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Un pacto en Wonderland

J.C. Rosa
A todas las que luchan contra sus monstruos

El texto de este libro está registrado bajo licencia Safe


Creative 4.0 con el código 1812019216704 y fecha de
registro: 01-dic-2018

Todos los derechos y responsabilidades de esta obra son


de Josep Casanova Rosa.

El tema gráfico ya lo lleva Albert Sarlé


(https://albsart.wordpress.com/)

La edición impresa se ha realizado en Pixpress.


(http://pixpress.cat/)

La publicación y distribución digital de esta obra es cosa


de la gente de Historias Pulp.
(https://historiaspulp.com/)

Revisión ortográfica, corrección de estilo, sugerencias de


color y reordenación espiritual ha sido cortesía de Davinia
Codorniu.
¿Y esto de qué va?

Estimado/a amigo/a amante de las letras, es mi deber como


autor de este cuento que se va a desarrollar en las siguiente
páginas informarte de qué y como debería leerse. Y es que “Un
pacto en Wonderland” no es un relato independiente y aislado
(aunque así puede ser leído sin problema alguno) si no que
forma parte de una serie que se inició con “En busca de
Wonderland”, uno de los cuentos que contiene el libro “La
onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp” y continuó con
“Regreso a Wonderland” que comparte formato con éste que
tienes en las manos. Como todos los de la saga, va destinado al
público adulto ya que está repleto de acción y oculta una curiosa
moraleja que no voy a revelar aquí. Espero que lo disfrutes y si
no has leído los anteriores, no desesperes porque pueden
encontrarse fácilmente tanto en versión digital como impresa.

Para hacerse con los libros anteriores, recomiendo pasarse por el


blog del autor en http://jotacerosa.blogspot.com/
o contactando directamente con él en capdemut@gmail.com
Y también se puede descargar la versión digital de éste y el
anterior relato en https://historiaspulp.com/
Una breve introducción

Era un bonito día en el oasis. Una tímida nube ocultaba el


sol, haciendo que la temperatura del aire descendiera hasta
unos agradables 46 grados centígrados. La chimenea de la
cabaña dejaba escapar un hilillo de humo con olor a
canela, la prueba fehaciente de que los deliciosos
pastelitos de Bella Dama estaban casi a punto. En el otro
extremo del lago, donde era posible anegar las tierras y
fertilizarlas, Villano trabajaba incansablemente con su
azada para cultivar las verduras y hortalizas que les
proporcionarían el sustento. No era una vida fácil, pero…
¿Cómo? Sí, sí, he dicho que quien cuidaba del huerto era
Villano, con mayúscula. Antes de continuar os explicaré el
porqué de ese nombre.

Villano fue un buen hombre en el pasado, cuando el


mundo todavía era un lugar bello, cómodo y habitable.
Pero después de la Gran Explosión, Meteorito Asesino,
Holocausto Nuclear o como quiera llamarse a lo que
sucedió, el mundo se fue al garete y solo unos pocos
humanos sobrevivieron. Éstos debieron vivir soportando
las inclemencias del clima, la falta de higiene y agua
limpia y, sobretodo, sobreviviendo a los ataques de los
mutantes, que no eran otros que los mismos humanos que
no lograron mantener su integridad y se transformaron en
seres grotescos, hambrientos y estúpidos debido a los altos
niveles de radiación mutagénica. Y entre esos humanos
sanos se hallaba él, que habiendo escapado por los pelos
de la catástrofe, se pasó al lado del mal como adaptación
lógica y necesaria ante los nuevos tiempos. De ahí el
nombre de Villano. Pero eso no es todo, porque Villano, a
causa de su eterna condición de antagonista, se vio
vencido por un héroe alto y arrojado a un foso de mutantes
que le infectaron con su dolencia y le convirtieron, debido
a la elevada exposición a saliva de mutante, sudor de
mutante y caspa de mutante (aunque los mutantes carecen
de pelo, su piel se escama con facilidad), en un
supermutante invencible, indestructible y,
desafortunadamente para sus intereses amorosos, muy
desagradable a la vista. Y es que, efectivamente, medir dos
metros y medio y pesar casi trescientos quilos de puro
músculo y hueso reforzado, deja las expectativas de
encontrar pareja por los suelos. Y de ahí la maldición de
Villano, o mejor dicho, Megavillano.

Pero después de unos años de dominar el páramo desolado


con un ejército de fieles (y acobardados) mutantes,
Megavillano descubrió que en algún lugar existía una
orden llamada “Los Descalcificadores”. Estaba formada
por un grupo de operarios de depuradoras de agua que
habían sobrevivido y dedicado sus vidas a buscar una
forma de purificar el agua radiactiva hasta crear el “Aqua
Vitae”, capaz de revertir el estado mutado y, por lo tanto,
de salvar el mundo. Pero Megavillano no estaba
interesado en salvar nada; lo que él quería era volver a ser
humano y buscarse una novia por fin. Así que
aprovechando sus capacidades físicas superiores, asaltó el
laboratorio de “Los Descalcificadores”, robó el “Aqua
Vitae” y, dejando un rastro de destrucción detrás de él,
desapareció en la noche. Literalmente. Y es que en cuanto
probó esa agua milagrosa, su forma mutada se desvaneció
y se convirtió de nuevo en Villano, un hombre de mediana
edad, no demasiado agraciado pero indudablemente más
atractivo que un monstruo de músculos hipertrofiados.
Su siguiente paso fue acercarse a una ciudad humana no
destruida, que cada vez abundaban menos, mezclarse con
el populacho y convencer a una chica para que se
marchara con él a vivir a un bonito oasis. Y lo consiguió;
llamadlo sex appeal o “cualquier cosa es mejor que morir
en este estercolero”. Logró captar la atención de Bella
Dama, que ni era tan bella ni tan dama, pero eso a Villano
le daba un poco igual y ambos se marcharon camino de su
pequeño paraíso terrenal.
¿Nos hemos situado ya? Pues vamos a sumergirnos por fin
en este relato al que llamaré…
¡El regreso de Megavillano!
No, un momento, se ve demasiado claro lo que va a
suceder al final. Mejor le llamaré…
Un pacto en Wonderland
01- Pastelitos de canela

Era un bonito día en el oasis. Una tímida nube ocultaba el


sol, haciendo que la temperatura del aire descendiera hasta
unos agradables 46 grados centígrados. La chimenea de la
cabaña dejaba escapar un hilillo de humo con olor a
canela, la prueba fehaciente de que los deliciosos
pastelitos de la Bella Dama estaban casi a punto. Al otro
extremo del lago, donde era posible anegar las tierras y
fertilizarlas, Villano trabajaba incansablemente con su
azada para cultivar las verduras y hortalizas que les
proporcionarían el sustento. No era una vida fácil, pero
para Villano era un sueño hecho realidad. Se tomó un
pequeño descanso para saborear su felicidad, oler el aire,
deleitarse con el silencio… Pero algo extraño llegó a sus
oídos: un grito y el estruendo lejano de la bandeja del
horno al estrellarse contra el suelo. Bella Dama estaba en
peligro y él, azada en mano, en el otro extremo del lago.
Salió corriendo sin soltar su herramienta y vio como por la
puerta de su casa aparecían media docena de seres nunca
antes vistos hasta el momento. Tenían el aspecto de
mutantes, cierto, pero sus cuerpos estaban cubiertos de un
pelo oscuro anaranjado y sus hocicos largos se asemejaban
a los de los perros. Uno de ellos sujetaba en sus brazos a
Bella Dama, que luchaba y pataleaba en vano por
liberarse, mientras que otro se comía, casi sin saborearlos,
los pastelitos de canela.
Villano corría, pero todavía estaba lejos y las bestias
rieron sonoramente ante su desesperado intento de llegar a
tiempo a la casa. Entonces se alejaron saltando y chillando
como bestias, que al fin y al cabo era lo que eran, mientras
Bella Dama gritaba eso de “Sálvame Villano”, frase
patentada por ella ya que nunca antes había sido usada en
ningún cuento. Cuando Villano llegó a la casa ya no
quedaba ni rastro de ellos. Se agachó en el portal, cogió
uno de los pastelitos y se lo llevó a la boca. Una lágrima
recorrió su mejilla cuando apareció en su mente la idea de
que ese podría ser el último que saboreara si no lograba
salvar a Bella Dama. Y fue así como, azada al hombro y
con el látigo que usaba en su antigua vida como domador
de circo, se lanzó al rescate.

02- Aparece el mercader

Era media tarde cuando, agotado de tanto caminar


erráticamente por entre las dunas y las rocas del páramo
infinito, Villano se dejó caer al suelo. Con las prisas y las
ansias de venganza se había olvidado de coger agua y
ahora estaba pagando su descuido con una importante
deshidratación. Se sentía idiota. Seguramente lo era. Pero
como un héroe, a pesar de llamarse Villano, no puede
morir en el segundo capítulo de la historia, tuvo la fortuna
de cruzarse con un mercader itinerante que viajaba con su
buey de dos cabezas y se acercó a mirar ese bulto alargado
del suelo, maravillándose al ver que seguía con vida. Una
vez hidratado y con fuerzas recuperadas, Villano y
Mercader se sentaron a hablar junto a una hoguera, pues
se estaba haciendo de noche y solía refrescar.
–Dime amigo –comenzó a decir Mercader para romper el
hielo–, ¿qué te ha llevado a este lugar tan remoto del
desierto?
–El amor, mi buen amigo –respondió Villano tratando de
hacerse el interesante, que era algo que le gustaba mucho.
–Eres un hombre extraño, sin duda. Ya quedan pocos
románticos en este mundo.
–Soy un poco chapado a la antigua, ya sabes.
–Y dime, ¿puedo saber quién es la afortunada por la que
estás dejándote la vida?
–Bella Dama se llama, más me temo que no es ninguna
afortunada –se lamentó Villano–. Esta misma mañana ha
sido secuestrada por un grupo de mutantes peludos con
morro de perro y risa estridente… pero –Villano dejó de
explicar cuando vio el semblante pálido y tembloroso de
Mercader– ¿Sabes de quienes te hablo? –Mercader asintió.
–Me has descrito a la perfección a los hombres-hiena.
–¿Hombres-hiena? –repitió Villano– ¿Qué son esas cosas?
–Son hombres… ¡hiena! –dijo Mercader solemnemente.
–Sí, bueno, esa parte me había quedado bastante clara.
–Verás amigo enamorado –comenzó a explicar Mercader–
hace muchos años, antes de la catástrofe, esta zona ya era
un desierto. Uno de esos tan molones a los que van los
turistas a hacerse fotos con los cactus. Y entre la fauna de
este desierto había hienas, que estaban en peligro de
extinción debido a la cantidad de flashes de cámaras que
les disparaban, cosa que las desorientaba muchísimo, por
lo que estaban protegidas por una ONG llamada “Amigos
de las Risas” en referencia a las curiosas risas de las
hienas. ¿Tú sabías que en realidad no ríen? Es un sonido
parecido pero no es risa.
–Sí, lo sabía –respondió Villano–. Es algo como lo que
hacen los patos. Pero no nos perdamos por estos
derroteros. Sigue con tu relato, por favor.
–Perdón –se disculpó Mercader–. Resulta que cuando
explotó todo, se generó una especie de tormenta de arena
mutante en este desierto y los Amigos de las Risas se
refugiaron en sus instalaciones junto con todas las hienas
que pudieron, quedando atrapados durante meses en el
lugar.
–Ahora entiendo –interrumpió Villano–. La arena
radiactiva mezcló su ADN y creó a esas criaturas
abominables mezcla de humano y hiena…
–No fue así –dijo Mercader–. Lo que pasó es que tanto
tiempo juntos creó una gran amistad entre humanos y
hienas, una cosa llevó a la otra y…
–¿Y? –preguntó Villano temiéndose la respuesta.
Mercader hizo un círculo con los dedos pulgar e índice de
una mano y después introdujo el índice de su otra mano
varias veces por el círculo. Villano abrió mucho los ojos.
–Esos monstruos son los hijos de los Amigos de las Risas
–adivinó Villano.
–Así es…
–¿Pero eso puede ser?
–El mundo se ha acabado. Todo puede ser.
–En cualquier caso debo encontrar su guarida y rescatar a
Bella Dama o… –Villano pareció dudar– ¿qué querrán
hacer con ella?
–Reproducirse –dijo Mercader–. Suelen secuestrar
hembras humanas y reproducirse con ellas las noches de
luna llena. Pero no se te ocurra ir a por ellos. Son muy
numerosos, fuertes, ágiles, expertos cazadores… Es
enfrentarte a una muerte segura.
–Faltan tres noches para la luna llena –murmuró Villano
consternado.
Entonces se levantó de golpe. El aire nocturno meció sus
cabellos, que eran lacios y escasos y por ello no lucían
demasiado, sacó su látigo y con un movimiento preciso lo
hizo restallar a dos centímetros de la cara de Mercader.
–No ha nacido la bestia, semihumana o no, que no pueda
ser dominada por mí.
Mercader le miró con cierto respeto. Quizás ese hombre
era más de lo que parecía…

03- El cubil del mal

Por la mañana se despidieron y cada uno siguió su


camino. Mercader hacia Wonderland, el asentamiento
humano más cercano, y Villano en busca de la guarida de
los malvados y fértiles hombres-hiena. A media tarde cayó
agotado y deshidratado porque se le había olvidado pedirle
agua para el camino al mercader. Se arrastró sobre la
ardiente arena durante unos metros, hacia la cima de una
duna y, justo cuando alcanzó la parte más alta, vio algo
que le hizo recobrar las fuerzas de nuevo. Apenas
doscientos metros delante de él había un antiguo edificio
de dos plantas semienterrado en la arena. Parecía ser parte
de un recinto mayor del que apenas se adivinaban los
muros, rematados con alambre de espino. Tenía toda la
pinta de ser un antiguo centro de recuperación de fauna y,
por lo tanto, había muchas posibilidades de que fuera
también la residencia actual de esas aberraciones. Villano
esperó la noche y se dejó caer rodando duna abajo. Había
llegado la hora de atacar.

04- Un combate desigual

Reuniendo las escasas fuerzas que le quedaban, Villano se


puso de pie y se acercó a hurtadillas hasta la entrada de la
guarida, que por lo visto no era otra cosa que una ventana
del piso superior a la que se accedía por una rampa de
arena. Le temblaban las piernas a causa del cansancio pero
la energía que le imbuía la cercanía de su amada, le
permitió mantenerse en pie el tiempo suficiente como para
ser sorprendido por la espalda por uno de los hombres-
hiena. La bestia, que caminaba erguida sobre sus patas
traseras y cuya estatura superaba la de un hombre normal,
le enseñó los dientes emitiendo un pavoroso gruñido.
Villano se asustó al imaginar que llamaría a sus
compañeros pero, afortunadamente, parecía que el híbrido
quería merendárselo él solito y por ello optó por un
enfrentamiento silencioso. Sin saberlo, el hombre-hiena se
había condenado. Villano desplegó su látigo con la mano
derecha y sostuvo un aro de plástico con la otra. Haciendo
restallar el látigo, como en los viejos tiempos del circo, le
gritó al monstruo:
–¡Salta por el aro!
Pero el hombre-hiena se limitó a ladear la cabeza como un
perro y mirando el aro, el látigo y a Villano, habló.
–¿Qué te crees que soy? ¿Un perrito de circo?
–¡Pero si habláis! –exclamó Villano.
–Claro que hablamos, estúpido humano –le respondió la
bestia–. Y pensamos. Y debes ser muy idiota si crees que
voy a saltar por ese aro.
–Entonces no me queda otra –comenzó a decir Villano
mientras se quitaba la camiseta –que luchar contigo
cuerpo a cuerpo.
El torso delgado, blanco y surcado de costillas de Villano
no pareció impresionar al hombre-hiena, que rió
sonoramente. Villano se indignó por tal falta de respeto y
se lanzó al ataque.
Cuando recuperó el conocimiento estaba de nuevo encima
de la duna, con el cuerpo apaleado y un dolor de cabeza
considerable. Esos hombres-hiena eran duros de verdad.
Debería haberle hecho caso al mercader.

05- Otra vez el mercader


Al amanecer Villano se dispuso a despedirse de Mercader
de nuevo.
–Ha sido una suerte encontrarte de nuevo medio muerto –
dijo Mercader.
–Dicen que un rayo nunca cae dos veces en el mismo
lugar, pero a veces se dan excepciones –le respondió
Villano agradecido pero apesadumbrado por haber
fracasado en el rescate de Bella Dama.
–No pongas esa cara, amigo. Ya te dije que esos hombres-
hiena no pueden ser vencidos por personas normales.
Habría que ser todo un héroe para enfrentarse a ellos.
De pronto el rostro de Villano se iluminó.
–¿Un héroe dices? Creo que sé donde encontrar a uno.
¿Queda muy lejos de aquí Wonderland?
–¿Ese charco infecto? –dijo Mercader–. No muy lejos.
Está a un día de camino hacia el oeste, pero… –Y todavía
no había acabado de hablar cuando Villano ya desaparecía
tras las dunas–. Deberías llevarte agua esta vez –dijo al
aire del páramo Mercader.

06- Wonderland

Estaba ya medio muerto cuando alcanzó a ver la alta torre


metálica alrededor de la cual se habían construido las
chozas que formaban Wonderland, la ciudad de los
sueños, tierra de plenitud y oportunidades… Un nombre
que, sin duda, no se correspondía con su realidad ya que
no eran más que un puñado de chozas construidas con
chatarra alrededor de un lago de aguas fecales. Marketing,
lo llamaban algunos. En tres días la piel de Villano se
había secado y rehidratado tantas veces que tenía la
textura y apariencia de una esponja marina y le había dado
tanto el sol que lucía un bronceado imposible para un
varón caucásico vivo.
Villano se acercó a la entrada donde dos guardias
regulaban el paso a la ciudad pero, antes de llegar, se fijó
en un pequeño toldo de tela que estaba enganchada a la
valla exterior. Allí, junto a una hoguera, había un hombre
agachado hirviendo un hueso en un cazo abollado. Estaba
claramente mal alimentado, desaliñado, con barba de
varias semanas y la ropa tan manchada de sudor y
suciedad que la piel de una rata mutante parecería un traje
de etiqueta en comparación. Pero había algo familiar en él.
Villano se acercó, el hombre le miró y entonces reconoció
sus ojos al instante. Cuando estuvo casi frente a él, el
hombre le habló.
–¿Tienes una moneda amigo?
–¿Acaso no me reconoces? –le dijo Villano.
–¿Debería? –preguntó el indigente.
–Soy yo, Villano –le dijo con una sonrisa.
–Pues tienes mal aspecto –dijo el indigente–. Parece que te
hayan apaleado y lleves tres días caminando por el
desierto sin agua.
–Bueno… tú tampoco estás muy bien que digamos… ¿Por
qué vives aquí fuera?
Entonces el indigente se levantó y se reveló como un
hombre alto.
–Tuve problemas con mi esposa. -comenzó a explicar el
Hombre Alto–. Al final decidí que sería mejor marcharme
de casa y con mi sueldo de supervisor de pacotilla no me
da para un alquiler dentro de la ciudad. Cosas de la vida.
¿Y tú? ¿Por qué ya no eres un monstruo horrible?
Villano hizo una mueca. No le gustaba que le llamaran
monstruo ni siquiera en pasado, pero se aguantó.
–Siéntate, viejo amigo. Voy a explicarte mi historia.
Y así, Villano le relató lo acaecido desde el capítulo 1
hasta este momento. Cuando terminó su relato, el Hombre
Alto meditó unos segundos y habló.
–¿Me estás pidiendo ayuda? ¿Recuerdas que una vez
intentaste matarme para quitarme a mi chica? ¿Por qué
debería ayudarte ahora?
–Porque he cambiado –dijo lastimeramente Villano–. Ya
no soy el mismo de antes. Ahora estoy enamorado. Y soy
correspondido. Y tú eres un héroe. Es tu deber ayudar a
los necesitados y todo eso… Además, si la recupero ,
volveremos al oasis y no volverás a saber de mí. Incluso
podrías contarle a tu mujer que me derrotaste y así
recuperarla.
–¿Mentir a mi mujer para recuperarla? Eso sería vivir en
un engaño constante –dijo Hombre Alto–. Quizás tengas
razón. Te ayudaré por esta vez.
–Pero con una condición –dijo Villano antes de cerrar el
trato–. Prométeme que no me quitarás a Bella Dama.
–¿Quitarte a tu novia? –El Hombre Alto rió sonoramente–.
Te aseguro que lo último que quiero es otra mujer en mi
vida.
Y así se dieron la mano y los dos viejos enemigos sellaron
una frágil tregua temporal.

07- El héroe regresa

El Hombre Alto sacó una maleta de su cuchitril y de ella


extrajo unos pantalones gruesos de tela oscura, una
camiseta de tirantes, un chaleco de cuero y unas botas
negras reforzadas. Se vistió con solemnidad ante la mirada
de Villano y luego se metió en el cinturón su fiel espada
Kopesh, arrebatada de las manos de un lunático que se
había apoderado de un museo egipcio, así como un
pistolón de tamaño considerable y un buen puñado de
munición. Su aspecto al final de la preparación era
imponente. Era un hombre delgado pero fibroso, con un
cabello largo sin llegar a ser melena y una barba espesa
que le daba un aspecto salvaje. Villano comprendió el
porqué de su éxito con las mujeres porque, de hecho,
incluso él sentía cierta atracción por ese tipo. Cuando
estuvo listo, ambos emprendieron el camino hacia el cubil
de los hombres-hiena. Y esta vez se llevaron agua.
08- Retorno al cubil del mal

La guarida de los hombres-hiena era un antiguo recinto de


recuperación de animales con un edificio anexo de dos
plantas de las que solo la superior quedaba a la vista
debido a la cantidad de arena que cubría la inferior. Y todo
esto lo repito porque, aunque tanto Villano como los
lectores de esta historia ya lo sabíais, para el Hombre Alto
era una novedad y no es cuestión de tenerle desinformado.
Desde lo alto de la duna Villano y Hombre Alto planearon
un plan de ataque basado en el acercamiento sigiloso, el
subterfugio y la violencia desmedida a base de látigo y
espada. No podían usar armas de fuego para no alertar a la
manada entera, así que debían ser rápidos y silenciosos.
Se acercaron por un lateral del edificio, donde el hombre-
hiena que sorprendió a Villano la noche anterior estaba
oculto haciendo guardia. Villano dejó volar su látigo y le
apresó por el cuello y así, sin poder ni emitir un sonido,
cayó muerto con un certero tajo de la espada de Hombre
alto. Ambos levantaron un pulgar celebrando su efectiva
coordinación y entraron en la guarida.
La ventana de la entrada conducía a una habitación con el
suelo lleno de arena y carente de mobiliario a excepción
de una puerta de madera negra que se desintegró al
tocarla. La puerta daba paso a un pasillo que terminaba en
otra sala, esta vez amueblada y que parecía desierta hasta
que aparecieron dos de esos hombres-hiena flanqueando a
nuestros intrépidos rescatadores.
–Mierda, nos estaban esperando –dijo el Hombre Alto–.
¿Cómo puede ser?
–Nos habrán olido –le respondió Villano–. Estas bestias
deben tener sus sentidos muy agudizados.
Y cuando terminaron de hablar, las bestias se lanzaron
sobre ellos. Villano atrapó por el cuello a uno de ellos con
su látigo mientras el Hombre Alto lanzaba una estocada
mortal contra el segundo. Y todo habría ido bien de no ser
porque esa estocada falló y el medio animal asestó un
profundo arañazo en el costado del hombre. Cuatro garras
ensangrentadas quedaron marcadas en sus costillas y,
enfurecido, el Hombre Alto golpeó de nuevo con su
espada, acertando esta vez a la bestia en el cuello y
acabando con ella. Mientras tanto, Villano luchaba por
mantener a raya a su enemigo pero éste tenía tal fuerza
que le estaba arrastrando por el suelo, derribando los
muebles y armando una gran escandalera. El Hombre Alto
desenfundó su pistola y le apuntó a la cabeza, pero luego
pensó en el elemento sorpresa y no disparó. En lugar de
eso, se acercó al híbrido por la espalda para asestarle un
tajo mortal pero la bestia le olió y le respondió con un
codazo en la cara. El Hombre Alto cayó de rodillas
sujetándose la nariz, que sangraba tanto que le daba la
sensación que se le había separado por completo de la
cara. En cuanto recuperó el control de su cuerpo, sacó de
nuevo la pistola y disparó. El hombre-hiena cayó al suelo
mientras el estruendo del disparo rebotaba por todas las
paredes del lugar. Desde luego, no era una pistola
especialmente silenciosa. Ambos se miraron.
–¿Crees que habrán oído el disparo? –preguntó el Hombre
Alto.
–No lo sé –respondió Villano–. ¿Pero se puede saber por
qué te cuesta tanto acabar con estos bichos? Se supone que
eres una especie de héroe.
–Estoy acostumbrado a matar mutantes, que son lentos,
torpes y estúpidos. Estos son todo lo contrario. Mírame,
estoy hecho polvo. ¿Cómo tengo la nariz?
Pero Villano no tuvo tiempo de hacerle ningún chequeo
médico. En cuestión de segundos todo se inundó de
aullidos, gruñidos y el sonido de decenas de patas
acercándose por lo que no tuvieron más remedio que
lanzarse a la carrera por una de las puertas que salían de la
habitación. De pronto, se encontraron en medio de otro
pasillo con diez hombres-hiena en cada extremo corriendo
hacia ellos, babeando y riendo histéricamente. Su única
vía de escape era una pequeña trampilla situada a sus pies,
pero apenas tenían tiempo para reaccionar. Con un hábil
movimiento de muñeca, el látigo de Villano cruzó el aire y
se enganchó en el tobillo del animal más cercano. Con un
tirón de brazo, éste cayó al suelo haciendo que todos los
que le seguían en el angosto pasadizo tropezaran con él y
dieran con sus huesos en el suelo. El Hombre Alto
mientras tanto abría la trampilla con una mano y con la
otra disparaba contra los del otro extremo, frenando su
avance el tiempo necesario para meterse en el acceso del
piso inferior y cerrar tras de sí. Lo que encontraron abajo
fueron unas escaleras que descendían en la oscuridad, tan
húmedas que el Hombre Alto, que iba en cabeza, resbaló.
Para evitar caerse se agarró al pantalón de Villano, que
perdió el equilibrio también, y ambos cayeron rodando
escaleras abajo. El primero en llegar al suelo fue el
Hombre Alto, que quedó tendido boca abajo, y
posteriormente Villano aterrizó sentado sobre su espalda.
El Hombre Alto se quejó con motivos.
–Estoy hecho polvo, maldita sea.
–No es momento de protestar –le reprochó Villano–.
Tengo el presentimiento de que estamos muy cerca.
Y efectivamente lo estaban, por lo que comenzaron a
caminar embelesados por las extrañas vistas que tenían
ante ellos. Se encontraron avanzando a través de una sala
enorme, una especie de caverna natural que se extendía
más allá de la vista. El suelo era irregular, por lo que
existía una pasarela de madera tratada con lasur que
avanzaba entre la roca y lo que parecía ser algún tipo de
lago natural.
–Ten cuidado con este agua –advirtió el Hombre Alto–.
Parece ser una acumulación de agua de lluvia y por su
fluorescencia diría que es altamente radiactiva. Un solo
contacto con ella podría ser mortal… o algo peor.
Villano no respondió, pero miró con recelo el extraño
lago.
Finalmente llegaron al final de la caverna y la escena que
vieron parecía sacada de una mala película de los ochenta.
La pasarela terminaba en otra escalinata, esta vez tallada
en la misma roca, que ascendía hasta una plataforma de
piedra, una especie de altar de sacrificios bañado por la
luz de la luna que penetraba por una oquedad en el techo.
En el altar, como no, se encontraba Bella Dama, atada de
manos y pies a la misma losa y tratando desesperadamente
de soltarse. ¿He dicho que estaba completamente
desnuda? Pues estaba completamente desnuda. La visión
de Bella Dama de esa guisa, con su blanca piel sudada
reflejando la luz mortecina de la luna provocó una leve
erección a Villano, aunque no era el momento de hacer
nada al respecto, menos aún teniendo en cuenta que una
decena de hombres-hiena se interponían entre ellos y el
altar, uno de los cuales casi doblaba en tamaño a los
demás.
–¡No te preocupes Bella Dama! –gritó Villano– ¡Vamos a
sacarte de aquí!
El Hombre Alto le miró de reojo, consciente de la
bravuconada, y los hombres-hiena rieron sonoramente,
especialmente el grandote, que además habló.
–Me sorprende que hayáis llegado hasta aquí, humanos –
dijo divertido con una voz tan áspera como el papel de
lija–. Pero ha llegado vuestra hora. Hoy hay luna llena y
por lo tanto es el momento ideal para el apareamiento con
humanas. Preparaos para morir.
El Hombre Alto miró a Villano y suspiró.
–Creo que estamos acabados –le dijo.
–Eso me temo –respondió Villano.
–¿Sabes? Antes de morir me gustaría decirte algo.
–Adelante, compañero de fatigas.
–Quiero decirte que –comenzó a decir el Hombre Alto–
¡me arrepiento de haberte acompañado a este sitio de
mierda!
–¡Y yo de haberte pedido que me acompañaras! –le
respondió Villano– ¡Pensaba que eras una especie de
héroe invencible y, mírate, te han sacudido como a una
alfombra en un balcón!
–¡Porque yo pensaba que habría cinco o seis bichos de
estos, no cincuenta! ¡La culpa es tuya!
–¿Mi culpa dices? –respondió Villano indignado–. Quizás
haya llegado el momento de zanjar este asunto como lo
hacen los hombres… Peleando.
–¿Crees que vas a poder conmigo? –dijo el Hombre Alto
arrogantemente–. Ya lo intentaste una vez y fracasaste.
–Esta vez estás hecho unos zorros, amigo –sentenció
Villano.
–¡Queréis dejar de discutir, imbéciles! –gritó irritado el
líder de los hombres-hiena–. Aquí yo decido quién muere
y cómo. ¡A por ellos!
A una orden de su líder, los hombres-hiena se lanzaron al
ataque, que fue tan despiadado que ni el látigo, ni la
espada, ni las escasas balas que quedaban en el cargador
de Hombre Alto pudieron inclinar la balanza. Además, los
hombres-hiena que quedaron atrás habían abierto la
trampilla y ahora se acercaban ululando por la pasarela. Y
el asalto se tradujo en mordiscos, arañazos, patadas y
cabezazos que dejaron a ambos humanos tirados en el
suelo hechos una piltrafa… pero vivos.
–Os he dejado con vida para que podáis admirar la
magnificencia de los hombres-hiena –comenzó a explicar
el más grande de todos–. Nos reproduciremos sin parar
hasta ser tantos que podamos dominar el páramo entero.
¡Hiahiahiahiahia! –rió estridentemente.
Entonces el líder de esas bestias se acercó a Bella Dama
con su pene enhiesto, listo para la reproducción y ésta
chilló desesperada. Villano no quiso observar la escena y
giró la cara hacia el Hombre Alto, que roncaba
sonoramente, no por estar disfrutando de un sueño
reparador sino porque su nariz rota por al menos cinco
sitios distintos no le permitía respirar de forma fluida. Y
tomó una decisión. Reuniendo sus escasas fuerzas logró
apoyarse sobre su hombro derecho y, haciendo palanca
con el codo izquierdo, giró sobre si mismo logrando que
su cuerpo rodara y se sumergiera en el lago de aguas
radiactivas. Y así, Villano desapareció para siempre.
09- El regreso de Megavillano

Lo que emergió del agua como una explosión no era


humano. Ni por asomo. Aunque conservaba las facciones
angulosas de Villano y su sonrisa maquiavélica, desde
luego era mas grande, pesado, musculoso y afilado.
Garras, dientes, músculos que se tensaban como cables de
acero… Los hombres-hiena se quedaron un momento
mirándolo y luego se lanzaron al ataque. Eran como una
manada de carroñeros tratando de abatir a un búfalo.
Megavillano, que era como volvía a llamarse después de
tanto tiempo, arremetió con furia vengadora contra las
aberraciones híbridas y comenzó la más impresionante y
desigual de las batallas. Los hombres-hiena volaban por
los aires, algunos en pedazos, otros de una pieza todavía,
estrellándose contra paredes y techo, destrozándose,
gritando de dolor y frustración mientras Megavillano
seguía avanzando hacia el altar como una bestia desatada,
un Bud Spencer demoníaco que arrollaba con todo a su
paso. Cuando llegó hasta el pie de las escaleras todo
estaba en silencio. Bella Dama le miraba horrorizada y el
líder de la manada contemplaba atónito el mosaico
sangriento en el que se habían convertido los suyos.
–¡Date por muerto, perro! –rugió Megavillano con voz de
trueno.
–Te advierto que yo no soy como esos que acabas de
aplastar –le respondió el hombre-hiena–. Voy a acabar
contigo en un instante.
Megavillano no se inmutó por la amenaza y esperó
impasible a que su rival hiciera el primer movimiento. Y
así fue. El hombre-hiena se lanzó a la carrera escaleras
abajo y, cuando estuvo justo enfrente de su rival, esquivó
un certero puñetazo con un prodigioso salto y se situó
detrás de él. Cuando Megavillano se giró, se encontró con
las fauces abiertas del animal que se cerraron en su
garganta. Nada pudo hacer para liberarse que estirar y, con
ello, solo logró empeorar la situación. Cuando se
separaron, el hombre-hiena le había arrancado buena parte
del cuello y Megavillano se tambaleó mientras la sangre
manaba como un aspersor de los múltiples vasos
sanguíneos seccionados. El hombre-hiena escupió el
pedazo de carne sanguinolento en el suelo.
–¡Hiahaihaihaia! –rió burlonamente el vencedor–. Serás
muy fuerte, pero no puedes con mi astucia y velocidad.
Despídete de tu amada, perdedor.
Megavillano miró al altar donde seguía atada Bella Dama,
quizás más horrorizada aún que hacía un rato, y luego
dirigió la mirada al hombre-hiena. El mutante sonrió.
Apartó la mano con la que se cubría la herida y reveló que
todo el daño se había regenerado dejando tan solo una
marca circular ahí donde había brotado la sangre.
Asustado, el hibrido humano-bestia trató de huir, pero
Megavillano le agarró por la cola y, haciéndole girar como
una peonza, le arrojó por los aires, estrellándolo contra
uno de los muros, donde se aplastó quedando pegado
como una masa de pizza mal volteada.
10- Un reencuentro desafortunado

Subió los escalones solemnemente y con sus enormes


garras duras como el diamante, cortó delicadamente las
ataduras que retenían a Bella Dama. Ella se incorporó y le
miró con tristeza, pero reprimió cualquier otra muestra de
afecto. Él lo comprendió. Después despertó al Hombre
Alto que, al abrir los ojos, se sobresaltó hasta que
comprendió qué había pasado. Más magullado de lo que
nunca nadie había estado antes, se incorporó y
comenzaron a caminar hacia la salida.
Una vez en el exterior, en medio de las dunas e iluminados
por la luz de la luna, llegó la hora de las despedidas.
–Lo siento Bella Dama –comenzó a decir Megavillano–.
Necesitaba salvarte aún convirtiéndome en esto.
–Has sido valiente, amor mío –le respondió ella
dulcemente–. Has renunciado incluso a tu propia
humanidad por mí. Nunca nadie me había amado tanto.
–¿Significa esto –comenzó a decir Megavillano– qué vas a
seguir a mi lado a pesar de mi aspecto?
–No. Claro que no. Eres un ser monstruoso. Pero para mí,
siempre serás Villano, ese hombre que me quiso como
nunca antes lo hizo nadie. Ahora debo regresar a mi hogar,
pero te guardaré un lugar en mi corazón. Para siempre.
Esté donde esté. Adiós Villano mío. Adiós.
Y así Bella Dama se alejó en la noche hasta que fue
engullida por las tinieblas y la arena, de forma figurada
por supuesto, que a veces las metáforas pueden ser
confusas. Megavillano se quedó largo tiempo observando
el lugar por donde había desaparecido hasta que el
Hombre Alto le apoyó una mano en el hombro.
–Llora si es eso lo que quieres –le dijo amablemente–. En
este momento nadie te lo va a reprochar.
Megavillano le miró.
–No puedo –le dijo–. En esta forma no tengo lagrimales.

Nota póstuma:
Y así fue como suele suceder en esas historias que pasan
muchas cosas pero al final todo queda igual, pues así de
inmisericorde y cíclico es el páramo desolado del post
mundo. Bella Dama regresó a su hogar, El Hombre Alto a
sus rutinas y el imperio de los hombres-hiena que se alzó
de las arenas, se volvió a hundir en ellas como si nada.
Megavillano, del mismo modo, siguió vagando por los
páramos, buscando un hogar, buscando el amor y, si no lo
lograba, planeando la conquista del mundo. ¿Por qué no?

FIN

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