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Escritos sobre
ocultismo y
masonería
ePub r1.0
Titivillus 23.04.15
Fernando Pessoa, 2008
Traducción: Florencia Preatoni
Diseño de cubierta: Modesto García Maldonado
Florencia Preatoni
agosto de 2007
ORIGEN Y ESENCIA DE LA MASONERÍA
Tercer grado.
Ya educada la imaginación, basta querer, y ella
se encargará de construir los sueños por sí misma.
Ya aquí el cansancio es casi nulo, inclusive el
mental. Hay una disolución absoluta de la
personalidad. Somos mera ceniza, dotada de alma,
sin forma; no siquiera la del agua que es la de la
vasija que la contiene.
Anteeros
II
Ni alrededor de esas figuras, con cuya
contemplación me entretengo, es mi costumbre
tejer algún argumento de la fantasía. Las veo, y el
valor de ellas, para mí, esta sólo en ser vistas.
Todo lo demás que les agregase, las disminuiría,
porque disminuiría, por así decir, su «visibilidad».
Todo cuanto fantasease de ellas, forzosamente,
en el mismo momento de fantasear, yo lo conocería
como falso; y, si lo soñado me agrada, lo falso me
repugna. El sueño puro me encanta, el sueño que
no tiene relación con la realidad, ni punto de
contacto con ella. El sueño imperfecto, con punto
de partida en la vida, me disgusta, o, antes, me
disgustaría si yo me enmarañase en él.
Para mí, la humanidad es un vasto motivo de
decoración, que vive por los ojos y por los oídos
y, aún, por la emoción psicológica. No quiero nada
de la vida sino asistir a ella. Nada más quiero de
mí sino asistir a la vida.
Soy como un ser de otra existencia que pasa
indefinidamente interesado a través de esta. En
todo soy ajeno a ella. Hay entre mí y ella como un
vidrio. Quiero ese vidrio siempre muy claro, para
poder examinarla sin falla de medio intermedio;
pero quiero siempre el vidrio.
Para todo espíritu científicamente constituido,
ver en una cosa más de lo que allí está es ver
menos esa cosa. Lo que materialmente se agrega,
espiritualmente lo disminuye.
Atribuyo a este estado del alma mi repugnancia
por los museos. El museo, para mí, es la vida
entera, en la cual la pintura es siempre exacta, y
sólo puede haber inexactitud en la imperfección
del contemplador. Pero esa imperfección, o hago
algo por disminuirla o, si no puedo, me contento
con que así sea, pues, como todo, no puede ser
sino así.
EL RÍO DE LA POSESIÓN