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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD

AUTÓNOMA DE PUEBLA

INSTITUTO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES


“ALFONSO VÉLEZ PLIEGO”

DOCTORADO EN SOCIOLOGÍA

LUCHAS POR LO COMÚN.


ANTAGONISMO SOCIAL CONTRA EL RENOVADO CERCAMIENTO Y DESPOJO
CAPITALISTA DE LOS BIENES NATURALES EN MÉXICO

TESIS
PARA OBTENER EL GRADO DE
DOCTORA EN SOCIOLOGÍA

PRESENTA:
MINA LORENA NAVARRO TRUJILLO

DIRECTOR:
SERGIO TISCHLER VISQUERRA

PUEBLA, PUEBLA DICIEMBRE DE 2012

0
AGRADECIMIENTOS

Este trabajo de investigación es parte de un esfuerzo común y colectivo empeñado en pensar y


materializar posibilidades de vida sin capitalismo. Las reflexiones que aquí presento fueron
elaborándose en buena parte por el diálogo compañero con activos integrantes de experiencias
socioambientales, organizaciones sociales, académicos e investigadores comprometidos.
Especialmente quiero agradecer a mi asesor Sergio Tischler y su labor comprometida, quien con
la humildad y generosidad que lo caracteriza, me acompañó permanentemente. Su siempre
brillante, cálida y crítica orientación fue simplemente imprescindible para el transcurso y
conclusión de esta historia. A los integrantes del Comité Académico: a John Holloway por su
siempre subversiva y cariñosa mirada para pensar la fragilidad del capital y rastrear las múltiples
expresiones del antagonismo social. A Raquel Gutiérrez por su ejemplo y experiencia
compartida; las claves de la política en femenino han sido centrales para pensar las condiciones
de producción y reproducción de lo común de este trabajo. A Carlos Figueroa por su apoyo
metodológico para la formulación de esta investigación. A Francisco Gómez Carpinteiro. Y a
Massimo Modonesi a quien agradezco profundamente su lectura crítica y atenta, generosidad,
complicidad y apoyo en todos los sentidos. Agradezco también el apoyo al Programa de
Doctorado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez
Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y en especial a Blanca Cordero y
Abigail Sánchez.

A Claudia Composto, compañera intelectual y amiga entrañable, otra persona imprescindible en


el camino y primer cierre de esta historia. A Enrique Pineda por el diálogo militante para pensar
la radicalidad de las luchas socioambientales; a Daniele Fini por las reflexiones compartidas
sobre las posibilidades subversivas de la producción de lo común. A jóvenes en resistencia
alternativa: comunidad de vida. A Óliver Hernández, Julio Broca, Jorge Muciño, Mayeli Sánchez
y Refugio Solís. A Gizella Garciarena por su apoyo incondicional y ayuda en la corrección de
estilo. A Elia Zárraga, Julián Ramírez y Abraham Márquez por su apoyo en la desgrabación de
entrevistas. A Mercedes Ramos por su apoyo y ayuda para encontrar un lindo y tranquilo lugar
para habitar.

Merecen todo mi agradecimiento las mujeres y hombres que integran las dignas y admirables
experiencias socioambientales con las que trabajé para esta investigación: a la familia Enciso de

1
la Agrupación Un Salto de Vida, a Elizabeth Medina, James del Tedesco, Mario Martínez y
demás compañeros y compañeras del Frente Amplio Opositor; a Tomás Hernández, Héctor
Mendoza, Baruc Martínez, Katia y Karina Leyte, Edmundo Rioja, Leonardo Jiménez, Obdulio
Romero y los demás compañeros y compañeras del Frente de Pueblos del Anáhuac, a Felipe
Flores y Rodolfo Chávez del CECOP, lo mismo que a Alberto Solís de Serapaz. A los
compañeros y compañeras del Consejo de Pueblos Unidos en Defensa del Río Verde; a Ana
María García de EDUCA y Genaro Guevara de La Ventana; a David Valtierra de Radio
Ñomndaa; a Laura Ortega y, en Guadalajara a Afra y Airy Mejía y Arcadia Lara por su apoyo y
cálido recibimiento y acompañamiento, lo mismo que a Jorge Regalado y Rafael Sandoval. A
Magdiel Sánchez de la Asamblea de Afectados Ambientales; a Silvia Emanuelli de HIC-AL; a
Alma Piñeyro de la UCSS.

Al Seminario “Entender la descomposición; vislumbrar las posibilidades” realizado casi por


cuatro años consecutivos en Casa de Ondas, y en especial a Raquel Gutiérrez, a Lucía Linsalata,
por sus brillantes reflexiones en torno a las formas comunales de la política; a Paulino Alvarado y
Flavio Barbosa. También agradezco a Márgara Millán y a los demás compañeros y compañeras
del Seminario “Modernidades alternativas y nuevo sentido común: anclajes pre- figurativos de
una modernidad no capitalista” de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, por
las valiosas reflexiones para pensar y rastrear formas societales subversivas y alternativas al
capitalismo.

A las mujeres con las que he tenido fortuna de compartir la vida; a mi mamá por su amoroso y
vital apoyo para enfrentar la vida; a Mina Alejandra por su sabia palabra y presencia oportuna. A
mi papá por su ejemplo de fuerza y energía. Y a mi compañero de vida: Aldo, pilar de mi
existencia. Ellas y ellos son la comunidad que me abriga e impulsa.

Mina Lorena Navarro Trujillo


Diciembre 2012

2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 4

I. EL DESPOJO MÚLTIPLE Y LAS LUCHAS POR LO COMÚN


1. Nociones sobre lo común 10
2. Las formas económicas y políticas del despojo múltiple 14
3. Despojo múltiple, cercamiento de lo común y conflictos socioambientales 27
4. Despojo múltiple, neoextractivismo y antagonismo social en América Latina 32

II. NEOLIBERALISMO, DESPOJO MÚLTIPLE Y CERCAMIENTO DE LO COMÚN


1. El neoliberalismo: la reconfiguración de un nuevo orden mundial 38
2. El cercamiento de los bienes comunes y su vertiente neoextractivista contemporánea 42
en América Latina
3. Nueva cartografía socio- política y el neoextractivismo en América Latina 45
4. Hacia una caracterización del despojo y acumulación capitalista en México 52

III. LAS FORMAS POLÍTICAS DEL DESPOJO MÚLTIPLE Y EXPROPIACIÓN DE LO COMÚN EN MÉXICO 63

IV. HACIA UNA MIRADA DESFETICHIZADA DE LA BARBARIE CAPITALISTA Y SU DIMENSIÓN SOCIO-


AMBIENTAL EN MÉXICO
1. El agua: substancia para el capital o para la vida 77
2. Industria extractiva: el ultraje de los pueblos y de la naturaleza geológica 94
3. La batalla corporativa por la mercantilización de la tierra y los bienes inmateriales 115
4. Ciudad y urbanización: la insustentabilidad hecho espacio 129
5. Megaproyectos de infraestructura: las venas del capital 137

V. LUCHAS SOCIO-AMBIENTALES EN MÉXICO


1. Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota (CECOP): La lucha contra la presa 145
hidroeléctrica ‘La Parota’
2. Frente de Pueblos del Anáhuac: la lucha de los campesinos de Tláhuac 161
3. Frente Amplio Opositor a la Minera San Xavier (FAO): la lucha contra la minería a cielo abierto 183
4. Agrupación un Salto de Vida: la lucha contra la contaminación del Río Santiago 202

VI. LASLUCHAS SOCIO-AMBIENTALES COMO EXPRESIÓN ACTUALIZADA DEL ANTAGONISMO ENTRE LO 224
COMÚN Y EL DESPOJO MÚLTIPLE

REFLEXIONES FINALES 251

BIBLIOGRAFÍA 256

3
INTRODUCCIÓN

1.
La investigación que aquí presento es producto del esfuerzo de trabajo de cuatro años en el marco
del Programa de Doctorado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades
“Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, generación 2008-
2012.
El principal propósito que orientó esta investigación fue el de explorar y comprender la
subjetividad antagónica de las luchas socioambientales en México de los últimos diez años, y sus
capacidades para resistir, negar, subvertir, desbordar al capital, y abrir horizontes anticapitalistas
de emancipación. Todo esto a la luz del crecimiento exponencial de conflictos socioambientales
en todo el territorio nacional por la continuidad y profundización de las políticas extractivistas. Se
trata de proporcionar una mirada que abone en la interpretación del complejo escenario que se ha
venido configurando desde hace treinta años en nuestro país y en el resto de América Latina, con
el neoliberalismo, como nuevo modo de acumulación capitalista, signado por la aguda
profundización y actualización de las estrategias de despojo múltiple y expropiación de lo común,
principalmente de los últimos diez años. Un escenario que trataremos de desentrañar no como un
objetivo en sí mismo, sino como clave de comprensión y rastreo de las posibilidades
revolucionarias latentes en lo que muchos autores han coincidido en nombrar crisis civilizatoria.
Tratamos pues, de pensar desde una perspectiva antagonista, la comprensión de los
conflictos del despojo múltiple y cercamiento de lo común. De ahí, nuestra hipótesis y apuesta
por comprender cómo lo común emerge o se fortalece ante el conflicto, bajo la forma de
renovados horizontes de lo político, a la luz de las luchas socioambientales en defensa de los
bienes comunes ecológicos o naturales. Así, los procesos de subjetivación de las luchas
socioambientales al calor de los conflictos producidos por el despojo múltiple se presentan como
el principal foco de nuestra atención. El conflicto en este sentido es capaz de generar y activar
una relación de antagonismo abierto entre los sujetos comunitarios y el capital; derivando en
esfuerzos e impulsos de recomposición comunitaria. De modo que un propósito de este trabajo es
el de profundizar en las formas en las que se constituye la experiencia de la insubordinación;
entendida como parte de un pasaje crítico, contradictorio, sin ninguna pureza y en constante flujo
y movimiento.

4
2.
Para cumplir tal objetivo, hemos desarrollado un conjunto de argumentaciones, que exponemos
de forma detallada en cada uno de los capítulos que componen esta investigación, hilvanado bajo
la idea de que las luchas socioambientales son una expresión del antagonismo entre las formas de
reproducción social ancladas en lo común y el despojo capitalista de las capacidades de hacer y
de autodeterminación política.
De modo que, en el primer capítulo, exponemos algunas claves de comprensión sobre lo
común como categoría crítica e histórica, en tanto sus diversas formas de existencia niegan al
capital, y su materialidad es expresión de la inestabilidad y fragilidad de las relaciones
capitalistas incapaces de mercantilizarlo todo. Se trata de pensar lo común como una lógica que
niega al capital y al mismo tiempo es capaz de producir y reproducir la vida social en un proceso
antagónico que pelea por recrearse constantemente. Seguido de esto, hacemos un recorrido
teórico por el problema de la acumulación y el despojo en la historia del capitalismo, abrevando
de los debates marxistas que se han producido al respecto, con el objetivo de comprender las
tramas de continuidad y novedad que hay en torno a la expropiación de lo común; y la separación
de los productores y sus “medios de existencia” (De Angelis, 2012). Todo esto con el propósito
de sistematizar las estrategias de una suerte de despojo múltiple y sus recientes actualizaciones.
Al mismo tiempo, desarrollamos algunos elementos del conflicto entre el despojo múltiple y lo
común más recientes, como sustrato de la emergencia de las luchas socioambientales actuales en
América Latina.
En el segundo capítulo presentamos los trazos que componen la gran reconfiguración
mundial, inaugurada a nivel mundial desde los setenta y en los ochenta en México, haciendo
especial énfasis en cómo se desenvuelve el cercamiento de los bienes comunes como una de las
estrategias del capital en su proceso reactualizado de acumulación y despojo múltiple para hacer
frente a la crisis del orden dominante. Seguido de esto, exponemos las particularidades de la
vertiente neoextractivista de los últimos tiempos, como estrategia central del despojo múltiple y
expropiación de lo común, a la luz del repaso de las conformaciones estatales predominantes en
América Latina. Y finalmente, ahondamos en el caso mexicano, desde una perspectiva histórica,
para ubicar y desenhebrar las tramas que constituyen el despojo y acumulación del capital
actuales, con su correlato de devastación socioambiental, fundamentalmente a partir de dos
grandes procesos entrelazados entre sí, que en suma nos ayudan a pensar la conflictividad
socioambiental acentuada en estos últimos diez años: 1) la crisis del campo a partir de la
desestructuración de las formas campesinas, junto con la propiedad comunal, social y ejidal de la

5
tierra, y la imposición de un nuevo sistema agroalimentario y; 2) la reorientación del rol de la
economía hacia su reprimarización. Estos dos procesos han estado atravesados a su vez, por una
tendencia a la privatización- transnacionalización de los bienes sociales y naturales, y de
institucionalización de los derechos de las grandes corporaciones.
En el tercer capítulo buscamos profundizar en las formas políticas de la dominación, con
miras a sistematizar las estrategias múltiples de un “dispositivo expropiatorio”, que va desde la
construcción de una legalidad institucional y un discurso de inclusión posible, pasando por la
cooptación y el disciplinamiento, hasta llegar a situaciones de criminalización, represión y
contrainsurgencia. Se trata de pensar las especificidades del Estado como la forma política del
capital, a la luz del régimen de acumulación y regulación social actual, y las inéditas y renovadas
estrategias de cercamiento de los bienes comunes y su vertiente neoextractivista en México,
profundizadas de manera dramática en los últimos diez años. Se trata de penetrar y develar las
formas fetichizadas del capital y sus estrategias para expropiar y capturar lo común, sometiéndolo
a los designios de la acumulación del capital.
En el cuarto capítulo, presentamos una serie de apartados en los que sistematizamos los
ejes de la conflictividad socioambiental más importantes en México en torno al agua, la tierra, los
bienes inmateriales, la industria extractiva, los megaproyectos de infraestructura y los procesos
de urbanización en las ciudades. Para fines analíticos presentamos de manera separada cada una
de las problemáticas socio-ambientales, sin olvidar que forman parte de un contradictorio,
complejo y confuso entramado, el cual opera en la realidad, de forma entrelazada e
interrelacionada, con conexiones poco claras o invisibles, que tienden a normalizar la percepción
de la valorización del capital, como proceso autónomo, externo e inevitable. Se busca bosquejar
una mirada hilvanada de la devastación socio-ambiental en México a partir de una perspectiva
global e histórica. Para ello, abordamos las trayectorias que, en los últimos treinta años y con
mayor acento en los últimos doce años (2000-2012), han venido configurando la barbarie
capitalista actual, como batalla abierta e incierta entre el control corporativo-estatal y las luchas
de insubordinación y resistencia contra la mercantilización de la vida.
En el quinto capítulo, ahondamos en la emergencia de las luchas socioambientales, a la
luz de cuatro experiencias que encaran diferentes frentes, niveles y estrategias del despojo
múltiple y modos de la separación de los medios de existencia. Se trata de sujetos colectivos que
enfrentan los amagos del despojo o su consumación, teniendo que enfrentar las consecuencias de
la expropiación económica y política, y los padecimientos de la devastación y el sufrimiento
ambiental. Son sujetos colectivos situados en espacialidades urbanas y rurales, con anclajes
profundamente disímiles con el territorio, los cuales simbólica y materialmente se actualizan ante

6
las afrentas de despojo. Desde las particularidades de estas luchas, presentamos un análisis crítico
de los procesos de resistencia, los cuales movilizan múltiples saberes y recursos colectivos, pero
también enfrentan atroces estrategias de dominación por parte de los gobiernos y empresas;
capaces en algunos casos de aplazar o incluso de obstaculizar los proyectos de despojo, pero en
otros, de encontrarse limitados para hacerlo. No obstante, la resistencia y la insubordinación
frente al poder y a la normalidad que busca imponerse, persiste bajo múltiples formas. Nos
interesa escudriñar en los modos mediante los cuales la “gente común” (Holloway, 2011)
enfrenta las formas del despojo, en condiciones sumamente adversas y asimétricas, cuando
incluso, la devastación socioambiental es la constante de la vida cotidiana. Asimismo, tratamos
de rastrear las condiciones que posibilitan el fortalecimiento de la producción y reproducción de
lo común, al calor de los nuevos conflictos de despojo. Para ello exploramos cuatro experiencias
de resistencia a conflictos socioambientales, de diverso tipo, que en conjunto abren un amplio
espectro para la comprensión de las subjetividades antagonistas en defensa de lo común, tanto en
espacialidades rurales como urbanas: el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa
la Parota, el Frente de Pueblos del Anáhuac contra la línea 12 del metro, el Frente Amplio
Opositor a Minera San Xavier y, la Agrupación Un Salto de Vida.
Si bien, es de nuestro interés pensar en las múltiples expresiones del antagonismo social
frente al cercamiento de lo común, lo cierto es que en este proceso de investigación, por
cuestiones de tiempo, dimos prioridad a las experiencias de insubordinación más explícitas y
conscientes, más allá de los “desplazamientos moleculares”, para usar el planteamiento de
Gramsci. Deslizamientos que sin lugar a dudas son los responsables de desencadenar los
momentos de irrupción y ruptura social.
Finalmente, pensamos en las tramas más relevantes y centrales de las formas de la
subjetividad antagónica de las luchas socioambientales, y sus capacidades para resistir, negar,
subvertir, desbordar al capital e incluso abrir horizontes anticapitalistas de emancipación. En este
sentido, el acontecimiento de lo comunitario, su llamado autoconvocado, y los núcleos sanos de
buen sentido (Gramsci, 1980), como palancas del antagonismo, son fundamentales para la
generación y regeneración de una política basada en lo común, incluida la defensa de los bienes
comunes naturales. Tratamos de iluminar y rastrear los procesos de subjetivación política
(Modonesi, 2010) de este antagonismo social al calor de los conflictos producidos por el despojo
múltiple y en defensa de lo común.

7
3.
Una de las hipótesis centrales que hemos logrado corroborar es que los procesos de negación de
lo común activan impulsos de recomposición comunitaria. Si bien, en este trabajo de
investigación no fue nuestro propósito profundizar en los modos en los que la política
comunitaria se articula y organiza para la gestión de los bienes naturales, advertimos que la lucha
contra el despojo y la separación de los medios de existencia habilita y fortalece una serie de
prácticas y mecanismos colectivos para garantizar la reproducción de la vida. Y es que sin lugar a
dudas, la supervivencia y protección de los bienes comunes constituye una condición
fundamental para la continuidad de la vida, que puede seguir y potencialmente puede estar en
manos de sujetos comunitarios a partir de formas de autoregulación social que incorporen entre
sus principios frenos y controles al mal uso de los recursos. Se trata de continuar experimentando
modalidades comunitarias que, mediante la confianza, la reciprocidad y la cooperación, hagan
posible sostener modos locales de gestión de lo común. Lo que notoriamente potencia y
retroalimenta la emergencia de nuevos o renovados horizontes de lo político centrado en la
recomposición de lo común. Y es que si bien las luchas socioambientales encarnan formas
particulares del antagonismo contra el capital, situadas a nivel comunitario y local, la defensa de
los bienes comunes naturales o ecológicos logra trascender este ámbito; por su potente capacidad
de contagio, ejemplo e irradiación, además de su contenido estratégico para viabilizar la
sobrevivencia humana ante la barbarie capitalista. En este sentido, es fundamental seguir
rastreando las capacidades de generalización, expansión e irradiación de las luchas
socioambientales sobre otros segmentos de la izquierda. Lo que además puede tener una
implicación teórica y práctica: al habilitar una forma de comprensión abierta sobre la lucha de
clases, y en términos prácticos, lograr la conexión entre rostros múltiples de la lucha
revolucionaria contra el capital.
Hay que señalar que en conjunto tratamos de bosquejar una mirada crítica sobre el
antagonismo social. Y en este sentido, pensamos que las luchas socioambientales como sujetos
comunitarios, no se constituyen como tal, a partir de un proceso automático que esté dado o que
pueda darse por sentado, ni que sus modos de relación con la naturaleza estén regidos por
prácticas totalmente sostenibles o desmercantilizadas. Por el contrario, se trata de sujetos
atravesados por profundas contradicciones de la vida en el capitalismo. Sin embargo, sostenemos
que cuando se activa la defensa de un bien común por parte de una colectividad ante la amenaza
del despojo, ésta se somete a un proceso de valoración de los bienes colectivos, a nuevos modos
de comprensión de lo ambiental y al rastreo de modos sostenibles para la convivencia y

8
conservación de la naturaleza. Se trata de sujetos comunitarios que se constituyen por procesos de
subjetivación antagónica con el capital, lo cual implica necesariamente inestabilidad y fragilidad,
por lo que requieren constantemente elaborarse y recrearse.
Desde nuestro punto de vista, estas novedades son parte de la conformación de nuevas
formas de lo político para gestionar la vida más allá del ámbito público, ligado a lo estatal, y del
privado, en relación al mercado. Se trata de una política que actualiza, reinventa, prefigura y tiene
la capacidad de irradiar un hacer común (Simone/ Giardini, 2012) capaz de resistir, negar,
subvertir y desbordar al capital y sus diferentes mediaciones orientadas a la valorización del
valor.
En suma, estas luchas han logrado iluminar aspectos vitales para la sobrevivencia humana
frente a la crisis civilizatoria que el mundo vivo enfrenta. Han ayudado a que problematicemos
nuestra relación con la naturaleza, y a que entendamos la urgencia de la construcción de
alternativas basadas en la solidaridad y sustentabilidad. Son parte del impulso por defender,
extender y fortalecer lo común sobre todos los ámbitos de la reproducción social para resistir a
las formas económicas y políticas del despojo múltiple y garantizar una alternativa frente a la
devastación producida por la catástrofe capitalista. Este trabajo tiene como propósito ayudar a
nombrar y a potenciar la emergencia de lo nuevo; novedades que se nutren y dan forma a los
gérmenes de un paradigma civilizatorio alternativo, en medio de la barbarie capitalista.

9
I. EL DESPOJO MÚLTIPLE Y LAS LUCHAS POR LO COMÚN

En recientes fechas es notable el ascenso de la conflictividad socioambiental en toda América


Latina por diversos proyectos ligados a una renovada estrategia de despojo múltiple y
expropiación de lo común. Es de nuestro interés, presentar en este apartado algunas claves de
comprensión del antagonismo entre las variadas formas del capital y de lo común, a la luz de la
emergencia de las luchas socioambientales en América Latina, y específicamente en México.
Para ello, desde una perspectiva marxista, comenzaremos planteando un conjunto de reflexiones
en torno a lo común, conceptualizado como categoría crítica. Posteriormente, desarrollaremos la
noción del despojo múltiple, abrevando de los debates del marxismo que indagan en las formas
de la acumulación del capital y los modos actuales de su existencia. Seguido de esto,
profundizaremos en las formas en las que el despojo múltiple expropia y niega lo común, y en
particular, los bienes naturales o ecológicos. Finalmente, buscaremos situar este esquema de
comprensión para el caso de Latinoamérica y las luchas socioambientales actuales.

Nociones sobre lo común

Para comprender a qué nos referimos cuando hablamos del antagonismo entre el capital y lo
común, resulta necesario partir de lo que entendemos por lo común y los bienes comunes. Desde
nuestra perspectiva lo común es una forma de la reproducción social que se manifiesta en el
amplio y denso espectro de la vida, y se materializa a través de una serie de prácticas sociales
colectivas que producen y comparten lo que se tiene, y/o se crea, mediante la cooperación
humana autodeterminada, bajo regulaciones no derivadas, o del todo sometidas a la lógica
mercantil y estatal.1 Esto significa que, si bien, las diversas formas concretas de lo común tienen
raíces ancestrales que se remontan desde toda la historia de la humanidad hasta nuestro días, la
mirada que proponemos en este trabajo destaca que la negación de esos modos de existencia
colectiva por el capital, es resistida por el despliegue de un proceso de defensa antagónica que
tiende a derivar en la actualización, potenciación e irradiación de lo común. 2 Así pues, tratamos

1
Este esfuerzo preliminar de aproximación conceptual ha sido esbozado en diálogo y retroalimentación con algunas
reflexiones elaboradas en torno a lo común por: John Holloway (2011), Antonio Negri (2006 y 2011), Raquel
Gutiérrez (2012), Silvia Federici (2010) y Lucia Linsalata (2011).
2
Retomamos la noción de irradiación elaborada por Hernán Ouviña, quien a su vez, recupera del intelectual boliviano
René Zavaleta: “Irradiar equivale a disputar hegemonía sin ánimo vanguardista; a convidar una concepción del
mundo y, por qué no, una modalidad de lucha, sin pretender liderar ese proceso ni autoproclamarse referencia
exclusiva de él; una especie de potlatch que regala o comparte –ejercicio de traducción mediante– prácticas,
experiencias y saberes “sin más”, esto es, no con un ánimo de acumulación, sino en pos de multiplicar y fortalecer

10
de reflexionar cómo es que lo común se produce y reproduce en las diversas temporalidades del
antagonismo con el capital, haciendo énfasis –para fines de este trabajo de investigación-, en los
momentos más explosivos, explícitos y conscientes del conflicto. Todo ello para rastrear las
condiciones y factores que producen el antagonismo, como marco de producción y reproducción
de lo común.
Cabe mencionar que si bien la categoría de antagonismo ha sido cultivada por “la
persistencia del marxismo en la búsqueda de claves interpretativas de la conformación subjetiva
surgida del conflicto y la lucha –o, dicho de otra manera, de la experiencia de la insubordinación-
” (Modonesi, 2010: 60), consideramos que el carácter antagónico de lo social no sólo se devela
en las temporalidades de conflictividad más explosivas, sino también en los tiempos de la vida
cotidiana. No obstante, en este trabajo buscamos profundizar en las formas específicas del
antagonismo social desplegadas en temporalidades explícitas de insubordinación por conflictos
socioambientales, y cómo éstas repercuten en la conformación o recomposición de sujetos
comunitarios. De modo que tratamos de rastrear los procesos de subjetivación política de las
luchas socioambientales, entendidos como “las formas y las dinámicas de conformación de
subjetividades políticas en torno a conjuntos o series de experiencias colectivas surgidas de
relaciones de dominación, conflicto y emancipación” (Modonesi, 2010: 15).
Ahora bien, regresando al tema de lo común, cuando hablamos de que su existencia se
remonta a tiempos pretéritos, pensamos en espacios no capitalistas o en órdenes pre-capitalistas,
como sucedió en Europa Occidental, en donde, antes de que el capitalismo se expandiera como
un nuevo dominio, frente a la crisis del feudalismo, -provocada por las enormes sublevaciones de
lo que Federici (2010) denomina proletariado medieval; pequeños agricultores, artesanos,
jornaleros-, existían ciertos márgenes que permitían a la gente común regirse por derechos de
propiedad comunal. Estos modos de regulación social, funcionaban fundamentalmente como una
estrategia para garantizar la reproducción social de forma independiente del poder arbitrario de
los señores feudales, forjándose modos variados de protección social. Por un lado, se impedía que
la depredación feudal se produjese a costa de la comunidad y, por otro lado, se garantizaba la
explotación sostenible de los recursos naturales. En este arreglo, solidaridad social y
sostenibilidad se complementaban en la medida en que los bienes y servicios naturales se
situaban, de hecho y de derecho, en la base material de la reproducción comunitaria. Su
destrucción era por ende, la destrucción de la propia comunidad (Madrilonia.org, 2011: 47).

espacios de resistencia habitados por lo múltiple. De lo que se trata, en último término, es de buscar cómplices, no de
iluminar a masas adormecidas. Para ello, resulta fundamental entender que toda práctica política es profundamente
pedagógica” (Ouviña, 2010: 280).

11
Los antiguos comuneros medievales lograron a través de estos mecanismos -solidaridad
social y sostenibilidad-, una autonomía casi completa sobre las actividades humanas de
producción y reproducción social que les permitía, simplemente, no tener que vender su fuerza de
trabajo y mantener controlada su actividad económica dentro de los límites de instituciones
formadas por fuertes redes de pertenencia, como la familia o la aldea (Madrilonia.org, 2011: 53).
Si bien, existían relaciones de dominación y explotación entre el poder feudal y el proletariado
medieval, este último tenía el control sobre sus medios de producción y por lo tanto, contaba con
un margen de autonomía para garantizar su subsistencia. Siguiendo a Holloway, en la sociedad
feudal o en la esclavista la distribución de tareas era jerárquica, pero estaba basada en las
cualidades particulares de la actividad que se llevaba a cabo, y no en la forma abstracta del
trabajo universal y de sus productos, bajo la forma de un equivalente general (Holloway, 2011:
140). En este mismo sentido, las relaciones sostenidas entre siervo y señor feudal eran
inconfundiblemente políticas y económicas: el señor feudal no solamente extraía el trabajo
excedente de sus siervos, sino que de igual forma ejercía autoridad judicial y “política” sobre
ellos. “La clase económicamente dominante disponía igualmente de los medios de violencia
física” (Hirsch, 2007: 133). Solamente con el advenimiento del capitalismo se da la separación
entre dominación económica y dominación política. Este aspecto crucial de la historia del
capitalismo será tratado a profundidad más adelante.
En el resto del mundo no occidental ocurría algo parecido, antes de la expansión del
capitalismo, había patrones civilizatorios opuestos a éste, -como es el caso de los asentamientos
prehispánicos en el continente americano-, que a pesar de las diferencias entre ellos, mantenían
una suerte de régimen de propiedad comunal, a través de cual y pese a las relaciones de
dominación existentes, se garantizaban ciertos derechos colectivos sobre los medios de
producción para la reproducción social.
Dicho lo anterior, no pretendemos situar a lo común como una categoría transhistórica –
inalterable pese al origen y despliegue del capitalismo-, sino como expresión del antagonismo de
clase entre capital y trabajo, a la luz de la emergencia del nuevo orden mundial y su desarrollo a
lo largo de la historia. En este sentido, lo común adquiere profundo sentido si se piensa como
categoría crítica, que siguiendo a Bonefeld, se trataría de “un concepto social que denota la
existencia pervertida de las relaciones humanas” (Bonefeld, 2001b: 158), lo que nos lleva a
colocar la lucha contra el capital en el centro del análisis, en tanto lo común existe como
negación del capital y su materialidad es expresión de la inestabilidad y fragilidad de las
relaciones capitalistas incapaces de mercantilizarlo todo. De modo que pensar lo común como
categoría crítica contribuye a iluminar el antagonismo histórico entre lo común y las formas

12
variadas del despojo capitalista, desde los inicios de la acumulación originaria en el siglo XIV
hasta nuestros días.
Bajo esta mirada, consideramos que la defensa de lo común ante el despojo capitalista
habilita un horizonte utópico y un renovado paradigma de lo político para gestionar la vida más
allá del ámbito público, ligado a lo estatal, y del privado, en relación al mercado. Se trata de una
política que actualiza, reinventa, prefigura e irradia un hacer común capaz de resistir, negar,
subvertir y desbordar al capital y sus diferentes mediaciones orientadas a la valorización del
valor. Una política que inicia como lucha y se despliega en el conflicto, cobijando subjetividades
antagonistas –como es el caso de las luchas socioambientales-, capaces de abrir horizontes de
emancipación de tipo anticapitalista (Modonesi/ Navarro: s/f).
Ahora bien, como parte del debate más general, entre las múltiples y diversas formas de
existencia de lo común, se encuentra la riqueza común del mundo material (Negri/ Hardt, 2011:
10), específicamente de los bienes comunes ecológicos o naturales como el agua, la tierra y los
bosques existentes en el ámbito local (Dyer-Witherford, 2007), también conocidos a nivel global,
como global commons, en los que se incluye la atmósfera o los océanos (Madrilonia.org, 2011:
57). Además, están los bienes comunes sociales, como la provisión pública de bienestar, la salud,
la educación; o lo común en red, como el acceso a los medios de comunicación, el espacio
electromagnético y la red de internet (Dyer-Witherford, 2007). Incluso, lo común existe en los
saberes, lenguajes, códigos, información, afectos, como parte del resultado de la producción
social necesaria para la interacción y la producción ulterior (Negri/Hardt, 2011: 10). En síntesis,
lo común está asociado, a lo que Dyer-Witherford reconoce como las esferas de lo ecológico, lo
social y la red, y agregaríamos la esfera de lo cultural, las cuales en conjunto conforman y se
modelan por una nueva forma de lo político para generar y regenerar lo común (Simone/
Giardini, 2012).
Dicho lo anterior y para los fines de este trabajo, nos interesa detenernos con especial
énfasis en el antagonismo entre las formas políticas y económicas del despojo múltiple y las
luchas en defensa de los bienes comunes naturales o ecológicos en México. Consideramos que el
despojo de lo común como signo distintivo de esta época se caracteriza por el aumento
exponencial de conflictos socioambientales en todas las latitudes y ámbitos de la vida, mismos
que se han intensificado en los últimos diez años en todo el territorio nacional. Lo que sin duda es
expresión y al mismo tiempo causa, de la profunda crisis en la forma de producir, consumir y
vivir que el capitalismo ha configurado a lo largo de varios siglos; una crisis de inéditas
dimensiones, que hoy muchos coindicen en caracterizar como civilizatoria (Echeverría, 2005;
Vega Cantor, 2009; Fernández Buey, 2012).

13
Las formas económicas y políticas del despojo múltiple

Cuando hablamos de despojo múltiple nos referimos a las formas variadas que adopta el capital
en un mismo proceso3 para expropiar a su vez, las diversas formas de existencia de lo común. Lo
que a continuación se presenta, recupera los debates y las reflexiones que diversos autores,
incluido el propio Marx, han desarrollado en torno a las formas, niveles, estrategias y condiciones
de la acumulación del capital, específicamente a partir de: a) la acumulación originaria; b) la
acumulación del capital y; c) la expropiación de las capacidades políticas de la autodeterminación
social.
La acumulación originaria desarrollada por Marx en el Capítulo XXIV de El Capital,
sitúa y desarrolla el origen del capital a partir del hecho histórico de los primeros cercamientos de
las tierras comunales en Europa durante el siglo XIV, y la separación súbita y violenta de grandes
masas humanas de sus medios de subsistencia de producción, arrojándolas, en calidad de
proletarios4 totalmente libres, al mercado de trabajo. En este sentido, la llamada acumulación
originaria es el proceso histórico ex novo de disociación entre el productor y los medios de
producción. Sin embargo, además del acontecimiento que dio origen al capital, descrito
prolijamente por Marx en ese capítulo, diversos intelectuales del marxismo, -como es el caso de
David Harvey o Massimo De Angelis, entre otros-, han señalado la importancia de pensar en el
otro sentido de la acumulación originaria, es decir, en términos de la relación consustancial e
inherente con la reproducción del capital a lo largo de la historia.
Por otro lado, además de los planteamientos en torno a la acumulación originaria, Marx
desarrolla minuciosamente los modos en los que se reproduce el capital, después de la “primer”
separación producida entre hombres y mujeres, convertidos en productores, de sus medios de
producción. De modo que la acumulación capitalista es un proceso expansivo e intensivo de
expropiación del excedente convertido en plus valor, a través de la apropiación capitalista de las
capacidades productivas para la generación de mercancías. Podemos decir, que se trata de la
continuación, reiteración y consumación de “la separación forzada y violenta de las personas de
sus medios de subsistencia” –como ocurrió en la acumulación originaria-, pero ahora bajo las
reglas naturalizadas del mercado. Y es que habiéndose generado la primera separación, ésta busca

3
El análisis de las variadas formas del despojo es útil para simplificar la complejidad del problema, pensando en los
posibles niveles, estrategias y condiciones de la acumulación del capital; sin embargo, no debemos perder de vista
que, en los hechos, todas ellas son parte de un mismo proceso.
4
El término proletario es originario de la Roma Imperial, haciendo referencia a los ciudadanos de la clase más baja,
que no tenían propiedades y solamente podían aportar prole, es decir, hijos, para engrosar los ejércitos del imperio.

14
repetirse, garantizarse y ampliarse a escalas cada vez mayores, incrementando la masa de
material humano explotado, bajo la premisa de la valorización del valor.
La acumulación originaria entendida como la separación forzada y violenta de las
personas de sus medios de subsistencia, fundando la base de la producción capitalista, dio pie al
inicio del proceso de subordinación del trabajo concreto al trabajo abstracto, es decir, la
valorización del valor, a través de la subsunción del trabajo vivo al capital. Siguiendo a Marx,
para referirse a esta primera acumulación, aclara que, “el proceso que engendra el capitalismo
sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones
de su trabajo, proceso que de una parte, convierte en capital los medios sociales de vida y de
producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados”
(Marx, 2008: 608). En este sentido, los obreros son doblemente libres; de los lazos de
servidumbre y de los medios de producción, lo que los convierte en desposeídos, como condición
de posibilidad para la consecuente proletarización.
Bajo este proceso de disociación, destacan de modo particular los métodos violentos y el
uso de la fuerza pública del Estado para la producción de los cimientos de una nueva forma de
organización de la vida social. Continuando con Marx, “la expropiación del productor directo se
lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames,
más mezquinas y más odiosas” (Marx, 2008: 648). De hecho, sólo a través del despojo, robo,
fraude, humillación, asesinato y trabajo esclavo, se puede explicar el drástico pasaje de un orden
social a otro. Como resultado de esto, los antiguos campesinos se convirtieron en vagabundos y
ladrones que había que transformar en verdaderos proletarios mediante el necesario
disciplinamiento, a través de las leyes sanguinarias y de imposición del trabajo. Así, al tiempo
que las masas libres y desposeídas son transformadas en proletarios, son convertidos en
consumidores de las mercancías de la naciente industria manufacturera, mismas que
anteriormente producían para el autoconsumo en las economías de subsistencia campesina.
La violenta disociación de los productores y sus medios de producción se corrobora en los
procesos históricos que de forma conjunta impulsaron la ‘transición del feudalismo al
capitalismo’, en los que, la expulsión de los campesinos y el cercamiento de lo común en
Inglaterra aparece con vigorosa centralidad, pero también, el descubrimiento de América; la
conquista y saqueo británico de las Indias Orientales; y la extracción de esclavos de África. Este
conjunto de políticas depredadoras fundaron, ni más, ni menos que, el mundo moderno, con
epicentro en Europa, bajo una nueva legalidad basada en la propiedad privada, el mercado y la
producción de plusvalía.

15
El análisis histórico que Marx realiza sobre los métodos empleados en la acumulación
originaria, y su interpretación como origen de la prehistoria del capital (Marx, 2008: 648),
propició la lectura que ha sostenido que la acumulación originaria fue sólo una etapa original y
que corresponde a tiempos remotos, ya superados. O incluso, como ya lo planteara Lenin –como
uno de los representantes de esta interpretación- que la acumulación primitiva no sólo era la
premisa histórica del modo de producción capitalista, sino que además, era inevitable y hasta
positiva en aras de garantizar el desarrollo de las fuerzas productivas (De Angelis, 2012: 18).5
Como parte de las críticas a esa interpretación, que De Angelis ha caracterizado como
“histórica”, en los últimos años asistimos al resurgimiento de múltiples debates sobre el
desarrollo teórico-histórico de la acumulación originaria bajo una interpretación calificada por
este mismo autor, como “continua e inherente”6. Dicha interpretación ha sido cultivada desde
principios del siglo XX con Rosa Luxemburgo, hasta la década de los noventa con un conjunto
de autores como Massimo de Angelis, Michael Perelman, Werner Bonefeld, David Harvey, Paul
Zarembka, Midnight Notes Collective, Samir Amin, John Holloway, entre muchos otros7. En lo
general, los debates reflexionan sobre las líneas de continuidad, y actualización, de la
acumulación originaria y los modos y condiciones en los que se sigue llevando a cabo “la
separación forzada y violenta de las personas de sus medios de subsistencia”, como procesos
permanentes y consustanciales a la acumulación del capital. En general, se trata de pensar la
acumulación originaria más allá de su génesis -sin dejar de reconocer su particularidad fundante-,

5
De esta posición se deriva una de las versiones más ortodoxas del marxismo, que a su vez, enfrentaría la crítica
desde otras tradiciones marxistas, avocadas a denunciar el lado siniestro del progreso, el recrudecimiento de la
violencia en relación al desarrollo histórico del capital, la fetichización del productivismo, la dominación de la
naturaleza y el culto al trabajo como causantes de los peores horrores de la modernidad.
6
Como parte de este fructífero debate en torno a la interpretación “continua e inherente” de la acumulación
originaria, rescatamos a Roux, al plantear que el desarrollo histórico de la acumulación originaria realizado por
Marx, es sólo una parte del argumento que construye para teorizar sobre las múltiples formas de la acumulación. La
idea de la continuidad de esos métodos, y en general de esa forma de acumulación, aparece en los Grundrisse y en
sus escritos sobre la comuna rural rusa, en los que se expone la consideración del despojo y la violencia como
momentos constitutivos del capital –y no sólo como presupuestos genéticos-, es decir, no se trataba de una
reconstrucción histórica en sí misma, sino de una deducción lógica del análisis teórico del proceso-capital. Y es que,
siguiendo esta misma argumentación, la caracterización de los métodos desplegados en la génesis del capital como
acumulación originaria, no se realizó para “ubicarlos en el pasado, sino para distinguirlos de aquellos que eran
resultado de su acción como capital. La diferencia entre unos y otros no radicaba en su ubicación en el tiempo, sino
en determinaciones formales” (Roux, 2008: 64-65).
7
Como parte de estos debates destaca el número 10 de la revista Midnight Notes publicado en 1990 y el segundo
número de la revista inglesa The Commoner publicado en 2001. A este mismo respecto vale la pena resaltar el
esfuerzo de Claudia Composto y Diego Pérez Roig por traducir al español algunos de estos textos en el número 26 de
la revista argentina Theomai. Dicho número puede consultarse en:
<http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/NUMERO%2026/contenido_26.htm>

16
pero tratando de rastrear y reconocer las actualizadas tramas constitutivas y persistentes del
capital hasta nuestros días, y especialmente bajo el actual modo de acumulación.
Desde nuestro punto de vista, este debate resulta fundamental para el reconocimiento de
las formas del despojo inherentes al capital, a contracorriente de la versión fetichizada que
supone que después de su génesis, el capital sólo existe a través de las formas de la producción de
plus valor o reproducción ampliada. Al respecto, exploremos algunos de los trabajos suscitados
bajo esta fértil interpretación, para precisar la aproximación teórico- histórica susceptible de
indagar en las estrategias de las formas del despojo y de la acumulación de los últimos cuarenta
años.
Rosa Luxemburgo, reconocida como precursora de este debate, hace una cuidadosa
lectura de los escritos de Marx para explorar la relación de la acumulación del capital con las
formas sociales no capitalistas, bajo los designios expansionistas del imperialismo europeo. De
esta lectura, Luxemburgo sostiene que la acumulación capitalista tiene dos aspectos distintos,
pero orgánicamente vinculados: por un lado, el de la producción de la plusvalía, considerado
como un proceso económico, cuya fase más importante se realiza entre los capitalistas y los
trabajadores asalariados, dentro de los límites del cambio de mercancías y del cambio de
equivalencias. Bajo este proceso, la paz, la propiedad y la igualdad reinan como formas que
ocultan la apropiación de la propiedad ajena, la explotación y el dominio de clases. Y por otro
lado, se da el proceso de acumulación entre el capital y las formas de producción no capitalistas,
marcado, sin ningún disimulo, por la violencia, el engaño, la opresión, la rapiña (Luxemburgo,
1967: 224). Al analizar el imperialismo de fines del siglo XIX y principios del XX, Luxemburgo
destaca y reflexiona en el avance destructivo de las formas vigentes de la acumulación del capital
a costa de las economías naturales y campesinas. Parafraseando a Rosa Luxemburgo, “la
violencia, el engaño, la opresión y el pillaje” -aunque encubiertos bajo formas legales y
revestidos por las ideologías concomitantes del progreso, la modernización y el desarrollo- han
sido los mecanismos privilegiados para lograr este cometido. Y es que “el capital no tiene, (…),
más solución que la violencia, que constituye un método constante de acumulación de capital en
el proceso histórico, no sólo en su génesis, sino en todo tiempo, hasta el día de hoy”
(Luxemburgo, 1967: 180). “El método violento es, aquí, el resultado directo del choque del
capitalismo con las formaciones de economía natural que ponen trabas a su acumulación. Y es
que, este proceso se va recrudeciendo a medida que el capitalismo requiere de espacios no
capitalistas para obtener materias primas y mano de obra que en sus mercados internos ya no
puede obtener. De tal suerte que para privar a los trabajadores de sus medios de producción, y al
mismo tiempo, transformarlos en compradores de sus mercancías, se propone, conscientemente,

17
aniquilarlos como formaciones sociales independientes” (Luxemburgo, 1967: 180). En suma, la
acumulación del capital –en su forma de capital constante, variable y de plus valor - requiere
forzosamente de espacios no capitalistas, tanto para la producción, como para el consumo. Lo
anterior implica contar, no sólo con la descomposición de la economía campesina y el artesanado
europeo, sino también contra las más diversas formas primitivas de producción y organización
social en países no europeos (Luxemburgo, 1967: 175). De modo que, “el capitalismo está
atenido, aun en su plena madurez, a la existencia coetánea de capas y sociedades no capitalistas”
(Luxemburgo, 1967: 177), lo que exige la continuidad de la violencia y el despojo, en tanto
métodos constantes y aspectos esenciales del proceso de acumulación de capital.
Dicho lo anterior, reconocemos que pese a las múltiples críticas que ha recibido el trabajo
de Luxemburgo en torno a la revisión e interpretación de la obra de Marx, consideramos que sus
aportes fueron fructuosos para cultivar una interpretación contraria a la visión únicamente
histórica de la acumulación originaria, así como en el énfasis dado al papel de la violencia para la
acumulación, y la necesidad de terceras personas o espacios no capitalistas, bajo la forma de
economías naturales y campesinas de todo el planeta, para garantizar la generación de plusvalía y
la reproducción del capital.
Es curioso notar que la interpretación sobre la acumulación originaria que signan los
debates de la época de Luxemburgo y de los marxistas revolucionarios de la época, no suscita
mayores alocuciones a lo largo de cincuenta años, hasta después de 1970-1980, a raíz de la
emergencia de un nuevo modo de acumulación como producto del fordismo. Consideramos que
lo anterior, está relacionado con el aparente éxito del equilibrio logrado entre el capital y el
trabajo durante el Estado de Bienestar, y la hegemonía y preponderancia de las formas de la
acumulación del capital, por encima de las del despojo. Este mismo debate se retroalimenta
además, de la crítica que ha venido elaborándose contra la interpretación que sostiene que a
través de la reproducción ampliada se alcanzaría un estado de armonía, con el que tarde que
temprano podría prescindirse de la violencia.
Dentro de los autores de esta nueva ola, en diálogo obligado con la obra de Luxemburgo,
interesados todos ellos, en develar las formas de despojo y violencia presentes en la acumulación
capitalista durante el posfordismo, se encuentra el geógrafo inglés, David Harvey. Quien habla de
acumulación por desposesión para referirse a la continuidad de la acumulación originaria y
enfatizar que el despojo no sólo es un hecho fundacional, sino también un proceso plenamente
vigente. Bajo esta denominación, Harvey discute con Luxemburgo, en varios sentidos, primero
plantea la necesidad de suprimir el carácter de “mercado exterior” que ella le otorga a las formas

18
de acumulación “originarias”8, que a su vez, para la misma autora, se desarrollan, como una
solución para el subconsumo, es decir, la escasez general de demanda efectiva que compense el
aumento de producción que genera el capitalismo (Harvey, 2004: 112). Por su parte, Harvey
plantea que la acumulación por desposesión no es una salida al subconsumo, sino a las crisis de
sobreacumulación que la reproducción ampliada produce. La tesis del nuevo imperialismo de
este mismo autor, se basa justamente, en la importancia del papel que la acumulación por
desposesión cumple, ante la incapacidad de acumulación de la reproducción ampliada por las
crisis de sobreacumulación9, las cuales en buena medida, se tratan de superar bajo diversas
modalidades de ajustes espacio- temporales. La existencia, profundización y actualización de las
políticas de acumulación por desposesión son para Harvey una suerte de “re-edición gigantesca
del cercado de las tierras comunales en la Europa de los siglos XV y XVI”, que a su vez implica
la existencia de luchas políticas y sociales y vastas oleadas de resistencia (Harvey, 2004: 118,
128).
Werner Bonefeld por su parte, plantea que no existe una distinción temporal o geográfica
entre la acumulación originaria y la llamada ‘reproducción ampliada’, sino que la primera es el
fundamento latente de las relaciones sociales capitalistas y condición de posibilidad para que se
reproduzca la explotación a lo largo del tiempo. Se trata de “una acumulación constantemente
reproducida, sea en términos de la separación renovada de la nueva población de sus medios de
producción y subsistencia, o en términos de la reproducción de la relación asalariada en las
relaciones ‘establecidas’ del capital” (Bonefeld, 2001b: 154). Desde este punto de vista, la
acumulación originaria es vista como la expropiación contundente del trabajo de sus propias
condiciones, un presupuesto constitutivo siempre presente en el marco de la reproducción
ampliada, es decir, una condición de la producción capitalista que, al mismo tiempo, no está dada
de antemano y debe ser constantemente recreada. De modo que, el antagonismo de clases entre el
capital y el trabajo, subsiste por ese presupuesto constitutivo. De ahí que las luchas históricas de
la clase trabajadora representen, precisamente, una ruptura en dicha aceptación, una no
conformidad con las leyes de la oferta y la demanda, una no subordinación al curso ordinario de

8
Para Luxemburgo “el mercado interior y el exterior desempeñan, ciertamente, un gran papel en la marcha de la
evolución capitalista, pero no como conceptos de la geografía política, sino de la economía social. Mercado interior,
desde el punto de vista de la producción capitalista, es mercado capitalista; es esta producción misma como
compradora de sus propios productos y fuente de adquisición de sus propios elementos de producción. Mercado
exterior para el capital, es la zona social no capitalista que absorbe sus productos y le suministra elementos de
producción y obreros” (Luxemburgo, 1967: 177).
9
Harvey sostiene que las crisis de sobreacumulación son un problema fundamental de oportunidades para una
inversión rentable y se da bajo la forma dinero, mercancía y capital productivo, que en suma debe ser absorbido o
colocado para evitar su devaluación.

19
las cosas. Bajo esta perspectiva, “la vida del capital no es sólo la explotación del trabajo, sino
también la expansión continua, es decir, la acumulación del capital y por consiguiente la
separación continua del trabajo de sus condiciones” (Bonefeld, 2001b: 153).
En sintonía con lo anterior, Holloway ubica la acumulación originaria como un proceso en
constante constitución, en permanente cuestionamiento y reelaboración; y no como etapa o
hecho histórico consumado (Composto/ Navarro, 2012). Lo cierto es que a raíz de la acumulación
originaria la actividad humana se transformó en trabajo. “La separación de las personas respecto
de la tierra, fue en simultáneo la separación del trabajo respecto de otras formas del hacer, el
aprendizaje de una nueva forma de actividad llamada trabajo” (Holloway, 2011: 141). El trabajo
tomó la forma predominante de trabajo asalariado como estructura central de socialización para la
producción e intercambio de mercancías. La acumulación originaria justamente implicó la
separación y cercamiento de los medios de producción para hacer posible la imposición del
trabajo abstracto. Para Holloway resulta innecesaria la distinción entre acumulación originaria y
reproducción ampliada, debido a que ambos proceso están destinados a producir la misma
separación, por lo que basta hacer referencia genérica a la “acumulación del capital”. En todo
caso, resulta “más útil pensar el despojo en términos de una estrategia para superar la crisis de la
explotación, y no como otra forma de acumulación” (Composto/ Navarro, 2012).
Habría que señalar que una diferencia entre Harvey y Bonefeld se ubica en cómo entender
la relación entre las formas de la acumulación del capital. Si bien, para Harvey hay dos
dimensiones analíticas de la acumulación, y el momento actual implica la predominancia de la
acumulación por desposesión, por encima de la reproducción ampliada; para Bonefeld no hay una
separación entre una y otra, ambas son parte de una misma forma y proceso, sea en términos de la
separación renovada de la nueva población de sus medios de producción y subsistencia, o en
términos de la reproducción de la relación asalariada en las relaciones ‘establecidas’ del capital”.
Al respecto, es interesante también, el contrapunto que añade Paul Zarembka (2012) al
rebatir la idea de la acumulación originaria como un concepto aplicable a todos los tiempos del
desarrollo del capital. En todo caso, sugiere hablar, al igual que Holloway, de acumulación del
capital en genérico, incluido el carácter forzado y violento de la separación entre productores y
medios de producción, sin necesidad de agregar lo originario. Se trata de pensar la acumulación
originaria, no de forma transhistórica, sino reconociendo su especificidad en el momento original
situado, en la transición del feudalismo al capitalismo.
Por el contrario, Massimo de Angelis propone recuperar la noción de acumulación
originaria para visibilizar y distinguir las tramas de continuidad de la misma en la expansión del
capitalismo. Se trata de repensar la noción clásica de “acumulación originaria”, no sólo como un

20
momento históricamente situado en los albores del capitalismo europeo y, por lo tanto, como algo
ya superado, sino como proceso en curso y de carácter permanente Esta propuesta teórica
propone analizar que la separación forzada entre las personas y sus medios sociales de
producción puede tomar muchas formas; y que las políticas de privatización y mercantilización
de los bienes comunes acontecida en las últimas tres décadas del siglo XX, son justamente
nuevos cercamientos y formas de esa separación. Si bien, las formas modernas que asume la
acumulación primitiva se desarrollan en contextos bastante diferentes de aquellos en los cuales se
dieron los cercamientos ingleses en los albores del capitalismo, continúan manteniendo en la
actualidad la misma lógica de violencia y despojo (De Angelis, 2012). Para De Angelis, la
diferencia fundamental entre acumulación originaria y acumulación, reside no en el momento en
el que ocurre la separación, sino en el lugar y las circunstancias en las que se exige esta
separación, lo cual abre el camino para investigar las diferentes formas posibles y renovadas de la
acumulación primitiva a lo largo de la historia del capitalismo.
Sin lugar a dudas, una diferencia central entre Luxemburgo y la nueva oleada de autores
de la acumulación originaria, es que la primera no reconoce ninguna relación antagónica, digna
de resaltarse, entre el capital y las formas sociales no capitalistas. Contrario a los nuevos debates,
que reconocen el antagonismo de las luchas contra la continuidad y actualización de la
acumulación originaria. E incluso, en la mayoría de los casos, se concibe el antagonismo como
propio de la relación capital- trabajo, pensado en términos de la separación entre los productores
y los medios de producción, lo que incluye a múltiples y variadas expresiones de la lucha de
clases, además de las suscitadas en espacios no capitalistas. De hecho, para la mayoría de estos
autores la lucha de clases es central para determinar las formas del capital que hacen posible la
separación. En este sentido, destacamos la perspectiva de De Angelis, al sostener que a medida
de que la lucha de clases se intensifica, se “crean cuellos de botella en el proceso de acumulación,
en una dirección que reduce la distancia entre productores y medios de producción”. Para este
mismo autor, “cualquier estrategia utilizada para recuperar o revertir este movimiento de
asociación merece entrar en la categoría –consistente con la teoría y definición de Marx- de
acumulación primitiva” (De Angelis, 2012).
Para la comprensión de las luchas en defensa de lo común, nos parece vital abrevar de las
perspectivas previamente expuestas, que en conjunto –y con muchos otros más- han logrado abrir
un debate sobre la necesidad de pensar las continuidades de los métodos de la acumulación
originaria hasta nuestros días, con la violencia y el despojo como elementos constitutivos de una
lógica inherente a la reproducción del capital. Más allá de las diferencias expuestas, este debate
ha ayudado a develar las formas fetichizadas de paz, orden y prosperidad, para la imposición de

21
las leyes económicas en la producción de plusvalor. Si bien, en términos analíticos creemos
pertinente hacer –tal y como plantea Harvey y De Angelis- una diferencia entre las formas de
acumulación del capital para comprender sus especificidades concretas y las condiciones en las
que se desarrollan, esto de ninguna manera está orientado a concebirlas como lógicas
independientes una de otra, ni mucho menos en sacar del análisis la centralidad de la actividad
humana. Por el contrario, sostenemos que la acumulación originaria y la reproducción ampliada
del capital son –como plantea Luxemburgo- procesos orgánicamente vinculados, que hacen
posible la separación tajante e insistente de los productores y sus medios de producción. De
hecho, podríamos decir –junto con Bonefeld, Holloway y el mismo De Angelis- que todas las
formas de acumulación del capital comparten el imperativo de producir y perpetuar dicha
separación.
En relación a la referencia nominal de acumulación originaria, consideramos que es
fundamental concebirla como una lógica permanente para posibilitar la expansión del capital, lo
que de ninguna manera, se aleja de negar su capacidad explicativa sobre la constitución original
del capitalismo como nuevo orden. Sin embargo, para no confundir al lector, emplearemos otra
nominación en adelante, hablaremos de despojo para hacer referencia a la actualización de la
acumulación originaria y el movimiento de separación de los productores y sus medios de
producción.
Adicionalmente, para ahondar en la distinción de las formas que adquiere la separación
forzada entre las personas y sus medios sociales de producción; recuperamos a De Angelis, para
pensar que justamente las políticas de privatización y mercantilización de los bienes comunes
acontecida en las últimas tres décadas, son justamente nuevas formas de esa separación. De igual
manera, es importante pensar que la separación implica la disociación de productores y medios de
producción, sino medios de existencia en general. Al hablar de medios de existencia, desde
nuestro punto de vista, están comprendidos todos los que hacen posible la reproducción social y
garantizan el sustento; bienes materiales, pero también los inmateriales, incluidas las
significaciones construidas y tejidas entre las capacidades de hacer con la tierra y el territorio. A
este respecto, consideremos que el grado de control sobre los medios de existencia determina en
buena medida las capacidades de hacer, como sustrato de las acciones colectivas de producción y
reproducción de lo común.
En este sentido, del análisis histórico que Marx hace del caso de Inglaterra, nos parece
central retomar la idea del cercamiento de bienes o terrenos comunales o –the inclosure of
commons- (Marx, 2008: 617), expuesta como una estrategia de robo masivo y exclusión física
de la comunidad de sus propios campos comunales, por medio del cierre de los terrenos al libre

22
paso de hombres y animales, iniciada en el siglo XVI e impulsada en primera instancia por los
requerimientos de materia prima por la ascendente demanda de lana para la industria textil. Los
terratenientes con el apoyo de industriales, comerciantes y banqueros, y la fuerza pública del
Estado, promovieron la expulsión y separación de los campesinos de sus medios de producción,
transformando las tierras de labor en terrenos de pastoreo para las ovejas. El estudio de este
emblemático proceso tiene la capacidad de ilustrar el carácter estratégico de la expropiación de
los bienes comunes para sostener y ampliar la acumulación del capital.
Para ahondar en lo anterior, recuperamos a Shiva, en torno a lo que sostiene son los cinco
procesos comprendidos en el cercamiento de bienes comunes: 1) la exclusión de las personas del
acceso a recursos que, hasta entonces, habían sido de su común propiedad o uso; 2) la creación de
personas <excedentarias> o <prescindibles> al negarles el derecho de acceso a los recursos
comunales que las sustentaban; 3) la creación de propiedades privadas por medio del cercamiento
de propiedades comunales; 4) la sustitución de la diversidad que abastece y satisface necesidades
y funciones múltiples por monocultivos que proporcionan materias primas y mercancías para el
mercado; y, 5) el cercamiento paralelo de las mentes y de la imaginación, que provoca que esos
otros cercamientos sean definidos y percibidos como una forma de progreso humano universal y
no de crecimiento de los privilegios y de los derechos excluyentes de unos pocos, a costa del
desposeimiento y el empobrecimiento de muchos (Shiva, 2006: 29).
En suma, estos procesos de despojo y separación de los medios de existencia se repiten y
actualizan hasta nuestros días, junto con lo que llamamos el despojo de lo político, es decir, de las
capacidades de autodeterminación social. Lo anterior significa que la separación y la consecuente
enajenación de lo producido, va de la mano de la expropiación de la capacidad política de
decisión y conducción de la cosa pública. Siguiendo a Holloway, “la separación de los
trabajadores respecto de los medios de producción es (…) un distanciamiento más general de las
personas respecto de la posibilidad de determinar su propia actividad” (Holloway, 2010: 195). La
capacidad soberana que cada individuo detenta, es expropiada, total o parcialmente, para
construir un poder político bajo dominio de una soberanía abstracta (Gutiérrez, 2009: 11). Para
Machado, se trata de una expropiación biopolítica, entendida como “expropiación de derechos, de
la vida política de los pueblos y de la vida como tal de los pueblos. Expropiación política de la
Vida y de la Justicia, que es secuestro de derechos como corolario de la disposición de los
cuerpos” (Machado, 2012: 63).
En ese sentido, la expropiación y enajenación de las capacidades políticas conlleva a la
implantación del principio de representación bajo la forma Estado, fundándose como una
instancia aparentemente ajena y exterior a la sociedad, con el propósito de mantener y asegurar el

23
dominio del capital. La política como forma fetichizada de las relaciones sociales capitalistas,
aparece simplemente como un poder extraño, externo y separado de la capacidad social de hacer.
El monopolio de la política en manos del Estado se alimenta justamente de la
expropiación y transferencia reiterada de poder de la gente común a otros agentes externos. Bajo
el ejercicio liberal de la política, lo político queda reducido entonces, a una competencia por el
mandar y gobernar, y no como la capacidad de gestionar el asunto común (Gutiérrez, 2009: 12-
13). Para precisar lo anterior es sumamente útil la distinción entre la política y lo político que
desarrolla Echeverría; lo político como el carácter distintivo de la forma de reproducción de la
vida humana; y la política entendida como un sector determinado de la vida social y definido por
la relación de los grupos concretos con el Poder (Echeverría, 2011: 31).
Las reflexiones en torno al despojo de lo político se inspiran y nutren de los debates
marxistas cultivados durante todo el siglo XX en torno al Estado, y específicamente lo aportado a
partir de la década de los setenta por el debate alemán del derivacionismo y por el marxismo
abierto. Si bien, no son menores las diferencias entre los planteamientos desarrollados por
diversos autores de estas tradiciones, todos ellos se han dado a la tarea de desentrañar la
naturaleza del Estado capitalista, situándolo como una forma política del capital, misma que se ha
venido desarrollando como tal, desde el despliegue del capital como nuevo orden mundial, hasta
nuestros días. 10 De los trabajos de este conjunto de autores, entre los que destaca Joaquim Hirsch,
Elmar Altvater, John Holloway, Sol Picciotto o Werner Bonefeld, adquiere suma relevancia el
análisis de la separación economía y política como rasgo específico, inédito y propio del
advenimiento del capitalismo. Lo cual significa que por primera vez aparezcan separadas, por un
lado, la economía y las relaciones de explotación comandadas por los capitalistas; y por otro lado,
el Estado como forma autónoma e independiente de las leyes del movimiento del capital.
Siguiendo a Hirsch, “el aparato de dominación política –el Estado– se ha separado formalmente
de la clase económicamente dominante, la dominación política y la económica ya no son
idénticas inmediatamente, el “Estado” y la “sociedad”, lo “público” y lo “privado” se ubican
como esferas separadas y diferenciadas” (Hirsch, 2007: 133). Todos estos autores advierten –

10
Entre las críticas que el marxismo abierto a elaborado al derivacionismo apuntan a que no distinguieron claramente
entre lo “materialista” y lo “económico”, lo que ha influido en malas interpretaciones como es la de pensar al Estado
solamente en su papel económico, o bien, como determinado por las relaciones económicas. En este sentido plantea
Holloway que analizar al Estado como “una instancia de la relación capitalista, estamos analizando su sitio en las
relaciones de producción del capitalismo. Esto es sumamente importante, porque es la única forma en que se puede
analizar el desarrollo del Estado como parte de un desarrollo global del modo capitalista de producción. Sin embargo
ver al Estado como un momento en las relaciones de producción es algo muy distinto de "reducir" al Estado a lo
económico” (Holloway, 1980: 8-9).

24
recuperando al propio Marx- que esta separación es una forma fetichizada del capital, una ilusión
objetiva para garantizar su propia reproducción.
Desde esta perspectiva, la emancipación política del Estado ha implicado salvaguardar las
relaciones de igualdad abstracta entre los propietarios de mercancías, es decir, esconder las
relaciones materiales de desigualdad, bajo la relaciones de igualdad jurídica. En este sentido, el
rescate de los estudios de los juristas rusos I. Rubin y Eugene Pashukanis, adquieren profunda
centralidad para pensar el papel que juega el derecho y la ley en el proceso de fetichización de la
forma Estado, como esfera autónoma de las relaciones de producción capitalistas. “La
constitución del Estado (…) es un proceso de fetichización, de fragmentación de las relaciones de
clase en formas no clasistas. Aquí la fetichización no sólo se refiere a la creación de ciertas
formas de pensamiento, sino a la constitución de las "formas de vida social" burguesas. Involucra
la organización de nuestras vidas” (Holloway, 1980: 28).
Es de resaltar la insistencia de estos autores en recuperar el sentido de los trabajos de
Marx, no para conformar una ciencia positiva y describir la economía capitalista, sino como una
crítica materialista de la economía política para desentrañar la anatomía de la sociedad burguesa
y develar la naturaleza de las relaciones sociales representadas de manera fetichizada por los
conceptos burgueses de la economía política. La búsqueda por pensar las categorías marxistas
como críticas, implica la interconexión y unidad-en-la-separación de los fragmentos
aparentemente atemporales y ahistóricos de nuestra existencia. “Una comprensión del
movimiento por el socialismo presupone esclarecer la unidad de estos fragmentos como forma de
dominación históricamente específica y transitoria. La crítica no disipa las formas, pero es una
parte integral de la lucha por disiparlas, por transformar a la sociedad” (Holloway1980: 9).
Con respecto a lo anterior, otro aspecto central del derivacionismo y del marxismo abierto
es la recuperación de la categoría crítica de forma desarrollada por Marx para dar cuenta del
fetichismo de la mercancía. Tal y como Holloway señala “el análisis que hace Marx del
capitalismo en El Capital se puede describir como una ‘ciencia de las formas’, un análisis y
crítica de este ‘mundo encantado e invertido’” (El Capital, t. I1I, p. 765)" (Holloway, 1980: 10).
Para Marx el secreto del fetichismo reside en la propia forma de la mercancía. Siguiendo a
Bonnet, “esta forma no existe exclusivamente en nuestras mentes, como un proceso de
capacidades subjetivas de abstracción, n existe para nada en una realidad ajena a nosotros (…) la
abstracción que caracteriza a la forma mercancía resulta, en cambio, de nuestra propia práctica de
intercambio de mercancías (Bonnet, 2007: 273).

25
En este sentido, el Estado es una forma particular que se deriva de la totalidad social
capitalista, economía y política son formas específicas de las relaciones de producción que deben
ser pensadas como formas diferenciadas en mutua relación. “El análisis del Estado como forma
de la relación capitalista (…) es más bien un intento de analizar el sitio del Estado en las
relaciones entre capital y trabajo, concebidas como una forma históricamente específica de
dominación clasista dotada de sus propias leyes de movimiento” (Holloway, 1980: 9).
Una de las implicaciones más importantes de este análisis es que no existe separación
entre economía y política, ni una autonomía relativa del Estado con respecto al capital, noción
desarrollada por Althusser y posteriormente complejizada por Poulantzas. En todo caso, lo que
Holloway propone es pensar la separación economía y política como unidad- en-la-separación de
la totalidad social (Holloway, 2011: 190), lo que conlleva a pensar al Estado en relación
inseparable con la acumulación del capital. Así, el capital y el Estado son formas inherentemente
dinámicas de una relación social.
Otra de las implicaciones de mayor centralidad de esta perspectiva es la de pensar al
Estado capitalista como necesario para regular la fragilidad e inestabilidad producida por el
antagonismo de clase. En este sentido, Hirsch plantea que la función fundamental del Estado es la
de contrarrestar reactivamente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia provocada por la
lucha del trabajo, así como en la regulación de los conflictos entre los propios capitalistas. Desde
esta perspectiva, la lucha de clases desafía permanentemente la reproducción del capital, lo que
implica que éste tenga que restablecerse y reponerse continuamente, de ahí que “la separación de
la política y la economía [...] no es un acto histórico que sucede una sola vez, sino que se
reproduce constantemente” (BIanke, Jürgens y Kastendiek 1974/78, p. 121)11. En ese sentido, la
dominación clasista significa, ineludiblemente, lucha de clases. Las formas de dominación
clasista, como formas fetichizadas, son inevitablemente inestables, puesto que al estar fundadas
en la explotación y en el antagonismo, tienen que lidiar con la resistencia y la rebelión
(Holloway, 1980: 13).
Lo cierto es que históricamente, la imposición del Estado y el antagonismo inherente por
la expropiación de las capacidades políticas de autodeterminación, ha tenido como correlato la
erosión y desgarre de lo comunitario por la suplantación de la forma individuo, como nueva
unidad básica de la sociedad. Basta recordar que, la introducción del individualismo, ha estado
relacionada con el remplazo de la socialización comunitaria por la socialización mercantil, bajo la
forma individuo y, una contraparte colectiva, que se ha compensado con la invención de una

11
(Holloway, 1980: 13).

26
comunidad imaginada representada en la figura del Estado nacional (Anderson, 1993). Desde esta
perspectiva, podemos suponer que el Estado nación aparece como una forma fetichizada de lo
común. De modo que el capital niega lo común, sin embargo no lo elimina, pues requiere de él
para legitimar su dominación. Los esfuerzos de recomposición comunitaria que tratamos de
analizar, son justamente una lucha contra la negación que se expresa en la comunidad abstracta
del capital.
En este sentido, el proceso de abstracción de la capacidad de producir valores de uso para
la satisfacción de necesidades conlleva a la enajenación y expropiación de la capacidad política
para la autodeterminación social. La separación de los productores y sus medios de existencia
implica “un distanciamiento más general de las personas respecto de la posibilidad de determinar
su propia actividad” (Holloway, 2010, 195). De ahí que la enajenación de lo producido vaya de la
mano de la expropiación de la capacidad de decisión y conducción de la cosa pública. Siguiendo
a Holloway, podemos considerar que el despojo múltiple implica la enajenación del poder-hacer,
transformado en poder-sobre. Justamente el poder-sobre encuentra su encarnación en el Estado, a
partir de la negación de las capacidades sociales de autodeterminación. “Aquellos que ejercen el
poder-sobre son ‘separadores’ que disocian lo hecho respecto del hacer y los hacedores respecto
de los medios de hacer” (Holloway, 2010: 53). En este marco, la dominación y la violencia
estatal -desde la acumulación originaria en el sigo XV hasta nuestros días- han sido
fundamentales para enajenar la capacidad de hacer y siguiendo a Roux, “dilatar el reino de la
mercancía: abrir territorios, imponer nuevas reglas laborales, privatizar bienes públicos, confiscar
derechos, detener éxodos migratorios y quebrar resistencias” (Roux, 2008:71).
En síntesis, cuando hablamos de despojo múltiple como categoría crítica, ésta se sitúa
dentro del antagonismo que produce el conjunto de formas económicas y políticas del capital que
buscan la separación de los productores y el cercamiento de sus medios de existencia, con la
inherente expropiación de la capacidad de hacer y de autodeterminación política. Habiendo
expuesto lo anterior, exploremos los modos en los que el despojo múltiple trata de expropiar y
negar lo común, a la luz de los conflictos socioambientales en América Latina.

Despojo múltiple, cercamiento de lo común y conflictos socioambientales

La separación forzada y violenta de las personas de sus medios de existencia, y específicamente


de los bienes naturales o ecológicos, se realiza mediante dos grandes procesos; por un lado, la
disolución del vínculo común con la tierra, el territorio y la naturaleza; y por otro lado, el
debilitamiento de los lazos comunitarios sociales. La tierra y el territorio no sólo entendidos

27
como espacio geográfico determinado, sino como un entramado complejo y dinámico de
relaciones sociales y culturales situadas históricamente. Y la naturaleza, no sólo como los medios
de existencia o bienes ecológicos, sino como una compleja red de interrelaciones, una base
común de la que somos partes y que garantiza la subsistencia de los animales humanos y no
humanos del planeta.
Estos dos procesos niegan las formas diversas de existencia de lo común, materializadas a
través de una serie de prácticas sociales colectivas que producen y comparten lo que se tiene, y/o
se crea, a partir de la cooperación humana autodeterminada, bajo regulaciones no derivadas y
sometidas completamente a la lógica mercantil y estatal. Desde esta perspectiva, lo común y su
cuidado es producto de la actividad humana, del hacer concreto orientado al disfrute directo y la
subsistencia. De modo que, habiéndose erosionado o disuelto el vínculo con la tierra y el
territorio, y debilitado los lazos comunitarios, se dificultan las condiciones para producir y
reproducir lo común. Dicho en otras palabras, se debilita el grado de control sobre los medios de
existencia, que a su vez determina las capacidades de hacer, como sustrato de las acciones
colectivas de producción y reproducción de lo común. Bajo esta mirada, los conflictos
socioambientales comprenden una batalla por la defensa de la tierra, el territorio y lazos
comunitarios como condiciones fundamentales para generar y regenerar lo común. 12
Ahora bien, tratemos de pensar lo común desde las tradiciones heterodoxas del marxismo
que hemos venido revisando, como es el caso del marxismo abierto y de los estudios de la
acumulación originaria como proceso histórico e inherente a la reproducción del capital. A la luz
de estos aportes, podemos reflexionar en torno a lo común como producto de la actividad humana
y del hacer concreto; que el capitalismo busca enajenar a través de la separación entre los
productores y sus medios de existencia. Desde esta perspectiva, el hacer es inherentemente social,
es parte de un flujo social del hacer “es inherentemente plural, colectivo, coral, comunitario”
(Holloway, 2011: 49). El despojo múltiple como poder-sobre, implica la ruptura del flujo social
del hacer, y por ende de las capacidades de producir y reproducir lo común.
Es entonces que bajo los designios del capital, el hacer o trabajo útil adquiere la forma de
trabajo abstracto, en tanto, se vuelven abstractas las cualidades específicas de lo producido y la
actividad misma que lo produce. El trabajo no está orientado ya a producir valores de uso, sino
valores de cambio para la intercambiabilidad de mercancías. El trabajador se relaciona con lo

12
Reflexionando sobre cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para la producción y reproducción de lo
común, no consideramos que se requiera contar con la tierra, el territorio y los lazos comunitarios, como condiciones
necesarias bajo una forma pura y total, por el contrario, vemos que históricamente ante dicha separación, han habido
audaces capacidades de adaptación y de resistencia para recomponer lo común, muchas veces sin un territorio, pero
si con una suerte de disposición social colectiva “un ser parte de”, como condición suficiente.

28
producido –con la mercancía- y, con las condiciones de trabajo de forma ajena e indiferente. De
modo que, el divorcio de la actividad humana intencionada, de las condiciones de trabajo
transformadas en capital, convierte al producto del trabajo en una mercancía (Bonefeld, 2001b:
146), la cual aparece como producto del capital y no del hacer útil. En este sentido, “el trabajo
abstracto significa un impulso hacia la determinación de nuestra actividad por el dinero, mientras
que el trabajo útil conlleva un impulso hacia la autodeterminación social” (Holloway, 2011: 225).
Ahora bien, la separación de los productores de sus medios de existencia y la
expropiación de sus capacidades de sustento, va de la mano de la imposición de la economía
formal, como una nueva forma de socialización, en la que las personas comienzan a relacionarse
entre sí a través del mercado, es decir, mediante el intercambio de mercancías (Holloway, 2011:
141). El mercado entonces se establece como el máximo principio organizador de la sociedad y
de sus intercambios para la generación de valor y, no para la satisfacción de necesidades
humanas.
De ahí que, la economía de mercado, se implante y expanda mediante la separación de las
personas de la naturaleza, destruyendo sus capacidades para auto-generarse las condiciones
materiales necesarias para la reproducción, y produciéndoles heteronomía con respecto a su
hacer. Y es que, aunque la economía de mercado dependa de la naturaleza y del trabajo útil,
opera a través de su negación, desnaturalización, invisibilización, silenciamiento y
prescindibilidad.
Desde sus orígenes, el establecimiento de la economía de mercado implicó que la escasez
se impusiera como un horizonte bajo la consigna de maximizar los fines con respecto a los
medios. Paradójicamente el horizonte de escasez se va erigiendo a costa de la destrucción de la
naturaleza y las capacidades de sustento. Como mencionaremos más adelante, en el capítulo IV
de este trabajo, un ejemplo ilustrativo de esta cuestión, es el discurso que se articula para explicar
la actual crisis hídrica, en el que lejos de reconocer que para la resolución de la “escasez” de este
recurso es necesario modificar los patrones de extracción, producción, distribución y consumo,
que generan tales inequidades en su uso, se profundiza el desmantelamiento de los modos locales
y comunitarios de gestión del agua, se interrumpe el ciclo del agua y se pone en riesgo la
satisfacción de las necesidades básicas de la población, de un bien que resulta imprescindible
para la subsistencia humana. La escasez del agua encuentra su causa en el desmantelamiento de
los modos de regulación social que tradicionalmente garantizaban un uso eficiente. Como
sostiene Shiva: “la historia de la escasez de agua ha sido una historia de avaricia, de tecnologías
negligentes y de tomar más de lo que la naturaleza puede reponer y limpiar” (Shiva, 2007: 17).

29
Paradójicamente el horizonte de escasez se retroalimenta del desarrollo tecnológico de los
últimos años, en el que la tecnología figura como una de las mediaciones que por excelencia
muestra capacidad de sortear la escasez. Aunado a esto, a la lógica de la reproducción del capital,
subyace la contradicción entre el discurso de escasez de la economía de mercado; y su expansión
concreta a través de la reproducción ilimitada e infinita de los recursos. Como lo plantea
Echeverría “la tarea principal de la economía capitalista es reproducir las condiciones de
existencia de su propia forma: construir y reconstruir incesantemente la escasez –una escasez
ahora artificial- justo a partir de las posibilidades renovadas de la abundancia (Echeverría, 2005:
148). La tecnología aparece como un nuevo fetiche capaz de distorsionar los procesos
cualitativos y cuantitativos de los medios de existencia.
A pesar de la aparente solidez de este horizonte, consideramos que existen otros patrones
civilizatorios con capacidades sociales autónomas para gestionar la escasez. El control sobre los
medios de existencia dota de capacidades sociales para encarar la abundancia y la escasez. En
definitiva, con el capitalismo y la expropiación de la capacidad de hacer, se impone una nueva
forma fetichizada de gestión de la dicotomía: abundancia- escasez, comandada no por las
necesidades concretas de subsistencia, sino por el proceso de valorización de valor.
Aunado a lo anterior, la forma mercancía aparece como la síntesis del modo en el que el
cercamiento de lo común niega la actividad cooperativa productora de lo común. De ahí que la
mercantilización busque y tienda a fetichizar lo común y los valores de uso anclados a él.
La subordinación de los valores de uso para la reproducción del capital, también supone la
mercantilización de los mundos de vida anclados al territorio y de la naturaleza. Desde la
gramática del despojo, la naturaleza se mira como “tierra vacía” o “territorio baldío” –expresión
planteada por Alan García, ex mandatario de Perú, y responsable de la masacre de Bagua-, con la
cual, no sólo se niega la existencia de los derechos previos de los habitantes originales, sino
también, se despoja a la naturaleza de su derecho de autoconservación, regeneración y
sostenibilidad.
Y es que históricamente, el conjunto de políticas de cercamiento de lo común ha estado
asociado a la transformación de la naturaleza en objeto de dominio de las ciencias y en materia
prima del proceso productivo. De aquí la concepción instrumental de "recursos naturales"
incorporada al lenguaje mercantil-estatal que disuelve a la naturaleza en una mercancía, como
mera aglomeración de recursos útiles o materias primas susceptibles a ser clasificadas en
valorables y no valorables (Altvater, 2009: 2, 4; Marín, 2009: 185).

30
Esto corresponde con la construcción epistemológica del capital en la que se establece una
relación de dominación con la naturaleza planteada entre pares dicotómicos sujeto/ objeto,
objetivando, resumiendo y reduciendo a la naturaleza a recursos renovables vs. no renovables; a
lo extraíble y mercantilizable, desde una mirada utilitaria que obtura y deslegitima otras maneras
de habitar la naturaleza y pensarse en y con ella (Marín, 2009:186). Bajo esta racionalidad, el
conocimiento científico juega un papel notable en la elaboración de metodologías para la
dominación de la naturaleza por el hombre y la “objetivación” de lo desconocido (Ceceña, 2008:
16).
Y es que, siguiendo a Echeverría, uno de los principios ordenadores de la racionalidad
capitalista es el humanismo, el cual no sólo se presenta como la tendencia de la vida humana a
crear para sí un mundo autónomo y dotado de una autosuficiencia relativa respecto de lo Otro (el
caos), sino más bien su pretensión de supeditar la realidad misma de lo Otro a la suya propia: su
afán de constituirse en calidad de “Hombre” o sujeto independiente, frente a un Otro convertido
en puro objeto, en mera contraparte suya, en “Naturaleza” (Echeverría, 1998: 150). La
constitución del mundo de la vida en el sentido del humanismo moderno, se da a partir de la
sustitución del caos objetivo por el orden del sujeto y de la barbarie por la civilización
(Echeverría, 2005: 150).
En este sentido, la crítica al humanismo se centra en la lógica de negación y
subordinación de lo Otro. Esa forma dominante de relación social con la naturaleza es la
responsable de la catástrofe capitalista, la cual ha devastado y eliminado formas de vidas no
humanas, sin que éstas puedan defenderse. En la actividad humana se centra la única posibilidad
de superación del orden capitalista, incluida la muerte y destrucción que produce la relación
especista de los animales humanos por encima de los no humanos.13
Hasta aquí podemos afirmar que, las formas políticas y económicas del despojo se
manifiestan mediante la abstracción del hacer útil y la expropiación territorial para la generación
de plusvalía, como condiciones necesarias para la acumulación intensiva y extensiva del capital.
Esto en conjunto, provoca no sólo un cambio en el modo de producir, sino en lo que Roux
denomina ‘dislocación del orden civilizatorio’, en tanto se desarticula la autopercepción de los

13
El especismo, plantea Óscar Horta, “es la discriminación de quienes no pertenecen a una determinada especie”.
“Esto es lo que ocurre en el caso del especismo, del que son víctimas los animales de especies distintas a la humana.
La idea de que los animales no humanos no tienen intereses que debamos tener en cuenta se encuentra
extendidísima.” “Como consecuencia de esto, los animales no humanos son masivamente explotados en toda una
serie de ámbitos (entretenimiento, alimentación, experimentación, vestimenta, trabajo...). Anualmente, en la
actualidad, cerca de 60.000 millones de animales mueren en los mataderos del mundo. “En contraposición, el
antiespecismo defiende que el criterio para ser respetado es la capacidad de sufrir y disfrutar”. “El antiespecismo se
opone, así, al uso de animales no humanos como recursos. (Horta, s/a)

31
seres humanos, en su relación con la naturaleza y en el modo de vinculación con los otros:
instrumentalización de la naturaleza, ruptura de vínculos comunitarios, cosificación de la vida
social y despersonalización de las relaciones humanas (Roux, 2008: 68).
No obstante, a contracorriente de la concepción instrumental de la naturaleza, siguiendo a
Enrique Leff podemos hablar de una racionalidad ambiental entendida, no como “la
ecologización del pensamiento ni un conjunto de normas e instrumentos para el control de la
naturaleza y la sociedad, para una eficaz administración del ambiente”, sino como “una teoría que
orienta una praxis a partir de la subversión de los principios que han ordenado y legitimado la
racionalidad teórica e instrumental de la modernidad” (Leff, 2009: 339). Ciertamente, la visión de
los bienes comunes naturales proviene de las racionalidades que niegan y subvierten al capital y
la forma mercancía en el proceso metabólico de reapropiación social de la naturaleza. Se trata de
variadas formas de mirar el mundo que conciben a la naturaleza como la base común de la vida
humana y no humana, una totalidad sumamente compleja de relaciones hombre/mujer- naturaleza
que no puede ser convertida en mercancía, como lo determina la lógica instrumental y de
exterioridad con la que opera el capitalismo. Sin lugar a dudas, las luchas socioambientales son
expresión de una larga herencia de racionalidades correspondientes a patrones civilizatorios
alternativos al capital o no totalmente subsumidos por su lógica.
Frente al ascendente nivel de conflictividad socioambiental en todo América Latina,
producido por la intensificación, profundización y expansión de proyectos encaminados al
control, extracción y exportación de bienes comunes naturales, en el marco del alza de precios de
los commodities y su creciente demanda mundial (Svampa/ Antonelli, 2009), tiene como
correlato el inseparable movimiento de despojo y violencia que forzosamente vive de disminuir y
arrebatar la riqueza común de otros, dejándolos en una condición de desposesión y miseria.
Ahora bien, tratemos de situar la reflexión sobre el despojo múltiple y el cercamiento de
lo común en América Latina en relación con las políticas extractivistas, así como las expresiones
antagónicas que surgen ante el ascendente nivel de conflictividad en la región.

Despojo múltiple, neoextractivismo y antagonismo social en América Latina

Hacia finales del siglo XX, la expresión más acabada del despojo múltiple y el cercamiento de lo
común ha radicado en las masivas privatizaciones de bienes y servicios públicos realizadas por
los distintos gobiernos neoliberales asentados en la región; y a inicios del nuevo siglo XXI, han
sido los saberes ancestrales de los pueblos originarios y comunidades campesinas, así como los

32
bienes de la naturaleza y la biodiversidad en general, aquellos que cobren particular preminencia
como objeto de la violencia y del despojo capitalista.
Justamente en el marco de esta nueva oleada de políticas de cercamiento de lo común,
destaca la tendencia de reprimarización de la economía, bajo una vertiente neo-extractivista de la
mano del desarrollo de numerosos proyectos de infraestructura carretera, portuaria y enclaves
turísticos. A lo que debemos sumar, la profundización del impulso de un nuevo sistema
agroalimentario, en manos de grandes transnacionales, a costa de la exclusión masiva de los
pequeños productores rurales.
Consideramos que el rol estratégico que el extractivismo ha adquirido en los últimos años
en América latina, debe ser analizado como parte de un proceso de actualización del proyecto
histórico de colonialidad, dependencia estructural y despojo instaurado desde la Conquista
española y portuguesa. De igual manera, las experiencias sociales contra las diferentes formas del
despojo capitalista -incluidos los primeros cercamientos de tierras comunales en Europa o los
regímenes comunales de las civilizaciones indígenas del continente americano-, son parte de un
mismo proceso de resistencia de larga duración, al que –entre muchísimos otros- se suma la
familia más reciente de luchas socioambientales o del ecologismo popular. En este sentido,
consideramos que los sujetos que históricamente han luchado contra las formas variadas del
despojo son parte de un proceso de resistencia que tiene diversas expresiones. Las luchas
socioambientales, justamente, aparecen como uno de los rostros de ese antagonismo que enfrenta
al capital.
La articulación de la nueva política extractivista, o lo que se ha venido conceptualizando
como neo-extractivismo14 reside en la remoción de grandes volúmenes de bienes naturales sin
procesarlos -o sólo limitadamente- para ser exportados como commodities15 al mercado
internacional, ante la demanda mundial de materias primas y de bienes de consumo. Pero también
incluye la extracción de productos renovables e, incluso, la construcción de proyectos de
infraestructura, como los enclaves turísticos o las grandes represas hidroeléctricas y carreteras, al
servicio de dichas explotaciones (Gudynas, 2009).

14
Este término fue acuñado por el investigador uruguayo Eduardo Gudynas, quien junto a otros autores, ha venido
desarrollando las novedades del extractivismo contemporáneo en América Latina.
15
Los commodities son un tipo de activos financieros que conforman una esfera de inversión y especulación
extraordinaria por el elevado y rápido nivel de lucro que movilizan “mercados futuros”, en tanto responsables
directos del aumento ficticio de los precios de los alimentos y de las materias primas registrado en el mercado
internacional (Bruckmann, 2011).

33
Desde nuestro punto de vista, el planteamiento conceptual de neo-extractivismo resulta
conveniente para recuperar las particularidades constituyentes del momento actual, en tanto
abarca -ya no sólo en el sentido clásico de la palabra- la extracción de bienes naturales no
renovables, sino de recursos renovables, incluido el ámbito de la producción, en el que destaca la
explotación laboral sin límites, pero además el conjunto de desarrollos de infraestructura que
hace posible la circulación de esas mercancías extraídas y/o producidas. Si bien, este desarrollo
conceptual elaborado por Eduardo Gudynas ha servido principalmente para pensar los rasgos
distintivos que este modelo adopta en los países de América Latina con “gobiernos progresistas”,
consideramos que es pertinente para rastrear los modos de actualización de las políticas
extractivistas en otros modelos socio-políticos latinoamericanos, como es el caso de los
gobiernos neoliberales y específicamente el de México.
La conflictividad socioambiental que ha producido las políticas del nuevo extractivismo,
se expresa justamente en la lucha y resistencia de cientos de sujetos colectivos, protagonizados
principalmente por los pueblos indígenas y comunidades campesinas, aunque también por
vecinos, habitantes o afectados ambientales de las ciudades u otras espacialidades urbanas,
acompañados de activistas, redes, organizaciones sociales y civiles. Se trata de decenas de
comunidades campesinas e indígenas emprendiendo todo tipo de estrategias para exigir la
cancelación de presas hidroeléctricas, que no sólo les forzarán a emigrar, sino que, además,
amenazan con destruir la biodiversidad y tierras de cultivo. Así también se encuentra la
resistencia de muchas otras frente a las miles de concesiones otorgadas por los gobiernos de la
región para el emprendimiento de proyectos de minería a cielo abierto. Hay otro conjunto de
resistencias que pelean contra proyectos de infraestructura carretera, ferroviaria, portuaria y
aeroportuaria, para la reducción de costos y tiempos para la circulación de materias primas
extraídas o producidas. En las costas, los megaproyectos turísticos están generando enormes
presiones sobre comunidades de campesinos y pescadores que defienden sus tierras y la
biodiversidad terrestre y acuática. En las ciudades, existen decenas de movimientos en los barrios
y colonias que luchan para impedir el proceso de urbanización y desarrollo de infraestructura
para la movilidad urbana sobre tierras de cultivo y de conservación. O muchas otras
comunidades, colonias o barrios, que ya sufren algún tipo de afectación ambiental relacionada
con su contigüidad a rellenos sanitarios, basureros a cielo abierto, confinamientos de residuos
tóxicos, descargas industriales y residuales a ríos y otros cuerpos de agua. En suma, se trata de
sujetos colectivos que enfrentan los amagos del despojo, con las terribles consecuencias de
devastación y sufrimiento ambiental.

34
Este reciente ciclo de antagonismo social por la ascendente conflictividad socioambiental
desatada en la región, a diferencia de los movimientos ecologistas de 1960 y 1970 en Europa y
Estados Unidos, es parte de un movimiento de justicia ambiental o de ecologismo popular –
término desarrollado por Joan Martínez Alier y Ramachandra Guha-, que nace de conflictos
ambientales a nivel local, regional, nacional y global, causados por el crecimiento económico y la
desigualdad social.
A diferencia de los pasados movimientos ecologistas de los países más ricos del mundo,
que estaban mayormente relacionados a luchas por la conservación, regeneración de la naturaleza
y a esfuerzos de autodefensa social contra la burocratización y la mercantilización de la
existencia (Riechmann/ Fernández Buey, 1994:58), las luchas socioambientales más recientes,
son expresión de conflictos suscitados en general por transformaciones ambientales que ponen en
riesgo formas de relación con la naturaleza para la sobrevivencia humana. Se trata de imperativos
para la supervivencia de la mayoría de la población, cuya vida corre peligro y se ve amenazada
por la economía de mercado y por la expansión de ésta (Shiva, 2006: 65, 79). No necesariamente
se trata de una relación de explotación, pero tampoco de custodia únicamente, sino de un vínculo
basado en prácticas de interacción, que ante el peligro del despojo, tiende a hacerse consciente el
cuidado y la cohabitación con la naturaleza. De aquí, la recuperación de lo socio-ambiental y la
relación humanidad- naturaleza para esta investigación, como eje constitutivo de los procesos de
subjetivación de estas luchas.
Con lo anterior no pensamos de ninguna manera que se trate de relaciones enteramente
armónicas con la naturaleza, por el contrario, se trata de sujetos atravesados por profundas
contradicciones de las relaciones sociales capitalistas. Sus modos de relación con la naturaleza no
siempre están regidos por prácticas totalmente sostenibles o desmercantilizadas. Sin embargo,
sostenemos que cuando se activa la defensa de un bien común por parte de un pueblo, éste se
somete a un proceso de valoración de los bienes colectivos, a nuevos modos de comprensión de
lo ambiental y al rastreo de modos sostenibles para la convivencia y conservación de la
naturaleza.
De modo que los movimientos socioambientales surgen del proceso de negación que la
injusticia e imposición del capital suponen. Las luchas por lo común irrumpen contra el capital,
en tanto el capital es la negación de lo común; lo que implica sin lugar a dudas que el conflicto
entre lo común y el capital se presente como una relación abierta de fuerzas16. En ese sentido,
destacamos el planteamiento que desarrolla De Angelis, en torno a cómo la lucha de clases tiende

16
Este argumento ha sido trabajado por Raquel Gutiérrez en torno a la idea de que “la acumulación implica
expropiación de lo común; y la apropiación de la riqueza común implica des-acumulación del capital” (2012).

35
a obstaculizar el proceso de acumulación produciendo un acortamiento de la distancia entre
productores y medios de existencia. En suma, se trata de expresiones fundamentales de la lucha
de clases para detener el avance instrumental del capitalismo y pelear contra la mercantilización
de la vida. De lo anterior se desprende nuestro interés por rastrear las formas de la subjetividad
antagónica de las luchas socioambientales, y sus capacidades para resistir, negar, subvertir,
desbordar al capital y abrir horizontes anticapitalistas de emancipación, vitales en la construcción
de alternativas.

36
II. NEOLIBERALISMO, DESPOJO MÚLTIPLE Y CERCAMIENTO DE LO COMÚN

En este capítulo buscamos exponer los trazos que componen la gran reconfiguración mundial
inaugurada desde los setenta en América Latina y en particular México, haciendo especial énfasis
en cómo se desenvuelve el cercamiento de los bienes comunes como una de las estrategias del
capital en su proceso reactualizado de acumulación y despojo múltiple para hacer frente a la crisis
del orden dominante. Se trata de una mirada que además ayude en la comprensión de las
configuraciones estatales sociopolíticas que se vienen conformando, a la luz del creciente
antagonismo entre las formas del despojo y las variadas luchas por lo común.
El despojo y cercamiento de los bienes comunes es una estrategia que ha avanzado en
todos los países del continente sin importar su configuración estatal socio-política. Para Seoane,
Taddei y Algranati más allá de las enormes diferencias entre dichos proyectos, el crecimiento
exponencial del precio internacional de los commodities durante la última década, los viene
asimilando peligrosamente con el neoextractivismo. En efecto, todos “comparten un elemento
común: se sostienen en gran medida en base a la explotación y exportación de bienes comunes de
la naturaleza. Claro que los gobiernos vinculados a lo que estos autores llaman “neoliberalismo
de guerra” lo hacen en beneficio casi exclusivo del capital transnacional y sus asociados;
mientras que, los gobiernos neodesarrollistas lo hacen apelando a mayor regulación pública y a la
apropiación estatal de una parte de la renta extraordinaria; y los llamados socialismos del siglo
XXI, lo llevan a cabo promoviendo la propiedad pública de los mismos y un proceso de
redistribución del ingreso y la riqueza” (Seoane, Taddei y Algranati, 2011).
Desde nuestra perspectiva, los modelos caracterizados por Seoane, Taddei y Algranati
(2011), ayudan a ubicar las tendencias generales que en América Latina vienen perfilándose, y en
algunos casos consolidándose. Si bien, son tendencias que aclaran a grandes rasgos las
configuraciones sociopolíticas generales, no quisiéramos negar las singularidades de cada caso, ni
para fines de esta investigación, ceñir a priori el caso de México a la conformación del
neoliberalismo de guerra propuesta por estos autores. Trataremos pues, de pensar las propias
particularidades del caso mexicano, y en ello buscaremos dialogar con estas tres grandes
tendencias en disputa.
Dicho lo anterior, es de nuestro especial interés ubicar las claves más importantes para
comprender las formas del despojo múltiple que en México han venido desplegándose en los
últimos treinta años, a luz de las transformaciones estructurales a nivel económico y político, así

37
como en las estrategias de cercamiento de los bienes comunes. Para ello, presentamos en una
primera sección, un sucinto recorrido histórico desde la década de los setenta, como punto de
inflexión en el que se inicia la instauración de un nuevo régimen de acumulación y regulación
social global, como preámbulo de las inéditas y renovadas estrategias de apropiación intensiva y
extensiva de la vida, que signan notoriamente la época actual. Seguido de esto, exponemos las
particularidades de la vertiente neoextractivista de los últimos tiempos, como estrategia central
del despojo múltiple y expropiación de lo común, a la luz de las conformaciones estatales
predominantes en América Latina. Y finalmente, ahondamos en el caso mexicano, desde una
perspectiva histórica, para ubicar y entender las tramas que constituyen el despojo y acumulación
del capital actuales, con su correlato de devastación socioambiental.

El neoliberalismo: la reconfiguración de un nuevo orden mundial

A finales de los años ’60 y principios de los ´70 del siglo XX se vivieron tiempos de profunda
convulsión por la fractura del orden bienestarista instituido a lo largo de treinta años después de
la Segunda Guerra Mundial. Una crisis que anunciaba el declive de un prolongado auge
económico en los países incorporados a este pacto y, la ruptura del equilibrio cristalizado entre el
capital y el trabajo.
Fueron muchos los fenómenos que de forma simultánea y superpuesta contribuyeron a la
producción de tal ruptura. Sin embargo, el más importante fue el poder de la insubordinación del
trabajo, entendido como uno de los polos del antagonismo frente al capital, que imposibilitó
mantener la tasa de explotación requerida para la acumulación de valor (Holloway, 2006).
Expresión de ello, fue la oleada de luchas sociales y políticas que se extendieron a escala mundial
desde mediados de los años ´60 y ’70, en algunas de las grandes metrópolis que funcionaban
como centros de control nacional y regional de la economía global. El Mayo Francés, la
Primavera de Praga, el Otoño Caliente en Italia, el movimiento por los derechos civiles y contra
la Guerra en Vietnam en EEUU, el movimiento estudiantil en México y Argentina, movimientos
antifranquistas en España, fueron algunas de las luchas más importantes de este vigoroso ciclo
revolucionario que convulsionó el orden mundial.
Y es que para 1965, la recuperación de Japón y Europa Occidental después de la guerra
promovió la expansión de sus mercados para colocar los excedentes con los que contaban, hecho
que desafío la hegemonía estadounidense y coadyuvó a fracturar el acuerdo de Bretton Woods
con la sucesiva devaluación del dólar. Lo que aunado a la crisis fiscal por la caída en la

38
productividad y rentabilidad económica en EEUU, terminaría de debilitar el papel del dólar como
moneda estable de reserva internacional.
La Guerra de Vietnam entre 1964 y 1975, junto al surgimiento de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y otras reafirmaciones del poder de los países menos
industrializados, comenzaron a desafiar el viejo orden global comandado por el bloque
estadounidense y con ello, a erosionarse los soportes del largo ciclo de bonanza económica.
En suma, lo que en estos años se manifestaba era la incapacidad del régimen de
acumulación y sus modos de regulación social para contener y resolver las contradicciones
inherentes al propio desarrollo capitalista. Siguiendo a Harvey, las dificultades que se encaraban
estaban relacionadas fundamentalmente con la rigidez, “había rigidez en las inversiones de largo
plazo y con los sistemas de producción en masa, que daba por supuesto el crecimiento estable de
mercados invariantes de consumo. Y todo intento contra esa rigidez chocaba con la fuerza del
poder de la clase obrera, que a su vez se retroalimentaba por el aumento de las rigideces en los
compromisos estatales” (Harvey, 1998).
El aumento de los precios del petróleo por parte de la OPEP y la decisión de embargar las
exportaciones de petróleo a Occidente durante la Guerra árabe- israelí de 1973, impactó en el
aumento de los costos de los insumos energéticos que exacerbaron la inestabilidad de los
mercados financieros. Este hecho detonaría una gran recesión, por la caída tendencial de la tasa
de ganancia. Se trataba de la primera crisis, con esas dimensiones, después de la acontecida en la
Segunda Guerra Mundial.
De modo que se fue produciendo un profundo quiebre que provocaría la transición hacia
un nuevo régimen de acumulación, denominado por Harvey como acumulación flexible y su
correspondiente modo de regulación social, mejor conocido como neoliberalismo (Harvey, 2008).
Es importante recalcar que este periodo de cambio no correspondió con un tránsito pacífico, sino
todo lo contrario, como todas las fases de reordenamiento del capital y sus modos de
composición para la superación de periodos críticos, han sido a costa del avasallamiento de los
espacios de resistencia y del trabajo vivo, lo que ha provocado múltiples reacciones, resistencias
y enfrentamientos sociales. De hecho, el conjunto de políticas puestas en marcha para transitar
hacia un nuevo orden, estaría orientado bajo la consigna de recuperar aquellos ámbitos donde el
capital tuvo que ceder previamente terreno, producto de la lucha de clases. Así, la oleada de
cercamiento de bienes públicos y comunes y los ajustes estructurales con los que se inaugura esta
primera etapa del neoliberalismo fueron vitales para la superación de la crisis.
Para enfrentar la brusca caída de la tasa de ganancia a nivel mundial, los procesos
actualizados de acumulación permitieron una vez más la creación de nuevos circuitos de

39
valorización del valor, a través de la expansión a espacios y ámbitos de la vida antes
impensados,17 la continua mercantilización de bienes públicos y, la subsunción de ámbitos de
producción de la vida no enteramente ceñidos a la lógica del capital, como es el caso de los
bienes comunes.
Este nuevo régimen de acumulación sostenido sobre los pilares de la privatización, la
liberalización del mercado, y la reconversión del rol del Estado que promueve la doctrina
neoliberal en pleno auge, supuso el disciplinamiento, reflujo y/o directa eliminación de aquellas
formas de resistencia que se han venido convirtiendo en obstáculos para la acumulación del
capital, como es el importante caso de las luchas socioambientales, que en este trabajo
exploramos.
Desde este momento se advierten una serie de mutaciones estatales, marcadas por la des-
expansión en las nuevas formas de relación entre el Estado y “el público” (Holloway, 2010: 141),
ahora mediadas por otras entidades “aparentemente” más ligadas al campo de la economía. Lo
que de ninguna manera significa que el Estado haya desaparecido, o se haya achicado,
simplemente se impulsó una reconfiguración de su rol.
Es así que la ola de “nuevos cercamientos” (De Angelis, 2012) que propiamente tendría
lugar en la década del ´80 constituyó la primera avanzada de estas transformaciones neoliberales
que, años más tarde, se consolidaría en todo el mundo con el establecimiento del Consenso de
Washington18. El cercamiento de bienes comunes y la forma contemporánea del despojo adquirió
“su expresión visible y condensada en la oleada de privatizaciones de bienes y servicios públicos
que ha cubierto al mundo en las dos últimas décadas: tierras, medios de comunicación y
transporte (puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, compañías de aviación),
telecomunicaciones (telefonía digital y sistemas satelitales), banca y servicios financieros,
petróleo y petroquímica, minas y complejos siderúrgicos, sistema de seguridad social (salud,
educación, vivienda) y hasta fondos de pensión y retiro de los trabajadores” (Gilly, Roux, 2009).
Con la apertura de nuevos espacios de explotación, los Estados se encuentran en férrea
competencia por recibir porciones del capital global en sus territorios, desmantelando conquistas
17
Los bienes inmateriales como el material genético, el plasma de semillas, la biodiversidad y los conocimientos
tradicionales, a través de estrategias de expropiación como la biopiratería o de privatización con los sistemas de
patentes. En el capítulo IV de este trabajo se desarrollan estas problemáticas.
18
Cabe aclarar que el “Consenso de Washington” no se trata de la firma de un acuerdo o negociación. Tampoco se
trata de un programa establecido enfáticamente con el objetivo de enfrentar la crisis en la región latinoamericana con
la ayuda de su vecino incómodo del norte. Es decir, no es ni un consenso propiamente dicho, ni fue firmado en
Washingon. Se trata, más bien, de una elegante y engañosa denominación con la que John Williamson nombró, en
1989, la serie de imposiciones que desde el complejo político-económico residente en Washingon (el congreso de
Estados Unidos de América, los organismos económicos internacionales, y la Reserva Federal) fueron planeadas y
ejecutadas para el conjunto de América Latina (Hernández/ Navarro: 2010).

40
democráticas históricas, a fin de convertirlas en oportunidades de inversión.19 Bajo esta lógica no
sólo los bienes o servicios públicos adquieren primordial importancia, sino los bienes comunes
naturales, con la perene presencia de pueblos indígenas y culturas ancestrales que de forma
conjunta constituyen una relación metabólica necesaria para la reproducción ecosistémica. Sin
embargo, es evidente que para el capital, sólo se trata de espacios globales sacrificables en la
medida en que son capaces de captar inversiones.
Si bien, la capacidad de cercamiento de lo común ha estado caracterizada históricamente
por la profundización de la violencia y el despojo, sin embargo, es claro que ahora se presentan
inimaginables y novedosas estrategias de apropiación de la vida, en el marco de la ya conocida
subordinación de la ciencia al capital, intensificada por el desarrollo de lo que Jeremy Rifkin ha
caracterizado como la “tercera revolución científico-tecnológica”. Hecho que ha situado a la
tecnología como un soporte fundamental de transgresión de los límites de la vida y de la
fetichización de la escasez y la abundancia como escalas de medición ceñidas a la producción de
valor. De aquí el planteamiento que Milton Santos hace en torno al “periodo técnico- científico-
informacional” para dar cuenta del papel que los progresos científicos y técnicos han tenido en
las transformaciones totales de los fundamentos de la vida humana, y en específico el carácter
exógeno que adquirió la tecnología para la humanidad, en tanto “el trabajo científico fue
prácticamente puesto al servicio de la producción” (Santos, 1996: 19-20).
Esta nueva revolución tecnológica está relacionada con el aumento de la composición
orgánica del capital, justamente como una de las estrategias para sortear la insubordinación del
trabajo vivo, o con lo que Gilly y Roux caracterizan como “una nueva composición tecnológica
del proceso de trabajo y de la relación capital-trabajo en el punto de producción, es decir, en el
lugar preciso donde entran en contacto el ser humano y la tecnología o, en otras palabras, el
trabajo objetivado y el trabajo vivo. El resultado es un acelerado ritmo de crecimiento del
plustrabajo por la nueva relación trabajo objetivado/trabajo vivo, o, en términos de Marx, una
ampliación gigantesca de la plusvalía relativa” (Gilly/ Roux, 2008).
De aquí que estas nuevas capacidades de apropiación mercantilizada de la vida, a través
de la tecnología, estén rompiendo barreras espacio-temporales para la movilidad de capitales,
intensificando y recrudeciendo las formas del despojo de los bienes comunes, y de las formas de
explotación del trabajo vivo para la acumulación del capital. Para Gilly y Roux, justamente la

19
El neoliberalismo ha tendido a erosionar la ilusión de las bondades del Estado y su relación de autonomía relativa
con respecto al capital, revelándose la conexión entre economía y política como formas específicas de la relación del
capital (Holloway, 1990: 12). Y es que la separación economía y política, como una forma fetichizada del
funcionamiento del capital, logró cristalizarse exitosamente durante el Estado benefactor. Esta discusión se
profundiza en el Capítulo III de este trabajo.

41
época que enfrentamos está signada por nuevas proporciones y relaciones entre el trabajo vivo, la
naturaleza, la ciencia y la tecnología (Gilly/ Roux, 2008).20
Encontramos que las formas del despojo múltiple y las capacidades de expropiación de lo
común, se han intensificado y profundizado en América Latina, lo que supone la reiteración de su
rol geopolítico dentro de la división mundial del trabajo. El papel que se la ha asignado a nuestro
continente, configurado por relaciones históricas de dominación y subordinación, se actualiza por
un conjunto de políticas tendientes a la desindustrialización y reprimarización de la estructura
económica, así como en la recolonización y revitalización de las economías de enclave, para el
refinamiento de un nuevo extractivismo. Escenario en el que, además las empresas
transnacionales se han convertido en los principales agentes beneficiarios de este reeditado orden
global, explotando en condiciones monopólicas y de profunda violencia, dejando enormes
pasivos sociales y ambientales en las comunidades asentadas en esos territorios y, asegurando la
producción a bajo costo y el consumo sostenido de las economías centrales.
Al respecto, siguiendo a Svampa, hacia la primera década del siglo XX, en América
Latina asistimos a una transición del Consenso de Washington, asentado sobre la valorización
financiera, hacia el Consenso de los Commodities, basado en la exportación de bienes primarios a
gran escala. Se trata del ingreso a un nuevo orden económico y político, sostenido por el boom de
los precios internacionales de las materias primas y los bienes de consumo, demandados cada vez
más por los países centrales y las potencias emergentes (Svampa, 2012a: 16).
A continuación, detallamos las particularidades de este nuevo consenso, bajo la vertiente
neoextractivista, como una modalidad que ha orientado la estrategia central del despojo múltiple
y expropiación de lo común.

El cercamiento de los bienes comunes y su vertiente neo-extractivista contemporánea en


América Latina

Consideramos que en América Latina las políticas más recientes del extractivismo, si bien son
continuidad del proyecto histórico de colonialidad, despojo y dependencia estructural en la
región, desde la Conquista española y portuguesa, en el marco de la gran sacudida mundial que se

20
Al respecto, resulta interesante recuperar la crítica que Ivan Illich tempranamente había hecho en torno a la técnica
y su papel en las sociedades industrializadas. Para Illich, en el capitalismo, la labor con herramientas ha sobrepasado
los umbrales definidos por la escala ad hoc, lo que termina amenazando al cuerpo social en su totalidad (Illich, 1979:
6).

42
enfrentó en el siglo XV por el proceso de acumulación originaria como sangrienta transición al
capitalismo, también hay novedades y actualizaciones que son importantes de distinguir.
Las políticas de despojo, y específicamente las del llamado “(neo)extractivismo” son
promovidas en el subcontinente, como producto de una orientación de la economía capitalista
para la superación de la crisis de los setenta por la caída tendencial de la tasa de ganancia y el
régimen de acumulación fordista- keynesiano. Lo que supone que, el despojo como lógica
continua e inherente de la acumulación del capital ha adquirido nueva y estratégica relevancia
después de los treinta años gloriosos del Estado de Bienestar.
La articulación de la nueva política extractivista reside en las actividades que remueven
grandes volúmenes de bienes naturales sin procesarlos -o sólo limitadamente- para ser exportados
como “commodities” al mercado internacional, tales como petróleo, gas, minerales. Pero también
productos renovables como los de la agroindustria -transgénicos y biocombustibles- e, incluso,
proyectos de infraestructura como los enclaves turísticos o las grandes represas hidroeléctricas y
carreteras, al servicio de dichas explotaciones (Gudynas, 2009). De modo que, nos parece
sustancial el planteamiento conceptual de “neo-extractivismo”, porque recupera las
particularidades constituyentes del momento actual, en tanto abarca -ya no sólo en el sentido
clásico de la palabra- la extracción de bienes naturales no renovables (minerales, petróleo y gas)
(Seoane, 2012: 5), sino lo referente a los recursos renovables (industria forestal, el agronegocio y
los biocombustibles) (Svampa, 2011), incluido el ámbito de la producción, en la que destaca la
explotación laboral sin límites, pero además el conjunto de desarrollos de infraestructura que
hace posible la circulación de esas mercancías extraídas y/o producidas.
Para la circulación de las mercancías y la conexión de puntos para el acortamiento de
distancias espacio-temporales, en el plano supranacional, se han impulsado diversas iniciativas
por Estados regionales y empresas transnacionales, tales como la Integración de la Infraestructura
Regional Suramericana (IIRSA) y el Plan Puebla Panamá (PPP) -ahora Proyecto Mesoamérica
(PM)-, cuyo objetivo es promover la construcción de la infraestructura, el transporte, la energía y
las comunicaciones necesarias para viabilizar la fluida circulación de las materias primas
extraídas de los territorios más recónditos hacia los mercados internacionales, logrando así, la
efectiva consumación del saqueo de los bienes comunes y las energías sociales. Mientras el
IIRSA se proyecta desde el corazón de Sudamérica hacia fuera, a través de sus dos costas
(Atlántico y Pacífico), la trayectoria del PM está diseñada desde Colombia hacia el norte,
pasando por Centroamérica y México.
Si nos proponemos un acercamiento pormenorizado, a lo anterior se suma la confluencia
de cuatro características de las formas económicas del despojo, que han cobrado clara relevancia

43
en las últimas décadas (Composto/ Navarro, 2012b): “1) la vertiginosa aproximación hacia el
umbral de agotamiento planetario de bienes naturales no renovables fundamentales para la
acumulación de capital y la reproducción de las sociedades modernas -tales como el petróleo, el
gas, y los minerales tradicionales-; 2) el salto cualitativo en el desarrollo de las técnicas de
exploración y explotación –más agresivas y peligrosas para el medio ambiente-, que está
permitiendo el descubrimiento y extracción de hidrocarburos no convencionales y minerales
raros, disputados mundialmente por su formidable valor estratégico en los planos económico y
geopolítico de largo plazo; 3) la progresiva transformación de los bienes naturales renovables
básicos para la reproducción de la vida –tales como el agua dulce, la fertilidad del suelo, los
bosques y selvas, etc.- en bienes naturales potencialmente no renovables y cada vez más escasos,
dado que se han constituido en los nuevos objetos privilegiados del (neo)extractivismo o en sus
insumos fundamentales (Acosta, 2011); y, por último, 4) la conversión de los bienes naturales -
tanto renovables como no renovables- en commodities, esto es, un tipo de activos financieros que
conforman una esfera de inversión y especulación extraordinaria por el elevado y rápido nivel de
lucro que movilizan “mercados futuros”, en tanto responsables directos del aumento ficticio de
los precios de los alimentos y de las materias primas registrado en el mercado internacional
(Bruckmann, 2011)”.

Aunque el desarrollo conceptual del “neoextractivismo” elaborado por Eduardo Gudynas,


ha sido para pensar las características distintivas que este modelo adopta en los países de América
Latina con “gobiernos progresistas”, consideramos que es pertinente recuperarlo para repasar

44
otros modelos socio-políticos latinoamericanos, como es el caso de México, que se ha
caracterizado por una tendencia creciente a la trasnacionalización de los sectores extractivos, en
comparación con otros países que combinan diferentes esquemas de control de los recursos,
como el estatal, cooperativo o mixto (Gudynas, 2009: 203, 219).
Al respecto, nos parece importante ubicar las conformaciones estatales predominantes en
América latina y las políticas extractivistas implementadas, a la luz de las recientes
transformaciones socio-políticas con la llegada de los llamados gobiernos progresistas y, por otro
lado, con la continuidad de los gobiernos neoliberales. Todo esto para comprender las formas de
la economía política capitalista en la región y sus variadas formas de cercamiento de bienes
comunes.

Nueva cartografía socio- política y el neoextractivismo en América Latina

La emergencia de la nueva cartografía socio-política en América Latina, suele relacionarse con la


llegada de los gobiernos progresistas al poder y su capacidad por quebrar la hegemonía
neoliberal. Sin embargo, el arribo de estos nuevos grupos al mando de las instituciones estatales,
y los nacientes impulsos de reconstitución de un nuevo equilibrio entre diversas fuerzas y
proyectos políticos en disputa, fue posible por el enorme proceso de antagonismo social contra el
neoliberalismo, que desde mediados de los años noventa encabezaría múltiples levantamientos
populares hasta lograr en algunos casos la caída de gobiernos.21 De modo que, siguiendo a
Modonesi y Rebón el siglo XXI ha sido una década en movimiento para los sectores populares
que, a diferencia de la década de los noventa marcada por el auge del neoliberalismo y su
posterior crisis, ha abierto nuevos desafíos y horizontes de acción con la llegada de gobiernos
progresistas al poder estatal (Modonesi/ Rebón, 2011:9).
A la luz de estas transformaciones, vale la pena recuperar la caracterización que hacen
Seoane y Taddei (2010) de los modelos socio-políticos en América Latina para situar las
diferencias que hay en cada uno de ellos, en torno a los siguientes aspectos: la relación de los
gobiernos con las empresas, el margen de soberanía de los estados en los esquemas de extracción,
las formas de control y gestión del usufructo de los bienes comunes, así como el destino de los
recursos económicos obtenidos por estas actividades. Pero también –y lo más importante para

21
En Argentina en 2001 luego de las jornadas insurrecciones del 19 y 20 de diciembre, De la Rúa presenta su
renuncia, seguido de esto caen tres presidentes más, hasta la llegada de Eduardo Duhalde. En Bolivia, la Guerra del
Agua seguida de la Guerra del Gas en 2003 logran la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, y de dos presidentes
más, hasta la llegada de Evo Morales. Y en Ecuador, Lucio Gutiérrez fue destituido por el Congreso en abril de
2005, como consecuencia de un amplio proceso de movilización conocido como la rebelión de los forajidos.

45
fines de este trabajo- la política instrumental que todos ellos comparten para la apropiación de los
bienes comunes naturales. De acuerdo a estos autores, los tres proyectos en pugna pueden
agruparse en: 1) Socialismo del siglo XXI o Socialismo comunitario; 2) Neodesarrollismo; y 3)
Neoliberalismo de guerra.22
El Socialismo del siglo XXI o socialismo comunitario, preponderante en Venezuela,
Bolivia y Ecuador, se ha caracterizado por impulsar transformaciones a través de procesos
constitucionales orientados a la recuperación de soberanía y poder participativo, así como en la
redistribución y socialización de los ingresos y las riquezas nacionales (Seoane, 2010: 63).
Sin duda entre los mayores aportes, a partir de 2008, en Ecuador y un año después, en
Bolivia, se abrió un proceso constituyente en el que –entre las discusiones más importantes–
figuraba la idea del Buen Vivir, los Derechos de la Naturaleza y la relación no mercantil y
complementaria con la naturaleza, nutrida por la cosmovisión de los pueblos indígenas de esa
región, en el marco de la reconformación nacional-estatal del pacto social de ambos países. Para
el caso de Ecuador, la forma de consagrar esa cosmovisión en la Constitución de Montechristi,
fue a partir de reconocer a la naturaleza como sujeto de derechos. Por su parte, en Bolivia, el
Vivir Bien aparece como parte de las bases fundamentales del Estado, asumiendo y promoviendo
“como principios ético-morales de la sociedad plural: el suma qamaña (vivir bien), ñandereko
(vida armoniosa), tekokavi (vida buena), ivimaraei (tierra sin mal) y qhapajñan (camino o vida
noble)”. En estos textos constitucionales, el Buen Vivir o Vivir Bien, no sólo quedaron en el
mismo plano que otros derechos estipulados y aprobados legalmente, sino como principios que
han buscado incidir en el mejoramiento material de los hombres y mujeres, incorporándolos
formalmente al terreno de la economía y sus formas de gestión.
Sin embargo, como se evidenció tempranamente, estos primeros intentos de
sistematización y reconocimiento estatal, estaban lejos de dirimir la disputa en torno al tipo de
desarrollo que debía orientar el camino de ambos países. Las constituciones y las políticas que se
han derivado de ellas, contienen dos racionalidades que claramente se contraponen entre sí. Se
trata de un conflicto que no sólo permanece latente, sino que además se ha intensificado por la
profundización y expansión de proyectos encaminados al control, extracción y exportación de
bienes naturales, en el marco del alza de precios de los commodities y su creciente demanda
mundial.

22
Para para nutrir la caracterización de los tres modelos socio-políticos incorporamos algunos elementos
desarrollados por: (Ceceña, 2010), (Gutiérrez, 2011) y (Modonesi/ Rebón, 2011).

46
Sin duda, una de las enormes contradicciones de este modelo socio- político no es sólo la
continuidad del extractivismo, sino la de su profundización, sostenida sobre la base de la
explotación de bienes de la naturaleza, apelando a su propiedad pública y soberanía estatal. De
ahí el impulso de las políticas de nacionalización-estatización de los sectores más importantes de
la economía, vinculados a la explotación de los bienes comunes de la naturaleza, y su
consecuente efecto en el acotamiento del poder trasnacional (Ceceña, 2010:7). Este acotamiento
fortalece la capacidad estatal de disposición soberana del usufructo de los recursos estratégicos de
la Nación, sin alterar la forma de la inserción en la economía global (Nadal, 2012).
Los recursos obtenidos de esa gestión han sido destinados al desarrollo de un régimen
universalista de políticas sociales y de distribución progresiva del ingreso, así como para el
financiamiento de la política de nacionalizaciones y crecimiento del sector estatal público de la
economía (Seoane/ Taddei, 2010: 64).
Otro de los rasgos característicos de este proyecto nacional-estatal es la independencia
que han marcado con respecto a los organismos internacionales financieros y hacia EEUU, y la
creación de nuevas instancias contra-hegemónicas al poder estadounidense, con especial énfasis
en las estrategias de integración de los países del Sur, como es el caso de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) o el Banco del Sur.
De tal modo que si bien han variado algunas formas económicas y políticas del capital,
no se ha subvertido la concepción instrumental de la apropiación mercantil de los recursos
naturales, hecho indiscutible a raíz del papel preponderante de la industria extractiva en estos
países, a pesar de los altos costos sociales y ambientales que ésta produce.23
Se trata de proyectos políticos que desde el Estado están emprendiendo la tarea de instalar
la lucha por el socialismo, con los fuertes desafíos de quedar capturados en la lógica de la
institucionalidad estatal y desmovilizar o incluso desactivar y reprimir la lucha contra el capital y
los impulsos de autodeterminación (Holloway, 2011: 95). Esto sin lugar a dudas, es parte de un
debate mucho más amplio sobre los caminos posibles para la superación y abolición del Estado y
las estrategias de transformación social para la transición al poscapitalismo.
Por otra parte, el modelo neodesarrollista con clara presencia en Brasil y Argentina,
propone una renovada y preponderante intervención del Estado en la regulación y orientación de
23
Ejemplos de esto los podemos encontrar en el reciente conflicto en Bolivia por la construcción de la carretera que
pretende atravesar el parque nacional del TIPNIS, pese a las vigorosas movilizaciones sociales contra esta medida; o
las políticas para incentivar la explotación de gas y minerales, intentando sumar nuevos rubros como hierro o litio;
con concesiones petroleras por casi 12 millones de has. En Ecuador se han impulsado emprendimientos de minería a
cielo abierto con una empresa china para extraer cobre, bajo el gobierno de Rafael Correa. En Venezuela se vienen
produciendo desalojos a comunidades indígenas por estar asentadas en territorios que poseen yacimientos petroleros
o mineros.

47
la economía, logrando “un equilibrio productivo y financiero mínimo –aunque profundamente
injusto”- y jugando “un papel de reparto en el escenario protagonizado por los acreedores más
fuertes” (Gutiérrez, 2011: 19). Son proyectos que no buscan la refundación estatal, ni
necesariamente la reversión del neoliberalismo, y mucho menos, la superación del carácter
capitalista de la formación social.
En este modelo, el fortalecimiento del mercado interno y la promoción de sectores
productivos como la explotación y exportación de materias primas resulta fundamental. Los
excedentes de la industria extractiva están orientados a sostener otros sectores económicos de la
actividad privada y las políticas de contención social (Seoane/ Taddei, 2010: 66).
Este tipo de estados- nación, desde la perspectiva de Gutiérrez, funcionan como estados
anfibios, en tanto son estados y corporaciones a la vez, siendo parte de un conjunto de coaliciones
de corporaciones trasnacionales bajo formatos un poco modificados desde lo estatal (Gutiérrez,
2011: 19). Este carácter anfibio, se expresa en los dobles discursos que se van configurando, en
los que por un lado, se da una alianza con el capital, sumamente evidente en las políticas neo-
extractivistas, pero por otro lado, mantienen una política "nacional-popular" como piedra angular
para la construcción de hegemonía, en temas profundamente sentidos, como son los derechos
humanos, la política social, la redistribución del ingreso y en general el protagonismo de las
intervenciones estatales en lo público y en lo común. Es de notar cómo alevosamente lo común
queda subsumido a lo público, como dimensión espacio-temporal de dominio estatal.
En suma, de una u otra forma, los neodesarrollismos o socialismos del siglo XXI
comparten la búsqueda por establecer nuevas mediaciones estatales entre el capital y el trabajo,
recuperando atributos que gozaban de amplio consentimiento durante la gestión de los estados
benefactores, aunque en realidad esas mediaciones sean formas encubiertas del carácter anfibio
de los Estados en su relación con el capital. De modo que, los gobiernos buscan recuperar la
legitimidad del Estado y de la democracia representativa liberal, particularmente dirigida a
restablecer el monopolio estatal del “hacer político” y colocar las representaciones partidarias
como las únicas mediaciones legítimas de la soberanía popular delegada. En este camino, la
relegitimación del Estado se tradujo en la recuperación del control del espacio público bajo su
dominio, redefiniendo y restringiendo la acción autónoma de los movimientos sociales y
configurando procesos de integración político-estatal de fracciones de las clases subalternas o de
parte de sus cuadros dirigentes (Seoane/ Taddei, 2010: 66). La relación mando- obediencia entre
gobernantes y gobernados han erosionado el reconocimiento de derechos sociales y colectivos y
privilegiado las llamadas “actividades de promoción social”, que alteran radicalmente la
condición ciudadana, sustituyéndola por una más parecida a la de vasallaje (Gutiérrez, 2011: 20)

48
En este sentido, el estatalismo del nuevo desarrollismo despierta cuestionamientos en
relación con la promoción de un modelo socioeconómico depredador del medio ambiente, por las
restricciones que impone en el proceso de democratización de lo público-político y, de manera
particular, en referencia a los fuertes límites que muestra respecto de la modificación del patrón
de distribución del ingreso que caracterizó las décadas pasadas (Svampa, 2008; Katz, 2008).24
El “neodesarrollismo” da además cierta prioridad a los procesos de integración económica
entre los países latinoamericanos, como es el caso del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) o
la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) para
facilitar una inclusión en mejores condiciones en el marco global capitalista. De esta manera, este
modelo construye condiciones favorables para los acuerdos de libre comercio, pero definiendo
sus propias condiciones para integrarse.
Y finalmente aparece lo que Seoane y Taddei recuperan como Neoliberalismo de
Guerra,25 predominante en México y Colombia. Según estos autores, este proyecto socio-político
se caracteriza por la continuidad de la agenda neoliberal de los noventa, así como por la
profundización de la misma bajo la invocación de las contarreformas de tercera generación,26
tratando de asegurar y consolidar el proceso de mercantilización y transnacionalización de los
bienes públicos y recursos naturales, bajo creciente control de las corporaciones trasnacionales en
asociación muchas veces con capitales locales.
Si bien, estamos de acuerdo con esta caracterización, nos parece importante matizar el
orden del carácter coercitivo de este proyecto, ya que desde una clave gramsciana, consideramos
que en estos países la supremacía del orden capitalista, no sólo se debe a la existencia de un
aparato de coerción, sino a una compleja red que organiza el consenso de las clases subalternas
para la reproducción del sistema de dominación.
Lo anterior no quiere decir, de ninguna manera, que la coerción no sea fundamental, ni
característica de estos órdenes, sólo que está acompañada de fuertes dispositivos de construcción
de hegemonía. En relación a la coerción el papel del Estado está fuertemente orientado a
coordinar las fuerzas del orden, incluidas las militares, con una abierta política represiva
orientada hacia la penalización de la protesta y las organizaciones populares y, en general, a la
criminalización de los sectores pauperizados y excluidos. Desde esta perspectiva abarca un
conjunto de políticas diferenciadas, desde reformas legales que otorgan mayor poder a las fuerzas

24
Citado en (Seoane/ Taddei, 2010: 64).
25
Noción desarrollada por Pablo González Casanova (2002).
26
Las reformas de primera generación son las referentes a los recortes presupuestales, reformas fiscales,
liberalización del comercio, de los precios y de las inversiones, desregulación financiera y privatizaciones. Las de la
segunda generación son las reformas laboral, judicial y legislativa y descentralización.

49
policiales y a la justicia penal –en desmedro de las libertades y los derechos democráticos –,
pasando por las que habilitan la intervención de las Fuerzas Armadas en el conflicto social
interno, hasta promover o amparar la acción de grupos parapoliciales o paramilitares (Seoane,
2010).
En estos contextos, los mandos militares aparecen como un actor con un renovado
protagonismo en el proceso de reordenamiento interno y organizativo, que además busca prevenir
y disuadir las intervenciones de otros centros que disputan la hegemonía estadounidense, o bien
las resistencias sociales que interpelan y subvierten el orden dominante (Ceceña, 2010: 4). De
hecho, en el caso de México ha habido una reorientación del rol del ejército, en el que de cumplir
una tarea de defensa nacional ha pasado a realizar funciones de policía para el resguardo de la
seguridad pública- interna, justificado por la “guerra calderonista contra el narcotráfico”
(Entrevista a Gallardo, 2012).
La construcción de este nuevo orden se alimenta de la legitimidad que parece otorgarle el
crecimiento de la violencia y la delincuencia – sea real o simplemente una percepción estimulada
por los medios masivos de comunicación. La intimidación masiva que resulta de esta recreación
del estado de naturaleza hobbessiano, parece suficiente para justificar y exigir la instauración de
un Leviatán autoritario como único medio para preservar la seguridad de la propiedad individual
(Seoane/ Taddei, 2010: 64).
Siguiendo a Gutiérrez, se trata de estados- cárcel donde la confrontación principal entre
coaliciones de corporaciones trasnacionales legales e ilegales –ligadas a mafias de élites
gobernantes- y los diversos entramados comunitarios está desplegándose de manera radical,
devastadora, desolada y brutal (Gutiérrez, 2011: 20). Y es que el neoliberalismo de guerra,
permite al capital corporativo, a sus megaempresas y redes controlar de forma más directa a los
propios gobernantes, reforzándose con todo esto la jerarquía mundial de poder y los
alineamientos, sometimientos y arbitrariedades de las fuerzas neoconservadoras (González
Casanova, 2002: 179).
Este tipo de proyecto defiende la tesis de integración subordinada al mercado mundial y a
las condiciones fijadas por la globalización neoliberal; su existencia se refleja en aquellos países
que han sellado tratados de libre comercio con los EE.UU. y que, con similar espíritu, negocian
ahora acuerdos con la Unión Europea. La adopción de los patrones de la globalización significa
para Latinoamérica convalidar el proceso de recolonización que anima al proyecto
estadounidense para la región; supone por tanto no sólo los acuerdos en el terreno comercial, sino
además los privilegios para la inversión trasnacional, la conectividad e infraestructura necesaria
para el flujo económico y el control militar de los territorios (Seoane/ Taddei, 2010: 66). La

50
economía está orientando la producción en términos del mercado externo y la industria extractiva
está desarrollándose desmesuradamente, a costa de cualquier límite natural o resistencia social.
Este modelo socio-político es profundamente congruente y afín a la política de espectro
completo del Pentágono. De hecho, México entra en la clasificación de Estados- bisagra,
elaborada por esta misma instancia militar, para definir su carácter disciplinado, pero también de
interlocutor con países considerados de la “brecha crítica”, es decir, con el área ingobernable del
continente. Su trabajo consiste en “convencer a los otros de que sigan las reglas de juego”
(Ceceña, 2012). Esto además se convalida con una hegemonía que está en expansión a toda la
región centroamericana, la cual se encuentra en un duro proceso disputa.
Cómo hemos visto en los tres modelos socio-políticos que en lo general agrupan las
tendencias de los diferentes proyectos estatales en América Latina, es de notar que con ciertos
matices comparten el neoextractivismo como uno de los ejes clave de desarrollo económico, con
esquemas mixtos de relación con empresas trasnacionales para la gestión de los recursos, en los
que según sea el caso se imprime una determinada intervención del Estado, ya sea para la
privatización o la nacionalización en el otro extremo, pero conservando en todos los casos la
matriz instrumental de apropiación intensiva de la naturaleza.
Con Bebbington, consideramos que los diferentes países “comparten (el intento de lograr)
la instalación de un modelo económico que se basa en el uso de formas intensivas de capital para
lograr la extracción de recursos […]. Pero quizás más que esto, lo que se instala es una lógica
cultural y una forma de ocupación y control del espacio que refleja el poder del centro frente a las
regiones, el poder no-indígena y citadino frente a las poblaciones indígenas-campesinas, y el
poder de la inversión privada frente a las instituciones colectivas. De nuevo, es un proyecto
económico, político e ideológico a la vez” (Bebbington, 2011: 30-31).
Por último habría que señalar que en todos los países del continente, existen resistencias
que están dando la pelea en condiciones de profunda adversidad para defender sus bienes
naturales, una lucha por lo común que defiende la producción de valores de uso y la riqueza
social para la subsistencia. Para la dominación, precisamente se trata de amenazas asimétricas
(Izarra, 2005),27 en tanto se convierten en obstáculos para la reproducción y acumulación del
capital.

27
Para EEUU la preservación de su hegemonía implica el despliegue de estrategias de operación de guerras
preventivas, proyección de poder, presencia de ultramar, sorpresa estratégica y dominio territorial. “Todas enfocadas
a determinar que el peligro más serio que atenta en su contra es a lo que denominan las "amenazas asimétricas". En
el contexto de su seguridad nacional, la asimetría se refiere a la acción que el oponente presenta para maximizar su
ventaja, lograr la iniciativa, ganar la mayor libertad de movimiento y explotar las debilidades del imperio. Amenaza
asimétrica es para ellos, la ofensiva de los palestinos, la guerra de guerrillas que libra el pueblo de Irak, la

51
A continuación exponemos una serie de elementos que ayuden a comprender lo que en
México ha venido ocurriendo en los últimos años, en relación a la configuración estatal neoliberal
anteriormente caracterizada, lo cual haremos a partir de un breve recorrido por algunos de los
procesos de despojo y acumulación capitalista que han dado pie a la devastación socioambiental
de nuestros días.

Hacia una caracterización del despojo y acumulación capitalista en México

Desde la conformación del Estado mexicano en el siglo XVIII con las Reformas Borbónicas
contra las Repúblicas de Indios, más tarde en el siglo XIX, con las Leyes de Reforma y durante el
porfiriato, se vivió un violento, profundo y concentrado proceso de acumulación, a través del
despojo de tierras que se encontraban en manos de las comunidades indígenas y campesinas. En
palabras de Bartra y Otero el “resultado inmediato de las reformas liberales fue una transferencia
de la propiedad de las tierras de la Iglesia y de las comunidades indígenas a los latifundistas
existentes y nuevos grandes propietarios del sector privado de la agricultura en México” (Moyo/
Yeros, 2008: 404).
Las demandas de restitución de tierras de las enormes masas de desposeídos de este
último periodo formaron parte del vigoroso movimiento de insubordinación que produciría la
Revolución Mexicana. Como fruto de estas luchas quedó consagrada la Ley Agraria de 1915 y el
pacto social fundante del estado mexicano expresado en el artículo 27 de la Constitución de 1917,
con el reconocimiento de la soberanía sobre los recursos naturales, incluidos la tierra y el agua en
manos de la Nación.
Una Nación que correspondería con el naciente Estado posrevolucionario y su
consustancial prerrogativa de regular el usufructo de los bienes naturales. Por Estados- nación,
entendemos “la peculiar forma moderna de articulación de intereses públicos y privados para
garantizar la reproducción del capital dentro de territorios delimitados por fronteras nacionales”.
(Gutiérrez, 2011: 18)
A pesar del reconocimiento constitucional de la soberanía nacional, quedaba pendiente la
anhelada Reforma Agraria para la restitución de tierras, la cual sería impulsada años después en
la década del treinta por el gobierno de Lázaro Cárdenas. Misma que junto con la nacionalización
del petróleo daría pie a una nueva etapa de la naciente economía nacional conocida como el

emancipación de los pueblos, y la instauración de sistemas políticos diferentes a los sugeridos para la región, como el
caso de Venezuela” (Izarra, 2005).

52
“milagro mexicano”, un nuevo perfil productivo basado en un modelo agroexportador
extractivista y el desarrollo de la industria para la sustitución de importaciones.
Es así que desde la fundación del orden nacional- estatal posrevolucionario, la política
extractivista se conformó como un soporte fundamental para la generación de recursos fiscales y
el desarrollo económico de todo el siglo XX. De hecho, los períodos de mayor crecimiento
económico se han basado en la extracción intensiva de “recursos naturales”, siendo el petróleo
una de las industrias más prósperas y construida además, desde una narrativa nacionalista de
profunda legitimidad. De aquí la consolidación de una mirada naturalizada de la extracción y los
costos sacrificiales que ésta implica en beneficio del “bien común” de la Nación.
Si bien, el desarrollo nacional basado en la extracción intensa de recursos naturales es de
larga data, es de advertirse el despunte en la década de los ochenta de actividades primarias y el
extractivismo de recursos naturales estratégicos,28 como commodities, para su venta en el
mercado internacional, por la demanda mundial de materias primas y de bienes de consumo. El
impulso de estas actividades, se produce en el marco de las reformas neoliberales de ajuste
estructural y los tratados de libre comercio, que en conjunto se empecinaron en abrir nuevos
espacios de inversión trasnacional para la acumulación del capital. 29 A esta primera ola de
reformas, se suma un segundo conjunto de restructuraciones para profundizar el dominio sobre
los espacios ya subsumidos, e incorporar las regiones menos desarrolladas a las exigencias de la
competitividad global.
Las múltiples formas del despojo, y de la acumulación del capital, se expresan en las
políticas de privatización y mercantilización de los bienes comunes y servicios públicos, principal
recomendación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para la modernización,
eficientización y saneamiento de las finanzas públicas. El proceso de privatización tuvo tres
etapas en México: en la inicial, de 1984 a 1988, se realizó la privatización de varias empresas de
diversa índole y actividad; en la segunda, de 1988 a 1999, se realizó la privatización a fondo de
varios sectores, como los de siderurgia, banca y teléfonos; y en la tercera, de 1995 a 2000, se
profundizó aún más el proceso y se realizaron cambios constitucionales para vender los
ferrocarriles y la comunicación vía satélite (Sacristán, 2006).

28
Un recurso natural estratégico es aquel que es clave en el funcionamiento del sistema capitalista de producción y/o
mantenimiento regional y mundial. Puede además ser escaso o relativamente escaso, sea debido a las limitadas
reservas existentes o como producto de relaciones de poder establecidas que limitan, en ciertos contextos socio-
históricos, el acceso, la gestión y usufructo del mismo. (Delgado, 2011b: 20)
29
México es el país que más tratados de libre comercio internacionales ha firmado y eso ha modificado las leyes, las
instituciones, y ha abierto un riesgo para las comunidades y pueblos que antes tenían un modo de vida propio basado
en su agricultura y actividades tradicionales.

53
Las luchas contra las privatizaciones y las políticas generales de desincorporación del
sector paraestatal, ha estado representado principalmente por luchas laborales vinculadas a una
matriz nacional- popular que se enfrenta al neoliberalismo, pero que no necesariamente cuestiona
los fundamentos del trabajo abstracto, la apropiación del trabajo vivo y de la naturaleza. De ahí
que sean luchas que no desafíen, y por el contrario aprueben, en la mayoría de los casos, la
continuidad de las políticas extractivistas, siempre y cuando éstas se encuentren en manos del
Estado y garanticen los derechos sociales necesarios.
La ferocidad de las políticas de privatización logró disciplinar a muchas de las resistencias
que irrumpían en la esfera pública, e incluso, ganar terreno en ámbitos donde el capital tuvo que
ceder terreno previamente, como producto de vigorosos ciclos de lucha. En conjunto, las formas
del despojo estuvieron orientadas a agredir y enajenar los bienes comunes estatales, pero también
el amplio y denso espectro de la vida que produce y reproduce lo común, materializado a través
de una serie de prácticas sociales colectivas que producen y comparten lo que se tiene, y/o se crea
a partir de la cooperación humana. Nos referimos específicamente a las formas del despojo que
han buscado apropiarse de los bienes naturales o ecológicos, los sociales, y los de la red.
A la luz de esta embestida, no fueron pocas las expresiones antagónicas que irrumpieron
en el escenario nacional, desde el movimiento urbano popular en diferentes estados del país,
junto con los procesos de autoorganización por el sismo del ’85 en la Ciudad de México, hasta las
movilizaciones contra el fraude del ’88, y en el ‘94 la irrupción del EZLN. Éste último fue un
grito del mundo indígena que no sólo en México, sino en todo el continente criticaba y
denunciaba la opresión histórica padecida, y la continuidad del despojo y la explotación con el
ciclo de reformas neoliberales.
De modo que el asalto a los bienes estatales y comunes, cristalizado en el conjunto de
políticas de privatización y mercantilización ha tenido como contracara la emergencia de
múltiples protagonismos sociales en defensa de lo social;30 se trata de sindicatos y organizaciones
obreras en defensa de la propiedad pública de bienes y servicios como la telefonía o la energía
eléctrica, tal es el caso de la lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) contra la
extinción de la Compañía Luz y Fuerza (CFE). O bien, los movimientos estudiantiles en defensa
de la educación pública y gratuita, como es el caso de la emblemática Huelga del ‘99 en la
UNAM. Hasta las comunidades indígenas, que luchan por la autonomía de sus territorios,
incluida la autogestión de los bienes y servicios, como son los procesos de autodeterminación de
las Juntas de Buen Gobierno zapatistas.

30
Si bien, el terreno de los bienes comunes sociales ha estado ligado profundamente a lo público, como ámbito
estatal, es un terreno que permanece en disputa.

54
También se presentan las luchas contra la privatización y estatalización del espectro
radioeléctrico, a través de las radios comunitarias que pugnan por su democratización y
liberación para el dominio común. En el terreno de los bienes comunes en red, hay una demanda
por mantener las libertades para el uso, estudio, distribución y mejoras del software libre. En este
caso se trata de “comunidades de software libre” integradas por usuarios, desarrolladores,
simpatizantes, programadores y hackers.
Con respecto a las representaciones más importantes del antagonismo del despojo de los
bienes comunes naturales, son las luchas socioambientales, protagonizadas, principalmente, por
los pueblos indios y comunidades campesinas, aunque también por procesos de resistencia de
vecinos, habitantes o afectados ambientales de las ciudades u otras espacialidades urbanas,
acompañados de activistas, redes y organizaciones sociales.
De modo que la ofensiva contra lo común y específicamente contra los bienes comunes
naturales, puede leerse como una contrarrevolución capitalista que en México se comprende -por
lo menos- a la luz de dos grandes procesos, en los que el despojo y la explotación se presentan
como estrategias concomitantes: 1) la crisis del campo a partir de la desestructuración de las
formas campesinas, junto con la propiedad comunal, social y ejidal de la tierra, y la imposición
de un nuevo sistema agroalimentario y; 2) la reorientación del rol de la economía hacia su
reprimarización. Estos dos procesos han estado atravesados a su vez, por una tendencia a la
privatización- transnacionalización de los bienes sociales y naturales, y de institucionalización de
los derechos de las grandes corporaciones (Svampa/ Antonelli, 2009: 16).
Para entender la crisis del campo y la desestructuración de las formas campesinas e
indígenas, predominantes en la historia de este territorio, hay que reconocer que éstas han sido
culturas relativamente independientes para garantizar su reproducción. Cuando a través de los
diversos mecanismos de despojo se rompe la relación con la tierra, comienza un proceso violento
de expulsión de las comunidades indígenas y campesinas hacia las ciudades, de proletarización y
de asimilación hacia el mundo homogéneo, mestizo y occidental.
Con la gestación del Estado moderno en el siglo XIX, se organiza una política de
exterminio bajo la forma de una ciudadanía homogénea que subsume o elimina proyectos
considerados como pre-modernos o no modernos. Siguiendo a Echeverría, “el nacionalismo
descansa sobre los restos de la nación natural ya negada y desconocida, un conjunto de marcas
singularizadas, capaces de nominar o distinguir como compatriotas o connacionales a los
individuos abstractos cuya existencia depende de su asociación a la empresa estatal” (Echeverría,
2005: 154-155).

55
La identidad nacional guarda así, una contradicción en su seno, en tanto reivindica la
diversidad cultural como raíz de la nación, pero al mismo tiempo, la niega y busca absorberla.
Basta recordar que, la introducción del individualismo, ha tenido que ver con el remplazo de la
socialización comunitaria por la socialización mercantil, bajo la forma individuo y, su contraparte
colectiva, que se ha compensado con la invención de una comunidad imaginada representada en
la figura del Estado nacional (Anderson, 1993).
De modo que la estructura agraria en el México contemporáneo es el resultado de una
persistente pelea de los pueblos originarios y campesinos por el reconocimiento y defensa de sus
tierras. La Revolución Mexicana fue uno de los episodios más intensos y definitorios de esta
disputa, logrando la Ley Agraria de 1915 y el artículo 27 de la Constitución de 1917. Este marco
regulatorio posibilitó el reparto agrario, primero a los pueblos y luego a los individuos
organizados, generando la llamada “propiedad social” compuesta por ejidos y comunidades
agrarias (Concheiro, 2005:50).
La reforma agraria y otras conquistas sociales fueron parte fundante del entramado
material y simbólico que sostuvo la comunidad estatal durante el siglo XX. La relación mando-
obediencia -como la cristalización de un equilibrio de las fuerzas sociales y políticas en pugna-,
se recreaba conflictivamente a partir de una serie de mediaciones corporativas con mecanismos
diversos para la cooptación, coacción y represión.
Las mediaciones corporativas que por excelencia acuerpaban a los sectores campesinos e
indígenas -aunque estos últimos no fueran reconocidos como tal- eran la Confederación Nacional
Campesina (CNC) y la Liga de Comunidades Agrarias. A través de estas dos instancias el Estado
logró imponerse sobre las formas campesinas, lo que sin duda buscaba limitar y acotar
permanentemente el margen de acción y de movilidad de las organizaciones rurales.
La reforma agraria en México abarcó 77 años, y fijó en buena medida los términos del
ordenamiento del territorio y de las formas productivas de las economías campesinas. Hasta que
en 1992 como parte de los requisitos previos a la firma del Tratado de Libre Comercio, se impuso
una contrarreforma que declaró el fin del reparto de tierras; la anuencia para convertir la
propiedad social de los ejidos en propiedad individual; y el impulso de un programa de
certificación y medición de las tierras ejidales y comunales que dieran “seguridad a la tenencia de
la tierra”.31

31
El Programa de Certificación de Derechos Ejidales (PROCEDE), PROCEDE, es un instrumento que el Gobierno
de la República pone al servicio de los núcleos agrarios para llevar a cabo la regularización de la propiedad social.
“El objetivo principal del Programa es dar certidumbre jurídica a la tenencia de la tierra a través de la entrega de
certificados parcelarios y/o certificados de derechos de uso común, o ambos según sea el caso, así como de los títulos

56
Esta iniciativa legal ha tenido el alcance de trastocar el tipo de relación del Estado con los
sectores campesinos y de modificar el panorama de la propiedad de la tierra a nivel nacional,
fundamentalmente por la posibilidad de enajenación de un bien, ahora susceptible de convertirse
en una mercancía. De tal suerte que, los ejidatarios ya no sólo pueden desincorporar su tierra y
venderla, sino también ‘asociarse entre sí’ con el Estado y con terceros, otorgándoles el uso de
sus tierras. Para los inversionistas privados surgió con esto una jugosa oportunidad que les
permite “asociarse” con los ejidatarios para arrendar sus tierras y explotar sus recursos sin tener
que comprárselas, o bien, hacerlo siempre y cuando lo consintieran con el 100% de los votos en
una primera Asamblea Ejidal, o con el 51% de los votos diez días más tarde (Estrada, 2001: 2-3).
La enajenación y expropiación de la tierra bajo los requerimientos de la “utilidad pública”
de la Nación, ha cedido espacio para la articulación de un nuevo sistema agroalimentario o de
agro-negocios dominado por las corporaciones y el impulso de todo tipo de megaproyectos. “Hay
muchos ejemplos de comunidades que rentan sus terrenos para monocultivos a empresarios
(agave, melón, invernaderos, plantaciones, etcétera), y de la devastación que dejan tras explotarla
(suelos acabados, enfermedades y pobreza) en lugares que fueron bosques y tierras fértiles”
(Díaz, 2010: 66).
Una reforma que además ha venido acompañada además de perversas implicaciones como
es el caso de la legalización del latifundio de propiedad nacional o extranjera, principalmente de
cultivos de exportación muy valorados en el mercado mundial, como es el tabaco, hule, eucalipto
y frutos tropicales; la desestructuración de las comunidades rurales y su consecuente expulsión a
mercados de trabajo insuficientes en las ciudades; y el consentimiento para la apropiación privada
de recursos naturales, como selvas y bosques (Ceceña, 2001: 64).
Es así como los entramados comunitarios rurales enfrentan hoy una profunda crisis
signada por la alta migración de la población rural hacia las ciudades y a Estados Unidos, la
dependencia alimentaria, la destrucción de las culturas y tejidos comunitarios, el despojo de
tierras a partir de la cesión de derechos a particulares, y en general la pulverización de la
producción agrícola campesina a nivel nacional.
Las reformas al artículo 27 constitucional son la justificación jurídica de un violento
proceso de desarraigo, desestructuración social, fragmentación y expropiación territorial, acorde
con la concepción de las políticas de ajuste estructural promovidas por los grandes poderes
mundiales, a través de organismos como el FMI y el Banco Mundial (Ceceña, 2001: 64). De tal
suerte que la contrarreforma agraria ha sido fundamental para el desarrollo capitalista y su

de solares en favor de los individuos con derechos que integran los núcleos agrarios que así lo aprueben y soliciten”
(SRA: 2003).

57
expansión espacial, puesto que las tierras comunales y de ejido constituían aproximadamente la
mitad de todas las tierras agrícolas, ganaderas y de bosques en México (Moyo, Yeros, 2008:
415), ahora, imprescindibles para la captación de inversiones.
No obstante, pese al sostenido avance de la enajenación de la tierra en todo el país,
Concheiro sostiene que la contrarreforma agraria ha encontrado importantes obstáculos en las
redes sociales largamente tejidas por casi ocho décadas de reforma agraria e ideología agrarista.
Sin lugar a dudas la expropiación de la riqueza social por el capital ha venido acompañada de un
notable ascenso en la conflictividad agraria.
En este sentido, la insurrección zapatista es parte fundamental de la constelación de
resistencias campesinas e indígenas frente a este reactualizado cercamiento de lo común. Un
nuevo protagonismo que daría un nuevo giro a la lucha campesina e indígena al ser capaz de
producir un espacio autónomo de interlocución con el Estado y lograr visibilizar la conexión de
las luchas campesinas e indígenas y su arraigada relación con la tierra. Justamente los Acuerdos
de San Andrés son parte de la producción de un enorme proceso de movilización y resistencia de
los pueblos indígenas en México, y de lucha por la autonomía y autodeterminación, negada
durante más de 500 años.
La planeada aparición pública del EZLN ante la entrada en vigor del Tratado de Libre
Comercio en 1994, fue contundente frente al escenario que se avizoraba de integración de
México a las redes del capitalismo global. La emergencia del zapatismo fue una vigorosa
respuesta contra el neoliberalismo y contra la continuada guerra hacia las formas indígenas y
campesinas.
La apertura de este nuevo escenario implicaba una reactualización de la guerra, que ya
había iniciado con la contrarreforma al artículo 27 constitucional, seguida de la firma del Tratado
de Libre Comercio. Ambas políticas tuvieron el propósito de desmantelar los sistemas de
producción y comercialización de los alimentos y productos básicos; lo que dio fin a una
generación de subsidios fundamentales para el sector agrícola, y la organización estatal de la
producción y comercialización campesina. Específicamente en el capítulo agropecuario del TLC,
se estipuló la reducción o eliminación de los aranceles en todos los productos agropecuarios, con
excepción del maíz, el frijol y la leche a los cuáles se les dio un plazo de 15 años para eliminar a
cero su arancel, tiempo que concluyó en 2009 (Rubio, 2009: 5).
En este conjunto de tendencias es notable el aumento de poder de las corporaciones en toda
la cadena productiva agroindustrial, a costa de eliminar a los campesinos, pequeños y medianos
productores, subordinar la soberanía alimentaria a los requerimientos del capitalismo global , y en
general de la desarticulación del sistema agroalimentario tradicional. Con todo ello, se ha

58
transformado la forma de organización productiva del campo mexicano, a través de nuevos
modos de apropiación y concentración de las tierras para la acumulación capitalista (Serna, 2009:
26, 27). En palabras de un integrante del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa
la Parota32 este conjunto de modificaciones puede entenderse de la siguiente forma:
“En el campo en México, desde que entró el neoliberalismo es más fácil importar que
producir. Y eso causó un desastre. En el caso de los megaproyectos a propósito descuidaron
el campo, para que esos lugares no recibieran ninguna ayuda para que dijera el gobierno son
tierras improductivas, entonces hay que quitárselas” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP:
2009).

Como parte de la misma secuencia de políticas, la aprobación de la Contrarreforma Indígena en


2001 no sólo negó los derechos de los pueblos indígenas y su control sobre el territorio, sino que
selló esa posibilidad, radicalizando la guerra contra el desarrollo de su autonomía y su propia
existencia. Esa reforma además, inauguró un nuevo ciclo de iniciativas “en materia de bosques,
aguas, semillas, minería, bienes nacionales, conocimiento tradicional y biodiversidad, todas
orientadas al despojo capitalista de los territorios campesinos e indígenas, y avaladas por el
conjunto de la clase política” (Serna 2009: 26).
Ante la brutalidad de la reorganización del capital, el Estado ha actualizado el discurso
ideológico de integración, a través del multiculturalismo y la gobernanza. Desde nuestra
perspectiva, estos discursos tienen como objetivo desactivar y ocultar las tensiones que produce
la guerra de exterminio contra las formas comunitarias indígenas y campesinas, que se presentan
como obstáculos para la acumulación del capital.
Por otro lado, la eliminación de las economías campesinas y las formas productivas
tradicionales se retroalimenta, por un lado, con el relanzamiento de un modelo económico-
político basado en el impulso de actividades primarias y en el extractivismo de recursos naturales
estratégicos por la demanda mundial de materias primas y de bienes de consumo, y por otro lado,
con la desindustrialización de la economía y su remplazo por la maquila y el sector servicios.
Este conjunto de políticas, en la última década, ha afectado a más de 3.5 millones de campesinos

32
El Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa la Parota (CECOP) es una organización de campesinos
y campesinas del Municipio de Acapulco, al sur de México, que han resistido desde hace ocho años la construcción
de la Presa La Parota sobre el Río Papagayo, impulsada por la Comisión Federal de Electricidad -empresa paraestatal
generadora y distribuidora de la energía eléctrica en México-. La construcción de esta Presa afectaría directamente a
25 mil campesinos y desertificaría las tierras de 75 mil que siembran río abajo. A pesar de que el gobierno federal
había anunciado que la construcción de la Presa se posponía hasta el 2018, desde el 2010 se ha reactivado la
amenaza. En fechas recientes el CECOP logró nuevamente echar abajo en los tribunales agrarios las asambleas para
operar la expropiación y venta de tierras.

59
por la enajenación de la tierra, lo que además ha implicado el éxodo rural de 6 millones más de
campesinos, por proyectos de inversión privada de todo tipo (Roux, 2008: 73).
La inminente tendencia hacia la reprimarización de la economía se ha dado por la
intensificación de las actividades económicas relacionadas a la transformación de los recursos
naturales, commodities, o bienes intermedios poco elaborados.33 Además de que la presión sobre
los precios de los recursos naturales se ha acentuado en México y el resto de los países de
América Latina, por los intercambios desiguales que se producen con la entrada de economías
emergentes, como la de China.
De hecho, antes del giro de reprimarización de la economía, se impulsaron desde la
década de los setenta las primeras políticas de desindustrialización, a contrapelo del sistema de
sustitución de importaciones, con la reconversión de la industria secundaria, a la producción de
maquila y al sector servicios. Siguiendo a Gilly y Roux, la tendencia mundial de la fragmentación
y mundialización de los procesos productivos, implicó una nueva división espacial de los
procesos de trabajo, cuyas fases se sitúan en distintos territorios nacionales integrados en nuevas
redes industriales transnacionales. El crecimiento de las maquiladoras fueron manifestaciones
tempranas de esta tendencia de desterritorialización y delocalización de la fábrica contemporánea
(Gilly/ Roux, 2008).
Si bien la producción de maquila es contabilizada como parte del sector secundario,
siguiendo a Nadal, ésta no corresponde con un proceso de industrialización, se trata simplemente
de una forma de integración a la economía mundial a través de la exportación de mano de obra
barata, o en otras palabras, concuerda con otra forma de reprimarización (Nadal, 2009).
Desde los setenta, México se fue convirtiendo en laboratorio de los proyectos de
deslocalización o desmembramiento internacional de los procesos productivos, constituyéndose
en uno de los ejes de la renovación tecnológica en Estados Unidos y de la expulsión de los daños
ecológicos generados por la próspera industrialización del período de posguerra. Este proceso dio
paso a una mayor integración de los estilos y ciclos de acumulación de capital, notablemente a
partir del desarrollo de la industria maquiladora y de la reconversión de la planta productiva hacia
el mercado mundial, con su obligada escala técnica en Estados Unidos o en relación con alguna
transnacional norteamericana. (Ceceña, 2001: 51).
La vitalidad de la maquiladora se ha asentado fundamentalmente en su capacidad para
transferir plusvalor hacia las empresas madre. Su lógica consiste en desdoblar la producción para
maximizar el plusvalor apropiado, a través de una combinación de situaciones laborales histórica

33
Las principales actividades del sector primario son la agricultura, ganadería, acuicultura, pesca, y se incluyen
también las actividades extractivas y del sector energético.

60
y culturalmente dispares. Las fases del proceso de producción global que se trasladan a los
centros maquiladores no implican, o por lo menos no necesariamente, cambios sustanciales desde
el punto de vista técnico u organizativo, pero sí desde el económico y el laboral. Las relaciones
laborales se establecen sobre un terreno casi virgen, con asalariados de primera generación en el
período de arranque y consolidación, y con una legislación salvaje, que prohíbe la sindicalización
y permite contrataciones completamente irregulares en las que los trabajadores no crean ningún
derecho, y están expuestos al despido sin indemnización en cualquier momento (Ceceña, 2001:
56).
Es a partir de los años ‘70, pero con mayor énfasis en los ‘80, que la planta productiva del
país desaparece o se transforma bajo un esquema de mayor articulación con procesos productivos
externos (Ceceña, 2001: 58). El petróleo y la industria de maquila, pilares del aprovisionamiento
de divisas, se convierten por ello en dinamizadores de la economía y, simultáneamente, en sus
puntos vulnerables (Ceceña, 2001: 59). En suma, las transformaciones del perfil productivo han
trastocado la organización económica del territorio y redefinido sustancialmente el mercado de
trabajo y la distribución del ingreso.
Y es que para el neoliberalismo, la base de recursos naturales y la mano de obra barata
constituyen espacios de rentabilidad que deben aprovecharse. En este marco, el Tratado de Libre
Comercio comenzó con la generación de modificaciones comerciales, y se siguió con la
imposición de acuerdos sobre infraestructura, comunicaciones y seguridad, fundamentalmente en
las zonas que pueden ser catalogadas como estratégicas, no sólo dentro de uno de los tratados,
planes o proyectos sino en varios a la vez. Así ocurre con la región tropical de América, que
abarca desde el sur de México hasta la Amazonia, y que está comprendida en el TLCAN, en el
Plan Puebla Panamá –hoy Proyecto Mesoamérica-, en el Plan Colombia, en el Tratado de Libre
Comercio de Centroamérica y República Dominicana (CAFTA-RD), en la IIRSA y, como toda
América, en el temporalmente abortado proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) (Ceceña, 2007: 9).
Las transformaciones de las formas de producción vienen impulsadas por los designios
del poder económico. De modo que la trasnacionalización de la economía ha sido posible por la
feroz capacidad del poder corporativo por acumular y concentrar valor, acompañada de una
considerable influencia de los Estados para favorecer dicho poder e institucionalizar sus
derechos. Siguiendo a Gómez (2012) en nuestro país convivimos con un régimen formal de
división de tres poderes establecidos que coexisten, coadyuvan y/o son cómplices del llamado
cuarto poder, es decir, los poderes metaconstitucionales del duopolio de los medios masivos de

61
comunicación. Pero también existe un quinto poder, representado por el capital trasnacional en el
que aparecen las compañías mineras de manera preferencial.
Vemos cómo claramente en México la ofensiva del capital se profundiza a partir de la
crisis de los setenta, en la que el consenso de los commodities, junto con las tendencias de
reprimarización y de desindustrialización, y el engrosamiento del poder corporativo, están
generando no sólo mayores niveles de explotación laboral, sino mayor presión sobre la extracción
de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación
de suelos y, en general, provocando un mayor deterioro ambiental. Se trata de la renovación de
crueles formas económicas y políticas del despojo, que en definitiva seguirán incrementando los
niveles de conflictividad en los tiempos actuales y venideros.

62
III. LAS FORMAS POLÍTICAS DEL DESPOJO MÚLTIPLE Y EXPROPIACIÓN DE LO COMÚN EN
34
MÉXICO

La implantación del nuevo régimen de acumulación sostenido sobre los pilares de la


privatización, la liberalización del mercado, y la reconversión del rol del Estado que promueve la
doctrina neoliberal, vigente para el caso de México, ha implicado el disciplinamiento, reflujo y/o
directa eliminación de aquellas formas de resistencia que se han convertido en obstáculos para la
acumulación del capital, como es el importante caso de las luchas socioambientales. En este
marco, se advierten una serie de mutaciones estatales, basadas en un conjunto de relaciones de
dominación y subordinación, para imponer un orden de estabilidad y de normatividad que
reconstruya, una y otra vez, los pedazos de una sociedad internamente desgarrada por la
valorización del valor.
Desde esta perspectiva, la dominación es una relación que está lejos de encontrar una
forma estable o cerrada, se trata más bien, de una lucha del capital por negar las formas sociales
insubordinizantes. Entonces, si “la dominación es un vínculo, que para realizarse requiere de la
aceptación y la participación activa de quien está sometido” (Roux, 2005: 36), de ninguna manera
está asegurado tal cometido, al contrario, la voracidad del capital exige una actualización
radicalizante de las estrategias de dominación, lo que a su vez, se enfrenta con el antagonismo de
clase de los sujetos que se rebelan contra el despojo y la acumulación.
Lo anterior, nos plantea un desafío teórico y político en el que buscaremos avanzar en este
capítulo a partir del rastreo de las diversas y actualizadas formas de existencia de la dominación
de la economía capitalista, así como de la lógica que subyace a su unidad interna, para someter
las amenazas asimétricas antagónicas.
Cuando hablamos de la unidad interna de la economía política capitalista, nos referimos a
la perspectiva marxista que concibe al Estado y a la economía, como formas específicas, pero al
mismo tiempo, inherentes del capital. Nos adherimos a esta fértil corriente, que en oposición a la
visión instrumentalista de lo estatal, sostiene que el poder- sobre adquiere dos formas distintivas:
la económica y la política, separación en la que se desarrolla el Estado como una instancia
aparentemente ajena a la sociedad, pero necesaria para el dominio del trabajo abstracto
(Holloway, 2011: 175). De tal modo que, el Estado no es independiente del capital, es más bien

34
Esta suerte de tipología es parte de un trabajo colectivo realizado con Claudia Composto de la Universidad
Nacional de Quiles, Argentina. Agradecemos conjuntamente a Raquel Gutiérrez el apoyo para el desarrollo del
repertorio de las estrategias de dominación que aquí exponemos.

63
“la forma política de las relaciones sociales capitalistas” (Holloway, 1990). Se trata de una forma
en la que se expresa la existencia de esa unidad –la de la economía y la política-, pero en un
estado de separación.
La vinculación orgánica entre economía y política, se expresa en la incapacidad de auto-
reproducción del capital bajo el comando de una “mano invisible” del mercado, o del movimiento
espontáneo del dinero, es decir, la economía no puede funcionar sin la política. Para hacer posible
su reproducción requiere de la política estatal, para darle forma a la organización de las
actividades humanas (Roux, 2005: 35). De aquí que, el Estado capitalista asuma el ejercicio
monopólico de la política a través de la existencia de una autoridad suprema, colectivamente
reconocida, y del uso legítimo de la violencia para seguir despojando capacidades de
autodeterminación social, así como controlar y eliminar posibles flujos de politicidad no estatal.
Bajo está lógica, el trabajo abstracto domina, y opera como la base de un sistema de cohesión
social independiente de la voluntad humana que, una vez establecido, “adquiere un carácter
necesario y sistemático” (Postone, 2006: 212).35
La identificación del Estado con la política, se produce a partir de la ilusión de una
comunidad política, que logra recrearse a partir de la enajenación y expropiación de lo político y
de las capacidades de autodeterminación. Y es entonces que –siguiendo a Roux-, el capital
trabaja como “una forma de estructuración y reproducción de la vida humana fundada en
relaciones de dominación: lazos no simétricos creados desde el mando sobre la actividad vital, y
no sólo productiva, de unos para la existencia y reproducción de la vida de otros” (Roux, 2005:
28, 29).
El Estado interviene entonces no sólo en la reproducción del capital y en los procesos de
valorización del valor, sino en el control, disciplinamiento, o directa eliminación de aquellas
formas sociales que presentan resistencia. Pero también, en el despojo y expropiación de la
autodeterminación, inherente a la producción de lo común y las capacidades sociales para darse
forma.
Siguiendo a Roux, “se trata de un modo de dominación cuya magia reside, precisamente,
en realizarse bajo la forma de relaciones de independencia personal, establecidas voluntariamente
entre individuos jerárquicamente iguales” (Roux, 2005: 29). Dicha igualdad jurídica hace posible
el intercambio mercantil, bajo el entendido de que todos los individuos, propietarios de su fuerza
de trabajo, son ciudadanos o siguiendo a Pashukanis se trata de “sujetos legales”, que actúan en
igualdad de circunstancias (Holloway, 2011: 177).

35
Citado en: (Holloway 2011).

64
Y es que el capital siendo un vínculo de dominio- subordinación que, mediado por el
intercambio mercantil entre sujetos privados, aparece en la superficie exactamente como su
contrario: como lazos establecidos voluntariamente entre individuos libres e iguales”, se trata de
“individuos libres subordinados a procesos impersonales que, siendo creados en sus propias
interacciones, son sin embargo vivenciados como si se tratara de objetos o poderes externos:
dinero, mercancía, Estado” (Roux, 2005: 29). Por el contrario, las comunidades humanas reales y
verdaderas están basadas en una politicidad propia y no enajenada, con el derecho a organizar,
controlar, y decidir libremente la forma de ordenación de su vida social.
Es así como la ilusoria cohesión política que el proceso estatal promueve para regular el
antagonismo y desgarramiento de la sociedad, se da a partir de marcos normativos cuya
obediencia pueden estar garantizados por el uso de la fuerza física. A través de la obediencia se
corrobora la titularidad del Estado, al momento de su desconocimiento, se despliegan estrategias
de dominación mucho más tendientes a la coerción física. “La ruptura de la relación siempre es
posible, al menos en la misma medida en que es posible el mantenimiento de la relación de
dominio” (Negri, 2010: 18).
Ahora bien, junto con Esteva (2012) sostenemos que con el neoliberalismo, es posible
apuntalar al desvanecimiento de la ilusión del carácter benefactor del Estado y su relación de
autonomía relativa con respecto al capital, revelándose de manera más clara la conexión entre
economía y política, como formas específicas de la relación del capital. Y es que la separación
economía y política, como forma fetichizada del capital, logró cristalizarse exitosamente durante
el Estado benefactor, la cual ha tendido a disiparse frente al indiscutible sometimiento de éste
frente al capital en tiempos recientes.
Para el caso de México, podríamos suponer que la alternancia en el poder en el 2000,
retroalimentó el proceso de desfetichización que desde la crisis de los setenta ya estaba en
marcha, con la desincorporación de las mediaciones estatales que con cierto éxito habían
compuesto la desgarrada sociedad posrevolucionaria. Esto sin lugar a dudas, ha producido una
inestabilidad en los vínculos de control de lo social y supuesto una actualización radicalizante de
las estrategias de dominación.
En suma, los procesos de intensificación de los antagonismos sociales, han enfatizado la
fragilidad de las relaciones capitalistas, las cuales a su vez, responden desde el poder con un
refinamiento de las estrategias de dominación, muchas veces, en clave de violencia política, para
sostener la reproducción del capital. Es en esta medida que para continuar el cercamiento de los
bienes comunes y sostener el perfil productivo neo-extractivista actual, se requiere del despliegue

65
de una guerra contra las formas sociales y flujos de politicidad no estatales sostenidos en lo
común.
Y es que a mayor violencia y rapacidad de las políticas neoextractivistas, se requiere
fortalecer la fetichización y la sofisticación de las apariencias que doten de legitimidad al orden
dominante. Aunque al mismo tiempo, la radicalización de las estrategias de dominación, se
produce en la medida que el proceso de desfetichización promovido los movimientos sociales,
logra penetrar y resquebrajar las apariencias de “paz, prosperidad e igualdad” guardadas por el
orden burgués, que siguiendo a Luxemburgo (1967) sólo encubren “la violencia, el engaño, la
opresión y el pillaje”, bajo diversas formas legales y revestidos por las ideologías concomitantes
del progreso, la modernización y el desarrollo.
De ahí que la estrategia del capital se centre en invisibilizar las interconexiones entre
capitalismo global, Estado y degradación ambiental y plantear como inexistente o intrascendente
la producción de valores de uso relacionados al territorio en disputa, y como la base fundamental
e imprescindible para la extracción de plus valor.
Esta guerra puede interpretarse, en términos dialécticos, como proporcional a la
intensidad de los antagonismos sociales y al aumento de la conflictividad, que se hace evidente
con el crecimiento cualitativo y cuantitativo de las luchas socioambientales, y las redes
extraterritoriales que las acompañan, al convertirse en diques y obstáculos para los procesos de
acumulación del capital.
Es justamente desde esta forma de comprensión que nos interesa caracterizar y analizar la
especificidad de las diferentes estrategias que las empresas y gobiernos desarrollan activamente
para el cercamiento de lo común, destacando el proceso de fetichización y alienación de sentidos,
subjetividades y relaciones sociales.
En México, de manera particular durante el periodo posrevolucionario, la relación
cotidiana con el Estado logró cimentarse en lo más profundo de la subjetividad nacional,
operando como pilar fundamental para la construcción de hegemonía del Partido Revolucionario
Institucional (PRI). A partir de la Revolución Mexicana, y a lo largo de setenta años se
constituyeron procesos de subjetivación atravesados hondamente por un componente estatal que
procesó eficazmente las demandas de lo nacional- popular.
La alternancia en el poder y el ascenso en el 2000 del Partido Acción Nacional a la
presidencia de la República trastocó ciertos equilibrios, explotando el núcleo utópico de lo
nacional-popular, para producir una política de desmantelamiento que derivara en la forma de
ciudadanía liberal. Fragmentando en algunos casos, y debilitando en otros, los viejos acuerdos

66
ocultos del Estado, como es el caso de los equilibrios que se habían estructurado con el crimen
organizado.
Con este nuevo régimen político se experimentó una suerte de vaciamiento de los
contenidos populares de las prácticas políticas y en términos de Ípola y Portantiero, de
desagregación de lo ‘nacional- popular’ en relación con el campo hegemónico de lo ‘nacional-
estatal’ (Ípola y Portantiero, 1994: 526-528). Bajo este modelo, el Estado reconfigura su rol
como disciplinador del territorio, comandando el orden militar en correspondencia con los
intereses de la mercantilización y transnacionalización de los bienes públicos y recursos
naturales, bajo creciente control de las corporaciones trasnacionales y capitales locales.
De modo que su papel reside en la coordinación de las fuerzas del orden, incluidas las
militares, con una abierta política represiva orientada hacia la penalización de la protesta y las
organizaciones populares y, en general, a la criminalización de los sectores pauperizados y
excluidos. Desde esta perspectiva abarca un conjunto diferente de políticas, desde reformas
legales que otorgan mayor poder a las fuerzas policiales y a la justicia penal –en desmedro de las
libertades y los derechos democráticos –, pasando por las que habilitan la intervención de las
Fuerzas Armadas en el conflicto social interno, hasta promover o amparar la acción de grupos
parapoliciales o paramilitares (Seoane, 2010).
Bajo esta forma socio-política, algunos de los contornos que diferenciaban al Estado y al
capital se han desvanecido. El capital comienza a cumplir funciones que antes el Estado
desarrollaba, lo que se evidencia con los vínculos del mercado con lo público, a través de las
privatizaciones, o los que el crimen organizado entabla con el ámbito social.
En este mismo sentido la guerra contra el narcotráfico impulsada por Felipe Calderón desde
2006, ha aparecido como una estrategia del Ejecutivo en alianza con el Ejército, la cual fortaleció
la legitimidad del régimen, e inmovilizó los flujos de politicidad enmarcados en una lucha
ciudadana contra el fraude y por el respeto de sus derechos políticos. Esta lucha desplazó el
conflicto poselectoral y el conflicto social a una arena secundaria (JRA, 2011).
El proyecto dominante en México, busca sostenerse a partir de la puesta en marcha de un
profuso repertorio de estrategias de dominación, para someter las formas del antagonismo que el
despojo múltiple produce. No referimos específicamente a las luchas socioambientales y la
afrenta que gobiernos y empresas instalan para la apropiación intensiva y extensiva del trabajo
vivo y de los bienes comunes naturales. A continuación un esbozo de este repertorio:

67
Estrategias de dominación
1. Legalidad institucional
2. Consenso y legitimidad
3. Captura y cooptación
4. Disciplinamiento y normalización
5. Criminalización de la protesta
6. Represión
7. Militarización y contrainsurgencia

Este repertorio de estrategias ha sido conceptualizado para experiencias tanto urbanas,


como rurales. Habría que distinguir también que la lucha del capital opera bajo diferentes niveles
de subsunción de la vida. Por un lado, encontramos que los espacios que no han sido integrados
al capital se impulsan procesos de subsunción formal, a través del despojo y expropiación de los
medios de producción, en el que emergen luchas de tipo pre-contingente, que resisten y enfrentan
la posibilidad del desastre. Estas luchas alcanzan a percibir la amenaza del desastre.
Por otro lado, existen espacios subsumidos formalmente a la lógica del capital, pero que
requieren dominarse permanentemente para mantener el orden instituido y desactivar
movimientos de tipo contingente que en la mayoría de los casos acuerpan a personas que ya
sufren algún tipo de afectación ambiental. La situación de contingencia es la más común y
general, pero al mismo tiempo se presenta como la más normalizada, invisible y a veces se
percibe como inevitable. 36
En suma, las estrategias de dominación del repertorio que aquí presentamos tienen en
común la negación e invalidación de los valores de uso y las formas sociales no estatales de
diverso tipo, con lo que se trata de expropiar no sólo los medios de producción, sino las
capacidades colectivas de autodeterminación social.
Ahora bien, la variedad de estrategias que a continuación presentamos, podrían leerse
como una suerte de “continuum”, donde la violencia –tanto material como simbólica-va in
crescendo a medida que se pasa de una figura a otra, develando poco a poco la verdadera
naturaleza del Estado, como la forma política del capital.
En las dos primeras figuras: 1) legalidad institucional y 2) consenso y legitimidad, el
Estado se presenta como un árbitro neutral, garante de la igualdad de derechos y del bien común.

36
Seguramente si todos fuéramos sometidos a una prueba de toxicología presentaríamos algún tipo de toxicidad en la
sangre por nuestra exposición a contaminantes del medio ambiente. Un medio ambiente que creemos normal y al
mismo tiempo externo y ajeno.

68
Ambas estrategias funcionan en el marco del monopolio estatal de la política, a partir de la
expropiación de la capacidad de decisión y conducción de la cosa pública y la cesión total o
parcial de la capacidad soberana de cada individuo.
La tercera y cuarta figura: 3) captura y cooptación, 4) Disciplinamiento y normalización,
apuntan a generar “diques de contención” contra la disidencia y la movilización social, en pos de
debilitar y aislar su capacidad de acción, moldeando deseos, necesidades y/o lealtades de distinto
tipo. Es a partir de estas figuras que el consentimiento del mandato estatal se vuelve inestable y
enfrenta fracturas producido por expresiones de desconocimiento y desobediencia.
Las últimas tres figuras: 5) criminalización de la protesta, 6) represión y 7) militarización
y contrainsurgencia, representan un progresivo corrimiento del Estado en el uso del monopolio
legítimo de la violencia y hacia una posición de guerra contra el enemigo interno, que se expresa
en su construcción simbólica como tal, y en su eliminación física en los casos más extremos.
Ahora bien, tratemos de profundizar en cada una de las estrategias anteriormente enumeradas.
La producción de legalidad institucional consiste en la gestación por parte del Estado de
un nuevo andamiaje jurídico y administrativo que otorgue respaldo y coherencia institucional a
las transformaciones económicas, sociales y políticas impuestas por las necesidades dinámicas de
la acumulación capitalista. En definitiva, se trata de legitimar bajo el argumento de la “utilidad
pública” los requerimientos estructurales para la valorización del capital, apelando a la
representación del Estado como una instancia separada, autónoma y neutral de la lógica
económica. Es así como el Estado en su aparente búsqueda por garantizar la igualdad de derechos
de todos los ciudadanos, despliega una legalidad que en nombre de la igualdad jurídica favorece a
los poderosos, consagrando legalmente el despojo y manteniendo la desigualdad de propiedad.
La legalidad institucional se convierte en el pilar constitutivo de la comunidad ilusoria o
comunidad imaginada (Anderson, 1993), buscando afirmar una y otra vez su atribución
monopólica del ejercicio de la política, a costa de expropiar y enajenar las capacidades de lo
político anidadas en los diversos entramados comunitarios.
Por su parte la producción de consenso y legitimidad social, se despliega sobre una
referencia directa al paradigma del “progreso”, el “desarrollo” y la “modernización” como
valores positivos de la modernidad, representados en este caso, en el desarrollo de megaproyectos
con la “misión” de propagar sus beneficios entre las poblaciones aledañas a su zona de influencia.
La construcción de una asociación intrínseca entre megaproyectos, generación de empleo y
mejoramiento de la calidad de vida es emblemática de las representaciones inaugurales
desplegadas por el Estado y las empresas en las comunidades de destino. La fetichización del

69
desarrollo (Barreda, 2011) es una de las estrategias del capital más potentes para la penetración
de estos emprendimientos.
La construcción de este imaginario en torno a los megaproyectos resulta particularmente
efectiva en localidades económica y socialmente relegadas, donde el Estado se ha retirado de su
rol benefactor y prevalece una sensación de descobijo. Ante dichas carencias, la promesa de
desarrollo toma fuerza y moviliza el pasado basado en recuerdos de añoranza de otros tiempos
que eran mejores, o bien la expectativa de un futuro promisorio que está por venir.
Lo que está en juego es la idea de “inclusión posible”37 vinculada a la narrativa
nacionalista de la “comunidad imaginada” (Anderson, 1993), a través de la cual el Estado sigue
desplegando una “ilusión desarrollista” (Svampa, Bottaro y Solá Álvarez, 2009), la cual no tiene
relación con las perspectivas reales de los megaproyectos que, al funcionar con una lógica de
enclave -es decir, sin una propuesta integradora de las actividades primario-exportadoras al resto
de la economía y la sociedad-, no requiere un desarrollo del mercado interno, genera pocos
empleos, ningún tipo de encadenamiento productivo y una fuerte dependencia de las vicisitudes
de los precios internacionales de los metales, produciéndose lo que Acosta (2009) denomina
como la “maldición de la abundancia”, en tanto la miseria de grandes masas de la población
parecería ser consustancial a la presencia de ingentes cantidades de recursos naturales con alta
renta diferencial.
De modo que, esta narrativa desarrollista asociada al paradigma del neoextractivismo
busca generar un horizonte de expectativa social, ocultando las negativas consecuencias
socioeconómicas de este tipo de perfil productivo. En definitiva, lo que se pone en juego con esta
estrategia es la construcción de una hegemonía que asocie el proyecto neoextractivo con un
horizonte de prosperidad nacional (Echeverría, 2005).
La narrativa desarrollista en un sin número de casos ha estado legitimada por voces
autorizadas y “expertas” provenientes de centros de investigación y universidades públicas y
privadas. Es común que las universidades participen elaborando planes de desarrollo para las
zonas afectadas, o en la elaboración de Manifestaciones de Impacto Ambiental. Para el caso de
las experiencias socioambientales con las que hemos trabajado, es de destacar, la participación de
la Universidad de Guerrero en la preparación del plan de desarrollo integral del área de influencia
de La Parota, y la UNAM en la elaboración de la Manifestación de Impacto Ambiental del mismo
proyecto, por su parte la Universidad de San Luis Potosí avaló la Manifestación de Impacto
Ambiental presentada por Minera San Xavier.

37
Debemos este concepto al aporte de Raquel Gutiérrez, con quién sostuvimos un fructífero intercambio a partir de
las hipótesis propuestas en el presente apartado.

70
De modo que la normatividad institucional y la construcción de consenso encuentran su
fuente de legitimidad en el monopolio estatal de la política y en el saber experto, bajo el
consentimiento de los ordenamientos políticos emanados de dichas tramas de institucionalidad.
Siguiendo a Roux, la forma- Estado opera entonces, bajo “el permanente intento de unificar una
sociedad, de inhibir la confrontación, de suspender el conflicto, de institucionalizar y domesticar
la política. Sin embargo, nunca ese proceso queda fijado, cristalizado, porque se trata de un
proceso social que reposa en la dominación, la estatización de la vida social está siempre
atravesada por el conflicto y desbordada por la política autónoma de las clases subalternas, a las
que permanentemente intenta incluir en la relación estatal” (Roux, 2005: 45).
Y es entonces que cuando el imaginario de la ilusión desarrollista se resquebraja y los
mecanismos institucionales se vuelven insuficientes para inhibir la confrontación, suspender el
conflicto, institucionalizar y domesticar los flujos de lo político, es que aparece una tendencia
radicalizante de las estrategias de dominación hacia las siguientes figuras del repertorio.
Una tercera estrategia se basa en los mecanismos de cooptación y captura comunitaria
para construir lealtades y producir relaciones de incondicionalidad sobre una base de
sometimiento y subordinación. Tanto el Estado, como las empresas responsables de los
megaproyectos, desarrollan programas sociales focalizados y acciones de responsabilidad social
empresarial (RSE) respectivamente, como forma de contener las demandas sociales locales y
generar apoyos para gobiernos y megaproyectos extractivos. Según Gudynas (2009: 211), “el
papel de la redistribución por medio de programas sociales de compensación focalizados es muy
importante. Allí donde éstos no existen, las protestas sociales frente al extractivismo son mucho
más intensas”. Al mismo tiempo, sostiene que son muchos los casos donde este tipo de
asistencialismo queda fundamentalmente en manos de las empresas transnacionales, quienes
“negocian directamente con las comunidades locales y construyen centros de salud y escuelas,
entre otras muchas y variadas obras, y por lo tanto terminan remplazando al propio Estado.”38
Asimismo, es muy frecuente que dicho dispositivo opere sobre estructuras de poder local
preexistentes, basadas generalmente en relaciones tradicionales de caciquismo, que son
aprovechadas por las empresas para reforzar la “gestión de la gobernabilidad” (Machado Aráoz,

38
En efecto, se trata de una estrategia que pretende (re)construir el liderazgo social de las empresas mineras en los
territorios de su influencia, redefiniendo y ampliando su rol dentro de la esfera pública local, mediante la
implementación de acciones de socialización directa (creación de carreras de grado o licenciaturas relacionadas a la
actividad minera, campañas educativas y sanitarias, capacitación docente primaria y secundaria, capacitación técnica
para el trabajo, etc.), asistencia y desarrollo social (becas para estudiantes terciarios y universitarios, provisión de
materiales de estudio, equipamiento de hospitales y escuelas, organización y/o auspicio de eventos deportivos y
culturales, etc.), desarrollo económico regional (financiamiento y desarrollo de emprendimientos productivos) y
construcción de obras públicas (canales de riego, tendidos eléctricos, caminos, etc.), entre otras.

71
2009: 228). En ese sentido, Garibay Orozco afirma que en el caso de las corporaciones mineras
se impone un régimen autocrático-clientelar cuya cúspide reside en la administración de la
compañía, desde donde se reparten beneficios selectivos y se subordinan autoridades
comunitarias, quienes a su vez reproducen esta lógica sobre el resto de la comunidad (2010: 175-
176). La principal consecuencia de este dispositivo de cooptación y captura es la división social
que genera al interior de las comunidades afectadas y su confrontación, lo que redunda en el
ahondamiento de los sometimientos previamente existentes. Lo que sin lugar a dudas transforma
las relaciones sociales vinculadas al territorial, aislando y debilitando las resistencias.
El repertorio de prácticas en torno a la cooptación y captura es múltiple y en vastas
ocasiones se caracteriza por su vileza. Las prácticas de la Comisión Federal de Electricidad
(CFE) en México para la construcción de represas, es un caso ilustrativo de esto, debido a que su
modus operandi se basa en abusos, engaños, extorsiones, chantajes, robo, corrupción,
intimidaciones, compra de líderes y autoridades ejidales; falsas promesas e incumplimientos de
acuerdos; falsificación de firmas e invento de asambleas comunitarias (Castro, 2007a).
Paralelamente, se despliega la estrategia de disciplinamiento y normalización que apunta
ya a moldear los cuerpos y subjetividades de quienes habitan los territorios en disputa. Es que el
despojo de los bienes naturales, no sólo corresponde con la eliminación de los medios de
existencia que hacen posible la reproducción social y garantizan el sustento; sino también la
significaciones construidas y tejidas con la tierra y el territorio, los deseos y necesidades que
construyen (a) los sujetos. Tal como sostiene Machado Aráoz, en sus efectos biopolíticos, el
control que el capital requiere sobre los territorios y poblaciones se basa en un poder total y
productivo que va configurando formas de ver, sentir y experimentar el mundo. En definitiva, va
moldeando formas de vida que se sustentan sobre la naturalización de lo dado como horizonte
básico de “soportabilidad social” (2009: 221-223). Esto es lo que, en otras palabras, Therborn
define como “sentido de inevitabilidad”, en tanto induce a que los sectores dominados no
impugnen la concepción del mundo y la organización social difundida por parte de Estados y
empresas, aceptando pasivamente un devenir que se les impone como necesario y fatal.
Según este último autor, no se trataría del único mecanismo de sometimiento ideológico
que busca asegurar la obediencia de los dominados. También incluye los sentimientos de
adaptación, representación, deferencia, resignación y miedo como parte de esta estrategia de
producción de subjetividades dóciles. En el primer caso, se hace referencia al sentido de
acostumbramiento frente a las condiciones heterónomas impuestas; en el segundo a una cierta
identificación subordinada o deseo de pertenencia a los sectores dominantes y, en la misma línea,
en el tercero, se expresa una percepción inferior de las propias capacidades frente a la de los

72
dominadores, a quienes se les atribuyen cualificaciones superiores y objetivas (por ejemplo, un
determinado saber técnico o científico que se valora como positivo) para determinar el porvenir
del conjunto. Por su parte, la resignación se basa en la imposibilidad práctica de concebir
alternativas mejores a la realidad dada, mientras que el miedo se sostiene sobre la idea de que las
consecuencias de la desobediencia serán peores que la situación actual (1987: 75-79). En
definitiva, todos estos procesos de alienación y fetichización funcionan como estrategias de
reproducción de la sociedad capitalista, ya que apuntan a inhibir el movimiento dialéctico de
negación del capital y los impulsos de autodeterminación social.
En todos los casos de oposición a un megaproyecto, los que resisten son señalados como
criminales o como perturbadores del orden y opositores al interés general y al progreso. “Los
gobiernos rechazan esas protestas sociales, se niegan a reconocer sus causas o las minimizan, o se
acusa a sus líderes de encubrir otros intereses […]. En particular, se combate a los grupos
indígenas y campesinos acusándolos de “impedir” el desarrollo y generar perjuicios para todo el
país” (Gudynas, 2009: 206).
Así, la estrategia de criminalización de la protesta opera como una especie de “antesala”
de la represión directa, no en términos necesariamente temporales, sino como forma de legitimar
el ejercicio de la fuerza pública contra los luchadores sociales. En esta estrategia juega un papel
muy importante la construcción de opinión pública en contra del “subversivo”. Se busca
desactivar el conflicto y deslegitimar las razones que sustentan la resistencia a través de la
generación de un consenso con el resto de la sociedad. Esto suele lograrse mediante la
construcción de un imaginario según el cual “las comunidades locales deben aceptar los
sacrificios de los impactos como medio de lograr supuestas metas nacionales, y a cambio de
ofrecerles un abanico de medidas de compensación, que pueden ir desde los clásicos programas
focalizados de asistencia social, a convertirlos en “socios” de las empresas. [Así,] las críticas
contra el extractivismo fácilmente pueden ser tildadas de estar en contra del desarrollo nacional o
el progreso, pueden ser calificadas de infantiles o soñadoras, y hasta de peligrosas” (Gudynas,
2009: 216).
Las estrategias de represión en muchos casos se expresan en violentos despliegues por
parte de las fuerzas de seguridad estatal, en otras ocasiones se producen a partir de
enfrentamientos internos entre las comunidades, donde los habitantes que apoyan los
megaproyectos actúan como “grupo de choque” contra los opositores. En algunos otros casos, las
propias empresas cuentan con grupos paramilitares a su servicio. Siguiendo a Figueroa, en su
estudio sobre el recurso del miedo en Guatemala, plantea que el terror estatal puede ser abierto o
clandestino. “Al primero lo constituyen todos aquellos casos de terrorismo estatal, en los cuales

73
el Estado asume abiertamente la responsabilidad del acto represivo, cuyo objetivo es el
escarmiento y el desestímulo a acciones que considera contrarias a sus intereses; el segundo es
aquel que ejercen los aparatos represivos (ejército, policías, grupos paramilitares tolerados) al
margen de la ley y por el cual el Estado no asume ninguna responsabilidad, por lo que puede
decirse que es un acto estatal efectuado a espaldas de la sociedad” (Figueroa, 1990: 111).
En la historia de violaciones a los derechos humanos por parte de los gobiernos y
transnacionales extractivas, existen numerosos casos de asesinatos de líderes o referentes
opositores, los cuales en su totalidad corresponden con una política de terror clandestina
selectiva, que puede provenir tanto del Estado, como de las propias empresas en cuestión, e
incluso de grupos ligados al crimen organizado. Lo cierto es que durante el sexenio de Felipe
Calderón de 2006 a 2012, ha crecido estrepitosamente la cifra de casos de activistas y luchadores
sociales perseguidos, amenazados, vigilados y asesinados. El registro de asesinatos relacionados
a conflictos ambientales es alarmante: Aldo Zamora, comunero tlahuica del Estado de México y
defensor de los bosques del Parque Nacional Lagunas de Zempoala. Francisco Quiñones, en
Jalisco, por su lucha contra la Minera Peña Colorada. Dante Valdez, maestro de Chihuahua que
denunció a la Minera Minefinders. Mariano Abarca en el marco de la lucha contra el
emprendimiento minero de la empresa Blackfire en Chicomuselo, Chiapas. Veintinueve
comuneros en Ostula, Michoacán, en el proceso de recuperación de sus tierras. Bernardo Méndez
Vásquez y Bernardo Vásquez Sánchez de la Coordinadora de los Pueblos Unidos del Valle de
Ocotlán en Oaxaca, en el marco de la lucha contra el otorgamiento de concesiones mineras en el
Valle de Ocotlán en Oaxaca. Cinco comuneros del municipio autónomo de Cherán a raíz de la
organización del pueblo contra el crimen organizado y los talamontes. Fabiola Osorio Bernáldez
de la asociación civil Guerreros Verdes, afiliada a la Red Manglar México y activa defensora del
ambiente en Guerrero. La activista Juventina Villa Mojica, dirigente de la Organización de
Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán (Ocespcc), y de su hijo
Reynaldo Santana, de 17 años, en la Laguna, municipio de Coyuca de Catalán, Guerrero. Hasta el
momento, la mayoría de estos crímenes están lejos de ser esclarecidos por parte de las
autoridades mexicanas.
Otro ámbito de dominación y violencia que se está organizando contra las luchas por lo
común, es con la guerra contra el narcotráfico impulsada desde el Estado, quedando la sociedad
civil y los movimientos sociales en medio de un campo de batalla en el que las fuerzas del orden,

74
así como del crimen organizado disponen del territorio y someten a sus habitantes como rehenes
y víctimas.39
De ahí que no resulte inverosímil conjeturar que, bajo el discurso de la confrontación con
el narcotráfico y el crimen organizado, se está desplegando un dispositivo de militarización y
contrainsurgencia que monta nuevos escenarios para el sometimiento y control de los
movimientos sociales. A ello debe sumarse lo que, desde el Comando Conjunto de Estados
Unidos, se define como una “guerra asimétrica de espectro completo”. Tal como señala Ceceña,
“Estados Unidos se autoproclama el diseñador y garante de las reglas del juego y, como parte de
su misión civilizadora, se propone constituirse en una especie de Leviatán externo en los casos de
naciones con estados débiles, incapaces por sí mismos de mantener el orden y disciplina de sus
sociedades, y de cumplir cabalmente con las disposiciones de la OMC, el Banco Mundial y el
FMI. Lo que es considerado ingobernabilidad tiene variantes que comprenden los casos de
rebeldía o insumisión y se relacionan frecuentemente con resistencia al saqueo de recursos, al
desplazamiento de poblaciones o al atropello cultural. La franja geográfica que el Pentágono
considera crítica contiene la mayor parte de los recursos petroleros y gasíferos, el uranio, los
metales estratégicos, la biodiversidad y el agua dulce del mundo. Es, a la vez, la región de mayor
inestabilidad y donde se registra el mayor número de conflictos, la mayoría de ellos ligados de
algún modo al territorio. Es por ello también la región donde más se incrementa la presencia
militar directa de Estados Unidos, coordinando y supervisando también la de los ejércitos
locales” (2004: 39). De modo que existiría una relación directa entre economías de enclave y
deterioro de derechos civiles (Svampa, 2008b: 86).
“El Plan México, gemelo del Plan Colombia, se perfila como el soporte financiero a las
actividades de readecuación de policías, militares y paramilitares mexicanos por parte de los
instructores de operación e inteligencia norteamericanos, de equipamiento de estos cuerpos, pero
también de actuación directa de los cuerpos de seguridad estadounidenses en territorio mexicano.
Aun antes de aprobarse la dotación de recursos, las evidencias de la puesta en acción del Plan se
van multiplicando día a día” (Ceceña, 2007: 15).
Este conjunto de estrategias desplegadas desde las corporaciones y el Estado aparecen
combinadas y superpuestas empíricamente en un campo de batalla que se ubica en el ámbito

39
Según la Procuraduría General de la República (PGR) la Procuraduría General de la República (PGR),” en lo que
va de esta administración federal, 30.196 personas han sido ejecutadas o perdieron la vida durante enfrentamientos
entre autoridades y sicarios del crimen organizado”. Y de éstos, “más de mil niños fueron asesinados en los últimos
tres años en el marco de la violencia entre las bandas del narcotráfico y las fuerzas de seguridad en México”,
denunció la Organización No Gubernamental Red por los Derechos de la Infancia (citado por Equipo Bourbaki,
2011: 11).

75
simbólico y físico de los sujetos que habitan los territorios en disputa. Sin duda, el poder tiene de
su lado importantes recursos para lograr el sometimiento de las energías sociales. No obstante, se
trata de relaciones de dominación en constante proceso de relaboración puesto que las
resistencias sociales al despojo no dejan de expresar su insubordinación y articular su energía
contra las formas variadas de despojo y cercamiento de lo común.

76
IV. HACIA UNA MIRADA DESFETICHIZADA DE LA BARBARIE CAPITALISTA Y SU DIMENSIÓN
SOCIO-AMBIENTAL EN MÉXICO

Frente a la creciente complejidad de lo existente y los signos de destrucción, voracidad y avance


del capital, presentamos una serie de apartados en los que sistematizamos algunos ejes de la
conflictividad socioambiental en México: el agua, la tierra, los bienes inmateriales, la industria
extractiva, los megaproyectos de infraestructura y los procesos de urbanización y desarrollo de
infraestructura en las ciudades.
Para fines analíticos presentamos de manera separada cada una de las problemáticas
socio-ambientales, sin olvidar que forman parte de un contradictorio, complejo y confuso
entramado, el cual opera en la realidad, de forma entrelazada e interrelacionada, con conexiones
poco claras o invisibles, que tienden a normalizar la percepción de la valorización del capital,
como proceso inevitable. De modo tal, que se busca coadyuvar a la desfetichización y a la
recomposición de las conexiones entre las formas de la totalidad social (Holloway, 1990).
Se plantea una mirada hilvanada de la devastación socio-ambiental en México a partir de
una perspectiva global e histórica. Para ello, abordamos las trayectorias que, en los últimos treinta
años, han venido configurando la barbarie capitalista actual, como batalla abierta e incierta entre
el control corporativo-estatal y las luchas de insubordinación y resistencia contra la
mercantilización de la vida.
Si bien los conflictos del despojo y la barbarie se identifican a primera vista o emergen
predominantemente en el campo o en las áreas rurales, en tanto poseen valiosos y estratégicos
recursos para la acumulación del capital, esto no excluye a las ciudades, por el contrario, los
centros urbanos son importantes terrenos de disputa en los que se tratan de consumar los procesos
de subsunción real del capital.
El capital se ha implantado conjuntamente con una serie de ordenamientos científico-
tecnológicos que lo dotan de una apariencia legítima y capacitada para gestionar la escasez de los
recursos naturales. Paradójicamente, este discurso se potencia a costa de eliminar y descalificar
los sistemas de control autónomos a nivel comunitario que han existido históricamente para
gestionar los bienes comunes como medios imprescindibles para el sustento.
La lucha del capital se basa en la eliminación de las economías substanciales por los
imperativos de la economía de mercado, así como en la expropiación de las capacidades y los
medios autónomos de gestión de la vida. Se trata de reordenar, objetivar y racionalizar los
territorios bajo una lógica abstracta, que nada tiene que ver con las necesidades concretas de la

77
reproducción de la vida. Por el contrario, la violencia y el sacrificio de las mayorías son
precondiciones para su desarrollo.

1. El agua: substancia para el capital o de la vida

El agua es uno de los medios y condiciones indispensables para la reproducción de la vida


humana y de otras especies que habitan el planeta. No es producto del trabajo humano, es un
recurso renovable que puede acabarse si no se respetan sus ciclos de reproducción. Estamos
ligados fundamental, necesaria y vitalmente al agua, es el sostén de la vida, parte indisociable de
las matrices culturales y del metabolismo social en la relación de los hombres y las mujeres con
la naturaleza; en suma, es la base ecológica de toda la vida (Shiva, 2007: 16).
Históricamente, el agua ha sido considerada y gestionada como un bien común. La
racionalidad de su uso ha estado íntimamente relacionada con la prioritaria satisfacción de las
necesidades básicas frente a otro tipo de actividades. Los derechos sobre el agua como derechos
naturales no surgieron con la conformación del Estado moderno; han sido derechos
usufructuarios, en los que el agua ha podido usarse, pero no poseerse (Shiva, 2007: 33).
Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha extendido un proceso de mercantilización y
privatización sobre este bien, que ha desmantelado la racionalidad de los derechos usufructuarios
y los modos tradicionales de gestión del agua como bien común. Sin lugar a dudas, la crisis
hídrica y sus expresiones de escasez, despilfarro, concentración y contaminación, se asocian a la
subsunción de los valores de uso del agua en valores de cambio para beneficio de unos pocos.
Esto ha sido posible, justamente por la eliminación de economías de sustento y de formas
comunitarias de gestión del agua.
Los patrones de extracción, producción y consumo para sostener el nivel de vida de las
clases más privilegiadas a nivel mundial -20% de la población-, basados en una lógica centrada
en la valorización del valor, están ocasionando que grandes mayorías no tengan acceso al agua.
El “Informe Progresos sobre Agua Potable y Sanidad-2012”, elaborado por dos agencias de la
ONU, reveló que actualmente más de 783 millones de personas en todo el mundo no tienen
acceso al agua potable y que 2,500 millones viven sin servicios sanitarios. En este sentido, cabe
señalar que los gastos en sistemas de provisión de agua limpia para los seres humanos son
ínfimos en comparación con las multimillonarias inversiones realizadas en proyectos de
aprovechamiento de agua con fines industriales (Bolpress, 2012).
Dichos patrones de extracción, producción y consumo están presionando enormemente las
reservas de agua dulce que quedan en el planeta, lo que imposibilita la conclusión de los ciclos

78
hidrológicos. La monoproducción de cultivos y la silvicultura, además de ocupar enormes
volúmenes de agua, han deforestado grandes extensiones de tierra fértil que tenía la capacidad de
retener y almacenar agua. Asimismo, la minería a cielo abierto, que destruye las cuencas fluviales
vitales para retener agua, emplea 33.6 litros por segundo en promedio, es decir, cerca de 3
millones de litros de agua diariamente.
Es evidente cómo el sostenimiento de los ciclos de reproducción del capital produce una
profunda contradicción con los ciclos naturales de reposición y limpieza del agua. El agua dulce,
única para el consumo humano, representa sólo 2.5% de los 1,400 millones de m3 que hay en
todo el planeta (Delgado, 2010a) y, hoy en día, no se destina a las economías de sustento y a la
satisfacción de las necesidades básicas, sino a garantizar los imperativos de la economía de
mercado.
“Hoy, una tercera parte de la población mundial padece escasez de agua, una sexta parte no
tiene acceso a una fuente limpia de agua a menos de un kilómetro de su casa y la mitad de los
habitantes de los países en desarrollo no tienen acceso a un sistema de saneamiento. (…)
Según la OCDE, para el 2050 la disponibilidad de agua dulce se verá aún más restringida ya
que 40% de la población global vivirá en cuencas con severos problemas de escasez. De
hecho, se pronostica que la demanda mundial de agua aumentará un 55%, principalmente
debido a la creciente demanda de la industria (+400%), la generación de energía
termoeléctrica (+140%) y el uso doméstico (+130%)” (Greenpeace, 2012a: 2).

Las llamadas externalidades no incorporadas en los procesos de producción capitalistas


recaen sobre las mayorías, lo que ha provocado enormes desigualdades sociales y relaciones
profundamente polarizadas. Según un informe del Banco Mundial (BM) publicado en 2012, en
México, los 22.6 millones de personas que se ubican en la parte baja de la pirámide de ingreso
una quinta parte de la población total del país-, participan sólo con 3.8% del consumo nacional de
bienes. En el otro extremo, 20% de la población con mayor ingreso, realiza un gasto en bienes
equivalente a 56.7% del consumo total en la economía (González Amador, 2012).
Las políticas privatizadoras del agua, que el mercado y el Estado han instrumentado para
garantizar su lógica de valorización, se han justificado como una salida eficiente a los problemas
intrínsecos de la gestión de un bien escaso. De acuerdo al paradigma del mercado, la solución a la
crisis hídrica es la mercantilización del agua; “si ésta pudiera trasladarse y distribuirse libremente
en los mercados libres, se transferiría a las regiones de escasez y el alza de los precios conduciría
a la conservación” (Shiva, 2007: 30-31). Desde esta perspectiva “científico- tecnológica” se
argumenta la necesidad de regulaciones mercantiles y de incorporación de nuevas tecnologías

79
que sorteen el crecimiento demográfico y el uso ineficiente que la población hace de ella. Todo
ello, sin trastocar el circuito de acumulación del capital y su insaciable consumo de agua.
Lejos de reconocer que para resolver la escasez lo que se necesita es modificar los patrones
de extracción, producción, distribución y consumo que generan tales inequidades en su uso, se
profundiza el desmantelamiento de los modos locales y comunitarios de gestión del agua, se
interrumpe su ciclo y se pone en riesgo la satisfacción de las necesidades básicas de la población.
Shiva sostiene que la escasez del agua no necesariamente encuentra su causa en el crecimiento
demográfico por sí mismo, sino en el desmantelamiento de los modos de regulación social que
tradicionalmente garantizaban un uso eficiente del líquido. “La historia de la escasez de agua ha
sido una historia de avaricia, de tecnologías negligentes y de tomar más de lo que la naturaleza
puede reponer y limpiar” (Shiva, 2007: 17).
En 1998, 28 países experimentaron tensión o escasez hídrica y se prevé que, para el año
2025, el número de países aumente a 56. Cuando un país enfrenta una grave crisis de agua, la
cifra por persona no llega a 1000 metros cúbicos al año. Desde 1970, el suministro global de agua
per cápita ha menguado 33% (Shiva, 2007: 16). “Las regiones con abundancia de agua ahora
enfrentan escasez, y las regiones donde el líquido escaseaba ahora enfrentan carestías” (Shiva,
2007: 30). La escasez hídrica ha comenzado a originar graves conflictos sociales entre pueblos y
comunidades; tal es el caso de una niña indígena asesinada en Durango, al norte de México, por
haber tomado agua de un pozo privado, ya que en su comunidad no tenía acceso al líquido desde
hacía mucho tiempo (Maldonado, 2012).
Un componente adicional de la crisis hídrica lo constituye la presión de los intereses
geopolíticos a nivel mundial que, a toda costa, buscan dominar este recurso. La geopolitización
del agua alude al rol estratégico que juega este recurso desde la visión de los poderes estatal y
corporativo; noción que ha llevado a considerar el control del agua como cuestión de seguridad
nacional. Se trata de una securitización del recurso que implica un tipo de racionalidad
comparable al caso de una amenaza militar (Delgado, 2010a).
En términos geopolíticos, en el continente americano se identifican cientos de potenciales
conflictos distributivos a nivel local, regional e internacional, esto es, prácticamente a todo lo
largo y ancho de las principales cuencas de la región. Las disputas con mayor grado de
geopolitización son: 1) las zonas del acuífero Guaraní, las de las cuencas compartidas de los ríos
Plata/Paraná/Paraguay-Guaporé, Amazonas/Putumayo y las de los ríos Negro-Orinoco; y 2) el
caso del agua compartida con EUA, tanto del lado canadiense como del mexicano (Delgado,
2010a).

80
Del lado de México, las aguas fronterizas de los ríos Colorado y Bravo –históricamente
conflictivas-, son relevantes, no tanto por su cantidad, sino por su localización. Precisamente, la
cuenca compartida del Bravo es una zona con serios problemas de agua y en la cual es posible el
potencial recrudecimiento de las disputas por el líquido en el futuro. Del lado estadounidense,
además de grandes centros urbanos, existen importantes zonas agroindustriales que comienzan a
tener problemas de abastecimiento de agua; del lado mexicano, destaca la fuerte presión que
provocan la industria maquiladora, la agroindustria de exportación allí emplazada y las propias
necesidades de la población local (Delgado, 2010a).
En este contexto, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) juegan un
papel fundamental en la orientación del diseño de las políticas nacionales de agua potable y
saneamiento básico, propiciando el control corporativo del agua. Tal es el caso de las empresas
Vivendi y Suez, las cuales se están adueñando del agua en el mundo y hoy controlan el acceso al
agua potable de más de 100 millones de personas en el planeta (Castro, 2005).
En el año 2000, el FMI obligó a privatizar el agua en 16 países subdesarrollados de
Centroamérica y África, entre los cuales se encuentran Angola, Benin, Guinea-Bissau, Honduras,
Nicaragua, Nigeria, Panamá, Ruanda, Santo Tomás y Príncipe, Senegal, Tanzania y Yemen.
Todos ellos son países altamente empobrecidos y terriblemente endeudados con los bancos
multilaterales, lo que permite, tanto al BM como al FMI, imponer sus políticas de manera más
rápida (Castro, 2005).
La geopolitización del agua y la privatización de la gestión de los sistemas hídricos
configuran una dura tendencia destinada a sustituir la propiedad colectiva por el control
corporativo.

El agua en México

Como parte de este entramado y de las tendencias generales a nivel global, en la actualidad el
sistema hídrico mexicano enfrenta una aguda crisis.
La sistemática falla del gobierno en la planeación de los asentamientos humanos y de las
actividades productivas, incide no sólo en la disparidad de la distribución del agua en términos
geográficos, sino además, en el incremento del riesgo y la vulnerabilidad de la población ante
fenómenos hidro-meteorológicos extremos (UCCS, 2011).
En cuanto al saneamiento, en 2008 se daba tratamiento sólo a 35% de las aguas residuales
municipales y a 18% de las aguas residuales industriales, en un contexto de incumplimiento
normativo casi generalizado por parte de las plantas de tratamiento de aguas residuales

81
municipales (UCCS, 2011). Esta situación ha influido para que las cinco principales cuencas del
país se encuentren entre las más contaminadas del planeta (Grijalva-Usumacinta, Coatzacoalcos,
Papaloapan, Pánuco, Balsas y Lerma-Chapala-Santiago) (Palma/ Morales, 2010: 23).
Ello ha determinado que los riesgos de incidencia de enfermedades degenerativas se
multipliquen alarmantemente en las comunidades y barrios localizados en las cuencas
hidrológicas más contaminadas, del mismo modo que las enfermedades transmitidas por el agua,
derivadas del empleo de aguas residuales en la agricultura de riego de alimentos que se consumen
crudos (UCCS, 2011).
A la vez, esto se ve reforzado por la inequitativa distribución del agua. Los datos del
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) –órgano especializado encargado
de vigilar la aplicación del Pacto Interamericano de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(PIDESC)- hablan de más de 1000 millones de personas que carecen de agua potable en cantidad y
calidad suficientes, así como de miles de millones de personas en todo el mundo que no cuentan
con condiciones de saneamiento adecuadas. Conjuntamente con las descargas industriales, esto se
ha convertido en la principal causa de contaminación del agua y, por ende, de enfermedades
hídricas (Palma/ Morales, 2010: 31). A nivel mundial, cada año mueren 11 millones de personas
por falta de agua o por enfermedades transmitidas por el agua (Castro, 2005).
Por otra parte, en los últimos 30 años se ha incrementado la sobrexplotación de las aguas
subterráneas. Actualmente, 40 millones de mexicanos -poco más de un tercio de la población
total del país-, habitan lugares abastecidos por acuíferos sobrexplotados. Así, desde hace cuarenta
años, las reservas de aguas subterráneas se reducen 6 km3 -60 mil millones de metros cúbicos-
por año (UCCS, 2011).
El derecho humano al agua es parte del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC), suscrito por el gobierno mexicano el 23 de marzo de 1981. Al
suscribirlo, el Estado mexicano se comprometió a respetar el derecho al agua. Sin embargo, lejos
de cumplir y garantizar este compromiso, el gobierno mexicano no sólo produce y amplía sus
fallas al ejecutar sus planes y programas de gestión y de administración de las aguas nacionales,
sino que además, pretende “compensar” dichas fallas con la privatización de concesiones,
incluyendo los acuíferos o cuencas sobrexplotadas (UCCS, 2011).
Por si esto fuera poco, se han multiplicado los permisos y autorizaciones para proyectos
de infraestructura (presas, carreteras, trasvases) o para actividades económicas (minería,
agroindustria, producción manufacturera) en todo el territorio nacional. Éstos generan
desequilibrios acumulativos graves en las cuencas y microcuencas, producen desplazamientos
forzados de población del campo a la ciudad y se acompañan de la construcción acelerada de

82
nuevas unidades habitacionales en las periferias urbanas, las cuales sobrexplotan los acuíferos y
bloquean espacios de recargas, propiciando, además, dinámicas de generación de residuos sólidos
municipales o de tóxicos industriales con altísimo impacto en la salud y en la economía de las
comunidades locales y de los barrios urbanos (UCCS, 2011).
Para el caso de la Ciudad de México y la sostenida eliminación de su cultura lacustre, es
de resaltar la alarmante irracionalidad del ciclo de agua, a partir de la pérdida irreversible de las
aguas superficiales, la sobrexplotación de los acuíferos, la imposición de trasvases, la
contaminación urbana e industrial, las fugas subterráneas de agua limpia por las infraestructuras
sin mantenimiento, a lo que se suma el desperdicio del agua de lluvia, el bloqueo de las recargas
de los principales acuíferos de la zona, el consumo polarizado e injusto del recurso, la
privatización de los organismos operadores del DF y de las áreas conurbadas del Estado de
México y la promoción del nuevo mercado del agua (Barreda/ Ortiz, 2007:11).
La crisis del sistema hídrico mexicano, agudizada por la negligencia, la corrupción
política y la desregulación ambiental aplicada por el gobierno federal mexicano, dibuja un mapa
de beneficiarios selectos constituido por empresas constructoras, extractivas, manufactureras y de
servicios que, al amparo del poder político de un gobierno débil pero autoritario, saquean y
contaminan, casi sin restricción, las ya depredadas aguas del país. Los procesos de privatización
de los recursos naturales, las infraestructuras producidas, los servicios públicos y el territorio
nacional están dando pie a cambios socio-culturales profundos de consecuencias imprevisibles
(UCCS, 2011).
En las zonas rurales, los derechos colectivos sobre el agua y la gestión colectiva del
líquido constituían factores clave para su conservación y recolección. Con la introducción de
nuevas políticas, el control de la comunidad sobre el agua está erosionándose y cediendo paso a
la explotación privada. Los sistemas tradicionales que renovaban el agua, ahora se encuentran en
estado de deterioro (Shiva, 2007: 28). Por lo que, la crisis hídrica es el resultado de la
dependencia de los pozos de tubo y de la renuncia a los sistemas de recolección tradicionales
(Shiva, 2007: 27).
En México, los conflictos sociales por el agua se extienden y se multiplican. Cada vez son
más los pueblos, las comunidades y las organizaciones sociales y civiles que denuncian y se
resisten a este proceso de destrucción. Recurriendo a estrategias de defensa jurídica, política y
organizativa en múltiples escalas, las resistencias populares luchan a contracorriente de la
aplicación facciosa de las leyes y de las normas ambientales mexicanas llevadas a cabo por la
autoridad del agua y por las empresas que lucran con la devastación medioambiental y de la salud
(UCCS, 2011).

83
Frente a esta batalla, en 2010, la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA),40
entabló una demanda contra el Estado mexicano ante el Tribunal Latinoamericano del Agua, por
su responsabilidad en la crisis del sistema hídrico nacional:
“Con ella asumimos como necesidad urgente y colectiva la de reconstruir lo que todavía no
ha sido destruido por completo. Porque buscamos la justicia que en México el poder público
nos niega y regatea, y porque defendemos el derecho de todos los mexicanos a ser, sin tener
que pedirle permiso a nadie” (UCCS, 2011).

Entre las diferentes problemáticas vinculadas a la crisis del sistema hídrico y a las
estrategias de privatización y mercantilización del agua en México, exponemos dos casos que
ilustran las políticas desarrolladas por el Estado para favorecer el control corporativo. Por un
lado, el negocio del agua embotellada, que se ha presentado como la salida que “resuelve” las
necesidades de consumo de agua potable de la población, condicionando su acceso a una
obligada transacción mercantil y al despojo del control de los cuerpos de agua impuesto a
cientos de comunidades a fin de manos de los poderes corporativos. Por otro lado, la
construcción de represas a través de modernas tecnologías, que busca solucionar los efectos de
la crisis hídrica o satisfacer las necesidades del patrón de extracción, producción y consumo
del circuito de valorización de valor, a costa de la destrucción tanto de ecosistemas enteros
como de las tecnologías alternativas y tradicionales de gestión del agua.

El agua embotellada: una figura emblemática de la privatización

El agua en su forma embotellada, representa sólo una parte de todo el paquete privatizador del
líquido vital. Es necesario comprender el contenido del modo de privatización que representa el
agua embotellada en el mundo a través de sus distintos momentos, cada uno de ellos conectado
simultáneamente con otras estrategias expropiatorias, como es el caso de la concesión de los
pozos de extracción y de las zonas de captación, del servicio de abastecimiento a la población por
medio de pipas y, en ocasiones, hasta de la privatización del ciclo natural del agua (Clarke,
2009:15-16).

40
La Asamblea Nacional de Afectados Ambientales fue creada en 2008 por comunidades, pueblos, colectivos y
organizaciones sociales de decenas de localidades, como espacio de encuentro autónomo y de coordinación conjunta
para afrontar las problemáticas ambientales. Los más de 50 movimientos que la integran enfrentan conflictos
vinculados al agua, la basura, la vivienda, la urbanización “salvaje”, la construcción de carreteras, la destrucción de
bosques, a políticas agrarias, al avance de la agricultura transgénica, a desarrollos hoteleros, al despojo de playas y
a daños a la salud.

84
En los últimos 25 años, muchos gobiernos han ido privatizando los servicios de agua
potable y de saneamiento. En México, bajo un deliberado debilitamiento técnico y financiero de
los organismos operadores municipales de agua y de la consecuente degradación de la calidad del
líquido para consumo doméstico, comenzó a introducirse y a ganar legitimidad la práctica del
consumo del agua embotellada (Clarke, 2009:14).
En este sentido, el mercado de agua embotellada en el país empezó a crecer tras
implantarse la idea de que el agua de las redes públicas no era potable. Se cree que este
argumento adquirió fuerza tras el terremoto de 1985, cuando las autoridades declararon que,
debido a fracturas en el sistema, no era seguro beber agua, lo cual fue aprovechado por las
empresas del ramo (CENCOS, 2010).
El crecimiento en las ventas ha ido de la mano de la destrucción de las fuentes de agua y
de la erosión de las infraestructuras para su abasto y saneamiento, lo que ha provocado que el
número de acuíferos sobrexplotados se haya triplicado a lo largo de las últimas tres décadas
(Clarke, 2009:16). Sólo así puede entenderse que nuestro país se haya consolidado como el
primer consumidor mundial de agua embotellada, luego de que en cuatro años la demanda creció
40% (Enciso, 2010).
El agua embotellada representa un producto insignia del patrón de consumo urbano
moderno, siendo parte del núcleo estructurador de todo nuevo proyecto de expansión de las
manchas urbanas y su modelo enajenado de gestión de la vida cotidiana, en el cual toda la
reproducción de la población sólo es posible a través de la compra-venta de mercancías, incluida
el agua (Clarke, 2009:15).
A nivel mundial, el negocio del agua embotellada ha logrado consolidarse como uno de
los sectores más dinámicos de la economía, a partir de dos procesos simultáneos. Por un lado, el
progresivo desmantelamiento de la capacidad de los gobiernos en sus diferentes niveles para
cumplir con una gestión que garantice el acceso público y seguro al agua; por otro lado, la
trayectoria seguida por las llamadas “cuatro grandes” empresas trasnacionales del sector de las
bebidas: Coca- Cola, PepsiCo, Nestlé y Danone (Clarke, 2009:16).
Todo esto ha sido posible por la creación de la Comisión Nacional del Agua ( CONAGUA)
en 1989 y por la promulgación de la Ley de Aguas Nacionales en 1992, que abrió las puertas para
la apropiación privada del agua, aunque formalmente, a nivel discursivo, se mantenía como
propiedad de la nación. A partir de estas iniciativas y del conjunto de reformas impulsadas para
cambiar los modos de apropiación de los recursos naturales, se posibilitó la oleada privatizadora
de los servicios de abasto público urbano de agua y de saneamiento, con la correlativa
autorización para que las empresas extrajeran libremente del subsuelo los volúmenes de agua

85
requeridos (Clarke, 2009:17), a costa del desmembramiento progresivo de las estructuras y
capacidades de autogestión y solidaridad mutua entre barrios, comunidades y pueblos.
Las modificaciones a los marcos regulatorios de los esquemas estatales de gestión del
agua para su provisión y saneamiento, se centraron en la expropiación privada de los pozos de
extracción y de los organismos operadores. Seguido de esto, se introdujo el agua embotellada
como parte del mismo proceso expropiatorio que consolida el despojo jurídico de todo contenido
biótico, natural y comunitario para ser remplazado por un precio en el mercado, además,
impuesto arbitrariamente (Clarke, 2009:18).
A contracorriente del sentido común dominante, que concibe al agua embotellada como
sinónimo de salud y pureza, en 1999, el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de
Estados Unidos, publicó un importante estudio titulado “Agua embotellada: ¿Bebida pura o
estafa pura?” El estudio muestra que: de 103 marcas examinadas. la tercera parte contiene niveles
significativos de contaminación por arsénico y escherichia colli; una cuarta parte de toda el agua
embotellada se extrae del grifo, se filtra y es revendida al público; esa botella de agua,
generalmente es sometida a pruebas de pureza mucho menos rigurosas y con estándares de
pureza más bajos que el agua de los sistemas públicos. “El agua existe para fluir libremente. Al
hacerlo, se limpia y purifica. Pero una vez que se le atrapa y encierra en una botella, esto puede
tener todo tipo de implicaciones sobre su calidad, su seguridad y la salud humana” (Clarke,
2009:24).
En México, la instancia encargada de vigilar la calidad del agua que se vende es la
Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) de la Secretaría de
Salud. Sin embargo, siguiendo a Gutiérrez Rivas, su labor de inspección es muy limitada y la
base para medir la calidad del agua es una Norma Oficial Mexicana (NOM-179-SSA1-1998) que
no incluye procesos de certificación y que, en todo caso, no implica sanciones para las compañías
(CENCOS, 2010: 4).
El Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de Estados Unidos ha estimado que el
agua embotellada se vende entre 240 y 10 mil veces más cara que el agua de grifo. Para Coca
Cola y Pepsi, que extraen el agua directamente de las redes municipales, el margen de ganancia
es exorbitante. Pero, éste es mucho más escandaloso en los casos de Danone y Nestlé, porque
pagan poco o nada por el agua que toman de los acuíferos y corrientes subterráneas (Clarke,
2009:27). Las empresas del sector ganan hasta 5 mil % más de lo que invierten. Coca-Cola
Femsa paga 2 mil 600 pesos al año por cada una de las 46 concesiones de explotación de aguas
subterráneas. Sólo en 2007, esta empresa tuvo ganancias por 32 mil 500 millones de pesos
(Enciso, 2010).

86
Los envases se han vuelto otro problema: el plástico libera contaminantes y químicos
tóxicos altamente peligrosos cuando son producidos y, nuevamente, al ser enterrados o
quemados. Los envases son la forma de residuo sólido de mayor crecimiento en los últimos años
(Clark, 2009:28). Ello provoca que, anualmente, en México se desechen alrededor de 8 mil
millones de envases de plástico, los cuales tardan hasta 500 años en degradarse (Enciso, 2010).
Otra de las vertientes de privatización y de despojo del agua se encuentra en la
construcción de represas en el mundo - 60% del agua que fluye por los ríos a nivel mundial se ha
represado. Hoy por hoy, constituye uno de los tipos de megaproyectos que más efectos sociales,
culturales, económicos y ambientales está ocasionando. México no es una excepción al respecto.

Agua y energía para el capital: construcción de presas hidroeléctricas

"Represar el río es como obstruir las venas de una persona.


Afecta todo el cuerpo, y después viene la enfermedad.
Es lo mismo con el río.
El agua, las montañas, la tierra, los animales es la vida de la gente indígena.
La vida de la gente está en el agua.
Somos como nutrias"
Indígenas Embera-Katío de Colombia (Castro 2002)

Históricamente, la construcción de represas ha sido uno de los símbolos de la modernidad,


presentándose como una solución de progreso y desarrollo para resolver necesidades de
subsistencia y mejorar la calidad de vida. En 1890, por primera vez, se construyeron represas
para la generación de electricidad. Para 1900, se habían construido ya varios centenares de
grandes represas en el mundo, en su gran mayoría, para abastecimiento de agua y para irrigación.
Entre los años treinta y los setenta del sigo XX se llegó a inaugurar un promedio de dos o tres
grandes represas cada día en alguna parte del mundo (Castro, 2002).
Actualmente, existen aproximadamente 45 mil presas en todo el mundo, las cuales han
inundado miles de hectáreas de selva y bosque, desplazando a 40 millones de personas.
Aproximadamente 60% de las cuencas de los grandes ríos del planeta están mediana o altamente
modificadas por una o más grandes represas, transferencias entre cuencas, o extracciones de agua
para riego (García, 2010: 20). Los cinco países que acaparan casi 80% de todas las grandes
represas del mundo son: China, con 22 mil grandes represas; Estados Unidos, con más de 6,390;

87
India, con más de 4 mil; España y Japón, con entre mil y 1,200 grandes represas cada uno
(Castro, 2002).
Una represa es una obra, generalmente de cemento armado, construida para contener o
regular el curso de las aguas o para detener y almacenar el agua de forma artificial. Hay
diferentes tipos de presas, cuyos usos y dimensiones son variados (IRN, 2007: 3/ MAPDER, 2010:
10-11).
Las hay para almacenar y abastecer de agua a grandes ciudades y zonas metropolitanas,
distribuyéndola por grandes tuberías y canales. Este tipo de presas ha generado problemas en la
planeación de los sistemas de distribución, siendo inequitativo el acceso entre zonas residenciales
y zonas populares. Sus costos de construcción y mantenimiento son sumamente elevados, lo cual
se refleja en los precios del servicio de agua.
Las represas para riego, de las cuales se desprenden sistemas de distribución formados por
tuberías con revestimiento, impiden la filtración para la recarga de los mantos acuíferos,
problemática profundizada por la agricultura intensiva que utiliza enormes cantidades de
fertilizantes y pesticidas que contaminan el agua.
Las represas para control de las inundaciones sirven para almacenar el agua durante las
lluvias. La descargan paulatinamente, reduciendo así, los daños aguas abajo. Lejos de ser una
solución, estos proyectos han aumentado el riesgo para las personas que habitan en esas zonas. 41
En el año 2007, la Presa Peñitas, ubicada entre Chiapas y Tabasco sobre el Río Grijalva, provocó
una de las más grandes inundaciones de los últimos tiempos, con más de un millón de
damnificados y 30 mil víctimas de las mismas (García, 2010: 15).
Finalmente, las represas hidroeléctricas acumulan el agua para hacer girar las aspas de las
turbinas y generar electricidad. La electricidad se envía a las ciudades o a las fábricas a través de

41
Otro de los efectos de las presas son las inundaciones, que provocan tres desequilibrios hidráulicos. 1) La
reducción de la velocidad hidráulica natural de escurrimiento aguas abajo de la cortina de la presa: esto sucede
porque las cortinas de las presas cortan de tajo la energía cinética, perdiéndose la energía potencial que impulsa el
agua, es decir, la cortina interrumpe la pendiente longitudinal natural del cauce, originando con ello la reducción de
la velocidad de traslado de agua. 2) El incremento del gasto hidráulico de escurrimiento aguas debajo de la cortina de
la presa: cuando las presas son rebasadas en su capacidad de almacenamiento y el agua sobrepasa los vertederos de
las cortinas, o bien, obliga a la apertura de compuertas, ésta se precipita multiplicando la energía cinética
considerablemente debido a la altura de la cortina; por lo tanto, se incrementa el gasto hidráulico. Esto quiere decir
que la cantidad de agua que se traslada cuenca abajo es mayor a la que por naturaleza debería de escurrir en el cauce
y mayor a la que por naturaleza podría desalojar al mar, originando que cuenca abajo de la presa se tenga un
incremento paulatino del nivel, como ocurrió en Tabasco, Veracruz, Chiapas y Nuevo León y como sucede en los
ríos con presas alrededor del mundo, donde después de su construcción, estadísticamente es cuando ocurren grandes
desastres catastróficos. Si no hay presa, no hay embalse; sin embalse no hay acumulación y, por lo tanto, no hay
inundaciones. 3) La disminución de caudales y/o la desecación de ríos y arroyos: en el caso de las hidroeléctricas se
presenta la mayor agresividad, puesto que su construcción implica el desvío de caudales y el entubamiento de agua.

88
cables de transmisión; luego de pasar por las turbinas, el agua se regresa al río debajo de la
represa. En México, además de en las hidroeléctricas, la generación de energía se produce a
través de centrales termoeléctricas, eólicas y nucleares.
Existen presas en las que la cortina mide más de 150 metros (represas mayores) y otras en
las que mide menos de 15 metros (represas medianas). El lago artificial formado por la cortina se
llama embalse o vaso. Su volumen puede medirse por la cantidad de agua que tiene y su área por
la cantidad de hectáreas que se inundan (MAPDER, 2010: 10).
Las presas hidroeléctricas se clasifican según la cantidad de energía que generan:

Tamaño Energía generada


(megawats)

Grandes 100
Medianas 50- 10
Pequeñas 10
Micro 1- 10 o de 1-5

La construcción de una hidroeléctrica implica un proceso largo, de por lo menos 10 años,


conformado por diversas etapas (IRN, 2007: 24- 28/ MAPDER, 2010: 10-11/ García, 2010: 19-21).
La fase inicial de identificación comprende los estudios de prefactibilidad mediante los cuales se
asegura la construcción y operación de la represa. Determina si el sitio es idóneo, cuánta
electricidad y agua puede producir, así como los costos. Esta etapa puede durar entre 3 y 10 años.
La siguiente fase de preconstrucción abarca el estudio de factibilidad y el diseño
detallado, así como el análisis de las condiciones del lugar (clima, caudal del río, geología),
eligiéndose los lugares factibles para realizar las obras. Se convoca a un concurso público
(licitación) y se establecen las bases para concursar. En las mismas se definen los aspectos de la
presa, su objetivo, lugar, el tiempo que se necesita para iniciar operaciones y los requisitos que
debe reunir la empresa que quiere concursar. Luego, hay un anuncio oficial de la convocatoria y
de la fecha límite de entrega de propuestas. Algunos meses después, se informa qué empresa
ganó la licitación y se elabora el contrato. Hay casos en los que, entre la licitación y el inicio de la
construcción, pueden pasar hasta dos años.
En esta fase se realiza el Estudio de Impacto Ambiental, a través del cual se examinan las
consecuencias ambientales de la represa. También, se sugieren medidas para mitigar los
problemas ambientales que se ocasionarán, generándose planes de reasentamiento o de desarrollo
social, que incluyen formas de compensación y medidas para reubicar a las personas que viven en

89
la zona de embalse. Dichas políticas son implementadas por los gobiernos y las empresas. A
partir de ellas se traslada a la gente a casas nuevas o ya construidas, que –como se denuncia en
cientos de testimonios de afectados-,42 están lejos de parecerse a lo que se les prometió. En estos
nuevos lugares la gente no puede sufragar el costo de la electricidad y el agua, siempre más
elevado que el que solían pagar. Asimismo, usualmente ha sucedido que reciben menos tierra de
la que tenían antes. En la mayoría de los casos, las personas afectadas que viven aguas debajo de
la represa quedan fuera de este plan.
Una vez hechos estos estudios, los constructores negocian con los gobiernos y bancos
para que paguen los altos costos de la construcción. El Banco Mundial es una de las fuentes más
importantes para el otorgamiento de préstamos a los gobiernos.
Posteriormente, en la fase de construcción, se habilitan oficinas, caminos, infraestructura
para el personal que labora en la obra, se contrata al personal y a los proveedores de servicios. Se
construyen las líneas de transmisión, se inician las detonaciones, se marcan terrenos y se desplaza
a la población.
Durante la fase de operación, que se extiende de 30 a 50 años, las empresas controlan la
vida útil de las presas, la cual varía dependiendo del sedimento que la llena o de los desperfectos
en su construcción, que más tarde producen fallas.
El funcionamiento de las represas se acompaña de grandes daños ambientales en los
lugares en que se implantan: extinción de peces y otras especies acuáticas, destrucción de los
hábitats y división de las rutas de migración de los animales por las inundaciones de los bosques
y humedales. Los embalses generan problemas de salud, pues se crean hábitats para zancudos y
otros vectores que producen enfermedades, como la malaria o el paludismo; se destruyen
actividades económicas como la pesca y la agricultura; se inunda la mejor tierra agrícola; los
sedimentos que fertilizan los cultivos no alcanzan a llegar río abajo; y, los cambios en el caudal
del río, erosionan las riberas. Según datos de la Comisión Mundial de Represas,43 al menos
400,000 km2 de ecosistemas ribereños se han perdido al ser inundados por presas (García, 2010:
25).

42
Rodolfo Chávez del CECOP comenta que el gobierno ha prometido “casas palomeras, tipo GEO, cuando la gente
tiene casas grandes con grandes patios, podrán tener todo enredado pero es una casa con tierra, árboles, patio, con
pozo, con agua, y dejarles una casita de GEO la gente grande se va a morir de pena, de angustia” (Chávez, 2009).
43
La Comisión Mundial de Presas fue creada por el Banco Mundial y la Unión Mundial para la Naturaleza en 1998,
en respuesta a la creciente oposición a las represas grandes. Dicha Comisión está integrada por 12 representantes de
un amplio espectro de intereses relacionados con las grandes represas, incluyendo gobiernos y organizaciones no
gubernamentales, operadores de represas, movimientos populares de base, corporaciones, académicos/as,
asociaciones industriales y consultores.

90
Diversos estudios han revelado que las presas influyen en el cambio climático, generando
4% de los gases de efecto invernadero en todo el planeta. Esto se produce porque la materia verde
viva existente contiene carbón el cual, al combinarse con oxígeno, produce bióxido de carbón.
Este gas, junto con el gas metano y el óxido nitroso, ha aumentado exponencialmente en el
último siglo debido a la actividad humana. La capa vegetal del planeta regula la cantidad de
gases, absorbiéndolos en 40%. Así, la deforestación y la emisión de gas metano producida por la
descomposición de la materia verde inundada en las presas, entre otros factores, están
provocando uno de los modelos de generación de energía más sucios del planeta ( MAPDER, 2010:
12-13).
A nivel local, los impactos de las represas son catastróficos. Las comunidades y los
modos de vida que habitan esos territorios son arrasados. Las presas han inundado sitios
históricos, culturales, cementerios, ocasionando el desplazamiento de más de 40 millones de
personas en todo el mundo, las cuales, en su mayoría, tienden a migrar hacia las ciudades ( IRN,
2007: 10).
Cuando las presas ya están funcionando, las comunidades se encaminan hacia la exigencia
de reparaciones, compensaciones por daños y re-operaciones. Estas últimas implican cambios en
la maniobra de la represa para ayudar a que el río recupere su flujo natural. Incluso, se han
llegado a desmantelar presas hidroeléctricas por las terribles consecuencias producidas, como ha
sucedido en EUA y Europa, y en los ríos Loire y Lèguer en Francia.
Por el contrario, en México y en el resto de América Latina se mantiene y se fortalece la
generación de mega presas hidroeléctricas de la mano de la iniciativa privada. Estas nuevas
megapresas están ubicándose, principalmente, en la Sierra Madre Oriental, con el fin de producir
sobreoferta de energía eléctrica (Palma/ Morales, 2010: 23).44
Dentro de la lógica global capitalista, el modelo de desarrollo actual requiere de un gran
consumo de energía eléctrica, generada a partir del petróleo, del calor que emite la tierra
(geotermia) y de la fuerza del agua (hidroeléctrica). La construcción de hidroeléctricas responde a
un problema central: el alto consumo de Estados Unidos, de las grandes empresas y la manera en
que la energía eléctrica está distribuida en el país. Actualmente, los principales consumidores de
energía en México, son los sectores industrial y comercial, no la población en sus viviendas
(García, 2010: 16).

44
Se han publicado datos que demuestran que México tiene la capacidad instalada para cubrir la oferta de energía
eléctrica, lo que evidencia que las nuevas hidroeléctricas servirán para abastecer necesidades de otros países. Incluso,
a partir del informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) en 2008, se reveló que las presas están siendo
subutilizadas.

91
La construcción de hidroeléctricas a cargo de la Comisión Federal de Electricidad ( CFE),
bajo un esquema mixto de inversión y operación, ha sido justificada como una salida para
satisfacer la alta demanda de energía que el país requiere. La participación del capital privado en
este rubro hace posible la instalación de esa capacidad, con el aumento de la producción de
energía, la disminución de costos y el mejoramiento de la calidad para todos los usuarios.
“El nuevo esquema promete que ya no habrá cortes de energía ni apagones, que no habrá
variaciones del voltaje y que el servicio al cliente mejorará. Sin embargo, los procesos de
privatizaciones de las empresas estatales de energía eléctrica han ido acompañados de
corrupción; de aumento en las tarifas y de mala calidad y mal servicio” (Castro, 2007a). 45

La participación del sector privado en este ramo fue posible debido a los cambios que se
generaron en el artículo 36 de la “Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica” en 1992 y 2010,
contraviniendo lo dispuesto por el artículo 27 Constitucional, que establece que:
“Corresponde exclusivamente a la Nación generar, conducir, transformar, distribuir y
abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público. En esta
materia no se otorgarán concesiones a los particulares y la Nación aprovechará los bienes y
recursos naturales que se requieran para dichos fines.”

En relación a lo anterior, como resultado de la revisión al informe de la cuenta pública de


2008, la Auditoría Superior de la Federación ( ASF) encontró que el gobierno federal ha ido
reduciendo la generación de energía a través de la paraestatal Comisión Federal de Electricidad,
incrementando la ociosidad de las plantas instaladas en el país en 6.9% al mismo tiempo que los
productores privados fueron aumentado su participación en el mercado. Además, 87.5% de la
capacidad instalada (es decir, las presas construidas y en operación) estuvo disponible, pero sólo
operó al 45.4%, lo que refleja que 42.1% no se utilizó (García, 2010: 16).
El impulso de estos megaproyectos se da en el marco de los distintos acuerdos
comerciales firmados por México, como el Tratado de Libre Comercio ( TLC) y el Proyecto
Mesoamérica. Éstos incluyen un apartado de producción y comercialización de energía, por el
cual nuestro país está comprometido a producir energía para la exportación (García, 2010: 18).
En este mismo sentido, a nivel Latinoamérica encontramos la Iniciativa para la Integración de la
Infraestructura Regional para Suramérica - IIRSA-, el Plan Colombia, el Tratado de Libre

45
De aquí que, en los últimos años, en algunas regiones del país se haya desarrollado un enorme proceso de
resistencias de cientos de comunidades contra las altas tarifas de las luz eléctrica, como es el caso del Consejo
Autónomo de la Zona Costa de Chiapas.

92
Comercio de Centroamérica y República Dominicana (CAFTA-RD) y otros acuerdos
multilaterales.
Para la región mesoamericana, el relanzamiento del Plan Puebla Panamá (PPP) -hoy
Proyecto Mesoamérica-, implica el impulso de un sistema eléctrico en todos los países de
Centroamérica, cuyo objetivo es mejorar sustantivamente la seguridad energética, los costos de
oferta de electricidad y fortalecer el sector eléctrico con el fin de aumentar su competitividad,
además de potenciar la producción de energía con fuentes renovables y la consolidación de un
Mercado Eléctrico Regional (MER). A partir del Plan Puebla Panamá se promueven iniciativas de
integración energética desde Panamá hacia Estados Unidos, a fin de satisfacer el aumento
constante del consumo energético de este último (Ceceña, 2007: 13).
En este contexto, se están impulsando una serie de megaproyectos turísticos o corredores
multimodales e industriales para las maquiladoras, las cuales también requieren de la apropiación
y de la garantía de agua y energía a bajo costo. La infraestructura carretera, aérea, portuaria y
ferrocarrilera para implementar el “libre comercio” necesita mucha energía. Como comenta
Castro, “sin energía no hay tratados de ´libre comercio’” (Castro, 2007).
Si bien, la construcción de hidroeléctricas se ha planteado como una alternativa limpia y
eficiente para la generación de electricidad, la Comisión Mundial de Represas ha documentado
que 20% de las represas hidroeléctricas logra menos de 75% de los objetivos planeados de
producción de energía eléctrica y más de 50% no llega a cumplir sus objetivos iniciales, además
de que, con el paso del tiempo, van quedando inservibles (García, 2010: 15).
Ahora bien, ante este panorama existen miles de resistencias locales contra la
construcción de represas en sus comunidades. A nivel internacional, desde la década de los
noventa se ha venido conformando un movimiento antipresas, en el que confluye el Movimiento
Internacional contra las Represas Destructivas y la Red Latinoamericana en Contra de las
Represas (REDLAR). El ascenso de estos movimientos se relaciona con el hecho de que muchas
de las comunidades se encuentran enfrentando el final de la vida útil de grandes embalses
construidos hace 50 años (Castro: 2007).
Dentro de los esfuerzos por evidenciar los efectos destructivos de las presas se encuentra el
Informe elaborado por la Comisión Mundial de Represas (WCD), en el que se emitieron una serie
de recomendaciones como:
“Ninguna represa debe construirse sin la ‘aceptación demostrada’ de las ‘personas afectadas’,
y sin el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas y tribales
afectados. Además deben desarrollarse diagnósticos completos y participativos de las
necesidades hídricas y energéticas de las personas, así como de diferentes opciones para

93
satisfacer dichas necesidades, antes de proceder con cualquier proyecto. Deben priorizarse los
esfuerzos por maximizar la eficiencia de los sistemas hídricos y energéticos existentes antes
de construir proyectos nuevos. Deben realizarse revisiones participativas periódicas de los
embalses existentes para evaluar elementos como su seguridad, y la posibilidad de retirarlos
de funcionamiento y regresar, en lo posible, a la situación vigente antes de su construcción.
Deben desarrollarse mecanismos para indemnizar, o compensar retroactivamente, a quienes
hayan sido perjudicados por las represas existentes, y para restaurar los ecosistemas dañados”
(IRN, 2002:3).

A pesar de que debido a la presión provocada por la publicación del Informe, el Banco
Mundial ha reculado en la enérgica promoción de estos megaproyectos, el Estado mexicano y los
grupos empresariales siguen la embestida. Como ya se mencionó, se trata de compensar la
política de desmantelamiento de presas en Estados Unidos con la instalación de presas en México
y Centroamérica (Estrada, 2010: 74).
Esta situación está lejos de orientar la producción de energía hacia un consumo interno
basado en tecnologías que no impliquen el desplazamiento forzado de miles de personas, la
pérdida de tierras fértiles, la elevación de CO2 y la pérdida de biodiversidad (Palma/ Morales,
2010: 23).
El desgarramiento de los territorios y las múltiples estrategias de privatización y despojo
del agua, encarnan una verdadera guerra contra la propiedad común de este bien. Pese a ello,
conforme crece la compleja crisis del agua, subsisten y se recrean diversas iniciativas
autogestivas para la captura del líquido, la retención de reservas en los acuíferos, el diseño de
otras formas de urbanización, la implementación de técnicas alternativas para su uso doméstico y
comunitario, el empleo de letrinas secas o la creación de formas alternas de filtrar y recuperar el
agua de los ríos (Barreda/ Ortiz, 2007:18).
La economía globalizada está cambiando la definición del agua: de ser un bien comunal se
ha vuelto un bien económico y privado, que puede extraerse y comerciarse libremente para
beneficio de unos pocos. Los defensores del libre comercio de agua consideran los derechos de
propiedad privada como la única alternativa para la tenencia estatal y, los mercados libres, como
los únicos sustitutos de la reglamentación burocrática de los recursos hídricos (Shiva, 2007: 32).
Bajo esta lógica, la gestión del agua tiene el imperativo de cubrir los requerimientos del capital, y
no los de la satisfacción de las necesidades básicas y de sustento para la reproducción de la vida.

94
2. La industria extractiva: el ultraje de los pueblos y de la naturaleza geológica

México ha sido un país con una marcada tradición de sobrexplotación de los recursos minerales,
incluido el petróleo. La industria extractiva de minerales metalíferos y de petróleo ha sido clave
en el desarrollo del Estado nación; de hecho, hasta nuestros días lo sigue siendo, a pesar de la
larga y sostenida historia de explotación. Sin embargo, no podemos hablar más de la abundancia
de tales recursos, como anteriormente se hacía. Hoy contamos con yacimientos de baja ley; para
hacerlos rentables, se hace uso de nuevas tecnologías a gran escala, caracterizadas por la
voracidad y agresividad de sus métodos.
Ante la “escasez” de los recursos, como lo muestra el inminente descenso de la curva de
producción del petróleo y la insaciable necesidad de extraer los recursos no renovables para
sostener el consumo de los sectores más pudientes a nivel global, se están “sacrificando”
comunidades y ecosistemas enteros a fin de hacer posible el proceso de valorización del valor.
El papel de los gobiernos es fundamental para el favorecimiento de los procesos de
acumulación en manos del capital privado, a través de la modificación de marcos regulatorios que
permitan atraer las inversiones y garantizarles plena seguridad jurídica, otorgamiento de
beneficios fiscales y comerciales, establecimiento de sistemas laxos de control y regulación
ambiental, además de la disposición de estrategias de dominación para desactivar la resistencia e
insubordinación de las comunidades.
De tal suerte, hoy asistimos a una clara reconfiguración de las disposiciones para moldear
los territorios en beneficio de las necesidades del capital, acompañada de la privatización de los
esquemas estatales de gestión de los recursos naturales, de la trasnacionalización del sector
primario y de la consustancial institucionalización de los derechos de las grandes corporaciones
(Svampa, Antonelli, 2009: 16).
En este caso, el capital extranjero es protagonizado por poderosas corporaciones globales
instaladas en diversas partes del mundo, que explotan petróleo, carbón, gas natural, tierras raras y
minerales. Son organizaciones que juegan sus alternativas de inversión a nivel global; que
aprovechan las facilidades que ofrecen los regímenes políticos del país anfitrión; que exigen
garantías de seguridad y rentabilidad en sus inversiones por sobre cualquier regulación que las
limite (Garibay, 2010: 147).
Sin importar el signo político de los gobiernos, la renovación de las políticas extractivistas
está posicionando a América Latina como proveedor de materias primas o commodities y de

95
fuerza de trabajo baratas para exportar a otras latitudes; ello, de la mano del creciente desarrollo
de proyectos de infraestructura de transporte y energía para la conexión con otras zonas del país y
con los puertos de exportación, que garanticen la circulación de las mercancías (Gudynas, 2009:
188, 190, 200-201).
La reprimarización de las economías latinoamericanas es una tendencia que avanza a
pasos agigantados. Casi la mitad de sus ingresos corresponde a la extracción de recursos naturales
y, en específico, al enorme peso de las actividades extractivas o primario-exportadoras.
“De las 500 mayores empresas de AL según América Economía (2010), el 25% de sus
ventas en 2009 correspondieron al sector del petróleo y gas, el 7% a la generación de
electricidad, el 5% a la minería, el 4% a la agroindustria, el 2% al cemento y al papel”
(Delgado, 2011b: 5).

A continuación, desarrollamos algunos de los elementos sustanciales de la industria


extractiva de minerales metalíferos y de petróleo, profundizando en los procesos que la
instituyeron como pilar de la economía nacional; en las estrategias de privatización,
reorientación de la gestión estatal y del esquema productivo; y en la trasnacionalización de la
economía en manos de un poderoso control corporativo. Todo esto, además, entrecruzado con la
situación de escasez real de los recursos y con la introducción de agresivas tecnologías –minería a
cielo abierto, los pozos multilaterales y el fracturamiento para la extracción del petróleo-, como
parte de los dispositivos para gestionar la actual crisis energética.

Megaminería metalífera a cielo abierto

La megaminería trasnacional (Antonelli, 2009: 52), es un nuevo tipo de minería que, a través de
dispositivos satelitales, detecta aquellos sitios o yacimientos donde existe mayor concentración
relativa de minerales. Este nuevo método –absolutamente más depredador y contaminante que los
anteriores-, utiliza tecnología de punta, permite demoler cerros enteros con explosivos
rápidamente y a bajo costo, y así extraer de sus entrañas la roca triturada que después es lixiviada
con cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otros compuestos tóxicos, a fin de lograr la separación
de los metales del resto de la materia (Ortiz, 2009: 52/ Rodríguez Pardo, 2009:8).
Una minería de baja ley que para ser posible lo requiere todo: extensas superficies para
acceder al yacimiento, desplazamientos de poblaciones enteras, destrucción de ecosistemas,
producción de miles de toneladas de escombros y desechos contaminados, demanda de inmensos

96
volúmenes de agua y grandes cantidades de energía, por encima de los valores de uso y las
necesidades humanas, animales y agrícolas de las localidades invadidas.
Los tiempos tan acelerados del proceso de extracción y la voracidad sobre los territorios,
sin importar los costos sociales o ambientales que se puedan provocar, corresponden a una lógica
interesada en producir plus valor y ganancias. Este patrón de consumo y de producción de los
minerales de los países ricos se fue configurando desde la Segunda Guerra Mundial (Delgado,
2011a: 17) hasta llegar a un consumo anual de 19 toneladas de minerales por cada uno de los
habitantes estadounidenses. En el resto de los países consumistas del Norte el derroche es igual y
se expresa en volúmenes de uso energético e hídrico.
Una pequeña parte del mundo dominante concentra 80% de la energía del planeta,
mientras que los llamados pueblos del Sur, que representan 80% de la población mundial, apenas
consumen 20% de la energía utilizada en el mundo (Rodríguez Pardo, 2009: 7). La existencia de
este esquema neocolonial de extracción y de transferencia de minerales, así como su constante
renovación, implica que los países primario-exportadores internalicen los costos sociales-
ambientales asociados.
Pese a la evidencia de los daños producidos con la operación de las minas, difícilmente se
puede lograr que las empresas interrumpan sus actividades; incluso sucede que, cuando los
yacimientos se han agotado, las empresas simplemente se marchan, dejando los territorios
devastados y la imposibilidad de hacer un trabajo de remediación de dichos daños -la mayoría de
ellos irreversible. La neutralización de la toxicidad del material residual es una labor que puede
tomar de cinco a cien años (Estrada, 2001: 13).
Así, todas las etapas o fases comprendidas en el proceso de extracción (Auditoría Superior
de la Federación, 2008: 21) están signadas por la contaminación y la desestructuración de los
territorios. Se inicia con la prospección y exploración de yacimientos a través de dispositivos
satelitales que permiten conocer las características especiales de los tipos de yacimientos.
Posteriormente, durante la exploración y preparación de la mina, se refutan o afirman las
hipótesis planteadas en la etapa de prospección y se busca determinar la existencia de mineral en
las rocas y la factibilidad de extraerlo con ganancia. Si los estudios de factibilidad son positivos,
comienzan una serie de actividades relacionadas con la preparación de los caminos de acceso,
mapeos topográficos y geológicos, montaje de campamentos e instalaciones auxiliares, trabajos
geofísicos, investigaciones hidrogeológicas, tomas de muestras, aperturas de zanjas y pozos de
reconocimiento.
Así, se llega a la fase más devastadora, la de la explotación y operación de la mina, a
partir de la detonación de las rocas con el uso de cientos de toneladas de explosivos al día, la

97
extracción del mineral por medios mecánicos, la separación de las rocas consideradas mineral de
los desechos no mineralizados, la trituración del mineral, la clasificación por tamaños del mineral
mediante rejillas, la retrituración del mineral en caso de que el tamaño no sea el adecuado para
las tareas de tratamiento, la extracción y el transporte hacia el lugar de acopio, además del
transporte hacia la planta de tratamiento.
Los principales impactos ambientales en la fase de explotación, afectan la superficie con
los cientos de toneladas de dinamita utilizados al día, los cuales producen, a su vez, grandes
cantidades de escombro que se apilan y se dejan al descubierto; se inhabilitan o destruyen áreas
de cultivo y otros patrimonios superficiales; se alteran cursos de agua y se forman grandes
lagunas para el material descartado. Las detonaciones producen daños en construcciones cercanas
y el ruido genera contaminación sonora en las poblaciones aledañas. El aire se contamina con
impurezas sólidas provenientes de diversas fases del proceso, como polvo y combustibles tóxicos
o inertes capaces de penetrar hasta los pulmones. También se da la presencia de vapores de
cianuro, mercurio, dióxido de azufre contenidos en gases residuales, producidos por procesos de
combustión incompleta o por emanaciones de charcos o lagunas de aguas no circulantes con
materia orgánica en descomposición. Además de la sobrexplotación de pozos y cuerpos de agua,
debido a la alta demanda que exige esta industria se afectan aguas subterráneas o freáticas por las
pilas o botaderos de productos sólidos residuales o por los diques de colas. Todo esto, termina
por eliminar la flora y la fauna en el área circunvecina.
Por último, la etapa de beneficio o tratamiento de los minerales obtenidos. Para la
extracción del oro se lixivia con cianuro, lo que implica moler la roca que contiene el mineral
utilizando grandes molinos de rotación o piletas. El material resultante es acumulado para ser
rociado con una solución cianurada. Posteriormente, se agrega polvo de zinc para precipitar el
oro que se encuentra disuelto en la solución. Luego, se le trata con ácido sulfúrico a fin de
remover el zinc y cobre residuales (Estrada, 2001: 13).
El cianuro es una de las sustancias susceptibles al agua más tóxicas y corrosivas que
existen. Al tener contacto con el agua se convierte en un material altamente peligroso para la vida
de cualquier ser, produciendo gases tóxicos, corrosivos e inflamables (Estrada, 2001: 13).
Derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades
reproductivas de las plantas. En el caso de los animales, el cianuro puede ser absorbido a través
de la piel, ingerido o aspirado. Los trabajadores mineros suelen tener contacto con el cianuro,
sobre todo, durante la preparación de la solución y la recuperación del oro. “Para producir un
anillo de oro de 10 gramos se utiliza 1 kilo de cianuro, cantidad suficiente para matar a 30, 000
personas” (OCMAL, 2010).

98
Los ciclos de lixiviación duran desde unos cuantos días a unos cuantos meses,
dependiendo del tamaño del cúmulo y de la calidad del mineral. La solución de cianuro que
contiene el oro --llamada “solución encinta"- fluye por gravedad a un embalse de
almacenamiento, desde el cual se usan bombas o zanjas con forros para llevarla hacia la planta de
recuperación de metales (AECO-AT, 2007).
Los residuos de la explotación que no pueden aprovecharse, son almacenados en enormes
depósitos llamados “presas de jales”. El diseño y construcción de las presas de jales, resultan
fundamentales para la seguridad de la mina y de ello dependen los peores riesgos de
contaminación.
Ante los distintos desastres provocados por la minería a cielo abierto en el mundo,
particularmente por el uso de cianuro, se ha logrado que en algunos países esté estrictamente
prohibida su utilización, como es el caso de Turquía, algunos estados de Argentina, Estados
Unidos, República Checa o Alemania (OCMAL, 2010: 40-41). En México, se organiza la
“Campaña Internacional contra el uso del cianuro en América Latina”, buscando incidir en la
elaboración de proyectos de ley que prohíban el uso del cianuro, documentar accidentes y eventos
de contaminación, así como denunciar situaciones de riesgo generadas por el uso de este químico.

Minería en México

La tradición minera en México se remonta a la época prehispánica, a partir de la producción de


joyas, objetos artísticos, herramientas para la subsistencia cotidiana como la agricultura, la pesca
y la caza (Estrada, 2003: 4). Aunque la gran relevancia económica y social de esta actividad, se
da a raíz de la Conquista y durante la Colonia, con la explotación intensiva de los yacimientos
descubiertos.
La explotación de los yacimientos de minerales encontrados muy pronto se convertiría en
la base de la economía del virreinato de la Nueva España, determinando un nuevo
reordenamiento territorial y un modo de producción, con el desarrollo de asentamientos, la
creación de infraestructura y vías de comunicación para el transporte y la distribución de los
minerales extraídos, y con la especialización de la fuerza de trabajo. Podríamos decir que, el
control de los recursos minerales fue determinante en la delimitación de territorios, en el
desarrollo de centros urbanos y de fronteras de dominio prehispánico, así como en el trazado de
rutas de conquista y de colonización europea (Estrada, 2003:4).
Con base en los datos de los Archivos de las Indias, se calcula que, entre 1503 y 1660, en
América Latina el saqueo implicó, tan sólo en metales preciosos, la cantidad de 185 mil kilos de

99
oro y unos 16 millones de kilos de plata aproximadamente. Para el caso puntual de México, la
extracción de plata entre 1521 y 1921, representó cerca de dos terceras partes del total de la
producción mundial de ese metal o más de 155,000 toneladas (Delgado, 2011b: 10-11).
Una nueva lógica capitalista-colonial se impuso con el reordenamiento del territorio y su
conexión con otras latitudes a partir del saqueo, con la extracción de recursos y su transferencia y
a través de la dominación de la fuerza de trabajo. Sin lugar a dudas, la violencia, la explotación y
la dominación han marcado la historia de la minería en nuestro país, la cual también ha estado
atravesada por la sublevación e insubordinación de los propios trabajadores sometidos a
deplorables condiciones de explotación.
Un caso emblemático lo constituyen las protestas en demanda de mejores condiciones
laborales y de aumento salarial que culminaron con las huelgas de Cananea y Río Blanco. La
represión contra estos enormes movimientos fue brutal; no obstante, este proceso de resistencia
influyó en el estallido de la Revolución Mexicana.
Como parte de la lucha revolucionaria gestada en los albores del siglo pasado, en la
Constitución de 1917 se plasmó una parte de los ideales de los movimientos de insubordinación y
sus demandas de soberanía sobre los recursos minerales, quedando asentadas en el artículo 27:
“La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio
nacional, corresponde originariamente a la Nación” así como “los minerales o substancias
que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea
distinta de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de los que se extraigan
metales y metaloides utilizados en la industria; los yacimientos de las piedras preciosas, de
sal de gema y las salinas formadas directamente por las aguas marinas; los productos
derivados de la descomposición de las rocas.”

A partir de esta disposición, se afirma que, antes que cualquier interés privado o
propietario, está la propiedad colectiva y la Nación, entendida como el ente abstracto que
garantiza el uso, goce y disfrute de todos los connacionales (López Bárcenas, 2011:9). El Estado
mexicano quedó facultado para regular y gestionar los bienes naturales, bajo la continuidad de un
modelo extractivista como clave del desarrollo nacional. De hecho, los mejores momentos de
crecimiento económico se basaron en la extracción intensiva de recursos naturales, siendo el
petróleo una de las industrias de mayor florecimiento.
La soberanía y control del Estado sobre la gestión de los bienes públicos comenzó a
erosionarse a partir de la década de los ochenta, con una serie de medidas y reformas que fueron
abriéndose paulatinamente a particulares y, en específico, a la inversión extranjera. La industria

100
extractiva fue enfrentando la intervención de flujos de capital extranjero, así como la
flexibilización y la reducción de las regulaciones laborales, ambientales y territoriales.
Esta tendencia desembocó en una fuerte trasnacionalización de los sectores extractivos y en
un decrecimiento de la participación de las empresas estatales (Gudynas, 2009: 194-195, 203).
Para Svampa y Antonelli, a partir de este momento, estaba en marcha la reprimarización de la
economía basada en la explotación de recursos naturales no renovables por parte de actores
trasnacionales, como componente del neoextractivismo (2009: 16).
Concretamente, la reforma al artículo 27 constitucional y a la Ley Minera el 26 de junio de
46
1992 (ley reglamentaria de este mismo artículo) impulsada por Carlos Salinas de Gortari, fue el
parte aguas legal para el viraje de la actividad económica primaria, abriéndola al capital
extranjero en áreas antes reservadas al capital nacional. De modo tal que se eliminó la disposición
en torno a la controlada participación del capital extranjero dentro de 49% de acciones, en
asociación con 51% de capital nacional. Las corporaciones mineras globales instaladas en
diversas partes del mundo resultaron ser las más beneficiadas por esta resolución. Karr McCurdy,
presidente de la firma Behre Dolbear Group Inc., con más de 100 años en la consultoría de minas
en aspectos financieros y técnicos, señaló que las modificaciones a las leyes mineras en 1992,
colocaron a México a la vanguardia de la legislación en América Latina (Suárez, 2012).
Siguiendo esta reforma, se generaron tres modificaciones adicionales que profundizaron la
trasnacionalización de la minería: la primera, del 24 de diciembre de 1996, dio certeza jurídica a
los concesionarios y simplificó el otorgamiento de las concesiones mineras; la segunda, por
medio de un decreto del 28 de abril de 2005, permitió expedir en un solo título de concesión
minera la exploración y la explotación; con la tercera, del 26 de junio de 2006, se agregaron
reglas para incentivar la inversión extranjera (Auditoría Superior de la Federación, 2008: 22).
Con estas nuevas legislaciones se cambió la duración de las concesiones; seis años para las
de exploración sin prórroga establecida y 50 años para las de explotación con derecho a prórroga.
Resulta relevante, la declaración de utilidad pública asignada a la actividad minera en estas
reformas, que implica que tenga preferencia por encima de otros usos de suelo.
La instancia del gobierno federal encargada de autorizar las concesiones y verificar que los
concesionarios mineros cumplan los deberes y obligaciones que impone la Ley Minera es la
46
Además de la propia Ley, hay otras normativas que regulan la actividad minera: la Ley General de Bienes
Nacionales, La Ley Agraria, La Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, La Ley General para
la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, La Ley de Aguas Nacionales, La Ley Federal de Derechos, la Ley
de Inversión Extranjera y Código Civil (López Bárcenas, 2011:7). Por otro lado, entre las regulaciones de la propia
Ley Minera está su Reglamento, el Manual de Organización de la Dirección General de Promoción Minera emitido
en octubre de 2005; y el Manual de Procedimientos de la Dirección General de Minas aprobado en octubre de 2004
(Auditoría Superior de la Federación, 2008: 23).

101
Secretaría de Economía, a través de la Dirección General de Minas. En el gobierno federal, esta
dirección concentra y centraliza el otorgamiento de concesiones, dejando a los gobiernos estatales
y municipales sin posibilidad de incidir en ello (Estrada, 2003: 15). Dentro de sus facultades, el
gobierno municipal únicamente tiene la autorización para realizar el cambio de uso de suelo.
Las reformas a esta ley se impulsaron como parte de los programas de ajuste económico
promovidos por el Banco Mundial, otorgando préstamos bajo la condición de restructurar las
áreas estratégicas del país, entre las cuales destaca el sector minero (Estrada, 2001:3, 16). A esto
se suma, en 1994, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para la
apertura de este sector, con la eliminación de los aranceles aduaneros y el otorgamiento de
grandes facilidades y estímulos fiscales que promuevan la atracción de inversiones al país.
La reforma de la Ley Agraria, como otra de las modificaciones del artículo 27
constitucional, fue central para trastocar la situación de la propiedad de la tierra, dándole a los
ejidatarios la posibilidad de enajenar su tierra y cancelar el reparto agrario iniciado en el periodo
posrevolucionario. Los ejidatarios ya no sólo podían desincorporar su tierra y venderla, sino
también, ‘asociarse entre sí’, con el Estado y con terceros, otorgándoles el uso de sus tierras. Para
los inversionistas privados esto abrió una oportunidad sin precedentes, pues ahora podían buscar
la asociación con los ejidatarios para arrendar sus tierras y explotar sus recursos sin tener que
comprárselas. O bien, podían comprárselas siempre y cuando los ejidatarios lo consintieran con
100% de los votos en una primera Asamblea Ejidal o con 51% diez días más tarde (Estrada,
2001: 2-3).
Es de resaltar que, antes de esta reforma la organización ejidal comprendía 52% del
territorio nacional: actualmente, 40% del mismo ha pasado a ser propiedad privada (Gómez
Mena, 2011).
Estas modificaciones enriquecieron el repertorio de opciones y estrategias con que
contaban las empresas para el uso de las tierras: la compra-venta, el contrato de ocupación, la
asociación corporación-comunidad y, en caso de que ninguna de las anteriores funcionara, se
presentaba la expulsión violenta de los propietarios.
A las enormes facilidades generadas para propiciar la inversión extranjera en este sector, se
suma el hecho de que México es uno de los territorios del continente con mayores recursos
minerales y, aún cuando han sido explotados intensivamente, se estima que cuentan con
aproximadamente 85% de sus reservas sin explotar (Delgado, 2011b: 17). A nivel mundial, es un
importante productor de plata, celestita, sulfato de sodio, bismuto, cadmio, mercurio, barita,
grafito, antimonio, arsénico, fluorita, plomo, zinc, molibdeno, feldespato, azufre, manganeso, sal,
yeso y cobre (Auditoría Superior de la Federación, 2008: 21).

102
Los principales minerales que se extraen a nivel mundial son:
LUGAR PRODUCTO
Segundo Plata
Fluorita
Bismuto
Tercero Celestita 3/
Cuarto Diatomita
Wollastonita
Quinto Plomo
Sexto Cadmio
Molibdeno
Séptimo Zinc
Grafito
Sal
Octavo Barita
Manganeso
Décimo Feldespato
Doceavo Oro
Cobre
Fuente: Dirección de Control Documental, Informática y Estadística,
Secretaría de Economía.

Las entidades que concentran la producción minera de todo el país son:


ESTADO VALOR DE LA
PRODUCCIÓN
Sonora 26.5 %
Zacatecas 15.6%
Coahuila 12.7%
San Luis Potosí 6.6%
Durango 5.8%
Fuente: Auditoría Superior de la Federación (2008: 21).

En los últimos diez años, con la megaminería a cielo abierto, la extracción de recursos
minerales ha crecido exponencialmente. De 2003 a 2008, la extracción de oro aumentó150%,
pasando de 20 a 50 toneladas de producción anual; la de plata se incrementó 6%, de 2,516 a
2,668 toneladas; la de cobre ha descendido entre 2005 y 2008, decayendo de 373 millones a 268

103
millones de toneladas. Por su parte, los minerales no metálicos registran tendencias crecientes de
producción, destacando la fosforita, la diatomita, el azufre o la fluorita y el sulfato de manganeso
(Delgado, 2011b: 18).
Debido a la crisis económica de fines de la primera década del siglo XXI, en los últimos
años la inversión se ha focalizado en los minerales metálicos (oro, platino, hierro, níquel, cobre,
aluminio, cromo, selenio, vanadio, plomo, uranio), lo que no significa que no se exploten con
tendencia creciente los minerales no metálicos (sales, sulfuros, magnesita, yeso, talco, fluorita,
asbestos, gravas y arenas) (Delgado, 2011b: 17).
En el sector minero, tales ritmos extractivos se han reflejado en la captación 3,656
millones de dólares de inversión extranjera directa en 2008, cifra 70% superior a la de 2007
(2,156 mdd) y cuatro veces mayor a la captada en 2000 (897 mdd) (Delgado, 2011b: 18). Según
las cifras del Banco de México, los ingresos de la producción minera pasaron del quinto al tercer
lugar como generadores de divisas, sólo superados por los ingresos petroleros y los de la industria
automotriz (López Bárcenas, 2011). Otro dato es que, en los últimos diez años, las empresas
mineras, principalmente canadienses, han extraído del subsuelo mexicano 353.8 toneladas de oro,
el triple de las compradas por el Banco de México para incrementar las reservas internacionales
del país (González, 2011).
En la pasada administración de Vicente Fox y durante los dos primeros años de la de
Felipe Calderón, es decir, entre 2000 y 2008, se otorgaron 24,713 concesiones a 231 empresas
extranjeras, aumentando exponencialmente la extracción de recursos minerales (Ramírez, 2010)
y, consecuentemente, la conflictividad social por el despojo de tierras, la contaminación de los
ecosistemas y la expulsión de comunidades enteras de sus territorios.
CONCESIONES VIGENTES HASTA 2008
ESTADO CONCESIONES
OTORGADAS
Aguascalientes 153
Baja California 538
Baja California Sur 135
Campeche 10
Chihuahua 3,328
Chiapas 50
Coahuila 1,984
Colima 159
Durango 3,581

104
Guerrero 511
Guanajuato 543
Hidalgo 431
Jalisco 1,275
México 271
Michoacán 669
Morelos 54
Nuevo León 623
Nayarit 376
Oaxaca 337
Puebla 279
Quintana Roo 1
Querétaro 321
San Luis Potosí 795
Sinaloa 1,313
Sonora 4,253
Tabasco 3
Tamaulipas 161
Tlaxcala 4
Veracruz 88
Yucatán 24
Zacatecas 2,443
Total 24,713
Fuente: Auditoría Superior de la Federación, “Evaluación de las Concesiones Mineras”.

La proactividad del gobierno en este sector ha permitido que, en los últimos tiempos,
México se posicione como uno de los destinos con mayor número de desarrollos mineros de
América Latina y que, a nivel mundial, haya subido del octavo al cuarto lugar en el índice de
crecimiento de inversión minera. En un reporte de Metals Economic Group, empresa dedicada al
monitoreo de la actividad metalúrgica global, se aseguró que el gasto de exploración en México
es, en la actualidad, el más alto de Latinoamérica, alcanzando en 2011 una cifra récord de
alrededor de mil millones de dólares (Notimex, 2012).
Confirmando lo anterior, México sale bastante bien posicionado a partir de las
calificaciones obtenidas una encuesta realizada por The Fraser Instituto para establecer los
niveles de interés y percepción de los inversionistas. En este sentido, se lo posiciona

105
positivamente en los rubros relacionados al régimen fiscal y a la infraestructura - que abarca
disponibilidad de energía y carreteras de acceso-, medianamente en los relativos a estabilidad
política y leyes laborales, presentando un evidente rezago en un único renglón, el de la
inseguridad (Suárez, 2012).
El rubro de los beneficios fiscales y comerciales es el más reconocido por las empresas:
entre 2005 y 2010, se lograron enormes ganancias que ascienden a 552 millones de pesos, de los
cuales 1.18% se quedó en el país como pago de impuestos (Radioinformaremos, 2012). Aunado a
esto, las empresas reciben cuantiosos subsidios estatales en los pagos del consumo de agua y
energía, evadiendo de este modo su costo real. Indudablemente, las ganancias de las empresas se
dan a costa de esquemas asimétricos de derechos, los cuales siguiendo a Rodríguez Pardo,
constituyen la clave del enriquecimiento, “puesto que si las empresas pagaran por todos los
factores de producción realmente empleados, costaría más la extracción de los minerales que su
valor en el mercado” (Rodríguez Pardo, 2009: 8,9).
Ahora, pasemos a otra de las actividades más importantes de la industria extractiva, la del
petróleo.

La industria petrolera

El desarrollo de la civilización moderna a partir de la Revolución Industrial se ha basado en una


matriz energética de consumo intensivo y casi exclusivo de combustibles fósiles, primero del
carbón y después del petróleo. Esto potenció las fuerzas productivas de desarrollo del capitalismo
en niveles nunca antes alcanzados. Siguiendo a Barreda, el petróleo se convirtió en el principal
eje de expansión del mercado mundial y marcó la historia del siglo XX, tanto por su presencia
dominante y asociada a un consumo masivo, como por la singular capacidad de producción de
plus valor (Barreda, 2011).
Sin embargo, a fines de los años noventa del siglo pasado, se intensificaron el debate y las
evidencias de la inminente llegada al pico del petróleo (peack oil), situación a la que se han ido
sumando una larga lista de países, incluido México. Así, asistimos a una nueva época en la que el
petróleo barato se está agotando y en la que se enfrenta una profunda crisis en la matriz
energética y en la civilización petrolera, evidente no sólo por el progresivo agotamiento de los
combustibles fósiles, sino además, por las graves consecuencias ambientales producidas por esta
sociedad de consumo, directamente expresadas en el calentamiento global y el cambio

106
climático.47 “El patrón técnico petrolero acelera la decadente transfiguración del capital, de
fuerza productora de la historia, en fuerza destructora de la civilización” (Barreda, 2011).
El consumo de combustibles fósiles representó un pilar fundamental para la constitución
del régimen de acumulación fordista y del modo de regulación social bajo la forma del Estado de
Bienestar. Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta la década de los setenta, se vivieron
tiempos de enorme bonanza económica que, en el caso de México, estuvieron signados por las
abundantes ganancias que la industria extractiva y el oro negro produjeron para el desarrollo
nacional y por la invisibilización de los costos sociales y ambientales de su producción. Se
inauguró la creación de un nuevo mundo hecho a imagen y semejanza del capital petrolizado, en
el que numerosas poblaciones y diversas regiones del sur y del norte del planeta pasaron a ser
sacrificadas de las más variadas e insospechadas formas en el altar del petróleo (Barreda, 2011).48
Lo anterior se relaciona con el hecho de que el petróleo tiene múltiples cualidades, debido
a que está constituido por estructuras químicas, sumamente sencillas, a partir de las cuales
pueden sintetizarse moléculas progresivamente complejas, que hacen posible la síntesis química
de millones de subproductos que van desde el hule (o caucho sintético), hasta alimentos (grasas
sintéticas y azúcar artificial), pasando por el diseño de fibras sintéticas, pinturas, barnices, ceras,
empaques, medicinas, jabones, cosméticos, perfumes, anticongelantes, glicerinas, explosivos,
TNT, napalm, o los insecticidas, herbicidas, fungicidas y fertilizantes de la revolución verde
(Barreda, 2011).
Así, a nivel global, los combustibles fósiles se volvieron un componente primordial para
configurar una sociedad de consumo con un estilo de vida marcado por el desarrollo de
satisfactores ligados a una mejor calidad de vida y a la acumulación de una riqueza material,
aunadas a la imperante necesidad de producir una riqueza abstracta (Barreda, 2011).
Dentro de la lógica abstracta que orienta la voracidad de la industria petrolera, podemos
ubicar la utilidad que ha tenido para fines militares y bélicos, no sólo para el desarrollo de

47
En 2003, las movilizaciones conjuntas y simultáneas de decenas de millones de personas en todo el planeta que se
oponían a la guerra contra Irak, sumándose todas al grito de NOT BLOOD FOR OIL en Nueva York, San Francisco,
Sydney, Tokio, Londres, Roma, Barcelona, Quito, Berlín, La Paz, Ciudad de México, París, Damasco, El Cairo, etc.,
representan el reclamo unánime que expresa el temor a una nueva guerra mundial y al caos general, y que marca
también, el fin de una era geopolítica centrada en el petróleo, así como el inicio de otra nueva era de lucha y de
construcción de alternativas no sólo sociales, sino necesariamente económicas, políticas, energéticas, materiales,
técnicas y ambientales (Barreda, 2011).
48
De ahí la sistemática destrucción y/o expropiación de tierras a las comunidades indígenas ancestrales, campesinas
o de pescadores, que tienen la desgracia de haberse asentado en las selvas, las montañas, los llanos, los desiertos, las
costas o las tundras donde subyacen las profundas cuencas petrolíferas. Comunidades que, después de un periodo
inicial de resistencia contra las expropiaciones y las destrucciones ambiental y de la salud de los habitantes, en la
mayoría de los casos, terminan siendo expulsadas y, si les va bien, proletarizadas. Pero, si les va mal, son
exterminadas por militares o paramilitares al servicio de esta violenta industria (Barreda, 2011).

107
armamento y complejos militares industriales, sino como botín estratégico, con capacidad para
detonar las principales guerras mundiales y regionales de los siglos XX y XXI, en busca de
hegemonía (Barreda, 2011).
Sin embargo, aunque a nivel planetario las sociedades actuales vienen dependiendo cada
vez más de los combustibles fósiles, existen enormes disparidades en los niveles de consumo.
Diez de los países más ricos, demandan cerca de 80% de la energía producida en el mundo
(Mendonça, 2007). Ello significa que, el estándar de vida basado en el alto consumo de energía,
está garantizado para los sectores privilegiados, en tanto la mayoría de la población no tiene
siquiera acceso a servicios básicos. Según el Instituto World Energy Staistics, en Estados Unidos
el consumo per cápita de energía es de 13.066 kwh, mientras que la media mundial es de
2.429kwh (Mendonça, 2007).
Actualmente, para sostener tales patrones de consumo en el mundo se requiere energía
equivalente a 210 millones de barriles de petróleo al día. Específicamente, de la energía mundial
necesaria, 38% proviene del petróleo, para lo cual se requieren 75 millones de barriles de crudo;
22% del gas natural, equivalente a 46 millones de barriles; 26% del carbón; 7% de la energía
nuclear; el restante 7% proviene de las energías hidráulica, solar o eólica.
La quinta parte de los recursos energéticos extraídos -20%- se destina al transporte; más
de 30% a la iluminación, refrigeración, calefacción, transmisión y recepción de información, uso
doméstico, comercios y edificios públicos. El resto se asigna a la industria, especialmente de
acero, cemento, vidrio, vidrio, química, aluminio, celulosa y papel (Castro, 2001). Si esta
tendencia sigue al alza, se estima que dentro de 25 años la demanda de petróleo, gas natural y
carbón habrá aumentado 80% (Mendonça, 2007), cifra que será imposible cubrir con los recursos
energéticos existentes en todo el planeta.
Como hemos señalado, no sólo se trata de pensar la crisis de la era del petróleo por la
disminución y el límite cuantitativo, sino por su lógica destructiva. El avasallamiento de los
ciclos de reproducción de la naturaleza es un rasgo inherente y proporcional al aumento de los
volúmenes extraídos. Para sostener tales ritmos, el capitalismo y su lógica de acumulación
incesante, han justificado el sacrificio de la naturaleza y de poblaciones enteras que encuentra a
su paso. Miles de historias de comunidades afectadas, que todavía esperan los programas de
remediación e indemnización, han quedado invisibilizadas por la legitimidad que ha encubierto a
este tipo de industria. Y, cuando se ha generado algún desastre ambiental sobre otras especies no

108
humanas, es percibido únicamente como un tema que concierne ser apelado desde el ecologismo
más puro o de culto a la vida silvestre.49
Ciertamente, los beneficios económicos y la legitimidad que la industria extractiva ha
desarrollado, han sido posibles por su enorme capacidad de fetichización y de ocultamiento de su
carácter destructivo. Y es que el petróleo se ha convertido en uno de los fetiches técnicos más
poderosos de la historia del capitalismo (Barreda, 2011).
Tales “externalidades” pueden identificarse en todo el proceso de producción-circulación-
consumo; desde la exploración, perforación y extracción hasta la transportación, refinación y
quema.
“En la fase de exploración una vez que se han detectado las zonas petroleras potenciales, es
necesario comprobar su existencia, mediante la perforación de pozos de prueba. Una vez
encontrado el combustible, las perforaciones se amplían de entre 10 a 30 pozos por
plataforma petrolera con un fallo del 40%” (Delgado, 2011).

Durante la perforación se utilizan grandes cantidades de explosivos que, junto con la


construcción de las plataformas petroleras, contaminan, alteran y fragmentan los ecosistemas. La
utilización masiva de agua y las enormes cantidades de desechos producidos son alarmantes. En
promedio, se estima que en la producción petrolera terrestre los desechos de lodos van desde los
270 mil litros a los casi 750 mil litros diarios. Usualmente, son vertidos a la tierra, en tanto las
aguas contaminadas de las plataformas marinas son derramadas directamente en los océanos. A
lo anterior se agregan los riesgos de explosión, derrames e incendios provocados por el
funcionamiento cotidiano de los pozos petroleros (Delgado, 2011).
Del mismo modo, deben contabilizarse los gases de efecto invernadero y otros
contaminantes atmosféricos que genera la extracción, el transporte y la refinación del crudo. Tan
solo la quema del gas natural asociado al proceso de extracción, se estima en el orden de unos 35
millones de toneladas de dióxido de carbono y de 12 millones de toneladas de metano (Delgado,
2011a:5).
Igualmente alarmante, es el carácter destructivo de esta industria en la salud de
trabajadores y de consumidores, así como de otros seres vivos. Ello es consecuencia de la
extraordinaria y versátil transformación química industrial de las sustancias petrolíferas, las
49
En México, se encuentra el caso de la lucha de los campesinos de Tabasco contra PEMEX para ser indemnizados
por la destrucción ambiental de su territorio. O, la reciente contaminación del Río Coatzacoalcos en enero de 2012,
que afectó tierras de pastoreo, la ribera del río, y a más de mil pescadores que se quedaron sin fuentes de ingreso. O,
el terrible derrame de la Brittish Petroleum en las aguas del Golfo de México en 2010. Hacemos referencia al culto a
lo silvestre que Martínez Alier ha desarrollado para explicar una de las corrientes del ecologismo que vuelca sus
esfuerzos a conservar, preservar y proteger a la naturaleza (Martínez Alier, 2006).

109
cuales al ser consumidas, propician en el organismo de los seres vivos la acumulación de
sustancias nocivas; cuando son convertidas en desechos, pueden tardar de cientos a miles de años
en degradarse. Y, al procederse a su incineración, ocurre la aparición de nuevas sustancias tóxicas
(contaminantes orgánicos persistentes), mucho más venenosas que cualquiera de las sustancias
anteriores. El daño producido por estas sustancias tóxicas acumuladas en todos los rincones del
planeta y en todos los aspectos de la vida contemporánea, termina por masificar un nuevo patrón
de enfermedades degenerativas en todos los órganos y sistemas del cuerpo humano (Barreda,
2011).
Los daños al medio ambiente tienen consecuencias en la salud: provocan, al menos, una
cuarta parte de las enfermedades, existiendo subregistro de las mismas porque muchos
padecimientos no se asocian con los problemas en ese ámbito. Ana Rosa Moreno, integrante del
Panel Intergubernamental de Cambio Climático, asegura que 2.4 millones de personas mueren
anualmente en el mundo por exposición a contaminantes atmosféricos (Enciso, 2012a).
A este respecto, la toxicología, específicamente la toxicología ambiental, está adquiriendo
cada vez mayor relevancia como disciplina capaz de diagnosticar el grado de afectación por
agentes nocivos de los ecosistemas, incluidos los organismos vivos humanos.
A nivel mundial, la emisión de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles
asociada a la generación de electricidad y calefacción es de 24.6%. En México, siguiendo las
tendencias mundiales, los sectores de mayor intensidad energética y de mayor emisión de gases
de efecto invernadero son el de la producción de energía eléctrica y el del transporte (Delgado,
2011a:8).
A esto se suma el hecho de que, en las últimas décadas, la industria petrolera del país ha
sufrido un profundo deterioro que ha determinado que sea una de las empresas que más
accidentes ambientales ha generado a nivel mundial. Como parte de esto, se cuenta con una
reglamentación ambiental laxa y ambigua que ha dado pie a que el sistema industrial de
petroquímica básica y de refinación constituya una de las principales fuentes de contaminación de
dioxinas, furanos, derivados del benceno, entre otros componentes orgánicos persistentes (Palma/
Morales, 2010: 24).
En respuesta a los desastres producidos por esta industria y a su notable impacto en el
cambio climático, en el mundo se ha extendido la demanda ¡Déjalo bajo tierra!, (keep oil in the
soil).La exitosa campaña de la iniciativa Yasuní de Ecuador en 2007, que propone dejar sin
explotar una de sus reservas petroleras más importantes, localizada en el amazónico Parque
Nacional Yasuní, a cambio de compensaciones de países poderosos (Valencia, 2011)

110
Frente al pico del petróleo y los enormes efectos ambientales y sociales generados, una de
las salidas encontradas por los gobiernos y empresas principalmente de Estados Unidos, la Unión
Europea y Brasil es la producción masiva de agrocombustibles, como una alternativa
aparentemente limpia y ecológica. 50

Situación de la industria petrolera en México

En 1933, se creó la Compañía Petróleos Mexicanos, expropiada años más tarde a empresas
inglesas y estadounidenses para nacionalizarla en el marco del Plan Sexenal del gobierno de
Lázaro Cárdenas, en el que se estableció la premisa del control gubernamental del subsuelo y los
recursos naturales como un asunto de interés nacional (Garza, 2005: 38).
Durante años, PEMEX se convirtió en la industria que más aportó al Producto Interno
Bruto (PIB), siendo centrales los ingresos de sus ventas para impulsar el modelo de desarrollo
estabilizador entre las décadas de los cincuenta y los setenta. Incluso, en momentos de crisis,
sirvió para sortear serias dificultades, como lo ocurrido en el ’73 -cuando se produjo una crisis
mundial vinculada, entre otros elementos, a la caída de los precios del petróleo y a la decisión de
la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de embargar las exportaciones de
petróleo a Occidente-, al descubrirse nuevos yacimientos en el Golfo de México, conocidos como
los pozos de Cantarell, que serían una afortunada salida para enfrentar las dificultades de la
coyuntura.
La reconfiguración mundial detonada por esta crisis impulsaría la transición hacia un
nuevo esquema de gestión de los bienes públicos en manos del Estado, incluido el emporio de
Petróleos Mexicanos. Así, se pone en marcha un proceso de privatización paulatina que,
inicialmente, se centraría en la rama de la petroquímica, 51 con cambios orientados a reclasificar
sus productos básicos y secundarios, finalizando el monopolio comercial de los básicos52 y
eliminando los subsidios estatales.

50
Este tema será tratado a profundidad en el apartado “La batalla corporativa por la mercantilización de la tierra y
los bienes inmateriales” de este mismo capítulo.
51
La industria petroquímica consiste en la realización de procesos químicos o físicos para la elaboración de
compuestos a partir, total o parcialmente, de hidrocarburos naturales de petróleo o de hidrocarburos que sean
producto o subproducto de las operaciones de refinación.
52
A partir de la incorporación de México al GATT, la industria en general se vio ante grandes presiones de mercado.
Ello determinó la decisión del gobierno federal de restructurar la Industria Petroquímica y de dar los primeros pasos
para reclasificar, en agosto de 1989, a la mayoría de los llamados petroquímicos básicos abriéndolos a la iniciativa
privada. Se argumentó que dicha clasificación se hacía para que la inversión pública, ya escasa para entonces, se
complementara con la de las empresas privadas. La Petroquímica Básica abarca 20 productos y es la encargada de
procesar los derivados del petróleo y del gas natural. La Petroquímica Secundaria contiene 66 productos y se encarga

111
Estas medidas desmantelaron totalmente la industria de la petroquímica; en 2009, se
importaron petroquímicos por un valor en dólares casi igual al recibido por exportaciones de
crudo. Lo mismo sucedió con la rama de la refinación, que enfrentó el cierre de tres de las nueve
plantas que PEMEX llegó a operar. Por si fuera poco, las importaciones de gasolinas alcanzaron a
ser de casi 40% del consumo doméstico (Barbosa, 2010).
Analizando las diversas modificaciones que se dispusieron en materia legal, la reforma
energética de 2008 se identifica como la iniciativa que propiciaría las condiciones para la gran
apertura del sector petrolero al capital privado. Prueba de ello fue el avance sobre las áreas
estratégicas de la industria, como lo son la exploración y el desarrollo de campos petroleros, a
través de la formalización de los contratos “incentivados” o “integrales” que permiten el apoyo
directo del capital privado. Incluso, se pusieron a la venta las bases de licitación para contratar los
servicios de evaluación, desarrollo y producción de hidrocarburos en campos maduros de la
región sur del país. De tal suerte, que los contratos integrales no son más que un mecanismo que
posibilita que la inversión privada pueda participar en la explotación del petróleo (Sheinbaum,
2011).
De este modo, el Estado no sólo disminuyó su presencia en la industria de la
petroquímica, además, promovió la apertura de áreas estratégicas al capital privado. La
intervención estatal se ha reorientado a las actividades de exploración, perforación y extracción,
contratando los servicios de empresas para el cumplimiento de tales tareas. La reorganización de
la gestión estatal y de la producción de la industria, ha configurado un modelo de desarrollo
basado en el neoextractivismo, en el que se trata de volcar todos los esfuerzos al descubrimiento
de nuevos yacimientos y a la extracción de enormes volúmenes de petróleo y gas para ser
exportados como “commodities” al mercado internacional (Gudynas, 2009).
Los procesos de privatización, reorientación de la gestión estatal y del esquema
productivo, se entrecruzan con el descenso de la curva de producción de petróleo, mejor conocida
como etapa post-Cantarell, haciendo alusión al agotamiento de los ricos yacimientos descubiertos
en los setenta, denominados de esa manera. El pico del petróleo implica que se “ha traspasado la
fase ascendente de su curva de producción pero no ha agotado sus recursos en el subsuelo”. De
tal suerte que se enfrentan los signos del agotamiento de la geología (Barbosa, 2010).
En el marco de esta crisis, durante la administración de Felipe Calderón se invirtieron
cuantiosos recursos para el descubrimiento de nuevos yacimientos de aceite en aguas profundas

de la transformación de los productos básicos e intermedios en productos elaborados, tales como fibras sintéticas,
materias plásticas, elastómeros, detergentes, fertilizantes, pinturas, solventes y una infinidad de productos para
diversas industrias.

112
del Golfo de México. Por el tipo de exploración se han tenido que enfrentar mayores
profundidades, con crudos muy pesados, en yacimientos pobres y, consecuentemente, con costos
muy altos. Pese al esfuerzo, los resultados han sido casi nulos y solamente se han descubierto
reservas de gas (Barbosa, 2010).
Adicionalmente a la estrategia de descubrimiento de nuevos campos en aguas profundas,
se están explotando campos muy jóvenes –la mayoría frente a las costas de Tabasco-, los que
aunque ya habían sido encontrados, se mantuvieron inactivos por las enormes dificultades que
implicaba su explotación. Pese a las adversidades, estos campos han aumentado la producción de
barriles anuales, a costa de enfrentar grandes desafíos tecnológicos y desarrollando nuevos
esquemas de extracción como la extensión horizontal de las perforaciones a lo largo de grandes
áreas bajo altas temperaturas y niveles de presión (Barbosa, 2010).
De modo que, ante la escasez de petróleo, la tendencia apunta a intensificar cada vez más
las actividades de perforación y extracción en áreas cada vez más complejas. Se pronostica que
los nuevos yacimientos y la capacidad tecnológica para sobrellevar las complejidades de la
extracción, sostendrán las actividades extractivas, a lo mucho, por dos décadas (Barbosa, 2010).
Otros estudios calculan que, con las reservas probadas de crudo de 12,352 millones de barriles, y
con el nivel de producción actual, éstas durarán aproximadamente 11 años ( INEGI).
La renovación de las tecnologías es, sin lugar a dudas, un elemento fundamental para la
gestión de esta crisis. Las tecnologías post-pico del petróleo son capaces de extraer los recursos
pese a las adversidades del terreno, a costa de provocar también enormes pasivos sociales y
ambientales.
En este sentido, una de las más importantes y recientes innovaciones ha sido el desarrollo
de pozos multilaterales capaces de extraer hidrocarburos de dos o más hoyos productores a partir
de una serie de brazos y tuberías flexibles que convergen en un solo cabezal de producción. Esta
nueva tecnología, además de incrementar la extracción en zonas en que la misma habría sido
imposible con la tecnología convencional, aparentemente reduce el área de afectación a nivel de
la superficie. Adicionalmente, se emplea la técnica del fracturamiento, que consiste en romper
arenas sumamente compactas y de escasa permeabilidad, a través de la inyección de líquidos
llamados “sustentantes” a enormes niveles de presión y altas temperaturas, superiores a los 100
grados centígrados, los cuales permiten mantener abierta la fractura. Todo esto es posible a partir
del sofisticado control de las operaciones con computadoras, del monitoreo en tiempo real y de
simuladores que permiten la detección y medición del área impactada (Barbosa, 2010).
Sin embargo, para aumentar la productividad de la extracción, los sustentantes son
inyectados bajo presiones cada vez más altas con el fin de lograr el fracturamiento de la tierra. La

113
composición de los líquidos “sustentantes” no se conoce a ciencia cierta, aunque en otros países
se ha revelado el empleo de ácidos, como el clorhídrico o el fluorhídrico, mejor conocidos como
“tratamientos ácidos” (Barbosa, 2010). Desde 2010, se ha implementado este método en más de
16 mil 200 pozos y se calcula que se pueda rebasar los 50 mil en territorio mexicano (Barbosa,
2010).
Se sabe poco de los impactos de estas nuevas tecnologías; no obstante, se anuncia que por
la agresividad de los ácidos y las fracturas provocadas, no se tardará mucho en conocer y sufrir
las secuelas negativas en los territorios de exploración y extracción.
Además del uso de estas tecnologías, otro signo distintivo de este nuevo modelo es la
extensión de las fronteras extractivas en aguas profundas o que, anteriormente, se consideraban
improductivas. Así ocurre con los yacimientos jóvenes o con las ampliaciones de las zonas
petroleras, lo cual ha afectado enormemente a las comunidades de pescadores y habitantes de los
alrededores.
Esta reconfiguración del territorio va de la mano del desarrollo de economías de enclave,
en las cuales las actividades primario-exportadoras no integran al resto de la economía y la
sociedad, sino que, por el contrario, las excluyen. Los enclaves no propician el desarrollo del
mercado interno, generan pocos empleos, no favorecen algún tipo de encadenamiento productivo
y muestran una fuerte dependencia de las vicisitudes de los precios internacionales del petróleo,
produciéndose lo que Acosta (2009) denomina como la “maldición de la abundancia”, en tanto la
miseria de grandes masas de la población parecería ser consustancial a la presencia de ingentes
cantidades de recursos naturales con alta renta diferencial.
Un caso emblemático de este tipo de economía lo representa Chicontepec y, en general, la
Huasteca Baja de Veracruz, donde anteriormente había sido casi imposible realizar operaciones
de extracción debido a que los yacimientos se encuentran muy dispersos en arenas muy
cementadas o compactas. Actualmente, Chicontepec está funcionando como campo de
experimentación de las nuevas tecnologías de perforamiento horizontal y de fracturamiento por
parte de empresas como Tecpetrol, Baker Hughes, Weatherford, Halliburton y Schlumberger,
cuyas casas matrices se encuentran en Houston, Texas, Calgary, Canadá y Suiza (Barbosa, x;
Rodríguez, 2012).
El hecho de que Chicontepec sea considerado como “Proyecto estratégico de PEMEX” ha
implicado que, durante los próximos 35 años sea lugar de actividades petroleras, con el
consecuente desplazamiento de otras actividades económicas de la región huasteca y totonaca.
Hasta el momento, se han perforado más de 1500 pozos, impulsándose para tal fin la
reconversión territorial en los usos del suelo agrícola y ganadero por suelo petrolero (Barbosa,

114
2010). A pesar de las cuantiosas cantidades que se han invertido en esta región -96 mil 100
millones de pesos de 2007 a 2011- y de los datos que evidencian la falta de rentabilidad de los
pozos perforados, la Cámara de Diputados sigue aprobando presupuestos para la extracción de
petróleo en esta zona (Rodríguez, 2012).
Las consecuencias sobre productores de ejidos, comunidades y pequeñas propiedades son
incalculables. Se trata de un tipo de desarrollo que, además de demandar altas cantidades de agua
para la extracción con su contaminación consustancial, no ofrece ninguna alternativa a las
poblaciones; por el contrario, desintegra las economías de sustento y elimina los valores de uso
que los medios de sustento anteriores generaban.
Para Barbosa,
“[…] la reducción de la renta petrolera ya está provocando una distribución más discrecional
de los recursos y una lucha más enconada entre diversas facciones de la clase política por el
reparto. Así, puede verse que se castiga el presupuesto de programas urgentes, pero se
mantienen programas asistencialistas, con el objetivo de conservar clientelas electorales, en
algunas entidades” (Barbosa, 2010).

Las relaciones de retroalimentación de las estrategias para enfrentar el pico del petróleo con las
de la privatización y la profundización del neoextractivismo son complejas. Sin embargo,
coincidimos con Barreda en que:
“[…] más allá de estos vaivenes en la disputa entre el capital privado transnacional y las
empresas petroleras públicas del tercer mundo, en realidad el capital logra en todo el mundo
confrontar exitosa y directamente entre sí a todos los agraviados por la civilización
petrolera. Por ejemplo, a los trabajadores asalariados de la industria petrolera contra las
comunidades indígenas desplazadas por la extracción del aceite, haciéndoles creer a los
primeros que ellos encarnan la modernidad y el progreso mientras los segundos son la
encarnación de la falta de espíritu de progreso. El capital global también logra confrontar a
los modernos consumidores de sorprendentes y confortables productos petroquímicos
(agroquímicos, polímeros, fármacos, productos de limpieza del hogar, etc.), con el grupo de
ecologistas que pelean contra las variadas destrucciones que imponen las cadenas
productivas y consuntivas de la industria petrolera. De la misma manera en que el capital
logra propiciar numerosos conflictos geopolíticos nacionales y regionales (sean guerras
entre el norte y el sur o bien entre países del propio sur, como fue el caso de la prolongada y
devastadora guerra entre Irán e Irak en los años ochenta o la guerra entre Perú y Ecuador en
la misma década), ello contra los pacifistas que, sin tener mucha conciencia de los
problemas de fondo, en realidad pelean contra la guerra fría o contra otras guerras más
directamente generadas por los intereses del petróleo. De esta suerte, el capital logra

115
mantener separados los diversos frentes de resistencia contra la industria petrolera, y logra
que cada uno crea estar peleando sólo por intereses particulares. Lo que mantiene débil a
cada uno frente a este descomunal pulpo de la acumulación mundial de cápita” (Barreda,
2011).

En este sentido, la lucha por la soberanía de los recursos adquiere futuro, cuando se
convierte en una defensa del uso ambientalmente apropiado de la energía y de una producción
diversificada y equilibrada de todas las fuentes de energía posibles, locales y autónomas, hasta
donde resulte posible. Igualmente, el uso soberano del petróleo adquiere futuro cuando se
convierte en una política de materiales autónoma, en la que la nación aprende a regular o incluso
a no extraer petróleo del subsuelo, mientras ello implique destrucción de población y de
naturaleza, lo mismo da que sea local o mundial. Claramente, éstos no son los principios que
rigen la política nacionalista que lucha contra la privatización del petróleo, la cual se caracteriza
por mantener intactos los patrones de producción-circulación-consumo.
Está terminando la era del petróleo barato, y con ello, la descomposición de la matriz
civilizatoria basada en combustibles fósiles como fuente de energía. La etapa que comienza
estará marcada por la dificultad para descubrir nuevos yacimientos y para acceder a los ya
existentes, por el aumento de los precios ante la escasez, y también, por la voracidad de los
gobiernos y las políticas neoextractivistas, sin importar los efectos sociales y ambientales que
éstas produzcan.

3. La batalla corporativa por la mercantilización de la tierra y los bienes inmateriales

Los sistemas económicos modernos, al incursionar en la agricultura lo hicieron destruyendo las


bases materiales, territoriales, sociales y ambientales de la agricultura campesina (Stedile, 2009:
2). El desarrollo del capitalismo industrial supuso nuevos cambios en la forma de producir y
explotar la tierra bajo la lógica del lucro y la mercantilización. La imposición de la propiedad
privada sobre las formas de propiedad social implicó la subsunción formal y real de la tierra,
transformada en un bien económico, modificando la estructura técnica del proceso de producción
y consumo. “La transformación de los derechos de propiedad común en derechos de propiedad
privada niega implícitamente el derecho a la supervivencia de amplios sectores de la sociedad”
(Shiva, 2006: 30).
La privatización y mercantilización de la tierra alteraron la relación entre las necesidades
reales y la capacidad de producción, suscitándose un proceso de enajenación, en el que la tierra y

116
el trabajo se convirtieron en objetos extraños, dinamizados por una fuerza independiente del
productor.
La tierra, como un bien escaso y a merced de los imperativos de la economía de mercado,
es sometida a la racionalidad productivista y a la lógica de la máxima ganancia. La Revolución
Verde, promovida en la década de los sesenta por centros de investigación e instituciones
internacionales, buscó aumentar, acelerar, intensificar y modernizar la productividad de la tierra y
el trabajo de los agricultores. Este conjunto de políticas configuraron una “revolución”
comandada por el capital y el Estado contra la agricultura campesina autosuficiente y las
economías de sustento de todo el planeta.
El papel de los gobiernos ha sido consustancial en la lucha contra los sistemas agrícolas
tradicionales y en la incorporación de un nuevo esquema de gestión de la tierra y de la
producción de alimentos, a través de una serie de políticas, subsidios y paquetes tecnológicos.
Estas estrategias han sido especialmente importantes para cambiar las relaciones territoriales,
para imponer criterios de supuesta rentabilidad en los cultivos y/o actividades agropecuarias y
para generar dependencia técnica (Díaz, 2010: 68).
De modo que, con la Revolución Verde, se inauguró la articulación de un sistema
agroalimentario-industrial dominante, caracterizado por el uso de capital, tecnología, insumos
petroquímicos, como pesticidas y agrotóxicos, monocultivos en una producción extensiva a gran
escala y semillas modificadas. Un modelo agrícola impulsado por unas cuantas empresas
multinacionales, que influyen a lo largo de la cadena alimenticia -desde la semilla hasta el plato
de comida-, pregonando la generación de desarrollo y el acceso a una alimentación saludable para
todos los países.
Las críticas a este modelo se han hecho evidentes por la enorme concentración y control
en el acceso a la tierra, el agua y los recursos naturales, con el consecuente desalojo de
campesinos y pueblos originarios de sus lugares; por la degradación alarmante de los suelos y de
las fuentes de agua y la destrucción de los ecosistemas naturales; por la deforestación y la
producción significativa de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático; por
la destrucción de las economías y culturas rurales y el éxodo forzado a las ciudades: condiciones
de trabajo precarias en las plantaciones y uso intensivo de pesticidas que afectan la salud de los
trabajadores y de las comunidades adyacentes; así como por la producción de alimentos de
dudosa calidad nutritiva, los escándalos sanitarios y la proliferación de enfermedades causadas
por este tipo de alimentación (Emanueli, 2009: 13).53

53
Es de resaltar que, de 2000 a 2006, a raíz de la firma del TLCAN, en México aumentó 12% el índice de sobrepeso y
obesidad en la población. Durante ese lapso, en el país se incrementó el consumo de productos procesados, de

117
La agricultura industrial ha minado la gran riqueza en biodiversidad y agrodiversidad, los
conocimientos, los modos de gestión, las tecnologías y los métodos tradicionales de la economía
campesina. Por ejemplo, las tecnologías de riego alimentadas por energía proveniente del trabajo
humano o animal, fueron desplazadas por tecnologías a base de combustibles fósiles; motores de
gasolina y bombas eléctricas que extraen agua más rápidamente que lo que los ciclos de la
naturaleza tardan en reabastecerla (Shiva, 2007: 25). Esta situación ha influido en que los costos
y precios de los alimentos estén cada vez más ligados a los costos de los hidrocarburos,
fundamentalmente en lo que concierne a las etapas de procesamiento y distribución, más que a
los procesos de producción (Honty, 2012).54
Los cambios en los hábitos de consumo de la población constituyen otra de las variantes
que, en los últimos tiempos, están generando estragos debido a la alta demanda energética
requerida para la producción de alimentos. La incorporación de la carne vacuna en países que
antes no la consumían, como es el caso de Asia, es un elemento que incide de manera importante
en el aumento de la demanda de energía y agua. “Mientras que para obtener un kilo de pollo se
necesita un kilo de cereales, para obtener un kilo de carne vacuna se requiere de 8 kilos de
cereales” (Honty, 2012). El consumo de carne se vuelve cada vez más inviable por la enorme
presión que las zonas ganaderas ejercen sobre bosques nativos y selvas, implicando la
deforestación de enormes zonas.
Otra de las batallas de las corporaciones contra la agricultura tradicional tiene lugar por el
control sobre las semillas, lo que está deteriorando profundamente la autonomía y la soberanía de
los campesinos sobre el proceso de producción. Milenariamente los campesinos han conservado y
obtenido amplias variedades de cultivos a partir de la cruza de semillas, diversidad y
conocimiento que corre el peligro de desaparecer por un proceso de homogeneización de los
cultivos y por la introducción de semillas modificadas de alto rendimiento.

bebidas gaseosas y de otros alimentos con altos niveles de grasa y azúcar, mientras cada vez más empresas
estadounidenses aumentaron su presencia en todas las etapas de producción y procesamiento, así como en
restaurantes y en la venta de comida, con lo cual transformaron el ambiente alimentario (Brooks, 2012).
54
Esto hace más “vulnerables” a los países más ricos ante la ausencia de combustibles. En el caso de Estados
Unidos, se indica que los alimentos que componen la dieta diaria de cada habitante recorren más de 8 mil kilómetros
en promedio antes de llegar a su mesa. La desproporcionada cantidad de energía utilizada en el transporte hace que la
relación de entradas/ salidas energéticas sea de 7 a 1. Es decir, para cada kilocaloría ingerida en la dieta
estadounidense, se necesitan 7 kilocalorías de insumos energéticos. Hay que considerar, además, que no toda la
comida producida se consume. En los países de altos ingresos se produce 50% más alimentos que los necesarios
domésticamente, los cuales terminan “perdiéndose”. En Europa y Norteamérica, cada año van a dar al tacho de
basura entre 95 y 115 kg de comida por persona. La FAO estima que 38% de toda la energía requerida para el
abastecimiento global de alimentos se pierde junto con ellos (Honty, 2012).

118
El sistema agroalimentario industrial, además, coloca en una situación de enorme
vulnerabilidad a millones de humanos frente a los cambios en los climas que ya trastornan la
producción de alimentos y que también son afectados por la especulación financiera en el
mercado nacional y mundial de alimentos. Contrariamente a las promesas de desarrollo, el
sistema agroalimentario actual es parte implicada en la crisis alimentaria actual, misma que se
potencia por el incremento de precios debido al control de las transnacionales sobre la producción
y distribución de los alimentos (Díaz, 2010: 64-65), así como por la dependencia de los
combustibles fósiles.
En México, esta crisis es la expresión de una larga historia. A principios del siglo XX, los
campesinos hicieron una revolución reclamando el derecho a la tierra, la devolución de sus tierras
y la reinstalación de los derechos tradicionales que habían perdido desde la colonia y, sobre todo,
durante el porfiriato. Así, una de las conquistas más importantes de la revolución de 1910, fue
una profunda reforma agraria que reconoció como propiedad de los ejidos y comunidades la
mitad de la superficie del país. Sin embargo, el siglo XX termina con un vertiginoso crecimiento
del número de peones al servicio de las nuevas haciendas agroexportadoras (López Monjardín,
2005:38/ De Ita, 2010: 21).
En las décadas de los ochenta y los noventa, el ejido, como forma de propiedad social
posrevolucionaria, comienza a desarticularse. Con la firma del Tratado de Libre Comercio, el
campo en su conjunto fue abandonado y abierto a un proceso de modernización y liberalización,
privilegiando los cultivos del alto valor comercial por encima de los cultivos alimentarios. Todo
esto, bajo las enormes presiones del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la
Organización Mundial del Comercio para el beneficio de las corporaciones del ramo.
El correlato de esta liberalización fue el desplome en los niveles de productividad y
rendimiento por el drástico descobijo al que fue sometido el mercado agrícola a partir de la
disminución de los subsidios a fertilizantes, combustibles, créditos, agua, semillas. El Estado
limitaba su intervención en actividades de comercialización, almacenamiento y procesamiento
(Robles/Moguel: 1990).
Después de este conjunto de modificaciones, hoy asistimos a un escenario en el que se ha
enajenado la tenencia de la tierra y en el que las mejores zonas de cultivo se encuentran rentadas
o han sido compradas por unas cuantas empresas de la agroindustria.55 La producción de
alimentos e insumos básicos está abandonada o a merced de los intereses comerciales de los

55
En abril del 2012, se anunció que en Chiapas, Sinaloa, Tabasco, Sonora, Chihuahua, Puebla, Veracruz, Hidalgo,
Campeche, Yucatán, Coahuila y estado de México, principalmente, está resurgiendo la lucha por recuperar las tierras
rentadas, vendidas u ocupadas (Pérez, 2012b).

119
agricultores privados. La gran mayoría de los agricultores se halla en condiciones económicas
difíciles, sino es que de emergencia. Las repercusiones del cambio climático han afectado
directamente las condiciones ya complicadas de la siembra, en las que sequías, heladas o lluvias a
destiempo durante 2011, han perjudicado 70% de la superficie cultivada del país (La Jornada,
2011c).
El aumento de la tendencia migratoria del campo a la ciudad y a EEUU es otro fenómeno
alarmante vinculado a la crisis del campo. A veinte años de la reforma al artículo 27
constitucional, 2 millones de campesinos emigraron debido al bajo ingreso agrícola y 60% de los
ejidos de los estados del norte, los más productivos del país, actualmente están rentados (Pérez,
2012a).
La imposibilidad de vivir del campo hizo que la renta de las tierras se volviera una fuente
de ingresos para los campesinos, lo cual ha servido como una jugosa oportunidad para el
desarrollo de innumerables megaproyectos ligados a la minería, a la construcción de presas,
infraestructura carretera o a la producción de monocultivos. “En los hechos, los ejidatarios están
dejando de ser dueños de las tierras” (Pérez, 2012a).
El campo en su conjunto se ha transformado, incluidas las características del sujeto social
campesino. Un rasgo particular es la activa participación de las mujeres en las labores
productivas: “en la actualidad un millón 138 mil 969 mujeres tienen títulos de propiedad de 11.6
millones de hectáreas, y 25% de los hogares rurales está a cargo de ellas”. Otro rasgo está dado
por la avanzada edad de la mayoría de los propietarios -56 años en promedio-, consecuencia de la
migración de los hombres jóvenes, que difícilmente encuentran viabilidad en las actividades
agropecuarias (Pérez, 2012a).
De igual forma, el aumento de las importaciones de alimentos es estrepitoso -actualmente
50% de los alimentos consumidos en el país proviene del exterior (Pérez, 2012b)-, colocando el
precio de los alimentos a merced de las fluctuaciones de los mercados y de las burbujas
especulativas. Ello se relaciona, también, con el hecho de que muchos cultivos alimenticios están
siendo empleados para la producción de biocombustibles. En 2007, la guerra de la tortilla y el
alza de precios en México, fue la clara expresión de la crisis alimentaria que se desataba a nivel
global.
De tal modo que, en los últimos años, se ha fortalecido enormemente el poder de la
agroindustria, expandiéndose en paralelo su ámbito de influencia a nivel nacional, a costa de
cercenar y coartar los sistemas de agricultura tradicional.
A pesar de la brutal embestida contra la agricultura tradicional, la particular estructura
agraria del país, sigue constituyendo el telón de fondo en el que se llevan a cabo las disputas por

120
el territorio y por los recursos que pertenecen a los indígenas y a los campesinos. De igual
manera, habría que señalar que son múltiples las resistencias que en el campo se despliegan
contra el despojo. Siguiendo a Ana de Ita, en la historia del siglo XX hay por lo menos cuatro
tipos de agrupaciones campesinas e indígenas que hasta nuestros días son parte de la batalla: 1)
organizaciones campesinas oficiales de carácter corporativo y clientelar; 2) organizaciones
campesinas económicas con prácticas relativamente democráticas; 3) el movimiento indígena con
reivindicaciones identitarias, autónomo del Estado y de los partidos políticos vinculado al
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); y 4) las organizaciones indígenas y campesinas
locales (De Ita, 2012: 22).
Sin lugar a dudas, la expansión de los agronegocios a nivel nacional y la corporativización
de la agricultura, no sólo han venido de la mano de la eliminación de la agricultura tradicional y
de la explotación laboral en las nuevas plantaciones; también se han vinculado al desarrollo de la
biotecnología y, en especial, de los transgénicos. La cuarta revolución tecnológica potenció este
enorme poder corporativo.
Desde 1996, con los primeros cultivos de transgénicos en Estados Unidos, su adopción ha
crecido rápidamente en todo el mundo, alegando su eficiencia y seguridad para la lucha contra el
hambre y la pobreza. En la actualidad, los países con mayor cantidad de hectáreas de transgénicos
cultivadas son: Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá, India, China y Paraguay.
Entre los transgénicos, la soya es la oleaginosa comercialmente más importante del
mundo. Estados Unidos, que históricamente tenía el liderazgo en la producción de este cultivo,
recientemente ha sido desplazado por los países del MERCOSUR, específicamente por Brasil y
Argentina (Palau, 2009: 3,5).
El complejo soyero y, en particular la República Unida de la Soya -ubicada en una zona
importante del sur de Brasil, el oriente boliviano, todo Paraguay, el centro-norte argentino y el
occidente uruguayo-, se identifica como parte de un proyecto de dominación que busca asegurar a
EE.UU., la Unión Europea y China -con su elevado consumo de carne y alta demanda de forraje-,
el control de recursos estratégicos para garantizar el lucro de las corporaciones y el alto nivel de
consumo de su población.
“Millones de pequeñas fincas campesinas han sido suprimidas del mapa a favor de la soya
que consume la ganadería europea o china (y poco a poco también los automóviles que
caminan con biodiesel). Tenemos aquí una explicación a la actual subida de precios de los
cereales, alimentos básicos para el mundo” (Duch Gillot: 2012).

121
Vemos cómo, en los países del MERCOSUR, se perfila una clara tendencia a la
commoditización y corporativización del campo, dominado por el poder de la cadena
agroalimentaria y, recientemente, por el fuerte interés económico del sector energético. Así, los
“petronegocios” surgen como un nuevo terreno de acumulación en manos de las corporaciones
del sistema agroalimentario y petrolero (Palau, 2009: 19).
A más de quince años de la introducción de transgénicos en el continente, son
innumerables e inapelables las evidencias negativas. Los daños ocasionados al medio ambiente
han sido múltiples; desde la desertificación y deforestación de grandes extensiones de selvas,
bosques nativos y otros ecosistemas, la fragmentación del hábitat y erosión del suelo; la
contaminación con plaguicidas de los ecosistemas terrestres y acuáticos; hasta la contaminación
genética de especies silvestres. Los efectos producidos por los agrotóxicos, componentes
obligados del empleo de transgénicos, son quizás de los más visibles y nocivos para la salud
humana, debido a que su uso se relaciona con intoxicaciones, malformaciones y muerte de seres
vivos.
Además, han promovido un modelo de producción que no genera empleo, que impulsa la
concentración del ingreso, que excluye y desmantela la agricultura campesina, que incrementa la
dependencia de los productos importados, erosionando la soberanía y la seguridad alimentaria. La
fragmentación del tejido social comunitario y la migración del campesinado y de las
comunidades indígenas, es otro de los efectos más notables. Tal desestructuración social deriva
de la pérdida de las bases culturales, de los cultivos de autoconsumo, de los patrimonios
alimentarios, de la producción autónoma y del arraigo a la tierra.
Vemos así que, la desruralización, es una tendencia consustancial a la introducción de
semillas transgénicas en sus campos de cultivo. La agricultura sin gente será un efecto de la
concentración de la tierra y del consecuente desarraigo de los pequeños productores de la
agricultura familiar (Fassi, 2009: 3).
En México, la introducción de transgénicos es más reciente, a diferencia de los países de
Sudamérica y, específicamente de Argentina, país precursor del cultivo de soya a partir de la
década de los noventa.
En 2005, en nuestro país fue aprobada la Ley de Biodiversidad de Organismos
Genéticamente Modificados, mejor conocida como Ley Monsanto, en la que se favoreció
primordialmente a la empresa con esa misma denominación, permitiendo la entrada de semillas
modificadas (Ribeiro, 2005). A fin de impedir su introducción, se interpusieron una serie de
recursos legales; en 2009, se terminan autorizando los campos experimentales de semillas
transgénicas a favor de las trasnacionales Monsanto, DuPont y Dow, dando fin a la moratoria que

122
se había establecido en 1999. En 2007, se aprueba la Ley Federal de Protección, Certificación y
Comercio de Semillas, más conocida como la Ley de Semillas.
A pesar de la controversia que esto ha generado, por la ya comprobada contaminación de
las variedades del maíz criollo, siendo México centro de origen de esta especie, recientemente
también fueron aprobadas la Ley de Fomento y Protección al Maíz como Patrimonio Originario,
en Diversificación Constante y Alimentario; y la Ley Federal de Protección, Certificación y
Comercio de Semillas. A través de estas leyes, se está operando un nuevo programa de maíces
criollos de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y la SEMARNAT, en el
que, con subsidios para actividades productivas, se realizan inventarios de la agrobiodiversidad
con la ayuda de los mismos productores, para afianzar el control sobre la materia prima (las
semillas) y poder “mejorarla” (Díaz, 2010: 70).
Las estrategias empleadas por el gobierno para la incorporación de estas semillas son
diversas; una de ellas es la utilización de programas sociales como el Procampo, que paga a los
campesinos a cambio de que siembren maíz híbrido y utilicen los paquetes tecnológicos,
concretamente los agroquímicos desarrollados por las mismas empresas.
En junio del 2012, se aprobó el primer cultivo comercial de transgénicos, específicamente
253 mil 500 hectáreas de soya en Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Tamaulipas, San Luis
Potosí, Veracruz y Chiapas. Esto ha ocurrido pese al rechazo de científicos mexicanos y de
productores, quienes demandan establecer el principio de precaución debido a las afectaciones
que impactarán a los productores de miel, perturbando la diversidad de especies de abejas, de las
cuales hay mil 800 variedades nativas en el país (Enciso, 2012).
Como parte de las estrategias de despojo de los territorios, aparecen una serie de
instrumentos y de leyes de conservación ante la crisis ambiental, los cuales constituyen, en
realidad, una fachada para las actividades productivas y de control corporativo. Se trata de
establecer corredores biológicos en áreas naturales protegidas como parte de las políticas
forestales y ambientales de conservación.
No es coincidencia que, de 160 áreas naturales protegidas, 71 de ellas se ubiquen en
localidades indígenas. El cuidado de los ecosistemas por parte de los pueblos y las comunidades
hace que esos territorios sean sumamente preciados para el capital (De Ita, 2010, 38).
Con el ascenso de los problemas vinculados al cambio climático, los países más
poderosos del planeta han acordado una serie de mecanismos para la mitigación de los efectos del
calentamiento global, reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero GEI. Estos
mecanismos representan perversas estrategias para mantener el control corporativo sobre los

123
recursos naturales requeridos para sostener el proceso de valorización del capital. Se trata pues,
de generar un nuevo nicho de mercado de la crisis ambiental y su expresión climática.
Tres de los mecanismos más poderosos son REDD, el pago por servicios ambientales y la
comercialización de derechos de emisiones. El primero, que por sus siglas significa Reducción de
Emisiones por Deforestación y Degradación evitada de bosques, es un programa para evitar la
emisión de gases con efecto invernadero provocados por la deforestación, pagando con bonos de
carbono a las compañías para que deforesten un poco menos, o a las comunidades, para que
técnicos foráneos certificados les hagan un plan de manejo. En la práctica significa que no
pueden usar el bosque y que pierden autonomía sobre el territorio (Ribeiro, 2011).
Con los servicios ambientales forestales, basados en mecanismos parecidos a los de
REDD, se paga a las comunidades por cuidar el bosque, aunque en realidad, se las despoja del
manejo del territorio. En Oaxaca, hay casos en los que, al término del contrato de pago por
servicios ambientales (cinco años), el gobierno decretó sus territorios como áreas naturales
protegidas o áreas prioritarias para servicios ambientales, extendiendo por 30 años los contratos,
contra la voluntad de la comunidad. No pudiendo usar su bosque, sustento de sus medios
tradicionales de vida, tienen que irse para sobrevivir, si bien siguen teniendo los títulos de
propiedad (Ribeiro, 2011).
Los mecanismos de comercialización de derechos de emisiones o de desarrollo limpio
buscan que los gobiernos y las empresas de los países ricos “inviertan” en proyectos de
reducción de emisiones en países en vía de desarrollo para seguir contaminando al mundo y sus
habitantes. En el caso de América Latina, estos proyectos son, por ejemplo, grandes
monocultivos forestales o la extracción de gas de rellenos sanitarios y fosas de oxidación en
granjas agroindustriales (Díaz, 2010: 66).
Sin duda, los programas de conservación forman parte del sobrecargado entramado que
configura la fase de acumulación actual, marcado por la destrucción de la agricultura campesina y
la corporativización del campo. En este sentido, otra de las fuentes de ganancias de los
agronegocios son los monocultivos para la producción agropecuaria, es decir, para la
alimentación humana y animal y para la producción de agroenergía. En los últimos diez años,
esta última se ha presentado como parte del repertorio de estrategias limpias del “imperialismo
verde”, para resolver la escasez de los recursos no renovables y hacer frente a la crisis de la
matriz energética.
La simulación de energía limpia y renovable producida a base de biocombustibles ha
estado comandada por enormes empresas agrícolas, de biotecnología, petroleras, automotrices e
institutos de investigación. Siguiendo a Ana Esther Ceceña:

124
“[…] la paradoja, nuevamente, es que para evitar o compensar la escasez, se diseñan
estrategias que refuerzan la catástrofe como la transformación de bosques en plantíos de
soya o maíz transgénicos para producir biocombustibles, mucho menos rendidores y tan
contaminantes y predatorios como el petróleo” (Ceceña, 2010b: 4).

La agroenergía que se obtiene de "bio-masa", no es otra cosa que materia orgánica de un


proceso biológico, espontáneo o provocado, que sirve como fuente de energía en forma de
biocombustibles o agrocombustibles. Los más comunes son el etanol y el biodiesel, llamados por
sus promotores “biocombustibles de primera generación”. El primero, proviene de maíz, caña de
azúcar y trigo, siendo usado, principalmente, para proveer de energía a motores de automóviles y
como sustituto del petróleo. El segundo, sustituye al diesel y sirve para alimentar motores de
transporte pesado y autobuses, produciéndose con aceites de plantas, como la palma y la soya.
El poder de las grandes corporaciones que auspician estos desarrollos se basa en el control
de enormes extensiones de tierra, así como en diversos regímenes de propiedad intelectual de
semillas modificadas genéticamente (Cerdas, 2009: 44).
Ante la polémica que la producción de biocombustibles ha desatado por su influencia en
el aumento del precio de los alimentos, recientemente se ha desarrollado una segunda generación
de biocombustibles, con la producción de biomasa a partir de material celulósico, el cual
proviene de especies genéticamente modificadas de árboles y de los residuos orgánicos de las
mismas plantaciones de caña o de maíz. Una de las enormes objeciones a esta nueva clase de
agroenergéticos es que los residuos orgánicos tienen una utilidad importante para fertilizar la
tierra; su empleo para otro fin, implica que se tenga que recurrir a fertilizantes químicos,
elaborados a base de petróleo (Mendonça, 2007).
Lo cierto es que los monocultivos de producción agropecuaria y forestal se han expandido
ya por toda América Latina: la soya y los árboles exóticos en el Cono Sur, la palma aceitera en
Ecuador y el sureste mexicano, el cacao, la piña y los cultivos de banano en Mesoamérica. Brasil,
por su parte, es emblema del agronegocio, empujando, además, la promoción de
agrocombustibles a nivel regional y al interior de su territorio, expandiendo de esa manera la
frontera productiva hacia la selva amazónica.
Los monocultivos forestales de la segunda generación de biocombustibles representan un
problema particular. Los llamados “desiertos verdes” -monocultivos de eucaliptos y pinos con
amplia presencia en Brasil y Chile - tienen consecuencias catastróficas, ya que suponen una
profunda concentración de la propiedad de la tierra, destruyen los bosques nativos, uniformizan y
simplifican la variedad biológica, arrasan con las pequeñas cuencas hidrográficas, disminuyen las

125
fuentes de agua superficiales y subterráneas, y ocasionan problemas de salud en las comunidades
circundantes.
Los costos sociales y ambientales de la producción de biocombustibles son altísimos,
puesto que necesitan de una gran cantidad de recursos, como suelo, agua e insumos que permitan
incrementar su productividad. Además de la devastación de selvas y bosques para la imposición
de las plantaciones requeridas, los efectos ocasionados por el uso de agroquímicos sobre la
composición de los suelos y los mantos acuíferos son ingentes. No menos importantes, son sus
implicaciones sociales, como el despojo de tierras, la explotación de mano de obra, condiciones
insalubres de trabajo y exposición a enormes quemazones.
En palabras de Emanuelli, a diferencia de los megaproyectos –como represas,
emprendimientos de minería a cielo abierto, confinamientos, carreteras-, la producción de
monocultivos se expande de manera silenciosa y atrae menos la atención pública, debido a que
son considerados proyectos de interés particular, por lo que, no requieren de ninguna autorización
o permiso estatal para su desarrollo (Emanuelli, 2009: 16).
Asimismo, la expansión de monocultivos contribuye enormemente al calentamiento
global, incluso más que las propias emisiones de carbono producidas por los combustibles
fósiles. Siguiendo a Mendoça “en el caso del aceite de palma (…), se constató que cada tonelada
producida representa 33 toneladas de emisiones de dióxido de carbono, por lo que este
combustible vegetal contamina 10 veces más que el diesel común (Mendonça, 2007).
Queda claro que “los biocombustibles no contribuyen al cambio climático a la vez que
provocan graves impactos ambientales en regiones de alto valor ecológico, alteran el precio de
los alimentos y consolidan un modelo agrícola de explotación laboral y alta dependencia de
grandes trasnacionales” (Mendoça, 2007: 4).
Las experiencias de producción de agroenergía por parte de pequeños agricultores han
demostrado el riesgo de dependencia en relación a grandes empresas agrícolas, que controlan los
precios, el procesamiento y la distribución de la producción. Investigadores de la Universidad de
Minnesota alertan que, para llenar un tanque de combustible es necesario utilizar la misma
cantidad de granos que podría alimentar a una persona durante un año (Mendonça, 2009: 7).
Por otro lado, la producción de biocombustibles genera empleos estacionales, los cuales
resultan ser una opción para los campesinos que abandonan sus cultivos tradicionales, reduciendo
la oferta de alimentos, generando desempleo y aumentando la migración hacia las periferias
urbanas. De tal modo que, relacionado con la producción de biocombustibles, hay un patrón de
explotación, y aún de trabajo esclavo, el cual ha causado serios problemas de salud e incluso la

126
muerte de algunos trabajadores, debido a la ausencia de equipamientos de protección, agua o
alimentación adecuada, o de acceso a sanitarios (Mendonça, 2007).
La relación entre la producción de agrocombustibles y el empleo de semillas transgénicas
es sumamente cercana. De hecho, se han generado semillas modificadas especialmente para uso
cultivable y no comestible, siendo de especial interés la expansión de la producción de
agroenergía para empresas como Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow, Basf y Bayer, que esperan
tener una mayor aceptación si sus productos se difunden como una fuente de energía limpia
(Mendonça, 2009: 7). En suma, agrocombustibles, monocultivos y transgénicos son parte de una
misma relación.
En el caso mexicano, como en el resto de los países capitalistas, el marco institucional que
se está imponiendo es claramente favorable a la extensión e intensificación de la producción de
biomasa y biocombustibles como fuentes energéticas. Ello se suma a la imperiosa necesidad de
encontrar alternativas a la crisis que se enfrenta por el pico del petróleo y la etapa post- Cantarell.
En el marco de la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos se creó la Comisión de
Bioenergéticos, integrada por los titulares de la SAGARPA, SENER, SEMARNAT, la Secretaría de
Economía y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En dicha Ley se establecen las
regulaciones para la apertura de la producción de biocombustibles con el fin de:
“[…] coadyuvar a la diversificación energética y el desarrollo sustentable como condiciones que
permiten garantizar el apoyo al campo mexicano. A partir de las actividades agropecuarias,
forestales, algas, procesos biotecnológicos y enzimáticos del campo mexicano, sin poner en riesgo
la seguridad y soberanía alimentaria del país.”

Por Bioenergéticos se entiende:


“[…] los combustibles obtenidos de la biomasa provenientes de materia orgánica de las
actividades, agrícola, pecuaria, silvícola, acuacultura, algacultura, residuos de la pesca,
domésticas, comerciales, industriales, de microorganismos, y de enzimas, así como sus
derivados, producidos, por procesos tecnológicos sustentables que cumplan con las
especificaciones y normas de calidad establecidas por la autoridad competente en los
términos de esta Ley.”

Es de resaltar que esta Ley ha restringido el uso de maíz para la producción de


biocombustibles; dicho uso sólo se autoriza cuando existan excedentes en la producción nacional
y se haya satisfecho la demanda interna. En su lugar, las autoridades buscan elaborar otros
productos como el etanol a base de caña de azúcar o de algas marinas; o como el biodiesel, a

127
partir de cultivos de palma o higuerillas. También se ha experimentado con sorgo dulce, yuca y
jatropha, que pueden utilizarse para producir bioenergéticos de segunda generación.
Actualmente, en México existen 145 proyectos de investigación a fin de establecer la
materia prima ideal para la elaboración de biocombustibles. Resaltan los convenios de
colaboración con PETROBRAS desde 2007 y la participación de algunas universidades que
trabajan activamente en investigaciones para producir etanol a partir de biomasa, el cual
combinado con gasolina, se busca pueda abastecer el parque vehicular de Guadalajara, Monterrey
y el Distrito Federal.
En el marco del Proyecto Mesoamérica se está impulsando “El Programa Mesoamericano
de Biocombustibles”, que intenta implementar esquemas de producción energética
descentralizada que fortalezcan la seguridad energética de la región, a través de la instalación de
plantas de biocombustibles (elaborados con insumos no alimentarios) en los países que integran
el proyecto. Las mismas están vinculadas a la Red Mesoamericana de Investigación y Desarrollo
en Biocombustibles (RMIDB). En México, desde 2010, se promovió una planta en el Estado de
Chiapas como parte del Centro de Investigación y Tecnología en Producción de Biodiesel. El
biodiesel es producido con aceite de jatropha curcas, especie no comestible endémica de
Mesoamérica, en virtud de que el estado cuenta con 10,000 hectáreas en desarrollo como parte de
un programa de reconversión productiva; también, con aceite de palma y aceite reciclado. El
equipo tiene una capacidad de producción inicial de 20,000 litros diarios, con versatilidad de
expansión de hasta 10 veces su capacidad inicial; es amigable con el medio ambiente y trabaja la
modificación del proceso de calentamiento a través de energía solar, con tecnología mexicana.
Por último y no menos importante, habría que añadir que, dentro de la relación
agronegocios- monocultivos- transgénicos se encuentran los sistemas de patentes. Éstos se han
configurado como un poderoso instrumento de control de las grandes empresas y de protección
de las inversiones requeridas para producir y explotar las invenciones (Rönner, 2009: 2).
En la década de los ochenta, el derecho de patentes alcanza un lugar primordial, cuando
logra disponer de áreas que anteriormente estaban explícitamente excluidas, como los genes y la
materia viviente. Hoy, el patentamiento dispone de material biológico en su estado natural, es
decir, de sustancias existentes en la naturaleza o derivadas de organismos vivos, y de desarrollos
biotecnológicos aplicados a plantas, animales, microrganismos, genes y material genético
humano.
Del mismo modo sucede con el conocimiento científico, la información y los factores
cognitivos, los cuales pasan a constituir un nuevo sector productivo, denominado producción de
conocimiento. La importancia de esta forma de capital inmaterial al servicio del interés privado

128
reside en su capacidad de acrecentar considerablemente las ganancias de las empresas
involucradas, pasando por alto consideraciones de orden étnico, político y social (Rönner, 2009:
7).
El flujo innovativo de los nuevos desarrollos tecnológicos proviene de las grandes
empresas trasnacionales –laboratorios y empresas- que dominan la mayor parte de la producción
y el comercio de insumos claves, sobre todo, en el desarrollo de biotecnología e ingeniería
genética vinculada a la biología molecular y a la apertura de nuevas perspectivas
agrocomerciales.
El despojo de recursos genéticos, semillas y conocimientos tradicionales se conoce como
Biopiratería, identificándose por el acceso, uso o aprovechamiento ilegal e inequitativo de los
recursos naturales e inmateriales, buscando su control exclusivo a través de patentes o de la
propiedad intelectual. En los últimos años, recursos como el ayahuasca, la maca o la quinua y los
conocimientos tradicionales asociados a ellos, han pasado a formar parte de invenciones
protegidas legalmente por patentes u otros derechos de propiedad intelectual, sin un
reconocimiento de su origen (Iniciativa Andino Amazónica para la Prevención de la
Biopiratería).
El constructo colonial de la tierra vacía -en el que se niega la existencia y los derechos
previos de los habitantes originales y en el que se ocultan la capacidad y los procesos
regenerativos de la tierra-, se emplea para apropiarse de la biodiversidad, arrebatándosela a sus
dueños e innovadores originales por el procedimiento de definir sus semillas, sus plantas
medicinales y sus conocimientos médicos como naturaleza, y de tratar las herramientas de la
ingeniería genética como único camino que puede conducir a su mejora (Shiva, 2006: 33).
Uno de los megaproyectos vinculado a la expropiación de conocimientos y bienes
inmateriales de mayor envergadura es el Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), proyecto del
Banco Mundial para reconstruir los pasos de especies entre el norte y sur del continente, dictando
las normas de su tratamiento futuro. Los dos puntos neurálgicos de este corredor se encuentran en
la Selva Lacandona (México) y en la Selva del Darién (Panamá). Ambos constituyen
encrucijadas bióticas donde confluyen especies de biomas diferentes y se generan nuevas
especies o nuevas variantes de las ya conocidas. Representan puntos fundamentales para
garantizar la reproducción y la multiplicación de las dos manchas selváticas que se encuentran al
norte y sur de Centroamérica (Sureste de México y Cuenca amazónica) y que, en conjunto,
conforman el mayor y más diverso yacimiento genético del planeta (Ceceña, 2007: 13).
En este rubro, se ha evidenciado la presencia de ONG’s estadounidenses y mexicanas que
realizan actividades productivas y de conservación relacionadas a la bioprospección,

129
investigación y turismo dentro de Áreas Naturales Protegidas (Díaz, 2010: 73). Ello se vincula
con los programas de conservación y con las políticas para la mitigación del cambio climático
expuestas anteriormente.
El escenario internacional da cuenta de actores dominantes que presionan hacia
regulaciones obligatorias y uniformes de escala planetaria para la protección intelectual de la
biotecnología vía el patentamiento; por otro lado, hay otra serie de actores que luchan por la
protección del conocimiento tradicional y la biodiversidad (Rönner, 2009: 31). En este sentido, es
notable el despojo del cual han sido objeto los pueblos originarios y las comunidades que, en
todo el planeta, han salvaguardado una serie de prácticas y conocimientos tradicionales. A partir
del sistema de patentes, estos conocimientos dejaron de ser públicos o comunes para ser
privatizados por las corporaciones, a través de una serie de regulaciones que los Estados han
promovido. En este escenario se despliega la pugna entre las prácticas tradicionales del uso de la
diversidad biológica y las estrategias modernas para su explotación, donde evidentemente, las
condiciones entre una y otra son totalmente asimétricas.
En suma, podemos ubicar que la relación agronegocios-monocultivos, transgénicos-
patentes está constituida por el paradigma tecnológico vigente, que intensifica la asimetría en las
relaciones de poder económico y político en el mundo global, donde el conocimiento pasa a jugar
un lugar central.
Es urgente la búsqueda de alternativas a la crisis de la matriz energética y alimentaria. El
reto para un cambio en dicha matriz, se encuentra en replantear las nuevas fuentes de energía
para la preservación de la vida en el planeta. Como comenta Mendoça, es necesario rescatar y
multiplicar las experiencias de la agricultura campesina; no sólo se trata de cambiar los hábitos de
consumo sino de que las grandes empresas, responsables del calentamiento global, modifiquen y
eliminen sus modos de explotación. Un ejemplo de esto es Vía Campesina, un enorme
movimiento internacional de pequeños productores familiares rurales que defiende la economía
campesina, la soberanía alimentaria, los mercados locales de alimentos, el enfriamiento del
planeta y la agricultura ecológica (Hernández Navarro, 2009: 91).

4. Ciudad y urbanización: la insustentabilidad hecha espacio

En este apartado desarrollaremos algunos elementos constitutivos de las ciudades modernas, en


específico, de la Ciudad de México y de otras como Guadalajara, dos territorios altamente
urbanizados, regidos por un esquema organizativo en función de las necesidades y flujos

130
extraterritoriales del capital, con alta presencia de las funciones de comando de corporaciones y
un grado notable de conflictividad socio- ambiental.
Históricamente, las ciudades han estado vinculadas a la modernidad, proyecto
civilizatorio consustancial al desarrollo del capitalismo. En el siglo XVIII, con la Revolución
Industrial, las grandes ciudades emergen como formas espaciales de organización de la vida,
como imagen de la modernidad en lucha contra lo viejo, dotadas de una experiencia del tiempo
continuo que busca atravesar diferentes estadios para llegar a uno cada vez más perfecto.
En la Ciudad se disuelve la comunidad y la unidad básica se vuelve el individuo-
ciudadano. El registro de comunidad opera únicamente a nivel de la comunidad imaginada
(Anderson) y de la búsqueda por llenar la ausencia divina que la razón desplazó. Las ciudades
funcionan como una síntesis de los valores que constituyen la identidad nacional. El
nacionalismo descansa sobre los restos de la nación natural ya negada y desconocida, un conjunto
de marcas singularizadas, capaces de nominar o distinguir como compatriotas o connacionales a
los individuos abstractos cuya existencia depende de su asociación a la empresa estatal
(Echeverría, 2005: 154-155).
El urbanicismo, como principio fundante de la modernidad capitalista, traslada el
progresismo a la dimensión espacial. Es la cristalización de la tendencia a construir y reconstruir
el lugar de lo humano como la materialización incesante del tiempo del progreso (Echeverría,
2005: 153). La Ciudad, como sitio del progreso técnico y del desarrollo de las fuerzas
productivas, está vinculada a la disposición de mayor y mejor cantidad de satisfactores y al
disfrute de una mayor libertad de acción.
Siguiendo a Barreda y a Ortiz, la vida en las ciudades es una vida enfrascada dentro de la
botella del bienestar urbano que fomenta mirar ilusoriamente todos los recursos y problemas
desde el punto de vista funcional de los servicios, lo que sólo entrega una visión consumista,
enajenada y segmentada de la vida (Barreda/ Ortiz, 2007:21). El consumismo es un intento
desesperado de atrapar un presente que amenaza con pasar sin haber llegado. Una sustitución del
caos objetivo por el orden del sujeto (Echeverría, 2005:150). Las ciudades son el lugar donde se
constituyen con mayor densidad las formas fetichizadas del capital.
En general, la fetichización del desarrollo y del progreso se vuelve más estable en las
ciudades, lugar en que se deforma e invisibiliza el carácter destructivo de la sociedad de
consumo. La desconexión con los lugares de extracción y producción de los satisfactores del
consumo forma parte de un profundo proceso de enajenación, donde las apariencias engañan.
Para su funcionamiento, las sociedades de consumo de la vida urbana moderna dependen
directamente de combustibles fósiles. Las ciudades modernas se alimentan del petróleo,

131
consumiendo 2/3 partes de la energía mundial y emitiendo 4/5 partes de los gases de efecto
invernadero (Newman et al., 2009: 4).56 De aquí que no pueda existir una ciudad netamente
“sustentable”, pues desde el punto de vista de la termodinámica, toda urbanización implica un
flujo importante de energía y materiales y, por tanto, de degradación del medio ambiente
(Delgado, 2010b: 130).
La Ciudad es una construcción hiper-humanista del mundo que niega al otro y a la
naturaleza. El caso de la Ciudad de México es emblemático para ilustrar la eliminación de la
ciudad lacustre como marca constituyente desde la fundación de la ciudad novohispana. De igual
manera, la zona conurbana de la Ciudad de Guadalajara ha alojado los primeros corredores
industriales y de mayor importancia en el país, a costa de la eliminación de sistemas tradicionales
de agricultura y de aparatos productivos locales y autónomos; y qué decir de las inclemencias de
la proletarización y la contaminación de los territorios y, en específico, del Río Santiago.
Otro rasgo constitutivo de la ciudad es tender a identificarla como todo aquello que no es
campo, costumbre, tradición. Siguiendo a Echeverría:
“Afuera como reducto del pasado, dependiente, dominado, separado de la periferia natural o
salvaje por una frontera inestable se encuentra el espacio rural, mosaico de recortes agrarios
dejados o instalados por la red de interconexiones urbanas. En el centro la city, el lugar de la
actividad incansable y de la agitación creativa, el abismo en el que se precipita el presente, o
el sitio donde el futuro brota y comienza a realizarse” (Echeverría, 2005: 153).

La dicotomía ciudad-campo y la lucha de lo urbano como una fuerza nueva y moderna


tienden a invisibilizar la dependencia de las ciudades con el campo. Las ciudades han perdido
todo su carácter autosuficiente y dependen directamente del campo.
De hecho, las ciudades tienen una cualidad vampiresca y parasitaria, que consiste en
chupar los recursos ajenos que ellas no son capaces de producir, para garantizar su propia
reproducción. Siguiendo a Delgado, los problemas del ambiente urbano no son únicamente
problemas de contaminación, de edificación y de naturaleza y fauna en la ciudad. Son, sobre
todo, cuestiones relacionadas con la falta de administración de los ciclos energéticos y, por tanto,
con la perpetuación de la ciudad como sistema altamente disipativo”, es decir, como sistemas
altamente despilfarradores de energía y de materiales. Los espacios urbanos son sistemas abiertos
a los flujos de materiales y energía. Esto es, toman energía y materiales fuera del sistema
(urbano) y desechan energía disipada y materiales degradados (Delgado, 2010b: 113- 114).

56
Citado en: (Delgado, 2010b: 111).

132
Los desbalances del ordenamiento territorial con patrones de expansión acelerados son
claros en el caso de México, donde el sistema urbano cubre 800 mil hectáreas o 0.4% del
territorio nacional; sin embargo, concentra 65% de la población y genera 4/5 partes del PIB
(Secretaría del Medio Ambiente del GDF, 2008: 23).57
Se calcula que, en 1800, la población urbana era equivalente a 3% del total mundial; en
1900, a 14%; en 1950, a 30%, y en 2000, a 47% (Bolay, 2006: 288); actualmente ya supera el
50%, y para 2030, 60% de la población será urbana, alcanzando su pico más alto en 2050,
cuando llegue a los 10 mil millones de personas (Davis, 2006: 2). Lo anterior es relevante desde
el punto de vista de la magnitud de los flujos de materiales y de energía necesarios para sostener
los espacios urbanos en los que vive dicha población (Delgado, 2010: 116, 123).
Su carácter expansivo funciona a partir de la subsunción de las economías locales a la
economía de mercado y a la sustitución de valores de uso por valores de cambio. De forma
intensiva se van desmantelando las capacidades autónomas del aparato productivo local y de lo
político, tornándolos crecientemente dependientes de flujos extraterritoriales (Machado, 2009:
223).
Esta capacidad vampiresca se ha potenciado con la reconfiguración global de los ’70 con
la entrada de un nuevo régimen de acumulación y modo de regulación social, mejor conocido
como posfordismo o neoliberalismo. Estos ajustes epocales generaron nuevos movimientos y
restructuraciones en las ciudades, como epicentros de la acumulación capitalista.
Es de resaltar cómo, la crisis del prolongado auge económico vivido después de la
Segunda Guerra Mundial, tuvo su expresión más aguda en las ciudades, y fundamentalmente, en
la década de los sesenta, con variadas manifestaciones sociales que impugnaban el orden
instituido.
Ante tal crisis se fueron implementando una serie de medidas de ajuste estructural
recomendadas por el FMI, el BM, el BID y la OMC, las cuales tendrían su expresión en la
conformación paulatina de una nueva geografía urbana. Una geografía a imagen y semejanza del
capitalismo, en abierta concordancia con un diseño que facilite el proceso de acumulación.
La novedad de esta nueva fase de acumulación fue la necesidad de superar la rigidez del
entorno urbano edificado con el fordismo. El desarrollo capitalista enfrentó el menester de
negociar un precario balance entre la creación y la destrucción de su geografía específica, un
camino sobre el filo de una navaja que se torna más problemático en tiempos de crisis y de

57
Citado en (Delgado, 2010b: 122).

133
restructuración (Harvey, 1998). Las restructuraciones urbanas como soluciones espacio-
temporales fueron parte de las alternativas del capital para enfrentar la crisis.
El impulso de esta nueva geografía implicó la emergencia de nuevos fenómenos de
marginalidad y diferenciación social. La lucha de los movimientos por el consumo colectivo ha
sido fundamental para intervenir en esa geografía. Sin duda, la geografía urbana de los últimos
treinta años ha estado marcada por el conflicto y por la lucha de clases en la determinación de los
patrones de desarrollo urbano y de crecimiento.
La misma estuvo punteada por cambios sustanciales definidos por el salto tecnológico y la
emergencia de un control corporativo sin precedentes. La automatización, la desindustrialización
de las ciudades y su tercerización, la búsqueda de nuevas líneas de productos y de nichos de
mercado, la dispersión geográfica hacia zonas con controles laborales más cómodos, fusiones y
medidas destinadas a acelerar el giro del capital, son parte de algunos de los rasgos
característicos de esta nueva época.
De forma mucho más definida, las ciudades comenzaron a funcionar como los centros de
comando del capital financiero y corporativo. En ellas empezaron a asentarse nuevos sectores de
producción, formas de proporcionar servicios financieros y mercados, innovación comercial,
tecnológica y organizativa. Así pues, la globalización –que a menudo ha sido caracterizada por la
dispersión de la producción y la hipermovilidad de los flujos de capital e información acentuados
por las nuevas tecnologías– conlleva, de forma simultánea, una aglomeración de funciones de
comando, innovación y coordinación de los distintos espacios desde los que se ejecutan estas
actividades (Sassen, 2004).
La composición del trabajo cambió notablemente con la precarización y la flexibilidad
laboral, con la desvalorización de la fuerza de trabajo y con la emergencia de nuevas formas de
trabajo informal o de autoempleo. El debilitamiento de la clase obrera como fuerza social
organizada, el desempleo y la enorme laxitud en las regulaciones a favor de las patronales ha
permitido a los empleadores ejercer presiones más fuertes en el control laboral y en el alcance de
nuevos niveles de explotación.
Con la desindustrialización y la caída del sector manufacturero, se dio una nueva división
del trabajo nacional, a partir de la cual la Ciudad de México se ha especializado en funciones de
gestión, control económico y en la prestación de servicios al productor. La producción
manufacturera se ha dispersado en otras entidades, como es el caso de la frontera norte con
EEUU.
Otra de las características de la Ciudad de México y de otras grandes ciudades como
Guadalajara o Monterrey, es que constituyen el centro de comando de una economía

134
desnacionalizada. La actividad económica desarrollada desde las plazas de mercado
transterritorial, se despliega en el ámbito global y no en los confines territoriales y jurídicos del
Estado-nación. Durante las dos últimas décadas, el papel de los Estados en la economía mundial
ha estado indisociablemente ligado a la negociación de las interacciones entre la ley nacional y
los agentes económicos supranacionales.
En los últimos veinte años, asistimos a una profunda transformación de la Ciudad de
México que, de haber sido una metrópolis nacional, pasó a ser una bisagra entre la economía
mexicana y global. La globalización, en buena parte, se produce en el DF.
La emergencia de la ciudad global –denominación en la que muchos han incluido a la
Ciudad de México-, va unida a una confluencia y a una polarización entre clases, unas más
precarizadas y en expansión, y otras que acumulan las funciones de control. El testimonio
territorial de esta polarización lo constituye la dinámica de gentrificación urbana, contraria a la de
suburbanización y a la de los modelos de trabajo y consumo propios de la espacialidad del
fordismo. O las nuevas formas de diferenciación social ligadas a la segregación social y espacial.
La polarización y jerarquización social se materializa con límites y fronteras cada vez más
marcadas con el otro, con lo diferente. Este fenómeno puede verse en la periferia, a partir de la
construcción en ascenso de fraccionamientos exclusivos para los sectores más pudientes, o de las
múltiples iniciativas de vecinos que, por la inseguridad, cierran sus calles y contratan servicios de
seguridad privada para controlar los accesos.
Sostenemos que el ascenso de este nuevo esquema de concentración de las funciones de
comando en las ciudades ha profundizado la lógica vampiresca intensiva y expansiva en lo
urbano. Para garantizar el funcionamiento de una serie de territorios conectados con lo global, se
profundizan las desigualdades, las polarizaciones y las segregaciones de la geografía social, con
una planeación territorial y con patrones de desarrollo urbanos equívocos como telón de fondo.
Este fenómeno de expansión y crecimiento regido por los intereses del capital ha sido
conceptualizado por la Asamblea Nacional Afectados Ambientales como de “urbanización
salvaje”.
En las últimas administraciones, el Gobierno del DF se ha caracterizado por el despliegue
de un proyecto de ciudad en el que claramente aparecen de forma diferenciada los dos tipos de
geografías: una geografía en la que el capital está en movimiento –como su slogan lo indica-,
pero también una geografía de la desigualdad y la insustentabilidad.
De haberse convertido en una megaciudad desde la década de los setenta, la Ciudad de
México, está tendiendo ha transformarse en una megalópolis, integrando una corona de ciudades
de alrededor (zonas metropolitanas de Toluca- Lerma, Cuernavaca- Cuautla, Puebla-Tlaxcala y

135
Pachuca. Las actividades de la Ciudad ya no sólo están conformadas por los 22 millones de
habitantes de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México -contando los 70 municipios
conurbados de Hidalgo y el Estado de México-, sino además, por la incorporación de la corona de
ciudades, pueblos y municipios de Tlaxcala, Puebla, Atlixco, Cuautla, Cuernavaca, Toluca,
Atlacomulco, Tulancingo y Tula que la rodean. Es el área donde converge la expulsión de la
sobrepoblación de la ciudad de México con la afluencia de la mayor parte de los nuevos
inmigrantes de provincia y rurales hacia el centro neural del país, y donde ocurre la mayor parte
de los procesos de destrucción y expropiación. De manera que, es ahí donde se padece, de la peor
manera, el sometimiento que esta ciudad hace de su inmensa periferia (Barreda, 2009).
Esto viene aparejado con la construcción de una serie de carreteras para unir las distintas
ciudades, por ejemplo, el libramiento norte de Puebla, las carreteras Naucalpan-Toluca, Lerma-
Tres Marías, el proyecto del Arco Sur y de la Súper Vía Poniente, los cuales en su mayoría, están
siendo concesionados a la empresa española OHL.
Desde los setenta, y claramente con las últimas administraciones perredistas, se ha
incentivado un crecimiento expansivo a través de la absorción de zonas rurales y del avance sobre
territorios con lógicas no totalmente mediadas por el valor de cambio. Bajo este esquema, los
bienes comunes del entorno rural y los bienes públicos de la ciudad son estrictamente objetos de
lucro y de saqueo privado.
El espacio urbano es un campo de batalla en el que se lucha por conseguir los máximos
beneficios derivados de los diferentes usos aplicados al suelo. El crecimiento desbocado de
unidades habitacionales en la periferia urbana es un ejemplo de la confrontación que se está
dando entre las masas crecientes de población de la ciudad en tensión con el campo (Barreda/
Ortiz, 2007:11).
Esta lógica de expansión se retroalimenta con los enormes flujos migratorios que vienen
de fuera por diferentes razones, tales como la eliminación de la agricultura tradicional y la
corporativización del campo. Incluso, la ciudad, a pesar de los enormes conflictos que ya se
padecen, posee el atractivo y la fuerza seductora de posibilidad de concertar una vida mejor.
Los enormes flujos migratorios del campo a la ciudad han influido en la expansión de la
mancha urbana y en la presión sobre ejidos cercanos a ella. “Más de 35 mil hectáreas de la
propiedad social se han vendido a bajos precios y han sido utilizados para el desarrollo urbano de
116 de las principales ciudades” (Pérez, 2012a).
A esto se vincula el avance de asentamientos ilegales o irregulares en zonas de alto riesgo
o de conservación (donde no sólo suele haber biodiversidad importante, sino donde además se

136
capta dióxido de carbono y se infiltra agua) (Delgado, 2010b: 112). El crecimiento de las
ciudades se ha hecho sobre terrenos ejidales ocupados de manera irregular (Poy, 2012).
Siguiendo a Sabattini, entre las tendencias de renovación de la urbanización y la crisis de
la planificación urbana, emerge un urbanismo flexible, caracterizado por dejar abierto un espacio
de negociación entre la autoridad territorial y los inversionistas y agentes de desarrollo urbano.
La política del urban sprawl –dispersión en la ocupación de suelo y segregación de las
actividades- ha sido un desastre por el excesivo uso de suelo en la periferia. El control sobre la
Ciudad de ciertas corporaciones, inmobiliarias, constructoras es notable en los últimos 10 años.
Esto permite que los grupos con poder puedan exportar las externalidades negativas tanto
ambientales como funcionales y sociales hacia el exterior de las zonas consolidadas al interior de
la Ciudad, (Sabattini, 1997), proceso ha dado lugar a situaciones de degradación ambiental que se
fueron intensificando junto con la expansión urbana no planificada.
Justamente, las periferias de la ciudad se configuran como lugares donde
predominantemente se asientan las actividades industriales y las clases sociales más pobres; pero
también, son el ámbito en el cual se verifica la expansión de la ciudad, donde acontecen rápidas
transformaciones y se lleva a cabo la explotación del suelo (Nicolin, 1992).
Desde hace varias décadas, los nuevos habitantes que llegan de fuera a la zona
metropolitana se asientan directamente en contornos urbanos periféricos, por lo que el centro ha
dejado de ser un receptor de población en cuanto a movilidad residencial se refiere.
El capital inmobiliario -uno de los sectores con más beneficios en el urbanismo flexible-,
junto con el apoyo del BM y de los gobiernos, ha promovido la construcción de millones de
viviendas a bajo costo.
“El resultado ha sido el incremento masivo de unidades habitacionales de calidad
cuestionable, normalmente construidas en suelos de bajo valor y que tienden a ubicarse en
las zonas periféricas de las ciudades a lo largo y ancho del país. A nivel nacional, se pasó de
24.7 millones de unidades en el 2000 a 30.4 millones en 2006 (Banco Mundial, 2008: 98). Y
es que para el gobierno, la necesidad habitacional en 2030 será de 45 millones, por lo que
deberá ofrecer entre 700 mil y un millón de viviendas al año (Conavi, 2008a: 10). Tal
ofrecimiento involucra el negocio de las constructoras y cada vez más el de las instituciones
privadas de crédito” (Delgado, 2010: 125).

La presión ejercida por estos asentamientos sobre zonas ejidales es brutal, a través de
despojos y cambios de uso de suelo para mantener el esquema voraz de construcción de
viviendas. Dichos asentamientos, además, están alejados de los lugares de trabajo y de actividad

137
de las familias, lo que supone la demanda de desarrollo de infraestructura de servicios, de
vialidad y de movilidad.
Para sostener el acelerado y demandante esquema productivo de la Ciudad el transporte
ha representado un eje fundamental en el desarrollo de los centros urbanos. Las iniciativas de
movilidad urbana impulsadas en los últimos años han estado destinadas a priorizar el uso del
automóvil y del transporte público en manos de empresas privadas, como es el sistema de
transporte Metrobús.
El desarrollo de megaproyectos de vialidad en la Ciudad de México ha sido notable, “la
más alta en 30 años” (Ramírez, 2011). Nunca se habían destinado tantos recursos al renglón de la
infraestructura, con su correlato de cambio de uso de suelo, producción de GEI, destrucción de
áreas verdes y suelos de conservación. Siguiendo a Delgado, el costo socio-ambiental del sistema
de transporte centrado en el automóvil privado no es meramente el de la quema de combustibles
fósiles: a ello se debe agregar el costo de extraer, trasladar y transformar la energía y los
materiales necesarios para dar forma al sistema de calles, avenidas, puentes, segundos pisos, etc.
(Delgado, 2010: 113).
Se ha profundizado una tendencia hacia la privatización de bienes comunes, servicios y
espacios públicos con su correlato de despojo y contaminación. La contrapartida de esto son
los conflictos ambientales urbanos que emergen como respuestas en oposición a la distribución
de externalidades basada exclusivamente en la lógica de la renta urbana. Múltiples resistencias
que en la Ciudad luchan contra la mercantilización y la privatización de los bienes comunes y
servicios públicos.

5. Megaproyectos de infraestructura: las venas del capital

La construcción de infraestructura carretera, ferroviaria y multimodal, portuaria y aeroportuaria


está vinculada a la maximización de los beneficios de la lógica capitalista, con la reducción de
costos y tiempos para la circulación de materias primas extraídas o producidas.
Se trata de acortar tiempos, cerrar distancias, conectar e integrar espacios gobernados por
flujos extraterritoriales, con la desintegración consustancial de las territorialidades constituidas
previamente.
El desarrollo de infraestructura para la circulación de mercancías no es una novedad; de
hecho, el ordenamiento territorial novohispano fue construido a partir del trazo de vías de
transporte y circulación de mercancías en torno al reconocimiento de las zonas de mayor riqueza
de recursos naturales en México. Las ciudades fueron levantadas cerca de los yacimientos

138
mineros y de mayor actividad económica. De igual forma, en el siglo XIX la construcción del
ferrocarril se realizó a partir del reconocimiento de los lugares en que se encontraban las riquezas
que debían ser transportadas. Hoy, el desarrollo de infraestructura, con el apoyo de la tecnología,
es un imperativo fundamental de territorialización en la política neoextractivista y en el giro de
reprimarización de los recursos naturales del país.
El desarrollo de megaproyectos –emprendimientos mineros, producción de
biocombustibles, monocultivos forestales, producción agropecuaria- está vinculado a la
construcción de infraestructura que permita la movilización y conexión de las materias primas
extraídas con los centros de procesamiento y distribución.
En México, los desarrollos de infraestructura de carreteras, energía y telecomunicaciones,
se han venido impulsando en el marco de diferentes acuerdos y tratados comerciales. Tal es el
caso del Plan Puebla Panamá -hoy Proyecto Mesoamérica con la incorporación de Colombia-
cuyo objetivo es dominar una serie de áreas para su valorización, dominación e integración al
"sistema del mercado global". Implica trazar nuevas rutas, adecuadas a la geografía económica
del siglo XXI: las nuevas venas abiertas hacia el imperio, que responden a nuevas necesidades y a
una diferente selección de las materias primas y los llamados recursos estratégicos. Caminos que
conecten los grandes centros de producción y consumo del mundo, que abaraten y aceleren los
traslados y que, al mismo tiempo, refuercen la vigilancia y el control sobre los mismos (Ceceña,
2007: 10).
Se presenta una lucha por funcionalizar y enajenar el espacio, por transformarlo en un
espacio ligado a la lógica del capital, es decir, en un espacio regido esencialmente por las leyes de
la geometría, de la racionalidad productiva de la acumulación, de la maximización de los
beneficios, eliminando sus valores de uso y su capacidad para ser habitados.
El Plan Puebla Panamá surge en 2001, como una iniciativa conformada por Belice, Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y,
más recientemente, Colombia. El área de trabajo vinculada al desarrollo de infraestructura es el
proyecto de “Interconexión de la Infraestructura de Transporte y Facilitación Comercial”, el cual
tiene como objetivo aumentar la conectividad interna y externa de las economías de la región
mesoamericana, a través del mejoramiento de la infraestructura y de los servicios de transporte
carretero, marítimo y portuario, favoreciendo y potenciando la competitividad en los países de la
región.
En este renglón, actualmente se están promoviendo dos iniciativas: la Red Internacional
de Carreteras Mesoamericanas ( RICAM) y el Sistema de Transporte Multimodal Mesoamericano,
ambas con la finalidad de establecer una red de carreteras mesoamericanas para la integración de

139
la región y disponer de una infraestructura de integración modal, además de constituir una cadena
logística capaz de poner al alcance de los mercados su producción por vías terrestres, marítimas,
y aéreas, conectando las poblaciones, las zonas productivas y los principales puntos de
distribución y embarque.
Se trata de impulsar megaproyectos infraestructurales de transporte, comunicaciones y
energía que unifiquen la región en forma concreta, complementando al TLCAN y al nuevo TLC de
Centro América con Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés). Con estos megaproyectos,
el PPP busca atraer inversión privada nacional y extranjera, impulsando un cambio en el modo de
producción del campo mesoamericano, desde un economía campesina todavía basada en gran
parte en la propiedad social y la autosuficiencia, hacia un sistema neoliberal, apoyado en la
propiedad privada, en la mano de obra barata, en plantaciones agroindustriales, en la extracción
de recursos naturales y en la promoción del "gran turismo" (Wilson, 2008).
Sin lugar a dudas, el impulso de superautopistas, carreteras, sistemas de transporte y
vialidades, ha sido posible por el estímulo de reformas estructurales y por las modificaciones
realizadas al marco normativo, con el relajamiento de leyes de protección ambiental. Durante el
sexenio de Felipe Calderón se han aportado cuantiosas sumas a este renglón, en esquemas mixtos
de inversión privada y pública, tratando, a la vez, de dar la certeza jurídica que los inversores
requieren, como la eliminación de “la regulación innecesaria y los inhibidores a la inversión,
incluyendo, entre otras acciones, la revisión y simplificación de los procedimientos de
contratación”, resolviendo “la problemática adquisición de derechos de vía” y la simplificación
de “los trámites para la obtención de autorizaciones en materia ambiental” (Calderón, 2007:28).
Las metas al 2012 fueron la construcción o modernización de 17,598 kilómetros de
carreteras y caminos rurales, incluyendo 12,260 kilómetros que corresponden a la terminación de
100 proyectos carreteros completos. Asimismo, el incremento de 72 a 90% de la red carretera
federal que opera en buenas condiciones conforme a estándares internacionales. De los
kilómetros construidos 5,472 se destinaron a corredores troncales; 1,338 a obras
complementarias; y 4,000 a caminos rurales y carreteras alimentadoras (Calderón, 2007: 46).
A nivel longitudinal, los corredores troncales terminados durante esta administración son:
la Transpeninsular de Baja California, México-Nogales con ramal a Tijuana; Querétaro- Ciudad
Juárez; México-Nuevo Laredo con ramal a Piedras Negras; Veracruz-Monterrey con ramal a
Matamoros; Puebla-Oaxaca-Ciudad Hidalgo; México-Puebla-Progreso; Peninsular de Yucatán.
Y, a nivel transversal: Mazatlán- Matamoros; Manzanillo-Tampico con ramales a Lázaro
Cárdenas; Altiplano; Acapulco-Veracruz; Circuito Transísmico (Calderón, 2007: 49). En materia
ferroviaria se construyeron 1418 vías férreas; en infraestructura portuaria, 5 puertos nuevos,

140
modernizándose 22; además, 13 muelles para crucero (Calderón, 2007: 46). Este tipo de medidas
ha ido acompañada de fuertes procesos de despojo contra comunidades poseedoras de la tierra,
como precondición para el desarrollo de infraestructura.
Asimismo, en el desarrollo de la megalópolis del Valle de México se están impulsando
proyectos de infraestructura carretera para conectar la llamada Corona de las Ciudades de Puebla,
Tlaxcala, Cuernavaca, Cuautla, Querétaro, Toluca, Hidalgo, Arco Sur, Arco Poniente, Arco Norte
con el libramiento norte de Puebla, las carreteras Naucalpan-Toluca y Lerma-Tres Marías.
Después de haber realizado el anterior recorrido por algunas de las tramas de
conflictividad socioambiental más importantes, es evidente la capacidad de destrucción y
voracidad con la que ha venido avanzando el capital sobre los bienes comunes en los últimos
años, a partir de la lucha por desestructurar las capacidades que históricamente han hecho posible
la producción y reproducción de lo común para el sustento de la vida. Se trata sin lugar a dudas
de una batalla abierta e incierta entre el control corporativo-estatal y las luchas de
insubordinación y resistencia contra la mercantilización de la vida.

141
V. LUCHAS SOCIOAMBIENTALES EN MÉXICO

En este apartado hacemos especial énfasis en el antagonismo entre las formas políticas y
económicas del despojo múltiple y las luchas socioambientales en defensa de los bienes comunes
naturales o ecológicos, en el marco del aumento exponencial de conflictos socioambientales en
todo el territorio nacional, por la continuidad y profundización de las políticas extractivistas de
los últimos doce años.
La conflictividad socioambiental se expresa justamente en la lucha y resistencia de
cientos de sujetos colectivos, protagonizados principalmente por los pueblos indígenas y
comunidades campesinas, aunque también por vecinos, habitantes o afectados ambientales de las
ciudades u otras espacialidades urbanas, acompañados de activistas, redes, organizaciones
sociales y civiles. Se trata de decenas de comunidades campesinas e indígenas emprendiendo
todo tipo de estrategias para exigir la cancelación de presas hidroeléctricas, que no sólo les
forzarán a emigrar, sino que, además, amenazan con destruir sus bosques y tierras de cultivo. Así
también se encuentra la resistencia de muchas otras frente a las más de 24 mil concesiones
otorgadas por el gobierno mexicano para el emprendimiento de proyectos de minería a cielo
abierto en los últimos 12 años. La lucha de las cooperativas de apicultores que han denunciado la
reciente aprobación del primer cultivo comercial de transgénicos, específicamente de soya en
algunos estados de la República; y de muchas otras comunidades y organizaciones sociales y
civiles que han buscado impedir la autorización de los campos de siembra “experimental” de
maíz transgénico. Hay otro conjunto de resistencias que pelean contra proyectos de
infraestructura carretera, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria, para la reducción de costos y
tiempos para la circulación de materias primas extraídas o producidas. En las costas, los
megaproyectos turísticos están generando enormes presiones sobre comunidades de campesinos y
pescadores que defienden sus tierras y la biodiversidad terrestre y acuática. En las ciudades,
como es el caso de la Ciudad de México, existen decenas de movimientos en los barrios y
pueblos originarios que luchan para impedir el proceso de urbanización y desarrollo de
infraestructura para la movilidad urbana sobre tierras de cultivo y de conservación. O muchas
otras comunidades, colonias o barrios, que ya sufren algún tipo de afectación ambiental
relacionada con su contigüidad a rellenos sanitarios, basureros a cielo abierto, confinamientos de
residuos tóxicos, descargas industriales y residuales a ríos y otros cuerpos de agua. Y qué decir
de las catástrofes derivadas de la explosión de ductos de petróleo en el centro del país, o las

142
comunidades aledañas a los campos de exploración, perforación y extracción en el sureste
mexicano. En suma, se trata de sujetos colectivos que enfrentan los amagos del despojo, con las
terribles consecuencias de devastación y sufrimiento ambiental. 58
Para el caso de México, se trata de un vigoroso ciclo de luchas encabezado,
principalmente, por los pueblos indios y comunidades campesinas, aunque también por procesos
de resistencia de vecinos, habitantes o afectados ambientales de las ciudades u otras
espacialidades urbanas, acompañados de un sin número de activistas, redes y organizaciones
sociales extraterritoriales.
Frente a la multiplicación de resistencias socioambientales en todo el territorio nacional,
optamos por ahondar en la emergencia de este protagonismo social, a la luz de cuatro
experiencias, que de manera particular logran iluminar diferentes formas, frentes y niveles del
despojo múltiple. Se trata de sujetos colectivos que enfrentan los amagos del despojo o su
consumación, teniendo que enfrentar las consecuencias de la expropiación económica y política,
y los padecimientos de la devastación y el sufrimiento ambiental. Son sujetos colectivos situados
en espacialidades urbanas y rurales, con anclajes profundamente disímiles con el territorio, los
cuales simbólica o materialmente se actualizan ante las afrentas de despojo. Desde las
particularidades de estas luchas, presentamos un análisis crítico de los procesos de resistencia, los
cuales movilizan múltiples saberes y recursos colectivos, pero también enfrentan feroces
estrategias de dominación por parte de los gobiernos y empresas. Capaces en algunos casos de
aplazar o incluso de obstaculizar, por lo menos temporalmente, los proyectos de despojo, pero en
otros, de encontrarse limitados para hacerlo. No obstante, la resistencia y la insubordinación
frente a poder y la normalidad que busca imponerse, persiste bajo múltiples formas. Nos interesa
escudriñar en los modos de insubordinación de la gente común frente a las formas del despojo, en
condiciones sumamente adversas y asimétricas, cuando incluso, la devastación socioambiental es
la constante de la vida cotidiana. Para ello exploramos cuatro experiencias de resistencia
socioambiental de diverso tipo, que emergen ante intensas temporalidades de conflictividad, y
que en conjunto abren un amplio espectro para la comprensión de las subjetividades antagonistas
en defensa de lo común.
La experiencia del CECOP, está conformada por campesinos e indígenas de Guerrero que
han enfrentado durante nueve años la amenaza de despojo de sus tierras para la construcción de la
Presa Hidroeléctrica La Parota. En dicho apartado, exponemos algunos trazos del vigoroso y

58
Para mayor información, se recomienda revisar la “Audiencia General Introductoria de la Devastación Ambiental
y los Derechos de los Pueblos”, presentada en el Capítulo de México del Tribunal Permanente de los Pueblos,
disponible en <www.afectadosambientales.org>.

143
temperamental proceso comunitario de resistencia que consiguió gestarse, y las capacidades
sociales que lograron entretejerse con redes extraterritoriales, siendo capaces de impedir el
avance de las obras e influir en la suspensión de la presa. Se trata sin duda, de un ejemplo
emblemático para todo el campo popular mexicano y de las redes de resistencia a presas a nivel
regional e internacional, que sin embargo, enfrenta también las vicisitudes del desgaste de largos
periodos de lucha y la amenaza permanente y latente de la reactivación del megaproyecto en
cuestión.
Por otro lado, se encuentra la experiencia del Frente de Pueblos del Anáhuac, integrado
por ejidatarios y habitantes de diferentes pueblos originarios de la Delegación Tláhuac, al
suroriente de la Ciudad. El proceso de resistencia que se gestó para enfrentar la construcción de
un conjunto de megaproyectos de urbanización, y específicamente de la línea 12 del metro, no
tuvo la capacidad de aplazar u obstaculizar el desarrollo de este emprendimiento. Si bien, sólo la
línea del metro fue construida, y todos los demás proyectos fueron cancelados, las consecuencias
del megaproyecto ya comienzan a padecerse, más allá de los afectados directos por las
expropiaciones de tierras para la construcción de las obras. En esta experiencia, no obstante, se
asoma la llamativa persistencia de los pueblos originarios, pese a la larga historia de agravios y
políticas de despojo que la Ciudad de México ha tendido sobre ellos, de la que evidentemente es
parte este nuevo megaproyecto. Desde nuestra perspectiva, el análisis de las capacidades sociales
actuales de los opositores, no es suficiente para entender el resultado de esta afrenta, ante lo cual
hacemos un sucinto recorrido histórico para rastrear, y explicar algunas de las dificultades y
potencias que los constituyen, tratando de situarlas en una perspectiva de larga duración.
También, presentamos la experiencia del Frente Amplio Opositor a Minera San Xavier, el
cual ha estado constituido predominantemente por organizaciones sociales y civiles de San Luis
Potosí y por un reducido núcleo de ejidatarios de Cerro de San Pedro, el sitio en el que el
emprendimiento minero realiza sus demoledoras operaciones, desde hace más de 6 años
consecutivos. El FAO es ampliamente reconocido por su tenaz lucha en el terreno jurídico para
evidenciar la ilegalidad con la que opera MSX, demostrando, además, la naturaleza del Estado y
su relación con los designios de la trasnacional. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para
frenar el rápido deterioro y profunda devastación de Cerro de San Pedro, un conflicto que ha
estado signado además, por los fuertes dispositivos de consenso, cooptación y disciplinamiento
que MSX ha organizado para someter a la población, a lo que se suman añejas divisiones
comunitarias y frustradas añoranzas de una vida mejor.
Y finalmente, presentamos el caso de la Agrupación Un Salto de Vida, una organización
de vecinos de la zona metropolitana de Guadalajara, que viven a menos de cinco kilómetros de

144
uno de los ríos más contaminados del país. Sin embargo, el “sufrimiento ambiental” que los
habitantes del Salto viven cotidianamente no ha impedido que un conjunto de personas se hayan
propuesto movilizarse y rebelarse ante la soportabilidad y normalidad que hace muchos años ha
signado la vida de esa localidad. La compleja problemática que están enfrentando, provocada
principalmente por un cuadro multifactorial de contaminación, ha dificultado la verificación del
diagnóstico que los propios afectados ambientales, con apoyo de organizaciones sociales, civiles
y científicos comprometidos vienen elaborando. No obstante, el proceso de resistencia que se ha
gestado ha hecho posible que dicha problemática sea tímidamente reconocida por las autoridades
gubernamentales locales y estatales, lo cual había sido negado por mucho tiempo, y quizá, lo más
importante, que frente a la indiferencia estatal, se hayan habilitado capacidades sociales de
autocuidado común, ante la catástrofe ambiental que enfrentan.

145
Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa la Parota (CECOP): La lucha
contra la presa hidroeléctrica ‘La Parota’

En enero de 2003 la Comisión Federal de Electricidad (CFE) -empresa paraestatal generadora y


distribuidora de la energía eléctrica en México- realizó la primera incursión sobre las tierras de
los Ejidos de Dos Arroyos y los Huajes, en la Costa de Guerrero, para iniciar la construcción del
“Proyecto Hidroeléctrico Presa La Parota” sobre el Río Papagayo, a unos cuantos kilómetros del
Puerto de Acapulco, en el estado de Guerrero.
Un arribo sin previa consulta, ni permiso de los habitantes y dueños de la tierra, que
sorpresivamente enfrentaban la amenaza de perder su patrimonio, por la implementación de un
megaproyecto para garantizar el abasto regional de electricidad, en el marco del Plan Puebla
Panamá. La construcción de la Parota, de ser permitida, se instalaría sobre el Río Papagayo,
afluente “rodeado de comunidades campesinas que se dedican a actividades agrícolas de
autoabastecimiento, de microproducción y comercio local” (Pineda, 2011: 46).
Tras esta primera irrupción, la CFE, apoyada por estructuras de poder que localmente
venían operando, pertenecientes a organizaciones nacionales, como la Confederación Nacional
Campesina (CNC)59 y la Liga de Comunidades Agrarias, buscó convencer a los ejidatarios para la
venta de sus tierras, ofreciendo 70 centavos por metro cuadrado. De forma paralela, buscó
cooptar a los comisariados ejidales, ejidatarios y comuneros para conseguir su anuencia para la
expropiación de 17 mil 300 hectáreas de tierras y los permisos para cambios de uso de suelo. A
base de engaños y falta de información, se consiguió la firma de algunos habitantes, así como la
condescendencia de los comisariados ejidales para la autorización de los permisos
correspondientes.
“Por ejemplo, le decían a la gente fírmele aquí porque viene el Procampo o porque van a dar
despensas, cuando realmente el encabezado de estas listas era firmar la expropiación. Mucha
gente en las comunidades no sabe lo que significa expropiación” (Entrevista a Marco Suaste,
CECOP: 2008).

59
La CNC fue concebida en su origen como el brazo agrario del PRI. Hoy en día, más que una organización social se
trata de grupos de poder que operan desde el campo, sus líderes reclaman cuotas dentro de los partidos a cambio del
voto campesino. En su recomposición, la CNC ha ido quedando bajo el control de los caciques estatales. Este tipo de
organizaciones siguen existiendo únicamente como instrumentos de control, pues los mecanismos institucionales de
mediación entre sus afiliados y el Estado se han ido diluyendo en el mar neoliberal (Serna, 2009: 33).

146
Esta intromisión plagada de procedimientos antidemocráticos, junto con la ausencia de
información, provocó que la confusión e irritación se fueran generalizando. Si bien los ejidos de
Dos Arroyos y los Huajes –los que inicialmente ocupó la CFE- eran los principales afectados,
fueron los campesinos indígenas de los Bienes Comunales de Cahuatepec 60, -que serían
perjudicados de ser completadas las obras en los ejidos- los que se autorganizaron para instalar un
campamento que lograra obstaculizar la entrada de la maquinaria.
“Para este momento ya habían hecho grandes socavones para desviar el río, e iniciar los
trabajos de la cortina, ya habían hecho dos helipuertos, ya habían hecho una gran galera con
computadoras, maquinaria pesada especial” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

La indignación de las familias iba creciendo conforme se enteraban –con apoyo de algunas
organizaciones como Guerreros Verdes y la Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los
Pueblos (AMAP)- de las características, dimensiones e implicaciones de la Presa “La Parota”,
llamada así por los enormes árboles característicos de la región. Se trataba de un proyecto que
afectaría a cinco municipios de la costa de Guerrero, por medio de la inundación de 17,300
hectáreas de selva mediana y baja caducifolia selva baja y media, pequeña agricultura y
ganadería, lo que a su vez provocaría el desplazamiento de 25 mil campesinos de 39
comunidades, y por sus efectos, se desertificarían las tierras de 75 mil campesinos más, que viven
y siembran río abajo, considerados como afectados indirectos (Pineda, 2011)
El desalojo de miles de personas de sus tierras, se traduciría en la destrucción de sus
viviendas, medios de subsistencia alimentaria, centros de salud y escuelas. A esto se suma la
destrucción de la flora y fauna, incluida especies endémicas de la región, que en su mayoría se
encuentran en peligro de extinción. En suma, se trata de una drástica transformación y
devastación de sus mundos de vida y de la rica biodiversidad de los ecosistemas. A lo que se
añade el peligro sísmico de construir la Presa, precisamente, a menos de un kilómetro de la placa
de Cocos y cerca de la falla de San Andrés.61
A pesar de las terribles implicaciones, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) que
la UNAM realizó en 2004, por encargo de la CFE, estuvo plagada de vacíos de información y la
60
Los “bienes comunales” son tierras comunales tradicionales, restituidas tras la Revolución Mexicana a sus
propietarios originales –comunidades campesinas e indígenas– sobre la base del uso consuetudinario. Un
“comunero” es una persona que tiene derecho a poseer y utilizar parte de un “bien comunal”.
61
En palabras de Elena Khan de la Asociación Guerreros Verdes “La CFE acepta que diario hay un temblor ahí,
aunque sea leve, y que en el sitio se registró el epicentro del terremoto de 1985 -fue de 8.1 grados. Además, que
existe la posibilidad de que se produzca un terremoto de 8.4 grados. (…) la cortina la van a hacer en forma de
pirámide y que con la tecnología se puede evitar un rompimiento, pero nosotros cuestionamos qué va a pasar si le
aumentamos a esa zona el peso de millones de toneladas de agua y qué repercusiones puede tener en la ciudad de
Acapulco y en todo el país" (Rojas, 2004).

147
falta de identificación de medidas para compensar los daños ambientales y sociales del proyecto.
Pese a tales omisiones, la SEMARNAT autorizó de manera condicionada la MIA, con propuestas
en torno a la creación de un área natural protegida y la proyección e implementación de
programas de rescate y reubicación de fauna en riesgo, así como programas de reforestación,
manejo y monitoreo ambiental (Amnistía Internacional, 2007: 91).
Así, a la falta de consulta y acceso a la información de las comunidades, se sumaban la
complicidad de otras instancias institucionales, evidenciada “en los vacíos de los estudios de
impacto ambiental y de las autorizaciones del proyecto, como la falta del plan de reubicación de
las personas afectadas, y las medidas para la protección y manejo de los daños a la biodiversidad”
(Amnistía Internacional, 2007: 95).
Si bien, los discursos gubernamentales ante las comunidades afectadas, han sostenido que
el proyecto se requiere para cubrir la demanda estatal y nacional de generación de energía
eléctrica62, se trata más bien de impulsar un mercado que satisfaga los requerimientos de las
empresas trasnacionales, con la construcción de por lo menos 300 presas, en el marco del Sistema
de Interconexión Energética para Centroamérica, del Plan Puebla-Panamá, hoy Proyecto
Mesoamérica. La gigantesca presa contempla una cortina de 162 metros de altura, para la
generación de 900 megavatios de energía, con una inversión de mil 200 millones de dólares
mediante la participación de bancos extranjeros, como el alemán Deutche Bank y varios
españoles más, así como grandes constructoras y proveedores de maquinaria y equipo
trasnacionales (Rudiño, 2008).
El naciente conflicto emergía a partir de lo que Porto- Gonsalves (2008) caracteriza como
“tensión de territorialidades”, entre la lógica abstracta del valor sintetizada en el agresivo Plan
Puebla Panamá; y los mundos de vida de las poblaciones locales y su relación con el espacio.
Mientras la CFE identifica -desde la racionalidad productivista de la acumulación-, al río
Papagayo y a las poblaciones aledañas como un espacio global, sacrificable en la medida en que
es capaz de captar inversiones; los habitantes lo viven como ‘espacio local’, fundamental para la
sobrevivencia, estructurado por la base de una vida en común, cuyas raíces se remontan a
tiempos pretéritos (Machado, 2009: 222).
El conocimiento de las implicaciones de la obra, además reavivaba viejas dolencias que las
comunidades ya habían enfrentado en otros momentos, por los llamados proyectos de desarrollo.
Y es que en 1957, sobre el Río Papagayo, se edificó la Presa La Venta, a base de engaños, e
incluso, de indemnizaciones que jamás fueron pagadas. De hecho, es hasta el 2004, que se

62
El propio CECOP ha señalado que “la capacidad instalada de energía en México rebasa el 48% de la demanda
actual” (CECOP, 2009:49), desmintiendo que haya un déficit nacional en la generación de energía.

148
liquidan los adeudos, lo cual estuvo relacionado con la presión de las comunidades, como
demanda reanimada frente a la nueva afrenta. Estos agravios padecidos en carne propia, sirvieron
para advertir las injusticias con las que se operan este tipo de proyectos.
"La gente ya se convenció de que la CFE no paga las tierras que inunda, nomás trata a los
afectados con puros engaños, por ejemplo de una presa que se hizo en La Venta, en
Acapulco, les pagó a los 47 años -en 2004- y eso por la presión que hicimos nosotros que en
cada asamblea repetíamos que a los de La Venta todavía no les pagaba las indemnizaciones,
y no fue un pago justo, les dio 4.50 pesos por metro cuadrado y sin intereses de casi 50 años.
Y La Parota va a afectar 17 mil 500 hectáreas y además no es viable" (CECOP: 2005)63

A lo anterior hay que agregarle que el contexto de la historia de los municipios aledaños al
puerto de Acapulco, ha sido el del enfrentamiento de una larga lista de despojos, por la presión
que ha implicado su cercanía a uno de los destinos turísticos más importantes del país. “El
crecimiento urbano- turístico de Acapulco subordina a los municipios colindantes a sus
necesidades de acumulación, haciéndolos orbitar en torno a un crecimiento desmedido, con un
arrasador impacto ambiental y con un fuerte contenido trasnacional” (Pineda, 2011: 48).
Ahora bien, durante el primer año, pese a la resistencia y la intensificación del enojo,
continuó el avance de las obras y la consustancial destrucción, de la mano de dispositivos de
cooptación, captura y división social, que erosionaban el tejido comunitario, e incluso familiar,
entre los opositores y los que apoyaban las obras. Conforme se polarizaban estas divisiones, se
fue escalando la confrontación y violencia al interior de las comunidades, lo que llegó al punto
máximo con el asesinato de algunos opositores.
“ya habían contratado por lo menos a 400 compañeros de los lugares más cercanos al lugar
donde se iba a hacer la cortina. Esto desde el principio ya había implicado un rompimiento
del tejido social, ya había problemas grandes entre las personas que aceptaron con engaños
las migajas que ofrecen. Además les ofrecían trabajo temporal y mal pagado, y luego se
quedarían además sin trabajo y sin su casa, sin su iglesia” (Entrevista a Rodolfo Chávez,
CECOP: 2009).

“Cuando decidimos parar la maquinaría que iba entrando a Cahuatepec eran tractores,
aplanadores, capaces de desgajar un cerro en semanas. Afortunadamente nos decidimos 3
comunidades, pero la CFE ya tenía un grupo de choque de comuneros y nos los echó encima,
estuvimos a punto de enfrentarnos pero afortunadamente tuvimos la capacidad de reacción de

63
Citado en: (Rojas: 2005).

149
no contestar las agresiones y el grupo se mantuvo a salvo” (Entrevista a Marco Suaste,
CECOP: 2008).
“luego siguieron los enfrentamientos, nos mataron al primer compañero que cayó en la lucha
Tomás Cruz Zamora, (…) y cuando él se dirigía a su comunidad lo mataron de un balazo.
Esto el CECOP no lo ha podido superar. Después siguieron más muertos, eso enardeció
mucho, generó mucho rencor y odio hacia los gobiernos y hacia los manipuladores que
estaban de una u otra manera enfrentando al pueblo con el pueblo” (Entrevista a Marco
Suaste, CECOP: 2008).

Además de los conflictos intercomunitarios, se fue intensificando la estrategia de


disciplinamiento, intimidación, criminalización y represión por parte de la CFE, con apoyo del
gobierno y las fuerzas policiales del Estado. Si bien, el temperamento social de una parte de los
opositores aumentaba; también provocaba temor y repliegue entre muchos otros.
Y es que la lógica excluyente con la que desde los inicios ha operado la CFE ha tendido ha
polarizar la posición de los opositores. Como plantea Marco Suaste, comunero del CECOP “con
este tipo de proyectos la distancia se hace más larga con el gobierno”, distancia que además de
profundizarse, sitúa a los actores en condiciones sumamente asimétricas.
En este contexto, en julio de 2004 se dieron las primeras detenciones de Marco Antonio
Suástegui Muñoz y Francisco Hernández Valeriano, aunada a la expedición de nueve órdenes de
aprehensión en contra de algunos de los opositores más visibles. No obstante, para ese momento
los opositores ya contaban con el apoyo de un numeroso grupo de organizaciones sociales y
civiles, que coadyuvaron junto con las movilizaciones de las comunidades en resistencia, en que
días después fueran excarcelados. En suma, de 2003 a 2007, se registraron graves actos de
violencia, homicidios a cuatro miembros de la comunidad, personas heridas y detenidas durante
las protestas, así como amenazas y hostigamientos (Amnistía Internacional, 2007: 96).
Para estos momentos, los comuneros, es decir, los propietarios de los bienes comunales, ya
se encontraban entrelazados con los ejidatarios, quienes en conjunto lograron interrumpir cuatro
de las siguientes asambleas que la CFE llevó a cabo del 2004 al 2007 para lograr la aprobación
del megaproyecto, las cuales contaron con la presencia de excesivos despliegues policiacos y
cercos de malla ciclónica, para controlar e impedir la entrada de los opositores. Constantemente,
en todas las asambleas convocadas por los comisariados ejidales en colusión con la CFE, se
produjeron fuertes enfrentamientos entre los opositores a la Presa, y los simpatizantes y
acarreados de la CFE.

150
Ante la polarización social y los enfrentamientos suscitados en algunas de las asambleas, en
lo que Pineda considera “la fase crítica del conflicto”, de marzo a agosto de 2007 (Pineda, 2011:
47), se impulsaron misiones civiles de observación promovidas por las organizaciones que han
venido apoyando al CECOP, a lo largo del proceso de resistencia. Con ellas se buscó documentar
las violaciones a los derechos humanos, así como las irregularidades cometidas por parte de las
estructuras ejidales. La presencia civil fue determinante para atemperar el clima de violencia y
confrontación.
Después de enfrentar las irregularidades de las asambleas organizadas de los Bienes
Comunales de Cacahuatepec, y de los ejidos Dos Arroyos, Los Huajes y La Palma, los opositores
interpusieron una demanda de nulidad ante el Tribunal Superior Agrario, con el apoyo del Centro
de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”. La concertación de una estrategia jurídica
agraria coordinada por esta organización para la defensa de la tierra, fue central para el
postergamiento del proyecto.
A lo anterior, se sumó la demanda que en 2005, la Comunidad Indígena de Bienes
Comunales de Cacahuatepec, interpuso por delitos ambientales, ante el Ministerio Público
Federal, Delegación Guerrero, en la que se reclamaba la tala inmoderada que de manera ilegal la
CFE realizó sobre sus terrenos, afectando cientos de hectáreas de la zona selvática del municipio
de Acapulco.
Más tarde, durante 2006 y 2007, el Tribunal Unitario Agrario- Distrito 14, respondió a las
demandas interpuestas, con la anulación de las asambleas y los permisos para la construcción de
la represa, por la debida comprobación de las irregularidades cometidas. Estas resoluciones
impidieron que los procesos expropiatorios y de cambio de uso del suelo se llevaran a cabo, junto
con la suspensión de las obras de construcción.
Así, durante los primeros años de la lucha contra la Presa, podemos advertir que los
opositores fueron transitando de una etapa de confusión y desconcierto, a una de acuerpamiento
colectivo y organización, activada por la rabia e indignación que venían produciendo las
irregularidades procedimentales, el conocimiento de las implicaciones del proyecto, y las
estrategias de división, intimidación y criminalización de los opositores.
La autoconvocatoria para la instalación de hasta seis plantones en las entradas estratégicas
de la zona para impedir el paso de la maquinaria; la organización de una asamblea dominical de
forma permanente para informar, deliberar y tomar decisiones; junto con la interrupción de las
asambleas amañadas y organizadas por la CFE, marcan una primer orientación de la lucha de los
opositores, centrada en la autoorganización, la acción directa y la resistencia civil.

151
Es clara también la conformación incipiente de un núcleo de opositores, tanto de los bienes
comunales, como de los ejidos, que se vuelve central para sostener y orientar la resistencia,
alimentada principalmente por la demanda de defender la tierra, como bien primordial para la
subsistencia material de las familias. Algunos de los opositores: “Isaías Flores Hernández, de
Garrapatas, y Ricardo García, de Arroyo Verde, señalaron que la tierra es lo único que tienen y
"la CFE quiere entrar a lo bruto". Comentaron que con los 70 centavos que la comisión les quiere
pagar por metro cuadrado, no conseguirían tierra en ningún lado y se quedarían sin trabajo. "En
Acapulco, el que no trabaja un día no come." Isaías siembra maíz en dos o tres hectáreas y saca
80 costales del grano y 20 de frijol. Eso le alcanza para que los ocho integrantes de su familia
coman todo el año. Siembran jamaica cuando llueve. Hay cocoteros y mangales” (Rojas: 2004)
Se trata de una lucha por no perder la tierra, considerada la base fundamental para su
sobrevivencia, lo que en un segundo momento, se iría fortaleciendo con la emergencia de otros
registros simbólicos, ligados a un lenguaje de valoración no mercantil y a la idea de la
inconmensurabilidad de la vida.
Asimismo, durante 2004 se producen los primeros acercamientos con organizaciones
sociales, civiles y redes de resistencias que coadyuvan en la difusión, visibilización, cobertura y
disposición de nuevos recursos sociales para fortalecer la oposición a la Presa. A este respecto,
durante 2004 el ya denominado “Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La
Parota “(CECOP) asiste a diferentes eventos y se encuentra con otras resistencias al Plan Puebla
Panamá en la Región Mesoamericana, pero también en otros países de Latinoamérica.
“Visitamos a otros afectados, en México y otros países. Nos impresionaron los testimonios
de los desplazados de la presa El Cajón, en Nayarit, de los sobrevivientes en el Chixoy,
Guatemala, de los desplazados en Brasil, en Colombia. Vimos con nuestros propios ojos lo
que significa el despojo de las tierras, del agua de los ríos, y supimos lo que significa
perderlo todo por la ambición de los ricos, de los poderosos y de los gobiernos, que son los
únicos que se benefician con lo que ellos llaman ‘desarrollo’, que no lo es, porque no es
desarrollo para todos” (CECOP, 2010).

En ese mismo año se acuerda en territorio del CECOP, la creación del Movimiento de
Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER), que articula diversas resistencias
en todo el territorio nacional y se vincula con otras de Mesoamérica. De ahí en adelante, el
CECOP se convertiría en una de las resistencias más visibles y tenaces de las plataformas de
luchas contra presas y conflictos socioambientales.

152
Posteriormente, es de destacar también la participación del CECOP, en la Asamblea
Nacional de Afectados Ambientales, en la que -desde sus inicios en 2008- ha compartido su
experiencia al resto de resistencias contra presas de todo el territorio nacional.
Los encuentros y espacios de articulación han sido relevantes para que el CECOP, no sólo
fortaleciera su rechazo a la Presa, sino que esgrimiera los detalles de los argumentos de repudio,
configurándose con ello un discurso contra- experto (Svampa, 2008b), constituido a través de la
propia práctica, los aprendizajes compartidos con otras organizaciones y mediante el contacto con
organizaciones no gubernamentales y especialistas o profesionistas independientes. Se trata de la
articulación de “comunidades del no” (Antonelli, 2009) o redes extraterritoriales que se tejen
entorno al CECOP y que influyen fuertemente en las conexiones que los sujetos comunitarios
hacen entre capitalismo global, Estado y degradación ambiental. De modo tal, que las
percepciones de las luchas socioambientales son alimentadas por referencias y experiencias de
otras latitudes que enfrentan los mismos problemas, produciéndose un movimiento entre escalas
y pisos para pensar el problema. Lo local se conecta con una conciencia global sobre lo ambiental
y viceversa.
Las razones por medio de las que el CECOP ha argumentado su rechazo a la presa
resultaban contundentes. Demostraron en numerosas ocasiones tener conocimiento de los daños
sociales y medioambientales que vivirían si la presa se llevara a cabo, así como las
irregularidades, y el sentido antidemocrático del aspecto procedimental por parte del gobierno y
la CFE. Lo que a su vez, sumaba al debate crítico sobre los efectos depredadores de las presas,
que desde diversas latitudes y ámbitos se viene generando desde hace más de dos décadas. El
siguiente testimonio es de un comunero del CECOP que explica en un “Encuentro Popular sobre
Agua, Energía y Alternativas Energéticas” con organizaciones de la sociedad civil el problema de
las presas:
“Hay 80 millones desplazados en el mundo por las presas, las presas aparte de desplazar de
traer enfermedades, divisionismos, traen como objetivo que las trasnacionales se adueñen de
algo tan importante que probablemente puede causar una guerra en el futuro que es el agua.
Después del petróleo el agua es el segundo lugar por la cual se puede originar una guerra. El
2% es agua dulce para el rio papagayo es un río de oro para ellos. Nosotros somos los
custodios del agua, hay mucha gente que está dispuesta a dar la vida por nuestras tierras, el
gobierno lo sabe. Cuando el ejército quiso entrar, la gente salió con sus machetes, de este
lado había otro ejército de hombres y mujeres decididas a dar la vida por su tierra. Y el
ejercito salió disparado, de este lado estaban listas las resorteras, las piedras, los machetes, y
estaba decidió que íbamos a defender hasta las últimas consecuencias el agua del Río
Papagayo y la tierra de Cahuatepec” (Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).

153
“Desenmascarar a los gobiernos de querer traer a los pueblos estos proyectos, no se
necesitan. México no necesita energía eléctrica, hay un 40% sobrante de energía. Y esto nos
ayuda a sustentar nuestra oposición, más bien nos preguntamos ¿Para qué son las
hidroeléctricas? No se necesitan” (Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).
A este conjunto de iniciativas, se sumó la visita del Delegado Cero a Cacahuatepec en el
marco del recorrido de La Otra Campaña en 2006, en la cual expresó el apoyo rotundo del EZLN
a la resistencia del CECOP, y advirtió que "(…) el río Papagayo corre también por las montañas
del sureste mexicano. Por eso queremos avisarle a Vicente Fox y a su brazo amarillo y negro,
Zeferino Torreblanca, que si el Ejército ataca estas tierras, tendrá que atacar también las
montañas del sureste mexicano " (Bellinghaussen, 2006).
Así, hacia 2007, ante la persistente y radical oposición del CECOP, se logra la realización
de una asamblea informativa, en la que se acuerda que la CFE expondrá el proyecto y los
beneficios de éste, a la par de la participación del CECOP y especialistas críticos a este tipo de
proyectos. Dicha reunión se realizó en Aguacaliente, uno de los bastiones de lucha del CECOP,
lo que favoreció enormemente la participación y expansión de la postura opositora en las
discusiones. Ante la contundencia del “No a la presa”, se exigió al comisariado ejidal la firma del
acta en la que se refrenda el rechazo al proyecto. Este hecho fue sumamente significativo para
evidenciar la amplia oposición comunitaria, y así desarmar las opiniones que la CFE mantenía al
plantear que los que objetaban la Presa representaban una posición minoritaria. Pero sobretodo
para formalizar el rechazo comunitario, que estaría directamente vinculado con la postergación
del Proyecto.
Además del fuerte proceso de resistencia comunitaria, la disputa política que condujo al
aplazamiento del proyecto, puede comprenderse a partir de varias hipótesis. A este respecto
Pineda refiere que “la falta de alineación entre los poderes federales y estatales, abrió un campo
de oportunidad para que el movimiento social pudiera impedir el proyecto, retardándolo o
postergándolo no sólo por la fortaleza y aciertos de la resistencia campesina, sino también por las
contradicciones al interior del Estado y sus actores. También es probable que, las contradicciones
al interior del grupo gobernante en el Estado, hayan significado nuevos obstáculos para generar
consenso sobre la imposición del proyecto o la toma de una decisión de fuerza que pudiera abrir
paso a la construcción de la Presa” (Pineda, 2011: 49).
A esto se suma, sin lugar a dudas, la estrategia jurídica de defensa agraria y ambiental para
la protección de los ejidos y bienes comunales, y la anulación de las asambleas y otras
disposiciones impulsadas por la CFE. Por otro lado, se abrió una vertiente de defensa de derechos

154
humanos, impulsada por diversas organizaciones civiles, que se comprometieron para que el caso
del CECOP fuera documentado y difundido ante instancias nacionales e internacionales. En esta
labor destacan las organizaciones que integran el Espacio de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales. Entre las acciones impulsadas dentro de esta vertiente, sobresale la visita en 2006 del
Relator Especial de ONU sobre derechos indígenas, Rodolfo Stavenhagen, quien exigió al
gobierno mexicano respetar la decisión de los miles de comuneros que se oponen a la
construcción de la hidroeléctrica La Parota. A decir del Dr. Stavenhagen:
”El gobierno mexicano tiene la obligación de cumplir con la protección de los derechos
humanos de los pobladores, como el derecho a la tierra, a la subsistencia, a la libre consulta y
a la participación” (Ocampo: 2006).

A este llamado, se sumaron las recomendaciones de los Relatores Especiales de Vivienda y


Derechos Humanos de la ONU; la visita de Irene Kahn, la Directora de Amnistía Internacional.
Así como la invitación del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU en
Ginebra, para escuchar el testimonio del CECOP. Y que en 2006, el Tribunal Latinoamericano
del Agua recomendara a las autoridades mexicanas la cancelación del Proyecto.
Hasta este momento el CECOP ya había logrado posicionar el conflicto de la presa, a nivel
estatal, nacional e internacional, y era reconocido como una persistente resistencia capaz de
bloquear el proyecto de la Parota. Lo que sin lugar a dudas, se fue logrando a partir de la
combinación de múltiples estrategias, que encontraban soporte en el fuerte proceso comunitario
de movilización y resistencia, que aun dividido por los dispositivos de cooptación y
disciplinamiento implementados por la CFE, el gobierno y diferentes mediaciones locales, ha
logrado cohesionarse en momentos estratégicos. En suma, el logro de obstaculizar el proceso de
construcción de la Presa se debe entre varios factores, a lo que Emanuelli señala a continuación:
“Nosotros pensamos que lo que había funcionado era la mezcla de estrategias, no sólo la
política, la organizativa, con liderazgos visibles, pero muy significativos, la parte de la lucha
legal y la parte internacional. Y algo que el CECOP tiene que igual otros movimientos no
tienen, es la capacidad de transmitir mucha energía, muchas razones, a diferencia de otros
estilos más calmados. El CECOP calienta mucho los ánimos, logra transmitir la indignación.
Fue muy importante que el CECOP tocara muchas puertas, (…) pero su base, siempre fue
que todos trabajen juntos (…), su consigna fue ‘tienen problemas entre organizaciones, pero
el problema mayor es otro’. Esto permitió que mucho colaboráramos desde perspectivas
distintas y que todos fueran bienvenidos” (Entrevista a Silvia Emanuelli, HIC: 2010).

155
Por otro lado, la frustración y el desencanto que ha generado la política institucional derivó
en, lo que ellos mismos reconocen como “el aprendizaje más importante”, que se dio con el
rompimiento de mediaciones locales que históricamente venían regulando los conflictos para
estabilizarlos e incorporarlos al terreno de la gobernabilidad estatal. Claramente, se lograron
desarticular las relaciones clientelares con la Confederación Nacional Campesina (CNC), la cual
había venido operando con bastante influencia en la zona. Si bien, la CNC inicialmente incidió en
la integración de los comisariados ejidales y en la conformación de las estructuras comunitarias
para avanzar con la construcción de la presa, este intento fracasó.
“El aprendizaje más importante como estrategia de lucha fue haber acabado con el esquema
corporativo, sí se rompió, hay un desprecio a los métodos de la CNC (…). El rompimiento
con el corporativismo fue una de las ganancias mayores. (…) se ha modificado la visión de
los partidos políticos, una visión distinta de los esquemas de dominio, como los charros
campesinos, los dirigentes campesinos de la CNC o los núcleos agrarios” (Entrevista a
Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

A la par que se desconocían dichas estructuras ejidales, por su complicidad con la CFE y
por la ilegalidad de su nombramiento, surgieron y fueron elegidas nuevas estructuras de
representación, reconocidas colectivamente. Se trataba de una forma de representación “legítima
y autónoma” que en palabras de Rodolfo Chávez, actúa como un “poder dual a nivel local, no
exento de complicaciones” (Chávez, CECOP: 2009).
Y es que cuando se erosionan las mediaciones y se fisuran las relaciones de dominación, no
sólo comienza a explicitarse la crítica a la representación política encarnada en el Estado, sino
que se pone mayor atención en las relaciones tejidas al interior de los espacios organizativos. A
este respecto, aunque la separación entre dirigentes y dirigidos existe en los hechos aún sin estar
formalizada la mayoría de las veces, tiende a haber un cuestionamiento hacia la figura del
dirigente que se separa de las bases y se independiza del pensamiento colectivo y concreto de la
experiencia. “Los comisariados son nuestros representantes, pero ellos no deciden, decide el
pueblo” (Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).
La conciencia y acuerpamiento colectivo que para este momento el CECOP había logrado,
trató de consolidarse después del éxito obtenido de la Reunión de Aguacaliente con la CFE de
2007. De 2007 hasta abril de 2010, -que se activa nuevamente la ofensiva para construir la Presa-,
el CECOP ha buscado reforzar la dimensión organizativa para sostener la resistencia a largo
plazo, hasta lograr que el proyecto fuera totalmente cancelado. Sobretodo, buscando que los
liderazgos del CECOP no fueran imprescindibles, -porque hasta ese momento lo habían sido-, y

156
se consiguiera generar un proceso de socialización de las capacidades políticas. Para ello, algunos
de los integrantes del CECOP participaron en la Escuela para la Paz, coordinada por Servicios y
Asesoría para la Paz (SERAPAZ) 64, y tiempo más tarde se dispuso que para la socialización de
los aprendizajes, los talleres de fortalecimiento y organización se realizaran directamente en las
comunidades opositoras. Posteriormente este proyecto se reorientó en la búsqueda de sistematizar
colectivamente la experiencia de resistencia.
El trabajo con los jóvenes de las comunidades, fue otra vertiente del proceso organizativo,
lo que se identifica como un soporte vital para garantizar la fuerza y continuidad de la lucha. Sin
embargo, un problema que se enfrenta es su falta de participación, debido a que por un lado, su
lazo con la tierra se ha erosionado, como producto de la crisis general del campo y la necesidad
de explorar otras alternativas de subsistencia y migrar, se intensifica por la cercanía con el puerto
de Acapulco. Adicionalmente, las formas y dinámicas de la organización están basadas en los
usos y costumbres, que en el caso de las comunidades indígenas y campesinas, no están
invitando, incluyendo o incitando a que los jóvenes con sus propios modos participen. En este
sentido, es interesante ver cómo a partir de la asistencia de jóvenes de los bienes comunales y
ejidos del CECOP al “Festival de las Resistencias” organizado por Jóvenes en Resistencia
Alternativa65 se activó un interés por encontrar formas de integrarse a la lucha contra la Presa la
Parota. De la misma manera ha ocurrido con los niños de las comunidades, a partir de diversos
proyectos como el caso de un taller fotográfico impartido por el fotógrafo Carlos Alberto
Carbajal, del periódico El Sur.
Hacia 2009 finalmente, la CFE declara que el Proyecto de la Presa queda suspendido
temporalmente, y diferido hasta después de 2018, la decisión públicamente fue justificada como
producto de la recesión económica e injustificada necesidad para incrementar la capacidad de
generación de la empresa (Amnistía Internacional, 2007: 97). Evidentemente esta noticia generó
profundo júbilo, pero también un proceso de desmovilización entre las comunidades, sumado al
desgaste de tantos años de resistencia.

64
Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ) es un organismo civil, mexicano, independiente y no lucrativo. De
servicio a la paz y la transformación de conflictos sociales a través de la promoción y articulación de procesos e
iniciativas civiles; investigación y producción editorial; capacitación, asesoría, incidencia y seguimiento de procesos
que contribuyen a la construcción de la Paz. Para más información: < http://www.serapaz.org.mx/>
65
Jóvenes en resistencia alternativa (JRA) es una organización mexicana integrada en su mayoría por jóvenes y
estudiantes de la Ciudad de México. Es una organización de izquierda radical de acción pacífica que no busca el
poder político tradicional. Un espacio que se considera anticapitalista y antineoliberal con una importante influencia
del movimiento zapatista y el movimiento altermundista, así como de las luchas de los sin tierra, aymaras,
piqueteros, mapuche, okupas y pueblos indios de América Latina y México. Para más información:
< http://jra.espora.org/>

157
Acto seguido, en enero de 2010 la prensa mexicana informó que el proyecto se reactivaba
por las exitosas gestiones realizadas por el entonces gobernador Zeferino Torreblanca, no
obstante, meses después se anunció que debido a limitaciones financieras en el sector energético,
se cancelaba el Proyecto Hidroeléctrico Presa La Parota. Entre las razones, además de la
financiera, la CFE acepta que existe una fuerte oposición al proyecto por parte de sectores
sociales de Acapulco, Guerrero, y zonas aledañas (CECOP, 2010). En otras informaciones, este
mismo organismo aduce nuevamente que el proyecto solamente está suspendido y que se traslada
su construcción al año 2018.
No obstante, el CECOP ha recibido con desconfianza estas declaraciones, por lo que han
planteado que no debe bajarse la guardia, ni debe suspenderse el trabajo organizativo en las
comunidades. Lo que además se había complicado por la simpatía que el nuevo gobernador
estatal, Ángel Aguirre, había manifestado con el proyecto, negándose además, a firmar los
“Acuerdos de Cacahautepec”, a través de los cuales, el CECOP buscaba formalizar la cancelación
definitiva. No obstante en agosto de 2012 el gobernador firmó dichos acuerdos,
comprometiéndose a no apoyar la construcción de la presa.
“Sí es un éxito, no sólo de nuestra lucha sino de todas las organizaciones que acompañaron
nuestro movimiento, pero no bajamos la guardia; no confiamos en la palabra de los gobiernos
que han lastimado tan profundamente a los campesinos y han roto el tejido social en nuestras
comunidades. Nuestra lucha seguirá hasta tener en nuestras manos el oficio presidencial que
diga que La Parota está definitivamente cancelada” (CECOP, 2010).

Recientemente, en julio de 2012, el Tribunal Federal ratificó el punto final a la presa,


tratándose así, de la sexta resolución contra la construcción del Proyecto Hidroeléctrico La
Parota. Esta decisión del Tribunal Federal, confirman que el proyecto La Parota es legal,
ambiental y socialmente inviable. Asimismo, la decisión del Tribunal Colegiado confirma una
vez más que en la lucha legal emprendida por los opositores al Proyecto, son los comuneros,
ejidatarios y avecindados unidos en el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa
La Parota (CECOP) quienes tienen la razón legal y la legitimidad social. Es de esperarse, por
ello, que la reciente determinación impulse la firma de los Acuerdos de Cacahuatepec, hasta
ahora pospuesta por el Ejecutivo estatal, misma que puede devolver la paz a la región (Centro de
Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, 2012).
Resulta un hecho que el CECOP ha sido capaz de obstaculizar y postergar este
megaproyecto, lo que a su vez, ha fortalecido su imagen nacional e internacionalmente,
reconocido como un símbolo de la resistencia y de la posibilidad de vetar este tipo de

158
emprendimientos, lo que está relacionado con la persistente participación de algunos de sus
integrantes en diversos encuentros y actividades, con el objetivo de difundir su experiencia, sus
aprendizajes y las terribles consecuencias de las presas. La irradiación de esa experiencia ha sido
fundamental para el amplio espectro de luchas socioambientales, a partir de varios aprendizajes:
“Es posible detener el proyecto, sí la gente tiene la determinación total para hacerlo; las
decisiones del pueblo van primero; se requiere de organización y unidad; acudir a todas las
instancias posibles; y lograr una visión general de los megaproyectos” (Entrevista a Rodolfo
Chávez, CECOP: 2012).

“Ahora nos toca transmitir nuestras experiencias a otros afectados por proyectos de presas, de
minas o de pueblos y comunidades que luchan contra la privatización del agua y de los
recursos naturales. Los poderosos no detendrán su sed desmedida de ganancias ni sus
negocios depredadores y de saqueo” (CECOP, 2010).

A la par de esto, ha habido algunos esfuerzos orientados a consolidar un proceso social


comunitario que sea capaz de emprender nuevos proyectos para mejorar colectivamente las
condiciones de vida.
“Necesitamos consolidar la toma de conciencia de los compañeros que han aprendido mucho
en la lucha. Se aprende en la lucha dando pasos de triple tamaño porque todos están
enfrentando una situación muy difícil, y porque todos están en una resistencia, pero sino se
consolida bien queda endeble ese conocimiento y otra cuestión que hay que hacer es buscar
otro tipo de necesidades, cumplir otras necesidades” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP:
2009).

Bajo esta vertiente, un aspecto fundamental ha sido el proceso de resignificación de la


tierra, a partir de la amenaza de perderla. Vale la pena resaltar, que el proceso de defensa de la
tierra del CECOP, se da en el contexto del abandono generalizado de la cuestión agraria y la
producción agropecuaria nacional, acompañada de la articulación de un nuevo dominio de
empresas trasnacionales en el sector. Todo esto ha producido el desmantelamiento de las
capacidades productivas del campo, el despoblamiento rural, y la fragilidad de la soberanía
alimentaria. De tal modo que, la CFE buscó aprovechar esas condiciones para su
implementación, pero esto no fue posible por la tenaz resistencia de los ejidatarios y comuneros,
anclada en la reapropiación social de la tierra y la amenaza de perder lo único que se tiene. “Hoy
se plantea que la defensa de la tierra implica volver a trabajar en ella” (Castro, 2010).

159
En suma se han potenciado los usos de la reapropiación social de la naturaleza para la
satisfacción de necesidades humanas. Esto genera una relación entre la estimación de los
beneficios que la naturaleza brinda; y la lucha que debe generarse para defender los bienes y
preservar el modo y los medios de vida con que se cuenta. La reapropiación social de la
naturaleza en relación a los valores de uso que ésta produce, puede notarse en los siguientes
testimonios:
“La relación con la tierra se ha fortalecido, efectivamente nadie se había cuestionado que
alguien quisiera quitarte la tierra, eso no se había dado. Inclusive en los talleres, la gente más
antigua dice que nunca habían tenido problemas con la tierra. Hoy sí nos la quieren quitar y
ha nacido un acercamiento con la tierra” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

“Lo que ha cambiado es que la gente le tenga más amor a la tierra, que la cultive más, que
este interesados en demostrar que el campo si produce, si da de comer y que también del
campo hemos obtenido recursos para preparar a nuestros hijos, hay doctores, ingenieros,
maestros. Y creo que ha salido de ahí del producto de la tierra. Y la tierra es nuestra madre y
hemos dicho que la vamos a defender si es necesario con la vida, pero no vamos a permitir
que la sigan destruyendo” (Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).

En este mismo sentido, el CECOP se ha manifestado en contra del PROCEDE66 y de todos


los mecanismos de condicionamiento que autoridades agrarias emplean para su imposición, lo
que atenta, afirman “contra su modo de poseer sus tierras y de vivir como pueblos”. Además de
que han exigido que se resuelvan viejas demandas en relación al campo (Rojas, 2004).
No obstante este proceso de reapropiación se gesta en medio de profundas contradicciones y
con el avance de nuevas afrentas. Nos referimos específicamente a un nuevo conflicto que los
habitantes han estado enfrentando, en torno al saqueo de la grava del Río en los Bienes
Comunales de Cacahuatepec, lo cual no ha sido totalmente cuestionado por las comunidades, más
que por el núcleo de comuneros más politizados que identifican ese fenómeno como parte de una
problemática más general de despojo.

66
El Programa de Certificación de Derechos Ejidales (PROCEDE) es un instrumento que el Gobierno de la
República pone al servicio de los núcleos agrarios para llevar a cabo la regularización de la propiedad social. “El
objetivo principal del Programa es dar certidumbre jurídica a la tenencia de la tierra a través de la entrega de
certificados parcelarios y/o certificados de derechos de uso común, o ambos según sea el caso, así como de los títulos
de solares en favor de los individuos con derechos que integran los núcleos agrarios que así lo aprueben y soliciten”
(SRA: 2003).

160
En julio de 2012, el CECOP ha cumplido nueve años consecutivos de resistencia, marcada
por importantes aprendizajes y logros. En dicha celebración festejaron los logros alcanzados,
planteados en los siguientes puntos:
“1. Luchamos a costa de nuestra propia vida por defender la tierra, el agua y el territorio, por
la posesión comunitaria de las tierras y la autonomía;
2. Mostramos a otras resistencias que con unidad y organización es posible detener la
imposición de los megaproyectos;
3. Demostramos que el gobierno mexicano actúa en todo momento de manera ilegal violando
sus propias leyes. Impone los megaproyectos contra la voluntad de los pueblos, destruye la
vida de los campesinos y pasa sobre nuestros derechos;
4. Rebasamos a los líderes corruptos de la CNC. Rompimos su férreo dominio de décadas
producto del corporativismo ancestral impuesto al campo mexicano y causa de su desastre;
5. Utilizamos adecuadamente los mecanismos legales correctos y con ello reforzamos nuestro
movimiento de resistencia. Emplazamos al gobierno con sus propias leyes y obtuvimos
triunfos legales que fortalecieron nuestra lucha; 6. Logramos trascender nuestro espacio y
llegar hasta instancias internacionales como la ONU, Amnistía Internacional, del trabajo.
Estos organismos exigieron al gobierno mexicano el respeto a nuestros derechos y la
salvaguarda sobre la posesión de nuestras tierras y territorio;
7. Rodeamos nuestro movimiento de la más amplia solidaridad a nivel estatal, nacional e
internacional y, a la vez, brindamos solidaridad y compartimos nuestra experiencia con otros
movimientos. En unión con esas resistencias nos desplazamos por todo el país y por otros
países en Centro y Sudamérica;
8. Conformamos y nos integramos a redes en defensa de la tierra el territorio y el agua; contra
las presas y la minería; redes de afectados ambientales; luchas por la autonomía y la
autodeterminación de los pueblos; contra los tratados de libre comercio y por los derechos
humanos, en particular los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.
Llevamos nuestra lucha al Tribunal Permanente de los Pueblos y al Tribunal
Latinoamericano el Agua” (Meza, 2012).

A lo anterior sumamos que han sido capaces de demostrar desde una perspectiva ambiental,
social y agraria que las presas no son proyectos sustentables, y que por el contrario generan
terribles afectaciones económicas, culturales, sociales y ambientales; han revelado la lógica de
complicidad del estado con los intereses del capital, fundamentalmente a partir de la lucha contra
su propia legalidad; y por último han logrado obstaculizar la realización de dicho proyecto, a
partir la coordinación de una estrategia múltiple sostenida en un vigoroso proceso comunitario.

161
En otro sentido, podemos decir que la amenaza de construcción de la presa, ha revelado
múltiples niveles de conflictividad que habían configurado una forma cristalizada de las
relaciones sociales, en el territorio de destino de la hidroeléctrica. Esas formas fueron trastocadas
por el antagonismo revivido de las políticas de despojo y la resistencia comunitaria. Los tiempos
extraordinarios de la lucha han potenciado la reapropiación social de los bienes naturales, lo que
junto a los impulsos de recomposición comunitaria, renuevan y recrean las capacidades sociales
de autodeterminación.

Frente de Pueblos del Anáhuac: la lucha de los campesinos de Tláhuac

“Compañeros detengámonos unos momentos a reflexionar seriamente sobre


las consecuencias desastrosas que la realización de estos proyectos tendrán en
nuestro entorno (…). Estamos jugándonos el futuro de la metrópoli mexicana
de sus actuales habitantes, de los que vienen atrás de nosotros.
¿Qué futuro queremos para nuestros descendientes? ¿Uno donde existan
montañas de dinero, pero donde ya no haya qué comprar, ni qué vender
porque hemos acabado con todo lo bueno que hay sobre la Tierra?
Frente de Pueblos de Anáhuac, Manifiesto de Tetlaman, 2009

El Frente de Pueblos del Anáhuac emprendió desde el 2006 una lucha contra un feroz proceso de
urbanización y desarrollo de infraestructura para la movilidad urbana impulsado por el Gobierno
del Distrito Federal, contra los pueblos originarios de la delegación de Tláhuac, al suroriente de
esta entidad. Se trata de una lucha que expresa claramente la continuidad del despojo por parte
del capital, desde la Conquista de los españoles hasta nuestros días.
Para poder comprender la larga duración de esta resistencia, y rastrear algunas de las
dificultades y potencias actuales, trataremos de hacer un sucinto recorrido para pensar tres
aspectos: 1) la persistencia de las formas organizativas político- territoriales, productivas y
culturales desde la Colonia hasta nuestros días; 2) las formas de despojo económico que los
pueblos originarios han enfrentado, fundamentalmente a partir de la presión de la urbanización
por su pertenencia a la Ciudad de México; 3) las formas de expropiación de las capacidades de

162
autodeterminación para la enajenación de la soberanía social, a partir de la imposición de
políticas estatales vinculadas a la inclusión y reconocimiento de los pueblos originarios. 67
Ahora bien, la Ciudad de México históricamente ha estado constituida por un denso tejido
de culturas indígenas y pueblos originarios de origen prehispánico y colonial, que conservan,
recrean y actualizan sus usos y costumbres, todo esto a pesar de la presión del constante
crecimiento urbano. En la actualidad se reconoce que al sur de la Ciudad existen 47 pueblos
originarios que tienen su origen en la cultura náhuatl, asentados principalmente en las
delegaciones del sur: Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Magdalena Contreras. Y otros
90 pueblos a lo largo y ancho de la metrópolis, asediados y cercados por la expansión urbana.
La principal característica que constituye el carácter de “pueblo originario” es que sus
habitantes han ocupado ese territorio desde antes de la formación del Estado mexicano y que han
conservado un conjunto de instituciones políticas, culturales y sociales derivadas de una relación
de resistencia y defensa de la integridad territorial y de los recursos naturales (Medina, 2007: 31).
La singular conformación de la Ciudad de México, constituida desde la Colonia sobre la
organización político- territorial prehispánica, la sitúa como única en el mundo. Ninguna otra
ciudad novohispana o asentamiento colonial se estableció sobre la base de la antigua
organización social, en este caso, se trató de los altépetl68 o barrios de indios, mandatados por la
figura del tlatoani. De algún modo, esta particularidad explica la permanencia de persistentes
entramados mesoamericanos que han coexistido pese a la imposición del proyecto occidental.
Pese a esta formidable singularidad, los pueblos indígenas de la Ciudad de México
conforman espacialidades y temporalidades poco reconocidas en el proyecto dominante de la
urbe. Se trata de una mirada que reconoce a las culturas mesoamericanas como el legado
histórico que dio origen a la Nación mexicana, pero contradictoriamente les niega su lugar en el
presente. Lejos de reconocérseles como culturas vivas que a lo largo de los años han luchado por
adaptar, recrear y transformarse, se les concibe como piezas arqueológicas o restos premodernos
que requieren integrarse al progreso capitalista.
La fundación de la Ciudad novohispana –el primer antecedente de la Ciudad de México
en tiempos de la Colonia- se estableció sobre la antigua Tenochtitlán, desplazando solamente a
los barrios ubicados en lo que hoy conocemos como el Centro Histórico, para así dar cabida al
asentamiento de la élite española, pero manteniéndose los pueblos indígenas de las periferias. De

67
El desarrollo de este apartado fue posible gracias a la colaboración de Baruc Martínez del Frente de Pueblos de
Anáhuac.
68
El altépetl es el territorio en el que se asienta la organización socio-política de los pueblos indígenas
mesoamericanos en el Posclásico.

163
ahí que la mayoría de los pueblos del sur tengan un origen prehispánico, o se fundaran poco
tiempo después. “Pueblos de la región de Tláhuac como San Juan Ixtayopan, o en Xochimilco
como Tulyehualco no existían como pueblos prehispánicos pero fueron refundados, y fueron
pueblos de indios también” (Martínez, FPA: 2012).
Al conjunto de barrios indios ya existentes, o refundados dentro del nuevo sistema
colonial, se les reconoció como Repúblicas de indios, una comunidad política que contaba con
sus propias formas de funcionamiento y de autoregulación social, en contrapartida con la
República de Españoles.
La decisión de los conquistadores de que permanecieran esas formas organizativas, se dio
por varias razones. Una de ellas consistía en garantizar el sustento económico y productivo de la
cúpula imperial del Virreinato de la Nueva España, principalmente a través de las actividades
agrícolas de los pueblos del sur que combinaban el uso de chinampas en las riberas de los lagos y
ríos, y de terrazas para la agricultura de montaña. De tal modo que estos pueblos jugaron un
papel estratégico para impulsar la producción económica del nuevo orden, y es que su ubicación
geográfica –a diferencia del norte de la cuenca que contaban con aguas saladas- les
proporcionaba provechosas condiciones para las actividades agrícolas en chinampa.
Aunado a lo económico, la estimación de mantener el orden político existente fue otra de
las razones que explican la permanencia del altépetl como figura central de la República de
Indios. Podríamos decir que, en términos generales, se mantuvo una relación de dominación
tributaria, que antes de la llegada de los españoles involucraba a esos mismos pueblos con la
cúpula imperial mexica, y posteriormente se daría con una nueva élite, eso si, acompañada de
inéditas formas de dominación. Este tipo de relación “permitió” que las comunidades indígenas
conservaran sus formas organizativas, contaran con un territorio, un dios o santo particular, un
templo en su honor y un tlatoani, bajo la condición de que rindieran tributo y obediencia a la
corona española y practicaran la religión católica. Las figuras del “altépetl” y los “calpullis”, con
el cabildo y otras adaptaciones correspondientes en términos de la legislación castellana, fueron
las formas organizativas que dieron un cierto margen de autonomía para la recreación de las
culturas mesoamericanas. Estas disposiciones permitieron a los españoles controlar a las
poblaciones de indios y sus continuas sublevaciones, así como segregarlos, evitando la mezcla
de las culturas y cuidar la pureza de la casta española.
Se trataba de una dominación de tipo colonial en la que la élite se presentaba como
portadora de una cultura superior, con el consustancial desprecio por la cultura mesoamericana,
como parte de las estrategias de inferiorización, que permitieron justificar el sometimiento e
instrumentalización sistemática de lo descubierto (De Sousa, 2009: 214). Pero que además

164
aprovecharían la existencia de identidades locales poco cohesionadas entre sí, como terreno
propicio para la rendición de Tenochtitlán y la imposición del nuevo orden.
Desde el punto de vista de Martínez, -un joven historiador originario de Tláhuac-, las
divisiones entre etnias explican la visión autonómica y localista de las comunidades
mesoamericanas del centro de México, en tanto no tenían una visión amplia y macroétnica de la
región. En el caso de Tláhuac, se trataba del altépetl Cuitláhuac, que incluía a un conjunto de
poblaciones ubicadas en un territorio específico, pero que no se concebían como parte de una
identidad más amplia. Estas particularidades dotaban a los pueblos de una considerable capacidad
de resignificar y recuperar elementos culturales que les eran ajenos, lo que explica la
incorporación de la cultura occidental a sus propios códigos bajo un proceso de mestizaje
cultural69 (Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012). Hecho que además se intensifica por la
cercanía de los pueblos mesoamericanos con la sociedad colonial española, en tanto en la Ciudad
de México, se trataba de lo que Francisco Pineda, llama zona de ocupación, en la cual las
relaciones interétnicas fluyeron constantemente de españoles hacia indios y viceversa, a pesar de
las políticas de segregación que paralelamente se imponían.
En suma, la permanencia por un lado, de la organización político- territorial bajo la figura
del altépetl, subordinada a la relación de mando-obediencia de las nuevas élites; y por otro, de la
forma productiva agropecuaria y alimentaria, proveyeron los soportes fundamentales para la
creación y expansión del nuevo orden colonial.
Queda claro que durante la Colonia, los pueblos del sur fortalecieron su vocación
agrícola, incluido el desarrollo de sofisticadas tecnologías como la milpa, la chinampa o la
terraza, aun existentes hasta nuestros días en Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan o Milpa Alta. La
impronta agrícola y la producción de alimentos serían fundamentales para proveer de una
autonomía material a los pueblos del sur, en retroalimentación con el desarrollo de complejas y
profundas cosmovisiones, mitos y formas de ver el mundo.
La dimensión cultural de la vida de los pueblos originarios es quizá hasta nuestros días
una de las manifestaciones que más energía social y colectiva compromete. La organización de
fiestas y ceremonias, son posibles por una actualizada red de relaciones de parentesco o amistad;
y estructuras políticas- religiosas como los sistemas de cargos y las representaciones colectivas
69
Para ilustrar lo anterior, dos pueblos de la región de Tláhuac, San Pedro Tláhuac y San Andrés Mixquic, tienen a
San Pedro y San Andrés como santos patronos porque eran pueblos eminentemente dedicados a la pesca, aparte de la
agricultura chinampera. San Pedro y San Andrés son pescadores en la tradición judeocristiana. Entonces, incorporan
sus antiguas deidades que tenían que ver con la recolección lacustre, con la caza, con la pesca, en el caso de Tláhuac
Amimitl (Dios de los lagos, divinidad que calmaba las tempestades y protegía a los pescadores) y Atlahua (dios del
agua, patrono de los pescadores y de los arqueros), pues son ahora resignificados como un santo católico que es San
Pedro, pero que continúa con esa función de identidad étnica, local de los pueblos.

165
propias de los pueblos originarios. Figuras como la del mayordomo -encargado de la reciprocidad
y brindar hospitalidad a los visitantes durante las fiestas- se vuelven centrales para tejer
relaciones con otros pueblos.
Podamos inferir que la dominación del nuevo orden colonial no fue capaz de subsumir
plenamente a lo colonizado, tratándose de una resistencia inmanente contra el poder. Siguiendo a
Martínez:
“la llegada de los españoles nunca significó el final de la tradición cultural mesoamericana,
como tradicionalmente se piensa. Sino pasó a una etapa de rupturas, de cambios pero
también de muchas continuidades, que se fueron reelaborando y resignificando a lo largo de
estos quinientos años” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012).
De ahí que la profundidad de estos mundos de vida esté relacionada con una suerte de
síntesis cultural de las diversas tradiciones civilizatorias de los antiguos pueblos americanos, del
cristianismo medieval impuesto en el proceso de catequización y dominio colonial; e incluso
otros rituales cívicos más recientes del Estado nación (Medina, 2007: 58).
Esta condición de adaptación –como dispositivo de resistencia- explica su capacidad de
mantener y recrear espacialidades bajo formas sociales, políticas, culturales y productivas
alternativas a las del proyecto civilizatorio dominante. Siguiendo a Medina, el trabajo agrícola y
la defensa de la tierra y de su integridad social y cultural es el fundamento de la existencia de las
comunidades indias (Medina, 2007). Incluso aun enfrentando procesos de despojo de tierras,
vemos que los pueblos tienen la capacidad de seguir recreando sus propias culturas con anclajes
más de tipo simbólico que materiales.70
Lo cierto es que la posesión de la tierra ha sido fundamental para sostener la autonomía
material y autodeterminación social de los pueblos originarios. La defensa de la tierra y el
territorio ante el despojo, aparecen como una constante en la historia de resistencia india de hace
500 años. Durante los primeros años de la Conquista las comunidades indígenas de la Ciudad de
México, contaban con la mayor parte de las tierras que ocupaban antes de la llegada de los
españoles, dicha propiedad fue reconocida por la Corona, a través de títulos que servirían años e
incluso siglos después para defenderse de las invasiones de los hacendados y exigir la restitución

70
El caso de Iztapalapa es muy emblemático: “de todos esos pueblos ninguno conserva ninguna porción de tierra.
Hasta la década de los 80 se acabó ese proceso en Iztapalapa, con la expropiación de los terrenos de la Central de
Abastos. Sin embargo, la producción de la tierra tiene un sustento cultural muy fuerte. (…) en la cuestión de la
adaptación, los pueblos han tenido, culturalmente hablando, esa gran capacidad de adaptación. Inclusive algo que era
un referente material para alimentar su cultura como era la siembra del maíz; aun desapareciendo eso, la cultura lo ha
podido aún adaptar de manera simbólica. Por ejemplo los pueblos de Iztapalapa ya no siembran el maíz, ya no hay
espacio. Pero sus fiestas, su calendario ritual, sigue teniendo un referente en el calendario agrícola mesoamericano.
Ya no está ese referente tangible, material, pero está a nivel simbólico” (Entrevista a Martínez, FPA: 2012).

166
de sus propiedades durante la Revolución. Todo esto a raíz de múltiples medidas de despojo,
detonadas principalmente por las Reformas Borbónicas en el siglo XVIII; en el siglo XIX con la
Constitución de Cádiz y la remunicipalización de todo el territorio; y con las Leyes de Reforma y
la política de desamortización de las propiedades de la Iglesia.
Este conjunto de disposiciones se terminarían de aplicar durante el porfiriato con la
consolidación de un Estado capaz de hacer valer la ley, en el marco de un proceso de
acumulación originaria. Lo anterior, para el caso de la Ciudad de México, no sólo estaba
orientado a regular la propiedad de la tierra, sino también del agua. De tal modo, que estas nuevas
políticas vinieron a romper con las antiguas formas de propiedad de la tierra y el agua, -
vinculadas además con toda una cosmovisión anclada a la condición lacustre-, que habían gozado
los pueblos de la Ciudad de México con el consentimiento de la Corona española. Para el caso de
Tláhuac, Martínez señala:
“el gobierno virreinal, le concedió una legua cuadrada de la laguna, que está donde estaba
asentado, y era de su propiedad. Podía hacer lo que quisiera con ella: la rentaba, para la
construcción por ejemplo de su iglesia; o la rentaba para los productores de carne que
abastecían la ciudad de México... Pero podían hacerlo porque era suyo. Y los pueblos así lo
veían, como algo que era suyo. Con las leyes que se dan con el porfiriato, (…) una de 1888 y
creo otra de 1894, el agua pasa a ser parte del dominio de la nación. Entonces ya no es parte
de los pueblos, ya no es propiedad, es un despojo, en el sentido de que los pueblos lo sentían
como propio. Hay un proceso ya de individualización de la propiedad muy grande. No es que
afecte inmediatamente o directamente después a su promulgación. Es un proceso mucho más
largo que inclusive muchos pueblos, según lo que he estado viendo hasta el momento, es un
proceso que tiene que ver más con el porfiriato. O sea, con la consolidación de un estado
fuerte que ya pueda hacer cumplir esa ley. No con el gobierno juarista o los gobiernos
liberales propiamente, que todavía no tenían una consolidación y una estabilidad como para
poder hacer cumplir la ley. Eso viene más bien con el gobierno de Porfirio Díaz” (Entrevista
a Baruc Martínez, FPA: 2012).

A raíz de la aplicación de estas nuevas regulaciones estatales sobre el agua, claramente se


produce un proceso de despojo sobre un bien considerado común, estableciéndose con ello la
prerrogativa estatal del usufructo del agua para fines públicos. Léase para privilegio de las clases
dominantes en nombre de la nación, a costa del padecimiento de los pueblos.
Estos agravios se fueron sumando a las razones acumuladas que terminaron de expresarse
con el estallido de la Revolución mexicana, en la que algunas cuadrillas de los pueblos del sur de
la Ciudad de México, contagiados por la vigorosa fuerza de los pueblos de tierra caliente, del

167
norte de Morelos, formaron parte fundamental del Ejército Libertador del Sur. Para el caso
específico de Tláhuac, Martínez señala:
“En el caso de Tláhuac, por ejemplo, yo me aventuro a pensar como hipótesis que la
desestructuración de la economía y de la cultura lacustre, lo que provoca es la generación de
nuevos agravios, que ante la presencia del zapatismo en esta zona, que irrumpe en esta zona,
ellos ven posibilidad de aprovechar para una rebelión” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA:
2012).

Posterior a la Revolución mexicana, para detener la influencia de Emiliano Zapata en la


región sur de la Ciudad de México, se impulsa una política de dotación y restitución de tierras
que buscaba resarcir a los pueblos originarios que habían padecido el despojo en manos de los
hacendados y de las élites citadinas. Estas medidas van generando un proceso de
recampesinización de la Ciudad de México. A este respecto, Martínez plantea que lo logrado por
el zapatismo fue fundamental para la recolectivización de la tierra, en confrontación con las
disposiciones liberales que habían buscado rematarse durante el porfiriato:
“Y la gran victoria del zapatismo en ese sentido fue reelaborar la legislación colonial, donde
había la posibilidad de bienes comunales, ejidales, e insertarla en un discurso político
moderno, que al final de cuentas sigue siendo liberal. Eso fue el logro del zapatismo, y eso
también creó una nueva cohesión en las comunidades que también la guerra había
desestructurado. Mucha gente salió y volvió a regresar. Crea una nueva cohesión en las
comunidades” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012).

La consolidación del Estado revolucionario implicó –hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas-


la puesta en marcha de una política de desarrollo agrícola y agropecuario, con medidas como la
conocida Reforma Agraria de finales de 1930, priorizando a los sectores rurales de todo el país,
incluidos los de la Ciudad de México. Sin embargo, los siguientes gobiernos –fundamentalmente
a partir de la década de los cuarenta- impulsaron un conjunto de políticas a nivel nacional
orientadas a la modernización y urbanización, que fueron desmantelando las economías
campesinas de todo el país, orillando a la gente a migrar hacia las ciudades en búsqueda de
mejores oportunidades, lo que a su vez retroalimentaba la presión sobre la tierra y las formas
productivas de los pueblos originarios ligadas a una larga tradición mesoamericana. Como
comenta Martínez:
“El problema es de la política estatal, lo que va a hacer finalmente es expulsar al campo y
traerlo aquí a la ciudad, entonces lo que hace la ciudad es invadir a su propio campo, es la
historia de los pueblos en el siglo XX. Un fenómeno dialéctico: tanto el campo invade la

168
Ciudad de México, pero la ciudad de México invade al campo mismo que tenía aquí. Y ése
fue el problema: la presión demográfica que hubo acá, por la expulsión de gente proveniente
de provincia, específicamente de áreas rurales, es lo que hay una necesidad de más suelo que
se pueda urbanizar. Y es lo que les pasó a los pueblos: fue avanzando la periferia de la
ciudad, se fue haciendo cada vez más grande, y comenzó a avanzar contra todos los pueblos”
(Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012).

En este contexto se produjeron los primeros procesos de expropiación de las tierras de labor
de muchos pueblos para convertirlas en reserva territorial para el establecimiento de unidades
habitacionales y de industrias (Álvarez, 2011: IX). Y es que las tierras de cultivo y de
conservación se volvieron espacios estratégicos, frente a la demanda de vivienda de los nuevos
habitantes de la Ciudad –producto de las migraciones del campo-. De ahí que se hayan producido
rencillas entre los pueblos originarios y los nuevos grupos de colonos, después conformados la
mayoría de ellos en movimientos urbano populares.
Algunos casos ilustrativos de los procesos de urbanización se dieron en la década del
cuarenta, con las políticas de entubamiento de los canales de Tláhuac, acompañado del
desecamiento de lagunas y la deforestación de áreas boscosas. O las expropiaciones de tierras
ejidales de Tláhuac para la construcción de los asentamientos urbanos en el Valle de Chalco
Solidaridad durante el salinato. Con estas políticas La Provincia de Anáhuac, conocida así por el
predominio de su ruralidad, comenzó a menguar, se dificultaba la recarga de los acuíferos y las
condiciones para la agricultura. Esto fue orillando a los tlahuaquenses a salir a la Ciudad en
búsqueda de fuentes de ingreso para sobrevivir (Álvarez, 2011: 341).
Como hemos señalado anteriormente la posesión de la tierra de los pueblos originarios, ha
ido de la mano de formas de regulación social para la autodeterminación política. Estamos
hablando del desarrollo de una autonomía material en coexistencia con capacidades colectivas
para gestionar lo político. El despojo de la tierra entonces también ha ido acompañado de la
expropiación de la capacidad de autodeterminación social. El Estado nación, sistemáticamente ha
venido implementando una serie de disposiciones que han arrebatado esas capacidades,
suplantándolas por el principio de representación. Nos referimos específicamente a la reforma
política de 1929, la cual eliminó la figura del municipio como entidad autónoma del ámbito
estatal y de la federación, lo que marginó a las comunidades indígenas de las gestiones con el
nuevo Estado y debilitó profundamente sus márgenes de autonomía y autogobierno. Sería hasta
1991 que se reconoce constitucionalmente la composición pluricultural de la nación, y en 1996 se
produce una nueva reforma política inédita para el DF en la que se abre el cargo del jefe de

169
gobierno a elección popular, y más tarde a los jefes delegacionales. Y además se crea la Ley de
Participación Ciudadana en la que los pueblos originarios son reconocidos como entidades
sociales específicas con ciertas modalidades particulares de representación –como es el caso de
los Consejos de los Pueblos-, junto con una nueva Ley específica de Pueblos Originarios y
Comunidades de Origen Étnico en el Distrito Federal.
Esta medida fue aprovechada por algunos pueblos indígenas, haciendo uso de los recursos
institucionales para lograr el reconocimiento de sus derechos colectivos. Uno de esos recursos es
la figura del subdelegado o coordinador de enlace territorial, que funciona como vínculo entre las
estructuras comunitarias y las estructuras delegacionales estatales con funciones como la
organización de las fiestas religiosas y cívicas, el impulso y promoción de trabajos colectivos de
beneficio común; la organización de comisión de trabajo comunitario y desarrollo cultural; y
acuerdos entre vecinos para resolución de conflictos. Sin embargo, estas modalidades también
han ido erosionando las capacidades tradicionales de autodeterminación de los pueblos
originarios y desplazando sus propias instituciones.
Las renovadas formas económicas y políticas del despojo, fueron añadiendo nuevos
agravios, que serían expresados a través de las luchas más recientes –principalmente en torno a su
reconocimiento como pueblos originarios y en defensa de sus bienes comunes ecológicos- en
sintonía con el movimiento indígena y campesino que venía emergiendo a nivel nacional. En la
Ciudad de México por ejemplo, desde los años setenta, surgieron nuevas reivindicaciones de la
cultura nahua y luchas por la recuperación de las tierras, como fue el caso de los comuneros de
Milpa Alta quienes después de intensas movilizaciones lograron recuperar 30 mil hectáreas de
bosque, que habían estado concesionadas a la Compañía Papelera Loreto y Peña Pobre. Años más
tarde, surgirían nuevas luchas como la de las comunidades de Santa Cecilia Tepetlapa en
Xochimilco contra la construcción de unos campos de golf que afectarían irreversiblemente el
entorno ecológico; y la resistencia de los ejidatarios de San Mateo Tlaltenango en Cuajimalpa,
para defender sus tierras y el Parque Nacional del Desierto de los Leones (Álvarez, 2011: X).
Estas victorias sin lugar a dudas han animado el espíritu de lucha de los pueblos originarios para
la defensa de sus bienes comunes naturales y derechos colectivos.
Sin embargo en esta dura batalla, quizá la peor agresión que han sufrido los pueblos
originarios de la Ciudad ha sido el permanente acoso de los procesos de urbanización que en
algunos casos han eliminado tajantemente o debilitado la reproducción de sus culturas y
economías de sustento. Lo que sin lugar a dudas terminó de rematarse con la reforma al artículo
27 constitucional que modificó profundamente la propiedad de la tierra, dándole a los ejidatarios
la posibilidad de enajenarla y cancelar el reparto agrario iniciado desde el periodo

170
posrevolucionario. Los ejidatarios ya no sólo podían desincorporar su tierra y venderla, sino
también ‘asociarse entre sí’, con el Estado y con terceros, otorgándoles el uso de sus tierras. Para
los inversionistas privados esto abrió una oportunidad sin precedentes, pues ahora podían buscar
la asociación con los ejidatarios para arrendar sus tierras y explotar sus recursos sin tener que
comprárselas. O bien, comprárselas siempre y cuando los ejidatarios lo consintieran con el 100%
de los votos en una primera Asamblea Ejidal, o bien con el 51% de los votos diez días más tarde
(Estrada, 2001: 2-3).
“cuando en el gobierno de Salinas nos dijeron que los ejidos podían ser propiedad privada,
estaba platicando eso con mi papá, mi papá fue el que me dijo de esta noticia así y asado, me
dieron ganas de llorar, estaba platicando con él y me dieron ganas de llorar porque entendí
que se iba a romper un espíritu que había en el pueblo, así es que no fue una cosa racional
¿no? Fue una cosa emocional, eso primero también me tocó estar ahí con mi papá y a mi papá
le dije “¿sabes qué papá? ¡Ya nos fregaron!” ya nos fregaron porque de aquí en adelante va a
ser cualquier cosa… va a poder hacerse cualquier proyecto y lo que nosotros vamos a ver es
que los intereses individuales, van a romper el espíritu que antes existía ¿no? (…) se rompe
con un equilibrio que había con la población, entre la gente y eso también se experimenta
entre la gente y con su relación con la tierra” (Entrevista a Edmundo Rioja, FPA: 2010).

Así, en el reverso de la flamante y moderna Ciudad de México, se encuentran las cientos de


historias de agravios de los pueblos originarios, en torno a desalojos violentos, expropiaciones e
indemnizaciones sin pagar. Una historia de agravios que, sin embargo no ha logrado someter a
cabalidad a los pueblos originarios, hecho que quedó demostrado en la década de los 90 con el
creciente protagonismo social indígena en América Latina, incluyendo a los pueblos indígenas de
la Ciudad de México que se sumaban a un grito de denuncia de dominación de 500 años y a los
efectos del proceso de urbanización que una vez más los excluía y eliminaba por su condición
étnica.
Algunos de los sucesos más importantes fueron las movilizaciones continentales de los
pueblos indios contra el Quinto Centenario de la Conquista, el levantamiento del EZLN, la
formación del Congreso Nacional Indígena y la Asamblea Nacional Indígena por la Autonomía,
el vigoroso proceso de lucha por el reconocimiento de los Acuerdos de San Andrés, y la Firma
del Convenio 169 de la OIT en la que el gobierno mexicano se comprometió a reconocer los
derechos políticos de los pueblos originarios.
En el marco del potente protagonismo indígena a nivel nacional y continental, en el año
2000 en la Ciudad de México se celebró en Cuajimalpa, el Primer Congreso de los Pueblos
Originarios del Anáhuac, con la participación de 378 delegados de los diferentes pueblos de

171
Milpa Alta, Xochimilco, Tlalpan, Tláhuac, Contreras, Cuajimalpa e Iztapalapa. En él se
expresaron y sistematizaron las demandas más importantes en torno a la construcción de
autonomía de los pueblos indígenas del Anáhuac y los acuerdos de San Andrés; el rechazo a
megaproyecto y a expropiaciones de tierras del Parque del Desierto de los Leones, San Gregorio
Atlapulco, San Miguel y Santo Tomás Ajusco; y en general frente a los diferentes
emprendimientos urbanizadores (Medina, 2007: 31).
“El discurso de los pueblos originarios es el colectivo, es un discurso comunitario. El
reconocimiento colectivo de qué hacer sobre el territorio, con el territorio de los pueblos, que
hasta la fecha no ha sido reconocida. Que tiene que ver con una presión de expansión de la
ciudad. Pero también tiene que ver con un proceso de apertura democrática en el Gobierno de
la Ciudad de México (…) con la llegada de Cárdenas al poder. Pero la esperanza de mucha
gente de que ese cambio va a romper con los vicios que se traían desde el Estado priista, eso
tiene que ver con el surgimiento de los pueblos originarios, que ven una oportunidad para
levantarse como actores políticos colectivos. Y eligen ese nombre de pueblos originarios,
porque el término indígena, pues con la mentalidad colonizada que se tiene, es un
peyorativo. Entonces escogen el nombre de pueblos originarios para pelear por estos
derechos colectivos que, hasta la fecha, no se han establecido” (Entrevista a Baruc Martínez,
FPA: 2012).

De tal suerte que la Ciudad de México está constituida por una historia en la que se vienen
actualizando ciertas formas de resistencia, no necesariamente visibles y la mayor parte del
tiempo, intersticiales, pero que sin duda, han hecho posible una dúctil y persistente permanencia
de los pueblos originarios. Una de las expresiones más palpables de esa presencia, son las
prácticas culturales en torno a la religiosidad, y en menor medida, las estructuras políticas de
autogobierno y las formas productivas de la tierra, que a pesar de los embates, todavía garantizan
un aporte material para la subsistencia de algunas familias. Las prácticas culturales vinculadas a
la actividad agrícola, que en algún momento fue central para la base productiva de los pueblos, a
su vez influyeron en la conservación de importantes reservas ecológicas fundamentales para la
Ciudad. Todo lo anterior se manifiesta claramente en el caso de Tláhuac.
Esta delegación ubicada en el suroriente de la Ciudad de México, está conformada por siete
pueblos originarios: San Andrés Mixquic, San Francisco Tlaltenco, San Juan Ixtayopan, San
Nicolás Tetelco, San Pedro Tláhuac, Santa Catarina Yecahuizotl y Santiago Zapotitlán. Limita al
norte con la delegación Iztapalapa; al oriente con los municipios mexiquenses de Valle de Chalco
Solidaridad y Chalco; al sur con la delegación de Milpa Alta; y al poniente con Xochimilco.

172
MAPA DE LA DELEGACIÓN TLÁHUAC71

Si bien, antiguamente una extensa área del territorio tlahuaquense estaba ocupada por los
lagos de Texcoco y de Xochimilco, tras la llegada de los españoles, se destruyeron los antiguos
diques que regulaban el nivel del agua, lo que a su vez buscó componerse con la desecación de
esos lagos en el siglo XVIII. Pese a la contundencia de estas medidas, la eliminación de los
cuerpos de agua no fue total, lo que todavía es posible advertir en la zona poniente de San Pedro
de Tláhuac con los remanentes del lago de Xochimilco en la forma de numerosos canales que
riegan una pequeña comarca dedicada a la agricultura. Esta zona de base chinampera se
comunica con la de San Andrés Míxquic y San Nicolás Tetelco, por medio de un canal que recibe
el nombre de río Amecameca, que como su nombre indica, tiene su origen en Amecameca, estado
de México. Se trata de uno de los pocos riachuelos vivos que bajan de las faldas de la Sierra
Nevada.
Por otro lado, al oriente de la cabecera delegacional se localizan los humedales de
Tláhuac, una zona que presta algunos servicios ambientales, aunque su origen no es natural, sino

71
Este mapa fue tomado de: <http://es.wikipedia.org/wiki/Tl%C3%A1huac>

173
producto de la inundación provocada por aguas negras provenientes del Valle de Chalco,
convirtiéndose en destino de aves migratorias, e incluso de regulación de la temperatura e
hidratación del lecho de arcillas lacustres de esa zona (Entrevista a Martínez, FPA: 2012b).
Los abatidos ecosistemas y bienes naturales que algunos de los habitantes de Tláhuac
tratan de conservar, sumado al deteriorado pero persistente tejido productivo, enfrentan una de las
peores batallas. Se trata de la Línea 12 del metro, un megaproyecto de inversión millonaria del
Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, que logró desarrollarse desde 2008, a pesar de la
inconformidad y resistencia de algunos de los habitantes de los pueblos de esta demarcación, y
terminó de inaugurarse el 30 de octubre del 2012. “Con veinte estaciones a lo largo de 24.5
kilómetros, que se calcula atenderá diariamente a 350 mil usuarios, en promedio, anunció el jefe
de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon” (Gómez: 2012).
Desde 2007 los ejidatarios y habitantes de Tláhuac se enteraron de que la Línea 12 del
metro llegaría a su demarcación. Inicialmente la noticia comenzó a circular informalmente, por
comentarios entre la misma gente o por algunas declaraciones del Jefe de Gobierno, Marcelo
Ebrard, que se habían visto en televisión. Conforme los vecinos comenzaban a platicar sobre el
tema, y algunos de ellos se concentraban en obtener información, se fueron percatando que
efectivamente, se trataba de la Línea 12 del metro, con destino en Tláhuac, pero que además
venía acompañada de una serie de proyectos reunidos en el Programa Delegacional de Desarrollo
Urbano (PDDU), entre los que destacaba la instalación de una Academia de Policía, un
Reclusorio, y un basurero denominado “Centro Integral de Reciclaje y Energía” (CIRE).72
Efectivamente, se trataba de una maniobra política de las autoridades delegacionales y
centrales que presentaba la Línea 12 del Metro como la cara visible de un proyecto de proyectos:
1) los de transporte masivo que incluían la línea 12 del metro y las vialidades hacia Chalco,
cruzando por los humedales; 2) el “polígono de actuación” alrededor de la terminal del metro
para urbanizarse y desarrollar infraestructura de servicios; 3) el impulso en el bosque y zona
chinampera de proyectos “ecoturísticos” que revelan más bien un desarrollo turístico masivo de
gran alcance y; 4) el uso de la Sierra de Santa Catarina –reconocida por su suelo de conservación-
para la construcción de la Academia, el Reclusorio y el CIRE (JRA, 2009).
Ante a la confusión y el enojo que produjo la falta de información y la opacidad en los
procedimientos y decisiones tomadas por las autoridades gubernamentales, se fueron
cohesionando y entrelazando redes territoriales y asociaciones variadas de lo social, que en forma

72
Este último proyecto consiste en una planta de recuperación de energía, utilizando una técnica con altas
temperaturas que oscilan entre 150 y 900 grados centígrados, del cual se desprenden gases sumamente tóxicos.

174
de relaciones de parentesco, etarias, estudiantiles, laborales o de afinidad, comenzaron a
funcionar como un incipiente soporte para la organización.
Al tiempo que esto ocurría en Tláhuac, en otros puntos de la Ciudad emergían grupos
vecinales que también serían afectados por la construcción del metro. Es de resaltar la
participación de los ocho barrios de Culhuacán; vecinos de la Colonia Prado Churubusco –que
finalmente lograron que se modificara el número de estaciones trazadas a lo largo su colonia-; o
los vecinos de la Colonia del Valle por las afectaciones sobre la calle Félix Cuevas.
Dentro de las medidas que inicialmente impulsó el GDF para la implementación de este
paquete de obras, se encuentra “La Consulta Verde” organizada en julio de 2007. Se trató de una
consulta pública, abierta a la participación de todos los habitantes de la Ciudad de México, en la
que se pusieron a consideración temas de transporte, agua y medio ambiente,73 incluidos los
proyectos para Tláhuac perfilados en el PDDU, específicamente la construcción de la Línea 12
del Metro; y el “centro integral para el manejo de la basura.” Los resultados de la Consulta
aprobaban la mayoría de las propuestas, lo que impulsó oficialmente el banderazo de salida para
dar inicio al proyecto.
Así, los primeros en movilizarse contra la Línea 12 del metro fueron los ejidatarios, y las
redes de vecinos cercanas a ellos, quiénes se habían enterado de que el trazo del proyecto pasaría
por sus tierras, a costa de la previa expropiación. Por otro lado, el proyecto del “Centro Integral
para el Manejo de la Basura” fue el que más oposición generó entre los vecinos, ejidatarios,
agrupaciones de colonos, comerciantes. Los primeros en movilizarse frente a este controvertido
proyecto, fueron los habitantes de San Francisco Tlaltenco, quienes decidieron movilizarse en
2007 al atrio de la Capilla de Mazatepec, en la que fueron reprimidos por aproximadamente 60
granaderos.
Hacia febrero de 2008 las autoridades delegacionales organizaron una serie de actividades
de información y consulta pública en las diferentes coordinaciones territoriales para la aprobación

73
Las preguntas de la Consulta Verde son las siguientes: 1. ¿Estas de acuerdo en que los recursos públicos para
transporte se destinen a la construcción de la Línea 12 del Metro y a las 10 líneas del Metrobús?; 2. ¿Cuál debe ser el
destino de la Línea 12? A) Iztapalapa-Tláhuac; B) Iztapalapa-Acoxpa; 3. ¿Estas de acuerdo que se sustituyan todos
los microbuses que circulan en el DF por vehículos nuevos antes del 2012?; 4. ¿Los taxis del DF que consumen
gasolina deben ser sustituidos por vehículos que utilicen otro tipo de motores más limpios?; 5. ¿El transporte escolar
del DF debe ser obligatorio para las escuelas particulares?; 6. ¿Para disminuir el tráfico y la contaminación cada
automóvil particular debe dejar de circular un sábado al mes?; 7. ¿Estas de acuerdo en aumentar los espacios verdes
y hacer obligatorio arbolizar las azoteas en toda nueva construcción en el DF?; 8. ¿Todo transporte de carga debe
pasar por la verificación obligatoria y circular por la ciudad en horario restringido?; 9. ¿Estas de acuerdo en que se
construyan 500 pozos de absorción de agua, cuatro plantas de tratamiento y dos lagunas de regulación?; 10. ¿Quieres
que sea delito grave la invasión de predios de valor ambiental y la destrucción de bosques?; 11. ¿Estas de acuerdo en
que se construya en el DF un centro integral para el manejo de la basura?

175
del Plan Delegacional de Desarrollo Urbano (PDDU) y con ello la implementación de los citados
proyectos. No obstante, los opositores que hasta ese momento ya se encontraban entrelazados,
decidieron boicotear las consultas, irrumpiendo en ellas con la información que habían logrado
obtener sobre las irregularidades de los procedimientos y las devastadoras implicaciones del Plan.
A las irregularidades se sumaba, el polémico proceso de licitación para la construcción del
metro, al seleccionar a empresas que contaban con historiales de corrupción y fraudes. “Nos
referimos a Alstom México, conocida por actos de corrupción y sobornos, y su rescate financiero
en manos del gobierno francés. La otra empresa es Ingenieros Civiles y Asociados (ICA), la cual
ha participado activamente en el desarrollo urbano de la Ciudad desde hace más de 30 años, y se
conoce por el escándalo carretero de la Autopista del Sol, y las fallas técnicas que se han revelado
en la construcción de la presa hidroeléctrica “El Cajón” en Nayarit. Y finalmente, Carso
Infraestructura y Construcción (CICSA) del Grupo Carso del magnate mexicano Carlos Slim,
quien participa en muchos otros proyectos de inversión de la Ciudad” (JRA; 2009: 6-9).
El conjunto de inconformidades que se iban acumulando, por las irregularidades de los
procedimientos, pero sobre todo por la verdadera dimensión e implicaciones de los proyectos,
que iba develándose conforme se investigaba más, fue constituyendo un incipiente entramado de
vecinos y ejidatarios de Zapotitlán, Tlaltenco y Tláhuac, que daría pie a la creación del Frente de
Pueblos del Anáhuac (FPA).
De ahí que se iniciara una estrategia orientada a la organización de foros y mesas de
información, brigadeos, festivales y movilizaciones dentro de la delegación. En este marco, la
primer marcha se realizó en marzo de 2008, a la cual asistieron más de 400 personas de todos los
pueblos, hecho que resultaba inédito por el carácter autónomo y comunitario de su convocatoria.
“La primera marcha que nosotros hicimos, fue la primera marcha de gente de Tláhuac. Las
demás cosas que se habían vivido ahí habían sido hechas por políticos, con gente acarreada.
Nunca antes la gente había salido a ocupar las calles. Tenían miedo. Yo no tenía miedo, en el
sentido de que ya había participado en marchas en la universidad, en las de Tlatelolco. Pero
mucha gente nunca en su vida había salido a gritar. Entonces fue una experiencia nueva y
novedosa para ellos. Y lo logramos hacer” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012).

A la par de las acciones de difusión y movilización, se convocaban asambleas informativas


y deliberativas de manera periódica, para impulsar un proceso de organización comunitaria más
amplio promovido principalmente por un núcleo de ejidatarios y vecinos de Tlaltenco y San
Pedro Tláhuac.

176
Asimismo los opositores decidieron abrir un frente jurídico de defensa agraria para la
protección de los ejidos, lo que más tarde iría acompañado de un frente de defensa penal ante las
acciones de represión y criminalización que el gobierno emprendería contra ellos.
Mientras el proceso organizativo avanzaba y se iba acumulando una fuerza social,
principalmente de los pueblos de Zapotitlán, Tlaltenco y San Pedro, hacia agosto de 2008 en la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) se aprobaron de forma poco transparente los
cambios de uso de suelo para la implementación de los proyectos del PDDU, propuestos por la
Secretaria de Desarrollo Urbano y Vivienda del DF. Esto sucedió pese a que el FPA días antes
había manifestado su oposición afuera de la ALDF y había dialogado con la Comisión de
Infraestructura y Desarrollo Urbano de dicho órgano.
Ante la organización y oposición que se manifestaba en los diferentes pueblos, fue notorio
el despliegue de un enérgico esfuerzo del Gobierno Delegacional y Central, para convencer a la
población de las bondades del metro, el cual a diferencia de los demás proyectos, no se percibía
perjudicial. Y es que la Línea 12 del metro se percibía como la solución a un añejo problema de
movilidad urbana, padecido por la población tlahuaquense, que cada vez dependía más de la
Ciudad, y menos de las alternativas locales. De modo que el consenso que este proyecto generó,
reforzado con el ofrecimiento de dinero y otras prebendas, debilitó el incipiente tejido
organizativo, generando divisiones y desconfianza entre los opositores.
Podríamos decir que en el momento en el que mayor oposición se alcanzó a construir, fue
cuando seguida de la aprobación de la ALDF, en noviembre de 2008 el GDF realizó la primera
ocupación de 27 hectáreas del predio de Terromotitla a cargo de fuerzas policiales. Esta acción
infringió en la ilegalidad, puesto que la ocupación se realizó antes de que el decreto de
expropiación se publicara en el Diario Oficial de la Federación, presentándose además, un
excesivo despliegue policiaco. Cinco meses después, en abril de 2009 se dio la siguiente
expropiación de 40 hectáreas del polígono 3, a cargo de más de 2,500 granaderos. En esta ocasión
hubo un enfrentamiento entre la policía y los opositores, del cual terminaron consignados 18 de
ellos. Y, finalmente en agosto de 2009, se dio una tercera ocupación del polígono 1 y 2 del ejido
de San Francisco Tlaltenco a cargo de 2000 granaderos, con lo que violó un amparo federal y uno
particular. Nuevamente hubo enfrentamientos y en esta ocasión hubo 6 detenidos, entre ellos un
menor de edad.
El pliego petitorio que se formuló después de las expropiaciones fue el siguiente: 1)
Detención de las obras de construcción de la Línea 12 del metro en Tláhuac hasta que haya una
consulta e información de los impactos de la obra; 2) Restitución de la tierra a familias
despojadas; 3) Cancelación de proyectos estratégicos del PDDU (CIRE, reclusorio y academia de

177
policía); 4) Protección y conservación de humedales y de la Sierra de Santa Catarina; 5) Apoyos
e indemnizaciones a comerciantes que han sido afectados por las obras del metro; 6) Defensa de
puestos de trabajo de transportistas afectados por el Metro; 7) Defensa de la tierra para la
producción y alimentación local; 8) Defensa de tradiciones de los pueblos originarios de Tláhuac.
Después de estas acciones el GDF fue escalando notoriamente la estrategia de
disciplinamiento, criminalización y represión hacia los opositores. Lo que a su vez generaba
indignación e iba aumentando el temperamento de una parte de los opositores; pero también –y
de manera predominante- provocando temor y resignación entre muchos otros, lo que hizo que
algunos aceptaran las indemnizaciones ofrecidas por el gobierno.
Y es que el interés por el desarrollo económico se presentaba como una urgencia del Estado
y de las grandes empresas participantes en las obras de construcción, que en conjunto sumaban
una enorme fuerza política, mediática, represiva y jurídica. La aparición de estos sujetos
colectivos, como el FPA, simboliza uno de los obstáculos más problemáticos para la exigencia de
acumulación del capital que este tipo de megapoyectos implican.
Ante la abierta ofensiva gubernamental y la decisión de implementar los proyectos del
PDDU sin importar la oposición vecinal, el FPA y diversas organizaciones buscaron fortalecer la
relación con organizaciones solidarias del resto de las delegaciones de la Ciudad de México,
como fue el caso de la Red en Defensa de la Ciudad de México, en la que convergían otras
resistencias contra los megaproyectos impulsados por el GDF.
De igual manera se buscó apoyo con algunas organizaciones civiles dedicadas a la defensa
y promoción de los derechos humanos. Particularmente DECA Equipo Pueblo y la Coalición
Internacional para el Hábitat (HIC), apoyaron al FPA y lo vincularon con la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ante el cual se hizo una
presentación del caso, logrando que éste emitiera una serie de recomendaciones al GDF.
Más adelante, hacia 2009 se conformó un espacio de solidaridad con Tláhuac, conformado
por una decena de colectivos juveniles, organizaciones sociales y ecologistas, como Jóvenes en
Resistencia Alternativa, Taller Integral Arquitect@z, Ecocomunidades, Red Ecologista
Autónoma de la Cuenca de México. La mayoría de estas organizaciones comparten su oposición
a las políticas del GDF, coincidiendo en la importancia de denunciar el carácter depredador de las
políticas de infraestructura del GDF, arreciadas durante la gestión de Marcelo Ebrard. De tal
modo que juntas fueron impulsando acciones de movilización y de difusión para visibilizar el
conflicto socioambiental que Tláhuac enfrentaba y los impactos del mismo para el resto de la

178
población citadina.74 Para ello se impulsaron una serie de recorridos por las zonas que serían
afectadas de ser construidos los proyectos del PDDU, a los que asistieron habitantes de otras
delegaciones políticas, colectivos, medios libres, organizaciones sociales y organizaciones no
gubernamentales.
Con ello, se trataba de exponer y evidenciar los problemas que la Línea 12 del metro y los
demás proyectos del PDDU generarían sobre los últimos reductos no urbanizados de la Ciudad.
La oposición de los pueblos a estos megaproyectos está relacionada con la afectación de sus
propiedades y bienes comunes naturales, y en segundo lugar, con los cambios relevantes que
traerán, como la modificación del paisaje, las costumbres y el modo de vida del pueblo,
urbanización de los terrenos agrícolas, especulación inmobiliaria, asentamiento de nuevos
avecindados, introducción de comercio externo en competencia con el mercado interno, y
contaminación de tierras y aguas fundamentales para la subsistencia de la población (Álvarez,
2011: 384).
Sin embargo, aunque las razones resultaban contundentes para desaprobar los proyectos en
ciernes, el proyecto del metro, a diferencia de los otros, es una megaobra que logró obtener el
consentimiento de la mayoría de la población, junto con la fuerte construcción de hegemonía que
el PRD ha logrado en la capital desde que ganó la jefatura de gobierno, y la mayoría de las
delegaciones. Es quizá esta hegemonía la que terminó debilitando e invisibilizado el proceso de
resistencia al interior de Tláhuac, incluido el cerco informativo que el FPA enfrentó,
especialmente del periódico La Jornada.
“El GDF ha logrado hegemonía por su forma de gobernar, pero también por la pulverización
de los opositores. Es muy difícil lograr la adhesión a sectores que se opusieran a un gobierno
que se siente legítimo, y que además el proyecto se siente legítimo y goza de la simpatía de la
población” (Entrevista a Enrique Pineda, JRA: 2012).

Entre las organizaciones integrantes del Espacio de Solidaridad, se generó una cercana
relación de trabajo con Jóvenes en Resistencia Alternativa, que los apoyó en el diseño e
implementación de un plan de acción para fortalecer la organización y con ello la capacidad de
resistencia e impugnación de los proyectos. Se trataba de reforzar al núcleo opositor del FPA, a
través de un proceso de formación y capacitación para la toma de decisiones por consenso, y para
la concertación de las estrategias de lucha, considerando las experiencias de casos exitosos, como
la del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco y el Consejo de Ejidos y la de las

74
En suma, se trataba de un conjunto de organizaciones disidentes al GDF, que vienen enfrentando una serie de
agravios producidos por las políticas gubernamentales.

179
Comunidades Opositores a la Presa la Parota (CECOP). Del mismo modo que apoyaron en la
elaboración de materiales informativos para los pueblos de Tláhuac, pero también para lograr el
convencimiento de otros sectores de la población citadina, como académicos y organizaciones de
la sociedad civil.
Sorpresivamente en 2009 se anunció que todos los proyectos del PDDU quedaban
suspendidos por oposición vecinal, con excepción de la Línea 12 del metro. Los opositores
suponen que esta disposición fue tomada para no poner en riesgo la obra del metro –que resultaba
la más importante y la que más inversión tenía comprometida- porque además, de los demás
proyectos, específicamente el CIRE, generaba mayor inconformidad. Los opositores advierten
que esta suspensión es solamente temporal, puesto que los cambios de uso de suelo autorizados
no han sido revertidos. Se trata de un total de 250 hectáreas para el CIRE, 20 para la Academia de
Policía y 25 para el Reclusorio, todos sobre las faldas de la Sierra de Santa Catarina.
Al respecto, Martínez sostiene que la estrategia del gobierno está orientada a la
implementación de megaproyectos de forma escalonada. La construcción del metro ha producido
divisiones y debilitamientos de las resistencias, con una demostración despótica de la fuerza
estatal. Factores que en suma, inhiben las posibilidades de reacción frente a las siguientes
embestidas.
“es un proceso que va escalonado: te soltamos el primer madrazo, y ya que estás debilitado,
te vamos a dar el segundo madrazo. Y es eso, mucha gente que participó con nosotros en lo
del metro ahorita no va a participar en lo del basurero. Mucha gente se cansó, mucha gente ya
se espantó. Y mucha gente no vive ahí, ya se fue de ahí” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA:
2012).

Si bien la organización social en los diferentes pueblos de Tláhuac es sumamente activa


para hacer posibles las fiestas religiosas en diversas fechas del año, esas representaciones
comunitarias no se involucraron plenamente en el proceso de resistencia, por el contrario se
mantuvieron divididas sin capacidad de acción en el tema. Esto puede explicarse en parte por el
consenso general que se construyó en torno al megaproyecto, no sólo con estas agrupaciones,
sino con el resto de la población; pero también porque se percibe una relación de
incondicionalidad entre ellas y el PRD. Y es que entre las autoridades delegacionales y algunas
representaciones tradicionales se ha tejido una relación clientelar, condicionada por los recursos y
apoyos que se brindan para la organización de las fiestas.
“mi familia está muy apegada al carnaval porque les gusta mucho (…) cuando nosotros
éramos chicos, nosotros íbamos a ayudar a hacer el carro del carnaval, y ahorita no, ahorita

180
ya pagan para que alguien les haga el carnaval entonces, se pierde esa convivencia (…)
ahora creen que con dinero está solucionado el problema pero no ven todo lo que se está
perdiendo. Igualmente con el carnaval, sucede que es una fiesta del pueblo pero la
delegación ahora le da un dinero ¿no? (…) ¿que está haciendo? Haciéndonos dependientes
del gobierno (Katia Leyte Chávez, FPA: 2011).

Las estructuras tradicionales para la organización de las fiestas son sin duda, tramas
persistentes, pero contradictorias. Se trata de formas sociales alternativas a la homogeneidad
cultural del capital, que sin embargo, no necesariamente lo desafían, o no por lo menos de forma
abierta o explícita, lo que de ningún modo pretende negar la carga de resistencia que contienen.
No obstante, resultan formas culturales que en algunos casos se han sumaron pragmáticamente a
la fuerza partidaria que ha impulsado el proyecto.
Además habría que señalar la disminuida participación de los habitantes de los diferentes
pueblos involucrados con la resistencia, nos referimos específicamente a Zapotitlán, San Pedro
Tláhuac y San Francisco Tlaltenco, que a su vez eran los más afectados por las obras y secuelas
del megaproyecto.
Siguiendo a Martínez, la falta de cohesión de los pueblos de Tláhuac se remonta a
cuestiones históricas, como las diferencias étnicas y las transformaciones en la configuración del
territorio, es decir, los siete pueblos de esta demarcación no comparten una identidad étnica y su
delimitación como delegación política –como la conocemos ahora- se establece hacia 1930. San
Pedro Tláhuac, San Andrés Mixquic, San Nicolás Tetelco y San Juan Ixtayopan pertenecían
anteriormente a Xochimilco; mientras que San Francisco Tlaltenco y Santiago Zapotitlán
pertenecieron a Iztapalapa (Álvarez, 2011: 48). Martínez plantea que estas razones ayudan a
explican la falta de cohesión entre los pueblos, atravesada por imposiciones estatales para la
conformación territorial y por la separación que las mismas identidades han producido.
Algo similar ocurrió con las estructuras ejidales, las cuales fueron convencidas y en otros
casos cooptadas, funcionando como una mediación a favor de las autoridades gubernamentales
para el avance de las obras sobre las tierras de cultivo. Sin embargo, a diferencia de las
estructuras tradicionales vinculadas a la religiosidad popular, el tejido productivo y las
actividades agrícolas como la base real de la subsistencia de los pueblos, se encuentran
sumamente deteriorados.
En suma, podemos decir que las representaciones tradicionales para la organización de las
fiestas, tanto los núcleos ejidales, no funcionaron como anclajes para la resistencia contra el
metro. Por el contrario, no sólo se trata de estructuras que hayan actuado de manera indiferente

181
frente al conflicto, sino que simpatizaban y actuaban como aliados de las autoridades
delegacionales y centrales. Este fenómeno, desde nuestra perspectiva, está relacionado con el
consenso que produjo el proyecto del metro, pero fundamentalmente con la expropiación estatal
de las capacidades políticas de los pueblos, a partir de la cooptación de las estructuras
tradicionales y de la implantación de nuevas figuras de representación ciudadana. Pero también
con una forma de hacer política clientelar que el PRD adoptó de la cultura política priista y que le
ha resultado sumamente funcional para llevar a cabo sus planes de gobierno.
En este último aspecto, consideramos que la estrategia de cooptación y captura, junto con
la de normalización y disciplinamiento marcaron de forma predominante la orientación de las
políticas gubernamentales para avanzar con el despojo y la entera implementación del proyecto.
Mientras que las estrategias de criminalización y represión operaron de forma selectiva sobre los
opositores, y sólo en algunos momentos clave para garantizar el avance de las obras.
La Línea 12 del metro logró concluir e inaugurarse el segundo semestre del 2012, con una
longitud de 25 kilómetros y un trazo sobre las delegaciones de Tláhuac, Iztapalapa, Milpa Alta,
Xochimilco, Benito Juárez y Álvaro Obregón. En suma, su construcción fue posible por diversos
factores: la fuerte hegemonía de la que goza el GDF y el PRD en la Ciudad, así como el propio
proyecto del metro; la alineación entre el gobierno local y federal para el desarrollo de
infraestructura; la presión de las empresas implicadas en las obras y los intereses en el proceso de
acumulación y expansión; el despliegue de feroces estrategias de dominación. Al mismo tiempo
que no logró constituirse un fuerte, vigoroso y masivo proceso comunitario de oposición.
Las secuelas de la Línea 12 del metro ya están comenzando a padecerse. Los escombros
producidos por las obras están siendo desechados en los canales de agua ubicados en el ejido de
Tlaltenco. Además de que se han suscitado invasiones de 250 lotes de 500 metros en los ejidos y
una zona de pequeña propiedad de San Pedro Tláhuac. Esto como resultado de la especulación
inmobiliaria que este tipo de obras produce, lo que ha generado que la gente originaria se
comience a organizar para recuperar sus tierras.
“Yo sí he visto gente en Tláhuac, con esto de las invasiones recientes, y ya poco a poco la
gente comienza como a moverse más, a estar consciente de que esto es parte de un proceso
que es más grande, a saber que esta identidad de pueblo da mas fuerza en estos discursos que
se están aventando todas esas personas, y en donde ninguno de nosotros que estuvimos en la
lucha pasada estamos involucrados, hay referencia a esto, a “creer en la fuerza del pueblo”, y
“aquí en nuestro pueblo nadie nos va a venir a decir lo que tenemos que hacer”, “nadie nos va
a venir a mandar”, ese tipo de cosas, “la fuerza la tenemos nosotros, tenemos que hacer valer
eso” (...) me parece que ese tipo de cuestiones podría ser como un chispazo de algo, que
podría motivar una nueva reestructuración de la cohesión comunitaria, y una revitalización de

182
la cultura local, que espero que sí se vaya logrando esto” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA:
2012).

Actualmente el FPA está orientando sus esfuerzos a la reconstrucción de la memoria del


pueblo, a fortalecer la producción campesina, el impulso de proyectos productivos y la
organización de un tianguis comunitario. Ellos consideran que la organización que se logró
gestar, el acercamiento y cohesión entre algunos de los pueblos originarios, creó un nuevo
soporte para enfrentar nuevas batallas (Entrevista a Tomás Hernández, FPA: 2011).
“Pero si no hay esto, yo creo que ya nos chingamos, porque ese espacio es el que se tiene que
defender, y ya no hay porqué luchar. En sentido de los recursos, y en el sentido de que esta
ciudad pueda ser posible, porque si no, yo no sé qué... bueno, sí ellos en términos
económicos, pero la gente normal, nosotros, necesitamos de esos espacios para que esta
ciudad pueda tener un futuro viable” (Entrevista a Baruc Martínez, FPA: 2012).

183
Frente Amplio Opositor a la Minera San Xavier (FAO)75: la lucha contra la minería a cielo
abierto

La localidad de Cerro de San Pedro se encuentra ubicada en San Luis Potosí, a de 9 km de la


periferia de la Zona Metropolitana de dicha Ciudad y a 20 km de su centro histórico. Es además,
la cabecera de un municipio habitado por poco más de 4000 habitantes, de los cuales 97 viven en
esa pequeña localidad (INEGI, 2010). Sin embargo, esto no siempre ha sido así, Cerro de San
Pedro se constituyó tradicionalmente como un enclave minero y, desde su fundación a fines del
siglo XVI, su enorme riqueza aurífera generó una temprana urbanización de la zona. Como
muchos pueblos mineros, tuvo períodos de bonanza y estancamiento, signados por los vaivenes
de los precios del oro a lo largo de los años. La empresa de capitales estadounidenses American
Smelting and Refining Company, o mejor conocida como ASARCO, funcionó allí hasta 1948,
cuando los propios empresarios decidieron cerrarla por intensos procesos de movilización de los
trabajadores en demanda de mejoras laborales. ASARCO y en 1971 un nuevos emprendimiento
conocido como “Las Cuevas” (Cordero, 2005: 9,10) fueron las últimas iniciativas de explotación
de los yacimientos hasta la llegada de Minera San Xavier (MSX) en la década de los noventa.
Después del cierre de ASARCO, sólo algunos trabajadores fueron reinstalados en otras
empresas de la misma firma, pero la mayoría no recibió ningún tipo de indemnización. La
supresión de las fuentes de ingreso orilló a que una buena parte de la población migrara hacia
otros sitios en búsqueda de alternativas de sobrevivencia, mientras que, los que se quedaron se
dedicaron al campo y a la minería artesanal, conocida como gambusinaje. 76 Sin embargo, las
condiciones de vida que se enfrentaban eran sumamente precarias, por la falta de fuentes locales
de ingreso, y el abandono de la presencia estatal, incluida la provisión de servicios básicos
indispensables. “En 1950, apenas dos años después de la huelga que terminó con el cierre de las
minas, en el Cerro de San Pedro habitaban 670 personas, dos años después quedaban 258. Según
los datos oficiales, en las tres décadas siguientes en todo el Municipio la población tuvo una
disminución del 36%” (Ortiz, 2009: 40).

75
Este apartado retoma una parte de la investigación que realicé junto con Claudia Composto y que publicamos en:
"Territorios en disputa: entre el despojo y las resistencias. El caso del Frente Amplio Opositor contra la Minera San
Xavier en San Luis Potosí, México", Revista Interdisciplinaria de Estudios Sociales- Colectivo de Estudios e
Investigaciones Sociales CEISO, Número 5, Argentina, enero- junio 2012a.
Agradezco profundamente a Elizabeth Medina por sus comentarios y apoyo en la elaboración de este apartado.
76
Los gambusinos son los mineros que trabajan a pequeña escala extrayendo minerales por su propia cuenta.

184
Para la década de 1980 el ejido se encontraba casi inactivo, el 90% de sus integrantes con
derechos reconocidos habían muerto o habían migrado, y sus tierras eran trabajadas por otros
habitantes que no contaban con tierras. En 1988 esos habitantes organizaron un proceso legal ante
la autoridad agraria para privar de derechos a los ejidatarios que habían abandonado sus tierras y
que se les diera el reconocimiento como los nuevos posesionarios (Ortiz, 2009: 122). Esta disputa
entre los ‘nuevos’ ejidatarios y los ‘viejos’ abriría un terreno propicio para la llegada de la
Minera y su búsqueda para comprar desde 1996, las tierras ejidales necesarias para su proyecto.
De hecho se ha podido ubicar que la posición comunitaria opositora a MSX está soportada por
los viejos ejidatarios, mientras que los nuevos son los que apoyan firmemente el desarrollo del
emprendimiento.
No obstante a principios de la década de los noventa, hijos y familiares cercanos a los
viejos ejidatarios, regresaron a San Pedro para arreglar sus casas o desarrollar proyectos
productivos. Ante las diversas problemáticas que enfrentaron a su vuelta decidieron crear el
Consejo Municipal de Representantes (Ortiz, 2009: 16). Este espacio sería el primer esfuerzo
organizativo de los opositores a MSX. Y es que al poco tiempo de su constitución, un funcionario
del INAH se acercó a ellos para informarles que una empresa estaba tramitando los permisos para
el desarrollo de un proyecto de minería a cielo abierto en esa región (Ortiz, 2009: 17). La noticia
de una posible reactivación de la industria minera local mediante nuevas tecnologías y modernos
métodos de extracción, encendió la expectativa de los pueblos cercanos que, luego de décadas de
abandono, veían una posibilidad de empleo y desarrollo social. Sin embargo, a medida que
comenzaron a conocerse los detalles del proyecto –sus dimensiones, alcances, impactos y
consecuencias-, fueron generándose sospechas y críticas entre los pobladores.
Ante la amenaza del proyecto, los pobladores comenzaron a reunirse para compartir
mayor información y deliberar sobre los posibles escenarios que se avizoraban. Sin embargo,
desde el inicio hubo fuertes divisiones comunitarias, por un lado, los ‘nuevos’ ejidatarios fueron
convenciéndose de los beneficios del nuevo emprendimiento y optaron por respaldarlo; mientras
que las redes vinculadas a los viejos ejidatarios fueron constituyendo un núcleo de oposición vital
para la germinación de un proceso de resistencia más amplio. De hecho, resultó fundamental el
trabajo que hicieron los integrantes del Consejo Municipal de Representantes de rastrear y ubicar
a los familiares y descendientes de los viejos ejidatarios para la defensa de sus propiedades y
patrimonio común.
Frente al incipiente proceso de resistencia, la Minera fue organizando una serie de
medidas para lograr el consentimiento de los pobladores, entre ellas, resalta el esfuerzo por
cooptar al sacerdote de la Iglesia, Margarito Sánchez, para que fungiera como el representante de

185
la empresa ante la gente y pudiera persuadirla de los beneficios del proyecto y el desarrollo social
que traería. El párroco Margarito se negó a tal planteamiento, y por el contrario se convirtió en
una pieza clave en la lucha antiminera hasta que fue removido de su cargo por la Arquidiócesis
en 200377 (Ortiz 87-89, 91). Tiempo después con el nombramiento de un nuevo arzobispo en
1999, se estrechó la relación entre la Minera y la Iglesia, influyendo considerablemente en la
legitimación del proyecto.
A pesar de las resistencias al proyecto, en 1995 la empresa inició los trabajos de
exploración, en un área territorial declarada oficialmente de restauración de la vida silvestre, con
flora y fauna protegida, apenas a varias decenas de metros del pueblo de San Pedro y del
emblemático cerro homónimo. Este proyecto se anunciaba como una explotación minera a cielo
abierto por lixiviación con cianuro, que produciría en 290 hectáreas concesionadas por ocupación
temporal, un promedio de 890.000 onzas de oro y 21.265.000 de plata anuales durante 10 años
(Reygadas/ Jiménez, 2008).
Todo esto se permitía, aun cuando un año antes, en 1993 el gobierno de San Luis Potosí
emitió un Plan de Ordenación de la Capital y su zona conurbada, que entre los varios municipios
se incluía el Cerro de San Pedro. “El Plan estableció que tres cuartas partes del municipio de San
Pedro debían dedicarse a la restauración del desarrollo de la vida silvestre. El decreto resaltaba la
falta de disponibilidad de agua como un problema fundamental para el desarrollo de la ciudad de
San Luis Potosí, estableciendo la necesidad prioritaria de conservar áreas de recarga del acuífero
y prohibiendo el desarrollo urbano e industrial en ellas” (Estrada, 2001: 16).
Efectivamente, el proyecto inicial de la empresa minera consistía en la completa
destrucción del histórico pueblo de San Pedro, en específico, la arqueología minera colonial, la
Iglesia de San Nicolás Tolentino del siglo XVII y el Templo Parroquial de San Pedro Apóstol del
siglo XVIII, debajo de cuya antigua iglesia se encuentra la veta madre del yacimiento aurífero. A
cambio, se prometía la reubicación total del pueblo con la construcción a pocos kilómetros de un
nuevo complejo habitacional provisto de comodidades y servicios para todos los lugareños. No
obstante, para algunos habitantes la propuesta resultaba inconcebible.
Los inmuebles históricos de Cerro de San Pedro son parte de una larga historia que data
de 1592 cuando se descubrieron sus ricos yacimientos de oro y plata, comparados con los más

77
A este respecto, en uno de los cables difundidos por Wikileaks se revela que representantes de las mineras
internacionales en Perú sostuvieron ante los embajadores de EE.UU. y Canadá que “fuerzas radicales” tienen poder
para incitar el rechazo a la minería de las comunidades indígenas. Ellos recomiendan que los profesores –se dice
ligados a Patria Roja y al Sindicato de profesores SUTEP en Perú- sean rotados en las comunidades que se
consideran conflictivas y que insten a la Iglesia Católica para que roten a sus obispos de dichas zonas. “Wikileaks:
Mineras proponen modificar política peruana para evitar protestas”, en: (SERVINDI, 2011).

186
ricos del mundo, que eran en esa época los de la mina de Potosí en Bolivia (Alvarado, 2009:7).78
Las residencias de los españoles no se asientan en Cerro de San Pedro, sino en el Valle de San
Luis Potosí, puesto que la falta de agua imposibilitaba el abasto tanto de los pobladores como
para el beneficio del mineral

ILUSTRACIÓN DEL ESCUDO DE ARMAS DE SAN LUIS POTOSÍ79

Al centro del escudo puede observarse el Cerro de San Pedro sobre el que
descansa San Luis Rey de Francia. La imagen del cerro presenta orificios
creados por la explotación minera. A los lados del personaje se encuentran
barras de oro y de plata. Actualmente dichos cerros están totalmente destruidos y
demolidos por el tipo de extracción que comenzó con el emprendimiento de
minería a cielo abierto de MSX.

Frente a la relevante carga histórica de Cerro de San Pedro, la defensa del patrimonio
cultural e histórico se constituyó como el primer eje articulador de la resistencia contra el avance
de la explotación minera a cielo abierto. Tras este primer impulso, se creó el “Patronato Pro
Defensa del Patrimonio Cultural e Histórico del Municipio de San Pedro”, organización
conformada por ejidatarios y habitantes del pueblo que se volcaron a la tarea de recuperar la
memoria histórica, resignificar el territorio como espacio recreativo y cultural, y proponer
proyectos de desarrollo alternativo basados en el turismo local. Como parte de estos esfuerzos, en
2001 se organizó el primer Festival Cultural de Cerro de San Pedro, dando inicio a un esfuerzo

78
Aunque fue una de las minas más ricas del México virreinal desde la fundación de este asentamiento humano en el
siglo XVI, los pobladores enfrentaron la escasez del agua, por lo que tuvieron que cambiarse al lugar que hoy ocupa
la Ciudad de San Luís Potosí (Estrada 2001: 20).
79
Esta imagen fue tomada del siguiente sitio: <http://www.sanluis.gob.mx/420/escudo.php>

187
que continúa hasta nuestros días. Lo que sin lugar a dudas, ha posibilitado la difusión de la
problemática y el contacto de miles de personas con el inconmensurable patrimonio histórico,
cultural y ambiental, en riesgo de perderse completamente por el emprendimiento minero.
En paralelo, fue emergiendo otro eje articulador de la resistencia basado en la denuncia y
difusión de los impactos socioambientales que este tipo de explotación provocaría, no sólo en el
municipio de San Pedro, sino también en los alrededores y de la Ciudad de San Luis Potosí. Esta
perspectiva cobró fuerza como motor de lucha a partir de la intervención de la organización
potosina “Pro San Luis Ecológico” en el incipiente conflicto, cuya experiencia previa en la
resistencia exitosa que logró la clausura de un confinamiento tóxico en el municipio de
Guadalcázar durante 1994, había otorgado numerosos conocimientos y herramientas para
reconocer las características de un proyecto depredador y contaminante.
Como parte de la defensa ambiental a cargo de Pro San Luis Ecológico, se le exigió a
Minera San Xavier la presentación de la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), la cual en
1997 fue entregada a la Secretaría del Medio Ambiente señalando que en la fase de operación,
durante ocho años, utilizaría 16 toneladas diarias de cianuro y cerca de un millón de metros
cúbicos de agua al año. Lo que resultaba inaudito por los efectos devastadores e irreversibles que
produciría en la zona. Se trataba de un proyecto que extraería grandes cantidades de agua del
sobrexplotado acuífero de la zona, aunado a los riesgos de derrame de las soluciones cianuradas
al subsuelo, por rotura de las membranas plásticas colocadas en los patios de lixiviación, y daños
adversos, directos y permanentes a la flora y fauna, no sólo en las 360 hectáreas donde
directamente se desarrollaría el proyecto, sino en los alrededores. Asimismo se verían afectados
los edificios históricos por el uso masivo y cotidiano de explosivos. Este conjunto de secuelas
afectaría principalmente a las 10 comunidades aledañas al Cerro de San Pedro, y en particular a
los habitantes de la Zapatilla, los cuales se recomendaba reubicar en la Manifestación de Impacto
Ambiental, puesto que los patios de lixiviación se construirían sobre lo que en ese momento eran
sus viviendas (Ortiz, 2009: 26, 27).

188
Ante los efectos que tibiamente se plasmaban en la MIA elaborada por MSX, el entonces
gobernador Fernando Silva Nieto pidió la opinión especializada a la Universidad Autónoma de
San Luis Potosí. En el informe presentado públicamente en 1998 por el comité de académicos de
esa universidad, se expusieron opiniones y recomendaciones sobre ciertos aspectos del proyecto
que en su conjunto favorecieron lo que MSX ya había presentado.
Mientras esto pasaba en 1998 fue asesinado Baltazar Loredo, el Presidente Municipal de
Cerro de San Pedro. Pese a que la policía ministerial declaró que se trataba de un suicidio, los
opositores a la minera y sus familiares aseguran que la empresa fue la responsable del asesinato,
puesto que se encontraba investigando la compra de terrenos a cargo de la Minera y la
complicidad tejida con la administración municipal que le antecedió (Ortiz, 2009: 95).
Para estos momentos, el núcleo de ejidatarios y redes territoriales vinculadas a éste, ya
contaban con el apoyo y solidaridad de diversas organizaciones, principalmente de la Ciudad de
San Luis Potosí, como es el caso de Pro San Luis Ecológico, a cargo de la defensa legal en
materia ambiental. Y es que los procedimientos antidemocráticos, irregularidades, la falta de
información, opacidad e ilegalidades, presentados cínicamente por MSX y con el apoyo de las

189
autoridades locales, aunado a las implicaciones del proyecto, habían provocado un proceso
expansivo de indignación que sobrepasaba a los mismos ejidatarios.
Dicho proceso de indignación fue orientado principalmente por los tiempos y cauces
marcados por la estrategia jurídica, lo cual se explica en buena medida por la división de los
habitantes de Cerro de San Pedro, la falta de un proceso social comunitario más amplio, aunado
al poder de la Minera en complicidad con el Estado.
Hacia 1999, con base al informe elaborado por la Universidad Autónoma de San Luis
Potosí y en contra del Plan de Ordenación que en el ’93 había decretado el Gobierno de Estado, el
26 de febrero la Dirección General de Ordenamiento Ecológico e Impacto Ambiental de Instituto
Nacional de Ecología (INE) otorgó la autorización de cambio de uso de suelo de 373 hectáreas,
de un total de 469 hectáreas arrendadas para el proyecto de la unidad minero- metalúrgica de
explotación de tajo a cielo abierto y lixiviación. La vigencia del permiso fue de 12 años, los
primeros ocho serían para la extracción y el procesamiento del mineral, y cuatro más para
terminar las actividades de monitoreo, neutralización y restauración del sitio” (Ortiz, 2009: 107).
La autorización del INE se emitió con el requisito de que la empresa cumpliera 100
condicionantes, entre las que se encontraban: la gestión correspondiente para la reubicación de
los pobladores de las comunidades de Cerro de San Pedro y La Zapatilla, así como de aquéllos
otros que pudieran verse afectados por el proyecto, así como la reducción en el consumo de agua
para no abonar en la sobrexplotación del acuífero (Estrada, 2001: 17).
Un año más tarde, el 5 de mayo, el gobierno estatal otorgó una autorización condicionada
de uso de suelo para realizar la explotación, pese a que MSX no había cumplido aun las
condicionantes que había impuesto el INE (Estrada, 2001: 18). En el intervalo en el que los
permisos son otorgados, se dan una serie de transacciones y cambios en las filiales que en
adelante quedarían a cargo del emprendimiento minero; Cambior Inc. vende sus acciones a
Glamis Gold Ltd, la cual dos años después le deja sus acciones a Metallica Resources Inc, una
empresa mediana que crea Minera San Xavier como su subsidiaria (Reygadas, 2008: 301).
Frente a la anuencia de las autoridades federales y estatales en la expedición de permisos,
los opositores a MSX prepararon en el año 2000 una demanda de nulidad de los mismos,
argumentando legalmente que la presentación de la Manifestación de Impacto Ambiental se había
realizado bajo una modalidad general, cuando la legislación exige que sea de tipo específico, por
las dimensiones del proyecto, así como por la violación al Plan de Ordenación de San Luis Potosí
que declara al Cerro de San Pedro como área de restauración de la vida silvestre (Ortiz, 2009:
116). Dicha demanda fue resuelta en 2003 por el Tribunal de Justicia Fiscal y Administrativa,
ratificando la resolución del INE. Ante lo cual, Pro San Luis Ecológico preparó un amparo contra

190
esa resolución, mismo que en esa ocasión fue resuelto favorablemente para los opositores en
2004, confirmando la nulidad del permiso estatal otorgado a la empresa unos años antes. Pese a
esta resolución, MSX continuaba de facto operando en la zona.
Posteriormente una nueva contrademanda en 2008 por parte del gobierno reabrió el
proceso -en el que el Tribunal de Justicia Fiscal y Administrativa había emitido una resolución en
2004 a favor de los opositores-. Pese a las insistencias del gobierno federal, 80 la resolución de los
magistrados fue reconfirmada en 21 de septiembre de 2009 y una vez más en noviembre de 2010
en contra de MSX. Aunado a que hasta nuestros días la empresa canadiense ha hecho caso omiso
de los fallos emitidos por este organismo de procuración de justicia y no ha dejado de operar,
SEMARNAT incumplió la comunicación de las resoluciones en tiempo y forma, ocasionando
que el FAO se diera por enterado varios meses después (Avilés, 2011: 12). En suma, podemos
decir que a pesar de las distintas resoluciones estatales para la suspensión de actividades, MSX
continuó impunemente avanzando en la compra de terrenos, construcción de infraestructura,
preparación de la zona y a partir de 2006 inicia el 100% de las operaciones de extracción y
lixiviación.
Mientras la lucha legal se daba en los tribunales federales, simultáneamente a nivel
municipal y estatal había un conjunto de actores incorporados en el terreno de disputa jugando a
favor de los opositores. Nos referimos al caso del presidente municipal de Cerro de San Pedro,
Óscar Loredo –hijo de Batlazar Loredo-, quien se rehusó a otorgar los permisos municipales,
mientras MSX no cumpliera las condicionantes establecidas por el INE. Esta decisión se vio
fortalecida por la posición del General Jaime Cázares Lárraga, comandante de la zona militar
potosina de Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA), quien a su vez se negó a otorgar los
permisos para el uso de explosivos por parte de MSX.
Este puntapié duró poco, puesto que pronto se dejó sentir la presión del gobernador
Marcelo de los Santos, e incluso del presidente Vicente Fox, en íntima coordinación con MSX,81
lo que produjo que Óscar Loredo finalmente otorgara los permisos a través del Cabildo. Los
opositores sostienen que Loredo fue amenazado, y presionado por Jacobo Payán, un poderoso
empresario potosino, y Castillo Machuca, el Secretario General de Gobierno, con el ofrecimiento
de una jugosa cantidad de dinero. Este hecho fue denunciado al día siguiente por un reportero del
80
Si MSX fuera forzada a suspender su actividad tendría derecho a reclamar ante los paneles del Tratado de Libre
Comercio y en los tribunales internacionales una indemnización multimillonaria por pérdidas, tal y como sucedió
con los 16 millones de dólares que el gobierno mexicano tuvo que dar a Metalclad, la empresa que buscaba construir
un confinamiento de desechos tóxicos en el municipio de Guadalcázar (Reygadas, 2008: 327 y Ortiz, 2009: 105).
81
En julio de 2004 MSX organizó un proyecto para solicitar al Congreso del Estado un juicio político contra Loredo
y los regidores del Cabildo, al acusarlos de dolo al patrimonio municipal y abuso en las competencias a su cargo al
invalidar los permisos de la minera (Ortiz, 2009: 233).

191
diario La Jornada -que atestiguó tal chantaje-, ante lo cual, funcionarios del gobierno estatal
organizaron un secuestro literal de dicha edición (Ortiz, 2009: 144).
Acto seguido, el General Jaime Cázares Lárraga fue trasladado a un cargo diplomático a
Francia, lo que favoreció que los permisos para el uso de explosivos avanzaran y las detonaciones
comenzaran en 2004. “El permiso (…) expedido por la SEDENA, autoriza a la empresa la
compra y consumo mensual de 5 mil 500 kilogramos de agente explosivo, 20 mil 400 metros de
cordón detonante, mil metros de conductores y mil de iniciadores” (Ortiz, 2009: 164). “De julio
de 2005 a marzo de 2010, la firma detonó cada día una carga de 25 toneladas de explosivos para
volar 80 mil toneladas de roca, de las cuales 32 mil toneladas pasaron a las tinas de lixiviación
donde cada tonelada produjo medio gramo de oro” (Avilés, 2011: 12).
Simultáneamente a la lucha legal contra los permisos otorgados a MSX, en 2002 los
opositores abrieron un frente de defensa agraria, impulsando un juicio por el reconocimiento de
los derechos ejidales sobre el pueblo de San Pedro, tras la firma fraudulenta en 1997 de un
contrato de arrendamiento por 290 has de tierras entre la empresa y los falsos representantes
ejidales. Y es que debido a la migración y el fallecimiento de los integrantes originales, el ejido
había quedado prácticamente desestructurado durante las últimas décadas, situación que favorecía
la realización de maniobras que permitieran a la minera apoderarse de los territorios comunitarios
para su proyecto extractivo (Ortiz, 2009: 124).
Cuando algunos miembros de la lucha antiminera investigaron los antecedentes de los
supuestos ejidatarios y confirmaron su carácter apócrifo, decidieron emprender la búsqueda de
los legítimos propietarios y sus descendientes, a fin de entablar un juicio agrario que devolviera
las tierras a sus verdaderos dueños. En 2004, una primera sentencia del Tribunal Unitario Agrario
confirmó la nulidad del contrato de arrendamiento. Sin embargo, la inmediata presentación de
amparos por Minera San Xavier contra ese primer fallo motivó una nueva sentencia del mismo
tribunal, que cambió por completo su resolución original. Mientras tanto, la Secretaria de
Economía otorgó la autorización para la ocupación temporal a MSX por 32 años y ordenó que se
indemnizara a los afectados con una la renta anual de 306 mil pesos (Ortiz, 2009: 126). Cabe
señalar que esta cantidad es sólo aceptada por los ejidatarios a favor del proyecto, mientras que
los opositores se han negado a recibirla.
Por otra parte, de forma paralela se continuaba con la estrategia organizativa y de
vinculación política, mediante la articulación con diversas organizaciones acuerpadas en la
denominada “Alianza Ciudadana Opositora a MSX”, tales como Educación y Defensa Ambiental
AC, Pro San Luís Ecológico, Patronato Pro Defensa del Patrimonio de Cerro de San Pedro,

192
Frente Cívico Potosino, Asociación de Vecinos de Cerro de San Pedro, Frente Zapatista de
Liberación Nacional, Nava Partido Político, entre otras (Estrada, 2001: 19/ Ortiz, 2009: 66).
Esta Alianza contó con la participación de numerosas organizaciones, muchas de ellas
contrapuestas entre sí política y programáticamente, pero coincidiendo en la necesidad de tejer un
frente de oposición a MSX. Este espacio sumó diversas capacidades sociales para encarar el
enorme poderío de MSX, nutriéndose y actualizándose de la larga experiencia de las
organizaciones civiles potosinas, del zapatismo civil y el reconocido movimiento navista.82
A medida que MSX avanzaba con los trámites, permisos, compra de terrenos y
construcción de infraestructura, y localmente se enfrentaba un débil proceso de resistencia
profundizado por la cooptación de inconformes y la pugna entre los ‘nuevos’ y viejos ejidatarios,
la Alianza Ciudadana Opositora orientó enormes esfuerzos para visibilizar el conflicto y
sensibilizar a la población potosina, pero también en la Ciudad de México y a nivel internacional.
Como resultado de la búsqueda de una articulación más allá de lo local, la resistencia creció
vertiginosamente y hacia el año 2004 adoptó su nombre actual: Frente Amplio Opositor a Minera
San Xavier (FAO), integrado así por el núcleo de ejidatarios de Cerro de San Pedro,
descendientes de los ejidatarios originarios, habitantes de los pueblos cercanos, organizaciones
vecinales, estudiantiles y sociales, y activistas de diversas tradiciones políticas de la Ciudad de
San Luis Potosí.
“Hay gente de La Otra Campaña, del POS, Pro San Luis Ecológico, se compone por
colectivos, Colectivo Azul, el núcleo del FAO. La dirección somos muy pocos, algunos
somos de algún colectivo o gente independiente; universitarios, que se han integrado a este
proyecto, el grupo es bastante plural (…) Nuestro acuerdo es sacar a la Minera San Xavier,
que si eres de derecha de izquierda, gordo, flaco, no importa” (Entrevista a Elizabeth Medina
y James del Tedesco, FAO: 2010).

Incluso se sumaron grupos del DF y, posteriormente, de Chicago y de Canadá –país en el


que actualmente existe una delegación del FAO-. Y es que justamente durante la apertura oficial
de MSX en 2006,83 se da el proceso más importante de internacionalización del conflicto, en el
cual participan organizaciones, como Amnistía Internacional, la Comisión Ambiental del Tratado
de Libre Comercio, la Comisión del Agua, la Corte Interamericana de Derechos humanos y se
logran organizar manifestaciones en Estados Unidos y Canadá (Reygadas, 2008: 306). En el

82
Salvador Nava encabezó el conocido ‘movimiento navista’ que desde los años sesenta impulsó un fuerte proceso
de lucha por la democratización del poder estatal en manos del PRI.
83
Para 2006 MSX tiene prácticamente concluidas sus instalaciones, su planta metalúrgica, sus piletas de lixiviación,
para lo cual ha gastado 24 millones de dólares (Ortiz, 2009: 215).

193
ámbito internacional, desde 2005 algunos integrantes del FAO lograron viajar a Canadá y
presentar frente al Parlamento de ese país, la denuncia de los efectos socioambientales y
violaciones a derechos humanos, que las mineras canadienses han estado provocando en otros
países, incluido México.
Sin lugar a dudas muchas han sido las relaciones que el FAO ha tejido, y han sido también
muchos los espacios que se han acercado a apoyar el proceso de resistencia anti-minero. En el
marco de los esfuerzos de articulación, el FAO se integró a la Asamblea Nacional de Afectados
Ambientales (ANNA) constituida desde 2008, así como de la Red Mexicana de Afectados por la
Minería (REMA) en la que Mario Martínez, un activo opositor, es miembro del equipo
coordinador. Asimismo en 2006 Cerro de San Pedro fue parte del recorrido que hizo la Otra
Campaña y en 2008 Andrés Manuel López Obrador realizó diversas reuniones en el mismo sitio.
Así, durante años, y como parte de la estrategia de “irradiación” que se propuso el FAO, el
estado de Ciudad de San Luis Potosí se convirtió en sede de numerosas actividades públicas,
incluyendo rondas informativas, marchas, consultas populares, plantones, campamentos fuera de
a empresa, que alcanzaron su punto más álgido en 2006, cuando la empresa comenzó con el
proceso de extracción. Con la precipitación de estos hechos, se desarrollaron movilizaciones de
hasta 2000 personas y un referéndum no vinculante donde llegaron a participar alrededor de 20
mil potosinos, que en su gran mayoría se pronunciaron por el NO a la mina (Composto/ Navarro,
2011a).
Sin embargo, aun con los intensos procesos de movilización, la amplia visibilidad del
conflicto minero -que hasta ese momento el FAO había logrado- el respaldo político que la
resistencia antiminera había adquirido y las resoluciones favorables en los tribunales federales
para la anulación de los permisos de operación y el contrato de arrendamiento que MSX había
firmado con falsos ejidatarios, no se logró detener el inicio de las operaciones mineras.
De aquí en adelante la lucha contra MSX se volvió un caso emblemático para demostrar
no sólo la ilegitimidad, sino también y especialmente, la rotunda ilegalidad en la que hasta
nuestros días continúa operando, en completa colusión con los poderes ejecutivos de los tres
niveles de gobierno.
Al interior del FAO a raíz del inicio de operaciones de MSX se generó un debate interno
sobre cómo continuar, al respecto Ortiz describe lo siguiente:
“algunos colectivos apuestan por la radicalización de las protestas pese a los riesgos que
conlleva; otros, buscan continuar con la defensa jurídica, exhibir la ausencia del estado de
derecho en el país, al mismo tiempo que apuestan por dirigir los esfuerzos a generar una

194
resistencia desde el municipio, accediendo a los espacios de gobierno que se renovarían en
2006” (Ortiz, 2009: 191).

Una de las estrategias que algunos optaron por explorar, fue la lucha político- electoral a
través del lanzamiento de Mario Martínez como candidato a la presidencia municipal por el PRD,
sin embargo éste no es apoyado ni siquiera por el propio partido y gana nuevamente Rosaura
Loredo, quien ya había mostrado su cercana e incondicional relación con MSX. En las últimas
elecciones, Loredo ganó nuevamente la presidencia municipal en el periodo 2012- 2015,
refrendándose una vez más su compromiso con MSX.
Por otra parte, los esfuerzos encaminados a fortalecer el proceso de resistencia local
encontraron enormes desafíos y problemas. Las divisiones sociales preexistentes y las posiciones
a favor del proyecto, fueron desestructurando la oposición a la MSX, fortalecidas por la captura y
cooptación que la empresa y los gobiernos desplegaban con las promesas de una mejor calidad de
vida, inclusión y bienestar social, generando todo un dispositivo clientelar aceitado por grandes
cantidades de dinero.
“La estrategia de la empresa es romper el tejido social, dar dinero. Es algo muy contradictorio
y lamentable. Tampoco es tanto dinero, va dependiendo, porque no a todos les dan. A
algunos les dan $500 o te pago el doctor que te atiende. Hay una familia que está
completamente con ellos, y ellos reciben propiedades, o tienen cosas que antes no tenían.
Ahora las ves y están llenas de alambrado, y viven de una tienda de abarrotes pequeñita del
pueblo. Es gente que la empresa les ha dado trabajo, como en limpieza, moviendo una
máquina, y es gente que además tiene profesiones y nada tendría que estar haciendo en esos
empleos (…) pero dicen que aunque vaya a estar sólo 8 años hay que aprovechar el tiempo
que esté” (Entrevista a Elizabeth Medina y James del Tedesco, FAO: 2010).

Además de las promesas a futuro -que incluían un empleo hasta 2015, la construcción de
escuelas, hospitales, parques recreativos, mejoramiento de las viviendas y de la calidad de vida en
general-, a través de programas de responsabilidad social corporativa con la creación de propia
organización denominada “Patronato de Mejoras de Cerro de San Pedro”; la empresa comenzó a
contratar a los habitantes del pueblo para realizar pequeñas tareas de vigilancia, limpieza,
instalación de cercas, a cambio de altas remuneraciones que compraran el apoyo al proyecto
minero en el largo plazo. Incluso, con algunos pobladores, comenzó a realizar desembolsos de
dinero a cambio del apoyo activo, lo cual incluía el ataque público a los opositores y la
movilización a favor de la explotación cuando así se requiriera (Composto/ Navarro, 2011a).

195
Y es que además de enfrentar los dispositivos de dominación contra la población de Cerro
de San Pedro, los activistas más activos y el conjunto de organizaciones de San Luis Potosí
comenzaron a encarar una política cada vez más agresiva de hostigamiento y criminalización. A
tal grado que Enrique Rivera Sierra, uno de los opositores más activos fue orillado a pedir asilo
político en Canadá, trasladándose a dicha demarcación en 2007.
Además de la impunidad con la que MSX ha estado operando todos estos años, se suma la
reciente demanda penal por falsedad de declaraciones, que ésta interpuso contra el ejidatario de
Cerro de San Pedro, Rafael Flores López, quien había logrado que un juez de distrito invalidara
el plan de desarrollo municipal de Cerro de San Pedro, con lo cual la minera tendría que dejar de
operar.
Por otra parte, aunado a las divisiones entre la propia gente de las comunidades, también se
expresaba un recelo hacia los familiares que habían regresado a San Pedro –quienes en su
mayoría se mantienen como opositores a MSX- y que se les reclamaba que se hubieran ido hacía
muchos años y que regresaran, desaprobando las mejoras que el emprendimiento minero estaba
generando. De modo similar había un extrañamiento, con fuertes señales de violencia contra los
activistas de San Luis Potosí o de otros lugares, con expresiones reiteradas como: “tu que haces
ahí defendiendo algo que no es tuyo” o “a ti que te importa” (Medina/ Tedesco, FAO: 2010),
promovido en buena medida por MSX con declaraciones como:
“la gente que no nos quiere es de afuera, no les importa. La gente de aquí sí nos quiere
porque les damos trabajo. A los opositores no les importa eso (…) son extremistas,
ecologistas que vienen porque buscan salvar hasta la última plantita (…) es la gente sin qué
hacer, que tiene esas ideas” (Elizabeth Medina, FAO: 2011).

A la par del avance de la devastación de Cerro de San Pedro hay una política estatal
orientada a eliminar la carga histórica de dicho recinto. Al respecto hay una iniciativa de ley que
se buscó promover para cambiar el escudo de armas del estado, puesto que ya no corresponde con
la realidad actual.
“Hay gente que no sabe que (Cerro de San Pedro) está a 20 minutos de la ciudad, antes de
que llegara la minera. Es parte de la fundación de la ciudad. En lo regular en una parte de la
educación primaria hablas de la historia local, antes había excursiones de los niños a Cerro de
San Pedro. Ahora se toca aún menos que antes ese tema en la escuela, ya no se hacen esos
paseos. Antes del 2000 todavía se hacían paseos” (Entrevista a Elizabeth Medina y James del
Tedesco, FAO: 2010).

196
Conforme los años han transcurrido los efectos socioambientales se intensifican. Merece
destacarse la contaminación producida por los patios de lixiviación, que se encuentran a pocos
metros de algunas comunidades y a sólo 5 km de la capital potosina. En este sentido, para el
futuro cercano, se calculan 77 millones de toneladas de material cianurado como legado visible
de más de 10 años de explotación (Ortiz, 2009: 52). Al respecto, la empresa ha declarado que las
medidas de protección al ambiente con las que cuentan, son de las más modernas y estrictas del
mundo, y que no hay riesgo de contaminación. “Este es un ejemplo de la minería moderna,
actividad que respeta el entorno” se anuncia en la página de internet de MSX.
Se sabe que la población contigua a las piletas de lixiviación y a los desechos producidos,
ya enfrentan visibles afectaciones a la salud. Sin embargo, el FAO solamente ha podido acceder a
algunos casos “los que están a favor (de MSX) no sabemos qué les pasa a su casa, no tenemos
tanto acceso a saber qué afectaciones tienen. La empresa les remedia todo” (Medina/Tedesco,
2010). Sin embargo, esto está cambiando, a medida que las afectaciones aumentan, puesto que
algunos habitantes se han ido acercando al FAO para denunciar casos de enfermedades graves
como insuficiencia renal y cáncer, que en algunos casos los han llevado a la muerte, producidas
por contaminación con cianuro, principalmente en el pueblo Nueva Zapatilla84, una de las
comunidades más cercanas a los patios de lixiviación (Composto/ Navarro, 2011).

84
El pueblo “La Zapatilla” se ubicaba originalmente sobre el territorio que actualmente ocupan los patios de
lixiviación del proyecto minero pero, antes de comenzar la fase de construcción, la empresa emprendió el traslado
del pueblo completo, con la autorización de todos los pobladores, quienes recibieron recursos y promesas de
desarrollo. Actualmente, el pueblo de la “Nueva” Zapatilla se halla a sólo unos metros hacia abajo de los patios de
lixiviación, con los peligros sanitarios que ello implica para sus habitantes.

197
IMAGEN DE LAS ÁREAS DE EXPLOTACIÓN MINERA Y LAS COMUNIDADES CIRCUNVECINAS85

La flora y fauna también están siendo profundamente afectadas. Ante la denuncia que el
FAO ha venido haciendo sobre la mortandad de aves y otros animales silvestre por la ingestión
de soluciones cianuradas en depósitos descubiertos, la Secretaria del Medio Ambiente negó que
el proyecto se encontrara cerca de alguna área natural protegida. Sin considerar que el Cerro de
San Pedro se ubica dentro de un área de preservación de la vida silvestre, donde habitan especies
de fauna endémicas, como el gavilán o halcón de cola roja, declaradas bajo protección especial.
Al respecto, la autoridad dispuso solamente que la minera pusiera mallas que impidieran el
acceso a las piletas, y esferas plásticas en las piletas de lixiviación para ahuyentar a las aves
(Ortiz, 2009: 53).
Para 2011 el FAO decidió concentrar los esfuerzos en la “Campaña Internacional contra
el uso del cianuro en América Latina”. Se considera que por lo menos en el corto plazo no será
posible detener a la empresa, pero por lo menos se espera incidir en que ésta aminore el daño
producido. A través de esta Campaña se busca coadyuvar en la elaboración de proyectos de ley

85
Esta representación visual ha sido elaborada por Elizabeth Medina sobre una imagen de Google Earth, 2009.

198
que prohíban el uso del cianuro,86 documentar accidentes y eventos de contaminación, así como
denunciar situaciones de riesgo por el uso de cianuro, y en general trabajar en la sensibilización
de la población sobre los daños que este tipo de minería produce.87A esto se suma los trabajos
para impulsar una iniciativa integral de ley que reforme la actual Ley Minera que han venido
promoviendo junto con algunos académicos de la UNAM.
Otro problema que se enfrenta es la escasez y contaminación de agua, hasta la fecha se
tiene el registro de que Minera San Xavier consume anualmente poco más de un millón de metros
cúbicos de agua para su proceso de explotación, cantidad que es extraída sin ninguna dificultad
pues la empresa adquirió desde mediados de los años noventa los títulos de concesión de pozos
ya existentes. 33.6 litros por segundo a lo largo de más de nueve años, cerca de 30 millones de
litros de agua diariamente. Una explotación de agua de un acuífero sobreexplotado que además,
está siendo contaminado por las presas de jales. La extracción de agua es el doble de lo que se
recarga anualmente y que abastece a casi 300 mil usuarios de la zona metropolitana de la Ciudad
de San Luís Potosí, resaltando que no todos cuentan con agua de manera regular las 24 horas del
día (Ortiz, 2009: 56-58).
“lo que ahora la empresa hace con esos jales es tirarlos a un lado del casco y del lado del
cerro de san pedro. Y la zona donde comienzan a echarlos pasa un arrollo intermitente. Ese
arrollo está totalmente tapado ahora, y ese arrollo llegaba a la recarga del acuífero, sobre todo
cuando llueve. Ahora está tapado, el agua que llega viene contaminada con todos esos
metales, y justo van a dar a una presa, que aunque ya no se usa, pero el agua se queda muchos
días y está contaminada” (Entrevista a Elizabeth Medina y James del Tedesco, FAO: 2010).

A pesar de todas las señales visibles de devastación ambiental, social e histórica que
Minera San Xavier está generando, localmente domina una posición a favor de este proyecto.
Entre las razones que producen el aparente consenso, está la provisión de nuevas fuentes de
ingreso para la población, quien desde hacía mucho tiempo no gozaba de ningún beneficio. 88
Entre los apoyos de MSX se destaca la generación de 273 empleos, apoyos económicos directos
– aproximadamente 3,500 pesos mensuales- a los habitantes que aceptaron desocupar sus
viviendas o respaldan la operación de la empresa. Aunado a la realización de obras sociales,

86
En los últimos diez años en Turquía, algunos estados de Estados Unidos, Argentina, República Checa o Alemania
prohibieron el uso de cianuro en el proceso de lixiviación usado por la minería de oro (OCMAL, 2010: 40-41).
87
Por ejemplo en uno de los folletos de la Campaña se informa que “Para producir un anillo de oro de 10 gramos se
utiliza 1 kilo de CIANURO, cantidad suficiente para matar a 30, 000 personas (OCMAL, 2010).
88
La generación de empleos también ha estado acompañada de la eliminación de otras fuentes de ingresos que se
contraponen con el control monopólico de MSX sobre los recursos. Cuando Minera San Xavier comienza a operar
les prohíbe a los gambusinos que ingresen a las minas en búsqueda de materiales.

199
trabajo comunitario, servicios médicos gratuitos, atención dental, construcción de caminos, redes
eléctricas, agua potable, patrocina fiestas patronales y cívicas, equipos de futbol y beisbol.
Sin lugar a dudas, la devastación del territorio es proporcional a las ganancias que MSX
obtienen, “a finales de 2007 la empresa registró un flujo de caja positivo de casi 23 millones de
dólares a partir de la extracción de 150 mil toneladas de mineral por semana. A esto se añade una
situación internacional a favor por el aumento de precio de los metales” (Ortiz, 2009: 222).
Hay que señalar que además de la devastación ambiental y social señalada, la búsqueda de
MSX por expandirse está latente, y con ella la amenaza de la destrucción entera del Pueblo de
San Pedro, puesto que debajo de él se encuentran las vetas madre más importantes de oro y plata
de la región.
Por si esto fuera poco, a esta situación se suman los altos índices de violencia en el estado89
y en esa región, a raíz de la guerra contra el crimen organizado impulsada por el gobierno de
Felipe Calderón. Los cárteles de la droga se han ido apoderando cada vez más de territorios en el
país por medio de la violencia y de la protección que les brindan mandos policiales y militares.
Desde 2006 la presencia de los Zetas90 en esta región pasó de un discreto control al abierto
desafío a través de visitas públicas a las autoridades municipales, a las que amenazan y vigilan
(Espinosa, 2011: 38, 45) y por supuesto la población civil ha quedado en medio de este campo de
batalla.
Los empresarios, incluyendo a MSX han planteado que con el aumento de la violencia sus
ganancias han sido afectadas. Por ejemplo, un empresario de MSX declaró que han tenido que
invertir en mayor seguridad porque han aumentado los robos de minerales por parte de los
cárteles. Se sospecha que ante esta situación los mismos empresarios terminen comprando
protección a las redes del crimen organizado.
Es de señalar que tanto el narcotráfico, como las empresas encubiertas bajo una estrategia
“legal”, son actores constitutivos de la misma lógica de acumulación. Entre ambos actores se
produce una relación de competencia y se hace uso de la violencia. Quizá la diferencia es que el
narcotráfico es la expresión exacerbada de la vía armada y de la acumulación por desposesión a
través de las estrategias “ilegales” y descubiertas de violencia y robo.91

89
San Luís Potosí con apenas 2.3% de la población del país, registró el 2.7% del total de delitos cometidos a nivel
nacional en 2007 (Espinosa, 2011: 40).
90
Los Zetas son un grupo de sicarios que se dedican al narcotráfico, la extorsión, secuestro de comerciantes, dueños
de giros negros y tianguistas de piratería, robo de tráileres. Además, tienen campamentos paramilitares, donde
entrenan a los grupos que utilizan para controlar a la delincuencia común (Espinosa, 2011: 38). A este respecto,
según algunas fuentes de las comunidades se les ha observado cerca del Pueblo de San Pedro entrenando.
91
Esta reflexión ha sido producto de múltiples charlas con jóvenes en resistencia alternativa y organizaciones de la
Red de Resistencias Autónomas Anticapitalistas (RRAA).

200
El desafío que el FAO enfrenta no es menor. La combinación de estrategias que han llevado
a cabo, y el énfasis en el frente jurídico fue capaz de retrasar el comienzo de la explotación
minera prevista originalmente para fines de los años 90 y lograr que el diseño del proyecto
extractivo se reformulara, respetando los límites del pueblo de San Pedro, que inicialmente
planeaba demoler. Lo que ha significado que no haya sido destruido menos de la mitad de lo
proyectado. La oposición y los fallos judiciales en contra de MSX la han hecho perder dinero y
posponer la fecha de explotación plena. Tal y como comenta uno de los integrantes del FAO “el
trabajo jurídico ha sido para ir interponiendo en todos los campos jurídicos diferentes obstáculos”
(Faz, 2010).
Actualmente la vía legal es la única estrategia que se mantiene de forma permanente contra
la MSX, y la acción social es más bien esporádica. Hay un proceso organizativo debilitado,
producto de más de 15 años de lucha y demasiadas situaciones adversas que enfrentar, a lo que se
sumó una oleada de agresiones por parte de los grupos de choque de la minera y la
criminalización de los opositores, cuyos principales referentes cargan con numerosas causas en su
contra que datan de aquel período.
Como parte del balance organizativo, el FAO ha logrado articularse en un amplio arco de
organizaciones, las cuales con todos los recursos a disposición han podido desplegar una
estrategia múltiple para defender Cerro de San Pedro. Quizá el frente legal para la anulación de
permisos y para el reconocimiento de derechos ejidales, que han mantenido hasta el día de hoy ha
constituido una de las experiencias más importantes de la lucha antiminera a nivel nacional,
construyendo un saber contra-experto, capaz de refutar y desmantelar los argumentos técnicos y
legales a favor de la minera, pero sobretodo de iluminar la corrupción y complicidad de las
autoridades, en todos los niveles, con las empresas. Si bien en muchos casos se logró contar con
el apoyo de actores estatales, no fue suficiente para detener la fuerza de un proyecto
multimillonario.
Y es que el proceso social que trató de constituirse con los habitantes se ha generado en
medio de profundas adversidades. La añeja división entre viejos y nuevos ejidatarios facilitó el
trabajo de control, cooptación y disciplinamiento de la MSX, aprovechando los deseos de
desarrollo y progreso de la población. A esto se suma la falta de alternativas locales, incluida la
infructuosa actividad agrícola como base productiva para la subsistencia. Este quizá es uno de los
factores que más importancia ha tenido para entender las rémoras de la gestación de un proceso
social comunitario de resistencia, y es que la vinculación con el territorio ha está constituida
predominantemente por anclajes de tipo simbólico, más que materiales. Y frente a esto, la Minera
ha representado una fuente de desarrollo para la población.

201
La energía social contra MSX más vigorosa se encuentra en un circuito de activistas, en
este caso a nivel estatal, paradójicamente más involucrado que los principales afectados por los
efectos socioambientales que producen las actividades mineras. Y es que además del reducido
núcleo de ejidatarios, organizaciones civiles y sociales son las que han estado sosteniendo el
proceso de resistencia, centrándose principalmente en el frente jurídico, como la única instancia
que queda para defender lo poco que queda sin devastar.
Al respecto, algunos integrantes del FAO que la batalla no está concluida, consideran que
además de la lucha jurídica, las relaciones de fuerza pueden cambiar en medida que los efectos
socioambientales sean más evidentes. Asimismo su experiencia se considera fundamental para
apoyar otros procesos de resistencia que recientemente han iniciado por los cientos de
concesiones que se continúan otorgando en todo el territorio nacional.
“La sociedad civil ha respondido muy lento, y a lo mejor va a responder cuando ya esté
dañada, cuando sea la afectada, pero ya la minera para entonces va a acabar todo, nos va a
dejar un problema, pero lo veo así como que, está viniendo gente de Baja California Sur,
Oaxaca, Guerrero, incluso Real de Catorce que están pidiendo asesoría y la experiencia,
entonces nos toca a nosotros, la difusión, la concientización, el involucrarse en movimientos
más globales” (Ana María Alvarado, ejidataria del FAO: 2010).

202
Agrupación un Salto de Vida: la lucha contra la contaminación del Río Santiago

El agua antigua de la que hablan los viejos, el agua clara, dadora de


vida, sombra cobijadora de los pobres bien comidos, proveedora de
pobreza benévola, esa agua se fue, la mandaron al silencio, la
mataron, unos pocos tuvieron una ocurrencia dolorosa... la
contaminaron, como ven, ya no existe.
Hoy el agua de nuestros pueblos representa el miedo a enfermarse,
representa la muerte no elegida, representa el uso destructivo del
territorio, la usura de los bienes comunes, representa la transparencia
de la corrupción, representa la desesperanza, la ganancia inmediata,
el dominio, la devastación impuesta, la injusticia, representa el paso
de la sociedad antigua civilizada, a una sociedad moderna bárbara,
representa la ausencia de la palabra "no mataras, y un largo etcétera.
Agrupación Un Salto de Vida
“Fragmento del texto presentado en el Foro Alternativo Mundial del
Agua”, 2009

La Agrupación Un Salto de Vida es una organización comunitaria de vecinos del Municipio del
Salto, de la Zona Metropolitana de Guadalajara en Jalisco, que se reúnen desde mediados del
2005 para emprender acciones contra los efectos a la salud y daños ambientales que la
contaminación del Río Santiago ha venido generando en los ecosistemas y poblaciones aledañas,
principalmente por las desmedidas descargas residuales e industriales arrojadas a él desde 1970.
El Río Santiago originalmente nacía del Lago de Chapala, el más grande de todo el
territorio nacional, que a su vez es alimentado por el Río Lerma que nace en el Estado de México
y cruza por las montañas de Querétaro, Guanajuato, Michoacán y entra a Jalisco. No obstante, a
partir del 2005 se construyó un dique para que el Río Santiago ya no saliera de la Laguna de
Chapala y fluyera directamente por el Río Zula pasando por Ocotlán y los Municipios de
Juanacatlán y el Salto, hasta desembocar en el océano Pacífico cerca de San Blas, Nayarit. Desde
1956 este afluente cubre entre el 70% y 80% de las necesidades hídricas de la Zona Conurbada de
Guadalajara (ZCG), aunque actualmente está lejos de hacerlo, debido a que sus aguas ya no son
aptas para el consumo humano, ni siquiera para usos agrícolas (Martínez/ Hernández, 2009: 711-
712). El Río Lerma- Santiago, junto con el Río Atoyac de Puebla y Tlaxcala son los dos ríos más
contaminados de todo el territorio nacional (Greenpeace, 2012a: 5).

203
El Salto se localiza al sur de la ciudad de Guadalajara a una distancia de 35 kilómetros y
tiene 138,226 habitantes, colindando con Juanacatlán, que tiene una población de 13, 218. En la
cabecera municipal de El Salto se concentran 21, 644 personas y en la de Juanacatlán 9,133
(INEGI, 2010). Ambas poblaciones son las más expuestas a la contaminación, debido a que la
mayoría de los asentamientos están ubicados en los márgenes del río o máximo a 5 kilómetros de
distancia. Aunado a su cercanía, entre estos dos municipios se encuentra la cascada del Río
Santiago, que por la presión de la caída del agua provoca que se agiten, dispersen y aerolicen
gases tóxicos, como ácido sulfhídrico, benceno, mercurio, arsénico, cromo, plomo y furanos,
entre las poblaciones aledañas a la ribera. 92 Además de favorecerse la mezcla, descomposición de
químicos y materia orgánica, y reacciones que producen la conocida espuma blanca provocada
por los fosfatos, característica peculiar de ese sitio del río (Entrevista a Laura Ortega, 2012).
Hace muchos años esa cascada o salto del agua era conocida como “el Niagara mexicano”
por su belleza y abundante biodiversidad de flora y fauna.93 Durante décadas fue un centro de
atracción turística y de práctica de deportes acuáticos, algunos de los habitantes trabajaban en la
famosa fábrica “Textil Manufacturera Río Grande” instalada ahí a principios del siglo XX, o se
dedicaban a la pesca, otros a la agricultura y ganadería. Cuesta abajo de la cascada había
barrancas con fértiles praderas de árboles frutales.
“El Río Santiago era caudaloso y limpio, llevaba consigo una preciosa carga de vida y
recreación. Los niños, jóvenes y adultos pasaban buena parte de su vida en él; las señoras
acostumbraban lavar en sus aguas llevando consigo a sus pequeños, los cuales a muy
temprana edad aprendían a nadar” (McCulligh/Páez/Moya, 2007:5).

Este Río fue la base del asentamiento de varias poblaciones que darían origen a los
municipios que hoy conocemos como Salto y Juanacatlán. A finales del siglo XIX se instaló la
presa hidroeléctrica más grande del país y la primera en América Latina, que buscó aprovechar la
caída del agua de la cascada para la generación de electricidad y abastecer a la importante
industria “Textil Manufacturera Río Grande” después denominada “Nunatex” ahí asentada. Esta
iniciativa fue crucial para la posterior instalación de uno de los corredores industriales más
92
En un material informativo producido por la Agrupación Un Salto de Vida señalan que “Los pobladores de las
cabeceras municipales ya reconocemos los distintos olores: si el viento sopla del norte es basura, del sur es olor a
huevo podrido, es decir, es el río cuando ventea del oeste, entonces es de fábricas o del incinerador” (Agrupación Un
Salto de Vida, 2009).
93
“Antes de la crisis ambiental, existían en el Santiago diversas especies de fauna, tales como bagres, pescado
blanco, boquinetes, carpas, culebras de agua, víboras, sapos, ranas, tortugas, patos migratorios, tlacuaches,
armadillos. Actualmente no se puede observar la existencia de vida, más allá de algunas bacterias e insectos, en esta
sección de río. Así también diversas variedades de flora (plantas y árboles ribereños) se han ido secando con el paso
de los años” (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 13).

204
grandes y contaminantes de todo el país, asentado a finales de los ’60 en la ribera del Río
Santiago para aprovechar los abundantes recursos hídricos de la región, 94 en el contexto del
desarrollo industrial nacional, y específicamente por la decisión del presidente Luis Echeverría
que ordenó el traslado del corredor industrial de la Ciudad de México a esa zona. Este impulso
inicial de industrialización fue propiciando un desordenado proceso de urbanización, provocado
por la alta demanda de fuerza laboral, los flujos migratorios de otras regiones en busca de trabajo,
y la insuficiente infraestructura de servicios para cubrir las necesidades de los nuevos habitantes.
Sumado a esto, las facilidades de los gobiernos en turno han sido decisivas para el
favorecimiento de los procesos de acumulación en manos del capital privado, a través de la
modificación de marcos regulatorios para atraer las inversiones y garantizarles plena seguridad
jurídica, otorgamiento de beneficios fiscales y comerciales, y el establecimiento de sistemas laxos
de control y regulación ambiental.95
De 1990 a la fecha la contaminación ambiental de la zona de Juanacatlán, El Salto, y otros
municipios río abajo como Tolototlán y Puente Grande se ha ido exacerbando a niveles
intolerables, por las aguas provenientes de residuos municipales; de las actividades productivas
de las industrias; y de los desechos y lixiviados96 almacenados en el basurero municipal de la
zona. En suma se enfrentan todas las fuentes posibles de contaminación de los recursos hídricos,
aire y suelo, por humos y residuos sólidos peligrosos, además de la alta exposición a accidentes y
contingencias industriales.
“Una noche, hará poco más de 30 años, un olor horrible invadió al pueblo entero. Al día
siguiente, el río llevaba una carga de muerte: miles de peces flotaban sin vida en sus aguas.
Desde entonces ese olor nos invade con mucha frecuencia. Hay noches, como es tan fuerte la
pestilencia, que tenemos que levantarnos a tapar con toallas mojadas las hendiduras de
puertas y ventanas para que no penetre” (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 11).

En un estudio realizado de las aguas del Río Santiago desde El Vado, localidad de
Atotonilquillo, municipio de Chapala, hasta el Salto de Juanacatlán, presentado en el “Informe
Mártires del Río Santiago” se indicó que “las aguas analizadas en todos los puntos de la cuenca

94
Esto a raíz de del decreto municipal que en 1965 aprobó la vocación industrial del Salto (Agrupación Un Salto de
Vida A.C., Periódico informativo sobre la problemática del Río Santiago, 2009). Se reconoce que a partir de la
instalación de la empresa Ciba- Geigy en 1965 dedicada a la producción de insumos para agricultura y veterinaria es
que se identifica la pérdida del río por parte de muchos pobladores “se cuenta cómo, después de establecerse la
fábrica, corría el río de colores: rojo, morado, etc. (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 15).
95
Es hasta 1988 que se aprueba la primera ley en materia ambiental, antes no existía ninguna normatividad para
controlar los impactos de las descargas industriales (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 16).
96
Líquidos que contienen altas concentraciones de metales pesados y sustancias tóxicas producidos por la
descomposición de la basura.

205
se encuentran fuera, de cuando menos uno, de los límites permitidos para considerarlas adecuadas
a los usos en riego, contacto directo o indirecto con personas o animales. Constituyen además un
foco de exposición y riesgo químico (ácido sulfhídrico) y bacteriológico (coliformes) a personas
y animales” (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 21).
Entre los diferentes afluentes que llegan al río Santiago, la entrada conocida como la del
Cárcamo de la Huizachera descarga un aproximado de 815 litros por segundo de aguas residuales
municipales generadas en casas, lugares de trabajo y en los lugares públicos
(McCulligh/Páez/Moya, 2007: 12). A esto se suman las aguas crudas sin ningún tipo de
tratamiento, provenientes de la parte sur de la Zona Conurbana de Guadalajara, a través del
Arroyo Seco, y por otro lado las descargas de la Presa de las Pintas y de la Presa el Ahogado.97
Este tipo de descargas generan contaminantes biológicos e infecciosos, que contienen sustancias
tóxicas como solventes, localizados en algunos productos de limpieza, o disruptores hormonales
que producen alteraciones en las funciones hormonales de los seres vivos, los cuales se liberan al
lavar la ropa, entre otros (Greenpeace, 2012a: 4).
Las industrias que descargan sus desechos en el río están ubicadas principalmente en cinco
zonas: la Ciudad de Ocotlán; el corredor industrial que inicia en el Parque Industrial Guadalajara
y continúa a lo largo de la carretera a El Salto a La Capilla; el corredor instalado a lo largo del
Anillo Periférico Sur de la Zona Metropolitana de Guadalajara; el Parque Industrial de la Cámara
de la Industria Metálica de Guadalajara (CIMEG) en la Carretera al Castillo; y el Aeropuerto
Internacional de Guadalajara.
De acuerdo al “Inventario de Descargas en el Estado de Jalisco de la Comisión Nacional del
Agua”, se han identificado 280 industrias en la zona, pertenecientes al ramo agropecuario,
farmacéutico, químico, de alimentos y bebidas, textil, y de papel, de las cuales 266 vierten
directamente sus desechos al Río Santiago, entre las que se encuentran: Celanese Mexicana, Ciba
Especialidades Químicas, IBM de México, Compañía Nestlé, Industrias Ocotlán y Harinera de
Maíz Jalisco (IMDEC, 2009: 39-40). Robles sostiene que además existen 80 fundidoras
clandestinas que también vierten sus desechos al Río (Robles, 2007: 4). Y por si fuera poco, a
esto se suma el riesgo que representa el Centro de Distribución Regional de PEMEX localizado
en esa misma zona.

97
Cabe mencionar que las Cuencas del Arroyo y del Ahogado son de las más contaminadas en la región y tiene una
superficie aproximada de 51,800 hectáreas, abarcando los municipios del Salto, Tlajomulco de Zúñiga, Tlaquepaque
y principalmente Zapopan y Tonalá. Actualmente alberga desde importantes centros de población, pequeñas
localidades, así como zonas dedicadas a la agricultura, ganadería y de neta vocación industrial. La población actual
en la cuenca se estima en alrededor de 695 mil habitantes (Secretaria de Desarrollo Rural del Gobierno de Jalisco,
2008). En esta misma cuenca existen más de diez parques y zonas industriales.

206
La mayoría de las industrias no cuentan con plantas de tratamiento, y las que si tienen no
cumplen a cabalidad la norma de desechos. Los desechos de las industrias contienen toda una
serie de sustancias tóxicas como Compuestos Orgánicos Persistentes (COP’s) o Volátiles
(VOC’s) y metales pesados. Algunas de estas sustancias pueden causar disrupciones hormonales,
afectaciones al desarrollo del feto o cáncer. En la mayoría de los casos, existen sustancias inocuas
alternativas. Y es que de las cientos de sustancias tóxicas vertidas a los ríos, solamente una
docena están regulados (Greenpeace, 2012a: 4,5). A este respecto, los estudios técnicos de la
Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) señalan que las descargas industriales generan 340%
más contaminación que las aguas residuales municipales, siendo responsable de verter sustancias
mucho más tóxicas y persistentes en el ambiente y para los seres vivos (Greenpeace, 2012a: 5).
Otro factor de contaminación es el basurero “Los Laureles” en el Municipio de Tonalá, que
recibe 4 mil toneladas diarias de desechos de Guadalajara, Tonalá Tlajomulco, El Salto y
Juanacatlán, concesionado desde 1994 a la empresa Caabsa Eagle SA de CV, quien
ineficientemente lo ha gestionado, y sin control alguno ha dejado que los lixiviados fluyan al Río
o queden expuestos a cielo abierto (Agrupación un Salto de Vida, 2009).
Por otro lado, la creciente urbanización, producida en buena medida por el despojo y
compra de tierras ejidales, a partir de la reforma constitucional al artículo 27, ha ocasionado que
el capital inmobiliario esté expandiendo toda clase de asentamientos en esa zona, caracterizada
por sus terrenos planos, altamente atractivos para que la Ciudad de Guadalajara y el área
metropolitana pueda seguir creciendo. Se trata de “asentamientos irregulares, fraccionamientos,
unidades habitacionales de altísimos precios, utilizando terrenos inapropiados, algunos
inundables, otros rellenados con basura, sin considerar cauces y canales, y en vecindad con
industrias peligrosas o basureros tóxicos” (Agrupación un Salto de Vida, 2009).
Como resultado de todos estos factores, el afluente del Río viene cargado de altas
concentraciones de químicos que evidentemente afectan profundamente la salud humana, animal
y vegetal de la zona. En 1985, los habitantes recuerdan que se vieron peces en el Río por última
vez, acompañado de un incremento en la incidencia de varios padecimientos, incluyendo
leucemia, abortos espontáneos, conjuntivitis, dermatitis, daños en las vías respiratorias y
malformaciones congénitas. “En el Salto y Juanacatlán todos conocen a una persona que vive con
una enfermedad crónico- degenerativa o que murió repentinamente” (Robles, 2007: 4).
Como parte de las primeras acciones que la Agrupación organizó fue una Denuncia Pública
en noviembre de 2007 contra el basurero “Los Laureles”, hecho que detonó una serie de
reuniones públicas con la Secretaria del Medio Ambiente del Estado y el Gobierno Estatal. Este
proceso de movilización y denuncia se dinamizó y catalizó cuando el 26 de enero de 2008 cayó al

207
río Santiago el niño Miguel Ángel López Rocha y días más tarde, el 13 de febrero, murió. El
historial médico fue intoxicación de arsénico.
Este suceso produjo un profundo sentimiento de indignación en la población y logró
movilizar a casi 3 mil personas de los Municipios del Salto, Juanacatlán y Puente Grande, que
entregaron un pliego petitorio al gobernador para exigirle nueve puntos: 1) la declaración de zona
de emergencia ambiental y atención extraordinaria en materia de salud; 2) Que en lugar de las
dos macroplantas de saneamiento cada municipio se haga cargo del tratamiento de sus aguas
residuales domésticas; 3) Que cada empresa se haga cargo del tratamiento de sus descargas; 4)
Transparencia en el inventario completo de los volúmenes de agua extraída y descargas; 5)
Exigencia de medidas sanitarias e información sobre los riesgos para la salud que produce el Río,
una red de monitoreo del aire que cotidianamente informe sobre la calidad del mismo,
construcción de un hospital, atención médica y tratamiento inmediato a las personas que
actualmente ya son afectados; 6) Cancelación del permiso por 25 años más para el Vertedero Los
Laureles y que éste cubre las indemnizaciones correspondientes por afectaciones a la salud; 7)
Suspensión de autorizaciones y permisos de construcción de zonas habitacionales, industriales,
comerciales y de servicios en la zona; 8) Declaración de área natural protegida a la serranía que
abarca parte de los Municipios de El Salto, Juanacatlán, Tonalá, Zapotlán del Rey, Zapotlanejo y
Atotonilco, 9) Un diálogo público para la definición de la agenda y soluciones a los problemas.
“Y sobretodo el reclamo de las decisiones unilaterales, que finalmente sólo sirven para que sigan
haciendo negocios con obras y proyectos que no resuelven nada” (Pobladores de El Salto,
Juanacatlán y Puente Grande, 2008).
A pesar de que este hecho incidió en que la problemática de la contaminación del Río se
posicionara en la opinión pública local y estatal, el gobierno en sus tres niveles –hasta la fecha-
no reconoce la vinculación entre la contaminación del Río y los problemas del medio ambiente y
de la salud de los habitantes, incluida la muerte del menor. A este respecto, en el “Informe
Mártires del Río Santiago” se señala que “establecer científicamente una relación causa-efecto
entre las enfermedades y la contaminación del río, especialmente entre las enfermedades
multifactoriales como el cáncer, requiere de estudios epidemiológicos costosos y de larga
duración” (McCulligh/Páez/Moya, 2007: 27).
A partir de este conjunto de problemáticas, el progresivo deterioro ambiental y el creciente
deterioro de la salud pública, los habitantes del Municipio del Salto y de Juanacatlán se han
agrupado en diversas organizaciones sociales y civiles en torno al saneamiento integral del Río;
la atención a la salud de las personas afectadas; la reparación de los daños ambientales y sociales
ocasionados por las industrias; y la omisión y complicidad de las autoridades con los intereses

208
empresariales. Algunas de estas organizaciones son el Instituto de Valores Integrales y Desarrollo
Ambiental (VIDA) A.C. de Juanacatlán; el Comité Ciudadano de Defensa Ambiental de El Salto;
y la Agrupación un Salto de Vida A.C.
Estas organizaciones han desarrollado múltiples acciones de movilización, presión,
denuncia, investigación y difusión, han establecido interlocución con autoridades municipales,
estatales y federales, han elaborado propuestas de saneamiento integral y de atención a la salud,
se han articulado en el ámbito nacional e internacional con diversas organizaciones que trabajan
en la defensa de los derechos humanos y el manejo sustentable del agua. En particular, en esta
investigación profundizaremos en el trabajo que la Agrupación Un Salto de Vida ha llevado a
cabo.
Los vecinos que más tarde conformarían la Agrupación, recuerdan que comenzaron a
organizarse cuando los umbrales de tolerancia de la contaminación se habían sobrepasado. “En
las tardes nos sentábamos a platicar, sobre todo los viejos como yo. Pero llegó un momento en
que había tantos zancudos que era imposible platicar” (Entrevista a Enrique Enciso, 2010).
Las reuniones y encuentros autoconvocados -como llamado autónomo e intuitivo- derivaron
en la creación de un espacio colectivo de reconocimiento y asociación sobre la base de las redes
territoriales o agrupaciones múltiples de lo social que en forma de relaciones de parentesco,
etarias, estudiantiles, laborales o de afinidad comenzaron a funcionar como un soporte básico
para la lucha. “Ha sido todo muy vertiginoso, al principio no sabíamos que teníamos que hacer
(…), primero fue un grito de desesperación” (Entrevista a Graciela González, 2010). Una de las
primeras ideas fue constituirse jurídicamente para contar con la personalidad legal para entablar
una interlocución con el gobierno y exigir la resolución del problema.
“Nosotros pensando que alguien tenía que solucionar esto, pues decíamos que el gobierno,
por sentido común sabíamos que algo estaba mal y que el gobierno tenía que hacer algo, en
su tarugués de uno, dijimos vamos a conformarnos a organizarnos con un status jurídico para
que nos reconozcan, empezamos con el acta constitutiva, el CLUNI, y nos constituimos como
Agrupación Un Salto de Vida A.C. Hicimos eso, pero te das cuenta en el caminar de que el
gobierno está en otro rollo, el gobierno no está en sus planes resolver” (Entrevista a Enrique
Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

No obstante, después de esta primera etapa de exigencia y de ir agotando los canales


institucionales que tenían a la mano, se fue llegando a la conclusión de que el gobierno no tenía la
capacidad de brindar alguna solución al problema, principalmente la CONAGUA y las
autoridades municipales, encargadas de vigilar el cumplimiento de las normas ambientales y de

209
establecer los parámetros de descargas a aguas nacionales y municipales. En el siguiente
testimonio se refleja esta cuestión:
“Ha sido una gran pérdida, esa inteligencia perversa de los empresarios y los gobiernos
sumisos y serviles aquí nos tienen. Saben que lo que pasa es grave pero no tienen ni la menor
idea de cómo resolverlo. Y además ni les interesa. Ellos están en otro espacio, en otro rollo.
Sus hijos viven en Italia, hasta el funcionario de más bajo nivel gana un chingo” (Entrevista a
Enrique Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Se trata de un problema que desde la perspectiva de la Agrupación va más allá del interés y
los márgenes de decisión y resolución del gobierno, asociado a los altos niveles de corrupción y
la relación de complicidad con las empresas contaminantes. Si la solución al problema se
encuentra en aplicar normatividades más severas para el control de los desechos de las industrias,
incluyendo la prohibición del uso de las sustancias que no han sido suficientemente estudiadas, o
incluso la reubicación de las industrias a otro sitio, ningún gobierno sería capaz de enfrentar las
consecuencias de estas medidas, porque la lógica estatal es parte intrínseca de la reproducción del
capital o como ellos mismos señalan “el poder político está subordinado al poder económico”.
“Todos sabemos que el daño está hecho. El gobierno niega lo más que puede, la Secretaría de
Salud se calla. Gasta millones de pesos para demostrar que no hay riesgos, con estudios que
no muestra, que sólo anuncia. Pero no se puede defender lo indefendible. Así como va el río
lleno de mierda, así también va nuestro dinero, para demostrarnos que todo está bien, que no
nos apuremos, que esperemos pacientemente a que algún día el gobierno arregle todo. Que si
vamos a pedir algo sea con propuestas técnicas. Es decir nos enferman, nos venden una
medicina que no cura y encima somos nosotros quienes debemos generar las propuestas. Y si
lo hacemos nos criminalizan” (Agrupación Un Salto de Vida, 2009).

Un Salto de Vida considera que la verdadera solución a la contaminación del Río radica en
que se deje de contaminar, a través de la eliminación de todas las descargas dirigidas al afluente.
Por supuesto esto se sabe que difícilmente será autorizado o implementado por algún gobierno.
“Yo sólo digo el río solo se va a limpiar, namás ya no le echen mierda. En julio de 2008
llovió tanto el río, que arrasó con todo, la cascada se puso súper gigante, esta la muestra de
que el río se limpia solo. En 20 años se limpia si ya no se le echa nada. Como el río es
milenario, 20 años no son nada. Para un cabrón político 20 años es una eternidad” (Entrevista
a Enrique Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

210
Después de esta primera etapa de exigencia y búsqueda de diálogo con las autoridades
estatales, algunos de los integrantes de la Agrupación decidieron integrarse como funcionarios
públicos a la Presidencia Municipal. Dicha decisión generó profundas divisiones, debilitó el
proceso organizativo y produjo una fase de repliegue en los que decidieron continuar con la
oposición de manera independiente a las instancias gubernamentales.
Posterior a la ruptura, se decidió por un lado, priorizar el trabajo de base, escuchar lo que los
vecinos pensaban, preguntar cómo se consideraba que debía continuar la resistencia. Aunado a
esto, se buscó entablar contacto con otras organizaciones para generar vínculos y aprender de
otras formas organizativas y estrategias de lucha.
Entre las diferentes articulaciones locales y regionales que se han generado, se ha tejido
un fino proceso de organización con las comunidades ubicadas en la ribera del río que también
están siendo afectadas, mejor conocidos como “Pueblos en resistencia”. Asimismo, a nivel estatal
la Agrupación Un Salto de Vida ha sido clave en el impulso de la Asamblea Regional de
Afectados Ambientales, en la que participan organizaciones principalmente de Jalisco, en
coordinación con la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales. Como parte de este proceso
en mayo de 2009 el Saltó recibió la cuarta versión de la Asamblea Nacional de Afectados
Ambientales “Encuentro comunitario para la construcción de la autonomía y la solución de los
problemas”, en el cual se considera el proceso organizativo que nacionalmente se venía
construyendo creció significativamente. A nivel local, la realización de la Asamblea fortaleció el
trabajo de la Agrupación.
A este conjunto de iniciativas, se sumó la visita del Delegado Cero al Salto en el marco
del recorrido de La Otra Campaña en 2006, en la que se abordaron los conflictos
socioambientales de la región, principalmente del Salto y de Mezcala; pero también los conflictos
obreros, principalmente lo concerniente a la lucha de la Sociedad Cooperativa de Trabajadores
Democráticos de Occidente (TRADOC), antes Sindicato Nacional Revolucionario de
Trabajadores de Euzkadi, fábrica ubicada precisamente, en el corredor industrial del Salto.
Paralelamente, como parte del trabajo de vinculación y visibilidad se acudió -junto con
otras agrupaciones locales y organizaciones no gubernamentales de Jalisco- ante diversas
instancias de presión e incidencia para la resolución del conflicto. En 2004 se presentó el caso a
la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte del TLC; en 2006 se acudió a una
reunión pública con el Visitador de Derechos Humanos de Jalisco, lo que contribuyó a que se
trasladara la denuncia a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y que en 2007
dicha instancia realizara una visita al Salto, junto con la Comisión Nacional del Agua
(CONAGUA), la Comisión Estatal del Agua (CEA) y la Procuraduría Federal de Protección al

211
Ambiente (PROFEPA); en 2007 se logró presentar el caso ante la audiencia del Tribunal
Latinoamericano del Agua98 realizada en Guadalajara, la cual resolvió “responsabilizar a las
autoridades, en los tres niveles de gobierno por el alarmante deterioro del Río y por las
repercusiones sobre las condiciones de salud de la población (IMDEC, 2009: 43); en 2012 se
participó en el Foro Alternativo Mundial del Agua (FAME) en Francia y nuevamente en el
Tribunal Latinoamericano del Agua en Argentina en el marco de la denuncia contra el Estado
mexicano por la destrucción del sistema hídrico nacional, así como en el Tribunal Permanente de
los Pueblos que por primera vez sesionará en México.99
La presentación de su caso en diferentes audiencias e instancias ha coadyuvado en la
elaboración de un prolijo diagnóstico sobre la compleja problemática de contaminación y
devastación ambiental, así como la articulación de un saber contra-experto en el que han ido
esgrimiendo y detallando los argumentos del rechazo y resistencia popular.100 A través de
investigaciones elaboradas por la misma gente, con apoyo de ONG’s y algunos investigadores y

98
El Tribunal Latinoamericano del Agua es una instancia internacional de naturaleza ética, autónoma e
independiente, de justicia ambiental, creada con el fin de contribuir a la solución de controversias relacionadas con
los sistemas hídricos en América Latina. Es una plataforma de justicia alternativa que suma sus esfuerzos a los que
realizan diferentes ciudadanos en otras instancias, administrativas o judiciales, para contribuir a la búsqueda de
soluciones a las problemáticas hídricas que afectan a las y los latinoamericanos. Una de sus prioridades es garantizar
el aprovechamiento del agua como derecho humano para el disfrute de las generaciones actuales y futuras. La
legitimidad de este tribunal deriva tanto del carácter moral de sus resoluciones, así como del fundamento jurídico en
que se basan. Los convenios, declaraciones y tratados internacionales sobre protección del ambiente son prioritarios
en el accionar de esta instancia. Desde su fundación en 1998, el TLA ha celebrado cinco audiencias de juzgamiento
en el ámbito latinoamericano: dos de ellas en San José de Costa Rica (agosto-2000 y marzo-2004), otra en México
Distrito Federal (marzo-2006), una en Guadalajara (octubre-2007) y la última en Guatemala (septiembre-2008)
audiencia en Estambul en marzo del 2009. A la fecha, el Tribunal Latinoamericano del Agua ha acogido 58 casos y
ha atendido más de 250 consultas. Para mayor información: <http://www.tragua.com/>
99
El TPP es un tribunal ético internacional de carácter no gubernamental, que, como tal, examina las causas de la
violación de los derechos fundamentales de los pueblos, y denuncia ante la opinión pública internacional a los
autores de dichas violaciones. Está conformado por múltiples personalidades de reconocida autoridad moral
provenientes de diversos países, disciplinas y horizontes ideológicos. En enero de 2010, un grupo de organizaciones
sociales y particulares convocaron a la realización de un TPP capítulo México con la finalidad de impulsar la
organización y la realización de un amplio e incluyente proceso de organización social y civil, nacional e
internacional. El Capítulo México del TPP ha identificado al conjunto de los tratados de libre comercio firmados por
el gobierno de México como la causa fundamental del deterioro estructural de la calidad de la vida económica,
social, ambiental, política, cultural e institucional que viene ocurriendo en México de forma cada vez más acelerada
desde hace veinte años. De ahí que el tema central que habrá de organizar y dar nombre a todos los trabajos del
Capítulo México del TPP sea el de “Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los pueblos”. Este
tema general se desglosa en varias temáticas particulares que se atenderán mediante siete audiencias temáticas
específicas; feminicidios, migración, maíz y vida rural, ambiental, laboral, medios de comunicación, guerra sucia-
violencia y derechos humanos. Para mayor información: <http://www.tppmexico.org/>
100
Uno de los trabajos más importantes en este sentido, es el Informe “Mártires del río Santiago: Información sobre
las violaciones al derecho a la salud y a un medio ambiente sano en Juanacatlán y el Salto, Jalisco, elaborado por el
Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC) y el Instituto de Valores Integrales y Desarrollo
Ambiental (VIDA A.C.).

212
especialistas, y fundamentalmente por la propia experiencia constituida, se ha llegado a la
conclusión de que la causa más importante es el tipo de desarrollo que se implantó en el Salto,
principalmente a partir de la instalación del corredor industrial en la ribera del Río. Lo que queda
confirmado por una investigación que Greenpeace encontró y reveló públicamente en 2012,
realizada entre 2008 y 2011 por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), en la que
se encontraron en total 1090 sustancias químicas en el Río Santiago, sobre todo Compuestos
Orgánicos Semivolátiles (COSV´s) y Volátiles (COV´s). Algunas de estas sustancias son
altamente tóxicas como los ftalatos (disruptores hormonales), fenoles (compuestos que afectan el
desarrollo neuronal), el tolueno (cancerígeno) y retardantes de flama (cancerígenos y disruptores
hormonales), entre otros (Greenpeace, 2012b).
El estudio del IMTA, pagado por la Comisión Estatal del Agua de Jalisco, señala que la
mayoría de las sustancias químicas encontradas son de origen industrial, lo que en resumidas
cuentas, afirma que la industria es el mayor problema: “En general, se concluye que las descargas
industriales resultaron más contaminantes que las descargas municipales, ya que del 87 a 94% de
las industrias incumplen en al menos uno de los parámetros de la NOM 001-SEMARNAT-1996”
(Greenpeace, 2012b). Frente a esto la Agrupación un Salto de Vida declaró:
"las autoridades estaban enteradas de la contaminación y de las afectaciones generadas por
este desastre ambiental en la Cuenca del Río Santiago y escondieron esta información. Sabían
que hay cientos de tóxicos en el río y quiénes son los contaminadores que descargan en la
cuenca. Además, sabían que la gente está en una situación de riesgo permanente y no hicieron
nada para remediarlo. Este estudio demuestra que las autoridades nos han mentido, que no les
preocupa la salud de las poblaciones y que las acciones de remediación que están
desarrollando no están a la altura del problema" (Greenpeace, 2012b).

Aunado a esto Un Salto de Vida ha logrado a través del apoyo de algunos especialistas, y
recientemente con Greenpeace en colaboración con la Facultad de Ciencias de la UNAM el
impulso de un proyecto para la realización de un análisis histórico de mucha de la información
que se ha venido produciendo sobre la contaminación de la zona, arrojando con ello,
interconexiones entre la calidad del agua, la salud humana y localización de industrias y
descargas (Entrevista a Laura Ortega, 2012).
A estas investigaciones se ha sumado el impulso de la Campaña Internacional Detox que
exige a las grandes marcas del sector textil se comprometan a tener procesos de producción que
no generen contaminación del agua y la Campaña “Ríos Tóxicos” a través de la cual se ha
denunciado la contaminación de los ríos de México, entre los cuales se encuentra el Santiago. En

213
el marco de esta Campaña se generó una alianza con la Agrupación Un Salto de Vida,
visibilizando ampliamente el problema, al tiempo que ha dado cobertura a la familia Enciso con
la producción de materiales como el documental “Un Salto de Vida.”101 Dichas acciones han
resultado favorables ante las amenazas algunos de sus integrantes han recibido por la labor que
hacen en la zona y el ambiente de hostigamiento y criminalización que en general enfrenta la
Agrupación.
Una de las acciones más importantes que la Agrupación realiza para visibilizar el problema
de contaminación es el conocido “Tour del Horror” mediante el cual se hace un recorrido a los
visitantes para que conozcan diversos puntos del río, en los cuales se evidencian las descargas
industriales y los puntos más contaminantes. Sin lugar a dudas, las decenas de recorridos que la
Agrupación ha realizado, han propagado y difundido la problemática, evidenciando el terrible
problema de devastación que aqueja a la población y que se ha venido acrecentando en los
últimos años.
Y es que antes de que el giro predominante de las actividades del Salto fuera el industrial,
había una economía local que garantizaba de forma más o menos autónoma la subsistencia diaria
de los habitantes. Sin embargo, con la llegada de las industrias, la gente abandonó las actividades
agrícolas, de pesca y ganadería sumándose a las filas del trabajado asalariado.
“Nosotros aquí sembrábamos, empezamos a crecer y se empezaron a asentar industrias,
mucho trabajo, y todos volteamos hacia las industrias. Las industrias llegaron con una cosa,
que no es justificación; el sentir que los cabrones vinieron a quitarle un dulce a un niño,
desmadraron el territorio, mataron los peces, secaron los mangos, los membrillos, los
duraznos, cosas que teníamos antes sin ningún costo. Como yo les decía la comida corría por
las banquetas, porque los mangos se caían y se tapizaba el suelo. Nosotros acostumbrados a
ganar 10 pesos por día y en las industrias pagaban 28 o 100 pesos” (Entrevista a Enrique
Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

La implantación y expansión de la economía de mercado implicó la separación de las


personas de la naturaleza, incluido el río, destruyendo sus capacidades para auto-generarse las
condiciones materiales necesarias para la reproducción, y generándoles heteronomía con respecto
a su hacer. Ahora tienen que comprar lo que antes era gratis y enfrentar la destrucción de todos
los bienes que antes eran comunes y garantizaban el sustento.

101
Para ver el promocional del video: <http://www.greenpeace.org/mexico/es/Noticias/2012/Noviembre/Un-rio-
toxico-comunidades-afectadas-una-familia-que-lucha/>

214
“Le dimos la vuelta al campo y al río que de ahí comíamos gratis para ir a ganar dinero y
comer (…) porque nosotros éramos pobres pero no recuerdo que hayamos tenido hambre”
(Entrevista a Enrique Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

De este modo, los recursos naturales fueron desviados e integrados hacia la lógica de
crecimiento y no hacia el sustento directo de las personas. La experiencia de
industrialización que se vivió en El Salto es parte del proceso de acumulación originaria o
primitiva que generó la separación entre productores y medios de producción. Si bien en el
Salto no hubo expulsión de su territorio, sino integración a un modelo de producción
industrial, la tierra y el trabajo quedaron separados. La actividad modernizadora ha
producido mediante la expansión de la economía monetaria una inundación del mercado
local, favoreciendo una mayor sustitución de valores de uso por valores de cambio, que
deterioran las capacidades presentes y futuras del aparato productivo local, tornándolo
crecientemente dependientes de flujos extraterritoriales (Machado, 2009: 223).
En El Salto vemos cómo justamente los pueblos vivieron la transición de una forma
autónoma de sustento hacia una relación de asalariados con el desarrollo industrial de la zona.
Siguiendo a Shiva, el auge del capitalismo remplazó así, las economías dirigidas por los
productores hacia las economías dirigidas por el capital (Shiva, 2006: 63).
“Nos fuimos a trabajar a una empresa, y pues bien chido, era un dineral, nosotros no nacimos
para ser banqueros, veníamos del campo, nos volvimos locos con tanto dinero, nos fuimos al
vicio, nos fuimos al desmadre, y yo les decía ganamos un chingo de dinero, pero díganme tres
millonarios que trabajan en la empresa, y nos veíamos todos, todos rentábamos casa, pero ni
cuenta en el banco (…) Esa seguridad vital que escogimos, nos salió muy cara, porque la
libertad estaba acá. Ahora estamos aquí, ya no trabajamos en las empresas, no tenemos los
dineros, no tenemos seguridad vital, no tenemos libertad arriesgada. Y ahora en este
momento ya estamos como en un punto que estamos a punto de ser leña con una muerte que
no hemos elegido, nos la han impuesto los cabrones” (Entrevista a Enrique Enciso,
Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

El origen industrial y el proceso de proletarización junto con la combativa historia de


organización obrera que ha caracterizado al Salto, ha simple vista ha negado y desvanecido los
recuerdos de la austeridad y suficiencia del buen vivir local y economía de sustento de las
comunidades originales. Sin embargo, el trabajo que la Agrupación realiza en torno a la
recuperación histórica de la vida del Río, evidencia que se trata de una memoria viva y
subversiva ante el olvido y la resignación.

215
El desarrollo industrial del Salto produce una fuerte trama de contradicciones; la fuente de
ingresos monetarios que los trabajadores asalariados obtienen para la subsistencia de sus familias,
es al mismo tiempo la causa de la devastación y afectación ambiental de la comunidad. Las
organizaciones sindicales que luchan por un trabajo digno y mejores condiciones laborales, son al
mismo tiempo movimientos que excluyen otro tipo de demandas, como son las relacionadas a la
resolución de las problemáticas ambientales que se enfrentan en el territorio. Un caso ilustrativo
es la Cooperativa de Trabajadores Democráticos de Occidente- Sindicato Euskadi, reconocida
por su larga trayectoria de lucha por lograr la recuperación de la empresa trasnacional
Continental Tires bajo un esquema de autogestión obrero, pero que se ha mantenido al margen de
la resistencia socio-ambiental (Entrevista a Jorge Regalado, 2010).
Esto no quiere decir que todos los trabajadores sean indiferentes a la problemática, al
contrario existe un interés en el ámbito individual y comunitario por involucrarse. De hecho
ocurre que muchos de ellos logran identificar que el desarrollo industrial es la causa más
importante de la degradación ambiental y comienzan a valorar lo perdido para reflexionar sobre
la posible regeneración y reparación del daño. La lucha contra la contaminación del Río Santiago,
confronta abiertamente los efectos destructivos del desarrollo industrial, tratando de desmantelar
la idea de que la situación de desastre ambiental que se vive haya sido ocasionada por una mera
externalidad.
Los efectos del desarrollo industrial son evidentes y la gente siente culpa por haber
permitido que las empresas llegaran tan lejos. “La inviabilidad del modelo de desarrollo que nos
han impuesto a lo largo de siglos se traduce en intensas violaciones a los derechos humanos”
(Agrupación un Salto de Vida, 2009).
Hasta aquí las formas económicas del despojo en el Salto han sido posibles por un proceso
de acumulación originaria, así como la reiteración de ésta a través de la reproducción ampliada
del capital, a través de un proceso expansivo e intensivo de expropiación del excedente
convertido en plus valor. Este esquema de reproducción del capital ha generado condiciones
precarias y miserables de vida, debido a que a pesar de que muchos de los habitantes siguen
siendo trabajadores asalariados, las fuentes de ingreso no son suficientes para vivir, ni para
solventar los gastos de salud por las enfermedades que padecen.
Por otra parte, la abstracción del hacer a través de las formas económicas del despojo ha
implicado la enajenación de la autodeterminación social y la expropiación de la capacidad de
decisión y conducción de la cosa pública. Frente a esto, la recomposición comunitaria de la lucha
contra el despojo ha implicado la reapropiación de lo político en manos de la gente, en distancia
con la política partidista o estatal.

216
“la política sí, pero no la partidista. Se necesita una nueva política de las comunidades, más
democrática. Pero no que nosotros tengamos el poder, sino que la gente lo tenga. La política
absorbe a la gente y no se puede mover. Yo no veo que haya que meterse a la política, sino es
un construir desde abajo, un nuevo empezar. Este trabajo es de largo aliento, los árboles que
sembremos ahorita, los frutos se los comerán la siguiente generación, va a pasar mucho
tiempo. Es un eterno construir desde abajo. Con los partidos ni pensarlo” (Entrevista a
Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Es de resaltar el proceso de autorganización de los propios jóvenes del Salto, hecho que ha
proporcionado nuevas y renovadas fuerzas para revitalizar y continuar los trabajos al interior de
la comunidad. Como parte de las iniciativas impulsadas, se recuperó una casa abandonada para
construir un centro social de trabajo comunitario llamada “Ondina”. Otra iniciativa que sobresale
es el ya conocido Festival “Por un Ambiente Sano” que año con año, desde 2009 llevan a cabo en
la plaza principal de El Salto para difundir la problemática del río a través de un conjunto de
actividades culturales impulsadas por los jóvenes para vincularse con el resto de la población,
incluidos los niños.
Por otro lado, destaca el trabajo de denuncia que la Agrupación ha realizado frente a la
urbanización, principalmente de casas de interés social, que está detonándose en el Salto
comandado por el capital inmobiliario, debido a que con ello está aumentando la contaminación
por desechos y las personas expuestas a los daños. Se considera además que la gente que llega a
vivir al Salto para alquilar o comprar una casa de interés social muestra una relación de
indiferencia o inmovilidad frente al problema de la contaminación.
Al tiempo que tratan de visibilizar las problemáticas de devastación socioambiental, la
Agrupación ha buscado impulsar al interior de la localidad el rescate de la memoria comunitaria y
su historia con el Río. Se trata de que la gente mayor de cuarenta años que nació y continúa
viviendo ahí pueda transmitir a las nuevas generaciones sus propios recuerdos de cómo era el
Río. A este respecto, un fragmento del texto que la Agrupación Un Salto de Vida presentó en el
Foro Alternativo Mundial del Agua:
“Lo llamaban el Chignahuapan palabra Nahua, que significa sobre nueve corrientes, también
dicen que su nombre lo sacaron del inframundo, de abajo, del país de los muertos, El Mictlán
con sus nueve infiernos, uno de estos infiernos le dio nombre al gran río Chignahuapan,
cuando llegaron los conquistadores a nuestro estado Jalisco en el Occidente de México, lo
bautizaron en esta parte como el río Grande de Santiago, cuando íbamos a talón pelado a la
escuela de chicos, se llamaba río Lerma-Santiago, ahora solo le nombran Santiago. Sus 1281
kms desde su milenario nacimiento, hasta desembocar en el mar, el Océano Pacifico, su

217
nombre, su longitud, su camino, su caudal han sido cortados religiosamente. Ha sufrido una
devastación, una contaminación mas grande que su tamaño, parece que fue maldecido, su
soplo de vida en Nuestros pueblos es poco menos que cero, una situación dolorosa,
desesperanzadora, la vida dejó de ser real, el río y su comunidad de peces, ranas, culebras,
pescadores, tortugas, chacales, cangrejos, los árboles, las flores, se fueron para el olvido, se
murieron” (Agrupación un Salto de Vida, 2012).

“Se perdió mucho, el río: tenia desterrada la pobreza alimentaria: daba comida. Tenía
proscrito el cambio climático no había ni frio, ni calor, el clima era una chulada. Las crecidas
eran benditas, de las sequias ni me acuerdo. Era salón de juegos, salón-escuela, alberca
olímpica. Como los viejos con paciencia milenaria formo el paisaje. Cuando en el pueblo
chico perdidos en el remolino de la juventud, al acercarte, al estar en sus terrenos, el rio
infernal daba paz, tenía el don, la gracia de estar, de ser, Ahora nos preguntamos ¿dónde se
ha metido ese recuerdo tan amado, donde se ha ido? Sólo se guarda en la memoria. Como
ven, la perdida no ha sido menor, el daño está hecho” (Agrupación un Salto de Vida, 2012).

En el contexto de desastre ambiental, la memoria se vuelve fundamental para rastrear


formas de relación con la naturaleza no mercantiles, así como el recuerdo de capacidades
autónomas para la reproducción de la vida y alternativas al capitalismo.
“nuestra tierra nos proveía de alimento y nuestro entorno era digno. Hoy siendo vecinos de la
zona metropolitana, nos volvimos fuente, tránsito y destino de contaminantes producidos por
el crecimiento urbano salvaje, desordenado, perverso, suicida, de ganancia inmediata”
(Agrupación un Salto de Vida, 2009).

“Nuestra lucha es por entender que pasó. ¿Por qué las soluciones serán cargadas sobre
nuestros lomos? ¿Por qué las autoridades siguen caminando de la mano al lado de los
culpables? ¿Cómo se podrán recuperar todas las comunidades? es decir las comunidades de
peces, las comunidades de árboles, las comunidades de insectos, las comunidades de ranas, y
la comunidad más chingona, la de los desarraigados, la de los sin rio, los Nosotros. ¿Cómo
recuperaremos nuestra identidad? Aquí esta una muestra pequeña, de la necesidad de luchar”
(Agrupación un Salto de Vida, 2012).

Sin embargo, resulta paradójico que uno de los efectos que produce los gases que emanan
del río ocasione la pérdida de la memoria. Al respecto, la investigación elaborada por MacCulligh
(2007) apunta que la exposición a concentraciones bajas de ácido sulfhídrico ocasiona irritación
de los ojos, nariz y garganta; y dificultad para respirar para personas asmáticas. Asimismo, señala

218
que la exposición a bajos niveles por periodos prolongados provoca fatiga, dolores de cabeza,
mala memoria, irritabilidad, depresión, mareo y alteraciones de las funciones motoras
(McCulligh/Páez/Moya, 2007: 28)
No obstante, las capacidades sociales de autocuidado y diagnóstico común que se
desarrollan para enfrentar la desgracia ambiental incluyen alternativas de prevención y
protección de la salud, con base en los saberes tradicionales, el propio conocimiento que la
comunidad tiene para restaurar ciertos daños y la capacidad regeneradora de la naturaleza. Dentro
de la estrategia de brindar información se busca que la gente conozca los riesgos a los que está
expuesta y que junto con los nuevos saberes adquiridos en relación con los tradicionales se
puedan generar “espacios colectivos de diálogo intenso” para armar una estrategia más amplia de
protección y prevención.
“Lo primero es que toda la gente que está expuesta sepa que lo está. Este es el primer paso, es
el factor desencadenante si queremos que todo lo demás suceda, porque si la gente sabe a qué
está expuesta va a empezar a moverse. Empiezas a generar conciencia y cuando la generas ya
no te puedes quedar donde estabas parado, tienes que moverte” (Entrevista a Graciela
González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

“hay mucha gente que es profesional, que tiene conocimientos, saberes previos, sabe cómo
resolver, en cuestión de protección a la salud, o de aumentar el acervo de hierbas, alimentos,
de nutrición” (Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Dichas capacidades sociales de autocuidado y diagnóstico común frente a las afectaciones


que ya sufren o que potencialmente pueden comenzar a padecer, han servido para reunir
aprendizajes en torno a lo que Martínez Alier llama como epidemiología popular. Los hallazgos
epidemiológicos son inmediatamente empleados para entender las causas de los problemas
comunitarios de salud y aliviar el sufrimiento (CEECEC, s/a: 145).
“nosotros no le vemos un camino rápido, pero si tenemos la urgencia de hacer un camino
alternativo, para que en lo que se arreglan las cosas juntos tengamos modos de protección y
prevención. Porque a como van las cosas creemos que a como van las cosas en unos cinco
años nos vamos a morir muchísimos más. Porque hemos estado expuestos a contaminantes
del aire, del agua, a través de respirar, de comer y como que ya el sistema orgánico de
nosotros está en el límite. Hay mucha vulnerabilidad, ya hay niños que están mostrando la
enfermedad” (Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

219
Al respecto, el Comité Ciudadano de Defensa Ambiental del Salto en tan sólo nueve meses
reportó alrededor de 120 casos registrados de cáncer. Raúl Muñoz narra: “cuando uno va
preguntando, la gente, las asociaciones de vecinos, le dicen a uno que en tal casa hay otro caso de
cáncer, y así se van presentando los casos, en una cuadra hasta 4 o 5 casos de cáncer existen”
(Ferrer, 2007: 6).
Frente a un problema tan severo de contaminación y con consecuencias a la salud tan
contundentes, la muerte aparece como un factor que subjetivamente trastoca lo que Enrique
Enciso denomina la ‘seguridad vital’ de los habitantes.
“Hay algo que está lastimando a la gente es la salud, si de algo tenemos miedo es de la
muerte, si hay algo que no está atendiéndose es ese. Eso nos lleva al conflicto interno,
personal, colectivo, comunitario ¿Te quedas? ¿A qué te quedas? ¿Te vas? Entonces ya no
ayudas, ya no aportas, ya no resistes; pero si te quedas corres el riesgo de morir, por estar
expuesto. Es una muy fuerte contradicción que todavía no hemos podido darle salida”
(Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Incluso se ha pensado en planear algunas medidas de emergencia, como la organización de


un autoexilio a una zona más alta de El Salto donde los gases no son tan fuertes. Esto implicaría
que se puedan quedar, por lo menos no tan expuestos, sin tener que irse a vivir a algún otro lado.
“estábamos pensando que unas cien familias, buscar una figura que nos permitiera poder
movernos hacia el cerro y construir unas casa rudimentarias y generar algo así como un
exilio ambiental, porque necesitamos seguir vivos, pero necesitamos no irnos. Aunque
exiliarnos de forma de resistencia, ‘no me voy, me avientan’. El olor anoche que estaba muy
fuerte, me da mucha tos, y yo pensaba ‘Me quedo, no le hace que me muera’, pero si me voy
‘ya no voy a tener la fuerza para seguir en esto’” (Entrevista a Graciela González,
Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Aún con la contingencia que los habitantes del Salto viven, no han dejado de imaginar
formas de recuperación de su territorio. La Agrupación Un Salto de Vida obtuvo en comodato un
terreno desde 2007 para promover un proceso de capacitación para la agricultura orgánica. Si
bien éste les fue despojado en 2011, lograron establecerse en un nuevo lugar en el cual
actualmente tienen una huerta comunitaria y un vivero para la reforestación de la zona con
plantas endémicas de la región.
A lo largo de estos años han logrado visibilizar el conflicto socio-ambiental que se enfrenta,
ante lo cual el gobierno ha tenido que responder con una serie de políticas que incidan en la
resolución del problema. Una de las respuestas ha sido la construcción de la macroplanta de

220
tratamiento de la Presa El Ahogado, aprobada en 2008 e iniciando su fase de prueba en
noviembre de 2011. Se presume que a partir del 2014 estará lista para sanear casi el 100% de los
11 mil litros por segundo que generan los municipios metropolitanos (El Informador, 2011). Sin
embargo, se está atacando parcialmente el problema de las descargas municipales, más no las
descargas industriales y las provenientes del basurero –que son reconocidas como las fuentes más
contaminantes.
Sin embargo, esta medida ha sido tomada por los vecinos como una señal de voluntad
política que además comienza a presentar señales tangibles de mejoras, puesto que el agua
aparentemente ya no llega tan contaminada, e incluso se ha dejado de producir la espuma blanca
y los olores nauseabundos característicos a la altura de la cascada. Sin lugar a dudas, esto implica
mayores dificultades para Un Salto de Vida pues ha influido en que el malestar social se regule y
disminuya, sin que se haya logrado una verdadera solución al problema.
Ante el complejo cuadro multifactorial de la contaminación ambiental en el Salto y la falta
de las investigaciones necesarias que demuestren las correlaciones entre las fuentes y las
enfermedades en los seres vivos, aunado a las falsas medidas que desde los gobiernos se
implementan para la solución del grave conflicto, Un Salto de Vida, es un grito de esperanza y
recomposición comunitaria, en medio de la muerte.
Después de haber revisado estas experiencias, podemos decir que el CECOP es una
resistencia que pelea por conservar sus bienes comunales, se niega a que ocurra lo peor: la
separación de sus medios de existencia. El Frente de Pueblos de Anáhuac ya enfrenta la
construcción de la Línea 12 del metro, lo que los coloca en el umbral de la separación. Mientras
que el Frente Amplio Opositor lucha por el cierre de la Minera San Xavier, antes de la
demolición total de los cerros, la destrucción del ecosistema y los efectos de contaminación sobre
la salud humana. Y la Agrupación un Salto de Vida lucha por corregir o remediar los daños
cometidos, ante la situación de desastre ambiental que enfrentan. Estas últimas dos experiencias
luchan contra la continuación y reiteración de la separación de los medios de existencia.

221
Pero entonces, ¿qué tienen de común las experiencias de resistencia y organización
socioambiental? Sin lugar a dudas, todas ellas evidencian diferentes formas, niveles, frentes y
condiciones del despojo múltiple y la expropiación de los bienes naturales. Hemos visto que
todas han venido enfrentando cada una de las modalidades de los dispositivos de dominación,
que desde la legalidad hasta la criminalización y represión, buscan avanzar en el despojo, así
como en la reiteración de la separación entre productores y medios de existencia. No obstante,
también es cierto que los gobiernos y empresas se enfrentan a fuerzas que han tenido la capacidad
de obstaculizar y aplazar las temporalidades urgentes de los proyectos en cuestión, mediante un
creativo, a veces imprevisible y asimétrico conjunto de estrategias que lo hacen posible. Y es que
si cualquier sistema de relaciones de clase es inherentemente inestable, sencillamente por estar
fundado en la explotación y el antagonismo, es imposible pensar que el despojo y la separación
de los medios de existencia estén dados de antemano. Al contrario, se requiere de una lucha y
confrontación para lograrlo. Una lucha que es impredecible e incierta, y que por tanto también
está abierta. De ahí que sostengamos que aún en las condiciones más adversas, es imposible la
dominación y expropiación de lo común sea total.
De modo que la capacidad para vetar un proyecto depende de múltiples factores y de la
combinación ‘atinada’ de los mismos. Vemos que por un lado, se encuentran los factores que no
dependen necesariamente de los movimientos, entre los que se encuentra la legitimidad del
proyecto de expropiación en cuestión. No es lo mismo una presa o un basurero, que una línea del
metro; el nivel de aseguramiento del respaldo económico para su implementación; las
condiciones legales; la alineación de los poderes locales, estatales y nacionales, tanto del orden
del ejecutivo, legislativo y judicial; u otros actores que estén involucrados en la arena del
conflicto; así como la eficacia de las mediaciones políticas aliadas de los gobiernos, y el poder de
las empresas u otras personificaciones de los intereses económicos. La falta de concertación e
incapacidad de superación de los obstáculos para la acumulación frecuentemente conlleva a la
apertura de oportunidades para bloquear la producción de valor. El aprovechamiento de esas
oportunidades depende de las capacidades de los sujetos comunitarios en lucha.
Por otro lado, se encuentran las capacidades y límites de los propios movimientos; un
elemento central y decisivo es la conformación más o menos continua a lo largo del tiempo de un
sujeto comunitario o colectivo, que muchas veces logra fortalecerse por el apoyo y solidaridad de
redes extraterritoriales. Lo cierto es que los impulsos de recomposición comunitaria activados
ante las intensas temporalidades de conflictividad son posibles por la cohesión de entramados
comunitarios pre-existentes que ante la indignación e inadmisibilidad que produce el despojo,
comienzan a autoconvocarse. La mayoría de las veces, esta autoconvocatoria es encausada por la

222
intervención de un núcleo de activos participantes que toman la iniciativa en momentos
estratégicos y decisivos.
Asimismo resulta fundamental el fortalecimiento de los anclajes con el territorio y la
relación con los bienes naturales ante los conflictos socioambientales. Al respecto, sucede que, si
el despojo arriesga la subsistencia material, el proceso de resistencia tiende a adquirir mayor
vitalidad, lo cual no necesariamente sucede, si, por el contrario, sólo persiste una relación
simbólica con el territorio, como es el caso de Cerro de San Pedro y el valor predominantemente
histórico y cultural asignado a dicho ‘recinto’. El grado de dependencia con el territorio para
garantizar la subsistencia material y por lo tanto de disposiciones colectivas para su defensa, está
directamente relacionado con el grado de control de los medios de existencia, y de autonomía con
respecto al trabajo asalariado. En la experiencia del Salto vemos que si bien los procesos de
proletarización tienen como correlato la separación de los productores y sus medios de existencia,
dicho proceso no logra consumarse absolutamente, en tanto el proceso de recomposición
comunitaria y lucha de los habitantes afectados se encamina a la reapropiación social de la
naturaleza
De cualquier manera los registros simbólicos o lenguajes de valoración no mercantiles
vinculados al territorio, tienden a fortalecerse y retroalimentarse con los anclajes vinculados a la
reproducción material. Lo cual a su vez se enlaza con el carácter y profundidad de la indignación
que el conflicto llega a producir y las posibilidades que los sujetos comunitarios van proyectando
y concretando para trastocar los márgenes de lo posible y lo imposible. Se trata de una suerte de
‘autoconfianza colectiva’ (Pineda, 2012) nutrida de impulsos de autorganización y
autodeterminación, que muy claramente puede percibirse en la experiencia del CECOP. De aquí
que puedan vislumbrarse nuevas formas de politicidad tendientes a modificar los vínculos con la
naturaleza para la reapropiación y recuperación de las capacidades para la producción y
reproducción de lo común.
Por otro lado, se vuelven centrales las dinámicas y formas asociativas y organizativas que
se van moldeando para la inclusión de los afectados en un espacio común de resistencia, de
deliberación y condensación de una conciencia colectiva. En este sentido, son bastante comunes
los formatos asamblearios para la deliberación y acuerdo colectivo, en clara contraposición con la
lógica fundada en la política como un poder extraño, externo y separado de la capacidad social de
hacer.
Por otro lado, resulta estratégica la coordinación con redes extraterritoriales para la
expansión, cobertura, visibilidad y fortalecimiento de las capacidades sociales contra el despojo,
lo cual a su vez coadyuva en la generalización, expansión e irradiación del antagonismo de lo

223
común y del despojo múltiple. Esto adquiere relevancia, cuando una de las necesidades y desafío
de las luchas socioambientales es lograr la generación de espacios de coordinación y articulación
entre ellas, pero también con otros sectores de la izquierda, o podríamos decir con otros rostros
del antagonismo contra el capital. 102
De modo tal que, la combinación de todos estos factores ha trazado el camino de los
procesos de resistencia socioambientales. Un camino que como hemos dicho es incierto y
permanece abierto, configurado por logros y limitaciones concretas que hasta ahora han precisado
los escenarios presentes. En todas estas experiencias se constata la imposibilidad del despojo de
absolutizarse o consumarse plenamente; en todo caso, se trata de diferentes formas de la
separación entre los sujetos comunitarios y los medios de existencia. Dicho lo anterior, tratemos
ahora de profundizar y ahondar en las tramas comunes más relevantes de los procesos de
subjetivación política de las luchas socioambientales.

102
Si bien en esta investigación no se profundiza en los esfuerzos de articulación y coordinación política de las
luchas socioambientales, advertimos que es un tema relevante para continuar en próximos trabajos.

224
VI. LAS LUCHAS SOCIOAMBIENTALES COMO EXPRESIÓN ACTUALIZADA DEL ANTAGONISMO
ENTRE LO COMÚN Y EL DESPOJO MÚLTIPLE

Lo que a continuación presentamos es un esfuerzo por comprender las tramas más relevantes de
los diversos procesos de subjetivación antagónica de las luchas socioambientales, lo cual se logra,
entre otras cosas, a partir de la reflexión y análisis de la riqueza de los testimonios de las
entrevistas que realizamos a diversas experiencias en defensa de lo común. Si bien, los procesos
de resistencia reseñados en el capítulo anterior son centrales, también están incluidos los
testimonios de otras luchas, como es el caso del Consejo de Pueblos Unidos en Defensa del Río
Verde (COPUDEVER)103 y Radio Ñomndaá104, con quienes, aunque no con la misma
profundidad, hemos tenido posibilidad de trabajar. En suma, el conocimiento de la experiencia
viva de estas luchas, que en las ciudades y en el campo enfrentan diversos niveles del despojo,
nos muestra su capacidad para lograr lo que parecería imposible ante el sentido común
dominante: bloquear y obstaculizar la temporalidad urgente y voraz del capital, y recuperar su
capacidad colectiva y comunitaria de autodeterminación social.
Ahora bien, a través de la perspectiva antagonista que hemos ido hilvanando para la
comprensión de los procesos de subjetivación de las luchas socioambientales, podemos sostener
que las tramas de conflictividad relacionadas con el despojo múltiple son capaces de generar y
activar renovados horizontes de lo político, a la luz de la defensa de los bienes comunes
ecológicos o naturales. Una forma comunitaria de lo político que nunca está garantizada de
antemano, pero a través de su existencia prefigura un orden alternativo al dominante. Dicho lo
anterior, exploremos algunos de los aspectos más importantes de las trayectorias y derivas del

103
El “Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde (COPUDEVER)” es una organización comunitaria
integrada por consejeros representantes de más de veinte localidades cuyos habitantes son indígenas mixtecos,
chatinos, y población afromestiza de la Costa de Oaxaca. Desde 2007 se han organizado para defender su territorio y
detener la construcción de la presa denominada “Aprovechamiento Hidráulico de Usos Múltiples Paso de la Reina”,
impulsada por la Comisión Federal de Electricidad -empresa paraestatal generadora y distribuidora de la energía
eléctrica en México-, con la que se afectaría directamente a 17 mil personas e indirectamente a otras 97 mil. Hasta el
momento en que se escribe este texto han logrado exitosamente detener cualquier avance del proyecto.
104
Radio Ñomndaa “La Palabra del Agua” es un proyecto de comunicación y organización a cargo de comunidades
indígenas del pueblo amuzgo en la Costa Chica de Guerrero, que desde 2002 vienen construyendo y peleando por un
profundo proceso de construcción de autonomía en esa zona. Además, desde hace por lo menos diez años han estado
involucrados en la defensa de sus bosques y contra la explotación maderera, siendo recientemente, parte de una lucha
contra el saqueo de la grava de los ríos de sus comunidades, a cargo de las autoridades municipales y la cacique de la
zona, Aceadeth Rocha.

225
antagonismo de las lucha socioambientales y las posibilidades de producción y reproducción de
lo común.
Un elemento fundamental de la composición comunitaria de estas luchas y el perfil de los
conflictos socioambientales es su carácter territorial. 105 Los proyectos del capital que buscan
imponerse bajo la temporalidad abstracta de la valorización del valor, entran en tensión con las
espacialidades y temporalidades locales. El conflicto se revela a partir de la tensión de las
territorialidades (Porto Goncalves, 2008: 238) de la lógica abstracta del valor; y los mundos de
vida de las poblaciones locales y su relación con el espacio. Se trata de una lucha por
funcionalizar y enajenar el espacio, por transformarlo en un espacio regido esencialmente por las
leyes de la geometría, de la racionalidad productiva de la acumulación, la maximización de los
beneficios, eliminando sus valores de uso y relativizando las significaciones que las comunidades
tienen con él.
Estos antagonismos se expresan emblemáticamente como una dialéctica entre
horizontalidades y verticalidades. Mientras las primeras, expresan sociabilidades de un territorio
concebido como ‘espacio local’, estructurado como base de una vida en común, cuyas raíces se
remontan a tiempos pretéritos, un espacio constituido como flujo de relaciones de vecindad y
contigüidad; las verticalidades suponen una lógica espacial que axiomatiza el territorio como
vector de ‘competitividad’, ‘espacios globales’, localmente inertes que sólo cobran valor en
medida de su ‘capacidad’ para ‘captar inversiones’(Machado, 2009: 222).
Dichas territorialidades locales tienden a estar constituidas por un denso tejido de
relaciones sociales y entramados comunitarios (Gutiérrez, 2012) en torno a la reproducción de lo
común, que aun con largas historias de división, pueden llegar a cohesionarse frente a la tensión
que produce la temporalidad externa y abstracta del capital. La dimensión espacio-temporal de
vecindad y contigüidad se actualiza como una red de poder social que de modos múltiples existe
en la vida cotidiana. Se trata de redes territoriales o asociaciones variadas de lo social, que en
forma de relaciones de parentesco, etarias, estudiantiles, laborales o de afinidad, comienzan a
funcionar como un soporte básico para la lucha.
Así, la posible afectación ambiental en la forma de megaproyectos o la reiteración de la
separación de los medios de existencia, con su correlato de contaminación y despojo, habilita un
NO -como una figura central de la oposición- ante la imposición. Al tiempo que produce un

105
A diferencia de muchas otras comunidades en torno a la producción o defensa de los bienes comunes que no
comparten o que no están situadas en un espacio físico determinado, como es el caso de las comunidades del
software libre, integradas por usuarios, desarrolladores y simpatizantes, enlazados virtualmente en diferentes
latitudes del planeta.

226
acuerdo que va cohesionando ciertos entramados comunitarios, entendidos como “sujetos
colectivos de muy diversos formatos y clases con vínculos centrados en lo común y espacios de
reproducción de la vida humana no directa ni inmediatamente ceñido a la valorización del
capital” (Gutiérrez, 2011: 13-14).
En la conformación de estos sujetos colectivos el carácter de autoconvocados resulta ser
una clave esencial para la comprensión de su emergencia, se trata de un llamado autónomo e
intuitivo a la creación de un espacio colectivo ante la indignación que producen los
procedimientos antidemocráticos, las irregularidades, la falta de información, la opacidad e
ilegalidades, presentados en la mayoría de los casos por los gobiernos que buscan apresurar
decisiones fundamentales para la implementación de los proyectos de desposesión (Navarro/
Pineda, 2009: 94). La autoconvocatoria rompe con el anonimato encarnado en el ámbito
individual, para dar cabida a un espacio colectivo de reconocimiento y acuerpamiento común.
Estos entramados comunitarios anclados a un territorio compartido, tienen la particularidad de
retejerse al compás de los ritmos de la vida cotidiana. Las acciones colectivas frente a la urgencia
impuesta por los tiempos cortos de la acumulación del capital, dota de formas y contenidos
nuevos al tiempo presente cotidiano.
Si bien, los movimientos de oposición pueden llegar a generalizarse por algunos momentos
a nivel comunitario, se trata de posicionamientos colectivos que al interior de los espacios
locales, la mayoría de las veces no logran unanimidad. Generalmente esto sucede por la eficacia
de los dispositivos expropiatorios del estado y del capital, los cuales bajo diversas modalidades
buscan romper y deteriorar el tejido social, a partir de la profundización de divisiones ya
existentes o nuevas rupturas a nivel comunitario. Estas divisiones tienden a trastocar y debilitar
las redes territoriales, incluida la familiar. En los siguientes testimonios podemos observar
palmariamente este aspecto:
“La relación familiar ha cambiado, la mayoría de mi familia quiere el proyecto, ahora la
relación familiar ya es muy distante, a veces ya no me hablan, ellos tienen la ambición del
dinero, y no piensan que van a tener desgracias para ellos y su independencia. Estas cosas
están cambiando dentro de la población” (Entrevista a Jiménez/ Chávez del COPUDEVER:
2010).

“Nosotros al principio, había confrontación entre padres e hijos, entre hermanos, compadres,
porque la CFE llegó a repartir dinero, a unos les daba y a otros no. El dinero es como el botín
que nunca hay conformidad, porque nunca el reparto es equitativo. Algunos padres decían yo
no quiero el proyecto y los hijos decían bueno si tu no lo quieres yo sí. A mí me están
pagando, me están dando” (Entrevista a Felipe Flores, CECOP, mayo 2010).

227
Sin embargo, como todo campo de fuerzas, abierto, impredecible e inestable, las
correlaciones tienden a modificarse cuando crece y se logra cierta autoconfianza del sujeto
comunitario, al tiempo que se vislumbran posibilidades de impedir el despojo. Como comenta un
activista cercano a la lucha del CECOP con respecto a las relaciones de fuerza a nivel
comunitario: “Cuando empezaron a ver que había chance de ganarle al estado mucha gente se
pasó del lado del CECOP” (Solís, 2010).
Y es que el interés por el desarrollo económico se vuelve una urgencia del Estado,
presionado por intereses de acumulación e inversión “nacionales” o “trasnacionales” que
implican una enorme fuerza política, mediática, represiva y, en muchas ocasiones jurídica. El
interés local por la preservación de pueblos y ecosistemas es, en comparación, una fuerza mucho
más pequeña, que, sin embargo, sostiene en algunos momentos, una resistencia anclada en la
movilización y participación de los pueblos que puede ser desbordante y, a veces, sorprendente
(Navarro/Pineda, 2009: 98).
El capital enfrenta sujetos colectivos contenidos de una energía social dinámica, inestable e
impredecible que tiende a traspasar los primeros momentos de confusión y desinformación, en
los que se pregunta sobre los procedimientos y exclusión de las decisiones que afectarán a sus
comunidades, para pasar a preguntarse ¿de qué desarrollo se trata?, ¿a quién beneficia?, ¿qué
utilidad colectiva traerá? En el siguiente testimonio del Consejo de Ejidos y Comunidades
Opositoras a la Presa la Parota (CECOP) se ilustra claramente este problema:
“La CFE llegó con la desinformación diciendo que nosotros íbamos a tener empleos, a tener
ganado a tener vivienda, escuelas. Pero no nos dijeron que todo esto era cambio de nuestras
tierras. (…) la gente pensó “qué está pasando, vamos a disfrutar las mieles, pero para
nosotros nuestra riqueza son nuestras tierras” Fue la primer pregunta que les hice a los de la
CFE “si ya no van a haber tierras ¿para qué queremos vacas, ganado? ¿Dónde vamos a criar
el ganado, en el agua o qué? Ahí ya nos habíamos dado cuenta que la CFE estaba ocultando
la información. Decían que sólo 3 comunidades iban a ser afectadas cuando en realidad son
36 que abarca el proyecto. Después nos dimos cuenta que serían 17.300 has. las que serían
afectadas si la Presa se construyera y la cortina de 197 m. de altura luego rebasaron los 200
m. y nos dimos cuenta que íbamos a ser afectados 25,000 habitantes que íbamos a ser
embalsados con el vaso de agua artificial. (…) para llevar a cabo el Proyecto de la Muerte, así
le hemos denominado acá en Guerrero, porque es lo que traería desplazamiento, despojo,
muerte” (Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).

228
Y es que, desde la perspectiva de los poderosos, el cercamiento de los espacios comunales
trae progreso, desarrollo y crecimiento; desde la perspectiva del pueblo llano, los cercamientos
acarrean más pobreza e impotencia, hasta el punto de convertir en prescindibles a muchas
personas (Shiva, 2006: 70). Para los poderosos el despojo implica desarrollo y acumulación, para
los pueblos simplemente esto simplemente implica pobreza, desposesión y muerte.
“Hay una cosa que la CFE ha dicho y es que nos oponemos al desarrollo, pero nosotros
decimos desarrollo ¿para quién?, ¿para las grandes trasnacionales?, pues entonces sí nos
oponemos. Si no es un desarrollo para la gente, que respete los derechos humanos, que
plantee igualdad entre hombres y mujeres, tampoco es un desarrollo. Y en eso estamos”
(Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

Si exploramos la gramática del despojo, vemos cómo en ella subyace una falsa dicotomía
entre “desarrollo” vs. “pobreza”, en tanto se presume que el desarrollo es capaz de erradicar la
pobreza y mejorar las condiciones de vida de los marginados. A este planteamiento subyacen dos
sentidos de la “pobreza”: por un lado, la falta de progreso y de voluntad de los pobres para
modernizarse e integrarse al sistema, lo cual se expresa en la lucha incesante del capital por
incorporar los modos no occidentales o pre-capitalistas de consumo y producción al proceso de
valorización de valor; y por otro lado, la pobreza como fuerza depredadora de la naturaleza, lo
cual puede mitigarse a través del mercado y sus mecanismos de asignación óptima, poniendo
orden a la desorganización con la que se califica a lo comunitario.
En ese mismo sentido, habría que desmantelar la perversidad y apariencia con la que opera
la gramática del despojo en torno a la pobreza. Lo que el capital nombra como pobreza es
también lo que no ha logrado incorporar a los circuitos de consumo y producción. La austeridad y
suficiencia del buen vivir local de las comunidades y sus economías de sustento se expresan en
condiciones de marginalidad y pobreza. En todo caso, siguiendo a Shiva, habría que distinguir
que la “pobreza” que el capital genera es “miseria”, ocasionada por la implantación y expansión
de la economía de mercado, separando a las personas de la naturaleza, destruyendo sus
capacidades para auto-generarse las condiciones materiales necesarias para la reproducción, y
generándoles heteronomía con respecto a su hacer.
Lo cierto es que frente a la gramática del despojo y las estrategias de penetración, los
incipientes cuestionamientos frente a la injusticia del poder van produciendo un sentimiento de
indignación que, además de movilizar contra la imposición, son capaces de producir un impulso
de autodeterminación política. Se trata de flujos de politicidad que van revelándose en naciente
tensión con el monopolio estatal y la expropiación de la política. Hablamos de impulsos, porque

229
siguiendo a Holloway, no podemos pensar en la autodeterminación plena, mientras las relaciones
capitalistas sigan reproduciéndose, sino en impulsos constantes hacia la autodeterminación, que
sólo pueden ser comprendidos como un proceso social (Holloway, 2011: 68). Bajo esta lógica,
estos impulsos de autodeterminación no siempre logran cristalizarse en formas políticas
expropiatorias más duraderas, o capaces de resistir o superar de manera continua la imposición.
Sin embargo, lo cierto es que, más allá de la duración de las formas comunitarias de lo político,
los tiempos extraordinarios de la lucha renuevan la capacidad social para darse forma. Como lo
plantea Márgara Millán “se trata de una interrupción del tiempo de la dominación en el que las
cosas se desacomodan y reclaman a la forma cambiar de forma” (Millán, 2012).
Bajo estas “nuevas” formas, las luchas socioambientales tienden a presentarse o a
percibirse como “inexpertas” o “ignorantes”, en tanto aparecen como intentos prístinos de
organización política. Consideramos que, si bien estas “nuevas” luchas no siempre cuentan con
las herramientas organizativas “necesarias” para hacer frente a los periodos de conflictividad,
esto no implica que no haya recursos colectivos disponibles en el acervo comunitario, como
sedimentación de experiencias de movilidad social previa. Resulta conveniente pensar que estos
nuevos ciclos de lucha son actualización de las experiencias pasadas, lo que revela y potencia la
rearticulación de una suerte de conciencia colectiva. Y es que -siguiendo a Ouviña-, hasta en el
movimiento aparentemente más espontáneo existen elementos de dirección consciente; lo que
ocurre es que éstos no han dejado huellas o documentos identificables (Ouviña, 2008: 77).
Para Gramsci, la dirección consciente está relacionada con la existencia de “núcleos de
buen sentido”, que se caracterizan por un tipo fundamental de conocimiento construido por la
experiencia de lucha de las clases subalternas. Este acervo de saberes tiene la potencia de
producir una forma de conocimiento coherente, autónomo al del sentido común definido por las
clases dominantes; es decir, una coherencia de ninguna manera funcional a la dominación, sino
disruptiva de la misma. El “núcleo de buen sentido” del sentido común puede ser interpretado,
siguiendo la argumentación gramsciana, como una suerte de embrionaria concepción alternativa
del mundo surgida de la resistencia a la dominación; esto es, como una forma cultural activa de
los de abajo, que entre otras cosas, apunta a rechazar la idea de la dominación como un hecho
objetivo sin fisuras (Tischler/Navarro, 2011: 69).
El acuerpamiento de estos sujetos y su rechazo a la imposición es posible por los núcleos
sanos de buen sentido que se construyen a partir de la propia experiencia cotidiana, y que se
activan frente al violento avance del despojo. El buen sentido de las clases subalternas es una
grieta –como ruptura con las relaciones sociales capitalistas- (Holloway, 2011: 68) que hace
posible que el desafío explícito florezca en medio de la dominación, un NO que es capaz de

230
irrumpir como discontinuidad cuando los umbrales de la tolerancia por múltiples e insospechadas
razones se han sobrepasado. Siguiendo a Tischler:
“la dominación implica duración y la crisis de la dominación es el rompimiento de esa
duración (...) el rompimiento de la reproducción de la forma de dominio o crisis es, al mismo
tiempo, la emergencia y producción de otra forma de temporalidad emanada de la práctica de
un nuevo sujeto social” (Tischler, 2005: 18).

Del buen sentido de las clases subalternas brota la dignidad como forma negada por el
capital. El pasaje del umbral de lo admisible-a lo inadmisible es producto de la manifestación de
la dignidad. Siguiendo a Holloway, “a la unidad del grito-contra y del poder-hacer podemos
llamarla ‘dignidad’” (Holloway, 2010: 202); “la dignidad es una ruptura, una negación, un
movimiento, una exploración”; “es el movimiento de negar-y-crear, de tomar control de nuestras
vidas” (Holloway, 2011: 42).
“el problema es que nosotros estamos cavando nuestras propia tumba, ayudando a edificar la
cortina (de la presa) estamos enterrando nuestras propias costumbres, nuestras raíces, nuestra
identidad. Sobre todo estábamos vendiendo algo que no tiene precio que es la dignidad”
(Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).

En ese sentido, los impulsos de recomposición comunitaria son impulsos de negación e


invención, más allá de las disposiciones capitalistas. Así, la forma individuo ha descansado en su
contraparte colectiva, a partir de la invención de una comunidad imaginada representada en la
figura del Estado nacional (Anderson, 1993). Sin embargo, de acuerdo con Holloway, “la
individualización no es un hecho establecido sino un proceso que constantemente oscurece las
estructuras básicas de la sociedad” (Holloway, 1980: 23).
Así, ante el desgarramiento de la socialización comunitaria, las luchas por lo común son
esfuerzos por retejer los lazos de la comunidad real y verdadera, se trata de luchas de
recomposición comunitaria. Siguiendo a Roux, la comunidad real y verdadera está “basada en
una politicidad en manos de las comunidades y contra la politicidad enajenada, como la
expropiación de los seres humanos del derecho a organizar, controlar, y decidir libremente la
forma de ordenación de su vida social” (Roux, 2005: 35). De tal suerte que, la constitución de
estos sujetos-en- lucha niega la forma- individuo, al tiempo que busca crear y rearticular lo
comunitario como ejercicio de reapropiación y expropiación de lo político en manos del
monopolio estatal. Desde esta perspectiva, los sujetos colectivos no son en absoluto “un simple

231
agregado de individuos, de grupos, de movimientos, sino una suerte de ‘iluminación’ (Benjamín,
1982) de la cual surge una nueva subjetividad” (Tischler, 2004: 79).
Dicho lo anterior, la recreación y actualización de la comunidad y los lazos con el
territorio tiende a potenciarse además con lo que Martínez Alier (2006) denomina lenguajes de
valoración no mercantiles, que desde nuestra perspectiva, actúan como formas culturales activas
de los de abajo que se nutren de la experiencia histórica de vida en un territorio determinado. Los
lenguajes de valoración no mercantiles contrarios a los lenguajes de valoración económicos, en
ocasiones, se construyen a partir de vínculos de larga duración con el territorio, tejidos por
historias que se conectan entre sí a partir de la memoria colectiva.
Desde nuestro punto de vista, los lazos con el territorio y la defensa del mismo, no pueden
explicarse solamente como la emergencia de una nueva sensibilidad política de los pueblos con
su entorno, sino como actualizaciones de lo que Ceceña llama “mundos de vida no predatorios”
(2012b), que habitan y residen en el mismo territorio desde hace muchos años. De aquí que la
memoria aparezca como una de las fuentes más potentes en la conformación de la conciencia
colectiva condensada al calor de la resistencia.
Esta conciencia colectiva es capaz de reconstruir algunos retazos de una suerte de historia a
contrapelo, en la cual hay un impulso de redimir las luchas pasadas a partir de la apropiación de
esas historias negadas a la luz del presente. Se trata de una resignificación de la historia para
comprender la realidad dominante (Tischler, 2005: 15). La redención como apropiación del
pasado es una lucha recuperar la historia común de los dominados. Al respecto el testimonio de
un integrante del CECOP:
“Estoy orgulloso de haber nacido en Cahuatepec, nosotros tenemos historia, nosotros
descendimos de los indios Chopes, era un pueblo rebelde, y por eso aquí la Parota tiene parte
de esta genética, un pueblo rebelde que nunca se ha dejado del gobierno” (Entrevista a Marco
Suaste, CECOP: 2008).

Es entonces que la política de la memoria como dispositivo de resistencia no se funda en


ver hacia atrás como un gesto nostálgico o romántico, sino como una manera de ir más allá de las
relaciones sociales que los oprimen, es decir, como un proceso de transformación que parte de la
negación de las expresiones más agresivas y predatorias del capital (Navarro/ Tischler, 2011: 67).
Como se dice en el testimonio de un integrante de Radio Ñomndaa:
“el hecho de darnos cuenta de nuestra historia de antes y de cómo es la historia reciente, uno
se va dando cuenta contra qué estamos luchando. Antes nosotros (…) vivíamos diferentes,
antes éramos más libres. Entonces tener esta memoria histórica, de cómo eran los tiempos

232
antes del sometimiento, y cómo son las cosas ahora. Y por eso a nosotros nos entra el coraje,
la rebeldía de por qué vamos a vivir así, vamos a seguir la lucha de nuestros abuelos, de los
que no se dieron por vencidos, que nos han dado la oportunidad de tener un territorio”
(Entrevista a David Valtierra, Radio Ñomndaa: 2010).

En este sentido, la memoria opera como un potente dispositivo de resistencia y cohesión


ante el avance de las políticas neoextractivistas, que inmediatamente son reconocidas como el
retorno de la violencia originaria del capital vivida durante el proceso de conquista y
colonización española. De ahí que sea posible reconocer el inherente carácter violento en el
proceso de reproducción del capital, a veces de forma explícita y en otras ocasiones de manera
oculta bajo las reglas naturalizadas del mercado.
“Yo los invito a que se sumen a esta lucha tan noble, que surgió con la esperanza de cuidar la
riqueza de nuestros antepasados. Los españoles se robaron nuestro oro, a cambio de espejitos
regalábamos barras y riquezas, ahora después de tantos años la única riqueza que nos queda
es el agua y la tierra, la naturaleza. Que para nosotros significa todo, engloba una serie de
sentimientos que para nosotros es invaluable” (Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).

Ciertamente la memoria se articula como un recurso de desfetichización capaz de esclarecer


las aparentes e inestables formas bajo las cuales opera el dominio del capital. Y es que la
estrategia del poder se centra en invisibilizar las interconexiones entre capitalismo global, Estado
y degradación ambiental y plantear como inexistente o intrascendente la producción de valores de
uso relacionados al territorio en disputa, y como la base fundamental para la extracción de plus
valor (Shamir, 2007). A continuación en los testimonios de un integrante de la Agrupación Un
Salto de Vida, podemos ver cómo a través de la memoria como ejercicio crítico de comprensión,
se develan y desnaturalizan las formas de expropiación de lo común.
“Nosotros aquí sembrábamos, empezamos a crecer y se empezaron a asentar industrias,
mucho trabajo, y todos volteamos hacia las industrias. Las industrias llegaron (…)
desmadraron el territorio, mataron los peces, secaron los mangos, los membrillos, los
duraznos, cosas que teníamos antes sin ningún costo. Como yo les decía la comida corría por
las banquetas, porque los mangos se caían y se tapizaba el suelo. Nosotros acostumbrados a
ganar 10 pesos por día y en las industrias pagaban 28 o 100 pesos. Le dimos la vuelta al
campo y al río que de ahí comíamos gratis para ir a ganar dinero y comer. Quien en su sano
juicio hace eso, si antes comíamos gratis y ahí vamos de tarugos” (Entrevista a Enrique
Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

233
La memoria como conciencia colectiva permite iluminar y potenciar los usos de la
reapropiación social de la naturaleza para la satisfacción de necesidades humanas. Esto genera
una relación entre la estimación racional de los beneficios que la naturaleza brinda; y la lucha que
debe generarse para defender los bienes y preservar el modo y los medios de vida con que se
cuenta. La re-apropiación social de la naturaleza en relación a los valores de uso que ésta produce
puede notarse en los siguientes testimonios de dos integrantes del CECOP y del COPUDEVER:
“La relación con la tierra se ha fortalecido, efectivamente nadie se había cuestionado que
alguien quisiera quitarte la tierra, eso no se había dado. Inclusive e los talleres, la gente más
antigua dicen que nunca habían tenido problemas con la tierra. Hoy si nos la quieren quitar y
ha nacido un acercamiento con la tierra” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP, 2009).

“Lo que ha cambiado es que la gente le tenga más amor a la tierra, que la cultive más, que
este interesados en demostrar que el campo si produce, si da de comer y que también del
campo hemos obtenido recursos para preparar a nuestros hijos, hay doctores, ingenieros,
maestros. Y creo que ha salido de ahí del producto de la tierra. Y la tierra es nuestra madre y
hemos dicho que la vamos a defender si es necesario con la vida, pero no vamos a permitir
que la sigan destruyendo” (Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).

“Tenemos un río muy bonito, antes de que supiéramos de este proyecto sabíamos que
teníamos un río, pero ahora decimos que hay que cuidarlo, tenemos el temor de perderlo,
tenemos agua, el agua es vida. Y aparte del agua la ocupamos para ir a pescar y de ahí vive.
Hay mucha vida en el pueblo contando con el río, muchas personas de ahí se alimentan. Hay
vida en el pueblo (…). Hay que echarle muchas ganas para cuidarlo, estamos acostumbrados
a esta vida, mis hijos van a crecer aquí (Entrevista a Jiménez/ Chávez del COPUDEVER:
2010).”

Cabe señalar que, en México el artículo 27 constitucional y posteriormente la Reforma


Agraria de la década de los cuarenta del siglo XX, impulsó un proceso de recuperación de tierras
y de reconocimiento de los derechos de los campesinos. No obstante, en ella no se contempló a
los pueblos indios como sujeto de derecho público (Serna, 2009: 26). Este hecho, ha generado
que la reivindicación identitaria de lo campesino no necesariamente se reconozca en la identidad
indígena, lo que ha profundizado su carácter negado en la historia. Sin embargo, en las luchas
socioambientales ancladas a una espacialidad en mayor medida rural, se ha producido un
reconocimiento de la identidad indígena, en el que la memoria ha jugado un papel muy

234
importante para recordar su historia, sus antepasados y los conflictos incesantes de dominación y
explotación.
“La relación con la tierra se ha fortalecido (…) con el territorio y eso tiene que ver con la
conciencia de que son indígenas, aunque también se topa con que están cerca de la Ciudad,
están cerca de Acapulco, y parte de la gente tienen mucho contacto o sus hijos están
trabajando en la capital o en otros lugares, y se ha confrontado lo que pasó en otros lugares,
de quererles quitar su identidad indígena y esto fue algo que por ejemplo dicen que los
maestros les pegaban si hablaban en lengua. Ahí se habla náhuatl. Nos exigían hablar en
español. (…) la exigencia era que en esas comunidades eran comunidades indígenas, que eran
bienes comunales, que eran propiedad de los indígenas, de los campesinos y que no eran
tierras en venta, bienes comunales antiguos y que tenían que ser respetados. Y esto ha
cundido dentro de la misma gente y se ha recuperado una serie de elementos, de derechos, de
visión, en este sentido” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

Ahora bien, los impulsos de recomposición comunitaria son posibles tendencialmente por
dinámicas y formas asociativas y organizativas para la inclusión de los afectados en un espacio
común de resistencia, de deliberación y condensación de una conciencia colectiva. Resultan
bastante comunes los formatos asamblearios para la deliberación y acuerdo colectivo, en clara
contraposición con la lógica fundada en la política como un poder extraño, externo y separado de
la capacidad social de hacer.
En este marco, la auto-organización se convierte en una dinámica central para coordinar la
cooperación social ante la evidente incapacidad, corrupción, complicidad entre gobiernos y
empresas, y la limitación de los marcos institucionales y mecanismos de participación formal
para frenar o desactivar los proyectos de expropiación. En este sentido, si bien en algunas
coyunturas, estos movimientos apelan a la utilización de canales institucionales y recursos
jurídicos para retrasar o frenar el cercamiento de lo común, en la mayoría de los casos se
evidencia una fuerte apuesta a la acción directa no convencional y disruptiva como principal
herramienta de lucha para la presión política, así como a la articulación y coordinación con otras
organizaciones sociales y experiencias de resistencia106 (Svampa, 2008a: 99-100).

106
Entre los diferentes espacios de coordinación y organización que se han constituido en México, destaca la
Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA), creada desde 2008 por comunidades, pueblos, colectivos y
organizaciones sociales de decenas de localidades, como espacio de encuentro autónomo y de coordinación conjunta
para enfrentar las problemáticas ambientales. Los diferentes movimientos que integran esta Asamblea enfrentan
conflictos de agua, basura, vivienda, urbanización “salvaje”, construcción de carreteras, destrucción de bosques,
políticas agrarias, avance de la agricultura transgénica, desarrollos hoteleros, despojo de playas y daños a la salud.
Para mayor información véase: <www.afectadosambientales.org/>

235
Generalmente, las formas política no estadocéntricas están relacionadas con el uso de
estructuras poco rígidas de organización, experimentando modalidades organizativas basadas en
la democracia directa, el uso de la figura asamblearia, mecanismos horizontales de toma de
decisiones y de participación de los miembros.
En el caso de las luchas socioambientales ligadas a espacialidades rurales, hay una
predisposición a emplear y actualizar las estructuras tradicionales comunitarias de convivencia y
organización para la deliberación y toma de decisiones.107 De hecho, muchas veces las formas
tradicionales de organización y decisión a nivel comunitario, funcionan por encima de estructuras
estatales. Como comenta Genaro de la organización oaxaqueña ‘La Ventana’: “Para los indígenas
no importa mucho si no lo avala la autoridad agraria, pesa mucho más la asamblea. En Oaxaca
pesa mucho esto, si ya lo dijo la asamblea, ya es ley, no hasta que la autoridad lo reconozca.” Los
siguientes testimonios ilustran este aspecto:
“Vamos a luchar por nuestra autonomía, por nuestros usos y costumbres, que el presidente
municipal no vaya querer poner urnas cuando llevamos a cabo las elecciones del comisariado
de bienes comunales. Que sea como siempre, levantando la mano, rayando el pizarrón, y esto
lo vamos a defender para conservar esos usos y costumbres (Entrevista a Felipe Flores,
CECOP: 2010).”

“No tenemos figura jurídica porque no queremos perder el ámbito colectivo, nos mantenemos
como Consejo, porque queremos mantener la colectividad. Mantenernos así tenemos más
fuerza, que hacernos una asociación civil. Si más adelante vemos que es necesario lo
podemos hacer, pero ahora no, tenemos peso como COPUDEVER (Entrevista a Jiménez/
Chávez del COPUDEVER: 2010).”

Un elemento que puede resultar decisivo en la lucha contra el despojo es el apoyo de los
comisariados ejidales y de las estructuras tradicionales. Por ejemplo, el CECOP ha tenido que
defender sus tierras a contracorriente de los comisarios ejidales y las estructuras de usos y
costumbres, las cuales han estado coludidas con el poder local y con la CFE para la construcción
de la presa. Frente a esto, durante algunos meses decidieron generar las mismas estructuras de
forma paralela, pero regidas de manera autónoma y en función de los intereses del pueblo.
“En el caso de los bienes comunales de Cahuatepec se buscó tener una representación de
comisariado de bienes comunales y se tuvo que hacer en los dos últimos periodos ya en la
lucha, se tuvo que hacer un doble poder, el nombramiento de un comisariado legítimo y

107
Por estructuras tradicionales nos referimos a las diversas disposiciones que regulan la propiedad colectiva de la
tierra, el sistema de cargos, la asamblea comunitaria, el tequio o la fiesta.

236
autónomo en contra del comisariado ilegal y espurio” (Entrevista a Rodolfo Chávez, CECOP:
2010).
No obstante, los usos y costumbres, las formas tradicionales de organización y en general
los modos comunitarios de autoregulación se reivindican profundamente y se llegan a considerar
como parte de la riqueza común con que se cuenta. La lucha contra el despojo también implica la
defensa de la autonomía, incluida la capacidad de autodeterminación de los pueblos.
“Algo muy importante de los valores que tenemos en este pueblo, es que se respetan los usos
y costumbres, las asambleas generales se hacen con la participación de los ciudadanos, los
trabajos se llevan a través de tequios, la seguridad a través de la policía municipal (…). Es
nuestra norma y así tenemos el control del pueblo, hay esa armonía todavía, pero si este
proyecto se diera, acabaría con todo eso. Ya nadie vendría a las reuniones ya no daría tequio”
(Entrevista a Jiménez/ Chávez del COPUDEVER: 2010).

Por otro lado, en las espacialidades urbanas, las estructuras básicas de la sociedad aparecen
oscurecidas, o en el peor de los casos son inexistentes. Y es que en lo urbano la comunidad
política real está profundamente desgarrada, puesto que las abstracciones y ordenamientos del
capital -incluyendo la forma individuo- aparecen más cristalizadas. Sin embargo, hay una lucha –
pocas veces visible y la mayor parte del tiempo intersticial- por recrear lazos colectivos, y hacer
común la vida urbana. Esta lucha se produce de manera intermitente, 108 con diversos fines,
modalidades variadas a nivel espacial y temporal, bajo la forma sindicato, barrio, centro social,
colectivo político, gremio profesional, organización social o asambleas vecinales. Siguiendo a
Villoro se trata de asociaciones múltiples de lo social; entendidas como sujetos de redes sociales
de los lugares donde se vive y se trabaja. Comunidades conformadas por un conjunto de personas
situadas, ligadas por vínculos de pertenencia común a una totalidad (Villoro, 2003).

Cabe señalar que estas distintas luchas por lo común y por los bienes naturales están
potenciando formas de articulación entre lo rural y lo urbano e iluminando el continuo rural-
urbano109 como crítica a la insustentabilidad y dependencia de las ciudades, el abandono del

108
Siguiendo a Gutiérrez, lo intermitente refiere a lo “permanente” aunque “discontinuo” de los ritmos presentes en
casi todos los procesos vitales: “desde el sístole-diástole del sistema circulatorio hasta los flujos y reflujos de las
movilizaciones sociales. Esta pauta de lo que podemos llamar los “tiempos vitales” se contradice, antagoniza y
desborda permanentemente los falsos tiempos homogéneos, idénticos y lineales del capital y del Estado” (Gutiérrez,
2009: 31).
109
La referencia del continuo urbano- rural es ampliamente desarrollada por el Colectivo Bajo el Asfalto esta la
Huerta (B.A.H!)al plantear “la inexistencia, hoy en día, de una frontera física o cultural definida entre los conceptos
y realidades concretas clásicas de «lo rural» y «lo urbano». En cualquier punto geográfico podemos encontrar
aspectos característicos de ambos polos ideales. Lo que sí que parece claro es que el polo dominante en nuestra

237
campo y la separación excluyente ciudad- campo. Con mayor claridad las luchas rurales están
apelando a que la gente común de las ciudades reconozca la importancia de la resistencia que
éstas libran a favor de todos, y evidenciando la relación tan desigual que hay entre los diversos
ámbitos; en tanto el crecimiento de las ciudades se da a costa del despojo de los pobres y el
saqueo o explotación de las zonas rurales.
“Hoy más que nunca debemos buscar la manera de convencer a la sociedad, a los ciudadanos
de la gran metrópoli, como es la capital que apoyar a los movimientos sociales, lo que están
haciendo las trasnacionales y el gobierno es acabar con la madre tierra” (Entrevista a Felipe
Flores, CECOP: 2010).

La emergencia de los impulsos comunizantes (Holloway, 2011) de lo político en


espacialidades urbanas y rurales interrumpe la duración de la forma clásica para pensar la
política, en términos de su relación inexorable con el Estado. En tanto la política ha sido extraída
del ámbito comunitario para profesionalizarla y hacerla residir en un soberano abstracto. “La
política es separada de la comunidad y contrapuesta a ella. La comunidad se percibe como él
ámbito del desorden, sobre el que la política despliega todos sus mecanismos de
disciplinamiento” (Ceceña, 2008: 94).
Lo cierto es que, más allá del tipo de espacialidad, las fisuras que estas luchas producen en
la política, están relacionadas con la incipiente generación de espacios públicos no estatales,
inaugurando “novedosos escenarios de vivencia democrática y autogestiva, permitiendo retirar
del Estado y de los agentes privilegiados del sistema capitalista el monopolio exclusivo de la
definición de la agenda social” (Ouviña, 2007: 190). Se trata de una política conjugada en tiempo
cotidiano, una política no separada del hacer. En los siguientes testimonios del CECOP y de la
Agrupación Un Salto de Vida se enfatiza la re-apropiación de las capacidades políticas y la
voluntad colectiva no centrada en lo estatal por parte de las comunidades, diríamos con Gutiérrez,
se trata de ‘formas no estadocéntricas de lo político’ (Gutiérrez, 2012):
“Pero de lo que se dieron cuenta (el gobierno) es que las acciones que llevamos nosotros
tenían fuerza, y que la fuerza los iba a desplazar, todos los partidos, regidores, quedaron
desplazados, entonces hay un divorcio total y en ese divorcio entendieron que las decisiones
las toma el pueblo, y eso es lo que insistimos con todos en todos lados “hay posibilidad de
que las decisiones las tomen los pueblos” y eso es lo que hay que buscar” (Entrevista a
Rodolfo Chávez, CECOP: 2009).

sociedad es el urbano, y que por tanto la dirección del proceso social toma un sentido claro de expansión de lo
urbano a costa de lo rural. Esta heterogeneidad es más extrema en el llamado ámbito periurbano donde las presiones
y las transformaciones son más fuertes y constantes” (López/ López, 2003: 44).

238
“De la política si hay posibilidades, pero no de la partidista. Se necesita una nueva política de
las comunidades, más democrática. Pero no que nosotros tengamos el poder, sino que la gente
lo tenga. La política absorbe a la gente y no se puede mover. Yo no veo que haya que meterse
a la política, sino es un construir desde abajo, un nuevo empezar. Este trabajo es de largo
aliento, los árboles que sembremos ahorita, los frutos se los comerán la siguiente generación,
va a pasar mucho tiempo. Es un eterno construir desde abajo. Con los partidos ni pensarlo”
(Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Siguiendo a Gutiérrez, el despliegue de una política no estadocéntrica modifica


drásticamente las más fundamentales relaciones mando-obediencia que segmentan, jerarquizan y
estructuran a las sociedades (Gutiérrez, 2012). Como parte de estas transformaciones, podemos
ubicar la activa participación de las mujeres en los espacios de la política comunitaria, que
incluye la modificación de las formas de habitar la vida cotidiana, como interrupción –por lo
menos momentánea- de las relaciones históricas patriarcales de dominación. Se trata de procesos
de subjetivación en marcha que coexisten conflictivamente entre los nuevos modos de relación y
la propia tradición atravesada por la dominación que lucha por reproducirse.
Desde la perspectiva de Silvia Federici, los regímenes de propiedad comunal han
comprendido márgenes mayores de acción para las mujeres, porque ante los pocos o nulos
derechos sobre la tierra que éstas han tenido, lo común ha resultado fundamental como espacio de
producción y de sociabilidad (Federici, 2010). De ahí que lo común, históricamente haya estado
relacionado con las economías de cuidado o de sustento en las que el papel de la mujer ha sido
central (Shiva, 2006: 25). Es entonces que, el cercenamiento de lo común, implica
necesariamente el debilitamiento de lo femenino y su capacidad de proporcionar apoyo y sustento
a las actividades comunitarias.
Haciendo un poco de historia, durante el feudalismo, Federici asegura que las mujeres
fueron las más afectadas cuando perdieron la tierra, lo que las terminó confinando al trabajo
reproductivo y devaluando su hacer concreto. Esto supuso la imposición de una nueva división
sexual del trabajo, como fundamento del nuevo orden patriarcal, sometiendo el hacer femenino a
la función reproductiva e invisibilizando su hacer productivo (Federici, 2010). Esto explica, en
buena medida, la reiterada escisión de los ámbitos de la producción y la reproducción, quedando
lo masculino ceñido a lo productivo y lo femenino a la reproducción. La separación de la
producción y reproducción de lo común, se instala como una forma fetichizada y fetichizante del
capital.

239
Habría que señalar que las mujeres de las luchas socioambientales no es que nieguen sus
actividades reproductivas, sino que explicitan otros campos femeninos de intervención, como es
el caso de lo productivo. La relación que las mujeres han mantenido con la naturaleza no puede
entenderse solamente como sujeción por su confinamiento a lo reproductivo, sino como una
posibilidad desde la particularidad para fortalecer las capacidades sociales de defensa del
territorio.
Y es que las mujeres han sido guardianas de lo común, sus capacidades de cuidado y
sustento se relacionan con la conservación y actualización de acervos inmateriales,
conocimientos tradicionales, saberes y remedios médicos. La mujer es campesina, partera,
hierbera, madre; ellas cuidan, procuran y reproducen lo común. Y aunque no cuentan con la
atribución legal y consuetudinaria para poseer los bienes comunes materiales, principalmente la
tierra, ellas cuentan con veladas, pero fundamentales capacidades de intervención en lo
productivo, además de la trascendente actividad de cuidado y recreación de lo común inmaterial.
Pese a esta larga historia de dominación sobre lo femenino, lo común se produce y
reproduce en el amplio y denso espectro de la vida, en buena medida, por las actividades de
cuidado y sustento que generan las mujeres en beneficio de la comunidad. En cierto modo, los
conflictos socioambientales y la recreación de una política comunitaria antagónica al capital
revelan la capacidad productiva de las mujeres más allá de lo reproductivo, incluso con
intervenciones inéditas en espacios que tradicionalmente habían estado dominados por los
hombres. Esta capacidad de cuidado y recreación de lo común está relacionada con lo que
Gutiérrez denomina política en femenino,110 la cual durante los tiempos de conflicto se potencia y
se vuelve parte central del poder comunitario para la defensa del territorio. A continuación, el
testimonio de una integrante del Consejo de Pueblos en Defensa del Río Verde (COPUDEVER)
sobre la participación de las mujeres en la resistencia contra la Presa Paso de la Reina:
“Sobre la participación de las mujeres, con todo este movimiento aquí en el pueblo todavía
existen muchos hombres machistas que dicen que las mujeres no tienen ni voz ni voto en una
asamblea general del pueblo, ya se venía discriminando a las mujeres, pero este año y con
este movimiento pues ya abiertamente está declarado de que las mujeres tienen derecho a
participar en una asamblea en la toma de decisiones o se le está dando ese espacio para que
participen de la reunión y en adelante las mujeres puedan ocupar cargos, pueda ocupar un
cargo de policía municipal, pueda ser una secretaria, una tesorera de la agencia. Ya se abrió el
espacio, hay que cuidarlo y que la mujer también haga valer su derecho, que exija, que como

110
Para Gutiérrez las formas no estadocéntricas de lo político se expresan por lo general en femenino. La política en
femenino, en distinción con la política estatal y las lógicas gubernamentales de mando, comprende las multiformes y
heterogéneas dinámicas sociales de producción de lo común (Gutiérrez, 2012).

240
mujer es ciudadana y tiene todos los derechos de los varones, fue un movimiento que se lo
ganó” (Entrevista a Jiménez/ Chávez, COPUDEVER: 2010).

De aquí, que lo político, la comunidad y el territorio se entretejan como una potente


capacidad contra el cercamiento de lo común y la asimétrica batalla contra el capital. Se trata de
capacidades sociales en torno a la recuperación de lo político, a la recomposición comunitaria y
arraigo con el territorio que logran resistir, al mismo tiempo que –en medio de profundas
dificultades- buscan imaginar, experimentar y fortalecer modos de autorregulación social111
basados en la solidaridad y la sostenibilidad para hacer común la vida.
Estas capacidades en suma son percibidas desde el poder como una suerte de amenaza
asimétrica (Izarra, 2005)112, en tanto las formas de organización de las luchas socioambientales
no se dan en el terreno y en los términos del poder estatal. Siguiendo a Holloway, la asimetría de
las luchas con respecto al poder se da cuando éstas constituyen formas de organización diferentes
a las del capital113 (Holloway, 2011:68), de ahí que las clases dominantes no logren predecir con
certeza los movimientos y desplazamientos de los opositores.
En este sentido, si bien en algunas coyunturas, estos movimientos apelan a la utilización de
canales institucionales y recursos jurídicos para frenar o retrasar el cercamiento de lo común, en
la mayoría de los casos se evidencia una fuerte apuesta a la acción directa no convencional y
disruptiva como principal herramienta de lucha para la presión política, así como a la articulación
y coordinación con otras organizaciones sociales y experiencias de resistencia.
Se considera que el aspecto legal puede ser una estrategia que ayude a frenar los proyectos,
a desactivar ciertos procedimientos, y sobre todo a evidenciar la ilegalidad del poder y las
violaciones a los derechos humanos que éste comete. Sin embargo, ésta no funciona sola, se ha
buscado “la combinación de lo legal con la movilización. Una sin la otra no sirve. Es lo único que
111
Recuperando a Gutiérrez consideramos que la “autorregulación” “es algo así como “la dinámica de la
autonomía”, es decir, la posibilidad y capacidad -de personas, conjuntos de personas o sistemas- de modificar, ajustar
o equilibrar a lo largo del tiempo las normas a las que han de ajustarse y/o los fines que se proponen alcanzar”
(Gutiérrez, s/f).
112
Retomamos esta categoría de la terminología militar empleada por los EEUU. Para este país la preservación de su
hegemonía implica el despliegue de estrategias de operación de guerras preventivas, proyección de poder, presencia
de ultramar, sorpresa estratégica y dominio territorial. “Todas enfocadas a determinar que el peligro más serio que
atenta en su contra es a lo que denominan las "amenazas asimétricas". En el contexto de su seguridad nacional, la
asimetría se refiere a la acción que el oponente presenta para maximizar su ventaja, lograr la iniciativa, ganar la
mayor libertad de movimiento y explotar las debilidades del imperio. Amenaza asimétrica es para ellos, la ofensiva
de los palestinos, la guerra de guerrillas que libra el pueblo de Irak, la emancipación de los pueblos, y la instauración
de sistemas políticos diferentes a los sugeridos para la región, como el caso de Venezuela” (Izarra, 2005).
113
Habría que agregar que el aspecto más importante del carácter asimétrico de estas luchas y el sustrato antagónico
como desafío al poder, es que el capital requiere de lo común y de las capacidades sociales productivas para
reproducirse.

241
el poder nos ha dejado y por eso hay que usarlo, deja un pequeño margen de diálogo con ellos”
(Entrevista a Silvia Emanuelli, 2010). En este sentido, muchas voces de estas resistencias insisten
en que la estrategia jurídica siempre tiene que ir acompañada de un proceso organizativo y
político conducido por el sujeto colectivo en lucha.
Y es que la auto-organización de la insubordinación se vuelve un soporte central ante la
evidente incapacidad, corrupción, complicidad entre gobiernos y empresas, y limitación de los
marcos institucionales y mecanismos de participación formal para frenar o desactivar los
proyectos de expropiación.
“Nosotras la estamos pensando que gracias al desencanto y lo errático del poder y de los
partidos, cada vez más gente pueda entender en colectivo, nos ha pasado con la gente que
hablamos, la condición política actual ya no funciona, no escucha, no resuelve. La realidad
nos está pegando a todos igual, estamos pensando que esta no es la vía como conciencia en un
primer término, pero todavía no estamos sabiendo cómo vamos a hacer las cosas distintas,
apenas estamos abriendo las cosas: “así NO”, no sabemos cómo, pero “así NO”. Me llama
mucho la atención a Tlaquepaque con la exposición fotográfica, y se mostraba la realidad de
la cuestión socioambiental, y la gente que se acercaba felicitaba el trabajo de cómo
mostrábamos eso, pero la gente además decía “el gobierno no va a arreglar” sin que tu le
dijeras o también decía la verdad es que ellos sólo están pensando en su carrera política, y en
ganar dinero pero no en cómo solucionarlo. Lo oía de una familia, de un maestro. Y yo decía
“quien les está diciendo” la realidad es que se está transformando en colectivo con mucho
pesar los servicios comunes no mejoran, la calidad de vida tampoco, la gente está siendo
desposeída y despojada, desalojada y eso aunque no está verbalizado, socializado es lo
cotidiano” (Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

Ante las imposiciones del gobierno, las irregularidades en los procedimientos y las
estrategias de división y cooptación comunitaria, el temperamento social va aumentando y se va
polarizando las posición de los gobiernos y de las luchas socioambientales. Como plantea Marco
Suaste, comunero del CECOP: “Con este tipo de proyectos la distancia se hace más larga con el
gobierno”; distancia que además de profundizarse se produce en condiciones sumamente
asimétricas. Y es que las luchas socioambientales están enfrentando directamente a las empresas
trasnacionales y corporaciones globales más poderosas, así como a las políticas desarrollistas de
los gobiernos, quiénes otorgan todas facilidades para la profundización de las actividades
extractivas de los bienes comunes.
En ciertas ocasiones, la frustración y el desencanto que genera la política formal pueden
derivar en el rompimiento de mediaciones encargadas de la regulación de los conflictos para

242
estabilizarlos e incorporarlos al terreno de la gobernabilidad estatal. Un ejemplo de esto es cómo,
a través de la lucha del CECOP, se lograron desarticular las relaciones clientelares con la
Confederación Nacional Campesina (CNC),114 la cual había venido operando con bastante
influencia en la zona. La CNC consiguió incidir en la integración de los comisariados ejidales y
de las estructuras comunitarias para avanzar con la construcción de la presa, sin embargo este
intento fracasó.
Cuando se erosionan las mediaciones y se fisuran las relaciones de dominación, no sólo
comienza a explicitarse la crítica a la representación política encarnada en el Estado, sino que se
pone mayor atención en las relaciones tejidas al interior de los espacios organizativos. A este
respecto, aunque la separación entre dirigentes y dirigidos existe en los hechos, aún sin estar
formalizada la mayoría de las veces, tiende a haber un cuestionamiento hacia la figura del
dirigente que se separa de las bases y se independiza del pensamiento colectivo y concreto de la
experiencia. Siguiendo al Colectivo Situaciones y al MTD Solano de Argentina en algunas de las
reflexiones elaboradas sobre la experiencia vivida como organización piquetera: “el ejercicio de
la representación despotencia lo representado”, y tiende a expropiarle la soberanía al
representado, porque el poder de la representación se encuentra en unos cuantos, quienes
administran y deciden lo que mejor conviene a los representados. El pensamiento de los
representantes ya no se construye colectivamente, “la asamblea deja de ser órgano de
pensamiento para pasar a ser un lugar de la legitimación y reproducción de las relaciones de
representación” (Colectivo Situaciones/ MTD Solano, 2002: 124-126).
“Los comisariados son nuestros representantes, pero ellos no deciden, decide el pueblo”
(Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).

“la responsabilidad directa es sobre el comisariado, los ejidatarios somos dueños del ejido, y
nosotros respaldamos al comisariado o le decimos que hacer. Él no puede decidir solo, tiene
que traerlo a la asamblea general de Consejo” (Entrevista a Jiménez/ Chávez,
COPUDEVER: 2010).

A este respecto Roux plantea que “la separación moderna entre una esfera privada y una
esfera pública hizo de la representación el único medio de existencia política de los ciudadanos.

114
La CNC fue concebida en su origen como el brazo agrario del PRI. Hoy en día, más que una organización social
se trata de grupos de poder que operan desde el campo, sus líderes reclaman cuotas dentro de los partidos a cambio
del voto campesino. En su recomposición, la CNC ha ido quedando bajo el control de los caciques estatales. Este
tipo de organizaciones siguen existiendo únicamente como instrumentos de control, pues los mecanismos
institucionales de mediación entre sus afiliados y el Estado se han ido diluyendo en el mar neoliberal (Serna, 2009:
33).

243
La modernidad escindió ciudadanía y política (…) el Estado moderno extendió el principio de
ciudadanía igualando jurídicamente a los individuos: pero al mismo tiempo sustrajo a la sociedad
la decisión última sobre la vida pública, transfiriéndola a una autoridad colocada por encima de
ella como mando único y supremo al que se debería obediencia: el poder soberano estatal (Roux,
2005: 39). A continuación un testimonio que ilustra claramente la lucha contra esa escisión:
“nuestra comunidad con su historia, espera liderazgos, cosa que nosotros no podíamos dar,
espera un liderazgo tradicional, cuándo hay que hacer, con quién. La clásica de que no se
quieren compromisos y entonces hay que dejárselo a los que andan ahí. Entonces nosotros
estamos en eso. NO queremos que se haga eso, sino que cada uno le vaya poniendo. Y
sabemos que así nos vamos a tardar mucho más pero con la esperanza de que se construya de
mejor manera” (Entrevista a Graciela Enciso, Agrupación Un Salto de Vida: 2010).

A contracorriente de la política estatal, los impulsos de recomposición comunitaria y la


emergencia de una forma política de lo común busca las disposiciones colectivas que posibiliten
la intervención y decisión común sobre asuntos públicos, siguiendo a Gutiérrez, dispersa el poder
en tanto habilita la reapropiación de la palabra y la decisión colectiva sobre asuntos que a todos
competen porque a todos afectan (Gutiérrez, 2012). De ahí que surja la necesidad de socializar
los aprendizajes y capacidades políticas para garantizar que la lucha continúe, incluso se plantea
que el poder esté diseminado en los más posibles y que frente a los momentos de represión no
pueda ser posible eliminar a “los dirigentes”.
“Ahora en septiembre, octubre y noviembre querían platicar con nosotros, pero se ve que es
una situación con alevosía. La reunión no la querían con todo el pueblo, decía que con el
líder. Pero hemos tenido cuidado de no tener líderes, o de no decir fulano es el líder, y somos
Consejo, y yo le he dicho nadie es líder, aquí todos debemos aprender parejo, si alguien se
retirara por lo que sea no debe ser motivo para que la lucha se detenga, todos debemos tener
la capacidad de que la lucha se continúe. Los de gobierno querían saber quién era el líder, los
que están en contra dieron nombres” (Entrevista a Eloy Cruz, COPUDEVER: 2010).

La negación de la representación tiende a fortalecer la socialización de las capacidades de


articulación de las asociaciones múltiples de lo social. El principio de mandar obedeciendo se
convierte en un principio orientador de la práctica política al interior de los espacios de la lucha,
pero también en la forma de relacionarse con otros actores, incluidas las ONG’s y las autoridades
estatales.
En este sentido, la autonomía que estas luchas van ganando está relacionada con las
capacidades de dotarse de sus propios fines y de pautar los modos en los que se van

244
implementando, acercándose y alejándose de los funcionarios gubernamentales, en el acuerdo de
las estrategias a implementar, y en general en la conformación de una dirección colectiva e
independiente para definir el rumbo de la lucha.
Por otro lado, ha resultado vital la construcción de relaciones horizontales de solidaridad y
apoyo entre las diferentes resistencias para la expansión, cobertura, visibilidad y fortalecimiento
de las capacidades sociales contra el despojo. Se trata de la articulación de “comunidades del no”
115
o redes extraterritoriales que se tejen entorno al sujeto comunitario local y que influyen
fuertemente en las conexiones que los sujetos comunitarios hacen entre capitalismo global,
Estado y degradación ambiental. Las percepciones de las luchas socioambientales son
alimentadas por referencias y experiencias de otras latitudes que enfrentan los mismos problemas.
“Vimos con nuestros propios ojos lo que significa el despojo de las tierras, del agua de los
ríos, y supimos lo que significa perderlo todo por la ambición de los ricos, de los poderosos y
de los gobiernos, que son los únicos que se benefician con lo que ellos llaman ‘desarrollo’,
que no lo es, porque no es desarrollo para todos (CECOP, 2010).”

“Si los pueblos aceptan el proyecto después se van a lamentar. Despertando conciencias y
diciéndoles lo que puede pasar. Tuvimos la oportunidad de estar en Guatemala, El Salvador,
la Presa el Castañón en Brasil, hubieron cientos de desplazados y nos les cumplió el
gobierno. En todos los países siempre pasa lo mismo, nunca cumplen lo que prometen”
(Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).

En las referencias al rechazo de la mercantilización de la naturaleza en los discursos de las


luchas socioambientales, se enfatiza la necesidad de que estos bienes no sólo son para los pueblos
más directamente relacionados, sino para el resto del planeta, e incluso resultan imprescindibles
para la sobrevivencia de la humanidad. Y es que nada de lo que ocurra puede ser un suceso
localmente delimitado, sino que todo tiene una repercusión global.
“Estamos defendiendo nuestra tierra y al planeta, porque estamos ayudando a que no se
agrave el calentamiento global, con la selva baja caducifolia se da oxígeno. Defendamos lo
que es nuestro y defendamos otros lugares” (Entrevista a Marco Suaste, CECOP: 2008).

115
Siguiendo a Antonelli, en las comunidades del no “se incluye a distintos actores que, sin ser asambleístas,
comparten la valoración ética, la evaluación epistémica y la promoción de concientización ciudadana (…) y que
llevan adelante acciones de promoción del discurso del no en diferentes ámbitos (…). Con este alcance, la
designación propuesta excede la territorialidad como principio o variable de configuración de los colectivos que
contienden asimétricamente contra el dispositivo hegemónico" (Antonelli, 2009: 61).

245
La producción colectiva de un nuevo sentido común en oposición al sentido común
dominante aparece como crucial en la confrontación de las luchas socioambientales frente a los
múltiples dispositivos expropiatorios. Resulta vital la articulación de discursos y saberes contra-
expertos capaces de cuestionar la ilegitimidad e ilegalidad de los proyectos. A este respecto, es de
resaltar la emergencia de una nueva gramática frente al despojo, o lo que Svampa llama como
lenguaje común opuesto o divergente al discurso eficientista y la visión desarrollista, propia de la
narrativa dominante (Svampa, 2012: 86). De este lenguaje resalta la noción de ‘bienes comunes’,
que se desprende de la denuncia que los movimientos a nivel mundial hacen sobre el saqueo y
despojo y de las cosmovisiones de los pueblos que conciben a la naturaleza como una totalidad
sumamente compleja de relaciones hombre-naturaleza, la cual no puede ser convertida en
mercancía, ni concebida desde la lógica instrumental o de exterioridad con la que opera el
capitalismo. En suma, es un lenguaje que se ha expandido e incorporado en los mundos de vida
que a nivel local se despliegan y conectan para denunciar una problemática de dimensiones
globales e históricas.
En suma se trata una racionalidad ambiental (Leff, 2009) que va adquiriendo nuevas
profundidades y aristas para subvertir los principios que han ordenado y legitimado la
racionalidad instrumental de la modernidad capitalista. Como parte de estos despliegues se
encuentra la configuración de sistemas de saber a contrapelo de la ciencia dominante, tal es el
caso de los discursos contra- expertos, en los que se van esgrimiendo y detallando los argumentos
del rechazo y resistencia popular (Svampa, 2008b), constituidos a través de la propia práctica, los
aprendizajes compartidos con otras organizaciones y mediante el contacto con organizaciones no
gubernamentales y especialistas o profesionistas independientes.116 Estos elementos técnicos son
procesados y articulados en un saber independiente al hegemónico, con capacidad de interpelar a
gobiernos y empresas, e incluso de intervenir y formular soluciones a los problemas sociales.
Fundamentalmente porque en los momentos de diálogo o negociación los gobiernos exigen
argumentos técnicos, soluciones y un saber especializado a los afectados. A continuación un
testimonio de un integrante del CECOP en relación a los aprendizajes construidos:

116
A este respecto vale la pena señalar la experiencia de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
(UCCS) constituida por un amplio grupo de científicos de campos diversos como las ciencias naturales, sociales y las
humanidades en México, que han logrado contribuir a la conformación de un saber experto contrahegemónico al
servicio de la sociedad. La UCSS apoya a la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales y a algunas de las luchas
socioambientales que la integran, brindándoles asesorías e información sobre los conflictos que enfrentan. Para
mayor información véase: <http://www.uccs.mx/>

246
“Nosotros ahora podemos debatir con cualquier intelectual, porque ellos hablan de bondades
de los megaproyectos y nosotros les decimos cuáles son los daños, cómo rompen el tejido
social, en cualquier país del mundo” (Entrevista a Felipe Flores, CECOP: 2010).

Como parte de estos sistemas de saber, de igual forma aparecen los aprendizajes de
epidemiología popular que las comunidades van adquiriendo, sin la ayuda de expertos y
gobiernos, a partir de la reunión de datos e información científica para comprender las
enfermedades que padecen (CEECEC, s/a: 145). Esto se produce en aquellas comunidades que ya
enfrentan algún grado de afectación o sufrimiento ambiental y que, ante la impunidad y
negligencia del poder, requieren de capacidades sociales de autocuidado y diagnóstico común.117
La emergencia de estos saberes comunes es propia de una recuperación del saber que ha sido
expropiado por la ciencia y la medicina. El capitalismo no sólo niega los saberes populares, sino
que trabaja para expropiarlos.
El sufrimiento ambiental –con el amplio arco de síntomas y enfermedades, agudas o
crónicas, progresivas y degenerativas expresadas en los organismos vivos-118 aparece en muchos
territorios como síntoma del cercenamiento de lo común. El sufrimiento ambiental tiende a
vivirse desde el ámbito individual, como angustia personal (Barreda, s/f-c), lo que encubre la
violencia del capital como problema global y consustancial a su lógica. Y es que siguiendo a
Barreda “el capital busca anular o hacer sufrir por separado a todas sus victimas sacrificiales”
(Barreda, 2011).
El sentido común dominante niega estas enfermedades y mantiene la desconexión con las
causas que las originan, de hecho resultan la mayoría de las veces contradictorios los significados
que los propios habitantes otorgan a las enfermedades y malestares sociales con las causas del
problema. Siguiendo a Machado “los dispositivos de expropiación colonial al materializarse en
los cuerpos hacen una determinada forma de ver y sentir que lleva al acostumbramiento, a la
naturalización como horizonte básico de la soportabilidad social” (Machado, 2009: 221).

117
El sufrimiento ambiental –expresado en un amplio arco de síntomas y enfermedades, agudas o crónicas,
progresivas y degenerativas en los organismos vivos- aparece en muchos territorios como indicio del cercenamiento
de lo común y de severos conflictos de contaminación y devastación. El sufrimiento ambiental tiende a vivirse desde
el ámbito individual, como angustia personal (Barreda, 2011), lo que encubre la violencia del capital como problema
global y consustancial a su lógica. El sentido común dominante niega estas enfermedades y mantiene la desconexión
con las causas que las originan, de hecho resultan la mayoría de las veces contradictorios los significados que los
propios habitantes otorgan a las enfermedades y malestares sociales con las causas del problema (Auyero/ Swistun,
2008).
118
A este respecto la toxicología, y específicamente la toxicología ambiental y la ecotoxicología, están tomando cada
vez mayor relevancia como una disciplina capaz de diagnosticar el grado de afectación de agentes nocivos sobre los
ecosistemas, incluidos los organismos vivos humanos.

247
Consideramos que el término de “afectados ambientales” está contenido principalmente por
la condición de contingencia y desgracia, como fuerza impuesta y heterónoma que orilla a los
pueblos a vivir bajo esa situación. Sin embargo, en este trabajo nos interesa pensar en las
posibilidades y condiciones para la articulación de un sujeto colectivo que es capaz de irrumpir,
cuando los umbrales de la tolerancia y admisibilidad por múltiples y sorpresivas razones se han
sobrepasado. Así, los movimientos de anti- naturalización del desastre surgen del tránsito de la
soledad y angustia privada al reconocimiento colectivo y público de los padecimientos. La
indignación que se produce cuando el dolor es inaceptable y adquiere una dimensión colectiva de
cuestionamiento y critica, puede llegar a desbordar la condición de pobreza y victimización
(Holloway, 2011)119 a la que son sometidos los afectados ambientales. Siguiendo a Machado, se
trata de rebeldías emergentes de otras corporalidades que en sus estallidos rompen los escenarios
naturalizados, procurando hacer ver lo que se muestra como invisible: hacer sentir, aquello que,
de tanto sentirlo, torna a los cuerpos insensibles (Machado, 2009: 221).
El terreno del cuerpo y de las emociones aparece entonces como un plano de relevante
centralidad en los conflictos de las luchas por lo común, y fundamentalmente en aquellas que
enfrentan las aristas más violentas de los dispositivos expropiatorios.
Las afectaciones ambientales, posiblemente como cualquier otra situación límite, donde hay
una relación constante con la muerte, concentran emociones íntimas, que en algunos casos, se
procesan en los cuerpos sociales y espacios de la resistencia, habilitándose en los hechos una
dimensión catártica y terapéutica. A contracorriente de la militancia tradicional que se construye
en torno a la inquebrantabilidad y la resistencia emocional (Arancibia, 2010), algunos de estos
sujetos colectivos tienden a compartir la emocionalidad que la catástrofe produce.
“Hay algo que está lastimando a la gente es la salud, si de algo tenemos miedo es de la
muerte, si hay algo que no está atendiéndose es ese. Eso nos lleva al conflicto interno,
personal, colectivo, comunitario ¿Te quedas? ¿A qué te quedas? ¿Te vas? Entonces ya no
ayudas, ya no aportas, ya no resistes; pero si te quedas corres el riesgo de morir, por estar
expuesto. Es una muy fuerte contradicción que todavía no hemos podido darle salida, (…) El
olor anoche que estaba muy fuerte, me da mucha tos, y yo pensaba “Me quedo, no le hace que
me muera”, pero si me voy “ya no voy a tener la fuerza para seguir en esto” (Entrevista a
Graciela González, Agrupación Un Salto de Vida 2010).

119
Recuperamos la noción de la política de la pobreza planteada por Holloway (2011) en la que subyace la
construcción de una revolución en nombre de las víctimas del capitalismo, para la cual el Estado es, evidentemente,
la forma organizativa apropiada. Se trata de hablar en nombre del pueblo como un otro externo que necesita una
dirección y que agregaríamos no puede valerse por sí mismo (Holloway, 2011: 91-92).

248
Cuando esas emociones comienzan a compartirse en los distintos espacios cotidianos y
organizativos, se “politiza la tristeza”, noción desarrollada por el Colectivo Situaciones, 120 para
referirse a los sentimientos íntimos de personas y grupos que se abren como vía de rencuentro
con las apuesta colectivas en relación con el proceso histórico en curso. Politizar la tristeza es “un
ejercicio de reapropiación y reinterpretación de lo hecho hasta aquí como proceso y no como
mera facticidad que se nos impone” (Colectivo Situaciones, 2007).
Las capacidades sociales de autocuidado y diagnóstico común que se desarrollan para
enfrentar la desgracia ambiental incluyen los saberes anidados en la memoria y en los acervos de
los bienes comunes inmateriales. A continuación el testimonio de la Agrupación Un Salto de
Vida en torno a la búsqueda de alternativas de prevención y protección de la salud, con base en
los saberes tradicionales y el propio conocimiento que la comunidad tiene para restaurar ciertos
daños y enfrentar la contingencia ambiental:
“hay mucha gente que es profesional, que tiene conocimientos, saberes previos, sabe cómo
resolver, en cuestión de protección a la salud, o de aumentar el acervo de hierbas, alimentos,
de nutrición, nosotros no le vemos un camino rápido, pero sí tenemos la urgencia de hacer un
camino alternativo, para que en lo que se arreglan las cosas juntos tengamos modos de
protección y prevención. Porque a como van las cosas creemos que en unos cinco años nos
vamos a morir muchísimos más” (Entrevista a Graciela González, Agrupación Un Salto de
Vida: 2010).

En suma, la emergencia y recomposición del pensamiento ambiental abre la posibilidad de


reconstruir formas de vida basadas en la solidaridad y la sostenibilidad a contracorriente de la
devastación y violencia del capital. Comuneros y comuneras del CECOP y del COPUDEVER se
resisten a sembrar el maíz transgénico y a usar los agrofertilizantes de los paquetes tecnológicos
promovidos por los gobiernos. Por el contrario, continúan produciendo la milpa y utilizan
semillas autóctonas, lo que fortalece la autonomía y soberanía alimentaria de sus comunidades.
La Radio Ñomndaa “La Palabra del Agua”, ha potenciado la integración, cooperación y
colaboración entre las comunidades, convirtiéndose en un referente para la información y
organización en la lucha por la autonomía, la defensa del territorio, la libertad de expresión y el
uso de la lengua originaria. Asimismo, destacan los proyectos productivos de las mujeres

120
Tomamos prestado el planteamiento del Colectivo Situaciones sobre “politizar la tristeza” que resume como
consigna una intención de resistencia. Se trata de las cualidades que las colectividades pueden recomponer para
combatir la tristeza política, y en este caso la afectación ambiental.

249
amuzgas para la comercialización de sus tejidos. Los cheranenses121 han logrado constituirse
como municipio autónomo regido por usos y costumbres, y han echado a andar un conjunto de
disposiciones y prácticas colectivas para la toma de decisiones y la protección de su territorio,
como es el caso de la Ronda Comunitaria y las fogatas por barrio, lo que en suma, les ha dado
mayor margen para cuidar su bosque y defenderse de los talamontes. La Agrupación Un Salto de
Vida desde hace casi 5 años viene impulsando una huerta comunitaria y un vivero para la
reforestación de árboles en la región, la cual tiene como objetivo “crear vida en medio de la
muerte” a través de la capacitación popular en agricultura orgánica. Estos sistemas de saber y la
apropiación de tecnologías son centrales para resistir a la devastación ambiental.
En medio del debate sobre las alternativas para enfrentar la crisis civilizatoria 122 y ante las
falsas soluciones que los gobiernos y corporaciones están generando dentro de la llamada
“economía verde”, 123 la respuesta que se apunta desde diversas latitudes y movimientos de abajo
está orientada a fortalecer los entramados colectivos y los esfuerzos de recomposición

121
Desde abril de 2011, la comunidad purhépecha de Cherán en Michoacán, ha logrado impulsar un proceso
organizativo para detener a los talamontes relacionados con grupos del crimen organizado, que no sólo venían
extrayendo madera de los bosques, sino además realizando una serie de robos, extorsiones, secuestros contra la
población. Los agravios cometidos han reducido considerablemente los bienes forestales, de 27 mil hectáreas sólo
quedan 7 mil. Para la defensa de su territorio los cheranenses están poniendo en práctica formas de participación y de
toma de decisiones colectivas, logrando además, el reconocimiento estatal para regirse por usos y costumbres.
122
Siguiendo a Renán Vega Cantor, “La crisis civilizatoria describe la situación actual, en la cual confluyen de
manera compleja crisis de diversa índole, que afectan a todo el mundo y que ponen en cuestión la existencia misma
del patrón civilizatorio que ha existido en los últimos cinco siglos (…)”. En este sentido, “puede hablarse de una
civilización capitalista, que se ha hecho dominante en el sistema-mundo moderno, extendiendo por todo el planeta
sus características intrínsecas: conversión de todo lo existente en mercancías, cuya producción no tiene como
objetivo la satisfacción de las necesidades humanas sino la generación de ganancias individuales; producción de
riqueza mediante la explotación de seres humanos bajo mecanismos salariales generadores de plusvalía;
subordinación de toda la sociedad y la naturaleza a las formas mercantiles y a la ganancia, bajo el supuesto de que el
crecimiento (entendido en términos estrictamente económicos), es infinito; consolidación de un patrón energético
basado en combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas), de corta duración en términos históricos; concepción
depredadora de la relación con la naturaleza; y, confianza absoluta en que las mediaciones científicas y tecnológicas
garantizan un ascendente e incontenible progreso. Estos aspectos se han acompañado del individualismo, la
competencia, el ánimo de lucro, el egoísmo, el consumo exacerbado de mercancías, como formas mentales,
ideológicas y culturales dominantes en el imaginario de gran parte de los seres humanos (…) se precisa de la
construcción de otra civilización completamente distinta a la que hoy es dominante, y en la que predomine la
propiedad común y colectiva, los medios de producción estén controlados por el conjunto de la población, el valor de
uso y la reciprocidad sean la norma que permita satisfacer las necesidades de los seres humanos, los patrones de
producción y de consumo sean adecuados para preservar la naturaleza y satisfacer las necesidades básicas de la
gente, de tal forma que se pueda vivir dignamente” (Vega Cantor, s/f).
123
El Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) ha definido a la economía verde
como un nuevo tipo de economía más allá de la sustentada en la petroquímica, en la que las industrias más grandes
del mundo están compitiendo por tierras, recursos naturales y plataformas tecnológicas para la transformación de
biomasa (ETC, 2011: 2,4).

250
comunitaria en espacialidades urbanas y rurales para la producción, gestión y recreación de lo
común.
La supervivencia y protección de los bienes comunes constituye una condición fundamental
para la continuidad de la vida, que puede seguir y potencialmente puede estar en manos de
sujetos comunitarios a partir de formas de autoregulación social que incorporen entre sus
principios frenos y controles al mal uso de los recursos. Se trata de experimentar modalidades
comunitarias que, mediante la confianza, la reciprocidad, la cooperación, hagan posible sostener
modos de gestión de lo común.
La batalla que están librando las luchas socioambientales contra el despojo múltiple abren
pertinentes cuestionamientos sobre cómo resistir, defender, fortalecer y expandir lo común. De
aquí se deriva el fecundo debate sobre qué tipo de propiedad y qué formas de regulación hacen
posible lo común. Consideramos que, a diferencia de las formas de propiedad y organización
estatales y mercantiles, lo común surge del presente, de lo particular, de lo local y de los impulsos
de autodeterminación social; y no de un centro que planifica y determina el hacer. La regulación
de lo común implica pensar y hacer lo común bajo escalas realmente humanas y materializadas
en relaciones comunitarias situadas temporal y/o espacialmente.
Las luchas socioambientales como parte de una constelación de movimientos contra el
despojo, están construyendo –en medio de terribles adversidades- formas alternativas capaces de
negar, subvertir e ir más allá del capital. Las formas particulares del antagonismo contra el capital
que las luchas socioambientales encarnan trascienden el ámbito local de la defensa de los bienes
comunes naturales o ecológicos. Su potente capacidad de autoconfianza colectiva, contagio,
ejemplo e irradiación ha logrado conexiones con otros rostros de la lucha contra el capital.
Estas luchas han logrado iluminar aspectos vitales para la sobrevivencia humana frente a la
crisis civilizatoria que el mundo vivo enfrenta. Han ayudado a que problematicemos nuestra
relación con la naturaleza, y a que entendamos la urgencia de la construcción de alternativas
basadas en la solidaridad y sustentabilidad. Han sido parte del impulso por extender lo común
sobre todos los ámbitos de la reproducción social para resistir a las formas económicas y políticas
del despojo múltiple y garantizar una alternativa frente a la devastación que el capital produce a
su paso.

251
REFLEXIONES FINALES

La investigación que aquí presentamos ha tenido como objetivo rastrear y comprender las formas
de la subjetividad antagónica de las luchas socioambientales en México, y sus capacidades para
resistir, negar, subvertir, desbordar al capital, e incluso abrir horizontes anticapitalistas de
emancipación.
Se trató de articular una mirada que ayudara a visibilizar los modos variados y cambiantes
a través de los cuales las luchas socioambientales y en específico las cuatro experiencias que
revisamos -Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota; Frente de Pueblos
de Anáhuac; Frente Amplio Opositor y Agrupación Un Salto de Vida- emergen como esfuerzos
de recomposición comunitaria ante la injusticia e inadmisibilidad producida por el despojo de los
bienes comunes naturales. Tratamos de iluminar pues, los procesos de subjetivación de este
antagonismo social al calor de la experiencia negativa de defensa de lo común que producen los
conflictos producidos por el despojo múltiple.
La duración de la investigación propició que pudiéramos mirar casi por cuatro años, a
veces de manera más cercana y otras sólo desde la distancia, los cambios, tránsitos, flujos y
reflujos de los procesos de subjetivación de las luchas socioambientales ante las diferentes fases
de la conflictividad y los niveles de separación de los medios de existencia producidos por el
despojo. La tristeza, el desconcierto y la impotencia fueron sentimientos que encubrieron por
algunos momentos el estado de ánimo colectivo, y que no se abstuvieron de impregnar
profundamente las reflexiones de este trabajo. También la rabia, la autoconfianza colectiva, la
dignidad, fueron otra tríada de sentimientos que configuraban un estado de ánimo, que más de
una vez contagiaron y produjeron una atmósfera que daba profundo sentido a la lucha. La
reflexión que aquí presentó tiene que ver y es parte de esos estados de ánimo colectivos, mi
propósito fue tejer una mirada que nos ayudara a entender las tramas más profundas del
antagonismo, en los tiempos más explosivos y alborozados de la lucha, pero también en los
tiempos contenidos por la desesperanza y el abatimiento. Al respecto, una de las conclusiones
más importantes es que la separación y el despojo nunca pueden consumarse del todo, se trata de
una lucha, una historia abierta e incierta, en la que el antagonismo anima una y otra vez las
capacidades disruptivas y creativas de un mundo otro.
De modo que buscamos ampliar la mirada, no sólo para dar cuenta de los procesos de
subjetivación de las luchas y los impulsos de recomposición comunitaria y de autodeterminación,

252
sino también para proporcionar un sentido de interpretación del complejo escenario que se ha
venido configurando desde hace treinta años en nuestro país y en el resto de América Latina, con
el neoliberalismo, signado por la aguda profundización y actualización de las estrategias de
despojo múltiple y expropiación de lo común. Un escenario que vale decir, sólo tuvo sentido
desentrañar, para la comprensión crítica del problema y para el rastreo de las posibilidades
revolucionarias latentes.
Así que, para la comprensión de las continuidades, novedades y actualización del despojo
y su vertiente neo-extractivista, fue que desarrollamos la categoría crítica de despojo múltiple
para pensar y sistematizar el conjunto de formas económicas y políticas del capital que buscan
reiteradamente la separación de los productores y el cercamiento de sus medios de existencia, con
la inherente expropiación de la capacidad de hacer y de autodeterminación política.
En el caso de México, este proceso de despojo múltiple se ha venido acelerando
considerable y estrepitosamente en los últimos diez años, hecho que pudimos corroborar al dar
cuenta del crecimiento exponencial de conflictos socioambientales en todo el territorio nacional
por la continuidad, profundización, intensificación y expansión de proyectos encaminados al
control, extracción, explotación y mercantilización de bienes comunes naturales. Se trata de un
énfasis en la tendencia de reprimarización de la economía, bajo una vertiente neo-extractivista, de
la mano del desarrollo de numerosos proyectos de infraestructura carretera, portuaria y enclaves
turísticos. A lo que debemos sumar, la profundización de la crisis del campo y la
desestructuración de las formas productivas tradicionales, junto con el impulso de un nuevo
sistema agroalimentario, en manos de grandes transnacionales, a costa de la exclusión masiva de
los pequeños productores rurales. En suma, se trata de la renovación de crueles formas
económicas y políticas del despojo, que en definitiva bajo la lógica irracional de acumulación
voraz del capital buscan incrementar sus ganancias sin considerar los daños socioambientales
producidos.
Y es que las formas múltiples del despojo tienen el objetivo de acechar, coartar, asfixiar
los esfuerzos de producción, reproducción y defensa de lo común. Para la comprensión de esto,
fue que sistematizamos las estrategias de una suerte de “dispositivo expropiatorio”, que va desde
la construcción de una legalidad institucional y un discurso de inclusión posible, pasando por la
cooptación y el disciplinamiento, hasta llegar a situaciones de criminalización, represión y
contrainsurgencia. De modo que pudimos pensar las especificidades del Estado como la forma
política del capital, a la luz del régimen de acumulación y regulación social actual, y las inéditas
y renovadas estrategias de cercamiento de los bienes comunes y su vertiente neoextractivista en
México, profundizadas de manera dramática en los últimos doce años. Asistimos pues a un

253
refinamiento de las estrategias de dominación, la mayoría de las veces, en clave de violencia
política, para sostener la reproducción del capital. Es en esta medida que para continuar el
cercamiento de los bienes comunes y sostener el perfil productivo neo-extractivista actual, se ha
desplegado una guerra contra los flujos de insubordinación sostenidos en la defensa de lo común.
En este sentido, es de resaltar la evidente complicidad entre estados y corporaciones; el rol
represivo del aparato del Estado y el despliegue de estrategias extralegales para la supresión de
los ciclos de conflictividad socioambiental.
Por otro lado, en medio del adverso panorama de expropiación y despojo buscamos
visibilizar y ahondar en las historias de dignidad del México más profundo. Para tal fin, fue
crucial explorar cómo es que la gente común se indigna y se organiza, cómo es que cientos de
comunidades viven la confusión, el desconcierto, la indignación, y algunas veces logran
conformar esfuerzos de recomposición comunitaria capaces de bloquear o interrumpir la
acumulación del capital. En este sentido, consideramos que el pasaje de la subordinación a la
insubordinación (Modonesi, 2010) -entendido como un pasaje crítico, contradictorio, sin
ninguna pureza constitutiva y en constante movimiento-, es experiencial. Se trata de una
experiencia social en manos de la gente común, que se va disponiendo entre el mundo real y el
conocimiento; transformada y estimulada por los nuevos acontecimientos. De ahí que los núcleos
sanos de buen sentido (Gramsci, 1980), entendidos como una suerte de embrionaria concepción
alternativa del mundo surgida de la resistencia a la dominación, se potencien, activen y
fortalezcan ante los violentos proyectos del despojo.
Desde esta perspectiva, el buen sentido y la experiencia acumulada de las clases
explotadas hacen posible que el desafío se despliegue de forma explícita y florezca en medio de
la dominación, un NO que es capaz de irrumpir y cohesionar como llamado autoconvocado,
orientado por la fuerza consciente y creativa de la gente común (Holloway, 2011). En las
diferentes experiencias que revisamos ha sido fundamental ese pasaje para la conformación de
sujetos comunitarios que hacen frente al despojo. El conflicto en este sentido se expresa en la
relación de antagonismo abierto entre el capital y los sujetos comunitarios.
La relación antagónica con el capital nos ha permitido rastrear los diversos modos de
existencia de lo común, entendido como una forma de la reproducción social que se manifiesta
en el amplio y denso espectro de la vida, y se materializa a través de una serie de prácticas
sociales colectivas que producen y comparten lo que se tiene, y/o se crea, mediante la
cooperación humana autodeterminada, bajo regulaciones no derivadas, o del todo sometidas a
la lógica mercantil y estatal. Básicamente hemos tratado de explorar el sustrato negativo de la
producción y reproducción de lo común, y su capacidad para desestabilizar o interrumpir el

254
proceso de acumulación del capital. De ahí que reflexionar sobre lo común como categoría crítica
e histórica nos ayuda a situar la producción y reproducción de lo común en un campo abierto de
fuerzas, donde el capital nunca está dado de antemano, y por ello trata de imponer formas de
relación social que le permitan recrearse. En este sentido, el hacer común (Simone/ Giardini,
2012) bloquea y obstaculiza al capital. De ahí que sea decisiva la constitución negativa y
disruptiva de estas luchas para la interrupción del proceso de acumulación del capital. Y es que a
medida que se articulan sujetos comunitarios capaces de enfrentar el despojo del capital, se
reduce la separación de los productores y sus medios de existencia, a través de una recuperación
de las capacidades de hacer y de autodeterminación social. En ese sentido, una de nuestras tareas
fue la de rastrear las condiciones y factores que producen el antagonismo, como marco de
producción y reproducción de lo común.
Otro aspecto importante es el proceso de negación-y-creación (Holloway, 2012), pensado
como un pasaje crítico, contradictorio y dinámico, por el que transitan las experiencias
socioambientales. Vimos que para muchas comunidades ya no sólo se trata de defender lo que se
tiene ante la amenaza de la desposesión, sino de experimentar nuevos modos de comprensión de
lo ambiental y de convivencia y conservación de la naturaleza. La fuerza consciente y creativa de
las luchas llega incluso a dotar y potenciar nuevos sentidos de existencia.
Desde nuestra perspectiva, en el pasaje de la negación-y-creación se habilita un horizonte
utópico y una forma embrionaria de gestión de lo común más allá del ámbito público, ligado a lo
estatal, y del privado, en relación al mercado. Se trata de una política que actualiza, reinventa,
prefigura e irradia un hacer común capaz de resistir, negar, subvertir, e incluso desbordar al
capital y sus diferentes mediaciones orientadas a la valorización del valor. Una política que inicia
como lucha y se despliega en el conflicto, cobijando subjetividades antagonistas, capaces de abrir
horizontes de emancipación de tipo anticapitalista. De ahí que sostengamos que lo común es
negación, pero también creación, modelando formas embrionarias de una sociedad poscapitalista.
En este sentido, una de las hipótesis centrales que hemos logrado corroborar es que los procesos
de negación de lo común activan impulsos de recomposición colectiva. Si bien, en este trabajo de
investigación no fue nuestro propósito profundizar en los modos en los que la política
comunitaria se articula y organiza para la gestión de los bienes naturales, advertimos que la lucha
contra el despojo y la separación de los medios de existencia habilita y fortalece una serie de
prácticas y mecanismos colectivos para garantizar la reproducción de la vida. Y es que sin lugar a
dudas, la supervivencia y protección de los bienes comunes constituye una condición
fundamental para la continuidad de la vida, que puede seguir y potencialmente puede estar en
manos de sujetos comunitarios a partir de formas de autoregulación social que incorporen entre

255
sus principios frenos y controles al mal uso de los recursos. Se trata de continuar experimentando
modalidades comunitarias que, mediante la confianza, la reciprocidad y la cooperación, hagan
posible sostener modos locales de gestión de lo común. Lo que sin lugar a dudas, potencia y
retroalimenta la emergencia de nuevos horizontes de lo político centrados en la recomposición de
lo común.
Y es que si bien las luchas socioambientales encarnan formas particulares del
antagonismo contra el capital, situadas a nivel comunitario y local, la defensa de los bienes
comunes naturales o ecológicos logra trascender este ámbito; por su potente capacidad de ir más
allá, y de proyectar y hacer una vida común. En definitiva resulta crucial fortalecer los modos de
irradiación del hacer común y de los procesos de reapropiación de los medios de existencia
experimentados en estas luchas hacia otros segmentos de la izquierda, para viabilizar la
sobrevivencia humana ante la barbarie capitalista. Lo que además tiene una implicación teórica y
práctica: al habilitar una forma de comprensión abierta sobre la lucha de clases, y en términos
prácticos, lograr la conexión entre rostros múltiples de la lucha revolucionaria contra el capital.
Sin duda, un tema urgente y crucial para la construcción de alternativas y prefiguración de una
sociedad poscapitalista.

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DIRECCIONES ELECTRÓNICAS

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COALICIÓN DE ORGANIZACIONES MEXICANAS POR EL DERECHO AL AGUA


(COMDA)
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AMIGOS DE LA TIERRA MÉXICO/ OTROS MUNDOS CHIAPAS

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MOVIMIENTO MEXICANO DE AFECTADOS POR LAS PRESAS Y EN DEFENSA DE


LOS RÍOS (MAPDER)
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INTERNATIONAL RIVERS
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JÓVENES EN RESISTENCIA ALTERNATIVA


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PROYECTO INTEGRACIÓN Y DESARROLLO MESOAMÉRICA


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MINERA SAN XAVIER


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OBSERVATORIO DE CONFLICTOS MINEROS DE AMÉRICA LATINA


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SERAPAZ
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TRIBUNAL LATINOAMERICANO DEL AGUA


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TTRIBUNAL PERMANENTE DE LOS PUEBLOS (TPP)


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UNIÓN DE CENTÍFICOS COMPROMETIDOS CON LA SOCIEDAD (UCSS)


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ENTREVISTAS

Entrevista a Marco Suaste del CECOP, realizada en el Encuentro Popular sobre Agua y Energía,
Aguacaliente, Guerrero, noviembre 2008.

Entrevista a Rodolfo Chávez del CECOP, Chiapas, diciembre 2009.

276
Entrevista grupal al Frente de Pueblos de Anáhuac; Katia Leyte Chávez, Edmundo Rioja, Juan
Tomás Hernández, México DF, enero 2010.

Entrevista a Graciela González y Enrique Enciso, Agrupación un Salto de Vida, El Salto, febrero
2010.

Entrevista a Jorge Regalado, Guadalajara, febrero 2010.

Entrevista a Jaime Jiménez Ruiz y Estela Chávez del COPUDEVER, Paso de la Reina, VII
Encuentro del Movimiento de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER),
Oaxaca, febrero 2010.

Entrevista grupal al COPUDEVER, realizada por Mina Navarro, Paso de la Reina, VII Encuentro
del Movimiento de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER), Oaxaca,
febrero 2010.

Entrevista a Alberto Solís Castro de SERAPAZ, México DF, marzo 2010.

Martín Faz, Exposición de la experiencia del FAO, II Encuentro Nacional de REMA, Cerro de
San Pedro, 24 y 25 de abril 2010.

Entrevista a Ana María de EDUCA y Genaro de La Ventana, México DF, mayo 2010.

Entrevista a Felipe Flores del CECOP, México, DF, mayo 2010.

Entrevista a Silvia Emanuelli de Coalición Internacional para el Hábitat, México DF, junio 2010.

Entrevista a Elizabeth Medina y James del Tedesco de FAO, San Luis Potosí, agosto 2010.

Entrevista a David Valtierra, Radio Ñomndaa, Xochistlahuaca, diciembre 2010

Entrevista a Elizabeth Medina de Pro San Luis Ecológico, Ciudad de México, septiembre 2011.

Entrevista a José Gallardo, México, 29 de abril de 2012

Entrevista a Baruc Martínez , Frente de Pueblos del Anáhuac, México, DF, mayo 2012.

Entrevista a Enrique Pineda, México, DF, mayo 2012.

Entrevista a Laura Ortega, México DF, junio 2012.

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