOSE ANTONIO LOBO, pese a haber
decido (sic) disponer la absolutoria de varios imputados, precisamente por no considerar
creíble la versión de Lobo" (tomo XLV, folio 177.333). Señalan que el irrespeto a las
reglas de la sana crítica en el fallo recurrido llegó a su "paroxismo", cuando la resolución
afirma que, por insistencia de Alfonso Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez, Lobo le
sugirió a Valverde Acosta y al mismo Sapsizian la conveniencia de pagar a Guardia Mora
lo que le había prometido en el pasado, siendo entonces posible derivar que, también
con respecto a los hechos investigados, Lobo "pudo" haber solicitado el pago de las
dádivas, lo que a juicio de los quejosos implica una simple falacia de generalización.
Indican que también el Tribunal de alzada señaló que la duda antes alegada encuentra
su sustento en que la testigo María Teresa Unzurrunzaga De Haro dijo haber visto un
borrador de una declaración de Valverde Acosta alegando haber recibido solicitudes de
Lobo y otras personas para pagar las dádivas; sin embargo, reprochan que no se examinó
por qué se asume como verosímil el contenido de ese borrador, el cual no pudo ser
relacionado con ninguna manifestación concreta durante el debate por el imputado
Valverde Acosta, el cual no sostuvo la versión contenida en el borrador; tampoco se
ponderó que Unzurrunzaga De Haro declaró que cuando Valverde Acosta le reconoció
haber pagado las dádivas a Fernández Alfaro, Sibaja Fonseca, Lobo Solera y Vargas
García, añadió que esos pagos habían sido iniciativa suya. Como agravio, señalan que
el análisis del acervo probatorio se hizo contrario a las reglas de la sana crítica,
ocasionándose un perjuicio a las legítimas pretensiones punitivas del Ministerio Público,
pues con tal accionar se sustituyó la valoración de la prueba realizada por el Tribunal de
Juicio como el conjunto de hechos probados al que arribaron. Solicitan se declare con
lugar el presente motivo de casación, se anule la resolución recurrida, disponiéndose la
reposición del procedimiento y sentencia del Superior para que dicho órgano, se avoque
al conocimiento conforme a derecho, de los recursos formulados. Décimo motivo:
vulneración de las normas de la experiencia y las reglas de la psicología respecto
al principio de libertad probatoria (folios 177.336-177.346). Sustento normativo:
artículos 142, 182, 184 y 468 inciso b), todos del CPP. En este reproche, sostienen los
recurrentes que el Tribunal de Apelación, al resolver el recurso interpuesto por el
Ministerio Público (sic), no fundamentó ni motivó su decisión en forma adecuada,
conforme a las reglas de la experiencia y la psicología aplicadas a la libertad probatoria,
en vulneración de los numerales 142 y 184 del CPP. Fundamentan su posición en los
siguientes puntos: i)- no es atendible el argumento del Tribunal de Apelación de
desconocer la versión de Lobo Solera en relación a la reunión en La Casona y
posteriormente en la casa de Miguel Ángel Rodríguez, porque de esos hechos solo existe
el dicho del imputado colaborador, no solo porque contraría el principio de libertad
probatoria -reconocido incluso por el ad quem-, sino porque situaciones como las
acontecidas en ambos lugares suelen hacerse de manera disimulada, oculta y alejada
del conocimiento de terceros, guardando el máximo sigilo para procurar la impunidad,
siendo ingenuo pretender la exigencia de videos, documentos o testimonios de terceros
ajenos al pacto delictivo para corroborar el hecho, con prescindencia de la versión de
quien forma parte directa de las tratativas delictivas, como ocurre con Lobo Solera; ii)- si
bien la presencia de Lobo, Sapsizian y Valverde Acosta en el territorio costarricense para
el sábado 2 de diciembre del 2000 no es propiamente una situación que evidencie per
se que se diera la reunión entre ellos en La Casona como lo indicó Lobo, en el caso del
señor Sapsizian sí resulta coincidente con la cronología concreta de dicha reunión
señalada por Lobo, si se toma en cuenta que es una persona que por razones de domicilio
y trabajo no solía estar en Costa Rica; sobre esta última particularidad, matemáticamente
era más probable que Lobo señalara un tiempo en el que Sapsizian no estuviera en el
país y no al contrario, como ocurre en la presente causa, aspecto que no consideró el
órgano de alzada en su resolución; iii)- es ajeno a las reglas de la psicología sostener
por parte del Tribunal de Apelación que hay predisposición a no creerle al imputado
colaborador, porque su colaboración no es gratuita dado que lo hace con intención de
obtener un beneficio procesal; la mera condición de ser un imputado o el hecho de ser
un imputado colaborador no prejuzga ni permite prejuzgar de modo científico el carácter
verdadero o falso de sus afirmaciones; doctrina autorizada señala que el camino analítico
correcto es precisamente el inverso: debe ponderarse su versión en los mismos términos
en que se analiza la declaración de cualquier persona, incluyendo la existencia de
detalles oportunistas en su declaración, a fin de desacreditar o descartar ánimos gratuitos
o maliciosos de “heteroinculpación”, sea para incriminar a otros o bien si son innecesarios
o superabundantes, debiéndose corroborar el dicho con otros elementos de prueba
además de si está contextualizada; para los quejosos existe en la motivación del Órgano
de alzada "…una tendencia evidente a descalificar a priori la información dada por
imputado (sic) colaborador, conforme a simples prejuicios presuntivos de mendacidad,
incluso de carácter moral, en relación a la especulativa autoría del imputado colaborador
en hechos por los que no ha sido condenado y que no fueron objeto del proceso, lo que
sin duda, resta objetividad, claridad y seriedad al iter argumentativo propuesto en la
sentencia recurrida" (tomo XLV, folio 177.341); iv)- en el voto recurrido, se indica no ser
creíble que Lobo se haya confundido en cuanto al monto del dinero que dio en su primera
entrega al Presidente Rodríguez Echeverría, así como en su forma de pago, dado lo
excepcional que resultaba la circunstancia de pagar dinero proveniente de un delito a un
Presidente de la República; sin embargo, el ad quem no tomó en cuenta que según Lobo
y prueba documental en la que éste se apoyó, no fue esa la única vez que le dio al
Presidente dinero relacionado con el pago de dádivas, pues en otros periodos cercano a
la entrega de los $130.000 dólares, hizo muchas transferencias, de altas sumas de
dinero, que fueron a parar a las manos de Rodríguez Echeverría; lo anterior cuestionaría
las razones de excepcionalidad que el Tribunal de Apelación aduce como indicativa de la
imposibilidad de una simple confusión, en el sentido de que es razonable suponer que
Lobo Solera no era una persona que excepcionalmente se relacionaba con el Presidente
de la República para darle una suma de dinero proveniente de un delito, sino que se
trataba de una persona habituada a tratar con él, de tal forma que en muchas ocasiones
diferentes le dio altas sumas de dinero por concepto de dádivas; en esa tesitura, el
Tribunal de Apelación bien pudo concluir de que las diferencias de cantidad y modo de
pago referidas por Lobo Solera, en relación al tema de los $370.000 dólares obedecían
más que a una supuesta falta de sinceridad del imputado colaborador, en cuanto a la
existencia de la reunión previa con Miguel Ángel Rodríguez o respecto al tema de la
promesa previa, al simple hecho de tratarse de la incapacidad normal y ordinaria de una
persona para retener de modo fiel en la mente montos, cifras y modos de pago de
distintos tipos que mediaron entre Lobo y Rodríguez; sobre dichos pagos se hace un
repaso de su cantidad y características (tomo XLV, folios 177.342 a 177.345). Para la
fiscalía, de haber considerado el Tribunal de Apelación los diversos antecedentes de los
pagos que se citan, hubiera arribado a una conclusión distinta sobre las supuestas
incongruencias en el valor de las diferencias entre esos montos y modos de pago de la
primera transferencia de dádivas, de acuerdo a las versiones sucesivas dadas por Lobo
Solera. Como agravio señalan que el análisis probatorio hecho por el fallo impugnado,
ocasionó un perjuicio ilegítimo a las pretensiones punitivas del Ministerio Público, pues
por medio de ese procedimiento se sustituyó tanto la valoración de la prueba realizada
por el Tribunal de Juicio como el conjunto de hechos probados en su fallo, absolviéndose
a los encartados. Solicitan se declare con lugar el motivo incoado, se anule la resolución
recurrida y se disponga la reposición del procedimiento y resolución del ad quem para
que dicho órgano conozca de nuevo los recursos formulados conforme a derecho. Por
existir conexidad temática entre ambos alegatos, la Sala los conoce y resuelve de forma
conjunta. Los motivos son inadmisibles. Como se desprende de los reproches
formulados, el Ministerio Público renueva su intención de que, en esta sede y desde su
particular percepción, se realice una revaloración de la declaración del imputado
colaborador José Antonio Lobo Solera, como si se tratare de una instancia más dentro
del proceso penal, lo que resulta inadmisible conforme las competencias asignadas por
ley a esta Sala. Los petentes pretenden que se examine selectivamente una serie de
puntos que entresacan del análisis que plasma el Tribunal de Apelación, con relación a
la credibilidad del imputado colaborador y su reprochabilidad, para que se arribe a la
conclusión de que el ad quem incurrió en notorias violaciones a las reglas de la sana
crítica -concretamente de la psicología y la experiencia-. No obstante, pese al denodado
esfuerzo, no logran que se alcance ese objetivo. De folios 177.027 frente a 177.034 vuelto
(tomo XLIV), el fallo impugnado lleva a cabo un amplio análisis sobre los indicios que el
Tribunal de Juicio tomó en cuenta para estimar como creíble la declaración de Lobo
Solera, con relación a la promesa de dádiva que le fue cursada en relación con las
cuatrocientas mil líneas GSM, concluyendo que, por el contrario, la ponderación del a
quo vulneró las reglas de la sana crítica. Dentro de ese vasto campo ponderado por el
órgano de alzada, está el tema de las inconsistencias en que incurrió Lobo Solera
respecto a lo sucedido tras el primer envío de dinero por parte de Alcatel y la entrega de
$370.000 al encartado Rodríguez Echeverría, en su despacho y en efectivo, siendo que
en realidad, Lobo sólo le entregó en ese momento la suma de $225.000, diferencia que
atribuyó a una confusión involuntaria y por lo atribulado de los acontecimientos, y que de
esos $225.000, entregó a Rodríguez Echeverría en su despacho la suma de $130.000
distribuidos en: un certificado de $100.000 y 6 certificados por $5.000. Sobre este punto,
el Tribunal de Apelación señala que “…una cosa es tener por demostrado que ese
traslado de certificados tuvo lugar y otra distinta es tener por demostrado el concepto por
el cual este traslado ocurrió, extremo que solo puede ser acreditado a través del dicho de
Lobo Solera y en ese tanto, es medular que su relato sea verosímil. Se reitera, en cuanto
a la promesa de dádiva anterior y la intervención de Rodríguez Echeverría en la
aceptación de esa promesa, la única prueba que existe es el dicho de Lobo Solera (que
no es un testigo, sino un imputado cuya situación jurídica depende de lo que se resuelva
en este proceso), de ahí que cualquier inconsistencia que se aprecie en él deba ser
valorada con extremo cuidado. En ese contexto, llama la atención que este deponente
haya incurrido en “confusiones’ de nada despreciable envergadura como la ya apuntada,
pues no todos los días se entregan $370.000 dólares en efectivo procedentes de un
hecho criminal, al presidente de la República. Siempre en esta línea de ideas, llama la
atención cómo Lobo Solera, al ser cuestionado por los defensores de los encartados
sobre este y otros temas de importancia, manifestó no recordar.” (tomo XLIV, folio
177.031 frente). El fallo examina el hecho de que, por ser Lobo Solera la única prueba en
cuanto a que recibió la promesa por una dádiva anterior y que enlaza con el encartado
Rodríguez Echeverría en cuanto a haber aceptado esa promesa, era de suma
importancia valorar su declaración con la debida ponderación, de ahí que resalten la
citada inconsistencia; además, destacan que cuando Lobo Solera fue interrogado sobre
este y otros puntos de interés, manifestó no recordar más. En esa línea, se descarta que
exista una grosero error en el razonamiento del Tribunal de Apelación y deje sin sustento
la objeción planteada por los quejosos de que el ad quem no explica la esencialidad de
la referida discordancia -simple “detalle periférico”, como lo acusa la fiscalía-, en relación
con el tema fundamental de si existió o no la promesa previa por parte de la empresa
Alcatel que antecedió al pago, de ahí la conclusión del fallo y el manifiesto desacuerdo
del órgano requirente en su libelo casacional. Asimismo, la queja del por qué la sentencia
de apelación ponderó de modo desigual al imputado Guido Sibaja Fonseca y Miguel
Ángel Rodríguez Echeverría, respecto al conocimiento del carácter irregular de los
fondos, los petentes buscan que esta Cámara reexamine ambas deposiciones a partir de
un indicio del que, desde su perspectiva y en atención a sus intereses punitivos, es
posible interpretarlo válidamente, como si se tratare la casación de una instancia más. El
órgano de alzada realizó el ejercicio de supresión hipotética de la declaración de Lobo
Solera y examinó la participación de ambos coencartados, de acuerdo con los restantes
indicios probatorios que tienen vinculación directa con cada uno de ellos y que no
necesariamente son compartidos. Basta una lectura atenta de esos indicios que se
ponderaron para el caso del imputado Guido Sibaja Fonseca (folios 177.035 frente a
177.043 vuelto), y los bastanteados en cuanto a Rodríguez Echeverría (folios 177.053
frente a 177.060 vuelto), para darse cuenta que la exigencia de los interesados
significaría revalorar todo el arsenal probatorio que examinó de forma integral el Tribunal
de Apelación, lo que no es permitido en casación. Ello descarta la existencia de
vulneración alguna a las reglas de la sana crítica. Respecto a la queja de que dicho
Tribunal no emitió algún pronunciamiento en cuanto al contenido de la nota del 10 de
noviembre del 2000 -folio 11 de la prueba 396 y la prueba 74-, cabe advertir que no llevan
razón los quejosos. El fallo de alzada enlista las razones brindadas por el a quo por las
cuales estimó que la declaración de Lobo Solera era corroborada con otros elementos
probatorios. En lo que interesa, dentro del resumen que hace el fallo de apelación, se
menciona la nota a la que aluden los recurrentes, considerada por el Tribunal de Juicio
(tomo XLIV, punto l, folio 177.025 vuelto), indicando el órgano de alzada que, analizados
todos esos indicios -en cuenta la referida nota del 10 de noviembre del 2000-, el a
quo vulneró la sana crítica al afirmar que era creíble la declaración del imputado
colaborador, en cuanto a la promesa de dádiva que le fue cursada en relación con el
contrato de las referidas cuatrocientas mil líneas GSM (folio 177.027 frente). De seguido,
expone su razonamiento donde concluye que no es creíble el testimonio rendido por Lobo
Solera en cuanto a la existencia de la promesa de retribución económica que le fue
cursada anterior a la mencionada adjudicación, conclusión que se aborda desde múltiples
facetas que sustentan la motivación de fondo efectuada. Lo anterior permite entender que
la prueba que extrañan los petentes, sí fue ponderada de modo global y en conjunto con
los restantes elementos probatorios, aunque no se hiciera una referencia directa de su
contenido, excluyéndose la vulneración del principio de razón suficiente, pues el ad
quem hizo el examen íntegro del mérito probatorio, en relación con la declaración de Lobo
Solera. Por otra parte, los reclamantes señalan que el Tribunal de Apelación incurrió en
ausencia de una valoración conjunta de una serie de indicios que sí fueron ponderados
por el Tribunal de Juicio en su integridad. Si se examina con atención el contenido de
esta parte de la queja (tomo XLV, folios 177.310 a 177.313), en realidad los referidos
indicios forman parte del resumen que el órgano de alzada realiza, sobre las razones que
tuvo el a quo para considerar que el relato de Lobo Solera era verificable también por
otros elementos probatorios (tomo XLIV, folios 177.025 frente a 177.027 frente); es decir,
el fallo impugnado aborda esos elementos en forma conjunta y descartó la credibilidad
del relato del imputado colaborador. No puede soslayarse que la base fundamental del
reclamo del Ministerio Público está en la importancia de rescatar la credibilidad otorgada
al relato de Lobo Solera por parte del Tribunal de Juicio, extremo que resulta ser uno de
los puntos neurálgicos abordados por el Tribunal de Apelación desde diversos ángulos
entre los cuales está precisamente el que se consigna en el Considerando V, apartado 4
(tomo XLIV, folio 177.024 frente), para concluir que el testimonio de dicho imputado, no
puede considerarse una prueba suficiente para tener por demostrada la existencia de una
promesa de dádiva anterior, no existiendo además otros indicios que confirmen ese
extremo (tomo XLIV, folio 177.030 frente). Desde esa perspectiva, carece de relevancia
el reproche acusado de que el Tribunal de Apelación no analizó la coincidencia existente
entre la declaración de Lobo Solera, respecto a la cronología de las promesas previas de
dádiva y la aceptación instruida por parte de Rodríguez Echeverría, con los indicios que
la Fiscalía relata en su escrito, en tanto el ad quem cuestionó profundamente la
deposición que aquel brindó durante el debate, aparte de los cuestionamientos referidos
sobre el criterio de oportunidad que le fue dado. Asimismo, el propio Tribunal de
Apelación señaló que se pueden tener por demostrados esos otros indicios sin contar
con la declaración de Lobo Solera (ver tomo XLIV, folios 177.030 frente a 177.034 vuelto);
no obstante, vistos en su conjunto, tampoco permiten confirmar que la referida promesa
de dádiva ocurriera en los términos que explicó Lobo Solera. Con relación a los
veinticuatro extremos que citan en el escrito impugnatorio, el argumento presenta el
inconveniente de tener como punto central de comparación la versión dada en juicio por
Lobo Solera, aspecto que, como ya se ha indicado, fue ampliamente ponderado por el ad
quem, brindando amplias razones por las cuales se descarta su confiabilidad, además de
estimar que el razonamiento del a quo de tener por creíble la versión de aquel, es
contraria a la sana crítica, de acuerdo con el razonamiento de fondo que esgrimen en su
sentencia. Sobre el memorial presentado en la audiencia oral por la fiscalía donde reiteran
esos mismos veinticuatro elementos de juicio, se trata de un documento denominado
“Registro escrito de la exposición oral del Ministerio Público/Vista ICE-ALCATEL” que
aparece reseñado en la sentencia de Apelación (ver tomo XLIV, folios 177.033 frente a
177.034 frente). Sobre este aspecto, el fallo indica: “Para esta cámara, los indicios antes
mencionados en modo alguno permiten confirmar que la promesa de dádiva tuvo lugar
en los términos que describió Lobo Solera en el debate, menos todavía permite descartar
de manera categórica otras alternativas igualmente plausibles, que no fueron acusadas.
Y es que nadie ha puesto en tela de duda que los personeros de Alcatel estaban
insatisfechos con el trato que recibían de parte del ICE (debe recordarse que en el país
se usaban tecnologías cautivas y que, por eso, Alcatel no podía competir); que
denunciaron la situación y diseñaron una estrategia para corregirla, misma que pasaba
por acercarse a ciertas figuras públicas, contacto que efectivamente tuvo lugar y que se
demostró, tampoco era extraño. Del mismo modo, se acreditó que algunos funcionarios
públicos, lamentablemente, tenían la costumbre de recibir e incluso solicitar favores a las
empresas que tenían negocios con el ICE, y que esto sucedió desde antes de los hechos
aquí investigados. Tampoco se ha puesto en tela de duda que Lobo Solera haya
transferido fondos a Rodríguez Echeverría, o a personas físicas o jurídicas cercanas a él
(de hecho, hay abundante prueba documental que da cuenta de lo anterior), sin embargo,
de esto no se puede derivar, con certeza, que esos fondos hayan sido para cumplir una
promesa anterior, aceptada antes de la adjudicación, tal y como lo afirmó el Ministerio
Público. Esto tampoco se extrae del hecho de que a varios imputados se les entregasen
tiempo después de la adjudicación, sumas similares, en condiciones modales también
semejantes, lo anterior en tanto que, con el mismo panorama, otros escenarios son
igualmente plausibles, por ejemplo, que los dineros fuesen aceptados por esos
funcionarios públicos por un actos realizados y no por haber asumido el compromiso de
realizar actos futuros (lo que configuraría el delito de aceptación de dádivas por un acto
cumplido y descartaría el cohecho); que hayan sido esos funcionarios los que abusando
de su calidad o funciones, obligasen o indujesen la promesa o el pago del beneficio
patrimonial (concusión), lo que se añade, no sería de extrañar, ya que como veremos
más adelante, hubo funcionarios públicos que solicitaban ventajas económicas a las
empresas proveedoras, entre ellos el mismo Lobo Solera, quien reconoció haber hecho
“gestiones de cobro” ante Alcatel para que la pagase a Guardia Mora. Tampoco se puede
descartar que existiendo una promesa anterior al procedimiento concursal abreviado 1-
2001, su contenido fuese otro. Lo mismo cabe decir en cuanto a la actuación de Lobo
Solera y otros directivos en relación con el tema, pues ciertamente, no se demostró
ninguna irregularidad en el trámite del contrato de las 400.000 líneas (que, se reitera,
inició algún tiempo después del momento en que Lobo Solera ubicó la promesa de
dádiva, siendo que además, nació por haberlo dispuesto así la Contraloría General de la
República y no el ICE). Se insiste, el único deponente que dio cuenta de la promesa de
dádiva fue Lobo Solera, siendo que su testimonio, por las razones apuntadas antes,
además de ilícito, es poco confiable.” (tomo XLIV, folio 177.034 frente y vuelto). No es
cierto entonces que el órgano de alzada se limitara a enumerarlos y a reiterar “juicios
generales de descalificación” como lo aseveran los quejosos. Sencillamente
establecieron que dichos indicios no permiten acreditar que la promesa de dádiva ocurrió
en los términos narrados por Lobo Solera en el contradictorio, brindando su justificación
al respecto, lo que evidencia de nuevo la disconformidad manifiesta de los recurrentes
sobre el abordaje, análisis y resultados conclusivos a los que arribó el Tribunal de
Apelación en su sentencia, quien no parte de simples conjeturas en su motivación, como
lo arguyen los quejosos, sino de un análisis ponderado en forma íntegra de los elementos
aludidos por la Fiscalía, arribando a conclusiones que no benefician los intereses
punitivos del Ministerio Público. Con relación a la declaración de la testigo María Teresa
Unzurrunzaga de Haro, no es cierta la aparente ausencia de motivación del ad quem, de
no explicar el por qué asumió como verosímil el dicho de esa testigo, sobre el contenido
de un borrador de una declaración de Valverde Acosta donde alega haber recibido
solicitudes de Lobo y otras personas para pagar dádivas, si el mismo no se pudo
relacionar con ninguna manifestación concreta durante el debate por el imputado
Valverde Acosta, o incluso que la misma testigo María Teresa declaró que Valverde
Acosta le reconoció que hizo pagos a los imputados por iniciativa propia. El ad
quem aborda justamente dichos cuestionamientos, concluyendo que de la ponderación
de esa probanza y otras afines, se mantiene la duda en torno a si efectivamente se dio la
mencionada promesa de dádiva anterior a la adjudicación. En lo conducente, señalan:
“…es importante acotar que, si bien Valverde Acosta admitió ante María
José (sic) Unzurrunzaga de Haro haber pagado a funcionarios públicos, entre ellos ha
Guido Sibaja Fonseca, nunca admitió haber formulado una promesa previa a cambio de
que Alcatel obtuviese el contrato de las 400.000 líneas. Todo lo contrario, lo que describe
Unzurrunzaga de Haro es que, según un borrador de declaración remitido por Valverde
Acosta, este indicó que fueron Lobo Solera y otros funcionarios públicos quienes le
solicitaron los premios por haber ayudado en la apertura de licitaciones públicas en lugar
de contrataciones directas (f. 15.157 frente, tomo XXXI). Si bien es cierto que, según la
misma testigo, en la reunión celebrada Valverde Acosta no refirió esta circunstancia (cfr.
mismo folio), lo indicado en el mencionado borrador (que es introducido al debate
mediante el testimonio de Unzurrunzaga de Haro) abona a las dudas que tienen los
suscritos en cuanto a si la promesa de dádiva anterior a la adjudicación efectivamente
tuvo lugar.” (tomo XLIV, folio 177.041 frente). Lo anterior descarta la queja sobre la
referida ausencia de fundamentación que se reprocha en ese punto al órgano de alzada.
Baste agregar al conjunto de reparos que se exponen en el décimo motivo del recurso de
la fiscalía lo siguiente. Respecto al principio de libertad probatoria (art. 182 CPP), el fallo
impugnado es claro en indicar que ciertamente, no existe impedimento alguno para tener
por demostrado un hecho con base únicamente en la declaración brindada por el
imputado colaborador, si se basta a sí sola. Sin embargo, agregan que en el presente
asunto no se violenta dicho principio porque “…hay cuestionamientos de peso sobre el
relato suministrado y sobre su veracidad, que pese a los esfuerzos hechos por el órgano
requirente, no han podido ser eliminados.” (tomo XLIV, folio 177.030 frente), los cuales
son los que expone el fallo recurrido y sobre los que la Fiscalía muestra su evidente
desacuerdo, pretendiendo que en esta sede, se revalore dicha probanza de acuerdo con
los intereses de los recurrentes. Así las cosas, los reclamos apuntados no demuestran
vulneración alguna a las normas de la experiencia y la psicología por parte del Tribunal
de Apelación, de acuerdo con lo que se indica en esta sentencia. En consecuencia, por
las razones apuntadas, son inadmisibles los reproches de ambos motivos y, en todos sus
extremos, el recurso de casación formulado por la Fiscalía de Impugnaciones del
Ministerio Público.

Por tanto:

Por mayoría, se declaran inadmisibles los recursos de casación interpuestos por el


licenciado Juan Carlos Salas Castro y su defendido, el licenciado José Miguel Villalobos
Umaña, en su calidad de defensor particular de confianza de su defendido, así como la
impugnación formulada por la Fiscalía Adjunta de Impugnaciones del Ministerio Público.
El Magistrado Arroyo Gutiérrez salva el voto. Notifíquese.

Carlos Chinchilla S.

Jesús Ramírez Q. José Manuel Arroyo G.

Doris Arias M. Celso Gamboa S.

VOTO SALVADO DE MAGISTRADO ARROYO GUTIÉRREZ

El que suscribe, Magistrado José Manuel Arroyo Gutiérrez, con el debido respeto,
disiento del criterio de mayoría y salvo el voto, considerando que en la presente causa,
la Cámara de Casación no se encuentra legítimamente constituida y por tanto, no es
posible emitir criterio en relación con la admisibilidad de los motivos presentados por las
partes. Tal y como fue expuesto en la presentación de excusa (f. 177493-177502 del
tomo XLV), esta causa ya había sido conocida por la Cámara de Casación, con ocasión
del recurso de casación presentado en contra de la resolución 2012-2550 del Tribunal de
Apelación de Sentencia Penal del Segundo Circuito Judicial de San José, de las 13:00
horas, del 21 de diciembre de 2012. En aquella ocasión, mediante resolución de las 8:30
horas, del 11 de octubre de 2013, la totalidad de los entonces integrantes titulares de la
Cámara Casación, Magistrados Chinchilla Sandí, Ramírez Quirós, (ambos previamente
excusados) y quien suscribe el voto salvado, así como las Magistradas Pereira Villalobos
y Arias Madrigal, nos excusamos de conocer la causa, considerando que existía un
conocimiento previo del asunto susceptible de comprometer el principio de imparcialidad,
debido a que intervinimos en la resolución de la causa 04-005356-042-PE, seguida contra
Rafael Ángel Calderón Fournier y otros por el delito de Peculado, emitiendo
pronunciamiento acerca de la legalidad de la prueba conocida como “Prueba 588,
Asistencia Judicial de la República de Panamá Eliseo Vargas García”, elemento de
convicción que resultaba común con la presente causa 04-006835-0647-PE, prueba que
es nuevamente cuestionada a través del primer motivo del recurso de casación
interpuesto por el Defensor Público Juan Carlos Salas Castro y su defendido Eduardo
Fonseca García. En aquella oportunidad, no solo se reconoció la comunidad de
la “Prueba 588”, sino también la existencia de otros elementos comunes como la prueba
testimonial, los imputados y la cercanía espacio-temporal de los hechos de ambas
causas, fundamentando que: “De manera que como bien lo anota el ente fiscal, los
Magistrados que suscribimos esta resolución, hemos externado criterio con anterioridad
sobre el fondo de la causa, al reconocer que además de las pruebas documentales
mencionadas, en múltiples aspectos ambas causas presentan conexidad, al tratarse de
hechos acusados ocurridos en espacios temporales similares, que presentan como
denominadores comunes imputados y pruebas testimoniales, que necesariamente fueron
conocidos y valorados anteriormente en la resolución 499-2011, del expediente 04-
005356-0042-PE” (f. 17896 del tomo XLIII). Desde esta óptica, es necesario recordar que
la garantía de un juez imparcial, se encuentra reconocida no solo en la normativa procesal
penal, sino también en los tratados internacionales suscritos por Costa Rica, como la
Convención Interamericana de Derechos Humanos. Al respecto la citada norma supra
legal dispone en su numeral 8.1 que: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”. Fue
precisamente la violación al principio de imparcialidad, debido al conocimiento de la
causa en diversas oportunidades por la misma integración de la Cámara de Casación,
propició la condena del “Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica” emitida mediante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del 2 de julio de 2004. Entre las razones
expuestas por la Corte, se indicó que: “171. La Corte considera que el derecho a ser
juzgado por un juez o tribunal imparcial es una garantía fundamental del debido proceso.
Es decir, se debe garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como
juzgador cuente con la mayor objetividad para enfrentar el juicio. Esto permite a su vez,
que los tribunales inspiren la confianza necesaria a las partes en el caso, así como a los
ciudadanos en una sociedad democrática.172. Como ha quedado probado, en el proceso
penal contra el periodista Mauricio Herrera Ulloa se interpuso el recurso de casación en
dos oportunidades (supra párr. 95. r y 95. w). La Corte observa que los cuatro
magistrados titulares y el magistrado suplente que integraron la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia al decidir el 7 de mayo de 1999 el recurso de casación interpuesto
por el abogado del señor Félix Przedborski contra la sentencia absolutoria, fueron los
mismos que decidieron el 24 de enero de 2001 los recursos de casación interpuestos
contra la sentencia condenatoria por el abogado defensor del señor Mauricio Herrera
Ulloa y apoderado especial del periódico “La Nación”, y por los señores Herrera Ulloa y
Vargas Rohrmoser, respectivamente (supra párr. 95. y). 173. Cuando la Sala Tercera de
la Corte Suprema de Justicia resolvió el primer recurso de casación anuló la sentencia
casada y ordenó remitir el proceso al tribunal competente para su nueva sustanciación,
con base en que, inter alia, “la fundamentación de la sentencia no se presenta como
suficiente para descartar racionalmente la existencia de un dolo directo o eventual
(respecto a los delitos acusados)” (supra párr. 95. s). 174. Los Magistrados de la Sala
Tercera de la Corte Suprema de Justicia debieron abstenerse de conocer los dos
recursos de casación interpuestos contra la sentencia condenatoria de 12 de noviembre
de 1999 porque, considera esta Corte, que al resolver el recurso de casación contra la
sentencia absolutoria de 29 de mayo de 1998, los mismos magistrados habían analizado
parte del fondo, y no solo se pronunciaron sobre la forma. 175. Por las anteriores
consideraciones, la Corte concluye que los magistrados de la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia, al resolver los dos recursos de casación interpuestos contra la
sentencia condenatoria, no reunieron la exigencia de imparcialidad. En consecuencia, en
el presente caso el Estado violó el artículo 8.1 de la Convención Americana en relación
con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Mauricio Herrera Ulloa”. Lo anterior,
a pesar que en dicha ocasión se encontraba vigente el artículo 29 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial y la Cámara de Casación se integró para resolver los recursos de casación
con cuatro Magistrados Titulares y un Magistrado Suplente, lo cual evidencia la necesidad
de habilitar a éstos últimos, en los supuestos en que los primeros tengan la obligación de
excusarse. Asimismo, la CIDH ha manifestado que ante la duda sobre la imparcialidad
del juzgador, es necesario que éste se separe del conocimiento de la causa, indicando
en la sentencia del 22 de noviembre del 2005, en caso Palamara Tribarne vs. Chile
que “146. La imparcialidad del tribunal implica que sus integrantes no tengan un interés
directo, una posición tomada, una preferencia por alguna de las partes y que no se
encuentren involucrados en la controversia. 147. El juez o tribunal debe separarse de
una causa sometida a su conocimiento cuando exista algún motivo o duda que
vaya en desmedro de la integridad del tribunal como un órgano imparcial. En aras de
salvaguardar la administración de justicia se debe asegurar que el juez se encuentre libre
de todo prejuicio y que no exista temor alguno que ponga en duda el ejercicio de las
funciones jurisdiccionales” (subrayado no corresponde al original) . En este mismo
sentido, mediante resolución 2013-001579 de las 11:05 horas, del 29 de octubre de 2013,
la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia indicó que: " El principio de imparcialidad
como integrante del debido proceso, busca garantizar el dictado objetivo de cualquier
resolución o proceso sometido a conocimiento de los juzgadores; de manera que su
decisión sea producto del examen de los autos y en estricto apego al derecho,
transparente, pero en especial, confiable por emerger libre de prejuicios o ideas
preconcebidas respecto del caso […] Lo determinante bajo esta hipótesis (de un juez
contacto previo al proceso) es que con dicho acercamiento no haya expresado
conocimiento sobre el fondo del asunto (por ejemplo, aludiendo al tipo prueba, su
idoneidad, su contenido), o bien, no manifestara con carácter de certeza (opuesto a la
probabilidad) juicios o valoraciones que comprometen de forma abierta y directa su
posición, en muchas ocasiones violando la presunción de inocencia del imputado, antes
de ser juzgado, aún cuando sus argumentaciones se mantuvieran al margen del
señalamiento probatorio (por ejemplo, teniendo por cierta la existencia del delito, pero
especialmente, dando por sentada la responsabilidad de quienes figuran como
acusados)". Por otra parte, si se toma en consideración que desde el 15 de febrero de
2016, la Asamblea Legislativa ha omitido su deber constitucional de nombrar a los
Magistrados Suplentes de la Sala Tercera de la Corte Suprema, se puede concluir que el
inciso 2) de la Ley Orgánica del Poder Judicial no es aplicable al ca so concreto, toda vez
que para ello las causales de excusa y recusación deben concurrir tanto a los Magistrados
Titulares como a los Magistrados Suplentes, por lo que ante la ausencia del
nombramiento de estos últimos, no es posible aplicar la norma. En este orden de ideas,
el artículo 29 de la Ley Orgánica del Poder Judicial dispone que: “Cuando, por
impedimento, recusación, excusa u otro motivo, un servidor tenga que separarse del
conocimiento de un asunto determinado, su falta será suplida del modo siguiente: […] 2.-

Los Magistrados, por los suplentes llamados al efecto. Los miembros de los tribunales
colegiados se suplirán unos a otros y, en caso de que a todos o a la mayoría les cubra la
causal, por sus suplentes. Cuando la causal cubra a propietarios y suplentes, el caso
deberá ser conocido por los propietarios, no obstante la causal y sin responsabilidad
disciplinaria respecto de ellos” (subrayado no corresponde al original) . De la lectura de
la normativa tra nscrita, se desprende que para su aplicación es necesaria la
concurrencia de dos requisitos: a) que exista una causal de excusa y recusación; b) y que
la causal cubra tanto a Magistrados Titulares como a Magistrados Suplentes. Sin
embargo, en el caso que nos ocupa no está presente el segundo de los requisitos, por
cuanto las causales de excusa o recusación no cubren a los Magistrados Suplentes,
independientemente de la ausencia de su nombramiento por parte de la Asamblea
Legislativa. Finalmente, debe considerarse que por entrar en juego principios
constitucionales y convencionales, concretamente el deber de imparcialidad frente al
principio de justicia pronta y cumplida, de previo a la resolución de la causa se debió al
menos plantearse la consulta de constitucionalidad de conformidad con el artículo 102 de
la Ley de Jurisdicción Constitucional, lo cual fue rechazado por los demás integrantes de
esta Cámara. Por estas razones considerando que existe un vicio de carácter absoluto
en cuanto a la integración de la Sala, consecuente con la presentación de excusa referida
anteriormente y ante la necesidad de esperar el nombramiento de los Magistrados
Suplentes por la Asamblea Legislativa, salvo el voto y omito pronunciarme sobre la
admisibilidad de los motivos planteados por las partes.

José Manuel Arroyo G .

Dig.imp/ffm.-

Exp. N° 219-5/6-5-16

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