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Res: 2016-00862
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José, a las diez horas
y cinco minutos del diecinueve de agosto del dos mil dieciséis.
Vistos los recursos de casación, en causa seguida contra Guido Sibaja Fonseca y
otros , por los delitos de corrupción agravada en su modalidad de cohecho
impropio, enriquecimiento ilícito y penalidad del corruptor por corrupción agravada
en la modalidad de cohecho impropio, en perjuicio de los Deberes de la Función
Pública y el Instituto Costarricense de Electricidad ; y:
Considerando:
III. Recurso de casación que interponen el licenciado Juan Carlos Salas Castro y
su defendido, el imputado Eduardo Fonseca García (folios 177.194 a 177.199, tomo
XLV). La impugnación se sustenta de conformidad con los artículos 437, 438, 439, 447,
467, 468, 469, 471 y 474 del Código Procesal Penal (en adelante CPP).
Como primer motivo, reclama la causal de precedentes contradictorios en cuanto al
tema de la licitud o ilicitud en la obtención de la prueba documental Nº 588, que es copia
certificada de la Asistencia Judicial de la República de Panamá, enviada mediante notas
PGR-030-2004, de fecha 10 de setiembre de 2004 y Nº 316-DN-TALM-04, del 06 de
setiembre de 2004. Normativa lesionada: los numerales 24 de la Constitución Política,
175, 176, 178 inciso a), 468 inciso a), del CPP y artículo 29 de la Ley sobre Registro,
Secuestro y Examen de Documentos Privados e Intervención de las Comunicaciones.
Señala que el fallo recurrido advirtió que la citada contradicción, que pueda presentarse
entre lo indicado por los fallos Nº 2014-1847, de las 11:20 horas, del 21 de noviembre de
2014 (con integración de magistrados suplentes), y Nº 2011-00499, de las 11:45 horas,
del 11 de mayo de 2011 (con integración de sus titulares), ambos de la Sala de Casación
Penal, o bien, entre esta última y lo resuelto en alzada, es un problema que deberá
resolverse en casación. Indica el quejoso que el Tribunal de Apelación de Sentencia
Penal del Segundo Circuito Judicial de San José en su voto Nº 2015-1620, sigue el criterio
externado por esta Sala en el fallo Nº 2014-1847. Señala que dicha prueba fue utilizada
en dos casos judiciales distintos a saber, en la causa penal 04-005356-0042 PE, y en el
presente asunto, siendo que en este caso lo que existe es una copia certificada del
documento original que consta en aquella otra causa, por lo que, a su criterio, existe
identidad en el objeto del pronunciamiento, aunque con soluciones diferentes. A
continuación, el petente contrapone el contenido de los dos votos de esta Cámara donde
resalta las discrepancias en torno al tema de la prueba Nº 588. De acuerdo con lo que se
consigna en el voto Nº 2011-00499 -del cual cita un extracto-, en resumen, en dicho voto
y con integración de magistrados titulares, por mayoría, se decretó la nulidad de la prueba
recabada en Panamá por medio del Tratado de Asistencia Legal Mutua en Asuntos
Penales entre las Repúblicas de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y Panamá (por sus siglas, T.A.L.M.) y todos los elementos probatorios que de
ella dependen directamente, en razón de la inobservancia de las garantías
constitucionales y legales que rigen para poder solicitar su obtención conforme el
ordenamiento interno de nuestro país, indicándose que la autorización jurisdiccional “ no
es un mero formalismo, constituye el acto procesal que legitima, conforme al orden
interno, la intromisión dispuesta en la esfera privada de una persona, porque no es
función, ni facultad del Fiscal General, ni de los y las representantes del Ministerio
Público, requerir e imponerse de información confidencial de las personas, sin previa
autorización del Juez garante del respeto a los derechos fundamentales de los
ciudadanos sometidos a proceso. Así se concluye de lo estipulado en los artículos 24 de
la Constitución Política…”. Por su parte, en el fallo Nº 2014-1847, la Sala de Casación
Penal, con integración de magistrados y magistradas suplentes, expresamente indicó que
el criterio externado en el anterior voto no obligaba a esta nueva integración a mantenerla,
conforme los principios de independencia judicial e imparcialidad, discrepando “…sobre
la exigencia de una resolución previa de un órgano jurisdiccional costarricense o de un
aval del Juez Penal, anterior a la solicitud de la probanza realizada por la Procuraduría
General de la República costarricense como requisito de validez para acceder a la
información recabada en Panamá”. Señala el quejoso que el fallo del Tribunal de
Apelación de Sentencia mantiene y sigue el criterio que se contiene en la resolución Nº
2014-1847, el cual sostiene que la referida probanza “es lícita, según la Sala Tercera,
porque tratándose de prueba que se recabaría en Panamá al amparo del T.A.L.M., era
innecesaria una resolución de juez nacional que levantase el secreto bancario” (tomo
XLIV, folio 177.120 frente). Reitera que la resolución recurrida afirma la licitud de dicha
prueba “ porque así lo dijo la Sala Tercera” (f. 177.195 vuelto). Señala que el primer
fundamento contradictorio entre las resoluciones expuestas es si el aval jurisdiccional
constituye o no un mero formalismo o requisito de validez. Otro aspecto contradictorio es
si la exigencia de una autorización jurisdiccional en nuestro país es una violación de la
soberanía del país requerido, en este caso Panamá; para quienes sostienen que la
prueba 588 es lícita, Costa Rica no puede, sin lesionar la soberanía del país requerido,
emanar este aval jurisdiccional; quienes sostienen que dicha prueba se obtuvo de manera
ilícita, no existe tal lesión de soberanía. De seguido, exponen una serie de
consideraciones relacionadas con la naturaleza del aval jurisdiccional y la importancia de
contar con dicha autorización para imponerse de los datos personales que constan en
una cuenta bancaria, indicando que la existencia de restricciones no son un mero
formalismo, sino la garantía o salvaguarda del derecho a un ámbito de intimidad que debe
ser respetado; de lo contrario, este derecho pierde vigencia y efectiva tutela. Además,
señalan que nuestro país no siguió su propia normativa interna, de previo a que su
autoridad central comunicara la solicitud a las autoridades correspondientes de Panamá.
Indican que la importancia de la prueba documental 588 consiste en que de ella se derivó
directamente el conocimiento de una sociedad denominada Servicios Notariales QC y
sirvió de base exclusiva para solicitar el levantamiento del secreto bancario de sus
cuentas, de la que se extrajo la información de transferencias a diversas personas. Como
agravio, manifiestan que la condena del imputado Eduardo Fonseca García se sustentó
en prueba obtenida de forma ilícita, lesionando sus derechos. Suprimida hipotéticamente
la prueba 588 y las cuentas de Servicios Notariales QC, que de ella se derivan de forma
directa y exclusiva, es imposible establecer el depósito que se atribuye como configurador
de un ilícito penal. Solicitan se admita el presente alegato, se declare la ilicitud de la
obtención de la citada prueba y la que de esta se deriva y se absuelva al encartado
Fonseca García. Subsidiariamente, piden se ordene el reenvío para juzgar el fundamento
probatorio, previa exclusión de la prueba documental 588 ilícitamente obtenida y la que
de esta se deriva. El motivo es inadmisible. El reclamo que invoca el gestionante no
resulta admisible porque no cumple con los presupuestos exigidos por la normativa
procesal. El artículo 468 inciso a) del CPP señala uno de los motivos por los cuales se
puede fundar el recurso de casación: "Cuando se alegue la existencia de precedentes
contradictorios dictados por los tribunales de apelación de sentencia, o de estos con
precedentes de la Sala de Casación Penal." En pronunciamientos reiterados esta Sala
ha indicado los alcances de lo que debe entenderse por precedentes contradictorios y la
posibilidad de alegar en esta sede lo estipulado en el ordinal 468 inciso a) de cita. En lo
que interesa para la resolución de admisibilidad del presente reclamo, no puede obviarse
bajo ningún pretexto que, de acuerdo con lo consignado en esa norma, únicamente es
posible invocar la causal indicada cuando se reclamen “precedentes contradictorios
dictados por los tribunales de apelación de sentencia, o de estos con precedentes
de la Sala de Casación Penal”, siempre que se trate de asuntos en los que se aplicó
como aspecto central del fallo, el tema jurídico que se estime resuelto de forma contraria
por la sentencia del Tribunal de Apelación que se impugna; de lo contrario, no estaríamos
ante la existencia de precedentes contradictorios (Resolución Nº 2013-1676, 14:33 horas,
del 14 de noviembre de 2013). De una lectura sencilla del citado numeral que autoriza
dicha causal, se aprecia que la ley no incluye el supuesto de jurisprudencia
contradictoria entre resoluciones de la misma Sala de Casación Penal. El jurista Javier
Llobet Rodríguez, al comentar el inciso a) del artículo 468 de cita, señala que: “No se
establece como causal de casación la contradicción entre los precedentes de la propia
Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia. Tampoco las contradicciones entre las
diversas Salas de la Corte” (LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado,
San José, Editorial Jurídica Continental, 5º edición, 2012. Pág. 706). Atendiendo
expresamente lo que señala la norma procesal invocada y considerando la anterior
reflexión doctrinal, yerra la defensa en invocar en esta sede la existencia de precedentes
contradictorios entre fallos dictados por esta Cámara, en este caso con diversa
integración. Aunque formalmente pareciera que el recurrente busca contraponer el fallo
de Apelación recurrido a lo resuelto por el voto Nº 2011-00499 de esta Sala, en realidad
toda su argumentación va dirigida a confrontar el criterio externado por la Sala de
Casación Penal en sus dos resoluciones, en torno al tema de la ilicitud o licitud en el
procedimiento seguido para obtener la prueba denominada Nº 588. Así expresamente lo
señala el libelo impugnatorio cuando indica que el fondo de la contradicción existe entre
los votos 2011-00499 de las 11:45 horas, del 11 de mayo de 2011 y Nº 2014-1847, de
las 11:20 horas, del 21 de noviembre de 2014, sobre la ilicitud en la obtención de la
prueba documental. A partir de esa indicación es que el quejoso realiza una amplia
exposición de lo que sostienen las resoluciones de esta Sala en lo referente a ese
extremo. En relación con el voto del Tribunal de alzada, el petente se limita a señalar que
los juzgadores de segunda instancia siguen el criterio sostenido por el fallo Nº 2014-1847
porque así lo dijo esta Cámara es decir, por una cuestión de jerarquía, y no porque hayan
decidido resolver sobre la prueba Nº 588 y manifestaran su posición. Al examinar el fallo
impugnado, vemos que dicha instancia afirma incluso que la divergencia sobre el extremo
de la prueba Nº 588 ocurre precisamente “entre las sentencias antes referidas” (tomo
XLIV, folio 176.985) es decir, entre los pronunciamientos de la Sala de Casación Penal,
siendo que su posición no es otra que la de “…examinar los reclamos que formulan las
partes a partir de lo decidido por la Sala en el caso concreto, a saber, que la prueba Nº
588 es lícita” (ibídem; el subrayado no es del original). La anterior posición se entiende
aún más si observamos cuáles son los extremos o aspectos que el fallo Nº 2014-1847
ordenó se conocieran en el reenvío ante Apelación (resolver las impugnaciones que se
enumeran a folios 176.983 vuelto y 176.984 frente). Dicha Cámara admite que, en esas
condiciones, “no se está ante la disyuntiva de aceptar o no los criterios vertidos por la
Sala Tercera, sino ante el deber de respetar los límites que ese órgano jurisdiccional
estableció para el reenvío a segunda instancia, entiéndase, ante el deber de acatar
las decisiones que tomó con carácter preclusivo y declarativo, y que por ende, este
tribunal de apelación no puede obviar ni revertir” (folio 176.984 vuelto, el resaltado y
subrayado no son del original). En otras palabras, el fallo de Apelación acepta que los
límites del reenvío son definidos por el órgano revisor que lo ordena, circunscribiéndose
en definitiva a resolver las impugnaciones conforme los lineamientos expuestos en el
citado voto casacional, de ahí que el tema de la legalidad de la obtención de la prueba
documental Nº 588 fue abordado y decidido por la Sala de Casación Penal, al conocer y
resolver el recurso de casación planteado por el Ministerio Público, contra el anterior fallo
dictado por el Tribunal de Apelación, con integración diversa (ver tomo XLIII,
Considerando V, folios 176.433 a 176.448). En esa tesitura, acorde con la normativa
procesal que autoriza invocar la causal de precedentes contradictorios, el recurrente lo
que hace es contraponer lo que esta Sala refirió -en distintos votos y con diversa
integración-, sobre el procedimiento a seguir en la recolección de prueba en el extranjero.
Ello implica que lo contrapuesto son fallos de la misma Sala, supuesto que no fue
contemplado o regulado por el legislador. En consecuencia, no es posible acoger el
reclamo, declarándose inadmisible este motivo.
IV. Como segundo reproche, alega violación al debido proceso, por vulneración del
derecho de defensa, al existir una falta de correlación entre acusación y sentencia. Luego
de citar como normativa lesionada los artículos 8.2.b de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, 39 de la Constitución Política, 1, 2, 12, y 365 del CPP, indica el libelo
impugnatorio que en el presente asunto, la pieza acusatoria atribuye al imputado Eduardo
Fonseca García, la comisión de tres acciones típicas distintas del delito de
Enriquecimiento Ilícito. Sin embargo, por no contener dicha acusación una adecuada
imputación de esas acciones, el Tribunal de Apelación de Sentencia avaló que se trataba
de una sola acción, para tener por configurados los elementos del tipo penal en una sola
imputación. En el presente caso, en el hecho 201 de la acusación, se indica que el
encartado Edgar Valverde y el indiciado Christian Sapsizian, ambos representantes de la
empresa Alcatel, le presentaron al endilgado Eduardo Fonseca García, en consideración
al cargo desempeñado, una dádiva consistente en dinero, el cual aceptó el ofrecimiento
mientras permanecía en el ejercicio de su cargo de funcionario público, propiamente de
Subjefe de la Dirección del Departamento de Comunicación del I.C.E., situación que le
generó un enriquecimiento ilícito. Para quienes recurren, en esta descripción no se
concreta ninguna dádiva, tampoco se informa sobre el monto ofrecido, modo, lugar ni
tiempo, siendo a su criterio, imposible de subsumir este hecho en un tipo penal. En
el hecho 203 de la acusación se establece: “Sin precisar fecha, pero después del 10 de
diciembre de 2001 y antes del 10 de enero de 2002, Valverde y Sapsizian le presentaron
al imputado Eduardo Fonseca García una dádiva consistente en los certificados de
inversión N°s 22400200037170, 2240020037189, 2240020037200 y 2240020037219,
todos emitidos al portador el 10 de diciembre de 2001, con fecha de vencimiento el 11 de
enero de 2002, del Banco Cuscatlán de Costa Rica, cada uno por diez mil dólares
($10.000), para un total de cincuenta mil dólares ($50.000) y sus cupones de intereses
por ciento ochenta y dos dólares con noventa y cinco centavos ($182.95)”. Dicha
descripción, para el recurrente, no imputa que la presentación de estos certificados haya
sido en consideración a su cargo u oficio, aspecto esencial para tener por acreditado el
delito de Enriquecimiento Ilícito. Además, no se indica lugar donde se hizo el ofrecimiento;
tampoco el motivo o su razón. Por su parte, el hecho 208 acusa: “S in precisar fecha,
pero entre el 2 de julio de 2002 y el 5 de agosto de ese mismo año, Valverde Acosta y
Christian Sapsizian presentaron al imputado Eduardo Fonseca García una dádiva
consistente en los certificados de inversión al portador del Banco Cuscatlán de Costa
Rica N° 2240020046137, 2240020046153, 2240020046161 por el monto respectivo de
diez mil dólares ($10.000), cinco mil dólares ($5.000) y cinco mil dólares ($5.000) y sus
correspondientes cupones de intereses por la suma total de $53.17.” Señala que en esta
otra imputación, tampoco se indica que la presentación de estos certificados haya sido
en consideración de su cargo, aspecto que estima esencial para tener por acreditado un
delito de Enriquecimiento Ilícito, omitiéndose también, al igual que en los anteriores
puntos, el lugar donde se hizo el ofrecimiento y la razón por la que se realizó. Finalmente,
el último ilícito atribuido a Fonseca García en el hecho 210 , la acusación expresa
textualmente lo siguiente: “Sin precisar fecha, pero entre el 17 de diciembre de 2002 y el
21 de enero de 2003, los corruptores Valverde Acosta y Christian Sapsizian, presentaron
al imputado Eduardo Fonseca García una tercera dádiva consistente en los certificados
de inversión al portador del Banco Cuscatlán de Costa Rica N° 2240020056264,
2240020056272, 2240020056280 y 2240020056299 cada uno por el monto de diez mil
dólares ($10.000) para un total de cuarenta mil dólares ($40.000) y sus respectivos
cupones de interés para un total de $100.80., que fue aceptada por el imputado Fonseca
García y la dispuso de la siguiente manera:..” (La reproducción es literal, folio 177.198
vuelto). En cuanto a este punto, el impugnante indica que no se atribuye el elemento
esencial del tipo penal de Enriquecimiento Ilícito; tampoco señala que la presentación de
estos certificados haya sido con ocasión de su cargo y, al igual que los anteriores, no se
indica donde se efectuó el ofrecimiento y su razón de ser. Sobre el particular, en el fallo
que se impugna, se estableció que “la modificación que realizó el tribunal de mérito, en
el sentido de señalar que este imputado admitió una única dádiva -y que por ende cometió
un único delito- efectivamente le resultó más favorable.” (folio 177.080 vuelto, tomo XLV),
es decir, que para el Tribunal de Apelación de Sentencia, según los interesados, sí hubo
una “modificación fáctica”, aceptada conforme a derecho, porque considera que le
favoreció al imputado, conclusión de la cual se discrepa en el recurso por lo siguiente: si
con la descripción que realiza la pieza acusatoria no fue posible imputar ningún delito de
Enriquecimiento Ilícito, no se comprende como la modificación aludida puede
considerarse una situación más favorable para el encartado. A continuación, se plantean
dos escenarios a considerar: 1)- en el primero, la descripción de la acusación, sin la
modificación y, 2)- la descripción de los hechos, con la modificación. Con relación al
primer escenario, se indica que falta una correcta imputación, pues no se describe ilícito
alguno; en consecuencia, debería arribarse a una sentencia absolutoria; en el segundo
caso, con la modificación fáctica, se puede condenar al imputado por un delito de
Enriquecimiento Ilícito. Concluye la defensa indicando que “…la modificación sí
constituyó un cambio en perjuicio del imputado” (folio 177.199 frente, tomo XLV),
contraviniendo lo preceptuado en el numeral 365 del CPP, cuando indica que la sentencia
no podrá tener por acreditados otros hechos, salvo cuando favorezcan al imputado. Como
agravio, señalan que la reforma fáctica de la pieza fiscal incriminadora, avalada por el
Tribunal de Apelación de Sentencia, perjudica los intereses de Fonseca García, pues en
lugar de dictarse una sentencia absolutoria, se dicta una que lo condena. Piden se admita
y declare con lugar el presente motivo y se absuelva al imputado por ausencia de una
adecuada imputación de los cargos atribuidos. Solicita se les conceda una audiencia oral
para exponer sus alegatos, de conformidad con el artículo 472 del Código adjetivo. El
reproche no resulta admisible. El impugnante incurre en el error de omitir la referencia
de un aspecto fundamental y es el hecho de que este mismo reclamo fue planteado con
anterioridad en Casación. Así se desprende de los folios 177.067 vuelto a 177.070 del
fallo impugnado, donde se indica que como “tercer motivo por la forma”, la defensa alegó
lesión al principio de correlación entre acusación y sentencia, al cuestionar que el Tribunal
de Juicio modificó las acciones acusadas al imputado Eduardo Fonseca García, al tener
como hechos probados acciones que, a su entender, no le fueron imputadas a su
defendido. Expresamente alude que los hechos descritos en la pieza fiscal acusatoria
correspondientes a los hechos 201, 203, 208 y 210 presentan problemas respecto a la
descripción de los tipos penales endilgados, indicando también, entre otros aspectos, que
el Ministerio Público no describió que la presentación de dádivas haya sido en
consideración al cargo desempeñado. Sobre el particular, como bien lo expone el
Tribunal de Apelación en el Considerando VIII de la resolución impugnada, la Sala de
Casación Penal resolvió dichos reclamos, concluyendo tres aspectos a saber: a)- la
inexistencia de un quebranto al principio de correlación entre acusación y sentencia; b)-
la no aplicación errónea del antiguo artículo 346 inciso 3) del Código Penal al caso
particular; y, 3)- que la pieza fiscal acusatoria sí contempla todos los elementos del tipo
penal del Enriquecimiento Ilícito (tomo XLIV, folio 177.070 vuelto). A continuación, cita
textualmente lo resuelto por la Sala en el fallo Nº 2014-1487, en lo atinente a la queja
interpuesta por la defensa del acusado Fonseca García (ver folios 170.070 vuelto a
177.080 frente). En síntesis, dicho voto de casación indica de modo diáfano la
inexistencia del vicio de falta de correlación entre acusación y sentencia alegado por la
defensa, respecto al delito de Enriquecimiento Ilícito atribuido al justiciable Fonseca
García. En dicha exposición se abordan idénticas aristas que de nuevo se replantean en
esta sede sin nuevos argumentos. Incluso en el voto de esta Sala que cita el fallo de
alzada, se hace ver claramente que la descripción de los hechos probados cuestionada
por la defensa, sobre los ilícitos que inicialmente le fueron atribuidos por el órgano
acusador, “…benefició al encartado Fonseca García, ya que la acusación presentada
inicialmente por el Ministerio Público, le atribuyó la comisión de tres delitos de
Enriquecimiento Ilícito, mientras que el Tribunal de Juicio, haciendo uso de las potestades
contempladas en el artículo 365 del Código Procesal Penal, recalificó la conducta a un
único delito de Enriquecimiento Ilícito, realizado en tres tractos.” (tomo XLIV, folio 177.079
vuelto). Con relación a la respuesta brindada por el voto casacional a las objeciones
planteadas por la defensa del acusado Fonseca García, el Tribunal de Apelación realiza
un recuento de lo resuelto en esta sede. En lo que interesa indicó: “Como se observa, los
cuestionamientos del defensor de Fonseca García fueron dilucidados por la Sala Tercera
al conocer el recurso formulado por el Ministerio Público contra la resolución emitida por
este despacho (con otra integración), en la cual, a su vez, se habían declarado con lugar
los reclamos formulados por el licenciado Flores Fallas en esta fase procesal (apelación
de sentencia). El órgano de casación, en última instancia, concluyó que la acusación no
era omisa en cuanto a la descripción de los elementos del tipo penal del enriquecimiento
ilícito; que el cambio efectuado por el tribunal de juicio, a saber, tener por demostrado
que la retribución económica fue pagada en tres tractos, no solo no lesionó el derecho de
defensa de Fonseca García sino que -al contrario- lo favoreció, ya que se le condenó por
un único delito de enriquecimiento ilícito; y finalmente, que la aplicación de la norma
sustantiva (art. 346 inciso 3) del Código Penal) había sido correcta. Hablamos de
decisiones que esta cámara debe respetar al efectuar el reenvío ordenado y que en todo
caso, consideramos correctas, ya que en efecto, de la lectura integral de la acusación se
extrae que Eduardo Fonseca García admitió las tres dádivas antes mencionadas con
ocasión y durante el desempeño de su cargo, elementos que, justamente, integran el tipo
penal del enriquecimiento ilícito. Nótese que en el hecho número 201 se contempló una
descripción genérica de la conducta atribuida a Fonseca García. En concreto, se afirma
que a él le presentaron una dádiva en consideración a su cargo público de subjefe de la
Dirección del Departamento de Conmutación del ICE, y que la admitió mientras
permanecía en el ejercicio del mismo (f. 14.491 frente, tomo XXX). Este tribunal de
apelación afirma que es una descripción genérica pues en este punto de la imputación
no se alude a los montos admitidos por el justiciable, no siendo hasta después,
específicamente en los hechos números 203, 208 y 210, donde se abordó ese extremo.
Basta con leer los hechos ya citados de forma integral para concluir que el número 201
también forma parte de ellos, complementándolos. Por esta misma razón, bien pudo
concluir el a quo que a Fonseca García se le atribuyeron tres delitos independientes de
enriquecimiento ilícito y no solo uno, como finalmente lo concluyó, sin que el Ministerio
Público recurriese el punto. En consecuencia con lo anterior, la modificación que realizó
el tribunal de mérito, en el sentido de señalar que este imputado admitió una única dádiva
-y que por ende cometió un único delito- efectivamente le resultó más favorable. Por otra
parte, es importante reiterar que el enriquecimiento ilícito es un tipo penal genérico o
residual frente a figuras más complejas. A diferencia de lo que sucede con otros tipos
penales, donde se prevé como elemento subjetivo adicional al dolo, un propósito
especifico que guía al funcionario público al recibir la dádiva o la promesa de esta y que
es el mismo que dirige la actuación de quien, de manera convergente, presenta la
retribución o la promete (p. ej., la aceptación de dádivas por un acto cumplido, en relación
con la penalidad del corruptor), en el tipo penal del enriquecimiento ilícito el legislador
contempló la simple admisión de retribuciones económicas que fueron presentadas u
ofrecidas al funcionario público en consideración a su oficio y durante el ejercicio del
cargo que motivó esa presentación u ofrecimiento, sin que sea necesario demostrar,
porque no lo demanda el tipo penal, esa finalidad adicional que complementa el dolo. A
modo de ejemplo, para sancionar el enriquecimiento ilícito no es necesario demostrar que
la dádiva se recibió como retribución por un acto cumplido por el funcionario público y sin
que hubiese promesa anterior, propósito que sí se prevé como un elemento
especializante, en el tipo penal de aceptación de dádivas por un acto cumplido. Por eso,
no le asiste razón al defensor al sostener que para que se configure este delito es
indispensable que se hayan demostrado o bien, descartado de forma categórica, los
elementos subjetivos que enlista y que son propios de tipos penales tienen una relación
de género a especie con el enriquecimiento ilícito, donde este último es la norma genérica
o residual, elementos que además, cabe decir, no fueron imputados en relación con
Fonseca García. Por todo lo anterior, se declaran sin lugar los reproches.” (folio 177.080
frente y vuelto). El único extremo que la defensa reprocha al fallo de alzada radica en
aseverar, desde su perspectiva, que la “modificación fáctica” aceptada conforme a
derecho, le fue favorable a los intereses del justiciable, pues al final de cuentas, sólo fue
condenado por un solo delito de Enriquecimiento Ilícito y no por los tres originalmente
endilgados. Sin embargo, atendiendo al fragmento anteriormente citado, el quejoso parte
del error de asumir que existió una modificación del cuadro acusado y que ello fue
aceptado por el Tribunal de alzada, cuando lo cierto es que el ad quem evidencia que no
existió una alteración de los hechos que fueron atribuidos al justiciable; además, omite la
defensa indicar que la referencia sobre el beneficio a favor del encartado no es una
expresión que se le puede achacar originalmente al tribunal de segunda instancia; se
trata de una reiteración de lo que el mismo voto casacional consignó en su respuesta, al
resaltar el Tribunal de Apelación que el cambio operado por el Tribunal de Juicio en su
sentencia, favoreció al encartado al encontrársele culpable por un único delito de
Enriquecimiento Ilícito, en razón de que la retribución económica fue pagada en tres
tractos, circunstancia que no lesionó en modo alguno, el derecho de defensa del
justiciable. Bajo este orden de ideas, la técnica impugnaticia utilizada por el recurrente,
pretende variar la naturaleza del recurso de casación, reiterando ante esta Cámara,
argumentos que ya habían sido formulados y rechazados previamente. Conviene indicar
que el recurso de casación es un medio extraordinario dentro del proceso, cuyo objeto
de conocimiento se encuentra limitado a los supuestos de ley; en esa línea se comprende
que la competencia de esta Sala no se concibe como una tercera instancia. Valga aclarar
que no existe impedimento alguno en volver a plantear los mismos reproches que se
formularon en apelación, ahora en casación, siempre y cuando se reclamen con
argumentos novedosos, pues precisamente el objeto del recurso es diverso, en razón de
que se dirige por disposición del legislador, contra la sentencia dictada por los tribunales
de apelación de sentencia. Así las cosas, el reclamo ya fue resuelto ampliamente en su
oportunidad por la Sala de Casación Penal en el voto Nº 2014-1847, tal y como lo indica
el fallo de Apelación, siendo inexistente el agravio formulado por el defensor del acusado.
Por lo expuesto, resulta patente que el recurso de casación incoado no cumple con los
requisitos exigidos por los artículos 467, 468, 469 y 471 del Código Procesal Penal. En
consecuencia, se declara inadmisible la impugnación formulada por el licenciado Juan
Carlos Salas Castro y su defendido el acusado Eduardo Fonseca García.
IX. Cuarto motivo : Errónea aplicación del artículo 22 inciso b) y 23 del CPP, por
existir una equívoca valoración en el otorgamiento del criterio de oportunidad, en
relación con el artículo 347 del Código Penal (folios 177.232-177.242). En este
reproche, el Ministerio Público parte de la premisa hipotética -contrario al criterio que
sostienen-, de que esta Sala admita la posición genérica de que los órganos
jurisdiccionales puedan controlar la oportunidad y conveniencia de perseguir o no al
imputado colaborador, o de permitirle que ejerza como tal en un proceso contra otros
endilgados, conforme a un criterio de reprochabilidad distinto al establecido por la Fiscalía
General. En ese tanto estiman que aún partiendo de dicho supuesto, consideran que la
decisión asumida por el Tribunal de Apelación de declarar ilegítima la aceptación del
criterio de oportunidad a favor de Lobo Solera, no es congruente con las competencias
que se le otorgan en los artículos 22 y 23 del CPP, y tomando también en consideración,
la lesión al bien jurídico tutelado en el tipo penal involucrado en este asunto a saber, el
del artículo 347 del Código Penal. En el caso particular, indican los quejosos que el
Tribunal de Apelación concluyó que no era posible haber otorgado el criterio de
oportunidad a favor de Lobo Solera porque las conductas que le fueron imputadas, no
eran menos reprochables que las atribuidas a los acusados Miguel Ángel Rodríguez
Echeverría, Edgar Valverde Acosta y Alfonso Guardia Mora. Con relación a Rodríguez
Echeverría, el ad quem interpretó en forma errónea el concepto de reprochabilidad que
contiene el artículo 22 del Código adjetivo, al señalar que no se tomó en cuenta que Lobo
era un funcionario proclive a la recepción de ventajas económicas irregulares; porque se
dejó la mayor parte de las dádivas y, además, incumplió los porcentajes de repartición
designados por Rodríguez, siendo que la diferencia existente entre el cargo que ocupaba
Rodríguez Echeverría con relación al que tenía Lobo Solera, es el único argumento que
utilizó la sentencia del Tribunal de Juicio para afirmar que la conducta atribuida al primero,
es más reprochable que todas aquellas que ejecutó el imputado colaborador. Semejante
posición no la comparten los recurrentes, amparados en el concepto de reproche que
menciona el artículo 22 inciso b) del CPP, con relación al delito de cohecho impropio
contenido en el numeral 347 del Código Penal. Señalan que el concepto “menor
reprochabilidad” se aborda desde la noción de culpabilidad con que se actuó, tal y como
lo establece el voto Nº 12090-2009 de las 14:40 horas, del 31 de julio de 2009 de la Sala
Constitucional del que citan un extracto, donde se indica que quien colabora debe
merecer un juicio de reproche o de culpabilidad menor que el autor principal respecto del
cual presta la colaboración, lo que no puede determinarse a priori, sino necesariamente
debe evaluarse en cada caso concreto. Quienes recurren, opinan que solamente se
puede entender ésta en relación al hecho específico acusado y al tipo penal aplicable.
Indican que el Órgano de alzada se equivoca en su razonamiento al considerar ilegal el
criterio de oportunidad partiendo de que la actuación de Lobo Solera es más reprochable
que la actuación del acusado Rodríguez Echeverría, al atender a circunstancias
totalmente ajenas a la lesión al bien jurídico tutelado del delito de cohecho impropio en
su modalidad de corrupción agravada (en virtud del otorgamiento del contrato de las 400
mil líneas celulares del ICE a la empresa Alcatel), pues se limitaron en forma equivocada
al análisis del valor económico de las dádivas recibidas por Lobo, en relación con las que
recibió Rodríguez Echeverría en este caso, o por el modo empleado por Lobo para
incumplir, posterior al delito, los porcentajes de repartición de las dádivas que le impuso
Rodríguez. Señalan que el concepto culpabilidad normativa que impera en nuestro
sistema jurídico penal, obliga al operador del mismo a apreciar las circunstancias que
rodean al agente al momento del hecho -la conducta específica atribuida-, y al tipo penal
aplicable, para requerir con mayor o menor severidad una acción ajustada a derecho.
Acorde con lo anterior, aducen que “…no es posible hacer el juicio comparativo de
reproche haciendo referencia a aspectos ajenos a la lesión al bien jurídico concreto ( que
es la probidad en la función pública y no el patrimonio, de donde deriva que el monto
percibido por los agentes no era un elemento determinante del reproche), y tampoco es
posible hacerlo conforme a incumplimientos o infidelidades del pacto criminal posteriores
a la lesión concreta al bien jurídico (de donde deriva que el incumplimiento de porcentaje
en la repartición de las dádivas, que tiene que ver con la lealtad entre los miembros del
grupo delictivo, tampoco resulta relevante para fijar el reproche)-. El yerro dicho es de no
poca relevancia en este caso, en el tanto que esos elementos accidentales se usan para
obviar, ocultar, invisibilizar y escamotear otros temas notorios y de mayor envergadura,
tal como la evidente disparidad de jerarquía y de posibilidades de control de los coautores
involucrados dentro del aparato de poder ( en este caso la Administración Pública Central
y descentralizada costarricense) que fue específicamente utilizado por Lobo y Rodríguez
para la comisión del delito…” (tomo XLV, folio 177.236). Citan como ejemplo que Lobo
Solera fungió como director del ICE -designado por el Consejo de Gobierno dirigido por
Rodríguez Echeverría- y subordinado de éste en casa Presidencial, quien sostuvo que
requería del “padrinazgo” de Rodríguez para efectuar la operación ilícita sin riesgo
alguno, siendo que la situación de éste último era muy diversa, por ostentar la posición
de Presidente de la República, cuyo deber de observar sus obligaciones de probidad y
de determinarse conforme a ellos, resultaban mayores que los exigibles a Lobo Solera.
Señalan que según la dinámica planteada en la acusación, era Rodríguez quien tenía la
posibilidad de abortar desde el principio la actividad ilegal propuesta por Alcatel, en
atención a la posición de jerarquía que tenía en el aparato de poder, adoptando una serie
de medidas al respecto en razón de la pérdida de confianza por la propuesta indicada,
según lo autoriza el art. 26 inciso f) de la Ley General de la Administración Pública.
Asimismo, el fallo impugnado tomó en cuenta para atribuirle una mayor reprochabilidad
a Lobo Solera, su supuesta participación en actividades ilícitas ajenas a aquellas en las
que el imputado colaborador había participado y compartido su actuación con los otros
coencausados, obviándose que deben apreciarse las circunstancias que rodean al
agente al momento del hecho en los cuales este colaborador participa, y comparte con
los acusados de la causa particular, para sopesar si la acción merece una mayor o menor
severidad en el reproche. Lo anterior conlleva, según los impugnantes, que cuanto más
exigible sea para una persona adecuar su conducta al ordenamiento, más reprochable
sería entonces su comportamiento ilícito, y por tanto, merecedor de una mayor sanción.
Otro yerro del voto de Apelación fue el indicar que la Jueza Penal estaba en la obligación
de comprobar si la conducta de Lobo Solera -la cual se encontraba circunscrita dentro de
los hechos por los cuales iba a prestar colaboración con la investigación-, era menos
reprochable que la conducta de los restantes imputados, contra quienes declaraba. Los
recurrentes afirman que la Juzgadora no tenía que entrar a valorar la reprochabilidad de
Lobo Solera con respecto a hechos distintos e independientes de los acusados,
circunstancia que los motiva a formular su queja en esta sede, en razón de la ilegítima
fundamentación del tribunal de alzada, al considerar hechos independientes al cuadro
fáctico acusado, que utilizan como argumento para “sospechar” que el imputado
colaborador Lobo Solera recibió dádivas no relacionadas con el contrato de las 400 mil
líneas telefónicas GSM, y así estimar que su conducta era más reprochable que las
endilgadas a Rodríguez Echeverría, Valverde Acosta y Guardia Mora. De esta manera, a
criterio de los petentes, el Tribunal de Apelación desconoce “que la prueba como tal sólo
existe a partir del debate, y si el imputado en declaraciones ante el Ministerio Público se
refirió a éstas, no lo hizo así en el debate, donde el Tribunal de Juicio le advirtió que
debía limitarse a declarar sobre los hechos acusados…” (tomo XLV, folio 177.239).
Para el Ministerio Público, lo más grave del fallo impugnado estriba en que se limitaron a
analizar ex ante, la propensión del imputado colaborador de recibir dádivas, pero
omitieron dicho análisis en el caso del imputado Rodríguez Echeverría, en relación con
los hechos acusados 323 y siguientes (específicamente, citan el hecho acusado número
332, ver folio 177.241, tomo XLV, en relación con el folio 14.516, tomo XXX); en cuanto
al imputado Alfonso Guardia Mora, se obvió lo indicado en el hecho 254 de la acusación;
tampoco se analiza que Edgar Valverde Acosta, según la acusación, entregó dinero a
funcionarios públicos como representante de Alcatel y a su persona y al encartado Luis
Adrián Quirós la suma aproximada de quince millones de dólares, lo anterior, si se
considera el parámetro económico que se utilizó para descartar a Lobo Solera por
estimarse que fue el que más recibió, siendo que Edgar Valverde y Luis Adrián Quirós
Carmona fueron quienes más recibieron ilícitamente de Alcatel. En definitiva, los
recurrentes estiman que “No estamos ante un análisis para determinar QUIEN ES MAS
REPROCHABLE (análisis que al parecer aplicando incorrectamente el artículo 22 inciso
b) realiza el tribunal de apelación), sino que en virtud del citado artículo, determinar frente
al hecho acusado que ACCION es más reprochable, de conformidad con una
interpretación correcta del artículo 22 inciso b) del Código Penal” (tomo XLV, folios
177.241 y 177.242). El agravio consiste en que el fallo impugnado revocó ilegalmente lo
resuelto por el Tribunal de Juicio sobre el criterio de oportunidad admitido a favor de Lobo
Solera, porque hizo uso de una errónea aplicación de lo preceptuado en el numeral 22
inciso b) del Código adjetivo, absolviéndose por duda a los imputados, estimando el
Ministerio Público que la declaración anulada resultaba decisiva para demostrar los
extremos de su acusación. Adicionan que la decisión asumida por el ad quem provocó
un grave perjuicio a sus intereses, pues a pesar de haberse acreditado una actividad
ilícita dirigida por Edgar Valverde Acosta y Luis Adrián Quirós Carmona en aras de
favorecer ilícitamente a funcionarios públicos, la razón o motivo no se acredita si se
declara ilegítimo el criterio de oportunidad y con ello la declaración del imputado
colaborador Lobo Solera, haciendo nugatoria la pretensión punitiva que en forma legítima
sostiene el ente acusador. Piden se acoja el motivo incoado, se anule el fallo impugnado
y se ordene su correcta interpretación conforme a derecho, manteniendo la sentencia
condenatoria ordenada por el a quo contra los imputados, o bien que se disponga el
reenvío para que emita un nuevo pronunciamiento. El alegato es inadmisible. En primer
lugar, el Ministerio Público parte de la premisa falsa de atribuirle a esta Sala la tesis de
que los órganos jurisdiccionales pueden “controlar la oportunidad y conveniencia de
perseguir o no al imputado colaborador”, o incluso de “permitirle actuar como imputado
colaborador”, conforme a “un criterio de reprochabilidad distinto al generado a partir de
las políticas de persecución de la Fiscalía General”; no es cierto que dicha posición sea
sostenida por esta Cámara, como parecen entenderlo los quejosos, a quienes se remite
a lo ya expuesto en el Considerando VII de esta resolución, para no reiterar lo ya
explicado al respecto. Aclarado lo anterior, tenemos que en este cuarto motivo los
recurrentes realizan una lectura sesgada del razonamiento de fondo del Tribunal de
Apelación. En el apartado V, punto 3) (tomo XLIV, folios 177.016 a 177.024) el fallo
impugnado aborda lo relativo al reproche que cabe atribuir a las conductas imputadas a
Lobo Solera, en comparación con las de otros coencartados. Al explicar por qué las
conductas imputadas a Lobo Solera no pueden considerarse menos reprochables que
aquellas cuya persecución penal facilitaba con su declaración, el ad quem ponderó los
siguientes aspectos: 1)- la existencia de elementos que hacían presumir que Lobo Solera
era un funcionario público proclive a la recepción de ventajas económicas irregulares; 2)-
Lobo Solera, en su calidad de funcionario público y específicamente, por su condición de
miembro directivo del ICE fue quien obtuvo las mayores ventajas económicas irregulares
de la trama criminal, asociada con el tema de las cuatrocientas mil líneas telefónicas; 3)-
antes de los hechos investigados, Lobo Solera había recibido otras sumas de dinero, lo
que hace presumir que había cometido varios hechos criminales, unos relacionados con
el tema de las cuatrocientas mil líneas y otros tantos ajenos a este, de una naturaleza
similar en apariencia: recepción de dádivas en su condición de funcionario público.
Respecto al grado de reprochabilidad valorado a Lobo Solera, el fallo señala que “…es
imposible desconocer cómo este, a pesar de tener la obligación de desempeñar su cargo
con probidad, abusó de su posición de poder como miembro del consejo director del ICE,
para obtener beneficios económicos a costa de distintos proveedores de la citada
institución autónoma.” (tomo XLIV, folio 177.017 vuelto). Con relación al caso del
imputado Miguel Ángel Rodríguez, el órgano de segunda instancia ponderó, entre otros,
los siguientes elementos para dimensionar el grado de reprochabilidad atribuible a Lobo
Solera: i)- la conducta imputada a Rodríguez Echeverría (haber instigado a Lobo Solera
para aceptar la promesa de dádiva que le fue cursada por Valverde Acosta y Sapsizian,
y luego, haber recibido el dinero que le trasladó el imputado colaborador, con el objetivo
de cumplir lo prometido), es aislada respecto a las conductas reiteradas de Lobo Solera
de aceptar varias retribuciones económicas pagadas por empresas y personas
particulares con las que tenía contacto en razón de su cargo, como Directivo del
ICE; ii)- diferencia entre el cargo que ocupaba Rodríguez Echeverría con relación al que
desempeñaba Lobo Solera, como único argumento que invoca la sentencia del Tribunal
de Juicio para afirmar que la conducta imputada al primero, es más reprochable que todas
aquellas que fueron ejecutadas por el segundo; iii)- que fue Lobo y no Rodríguez
Echeverría quien, según el mismo voto de mayoría, asumió la autoría del hecho criminal
y quien más ventajas económicas irregulares obtuvo; iv)- la actuación de Rodríguez
Echeverría no fue tan decisiva; el mismo Lobo no tuvo reparo alguno para desconocer la
repartición de las ganancias irregulares pactadas entre ellos; v)- la condición de superior
jerárquico de Rodríguez Echeverría sobre Lobo Solera no tuvo mayor importancia, toda
vez que éste último no tuvo inconveniente alguno para negarse a entregar a Rodríguez
el porcentaje de las ganancias que habían acordado, por considerar injusta la división de
los montos porcentuales a repartir; vi)- el a quo consideró más reprochables las
conductas de Valverde Acosta y Guardia Mora con el argumento de que fueron estos los
promotores de la ejecución del delito (tuvieron la iniciativa de buscar al imputado
colaborador); sin embargo, en el caso de Rodríguez Echeverría desconoce este
razonamiento, al concluir que si bien fue Lobo Solera quien decidió trasladar la propuesta
ilícita a Rodríguez Echeverría, esto no hace su conducta más reprochable toda vez que
actuó así por confianza y apoyo que recibía del entonces Presidente de la República.
Sobre lo anterior, el fallo señala: “…el único argumento que se expuso es el ya reseñado,
a saber, la consideración de que Rodríguez Echeverría era presidente de la República y
superior jerárquico de Lobo Solera, sin reparar en varias cuestiones que ya han sido
mencionadas, específicamente, que Lobo Solera también era funcionario público, que
había hecho de la recepción de dádivas un hábito; que frente a las múltiples conductas
criminales que podían atribuírsele, a Rodríguez Echeverría solo se le imputaba el haber
sido partícipe de un delito en el que Lobo Solera figuraba como autor y, finalmente, que
la retribución económica que obtuvo el colaborador con ocasión de las 400.000 líneas fue
la más importante de todas, siendo que las recibidas por otros hechos también fueron
cuantiosas. Por todo esto, no se puede estimar que la conducta de instigación atribuida
a Rodríguez Echeverría, cuya persecución penal se facilitaba con la declaración de Lobo
Solera, fuese más reprochable que las atribuidas a este.” (tomo XLIV, folio 177.019
frente). Más adelante, también refirió: “Así las cosas, si bien es cierto que Rodríguez
Echeverría era para el momento de los hechos el funcionario público de mayor rango,
esta sola circunstancia no permite justificar la decisión de garantizar impunidad a Lobo
Solera, ya que los hechos en relación con los cuales se prescinde de la persecución penal
(y que incluyen aquel con respecto al cual se afirma que Rodríguez Echeverría es el
instigador y Lobo Solera el autor instigado), contrario a lo que apunta el a quo, merecen
un mayor reproche que la conducta que se pretende perseguir. No aceptarlo así, también
lleva a entender que el reproche, en lugar de depender de la gravedad del hecho y la
personalidad del participe, responde en exclusiva a las características personales del
sujeto activo y, tratándose de funcionarios públicos, al cargo desempeñado, de forma tal
que al margen de las conductas efectivamente efectuadas, a mayor jerarquía siempre
será mayor el reproche.” (tomo XLIV, folio 177.024 frente). Asimismo, la sentencia
impugnada explica la importancia de tener presente los hechos que se pretendían
dilucidar con la declaración de Lobo Solera al igual que el tipo penal, a efectos de
dimensionar los alcances de la reprochabilidad atribuible al imputado colaborador.
Expuestas las anteriores reflexiones, es infundada la aseveración del Ministerio Público
de que el Tribunal de Apelación consideró circunstancias totalmente ajenas a la lesión al
bien jurídico tutelado del tipo penal aplicable a los hechos acusados, que limitara su
análisis al valor económico de las dádivas recibidas por Lobo Solera, o que éste
incumpliera los porcentajes de repartición de las dádivas, como lo refiere el libelo
impugna torio (tomo XLV, folio 177.235). El fallo que se recurre tuvo en cuenta la
gravedad del hecho específico acusado al igual que la naturaleza del ilícito atribuido a
Lobo Solera el cual, en su carácter de funcionario público y específicamente como
Directivo del ICE, contrario al deber de probidad que le incumbía por ser funcionario
público, se valió de dicho cargo para recibir las retribuciones económicas que describe la
sentencia impugnada. Además, al comparar su conducta con la atribuida propiamente a
Rodríguez Echeverría, el ad quem sostiene que, al final de cuentas, la naturaleza
jerárquica de dicho coencartado no resultó ser tan decisiva como inicialmente se quiso
ver, pues Lobo Solera no tuvo reparo alguno en disponer la variación del monto
porcentual que debía repartirse con Rodríguez Echeverría; aparte de que se trató de una
conducta aislada, cuando se confronta con la atribuida a Lobo Solera en la que figura
como autor, de recibir diversas retribuciones económicas ilícitas, en definitiva, también
como funcionario público. Los elementos ponderados por la Cámara de alzada descartan
su intención de “obviar”, “ocultar”, “invisibilizar” y “escamotear” los temas que extrañan
los quejosos, pues como se constata, el Tribunal de Apelación consideró por ejemplo, la
disparidad de jerarquía y el hecho de ser el coencausado Rodríguez Echeverría el
Presidente en ejercicio de entonces. En esa tesitura, los impugnantes no demuestran que
el órgano de alzada interpretara de forma incorrecta el concepto de reprochabilidad. El
alegato planteado presenta entonces discordancia con los presupuestos de admisibilidad
contemplados en los artículos 469 y 471 del CPP, debido a que se reclaman aspectos
vinculados al mérito de los fundamentos a partir del replanteamiento de valores
probatorios, específicamente, que se reexamine el valor que el órgano de segunda
instancia otorgó a la declaración de José Antonio Lobo Solera y la dimensión de la
reprochabilidad por la conducta atribuida, al insistir en que se pondere de nuevo la
posición de autoridad que ostentaba Rodríguez Echeverría sobre Lobo Solera, la
intención de asumir su “padrinazgo” y su deber de observar la probidad en el ejercicio de
sus funciones, al igual que la dinámica señalada en la acusación brindando sus propias
reflexiones de cómo es que debe visualizarse la misma, desde la óptica del ente
acusador; asimismo, que se replantee el tema de la supuesta participación de Lobo
Solera en actividades ilícitas que catalogan de “ajenas”, tema que ya fue abordado en
anteriores considerandos de esta sentencia cuando se analizó lo relativo a “otros hechos”
que fueron tomados en cuenta dentro de la negociación del criterio de oportunidad pero
que, sin explicación alguna para el Tribunal de Apelación, no fueron incluidos
expresamente dentro de la solicitud formulada ante la Jueza Penal, que conoció y resolvió
la petitoria fiscal; al igual que la exigencia solicitada a esta Cámara de que se haga un
ejercicio también ex ante del cuadro fáctico con relación al imputado Rodríguez
Echeverría; múltiples aristas por las cuales los recurrentes pretenden que se realice de
nuevo un reexamen del contenido de las diversas probanzas receptadas en el
contradictorio, quienes en realidad no logran sustentar una errónea aplicación de normas
procesales sino más bien, una disconformidad con la decisión argumentada por el
Tribunal de Apelación al resolver los recursos de apelación. Por las razones anteriores
se declara inadmisible la queja incoada, por incumplir con los requisitos formales de ley.
XI. Sexto motivo : errónea aplicación de los artículos 22 inciso b y 23 del CPP
(177.254-177.260). El Tribunal de Apelación señaló falta de fundamentación de la
resolución que dispuso el criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera,
porque la resolución que dictó la Jueza Penal donde suspendió provisionalmente la
persecución contra el imputado colaborador, nunca se pronunció acerca de por qué las
conductas atribuibles a dicho imputado eran o no menos reprochables que las atribuidas
a Edgar Valverde Acosta, Alfonso Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría,
que justificara la concurrencia de los requisitos contenidos en el art. 22 inciso b) del CPP.
En apariencia, la juzgadora estimó que dicho extremo era ajeno al control jurisdiccional.
Posteriormente, el ad quem reconoció que el examen acerca del reproche se hizo por
primera vez en la sentencia del Tribunal de Juicio, pero considerándose únicamente los
hechos que se encontraban descritos en la documentación elaborada con ocasión del
convenio que se realizó, omitiéndose aquellas conductas que, a criterio del Órgano de
alzada, se acordó “de facto” no perseguirlas penalmente (los recurrentes entienden que
se refiere a los $63.083 entregados por Alfonso Guardia; $110.000 pagados por Cibertec-
Telec; $29.833 pagados por Empaques Asépticos y $56.000 relacionados con el Proyecto
La Joya etc.), situación que, a juicio del Tribunal de Apelación, invalidaba el criterio de
oportunidad. Por esas dos situaciones, indican, se declararon que ambas decisiones son
ineficaces, dándose una errónea aplicación de los artículos citados. En primer término,
los quejosos aclaran que no debe confundirse la resolución que dispone la suspensión
temporal de la persecución contra el imputado colaborador -que dicta el Juez Penal de la
etapa Preparatoria-, con la resolución que finalmente autoriza en forma definitiva la
aplicación del criterio de oportunidad por colaboración. El Ministerio Público interpreta
que los efectos del convenio que se suscribe con el imputado colaborador son de carácter
provisional, sujetos incluso a la corroboración que posteriormente el Tribunal de Juicio
realice en el debate, en el sentido de que la acción del imputado colaborador resulte
menos reprochable que la del resto de los acusados, luego de inmediarse la prueba,
criterio que apoyan en el voto 2002-6808, de las 14:46 horas, del 10 de julio de 2002, de
la Sala Constitucional del cual citan un extracto. En esa tesitura, no existiría el supuesto
vicio de fundamentación que se le atribuye a la resolución de la Jueza Penal -no haberse
pronunciado sobre el carácter de menor o mayor reprochabilidad del imputado
colaborador-, pues lo que hizo fue suspender temporalmente la persecución a Lobo
Solera, siendo que de existir dicho yerro, el mismo habría sido subsanado formalmente
por él a quo cuando efectuó el debate y se pronunció sobre el extremo en cuestión; en
ese sentido, consideran que la mera suspensión de la persecución penal no incidió sobre
el derecho de los acusados a cuestionar la menor o mayor reprochabilidad del
colaborador, pues estuvo sujeta al control jurisdiccional; consecuentemente, no existió
agravio alguno que declarar. Además, agregan que resulta también erróneo que el
Tribunal de Apelación asumiera que, para graduar la reprochabilidad del imputado
colaborador, conforme lo refiere el art. 22 inc. b del CPP, era pertinente que se analizaran
hechos ajenos a los que son propiamente objeto del proceso en el que el imputado
colaborador participó como tal, o incluso por hechos que ni siquiera han sido acusados o
juzgados, criterio que apoyan en lo externado por el Magistrado Fernando Cruz Castro
en el voto Nº 2002-6808, de la Sala Constitucional, quien señala que no es posible
rechazar el criterio de oportunidad con base en apreciaciones y especulaciones sobre el
resultado de acciones penales que no se han ejercido o sobre hechos ajenos a la
acusación y el acuerdo. Asumir la tesis del órgano de alzada significaría, para los
impugnantes, tornar inaplicable en la práctica el criterio de oportunidad. Indican que los
“otros hechos” a los que se hace referencia, “no eran objeto de investigación en esta
causa por parte del Ministerio Público. El criterio de oportunidad únicamente se pactó por
la compra de las 400 mil líneas celulares dentro del caso ICE-ALCATEL. Cuando se pidió
el criterio de oportunidad se especificaron los hechos por los cuales se pedía la
suspensión de la acción penal a favor de Lobo Solera y el Juzgado Penal especificó en
su resolución sobre cuáles hechos versaría el criterio de oportunidad. El simple hecho de
que las fiscales del caso en algunos medios utilizaron la palabra “todos”, no tiene ninguna
trascendencia.” (tomo XLV, folio 177.258). Señalan que el alcance del criterio de
oportunidad se limita a los hechos descritos en la resolución del Juzgado Penal que
admitió su aplicación para el caso concreto y no aquellos otros actos de corrupción que
hubieran sido mencionados por Lobo Solera, pues los que interesan son los vinculados
específicamente con su participación dentro del ofrecimiento y recepción de dádivas a
funcionarios del ICE para la adjudicación de las 400 mil líneas a Alcatel, conducta por la
cual fue solicitada la suspensión de la acción penal, y no “otros delitos” que no guardan
relación alguna con aquellos por los que se solicitó el criterio de oportunidad. Como
agravio, indican que la interpretación errónea del Tribunal de Apelación, de exigir que la
resolución de suspensión temporal de la persecución del imputado colaborador definiera
especulativamente lo referente a la reprochabilidad, con independencia del resultado del
debate, y que su ausencia invalidaba la declaración de Lobo Solera, perjudicó los
intereses punitivos del ente acusador, al privársele de uno de los elementos de convicción
importantes para sustentar la responsabilidad penal de los acusados. Además, porque
se adicionó por parte del ad quem al reproche de los hechos acusados vinculados con
Lobo Solera, la comisión de delitos que nunca se discutieron; tampoco se acusaron ni
fueron conocidos en debate. Solicitan se declare con lugar el reclamo y se anule la
sentencia recurrida y se disponga la reposición del procedimiento y resolución del fallo
de segunda instancia para que dicho órgano, con distinta integración, conozca de los
recursos formulados, a partir de una correcta interpretación de los artículos 22 y 23 del
CPP. El motivo es inadmisible . No existe una errónea aplicación de los artículos 22
inciso b y 23 del CPP, como lo señala la queja incoada. En primer lugar, los recurrentes
no están cuestionando directamente las razones que expone el Tribunal de Apelación
para concluir que existe falta de fundamentación de la resolución jurisdiccional que
dispuso el criterio de oportunidad a favor de José Antonio Lobo Solera, sino el hecho de
que, por tratarse de una decisión que suspende provisionalmente la persecución penal,
queda sujeta a la corroboración posterior que se efectuaría en el juicio, lo que excluye
cualquier vicio de falta de pronunciamiento del Juez Penal, en relación a la menor
reprochabilidad del imputado colaborador. Como se indicó en el Considerando VII de esta
sentencia, al resolver lo concerniente al segundo motivo del recurso de casación del
Ministerio Público, como lo señala el fallo de apelación, es obligación del Juez Penal
realizar, en forma motivada, el respectivo control jurisdiccional de todos los requisitos de
legalidad contenidos en el artículo 22 inciso b, del CPP, para la admisión y aprobación
de la solicitud sobre la aplicación del criterio de oportunidad que formula el ente acusador.
En el apartado V, punto 2), el fallo de apelación examinó el criterio de oportunidad
planteado a favor de Lobo Solera y los vicios encontrados en su tramitación y resolución
que lo autorizó (folios 177.009 vuelto a 177.016 frente). Entre otros yerros, destaca la
ausencia de fundamentación en la resolución dictada por la Jueza Penal que acogió la
petición fiscal acerca de si las conductas atribuidas a Lobo Solera, eran o no menos
reprochables que las imputadas a Edgar Valverde Acosta, Christian Sapsizian, Alfonso
Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, extremo que, como se dijo
anteriormente, no lo cuestiona el libelo impugnatorio. Lo que sí cuestionan directamente
los quejosos es la conclusión del órgano de alzada de que la jueza penal que aplicó el
criterio de oportunidad, “…no contó con toda la información necesaria para resolver. En
realidad, las conductas que pueden imputarse a Lobo Solera y de cuya persecución penal
se prescindió, fueron más que las referidas por el Ministerio Público al solicitar el criterio
de oportunidad” (tomo XLIV, folio 177.011 frente), extremo que fue abordado al resolver
el motivo tercero del recurso de casación del Ministerio Público (ver Considerando VIII).
El Tribunal de Apelación sopesó que el órgano acusador negoció “de facto”, una serie de
hechos que, por razones desconocidas para el ad quem, no fueron incluidos en la
solicitud fiscal ante la autoridad de la etapa intermedia. No se trata de eventos ajenos a
la participación de Lobo Solera en la organización criminal como lo entiende el Ministerio
Público sino de hechos que, según el ad quem, sí fueron contemplados en la negociación
pactada entre el órgano requirente y el imputado colaborador, pero que inexplicablemente
fueron omitidos de forma expresa en la solicitud formulada ante la autoridad juzgadora
de la etapa preliminar; consecuentemente, la Jueza Penal que resolvió la petitoria fiscal,
no contó con la posibilidad de examinar esos otros hechos, a fin de graduar la menor
reprochabilidad que se le endilgaba a Lobo Solera. Es por ello que el Tribunal de
Apelación considera que lo resuelto en dicha instancia carece de fundamentación, no
solo en cuanto omitió referir razones fundadas para determinar, en grado de probabilidad,
que la conducta atribuida a Lobo Solera era de menor reprochabilidad que los hechos
punibles cuya persecución facilita -su carácter provisional no excluye la obligación de
realizar el respectivo control de verificación de los parámetros previstos en el artículo 22
del CPP -, sino además, el que desconociera esas otras conductas que, a su
juicio, estaban comprendidas dentro del criterio de oportunidad, el cual abarcaba no solo
los hechos relacionados con la contratación de las cuatrocientas mil líneas, sino aquellos
hechos conocidos en la causa Nº 08-000032-0615-PE, que en principio fueron
enumerados en la solicitud de desestimación de la fiscalía, respecto a la denuncia
planteada por Miguel Ángel Rodríguez Echeverría contra el entonces Fiscal General de
la República Francisco Dall’anese Ruiz. Para los petentes, la falacia del Tribunal de
Apelaciones queda desenmascarada al sostener que esos “otros hechos” no eran objeto
de investigación en la presente causa por el Ministerio Público, insistiendo en que el
criterio de oportunidad “…únicamente se pactó por la compra de las 400 mil líneas
celulares dentro del caso ICE-ALCATEL. Cuando se pidió el criterio de oportunidad se
especificaron los hechos por los cuales se pedía la suspensión de la acción penal a favor
de Lobo Solera y el Juzgado Penal especificó en su resolución sobre cuáles hechos
versaría el criterio de oportunidad.” (tomo XLV, folio 177.258). No obstante, el fallo
impugnado contradice la anterior aseveración al examinar que, de la misma solicitud de
desestimación que formuló la licenciada Maribel Bustillo Piedra, de la Fiscalía, dicha
profesional señaló en forma categórica que el criterio de oportunidad comprendía no solo
los hechos relacionados con la contratación de las cuatrocientas mil líneas, sino también
aquellos hechos conocidos en el expediente N° 02-000032-0615-PE, “…los que, en
principio, enumeró en la solicitud de desestimación, aclarando que eran parte de la misma
investigación y que Lobo Solera fue indagado en relación con ellos.” (tomo XLIV, folio
177.013 frente). El órgano de alzada también fustiga la aseveración del a quo, quien
afirmó que los hechos sometidos al criterio de oportunidad son únicamente los
relacionados con la adjudicación de aquellas cuatrocientas mil líneas de telefonía móvil,
pues estaban comprendidos en el fundamento fáctico de la solicitud fiscal de aplicación
y en la respectiva resolución jurisdiccional que lo aprobó. Sobre el particular, el fallo de
alzada dijo: “Para los suscritos, la tesis del voto de mayoría, en el sentido de que lo
trascendente es lo expuesto en el acuerdo y no lo que haya sucedido al margen de él,
supondría admitir que el Ministerio Público puede manejar un doble discurso en materia
de negociaciones, uno del que se deja constancia dentro del proceso y con base en el
cual se examina el cumplimiento de los requisitos legales para la aplicación de la figura
jurídica, y otro ajeno al control jurisdiccional, donde sencillamente se puede prescindir de
perseguir ciertos hechos a cambio de colaboración. Se trata de una postura que es
inadmisible en términos constitucionales, pues -como ya se explicó- en razón del principio
de legalidad que rige nuestro sistema, el Ministerio Público está obligado a ejercer la
acción penal, deber que solo puede ser excepcionado en los casos señalados
taxativamente por el legislador y bajo control jurisdiccional. Y este control solo se puede
efectuar cuando el órgano requirente, al solicitar la aplicación de un criterio de
oportunidad, de forma objetiva y transparente contempla todos los hechos comprendidos
en el convenio, sin omitir información medular. Solamente así la autoridad jurisdiccional
puede determinar si la conducta del imputado colaborador, de cuya persecución penal se
prescinde, es menos reprochable que la de los imputados que son afectados con el
criterio.” (tomo XLIV, folio 177.015 frente). En consecuencia, no existe el yerro que se
reclama de errónea aplicación de los artículos 22 y 23 del CPP, al expresar el ad quem las
razones por las cuales acreditó que la resolución de la jueza penal era ayuna de
fundamentación en cuanto a la valoración sobre la reprochabilidad o no del imputado
colaborador, y la circunstancia de no haber contado con todos los hechos comprendidos
en el convenio suscrito entre el Ministerio Público y el imputado colaborador, pero que no
fueron incluidos expresamente dentro del escrito presentado ante dicha autoridad. En
síntesis, los reproches del reclamo muestran la existencia de un desacuerdo por parte de
los quejosos de lo resuelto por el Tribunal de Apelación, sin evidenciar yerro alguno en
su razonamiento sobre el tema sometido a crítica en esta sede, siendo inadmisible este
reclamo, por no ajustarse a los requerimientos de ley.
XII. Sétimo motivo : falta de fundamentación con inobservancia de los artículos 142
y 184 del CPP, en relación al momento y forma en que se debe resolver, analizar y
fundamentar la existencia de la menor reprochabilidad de los actos del imputado
colaborador (folios 177.260-177.266). El escrito impugnatorio reclama que, además de
lo ya indicado en el anterior reparo, el fallo de Apelación determinó que el examen del
grado de reprochabilidad del imputado colaborador, en relación con la reprochabilidad de
los demás coimputados, debía valorarse en forma retrospectiva al momento en que se
autorizó el criterio de oportunidad, “pues asegura que así lo indica el citado art. 22 inciso
b del CPP” (tomo XLV, folio 177.261), lo que permitió al ad quem concluir que la conducta
de Lobo Solera era menos reprochable que la del resto de los acusados. Luego de citarse
el texto del fallo de Apelación que contiene dicha aseveración (ver tomo XLV, folios
177.261 y 177.262), los quejosos reprochan que el mismo no señala cuál es la oración o
frase del inciso b del art. 22 del CPP que justifica derivar semejante conclusión. En
segundo lugar, refieren que no es cierto que dicha norma señale que se debe retrotraer
la valoración de la reprochabilidad al momento en que se emitió la resolución que dispuso
la suspensión de la persecución penal del colaborador. A partir de lo que dijo el
Magistrado Fernando Cruz Castro en el voto Nº 2002-6808 ya citado, indican que no es
posible rechazar el criterio de oportunidad con fundamento en una valoración anticipada
-ex ante-, de la prueba, lo que permite comprender el por qué el art. 23 del Código adjetivo
deja precisamente en suspenso la extinción de la acción penal, pues será hasta finalizar
el debate que se podrá establecer si la colaboración del imputado puede estimarse como
legalmente aceptable y decisiva. Otra de las razones por las cuales consideran que el
fallo de alzada es infundado en cuanto a este punto, es por la contradicción en que
incurre: por un lado, el Tribunal de Apelación cuestiona que se debieron considerar
hechos que no formaron parte de la pieza acusatoria ni fueron sometidos a discusión en
el debate que Lobo Solera declaró como colaborador; tampoco fueron expresamente
señalados como parte del marco fáctico en la resolución que suspendió la acción penal
contra aquel, cuyo conocimiento vino a ser incluido en la fase recursiva cuando se admitió
el expediente 08-000032-0615-PE, contra Francisco Dall’anese Ruiz, por Incumplimiento
de Deberes; y por otro, asevera que conforme al art. 22 inciso b del CPP, el grado de
reproche del imputado colaborador debe valorarse en forma retrospectiva con relación al
momento en que se autorizó el criterio de oportunidad. Para los gestionantes, “… la
contradicción es manifiesta y permite establecer que el Ad Quem integró su interpretación
del art. 22 inciso b del CPP con un sesgo de confirmación, en el que lo que importaba al
final era desacreditar la posición del Ministerio Público, aún invocando premisas que por
ser opuestas no podían coexistir en un mismo ámbito de validez normativa: Y es que, o
se exige que la valoración se retrotraiga al momento en que se suspendió la
persecución del imputado colaborador, o se permite que la valoración incluya
aspectos que no se consideraron en ese momento, pero ambas cosas no pueden
asumirse como simultáneamente verdaderas.” (tomo XLV, folio 177.265). El agravio
consiste en que el Tribunal de Apelación utiliza un parámetro erróneo de interpretación
al exigir que el a quo debió realizar el análisis de la reprochabilidad del imputado
colaborador a partir de una visión retrospectiva del momento en que se emitió la
suspensión de la persecución penal del imputado colaborador, que incidió en una
incorrecta apreciación comparativa entre el grado de reproche atribuible a Lobo Solera y
al resto de los enjuiciados, negándose a considerar las ofertas de dádiva que el encartado
Valverde Acosta hizo a otros acusados diferentes a Lobo Solera, pese a que fueron
demostradas en el contradictorio, solo porque el imputado colaborador desconocía de
esos delitos al momento en que se suspendió la persecución contra él. El reparo es
inadmisible . No existe vicio alguno que declarar en el fallo de Apelación. Los
recurrentes alegan la falta de fundamentación porque el Tribunal de alzada no indica
cuáles oraciones o frases del inciso b del art. 22 del CPP, justifican la valoración del juicio
de reproche por los actos del imputado colaborador, para admitir o rechazar el criterio de
oportunidad. Con el fin de demostrar que no es cierto que dicho numeral autorice
expresamente un análisis ex ante del punto en cuestión, parten de una motivación
hipotética determinada a partir del voto de minoría del Magistrado Fernando Cruz Castro
en la resolución Nº 2002-6808 de la Sala Constitucional, para que se pondere que no es
posible rechazar el criterio de oportunidad con fundamento en una valoración anticipada
de la prueba. Sin embargo, estima esta Cámara que la posición esgrimida no evidencia
el yerro atribuido al fallo impugnado. Teniendo en cuenta que es obligación del Juez Penal
el realizar el respectivo control jurisdiccional de todos los requisitos de legalidad
contenidos en el artículo 22 inciso b del CPP, se entiende perfectamente lo que quiso
decir el ad quem cuando mencionan la visión ex ante es decir, cuando retrotraen el
análisis al momento en que se autorizó el criterio de oportunidad, lo anterior dentro del
examen integral del fallo del a quo con el fin de determinar si la juzgadora penal ponderó
y constató todos los presupuestos que validaban la aplicación de ese instituto procesal,
contemplados en aquel ordinal y que exigen su previa verificación para su cumplimiento.
Como lo señala el fallo de alzada, “Tratándose del inciso b) del artículo 22 del C.P.P., que
contempla el caso del denominado testigo de la corona o arrepentido, la aplicación del
criterio de oportunidad queda condicionada al cumplimiento de una serie de requisitos: i)
que el fiscal que solicita prescindir total o parcialmente de la persecución penal actúe
previa autorización del superior jerárquico; ii ) que se trate de un asunto de delincuencia
organizada, criminalidad violenta, delitos graves o de tramitación compleja; iii ) que el
imputado colabore eficazmente con la investigación, brindando información esencial para
evitar que continúe el delito o que se perpetren otros, para ayudar a esclarecer el hecho
investigado u otros conexos, o proporcione información útil para probar la participación
de otros imputados; iv ) que la conducta del colaborador sea menos reprochable que los
hechos punibles cuya persecución facilita o cuya continuación evita.” (tomo XLIV, folio
176.998 frente); en otras palabras, queda supeditada la aplicación del criterio de
oportunidad a que el Juzgador de la etapa preliminar verifique o compruebe el
cumplimiento de todos los anteriores requisitos que contempla dicho numeral, lo que
explica entonces la afirmación del Tribunal de Apelación de realizar el examen ex
ante “tal y como lo indica la norma”, en el entendido de efectuar la respectiva
comprobación de esos presupuestos. El estilo semántico empleado por el ad quem en su
resolución en modo alguno puede entenderse como una ausencia de fundamentación,
pues la afirmación que cuestiona la fiscalía, no es más que una derivación lógica de la
redacción que contiene el numeral 22.b del CPP, y cuyo ejercicio de realizar esa visión ex
ante forma parte de las facultades que ostenta el Tribunal de segunda instancia de
efectuar el examen integral del fallo del Tribunal de Juicio. Conforme lo anterior, las
premisas normativas de las que partió la resolución impugnada derivan sin problema
alguno del texto del artículo 22 inciso b del CPP. Asimismo, con relación a la queja de
que el fallo de segunda instancia se contradice porque al momento de valorar el grado
de reproche del imputado colaborador, no se tomaron en cuenta hechos que no formaron
parte de la acusación y tampoco fueron expresamente señalados como parte integrante
de los hechos considerados en la resolución que suspendió la acción penal contra el
colaborador, a la vez que exige que el grado de reproche de Lobo Solera versus la
reprochabilidad de los demás coimputados debe valorarse en forma retrospectiva con
relación al momento en que se autorizó el criterio de oportunidad. Como ya se indicó en
otros considerandos de esta resolución, el Tribunal de Apelación señaló la ausencia del
debido control jurisdiccional, de parte de la Jueza Penal y del Tribunal de Juicio, de todos
los requisitos de legalidad para aceptar el criterio de oportunidad solicitado por la fiscalía,
lo que no contradice el hecho de que el órgano de alzada, en el estudio integral del fallo
de primera instancia, constatara también la no inclusión de otros eventos que formaron
parte de la negociación entre el Ministerio Público y el imputado colaborador, pero que,
como lo informa el fallo impugnado, por desconocidas razones, no fueron expresamente
contemplados en la solicitud de aplicación del criterio de oportunidad, pese a que eran
parte del convenio como lo explica el Tribunal de Apelación. De manera que no se vulneró
el principio de contradicción como lo entiende la fiscalía en su libelo impugnatorio, siendo
en consecuencia inadmisible este reparo, por no existir yerro alguno en la
fundamentación de la sentencia apelada.
XIV. Noveno motivo : vulneración de las reglas de la sana crítica, con inobservancia
de los artículos 142 y 184 del CPP (folios 177.289-177.336). En este acápite, los
impugnantes centran su queja en denunciar la fundamentación del Tribunal de Apelación
en cuanto se pronunció sobre la supuesta falta de credibilidad del imputado colaborador
José Antonio Lobo Solera. A modo de síntesis, los quejosos enlistan los aspectos que, a
su criterio, examinó el fallo recurrido para cuestionar la credibilidad de dicho
imputado: i)- Lobo Solera modificó sus manifestaciones en relación a hechos, conforme
avanzó el proceso, siendo valorado en su contra el que ejerciera su derecho a no auto
incriminarse al inicio de la investigación, cuando no había negociado aún ningún proceso
alternativo con el Ministerio Público, restándole credibilidad a su relato; ii)- salvo el dicho
de Lobo Solera, no existe prueba alguna específica de la reunión en La Casona que aquel
relató en el debate, o que éste se reuniera con Miguel Ángel Rodríguez quien lo indujo a
aceptar la dádiva; además, sus declaraciones fueron variadas, particularmente cuando
hace negociaciones a favor de su impunidad con la Fiscalía; por ser un sujeto proclive a
recibir dádivas, no se descarta que los eventos acusados sucedieran de una forma
diversa, lo que obligaba a sustentar sus afirmaciones en otras pruebas para brindarle
credibilidad, lo que no ocurrió. Si bien puede establecerse vía documental que se
trasladaron fondos de Alcatel a diversos funcionarios públicos, el punto a determinar era
si ello obedeció al cumplimiento de una promesa cursada con anterioridad, para lo cual
la declaración de Lobo Solera no fue suficiente para arribar a esa conclusión; iii)- la
declaración de Lobo Solera es inconsistente con varias pruebas (confusión sobre el
monto exacto del primer envío del dinero entregado por Alcatel y que Lobo Solera le dio
a Miguel Ángel Rodríguez Echeverría; la afirmación de Lobo Solera de que la promesa
de dádiva no solo tenía que ver con la migración a la tecnología GSM o el uso de
licitaciones en vez de contrataciones directas, sino con la adjudicación del contrato de las
cuatrocientas mil líneas se refuta porque la licitación abreviada para el arrendamiento con
opción de compra de las cuatrocientas mil líneas se origina cuando ese procedimiento
fue ordenado por la Contraloría General de la República tiempo después de que se
hubiese cursado la promesa de retribución económica, lo que demerita su
versión); iv)- las condiciones en que Lobo declaró en juicio no permiten asegurar la
espontaneidad de su declaración, por la constante intervención de su defensor particular,
quien lo asesoró y “guió” en las preguntas que le formularon. Con relación a estos
extremos, el Ministerio Público expone desde su perspectiva, en qué consisten las
notorias vulneraciones a la sana crítica. En lo concerniente al punto i), reprochan que el
Tribunal de Apelación no explica concretamente qué esencialidad tiene el detalle del
monto y la forma de pago, cuando la absolutoria se centró en si existió o no por parte de
Alcatel una promesa previa que antecedió el pago de las dádivas y si Rodríguez
Echeverría instruyó o no a Lobo Solera para que recibiera el dinero. Indican que en todo
caso, la citada contradicción no pasa de ser un mero detalle periférico, sin relación
concreta ni directa con relación al punto central sobre el que se asevera la existencia de
la duda. En cuanto al punto ii)- señalan que existe contradicción del Tribunal de
Apelación en cuanto al modo de interpretar el indicio de ocultación del origen de los
fondos, mediante el uso de personas interpuestas y de transacciones innecesarias, entre
el caso de Guido Sibaja y Miguel Ángel Rodríguez: con relación al primero, el ad
quem señaló que el hecho de haber efectuado una serie de transacciones dirigidas a
distanciar los fondos recibidos, tanto de su origen como de su persona, se podía
interpretar válidamente como un indicio irregular de los fondos que provenían de Alcatel
y del conocimiento de ello que tenía dicho acusado; mientras que en el caso del imputado
Rodríguez Echeverría, aunque también realizó transacciones idóneas para distanciar los
fondos recibidos de su persona y de su origen, sin embargo no puede inferirse el carácter
irregular de los fondos de su parte ni su conocimiento sobre el particular, contradicción
que no aborda el Órgano de alzada. Sobre el punto iii)-, reprochan que el Tribunal de
Apelación no tomó en cuenta la nota del 10 de noviembre del 2000 (la ubican a folio 11
de la prueba 396 y en la prueba 74), donde Arnulfo Carmona le hace ver a Valverde
Acosta que si bien resultaba favorable para Alcatel el anuncio de Pablo Cob sobre la
futura licitación de seiscientas mil líneas celulares GSM, también parecía que el ICE
pretendía comprar directamente doscientas mil líneas para ampliar la red TDMA, dato
que para el Tribunal de Juicio, conllevaba que de realizarse la compra directa de
doscientas mil líneas TDMA, quedarían entonces pendientes de contratación
cuatrocientas mil líneas GSM, aspecto que explica entonces la afirmación de Lobo Solera
de que a fines de noviembre o inicios de diciembre del 2000, Valverde y Sapsizian le
ofrecieron la dádiva a cambio de colaborar con la adjudicación de las cuatrocientas mil
líneas, lo que obedecía a que la información que poseían ambos coimputados era en
relación a esas cuatrocientas mil líneas y no porque Lobo mintiera, anticipándose a una
información que no sería conocida sino hasta después de la supuesta reunión en La
Casona. Lo anterior, no fue analizado por el órgano de alzada es decir no emitió
pronunciamiento alguno. En cuanto al punto iv)-, reprochan que el Tribunal de Apelación
omitió realizar una valoración armónica y conjunta de los indicios considerados, a
diferencia de lo examinado por el Tribunal de Juicio. En particular, estiman que no se
ponderaron los siguientes factores: 1)- con relación a la cronología de las promesas
previas de dádiva y la aceptación que según su versión, fue indicada por Rodríguez
Echeverría, la declaración de Lobo Solera coincide con el cese repentino de la tendencia
histórica del ICE de dejar a Alcatel fuera del mercado de la telefonía móvil en perjuicio de
otros competidores (Lucent y Ericcson), cuya participación también empieza a decaer, a
la vez que a partir del 27 de febrero del 2001, Alcatel empieza a ser considerada por el
Consejo Directivo del ICE como posible oferente de cientos sesenta mil líneas celulares
por contratación directa y luego, el 28 de agosto del 2001, Alcatel logra la adjudicación
de las cuatrocientas mil líneas, lo que a juicio de los petentes, ocurre inmediatamente
después del periodo en que Lobo Solera ubica los eventos en La Casona y en la casa de
Miguel Ángel Rodríguez Echeverría; 2)- se analiza aisladamente la prueba de que
Sapsizian y Valverde Acosta se reunieron el 1 de diciembre del 2000 con Sibaja Fonseca
y otras personas; también del encuentro de Valverde Acosta con Sibaja Fonseca el 29
de noviembre de 2000, siendo que la cronología de esas reuniones coincide con la
cronología de la reunión referida por Lobo en La Casona, quien señaló que Sapsizian y
Valverde le ofrecieron las dádivas, a cambio de su ayuda para obtener las cuatrocientas
mil líneas, demostrándose además que en esas reuniones previas participaron personas
como el señor Valverde que, posteriormente y de modo coherente a la promesa previa
alegada por Lobo, se demostraría que enviaron dinero a los funcionarios públicos entre
ellos a Guido Sibaja, quien participó en ambas reuniones con Valverde; 3)- tampoco se
analiza que la declaración de Lobo Solera coincide con el acercamiento a figuras claves
en diferentes ámbitos del quehacer nacional, para desequilibrar el "padrinaje político"
que, según Alcatel, tenían Ericcson y Lucent en el país y que además se promovía en el
estudio de ruta de acción que Alcatel encargó a Roberto Hidalgo Araya; 4)- no se analiza
que la declaración de Lobo Solera coincide con el inicio de los pagos de Alcatel, por
medio de Servicios Notariales Q.C. e Intelmar S.A., pagos que terminan en el patrimonio
de funcionarios públicos que estaban ligados a las telecomunicaciones, como sucede con
algunos de los imputados; 5)- no se analiza que en congruencia con la realización de la
supuesta oferta de dádiva por la adjudicación de las cuatrocientas mil líneas a Alcatel, es
posterior a la adjudicación que el dinero empieza a llegar a los imputados; 6)- no se
analiza que frente a la hipótesis de una declaración falsa de Lobo Solera, para perjudicar
a Rodríguez Echeverría, habían datos objetivos que permitían considerar que el primero
fue una persona cercana al otro, sin antecedentes de animadversión con este, y
ocupando diversos cargos durante la presidencia de Rodríguez, que explicaran un móvil
de venganza o de mendacidad del imputado colaborador con su mentor; 7)- no se analiza
que en el periodo de pago de dádivas, Lobo Solera recibió de Alcatel una suma semejante
a la de los otros imputados aunque doblada, indicio de que Lobo habría pre acordado con
los corruptores que por medio de él, se pagarían a dos funcionarios y no solo a uno. A
continuación, como "punto v", los recurrentes exponen un resumen del examen amplio y
detallado del arsenal probatorio hecho por el Tribunal de Juicio que, a criterio de los
recurrentes, corrobora la versión dada por José Antonio Lobo Solera; se trata de
veinticuatro extremos en los cuales, en opinión de la Fiscalía impugnante, no existió un
razonamiento integral de parte del ad quem (ver tomo XLV, folios 177.314 a 177.333). En
síntesis, los aspectos narrados por Lobo que, a juicio de los petentes fueron corroborados
por el a quo, son: 1)- Alcatel hizo uso de numerosos instrumentos de formación de
opinión pública para mostrar su interés por migrar a nuevas tendencias; trato
discriminatorio que Alcatel dijo tener por parte del ICE y cuestionamiento de compras que
se hicieron a otras empresas; 2)- en sesión de mayo del 2000, Lobo dijo no estar claro
aún si ya se había tomado la decisión en el Consejo Directivo de migrar a la tecnología
GSM; 3)- llamada de Edgar Valverde Acosta a Lobo para indicarle que, como parte del
acuerdo al que habían llegado, debía presentarse al Consejo y defender en la siguiente
sesión a la empresa Alcatel sobre la contratación de ciento sesenta mil líneas (lo anterior
en relación a la sesión del Consejo Directivo Nº 5277); 4)- sobre la cercanía que existía
con Miguel Ángel Rodríguez; 5)- comunicación que tenía Lobo con Valverde
Acosta; 6)- cuando le pregunta a Edgar Valverde sobre Servicios Notariales
QC; 7)- cuando se le planteó ofrecimiento de dinero en relación con tres puntos: migrar,
la licitación y votar afirmativamente en relación con la oferta de Alcatel; 8)- manifestación
de Lobo de que existió una promesa a cambio de dinero; 9)- cuando se hace la propuesta
para que se favorezca la migración, todavía no se había dado la misma; 10)- Alcatel
realiza "proceso de seducción" para ganarse simpatía; 11)- el ofrecimiento que se le hace
por parte de Alcatel es a finales del 2000; 12)- reunión con Miguel Ángel Rodríguez el
domingo siguiente a la reunión que tuvo con Valverde Acosta y Christian Sapsizian;
acuerdan que sea el 2% y no el 1.5%; Miguel Ángel le dice que vayan 60% a
40%; 13)- por la promesa es que se le paga el dinero por parte de Alcatel; 14)- parte del
dinero era para Miguel Ángel Rodríguez pero no en razón de un préstamo como lo indicó
la defensa; 15)- Alfonso Guardia le manifiesta que se encarga de promover relaciones de
índole comercial con Alcatel; 16)- afirmación de Lobo que por el favor de "cobro", Guardia
le paga; 17)- Lobo recibe dinero de Alcatel y se lo entrega a Miguel Ángel
Rodríguez; 18)- la primera de las transferencias a Rodríguez Echeverría la hizo Lobo a
Inversiones Denisse; luego no utilizó esa cuenta sino que usó certificados de su madre
para la entrega del dinero; 19)- primer pago a Miguel Ángel es mediante certificados
BICSA de su madre, porque su cuenta estaba siendo cuestionada por el monto que había
recibido; 20)- lo relacionado con el segundo pago a Rodríguez; 21)- sobre el tercer pago
que Alcatel le entrega a Lobo la suma de $100.000 de Terrabank St George y $590.000
de BCT; Lobo entrega 3 certificados del BCT; 22)- en relación al cuarto pago a Miguel
Ángel, Alcatel le hace una transferencia de $180.000 al BCT, luego de realizar inversión,
hace cheque por $81.480 a favor de A y Z, empresa de Rodríguez; 23)- en relación con
otros pagos, reconoce haber recibido tres transferencias más de Alcatel; entre el 2 de
abril y el 2 de octubre de 2003, Lobo Solera recibió tres transferencias más de dinero por
concepto de dádiva; 24)- no se entregan a Miguel Ángel los últimos pagos porque aquel
estaba en Washington y era riesgosa la entrega por el carácter estricto con las
transferencias a raíz de los atentados a las Torres Gemelas; además, no consideraba
justa la repartición puesto que Lobo era el que más se estaba exponiendo en estas
circunstancias. Indican que los anteriores veinticuatro argumentos analizados por el
Tribunal de Juicio, con la indicación de los elementos de prueba que sustentaban cada
conclusión -al menos parcial de la versión del imputado colaborador-, sólo fueron
enumerados por el Tribunal de Apelación, reiterando juicios generales de descalificación,
"…sin ensayar en relación a ellos ningún examen intelectivo integral, a fin de explicar
cómo todos y cada uno de estos elementos corroborativos podrían explicarse en su
conjunto por una situación diversa a la relatada por JOSE ANTONIO LOBO, pese a haber
decido (sic) disponer la absolutoria de varios imputados, precisamente por no considerar
creíble la versión de Lobo" (tomo XLV, folio 177.333). Señalan que el irrespeto a las
reglas de la sana crítica en el fallo recurrido llegó a su "paroxismo", cuando la resolución
afirma que, por insistencia de Alfonso Guardia Mora y Miguel Ángel Rodríguez, Lobo le
sugirió a Valverde Acosta y al mismo Sapsizian la conveniencia de pagar a Guardia Mora
lo que le había prometido en el pasado, siendo entonces posible derivar que, también
con respecto a los hechos investigados, Lobo "pudo" haber solicitado el pago de las
dádivas, lo que a juicio de los quejosos implica una simple falacia de generalización.
Indican que también el Tribunal de alzada señaló que la duda antes alegada encuentra
su sustento en que la testigo María Teresa Unzurrunzaga De Haro dijo haber visto un
borrador de una declaración de Valverde Acosta alegando haber recibido solicitudes de
Lobo y otras personas para pagar las dádivas; sin embargo, reprochan que no se examinó
por qué se asume como verosímil el contenido de ese borrador, el cual no pudo ser
relacionado con ninguna manifestación concreta durante el debate por el imputado
Valverde Acosta, el cual no sostuvo la versión contenida en el borrador; tampoco se
ponderó que Unzurrunzaga De Haro declaró que cuando Valverde Acosta le reconoció
haber pagado las dádivas a Fernández Alfaro, Sibaja Fonseca, Lobo Solera y Vargas
García, añadió que esos pagos habían sido iniciativa suya. Como agravio, señalan que
el análisis del acervo probatorio se hizo contrario a las reglas de la sana crítica,
ocasionándose un perjuicio a las legítimas pretensiones punitivas del Ministerio Público,
pues con tal accionar se sustituyó la valoración de la prueba realizada por el Tribunal de
Juicio como el conjunto de hechos probados al que arribaron. Solicitan se declare con
lugar el presente motivo de casación, se anule la resolución recurrida, disponiéndose la
reposición del procedimiento y sentencia del Superior para que dicho órgano, se avoque
al conocimiento conforme a derecho, de los recursos formulados. Décimo motivo:
vulneración de las normas de la experiencia y las reglas de la psicología respecto
al principio de libertad probatoria (folios 177.336-177.346). Sustento normativo:
artículos 142, 182, 184 y 468 inciso b), todos del CPP. En este reproche, sostienen los
recurrentes que el Tribunal de Apelación, al resolver el recurso interpuesto por el
Ministerio Público (sic), no fundamentó ni motivó su decisión en forma adecuada,
conforme a las reglas de la experiencia y la psicología aplicadas a la libertad probatoria,
en vulneración de los numerales 142 y 184 del CPP. Fundamentan su posición en los
siguientes puntos: i)- no es atendible el argumento del Tribunal de Apelación de
desconocer la versión de Lobo Solera en relación a la reunión en La Casona y
posteriormente en la casa de Miguel Ángel Rodríguez, porque de esos hechos solo existe
el dicho del imputado colaborador, no solo porque contraría el principio de libertad
probatoria -reconocido incluso por el ad quem-, sino porque situaciones como las
acontecidas en ambos lugares suelen hacerse de manera disimulada, oculta y alejada
del conocimiento de terceros, guardando el máximo sigilo para procurar la impunidad,
siendo ingenuo pretender la exigencia de videos, documentos o testimonios de terceros
ajenos al pacto delictivo para corroborar el hecho, con prescindencia de la versión de
quien forma parte directa de las tratativas delictivas, como ocurre con Lobo Solera; ii)- si
bien la presencia de Lobo, Sapsizian y Valverde Acosta en el territorio costarricense para
el sábado 2 de diciembre del 2000 no es propiamente una situación que evidencie per
se que se diera la reunión entre ellos en La Casona como lo indicó Lobo, en el caso del
señor Sapsizian sí resulta coincidente con la cronología concreta de dicha reunión
señalada por Lobo, si se toma en cuenta que es una persona que por razones de domicilio
y trabajo no solía estar en Costa Rica; sobre esta última particularidad, matemáticamente
era más probable que Lobo señalara un tiempo en el que Sapsizian no estuviera en el
país y no al contrario, como ocurre en la presente causa, aspecto que no consideró el
órgano de alzada en su resolución; iii)- es ajeno a las reglas de la psicología sostener
por parte del Tribunal de Apelación que hay predisposición a no creerle al imputado
colaborador, porque su colaboración no es gratuita dado que lo hace con intención de
obtener un beneficio procesal; la mera condición de ser un imputado o el hecho de ser
un imputado colaborador no prejuzga ni permite prejuzgar de modo científico el carácter
verdadero o falso de sus afirmaciones; doctrina autorizada señala que el camino analítico
correcto es precisamente el inverso: debe ponderarse su versión en los mismos términos
en que se analiza la declaración de cualquier persona, incluyendo la existencia de
detalles oportunistas en su declaración, a fin de desacreditar o descartar ánimos gratuitos
o maliciosos de “heteroinculpación”, sea para incriminar a otros o bien si son innecesarios
o superabundantes, debiéndose corroborar el dicho con otros elementos de prueba
además de si está contextualizada; para los quejosos existe en la motivación del Órgano
de alzada "…una tendencia evidente a descalificar a priori la información dada por
imputado (sic) colaborador, conforme a simples prejuicios presuntivos de mendacidad,
incluso de carácter moral, en relación a la especulativa autoría del imputado colaborador
en hechos por los que no ha sido condenado y que no fueron objeto del proceso, lo que
sin duda, resta objetividad, claridad y seriedad al iter argumentativo propuesto en la
sentencia recurrida" (tomo XLV, folio 177.341); iv)- en el voto recurrido, se indica no ser
creíble que Lobo se haya confundido en cuanto al monto del dinero que dio en su primera
entrega al Presidente Rodríguez Echeverría, así como en su forma de pago, dado lo
excepcional que resultaba la circunstancia de pagar dinero proveniente de un delito a un
Presidente de la República; sin embargo, el ad quem no tomó en cuenta que según Lobo
y prueba documental en la que éste se apoyó, no fue esa la única vez que le dio al
Presidente dinero relacionado con el pago de dádivas, pues en otros periodos cercano a
la entrega de los $130.000 dólares, hizo muchas transferencias, de altas sumas de
dinero, que fueron a parar a las manos de Rodríguez Echeverría; lo anterior cuestionaría
las razones de excepcionalidad que el Tribunal de Apelación aduce como indicativa de la
imposibilidad de una simple confusión, en el sentido de que es razonable suponer que
Lobo Solera no era una persona que excepcionalmente se relacionaba con el Presidente
de la República para darle una suma de dinero proveniente de un delito, sino que se
trataba de una persona habituada a tratar con él, de tal forma que en muchas ocasiones
diferentes le dio altas sumas de dinero por concepto de dádivas; en esa tesitura, el
Tribunal de Apelación bien pudo concluir de que las diferencias de cantidad y modo de
pago referidas por Lobo Solera, en relación al tema de los $370.000 dólares obedecían
más que a una supuesta falta de sinceridad del imputado colaborador, en cuanto a la
existencia de la reunión previa con Miguel Ángel Rodríguez o respecto al tema de la
promesa previa, al simple hecho de tratarse de la incapacidad normal y ordinaria de una
persona para retener de modo fiel en la mente montos, cifras y modos de pago de
distintos tipos que mediaron entre Lobo y Rodríguez; sobre dichos pagos se hace un
repaso de su cantidad y características (tomo XLV, folios 177.342 a 177.345). Para la
fiscalía, de haber considerado el Tribunal de Apelación los diversos antecedentes de los
pagos que se citan, hubiera arribado a una conclusión distinta sobre las supuestas
incongruencias en el valor de las diferencias entre esos montos y modos de pago de la
primera transferencia de dádivas, de acuerdo a las versiones sucesivas dadas por Lobo
Solera. Como agravio señalan que el análisis probatorio hecho por el fallo impugnado,
ocasionó un perjuicio ilegítimo a las pretensiones punitivas del Ministerio Público, pues
por medio de ese procedimiento se sustituyó tanto la valoración de la prueba realizada
por el Tribunal de Juicio como el conjunto de hechos probados en su fallo, absolviéndose
a los encartados. Solicitan se declare con lugar el motivo incoado, se anule la resolución
recurrida y se disponga la reposición del procedimiento y resolución del ad quem para
que dicho órgano conozca de nuevo los recursos formulados conforme a derecho. Por
existir conexidad temática entre ambos alegatos, la Sala los conoce y resuelve de forma
conjunta. Los motivos son inadmisibles. Como se desprende de los reproches
formulados, el Ministerio Público renueva su intención de que, en esta sede y desde su
particular percepción, se realice una revaloración de la declaración del imputado
colaborador José Antonio Lobo Solera, como si se tratare de una instancia más dentro
del proceso penal, lo que resulta inadmisible conforme las competencias asignadas por
ley a esta Sala. Los petentes pretenden que se examine selectivamente una serie de
puntos que entresacan del análisis que plasma el Tribunal de Apelación, con relación a
la credibilidad del imputado colaborador y su reprochabilidad, para que se arribe a la
conclusión de que el ad quem incurrió en notorias violaciones a las reglas de la sana
crítica -concretamente de la psicología y la experiencia-. No obstante, pese al denodado
esfuerzo, no logran que se alcance ese objetivo. De folios 177.027 frente a 177.034 vuelto
(tomo XLIV), el fallo impugnado lleva a cabo un amplio análisis sobre los indicios que el
Tribunal de Juicio tomó en cuenta para estimar como creíble la declaración de Lobo
Solera, con relación a la promesa de dádiva que le fue cursada en relación con las
cuatrocientas mil líneas GSM, concluyendo que, por el contrario, la ponderación del a
quo vulneró las reglas de la sana crítica. Dentro de ese vasto campo ponderado por el
órgano de alzada, está el tema de las inconsistencias en que incurrió Lobo Solera
respecto a lo sucedido tras el primer envío de dinero por parte de Alcatel y la entrega de
$370.000 al encartado Rodríguez Echeverría, en su despacho y en efectivo, siendo que
en realidad, Lobo sólo le entregó en ese momento la suma de $225.000, diferencia que
atribuyó a una confusión involuntaria y por lo atribulado de los acontecimientos, y que de
esos $225.000, entregó a Rodríguez Echeverría en su despacho la suma de $130.000
distribuidos en: un certificado de $100.000 y 6 certificados por $5.000. Sobre este punto,
el Tribunal de Apelación señala que “…una cosa es tener por demostrado que ese
traslado de certificados tuvo lugar y otra distinta es tener por demostrado el concepto por
el cual este traslado ocurrió, extremo que solo puede ser acreditado a través del dicho de
Lobo Solera y en ese tanto, es medular que su relato sea verosímil. Se reitera, en cuanto
a la promesa de dádiva anterior y la intervención de Rodríguez Echeverría en la
aceptación de esa promesa, la única prueba que existe es el dicho de Lobo Solera (que
no es un testigo, sino un imputado cuya situación jurídica depende de lo que se resuelva
en este proceso), de ahí que cualquier inconsistencia que se aprecie en él deba ser
valorada con extremo cuidado. En ese contexto, llama la atención que este deponente
haya incurrido en “confusiones’ de nada despreciable envergadura como la ya apuntada,
pues no todos los días se entregan $370.000 dólares en efectivo procedentes de un
hecho criminal, al presidente de la República. Siempre en esta línea de ideas, llama la
atención cómo Lobo Solera, al ser cuestionado por los defensores de los encartados
sobre este y otros temas de importancia, manifestó no recordar.” (tomo XLIV, folio
177.031 frente). El fallo examina el hecho de que, por ser Lobo Solera la única prueba en
cuanto a que recibió la promesa por una dádiva anterior y que enlaza con el encartado
Rodríguez Echeverría en cuanto a haber aceptado esa promesa, era de suma
importancia valorar su declaración con la debida ponderación, de ahí que resalten la
citada inconsistencia; además, destacan que cuando Lobo Solera fue interrogado sobre
este y otros puntos de interés, manifestó no recordar más. En esa línea, se descarta que
exista una grosero error en el razonamiento del Tribunal de Apelación y deje sin sustento
la objeción planteada por los quejosos de que el ad quem no explica la esencialidad de
la referida discordancia -simple “detalle periférico”, como lo acusa la fiscalía-, en relación
con el tema fundamental de si existió o no la promesa previa por parte de la empresa
Alcatel que antecedió al pago, de ahí la conclusión del fallo y el manifiesto desacuerdo
del órgano requirente en su libelo casacional. Asimismo, la queja del por qué la sentencia
de apelación ponderó de modo desigual al imputado Guido Sibaja Fonseca y Miguel
Ángel Rodríguez Echeverría, respecto al conocimiento del carácter irregular de los
fondos, los petentes buscan que esta Cámara reexamine ambas deposiciones a partir de
un indicio del que, desde su perspectiva y en atención a sus intereses punitivos, es
posible interpretarlo válidamente, como si se tratare la casación de una instancia más. El
órgano de alzada realizó el ejercicio de supresión hipotética de la declaración de Lobo
Solera y examinó la participación de ambos coencartados, de acuerdo con los restantes
indicios probatorios que tienen vinculación directa con cada uno de ellos y que no
necesariamente son compartidos. Basta una lectura atenta de esos indicios que se
ponderaron para el caso del imputado Guido Sibaja Fonseca (folios 177.035 frente a
177.043 vuelto), y los bastanteados en cuanto a Rodríguez Echeverría (folios 177.053
frente a 177.060 vuelto), para darse cuenta que la exigencia de los interesados
significaría revalorar todo el arsenal probatorio que examinó de forma integral el Tribunal
de Apelación, lo que no es permitido en casación. Ello descarta la existencia de
vulneración alguna a las reglas de la sana crítica. Respecto a la queja de que dicho
Tribunal no emitió algún pronunciamiento en cuanto al contenido de la nota del 10 de
noviembre del 2000 -folio 11 de la prueba 396 y la prueba 74-, cabe advertir que no llevan
razón los quejosos. El fallo de alzada enlista las razones brindadas por el a quo por las
cuales estimó que la declaración de Lobo Solera era corroborada con otros elementos
probatorios. En lo que interesa, dentro del resumen que hace el fallo de apelación, se
menciona la nota a la que aluden los recurrentes, considerada por el Tribunal de Juicio
(tomo XLIV, punto l, folio 177.025 vuelto), indicando el órgano de alzada que, analizados
todos esos indicios -en cuenta la referida nota del 10 de noviembre del 2000-, el a
quo vulneró la sana crítica al afirmar que era creíble la declaración del imputado
colaborador, en cuanto a la promesa de dádiva que le fue cursada en relación con el
contrato de las referidas cuatrocientas mil líneas GSM (folio 177.027 frente). De seguido,
expone su razonamiento donde concluye que no es creíble el testimonio rendido por Lobo
Solera en cuanto a la existencia de la promesa de retribución económica que le fue
cursada anterior a la mencionada adjudicación, conclusión que se aborda desde múltiples
facetas que sustentan la motivación de fondo efectuada. Lo anterior permite entender que
la prueba que extrañan los petentes, sí fue ponderada de modo global y en conjunto con
los restantes elementos probatorios, aunque no se hiciera una referencia directa de su
contenido, excluyéndose la vulneración del principio de razón suficiente, pues el ad
quem hizo el examen íntegro del mérito probatorio, en relación con la declaración de Lobo
Solera. Por otra parte, los reclamantes señalan que el Tribunal de Apelación incurrió en
ausencia de una valoración conjunta de una serie de indicios que sí fueron ponderados
por el Tribunal de Juicio en su integridad. Si se examina con atención el contenido de
esta parte de la queja (tomo XLV, folios 177.310 a 177.313), en realidad los referidos
indicios forman parte del resumen que el órgano de alzada realiza, sobre las razones que
tuvo el a quo para considerar que el relato de Lobo Solera era verificable también por
otros elementos probatorios (tomo XLIV, folios 177.025 frente a 177.027 frente); es decir,
el fallo impugnado aborda esos elementos en forma conjunta y descartó la credibilidad
del relato del imputado colaborador. No puede soslayarse que la base fundamental del
reclamo del Ministerio Público está en la importancia de rescatar la credibilidad otorgada
al relato de Lobo Solera por parte del Tribunal de Juicio, extremo que resulta ser uno de
los puntos neurálgicos abordados por el Tribunal de Apelación desde diversos ángulos
entre los cuales está precisamente el que se consigna en el Considerando V, apartado 4
(tomo XLIV, folio 177.024 frente), para concluir que el testimonio de dicho imputado, no
puede considerarse una prueba suficiente para tener por demostrada la existencia de una
promesa de dádiva anterior, no existiendo además otros indicios que confirmen ese
extremo (tomo XLIV, folio 177.030 frente). Desde esa perspectiva, carece de relevancia
el reproche acusado de que el Tribunal de Apelación no analizó la coincidencia existente
entre la declaración de Lobo Solera, respecto a la cronología de las promesas previas de
dádiva y la aceptación instruida por parte de Rodríguez Echeverría, con los indicios que
la Fiscalía relata en su escrito, en tanto el ad quem cuestionó profundamente la
deposición que aquel brindó durante el debate, aparte de los cuestionamientos referidos
sobre el criterio de oportunidad que le fue dado. Asimismo, el propio Tribunal de
Apelación señaló que se pueden tener por demostrados esos otros indicios sin contar
con la declaración de Lobo Solera (ver tomo XLIV, folios 177.030 frente a 177.034 vuelto);
no obstante, vistos en su conjunto, tampoco permiten confirmar que la referida promesa
de dádiva ocurriera en los términos que explicó Lobo Solera. Con relación a los
veinticuatro extremos que citan en el escrito impugnatorio, el argumento presenta el
inconveniente de tener como punto central de comparación la versión dada en juicio por
Lobo Solera, aspecto que, como ya se ha indicado, fue ampliamente ponderado por el ad
quem, brindando amplias razones por las cuales se descarta su confiabilidad, además de
estimar que el razonamiento del a quo de tener por creíble la versión de aquel, es
contraria a la sana crítica, de acuerdo con el razonamiento de fondo que esgrimen en su
sentencia. Sobre el memorial presentado en la audiencia oral por la fiscalía donde reiteran
esos mismos veinticuatro elementos de juicio, se trata de un documento denominado
“Registro escrito de la exposición oral del Ministerio Público/Vista ICE-ALCATEL” que
aparece reseñado en la sentencia de Apelación (ver tomo XLIV, folios 177.033 frente a
177.034 frente). Sobre este aspecto, el fallo indica: “Para esta cámara, los indicios antes
mencionados en modo alguno permiten confirmar que la promesa de dádiva tuvo lugar
en los términos que describió Lobo Solera en el debate, menos todavía permite descartar
de manera categórica otras alternativas igualmente plausibles, que no fueron acusadas.
Y es que nadie ha puesto en tela de duda que los personeros de Alcatel estaban
insatisfechos con el trato que recibían de parte del ICE (debe recordarse que en el país
se usaban tecnologías cautivas y que, por eso, Alcatel no podía competir); que
denunciaron la situación y diseñaron una estrategia para corregirla, misma que pasaba
por acercarse a ciertas figuras públicas, contacto que efectivamente tuvo lugar y que se
demostró, tampoco era extraño. Del mismo modo, se acreditó que algunos funcionarios
públicos, lamentablemente, tenían la costumbre de recibir e incluso solicitar favores a las
empresas que tenían negocios con el ICE, y que esto sucedió desde antes de los hechos
aquí investigados. Tampoco se ha puesto en tela de duda que Lobo Solera haya
transferido fondos a Rodríguez Echeverría, o a personas físicas o jurídicas cercanas a él
(de hecho, hay abundante prueba documental que da cuenta de lo anterior), sin embargo,
de esto no se puede derivar, con certeza, que esos fondos hayan sido para cumplir una
promesa anterior, aceptada antes de la adjudicación, tal y como lo afirmó el Ministerio
Público. Esto tampoco se extrae del hecho de que a varios imputados se les entregasen
tiempo después de la adjudicación, sumas similares, en condiciones modales también
semejantes, lo anterior en tanto que, con el mismo panorama, otros escenarios son
igualmente plausibles, por ejemplo, que los dineros fuesen aceptados por esos
funcionarios públicos por un actos realizados y no por haber asumido el compromiso de
realizar actos futuros (lo que configuraría el delito de aceptación de dádivas por un acto
cumplido y descartaría el cohecho); que hayan sido esos funcionarios los que abusando
de su calidad o funciones, obligasen o indujesen la promesa o el pago del beneficio
patrimonial (concusión), lo que se añade, no sería de extrañar, ya que como veremos
más adelante, hubo funcionarios públicos que solicitaban ventajas económicas a las
empresas proveedoras, entre ellos el mismo Lobo Solera, quien reconoció haber hecho
“gestiones de cobro” ante Alcatel para que la pagase a Guardia Mora. Tampoco se puede
descartar que existiendo una promesa anterior al procedimiento concursal abreviado 1-
2001, su contenido fuese otro. Lo mismo cabe decir en cuanto a la actuación de Lobo
Solera y otros directivos en relación con el tema, pues ciertamente, no se demostró
ninguna irregularidad en el trámite del contrato de las 400.000 líneas (que, se reitera,
inició algún tiempo después del momento en que Lobo Solera ubicó la promesa de
dádiva, siendo que además, nació por haberlo dispuesto así la Contraloría General de la
República y no el ICE). Se insiste, el único deponente que dio cuenta de la promesa de
dádiva fue Lobo Solera, siendo que su testimonio, por las razones apuntadas antes,
además de ilícito, es poco confiable.” (tomo XLIV, folio 177.034 frente y vuelto). No es
cierto entonces que el órgano de alzada se limitara a enumerarlos y a reiterar “juicios
generales de descalificación” como lo aseveran los quejosos. Sencillamente
establecieron que dichos indicios no permiten acreditar que la promesa de dádiva ocurrió
en los términos narrados por Lobo Solera en el contradictorio, brindando su justificación
al respecto, lo que evidencia de nuevo la disconformidad manifiesta de los recurrentes
sobre el abordaje, análisis y resultados conclusivos a los que arribó el Tribunal de
Apelación en su sentencia, quien no parte de simples conjeturas en su motivación, como
lo arguyen los quejosos, sino de un análisis ponderado en forma íntegra de los elementos
aludidos por la Fiscalía, arribando a conclusiones que no benefician los intereses
punitivos del Ministerio Público. Con relación a la declaración de la testigo María Teresa
Unzurrunzaga de Haro, no es cierta la aparente ausencia de motivación del ad quem, de
no explicar el por qué asumió como verosímil el dicho de esa testigo, sobre el contenido
de un borrador de una declaración de Valverde Acosta donde alega haber recibido
solicitudes de Lobo y otras personas para pagar dádivas, si el mismo no se pudo
relacionar con ninguna manifestación concreta durante el debate por el imputado
Valverde Acosta, o incluso que la misma testigo María Teresa declaró que Valverde
Acosta le reconoció que hizo pagos a los imputados por iniciativa propia. El ad
quem aborda justamente dichos cuestionamientos, concluyendo que de la ponderación
de esa probanza y otras afines, se mantiene la duda en torno a si efectivamente se dio la
mencionada promesa de dádiva anterior a la adjudicación. En lo conducente, señalan:
“…es importante acotar que, si bien Valverde Acosta admitió ante María
José (sic) Unzurrunzaga de Haro haber pagado a funcionarios públicos, entre ellos ha
Guido Sibaja Fonseca, nunca admitió haber formulado una promesa previa a cambio de
que Alcatel obtuviese el contrato de las 400.000 líneas. Todo lo contrario, lo que describe
Unzurrunzaga de Haro es que, según un borrador de declaración remitido por Valverde
Acosta, este indicó que fueron Lobo Solera y otros funcionarios públicos quienes le
solicitaron los premios por haber ayudado en la apertura de licitaciones públicas en lugar
de contrataciones directas (f. 15.157 frente, tomo XXXI). Si bien es cierto que, según la
misma testigo, en la reunión celebrada Valverde Acosta no refirió esta circunstancia (cfr.
mismo folio), lo indicado en el mencionado borrador (que es introducido al debate
mediante el testimonio de Unzurrunzaga de Haro) abona a las dudas que tienen los
suscritos en cuanto a si la promesa de dádiva anterior a la adjudicación efectivamente
tuvo lugar.” (tomo XLIV, folio 177.041 frente). Lo anterior descarta la queja sobre la
referida ausencia de fundamentación que se reprocha en ese punto al órgano de alzada.
Baste agregar al conjunto de reparos que se exponen en el décimo motivo del recurso de
la fiscalía lo siguiente. Respecto al principio de libertad probatoria (art. 182 CPP), el fallo
impugnado es claro en indicar que ciertamente, no existe impedimento alguno para tener
por demostrado un hecho con base únicamente en la declaración brindada por el
imputado colaborador, si se basta a sí sola. Sin embargo, agregan que en el presente
asunto no se violenta dicho principio porque “…hay cuestionamientos de peso sobre el
relato suministrado y sobre su veracidad, que pese a los esfuerzos hechos por el órgano
requirente, no han podido ser eliminados.” (tomo XLIV, folio 177.030 frente), los cuales
son los que expone el fallo recurrido y sobre los que la Fiscalía muestra su evidente
desacuerdo, pretendiendo que en esta sede, se revalore dicha probanza de acuerdo con
los intereses de los recurrentes. Así las cosas, los reclamos apuntados no demuestran
vulneración alguna a las normas de la experiencia y la psicología por parte del Tribunal
de Apelación, de acuerdo con lo que se indica en esta sentencia. En consecuencia, por
las razones apuntadas, son inadmisibles los reproches de ambos motivos y, en todos sus
extremos, el recurso de casación formulado por la Fiscalía de Impugnaciones del
Ministerio Público.
Por tanto:
Carlos Chinchilla S.
El que suscribe, Magistrado José Manuel Arroyo Gutiérrez, con el debido respeto,
disiento del criterio de mayoría y salvo el voto, considerando que en la presente causa,
la Cámara de Casación no se encuentra legítimamente constituida y por tanto, no es
posible emitir criterio en relación con la admisibilidad de los motivos presentados por las
partes. Tal y como fue expuesto en la presentación de excusa (f. 177493-177502 del
tomo XLV), esta causa ya había sido conocida por la Cámara de Casación, con ocasión
del recurso de casación presentado en contra de la resolución 2012-2550 del Tribunal de
Apelación de Sentencia Penal del Segundo Circuito Judicial de San José, de las 13:00
horas, del 21 de diciembre de 2012. En aquella ocasión, mediante resolución de las 8:30
horas, del 11 de octubre de 2013, la totalidad de los entonces integrantes titulares de la
Cámara Casación, Magistrados Chinchilla Sandí, Ramírez Quirós, (ambos previamente
excusados) y quien suscribe el voto salvado, así como las Magistradas Pereira Villalobos
y Arias Madrigal, nos excusamos de conocer la causa, considerando que existía un
conocimiento previo del asunto susceptible de comprometer el principio de imparcialidad,
debido a que intervinimos en la resolución de la causa 04-005356-042-PE, seguida contra
Rafael Ángel Calderón Fournier y otros por el delito de Peculado, emitiendo
pronunciamiento acerca de la legalidad de la prueba conocida como “Prueba 588,
Asistencia Judicial de la República de Panamá Eliseo Vargas García”, elemento de
convicción que resultaba común con la presente causa 04-006835-0647-PE, prueba que
es nuevamente cuestionada a través del primer motivo del recurso de casación
interpuesto por el Defensor Público Juan Carlos Salas Castro y su defendido Eduardo
Fonseca García. En aquella oportunidad, no solo se reconoció la comunidad de
la “Prueba 588”, sino también la existencia de otros elementos comunes como la prueba
testimonial, los imputados y la cercanía espacio-temporal de los hechos de ambas
causas, fundamentando que: “De manera que como bien lo anota el ente fiscal, los
Magistrados que suscribimos esta resolución, hemos externado criterio con anterioridad
sobre el fondo de la causa, al reconocer que además de las pruebas documentales
mencionadas, en múltiples aspectos ambas causas presentan conexidad, al tratarse de
hechos acusados ocurridos en espacios temporales similares, que presentan como
denominadores comunes imputados y pruebas testimoniales, que necesariamente fueron
conocidos y valorados anteriormente en la resolución 499-2011, del expediente 04-
005356-0042-PE” (f. 17896 del tomo XLIII). Desde esta óptica, es necesario recordar que
la garantía de un juez imparcial, se encuentra reconocida no solo en la normativa procesal
penal, sino también en los tratados internacionales suscritos por Costa Rica, como la
Convención Interamericana de Derechos Humanos. Al respecto la citada norma supra
legal dispone en su numeral 8.1 que: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”. Fue
precisamente la violación al principio de imparcialidad, debido al conocimiento de la
causa en diversas oportunidades por la misma integración de la Cámara de Casación,
propició la condena del “Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica” emitida mediante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del 2 de julio de 2004. Entre las razones
expuestas por la Corte, se indicó que: “171. La Corte considera que el derecho a ser
juzgado por un juez o tribunal imparcial es una garantía fundamental del debido proceso.
Es decir, se debe garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como
juzgador cuente con la mayor objetividad para enfrentar el juicio. Esto permite a su vez,
que los tribunales inspiren la confianza necesaria a las partes en el caso, así como a los
ciudadanos en una sociedad democrática.172. Como ha quedado probado, en el proceso
penal contra el periodista Mauricio Herrera Ulloa se interpuso el recurso de casación en
dos oportunidades (supra párr. 95. r y 95. w). La Corte observa que los cuatro
magistrados titulares y el magistrado suplente que integraron la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia al decidir el 7 de mayo de 1999 el recurso de casación interpuesto
por el abogado del señor Félix Przedborski contra la sentencia absolutoria, fueron los
mismos que decidieron el 24 de enero de 2001 los recursos de casación interpuestos
contra la sentencia condenatoria por el abogado defensor del señor Mauricio Herrera
Ulloa y apoderado especial del periódico “La Nación”, y por los señores Herrera Ulloa y
Vargas Rohrmoser, respectivamente (supra párr. 95. y). 173. Cuando la Sala Tercera de
la Corte Suprema de Justicia resolvió el primer recurso de casación anuló la sentencia
casada y ordenó remitir el proceso al tribunal competente para su nueva sustanciación,
con base en que, inter alia, “la fundamentación de la sentencia no se presenta como
suficiente para descartar racionalmente la existencia de un dolo directo o eventual
(respecto a los delitos acusados)” (supra párr. 95. s). 174. Los Magistrados de la Sala
Tercera de la Corte Suprema de Justicia debieron abstenerse de conocer los dos
recursos de casación interpuestos contra la sentencia condenatoria de 12 de noviembre
de 1999 porque, considera esta Corte, que al resolver el recurso de casación contra la
sentencia absolutoria de 29 de mayo de 1998, los mismos magistrados habían analizado
parte del fondo, y no solo se pronunciaron sobre la forma. 175. Por las anteriores
consideraciones, la Corte concluye que los magistrados de la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia, al resolver los dos recursos de casación interpuestos contra la
sentencia condenatoria, no reunieron la exigencia de imparcialidad. En consecuencia, en
el presente caso el Estado violó el artículo 8.1 de la Convención Americana en relación
con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Mauricio Herrera Ulloa”. Lo anterior,
a pesar que en dicha ocasión se encontraba vigente el artículo 29 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial y la Cámara de Casación se integró para resolver los recursos de casación
con cuatro Magistrados Titulares y un Magistrado Suplente, lo cual evidencia la necesidad
de habilitar a éstos últimos, en los supuestos en que los primeros tengan la obligación de
excusarse. Asimismo, la CIDH ha manifestado que ante la duda sobre la imparcialidad
del juzgador, es necesario que éste se separe del conocimiento de la causa, indicando
en la sentencia del 22 de noviembre del 2005, en caso Palamara Tribarne vs. Chile
que “146. La imparcialidad del tribunal implica que sus integrantes no tengan un interés
directo, una posición tomada, una preferencia por alguna de las partes y que no se
encuentren involucrados en la controversia. 147. El juez o tribunal debe separarse de
una causa sometida a su conocimiento cuando exista algún motivo o duda que
vaya en desmedro de la integridad del tribunal como un órgano imparcial. En aras de
salvaguardar la administración de justicia se debe asegurar que el juez se encuentre libre
de todo prejuicio y que no exista temor alguno que ponga en duda el ejercicio de las
funciones jurisdiccionales” (subrayado no corresponde al original) . En este mismo
sentido, mediante resolución 2013-001579 de las 11:05 horas, del 29 de octubre de 2013,
la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia indicó que: " El principio de imparcialidad
como integrante del debido proceso, busca garantizar el dictado objetivo de cualquier
resolución o proceso sometido a conocimiento de los juzgadores; de manera que su
decisión sea producto del examen de los autos y en estricto apego al derecho,
transparente, pero en especial, confiable por emerger libre de prejuicios o ideas
preconcebidas respecto del caso […] Lo determinante bajo esta hipótesis (de un juez
contacto previo al proceso) es que con dicho acercamiento no haya expresado
conocimiento sobre el fondo del asunto (por ejemplo, aludiendo al tipo prueba, su
idoneidad, su contenido), o bien, no manifestara con carácter de certeza (opuesto a la
probabilidad) juicios o valoraciones que comprometen de forma abierta y directa su
posición, en muchas ocasiones violando la presunción de inocencia del imputado, antes
de ser juzgado, aún cuando sus argumentaciones se mantuvieran al margen del
señalamiento probatorio (por ejemplo, teniendo por cierta la existencia del delito, pero
especialmente, dando por sentada la responsabilidad de quienes figuran como
acusados)". Por otra parte, si se toma en consideración que desde el 15 de febrero de
2016, la Asamblea Legislativa ha omitido su deber constitucional de nombrar a los
Magistrados Suplentes de la Sala Tercera de la Corte Suprema, se puede concluir que el
inciso 2) de la Ley Orgánica del Poder Judicial no es aplicable al ca so concreto, toda vez
que para ello las causales de excusa y recusación deben concurrir tanto a los Magistrados
Titulares como a los Magistrados Suplentes, por lo que ante la ausencia del
nombramiento de estos últimos, no es posible aplicar la norma. En este orden de ideas,
el artículo 29 de la Ley Orgánica del Poder Judicial dispone que: “Cuando, por
impedimento, recusación, excusa u otro motivo, un servidor tenga que separarse del
conocimiento de un asunto determinado, su falta será suplida del modo siguiente: […] 2.-
Los Magistrados, por los suplentes llamados al efecto. Los miembros de los tribunales
colegiados se suplirán unos a otros y, en caso de que a todos o a la mayoría les cubra la
causal, por sus suplentes. Cuando la causal cubra a propietarios y suplentes, el caso
deberá ser conocido por los propietarios, no obstante la causal y sin responsabilidad
disciplinaria respecto de ellos” (subrayado no corresponde al original) . De la lectura de
la normativa tra nscrita, se desprende que para su aplicación es necesaria la
concurrencia de dos requisitos: a) que exista una causal de excusa y recusación; b) y que
la causal cubra tanto a Magistrados Titulares como a Magistrados Suplentes. Sin
embargo, en el caso que nos ocupa no está presente el segundo de los requisitos, por
cuanto las causales de excusa o recusación no cubren a los Magistrados Suplentes,
independientemente de la ausencia de su nombramiento por parte de la Asamblea
Legislativa. Finalmente, debe considerarse que por entrar en juego principios
constitucionales y convencionales, concretamente el deber de imparcialidad frente al
principio de justicia pronta y cumplida, de previo a la resolución de la causa se debió al
menos plantearse la consulta de constitucionalidad de conformidad con el artículo 102 de
la Ley de Jurisdicción Constitucional, lo cual fue rechazado por los demás integrantes de
esta Cámara. Por estas razones considerando que existe un vicio de carácter absoluto
en cuanto a la integración de la Sala, consecuente con la presentación de excusa referida
anteriormente y ante la necesidad de esperar el nombramiento de los Magistrados
Suplentes por la Asamblea Legislativa, salvo el voto y omito pronunciarme sobre la
admisibilidad de los motivos planteados por las partes.
Dig.imp/ffm.-
Exp. N° 219-5/6-5-16